O/Jra poética tle RalOe/ Cardonarepositorio.sibdi.ucr.ac.cr:8080/jspui/bitstream/... · ton y Paul...

1
- O/Jra poética tle RalOe/ Cardona En 1916, año de la muerte de Rubén Darlo, apareció , en San José el primer libro de Rafael Ca1·dona, Oro de la ma- . ñana, cuyo titulo anunciaba el orto de una juventud estreme- . cida de ideales y pedrería ver- bal. Mi padre me ha contado (y · también se lo oí dedr a mi · abuela), que Rafael se pasaba .' horas y horas en el último rin- 1 eón de la casa cese los ; "chunches") sentado en un ta- burete con una tabla made- 1 ra sobre las rodillas, escribien- do. ¿Qué escribía aquel mucha- ' cho de veintidós años? Versos ... versos de perfecta manufactu- : ra que saltaban del endecasíla- bo' a los tropeles alejandrinos, y ' del soneto riguroso, acabado co- mo una tacita de porcela_na, a la catarata de las rimas . Aquel 1 • cuato de los "chunches" se lle- de piedras preciosas, gemas cantarinas, azules destellos y pu pilas "hieráticas y torvas". Y pronto el joven orfebre pudo ob- sequiar su collar de diaman- tes, rubíes y esmeraldas. (jun- to con otras fulgencias primoro- sas) a la sociedad josefina, que escuchó extasiada el poema en una memorable velada triunfal, con todo nuestro máxímó coli- seo iluminado por el resplandor de la poesía y de las damas a- sistentes, poesía pura, ellas tam- bién. Por supuesto que hablo imaginando la escena, pues en aquel tiempo yo no llegaba si- quiera a proyecto lle cigüeña . .. Ricardo Fernández Guardia recoge (en el prólogo de la pri- mera edición de Oro de la ma- ñana, 1915) el testimonio del gran periodista Guillermo Var- gas, en el sentido de que Ru- bén Darío ractificó una opinión que había con respecto al quehacer poético de. nuestra tierra. Es aquella que dice: "Costa Rica intelectual posee más savia que flores. Es un te- ri:eno en donde los poetas se · dan mal. Un poeta, lo que se llama un Batres: -para sólo ha- blar de Centro América- no lo ha habidó nunca, y creo que no lo habrá. Está en el ambien- te el mal. Eh la gran muche- dumbre de hombres de letras n \e ha habido y hay en aquel país , no surge una sola cabe- za coronada del eterno y verde laurel". Lo anterior rectificó el vate de Nicaragua después de leer el oema de las piedras pre- ciosas. Probablemente fue -.na declaraciJn oral, externada en charla de amigos, en Guatema- la, pocos meses antes de su muerte. En todo caso, el testi- monio queda, para honra del entonces maestro Rafael Cardo- na. "¡Ya nació el poeta de Cos- ta Rica!", me contó Rafael que había exclamado Darío. Dicho poema de las gemas brilló en su época como un as- tro de magnitud, y des- pués, guardado en las gavetas de la memoria, se hizo perfu- me delicado, fina batista, le- yenda de oro. Ahora bien: ¿En dónde en- contró el poeta el tema elegan- tísimo de las piedras preciosas, realmente concebido para una noche de gala? Con las reser- vas del caso, me atrevo a afir- mar que Rafael leyó el magní- fico prólogo que Enrique Gómez Carrillo escribió para la prime- ra edición francesa de Las mil y una noches, , la celebérrima y hoy olvidada - por falaz- que hizo el doctor Mardrus . Y aquí debo decir, de paso, sin menoscabar el valor literario de ese trabajo de Carrillo, que el sabio polígrafo español don Rafael Cansinos Assens, en el extraordinario y exhaustivo es- tudio que hizo de las narracio- nes orientales para la casa "A- guilar, de Madrid, puso "como Dios puso al perico" al famoso doctor Mardrus, puien no sola- mente se adjudicó el hallazgo (para Europa) de Las mil y una noches, sino que llegó a afirma1 ser la suya la primera, definiti- va y más autorizada versión. El maestro Cansinos Assens demos tró en forma ejemplar, pues do- minaba el árabe y el persa, la falsedad de tal hazaña , y para siempre con la · solven- cia literaria de Mardrus, quien deslumbró a su tiempo a tout Paris, pero dando gato por lie- bre. Bueno, pues volvamos al pró- logo de Gómez Carrillo, que tiene un ambiente de fiesta má- gica, propicia a las hadas y a los gnomos. Este ambiente, .•:. en donde lo feérique preside.μ, 1 ,. las instalaciones del buen gusto, es el mismo que utiliza Rafael Car- don·a en· mopientos cumbres de su poema. · El zafiro, por ejem- plo, se inicia con el siguiente verso: Frega, Vora, Yolanda y Melusina ... personajes atrac - tivos para decorar estos abani- cos de la fascinación . Gómez Ca- rrillo escribe: "He aquí a Frega, la de las lágrimas de oro. . . y a Vora, que vive bajo los pinos melancólicos. . . He aquí a Me- lusina a Oriana y a Yolanda" ... Este elenco de seres mágicos, que son voluptuosidad de artí- fice va colocando Rafael en su programa de visiones, sigue en .orden riguroso el catálogo "feéri- co" de Gómez Carrillo. El poe- ta nos presenta "coriganes de cabezas rubias", "nixos" y "trolls"; foego · habla de "Tita- nia la loca" y de "La reina Mab en su carroza". El cronis- ta cha a "la reina Mab en su carro que dos moscas de oro arrastran", y ·después de estas representaciones del ensueño, continúa con "los espíritus infe- riores, : gnomos, elfos, coriganes o n;ixos"._,y más adelante se re- fiere a los habitantes del agua, los "trolls". Pero lo sorprenden- te es leer, en el prólogo de La.e; mil y una noches, estas pala- bras: " . ... dadme ser es minúscu- los que se llamen Origán, Mar- gioano, Flor de Lino" . y leer a continuación en el poema de Ra- fael (en el mismo orden) los siguientes versos: Origan, Margiolano, Flor de (Lino, sutilezas.,1quiméricas ... Claro está que si rl'os remon- táramos a las inevitables fuen- tes · clásiG_as, tendríamos que lle- gar a Shakespeare, y concreta- mente a El sueño de una no- che de verano, vernadero mues- trario de gobelinos sobrenatura- les , con la reina Mab a la .cabe- za. Pero me pare ce indudable oue Rafael, por lo · menos en el poema dedicado al . zafiro , utilizó (como yo en mi· cuento El secreto de la reina Ama- ranta) el texto d!_! Carrillo, de- licioso en todo momento como corresponde a la pluma del prín- cipe de los cronistas. He regresado a la obra de mi tío, ahora que el Ministerio de Cult:ura, Juventud y Depor- tes la ha editado (1973) en pul- cro y bien cuidado volumen. He vuelto a transitar por sus bosques de luna, por sus trom- petas francesas y por su íntimo, prócer recato reflexivo. Des- de 1972, en vista del acaba- m \ento físico del poeta, agrava- do por una soledad agresiva (no deseaba hablar con nadie, y había prescindido del teléfono) me propuse rescatar sus escri- tos, que tenía engavetados y ba- " o siete llaves . Entonces comen- mi asedio, lento, inflexible. Una tarde me le presenté con un paquete de libros publica- dos por la Editorial Costa . Ri- ca, y entre café y toses él los fue examinando, sorprendido de qa calidád los volúmenes . "Falta en la Biblioteca de Escri- tores Costarricenses tu obra poé- tica completa" - le dije. El sal- tó, vociferó, volvió a toser ... pero logré hacer mella en su á1:iimo, y una semana después regresé para que me entregase sus textos, como lo había pro- metido. Recibí de sus manos una montaña de papeles y dos bre- ves libros: Oro de la mañana (joya de bibliófilos) y Estirpe. Ya en mi casa me convencí de que era imposible eJlViar ese material, tal como esta, a Cos- ta R\ca, pues había que meca- nografiarlo, y. . . ¿cómo meca- nografiar versos en papeles que el tiempo había desteñido; a- marillos r ecortes de periódicos llenos de tachaduras , enmien- das, variantes y complicadas lla- madas de atención? ¡Nadie más que Rafael Cardona podía pasar en limpio los caudalosos versos! Quise poner a sus órdenes una mecanógrafa para ' que tra- bajase a su ladp, pero él se ne- gó, y fue entonces cuando deci- dió sentarse él mismo a la má- quina para organizar el que iba a ser el último de sus esfuerzos literarios: la transcripción, or- denamiento y corrección final de toda obra de poesia. Sí, he vuelto a leer esa obra tan importante para la historia de nuestras letras, esa obra que le hacía competencia al arpa .de Bécquer, "olvidada y cubierta de polvo", y me ha impresionado en primer lugar el prólogo ) Car- ta al editor), ya que certifica no s,olamente la antivigencia -es- tética del admirable estilista, sino la soberbia de un talento que había desaparecidó · del es- cenario poético contemporáneo desde hacía ya muchos años. Rafael Cardona llora "la muer- te natural de los poetas y escri- tores" y la " "desaparición de una casta literaria nacida bajo los sistemas liberales de una . democracia occidental". Duele · mucho la palabra casta. El ex- plíca que usa el término "bajo el designio de las Musas", ya que la clase estética a la que perteneció "vivió inspirada en las formas retóricas de la Poéti- ca". O sea, que para Rafael Car- dona no tiene validez ningún mo.vimiento posterior al moder- nismo y al paranasianismo. "Lss generaciones posteriores -di- ce- se encargaron de romper· con ·la reürica, con los estados objetivos de conciencia . (?), y vertieron el ácido corrosivo del sarcasmo y la burla al lustre ' milenario de la poesía". . Por respeto a la memoria del poeta, no es posible impugnar esos . exabruptos; y nunca seré yo -por razones obvias- quien lo haga. El tiempo, que todo lo sitúa en su justo lugar, colocará el polvo en el polvo y el már- mol en el mármol, tomando en cuenta los ·hechos creadores de nuestra época, el advenimiento de una · poesía que desprovista de pompa y exclusivimos de cas- ta, ha expresado con profundi- dad algunos de los problemas fundamentales del hombre con- temporáneo, problemas no ya ontológiccs o en las nubes del idealismo, sino real- mente humanos, poderosamente concretos dentro de las vicisitu- des de la imagen. Lo contrario sería' negar toda la obra Gui- llaume Apollinaire, André Bre- P.or. Affredo Cadona Peña ton y Paul Eluard, para no citar sino a tres corifeos del movi- miento renovador que iniciado en Francia en 1922, tanta re- percusión ha tenido en el arte de este siglo. Sería olvidar a Maya- kovsky, Neruda y César Valle- jo, los poetas del "dolor social", y en fin, la poesía más transfor- . madora y fascinante que se ha producido en el mundo desde ha - ce cincuenta años. Por lo tanto, no es el Poema. de las piedras preciosas, con to- da su admirable joyería (Valle- jo diría "quincalla"), el trabajo con que Rafael destruirá los asedios del inculto olvido, como .lo ha sido Prosas profanas, sino Cantos de Vida y Esperanza. Para - y esto es muy perso- nal-- son los 14 soberanos so- netos de Parthenón, labrados "con fuerza y primor ilustres" (Méndez Plancarte). Ahí que- dan esos· sonetos lapidarios ,. que ni Guillermo Valencia, ni Cho- canó ni Darío tuvieron la oportu- nidad de · superar. Ahí quedan también , contra los deseos del poeta (no quería incluirla en su obra). la oda Roja al mártir mexicano Felipe Carrillo Puer- to, asesinado por la casta feroz de las oligarquías terratenien- tes. Ese poema debe situarse al lado de páginas sorprendentes , rellísimas, que su ..minerva pro- du io en momentos propicios. Niñez, por ejemplo (pág. 286), es un poemita delicioso, pleno de esa misteriosa poesía que suele remontarnos a los primerqs años de la vida. Rafael me habló me - &iltes de su muerte de ese 'lema. lnsistiendo en "la fideli- . "'ªd de su reoroducción en el tiempo". Tenía seis años cuando se deslumbró ante las vitrinas de la relojería de Mina Plüg; una europea avecinada en San .Tnsé allá por 1888. Tenía en el establecimiento carátulas de r.romo. vaiilla, porcelanas y re- para abuelo snhrP. fler.ns de nee-ro- terciopelo . su bazar. annella hada con "n., mht"e de oénc'lulo" obseouió "1 rdño una sonrisa y un bro- <'hedto . . . y la emoción . de áat.i'el encuentro . des¡::endió co- m" 11na mnne<la de oro hasta los del suhconsciente nel. rioeta. oue ya anciann, supo S'1."arla de su nrofundidad in- terior. comn un huzo extrae mo- nedas · oxidadas de galeones an- tiguos. Solo en Baudelaire he en- contrado una emoción semejan- t<> í":Rl !'lrte t'nmánticn ,. cap. VI , "La moral del juguete"). "Se remonta -dice eL poeta fra n- cés- a los tiempos nebulosos de mi br:mer infancia, cu¡indo mi madre me llevó de visita a la 'casa de cierta se.flora · :M;anc- koucke . Estaba ataviada de ter- ciopelo y pieles, y me dijo: "Es- te es un muchachito a quien le quiero regalar algo para que se acuerde de mí". y lo llevó a una habitación llena de ' uguetes. "E- lije" -le dijo. Y él eligió ... No puedo dejar de mencio - nar el impresionante, doloroso, soneto Ultima ora- tic, eon el que sospecho se des- pidió de la vida. ' Al año del fallecimiento de Rafaei Cardona, 'este artículo es- cribo con amor, pena y -¿por qué no decirlu?- con un poco de resentimiento. Amor al poeta insigne, al · que supo dominar los nerviosos caballos de la ri - ma y el ritmo, encerrad .1 en la espelunca de su estro bravío, bajo cuyas estaladitas conver- saba con Hugo, Shakespeare y los sabios de la India . Pena por su destrución física, por el des- precio que manifest ó hacia las formas constructivas · y comba- ti,;ntes de América antiimpe- rialista, por el olvido que per- mitió le tuviesen los escritQI'es actuales. . . y resentimiento por- que desde su altura . olvidó por completo (poéticamente; a su so- brlno Alfredo, que, como él, tra- baja, . sufre · y crea , lejos , <le los manantiales· nátivos. ' ' -' ··•}

Transcript of O/Jra poética tle RalOe/ Cardonarepositorio.sibdi.ucr.ac.cr:8080/jspui/bitstream/... · ton y Paul...

  • -O/Jra poética tle RalOe/ Cardona

    En 1916, año de la muerte de Rubén Darlo, apareció , en San José el primer libro de Rafael Ca1·dona, Oro de la ma- . ñana, cuyo titulo anunciaba el orto de una juventud estreme-

    . cida de ideales y pedrería ver-bal. Mi padre me ha contado (y · también se lo oí dedr a mi

    · abuela), que Rafael se pasaba .' horas y horas en el último rin-1 eón de la casa cese ~ los ; "chunches") sentado en un ta-

    burete con una tabla ~e made-

    1

    ra sobre las rodillas, escribien-do. ¿Qué escribía aquel mucha-

    ' cho de veintidós años? Versos . . . ~ versos de perfecta manufactu-: ra que saltaban del endecasíla-

    bo' a los tropeles alejandrinos, y ' del soneto riguroso, acabado co-

    mo una tacita de porcela_na, a la ~- catarata de las rimas. Aquel 1 • cuato de los "chunches" se lle-

    nó de piedras preciosas, gemas cantarinas, azules destellos y pu pilas "hieráticas y torvas". Y pronto el joven orfebre pudo ob-sequiar su collar de diaman-tes, rubíes y esmeraldas. (jun-to con otras fulgencias primoro-sas) a la sociedad josefina, que escuchó extasiada el poema en una memorable velada triunfal, con todo nuestro máxímó coli-seo iluminado por el resplandor de la poesía y de las damas a-sistentes, poesía pura, ellas tam-bién. Por supuesto que hablo imaginando la escena, pues en aquel tiempo yo no llegaba si-quiera a proyecto lle cigüeña . ..

    Ricardo Fernández Guardia recoge (en el prólogo de la pri-mera edición de Oro de la ma-ñana, 1915) el testimonio del gran periodista Guillermo Var-gas, en el sentido de que Ru-bén Darío ractificó una opinión que había e~crito con respecto al quehacer poético de . nuestra tierra. Es aquella que dice :

    "Costa Rica intelectual posee más savia que flores. Es un te-ri:eno en donde los poetas se · dan mal. Un poeta, lo que se llama un Batres: -para sólo ha-blar de Centro América- no lo ha habidó nunca, y creo que no lo habrá. Está en el ambien-te el mal. Eh la gran muche-dumbre de hombres de letras

    n \e ha habido y hay en aquel

    país, no surge una sola cabe-za coronada del eterno y verde laurel".

    Lo anterior rectificó el vate de Nicaragua después de leer el oema de las piedras pre-ciosas. Probablemente fue -.na declaraciJn oral, externada en charla de amigos, en Guatema-la, pocos meses antes de su muerte. En todo caso, el testi-monio queda, para honra del entonces maestro Rafael Cardo-na. "¡Ya nació el poeta de Cos-ta Rica!", me contó Rafael que había exclamado Darío.

    Dicho poema de las gemas brilló en su época como un as-tro de prim~a magnitud, y des-pués, guardado en las gavetas de la memoria, se hizo perfu-me delicado, fina batista, le-yenda de oro.

    Ahora bien: ¿En dónde en-contró el poeta el tema elegan-tísimo de las piedras preciosas, realmente concebido para una noche de gala? Con las reser-vas del caso, me atrevo a afir-mar que Rafael leyó el magní-fico prólogo que Enrique Gómez Carrillo escribió para la prime-ra edición francesa de Las mil y una noches, , la celebérrima y hoy olvidada - por falaz-que hizo el doctor Mardrus. Y aquí debo decir, de paso, sin menoscabar el valor literario de ese trabajo de Carrillo, que el sabio polígrafo español don Rafael Cansinos Assens, en el extraordinario y exhaustivo es-tudio que hizo de las narracio-nes orientales para la casa "A-guilar, de Madrid, puso "como Dios puso al perico" al famoso doctor Mardrus, puien no sola-mente se adjudicó el hallazgo (para Europa) de Las mil y una noches, sino que llegó a afirma1 ser la suya la primera, definiti-va y más autorizada versión. El maestro Cansinos Assens demos tró en forma ejemplar, pues do-minaba el árabe y el persa, la falsedad de tal hazaña, y termi~ nó para siempre con la · solven-cia literaria de Mardrus, quien deslumbró a su tiempo a tout Paris, pero dando gato por lie-bre.

    Bueno, pues volvamos al pró-logo de Gómez Carrillo, que

    tiene un ambiente de fiesta má-gica, propicia a las hadas y a los gnomos. Este ambiente, .•:.en donde lo feérique preside.µ, 1,.las instalaciones del buen gusto, es el mismo que utiliza Rafael Car-don·a en· mopientos cumbres de su poema. ·El zafiro, por ejem-plo, se inicia con el siguiente verso:

    Frega, Vora, Yolanda y Melusina . . .

    personajes ci~rtamente atrac-tivos para decorar estos abani-cos de la fascinación . Gómez Ca-rrillo escribe: "He aquí a Frega, la de las lágrimas de oro. . . y a Vora, que vive bajo los pinos melancólicos . . . He aquí a Me-lusina a Oriana y a Yolanda" ...

    Este elenco de seres mágicos, que son voluptuosidad de artí-fice va colocando Rafael en su programa de visiones, sigue en .orden riguroso el catálogo "feéri-co" de Gómez Carrillo. El poe-ta nos presenta "coriganes de cabezas rubias", "nixos" y "trolls"; foego · habla de "Tita-nia la loca" y de "La reina Mab en su carroza". El cronis-ta cha a "la reina Mab en su carro que dos moscas de oro arrastran", y ·después de estas

    representaciones del ensueño, continúa con "los espíritus infe-riores, : gnomos, elfos, coriganes o n;ixos"._,y más adelante se re-fiere a los habitantes del agua, los "trolls". Pero lo sorprenden-te es leer, en el prólogo de La.e; mil y una noches, estas pala-bras: " . . .. dadme seres minúscu-los que se llamen Origán, Mar-gioano, Flor de Lino" . y leer a continuación en el poema de Ra-fael (en el mismo orden) los siguientes versos: Origan, Margiolano, Flor de

    (Lino, sutilezas.,1quiméricas di~tantes ...

    Claro está que si rl'os remon-táramos a las inevitables fuen-tes · clásiG_as, tendríamos que lle-gar a Shakespeare, y concreta-mente a El sueño de una no-che de verano, vernadero mues-trario de gobelinos sobrenatura-les, con la reina Mab a la .cabe-za. Pero me parece indudable oue Rafael, por lo · menos en el poema dedicado al . zafiro,

    utilizó (como yo en mi· cuento El secreto de la reina Ama-ranta) el texto d!_! Carrillo, de-licioso en todo momento como corresponde a la pluma del prín-cipe de los cronistas.

    He regresado a la obra de mi tío, ahora que el Ministerio de Cult:ura, Juventud y Depor-tes la ha editado (1973) en pul-cro y bien cuidado volumen.

    He vuelto a transitar por sus bosques de luna, por sus trom-petas francesas y por su íntimo, prócer recato reflexivo. Des-de 1972, en vista del acaba-m \ento físico del poeta, agrava-

    do por una soledad agresiva (no deseaba hablar con nadie, y había prescindido del teléfono) me propuse rescatar sus escri-tos, que tenía engavetados y ba-" o siete llaves. Entonces comen-zó mi asedio, lento, inflexible. Una tarde me le presenté con un paquete de libros publica-dos por la Editorial Costa . Ri-ca, y entre café y toses él los fue examinando, sorprendido de qa calidád ~ los volúmenes.

    "Falta en la Biblioteca de Escri-tores Costarricenses tu obra poé-tica completa"- le dije. El sal-tó, vociferó, volvió a toser ... pero logré hacer mella en su á1:iimo, y una semana después regresé para que me entregase sus textos, como lo había pro-metido. Recibí de sus manos una montaña de papeles y dos bre-ves libros: Oro de la mañana (joya de bibliófilos) y Estirpe. Ya en mi casa me convencí de que era imposible eJlViar ese material, tal como esta, a Cos-ta R\ca, pues había que meca-nografiarlo, y. . . ¿cómo meca-nografiar versos en papeles que el tiempo había desteñido; a-marillos r ecortes de periódicos llenos de tachaduras, enmien-das, variantes y complicadas lla-madas de atención? ¡Nadie más que Rafael Cardona podía pasar en limpio los caudalosos versos!

    Quise poner a sus órdenes una mecanógrafa para 'que tra-bajase a su ladp, pero él se ne-gó, y fue entonces cuando deci-dió sentarse él mismo a la má-quina para organizar el que iba a ser el último de sus esfuerzos literarios: la transcripción, or-denamiento y corrección final de toda ~u obra de poesia.

    Sí, he vuelto a leer esa obra tan importante para la historia de nuestras letras, esa obra que le hacía competencia al arpa .de Bécquer, "olvidada y cubierta de polvo", y me ha impresionado en primer lugar el prólogo ) Car-ta al editor), ya que certifica no s,olamente la antivigencia -es-tética del admirable estilista, sino la soberbia de un talento que había desaparecidó · del es-cenario poético contemporáneo desde hacía ya muchos años.

    Rafael Cardona llora "la muer-te natural de los poetas y escri-tores" y la " "desaparición de una casta literaria nacida bajo los sistemas liberales de una

    . democracia occidental". Duele ·mucho la palabra casta. El ex-plíca que usa el término "bajo el designio de las Musas", ya que la clase estética a la que perteneció "vivió inspirada en las formas retóricas de la Poéti-ca". O sea, que para Rafael Car-dona no tiene validez ningún mo.vimiento posterior al moder-nismo y al paranasianismo. "Lss generaciones posteriores -di-ce- se encargaron de romper· con ·la reürica, con los estados objetivos de conciencia .(?), y vertieron el ácido corrosivo del sarcasmo y la burla al lustre

    ' milenario de la poesía". . Por respeto a la memoria del

    poeta, no es posible impugnar esos . exabruptos; y nunca seré yo -por razones obvias- quien lo haga. El tiempo, que todo lo sitúa en su justo lugar, colocará el polvo en el polvo y el már-mol en el mármol, tomando en cuenta los ·hechos creadores de nuestra época, el advenimiento de una · poesía que desprovista de pompa y exclusivimos de cas-ta, ha expresado con profundi-dad algunos de los problemas fundamentales del hombre con-temporáneo, problemas no ya ontológiccs o en las nubes del idealismo, sino real-mente humanos, poderosamente concretos dentro de las vicisitu-des de la imagen. Lo contrario sería' negar toda la obra Gui-llaume Apollinaire, André Bre-

    P.or. Affredo Cadona Peña

    ton y Paul Eluard, para no citar sino a tres corifeos del movi-miento renovador que iniciado en Francia en 1922, tanta re-percusión ha tenido en el arte de este siglo. Sería olvidar a Maya-kovsky, Neruda y César Valle-jo, los poetas del "dolor social", y en fin, la poesía más transfor-

    . madora y fascinante que se ha producido en el mundo desde ha-ce cincuenta años.

    Por lo tanto, no es el Poema. de las piedras preciosas, con to-da su admirable joyería (Valle-jo diría "quincalla"), el trabajo con que Rafael destruirá los

    asedios del inculto olvido, como .lo ha sido Prosas profanas, sino Cantos de Vida y Esperanza. Para mí - y esto es muy perso-nal- - son los 14 soberanos so-netos de Parthenón, labrados "con fuerza y primor ilustres" (Méndez Plancarte). Ahí que-dan esos· sonetos lapidarios,. que ni Guillermo Valencia, ni Cho-canó ni Darío tuvieron la oportu-nidad de · superar. Ahí quedan también, contra los deseos del poeta (no quería incluirla en su obra). la oda Roja al mártir mexicano Felipe Carrillo Puer-to, asesinado por la casta feroz de las oligarquías terratenien-tes. Ese poema debe situarse al lado de páginas sorprendentes , rellísimas, que su ..minerva pro-du io en momentos propicios.

    Niñez, por ejemplo (pág. 286) , es un poemita delicioso, pleno de esa misteriosa poesía que suele remontarnos a los primerqs años de la vida. Rafael me habló me-s~s &iltes de su muerte de ese

    'lema. lnsistiendo en "la fideli-. "'ªd de su reoroducción en el

    tiempo". Tenía seis años cuando se deslumbró ante las vitrinas de la relojería de Mina Plüg; una europea avecinada en San .Tnsé allá por 1888. Tenía en el establecimiento carátulas de r.romo. vaiilla, porcelanas y re-lni~s para abuelo snhrP. fler.ns de nee-ro- terciopelo . ~n su bazar. annella hada con

    "n.,mht"e de oénc'lulo" obseouió " 1 rdño una sonrisa y un bro-