Arnold Hauser-Sociologia Del Arte

145
Sociología del pú lico wnsti- tuyc d O l ~ : m e n 4 d e la mo n u ~  :iuti<L1 .:·S:Jc iología del ariE' > <n:r;; ~\.=.~.:·i,  t  -,:·s Guadarrama ·¡; u b li:;~ cJ• ,r : 1 e n Punto Om c;_;a, .Colt-. . ¡,:.u _ mvcr sitaria de Bo i :;ílio. Es ; . a obn". qtu  corona la ex· raordin ia iahnr investig ", ck ra ·¡ cre.ad:m1 de Arr.old l at-.  e  ; se ha s : en sus lraba ; os an teriores, prhtdpalmentc ..: n ci aparato conceptual p est ntado ·e n ,;u «Teo as de] arte» P un- to Omega. n úm . 53). A>tlique los conceptos f u n d a m c 1 1 a k ~ ; se conservan en lo e s e o c i ;~l l:F ideas del autor han sufrid0 J nJ evril uci ón que no puede por menos de manifestar:;e ~ n e  -1::~ obra cimera As i, por ejernpk•, él. separación entre el ma rxis · mo p o lítico, que le ¡w r mit<' depurar la tc c ria de cierto : las-::res metafísicos, ln ir.t.r::rpc<: tación del tnateíia ismo Í'lis t( .. rko en el ~ e n t i d o de ampliar el concc->pto de infraestructura para dar cabida a ele'X ento s de carácter espiritual, e la apl' · ca c iÓn matizada uel m ~ t o J o dialéctico, que le ::onduct~ ;.r negar que tocio p r o c ~ s o h i st ó rico haya de ser necesa riamcn te Clialéctico. Ohra de plena m a d u r e : ~ . , en 1< 1 que el autor nos da io m e ior de sí misnhJ, ¡ la ct;.al quf'd:lr<t sin duda ccmu b · a ohra clásica de sccio logía ci el a.r te. t:.k 1.1.. e L' a: J  llt Oijlt \ t  S I ~ I I  sc~ciold.~gí·a dt  i t~te \ .  sociologúa dt~B público

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Sociología del

pú lico

wnsti-

tuyc d l ~ : m e n 4 de la

mo

  : i u t i < L 1 .:·S:Jciología del ariE' >

<n:r;; ~ \ . = . ~ . : · i , - , : · s Guadarrama ·¡;

u

l i : ; ~ cJ• ,r :1 en Punto Om

c;_;a,

.Colt-. .

¡,:.u

_mvcrsitaria

de

Boi

:;ílio.

Es;.a obn". qtu 

corona

la ex·

raordin ia iahnr

investig

",ck

ra

·¡

cre.ad:m1

de

Arr.old

l at-.

  e

  ; se ha s

:

en sus lraba

;os

an

teriores,

y prhtdpalmentc ..:n ci

aparato conceptual p r·est ntado

·en ,;u «Teo rías de] arte» Pun-

to

Omega.

núm

.

53). A>tlique

los conceptos f u n d a m c 1 1 a k

se

conservan

en lo e s e o c i ; ~ l

l:F

ideas

del

autor han sufrid0 J

nJ

evriluci ón

que no puede por

menos de manifestar:;e   - 1 : : ~

obra cimera

Asi,

por

ejernpk•,

él. separación entre el ma rxis·

mo

po

lítico, que

le ¡w r

mit<'

depurar la

tcc

ria

de cierto :

las-::res metafísicos, ln

ir.t.r::rpc<:

tación

del tnateíia ismo

Í'list( ..

rko en el ~ e n t i d o de ampliar

el

concc->pto

de infraestructura

para

dar

cabida

a ele'X entos

de

carácter espiritual,

e

la

apl'

·

cac

iÓn

matizada

uel m ~ t o J

dialéctico,

que

le

: : o n d u c t ~

;.r

negar que

tocio

p r o c ~ s o histó

rico

haya de ser necesariamcn

te Clialéctico.

Ohra

de

plena m a d u r e : ~ . , en 1< 1

que el

autor

nos

da io me ior

de sí

misnhJ,

¡ la ct;.al

quf'd:lr<t

sin duda ccmu b

primet

·a ohra

clásica de scciología ci

el

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llt Oijlt \ t S I I I

s c ~ c i o l d . ~ g í · a

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t ~ t e

\ .  sociologúa

d t ~ B

público

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Sociología del arte

4 Sociología del público

Segunda edición

fOI·

l- A-0

·

0 7 > 1 3 3 ~

Biblioteca

I

T E S O

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Sección: Ciencias sociales.

Número: 243

Otras obras de la misma sección: .

A

Hauser: «Historia social de

la

literatura y el arte» (P.O. 19,

20 y 21).

J Soustelle: «Los cuatro soles. Origen y ocaso de las culturas»

(P.O. 71). .

A

de Tocqueville: «La democracia en América» (P.O. 74).

L. Marcuse:

<<Filosofía

americana» (P.O.

77 .

L Strauss: «¿Qué

es

filosofía política?» (P.O. 91).

M. Kidron: <<El capitalismo occidental de la posguerra>> (P.O. 109).

E

Ruiz García: «América Latina hoy» (P.O. 114 y 115).

J Vogt: «El concepto de la historia de Ranke a Toynbee»

(P.O. 116).

J de Castro:

<<Geopolítica

del hambre>> (P.O. 140 y 141).

L Bonilla: <<Las revoluciones españolas en el siglo XVI» (P.O. 148).

] P. Harroy: <<La economía de los pueblos sin maquinismo»

(P.O. 152).

G. Duncan Mitchell:

<<Historia

de la

sociología>>

(P.O. 144 y 164).

H. Lefebvre: <<Marx» (P. O. 172).

M Berthold: «Historia social del teatrm> (P.O. 177 y 178).

A Hauser: <<Fundamentos de la sociología del arte» (P.O. 180).

G. Gurvitch: <<Proudhon» (P.O. 181).

l

C

Jarvie: «Sociología del cine» (P.O. 182).

S de Coster-F. Hotyat: «Sociología de la educación» (P.O. 184).

R.

L

Heilbroner: <<El porvenir humano» (P.O. 191).

M

Twain: «Las tres erres» (P.O. 192).

D. Lacalle: «Técnicos, científicos y clases sociales» (P.O. 216).

J Maquet: <<El poder negro de Africa» (B.H.A. 66).

A

Hauser:

<<Sociología

del arte».

E. V. Schneider: «Sociología industrial. Relaciones sociales entre

la industria y la comunidad».

S F. Nade : «Teoría de la estructura social>>

J Monnerot: <<Sociología del comunismo>>

T. Parsons: «La estmctura de la acción social».

Arnold Hauser:

ociología del arte

4 ociología del público

Ediciones uadarrama

Colección

Universitaria

de

olsillo

Punto

Omega

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i

Título original: <<Sociologie der Kunst»

Traductor: Vicente Romano Villalba

Portada: Estudio R S

Printed in Spain

©

Arnold Hauser

\

© Ed. esp. Editorial Labor,

S.

A. Calabria, 235-239,

Barcelona-15, 1977.

Dcpósi legal: \l. 3ll6<J--l 177

ISBN: 84-335-02-13-3

ISBN:

84-335-2970-6

(obra completa)

Impreso en Gráficas barra,

S.

A. l\ atilde Hernández

31

MADRID--19. ' '

uarta

parte

Sociología del público

1

Alocución y pronunciación

l

El

sujeto productor

el

receptor

Tanto

la historia como

la

crítica del arte, la doctrina de los gé

neros y técnicas artísticos como

la

psicología y la sociología del

arte consideran e interpretan

la

obra de arte principalmente desde

el punto de vista del sujeto productor, y sólo a modo de comple

mento desde el del sujeto receptor. Sin embargo, pese a la circuns

tancia de que

el

objeto de

la

vivencia artística

es el

producto común

de autor y público, tampoco puede equipararse ni poner de acuerdo

al autor de la obra con el lector, oyente o espectador que se compe

netra totalmente coq ella.

No

sólo se

trata

de personas particulares,

de diferente intención y emoción, aunque se parezcan por

el

senti

miento de la vida y

el

pensamiento social, sino también de sujetos

que funcionan de manera distinta, portadores de objetivaciones es

téticas diversas. Lo mismo que el esteta, el crítico o el historiador

no pueden confundirse nunca con el autor, por fina que sea su sen

sibilidad, por

muy

profunda que sea su participación

en

el destino,

las inclinaciones e idiosincrasias de éste, por muy dispuestos que

estén a vivir, amar y sufrir con él, la novela leída tampoco es ya

la escrita,

ni

la pieza de música tocada tampoco

es

ya la compuesta

o la imaginada por

el

compositor. Y por insignificante que sea lo

que objetivamente aporte a la obra recibida el lector, oyente o es

pectador, la creación del artista se desplaza a otra esfera o a otro

plano al ser consumada por el receptor. Pues por insignificante que

sea el desplazamiento desde el punto de vista de la teoría o de la

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historia del arte da lugar a

uno

de los giros más decisivos que puede

experimentar la obra de arte.

n

la identidad de todos sus elementos

formales y de contenido varía

su

función su sentido y su finalidad

en la vida del sujeto respectivo.

El arte parece estar determinado principalmente por

una

ne

cesidad de expresión por

un

afán de tensión aunque esencialmente

no

es

más que comunicación e información y sólo puede conside

rarse logrado cuando se efectúa la pretendida transmisión y com

prensión cosa que raras veces ocurre de acuerdo con la intención

original.

Tanto el

acto de presentación como el de recepción implica

la cooperación y acción recíproca de dos sujetos el productor y

el

receptor; si bien ambos representan funciones singulares e incon

fundibles. Su diferencia

no

estriba sin embargo en que el artista

es

la parte realmente activa y el receptor la meramente pasiva. Pues

si

así fuese

el

público artístico recibiría de modo invariable la obra

ofrecida y la vivencia artística no sería más que ratificación

cosa

que

nunca es

exclusivamente y que ocurre cada vez menos a

me-

dida que aumenta la distancia histórica.

La hipótesis de la existencia de receptores pasivos e indiferentes

corresponde a la leyenda acerca de la poesía como lengua materna

de la humanidad. Mas en realidad

ningún

artista se dirige a

la

h u m ~ n i d d a secas ni tampoco escribe para

un

lector cualquiera

lo mismo que

ningún

lector lee sin

ninguna

elección sino que cada

uno emprende su lectura con deseos determinados por

muy

indife

renciados que sean críticamente. Las capas de público que prevea

el artista al crear sus obras el tipo de obras que gusta a

un

público

o que espera que le guste cómo

se

manipulan las obras por así

de-

cirlo y cómo conserva o modifica su identidad

una

capa de la socie

dad bajo la influencia de las obras que se le ofrecen

en

suma las

expectaciones y satisfacciones de los procesos desarrollados con estas

funciones diferenciadas constituyen los giros del espectáculo que ana-

liza e interpreta la sociología del arte. ·

Sociológicamente no existen los libros que

no

se leen igual que

tampoco

es

música sino

tan

sólo anotación de ella la part itura que

no

se

toca o

no

resuena

en

el oído interior. El proceso artístico

es

alocución y pronunciación.

n

cuanto mera ensoñación o monólogo

sin respuesta carece por completo de cualidad ontológica. El texto

impreso

no

alcanza realidad estética hasta que

no

es leído; sin leer

no

es

más que

una

serie de signos jeroglíficos.

2

a

obr ofrecid y l recibid

La

obra de arte recibida

no

es

en

modo alguno idéntica a la

obra producida aunque sólo sea porque los caminos del autor y del

receptor llevan

en

direcciones opuestas a pesar de que se crucen. El

·artista parte de la vida

es

impulsado por

uno

u otro de sus aspectos

problemas y contradicciones a la creación de obras autónomas se

paradas de la vida. El observador parte de las obras independientes

busca

en

ellas aclaración y elucidación de la vida y alivio de su

sino. El pintor piensa

en un

cuadro determinado cuando pinta

un

paisaje el poeta en la musicalidad de

una

poesía cuando describe

una vivencia el compositor

en un

complejo rítmico-armónico-mo

tivista cuando pretende expresar sus sentimientos. El contemplador

lector u oyente apenas sabe algo con frecuencia de la obra

en

cuanto estructura organizada y sólo piensa en el hermoso paisaje

en la vivencia particular o

en

la conmoción emocional que sirvie

ron de ocasión motivo o pretexto para la creación artística. Artista

y público no hablan la misma lengua desde

un

principio. La obra

de arte tiene que ser traducida a

un

idioma propio para que resulte

generalmente comprensible y para que la mayoría pueda gozarla.

El abismo que existe de antemano entre el sujeto productor y el re

ceptor no sólo aumenta con la distancia temporal que los separa

sino también con la profundidad complejidad y singularidad de las

obras. La inmediatez y amplitud de su efecto guardan

una

relación

inversa con su diferenciación. Cuanto más exigentes y sublimados

sean los medios de que

se

sirven tan to más imprescindibles son los

vehículos de transmisión entre

un

artista intransigente por notable

que sea y

un

público acrítico por ambicioso que sea.

3

Los medi dores entre utor y público

Mas cualquiera que sea la constitución de

una

obra de arte nor

malmente pasa por muchas manos antes de llegar del productor

al consumidor.

La

sensibilidad y capacidad asociativa

el

gusto y

el

juicio estético del público son influenciados por

una

larga serie

de intermediarios intérpretes y críticos maestros y expertos antes

de constituirse

en

pautas más o menos obligadas y criterios rec

tores para obras que todavía carecen de

una

asignación cualitati

va de

un

sello académico y problemáticas según la opinión públi-

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ca.

s

evidente el importante papel que desempeñan

en

este proceso

los momentos estéticamente irrelevantes, tales como la moda, el

esnobismo, la ilustración ficticia y el miedo a quedarse por detrás

de los portadores del gusto. Cuanto más brusco sea el giro de

una

dirección artística a otra y cuanto más moderno sea

el

lenguaje

formal del movimiento de actualidad, tanto más importante es la

función del mediador entre autor y público, entre la producción y el

consumo, los

onos enti

y

los

muchos que todavía ignoran la nue

va forma expresiva.

Hay

que familiarizar a los profanos con los

elementos de la renovación lingüística antes de que comprendan de

qué se trata. El monopolio de la ilustración, íntimamente relacio

nado con los privilegios socioeconómicos, no se abandona sin más.

La cultura democratizadora y la crítica a los valores tradicionales

forman la clave para la liberación de la esclavitud de la práctica ar

tística y lingüística anquilosante e inexpresiva. Mas la llave no abre

todas las puertas, y muchas menos si:p. pedir

una

remuneración a

cambio de ello. A medida que

los

intermediarios abnm

el

acceso a

las obras antes cerradas alejan con frecuencia a los iniciados del sen

tido original y principal de las creaciones. El supuesto significado

de las obras de

un

pasado olvidado se compra generalmente al pre

cio de graves malentendidos.

n

vez del concepto de la verdadera

voluntad artística, se obtiene el reflejo muchas veces roto de

un

nexo

histórico irreconstruible

en

su forma auténtica. Pero por muchas

veces que se logre la reconstrucción, no existe ninguna garantía se

gura para la interpretación correcta del arte que

ha

perdido su ac

tualidad, como

es

el caso, por ejemplo, para el pronóstico de

un

arte

que

aún ha

de producirse.

Como

es

sabido, Goethe decía que «el libro que

ha

tenido

una

gran influencia, ya no puede en realidad ser juzgado» . Si por esto

entendía la fase en que se encuentra

una

obra de arte después de

haber pasado del terreno individual de su autor al ámbito social del

público, ninguna de ellas puede ser juzgada después de cierto tiem

po, esto es que no se puede interpretar en el sentido del autor.

Al

perder su significado original, referido a la persona de su autor y

a sus contemporáneos, adquiere, sin embargo,

una

naturaleza dis

tinta, póstuma y anónima, con la que, al compararse con ella, el

sentido original y auténtico tiende a convertirse en

una

mera ilu

sión,

en un

ideal vano. Según la intención artística original cabe

Goethe al canciller F. von Müller,

1822.

que parezca casual e inadecuado todo efecto derivado de f u n i ó ~

privada, referida al artista.

No

obstante, caree: de toda cahdad

e_ste-

tica objetiva la obra que

es

incapaz de producir

un

efecto emancipa

dor de la intención creadora individual.

4. Yo

y tú

n

el sentido de que

una

auténtica obra de arte no es mera ex

presión sino también comunicación, no es tampoco mera alocución

sino también pronunciación. Nadie se habla a sí mismo en verso,

nadie experimenta sus impresiones de la naturaleza en cuadros, sin

que también quieran hacérselas ver a otros. Cuando se dice que el

artista transmite algo al expresarse,

se

quiere decir que habla a al

guien al manifestarse. Toda expresión artística, toda descripción evo

cadora de ideas, sensaciones y objetivos,

se

dirige a

un

oyente o

espectador efectivo o hipotético. Tampoco las manifestaciones de

índole puramente íntima,

en

apariencia referidas únicamente al

locutor son totalmente monológicas, sino que suponen la presencia

de

un

testigo al menos ideal o de

un

destinatario anónimo. El «mo

nólogo interior» corresponde a la disposición anímica de

un

perso

naje del escritor o a

un

papel que él hace.

n

cuanto tal, el escritor

no monologa.

La producción y recepción artísticas son interdependientes y,

en verdad, no sólo porque

el

yo que habla se dirige a

un tú

hablado,

sino también porque las formas de organización y los contenidos

sensibles del lenguaje se forman de antemano con relación a su

recepción y

se

mueven tanto

en

las formas conceptuales del sujeto

receptor como

en

las del productor.

La

interacción entre ambos no

significa solamente que el acto creador pueda cambiar continua

mente bajo la influencia de la conducta del receptor, sino también

que la reacción se modifica constantemente bajo la influencia del

ofrecimiento, y al final de

una

representación teatral o al final de

un

concierto los espectadores u oyentes no son ya los mismos que eran

al principio.

Ambas fases del proceso artístico están socialmente condiciona

das por

una

relación

mutua

entre el yo y el tú. Todo yo se convierte

en objeto para el

y todo participante adquiere sentido y finalidad

gracias a la relación con el de enfrente.

La

conducta productiva y

la receptiva presuponen espontaneidad y sensibilidad: ideas y sen-

l

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saciones comunicables, de

un

lado, y receptores capaces de resonan-

cia, aptos de reconstrucción y c o m p ~ n e t r a c i ó n por otro, los

c ~ ~ l . e s

se entienden por medio de

un

lengua¡e formal común.

La condlCIOn

básica de todo arte

es

el hallazgo de tal lenguaje.

Pero el carácter social del arte se manifiesta no sólo

en

que

el

artista se sirve de

un

«lenguaje» cuyos elementos toma de otros y

que comparte con otros, sino también

en

que su lenguaje

es

un

me-

dio para conseguir su fin,

en

que

ha

de someterse no sólo a las re-

glas de la gramática, sino también a los principios de

una

estilística,

esto

es

a las normas de

un

gusto de vigencia más o menos general.

Esta dependencia se mantiene por mucho que los portadores de la

recepción sean formados por los de la producción y por alternativa

que sea también su acción recíproca. Para el artista no

hay nada

que

encame

mejor la fuerza de los poderes sociales que

el

gusto del pú-

blico, con

el

que puede muy bien porfiar, pero de cuya influencia

no

puede escapar.

En

contra de él no

se

hace valer

ninguna

clase

de autonomía, sino a lo sumo el impulso dialéctico de la creación

artística. Cada obra, por singular y moderna que sea, sigue más o

menos

el

gusto predominante, gusto que cambia, sin embargo, con

cada obra nueva.

La regla general se convierte

en

cadena opresora de la práctica,

pero la regla

es

producto y no principio productivo de la práctica.

La

producción no surge hasta que no

se ha

hecho visible la posible

aplicación de los productos. Como dice Marx, «el consumo crea el

impulso a la producción»

2

Así, pues, el empleo

no

constituye nin-

gún elemento meramente regulador o modificador, sino más bien

un

elemento constitutivo del proceso productivo. En este sentido,

las formas del lenguaje no

se

dan ultimadas para servir a la pro-

nunciación;

es

ésta la que crea

los

medios de la comprensión.

Es

decir, por utilizar de nuevo la terminología de Marx, que: «la pro-

ducción crea a los productores» •. El origen de la alocución y de

prestar atención

es

la necesidad de comunicación, el deseo de unión

de

un

sujeto con otros.

Los últimos progresos, que no sólo ponen

en

tela de juicio tal o

cual movimiento artístico sino el arte a secas y que al fin y al cabo

2

Marx: Fundamentos

de

la crítica

de

la economía política.

Borrad 1

de

1857¡58 1953

p.

13 de la edición alemana.

3

Ibídem.

Onoce

n más arte que el que figura como tal, confirman

la

pri

no rec . , 1

d

f

1'

· de la recepción sobre la produccwn,

en

e senti o enomeno o

; ; ~ I ~ a r x i s t a

pero

no

en

el psicológico positivista.

En

una

palabra,

ahora solo

es

arte lo que

se

consume como tal.

5

a

producción

omo

producto

del

consumo

El lenguaje no expresa

ningún

contenido c o n ~ c i e n t e dado an-

tes del lenguaje. Este contenido nace

con

ellengua¡e, a ~ n q u e no de

él. Forma y estructura de la expresión

se

d e s a ~ r o l l a n

~ a n pasu van

· d' lublemente unidas pero son

tan

Irreductibles

una

a la

t anmiso

'

.

1

otra como el ser y la conciencia, la materia y el

~ s ~ m t u

a

~ e r c e ~ -

ción sensorial y el aparato categorial. El lengua¡e

m c l ~ y ~ s_Imulta-

neamente el principio de la subjetividad y el de la ob etividad:

en cuanto expresión,

el

arte

es

en

la misma medida realidad sub¡eti-

vamente organizada, contenido anímico articulado y artefacto como

calidad objetiva, hallazgo y sonido natural. Igual .que todo ~ s t a ~ o

anímico objetivamente comunicable, todo comple¡o de c o n c i ~ n c i a

artístico

es

también algo no lingüístico, no pensable, no consciente,

lingüísticamente expresable. .

Cabe que

la

obra de arte

se

deba a la necesidad de autoafirma-

ción y autodefensa, a la protesta contra la injusticia o al dolor

p ~ r

el destino humano, cabe que se derive del orgullo de los que domi-

nan

el

idioma y «pueden decir cómo sufren», o cabe que resuene

en el

júbilo del «¡Uníos, millones », pero es. y

s i g ~ e

siendo

~ v o c a ~

ción de ideas y sensaciones, invitación a

m a m f e s t a c w n e ~ a c ~ w n e s

llamamiento

a

ponerse

en

claro y hacer las paces consigo mismo.

Y

con el mundo. Su ser y esencia radican

en

lo evocador.

Ya

desafie,

lisonjee, persuada

0

sorprenda, se mantiene en la forma de

una

alo-

cución, denuncia o defensa.

Tal

como observa el joven Marx acerca del lenguaje

en

general,

el arte surge de

la

necesidad del tráfico con otros hombres.

En él

se objetiva por primera

vez

quizá antes aún de la génesis de

un

lenguaje articulado, el fenómeno de

la

conciencia

.de

una

m a n e ~ a

perceptible para el locutor mismo y para los demas. «El

l e n g ~ a ¡ e

es tan

antiguo»,

se

dice

en La ideología alemana

«como la concien-

cia,

el

lenguaje

es

la conciencia práctica, existente también para otras

personas, real, y el lenguaje nace, igual que la conciencia, de

la

ne·

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cesidad del tráfico con otros seres humanos» •. De esta suerte. el

arte.

es

en todo caso una variedad si no una forma previa del len

gua¡e.

obras más numerosas e importantes del arte del pasado se

debteron a encargos expresos y eran por tanto una alocución al

menos indirecta. Las creaciones de las artes plás;icas apenas se da

de otra manera hasta

los

tiempos del Renacimiento.

y

compo

sitores como Bach y sus coetáneos incluso sucesores produjeron

s u ~ obras por encargo o para cumplir con sus deberes oficiales poco

o menos como «portavoces».

Haydn

compuso todavía sus úl

timas grandes misas para cumplir su contrato de trabajo con el prín

cipe

E s z t e ~ h á z y .

Por lo

~ : n e r a l

Mozart trabajaba bajo la presión de

unas r e l a ~ 1 0 n ~ s de

serviCIO

a menudo casi insoportables y el deber

de produe1r piezas

para los

propios conciertos o satisfacer

los

deseos

de toda clase de cantantes e instrumentalistas. En sus últimos años

creadores Brahms incitado por

la

amistad con el clarinetista Ri

chard Mühlfeld se entregó a interpretar en

un

medio nuevo

para

él como solista.

Algunos de

los

problemas más importantes del arte giran en tor

n

relación.de la autonomía de las formas estéticas con la praxis

diana de los su¡etos que reciben las obras de arte. Por correcto que

s ~ a q ~ e

toda vivencia artística auténtica incluye en sí las expe

nenctas mtereses y objetivos decisivos de sus portadores sería igual

mente falso por otro lado esperar o exigir que la vida de los recep

~ o ~ e ~

Y a

d ~ c i r

verdad también

la

de

los

entendidos y capaces de

JUICI?

onentase por

el

arte. El amor y la comprensión del arte

no

~ I g m f i c a el

deseo de que la vida gire en tomo a él sino al con

~ r a r i O

que el arte gire en torno a la vida.

Es

absurdo e inútil que

prse. de que la « e s f e ~ a

d e ~

sentimiento» no empieza hasta que cesa

el « t l e ~ p o ~ e l negocio»; esta es precisamente la regla. Pero el arte

no sta d e ~ t : n a d o

a los estetas sino a los hombres de

la

praxis con

sent.Ido estetico y sentimiento de la calidad. El mal empieza donde

se siente como carencia la lejanía de la propia vida profesional res

pecto de una vida estética valorada según criterios formalistas de

b e ~ l e z . a Y dond; al desear proseguir tranquilamente su existencia

p r ~ t t c m e n t e

uttl se exige y favorece

un

arte que

se

aleje lo más

post ble de la vida cotidiana a

fin

de que no se recuerde en una es-

 

Marx: Primeros escritos p. 357 de la edición alemana.

{era a la otra y uno pueda resarcirse de la vida en el arte y de las

formas demasiado exigentes del arte en la vida.

La afirmación de Walter Benjamín en el sentido de que la «con

sideración del receptor» resulta estéril para el conocimiento de una

obra de arte y de que una poesía

no

vale

para

el lector

un

cuadro

tampoco vale para el observador ni una composición musical para

el

auditorio

se deriva de la hipótesis de que lo esencial de

una

poe

sía o de una obra de arte no es en absoluto «comunicación ni

manifestación». Cierto lo que Benjamín llama «lo incomprensible

misterioso» forma parte cÍe su esencia pero lo que se olvida de men

cionar

es

el hecho de que lo incomprensible y misterioso del arte

no estriba sencillamente en lo que él denomina «forma» •. Todo el

proceso mental que atañe al problema de la comunicación artística

gira en tomo a cuestiones de la traducción de obras poéticas y pre

tende subrayar la circunstancia de que el criterio de una buena tra

ducción radica en la comprensión del estado de ánimo de la mu

sicalidad lingüística de los tonos concomitantes en

una

palabra

de la transparencia de ese «misterio» no revelado en ningún ele

mento de contenido. La obra de arte tiene que entenderse de ante

mano como algo así como

una «traducción»

la

representación indi

recta de una objetividad captada ya en categorías artísticas a fin de

que pueda asimilarse en el concepto claro y relajado en

y

de por sí

adialéctico de la forma.

El esfuerzo del artista va encaminado a solución del cometido

de hallar una forma comunicable y comprensible para la expresión

de sus vivencias experiencias y sensaciones. Sus sentimientos y vi

siones se convierten en material artísticamente utilizable al salir del

terreno de la mera intimidad y pasar de estados anímicos amorfos

de humores e inclinaciones fluidos a estímulos articulados capaces

de recepción y vinculación. La idea artística más primitiva y em

brionaria tiende ya a la transmisión. Y toda comunicación compren

sible presupone por su parte un sistema de signos más o menos de

sarrollado la posesión común de los medios de expresión por

un

gru

po social. Los medios están condicionados por la voluntad de comu

nicación y ésta por los medios disponibles de expresión.

Ahora bien si también puede afirmarse que todo arte

es

una

especie de lenguaje no puede explicarse en absoluto que una cons-

• Walter Benjamín:

Escritos

1955 1

p.

40.

Loe.

cit.

p. 41.

Page 9: Arnold Hauser-Sociologia Del Arte

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trucción es «artística» porque sea lingüística como reza la tesis de

Heidegger sobre la esencia poética de todo

arte .

«El lenguaje

no

es

poesía» dice «porque sea la poesía primigenia sino que

la

poe

sía se sucede en

el

lenguaje porque éste conserva la esencia origina

ria de la poesía» •. Las demás artes son

tan

«lingüísticas» comu

nicativas y evocadoras como la poesía. Y ésta

no

es

la

lengua ma

terna de

la

humanidad como tampoco lo son las otras formas del

arte ninguna de las cuales encierra como ella algo más o menos

secreto infundado callado e inefable.

Tanto

en la

poesía como

en

el arte en general comunicación

significa comprensión entre el sujeto productor y el receptor la

esencia del vehículo entre obras de arte y

su

recepción es decir «me

diación» pero sólo en el sentido de que un contenido sensorial ya

articulado se transfiere a una hoja todavía sin escribir desde el

pun-

to de vista artístico pero no en ese sentido más radical objetivador

de que la mediación significa la formulación de un material aún

totalmente inarticulado

en

categorías racionales especiales y en ob

jetividades específicas correspondientes a ellas. Esto es tampoco

corresponde al principio que en la teoría del materialismo histórico

une la

supraestructura con la infraestructura que parece reempla

zar el salto entre ser y conciencia materia y espíritu naturaleza

y cultura y parece salvar

el

abismo entre ellos. Cuando se comunica

la expresión artística se

ha

efectuado ya la mediación estéticamente

constitutiva: ser y materia han devenido inteligentes y culturales

lo que todavía queda por comunicar es la forma artística terminada.

Ahora son únicamente las obras individuales las que requieren

una

mediación hermenéutica ulterior.

6 a obra de arte como diálogo

La

obra de arte es una construcción dialéctica

no

sólo como

contenido formado no sólo como alocución que pone en juego

un

tú hablado o un vosotros además del yo hablante sino también

y

en

verdad principalmente como pronunciación que se entabla

entre autor y auditorio mediante

una

continua acción recíproca.

Como dice Hegel la obra «no está para sí sino para nosotros

para

7

Martín Heidegger:

El origen del arte 1960,

p.

82.

8

Ibídem

p. 85.

un público que mira y goza .. un diálogo con quien se h a l ~ ~ a n ~ e

lla»

«El colorido plumaje de las aves resplandece tambien

~ u e se vea

su

canto resuena sin que se

~ i g a

el lirio ~ u e solo flo-

e

una

noche se marchita sin ser admirado

en

las tierras de los

rec d d . d

bosques meridionales

..

Pero la obra e arte,_

Ice

en

otro pasaJe e

la

Estética

no existe para sí sino que

es

esencialmente una

r e g u n t ~

una

alocución al pecho

en

donde resuena

una

llamada a los senti-

mientos y a los espíritus»

10

• •

La

pregunta requiere respuesta y resuena en espera de

una.

Las

ersonas a las que se dirige el artista no son meros receptores oyen

ies

0

espectadores mudos y pasivos sino interlocutores. Su voz sólo

in directa perceptible a través de la de los artistas pero

no

por

o

deja de contener la obra además de

la

c o n t r i b u c i ó ~ ~ r i m a r í a

una serie más de contribuciones que conducen al nacimiento de

una forma

en

cuanto objetividad que reacciona a la subjetividad

espontánea del artista forma cuya estructura dialógica es inconfun

dible. En el diálogo entablado el público desempeña

en

cuanto in

terlocutor un papel anónimo y encubierto. Su participación

en

el

proceso artístico no

se

percibe hasta después de haberse terminado

éste y estar listos para análisis los factores de la recepción. Pero

el mismo artista tiene siempre presente en el proceso creador la

esperada acogida de su producto se juzgúe correcta o incorrecta

mente. La configuración de sus obras se efectúa como

una

incesante

solicitud por la aprobación del público con la anticipación de las

objeciones y la estimación del posible eco por parte del gran des

conocido que se hace valer

durante

el acto de creación como «voz

interior» del artista en lucha por el éxito.

El receptor

no

sale directamente de esta función indirecta has

ta que se ha consumado el acto receptor. En la forma de la vivencia

artística concreta de comprensión o incomprensión de

la

apro

bación o del rechazo de la reconstrucción resultante u omitida es

donde el diálogo dialéctico entre el artista que se abre y el receptor

que se hace oír conduce a la respuesta final de

la

pregunta plantea

da por la obra. El artista ha pronunciado su últ ima palabra y se calla;

el receptor toma la palabra y

la

historia ulterior de las obras se

realiza

en

las formas de la recepciÓP historia

en la

que el artista

desempeña ahora el papel anónimo e indirecto. En

la

supervivencia

Hegel:

Estética

edición de

Fr.

Bassenge

1955, p. 276.

10

Loe.

cit.

p. 109

y sig.

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8/16/2019 Arnold Hauser-Sociologia Del Arte

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de las· obras así desplegada

es

donde se contiene la mayor parte de d . ¡- •t d · dividuos s·no en la

la evolución de la historia del arte. siones intemas y e sensacl?nes lml a as a m , 1 .

D od

od

1

d

l d

d .

1

. . participación de otros

en

el1mpulso creador y

en

el acto de la ob]e-

e t os m os no so o carece e rea 1 a

soc1o

og1ca concreta . . b . E

d

1

, . . . . tivación de acontecimientos su ]et1vos. l entemente no se trata

a pura voluntad artlstlca, la forma sencillamente deseada, 1mag¡. . . . , d . . . ,

b

d 1 · 1 · •

d · t f d 1 · ·

1

. . t de una extenonzacwn e VIvencias, smo mas 1en e a me us1on

a y ~ n - J C a m e n e e e c t u ~ ~

en

e

m t e ~ w r

por e artlsta, smo . s asivos

en

el roceso de creación.

b1en

obJetivamente

no rec1b1da.

Comumcarse y hacerse comprens1- de testigo P P

ble es

tan

solo el primer paso del complejo socio artístico, la garan- «La

a c t i v i d a ~

positiva por parte

d ~ l

elemento

a p a r ~ n t e m e n t e

tía de su realización la constituye la acción recíproca entre obra y pasivo»,

en

relacwnes tales .como las e x 1 s ~ e n t e s entre_ r t I ~ t a s y re

receptor. Hasta que el artista no se enfrenta a

un

sujeto receptor ceptores de arte, la observo ya Georg S1mmel. Y anadw que «el

real y claramente manifiesto, hasta que no se convierte

en

testigo de orador que se enfrenta a la asamblea, el maestro que confronta la

la

reacción de un oyente o espectador que vive su obra, y hasta que clase, el dirigente solo, que parece estar m o m e n t á n e a m e ~ t e ~ ? r

no se inicia entre ambos

un

proceso recíproco, dinámico, no se encima; sin embargo, todo el que se encuentra

en

tal s1tuacwn

transforma

en

un acontecer dialéctico, sociohistórico, lo que

tan

solo siente la reacción determinante y rectora de la masa, en apariencia

era

un

proceso psicológico y un logro puramente técnico.

La

meta-

tan

solo receptora y dirigida por él... Todos los dirigentes son diri

morfosis adquiere su significado gracias a la circunstancia de que la gidos

..

El ejemplo más claro se tiene

en

el

periodista, que da con

simple coexistencia de artista y público, obra y efecto, producto ar- tenido y dirección a las opiniones de

una

multitud silenciosa, pero

tístico y vivencia artística no oculta

en

absoluto la dependencia que

ha

de oír, combinar, sospechar, cuáles son en realidad las ten

mutua, ni

en modo alguno garantiza que se correspondan mutua- dencias de la multitud, lo que ésta quiere oír, desea saber confir

mente de una manera inteligente. El cambio decisivo ocurre cuan- mado, a dónde quiere ser conducida. Mientras el público aparente

do las obras de arte,

en

cuanto substratos de vivencias receptivas, mente sólo

se

halla bajo su sugestión, en realidad también

él se

adquieren síntomas que no poseían

en

cuanto meros portadores de encuentra bajo la del público. Así, pues, bajo la apariencia de la

aspiraciones creadoras. Estos rasgos de los productos son tan impor- pura superioridad de un elemento frente al pasivo dejarse-conducir

tantes que habría que buscar muchos de los principios más funda- del otro, se oculta aquí

una

acción

mutua

sumamente complicada,

mentales de la sociología del arte

en

el efecto estético, en la con- ambas de cuyas fuerzas espontáneas poseen, naturalmente , formas

ducta del público frente a las ofertas artísticas y en el sentido que muy diversas»

obtienen las obras por vías de su recepción, si no se supiera ya que La acción

mutua

a que se refiere Simmel es, evidentemente,

una

la producción, como dijo Marx, presupone el consumo, y que la acción dialéctica en la que están implicados no un sujeto activo y

estructura social común de los artistas y del público no es tanto

un

objeto pasivo, sino dos principios activos. A

lo

largo de la ac

el resultado como el origen de ese efecto. ción ejercida sobre él, no sólo se modifica el receptor de la im-

Mientras el arte no exprese más que una visión formal puramente presión, también la actividad dirigida a

él se

desenvuelve y dife

subjetiva y sólo consista en una forma de reconocimiento y de dis- rencia en la medida y en el sentido de la resistencia que encuentra.

tensión de una presión interna, sólo tiene que ver con la sociolo- De esta suerte,

el

elemento originariamente activo y en apariencia

gía en tanto que ninguna de estas funciones se realiza de

un

modo independiente incorpora

en

sí el modo de reacción del principio su

totalmente íntimo y privado, sino que cada

una

de ellas presupone puestamente solo pasivo.

un

testigo concreto o

i m a g i n a ~ i o . ~ 1

proceso desarrollado entre oyen- Por imprescindible que sea también la recepción como parte del

t: y lo_cutor

no

es consecuencia s 1 ~ o u ~ m t e del acto creador y de la proceso sociológico-artístico, no

hay

que identificarla con el ser so

V l V ~ n ? I a receptora, y desde un

prmc1p10

transcurre - ~ o m o un acon- ciológico de lo estético, ni reducir a efecto artístico todo lo que lo

t e ? 1 m ~ e n t o

con dos agentes, .se _ H ~ g u e o no a u.n «dialogo» real.

El

estético tiene de interhumano. Los investigadores que intentan hacer

entena

de la naturaleza socwlogJCa de los fenomenos artísticos no

estriba solamente

en

la exteriorización y objetivación sensible de vi-

 

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8/16/2019 Arnold Hauser-Sociologia Del Arte

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algo parecido

2

,

ignoran hasta qué punto la acción misma

es

pro

ducto de las fuerzas sociales que originan la creación artística en

cuanto causa de la acción. Cabe que la recepción resultante vaya

anticipada con la producción, pero no representa siempre más que

una

de las varias acciones posibles, de modo que cualquier acción

es el resultado de

una

selección y nada primario, ninguna variable

artísticamente independiente. Por eso la recepción parece ser menos

espontánea que la producción, porque supone

una

reconstrucción

y

una

compenetración psicológica. Pero de ningún modo es más

generalizadora ni alienada del individuo que el acto de creación,

que es ya enajenación del yo, y debido a la objetivación y emanci

pación de los contenidos anímicos, significa un abandono de la

intimidad.

Alphonse Silbermann: «Kunst», en Soziologie ed. de René Kiinig, 1958

562

2 Vivencia artística

1

Educación del artista del experto

En

la definición de la recepción artística, y ante las dos funcio

nes fundamentales de propaganda y distracción que le corresponden

al arte, generalmente se piensa en la última. La comprensión ade

cuada del proceso se suele dificultar con la consideración unilateral

de una de las dos funciones. Cierto que la vivencia artística es so

bre todo goce y placer sensorial; un cuadro logrado es

un

encanto

a los ojos, una composición afortunada un deleite al oído, una poe

sía hermosa

una

maravillosa figura lingüística. Pero ninguna autén

tica obra de arte existe únicamente para placer nuestro. Claro que

hay innumerables obras de arte delicado, ligero, frívolo, que nin

gún conocedor ni amante del arte quisiera echar de menos. Pero el

puro placer de índole culinaria, sibarítica, no tiene nada que ver

con el gusto claramente diferenciador y no es apropiado a la de

terminación más profunda del arte. El placer sensual y la satisfac

ción reservada, seria, que proporcionan las auténticas obras de arte

son por lo común inseparables, aunque irreductibles el

uno

al otro.

La satisfacción que constituye la vivencia, la coejecución, la apro

piación interior de obras de arte, no es ninguna alegría fácil ni cla

ra, sino por lo general

una

tarea difícil,

una

rigurosa prueba inte

lectual y moral. La recepción completa de

una

auténtica obra de

arte no ocurre

nunca

como

una

distracción agradable y cómoda,

amena y sencilla. Fundamentalmente no tiene

nada

de hedonista,

de finalidad sensualista, aunque

contiene mucha mediación sen-

563

Page 12: Arnold Hauser-Sociologia Del Arte

8/16/2019 Arnold Hauser-Sociologia Del Arte

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sorial. El estímulo sensible al que no puede renunciar ninguna obra

de arte, tiende siempre a algo suprasensible, extraformal, humanís

ticamente substancial,

en

el que adquiere significado e importancia.

La creación artística

no

es ninguna fruta madura a punto de

coger. Para disfrutarla hay que proseguir un proceso que el artista

mismo dejó sin terminar. La comprensión adecuada de

una

obra

importante requiere, por tanto,

no

sólo madurez, concentración,

sensibilidad, sentimiento de la calidad y juicio, sino que además

presupone una capacidad de complemento y

no

sólo de reconstruc

ción del producto artístico. Es el hombre de realidad vital universal,

exigente, el que recibe con la mayor tensión de sus fuerzas los pro

ductos del arte. La apropiación de las obras, que a menudo le caen

al artista como regalo de los dioses, le cuesta

una

lucha dura. Esen

cialmente se nace como artista, por lo general el experto se educa.

El camino más largo y tortuoso no

es

el de la naturaleza al arte

sino el del artista al experto. Ambos están condicionados no sólo

individual sino también socialmente, mas la educación de un artista

consiste

en

el desarrollo de

una

aptitud para la que existe,

en

lo

principal, la disposición; la educación estética del experto, en cam

bio, consta de una operación a menudo mucho más elemental e

incomparablemente más variada.

La consolidación de la intimidad del sujeto creador en forma

fija, en una figura artística autónoma, inmanente, que se separa del

nexo vivencia originario, es lo primero que convierte a la recepción

de la obra de arte en

una

tarea difícil, con la cual tenemos que

habérnoslas aquí, y que impide al receptor unirse directamente a la

subjetividad del artista y hacer de la vivencia artística una recons

trucción sencilla del acto creador. La emancipación de la figura ar

tística respecto de su génesis, su desprendimiento de la persona del

productor y de las circunstancias de la producción hacen posible,

sin embargo, la formación de la idea de autonomía en la interpre

tación del arte y en su repetida reinterpretación.

2 a legitimid d de distint s p ut s rtístic s

La afirmaCión de que la recepción de una obra de arte no

es

la

sencilla reconstrucción de su producción y de que en la reconstruc

ción del proceso creador no

ha

de verse

una

re-ejecución mecánica,

no debe entenderse solamente en el sentido de que no toda época, ni

564

toda ~ ~ c i e d . a d ni ~ o d o . individuo son capaces de efectuar

una

recons

t:uccwn, smo mas b1en en

el

de que quienes son capaces de ello

~ ~ e c u t a ~ acto de

una

manera diferente cada uno. «Dos personas»,

Ice

Wilham Empson, «pueden experimentar la obra de arte de

un mo?o muy ~ i . s t i ? t o sin que ninguna de ellas esté totalmente en

error» · La legitimidad de los juicios diversos de una obra de arre

coloca los

f ~ n ó m e n o s

estéticos en una categoría especial, fundamen

talmente divergente de la esfera de validez de otras manifestacio

nes.

E x c l u y ~

sobre todo

el

riesgo del relativismo. La alternativa de

que una actitud

es

«correcta» y la otra «falsa» apenas sale a relucir

en donde se trata de grados de sensibilidad y diferencias de gusto.

Igual

~ u e

una obra de arte no

es

sencillamente «verdadera»

0

«fa

laz», smo que está condicionada por otros innumerables criter·

1 t

.

1 ·

lOS

va ora Ivos, as Interpretaciones sensatas y absurdas de

¡

b

· b' · · fi · as o ras

tienen tam Ien m mtas variedades. Son convincentes, revitali7.ado-

ras, temporales, avanzadas o retrógradas desde el

punto

de

¡

t

" ' · b d v.s a

est1 IStico, o a sur as, irreales, históricamente desarraigadas si

sentido en relación con el presente y el pasado. ' n

En el curso de la historia de su aceptación y enjuiciamiento las

obras. de arte cambian, además,

no

sólo el valor de sus f a c t ~ r e s

e m o c w ~ a l e s

no

sólo la significación estética de sus elementos for- •

males, smo también los criterios de su función social. Así por e'e _

P

lo e .

d

. l . . , J m

. ' . omo se m Ico, a mus Ca «aristocrática» de Chopin se con-

virtw en ~ r t l c u l o

de masas gracias a la influencia de las condicio

nes postenores, de la popularización de los medios de d f

..

d ¡

· d uswn

e

negociO e

os

conciertos y de la industria del disco •.

En algunos ?e grandes poetas y artistas, como Shakespeare,

B ~ l z a c

Y Dostmevski, Delacroix y Courbet, Berlioz y Wagner la

mas poderosa fuerza creadora va unida a un gusto incierto vac·

lante, problemático.

En

general, como sobre todo

en

Shake

1 d' · speare,

a. Iscrepa?c¡a es consecuencia evidente del gusto dividido del pú-

blico, a qmen el autor inten ta hacer concesiones. A menudo como

;n B ~ l z a c Y

D o ~ t o i e v s k i

se debe a las intolerables c o n d i c i o ~ e s de

rab.a¡o en que tienen que producir la continuación de sus obras los

escntores sin medios antes de poner en claro la organización de

su m ~ t e r i a l . Es bien conocida la explicación que da Taine de la

pecuhar forma expresiva de Balzac, de su verbosidad autoembria-

:

~ ~ ~ ~ m

Empson: Sorne Variations o Pastoral

1950, p.

5.

· · Adorno: Introducción a la sociología de (a mu s

 

ca, 1962 71

, p. .

565

Page 13: Arnold Hauser-Sociologia Del Arte

8/16/2019 Arnold Hauser-Sociologia Del Arte

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gadora, de su patetismo barato, de sus artificiosas metáforas, de la

ruidosa admiración y la quejumbrosa emoción de su estilo í

rico. Parte del hecho de que la Comédie humaine

no

se dirige ya al

público sibarita y reservado de las cortes y salones de los siglos

XVII

y xvm el cual, debido a la tradición ininterrumpida en que estaba

arraigado el gusto literario, no reaccionaba a tonos tan apremiantes

y chillones como los de Balzac. Este se dirigía a

un

círculo de lec

tores semiinstruido a grandes rasgos, acostumbrado al gusto áspe

ro de las novelas de folletín. Se vuelve a verificar así la prioridad

del consumo sobre la producción.

El público que llena hoy los cines y da rienda suelta en las lá

grimas a sus sentimientos de placer y dolor, sigue perteneciendo,

en el fondo, a la misma capa social y de instrucción que los segui

dores sentimentales de Balzac.

En

algún sitio observa Thomas

Mann

que en las obras realmente grandes de la literatura, como por ejem

plo en las de Homero, Dante, Shakespeare, Cervantes, las de la alta

tragedia griega y de los maestros de la novela moderna no

se

llora

nunca, y que las lágrimas por

el

destino de personajes se vierten en

la oscuridad irresponsable de los cines. Esto parece tentador, pero

no es cierto si lo miramos más de cerca. Tampoco los grandes poe

tas se resisten a la tentación de poner en funcionamiento los lacri

males de sus lectores, e incluso Dostoievski opera a veces con efec-

tos a los que no hace sombra la Pequeña Dorrit. Pues lo mismo que

la baja burguesía leía a un Dickens y la alta leía a otro distinto;

un Dostoievski debía su fama al eco que produjo El Idiota, y otro

la debía a Los hermanos Karamasov. Unas veces reflejan la sensi

bilidad y otras el sentimentalismo del público al que sirven. En su

estilo desigual compiten siempre

dos

capas de instrucción y de gustos

diferentes. Son siervos y señores de

los

consumidores; por someterse

a ellos y al mismo tiempo, dirigirlos.

Igual que el sujeto creador da el primer paso que conduce a su

obra no como artista sino como hombre de la praxis, y entra «preve

nido» en la producción, tampoco el sujeto receptor es ningún ser

sin experiencia ni prejuicios, por muy incondicionado que parezca

y abierto a

la

impresión que va a sufrir. Aporta tanto vivido ya,

tanto que determina su reacción a la obra respectiva, que el ar

tista sólo

es

responsable parcialmente del efecto que produce su

obra. Mas

en el

complejo de las vivencias artísticas no sólo están

3

Taine: Nouveaux essais de critique et d histoire, 1865, pp. 104-113.

566

implicados momentos que

han

influido en el sujeto receptor antes

de la génesis de la obra en cuestión, sino también los que

han apa

recido después y han modificado

el

efecto de productos existentes

desde hacía mucho.

Aunque las obras de arte no siempre mejoran

en el

curso de la

historia, sí

se

complica su efecto, y pueden alcanzar una profundi

dad, un trasfondo y una riqueza de relaciones que no poseían de

antemano. El arte de Homero, heterogéneamente compuesto, que

se remontaba a

una larga prehistoria y presuponía

un

público en

ningún modo falto de elección, no fue nunca tan «ingenuo», espon

táneo y original como quisiera

la

leyenda. Pero poco a poco adoptó

rasgos que conllevan ya el carácter de una gracia casi propia del ro

cocó y que, por cierto, no pertenecían a·

su

constitución original.

Los milenios que

han

pasado desde la redacción final de las epo

peyas han participado en el efecto que producen ahora tanto como

los siglos que le dieron la forma que tenían hasta la aparición del

poeta cuyo nombre llevan. Además, aunque siga siendo tan «senci

llo», el arte elevado e importante apenas lo puede comprender de

un modo adecuado la posteridad. Cabe que Homero fuera compren

sible sin más para sus contemporáneos, o

l

menos para aquellos de

sus contemporáneos a quienes iban destinadas l s poesías; pero ya

no lo es Volver

a

ser «infantil», como quería Marx, no se logra

cuando se quiere, y tampoco nos serviría de mucho. Por el contra

rio, hay que ser muy adulto y muy poco ingenuo para gozar·

la

poesía homérica, creada de

una

manera sumamente artificiosa, la

cual presuponía relaciones totalmente desaparecidas, presuposición

a la que se llegó gracias a la mediación del neoclasicismo; del Re

nacimiento, de Dante y de Virgilio.

3 a recepción como m lentendido o mejor>>

comprensión de l obr de rte

Es increíble lo mucho que cambian las comunicaciones más sen

cillas y las observaciones casuales al pasar de boca en boca y trans

mitirse de una persona a otra. Cuanto más complicado el pensamien

to transmitido y cuanto más personal el mensaje, tanto más decisivo

puede ser el cambio que experimentan en el sentido y en la forma

a lo largo del proceso. La vivencia artística,

en

cuanto transforma

ción de la producción en recepción de la expresión artística, puede

567

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ser considerada en el fondo como una de estas deformaciones y

falsificaciones de la visión original. La cuestión estriba tan solo en

averiguar hasta qué

punto

se tiene en cuenta de antemano el des

plazamiento de la producción por el aspecto receptor. ¿No

ha

de

habérselas todo artista con la necesidad de

una

exageración y am

pliación más o menos fuerte de esa visión igual que el actor tiene

que contar con la distancia de la audiencia respecto del escenario?

¿Acaso no consiste ciertamente la enajenación

ae

la intimidad por la

obra sensorial de arte en esta ostentación embrutecedora? ¿No

es

este exhibicionismo el que indujo a Hegel a declarar que la obra

ultimada no pertenece ya al artista? e todos modos sigue siendo

suya en parte y al menos revela el hecho de que es consciente y

dueño de su intimidad aunque sea en forma estilizada gracias a

su arte. Su lucha por el favor del público es al mismo tiempo una

lucha por el dominio de sí mismo. Debido a la proyección hacia fue

ra y a la accesibilidad desde fuera los procesos artísticos se consu

man en el medio social del que surgieron y se evaporaron en lo

inefable.

El hecho de que las cosas que el artista comunica a su público

no son por entero las que él quisiera decir se debe a la circunstan

cia de que la voluntad artística subjetiva y la expresión objetivada

el impulso creador y la vivencia artística no se cubren y la recep

ción no es ninguna mera reconstrucción de la producción. Y

no

sólo porque el receptor no es ningún oferente porque construcción

y reconstrucción presuponen distintas aptitudes e inclinaciones sino

también porque el proceso creador y receptor representan fases dife

rentes de un desarrollo dialéctico.

La

respuesta a la pregunta del ar

tista

es

de

un

lado la obra consumada de otro la vivencia de la

obra por el receptor el cual puede comprenderla erróneamente pero

también entenderla mejor que su autor •.

En

relación con Hamlet

Goethe puede haber tenido el sentimiento de haberse compenetrado

más con la idea de la obra que su autor y lo mismo puede haberle

ocurrido a Schlegel con Don Quijote. Finalmente

Unamuno

pre

tende ver en esta obra un sentido

en

el que Cervantes no pudo ha

ber pensado.

La

idea de que el artista no puede saber todo lo refe

rente a los trasfondos secretos de sus creaciones de que ni siquiera

quiere saberlo todo se

ha

convertido

en

patrimonio general recien-

• Cf. G. Dilthey: «Die Entstehung der Hermeneutik»

Philos. Abhanilun-

gen dedicadas a Chr. Sigwart 1900 p. 202.

568

temente

en

particular desde el nacimiento del psicoanálisis. Pero

si

uno

persiste

en

la noción de que la intención consciente del ar

tista constituye el guía más seguro para la comprensión de sus obras

entonces toda interpretación posterior como toda vivencia meramente

receptiva y en cuanto tal secundaria parece contener

un

malenten

dido más o menos arriesgado.

No

sólo el arte en general y los tipos individuales de arte son

fenómenos históricos que varían con la evolución de la sociedad del

gusto y de los estilos también cambia cada obra aislada

su

sentido

de vez en cuando pese a

su

forma concreta fija de

una

vez para

siempre. Incluso aunque uno no se dé cuenta del hecho de qüe los

distintos estilos artísticos sólo se comprenden adecuadamente y se

valoran de un modo correspondiente bajo determinadas condiciones

históricas y de que bajo otras

en

cambio pasan inadvertidos e

inapreciados apenas puede escapársele el hecho de que a menudo

las mismas obras particularmente las de música se interpretan de

manera distinta dentro de períodos relativamente cortos. La viven

cia e interpretación de

una

obra es con frecuencia más compleja que

su concepción y estructura originaria.

La

recepción de obras anti

guas de arte presenta al menos la combinación de dos estilos: la

de los principios estilísticos de su génesis y los de

su

correspondien

te renacimiento.

La

producción es el resultado de la evolución artísti

ca hasta el nacimiento de la obra la reproducción lo es del desarrollo

efectuado desde su génesis. Muchos de los contemporáneos actuales

recuerdan todavía vivamente la ejecución «romántica» de las obras

musicales del repertorio clásico especialmente la tradición de Clara

Schumann modelo de la penúl tima generación considerada ahora

no sólo como anticuada sino como un estilo que falsifica el verda

dero carácter de las obras.

La

función que cumple la obra de arte para el autor es desde

un principio diferente a la que tiene en la vida del receptor del

lector oyente o espectador nacido al mismo tiempo o después.

Para

el artista la obra es la definición articulación y organización de

estados anímicos caóticos inconscientes en términos generales y por

de pronto indesignables la disolución de

una

tensión insoportable

en su inefabilidad e inarticulación.

Para

el sujeto de

la

vivencia re

ceptora es un medio de la catarsis de la mejor comprensión del mun

do y de sí mismo un guía para

una

vida correcta sensata

una

es

cuela de purificación identificándose con el autor que hacen examen

de conciencia y ahondando en situaciones en las que éste coloca a

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sus personajes conscientes.

Al

autor le sirve de vehículo de liberación

Y distensión, al receptor de medio de participación

en

destinos aje-

nos, a través de

los

cuales aclara la problemática de su propia exis-

tencia.

Para los

simbolistas como T S. Eliot y Paul Valéry, la creación

artística es un proceso de despersonalización y en su sentido de este

concepto, una especie de deshumanización. En cuanto individuo

con su vida privada, el artista tiene que desaparecer por completo

de la obra de arte, lo mismo que «los hijos de Lady Macbeth» de

su tragedia. Este aislamiento de las obras respecto de todo lo que

no pertenece a su contenido concreto y su mutua exclusión

es

lo que

se ha de entender por su inmanencia y autonomía, el desprendimien-

to de su ser respecto de su génesis, la alienación respecto de su crea-

dor y el suelo

en

donde echan sus raíces. Cabe que su enajenación

vaya tan lejos que signifiquen algo totalmente distinto a lo que

pretendían sus autores. Este

es el

sentido de la opinión frecuente

de que los personajes, la acción y el desenlace de la complicación

siguen su propio rumbo y no

el

elegido por el autor. Interpretar la

obra de arte

en

este sentido y considerarla

un

microcosmos cerrado

en

sí mismo, forma parte indudablemente de la comprensión co-

rrecta de su esencia, aunque no encierra toda la verdad acerca de

su constitución. Los motivos de la génesis no surgen

en

modo alguno

al mismo tiempo y con

el

mismo valor que los criterios de la es-

tructura estética. La consideración del origen puede desviar la aten-

ción de la belleza formal de la obra e incluso destruir su goce

artísticamente adecuado. Génesis y validez, producción y consumo,

forma autónoma y compromiso ideológico nunca están, sin embargo

tan rigurosamente separados uno de otro como

en

la teoría estética.

Mas lo esencial

es

que, en la creación artística, van entrelazados

los principios de ambos órdenes, los del genético y los del fenomeno-

lógico, y

en

la auténtica vivencia receptora. por el contrario, se bo-

rran y desaparecen las huellas del origen de los motivos individuales.

57

3.

Los consumidores

del

arte

l

structura social e intereses artísticos

Entre las organizaciones sociales, los artistas y

los

clientes del

arte existe una coordinación correspondiente a las respectivas con-

diciones, coordinación que cambia con ellas. La primitiva comunidad

de cazadores constituía

el

suelo social del Paleolítico, sus producto-

res artísticos

eran

magos y brujos y los consumidores de su arte

los parásitos que creían

en

la magia imitadora y explotaban los do-

nes de la naturaleza. Hasta el Neolítico no

se

desarrolló una socie-

dad campesina económicamente productiva con

una

necesidad co-

lectiva e individual de arte, con

una

producción artística correspon-

diente al rito animista y una satisfacción de las necesidades indi-

viduales condicionada por

la

familia privada y limitada a tareas

decorativas. El despotismo del Antiguo Oriente produjo luego

el

tipo

de patrono política y religiosamente interesado, creando la base para

la existencia de artistas

no

libres que trabajaban en el marco de la

economía del templo del palacio. El clero medieval

se

servía del

arte como instrumento de la cultura autoritaria cristiana, vinculan-

do el artista al monasterio, la diócesis o la logia. La burguesía eman-

cipada del vínculo del feudalismo y de la iglesia autoritaria

cicsa-

rrolló y destruyó

en

seguida

el

orden gremial aut Jflómo, echó

los

cimientos de los oficios libres, de la praxis artística

~ u t ó n o m

y pre-

paró las formas

en

que se movieron la clientela artística individual,

el consumo privado del arte, así como el mercado artístico, libre de

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vínculos institucionales y basado en una clientela constante aunque

también fluctuante.

La paulatina disolución de las cortes del ncien régime y el de

sarrollo del nuevo capital financiero dieron lugar al coleccionista ar

tístico

en

el sentido moderno del término el cual

no

adquiría ya obras

de arte exclusiva o principalmente por razones de prestigio repre

sentando ya el tipo de comprador anónimo personalmente situado

en

el trasfondo del comercio artístico. Este pudo ocultarse general

mente por poco tiempo pero el tipo de obras preferidas por él se

hizo pronto decisivo y el conocido interés coleccionista constituyó

una

forma nueva y efectiva de mediación entre artista y público.

El coleccionista adoptó algunos rasgos del experto convirtiendo a

éste

en

consejero suyo. El consumo artístico se cosificó

se

hizo

cAda

vez

más dependiente de formalismos y tecnicismos. Y a medida que

se relajó la relación entre productor y consumidor se afianzó el co-

mún

interés objetivo de la creación y recepción artísticas. El recep

tor se fue alienando cada

vez

más de la persona del productor mien

tras que la obra despersonalizada se hizo cada vez más familiar para

el receptor.

Los cambios decisivos

en

la relación entre artista y comprador

artístico yacen en el camino que lleva del permanente patrono y

amo esclavista y señor feudal al mecenas y patronizador cliente

y comprador experto y aficionado participante en subastas y co

leccionista. Las fases más evidentes de la evolución de la esclavitud

del feudalismo de la tutela eclesiástica y de la disciplina gremial

hasta la burguesía emancipada y el predominante capital financiero

vienen representados expresadas en las categorías

de

la producción

y recepción artísticas por el artista que dispone libremente de sus

obras el mercado abierto del arte el productor libre de todo encar

go directo y el coleccionista que elige espontáneamente entre las

existencias de la producción respectiva.

No

existe

un

público colectivamente receptor de la obra de arte;

tampoco existe

un

sujeto creador en cuanto ente colectivo. Igual

que sólo se distinguen siempre individuos productores aislados tam

bién son siempre únicamente individuos aislados los que viven las

obras de arte por muy unidos que estén por muy directamente

que continúen el estímulo recibido de otro o recojan representen

y suplan la iniciativa de otro. Dicho en o ros términos: la obra es

vivida por cada individuo a su manera aunque la masificación de

los individuos en auditorios pueda motivar

una

especie de canta-

57

i

gio psicológico y

un

parecido más o menos amplio las r e ~ i ~ -

nes. Mas la negación del principio de iniciativas colectivas no slgm

fica

en absoluto que la reacción del individuo a las impresiones ar

tísticas no esté influida por la naturaleza del grupo al que perte

nezca. El concepto de público como unidad espiritualmente activa

es ciertamente

una hipóstasis que en modo elguno se revela de

manera concreta permaneciendo

una

ficción del pensamiento lle

vado a categoría numérica. Pero

no

por eso deja de haber agrupa

ciones especiales de público por cuya composición se diferencian

entre sí o adaptan mutuamente las vivencias artísticas de los indivi

duos. Por escasa que sea la exactitud del concepto de «público»

en

general las distintas categorías de público sí están claramente dife

renciadas.

n los tiempos históricos no hubo nunca un arte homo

géneo porque nunca hubo un público uniforme y po:que l?s dis

tintos grupos de público motivaron tipos de arte espec1ales mcom

patibles por la ideología y la intención el sentido y el valor la

complejidad y la sutilidad.

2

stabilidad movilidad de las capas

de

instrucción

A las distintas capas de instrucción y dentro de ellas a los dis

tintos grupos ideológicamente diferenciados corresponden forma

ciones de público claramente definibles. Mas los partidarios de cual

quier clase de arte ya sea del elevado popular o del pueblo tam

poco constituyen

un

todo completamente homogéneo. Igual que el

arte sublime de la élite instruida es «elevado» en diferente medida

y sentido y el arte popular es mediocre de manera distinta el

blico se compone también

en

cada estadio de elementos que no solo

se hallan individualmente a diferente distancia del ideal artístico

típico de su capa de instrucción sino que también están separa

dos

en

general del público artístico de las otras capas por límites

fluidos. Todos los grupos sociales se caracterizan por cierta flexibi

lidad de contornos siendo esta flexibilidad

uno

de los rasgos esen

ciales comunes de toda sociedad estratificada organizada según es-

tamentos y clases. La movilidad social en cuanto ascenso de una

capa a otra más alta encuentra en el terreno de la instrucción me

nos resistencias que en la economía y en la política aunque la as

censión

en

la escalera cultural tenga también

en un

principio con

diciones económicas y políticas. No por ello deja de reunir a me-

573

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nudo

una

capa de instrucción y el público correspondiente a ella

individuos de situación económica y social muy diversa. La lite

ratura francesa de la Ilustración, por ejemplo, se dirigía a un pú

blico lector de igual formación y de pensamiento progresista. Pero

suponer que, por ejemplo, Voltaire y Rousseau tenían los mismos

lectores, o que hallaban en ellos el mismo reconocimiento y la mis

ma e ilimitada comprensión, equivaldría a tener un concepto suma

mente simplificado de la Ilustración y

una

idea muy esquematizada

de sus portadores.

Si, como se afirma, es correcto que no se entiende al burgués

francés si no se conoce a Voltaire , también lo es que no se com

prende a Voltaire si no se concibe lo arraigado que está en la clase

media, pese a sus modales señoriales, a sus grandes propiedades

y a sus amistades reales. Burgueses, totalmente burgueses son sus

simpat ías y prejuicios, su sobrio clasicismo,· su desinterés por los

grandes pmblemas metafísicos, si, su aversión a toda ocupación con

ellos, su religiosidad anticlerical, hostil a toda mística, su oposición

a todo romanticismo, a todo lo impenetrable, confuso e inexplica

ble, su confianza en el sano entendimiento del hombre, su convic

ción de que con los medios del entendimiento se puede comprender

y juzgar todo lo digno de saberse, su inteligente escepticismo, su

tranquilidad racional ante lo próximo, ante lo directamente asequi

ble, ante lo que nos trae y exige el día. Todo esto es burgués, si bien

no agota la idea de burguesía, pues también

el

subjetivismo y

el

emocionalismo que anuncia Rousseau constituye asimismo otra cosa,

igualmente relevante, del espíritu burgués.

3

a

dimensión de los grupos de pú lico

Cuanto más pequeño sea el grupo de público, tanto más di

recto y personal, íntimo e intensivo será el goce artístico desarrollado

en él. El ejemplo extremo de esto lo constituye la lectura solitaria,

muda, aislada del mundo exterior, de obras poéticas. En otros gé

neros artísticos, como sobre todo en el teatro y en los conciertos,

aumenta generalmente la intensidad del efecto con el tamaño del

auditorio. El drama lírico destinado al «teatro intimo» moderno,

como, por ejemplo, el de Maeterlinck o el de Hofmannstahl, produ-

 

Joseph Aynard: La Bourgeoisie franraise 1934 p.

350.

574

ce

un efecto semejante al de la lectura íntima, pero lo normal

es

que la sugestión emocional,

en

cuanto rasgo característico del efecto

de masas, se revele en el teatro y en la sala de conciertos de todo

tipo. El fenómeno curioso de que el arte teatral, «democrático» por

naturaleza, basado en la nivelación sentimental de los espectadores,

tuviese tanto eco en las cortes principescas de la época absolutista,

se explica por la circunstancia de que se daba de antemano el acuer

do del auditorio

y

no había que establecerlo a través de la sugestión

de masas. El sentimiento comunitario que aumentaba con el número

de asistentes en los auditorios de Versalles y particularmente de

Atenas, era más bien del tipo de la reacción que acompaña el cere

monial o ritual efectuado con mucha asistencia, antes que

el

de una

pura vivencia artística. La fuerza de cohesión del efecto artístico

es

tanto más sensible cuanto más diversa la composición del público

y

cuanto más parecidas sean estas relaciones a las de la edad media

cristiana y a las de la época isabelina. El auditorio

es

entonces, efec

tivamente, un gran crisol en donde se nivelan con relativa facilidad

las diferencias de clase y los deseos de las distintas capas de ins

trucción, y donde los criterios del gusto parecen ser idénticos gra

cias a su reducción a un común denominador, a menudo mucho

más bajo. Pero la semejanza del efecto en condiciones sociales di

ferenciadas nunca se conserVa en relación con todos los factores

de la vivencia, ni tampoco los medios artísticos que producen un

efecto común profundizan por igual

en

todos los participantes.

Las creaciones de arte auténtico y de gran calidad no contaron

siempre más que con la adhesión de capas de público relativamente

limitadas.

En

este sentido, tampoco fueron excepción fundamental

las obras de Shakespeare, pues los medios de acción que atraían a las

masas a sus piezas de teatro no constituían los elementos más valio

sos de sus creaciones. Estas tuvieron un eco general no gracias a su

calidad artística sino pese a ella. Pero no por eso, puede objetarse,

dejaron de ser los componentes artísticos los que hicieron atractivo

y eficaz lo ofrecido, aunque fuese de

una

manera inconsciente e in

motivada. Pues los momentos que desempeñan el papel decisivo en

la estimación de las obras no son aquellos de los que se es consciente

en la

vivencia artística. La conciencia de los factores del efecto ar

tístico sólo tiene importancia psicológica. Para el receptor «ingenuo»,

es

decir, normativo, que goza la obra de arte en

un

nexo práctico,

transartístico, puede permanecer oculto e insignificante

el

valor ar-

575

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tístico.

Ni

siquiera tiene por qué saber que se

trata

de «arte» cuan

do se encuentra bajo el efecto de agentes artísticos.

Toda vivencia artística ya sea la creadora o la receptora tiene

sus raíces tanto en

lo

referente a su origen como a su efecto en

una c o m ~ n i d a d aunque no de modo absoluto en una conciencia de

comunidad. Cabe que los rasgos comunes de la vivencia artística

de individuos diferentes no tengan nada que ver con la convicción

de pertenecer al mismo orden o al mismo grupo social.

n

las co

munidades primitivas dominadas por ideas mágicas o animistas Y

penetradas del espíritu de ayuda mutua el condicionamiento social

de las vivencias artísticas aunque no el conocimiento de esta cua

lidad puede haber sido más fuerte que

en

las estructuras sociales

posteriores más incoherentes. Pero

en

tiempos de gran atomización

donde

una

vivencia comunitaria que recuerda reacciones de socie

dades anteriores más cerradas y compactas sólo ocurre por lo

ge-

neral

en

representaciones con grandes auditorios como sobre todo

en el teatro el carácter solidario del efecto no depende únicamente

de la magnitud del público. En la sala de conciertos donde existen

semejantes criterios numéricos de aprobación sucede con menos

frecuencia y en forma más débil un efecto de masas de este tipo

por ruidoso que sea el aplauso de los oyentes más jóvenes recién

adquiridos.

n

el teatro actúan evidentemente momentos determi

nados inherentes al drama los cuales faltan

en

el concierto para

establecer el contacto mágico entre escenario y sala.

La

directa en

carnación y presencia del actor

ha

de tener su influencia. El contac

to entre reproductores y receptores de

una

pieza de teatro

es

en cier

to modo somático-sensual esto

es en

sentido literal interhumano y

no suprapersonal o corporalmente indiferente como el existente en

la música entre artistas ejecutores y auditorio.

4 Tú v s tr s

El mero hecho de que el artista se dirija con su obra a un lector

oyente o espectador concreto en vez de a

uno

imaginario sólo con

diciona

en

medida relativamente pequeña las implicaciones sociales

de su actividad. No se mueve en la esfera social hasta que

en

vez de al tú se dirige al vosotros. Pues igual que la confesión

no crea ninguna relación «social» entre sacerdote y penitente sino

una

relación impersonal desprovista de toda interhumanidad el

576

singular del

hablado no exime

en

absoluto al artista del recono

cimiento de la esfera privada. El carácter social se inicia con la in

clusión de un grupo

en

el proceso. ¿Pero dónde comienza

la

partici

pación del grupo en la pronunciación?

La

soledad del individuo ais

lado

en

busca de unión termina ciertamente con la presencia de

la segunda persona. Pero el grupo

en

el sentido de un público

no

se produce ni con éste solo ni con un círculo cuyos miembros se

conozcan

tan

bien que no pueda surgir ni tenga que efectuarse en

tre ellos

ningún

tipo de tensión contraste y conflicto

ningún

anta

gonismo de índole dialéctica.

La

unión de dos personas ya sea en la forma del matrimonio

de la amistad o de socio comercial no presenta en y de por sí

en

el sentido aquí indicado nada social dinámicamente dialéctico.

A la relación de

una dialéctica artísticamente fértil pertenece al

menos

un tercer participante. Como explicó Georg Simmel en una

unión a tres «cada elemento actúa de intermediario de los otros

dos y manifiesta la función doble de éste: unir y separar.

n una

comunidad constituida por tres elementos

A

B y C a la relación

directa existente por ejemplo entre A y B se suma la indirecta que

adquieren a través de su común relación con C. Las disensiones

que

no

pueden reajustar los participantes por sí solos se arreglan al

ser incluidas

en

un todo circundante. La conexión directa no sólo

es reforzada por la indirecta sino también perturbada.

No

existe

ningún

nexo

tan

íntimo entre tres

en

donde ocasionalmente cada

uno sea considerado por los otros dos como intruso ..

La

estructura

sociológica de la unión en

dos

se caracteriza porque a los dos les fal

ta: tanto la vinculación reforzada con un tercero esto es con un

marco social que va más allá de los dos como también la perturba

ción y desviación de la reciprocidad madura y directa»

2

La relación entre el yo y el tú a menos que los miembros sean

totalmente indiferentes el uno al otro no se caracteriza ni por un

abismo insoslayable ni por

una

proximidad enteramente carente

de tensión. Con la intromisión de un tercero se reanima la relación

al disminuir unas v e e ~ o aumentar otras la distancia existente en

tre ellos. En la relación del artista con el público se lucha constan

temente por la aprobación y el reconocimiento especialmente por

el favor de los elementos desvinculados que no toman por de pronto

ninguna posición y desempeñan el papel de ese tercero cuya adhe-

2

Georg Simmel:

Sociología

pp. 68-69.

577

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sión se puede ganar o perder. Este papel personalmente libre que

se

ha

de cumplir

no

sin presuposiciones individuales caracteriza el

modo de ser del receptor independiente que efectúa una elección li-

bre y toma decisiones no preconcebidas.

Claro que prácticamente tampoco tres personas constituyen

todavía

ningún

grupo social calificable de verdadero público. Pero

la

diferencia entre

dos

y tres personas implica el desplazamiento

más esencial en su composición y en la conexión interna de sus

miembros. Cabe que la tercera persona forme

un

vínculo reforzan-

te o una valla distanciadora entre los dos. Puede poner en peligro

la intimidad de las relaciones pero también puede producir un en-

tendimiento en la desunión inminente. El auditorio que debe llegar

a

un

juicio objetivo sobre representaciones artísticas y encuentra

en

el camino resistencias que ha de superar empieza a formarse de to-

dos modos con esta «tercera persona».

Cierto siempre es el individuo el que lee libros y el que en los

tiempos del mecenazgo y del coleccionismo individual goza de los

cuadros y de las estatuas. Mas por su intención creadora los li-

bros no se escriben para un solo lector ni los cuadros o esta tuas

aunque producidos para conocedores y coleccionistas individuales

tampoco están destinados a ellos. En

la definición del público artís-

tico lo mismo que

en

la de otras categorías sociales se trata de

la transformación de la cantidad

en

una calidad nueva. ¿Cuándo

empiezan los «granitos» a constituir un montón? La conocida pre-

gunta no es esencialmente numérica y no se refiere al número

nimo de los elementos implicados sino que se

trata

de

una

cuestwn

principalmente cualitat iva y sólo puede responderse con el califi-

cativo del salto gracias al cual los clientes artísticos individuales

aislados entre sí se masifican

en un

grupo coherente con lo que

al mismo tiempo termina la relación privada y personal entre mece-

nas o protector y artista cediendo el puesto a

una

relación más

objetiva entre productores y consumidores desvinculados entre

s .

Amos y mecenas clientes continuos y partidarios firmes no consti-

tuyen en el sentido estricto de la palabra

ningún público artístico

pues éste sólo existe donde las relaciones son inciertas y variables

aunque

no

continuamente precarias.

De

todos modos en el concep-

to de este público forman parte la movilidad de las capas influyentes

la

disminuida seguridad de los artistas aislados así como las cre-

cientes oportunidades de los artistas

en

general y la participación

578

de ambos partidos del productor y del consumidor

en

la fluctuante

coyuntura del mercado.

Debido a la disolución del patronazgo que garllntizaba a los ar-

tistas o

en

todo caso a

una

par te considerable de ellos la seguridad

material y a causa del nacimiento del mercado libre que motivó

en el terreno del arte

una

competencia ilimitada se originó

un

pro-

letariado artístico con necesidades desconocidas hasta entonces. Sin

embargo la creación de los estados de previsión social

en

Occidente

y el general afán de educación de la creciente y cada vez más ~ i c

clase media suavizaron pronto los rigores de este proceso de proleta-

rización y crearon incluso condiciones por las que finalmente nin-

gún experimento artístico quedó sin eco ni protección de suerte

que puede afirmarse tranquilamente que el patronato público del

floreciente comercio artístico ha resarcido suficientemente aunque

de modo confuso e inadecuado a los valores reales el desaparecido

mecenazgo. El público atemorizado por los artistas avanzados y ca-

rente todavía de juicio reaccionó con aplausos a la afrenta más

grave.

uanto

más atrevidos

eran

los rebeldes tanto más seguros

podían estar de

su

efecto desconcertante.

La

única defensa eficaz de

la agredida burguesía era que

no

se sentía afectada y maldecía con

ellos.

La

conciencia de que la tolerancia de la burguesía para con

la revolución que se efectuaba en el arte no alteraba en absoluto

la falta de influencia práctica de los artistas militantes hacía que

éstos se desesperasen permitiendo sin embargo que los atacados

aplaudiesen

en tanto

se sentían seguros

en

lo demás.

S

ipos históricos y composición del público artístico

El público presenta diver sos tipos con representantes en todos

los géneros artísticos. Pero donde se diferencian con más claridad

es en la literatura donde los clientes fijos tampoco pueden aspirar

en modo alguno al rango de la intelectualidad literaria sino que

tan

sólo quieren ser entretenidos literariamente

aunque

lean sin

ninguna selección en absoluto. La mayoría del público lector per-

tenece a este tipo particularmente

en

las épocas

en

que la certeza

ideológica está limitada a

una

fina capa social e ilustrada y la con-

ciencia de clase se ha borrado a consecuencia de la multiplicidad

de los factores determinantes locales.

De

los representantes de este

tipo ideológicamente más o menos conscientes se diferencian sobre

579

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todo los lectores vinculados al autor por inclinaciones personales,

emocionales o intelectuales, o que por ser literatos, críticos e historia

dores de literatura profesionales forman parte de la base de su pú

blico y aconsejan y dirigen a los demás lectores gracias a su senti

miento de la calidad, a su sensibilidad o a su información histórica.

Pero esta tipología, al igual que toda tipología histórica, es de

fectuosa e inconclusa. Según el surgimiento de tareas nuevas y posi

bilidades de éxito los tipos nuevos se actualizan y permanecen

en

un sistema abierto, cada vez más diferenciado. El tosco auditorio

de los bardos prehoméricos deviene la audiencia exigente de los rap

sodas, los cuales procuran satisfacer a un público más diversificado y

además de los convidados de los banquetes de las cortes principes

cas y nobles, también intentan agradar a la gente en las fiestas po

pulares, en los mercados y en estufas públicas. El literato, esto es,

el lector estilísticamente interesado, conocedor de la historia y capaz

de juicio estético,

es

un producto del helenismo, con su orientación

internacional, sus centros de enseñanza y sus cometidos especializa

dos.

La

división económica del trabajo y el principio de acumulación

del nuevo capitalismo, transnacional, helénico, constituyen las ba

ses de los literatos, que no son un gremio profesional, aunque tam

poco un lectorado difuso en cambio continuo, sino que son mera

mente lectores que necesitan distracción.

De acuerdo con su cultura religiosa autoritaria, la Edad Media

limita, por de pronto, no sólo la escritura sino también la lectura

a

una

capa especial, al clero encargado de la propaganda eclesiás

tica y de la formación de la ideología clérico-feudal. La leyenda he

roica, la lírica caballeresca y

el

teatro popular florecen a la sombra

de la literatura espiritualmente autoritaria o son desplazadas tem

poralmente por ella. Pero el escritor erudito, de formación y pensa

miento religioso, todavía no es idéntico en absoluto con el lector

habitual y competente de la Edad Moderna. Fue el humanismo del

Renacimiento el que por primera vez desarrolló el concepto nuevo

del público lector, distinto a las ideas medievales, debido al ejemplo

la é l ~ t

e s p i r i ~ u l

de

los

filólogos helenistas y gracias a la propia

1deolog1a comphcada, basada parcialmente en talento y en cultura

laica. Entre las presuposiciones del humanismo se cuenta ya

un

público nacido en la segunda mitad de la Edad Media y descono

cido todavía a principios de ésta,

un

público que

no

presenciaba

ya

en

grupos más o menos grandes la exposición oral de sagas, his

torias de héroes, acontecimientos bíblicos y leyendas de santos, sino

580

que empezaba a leer libros a ser posible en aislamiento individual.

En el Norte de Francia y en el cambio del siglo xn surgió un tipo de

poeta parecido

en

cierto modo al escritor moderno, poeta que ya

no redactaba canciones y cuentos para ser recitados sino historias

para ser leídas. Antes los viejos poemas épicos se cantaban ante

una

nobleza militar, las epopeyas cortesanas se recitaban aún ante

una aristocracia ampliada por los empleados de la corte, mientras

que las novelas de amor y aventura surgidas ahora estaban desti

nadas exclusivamente a la distracción, especialmente para el entre

~ e n i m i e n t o de las damas. Albert Thibaudet, quien atribuye la mayor

Importancia a esta función de la nueva literatura narrativa, consi

dera que esta variada composición del público lector gracias a la

entrada de las mujeres es la causa principal de los cambios forma

les que experimentó la literatura occidental . Afirma que es ahora,

cuando la poesía se convierte en lectura, cuando por primera vez su

goce se transforma en una pasión, a la que uno no deja de aban

donarse ya,

en

una necesidad diaria y

en

un pasatiempos, desvincu

lados ya de las ocasiones festivas, sino a los que uno pueden entre

garse a cada hora del día.

De

esta suerte pierde la poesía el t¡ltimo

vestigio de su carácter sagrado, mítico, libre ya de toda ilusión cons

ciente: se convierte en «ficción» pura, sin rodeos, en

una

invención

en la que no tiene ya que creerse para interesarse por ella.

En contraste con la recitación, la lectura motiva

una

nueva téc

nica narrativa, facilita la utilización de efectos especiales, práctica

mente desconocidos hasta entonces. Las obras destinadas al canto o

a la recitación se servían mayormente de la yuxtaposición como

medio de composición: se componían de partes y episodios aislados,

más o menos independientes. Su declamación podía interrumpirse

a capricho, sin perjudicar por ello al conjunto de la obra. Así se

compuso la Canción e Rolando como ha observado Karl Vossler

.

Chrétien de Troyes, sin embargo, utilizaba ya efectos de tensión,

dilataciones e interpolaciones, resultantes no ya de las partes aisla

das de los poemas sino de las relaciones entre sus elementos. Tales

recursos, apenas posibles en

una

exposición oral corta y a menudo

interrumpida, sólo puede emplearlos

el

poeta ahora, cuando escribe

para

lectores

y no para

oyentes.

Con estas novelas para leer

se

ini-

3

Albert Thibaudet:

Le Liseur

es

romans

1925 p. XI.

Karl Vossler:

Frankreichs Kultur im Spiegel semer Sprachentwicklung

192

1 , p.

59

.

Bibl ·

t T S O

ec

. . . . .

581

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cia realmente la moderna literatura narrativa y en verdad no sólo

porque son las primeras historias de amor románticas de Occidente

en

las que el lirismo y el sentimentalismo dominan todo lo demás

sino también porque son los primeros

récits bien faits

por modificar

una conocida expresión de la dramaturgia indicadora de los teatrales

efectos de sorpresa.

Debido a la lectura convertida ahora en necesidad constante y

en

hábito puro

el

oyente atento solemnizado se convierte

en

el

lec

tor indiferente tendente unas veces al formalismo de los expertos

en estilo otras al desorden del consumo de masas. Pese a toda la

oposición ambas actitudes tienen en común la alienación de los

principios de la praxis. Tanto la literatura abandonada por entero

al goce de palabras y giros preciosos como la devorada en masa

permanece alejada de la vida y despreocupada por la verdadera exis

tencia. ada una de ellas puede cumplir parcialmente las funcio

nes que desde siempre correspondieron al arte pero el alejamiento

del lector respecto de la praxis ocurre inevitablemente en ambas.

El arte no ha disfrutado nunca de tantas facilidades.ni encon

trado jamás

un

reconocimiento y ayuda

tan

amplios y fáciles como

recientemente. Pero tampoco fue nunca tan evidente el hecho de que

sus más elevados productos

se

dirigen contra el instinto de la mayo

ría de los hombres. La fatigada tolerancia frente a las direcciones

artíst icas modernas por agresivas que sean y el fácil éxito de los

bestsellers

y canciones de moda no suponen ninguna respuesta ade

cuada a la pregunta contenida en la existencia y función del arte.

Lo que el arte significa para una sociedad no depende del número

de entusiastas del mismo ni de la cuantía de las cantidades que se

reparten a los artistas como premios y estipendios. La evolución

presente de la clientela artística a pesar del declarado entusiasmo

no corresponde de ningún modo a la tendencia liberal que reveló la

oposición al academicismo anqui losante de Le Brun ni a la demo

cratización de la participación en el arte efectuada en el siglo siguien

te. En tiempos de la Ilustración

se

formó un círculo cada vez más

amplio de amigos del arte constituido ya no sólo por especialistas

artistas mecenas y coleccionistas sino también por profanos que se

atrevían a emitir su propio juicio. Antes la Academia era la única

en conceder a gente del oficio el derecho a hablar en cuestiones de

arte. Desde entonces

se

fue aceptando cada vez más la calificación

del público profano como juez artístico y a decir verdad sobre

todo porque como decía Roger de Piles se había llegado a la con-

582

vicción de que el gusto natur al ingenuo tiene su justificación

y

de

un lado el sentido común huma no

y

de otro la vista sin prejuicios

pueden tener razón frente al juicio artístico del sabio.

El cambio efectuado

en

la estimación del público profano en la

composición de la opinión pública decisiva se debía naturalmente

a supuestos en parte económicos. Los donativos que recibían los ar

tistas de Luis XIV disminuyeron a finales de su reinado y la Aca

demia tuvo que compensar esta disminución de la ayuda real con

la clientela de un público más amplio.

Du

Bos sacó la conclusión

de las premisas de Roger de Piles a saber que

el

arte no tiene que

«instruir» sino «conmover» y que la competencia en arte no yace

en la razón sino

en

el sentimiento. Pero el sentimiento se embota

en la gente que se dedica siempre a las mismas cosas mientras que

permanece fresco y espontáneo en

los

profanos y aficionados. A pe

sar de la ideología del prerromanticismo dominada por el «senti

miento candoroso»

el

cambio

en

la composición del público artís

tico no ocurrió sin embargo de la noche a la mañana . Pues tam

bién la comprensión ingenua emocionalmente condicionada como

el

mero interés por

el

arte ten ían presuposiciones educacionales a las

cuales no se podía corresponder sin más. Pero el público artístico

aumentó en volumen abarcaba a elementos cada vez más diversos y

constituía ya a fines del «gran siglo» una capa que no era por mu

cho

tan

uniforme en el pensamiento y

tan

claramente manejable

como la sociedad ilustrada de la era de Le Brun. Con lo cual no

queremos decir en absoluto que el público del arte elevado clásico

fuese totalmente homogéneo y se limitase a los círculos cortesanos.

El rigorismo formal arcaico el tipismo impersonal la fidelidad a las

convenciones sociales tradiciones eran sin embargo rasgos que

en sí correspondían mejor e ideológicamente eran más propios al

sentimiento aristocrático de la vida que a la concepción del

mun-

do de la nueva burguesía liberal no sujeta a normas inflexibles.

Pues para

una

clase que basa sus privilegios en la edad el origen y la

actitud el pasado es más concreto que el presente la familia y la

sangre más real que el sujeto y el individuo la medida y el orden

más dignos que

el

sentimiento y

el

ánimo. Mas en lo referente al

racionalismo que reclamaba para

el clasicismo no debiera olvi

darse que la ideología burguesa estaba más arraigada en el sentido

común que la aristocrática. Cabe que la nobleza se haya decidido

todo

lo

que quiera por

el

pensamiento claro lógico libre del sen

timiento la arrogancia y la sensiblería. La concepción racional de

583

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la existencia los principios de la vida racional sin ostentación mo-

derada que cuenta con los medios disponibles los desarrolló por

primera vez la burguesía sobria enemiga de toda teatralidad y re-

tórica. El burgués industrioso consciente de los límites de sus me-

dios y fuerzas se rigió por

un

plan de vida racionalista realizable y

sostenible antes que el aristócrata que insiste en sus privilegios cada

vez

más problemáticos. Por eso tuvo también más eco entre la bur-

guesía la claridad objetividad y sencillez del clasicismo liberado de

los adornos barrocos que en la nobleza que se

quiere imponer por

la pompa y la ostentación. Mientras ésta

se

hallaba todavía bajo

la influencia del gusto artístico románico ampuloso caprichosa-

mente extravagante de los españoles los expertos y coleccionistas

de origen burgués

se

entusiasmaban ya por la lucidez y normativi-

dad de Poussin cuyas obras creadas todavía en su mayor parte

en tiempos de Richelieu y Mazarino eran adquiridas y colecciona-

das por miembros de la burguesía funcionarios del Estado comer-

ciantes y financieros. Es significativo que Poussin no c e p t ~ s e nin-

gún encargo de p inturas decorativas de formato monumental. Y como

no podía establecer ningún nexo interno entre el arte oficial de su

tiempo y el ideal estilístico clásico en que pensaba también aceptó

raras veces encargos de la Iglesia.

¿Pero de dónde procedían y con qué se mantuvieron vigentes las

pautas de acuerdo con las cuales crearon sus obras en Francia Pous-

sin y la mayoría de los artistas posteriores y cuya tradición resultó

tan vital que hasta Cézanne se declaraba partidario de ella? Poussin

mismo

no

las creó como tampoco produjo la burguesía

los

princi-

pios formales del arte dramático del abogado de Rouen Corneille

aunque

el

clasicismo racionalista no sería imaginable sin la tenden-

cia burguesa del público ni sin la teatralidad estilizante de la corte

real. Las dos l Cour et

l

Ville tuvieron su parte en la génesis de

los antagonismos del barroco clasicista. Por acertada que sea tam-

bién la circunstancia de que aparezca generalmente una clase espe-

cial o un determinado círculo de ilustración como portador de la

evolución cultural una concepción demasiado simplificadora de esta

función y en particular una idea que homogeneíce totalmente a los

portadores del gusto tergiverse la imagen del proceso real.

Cabe que el artista cree sus obras teniendo presente

un

grupo

especial de clientes pero no las produce única y exclusivamente

de acuerdo con los criterios del gusto de este grupo. Tampoco caye-

ron siempre en las manos de aquellos a quienes iban destinadas y

584

raras veces continúan siendo propiedad suya. Natura lmente todo

arti sta desea que sus creaciones las adquieran sus partidarios y tien-

de a considerar de antemano a sus compradores como «amigos»

suyos. Pero en sentido estricto estos no pertenecen siempre a su

v e r ~ e r o

público y a menudo ni siquiera saben qué es lo que pre-

tendian en su creación. Sea como fuere el llamado público artís-

tico es

un

grupo de composición sumamente mezclada cuyas capas

aisladas se distinguen por límites difusos.

Cuando

un

cuadro no cae en las debidas manos garantes de

su goce adecuado por el propietario y de su accesibilidad a personas

capaces de ese goce este estado de cosas

se

parece mucho a la situa-

ción en que un libro se «agota» o se considera «extraviado» en

una

biblioteca. Para tener

un

«público» las obras de arte no sólo tienen

que separarse de su autor sino también ir de boca en boca y de

mano en mano. Pero el artista no tiene por qué saber él mismo

de esta circulación. Tras la decadencia del viejo mecenazgo y la

pérdida de la inherente seguridad material de los artistas tras el

nacimiento del comercio artístico en el sentido moderno del término

y el correspondiente anonimato de las relaciones entre los produc-

tores y los consumidores del arte originóse una situación en la que

el artista apenas sabe ya en qué manos

se

encuentran sus obras y

en la que también le preocupa cada vez menos esta circunstancia.

Ya no

se

enfrenta a personas aisladas sino al coloso enorme des-

conocido e incalculable que se llama «público». Puede que se sienta

lisonjeado si sus cuadros van a parar a una colección famosa pero

los comerciantes y consejeros del coleccionista son

tan

responsables

de ellos como su rango de artista y la calidad artística de sus cua-

dros. No puede elegir los compradores de sus obras como tampoco

puede elegir

el

dramaturgo o

el

compositor la gente que va a pre-

senciar la ejecución de sus obras y composiciones. En términos ge-

nerales

es

más difícil asustarlos que cautivarlos. A menudo el ata-

que más violento a

una

capa del público no impide a ésta que ad-

mire al atacante. Pero la insolencia no

es un

medio infalible del

éxito como tampoco la adulación.

e siempre hubo consumo de arte por razones de prestigio; mas

aumenta de día en día y se hace cada vez más incalculable debido

a la fluctuante coyuntura. También en

el

aspecto cualitativo se

manifiesta de modo diferente la ampliación del mercado artístico

según los casos y

es

incierta su influencia

en

la formación del gusto

artístico. Normalmente

el

sentimiento de la calidad se refina con

585

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el creciente interés por el arte y

se

refuerza el juicio del público.

Mas

el

incremento de la clientela puede ir unido también a un des-

censo del nivel y a una falta de principios en las normas. Evidente-

mente se gana poco cuando ante

el

ofrecimiento de obras de arte

hay más gente dispuesta a aburrirse o a reducir sus exigencias a fin

de distraerse.

La regla fundamental del desenvolvimiento de la clientela ar-

tística

es

y sigue siendo, cambie lo que quiera el volumen y compo-

sición del público artístico, que los progresistas de hoy serán los

conservadores de mañana. Progreso y conservadurismo no están

condicionados por el carácter y el temperamento de sus represen-

tantes, sino por la respectiva constelación histórica. Cuando Matisse

expuso en 1906 su famosa obra La

oie de

vivre, Paul Signac, él

mismo pintor famoso y progresista y entonces vicepresidente del

Salan des lndépendants, fue uno de los que más protestó contra el

cuadro «disparatado». Un año más tarde Matisse se portó del mismo

modo con el cuadro de Picasso Las señoritas de Avignon. Lo califi-

de atentado a todo

el

movimiento artístico moderno. Y de esta

suerte, casi siempre fueron artistas que pertenecieron antes a la

vanguardia y no filisteos enemigos del arte y reaccionarios

los

que

interceptaron

el

camino hacia

el

éxito a los innovadores más revo-

lucionarios. Como miembro del jurado del

Salón d Automne,

Ma-

tisse rechazó en 1908 los cuadros de Bracque de una

manera

tan

tajante como rechazaron los cubistas los de

uchamp

en 1912.

El «aburguesamiento» de los revolucionarios y el anquilosamiento

de la vanguardia constituyen un proceso sin fin en el que no

se

enfrentan mutuamente con el rechazo más agudo artistas y profa-

nos, sino distintos estadios evolutivos, por lo general dentro de

una

misma generación. Los artistas se transforman en

un

público apo-

cado, a menudo egoístamente crítico, cuando se enfrentan a

una

ge-

neración más joven de artistas que intenta rebasar los logros de sus

antecesores. Por tanto, tenemos que ver aquí,

en el

público, con

una

categoría funcional y no ontológica •.

Es

decir, no se

es

«público»,

se

deviene

tal bajo determinadas circunstancias.

Mas

el

arte no existe para los artistas, sino para

los

profanos:

para gente que, en primer lugar, no tienen nada que ver con él,

aunque finalmente puede que aprendan a tener mucho que ver con

• Leo Steinberg en:

The

New Art, 1966

p.

27 y sig.

• Ibidem.

586

él.

Pero tampoco existe para cualquiera. Debe ser asequible a gente

que tiene necesidad de él, pero no puede ser impuesto a nadie. Ser

un aficionado al arte no es ninguna obligación ni ninguna virtud,

sino una prueba de fuerza y un triunfo.

587

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4 Los

medi dores

l

Signo e interpretación

La doctrina de la espontaneidad de la creación artística tiene su

equivalente en la teoría del carácter inmediato de la vivencia artís-

tica de la posesión no mediatizada de la obra de arte por el sujeto

receptor. En ambos casos la base de la teoría es la noción de un

acto irracional indivisible e irreductible que sucede a modo de su-

gestión e inspiración sin mediación ni intervención ajena. Pero

igual que no

hay ningún

proceder espiritual relacionado con la rea-

lidad que carezca por completo de composición y aparezca sin me-

diación ninguna que se base totalmente en el sujeto y en sus cate-

gorías constitutivas también la idea de actitudes puramente subjeti-

vas e individuales autónomas e inmanentes tanto en relación con

la producción como con la recepción de obras de arte

es

una fic-

ción que apenas puede justificarse sin mistificación de las disposi-

ciones y aptitudes artísticas. La creación artística presupone un len-

guaje formal de comunicación clara la validez de tradiciones histó-

ricas y convenciones sociales la recepción artística de mediaciones

instrucciones y ejercicios hermenéuticos. uanto más avanzado sea

un desarrollo estilístico cuan to más modernas sean las obras en

consideración y cuanto menos entendidos y competentes en arte los

sujetos receptores tanto más grandes diversas e importantes ten-

drán

que ser las mediaciones.

588

La más clara es la importancia de la mediación en la música

donde la forma expresiva dejada por el compositor y directamente

manifiesta consta únicamente de

una

serie de signos abstractos la

cual tiene menos en común con la forma acústica que la escritura

corriente con el texto leído o recitado de

una

poesía y donde

una

fase determinada de concreción de los signos fonéticos tiene que

haberse efectuado ya antes de que pueda emprenderse ese género

de interpretación que importa

en

la literatura. El ingenuo aficionado

a la música no oye nada cuando únicamente lee las notas que no

resuenan para él y no significan nada artístico. Sin embargo las

formas trazadas por el autor de las obras en otras artes tampoco

son en y de por sí mucho más asequibles directamente que las

notas para los que carecen de educación musical. También en éstos

la recepción adecuada no ocurre sino tras la ejecución de un pro-

ceso de varias fases que lleva desde formas vacías de contenido y

de sentido a

un

complejo

en

donde cada rasgo adquiere sentido y

contenido según

su

valor posicional en

el

sistema respectivo.

Normalmente no se tiene la menor idea de lo dilatado ramifica-

do difícil y tortuoso que es este camino ni de lo perplejo y confun-

dido que estaría uno ante las creaciones artísticas más importantes

y atractivas de no estar preparado para ellas de no saber qué espe-

rar de ellas ni cómo reaccionar ante ellas a

firi

de sacar sentido le

su lenguaje cifrado el cual

es

a menudo

una

especie de lenguaje

común. La necesaria comprensión de la prehistoria de las obras pre-

sentes y de su especial lugar historicosocial del papel de

los

modelos

y competidores de los artistas de los medios técnicos disponibles y

de los cometidos solucionados con ellos de las pautas par a los valo-

res

cualitativos y para la sensibilidad situada a la altura del desa-

rrollo son por lo general irrealizables en una fase más avanzada de

la evolución sin los correspondientes mediadores maestros direc-

tores intérpretes y críticos.

Sociológicamente una obra no está en absoluto terminada tal

cual sale de la mano del artista sino cuando se ha efectuado s u

recepción. Por eso tiene la mayor importancia averiguar en qué

fase empieza una idea a corresponder a su destino receptor. ¿Es la

visión del artista intencional de antemano y puede considerarse su

mera insinuación como expresión suya como ocurre por ejemplo

con las notas del compositor? ¿O no pertenece más bien la realiza-

ción sensible como la efectuada siempre en las obras de las artes

plá ·ticas o en la música tras haber tocado las notas a la concreción

589

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de la visión e intención del artista? ¿No es a través de esta concre

ción cuando se determina la conducta del receptor? Desde el punto

de vista del idealismo visión subjetiva y configuración objetiva son

idénticas y bajo

un

aspecto puramente formal carece de impor

tancia decisiva la cuestión de la presencia o ausencia físicas de los

participantes receptores. Mas en cuanto praxis social transcendente

a la forma el arte no realiza su intención real hasta que se ha efec

tuado el acto receptor concreto.

Por espontánea e irresistiblemente que se comunique el artista

necesita intérpretes e intermediarios para que se le entienda de un

modo correcto y se le estime de

una

manera apropiada. Sólo en los

casos más raros recibe el receptor las obras directamente de él.

a

mayoría de las veces necesita toda una serie de mediadores e ins

trumentos de mediación para comprender lo que el artista preten

día con su obra y los medios que empleó para formular su visión

y organizar su material. Un lenguaje formal nuevo desconocido

aún

para la generalidad no pierde su extrañeza e inaccesibilidad hasta

que pasa por ellos. Mas la aureola del secreto la magia del milagro

el que algo más allá de la forma y aparentemente inefable adquiera

forma no lo pierde jamás el arte cuando

es

realmente arte.

2

Ser significado

La obra de arte no sólo

signific

algo también s algo y se

queda

en una

especie de fetiche que debe su efecto inexplicable

o explicable sólo en parte a su existencia peculiar confundida con

su significado y sin embargo independiente unas veces lejana y

otras próxima. Y lo mismo que

una

obra de arte no sólo significa

algo sino que también

es

algo sencillamente inexplicable constituye

asimismo

una

posición autónoma y comprometida ante el mundo y

la realidad. El arte se eliminaría a sí mismo si se quedase en mera

forma

en

arabesco u ornamento con la anulación de su contenido

como elemento relevante. Pues no es imaginable sino como forma

de algo que no es «forma»; lo mismo que

un

contenido informe no

es

ningún

«contenido» y en cuanto tal resulta impensable. El arte

toma la realidad la acepta y absorbe la critica corrige y rechaza

al mismo tiempo; se somete a ella pero también se independiza de

ella. Sin embargo siempre que ante estas antinomias de significa

do y existencia de forma y contenido de compromiso y libertad

590

se aferra a

un

principio y excluye otro el arte anula también el

principio seleccionado y destruye con esa alternativa todo el sistema

al que debe su existencia. Pues la génesis y evolución del arte se

mire bajo el aspecto que se quiera es un proceso dialéctico cuyos

momentos antagónicos son inseparables entre sí y sólo cambian

cuando cambia uno de ellos.

3

lases

de

mediación

a vivencia artística receptora es en la misma medida producto

de la cooperación social y expresión de la comunidad espiri tual re

sultado de la dirección autoritaria y adaptación subordinante como

actividad artística creadora. Ambas cosas son el resultado de

un

proceso en el que se revela

una

iniciativa personal como trabajo

extendido a varios individuos.

Al

final del experimento resulta

una

institución algo permanente y continuable de

una

cosa propia y

privada un bien apropiable y transferible. Se mire del lado que se

quiera en cuanto propiedad de la sociedad

el

arte

es

la obra de

una colectividad en la cual participan por igual inspirador y ofe

rente receptor y mediador.

Toda persona o institución que se interponga entre la obra de

arte y la vivencia artística del receptor efectúa una función útil o

inútil de mediación. Los representantes e intérpretes de las obras

desde los más primitivos bailar ines y mimos cantbres y narradores

bardos y rapsodas hast a los actores y músicos de nuestros días des

de el primer escoliasta hasta el experto artístico más refinado y eru

dito desde las primeras cartas de los humanistas hasta las revistas

de la Ilustración y la prensa diaria actual con sus reseñas regula

res de

los

acontecimientos artísticos de las últimas apariciones lite

rarias y de los innumerables conciertos desde el primer aficionado

al arte protector y mecenas hasta el moderno conocedor y colec

cionista todos ellos son intermediarios que allanan el camino que

va del artista al público refuerzan su relación y al mismo tiempo

la complican también los ponen en contacto pero también los dis

tancian y alienan. En la medida en que aumente y se multiplique

con el tiempo el papel de la mediación personal las formas insti tu

cionales diferencian y distancian también el· contacto entre los ele

mentos productores y receptores del proceso artístico. Los círculos

caballeresco-cortesanos de la Edad Media las cortes de príncipes y

59

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damas del Renacimiento, los salones literarios de los siglos, xv:I y

XVIII las academias clasicistas y

los

cená:ulos

p ~ t a s

romanticos,

las colonias de pintores naturalistas e I m p r e s i O ~ I s t a s

los m u ~ e o s

y

exposiciones, las editoriales

y

sociedades de c ~ n c i e r t o s los con¡un

tos de teatro, radio y televisión, los viajes a r t í s ~ I c o s cursos noctur-

n

m

ás

que puentes que acortan la distancia entre la pro-

nos

no

so . .

1 '

Como

ducción y

el

consumo, aunque al mismo tiempo a acentuan. ,

objeto de intervención institucional, el arte se cosifica

c u a n t ~

mas

se le administre. La ambivalencia del estudio artístico se mamfiesta

en que la aproximación a la persona del autor puede tener por con

secuencia el distanciamiento de su obra, mientras que la c o m p r ~ n -

sión directa y adecuada de la obra va unida a

~ e n _ u d ~

con m

diferencia fundamental y el sentimiento de la msigmficancia final

frente a la persona del autor. . .

Igual que la génesis de una obra de arte no se

h ~ u t a

c o ~ p o -

nentes que dimanan del individuo creador y de sus v ~ v e n c i ~ s y n v a -

das, sino en su mayor parte proceden de su herenCia

e s p m t u ~ ~

Y

de la comunidad con sus contemporáneos y compañeros de profeswn,

tampoco

los

factores de la recepción de

una

obra resultan. de la

relación directa entre el sujeto receptor y el objeto. expenenc.Ia.

Son muchas las instancias que participan en las m e d 1 a c ~ o n e s gracias

1

s cuales las obras se hacen por primera vez accesibles, les dan

sentido que

el

público puede comprender,

e l i m ~ ~ n

la ex

trañeza inherente en su novedad,

s u p r i m e ~

su

I m p r e ~ I ~ n

descon

certante, las ponen de acuerdo con

lo

habitual

f a m r l ~ a r _

Y s t ~ -

blecen entre lo anticuado y lo que se anuncia esa c o n t m m d ~ sm

la que el arte perdería su historicidad, continuación y c a p a c 1 d ~ d

de resurrección. A estas mediaciones se debe el que de

un

lengua e

secreto y de mandarines salga

una

vulgata, el que

la

vanguardia

disconforme adquiera

un sentido más o menos generalmente a c ~ p t a -

ble y el que su desconcertante rebeldía se haga tratable y en ~ ~ e : t o

modo respetable. La rutina de la crítica de arte regular en dian?s

y revistas, la literatura teórica popular y

los

libros ilustrados his

toria del arte, la visita preceptiva de las colecciones y exposiCIOnes

de arte, la constante representación de

los

últimos productos la

literatura dramática y de la música, las continuas presentaciOnes

en la radio y en la televisión, pueden tener en y de por sí un ~ a l o r

muy dudoso, pero crean una atmósfera en la que el arte se convierte

592

en un fenómeno diario, aunque tampoco se tome generalmente con

atención.

La auténtica vivencia artística presupone cierta espontaneidad,

una reacción sensible esencialmente espontánea, sin obstáculo ni

reflexión, ante la impresión producida por la obra de arte. Pero esto

significa tan solo que l vivencia normativa es concreta, personal

mente diferenciada, afectiva y determinada por la situación vital

del individuo receptor, mas no significa en absolutp la falta de fac

tores estimulantes, activadores de la impresión de fuera, en la for

mación de la vivencia. El goce artístico libre de toda mediación es

uno de los dones más raros de los expertos mejor informados que

imaginarse puedan, copartícipes en la determinación de nuevos cri

terios valorativos estéticos y en el incremento de la sensibilidad

artística, expertos que con su talento especial, propio de ellos, se

hallan poco más o menos en el borde de la producción y de la recep

ción.

En

general, la importancia de las instancias mediadoras aumen

ta con calidad superior de las obras y

el

descendente nivel de ins

trucción de los receptores. La mediación entre artista y público

puede muy bien elevar la fase en que ocurre la recepción, pero la

popularización del arte mediante el número creciente de mediacio

nes la disminución de las exigencias que plantean a los receptores

puede también contribuir al descenso del nivel al que se acepten

obras exigentes.

Una

vivencia artística que

se

adquiere al precio de

la insipidez y vulgarización de su substrato no constituye ningún

logro, pues a la estimación adecuada del arte sublime no se llega a

través de la tolerancia del arte inferior. La capacidad de gozar arte

auténtico presupone una

esforzada preparación del gusto.

Se

llega a

ella a través de

una

educación paciente, y finalmente mediante

un

salto, y no, por ejemplo, a lo largo de

un

avance gradual de pro

ductos defectuosos y mediocres a otros cada vez más puros y exi

gentes. El desarrollo

no

estriba en el cambio de

los

objetos sino en

el de las actitudes. Por muchas presuposiciones y preparaciones que

requiera, se descubre de pronto lo que es arte auténtico, como si

todo lo vivido y aprendido con anterioridad no tuviese nada que

ver con l revelación.

Se

concibe de repente lo que es el arte, igual

que se puede nadar de una vez Sólo hay que saltar al agua cuando

tal vez se

ha

debido tener un maestro de natación en el que ya no

se piensa.

Mas igual que en una fase cultural determinada puede existir,

sin mediación especial, una relación adecuada entre las obras de

593

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8/16/2019 Arnold Hauser-Sociologia Del Arte

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arte sublime y su recepción tampoco el arte popular necesita ningún

mediador entre sus productores y consumidores quienes a menudo

son las mismas personas y siempre pertenecen a la misma capa so-

cial y de instrucción. Sin embargo a medida que se propaga la civi-

lización occidental y aumenta el público de masas del arte popular

se reduce de un lado el ámbito del arte del pueblo y disminuye

de otro el número de expertos en relación con el resto de los recep-

tores.

De

acuerdo con este descubrimiento aumenta natura lmente

el

número de mediadores y de instituciones mediadoras entre el arte

de la élite y los clientes en masa del arte.

4

l

experto

y el

receptor ingenuo

La principal diferencia entre las posibles actitudes frente al arte

viene determinada de una parte por el punto de vista del cono-

ced<;r del experto competente y educado en la teoría e historia del

arte

y

de otra parte por el del receptor ingenuo quien no

se

siente

impulsado a o capaz de comparar con otra la ob;a de arte que tiene

enfrente. El observador ignorante vive la obra de arte como parte

de la realidad como complemento de su experiencia vital; el ob-

servador crítico la juzga como ficción pura por significativa que

sea como una forma de ilusión consciente un producto del talento

creador y de la facultad de imitar transformar y reinterpretar las

cosas: de

una

fuerza espiritual que cada artista posee en proporción

especial suya propia. El goce artístico del experto va siempre uni-

do a la estimación de este talento. Claro que la autenticidad viva-

cidad y profundidad de la experiencia artística depende parciaimente

de la espontaneidad de la creación que se conserva más o menos en

todas las circunstancias pese a toda la certeza con que se perciba

la artificiosidad de

los

fenómenos fingidos y se

hagan

valer las nor-

mas críticas. Por otro lado el momento medio serio caprichoso

de que se trata de un

mero artefacto tampoco falta del todo hasta

en el goce artístico más insospechado. Ninguna vivencia artística

es totalmente na tura l o artificial como tampoco es ninguna total-

mente directa o indirecta.

La realización creadora de la voluntad artística se conquista al

precio de concesiones

y

como ya se sabe supone una traición a la

idea a la idea originaria del artista. La recepción de la obra la

vivencia artística de los sujetos reconstructores del acto cread¿r y

594

receptores de la creación objetiva afectada ya de determinadas con-

cesiones constituye otra deformación de la visión creadora debido

a esas mediaciones que se interponen entre artista y público. Pero

igual que el proceso creador no sólo desvirtúa la concepción origi-

nal de las obras sino que también la desarrolla y precisa con ayuda

de los medios de concreción empleados la recepción facilita la vuelta

a la intimidad del artista gracias a las mediaciones utilizadas. De

esta manera con sus momentos de producción y recepción. de vi-

sión Y

su

exteriorización de enajenación y reintimación de la es-

pontane idad alienada así como toda la actividad referida a la rea-

lidad todo el proceso artístico consta de

una

serie de pasos dialécti-

camente antitéticos. El proceso no transcurre sin peligros. Pues por

imprescindible que sea la función del mediador profesional

en

la

relación entre artista y público y por indudable que sea también

la capacidad del experto para comprender y juzgar la calidad esté-

tica de una obra de arte con frecuencia se le escapa al especialista

un

aspecto que otorga una autenticidad especial a la vivencia artís-

tica espontánea del profano pese a todas las demás insuficiencias.

En

la autonomía de la crítica de arte y de la separación del experto

respecto del artista por un lado y del receptor ingenuo por otro

se manifiesta un principio de especialización y de división del tra-

bajo extraño a la esencia de la vivencia artística coherente.

Georg Lukács afirma que todo el que

se

alce «sobre la esponta-

~ ~ i d d de la mera impresión» experimenta también con la recep-

cwn de la obra de arte su pertenencia a un género . Según el esta-

dio de instrucción del

sujeto

receptor también cambian en la re-

cepción de

una

obra las categorías mentales y las asociaciones de

este tipo aunque

es

dudoso que como opina Lukács formen parte

de la esencia estética original de la vivencia

y

no motiven más bien

una desviación de la norma de la impresión sensible concreta. El

experto ve en el cuadro no sólo una representación especial el reflejo

de un objeto individual de una figura o paisaje determinados sino

sobre todo un rendimiento «pictórico» la solución de una tarea de-

terminada por el medio de la representación. Pero tal aspecto que

para el experto se mueve todavía dentro de la vivencia estética

suprime la homogeneidad y la unidad de la esfera artística cuand¿

se trata de

una

contemplación más ingenua menos compleja.

Georg Lukács: Estética 1963 vol. 1. p. 629

y sig.

595

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8/16/2019 Arnold Hauser-Sociologia Del Arte

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Es relativamente fácil interpretar una obra famosa del pasado,

estimarla y afirmarla, es decir, unirse al consenso de

los

instruidos.

Para

el receptor la dificultad estriba en la tarea de distinguir lo

bueno de lo mediocre en el caos de la producción diaria reconocer

la. autoridad competente en la que pueda confiar

y

h ~ l l a r el ca

mmo correcto entre el conservadurismo egoísta y mezquino y los

s ~ m p a t i z a n t e s sin juicio propio. La novedad de un producto artís

tico

es una

de las presuposiciones necesarias de su valor estético

Y la capacidad de distinguir el derecho a la originalidad forma

p a r t ~

de los criterios indiscutibles del juicio estético. Estar informado de

los valores vigentes es, en el mejor de los casos, una característica

de educación apropiada, y la facultad de reconocer valores nuevos y

hacerlos valer es lo que caracteriza al verdadero experto.

La gente que sólo

es

capaz de apreciar los artistas más importan

tes y corroborar las obras más destacadas, no siempre pertenece a

q ~ i e n e s t i e n e ~ la relación más directa y personal con

el

arte. Apre

Cian a los

a r t ~ t a s

que reconocen y recomiendan sus maestros y mé

todos de ensenanza, pero no poseen el criterio seguro de

los va

lores artísticos, basado

en

la experiencia y

en

el juicio propios.

Pero no sólo se trata del papel creador de los expertos allí donde

se habla de conocimiento y aprecio de nuevos movimientos artísti

cos

sino también cuando se habla de nuevos descubrimientos, reva

l o r a c i ~ n e s

y reint.erpretaciones de estilos artísticos pasados, ignora

dos o mcomprens1bles. este papel es tanto más importante cuanto

que la h i s t o r i ~ del arte, como ya se observó, consta en su ma or parte

una suceswn de «resurrecciones» o como se diría hoy, «renaci

m ¡ e ~ : o s » en los que historiador y el crítico de arte desempeñan la

funcwn de parteros, 1gual que los artistas mismos implicados en los

movimientos del Renacimiento.

5

a leyenda del artista

El creador de los valores artísticos es el autor de las obras que

responde a las necesidades resultantes, y el de la reputación artísti

ca lo

es

el experto, el crítico e intérprete de los productos. El artista

crea la f o ~ ~ a de la obra,

el

mediador su leyenda.

No

sólo los poe

mas homencos, las creaciones poéticas de Dante y los dramas de

Shakespeare, las obras de Miguel Angel y de Rembrandt son

en

parte creaciones de su posteridad, no sólo se convirtieron

en

perso-

najes míticos los autores de las novelas de Balzac, Stendhal y Tols

toi, de las poesías de Goethe, Holderling

y

Baudelaire, de las com

posiciones de Bach, Mozart y Beethoven, incluso contemporáneos

como Cézanne, Van Gogh, Proust y Kafka se transformaron ante

nuestros ojos en figuras legendarias. Tahití se

ha

convertido en

un

lugar de peregrinación, e Illiers no sólo en Combray sino también

en

una

especie de taca . Esta mitificación va

tan

lejos que las obras

de arte, con frecuencia, no se juzgan ya por su valor intrínseco sino

por el nombre que se

les

cuelga como etiqueta. El nombre inscrito

en el catálogo de la exposición o en el programa del concierto sirve

de pauta, y cuando

el verdadero

se

confunde con el falso, el asistente

de la exposición o del concierto se confía, como se sabe, a lo que lee

antes que a lo que ve u oye.

6 acilitación e impedimento

En nuestra época, tan rica en medios, se han incrementado tan

repentina como considerablemente los

i n ~ t r u m e n t o s

técnicos de la

mediación entre las creaciones artísticas y los sujetos dispuestos a

su recepción. Los distintos órganos de prensa, revistas, reproduccio

nes y diapositivas, el gramófonQ, el film, la radio y la televisión acer

can a las masas del público los productos artísticos de por sí extra

ños a ellas, pero por lo general lo hacen al precio de perder su

singularidad y su aureola personal: los instrumentos de la media

ción se limitan por lo común a formas de la técnica de reproduc

ción

2

• Algo fundamentalmente irrepetible se convierte

en

algo re

petido infinita e invariablemente. La mediación, que debiera salvar

la distancia entre producción y consumo, se interpone como impe

dimento insalvable entre ambos. El maestro, intérprete o crítico

puede también alejar al sujeto receptor del objeto de arte, pero al

mismo tiempo profundiza su involucración en la creación artística.

El aparato técnico del proyector de cine, del gramófono, del recep

tor de radio y televisión, en cuanto medios de reproducción, es, por

el contrario, desde

un

principio, y sigue siéndolo hasta el final,

una

caja mecánica de maravillas, que no sólo está muerta ella misma,

2

Cf. Walter Benjamín:

Das Kunstwerk im Zeitalter seiner technischen

Reproduzierbarkeit. Escritos

1 pp.

366-405.

\

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sino que también embota

en

cierta manera los sentidos del oyente

o del espectador y destruye la singularidad individual de las obras.

7 l director

No

hay

nada que revele con más claridad el papel del mediador

correspondiente a la idea general, y a veces estimado

en

demasía,

entre obra de arte y público artístico como la parte manifiesta del

director

en

la ejecución de

una

orquesta. A

los

ojos del público de

conciertos el símbolo puro

no

sólo de

un

dirigente

en

el sentido

técnico-organizador, sino también el de

un

elegido e iniciado caris

mático, único entre todos

los

presentes capaz de leer y transmitir

la sagrada escritura secreta del compositor. Su

batuta

expresa con

más claridad que ninguna otra cosa lo histriónico y fantástico, el

mero gesto y la mueca vacía del mediador en pose. El carácter de

baile, lo corporalmente demostrativo, lo sensorialmente sugestivo,

pertenece naturalmente a los recursos legítimos del director, y su

exhibicionismo sirve, con toda su insistencia, para acercar la pieza

de música a sus oyentes, que también son sus espectadores •.

En

rea

lidad, el mal estriba en que procura hacerse valer no sólo a costa

de los demás actuantes sino también a costa del compositor. Pero

no debe olvidarse que la música romántica y posromántica está pre

dispuesta de antemano a este papel de general del director •.

8 Monopolio de l exposición

La interpretación destinada al público profano de los factores

formales e ideológicos del arte se basa

en

un cometido propio, si

bien callado, pa ra el desempeño de este cargo. Todo el que reacciona

sensible y espontáneamente a las impresiones artísticas y juzga de

un

modo competente

en

asuntos de arte y de gusto cumple así

una

función más o menos importante. En la índole difusa y poco de

finida de la intelectualidad se basa la función, a excepción de cier

tos grupos, como los de los críticos profesionales y literatos, y no

• Cf. Th. W. Adorno:

Introducción a l sociología de la música

pp.

l S-

118.

• Ibldem.

598

en

un

oficio especifico ni en una calificación particular. Ya no puede

hablarse de

una

«situación de monopolio» , p¡¡.recida a aquella en

que se encontraban, por ejemplo, los sabios chinos de la escritura,

el clero medieval, los humanistas del Renacimiento y los literatos de

la Ilustración. Críticos e intérpretes individuales de obras de arte

gozan ciertamente de cierta reputación personal, la cual otorga

una

autoridad incondicional dentro de un circulo cada vez más limita

do. Pero

una

situación de monopolio en la interpretación compe

tente presupondría la coherencia de

la

cultura y el consenso sobre

los valores vigentes, cuya ausencia caracteriza precisamente a la si

tuación actual. Mas cuando la mediación entre producción y con

sumo de arte se ejecuta también por las agencias más diversas y

en la sociedad actual, dominada por el principio de la movilidad,

está muy lejos de verse limitada a un grupo especial, es ciertamente

signo de

una

situación controlada y nada anárquica, en la que, ade

más de la producción recepción, se hacen valer vehículos de me

diación racional, aunque

en

forma

tan

diferente con efecto tan

distinto, y contrarrestan

el

desmoronamiento completo de la cultura

artística.

Cf. Karl Mannheim: «Die Bedeutung der Konkurrenz

im

Gebiete des

Geistigen», Verhandlungen es VI. deutschen Soziologentages 1928 Zurich,

1929 pp. 35-83.

599

¡

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5 La crítica de arte

l Interpretación y valoración

La

tarea más importante en la mediación entre autor y público

recae

en el

critico

en

cuanto portador profesional de la mediación.

Con autoridad supuestamente absoluta aconseja al receptor de im

presiones artísticas sobre las pautas de la significancia y calidad con

que

ha

de abordar los objetos de su vivencias.

Al

ejercicio de la crítica pertenece sobre todo el afán de saber

en

el sentido de Baudelaire quien describía del modo siguiente

el

objetivo de su reseña de

una

representación de

Tannhiiuser:

«Mi en

canto era tan fuerte y terrible que decidí averiguar sus motivos Y

transformar mi entusiasmo en sabiduría». El sentido de la aclaración

era evidente:

no

quería saber más de la obra de arte sino de

mis

mo al llevar a cabo su intención. Y supo más de sí mismo después

de haber comprendido al artista y su obra.

A menudo la crítica no significa más que concientización y for

mulación de sensaciones imágenes e ideas que aparecen fugazmen

te en el receptor durante la vivencia artística y quedan sin articular.

En

su verdadero elemento

el

análisis crítico se inicia en todo caso

con la corrección de la exposición superficial confusa e insuficiente

de

una

obra. La función de la crítica estriba más bien

en

la interpre

tación correcta penetrante has ta el fondo ideológico y hasta los

problemas decisivos de la vida de las creaciones artíst icas en. vez

de en

la

formación de juicios valorativos acertados sobre su calidad

600

1

estética:

En una

época como la actual donde las obras más impor

tantes de art e son las más difíciles y las más incomprendidas su

interpretación semántica es tan to más importante ya que la inter

pretación aclaratoria encierra el juicio adecuado mientras-que

el

jui

cio

en

sí apenas aclara algo de su contenido semántico. Sin críti

cos

como Winckelmann Diderot Lessing Federico Schlegel Cole

ridge Matthew Amold Baudelaire y Paul Valéry que eran en pri

mer lugar intérpretes y no jueces de arte no se hubieran reconocido

o se hubieran ignorado los movimientos artísticos que dieron la pau

ta

en su tiempo y en parte hicieron época.

Emst Robert Curtius Charles Du

Bos

Albert Thibaudet Sartre

Edmund Wilson y

T

S. Eliot y profesores académicos como Allen

Tate

y William Empson participaron de un modo decisivo

en

la

formación de la idea que se tenía de las tendencias estilísticas y me

dios artísticos de la literatura más moderna. Deben su papel de in

térpretes competentes de obras de literatura en primer lugar a sus

conocimientos y a su erudición. A su método eminentemente fértil

tal como se revela por ejemplo en la interpretación de Edmund

Wilson de la historia de la herida de Filoctetes o en el análisis de

Allen

Tate

del capítulo final del Idiota de Dostoievski llegaron me

diante la unión de su atenta lectura de los textos y su temperamento

poético. Pero no se trataba solamente de la formulación de ideas no

articuladas del lector ni de la producción de valores latentes ma

nifiestos

en

el inconsciente sino también de complementos que eran

totalmente auténticos sin estar contenidos en

los

textos.

2 Crítica

y

traducción

Una

observación crítica de este tipo no constituye ninguna mera

«traducción» de las obras o pasajes respectivos sino de su reorgani

zación que pese a toda la originalidad

se

mantiene fiel a la con

cepción del autor

si

no a su formulación. Pero mientras una sim

ple paráfrasis no

es

ning una crítica la traducción sí puede conver

tirse

en una

interpretación creadora. La traducción poéticamente va

liosa es al mismo tiempo

una

interpretación fecunda de la obra tra

ducida; no repite algo ya existente sino que crea

una

nueva figura

bajo cuya luz adquiere sentido la forma original que necesitaba del

traductor para manifestarse.

601

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8/16/2019 Arnold Hauser-Sociologia Del Arte

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Igual que

en

cada esfera de la actividad humana, también

en

la crítica del arte lo primero que se

da

no son los valores y juicios

valorativos sino los impulsos y las correspondientes inclinaciones y

necesidades.

n

el arte, lo mismo que

en

los demás terrenos de lo

humano y de lo social, es bien poco lo que se puede empezar con

los valores; sólo pueden deducirse de las necesidades. Son éstas las

que condicionan primero los valores, los cuales caen del cielo sólo

para

un

idealismo irreal. Pero vengan de donde quieran, la crítica

no se preocupa

en

realidad de su posible relación mutua, de su co

rrespondencia o identidad en las distintas obras de arte, sino que

más bien acentúa y preserva su particularidad y unicidad. Su ser

concreto se caracteriza por su validez única, vinculada a obras de

arte individuales, lo mismo que la validez general de los valores

en

otras esferas es un signo de su abstracción enajenada de la

praxis.

La crítica de arte, en cuanto hermenéutica, es esencialmente des

criptiva. crítico indica rasgos directa o indirectamente percepti

bles, mamfiestos o latentes, de

una

obra y pregunta: ¿veis lo que

veo Y creo

yo?

Si se ve, se

ha

conseguido entonces

el

objetivo. Sin

emitir juicios valorativos expresos,

ha

llamado la atención sobre

la existencia de valores reales, antes desapercibidos, y

ha

facilitado

un goce artístico cuyo acceso estaba cerrado hasta entonces. Sin

embargo, la crítica más instructiva tampoco domina toda la tarea

de la r e ~ e p c i ó ~ Tan solo apunta

un

sentido cuyo camino tiene que

descubnr el mismo lector. Tras recordarle que existe

un

secreto don

de parece haber

una

construcción bien clara, lo deja a solas con la

~ 1

.

i n g u n ~

interpretación de

una

obra de arte cubre

un

solo sig

mficado posible y aceptable de la figura; cada

una

de ellas insinúa

tan solo tal o cual de los significados posibles. El criterio de la lici

tud de distintas interpretaciones del sentido estriba en que se com

plementan mutuamente

en vez

de excluirse.

Si

la interpretación co

rrecta consistiese únicamente en la revelación de la intención del

autor, sólo habría un acceso real a cada obra. Pero esta intención es .

tan difícil de averiguar con certeza, cuanto que el mismo autor no

puede estar seguro de ella. Por eso el análisis crítico tiene mucho

menos que ver con la psicología del artista que con la estructura

de la obra, con las relaciones internas y las funciones recíprocas de

los

elementos de la obra. Comparadas con estas relaciones, todas las

presuposiciones extraartísticas de la creación pierden su significado

6 2

para el crítico preocupado de la calidad formal. n cuanto construc

ción formal, la obra de arte conserva para él

una

completa inma-

nencia y autonomía.

Cierto, los críticos son imprescindibles como mediadores entre

artista y público, sólo que

la

idea general que

se

tiene de su papel

corresponde bien poco a la situación real: las obras más importantes

de arte son las que menos efecto producen por sí solas y las que

más necesitan de

una

aclaración e interpretación. Los productos ar

tísticos mediocres, las obras del arte de masas y de la industria

de la diversión, actúan, por el contrario, de la manera más directa

y deben su popularidad precisamente al carácter directo de su efecto.

Como intérprete, el crítico debe su existencia a la extrañeza y aver

sión y no a la simpatía que muestran la mayoría de los hombres

frente a las grandes obras de arte.

3

El riti o omo experto

El crítico

es

el literato por excelencia,

el

especialista literario.

Con las editoriales, revistas y periódicos que se interponen como

órganos de mediación entre

la

producción y el consumo artísticos,

surge el experto en la persona del crítico profesional, el cual repre

senta pautas generales, aunque históricamente condicionadas y de

sarrolla y hace valer los principios del gusto artístico de actualidad.

El crítico ideal

no es

siempre el juez de arte ideal, ni tampoco

tiene que serlo necesariamente. Mas, dentro de lo posible, debe ser

el lector ideal, capaz de reconocer y dar a conocer a otros lo que

existe en la obra escrita. El principio lo estableció ya Sainte-Beuve,

formulándolo del modo más conciso

en

la conocida expresión:

«Le

critique n est qu un homme qui sait lire, et qui apprend a

ir

aux

autres»

.

Ningún crítico, lo mismo que

ningún

hombre histórica

mente condicionado y limitado,. ve al mismo tiempo y con la misma

exactitud todas las características de

una

forma cultural.

No

sólo

porque no todas existen marcadas de antemano, sino también por

que se revelan por primera vez según la situación histórica en que

se encuentre el crítico. Pero no todos los contemporáneos ni todos

los críticos competentes de

una

generación pueden ver desde la mis

me perspectiva, sí,

ni

siquiera el mismo crítico juzga siempre

en

el

Sainte-Beuve:

Portraits littéraires,

1862, III, p. 546.

6 3

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8/16/2019 Arnold Hauser-Sociologia Del Arte

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mismo sentido. «El crítico», dice Federico Schlegel,

«es

un lector

que rumia. Debiera tener más de un estómago» .

Al

crítico no deben faltarle sentimiento de la calidad y capaci

dad de juzgar las obras de arte por su valor estético, aunque no

forman parte de las preocupaciones más indispensables para el cum

plimiento de su tarea. De la mayor importancia es la interpreta

ción correcta del contenido semántico de

una

creación artística,

incluso en la estimación demasiado alta o demasiado baja de su va

lor formal-cualitativo. Una estimación excesiva de este tipo ocu

rrió, con la consideración total de las implicaciones de las obras

respectivas, en relación con James Joyce, Franz Kafka y Samuel

Beckett, y

una

estimación demasiado baja, debido a la insignifican

cia ideológica de los productos en cuestión, en relación con Victor

Rugo, Tennyson y Dickens.

La interpretación adecuada del contenido semántico de obras de

arte es

una

cuestión de inteligencia, madurez, experiencia vital y de

enjuiciamiento correcto de

los

problemas de la existencia, de

los

lugares sociales y de los cometidos humanitarios. La facultad de

juzgar valores formales estéticos

es

una

cuestión del sentimiento de

la calidad y de la sensibilidad subyacente a éste. Ambos aspectos

y capacidades son diferenciables entre sí, pero no absolutamente in

dependientes. Existe entre ellos una reciprocidad e interdependencia,

sin que sean deducibles del mismo principio.

4 Sentimiento cualitativo y juicio valorativo

Cierto grado de sensibilidad

es

la presuposiciOn de un gusto

apropiado y del juicio artístico. Ambas aptitudes van juntas, sin ser

idénticas. El gusto

es

la categoría más compleja, la sensibilidad

el

dato más original. Un cambio de gusto productivo presupone

una

sensibilidad más refinada o más coherente, que abarque de

una

vez

una

serie de propiedades. Cuando haya defectos de sensibilidad, la

consecuencia es cierto embrutecimiento del gusto. ¿Cómo han de

juzgarse, pues, las impresiones sensoriales cuando se es «sordo» o

«miope»? Naturalmente, la sensibilidad tampoco es ninguna dispo-

sición puramente natural, condicionada únicamente por lo fisioló-

2

F.

Schlegel:

Prosaische Jugendschriften

ed.

de Jacob Minor,

1882 1

página 143.

604

-

gico o lo psicológico, sino una facultad históricamente desa.rrollada

y culturalmente

d i f e r e ~ ~ i d

una

p e ~ s o n

en y de ~ o r SI menos

sensitiva puede ser cntiCO mas apropiado de

un

artista que un

observador más semejante a éste en la sensibilidad pero con raíces

culturales en otro sitio

3

Sin la resistencia de una sensibilidad irracionalmente manifiesta,

la disciplina

es

desde

el

punto de vista artístico,

tan

estéril como

la sensibilidad y el sentido de la calidad sin la disciplina de

la

ra

zón y la consideración de las convenciones y tradiciones vigentes.

La sensibilidad aquí en cuestión no tiene nada que ver, sin embargo,

con emocionalidad, lirismo ni sentimiento. Hay gente que compen

sa su insensibilidad con la preferencia por el arte sentimental, y

otros a quienes les repugna todo sentimentalismo debido a la pu

reza y espontaneidad de los sentimientos propios. Mas la cuestión

no gira en modo alguno en torno a si la reacción emocional o la

intelectual es la correcta en relación con las obras de arte; la reac

ción «correcta» resulta siempre en

una

forma de dialéctica de ambas.

La doctrina del

New Criticism

de los años cuarenta, que tanto

eco tuvo sobre todo en América, llamó la atención sobre la insufi

ciencia de la crítica romántico-histórica y la impresionista-subjetiva,

observadas y discutidas ya antes

en

otros países, particularmente

en Alemania. Los partidarios de la «crítica nueva» afirmaban sobre

todo que el efecto psicológico de

una

obra de arte no

es

decisivo

para su calidad estética como ~ m p o c o su origen psicológico.

on

lo

que querían decir que la estructura de

una obra de arte puede ser

tan independiente de la intención del autor como su valor cualitativo

respecto del efecto emocional que produce en el receptor. El error

funesto consistía en que no se hacía ninguna diferencia correcta

entre génesis y vigencia, entre psicología y sociología, y

en

que se

consideraba irrelevante todo lo que yacía fuera de la inmanencia for

mal de las obras.

5 División del trabajo en la critica

Pese al significado que se atribuyó a la particularidad de los

distintos lugares, en el afán de integración cultural se

ha

calificado

3

Cf.

F. R.

Leavis: «Johnson as Critic», en:

nna

Karenina

and

other

Essr IS, 1967 pp. 198-199, 216.

605

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8/16/2019 Arnold Hauser-Sociologia Del Arte

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¡:

1

la diferenciación entre bellas letras y crítica como

una

lamentable

«división de trabajo», y a los poetas y críticos,

en

su relación mutua,

como «especialistas» extraños •. Como si hubiera existido antes algo

así como

una

universalidad de la literatura en donde la creación poé

tica de la intimidad y la crítica extravertida constituyeran

una

uni

dad homogénea. En los períodos anteriores a la división profesional

de los literatos del humanismo y de la Ilustración no hubo

en

abso

luto

ningún

tipo de crítica literaria. El Renacimiento y la Ilustra

ción fueron los primeros que empezaron con ella. Así, pues, apenas

puede hablarse de que

en

tiempos de la nueva sociedad industrial

«el escritor (como crítico) hiciera un oficio lucrativo de su intimi

dad»

•. Toda la tesis no

es

más que parte de la crítica social unila

teralmente orientada, basada en la noción mistificada de la división

del trabajo. La división real del trabajo, correspondiente a los he

chos, se efectuó, en cambio, dentro de la misma literatura crítica del

arte.

on

el desarrollo efectuado por los literatos desde la Ilustra

ción, se especializaron

en

ella diversas ramas de la crítica, separán

dose

en

particular la praxis académica de los eruditos del arte y de

los profesores universitarios respecto de la información sobre lite

ratura, teatro, cine, conciertos y exposiciones en las revistas y en

la

prensa diaria.

Entre los periodistas que desplegaron este tipo de actividad y

los críticos de arte realmente creadores no existe, como decía James

Joyce • ninguna clase de parecido. Prescindiendo del tono diferente

de sus escritos, de la frecuente crudeza y mezquina venganza de

unos, y de la objetividad normal, aunque no sin excepciones, de

otros, los dos se diferencian principalmente en que las discusiones

periódicas de los acontecimientos artísticos quieren sobre todo infor

mar

y orientar, y dirigen la atención del público hacia los sucesos

de la vida artística, que de otro modo podrían pasar inadvertidos.

Los críticos de interés académico y con ambiciones de creación pro

pia, por el contrario, aspiran a crear un género literario aut:Jnomo.

Mas

aunque

surge así, dentro de la crítica,

una

especie de «división

del trabajo», ninguno de los dos terrenos está totalmente dominado

G. Lukács: «Escritores

y críticos>>

en:

Problemas del realismo

1955

y

en Escritos para la sociologia de la literatura, 1961, pp. 198/99.

• Ibídem.

6

The New Review mayo

1891.

606

por el impulso de expresión subjetiva o el informe objetivo de los

hechos.

6 rítica de arte subjetiva objetiva

Ambos géneros de crítica son subproductos y sus portadores

cómplices indirectamente subvencionados de las fuerzas interesadas

en el soborno de la sociedad dada. La dependerieia de los críticos

de la prensa diaria respecto del sistema al que sirven es más eviden

te, la de los representantes académicos de la crítica respecto del

establishment que decide la ocupación de las cátedras, más oculta.

Pero esto no impide en absoluto que la crítica periodística sea a me

nudo

más impresionante e influyente que la académica. Las reseñas

de

un

Edmund Wilson no son solamente más originales y atractivas,

sino también más efectivas y competentes que las pomposas expo

siciones de la mayoría de sus rivales.

La

crítica imaginativamente creadora revela

tanto

del crítico

como de la obra criticada; es confesión, expresión de sensaciones,

ideas e ilusiones personales, igual que la poesía de primera mano.

La crítica esencialmente subjetiva, expresionista, resulta, sin em

bargo,

tan

insuficiente como la impresionista descriptiva pura. Cabe

que la tarea principal de la crítica auténtica, practicante de su

verdadera profesión, sea la interpretación de las obras discutidas,

pero el juicio valorativo sobre su cualidad artística constituye

una

de sus obligaciones. La crítica que elude fundamentalmente los

juicios valorativos objetivos, que sólo interpreta subjetivamente,· era

producto de

una

época pobre

en

normas obligatorias

y

en necesi

dades generalmente reconocidas. Cumplió su papel con el fin del

período impresionista-expresionista.

La

crítica de arte normatiYa se rige por criterios objetivos, sin

incurrir por ello

en

un dogmatismo ahistórico, supratemporal. Un

equilibrio en continuo desplazamiento entre el relativismo y

el

dog

matismo es lo que caracteriza al proceso dialéctico en que está impli

cada. El crítico juzga siempre la obra de arte desde

una

perspec

tiva sociológica y psiCológicamente determinada; pero su juicio no

se pierde ni con el tiempo que pasa, como tampoco desaparece la

obra de arte. Responde a las demandas del día, pero no es absoluta

mente efímera, y preserva su importancia no sólo como documento

607

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del tiempo pasado sino también como semilla que vuelve a florecer

en las condiciones adecuadas.

7. Critico esteta historiador del

rte

ensayista

La crítica ocupa un lugar especial en la p oblemática que gira

en

torno a las creaciones del arte. Lo que le importa a ella

es el

sentido inmanente y la calidad inconfundible de las obras individua

les, su significación efectiva y ontológica para

el

receptor. A la

estética le importa la definición de las categorías particulares cons

titutivas de la objetividad artística, a la historia del arte las fuentes

y las influencias mutuas de los movimientos y direcciones artísticos,

al ensayo las cuestiones filosóficas e ideológicas motivadas por la

obra de arte, aunque a menudo sólo guarden

una

relación asociativa

con ella. El crítico interpreta y juzga siempre la obra individual,

especial, el historiador de arte tiene presente la diferencia de los

estilos y el fenómeno del cambio de estilo, el esteta pretende llegar a

la estructura del arte

en el

todo de sus distintos géneros y elemen

.os, el ensayista justificar la riqueza de conexiones de

una

creación

artística con el observador, para

el

que arte y vida son inseparables

entre sí.

«La crítica es más o menos un experimento en la obra de arte»,

dijo Walter Benjamin .La definición lleva al crítico a las proximida

des del ensayista, el cual no se plantea ninguna tarea hermenéutica

o valorativa, sino que busca

una

forma de expresión para la que

el artista y la obra de arte sólo sirven de ocasión y pretexto para

pasar del ciento al mil. Cabe que en la critica las cosas

no

sean

de tantos colores, pero tampoco se trata en ella de

ninguna

doc

trina demostrable o de

ninguna

valoración clara. Ante el elogio o

la censura de las obras, el crítico se abandona con frecuencia a

una

declaración de amor indirectamente motivada o al desbordamiento

de

un

resentimiento oculto. Habla de lo que le gusta en ellas

o

mejor dicho, de

lo

que

le

gustaría. Parte de tal o cual motivo,

lo

desarrolla, enriquece y varía como un tema musical. Las distintas

observaciones críticas en relación con la misma obra se comportan

entre sí, de hecho, más como variaciones que como soluciones de

7

Walter

Benjamin:

Der Begriff der

unstkritik

in

der deutschen

Roman-

tik. Schriften

11 p. 420 y ss.

608

un problema

en mutua

competencia. Por lo general,

no

pueden com

pararse entre sí como más o menos correctas, acertadas o decisivas,

sino que revelan un número mayor o menor de rasgos ilustrativos

de la obra respectiva. Queda abierta la cuestión de si se trata en

general de

una

consideración objetiva, racionalmente inmejorable,

o más bien de

un

punto de vista situado en el límite entre poesíac

y verdad, teoría y praxis. Cierto, la crítica auténtica se rige en

parte por el principio de controlabilidad, pero

es

igualmente cierto

que

ninguna

crítica de arte puede ser totalmente objetiva, ajena al

presente, atemporal y definitiva. Cada crítica

es

esencialmente crí

tica del día y se emite desde el

punto

de vista de las condiciones

respectivas. Por eso la opinión de

un

crítico que

se.

atiene a

los

problemas, objetivos y direcciones estilísticas actuales, tiene mayor

importancia para sus contemporáneos que la de un observador en

y de por sí más importante, más rico de pensamiento y de juicio,

que se aferra a los conceptos estilísticos, principios formales y cri

terios estéticos del pasado.

Claro que

no

es

nada

fácil establecer hasta qué

punto

la crítica

profesional

es

responsable del éxito o fracaso final de las obras en

cuestión, además de las otras formas de influencia, de la propaganda

directa y de la difusión privada de la aceptación positiva o negativa.

Se afirma con razón que los juicios oídos a amigos y conocidos tienen

más influencia en las posibilidades de éxito de

una

pieza de teatro

o de

una

película que los juicios leídos en la prensa.

La

crítica más

decisiva y fecunda suele ser anónima. Su origen y desenvolvimiento

se reparte entre todo el público en consideración, y el veredicto re

presenta la esencia de la opinión pública sostenida por los distintos

interesados. Como toda forma de manifestación espiritual de un

grupo, no

es

ningún

producto colectivo espontáneo, sino

una

actitud

condicionada por las circunstancias histórico-sociales, surgida dia

lécticamente, sometida a un devenir constante y a

una

transforma

ción continua.

Cuando el primer paso de la crítica se dirige a la interpretación

del artista,

el

paso más decisivo se da al averiguar los motivos

que lo impulsaron a realizar la obra de arte, que a menudo,

le

pa

san total o parcialmente inadvertidos. La dificultad de la tarea

estriba en el descubrimiento de los motivos ocultos y aparentemente

inextricables, de la creación artística, de su trasfondo, ambigüedad

Y equívoco, y la solución de la tarea

en

la transmisión de los cons

titutivos secretos del efecto. Si en todo lo auténticamente artístico

609

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subyace un secreto, toda crítica ilustrativa nos hace a todos

en

cier

to modo clarividentes y perspicaces.

La

teoría de la crítica

en

el sentido de que alcanza tras la inten

ción del artista y descubre motivos de la creación que no sólo tras

cienden el propósito consciente del autor sino que incluso se hacen

valer

en

su opuesto, se basa esencialmente

en

la doctrina de la

ideología de Marx y

en

la psicología de Freud,

en

resumen,

en

la

opinión de que el arte, como otras muchas manifestaciones

huma-

nas, contiene más de lo que saben de él sus portadores. La expre

sión lingüística o la indicación más sencillas, un mero gesto o ade

mán

encierra

en

sí significados e indicios interpretables de manera

diferente. El poeta destaca siempre en sus comunicaciones expresas

cierto número de estas insinuaciones ocultas, pero se calla y aban

dona muchas otras. Pero

en

toda poesía actúan también, de

un

modo más o menos decisivo, los significados de la expresión efec

tiva reprimidos en el inconsciente, y el análisis del contexto se

mántico así encubierto constituye la parte más importante de la

crítica hermenéutica.

Hasta el desarrollo de la psicología reveladora

en

los dos últimos

siglos, principalmente desde el descubrimieento de los impulsos in

conscientes de nuestras inclinaciones, valoraciones y acciones por

el

marxismo y

el

psicoanálisis, no se ha hecho habitual hablar de

una «crítica creadora» y abandonar la aceptación ingenua de los

hallazgos literarios_ En este sentido distingue Guillermo Dilthey en

su hermenéutica

una

psicología «analítica» de otra «descriptiva», y

exige de la crítica literaria fecunda: «comprender a un autor mejor

que se ha comprendido él mismo» •. En consonancia, Bernard Shaw

decía también a Bergson, que protestaba contra su explicación:

«Querído amigo, lo entiendo mejor que se entiende usted a sí mis

mo» •. Y de la misma suerte afirmaba Unamuno que Cervantes

había sido incapaz de comprender a su propio héroe

0

• En

cierto

modo pertenece también a este tipo de aclaraciones la conocida ex-

presión de Max Liebermann, quien replicaba así a las objeciones de

un cliente retratado por él: «El cuadro se le parece más que usted

mismo».

8

G.

Dilthey: Obras Completas 1922-36, VII,

p.

217.

• Bertrand Russell:

Portraits from Memory

1956

pp.

73-74.

1

Miguel de Unamuno: Vida

de

Don Quijote y Sancho 1914.

610

Por lo que respecta a la objetividad y a la veracidad de la crítica

de arte, Osear Wilde tiene razón cuando afirma que nadie se

preo

cupa ya de

si

el juicio de Ruskin sobre Turner era objetivamente

correcto, ni nadie se rompe la cabeza por averiguar si Leonardo de

Vinci pensó o no en lo que

Walter

Pater indicó de la

Mona Lisa.

Lo

que realmente cuenta es que, gracias a él, el cuadro se ha enriquecido

con un nuevo sentido. De

lo

que Wilde deduce que es el artista, «en

cuanto crítico», el que descubre los significados infinitos de la

be-

lleza n El que Ruskin tuviera razón respecto a Turner sólo era

importante para sus contemporáneos, y si Leonardo de Vinci se

ocupó o no de las ideas que le atribuye W alter Pater no tiene im

portancia más que para la historia del arte. Pues aunque Ruskin

y Pater se hubiesen equivocado objetivamente, su crítica de arte

conserva una validez propia, además del estado de cosas represen

tado por el pintor.

Es

creadora en el sentido de que con cada nueva

capa que descubre

en

la estructura de una obra le da una nueva di

mensión a su significado, le añade, pues, un nuevo sentido descono

cido tanto al autor como a los críticos anteriores.

A los críticos como Diderot, Dr. Johnson, Lessing, Sainte-Beuve

y Matthew Arnold les importaba todavía la explicación del contenido

concreto de las obras. Querían averiguar lo que existía realmente

en las creaciones artísticas. Los románticos, como

F.

Schlegel o Co

leridge, y los precursores del impresionismo, como Ruskin, W alter

Pater y Osear Wilde, miraban, por el contrario, tras la figura y

examinaron nexos semánticos, elementos formales y complejos in-

existentes en las obras discutidas y que tuvieron que ser descubier

tos y formulados por ellos. Pero también les importaba mucho me

nos la constitución objetiva de las obras que sus propias «impresio

nes», pues para ellos el objetivo de la crítica, como aclaró finalmente

Wilde, consistía en el registro de los procesos ocurridos

en

el alma

del sujeto receptor.

Igual que toda la teoría de la cualidad creadora de la crítica,

se remonta al romanticismo, principalmente a Federico Schlegel,

la idea de que el crítico es el verdadero artista.

La

doctrina de la

primacía del arte respecto de la naturaleza y de la superioridad del

paisaje de un buen pintor, por ejemplo, frente a su modelo, la to

maron fielmente y desarrollaron los últimos impresionistas,

en

pri

mer lugar los Goncourts, con la deducción de que la belleza natural

11

Osear Wilde: he Critic

s

Artist.

611

La objeción que se suele hacer contra el método genético, tanto

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vi :e

del arte así como el arte de la crítica

12

El aforismo de Osear

Wilde de ~ u e no es el arte el que imita a la vida sino la vida al

a ~ ~ e constituye la conocida fórmula a que se ha reducido la concep

cwn del arte basada en la noción de la recepción y de la critica.

P ~ r ? el arte que debe ser imitado así por la vida, al igual que la

cntic.a de la que habría de derivarse el arte en su diversidad y pro

n:ndidad no es más que

un

reflejo y no

el

original.

En

cuanto me

taforas,

~ m b o s e s t ~ n . v ~ n c u l a d o s

a algo primario, y serían inimagi

nables sm

una

obJetlVldad firme, obligada, aunque

los

objetos tal

como

los r e p r e s e ~ ~ a n

existen en ningún sitio fuera de :nos.

Toda . r ~ p r e s e n t a c i o n artistica, igual que toda imagen concreta, es

:etafonca en

este sentido; ninguna es mera imitación de la realidad

esnuda. Cada cual es

una

forma nueva, peculiar,

una

figura autó

noma, que se refiere ciertamente a la realidad objetiva, pero a la

que nunca se parece tanto como para confundirla con ella. E igual

mente, la reconstrucción del acto creador en la vivencia receptora

nunca el reflejo fiel de la concepción imaginada por el artista y

transmitida por el crítico. Sobre todo porque el sujeto que trata de

c?mprender y reproducir la creación artística no es ya del mismo ca

racter

q ~ e

el artist.a ejecutor del acto creador, pero también porque

c ~ m u n

denommador psicológico no puede garantizar ninguna

Identidad resultados

en

este ámbito de

los

procesos sociohistóricos.

un

cnt1co

corr:o

Sainte-Beuve creía poder hallar todavía

en

el

car.acter Y el destmo de

un

escritor la explicación decisiva de la

c a ~ I d a d de

s ~ s

obras,

y,

en consecuencia, su interés se concentraba

m.as

n

cuestiones de psicología y biografía que de texto y de herme

neutica. Pero g ~ n e r a l i z a b a . a causa del material insuficiente, como

L o m ~ r o s ~

por eJemplo, qmen creía que

el

arte dimana de una forma

de

p s i C O S I ~

o Freud,

~ u i e n

enseñaba que

se

derivaba de una forma

de ?eurosrs. A. este tipo de explicaciones pertenece también la ale

gorra de la

~ e n d

de Filoctetes, según la cual a cada aptitud corres

p o ~ d e una msuficiencia, defecto, aflicción. Ninguna de estas expli

caciones? por a .menudo que se confirme, revela toda la verdad. Todas

ellas deJan abierto el interrogante de por qué sólo está artística

~ e n t e

d o t ~ d ?

un número relativamente pequeño de enfermos invá

lidos Y afligidos Y en qué consiste el principio de selección ~ i g n t

en ellos

13

12

Albert Cassagne·

La th · d l l

eone e art pour art en F ance

1906 325

13

Cf. S.

E. Hyman:

The Armed Vision,

1948,

p.

35.

p.

612

el psicológico como el sociológico, viene a decir que descuida o re

duce

los

valores artísticos en cuanto tales. Según él, importa más

la presencia evidente y el significado inconfundible que el origen

de

los

valores. La duda está, sin embargo, en si en general son

imaginables y tienen sentido en cuanto fenómenos independientes,

inmanentes, cerrados al exterior. Pues, prescindiendo de que nunca

se producen sin las necesidades correspondientes, jamás- adquieren

validez sin ir dirigidos a

un

o b j e ~ i v o

situado fuera de su inmanencia.

De esta suerte hay que entender también este pasaje de una lec

ción de F. R. Leavis: «No creo en absoluto en ningunos valores li

terarios , y verán que nunca hablo de ellos;

lo-s

juicios de

los

crí

ticos literarios son juicios sobre

la

vida» ,. .

8 Autocrítica

La participación del critico en la educación estética del público

es

evidente, lo dudoso

es,

sin embargo,

si

también ejerce

una

acción

educadora sobre el artista e influye en la dirección de su creación.

La critica apenas inculca al artista, una nueva voluntad artística.

Pero a quien menos va destinada es al artista, y resulta superflua

cuando se dirige a él con objeciones, consejos y directivas. Es insos

tenible, sobre todo, el que el artista esté llamado a desempeñar el

papel de

un

crítico competente frente a sus propias obras. No está

capacitado en absoluto para ello, porque él produce sus obras y su

facultad de producir obras de arte incluye

su

capacidad de juzgarlas

adecuadamente. Su interés particular, su prevención motivada por la

rivalidad y su sensibilidad unilateral pueden incluso menoscabar su

competencia y su juicio. Prescindiendo de que la critica ejercida

por el artista no sólo está condicionada generalmente por

la

propia

voluntad de arte, sino que se debe también a los celos, al resenti

miento y a la envidia, la principal objeción contra tal critica estriba

en que, como observó Winckelmann, convierte a la superación de

las dificultades técnicas en criterio del valor artístico y descuida la

significación de

la

esforzada creación.

Los poetas contribuyen del modo más eficaz a la mediación en-

tre arte y público con el revestimiento mitológico de la propia per-

  4

F. R. Leavis:

Lectures in America,

1969.

613

sona. No sólo presentan en sus obras al artista en forma alegórica

duce desconcierto, y que

en

general uno se siente perplejo ante ella.

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8/16/2019 Arnold Hauser-Sociologia Del Arte

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como hace

Dante

con Virgilio, por ejemplo, sino que,

en

especiai

desde el romanticismo, pretenden reemplazar a los santos, héroes y

soberanos con poetas y naturalezas artísticas, como Novalis con

Heinrich von Ofterdingen, Gottfried Keller con el verde Heinrich,

Proust con «Marcel» y Thomas

Mann

con sus hijos burgueses.

l autoexamen a que se somete el artista a lo largo d

. , . e su crea-

  wn

constituye parte inevitable de su actividad, pero en modo

a l g u ~ o

pue¿e

c ~ h f i c a r s e

de «crítica» en sentido estricto. Ambas

funciones solo tienen en común

el

rasgo de la con · · d 1

·

d

· .d Ciencia e as

operacwnes

mg1

as a la obra de arte Mas el acto de · ·

• · conciencia

e ~ ~ que ; artista acompaña los momentos espontáneos de su crea-

cwn, esta mucho me or calificado como una especie de censura in

tema, como un obstaculo levantado en la esfera de la con · ·

q

ue , . d ciencia,

como

una

cntiCa ~ p o r sí objetiva, autónoma, independiente.

En

gran parte, la creacwn artística consta de manipulaciones que

evelan c ~ m o rechazo de ciertos medios técnicos. La conciencia

e proc:so tiene sus límites

en

los momentos espontáneos del acto

~ r ~ a d o ~

Igual

~ u e .

Ia.conciencia de la crítica verdadera, independiente

e artista, esta limitada por los elementos de la tr

d

., d 1

., . a

ICion

y e a

convencwn, Introvertidos, convertidos en una segunda naturaleza

Se vea. o ~ ¿ e

s;

quiera la verdadera tarea de la crítica de arte.

~ la

e x ~ h c a c w n

Interpretación o valoración de las obras en cues:

: ~ o n :

lo c ~ e i t o que .no se limita a la apreciación de los problemas

ecmc?s. e

a r t i s t ~

smo que más bien estriba en el sentimiento de

artisticamente Importante, peculiar y original. Los criterios por

os

que se

r e c o n o ~ e

_al crítico auténtico son la franqueza ante los

nuevos e f ~ c t ? s artisticos y la facultad de distinguir entre los ro

duetos artisticos nuevos los superiores de los inferiores lo f

menos logrados.

y

si fuese demasiado afirmar que todo

'artes

¡ mmpasoro

tante choc 1 · · · 1

bl" l a prmcip O con a incomprensión y resistencia del pú-

S ~ c ~ o Cierto es que la única excepción notable a esta regla es

a . espeare. Pero su art e no es con mucho tan nuevo como si ni

ficativo.

En_

el éxito de Balzac y Dickens, que parece c o n t r a d e c i ~ l;

reg a,_

contnbuyeron muchos momentos extraartísticos y hasta anti

artisticos, y en lo que se refiere a Byron, por ejemplo, tam oco fue

~ i n ~ / e l ~ s mJores poetas, como el erther no fue

una

de fas prin-

p es o ras e Goethe, a pesar de su enorme éxito inmediato Así

pues, hay que admitir la verdad de la afirmac¡'o'n de qu

d..

'

" ' · f d e una Irec-

Cion

artist Ca

un

amentalmente nueva y

en

cuanto tal ba's·• ,

1ca,

pro-

614

La primera impresión que produce es que le

hablan

a

uno en

un

idioma extraño : intencionadamente desconcertante. Mas la «cla

se de lenguaje» que da el crítico encierra un peligro doble: o per

severa

en

un lenguaje secreto, comprensible tan sólo para los «ini

ciados», o se transforma el lenguaje del arte en una lengua vulgar,

con lo cual se diluye su contenido y se abandona su originalidad

En

ambos casos pierde el crítico su influencia como mediador, maes

tro y juez. En vez de construir unos cimientos sobre los que pudie

ra

aclarar y consolidar,

en

vista del arte nuevo, las ideas confusas

y dudosas de los profanos, se convierte

en

portavoz incomprendido

de una vanguardia incomprendida o en traidor.

Cuando se trata de obras conocidas y reconocidas, sin proble

mas ni dudas, la mediación del crítico puede ser efectuada por ei

esteta o el historiador del arte.

La

apreciación de la calidad y signi

ficación de las creaciones nuevas, sin embargo, recae con todo su

peso

en

el crítico, y la inherente responsabilidad disminuye única

mente cuando, como decía Johnson, la validez de las normas está

asegurada por «la larga duración y la continuidad de su reconoci

miento»

La mediación entre producción artística y recepción culmina

en la leyenda con que se revisten arte y artista al convertirse en

objeto de la veneración tributada por el crítico. No

hay

que afe

rrarse ya a personas y artefactos dados, sino que pueden otorgar

un

valor

en

sí a las figuras en que se

han

transformado. Después

de haber dicho F. Schlegel que «el verdadero lector tiene que ser

el autor ampliado», y haber afirmado Matthew Arnold que es el

crítico el que determina

la

atmósfera espiritual de un siglo, solo

necesitaba dar Osear Wilde

un

paso para colocar al crítico por enci

ma del artista. Esta primacía de la crítica ante la obra de arte

llevó finalmente a la disposición de aceptar

un

sucedáneo por el

original y a contentarse con una introducción cuando la cosa mis

ma se había hecho inaccesible. Se leía lo que se escribía sobre es

critores y libros, y se escuchaba lo que se decía de la música, mejor

que las obras mismas'".

Fetichización significa generalmente depravación de la reali

dad; mas la crítica de arte resulta más fecunda cuando produce fe-

tiches e ídolos.

Toda la

grandeza de maestros como

D a n i ~

Sha-

15

Cf.

Th. W.

Adorno: Introducción a

la

sociologia de la música, p. 53.

615

kespeare Miguel Angel Rembrandt Goethe y Tolstoi revela en

tonces su leyenda su imagen bajo el aspecto múltiple que han

He-

otro modo y a mediados del siglo se extiende ya estimulada ~ o r

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8/16/2019 Arnold Hauser-Sociologia Del Arte

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vado a un todo homogéneo las generaciones sucesivas.

Tal

leyenda

es

en general obra de una larga supervivencia aunque a veces em

pieza a formarse ya ante nuestros propios ojos. Personas que ayer

se llamaban todavía Proust o Kafka son hoy personificaciones de

la magia que se oculta tras sus obras. Los sucesos más triviales de

su vida se convierten

en

elementos de esa aureola que los rodea.

No

sólo las figuras de Botticeili sino también las canciones de

un

Rey

naldo

Hahn

nacen a

una

vida nueva gracias a Proust. Cosas to

talmente indiferentes adquieren valor y encanto porque él las amó

porque forman parte de su mito. Pero un fetiche no es más que

una

ficción y la historia siguiente muestra hasta qué punto puede

degenerar la

fe

ciega

en

un objeto fetichizado.

En

1837 debía eje

cutarse

en

París

un

trío de Beethoven y otro de un tal Pixis. Pero

los nombres de los compositores se confundieron

en

los programas

público que se componía de gente ilustrada y

en

modo alguno

mdiferente

en

música escuchó impasible la obra de Beethoven

que creía de Pixis mientras que aplaudió vivamente la pieza

Pixis atribuida a Beethoven

.

9 La democr tiz ción de l crític

La é?oca de la crítica de arte en sentido estricto empieza cuan

do l ~ s literatos en cuanto miembros de esa capa privilegiada a la

que mcumbe la exposición el juicio la justificación o el rechazo

p:oductos ~ r t í s t i c o s empieza a hacerse valer con autoridad pro

pia mdependiente del poeta y del artista. El giro sucede principal

mente por

el

hecho de que la época de la Ilustración es sencilla

~ e n t ~

a

más «crítica» y el cambio político que se avecina crea una

S I ~ u a c w n f a v ~ r a b l e desde un principio a la crítica profesional. A co

mienzos de Siglo predomina todavía en el juicio de la crítica de arte

?or parte público la reprensión por la maldad y la f r e c u e n t ~

mc?mpetencia de sus representantes. En este sentido también

Swift Y Pope encuentran mucho que señalar en ellos . Pero Addi

son él mismo editor de

una

importante revista crítica juzga de

16

Henri Peyre: Writers and Critics 1944 p. 265.

17

J W. Atkins: English Literary Criticism 1951.

616

Johnson la idea de que la crítica l ~ e r a r i a es uno de ~ o s medios

más eficaces de la educación de la nac10n.

Se

desarrolla pnmero par

cialmente

aún en

el sentido del ideal educador feudal la idea del

crítico que reúne los méritos del sabio y del caballero y sobre. el

que recae la tarea de formar lectores competentes que vayan

_bien

informados al

abrirlos

libros que se les ofrecen para

l e c ~ u r a .

Fmal

mente con el carácter indispensable de las r e s e ñ ~ s de hbros ~ a s

revistas se forma el concepto de la profesionalidad de la cntlca

y

con la evidencia de su efecto la

c o n c i e n c ~ a .

de su papel propagan

dístico en la vida política y social. La cntlca p e r t e n e ~ c ;

~ h o r a

al

aparato publicitario de las editoriales editores de penodicos go

biernos partidos clases grupos de intereses y capas ilustradas Y el

soborno de sus representantes llega hasta el punto de que a menudo

no se defiende siquiera los intereses del grupo al que se pertenece

ideológicamente y con el que uno debiera identificarse a largo plazo

sino los objetivos del que puede y está dispuesto a ofrecer más de la

noche a la mañana.

En

la industria editorial y periodística el crítico adopta la fun

ción de un peón aunque aparente mayor o menor independencia.

Forma parte del establishment y en c u a n ~ ? g u a r ~ i á n de idé:s -

gues cumple

una

tarea vital en la preservac10n del S i s t e ~ a ~ ~ m m n -

te. A veces comete los pecados más graves contra el prmcipiO de la

libertad de pensamiento y de conciencia de la I l u s t r a ~ i ó n . P e r ~

igual que sus antecesores vuelve a llevar pronto

una VIda

parasi

taria

en

lo existente y aparentemente seguro especula sobre la pe

reza mental y la tendencia al conservadurismo de los hombres Y de

abanderado del progreso pasa a ser enemigo.

El aumento de la función y reputación del crítico es signo no

sólo de la comercialización de la prensa y de la necesidad de la

crítica artística y literaria como

una

de sus atracciones sino tam

bién de la democratización y nivelación del público lo cual c ~ ? -

lleva sobre todo la extensión del círculo de lectores y la elevac10n

de las necesidades culturales generales.

Hay

más gente que se inte

resa por el arte y la literatura y también se interesa

p?r ~ ~ o d u c t o s

artísticos de mejor calidad que antes. Mas la democratizaciOn de la

lectura y de la crítica no lleva necesariamente y cada vez menos

a la liberalización y al progreso. Sainte-Beuve

uno

de l ~ s r e p r ~ -

sentantes más típicos de la crítica periodística y c o ~ {llas _rarti

darios que

ningún

crítico profesional anterior

es

al mismo tiempo

617

el representante modelo de la crítica conservadora, que se deja

arrastrar por la opinión pública en vez de dirigirla. La burguesía,

de

na Karenina.

Los críticos contemporáneos ignoraron casi sin

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que creó· la crítica moderna, liberal y vanguardista

en

su juventud

romántico-progresiva, se adhirió

en

su madurez conformista y aco

modaticia al periodismo reaccionario-romántico, clasicista-acadé

mico, representado por Sainte-Beuve. El folletón crítico-literario per

dió su flexibilidad originaria, si bien reforzó su carácter, política y

socialmente propagandístico. Nunca fueron las condiciones transar

t í ~ t i c a s

de la crítica más evidentes que

en

los tiempos de este cam

biO.

Hasta que no desaparecieron el romanticismo de salón y el

neoclasicismo burgueses no volvió a recuperar su anterior flexibili

dad. Wordsworth, Coleridge, Shelley, Keats y Tennyson, igual que

la mayoría de sus contemporáneos franceses y muchos de los ale

manes, .son juzgados ahora de los modos más diferentes, según el

pensamiento y el punto de vista de sus críticos. J ane Austen se re

tira de repente al fondo y vuelve a avanzar al primer plano de la

atención, mientras que la fama póstuma de Dickens se mueve en

dirección contraria: su popularidad, su inmerecido menosprecio y

su nuevo reconocimiento se suceden directamente en forma de es-

piral

q ~ e

circunda a

s.u

objeto y se hace visible desde

un

lugar

en contmuo desplazamiento, en vez de descubrirlo desde un nivel

cada vez más alto.

10 uicios falsos

Por

e s ~

a ~ e s a r de todo el progreso de la crítica, los· juicios fal

sos

en

his tona del arte. no ocupan n i menos espacio que los juicios

~ a l o r a t i v o s acertados, m tampoco disminuye su número con el

t i e m ~ o .

Johnson ignoraba la grandeza de Donne, Milton y Swift,

lo mismo que Goethe subestimó el significado de todo el romanticis

mo.

alemán junto con Holderlin, Kleist y Novalis, apreciando ex-

cesivamente a Byron, y no creía que Béranger y Delavigne fuesen

p e ~ r e s poetas que Lamartine y Victor Hugo. Matthew Arnold no

estimaba en mucho a Coleridge, Shelley, Keats, Tennyson

0

Swin

burne. Sainte-Beuve condenó de la manera más ingenua a Balzac,

~ t e n d h a l

Flau?ert y Baudelaire. Como

es

sabido, Gide,

en

su ca

h . ~ a d de conseJero de Gallimard, tomó posición contra la acepta

cion de la novela de Proust.

F.

R. Leavis descuidó la novela fran

cesa ni tampoco se entusiasmó mucho por la rusa, con excepción

618

excepción el significado de la conclusión de la Éducation sentimen-

tale. En relación con el pasaje indecente que elogiaba la buena

princesa Mathilde con franca admiración, el «diabólico» Barbey

d Aureville escribía que Flaubert empuerca el arroyo

en

que se

baña

8

• Y el final igualmente magistral, tal vez más grandioso aún,

del Idiota de Dostoievski, había de esperar a Allen Tate para hallar

una interpretación adecuada

9

• Pero por lamentables y a menudo,

funestos que sean los juicios falsos y las omisiones de los· críticos,

en principio

no

cambian

en

nada la verdad de la tesis de Matthew

Arnold de que son ellos quienes

en

primer lugar determinan la at

mósfera espiritual de

una

época.

Hasta en el siglo clásico francés,

uno

de los períodos más

fe-

cundos y competentes de la cultura occidental, tampoco se concedía

en absoluto a los escritores el rango que siempre les correspondía

por sus méritos artísticos. Mas no por eso comunicaba el crítico Boi

leau una imagen más correcta del espíritu del clásico que, por ejem

plo,

el

poeta La Fontaine, el dramaturgo Racine o el filósofo Pascal.

Los cortesanos de Versalles apenas los hubieran contado necesaria

y unánimemente entre los representantes más grandes de su tiem

po, y habrían preferido Quinault a un Racine, Benserade a un La

Fontaine, mientras que a Pascal no lo habrí:an considerado tal vez

como uno de los inmortales del

grand siecle.

Solamente Boileau, el

juez de arte, que en sus tiempos no gozaba de una competencia

totalmente indiscutida, reconoció la significación de las obras que

aún

hoy figuran como ejemplares.

Todavía

en

el tolerante siglo

XVIII

se condenaron Manan Les-

caut y

a

Nouvelle Hélo se por su tono «inmoral». Tampoco el nada

puritano Voltaire encontraba

nada

digno de elogio en estas obras,

y rechazó sobre todo la r¡.ovela de Rousseau por la «vulgaridad» del

autor.

De

entre los líricos más conocidos del romanticismo, los que

más se apreciaron fueron los más insignificantes, Béranger y Dela

vigne, y entre los poetas y novelistas del Segundo Imperio los que

peor se trataron fueron algunos de los más grandes, Baudelalre,

Stendhal y Flaubert. A pesar de su grandeza, Balzac salvó su gusto

problemático, y Flaubert debía sus escasos partidarios al proceso

8

Albert Thibaudet:

Gustave Flaubert,

1963 p.

175.

9

Allen Tate: «The hovering

fly>>

The

Sewanee Review,

1943 reim

preso en

The

Man of Letters in the Modern World,

1955

pp.

146-161.

en torno al escándalo de

Madame Bovary

de un lado, y a la

c i r c ~ n s -

Junto a

los

vástagos complejos, antirrománticos y

a n t i n a ~ u r a l i s t a s

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tancia de que, como

una

gran parte _sus lectores, pertenecra a

los «rentistas», de otro lado. A este pubhco

de

conducta y hechos

ideológicamente muy consecuentes, pero tan confundido en lo re

ferente a la conciencia de clase apenas podía servírseles algo que no

podía tragar. Ningún escritor más dotado quedó

tan

olvidado y

abandonado, por mucho que despreciase

él

mismo a sus lectores, pero

ninguno recibió el premio que él merecía, por importante que fuese.

La critica oficial de esta burguesía atemorizada y soportadora de

los reproches más atrevidos era, de una parte, más intransigente, y

por otra parte, más tolerante que la clase a cuyo servicio estaba.

Sólo defendía principios de gusto en los que viera

una

garantía de la

preservación del sistema dado.

La generación francesa de escritores nacida hacia 1870, enca

bezada por Valéry, Gide, Du

Bos

Sartre y Merleau-Ponty, produjo

una serie de críticos a cuya atención no sólo no escapó ningún acon

tecimiento literario de importancia, sino que apenas podía imputár

seles ya la insensibilidad de Sainte-Beuve.

Al

pasar en gran medida

la discusión de los acontecimientos artísticos destinada al público

literariamente formado de las manos de los periodistas a las de los

profesores académicos y de

los

críticos que trabajaban más bien

para revistas que para periódicos,

se

redujo el número de gente que

leía crítica de arte y de literatura, en favor de aquellos para quienes

la función asesora e indicadora la tomaron otros medios de infor

mación, la radio y la televisión, los anuncios y carteles. Nunca se

ha practicado la crítica con tanto celo como desde que se reconoció

que un arte nuevo se sirve de un lenguaje nuevo que hay que apren

der y que puede ser aprendido, pero nunca ha gozado de menos pres

tigio que desde que se descubrió que un arte radicalmente nuevo

es rechazado por la mayoría de los críticos tanto como por los legos.

Los impresionistasfueron rechazados ya igualmente por ambas par

tes, y los escritores con tendencias vanguardistas, como por ejem

plo Joyce, Kafka o Samuel Beckett, fueron

tan sermoneados como

antes Baudelaire, Rimbaud y Mallarmé.

Inmediatamente antes y después de la Segunda Guerra Mun

dial los movimientos artísticos de tendencia expresionista y surrea

lista eran en general más accesibles. En los años cincuenta y sesen

ta, sin embargo, volvió a ahondarse la ruptura entre el pasado y el

presente, iniciándose incluso un cambio antitradicionalista más agu

do que nunca desde finales de la Antigüedad o de la Edad Media.

620

del expresionismo y del surrealismo, a los arrebatos s a l ~ a ¡ e ~ deses

perados, inarticulados, de unos artistas

a l i e n ~ d o s

de SI mismos Y

de la sociedad, se iba abriendo paso el atemonzante balbuceo o

truendo regresivo de la neurosis masiva calificada de pop art hacia

la posición de

un

nuevo punto de vista crítico.

Ahora resulta irrelevante la concepción formalista del arte, que

había sido ampliamente decisiva desde el Renacimiento para la

timación de los productos artísticos, en

p a r t i c u l ~ r

de sus valores

manentes concernientes tan solo a la coherencia y a la proporcro-

alidad

los

elementos de la obra. La crítica de arte

se

dirige ahora

~ e n o s al sentido y a

la

estructura de las obras

i n d i v i d u ~ l e s

q ~ e

al problema de la posición del arte en el conjunto

de

exrstencra.

y aunque no puede mantenerse la tesis sobre la

?nmacia

la cri

tica respecto del arte, sí

se

transforma el arte mismo e:r cntica del

arte y pone en tela de juicio su propio derecho a

la

v i d ~ . Muchas

de las novelas recientes, particularmente desde Andre Gide,

Y

u n ~

parte considerable de

la

poesía moderna, ya desde Mallarme, gi-

ran en torno a la descripción y análisis de _manera en que se

ucen las novelas y las poesías en las condiciOnes actuales, y

se

pr .

d h d

lantean directa o indirectamente la cuestron e asta cuan o po-

  od

drán producirse t avia.

621

dos a un desarrollo continuo como los contenidos comunicativos que

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1

il

¡·

1

1

¡

1

'

1

 

6 Instituciones

de

l

medi ción

1 Función y evolución de las instituciones

Las organizaciones mediadoras entre la producción y el consu

~ de arte, ~ u e en contraste con los vehículos de mediación impro

visados, vanables de

un

caso al otro, constituyen carriles más o

menos profundos de entendimiento y en las que las ventajas de los

convencionalismos se compensan con la duración de la conservación

o ~ o en las cortes, salones, cenáculos, asociaciones y colonias

artistas, talleres, escuelas y academias, empresas teatrales, de con

c ~ e r t o s

e d i ~ o r i a l e s museos y exposiciones, así como en las agrupa

  w n ~ s moficiales de vanguardia, continuamente renovadas, y en las

secesiones, estas organizaciones representan por así decirlo la malla

de la movilidad en la sociología del arte. Constituyen las raíces

por las que circula la evolución de la historia del arte, determinan

la dirección que toma el cambio del gusto, hacen bien evidente

que tanto el acto creador como la vivencia receptora artísticos son

procesos sociales y que el contenido de una obra de arte no se

~ i e r t e directamente de un alma a otra, de un individuo a otro,

smo que pasa por un número de instancias de índole tanto personal

como objetiva, antes de hallar eco

Las instituciones como el teatro, los conciertos y las editoriales,

los ~ u s e o s y e x p o ~ i c ~ o n e s las revistas y la prensa diaria, que, como

mediOs

de entendimiento, parecen estar listos a la disposición de

los necesitados de comunicación, se hallan en realidad

tan

someti-

622

forman sus substratos. El teatro, por ejemplo, no sólo cambia con

el drama, sino que también

es

el compañero dialéctico

de

la litera

tura dramática. Se condicionan mutuamente, de

suerte

que nin

guna de las dos formas tiene más derecho que la otra a una pri

macía o aparece antes que la otra, sólo tienen sentido completo e

importancia real en relación mutua. Cierto, seria imaginable que

el instinto de comediante, el impulso de ficción y de exhibición pre

ceda al interés por las acciones, intrigas y conflictos dramáticos, pero

habrá de reconocerse que hasta

la

representación

teatral

más pri

mitiva tiene por base

una

situación dramática, aunque en circuns

tancias se manifieste en forma de monólogo.

Ni

el dramaturgo se en

cuentra desde

un

principio en posesión de

un

aparato teatral, ni,

como quería Bertolt Brecht, por ejemplo, tal aparato posee y domina

la

producción dramática que lo provee de material. Ninguno dispo

ne

libremente y sin resistencia del otro. Ni los dramaturgos y com

positores se sirven de un aparato constituido por el escenario, el

director y

los

actores o la orquesta, el director y

los

solistas, «sobre

el que ya no ejercen ningún control», ni el aparato se sirve de ellos

y los somete a su mecanismo. n cuanto vehículos de

la

recepción,

las instituciones de la mediación no están ni en «pro» ni en «con

tra» de los productores. n verdad son siempre instrumentos dados

y hallados en

un

estado determinado, pero la cosa para la que sirven

no

sólo depende de su constitución objetiva sino también de

la

ma

nera en que se utilice y de las fuerzas a que se enfrente.

El público de teatro o de conciertos es producto de las obras a

cuya representación asiste, aplaudiendo o protestando, y de

los

autores que causan diversas posibilidades de reacción en un mismo

auditorio. Pero en la medida en que el público es producto del

artista, también la obra

es

al mismo tiempo creación del público.

La

influencia

es

recíproca y

el

proceso social resultante

es

el re

sultado común de

la

ejecución y de su recepción. Bajo un aspecto

aparece como artefacto concreto, bajo otro como disposición subje

tiva, actitud individual o colectivamente unida. Estímulo y acepta

ción se mueven en el marco según

la

medida de esta relación. Tanto

uno como otra son unas veces río y otras cauce. El lecho de las

relaciones sociales parece ser el elemento más objetivo, factual, es

table, y el río de la iniciativa personal el más activo y espontáneo. Si

uno se queda en

la

orilla, se mueve el río; si se deja arrastrar por

623

la corriente, cambia

la

imagen de las riberas.

Uno

de los elemen

llevan desde un principio, con sus particulares cometidos artisticos

y criterios de gusto, a una amplia diferenciación y relajación de las

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tos se consolida al hacers el otro más fluyente.

. , En nin.guna f o ~ a . de arte ocurre l u e c ~ c : : i ó n sin una institu

C I O . . ~ P e : I a l al sez:viCIO de la aceptación. Las obras de teatro no

pueden eJecutarse sm actores, ni las piezas de música sin orque t

coros o solistas, y sin ellos sólo excepcionalmente

0

en form l' 'ts ads,

. . .

im i

se c o ~ v i e r t e n en vivencia. y lo mismo que la pieza de teat ro necesita

director y

~ c t o r e s ,

la

composición

un

director y músicos, tam

bien un e s p e c t ~ c u l o de danzas necesita un coreógrafo y bailarines

para

poder reahzarse. Hasta el goce de la poesía presupone durante

l

largos períodos de. la historia portadores personales de la med. . ,

Hasta

el predominio de

la

imprenta y la difusión del

l i b r ~ a ~ I ? ; ·

a. solas y en silencio, la recepción de productos literarios e s : ~ b ~

v ~ n c u l a d a a un marco social, a mediaciones exteriores y a institu

ciOnes subyacen.tes a é s ~ a s . Apenas sucede sin un disertante, cantor

o narrador, y sm un circulo social dispuesto a cuidar de ello E

todos estos casos se trata de un proceso colectivo con

f u n c i o n : ~

paradas que raras veces permiten la unión personal de

los

papeles.

2 Cortes y salones

/-- 'Las

primeras instituciones fomentadoras del arte b d 1

vid · 1 1 , asa as en a

1 1

socia son- as. cortes principescas, amantes de la representación

1

y as casas senonales de los primeros tiempos h. t, .

1

nomías de tem 1

1

d

Is

oncos, as eco

d l P os Y pa acios e los sacerdotes del Antiguo Oriente

j

0

e os r e y e ~ v i ~ c u l . ~ d o s a ellos, que, en cuanto centros culturales

L r m a ~ ~ ? a mstitucion basada en la autoridad y conservadora

~

t r ~ ~ I C I O n

frente al capricho individual. La escisión decisiva en la

fi

.ncwn entre e s t ~ i n s ~ i t u c i ó n de la mediación, con sus tradiciones

Jas, Y

una

praxis mas libr · d d

indi 'd

1 fl .

e, meJor a apta a a las inclinaciones

VI ua e

1

s, mas exibles, ocurre con

~ p l g z a m i e n t n

J_ 1-

centros cu t u r a 1 ~ • .le.Je 1 ___ 1-- l

~ ~ w : . . . . . w s

c l e l i i S ~ ~ ~ .aS.S.Qr §..jj. . W L ~ . a

Q J ; l e ~

que, prescindiendo

e as cortes caballerescas aisladas de la Edad M

d'

~ · . e Ia, surgen con

d

. d

encii

a comienzos del Renacimiento, y cuya influencia

me_Ja_ora en

_os

s i ~ l o d--.-.- · - -·

~ r t ; o + o o " ~ . ' : h l ; n n s

XVII

Y XVIII

es ecJSlVa

en

la

relación entre

·

PQLun lado, y.las_.digintas d i r e c c i o n e ~ e re-

s e n t a n t e s . J n d J Y I C J l g e ~ c l E J ~ . J 2 r o d u c c i ó n

artísticaW2QLOtiD.

L a s ~

mas. de coalición de la burguesía

d ~ ~ d e l a

Edad M

d'

-partiCular los r ·

1

e

1a,

en

g emiOs, as corporaciones y fraternidades urbanas

624

formas de mediación entre la voluntad artística de los productores

y la vivencia artística de los receptores. Cuanto más se divide la

nueva burguesía en distintos grupos de riqueza y de ilustración,

tanto más diversa y polivalente se hace la clientela del arte, ahora

fundamentalmente heterogénea, aunque cada vez más emancipada

de la norma aristocrática, si bien con interrupciones.

Tampoco

es

totalmente homogéneo el público de arte y

el

pro

ceso artístico-sociológico en los períodos en que se interrumpe el

aburguesamiento del arte, dando lugar a

una

cultura en general

tan

uniforme como la del

ancien

régime en Francia.

La Cour et

l

Ville

el Versalles real-histórico y el París de la gran burgue

sía son inconfundibles por lo que se refiere a su actitud ideológica

y artística,

por

numerosos que sean también sus puntos de contac

to.

Al

principio se aleja la sociedad cortesana de su dogmatismo clá

sico y toma la dirección de los salones liberales; pero luego también

abandonan los salones su proteccionismo algo unilateral y dejan

sitio a

la

crítica libre

y

al mercado de arte abierto.

Al desplazamiento de los centros de mediación en la literatura

desde el patronato permanente a los salones y revistas, a los dia

rios y editoriales, corresponde

en

las artes plásticas el desarrollo que

va de la producción al servicio de un señor y mecenas hasta la pro

ducción

para

clientes variables y compradores ocasionales, a la or

ganización de exposiciones y subastas con una composición cada

vez más heterogénea del público en cuestión. ~ a l o ~ . L b i i l l i N g ?

k la É c ~ d i ~ . m : A r ~ _CQ l§ Í11JÍan _al

principioynainstiWción

.Jlgw::...._Q'Samente académica, lo .1llismo que las

alcóves

literarias eran

,todavia ·peqÚeñas . ~ c . i < l e m i a s l ~ _ ( ) ª c , i a l e s , . Ambas formas .se. demo-

cratizaron con

el

tiempo,

peroconservanm

y .

h.asta in\:r.ementaron

papel -iJ1stitucional, _ dúéador, 'í1elmente llediad() eritre los ele

mentos produétores y receptores de la· praxis artistica. Mas desde

un principio llevan en 'sí

eT'germen

dé T a - r e n o v a c i 6 n ~ · La industria

del templo y del palacio, el taller del monasterio, la logia, ei taller

gremial y la

bottega

mediaban todavia, sobre todo, entre las dife

rentes generaciones de artistas. E E . ( ) l ' l _ ~ ~ . ~ c a d e m i a ~ . x ... . X R O . S i c i o -

nes, la critica de salón y el mercado

abier_ ._o

_derart(l()s gue se. ma

ñ i f e ~ t á . r o r i

por primera vez

y

principalmente como instituciones de

lamedíaeión entre

las distintas capas sociales, llegll,clas en el mismo

-moméhfo histórico a

la

influenéiá-ardsticíl.' -

..___

--

--

--

_

.

625

3 Teatro

de teatro es pese a la preferencia más general de

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1

Donde con más evidencia_ se revela

_el

papel que desempeña la

medi<idónen la víveiicia artística

es en

e l t e ~ t r Q i ~ e r c ; Q : ü s i e r t o ,

y,

por-cierto, no sólo como vehículo de entendimiento entre la obra

ofrecida y su recepción, el conjunto actuante y el auditorio, sino

también entre las distintas capas de ambos grupos. También aquí

es

más evidente el hecho de que la mediación real, a diferencia de

la mera exposición de las obras en el marco de formas determinadas

de sociabilidad y de representación profesional,

es un rendimiento

creador, complementario del trabajo del poeta y del compositor.

Una

función de teatro o

un

concierto crea wlores_quenQJ;;ontienen

- ~ n _ y } e

por sí los_ textos

~ l a s _

piezas ni las .12artituras de las com

p o s i ~ i . º n e s , Y l a ~

t r a n s f o : ~ a en

los suí;stnÍ:tÓs

d e : v i v e ~ I a . § _ ~ i i e v a s y

p _ f ~ ~ h ¡ ¡ r e s , SI

bien condiciOnadas -dialécticamente_ l O L $ g s _ ] 2 a s e ~ .

Mas los actores y directores de teatro no sólo son los intérpretes

del drama, sino también los representantes de las normas de las

que

~ i m a n a

la c ~ r r e c c i ó n escénica de una pieza.

es

al

mis

mo

t ~ ~ m p o

el

n s o ~

en

que

se

mezclan las distintas capas de ins

truccwn

deillla

so_c:Iedad Como ha dicho Erich Auerbach en Roma

constituía sencillamente

el

puente espiritual entre

los

instruidos

Y el pueblo . Y una función parecida cumple el cine todavía hoy

el cual

ha

r ~ c i b i d o el legado del teatro en este aspecto.

El parecido entre ambos medios lo perturba, sin embargo, un

ras?o

p r o n u n c ~ a d o

de diferencia.

~ _ c i a ~ ~ 1

teatro estriba en

~ ~ d a ~ L ~ ~ m i ? _ r r t e . - y clara d e L p r o é e w ~ i l i ~ r

_ ~ t u a m e n t e l i D i q Q s _ _ E l _ c ~ o y alma.

En

el film

no p u e ~ e

h a b l ~ r s e

~ ~ a r e ~ i p r o c i d , a d de refaciones

ae

este tipo.

En

el

eme, la Imphcacwn ps1cosomatica del espectador, que deja

pasar las frías y distanciadas sombras del film,

es

totalmente uni

l a t ~ r a l

El ?roceso

de_

la _escena se despliega, por el contrario, bajo

la mfluenc1a del auditono, lo mismo que la conducta del público

se

ve afectada por la presencia viva de

los

actores. A consecuencia

este contacto parcialmente corporal entre los participantes, la

?Ieza teatro lleva ya un carácter en cierto modo mágico, cuya

mtens1dad se ve aumentada aún por la ejecución pública, casi ri

tual.

E r i c ~

Auerbach:

Literatursprache und Publikum in der lateinischen -

tzke und z Mittelalter

1958, Cuarta parte.

ciertas pel ícula 5,eT? inico -ejemplo de grtlpo h e t e ~ l l r o - p o r . . s u

origen, status y _ j ~ ~ a l : i ó ñ ; q1ii _ID:idas .a la.-insti.tuciM-eomún

de

la mediación, recibe e e y

< ~ . J a

misma especie en las mismas

creaciones artisticas, aunque Shakespeare

es

por cierto el único

gran dramaturgo que se dirigió a un público mezclado, heterogé

neo en todos los aspectos, que comprendía prácticamente a todas

las capas de la sociedad, y tuvo un éxito indiscutible ante él. Mas

lo dudoso

es

que las obras, hechas de componentes

tan

diversos

como los suyos, hallaron eco con los mismos medios en la dife

rentes capas del público. La tragedia griega era de antemano un

fenómeno

tan

complejo, la participación en ella

tan

diversamente

determinada, debido a los motivos religiosos y politicos en juego,

y prescindiendo de la limitación de los ejemplos a los festivales

relativamente raros,

tan

selectiva por la restricción de la entrada a

los ciudadanos de plenos derechos, que apenas puede estimarse su

atractivo para la totalidad de la población. El drama medieval,

tan

accesible a todos como el isabelino, no disponía de ningunas obras

importantes,

es

decir, que su popularidad no constituye

ningún

problema para la sociología del arte en el sentido del drama de

Shakespeare. Mas este problema

no

estriba esencialmente

en

que el

mayor poeta de su tiempo era también el dramaturgo más popu

lar, y que las obras suyas que más nos gustan eran también las

que más éxito tenían

en

sus tiempos, sino más bien

en

que el

público de teatro juzga más acertadamente que la élite de los ilus

trados, por mediano que

haya

sido, a consecuencia de la índole

generalmente atractiva de la mediación. La fama literaria de Sha

kespeare disminuyó, como es sabido, hacia 1598 es decir, cuando

había alcanzado el apogeo de su evolución poética, pero

el

público

habitual de teatro se mantuvo

fiel

a él e incluso reforzó

su

posición

anterior.

Para

refutar la tesis de que el de Shakespeare había sido

una\

especie de teatro de masas en sentido moderno, se echó mano de

la escasa capacidad de los teatros de su tiempo. La pequeñez de las

salas, que se compensaba además con las funciones diarias, a ~ e n ~ s

altera el hecho de que el público se componía de las capas mas di

versas de la población. De todos modos era el público de un t e a t r o ~ l

popular

en

el sentido de

una

institución arraigada

en

el _cristianis

mo medieval. Pues si los visitantes de las entradas de a pie no eran

en absoluto

los

señores del teatro, asistían en

tan

gran número

que podían desempeñar un papel decisivo en el eco de las piezas.

tes. Cabe que en éstas se omitieran precisamente los pasajes poé-

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Aunque las capas altas estaban mejor representadas en el teatro

de lo que hubiera correspondido al porcentaje de su número en la

población total, las clases bajas, que formaban la gran mayoría

de la población urbana, representaban de hecho la mayoría del pú

blico de teatro.

Cuando se habla en teatro de una relación entre la creación

artística y su aceptación más o menos apropiada, no puede eludirse

la pregunta de si la conjunción de calidad y popularidad, como es

el caso de Shakespeare, por ejemplo, se basa en una conexión ra

zonable o en la mera casualidad, o en un malentendido. De cual

quier manera, en las piezas de Shakespeare el público parece ha

berse interesado no sólo en las burdas chanzas y luchas sangrientas,

en la alta declamación y en la acción violenta, sino también en los

efectos poéticos más tiernos y en las implicaciones psicológicas más

profundas, de otro modo los medios de este tipo

no

habrían ocupa

do tanto espacio. Pero también

es

posible que el elemento poético

influyera en el público de pie por la simple resonancia y el exa

cerbado ánimo dramático, tal como puede ocurrir con

un

público

amante del teatro y de reacciones ingenuas. Mas tampoco

hay

que

estimar excesivamente la misma diferencia en educación entre las

distintas capas del público isabelino y suponer que únicamente los

espectadores ignorantes se divertían con la acción manifiesta y los

chistes ambiguos. Los recibían con gusto

tanto

los instruidos como

los ignorantes. Por otro lado, una obra como amlet disfrutaba

del mismo éxito en los populares teatros «públicos» como en los

elegantes teatros «privados». Como institución, el teatro desempe

ña

un

papel más nivelador de lo que

se

suele suponer, pero parti

cularmente

en

las épocas culturalmente menos diferenciadas y re

finadas.

- S l 1 a k ~ _ p ~ a _ r e

no escribió sus obras para retener vivencias espe

ciales o para resolver problemas ideológicos, sino sobre todo para

enriquecer y refrescar el repertorio de su teatro. Mas no debe lle

varse demasiado lejos aquí el principio de la corrección escénica

de las obras, al olvidar, por ejemplo, que iban d e s t i n a d ? ~ cierta

megte a

u n ~

teatro popular, pero q u ~ surgieron

e n _ u n a ~ ~ ~ . ' : : : d e í

h u m a n i ~ ~ < : : ¡ : u ~ ~ d ~ a ~ ~ b i é l _se leía mucho, No ha escapado a

la atencwn de Jos mvestJgadores que la mayoría de las piezas de

Shakespeare eran demasiado largas en dos horas y media, en rela

ción con la duración normal, para poder ser representadas sin cor-

628

ticos más precisos. La extensión de las piezas indica en todo caso

que el poeta no sólo había pensado en el es5 enario sino también

en

su publicación impresa a la hora de redactarlas.

Ya.

sea

cOII .P

danza-mimo o como discurso-diálogo, el teatro

com.tituye ~ - ; ; _M

j s

f < > . E ~ ~ ~ ~ J ; . ~ r t ~ ~

s o c i a l ~

..más ~ n t i g ~ a s .y al

m i s J n < L J Í ~ l l l P O

.. más p\lras e inco l[úl1QiÍ¡Íes.

··Es

interhumano tanto

por la estructura interior como por la presentación exterior.

Una

obra literaria que

no

tenga por objeto

ninguna

exposición conflic

tiva ni se ofrezca a ningún auditorio, carece de carácter dramático.

El proceso dramático es el resultado de un antagonismo doble: de

uno existente entre los diferentes particulares en el conflicto dra

mático, y de otro entre las partes productoras y receptoras de la

representación.

Cabe que el drama se derive del ritual, todavía esencialmente

adialéctico y ajeno al arte, pero, sobre todo en su forma trágica,

la idea de la naturaleza humana puesta en peligro por potencias

hostiles y el recuerdo de la práctica de la víctima

en

la muerte

del héroe, proviene de la ideología primitivo-religiosa o casi reli

giosa de la magia. Hasta la más ruda escena de palos y las bromas

más divertidas encierran algo de la inquietud del atemorizado sen

timiento de la vida, expresado y desviado en las primitivas acciones

mágicas.

En

toda función de teatro está próximo el símbolo de un

sacrificio y la asociación entre escenario y altar.

Lo que se entiende por atmósfera del teatro es producto de un

colectivo en donde la acción conjunta de todos con todos juega

un

papel irracionalmente sugestivo. La irracionalidad de los acon

tecimientos

se

revela no sólo

en

la improvisación parcial de la re

presentación, por muy preparada que esté, junto a la cual todo

film parece más o menos rígido e inerte, sino sobre todo en el sen

timiento del espectador de que el actor es una persona viva, incal

culable, sometida a toda clase de sorpresas, y no

un

artefacto. La

magia del teatro dimana principalmente de que el espectáculo

es

un arte corporal y de que el efecto escénico se manifiesta como reac

ción al cambio anímico-corporal de los actores. Igual que la trans

formación del artista

en

una persona ficticia

es un

acto en cierto

modo mágico, el espectador también está sometido a

una

especie

de magia al abandonar sus dudas acerca de la veracidad de esa

transformación.

629

Si s:

parte

del drama como poesía, argumento o análisis y se

La

historia del teatro moderno tiende a la creciente intimidad

1

y sigue la línea que desde finales de la Edad Media lleva el carácter

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ve en el el momento original, intencional mente decisivo de la

función teatral, entonces se

ha

de considerar el proceso ~ s c é n i c o

como mero vehículo de la mediación. Si, por el contrario se ve lo

histriónico y teatral como sentido y finalidad de la produ::Ción en

~ o n c e s

cambian los papeles el drama y la escena,

c o n v i r t i é ~ d o s ~

este

en

mero substrato de la pieza, en vez de constituir su subs

tancia. La escena,

en cuanto

institución de la mediación,

no

nos

a ~ e r c a

necesariamente a la intención del autor; incluso puede des

viamos de ella. Su materialidad, su concreción y evidencia dificultan

a ~ ~ n u d o la

~ o m p r e n s i ó n

adecuada de la esencia espiritual de la

accwn dramatiCa y, a veces, la obstaculizan precisamente. El dra

ma primitivo, idéntico o muy parecido todavía a la danza la co

media. r ~ e ~ y romana, el mimo antiguo y medieval,

han

'surgido

del. n n c 1 p 1 0 del teatro, de la necesidad de exhibición-juego y de

ficcwn. En el teatro moderno, en cambio, la escena, con\todo lo

que brota de su ~ s p í ~ ~ t u es de importancia secundaria y sirve a

s.umo ~ a r a exphcacwn y representación material de la poesía es

~ e m . c a embargo, de acuerdo con la relación prototípica

entre

mst1tucwn e improvisación, puede que haya existido antes que el

drama, esto es, la sustancia a la que sirve más tarde de substrato.

En

t.odo

caso, desde el siglo pasado, el drama, cada vez más pro

d.uctiv?, andaba a la búsqueda de

una

escena acorde con sus múl

tiples 1deas y cometidos, y no al revés, el teatro a la busca de ma

terial correspondiente de representación.

. El drama para leer, producto de la poesía dramática desnatura

lizada Y carente a menudo de la mediación a través del escenario

constituye

un

género literario sumamente problemático. e n e r a l ~

mente lo consumen lectores aislados, pero tampoco produce

nunca

un verdadero efecto de masas en el teatro

cuando

llega a repre

sentarse. Sus valores puramente poéticos, sus efectos fmamente es

calonados, basados en la musicalidad de la dicción, su tonos líricos

Y de efecto ambiental, son cie rtamente más accesibles al lector so

litario, d ~ m o r d o a placer en el detalle, que al espectador del tea

tro. Se

p 1 e r ~ e :

con todo, lo vehementemente pasional, lo ostento

samente retonco, lo sensiblemente conmovedor. Mas precisamente

por esta o:tentación expresiva y la colectividad de la reacción que

1?

ac?mpanan, figura el teatro

com

forma paradigmática de las ins

tituciOnes artístico-sociológicas mediadoras

entre

la producción 1

y

a

~ ~ n n

.

63

intimo de este género de arte, si se exceptúan algunos fenómenos

más drásticos, como el drama isabelino, el drama sensacional ro

mántico y

la

pie e bien faite psicológicamente primitiva por lo

general. Ibsen, Strindberg, Chejov, Maeterlinck, Hofsmannsthal

marcan

el camino hacia la victoria final de la intimidad sobre lo

heroico-retórico. Los dramaturgos

que

siguen la evolución de estos

autores líricos e impresionistas,

en

particular los surrealistas y sus

descendientes, son ambivalentes, pues utilizan unas veces efectos

intensos, y otras insinuaciones intelectualmente exigentes.

A fines del siglo XIX existían todavía tipos de teatro muy diferen

tes, según las distintas clases económicas y capas de instrucción,

Junto a las grandes óperas y teatros estatales y los teatros medianos,\

reducidos a las piezas dialogadas, se

daban

también los escenarios

de \

operetas y variedades, así como los nuevos teatros de cámara. Pero

por muy reducida que fuese su capacidad y por muy diferentes

que fueran, tenían

un

rasgo común: el fundamental carácter de

grupo de las vivencias surgidas

en

ellos. El teatro

es

un

lugar de;

sociedad; el grado de publicidad del goce artístico que ofrece

es

variable, pero

su

carácter social es constante. Cada asistente es

mediador y al mismo tiempo producto de la mediación, mientras que

los visitantes de una pinacoteca, por ejemplo, no se dan

cuenta uno

de otro

en

el mejor de los casos.

Todo público de teatro, el aristocrático exclusivista como el

democrático, se divide en capas diferentes, aunque no por eso deja

de constituir una comunidad cerrada, si bien efímera, que aparece

unida por intereses homólogos, dentro de formas de vida y crite

rios de gusto similares. La coherencia del grupo no sólo se mani

fiesta en la emotividad más o menos uniforme y en el efecto de lo

ofrecido aumentado con esta uniformidad, sino también en la con

ciencia más o menos clara de los reunidos de formar una comu

nidad. Como forma más relajada de la comunidad que caracterizaba

al público de la tragedia griega, del drama religioso medieval y

hasta del teatro barroco, se revela aquí una convivencia superficial

que se seculariza por completo en el simple trato del aficionado del

teatro burgués en el siglo pasado. Mas el aplauso de este público

contiene todavía

un

vestigio del ritual que

une

a los representantes

de

una

comunión espiritual. Todo rito puede calificarse de ilusión

ceremoniosa, y

no hay nada

que recuerde más el papel de la ilu-

631

sión a que uno se entrega

en

el teatro que el aplauso

2

  el

cual

no

es

sólo expresión de satisfacción y aprobación sino también de

una

una

colección de objetos amplia en consonancia con la complejidad

de las manifestaciones. Pero los museos la efectúan siempre median

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disposición anímica mucho más compleja y elemental.

No

sólo

pone

en

libertad un mecanismo que en momento de profunda con

moción sirve de válvula de seguridad a las sensaciones reprimidas

sino que libera al mismo tiempo el alma de la opresión angustiosa;

conlleva el encantamiento de la realidad la transformación de la

personalidad y la pérdida de su identidad. El arrebato del aplauso

no sólo aligera el peso de la acción de culto con que está cargado

el teatro serio sino que también sirve de justificación a la broma

con que se efectúa la comedia: el espectador se adhiere abiertamente

a la diversión que le gusta.

4 Museo

Ni siquiera en

los

museos continúa siendo

el

arte

lo

que fue ori

ginalmente. También ellos cumplen

el

cometido de instituciones de

una

mediación ambigua para salvar la distancia entre producción

y recepción. Llevan a la revaloración y de esta manera a la preser

vación de creaciones artísticas históricamente alejadas alienadas

tanto

sociológica como psicológicamente creando valores nuevos

donde

los

antiguos

han

perdido su validez o amenazan con per

derla.

La tarea primaria de los museos estriba en la selección de obras

de arte cualitativamente valiosas o históricamente importantes en

tre la cantidad enorme de las mediocres e insignificantes la for

mación de criterios por los que los productos representativos pue

dan diferenciarse de los efímeros e indiferentes. Su otro cometido

casi

tan

importante como éste consiste en la colección de monumen

tos de arte que sean adecuados para transmitir una imagen más o

menos completa de las tendencias estilísticas de

una

época de

una

nación de

una

comarca

o

a ser posible de las fases más impor

tantes de la evolución artística

en

general. Igual que la obra aislada

de un maestro raras veces da

una

idea suficiente sobre la índole y

el volumen de su arte la formación del concepto de

un

estilo de la

voluntad artística de

un

pueblo o incluso de la sucesión de direc

ciones artísticas como estadios de un proceso evolutivo general exige

2

Cf. Julius Bah:

as Theater im Lichte der Soziologie

1931 p. 120.

te la unión de productos estéticamente incompatibles entre sí. Su

función radica

en

el establecimiento de relaciones inteligentes en

tre cosas que

en y de por sí se presentan de un modo independiente

y aislado presas de su individualización.

La colección de productos

de

una

escuela especial o período no es en el sentido literal de la

palabra

un

«museo» como la de obras de

un

artista aislado. El

museo empieza cuando lo individual se disuelve en

un

todo nuevo

según

el

sentido. La disolución de la obra singular del artista indi

vidual de

la

escuela local del estilo nacional

es

igual que la desa

parición de la persona

en

la sociedad el precio de la cultura consoli

dada

en la forma de instituciones más o menos permanentes.

El museo es como

se

ha observado un absurdo en parte una ne

gación del arte y

una víctima que no queda sin compensación. El

concepto del arte

en

general en cuanto logro que afecta y abarca

a toda la humanidad

es en cierto modo producto del museo. Sin

esta institución la idea de

un «arte universal» como paralela de

la «li teratura universal» sería inimaginable. El concepto colectivo

aquí en cuestión parece haber desempeñado un papel tan decisivo

en la génesis de los museos que hay que preguntarse si las primeras

colecciones helenísticas que pretendían representar la evolución to

tal de la escultura griega surgieron de una idea teórica didáctica

o de

una

noción estética concreta. El principio didáctico lo soporta

el hecho de que se daba más valor a la mayor totalidad posible

de las colecciones que a la originalidad autenticidad de los obje

tos de exposición.

Se ha denominado a los museos mausoleos en donde las obras

de arte pasan su vida abstracta autosuficiente separadas de la vida

que les dio origen en la que cumplían

una

función práctica. Lo

mismo que aparecen allí dispuestas o colgadas según

un

principio

de ordenación estilístico o decorativo irreal ajeno a las obras tam

bién pierden su nexo original con la praxis

entran

en

una

rela

ción

mutua

insospechada antes.

Se

convierten en ejemplos de

un

estilo de una dirección artística o del arte a secas los cuales inclu

yen en igual medida imágenes de devoción representaciones his

tóricas retratos paisajes cuadros de género y naturaleza muertas.

No

son ya iconos ídolos imágenes rituales o ceremoniales retratos

representativos monumentos festivos o instrumentos sencillos prác

ticos sino obras de arte con un común denominador. n este sen-

tido las primeras y más modestas colecciones privadas en donde

Pero la transformación de un artefacto de substrato de

una

fun

ción social en el objeto de una vivencia estética y su transición del

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se guardaron creaciones artísticas por sí solas l levaban ya en sí el

. germen de los museos.

De los colectivos que devinieron las obras de arte en los mu

seos surgió un macrocosmos gracias al desarrollo y difusión de las

reproducciones fotográficas de las ilustraciones de los libros de arte

y de las diapositivas de las instituciones docentes macrocosmos

que André Malraux

ha

denominado

l s

Musée imaginaire

,

y que

en el sentido que él le da se

ha

calificado de «Museo sin paredes».

Debido a la coordinación de los distintos productos artísticos en el

mismo marco y a su reproducción similar en los mismos libros y fas

cículos daban la impresión como si fuesen porciones de un mundo

homogéneamente conexo extendido al infinito. ídolos prehistóricos

imágenes paganas estatuas de las tumbas egipcias decoraciones de

los templos hindúes aderezos de los tiempos de las invasiones ilus

traciones cristianas de la Biblia composiciones renacentistas retra

tos barrocos paisajes naturalistas-impresionistas figuras formales

cubistas y abstracto-expresionistas se colocaron bajo un mismo te

cho; pero debido a la comunidad en que entra ron unas con otras

y con sus iguales rompieron las paredes de los museos y yacían

ahora enterradas en un cementerio común para

dar

lugar a

una

realidad desconocida hasta entonces. La noción de la unidad del

arte derivada de la institución del museo se basa sin embargo

en una

ilusión. Un concepto de la actividad artística

tan

indiferen

ciado e independiente de sus diferentes aspectos no es producto de

los museos sino que son más bien los museos los que deben su

existencia a la noción en un principio indudable aunque confusa e

incoherente de un arte homogéneo y a la idea del arte por

el

arte

dimanante de este concepto. Mas los gérmenes del principio del

arte por

el

arte alcanzan como

se

ha mostrado hasta

el

arcaísmo

griego la colonización jónica y la especificación de los valores. Sin

la idea por muy pálida que sea de que

los

productos artísticos se

corresponden de alguna manera jamás se habría establecido ningún

museo. Mas

los

primeros museos estaban aún muy lejos de figurar

como templos del arte. Hasta

el

siglo XVIII conservaron algo del ca

rácter

de

los gabinetes de cosas raras y curiosas y continuaron sien

do principalmente lo que habían sido desde un principio coleccio

nes de artefactos que habían perdido su función práctica.

3

André Malraux:

Les Vais du Silence 1951,

pp. 11-126

634

ámbito de la pura praxis al de los fenómenos subordinables bajo

la categoría del «arte» manifestaciones que

en

cuanto tales se

dan

del modo más evidente en los museos no se deriva originariamente

de

la

colección como ya se ha dicho.

La

institución del m ~ s o es

más bien consecuencia y centro de la objetivación que enaJena la

obra de arte de su función práctica convirtiéndola

en una

pieza

de exhibición. Mientras no

haya

adquirido

ninguna

autonomía es

tética el lugar que le corresponde no es el museo. Se juzgue como

se quiera la transformación que acompaña a la ~ b r a . arte en el

camino que va desde su lugar original de determmac10n ~ u s . ~ o

se ignorará su natupaleza si se hace responsable de la ob]etiVac O n

de la intención artística viva al producto final del proceso a la

obra de arte como pieza de museo cuando la tendencia al anquilo

samiento y a la enajenación de la forma viva es la que en realidad

constituye el origen del proceso.

Pau l Valéry opinaba ya mucho antes que Malraux que

el

mu-

seo es la tumba de las obras de

arte .

La pérdida que sufrían le

parecía sin embargo mucho más funesta que a Malraux a quien

no

le importaba en absoluto su destino. Valéry creía que se anqui

losan en meras sombras apiñadas en el espacio vacío de los museos

sin ningún contacto con el exterior ni entre sí. Su cuidadosa orde

nación es desorden organizado. Están rodeados por el sentimiento de

amedrentada devoción de las criptas. Cierto que se habla

en

su

proximidad

un

poco más alto que en

una

iglesia pero mucho más

bajo que

en la

vida normal. Uno se siente sobrecogido sin saber

a ciencia cierta para qué ha venido. ¿Quería uno ampliar su for

mación saber más de lo que

se

sabía?

¿Se

esperaba

un

mayor

deleite un encantamiento más completo? ¿Se buscaba tras las obras

incomparables en su aislamiento y aisladas entre sí en su propia

perfección un sentido nuevo común más profundo en

el

que to

das participaban y que se transmitía en todas?

Para Valéry la esencia del arte radicaba en la singularidad de

toda obra autént ica que no sólo excluye la imagen simultánea de

obras diferentes sino que también elimina

la

validez de todos los

conceptos estéticos de conjunto como los del arte en general del

• Paul Valéry: «Le Probléme des musées»

Le Gaulois

4 abril 1923, im

preso en Oeuvres edición de la Pléiade II 1290-93.

635

estilo común, de las escuelas locales y de las direcciones artísticas

temporalmente condicionadas. El universo del arte, cuya imagen nace

el museo, no significa para él la menor reparación por la pér

síntoma de la vida, de la expresión del aspecto variable bajo el que

se presenta

la

vida, de la diferente calidad del medio

en

que toma

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dida de la espontaneidad, unicidad, inmanencia y autonomía que

sufren las obras individuales, inconmensurables e inconfundibles

en

cuanto piezas de museo. '

Pero ni para Valéry ni para otros críticos indiferentes del museo

como institución, son en absoluto las paredes desnudas de las sa

las de los museos las que anquilosan las obras de arte. Los cuadros

del Palazzo Pitti, con un destino repleto de objetos artísticos produ

cen un efecto tan extraño,

y

en cierto modo, tan a l i e n a n t ~ como

los de los del Palacio de los Uffizi.

Se

momifica el mismo ambiente

vital, antes animado. Así que no es el parecido exterior del marco

el que nos enajena las obras del pasado, sino sti variada función en

n u e s ~ r existencia, el desplazado punto de vista desde el que las

consideramos, el aspecto continuamente variable bajo el que se nos

presentan, algo así como los recuerdos del «tiempo perdido» del

narrador Proust, su cambiante perspectiva, que Theodor W Ador

no ha comparado acertadamente con el cambio de significado de

las

o b ~ a s

en

Valéry

•.

Las reflexiones de Proust a este respecto giran

exclusivamente en torno a la conexión de las vivencias artísticas en

t ~ a n s f o r m a c i ó n

_ el

sentimiento diverso de la vida y las formas va

nables de la misma, de suerte que,

para

él, las obras de arte pue

den permanecer

en

las paredes indiferentes de

una

sala de museo

más intactas que

en

el ambiente familiar, por artístico o inartístico

que sea, de nuestra vivienda.

Para Proust, lo mismo que para Malraux, las obras de arte de

m u ~ s t r n su verdadero ser y su valor especial

en

la praxis. Pero

no

obtienen por completo su significado de ella ni lo pierden del todo

en

.el

museo prácticamente afuncional. Cabe que, amontonadas como

estan, se obstruyan mutuamente el acceso, y que la proximidad a

que se encuentran, oculte su imagen. Mas pueden liberarse de los

vínculos artificiales del museo y restablecerlas de nuevo en su fun

ci_on;l dad y actualidad. Malraux

no

cree en ninguna esencia supra

h i s t o ~ I C ~ a t e m p o r a ~ del arte; sólo se atiene a

la

posibilidad del

renacimiento y al significado distinto de los estilos con cada rena

c.imi.ento.

Tampoco Proust da ningún valor a la permanencia del

significado de los principios estilísticos. Para él, su cambio es un

5

Th

W

Adorno: «Valéry Prous t Museum», en P.rismen 1955, pp. 215-231.

conciencia de si mismo, de sus recuerdos y de su victoria sobre los

efectos destructores del tiempo. Tampoco

para

él se

trata en el

arte

de cosas sino de funciones, no de obras individuales de arte o del

arte como

un

sistema de valores que se objetiva, sino de lo artístico

como forma existencial, del único aspecto totalitario de

la

existencia,

que,

en

cuanto tal, entra

en

consideración junto con la praxis. Cabe

que se pierda de vista esta forma, mas apenas puede darse por per

dida

una

vez que se ha comprendido el sentido del «museo sin pa

redes». Malraux recorre los museos en su busca, persigue celosa

mente sus huellas, con impasibilidad estoica, templada en el largo

ejercicio de la investigación buscando el secreto enterrado. Para

quien pretende restablecer lo «artístico» como recuerdo de una exis

tencia perdida, razonablemente coherente, toda obra es una huella

que conduce a una meta que desaparece de vez en cuando, que des

plaza su perspectiva, pero segura. Pasea pacientemente por las sa

las de los museos y observa divertido los monumentos más o me

nos desvirtuados de

una

existencia cuyo secreto intenta descubrir

tanto dent ro como fuera de los museos. Mas no solo estos monumen

tos sino los mismos museos son productos del tiempo, igual que

todas las instituciones que conservan el rostro variable de las cosas

y

la

convierten en objeto de nuevas interpretaciones. También estas

campanas de cristal colocadas sobre un espacio sin aire, forman

parte de la vida póstuma.de las obras de arte que tienen que olvi

darse y resucitarse, que caducan,

se

destruyen, para volver siempre

a ganar un nuevo plazo de vida. Adorno cita las palabras de Proust:

«Ce qu on appelle

la

postérité, c est

la

postérité de l oeuvre», lo que

se llama posteridad es la posteridad de las ·obras. Continúan vivien

do no a pesar de su decadencia sino a consecuencia de ella. Lo que

destruye su ser original y su sentido intencional es su función con

tinuamente renovada.

La insuficiencia de la concepción proustiana del arte estriba en

la total disolución de las obras en funciones y en el abandono del

momento de que no corresponden solamente a necesidades e incli

naciones variables, sino que están determinadas al mismo tiempo

por un prjncipio objetivo, por la lógica de una estructura idéntica,

aunque flexible. Lo mismo que en Proust las experiencias vitales

no

adquieren su verdadero sentido y expresión sino

en el

recuerdo,

las grandes obras de arte significan,

en

ciertas circunstancias, más

para la posteridad que para los contemporáneos, porque la posteri

dad es también parte de su producto. La confianza que Proust pone

El hecho alentador, prometedór de salvación, al que se aferra

Proust

en

contraste con Valéry, y cuyo conocimiento da peso a su

-

-

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8/16/2019 Arnold Hauser-Sociologia Del Arte

http://slidepdf.com/reader/full/arnold-hauser-sociologia-del-arte 49/145

en el museo se basa en la convicción de que en nuestra existencia

el arte desempeña un papel indestructible, aunque variable, de que

significado y función de las obras individuales cambian ciertamente,

pero la idea de lo artístico

es

imperecedera, en sentido platónico. Va

léry cree, por el contrario, solamente en la sustancialidad de la obra

individual, cualitativamente única, que en el museo anula estéti

camente a todas las demás obras con que entra

en

contacto o

es

destruida por ellas. Como el sentido de la vida, según la doctrina de

Mallarmé, a la que él se adhiere, radica en la producción de obras

especiales, incomparables,

el

museo priva de sentido al mundo, se

gún esta concepción. Malraux, por

el

contrario, que no cree

ni en

la idea absoluta del arte ni en la unicidad ni univocidad de la

obra de arte individual, pone su esperanza en la fecundidad de las

reinterpretaciones a que son sometidas

en el museo donde transcurre

su vida póstuma. Su vida estriba en su historia, y su historia en

una

desviación continua de su sentido originario.

El objetivismo idealista de Valéry, que afirma únicamente la idea

de la obra individual, y el subjetivismo adialéctico de Proust, que

disuelve la obra de arte en la corriente de las vivencias, del tiempo,

del olvido y del recuerdo, se han soslayado en

el

historicismo de

Malraux, apareciendo en su lugar

el

concepto del estilo, en el que se

diluyen más o menos tanto la figura artística autónoma y unívoca,

pero no fácilmente accesible a la posteridad, como la intención

creadora única e incomparable. El museo lleva d bsurdum

el

fetichismo histórico de Valéry: la obra de arte exenta de la totalidad

de la praxis se cosifica en tal medida que su relación con

el

objeto

vivo y con la cultura actual parece puesta generalmente

en

tela de

juicio. Separada de la vida, y pese al axioma de la autonomía de lo

estético, resulta mero fragmento de

un

todo descompuesto. «Nos

convertimos en sabios», escribe Valéry en relación con

el

cambio de

función aquí en cuestión, introducido por

el

museo

en el

significado

de las creaciones artísticas, «pero en cosas de arte la erudición es

una

derrota: explica lo que no tiene nada que ver con sensibilidad

y ahonda en lo insignificante. Sustituye vivencias por hipótesis, ma

ravillas por memoria estupenda, y añade

una

biblioteca inagotable

al museo sin límites. Venus se

ha

transformado

en

un documento».

Reteniendo

el

aliento escapa de la tumba a la libertad.

concepción del arte, pese al idealismo subjetivista al que está some

tido, consiste

en

que el camino hacia «la libertad», el camino de

vuel ta a la vida y a la actual idad, lleva a travé s del museo. n

consonancia con toda su filosofía de que toda vivencia no surge

a

la

vida real y esencial sino en el recuerdo de si misma, se adhiere

Proust a la concepción de que las obras de arte sólo adquieren

en

el marco del museo la calidad que las vuelve a hacer relevantes y

actuales. Pero la alienación que parece recaer sobre el arte del pasa

do

en

los museos, se apodera ya de las obras del presente inmediato

tan pronto como se desprenden de sus autores y

se

objetivan antes

de ser tomadas de nuevo

en

la intimidad de

un

sujeto.

La

aliena

ción se convierte aquí del modo más claro en el precio de la intimi

dad renovada, de los renacimientos, de la continua reinterpretación

y revaloración, a que el arte auténtico debe su vida inagotable.

5

iblioteca

n

cierto aspecto la biblioteca es la institución más parecida al

museo entre las mediadoras entre producción y recepción espiri

tual. Pero

en

muchos conceptos son totalmente ·distintos. Cierto,

ambos son colecciones de obras para conservar, destinadas a la con

tinua

oferta y recepción. Mas

en un

caso se

trata

de productos ori

ginales de arte,

en

el otro de meros apuntes, cuyo significado no se

manifiesta sino

en

su recepción. La totalidad de los libros de

una

biblioteca no crea ninguna objetividad nueva, ningún contenido

semántico distinto esencialmente al de los libros aislados.

n

com

paración con los de

una

colección de arte, los límites y contornos

de

una

biblioteca son a menuilo casuales, nulos, flexibles,

en

conso

nancia con su determinación variable de caso

en

caso y la necesi

dad, interés o gusto de su fundador o propietario. Los libros se

dan

la cubierta unos a otros. Cabe que se complemente por el contenido,

que pertenezcan a la misma categoría, pero no constituyen

ninguna

unidad en el sentido de estilos, movimientos y escuelas artísticos, Y

tampoco las bibliotecas más grandes representan en absoluto

el

substrato de

un

concepto como el de la «literatura universal», en

contraste con los museos de historia del arte que, por modestos que

sean están encaminados a la formación de

un

concepto colectivo

del arte.

y en cuanto tales son accesibles a todos aunque

en

la práctica no

toda la burguesía disponía de ellas

en

la misma medida. De acuerdo

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La diferencia entre una biblioteca privada y otra pública es

en

cierto modo más decisiva que la existente entre una colección de

arte privada y otra pública aunque

en

ambos casos la institución

puede provenir de

una

iniciativa privada. El rasgo más diferencia-

dar

entre el establecimiento de

una

colección privada y otra pública

estriba

en

que

en

el primer caso el acto parte de

una

relación posi-

tiva existente ya entre producto y recepción mientras que

en

el

otro

aún

ha de establecerse. El coleccionista es mediador y su co-

lección el fruto de la comunicación ya realizada entre obra de arte

y goce artístico. Po r otro lado la colección tras la que no se oculta

ningún

principio de selección individual como

punto

de partida o

norma está destinada a ser instrumento de

una

mediación

aún no

efectuada.

En tiempos del helenismo y del imperio romano

hubo

biblio-

tecas públicas como fundaciones de los soberanos quienes perse-

guían sobre todo objetivos políticos

•. En

la Edad Media la separa-

ción entre bibliotecas privadas y públicas es

aún

desconocida

en

tanto que los emperadores y reyes disponen libremente de las colec-

ciones de libros fundadas y sostenidas por ellos. Todavía no existían

las bibliotecas nacionales en el sentido moderno; su cometido lo cum-

plían a ser posible las bibliotecas de los príncipes. Las bibliotecas

de carácter impersonal no vinculadas a un sujeto y de duración

permanente sólo se crean por de pronto en el marco de las organi-

zaciones eclesiásticas particularmente

en

los monasterios. Mas están

sometidas al poderío de los príncipes de la Iglesia lo mismo que las

colecciones cortesanas y señoriales al de los poderosos terrenales.

Cierto

la

biblioteca del Vaticano tiene

un

carácter suprapersonal

pero no por eso dejan de mantener los papas una relación· propia

con ella y aunque no se manifiesta sí forma parte del presupuesto

papal.

Las bibliotecas laicas públicas no se independizan de los gober-

nantes individuales hasta que aparecen organizaciones sociales

en

donde los derechos de disposición no están vinculados ya a

una

sola

persona es decir no antes de que intervinieran

en

asunto de arte y

de cultura los consejos urbanos de finales de la Edad Media. Las

bibliotecas concejales se convierten de hecho en propiedad pública

• Cf. Peter Karstedt:

Studien zur Soziologie der Bibliothek

1965.

640

con la circunstancia de que surgieron de las colecciones de los patri-

cios se mantienen durante mucho tiempo vinculadas a la ideolo-

gía del patriciado y a las necesidades de sus representantes. Biblio-

tecas públicas tal como las entendemos hoy ni siquiera nacen

en

germen antes de la época del humanismo progresista y de la Refor-

ma cuando en verdad son todavía inseparables de las exigencias de

la élite ilustrada aunque al mismo tiempo llevan a la transformación

de esta capa.

e acuerdo con sus doctrinas acerca de la obediencia directa a

Dios y de la autorresponsabilidad de los creyentes los reformadores

estimularon la fundación de bibliotecas. Pues igual que los medios

de la gracia también los medios de la educación debían pasar de las

manos del clero a las de la comunidad. Los humanistas querían

utilizar las bibliotecas de nuevo para aumentar su independencia

respecto de sus poderosos mecenas. A par tir de la Ilustración del

desarrollo de las revistas de las editoriales y del comercio del libro

las bibliotecas se convierten

en

oficinas de cambio del espíritu como

por ejemplo los cafés y clubs donde impera la palabra impresa.

641

7 El

omer io artístico

l

o de obras parecidas puede ser consecuencia de

un

cambio de estilo

y de gusto pero también de circunstancias más o menos secundarias

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1 ediación y alienación

Igual que otras formas de mediación

el

comercio artístico

desem-

peña también

un

papel ambivalente

en

su función de mediación.

Como vehículo del tráfico de productos vincula círculos cada vez más

amplios de la sociedad al arte y crea clientes cada vez

más com-

prometidos pero

se interpone al mismo tiempo como elemento dis-

tanciador entre

los

sujetos productores y receptores y contr ibuye a

la cosificación de las creaciones artísticas facili tando su transfor-

maci?n en artículos de comercio en mercancías despersonalizadas

vendibles y comprables sin más. Gracias a la publicidad de

los

comerciantes las obras de arte pasan con más frecuencia y facilidad

a propiedad de nuevos aficionados adquieren con más rapidez y

libertad una relación con ellos. Pero la relación es más superficial

Y corta que bajo las condiciones de

una

relación personal entre pa-

trono cliente mecenas o aficionado de un lado y artista de otro.

El comercio artístico padece el mal fundamental de toda econo-

mía de mercado: transforma la obra de arte cuyo significado con-

sistía antes en un «valor de uso» y resul taba del placer la satisfac-

ción Y la felicidad que proporcionaba al observador en

el

substrato

de un valor de cambio.

No

se juzga ya por su calidad estética o el

rango artístico de su autor sino por la coyuntura y el valor de

curso del respectivo artista estilo o género

en

el mercado artístico.

El cambio de la apreciación comercial de las mismas obras de arte

extrañas al arte e independientes del artista. La economía de tráfico

desarrollada con los mercados que

en

comparación con

la

econo-

mía para cubrir las necesidades aumen ta de modo descomunal

se

caracteriza por la paradoja de que en vez de vender como de cos-

tumbre para poder comprar algo necesario al vendedor ahora se

compra para volver a vender lo adquirido. e esta suerte las obras

de arte pasan

en

el mercado artístico por

una

serie de manos antes

de que lleguen a propiedad de cómpradores que piensan conservarlas

y quedárselas finalmente para sí.

Los valores nuevos creados con el progreso del mercado ar-

tístico y la ampliación de los mercados de arte se rigen principal-

mente por la rareza de los objetos vendibles.

En

toda clase de co-

lección la rareza compite con la calidad y a menudo desplaza a esta

como norma de los precios. Las obras de

un

pintor del que sólo

se conocen o son comprables pocos cuadros tienen

no

sólo

un

mayor

valor de mercado sino que con frecuencia también disfrutan de

mayor prestigio que las de

un

maestro más grande pero más

fe-

cundo o incautado en menor medida por los coleccionistas y mu-

seos. A menudo el valor de rareza es producto de la moda que fa-

vorece a las obras de

un

artista o de

un

movimiento determinados.

Pero a veces

la

rareza existente aumenta

en

y de por sí la demanda

en

tal o cual dirección y entra

en

acción recíproca con

la

moda que pue-

de estar determinada por otros motivos.

Como las obras auténticas de los viejos maestros

no

aumentan o

lo hacen

muy

poco debido a nuevos descubrimientos y atribuciones

constituyen generalmente objetos de inversión más seguros que los

productos de los artistas contemporáneos. Aquellos sólo

se

desvalo-

rizan en relación con direcciones de gusto radicalmente nuevas

éstos con muchos acontecimientos incalculables del día. Las desva-

lorizaciones ocurren

en

todo caso muy raras veces como la de las

obras de los maestros barrocos de Bolonia reconocidas antes como

clásicas en grado sumo.

La

regla es más bien que los maestros

viejos aumenten de valor. El rápido incremento de precio de las

obras de contemporáneos más o menos directos como los impresio-

nistas postimpresionistas y muchos de los vanguardistas actuales

hay

que atribuirlo por lo general a

la

mera busca de inversión del

capital libremente disponible y recuerda el floreciente negocio de

bulbos de tulipanes en la Holanda del siglo xvn.

En

tales casos

la

demanda condiciona evidentemente los criterios del gusto y no son

en

absoluto los valores artísticos emanados independientemente del

al mismo tiempo la alienación del artista respecto del público. Los

clientes se acostumbran a comprar lo que encuentran asequible Y

a considerar la obra de arte en cuanto producto también i m p ~ r -

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mercado por ejemplo

los que deciden la formación de precios.

2 Coyuntura

El comercio artístico se desarrolla junto con la extensión y el

predominio final de las colecciones como forma de consumo de arte

del paulatino desplazamiento del protector y mecenas por los com

pradores que ocasionalmente eligen directamente entre las obras del

taller del artista. El mecenas patrón constante el cumprador di

recto y el fundador son fenómenos relacionados con las condiciones

feudales y patriarcales de la Antigüedad y de la Edad Media. El

coleccionista por el contrario que adquiere obras de este o de a q ~ e l

artista según se presente la ocasión

es

representante del capital

financiero disponible de

un lado y de los artistas que trabajan en

libertad y disponen libremente de sus productos por otro. Los co-

leccionistas

el

mercado artístico abierto y la libertad económic¡¡ del

artista la libre competencia la libre iniciativa la emancipación

y la pérdida de la seguridad se condicionan mutuamente.

La especialización de los pintores en determinados géneros

es

una de las consecuencias más importantes del comercio artistico

que se desplega desde finales del Renacimiento. Resulta de la cir

cunstancia de que

los

comerciantes

en

arte exigen siempre de sus

proveedores el tipo de obras más vendible. e esta suerte se pro

duce también en el terreno del arte la división mecánica del tra

bajo conocida en la producción industrial que limita la actividad

de un pintor a la representación de animales la de otro a la pro

ducción de fondos de paisajes. También

en

este concepto cumple

el comercio artístico una función ambivalente. Estandariza la pro

ducción pero estabiliza al mismo tiempo la demanda; fija la crea

ción artística a unos tipos estables pero regula a cambio la circu

lación de otro modo anárquica de las mercancías estereotipadas. El

comerciante en arte crea

una

demanda regular al intervenir él a

menudo cuando falta el cliente directo. Mas también media entre

producción y consumo al informar a los artistas sobre los deseos

del público y las condiciones de la salida de tal o cual tipo de

obras con más rapidez y amplitud de lo que ellos pudieran imagi

narse por

solos. Sin embargo este género de mediación motiva

644

sonalmente condicionado como cualquier otro tipo de mercanc1a.

A su vez el artista se habitúa gustoso a trabajar para comprado

res extraños personalmente indiferentes para él para gente de la

que únicamente sabe que está dispuesta a comprar u ~ a s veces

esta y otras aquella clase de cuadros. Se aliena ante sus ~ h e n t e s en

la misma medida que estos

se

alienan del arte contemporaneo. Ade

más es contradictorio también el efecto del comercio artístico en la

formación de los precios que logra el artista. Cabe que a u m e ~ t e

la venta

en el

mercado artístico pero los precios pueden hundirse

debido a una mayor oferta. Cuando el público se ha acostumbrado

a comprar al comerciante en vez de al productor de las .obras .el

comerciante se convierte en verdadero patrono del artista dic

tando los precios siempre que p u e ~ e la i n u n d a c i ~ n de mer

cancías entran también en circulacwn copias y falsificaciOnes figu

ran como originales y contribuyen a disminuir el valor de las obras

auténticas.

A pesar de ello el comercio artístico actúa en términos gene

rales más bien de mediador que de alienador y a decir verdad no

sólo porque contribuye a llevar los productos artísticos al hombre

y a mantener e incrementar

el

interés de los vendedores

en

las obras

sino también porque estabiliza las relaciones en el terreno del arte

mediante la

cre<J.ción

de

una

clientela continuamente interesada Y

descarga al artista de cuando en cuando del trabajo de solicitar el

favor del público. El mero hecho de que el público y los artistas se

aproximen y encuentren en el punto de intersección de sus intereses

o sea dentro de la actividad del comerciante artíst ico Y de que

surja así

una

situación en la que

los

compradores

han

de competir

por las obras que desean lo mismo que los artistas

p o ~

el renom

bre el éxito y la recompensa significa P?r

ello.

el comienzo de un

proceso de mediación peculiar

en

su funciOnamiento Y regulado por

sí mismo.

Mas el comerciante en arte redunda en beneficio del artista

no

solo como representante comercial. El disponer de un agente cons

tante que acepta su producción representa para él

un

aumento de

prestigio. El comerciante conocido garantiza una especie de linaje

y a menudo significa para

el

comprador

una

s e g u r i d ~ ~

m ~ y o r

que

el

nombre del artista. Mas también existe en esta relac10n cierta des-

645

confianza entre los socios. Ninguno puede perdonar al otro el papel

que juega

en

ella. El artista echa al comerciante la culpa de que

sus obras figuren como mercancía pese a toda su inapreciabilidad

Inorgánicas

es

decir amontonadas casualmente fueron de siem

pre las colecciones artísticas de príncipes y personas privadas

hasta los museos del helenismo carecen todavía

en

términos gene

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aunque su carácter de mercancía le viene dado por la economía

de· tráfico. A su vez el comerciante menosprecia con resentimiento

al artista bien como hombre de confianza del cliente con

el

sen

timiento de superioridad del burgués o como

outsi er

que

se

cree

formar parte de la disciplina.

3 esarrollo del mercado artístico

Hasta el helenismo y

su

capitalismo internacional

no

puede ha

blarse de

un

mercado artístico

en

sentido estricto de un libre trá

fico de mercancías artísticas con

una

oferta constante y su corres

pondiente demanda de precios fluctuantes y dinero al contado dis

ponible.

La

época que crea los primeros institutos de investiga

ción museos y bibliotecas los primeros centros culturales establece

también sobre bases nuevas el mercado artístico como mediación

entre producción y recepción. La presuposición más importante de la

investigación internacional fue el eclecticismo determinante de la at

mósfera espiritual de la época tal como correspondía a la erradica

ción general de las grandes culturas comunitarias nacionales por el

progresivo aislamiento y

la

posterior unión de los intereses eco

nómicos e ideologías sociales. Según la regla por la que el estado

burocrático helenista mezcla a sus funcionarios sin consideración

a su origen y unidad étnica y la economía de tráfico capitalista

se-

para a los sujetos sociales de su lugar de .nacimiento también

se

arrancan las formas artísticas y culturales de su nexo orgánico y

se

ponen

en

contextos artificiales.

El mismo eclecticismo que

se

manifiesta

en

el afán insaciable

anticuario-hermenéutico de sabiduría en la erudición de la época

históricamente orientada dispuesta a aceptar todo lo que ha exis

tido se revela también

en

la naturalidad con que se practica el

comercio artístico y

se

reúnen los productos de las escuelas más

distintas.

La

conexión fortuita a todo lo históricamente presente

decisiva para la fundación y desarrollo de los museos actúa al mismo

tiempo de impulso para la formación y diferenciación de nuevas

direcciones artísticas. El resultado

es

la coexistencia de tantos prin

cipios estilísticos como nunca antes.

·

¡

rales de la unidad cerrada que se persiguió desde siempre como

objetivo

en

la construcción de colecciones públicas aunque raras

veces se realizó.

En

todo caso tiene que haber producido

una

im

presión más bien heterogénea que homogénea la «totalidad» de

la obra glíptica de los centros culturales helenísticos ilustradora de

toda la evolución del arte griego aunque en su mayor parte for

mada de copias. Y al incluir bajo

un

mismo techo los productos

estilísticos más diferentes habituaron la vista no sólo a tolerar con

juntamente

una

variedad de direcciones artísticas sino a conside

rarla como prueba de

una

floreciente producción de arte.

Como ya se sabe tampoco las aspiraciones artísticas de épocas

anteriores eran siempre totalmente uniformes y también

se

en

cuentra en ellas junto al arte en general formalmente riguroso de

las capas altas

un

arte sin forma de

los

grupos sociales bajos o

junto al conservadurismo del arte sagrado

el

liberalismo del profano.

No obstante apenas

hubo

antes

una

época

en

la que principios

estilísticos y direcciones del gusto totalmente distintos fueran deci

sivos par a la misma capa social como ocurrió en tiempos del hele

nismo cuando surgieron sucesivamente un naturalismo

un

barroco

un

rococó y

un

clasicismo pero pudieron coexistir durante mucho

tiempo.

La industria del arte organizada al modo capitalista la extra

ordinaria actividad copista en los talleres de escultura y el o ~ r -

cio

ampliado efectuado principalmente con copias son síntomas

pero al mismo tiempo también causas de

un

eclecticismo cada

vez

más agudizado. Los escultores encargados de copiar las creaciones

más diversas tendían de antemano a experimentar también

en

sus

obras originales con distintos estilos y maneras. El interés del oú

b l ~ c o e ~ ~ i m u l a d o

desde muchos lados condujo a la extensión

y

·ra

mificacwn del comercio artístico el cual por su parte también

actuó de

una

manera estimulante en la sensibilidad artística y en

el

sentido de

la

calidad de sus clientes con el rico material que daba

a conocer y difundía

El comercio artístico se detuvo también a finales de la Anti

güedad cuando terminó transitoriamente su economía moneta

ria. A comienzos de la Edad Media y hasta que renacen las ciu

dades despobladas e insignificantes y

se

reanima el tráfico in-

ternacional en el siglo xn, se paraliza casi por completo; y hasta

después de un largo período de atomización de la economía y de

su limitación a cubrir las necesidades de los distintos principados

principal, el rey francés, y no sólo compra a artistas, sino también

a la propiedad privada. Le siguen pronto otros comerciantes que en

cargan cuadros para la especulación, para volverlos a vender con

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y cortes señoriales, del aislamiento espiritual de las diferentes re

giones y pueblos, y con la renovación del tráfico económico y cul

tural,

no

se presenta

un

nuevo cambio de propiedad de obras de

arte, principalmente de manuscritos ilustrados y productos artísti

cos, primero mediante regalos ocasionales o también por simples

robos y secuestros de

un

país a otro, y solo esporádicamente por

medio de encargos y compras.

Se

inicia así una nueva fase del

co-

mercio artístico casi ininterrumpido, aunque de momento todavía

bastante limitado, entre los distintos territorios de Occidente,

en el

que las regiones meridionales participan por lo general como pro

ductores y los septentrionales como consumidores.

Entre los siglos XII y xv, empero, la adquisición comercial de

obras de arte basada en la oferta y la demanda es

aún

poco fre

cuente. Las necesidades

se

cubren por regla general mediante el tra

bajo de artistas en servicio permanente o la ejecución de encargos

exactamente especificados. En Italia, sobre todo en Florencia, las

fundaciones eclesiásticas de burgueses ricos y prestigiosos, junto con

las fundaciones de los príncipes con fines propagandísticos, cons

tituyen la base de la producción artística

en

cuestión. El burgués

medio adquiere mercancías medianas de tipo artístico, si

es

que en

general interviene como consumidor de arte. Sin embargo, antes

de terminar el Quattrocento existen ya

botteghe

que, en tanto lo

consiente la concentración del capital libre disponible en pocas

manos, efectúan una especie de producción en masa según las

normas de entonces .

A principios del Renacimiento, cuando

hay

ya ejemplos aisla

dos de colección sistemática de objetos artísticos, también

es

casi

desconocido el comercio artístico autónomo, separado de las re

laciones personales de los productores. Éste

no

comienza a desple

garse hasta

el

Renacimiento tardío, con la creciente demanda de

obras de la Antigüedad y el vivo interés por las creaciones de los

maestros famosos de la actualidad. El primer comerciante en arte

de nombre conocido y de actividad internacional, Giovanni della

Palla, aparece en Florencia a comienzos del siglo xvr. Encarga ob

jetos artísticos deseados y compra los existentes para su cliente

Cf. G.

Simmel: Sociologia,

p.

2 6¡7.

beneficio .

Un

caso aislado del interés

c o m e ~ c i l

inicial por pro

ductos artísticos lo constituye el pedido por escrito de

un

comer

ciante de Prato .

El comercio artístico, que no se limita a la actividad ocasional

de agentes aislados sino que representa la industria regular de un

estamento profesional especial, surgió en los Países Bajos del si

glo xv

y

por de pronto, estribaba principalmente en la exporta

ción de productos artísticos buscados y deseados ya

en

la Edad

Media,

en

particular miniaturas, tapices e imágenes de devoción

procedentes de los talleres de Amberes, Brujas, Gante y Bruselas.

El comercio de obras de arte se mantiene también en el siglo xvr

en manos de artistas que no sólo quieren deshacerse de los trabajos

propios, sino que también compran y venden los de otros artistas.

Para ellos es una ocupación marginal practicada con frecuencia con

la que

se

mantienen a flote. Muchos la practican, igual que otros

comercian, por ejemplo, con bulbos de tulipán.

La

mayoría de

la

gente que por entonces compra cuadros en Holanda y no lo hace

ni

como aficionados artísticos ni como especuladores, los adquiere

para invertir su dinero en algo de valor constante. Cuando esta

práctica gana adeptos produce frutos que no ha sembrado. Nor por

eso deja de ocurrir a menudo que gente sencilla conserve sus cua

dros cuando no necesita el capital invertido en ellos, y cuando la

propiedad artística originalmente modesta proporciona verdadero

placer a sus hijos o a

los

hijos de sus hijos y da lugar a colecciones

metódicas y notables.

En

Italia y Francia, con

el

elevado status que gozaban

los

artis

tas

en

estos países, sería impensable el fenómeno de que muchos

pintores neerlandeses, y entre ellos algunos

tan

famosos como David

Teniers d.

J.

y Cornelis de Vos, practicasen

el

comercio artístico

todavía en el siglo XVII. Mas con

el

tiempo también cambia aquí la

situación. Debido a la creciente producción, a la reducción del pa

tronazgo como institución y a la disminución del número de mecenas

influyentes y con un gran capital, el comercio artístico

se

desplaza

2

M. Wackernagel: Der Lebensraum des Künstlers in der florentinischen

Renaissance,

1938 pp. 289-91.

3

R.

y

M.

Wittkower:

Born under Saturn,

1963

p.

20.

cada vez más hacia las relaciones con clientes extranjeros franceses

españoles ingleses y alemanes sobre todo

en

Italia donde el nego

cio interior

se

limita generalmente a objetos baratos estampas y

unos cuantos centros estando los más importantes

en

Flandes Ita

lia Praga Y Munich pero las filiales est án muy ramificadas y

se

extienden

en

realidad a todos los talleres en que se produce ra

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8/16/2019 Arnold Hauser-Sociologia Del Arte

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pequeños cuadros y en parte como

aún en

tiempos de Durero

se efectúa

en

ferias y

en

las puertas de las iglesias. Aunque el trá

fico

comercial ent re los maestros reconocidos como Bernini Piet ro

da Cortona Annibale Carracci Poussin Claude Lorra in y los fun

dadores aficionados y coleccionistas importantes era principalmente

directo los comerciantes

en

arte cumplían ya

una

tarea importante

al menos

en

la introducción de talentos jóvenes todavía descono

cidos

en

la vida artística y

en

el fortalecimiento del vínculo entre

artistas y coleccionistas. Incluso Caravaggio aceptó al principio los

servicios de un comerciante francés aunque luego no los necesi

tase más.

Mas la aparición del comerciante artístico y la expansión del

mercado de arte no significaron todavía el fin del modo antiguo

principesco de adquisición de obras de arte por medio del saqueo.

Algunos gobernantes coronados y sus ministros como Francisco I

Rodolfo II Felipe IV y Carlos I Mazarino Richelieu y

el

duque

Leopoldo eran verdaderos expertos. El arte de Rafael Tiziano Hol

bein Rubens

Van

Dyck y otros servía empero a sus patrocina

dores

en

términos generales de simple medio de propaganda y

soberanos como Gustavo Adolfo la reina Cristina los Tudores y

algunos Habsburgo consideraban sus tesoros artísticos como bo

tín de guerra que tomaban en prenda para promover objetivos po

líticos

•.

A la diligente actividad coleccionista practicada

en

general con

medios legales de los aficionados del Renacimiento de los Medici

en

Florencia de los Gonzaga

en

Mantua de los príncipes borgoño

nes de los Valois en Francia de los Habsburgo en España siguie

ron durante la Guerra de los Treinta Años y las campañas napoleó

nicas otros períodos de adquisición de obras de arte mediante el

robo y el saqueo. Mas desde finales del siglo

XVI

desarrollóse junto

con el manierismo los monarcas coleccionistas apasionados prín

cipes de la Iglesia ministros y grandes de las finanzas se desarro

lló el · nuevo mercado artístico internacional en forma bien orga

nizada estereotipada. n verdad el mercado artístico sólo tiene

4

Cf. H Trevor-Roper:

he

Plunder of the Arts in the Seventeenth Cen-

tury

1971.

650

cionalmente y se desenvuelve un tráfico comercial regular.

La Guerra de los

Treinta

Años implicó ent re otras cosas el

saqueo de la colección de Rodolfo

en

Praga y de la biblioteca del

Palatinado de Heidelberg. Los tesoros de Hradschin continuaron

en

gran parte en propiedad de los Habsburgo y marcharon únicamente

a Viena pero la

Palatina

pasó a botín de los invasores para ser

incorporada

en

la biblioteca del Vaticano. Esta forma disimulada

de robo fue durante mucho tiempo el modelo del cambio de propie

dad de numerosas obras de arte. Como algunas excepciones

si-

guió practicándose durante toda la época del absolutismo. Viejas

colecciones que no fueron expoliadas tuvieron que ser malvendidas

a menudo después que sus propietarios como ocurrió con los Gon

zaga entraron en dificultades económicas. Y lo mismo que los te

soros artísticos de Mantua pasaron a propiedad de Carlos I tam

bién fueron a caer los de Wittelsbach a las de Gustavo Adolfo quien

además no limitó sus incursiones a Baviera sino que las exten

dió a toda Europa. Cristina fue una inteligente hija de su padre;

llenó sus palacios con objetos robados aunque luego devolviera gran

parte de los tesoros capturados.

El saqueo y disipación de las colecciones establecidas a base de

amor y comprensión provocó por parte de los contemporáneos pro

testas repetidas y a veces violentas. Pero sería impensable que

fuesen víctimas de la disolución y destrucción sin la idea capi

t ~ l i s t cada vez más extendida acerca de la movilidad de la pro

piedad por un lado y sin el ánimo iconoclasta de la época de la

Reforma por otro. El espíritu del capital aflojó el vínculo a toda

d s ~

de propidead prescindiendo por completo de que las co

leccwrtes de arte «inútiles» y costosas pudieran parecerles a los

reformados apropiadas como monumentos de un mundo anticuado.

Sin embargo la part e más grande y valiosa de las obras de

arte que todavía cambiaron de manos

en

el siglo xvn no llegó nunca

al mercado abierto. Con el fin de las guerras religiosas no obs

tante desapareció

no

sólo la indiferencia iconoclasta respecto al

d e s ~ i n o de

las obras de arte sino que también surgieron formas

sociales mas favorables a la continuación del comercio artístico nor

mal. Por de pronto sobre todo

en

Francia la nobleza de sangre

fue aumentada esencialmente con la nobleza de pergaminos y lue-

651

go la nobleza

en

general fue sustituida por la burguesía como

portadores de la cultura y el comercio artístico recibe un nuevo

impulso debido al desplazamiento de las riquezas inherente a estos

que por lo general aunque con m e n ~ s f r e c u ~ n c i a que o_tros.sujetos

de la sociedad sólo trabaje para

VIVIr

de el se cons¡dero desde

· mpre como algo

tan

natural que ni siquiera se pensó en la po-

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procesos. Ahora deviene mera forma del cambio de propiedad

en

el

terreno del arte con una oferta continuamente variable y una

demanda apropiada dándose ahora el comerciante libre que corre

su propio riesgo

en

el comercio y el comprador sin privilegios

que gana influencia según su poder de adquisición. En

un

sentido

más riguroso que antes la obra de arte se convierte en mercan

cía que en principio cada cual puede comprar y disponer de ella.

on

la acumulación del capital y el aumento de las colecciones pri

vadas particularmente en América se refuerza el sentimiento de

que la propiedad privada de tesoros artísticos

ha

de considerarse

un

estado provisional que prepara la transición de las obras a

una co-

lección pública. Pues de esta suerte se cumple por primera vez

el papel del museo como mediación entre arte y público. Mientras

esto no ocurra la apropiación de obras de arte puede despertar in

cluso cierta animosidad contra el coleccionista quien pone la mano

en algo que pertenece a todos.

Tal sentimiento parece especialmente justificado

en

relación

con los coleccionistas reales del período manierista

en

Hradschin

en El Escorial o en la corte de Munich quienes manten ían con sus

cuadros favoritos una relación íntima celosamente erótica por así

decirlo. Las obras no están destinadas como suele ocurrir con

los

aficionados reales par a sus salas de representación sino para su ga

biente privado y los monarcas las consideran una propiedad tan

suya que preferirían llevárselas con ellos a

la

tumba igual que

los déspotas del Antiguo Oriente a sus esposas y caballos. Tal vez

los millonarios americanos no sean altruis tas pero sí mejores cal

culadores

y

al fin y al cabo después de entregar sus obras a

un

museo nacional reciben la eternidad que en realidad quer ían com

prar por dinero. Sus nombres están grabados en letras doradas

sobre las puertas de las salas en donde cuelgan los cuadros descu

biertos o seleccionados por sus comerciantes.

4

Valor

ide l

y

v lor re l

La circunstancia de que el artista tal como es normal para

un

miembro de la sociedad viva del producto de su trabajo y de

652

sie 1 d 1

·bilidad de censurarlo. Has ta que e artista no se separo ec a

SI • ·

directa relación de servicio con su amo y empezo a tra a¡ar para

clientes distintos con deseos y facultades diferentes no se formó

el concepto de la libertad artística como ideal y el de la remuneración

por los rendimientos artísticos como posible p e l i ~ r o _ l . contraste

entre valor ideal y valor real en el arte lo subrayo prmc1palmente

el romanticismo a causa de su idea:lismo irreal. Y el pensamiento

de que el «carácter de mercancía» de los productos artísticos pudie

ra ocultar su esencia estética no surgió hasta que aparecieron obras

que sólo querían llegar al hombre y el aspecto de explotabilidad

amenazaba su auténtico valor artístico. Antes de la era burguesa de

los siglos xvm y xrx la cual halló expresión en el romanticismo

nadie dio con el hecho de que las obras de arte tienen un precio

de mercado y de que su valor ideal va unido a

un

valor de uso.

Y desde entonces sólo protestan de su relación mutua y del prin

cipio de derivar los valores de las necesidades quienes se aprove

chan de su separación ideológica. Sólo cuando se intenta meter

de contrabando una ideología encubierta en la conciencia de los

hombres se despiertan dudas en el carácter de trabajo de la en

carnación de «valores ideales» en forma de mercancías aptas para

el mercado. Mas la extensión de las reglas del trabajo al arte no

equivale en absoluto a la limitación del concepto de un producto

artístico aprovechable al de la mercancía. Si se escribiesen libros

exclusivamente para que los vendieran editores y libreros la lite

ratura y la poesía desaparecerían totalmente en el concepto de

mercancía lo mismo que la pintura

se·

disolvería en trabajo manual

si el pintor intentase repetir

un

tema vendible en tantos ejem

plares como pueda vender. Para el cumplimiento de las condicio

nes mediante las cuales una forma artística se convierte en subs

trato de un acontecimiento interhumano perfectamente válido esto

es de la reconstrucción de un proceso artístico productivo se re

quiere en todo caso el acto de cambio de propiedad entre autor y

comprador privado o público de la obra. El cumplimiento de las

l e ~ e s _del mercado transcendentes a la obra constituye uno de los

cntenos del acto artístico-sociológico perseguido.

653

S

érdida del aura del original

El momento de la posibilidad de venta puede considerarse el

a la imposibilidad de comparar el valor monetario y el valor artís-

tico carece también de importancia el que se pague por un cua-

dro la cantidad X o cien veces X. A lo sumo, el arte sólo puede

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primer paso del proceso que

Walter Benjamín ha calificado de

pérdida del aura, de la autenticidad mágica del original,

y

cuyo

final ve

en

la reproducción de

un

film

en

tantas copias como se

quieran, donde ya no pueden distinguirse entre sí

el

original de

la copia. La palabra impresa y la escrita carecen ya de la ma-

gia de la palabra hablada, pues la formulación no sólo vincula sino

que también aliena. Expresión, comunicación, repetición, repro-

ducción, alejan cada vez más de la intimidad, de la singularidad

y unicidad de la vivencia creadora al hacerla asequible a círculos

cada vez más amplios. El comercio artístico comporta

el

carácter

ambivalente inherente a esta función. e una parte, aisla a la

élite compradora de obras de arte respecto de

la multitud de los

visitantes de museos, quienes a lo sumo compran reproducciones,

mas democratiza al mismo tiempo a la clientela artística al au-

mentar la comunidad de expertos mediante el círculo creciente

de poseedores de obras de arte.

La

posesión artística constituye in-

dudablemente

un

estímulo muy fuerte para

una

comprensión más

profunda del arte; la acción cosificadora del comercio artístico, sin

embargo, no se expresa solamente

en el

impulso que da a la pro-

ducción de tipos de mercancías parecidos y vendibles, sino también

en

el

hecho de que las obras de arte se convierten, gracias a él,

cada

vez

más

en

objetos de la economía de tráfico, pasan con más

frecuencia de mano en mano, y

se

enajenan con la misma facili-

dad que una cabeza de ganado y a menudo, con más facilidad

que un trozo de tierra.

Claro que una obra de arte no pertenece a la persona que com-

pra la tela sobre la que se pinta. Quien haya comprendido un

cuadro con entendimiento, con sentido de su calidad y penetra-

ción de su estructura, puede poseerlo de

un

modo más completo

que el comprador que lo coloca

en

su colección como un¡¡ nueva

adquisición. No puede adquirirse únicamente a través de la com-

pra, como tampoco puede apropiarse

una

obra literaria o musical

con la adquisición del libro correspondiente o de las notas. Debido

Walter Benjamin: Das Kunstwerk im Zeitalter seiner technischen Re-

produzierbarkeit Schriften I, p. 366 ss.

compararse con

el

arte, y uno no puede sino preguntarse si el

importe que se paga por

una

obra no pudiera haberse empleado

mejor

en

la adquisición de otra. Con lo cual permanece intacta

la cuestión de si el valor de

una

obra de arte puede expresarse

en

absoluto

en

categorías de precio. La hipótesis de

una

analogía

entre valor y precio en el ámbito del arte sería

el

ejemplo más

grave de esa cosificación que roba

el

sentido a un estado de cosas.

Por importante que sea la institución del comercio artístico como

instrumento de mediación entre producción y recepción artística.

la formación de precios

en el

mercado artístico tiene que ver

con:

la moda, la rareza,

el

prestigio, la inversión y la ostentación más

que con la calidad, decisiva en la recepción artística. Es

una

cosa

del comerciante en arte y de su manipulación del público, y no del

artista y de su mundo.

Mas el comerciante no sólo administra el público al organizar

a

los

clientes

en

grupos, al definir las direcciones del gusto, al crear

modas, al canalizar la disposición receptora de los consumidores

en determinados canales, sino también al tomar el papel de mece-

nas y cliente

en

relación con los artistas. Asegura su existencia con

donativos y anticipos regulares, y compra a riesgo propio donde el

comprador del público se hace esperar. De esta suerte toma Durand-

Ruel la dirección de

los

impresionistas, después de haber rechazado

Monet la responsabilidad de ella después que ninguno de los ar-

tistas era apto para desempeñar ese papel, ni el

fiel

Pissarro ni el

siempre reservado Degas. El comerciante sólo deja de ser agente, y

en

~ ~ t e

por su olfato para la tendencia del mercado, y en parte

tan:bien. porque puede permitirse ahora llevar

una

marca propia,

se Identificará con

una

dirección artística a representar en más de

un concepto y una escuela como la impresionista después que esta

h.aya perdido su impulso original, y la ramificación de las tenden-

cias personales dentro de su unidad amenaza con escapar al control.

El impresionismo era, además,

el

último movimiento estilística-

mente coherente, extendido a toda la evolución occidental. Desde

entonces los estilos se diferencian

tan

a menudo y en tantos as-

pecto.s que no todas sus variantes podían ser representadas por co-

merciantes especiales y las obras correspondientes a ellas no se

encontraban siempre en comercios de arte aparte, especializados en

direcciones individuales. Hubo y todavía hay comerciantes que

s

limitan a maestros antiguos al arte moderno o a obras de vanguar

dia. Pero algo así como

un

programa cultural o la observación de

8 Comprensión

y

malentendido

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un

principio particular del gusto se les ocurre a lo sumo a estos

últimos sin fijarse sin embargo a uno u otro de los muchos movi

mientos progresistas movimiento que de todos modos apenas

fi-

guraría

en

algunos casos como decisivo más de lo que

s

tardaría

en repintar el rótulo.

l Comprensión

y

fundamento

Federico Schlegel habría calificado

l

objeto del estudio siguiente

de «comprensión de la comprensión». Mas

si s

quiere conservar

su terminología no

s

debe perder de vista sobre todo la diferen

cia entre «comprensión» y «fundamento» contexto intencional y

genético coincidencia sensible y necesidad causal. La comprensión

s basa en la explicación evidente pero no en ningún tipo de prue

ba. Dimana de un análisis inmanente en la obra hermenéutico

mientras que l fundamento s deriva de

una

síntesis transcendente

a la obra derivativa.

na

obra de arte sólo puede comprenderse

por sí misma pero su existencia

s

puede fundamentar con mu

chas circunstancias situadas fuera de ella misma. El motivo de la

existencia de

una

obra de arte puede tener conexión con las cir

cunstancias más diversas y no tomar

en

cuenta muchas más pero

su comprensión presupone la aprehensión por parte del sujeto re

ceptor del contexto total de sus componentes en la vía de la recons

trucción del acto creador.

Cuando

s

dice que primero

hay

que aprender el «lenguaje» en

que s

expresa el artista a fin de comprender su obra

hay

que

tomarlo literalmente. Lenguaje significa aquí sencillamente ins

trumento de comunicación no sólo de procesos mentales lógicamente

d iscursivos sino también de signos y símbolos irracionales espon

taneamente descubiertos aunque cimentados en la práctica y con-

venidos tácitamente. Si no se ha comprendido más que

el

conte

nido comprensible y los momentos totalmente expresables en el

lenguaje de la praxis de

una

obra de arte,

aún

no

se

ha entendido

prácticamente nada de su calidad artística especial ni de su estruc

 

dar. La vivencia compenetradora y la apropiación interna de

una

obra de arte ocurre a distintos niveles incluso en el caso de efectos

calificables de adecuados, según la ideología y la formación, la pre

paración intelectual y los principios morales del sujeto receptor. La

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tura estética. Su esencia

se

halla entre líneas y puede permanecer

callada a pesar de toda la claridad de la expresión. La verdadera

visión y forma artística carece de todo equivalente intelectivamente

claro. Cabe que un signo sensiblemente expresivo incite al sujeto

receptor a la reconstrucción del acontecimiento vivido o imaginado

por el artista, pero la vivencia instigadora de la creación artística

o estimulada por el deseo de expresión artística no está contenida

en el signo, y n0 hay nada que garantice que la llamada «compene

tración» del receptor corresponda realmente a las sensaciones y re

presentaciones del artista.

La insuficiencia de la interpretación genética de las obras de arte

no proviene tanto del irracionalismo subyacente en ellas, sino que

depende más bien del hecho de que la lógica del pensamiento cien

tífico causal ~ e s u l t incompetente para el enjuiciamiento del arte,

aunque también éste sigue

una

lógica

sui generis.

Las categorías de

esta lógica,

es

decir, la de la visualidad

en

las artes plásticas, de

la armonía y del ritmo en música, la evolución del conflicto hasta

llegar a una crisis y al desenlace en el drama, no son ningunos

medios formales racionalmente estereotipados sino funciones del

contenido variable. En y de por sí,

una

forma artística carece de

sentido propio y claro; no puede colocarse a capricho, como por

ejemplo un vocablo, o conjugarse y modificarse, como

un

verbo. De

acuerdo con

el

contenido dado, no persigue siempre más que un

fin particular, sin que pueda identificarse con uno u otro momento

del contenido. La apropiación mecánica de

una forma hallada es un

ejercicio puramente «lingüístico»,

el

cual resulta estéril de por sí.

Lo mismo que no

se

puede deducir un contenido determinado de

antemano de una constitución formal, tampoco

se

puede deducir

una

forma necesariamente apropiada de un motivo de contenido;

ambos constituyen antinomias de

una

dialéctica y se condicionan

mutuamente. El que

en

la comprensión y goce de

una

obra de arte

se parta de uno u otro momento

es

siempre un paso provisional,

al que sigue otro de dirección opuesta. Pero no sólo los pasos de la

comprensión están condicionados antonómicamente

en

relación unos

con otros, en términos generales también la recepción es

una

forma

de superación e inversión como la toma y repetición del acto crea-

reacción a los estímulos artísticos

se

mueve en tre

una

comprensión

meramente intelectiva de los motivos representados o la impresión

fugazmente sentimental que producen, y

una

vivencia vital, conmo

vedora y transformadora de toda la personalidad del sujeto receptor.

Mas por mucho que puedan variar la dirección,

la

profundidad

y la complejidad de la comprensión según el momento histórico, el

fondo social y el nivel espiritual de la recepción, cada obra supone

para el receptor una tarea objetivamente obligada, aunque a me

nudo no se cumpla o sea imposible de cumplir, una exigencia, a la

que se debiera corresponder según un criterio inmanente la propor

ción, aunque se corresponde siempre según presuposiciones varia

bles. La recepción del arte, lo mismo que su producción, tiene con

diciones funcionales inmanentes a la obra, esto es, estructurales, y

transcendentes a la obra, en parte sociales y en parte individua

les. Pero la coyuntura más favorable de condiciones no garantiza

ni la comprensión fundamental de la obra de arte ni la posibilidad

de su comprensión adecuada, en aumento con la calidad artística.

Esté constituida como quiera la obra,

nunca

se produce

una

rela

ción directa entre artefacto y persona, comunicación y receptor, for

ma y sentimientos, a la manera en que se vierte un alma

en

otra

cuando la sobrecoge

el

amor o la compasión. Siempre se interpone

algo entre locutor y oyente, y si no

hay

nada,

el

lenguaje.

A la tesis de que una obra de arte

se

emancipa de su autor y

de su intención tan pronto como

se

termina, corresponde también

el hecho reconocido en relación con la teoría de que las formas cul

turales del pasado son siempre malentendidas, y con el tiempo re

sulta que sus autores pjensan siempre algo distinto a lo nuestro

cuando parecen afirmar algo correspondiente a la concepción ac

tual, y a decir verdad, no sólo porque están dentro de otro contexto

mental sino también porque piensan desde otro nexo vital

1

• Y aun

que sean incapaces de reconocerlo, no debe olvidarse que las inter

pretaciones que dan a sus propias obras no es más auténtica que

la de cualquier otra persona, en el sentido de estas palabras de Paul

1

Karl Mannheim «Historismus»,

Archiv.

f

Sozialwiss. u. Sozialpolit.

1924,

vol. 52, núm. 1 p. 35.

Valéry: «Quand l'ouvrage a paru, son interprétation par l'auteur

n a pas plus de valeur que toute autre par qui que soit».

La explicación genético-causal de

una

obra de arte, que,

en

con

traste con la interpretación analítico-inmanente, siempre rebasa los

saber, que no los entiende bien ninguno de los que presume de estar

totalmente familiarizado con ellos, podría decirse de todas las gran

des obras de arte. El aura de impenetrabilidad ante el sentimiento

de completa individualidad forma parte de su paradoja.

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límites de la obra respectiva, es prácticamente posible y lógicamente

pensable, aunque en modo alguno siempre realizable, en cuanto

revelación del motivo psicológico de la «racionalización» de un

impulso reprimido, de

una

inclinación oculta o en cuanto descu

brimiento del estímulo sociológico, localmente determinado e ideo

lógicamente condicionado, hacia

una

actitud o

una

acción. La inter

pretación estéticamente inmanente de

una

obra, para la que son irre

levantes e indiferentes las relaciones causales de la génesis, tiene,

en

cambio, motivos irracionales cuya validez fundamental es pro

blemática y de los que los autores no saben con frecuencia mucho

más que sus lectores. A la pregunta acerca de la relación entre

Ham-

let y su madre, Shakespeare podría haber dado

una

respuesta pa

recida a la de Samuel Beckett respecto a quién y qué entendía por

«Godot>> «Si lo hubiera sabido», parece haber dicho, «lo habría

dicho». Mas el hecho de que ni el uno ni el otro pudiera dar una

respuesta satisfactoria no significa en absoluto que no hubieran pen

sado nada en sus figuras problemáticas y en la situación en que

se

encontraban, o que no les hubiera quedado nada que pensar ni

decir sobre ellas. Significa

tan

solo que

el

intento de interpretación

de figuras artísticas apenas es posible

en

tal caso sin momentos du

dosos.

La

comprensión insuficiente o

el

malentendido no es sólo

la forma normal de reacción ante

el

arte del pasado, no es sólo la

forma provisional de

una

comprensión posterior más apropiada, sino

la manera regular de la reacción que produce la obra de arte, cuyos

supuestos históricos son irrepetibles.

Independientemente del aspecto variable bajo el que se presenten

de una persona a otra, y

tan

pronto como pierden su actualidad, su

función original y

el

valor práctico inherente a ella, las obras de

arte se transforman en las sombras más o menos veladas de su esen

cia única, imbricada en la realidad respectiva.

En

cuanto aparecen

por sí solas, no son ya lo que puedan haber sido para sus autores

y receptores originarios; mas no por eso han de ser con

el

tiempo

cada

vez

más falsificadas y alienadas.

En

condiciones favorables pue

den ser incluso más familiares para

el

observador, lector u oyente,

sin revelar naturalmente el secreto que forma parte de su signifi

cado. Lo que

se

ha

dicho de últimos cuartetos de Beethoven, a

660

Cierto, puede afirmarse que sólo

es

posible

una

comprensión

totalmente adecuada o

un

malentendido enteramente desacertado

de las obras de arte, y que

ha

de resultar nociva toda relación con

ellas que no esté a

la

altura de la complejidad e intensidad de su

mundo mental y sentimental. Pero esto no significa que uno tiene

que ser un experto y capaz de reconstruir

el

proceso creador para

entrar

en una

relación normativa con el arte.

Hasta

la música de

Mozart serían capaces de entenderla muy pocos si la presuposición

de

una

audición correcta fuese la prosecución consciente del t rabajo

causal dominado por

el

compositor, de la ejecución temática y del

desarrollo armónico. Para la recepción adecuada de

una

obra, aun

que no para su total agotamiento, basta a menudo la excitabilidad

del receptor, la disposición a entusiasmarse en

uno

de sus momen

tos. Igual que, de otro modo, uno puede quedar totalmente indi

ferente pese a toda la competencia y juicio de que disponga. ¡Qué

significaría entonces si, compositores de por sí difíciles, como Schon

berg o Webern, exigieran de sus oyentes que no los recibieran de

una manera distinta a Mozart, o cuando

T. S Eliot afirma haber

gozado de determinadas. poesías francesas mucho antes de ser capaz

de traducir correctamente siquiera dos líneas de ellas

La tensión existente entre

el artista creador y el receptor es

timulable a una vivencia artística se manifiesta bien a las claras en

el

cambio de los principios del estilo y del gusto. Lo que más difi

culta la comprensión de nuevas visiones y formas de expresión ar

tísticas es debido al hecho de que se trata de contenidos y vivencias

que no son concebibles

ni

formulables más que de la manera ele

gida por

el

artista, esto es, sólo nacen como producto de los medios

elegidos por él No hay

ningún

camino directo para la apropia

ción de la sensibilidad y complejidad de su arte. Los órganos de

los

sentidos tienen que acostumbrarse paulatinamente al nuevo tono,

a los nuevos complejos formales y valores cromáticos, y la inteligen

cia artística y el sentido de la calidad tienen que conseguir mediante

la disciplina la capacidad para su percepción y apreciación. Puede

que una iluminación fulminante abra el acceso tanto al arte nuevo

como al viejo, mas no ahorra el esfuerzo que requiere su conquista.

El oído

es

en y de por

sordo a las diferentes impresiones musicales

661

y la vista insensible a los efectos pictóricos. Así

es

como hay que

entender también la alegoría de Schopenhauer en sus Parerga y pa-

ralipómenos de que el mago produce su mejor artificio ante gente

rangón en

el

mundo de

los

fenómenos naturales. Una manifesta

ción espiritual no tiene sentido más que

en

relación con un todo

anímico y cambia de significado según

el

contexto en

el

que se

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¡

1

1

que resulta ciega.

La

interpretación de

una

comunicación artística

que

en

parte pretende siempre comunicar algo inefable peligra con

la posibilidad y generalmente con la inevitabilidad del malenten

dido. Aunque la comunicación sea racional y traducible

en

forma

discursiva la manera

en

que uno se dé cuenta de ella el camino

por el que llegue a

uno

y los criterios por los que se juzgue su rele

vancia pueden ser ilógicos estar condicionados parcialmente por

momentos inconcebibles e inanalizables.

2 eferencia vital de la comprensión

La dependencia de la recepción artística de

la

teoría artística crí

tica y de la formación de conceptos de la historia del arte respecto

de la correspondiente praxis vital dicho en otros términos la co-

rrespondencia fundamental entre sentido artístico y su interpreta

ción procede

en

contraste con la autonomía del conocimiento cien

tífico-natural y la particularidad y consistencia de su aspecto ante la

realidad de la constitución especial de la «comprensión» con que

uno se acerque a las obras de arte. A diferencia de la explicación

de las ciencias exactas esta actitud

es

vital y afectiva. El desconoci

miento de esta índole de la comprensión arraigada en la vida y

en el

sentimiento dimana de la hipótesis de que los rendimientos

creadores están histórica y socialmente vinculados mientras que

su interpretación y juicio son históricamente libres y socialmente

insignificantes.

Guillermo Dilthey vio la verdadera dificultad y al mismo tiempo

también el encanto peculiar de la investigación descripción y

ex-

posición de las formas y acontecimientos históricos en que sólo

pueden concebirse en unión directa con el ser y la vida y en que

al juzgarlos hay que deducir algo «interno» suprasensible de los

signos sensibles dados

2

• Pero esta dificultad no se inicia

en

absoluto

con los complejos signos y símbolos del arte. La manifestación aní

mica más sencilla una carta corriente o una palabra dicha ca

sualmente puede constitui r un problema de interpretación sin pa-

2

G. Dilthey:

Obras completas

V,

p.

318.

encuentre.

Es

decir

el

fenómeno natural se explica suficientemente

con el establecimiento de la causalidad de la cual resulta mientras

que

una

expresión anímica tan to el gesto más espontáneo como la

forma más relacionada no puede entenderse sino a base de la

identificación interna del observador con el sujeto de la expresión.

La unión entre el sujeto productor y

el

receptor no sólo corrige la

forma objetiva de la expresión sino que la constituye.

De

ahí que

una represeatación artística pueda tener un sentido distinto con

cada nueva interpretación y ofrecer finalmente toda

una

serie de

significados mientras que un fenómeno natural no puede tener más

que un explicación.

La limitación de una clara interpretación de las obras de arte

a casos relativamente escasos y excepcionales proviene de la par

ticipación decisiva de componentes social e individualmente varia

bles e irracionales en su configuración. Por decisiva que sea l

parte de

lo

racionalmente explicable lo socialmente considerable.

lo

técnicamente comprobable y lo reconstruible de individuo a indi

viduo las formas artísticas en general no son siempre accesibles

por vía racional ni están totalmente abiertas a

una

consideración

impersonal exenta de emoción. La afectividad latente forma parte

de su sentido tanto como

el

contenido conceptual manifiesto y la

función

s o c i ~ l

explícita. Los conceptos y objetivos prácticos pueden

ser totalmente claros

y,

en cuanto tales comparables entre sí las

emociones por

el

contrario reciben

una

forma única y peculiar

en cada obra de arte auténtica. De ahí que la «comprensión» de ma

nifestaciones artísticas a base de emociones personales implique siem

pre

el

peligro

de

malentendido.

La cuestión de las presuposiciones de la comprensión en el sen

tido de

una

recepción artística adecuada no puede responderse de

un modo claro. U na tesis de las ciencias exactas puede compren

derse o malentenderse totalmente pero

una

manifestación anímica

afectiva

una <:onfesión

o

un

estado de ánimo fugaz sentimental

mente condicionado no puede ni comprenderse por completo en

la forma de una reacción espontánea ni tampoco malentenderse del

todo. Ninguna emoción puede reconstruirse totalmente a base de

signos exteriores mas toda expresión anímica

es en cierto modo

«responsable>>

del efecto que produce. A la incomprensión absoluta

con que puede recibirse

una

manifestación teórica corresponde en

relación con la obra ele arte

una

falta de todo efecto directo, es

decir, el total embotamiento y vacío, esto

es,

no un desconoci-

caracterizadas por una imaginación y dominio del lenguaje impo-

nentes. Hasta la psicología de Shakespeare nos conmueve más que

nos convence. A fin de apreciar sus logros, tenemos que olvidar

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miento de lo que puede haberse querido decir con la manifestación,

sino la ignorancia del hecho de que

se

quería decir algo en absoluto.

Si Goethe había de tener ya el sentimiento de haber contribuido

a la creación de Hamlet bajo el aspecto de la posteridad, y Unamuno

creía poder sacar del on

Quijote

un sentido que no sólo tenía que

ignorar

el

autor sino que ni siquiera quería saber de él, esto ocu-

rrió en el sentido de la advertencia: «No te

fíes

del narrador, fíate de

la narracióm . Si, a pesar de todo, se mantiene la opinión de que

la intención consciente del artista y la concepción de sus contem-

poráneos son necesarias para la plena comprensión de

una

obra,

habrán

que sacar entonces la conclusión de que la posteridad la com-

prende mal inevitablemente y tiene que hallar un camino hacia

su comprensión.

3

l inevitable malentendido

a

vivencia artística de

un

observador posterior va acompañada

siempre del sentimiento de extrañeza, el cual se debilita ciertamente

al familiarizarse más con las obras, pero nunca

se

esfuma tanto

que

se

le escape a uno la diferencia fundamental entre el arte del

pasado y

l

del presente. Uno

se

hace parte de la cultura y de la

educación, el otro permanece unido directamente a la vida real y

a la praxis concreta. Salvar la distancia entre ambas categorías

es

uno de los cometidos más importantes de una teoría artística

tendente a

la

uniformidad. La tensión que no se puede suprimir

en

este respecto entre saber y sentir, y la continua revisión a

que han de someterse

los

juicios acerca de los movimientos artís-

ticos del pasado sin que fuesen más apropiados, muestra del modo

más claro lo inaplicable que es la idea del progreso al desarrollo

del arte y de los juicios artísticos. Igual que no se entiende hoy a

Rafael mejor que hace doscientos o trescientos años porque

se

o n o z ~ n

más hechos de él y de su arte, tampoco se comprenden hoy

mejor las obras de los trágicos griegos, aunque

se

conozcan más,

desde

el punto

de vista filológico que

en

tiempos del barroco o del

clasicismo. Las interpretamos, como por ejemplo La Divina Come-

dia o on Quijote como ficciones alambicadas, si bien inmensas,

664

precisamente determinadas características de los estilos históricos, tal

como la perspectiva invertida de la pintura medieval, la perspec-

tiva central del Quattrocento, construida con tanto esfuerzo, o

los

colores del Renacimiento en general, condicionados solamente por

la composición. ¿Pero puede hablarse todavía de

una

compren-

sión adecuad< de las obras, con tales limitaciones, cambios de as-

pecto y desplazamientos de acento? ¿Son todavía las mismas cosas

de las que se habla a lo largo de los siglos? Mas, aunque Cervantes

y Shakespearc. Rafael y Rembrandt, apenas estarían de acuerdo

con nuestra interpretación de sus creaciones, ¿debiera rechazarse

por irrelevante todo lo que han puesto en ellas, desde distintos

puntos de vista, los historiadores, críticos y expertos? ¿Acaso no

forma parte del mismo cuerpo de sus obras la imagen que las gene-

raciones posteriores

han

obtenido de ellas? ¿No

se

han convertido

paulatinamente en lo que son ahora? ¿Puede separarse ya en abso-

luto lo añadido del estado original? ¿No

ha

desaparecido para

siempre el Shakespeare o Cervantes «auténtico»? ¿No es el malen-

tendido el precio ineludible de nuestra relación con ellos, sea ésta

como quiera? ¿No recibimos

una

forma cultural del pasado sino

cuando la arrancamos de su contexto original y la trasladamos al

de nuestra propia concepción del mundo y cultura? ¿Deben ser

en

el

arte las tosas diferentes a como ocurren

en

la filosofía donde

como sabemos, ante nuestro acuerdo con un pensador ant:rior,

sulta normalmente que se trata de cosas distintas bajo un mismo

nombre, y las ideas aparentemente idénticas poseen cada vez una

función propia y un sentido propio en consonancia con ésta?

No se requiere mucha sagacidad ni ninguna crítica especial-

mente profunda para revelar la insuficiencia del historicismo adia-

lécticamente unilateral.

Nada

está más claro que el hecho de que

tienen que conocerse al menos diversos grados de comprensión para

poder hablar de malentendido. Si no fuéramos capaces de com-

p_render

el arte del Renacimiento mejor que el del Antiguo Oriente, o

SI

la concepción artística de los griegos no nos fuese más familiar

que la de los indios americanos, no sabríamos en absoluto que

también puede entenderse mal un arte. Y si no consiguiéramos

establecer desviaciones y fallos de la interpretación, seríamos en

general incapaces de percibir la tensión existente entre

una

actitud

665

históricamente crítica y otra ideológicamente preconcebida, presa

de la respectiva voluntad artística, o entre una observación que

se

da cuenta de los motivos del efecto artístico y

un

placer incom

la historia de nuevo, tienen que interpretarse de nuevo las obras

de arte y traducirse de nuevo las obras de la literatura universal.

Y de ahí que, pese a las objeciones que tal vez sean justificadas

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prometido, semi-inconsciente,

en el

arte, una tensión que tal

vez

no se elimine

nunca

por completo, pero que puede reducirse unas

veces más y otras menos. Los críticos de Malraux no fueron los

primeros en descubrir estas insuficiencias del historicismo. Mas

los historiadores las aceptan para evitar las insuficiencias peores

del pensamiento adialécticamente ahistórico.

a

circunstancia de

que la historia sea siempre la historia de

un

substrato

en

y de

por

no histórico, y de que en las distintas variantes de una meta

científica y otra artística

se

revela siempre

una

potencia espiritual

idéntica en estas modificaciones,

se

conocía ya mucho antes de la

crítica efectuada a Malraux y al nuevo historicismo. Desde los elea

tas nadie tiene ya derecho indiscutible al mérito del descubrimiento

de que las formas históricas son sencillamente insuficientes e in

comprensibles, si el espíritu,

en

cuanto sustancia ontológica del

acontecer, cambiase por completo en

el

curso de la historia

3

Si

se

examina más a fondo, resulta esencialmente infundado el

antihistoricismo, en cuanto expresión del temor de que la revalora

ción de las formas históricas va unida a

un

relativismo inevitable

mediante las generaciones sucesivas. Pues igual que

se

pueden tener

distintas ideas de la vida y del mundo en las diversas fases evo

lutivas del propio ser

y

a pesar de eso, no tiene que admitirse que

no corresponden a

ninguna

clase de realidad objetiva o que no son

capaces de transmitirla correctamente, tampoco se tendrá que admi

tir que no corresponde ninguna validez, sea de la clase que sea, a

las diferentes ideas, mutuamente anuladoras, de las evoluciones his

tóricas y sobre todo, histórico-artísticas

•.

4 La fuerza

retroactiva>>

del presente

El pasado carece

en

sí de importancia y de significado; sólo los

adquiere

en

relación con el presente. De ahí que cada presente

se

cree

un

pasado distinto, y por eso tiene que escribirse siempre

3

Cf. F.

A. Hayek:

he

Counter-Revolution of Science 1952 p.

78.

• Cf.

K.

Mannheim: Betriige zur Theorie der Weltanschauungsinterpreta

tion 1923

p.

27.

666

frente al historicismo total, no sea

en

absoluto

tan

desatinado afir

mar que toda supuesta comprensión del pasado incluye

un

fatal

malentendido. Pues el mismo punto de vista desde el que se obser

va juzga la historia no yace fuera de la historia, sino que también

es

producto de ella. El sentido del pasado

es un

concepto teleológico.

Se

pregunta constantemente: «sentido», ¿para quién?; «sentido»,

¿en qué contexto?

Con

el

cambio de lugar varía no sólo la imagen del presente y

del futuro inmediato, sino también la del pasado visible. Cada cul

tura tiene su propio árbol genealógico, su propia historia épica; a

cada

una

de Pllas conduce

un

camino distinto de la evolución

un

camino que no se destaca claramente hasta alcanzar la

met:.

El

manierismo, por ejemplo, no sólo fue descubierto con la aparición

del moderno expresionismo y surrealismo, sino que hasta que no se

puso en relación con ellos no se convirtió

en una

fase integrante y

definible de la historia del arte. Cierto que ya existían antes obras

manieristas, pero parecen haber surgido sin razón suficiente y haber

permanecido sin continuación correspondiente. En su génesis y

desarrollo faltaban los rasgos característicos de la continuidad y

discontinuidad. Mas con la relegación y ambigüedad del arte mo

derno cambió de repente no sólo la imagen de estas mismas obras,

sino también

el

sentido del arte clásico precedente, cuya armonía

autosuficiente regularidad aparentemente sin problemas contie

nen ya los gérmenes del manierismo y parecen haberlo provocado

como reacción.

El mero conocimiento y registro de

los

acontecimientos no

es

t ~ a v í a

ninguna «historia». Pues al saberse ya antes del expresio

msmo moderno acerca de los manieristas individuales y de sus

obras, no eonstituían éstos

aún ningún

objeto de la historia del

arte. Murieron y

se

olvidaron, y en verdad no porque se rechazasen

sus obras como productos artísticos, sino más bien porque no se

g _ u a ~ d a b a

ya ninguna .relación real con ellas, porque n i siquiera

S gmficaban ya algo en sent ido negativo para

el

período que va

desde

el

alto barroco hasta

el

fin del impresionismo.

El pasado, con todas sus manifestaciones,

es

producto del pre

~ ~ n t e

no sólo porque toda coyuntura histórica está situada en

una

mea espechl

dE

la 1 "' ·

· evo

ucwn

y tiene sus propias presuposiciones,

667

que constituyen precisamente el pasado del presente respectivo, sino

tambien porque desde los lugares respectivamente dados se presen

tan aspectos diferentes de los mismos sucesos.

En

este sentido pue

de hablarse tranquilamente con Nietzsche de

la

«fuerza retroactiva

En

la mediación entre presente y pasado es fundamental la cir

c u ~ s t ~ n c i a

de que, d e b ~ d o a la génesis de

una

nueva concepción

a r t J s t J c ~ las. ob as antiguas pueden adquirir un nuevo carácter

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del presente>.>". Bergson exagera esta idea cuando afirma que el

presente no sólo saca a relucir aspectos ocultos del pasado, sino

que produce momentos inexistentes en él, es decir, no solo los des

cubre sino que los crea por primera vez. Cuando, por ejemplo, se

refiere a que

hay

que ver los orígenes del romanticismo

en

el

clasicismo, quiere decir que lo hallado no

ha

sido más que un

producto de la fuerza retroactiva del aspecto romántico.

En

la his

toria se perciben indicios de lo que va a ocurrir porque

se

conoce

ya el curso seguido por la evolución. Los supuestos indicios son

en

realidad consecuencias remontadas a los acontecimientos ante

riores •.

De

esta manera Bergson mistifica la observación correcta

de que los rasgos románticos del clasicismo apenas hubieran sido

perceptibles sin el romanticismo posterior. Indudablemente habrían

existido, mas no se habrían diferenciado ni definido de entre

los

rasgos predominantes del clasicismo. Cierto es únicamente que el

romanticismo constituyó la presuposición para una diferenciación

más exacta de los rasgos del clasicismo, no es cierto ni defendible,

por

el

contrario, la hipostatación de un concepto meramente teórico

histórico como realidad histórica. Pues si algo que figuraba como

clásico se denomina de repente romántico, se introduce sencilla

mente una categoría nueva, y se descubre a lo sumo

un

aspecto

nuevo, pero no ninguna realidad nueva.

En

T S. Eliot, el pensa

miento acerca del papel constitutivo del presente para la signifi

cación del pasado adopta un carácter más exacto, aunque en el

fondo sigue aferrado a la noción nietzscheana y bergsoniana del

tiempo histórico. También en él se trata de modificaciones que

experimentan

los

fenómenos de la historia del arte desde la pers

pectiva de acontecimientos posteriores, pero, según él, el nacimiento

de obras nuevas, realmente creadoras, cambia tan sólo el contexto

y la relación mutua de los monumentos de arte existentes, pero

éstos se mantienen intactos en su ser •

5

Nietzsche: Die frohliche Wissenschaft. «Historia abscondita».

Bergson:

La Pensée et

le

mouvement

1934, pp. 23¡24.

T

S.

Eliot:

Tradition and the Individual Talent. Selected Essays

1934.

p.

15.

valorativo, SI b1en esto puede significar taJ¡lto

una

disminución

como aumento de valor. Maestros como Frans Hals, Rubens o

Chardm parecen haberse anticipado a la visión artística de Manet

Delacroix Y ~ z a n n e ; ganan en importancia en la medida en q u ~

aparecen los p r ~ t o r e s modernos y cumplen

en

cierto modo su pro

mesa. En cambw, un .Perugino pierde valor

tan

pronto como se

hace valer Rafael; y Signorelli produce un efecto de pedantería y

monotonía junto a un Miguel Angel. En estos nexos los maestros

a.ntiguos se presentan como meros «precursores», que no hacen

smo

p r e ~ a r a r

los logros posteriores, pero en modo alguno

los

eje

cutan pnmero. Desde el punto de vista del impresionismo el estilo

~ a r d í o de Tiziano adquiere

una

nueva dimensión; m i e n ~ r a s que,

¡unto a las obras de Rembrandt, toda la pintura de claroscuro pa

rece un simple amaneramiento. En todas estas modalidades de la

r ~ l a c i ~ n e n t r ~ presente y pasado se trata de comunicaciones en dos

d1reccwnes dtversas; unas veces la vivencia del arte moderno faci

lita c ~ m p r e n s i ó n del antiguo al observador actual, otras veces el

conocimiento del arte antiguo ahonda la conciencia de las tende _

cias artísticas actuales. n

5

ipología de la comprensión musical

Comprensión Y malentendido del arte no están en absoluto tan

separados .uno de otro como parece, sino que más bien están mutua

mente umdos por

una

larga serie de transiciones. Theodor W.

tdorno establece en la música

una

tipología bien diferenciada de

receptores, cuya conducta oscila entre audición perfectamente

ab.

~ c u a d a e insensibilidad completa •. Tipos seme¡'antes se

dan

tam-

ren en el ' b' d

d

. am Ito e otras artes, pero al parecer en ninguna son

tan

Versos

y t 1 d

fi

'd

d

1

an

e aramente e m

os

como aquí. A la cabeza

e a escala de Ado t

¡

be

od

rno

es

a e experto e oyente ideal a secas que

~ e l i

t

0

lo

ofrecido intencionadamente y con pleno conocimiento

e proceso musical ·

paz d d • a qmen no escapa nada esencial y que es ca-

e arse cuenta de todo lo que lo conmueve. Como se pretende

s Th

W.

Adorno: Introducción a

la

sociología de

la

música pp.

16-29.

en

toda música desarrollada consecuentemente

en

el tema oye si

multáneamente y con la misma participación todo lo sonado lo que

suena y lo que va a sonar. Concibe la música como unidad homo

génea

en

donde todo el contenido

se

traduce

en

forma y

la

forma

ñana redescubrirá a Mendelssohn. Solo que no entiende correcta

mente lo actual de verdad e indicador del futuro. Su gusto es

conservador porque él mismo carece de juicio. Su conformismo

no excluye toda la capacidad de goce artístico pero le priva de la

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el desarrollo temático los contrastes armónicos y rítmicos

la li

nea melódica y la sucesión de tonos existe para llevar el «pensa

miento» musical. Para él la técnica en cuanto forma «lógica» de

la sustancia emocional e ideal de la obra es inseparable de la

argumentación musical. Los representantes de este tipo se limitan

hoy día a los músicos profesionales. Pero algunos mediadores profe

sionales de la música separan el trabajo manual que practican del

verdadero sentido de la técnica y ellos mismos terminan por no en

tender siempre lo que debieran hacer comprensible a otros.

El tipo siguiente según el rango es tal como lo denomina Ador

no el buen oyente que es capaz de comprender espontáneamente

la composición

en

su contexto y de juzgar

tanto

por el sentido mu

sical como por la calidad artística

es

decir que no

se

deja condu

cir a error ni por el prestigio del compositor ni por tal o cual ele

mento agradable sin más pero el cual

no

es siempre totalmente

consciente de

los

medios técnicos por los que

se

logran los dis

tintos efectos. Este tipo que ocupa una posición media

en

la cla

sificación de los receptores tiene cada vez menos representantes y

como afirma Adorno amenaza con desaparecer del todo. «Se anun

cia

una

polarización hacia los extremos de la tipología: actualmente

uno entiende tendenciosamente todo o nada»

•.

Entre este y el tipo siguiente el llamado oyente ilustrado se

abre la cisura más sensible. El amor espontáneo por la música y

el

abandono directo a ella es sustituido por

una

especie de respeto

y sentido del deber. El «consumidor de ilustración» es insaciable

quisiera conocerlo todo haberlo oído todo a ser posible poseer todos

los discos que le

dan

prestigio. n este estadio el estar informado

equivale a la compensación por el conocimiento deficiente de la

necesidad estructural y el disfrute de componentes aislados melo

días exquisitas ri tmos picantes armonías sublimes

es

la com

pensación por la integración de estos elementos

en

la vivencia de

la obra como

un

todo. Está enamorado de «pasajes hermosos» o

de compositores de moda confirmados por la «buena sociedad».

Ayer era todavía wagneriano hoy

se

entusiasma por Berlioz ma-

• Ibídem p

18.

satisfacción de darle validez por sí solo a

un

arte nuevo. La rele

vancia psicológica del tipo estriba

en

que su conformismo

es la

base más segura de las convenciones predominantes y que los con

formistas ocupan una posición clave en la vida artística debido al

hecho de que constituyen el núcleo del público fijo de los concier

tos de los asistentes regulares a la ópera de las audiencias de los

festivales Y la mayoría de los comités direcciones y consejos admi

nistrativos responsables decisivos

para

la determinación de los pro

gramas directores y solistas.

Los

demás tipos se distinguen por una ignorancia más o menos

amplia del verdadero sentido de las composiciones de la música

en

cuanto tal. El oyente que Adorno llama emocional carece en abso

luto de relación directa con la música en cuanto estructura musical

y con un producto objetivo que se ha de juzgar únicamente por

sus cualidades artísticas. Su reacción a la música es más espontá

nea que la del «oyente ilustrado» determinada por

una

norma fija

pero más inconsecuente irresponsable y casual que ésta. Sus emo

ciones son sinceras pero consisten por lo común de agitaciones de

ánimo prontas libres y no seleccionadas

en

las que

la

música de

sempeña más bien el papel de pretexto que el de motivo suficiente.

_e

alimentan con toda clase de sentimientos y arranques de entu

siasmo y melancolía reunidos de todas partes y descargados en toda

ocasión posible e imposible. Cualquier música

es

bastante buena

para hartarse de llorar con ella. Encarna el profesional ajeno al

arte que busca

en

la música distracción y vivencias estimulantes sin

ningún interés particular compensación por todo lo que echa de

menos en la vida motivo para creaciones fantásticas sueños pasio

nes que

es

incapaz de producir por sí solo. Mas por muy abajo

que se encuentre este tipo de oyente en la jerarquía de los recepto

res la emocionalidad que caracteriza sus vivencias artísticas partici

pa en

el

efecto de la música incluso a su nivel más alto de

una

manera más decisiva de lo que Adorno quiere reconocer. Y hasta

Eduard Hanslick puede tener razón con su doctrina de la libertad

s e ~ t i m e n t l

de la recepción musical correcta sólo

en

tanto

se

trata

de

una

emotividad de

una

disposición emocional que de emo

CIOnes

claras e inconfundibles.

La

insuficiencia de la teoría acerca

de la recepción sentimental de la música estriba únicamente en que

se

conciben el afecto y

el

intelecto como principios opuestos, y

se

olvida que los afectos pueden tener presuposiciones intelectuales y

las reflexiones racionales pueden ir acompañadas de emociones. La

En

la protesta contra el arte y la cultura oficiales, aunque tal

vez

sólo aquí, se une el tipo adorniano del experto n jazz y el

amante del jazz con el oyente resentido. Emparentado con él está

también el entusiasta del arte pop no tenido en cuenta por Adorno.

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i

1

diferencia entre los tipos de audición divergentes en este respecto

resulta sencillamente de que en la recepción adecuada

el

efecto

emocional

es

un coeficiente de la comprensión estructural, mien

tras que en ls audición puramente emocional de la música se con

vierte

en

mera ocasión para satisfacer necesidades subjetivas.

Mientras que los tipos analizados hasta ahora corresponden a

una actitud más o menos positiva hacia la música,

los

demás tipos

considerados por Adorno traslucen una tendencia negativa, que re

chaza

los

valores supremos de la música. El tipo calificado de oyente

resentido representa en cierto modo la imagen opuesta del consu

midor por ilustración, del oyente que afirma y está dispuesto a

apropiarse todc lo establecido y reconocido oficialmente de algún

modo. El oyente lleno de

un

rencor tácito, impotente, excluido de

la vida creadora, desprecia y niega la música públicamente aceptada

e institucionalmente reconocida. La acusa de ser brutal, conven

cional, venal y dispuesta a cualquier concesión con tal de lograr

el éxito. Rechaza lo eficaz no, por ejemplo, en interés de una van

guardia, no a causa de una esperanza que transciende lo corriente,

encaminada

al

futuro, sino por un impulso conservador y regresivo,

que recurre a una dirección aparte, noblemente anticuada, de un

pasado

lo

más lejano posible. De esta suerte

se

produjo la reciente

moda de Monteverdi en círculos relativamente amplios, igual que

antes

el

culto de Bach, el vivo interés por Vivaldi y

los

otros maes

tros del siglo xvm el limitado interés por casi toda la música ro-

mántica, y los sentimientos tibios frente a toda la producción musi

cal entre Bach y la última vanguardia. Contra las elevadas cifras

de aceptación de los viejos programas clásico-románticos confir

mados se protesta con el rechazo de la licencia emocional y la susti

tución del

rubato

anarquista por

el

rígido

tempo recto

de

los

mejores

artistas modernos. El rasgo más saliente del resentimiento contra el

arte del siglo pasado, de un éxito aún no superado entre el pú

blico en general, es

una

tendencia antirromántica, inclinada unas

veces a la reacción, otras al nihilismo, esto es a la negación del

arte

en

cuanto vehículo relevante de la mediación, del entendimiento

y de la cultura comunitaria.

Todos tienen en común la ostentosa aversión contra la herencia

clásico-romántica, aunque denotan una inclinación secreta, aunque

por lo general apenas disimulable, por la melancolía romántica.

Procuran siempre darle a su protesta contra el «fraude cultural» de

la crítica oficial de arte

un carácter «técnico-deportivo»

0

Adorno reserva

una

categoría especial para el oyente para el

que la música no es más que entretenimiento. Mas en realidad

apenas se diferencia de los demás tipos que se hallan por debajo

del nivel del experto. Pues por útil que sea la múltiple diferencia

ción de los tipos de oyentes, la única cisura importante es la que

separa a los expertos de los no expertos. Para éstos la música no

es

más que distracción, es decir, esparcimiento sin esfuerzo, sin come

tido ni responsabilidad especiales. Goza de ella, escucha partes y

trozos de ella con gusto y satisfacción, sin comprender las compo

siciones en su unidad, sin apropiárselas, sin concebirlas como ri

gurosamente coherentes, de acuerdo con su racionalidad musical,

y como necesarias, en

el

sentido de una regularidad inmanente. Los

límites entre los distintos tipos de subexpertos son fluidos, y la evo

lución impulsa hacia su mayor mezcla y acomodación en forma de

una masa que recibe inadecuadamente hasta la música mejor. El

«buen oyente», el «consumidor de ilustración» y el aficionado re

sentido de estilos arcaicos, antirrománticos, pese a la insuficiencia

igualmente lamentable, pueden difícilmente incluirse en la catego

ría de un público de masas claro, sobre todo porque

el

consumo ma

sivo de medios de estímulo y placer, ya sean de tipo sexual, culina

rio aumentador del confort o espiritual, corresponde más bien a

un hábito que a

una

necesidad real.

Se

echan de menos tales medios

de placer cuando faltan, pero apenas

se

notan cuando están a la

disposición de uno.

En

América,

los

aparatos de radio resuenan

constantemente en todas partes, en la consulta de los dentistas y

en las barberías y cafés; pero uno no se da cuenta de ellos hasta

que

se

apagan al cerrar la tienda. Evidentemente la gente cree es

capar a su soledad con la música de fondo. Mas

el

constante zumbi

do los aísla incluso de quienes están sentados con ellos en la misma

10

Ibídem, p. 25.

mesa. La música adormece y el trabajo se efectúa de

una

manera

tanto más mecánica. Resulta el acompañante más modesto lo deja

a uno en paz y sólo nos hace escuchar con atención unos minutos

ante

una

conocida melodía de opereta o una canción bailable.

La

mientras que el conservadurismo puede reforzar el principio de la

coherencia a pesar de toda su desigualdad.

n

este último triunfan

las fuerzas de la continuidad y de la tradición mientras que en el

primero lo hacen las de la discontinuidad y de la emancipación.

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8/16/2019 Arnold Hauser-Sociologia Del Arte

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música que sólo sirve para distracción requiere oyentes «distraídos»

que

ni

tienen clara conciencia de sí mismos

ni

piensan en someter

el efecto del que son presa a ningún criterio concebible ni a ninguna

norma crítica. Cuando son afectados espiritualmente adolecen

de

un

orgullo de mendigo espiritual. Su veredicto reza así: «me gusta

o no me gusta piensen lo que quieran los señores sabelotodo». Mas

de esta suerte se ha rebasado también el límite que encierra a los

musicalmente indiferentes amusicales o antimusicales. El motivo

para encerrarse o para rechazar también es en este caso si es que

no se debe a

una

insuficiencia fisiológica o psicológica como con

tanta frecuencia ocurre ese orgullo y obstinación dirigidos contra

una sociedad que niega a sus miembros menos privilegiados las pre

suposiciones para part icipar de

los

tesoros de

una

cultura común.

La cuestión más necesitada de aclaración y que requiere del modo

más urgente

una

solución en relación con los distintos tipos de re-

cepción consiste evidentemente en saber si y hasta qué punto

un

·

tipo es capaz de rendir para otro servicios de mediador en interés

de

una

comprensión mejor más profunda y más adecuada entre

arti sta y público producción y consumo. ¿Es imprescindible el con

curso de maestros críticos actores coleccionistas direcciones de

museos y sociedades de conciertos en las mediaciones eficaces o aca

so resulta la mera coexistencia de los distintos tipos de recepción

en y de por sí

tan

estimulante y acrecentadora de

la

sensibilidad

que los tipos inferiores ven y oyen más claro bajo la influencia de

los superiores? Sea como fuere la creciente distancia entre los ti-

pos medios y

los

ideales y en particular la diferenciación de la

recepción viene en gran medida socialmente condicionada. Se tra

ta principalmente de una progresiva estratificación de las capas ilus

tradas como consecuencia del aumento y la movilización de

los

diferentes grupos económicos y profesionales. Igual que la forma

ción de los tipos receptores también el ascenso de

un

tipo a otro

depende de condiciones sociales.

Un

orden social liberal y progre

sista fomenta mientras que otro antidemocrático y regresivo

obs-

taculiza la aproximación de los distintos estadios y modalidades.

No obstante el liberalismo puede ciertamente nivelar los sujetos

sociales pero también puede debilitar

la

coherencia de la cultura

674

El

éxito de la mediación entre los distintos grados y formas de

la recepción sin embargo tiene además de las sociales una serie

de presuposiciones naturales psicológico-biográficas. La transforma

ción de

un

receptor ignorante en

un

experto exige no sólo

una

edu

cación larga que a menudo ocupa toda la juventud de

una

per

sona muchos y esforzados amos de aprendizaje sino también

un

cambio de personalidad que puede quedar sin realizar pese a la

mejor voluntad y al mayor esfuerzo. Quien no nació para eso tal

vez no llegue a serlo nunca. La educación social sólo puede desa

rrollar y dirigir disposiciones existentes. Pero en ciertas circuns

tancias también la educación puede hacer de

una

persona no muy

sensitiva

un

oyente o espectador bueno capaz de emitir un juicio

y de reaccionar más o menos correctamente a las diferencias de ca

lidad. Hasta la recepción adecuada perfecta igual que la produc

ción perfectamente eficaz pueden producirse de

una

semilla minús

cula aunque en todo caso no lo hacen sino bajo la acción con

junta de numerosas condiciones favorables tan to sociales como

individuales. La mera mediación instrucción y ejemplo dirección

y corrección por parte de maestros experimentados de críticos pers

picaces y de expertos consagrados o de legos más receptores no con

vierten en ningún entendido a la persona sin sensibilidad para las

cualidades artísticas sin sentido de las implicaciones de

un

cometido

artístico y sin juicio acerca de los criterios más sencillos del logro

artístico. Sin embargo por vía de la mediación pueden formarse

«oyentes instruidos» capaces de

un

goce artístico sincero buenos

lectores y amantes visualmente sensibles de la pintura

los

cuales

aunque sean incapaces de penetrar en los últimos misterios de las

obras de arte más grandes pueden hall ar verdadero placer en ellas.

Los

mediadores decisivos pertenecen al medio imprescindible en el

que sucede la educación social de los receptores «buenos» y «edu

cados». Mas el hecho de que personas medias tan numerosas y

competentes sean incapaces de garantizar el éxito denota los límites

de

la mediación en el sentido aquí indicado y en el terreno aquí apli

cado La influencia del mediador no va directamente de persona a

persona de espíri tu a espíritu sino a través de

una

serie de hechos

objetivos o cosificados naturales o convencionales e institucionales.

675

9 Exito

y

fracaso

st

mientos estilísticos afectistas del helenismo, la extravagancia egoísta

del arte manierista, los movimientos románticos en torno al sujeto

y todo el lirismo predominante en el siglo pasado de la música y la

poesía occidentales aparecen en momentos de superproducción, de

un

mercado artístico inundado de mercancías, de la libre competen

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l Talento y éxito

Rilke definía la fama,

en

particular la del artista, como la suma

de

un

malentendido creado

en

torno a

un

nombre.

on

ello que

ría decir, evidentemente, que nunca se le

da

al artista lo que se

merece, y que el reconocimiento de sus m é r i ~ o s es

tan

infundado como

su desconocimiento.

De

todas maneras, los criterios del reconoci

miento, incluso cuando resulta merecido, son inconstantes y poco

seguros. La fama bien merecida puede destruirse lo mismo que

el

desconocimiento. Como

se

dice proverbialmente,

nada

es

tan

efi-

caz como el éxito, aunque también puede venirse abajo el éxito

basado en el éxito. Indudablemente constituye uno de los estímu

los más efectivos que puede experimentar el artista, y lo anima

con frecuencia a efectuar los trabajos más atrevidos y logrados. Pero

a veces también mima y corrompe al hacerlo ligero e irresponsable

y confiar demasiado

en

su suerte y prestigio.

El artista aspira al éxito a fin de asegurarse los medios para

su

mantenimiento, su independencia material, el honor y la influencia.

Muchos trabajos

en

apariencia desinteresados no son con frecuencia

más que vehículo para este fin. Sobre todo los medios para producir

un

efecto nuevo y original sirven más a menudo para hacerse va-

ler, mantenerse junto a unos y elevarse por encima de otros, que

al

deseo de expresar y comunicar el carácter propio. El individualismo

extremado es, evidentemente,

un

síntoma de la competencia cre

ciente y

un

medio para atraerse la atención del público. Los movi

676

cia, de la independencia material y del simultáneo desamparo de

los

productores.

La

particularidad estrafalaria, excéntrica, nunca

dada,

es

el triunfo en el juego de azar por el éxito, en trampa para

el público y

en

medio de seducción del artista amenazado por el

peligro de la falta de efecto y que se prostituye a cualquier precio.

Uno de los aspectos de la

fe

ciega de los partidarios del psicolo

gismo y de los dogmas incomprobados de la teoría antigua del arte

estriba

en

que el verdadero talento

es

indestructible, y que éste se

impone al final, a pesar de todas las adversidades, del repetido fra

caso y del continuo malentendido. Claro que no se sabe nada de

los

talentos que no

se

imponen y cuyas voces se ahogan.

La

idea del

talento desconocido no es,

en

todo caso, únicamente el consuelo del

chapucero poco inteligente. Pero la hipótesis de que el genio per

manece generalmente ignorado

en

sus tiempos y de que tal vez

nadie dé con él que sea capaz de preparar su reconocimiento pos

terior, esta hipótesis

es un

signo del mismo pensamiento ahistórico,

igual que la idea de que uno puede adelantarse a su tiempo y antici

par el futuro.

No por eso deja de haber bastantes pesimistas que creen y afir

man que

los

obstáculos, el ser ignorado y el fracaso forman parte

del estímulo que necesita el espíritu creador para producir sus me

jores obras. La existencia de caracteres obstinados, llenos de resen

timiento, patológicamente ambiciosos,

no

altera

en

absoluto la regla

de

que la comprensión, la ayuda y la cooperación son fuerzas socia

les

positivas y la competencia estimulada por ellas produce más

fruto el afán de fama, alimentado por el rencor, la envidia y los

celos.

Sm embargo, sería

una

conclusión precipitada creer que to

das las obras importantes del arte provienen de sentimientos desin

téresados, modestos, lo mismo que es

un

axioma infundado suponer

que están dirigidas necesaria, directa e instintivamente a ob¡·etivos

hu ' ·

1

amst1cos genera

es.

Kierkegaard advertía ya del error de con-

f ~ n d i r

a los santos con el genio. Mas igualmente erróneo sería dedu

del arte como bendición el artista como benefactor. También la

etJca

de la personalidad creadora

es

una

forma dudosa de la

unión

entre prod ' ' p ed f I

cc1on y recepc10n. u e a tar o ser inefectiva, y el con-

677

tacto entre público y au tor puede establecerse por otros medios; pero

también puede contribuir a la separación de la obra

en

cuanto

ex

presión intencional del portador de la vivencia artística receptora y

aumentar así la enajenación de la intimidad del artista mediante la

producción la cual en y de por sí no es ningún hecho ético ni en

z

3 l culto de ser ignorado

Es

relativamente tarde en la historia cuando se encuentran ejem

plos de artistas que pese a ser competentes en su disciplina no

logren tener éxito. Aunque no el primero Euripides fue como es

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modo alguno intenta hacer valer directamente el efecto moral. Todo

lo que se expresa de manera distinta al lenguaje formal del artista

mediatiza la obra se interpone entre ésta y el receptor aunque pa

rece unirlos mutuamente. La imagen del artista presentada en for

ma de éxito y reputación es una de las vinculaciones menos segu

ras entre producción y recepción de .arte. Fija la estimación de las

obras en el sentido de

un

ideal determinado y obstaculiza esa

flexi

bilidad de interpretación y valoración que mantiene vivas las crea

ciones del arte.

2 Tensiones entre pensamiento artístico y político

El vinculo más fuerte entre autor y público es, indudablemente

el lugar social común y la ideología idéntica o semejante corres

pondiente a éste. Una actitud progresista de un lado y otra regre-

siva del otro lado de las cuestiones políticas y artísticas

es

a me

nudo aunque no siempre el motivo del fracaso de obras de por sí

logradas.

n

todo caso este desacuerdo

es

tanto menos la razón

exclusiva o suficiente de la falta de éxito cuanto que la contradic

ción puede estar

en

ciertas circunstancias

en

la misma persona

del

artista sin perturbar su relación con el público. Una persona po

líticamente conservadora o incluso reaccionaria puede muy bien ser

de pensamiento y sentimiento progresivo. A veces este tipo de con

tradictoriedad

es

precisamente la explicación del éxito

< _rtístico,

a

saber en los casos donde un público conservador acepta

el

progre

so de un arte por la tolerancia política del autor o un público pro

gresista

se mantiene en

una

dirección artística anticuada porque

surgió de ideas revolucionarias y se considera todavía importante

su

contenido ideológico anticuado por falta del sentido histórico de la

distancia. Ésta

es

la explicación de que por ejemplo los rusos de

hoy quieran quedarse

en

el arte a mediados del siglo pasado con

siderado sencillamente como ejemplar y pongan en tela de juicio

todo lo que se ha producido desde Balzac Dickens y Courbet como

algo sospechoso de decadencia burguesa.

sabido el primer poeta famoso cuyas obras

no

tuvieron

un

eco apro

piado entre el público. Pero esto no ocurrió únicamente porque sus

antecesores trabajasen bajo empleo y orden de patronos constantes

0

por encargo de autoridades e instituciones establecidas mientras

que él llevaba la vida de un literato completamente libre sino

también porque antes había relativamente pocas obras donde ele

gir y ahora sin embargo se producía más bien mucho que poco.

El dominio puramente manual de la técnica poética que antes

garantizaba en si cierto éxito no bastaba ya para imponerse.

La razón principal del relativo fracaso de Euripides estribaba

evidentemente en la falta de

una

clase media ilustrada que hubiera

compartido las normas estéticas del poeta. La vieja nobleza le era

extraña en pensamiento y el nuevo público burgués en instruc

ción. Los poetas griegos con éxito son ahora y

lo

siguen siendo du

rante mucho tiempo igual que en la época del alto clásico de pen

samiento conservador aunque su natural ismo artístico cada vez

más acentuado con las formas de vida urbano-burguesas no co

rresponde ya a su actitud política. Su dividida lealtad y la ambi

valencia de sus sentimientos se revelan de la manera más notable

en Platón en su idealismo filosófico y en su realismo artístico que

recuerda el estilo del mismo plebeyo.

Esta coyuntura singular se repite en un momento histórico

tan

tardío como

el

siglo

xvm

con

Watteau

y Marivaux dos artistas que

con frecuencia se

han

comparado entre sí y que entre otras cosas

se

parecían

en

que ambos

se

expresaban

en

las formas sumamente

cuidadas y convencionales de la buena sociedad sin alcanzar un

éxito particular. W atteau sólo tenía unos cuantos seguidores y Ma

rivaux fracasó

una

y otra vez con sus piezas. Los medios artísticos

de

Watteau eran obviamente demasiado finos y llamativos para un

amplio circulo mientras que el diálogo chispeante de Marivaux se

rechazaba por su amaneramiento. Ambos colocan a

uno

ante el

mismo problema sociológico; pero si en relación con W atteau se

quisi:ra hacer valer la explicación de que era demasiado grande para

tiempo no puede admitirse ésta en lo que se refiere a Ma

nvaux que no era ningún «gran» poeta. Su fracaso no tiene

nada

que ver con el rango artístico de sus obras y no puede explicarse

más que con su impropiedad histórica. Los contemporáneos no per

cibían los nuevos matices en su forma de expresión convencional. La

generación siguiente encuentra generalmente el rasgo nuevo en la

adecuada hasta entre el público burgués interesado, con insultos,

veneno y bilis.

Pero

hay

aspectos del fracaso bajo los que

es

más difícil juzgar

su significado y el artista

no

encuentra ninguna compensación por

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forma diluida o vulgarizada que le dan los epígonos, sobre todo del

arte de W atteau, y la posteridad, especialmente la que se aproxima al

impresionismo, que podría interpretarlos estilísticamente de una

manera más adecuada, no puede salvar ya la distancia histórica

que los separa del sentido de la vida y de la voluntad artística del

maestro. El siglo xrx se enfrenta

en

sus obras a un mundo total

mente anticuado ya en los temas y no puede salvar más que la forma

sublimada de su arte.

El romanticismo postrevolucionario y con él, los artistas de toda

la era burguesa del siglo pasado crearon

un

culto del desconoci

miento y del fracaso. Mas su llamamiento a la posteridad y su con

fianza en la fama póstuma era, por lo general,

una

renuncia invo

luntaria a la aprobación de los contemporáneos y un mero gesto de

vencidos. Alienados de la sociedad con

la

revolución en gran parte

perdida, los románticos y rebeldes de la generación artística siguiente

presumían de estar orgullosos de la incomprensión y del fracaso

que encontraban.

n

vez de ceder y hacer concesiones al público

perplejo por los conceptos, pretendían desconcertarlo con la oscuri

dad y el excentricismo y hacerse los provocadores, cuando en realidad

eran las víctimas impotentes

de

la sociedad burguesa ascendida

al

poder.

4

errota sin compensación

La burguesía postromántica,

el

público de Courbet, Daumier,

Baudelaire, Flaubert y

los

impresionistas, disponía de dinero y po-

siciones para repartir, pero, como dice Walter Benjamín, «ya no

podía dar ninguna dignidad». Los artistas recibían su salario de

una burguesía despreciada y traicionada, pero no gozaban siquiera

del prestigio mezclado de aversión que se les otorgaba todavía a los

románticos. Pese al número creciente de clientes, incluso de

los

círculos conservadores, y a pesar de la mayor seguridad económica,

se sentían cada

vez

más degradados y compensaban su ineficacia po-

lítica, la incertidumbre de su rango social y la falta de comprensión

680

su inadecuacidad y la derrota sufrida. La misma obra puede pare

cerle un éxito o un fracaso y tanto uno como otro aspecto ser ina

propiado e injustificado. Aunque sabe lo que quisiera lograr,

en

modo

alguno sabe siempre si ha conseguido, y hasta qué punto, alcanzar

su objetivo. El éxito eventual ante el público

lo

compensa por la

insatisfacción consigo mismo mucho menos que su conciencia de

la incompetencia del público por el fracaso externo. El éxito inte

rior. además,

es

siempre problemático, pues en el logro perfecto, a

juzgar por todas las apariencias, el autor de la obra tendrá que

preguntarse si la suerte y el azar no han tenido en él una participa

ción igual a la de su voluntad y poder.

Nunca

puede estar satisfe

cho de sí mismo. Eso sólo cabe hacerlo al dilettante. Sólo este con-

sigue lo que pretende, y está satisfecho.

La satisfacción del artista verdadero con su obra aumenta con

el

sentimiento de comprenderse mejor, de haberse expresado de

una

forma más adecuada y haber comunicado de un modo más convin

cente que antes. Pero en el fondo, también se siente

un

extraño ante

la obra «lograda». Sí, cabe que ésta le parezca más extraña, insufi

ciente, insatisfactoria, que otra. Conquista la realidad y se pierde

a

mismo en ella.

681

10 Motivos sociales y antisociales

mente egocéntrico y aislándolo de los demás individuos. Esta ambi-

alencia del objetivo artístico representa también uno solo de los

:spectos bajo los que se confirma la tesis hegeliana acerca de la

posesión compartida de la obra de arte, la cual pertenece y

no

pertenece a su autor.

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l Humanismo y egoísmo

Los ejemplos de la regla de que apenas puede afirmarse algo

acerca del arte sin que también pueda afirmarse lo contrario,

los

antagonismos de que

es

al mismo tiempo individual, y supraindivi

dual, espontáneo y convencional, histórico y ahistórico, próximo

y lejano a la naturaleza, se complementan con la afirmación de que

puede tener efectos hostiles o favorables a la sociedad. El arte que

sirve a la necesidad de comunicación y comprensión, a la obra de

socialización y unidad, deviene al mismo tiempo substrato de las

vivencias más personales, íntimas e intransferibles, medio de enmas

caramiento de secretos celosamente guardados y fuente de

un

placer

tanto más intensivo cuanto mayores son las exigencias que requiere

de quienes lo disfrutan.

Con

toda su finalidad práctica, actúa

como

un estupefaciente que produce a menudo cierta irresponsabilidad

respecto a las cuestiones más acuciantes de la vida y que se utiliza

para eludir la desesperación de algunas condiciones de la vida. Pue

de convertirse en objeto de un culto, el cual le hace olvidar a uno

que no cree realmente en nada más, o

en

instrumento para la ilu-

sión de una compasión que mueve a uno a verter lágrimas sin

com-

promiso. Entre sus paradojas más manifiestas se cuenta el que

esté motivado por igual de

una

manera egocéntrica y altruista. Pue-

de dimanar de una necesidad comunitaria, pero no alcanza su ob-

jetivo particular, estético, formador más que dejando al individuo

creador desplegar sus energías vitales

en

un microcosmos total-

En tanto puede hablarse de una sociología del arte, el artista

es

inimaginable sin un público, mas también se ha afirmado con

razón que «nunca está de acuerdo con ningún público»

.

Puede

dentificarse con tal o cual capa, pero no puede constituir con nin

~ u n una comunidad enteramente coherente, que anule el principio

de la individualidad, espontaneidad y originalidad. Puede haber vi

vido en un pasado irreconstruible de acuerdo con la sociedad enton

ces existente, y tal

vez

sea absorbido totalmente en la sociedad que

venga. Mas, en lo que alcanzan nuestros conocimientos históricos,

siempre vivió en una especie de exilio y tuvo que resignarse a que

lo

ignorasen y abusaran de él. De todos modos, una de las con

tradicciones más desconcertantes del periodo histórico, al que se li

mita nuestra existencia y nuestra conciencia, consiste

en

que el ar

tista, que

.se

expresa en

un

medio social por excelencia, se siente

tan

a menudo un ser asocial, incapaz de socialización, y que él, que ha

de dirigirse siem,pre a otros para afirmarse, no sólo los teme, sino que

con frecuencia también los desprecia y le repugnan. Sus servicios en

interés de la socialización y del sentimiento comunitario los rinde

por

lo

común de

una

manera involuntaria e inconsciente. En todo

caso se convierte

en

benefactor de la humanidad sin sospecharlo.

Él mismo necesita apoyo y amor, y como una gran parte de su

público, es no pocas veces sentimental y egoísta. Lo humanitario de

su arte estriba en el deseo de describir la condition humaine la

preocupación por la propia existencia, sinceramente, sin engañarse

a sí mismo ni hacer concesiones baratas, y de ayudar a otros a defen

derse de su propia piel.

2 El terror mágico

El recelo de los patronos y mandantes contra los artistas

es

tan

justificado como la desconfianza de los ocupados y comisionados

contra sus señores y clientes. Se necesitan mutuamente, conciertan

William Empson: orne

Versions of Pastoral

1950

p. 15.

entre sí contratos de trabajo, se hacen recíprocamente concesiones

forzadas y viven unos con otros por lo general en

un

armisticio

precario. Se elogian y alaban mutuamente a fin de ser elogiados y

alabados, pero sólo raras veces se llega a unas relaciones cordiales.

Pese a toda la felicidad que deben los hombres al arte, alimentan

p st

ha

perdido para la idea de la hermandad de los hombres. Esta

oposición conduce a su progresivo aislamiento y a la disposición

a la autodefensa contra todo lo extraño y todo lo impuesto desde

fuera. La actividad creadora del artista puede manifestarse tanto en

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8/16/2019 Arnold Hauser-Sociologia Del Arte

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l

',

¡

contra él

una

sospecha y un rencor ocultos, a menudo no disimu

lados. La vieja precaución, radicada todavía

en

la magia, nunca su

perada del todo, contra sus seducciones y peligros, se manifiesta

aún

en

el

temor de Lenin, quien, como dice Gorki, después de haber

oído la

ppassionata

de Beethoven, parece haber dicho: «Podría

escucharla todos los días. ¡Qué música tan grandiosa, suprahuma

na .

.

Mas no debo oír música con demasiada frecuencia; le ataca

a uno

los

nervios;

se

dicen cosas tontas y bonitas, y uno quisiera

pasarle la mano por la cabeza a la gente que crea tal belleza, mien

tras viven en este infierno terrible. Pero uno no debiera pasarle la

mano por la cabeza a nadie, podría mordérsela». Lenin no era en

absoluto ningún hombre amusical; su temor denota, por el con

trario, la receptividad de una persona sensible a las impresiones

artísticas. Recuerda al ateo consciente, que está más cerca de Dios

que el feligrés para quien la oración diaria se ha convertido en há

bito. Y se encuentra en la sociedad de muchos más que son tan

admiradores sinceros del arte como amigos desinteresados de la

humanidad y se preguntan cómo es posible crear tal belleza «en

este infierno». n la problemática de la relación entre productores

y consumidores de arte no

se

trata de obras, estilos o direcciones del

gusto, sino de arte a secas, a saber, de la cuestión de si la sociedad,

tal cual es, puede permitirse en absoluto

el

placer del arte.

3

islamiento

El artista alimenta de antemano sentimientos antisociales al

ver

un principio hostil al arte en cada institución permanente, en cada

organización rígida,

en

cada orden extraño al sujeto. Se resiste con-

tra toda institución y convención sin darse cuenta de que

el

arte

mismo es

una

«institución», un orden sui generis y que contiene

tanto elementos convencionales como espontáneos. La oposición

del artista contra la sociedad, prescindiendo de los motivos de alie

nación originarios que lleva

en

el

arte en cuanto forma autónoma,

dimana de la incertidumbre de

los

objetivos en

un

mundo que se

684

contra como en favor del hombre, pese a su sentido social, humani

tario en última instancia. n y de por sí no garantiza en ningún

caso la solidaridad de todos con todos, ni la de los artistas con sus

iguales. Por estrecho que sea su parentesco ideológico y estilístico,

]os separa la ambición, la competencia y

el

acento de su manera

propia.

En el origen social y

el

carácter del arte no cambia

nada

la cir-

cunstancia de que

el

artista parezca estar a menudo solo con su

obra y de que procure conservar todo lo personal, íntimo y se

creto para sí y reprimir todo lo exhibicionista, retórico y teatral.

Se convierte en supuesto refugio de una sociedad que puede negar al

artista pero no excluirlo. La lírica de la soledad no

es

más que el

reverso del arte de la comunidad; ambos están socialmente motiva

dos

sólo que uno

se

dirige a los valores positivos de la socializa

ción,

el

otro a sus formas insatisfactorias.

4

Evasión a la inarticulación

Desde la disolución de las culturas homogéneas, penetradas

bien del principio de comunidad o bien del de autoridad absoluta,

toda forma de arte va unida a la vivencia de la alienación. De esta

suerte cae el manierismo víctima de su sentimiento de la vida aun

que

es

más bien expresión de la inquietud, temor y confusión sobre

un proceso de alienación inminente que síntoma de uno ya efectua

do. Así, pues, en este sentido,

el

fenómeno de

la

alienación no forma

parte del principio estilístico ni del elemento formal, sino de la

materia prima de la creación artística que se ha de dominar. Claro

que la preocupación del artista por

una

evolución que amenaza con

el

dominio de la despersonalización y desespiritualización no excluye

en absoluto que sus propias obras se conviertan

en

manifestaciones

la alienación, es decir, que sean inanimadas, amaneradas, y no

solo manieristas. Y lo mismo que forma parte de las contradiccio

nes

internas del manierismo el que encabece

una

lucha contra

el

f?rmalismo y el convencionalismo del Renacimiento, y al mismo

tiempo esté dominado por principios muy formalistas, convencía-

nales

y

estetizantes, ajenos a la libertad del sujeto creador, perte

nece también a la índole del arte del presente el que, por su origen,

naturaleza y determinación, lo muevan por eso fuerzas asociales, in

dividualmente arbitrarias o suprasocialmente irracionales, porque

P

Quinta parte

La diferenciación del arte

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no pretende estar de acuerdo a cualquier precio con

la

mera aparien

cia de la socialización.

La inarticulación del arte de nuestros días, su timidez ante las

palabras, su tartamudeo y balbuceo, su acomodación a la inexpre

sabilidad de lo únicamente digno de expresión,

no

supone que se

encuentre

en

un espacio socialmente vacío, sino tan solo que se

niega a cambiar el medio en el que los hombres pasan unos

al

lado de otros y

no

se entienden con

una

esfera

en

la que podrían

entenderse mutuamente. La admisión

y

aceptación del hecho de que

la sociedad funciona en

contradicción con su sentido

y

finalidad,

y la pasividad inherente a esta concesión, no significa que

uno se

encuentra así fuera de la esfera social, sino únicamente que

se

ha

comprendido la diferencia entre una sociedad incapaz de responder

a sus tareas,

y

una

humanidad que, de acuerdo con su idea, sería

capaz de pensar y actuar. El descontento y el valor de confesarlo

es

una prueba mucho más evidente de la conciencia social que la

apariencia de

un

entendimiento que en realidad no tiene lugar.

La

pasividad es algo negativo, pero no una mentira.

5 Narciso Orfeo

Mas

los

rasgos negativos que

se

encuentran a cada paso en

el

arte

del presente no consisten solamente, por ejemplo, en las consecuen

cias de la falta de

un

común denominador, apto para conservar

to-

davía algo del espíritu comunitario

en

la sociedad atomizada de la

economía industrial de t r á f i ~ o

y

competencia, sino también de au-

sencia de fuerzas, impulsos e inclinaciones que concilian al hombre,

en

cuanto ser social, consigo mismo

y

con otros,

y

lo salvarían

del

destino del Narciso de nuestros días, esto

es,

de la maldición de

convertir al artista abanderado de la confraternidad en enemigo

de

la comunicación

y

comprensión mutua. Desde Narciso, el artista

solitario, dependiente y enamorado de sí mismo, hasta Orfeo, el

cantor amante y amado, lleva el camino más largo, esforzado, si s

que se supera

en

absoluto, de la mediación.

En

su coexistencia

di-

recta e irreconciliada, encarnan ambos la ambivalencia que llena

el arte moderno.

por capas instruidas

1 Clase e instrucción

1 Concepto de capa instruida

.

El

título de l,as deliberaciones siguientes contiene dos conceptos

ligeramente e ~ ~ 1 _ v o c o s :

el

«instrucción», con sus límites poco

claros, algo dihciles de defimr, y sus difusas gradaciones, en con

t r a s t ~ con concepto sociológicamente más fundamental

y

claro

de «Ideologla»,

y

el de «capa social», con su composición hetero

génea Y de múltiples derivaciones, a diferencia de la «clase» social

más original y coherente. La idea de capa ilustrada compuesta

elementos heterogéneos por su origen ha de responder, a este res

p ~ c t o ,

de la insuficiencia de la determinación puramente socioló

g ~ c a

?e

los

valores artísticos. Para éstos, pertenencia de clase

y

con

~ ~ e ~ c a de c l ~ s e no son nunca totalmente equivalentes, la posición

o c ~ a l del artista, el status de sus compañeros de profesión v parti-

da:¡?s. no determinan

nunca

directa ni exclusivamente el ~ a r á c t e r

estihstico y la calidad estética de sus obras.

f La categoría de capa instruida no es por cierto la forma más

urtamental Y decisiva de la clasificación social,

y

la sociología que

se asara en las diferencias educacionales de los grupos habría de

r s e en la superficie de la socialización. Pero sobre todo

en

la

SOCiO o

o d l

d

. gia e arte Y de la cultura, en la medida en que la comunidad

e Intereses e o • • l

f

conomiCa Y socia sea motivo insuficiente de unión

los

actoresdel · t . d ,

1

. a ms ruccron a qmeren mas y más importancia con

a reputación corre d

1 . fl . . . .

spon lente y a m uenc1a espmtual mherente

a ellos. La tradición continuada, la sensibilidad incrementada,

el

gusto refinado, el aumento de la fuerza creadora, del talento y de

la

autocrítica llenan el espacio que deja vacío la explicación histórico

m¡;¡.terialista de la productividad artística. Mas no debiera olvidarse

3 Movilidad soci l

Como ya se sabe, Pareto vislumbra el rasgo esencial de las élites

en esta movilidad y en el ciclo, en cuanto forma particular suya.

No

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que la instrucción, destinada a complementar la motivación mate

rialista, tiene ella misma presuposiciones materiales y depende de

los

privilegios económico-sociales de capas relativamente finas. Gu

yau, presa todavía del esteticismo romántico, opinaba que el arte

es

en

y de por sí socializante, fomentador de la sociabilidad y crea

dor de solidaridad, pero, en realidad, debido al privilegio de la ins

trucción, crea entre

los

hombres tantas barreras y contrastes

como

sentimientos comunitarios y muestras de solidaridad.

2 La <•intelectualidad

flotante>>

La tesis de la «intelectualidad flotante» , establecida por Alfred

Weber, discutida con más detalle por Karl Mannheim y reconocida

por muchos, no fue

tan

bien recibida en ninguna parte como entre

los

artistas que se sentían

en una

situación demasiado estrecha e

incómoda en los límites de

una

clase materialmente condicionada.

Lo que,

en

todo caso, equivocó a los partidarios de la doctrina de

la situación «flotante» de la intelectualidad fue el hecho evidente

de que

el

intelectual,

en

particular

el

artista, dispone de mucho más

movimiento libre entre las clases que la mayoría de los otros

miem

bros de la sociedad.

n

modo alguno «carece de clase», lleva

una

existencia más- allá de las clases, indiferente a ellas, pero sí

es

capaz

y casi siempre también está dispuesto, de revisar su pertenencia

de clase, de ponerla en tela de juicio y unirse a otra que puede ser

esencialmente distinta a aquella con la que está unido por su ori

gen o con la que antes se ha declarado solidario. La noción de un

grupo de instrucción en cuanto categoría abierta con límites fluidos

y condiciones de acceso liberales responde a su idea de

una

forma

positiva de sociedad mejor que a la de una clase económica rígida,

aunque también ésta, a diferencia del estamento, el linaje y la

fami

lia, constituye una comunidad de intereses relativamente flexible, de

una organización y coherencia más relajadas.

1

Alfred Weber: «Die Not der geistigen Arbeiter», en

Schriften

des e-

reins für Sozialpolitik 1920.

solo los individuos aislados entran unas veces

en

la élite respectiva

otras salen de la élite amenazada de alguna manera, también las

élites se desplazan mutuamente

en

un cambio eterno. Y esta circu

lación caracteriza no sólo la transición de la función portadora de

la cultura de la aristocracia a la burguesía, de la alta burguesía a la

media, y de las clases medias a la intelectualidad de posición y com

posición heterogénea, sino también la entrega del dictado del gusto

desde los representantes de

una

dirección artística a otra. La doc

trina de Pareto acerca de la decadencia de las élites instruidas no

tiene nada que ver con el destino de la nobleza de sangre y sus

privilegios heredados, pese a la formulación de que «la historia

es

el cementerio de las aristocracias». Corresponde más bien al prin

cipio del ciclo general de los privilegios en el sentido, por ejemplo,

de

la circulación observada por Henri Pirenne en el dominio eco

nómico de la sociedad, de la separación de las capas saturadas res

pecto de la vida económica activa, del avance a las posiciones

libres de grupos nuevos, que hasta entonces no

han

participado

en

las oportunidades del éxito; resumiendo, corresponde al concepto

de

la movilidad social a secas .

La productividad y receptividad artísticas, a decir verdad, están

íntimamente relacionadas con

la

existencia de capas privilegiadas,

pero las aptitudes artísticas y los privilegios sociales no se correspon

den por igual. No se adquiere ninguna educación sin cierta ausen

cia de

preocupaciones y disposición de tiempo libre, y sin

una

ins

trucción correspondiente a las condiciones respectivas

no

se produ

ce ningún arte importante. Pero el estadio de la educación artísti

ca obtenible no se rige exclusivamente por los medios materiales exis

tentes, y la calidad de las obras creadas no corresponde en mucho

a estar libre de preocupaciones y necesidades. Para la producción

de

obras de arte sublime se requieren más bien, como ya observó

Hegel, la necesidad y el sufrimiento, golpes del destino y pruebas·

de

los

que no salvan el poder y la seguridad económica. La crea

ción artística oscila entre

un

mínimo imprescindible de capacidad

M

2

Henri Pirenne: «Le mouvement économique et social», en

Histoire du

oyen Age edición de G. G1otz VIII,

1933 p. 20.

espiritual de sufrimiento y un máximo soportable de capacidad

material de sufrimiento.

No hay

duda de que el artista no sólo crea las obras para sus

iguales; pero tampoco las crea, por ejemplo, para la «humani

dad» a secas, sino siempre para determinadas secciones de ella,

j

bién

es

cierto que había una sola capa instruida que pudiera con

siderarse consumidora de arte. Todos

los

clientes disponían o care

cían de la misma formación, tenían la misma concepción mágica

0

animista del mundo y el mismo sentimiento de la vida.

En

torno

a ellos giraba todo el arte popular, mágico y sacerdotal; el resto de

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para capas y grupos especiales. Beethoven destinó sus cuartetos a

un público occidental, y

ni

siquiera para este público

en

general,

sino sólo para

una

audiencia que ya estaba familiarizada con la

música de cámara de Haydn y Mozart; y, por lo que se refiere a

sus últimos cuartetos, incluso ésta tenia que limitarse. Los partici

pantes capaces de comprenderlos apenas podían haber sido ya

los

mismos que tocaron y disfrutaron de los primeros cuartetos. Los úl

timos cuartetos respondían al gusto y a la comprensión artística

de un público que no se componía ya únicamente de los miem

bros de la clase media acomodada e instruida, que no constaba

solamente de «buenos» oyentes, sino de «entendidos»,

es

decir,

de

quienes, de acuerdo con la intención del compositor, comprendían

y juzgaban las piezas musicales con plena conciencia del aconteci

miento musical. Los distintos estilos de Beethoven no presuponían

solamente distintos estadios en la historia evolutiva del compositor

sino también diferentes capas de instrucción como auditorios.

En vez de orientar la sociología del arte por «espíritus popu

lares», «espíritus de

la

época» o «estilos» histórico-artísticos inma

nentes, debiera tenerse

en

cuenta más bien que cada sociedad

pre

senta tantas clases diferentes de arte como capas culturales. Hay

siempre tantos estilos simultáneos como categorías historicofilosóficas

y sociofilosóficas distintas del sentimiento de la vida y portadores

culturales correspondientes a ellas.

La

falta de

un

carácter estilistico

y de un nivel cualitativo homogéneos no es ningún fenómeno mo

derno. Junto a la alta tragedia ática existía ya

el

mimo vulgar,

po

pular, igual que junto al drama literario de finales del romanticismo

había la piece ien f ite y el melodrama del teatro de bulevar, junto

a Delacroix un Delaroche, junto a Courbet y Corot un Bouguereau

1

y Baudry, junto a Flaubert, Maupassant y los Goncourts novelistas

de la burguesía ajena al arte del tipo de Paul Bourget y Georges

Ohnet. Pero además de tales extremos, junto a cada fase histórica

mente más o menos avanzada, prevalecen también ciertas transicio

nes que aumentan con la evolución.

En

los primeros periodos

de

la historia de la humanidad, cuando puede que haya existido

una

producción artística uniforme, destinada a toda la comunidad,

tam-

1

la comunidad carecía de necesidades artísticas, no planteaba nin

gunas exigencias artísticas ni creó ninguna clase de nociones valo

rativas estéticas. Donde las necesidades son claras e iguales, también

lo

son los valores, y por cierto tanto que ni siquiera se hacen valer

como tales,

es

decir, quedan indiferenciados y no toleran ni el conflic

to ni la competencia. La critica cultural moderna nos ha acostum

brado a derivar la insuficiencia de nuestros rendimientos intelec

tuales de la pérdida de la homogeneidad de la antigua imagen del

mundo. La conexión fáctica de ambos fenómenos puede que se

mantenga, pero su valoración es dudosa; complejidad o sencillez,

en y de por si, tampoco

hay

que juzgarla a este respecto ni como

un valor mayor ni como una deficiencia, tanto una como otra puede

ser de mucho o de poco valor según su función

en

el todo del proceso

en cuestión.

Según las capas de instrucción importantes pueden distinguirse

en el estado actual de la evolución cultural un arte del pueblo,

un arte popular y el arte de la élite social. Por arte del pueblo

ha de entenderse la creación poética, musical y plástica de los tra

bajadores ignorantes, principalmente campesinos, no urbano-in

dustriales,

los

cuales participan de

los

productos artísticos corres

pondientes a ellos no sólo como sujetos receptores sino también

siempre como productores, aunque nunca aparecen

en

su cualidad

creadora y no exigen

ningún

derecho de autor personal. Como arte

popular, en cambio, figura en este contexto

la

producción artística

o en forma de arte correspondiente a las necesidades de un público

semiilustrado y a menudo mal educado, principalmente urbano,

tendente a la masificación. Mientras que en el arte del pueblo ape

nas

se

distinguen los productores de

los

consumidores y

el

limite en

tre

ellos

es fluido, en

el

arte popular

se

tiene que ver con un pú

blico

esencialmente no creador, de comportamiento totalmente pa

sivo,

y con una producción efectuada profesionalmente, adaptada a

la demanda variable. Por característico que sea también el que el

arte del pueblo salga del circulo de sus receptores, los productos

del arte popular, en particular las coplas, canciones de moda, li

bros populares, novelas por entregas, melodramas y otros semejan-

tes provienen sin embargo de escritores profesionales oriundos de

las clases sociales más altas y permanecen vinculados a ellas.

Así

pues la diferencia fundamental entre ambas categorías estriba en

·

la

circunstancia de que

el

público

es

distinto cada

vez.

Los partici

conciencia crítica varía de una época a la otra.

n

la Edad Media

por ejemplo a pesar del enorme prestigio que gozaban la educación

escolástica el conocimiento de la doctrina eclesiástica y el pensa

miento «correcto» según ésta

la

instrucción

no

era ninguna presu

posición necesaria impuesta particularmente al artista para efectuar

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pantes en la poesía del pueblo unas

veces

más activos y otras más

pasivos son los habitantes iletrados aunque no siempre analfabetos

de las tierras llanas de las aldeas y cortijos mientras que los lectores

y receptores de historias de horror y novelones pliegos de aleluyas

y cromolitografías a diferencia de sus autores pertenecen en su

mayor parte a las capas inferiores de la población de las ciudades

grandes y pequeñas diferenciable en todos los conceptos de los ilus

trados.

4 El privilegio de l instrucción

Como siempre hay tantas direcciones artísticas como capas de

instrucción la exposición adecuada de la evolución artística debie

ra

orientarse más bien por cortes transversales que longitudinales.

Tal

exposición acentuaría más

el

hecho de que en los períodos más

desarrollados actúan siempre varias tradiciones paralelas y al mis

mo tiempo destruirían la leyenda de que todo lo simultáneo está

re-

lacionado «orgánicamente» como enseñaba la historia de la

filoso-

fía romántica. Naturalmente la tarea inmediata relativamente

fá-

cil de solucionar sería la diferenciación de los estilos histórico-artís

ticos según que las direcciones individuales partan de la élite inte

lectual de las masas urbanas o del pueblo de las tierras llanas y

conduzcan a la ramificación del arte sublime y popular junto al arte

del pueblo. Quedaría por averiguar la relación existente en térmi

nos generales entre nivel de instrucción y situación de clase qué

antagonismos especiales dialécticamente condicionados existen den

tro de las distintas capas de instrucción y cómo se equilibran las

tendencias entre los motivos clasistas y educacionales. La dificultad

de la solución adecuada de esta tarea dimana principalmente

de

que la peculiaridad y la extensión de la educación no corresponden

sencillamente a las circunstancias económicas y sociales aunque

no se forman independientemente de éstas es decir según inclina

ciones y aptitudes individuales sino que ampl ían o reducen sus

lí-

mites y componentes según la situación histórica general. El valor

y sentido para el arte atribuidos a la instrucción en su calidad de

un trabajo bien logrado. No se convirtió en tal presuposición hasta

las últimas fases de la evolución cuando el arte se emancipó cierta

mente de las influencias extrañas tales como las normas manuales y

gremiales pero

se

sometió a los principios educativos de

los

huma

nistas literatos o académicos.

El artista-obrero lo mismo que el devoto admirador de las obras

del arte cristiano no está necesariamente instlfllido. No es sino a

partir del Renacimiento cuando el arte va destinado principalmente

a los ilustrados aunque sus obras también antes sólo fuesen com

prendidas adecuadamente por expertos bien capacitados. n el Anti

guo Oriente y en la Antigüedad clásica aún estaban excluidas capas

considerables del goce artístico en general o de la participación en

ciertos tipos de arte.

n

la Edad Media cristiana una parte de la

producción artística en part icular obras plásticas y de música ecle

siástica iba destinada al público más amplio pero no en calidad

de público artístico. El hecho de que los analfabetos fuesen incapaces

de

gozar y apreciar de

una

manera adecuada las obras del arte

sublime no es necesario que se ¡¡.centúe mucho pero sí es de notar

que no se crearon con la intención de producir

un

efecto artístico

a todo el mundo. Y aunque implica siempre cierta dificultad esta

blecer quién por qué y en qué proporción goza y aprecia una obra

de arte en cuanto tal en una época de arte comprometido como la

Edad Media cristiana es bastante difícil incluso en relación con los

ilustrados esto es los clérigos. ¿Quién podría decir entonces con

seguridad cuántos de los miembros de la comisión religiosa res

ponsable de la construcción de

una

catedral del gótico sabían real

mente

de

lo que se trataba artísticamente en el ejercicio de sus

funciones?

5 Historia del arte por cortes transversales

Una historia del arte dividida según las tres capas de instruc

ción importantes no se podría trazar en todo caso sino a partir del

Renacimiento o quizá sino a partir de la Ilustración esto es el

693

p.eríodo

en

que aparecen independientemente las distintas catego

nas

de clientes artísticos y se distinguen entre sí con más claridad.

De todos modos el principio de

una

diferenciación de este género

t e n d r ~ _que

extenderse a manifestaciones muy anteriores aunque

con limites menos claros y

en

verdad no sólo a ejemplos tan evi

artística cuyos clientes no pertenecen ni a la élite social ni al pueblo

campesino y que responde a las necesidades de

una

burguesía me

dia en parte urbana con

no

mucha capacidad adquisitiva aunque

no totalmente indigente. Las hojas gráficas de la época de transi

ción vendidas

en

las puertas de las iglesias y

en

los mercados y

difundidas por

los

comerciantes y libreros ambulantes forman par te

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dentes como la coexistencia del teatro oficial ateniense y del mimo

popular o la sucesión directa y la próxima vecindad de la poesía

épica de la nobleza guerrera y de la balada popular

en

la Antigüe

dad y

en

la Edad Media. Semejante

punto

de vista podría facilitar·

también la inclusión de muchos productos artísticos más modestos

elaborados evidentemente para una capa inferior p r i n c i p l m e n t ~

de objetos de devoción. Mas por lo que se refiere a la Edad Media

sería

aún

irrealizable

en

términos generales la diferenciación n t r ~

obras de arte del pueblo y de arte popular porque

es

difícil de trazar

el límite entre rezagamiento clasista e ineptitud personal. Junto al

arte sublime de la Iglesia y de las cortes sólo puede hablarse con

reservas en este período de un arte popular

en

el sentido aquí utili

zado pero sí de un arte del pueblo.

En una

época

en

que está desapareciendo la clase señorial como

por ejemplo el público de los rapsodas homéricos puede calificarse

de «arte popular» la poesía descendida al pueblo a diferencia de

una praxis artística realmente ingenua derivada del pueblo. Y a

comienzos de la Edad Media cuando no se produce ninguna obra

de arte sublime y no se sabe

nada

cierto de un arte del pueblo puede

hablarse de cierta «popularidad» del arte aunque falta natural

mente su conexión con la población masiva de las ciudades. Así

pues aunque

en

general

es

de suponer que junto al arte de los

gobernantes

haya

existido siempre un arte del pueblo de los cam

pesinos analfabetos

es

difícil de cerciorarse en los primeros períodos

de la historia de si se

trata en

el caso particular de un ejemplo de

arte señorial depravado de simple imitación de un arte elitista o de

arte puro del pueblo. El arte del Neolítico como en parte también

el

de

la

época de las migraciones era art e del pueblo y de los seño

res a la vez. Era producto de una sociedad de campesinos. Pero no se

aporta ninguna prueba de su origen ingenuo popular con que en

las primeras fases evolutivas de la poesía se distingan restos de una

tradición oral respecto de otra manifiestamente literaria tal como se

ha logrado

en

la última evolución de las epopeyas homéricas y de

la Canción de os Nibelungos Pero sea como fuere

hasta

finales

de la Edad Media no aparecen los contornos de una producción

694

de los primeros productos conocidos de este tipo.

La

distancia entre

el

arte sublime y el popular o del pueblo

aumenta continuamente desde comienzos del período artístico corte

sano-aristocrático y burgués-urbano de los siglos

xvn

y

xvm

Y des

de el predominio de la economía industrial de tráfico pierden atrac

ción y significado representativo los dos extremos;el arte minorita

rio y el arte del pueblo

en

comparación con

el

arte popular de

masas. El arte del pueblo va desapareciendo en un país tras otro

y

el

arte de los expertos puede por cierto ganarse un público mayor

que antes mas

en

relación con

el

arte de distracción pierde una parte

cada vez mayor de su prevalencia numérica. Al perder su dominio

exclusivo la cultura autoritaria de la élite ilustrada entre mediados

del siglo pasado y mediados del presente y disolverse los portadores

del arte del pueblo en las masas híbridas establecióse el arte popu

lar como arte verdaderamente representativo de la época.

Las insuficiencias que presentan el arte del pueblo y el arte banal

de entretenimiento comparados con el arte de los cultos entendidos

en arte y expertos parecen de antemano más marcadas y decisivas

que los rasgos positivos que tienen

en

común con este arte. Arte

sublime madurado riguroso que ofrece una imagen de por sí evi

dente de la realidad que tiene por objeto el análisis serio de los

problemas de la vida y la lucha continua por el sentido de

una

exis

tencia responsable puede a duras penas colocarse

en

la misma cate

goría que el arte popular que nunca pretende ser más que diver

sión pasatiempo. Cuando-se piensa

en

creaciones como las de Bach

o Beethoven Miguel Angel y Rembrandt Shakespeare Tolstoi

no se querrá hacer valer

en

el mismo sentido como arte las can

ciones y decoraciones de los campesinos los bestsellers y canciones

de moda del público de masas. Y aunque se puede sentir el entu

siasmo del romanticismo por el arte del pueblo y el optimismo de

la

democracia respecto del arte popular no se inclinará uno a equi

parar una opereta de Franz Lehár o de Leo Fall con una ópera de

Mozart sí con

una

opereta de Offenbach. Quien conoce la con

moción inherente a la vivencia de una verdadera obra de arte no

695

caerá en

la

trampa de

los

efectos baratos de que

se

sirve la r a ~ i s

artística popular, y cuanto más sienta amenazada esa e x p e n e n ~ t a

más se inclinará a pensar que sólo existe u

~ r t e

uno cuyos ente

ríos son inalienables y cuya vulgarización

se

convierte en no-arte.

Mas aunque Mozart y Lehár no pueden reducirse a

ningún

común denominador, la distancia entre ellos está graduada por nu

Debido a la estructura

en

varias capas y de diversa composi

ción cualitativa de las obras, a menudo es difícil decir, y tanto más

difícil cuanto más se remonte uno

en la

historia, a qué grupos de

público tenía intención de dirigirse realmente el artista. Como es

. sabido, todavía en Shakespeare

es

difícil de trazar la línea entre ver

dadera poesía y mero juego de palabras, entre golosinas para los

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merosos pasos. Las obras de arte no surgen

en

el espacio vacío

de

un

mundo espiritual homogéneo. La creación artística se roza

y enreda con actividades no artísticas o casi artísticas del modo más

diverso. El logro del atrevimiento creador está continuamente en

juego y corre el peligro de los compromisos y simplificaciones. Las

obras del arte sublime incluyen también, casi siempre, elementos

de

un

arte inferior. También la obra más sublime de arte quiere

agradar, entretener, y utiliza a menudo medios y métodos de distrac

ción menos exigente. Los románticos inventaron o estimaron dema

siado la inocencia infantil del artista, que

nunca

crea de una mane

ra tan ingenua y espontánea como ellos querían. Sin embargo, su

seriedad va siempre mezclada con cierto juego. Igual que la fanta

sía del niño, tampoco

le es

totalmente extraña la fantasmagoría del

bromista común. La lucha más desesperada por el sentido de la

exis-

tencia y la autocrítica más despiadada se avienen paradójicamente

en el arte con el entretenimiento más frívolo y la afectación más

vanidosa.

Por su calidad la obra de arte

es tan

poco homogénea como por

sus motivos y

s ~ i r c i o n e s

sociales. Siempre contiene partes mejor

y peor logradas. La figura artística simplemente per:ecta, i n v a r i ~ b l e

e insuperable es una atrevida ficción filosófica lo mtsmo que la ms-

piración divina por la que el artista llegaría a la posesión .d los

originales del ser. La perf ' cción no forma

p a r t ~

de las

~ o n d r c t o n ~ s

del logro artístico. Cierto, las obras de arte subhme son mconfundt

bles con productos inferiores, pero a menudo se rozan formas del

arte del pueblo y del entretenimiento popular sin sufrir daño. Des

cienden a

la

simpleza del arte popular y ascienden de la sencillez del

arte del pueblo al convertir a estos

en

fuente de i n s p i r ~ c i ó n ~ u ~ v a

para el arte más exigente. Pues igual que una c a ~ : r o n artrsttca

puede estropearse o también mejorarse al pasar a cancron del

p u e ~ l o

puede prostituirse un artista que sólo quiere entretener y agra ar

pero también puede superar inhibiciones paralizantes procedentes

de su narcisismo.

696

parcos y alimento para el patio de los de a pie, igual que con fre

cuencia

es

imposible distinguir en la Edad Media entre las obras

no logradas del arte destinado al clero ilustrado y los productos más

o menos logrados del arte creado

para

y

por

el pueblo. A medida que

avanza la evolución resulta cada vez más fácil establecer el origen

social y la determinación de las distintas obras. Mas

en

géneros

aislados, como especialmente

en

el teatro, tiene un carácter heterogé

neo todo lo que sirve

para

la distracción del público. La conexión

del

teatro con el culto y la danza parece imborrable. n otros géne

ros por el contrario, con la alienación de la producción respecto

de una capa del público y su aproximación a otra, se efectúa un

cambio cualitativo radical sin indecisión estilística.

De

este modo,

por ejemplo,

el

dibujo de Durero

en

los sucesores que popularizan

el

arte del maestro experimenta al principio

una

modificación paula

tina, pero adquiere ya en

los

pliegos de aleluyas del siglo xvm un

carácter popular, muy divergente de los antiguos modelos artís

ticos •.

h

3

W. Franger: «Deutsche Vorlagen zu russ. Volksbilderbogen des

18.

Jahr

underts:o ]ahrb. f hist. Volkskunde II, 1926,

p.

16.

697

2 El arte e la élite ilustrada

historia de los grupos de instrucción y no sólo en el de las élites

un papel incomparablemente más importante que en el de las ca

pas económica y socialmente más integradas. Sin embargo según

el tipo de arte y cultura a los que

se

refieran los limites del nivel

de

instrucción son fluidos en distinta proporción. El campesinado

de

las tierras llanas y la población de los lugares pequeños organi

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1 Historicidad de las capas instruidas

Los distintos tipos de arte diferenciados de acuerdo con la edu

cación de las diversas capas de público el arte sublime popular y

del pueblo no representan ningunos tipos supratemporales que

se

complementan sistemáticamente determinados de una

vez

para

siempre sino categorías históricas y en verdad no sólo porque

se

dan uno tras otro sino también porque cada uno de ellos está y sigue

sometido a

un

devenir crecimiento y cambio históricos. En la histo

ria de la cultura cumplen funciones dyversas ocupan una posición

especial en la imagen respectiva del mundo y adquieren

un

signi

ficado continuamente- variable en su relación mutua. El arte del

pueblo que se

ha

convertido en un «bien cultural disminuido»

puede que haya sido antes

un

arte «sublime»

el único arte prac

ticado. El arte popular que representa actualmente el producto y

el consumo de las masas semiinstruidas y mal educadas estimuló

también a los creadores del arte sublime en la forma del mimo du

rante la Antigüedad y la Edad Media o de las canciones populares

en tiempos del barroco y hasta del clasicismo.

n cuanto formas sociales cada vez más diferenciadas las ca-

pas de instrucción están menos perfiladas no sólo como categorías

de una casta o raza sino también como las de una clase o coalición

cuya duración también está sometida a vinculaciones históricas

pero que mientras perduran conservan claramente su carácter.

La

movilidad social los tránsfugas y

el

proselitismo desempeñan en

la

zados todavía en aldeas representan en cuanto portadores del arte

del pueblo la capa de instrucción más homogénea y estable. Mas

tan pronto como penetran en su lenguaje formal normas de gusto

y

pautas ajenas se inician la decadencia y la disolución del arte

del

pueblo. Generalmente

es

el arte de todos preferido por

el

blico urbano menos ingenuo y de ideas más variables

el

que despla

za los

modelos tradicionales y la praxis correspondiente a sus tra

diciones. Lo que queda entonces de

él

se limita a los recuerdos di

fusos

de generaciones en extinción y los hallazgos de investigadores

interesados por lo antiguo y folklórico. El conservadurismo de las

capas campesinas

es

extraordinariamente resistente de acuerdo con

sus

instintos y sus inclinaciones. Pero

si el

campesinado choca

una

vez

con formas de vida más fáciles y agradables entonces

se

rompe

con una

rapidez asombrosa su fidelidad a los hábitos usos y cos-

tumbres acendrados sin dejar huella ninguna de la nostalgia ro

mántica con que recuerdan las capas ilustradas superiores sus tra

diciones perdidas.

La élite ilustrada tiende a la estabilidad en cuanto portadora

del arte elevado riguroso sin concesiones a causa de su respeto

por

todo lo institucionalmente seguro. Sin embargo gracias a su

sentido crítico de la realidad y a la conciencia histórica percibe

claramente los límites de la validez de las tradiciones y la inevita

bilidad del cambio en la composición de los grupos portadores de

cultura. El acceso a esta élite no está cerrado pero tampoco se

abre sin más; la ascensión encuentra a menudo en su camino obs

táculos difíciles de vencer.

Los

limites más sueltos son los exis-

tentes en tomo al circulo de productores y consumidores del arte

popular al servicio de la pura distracción. Este último se caracteri

za sobre todo por la flexibilidad de sus contornos y debe la nu

merosa

clientela que tiene a las incitaciones que afluyen a él desde

arriba y desde abajo y que parte de él en todas direcciones pese

a la inferioridad de los productos propios.

Mas

los conceptos por los que se diferencian entre sí

el

arte de

la minoría ilustrada y el de las masas analfabetas o semiinstruidas

son equívocos. La doctrina de que un arte

es

tanto más autónomo,

tanto más libre de

los

vínculos sociales y estéticamente tanto más

inmanente, cuanto más serios, rigurosos e intransigentes sean sus

criterios, no puede mantenerse sin ninguna limitación.

n

realidad,

el arte destinado a las capas más amplias y menos educadas de

la

sociedad resulta más inflexible, estereotipado, rígido, y aferrado a

es en parte el resultado de su forma de vida y de su lucha por la

existencia en grupos, es decir, en el marco social.

Las obras de arte elevadas e importantes, correspondientes a

las exigencias de la élite ilustrada ofrecen una variedad de tipos

JJ1Ucho más rica que los productos artísticos destinados a las capas

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las respectivas convenciones, modas y modelos que la praxis artís-

tica de la minoría social e ilustrada, más regida por principios inma-

nentes. Pero, en última instancia, ni

el

arte superior ni

el infe-

rior responde a un público totalmente homogéneo, enteramente

claro y constante en sus

deseos

espirituales. Cada público está

más o menos mezclado, por muy claros que

se

formulen sus crite-

rios del gusto y sus pautas.

2 ipos ideales de instrucción

Los conceptos del arte sublime, del arte popular y del arte

del

pueblo son tipos ideales; en su pureza abstracta no se dan prácti-

camente nunca. La realidad histórica se mueve entre sus mallas, y

la historia del arte casi no conoce más que formas mezcladas de

ellos. Tipos de arte como el jazz, el cine o el arte pop no pueden in-

cluirse en ninguna de sus respectivas categorías. Todos ofrecen va-

rios rasgos heterogéneos de

los

diferentes ámbitos del arte, separa-

dos entre sí según la educación. La definición de casi cada ejemplo

concreto requiere una diferenciación más precisa de las categorías

de las capas de instrucción que se suponen fundamentales. El ciu-

dadano Beethoven, el burgués Schubert, el rebelde romántico Schu-

mann, el gran burgués pomposo Brahms, el romántico tardío

sen-

timental Tchaikovski, el intelectual desarraigado Mahler, el deca-

dente vástago de la alta finanza Richard Strauss, no son más que

descendientes congéneres, intercambiables, de la misma clase

social.

Y así como

los

miembros de la misma clase pueden tener un

equipo y dirección diferente según su educación, también los

de

la misma capa ilustrada pueden corresponder a distintos

elementos

sociales. Como la educación

es

un producto esencialmente

social

no puede hablarse de motivos y medios educacionales autónomos

en

las actitudes como tampoco de sujetos fisiológica y psicológicamente

determinados que fuesen socialmente indiferenciados e indiferentes.

Hasta el desarrollo de las disposiciones y facultades de los

animales

700

de instrucción más bajas. e mueven más libres, con menos obstacu-

lización y más independencia mutuas. Cierto, en cuanto formas de

la

actividad social, no carecen de convenciones, ni siquiera de todo

formulismo, mas cada una de ellas

es

única en tal o cual aspecto.

o

que las diferencia de

los

productos del arte popular y del pueblo,

estriba sobre todo en la renuncia a estructuras automáticamente

repetidas, mecánicamente producidas, aplicables en cliché, aunque

en absoluto consisten en la falta de fórmulas complejas y exigentes.

Las grandes obras de arte giran en tomo al sentido de la vida,

las

condiciones de la conditio humana

el

precio de una existencia

digna del hombre; cuestionan la validez de valores que pueden ser-

vir como criterios de la diferenciación entre el bien y el mal, lo mejor

lo

peor. Su transcendencia

se

la deben no a la respuesta que dan

sino

a las preguntas que hacen. Bajo su aspecto, los problemas del

individuo y de la sociedad aparecen en una perspectiva más amplia,

las presuposiciones de la vida acertada en un contexto más com-

plejo;

bajo su efecto uno se entiende mejor a sí mismo y a los de-

más.

Impelen a uno a «cambiar de vida». Devienen motivo para

examinarse y juzgarse a sí mismo. ¿En qué iba a consistir su rigor,

su

elevado idealismo, el premio por el sufrimiento que raras veces

nos

ahorran sino en el sentimiento de que el «infierno» de donde

vela

Lenin surgir una obra como la Appassionata pueda conver-

tirse

en purgatorio, si no en paraíso?

3

Las obras de arte sublime

El

gozo que proporciona el arte sublime, augusto, grandioso,

no consiste de ningún modo en una vivencia que pudiera calificárse

sencillamente de «placer». Su recepción adecuada supone más bien

una dura prueba, tanto intelectual como moralmente; requiere una

entrega incondicional,

el

mayor esfuerzo y abnegación, la admisión

de

las

necesidades de la vida y la reconciliación con ellas, una prue-

ba

como ya se

ha

dicho,

no

sólo del examinando sino también del

examinador.

Se

supera y «se cambia de vida» al estar dispuesto, pese

 ..

a toda la alegría que regala la belleza del arte, a aceptar cada vez

l

más responsabilidad, a soportar cada vez más la conciencia de cier-

ta culpabilidad e insuficiencia. En un momento cualquiera se

se

paran

aquí los caminos de la minoría ilustrada y de la élite so

cial. Las capas superiores únicamente por su posición social no

La doctrina de la supuesta «sencillez» de todo arte auténtico

proviene del pensamiento burgués-ilustrado nivelador, tendente a

la

popularización de los valores culturales, y

es

signo del proceso

de racionalización,

en

cuyo transcurso pretendía desplazar el clásico

francés del siglo XVII al extravagante y raro manierismo del período

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son en absoluto más apropiadas para soportar las necesidades y sa- .

crificios inherentes a la vivencia adecuada del arte sublime, la con- .

ciencia de culpabilidad e inferioridad inherente a ello, que los gru

pos inferiores, subalternos hasta

en

sus preferencias intelectuales.

l

Claro que

los

límites de la élite ilustrada son más estrechos

f

que los de la élite social, y

los

de los expertos artísticos más re-   ·

ducidos que

los

de la educación. La validez indudable del arte

su-

·

blime, clásico, su ejemplaridad y claridad

es

por lo tanto,

una

le- e

yenda, incluso

en

lo que concierne a los instruidos. El gran arte es

¡

aras veces claro y sencillo, y

si

figura como tal, no corresponde a

la denominación ni

un

criterio valorativo positivo ni otro negativo. •

Mas aunque la dificultad del contenido y la complejidad de los me- ¡

dios no representen

en

y de por

ningún valor artístico, ·no por

eso dejan de ser más apropiados a la evolución que se realiza y

que

complica las relaciones interhumanas, que

una

representación sim

plificadoramente clara y unidimensional de las relaciones, las

cua-

les son cada vez más equívocas e impenetrables, habida cuenta de

t

la tendencia actual de los procesos.· Dentro de

una

fase cerrada

y •

continuada de la historia cultural, el desarrollo de las obras de arte

corresponde, pues, desde el primer momento, al principio de la

com

plicación.

Si se prescinde de los procesos en la Antigüedad, las formas

ar-

J

tísticas son ya desde

el

gótico cada

vez

más diversas y complicadas, ·

y se componen de elementos cada vez más heterogéneos y contra- .I

dictorios. Wolfflin indicó especialmente la complejidad y simultánea

dinámica de la visualidad en tiempos de la transición del clásico

al

barroco, dando como ejemplo la representación de una rueda en

movimiento que, anticipándose

en

cierto modo al impresi?nismo,

pierde sus rayos . Esta evolución no es sin embargo, constante·

mente progresiva; la rueda vuelve a encontrar sus rayos en el

neo·

,.

clasicismo. Hasta el romanticismo, naturalismo e impresionismo no ·

se vuelve al proceso de complicación. .

H. Wi:ilfflin: Kunstgesch. Grundbegriffe 1929 p. 24.

estilístico anterior, y que tendía a la lógica y sobriedad de la clase

media, a pesar de su orientación cortesana y de la conciencia de

clase

en

parte aristocrática y

en

parte altoburguesa de sus porta

dores.

Las grandes obras de arte no corresponden ni al pensamiento

y gusto de la generalidad ni al entendimiento

humano

sencillo, in

genuo y sano. El clásico de la época de Pericles

no

era ya de ningún

modo propiedad espiritual de la mayoría, lo mismo que los momen

tos culminantes posteriores del arte,

el

gótico o el Renacimiento.

Como

es sabido, el mismo Pericles decía que la grandeza de Atenas

se debía más a las hazañas de sus guerreros que a los poemas de

Homero. Los templos de la Antigüedad, las catedrales de la Edad

Media

y hasta las iglesias del barroco puede que ofrezcan más pun

tos

de contacto con la vida diaria, la

fe

la sensibilidad y el pensa

miento de sus contemporáneos que las obras de arte del presente;

mas en ningún caso se han comprendido mejor. El gran arte no se

aliena paulatinamente de una sociedad estratificada;

es

ajeno a ella

en

cuanto parte de

un

monopolio cultural. En una sociedad seme

jante sólo figura como auténtico el arte de la élite ilustrada; cual

quier otro, procedente de una capa de instrucción media o baja, pa

rece

inferior en relación con él por notable que sea ideológicamente.

Únicamente el arte puro del pueblo, conservador de su originalidad,

aunque

en

parte represente

un

«bien cultural disminuido», logra

producir formas artísticas auténticas, canciones conmovedoras, sin

justificar naturalmente los derechos del romanticismo a este res

pecto.

4 radición y vanguardia

Todo arte creador y significativo es estilísticamente avanzado y

en cuanto tal, popular, como dijo Ortega y Gasset. Siempre agrada

Únicamente a unos pocos; lo cual no significa en absoluto que no

quiera agradar ni entretener. Los momentos divertidos de una obra

importante no están, sin embargo, en ninguna oposición a su serie-

dad a su rigor y dificultad sino que más bien son inherentes a su

ser sublime. Mas en esta heterogeneidad del efecto artístico no

se

trata de un antagonismo dialéctico del tipo que existe por ejemplo

entre la conservación de tradiciones capaces de evolucionar fecun

das y un vanguardismo creador orientado a principios formales

bienes culturales solamente por razones de prestigio; de esta ma

nera al .menos funcionalmente el arte sublime

se

convierte en po

pular. Formas culturales como la ópera o el drama serio pueden

perder su verdadero significado para el «público ilustrado» pero

pueden seguir viviendo de su prestigio anterior. Cabe que se man

tenga

el

abono a

los

teatros de ópera como

<<consumo

ostentoso» y

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fundamentalmente nuevos. Sin

el

antagonismo el conflicto y el

equilibrio entre la continuidad y la discontinuidad del desarrollo

no

habría ningún arte auténtico que para afirmar su identidad tiene

que apoyarse ciertamente en

la

continuación de determinadas

for-

mas expresivas pero que no puede persistir en su estática sin incurrir

en un academismo estéril y en un puro epigonismo.

A consecuencia de esta contradictoriedad de las condiciones el

arte de la élite ilustrada aparece unas veces vinculado a su pasado

y otras variable y fundamentalmente progresista en el sentido de

su

esencia creadora. Semejante fórmula de cambio de

un

extremo a otro

caracteriza támbién al arte del pueblo que durante mucho tiempo

se aferra tenazmente a sus tradiciones pero que las abandona luego

con sorprendente facilidad. La diferencia entre ambos estriba sin

embargo en el hecho de que el arte sublime conserva su calidad

tanto en sus formas tradicionalistas como vanguardistas mientras

que

el

arte del pueblo al abandonar sus formas tradicionales

no

sólo deja de ser lo que

ha

sido en general de ser tenido en cuenta

como arte. Mas

ni

las tradiciones ni el vanguardismo obstaculizan

de antemano el arte popular de las masas urbanas que en cuanto

producto de la industria de entretenimiento no conoce otra norma

que

el

cambio inofensivo de clichés temporalmente seguido con

ri-

gor

el

marchar al compás de la moda continuamente variable

la avidez de las innovaciones las cuales

se

favorecen con frecuencia

no para cubrir

una

necesidad sino para crearla.

anto

el público del arte sublime como el del arte del pueblo

se

reduce constantemente y a pesar de la apariencia en contrario

también disminuye el volumen y

el

papel de la vanguardia. La única

capa del público que aumenta continuamente y con

una

velocidad

extraordinaria

es la

de los partidarios del arte popular cualitati

vamente dudoso. Y crece no sólo a consecuencia del ascenso-de

masas

antes desinteresadas en

el

arte sino también como consecuencia

de

la decadencia parcial de la élite anterior y de la depravación

del

gusto de

la

que no escapa por completo ninguna parte de la

po-

blación actual de las grandes ciudades. Partes considerables

de los

círculos sociales superiores mantienen un «consumo ostentoso» de

s

prosiga la lectura de

los

clásicos como «distracción ostentosa»

incluso aunque no exista ya ninguna correspondiente necesidad in

terior para ello. Pero no

se

trata ya del mismo fenómeno que en los

casos

en donde las obras son recibidas por

un

público para

el

que

van destinadas. Hasta quienes adornan las paredes de su casa con

preciosos originales en

vez

de oleografías baratas a fin de causar

la

impresión de

un

ambiente culto viven a costa de medios espiri

t u l e ~

atesorados por muy buenos que sean los originales.

3. l arte del pueblo

·consciente, acompañada de pautas críticas,

es

el origen del artefacto

artístico y al mismo tiempo, de la desaparición del hombre natural.

Ni siquiera el arte más primitivo y espontáneo del pueblo es ya

«natural»; nace de necesidades culturales, aunque tenga condicio

nes naturales.

Pese a su aparente parentesco,

el

arte del pueblo y

el

arte po

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1 Teoría

Lo ingenuo y lo natural

No basta con mencionar el valor problemático de la producción

situada entre el arte sublimado de la élite ilustrada y el arte

del

pueblo ingenuo y sin unión interior con ninguno ellos,

que

poner en tela de juicio la claridad, pureza y vahdez estetlca

de

la

ingenuidad

en

el arte en general. La creación a:tística. del ~ u e b l o .

tampoco

es

totalmente «ingenua», e n t e r a m e n ~ e I m p u l ~ l V a ~ I ~ se- .

lección ni crítica. El arte empieza donde se reunen la mtencwn, el •

medio y la habilidad. La configuración automática, sin n i ~ g ú n plan

que la dirija y sin ninguna crítica que la controle, no tiene nada

que ver con él.

Ya

no existe, si es que lo

hubo

alguna vez, el

« ~ o m

bre sencillo, natural, de impulsos sanos y gusto no corrompido»,

que correspondería al ideal rousseauniano

en

el a r t ~ . El buen g u s ~ o •

«incorrupto», no

es

ningún don de la naturaleza smo una conquis-

ta de la cultura, y el buen arte, y el arte

en

general, lo desconoce 1

el

hombre «natural», puramente impulsivo. No proviene del poder

como suele decirse, sino del percibir, elegir y juzgar. Las construc

ciones de los castores, los tejidos de las arañas y las pinturas de los

1

· ·

entre

sus trabajos y el diseño y rechazo de las concepciones de un artist '

monos no son arte, por muy fluidas que sean tranSICIOnes . a r·.

la

planificación y acomodo de sus planes a los medios dados

cultura

en

cuyo marco y por cuyas normas

se

desarrolla la creaciO

pular tienen pocos puntos de contacto entre sí. Generalmente,

el

arte del pueblo no es más que

un

calco del arte sublime, y los valo

res que crea raras veces guardan

una

relación apropiada con la pér

dida de calidad artística que experimentan los modelos en el proce

so. La

concepción que

uno

se encuentra a veces de que el arte des

tinado al actual público de masas

es

la continuación del primitivo

arte del pueblo, se basa únicamente en el rasgo de lo «popular»,

común en apariencia a ambos fenómenos, concepto que, en realidad,

tiene cada vez un significado diferente. En sentido lógico, arte del

pueblo y arte popular son a lo sumo conceptos contingentes; puede

que tengan su origen común

en

el arte sublime, aunque de ningún

modo manifiestan su validez al mismo tiempo y por igual y ninguno

de

ellos lo continúan en ningún sentido. Evolucionan del arte de

los magos, sacerdotes y gobernantes

en

dos direcciones distintas. El

arte del pueblo

es

relativamente sencillo, libre y atrasado, mientras

que el

arte popular

es

refinado a su manera, técnicamente avanza

do aunque también vulgar, y cambia de la noche a la mañana,

aunque raras veces para mejor. El arte del pueblo descompone o

simplifica

los

modelos del arte sublime,

el

arte popular los vulgariza

o estropea.

Si por arte del pueblo se entiende la producción artística de la

población campesina inculta, efectuada sin modelos, y

en

este sen

tido

ingenua y no refinada, destinada a cubrir las necesidades pro

pias entonces, en circunstancias determinadas y

en

ciertos períodos.

puede

figurar como tipo primigenio de arte. Sin embargo,

en el

momento en que ningún grupo social

se

hace valer como estamento

especial

o como clase privilegiada junto a la población a la que per

tenecen los productores actuales y virtuales de tal arte, y además

de los

pocos que lo dominan y dirigen, no puede hablarse de nin

guna capa social calificable de «pueblo», portadora de un carácter

inferior en relación con

el

resto de la sociedad y productora de

un «arte del pueblo» divergente del arte de los señores. Su noción

P.resupone

una

estratificación social que falta

aún en

estas condi

Ciones.

707

El arte del pueblo conserva durante toda su duración sobre todo

rasgos de una praxis artística primitiva, comunal, en tanto se

pueda distinguir fundamentalmente entre productores y consumido

res. Los límites entre ambos factores aparecen borrados solo

en

el sentido de que el receptor puede convertirse en cualqmer mo

mento

en

productor, sino también en el de que, por lo genral, son

propia, pero fuera de

los

distintos individuos concretos no hay nin

gún substrato real que portase estas manifestaciones. Y si

hay

algo

así como

una

propiedad espiritual colectiva, tal como

se

puede ima

ginar, por ejemplo, el arte del pueblo, lo cierto

es

que no existe

ningún creador supraindividual, homogéneo, espiritualmente inte

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desde un principio las mismas personas las que cumplen la fun

ción de producir, recibir y reproducir.

Hipóstasis de las actitudes

de grupo

La circunstancia de que un grupo social no conste sencillamente

de un montón de individuos y la persona individual

se

comporte

unida a él de una manera diferente a como lo hace cuando

esté

separada de él, esto

es

que como miembro del grupo

d e s a ~ r o l l e

rasgos comunes con los demás miembros y de acuerdo con estos

reaccione a las impresiones,

es

bien conocido y comprobado

como

principio fundamental de la sociología. Tal como .se ha

~ o s t r a d o .

resulta inadmisible, en cambio, hipostasiar esa actitud umforme

de

grupo como fuerza anímica autónoma, c ~ ~ a z ~ e d e s p l e ~ a r una

ca

pacidad propia de pensamiento y de accwn, mdependiente de los

· mbrosindividuales del grupo, tal como han enseñado la escuela

mie . l . . . , .

histórica para el espíritu popular y la psico ogia etmca romantica

para el alma del pueblo y del grupo. De esta s u e r ~ e , la : ~ n d u c t a

colectiva del grupo se presentaría no sólo como mamfestacwn d l a

adaptación

mutua

de distintos temperamentos, v o l u n t ~ d e s Y o?J:tt

vos, esto es como mera función, sino como sus.tancia ontologica.

En

cuanto concepto científico racionalmente aplicable, al. alma.de

grupo

no

le corresponde en realidad ninguna causa de

o n g e ~

smo

f

un efecto final, ningún agente dado y activo de a.ntemano, smo

el

l

resultado visible a posteriori de acciones ya realizadas, las :ual;s ,

se

personifican debido a su compatibilidad.

No

se trata. aqu.I

mas

que de un nombre colectivo que, en cuanto tal, nunca es

I m a g ~ a b l e

«antes» sino siempre únicamente «después» de la comprenswn de

sus elementos. El alma de grupo consta solamente de factores que L

producen los miembros individuales del grupo a través de su

coope-  ·

ración y coordinación. El sujeto que viene a cuento como portador

de

la adaptación

mutua

de unos momentos a otros carece tanto

de realidad psicológica como biológica.

Así

que, a

lo

sumo, ~ a y

d

. d t d

una

«lógtca» ·, -

acciones y reacciones coor ma as, conec a as por

grado, a quien se pudiera a tribuir el origen de las partes individuales

de esta propiedad.

El alma del pueblo

es

una construcción puramente psicológica;

puede atribuírsele

un

sentido exactamente definible, pero no ninguna

actividad espiritual espontánea y autónoma. La creación artística

colectiva que no estuviera compuesta a base de aportaciones indi

vidualmente autónomas seria impensable en su

proceso y

en

su

nexo.

Su

noción,

en

cuanto unidad indivisible, forma parte de ese

mito del «genio del pueblo», que, según la

opinión de Guillermo

Dilthey,

es

tan

inútil para la explicación histórica de los procesos

espirituales como, por ejemplo, el concepto de la fuerza vital para

las tareas de la fisiología . La obra de arte

es

producto

de

un indi

viduo no sólo como totalidad final sino también en todas sus par

tes

estéticamente diferenciables. Igual que tuvo que abandonarse el

alma del pueblo como portadora de una función artística, también

hay que abandonar el concepto de clase o grupo social como per

sonificación del proceso creador. No sólo cada canción popular ais

lada o cada versión de un cuento popular

es

producto de un autor

individual, también las formas artísticas más impersonales, las va

riantes más insignificantes de

una

canción y los adornos especiales

más pequeños de

una

decoración por lo demás idéntica, proceden

de personas individuales. La sociedad, el estamento o la clase, la

ideología de

una

comunidad de intereses carecen de ojos y manos

para pintar, de oídos y pulmones para cantar, de vivencias y de vo

luntad colectivas, lo mismo que el alma o el espíritu popular.

Solamente

el

individuo puede pintar, cantar, expresarse de

una

manera comprensible, aunque lo haga siempre «por encargo» y

como

«portavoz» de un colectivo y desde un principio sea parte de

un grupo o portador de su espíritu, de una ideología que no puede

revelarse de otra manera. Pero si se considera en este sentido la crea

ción artística como actividad inseparable del individuo, no ocurre

rrque se supone, por ejemplo, que la génesis de

una

obra de arte

epende necesariamente de la efectividad de

un

ser inspirado y pre-

 

G. Dilthey: Einleitung in ie Geisteswissens·chaft 1922 p. 31 y sig.

supone la integridad e indivisibilidad de

un

espíritu mítícamente

dotado y movido. La inevitabilidad de la participación de

una

indi-

vidualidad en la creación de una obra de arte puede mantenerse

aunque uno no persevere incondicionalmente en el principio de la

uniformidad y homogeneidad del factor creador. Las distintas facul-

tades espirituales funciones inclinaciones y objetivos de

un

indi-

pueden ser naturalmente tan populares que al fin nadie pueda

decir ya quién los inventó y debido a la repetición constante y a la

adaptación continua adoptar

un

aspecto tan convencional que se

borren sus rasgos peculiares individualmente condicionados. Mas

no por eso dejan de ser sus autores individuos pues hasta el menor

cambio en las figuras como la torsión de una línea del modelo

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8/16/2019 Arnold Hauser-Sociologia Del Arte

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viduo reveladas en el proceso creador la capacidad de concepción

artística y su ejecución adecuada las habilidades técnicas los cri-

terios del gusto la autocrítica la voluntad y el valor de corregir y

acomodar de adaptación mutua de

los

medios y del contenido

ex-

presivos presuponen

una

división tan amplia de las formas de pro-

ceder dentro de la dotación espiritual

de

la personalidad individual

como la diferenciación más meticulosa de los cometidos y de la

división más específica del trabajo dentro de

un

colectivo por variada

que sea su composición.

La idea de

una

capacidad espiritual comunal como origen

de

creaciones artísticas es tan impensable como la de

un

artista

que

se expresara en formas totalmente personales únicamente creadas

por y referidas a sí mismo sin pensar en ningún oyente ni obser-

vador en ningún público ni en ninguna comunicación entre el yo

y el tú. Mas si el individuo piensa siente y crea siempre en el con-

texto de un grupo no existe fuera de él ningún principio que entre

en consideración como portador del pensamiento o de la creación

por el grupo. La idea de que la propiedad espiritual común

de un

pueblo sus usos y costumbres convenciones e instituciones

su

arte y su poesía son creación de

un

esfuerzo espiritual común

y

resultado del trabajo coordinado según

un

plan o de la improvisa-

ción colectiva no es más que fantasía romántica. No existe ninguna

norma moral o costumbre decisiva ningún principio de

fe

O

de de-

recho ninguna idea artística o poética que deba su origen a un

impulso puramente colectivo anónimo completamente impersonal.

Hasta el ornamento más sencillo la canción de amor más corta

el

cuento popular más ingenuo son creaciones individuales

aun-

que se las apropie en

un

tiempo muy corto

un

grupo social y se

conciertan en «arte del pueblo» por adopción reproducción o

va-

riación. No existe ningún alma popular que sea capaz y

se

sienta

motivada a componer

un

poema o

una

canción de inventar

una

historia o

una

decoración o incluso de crear únicamente

un

nuevo

giro lingüístico

una

nueva imagen poética o la forma lingüística

extraordinaria más sencilla.

Una

canción

un

cuento o

un

ornamento

original o la sustitución de una palabra por otra en

un

texto por lo

demás inalterado

es una

empresa personal aunque el innovador

no

tenga la menor conciencia de haber emprendido y realizado algo.

omanticismo

psicoanálisis

Toda la teoría romántica del arte del pueblo se basa en

un

error de pensamiento: ignora que en la composición de una can-

ción pueden participar ciertamente varios individuos uno tras otro

pero no uno junto a otro y que nace como resultado continuamente

modificado de una adaptación paulatina y no como la decisión

unánime de una especie de comité de acción. Como todo estilo

artístico y mental el arte del pueblo

es

la creación de individuos

y la propiedad de muchos y lo mismo que no existe ninguna obra

de

arte que represente totalmente

un

estilo histórico tampoco

hay

ninguna versión de

una

canción popular que pueda considerarse

la única decisiva todas las versiones son lícitas y relevantes. El ca-

rácter colectivo de las canciones populares consiste más bien en que

van

de

boca en boca en

vez

de en el fenómeno más raro de que

se canten por muchos al mismo tiempo y de igual modo.

El romanticismo desvistió al arte del pueblo de sus rasgos histó-

ricos

concretos transformándolo en

un

fenómeno conceptualmente

indeterminado indefinido por su génesis a fin de poner de relieve

su

supuesto carácter universal y primigenio. A ningún producto del

espíritu humano se aferraron tanto las ideas irracionales de la

filo-

sofía

romántica de la historia y del arte como en la epopeya la can-

ción

Y

el

cuento populares

los

cuales en la forma que los presenta

el

romanticismo son más bien su invención que su descubrimiento.

Se necesitó bastante tiempo hasta que la ciencia consiguió liberarse

de

la idea

de un

pueblo colectivamente improvisador y situado en

un medio indiviso de la prehistoria y darse cuenta de que todo pro-

ducto del

arte del pueblo toda canción popular y todo motivo de

una canción tiene su hora y su lugar

de

nacimiento y su autor

particular.

El llamado crecimiento ingenuo y natural vegetalmente orgá

nico e instintivamente inconsciente del arte del pueblo era para el

romanticismo el prototipo del acto secreto de creación del que

creían poder derivar todo lo artísticamente valioso. Los puntos de

contacto entre romanticismo y psicoanálisis no son en ningún sitio

tan evidentes como en la fetichización de este acto aparentemente

El público del arte del pueblo no

es

capaz ni apto de considerar

el arte como arte y juzgarlo según pautas formales a diferencia del

J l ú b l i ~ o del arte sublime que valora el producto artístico como una

victona de

su

autor sobre una dificultad técnica y se interesa más

por las vicisitudes inherentes a la creación artística que por

el

des

tino del héroe ficticio en torno al cual gira la obra. Los portadores

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oculto. La interpretación psicoanalítica de las formas espirituales

tuvo en el arte del pueblo su campo de investigación más fecundo

y el folklore romántico no experimentó más estímulo ni confirma

ción aparente por ningún método científico moderno que por

el

psicoanálisis. Evidentemente la identificación del pueblo con sus

poetas y cantores

es

más fuerte y duradera que la de los ilustrados

con sus dirigentes y portavoces espirituales. Es sobre todo

en

este

sentido

en

el que el arte del pueblo crea una situación importante

desde el punto de vista psicoanalítico. En esto radica el carácter co-

munitario y se basa la popularidad de las obras. A la proximidad

entre productores y consumidores del arte del pueblo se opone la

incoherencia y discontinuidad de su estructura interna. Y la incohe

rencia de las ideas e imágenes que permite a menudo

una

mirada

directa en lo inconsciente deviene para el psicoanálisis una fuente

de información tan valiosa como la identificación total de

los

suje

tos receptores con los comunicantes. Por eso falta

en

las obras del

arte del pueblo ese equilibrio de las contradicciones y esa ligazon

de las fisuras que predominan en las demás representaciones artís

ticas y borran las huellas delatoras de actividades mentales impulsos

e inclinaciones inconscientes.

La particularidad del arte del pueblo reside principalmente en

la circunstancia de que pese a su necesidad la influencia del indi

viduo se reduce a un papel relativamente pequeño y que en cuanto

portador del proceso artístico es representante de los objetivos

ar-

tísticos uniformes de su grupo en un sentido mucho más riguroso

que en el caso del autor o receptor de las obras de arte sublime.

Pues

aunque el elemento pequeño de una canción popular o de un

trabajo artesanal campesino

es

un producto individual también

es

cierto que sus formas más complejas están constituidas de tal

manera que cada miembro de la comunidad puede sentirse

como

autor suyo. Y aunque una canción popular

no

pudo ser compuesta

por cualquier miembro de la comunidad ocurre que los talentos

son

en

verdad individuales pero los intereses espirituales y las

vivencias expresadas son comunes y se repiten constantemente.

del arte del pueblo ignoran por completo tales dificultades y los

autores del arte popular están precisamente orgullosos a menudo

de

no haber dado

nunca

con ellas. El arte del pueblo parece estar

ya

en relación directa con

el

inconsciente a causa de esta despreocu

pación formal.

Arte popul r y arte

campesino

La separación fundamental de la poesía popular respecto de la

artística efectuada por

el

romanticismo en

el

sentido de que

el

arte

del pueblo es algo crecido orgánicamente y trasplantado en

el

ca

mino de

una

tradición ininterrumpida mientras que

el

arte de

los

ilustrados

es

una

actividad consciente y experimental de acuerdo

con

un plan sigue siendo aún decisiva para Alois Riegl

.

Al ex-

cluir, en principio del arte del pueblo todo lo que conlleva un ca

rácte; · ~ r o f e s i o n a l lo define sencillamente como trabajo e industria

domestica de los campesinos quienes producen y consumen ellos

mismos sus utensilios. Pasa sobre todo a la construcción campesina

~ o m o a la p r o d u ~ ó ~ de mayoría de los utensilios para las

Iglesias y obras escultoncas. Cierto el pueblo participa evidente

m : n t ~

en la producción del arte propio mucho más que la clase

senonal

la población urbana en estrecho contacto con ésta pero

la

mayona de las representaciones figurativas las tallas y grabados

que

adornan sus aposentos los objetos institucionales de las iglesias

de aldea y de los lugares de peregrinación proceden en su mayor

parte de

artesanos que por

lo

general provienen del pueblo pero

que.

apenas pueden incluirse en el pueblo en el sentido de ese es-

tudw.

~ i g l se aferra también a la teoría romántica acerca de la homo

feneidad del espíritu popular e insiste en que las formas tradiciona

~

de

arte son propiedad común de todo el pueblo y no de una

e ase especial.

No

ve que sólo puede hablarse de un arte del pue-

2

Alois Riegl: Volkskunst Hausfleiss

un

Hausindustrie 1894.

blo an te la existencia de diferencias de clase y de educación Y úni

camente en contraste con el arte de capas de instrucción no perte

necientes al pueblo. El arte del pueblo no es ningún arte de comu

nidad sino, como la producción artística

en

general, un arte de cla

se

0

de grupo social. Cabe que

en

la identificación de arte del pue

blo con arte campesino Riegl haya sido inducido a error por la

puede relegarse al fondo, mas no por eso deja de ser

una

de las pre

 fpposiciones de toda actividad artística.

En

ningún caso puede

haber existido el arte en un estado natural alejado en la historia.

La

necesidad de arte, la habilidad y los valores artísticos son fe

pómenos históricamente condicionados que sólo pueden manifes

tarse tras la conclusión de una evolución puramente instintiva y

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circunstancia de que el arte moderno del pueblo proviene en su

mayor parte de los campesinos. Pero aunque todo arte del pueblo

fuese arte campesino, no todo arte campesino podría figurar

como

arte del pueblo.

En

el Neolítico o en

la

época de las migraciones

de pueblos, como ya se

observó, puede hablarse por cierto de una

cultura y de un arte campesinos, mas apenas si puede hablarse

de

un arte del pueblo en sentido propio puesto que junto al arte

de

los campesinos, la gran mayoría de la producción activa, no existe

ningún

arte señorial, a no ser en forma de objetos de adorno para

los campesinos ricos y unos cuantos gobernantes, objetos que, por

el tipo, no se diferencian de los demás productos del arte campe

sino. Pero si falta la diferenciación social y educacional que

forma

parte del concepto de arte del pueblo, entonces

hay

que calificar

a toda la producción artística de la época como «arte del pueblo»,

con lo que se oscurece así el verdadero sentido del concepto.

Cultura comunitaria

· Apenas puede pensarse ya en

una

«primitiva cultura comunita-

l

ria»

en los

tiempos de las invasiones nórdicas, por ejemplo, cuando J

las tribus campesinas germánicas eran las portadoras de

la

cultura,

puesto que se

ha

roto ya la actitud anímica subyacente a semejante

cultura, aunque

aún

faltan las distintas capas de instrucción

en l

i

sentido posterior. Es dudoso, además, que haya existido nunca tal

«cultura comunitaria» según la imagen romántica de Hans Nau-  

mann

,

y que la noción de cultura no incluya de antemano, más

bien la de una división de la sociedad.

La

fase evolutiva en la

que

p u ~ aparecer la poesía, tal como nosotros la entendemos, t i ~ n t

que haber emanado ya del estado de esa comunidad. Pues es ;m·

pensable que se compusieran poesías antes de poder tener concten·

cia de sí mismo como individuo y querer diferenciarse de los ~ e ·

más. Como ocurre siempre en el arte del pueblo, la individuacto l

3

Hans Naumann:

Primitive Gemeinschaftskultur

1921.

el comienzo de una planificación y organización conscientes de las

actividades individuales.

Igual que con el arte campesino, el arte del pueblo tampoco

puede identificarse con el arte provincial. Su contraste con el arte

de las ciudades y de los centros culturales orientados por ellas es,

por

cierto, una de sus características más salientes, mas

en

modo

alguno

es

un arte de tendencias urhanas ni tampoco puede serlo.

El arte provincial, a diferencia del urbano, depende continuamente

del gusto de la gran ciudad y, debido a esto, va marcado por los

huellas de un sentimiento de inferioridad. También el arte del pue

blo está influenciado, naturalmente, por

el

arte superior, practicado

en los monasterios, cortes y ciudades, pero no lo imita consciente

e intencionadamente. Cabe que sea

un

arte de segunda mano, pero

no uno que quisiera competir e identificarse con otras direcciones

artísticas.

En la posesión del arte propio y de las tradiciones culturales

propias, el pueblo se halla

aún

fuera de la economía industrial y

de tráfico competitiva y no persigue ningún arte particularista, fun

damentalmente distinto al de las otras capas sociales. «Nunca hubo

un arte del pueblo consciente, esto

es,

intencionalmente creado»,

afirmaba con razón un importante folklorista . El hecho de que

la mayoría de las canciones populares no se compongan en dia

lecto

sino en la lengua literaria , muestra mejor que nada lo libre

que

es el pueblo de toda vanidad y partidismo. Las canciones en

dialecto proceden en su mayor parte de poetas profesionales que

creen

tener que descender al pueblo, mientras que el pueblo, cuando

compone poesías, no se ofrece «naturalmente», como opinaban los

románticos, sino que se presenta emocionar y lingüísticamente en

el traje de los domingos •.

:R

Forrer: on alter und iiltester Bauernkunst 1906, p. 6.

C .

Eduard Wechss1er: Begriff und Wesen

es

Volksliedes 1913, p.

13.

H Mor : «Das franz. Vo1kslied>>, en Dichtung und Sprache der Roma

nen, II, 1911,

p. 90.

 .

« ien cultural dii 'itninuido»

La representación del arte del pueblo como. un

« b i ~ n

cultural

disminuido» se ha convertido

en un

lugar comun. Nadie duda ya

de que temas

0

motivos aislados, d i r e i o n e ~ estilísticas y figuras

formales, elementos sentimentales e intelectuales de la

c u l t u r ~ su-

perior descienden y devienen propiedad del arte del p u e ~ l o . e g u ~

la

,

como

una cosa de por sí, sino también de la facultad de distinguir

lo mejor de lo menos bueno en arte. Es sabido que, cuando se le

pide

que cante, el campesino ofrece siempre todo su repertorio y

wezcla verdaderas canciones populares con imitaciones pobres o

coplas

ajenas al pueblo

9

La ignorancia estética del pueblo no significa, sin embargo, que

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opinión hoy generalmente difundida, el pueblo

es

e s e n c i a ~ m e ~ t e Im

productivo; apenas produce artísticamente, sino q u ~ m a ~ bien

re

produce. Opiniones de que «no puede

c o ~ p o n e r

s:no

~ o l o

armo-

nizar o a lo sumo variar, de que no crea smo que ehge» , o de

que

la mayor parte de las canciones populares no son más q u ~ plagi? ,

se explican en parte como meras reacciones contra la teona roman-

tica del arte admitida en este respecto por la crítica socialista del

arte a pesa; de su ideología realista. La estimación del arte

del

pueblo fue de siempre un asunto político, y de acuerdo con el c a ~ p o

en

que se esté, se interpretan l ~ s mismos. ~ a s g ~ s como, por ejem

plo, su renuncia a la particulandad y ongmahdad, unas veces

en

sentido positivo y otras

en

negativo. Pero, en todo ; ~ s o poeta

popular,

se

considera bajo el aspecto que sea,

es el

tipico diletante

a quien se le ocurren toda clase de modelos

tan

pronto

c o ~ o

se

atreve a componer poesías.

No

puede liberarse de

las canciOnes,

imágenes y giros que

se

le han grabado

en

la . memona; mas s u

ambición tampoco está

en

la originalidad.

No

tiene que c o m b ~ t i r

ninguna competencia ni necesita ninguna propaganda. La doctrma

del «bien cultural disminuido» incluye la tesis del retraso

d ~ l

arte

del pueblo. Desde el punto de vista de la historia del estilo va

un período de tiempo más o menos largo por detrás del arte de

los

ilustrados y expertos, y en las primeras fases. de su d e ~ arrollo no se

dispone a menudo de otro criterio para su tipo especial que

el

del

retraso. d ·

¡

Al popularizarse,

el

arte de la élite ilustrada pier e no o

su

modernidad sino también su calidad estética. El pueblo no solo se

aleja de él al juzgarlo por normas inapropiadas a su ser, .sino

tam

bién por la praxis, creando objetos artísticos que s ó l ~

c o n c i b e n . c o ~ ~

«arte» los ilustrados; el pueblo mismo los produce sm la c ~ n c i e n c

de crear algo que trasciende los límites de sus formas de vida Y sus

necesidades diarias. El pueblo carece no sólo del concepto del

arte

7

W Tappert: Wandernde Me/odien 1868,

p.

38.

s Gabriel Vicaire:

Études sur l poésie populaire

1902,

80.

¡

todo lo que produce

en

poesía, música y decoración sea artística-

wente inferior. La famosa frase de Émile Faguet: «La littérature et

l art ne sont pas populaires qu a condition d etre médiocre»

10

,

es

tan reductora únicamente porque barre de

un

modo

tan

radical

la leyenda romántica acerca del arte del pueblo. Más correcto se

ría,

empero, el juicio de que el pueblo es ciertamente inseguro en

su gusto, pero que en su creación artística no sólo se rige por el

gusto.

Incluso en la hipótesis de tal creación acrítica, hay que guar-

darse en efecto de atribuirle al pueblo facultades que le impone

un poder e inteligencia superior. A saber, el hecho de que en su

impulso creador, y ante su timidez simultánea por ultimar, adopte

formas tradicionales que con frecuencia no sabe apreciar acertada-

mente,

no significa que estas formas caigan del cielo. También

proceden de rendimientos individuales, y en el arte del pueblo

habrá de reconocerse la acumulación de tales trabajos de primera

o segunda mano, según que se vea

en él

creaciones originales, con

los defensores de la teoría productora, o repeticiones más groseras,

con

los representantes de la teoría receptora.

La moderna investigación de canciones populares llevó a des-

cubrimientos que demuestran que,

en

su mayor parte, las canciones

populares son «canciones artísticas en boca del pueblo».

No

obs-

tante, sólo puede hacerse valer la teoría receptora con ciertas limi-

taciones.

Sobre todo

hay

que suavizar el contraste demasiado brusco

entre

arte «sublime» e «inferior», «culto» e «inculto», arte para

expertos y arte para el pueblo. En este contexto hay que imaginarse

también los procesos, igual que en la historia en general, como cami-

nos con pasos, puentes y veredas laterales,

en

vez de accesos direc-

tos.

La

concepción positivista de obras de arte sublime no eleva

~ e m p r e

al nivel más alto. Y no sólo son los discípulos y epígonos

los que pretenden hacer accesible a un público más amplio las obras

de un artista difícil al precio de algunas concesiones; los mismos

C . Henri Daveson: Le Livre des Chansons

1946,

pp. 26¡27.

10

F:mi e Faguet: Politiques et moralistes I p. 167.

maestros por rigurosos e intransigentes que sean pueden allanar

ya el camino de una popularización complaciente a lo largo de su

propia creación.

Poesía

artística

poesía

popul r

El romanticismo indicó ya los límites fluidos entre poesía artís-

obras ya se trate de un motivo original o de uno prestado. La ver-

,,f;tadera pregunta que

hay

que responder dentro de este contexto no

gira sin embargo

en

torno a las características que presenta el arte

del

pueblo sino más bien

en

tomo a las cualidades que ha de reunir

una obra de arte de los ilustrados a fin de que el pueblo la adopte o

varíe.

Otro de

los

problemas estriba en la influencia del arte del pue-

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tica y poesía popular. A este respecto Achim von Arnim observó

en una

carta a Jacob Grimm que no existía «poesía natural» abso-

luta porque como él decía «no

hay ningún

momento sin histo-

ria»

.

Mas por «historia» entendía

él

esa esfera de transiciones

y mediaciones

en

donde la cantidad puede transformarse en una

calidad nueva y donde se

ha

de aplicar con

el

mayor cuidado la

diferenciación fundamental entre alto y bajo

natural

y artificial

espontáneo y convencional. El estado natural termina con

el

co-

mienzo de la historia en cuanto elemento real de la existencia huma-

na. Desde ese momento sólo hay transiciones entre naturaleza y ar-

tificialidad impulso y finalidad disposición y adaptación. Una no-

ción del arte del pueblo correspondiente a este sentido no se puede

obtener ni por la teoría de la producción ni por la de la recepción.

Ambas marcan con demasiada precisión el límite entre espontanei-

dad y convención. En ambas son más o menos irreales y románticos

los conceptos utilizados pues también la teoría de la recepción

se refiere al mito de una fuerza creadora de funcionamiento no

dialéctico que se toma sencillamente del patrimonio intelectual

de r

la élite ilustrada y se transfiere automáticamente al pueblo. Sin em-

bargo la validez de esta teoría está limitada en realidad por la cir-

cunstancia de que la adopción de las formas y motivos por

el

arte

del pueblo va siempre unida a condiciones especiales.

La

recepción

1

no sucede en absoluto mecánicamente sino que permite

reconocer

ciertos principios de selección de suerte que uno se siente una Y .

otra vez impulsado a preguntar por qué puntos de vista se

efectuó

el préstamo. A pesar de toda la adaptación

la

parte productiva del

proceso no

es en

modo alguno insignificante y la lógica de la trans-

formación a que somete el pueblo lo recibido del arte superior s

evidente.

No

es fácil decir en qué consisten los criterios

formales

t

del arte del pueblo pero

es bien claro el tono popular

de

las

Carta del 14 de julio de

181

] citada en

R.

Steig: Achim van Arnim

und

acob

Grimm 1904 p. 134.

718

blo sobre

el

de las capas ilustradas superiores. Es indudable

el

he-

cho de que la canción y la música popular puede influir de vez en

cuando de una manera decisiva en la poesía artística y en la mú-

sica

seria de

los

expertos y maestros y que además de un bien cul-

tural «disminuido» también puede hablarse de otro bien cultural

ascendente. Las melodías populares las han utilizado representantes

auténticos de la música clásica como Haydn Mozart Beethoven

Schubert sobre todo como temas de variación tan a menudo como

utilizaron temas de la música popular los últimos románticos so-

bre

todo

en

el

ámbito cultural de Europa Oriental. Mas prescindien-

do

de los casos

en

que el arte sublime sólo se apropia de lo que le

perteneció originariamente y se tomó de él en la influencia del

arte del pueblo sobre su configuración lo mismo que

en

sus influen-

cias externas en general no

se

trata de ningún estímulo realmente

creador

sino

tan

sólo de

una

oportunidad de renovación interior-

mente

actual y realizable. También en Béla Bartók el descubrimien-

to y utilización de la música popular

húngara

fue

en

parte expre-

sión

de

su propia voluntad artística en la que se revelaba su rechazo

del

romanticismo tardío y su interpretación parcialmente negativa

del impresionismo. Tanto la elección que efectuó entre las cancio-

nes

aldeanas halladas como la formulación que recibieron en sus

composiciones era

tan

peculiar y creadora que desde entonces se

ha aprendido a oír a su manera toda la auténtica música popular

húngara. Por tanto también

es

difícil trazar

en

la línea ascendente

el límite entre recepción y producción. Pero esté donde quiera el

mero hecho de que el arte sublime reciba estímulos del arte del pue-

blo no demuestra

en

y de por sí casi nada respecto al valor artístico

de

las formas que motivan los estímulos. Para el verdadero artista

son fecundos los moti\ fos más diferentes mientras que

en

artistas

de categoría distinta los mismos estímulos e influencias varían de

~ s o

a otro. El estilo húngaro de Liszt y

el

idioma musical de

artok no tienen

en

común más que

un

titulo superficialmente

generalizador.

719

La canción popular se diferencia del modo más claro. de la ar.

tística de la que puede parti r o a la que puede conducir, por

su

mayo; difusión, de

un

lado, y por la homogeneidad de los grupos

sociales interesados en ella, de otro. Cierto, también

el

arte sublime

se rige por

los

deseos de

una

capa social más o m:nos homogénea,

pero siempre apela al individuo dentro,

d:

esta

u m d a ~

Y

se

_refiere

¡nado de creación del poeta agraciado por Dios. Ambos conceptos

t

vienen del legado espiritual de Herder, que fue el primero en

abiar de

una

«poesía natural»

en

el sentido de manifestación in

genua e inconsciente del pueblo, que habla y compone poesías lo

JIIÍsmo

que canta el pájaro y crece y florece la planta. Así, pues, el

rasgo

más característico de la poesía artística siguió siendo, para

el

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a vivencias sensaciones y estados de ammo que lo d1ferenc1an

de

los demás :Uiembros del grupo y aumentan su especial sentimiento

de personalidad. El arte del pueblo, por el contrario, sólo

expresa

contenidos anímicos del patrimonio común o que pueden devenir

propiedad de todos. Esto significa, sobre t ~ o que es

un

b i ~ n

s.in

dueño, y que ningún individuo puede o qmere hacer valer nmgun

derecho de propiedad sobre sus creaciones. Las obras no son

nece

sariamente anónimas, pero

son siempre impersonales. Cabe

que

en

tal o cual aspecto y en tal o cual fase evolutiva sean originales,

pero

en

modo alguno persiguen la originalidad. El mayor conven.

cionalismo del arte del pueblo no depende, en todo caso, ni de un

mayor sentimiento comunitario y solidario,

q ~ ~ _el

c a m p ~ s i n o

nas siente nunca, ni de la falta de toda ambJCwn y vamdad,

smo

únicamente del papel especial que desempeña el arte en su

vida.

Como, por lo general, el arte del pueblo es ningún ~ e d i o

de

subsistencia ni ningún objeto de competencia y, por eso, esta exento

del exagerado subjetivismo de

la

intelectualidad, no se siente como

una manifestación de la personalidad, aunque a menudo vaya

pro

visto de rasgos personales. Ya se sabe lo mucho que gusta a la gente

del pueblo escribir nombres y fechas en sus

o b ~ e t o s

d e c o r ~ d o s

aun-

J

que carezcan de interés por estatuas y otros objetos que s1rven p ~ r a ¡

acentuar la personalidad

12

• También existen a este respecto

rencias históricamente condicionadas entre las distintas

comumda

des del pueblo; y lo mismo que

el

individualismo la capa supe

rior la conciencia de la personalidad

se

forma tamb1en en

el pueblo

de

~ c u e r d o

con las condiciones respectivas. Por su posición, los cam

pesinos viven todavía

en

su unidad homogénea medieval, Yen

o ~ r o s

1

f

d

d d f · d y d1 námJCas

paises se aproximan a as armas e VI a 1 erenc1a as

del proletariado industrial urbano. ]

La

improvisación es

el

concepto alterno de la

inspiració_n ay

1

Í

cable al

arte

del pueblo, con la que

el

romanticismo

des1gno

e

lksk

D

. b ld d

Künste Ii

2 A. Haberlandt: Gedanken über Vo unst.

te

_' en .

1

o ,

1919, p. 230. - Karl Spiess: Bauernkunst, ihre Art und thr Smn, 1925, P

tofllanticismo, la espontaneidad e ingenuidad atribuidas por Herder

a la poesía popular. Sin embargo, los románticos se dieron cuenta

de

la limitación e insuficiencia de este

punto

de vista. Como ya

.econoció Charles Lamb, «el poeta sueña estar despierto, no está

dominado por su objeto sino que ejerce dominio sobre él». Malraux

00

hace sino cambiar el pensamiento cuando dice: «El niño se

conduce a menudo artísticamente, pero no

es

ningún artista, pues

está dominado por su talento,

en

vez de dominarlo». En este sentido

afirma Marx que la circunstancia que distingue al peor arquitecto de

la mejor abeja estriba

en

que él tiene ya en su cabeza

el

plano del

edificio

que va a construir.

En

contraste con

el

artista consciente,

prudente y metódico, el pueblo,

en

cuanto productor de obras de

arte,

pertenece a la misma categoría que

el

niño, el hombre primi

tivo, el

psicópata y el animal. Todos estos seres que obran instinti

vamente no son más que vehículos y no directores de su talento.

Mas sería erróneo suponer que la improvisación del cantor del

pueblo

es totalmente ingenua y

una

manifestación completamente

instintiva y espontánea. La elección de fórmulas fijas, motivos tra

dicionales,

giros típicos, epítetos firmes, metáforas e imágenes repe

tidas,

principios y finales estereotipados de determinados episodios,

se

basa en juicios que

los han

hecho materia de elección. Sólo se pue

de

improvisar eficazmente donde la descripción se puede componer

a

base

de pequeñas porciones que existen ya terminadas

Las

fórmulas poéticas no devienen convencionales después de haberlas

improvisado; no pueden improvisarse sino cuando se apoyan en

convenciones que se han hecho ya fijas. Esto

es

igualmente caracte

rístico para el procedimiento de los rapsodas homéricos como el de

los

cantores kirguises y servocratas

14

, Pero la prueba más contun-

13

John Meier:

Werden und Leben

des

Volksepos, 1909,

p. 13.

54o

George

Thomson: Studies in Ancient Greek Society, I, 1949, pp. 527-

p · - Albert B. Lord: he

Singer of the Tales, 1964,

pass. - Mi lman

arry:

The Making of Homeric Verse,

1971 pass.

dente de la artificiosidad de su método

es

precisamente esta utiliza-

ción irreflexiva de fórmulas acabadas,

es

decir, lo que a los ojos de

los románticos parece demostrar su naturalidad.

Pese a su formalismo y convencionalismo, la poesía del pueblo

no es totalmente incapaz de evolución ni estacionaria. Cierto, los

distintos giros de expresión se repiten, pero la estructura de las

2

istoria

Neolítico

Por muy evolutivo que sea

un

arte del pueblo mantenido en la

práctica,

es

dudoso que se pueda hablar en absoluto o con las li-

mitaciones que sea de una historia continuada de la actividad ar-

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piezas enteras está sometida a un cambio continuo.

La

canción

popular se encuentra en un estado fluctuante y

~ u n c

sale :sta

condición. No tiene

ninguna

forma permanente, smo que, mas bren,

cada una de sus versiones representa un estadio de transición. En

la poesía popular

nunca

ocurre esa interrupción de la corriente evo

lutiva que se efectúa

en

el arte de los maestros con cada obra im

portante. Debido a esta continuidad puede figurar en cierto respecto

como el medio ejemplar de la historia del arte. El desarrollo y

cre

cimiento de la poesía popular sólo puede detenerse artificialmente, ,

al sacar una de sus diversas versiones. En este sentido declaraba

ya

Steinthal que «poesía del pueblo»

es un

nomen actionis y

un fenó

meno parecido al lenguaje, que cambia incesantemente. Así

que

tampoco puede hablarse de la forma auténtica de una canción

po

pular; cada una de sus versiones es

tan

importante

c o m ~

o t r ~

Bajo este aspecto representa lo contrario de lo que la estetiCa cla

sica relaciona con el concepto de obra de arte. Mas no por eso la

distancia entre una obra del arte del pueblo y otra del arte sublime

deja de ser menor de lo que a primera vista pueda parecer. Pues,

por

un

lado, las obras de lbs maestros más grandes conservan tam-

bién rasgos de esa casualidad y variabilidad que presentan las for

mas del arte del pueblo, de suerte que hasta al nivel más alto

cada

solución

es

una

de las muchas soluciones posibles, y tal

vez

no

siempre la mejor para el artista. Por otro lado, la obra de .arte ~ a ~ -

bia a cada nueva interpretación de su sentido, contenido r d e o l ? g ~ c o

y valor, incluso aunque parezca haber .recibid.o de su

a ~ t ~ r

la umca

forma auténtica. Las distintas generaciones siguen escnbrendo poe

sía, pintando y componiendo en las obras de l o ~ maestros, lo mismo

que el pueblo continúa transformando sus canciones Y ~ u e n t o s P u ~ -

-de considerarse este trabajo de siglos como una sucesion de renaci-

mientos, pero, si se quiere, también de intervenciones destructoras, Y

concebirse las aportaciones de la posteridad, lo mismo que la poesJa

y el canto del pueblo, como

un

proceso de descomposición.

tística del pueblo. Debido a las lagunas sensibles que ofrece el ma-

terial disponible, su historia completa

es

ya irreconstruible. Mas los

productos existentes también se

han

mantenido peor que las obras

destinadas a las capas superiores o incluso a la Iglesia, y hasta los

conservados relativamente bien no siempre se pueden aplicar con

seguridad al pueblo. Con frecuencia apenas resulta comprobable si

nos hallamos ante el producto de un chapucero, de un provinciano

rezagado o de un artista del pueblo. Debido a estas lagunas y difi-

cultades de atribución, y a pesar de la circunstancia de que las dis-

tintas tendencias estilísticas se mantienen

en

él generalmente por

más tiempo,

el

desarrollo del arte del pueblo parece proceder más a

saltos que

los

otros géneros de arte. Catástrofes culturales o conmo-

ciones de las normas espirituales que influyen

tan

a menudo el estilo

de vida de las capas superiores y amenazan su papel dirigente, no

penetran por lo general

en

las capas inferiores y apenas obstaculi-

zan la prosecución de sus tradiciones. Pero el hecho de que las

obras del arte del pueblo no se incluyan sin más en las categorías

de la historia general de los estilos, que con frecuencia sólo sean da-

tables incidentalmente y como se ha afirmado, «no presenten

el

ritmo de los estadios primeros, altos y tardíos»

,

no significa en

absoluto que estén exentas de toda historicidad. Aunque el ritmo

de la historia aparezca en ellas menos articulado que en los otros

géneros, ello se debe a que determinados resultados de la historia

del

arte se adoptan ya acabados y por consiguiente, se saltan cier-

tas

fases de la evolución.

Lo

mismo que la atemporalidad y la ultrahistoria, también la

primitividad del arte del pueblo

es

una pura leyenda. Cabe que sus

comienzos sean antiquísimos, mas la tesis de que se halla a la ca-

beza de la historia del arte y que las literaturas nacionales comien-

zan siempre con un período de poesía popular' , está aún por de-

mostrar y apenas podrá demostrarse jamás.

15

H. Karlinger: Deutsche Volkskunst

1938 p. 9.

16

R v.

Liliencron: Hist. Volkslieder l,

p.

XIII.

Los monumentos de arte más antiguos que se conocen no per

miten deducir

ningún

origen definido de clase de la actividad artís

tica. Los motivos casi exclusivamente figurativos de las pinturas ru

pestres del Paleolítico no indican, en ningún caso, ningún estilo

popular

en

el sentido posterior.

Hasta

el Neolítico no encontmmos

utensilios domésticos decorados, oriundos, como los productos del

arte del pueblo de cada época, del trabajo doméstico y cuyo estilo

f

., pas sociales superiores hasta la época de las invasiones de los bár

? ó ~ í J ; ¡ a r o s Pero ahora constituye el origen de

una

dirección artística

de

d i ~ u ~ i ~ n ?.eneral. Cuando se afirma que tras la decadencia de

una CIVIhzacwn urbana la renovación parte del pueblo «fresco», in

l l o : r u ~ ~ o Y a ~ o , _no se hace generalmente más que expresar la ad-

Jiuiracwn r o ~ a n t i c a por el mistificado estado natural. Tampoco es

otra cosa calificar

el

estilo geométrico de Dipylon de «punto de par

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8/16/2019 Arnold Hauser-Sociologia Del Arte

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ornamental geométrico de desorganización y esquematización de las

formas naturales también da pruebas de

un

arte de este género.

Es

verdad que se carece de

una

explicación totalmente satisfactoria

de la continuación del estilo geométrico en el arte del pueblo. El ra

cionalismo, que nace con el cambio de

la

vida irregulaí de los pri

mitivos cazadores y colectores a la economía organizada de los ga

naderos y agricultores, explica a lo sumo el paso del naturalismo a

la estilización, pero

la

pervivencia del geometrismo como forma

especial suya sigue sier do

un

problema. Lo mismo que Bartók

de

duce las características estilísticas de la música popular húngara

de orígenes asiáticos, se reclaman también motivos milenarios para

otros géneros del arte del pueblo, como, por ejemplo, la ornamenta

ción del arte campesino rumano y se vinculan con formas decorativas

neolíticas; pero sólo

hay

que conformarse con suposiciones .

El

parentesco estilístico del arte del pueblo antiguo y moderno, que

cubre una distancia de seis a siete mil años, no se basa evidente

mente ni en una tradición ininterrumpida y propagada ni en una

disposición anímica continua, sino

en

el parecido de las condiciones

de existencia bajo las que han vivido los portadores de esta continui

dad.

Durante

los procesos generales, revolucionadores de la estruc

tura de la sociedad,

no

han cambiado tan poco las formas de vida

de

ninguna

clase como las del campesinado, de acuerdo con la

cir

cunstancia de que

en

ninguna rama de

la

industria influye menos el

desarrollo de los medios de producción y las metamorfosis del capi

tal en los métodos de producción que

en la

de la agricultura practi

cada por los campesinos.

La época de

las invasiones

nórdicas

En

todo caso,

el

arte del pueblo

no

parece haber ejercido

nin

guna influencia claramente determinable sobre el arte de las ca-

  7

A.

Tzigara Samucras: L'art

du

peuple roumain,

1925.

..

ida del arte helénico» . Pues, en cuanto manifestación funda

  J ~ n e n t a l _ m e n t e

dis:inta del arte oriental, éste no procede en absoluto

del ~ s t ~ I o

decorativo geométrico sino del tardío arcaísmo, de su sus-

tanc¡ahdad, corporeidad estatuaria y tendencia a la fidelidad natural.

De

una

manera totalmente distinta a esta situación se constituye

por el contrario, la relación entre el geometrismo del arte de l a ~

inigraciones nórdicas y de la evolución artística de la Edad Media

posterior. Igual que los materiales épicos pasan de las representa

ciones romanas tardías al arte cristiano-occidental el arte cristiano

crea el principio de la belleza lineal a b s t r a c t o - o r n ~ m e n t a l

de

la ar

tesanía la ~ p o c a de las invasiones, y se mantiene fiel al principio

de

la estihzacwn al retener los materiales épicos.

Georg Dehio califica el arte de las migraciones sencillamente de

~ a r t e

de,

~ u e b l o » ,

aunque en realidad era

un

arte campesino la prác

tica art1st1ca de las tribus campesinas que invadieron Occidente

vinculadas culturalmente a la producción primigenia.

Si

se

c o n s i ~

dera

el

arte campesino en sí como arte del pueblo o éste como

una

produ?ción

d e s t i n a d ~

de antemano a los campesinos, entonces pue

de

cahficarse sumanamente el arte de las invasiones como arte del

p u ~ b l o . Mas si por arte del pueblo se entiende

una

actividad no pro

fesiOnal

y no practicada por especialistas, apenas podrá figurar como

tal. Como la mayoría de los productos llegados hasta nosotros pre

suponen

una

habilidad artística por encima del nivel del diletantis

es

impensable que los produjesen gente sin formación profe

Sional

Y sin práctica, y gente que no se dedicase principalmente

a esta actividad. Indudablemente los germanos de la época practi

c.aban todavía parcialmente la artesanía como industria domés

tica;

mas la producción de

los

objetos ornamentales conservados

h _ ~ s t a nuestros días en ningún modo pudo practicarse como ocupa

Clan secundaria.

Karl Spiess: Bauernkunst ihre rt und ihr Sinn 1925,

p.

282.

  dad

Media

Igual que la orfebrería tampoco manten ía ninguna relación con

el pueblo la opesía de la primera Edad IVJ edia que la historia ro

mántica de la literatura suele denominar «épica popular». Como

la epopeya homérica no tenía

nada

que ver con el pueblo común

e ingenuo ni por sus autores ni por sus receptores. Los cantares y

poemas épicos de donde procedía la epopeya medieval igual que la

ciones pertenecen a la categoría de la canción

Lied). La

canción

\popular representa también el género

en el

que pensaron sobre todo

os románticos cuando hablaban del arte del pueblo y

en

torno al

cual ha girado la controversia entre los representantes de la teoría

de

la producción y de la recepción. En ningún género resulta más

fácil comprobar las huellas de los préstamos procedentes de la poe

sía artística y

en

ninguno se manifiesta con más claridad el talento

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griega const ituían la poesía clasista más pura que haya.producido

jamás una clase señorial. Originariamente no eran cantados ni di

fundidos por el pueblo ni tampoco iban destinados al pueblo ni

estaban adaptados a sus intereses e ideas.

Eran

por entero poesía ar

tística y arte de

la

nobleza cant aban las hazañas y virtudes de una

capa señorial guerrera adulaban su afán de renombre ensalzaban

sus principios morales trágico-heroicos y se dirigían a ella

no

sólo

como el único público que venía al caso sino que también sacaban

de ella los poetas al menos al principio. Los pueblos de la época

de las invasiones produjeron naturalmente antes y al mismo tiempo

que esta poesía aristocrática

una

poesía comunitaria de formas

ri

tuales fórmulas mágicas adivinanzas gnomos y pequeña lírica

ex

p_ansiva

esto es cantos corales canciones de danza y trabajo que

e¡ecutaban en las acciones del culto pompas fúnebres y banquetes.

Esta producción poética constituía

el

patrimonio común del pueblo

todavía homogéneo

en

términos generales. Fren te a ella la cantata

Y el poema épico parece haber sido invención de la migración ya

realizada. Su carácter aristocrático se explica por las revoluciones

sociales inherentes a la invasión efectuada y que pusieron fin a la

homogeneidad de las anteriores relaciones comunitarias. Junto con

la sociedad estratificada correspondiente a las nuevas conquistas

apropiaciones y fundacjones de estados y además de las formas

co

munitarias de poesía y

en

su lugar surgro

una

poesía de clase

estimulada evidentemente por los nuevos elementos de la exitosa

nobleza militar. Esta poesía no era solamente propiedad especial

de u?a capa privilegiada cerrada hacia abajo acentuadora de su

dignidad y poder de clase sino también

en

contraste con la poesía

comunitaria más vieja un arte aprendido practicado de composi

ción heterogénea creación de poetas profesionales al servicio de una

clase dominante.

El poema lírico corto es la forma más fecunda y más discutida

de la poesía popular. La mayoría y las más cantadas de sus crea-

726

artístico del pueblo.

En

él se dan los plagios más burdos pero al

mismo tiempo también las inspiraciones poéticas más atractivas.

f{ans

Naumann

el defensor más radical de la teoría receptora re

conoce las formas primitivas postuladas de la lírica las primitivas

canciones de trabajo cantos nupciales llantos fúnebres encanta

mientos y otras composiciones del culto parecidas pueden habe r

sido

producto de

una

creación poética espontánea aunque de acuer

do

con su sentido realizada «colectivamente»

Edad Moderna

La canción popular de sentido corriente es sin embargo relati

vamente joven a juzgar por los ejemplos conservados. Ninguna de

las

canciones conocidas es anterior a la lírica trovadoresca que tie

ne

que haber sido su fuente más rica y la mayoría de ellas son pos

teriores a las primeras canciones clásicas de sociedad de

la

élite

en tiempos del manierismo y del barroco. Lo que se entiende

en

ge

neral por arte del pueblo no surge sino

hasta el

siglo xvm y

en

ver

dad

no sólo las canciones populares más viejas que se conocen sino

también todo

el

tesoro decorativo de formas del arte del pueblo

moderno

en

su inconfundible particularidad. En este siglo se crean

la

mayoría de los modelos de los tejidos bordados y encajes los

ornamentos favoritos de la cerámica las formas fundamentales de

los

muebles y enseres domésticos del pueblo. Entonces se forma el

~ í r u l o

temático estereotipado del pliego de aleluyas el círculo de

rdeas

de la sabidur ía popular del refranero y de las normas mora

les.

El siglo xrx enriquece únicamente las existencias con motivos de

asesinatos historias de sensación y horror acercándolo así al arte

pOpular

pero extraño al pueblo.

Hoy día no

hay

ya por así decirlo

ningún

arte del pueblo por

que .como

ya se dijo tampoco

hay

ya ningún «pueblo»

••.

Esto

es

19

Naumann loe.

cit.

p. 6.

20

André Malraux:

Les Voix du silence,

1951 p. 512.

727

cierto al menos en lo que respecta al Occidente y e s p e c i a l ~ e n t e a

l

· · nes donde no sólo la población de las cmdades

os

pa1ses

ang

osaJO

• d

industriales sino también la del campo no tiene ya na a

mún con los representantes del antiguo arte del pueblo. La

d1fus10n

d la cultura urbana por

los

medios de tráfico modernos

la

prensa

carteles el cine la radio y la televisión lleva junto con la de-

mocratizaciÓn a la nivelación y uniformidad de la cultura a la

4 El arte popular

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que no puede resistir la particularidad del a.rte del pueblo.

_ l

pue

blo canta las coplas de las ciudades y

se.

~ l v d a

de sus .prop1as

c a ~ -

ciones copia los «trabajos manuales» tnv1ales producidos con _roa-

quinas y no le gustan ya los viejos y hermosos modelos campes.mos

o m p r ~ los productos en masa de la cerámica más

fea

y sustituye

con ellos sus vasos y platos de encantadora decoración. n Hungría

se equiparó desde hace tiempo la verdadera música popula: a. la

«música cingara». Bartók y Kdály no sólo tuvieron que reumr smo

precisamente desenterrar las viejas canciones populares por lo gene-

ral olvidadas. Tan sólo

los

ancianos de la aldea las recordaban

todavía.

1

Determinación conceptual

Tensión y distensión

En cuanto fuente del arte popular de entretenimiento y de re

creo

para el promedio de

los

semi-ilustrados e incultos el aburri

miento es un producto de la forma de vida desasosegada ávida de

sensaciones de las grandes ciudades.

El

campesino no se aburre;

cuando no tiene nada que hacer se duerme. n cualquier caso no

conoce

el temor insano a no hacer nada ni el vado afán de acti

vidad que mueven al habitante de las grandes ciudades. Como la

mayoría de sus pretensiones espirituales la necesidad de arte de

las masas urbanas no es más que hambre de material que ha de

satisfacerse

a

fin

de mantener en marcha la máquina que abastecen.

El arte mismo no

es

más que combustible

un

pobre sustituto.

Cabe

que sea auténtico

el

sentimiento de la falta de que adolecen

sólo

que no saben lo que les falta. Tienen que leer novelas ver

películas hacer que la radio suene grite o susurre porque no saben

qué hacer consigo. Para la clase media la lectura y la música se

convirtieron de placer raro en pasión en los siglos xvm y XIX respec

tivamente. n nuestros días el goce artístico

ha

dejado de ser pasión

para

convertirse en un hábito en la satisfacción de una necesidad

la cual no se nota hasta que queda insatisfecha.

En el arte popular la seriedad y el rigor de la creación artística

sublime

auténtica desciende unas

veces

al nivel de lo agradable y

ameno

y otras al de lo puramente sentimental y sensacional. La

729

mera distracción y entretenimiento tiende a conver:irse en

puro

su.

cedáneo del arte auténtico,

en

idilio falaz, en sentimentalismo ba.

rato, adulador de los sentidos

y

embotador de la conciencia crítica,

0

en

una

salvaje fantasmagoría de pasiones violentas, desenfrenadas,

fútiles. .

Entretenimiento, distensión, juego inútil, y hasta travieso,

son

condiciones ineludibles de la vida; psicológica y fisiológicamente

son necesarios para la conservación y renovación de la fuerza vital,

público insaciables

y

sin elección, que

en

contraste con el arte de

la

élite ilustrada tiene realmente el carácter de

un

medio de placer

efímero, no deja de basarse, a pesar de ello, en

una

pura metáfora,

pues

también las obras del arte sublime se «consumen» y experi

mentan un cambio de material. El consumo de bienes materiales

significa siempre una destrucción que, en el contexto histórico, tanto

en

el arte popular como en el sublime, también puede tener por

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8/16/2019 Arnold Hauser-Sociologia Del Arte

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para impulsar y acrecentar la actividad paralizada. El arte puro,

sin embargo, no

es

ninguna

a c t i v i d a ~

práctica, a u ~ q ~ ~ para

m u c ~ o s

signifique la más alta autosatisfaccion. La compa.tibJhdad de la

dis

tensión con la tensión, del juego con la segundad basada en

el

juego, f0rman parte de sus paradojas. Fonnas artísticas altas

y

subalternas difíciles y fáciles van a menudo estrechamente

rela

cionadas y se condicionan mutuamente. La insuficiencia del ~ r t e

popular no se deriva únicamente del

h e c h ~

de q u ~

es ~ n t r e ~ e m d o

divertido

y

ligero. Sin duda alguna, tambien q u ~ r r ~ n diVertir

MC:

liere y Cervantes, también quisieron componer m u s 1 c ~ de entrete?I

miento Couperin y Mozart, y aún en Offenbach la ligereza no _sig-

nificaba todavía ninguna reducción de la calidad. El mal no proviene

de la intención de crear obras atractivas, amenas, fáciles de gozar

sino de la disposición del artista a hacer c o ~ c e s i ~ n . e s sin reparo y

a rebajar el nivel propio con tal de conseguir el ex1to.

El arte sólo se produce, entonces, y sólo representa un valor

cuando existe una necesidad de él; pero pierde su valor cuando

sólo se produce para crear una necesidad o aumentarla. o ~ o a_rte

auténtico desempeña una función social, pero el valor c u a h t a ~ I V O

de ningún arte se disuelve en su función. Para actuar_ artisttea

mente, lo socialmente instrumental ha de poseer ~ n a c a h d a ~ esp;

cial inexpresable en las categorías de la psicolog1a. La socwlogia

no

~ n c u e n t r a

una respuesta a la cuestión de estas propiedades como

tampoco puede hallarla ninguna disciplina no sociológica a la cues-

tión de lo social sui generis. .

Hannah Arendt ha interpretado el goce del arte popular h t e r ~ l

1

·

l ámbitO

ente como el más parecido al de consumo economiCo en e . . n

de lo estético y

ha

dicho que, en efecto, sus productos se utlhza

h · · d spues

n cierto modo, se consumen y se rec azan como mut l es e d

de usarlos . Esta interpretación del arte destinado a las capas e

Hannah Arendt: «Society and culture», Daedalus 1960, p. 281 Y

ss.

730

consecuencia un metabolismo en sentido positivo. En las dos cate

gorías

puede tener lugar tanto la sublimación como la depravación

de la calidad,

y

a decir verdad, no a partir del curso de la recep

ción

sino ya en el de la producción. Las obras del arte sublime pue

den

adoptar rasgos del entretenimiento barato, sin pretensiones,

debido

a su excesiva difusión, pero a veces los adquieren ya a conse

cuencia de la disposición de sus autores para aceptar gustosos las

condiciones de la amplia difusión.

De acuerdo con los principios generales vigentes de la crítica de

arte

moderna, el arte popular debe su predominio y la continua ex

tensión de su público a la victoria de la democracia, de la relajación

del

privilegio de la educación, a la prosecución de la productividad

y

competitividad económicas también en el terreno del arte,

y

a la

perspectiva cada vez más favorable de participar activa o pasiva

mente en el proceso de tráfico intelectual. En efecto, el destacado

carácter de mercancía de las obras

es

típico de toda la producción

artística de la época industria-comercial,

y

no

es

más propio del arte

popular

que de

los

demás géneros de arte. La diferencia consiste

sencillamente en que

el

papel decisivo del mercado

y

del tráfico de

mercancías es

más oculto en un caso y más evidente en el otro.

Alivio

y

evasión

El

carácter de mercancías que ofrecen siempre las obras de arte

~ o p u l a r recibe

un

significado especial a través de su categórica uti

h d ~ ~ El arte sublime, serio, intransigente, produce un efecto tran

qUilizador

a menudo conmovedor y mortificante. El ar te popular en

cambio · · · d · d

1

l quiere tranqm Izar, esv1ar e

os

problemas torturantes de

1

 

e x i ~ t : n c i a y estimula a la pasividad y a la vanidad en vez de a

actiVIdad y el

esfuerzo, a la crítica

y

al autoexamen.

. ~ a s capas menos favorecidas, económica y culturalmente menos

P?vdegiadas no toman una posición clara frente al arte superior

n

1

ante

el

El · ·

¡

menor. exito que otorgan a as creaciones artísticas

se rige por puntos de vista ajenos al arte. No reaccionan ante los

valores estéticos en cuanto tales, ante

lo

artísticamente bueno

0

malo, sino a motivos por los que

se

sienten tranquilizados o inquie.

tos en su esfera vital,

en

el ámbito de sus intereses prácticos, de todos

sus e s f u e r z ~ afanes realistas.

No

se oponen de antemano a afirmar

y apreciar lo artísticamente valioso si

es

que representa para ellos

un valor vital, corresponde a sus necesidades, deseos y esperanzas

os

que no

entran

en consideración ningunas circunstancias atenuan-

tes

ni agravantes.

¿ ué desea el público

El

arte destinado a los amplios círculos del público no

es

ma-

  ;ipulado, ciertamente, por completo, e impuesto a la gente. Al me-

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calma su miedo de la vida y aumenta su sentimiento de seguridad:

Las oportunidades de éxito de las obras importantes las limita, en

efecto, la circunstancia de que lo nuevo, extraordinario y difícil

produce en y de por sí un efecto inquietante y conduce a una actitud

negativa al público inculto y sin

ninguna

experiencia artística

especial. El arte popular, que se disuelve en la preocupación por la

vida diaria, induce a la evasión, a

huir

de

los

hechos de orden

superior, de la seriedad y de ,los peligros de la existencia moral,

seduce a intentar escapar de toda obligación y responsabilidad. El

miedo que motiva estos intentos de evasión embarga, sin embargo,

no sólo a las clases amenazadas desde arriba, por ejemplo, sino

tam-

bién a las amenazadas desde abajo. La burguesía dominante, con

la

única excepción de las partes desarraigadas de su intelectualidad,

mira el futuro con la misma angustia que la capa inferior dominada

por ella. Es la amplia difusión de este miedo

la

que explica la am-

plitud extraordinaria y la irreductible heterogeneidad del público

interesado en el arte popular.

Se

favorece por el efecto tranquilizador

que irradia en todas direcciones.

Mas no se puede achacar exclusivamente al público sin preten·

siones la responsabilidad por la calidad inferior del arte popular.

No se justifica con que la gente reciba tan sólo lo que desea recibir.

Todo arte se rige más o menos por el gusto del público al que

va

destinado, sólo que las obras del arte sublime superan todo deseo

y toda expectación. La cuestión de

si

al público medio se le

ofrece

la clase de arte que corresponde a sus deseos y

es

capaz de gozar

o de si tiene que ser educado a contentarse con lo que se le ofrece

no afecta en absoluto la calidad del arte que él prefiere.

TampOCO

dice nada la respuesta a la cuestión aquí formulada, en el

sentido

de que la gente recibe precisamente lo que

se

merece; tendrían

que

recibir algo mejor. Pues, a este respecto, no

se

trata de algo así

como

las circunstancias atenuantes en el juicio de

un

malhechor,

sino

de la calificación de productos que se han de val0rar claramente, en

732

nos en parte, corresponde a necesidades sinceras y espontáneamen-

t e ~ n t i d a s

a

autenticidad de las pretensiones no garantiza, sin em-

bargo ningún valor estético, lo mismo que la manipulación de las

iecesidades tampoco elimina necesariamente el valor cualitativo de

os productos. Tampoco aquí están tan desvinculados entre sí el

arte sublime el popular como parece indicar su definición. No sólo

existe

un arte sublime que resulta exigente para las amplias ca-

pas semieducadas, sino también otro popular que puede gustar a

un público ilustrado, intelectualmente exigente crítico ante los

valores estéticos. El arte de Chaplin tenía sus raíces

en

las va-

riedades y el circo populares, mas sus partidarios pertenecían a to-

das

las capas del público, y se hizo famoso gracias, sobre todo, a la

aprobación de la intelectualidad, que creó la leyenda de su genia-

lidad.

La característica más general y sobresaliente del arte popular

estriba

en

aferrarse a fórmulas confirmadas y fácilmente acomoda-

bles.

El formulismo no

es

de por sí contrario al arte. También el

arte más alto y eficaz, como, por ejemplo, el homérico, utiliza fór-

mulas estables y se compone en buena parte de ellas. Su aplicación

corresponde, en efecto, a un principio más o menos mecánico e im-

plica

un peligro para la calidad artística, aunque, como en el caso

de

Homero, puede conducir a

un

logro perfecto.

La circunstancia de que el arte popular,

en

contraste con la flexi-

bilidad del arte superior, se aferre del modo más riguroso a las

reglas

cuya norma parece ser el secreto del éxito para los bestsellers

las piezas y las canciones de moda, constituye una de las propieda-

des más notables de este tipo de arte. Una vez que el esquema

ha

tenido éxito, se afirma, por evidente que sea su rigidez y su desgas-

te.

Los principios formales del arte de uso al servicio exclusivo del

entretenimiento y la distracción apenas varían por razones inma-

nentes; pero su estilo cambia también bajo la influencia de las in-

novaciones ocurridas en la esfera del arte sublime, que figura como

modelo del popular. El arte popular, tendente a

la

inmovilidad

y dependiente de circunstancias extraartísticas participa aunque

ú n i c ~ e n t e por este camino en la evolución estilística general

y

en ningún modo Pstá separado de la historia formal a lo

sumo

de la vanguardia.

· Democracia y socialismo no significan que el

arte deba deseen.

der al estadio educativo de la mayoría y que deba adaptarse a su

gusto acrítico. Significan más bien que las aúténticas creaciones

1

bién en parte más difícil que la averiguacwn de las condiciones

. .;sociales del dominio de valores artísticos positivos.

: Jcleología del rte popul r

·

El arte popular no se puede rechazar rotundamente porque sea

ficiente

sino porque ofrezca productos unas veces más y otras

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artísticas deben hacerse accesibles y paulatinamente comprensibles

a capas más anchas de la sociedad. En el buen sentido de la pala.

bra la popularización del arte sólo puede consistir en la elevación

a

él

de las capas de instrucción inferiores y no en

el

descenso al

nivel de los torpes y de quienes reaccionan de manera inadecuada

a las impresiones artísticas.

El esfuerzo y la confianza por elevar

los

grados de la producción

artística popular y de la tibia recepción artística pueden ir unidos

a la más rigurosa actitud ante la calidad de los productos y de

la

vivencia receptora pero esperar que el lugar del público diferen

ciado por la educación lo ocupe otro culturalmente homogéneo del

todo que se rija por príncipios de gusto idénticos

es

una

idea tan

ilusoria y utópica como la esperanza en

una

sociedad sin estratifica

ción de poder y graduación de las capacidades.

Cabe que las afirmaciones estadísticas sobre

el

número de libros

publicados y la difusión de

los estsellers

o de obras cualitativa

mente indiferentes sean sumamente ilustrativas para una sociolo-

gía en cuanto disciplina sin valores y dentro de

los

límites que

le vienen impuestos a ésta pero tienen relativamente poco

valor

para una sociología del arte en cuanto esfuerzo espiritual. Puede

no ser indiferente qué libros leen

los

incultos o semieducados qué

valores lee la gente indiferente o que no le atribuye a éstos ningún

significado especial y no es por cierto insignificante cómo

estos

lectores se convierten en sujetos receptores serios maduros

críticos.

Lo fundamental sin embargo sigue siendo el análisis

sociológico

y la definición de las aspiraciones y rendimientos artísticos

per-

fectamente válidos. Hasta donde nos deja vislumbrar la historia

éstos fueron y todavía siguen siendo el privilegio de una capa

ilus-

trada que ha permanecido limitada aunque sus límites no estén

fijos de una vez para siempre y cedan tanto a la presión de arri-

ba como a la de abajo sin desaparecer nunca del todo. La solución

de los problemas sociológicos que plantea el gusto malo

y

dudoso

constituye en todo caso no sólo una tarea importante sino tarn·

menos satisfactorios. Carece de importancia la cuestión de

si

es

«arte» en general o no. Si en relación con

los

problemáticos intentos

1

· ~ í s t i c o s

de la vanguardia actual se puede hacer valer el principio

·

de

que arte es lo que figura como tal es solamente justo y equi

tativo demostrar también esa tolerancia con las formas más senci

llas del arte popular. Igual que el valor y la esencia de la ilustra

ción

corresponden a situaciones siempre diversas y pueden dife-

renciarse de los

rasgos de la semi-ilustración aunque sólo son

~ d u l m e n t e

distintos también el arte sublime es inconfundible

e

inconmensurable con el popular pero tampoco está totalmente

ifllpermeabilizado contra él. Desde la época de la Ilustración el

privilegio de la educación no

es

ya ningún monopolio y la calidad

especial del arte de la élite ilustrada

es

bien evidente aunque no

está limitado en absoluto a un círculo de iniciados. Por mucho que

se

guarde uno de juzgar el arte popular al servicio del puro en

tretenimiento y distracción por la misma pau ta que el arte cuya

recepción adecuada exige sentido de la calidad sensibilidad ma

durez

y seriedad hay que insistir en que la forma más sencilla de

un reflejo de la realidad sensorialmente concreto autónomo e inma

nente por su efecto si

no

por su origen posee también algo de

la

índole especial que distingue y separa a todo arte del resto del

mundo.

En la relación del arte del pueblo del popular y del sublime

entre

ocurre un desplazamiento continuo. La distancia del arte

popular del público amplio y heterogéneo respecto del arte sublime

de la élite es, cualitativamente mayor que la distancia entre

el

arte del pueblo y el arte de la élite. Pero en el aspecto histórico

evolutivo

es

diferente. Algunas de las formas más importantes del

arte, sobre todo el drama de la época isabelina o del «Siglo de

Oro» español la novela social moderna tanto en Inglaterra como

en

Francia proceden de movimientos artísticos populares de a

menudo dudoso valor estético. Tampoco debiera abandonarse de

antemano la esperanza de un buen final en vista de la actual lite-

ratura de entretenimiento y música de consumo. En todo caso,

la

falta de escrúpulos del arte popular facilita innovaciones que

di-

ficultan las normas más rigurosas en el campo de las formas su.

periores.

Los límites fluidos de lo popular

en

el arte, sobre todo en la

música, se hacen

también

valer al adquirir muchas obras del arte

sublime

un

carácter «popular» a causa de su difusión; aunque

su

los movimientos artísticos de parecidas tendencias ideológicas de

este siglo carecen también de toda relación con él. El expresionis-

JIIO el dadaísmo

.y

en parte también el superrealismo comportan

011

,carácter polít icamente progresistas, esencialmente socialista, pero

110

presentan ningunas obras que se comprendan y gocen popular-

Jilente es decir, sin presuposiciones culturales considerables. Cier-

to sus autores

se

sentían

en

su mayor parte solidarios con el pro-

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popularización, como

en el

caso de Beethoven, no afecta

en

absoluto

la calidad real de las creaciones y cierra precisamente el camino de

su comprensión adecuada. El oyente artísticamente inculto e inex-

perto sólo arranca por lo general componentes aislados de su con-

texto,

aún

cuando parece gozar sinceramente las obras de arte

auténtico, y cree comprender una sinfonía y apropiársela al tararear

un motivo, por ejemplo, el tema secundario lírico de la primera

parte, sin sospechar que en una obra de arte cada detalle tiene

su sentido en el todo. Todavía hay un camino posible que lleva

de

la incomprensión a la comprensión de una forma artística,

pero

no existe ninguno que parta de la semicomprensión, puesto que

es

un

malentendido. En el terreno del arte

una

interpretación

medio buena

es

totalmente mala.

Claro que hay grandes compositores,

com o

Schubert, por ejem-

plo, cuya popularidad

es

menos extraña al carácter original de

las

obras, aunque no correspondiente del todo. Se

trata

de algo

pare-

cido a la popularidad de Dickens, con la diferencia de que en

éste

las distintas capas de instrucción de que se compone su público

es

más adecuada a la calidad de las diferentes obras. En Schubert,

el gran público comprende lo elevado y lo menos elevado en

el

mismo nivel, unas veces más y otras menos próxima al valor inter-

no de las creaciones, pero nunca enteramente correspondiente a

su

esencia. Dickens, por el cóntrario, se mueve a menudo de antemano

en el plano de la parte de sus lectores reducida al mínimo común

denominador.

El arte popular producido para las masas urbanas es por .su

ideología, pequeñoburgués y burgués medio, de donde proceden

también

los

grupos que afluyen a su público y se adaptan cultu-

ralmente a él. e acuerdo con la conciencia de clase, la popularidad

no se refiere

en

modo alguno al proletariado ni se limita al pen-

samiento de los trabajadores y de sus dirigentes. Con el arte

po-

pular, en el sentido aquí aplicado, tampoco tenía prácticamente

nada

que ver

el

naturalismo de tonos socialistas del siglo pasado, Y

letariado, mas

se

engañaban

si

creían que expresaban la ideología

de esta clase. Su arte tenía

tan

poco

en

la conciencia de clase pro-

letaria

como con la «decadencia burguesa» que le atribuyen los

portavoces del «realismo socialista».

Arte

prolet rio

Los lectores procedentes de la pequeña burguesía y de la clase

obrera

disfrutan por lo general con el mismo tipo de lectura. Los

libros

que leen responden, con sus fantasías de evasión, satisfaccio-

nes de compensación y represiones, a la aceptación pasiva del des-

tino

de los

no

privilegiados y a la identificación de sus héroes con

la

ideología de la clase media, que se apropian rápidamente los

miembros de las capas sociales más bajas en la medida en que

pierden su conciencia de clase, y a cuyo efecto narcotizante se so-

meten sin resistencia

en

el arte, donde no creen estar implicados

directamente

en

la lucha de clases.

El

arte popular no

es

identificable en absoluto con el arte pro-

letario

y en verdadt no sólo porque «popularidad»

es

un

concepto

educativo y «proletario», en cambio, una categoría de clase, sino

también porque

en

sentido estricto, esto es, no puramente propa-

gandístico no existe ningún arte proletario. Si, por ejemplo, el sen-

timiento trágico de la vida figura de antemano como antiproletario

Y«decadente» porque contradice la optimista confianza marxista en

una

sociedad futura sin clases y supuestamente sin conflictos, en-

tonces «proletario»

es

estéticamente, un concepto sin sentido ni

valor.

Si por arte proletario se entiende, por

el

contrario, la repre-

sentación de la lamentable división de la sociedad desde un punto

de vista humano, entonces puede incluirse en

él

en cierto aspecto.

todo arte verdadero.

Dado el estado actual de las cosas,

es

irrealizable salvar de una

~ ~ n e r

duradera la distancia entre el arte de las capas de instruc-

Cion inferiores y

el

de la élite ilustrada. Pues incluso aunque

se

1\

lograse hacer accesibles las obras del arte s u b l i ~ e a am?lias cap.a

8

de la población y se hicieran brotar en su medw creaciones

art1s.

ticas de gran valor, el arte auténtico tendría que v o l . v ~ r a las ma.

nos de una reducida capa privilegiada ante las condiciones econó..

micas y sociales dadas. En efecto, el camino

d?

su c o m ~ r e ~ s ~ ó n ge.

neral daría,

no

sólo

en

la práctica sino tamb1en

en

pnncip O, con

dificultades casi insuperables. También aquí, como en todo

el

árn.

hito de la cultura, consistirían principalmente

en

que habría de de-

nifica para ellos

nada

imprescindible. Nunca h tenido la música,

incluso la sublime, clásica,

tanta

difusión como en la actualidad

gracias a la radio,

los

discos y

los

muchos conciertos, la mayoría

de ellos baratos.

De

esta suerte, la audición de la música no sólo ha

. ganado nuevos adeptos sino que también ha perdido mucho de su

encanto .anterior. ¿Qué

es

lo que

se

consigue cuando durante el con

cierto se está leyendo el programa

en

vez de escuchar, o se escucha

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tenerse la evolución para que

los

rezagados pudieran adelantar a

los ilustrados. Esta operación se

ha

comparado acertadamente con

el cambio de ruedas durante

el

movimiento de

un

vehículo. La

in.

terrupción del proceso evolutivo crearía una situación en la que

no

surgiría en absoluto el problema a resolver, puesto que la tarea

estriba realmente no en recuperar la ventaja sino en mantenerse

al

compás de

un

proceso continuo. . . ,

Parece increíblemente ingenua y

en

contrad1ccwn con los supues.

tos principios de la proclamación la consigna dirigida a los parti-

cipantes del Segundo Congreso Internacional de Compositores y

Críticos de Música de Praga, a saber: «El Congreso llama a

los

compositores del mundo a crear música que reúna el trabajo ma-

nual más impecable con la alta calidad y la verdadera populari.

dad». Una concepción marxista del arte tendría que darse cuenta

de que los movimientos artísticos no surgen por e n c a r ~ o : pues, si

así fuese, podrían nacer

en

cada momento y en las condiciones que

se quisieran, lo cual niega precisamente el marxismo.

En ninguna forma de arte es tan manifiesto el efecto depravante

de la popularidad como en la música, donde cada cual cree

poder

apropiársela. Las obras de la

l i t e r ~ t u r a

o de la pin:ura son en

Y e

por sí importantes o triviales, senas o

f r ~ ; o l a s e x i g e ~ . t e s .

o

p o b r ~ s .

Pero en

la

música, mediante la reproduccwn y recepcwn m a p r ~ p l ~ -

das, superficiales y mecánicas, las creaciones más sublimes, d i ~ I C I ·

les y profundas pueden convertirse también en puro entretemm¡en·

to, en broma y pasatiempos, en placer hedonista, más

?

menos cu:

linaria. Pues lo que Constant Lambert llamaba «hornble popula

ridad de la música» , no estriba en la manifestación de que se p r ~

duzca

tanta

música miserable, sino más bien

en

que la buena mu·

sica la consuman tantos y de un modo totalmente inadecuado

d

f

l

' ·

no

s g·

en que

tan

pocos tengan el valor e con esar que a mus1ca ·

2

Constant Lambert:

Music Ho ,

1948, p. 168 y s.

738

a Beethoven tomando una taza de café, o le sacan a uno

un

diente

teniendo como música de fondo la Chaconne de Bach?

El

mal ho

rrible que

les

hace la popularidad a las grandes obras de musica

consiste

en el

abandono hedonista a

una

pasión convertida

en

puro

hábito, y en la audición distraída, con intereses compartidos, con

lo

que la orgiástica borrachera de la auténtica vivencia musical

se

convierte en

una

chispa eufórica.

No sólo la enajenación de su recepción sino también la vulga

rización de su producción, esto es la circunstancia de que, como

ya

se indicó, la música ligera de hoy sea mala casi sin excepción

ninguna , depende de la índole especial de la música, de su mayor

sensibilidad y de su predominante formalismo, de

una

particulari

dad

de la que ya se escandalizaron los primeros cristianos. En efec

to

en ningún otro tipo de arte pertenece desde

un

principio

una

parte

tan

grande de la producción al género ligero. Parece como

si se hubiese acuñado para la música el aforismo de Nietzsche:

«Todo lo divino camina con pies ligeros». En ningún otro tipo de

arte podría llamarse «divino» lo ligero a secas; en ningún otro po

drían hacerse tantas concesiones a

lo

ligero.

La acción recíproca entre la música seria y la ligera es típica

de todo

el

período clásico-romántico, en todo caso de Bach, Mo

zart y Beethoven, y

aún

es

decisiva en Schubert y Chopin. La

lau-

ta mágica es

tal

vez

el mejor ejemplo, aunque también quizá el

último perfectamente válido, del equilibrio de los

dos

elementos.

Ya

en Schubert, y cada

vez

más en los últimos románticos, lo que

predomina

es

lo serio, melancólico y nostálgico. en un compo

sitor como Offenbach, lo ligero y divertido tiene a menudo

el

ca

rácter de una simple compensación por

la

inocencia perdida en

la que lo ligero y lo serio aún no estaban tan claramente separa

dos. En Richard Strauss predomina todavía el deseo de conciliar

lo melancólico y lo frívolo. Pero no hay nada más característico

3

Th. W. Adorno:

Introducción a la sociología

de

la música,

1968,

p.

240.

falsificada falaz de la realidad. Esencialmente

el

kitsch es

un

sueño

una

i m g ~ n

i e ~ l

de la existencia por lo general

en

estilo de cenador:

Mas como ya se dijo también existen otras formas de kitsch como

por ejemplo las de la «buena habitación» o del «gran salón» un

kitsch interior y otro extravertido demoníaco uno religioso y otro

patriótico uno fielmente inocente y otro lascivo.

Por parte de sus productores el

kitsch

no presupone ningún tipo

de aptitud e inteligencia superior al arte popular en general pero

os

talleres de cerámica que producen ya

en

proporciones de fábri

ca se inicia en grande la copia de las obras maestras de la escultura

griega.

Cierto esta actividad conduce a la difusión de los princi

pios estéticos clásicos pero también induce a jugar con las formas

del modelo respectivo y con la emancipación del estilo precisamente

decisivo respecto de su fondo original crea

el

supuesto de la popu

laridad

ideológicamente menos arraigada.

A diferencia de las obras monumentales más antiguas de las ar

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sí una habilidad de prestidigitador habilidad que les falta habitual .

mente a los autores de las novelas por entregas piezas y canciones

de moda. Lo

kitsch

no

es

lo «querido no-podido» sino antiartís

tico podido lo cursi querido.

No

surge casual ni inconscientemente

sino en el sentido de las palabras de Émile Faguet sobre el

melo-

drama a saber de que

hay

que creer en el kitsch a

fin

de producir

kitsch

bueno eficaz. De esta manera lo hermoso se convierte en

lindo lo elevado en arrogancia la grandeza en jactancia la digni

dad

en

ostentación el amor en prostitución.

Kitsch y mal gusto se corresponden mutuamente aunque no

son equivalentes. Tampoco van necesariamente unidos la popula

ridad y el mal gusto. En algunos de los escritores principales la

grandeza va unida con las debilidades de un gusto dudoso. Sobre

todo Balzac apenas creó una obra

en

donde el buen gusto en el

sentido de Flaubert por ejemplo

no

fuese menoscabado por los

medios más vulgares. E igualmente problemáticos son a menudo

los criterios del gusto por los que se rigen Dickens y Dostoievski.

2 Fases evolutivas

Finales de

la

ntigüedad

En

el sentido aplicado aquí

el

arte popular aparece en la épo-

ca del helenismo al mismo tiempo que las direcciones eclécticas

del estilo y del gusto. La ascensión de las capas medias de la

so-

ciedad introdujo un cambio sorprendente

en

la composición del pú-

blico artístico

en

cuanto grupo de clientes dispuestos a y

en condi-

ciones de comprar. La industria artística organizada a la manera

capitalista tiende a satisfacer la creciente necesidad y con su

pro-

ducción variable según la moda y renovada periódicamente

con-

tribuye por

un

lado al creciente eclecticismo

y

por otro a la

pro-

gresiva nivelación de las pautas. Además de la multiplicación

de

tes plásticas la pintura se convierte

en

el arte a secas de finales

de

Roma y en la forma especial del arte popular que habla

un

lenguaje

crudo comprensible

para

todos.

Nunca

pudo ofrecer an

tes tal producción masiva y servir a fines tan triviales. Todo el que

se

dirige con sus asuntos privados al público que quiere conven

cerlo de sus derechos y ganárselo para su causa lo hace de la ma

nera

más efectiva en este pseudoarte convertido en instrumento

de

propaganda. Además del placer en la anécdota el interés por el

informe auténtico el testimonio del documento en el gusto por

la

imagen de las masas se manifiesta un primitivo placer por el

espectáculo

una

preferencia infantil por lo ilustrado en y de por

si.

Es

sumamente ingenuo e inartístico querer experimentarlo todo

directamente y no querer recibir nada de segunda mano no

querer ver nada representado en esa visión distanciada que refleja

la realidad y al mismo tiempo la aleja visión

en

la que consiste la

verdadera esencia del arte. Lo que pueda significar el arte popular

para la evolución de la historia y de la crítica del arte se deduce

claramente de esta comunicación tosca que originariamente res

pondía sobre todo al gusto de los elementos incultos de la sociedad

Yde la que surgió paulatinamente el estifo épico del arte plástico

el

estilo de la cristiandad y del Occidente.

Edad

Media

El

hecho de que a lo largo de la Edad Media el arte se inde

pendice

cada vez más de las cortes y de los señores y debido a su

clericalización entre en relación directa con la comunidad de cre

yentes no significa en absoluto que sobre todo en

el

período ro

mántico

fuese más generalmente entendido que en la Antigüedad

0

en la primera Edad Media. Pues aunque por ejemplo

el

arte

carolingio se

regía por el gusto de los círculos cortesanos ilustrados

Y e mantuvo alejado de las capas amplias de la población el arte

se encuentra ahora, a finales de la Edad Media,

en

manos de la élite

clerical, indudablemente más amplia que

la

sociedad cortesana inte.

lectual de Carlomagno; el círculo de portadores del arte, sin

ell:l.

bargo, ni siquiera comprende a todo el clero. El arte del clero de.

viene un medio eficaz de propaganda eclesiástica, pero sólo ponien.

do a las masas de

la

población

en

un estado de ánimo religioso

solemne, aunque en general indeterminado, artísticamente inar.

ticulado. Con hacerse más sencillas y transcendentales las

formas

abra: diletantes, en contraste con los actores del teatro laico, que

son bailarines, cantores y artistas profesionales.

íl. El diletantismo, que

nunca

pudo hacerse valer como factor im-

pr t n te en las artes plásticas, adquiere en la poesía una influencia

más o menos considerable casi

en

todo cambio de capa social de

Jos portadores del gusto. También los trovadores eran al principio

~ t l i l e t n t e s y

no

se hicieron poetas profesionales sino hasta más

tarde. Tras la decadencia de la cultura cortesana del Medioevo se

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del arte románico no se hicieron

en

modo alguno más populares y

fáciles de retener.

La

simplificación y estilización no implica

en

absoluto ninguna concesión al gusto y al juicio de las capas bajas,

sino más bien una mayor aproximación a la concepción artística

de la clase señorial, que se vanagloriaba más de su autoridad que

de su educación y favorecía lo monumental

en

vez de lo diferenciado.

La ambigüedad del concepto de lo sencillo y estilizado, aquí

resul-

tante, es un ejemplo evidente de las equivocaciones que amenazan

una

y otra vez a la sociología del arte

en

cuanto ciencia rigu-

rosa.

Tanto

por arriba como por abajo, los límites del arte popular

en la Edad Media son fluidos, y el carácter que uno se sentiría in-

clinado a atribuirle, es tan difícil de distinguir del arte sublime

por

un

lado, y del arte ingenuo del pueblo, por otro, que apenas

pueden darse ejemplos indudables del arte popular antes

de

ter-

minar la Edad Media.

Es en

el drama donde se encuentran la

ma-

yoría de las huellas acerca de la vaguedad de los límites y la hete-

rogeneidad de los elementos del arte que pudiera calificarse de

«po-

pular». El género no constituye ninguna protocreación del pueblo

pero sí la continuación de

una

tradición popular, tal como se venía

propagando desde la Antigüedad e hicieron suya tanto el teatro

re-

ligioso como el laico. on el mimo penetraron también en el

dra-

ma medieval los motivos de la poesía artística,

en

particular de la

comedia romana. Pero es el teatro religioso el que continúa siendo

algo así como un «arte del pueblo», puesto que no sólo sus espec-

tadores sino también sus actores pertenecen a la misma capa social

y atestiguan así el equilibrio entre portadores de la producción Y

de la reproducción. Mas la «popularidad» de la representación

s

evidencia

en

que todas las capas de la sociedad participan en ella.

Los miembros del conjunto eclesiástico son al menos clérigos,

co-

merciantes, artesanos y en parte también pueblo llano,

en

una

pa·

1<.lflledan sin embargo, indigentes, pues la burguesía

no

es todavía

ni

bastante rica ni bastante culta para sustituir a las cortes y ocu-

parlos y alimentarlos.

En

el puesto de los actores profesionales

vuelven a aparecer en parte aficionados que practican su profesión

burguesa y sólo se dedican a la poesía

en

sus ratos de ocio. Trasla-

dan a la poesía el espíritu de su trabajo, se

unen

también

en

cuan-

to <<poetas» en

organizaciones gremiales, y se someten a reglas

formuladas según los estatutos de los reglamentos gremiales

•.

Es-

tas reglas

no

sólo se manifiestan en la práctica poética de los dile-

tantes activos, sino también

en

las obras de los poetas profesionales

de

la época,

los

cuales

se

llaman significativamente «maestros» y

«maestros cantores» y que Dios sabe cuán superiores deben

ha-

berse sentido

en

relación con el juglar inculto. Producen

una

poe-

sía

escolar que por

el

origen de sus representantes

es

burguesa y

pequeñoburguesa, si bien quisiera alzarse por encima de la aparien-

cia de popularidad.

Una forma popular del arte gráfico existía ya, sin duda, en la

Antigüedad, a más tardar en tiempos del helenismo; pero en la

Edad

Media apenas se reconoce tal forma antes del siglo xv. Cierto,

las capas sociales inferiores deben haber tenido su propio arte de-

corativo, pero, evidentemente, sólo las capas superiores podían en-

cargar y comprar representaciones gráficas antes del descubrimien-

to del grabado en madera. Como ya se sabe, las hojas gráficas

sólo fueron hallando compradores paulatinamente

en

pequeños

círculos si bien es difícil decir cómo pueden haber estado distri-

buidos

los clientes entre las distintas clases. El límite preciso a

mitad de camino entre los compradores de origen burgués, pequeño-

burgués y campesino apenas puede haberse trazado antes del si-

glo xvm. En Italia se distingue ya en el siglo xv una considerable

Émile Faguet:

Propos e théatre 11 1905 p.

318.

producción gráfica, aunque

la

venta queda

aún

reducida .a

los

gru

pos acomodados debido al elevado coste de los productos.

Mientras que, en el campo de la literatura, la popularidad

me-

dieval del drama parece conservada en el teátro isabelino, falta

todo rasgo de popularidad

en

el arte plástico del Renacimiento y

del Manierismo,

en

cuanto momento notable desde el punto de vis-

ta de la historia de los estilos.

Hasta

que no se disuelve el ma-

nierismo, intelectual y emocionalmente difícil, y el catolicismo no

deViene una especie de análisis del sentimiento, tal como ha per-

~ e i d o

en

é ~ i n o s

g ~ n ~ r a l e s

hasta n u e s t ~ o s ~ í a s . .

1 El descubnmiento mas Importante en el ambito de la hteratura

percial

es

el concepto de la novela de horror. En esta forma se

reúnen ya los elementos más significativos de la actual literatura

Jasacionalista: crimen, amor, misterio, crueldad y horror. Algu

nos

de ellos se dan ya en las viejas novelas de caballería y de aven

¡uras otros proceden de

la

novela picaresca del siglo XV y del ro

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se transforma en

una

nueva religión popular, no se revelan ·crite

rios populares del gusto

en

las artes representativas, sobre todo

en

las destinadas a fines eclesiásticos. La Contrarreforma marca

el

na

cimiento de esa pintura de devoción que tiene por público no sólo

a partes de

l.as

capas bajas de la población urbana sino también

a las de la población rural. Algunos de los elementos más esencia

les del arte popular nacen precisamente aquí. Con el culto del do-

lor y la exaltación del sentimiento, del éxtasis místico y de la di-

cha de los mártires, momentos que

aún

persisten

en el

barroco, pe-

netran

en el

arte plástico

el

emocionalismo y el subjetivismo mo-

dernos y preparan el camino del romanticismo posterior. En

las

obras de los artistas medios de la época nacen esos clichés del sen-

timentalismo ñoño que caracterizan el arte popular actual.

Ilustración

La prehistoria del arte popular moderno termina con la decaden

cia del viejo mecenazgo, la irrelevancia de las cortes principescas Y

de la aristocracia como portadores del gusto y con el comienzo de

la dependencia casi exclusiva de los artistas del mercado libre. Su

verdadera historia empieza con el interés de la burguesía alta Y

media por la literatura de la Ilustración en Inglaterra y la venta

am-

bulante de libros en los siglos xvn y

xvm

en Francia. Con

el

cre-

ciente apetito de lectura, la mayor demanda, que ya no pueden

sa-

tisfacer los mejores autores, y el desarrollo de nuevos criterios del

gusto, prerrománticos, se efectúa un descenso paulatino del

nivel

y una vulgarización casi general del tono de la literatura con

éxito.

Al sentimiento se le

d.a

esa admiración ingenua, acrítica, de la

que

pronto se librarán

muy

pocos escritores, y según la cual la literatura

Cf.

Robert Mandrou: De

la

culture populaire aux

17•

et

8

siecles

1964.

JIIance popular, pero la mayoría de ellos provienen de fuentes pseu

jhistóricas y están relacionados con el interés del prerromanticismo

pór la Edad Media. Los descendientes directos del género son los

relatos de crímenes, carentes de pretensiones artísticas, de la pri

mera mitad del siglo pasado, que al principio ceden a

una

forma

más pacífica de novelas de aventuras y al final desembocan, por un

lado

en

la novela policíaca y por otro,

en

la moderna novela de

sociedad rica

en

peripecias. Un paralelo y,

en

parte, un modelo

de este proceso lo representa la evolución de la pieza sentimental

de Lillo y Diderot, a través del melodrama, el vodevil y la

piece

bien faite hasta la canción de película. La novela folletinesca, cuyo

material

consta de historias de sensación y amor, y las piezas del

teatro

de bulevar, que responden al espíritu de estas novelas, son

los

primeros ejemplos válidos de la literatura popular en el senti

do

moderno de este concepto. Con excepción de la poblaeión cam

pesina

su público se compone de todas las capas de la sociedad,

aunque

predominan siempre los elementos semieducados, sin pre

tensiones

artísticas. La novela popular, que en la primera mitad y

a mediados del siglo ofrece aún obras de autores como Dickens y

Balzac degenera tan rápida y esencialmente que se detiene pronto

en

una fase representada por Octave Feuillet y Marie Corelli.

El

Segundo

Imperio

El

Segundo Imperio, que produce artistas como Baudelaire y

~ a u b ~ r t es

también

la

época del nacimiento del peor gusto y del

kttsch más vulgar. Cierto, también hubo antes malos pintores y

~ o e t a s igual que

hubo

concepciones artísticas chapuceras y obras

hgeramente trabajadas junto a las cuidadosamente realizadas. Pero

1

? nferior era inconfundiblemente inferior, sin pretensiones e in

h ~ i ~ c a n t e ;

no existía la mamarrachada cuidada, arreglada con

abilidad. Mas la baratija se convierte ahora

en

norma y la mera

apariencia de calidad se hace regla. El descubrimiento de

esta

época

es

el arte como medio de distracción, en el que artista p ¡,

blico descienden por debajo de su propio nivel. Domina todas

las

formas de la producción artística, pero principalmente la que

s

arte del público del modo más ilimitado claro: el teatro.

Desde mediados del siglo pasado las aspiraciones de los drama.

turgos se encaminan a crear

un

instrumento de propaganda

para

la ideología de la burguesía, sus principios económicos, sociales

újo

y acabado, del juego con las sensaciones efectos extraartísticos

del

ataque a los lacrimales, de la exacción de la simpatía y aproba-

ción,

es muy vieja. Hay pocos períodos de la historia del arte, en

os que se haya logrado por completo resistir a su tentación. La

época moderna se diferencia de las primeras fases de la praxis artís-

tica

popular solamente en que el

kitsch la

porquería se producen

eüO

más firmeza y habilidad que nunca.

La

historia del mal gusto en

el

sentido actual comienza también

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morales; y, en cuanto tal, el teatro se convierte en el arte repre.

sentativo de la época. Ninguna sociedad fue

tan

amante del

teatro

como la que produjo el público de Dumas y Offenbach; para nin.

guna supuso tanto un estreno o un local con todas las entradas

vendidas. Francisque Sarcey, el crítico más influyente de la épo.

ca, afirmaba con razón que la esencia del teatro era el público,

que

de la representación de

una

obra

se

puede quitar todo menos

el

público, el cual siempre lleva razón, aunque

él

sabía demasiado

bien

que el alto público culto, entre el que

aún

imperaba un

verdadero

consenso del gusto,

se

había disuelto, y que de

los

antiguos asis.

tentes regulares sólo había quedado ya un pequeño grupo

de

vi-

sitantes del teatro, el público de los estrenos .

El embrutecimiento paulatino del gusto

se

evidencia del modo

más claro en

la

opereta, que era de por sí problemática en

una

época de precarias relaciones sociales con su despreocupada

ale

gría pastoral que sólo podía explicarse con

la

frivolidad de

una

sociedad condenada a desaparecer. En cuanto tal contenía

desde

un

principio los gérmenes de

la

descomposición, aunque desde

París,

con un maestro -como Offenbach, pasando por Viena y Budapest,

pasó de una sátira social divertida a un idilio estúpido y falaz.

Pero el potencial de la opereta no

se

realizó del todo hasta la

lle-

gada de los medios supradimensionalcs y las canciones

arrogantes

de las revistas y del

musical

del cinc. La mezcla de sensualidad

car

gante y de suavizada intimidad, brutalidad y sentimentalismo,

la

búsqueda de lo colosal, del dominio del espectador mediante

los

sonidos altos y los colores chillones en todo lirismo, que

f o ~ m a

ahora parte del éxito del cine, no

es

nada nuevo, lo nuevo

es

um·

camente

el

descenso continuo e inevitable del nivel. Naturalmente;

el «mal gusto» no surgió ayer ni anteayer. La historia

del

cliche

• Francisque Sarcey:

Quarante ans

e

théátre

1900, I,

PP·

209/12.

en

la pintura del siglo

xvm

al pasar los portadores del gusto de

la

aristocracia a

la

burguesía, y del modo más claro en los cuadros

de Greuze, por ejemplo. Ocurre también la invasión de la literatura

en la pintura, según lo cual no sólo surgen representaciones grá-

úcas de contenido poético o mentalmente concebidos (tales eran

casi

la regla hasta el impresionismo), sino también cuadros que

sólo

ofrecen un contenido literario prácticamente ningún conte-

nido pictórico. Comienza así, al mismo tiempo,

la

historia de

la

pintura de deseos anécdotas, banal, moralizante unas veces, las-

civa

otras, que ahorra al observador el esfuerzo inherente a la re-

ducción

de las formas a

un

común denominador óptico a la acti-

tud ante

el

problema de

la

corrección medial de

la

representación

visual.

El

paso siguiente en la marcha triunfal del mal gusto lo ca-

racteriza

el ascenso de la burguesía al dominio exclusivo en la

Francia del Segundo Imperio y en

la

Inglaterra de la era victo-

riana. La falta anterior del sentido de la calidad se une a

un

ca-

rácter

advenedizo de todo el proceder artístico, a una necesidad y

consumo

del arte por puras razones

de

prestigio. Las necesidades

que hay que satisfacer son

tan

falsas como el material con que se

satisfacen. La moral es mero cliché, la decencia fachada atractiva,

la castidad coquetería ambigua, igual que el mármol

no

es más

que estuco, la piedra solamente mortero y el oro madera dorada.

749

5 Arte de masas

Jllala excusa cuando la

pauta

de los criterios de los deseos consi

derados depende de la misma administración que su satisfacción in

suficiente.

z

Arte administrado

Ninguna forma del arte producido a lo largo de la historia y

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l Repetición mecánica

Los medios del arte de masas son producto de la evolución téc-

nica más reciente; sus representaciones se producen mediante un

procedimiento mecánico y se adaptan a la creación de efectos re-

petibles

en

las condiciones deseadas. Todo cuadro o pieza de mú-

sica individual también puede reproducirse natura lmente pero no

se conciben para su reproducción. Las obras del arte de masas

del cine de la radio y la televisión por el contrario no

sólo

son

reproducibles sino que se crean y se sacan del espíritu de la repro-

ducción mecánica a fin de ser reproducidas. Conllevan el carácter

industrial de bienes de consumo y pueden ordenarse sin más

en l

categoría comercial calificada de «industria del entretenimiento».

La

producción industrial trae consigo no sólo los rasgos de

lo

mecánico distanciador sino también los de lo uniforme desper-

sonalizador. Toda estructura social tiene

un

efecto unificador

nive-

lador parcial de las diferencias individuales de sus portadores Y

medios. Pero la cultura de masas moderna actúa de

una

manera

tan niveladora que las normas y valores especiales de las

actitudes

y rendimientos individuales incurren a menudo

en

la igualación

y a veces en una adaptación trivializante. La libertad que en la so-

ciedad no m ~ i f i c d del pasado quedaba reservada al individuo Y

al grupo particular cede a un dictado que no deja al radioyente

o al televidente más elección que la de encender o apagar su

apa·

rato. El llamamiento a los deseos del público se convierte en una

750

destinado a los diferentes gobernantes gobiernos e iglesias señores

y mecenas expertos y coleccionistas fue enteramente autónomo

y libre de toda intromisión inoportuna aunque épocas como el

Re-

nacimiento o los siglos

XV

y X X garantizaban al artista una am

plia

libertad de movimiento. El atributo de arte «administrado»

sería sin embargo inadecuado al espíritu y a la praxis incluso de

culturas autoritarias como la eclesiástica de la Edad Media o la

del absolutismo cortesano. La presión de las ideologías y conven

ciones dominantes pareció unas veces más u otras menos torturante

y pesó más o menos

en

los diferentes individuos y grupos. En la

sociedad y cultura de masas del presente imperan ahora formas y

fórmulas a las que están sometidos los que mandan y recompensan

lo mismo que quienes son mandados y recompensados. Resulta así

evidente que no sólo dominan los gobernantes sino también los sis

temas y que también los señores son esclavos suyos. Las ideolo

gías

y convenciones que son el resultado de

una

dialéctica entre

espontaneidad y condiciones materiales y el equilibrio provisional

de contradicciones internas adquieren el dominio sobre las actitudes

de

sus portadores ya sean éstos los coeficientes positivos o negativos

del «estilo» común y de los principios de orden imperantes.

l convencionalismo flexible perceptible en el arte popular des

de los comienzos resulta decisivo en el arte de la cultura de masas.

Incluso formas artísticas como el madrigal del manierismo o el mi

nueto del rococó presentaban rasgos muy convencionales pero

nunca excluían por completo la espontaneidad de la invención nun

ca

se

hicieron

tan

triviales nunca fueron arte de todos

en

la me

dida en que han llegado a ser los productos de la industria del en

tretenimiento. La convención que seguían no se convirtió

en

un

cliché mecánicamente aplicable y el consenso que subyacía a ellos

no

respondía a ningún común denominador tan bajo como el

conformismo que domina hoy los criterios del gusto de las masas.

El

convencionalismo de antes dejaba abierto la posibilidad de in-

751

novaciones e invenciones de todo tipo mientras que el principio

mecanicista por el que se produce el arte de masas no _ rermite

ninguna duda acerca de cómo ha de efectuarse

una e ~ ~ c c 1 0 n

a?er.

tada o una solución que se debe hallar. Una convenc10n artlstlca-

mente importante puede ser la esencia de la unidad estilística pero

también la forma diluida de un estilo originalmente creador pero

ya agotado. El consenso espontáneo puede convertirse en confor-

mismo manipulado.

Desde siempre las obras de arte se produjeron como mercan-

3

omposición del público de masas

La extensión casi ilimitada y la composición heterogénea del

público son los rasgos má< · significativos del arte de masas pero no

s

en absoluto cierto que los distintos elementos receptores de este

tipO de arte no demuestren ningún rasgo de selección y articula-

ción. Los espectadores y oyentes del cine la radio y la televisión

s componen en verdad de todas las capas de la sociedad pero no

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cías pues si se prescinde de los tiempos prehistóricos y de

las

condiciones genéticas del arte del pueblo iban destinadas por l

general a compradores y no a la necesidad propia. Pero no llegaron

a ser sino paulatinamente lo que se entiende por «mercancías».

El

paso decisivo ocurrió con la entrada de las relaciones bajo las que

el comprador en contraste con el patrono y amo anterior era

re-

gularmente desconocido para el artista y tenía para él un carácter

impersonal. El producto artístico no se convirtió en mercancía en

sentido estricto sino a consecuencia de la evolución en cuyo trans-

curso de acuerdo con la producción en masa de la economía

industrial parecían producirse y venderse ponerse y pasarse

de

moda perder el valor y, en este sentido «consumirse».

n la época de la producción de masas el arte popular adopta

formas comercializadas y altamente racionalizadas al ir dirigido a

producir grandes cantidades de ~ e r c a n c í a s ligera

_

r . ~ p i d a m e n t e

utilizables en el menor tiempo pos1ble. La estandanzac10n del mo-

delo es la presuposición más importante de la praxis orientada

de

tal manera. El secreto del éxito deseado estriba en establecer mo-

delos que den buen resultado en atenerse a ellos mientras pro-

meten ser productivos y en renunciar a ellos

tan

pronto como ame-

nazan con dejar de serlo. La rentabilidad de la economía

i n ~ u s -

trial depende precisamente de las proporciones de la estandanza-

ción de la producción.

Una

fuente de alienación

en

todas partes

en el ámbito de la actividad humana el esquematismo

i n h e r e ? ~ c

a ella actúa de

una

manera muy extraña en el arte donde la umcl-

dad de los productos parece pertenecer al carácter del medio.

752

rniran ni escuchan ni les gustan los mismos programas; ni tampoco

son las mismas cualidades las que aprecian o les interesan en lo

que

les

gusta.

Así

que no sólo tiene lugar una elección que ade-

rnás de las masas que actualmente dominan numéricamente el

circulo de los consumidores de arte permite surgir grupos de ins-

trUcción

superiores como portadores del gusto sino que también se

produce una estratificación muy graduada adecuada al gusto com-

prensión artística y juicio diversos de los sujetos. Se hacen valer

así no sólo distintos grupos de consumidores sino también sub-

grupos dentro de cada

uno

de ellos cuya sensibilidad especial pa-

rece

depender de imponderables a falta de

una

especificación social

psicofisiológica más clara.

La limitación determinada en principio del público artístico

de cualquier tipo se encuentra muy pocas veces. Sólo

en

los tiem-

pos

de

la praxis artística absoluta de cortes y estamentos era limi-

tado

de antemano el número de gente que podían asistir a

una

función de teatro o de música laica. La segregación era por lo gene-

ral

de tipo educativo aunque la educación tenía por presuposición

muchos privilegios económicos y sociales no fácilmente compen-

sables. Nadie era excluido directamente de la visita a los

salons

pero

sólo unos cuantos se interesaban por las obras ofrecidas.

Y

los

teatros de París eran accesibles a todo el mundo incluso en tiempos

del

dictado artístico de Versalles pero la mayoría de la gente no

los visitaba no sólo a causa de los elevados precios de las entra-

das; lo mismo que por otro lado el arte de masas actual no debe

su

numeroso público solamente a la circunstancia de que la indus-

tria

de

entretenimiento ofrece tan baratos sus productos el cine la

radio,

la televisión el libro de bolsillo etc.

No

sólo la necesidad

crea

y aumenta la demanda; el aparato de producción puesto

en

movimiento y los mismos productos fácilmente asequibles estimu-

lan el deseo de disfrutar de ellos. El aumento del público y la

753

disminución de

los

supuestos culturales del goce artístico se con.

dicionan mutuamente y

van

unidos entre sí dialécticamente.

El nivel del gusto de la clase media ha descendido del modo

más evidente con la masificación del público artístico, en particular

con el número creciente de gente que lee libros.

En

los últimos

cien años los miembros de esta capa social han leído quizá más

pero

en

todo caso peor literatura que antes

1

Flaubert reconoció

el mal y lo describió en estos términos: «Cambien de braves gens

acerca, por ejemplo, de los libros que supuestamente

leen Y prefieren, y también las mentiras y disculpas de que se sirven.

: ; Uno de los problemas más importantes que resultan del naci-

~ i e n t o del arte de masas, estriba

en

la aclaración de la relación

r iab le del artista con su público, que tiende a aumentar ilimitada-

. l e n t ~ . El

d e s p l ~ z m i e n t o

del mecenas y del cliente personalmente

l o n o c ~ d o del artista mediante la aparición de los compradores des-

l¡¡,nocidos del mercado abierto complicó ya la relación antes sencilla

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qui,

l

y a un siecle, eussent parfaitement vécu sans beaux arts, et

a

qui

l

faut maintenant de petites statuettes, de petite musique,

de

petite littérature » '. El mayor número de clientes introduce

el

des-

censo de la calidad de

los

productos y las obras sin pretensiones

animan, por su parte, a los hombres, cada vez más numerosos y

menos críticos, a presentarse como consumidores de arte.

A la sociología del arte le resulta más fácil atender a su asunto

cuando se limita a .averiguar la participación numérica del público

en

la recepción de la producción artística. Pero, de esta suerte, no

proporciona sino informaciones estadísticas y la confección de una

especie de cuadro de ventas, sin dar ninguna respuesta a la

ver-

dadera cuestión, a saber, cómo se llega a la moda de los productos

vendidos, de qué manera y según qué criterios

se

consigue la satis-

facción de las necesidades. Tampoco responde a la pregunta de

cómo

son influidos los compradores por

el

consumo de los respectivos

bienes culturales. Tiene poco interés saber qué libros prefieren leer

determinadas capas sociales, sin saber o sospechar por qué

pre-

fieren una clase de libros a la otra, por qué circunstancias

se

de-

ciden las pretensiones y valoraciones a este respecto, y qué cambio

experimenta su educación y su relación con la educación de otras

capas con el cambio de sus lecturas.

En relación con estos contextos, el valor de las informaciones

estadísticas

es

de .antemano problemático, pues, prescindiendo del

hecho de que los números y los nombres sólo responden a preguntas

referentes a

la

extensión y al objeto del goce artístico y no a la

calidad y al significado q la vivencia, las encuestas sobre el gusto.

los deseos y las normas valorativas del público

en

general sólo pro-

meten ser útiles

en tanto

que sean instructivas las respuestas de los

1

Cf.

Q.

D. Leavis:

Fiction and the Reading Public

1939.

2

Flaubert:

Correspondance

Éd. Conrad, Il, p. 378.

754

aunque no siempre fácil.

Cuanto

más aumenta ahora

el

número

~ m p r d o r e s y cuanto más incompatibles son los intereses, cuanto

rnás se

transforma

en una

masa sin contornos el antiguo grupo de

J¡,nsumidores, social y culturalmente cerrado, tanto más problemá-

tica e indeterminada se hace la relación entre producción y recep-

ción a

no

ser que, como dice Georg Simmel,

se unan en el

nivel

descendente de

un

común denominador: «Cuantas más personas

se,reúnen

..

tanto más hondo

hay

que buscar

el

punto común de sus

j¡npulsos e intereses»

.

4

El

gran

público

En cuanto actividad, el arte de masas no responde a ningún

sujeto concreto

en

calidad de portador. Lo mismo que no

hay

nin-

gún alma de grupo que responda al origen creador del arte del

pueblo tampoco existe ningún alma de masas que viniera a cuento

como potencia espiritual espontánea, independiente de los ind.ivi-

duos

aislados y superpuesta a ellos. Igual que el alma del pueblo,

el

alma

de las masas es

una

expresión metafórica sin sustancia, esto

es

el

substrato intelectivamente construible de manifestaciones aní-

micas llevadas siempre por sujetos individuales,

si

bien reunidos

en

.grupos. No existe

ningún

arte cuyo autor sean las masas lo

mismo que tampoco

hay

ninguno que

haya

sido creado

d i r e ~ t -

mente

por

un

colectivo del pueblo. Arte de masas, lo mismo que

arte

del pueblo, son producto de individuos que no deben su exis-

t:ncia, sino únicamente algunas de sus características, a las rela-

Ciones

de los individuos entre sí.

El público de masas

no

representa

ninguna

integración sino,

en

contraste con su noción aparente,

una

atomización del grupo de los

3

Georg Simmel: Sociología

1922

p. 51.

receptores. Consta de puros individuos aislados esencialmente en,

tre sí, sin

ninguna

comunidad espiritual real

ni

vivencias comu,

nes notables. Gracias a su procedencia del teatro y a su participa

ción en la recepción

en

grupos considerables, los espectadores del

cine presentan todavía rasgos de carácter comunitario y de solida.

ridad evidente de intereses, aunque por lo general superficial, que

no ofrece ya la conducta del radioyente y del televidente. El único

rasgo inconfundible del público de masas del arte estrib-a en la

t

f

entre sí valores contradictorios en la democratización y nivelación

de la cultura. .

Ortega Y Gasset

no

atribuye

en

general

ningún

significado es

pecial al aumento de la población de Occidente

en

el siglo pasado

en

la génesis de la sociedad de masas y de su cultura.

La

gente que

ionstituye la sociedad y son sus portadores culturales existían ya

en

.

el

cambio de siglo, aunque no como masas, sino separados unos

de

otros, aislados y diseminados en pequeños grupos. En su opinión,

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mezcla de los sujetos sociales y

en

la pérdida de su carácter indivi

dual, que no sustituyen con

ninguna

conciencia comunitaria.

Es-

tán

especialmente juntos, pero no pertenecen al mismo grupo,

puede que tPngan deseos comunes, mas significan

tan

poco el uno

para el otro como, por ejemplo, los espectadores de un espectáculo

deportivo

•.

La gran extensión es el distintivo más general y saliente del pú

blico de masas. Lo que se ha designado como

big audience

, carac

teriza por igual el círculo de clientes del cine, la radio, la televisión,

las novelas por entregas y las revistas ilustradas.

uanto

mayor

es el público tanto más pasivo, sin elección ni crítica, se comporta

ante las impresiones artísticas o parecidas, y con

tanta

más

faci-

lidad se deja contentar con productos estandarizados y que parten

de la base de efectos programados. Así, pues, se requiere de ante

mano

una

cantidad considerable de receptores

para

que

un

público

elector y crítico

se

transforme

en

otro artísticamente indiferente.

La primera presuposición, aunque de

ningún

modo la

razón

suficiente para el nacimiento de la cultura de masas, fue, evidente

mente, el rápido incremento de la población de Europa, según

lo

cual el número de sus habitantes aumentó a más del doble en

unos

cien años. Mas el nacimiento del hombre masa como portador

cultural no fue sencillamente consecuencia de la masificación de

la población, sino resultado de un proceso real, motivado a lo sumo

por el crecimiento de la sociedad. on la participación de

otros

círculos en las mejores condiciones de vida y

en

las satisfacciones

espirituales superiores, la unión local introdujo la democratización

de la cultura, la nivelación de los valores y el papel más importante

del hombre medio en la vida cultural. De esta suerte se unieron

• Dwight Macdona1d: «A Theory of Mass Culture», en Rosenberg-White:

Mass Culture

1957 p. 69

y

sig.

5

Gilbert

Se1des: he Big Audience 1950.

756

la novedad consiste

en

su aglomeración, su conformismo, en la

pérdida paulatina de las propiedades que los habían diferenciado

entre sí. La adaptación de unos individuos a otros sucede, por cierto,

en toda forma de socialización, pero

en

los grupos que no tienen

ningún carácter de masas, las tendencias, normas y objetivos im

portantes corresponden a inclinaciones y aspiraciones personales,

que pueden ser tanto conformistas como no conformistas •.

S rehistoria

El arte popular no ha tomado las dimensiones y la propiedad

del

arte de masas sino bajo las condiciones de la economía indus

trial y del tráfico y de la gran ciudad moderna. Géneros como las

coplas de ciego y los libros populares, en circulación desde el Re

nacimiento, tenían también antes un carácter «popular» distinto de

la genuina canción y cuentos populares, al responder a los deseos

de

un público que se extendía a los visitantes socialmente más hete

rogéneos, procedentes de todas partes, de los mercados, ferias y

consagraciones de iglesias. Mas no puede hablarse de arte de ma

sas

y de medios expresos de masas antes de la época de la masifi

cación de la clase obrera industrial en las ciudades y de su mezcla

con

las capas inferiores de la burguesía. A partir de entonces el arte

popular devino arte de masas y por cierto, en el sentido doble de

que concedía entretenimiento artístico a un público mucho más

numeroso y colocaba los productos uniformes

en

el mercado

en

cantidades inmensas, hasta entonces inimaginables. El público de

masas

de las artes resultó de la democratización de la cultura, la

producción en masa de los objetos de arte fue resultado de los

6

Ortega y Gasset:

La rebelión de

l s

masas 1930.

métodos de producción y distribución más recientes, condicionados

por

el

progreso de

la

tecnología electrónica.

El proceso de transformación del arte popular en arte de ma.

sas

ha

estado

en

marcha desde mediados del siglo pasado. La no.

vela de folletín, el teatro de bulevar y la litografía eran ya síntomas

claros de la evolución que había de llevar al cine, la radio y la

televisión. Introdujeron la era técnica del arte. Los recursos mecá.

nicos del arte, instrumentales, manejados más o menos maquinal

mente, son por supuesto tan antiguos como el arte mismo. Toda

Lráfica Y esta técnica sea una presuposición necesaria y no

un

Jomplemento insustancial, posterior, de la forma intencional.

- La reproducción mecánica y la inherente provisión masiva de

obras de arte puede acentuar su carácter de mercancía, pero no el

;prigen de su función como mercancías. Un cuadro único

en

su gé

nero puede haberse producido como mercancía y figurar como tallo

~ s m o que las copias de un grabado

en

cobre o la reproducción

~ t o g r á f i c de un original. Pero mientras que el valor de una obra

de arte pictórica es inexpresable en la forma de su precio, el valor

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8/16/2019 Arnold Hauser-Sociologia Del Arte

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forma artística presupone

un

procedimiento técnico, cada

una

de

ellas va unida a

un

instrumento, a

un

aparato, siendo indiferente

que el instrumento de que se sirve el artista sea un pincel o un

aparato de reproducción, un buril o un telar. La dependencia indi

recta de la expresión forma parte de la esencia del arte y

es

insepa

rable de la conversión de contenidos espirituales

en

meros artefactos.

El torno del alfarero prehistórico era ya

una

«máquina»; entre él

y el equipo técnico del artista de nuestros días no existe más que

una diferencia de grado. La evolución

no se

efectúa, por cierto, sin

saltos,

en

cuya sucesión se destaca evidentemente la invención de

la reproducción gráfica mecánica a principios de la Edad Moderna.

Con ella perdió la obra de arte ese «aura» que consiste en la

uni-

cidad e impermutabilidad del cuadro pintado o de la estatua escul-

pida . El giro ulterior más importante se introdujo con

el

perfec-

cionamiento de la técnica, que hizo posible la proyección de la

misma película

en

muchos miles de cines a un público de millones

de espectadores. ganó la extensión del público artístico hasta lo

inconmensurable, pero se perdió, en cambio, la huella directa de

la mano del artista. Realmente equivaldría a una fetichización gra-

ve hacer un mito de la «firma» del artista y de la llamada «aura»

de la obra de arte original. Así, pues, la unicidad no representa más

que un criterio del valor artístico cuando forma parte de la inten

ción original del artista. Una copia pintada a mano de la Velada

de Rembrandt puede carecer totalmente de valor; mientras que los

diferentes ejemplares de un grabado del maestro pueden

conside-

rarse como auténticas obras

de

arte, siempre que

el

valor artístico

que parece ir unido

en

un cuadro a cada pincelada aislada,

indivi-

dual,

no

sea afectado por

el

carácter mecánico de la reproducción

W. Benjamín:

Das

unstwerk

im Zeitalter seiner technischcn Rcpro

duzierbarkeit loe. cit.

758

de

un

grabado en cobre sí puede medirse más o menos adecuada

mente

en

su calidad de mercancía. La hoja gráfica aumenta de va

lor

con su rareza y se hace inapreciable cuando, por ejemplo, es

el

último y único ejemplar existente de las copias de la plancha me

tálica o de la piedra.

En

contraste con

un

cuadro,

un

grabado

en

cobre

o

una

plancha trazada, la reproducción fotográfica continúa

siendo mercancía

en

todas las circunstancias,

y

como el disco,

no

representa más que

un

apunte, una especie de aide-mémo_ire sin

. ningún rasgo valorativo individual digno de mención. Sustituye a

un original irreproducible, eso

es se

diferencia no

sól o

de la hoja

gráfica artísticamente auténtica, sino también de la copia en pe

lícula

en

aspectos esenciales; sobre todo en que la película consta

sencillamente de copias sin «original», pues incluso el negativo no

es más que una reproducción mecánica, o

en

que consta de meras

copias cuyo original existe únicamente

en

la forma en que, por

ejemplo, puede imaginarse como existente la idea de un cuadro

junto a la imagen pintada.

El valor artístico de

un

trabajo no depende de la índole de los

medios

técnicos que utiliza el artista, sino única y exclusivamente

de

cómo los utilice. Pues, lo mismo que la transformación del obre

ro

manual en obrero de máquina no conlleva

en

y de por sí ninguna

atrofia de sus capacidades intelectuales, tampoco responde a los

hechos la hipótesis de que los medios técnicos modernos de la pro

ducción artística provocan de antemano el menoscabo de su ca

lidad estética. La forma fílmica excluye por cierto determinados

efectos artísticos, pero, en su lugar, crea las presuposiciones para

nuevos valores artísticos.

Sin duda, el aumento de la producción va acompañado de un

descenso del nivel, y de esta suerte sufrió menoscabo la calidad

de

las obras bajo la presión de

una

demanda excesiva incluso en

una época de

la

literatura tan creadora como

el

siglo xvm

en

In-

glaterra. Sin embargo, en los períodos de esplendor de

la

historia

del arte, como

el

gótico,

el

Renacimiento o

el

barroco, se produce

más bien mucho que poco. Pero esta praxis se agrava cuando con.

duce a la repetición monótona de modelos

en

los límites de

un

epi.

gonismo o de un programa escolar rígido. Naturalmente, ningún

estilo se escapa sin cierto convencionalismo de las formas, sólo que

la proporción de lo convencional y estereotipado en la producción

en masa, impersonal por excelencia, es de antemano mayor que

en

el arte sublime de los maestros, determinado por principios indivi.

quema para la producción según

el

cual se puedan llevar al hom

bre, sin resistencia ni gasto de tiempo, los mismos tipos con el

Jllismo

público. Habitualmente se les reprocha a los capitanes in

dustriales del campo del entretenimiento que se mantienen el mayor

tiempo posible en los tipos una vez que han dado buen resultado,

puesto que es la moda del mismo tipo de productos durante

un

ex

tenso período de tiempo la que garantiza una verdadera renta

bilidad. Al mismo tiempo se les reprocha también que, a fin de au

Jllentar el consumo, crean artificialmente la necesidad de tipos nue

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duales. La verdadera diferencia entre ambos géneros de arte no

es

triba en la presencia o ausencia, sino en la rigidez o flexibilidad

de las convenciones. El minueto no era menos convencional que el

tango, era únicamente más flexible. El dominio de las convenciones

en el arte superior, esencialmente autónomo, significa

tan

sólo

que

el artista pisa de algún modo suelo firme en la lucha con el

mate

rial que

ha

de organizar y puede empezar con su obra sin ninguna

duda paralizante, pero no, por ejemplo, que puede evitar de ante

mano todos los peligros que lo amenazan. También su camino está

cortado por abismos que apenas consigue salvar sin temeridad

ni altanería. Quienes

no

ven en las convenciones más que muletas

no saben lo grave que es apoyarse por completo en ellas.

Las dos condiciones de la producción en masa industrial, la pro

ducción de componentes sustituibles y permutables y su combina

ción con un gasto de trabajo relativamente pequeño

8

son válidas

también en relación con la producción masiva de arte, aunque con

ciertos cambios. Por revolucionaria que resulte actualmente el modo

de producción, en principio no es nada nuevo. Los escultores ro

manos, e incluso los egipcios trabajaban ya partes estereotipadas,

mecánicamente componibles. El valor artístico de semejante

método,

tal como se evidencia del modo más claro en los poemas homéricos,

no depende del número ni de la frecuente repetición sino

de

la

renovadora capacidad expresiva de las fórmulas aplicadas. Ésta s

pierde precisamente en el arte de masas moderno. La estandariza

ción no produce ninguna fórmula utilizable a voluntad, sino clichés

inadecuados bajo todos los aspectos.

El distintivo especial del arte de masas del presente no estriba

en el deseo de producir objetos de fácil y amplia difusión, eso s

algo que ya se pretendía antes, sino en el objetivo de hallar un es-

8

Stuart Chase:

Men and Machines

1929, p.

25.

,

vos

y el deseo de modas que

se

suceden con rapidez. Como afirmaba

Simmel, «no nace en

un

sitio cualquiera

un

artículo que se con

vierte luego en moda, sino que se producen artículos a fin de que

se

pongan de moda» •.

n

la realidad se combinan ambos métodos

de

persistencia en

una

moda rentable y del cambio frecuente de

las modas, intercambiándose según las circunstancias. La organiza

ción de la actual producción en masa de arte se funda, en todo

caso,

en la manipulación de las necesidades, la cual contrarresta la

evolución natural, ya cree artificialmente la demanda o ya prolongue

la

duración de la clientela. Por su parte, la industria del entreteni

miento no hace ciertamente nada para educar a las masas en el

íJensamiento crítico y en la capacidad de juicio artístico. La incul

pación que se les hace a los editores, directores de teatro y pro

ductores de cine, de haberse conjurado contra la mayoría de edad

fntelectual del público, equivale, sin embargo, a una simplificación

·excesiva

de la situación. Mas la manipulación ideológica de los

~ q u i s i t o s del mercado artístico no se pone así en tela de juicio. Cier

 to,

se quiere ganar dinero y asegurar los medios para ello durante

el mayor período de tiempo posible. También es cierto que para

tal fin

se elige,

se

prefiere antes

el

arte malo que

el

bueno, en pri

mer lugar porque en general no se tiene la menor idea de la diferen

cia entre ambos, y luego también porque es más fácil desprenderse

de

los

productos artísticos inferiores que de los superiores. Los inte

resados en el éxito comercial de la industria cultural no son en abso

luto independientes de la ideología de su clase, aunque tal vez

no se cuenten entre sus más celosos representantes. n todo caso,

parecen demostrar más bien falta de pensamientos que fanatismo

excesivo. No sólo quieren ganarse como clientes y satisfacer a sus

eompañeros de clase sino, a ser posible, a todo el mundo. Las direc-

  G. Simmel:

Philosophische Kultur

1911, p. 34.

tivas ideológicas que siguen denotan rasgos más bien negativos que

positivos, pese a un liberalismo aparentemente reinante: no se

hacen sencillamente preguntas insidiosas.

La escasa calidad de los productos del arte de masas

se expli-

cará, al menos en parte, por la conjunción de la democratización

de la cultura y la persistencia de la economía competitiva capita

lista; pero no suena muy convincente la conclusión de que «hay

que eliminar la explotación o la democratización para que vuelva a

restablecerse la cultura»

0

• Los modos y medios para la elevación

t

que

se

enfrentaban eran de un orden superior a las que se les ofre

cen

hoy, ello se explica por la circunstancia de que no estaban des

l¡nadas

directamente para el consumo general. Mas por poco que

ayan

variado las relaciones a este respecto, no se alcanzan a ver

1 las

consecuencias del hecho de que ahora se presenten como con-

1

~ i o r e s de arte capas cada vez más amplias de la sociedad. A sa

ber

la cultura de masas

no

nivela solamente los criterios cualita

tivos

artísticos a un grado relativamente inferior, no sólo inhibe

el

¡pensamiento y

la

sensación, no sólo conduce al conformismo

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del arte de masas, vinculados a las condiciones económicas y

so.

ciales, no presuponen ni la desaparición del capitalismo ni la de la

democracia. La salida de este impasse

no

se abre con el simple de-

rribo de las barreras existentes entre las clases y la superación

de

los obstáculos materiales que se interponen

en

el camino de la se-

lección natural.

No

se ha cumplido de ningún modo la expectación

de la afluencia de talentos nuevos tras la apertura del acceso a

las fuentes de la cultura para amplias capas. Los talentos creado-

res no marchan por las puertas abiertas, y la capacidad de distin

guir las cualidades artísticas no se deduce directamente de la libe-

ración de las inclinaciones e instintos naturales. El buen gusto

no

es la raíz sino

el

fruto de la cultura artística; no supone ningún

dato primario sino que paulatinamente deviene el factor que está

llamado a ser.

La rutina de la sociedad industrial moderna, la regularidad me-

cánica de la vida de la gran ciudad,

la

adaptación involuntaria y

generalmente inconsciente de los individuos a las formas de vida

comunes, comportan

en

y de por

cierta disposición a la masi·

ficación, reforzada por los medios de masas, la prensa diaria, la

radio, la televisión,

el

cine, los anuncios de los periódicos y los

carteles de las calles, en suma, todo lo que uno

ve

y oye. Los he-

chos que se han de descubrir, las preguntas que

se han

de plantear,

las opiniones que

se

han de compartir, se las entregan a uno ya

listas. El número de gente que se

nutren

de ellas crece, por

cierto

constantemente, pero sería erróneo suponer que, si fuesen menos

numerosas, las masas se comportarían de una manera distinta a

la de hoy. En realidad nunca tuvieron

nada

en contra de que

les

dieran masticado su alimento espiritual. Si las obras de arte

con

1

y a la falta de responsabilidad, sino que también abre por primera

1

vez los

ojos a muchos

para

cosas y valores que

no

percibían antes.

.Así que, en verdad, contribuye a la indefensión de la gente, pero

r les

facilita al mismo tiempo el camino hacia la crítica y la oposición.

·•: Cada

vez

que se amplía de repente

un

círculo del público artís

tico

la primera consecuencia

ha

sido el descenso del nivel del gusto.

~ e j e m p l o más saliente y mencionado con más frecuencia lo cons

tituye la transición de la cultura cortesano-aristocrática de fines del

¡rococó

a la cultura burguesa de la Ilustración. Cisuras parecidas

:§urgen

con el ascenso cultural de la burguesía en la segunda mitad

del siglo pasado y la aparición como público artístico de partes

de

la actual clase media semieducada.

El arte de masas del presente tiene sus raíces

en

el arte popular

del siglo xvm:

en

la noción de la obra de arte como mercancía

personalizada

y del goce artístico como distracción y emoción

en vez de aclaración y concentración. Sin embargo, las masas

de

hoy

participantesén

el arte no representan solamente un públi

co

más extenso que

el

del arte popular de ayer. Se componen de

mentos sociales más heterogéneos, y su relación con

el

arte se

debe a motivos más diversos, aunque

en

términos generales de

~ t e n i d o más superficial y pobre. Arte sin ambición y público sin

tensiones existieron ya antes, pero no

es

hasta ahora cuando sur

ge la noción de un arte fundamentalmente fácil, sin problemas,

~ p r e n s i l e sin más, y de un público que no toma conocimiento

de ningún otro género de arte. Lo que se entiende hoy por «mú

sica

ligera», «literatura de distracción» o «adornos murales»,

se

conocía antes prácticamente. Los libros entretenidos, la mú

sica agradablemente melódica, de ritmo ameno, fácil de recordar,

1

Dwight

Macdonald:

A theory of «Popular Culture». Politics

9

44

página

23.

los cuadros bonitos y graciosos no eran, por lo general, más que

~ b p r o d u c t o

y medio para

un

fin, y muy

rar:1s

veces fin

en

sí mis

íno. A decir verdad, el arte quiso agrad:1r .,i( mpre y en general,

t

también entretener pero la gente a quienes pretendía agradar los

medios por los que procuraba entretener eran distintos de cultur

a cultura de unos portadores del gusto a otros de un público

tístico a otro. Cervantes Voltaire

y

Swih escribieron los libros más

divertidos Mozart compuso la música más encantadora W atteau

pintó cuadros que eran el deleite más puro a los ojos. Pero nunca

les era totalmente extraña la preocupación por la seriedad de la

vida y el pensamiento de lo precario de la existencia humana.

Se

divertían y divertían a otros con la descripción de las sendas giros

La mayor atracción de las novelas y películas actuales de éxito

estriba en ese irrealismo afectista bajo cuyo aspecto se revela la

eVasión de la realidad por lo general a través de la identificación

rotal del lector o espectador con el protagonista. La participación

~ t i t u t i v en los destinos de la vida las luchas éxitos y fracasos

e

los personajes de

un

autor ocupa s i e m p ~ ; e una porción tan im-

portante

en

el goce artístico del receptor que el arte puede consi-

derarse también como satisfacción de la nostalgia de un yo ajeno

una existencia utópica. Pero nunca se entregaron tan libremente

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singulares y a menudo

~ o r p r e n d e n t e s

de la vida sin embargo

es-

taba muy lejos de ellos el pensamiento de rehuir los hechos. Cabe

que se divirtieran con los absurdos del mundo pero nunca se les

ocurrió no querer percibirlos.

Divertirse de las insuficiencias de la vida puede ser una forma

inocua de defensa contra la realidad amenazante pero el sentimenta-

lismo sin compromisos es una forma más grave. Este no es ya

nin-

guna deformación inofensiva sino una mentira peligrosa

empon-

zoñadora de las relaciones humanas. Nadie se conmueve tanto por

el destino de los héroes de novela desgraciados como el lector que

nunca siente compasión en su vida. Como el sentimentalismo de

las

generaciones románticas su emoción es expresión de un defecto

compensación por la falta de participación activa. Ninguna gene-

ración se abandona con tanto gusto y satisfacción a las historias

sentimentales y a las situaciones melodramáticas como la que no

puede desplegar libremente su vida sentimental. El individuo com-

pensa igualmente su falta de amor con el sentimentalismo.

Tampoco los autores del siglo xvm sobrio y racionalista elu-

den los efectos patéticos mas nunca apelan al corazón solo sino

que al mismo tiempo lo hacen a la razón del lector recordándole

a menudo de manera poco suave la realidad diaria. Conocen

respetan los secretos del corazón pero no los mistifican. En la

li-

teratura popular moderna de las masas se describen los sentimien-

tos como signos de una disposición excepcional a la que se adhiere

cierto rasgo extravagante con frecuencia morboso en vez

de

repre-

sentarlos como un factor natural y de importancia limitada en la

vida anímica factor que se equilibra

en la

razón en el sentido

e

la decencia y de la conducta. El sentimiento es el sustituto sin reac-

ción ni compensación de algo que no se puede hacer fácilmente

en

la vida y que por eso exalta valora en exceso lleva a lo

ideal

e

irreal.

a este género de ideales como desde el romanticismo y su repercu-

sión desde la lite ratura popular burguesa conformada con me-

ros sucedáneos y desde el triunfo final del estseller y artefactos

parecidos. A partir de entonces la identificación del lector con el

protagonista del autor ha tomado esas proporciones que ocultan

borran toda distancia entre poesía y verdad artis ta y público

vivencia creadora y reconstructora.

Al

convertir el escritor al lec-

tor en confidente suyo le permite reclamar en la vida los privile-

gios

de

sus héroes y ser eximidos de los deberes de la vida cotidiana.

En la generación que siguió a Flaubert toda pequeña mecanógrafa

puede

implicarse en una mentira de la vida fatalmente inextricable

u olvidarse por completo de quién y de lo que es como

una

especie

de Madame Bovary que usurpa ya ella misma una posición espe-

cial

en la vida.

Los protagonistas de las grandes creaciones de todos los tiem-

pos fueron figuras ideales utopías y modelos hacia quienes el lec-

tor u oyente miraba y a quienes a menudo envidiaba. Pero antes

del romanticismo a ningún mortal corriente y moliente se le hubie-

ra

ocurrido medirse con ellos y arrogarse sus derechos querer corre-

~ i r

o perfeccionar de acuerdo con su imagen la vida propia insa-

tisfecha o imperfecta. Sin embargo equivaldría a un psicología su-

~ m ~ n t e simplificadora de la verdadera situación interpretar la

Identificación con los personajes ficticios de sus novelas y películas

preferidas sencillamente como ilusiones y satisfacciones imaginarias.

Muy pocos lectores y espectadores de cine esperan para sí un

h ppy

en

al estilo de Hollywood en su historia de sufrimientos por mu-

cho que jueguen con tal idea. La relación ilegítima ilusoria pre-

suntuosa que mant iene la mayoría con sus ideales consta igual-

mente de autodramatización y compasión de

mismos y de ilusión

~ V a n i d a d

Su optimismo y su pesimismo tienen el mismo carácter

Usionista. Se

conmueven tanto por el hecho de haber perdido

irremediablemente algo

en

la vida como se animan con la esperanza

secreta de que tal vez no

se

halla perdido todo

para

ellos.

La industria moderna de

la

cultura

ha

adquirido

un

poder

de

valor dudoso sobre sus consumidores gracias a su mero volumen

a la cantidad y ubicuidad de sus productos. El lenguaje de

o l l y ~

wood y de los bestsellers se ha convertido

en

la lingua franca

de

Occidente. ¿Cuál es el peor mal de esta hipertrofia de la produc

ción: leer demasiado poco o leer

en

exceso, tener una participa

ción demasiado grande o demasiado pequeña en la industria

cul-

t

6 na interpretación de la

cultura

de masas

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8/16/2019 Arnold Hauser-Sociologia Del Arte

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tural?

La

respuesta no

es

en

modo alguno

tan

fácil como parece

desde

el punto

de vista puramente civilizador. El peligro de satura

ción y parálisis con que amenazan los narcóticos de la cultura a

sus víctimas, lo vislumbró ya Coleridge al principio del siglo pasado.

«En lo que se refiere a los partidarios de las bibliotecas circulantes»,

escribía, «no calificaría su pasatiempo, o mejor dicho su mata-tiem

po, con el nombre adulador de lectura. Más bien debería llamarse

pobre ilusión, gracias a la cual los soñadores se trasladaban a un

estado de pereza y de sensibilidad repugnante... y del ámbito de

la lectura pasan a ese vasto dominio caracterizado por la concilia

ción de dos tendencias opuestas, aunque aparecidas al mismo tiem-

po, a saber, la tendencia a la pereza y la aversión a estar desocu

pado»

11

11

Coleridge:

Biographia literaria

§

XXII.

766

1

El fin de l era Gutenberg

, Las doctrinas de Marshall McLuhan constituyen una interpreta

ción original de la cultura de masas, si bien romantizante basada

en Jormulaciones chocantes, a menudo confusa, o n s i s t e n ~ e en su

mayor parte de puras metáforas, y

no

sólo representan su explica

ción y crítica, sino también su producto, la expresión de su gusto

por la ostentación y la sensación. Son ejemplos típicos de la agudi

zación y simplificación con que presentan

los

fenómenos los me

dios de la cultura de masas. Pese a la insuficiencia de su pensa

miento

y expresión, el mérito de McLuhan radica, sin embargo, en

haber

llevado a la conciencia general

el

significado de descubrimien

tos

como la radio y la televisión y la influencia que ejercen en

nuestra imagen del mundo

y

en nuestras formas de vida.

En

todo

caso fue el primero en indicar con la debida insistencia que el

efecto

de estos medios es esencialmente distinto al de un libro o

una película, que se sirven de recursos y efectos especiales, y tienen

uposiciones

tecnológicas, apoyadas en la civilización electró

 

de nuestros tiempos.

En su exposición partía McLuhan de la afirmación del cambio

que había experimentado la cultura occidental con la invención

e la imprenta y el dominio de la comunicación interhumana por

ntedio

de la literatura impresa. De aquí llegó a la hipótesis de que

767

la liberación del pensamiento, de la sensación y de la expresión

respecto de la supuesta esclavitud no se efectuó sino por el cambio

que él denomina como fin de la «era Gutenberg».

1

tónomos_

a disposición del lector privado, aislado de sus prójimos.

Pero el peligro de que la literatura impresa pudiera destruir la cul

t u r ~ de la _lengua poesía vivas

es

tan inexistente como

el

de que

la tipografia llevana a la eliminación del sentido del cual es signo.

egún McLuhan, la experiencia consta de numerosos compo

nentes sensoriales incompatibles. Recibimos simultáneamente im.

presiones visuales, acústicas, táctiles, o l f a ~ i v a s Y del gusto. di-

versidad y simultaneidad producen

una

Imagen tan comple¡a de

la realidad que todo intento de describirla con claridad Y medios

homogéneos puede conducir a la deformación de las experiencias,

Con su diferenciación demasiado rigurosa entre la palabra ha

blada Y l escrita McLuhan mitologiza y mistifica tanto el pasado

como

el

futuro de la cultura. Su concepto de la «comunidad fami

liar» c ~ n la que, a diferencia de la rutina de la lectura, relaciona

la

magia de la palabra hablada y perceptible como medio de comu

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incluso aunque el vehículo de representación elegido sea y

de

por sí ·apropiado. La palabra hablada y audible, en

el

sentido de

McLuhan, es de todos modos un medio más adecuado que la es-

crita o impresa, la cual empobrece y adultera la calidad auditiva

y la forma natural de la comunicación. a escritura p ~ n límites

bien estrechos a la espontaneidad creadora de la lengua viva, espon

taneidad que oscila entre diversas posibilidades, y reduce su poli-

semia y variabilidad calidoscópica a un sentido único, r í g i ~ o inerte

y lógico .

a

extravagante agudización de l ~ s ~ ~ s e r v a c 1 ~ n e s co-

rrectas de McLuhan empieza ya con esta exphcac10n. Deb1do a

su

carácter directo, la impresión de la palabra hablada puede ser

más

fuerte que la de

una

comunicación escrita, mas la viveza de la im-

presión no garantiza ninguna interpretación más _rrofunda y ma-

tizada de la comunicación respectiva. El texto escnto ofrece al

me-

nos puntos de apoyo para la interpretación correspondiente más

seguros que

el

sonido fugaz de la palabra hablada.

La invención de la imprenta y la habituación al texto impreso

aumentó

el

mal inherente a la escritura, según la doctrina de Mc-

Luhan. a monótona regularidad y la rígida secuencia de las lí-

neas impresas,

el

deslizamiento rutinario de la vista por los

signo<

iguales, fáciles de reconocer, constituyen el p a r a d i g m ~ del pensa-

miento lógico, desplazaron y sustituyeron las formas mas concretas,

ricas y sensiblemente saturadas de la expresión lingüística. Desde

Gutenberg, la mayor parte de lo que sabemos del mundo Y de

los

hombres lo aprendemos sin entrar en contacto directo con ellos.

Con sus letras móviles, estereotipadas, la imprenta crea una

abs-

tracción de los contenidos concretos de la conciencia Y la frag-

mentación de las comunidades humanas espontáneas al operar

.con

formas acabadas

y

poner categorías mentales y medios expresivos

1

Marshall McLuhan: Understanding edia (1964),

1967, PP·

93/9

8

-

768

~ c a c i ó n

se alza sobre un mito, lo mismo que tiene un carácter mís

o .ficamente utópico su idea de los medios electrónicos,

los

cuales

d : b e ~ _ p r o d u c i r automáticamente

una

comunidad nueva, una parti

CJpaciOn

nueva, general, en las creaciones de la cultura. No

es

sino

pura construcción la explicación de que la palabra escrita

0

im

presa pierde los tonos concomitantes de la palabra hablada. Desde

los ra?sodas de la Antigüedad, la poesía consistía ya principalmente

en

«literatura», en obras escritas y parcialmente leídas, las cuales

no debían su calidad artística y su efecto a

una

técnica impro

visada

de producción, sino a la experimentación y corrección con

tinua, por un lado,

y

a la lectura repetida

y

comparada de las crea

ciones

literarias, por otro. Mas la improvisación aparentemente más

d i ~ e ~ t a

también . selecciona, compara y

se

aleja de la inspiración

ongmal.

a escntura y la lectura no suponen sino pasos ulteriores

el proceso de

a l i e ~ a c i ó n

de la intimidad inherente a toda expre

Sion y a toda alocuciOn, y que ninguna evolución, sea del tipo que

sea, puede restablecer en su pureza.

2

Continuidad visual

y

simultaneidad acústico óptica

·1 McLuhan no se cansa de repetir que la homogeneidad visual

?e la imprenta

ha

sido

el

prototipo de la tecnología industrial y el

t m p u ~ s o - ~ á s fuerte de la mecanización, racionalización y desper

~ ~ ~ h z a c i O n de la vida. La introducción de la imprenta es el pecado

?gmal de donde provienen todos los males de la civilización indus-

trial,

l_

hombre moderno, técnicamente trabajador, industrialmente

~ u c t i v o

fue, como él afirma, creación de Gutenberg. Pero la cul-

tura oc

d

t

1 d b . .

1

CI

en a no gano con su escu nmtento con la fijación de

_ a s u ~ e s ~ ~ n

percepciones, ideas

y

~ s o c i a c i o n e ~

ningún

medio de

ltlteg acwn smo a lo sumo

un

medio de homogeneización en

el

plano de

un

solo órgano sensorial y de un solo medio, el del ojo

que lee continuamente y el de la línea impresa en forma conti

nuada.

Ahora, el vínculo se ha roto con los logros de la tecnología elec-

trónica. Estamos en posesión de instrumentos expresivos que ha

cen entrar en acción a medios múltiples, de composición hetero

génea, que constan de elementos auditivos y visuales, en

vez

de

la forma unilateralmente «visual» de la tipografía. En lugar

de

la sucesión se hace valer la simultaneidad de las impresiones, y la

la tipografía. _contribuyera esencialmente a concebir

los

procesos

de. la s e ~ s c w n Y de la conciencia como nexos ininterrumpidos

e .Irreversibles,

~ t n b

sobre todo en esta teoría con sus tipos cam

biables Y repetibles, introdujo en la esfera de la cultura la idea

l

de esa «reproducción técnica» cuyo triunfo atribuye W alter Ben

. jamin al cine •. Pero, en contraste con McLuhan, la nueva técnica

•significaba también para Benjamín un medio de liberación tanto

de _sensibilidad visual concreta respecto del dominio de la abs

r a c c i ~ n

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complejidad de la sensibilidad heterogénea desplaza a la sencillez

de la expresión homogénea y

de

la argumentación rectilínea.

Aun-

que es indudablemente cierto que la significación que ha ganado

sobre todo la televisión en la vida actual va unida a la heterogenei

dad de los medios de comunicación, también tienen que corregirse

las afirmaciones de McLuhan a este respecto. Pues aunque la tipo-

grafía se sirve únicamente de signos visibles y la televisión, a

di-

ferencia de ella, utiliza también el momento auditivo de los

acon-

tecimientos, es incuestionablemente más acertado vislumbrar

la

victoria y no la derrota de la visualidad en el cambio que

ocurre

con la televisión, y en

el

fondo ya con

el

cine, en

el

sentido

de

la

teoría de Béla Balázs, por ejemplo . La visualidad de los signos

tipográficos no tiene nada de la particularidad sensiblemente con-

creta, objetivamente manifiesta, de la visualidad en sí hacia la cual

se orientan las artes plásticas. Ésta no tiene nada que ver

con

la

imprenta y sólo se convierte en elemento importante de la imagen

vigente del mundo con la popularidad del cine.

McLuhan tergiversa además el verdadero estado de cosas al ex·

poner como una innovación de la televisión la aplicación de

medios

múltiples, audiovisuales heterogéneamente condicionados. En

rea-

lidad la homogeneidad de los medios expresivos se abandona ya en

el cine sonoro, y de hecho, también en el teatro, si, en la danza

más primitiva, acompañada de la música o de sonidos rítmicos.

3 Reproducción técnica

Pero lo que otorga un significado especial a la teoría de Mc-

Luhan, a pesar de todas sus deficiencias, y prescindiendo de

que

2

Béla Balázs:

Der sichtbare Mensch 1924.

- Idem:

Der Geist des

Films

1930.

J

como de la expresión poética respecto de la literatura, deltexto Impreso y que

se

ha

de leer.

l Al afirmar McLuhan que el «libro impreso representa el primer

. p_roducto

de masas. exactamente repetible .Y mecánicamente produ

  cido», parece refenrse al concepto de Walter Benjamín acerca de

la «repetibilidad técnica de la obra de arte»; mas no debe hab

d

· er

t e n ~ o nmgun conocimiento directo de sus antecesores. Y por pa-

recido que sea el procedimiento técnico en ambos casos existe

sin embargo una diferencia inmensa entre la

r e p r o d u c c i ó ~

de

un

texto impreso y la de

una

hoja gráfica. Cada ejemplar de un gra

bado en madera o de

UI O

en cobre representa la misma obra de

. arte, mientras que ningún texto impreso es idéntico a la creación

) respectiva, sino que tan solo constituye una serie de signos que pro

voca en la imaginación del lector la forma de la obra designada.

La estructura lineal y aditiva de un texto impreso es para Mc

Luhan un síntoma de monotonía que cree reconocer por doquier

en cultura de la era Gutenberg y que no ve superada sino hasta

la

epoca electrónica siguiente, gracias a las formas multimediales

d ~ l arte. Cabe que sea efectivamente importante la tendencia a la

iJ:Iferenciación y multiplicación de los medios en relación con los

tipos

_de

arte como la televisión y

el

cine, pero el arte de nuestros

d1as tiende, en general, más bien a formas más sencillas más recti

~ ~ ~ e a s

más rigurosamente dispuestas según

el principi;

de la adi

c ~ ? n Y desarrolla en la música la forma de fuga, canon y varia-

}Ion

en

vez

de la más complicada y dialéctica de la sonata, el con

i ~ p u n t o estricto en

vez

de la armonía más flexible, y la técnica

en serie más rígida en vez de la ejecución más libre.

W.

Benjamin:

Schriften

1955, I,

p.

366

y s.

4 Formas multimedia es

A pesar de todo, McLuhan considera sencillamente las formas

más recientes del arte y de la comunicación determinadas por la

múltiple constitución sensorial de sus medios. Todos los tipos de

información, las indicaciones y mensajes que recibimos a través de

los servicios

de

información, los instrumentos de propaganda,

el

apa

rato de la publicidad comercial y los demás medios de comunica

ción, se le presentan sobre el mismo plano multimedia . Mas por

~ i s m o

lenguaje. McLuhan tiene razón al menos en tanto que uno

no se puede esconder de ellos como tampoco de nuestros nervios

y en ~ e n t i d o de que la fisiología de nuestro sistema nervioso y

- lectromca de los medios son igualmente ajenas a la expresión

de nuestras intenciones.

5

«El

me io es

el

mensaje>>

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mucho qne lo estimulen estas influencias, sus sentimientos son

am

bivalentes ante la imagen compuesta de elementos dispares.

Es

un

contemporáneo ambicioso y fascinado por el espectáculo, que in

tenta darse cuenta de las exigencias del día, pero a pesar de ello

sigue siendo un romántico que se queja de

la

disoluci_ón. de la uni

dad «orgánica» de la imagen del mundo y del sentimiento de la

vida de antaño. Por un lado encomia los logros electrónico-tecno

lógicos que han puesto fin a la monotonía de la era Gutenberg,

y por otro lado los hace responsables de la pasividad intelectual

en que incurre la sociedad industrial . Con su tesis de la atrofia

gutenbergiana de la sensibilidad que, según él, sucede a

una

época

de desarrollo sensorial y antecede a otra nueva época de sensibili

dad en desarrollo, incurre en una romantización doble del proceso

histórico: construye una edad de oro que se ha perdido y otra utó

pica en la que se debe recuperar la. unidad perdida en una forma

más diferenciada.

Uno de

los

principios más fundamentales de la teoría de Mc-

Luhan

dice que los medios nuevos, heterogéneamente condiciona

dos, son ampliaciones electrónicas de nuestro sistema nervioso:

Esto

explica, sobre todo, que las distintas formas culturales se concierten

entre sí, aunque

no

constituyan

ninguna unidad

integrada, y

las

nuevas formas artísticas,

el

cine, la radio y la televisión deban su

constitución a los mismos logros, al mismo cambio del tipo

de

comunicación rectilíneo, sucesivo e individual

en

producción

re

cepción pluridimensional, simultánea y masiva. La diversidad de

medios sensoriales y la multiplicación de los medios que caracteri

zan las nuevas formas del arte, condicionan

el

carácter de todo

nuestro entorno urbano. La prensa diaria y las revistas ilustradas,

1

· · el

tos anuncios y carteles, el gramófono y los a tavoces, uti Izan

• M. McLuhan: he

Mechanical Bride

1951, p. 21.

772

, La tesis del «medio

es el

mensaje»

es

el aforismo más conocido

y· i ~ c u t i d o de M c ~ u h a n Representa la formulación más aguda y

~ ~ C o n c i s ~

de su doctrma. La identificación del medio con

el

mensaje,

el

vehiCulo con el contenido de la comunicación, el instrumento

~ o n la intención, es decir, que todo lo que tenemos que decir

es

. roducto de la manera en que seamos capaces de decirlo. Cabe

que la explicación parezca absurda a primera vista, pues intención

e:;instrumento de

una

comunicación, en relación mutua, están de

~ i n a d o s s.obre t ~ d o _por la diferencia

q ~ :

.existe entre ellos. Evi

  n t ~ ~ e n t : el

m ~ d 1 0 . sirve

para

la transmisiOn de un mensaje y no

m 1dentlco a

el

m parte de él.

Y

aunque puede ser correcto que

la

.forma, la estructura, el sistema en que se manifiesta el arte de

una época sean

tan

característicos de la sociedad respectiva como

el

amtenido de ideas y sentimientos expresado y puedan convertirse

ara los contemporáneos en

una

vivencia igualmente profunda,

movedora y a menudo avasalladora, no es menos cierto que los

h í ~ u l o s

la expresión constituyen el opuesto del mensaje y el

me w empieza donde cesa el contenido de la comunicación. Medio

Y

tnotivo, igual que forma y contenido ·o convención y espontanei

dad sólo tienen sentido exactamente definible en su mutua relación

f a l é ~ t i c a

& Sm e ~ b a r g o esto n? impide en absoluto que la forma de una

s e ~ t a c 1 0 n y los medios de

una

comunicación influyan con fre-

ifruencia

en

los hombres de una manera más fuerte, múltiple y per

. t : . n . e n ~ e que los

c o n t e ~ i d o s

del c o ~ u n i c a d o . Sensaciones e ideas,

~ b m e n t o s y pensamientos, cometidos y mensajes, se ponderan,

\ ptan o rechazan, mientras que los medios de expresión se apro

pian

Y

aplican· a menudo sin reflexión ninguna, sin darse cuenta

ello. Muchos no se percatan del estado de cosas sino con mo

tivo de los escritos de McLuhan, a saber, de que las formas consti

tuyen

partes de las experiencias, de que son la lente que condicio-

77

na los colores de los objetos, y de que,

en

cuanto estructura del

cristal, se convierten en

un

elemento de

la

constitución del paisaje

visto a través de la ventana. A este conocimiento, que no suponía

ninguna novedad y fue expuesto ya por Ortega y Gasset

, es

al que debe McLuhan la mayor parte de

su

efecto. La tesis del

medio y del mensaje, parecida a

un lema, es tal vez el mejor ejem

plo de los trucos estilísticos que

dan

a sus observaciones, por acer

tadas que sean, la apariencia de un carácter sospechosamente sen

sacionalista. Mas por mucho que perjudique la formulación co-

cía, y,

por

otro,

en

el mied

1

tiene tan poco en com . o a a soledad. Pero la «aldea global»

L un con una comu

d

d ald

~ n t c t o que crea

la

tel . . . m a eana como el

fi

evJswn entre las per .

ca y

culturalmente

aislad

1

. sanas que VIven geográ-

N

. os con a antigua

d

d

o es mas que una equivo . • comum a nacional.

. d cacwn e que McLuh . .

s1gno e comunidad

0

part . . . an mterprete como

JCipacwn e int · d .

hora, por la vida de pers d eres, Istmto cada media

~ t : . · e d d onas esconocidas

bl

a

es

exóticas •. ' pue os extraños

0

so-

' La ilusión de la aldea glob

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queta el valor de sus explicaciones, no se

haría

justicia a McLuhan

si se

omitiera lo mucho que

ha

contribuido a inculcar en la

con-

ciencia de la gente que el medio no es

tan

solo portador sino tam

bién parte constituyente del mensaje transmitido. Pese a toda la

insuficiencia de sus trabajos, puede reclamar el derecho de haber

indicado con más energía, aunque en una jerga extraña y ridícula.

que nadie antes de él la tensión existente entre espontaneidad

y

convención y el dominio de formas vigentes y medios decisivos

sobre la originalidad viva y variable.

Aparte de la significación evidente de que el mensaje también

es parcialmente producto del medio, McLuhan puede haber pen-

sado asimismo

en

que el verdadero mensaje de nuestro tiempo no

radica tanto en el contenido como en la diversidad de los medios

disponibles, y en que éstos, debido a su profusión, funcionan a

menudo en vacío sin transmitir nada. Poseemos una cantidad de

medios de comunicación con los que

no

sabemos emprender nada.

Son ricos en técnicas, instrumentos, vehículos de expresión, pero

pobres en ideas dignas de transmitirse. La variedad de materiales

que trata sobre todo la televisión, especialmente estudiada por

Mc-

Luhan, proviene de la idoneidad del medio para consumir todo lo

que se le ponga por delante, y

no

de su aptitud, por ejemplo, para

solucionar mejor los problemas importantes de la vida.

La doctrina de McLuhan acerca de la «aldea mundial», según

la cual la tierra, debido a la disminución de las distancias

y

a la

nivelación social, parece haberse hecho más pequeña, haberse re-

ducido verdaderamente a

una

«aldea», concuerda también con la

simultánea estrechez y amplitud de los medios existentes. En esta

metáfora se revela el sueño y al mismo tiempo la pesadilla del

hombre actual, complicado, por un lado, en el ideal de la demacra·

' Ortega y Gasset:

La

deshumanización del arte 1925, p. 19.

77

misma tendencia a la regr

..

a

es

pdor

completo

un

síntoma de

la

eswn que omi t d 1 •

de

McLuhan. El deseo de volver de la na a a cntica cultural

la nostalgia del

habitante

de d dpalabra Impresa a la hablada,

reducir los innumerables me a a por la aldea, la inclinación a

nsa]es que recib d

cuantos medios,

no

son más ue for . Irnos ca a hora a unos

talgía romántica con que se q . bmas diferentes de la misma nos

hilar en tiempos de la ind

t q ~ e J a

por la pérdida del torno de

us na text¡ mecánica.

M.

McLuhan: Understanding Media pp. 12/13.

7 os

me ios

e

masas -·-uena,

que no se lee . Es decir, que por su número,

los

lectores

l i la buena literatura no pesan nada eit comparación con

los

de

los

bestsellers

~ m o d i d a d

El hestseller satisface necesidades, deseos y esperanzas, ejecuta

la realización de exigencias ideales que nunca se ven cumplidas

en la vida. Es un sucedáneo de la verdadera solución de cometidos

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1 El

bestseller

Trivialidad

Con

su éxito amplio y corto, el

bestseller

representa el proto

tipo de los productos artísticos de masa. El elevado número de sus

rápidas ediciones revela del modo más evidente la venta enorme

de los productos de los medios de masas. Las obras de literatura

seria se distinguen, sin embargo, de los bestsellers no porque

requie-

ren mucho más tiempo hasta obtener

un

número de lectores

pa-

recido.

Hay

obras del orden más elevado que no alcanzan nunca

una difusión muy amplia. La cantidad, que forma parte de los

criterios de la popularidad, no desempeña ningún papel importante

en

la determinación de lo clásico.

Mas la trivialidad del

bestseller

no viene condicionada en

abso-

luto únicamente por el caracter masivo y el consumo indiscriminado

de los lectores, ni tampoco por la complacencia con que se

acep-

tan

deformaciones y mentiras

en el

goce artístico, sino más bien

por la circunstancia de que estas mentiras son

tan

groseras e ia-

genuas y la bondad simulada parece tan impecable. La literatura

popular tendió de siempre a la trivialidad, pero hasta la llegada

del bestseller moderno también podían disfrutar de sus obras al-

gunos de los lectores más exigentes. Pero desde entonces, corno

observa Sartre, hay dos clases de literatura totalmente distinta;,

la mala, que es ilegible, aunque en realidad se lee mucho, Y a

udiendo

las dificultades reales. El objetivo que persiguen los me

dios de masas consiste en el alejamiento o la represión de todo

lo que pueda perturbar la tranquilidad de sus receptores. Los im

fpulsos oriundos del inconsciente, que se quieren ignorar por com-

:;pleto, amenazan la paz espiritual de los afectados precisamente a

causa de su represión, y constituyen un peligro para ellos mientras

no se revelen, se hagan conscientes y se reconozcan por lo que

~ o n El arte verdadero estimula al esfuerzo por crear claridad en la

~ l i d d a menudo confusa y aceptar el combate con sus peligros

f9cultos. El disfrute cómodo del arte de masas ofrece distracción ba

rata al precio de la ocultación de los problemas reales y de la

ilusión de

una

felicidad económica que al final hay que pagar

más

cara.

Igual que los medios de masas en general, los bestsellers se di

rigen a un público de reacciones lentas, pasivo

en

términos gene

rales

que sufre las impresiones artísticas sin que él contribuya mu

cho

a los componentes de las vivencias.

Se

mantiene en un dejarse

Jrrastrar sin pensar ni ofrecer resistencia, imaginativamente apá

tico

en una especie de hipnosis indefensa. En la lectura de la lite

ratura por entregas la pasividad del receptor sólo

es

menos evidente

que

en el efecto de los demás medios de masas. La comodidad que

:pfrecen

a los consumidores de sus productos es, sin embargo, la

misma. Con la constante accesibilidad de sus locales, el cine invita

a que el público lo visite; la radio y la televisión están a disposi

ción de uno en casa; el disco no sólo está siempre a disposición

de gu propietario sino que crea además el sentimiento de con

~ r t i r s e

en

cierto modo

en

propietario de la música; el bestseller

~ e r m i t e

hojear cuantos «pasajes poco interesantes» se quieran

sm perderse nada de importancia. En la mayoría de los medios

J.-P. Sartre: Situations, JI, 1948, p. 191.

T

e ·masas como el cine la televisión y la radio el público resulta

ser un elemento pasivo tanto

en

lo referente a la reproducción

como a la recepción. En el teatro y en el concierto existe una

ac.

ción reciproca dialéctica entre compañía y auditorio actor y es-

pectador locutor y oyente; la recepción de las presentaciones no

solo estimula sino que también pone límites a

los

trabajos artís

ticos y les otorga una dirección determinada seguida por

todos

los participantes. La película la radiocomedia y la imagen de tele-

visión

se

ofrecen por el contrario todos listos sin que el espectador

Seguridad amenazada

El público del bestseller es tan poco homogéneo como

el

de

la

literatura popular o del arte en general. Tanto por su composición

de clase como por su desarrollo histórico es diverso y variable. Cier·

to la clase media constituye su núcleo y comprende a los elementos

que no se avergüenzan de contarse entre los lectores de la lite

ratura de masas pero hay muchos lectores avergonzados de nove·

las

por entregas y más aún que no se dan cuenta de la calidad

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o

el

oyente puedan ejercer la menor influencia en la configuración

de los productos.

isminución del público

lector

Aunque

el

bestseller representa

el

prototipo de los medios de

masas no constituye en absoluto la forma de arte más difundida

la que encuentra mayor aceptación. Las capas bajas de la hurgue.

sía y la clase obrera casi no leen nada

en

términos generales aparte

de sus periódicos y el número de quienes leen libros apenas entra

en

consideración junto a los asistentes regulares de los cines y los

oyentes y espectadores de los programas de radio y televisión.

El

bestseller se anticipó a toda una serie de motivos del cine radio y

televisión posteriores pero el público de masas se saltó en su mayor

parte la forma literaria y no conoció las historias y los personajes

más famosos de la literatura universal sino

en

las formas derivadas

de los medios de masas. A la gente que correspondía antes a este

público sólo se

les

leía las continuaciones esperadas con impa

ciencia de las novelas de Dickens pero hoy día ni siquiera se de-

jarían hacer leer la literatura correspondiente. Ellos mismos serían

capaces de leer las novelas mas preferirían sin duda alguna los

arreglos para el cine o la televisión más cómodos de disfrutar. El

retroceso artístico

se

manifiesta no sólo en que la antigua literatura

popular entre cuyos representantes podía contarse también Dic-

kens ha cedido a los

bestsellers

de W arwick Deeping y Margaret

Kennedy sino también en la circunstancia de que una gran parte

del público de masas no

es

en absoluto ningún público lector.

Mc-

Luhan puede consolarse con que

los

nuevos medios son capaces

de ofrecer más que un sustituto por su pérdida; pero hasta ahora

ni siquiera ha dejado ver a sus «Dickens».

En

todo caso

orrel and

Son y The Constant Nymph

han

tenido tanto éxito para

el

cine

como

David Copperfield

y

Oliver Twist

778

de

los

libros que leen. Igual que las capas de instrucción inferio

res

la mayoría de los consumidores de la literatura de masas no

reacciona

en

particular a la calidad artística en cuanto tal ni a lo

formalmente valioso o mediocre sino a los momentos por los que

siente reforzada o amenazada su seguridad. En su mayor parte

os

bestsellers

rezuman el miedo la sensación de inseguridad y el

ansia de medidas defensivas que desarrolla la clase media ante los

enemigos que parecen amenazarla desde arriba y desde abajo. Tras

su

filantropismo su desvalida susceptibilidad e ingenuo sentimen

talismo se ocul tan prejuicios irracionales y complejos de miedo agre

sividad y venganza resent imiento y envidia. Las historias de detec

tives

y gángsters sirven de desviación de una violencia que halla

una expresión sublimada en las capas socialmente menos amena-

~ .

Pero por mucho inconsciente que acompañe

el

consumo y efecto

de

la literatura de masas su producción se efectúa por lo general

a la luz de la conciencia tranquila. Los autores de los

bestsellers co-

nocen a su público y satisfacen los deseos frecuentemente indignos

de sus lectores con su conciencia bien tranquila. Tampoco necesi

tan en absoluto descender por debajo de su propio nivel para escri

bir un kitsch exitoso. Necesitan disponer de aptitudes literarias es-

peciales a veces importantes pero no deben creer que serían capa

ces de producir también algo mejor

si

así lo quisieran. También

se aplica a ellos lo que es válido para cada fase de la actividad

artística: para tener éxito hay que creer

en

lo que se ofrece a la

gente.

779

2 El ine

Comienzos

del

arte de masas

El paso decisivo en el camino hacia la génesis de la actual pro.

ducción artística de masas sucedió con la mezcla de la clase media

burguesa y

de

la clase obrera industrial como capa de instrucción

y la inclusión de prácticamente todas las clases en el público

que

llenaba los cines. Pues aunque el cine no fue el primer género ar.

tístico por el que se interesaron amplios círculos, la gente que acu.

él vez

un

el

la evolución no lleva directamente de

un

problema a una nueva

jécnica, sino que también puede moverse en sentido contrario.

· El cine presenta aún cierto parecido con el arte del pueblo en

tanto que la tensión entre calidad y popularidad en la forma cine-

 tográf ica es menor que en la forma artística en general, y debido

a eso las probabilidades de éxito de una buena película son de

¡ptemano mejores que las de una novela o cuadro logrados. Además

del

cine, todo arte avanzado se expresa en

una

especie de lenguaje

secreto, totalmente asequible

tan

solo a

los

iniciados. Su aprendizaje

una

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dió a si representaba por primera público de masas en

sentido actual.

Pero el cine no evolucionó, como, por ejemplo, el bestseller

una forma del arte popular, sino de la experimentación totalmente

extra-artística con

un

descubrimiento técnico.

Al

principio tamp

0

.

co representaba ningún arte para las masas, sino que tuvo sus pri-

meros clientes en esos círculos relativamente pequeños que consti.

tuyen

un

público agradecido para cualquier nuevo tipo de

trucos.

De ningún modo se presentó con la pretensión de figurar sencilla

mente como «arte». Los productores, que andaban a ciegas, y los

sorprendidos espectadores de las primeras películas tenían el sen-

timiento de participar en un proceso artístico en un grado igual o

menor que los portadores del arte del pueblo en la canción

de sus

coplas o en el ornamento de sus utensilios.

Las primeras imágenes producidas con la técnica descubierta

al azar de la fotografía móvil y proyectada

de

forma continuada

no eran películas verdaderas sino

tan

sólo episodios de la

vida

diaria, escenas cortas, por lo general divertidas, o pequeñas presen.

taciones teatrales, en parte acrobáticas cuyo único rasgo común era

el «movimiento».

Un

acontecimiento fotografiado y proyectado

en

una pantalla no es aún ninguna «película», pues

una

forma artís-

tica no es producto de

un

simple medio, sino de una relación

dia-

léctica entre una intención espontánea y

un

substrato

de

la expre-

sión pretendida en tensión con esa intención. Cabe que el medio se

dé antes, no sólo como forma resultante de la dialéctica mencionada,

sino también como problema artístico que conduce a la dialéctica.

Uno

se

ha

acostumbrado a partir, en la evolución del arte,

de

problemas y a concebir los productos como soluciones de

esos

pro-

blemas. La historia del cine nos recuerda, empero, que en el

arte

también se dan soluciones sin planteamientos

de

problemas, y

que

requiere preparación larga y esforzada, que no puede reducirse

sin más

o si

se

ha

dejado pasar, recuperar así como asi. Mas

el

}enguaje del cine pudo aprenderlo jugando la última generación

p

~ r e s u p o s i c ~ o n e s especi ales. Aún hoy sigue siendo en cierto modo

¡ffOPiedad espmtual comun, aunque la manera expresiva «cinema

~ g r á f i c a » formal, en particular desde la competencia del cine con

el teatro, se limitase cada

vez

más a objetivos específicos, vanguar·

distas, mientras que el film comercial se adaptó a los medios tea

tr;ales de suerte que la cisura que separa en otros géneros artísticos

~ ~ e x p e r t o s y profanos empezó también a separar al público cine

·latográfico. Terminóse así la armonía idílica en que vivió hasta

entonces el público de cine.

Ser generalmente comprensible sin caer en la superficialidad

s

una de las ventajas de un arte relativamente joven. La com

prensión de

una fase más avanzada de la evolución presupone el

J n o c i m ~ e n t o

profundo de las fases anteriores, ya superadas, aunque

no

perdidas del todo. El despliegue y la interpretación del arte

nuevo

va unido a la separación de

los

momentos, antes entrelaza.

dos.

entre si de manera indistinguible, de la poesía autónoma y de

la literatura de entretenimiento, de la música inútil y de la música

de

consumo, de la mera decoración y de la representación visual

creadora de la realidad. La única forma artística en la que apenas

s

notaba esta división, hasta la evolución más reciente, es

el

cine.

En

;ninguna otra

se

habrían convertido las películas

de

Chaplin,

llsenstein, Pudowkin y René Clair en éxitos de público tan grandes

~ n d i d o s a circulas tan amplios.

~ o m p r e n d e r bien

un

arte significa comprender el nexo de s u ~

f*nponentes de forma y contenido y reconocer la disolución de

uno en otro sin más.

Una

obra de arte parece absurda cuando su

f o ~ a

carece de función o parece haber sido elegida arbitrariamente.

Mientras un

arte

es

joven y con poca tradición, mientras no pre-

sente ningunas fórmulas permanentes y rígidas,

los

contenidos y

formas de expresión producen la impresión de una armonía na

tural y sin problemas. Surgen conjuntamente, o un camino directo,

aparentemente obligado, lleva de lo temático a lo formal. Y, por el

contrario, lo característico de todo desarrollo artístico ulterior es

que las formas se hagan cada

vez

más abstractas e insustanciales

al separarse de la materia respectiva en cuanto figuras autónomas

y cambiables, de suerte que al final sólo pueden entenderlas y

go

zar de ellas el experto especialmente instruido y experimentado.

En

el cine, la evolución de

la

autonomía de las formas sólo

se

ha

1

e le ha llamado con r . .

libro ilustrado de la d azon

una_

especie de

Biblia pauperum «un

V a para qmenes no pueden leer» .

La

clase media

como exponente del equilibrio social

s insostenible 1 h · · · d

inci . a Ipotes¡s e que podría empezar desde un

u n q I ~ e u ~ i ~ : : r : ; ; a m ~ / r t e en la _fase a c t u ~ l del desarrollo, incluso

t , . Ios expresivos esencialmente nuevos. El ar

men o mas sencillo toma

aún

determin d

f

tura

~ n t i g u a

El cine, cuyo público se ormulas de la lite

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iniciado desde hace muy poco tiempo, aunque ya está en marcha

el proceso de su enajenación de

los

motivos. En consecuencia, tam

bién tenemos que vérnoslas aquí,

en

parte, con un arte popular

que se apoya

en

un público de masas

en

calidad de portador, y,

en

parte también, con un arte de élite vanguardista, llevado por un

círculo cada vez más reducido de elementos productores y recepto

res. Pero, en lo principal, el cine se convirtió en medio de masas,

cuyas presuposiciones técnicas y económicas encerraba ya desde un

principio. Los métodos de su producción, reproducción y difusión

lo predeterminaban a adoptar el carácter de

un

artículo de masas

y a convertirse

en

el modelo de la industria de entretenimiento.

Pronto dispuso de todos los medios, imagen y palabra, tono y

co

lor, ilimitado material

humano

y requisitos inagotables, para res

ponder a su cometido.

Todo tipo de arte transfiere la imagen de la realidad a

un

plano

especial y reduce la diversidad de la experiencia a una forma más

o menos homogénea. El arte logra algunos de sus efectos más pro

fundos mediante este carácter indirecto de la expresión, presupo

niendo también

en

el receptor la capacidad de trasladar sus

viven

cias de acuerdo con el medio. La complejidad de las figuras artís

ticas y la profundidad del goce artístico se apoyan, por un

lado,

en el talento del artista para expresarse en insinuaciones

indirec

tas,

y,

por otro, en

la

capacidad del oyente o espectador para

com

pletar la expresión elíptica. En este respecto también resulta

el cine

fuente de diversión sin exigencias especiales, apropiada para

las

ma

sas. Mientras que el arte exige

en

los otros campos

una actividad

mental e imaginativa extraordinariamente intensa, el cine

contiene

en y de por sí el resultado del acto que debe realizar el

receptor

y lleva al espectador de

una

representación del todo lista a otra.

l

en

el

mvel medio de la b . b , a a

en

su mayor parte

t a d o r e s de h aja urguesia, suele entretener a sus es-

, Al

c o n o c i m i e n t o o ~ e c ~ ~ e t ~ : ; s i ~ ~ l ~ ; í : e ~ ; l

y e f e c ~ s

b t e a t r ~ l e s

de ayer.

tro donde se reúnen los homb d l pequeno urgues es el cen-

.nematográfica sus mayores é ~ ~ : o s e a masa, ~ e b e producción

que responde al tipo del pequeño-bu.

catelgonaf

sociopsicológica

t ~ ~ e a

: ~ ~ : ~ ~ : : ~ t ~ . q ~ ~ e ~ á ~ a ~ ; ~ : í a c l : ~ ~ n ó m ~ ~ o s o c i a l

que cons-

¡

h . . , rgues en a

es

era del arte tiene

endimientos de arriba y de abaj·o e d . mle

Ia

comprende des-

. .

1

s ec1r, e ementos que se

sm

vac¡

ar

a los intereses y objetivos de las

d

unen

;;partes donde no se hallen en lucha d. t c a p a ~ me . Ias en todas

es, sobre todo en . . Irec a por a existencia, esto

ji;, bl d

sdu

en_tretemmiento, aparentemente inofensivo El

\ J < i r ~ Ico e ~ s s el eme

es

producto de esta unión l .

~ I O ~

comercial de la vasta clientela así creada se alza

~ b ~

~ : p l f t a -

e a que parte la nivelación. Desde siempre la bu e a s ~

u · · · · rgues1a tomo

na posicmn mtermedia entre las comunidades d . t

t ·

1

e m ereses opues

as, y en. s ~ e c i a desde la aparición de la «nueva clase media»

con

.sudejerc¡_to_ de «empleados», pequeños funcionarios p ú b l i c o ~

y pnva os, viajantes y dependientes de comercio las b .

:

a

i n t e l e ~ t ~ a l i d a d

y las profesiones libres, se

~ r e s t ó

C : ~ ~ ~ t a ~ { ~ ~

nte a eqmhbrar los antagonismos sociales. Sintiéndos d

tanto desd b d e amenaza a

ktabl e arn a ~ o m o esde abajo, siempre estuvo dispuesta a

~ r e s ecer

comprm_msos

y a abandonar la prosecución de sus in-

es y oportumdades efectivos antes que a sus espe

rsp f ranzas y

· ec Ivas supuestas. La burguesía media pretendía que la

aran ent 1 . con

tino

r: a ?apa supenor, aunque en realidad compartía el des-

de la mfenor, de suerte que la industria cinematográfica podía

2

Bernhard

D

b

Id

F 1

1932),

p. 404.

Ie o :

«

i

m

und

Drama»,

Die Neue Rundschau XLIII

confiar tranquilamente, en sus planes de producción, en la confusa

conciencia social y

en

el desorientado sentimiento de solidaridad de

esta clase. La fórmula de

una

película de éxito podía apoyarse con

toda seguridad en el optimismo ligero y acrítico que determinaba

su sentido de la vida y en su fe en la insignificancia final de los

antagonismos sociales que permitía a la buena secretaria remontar,

en cuanto señora del director, de una clase social a la otra.

1\ Iontaje

~ u n d o objetivo análogo sino elementos ontológicos totalmente

IJ.1stmtos. De esta manera unió Eisenstein en El acorazado

otemkim

, Dtombres Y máquinas, brazos y ruedas, rostros sudorosos y calderas

,incandescentes, como manifestaciones de dos realidades heterogé

_¿ne,as,

u n ~

huma,na y otra fáctica. Su técnica de montaje presuponía

asr una rdeologia que significaba la negación de la autonomía de

ámbitos existenciales y se apoyaba ideológicamente en el ma-

  a .. . v

histórico y la dialéctica histórica.

El hecho de que no se tratase aquí sencillamente de compara

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El film no sólo está dominado ideológica sino también estruc

turalmente por el principio de la discontinuidad, la yuxtaposición

de momentos incongruentes. Igual que todo el arte nuevo, que re-

nuncia a los principios unitarios de la tradición clásica, la forma

cinematográfica se basa en la yuxtaposición y la unión espontánea

de motivos opuestos, realistas y fantásticos, racionales e irracionales,

temporales y espaciales. Esta estructura del film se revela del modo

más evidente en el principio del montaje. Mediante la sucesión

abrupta de cintas largas y cortas, la secuencia ininterrumpida

de

distintas posiciones

en

vez de movimientos continuados de la

cá-

mara, la repetida variación del ángulo visual, la distancia unas

ve-

ces mayor y otras menor del objeto y los «planos» siempre varia

bles, el total, el primer plano, el film adquiere su particularidad sin-

gular, comparable tan solo al montaje y collage surrealista de las

artes visuales y de la expresión elíptica de la nueva poesía.

Desde la fotografía móvil, origen del cine, el camino llevó hasta

el arte cinematográfico, en cuanto interpretación creadora de la

realidad, pasando por la aplicación del primer plano desarrollado

por D.

W.

Griffith y por el método de interpolación de imágenes

descubierto por los rusos, del llamado corte. Ellos no descubrieron,

naturalmente, la interrupción frecuente de la continuidad de

los

movimientos fotografiados, la novedad de su procedimiento consis-

tia únicamente en el uso continuo de imágenes montadas atomiza

das, limitadas a momentos breves, con la renuncia factible a la

in-

clusión de vistas de conjunto orientadas. Mas la significación revo-

lucionaria de esta técnica no radicaba en absoluto

e>1

la brevedad

del corte, es decir, ni en el movimiento y el ritmo, ni en la sucesión

acelerada y la momentaneidad de las impresiones, extendida hasta

el límite de la perceptibilidad, sino más bien

en

la circunstancia

de

que ya no se acoplaron ni compararon entre sí los fenómenos

de

B t ~ í O J 1 e s sino de ecuaciones en el sentido de antinomias que se condi

llcionan Y envuelven mutuamente, y de confrontaciones que no son

• t m . i c a t m t ~ t e de tipo metafórico sino de tipo concretamente dialéctico

era

aún

más evidente cuanto que el montaje no mostraba ya m b o ~

nómenos antagónicos sino

tan

solo uno de los dos,

y

a decir

erdad, v ~ z

_del

qUE; era esperar en relación con el proceso, su

puesto dralectico. Asr descnbe Pudovkin en El fin de

San

Peters-

urgo el sacudido dominio de la burguesía mediante una tintinean

te araña de cristal, o las innumerables instancias y la cumbre casi

a l ~ a n z a b l e

de la

j e r a ~ q u í a

de funcionarios mediante

una

escalera

mpmada, que parece mfimta, por la que asciende

una

figura

hu-

mana diminuta, indefensa.

En

Huelga de Eisenstein, se represen

.tan las ejecuciones con escenas de matadero. Por todas partes

se

Jencuentran aquí cosas

en

lugar de ideas; cosas que revelan la ideo-

logía y cosificación de las ideas. Ninguna situación sociohistórica

ha tenido una expresión más directa y debido a esto, más sencilla,

que la crisis del capitalismo y la filosofía marxista de la historia

ll>rientada a ella en esta técnica de montaje. Un pecho lleno de

IQrdenes, sin su correspondiente cabeza, significa el imperialismo

militar; botas de soldado nuevas, rígidas, significan el poder mi

litar ciego, brutal, y la despiadada máquina de guerra. Pero, a ve

ces

la identificación de los fenómenos comparados entre sí es tan

JJloja que la dialéctica amenaza con degenerar en metáfora huera.

. ~ d e m á s no se debe olvidar que la técnica fotográfica del cine, con

su

interés por el detalle y su favorecimiento del requisito objetivo,

se ajusta al materialismo de

si

toda la técnica que coloca al requisito

en primer plano, no es ya el producto del materialismo existente en

Jugar de condicionarlo. Pues la coincidencia histórica del nacimien

to

del arte cinematográfico y su montaje dialéctico con la investiga

ción del carácter ideológico del pensamiento no puede ser pura ca-

sualidad, como tampoco la circunstancia de que los primeros el

sicos del cine basado en

el

montaje fuesen los rusos. a-

La novedad histórica que influyó

en

todo el curso

no

sólo d

la historia del cine sino también del arte en general, no consisti .e

sin embargo,

en

la técnica perfeccionada del montaje sino en

aplicación de diversos puntos de vista, ángulos visuales, distancia:

normas en el reflejo de la realidad. Y el origen de esta versati

lidad o _formaba, por ejemplo, la observación de los detalles de

una

situacwn o de un proceso, observación indicadora de aspect

d

.

os

ca a vez nuevos y precisos, esto es, no la acentuación de un

l ~ a d o

de las. obras como la alteración de las relaciones dentro del

f¡stema

mediante el variable punto de vista del observador.

· · Así, pues, la particularidad de la vivencia cinematográfica no

se revela tanto

en la

identificación del receptor con tal o cual perso

naje Y destino, como en

la

dinámica de toda

la

recepción y

en

la

. p r e s i ón de que

uno

se mueve con el creador de la película y su

. t r umen to de que los acontecimientos no vienen a uno sino que

uno

ha

de acercarse siempre al lugar de los mismos. En

el

teatro

el

espectador ve toda la representación bajo un mismo aspecto, des

de

la misma distancia y desde el mismo

punto

de vista.

Durante

toda la pieza se mantiene

fijo

en

su asiento y no puede observar

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detalle . mediante su aumento o su desplazamiento de una visión

de con¡unto a un primer plano, sino la descomposición de la un·

dad artística que parecía constituir antes una totalidad indisolubli

d

.

cerra a, mmanente, y la desmembración de la obra en elemento

l

. S

re ativamente pequeños, sucesivos e intercambiables. La represen-

tación fílmica franquea, por

un

lado, mediante la exposición direc

ta, no revisada, de

objets trouvés

extra-artísticos, el abismo que se

para la obra de arte de la realidad experimental, mientras que, por

otro lado, mediante

el

montaje individualizador, crea distancias

en

tre las partes aisladas de la obra misma.

Una

inversión parecida

ocurre también en la relación del sujeto receptor con la obra. El

carácter microcósmico de una figura artística no permite al lector,

oyente o espectador en general mezclarse en la marcha de

los pro

cesos ficticios, como tampoco prohíbe a las figuras de una ficción

artística entrar

en

relaciones transcendentes a la obra ni cambiar

el

punto de vista de la observación dentro de

una

obra, al menos

antes del nacimiento del cubismo analítico. Monet sigue pintando

tantos cuadros distintos de la catedral de Reims como veces

cam

bian las condiciones externas bajo las cuales la observa. La

limi

tación de una obra de arte a un solo

punto

de vista no rige ya

en literatura con la misma exclusividad y, sobre todo en

el

teatro,

es

normal que no sólo se vean

los

personajes y los acontecimiento.s

con ojos diferentes, de acuerdo con su propio ser, sino que

el

autor

y el espectador se identifiquen con ellos alternativamente. El ori

gen de la identificación particular, nueva y singular en compara

ción con las otras artes, del espectador con los distintos personajes

y motivos de una película supone la ruptura con el principio de

la

inmanencia y de la frontalidad dirigida al receptor, que impedía

hasta entonces

tanto

la penetración en desde fuera

en

el

sistema

ce-

786

lo que ocurre en

el

escenario desde ángulos visuales y perspectivas

E

e r e n ~ e s

T a m i ~ n ve los acontecimientos

en

una sola dirección

termmada, «log Ca», a lo largo de un acto o de una escena inin

rumpida. La significación histórica del cine, inauguradora de

un nuevo período artístico, estriba en que

el

sujeto receptor entra

desde fuera en el interior de la obra, cambia su identidad constante-

' mente y suprime la inmanencia de la objetividad estética. Esta mo

·t:vilidad del espectador concuerda, por cierto, con la atomización de

la

figura artística y depende evidentemente de la desintegración

. rrealis ta de la imagen del mundo en la época de las postrimerías

del capitalismo. La dependencia directa de la dinamización de las

ft:Vivencias fílmicas del capitalismo, tal como se ha expuesto •, se

basa, sin embargo,

en una pura

equivocación y

en

una generaliza

ción infundada.

Espacio y ti mpo

& M i e n t r ~ s que

el

elemento fundamental de una parte de las artes

es el espacio y de otra el tiempo, el del cine lo constituye la unión

. p eda l

de

tiempo y espacio.

No

deja de ser importante que el arte

del Antiguo Oriente, en consonancia con su estructura social está

tica y

cultura

tradicional, fuese mayormente espacial, y que la poe

sía, en su calidad de arte temporal,

no

pasara a primer plano hasta

. la. movilidad parcial de la sociedad de los griegos. Finalmente, el

f

incipio dinámico de la cultura se intensificó tanto que, con

el

· ne, la categoría del espacio se diluye en el tiempo.

'

B.

Balázs: «Zur Kunstphilosophie des Films», en

Theorie es Kinos

ed.

de

K

Witte

1972, p. 160.

787

Desde los comienzos de la poesía griega, y en particular desde

la ilustración griega, hasta

el

evolucionismo del siglo pasado, el

tiempo adquiere, en cuanto elemento de la existencia, un papel cada

vez más significativo en la exposición de los procesos vitales sociales

e individuales. La noción de la «lucha por la existencia» pasa a

ocupar el centro del pensamiento cientificonatural y sociológico, y

en la victoria del más fuerte sobre el más débil

es

donde culmina el

drama de la existencia que se representa

en

el medio del tiempo.

Los portavoces de las clases ascendentes, como Courbet y Zola son

optimistas

en

lo referente al desenlace del drama, por muy pesi-

mistas que sean al juzgar

el

propio presente. Los portavoces de las

-nc ia s .

Pero al alcanzar en

él

su punto culminante

el

dominio del

~ m p o

sobre los sujetos, se cambia ya

en su

contrario. El recuerdo,

; que según se lo imagina,

es

también la esencia del arte, constituye

iJa protección contra la devastación del tiempo y la salvación de su

analdición Según Proust

no

vivimos los acontecimientos cuando

a<>laboramos

en ellos en realidad, no los vivimos en el tiempo, que

«Se pierde», sino cuando recordamos el pasado y <<Volvemos a en-

' Con esta revalorización del tiempo de Flaubert, Proust se aleja

trar» el tiempo.

mbién de Bergson, cuya filosofía constituye en parte la incitación

a la caída de la concepción del tiempo en Flaubert. Es decir, en

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clases dominantes, identificados por lo general

en

los

escritores de

más éxito, vislumbran, por el contrario,

el

futuro con miedo y preo

cupación. Con esta perspectiva histórica el tiempo entra por primera

vez como amigo o enemigo. Para Flaubert, Maupassant,

los

Gon

courts y sus iguales es el enemigo mortal. Flaubert está realmente

obsesionado con la fatalidad del tiempo; no ve más que decadencia

y ruina

en

todas partes donde impera. El tiempo que transcurre

y

se va

es el

verdadero objeto de sus novelas;

es el

principio en el

que se gastan y se

hunden

sus personajes. En su pasar

los

entierra

con la sucesión indistinta, monótona, invariable, de las horas, los

días y los años. Las novelas de Flaubert, y prácticamete casi toda

la novela naturalista tardía e impresionista, giran en torno a la

excavación y consumo de la vida por

el

tiempo.

La idea del cambio constante y del desplazamiento continuo de

los aspectos, la cual domina

el

sentimiento impresionista del

tiem-

po, va íntimamente relacionada a

los

logros de la técnica. La sus-

titución incesante y cada

vez

más rápida de los viejos instrumentos

y utensilios por otros más nuevos conduce a la indiferencia

no

sólo ante su posesión material sino también ante su posesión

espi-

ritual, y acelera tanto el cambio habitual de la moda como

el

cam-

bio de gusto artístico. El ritmo del progreso técnico penetra la vida

espiritual con tempestuosa dinámica, y la vivencia impresionista

del tiempo, con su inquietud e inconstancia, con su efecto desvalori

zador y revalorizador, se convierte en expresión esencial de

b

ge-

neración movida por

el

sentimiento tecnológico de la vida.

El concepto del tiempo en Proust, que caracteriza del modo

más

expresivo la ideología de las postrimerías del impresionismo Y

su

transición al postimpresionismo, revela al mismo tiempo, de

l a

manera más viva, la continua dislocación perspectivista de

las

VI-

788

I;Bergson

el

tiempo no representa ya

el

principio de la disolución y

. t r ucc ión ;

significa, más bien, «duración», la pervivencia del pa-

,,sado

en

el

presente y su penetración

en

el

futuro. Esta idea del tiem

po experimenta luego una nueva interpretación en el arte y en la

1\iteratura

del siglo xx y especialmente

en

Proust: el énfasis que po

nía Bergson en la confluencia de

los

distintos períodos del tiempo

y

la imbricación de los factores temporales y espaciales .se ve refor

zado, y se anula fundamentalmente la separación entre espacio y

l

mpo, decisiva desde Lessing hasta el fin del impresionismo.

Se

entúa, por

el

contrario, la simultaneidad de estos factores en la

nciencia, sus límites fluidos y la imposibilidad de determinar

cisamente en qué elemento se mueve

uno

realmente.

Con

su

1

a del tiempo-espacio Proust anticipa ciertos rasgos de la evolu

ción artística posterior, y en verdad no sólo aquellos por

los

que se

amfunden entre sí el pasado y el presente, constituyendo una uni-

dad indivisible, o aquellos por los que la duración y datación de

las distintas fases temporales, personalmente vividas son relativas

en su contenido, sino también el rasgo de que el tiempo es

en

gene

ral

relativo con

el

espacio. Ciertos lugares y momentos están

tan

t imamente

unidos entre sí en nuestra memoria como las diferen

tes ocasiones en las que tuvimos los mismos sentimientos y pensa

;wentos y que ya no podemos separar entre sí. El lugar que recor

damos significa al mismo tiempo

un

momento de nuestra vida y

fuera de este coeficiente temporal,

no

posee ninguna realidad para

'

otros. El recuerdo de un espacio de tiempo puede, a su vez, ir

eparablemente unido a un lugar determinado, de suerte que las

unstancias espaciales desplacen a las temporales.

, En ninguna forma del arte se revela la confusión y

unión

de

t pacio y tiempo de

una

manera

tan

impresionante y

tan

decisiva

789

para la estructura de las obras como en

el

cine. La adecuacidad

de

los medios técnicos para hacer justicia a los momentos espaciales

y temporales de las vivencias

es tan

perfecta que se tiene la impre

sión como si en particular la representación del tiempo estuviera

condicionada en todo el arte moderno por el cine.

El concepto de tiempo cinematográfico radica en el conocimien

to memorable de estar

en un

momento crÍtico del desarrollo histó

rico. El hombre de hoy está lleno de la transcendencia del presente

igual que el de la Edad Media lo estaba por la del más allá o

el

de la Ilustración por la de

un

futuro prometedor. Todo lo actual

lo unido al momento actual posee para él

un

valor especial.

Así

en el drama

el

tiempo presenta una acentuada tendencia de movi-

l

miento prosigue una dirección del desarrollo y tiene una meta ob

jetiva independiente del sentimiento del tiempo del espectador o

del lector; responde al orden de

una

serie rectilínea. Éste era

el

esta-

do

de cosas al menos antes de la formación del concepto de tiempo

l

moderno postimpresionista y la influencia decisiva del cine. Las

d i s t i ~ t ~ s

artes se

d i f e r e n ~ i a b a n

entre sí

~ ~ i n c i p a l m e n t e

por

el

pre

dommiO de uno u otro tipo de la percepc10n sensible y de la homo

geneidad de

los

medios estéticos correspondiente a ella. Hoy día tras

la marcha triunfal del cine y el sometimiento de las artes a su di

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se explica la elevada sensualidad y la amplia significación que han

obtenido respectivamente la simultaneidad y el concepto del tiempo

gracias al momento de la

espacialidad.

La

conciencia de que

se es

capaz de vivir de

una vez

tantas cosas diferentes y contradictorias

y de que en

los

lugares más alejados de la tierra ocurren tantas

cosas al mismo tiempo la percepción de esta expansión universal

que no

se

satisface con

ningún

límite constituye

el

origen de

la

nueva noción del tiempo que no solo responde a la simultaneidad

de

los

momentos más diversos sino también a la espontaneidad

de

su unión en el arte moderno y explica

tanto

la discontinuidad

del

argumento como la desintegración de

los

caracteres.

Lo

que recuer

da la técnica de montaje

los

cortes saltos y retroversiones del cine

es

el nexo más suelto de los elementos

es

decir además de la acción

espontánea y de los personajes contradictorios las lagunas en

la

descripción de las situaciones y

el

desarrollo elíptico de los argu

mentos la aparición directa y la interpolación en apariencia arbi

trar ia de motivos nuevos la heterogeneidad y la inconmensurabili

dad de la masa temporal

en

Proust Joyce y otros representantes

importantes de la novela moderna.

La

característica más peculiar y significativa del medio cinema

tográfico no estriba sin embargo

en

la calidad especial del tiempo

que se encuentra uno

en

este género sino

en

los

límites fluidos

en-

tre espacio y tiempo y en los rasgos heterogéneos del elemento

en

donde

el

espacio adquiere

un

carácter casi temporal y el tiempo

uno casi espacial. En las artes plásticas el espacio permanece a

grandes rasgos atemporal estacionario invariable sin meta ni di-

rección; el observador se mueve libremente dentro de sus límites

homogéneo en todas sus partes y ninguna de ellas posee en y de

por

ninguna

prioridad sobre las otras.

En

la literatu ra principalmente

790

. pierde su importanc ia este principio. El espacio pierde su

carácter estático su pasividad y finalidad y adquiere

un

dinamismo

progresivo. En cierto modo se hace móvil y cambia por

.

así

decirlo ante nuestros propios ojos.

El

espacio cinematográfico

tiene su propia historia evolutiva con estadios en modo alguno

.omogéneos ni equivalentes. Un estadio representa

una

fase ante-

. rior otro

una

fase más avanzada de la orientación espacial. El pri

mer plano por ejemplo constituye

una

etapa en

el

decurso tempo

ral del cine la cual requiere cierta preparación y cierta duración

de la disminución y extinción.

Y lo mismo que se dinami;l:a

el

espacio y adopta coeficientes tem

porales las relaciones temporales adquieren también característi

cas espaciales y revelan

una

libertad más o menos amplia en la

.sucesión

de su actualización. El espectador

se

mueve en

los

espacios

de

tiempo del film igual que

se

pasa de

una

habitación a otra y

se

vuelve a la primera pudiendo permanecer en

una

más tiempo

que en la otra.

De

esta suerte

el

tiempo pierde no sólo su pauta

e rmanen te sino también su continuidad ininterrumpida y direc

t

ción irreversible. Unas veces parece detenerse retroceder o avanzar

otras se saltan o repiten algunas de sus fases según que

se

opere

con primeros planos imágenes retrospectivas o superposiciones. Los

- ~ . o n t e c i m i e n t o s s i ~ u l t á n e o s

pueden presentarse unos a continua

Tcion

de otros lo mismo que

los

temporalmente separados pueden

resentarse simultáneamente

es

decir que se interpolan o se

co-

ian a la

vez

«Tendrá que admitir» parece habérsele reprochado

na vez

a un director de cine vanguardista firme en la autonomía

de

su medio «que

una

película ha de tener un comienzo un centro

Y

un final.» «Cierto» respondió éste «pero no necesariamente en

ese

orden.»

791

Los medios técnicos para interrumpir la continuidad de una es-

cena y cambiar a placer el punto de dirección de la posición de la

cámara y el lugar, el ángulo visual y la distancia, el plano y la pers

pectiva, encierran la clave para la solución de una de las tareas más

importantes de la representación cinematográfica, a saber, de la di

rección paralela, intermitente, de

una

acción doble y de la descrip

ción clara no sólo de cruces sino también de relaciones dialécticas

entre los distintos motivos. Además del movimiento de la cámara y

del desplazamiento ¡ el

punto

de vista, lo que sirve a este principio

de composición dialéctico es sobre todo, el montaje, con su con

frontación y cruce, su alternación e intersección de los elementos

o visto

en un

momento diferente al de la representación.

De

acuer

do con esta visualidad, los fenómenos temporales tendrían que re

a

c a t e ~ o r í a s

espaciales a fin de hallar

un

lugar legítimo en

artes plastiCas. Desde el giro efectuado con el cine

en

nuestra

. . ,sensorial el tiempo se convierte, sin embargo, en la cuar-

dimens¡on del espacio y al parecer transformarlo todo

en

su fun

, c?nduce a la dinámica general de las artes visuales, en con

con el pensamiento dialéctico.

De

esta manera todos los

. , , mpnt, ,< de, la

r ~ p r e s e n t a c i ó n

adquieren

un

carácter procesal, his

_ m c v por as decirlo, y cambian su ser

en

devenir.

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de la obra, su simultaneidad y su antagonismo de los contenidos

sensibles y momentos emocionales. Y todo el arte moderno produce

un efecto «cinematográfico» porque aspira a hacer valer este

mé-

todo dialéctico en la expresión de sentimientos, pensamientos y

opiniones contradictorias. El futurismo, cubismo, expresionismo y

superrealismo tienen al menos el rasgo en común de que represen

tan fenómenos y vivencias que a menudo son

muy

diferentes tem

poral y espacialmente como acontecimientos simultáneos, ocurridos

uno junto al otro.

La

manera en que se muestran en el mismo cua

dro dos aspectos distintos de

un

mismo objeto, por ejemplo, la vista

de perfil y de frente en un retrato, o como se hizo ya en los primeros

cuadros cubistas al reproducir

un

ojo visto desde el lado

y

otro de

frente, puede considerarse como introducción del elemento tempo

ral en la figura espacial. Dos aspectos diversos dentro de una misma

obra representan

una

relación dinámica, la insinuación de

una

ten

dencia motora que lleva de una vista a otra. Se trata esencialmente

de la superación del «momento fecundo» de Lessing, del principio

de esa visualidad estática según la cual pueden representarse mo-

vimientos sin incluir tiempo ninguno. En este sentido, la simultanei

dad, en cuanto principio fundamental del montaje, significa princi

palmente

la

renuncia al método naturalista-impresionista, cuya esen

cia consistía en la reducción de fenómenos móviles a impresiones

momentáneas.

Desde el principio del Renacimiento hasta el final del impre-

sionismo

se

entendía por representación pictórica

la

limitación de

la expresión artística a componentes puramente visuales, la re-

producción de impresiones exclusivamente ópticas y la considera

ción única de lo que la vista es capaz de abarcar en

un

instante

y con

una

sola mirada, con exclusión de todo lo sabido, no visible

792

reciente el cine

~

deja de ser, por cierto, significativo que

el

cine, esta forma

tica nueva _ la primera esencialmente original desde hace mile

, haya nacido en, la relativamente poco tradicional América y

no en uno de

los

paises de las artes viejas, clásicas y ejemplares.

bablemente h a ? í . ~ que liberarse de las formas habituales, sancio-

das por la tradiCIOn l convenio y de los principios supuesta

nte e t e r ~ o s _ d ~ la u ~ 1 d a d para que se pudiera volver a empezar

desde el pnnc1p10. E Igualmente significativo parece ser el que el

paso decisivo

en

la historia del cine se diera en la Rusia

~ v o l U < ~ í o : n a r

Y en cierto modo separada de la evolución occidental.

Hasta los años treinta, cada elemento progresivo en la historia

del

nuevo medio suponía otro alejamiento de los principios for

males artísticos, conocidos y confirmados desde hace mucho tiempo

el

giro de ahora,

en

el que hubo de abandonarse

una

buena

p r t ~

de

los

recursos «cinematográficos», permitió cierta vuelta a la tradi

ció n. ~ c c i d e n t ~ l . A principios de 1940 las películas representativas

se hicieron mas teatrales, es decir, cinematográficas de una manera

menos ostentosa, aunque no necesariamente antifílmicas. Continua

ron

s i e ~ d ~

formas que pueden sustituirse por

ninguna

otra y

cuya perdida no se hubiera podido compensar de ningún modo.

adaptarse artísticamente las películas más importantes produ

Cidas entre 1940 y 1970 al superrealismo dominante en Occidente

_

a su r ~ p e r c u s i ó n reforzaron no sólo una tendencia correspon

d i ~ n t e

a n t e m a n ~ a uno de sus principios estilísticos, sino que al

nusmo tiempo volvieron al cauce de la evolución artística europea

de la que se habían separado. La renuncia actual a ciertas formas

espectnculares de antes no significaba necesaria-

793

mente que una buena película amenazara con convertirse en teatro

fotografiado, sino tan sólo que

se

pretendía evitar efectos especiales,

como los logrados con las posiciones variables, las distancias y mo-

vimientos diferentes, las maniobras de la cámara, la alteración de

los planos, los recursos del montaje, las interpolaciones, retrogre

siones y reversiones, los trucos de las copias y los efectuados con

el

diafragma de la cámara.

Las innovaciones formales más importantes que ha experimen

tado el cine desde

1930

se han debido a la introducción del len

guaje en el hasta entonces medio mudo. Suponían un mayor na

turalismo, por el hecho de que las personas que actúan y se rela

''

técnica nueva facilita la recepción en tanto permite renunciar al

'CUIIll ''Jv jucg,o óptico, a los cruces y cortes de las distintas posicio

nes y a los saltos del montaje. Los principales directores de hoy tien-

den a permanecer tanto como les sea posible en las distintas es

cenas y posiciones a fin de conservar la continuidad espacial y tem

, poral de los acontecimientos. Mas,

en

realidap, la comprensión de

sus películas no es más fácil que la de las películas viejas, visual

mente discontinuas. Sin embargo, la dificultad no radica, por ejem

plo, en un simbolismo más complejo. En g e n e r ~ ~ , el cin,e. no es

- ~ ' " ' " ; ~ · ~ u

forma especialmente apta para la expres10n s1mbohca. Es

un género artístico esencialmente naturalista, y los referentes sim

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cionan entre sí en su proceder suelen hablar y raras veces son mu-

das. Pero

el

lenguaje, en particular

el

diálogo, no se dejaba cortar

y desmembrar

tan

a menudo como la sucesión de imágenes median

te

el

desplazamiento del punto de vista,

el

cambio de la distancia

y los cortes de la cinta. Unidos al diálogo, los recursos de este

tipo parecen artificiales, forzados, amanerados, y aunque forma

ban parte del vocabulario imprescindible y de los moldeas sintácti

cos i n e l u d i b l e ~ del lenguaje cinematográfico, producían un efecto

tanto más artístico cuanto menos se utilizasen. La alternación ne-

cesaria para la animación óptica del cine se consiguió ahora

con

el aprovechamiento de las distintas situaciones de profundidad del

mismo espacio en vez de los diversos puntos de vista, del montaje

discontinuado y de los artilugios del copiado. En vez de la cámara

se hizo mover ahora a los actores, con lo que el cine ha perdido

mucha de su magia anterior y ha ganado otro tanto en fuerza dra

mática e inmediatez.

EL

giro se efectuó del modo más claro en el

Ciudadano Kane

1941)

de Orson Welles, una obra que

se

movía

sobre un terreno más firme, pero que en modo alguno era menos

dinámica y viva que sus incansables antecesores.

Al

reclamar para

la técnica cinematográfica reciente toda

la

profundidad espacial del escenario, en lugar de considerar un de-

talle o ángulo de la escena y dirigir la atención a este detalle, le

plantea al espectador la tarea particular de elegir el momento

im-

portante para la comprensión de los acontecimientos. De esta suer-

te ya no es tan cómodo como antes seguir el desarrollo de una

ac-

ción cinematográfica ni la intención del director. A lo sumo la

• Cf. André Bazin: hat

is

Cinema? 1968, p. 31 y s.

794

bólicos son generalmente penosos en su marco realista. Son la for

ma elíptica de expresión, la incoherencia de los personajes, la in

c o : n s ~ c u : e n c J U

de la motivación, los episodios atomizados y reunidos

los que dificultan la interpretación tanto en ésta como

en otras formas del arte moderno, o renuncian a ella o remiten por

sí mismo a la fascinante figura formal.

El carácter antisimbólico del cine

se

revela del modo más claro

l

en

una

obra como

low

Up

1967),

de Michelangelo Antonioni,

··.que

gira precisamente

en

torno al

p e n s a m i e n ~ o de_ ~ u e

toda inter

lpretación de

una

imagen sensorial, de

una

s J t ~ a c i O n concreta, de

un proceso real, es arbitraria, irrelevante y erronea. foto,

un

l:reflejo

y representación visual es en primer lugar

una

I m ~ g e n , Y

no una copia o símbolo, es decir, es lo que parece y nada m_as:

En directores como Luchino Visconti, Roberto Rosselhm, Fe-

1

erico Fellini, los franceses Jean Cocteau, Robert Bresson, Alain

: Resnais, Jean-Luc Godard, y

hasta en

el sueco Ingmar B e r g ~ a n ,

. inclinado hacia el simbolismo, la visualidad es

el

verdadero o?¡eto

· y no el simple medio de la expresión artística. Incluso er; una pehcula

tan cargada de contenido como El año pasado en M a ~ t e n . b a d

1961)

la imagen sensible es siempre más interesante q ~ e el s1gmficado abs-

' E tracto, la psicología de los personajes o el } a ~ e r m t o del argumento.

Los acontecimientos, las motivaciones amm1cas y los. nex?s men-

.

les son encubiertos y enigmáticos,

m i e n t r ~ s

q u ~ las s J t u a c i O ~ e s , la

epresentación fotográfica y las imagenes mdividuales son Impre

ionantes y

se

quedan

en la

memoria.

'

795

3 adio y televisión

Radio televisión y cine

La radio

y

la televisión se

han

convertido en los medios de ma

sas por excelencia. Actualmente son los medios más difundidos

y

preferidos, e incluso imprescindibles, de entretenimiento, de pa

satiempo,

en

suma, los suplentes que hacen olvidar que uno no

sabe qué hacer con su ocio. Sin ellos la vida sería casi insoporta

ble para la mayoría de la gente, y en efecto, si se exceptúan ciertos

lugares del campo, apenas

hay

vivienda sin radio y a ser posible,

sin televisor. Son apropiados para el consumo de masas no sólo por

1

a la.magia tonta hasta que están casi a punto de caerse del sillón

me w

dormidos.

En

contraste con

el

teatro, podría decirse del cine que acerca al

: e s p e c t a ~ o r

a los objetos de su observación, en vez de presentarle

acontecimientos y dejarlo a él tranquilamente sentado en su butaca.

En este sentido, el cine

ha

figurado de medio dinamizante del recep-

tor .Pero

en

realidad ocurre algo totalmente distinto.

También

en

, eme

el

espectador permanece sentado inmóvil, y no es él, ni sus

JOS,

m su cabeza, los que se mueven, sino el director, el carne

¡ raman

Y el ojo de

la

cámara.

Y

cuando éstos ya no están presentes

, y

han.

b a n d o n a d o

el lugar de los acontecimientos antes de que la

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la sencillez de la distracción que ofrecen, sino también por el re-

ducido coste inherente a ellos.

A diferencia de las demás formas artísticas, estos dos medios

carecen de todo rasgo de solemnidad o singularidad. Incluso el

cine, con su ejecución vinculada a

un

lugar determinado y a un

momento

fijo

guarda cierta distancia respecto de la

rutina

de la vida

cotidiana, mientras que los programas de radio y televisión, con

su esquema invariable

y

sus continuaciones semanales, se acoplan

sin más a la marcha de las cosas. Uno escucha las noticias a las

seis o a las nueve, el lunes la telecomedia de la semana, el martes

el concierto, el miércoles el relato de viajes, una vez una entrevista

con

una

cantante famosa, otra vez música pop, etc.

La

guarnición

del plato principal cambia también de acuerdo con el

menú

siempre

igual.

En efecto, hay que considerar dos tipos de trabajos de dirección

y valoración muy diferente: los dedicados a la

pura

información,

a la comunicación de noticias y a la instrucción, y los que están

al servicio de la diversión o de

un

objetivo supuestamente artístico.

Ambas funciones no sófo son distintas

una

de otra, sino que con

frecuencia también opuestas. Es indudable la utilidad didáctica

de

muchos programas de radio y televisión, pero a menudo es dudoso

su valor artístico, aunque no siempre se

ha

de olvidar. Mas de nin

gún modo

se

trata de reconocerlos también artísticamente valiosos

por su valor como medios educativos. Su función caritativa y artís

tica aún tienen menos que ver entre sí. Son

una

bendición para

los viejos, enfermos y cansados, aunque

el

efecto comunitario que

se les atribuye no es sino pura leyenda. Mas bien aislan a la gente

unos de otros, los ayudan a encerrarse con su aparato

en

su propio

ser solitario o en el reducido círculo de su familia, y a entregarse

796

l

ecepcwn haya empezado, el espectador está condenado a una pa

ividad mucho mayor que en el teatro, donde puede influir de ma

nera decisiva en los actores mediante su presencia y el acto de su

eacción, por mucho que se cuide la representación de la pieza. El

eceptor de

un

programa de radio o televisión, por el contrario, de

Jbi?o a la ausencia no sólo de los actores sino también de un pú

bhco verdadero, amplio, se comporta de una manera más pasiva aún

, que el espectador de teatro, y a veces debe tener

el

sentimiento de

t

allarse con su aparato en la

tan

citada «isla solitaria». Pero la

adio y la televisión no crean ningún tipo de comunidad no sólo

ntre quienes, por ejemplo, asisten juntos a la recepción, sino tam

oco entre

el

receptor y

la

gente cuyos dolores y necesidades observa.

Los diferentes programas se suceden con tal velocidad mecamca

y se comentan con una objetividad

tan

indiferente, periodística, que

e l a ~ r r d:u::: r ; t x ~ t ~ ~ e n

e ~ e ~ i e u ~ ~ ~

?tores y e ~ p e ~ t a d o : e s una r e l a c i ó ~ i n c o m p a r a b l e m e . ~ t e más íntima,

¡recta y sigmficatlva que en el eme entre proyeccwn y público o

en la radio y televisión entre emisión y recepción,

no

significa na-

que la presencia corporal de los actores

es

única y

ex-

la que ejerce el efecto peculiar, inalcanzable de otro

de la pieza de teatro. El sentimiento comunitario que

se

crea

teatro

une

mutuamente a los miembros del público de

una

más fuerte que a los espectadores con los actores. Pero la

de que este sentimiento puede ser decisivo

en

la

vi-

artística del teatro o la sala de conciertos, y falte, por el con

el

efecto de una película, de una emisión de radio o de

tiene su explicación en última instancia precisamente

797

1 d

·fei·encia que existe entre el acontecimiento vivo, siempre úni-

enat ' b l . t

del teatro y los programas invana es, automattcamen e repe-

co, d . .

tidos, de los medios electrónicos e comumcacwn.

Función

dialéctica

y

artística

El público de los medios de masas mecánicos t ferencia de

cualquier otra forma de arte sobre todo en que mas ten a ~ u a n t a

que selecciona las obras a cuya ejecución a s i s ~ e . Siempre dtspone

de relativamente escasos programas donde elegtr, y todos ellos es

tán

organizados generalmente por el mismo principio, de suerte que

al oyente crítico que no esté de acuerdo con ellos no le queda

más_ fácil tenérselas que haber con marionetas sin voluntad ni pen

samtento que con personalidades conscientes y críticas,

una

de las

características de las masas consiste en que sus miembros dejan de

ser personalidades

tan

pronto como devienen hombres de la masa.

Los capitanes industriales de la fabricación de

bestsellers

películas

y discos, tienen que ver desde un principio con esta clase de per

sonas, pero inculparlos de que llevan a cabo

una

lucha astutamente

organizada contra la mayoría de edad de su público equivale a

un desconocimiento y estimación excesiva de su política comercial.

Sobre todo quieren ganar y ni siquiera son siempre conscientes de los

resortes ideológicos de su éxito.

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más remedio que apagar el aparato.

La institución de la radio y la televisión

es un

órgano tan ?oco

independiente de la opinión pública y en tan. poco grado v?htculo

obligado de la expresión individual como pudtera ser, por ejempl?,

el teatro solemne de la Atenas clásica un foro r e ~ l m e ? ~ e democra

tice para la expresión de la opinión. Cuando la d t r e c ~ w n Yel t ~ n o

de los productos de los medios de masas no los determma y

e ~ m m

directamente el Estado o la mayoría política, la clase so:tal e c ~ -

nómicamente dominante hace valer indirectamente su tdeologta

a través de ellos, en forma latente. Cierto, una de ~ a s reglas

d e

juego del sistema «liberal» consiste en que en las emtstones

« p ~ h -

ticas de partido» se deja hablar a la o p o s i c ~ ó n t a n t ~ como al partido

gobernante pero la administración respecttva, lo mtsmo que la clase

dominante.' más

0

menos análoga a ella ide?lógicamente, dispone

de innumerables caminos y medios para inflmr en los programas de

acuerdo con sus intereses.

En una sociedad como la democrático-liberal del presente

~ p ~

nas puede hablarse, naturalmente, de un dictado cultural o nl

.st-

. d

un

complot que

una

a los representantes de la po ttica

qmera e d El · t

de

cultural y del sistema económico conserva ores. p e n s ~ m t e n °d

tal acto es

tan

absurdo como la hipótesis de que los dtrectores

e

la i ~ d u s t r i a de la diversión se

hayan

impuesto la tarea de descender

premeditadamente el nivel de gusto del público Y a . y a n a c : ~ ~ ~ ~

brado a la gente a conformarse con productos espmtua es. bros

eres. Cierto, por su parte no hacen nada por. educar

a.

los m t e ~ o m

d

l

'blico de masas para el pensamiento mdependtente, la l

e pu l'd d l l no

es

" del arte y la conciencia de persona 1 a ; o cua

prenston 'd t ente

es

costaría mucho trabajo conseguir. Pues aunque,

evi

en em ,

798

Toda teoría conjuradora que deba explicar el acuerdo entre su

jetos sociales directa e indirectamente interesados, incluye el prin

de la negación o del abandono de la doctrina de la ideología.

- ~ ' ' ' =

se

interesan por la manipulación de

los

medios culturales

sirven de métodos mucho más indirectos y oscuros para la con

de sus víctimas y la consecución de sus objetivos. Contra los

directos a la libertad de pensamiento y de conciencia de

receptores de radio y televisión pueden alzarse no sólo las voces

la crítica

y

de la protesta, la gente no se deja ya engañar

tan

J < t ~ u u l < : : l u c :

Sea como fuere, la hipótesis de que el oyente o espectador

protegerse del peligro apagando su aparato,

es una

simpli

tan ingenua de la situación como la construcción de una

•vmlm· contra la mayoría de edad intelectual del público por parte

industria de la diversión. Lo mismo que se emplea la idea

iw•ntlmPrc

de una alianza secreta donde en realidad funciona una

lnP·rv'' ''m

ideológica en

el

efecto de

los

medios de masas, se opera

con el concepto de la inducción de las masas a pensar y

de acuerdo con los intereses de una minoría ideológicamente

a ellas, y se ignora que el aparato

o

se apaga en cuanto

uno se

ha

acostumbrado a su voz, y que ni siquiera se nota ya

que se recibe algo que le es insoportable a uno. Todas las opera

t iones anteriores que se han aguantado participan en la mano de

la

siguiente,

y

cada repetición favorece la tendencia al conformismo

y al conservadurismo.

La tesis de que

el

rasgo esencial del arte de masas estriba en

eLconsumo y desgaste final de sus productos, no se revela en nin

gún género de un modo más evidente y radical que

en

la radio y

la ¡'televisión. Las producciones de radio y televisión suelen desapa

~ c e r

para siempre después de

una

emisión. Pero al estar el pro-

799

dueto individual destinado a ser consumido y perder su sustancia,

continúa existiendo en tanto contribuye a hacer de los productos

de su tipo un artículo de consumo imprescindible.

La radio es un medio de doble valor. Su ambivalencia comienza

con que su valor didáctico

es

tan

indiscutible como problemática

aparece su significación artística. Lo más evidente

es

la utilidad y

el perjuicio simultáneos que ocasiona en relación con la música.

A la radio se le debe sobre todo la familiaridad de amplias capas

de la sociedad con las obras de los grandes compositores, Y también,

como decía Lambert Constant, la «horrible popularidad» de su mú

sica. Sin

la

radio sería impensable la familiaridad actual de la gen

definir con más precisión, representa a la industria del entreteni

miento en

el apogeo de su rendimiento material y a menudo

en el

punto

más bajo de su rendimiento espiritual.

En

general

tan

sólo

sin:e para matar el tiempo libre inútil.

La

gente que no tiene nada

meJor que hacer por la noche o los domingos se sienta ante sus

aparatos de televisión y se imagina que pasa sus horas de ocio

de una manera amena y al mismo tiempo útil, o no se imagina nada

en absoluto. Esta práctica tiene que basarse

en una

necesidad real

por inconsciente, manipulado por otros e ideológicamente media

tizado que sea su interés, cuando en todos los lugares de la tierra

se entregan uno y otro día a este hábito. Indudablemente gozan

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te, casi general, aunque en su mayor parte superficial, con los com-

positores favoritos, Mozart, Beethoven, Schubert y Chopin, por

ejemplo, que, por limitada que sea,

ha

de competir

en

efecto con

la de las obras de Tchaikovski y Dvoták, y además, según

el

capri

cho de la moda, tiene que admitir unas veces las sinfonías de

Sibe-

lius y otras las de Mahler.

La

radio y el disco, convertido también en medio de masas,

ofrecen mucha más música buena de la que el público de masas es

capaz de disfrutar adecuadamente. Las formas de la música activa,

el tocar diletante del piano y del violin, la música profana de casa

y

de cámara, aunque se practicasen de una manera muy primitiva,

llevaban consigo una selección ventajosa y conducían a una saluda

ble marcha de la recepción adecuada al compás del volumen

del

material recibido. Los medios de masas relevan al oyente

de

la

responsabilidad por la cantidad de música que debe oír y a b ~ o r ? e r

Pero al mismo tiempo le quitan los medios por los que podna

JUZ-

gar la adecuacidad de su audición musical. El

a n ~ l i s i s

técnico Y

es-

tético de las composiciones que se le ofrece ocasiOnalmente en

re-

lación con su ejecución, utiliza por lo general

un l e n g u a j ~

que,

cuanto profano, le es incomprensible. Así, pues, la educac10n musi

cal del público por la radio es, por cierto, defectuosa, mas no por

eso las ejecuciones que se oyen de esta manera son cualitativament_e

tan

superiores a la práctica musical de los aficionados y los

reci-

tales adecuados se repiten con

tanta

frecuencia que

se

compensan

y a menudo se superan las insuficiencias del medio.

La televisión

es

el medio de masas que cuenta con la mayor

diencia, con la mayoría de los sujetos sociales incluidos en su.

blico, el cual

es

muy difícil de precisar debido a su

composJcJOn

heterogénea y a sus límites fluidos. El medio mismo, que

se

puede

8

. del sentimiento de recibir al mundo limpiamente empaquetado en

una

caja, de poseerlo de modo barato y sin esfuerzo. Para la gente

significa

el

triunfo de la técnica sobre la naturaleza, la contem

plación del teatro del mundo desde el sillón, la participación de

todos en todo. El mundo en abreviatura no es ninguna idea ajena

al arte, por ingenuo que parezca; toda obra de arte pretende hacerlo.

En la reducción o regresión de la creación artística a esta satisfac

ción infantil, la cual supone al mismo tiempo la satisfacción suce

dánea de todo lo que le falla a uno, es en lo que estriba el mayor

tractivo del arte.

· ictado

cultural

e

ideología

Una de las características más notables de la representación

· rtística consiste en que las limitaciones de la experiencia habitual

erentes a la particularidad de su medio respectivo pierden

tan

pronto el carácter de insuficiencia y su reflejo de la realidad parece

.total. El observador de

una

emisión de televisión olvida en

un

ins

tante que está contemplando imágenes diminutas en vez de figu

ras de tamaño normal; y ni siquiera se da cuenta del absurdo de

.

los

pequeños muñecos hablen con una intensidad de sonido nor-

 

al.

La

bidimensionalidad de la superficie de representación y la

ofundidad del espacio representado constituyen el antagonismo

terno de toda pintura naturalista. El principio de las «unidades»

de

la tragedia clásica eleva a norma las contradicciones de la repre-

 

ntación

e

scénica propias desde un principio del teatro. Incluso las

guras de tamaño normal representadas en la pantalla del cine son

mbras planas, insustanciales, bidimensionales, que se desvanecen

al

tocarlas

un

polvo mágico invisible.

La

multiplicación de los re-

ursos en el marco de los medios aislados no reduce en absoluto la

8 1

distancia entre el material y el instrumento de configuración de la

realidad; lo único que hace

es

complicar sus relaciones. Igual

q ~ e

el enriquecimiento de los efectos ópticos por medio del lengua¡e

no destruyó

en

absoluto los logros artísticos del cine mudo, sino

tan sólo sustituyó en parte y completó las formas visuales por las

acústicas, tampoco desvaloriza a la radio

el

medio de la televisión,

más rica en recursos sensibles; ambos géneros existen incólumes

uno

aliado

de otro, incluso

en

contraste con el cine mudo y sonoro.

La

forma de expresión multimedia no

es

de por sí, superior o infe

rior a la limitada a

un

medio homogéneo. El número, la proporción

y

el

formato son factores estéticamente indiferentes

o en

todo caso,

Principios formales de la televisión

Cierto, los productos de los medios de masas van siempre des

tinados a

un

gran número de consumidores, pero no necesaria

mente a

un

público que presencia en masa los programas indivi

duales. El de la televisión es mucho más extenso que

el

del teatro

y también el del cine, pero se compone de elementos receptores

atomizados, y mientras que

en una

función de teatro o

en una

proyección de cine asiste por lo general

un

número bastante gran

de de espectadores, ante los aparatos de televisión se suelen sentar

personas aisladas o grupos

muy

pequeños. Su carácter de masa no

estriba en su presencia masiva sino en la circunstancia de que tantas

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8/16/2019 Arnold Hauser-Sociologia Del Arte

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de segundo rango.

La

diversidad, ensalzada por McLuhan, de los medios artísticos

en la era de la electrónica designa no sólo logros sino también

menoscabos de la capacidad vivencial. El temor de Goethe a que

la ocupación simultánea de la vista y del oído en el teatro puede

resultar perjudicial para la «reflexión», parece estar sumamente

justificada con respecto a la forma de expresión y contemplación

multimedia .

La

superación del medio de Gutenberg, sensiblemente

muy determinado, por

la

palabra directa y la imagen no mediatizada

en apariencia, conduce más bien a la limitación que a la ampliación

de la fantasía. De todos modos, la victoria de la televisión sobre el

libro, e incluso sobre el teatro, el cine y ·Ja radio, representa el

triunfo de la pereza sobre la viveza del espíritu al dejarse llevar por

el aparato como por

un

vehículo.

El carácter inmediato y la intensidad del efecto concentrada en

el

receptor individual forman parte, sin

e m b a r ~ o

de las

p r o p i e ~ ~ ~ e s

más notables, y también más difíciles de exphcar, de la telev¡swn.

Falta no sólo la presencia corporal de los actores, sino también la

estimulante unicidad de la producción de la que parte el efecto.

La profunda implicación del espectador en los programas y el sen

timiento de inalienabilidad con que depende de ellos sólo pueden

explicarse por la proximidad y disponibilidad constantes del apa

rato la intimidad de la recepción en el propio hogar y el estrecho

c í r c ~ l o de los participantes de

la

recepción. El gran auditorio, el

amplio público y la alta solemnidad, factores todos que aumentan

el

efecto del teatro a lo monumental y ritual,

se

transforman en

su

contrario, y la pequeña caja familiar produce un efecto igualment.e

fuerte, aunque totalmente distinto,

en el

estrecho espacio de la VI

vienda, en determinadas circunstancias sin la compañía de otros.

802

_personas, si bien individualmente, participan en el acontecimiento

y prefieren los mismos productos.

La

comunidad espiritual del pú

blico de teatro no tiene ningún

carácter de masa despersonalizador,

pero los millones que reciben dispersos y estandarizados los progra

mas de televisión, constituyen en términos generales una masa des

personalizada.

. La televisión, lo mismo que el teatro o el cine sonoro, es en parte

un medio visual

y

en parte también, acústico.

La

afirmación de

·McLuhan de que, esencialmente,

es una

forma de representación

; táctil, no se confirma en absoluto. La impresión tridimensional,

táctil, no es

en

modo alguno más fuerte que, por ejemplo, en el

cine sonoro, e incomparablemente más débil que en el teatro. Las

:figuras e instrumentos de la escena son realmente fenómenos espa

. ciales, mientras que las imágenes de la televisión, por

el

contrario,

son proyecciones bidimensionales, y la distinción de McLuhan en

tre «iluminación»

light

on de los objetos cinematográficos y

·«translucimiento»

light through)

de las presentaciones televisivas

no es más que un juego de palabras, es decir, la diferenciación ar-

_bitraria de dos medios, ambos bidimensionales

y

en este sentido,

uivalentes.

A pesar del supuesto aumento de la profundidad y palpabilidad,

cLuhan califica la televisión de medio defectuoso

cool),

que re-

·quiere un elevado grado de participación creadora por parte de los

ceptores, mientras que, pese a su limitación espacial, está medial

;_mente saturada, y su deficiente valor como invitación del receptor

a la participación creadora se deduce de la saturación de sus for-

s

con rasgos sensibles concretos, de manera que no le queda al

p e c t ~ d o r

_

i n g u n a

tarea que resolver. Evidentemente existe, por

arte de McLuhan, una confusión entre expresión elíptica y expre-

- 803

sw insuficiente; a saber, el desconocimiento del hecho de que

la elipsis estimula a la intensidad y profundidad de la recepción que

raras veces se alcanza en la exposición completa y apenas se logra

en

la deficiente. El arte que dispone de los medios de expresión

aspirados por él pero que no lo lleva todo al combate parece ser

inagotable y estimular a la penetración cada vez más profunda

en

las creaciones infundadas, que no quieren abandonar su secreto.

Pero el arte que dispone de menos medios expresivos de los que

necesita cierra el camino a la participación y pone

en

duda la po

sibilidad de

una

interpretación competente: El encubrimiento de los

contornos es

una

contrariedad en la televisión, a consecuencia de

una insuficiencia técnica, mientras que la vaguedad de los perfiles es

8 Arte «pop»

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8/16/2019 Arnold Hauser-Sociologia Del Arte

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un

·recurso valioso en la pintura para la producción de efectos

ambientales.

Los principios formales de la televisión se diferencian de los del

cine sobre todo por la limitación de las distintas posiciones y ángu

los visuales, de los efectos de montaje y de los recursos del copia

do, el dominio de la vista de conjunto y del primer plano, la con

servación más rigurosa de la continuidad espacial y temporal. Pese

a estas limitaciones, en particular la de la profundidad espacial, el

arreglo teatral se evita

tanto

como

en

el cine, de suerte que en un

escenario tan estrecho, en el que generalmente ocurren episodios

cortos,

nunca

se tiene el sentimiento de que falta la «cuarta pared»

del escenario. Sin embargo, la telecomedia se parece más a una

pieza de teatro que a

una

película.

Una de las condiciones más importantes para la creación de

productos de televisión con éxito artístico consiste

en

evitar la com

petencia entre imagen y sonido, la cual domina aún la configura

ción del film sonoro. En la televisión, el texto hablado no es más

que la base que se ha de dominar, aunque en modo alguno indife

rente, de la forma visual. No debe molestar, pero tampoco debe

desviar la atención de la imagen y concentrarla en sí mismo. Cabe

que la televisión sustituya a la lectura, pero muy raras veces incita

a leer. Investigadores que

han

hecho del efecto de este medio

el

objeto de sus investigaciones afirman incluso que los espectadores

más fieles

de los programas de televisión son las personas que más

se resisten a leer.

8 4

l Rasgos homogéneos

y

heterogéneos

l Nacimiento de una cuarta capa de instrucción

A las tres capas de instrucción por las que se

ha

podido clasi

l

ficar el arte hasta los tiempos recientes

se ha

sumado últimamente,

1

anto en el aspecto productor como en el receptor, otro grupo que

.

se

presenta con derechos propios y pautas especiales, hasta ahora

ldesconocidas

para las obras que se han de crear y juzgar.

No

sólo

. es de composición más heterogénea que cualquier capa de instruc

ción anterior, decisiva para el arte, sino que también sigue en to

j

das las artes principios formales más diversos, más difíciles de com-

1

inar que los que se han calificado de clásicos, populares y del

. pueblo.

El llamado «arte p p» aparece como nuevo género, junto a los

ya conocidos, diferenciados según el nivel cultural de sus represen

 ,

tantes, del «arte sublime» de la élite ilustrada, del «arte popular»

de

la semieducada población de las ciudades, y del «arte del pue

blo» del campesinado iletrado. a diferencia más saliente entre el

arte p p y los géneros artísticos anteriores estriba en que, mientras

los productores y consumidores de las distintas artes tenían antes,

en términos generales, al menos en lo cultural, un carácter unifor

me los portadores productores y receptores del arte p p son diferen

tes

de una categoría a la otra de acuerdo con su origen y educa

  ción. Los poetas y literatos han constituido desde siempre una ca-

8 5

tegoría

en

sí, mientras que los compositores y pintores o escultores

estaban más estrechamente unidos, por lo que se refiere a su lugar

social y cultural, que lo están hoy, por ejempl9, los

r e p r e s e n ~ a n t e s

de la música y de la

pintura pop.

Los productores y

c o n s u ~ u d o r e s

del arte pop no dejan por eso de representar una capa de mstruc

ción, la «cuarta», propia,

muy

compacta, que con sus necesidades

artísticas y criterios valorativos ocupa un rango intermedio, situado

entre los portadores del arte sublime y los partidarios del arte po

pular.

«Pop» y

popular

La definición del diccionario de «popular» como cualidad que

responde a la comprensión, el gusto y la necesidad de amplias ca

estilo, necesitado de renovación, y que ejerce sobre el desarrollo

ulterior una influencia que se hace valer hasta la fase más alta

de la práctica artística,

el

valor cualitativo de la mayoría de sus

productos continúa siendo problemático.

Equívoco

del

arte «pop»

Mas no sólo

es

difícil relacionar entre sí el arte

pop

con el arte

popular,

el

mismo concepto de arte pop no está claro ni se puede

definir s in más. Los criterios cualitativos, supuestos históricos y

r ~ p e r ~ u s ¡ ? ~ e s

de las obras son muy diferentes

en

los géneros artís

ticos mdividuales, en la música, la pintura y la literatura. Tanto

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8/16/2019 Arnold Hauser-Sociologia Del Arte

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pas de

la

sociedad, es

la

descripción que se puede

dar

del arte popu

lar. Sin embargo, aunque perfectamente adecuada, resulta insufi

ciente, e inútil,

en

relación con el fenómeno que se entiende por

arte pop. El arte popular,

en

cuanto producto de la i n d ~ s t r i a de

diversión es

una

creación conscientemente desarrollada y cUidadosa

mente o;ganizada de empresarios que financia,n su producción y

difusión, pero, en lo que se refiere al tipo espiritual y creador

de

los autores de las obras individuales, es más

s ~ n c i l l o

e ingenuo que

el arte pop que debe su existencia a una v e r ~ ~ d e r a n e c ~ ~ i d a d c ul-

tural y al descontento manifiesto con el domm10 de la. ehte

s ~ c 1 a l

En

ciertas circunstancias, el arte elevado se deprava mconsc1ente

e involuntariamente

en

arte popular. El arte pop

en

cambio es el

resultado de una revolución cultural, aunque

en

lo político sea ge-

neralmente confusa o esté encubierta. El momento de la crítica cul

tural y de la teleología social lo acerca más a

la

élite ilustrada que

a las capas bajas; pero

en

lo esencial sigue siendo

un

arte de masas,

especialmente

en

lo que se refiere a

la

m ú ~ i c a .. , . . ,

El arte popular, destinado a

la

mera d Verswn y d1straccwn, es

conformista tanto en lo ideológico como

en

lo estilístico. El arte

pop por el contrario, se niega a acomodarse a las reglas generales

del 'juego. Pone fundamentalmente en tela. de juicio

la

.validez

toda tradición, convención y norma. Es evidente su actitud ~ e g -

tiva

en

lo ideológico, político y en la crítica cultural, de

ah1

que

sea

tanto

más difícil determinar

lo

positivo que le preocupa. Tam

bién en el aspecto cualitativo es difícil de juzgar por lo general, a

pesar de su elevado nivel ocasional. Pues, aunque sea ~ i e r t ? q u ~

revela

un

estado crítico desde el punto de vista de la h1stona

de

806

los autores como los partidarios de la música y de la pintura pop

pertenecen desde

un

principio a distintas capas de instrucción y cla

ses sociales. La diferencia entre ellos afecta sobre todo a la corres-

UJ•J• l lu t J tHe

relación particular que mantengan

los

autores de las obras

con los aficionados. Cuando más imprescindible sea la preparación

.manual para

:_

actividad artística, tanto menor será el papel que

pueda desempenar el aficionado;

en

la música éste

es

de antemano

mayor que en la pintura. Pero

una

obra de la

pintura pop

no

es

eso más valiosa, compleja y estilísticamente importante que

una

~ 1 n p o s i c i ó n

de la música pop.

También la relación entre los elementos productores y recepto

res es

en

el

arte pop las más de las veces distinta a la existencia en

los géneros artísticos más viejos. Lo que más se parece a las rela

ciones anteriores es la existente en la pintura, en donde producción

y recepción siguen teniendo presuposiciones tan diferentes como

El observador de las obras de

un

pintor

pop

participa más

proceso artístico que el receptor de las obras de cualquier

' · ' 'ao+vn

del pasado.

De

manera esencialmente distinta se forma la

en la música

pop

en

la que los oyentes son a menudo eje

La fusión e identidad ocasional del público con los auto-

ejecutores de las composiciones pop recuerda las relaciones

en el arte del pueblo, si bien las condiciones en ambos

no son nunca

tan

parecidas que se confundan entre sí

En todos los géneros del arte pop se puede observar un fenóme

. no que corresponde a la pérdida de los llamados «valores pictóri-

cos» en las artes plásticas. La música pop es principalmente

un

arte de diletantes, y por muy inteligentes que sean éstos ocasional

ni sus ideas rítmicas y armónicas ni sus ocurrencias meló-

007

dicas presentan las características de esa continuidad musical que

seria comparable a la unión del jazz, a pesar de toda su originali

dad, al legado impresionista-expresionista. En literatura, en tanto

es factible hablar de un movimiento

pop

la renuncia a la metáfora

y al símbolo corresponde a

la

pérdida de

los <<Valores

pictóricos».

Los textos de las canciones

pop

apenas vienen a cuento como poe

sía,

y

por lo demás se encuentran a lo sumo algunos giros aislados

que recuerdan en la literatura el estilo de la música y de la pin

tura pop. Los ejemplos más sencillos procedentes del ouveau

-

man en la que podría pensarse, son aún demasiado complejos y

demasiado arraigados en la vieja literatura como para ponerlos en

el mismo orden del estimulo directo de la música p p o del simple

registro de las cosas en la pintura

pop.

~ ~ e c i a l _ s ~

unieron pronto, además de los elementos populares, taro

bien musicos profesionales que, aunque no procedían de la élite

ilustrada, sí tendían a ella. Con frecuencia están más que regular

mente dotados y con objetivos que yacían más allá de la música

de entretenimiento, continuaron, de un modo a veces consciente y

competente, los logros técnicos y las tendencias progresistas, supe

radoras del estilo del romanticismo tardío.

arte

p p

no perseguía ni persigue en general ningún objetivo

esencialmente artístico.

Es

una sublevación contra el orden de vida

convencional burgués, una manifestación del disconformismo de

elementos socialmente nuevos, desarraigados, que quieren llamar la

atención y desconcertar con su extravagancia y productores de ca

pital en su papel de portavoces de la omnipresente «juventud sal

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Coeficientes sociales

El grupo al que pertenecen los productores y consumidores del

arte p p está situado, por

un

lado, entre los partidarios del arte su

blime

y

del popular,

y,

por otro, entre éstos

y

los del arte del pueblo.

on el público del arte popular tiene en común la necesidad de di

versión sencilla, la aceptación de estímulos de segunda mano y la

sa

tisfacción por la calidad de segundo rango, aunque también puede re

cibir estímulos del ámbito del arte sublime. Con los portadores del

arte popular lo une el espíritu

de

comunidad, el cual se manifiesta

en la proximidad entre autores, ejecutores y receptores, y el tono

de expresión impersonal, individualmente indiferente, casi ritual

mente estereotipado.

Los partidarios del movimiento

pop

se componen de los elemen

tos sociales más diferentes, quienes por lo general proceden

de las

capas bajas y en menor proporción de la élite ilustrada.

Se

ha in

tentado en vano buscar el origen y la base del movimiento en

las

aspiraciones artísticas y criterios del gusto de la clase obrera. En

lo

que concierne a las artes plásticas,

es

evidente el elevado nivel

pro

fesional y cultural de

los

participantes; la situación

es

mucho

más

compleja en la música, por el contrario, donde portadores y fomen

tadores del movimiento constituyen un grupo sumamente difuso,

cuyos miembros se distribuyen entre la baja burguesía,

un

proleta

riado sin actitud ni conciencia de clase, y una especie de bohemia,

los cuales, dado el caso, son económicamente muy afortunados, aun

que en parte llevan una existencia precaria. A los músicos p p

ori

ginarios, que al principio no tenían en absoluto el carácter de grupo

808

vaje», particularmente en la música. Pese a todo su antirromanticis

mo,

es un

movimiento juvenil desvinculado, emocional. Romántica

. es o ~ o s i c i ó n contra toda convención y norma, su principio de

. arbltranedad y desenfreno, su preferencia por el barullo y el ruido

con tal de crear escándalo. Por su difusión y su carácter generacio

nal, aunque no por su significado interno, representa uno de los

movimientos juveniles disconformistas más notables desde el ro

manticismo, y sus miembros llevan generalmente una existencia

tan dudosa, sin influencia e irresponsable, como la mayoría

de

los

1

~ m á n t i c o s desilusionados ~ o n las condiciones posrevolucionarias.

Cierto, no se sabe con exactitud como

se

relacionan numéricamente

sus portadores, más o menos dudosos desde el punto de vista so-

 

cial. En

los

conciertos de música p p

se

ven masas de jóvenes apa

: rentement_e desocupados, en vestidos extravagantes o en provocado

res

andra¡os, con toda clase de baratijas exóticas al cuello, y uno

:' no puede sino maravillarse de dónde sacan los medios para esta

1

ascarada carnavalesca. ¿A qué clase pertenecen en realidad estos

, b r ~ m i s t a s ? ¿Son proletarios desocupados? ¿Son de origen burgués?

. ¿VIven a costa de sus padres? Las estrellas célebres y

los

actores

de

televisión, continuamente ocupados, no causan naturalmente

. ninguna preocupación.

Los

más mimados forman parte incluso de

los fundadores de esa clase acaudalada que debe su bienestar a la

: hipnosis de masas en que hoy día

es

capaz de colocar todo virtuoso,

ya sea futbolista, jugador

de

tenis, ajedrecista o director

de

orques

ta, al público entusiasmado y dispuesto a pagar.

809

  l

«paisaje» de la

pintura «pop»

En contraste con el dadaísmo, que dispone siempre

un

frente

polémico negativo contra la sociedad, el presente, el establishment

la pintura pop acepta las cosas de la realidad a las que uno ha de

acomodarse, aunque con un tono irónico y paródico. Pueden apa

recer arrancadas de su contexto habitual, pero conserva, no obs

tante, sus rasgos realistas, que adquieren una expresión agresiva

a consecuencia del acento de su banalidad y de su carácter estereo

tipado de cosas.

La pintura

pop

representa, con cierto gusto, el «paisaje» de la

gran ciudad americana como escenario de sus artefactos mecánica

mente producidos, a pesar de su escarnio de la sociedad industrial

moderna. Observa atemorizada, y al mismo tiempo fascinada, este

música de salón y de jazz.

e

hecho se ridiculiza no sólo el senti

mentalismo de las viejas canciones; de las canciones lloronas y

quejumbrosas de los cantantes pop afluye un sentimentalismo pla

ñidero de tipo propio.

Sin embargo, las obras de arte

pop

no deben su valor estético

a los sentimientos que expresan tanto como, por ejemplo, deben

su papel histórico al valor estético que puedan representar. Arte

pop es

más bien una forma de vida que una forma de arte. El

efecto del artista pop empieza cuando le vuelve

la

espalda a

la

torre

de marfil. Practica su negocio por gusto, placer o diversión; no trans

mite ninguna doctrina,

ningún

mensaje,

ninguna

fe carece de com

promisos, es irresponsable hedonista y se interesa tanto por

lo

eró

tico como por lo estético.

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8/16/2019 Arnold Hauser-Sociologia Del Arte

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mundo de sucedáneos y requisitos.

Ya

no se trata de la naturaleza

antes familiar, con prados y barbechos, huertos y frutales, gallinero

y taller, la que rodea y alimenta a uno, sino

un

mundo de bienes de

consumo que permanece mudo y extraño. No por eso deja de to-

marse una actitud ambivalente ante esta realidad desnaturalizada,

en la que gasolineras y columnas de anuncios

han

devenido com

ponentes del paisaje. Y en las dimensiones y el número, la pre

cisión y limpieza de .sus productos inagotables se descubre algo

imprescindible e inalienable.

Uno

se reconcilia y se hace amigo no

sólo de esta realidad desnaturalizada de bienes de consumo, sino

que ésta se convierte hasta incluso en la propia naturaleza

de

uno.

La

otra parece desaparecer, haberse hecho

un

mito. Y de esta

manera se convierten en motivos de la realidad reflejada por la

pintura pop los productos de masas de la industria mecanizada, las

formas estereotipadas de todas las mercancías disponibles, la

eco-

nomía dirigida exclusivamente al aumento del consumo, el domi

nio de la capacidad competitiva y de la propaganda comercial, las

fórmulas trazadas de las necesidades y valoraciones, la creciente

manipulación de la vida y la naturaleza administrada del mundo

espiritual.

El tono irónico de las representaciones, sin embargo, no permite

olvidar nunca que no se trata de

una

mera aceptación, sino

al

mismo tiempo de

una

crítica de la alienación de la sociedad actual,

que reduce la realidad a mercancías. El entorno de la gran ciudad

se convierte

en

tema favorito de la pintura

no

a pesar de, sino

debido a su banalidad. El arte pop rechaza la vanidosa sensibilidad

de la pintura sentimental lo mismo que el sentimentalismo de

la

810

2 Música

pop>>

Música

«pop» y

jazz

La música

pop

responde perfectamente al concepto que se tiene

en general del arte pop sobre todo por la capa de instrucción es

pecial

en

que se apoya, por su relación floja

tanto

con el pueblo

ingenuo como con el público del arte popular y del sublime, y

por la circunstancia de que no es totalmente independiente de las

aspiraciones artísticas de ninguno de estos grupos de público.

En

algunos aspectos es menos compleja, más sencilla en su estructura

melódica, más estereotipada

en

su ritmo y armonía, y

en

otros as

pectos más ambiciosa, más en consonancia con

los

criterios de la

música clásica que con el jazz. Su producción y recepción no pre

supone en absoluto la participación de las capas de instrucción exi

gentes, pero tampoco excluye su participación en el proceso artís

tico libre, abierto a toda dirección.

La música

pop

no

es

ni

una

forma de música popular ni

una

variedad del jazz, a pesar del anonimato de sus productores y de

. la espontaneidad de su génesis, de la comunidad y de los límites

; vagos existentes entre sus autores y receptores. Ambas,

pop

y jazz

provienen de la música de entretenimiento popular, mas a menudo

están esencialmente influidas por las normas, principios formales

y criterios valorativos de la música seria, auténtica y autónoma.

Los artistas de talento, creadores, técnicamente dueños de su ins

y los diletantes sin talento, dependientes e insuficiente-

8

mente preparados para

el

ejercicio de su arte

se

diferencian fácil

mente en ambos casos, aunque la distancia entre ellos sea menor

en la música pop. El músico pop individual,

muy

ambicioso, debe

a la tradición clásica y a la vanguardia, por una parte, y a la mú

sica popular, por otra, estímulos a menudo más profundos que el

compositor de jazz; pero, en general, el jazz está más ligado a ellas

dos que la música pop. En la producción y ejecución de esta úl

tima participan grupos mucho más amplios que en la práctica del

jazz; pero éste ha ejercido desde

un

principio en la evolución de

la música avanzada una influencia más profunda que la misma mú

sica pop con sus mejores productos.

Pese a provenir de la música negra, el jazz es más original

y

pese a su degeneración en diversión estandarizada, comercialmente

j

artistas de vanguardia estetizantes, arraigados en una tradición his

J tórica colocados a la cabeza del movimiento. Toman su material

de donde lo encuentran, a saber, de todas partes, desde la canción

, : artística romántica has ta los negro spirituals, con lo que sus songs

no pueden medirse ni con las canciones de Schubert ni con los blues

de los negros norteamericanos.

Si

no son muy selectivos en lo que

se refiere a sus modelos, su vanguardismo tampoco es claro ni con

 1

secuente. Por lo general se atienen a los clichés de las viejas coplas

de variedades, del rock

nd

rolls y de las canciones propias. Su rit

mo

es

estereotipado, aunque menos monótono que el de la mayoría

de los músicos pop, su armonía presenta rasgos nuevos, pero no

evolucionarios, y su melodía

es

ciertamente más rica, pero

tan

adu

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8/16/2019 Arnold Hauser-Sociologia Del Arte

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explotada, es más complejo y diferenciado que la música pop. Sin

embargo, ninguna de las dos formas representa nada parecido a la

música del pueblo. A despecho de la colectividad de la vivencia

artística que constituye su objeto, la música pop no tiene nada que

ver con el fenómeno de una comunidad popular, y el jazz ha perdido

irremediablemente el carácter popular que poseyera en sus comien

zos en el curso de su transformación en música popular, de con

sumo, localizada en las ciudades.

Los compositores de la música

pop,

prescindiendo de excepcio

nes como la de los Beatles, no pueden compararse con los de jazz

en lo que se refiere a originalidad de estructura, significación para

la historia de los estilos, y al ritmo, armonía y timbre de las

com-

posiciones. Y aunque tampoco falta en absoluto la influencia de

la tradición clásica en la configuración de la música pop, la influen

cia de esta música

es

principalmente negativa en la evolución es-

tilística ulterior. La influencia estriba en contribuir a la destruc

ción de las barreras que

han

separado hasta recientemente arte y

praxis, figura artística y función vital, por muy comprometidos que

estuvieran los autores. Pues por entendidos que sean los creadores

de la música

pop,

su intención de borrar los límites entre la realidad

inmanente y la transcendente al arte es un síntoma de la proble

mática del arte en cuanto actividad intensificadora de la vida y

aclaradora del sentido de la existencia.

Los eatles

Los Beatles, que se

han

convertido en la encarnación de la idea

y del ideal de la música pop, no son ni cantantes del pueblo ni

812

1

ladora como la música ligera popular. Los efectos armónicos y co

lorísticos son a menudo de importancia secundaria

en

relación con

1

los

melódicos, o se subordinan a

un

efecto rítmica y dinámicamente

· penetrante, que acentúa la impresión casi ritual de la música pop

como medio de masas.

·

Se

ha indicado con razón que las songs (canciones) de

los

Beatles

se escuchan con parecido entusiasmo, parecidos supuestos y pro-

1

bablemente parecidas consecuencias que escuchaba en su tiempo

el

público heterogéneo de Dickens la lectura de sus novelas. Cabe

que

en

ambos casos sea semejante no sólo el interés del público me

dio, sino también la actitud

en

parte afirmativa y

en

parte tam-

t.

bién negativa de las capas ilustradas superiores. A pesar de este

1

 arecido y de su popularidad, los Beatles no parecen tener prácti

. camente nada

en

común con Dickens. Hasta la afirmación de que

. en tiempos de Dickens la novela desempeñaba un papel tan pro-

1 blemático como la música pop actualmente , es insostenible. Por

el contrario, prescindiendo del hecho de que era la lectura favo

rita de muchos ilustrados, tenía tras sí un pasado largo y respeta

ble, y ya no era en absoluto uno de los últimos fenómenos artís-

. ticos, ni mucho menos una tímida manifestación de vanguardia.

Romanticismo

y

antirromanticismo

La

música pop y beat, en cambio, comparte con la vanguardia

moderna la aversión profunda contra el sentimentalismo barato del

omanticismo, a pesar del emocionalismo en que incurre. Pero, en

érminos generales, se dirige tanto contra el crudo funcionalismo de

1

Richard Poirier: «The Beatles», Partisan Rel iew, otoño 1967, p. 526 y ·

813

la

musiCa de consumo como contra el academicismo abstracto

de la música pura y en cuanto típico movimiento juvenil está

afectada de tendencias románticas. Y no sólo es romántica la inti

midad y dulzura demostrativas de sus melismas sino también el

griterío histérico y la pasión exhibicionista de sus cantantes los

aullidos y agitaciones extáticas del público participante en el albo

roto en

una

palabra todo el exceso del acontecimiento dependiente

en última instancia no tanto de la ensoñación romántica como de

la violencia y el desenfreno en todos los ámbitos de

la

vida actual.

Tampoco debe olvidarse

en

absoluto el factor generacional a la

hora de enjuiciar ei efecto de la música pop. Su público comprende

no llegó hasta 1963. A los pocos años perdieron también la repu

tación de sus fuerzas mágicas y tuvieron que conformarse con un

papel

má¡;

modesto en el movimiento juvenil.

En

tiempos de los

disturbios estudiantiles de 1968 era ya claro que los representantes

del arte pop carecían de interés y de orientación política.

El sentimiento comunitario y la conciencia unitari a que se creían

poder relacionar en general con el movimiento del arte pop se ma

nifiesta de todos modos en la música más que en las demás formas

del arte. Sólo en ella recuerda el estado de ánimo emocional de

los

participantes

el

efecto mágico de

los

rituales. Siempre se trata

de la mera ilusión de una comunidad pues su correspondiente fon

do social es ficticio. El carácter ritual de arte mágico al que

se

re

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8/16/2019 Arnold Hauser-Sociologia Del Arte

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naturalmente a casi todos los estratos sociales y grupos de edades

pero está dominado evidentemente por los adolescentes. Para ellos

los Beatles encarnan un ideal espiritual corporal con su moral

liberal sí anarquista su talento y afán de validez chillones y

su triunfo en apariencia fácil significa la «honra el poder y el amor

de las mujeres». Los conciertos de música pop han sido calificados

no sin razón de masturbación de masas

y en

todo caso están llenos

de rasgos exhibicionistas y regresivos.

Historia

de

la música «pop»

Los comienzos de la música

pop

que se remontan a mediados

de los años cincuenta eran consecuencia de la situación social

en

que se encontraba la juventud de postguerra a mediados. del

si-

glo con su expresionismo y exhibicionismo

la

brutalidad de sus

efectos violación de los oyentes la existencia problemática y a

menudo evidentemente indefensa de sus partidarios. Los vínculos

familiares se relajaron en amplios círculos de la baja burguesía y

de la clase obrera. Una parte considerable de los jóvenes militares

licenciados no estaban preparados para responder a las exigencias

de una vida civil regulada.

La

guerra hab ía sido para la. mayoría

de ellos una escuela de violencia anarquía para todos una

exhortación a recordar la destrucción que esperaba al mundo en

las condiciones existentes. El nihilismo de la generación así equi

pada también dejó sus huellas naturalmente en la música de la

juventud respingona.

Entre 1957 y 1961

si

se prescinde de la decadencia del jazz

no ocurrió nada notable en el ámbito de la música popular. El ro k

nd roll se hizo cada vez más moderado perdió su ímpetu se incli

nó paulatinamente por lo bonito ameno.

La

moda de los Beatles

814

fieren los panegiristas bien intencionados y demasiado creyentes

de la música

pop resulta pura fetichización mitificación al mirar

lo con más detalle. Cabe que la producción y recepción de la mú

sica pop produzca la apariencia de un acto ritual pero en realidad

no tiene nada que ver con el arcaico ceremonial de este tipo.

3 intura

pop>>

rítica

de la sociedad de la cultura

A pesar de la estrecha ligazón de sus representantes con la

élite ilustrada la pintura pop recibe su nombre por la banalidad y

trivialidad de sus temas el origen de sus motivos sacados del

mundo de la economía industrial estandarizada principalmente

por la simplificación de sus representaciones mediante el abandono

de los valores propiamente pictóricos los matices graduados y los

efectos ambientales

el

trazado lineal improvisado las pinceladas

· individuales. El sentimiento de angustia y alienación de ironía y

de burla con que representa la pintura

pop los productos desani

mados y cosificados de la gran ciudad moderna

se

revela del modo

. más claro en este tono frío despersonalizado. La producción en

masa de objetos y utensilios de medios de tráfico de aderezos

para el cuarto de baño de latas de conservas y medias de nilón de

revistas ilustradas ha transformado el

mundo

en

un

de

en donde la humanidad vive engañada en sus necesida

reales arrastrada por placeres masoquista-sadistas. El sarcas

mo con que la

pintura pop

contempla el mundo transformado le

el carácter de protesta y de oposición suavizado o totalmente

815

ausente

en

las otras formas del arte

pop. No

por eso deja de p ~ o

ducir a menudo una impresión divertida y loca y crea una

a t ~ - ~ s

fera de amistad y alegría que permite s u p o ~ e r

~ u e

la.

oposiC On

política y la crítica social

no van nunca

d e m s i ~ o leJOS, que

uno

se siente a gusto

en

este mundo diverso, estndente,

r ~ I d o _ s o

y turbulento, a pesar de todo, aunque tal

vez

con m l ~ conciencia.

El crítico de arte Lawrence Alloway, que

ha

acunado el con-

cepto de arte

pop

, aplicó el nombre para la descripci?n de los

~ r o

duetos del arte de masas

en

los medios de los anunciOs, la revista

ilustrada el cine y la música bailable; sin embargo, de acuerdo

con su

d ~ f i n i i ó n

donde menos se adaptaba era

en

la

pintura

pop.

El contraste e n t r ~ arte

pop

y arte popular lo observó ya Alloway,

T

la estructura no dice

en

absoluto que la pintu ra

pop

sea considerada

como «arte» por el observador ni que,

en

cuanto tal, sea mejor

comprendida que una pintura de tipo diferenciado. Su calidad ar-

tística se mantiene ignorada mientras que la música

pop

le suena

igual que la música clásica al oyente ingenuo, siendo indiferente

que tenga conciencia o

no

de la diferencia cualitativa.

El arte pop niega la autonomía e inmanencia de la obra aislada.

La imagen de una muchacha en traje de baño de Roy Lichtenstein

presenta tan pocos rasgos individuales como las latas de conserva de

Andy W arhol. Su sentido único y su formalismo, sus contornos

claros y sus colores monótonos, su dibujo esquemático y compo-

sición relajada, todo contradice en ellos el principio de la unicidad

de la obra de arte

en

general y

apunta

a su repetibilidad

en

este

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8/16/2019 Arnold Hauser-Sociologia Del Arte

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pero lo concebía de tal manera que el arte popular anterior (por

ejemplo, la decoración de tabernas, puestos mercados r raba-

jos parecidos, las canciones del teatro de vanedades y la h t e r a t ~ r a

por entregas) estaba creado para y mediante el pueblo sentido

estricto, mientras que el nuevo arte pop lo han creado artistas p:o-

fesionales, metódicamente entrenados, para el pueblo

en

el s e ~ h d o

más amplio. Aunque esta ficción

no

se mantuviera por mucho h:m-

po, resulta incomprensible cómo pudo originarse.

P u ~ s

por

s e n c i ~ l o s

y crudos que sean los motivos del arte

pop

por eJemplo,

~ o d i a n

tener efectos artísticos precisamente a causa de su b n h d ~ d '

primitivismo, sólo por la comprensión d e ~ ? ~ s e r v ~ ~ o r de su signi-

ficado irónico, esto es, únicamente por un JUI IO cntico d ~ s a r r o l l a ~ o .

De todos modos, la pintura pop creada por ~ o y LIChtenstem,

Andy W arhol y Robert Rauschenberg contiene. mas e l e m e n ~ o s que

la música pop para poder agradar a un público I l u s t r ~ d o regido por

las pautas del arte sublime. Esta última es de por si mas popular,

utiliza medios efectivos más ingenuos, espontáneos y, p o ~ lo gene-

ral también más brutales que

la

pintura

pop

que

tan

radicalmente

ha acabado con las finezas impresionistas, aunque

aún

no se

ha

emancipado por completo de los principios t r a d i c i o n ~ l e ~ del gusto

de los ilustrados. Cierto, lo «pictórico» de los sentimientos am-

bientales el juego de colores rotos y contornos difusos, el encanto

sensible de la mancha de color y de la pincelada, pierden su valor

artistico, sin embargo

no

son ningunos «sonidos natura es» l o ~ que

se manifiestan

en

su lugar sino momentos m ~ n o . s d i f e r e n c ~ a d o s

únicamente

en

lo visual. La simplificación del

dibUJO,

el colondo Y

• Cf. George Melly:

Revolt into Style

1970, p. 15 Y ss.

816

caso especial.

La

personalidad de un artista como Lichtenstein pue-

de ser inconfundible y reconocible

en

todas sus obras; pero cada

una

de ellas se puede imaginar a voluntad en muchos ejemplares

y es opuesta a la idea de lo individual y único. Pero aquí, como ocu-

rre, por ejemplo en

el arte gráfico, la apariencia de unicidad no se

pierde a causa de la reproducción mecánica sino por la técnica de

cartel y las formas excesivamente simplificadas y a menudo de di-

mensiones demasiado grandes que sirven para captar la mirada

y

no

para recrearla.

Desvalorización

de lo pictórico

La

manera despersonalizada de expresión, la neutralización de

la

«firma», la imitación de los métodos de producción industrial, la

representación de vivencias obtenidas de segunda mano, la super-

ficialidad e insustancialidad de los objetos representados, todo con-

tribuye a darle un

carácter abstracto hasta a los motivos figurati-

vos.

El resultado final

es un

artículo de masas acabado, producido

de manera aparentemente mecánica, a despecho de la cantidad

efectiva de ejemplares producidos.

De

esta suerte, la pintura

pop

no sólo es comercial en espíritu,

como· las demás formas del arte pop sino que utiliza también la

técnica de los medios comerciales, de los carteles, de las ilustra-

ciones de revistas y de los anuncios de periódicos. Como ya se

sabe, los impresionistas dieron ya con

una

fuente de estímulos en

el arte gráfico y

en

la fotografía, mecánicamente reproducibles,

y con su. técnica de la litografía Daumier creó precisamente el pro-

totipo de la pintura pop. Pero al estar orientadas todavía las artes

817

gráficas hacia los fenómenos de

la

realidad la pintura

pop

no se

rige por

la

impresión de los objetos reales sino por su representa

ción esquematizada en los medios por lo general artísticamente

indiferentes de la publicidad comercial. Su distancia de la realidad

concreta es doble; pretende reflejar la imagen pobre en rasgos rea

listas del anuncio comercial de

los

bienes de consumo y

se

aleja

así aún más del mundo objetivo. En vez de un reflejo directo consta

de citas de un texto que representa ya traducido en artefactos el

material de la realidad.

En

este alejamiento de segundo grado res

pecto de

los

doctos originales puede vislumbrarse ya tanto el signo

del tema a ent rar en contacto con la realidad natura l como la ex

presión de la sensación de que ya no ha quedado nada para noso

tros de la originalidad y espontaneidad de la naturaleza.

Y estandarizado de

1 . .1. .

b. a ClVI Izac10n urguesa pero sin permitir que

~ p r e ~ c en pnmer plano el frente político del movimiento y s

1

n

mcurrir en un h l

l

m I 1smo tota frente a los productos del sistema pro

ematico. Acepta sus formas como elementos de

un

medio

m b i e n ~

te que;

no

gusta necesariamente pero que hay que aceptar porque

no existe otra alternativa.

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8/16/2019 Arnold Hauser-Sociologia Del Arte

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Neo dad

Una

obra de la pintura pop es en el mejor de

los

casos una

buena producción

y

en cierto respecto artíst icamente más o me

nos interesante de un artefacto banal. Cabe que a través de este

«interés»

se

produzca cierta calidad artística: debido al desinterés del

medio por los valores humanis tas y a su despreocupación por sí a

su aversión manifiesta contra su trato prominente el arte

pop

ad

quiere sin embargo el carácter de un antiarte de un neodada. El

azar en la elección de los motivos representados responde al princi

pio del

coll ge

y del montaje fotográfico; la justificación del dere

cho del antiarte naciente a figurar como arte se basa en la supuesta

pretensión de hacer figurar como tal todo lo que se llame arte.

En la forma de

ssembl ge

al arte pop pierde con

el

abandono

de

la bidimensionalidad

el

último resto de homogeneidad propia por

lo demás de las artes plásticas. Se convierte en una especie de

super-dada.

En

los h ppenings el producto artístico pierde incluso

su carácter figurativo y pretende ser comprendido como aconteci

miento; su ser ontológico se disuelve en puro devenir.

Originariamente

el dadaísmo era

un

movimiento anarquista

con una tendencia cultural predominantemente nihilista aunque

con un fuerte tono político. Combatía la cultura cuyos valores

negaba en cuanto producto de la burguesía de posguerra. Al con-

vertir en principio la libertad respecto de los motivos artísticos tra

dicionales quería liberarse de las convenciones de la sociedad bur

guesa. El arte pop niega tan decididamente el carácter mecánico

818

819

Indice

4.

2. Estabilidad

y

movilidad de las capas de

instrucción . . . . . . . . . . . . . . . .. . . . . . . . . . . . . . . . . .

7

3

3 La dimensión de los grupos de público . . . 574

4. Tú

y

vosotros 576

5.

Tipos históricos y composición del públi-

co artístico . . . . . . .. .. . .. . . .. . . . . .. . . .. . . . 579•

Los mediadores

l Signo e interpretación

2. Ser y significado

3. Clases de mediación .

588

588

590

591 •

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Cuarta parte:

SociOLOGÍA

DEL

PÚBLICO

Alocución

y

pronunciación · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · ·

l.

l

El sujeto productor y el

r ec eptor

.

La obra ofrecida y la reclbtda . : .. ·: ,

Los mediadores entre autor y pubhco

4 Yo y tú

5 • La producción como producto del con-

sumo .

6. La obra de arte como diálogo .

2. Vivencia artística · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · ·

3

1. Educación del artistd

y.

del experto · ; ¡ í ~ ·

2. La legitimidad de istmtas pautas a -

3.

ticas ·

·

· · · .. · ··· · · .. · · · .. ..

La recepción como malentendldo o «me

jor comprensión de la obra de arte

os consumidores del

rte

· · · · · · · · · · · · · · · · · · ·

l Estructura social e intereses artísticos

549

549

551

551

553

555

558

563

563

564

567

571

571

l

.

.

>

4.

El

experto y el receptor ingenuo .

5. La leyenda del artista ..

6. Facilitación e impedimento .

7. El director .

8.

Monopolio de

la

e x p o s ~ i ó n .

594

59(;,

597

598

598

5. La crítica de arte . .. . . .. . .. .. . . . . . . . . . . . . .. .. . 600

l

Interpretación y valoración . . . . . . . . . . . . . . . 600

6.

2. Crítica y traducción .. . .. .. .. .. .. .. .. .. . 601

3 El crítico como experto 603

4. Sentimiento cualitativo y juicio valora-

tivo . . . . . . . . 604

5. División del trabajo en la crítica .. .. . . . 605

6. Crítica de arte subjetiva

y objetiva . . . . . . 607

7. Crítico, es teta, historiador del arte

y

en-

sayista . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 608

8. Autocrítica . .. .. . .. . . . . .. . . . . . . . . . . . . .. 613

9. La democratización de la crítica . 616

10. Juicios falsos .. . .. . . . .. . . .. .. . .. . . .. 618

Instituciones de la mediación

l

Función v evolución de las instituciones.

2. Cortes

y

~ l o n e s ..

3. Teatro ..

4. Museo .

5. Biblioteca .

622

622

624

626

632

639

7 El comercio artístico ·

l

Mediación y alienación

2. Coyuntura · · · ·

3. Desarrollo del mercado artístico ..

4. Valor ideal y valor real .

S

Pérdida del aura del original .

8. Comprensión

y

malentendido ..

l Comprensión

y

fundamento .

2. Referencia vital de la comprensión .

3. El inevitable malentendido ..

642

642

644

646

6S2

6S4

6S7

6S7

662

664

666

2.

3.

El arte de la élite ilustrada ..

l

~ i s t o r i ~ i d a d de las capas instruidas

2. Tipos Ideales de instrucción

3 · Las obras de arte sublime .

4. Tradición y vanguardia

::::::::::::::::::

El

arte del pueblo .

l

Teoría .

Lo ingenuo y lo natural. Hipóstasis de Í ~ ~

a c t l t ~ ~ e ~

de grupo. Romanticismo

y

psi

coanálisis. Arte popular

y

arte campesino.

698

698

700

701

703

706

706

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4. La fuerza «retroactiva» del presente .. .

S Tipología de la comprensión musical ..

9. Exito y fracaso ·

l

Talento

y

éxito .

2 Tensiones entre pensamiento artístico y

político ..

3. El culto de ser ignorado

4. Derrota sin compensación

10 Motivos sociales y antisociales

l

l Humanismo

y

egoísmo ..

2. El terror mágico ..

3. Aislamiento ..

4. Evasión a la inarticulación .

S Narciso y Orfeo

Quinta parte: LA DIFERENCIACIÓN DEL ARTE

POR CAPAS INSTRUIDAS

Clase e instrucción .

l Concepto de capa instruida .

2.

La

«intelectualidad flotante» ..

3. Movilidad social .

4. El privilegio de la instrucción .

5 Historia del arte por cortes transversales.

669

676

676

678

679

680

682

682

683

684

68S

686

687

687

688

689

692

693

4

í

,

5

6.

2.

Cu tura comunitaria. «Bien cultural dismi

n ~ I d m ~ Poesía artística y poesía popular.

H1stona .

r-.:eolítico. La época de las invasiones

n 6 ~ ~

dicas. Edad Media. Edád Moderna.

El arte popular

································

l

2.

D e t e ~ : n i n a d ó ~

conceptual .

Tens10n

y

distensión. Alivio

y

evasión.

¿Qué desea

el público? Ideología del arte

popular. Arte proletario.

«Kitsch»

Fases evolutivas

Finales. ?e la A n t i g G ~ d ~ ~ i ...

d ~ d · M ~ d i ~ :

Ilustrac10n. El Segundo Imperio.

Arte de masas

····································

l

2.

3.

4.

5

Repetición mecánica

························

Arte administrado

Composición del p ~ b Ú ~ ~ d ~ . · ~ ~ ~ ~ ~ .

El «gran público» ..

Prehistoria · ·

····································

Una interpretación de

la

cultura de masas .. .

1

El fi? la

e ra

Gutenberg .

2. Contmllldad v1sual y simultaneidad acús-

tico-óptica .

3. Reproducción técnica

························

723

729

729

742

7SO

750

751

753

7

7S7

767

767

769

770

7.

4. Formas multimediales .................... .

5 «El medio es el mensaje» ................. .

Los medios de masas . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . ..

l

2.

El

bestseller . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . ..

Trivialidad. Comodidad. Disminución del

público lector. Seguridad amenazada.

El cine

. . . . . . . . . . .. . . . . . . . . . . . .. . . . . . . . . . . . .. .

.

Comienzos del arte de masas. La clase me-

dia como exponente del equilibrio socinl.

Montaje. Espacio y tiempo. Historia re

ciente del cine.

772

773

776

776

780

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1. Jacques Rueff: La época de la Inflación.

2.

Mircea Eliade: Lo sagrado y

lo

profano.

3. Jean Charon: De la flslca al hombre.

5.

E.

Mounier: Introducción a los exlstenclallamoa.

6.

J.

Bloch-Michel:

La

•nueva novela•.

8.

N.

Sarraute:

La

era

del recelo.

9.

G. A.

Welter: Flloaofla y ciencia

an la

Unión Soviética.

Page 141: Arnold Hauser-Sociologia Del Arte

8/16/2019 Arnold Hauser-Sociologia Del Arte

http://slidepdf.com/reader/full/arnold-hauser-sociologia-del-arte 141/145

8.

3.

Radio y televisión

. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .

.

Radio televisión y cine. Función dialéctica

y

a r t i ~ t i c a

Dictado cultural .

d e o l o g í a

Principios formales de

la

telev1s1on.

Arte «pop»

. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .

· ... · · ·. ·

l

2.

3.

Rasgos homogéneos

y h e t e r o g é n e o ~

.....

.

Nacimiento de una cuarta capa de mstruc

ción. «Pop» y popular. Equívoco del arte

«pop». Coeficientes sociales. El «paisaje»

de la pintura «pop>>.

Música «pop» ....................... · · ... · · · · ·

Música «pop» y jazz. Los Beatles. Roman

ticismo

y

antirromanticismo. Historia de la

música «pop».

Pintura «pop» .............. · · · · · · · · · · · · · · · · · · ·

Crítica de la sociedad

y

de la cultura. Des

valorización de lo pictórico. Neo-dadá.

796

805

805

811

815

t

:

1

11.

K. Papaioannou:

El

marxismo, ldeologla fria.

12.

M.

Lamy: Nosotros y la medicina.

13. Charles-Oiivier Carbonell:

El

gran octubre ruso.

14. C.-G. Jung: Consideraciones sobre la historia actual.

15.

R. Evans: Conversaciones con Jung.

16. J. Monnerot: Dialéctica del marxismo.

17.

M.

Garcla-VIf\6: Pintura espallola neoflguratlva.

18. E. Altavllla: Hoy con Jos esplas.

19,

20

y

21.

A.

Hauser: Historia social

de

la Literatura y el

Ara.

22.

Los cuatro Evangelios.

23. Julián Marias: Anéllsls

de

los Estados Unidos.

24. Kurz-Beaujour-Rojas: La nueva novela europea.

25.

Mircea Eliade: Mito y realidad.

27. B. Pastemak: Cartea a Renata.

28. A.

Breton: Manifiestos del surrealismo.

29. G. Abettl: Exploración del Universo.

30.

A.

Latreille: La Segunda Guerra Mundial

(2

tomos).

31. Jacques Rueff: VIsión quéntica del Universo.

32. Carlos Rojas: Auto

de

fe novela).

33. Vintila Horia: Una mujer 11ara el Apocalipsis novela).

34. Alfonso Albalá:

El

secuestro novela).

35. S. Lupasco: Nuevos

aspectos

del

arte

y de la ciencia.

36.

Theo

Stammen: Sistemas politlcos actuales.

37.

Lecomte

d J Noüy: De

la ciencia a la fe.

38. G.

Uscatescu: Teatro occidental contemporáneo.

39,

130. 131. A.

Hauser: Origen de la literatura y el arte modemoa.

111

Literatura y manlerlsmo; l

El

manierlsmo, crisis del

Re..-

clmlento:

11

Pintura y manlerlsmo.

40. H. Clouard: Breve historia

de

la literatura francesa.

41.

H. Van

Ssachno: Literatura soviética posterior a Stalin.

42.

Literatura clandestina soviética.

43 y

44.

L Plrandello: Teatro, l; Ensayos,

11

45. G.

de Torre: Ultralsmo, exlstenclallsmo...

en

literatura.

46.

Guillermo de Torre: VIgencia de Rubén Darlo y

C ~ r a a

péglnaa.

47.

S.

Vllas:

El

humor y

la

novela española contemporánea.

48.

H. Jürgen Baden: Uteratura y conversión.

49. G. Uscatescu: Proceso al humanismo.

51. Platón: El banquete, Fedón, Fedro. Trad. de Luis Gil.

52. Sófocles: Antígena, Edipo Rey, Electra. Trad. de Luis Gil.

53. A. Hauser: Teorías del arte.

54. Carleton S. Coon:

Las

razas humanas actuales.

55.

A. L. Kroeber:

El estilo

y la evolución de la cultura.

57 y

58.

E.

lonesco: Diario, 1 y 11

59. P. Calderón de la Barca: El Gran Duque de Gandía.

60. G. Miró : Rguras

de la

Pasión del Señor.

61.

G.

Miró:

Libro de Sigüenza.

62 63, 64.

P.

de Boisdeffre: Metamorfosis de la

l l ~ e r a t u r a

(3 t.).

65.

R.

Gutiérrez-Girardot: Poesía y prosa en

A ~ t o m o

Machado.

66. Heimendahi-Weizssiicker .. Física y filosof1a.

67. A. Oelaunay: La aparición de la vida y del hombre.

68. Andrés Bosch:

La

revuelta (novela).

120.

P.

L.

Mignon: Historia del teatro contemporáneo.

121. A. Berge:

La

sexualidad hoy.

122.

J. Salvador y Conde:

El

libro de la peregrinación a Santlllg(>

de Compostela.

123. E.

J.

Hobsbawm: Las revoluciones burguesas.

125. A. Arias Ruiz: El mundo de la televisión.

126 y 127. L. F. Vivanco: lntrod. a la poesfa esp. contemporánea.

128. A. Timm: Pequeña historia de la tecnologia.

129.

L.

von Bertalanffy: Robots, hombres y mentes.

132. G. Gómez de la Serna: Ensayos sobre literatura social.

133. J. López Rublo:

Al

filo de

lo

imposible.

134.

J. Charon: De la materia a la

v1da.

135.

M

Mantero: La poesia del yo al nosotros.

137

y

138.

VIcente Gaos: Clavas· de lit eratu ra española,

1

y

11.

139. R.

Bloch-A. Hus:

Las

conquistas de la arqueologfa.

140 y 141. Josué de Castro: Geopolítica del hambre, 1 y 11

...

Page 142: Arnold Hauser-Sociologia Del Arte

8/16/2019 Arnold Hauser-Sociologia Del Arte

http://slidepdf.com/reader/full/arnold-hauser-sociologia-del-arte 142/145

69.

Alfonso Albalá: Los días del odio (novela).

70. M Garcla-VIñó: El escorpión (novela).

71. J. Soustelle: Los Cuatro Soles. Origen y ocaso de las

c u l t u r a ~ ~

12 H. Balaklan: El movimiento simbolista.

73. C. Castro Cubells:

Crisis

en la conciencia cristiana.

74. A. de Tocquevllle: La democracia en América.

75. G. Blocker: Líneas y perfiles de la literatura moderna.

76. S. Radhaskrlshnan: La religión y el futuro del hombre.

77. L. Marcuse: Filosofía americana.

78.

K. Jaspers: Entre el destino y la voluntad.

79.

M

Eliade: Mefistófeles y el andrógino.

80. H. Renckens: Creación, paraíso y pecado orig ina l.

81. A. de Tocqueville: El Antiguo Régimen y

la

Revolución.

82. L.

Carnuda: Estudios sobre poesía española contemporánaL

83. G. Marcel : Diario metafís ico.

84. G. Pullln i: La novela Italiana de la posguerra.

85. Léo

Hamon: Estrategia contra

la

guerra.

88.

José María Valverde: Breve historia de la literatura española.

87. José Luis Cano: La poesía de la Generación del 27.

88.

Enrique Salgado: Radiografía del odio.

89. M

Sáenz-Aionso: Don Juan y el Donjuanismo.

90. Diderot-D'Aiembert:

La

Enciclopedia. Selección.

92 y 93: Brzezinski-Huntington: Poder político USA-URSS. 1 Y 11

95.

A

Montagu: La mujer, sexo fuerte.

99. L. Pirandello: Uno, ninguno y cien

mil

102. G. Uscatescu: Maquiavelo y la pasión del poder.

104. E.

JQnger: Juegos africanos.

105.

A. Gallego Morell:

En

torno a Garcilaso Y otros enaayoa.

106.

R.

Sédillot: Europa, esa utopía.

107.

J. Jahn: Las literaturas neoafricanas.

108. A. Cublier: lndira Gandhl.

109. M

Kidron:

El

capitalismo occidental de la posguerra.

110. R. Ciudad: La resistencia palestina.

116.

J. Vogt:

El

concepto de la historia de Ranke a Toynbee.

117 118 119.

G. de Torre: H.• de las literaturas de vanguardia.

J

1

1

1

1

143. Carlos Areán: Treinta años de arte español.

144 y 164. G. Duncan Mltchell: Historia da la sociologia (2 t.J.

145.

A. López Oulntás:

El

pensamiento filosófico de Ortega y D'Ors.

146.

L.

Garcia Ballester: Galeno.

147. Martin Alonso: Segundo estilo de Bécquer.

148.

Luis Bonilla: Las revoluciones españolas en el siglo XVI.

149. Gérard Bonot: Han matado a Descartes.

150. P. Jordan:

El

hombre de ciencia ante el problema religioso.

151. Emilio Beladiez: El Oriente extremoso.

152. Jean-Paul Harroy:

La

economía de los pueblos sin maquinismo.

154.

Claude Maurlac:

La

allteratura contemporánea.

155.

Emilia N. Kelley:

La

poesía metaflsica de Quevedo.

156. J. Stuart Mili-H. Taylor Mili:

La

igualdad de los sexos.

157. John Eppste ,.,: ¿Se ha vuelto loca la Iglesia católica?

158. E.

O. James:

La

religión del hombre prehistórico.

159 y

160.

José Acosta Montoro: Periodismo y literatura, 1 y

1 .

161. Armando de Miguel: Diagnóstico de la Unversidad.

162.

Martln Almagro: Introducción al estudio de la Prehistoria y

dlt

la Arqueologia de Campo.

163. Paul Ramsey: El hombre fabricado.

165.

G.

Durozoi-B. Lecherbonnier:

El

surrealismo.

166.

André Rey: Conocimiento del individuo por los tests.

167. Pedro á n c h e ~ Paredes: El marqués de Sede.

168 y 169. Ramón Gómez de la Serna: Automoribundla.

170.

J. L. Cano: Poesía esp. contemp. Generaciones de

p o S < J U W t ~ .

171. Carlos Longhurst: Las novelas históricas de Pfo Barojs.

172. Henrl Lefebvre: Marx.

173. Antonio Gallego Moreli: Angel Ganivet.

174. Giacomo Lauri-Voloi· Voces paralelas.

175. T.

Navarro Tomás: Manual de entonación española.

176. W. Clarke-G. Pulay: El dinero en el mundo.

177

y

178.

Margot Berthold: Historia social del teatro,

1

y

11

179.

A. Sánchez Barbudo:

El

pensamiento de Antonio Machado.

180. A. Hauser: Fundamentos de la sociologfa del arte.

181.

G.

Gurvltch: Proudhon.

182 l

C. Jarvie: Soclologia del cine.

183

A

Fernández-Cid: Puccini: El hombre, la obra, la estela

184 S.

De

Coster-F. Hotyat: Sociología

de

la educación.

185 J. J. Berreby: El petróleo en la estrategia mundial.

186 Juan Francisco Manzano: Autobiografía

de

un esclavo.

187

René Sedillot: Historia

de

las principales monedas.

188

Gerard Durozoi: Artaud,

la

enajenación y la locura.

189 Priscilla Cohn: Heidegger,

su

filosofía a través

de la

nada.

191 Heilbroner: El porvenir humano.

192 Mark Twaln: Las tres erres

193 P

Hays: Nuevos horizontes

de

la psiquiatría.

194

D

Wellershoff: LiteratUra y praxis.

195. F Ayala: El escritor y su imagen.

196. O. Caballero: Las medicinas marginedas.

197

R

Gómez

de la

Serna: lsmos.

198 A Faraday: El poder

de

los suellos.

199.

K

Lambert-G. Brittan: Introducción a la filosofía

de

la clencl .

Obras

de ARNOL:D HAUSER

l

Historia social de la

Literatura y

el Arte

2 tomos de

24

x

18

cm

:

968

págs.

223

ilustraciones '

1

en negro Y

32

en color

TOMO PRIMERO

Skivertex.

(4.• edición)

l. TIEMPOS PREHISTORIC OS

l

Paleolítico Magia naturalismo

2.

Neolítico Animismo

y

geometrismo

3.

El artista como mago sacerdote El arte como profesi6n labor

domhtica

Page 143: Arnold Hauser-Sociologia Del Arte

8/16/2019 Arnold Hauser-Sociologia Del Arte

http://slidepdf.com/reader/full/arnold-hauser-sociologia-del-arte 143/145

200 G

Torrente Ballester: El Quijote como Juego.

201. H Selye: Tensión sin angustia.

202

P Baum: La comuna. Una alternativa a la familia.

206

Debray-Ritzen: Escolástica freudiana.

207. Tucldides: Historia

de

la guerra del Peloponeso.

208. E

A

Abbot: Planllandia.

209. J.

G

Bourke: Escatología y civilización.

210.

A

Bierce: Cuentos

de

soldados y civiles.

211. F Buache: Luis Buñuel.

212. W Muschg: Expresionismo, literatura

y

panfleto.

213.

M

J. Harner: Alucinógenos y chamanismo.

214.

T

Zlolkowskl: Las novelas

de

Hermann Hesse

215. L C. Céllne: Casse-Pipe y Conversaciones con el

p r o f ~ o r Y

216.

D

Lacalle: Técnicos, científicos,

cleses

sociales.

217.

W M

Thackeray: El libro de los snobs.

218. D Coulmy-J. Page: Las reservas del oc6ano.

219.

D

Wellershoff: Literatura

y

principio del placer.

220.

M A

Shaban: Historia del Islam.

221

P D Thompson: El mundo

de

los virus.

222.

R

Wllhelm: La sabldurfa del 1 Ching.

223

y 224.

E

J. Hobsbawm:

La era

del capitalismo.

225. A Kollontal:

La

mujer en el desarrollo social.

226. F Basaglia: ¿Qué es la psiquiatrfa?

227.

G

Steiner:

En

el castillo

de

Barbazul.

228. F Kafka: En la colonia penitenciaria.

229.

L

Garruccio:

La era de

Kissinger.

230. S.

Lem:

Fábulas

de

robots.

231. l. Oswald: El sueño.

232. B

L

Cohen: Ciencia nuclear y sociedad.

233

H Kelsen: Esencia y valor

de

la democracia.

234

Y

Kagarlitski: ¿Qué

es

la ciencia-ficción?

235 T

Moscr:

Un

sicoanalista en el diy¡in.

236 a 239 T Mann:

José y

sus hermanos.

240 a

244

A Hauser: Sociología del arte.

j

Il. ANTIGUAS

CULTURAS

URBANAS

ORIENTALES

l

Estática y dinámica en

el

antiguo arte oriental

2.

La

situación del artista y la organización del trabajo artístico en

Egtpto

3.

La estereotipación del arte en

el

Imperio Medio

4,

El naturalismo del periodo de Ekhnaton

5.

Mesopotamia

6

Creta

III. GRECIA Y

ROMA

l · La edad heroica la

edad

homérica

2. El estilo arcaico

e/

arte en las cortes de los tiranos

3. Clasicismo

y

democracia

4. La

«Ilustración» griega

5 La

época helenfstica

6. La época imperial

el

final del Mundo Antiguo

7

Poetas

y

artistas en la Antigüedad

l

2.

3.

4.

5

6.

7

8

9

lO

11

IV. LA

EDAD

MEDIA

El espiritualismo del primitivo arte cristiano

El estilo artfstico del cesaropapismo bizalllino

Causas y consecuencias del movimiento iconoclasta

De las invasiones bárbaras al renacimiento carolingio

Poetas y público de los poemas épicos

La organización del trabajo artfstico en los monasterios

Feudalismo estilo románico

El romanticismo de la caballerEa cortesana

El

dualismo del gótico

Logias

y

gremios

El arte burgués del gótico tardío

V

RENACIMIENTO MANIERISMO BARROCO

l. El concepto

de

Renacimiento

2. El público del arte burgués y de¿ arte c o r ~ e s ~ n o del «Quattrocento>>

3

Posición social del artista en el Renac1m1ento

4. El clasicismo del «Cinquecento»

5 El concepto de manierismo

6. l época de la polltica realista

7.

LA

segunda derrota de la caballería

8 El concepto del barroco

9

El barroco de las cortes católicas

10. El

barroco protestante

y

burgués

TOMO SEGUNDO

VI.

ROCOCO

CLASICISMO Y

ROMANTICISMO

HISTORIA DEL MANIERISMO

. I. Esbozo

de

la h i s ~ o r i a

del manierismo en Italia. - II. ObservaC I ~ n e ~ .sobre la h1stor1a del manierismo fuera de Italia. - III. Los

prmc1p10s

~ o r ? J a l e s

del manierismo en el arte y en la

literatura._

IV. _Los pnnc1pales representantes del manierismo en la literatura

de

Occ1dente.

EL MANIERISMO Y EL ARTE

MODERNO

Baudelaire

Y

el esteticismo. - Mallarmé

y

el simbol ismo. - El

surrealismo. -

Proust y

Kafka.

3. Sociología del Arte

1038

págs.

86

ilustraciones 2 tomos de 24 x

18

cm en tela

Tomo

I

PRIMERA PARTE

Conceptos fundamentales

l

TotaHdad vital

y

totalidad artlstica. -

2

Espontaneidad

y

Page 144: Arnold Hauser-Sociologia Del Arte

8/16/2019 Arnold Hauser-Sociologia Del Arte

http://slidepdf.com/reader/full/arnold-hauser-sociologia-del-arte 144/145

1. l disolución del arte cortesano

2. El

nuevo público lector

3. El origen del drama burgués

4. Alemania y la Ilustración

5 Revolución y arte

6

El

romanticismo alemán y el de Europa occidental

VII. NATURALISMO E IMPRESIONISMO

1.

l generación

de

1830

2.

El Segundo Imperio

3 l novela social en Inglaterra

y

Rusia

4. El

impresionismo

VIII. BAJO EL

SIGNO DEL CINE

2. Manierismo crisis

del Renacimiento

Origen de la

literatura

y

del

arte modernos

Ene. en tela: 322 ilustraciones. 438 páginas

SOBRE LA TEORIA DEL

MANIERISMO

I. Concepto del manierismo. -

11

La disolución del Renacimiento.¡

III. El nacimiento de la concepción cientlfico-natural.

d ~ l m ~ e ~

- IV. Revolución económica

y

soc ia l. - V. Los

m o ~ I m l e ? t ~

como

giosos -

VI La autonomía

de

la

pol it ica. - VII .

La

ahenaciÓ d la

clave del

m a ~ i e r i s m o

- VIII. El narcisismo

como

psicologla e

alienación. - IX. Tragedia y

humor.

1

1

convención. -

3

Sociología y psicologla. - 4. Arte e historicidad.

SEGUNDA

PARTE

Acción reciproca y dialéctica

l

El

arte como producto de la sociedad. Elementos de la creación

artística. - 2. Materialismo histórico. - 3 La función del artista

en la vida de la sociedad. a) Propaganda e ideología. - 4

La

fun

ción del artista en la vida de la sociedad. b)

La

posición del

artista

en el curso de la historia. -

5 La

sociedad como producto del

arte.

Tomo 2

TERCERA PARTE

Dialéctica de lo estético

1. Concepto de dialéctica. _:. 2. El principio de contradicción.

3 Dialéctica de la historia y de la naturaleza. - 4. Dialéctica de

lo estético. -

5

Limites

de

la dialéctica.

CUARTA

PARTE

Sociologfa del público

1 Alocución y pronunciación. - 2. Vivencia artística. - 3. Los

consumidores del arte. - 4. Los mediadores. -

5 La

critica del

arte. -

6

Instituciones de la mediación. -

7

El comercio artlsti

co. -

8

Comprensión

y

malentendidos. -

9

Éxito

y

fracaso. -

lO Motivos sociales y antisociales.

QUINTA PARTE

l

diferenciación del arte por capas instruidas

l Clases y educación. - 2. El arte

de

la ética ilustrada. - 3 El

~ r t e

del

pueblo.-

4.

Arte popular .- 5

Arte

de

masas. -

6 Una

Interpretación de la cultura de masas.

7.

Los medios de masas.

- 8 Arte pop

SEXTA PARTE

¿Estamos ante el fin del arte?

l. Conceptos de la decadencia del arte. - 2. Los supuestos del

arte del

presente.-

3. Síntomas

de

crisis del arte actual.

/1 30 o_g

;¡¡

n

/:¡ }

Colección

universitaria de

bolsillo

PUNTO

OMEGA

Formato: 11 x 17,7

cm.

19, 20,

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Arnold Hauser:

HISTORIA SOCIAL

DE LA UTERATURA

Y

Ei. ARTE

12.• edición (7.• popular).

Visión

nueva

de

la

evolución

del arte y de la literatura, con-

dicionada por el medio ambiente

socioeconómico en que el escri

130, 131 (y 39)

Arnold Hauser:

ORIGEN DE LA

LITERATURA

Y

EL

ARTE MODERNOS

1: El manierismo, crisis del

renacimiento» (130)

II:

<<Pintura

y

manierismO>) (131)

III:

<<Lite'ratura

y

manierismo»

(39)

Tercera edición.

Page 145: Arnold Hauser-Sociologia Del Arte

8/16/2019 Arnold Hauser-Sociologia Del Arte

http://slidepdf.com/reader/full/arnold-hauser-sociologia-del-arte 145/145

tor y el artista se movían.

ISBN obra comp. 84-250-2999-6

1.192 págs. y 134 ilustr.

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t 3, 84-250-0021-1, 352 págs.

tl 200 t2:180y t3: 180 ptas.

53

A. Hauser:

TEORIAS DEL

ARTE.

TENDENCIAS Y METODOS

DE LA

CRITICA

MODERNA

Cuarta edición.

Antes publicado

con

el titulo

Introducción a la historia del

arte se publica

ahora

con el

nuevo titulo a requerimiento del

autor.

El autor de Historia social de

la literatura y el arte números

19, 20 y 21) y de Literatura y

manierismo (números 130, 131

y 39 de P. 0.) nos brinda los

En ediciones anteriores se pu

blicaron con los títulos: El manle-

rismo crisis del renacimiento

Pintura y manierismo

y

Litera-

tura y manierismo. A requeri

miento del

autor

se publican

ahora bajo el nuevo título.

Esta

obra

da la más completa

visión del

arte

manierista, estilo

que Hauser interpreta como uno

de los cambios más profundos en

la i s t o r i ~ rlel espíritu.

Proceso seguido por

la

litera

tura

desde el siglo XVI

al

momento

actual: Shakespeare, Cervantes,

Góngora,

los poetas metafísicos

ingleses, Proust, Joyce y

Kafka,

todos ellos profundamente influi

dos por los criterios manierfsticos.

ISBN 84-250-0130-7 328 págs.

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y el lenguaje

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