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Eugenio Andrade CHARLES R. DARWIN Eugenio Andrade [email protected] La ontogenia del darwinismo 4. El desarrollo intelectual de Darwin No hay duda de que la teoría de Darwin es la que mejor identifica al evolucionismo científico, dada la cobertura y profundidad con que explicó la transformación de las formas de vida. Este hecho se debe a que la arquitectura de esta teoría preservó los rasgos más generales del pensamiento newtoniano. El pensamiento darwiniano se convirtió en paradigmático y en punto de referencia ineludible para deslindar los campos entre el evolucionismo científico y las corrientes vitalistas por un lado, y el creacionismo por el otro. El vitalismo se refiere a explicaciones basadas en una sustancia de propiedades vitales cuya naturaleza física no se logró precisar, como los principios vitales de Newton y los fluidos vitales de Lamarck (ver 2.2 y 3.3), y el creacionismo se refiere la acción directa y permanente de Dios como fuente de todo orden, una posición que inicialmente sirvió de sustento a la revolución científica al ser justificada por los mecanicistas. El vitalismo dio paso al mecanicismo cuando los principios vitales fueron reemplazados por una magnitud mensurable y cuantificable denominada fuerza. De este modo la mecánica newtoniana se convirtió en el esquema fundamental de las ciencias que surgieron a partir del derrumbamiento de la filosofía natural y que, con el paso del tiempo, gracias a Darwin superaron su alianza original con el creacionismo. Por esta razón el mecanicismo, criticado como doctrina idealista aliada del creacionismo en los siglos XVIII y primera mitad del

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Eugenio Andrade

CHARLES R. DARWIN

Eugenio Andrade

[email protected]

La ontogenia del darwinismo

4. El desarrollo intelectual de Darwin

No hay duda de que la teoría de Darwin es la que mejor identifica al evolucionismo

científico, dada la cobertura y profundidad con que explicó la transformación de las formas

de vida. Este hecho se debe a que la arquitectura de esta teoría preservó los rasgos más

generales del pensamiento newtoniano. El pensamiento darwiniano se convirtió en

paradigmático y en punto de referencia ineludible para deslindar los campos entre el

evolucionismo científico y las corrientes vitalistas por un lado, y el creacionismo por el

otro. El vitalismo se refiere a explicaciones basadas en una sustancia de propiedades vitales

cuya naturaleza física no se logró precisar, como los principios vitales de Newton y los

fluidos vitales de Lamarck (ver 2.2 y 3.3), y el creacionismo se refiere la acción directa y

permanente de Dios como fuente de todo orden, una posición que inicialmente sirvió de

sustento a la revolución científica al ser justificada por los mecanicistas.

El vitalismo dio paso al mecanicismo cuando los principios vitales fueron reemplazados por

una magnitud mensurable y cuantificable denominada fuerza. De este modo la mecánica

newtoniana se convirtió en el esquema fundamental de las ciencias que surgieron a partir

del derrumbamiento de la filosofía natural y que, con el paso del tiempo, gracias a Darwin

superaron su alianza original con el creacionismo. Por esta razón el mecanicismo, criticado

como doctrina idealista aliada del creacionismo en los siglos XVIII y primera mitad del

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XIX, se va transformar en el más puro ejemplo de materialismo en la segunda mitad del

siglo XIX y durante todo el XX.

Para entender la estructura de la teoría darwiniana, hay que empezar por examinar la

ontogenia del pensamiento de Darwin, es decir como se gestó su formulación a lo largo del

tiempo, distinguiendo los elementos comunes y los específicos de cada etapa, y las

formulaciones o axiomas principales de los secundarios. Se trata de entender el

pensamiento darwiniano como un sistema en desarrollo que se enriquece y madura, que ha

sido objeto de varias interpretaciones, sin que todavía se hayan agotado todas sus

posibilidades. Es importante conocer las distintas etapas del desarrollo intelectual de

Darwin, para comprender cómo sus planteamientos consolidaron el espíritu de la

revolución científica. Esta historia servirá para mostrar como algunos puntos de vista que

fueron dejados de lado, hoy en día recobran vigencia, suscitando la pregunta de si se esta

alterando el núcleo fundamental de la teoría o solo se afecta alguna de las formulaciones

secundarias.

Se ha divulgando ampliamente la imagen de un Darwin que en la fórmula de “variación

aleatoria y selección natural” condensó y resolvió el problema de la evolución, olvidando

que este planteamiento se enmarca dentro de un esquema mucho más amplio que coexistió

con otras hipótesis alternativas, algunas de las cuales en determinados momentos tuvieron

más importancia. Si bien es cierto que entre la comunidad científica existe un consenso a

favor de Darwin, cada vez que se descubren hechos que reclaman una explicación

adicional, los científicos entran en conmoción, preguntándose si se han tocado o no los

fundamentos del darwinismo. Por otro lado el pensamiento de Darwin parece tan plástico

que puede adaptarse a una diversidad de interpretaciones, ¿es esto una ventaja de la teoría,

o un reflejo de su debilidad estructural? Por otra parte, solamente una visión crítica del

darwinismo permite rebatir al creacionismo, puesto que caer en una interpretación

dogmática de sus planteamientos solo sirve para fortalecer el movimiento anticientífico del

presente. Además, habría que señalar que los programas de educación en ciencias se limitan

en la mayoría de los casos, cuando tratan el tema de la evolución, a una interpretación

superficial del neodarwinismo, reduciendo a una teoría de genes lo que para Darwin giraba

en torno a teorías embriológicas, a la vez que subestiman el papel del hábito y las posibles

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influencias del medio ambiente en la variación evolutiva. Una cosa es la realidad

incontrovertible del hecho de la evolución y otra muy diferente establecer si las

interpretaciones hegemónicas del darwinismo son las que mejor dan cuenta de este

fenómeno. Intentaré mostrar a lo largo de este trabajo que la fecundidad de una teoría como

la darwiniana radica en el hecho de que todavía es susceptible de nuevas interpretaciones

tales como la semiótica.

Dada la complejidad de la naturaleza viviente, Darwin combinó hábilmente una diversidad

de argumentos, y en contra de lo que afirma Fernando Vallejo (Vallejo, 1999) nunca

mintió, ni tuvo un ánimo deliberado de confundir. En realidad Darwin reconoció la gran

complejidad del mundo viviente, manifestada en la dificultad de condensar la explicación

en una fórmula definitiva. Para entender la complejidad de su pensamiento, me permitiré

dividirlo en cinco etapas que tipifican su desarrollo intelectual, señalando que de la una a la

otra hay transiciones graduales, y entre todas hay translapamientos.

1) Darwin influenciado por la teología natural y el mecanicismo (1831-1836):

Adaptación y gradualidad de acuerdo con una ley universal.

1) Darwin recapitulacionista (1836-1844): La evolución como proceso embriológico

dirigido hacia una mayor diferenciación.

2) Darwin neolamarckiano (1844-1859): La existencia de variaciones dependientes de

las condiciones de vida.

3) Darwin darwiniano (1859-1868): Evolución diversificadora a partir de ancestros

comunes como resultado de la selección natural.

4) El Darwin que prefigura la genética moderna (1868-1880): la hipótesis provisional

de la pangenesis.

Las etapas 1 y 4 que caracterizan al Darwin externalista, convergen en algunos de los

puntos que han sido rescatados por el darwinismo oficial y el neodarwninsmo, mientras que

la 2, 3 y 5, proponen una visión centrada en el desarrollo embriológico y constituyen una

aproximación al internalismo. Sin embargo es casi imposible establecer un corte nítido

entre estas etapas que simplemente demarcan los énfasis, a lo largo de un proceso de

construcción de conocimiento, dado que Darwin nunca abandonó completamente los

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conceptos que caracterizan las etapas anteriores y en ocasiones mezclaba de una manera

ecléctica y oportuna, pero siempre de una manera muy profunda las distintas posiciones.

Las etapas 1 y 4 corresponden a las que han gozado de mayor difusión y reconocimiento

oficial, lo cual no demerita la importancia que debe otorgarse a las 2, 3 y 5.

4.1 Darwin, teología natural y el mecanicismo, en busca de una ley

universal

Darwin expresó el sentir de una época que estuvo tremendamente influenciada por la visión

mecánica de la naturaleza y por la teología natural, perspectivas que entonces se veían

como complementarias. Isaac Newton delineó los fundamentos del mecanicismo (ver 2.2),

según el cual, Dios generaba la fuerza que ponía en movimiento a una materia atómica e

inerte (pasiva) la cual operaba de acuerdo con un mecanismo diseñado por Él. Por otra

parte, William Paley, autor de la “Teología Natural”, en concordancia con Newton,

afirmaba que la adaptación de las especies a sus condiciones de vida era una prueba de la

acción directa y permanente de Dios en la naturaleza, es decir, que los organismos se

encuentran perfectamente adaptados a su entorno gracias a un designio divino. Aunque para

Darwin el fenómeno de la adaptación obedecía a una ley que excluía la intervención directa

de Dios, el hecho de que insistiera reiteradamente en la idea misma de adaptación como

hecho indiscutible reflejaba su cercanía con la visión mecánica y con la teología natural

(Gould, 2001). Darwin nunca fue ajeno al “deísmo” que concibe a la divinidad como el

logos griego o fundamento último de toda explicación racional y que tiene su origen en el

Demiurgo de Platón, esta aceptación del dios de los filósofos se diferencia del “teísmo” en

cuanto no implica una actitud religiosa basada en la aceptación de un Dios personal.

“Pero, puesto que la creencia de Darwin en un mundo sometido a leyes recurría en gran medida al

deísmo para buscar apoyo y plausibilidad (que ciertamente proporcionaba), podríamos, afirmar con

justicia que el valor cultural (no epistémico) de la religión fue uno de los factores de la teorización de

Darwin”, (Michel Ruse 2001, p. 60).

Newton y Paley coincidieron en afirmar que los organismos fueron creados en perfecto

ajuste o adaptación a su medio ambiente y ambos fundamentaron esta idea en la

comparación del organismo con una máquina que el creador ensambló a partir de sus

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componentes constitutivos de acuerdo a un propósito determinado. La Teología Natural

postulaba un diseño divino o inteligente, definido en un acto único de creación en el origen

del tiempo, y justificado pretendidamente en la adaptación perfecta de las partes al todo, y

de los organismos al medio ambiente; mientras que el evolucionismo postulaba una acción

creadora continuada en el tiempo por la acción de una ley universal y absoluta que excluía

la intervención directa de Dios. En este sentido, la evolución o el triunfo de la ley continua

e inviolable, se podía interpretar como la apoteosis del poder y la grandeza de Dios (Ruse,

2001, p.60).

Aunque Darwin propuso una explicación causal opuesta a la Teología Natural, oponiendo

la selección natural al diseño inteligente, podría afirmarse que esta oposición no fue tan

radical, como habitualmente se piensa, por cuanto lo que tenemos es una naturalización de

la reflexión teleológica o finalista y en ambos casos la organización de los seres vivos se

debe a causas externas y no a procesos internos. La selección natural interpretada en

términos newtonianos equivale a una fuerza que actúa sobre los organismos individuales

desde afuera, y que a lo largo de sucesivas generaciones imprime a los seres vivos su

forma, carácter y organización. Sin demeritar la explicación darwiniana que opone la

selección natural al diseño inteligente, hay que considerar que ambas posiciones ahondan

las grietas entre orden y azar, determinismo e indeterminismo, equilibrio y desequilibrio,

mente y materia etc. Dualismos que comenzaron a ser cuestionados, a medida que la

cosmovisión mecánica y mecánico estadística avanzaban hacia niveles mayores de

profundidad y generalidad a finales del siglo XX. La no superación de estos dualismos

entorpece el avance del conocimiento y nos coloca en un terreno resbaladizo donde

regresamos o a los dogmatismos religiosos por un lado, o a las interpretaciones

mecanicistas por el otro. No obstante, uno de los más grandes meritos de Darwin consistió

en que a pesar de compartir con Newton y Paley el criterio del principio formador externo,

supo buscar en la embriología un principio formativo de carácter “interno”.

La visión mecánica de la naturaleza y el diseño divino de los organismos eran aceptados

por Charles Lyell, una de los autores que más influyó en Darwin. De acuerdo con Lyell, las

especies poseían una existencia real y cada una fue dotada, en el momento de su creación,

con los atributos y la organización que las caracteriza y distingue en la actualidad. Según

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Gould (1987. p. 119-126) Lyell utilizó el término uniformitarismo en sentido metodológico

y ontológico. En el primer sentido se refería a la uniformidad de las leyes, a su invarianza

en el tiempo y en el espacio, puesto que su constancia es indispensable como garantía para

extender las inferencias de tipo inductivo al pasado. La reconstrucción del pasado requería

de la validez de la inducción, la cual se garantiza por la constancia de las leyes, y leyes

invariantes es lo que el sistema mecánico ofrece. En el segundo sentido, la uniformidad se

refiere a la hipótesis sobre la evolución de la tierra. Tenemos, entonces, el gradualismo o la

tesis de que la tasa de cambio es lenta. Los fenómenos a gran escala se han producido por

acumulación de innumerables cambios insensibles que han venido operando en lapsos de

tiempo muy largos.

Según Lyell el medio ambiente, el paisaje, la tierra, el planeta, han estado sometidos a un

proceso de transformación gradual (teoría uniformista) por fuerzas de acción y reacción,

como levantamientos y hundimientos de la corteza terrestre a lo largo de lapsos de tiempo

tan largos que el cambio era prácticamente imperceptible. A consecuencia de estas

transformaciones, las especies menos adaptadas serian eliminadas, para ser reemplazadas

por otras creadas por Dios en perfecto ajuste con las nuevas condiciones del medio. La

teoría de Lyell corrigió el principio mecánico de la invariabilidad absoluta de la naturaleza,

al aceptar que Dios había empezado un proceso de transformación geológica que ahora se

continuaba gradualmente sin su intervención, la cual era indispensable para repoblar la

tierra con especies adaptadas. Darwin reconoció en Lyell a un gran maestro y generalizó

para la evolución de las especies el principio de gradualidad propuesto para la

transformación geológica (Gould, 1987).

“He who can read Sir Charles Lyell’s grand work on the Principles of Geology, which the future

historian will recognise as having produced a revolution in natural science, yet does not admit how

incomprehensibly vast have been the past periods of time, may at once close this volume”. (Darwin,

[1859], 1997 p.239).

El compromiso de Darwin con la idea de transformación gradual se desprende de la

cosmovisión mecánica que sin duda compartía. Lyell le proporcionó a Darwin la dimensión

temporal que necesitaba, al comprender que un cambio gradual en la transformación

geológica del planeta, no atentaba contra el orden de un universo sometido a fuerzas de

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atracción y repulsión newtonianas. Pero para Lyell las transformaciones graduales no

presentaban una direccionalidad definida. La teoría de Lyell se erigió contra del

catastrofismo postulado por Buffon (1778) cuando estableció un paralelismo entre la

historia geológica con el génesis de la Biblia, al dividir la historia de la tierra en 7 grandes

eras o “días de la creación” que oscilaban entre 3.000 y 30.000 años cada una. El paso de

una era a la siguiente, estaba marcado por cataclismos geológicos de grandes proporciones,

en congruencia con las observaciones de George Cuvier que mostraban una discontinuidad

en los registros fósiles en la cuenca de Paris, por cuanto se alternaban estratos de fósiles

marinos, con estratos de fósiles de peces de agua dulce en medio de estratos sin fósiles. Era

evidente que en el pasado había habido periodos tranquilos en los que la vida floreció,

separados por acontecimientos catastróficos, mientras que para Lyell el asunto era cuestión

de tiempo. Todos los fenómenos de la naturaleza podían explicarse por la acción continua

de fuerzas naturales a lo largo de un tiempo suficientemente largo. En otras palabras había

que aumentar la edad de la tierra considerablemente, resultando insuficientes los 75.000

años de Buffon. Darwin había calculado que para la aparición de los mamíferos se habían

requerido unos 300 millones de años, cifra que no fue corroborada por William Thompson

quien había estimado en 25 millones de años la edad del planeta, basado en estudios sobre

el enfriamiento de la tierra.

Las catástrofes que sin duda han ocurrido constituyen eventos raros y restringidos a una

escala local que no afectan la dinámica de transformación global. Para Lyell la esencia

misma de la transformación consistía en la acumulación de cambios lentos y graduales que

constituían la única explicación aceptable. Por otra parte Lyell también consideraba que el

cambio se daba en todo momento y lugar con la misma intensidad y por tanto no mostraba

signos de progreso o dirección preferida. En otras palabras la tierra estaba en un estado de

equilibrio dinámico. Igualmente las especies biológicas no mostraban periodos de

radiaciones o dispersiones, y tampoco de extinciones masivas, distribuyéndose

uniformemente en el espacio y tiempo. No había progreso evolutivo de la vida en la tierra.

Darwin rechazó la interpretación de Lyell según la cual los seres vivos eran reemplazados

por Dios, a medida que cambiaba el medio ambiente, por otros más adaptados, y por el

contrario planteó que la transformación gradual del entorno geográfico conllevaba una

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selección de las especies más adaptadas, pero ¡eso sí! la transformación sólo podía

explicarse en términos de gradualidad. En este sentido podemos recordar que en esa época

no había acuerdo sobre los centros de creación y dispersión de las especies, es decir, se

discutía si solamente había ocurrido una única creación y, por tanto, habría un centro único

de dispersión de las especies en el planeta, o si por el contrario había habido múltiples

creaciones y por tanto varios centros de dispersión de las especies en el planeta. A su

regreso del viaje alrededor del mundo en el Beagle en 1837, Darwin examinó la diversidad

de especies de pinzones que observó en las galápagos y encontró un argumento en contra

de la hipótesis de creaciones múltiples que en su opinión atentaba contra el orden y la ley

con que Dios rige la naturaleza, puesto que un Dios como el de Newton fundamento de

todo orden y ley, no puede a su capricho hacer creaciones en cada una de esas islas

tropicales a pocos kilómetros de distancia una de la otra, mientras que en todo el hemisferio

norte solamente hubiera hecho una sola creación.

Su creencia firme en un centro único de dispersión, o en una única creación, lo condujo a la

idea de evolución a partir de un ancestro común. De ahí en adelante se dedicará a investigar

las leyes que rigen la evolución haciendo caso omiso de la idea de Dios que encuentra su

mejor sustituto en la ley universal. Según Michel Ruse (2001), este es justamente el deísmo

que Darwin manifestó en el Origen.

“Authors of the highest eminence seem to be fully satisfied with the view that each species has been

indepently created. To my mind it accords better with what we know of the laws impressed on matter

by the Creator, that the production and extinction of the past and present inhabitants of the world

should have been due to secondary causes, like those determining the birth and death of the individual

(Darwin [1859], 1997 p. 402).

Además, se permitió concluir el libro con este bello parágrafo:

“Existe grandeza en esta concepción de que la vida,… fue originalmente alentada por el Creador en

una o varias formas, y que, mientras en este planeta ha ido girando según la constante ley de la

gravitación, se han desarrollado y están desarrollando, a partir de un comienzo tan simple, infinidad de

formas cada vez más hermosas e impresionantes”. (Darwin, 2001, p. 478).

4.2 El Darwin recapitulacionista

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A pesar del trasfondo mecanicista que subyace en el darwinismo, Darwin desbordó estos

esquemas y manejó también una visión organicista buscando las leyes del desarrollo o las

leyes de transformación de la forma biológica a lo largo de la morfogénesis. De hecho, la

palabra “evolución” también tiene su genealogía e inicialmente se utilizó en el sentido de

desarrollo embriológico; “evolución” era desarrollarse por desdoblamiento de las hojas o

capas embrionarias; posteriormente la palabra pasó a significar “origen y cambio de

especies”; y por último “descendencia con modificación” que fue la preferida por Darwin

aunque nunca abandonó las definiciones anteriores.

Preguntémonos, ¿qué está contenido en un huevo en desarrollo?, a algunos les parecerá

extraño hablar de embriología para entender a Darwin, porque nos hemos acercado al

evolucionismo a través de la genética, sin embargo, el estudio del desarrollo embrionario

aparece como una constante en el trabajo de Darwin. Según los preformistas (siglos XVII y

XVIII), el embrión contenía una versión en miniatura de la forma adulta distintiva de la

especie, que crecía en tamaño durante el proceso de gestación. Para J. Swammerdam,

(1637-1680), la forma adulta estaba presente en la larva puesto que el material generativo

estaba ordenado con antelación, de acuerdo con un tipo o idea.

En oposición al preformismo, tenemos la visión epigenética según la cual no hay

preformación sino desarrollo, es decir una sucesión de plegamientos de las capas

embrionarias, como un origami, hasta llegar a producir la forma adulta característica. Para

William Harvey (1578-1657) las partes de los animales se generaban una después de la otra

por la acción de los fluidos y de acuerdo con ciertas leyes. Para Carl F. Wolf (1734-1794)

los embriones pasaban por una serie de formas desde las más simples hasta las formas

adultas permanentes. Esta visión dio lugar a la doctrina de la recapitulación, que afirma que

los embriones antes de alcanzar las formas adultas permanentes atraviesan por numerosas

formas transitorias, de modo que las formas embrionarias de las clases superiores repiten

las formas permanentes de las clases inferiores. En otras palabras, de acuerdo con la

recapitulación, el embrión pasa por una serie de etapas correspondientes a las formas

adultas de los animales inferiores que todavía existen; es decir que el embrión no

presentaba su propia forma adulta en miniatura, sino que transcurría por las formas adultas

de los anteriores. Con esta idea, fue posible ampliar el concepto de evolución que desde

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entonces no solamente designaba el desarrollo embriológico, sino el cambio de las especies,

tal como lo utilizó Lamarck en 1809 y posteriormente Darwin hacia 1844.

Para Darwin la evolución o la “descendencia con modificación” tenía como fundamento la

transformación embriológica, puesto que en el huevo tenía lugar una repetición secuencial

de las formas adultas de los ancestros que ya no existen. Es decir, que el embrión

correspondía a las formas ancestrales que existieron en el pasado puesto que las formas

adultas de las criaturas existentes surgieron de ancestros inferiores que ya no existen.

El concepto de evolución de las especies, fundamentado en el desarrollo embriológico se ha

asociado más con Lamarck que con Darwin. En realidad el concepto de evolución por

adición de etapas terminales al desarrollo, como respuesta a las condiciones de vida, es

propio del lamarckismo, cuyo exponente más notable fue, sin duda, Darwin. Lamarck

sostuvo que las adquisiciones o pérdidas son impuestas por la naturaleza a los individuos a

través de la influencia del ambiente por medio del uso predominante o el desuso

permanente de algún órgano. Estas variaciones se transmitían en virtud de la reproducción a

los nuevos individuos que surgen, siempre y cuando las modificaciones adquiridas por los

jóvenes fueran comunes a ambos sexos. Para Lamarck una modificación adquirida era

heredable porque se había incorporado en la estructura de los adultos jóvenes como

reacción a las condiciones del medio a través del uso y el desuso.

De modo semejante hacia 1838 cuando Darwin ya se declaraba evolucionista, en sus

cuadernos de notas escribe que todos los vertebrados pueden ser rastreados hasta un

germen, dotado de principio vital, y sabiendo que todos estos animales descienden de algún

tronco único, podemos sospechar por analogía que el nacimiento de las especies y el de los

individuos en sus formas actuales están estrechamente relacionados, puesto que por

nacimiento, las sucesivas modificaciones de la estructura se añaden al germen, en un cierto

momento (en la infancia), cuando la organización es flexible, y tales modificaciones se

fijan en gran medida, como si se hubieran añadido a los individuos viejos, durante miles de

siglos; entonces, cada uno de nosotros ha pasado por tantos cambios como cualquier otra

especie (Darwin, 1838).

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Darwin sostenía el pensamiento recapitulacionsita según el cual a partir del nacimiento se

incorporan al germen, una serie de modificaciones estructurales, que se pueden fijar cuando

la organización todavía es flexible, como si se hubieran ido añadiendo a los individuos

viejos durante miles de siglos.

La teoría de la recapitulación se refiere a la interdependencia tan estrecha que se produce

entre la ontogenia y la filogenia. De acuerdo con Haeckel (1879), la ontogenia (desarrollo

embrionario individual) y la filogenia (historia de la especie) no se pueden entender de

manera independiente por cuanto están íntimamente conectadas. La ontogenia es una

recapitulación de la filogenia, en otras palabras, la serie de formas por las que pasa el

organismo individual desde el huevo al estado adulto, es una reproducción breve y

comprimida de la larga serie de formas por las que pasaron los ancestros de tal organismo

desde las etapas más tempranas de la evolución hasta el presente. De acuerdo con Haeckel,

la ontogenia es la recapitulación de la filogenia, es decir que la serie de formas por las que

transcurren los organismos durante su progreso del huevo a su estado completamente

desarrollado es una reproducción corta y comprimida de la serie de formas por las cuales

pasaron sus ancestros.

En consecuencia, la naturaleza ha extendido el desarrollo por adición de etapas terminales y

de esta manera se han ido generando las distintas organizaciones y los distintos grupos de

seres vivos. Este planteamiento coincide plenamente con la visión de Lamarck. Según

Darwin, las modificaciones embriológicas explican las ramificaciones y la progresión de

cada una de las líneas evolutivas. Darwin aceptó el principio de recapitulación, según el

cual el embrión en desarrollo repite las formas de los adultos existentes, cuando equiparó

las especies con individuos que cumplen ciclos de vida que terminan con la muerte o con la

extinción. Posteriormente modificó este enunciado arguyendo que las formas embrionarias

repiten no las formas adultas de los adultos existentes sino las formas de los ancestros

extinguidos. La recapitulación se produce como resultado de dos tendencias combinadas,

una a añadir etapas terminales al desarrollo y la otra a acortar estas etapas de modo que se

producen en estados más tempranos al que aparecieron por primera vez.

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Además, algunas especies se ramifican y continúan progresando, perfeccionándose o

diferenciándose por la añadidura de etapas al proceso de desarrollo, mientras que otras por

no estar adaptadas mueren. La especie, como el ser vivo, puede ramificarse y dejar

descendencia, y algunas de esas ramas puede continuar evolucionando, es decir, añadiendo

etapas al desarrollo.

Darwin desarrolló la teoría de la recapitulación, hecho que explica por qué, en 1866,

después de la aparición de “El origen de las especies”, Ernest Haeckel se proclamaba como

darwinista, en consideración a que Darwin había valorado justamente la importancia de esta

teoría. Quiero ser muy claro al respecto, según Peter Bowler (1992), una vez que se publicó

el origen de las especies el impacto de la obra de Darwin no fue mayor porque los autores

siguieron creyendo en la teoría de la recapitulación, asumiendo que el darwinismo es en

esencia antirrecapitulacionista. A mi manera de ver, esta es una visión sesgada por la visión

neodarwiniana de la evolución. Creo que Haeckel sí tenía razón al considerarse a sí mismo

darwiniano, porque al igual que Darwin entre 1838 y 1844, basaba su hipótesis evolutiva en

la idea de recapitulación. Autores como Robert Richards (1992) afirman que en efecto

Darwin se basó en la teoría de la recapitulación, y otros como Bruce Weber y David Depew

(1995) sostienen que Darwin era un recapitulacionista blando. Debemos seguir estudiando

la obra de Darwin para ver qué tan dura o blanda era su posición recapitulacionista.

Haeckel (1866) describió un tipo de árbol de la evolución del hombre que da la impresión

de una tendencia progresiva en la evolución, se trata de un árbol con un tronco muy fuerte

en cuya cima se ubica el hombre, las ramitas laterales aparecen como desviaciones a partir

de un eje fundamental. Esto dio pie a un sesgo antropocentrista en la interpretación de la

doctrina de Haeckel, poniendo en evidencia que a los criticos de Haeckel no les molestaba

tanto el concepto de recapitulación en sí, como la visión direccionada y finalista que

parecia justificar. Por esta razón las posiciones recapitulacionistas fueron rechazadas ya que

algún tipo misterioso de causa final parecía estar manejando el proceso. Sin embargo,

Darwin no cayó en este error porque comprendió que una cosa es defender la idea de la

recapitulación y otra cosa muy diferente afirmar que todas las adiciones terminales

progresivas en los diferentes linajes estén orientadas a lo humano. Para Darwin, a

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diferencia de Lamarck, la recapitulación no contradice la idea de una evolución abierta y

ramificante.

Figura 8. Árbol evolutivo de Haeckel (1866) Generelle Morphologie der Organismen. Berlin: Reimer. El

árbol muestra la ubicación del género humano “arriba” en la copa, el tronco grueso sugiere que existe una

tendencia evolutiva orientada hacia lo humano.

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Figura 9. Árbol filogenético propuesto por Darwin en el origen de las especies donde se observa que la

evolución es un proceso de ramificación o diversificación a partir de ancestros comunes, por efecto de la

selección natural. El árbol no puede ser simétrico puesto que solamente aparecen los linajes que sobreviven.

Los números romanos de I a XIV representan las épocas geológicas, las letras de A a la L representan las

especies originales de las que B, C, D, E, G, H, K, L se han extinguido y F permanece constante hasta el

presente. Los descendientes de A e I divergen formando 8 y 6 familias respectivamente que en el momento

presente (XIV) pueden agruparse como nuevos géneros, ordenes, familias.

En el origen de las especies leemos:

“Whatever influence long-continued exercise or use on the one hand, and disuse on the other, may have

in modifying an organ, such influence will mainly affect the mature animal, which has come to its full

powers of activity and has to gain its own living; and the effects thus produced will be inherited at a

corresponding mature age. Whereas the young will remain unmodified, or be modified in a lesser

degree, by the effects of use and disuse” (Darwin [1859] 1997, p: 369-370).

La semejanza entre embriones de distintas especies se debe a que la selección natural actúa

sólo sobre los adultos que enfrentan directamente una diversidad de condiciones severas de

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lucha y competencia, mientras que las fuerzas selectivas que actúan sobre los embriones

están dadas por el medio ambiente intrauterino, y por tanto, no hay razones para que

diverjan. Se trata de un argumento a favor de la recapitulación o la evolución por adición de

etapas terminales en la edad adulta. Las variaciones que tuvieron lugar en edad temprana se

heredan en la época correspondiente, dejando el embrión casi inalterado, pero la adición de

etapas en el curso de generaciones sucesivas, produce cada vez más diferencias en el

adulto. Por esta razón, Darwin afirma que el embrión es una especie de patrón, preservado

por la naturaleza, de la condición ancestral y menos modificada de cada animal. Darwin

está diciendo que debemos ver en la condición embrionaria el Urbild, el arquetipo o el plan

fundamental que comparten varias especies.

Al respecto, Darwin añadió otro elemento procedente de las leyes de diversificación

embriológica de Karl von Baer (1828), según las cuales durante el desarrollo embriológico,

primero se manifiestan las características más generales, las que definen el phylum, la clase,

el orden, el suborden y posteriormente van apareciendo las que definen la familia y el

género, y por último, las que definen la especie y raza. Lo más específico se desarrolla a

partir de lo más general, o sea el desarrollo es una transformación que va de lo general a lo

específico. Cada embrión de una forma animal dada, en vez de pasar a través de las otras

formas menos evolucionadas, se va separando de ellas.

Para Darwin, este fenómeno era un indicio claro de que la evolución genera bifurcaciones a

partir de ancestros comunes. En cada etapa se podían introducir modificaciones que

ramifiquen la evolución; los embriones de las formas superiores no se asemejarían entonces

a otras formas adultas, sino a sus embriones. Entonces, si durante el estado embrionario del

humano hay una etapa en que aparecen unas estructuras similares a las agallas de un pez,

no quiere decir que en ese momento se este transitando por la forma adulta del pez, sino

que se trata de una estructura que todavía no se ha diferenciado lo suficiente, así como los

peces tampoco se han diferenciado en ese momento de sus formas arquetípicas ancestrales.

Darwin se refirió explícitamente a la explicación del fenómeno que posteriormente Haeckel

representó en el siguiente dibujo.

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Figura 10. Dibujo que representa distintos los estados embrionarios de vertebrados y que se ha utilizado para

justificar la idea de la recapitulación. Tomada de Futuyma Evolutionary Biology 1998 p. 653, donde

reproduce la copia de los dibujos de embriones pretendidamente fraudulentos de Ernest Haeckel, publicados

por Romanes en 1892. Además http://zygote.swarthmore.edu/Richardson1.gif

De acuerdo con Darwin si tenemos unos frascos que contienen embriones pertenecientes a

una etapa muy temprana en el desarrollo y sin rótulos es imposible saber a que especies

pertenecen; el embrión de la salamandra se confunde con el del ave, el de cerdo y con el

humano, etcétera, y a medida que examinamos embriones de etapas más avanzadas en su

desarrollo, o sea más diferenciados, si es posible distinguirlos; y en etapas mucho más

avanzadas, se distinguen mucho más fácilmente. Las similitudes entre los embriones de

especies diferentes obedecen a una falta de diferenciación.

Las observaciones de Darwin, lo llevaron a refutar la idea de que existían cuatro planes de

organización independientes en el mundo animal entre los cuales según Cuvier no había

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Eugenio Andrade

comunicación: 1. moluscos, 2. radiolarios, 3. articulados, y 4. vertebrados. De acuerdo con

esta visión, cada rama (o plan de organización) había sido creada independientemente y en

el interior de cada una se irían produciendo formas con mayor grado de especificación, sin

que fuera posible una solución de continuidad entre las cuatro ramas fundamentales.

Darwin rompió con esta postura al proponer que entre articulados y moluscos si existía una

transición gradual que se hacía evidente al estudiar los estadios larvales.

El estado larval de un cirrípedo1 posee una boquita, tres pares de patas, y unas antenitas que

configuran un plan corporal homólogo al de los crustáceos, las proporciones cambian pero

el patrón estructural es básicamente el mismo. Esta larva se desarrolla de una manera muy

curiosa y particular, segrega una sustancia pegajosa que calcifica y endurece la región

donde están las antenas, y el organismo se fija de modo que las patitas se proyectan hacia

fuera, acomodando hacia adentro el cuerpo blando. Este organismo había sido clasificado

por Cuvier como un molusco, considerando que la forma adulta posee un cuerpo blando

protegido por una concha. Darwin propuso que la clasificación correcta es la de crustáceo

porque la forma embrionaria está más cerca del grupo al cual pertenece, es decir la

identidad está relacionada con por su mayor cercanía al plan original. Este organismo se

clasifica como articulado, tal como Darwin lo hizo, pero no estamos ante un problema

exclusivo de la taxonomía, sino ante un asunto que concernía la discusión sobre la validez o

no de la teoría evolutiva, porque si un crustáceo en estado larval se transformaba en un

molusco en estado adulto, era un indicio claro de que en la evolución también había

ocurrido una transición continua entre articulados y moluscos; cosa que para Cuvier era

imposible.

En Francia, Saint-Hilaire había demostrado que había una continuidad entre invertebrados y

vertebrados, pero sus argumentos habían sido ridiculizados enfática y vehementemente por

parte de Cuvier. Darwin presentó evidencias embriológicas sobre la continuidad y

comunicación entre dos planes de organización tan disímiles, proporcionando así, razones

sólidas a favor del evolucionismo.

1 Cirripedes: An order of Crustaceans including the Barnacles and Acorn-shells. Their young resemble those of many other Crustaceans in form; but when mature they are always attached to other objects, either directly or by means of a stalk, and their bodies are enclosed by a calcarous shell composed of several pieces, two of which can open to give issue to a bunch of curled, jointed tentacles, which represent the limbs. Darwin (1859). Glosary, p: 406.

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4.3 El Darwin neolamarckiano

Darwin fue el exponente más representativo del neolamarckismo del siglo XIX, para quien

la idea de la herencia de los caracteres adquiridos, no era un hecho accidental, sino

fundamental para entendimiento la evolución (Mayr 1964), (Cochrane 1982). La herencia

lamarckiana era esencial para explicar el crecimiento extraordinario del cerebro humano, la

perdida de estructura por desuso, el origen de los instintos etc.

“I think there can be little doubt that use in our domestics animals strengthens and enlarges certain

parts, and disuse diminishes them; and that such modifications are inherited”. (Darwin 1859 p. 123).

“…that great weight must be attributed to inherited efects of use and disuse, with respect both to body

and mind” (Darwin 1874)

Darwin basó su teoría en el fenómeno del desarrollo para explicar el origen de las

variaciones evolutivas como modo de superar la insuficiencia de las teorías de la herencia

en su época. En el siglo XIX se pensaba que la herencia operaba por mezcla de

características que se diluían y se podían perder, el problema consistía en explicar cómo, si

la naturaleza había favorecido la descendencia de ciertos organismos con determinada

característica “C” bastaría un cruce con alguno que no la tuviera para que este rasgo

seleccionado por su ventaja se perdiera o disminuyera en intensidad. Esta objeción se

respondía asumiendo la existencia de un proceso lamarckiano según el cual organismos

similares en condiciones de vida similares tendían a generar el mismo tipo de variación. En

caso de existir una tendencia a variar de la misma manera, no era tan grave que una

característica “C” ventajosa se perdiera con un cruce, puesto que sería compensada por su

reaparición, dada la influencia de las condiciones de vida sobre la variación.

El estrés excita la producción de variaciones, por ejemplo cuando los cambios y las

exigencias en las condiciones de vida se hacen muy fuertes. Darwin sostuvo que cuando los

organismos migran de una región a otra, están sometidos al estrés de estar desafiando o

enfrentándose a nuevos ambientes, haciendo que las especies colonizadoras en la mayoría

de los casos triunfen sobre las especies colonizadas. Las colonizadoras son más adaptables

por que han estado sometidas a mayor estrés, al estrés que implica estar desplazándose

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generación por generación a medios ambientes diferentes. Las variaciones no son

permanentes sino esporádicas, como resultado de las crisis causadas por las variaciones

ambientales. Por tanto, las variaciones deberían ocurrir preferentemente en adultos jóvenes

que tuvieran oportunidad de transmitirla a la descendencia. En este sentido, la variación

evolutiva tiene la función de restablecer el ajuste entre los organismos y el medio ambiente.

De acuerdo con la recapitulación, las leyes que gobiernan la evolución de las especies son

las mismas que rigen la evolución de los embriones. Haeckel justificó la recapitulación al

aceptar que la evolución procede por la adición continua de nuevos estados al crecimiento

(Bowler, 1992). La herencia de las características adquiridas implica el aceleramiento del

crecimiento individual que convierte la forma adulta ancestral en un estado intermedio, por

el que pasa el organismo para llegar a un nuevo estado de madurez. Es decir que las formas

de los adultos ancestrales se comprimen y aparecen en sus descendientes en estados de

desarrollos más tempranos. El punto de vista de Darwin, expresado en sus cuadernos de

notas (1836-1844) puede caracterizarse como neolamarckiano y recapitulacionista puesto

que considera que el desarrollo embriológico evolucionaba por adiciones terminales

producidas como respuesta dirigida de los organismos a las condiciones de vida, (Richards,

1992).

Figura 11. Evolución por adición de etapas terminales y compresión del proceso en su conjunto.

Con este argumento, Darwin justificó los árboles evolutivos que muestran un proceso de

diversificación y ramificación permanente debido a modificaciones que podrían ocurrir en

cualquier momento del desarrollo. Además, las modificaciones tempranas al desarrollo

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Eugenio Andrade

tenían lugar en condiciones libres de la influencia del ambiente externo al que todavía no

habían sido expuestos por no haber nacido aún. Por tanto, estas modificaciones no serían

dirigidas, en el sentido de que no dependen de las condiciones del medio, por ejemplo en

madres gestantes sometidas a condiciones de estrés se generaban modificaciones en la

embriogénesis, algunas de las cuales, podrían dar lugar a ramificaciones evolutivas. Darwin

sostuvo que en este caso las variaciones serían no dirigidas, en el sentido de que surgen

independientemente de las condiciones del medio. Sin embargo, piensa que a lo largo de la

evolución, cuando se fueron configurando los distintos planos corporales de las distintas

especies, las modificaciones que dieron lugar a los grandes grupos surgieron en individuos

correspondientes a las formas maduras (adultos jóvenes) de los ancestros, que estaban

enfrentados directamente al ambiente. En estas formas ancestrales, las modificaciones

fueron dirigidas. El pensamiento de Darwin es complejo por que da cabida a variaciones

dirigidas cuando ocurren en el adulto joven como respuesta a las condiciones del medio, y a

variaciones no dirigidas cuando ocurren en un embrión en desarrollo que todavía no ha

nacido. A las variaciones que se producen independientemente de las condiciones del

medio ambiente, se les denominó aleatorias.

Sin embargo, para Darwin los organismos no se dejaban moldear pasivamente por parte del

ambiente externo, sino que ellos en su accionar desarrollaban hábitos que les permiten

adaptarse al medio. A fuerza de repetición, esos hábitos se hacían instintivos, y se fijaron

dando lugar a comportamientos innatos que alteran lentamente los rasgos anatómicos

modificando el carácter de la especie.

Para Darwin la unidad de tipo morfológico se explicaba por la existencia de un antepasado

común. El embrión no pasa por las etapas adultas de las criaturas inferiores que existen en

la actualidad, sino que conserva las formas embrionarias por las que pasaron sus ancestros.

La selección natural actúa sobre las modificaciones producidas después del nacimiento y

separa gradualmente las formas adultas. La diversificación evolutiva se debe a la retención

de las formas adultas (o modificaciones del estado juvenil por adiciones terminales) más

adaptadas por acción de la selección natural. Por esta razón afirma que la selección natural

produce la diversidad de formas adultas a partir del patrón fundamental embrionario. La

selección natural, selecciona las distintas modificaciones en los adultos, y así se van

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Eugenio Andrade

distinguiendo y ramificando los linajes a partir del patrón básico, que para los

estructuralistas no tenía nada que ver con la selección natural. Hasta aquí hay una

coincidencia con el lamarckismo en lo que se refiere a la existencia de un plan estructural

primario fundamental que tiende a permanecer inalterado y de unas modificaciones

secundarias que varían por la influencia del medio, es decir distanciando entre sí las

distintas formas adultas que están enfrentadas directamente a las exigencias del medio. Pero

a diferencia de Lamarck, Darwin sostuvo que las modificaciones secundarias producidas

por el hábito podían llegar a convertirse en primarias o parte estructural del Bauplan.

A pesar de que Darwin afirmó que no era conveniente hablar de superior o inferior, ni de

mejor o de peor, también aclaró que cuando se usa la palabra superior no significa que esté

orientado hacia lo humano sino que designa cualquier tipo de linaje que ha sufrido más

etapas en su diferenciación morfológica a partir del embrión o arquetipo común de la clase.

La diferenciación lleva a la especialización de las partes de acuerdo con el principio de la

división del trabajo fisiológico, concepto que Darwin retoma cuando habla de la

especialización de los seres vivos como requerimiento funcional dentro de la economía de

la naturaleza (nichos ecológicos).

4.4 El Darwin darwinista. La evolución diversificadora a partir de

ancestros comunes como resultado de la selección natural

La distinción lamarckiana interno/externo, no es suficiente para explicar la transformación

de las formas, puesto que tiene el riesgo de provocar una confusión entre ontogenia y

filogenia, entre lo individual y lo poblacional con el grave peligro de perder de vista la

perspectiva macroevolutiva. En el “Origen de las especies” (1859) aparecen con mayor

fuerza los rasgos distintivos del darwinismo oficial, porque en ellos se esboza la distinción

entre los individual y lo poblacional, distinción que confirió un grado mayor de

profundidad a la teoría evolutiva.

De acuerdo con la morfología, existen estructuras comunes o planos de organización

corporal similares que no constituyen necesariamente adaptaciones sino que reflejan un

principio común de organización, por ejemplo, la existencia de órganos homólogos que

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poseen una ubicación y patrón común como dos tipos de patas que tienen el mismo número

de huesos y la misma disposición de las partes. Para Darwin, la existencia de órganos

homólogos es una prueba de su procedencia a partir de un ancestro común y de que durante

el proceso embrionario pasaron por una etapa en que eran indistinguibles. Pero las

homologías o rasgos comunes estructurales, no se hubieran preservado si no representaran

adaptaciones, dándole un vuelco funcionalista al estructuralismo. La unidad de tipo existe

porque hay unidad de descendencia. Los patrones estructurales comunes se han preservado

porque en su momento representaron algún tipo de función o ventaja adaptativa; y de esta

manera la morfología y la anatomía comparada adquirieron una perspectiva funcionalista y

teleológica. Desde entonces, las restricciones estructurales quedaron supeditadas al efecto

adaptativo de la selección natural, explicación que se impuso sobre la de similitud de tipo,

morfológica y estructural.

Uno de los rasgos más distintivos del Darwin darwinista se deriva de su experiencia

empírica con procesos de selección artificial por cruzamiento dirigido en estado de

domesticación que en pocas generaciones logra la producción de nuevas razas. Para Darwin

esta observación era prueba del poder de la selección artificial, dirigida desde afuera, por un

seleccionador externo que se constituía en el factor determinante de la obtención y

formación de una diversidad de razas. Para poder extrapolar este fenómeno a la selección

en la naturaleza, Darwin se preguntó ¿cómo es posible que en estado de naturaleza, en

ausencia de cruce dirigido a lo largo de numerosas generaciones se obtenga la producción

de nuevas especies?, es decir, ¿cómo trabaja la naturaleza, si nadie está controlando los

cruces de los organismos para que después de muchas generaciones ya no solamente se

produzcan razas muevas sino comunidades de descendencia independientes, o sea especies?

Era difícil explicar cómo operaba la selección en la naturaleza. Era obvio que los ganaderos y

agricultores seleccionan sus productos de acuerdo con lo que deja mayor rendimiento en el

mercado, ¿pero en la naturaleza, quién y con qué criterio selecciona? La dificultad se puede

plantear en estos términos: si el cruzamiento artificial es dirigido, por contraposición a los

cruzamientos en la naturaleza que ocurren al azar, entonces ¿cómo aparecieron las nuevas

especies?

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Eugenio Andrade

Darwin encontró la respuesta a este problema en el ensayo de Malthus sobre la población.

Como resultado del crecimiento geométrico de la población, ella tiende a agotar los recursos

disponibles de alimento que crecen aritméticamente, hecho que genera una lucha por la

supervivencia que asegura que el fuerte triunfe y el débil perezca. Darwin creía que el

mejoramiento estaba implicado en el mismo proceso de selección que conducía a las especies

a una adaptación cada vez mayor. Este mejoramiento a escala natural parece no conocer

límites puesto que no solamente cada especie mejora, sino que las nuevas formas que emergen

deben hacerlo con inexorable necesidad o, de lo contrario serían exterminadas. De esta

manera, Darwin hizo partícipe a la naturaleza de la fe en el progreso que caracterizó a la era de

la revolución industrial y victoriana. Cualquier organismo que fuera capaz de triunfar sobre las

fuerzas amenazantes del exterior, pasaría con éxito sus características por herencia a la

generación siguiente, contribuyendo de esta manera al mejoramiento de la especie en su

conjunto.

Figura 12. Curvas de crecimiento de población y de recursos según Malthus. Cuando la población sobrepasa

los recursos se genera una lucha y competencia por los recursos que conduce a la supervivencia de los más

aptos y la eliminación de los más débiles.

El ensayo de Thomas Malthus sobre las poblaciones jugó un papel determinante en la

construcción de la teoría de la selección natural. Los estudios demográficos sobre la

revolución industrial en Inglaterra, mostraban que las reservas alimenticias y la oferta de

alimentos crecían de manera lineal, mientras que la población crecía de manera geométrica,

concluyendo que siempre que haya sobrepoblación existirá una tendencia a la desigualdad

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social, pobreza y escasez. El concepto de la lucha por la existencia se derivó de la visión

maltusiana puesto que era una consecuencia propia, intrínseca del sistema liberal capitalista

en el cual todos compiten independientemente entre sí por los recursos. Si la población

crece más que los recursos, estos se agotan y la fuerza de la escasez genera una presión que

hace que sobrevivan sólo los más aptos.

Depew y Weber (1995) han documentado que Darwin hizo dos lecturas diferentes de

Malthus, de acuerdo con la primera (1839), los organismos en condiciones de escasez

desarrollan el ingenio, la creatividad y la inventiva para enfrentar las condiciones de vida,

buscando alternativas en la economía de la naturaleza, posición acorde con el Darwin

lamarckiano, (ver 4.3). Es decir, la actividad e iniciativa de los organismos trataba de

sobreponerse a las duras condiciones de la escasez. Sin embargo, hacia 1844 hubo una

segunda interpretación de Malthus que justificaba la analogía entre el cruce dirigido y la

selección natural. En la naturaleza, nadie controlaba intencionalmente el cruce de los

organismos para generar nuevas especies; pero en su lugar había una selección a favor de

los que dejan mayor descendencia, de los que consiguen con mejor eficiencia los recursos

que hace que tengan más oportunidades de cruzarse y dejar mayor descendencia. Las

oportunidades para la reproducción no son equitativas, hay unos que son favorecidos y

otros eliminados porque en últimas tuvieron más éxito en la competencia y la lucha por los

recursos. La selección natural en cuanto sustituye al factor directivo de los cruces en el

proceso de selección de las especies, se convierte en el factor formativo de la vida.

Darwin afirmó:

“But if variations useful to any organic being do occur, assuredly individuals thus characterised will

have the best chance of being preserved in the struggle for life; and from the strong principle of

inheritance they will tend to produce offsprings similarly characterised. This principle of preservation,

I have called, for the sake of brevity Natural Selection” (Darwin 1859, (1997) p. 118).

Es decir, si la variación se fija, la variación ventajosa en la lucha se preserva y este

principio en virtud del cual toda variación ligera si es útil se conserva, se denomina

selección natural por comparación con la capacidad de selección del hombre. En ambos

casos natural y artificial (cruce dirigido) la selección es externa al organismo. La selección

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natural es externa al individuo en cuanto es un fenómeno de la población en su competencia

por los recursos.

Según Darwin

“Natural Selection is daily and hourly scrutinizing, throughout the world, every variation, even the

slightest; rejecting that which is bad, preserving and adding up all that is good; silently and insensibly

working, whenever and wherever opportunity offers, at the improvement of each organic being in

relation to its organic and inorganic conditions of life”, (Darwin 1859 (1997), p.83).

Adam Smith (1723-1790) propugnaba por una visión newtoniana de la naturaleza y la

sociedad. Según él, el individuo actuaba de acuerdo con un impulso o tendencia (inercial) a

maximizar la ganancia, minimizando los costos de su obtención. El mercado era el

principio regulador y equilibrante de los precios que asegura la armonía del orden social en

el que todos buscan maximizar la ganancia, por medio de la ley de la oferta y la demanda.

Nadie podría aspirar a obtener excesiva ganancia en la venta de un producto si otro en el

mercado lo ofrecía más barato, nadie podría aspirar a vender a un precio muy alto un

producto con una oferta muy alta, puesto que si aumenta la demanda el precio puede

aumentar. La competencia entre individuos está mediada por una “mano invisible”, que como

una ley de la naturaleza regula fielmente la oferta y la demanda en el mercado.

La interpretación de las curvas de oferta y demanda, se basa en la suposición de que en el

mercado, tanto los productores como los consumidores, “gravitan” automáticamente en un

“espacio homogéneo” y sin ninguna “fricción” en torno a un punto de “equilibrio”

generado por la intersección de las dos curvas, el cual establece objetivamente el precio.

Obviamente que esto supone que no hay “fricción” es decir que todos actuamos con la

misma información sobre las condiciones del mercado, en otras palabras, que no hay trabas

o cargas impositivas para ciertos productos, que no se están acaparando los productos

indebidamente para después liberar el precio, que la publicidad es objetiva y no está

condicionando la decisión de los compradores, etc. Se trata de una visión idealizada, puesto

que los participantes de las transacciones no poseen el mismo grado de información acerca

de las fluctuaciones del mercado. Para Smith, el mercado es un espacio newtoniano

homogéneo, libre de de fricciones donde se tiende espontáneamente al equilibrio por acción

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de una “mano invisible” o principio regulador externo a la actividad de los individuos. De

este modo optimizar el interés individual conduce a un mejoramiento del estado económico

general, los interés colectivos e individuales se armonizan y no riñen entre sí.

Figura 13. Curvas de oferta y demanda de Smith. En el punto de equilibrio se estabilizan los precios en el

mercado “como si” hubiera actuado una “mano invisible”.

Por otra parte Smith consideraba que la sociedad industrial podía funcionar eficazmente

bajo el criterio de la división del trabajo que maximizaba la producción. Ya no se trataba de

tener un artesano que hacía la obra completa del principio hasta el fin sino de un obrero en

una cadena de producción que se especializaba en un paso determinado para entregar el

producto al siguiente, quien le hacía una subsiguiente modificación y así sucesivamente

hasta obtener el producto terminado, sin que ninguno fuera capaz de manejar el proceso en

su conjunto. La teoría de Smith sobre la división del trabajo muestra cómo a través de una

apropiada especialización del trabajo, fue posible incrementar notablemente la producción.

Este cambio fundamental en las relaciones de producción contribuyó a cambiar la

percepción acerca de las relaciones en el interior de la naturaleza misma.

Posteriormente, Darwin demostró que la división del trabajo, hacía que en un determinado

nicho ecológico pudiera coexistir una mayor diversidad de especies. La división del trabajo

explicaba la tendencia a divergir observada entre los seres vivos que comparten un mismo

ancestro. Según Darwin, un mismo lugar puede albergar más vida, si esta se ha diversificado

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enormemente en comportamientos y estructura. La especialización permite la convivencia de

individuos y especies diferentes en un mismo lugar, que de otro modo competirían entre sí,

desplazando o eliminando a algunas de ellas. Así como al interior de la fábrica se justifica la

división del trabajo, un proceso similar, de hecho, tiene lugar en la naturaleza.

Estrechamente relacionada con las ideas de progreso, acumulación material, división del

trabajo y colonización, subyace el individualismo. Así como el sistema newtoniano concebía

que la naturaleza material estaba constituida por unidades fundamentales, Adam Smith veía en

el individuo la unidad de la actividad económica. Smith tomó de Newton su concepción de la

naturaleza como un sistema de materia en movimiento, gobernada por unas leyes eternas, al

representar la sociedad como una colección de individuos (átomos sociales) que se mueven

guiados por su propio interés dentro de un orden económico gobernado por las leyes de la

oferta y la demanda. Según él, el agente primario de la economía, el individuo, debía dejarse

libre de restricciones para que pudiera maximizar su acumulación de riqueza, pues “por medio

del esfuerzo individual espontáneo y sin restricciones, para mejorar sus condiciones, las

naciones se hacen ricas y poderosas”.

Darwin pensaba de un modo similar al de Smith, pues según él, tanto en la naturaleza como en

la sociedad, cada individuo estaba inmerso tratando de maximizar su ganancia, y tratando de

por sobrevivir en la lucha por recursos limitados. La Selección Natural como una “mano

invisible”, estaría actuando permanentemente, regulando y equilibrando la oferta y la demanda

de recursos. De igual modo, el triunfo individual se convertía en el bien común, asegurando un

proceso gradual de mejoramiento de las características de la especie. La lucha y la

competencia entre individuos, en la naturaleza o en la sociedad industrial, a la larga ayuda al

beneficio de todos. El darwinismo contribuiría a expiar un cierto sentimiento de culpa

derivable del egoísmo, puesto que la búsqueda del bien particular aunque se hiciera a costa de

la explotación de sus congéneres, llevaría indefectiblemente al mejoramiento de la sociedad.

Existe una fuerza que actúa permanentemente como una cuña, es decir, la presión y el

estrés por la competencia sobre los seres vivos es permanente. Hay unas variantes que están

tratando permanentemente de entrar en los nichos o en la economía de la naturaleza, a

competir por los recursos escasos y por lo tanto están empujando y eliminando a otras.

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Cuando los recursos no alcanzan para todos, la población se haya sometida a una presión

permanente. En el símil mecánico de la cuña que entra desplazando a otras, lo importante

es que no hay lugar para tantas y por tanto la presión es permanente y hace que el nivel de

estrés se mantenga y por tanto la variación ya no sea esporádica, como habíamos visto en

su posición lamarckiana, sino que la variación se convierte en algo permanente.

“The face of Nature may be compared to a yielding surface, with ten thousand sharp wedges packed close

together and driven inwards by incessant blows, sometimes one wedge being struck, and then another with

greater force”, (Darwin, 1859, p:69)

Esta presión permanente origina variaciones inespecíficas en los embriones y debe ser

aleatoria dado que no tiene que ver con las condiciones que generan el estrés, sea en el

útero o en el huevo, donde se altera el proceso embriológico en curso.

Afirmar que Darwin sostuvo que la variación es aleatoria, nos puede hacer caer en

incongruencias puesto que Darwin postulo la existencia de una la ley de la variación. Negó

el azar de tipo ontológico, al afirmar que el azar es una expresión incorrecta que solamente

sirve para reconocer de una manera abierta y clara, nuestra ignorancia sobre las causas de

cada variación, por tanto las variaciones son aleatorias únicamente en cuanto que

ignoramos sus causas. Darwin insistió en que hay una ley de variación que no depende

exclusivamente de las condiciones de vida. En el capítulo quinto del “Origen” la

variabilidad puede estar relacionada con las condiciones de vida puesto que se dan con más

frecuencia en estado de domesticación; porque domesticar al animal es cambiarle sus

condiciones de vida y someterlo a un estrés muy grande. Darwin precisó que hay causas

que obedecen a la naturaleza del organismo y causas que obedecen a la naturaleza de las

condiciones del medio, y en el siguiente párrafo, después de sopesar las dos alternativas

Darwin decidió darle más peso a la naturaleza del organismo sobre las condiciones del

medio ambiente. Es decir, que cuando la variación no dependía del medio ambiente, no es

dirigida, y por tanto, es aleatoria. Sin embargo, nunca descartó la posibilidad de que se

produjeran variaciones dirigidas. Es cuestión de énfasis.

“Hasta aquí he hablado como si las variaciones, tan comunes en los seres orgánicos en domesticidad, y

en grado más pequeño en los que viven en estado natural, fuesen debidas a la casualidad. Es, sin

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ninguna duda, una expresión totalmente incorrecta, pero se utiliza para confesar francamente nuestra

ignorancia de la causa de cada variación particular. Algunos autores piensan que producir diferencias

individuales o variaciones leves de estructura es función tanto del aparato reproductor como hacer al

hijo similar a sus padres. Pero el hecho de que las variaciones y monstruosidades se sucedan de forma

más habitual en domesticidad que en estado natural y la mayor variabilidad en las especies de

distribución geográfica muy extensa que en las de distribución geográfica reducida, nos conducen a la

conclusión de que la variabilidad esta íntimamente relacionada con las condiciones de vida a que ha

estado sometida cada especie durante varias generaciones sucesivas. Los cambios en las condiciones

actúan de dos maneras: directamente sobre todo el organismo o únicamente sobre ciertas partes e

indirectamente a través del sistema reproductor. En todos los casos existen dos factores: la naturaleza

del organismo, que es el más importante de los dos, y la naturaleza de las condiciones de vida. La

acción directa del cambio de condiciones nos lleva a resultados definidos e indefinidos. En este último

caso, el organismo se asemeja al plástico, y tenemos una gran variabilidad fluctuante. En el primer

caso, la naturaleza del organismo es tal, que cede rápidamente cuando se encuentra influenciada por

determinadas condiciones, y todos o casi todos los individuos se modifican de la misma manera.” …

Además, todo naturalista sabe de innumerables ejemplos de especies que se mantiene constantes o que

no varían nada, a pesar de vivir en los climas más opuestos. Consideraciones de este tipo me inclinan a

atribuir menos peso a la acción directa de las condiciones ambientes, que a una tendencia a variar

debida a causas que ignoramos por completo”. (Darwin, [1859] 2001. p. 125-126).

Este párrafo podría tomarse como un argumento a favor de que la estructura determina el

tipo de variación que puede ocurrir; sin embargo, Darwin propuso que la naturaleza del

organismo (su estructura u organización) es tal, que cede rápidamente cuando se somete a

ciertas condiciones del medio ambiente, y entonces todos o casi todos los individuos se

modifican de la misma manera. Luego, existen tendencias a variar de la misma manera

dependiendo de la rapidez con que los organismos ceden a las condiciones del ambiente. En

consecuencia, organismos similares en condiciones similares, tienden a variar de modo

similar.

Por otra parte, Darwin señaló que hay especies que se han mantenido intactas, es decir sin

cambio, aunque vivan en condiciones diferentes, en climas diferentes y que por esa razón se

inclinaba a adjudicarle menos peso a la acción directa de las condiciones del medio que a

una tendencia a variar debida a causas o leyes que ignoramos. Esta tendencia a variar se ha

interpretado de manera mecánica, así como en un cuerpo inerte tiene lugar una tendencia

inercial a mantenerse en movimiento uniforme rectilíneo a menos que una fuerza externa lo

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desvié o detenga, igualmente en los seres vivos existe una tendencia a variar. La selección

natural, indiferente al modo como se generan las variaciones, retiene unas y elimina otras.

Las variaciones retenidas son las que repercuten en la tasa de reproducción. De este modo,

la selección natural se convierte en la ley universal que explica el orden y el equilibrio y la

armonía en el ajuste de las producciones de la naturaleza. Esta es la escuela del Darwinismo

oficial que a pesar de Darwin, colocó en un segundo plano la búsqueda de causas internas,

de naturaleza embriológica, para explicar el proceso evolutivo.

De esta manera, la interpretación oficial que se hizo de Darwin es enteramente compatible

con el newtonianismo, hecho que se convirtió en su gran mérito. Pero dejar intacta la

cosmovisión newtoniana, a pesar de que el evolucionismo tenía a su favor todos los

elementos para cuestionarlos, era renunciar a desafiar la justificación ideológica del estado

inglés y del orden social que la fundamentaba, establecido por unos individuos (átomos

sociales) sometidos a leyes externas que vienen de Dios y salvaguardadas por el rey (cabeza

del estado y de la iglesia anglicana). Irónicamente el newtonianismo y el orden establecido

salieron revitalizados, a medida que el darwinismo se convertía en la cosmovisión

justificadora del capitalismo.

Por razones exclusivamente ideológicas, Darwin ha sido presentado como uno de los

continuadores de la revolución científica que impuso la visión mecánica de la naturaleza

junto con Francis Bacon, René Descartes, Galileo Galilei, e Isaac Newton. Sin embargo,

estos cuatro autores creían en un universo estático creado y diseñado directamente por

Dios, mientras que Darwin representa el paradigma mismo del cambio y la transformación.

Pobre Darwin, los organismos muy a pesar suyo, se convirtieron en las unidades atómicas

de la vida, con tendencias inerciales a variar y a reproducirse más allá de los recursos. Este

carácter inercial es la negación radical de todo tipo de agencia, autonomía e intencionalidad

en su comportamiento, en otras palabras, los organismos considerados como máquinas y la

selección natural como metáfora.

Los organismos se reproducen más allá de los recursos disponibles, sin que se resalte un

tipo de actividad, iniciativa o participación propia del organismo. La acción de los

organismos, se sustituye por la selección natural que, como una fuerza externa, equilibra

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Eugenio Andrade

estas tendencias inerciales, elimina ciertas variantes cuando hay exceso de población, y

restablece el equilibrio entre la población y los recursos. El equilibrio que en la misma

forma que en la mecánica, es el estado donde no hay lugar a transformaciones, o donde

estas ocurren gradualmente.

En el newtonianismo la aleatoriedad, queda supeditada a la ley. De modo similar, en el

darwinismo se impone la selección natural que genera la forma e impone la determinación.

Afirmar que la variación está desacoplada de la selección como una condición a priori, es

reconocer que renunciamos a explicarla, creyendo que podemos explicar por azar, lo que

ignoramos. El azar no contribuye a la explicación, puesto que corresponde a algo que

escapa a toda ley y por tanto, es completamente impredecible. Por otra parte, resulta

sorprendente que se acepte la noción de selección natural, a la vez que se rechaza la

existencia de una agencia selectora en la naturaleza. En otras palabras, la selección natural

sin agente selector es una metáfora. Tal como dice Darwin en “el origen de las especies”,

“Others have objected that the term selection implies conscious choice in the animals which become

modified; and it has even been urged that as plants have no volition, natural selection is not applicable

to them. In the literal sense of the word, no doubt, natural selection is a false term… It has been said

that I speak of natural selection as an active power or Deity; but who objects to an author speaking of

the attraction of gravity as ruling the movements of the planets? Everyone knows what is meant and

implied by such metaphorical expressions; and they are almost necessary for brevity. So again it is

difficult to avoid personifying the word Nature”. (Darwin [1859] 2001: 91-92).

Esta metáfora fue la gran abducción de Darwin en la que no solamente vio en la

competencia por recursos escasos el factor regulador de las poblaciones naturales, sino que

también intuyó su similitud con los procesos de selección artificial. Pero la metáfora no ha

dado todo lo que podía dar, porque se quedo a medio camino desconociendo una agencia

selectiva a nivel de los organismos individuales, por temor a equipararla a una “elección

consciente”. En consecuencia, Darwin prefirió dejarla como la fuerza externa impuesta por

la escasez o como el filtro que deja pasar a unos y retiene a otros. Complementar la noción

de selección natural con la de “elección individual” equivale a reconocer que en la

naturaleza existe una actividad análoga a la cognición, a la discriminación y a la preferencia

de unas opciones sobre otras. Lograr esta complementariedad constituiría un gran paso

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Eugenio Andrade

hacia una explicación naturalista de la cognición. Pero los tiempos no estaban maduros para

aceptar una interpretación cognitivista de la evolución.

La interpretación newtoniana del darwinismo, justificada por la economía política, acepta

como presupuestos incuestionables las siguientes proposiciones:

1. Los organismos constituyen las unidades atómicas indivisibles de la vida.

2. Los organismos poseen tendencias inerciales a variar y a reproducirse más allá de

los recursos. Inercial significa que ocurre sin la participación activa o la iniciativa

del organismo, y por tanto, su estado solamente se modificará mediante la acción de

una fuerza externa, así como un cuerpo sometido a un movimiento uniforme

rectilíneo tiende a mantener ese movimiento a no ser que una fuerza lo contrarreste

o lo detenga.

3. La selección natural juega el papel de la fuerza externa que contrarresta las

tendencias inerciales y reestablece el equilibrio, en este caso, se refiere al equilibrio

entre la variación que es dispersiva y la selección que tiende a restringir o a

quedarse solamente con algunas variantes, o entre el tamaño de la población y los

recursos del nicho ecológico en que habitan, es decir, si hay una sobrepoblación la

selección natural tenderá a reducirla para que se reestablezca el equilibrio. Son los

dos aspectos de la idea de equilibrio que están en la visión darwiniana.

4. En consecuencia, las transformaciones sólo pueden ser de carácter gradual al modo

de la mecánica, que para explicar un proceso de cambio asume una serie infinita de

cambios infinitesimales e imperceptibles.

5. La variación es anterior a la selección y por tanto el origen de la variación queda sin

explicar.

6. No hay una verdadera agencia en la naturaleza. Agencia, significa un tipo de

actividad análoga a una conciencia o una mente que esta detrás del acto de elegir. Si

no hay agencia, la selección es únicamente una metáfora.

Pero una cosa es la manera como la teoría se recibe, acepta e interpreta y otra cosa lo que el

autor pensaba en este caso sobre las capacidades mentales de los animales. En los capítulos

tercero y cuarto del “Origen del Hombre”, Darwin hizo una pormenorizada comparación

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Eugenio Andrade

entre las facultades mentales del hombre y las de los animales inferiores. No deja de

sorprender la agudeza con que describe ejemplos y casos acerca de evidentes muestras de

afecto, sobre la capacidad de sentir placer, dolor, felicidad e infortunio, así mismo como

referencias a comportamientos intencionales, y muestras de la capacidad de aprendizaje,

inteligencia, memoria, imaginación y razón en los animales inferiores y no únicamente en

nuestros parientes más cercanos como serían los simios. Igualmente se refiere a las

capacidades linguisticas y comunicativas de los animales y cita una gran cantidad de casos

que según él contradicen el sistema de pensamiento que hace de los animales unas

máquinas inanimadas. Es cierto que la descripción de casos y anécdotas es insuficiente pero

los estudios actuales mucho más sistematizados y controlados, difícilmente niegan la

intuición de Darwin de que existen comportamientos intencionales en los animales. Estos

comportamientos hacen parte de las astucias que deben desarrollar para tener éxito en la

lucha y competencia por los recursos escasos. En conclusión Darwin sabiamente eliminó el

propósito en la evolución considerada en gran escala, pero lo preservó a escala local e

individual en el comportamiento de los organismos.

4.5 El Darwin que prefigura la genética moderna (la hipótesis provisional

de la pangenesis).

Desde la aparición del origen de las especies, Darwin manifestó gran preocupación por el

énfasis que había puesto en la independencia de las condiciones de la vida con respecto al

origen de la variación, y reconsideró el problema. Es injusto con un autor subrayar ciertas

posturas compatibles con la visión oficial, y dejar de lado otras no menos valiosas. Lo más

sano es tomarlo en su integridad, incluyendo las obras posteriores al “Origen de las

Especies” que expresan su madurez intelectual. Desde 1868, un año antes de que apareciera

la última edición de, “El Origen de las Especies” y hasta su muerte en 1882; Darwin

planteó en el capítulo XXVII de The Variation of Animals and Plants under Domestication

los siguientes interrogantes. ¿Cómo podemos explicar el carácter hereditario de los efectos

del uso o el desuso en determinados órganos?, ¿cómo puede el uso o el desuso de un

determinado miembro del cerebro afectar a un pequeño conjunto de células reproductoras

asentadas en una parte distante del cuerpo de tal manera que el desarrollo a partir de estas

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células herede los caracteres de uno o de ambos progenitores?, ¿cómo se transmiten las

características hereditarias?

“Every one would wish explain to himself, even in an imperfect manner, how it is possible for a character

possessed by some remote ancestor suddenly to reappear in the offspring; how the effects of increased or

decreased use of a limb can be transmitted to the child.?” (Darwin, 1868. Chap. XXVII).

“How can the use or disuse of a particular limb or of the brain affect a small aggregate of reproductive cells,

seated in a distant part of the body, in such a manner that the being developed from these cells inherits the

characters of either one or both parents? Even an imperfect answer to this question would be satisfactory.”

(Darwin, 1868. Chap. XXVII).

Darwin (1868) sostuvo con vehemencia que ante la urgencia de encontrar algunas pistas

que pudieran orientar a los investigadores, una respuesta imperfecta a estas preguntas sería

una contribución notable. Para entender esta urgencia, hay que tener en cuenta que para

entonces, Mendel había postulado la existencia de “factores hereditarios”, pero este hecho

en nada afectó a Darwin, puesto que fueron resultados obtenidos en Brno lejos del centro de

discusión en Inglaterra. Ante la inexistencia de una teoría de la herencia, Darwin

reclamaba, una que explicara la transmisión o herencia de los rasgos adquiridos durante la

vida. ¿Cómo hace un adulto para adicionar una etapa terminal en su desarrollo?, ¿cómo

hace el nuevo organismo para producir la característica en el momento que corresponde?

Estas preguntas incitaron en Darwin la búsqueda de una explicación del desarrollo

embriológico, utilizando conceptos derivados de la teoría celular tales como “células

reproductoras” y “gémulas”. La teoría celular se estaba difundiendo a partir de los trabajos

de Rudolf Virchow y aunque el lenguaje cambiaba, los problemas eran los mismos. Se

trataba de lanzar una hipótesis provisional sobre un tema crucial del cual nada sabemos,

con el fin de abrir un camino, ayudar a esclarecer un problema. Veamos: Darwin fue más

allá de los fisiólogos que proponían que las unidades del cuerpo gozaban de ciertos grados

de autonomía, y conjeturó que producían “gémulas” reproductivas. Por “gémulas”, Darwin

entendía principios formativos, “embrioncitos” responsables de la producción

independiente de cada una de las partes, factores reproductivos o unidades de reproducción.

Un organismo se reproducía como un todo, porque cada célula producía los factores

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generativos de otra célula similar representativa de la siguiente generación. Por ejemplo, las

células totipotentes de las plantas conservarían la integridad de las gémulas.

“The units of the body are generally admitted by physiologists to be autonomous. I go one step further and

assume that they throw off reproductive gemmules. Thus an organism does not generate its kind as a whole,

but each separate unit generates its kind. It has often been said by naturalists that each cell of a plant has the

potential capacity of reproducing the whole plant; but it has this power only in virtue of containing gemmules

derived from every part. When a cell or unit is from some cause modified, the gemmules derived from it will

be in like manner modified.” (Darwin, 1868. Chap. XXVII).

Figura 14. Representación esquemática de la pangénesis de Darwin. Diagrama modificado de G.G. Simpson y

citado por Buss (1987, p.14).

La hipótesis de la pangénesis de Darwin sostenía que de todas las unidades del cuerpo se

desprenden gémulas o embriones diminutos que se reparten por todo el organismo. De

acuerdo con esta hipótesis, la variabilidad evolutiva habría que buscarla en los cambios

ambientales que inducen modificaciones de las partes y en la producción de gémulas, como

disminución en caso de desuso de un órgano específico y sobreproducción en caso de uso.

Además Darwin incluyó como causa de variación la reactivación de gémulas que habían

permanecido dormidas por mucho tiempo.

Para Darwin el organismo era como un microcosmos compuesto de unas unidades o átomos

formativos, no para cada organismo en su integridad, sino para cada una de las partes del

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organismo, de modo que esas unidades formativas se reproducían, unas quedaban en estado

de hibernación, otras perecían, y otras daban lugar al nuevo organismo. Se trata de la

formulación de un tipo de herencia que depende de partículas o factores discretos.

Consideraba que las células germinales se formaban por acumulación de factores

formativos o de gémulas que provenían de todos y de cada uno de los tejidos, pero se

trataba de un proceso permanente que tiene lugar a lo largo de la vida de tal manera que las

características que surgieran en el adulto por efecto del uso y el desuso, podían transmitirse

a la descendencia. Darwin creyó haber encontrado el mecanismo que explicaría la herencia

de los caracteres adquiridos.

“Each animal and plant may be compared with a bed of soil full of seeds, some of which soon germinate,

some lie dormant for a period, whilst others perish. When we hear it said that a man carries in his constitution

the seeds of an inherited disease, there is much truth in the expression. No other attempt, as far as I am aware,

has been made, imperfect as this confessedly is, to connect under one point of view these several grand

classes of facts. An organic being is a microcosm—a little universe, formed of a host of self-propagating

organisms, inconceivably minute and numerous as the stars in heaven.”. (Darwin, 1868. Chap. XXVII).

Antes de precipitarnos a afirmar que estas proposiciones son incorrectas hay que recordar

que la ciencia es una acumulación gradual de verdades parciales, y lo que hoy

consideramos error, en su momento abrió una vía al conocimiento. Además tal como

Darwin lo percibía, la vida es compleja. En el presente nos parecen válidos ciertos modelos,

y después volvemos sobre algunos que habían pasado de moda. En ocasiones construimos

modelos híbridos, otras veces reconsideramos algunos aspectos de un modelo,

posteriormente aventuramos una nueva hipótesis (abducción), pero siempre y en todos estos

momentos, tenemos la pretensión de aproximarnos un poco más a la verdad. Sin embargo a

medida que el conocimiento avanza, nos hacemos conscientes de que lo que falta o queda

todavía por conocer es mucho más de lo previsto inicialmente.

De otro lado, tenemos que la hipótesis de la pangénesis fue ignorada por algunos

comentaristas de Darwin, como si ella fuera en detrimento de su imagen. Hacia 1892, la

teoría de la pangénesis fue modificada por Augusto Weissman, que la sustituyó por la

teoría de la pangénesis intracelular, según la cual todos los factores formativos se conservan

en el interior de una célula germinal. Mientras que las células somáticas han perdido

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gémulas durante su diferenciación y por tanto, no pueden ser utilizadas para reconstituir el

individuo, afirmación que fue falseada por los experimentos exitosos de clonación de

organismos a partir de una célula somática. Weissman afirmó que la pangénesis de Darwin

no tenía lugar en los seres vivos, porque existía una “barrera” que separaba los tejidos

diferenciados de las células germinales, y por tanto, las células germinales eran las

responsables de la continuidad evolutiva. La hipótesis de la “pangénesis intracelular” tiene

una versión muy conocida hoy en día que se llama el dogma central de la biología

molecular: la información contenida en las proteínas no regresa, ni se incorpora de nuevo al

ADN; el ADN es el responsable de la continuidad evolutiva, y las proteínas no afectan para

nada los contenidos genéticos de la siguiente generación.

Causa escalofrío ver textos de divulgación que dicen que la teoría de Darwin va de la mano

con el dogma central de la biología molecular, cuando es todo o contrario, puesto que

Darwin planteó la pangénesis. Acepto que Darwin se pudo haber equivocado en este punto,

pero en todo caso su teoría original no se compagina con el dogma central de la biología

molecular. Darwin creía que dadas las condiciones de vida, hay modificaciones que pueden

ser heredables porque las células germinales se están reconstituyendo en todo momento a lo

largo de la vida, y no están como se atribuye a Weissman predeterminadas en las primeras

etapas del desarrollo, aisladas, congeladas o secuestradas al amparo de la influencia de los

tejidos somáticos y, por tanto, de los factores ambientales externos.

Pero más importante que la falsedad de la teoría de la pangénesis, hay que entender que

Darwin siempre estuvo intrigado por el problema de cómo las condiciones de vida afectan o

no afectan el material hereditario, puesto que en caso de afectarlo deberían ser consideradas

como factor decisivo de la evolución. En el año 1872, en carta dirigida a Moris Wagner,

Darwin sostuvo que el error más grande que cometió fue el de no darle suficiente peso a la

acción directa del entorno sobre la variación, independientemente de la selección natural.

Darwin nunca estuvo convencido de que lo que hoy llamamos darwinismo fuera la posición

correcta.

Esto no demerita en nada su obra, podemos aceptar que hay equivocaciones; pero la

historia del pensamiento humano es ir avanzando sobre los errores, ellos abren caminos,

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dan luces. La hipótesis de la pangénesis al no ser seleccionada por la comunidad científica,

no dejó descendencia con modificación en el futuro inmediato, pero todavía dormita como

algunas de sus gémulas esperando el momento en que pueda ser recuperada. Hecho que no

esta lejano, si tenemos en cuenta que el argumento embriológico se esta convirtiendo

nuevamente en el eje de las discusiones evolutivas.

4.6 La teoría de la continuidad del plasma germinal de August Weismann

(1834-1914)

Weismann es ampliamente conocido por que se le atribuye haber introducido una distinción

conceptual, denominada “la barrera de Weismann”, entre células germinales y somáticas,

que posteriormente tomó forma en la distinción entre genotipo y fenotipo, entre núcleo y

citoplasma, y por extrapolación, entre DNA y proteínas. Propuso que no existían

influencias de las células somáticas sobre las germinales, o del fenotipo sobre el genotipo,

del citoplasma sobre el núcleo, actualmente diríamos de las proteínas sobre información

genética contenida en el DNA. Apoyado en los descubrimientos sobre la estructura celular,

advirtió que el material hereditario o plasma germinal se encontraba exclusivamente en el

núcleo de la célula germinal, restringiendo el citoplasma a un papel exclusivamente

nutritivo. El plasma germinal se transmitía a lo largo de las generaciones y permanecía

intacto, libre de modificaciones que hubieran surgido durante la vida de los organismos. De

este modo la herencia lamarckiana de los caracteres adquiridos era imposible.

Weismann postuló que el plasma germinal ubicado en el núcleo celular, estaba constituido

por moléculas “bióforas”, el conjunto de las cuales formaban unidades superiores o

“determinantes” que definían la formación de un tipo celular determinado. El conjunto de

determinantes necesarios para producir el organismo completo se denomina “Id”. A su vez,

los “Ides” constituían una entidad organizada que asimilaba, crecía y se dividía como una

unidad.

Weismann diseñó experimentos embriológicos, tratando de describir cómo se definía la

determinación somática o el destino de las células indiferenciadas a lo largo de una serie de

divisiones celulares a partir del cigoto. Observó que el destino de las células precursoras de

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las germinales, en insectos y vertebrados, se definía en etapas muy tempranas de la

ontogenia, antes de la definición del destino de las células somáticas. Esta determinación

temprana de las células germinales y su secuestro o congelamiento hasta el periodo de la

maduración sexual, lo llevó a postular que permanecían intactas con todos sus

determinantes completos para dar continuidad a la siguiente generación, sin verse afectadas

por las condiciones de vida de los organismos que las portaban. De modo que las células

germinales eran inmortales y las somáticas perecederas.

Tal como se infiere de los estudios del desarrollo, para Weismann, existía una antítesis

marcada, entre la sustancia de las células reproductivas, inmortales, y las células

perecederas del cuerpo. Debemos suponer que cada célula reproductiva contenía

potencialmente dos clases de sustancias que se separaban una de la otra a lo largo del

desarrollo, produciendo dos tipos celulares fuertemente contrastados, la línea somática y la

germinal. Durante el desarrollo se daba un reparto inequitativo o desigual de la sustancia

hereditaria, a medida que las células se diferenciaban somáticamente, perdían

determinantes. Las células germinales contenían todos los determinantes mientras que las

diferenciadas sólo contenían algunos. Es decir que la célula germinal poseía en su núcleo la

sustancia hereditaria con todos los “Ides”, mientras que las células somáticas diferenciadas,

solo contenían algunos. Esta interpretación, lo hizo creer que estaba a pocos pasos de

entender los procesos de la herencia y lo llevó a rechazar con vehemencia el postulado de

Lamarck y Darwin sobre la herencia de los caracteres adquiridos.

Figura 15. Continuidad del plasma germinal de acuerdo a Weismann. Las células somáticas (circulos llenos

de diversas maneras) surgen por mitosis y las germinales (circulos llenos negros) por meiosis. Según esta

visión no hay heredabilidad de las variaciones que surgen en células somáticas (circulos abiertos). Diagrama

modificado de G.G. Simpson y citado por Buss (1987, p.14).

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La transmisión de características hereditarias se debía a la continuidad del plasma o

sustancia de las células germinales. Si esta sustancia se había mantenido en perpetua

continuidad desde el origen de la vida, y si los cambios en el somatoplasma o sustancia del

cuerpo estaban precedidos por cambios en el plasma germinal, podríamos entender los

principios de la herencia. Sin embargo, el argumento de Weismann dejaba sin explicar el

origen de la sustancia germinal y se vio obligado a remitirlo al origen mismo de la vida, lo

cual quería decir que todo el potencial evolutivo de la historia de la vida ya estaba de

alguna manera contenido o preformado en el primer ser vivo. La evolución sería un proceso

de desarrollo que partió de seres unicelulares totipotentes que dieron lugar, por

diferenciación, a las distintas formas de vida, que han perdido la totipotencia del plasma

germinal inicial.

El origen de los contenidos hereditarios de cada individuo habría que buscarlo en los

organismos unicelulares, puesto que en ellos no ocurre la diferencia entre células

germinales y corporales. Estos organismos se reproducen por división celular y, en caso de

ser modificados por influencias ambientales, su modo de reproducción permite la

transmisión de la característica adquirida a la descendencia. Si un protozoario que luchaba

contra las corrientes de agua adquiría un protoplasma más resistente, dicha característica se

continuaba en la descendencia. En otras palabras las modificaciones que surgen en el curso

de la vida, debían necesariamente transmitirse a la descendencia de un individuo unicelular.

En este mismo sentido sus investigaciones sobre el desarrollo y la determinación celular en

las hidras lo llevaron a reconocer que en las plantas y la mayoría de invertebrados no tiene

lugar una separación entre células germinales y somáticas, sino que a partir de tejidos

indiferenciados en momentos tardíos del ciclo de vida podían producirse tanto células

germinales como somáticas. En otras palabras no siempre se daba una determinación

temprana de las células germinales y en consecuencia abandonó su creencia irrestricta en la

continuidad del plasma germinal. De este modo, se vio obligado a reformular su teoría,

lanzando la hipótesis de que lo que permanecía intacto durante el desarrollo embrionario

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hasta el momento en que se formaban las células germinales, se restringía a una pequeña

porción del núcleo.

Winther (2001) considera que Weismann, no creía que la barrera que lleva su nombre fuera

una condición general aplicable a todos los seres vivos. Este autor considera que se ha

divulgado una interpretación sesgada de su punto de vista, olvidando que para el caso de

organismos unicelulares y numerosos grupos de multicelulares donde las células germinales

no están predeterminadas sino que son producto de una diferenciación celular, sí era posible

la transmisión hereditaria de los caracteres adquiridos.

Posteriormente Hans Driesch cuestionó la hipótesis sobre la división inequitativa de la

sustancia hereditaria a lo largo de las divisiones y diferenciación celular. Weissman

proponía que a partir de la primera segmentación del zigoto se producían dos blastómeros

cada uno de los cuales llevaba la mitad de la información necesaria para producir el

embrión completo del erizo de mar. Driesch (1891), demostró que cada uno de estos

blastómeros una vez separados pueden reproducir el embrión completo. Incluso logró

obtener embriones completos a partir de blastómeros después de la 8 y 16 división

celulares. Estos resultados eran evidencia de que en las divisiones tempranas del zigoto las

células que se producen contenían completo el material hereditario y por tanto, no había

lugar a la división inequitativa.

La distinción de Weismann, aunque derivada de la idea incorrecta acerca de la división

inequitativa del material hereditario, dio paso a la distinción entre genotipo y fenotipo

elaborada por Johannsen en 1909 quien tuvo en cuenta dos factores, primero el

redescubrimiento de los factores hereditarios de Mendel, y segundo, la observación de que

las poblaciones se caracterizan por distribución de los rasgos alrededor de valores

promedios o “típicos”. Acuñó el término fenotipo para referirse al valor tipo o promedio

estadístico, correspondiente a las propiedades perceptibles en la vida del individuo. El

fenotipo (apariencia tipo), estaría determinado por una combinación muy complicada de

elementos constitutivos heredados y las influencias ambientales. El genotipo (tipo

constitucional) sería la contrapartida de fenotipo (apariencia tipo).

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A los factores hereditarios los denominó genes, por abreviación de la expresión pangenes

empleada por Darwin (ver 4.5). Sin embargo Johannsen (1911) fue muy cauteloso y no se

atrevió a darle a estos factores una interpretación atomista coincidente con una estructura

morfológica, en el sentido de las gémulas de Darwin, las moléculas bióforas y los

determinantes de Weismann, sino que los interpretó inicialmente como una unidad de

cálculo. Incluso comparó la creencia en la materialidad de los genes con la creencia de que

había caballos escondidos dentro de las locomotoras de los trenes. La razón por la cual

rehusaba dar a los genes un carácter material atómico se debe a que al organismo hay que

considerarlo como una totalidad o sistema completo, y por tanto el fenotipo no podía ser la

suma de caracteres genéticos simples. En consecuencia, la herencia no se refiere a la

transmisión de caracteres, sino al potencial o disposición para desarrollar los caracteres.

“Genotype is the organism’s inherited potential (the ability to develop various characters), while

phenotype is the actualization of this potential in a particular environment” … “The personal qualities

of any individual organism do not at all cause the qualities of its offspring; but the qualities of both

ancestor and descendants are in quite the same manner determined by the nature of the sexual

substances- i.e. the gametes- from which they have developed. Personal qualities are then the reactions

of the gametes joining to form a zygote; but the nature of the gametes is not determined by the personal

qualities of the parents or ancestors in question” (Johannsen 1911).

El gen es una unidad de información heredada sobre la posibilidad de desarrollar un

carácter fenotípico específico. Esta información se puede usar de muchas maneras

dependiendo de las interacciones con el medio ambiente, sin que por ello se afecte la

estabilidad de los genes.

4.7 La distinción genotipo fenotipo y el mecanicismo

Aunque suene extraño, vale la pena discutir si algo equivalente a la distinción entre

genotipo y fenotipo tiene lugar en la mecánica. Para Rosen (2000) la relación entre la masa

gravitatoria, referida a una partícula en cuanto genera una fuerza que actúa sobre otras

partículas, y la masa inercial, referida a cómo la partícula responde a las fuerzas que actúan

sobre ella, es circular y autorreferente. Cuando Newton explicó las leyes del movimiento en

términos de masa inercial, rehusó explicar cómo se ejercen las fuerzas, instaurando una

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linealidad en el pensamiento que impedía superar la dualidad “masa gravitatoria – masa

inercial” (ver 2.2).

La mecánica descansa sobre dos pilares: 1. Las leyes del movimiento que explican como

una partícula, dotada de masa inercial, responde a una fuerza que actúa sobre ella. 2. La ley

de gravitación universal que explica cómo la misma partícula, dotada de masa gravitatoria,

ejerce su fuerza sobre otras partículas. Pero a partir de las leyes del movimiento no se

puede deducir la ley de gravitación universal, y viceversa, es decir que la mecánica

funciona como si la una no tuviera nada que ver con la otra, puesto que se instauró un

razonamiento lineal en el que las fuerzas actúan como la causa eficiente de los estados

asumidos por las particulas. Al centrar la teoría newtoniana del movimiento en una masa

inercial susceptible de sufrir la acción de fuerzas externas, los físicos comenzaron a

explicar el movimiento sin decir nada acerca de la naturaleza del principio de acción o

fuerza que induce la dinámica del universo (ver 2.2.2).

Igualmente, la genética adoptó este tipo de razonamiento. Para Mendel el organismo se

descomponía en una suma de características fenotípicas observables. El fenotipo, o

conjunto de rasgos fenotípicos constituían la apariencia externa de los organismos, y podían

ser medidos y comparados experimentalmente entre padres e hijos de un modo sistemático.

La genética parte del principio mecánico según el cual si los rasgos o comportamientos

difieren es porque alguna “fuerza” debía estar actuando, y esta “fuerza” se reconocía por la

manera como cambiaba el comportamiento del cuerpo sobre el que actúa. El merito de

Mendel consistió en considerar los fenotipos como comportamientos generados por

“fuerzas”, y los “factores hereditarios” como los agentes que la ejercen (Rosen 2000).

El concepto original de “factor hereditario” que dio lugar al concepto de gen está asociado

a una acción sobre el fenotipo. Mendel propuso medir la manera como el fenotipo se

modifica por la acción ejercida por el genotipo, por medio de la escogencia de un fenotipo

silvestre como estándar de comparación con fenotipos que diferían de él en únicamente un

alelo. Por consiguiente, la variación fenotípica dependería exclusivamente de la acción

ejercida por el “factor hereditario” y no del medio ambiente.

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Desde entonces, en biología, los genotipos corresponden a una combinación ambigua de

causas eficientes y formales que imprimían la forma de los organismos (fenotipos). La

fuerza definía el comportamiento observado, y el comportamiento observado se explicaba

por la fuerza. El éxito incuestionable de la genética fue postular que la fuerza podía

identificarse con algo material dotado de inercia, es decir, un gen, o mejor aún, una

molécula. De este modo se abrió la puerta a un razonamiento circular, puesto que el

fenotipo (masa inercial) se explicaría por la acción del genotipo (fuerza de gravitación), y la

fuerza se explicaría como un efecto producido por un gene o “cosa” dotada de masa

inercial. Por esta razón a principios del siglo XX los mecanicistas rechazaron la existencia

del gen porque les parecía inconcebible que una fuerza (o principio de acción) pudiera

cosificarse como un objeto material (Olby, 1994).

El mecanicismo eliminó la circularidad cuando Newton centró su investigación en cómo se

comportan los sistemas sometidos a la acción de tales fuerzas. No importaba qué cosa fuera

la fuerza en cuanto tal, puesto que era suficiente con que se manifestaran como una

magnitud medible. Para Newton las fuerzas no poseían una inercia inherente a ellas, y eran

por tanto independientes de los estados o fases del sistema sobre el que actuaban. En

consecuencia, tanto los parámetros que caracterizan a las fuerzas, como los que caracterizan

los estados del sistema son independientes de su contexto. La partícula clásica es inerte en

el sentido que no se empuja a sí misma cuando está sola, pero al adicionar otras partículas,

empuja a otras que pueden empujarla. En este último caso tenemos el circuito

autorreferente que Newton evadió.

Esta independencia de contexto se convirtió en el baluarte último de la objetividad. En este

problema específico la historia tuvo que esperar aproximadamente doscientos años hasta

que Einstein se pronunció a favor de la equivalencia entre las masas inerciales y

gravitacionales. Cuando la partícula se colocó dentro de un sistema de partículas, la fuerza

se entendió como consecuencia de la gravitación ejercida por las otras partículas. Es decir,

la fuerza que actuaba sobre una partícula estaba influenciada por ella misma, puesto que la

partícula estaba ubicada dentro del campo de fuerzas que ella misma contribuyó a generar.

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Eugenio Andrade

Para resumir, recordemos que el mecanicismo asumió la existencia de una materia inerte

como componente atómico fundamental de la realidad. Inerte, significa que la materia

permanece en reposo o en movimiento uniforme a menos que sea sometida a la acción de

fuerzas externas cuya naturaleza queda sin explicar. Por tanto, las entidades fundamentales

fueron pensadas como atómicas o carentes de estructura interna y sus propiedades reducidas a

tamaño, volumen, y masa inercial. De esta manera se logró satisfacer el requerimiento de

consistencia lógica que permite la formalización matemática (ver 2.2.2). La formalización

solamente requería de la identificación de estas unidades atómicas y que sus reglas de

interacción se definieran como consecuencia de la acción de las fuerzas.

Irónicamente, cuando el mecanicismo se decidió a aceptar la existencia de los genes

enfatizó su existencia material (masa inercial), pero pasó a considerar, entonces, su modo

de operación como algo “misterioso”, dejando nuevamente sin explicación la naturaleza de

la fuerza. Las moléculas bioforas de Weissman constitutivas de los “determinates” debían

ser responsables de imprimir la forma, o mejor, el conjunto de los rasgos propios de su

forma diferenciada. Estos “factores hereditarios” poseían una naturaleza química, y

actuaban libres de contexto sin influencia de las condiciones del medio. De esta manera se

consolidó la distinción entre “plasma germinal” y “soma”. Entre los dos se erigió una

barrera según la cual el plasma germinal (genotipo) imprime la forma al soma (fenotipo),

pero este último no puede afectar en nada al primero. Peter Bowler (1985) afirmó que esta

formulación se aceptó a pesar de la insuficiente base empírica que la sustentaba, puesto que

obedeció al interés de eliminar la propuesta de los neolamarckistas, quienes a fines del siglo

XIX, dominaban el escenario de la biología.

Mendel postuló la existencia de “factores hereditarios” como una exigencia racional aunque

su modo de acción estuviera más allá de toda explicación. A finales del siglo XIX se

sospechó que su modo de acción era puramente químico o enzimático. Los genes serían

catalizadores moleculares que al actuar sobre otras moléculas permitían la aparición de las

características fenotípicas. Pero las dinámicas auto-catalíticas cuestionaban el razonamiento

lineal, puesto que se cierran en un circuito que elimina la necesidad a una regresión infinita

de causas eficientes que actúan desde afuera.

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“Driesch argues that to explain the reproduction of a nuclear “machine” which determines

development, we must postulate another machine to carry out the operation, and so on ad infinitum.

The nature of the autocatalytic process, however, shows that this conclusion is in error, since pure

autocatalysis would tend to bring about an exact qualitative reproduction of any given plane or linear

mosaic of specific units”, (Troland, 1917) (Citado por Olby, 1994).

4.8 El darwinismo como imagen de la sociedad industrial

Las concepciones científicas sobre la naturaleza y la sociedad, se han venido desarrollando en

un proceso de interacciones mutuas donde los modelos o modos de ver, propuestos por una

disciplina han influido sobre otras, haciendo difícil descifrar, cuál ciencia impuso su punto de

vista sobre la otra. No ha sido tanto la influencia del pensamiento económico sobre el

biológico y viceversa, sino el hecho de que tanto las ciencias físicas, como las biológicas y

económicas constituyen diferenciaciones a partir del mismo Bauplan conceptual, el sistema

newtoniano. Es decir sus similitudes se deben al hecho de compartir un ancestro conceptual

común. Por otra parte ambas, la creación científica natural y social, fueron moldeadas por un

tipo de percepción acorde con la experiencia cotidiana en la vida de los hombres en sus

relaciones sociales y su relación con el entorno. En este sentido las similitudes obedecen a la

transferencia en doble via de metáforas y al hecho de coexistir en un mismo entorno cultural.

Tanto el darwinismo como la economía clásica, surgieron como producto de los cambios

políticos y económicos que impuso la revolución burguesa e industrial, que generó un terreno

fértil para la adopción incuestionada de la concepción mecanicista. Por tanto, la

transdisciplinariedad permea todos los ámbitos del conocimiento, es decir que la íntima

conexión de los procesos a diferentes niveles entre lo natural, lo vivo y lo social, hizo que se

adoptaran modelos desarrollados en una disciplina para aplicarlos en otra. La cultura como tal,

y el hombre social como sujeto de los sistemas de representaciones que la cultura va

produciendo y validando, ha tejido y sigue tejiendo una trama transdisciplinaria, a la vez que

conscientemente, ha propugnado por una creciente diversificación y especialización de las

ciencias. No podía ocurrir de otro modo, puesto que el sujeto de la actividad científica

(clasifíquese como natural o social) es el mismo: el hombre social.

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Igualmente, las diferentes percepciones y representaciones que surgieron en el entorno

rápidamente cambiante de la revolución industrial, fueron las que validaron aquellas

cosmovisiones que mejor se adaptaban. De esta manera, podemos ver que el darwinismo

contiene el principio explicativo de su propio éxito. Como señalara John Greene (1961) la idea

de crear una ciencia social aplicando los métodos de la ciencia natural al estudio del hombre y

la sociedad es casi tan antigua como la misma ciencia moderna.

Por otra parte, Malthus (1766-1834) había mostrado con cifras, que el crecimiento de la

población respondía a una progresión geométrica, mientras que el incremento de los medios

de subsistencia ocurría en progresión aritmética, de modo que a pesar de estar pasando

Inglaterra por una época de acumulación de riqueza sin precedentes, los índices de pobreza

en ciudades como Londres alcanzaban niveles escandalosos. La falta de correspondencia

que existe entre la cantidad de recursos para subsistir, y el número de habitantes, se ha de

regular de manera natural, por medio de guerras, epidemias y otros procedimientos que

contribuyan a reducir la población. De ahí la idea de que, el más apto en la lucha y

competencia por los recursos es el que sobrevive. La selección natural equivaldría a la

presión poblacional generada por la escasez que necesariamente elimina a unos y deja

sobrevivir a otros, es decir, a los que diversifican sus actividades y logran desplazar a sus

competidores, para dejar más descendencia.

Por esta razón autores como Bertrand Russell (1935) han afirmado que el darwinismo

extendió la doctrina del laissez faire- laissez passer a la naturaleza justificando así el orden

social existente. Además Barry Gale (1972) John Greene (1961) y William Irvine (1982), han

mostrado como el pensamiento de Darwin se estructuró de acuerdo con el sistema de valores

propio de la Inglaterra victoriana y de la revolución industrial. El desarrollo de la ganadería y

la agricultura, llevó a un uso generalizado de las técnicas de cruzamiento y selección artificial

de animales domésticos y plantas. Darwin, escribió en el "Origen de las Especies" que este

fenómeno debería de dar la clave para entender como operó la naturaleza, para producir las

diferentes especies. Darwin observó que el cruzamiento artificial generaba una gran variedad

intraespecífica; que ciertas variantes son más útiles que otras, y por tanto preservadas por sus

productores, y que las variantes menos útiles no eran preservadas de modo que sus

características no pasan a la descendencia.

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La descripción de la naturaleza, que Darwin hizo refiriéndose a las Galápagos, se asemeja

según Barry Gale (1972) a la descripción de la Inglaterra victoriana donde la vida social estaba

marcada por la concentración de población en zonas urbanas, la competencia, el conflicto, la

lucha, la guerra y la destrucción. Darwin percibió a Inglaterra y a las Galápagos desde una

misma óptica malthusiana que le permitió unificar la interpretación de estas dos experiencias.

Propuso que todos los seres orgánicos luchaban por ganarse algún lugar en la economía de la

naturaleza. Cuando había muchos organismos compitiendo por pocos recursos, se creaba una

situación conflictiva que sólo se resolvía por medio de una encarnizada competencia por el

nicho existente, o emigrando en búsqueda de nichos todavía no ocupados, donde existían

posibilidades no explotadas que podrían satisfacer sus necesidades. De hecho, cientos de miles

de ingleses, contemporáneos de Darwin, debieron abandonar las islas británicas en busca de

nuevas oportunidades en las colonias de Australia y Nueva Zelanda que ofrecían nichos

económicos listos para ser ocupados.

Son varios los puntos de influencia recíproca entre las ciencias naturales y sociales. La

convicción de que el cambio gradual y continuo conducía necesariamente al cambio

revolucionario, fue compartida por diversos autores marxistas del siglo XIX para quienes la

evolución social se dirigía hacia el estado de equilibrio de la sociedad sin clases y tensiones,

que marcaría el último estadio de la evolución humana. Igualmente, Darwin postulaba que la

eliminación gradual y lenta de los menos adaptados permitía el progreso de la evolución

biológica. De ahí que el cambio gradual se considerara como el único compatible con una

descripción científica. La idea de selección natural le permitió a Darwin explicar como en las

cercanías de un estado de equilibrio entre la población y los recursos, se daba un proceso de

cambio gradual eliminando las variantes menos aptas.

La contrapartida del gradualismo, el cambio rápido o repentino se consideró como una

reminiscencia de las concepciones catastrofistas y creacionistas que en su momento se

opusieron al pensamiento evolutivo y por lo tanto se rechazaron como hipótesis. Darwin (por

contraposición a Marx en lo social), no aceptó que existieran procesos de cambio rápido o

revoluciones; más aún sostenía que su teoría se vería seriamente cuestionada si alguien pudiera

demostrar que el cambio no procedía gradualmente, sino abruptamente por saltos o

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emergencias repentinas. Anotemos que la discontinuidad del registro fósil no confirmó su

predicción.

Al seleccionarse poco a poco las variantes más adaptadas a un determinado entorno, se va

eliminando la tensión entre el organismo y el entorno, alcanzándose un estado cercano al

equilibrio que solamente podría ser perturbado por cambios del medio. Al cambiar este, las

especies menos adaptadas a las nuevas circunstancias irían desapareciendo dejando a su paso a

las más adaptadas que darían lugar a un nuevo estado de “equilibrio”. La tesis de Darwin

representó un acomodamiento de las propuestas evolucionistas a los presupuestos

mecanicistas. La selección natural regulaba la evolución gradual de la vida hacia estados de

mayor adaptación o equilibrio al medio ambiente. A partir del darwinismo, la idea de un

universo mecánico comenzó a dar cabida a una teoría afín sobre el origen y desarrollo de las

especies, y a la concepción del desarrollo socioeconómico como un movimiento lento y

gradual que inexorablemente progresaba hacia un equilibrio.

La visión mecánica de la vida expresaba el espíritu de la era industrial. La vida no fue creada

como un “todo” al modo de una obra artesanal, sino por pasos a partir de sus piezas

fundamentales, ensambladas gradualmente como en una cadena de montaje industrial. Los

animales y las plantas, al igual que una máquina serían meros conglomerados de partículas

incapaces de sentir, sin propósito alguno o inteligencia. La evolución no sería sino el proceso

de ajuste y afinamiento de cada una de sus partes para optimizar una función. Es innegable

que el darwinismo estuvo influenciado por las transformaciones sociales generadas por la

revolución industrial, como la tecnificación de la agricultura y la ganadería, el

desplazamiento de la mano de obra a la ciudad, el crecimiento de la población, la división

del trabajo en la industria, el crecimiento en la oferta de bienes y servicios y el

colonialismo.

Darwin creía, honestamente, que sus formulaciones eran un descubrimiento de los

mecanismos evolutivos de la naturaleza, y que su descripción era una aproximación objetiva o

independiente del observador. El gran mérito de Darwin fue haberse percatado de la

pertinencia de la analogía entre lo económico, y lo biológico, y el haber encontrado en

Malthus la respuesta a un problema que había venido trabajando con empeño. Solamente a

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una mente dedicada a la solución de unos interrogantes bien delimitados, y dedicada a la

recolección asidua de datos y observaciones, se le ocurren respuestas que aunque vengan por

elaboraciones externas a su disciplina, resultan ser enormemente fructíferas por su alto poder

explicativo e interpretativo. Darwin proporcionó un bello ejemplo de abducción peirciana.

Al referirse Darwin a la expresión "lucha por la existencia", escribió:

“I should premise that I use the term Struggle for Existence in a large and metaphorical sense, including

dependence of one being with another, and including (which is more important) not only the life of the

individual, but success in leaving progeny”, (Darwin [1859], 1997 p. 66)

El poder explicativo de la teoría de la selección natural, es el legado más importante de

Darwin a la cultura humana, idea que ha tenido una fecundidad imprevista por él mismo, ya

que esta abierta a otro tipo de interpretaciones no sólo mecánicas, sino mecánico estadísticas

(ver cap. 5) y más recientemente semióticas (ver cap. 7). Darwin no era consciente de cómo el

medio ambiente sociocultural selecciona los marcos interpretativos, y define los puntos de

referencia necesarios para organizar los datos y observaciones que la experiencia suministra.

El presupuesto de la objetividad en la observación estaba tan fuertemente arraigado en el siglo

XIX, y gran parte del XX que sería estúpido subvalorar su obra por compartir este criterio. Era

inevitable que viera la naturaleza a través de la óptica propia de la era victoriana y que

considerara esta visión como objetiva. Este hecho por sí mismo no valida ni anula su

propuesta; sin embargo, la comprensión del medio socio-cultural en que nació y se desarrolló

el darwinismo, es fundamental para entender los sesgos, los énfasis, y las generalizaciones

indebidas a que ha dado lugar en algunas ocasiones.

La idea de una naturaleza viviente en permanente lucha y competencia, fue la más adecuada

en una época en que la agudización de los conflictos sociales no logró opacar los ideales de

progreso, de desarrollo y mejoramiento social que deberían marcar el camino inevitable de la

evolución social. Igualmente, la idea de un universo mecánico, era la más adaptada para una

época en que la humanidad estaba dedicada a transformar su base productiva a través de la

invención, el diseño y puesta en funcionamiento de máquinas cada vez más eficientes. No

podemos ignorar que el pensamiento de Darwin contribuyó a justificar la ideología del orden

social capitalista y evidenció su compatibilidad con otras ideologías que compartían de una u

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otra forma el ideal del progreso y de la industrialización, dentro de un rígido esquema

gradualista y lineal. Marx decía que la obra de Darwin proporcionaba un soporte natural y

científico a la lucha de clases a lo largo de la historia. En el mismo sentido, para Marx, a partir

de Darwin las ciencias naturales habían dado un gran avance al introducir el método histórico

en su indagación. El marxismo, como ideología propia del siglo XIX comparte algunos de los

presupuestos fundamentales del darwinismo y del mecanicismo. El mito del progreso, está

fuertemente arraigado en sus elaboraciones, a la vez que sobredimensiona el papel de lo

económico en lo social y lo cultural. No obstante, Marx no adoptó el presupuesto del

observador externo, insistiendo con frecuencia en su papel participativo al afirmar que su

análisis social estaba asociado indisolublemente a la crítica social.

El mecanismo evolutivo por selección natural, no ha estado libre de sospechas en la medida

que se deriva de la teoría económica capitalista. Las analogías económicas son bienvenidas

en la ciencia, pero que, justamente la acertada sea la que corresponde al sistema capitalista

que lleva aplicándose aproximadamente 400 años en gran parte de Europa y América de

Norte, dejando de lado otros modelos económicos que han existido por más tiempo y en

regiones más amplias del planeta, deja mucho que pensar. Existe una interpretación sesgada

que no se le concede suficiente importancia a los modelos económicos basados en la

cooperación, la simbiosis, el mutualismo etc. al subrayar que la fuerza que dirige la

economía es el egoísmo, o tendencia individual a maximizar la ganancia. ¿No existen acaso

sociedades en que el sentimiento de pertenencia al grupo es más fuerte que el de autonomía

individual? Lo que se cuestiona en este caso no el darwinismo, sino una interpretación

manipulada y acomodaticia que se utiliza como justificación ideológica de la sociedad

capitalista que se mueve por los valores de la ganancia a corto plazo, lucha, oportunismo,

conveniencia y competencia. La justificación ideológica parece ser suficiente, pues una

teoría que ve en la competencia el origen de las formas de vida es sin duda la más adecuada

para un mundo acosado por la sobrepoblación.

Pero que el darwinismo presente una perspectiva congruente con el capitalismo, no

necesariamente implica que sea un sistema erróneo. Los énfasis exagerados en la

supervivencia por competencia y no por estrategias mutualistas, constituyen una mala

interpretación del darwinismo y no pueden tomarse como prueba de error en la teoría. Pero

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cualquier crítica al darwinismo como cuerpo teórico debe ser bienvenida puesto que esto

dinamiza el proceso de la ciencia. Pero las críticas al darwinismo en nada cuestionan el

hecho evolutivo y por tanto no deben considerarse como una concesión al creacionismo,

sino todo lo contrario un estímulo hacia la búsqueda de interpretaciones más amplías y

profundas del fenómeno de la evolución de las formas de vida. La interpretación semiótica

de la evolución (ver capítulo 7) no sólo integra los elementos típicamente darwinianos de

variación, herencia y selección, sino que coloca el fenómeno de la comunicación como

fundamento de la simbiosis, la cooperación y la ayuda mutua, cuando la supervivencia

individual depende de la del grupo social.

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