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REVISTA DE ESPIRITUALIDAD 75 (2016), 547-577 - ISSN: 0034 - 8147 El Instituto de Notre Dame de Vie y su desarrollo Mª TERESA MARTÍN SANZ RESUMEN: Nunca llegaríamos a saber quién es el P. María Eugenio sin cono- cer su gran obra: El Instituto Notre Dame de Vie. Este es el objetivo de este trabajo, dividido en cuatro partes. Origen del Instituto, sin duda un proyecto de Dios. Tanto en su surgir como en sus primeros pasos es fundamental su arraigo en el Carmelo a través del P. M. Eugenio. Necesitamos también cono- cer las primeras etapas en su crecimiento, que en nuestro caso pronto darán lugar a un amplio momento de expansión. Se reconoce oficialmente para con- cluir con la presentación en este trabajo con la actualidad de esta obra y sus perspectivas de futuro. PALABRAS CLAVE: Instituto Notre Dame de Vie. Ramas del Instituto, laico, comunión The Institute of Vie's Notre Dame and his development SUMMARY: It is imposible to understand who Father Marie Eugene was without a familiarity with the great work of his life: the Institute of Notre Dame de Vie, which is the topic of this article. It is important to understand the first phases of its development, which then led to a long period of expansion. The study concludes with a description of the Institute as it stands today, as well as the outlook for its future development. KEY WORDS: Institute of Notre Dame de Vie, branches of the Institute, lay, communion.

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REVISTA DE ESPIRITUALIDAD 75 (2016), 547-577 - ISSN: 0034 - 8147

El Instituto de Notre Dame de Vie y su desarrollo Mª TERESA MARTÍN SANZ

RESUMEN: Nunca llegaríamos a saber quién es el P. María Eugenio sin cono-cer su gran obra: El Instituto Notre Dame de Vie. Este es el objetivo de este trabajo, dividido en cuatro partes. Origen del Instituto, sin duda un proyecto de Dios. Tanto en su surgir como en sus primeros pasos es fundamental su arraigo en el Carmelo a través del P. M. Eugenio. Necesitamos también cono-cer las primeras etapas en su crecimiento, que en nuestro caso pronto darán lugar a un amplio momento de expansión. Se reconoce oficialmente para con-cluir con la presentación en este trabajo con la actualidad de esta obra y sus perspectivas de futuro.

PALABRAS CLAVE: Instituto Notre Dame de Vie. Ramas del Instituto, laico, comunión

The Institute of Vie's Notre Dame and his development

SUMMARY: It is imposible to understand who Father Marie Eugene was

without a familiarity with the great work of his life: the Institute of Notre Dame de Vie, which is the topic of this article. It is important to understand the first phases of its development, which then led to a long period of expansion. The study concludes with a description of the Institute as it stands today, as well as the outlook for its future development.

KEY WORDS: Institute of Notre Dame de Vie, branches of the Institute, lay, communion.

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I. AL ORIGEN DEL INSTITUTO: UN PROYECTO DE DIOS. PRIMEROS AÑOS DE LA FUNDACIÓN (1932-1937)

El Instituto de Notre Dame de Vie comenzó su andadura en 1932.

Muy modestamente en sus inicios: en 1937, sólo contaba 13 personas.

Nació del encuentro entre el P. María-Eugenio del Niño Jesús, ocd, y tres jóvenes directoras que habían abierto en Marsella una ins-titución de enseñanza, el Cours Notre Dame de France, el primero que en esa ciudad ofreció a las alumnas la posibilidad de cursar estu-dios de Bachillerato. Las tres directoras, con fuertes inquietudes espi-rituales, buscaban cómo orientar su vida.

Cuando el 20 de mayo de 1929, lunes de Pentecostés, se encontra-ron por primera vez en el convento de Tarascon (Le Petit Castelet), todo fue casi banal, nada permitía augurar la importancia de ese en-cuentro. Pero, con el paso del tiempo y a la luz de los acon-tecimientos que siguieron, comprendieron que Dios lo había condu-cido todo, haciéndoles instrumentos de un proyecto suyo.

El Padre María-Eugenio lo repetía con frecuencia, sobre todo en los últimos años de su vida, con la certeza que le dio la confirmación recibida de la Iglesia (en 1962, el Instituto fue reconocido de derecho pontificio). En los retiros anuales que predicó entonces a la comuni-dad, presentaba a la luz de la fe “la génesis del Instituto”, poniendo de relieve la obra de Dios y estimulando la colaboración de los miem-bros para realizar ese proyecto divino que sigue desplegándose en el tiempo.

“Hay en el desarrollo del Instituto, podríamos decir, una historia escondida. Cuando el proyecto de Dios quiere realizarse, se expresa por una acción íntima en las almas, que a veces se manifiesta más tarde, y al mismo tiempo por una acción exterior”. Así expresaba a su manera1 la misma experiencia que cuentan los Hechos de los Após-toles al evocar el nacimiento de las primeras Iglesias o santa Teresa al relatar las fundaciones: cuando Dios irrumpe en la historia, tiene una manera de proceder que le caracteriza. El Padre María-Eugenio con-tinúa:

1 1ª conferencia del Retiro de 1964. 

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“Aquí encontramos algo semejante. Lo vemos sobre todo al prin-cipio: las preparaciones providenciales de Dios estaban orientadas hacia este Instituto, Dios movía a almas que estaban preparadas, que tenían inquietudes, y al mismo tiempo Dios preparaba esta casa de Notre Dame de Vie”2.

Veamos a qué se refiere concretamente.

1 Preparación de los instrumentos

La preparación interior del P. María-Eugenio comenzó durante su noviciado en el Carmelo de Avon-Fontainebleau (1922-1924), donde ingresó poco después de haber sido ordenado sacerdote. Se entregó completamente a Dios y, de alguna manera, Dios hizo entrever al ar-diente novicio que le esperaba una misión, sin más precisiones. Com-prendió también que la espiritualidad del Carmelo estaba orientada hacia la vida, que es una doctrina práctica. Siempre se moverá en esa línea.

Poco a poco, los acontecimientos le fueron dando luz. El proyecto de Dios se tradujo en él como un gran deseo de transmitir la enseñan-za de los santos del Carmelo3. Encargado en 1925 de la revista Car-mel, se dio cuenta de que los religiosos no podían difundir esa doctri-na sin tener “ayudas”, por el impacto reducido que iban teniendo en una sociedad cada vez más secularizada.

Esos mismos años, una nueva estrella surge en el cielo carmelita-no: Teresita de Lisieux, beatificada en 1923 y canonizada en 1925. Desde su adolescencia, el P. María-Eugenio sintió por ella una autén-tica veneración. Ya carmelita, hizo gracias a ella “un descubrimiento luminoso” que orientó su vida personal y el acompañamiento espiri-tual que prodigó a laicos y carmelitas: el camino de las mortifi-caciones extraordinarias no es el que verdaderamente le agrada a Dios; puede esconder además cierto orgullo. Lo que le agrada a Dios es que aceptemos y amemos nuestra pobreza con una gran confianza en él, y que guardemos nuestras fuerzas para cumplir su voluntad.

2 Ibid. 3 Este gran deseo nos recuerda el de la Santa: “Muchas veces me parecía

como quien tiene un gran tesoro guardado y desea que todos gocen de él y le atan las manos para distribuirle” (F 1,6). 

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Al preparar esos años sus predicaciones sobre Teresita, profundiza enormemente su enseñanza y ve en ella como un ‘aggiornamento’ providencial del carisma carmelitano, que consiste en definitiva en “vivir de amor”.

Y -otra luz interior importante- presiente que su misión está vin-culada con la de ella. Más adelante dirá que el Instituto es fruto de la oración de Teresita: “¿Por qué estos deseos, Jesús, de comunicar los secretos de tu amor? ¿No fuiste tú, y sólo tú, el que me los enseñó a mí? ¿Y no puedes entonces revelárselos también a otros? Sí, lo sé, y te conjuro a que lo hagas. Te suplico que hagas descender tu mirada divina sobre un gran número de almas pequeñas… ¡Te suplico que escojas una legión de pequeñas víctimas dignas de tu AMOR…!”4. La misión del Instituto es ésa: recibir el Amor de Dios, amarlo y hacer que muchos lo amen.

En 1926 y 1927, el Padre María-Eugenio trabaja intensamente so-bre san Juan de la Cruz, proclamado doctor de la Iglesia en 1926. Al ver en el transcurso de sus predicaciones los frutos de la enseñanza del Santo sobre le fe, su deseo de comunicar el tesoro carmelitano al mundo aumenta todavía más.

Así estaban las cosas cuando, en 1928, fue nombrado ines-peradamente superior del Petit Castelet, en Tarascon, convento que incluía un pequeño colegio para despertar vocaciones carmelitanas y que contaba entonces unos 10 alumnos.

El P. María-Eugenio no estaba muy convencido de la utilidad de esa obra, pero aceptó por obediencia y viendo en ello un pequeño signo sobrenatural: el nombramiento le había llegado el 14 de agosto, víspera de la Asunción, como un mensaje de Nuestra Señora. ¿Qué querría? Era imposible saberlo en aquel momento. Sólo después fue obvio que gracias a este cambio de misión pudo tener lugar “el en-cuentro” fundador del Instituto, por la proximidad entre Tarascon y Marsella.

Por otra parte, ¿cómo había preparado Dios a las tres directoras de Marsella, Marie Pilá, Germaine Romieu et Jeanne Grousset?

4 Ms B, 5 v. 

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Les unía una gran amistad. Profesionalmente, todo iba bien; eran auténticas educadoras y el Cours Notre Dame de France tenía cierto prestigio. No obstante, sentían como un vacío en el alma. A decir verdad, les atraía la espiritualidad carmelitana, pero no sabían muy bien qué hacer. Pidieron consejo a la priora del Carmelo de Beaune. Ésta les orientó hacia el P. María-Eugenio, a quien apreciaba mucho desde que lo conoció en 1927, cuando predicó en su carmelo el Tri-duo sobre san Juan de la Cruz.

Así fue como, el 20 de mayo de 1929, las tres amigas llamaron a la puerta del Petit Castelet.

En el primer encuentro, el Padre presintió oscuramente que esas personas tenían que ver con su misión. En cuanto a ellas, salieron im-presionadas por la austeridad del lugar, pero también por el Padre María-Eugenio. Era todavía un joven religioso, pero ya había en él como un peso de la presencia de Dios, “un no sé qué de grandeza y dignidad que causa detenimiento y respeto”, diría san Juan de la Cruz5.

Después de seis meses de silencio, la relación se reanuda. Ellas le piden que les enseñe la oración carmelitana, ofreciendo los locales del Cours Notre Dame de France, que permitirían abrir la enseñanza a un público un poco más amplio.

De momento, el Padre no accede a la petición, pero sigue acom-pañándolas en su búsqueda y, unos meses después, les propone for-mar parte de la Orden Tercera del Carmelo.

El 6 de enero de 1931 reciben el Escapulario en Le Petit Castelet. En la homilía, consciente de la calidad humana de las personas que tiene delante, el P. María-Eugenio subraya la actitud de humildad in-dispensable en el trato con el Señor. Como lo escribiría más adelante en Quiero ver a Dios, “Pastor o mago, no se puede en la tierra llegar a Dios sino arrodillándose ante la gruta de Belén y adorándole oculto en la debilidad de un niño”6.

5 CB 17, 7. 6 P. MARÍA-EUGENIO DEL NIÑO JESÚS, Quiero ver a Dios, 4ª edición,

EDE, Madrid, 2002, p.90. 

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Poco después, en 1931, comenzaron en Marsella los Cursos de oración solicitados7, a los cuales asistían junto con las tres directoras algunos amigos y conocidos, en particular los filósofos Jacques Pa-liard y Gaston Berger, que apreciaron grandemente la espiritualidad carmelitana, y Charlotte Chabaud, una persona vinculada a las tres amigas y relacionada con círculos importantes de Marsella -los jesui-tas, los filósofos citados-, que desempeñó un papel importante los primeros años de la fundación.

Y la enseñanza que recibían entró en las vidas. Un día de 1931, Marie Pilá, Germaine Romieu y Jeanne Grousset expresaron al P. María-Eugenio su deseo de entregarse completamente a la voluntad de Dios. “Díganos lo que tenemos que hacer, y lo haremos”.

Conscientes de la situación algo precaria del Petit Castelet, se ofrecieron incluso a dejar el Cours Notre Dame de France y “ayudar” a los Padres en Tarascon.

2 El ideal vislumbrado

Pero entre tanto, el concepto de las “ayudas” que el Carmelo ne-cesitaba había evolucionado en la mente del Padre María-Eugenio, sin duda bajo la acción del Espíritu. Ya no las veía solamente como asociadas a la misión del Carmelo desde fuera, por así decir; lo que necesitaban eran “instrumentos vivos, capaces de vivir la doctrina y de comunicarla”8.

El Padre les dice pues que no abandonen su trabajo de educa-doras. Porque otra característica fundamental de la futura fundación se iba imponiendo con fuerza: vivir esa doctrina supone vivir “acción y contemplación” inseparablemente. No es una vocación a la vida monástica, puesto que el lugar donde Dios les pide que trabajen es el mundo. Pero en el mundo, han de vivir una vida teologal, centrada en la unión con Dios, en la “fuente de agua viva” de la contemplación, encontrando en ella el impulso apostólico irreprimible de quienes están movidos por el Espíritu.

7 De 1931 a 1937. Esos cursos son como una primera versión de varios capítulos de Quiero ver a Dios, que el Padre María-Eugenio publicó en 1949-1951. 

8 1ª conferencia del Retiro de 1964. 

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En 1932, el 13 de marzo, Domingo de Ramos, las tres jóvenes hacen profesión en la Orden Tercera.

Poco antes había intervenido otro acontecimiento providencial. El 4 de marzo, el P. María-Eugenio recibió la notificación de su nombra-miento en Agen como maestro de novicios. Esto parecía compro-meter el futuro del grupo. ¿Sería posible continuar sin su presencia? ¿Había que abandonarlo todo? Y si no, ¿cómo continuar? 3 Una obra carmelitana

Entonces, recordó una cosa: una terciaria del Carmelo, Madame Lemaire, había ofrecido la propiedad de Notre Dame de Vie para una obra carmelitana. Los Padres pensaron que podría servir de refugio a las Madres Carmelitas de Sanlúcar, en peligro por la situación que atravesaba entonces España. Pero ellas prefirieron no venir, esperan-do que el período de relativa calma que conocían entonces se prolon-garía. Así que la propiedad no tenía destino. El Padre propuso al pe-queño grupo: “Podríamos ir a ver…”. Preguntó por carta a Madame Lemaire si estaría dispuesta a recibir un grupito carmelitano en cier-nes que necesitaba una casa de soledad para poder desarrollarse. Ella respondió que sí.

Fueron a visitar el lugar el día 14 de marzo.

¿Qué encontraron en de Notre Dame de Vie? Podemos resumirlo en tres palabras: un santuario mariano, una historia, una presencia. La historia remonta al siglo VI, cuando san Siffrein, monje de Lerins proclamado obispo de Venasque, estableció ahí un lugar de culto a la Madre de Dios. Sobrevolando los siglos, llegamos al siglo XVII en que los religiosos Mínimos de san Francisco de Paula se hicieron car-go del santuario, que desempeñaba un papel importante en la región. Después de la Revolución francesa, la propiedad pasó a manos de particulares, siendo pronto rescatada por sacerdotes locales que man-tuvieron las peregrinaciones y el culto a Notre Dame de Vie tan en-raizados en la comarca. En 1920 la propiedad pasó finalmente a ma-nos de un propietario laico, que la vendió a su vez en 1929 a Madame Lemaire. Esta última esperaba que su nieta, enferma de tuberculosis, sanaría gracias al clima benigno de la región. Pero no fue así, y al fa-

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llecer la jovencita a los 18 años, decidió donar la propiedad a los Carmelitas.

Nuestros visitantes ignoraban esa historia. Simplemente, ante la cuestión que se planteaba de cómo formar “instrumentos capaces de vivir la doctrina y de comunicarla”, al Padre María-Eugenio le pare-ció indispensable que hiciesen para empezar una experiencia profun-da de Dios. Soledad y apostolado, acción y contemplación… “En la unión con Dios, el apostolado encuentra su fuerza y su principio. Unirse a Dios es la principal preocupación del instrumento divino. Es la que el profeta Elías expresa cuando dice: ‘Vive Dios, en cuya pre-sencia estoy’ […] En el desierto, donde permanece habitualmente, El-ías espera las órdenes de Dios -[su misión]- en la dura ascesis que el silencio y la soledad imponen a las fuerzas vivas de su cuerpo y al-ma”9.

Para realizar esta experiencia indispensable, el Padre María-Eugenio les propuso: “que una de ustedes venga aquí [a Notre Dame de Vie] y después las demás sucesivamente, para prepararse a su mi-sión”10. Así lo hicieron.

Queda por contar el episodio más importante de la visita del 14 de marzo. Notre Dame de Vie, decíamos, no es sólo un lugar santo y una historia, es ante todo una presencia. Una presencia que ese día se re-veló misteriosamente y con gran fuerza al Padre María-Eugenio, mar-cando para siempre la identidad del grupo. Durante la visita, pasaron a la tribuna que abre sobre la capilla, en particular sobre la imagen de Notre Dame de Vie. El Padre María-Eugenio se detuvo para saludar a Nuestra Señora y orar un momento.

¿Qué ocurrió entonces? Nunca lo dijo. Las acompañantes obser-varon su recogimiento impresionante y como una atracción hacia la Virgen que, a decir de una de ellas, lo levantó un instante del suelo.

Sin duda fue una gracia muy grande. Podemos comprenderlo por los efectos: el Padre María-Eugenio siempre dijo que Notre Dame de

9 Texto del P. MARÍA-EUGENIO DEL NIÑO JESÚS en su artículo “San Elías,

patriarca del Carmelo”, revista Carmel, julio de 1927. 10 Lo cuenta en la 1ª conferencia del retiro de 1964. 

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Vie era la verdadera fundadora del Instituto11; en las homilías de las fiestas de la Virgen repetía una y otra vez su convicción de la fecun-didad inagotable de María, madre de la Vida de la Iglesia; y formó a los miembros del Instituto haciéndoles ver que su misión era prolon-gar la maternidad de María, dar Dios al mundo.

Poco después, el 1º de mayo de 1932, el arzobispo de Aviñón, Monseñor de Llobet, vino a confirmar a los niños de Venasque, el pueblecito vecino. El Padre María-Eugenio, fiel a otro rasgo de la gracia teresiana, nunca quiso hacer nada sin la aprobación de la Igle-sia. La ceremonia de confirmación era una buena ocasión para hablar del proyecto al obispo y someterlo a su aprobación. Monseñor de Llobet era un hombre muy conservador… ¿cómo reaccionaría? “Nuestras ideas eran todavía muy imprecisas, aunque firmes en lo esencial -relata el Padre María-Eugenio-. Queríamos organizar “al-go”, “algo” cuya forma exterior desconocíamos aún. Sabíamos senci-llamente que vuestras primeras madres, las directoras del Cours Notre Dame de France, querían vivir intensa y profundamente la vida car-melitana y que habían decidido, siguiendo mis consejos, continuar su apostolado en la enseñanza”12.

Después de la ceremonia de confirmación, el Arzobispo y el Padre María-Eugenio almorzaron juntos. Ante el silencio del Padre, que no sabía muy bien por dónde empezar, el Arzobispo fue el primero en sacar el tema: “Padre, quiere usted hacer algo al parecer”. Sin dejarle tiempo para contestar, prosiguió: “De acuerdo, yo me hago cargo de la fundación y le doy plenos poderes. Ríndame cuentas una vez al año y no hable de ello a nadie. Llame a esas señoras”. Cuando entraron, les pidió que se arrodillaran y las bendijo solemnemente. Al salir, le-vantó el visillo de una de las ventanas del salón, y dijo: “Llueve, la cosa germinará”.

Gracias a la propiedad de Notre Dame de Vie, que convenía per-fectamente para ello, los miembros del pequeño grupo comenzaron

11 A título de ejemplo: En el Prólogo a las Constituciones de 1948, lee-mos: “[El Instituto] se llama así porque, siendo fruto de la fecundidad inago-table de la Virgen, Madre de la Vida, nació y se organizó junto al antiguo santuario de Notre Dame de Vie”. La 2ª conferencia del Retiro de 1962 lleva por título: “La Virgen María, fundadora del Instituto”. 

12 Homilía del 24 de agosto de 1961. 

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las experiencias sucesivas de tiempos de soledad y silencio. Al mis-mo tiempo, el Padre las formaba -las más veces por carta, puesto que residía lejos- así como a las que, antes y después del tiempo de sole-dad, se ejercitaban en el Cours Notre Dame de France en el arte difí-cil de vivir a la vez en presencia de Dios y entregadas al mundo13.

4 Dificultades de los principios. Sufrimiento y fecundidad

Los cinco primeros años fueron material y moralmente recios. No obstante, de cuando en cuando, la bendición de Dios se afirmaba a través de los acontecimientos o de alguna vocación que se presentaba. Los retiros anuales durante el mes de soledad (que todas pasaban en Notre Dame de Vie, aprovechando las vacaciones de verano) dan tes-timonio de los primeros pasos del pequeño grupo. La dificultad más fuerte vino desde dentro: Mademoiselle Charlote Chabaud formaba parte del grupo inicial y gozaba de la confianza de sus compañeras; tenía diez años más que ellas, las había ayudado a ponerse en contac-to con el Padre María-Eugenio, sus relaciones en Marsella fueron en-riquecedoras para todas… Durante esos primeros años, aunque de manera informal porque canónicamente no había estructura, estuvo a la cabeza del grupo. Pero la experiencia de las responsabilidades y de la vida común puso de manifiesto en ella cierto desequilibrio. Poco a poco se transformó en causa de división, especialmente al pretender que el grupo debería tener una rama activa y una rama contemplativa separadas. Esto las hizo mucho sufrir e hizo mucho sufrir al Padre María-Eugenio, que percibía lo contrario con su carisma de fundador.

¿Era posible seguir adelante en esas condiciones? “Yo me daba cuenta de que el Espíritu Santo estaba ahí -dice el Padre María-Eugenio-. Nunca he dudado de la acción del Espíritu Santo. Las difi-cultades la ponían de relieve, haciéndonos pensar: ‘¡Dios está aquí, ciertamente! Hay seguramente un proyecto de Dios en esta obra que va avanzando a trancas y barrancas y que presenta tantas dificul-

13 El P. María-Eugenio encontró una gran luz sobre el ritmo de vida que

permitiría a los miembros del Instituto realizar progresivamente el ideal eliá-nico (acción y contemplación unidas, tal y como santa Teresa lo describe en las 7M) meditando la vida y la obra del P. Tomás de Jesús, ocd (1564-1627), que creó en la Orden los Santos desiertos. Sobre esta cuestión tan importante, cf. Quiero ver a Dios, cap. “Soledad y contemplación”, p.455-458. 

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tades.’ A veces le pedí a la Virgen que la destruyera, que me liberase de ella, pero yo personalmente no podía suprimirla. Estaba obligado no solamente a apoyarla, sino a continuarla y continuarla con con-fianza porque Dios estaba ahí, el Espíritu Santo estaba ahí”14.

Entre tanto, en 1936-37, el Padre María-Eugenio fue nombrado prior de Monte Carlo y en abril de 1937 el Capítulo de Venecia le eli-gió tercer definidor general de la Orden, lo cual suponía que a partir de entonces iba a residir en Roma.

5 El grupo se estructura como Fraternidad especial de la Tercera Orden carmelitana

Ya a principios de 1937, el Padre buscaba cómo dar al grupo una

forma canónica que le permitiera desarrollarse y afianzarse en la gra-cia del Carmelo. Escribió un informe al P. General, Guillermo de san Alberto, para ver si el grupo podría ser erigido como Fraternidad es-pecial de la Tercera Orden. El P. General le invitó a hacer una solici-tud oficial refrendada por el Ordinario de Aviñón, Monseñor de Llo-bet, que dio su aprobación el 17 de abril. Precisamente ese día el Pa-dre María-Eugenio recibió noticias importantes: la elección del nuevo General, el P. Pedro-Tomás de la Virgen del Carmen, y la suya propia como tercer definidor. Una vez en Roma, pidió consejo al P. Pedro-Tomás a propósito de la fundación. ¿Debía continuar o dejarlo? Éste le pidió tres días para orar y reflexionar, al cabo de los cuales le dijo: “Es una obra de Dios. No solamente le permito que se ocupe de ella, sino que se lo ordeno.”

Durante el verano de 1937 el Padre María-Eugenio, enviado a Francia para asistir al Congreso Eucarístico Nacional de Lisieux, pu-do predicar el retiro a la comunidad de Notre Dame de Vie. El último día procedió a la lectura del documento de erección, y el grupo eligió seguidamente a su primera superiora según el derecho canónico, Ma-rie Pilá.

¡Qué sorpresa para todos cuando se dieron cuenta de que era un 24 de agosto, aniversario de la reforma teresiana! Escuchemos al Pa-

14 Retiro de 1963, 1ª conferencia. 

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dre María-Eugenio en la homilía que pronunció ese día, de la cual ci-to algunos párrafos a modo de conclusión de esta primera etapa:

“No puedo dejar de subrayar la fecha en que es erigida en esta ca-pilla la Fraternidad de Notre Dame de Vie, fecha que no hemos elegi-do de antemano, sino que se impone por el simple juego de las cir-cunstancias y seguramente también por lo que podemos considerar como una delicadeza de nuestra Santa Madre. […]

La aprobación de la Iglesia y de la Orden […] nos alienta y nos permite decir que hemos caminado según la luz de Dios. Que esta certeza haga subir hacia la Virgen, que la hará llegar hasta Dios, nuestro agradecimiento por la obra realizada, por toda la gracia que en estos principios ha recibido el grupo y cada una de nuestras almas; gracia debida evidentemente a la Santísima Virgen, manifestación de su poder. Es ella quien lo ha hecho todo; nosotros hemos aportado so-lamente “la cooperación de nuestras imperfecciones”15. Es ella quien lo ha hecho todo; los deseos de perfección que nacían en vuestras al-mas bajo la influencia de la Virgen María y de circunstancias exter-nas nos condujeron a este santuario suyo de forma maravillosa, inclu-so milagrosa, para que después pudierais venir todas a vivir junto a ella. […]

Estos últimos años han estado marcados por una solicitud muy particular de la Virgen en medio de dificultades externas que han puesto a prueba la obra y también en medio de dificultades interiores en vuestras almas. […]

Consideremos ahora el futuro que se abre ante nosotros. No para descubrir qué nos depara. Avanzaremos en el día a día, como hasta ahora, sabiendo que estamos bajo la influencia maternal de María. ¿Qué más nos da que las realizaciones interiores y exteriores sean grandes o pequeñas? Serán las que Dios crea convenientes, eso es to-do. Pero no perderemos nunca de vista el ideal vislumbrado al princi-pio.

En la luz inicial que nos condujo aquí, vimos que el Señor no quería hacer de nosotros almas únicamente contemplativas, sino al-mas orientadas también hacia la acción, y que trabajaba para realizar

15 Alusión a lo que santa Teresa dice de sí misma. 

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en la fundación una síntesis sencilla de contemplación y de acción. Volvamos a esa luz inicial que se encuentra en el ideal primitivo del Carmelo, en nuestro padre el profeta Elías, y hagámosla entrar en nuestra vida, adaptándola a las condiciones de los tiempos modernos. […]

Dios nos hará realizar eso que vislumbramos, estoy seguro de ello: ‘los dones de Dios son irrevocables’…”

II. CRECIMIENTO DEL INSTITUTO ENTRE 1937 Y 1955 Este segundo periodo corresponde a los años romanos del Padre

María-Eugenio. Como Definidor general de las provincias de Francia y Bélgica se ocupó de los asuntos relativos tanto a los Padres como a las Madres carmelitas de ambos países.

1 Crecimiento hasta 1946. Organización de la casa de soledad y di-versificación del apostolado

Durante estos años, el grupo de Notre Dame de Vie siguió des-

arrollándose, guiado in situ por Mademoiselle Pilá y desde Roma por el Padre María-Eugenio, aunque este último, por el juego de las cir-cunstancias, pasó en Francia largas temporadas16 que le permitieron visitar de vez en cuando el Instituto, apreciar directamente su evolu-ción y orientarla.

Sus primeros esfuerzos estuvieron encaminados a organizar la vi-da en la casa de soledad, que garantiza las condiciones necesarias pa-ra mantener el elemento contemplativo esencial de la vocación del Instituto. La casa de soledad es como el corazón de la fundación, el centro vital donde la gracia brota y desde donde se expande, el lugar donde los miembros vuelven para rehacer sus fuerzas físicas y espiri-tuales al calor de la vida teologal y de la vida fraterna y desde donde son enviados de nuevo al mundo. Así van avanzando en su propia

16 Durante la 2ª guerra mundial tuvo que permanecer en Francia; en 1948

fue nombrado Visitador apostólico de los Carmelos femeninos franceses, cargo que le obligó a viajar frecuentemente por Francia. 

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síntesis vital hasta ese punto que santa Teresa llama las séptimas mo-radas, en que todo se armoniza bajo la acción poderosa de Dios.

En la casa de soledad, el equilibrio necesario está vinculado en gran medida al ritmo de vida, la experiencia permite darse cuenta de ello y santa Teresa lo vio perfectamente desde el principio. Inspirán-dose en la práctica teresiana17, en Notre Dame de Vie el tiempo se re-parte entre la Eucaristía -oración- recitación del Oficio y momentos importantes de vida fraterna y esparcimiento, entre el trabajo manual (los diferentes trabajos de la casa y la huerta) y el trabajo intelectual (lectura de la Biblia, de los Santos del Carmelo, conferencias…).

Pronto la casa se quedó pequeña y hubo que proceder a las prime-ras ampliaciones en circunstancias difíciles: tiempos de guerra, esca-sez de dinero y más. En efecto, al principio de los años 40 un grupo importante de jóvenes entró en el Instituto, lo cual llevó también a organizar de manera más pensada el noviciado.

Por otra parte, las formas de apostolado se fueron diversificando. En los centros de enseñanza, el Padre animó a lanzar movimientos como el escoutismo y los “compañeros del Niño Jesús”; fuera de la enseñanza, animó a los miembros a implantarse en nuevos campos profesionales: pronto hubo asistentes sociales y enfermeras, educado-ras especializadas, alguna médico, empleadas de oficina, contables… Su hermana Berta era precisamente contable. Entró en el Instituto en 1939, durante un periodo revuelto de la vida política francesa. Poco antes de que ingresara, cuando ella le contaba su lucha sindical en París, el Padre le respondía lo siguiente: “De esta lucha has sacado un gran beneficio, puesto que comprendes perfectamente y experimentas lo que quisiera ver realizado por el grupo de Notre Dame de Vie: al-mas fuertemente habitadas por Dios y al mismo tiempo llenas de vida para pensar, amar, actuar”18.

En 1943 decidió la apertura de la escuela rural Les Chênes, a 10 km de Notre Dame de Vie, destinada según su deseo a formar y evangelizar el medio rural. Siguió con atención y perseverancia sus

17 “Lo que hizo santa Teresa para favorecer la vida contemplativa, lo

hacemos para favorecer la contemplación” (última conferencia del Retiro de 1966). 

18 Carta del 17-11-1938. 

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primeros pasos, animando a quienes obraban en ella a no escatimar esfuerzos para penetrar en ese nuevo y difícil entorno social.

2 Pía Unión: el Instituto carmelitano de Notre Dame de Vie

Pero según el grupo iba creciendo, el Padre María-Eugenio se da-ba cuenta de que el estatuto de “Fraternidad especial de la Tercera Orden” no correspondía exactamente a su realidad19; necesitaba ahora una estructura canónica más adaptada. Al volver a Roma después de la guerra, en 1946, lo comentó con algunos de sus hermanos carmeli-tas. Así fue como supo por el P. Silverio de santa Teresa que un gru-po fundado en España por el P. Pedro Poveda había tomado la forma de Pía Unión; forma que permitía además conservar toda la flexibili-dad necesaria en esos años de evolución.

El 13 de febrero de 1946, el P. María-Eugenio escribe a Marie Pilá dándole las precisiones necesarias sobre la nueva forma anuncia-da. La Fraternidad pasará a ser un Instituto de votos privados, una “Pía Unión” erigida por el arzobispo de Aviñón que, después, será agregada a la Orden del Carmelo, fiel a la identidad profunda del grupo y para seguir beneficiando de los privilegios de la Orden. Además de los miembros, el Instituto podrá tener asociados de distin-tas categorías. Los Estatutos oficiales de la Pía Unión irán acompaña-dos por un Reglamento de régimen interno, en el que el Padre María-Eugenio reflejará sencillamente la vida del grupo tal y como ya es vi-vida. Y, para subrayar ante todo el espíritu al que sirven estas “leyes”, escribe un magnífico Prólogo, verdadero manifiesto del ideal del Ins-tituto, como lo es del ideal del carmelo teresiano el capítulo 3 del Camino de Perfección.

La solicitud, presentada por el Arzobispo de Aviñón, llegó a Ro-ma el 24 de enero de 1947 y fue rápidamente aceptada. En cuanto al Decreto de agregación a la Orden del Carmen, los trámites fueron más largos: lleva la fecha del 10 de marzo de 1947.

19 Por ejemplo: la Regla de la Tercera Orden está pensada para un grupo

cuyos miembros viven independientes unos de otros. Pero el grupo de Notre Dame de Vie vive comunitariamente durante los tiempos de soledad y sus formas de apostolado no son únicamente individuales.  

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La fundación quedaba pues estructurada y podía gobernarse por sí misma.

3 Reconocimiento de la Pía Unión como Instituto Secular diocesano (1948)

Pero apenas concluidas estas gestiones, aparece la Constitución Apostólica Provida Mater Ecclesia, promulgada por el Papa Pío XII el 2 de febrero de 1947 y publicada en l’Osservatore Romano del 14 de marzo siguiente. Esta Constitución reconocía los Institutos Secula-res como una nueva forma de vida consagrada en la Iglesia, refirién-dose a varias asociaciones, institutos o sociedades cuyos miembros vivían una consagración total a Dios permaneciendo en el mundo. Es-te era precisamente el caso del Instituto carmelitano de Notre Dame de Vie, el Padre se dio cuenta de ello inmediatamente.

El 4 de abril escribe pues de nuevo a Monseñor de Llobet, arzo-bispo de Aviñón, enviándole un ejemplar del Osservatore Romano con el documento de Pío XII y pidiéndole, si le parecía oportuno, que solicitase de la Sagrada Congregación para los religiosos a favor del Instituto de Notre Dame de Vie la autorización de ser reconocido co-mo Instituto Secular de derecho diocesano. El arzobispo accedió gus-toso. Efectivamente, el 1º de febrero de 1948, la Sagrada Congrega-ción concedió el nihil obstat. Monseñor de Llobet redactó el Decreto y lo firmó el 15 de agosto, y el acontecimiento fue solemnemente ce-lebrado en el Instituto el 24 del mismo mes.

En junio de 1948, la Santa Sede nombró al P. María-Eugenio Vi-sitador apostólico de los Carmelos femeninos franceses, unos 140 en-tonces. Empezó para él una época de trabajo muy intenso, pues además de continuar sus tareas de primer Definidor20 tenía que pro-gramar frecuentemente viajes a Francia y desplazarse por todo el país. Esto no le dejaba mucho tiempo para ocuparse directamente del Instituto. Pero en 1951 sufrió una crisis de agotamiento que le obligó a seis meses de reposo; los pasó en Notre Dame de Vie, y fueron

20 En el Capítulo de 1947 fueron elegidos el P. Silverio de Santa Teresa

como Prepósito General de la Orden y el P. María-Eugenio primer Definidor. Excepcionalmente los mandatos fueron de ocho años, hasta 1955, a causa de las circunstancias de la post-guerra. 

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benéficos para el Instituto. Unos jóvenes que le conocían, proce-dentes de Burdeos, del colegio de La Sauque y miembros del patrona-to de “Los gallos rojos”, pasaron por Venasque; el Padre María-Eugenio les predicó un retiro, que siguieron también dos sacerdotes de Aveyron, su región natal. Años después, unos y otros iban a con-vertirse en los primeros miembros de la rama masculina y las primi-cias de la rama sacerdotal.

4 El Congreso de Louvain y el apostolado carmelitano

De vuelta a Roma, la Orden se preparaba a celebrar el 25 aniver-sario de la proclamación de santa Teresita de Lisieux patrona de las Misiones (1927-1952). Surgió la idea de clausurarlo con un gran Congreso sobre el apostolado carmelitano en Louvain, del 2 al 6 de septiembre de 1953. El P. María-Eugenio implicó fuertemente a No-tre Dame de Vie en esa reflexión sobre el apostolado, elemento no menos importante en el carisma de un Instituto secular que el ele-mento contemplativo. Pidió a Mademoiselle Pilá una comunicación sobre la manera de vivirlo en Notre Dame de Vie. Él mismo, que pre-sidía el Congreso en su calidad de primer Definidor, pronunció la última conferencia, “Apostolado del Carmelo y necesidades de nues-tro tiempo”21, subrayando a la vez las nuevas necesidades misioneras de la Iglesia y el deber carmelitano de vivificar la actividad apostólica en la contemplación. Podríamos resumir así sus conclusiones:

- la oración contemplativa es de por sí el primer apostolado del Carmelo

- así como la difusión de la enseñanza de nuestros santos, adap-tando su lenguaje a nuestro tiempo, pero sin disminuir las exigencias de santidad que proponen

- es necesario dar testimonio con la propia vida de que es una doc-trina para ser vivida, que conduce a esa antinomia de pobreza y pleni-tud humano-divina tan característica de la santidad y que despliega una fecundidad apostólica asombrosa, como lo vemos en la vida te-rrena y póstuma de nuestros santos.

Este último punto le parecía muy importante en la misión del Ins-tituto ya que, a propósito de los Institutos seculares, el Papa insistía

21 Publicada en la revista Carmel, 1954 – I, enero-febrero, p.21-39. 

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en que son “como la levadura en la masa”. En ciertos entornos políti-cos o profesionales es muy difícil anunciar explícitamente el evange-lio, pero siempre es posible ofrecer el testimonio de una vida que, dir-íamos, muestra al Señor por transparencia.

5 Primera fundación misionera en Filipinas

Otro fruto del 25º aniversario fue la primera implantación misio-nera del Instituto.

Con ocasión de las celebraciones, el P. María-Eugenio conoció en Roma, en diciembre de 1952, al obispo carmelita Patrick Shanley. Era Administrador apostólico de la Prelatura de Infanta, en Filipinas, y buscaba ayuda para aquel lugar pobre y desangelado; especialmente para la formación de la pequeña congregación local que había funda-do y para las tareas apostólicas. El Definidor irlandés le orientó hacia el Padre María-Eugenio. Este último sintió, como otras veces, la ma-no de Dios en ese concurso de circunstancias. Maduró su decisión en la oración, accedió a la petición de Monseñor Shanley y prepararon juntos el proyecto.

Un fuerte viento misionero sopló sobre Notre Dame de Vie duran-te los meses que siguieron, empujando hacia delante no sólo a las tres que partieron para empezar sino a todos los miembros que, en esas circunstancias, comprendieron la importancia de reavivar el don de sí mismas. Una nueva etapa del Instituto se abría camino22. Las pioneras embarcaron en Marsella el 24 de noviembre de 1954 (fiesta de san Juan de la Cruz), acompañadas por Mademoiselle Pilá, que se quedó con ellas los tres primeros meses de la fundación.

Entre tanto el P. María-Eugenio, al morir súbitamente el P. Silve-rio en marzo de 1954 durante una visita a México, ejerció como Vica-rio General de la Orden durante poco más de un año, hasta el capítulo de abril de 1955. En noviembre del 54 depositó en la Sagrada Con-gregación para los religiosos los Estatutos de las Federaciones de las Madres Carmelitas23. Ese mismo mes, como Vicario general, em-

22 Ver sección siguiente. 23 En enero de 1953 había sido nombrado también por la Sagrada Con-

gregación para los religiosos delegado para la organización de las Federacio-nes de carmelitas descalzas en Francia. 

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prendió un largo viaje a Filipinas, Vietnam, Corea, Hong-Kong, Ma-cao y la India, deteniéndose a la vuelta en Líbano e Israel.

Este viaje le permitió coincidir unos pocos días con Mademoiselle Pilá y las tres enviadas a Filipinas: los Padres y ellas cuatro pasaron juntos las fiestas de Navidad en Infanta, pobre pueblecito perdido en las proximidades de la costa del Pacifico. Así se estableció la primera fundación misionera de Notre Dame de Vie, en condiciones de pobre-za y pequeñez parecidas a las de Belén.

III. EXPANSIÓN DEL INSTITUTO HASTA LA MUERTE DEL PADRE MARÍA-EUGENIO (1955-1967)

Después del capítulo general de 1955, el Padre María-Eugenio re-

gresó a Francia. Residió en el convento del Petit Castelet hasta 1961, trasladándose después a Notre Dame de Vie. Durante esos años, si-guió totalmente entregado a la Iglesia, dándose simultáneamente a la Orden24 y al Instituto.

Este último entró entonces en un “periodo de expansión”, como lo dice el Padre en 1955 a la responsable de Filipinas.

1 1957: Santa Emerenciana. Dos nuevas casas de soledad. Institu-ción de la fiesta de Notre Dame de Vie

Precisamente entonces salta al primer plano del Instituto una figu-ra entrañable: santa Emerenciana, que le había manifestado una amis-tad especial al Padre María-Eugenio25 desde sus primeros años de vi-da religiosa. Emerenciana era una pequeña esclava de santa Inés. Im-presionada por la fe de Inés, se hizo catecúmena. Fue apedreada sobre

24 En lo referente a la Orden, continúa acompañando la organización pro-gresiva de las Federaciones de carmelitas; en octubre de 1955 será nombrado Superior del Petit Castelet y, de nuevo, director de las ediciones Carmel; en julio de 1957, es elegido por tres años provincial de la provincia sur (Avig-non-Aquitaine); primer definidor provincial de 1960 a 1963; y finalmente otras dos veces provincial de Avignon-Aquitaine de 1963 a 1966 y de 1966 hasta su muerte. 

25 Cf. GUY GAUCHER, La vida del Padre María-Eugenio del Niño Jesús – “Quiero ver a Dios”, Editorial Monte Carmelo, Burgos, 2015, p. 222-223. 

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la tumba de su dueña, donde había ido a rezar tres días después de su muerte, según la primitiva costumbre cristiana. El Papa Pablo V re-unió los restos de las dos jóvenes en un mismo relicario, que se vene-ra en la basílica de Santa Inés Extramuros, en la via Nomentana. Du-rante sus años romanos, el P. María Eugenio fue muchas veces allí y le confió muchas intenciones.

Cuando el Instituto empezó a cobrar cierta importancia el Padre María-Eugenio, consciente del orgullo que pueden provocar ciertas situaciones profesionales y ciertos éxitos del apostolado, quiso darle a Santa Emerenciana como modelo de humildad y de fidelidad heroica y escondida. En marzo de 1956, un indulto de Monseñor de Llobet autorizó a celebrar su fiesta en Notre Dame de Vie, y así se hizo por primera vez el 23 de enero de 1957. En la homilía, el Padre pide a los miembros que la consideren como “una hermana mayor, la que cami-na delante de vosotras, ilumina con su ejemplo e impulsa, la que os enseña lo que tenéis que hacer”.

También en 1957 dos nuevas casas de soledad, una en Alemania y otra en el norte de Francia (Blangy) despuntan en el horizonte de ma-nera algo sorprendente.

Desde Alemania, el barón de Guttemberg vino con su madre para ofrecer al Instituto el castillo de Weisendorf, situado en la diócesis de Bamberg. El P. María-Eugenio y Mademoiselle Pilá fueron a visitarlo y lo aceptaron: el Instituto no estaba aún presente en Alemania y al-gunos miembros procedentes de ese país terminaban su primera for-mación en Venasque; podría así cumplir para ellas, cuando retorna-ran, la función de casa de soledad.

Al mismo tiempo, cerca de Arras, otros generosos donantes ofre-cían la abadía de Santa Berta. El Padre y Mademoiselle Pilá, que aca-baban de hacerse cargo de un castillo casi en ruinas, no dijeron inme-diatamente que sí. Pero ante la insistencia de los donantes y al sentir en el transcurso de la visita que era un lugar profundamente marcado por la oración, aceptaron igualmente, con mucha fe, otro edificio en muy mal estado; porque en ambos casos, el Espíritu estaba ahí.

Se celebró ese mismo año el 25 aniversario de la fundación (1932-1957). El lunes de Pascua, el amor agradecido del Padre María-Eugenio por aquella que consideraba como “la verdadera fundadora

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del Instituto” le llevó a instituir una fiesta en honor de Notre Dame de Vie, para glorificarla y compartir con ella el gozo de la Resurrección. Creó así en el Instituto una tradición que su propia muerte refrendó de alguna manera: la Virgen vino a buscarlo diez años más tarde precisa-mente un lunes de Pascua.

El 25 aniversario fue celebrado solemnemente durante el mes de agosto, mes de soledad que reúne a todos los miembros. En la homilía del día 24, fecha elegida para la celebración26, éstas fueron las pala-bras del Padre María-Eugenio: “Había decidido guardar silencio […] Hay efectivamente momentos de plenitud, de acción de gracias y de gozo, como los hay de sufrimiento, que sólo el silencio puede expre-sar […] Al subir al altar, he tomado conciencia de mi deber y me he decidido a deciros unas palabras […] El sentimiento que lo domina todo en este día es la acción de gracias”27. “Notre Dame de Vie ha tomado posesión de vosotras para que os entreguéis a ella y para haceros, por semejanza de amor, semejantes a ella en todo lo posible, según la gracia de cada una, para que la prolonguéis en la Iglesia, siendo madres como ella, con ella y por ella”28.

2 1958: muerte de Berta Grialou. La promesa de humildad en el Ins-tituto

Llegamos a 1958, otro año importante por el acontecimiento dramático con que se abrió: el 2 de enero murió súbitamente Berta Grialou, la hermana del Padre María-Eugenio, miembro del Instituto desde 1939. Había entre ellos vínculos muy profundos que no cabe evocar aquí, y al mismo tiempo un gran desasimiento: cuando uno no sabía que eran hermanos, nada lo hacía notar.

Fue una figura entrañable para los miembros del Instituto y para los vecinos de su barrio por la acogida calurosa que reservaba a to-dos, por el poder de su oración y la multitud de pequeños servicios que prestaba discretamente; por su modestia, por su excelente gestión como ecónoma, por la caridad que mostró para con la directora del

26 Por ser una fecha tan llena de significado para la reforma teresiana y para el Instituto. 

27 Homilía del 24 de agosto de 1957. 28 Carta del 16 de noviembre de 1957. 

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último centro donde trabajó, que le hizo sufrir un verdadero maltrato psicológico.

Todo ello, lo vivió con el sentimiento, abrumador al final de su vida, de una gran pobreza. Y no obstante con una confianza total en la misericordia de Dios.

El P. María-Eugenio, reaccionó con gran fe: discernió en esa muerte dramática la mano misericordiosa de Dios. Al mismo tiempo, fue algo muy doloroso para él, que probablemente tuvo que ver con la expansión del Instituto. Siempre comprendió y enseñó que el sufri-miento está asumido en la ‘manera de proceder’ de Dios cuando in-terviene en la historia y en nuestras vidas; que está fuertemente vin-culado a la fecundidad. Así lo muestra la vida de Nuestro Señor, des-de el principio hasta el final29.

La vida de su hermana aportó una valiosa confirmación experi-mental de que es posible vivir con sencillez acción y contemplación unidas. Fue una de las grandes luces que Berta dejó al Instituto. La otra luz entraba de lleno en la línea de santa Emerenciana: “Berta ilustra una de las características que deseo para Notre Dame de Vie… Un Instituto secular se enriquece en el ámbito intelectual, material, corre el riesgo de brillar y, si se apega a lo ostentoso, es una desgracia para él. Por eso Emerenciana se ha revelado a nosotros […] Cuando Dios nos empobrece, en vez de echarnos atrás, démosle gracias. Pe-didle a Berta que os ayude a realizar esa pobreza en todos los aspec-tos”30.

Después de meditar sobre ello, los miembros del Instituto, durante la asamblea general siguiente, expresaron el deseo de añadir un voto de humildad al hacer los votos perpetuos. Fue pronunciado por pri-mera vez la noche de Navidad de 195831.

29 Habla de ello con relativa frecuencia en sus homilías y enseñanzas. Ver por ejemplo “La crèche et la croix”, conferencia del Padre María-Eugenio (22-12-1955) sobre el misterio de Navidad publicada en Les premiers pas de l’Enfant-Dieu, Éd. du Carmel, Toulouse, 2001, p.77-92, o las Horas Santas (inéditas) donde medita sobre el misterio de Getsemaní. 

30 Palabras del Padre María-Eugenio a los miembros del Instituto el 4 de enero de 1958. 

31 Por razones canónicas se llama actualmente “promesa de humildad”.  

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3 1959-1961: la expansión continúa. Implantaciones en África y Méjico. Progreso de los grupos masculino laico y sacerdotal

En 1960 respondiendo a la llamada del Arzobispo de Bangui, dos miembros intentan implantarse en África, donde permanecieron algu-nos años.

Y, respondiendo esta vez a las llamadas reiteradas de los PP Car-

melitas, el Instituto se prepara a otra fundación misionera en Méjico. Para el Padre María-Eugenio, el signo decisivo de que había llegado el momento de partir fue la venida de una joven vocación mexicana a formarse en Notre Dame de Vie, en enero de 1960.

El 24 de septiembre del mismo año, las tres primeras enviadas llegaban a México, donde beneficiaron de la ayuda de los carmelitas especialmente en los principios, siempre difíciles. El Padre las anima: la adaptación y la penetración en un país son forzosamente lentas, cuajan cuando Dios quiere y se hacen con los medios que Él quiere. La colaboración con Dios requiere paciencia, confianza y oración… que recuerden los largos años que fueron necesarios para que se cons-truyera el Instituto; una fundación es una nueva construcción, adapta-da a un país.

Pero la expansión de Notre Dame de Vie continúa también en el marco de su estructura interna. En estos años se van estrechando las relaciones con los grupos masculino y sacerdotal interesados por el Instituto, gracias a los retiros que el P. María-Eugenio predicaba en el Petit Castelet y a los cuales les invitaba.

Varios sacerdotes hicieron por entonces la experiencia de un tiempo de soledad en Notre Dame de Vie. En 1961 elaboraron unos estatutos que fueron enviados al arzobispo de Aviñón, solicitando su erección como Pía Unión; que efectivamente lo fue, el 20 de mayo de 1961.

4 El Decretum Laudis (1962): el Instituto es reconocido de derecho pontificio

Antes de finalizar el año, el Padre realiza un viaje corto, pero im-portante, a Roma. Allí había conocido al P. Huot, de la Congre-

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gación de Montfort, director de la sección de los Institutos seculares en la Congregación romana para los religiosos. Conocía las Constitu-ciones del Instituto y admiraba su espíritu; viendo también su expan-sión, aconsejó al P. María-Eugenio que solicitase el derecho ponti-ficio32. Comenzó entonces para este último un tiempo de trabajo in-tenso y a sus ojos de gran importancia. En noviembre pues, entregó al P. Huot el texto de las Constituciones revisado según sus indicacio-nes. Le dijeron que el Decretum Laudis podría estar firmado el 25 de marzo.

Pero la espera se prolongó... Al leer las crónicas de 1962 piensa uno espontáneamente en la fundación de san José de Ávila: parece como si las dificultades se hubieran ido acumulando para impedir la realización de algo grande. Por un lado, problemas de salud: la res-ponsable de Filipinas tuvo que ser operada urgentemente; una de las tres enviadas a Méjico sufrió un ataque que la dejó sin habla durante varios meses; el propio Padre María-Eugenio sufrió en febrero de 1962 un derrame cerebral que por suerte no provocó hemiplejia. Además, ¡el tiempo pasaba y el Decreto no llegaba! ¿Habría oposi-ciones en Roma? Quizá, porque no todos los consultores comprend-ían le necesidad de dos horas de oración cotidianas en un Instituto se-cular… El Padre acepta de nuevo el sufrimiento y presenta el retraso a la comunidad como la voluntad de la Virgen María. Toman la reso-lución de aprovechar este tiempo de espera para aumentar fervor y es-fuerzos de forma que el Instituto sea menos indigno de la fecundidad de Notre Dame de Vie.

Finalmente, en julio de 1962 se firmó el nihil obstat. El Padre su-girió que el Decreto propiamente dicho llevara la fecha del 24 de agosto. Efectivamente así se hizo, pero el documento no llegó a Ve-nasque hasta el 2 de octubre. ¡Qué explosión de alegría y de agrade-cimiento entonces! “La Iglesia aprueba las Constituciones y nos dice:

32 Los Institutos de derecho pontificio son aquellos erigidos o aprobados por la Santa Sede mediante decreto formal (Decretum Laudis). Los Institutos de derecho diocesano son aquellos erigidos por los Obispos y que no han re-cibido de la Sede Apostólica el decreto de aprobación (can. 589).

El derecho pontificio es conferido cuando se puede comprobar la madu-rez espiritual y apostólica de un Instituto. Éste depende entonces directamen-te de la Santa Sede. Si todo va bien, la primera aprobación (temporal) es se-guida unos años más tarde por la aprobación definitiva. 

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podéis, o mejor dicho debéis caminar en esta línea, por el sendero que os marcan; haciéndolo, realizáis el proyecto de Dios. […] A esta afirmación solemne habéis respondido con el gesto que convenía, con el don de vosotras mismas… […] Queridas hijas, hoy, este 24 de agosto, demos gracias al Cielo y a nuestra madre Santa Teresa en primer lugar por la obra que ha realizado desde hace 400 años, que da luz a las almas y sirve a la Iglesia […] y por todo lo que habéis reci-bido, por todo lo que le ha sido dado al Instituto, por todo lo que se nos ha dado en este lugar de gracia.” Así se expresaba el Padre Mar-ía-Eugenio en la homilía del 15 de octubre, fiesta de santa Teresa.

5 Peregrinación del Instituto a España para celebrar el IVº cente-nario de la Reforma teresiana

Naturalmente, la celebración del IV centenario de la reforma tere-

siana dio lugar a un gran número de manifestaciones. Entre ellas, un Congreso sobre la Tercera Orden, del 20 al 25 de agosto, que co-menzó en Madrid, continuó en Ávila y concluyó en Salamanca. El Instituto organizó una peregrinación del 20 al 26 con un coche y dos autocares, que transportaban a algunos miembros y a varias alumnas de sus centros de enseñanza. El P. María-Eugenio, no totalmente res-tablecido aún del derrame cerebral, no pudo hacer el viaje; el Congre-so se inició no obstante con una conferencia suya, leída por el P. Pie-rre-Marie33.

Fueron días inolvidables para los peregrinos. Sólo subrayaremos que, al visitar el convento de san José, Mademoiselle Pilá se dirigió a la Madre Teresa de esta manera: “Pero, ¿cómo es posible, Madre? ¿cómo es que todavía no estamos en su país?” Esta medio-petición medio-riña cariñosa originó quizá los acontecimientos que poco des-pués dieron lugar, como veremos, a la implantación del Instituto en España.

33 “El espíritu de la reforma teresiana en la Tercera Orden del Carmelo”,

publicada en la revista Carmel, 1962-IV. 

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6 El Concilio Vaticano II. 1964: implantaciones en Canadá y España

En su mensaje a la Orden del Carmen descalzo con motivo del IV Centenario, el Papa Juan XXIII pidió particularmente la oración de la familia teresiana para que “el Concilio Ecuménico del Vaticano, ya tan próximo, sea para la Iglesia como una nueva primavera, anuncia-dora de una belleza espiritual acrecentada”.

Este gran acontecimiento eclesial encontró un eco profundo en el alma del. El P. María-Eugenio. Ese año, programó su retiro personal de forma que concluyese el 11 de octubre, día de la apertura del Con-cilio, con el fin de participar en las efusiones preparatorias del Espíri-tu sobre la Iglesia. De hecho, los años siguientes, hubo momentos de la vida del Instituto fuertemente marcados por el Espíritu Santo, co-mo la fiesta de Pentecostés de 1963 en Blangy. Entre 1964 y 1966, su enseñanza estuvo centrada en la actualidad de la Iglesia, en los textos conciliares que acababa de promulgar y cuyas incidencias en la vida del Instituto subrayó con lucidez.

Pero volvamos a la expansión del Instituto durante estos años: después de Blangy, Weisendorf34 y Méjico, surgen en 1964 las fun-daciones de Canadá y España.

La de Canadá, consecuencia indirecta del impacto que tuvieron las conferencias que el Padre había dado en ese país en 1961, fue po-sible gracias a la generosidad de las carmelitas del Montreal, que pu-sieron a disposición del Instituto una casa suya, ubicada junto al con-vento, donde pudieron instalarse los primeros miembros.

Nos detendremos algo más en los inicios del Instituto en España.

Cuando Marie Pilá reclamaba a santa Teresa la presencia del Ins-tituto en la tierra de nuestros santos, un sacerdote lazarista, el P. Dei-merly, estaba muy preocupado en Madrid. Era rector de la obra san Luis de los Franceses, obra que comprendía una parroquia, una resi-dencia de personas mayores y, sobre todo, un colegio bilingüe de unas 1000 alumnas entre 4 y 18 años. El Colegio estaba entonces di-

34 Blangy es el pueblo donde se encuentra la abadía de santa Berta (casa

de soledad del norte de Francia). Y Weisendorf es el pueblo donde se encuen-tra el castillo del mismo nombre (casa de soledad de Alemania). 

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rigido por las Hermanas de la Caridad; pero éstas acababan de anun-ciarle que no permanecerían en el Centro más de dos años.

El Rector, a finales de agosto, decidió recorrer Francia en su 2CV para buscar quien se hiciera cargo del colegio. Se detuvo en Bretaña, Poitiers, Valence, el sur de Francia… nadie aceptaba. En Montpellier, le orientaron hacia Tarascon, donde había un Instituto secular que quizá pudiera estar interesado. El P. Deimerly continuó hasta allí y llegó al Petit Castelet. ¡Pero allí sólo había unos pocos carmelitas! Uno de ellos le habló de Notre Dame de Vie y le aconsejó que fuera a ver al P. María-Eugenio, su provincial, que residía en ese lugar.

Contra toda esperanza, el Padre María-Eugenio le dio una res-puesta positiva, pidiendo no obstante un plazo de dos años para orga-nizarse.

Así pues, el 28 mayo de 1964 Marie Pilá y tres de nosotras em-prendieron un viaje a Madrid para ver el colegio. Las carreteras eran malas. Pensando que por la costa pasarían menos calor, decidieron pasar por Gerona, Barcelona, Tarragona, Castellón y Valencia, giran-do después hacia Madrid. Cito ahora el relato de una de ellas, Made-moiselle Biargues:

“El Padre María-Eugenio, nuestro fundador, pensaba que tenía-mos una deuda de agradecimiento hacia Santa Teresa y San Juan de la Cruz, nuestros maestros espirituales españoles, y que bien podía-mos pagársela así, aceptando la responsabilidad de esta obra de edu-cación en España.

Sin embargo, aceptar la dirección de este colegio bilingüe nos pa-recía una aventura y nos hacíamos muchas preguntas que nos hacían dudar.

Era el viernes 29 de mayo de 1964 a las tres de la tarde y hacía mucho calor.

Habíamos comprado en Valencia lo necesario para un ‘pique-nique’ y, al ver árboles detrás de una casa (la Venta de Contreras), nos bajamos del coche para pedir permiso al propietario de comer a la sombra. Don Fidel aceptó muy amablemente y las cuatro viajeras -Mademoiselle Pilá, nuestra fundadora, Mademoiselle Labrosse, Huguette Basset que conducía y yo- nos instalamos muy a gusto.

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Después de comer, dimos las gracias a don Fidel y le preguntamos si podíamos tomar un café. Nos dijo que entráramos y nos hizo sen-tarnos alrededor de una mesa y delante de una chimenea. Encendió una lámpara colocada sobre la repisa de la chimenea y entonces se iluminó el cuadro que estaba ante nosotras y que no habíamos visto.

¡Cuál fue nuestra sorpresa cuando vimos en el centro del cuadro a la Virgen del Carmen, con el escapulario, rodeada a la derecha y a la izquierda por los santos y santas del Carmelo! Una de nosotras, Ma-demoiselle Labrosse, se puso en pie de un salto y dijo: “¡Miren, la Virgen del Carmen y nuestros santos! ¡Nos quieren ya en su tierra!”

Fue una gran sorpresa que nos dio mucha alegría. Vimos en este acontecimiento una indicación providencial para la implantación del Instituto Notre Dame de Vie en España.

Muy emocionadas, dimos las gracias a la Virgen y a los santos del Carmelo. ¡Era verdaderamente una señal del cielo!

Continuamos el viaje… pero todo había cambiado, todo era dis-tinto. ¡Dios nos había dado una señal!”

Cincuenta años más tarde, le agradecemos al Señor todo lo que ha recibido de Él el Instituto en España y le confiamos nuestro futuro de servicio en la Iglesia y en la sociedad españolas. Actualmente somos 18 miembros de la rama femenina, uno de la rama masculina y un sa-cerdote. Estamos presentes en Madrid, Segovia, Burgos y Valencia.

Pero volvamos a Notre Dame de Vie. La importante afluencia de postulantes característica de esos años requirió una nueva ampliación del edificio, que se extendió hacia la colina (1964-1965). El Padre María-Eugenio consideró también necesaria la construcción de un Centro Espiritual cerca de Notre Dame de Vie para difundir la doctri-na; no llegó a verlo realizado, pues las obras no comenzaron hasta abril de 1967.

7 La rama masculina y la rama sacerdotal. Un único Instituto con tres ramas

Probablemente lo más notable de estos últimos años fue el desa-rrollo de las ramas masculina laica y sacerdotal.

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Como indicábamos al principio de esta sección, el Padre obtuvo permiso de sus superiores para residir en Notre Dame de Vie a partir de mayo de 1961. Fue sin duda providencial en ese momento en que ambas ramas comenzaban su andadura. Pudieron recibir de él, como la rama femenina, una formación de primera mano; era demás una si-tuación nueva y delicada para el Instituto en su conjunto, que el fun-dador pudo acompañar de cerca.

En lo referente al grupo laico masculino, el Padre María-Eugenio ya les había animado en 1951 a organizarse como Pía Unión y lo hicieron en 1954, tomando el nombre de Hijos de Notre Dame de Vie. Pero los años siguientes, el grupo apenas evolucionó. En 1961, el Padre les hizo tomar conciencia de que el Instituto se encontraba en un momento decisivo para el futuro. No todos ellos estaban de acuer-do en cuanto al camino a seguir, pero todos vinieron en septiembre de 1962 a una reunión en el transcurso de la cual el Padre les invitó enérgicamente a tomar una decisión clara. Dos de ellos decidieron en-tonces hacer un año de soledad en 1962-63; otros dos hicieron lo mismo al año siguiente, orientando así al grupo hacia Notre Dame de Vie definitivamente. El 27 de agosto de 1966, en la fiesta de la Transverberación de santa Teresa, los primeros pronunciaron sus vo-tos perpetuos.

Veamos ahora la evolución del grupo sacerdotal. Después de su erección como Pía Unión en 1961, eligieron en 1963 a su primer res-ponsable en la persona del P. Retoré. Pero en el transcurso de reunio-nes celebradas en abril de 1964, algunos manifestaron su recelo en cuanto a ciertas exigencias fundamentales. Un encuentro crucial tuvo lugar en septiembre, en el Petit Castelet. Como lo había hecho antes con la rama masculina laica, el fundador les puso ante la alternativa de optar claramente por el ideal del Instituto o retirarse. Los que opta-ron por el Instituto hicieron sus primeros votos el 29 de diciembre de 1964. El Padre María-Eugenio, consciente de la importancia de ese “nacimiento”35, no cabía en sí de gozo. “Gaudium magnum annuntio vobis!”: así comenzó la homilía que pronunció ese día.

Así pues, antes de la muerte del fundador, la existencia de tres grupos en la familia de Notre Dame de Vie estaba en vías de realiza-

35 Porque pensaba que para los sacerdotes era especialmente necesario unir el apostolado y la oración. 

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ción. Pero una cuestión nueva se planteaba: ¿en qué dirección tenían que seguir avanzando? ¿Serían tres Institutos seculares diferentes? En aquel momento no parecía haber otra opción. El Padre María-Eugenio decidió no precipitar las cosas, porque los Institutos seculares evolu-cionaban y eran previsibles “cosas nuevas”. Como tantas otras veces, su intuición profética le daba una luz interior segura: lo que estaba obrando el Espíritu era un único Instituto con tres ramas36; pero, para ponerlo por obra, esperaría como siempre las confirmaciones exterio-res, que el Espíritu comunica por medio de circunstancias o aconteci-mientos aparentemente fortuitos, en realidad providenciales, entre los cuales caben posibles intervenciones de la Iglesia.

IV. A MODO DE EPÍLOGO – EL INSTITUTO DESPUÉS DE LA MUERTE DEL FUNDADOR 1 El “Institutum”

Eso que el P. María-Eugenio deseaba y no pudo cumplir en vida

pareció efectivamente menos difícil en los años 70. El P. Huot, conse-jero y amigo fiel del Instituto, animó entonces a los tres responsables en funciones a hacer la gestión. Solicitaron pues de la Santa Sede que Notre Dame de Vie fuese reconocido como un único Instituto de de-recho pontificio con tres ramas autónomas, estructura, es cierto, un poco atípica. La Congregación para los Religiosos y los Institutos se-culares accedió: por decreto del 21 de noviembre d 1973, declaró que el Instituto secular de Notre Dame de Vie se compondría a partir de entonces de tres ramas, femenina, masculina laica y sacerdotal, cuyos estatutos comunes o-INSTITUTUM- eran aprobados por siete años a título experimental. Esta aprobación se renovó ulteriormente hasta 1983, fecha de su aprobación definitiva.

2 Perspectivas de futuro

36 Opción muy diferente de la anterior. Por razones de espacio no pode-

mos explicar aquí la diferencia. 

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El Instituto continúa su camino, compartiendo las alegrías y difi-cultades de la Iglesia y del mundo en que vivimos. Está hoy presente en unos quince países.

¿Podemos hablar de “perspectivas de futuro”? En el último Retiro que predicó a la comunidad, el Padre María-

Eugenio consideraba así la cuestión: “El futuro será el resultado de dos acciones: la acción de Dios y

nuestra colaboración. ¿Qué puede desear el Espíritu Santo para el futuro? Quiere seguir actuando. El Espíritu siempre está en marcha. ¡No sabemos de dónde viene

ni a dónde va, pero avanza! Dejemos que nos mueva el Espíritu. ¿Qué corremos riesgos? Es evidente. Pero nunca haremos nada si

consideramos los riesgos. La característica esencial del Instituto es avanzar, movido por el

Espíritu, cada día mejor, con más perfección. El Dios que contempla-mos es el Dios vivo, un Dios que avanza. El mundo donde trabajamos es un mundo que avanza. De ahí se desprende para nosotros la doble exigencia de avanzar; adaptarnos al movimiento de Dios y al pro-yecto de Dios que se va revelando y realizando constantemente; adap-tarnos al movimiento del mundo que siempre avanza…”37

37 Frases entresacadas de la última conferencia del Retiro predicado al

Instituto en 1966.