O/Jra poética tle RalOe/ Cardonarepositorio.sibdi.ucr.ac.cr:8080/jspui/bitstream/... · ton y Paul...
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-O/Jra poética tle RalOe/ Cardona
En 1916, año de la muerte de Rubén Darlo, apareció , en San José el primer libro de Rafael Ca1·dona, Oro de la ma- . ñana, cuyo titulo anunciaba el orto de una juventud estreme-
. cida de ideales y pedrería ver-bal. Mi padre me ha contado (y · también se lo oí dedr a mi
· abuela), que Rafael se pasaba .' horas y horas en el último rin-1 eón de la casa cese ~ los ; "chunches") sentado en un ta-
burete con una tabla ~e made-
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ra sobre las rodillas, escribien-do. ¿Qué escribía aquel mucha-
' cho de veintidós años? Versos . . . ~ versos de perfecta manufactu-: ra que saltaban del endecasíla-
bo' a los tropeles alejandrinos, y ' del soneto riguroso, acabado co-
mo una tacita de porcela_na, a la ~- catarata de las rimas. Aquel 1 • cuato de los "chunches" se lle-
nó de piedras preciosas, gemas cantarinas, azules destellos y pu pilas "hieráticas y torvas". Y pronto el joven orfebre pudo ob-sequiar su collar de diaman-tes, rubíes y esmeraldas. (jun-to con otras fulgencias primoro-sas) a la sociedad josefina, que escuchó extasiada el poema en una memorable velada triunfal, con todo nuestro máxímó coli-seo iluminado por el resplandor de la poesía y de las damas a-sistentes, poesía pura, ellas tam-bién. Por supuesto que hablo imaginando la escena, pues en aquel tiempo yo no llegaba si-quiera a proyecto lle cigüeña . ..
Ricardo Fernández Guardia recoge (en el prólogo de la pri-mera edición de Oro de la ma-ñana, 1915) el testimonio del gran periodista Guillermo Var-gas, en el sentido de que Ru-bén Darío ractificó una opinión que había e~crito con respecto al quehacer poético de . nuestra tierra. Es aquella que dice :
"Costa Rica intelectual posee más savia que flores. Es un te-ri:eno en donde los poetas se · dan mal. Un poeta, lo que se llama un Batres: -para sólo ha-blar de Centro América- no lo ha habidó nunca, y creo que no lo habrá. Está en el ambien-te el mal. Eh la gran muche-dumbre de hombres de letras
n \e ha habido y hay en aquel
país, no surge una sola cabe-za coronada del eterno y verde laurel".
Lo anterior rectificó el vate de Nicaragua después de leer el oema de las piedras pre-ciosas. Probablemente fue -.na declaraciJn oral, externada en charla de amigos, en Guatema-la, pocos meses antes de su muerte. En todo caso, el testi-monio queda, para honra del entonces maestro Rafael Cardo-na. "¡Ya nació el poeta de Cos-ta Rica!", me contó Rafael que había exclamado Darío.
Dicho poema de las gemas brilló en su época como un as-tro de prim~a magnitud, y des-pués, guardado en las gavetas de la memoria, se hizo perfu-me delicado, fina batista, le-yenda de oro.
Ahora bien: ¿En dónde en-contró el poeta el tema elegan-tísimo de las piedras preciosas, realmente concebido para una noche de gala? Con las reser-vas del caso, me atrevo a afir-mar que Rafael leyó el magní-fico prólogo que Enrique Gómez Carrillo escribió para la prime-ra edición francesa de Las mil y una noches, , la celebérrima y hoy olvidada - por falaz-que hizo el doctor Mardrus. Y aquí debo decir, de paso, sin menoscabar el valor literario de ese trabajo de Carrillo, que el sabio polígrafo español don Rafael Cansinos Assens, en el extraordinario y exhaustivo es-tudio que hizo de las narracio-nes orientales para la casa "A-guilar, de Madrid, puso "como Dios puso al perico" al famoso doctor Mardrus, puien no sola-mente se adjudicó el hallazgo (para Europa) de Las mil y una noches, sino que llegó a afirma1 ser la suya la primera, definiti-va y más autorizada versión. El maestro Cansinos Assens demos tró en forma ejemplar, pues do-minaba el árabe y el persa, la falsedad de tal hazaña, y termi~ nó para siempre con la · solven-cia literaria de Mardrus, quien deslumbró a su tiempo a tout Paris, pero dando gato por lie-bre.
Bueno, pues volvamos al pró-logo de Gómez Carrillo, que
tiene un ambiente de fiesta má-gica, propicia a las hadas y a los gnomos. Este ambiente, .•:.en donde lo feérique preside.µ, 1,.las instalaciones del buen gusto, es el mismo que utiliza Rafael Car-don·a en· mopientos cumbres de su poema. ·El zafiro, por ejem-plo, se inicia con el siguiente verso:
Frega, Vora, Yolanda y Melusina . . .
personajes ci~rtamente atrac-tivos para decorar estos abani-cos de la fascinación . Gómez Ca-rrillo escribe: "He aquí a Frega, la de las lágrimas de oro. . . y a Vora, que vive bajo los pinos melancólicos . . . He aquí a Me-lusina a Oriana y a Yolanda" ...
Este elenco de seres mágicos, que son voluptuosidad de artí-fice va colocando Rafael en su programa de visiones, sigue en .orden riguroso el catálogo "feéri-co" de Gómez Carrillo. El poe-ta nos presenta "coriganes de cabezas rubias", "nixos" y "trolls"; foego · habla de "Tita-nia la loca" y de "La reina Mab en su carroza". El cronis-ta cha a "la reina Mab en su carro que dos moscas de oro arrastran", y ·después de estas
representaciones del ensueño, continúa con "los espíritus infe-riores, : gnomos, elfos, coriganes o n;ixos"._,y más adelante se re-fiere a los habitantes del agua, los "trolls". Pero lo sorprenden-te es leer, en el prólogo de La.e; mil y una noches, estas pala-bras: " . . .. dadme seres minúscu-los que se llamen Origán, Mar-gioano, Flor de Lino" . y leer a continuación en el poema de Ra-fael (en el mismo orden) los siguientes versos: Origan, Margiolano, Flor de
(Lino, sutilezas.,1quiméricas di~tantes ...
Claro está que si rl'os remon-táramos a las inevitables fuen-tes · clásiG_as, tendríamos que lle-gar a Shakespeare, y concreta-mente a El sueño de una no-che de verano, vernadero mues-trario de gobelinos sobrenatura-les, con la reina Mab a la .cabe-za. Pero me parece indudable oue Rafael, por lo · menos en el poema dedicado al . zafiro,
utilizó (como yo en mi· cuento El secreto de la reina Ama-ranta) el texto d!_! Carrillo, de-licioso en todo momento como corresponde a la pluma del prín-cipe de los cronistas.
He regresado a la obra de mi tío, ahora que el Ministerio de Cult:ura, Juventud y Depor-tes la ha editado (1973) en pul-cro y bien cuidado volumen.
He vuelto a transitar por sus bosques de luna, por sus trom-petas francesas y por su íntimo, prócer recato reflexivo. Des-de 1972, en vista del acaba-m \ento físico del poeta, agrava-
do por una soledad agresiva (no deseaba hablar con nadie, y había prescindido del teléfono) me propuse rescatar sus escri-tos, que tenía engavetados y ba-" o siete llaves. Entonces comen-zó mi asedio, lento, inflexible. Una tarde me le presenté con un paquete de libros publica-dos por la Editorial Costa . Ri-ca, y entre café y toses él los fue examinando, sorprendido de qa calidád ~ los volúmenes.
"Falta en la Biblioteca de Escri-tores Costarricenses tu obra poé-tica completa"- le dije. El sal-tó, vociferó, volvió a toser ... pero logré hacer mella en su á1:iimo, y una semana después regresé para que me entregase sus textos, como lo había pro-metido. Recibí de sus manos una montaña de papeles y dos bre-ves libros: Oro de la mañana (joya de bibliófilos) y Estirpe. Ya en mi casa me convencí de que era imposible eJlViar ese material, tal como esta, a Cos-ta R\ca, pues había que meca-nografiarlo, y. . . ¿cómo meca-nografiar versos en papeles que el tiempo había desteñido; a-marillos r ecortes de periódicos llenos de tachaduras, enmien-das, variantes y complicadas lla-madas de atención? ¡Nadie más que Rafael Cardona podía pasar en limpio los caudalosos versos!
Quise poner a sus órdenes una mecanógrafa para 'que tra-bajase a su ladp, pero él se ne-gó, y fue entonces cuando deci-dió sentarse él mismo a la má-quina para organizar el que iba a ser el último de sus esfuerzos literarios: la transcripción, or-denamiento y corrección final de toda ~u obra de poesia.
Sí, he vuelto a leer esa obra tan importante para la historia de nuestras letras, esa obra que le hacía competencia al arpa .de Bécquer, "olvidada y cubierta de polvo", y me ha impresionado en primer lugar el prólogo ) Car-ta al editor), ya que certifica no s,olamente la antivigencia -es-tética del admirable estilista, sino la soberbia de un talento que había desaparecidó · del es-cenario poético contemporáneo desde hacía ya muchos años.
Rafael Cardona llora "la muer-te natural de los poetas y escri-tores" y la " "desaparición de una casta literaria nacida bajo los sistemas liberales de una
. democracia occidental". Duele ·mucho la palabra casta. El ex-plíca que usa el término "bajo el designio de las Musas", ya que la clase estética a la que perteneció "vivió inspirada en las formas retóricas de la Poéti-ca". O sea, que para Rafael Car-dona no tiene validez ningún mo.vimiento posterior al moder-nismo y al paranasianismo. "Lss generaciones posteriores -di-ce- se encargaron de romper· con ·la reürica, con los estados objetivos de conciencia .(?), y vertieron el ácido corrosivo del sarcasmo y la burla al lustre
' milenario de la poesía". . Por respeto a la memoria del
poeta, no es posible impugnar esos . exabruptos; y nunca seré yo -por razones obvias- quien lo haga. El tiempo, que todo lo sitúa en su justo lugar, colocará el polvo en el polvo y el már-mol en el mármol, tomando en cuenta los ·hechos creadores de nuestra época, el advenimiento de una · poesía que desprovista de pompa y exclusivimos de cas-ta, ha expresado con profundi-dad algunos de los problemas fundamentales del hombre con-temporáneo, problemas no ya ontológiccs o en las nubes del idealismo, sino real-mente humanos, poderosamente concretos dentro de las vicisitu-des de la imagen. Lo contrario sería' negar toda la obra Gui-llaume Apollinaire, André Bre-
P.or. Affredo Cadona Peña
ton y Paul Eluard, para no citar sino a tres corifeos del movi-miento renovador que iniciado en Francia en 1922, tanta re-percusión ha tenido en el arte de este siglo. Sería olvidar a Maya-kovsky, Neruda y César Valle-jo, los poetas del "dolor social", y en fin, la poesía más transfor-
. madora y fascinante que se ha producido en el mundo desde ha-ce cincuenta años.
Por lo tanto, no es el Poema. de las piedras preciosas, con to-da su admirable joyería (Valle-jo diría "quincalla"), el trabajo con que Rafael destruirá los
asedios del inculto olvido, como .lo ha sido Prosas profanas, sino Cantos de Vida y Esperanza. Para mí - y esto es muy perso-nal- - son los 14 soberanos so-netos de Parthenón, labrados "con fuerza y primor ilustres" (Méndez Plancarte). Ahí que-dan esos· sonetos lapidarios,. que ni Guillermo Valencia, ni Cho-canó ni Darío tuvieron la oportu-nidad de · superar. Ahí quedan también, contra los deseos del poeta (no quería incluirla en su obra). la oda Roja al mártir mexicano Felipe Carrillo Puer-to, asesinado por la casta feroz de las oligarquías terratenien-tes. Ese poema debe situarse al lado de páginas sorprendentes , rellísimas, que su ..minerva pro-du io en momentos propicios.
Niñez, por ejemplo (pág. 286) , es un poemita delicioso, pleno de esa misteriosa poesía que suele remontarnos a los primerqs años de la vida. Rafael me habló me-s~s &iltes de su muerte de ese
'lema. lnsistiendo en "la fideli-. "'ªd de su reoroducción en el
tiempo". Tenía seis años cuando se deslumbró ante las vitrinas de la relojería de Mina Plüg; una europea avecinada en San .Tnsé allá por 1888. Tenía en el establecimiento carátulas de r.romo. vaiilla, porcelanas y re-lni~s para abuelo snhrP. fler.ns de nee-ro- terciopelo . ~n su bazar. annella hada con
"n.,mht"e de oénc'lulo" obseouió " 1 rdño una sonrisa y un bro-