Juan Luis Lorda - Antropologia Cristiana
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8/10/2019 Juan Luis Lorda - Antropologia Cristiana
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ANTROPOLOGA DE
LA
FORMACIN CRISTIANA
JUAN LUIS LORDA
1 Bases de
la
antropologa cristiana
Pese a la complejidad que este ttulo puede sugenr por su
formulacin abstracta, expresa prcticamente una tautologa. En
efecto,
si
por antropologa lase aqu cristiana o teolgica) enten-
demos lo que la doctrina cristiana ensea a propsito del hombre,
e intentamos dar con lo que es
ms
caracterstico, convendremos
en que, para el cristianismo, el hombre es, antes que nada, un ser
en proceso
de
formacin; un ser que
se
hace
1;
un ser en
ca-
mmo, un ser
de
paso
2
hacia una perfeccin que todava no
posee.
El vocabulario
de
la forma
-formacin
conformacin, de-
formacin, transformacin, teforma,
etc.- es
familiar a la doctrina
cristiana. Basta considerar los cuatro puntos en los que sta com-
pendia la historia del hombre:
1 El primer hombre -Adn- formado del barro
de
la tie-
rra 3 fue creado a imagen y semejanza
de
Dios 4. Cada hom-
bre,
es tambin llamado al ser mediante un acto creador
de
Dios,
asociado a la transmisin de la herencia biolgica; de este modo
cada hombre
es
hijo
de
Dios, hijo
de
Adn e imagen
de
Dios.
1.
La
expresin es de J
PIEPER,
Antologa Herder, Barcelona 1984,
17,
Y tiene una perspectiva filosfica. La revelacin cristiana aade a esta percep-
cin el horizonte de un proyecto de hombre.
2.
J RATZINGER, u
commencement Dieu cra
le cel
et la
terre
Fayard,
Paris
1986,
57.
3. Gen
2,7.
4. Gen 1,26.
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LUIS LORDA
2)
El hombre ha deformado en parte su semejanza de Dios,
el brillo divino que dimanaba de su naturaleza, por
la
desfigura-
cin y quiebra del pecado. Con su herencia biolgica humana, ca-
da hombre recibe la huella de un misterioso pero eficaz pecado
original; y tambin sus propios pecados dejan huella en l, defor-
mando la imagen divina.
3) Cada hombre
es
llamado libremente
a
veces, de manera
misteriosa) a beneficiarse de la obra redentora de Cristo, nuevo
Adn, que renueva la imagen del Creador en nosotros, con los
rasgos del hombre nuevo
5
en un proceso de identificacin por
el que somos conformados como hijos de
Dios
en Cristo 6.
4)
Al final de los tiempos, la imagen de Dios en
el
hombre,
recreada en Cristo, imagen perfecta del Padre
7
recibir su forma
plena; as dice San Juan: sabemos que cuando El se manifieste se-
remos semejantes a El, porque lo veremos tal cual
es
8; o segn
San Pablo: nos revestiremos del hombre celestial
9.
La historia del hombre
es,
por tanto, un camino
de
for-
macin desde la imagen original
de
Dios deformada por
el
pecado
-Adn hombre viejo- hasta adquirir la imagen del hombre nue-
vo, nuevo Adn: Jesucristo. esto
se
realiza no sin dificultades,
segn la notable expresin de San Pablo a los Glatas: Hijos mos
por
quienes sufro dolores de parto hasta ver a Cristo formado en
vosotros
10.
Para el cristiano, la llamada a
la
existencia debe ser conside-
rada ya como una vocacin a recorrer este camino. Cada hombre
es querido por s mismo 11, como sujeto de un dilogo existen-
cial que debe conducirle a reproducir la imagen del Dios hecho
hombre.
El hombre
es
el
nico ser sobre la tierra para
el
que
su
exis-
tencia
es un
camino de perfeccin hacia una plenitud personal En
todos los seres vivos
se
da ciertamente un proceso
de
maduracin,
5. Col 3,1.
6. Rom
8,16;
cfr. Gal 4,7; 1 Jn
3,1.
7.
Cfr. Hebr 1,3.
8. 1 Jn 3,2.
9. 1
Cor
15,49.
10. Gal 4,19.
11. CONC. VAT. 11 Const. audium t sp s GS),
24.
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ANTROPOLOGA DE LA FORMACIN CRISTIANA
929
pero se trata slo del desarrollo de
las
capacidades con que est
dotada
su
naturaleza, que finalmente
se
agotan.
En
cambio en
el
hombre se realiza un cambio, un crecimiento en calidad, con la
adquisicin progresiva de una forma nueva que en su naturaleza
est slo incoada, y que es fruto de un dilogo, por decirlo as,
entre
la
naturaleza y
el
don de Dios, entre naturaleza y gracia
12.
El hombre acumula en su ser la historia de su relacin per
sonal con Dios. Queda en l la huella de cada una de
las
solicitu
des
divinas,
de
cada
uno
de sus dones;
y,
en la medida en que co
rresponde,
se
va haciendo partcipe de la naturaleza divina
13,
sin perder por ello su condicin humana, sino llevndola a la ple
nitud del hombre perfecto, Jesucristo
14.
Se da, entonces, la paradoja de que el saber pleno sobre el
hombre no puede encontrarse simplemente mediante el estudio de
su naturaleza, aunque de all puedan obtenerse tantos conocimien
tos valiosos, sino que
es
necesario acudir
al
hombre perfecto, Jesu
cristo
15.
Por eso
se
puede decir que Cristo revela plenamente
el
hombre
al
hombre mismo
16.
Slo en Cristo puede conocerse plenamente el designio de
Dios para cada hombre,
el
hombre plenamente realizado
17.
No extraar, entonces, que la Iglesia se sienta tan segu
ra del valor de su conocimiento acerca del hombre. As Pablo
VI en su discurso a las Naciones Unidas,
se
pudo presentar co-
12. En ese sentido, la mejor manera de comprender al hombre es desde
la
perspectiva de
la
vocacin, de
la
llamada a un destino personal desde
el
momento de venir al ser: Qu es el hombre ..No podemos separar esta res-
puesta del problema
de
su vocacin:
el
hombre manifiesta lo que es aceptan
do su vocacin y realizndola. K. WOJTYLA,
a
renovacin en sus fuentes
BAC, Madrid
1982,
60.
Sobre esto, vid. J.L.
ILLANES,
Antropocentrismo
y
teocentrismo en
la
enseanza de Juan Pablo 1I ScrTh 20 (1988) 643-655.
13. 2 Pe 1,4.
14. Cfr. Ef 4,13.
15.
L homme ne peut se comprendre seulement
a
partir
de
son
ongm,
qui appartient au pass, ou
d un
moment isol que nous appelons prsent.
est intrinsequement dirig vers son futur qui seul fait apparaitre ce qu il
est rellement cfr. Jn
3,2 >>.
J.
RATZINGER,
o.cit. 57.
16. JU N P BLO 11,
Ene.
Redemptor hominis
(RH),
10;
cfr.
GS
22.
17.
La
respuesta a la cuestin de la imagen autntica del hombre cristia
no puede concretarse en una frase;
ms
an, en una palabra: Cristo. J. PIE
PER, Las virtudes fundamentales Rialp, 3
a
ed., Madrid 1988, 12.
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JUAN LU S LORDA
mo
experto en humanidad 18 y
el
Concilio Vaticano II
se
sinti
urgido a poner ese conocimiento a disposicin
de
todos los hom
bres 19, consciente de que era la mejor aportacin que poda pres
tar al
mundo moderno, porque
el
misterio del hombre slo se
es-
clarece en
el
misterio del Verbo encarnado 20.
Por
su parte,
es
bien sabido que
el
Papa Juan Pablo II ha
hecho de esto
j
fundamental de su mensaje. As en una memorable
homila dirigida, casi al principio de su pontificado, a un grupo
de
universitarios,
se
expresaba
as:
La
Iglesia no tiene preparado un
proyecto de escuela universitaria, ni de sociedad, pero tiene un pro
yecto de hombre, de un hombre nuevo renacido por la
gracia 21.
2. El saber cristiano sobre
el
hombre
A simple vista, podra parecer que este patrimonio
de
verda
des de
fe
acerca del hombre
es
relativamente restringido, al menos
si se lo compara con el inmenso cmulo de conocimientos que
proporcionan diversas disciplinas cientficas. De hecho, las ciencias
naturales, como la medicina o la paleontologa, o las ciencias hu
manas como la lingstica, la psicologa, la sociologa o la etnolo
ga entre otras muchas, proporcionan extensas redes de conoci
mientos tiles acerca del hombre.
En
comparacin a los copiosos
ndices de los tratados de estas materias,
el
repertorio cristiano
de
verdades es relativamente pequeo. La cuestin merece un breve
consideracin.
Las ciencias naturales, como la medicina o la paleontologa,
proporcionan conocimientos sobre la naturaleza fsica del hombre
o sobre la historia de esa naturaleza. Tales conocimientos se
ajus-
tan
como es lgico
al
mtodo positivo con que fueron obteni-
18. PABLO VI,
Discurso a
la
O.N.u.
4.X.1965,
1 en Insegnamenti ..
3
1965) 508.
19. Cfr.
GS
3.
20. GS 22. Para L LADARIA esta afirmacin es
el
pnnClplO bsico de
la antropologa conciliar; cfr. El hombre a
la
luz
de
Cristo
en el
Concilio Va
ticano
lI .
en
R.
LA TOURELLE dir), Vaticano JI. Balance y perspectivas Sgue-
me, Salamanca
1985, 705.
21. JUAN PABLO 11 Homila a
los
universitarios
5.1V.1979.
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ANTROPOLOGA DE LA FORMACIN CRISTIANA
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dos: son conocimientos concretos, objetivos, experimentables e in
terpretados con arreglo a
las
leyes necesarias que se supone rigen
la naturaleza material. Slo nos permiten acceder l hombre en
comparacin con el resto de la realidad material, utilizando el mis
mo lenguaje, los mismos conceptos, aunque en otro nivel de com
plejidad. Pero sin que se trate
de
nada que
sea
especficamente hu
mano, ya que lo que se estudia es precisamente, lo que el hombre
tiene en comn con todo lo dems, que no es humano.
Por
su parte,
las
ciencias humanas, en
la
medida en que son
capaces de liberarse de los mtodos exclusivamente positivos, pene
tran en lo especficamente humano, en lo distintivo del hombre
recurriendo muchas veces a mtodos introspectivos:
es
decir, me
diante
el
acceso directo e intuitivo de la realidad humana tal como
se nos muestra en la vivencia inmediata (y por tanto evidente).
Esa experiencia necesita ser expresada en conceptos que son irredu
cibles a
las
variables
de
rango fsico-qumico de
las
ciencias natura
les: la vida intelectual, el actuar libre, las relaciones interpersona
les
el lenguaje,
el
significado, la tica y la esttica. Precisamente
en
la
medida en que esos conocimientos son especficamente hu
manos resultan menos objetivos, pero tienen un horizonte de
significado muy amplio y pueden ser comprendidos por el hombre
como realidades que
le
son adecuadas. Son saberes especficamente
humanos y, con toda propiedad,
se
les
ha llamado humansticos,
porque educan al hombre en lo que
le es
ms propio,
le
ayudan
a comprenderse y comportarse como un hombre. La cultura cris
tiana debe mucho a estos saberes, tambin llamados humanida
des
particularmente en la forma en que los cultiv la antigedad
clsica
22.
El saber clsico nos ha transmitido inmensas riquezas espiri
tuales y, entre ellas, tambin modelos
de
formacin humana.
Se
puede decir que estos modelos oscilan entre
el
ideal del filsofo o
del sabio y el del hombre virtuoso o buen ciudadano, entre un
ideal intelectual de la perfeccin humana y un ideal cvico, ms
bien moral
23.
Una mente cristiana puede posteriormente descubrir
22. Cfr. H.1. MARROU Historia
de l
educ cin
en l
antigedad Akal,
Madrid
1985 402 ss.
23.
El
ciudadano u hombre
de
estado encarna
el
ideal bsico del hombre
griego romano; el sabio es el ideal del hombre culto, desarrollado alrede-
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JUAN LU S LORDA
que esta oscilaci6n
se
debe tanto a la ausencia
de
un ideal trascenden
te
de
hombre, que permita conjugar perfectamente
lo
intelectual y lo
moral, lo personal y lo social, lo permanente y lo hist6rico, como
a la falta de recursos morales para alcanzar cualquier ideal de ma-
nera plena. U na reflexi6n teo16gica sabr adems ver en esto los
lmites de la naturaleza herida
por el
pecado, que no ha perdido
la inclinaci6n a la plenitud, pero que no puede alcanzarla.
La plena perfecci6n humana, como hemos dicho, trasciende
a la naturaleza.
Por
esta raz6n, no
es
posible descubrir
por
el
estu
dio de la naturaleza humana contingente que
es,
pero que no da
raz6n suficiente
de
por qu es la vocaci6n,
el
fin ltimo al que
ha sido llamado gratuitamente
por
Dios. El hombre puede llegar
a conocerse como ser perfectible, pero
al
proponerse l mismo
ideales de perfecci6n tropieza con la propia finitud que hace bo
rroso e irrealizable cualquier ideal. S6lo la revelaci6n del creador
y salvador puede dar
al
hombre
las
claves que
le
permiten com
prenderse y las fuerzas que le ayudan a orientarse.
Lo asombroso
es
que la revelaci6n cristiana sobre
el
hombre
no es, propiamente
hablando
un
saber un
contenido
intelectual-
sino una persona 24. La verdad definitiva sobre el
hombre no
es
un conjunto de conocimientos y principios
de
con
ducta, sino Cristo mismo,
el
Camino, la Verdad y
la Vida 25.
3. Camino Verdad y Vida
Examinemos brevemente este extraordinario testimonio que
San Juan pone en boca del Seor:
Yo
soy
el
Camino, la Verdad
dor de los grandes maestros; adems, en
la
Grecia clsica habra que aadir
un ideal esttico del hombre, que
es
el poeta. Cfr. W.
JAEGER,
Paideia. Los
ideales
de la cultura
griega Fondo de Cultura Econmica, Mxico-Madrid
1988/10
a
1933), Introduccin pp. 3-16.
24. El
cristianismo no es, en ltimo trmino, ni una doctrina
de la
ver
dad ni una interpretacin de la vida. Es esto tambin, pero nada de ello
constituye su esencia nuclear. Su esencia est constituida por Jess de Naza
ret, por su existencia, su obra y su destino concretos; es decir, por su perso
nalidad histrica.
R. GUARDINI, a
esencia del cristianismo Cristiandad,
Madrid 1984/4
a
, 19.
25.
Jn
14,6.
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ANTROPOLOGA
DE L
FORMACIN CRISTIANA
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y la Vida. Segn
la
exgesis ms extendida y razonable, habra que
entenderla en el sentido de que Cristo
es
Camino porque es Verdad
y
es
Vida 26.
La
frase tiene la preciosa virtualidad de poner
de ma
nifiesto la relacin estrecha que existe entre
el
aspecto cognoscitivo
del
mensaje cristiano
la
verdad y
el
aspecto existencial
la
vida ;
y tambin la
de
sealar su carcter progresivo
e l
camino-o La
verdad cristiana sobre el hombre tiene,
por
eso, un acusado carc
ter sapiencial, al unir ntimamente verdad y vida 7
. Pero no
es
slo eso. El cristianismo
es
profunda y radical
mente cristocntrico: No hay ninguna doctrina, ninguna estructu
ra fundamental de valores ticos, ninguna actitud religiosa, ni nin
gn orden vital que pueda separarse de la persona de Cristo y del
que, despus, pueda decirse que es cristiano. Lo cristiano
es
El
mismo 28. El contenido mismo de la verdad y
de
la vida cristia
nas son Cristo, que ha sido hecho para nosotros sabidura de
Dios, justicia y santificacin y redencin
29.
Cuando hablamos
de sabidura,
es
El; cuando hablamos de virtud, es El; cuando ha
blamos de justicia,
es
El, cuando hablamos de paz,
es
El; cuando
hablamos
de
verdad y vida y redencin,
es El
30. Y cuando ha
blamos del hombre,
es
El: slo Cristo revela plenamente
el
hom
bre al mismo hombre
31.
26.
As
1. DE LA POTTERIE, je
suis
la Voie la Verit
et la
Vie Jn 14 6
en NRTh
88
(1966) 907-942; recogido y traducido en
La verdad de
Jess
BAC, Madrid 1979,
107-144.
27. Vase el precioso comentario del generalmente considerado captulo
XI 4-7) de la Epstola a Diogneto: No hay vida sin ciencia, ni ciencia segu
ra sin vida verdadera .. El que piensa saber algo sin la ciencia verdadera y
atestiguada por la vida nada sabe ... El que con temor ha alcanzado la ciencia
y busca adems la vida, se planta en esperanza y aguarda el fruto. Sea para
ti la ciencia corazn; la vida empero,
el
Verbo verdadero comprendido, en
D. Rurz BUENO, Padres
Apostlicos
BAC, Madrid 1950, 860. Je pourrai di
re: la vertu contient l intellectualit en puissance, car, nous menant a notre
fin, qui est intellectuelle, la vertu quivaut au supreme savoir: A.D.
SERTI
LLANGES trata bellamente de la unidad que debe darse en todo intelectual
cristiano en
su
preciosa y ya clsica obra
La vie intellectuelle
Revue des Jeu
nes, Paris 1950/4
a
,
39.
28.
R.
GUARDINI,
o.cit. 103.
29. 1 Cor
1,
30-31.
30. S. AMBROSIO, Explanationes psalmorum Ps. 36,65-66;
CSEL
64,123-125
31.
RH 10; cfr. GS 22.
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JUAN LUIS LORDA
Nadie puede dudar de las enormes y misteriosas perspectivas
de esta verdad, que da lugar a que exista lo que con toda propie
dad puede llamarse una Paideia cristiana
o,
con las venerables
palabras
de S.
Clemente Romano, una Paideia en Cristo;
es
de
cir, una formacin o educacin en Cristo: un ideal cristiano
de
formacin
32.
La Paideia cnstIana recoge
el
contenido
de
la Paideia
cl
sica,
y
la supera cuando es capaz de aunar los ideales del sabio
y
del hombre virtuoso, del filsofo
y
del ciudadano: lo intelectual
y
lo moral, lo personal y lo social (la Iglesia, cuerpo
de
Cristo), lo
permanente
y
lo histrico
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ANTROPOLOGA DE LA FORMACIN CRISTIANA
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dagogo
O
preceptor. El maestro se ocupaba de la instruccin del
nio en la escuela, mientras que el pedagogo se ocupaba en casa,
de
la educacin en
las
virtudes viriles
y
cvicas
36
En la cristiana, Cristo mismo asume, en cierto modo, ambos
papeles
37
4.
Cristo Maestro
38
Cristo
es
el Verbo de Dios hecho hombre;
es
decir, la Pala
bra o verdad de Dios con la que Dios se conoce a S mismo
y
crea cuanto existe.
La
tradicin antigua de la Iglesia penetr hon
damente en
el
misterio del Verbo que se expresa en la creacin,
36.
Cfr.
H
I
MARROU,
ibidem
37.
CLEMENTE
DE ALEJANDRA esquematiza esta distincin en la intro
duccin
de El
Pedagogo: El Logos que ensea tiene por oficio exponer y re
velar las verdades doctrinales. El pedagogo, que
se
ocupa de la vida prctica,
nos ha exhortado primero a llevar una buena vida moral; y ahora nos invita
a cumplir los deberes
1,1,2,1)
SC 70, 112. Esta distincin es prcticamente
ajena, sin embargo,
al
contexto cultural de los Evangelios. En ellos encontra
mos continuamente el ttulo didaskals maestro), que es, probablemente
casi siempre, traduccin del arameo Rabb o Rabboni cfr. Mt 23,8;
Jn
1,38;
3,2; 20,16). En cambio, S. Pablo se hace eco de la funcin clsica del pedago
go
en Gal 3,24.26 y ms veladamente en 1
Cor
4,15. El ttulo Rabb, que
es
el
tratamiento ordinario que
se
da al Seor y que El acepta cfr. Jn
13,13), no
se
corresponde bien con la idea clsica del maestro, ni con la
nuestra actual. Los rabinos ejercan y ejercen una enseanza peculiar que
consiste en
la
interpretacin minuciosa de
la
Ley, para vivir bien de acuerdo
con ella: se trata ms bien de una doctrina moral, un camino o camino
de Dios cfr. Mt 22,16; Mc 12,14). En la misma lnea, aunque con enormes
novedades, hay que situar la enseanza del Seor. El contenido de su pre
dicacin ordinaria
se
centra en aspectos morales, es una doctrina de vida;
basta pensar, por ejemplo, en Sermn de la montaa cfr. Mt 5,2-7,28.29);
sus palabras y gestos profticos revelan, sin embargo, los misterios cristianos:
su relacin filial con el Padre,
la
redencin con su sangre,
la
nueva vida en
el
Espritu Santo, que es el contexto donde se ha de vivir esa vida.
En
este
sentido puede afirmarse que Cristo es,
al
mismo tiempo, maestro y pedago
go:
nos une a la Verdad y nos ayuda a vivir como hijos de la luz Un 12,36).
38. Todos los aspectos
de
la consideracin
de
Cristo como Maestro han
sido tratados con singular belleza
por S.
BUENAVENTURA,
en sus discursos
Christus Unus omnium
Magister que est centrado en Mt 23,16, y De exce-
llentia
Magisterii Christi.
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JUAN
LUIS
LORDA
dando a las cosas su ser y, al mismo tiempo, manifestando en ellas
la gloria de quien las ha creado. En la creacin est ya, pero de
un modo velado, la Verdad,
la
Palabra
de
Dios. Adems,
esa Pala-
bra se ha hecho hombre, abrindonos
el
camino para penetrar en
las profundidades del misterio de Dios. La verdad de Dios nos hu
biera estado vedada
si
Dios mismo no la hubiera querido transmi-
tir gratuitamente en su hijo:
A
Dios nadie ha visto nunca,
el
Unignito
que est en el seno del Padre, El nos lo ha re
velado 39.
Cristo est en el centro
de la
verdad cnstIana. El es
el
cauce
de
la
verdad y, al mismo tiempo,
la
verdad misma que nos es re-
velada. El misterio de Cristo
es
el nudo de todos los misterios
cristianos:
la
vida ntima de Dios se nos manifiesta desde su posi
cin de Hijo; la salvacin del hombre se realiza a travs
de
El;
la
santificacin consiste en conformarse con El por
la
accin de su
Espritu;
la
Iglesia
es
su cuerpo mstico; y los sacramentos,
la
par
ticipacin en los misterios de su muerte y resurreccin. El criterio
de
la
verdad cristiana
es
Cristo, en
el
cual estn ocultos todos lo
tesoros
de
la sabidura y de la ciencia
40.
Naturalmente, esto trae algunas consecuencias importantes
tanto en cuanto a la enseanza como al aprendizaje
de
la verdad
cristiana.
En
cuanto a la enseanza, la enseanza cristiana (la que ayu
da
al
hombre a formarse intelectualmente como cristiano), ha
de
ser cristocntrica. La unidad
de
las verdades cristianas debe verte-
39. Jn 1,18. S. CLEMENTE
ROMANO
glosa bellamente esta idea: Este es
el camino, carsimos, en el que hemos hallado nuestra salvacin, Jesucris
to ..Por El fijamos nuestra mirada en las alturas del cielo;
por
El contempla
mos como en
un
espejo la faz inmaculada
de
Dios;
por
El
se
nos abrieron
los ojos del corazn;
por
El nuestra inteligencia, antes insensata entenebre
cida reflorece a su luz admirable; por El quiso el Dueo soberano que gust
semos del conocimiento inmortah,. 1 Cor 36,12, en D. RUIZ BUENO o.cit.
211. PASCAL se expresa con su fuerza habitual: No slo no conocemos a
Dios ms que por Jesucristo, sino que no nos conocemos a nosotros mismos
ms que
por
Jesucristo. No conocemos la vida, ni la muerte ms que por
Jesucristo. Fuera de Jesucristo no sabemos ni lo que
es
nuestra vida ni lo
que
es
nuestra muerte ..No vemos
m ~ s
que obscuridad confusin en la
na-
turaleza de Dios en nuestra propia naturaleza.
Penses
Ed. Brunschvicg,
548, Livre de Poche, Paris 1972,241.
40.
ol
2,3.
-
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ANTROPOLOGA DE
LA
FORMACIN CRISTIANA
937
brarse en Cristo. Si no
se
descubre la referencia a Cristo que tiene
cada misterio
de
la fe probablemente no se ha llegado a penetrar
su-
ficientemente en l. Este criterio puede ayudar a distinguir lo que es
una penetracin en la verdad
de la fe es
decir la actividad propia-
mente teolgica,
de
lo que son actividades auxiliares o preparatorias,
que no tendran sentido propio si no condujeran efectivamente a
aqulla. A nadie se le oculta la importancia que ha adquirido para
la
teologa actual
el
esplndido desarrollo
de las
disciplinas positi-
vas de la
Teologa, como son la historia en sus distintas reas de
la
Iglesia,
de la
Teologa,
de
los dogmas, hagiografa, etc.), o
la ex-
gesis. Pero tampoco se puede dejar de advertir que, ante la abun-
dancia
de
conocimientos positivos, existe
el
peligro
de
que estas
dis-
ciplinas, y con ella
la
Teologa entera, se conviertan en una muestra
de erudicin. A veces, puede haberse perdido la medida, especial-
mente en
la
enseanza superior
de
la Teologa. Algunas verdades
troncales y rotundas de la fe pueden quedar ocultas a los ojos de
los que aprenden, tras el bosque de los conocimientos positivos.
El criterio que permite tender hacia la unidad sistemtica de
las
distintas disciplinas teolgicas es precisamente,
el
misterio de
Cristo. En este sentido se puede destacar que la Teologa Bblica
no simplemente la exgesis) tanto del Nuevo como del Antiguo
Testamento, debe ayudar a penetrar en
el
misterio del Dios hecho
hombre. Y que la historia
de
la Iglesia no puede cultivarse, como
disciplina teolgica, sin
la
consideracin, al menos implcita, de
que la Iglesia es
el
Cuerpo de Cristo,
de
que Cristo
por
su Espri-
tu est presente en ella hasta el fin de los tiempos 41.
Otro
tanto
cabra decir, por ejemplo, a propsito de la historia de los dog-
mas, donde lo que est en juego, a travs
de
los tiempos, no es
un conjunto
de
verdades fragmentarias, sino la revelacin y salva-
cin obrada
por
Cristo que alcanza a todas
las
pocas. Sin referen-
cia a este ncleo, los conocimientos, por su propia naturaleza,
tienden a producir dispersin, ms que a favorecer
la
sabidura
cristiana, que es
como
su nombre
indica
inseparable
de
una VI-
da, y compromiso con la verdad total, Cristo 42.
41.
Mt 28 20.
42.
En
ese
sentido seala
IRENEO:
Ms
vale no buscar otro conocimien-
to que el de Jesucristo,
el
Hijo de Dios, que fue crucificado
por
nosotros,.
que caer en la impiedad
por
cuestiones
sutil.