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Willermoz

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    Jean-Baptiste Willermoz, Su obra

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    JEAN-FRANOIS VAR

    J e a n - B a p t i s t e

    Willermoz Su obra

    SERIE NEGRA [BIOGRAFAS]

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    JEAN-FRANOIS VAR

    J e a n - B a p t i s t e

    Willermoz Su obra

    Traduccin de RAMN MART BLANCO

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    Jean-Baptiste Willermoz, su obra JEAN-FRANOIS VAR

    editorial masonica.es SERIE NEGRA (Biografas) www.masonica.es

    2013 Jean-Franois Var 2013 EntreAcacias, S.L. (de la edicin) 2013 Ramn Mart Blanco (de la traduccin)

    EntreAcacias, S.L. Apdo. de Correos 32 33010 Oviedo - Asturias (Espaa) Telfono/fax: (34) 985 79 28 92 [email protected]

    1 edicin: diciembre 2013

    ISBN (edicin impresa): 978-84-941827-4-7 ISBN (edicin digital): 978-84-941827-5-4

    Edicin digital

    Reservados todos los derechos. Queda prohibida, salvo excepcin previs-ta en la ley, cualquier forma de reproduccin, distribucin, comunicacin pblica y transformacin de esta obra sin contar con la autorizacin de los titulares de la propiedad intelectual. La infraccin de los derechos mencionados puede ser constitutiva de delito contra la propiedad inte-lectual (arts. 270 y ss. del Cdigo Penal).

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    NDICE

    Advertencia, 7 Introduccin a la Doctrina del Rgimen Escocs Rectificado, 8 Jean-Baptiste Willermoz y su obra, 49 Willermoz y los suyos, 51 La vida de Willermoz, 56 Willermoz mientras y despus de la Revolucin, 62 Willermoz antes de la Revolucin. Su obra

    masnica, 69 1760-1767 La bsqueda de la verdad, 78 1767-1774 El descubrimiento de la verdad, 85 1774-1782 La encarnacin o la puesta en

    prctica de la verdad, 93 El Rgimen Escocs Rectificado, 102 Despus de Wilhelmsbad, 110 Y actualmente?, 114 Conclusin, 118 Retractatio, 126 Anexo I - Una carta desconocida de Henri

    de Virieu, 127 Anexo II rbol genealgico de la familia

    Willermoz, 131 Bibliografa, 132

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    ADVERTENCIA

    El presente texto: Introduccin a la Doctrina del Rgi-men Escocs Rectificado, en su primer estado era una conferencia que fue pronunciada en Bruselas en no-viembre de 1992. Dicho texto fue puesto despus al da, completado y corregido para que sirviera de prefacio a una edicin completa de la Instruccin particular y se-creta a mi hijo, dicha en abreviado Cahiers D, que es mencionado infra pgina 5.

    Como esta publicacin no est todava a punto, he decidido substituirla por una instruccin de mi cosecha que no ha sido hasta ahora publicada. Ella desarrolla exactamente los mismos temas que Willermoz: el estilo es otro pero el pensamiento es idntico.

    As, esta edicin espaola constituye un todo absolu-tamente original.

    J.F.V. Noviembre 2013

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    INTRODUCCIN A LA DOCTRINA DEL RGIMEN ESCOCS RECTIFICADO

    El Rgimen Escocs Rectificado presenta una caracters-tica relevante, que lo distingue radicalmente de otros ri-tos y sistemas masnicos: posee en propiedad una doc-trina explcitamente formulada y metdicamente ense-ada. Esta doctrina, que se inscribe en el mbito del esoterismo cristiano, es una doctrina de la iniciacin; y su desconocimiento entraa fatalmente una incompren-sin fundamental del mismo Rgimen en su esencia, su manera de ser y operar, y en su constitucin; en otros trminos en lo que se podra denominar su espritu, su alma y su cuerpo.

    Este es, insisto en ello, un caso nico en masonera. El Rgimen Escocs Rectificado es el nico rito masnico que dispensa a sus miembros una enseanza terica, en forma de discurso pedaggico, respecto a la iniciacin.

    Esta realidad es demasiado a menudo ignorada tanto por los masones rectificados como por aquellos que no

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    lo son; de ah las confusiones y apreciaciones errneas complacientemente expandidas al respecto.

    Es en esto, y nicamente en esto, que el Rgimen Es-cocs Rectificado, es un rito aparte, y no a causa de un carcter confesional, algunos llegan incluso a decir sectario, del que no tiene en absoluto la exclusiva, ya que no faltan en el mundo, otros sistemas masnicos cuyo acceso est reservado nicamente a cristianos, in-cluyendo la masonera anglosajona, a menudo presen-tada como el parangn del universalismo. El Rgimen Escocs Rectificado es ciertamente un rito cristiano, sin lo cual dejara de serlo, pero no es el nico que se en-cuentra en este caso. En contrapartida es el nico en justificar esto en una doctrina, mientras que para los otros, se trata simplemente de una realidad de hecho cuyo origen es histrico y sociolgico.

    En efecto, nadie puede contestar, que a lo largo de los siglos no haya habido masonera nicamente cristiana; y diciendo esto, no pienso solamente en la masonera operativa, sino tambin en la masonera simblica o especulativa, como se dice. Pero, en lo que concierne al Rgimen Escocs Rectificado, no se trata solamente de una vinculacin pretrita a una costumbre o una he-rencia cultural desvitalizada: es la coherencia misma de la doctrina de la que es depositario que se encuentra encausada. Quitarle su carcter cristiano sera en reali-dad, y en el sentido ms exacto de la expresin, vaciarlo de substancia.

    Que no se me haga decir lo que no he dicho. Lejos de m la idea de pretender que la iniciacin que el R.E.R. transmite sea metodolgicamente diferente de la que transmiten otros ritos, en la medida que estos sean au-tnticos. En cambio, sta iniciacin toma una forma di-

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    ferente, porque posee un fondo diferente. Y evita trope-zar con mentalidades dbiles y tristes a las que nada complace ms que la indistincin y la confusin de las formas, me atrevera a afirmar que sta forma es la ms adecuada, ms conforme a la naturaleza propia, as pues al fondo mismo, de la civilizacin occidental que es la nuestra y que nos ha modelado, la cual, aunque en vas de subversin acelerada, es cristiana y contina sindolo. Judeocristiana, si se quiere, estoy de acuerdo en ello, pero este judasmo en cuestin no se trata de un judasmo bautizado.

    Por el momento, es preciso detenernos un tanto en es-tas afirmaciones que acabo de proferir ya que este tipo de cosas son sutiles, y exigen, para ser captadas con exactitud y sin riesgo de error, de un una atencin agu-zada.

    Ni que decir tiene, lo sabemos por lo dems desde los anlisis de Gunon, que el proceso inicitico implica y comporta necesariamente en s mismo una doctrina, pe-ro no formulada porque es por naturaleza informulable por medio de las palabras. El ya mencionado Gunon, que ha escrito mucho al respecto, no deja de entremez-clar sus palabras de advertencia y puesta en guardia, para poner de relieve el hecho que todas las expresio-nes, todas las frmulas que se puedan emplear para tra-tar de la iniciacin, son aproximativas e inapropiadas, no siendo ms que transposiciones, por la buena razn que los conceptos de que disponemos son ellos mismos aproximativos e inapropiados, y no aptos para aprehender la realidad esencial de la iniciacin, la cual escapa a los lmites y condicionamientos del mundo f-sico en el que existimos: en una palabra la iniciacin es metafsica.

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    Esta realidad esencial solo puede ser aprehendida por una captacin directa del intelecto, que el proceso ini-citico tiene por objeto provocar: es la iluminacin. Y el conocimiento de orden absolutamente especial que de ello resulta, conocimiento pleno, que responde justa-mente al nombre de gnosis. Los medios para la adquisi-cin de esta iluminacin y esta gnosis son los smbolos y los ritos, los ritos siendo primeros y connaturales al Hombre, y a continuacin portadores y vehculos de los smbolos puestos en accin. La doctrina intrnseca de la iniciacin es pues alusiva, no formulada, y su lenguaje es el lenguaje simblico, el cual reviste el carcter de una ciencia sagrada.

    La operacin espiritual que es la iluminacin, trmino de la iniciacin, solo puede tener lugar en el silencio, si-lencio de lo mental, el cual, como se sabe, es mentiroso (es por lo que, cuando la apertura de los trabajos, el Venerable Maestro prescribe el ms profundo silen-cio a todos los obreros). De donde la actitud de aque-llos que llamar los puristas de la iniciacin, que recha-zan de las logias todo discurso para dejar operar ni-camente a los ritos. Y, por supuesto, en el fondo, tienen razn. Ello no impide que esta actitud extrema, po-dramos decir extremista, comporte graves inconve-nientes, sobre los que volveremos.

    Pienso que este recordatorio no ensear nada a na-die. Por tanto ser necesario decir para verlo claro que la doctrina de la iniciacin tal cual es vehiculada por las enseanzas de nuestro Rgimen es de otro orden que a la que acabo de hacer referencia. No es la iniciacin, podramos decir, hablando por s misma mediante los smbolos. Es un comentario explicativo de la iniciacin y los smbolos, es un discurso sobre; en resumen, no

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    es la gnosis, es una glosa. Empleo aposta este trmino de glosa. Quisiera que nos imaginramos esas biblias medievales, a menudo soberbiamente iluminadas, en las que el texto de las santas Escrituras, caligrafiado en grandes letras ornadas, ocupa algunas columnas del centro de la pgina, y se encuentra rodeado, cercado, en todos los mrgenes, por un bullicio de lneas minscu-las que constituyen el comentario del texto sagrado; y hay en ocasiones un comentario del comentario!... es lo que denominamos las apostillas.

    Pero, podrn objetar, para qu todos estos discursos parsitos, cuando disponemos del texto sagrado? Por una razn muy simple: porque los ojos del entendi-miento habindose oscurecido progresivamente, es menester de ayudantas para hacer caer las escamas. En otros trminos, hay que enderezar, rectificar, la inte-ligencia, depurarla de manera a llevarla a su justo lugar y recrear as las condiciones indispensables para que la penetracin del espritu pueda operar. Es lo que explica Willermoz en un texto sobre el que volveremos. Gu-non, por otra parte, no hace otra cosa, y por las mismas razones, que alinear comentarios, glosas.

    As pues, para resumirnos, tenemos una doble doctri-na, a la vez intrnseca y extrnseca, que funciona a dos niveles: el de la iniciacin y el de la instruccin, y que tiene por objeto una doble transmisin que se opera en paralelo: transmisin ritual y transmisin intelectual. Pero no es posible ninguna confusin: las dos no tienen un valor igual, no pueden rivalizar entre ellas. La ins-truccin no es ms que un previo, sin duda necesario (y ello no por naturaleza sino a causa de las circunstan-cias: el debilitamiento y el oscurecimiento de nuestro entendimiento) a la actualizacin plenamente conscien-

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    te de la iniciacin. En una palabra, es una propedutica. Tal es el verdadero carcter de la doctrina del Rgimen rectificado, ni ms, ni menos.

    Vayamos ms lejos. Toda doctrina inicitica reposa necesariamente en una historia y quiero poner de manifiesto hasta que punto este trmino de historia es apropiado, ya que historia, en griego, viene de histos, palabra que designa el oficio de tejer, el cual, en los Griegos, era vertical, es decir provisto de un eje vertical y un eje horizontal (el oficio de alto lizo entre noso-tros): podemos ver las aplicaciones

    Toda doctrina inicitica, deca, implica una historia, ya que la iniciacin se desarrolla necesariamente en el tiempo; no hay iniciacin intemporal, ello sera una im-posibilidad metafsica. Esta historia, segn la doctrina comn, la vulgata, expuesta por Gunon1 de la manera que sabemos, es la de la manifestacin, del descendi-miento del Principio incondicionado en los condicio-namientos temporales y espaciales, lo que se traduce por un alejamiento en relacin a este Principio, una de-gradacin progresiva y acelerada, que se llama la invo-lucin.

    1 Por qu estas reiteradas referencias a Gunon? Porque no ha entendido nada del Rectificado, como lo demostr ampliamente Jean-Marc Vivenza, Ren Gunon et le rite cossais rectifi, claircissement au sujet des mprises et des incomprhensions de Gunon et de ses disciples lgard de la doctrine des lus cons, de lOrdre des chevaliers bienfaisants de la Cit sainte et de la thosophie de Louis-Claude de Saint-Martin, Livry-Gargan, Editions du Simorgh, 2007. Por este hecho, sus discpulos, inclu-so masones rectificados, no han querido tampoco comprender nada del rito que practicaban y lo han sesgado segn la doctrina del maestro. Hay que rectificar esto.

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    La historia que constituye la substancia de la doctrina del Rectificado es enteramente diferente. Es la historia del Hombre en relacin a Dios y al universo, del Hom-bre en sus relaciones con Dios y, por va de consecuen-cia, en sus relaciones con el universo. Se desprende de ella una historia de la iniciacin, que no es solamente una descripcin de sta ltima, sino una explicacin de su gnesis, una elucidacin de su razn de ser, una re-velacin de sus fines ltimos, de manera a entraar una comprensin de su modo de accin. Esta historia en modo pedaggico est destinada a provocar una adhe-sin intelectual, previa casi obligada, acabamos de ver-lo, a la realizacin de la adhesin espiritual que hace efectiva la iniciacin.

    Ahora bien, esta historia, es la historia de una ruptu-ra: ruptura del hombre con Dios, de donde, en una cier-ta medida, del hombre con el universo. Es la historia de una cada, y no de un decaimiento; de una ruptura re-pentina y, como veremos, deliberada (incluso si no lo fue en toda consciencia); de una rebelin, y no de un descendimiento progresivo y fatal. Es tambin, dig-moslo de entrada, la historia de una reconciliacin. No es pues una historia linear. Hay un antes y un despus; o ms exactamente, un ayer, un hoy y un maana. Un ayer: el Hombre con Dios, el Hombre en la contempla-cin permanente de la luz de la verdad. Un hoy: el Hombre cado, en ruptura con Dios, en privacin, como dice Willermoz a consecuencia de Martines de Pasqually, el Hombre en las tinieblas. Y un maana: el Hombre reconciliado con Dios, porque ha llegado el tiempo de Dios con el hombre, de Dios con nosotros, lo que se dice Emmanuel. Un maana que es ya hoy,

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    segn la palabra del Evangelio: El tiempo vendr, y ya ha llegado.

    As pues, no solamente esta historia no es linear, sino que est llena de peripecias: cada etapa marca una rup-tura con la etapa precedente. De ah viene que sea una historia penosa, dolorosa, jalonada de sufrimientos que son otras tantas pruebas en sentido real, es decir pues-tas a prueba.

    Hay que insistir en un aspecto: en el punto de partida de esta historia, hay la puesta en accin de una volun-tad libre. Esta ruptura del hombre con Dios resulta de una libre eleccin, incluso si no era totalmente cons-ciente de ello; no es fruto del fatal encadenamiento a una causalidad implacable, la manifestacin que entra-ara ineluctablemente una prdida de calidad, una de-gradacin.

    El factor desencadenante de la catstrofe es un acto cometido por el Primer Hombre en toda libertad, si aca-so no en toda consciencia. Este acto no tiene nada de fa-tal, y hubiera podido ser absolutamente otro, ya que precisamente, era totalmente a otra cosa a lo que lo lla-maba el Creador. En contrapartida, el Hombre Pri-mordial de la doctrina guenoniana es casi un ser de razn, una entidad conceptual y no real, y en todo ca-so no dotada de libertad.

    Tenemos as entre manos una historia humana en contraposicin a una historia inhumana, en sentido propio. La diferencia, como podemos ver, es considera-ble, y nos interesa directamente, queriendo decir que nos toca en lo ms profundo de nosotros mismos: es una historia que me habla, que es la ma.

    Este acto deliberado del Hombre libre entraando la ruptura de las comunicaciones entre el cielo y la tierra,

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    y al mismo tiempo la esclavitud del Hombre, en con-trapartida, para el restablecimiento de estas relaciones, la reapertura de los canales, y la liberacin del Hombre exige tambin un acto deliberado, un de reconciliacin, viniendo este acto de parte de un Hombre libre, el ni-co Hombre que ha conservado la plena y total libertad de la que estaba dotado el Hombre original, y este Hombre Perfecto, este Hombre-Dios, es el Cristo.

    No se insistir nunca bastante sobre lo que constituye el carcter absolutamente nico del Rgimen Escocs Rectificado. No solamente, como ya he dicho ms arri-ba, es el nico rito masnico que desarrolla una doctri-na explcita de la iniciacin. Si no tambin y sobre todo el sistema que ha heredado de Martines de Pasqually gracias al genial trabajo de injerto operado por Jean-Baptiste Willermoz y que he analizado en mi estudio ti-tulado El Auge del Fnix 2, es el primer sistema mas-nico cuya substancia inicitica, y por consecuencia el ri-tual inicitico, estn enteramente fundamentados en: 1) la cada del hombre de su estado original glorioso, y 2) su retorno, su reintegracin por medio de la iniciacin a ese estado primitivo, al que la iniciacin, para que pue-da operarse, exige la intercesin y la accin del Gran Reparador, que es el Cristo.

    Nos ocupa pues un tema fundamentalmente cris-tiano, de una perfecta ortodoxia. Expresado en trmi-nos patrsticos, es el de la imagen y semejanza: la pr-dida y luego la restauracin en el hombre de la seme-janza a la imagen, que por su parte, perdura inalterada.

    2 Travaux de la loge de recherche Villard de Honnecourt de la Gran Logia Nacional Francesa (en abreviado: V.d.H.) n 19; 2 srie, 1989, pgs.167 a 228.

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    Es esto mismo lo que expresa la primera divisa del primer grado del Rgimen Escocs Rectificado: El hombre es la imagen inmortal de Dios; pero quin po-dr reconocerla si el mismo la desfigura?3

    El objeto y el objetivo de la iniciacin es pues el re-torno de la deformidad a la conformidad, del estado cado al estado anterior a la cada. Esto queda clara-mente indicado desde el mismo ttulo del Tratado en que es expuesta la doctrina de Martines de Pasqually, ttulo que en su integridad, se lee as: Tratado sobre la reintegracin de los seres en su primera propiedad, vir-tud y poder espiritual divino4.

    Es pues de una evidencia innegable que, entre lo que se ha venido a llamar la vulgata de la iniciacin y el cuerpo de doctrina transmitido por nuestro Rgimen, existe, no solamente una diferencia de iluminacin, sino una diferencia de substancia. Si el Rgimen es cristiano, no lo es por apego confesional, lo que por necesidad inicitica.

    Y si bien vuelvo todava sobre el asunto para que no subsista ninguna ambigedad sobre la que puedan sacar partido las susodichas mentalidades tristes el proceso inicitico es idntico en cuanto a su mtodo en el Rgimen Escocs Rectificado y en los otros ritos ma-snicos autnticos, y produce en todos efectos simila-res, sin embargo su substancia y su modo operatorio son otros, porque se inscribe en otra perspectiva, la del

    3 Grand Prieur des Gaules, Ritual del grado de Aprendiz, Edi-tions du Simorgh, 2004, p. 45. 4 Hay dos ediciones crticas a cuidado de Robert Amadou: la primera en 1974 (Pars, Robert Dumas), la segunda en 1995 sobre un manuscrito de Louis-Claude de Saint-Martin (Le Tremblay, Diffusion rosicrucienne).

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    esoterismo cristiano, el cual es consubstancial, como la mdula lo es al hueso, a la civilizacin occidental tradi-cional.

    La historia de la que hablo, por su naturaleza misma, es ejemplar, o por tomar un trmino ms contempor-neo, arquetpico. En virtud de la ley de corresponden-cias, existe una analoga absoluta entre el hombre, el pueblo judo en tanto que pueblo elegido, el templo de Salomn y finalmente la Orden masnica. Relatar la historia con sus peripecias, sus revoluciones como di-ce Willermoz, de uno de ellos, es relatar la historia con sus peripecias de cada uno de los otros. Aqu una vez ms estamos en la lnea autntica de la tradicin cris-tiana: los Padres de la Iglesia han afirmado siempre que la historia del pueblo de Israel es la historia real de la humanidad en su conjunto y de cada hombre tomado individualmente: de la tuya, de la ma

    As pues, de la historia del hombre se desprende una historia de la iniciacin. La iniciacin original es el re-sultado de la cada del hombre. En un texto fundamen-tal del que volver a hablar ms tarde, Willermoz escri-be en prembulo:

    Si el hombre se hubiera conservado en la pureza de su primer origen, la iniciacin no hubiera tenido nunca lugar para l, y la verdad se ofrecera todava a su mi-rada, puesto que ha nacido para contemplarla, y para rendirle un continuo homenaje. Pero despus que des-cendiera desgraciadamente a una regin opuesta a la luz, es la verdad misma que lo ha sometido al trabajo de la iniciacin ocultndose a sus bsquedas.5

    5 Instruccin secreta a los Grandes Profesos, I, 1 (edicin priva-da).

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    Antes de ir ms lejos, quiero insistir sobre un punto importante. La negligencia con la cual leemos los textos nos hace a menudo que los hagamos inspidos, los edulcoremos. Ahora bien, hay que ser bien conscientes que la verdad de la que aqu se trata no es una abstrac-cin, no es una alegora, no es incluso una personifica-cin: es Dios mismo. Basta en efecto con trasladarse al captulo 2 del Gnesis para ver que el objeto de la con-templacin y del continuo homenaje del Primer Hombre, de Adn, era Dios, con quien viva en familia-ridad; Dios que por su Verbo, que es su Hijo, ha decla-rado ser la Verdad misma, lo que recuerda en trminos expresos nuestra plegaria de apertura en primer grado. Resulta pues de esto que la iniciacin es de institucin divina (manera de expresar con tanta justeza y fuerza el origen no humano que Gunon asignaba a la inicia-cin). Mejor que esto es una obra divina.

    No puedo resistirme al deseo de citar aqu, un poco al margen de mis palabras (pero tampoco no tanto), un texto de Louis-Claude de Saint-Martin, en primer lugar porque es muy bueno, y despus porque es muy poco conocido, habiendo sido publicado por primera vez en 1986. Se trata de un manuscrito titulado Instrucciones sobre la Sabidura.

    Es la Sabidura que habla, y sabemos Quin represen-ta la Sabidura en la tradicin litrgica, himnogrfica y teolgica de la Iglesia cristiana, sobre la base del Libro de la Sabidura (7, 25) y del Libro de los Proverbios (8, 22 y siguientes), que ponen en escena esta Sabidura (esta Sofa querida de Jacob Bhme, pero tambin de la tradicin ortodoxa: Boulgakov)

    La Sabidura, pues, se expresa en persona, y despus de haber recordado al hombre como se entreg libre-

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    mente a la empresa del Tentador, se dirige a ste en es-tos trminos:

    Llora, hombre; djate llevar por la amargura, aprende en el estremecimiento de tu dolor lo que debes a mi justicia; aprende a juzgar tu crimen por el gnero de tu castigo, ya que es una de mis leyes el que seas atormen-tado por el mismo aspecto con el que has pecado, a fin que tu falta no deje de estar ante tu ojos. Acurdate ca-da da de t vida lo que te cuesta obtener algunos de mis rayos de luz, y vers hasta donde llevo la venganza contra aquel que me ultraja. T habitabas una morada de paz y claridad, t te has sumergido en un precipicio de confusin y tinieblas; ti vivas, t te has degradado hasta excavar tu propia tumba; t eras maestro, estan-do formado a imagen ma, t te has convertido en es-clavo de esclavos, el desperdicio de la tierra y los cie-los; no hay tormento ni persecucin que no hayas de sufrir por parte de tu enemigo puesto que has dejado que tome imperio sobre ti. No hay nada que no emplee para devorar hasta los menores rastros de verdad que te quedan; no est contento con haberte entraado en su morada tenebrosa, quisiera adems fijarte en ella para siempre.

    Pero, hombre, como has sido siempre el objeto de mi amor, no he quitado nunca los ojos de encima de ti; te he castigado como a hijo mo, a fin de que, en la medi-da que pruebes mi justicia, sientas todava ms mi mi-sericordia, y que finalmente, reconociendo la grandeza de mi nombre, te humilles ante m y vuelvas a mi seno. Su hubiera querido perderte, te hubiera separado com-pletamente de m como he separado a aquel que te ha hecho prevaricar. Al contrario, he querido darte toda la ventaja en el combate, te he armado poderosamente contra tu enemigo, he repartido abundantemente en

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    torno tuyo las pruebas de mi poder, para comprome-terte mediante seales sensibles a dirigir solamente tus homenajes a m, como siendo el nico a que son debi-dos, y que pueda recompensarte. Oh!, hijo mo, hasta dnde llevars la ceguera y al insensibilidad; hasta cundo olvidars lo que he hecho todos los das por ti! Mis ms grandes maravillas apenas te ocupan, mis plagas no te espantan, mi voz de trueno no te sobresal-ta, mis leyes escritas por todas partes en caracteres inefables no te imprimen, por qu pues habr puesto mi sello en tu corazn?

    No, no quiero que te mantengas ms tiempo alejado de m, quiero preservarte de este estado de muerte en que te hundes a cada instante; quiero ensearte a observar mis obras; quiero que reconozcas mi verdad en todos tu pasos; entonces no dudars a tomarme por gua, y tu alma reconocer que no puede ser firme e inquebran-table sino es viviendo eternamente segn mi ley.6

    Con este texto lrico, no hago novillos: es el mismo tema que Saint-Martin y Willermoz tratan, cada uno a su manera, pero en perfecta fidelidad, hasta en la ter-minologa empleada, con las enseanzas de su comn maestro Martines de Pasqually. Incluso si el trmino no es aqu mencionado, es claramente de la iniciacin de lo que se trata, la iniciacin que figura entre los socorros divinos procurados por el Creador en favor del hom-bre que se ha apartado de l, a fin de impedirle alejarse irremediablemente. La distancia entre el estado primi-tivo glorioso y el estado presente tenebroso del hombre es hasta tal punto inconmensurable, que solo puede ser

    6 In Prsence de Louis-Claude de Saint-Martin, por la Socit li-grienne de philosophie, Tours, lAutre Rive, 1986.

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    franqueada por la iniciacin, este lazo de oro urdido por la Sabidura en su infinita misericordia, lazo que proviene de ella y lleva a ella, el nico que mantiene su-jeto todava el hombre a su origen y puede permitirle volver a l; de retornar a Dios con la ayuda (esta preci-sin es de talla); o ms bien, para ser precisos, con el so-corro de Aquel que el texto de Willermoz al que ya he hecho alusin ms arriba denomina (como Martines) el Reparador, y tambin el Reconciliador universal y el Divino Mediador: el Cristo7. Ya que est fuera de toda duda, que sin la accin de Cristo, la iniciacin es inoperante. Tal es la iniciacin en su esencia original, podramos decir la iniciacin en s. Las iniciaciones his-tricas constituyen las modalidades de su puesta en prctica.

    La historia de la iniciacin y la de la enseanza de las doctrinas tradicionales son pues una nica y misma co-sa. Cito todava a Willermoz:

    Esta primera iniciacin, fundamentada en la degrada-cin del hombre y exigida por la naturaleza misma, fue el modelo y la regla de la que establecieron los anti-guos Sabios. La Ciencia de las que eran depositarios era de un orden muy superior a los conocimientos na-turales, no pudiendo desvelarla al hombre profano que despus de haberlo fortalecido en la va de la inteligen-cia y la virtud.

    Es con este propsito que sometieron a sus discpulos a pruebas rigurosas y que se aseguraron de su constancia y su amor por la verdad ofreciendo solamente a su in-teligencia jeroglficos o emblemas 8 difciles de pene-

    7 Instruccin secreta, op. cit., I, 45 a 47. 8 En el sentido de: smbolos.

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    trar. He aqu lo que se ha querido haceros figurar, mi querido Hermano, en los grados de la masonera, por los trabajos alegricos que se ha exigido de vos.9

    Y ms adelante:

    Esta doctrina habiendo sido siempre la base de las ini-ciaciones, los Sabios que estaban perfectamente ins-truidos de ella, tuvieron gran cuidado de ensearla a sus discpulos, como podemos convencernos por la multitud de lustraciones y purificaciones de todo gne-ro que exigan de los iniciados; y solo despus de ha-berlos preparado as les descubrieron la nica ruta que puede conducir al hombre a su estado primitivo y res-tablecerlo en los derechos perdidos. He aqu, mi queri-do Hermano, el verdadero y nico objetivo de las ini-ciaciones. Tal es esta ciencia misteriosa y sagrada cuyo conocimiento es un crimen para aquellos que descui-dan hacer uso de ella, y que extrava a aquellos que no estn elevados por encima de las cosas sensibles.10

    En efecto, el decaimiento es contagioso: en el curso de los tiempos, las enseanzas tradicionales recularon y corrieron el riesgo de desaparecer ante el maremoto de lo que Willermoz denomina las doctrinas impas y cuya descripcin que nos ofrece permite reconocerlas y realmente, nada cambia! como el atesmo, el ma-terialismo y el sensualismo11.

    9 Ibid. I, 3. 10 Ibid. I, 9. 11 Recordemos que el sensualismo es una doctrina filosfica que no atribuye ninguna realidad a las ideas, sino nicamente a las sensaciones, a los gozos y percepciones sensibles, como dice Willermoz.

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    De donde la imperiosa necesidad, primero de prote-ger estas enseanzas, de ponerlas al abrigo, a cubier-to, y a continuacin de dispensarlas con la ms extre-ma prudencia, es decir nicamente a aquellos que son aptos para recibirla (que tienen la cualificacin re-querida) y esto gradualmente, progresivamente.

    Ya que demasiada luz repentinamente desvelada no ilumina, antes al contrario, deslumbra y ciega. Para conducir al hombre por el camino que lleva a la luz, hay que darle un gua. Un gua: es la significacin mis-ma de la palabra pedagogo, que en su sentido primero, designa a aquel que tiene a su cargo llevar los nios a la escuela Y ah est la justificacin del mtodo pedag-gico puesto en prctica por Willermoz a lo largo del re-corrido seguido en el seno del Rgimen Escocs Rectifi-cado.

    Continuemos pues dejndonos guiar por l. Resu-mamos as su pensamiento: la iniciacin, en la forma, la modalidad que ha tomado en el tiempo presente, es masnica, y proviene del templo de Salomn. Digamos que est ordenada, en un objetivo de conocimiento, en torno a la construccin y organizacin del templo.

    En efecto:

    Los Sabios, fieles a la doctrina de los primeros tiempos, [la han] preservado del olvido general conservndola por medio de las iniciaciones. Pero, respetando el velo con que la verdad misma se envuelve, solo la presenta-ron que por medio de emblemas y jeroglficos, para no exponerla al desdeo o profanacin de los hombres ig-norantes y perversos. Es as que en un templo clebre en el que todas las partes, desde el porche hasta el San-tuario, estaran repletas de iniciados de diversos rangos y funciones, han presentado al hombre de deseo un

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    cuadro del Universo y de los agentes encargados de di-rigirlo.12

    Y es de esta iniciacin del templo que proviene la francmasonera.

    Esta iniciacin, y la enseanza que se aplica, son pues conferidas por etapas. He hablado ms arriba de una doble transmisin: ritual e intelectual. Sin embargo el paralelismo no va sino hasta un cierto punto. En el R-gimen que es el nuestro, la iniciacin masnica (y vol-vamos a decir, que en la idea de Willermoz, no hay otra iniciacin que la masnica) se confiere en cuatro gra-dos: en el cuarto, ella es acabada, completada. En cam-bio, la enseanza prodigada al respecto de esta misma iniciacin contina mucho ms all.

    Cmo conciliar esto con lo que he afirmado poco ms arriba, que la instruccin, en relacin a la inicia-cin, tena un carcter previo, que era una propeduti-ca? Si ello es cierto, cmo puede proseguir posterior-mente al cumplimiento de los ritos? Cmo explicar tal paradoja?

    Para lograrlo, deberemos escrutar la naturaleza de la enseanza dispensada, dicho de otra manera la natura-leza de la doctrina enseada en las diferentes clases, como dice Willermoz (no escapamos a la terminologa pedaggica) que, segn su concepcin, constituyen el Rgimen Escocs Rectificado. Esta concepcin es cono-cida, Willermoz mismo la ha expuesto con la mayor ni-tidez en el Convento de Wilhelmsbad en el transcurso de una intervencin de importancia capital, pronuncia-da el 29 de julio de 1782, y que yo publiqu por primera

    12 Ibid. I, 12.

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    vez en los Cahiers Verts13. A ella os remito as como a mi estudio El Auge del Fnix, ya citado.

    Recordar pues simplemente, que segn Willermoz, el Rgimen, constituido de acuerdo a una estructura concntrica, y no piramidal contrariamente a otros sis-temas masnicos, debe comportar tres clases encajando una en la otra; y he empleado al respecto la imagen de las muecas nido. Dos de estas clases son ostensibles:

    La clase simblica u Orden masnica (estas son las dos expresiones que emplea) con sus cuatro grados de Aprendiz, Compaero, Maestro y Maestro Escocs;

    Una segunda clase, la Orden Interior, de nombre sufi-cientemente explcito, con sus dos grados (Willermoz los llama as) de Escudero Novicio y de Caballero.

    Viene finalmente, ms interior todava, una tercera y ltima clase, secreta sta: la Gran Profesin, sobre la que se muestra muy evasivo en pblico, insistiendo nicamente pero con firmeza sobre su necesidad, pero mostrndose por el contrario mucho ms prolijo en su correspondencia confidencial con personas de confian-za.

    Se nos puede reprochar quizs que el Convento de Wilhelmsbad no ha dado nunca su aval a esta tercera clase, lo que por otra parte no le ha impedido en abso-luto existir e incluso, en algunos lugares, como en Ale-mania, sobrevivir al naufragio el Rgimen Escocs Rec-tificado, como lo atestigua el caso de Johann-Friedrich

    13 Les Cahiers Verts (abreviado en CV), rgano del Gran Priorato de las Galias, Antigua srie n 7, p.p. XXI-LII, y n 8, pp. 37-55; publicado de nuevo en el Cahier Vert nmero Hors Srie Les Convents du Rgime cossais Rectifi, Editions du Simorgh, 2005.

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    von Meyer14. Pero los avatares histricos no deben ob-nubilarnos. Es indispensable, si se quiere comprender en qu consisti la obra masnica de Willermoz, el no perder nunca de vista que el edificio que ha concebido, y que no lo olvidemos, ha realizado efectivamente en Francia, es tripartito, y que de las tres clases que lo componen, la ms esencial toda su accin, todos sus escritos, antes y despus de Wilhelmsbad lo demues-tran abundantemente es la Gran Profesin.

    Retomemos pues estas tres clases una tras otra y vemoslas ms de cerca. Tenemos todas las probabili-dades que terminemos por ver ms claro.

    Tratndose de la primera clase, parecera lgico que la instruccin que acompaa la marcha de la iniciacin a lo largo de los cuatro grados simblicos tenga su fin con el cuarto. En efecto, no solamente los smbolos ce-san, desaparecen, como el Diputado Maestro advier-te al candidato en diversas ocasiones en el curso de la ceremonia, sino que adems le anuncia que su inicia-cin masnica queda en lo sucesivo acabada y comple-tada. En este mismo sentido, antes de dar la palabra al orador para hacer la lectura de lo que el Ritual llama la instruccin general y final del grado, el Diputado Maestro declara al nuevo Maestro Escocs:

    Prestad gran atencin a la ltima instruccin que va a seros dada. Con ella terminar vuestra recepcin e igualmente vuestra iniciacin masnica.15

    14 Cf. VdH, n 19, op. cit. pgs. 216-217 y nota 62. 15 Ritual de Maestro Escocs del Gran Priorato de las Galias, 1997, p. 55. [Ritual G.P.D.H. pg. 84].

  • . 28 .

    Y un poco ms tarde, en el curso de esta misma ins-truccin, despus de una revisin retrospectiva de los tres grados precedentes, es repetido:

    El cuarto grado, del que vamos a ocuparnos, comple-ta y termina vuestra iniciacin masnica en la clase simblica.16

    Ahora bien es importante observar, contrariamente a toda expectativa, que si la iniciacin masnica queda completada en el cuarto grado, la instruccin masnica sin embargo no lo es; antes al contrario, da una sensa-cin de inacabada que diversas intervenciones del Diputado Maestro contribuyen a reforzar.

    As, al presentar el cuarto y ltimo tablero al candida-to, le dice:

    Los smbolos han desaparecido, como se os haba anunciado. Es la verdad misma la que se ofrece ante vuestros ojos

    Pero es para aadir de manera inmediata esta impor-tante restriccin:

    aunque aun ligeramente velada bajo formas alegri-cas.

    16 Ibid. pg. 61 [Ritual G.P.D.H. pg. 90. Dicho sea de paso, esto demuestra el error flagrante que se encuentra, ay!, en ciertas obediencias, y que consiste en hacer como, si en el Rgimen Es-cocs Rectificado, el proceso inicitico se concluye con el grado de Maestro. Sin el grado de Maestro Escocs, este proceso queda por el contrario inacabado e incompleto. He aqu porque voy a la caza del uso equivocado de la expresin sublime grado de Maestro que implica que este grado es ltimo. Ello constituye por otra parte una intoxicacin extraa: en este caso de la prcti-ca inglesa.

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    Y prosigue en estos trminos:

    pero si habis conservado el recuerdo de las ins-trucciones, de los preceptos y consejos constantemente recibidos en la Orden, vuestra inteligencia debe basta-ros para levantar el velo, del que aqu an se cubre pa-ra que no lastime vuestra debilidad, y os har discernir su verdadero fin. Por nuestra parte, nos limitaremos a daros a conocer las distintas partes que componen esa plancha, y dejaremos a vuestro cuidado el encontrarle tiles y sabias aplicaciones.17

    En resumen, el candidato queda por el momento en suspenso. Lo que el Diputado Maestro confirma aca-bando la presentacin del tablero con esta frase:

    Os dejo aqu, mi querido Hermano, entregado a vues-tras propias reflexiones...18

    Un poco ms tarde, en la instruccin final, el orador sobrepuja:

    por grande que sea vuestra inteligencia, no habris podido presumir ni el nmero, ni la diversidad de ob-jetos que acaban de seros presentados. Ellos merecen por vuestra parte las ms grandes y profundas me-ditaciones.19

    Un instante despus, a propsito del tercer tablero, el de Hiram resucitando gloriosamente de la tumba, no se puede mostrar ms explcito:

    Dejamos al cuidado de vuestra inteligencia estudiar las distintas relaciones, que os sern tanto ms tiles

    17 Ibid. p. 54 [Ritual G.P.D.H. pg. 83]. 18 Ibid. p. 55 [Ritual G.P.D.H. pg. 84]. 19 Ibid. p. 57 [Ritual G.P.D.H. pg. 85].

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    cuando sean fruto de vuestro propio trabajo.20

    En definitiva, llegado al trmino de su iniciacin ma-snica, el Maestro Escocs queda an a la espera del momento en que ser levantado el velo, que por lige-ro que sea, disimula todava a sus ojos la verdad.

    Cundo llegar pues este momento? Se nutre su es-peranza prometindole el xito si persevera y le ensea la divisa Meliora praesumo, a la que se atribuye el sig-nificado, seguramente orientada, de: Entreveo cosas mejores. Cundo las ver? Ser accediendo a la se-gunda clase?

    No divulgaremos ningn secreto si decimos que este momento no sobrevendr hasta que se produzca la admisin del Maestro Escocs en la Orden Interior. Es notable en efecto que sta ltima no dispense una ins-truccin propiamente dicha. Ciertamente, el grado de Escudero Novicio comporta una, pero no explica nada ms de lo que ya se ha dicho sobre la iniciacin, e inclu-so declara formalmente que no es necesario explicar nada ms. Esta instruccin no es en ninguna manera de orden doctrinal, sino de orden puramente histrico: se limita a relatar una historia de la iniciacin21, o para ser ms precisos, una historia de la transmisin de la iniciacin simblica de los masones22 en el curso de los tiempos; historia en gran parte legendaria, y que si bien puede contribuir a aclarar ciertos puntos de los ri-tuales, no es en absoluto esencial en cuanto a la doctri-na.

    20 Ibid. p. 65 [Ritual G.P.D.H. pg. 94]. 21 Instruccin para la recepcin de los HH. Escuderos Novicios, p. 2

    22 Ibid., p. 3.

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    Y despus? Pues bien, a continuacin, nada ms. Han ledo bien, al final de la ceremonia de armamento de un nuevo Caballero una instruccin que es un so-berbio pedazo de elocuencia pero que no deja de ser una amplificacin, ciertamente notable, de la instruc-cin de Escudero Novicio. La nica doctrina proclama-da, y exigida de los Caballeros, es la de la fe cristiana tal cual es enseada por la Iglesia. Mucho ms, el Caballe-ro ya no es ms invitado a intensificar sus bsquedas, a proseguir sus reflexiones y sus meditaciones como haba sido aconsejado el Maestro Escocs. Por el contra-rio se le asigna por deber, ya no meditar, sino actuar: actuar al servicio de Dios y del amor al prjimo; a de-fender la santa religin cristiana esencialmente con el ejemplo, es decir, mediante el ejercicio constante de to-das las virtudes cristianas, y a practicar la beneficencia en el sentido ms amplio hacia toda la familia humana, conformndose a un principio de amor y de cari-dad23. De conocimiento, ni se habla, solamente de ac-cin; se advierte incluso con gravedad que la impasibi-lidad es culpable.24

    Qu quiere decir esto? Qu las revelaciones ahorra-das quedan indefinidamente aplazadas? Qu aquellos que esperan conocimientos de un orden diferente25, nuevas aclaraciones doctrinales, explicaciones ms completas y ms profundizadas, van a quedar insatisfe-chos? Qu las expectativas alimentadas por el Meliora praesumo no eran ms que una ilusoria presuncin?

    23 Gran Priorato de las Galias, Orden de los Caballeros Bienhe-chores de la Ciudad Santa, Armamento de los C.B.C.S., Cannes, ditions du Simorgh, 2007, p. 99. [Ritual G.P.D.H. pg. 62]. 24 Ibid., p. 103. [Ritual G.P.D.H. pg. 68]. 25 Ritual de Escudero Novicio, p. 1. [Ritual G.P.D.H. pg. 66].

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    En apariencia, s. E incluso en realidad para muchos.

    Pero no para todos. Ya que viene entonces la Gran Pro-fesin. Y sta, a la que Willermoz provee de todos los documentos a este efecto exclusivo, tiene por nico ob-jeto revelar finalmente la verdad, toda la verdad, sobre la francmasonera pero solamente a aquellos que se han mostrado dignos de ello; y de ensearles sin reti-cencias la naturaleza real y esencial de la iniciacin que han recibido.

    Es lo que marca el artculo primero de la Gran Profe-sin, que dispone:

    Artculo primero: La Gran Profesin de la Orden de los Caballeros Bienhechores de la Ciudad Santa es el acto por el cual los Caballeros y los Hermanos de las clases inferiores de dicha Orden que sean encontrados dig-nos, sern iniciados, despus de las pruebas requeri-das, en el conocimiento de los Misterios de la antigua y primitiva Masonera, y son reconocidos como aptos pa-ra recibir la explicacin y desarrollo final de los em-blemas, smbolos y alegoras masnicos.26

    De este modo queda concluida, al trmino de esta larga espera que revela as su naturaleza de puesta a prueba, de probacin, no de la iniciacin masnica, que lo repito, queda completada en el cuarto grado, sino de la instruccin masnica, o si se prefiere, la enseanza doctrinal e inicitica.

    Y la Instruccin secreta a los Grandes Profesos (pues-to que hay que terminar llamndola por su nombre) de proceder a una nueva y ltima vez a una revisin y ex-plicacin recapitulativa y retrospectiva de los cuatro

    26 Documents martinistes, N 2, p. 37.

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    grados masnicos ms completa todava que la del cuarto grado. Por qu esto? por qu esta aparente re-peticin intil?

    Responder a esta cuestin, es responder al mismo tiempo a esta otra cuestin, que viene de improviso a la mente: por qu esta aparente incoherencia consistente en dejar la masonera por la caballera despus del cuarto grado para volver despus sobre l? Por qu in-terrumpir y suspender la enseanza para retomarla ms tarde despus de un tan largo intervalo? No hu-biera sido ms lgico agotar, por as decirlo, el tema de la masonera para no tener que volver sobre ella ms tarde? Y esto, sin hablar de la paradoja que he sealado anteriormente y que no ha sido dilucidada, a saber, que la enseanza, que en principio precede y prepara a la iniciacin para la que est destinada (cito mis palabras iniciales) a provocar una adhesin intelectual, previa obligada a la adhesin espiritual que hace efectiva la iniciacin; esta enseanza, digo, no es dispensada de manera ntegra y sin restriccin sino mucho despus que la iniciacin ha sido conferida en plenitud.

    La respuesta a todas estas preguntas es simple; es porque esta enseanza cambia de naturaleza. De ser simplemente moral, se convierte aqu realmente en ini-citica, es decir metafsica.

    Pero antes de llegar a este importante punto, creo ne-cesario hacer una puesta a punto. Es inexacto conside-rar que entrando en la Orden interior se deja la maso-nera por la caballera. Se entra al contrario en el cora-zn de la masonera. La denominacin autntica de la

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    Orden es en efecto: Orden Bienhechora de los Caballe-ros Masones de la Ciudad Santa.27

    Para convencerse que la enseanza dispensada en los grados simblicos es moral, y as mismo simblica pero la historia, cuando es significante, pertenece al mbito moral es suficiente con leer los rituales. Qu presentan al Aprendiz, al Compaero, al Maestro, e in-cluso al Maestro escocs? Instrucciones morales, una regla masnica, explicaciones, tendentes todas a incul-car una conducta moral y religiosa, incitando a la prc-tica de las virtudes, y singularmente al ejercicio de la piedad y la beneficencia. Estas advertencias multiplica-das y reiteradas a lo largo de los grados simblicos y que el ritual de cuarto grado denomina en distintos lu-gares consejos, exhortaciones, instrucciones28 y por otra parte opiniones, consejos y mximas tienen solamente alcance moral. Je aqu, por ejemplo, un ex-tracto significativo de la instruccin final del cuarto grado:

    Los tres primeros grados os han presentado, bajo el ve-lo de smbolos, emblemas y alegoras, una visin abre-viada del pasado, del presente y del porvenir. Con la ayuda de las advertencias, consejos y mximas que ha-bis recibido, habris podido percibir, sin grandes es-fuerzos, que el hombre moral e intelectual es en ellos el principal, o mejor dicho, el nico objeto.29

    27 Esta Caballera es masnica, no in substantia, sino porque ella es conferida nicamente a masones que su entrada en la Orden insta a practicar las virtudes de las que han jurado dar ejem-plo. 28 Loc. cit., p. 33. 29 Ibid., p. 57. [Ritual G.P.D.H. pg. 86].

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    En resumen, en estos grados, y esto vale tambin para el cuarto, la instruccin simblica es una instruccin moral, no es otra cosa.

    Willermoz es por otra parte sumamente claro al res-pecto, en su intervencin en el Convento de Wilhelms-bad que ya he mencionado, al asignar a la primera clase como nico objetivo el estudio y la prctica de las virtudes morales, sociales, religiosas y pa-triticas, y de una beneficencia activa que la haga til a la Orden, a las diversas sociedades e individuos que la componen, y a la humanidad en general.30 Y vuelve sobre ello en diversas ocasiones.

    De una manera estrictamente paralela, la instruccin final ya citada, afirma:

    Nuestras Logias son en todas partes escuelas de mo-ral religiosa, social y patritica, en las que se aprende a ejercer la beneficencia en toda su extensin.31

    Conviene sealar que en esta materia las logias recti-ficadas no se desmarcan de las logias de otros ritos, y Willermoz tena tanta consciencia de ello, que en la misma intervencin, citaba como cumpliendo el mismo objetivo moral a los grados practicados por las Gran-des Logias Nacionales de Berln, Suecia, Inglaterra y diversas regiones de Alemania.32 Ello es particular-mente flagrante en las logias del Rito de Emulacin, donde se ensea que la prctica de todas las virtudes morales y sociales es la base sobre la que est funda-mentada la francmasonera. Y cada uno conoce la defi-nicin ritual: Qu es la francmasonera? Un sistema

    30 VdH, n 19, p. 208; CV, n 8, pp. 45-46; CV, n Hors Srie, p. 76. 31 Ritual M.E.S.A., p. 68. [Ritual G.P.D.H. pg. 97]. 32 CV, n 8, p. 47.

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    particular de moral enseado bajo el velo de las alego-ras por medio de los smbolos.

    Por tanto, una tal frmula, Willermoz no hubiera po-dido suscribirla. A no ser que le aadiera dos palabras: en apariencia. Qu es la francmasonera? En apa-riencia, un sistema particular de moral, etc

    Willermoz se explica sin ambages, incluso crudamen-te, en la Instruccin secreta a los Grandes Profesos; el pasaje merece la pena ser citado:

    La masonera fundamental tiene un objetivo uni-versal, que la moral sola no podra cumplir. La prctica de la sana moral y los deberes sociales son en realidad el objetivo aparente de los grados, pero es-tas virtudes no pueden ser el objetivo real. Para qu habra necesidad entonces de emblemas, misterios y de la iniciacin? Su objetivo es iluminar al hombre sobre su naturaleza, su origen y su destino.33

    De hecho, para qu la prctica moral necesitara de los smbolos y de la iniciacin? El argumento es impa-rable.

    A esta declaracin hace eco, o ms bien pre-eco, este pasaje de la instruccin final del cuarto grado, pasaje que resulta a menudo desapercibido pero que toma ahora todo su sentido, cuando el Diputado Maestro previene as al nuevo Maestro Escocs:

    Si lo meditis, caeris en la cuenta de que la Franc-masonera os presenta todas stas tiles instrucciones. Os recuerda sin cesar y mediante toda suerte de me-dios vuestra propia naturaleza esencial. Busca constantemente elegir las ocasiones para daros a cono-

    33 Loc. cit., IV, 36.

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    cer el origen del hombre, su destino primero, su poste-rior cada, los males que le siguieron y los recursos que le ha proporcionado la bondad divina para que triun-fe.34

    Se entrev aqu y se la ve perfilarse, de manera furti-va, alusivamente, pero muy reconocible, la doctrina esotrica y metafsica de la iniciacin que he expuesto por anticipacin para la claridad de mis palabras, y que va a constituir la materia, ms tarde, mucho ms tarde, de la Gran Profesin.

    Y es que en efecto el cuarto grado es un grado termi-nal, sin duda, pero tambin un grado preparatorio, y no tanto a la Orden interior, como a la clase de los Grandes Profesos. Un grado, que segn el mismo Willermoz, como deca en su intervencin en Wilhelmsbad, aun-que simblico, comenzara a desarrollar un tanto el sentido particular que fuera convenido para cada uno de los tres primeros35, es decir, lo que la Instruc-cin secreta, que no tiene que estar pendiente de estas precauciones del lenguaje, viene a denominar el ver-dadero sentido de los emblemas y alegoras masni-cas.36 Su sentido es esotrico y no ya nicamente mo-ral. Tal es, segn yo lo entiendo, la significacin verda-dera del Meliora Praesumo.

    Y la doctrina as enseada no es solamente especula-tiva, ella es tambin operatoria y activa. En una carta treinta aos posterior (mayo de 1812), Willermoz decla-rar:

    34 Ritual M.E.S.A., p. 57. [Ritual G.P.D.H. pg. 86]. 35 CV, n 8, pp. 45-46; CV, n hors srie, p. 76; y VdH, n 19, p. 208. 36 Instruccin secreta, IV, 33.

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    La iniciacin de los G.P. [Grandes Profesos] instruye al Masn probado, al hombre de deseo, sobre el origen y formacin del universo fsico, sobre su destino y la causa ocasional de su creacin en tal momento y no en otro; de la emanacin y emancipacin del hombre en una forma gloriosa, y de su sublime destino en el cen-tro de las cosas creadas; sobre su prevaricacin, su ca-da, sobre el beneficio y absoluta necesidad de la encar-nacin del Verbo mismo para la redencin, etc. Todas estas cosas, de las que deriva un sentimiento profundo de amor y confianza, de temor y respeto, y vivo reco-nocimiento de la criatura hacia su Creador, han sido perfectamente conocidas por los jefes de la Iglesia du-rante los cuatro o seis primeros siglos del cristianis-mo.37

    As, conocimiento verdadero y culto verdadero van de la mano, manifestando por ello que el hombre en quien la iniciacin opera toma el camino de retorno ha-cia su origen. Recordemos en efecto lo que la Instruc-cin secreta deca del hombre primero: que haba naci-do para contemplar la verdad y rendirle continuo ho-menaje.

    Pero una duda surge entonces. No hay acaso una cierta duplicidad, al ensear al comn de los iniciados, por as decirlo, un sentido de los smbolos masnicos que solo es aparente, podramos decir: exotrico, para descubrir el sentido autntico, esotrico, solamente a algunos de los iniciados, y ello, al cabo de un largo pe-rodo de espera?

    37 In Documents martinistes, n 2, p. 37.

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    Aqu una vez ms, la respuesta es simple, y sta ha sido ya formulada con anterioridad. La moral que se ha enseado en los grados simblicos no es solamente una moral abstracta, objeto de reflexiones, es una moral de la accin.

    El masn, durante su progresin en logia, aprende simultneamente a depurar su inteligencia y a purificar su corazn (el camino de la inteligencia y la virtud). Le es preciso ejercitarse en desembarazar su espritu de pensamientos vanos o nocivos que lo entorpecen y lo oscurecen, lo apartan del recto camino, o por decirlo de otra manera, de su propio ser, de su verdad, y lo hacen incapaz de la contemplacin de la Verdad. Lo que constituye el estado mismo del espritu oscurecido, en privacin.

    Y le es preciso, simultneamente es el mismo traba-jo combatir las pasiones que lo esclavizan, eliminar los vicios que son los estigmas del hombre cado, y em-plearse en despertar y fortificar en l las virtudes, sello indeleble de la imagen divina que subsiste inalterada en el hombre, vestigios de su gloria pasada y premisa de su gloria futura cuando haya restablecido la confor-midad con el prototipo divino. Virtudes que son tipifi-cadas en las virtudes masnicas, las cuales no son otras que las cuatro virtudes cardinales del cristianismo. Ya que los vicios pertenecen a la naturaleza cada del hombre, le son contra-natura; las virtudes pertenecen por el contrario a su verdadera naturaleza, a su propio ser.

    Es pues el origen glorioso del hombre, as como la es-peranza y la fe en un destino no menos glorioso, el re-torno a su verdadera naturaleza, lo que le piden la prctica de las virtudes, en primer rango de las cuales

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    la beneficencia, imagen e icono del Amor divino. Este lazo necesario es particularmente bien anunciado por Henri de Virieu, uno de los portavoces de Willermoz en Wilhelmsbad: El hombre, creado a imagen y se-mejanza divinas, debe, [dice Virieu] actuar imi-tando al Ser eterno, que es el principio de todos los bienes como lo es de todas las criaturas.38 As, detrs de la exigencia moral, existe una necesidad metafsica, ontolgica, que la sostiene; lo que ya no debe sorpren-dernos.

    Ah est la justificacin para el paso, necesario pero no suficiente, por el estado caballeresco. En efecto, el hecho para los caballeros masones de entregarse asi-duamente y de todo corazn a la prctica de las virtu-des cristianas y singularmente de la beneficencia, que es su deber propio (como su propio ttulo lo indica), no expresa pues solamente su fidelidad a su fe y a sus ju-ramentos; es la prueba tangible que en ellos la imagen desfigurada est en vas de reencontrar su se-mejanza y su conformidad al modelo divino, y que por consecuencia la iniciacin se ha realmente operado en ellos.

    Cuando el estado caballeresco se traduce por un comportamiento caballeresco, el cual se expresa en ac-tos y es un compromiso activo y no tan solo una actitud especulativa o contemplativa, entonces es la concretiza-cin y por consecuencia la prueba y la garanta de la realidad del cumplimiento inicitico en el caballero ma-

    38 Memorandum sobre las ideas que la Orden debe relacionar con el termino de beneficencia, CV n 9, p. 11; CV Hors Srie, p. 101; y VdH n 19, p. 198.

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    sn, la prueba y la garanta que la iniciacin ha sido ac-tuante en l.

    Es menester insistir en ello: no existe prueba irrecusa-ble, garanta fiable, fuera de este compromiso activo en la va de la beneficencia ms universal conforme (segn la frmula citada ms arriba) a un principio de amor y de caridad. Entonces, se hace manifiesto que el caba-llero masn, uniendo en l contemplacin y accin, ac-ta (continuo citndolo) a imitacin del Ser eterno a imagen y semejanza del que ha sido creado, de Dios que es Amor, y que por consecuencia ha vuelto o est en la buena va para volver a ser l mismo, que es el camino de la restauracin ontolgica, dicha tambin de la reintegracin. Tal es el fundamento de la moral de la accin de la que hablo ms arriba.

    Entonces, y solamente entonces, se le hace lcito tener acceso a la plenitud consciente del conocimiento inici-tico, plenitud de la comprensin intelectual que va a venir a completar la plenitud de la realizacin espiri-tual, de manera que cabeza y corazn acten en armo-na o para decirlo mejor sinfnicamente.

    Es en esto, y por esto, que la Orden interior constitu-ye, no solamente una preparacin, como lo indica Wi-llermoz en Wilhelmsbad (preparara al objetivo de los conocimientos cientficos39), sino una probacin: una puesta a prueba para aportar la prueba y esta prueba es aportada por el comportamiento caballeresco descri-to anteriormente de la permanencia y autenticidad del deseo. Del verdadero deseo, el cual no es baldo al alma, efusin sentimental, sino que, con coraje e inteli-gencia, pasa a ser acto. Ahora bien la Verdad slo se da

    39 Pravis, CV, n 8, p. 49; CV hors srie, p. 77.

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    a aquellos que la desean verdaderamente, a los hom-bres de deseo.

    He aqu por qu y aprovecho esta ocasin para de-cir alto y fuerte lo que pienso desde hace largo tiem-po si nosotros, que nos decimos Caballeros Bienhe-chores de la Ciudad Santa, solo lo somos sobre el papel o por nuestra vestimenta: nuestros mantos, blasones, nuestras espadas; si nos abstenemos de hacer diaria-mente obras de beneficencia y de caridad, entonces, no solamente somos caballeros de opereta, no solamente somos infieles y perjuros a nuestras promesas, a nues-tro compromiso, sino que es todo el trabajo de la inicia-cin efectuado en nosotros, que por culpa de nuestra carencia, comprometemos y mandamos al garete. Im-pedimos entonces la eclosin en nosotros de la imagen divina, puesto que, recordmoslo, la beneficencia es el icono del Amor divino, de Dios que es amor. Es en esto, que como se dice en el pasaje del Ritual antes mencio-nado, la inaccin es culpable.

    As mismo es ilusorio y vano insisto sobre ello en beneficio de aquellos que pudieran engaarse el pen-sar que podran ahorrarse el compromiso en la Orden interior, en la idea que pudieran tener sin pasar por ella un acceso ms directo y ms rpido a conocimientos ms elevados. Todo al contrario, este compromiso es una condicin sine qua non; sin l, y sin la prueba que solo puede aportar aquel que lo ha contrado, y que lo ha aplicado, reconquistando la verdad de su ser, este acceso permanece prohibido, de manera definitiva.

    Una comparacin aclarar mis palabras. Hay, entre el estado del masn y el de caballero, poco ms o menos la misma relacin que entre la fe y las obras. Sin fe, no hay obras posibles; e inversamente, las obras prueban

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    la autenticidad de la fe: como Corneille le hace decir a Paulina, en Polyeucto: la fe que no acta, es una fe sincera?.

    Aadir otra imagen, que tomar prestada del llorado Pierre Warcollier. En el seno de la Orden masnica, se-guimos el camino de una realizacin ascendente, de la que el grado de Maestro escocs marca la cumbre. Con la Orden interior, que nos consagra a la accin, y a la accin en el mundo, seguimos por el contrario el ca-mino de una realizacin descendente.

    Y es entonces que todo se hace posible, ya que el que se humille ser ensalzado. Aquel que se ha preparado as es en lo sucesivo apto para recibir el aleths lgos, como habra dicho Celso el Platnico, el verdadero discurso, es decir el discurso verdico sobre la verdad. En este caso, el hacer precede al decir.

    De esta suerte, se encuentra as mismo resuelta la pa-radoja a la que he hecho alusin en diversas ocasiones. La enseanza doctrinal es muy, efectivamente, prepara-toria a la realizacin integral de la iniciacin, pero lo es retroactivamente. Ya que si la iniciacin se desarrolla en el tiempo (como hemos visto), este tiempo es el del es-pritu, el tiempo sagrado, que no es el tiempo de la su-cesin cronolgica.

    Aado, y con ello vuelvo a encontrar as mi punto de partida, que esta enseanza inicitica no es en absoluto necesaria a la accin de la iniciacin, que por el contra-rio, opera (me repito) en el silencio del espritu y del co-razn. Pero es necesaria la apertura de este espritu y de este corazn, a fin de que la iniciacin pueda operar sin obstculos. Es una vez ms una cosa que Willermoz ex-

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    presa muy claramente en una carta a Charles de Hesse, del 12 de octubre de 178140:

    En cuanto a las instrucciones secretas, mi objetivo, al redactarlas, fue el despertar a los masones de nuestro Rgimen de su fatal adormecimiento; para hacerles sentir que no es en vano que se les ha motivado siem-pre al estudio de los smbolos, gracias al cual, por su trabajo y con otros socorros, les cabe esperar traspasar el velo; llevarlos al estudio de su propia naturaleza; ha-cerles vislumbrar su tarea y su destino; en definitiva prepararlos para que quieran convertirse en hom-bres.

    Convertirse en hombres: el mismo Willermoz subraya estas palabras. Tal es, en nuestro Rgimen, el fin ltimo de la iniciacin. Exaltante programa!

    Al trmino de esta exposicin en la que no he hecho ms que allanar el terreno y evacuar ciertos previos, es-pero haber logrado probar una cosa, y esta es, que la es-tructura tripartita que Willermoz ha querido dar al R-gimen Rectificado, es una estructura funcional y no tan solo formal, y que ella responde a una necesidad meto-dolgica. Esta estructura es de tal coherencia interna, que desmembrar el Rgimen o amputarlo equivale a privarlo de buena parte de su eficacia, si no inicitica, cuando menos pedaggica. Este es el caso en algunas obediencias masnicas; no en el de todas gracias a Dios!

    Una ltima observacin. Vivimos en efecto en una poca extraa, en la que todos los secretos terminan por dejar de serlo. Un eclesistico eminente me haca obser-var no hace mucho que es la primera vez en la historia

    40 CV, n 8, p. 47.

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    que todas las tradiciones secretas de todos los pueblos son accesibles a cualquiera que se tome el trabajo de buscarlas; lo que tiende sin duda a probar que se acer-can los tiempos en los que, como dicen las Escrituras: Nada hay encubierto que no haya de revelarse, ni na-da oculto que no haya de ser conocido (Lc 12, 2). Con-secuencia de ello es que las Instrucciones secretas a los Profesos y sobre todo, las ms importantes, a los Gran-des Profesos, son de dominio pblico (las primeras pu-blicadas por Paul Vulliaud in Joseph de Maistre Franc-Maon, 1926, y las segundas por Antoine Faivre in Le Forestier, La Franc-Maonnerie templire et occultiste, 1970).

    Que sean accesibles a todos, mientras que Willermoz haba tomado tantas precauciones para disimular inclu-so su existencia, comporta evidentemente riesgos, pero tambin ventajas, y estoy convencido que lo segundo predomina sobre las primero. Los riesgos, creo yo, son por otra parte menores que en el siglo XVIII, ya que lo oculto se ha banalizado actualmente hasta tal punto que nadie, o casi nadie se toma nada en serio, tanto el esoterismo autntico como la pacotilla ocultista. Y la experiencia demuestra que los textos que tienen un verdadero alcance se defienden muy bien por s solos, ya que ante los espritus ftiles, o mal intencionados, o simplemente mal preparados, se cierran, y se les hacen hermticos en el sentido comn del trmino.

    En cuanto a las ventajas, estas son inapreciables: se tiene as acceso sin reservas a la pura y verdica doctri-na del Rectificado. Ya que es all donde ella se encuen-tra, y si uno quiere captar lo que hacen los masones rec-tificados, solo tiene que leer, releer, estudiar, meditar las Instrucciones secretas a los Grandes Profesos.

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    Todo masn rectificado debera tenerlas por libro de cabecera. Y si despus de esto, retoma sus rituales y los estudia a su luz, entonces descubrir una infinidad de riquezas insospechadas o casi. Tesoros de los que podr disponer libremente para su mayor provecho y el de sus hermanos.

    Pero antes de llegar a esta cumbre, hay que comenzar por el principio y sufrir los grados que llevan a ella. Es-tos grados ascendentes, son las Instrucciones de la clase simblica o masnica, instrucciones que en los tres primeros grados, son calificadas de morales, pero es-te calificativo no debe confundirnos, ya que en realidad es la doctrina de la que he hablado ms arriba que es expuesta de manera alusiva y velada, pero muy real, y esto progresivamente de grado en grado. La culmina-cin de esta enseanza es la que se titula Instruccin fi-nal del hermano recin recibido al cuarto grado y lti-mo simblico de Maestro escocs en el Rgimen rectifi-cado41, en el curso de la cual es presentada primera-mente una retrospectiva variada de las explicaciones de los tres grados precedentes, y a continuacin otra surti-da retrospectiva con explicaciones de los diferentes epi-sodios del cuarto grado en particular por los que el re-cipiendario acaba de pasar. Esta instruccin no es de-nominada moral, a diferencia de las precedentes, ya que ella tiene un claro alcance metafsico, de esta meta-fsica de la que he hablado al comienzo de este estudio. Esta recapitulacin de los grados masnicos anticipa lo que ser la Instruccin a los Grandes Profesos, que la amplifica y ahonda, pero aporta suficientemente la en-

    41 Ritual M.E.S.A., op. Cit., pp. 64 a 79 [Ritual G.P.D.H. pgs. 85 a 100].

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    seanza de la doctrina del Rgimen rectificado, ense-anza que completa y perfecciona el cursus masnico en el seno de este Rgimen, y que puede y debe ser dis-pensado a los hermanos menos avanzados: razn por la que los enseantes de la logia, Venerable Maestro y Vi-gilantes deben absolutamente ser Maestros Escoceses, ya que es nicamente entonces cuando habiendo aca-bado su iniciacin masnica en la clase de los smbo-los42, pueden transmitir sin defectuosidad el conoci-miento.

    Tenemos pues relacin, con estas cuatro instrucciones que se completan e iluminan unas a otras, en un con-junto pedaggico (retomo este epteto) muy inteligente y eficazmente agenciadas. Es por lo que ser de gran utilidad haberlas reunido en un nico volumen, lo que, por comparacin de unas y otras, acrecentar notable-mente la luz llevada sobre la doctrina nica en su gne-ro del Rgimen Escocs Rectificado.

    Jean-Franois VAR

    42 Ibid., p. 69. [Ritual G.P.D.H. pg. 90].

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    JEAN-BAPTISTE WILLERMOZ Y SU OBRA

    Joseph de Mastre, hace ms de dos siglos, en su Me-moria al Duque de Brunswick, planteaba, sobre la Francmasonera, ciertas cuestiones que ningn masn puede en toda conciencia eludir:

    Posiblemente no exista ningn masn con cierta capa-cidad de reflexin, que no se haya preguntado una ho-ra despus de su recepcin: Cul es el origen de todo esto que he visto? De dnde vienen estas ceremonias extraas, toda la pompa y boato, estas grandes pala-bras, etc.? Pero despus de haber vivido durante al-gn tiempo en la orden, se hace otras preguntas: Cul es el origen de estos misterios que no encubren nada, de esos tipos que no representan nada? Por qu tantos hombres de todos los pases que se renen (po-siblemente desde hace varios siglos) para situarse or-denadamente en dos lneas, jurar no revelar jams un secreto que no existe, llevar la mano derecha al hombro izquierdo, volver a ponerla en su lado derecho, y sen-

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    tarse a la mesa? No es extravagante, comer y beber en exceso, sin hablar de Hiram, del Templo de Salomn, y de la estrella llameante, etc. etc.?43

    A estas preguntas, Willermoz masn eminentemen-te con capacidad de reflexin busc durante largo tiempo y con obstinacin la respuesta. Nos la ha lega-do; y he aqu su obra, objeto del presente trabajo.

    43 Mmoire au duc de Brunswick (1782), de J. de Mastre, Ecrits maonniques (Geneve, Slatkine, 1983) pgs. 80-81. Se trata de una memoria dirigida como respuesta a la consulta general or-ganizada por Ferdinand de Brunswick en el marco de la prepa-racin del convento de Wilhelmsbad.

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    WILLERMOZ Y LOS SUYOS

    Quin era Jean-Baptiste Willermoz? Nacido el 10 de ju-lio de 1730, en Lyon, muerto en la misma ciudad des-pus de 94 aos, el 29 de mayo de 1824, era el menor de una familia de doce hermanos44, de los cuales solamen-te tres cuentan en la historia masnica (al igual que en la historia a secas, puesto que, salvo su existencia, no sabemos nada ms de los otros)45:

    1 Su hermana mayor, la futura Sra. Provensal, con la cual su vida transcurrir estrechamente ligada. Viuda a los pocos aos de su matrimonio, cuid del gobierno de la casa a lo largo de un celibato prolongado hasta que se produjo el matrimonio de Willermoz en 1796 con una hurfana, Jeannette Pascal (llamada Marie en el r-bol genealgico; sus nombres completos eran Jeannette

    44 He publicado y comentado un rbol genealgico de la familia Willermoz en el n 7 de los Cahiers Verts (nouvelle srie, 2012), pginas 133-144. 45 Mencionamos a ttulo de indicacin un to abuelo suyo, Lonard Willermoz, vicario de la parroquia de Saint-Nizier.

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    Pascal, cf. nota 47): el esposo tena por aquel entonces 65 aos y la esposa 24... La estrecha relacin entre los dos hermanos prosigui hasta la muerte de la Sra. Pro-vensal en 1810, y todos aquellos que frecuentaron el hogar de Willermoz o residieron en l algunos das, han guardado de ella el mejor recuerdo, caluroso y agrade-cido; como es el caso de Saint-Martn, y muchos otros. Privilegiada confidente de Willermoz, este no le oculta-ba nada y lo comparta todo con ella, hasta la hizo en-trar en la Orden de los Elegidos Coens de Martnes de Pasqually, donde fue recibida como maestro coen, ya que esa Orden era mixta.

    2 El futuro doctor Pierre-Jacques Willermoz (1735-1799), del que volveremos a hablar ms adelante.

    3 Y finalmente Antoine Willermoz (1741-1793), ejecu-tado durante el Terror que sigui a la toma de Lyon por la Convencin, despus de que la ciudad se sublevara para defender a los Girondinos. De los dos, Pierre-Jacques parece haber sido el ms prximo a Jean-Baptiste. No obstante, ambos estuvieron asociados de cerca (se quiera o no, todo prueba que Willermoz tena una fuerte personalidad dominadora, por no decir des-ptica) en sus empresas masnicas y para-masnicas.

    Para terminar con su entorno familiar, apuntamos que el matrimonio de Jean-Baptiste Willermoz, aparen-temente desequilibrado (cuarenta aos de diferencia entre los esposos, aunque la cosa no era tan rara por aquel entonces) le aport grandes pesadumbres. No porque fuera desdichado en su vida matrimonial, antes al contrario, pero al cabo de siete aos, en 1804 (Wi-llermoz tena entonces 74 aos) la Sra. Willermoz dio a luz una nia que slo vivi algunos das; al ao si-guiente alumbr un nio; y, finalmente, en 1808 un par-

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    to prematuro le quit la vida. As pues, despus de doce aos de felicidad sin queja (segn sus propias pa-labras), Willermoz se encontr viudo a los 78 aos con la carga de un nio de 3 aos (haba nacido el 20 de septiembre de 1805) en quien deposit todas sus espe-ranzas.

    Con vistas a la instruccin futura de su hijo, Willer-moz redact a la sazn importantes documentos: nueve cuadernos clasificados en sus archivos bajo el ttulo ge-neral siguiente: Instruccin particular y secreta a mi hi-jo, para serle comunicada cuando tenga la edad de per-fecta virilidad, si es que entonces se muestra digno de recibirla (en la actualidad en el fondo Kloss de la biblio-teca del Gran Oriente de Holanda, en La Haya; en la bi-blioteca municipal de Lyon, fondo Willermoz, entre otros). Estos textos, en los que Willermoz expone sus concepciones religiosas y metafsicas (las cuales, como veremos, estn estrechamente ligadas) son de un inte-rs capital, en tanto que se expresa tal como l es, al no tener necesidad de disfrazar su pensamiento por razo-nes de poltica masnica.

    Pero he aqu, que el 23 de octubre de 1812, es decir contando solamente 7 aos de edad, el pequeo Jean-Baptiste-Franois de Sales-Claudius, que pareca lleno de vida (en su carta del 10 de septiembre de 1810 a Charles de Hesse, Willermoz lo describa como muy bien constituido), muere sbitamente sin que nada lo dejara prever. Qu golpe!, para ese anciano de 82 aos que, en el espacio de cuatro aos, haba perdido a su querida esposa, a su hermana no menos querida, y fi-nalmente a su hijo, la nia de sus ojos como l gusta-ba decir.

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    Por tanto, slido como una roca, casi ignorante de las enfermedades salvo un temblor nervioso de sus ma-nos, aparecido hacia los 70 aos y que se fue agravando hasta el punto de dejarlo prcticamente incapaz de es-cribir por s mismo y obligarlo a recurrir a los buenos oficios de su sobrino sobrevivi an doce aos, hasta la edad, como antes hemos dicho, de casi 94 aos.

    A partir de aquel momento, ya sin descendencia di-recta, volvi su afecto y sus esperanzas, principalmente masnicas, hacia su sobrino, hijo de Antoine, y que de-bera ser su ahijado, puesto que tambin se nombraba Jean-Baptiste. Este le sirvi a menudo de secretario: l fue, por ejemplo, quien redact bajo el dictado de su to la larga carta de fecha 10 de septiembre de 1810 por la cual este ltimo vuelve a ponerse en contacto, despus de quince aos de interrupcin, con Charles de Hesse, y le da noticias (preciosas para nosotros) del Rgimen Rectificado en Francia:

    Mi mano, despus de las fuertes sacudidas morales que he sufrido, me niega su servicio para toda escritura continuada.46 Estoy obligado a tomar prestada la de mi sobrino (a Lilio Albo) hijo de mi hermano (a Concor-dia), para escribir bajo mi dictado; siendo caballero y Gran Profeso, es del nico de quin me puedo servir para mis escritos confidenciales; pero encontrndose excesivamente ocupado en sus asuntos todo el da, slo me puede dedicar de tanto en tanto ciertos momentos siempre demasiado cortos.

    Sin embargo, su sobrino no tena realmente la fibra masnica, y es de suponer que haba aceptado el dejar-se iniciar en todos esos secretos por complacer a su to.

    46 Probablemente se tratara de la enfermedad de Parkinson.

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    Lo cierto es que ste ltimo debera verse defraudado en sus esperanzas, puesto que a fin de cuentas, su here-dero masnico fue Antoine-Joseph Pont (hijo de un amigo de su hermano Antoine, y al nico que junto a su sobrino Jean-Baptiste, inici Willermoz despus de la Revolucin Francesa). Es a l, en efecto, a quin har legatario de todos sus archivos y documentos.

    Para terminar con la familia Willermoz, y enlazar por ah con su profesin, es preciso decir algunas palabras de su padre. Claude-Catherine Willermoz, oriundo de Saint-Claude47, en el futuro departamento del Jura, ha-ba emigrado a Lyon a principios de siglo y ejerca la profesin de comerciante de mercera. Los Willermoz son, pues, modelados por esa atmsfera lionesa, que resulta tan particular. De ah las caractersticas que se revelaron en el carcter de Jean-Baptiste: obstinacin, gusto por el secreto, pero a la vez don de gentes, senti-do para los negocios y para las relaciones.

    47 En el Cahier Vert ya mencionado he proporcionado mayores precisiones sobre la familia Willermoz. En el seguiente Cahier Vert n 8 (2013), Alain Vron ha aadido algunas otras (pgs. 119-120).

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    LA VIDA DE WILLERMOZ

    El joven Jean-Baptiste fue desde su adolescencia pro-yectado a la vida activa. A la edad de 14 aos, despus de una educacin bajo la frula de los Jesuitas (en con-secuencia slida y cumplida), fue aprendiz de un co-merciante de sedas (algo que se impona en Lyon). Diez aos ms tarde, a los 24, mont su propio negocio y se estableci por su cuenta como maestro fabricante. Una nota contempornea, algo anterior al convento de Wilhelmsbad lo describe como fabricante de tejidos de seda y plata y comisionista de sederas, a la vez fabri-cante y detallista, perteneca a la aristocracia del comer-cio lions. Sus fabricados se vendan en toda Francia, al igual que en buena parte de Europa, lo que le permiti a la vez entrar en contacto y tener relacin con numero-sos clientes adinerados de la aristocracia (tal como sue-na), incluyendo prncipes, a los que serva de maravilla contentando sus intereses y curiosidades masnicas. De suerte que en su correspondencia se puede ver entre-mezclada, de una manera bastante divertida, las consi-deraciones ms elevadas sobre las altas ciencias, los

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    fines ltimos de la masonera, el cristianismo trascen-dente, como bien dir Joseph de Mastre, y de impro-viso otros asuntos muchos ms terrenales, relativos a muestras de tejidos o coloridos. Existe as un intercam-bio de cartas con Charles de Hesse a propsito de los colores obtenidos por las recetas alqumicas del conde de Saint-Germain (que el prncipe tena recogido en su castillo de Gottorp donde finalmente fallecera) y que al probarlas, se revelaron de pobre calidad...

    Sus viajes anuales propios de su comercio, y su co-rrespondencia de negocios, demostraron ser una exce-lente va para entrar en materia y trabar contactos rela-cionados con lo que fue LA gran obra de su vida: ex-tender y profundizar el campo de sus conocimientos masnicos. Lo que le llev a liquidar su casa de co-mercio (que vendi a sus dos principales empleados) en 1782, poco antes del convento de Wilhelmsbad, a fin de consagrarse en adelante nicamente a la Francmasone-ra.

    Por cierto, Alice Joly (a quin debemos todos estos de-talles) apunta que en esa poca empieza un perodo de declive lase de crisis, para las sederas, al preferirse los tejidos de algodn y las muselinas uno se imagina a Mara Antonieta jugando en las butacas del pequeo Trianon.

    Un acontecimiento que Alice Joly entrevi inconscien-temente y que me fue revelado de manera fortuita gra-cias al descubrimiento que hice en febrero del ao 1999, en los archivos de la Orden de los Francmasones dane-ses, en Copenhague, de una carta desconocida de Henri de Virieu que publico aqu (en Anexo I), es que esta cri-sis de las sederas tuvo repercusiones financieras sobre la fortuna de Willermoz y contrari al menos momen-

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    tneamente sus proyectos de jubilacin. Al parecer, el fundador de la Orden de los Caballeros Bienhechores de la Ciudad Santa fue en efecto invitado a participar por los dos prncipes, Ferdinand de Brunswick y Char-les de Hesse (carta de Charles de Hesse a Willermoz del 22 de septiembre de 1780), a una reunin preparatoria del convento general proyectado por ellos.48 Willermoz no acudi a esta invitacin, y hasta ahora, y a conse-cuencia de Le Forestier, se haba interpretado esto como una espantada. La carta dirigida confidencialmente a los prncipes por Virieu prueba que fueron las dificul-tades econmicas las que impidieron a Willermoz hacer un tan largo desplazamiento, obligado como se encon-traba en aquellos momentos en atender sus asuntos profesionales cuando paradjicamente haba decidido despegarse de ellos.

    Sin embargo, ello fue tan solo temporal, y la venta que hizo de su fondo de comercio dos aos ms tarde, en 1782, es una realidad comprobada. Prueba suple-mentaria que Jean-Baptiste Willermoz era un excelente gestor y que por otra parte tena el sentido de la opor-tunidad, lo que confirma ampliamente su poltica y su diplomacia masnicas. El que pudiera retirarse a esa edad (52 aos exactamente), es decir, bastante precoz-mente, demuestra que, si no con una fortuna hecha, al menos tena una situacin econmica lo suficientemen-te desahogada como para permitirle vivir en lo sucesivo de sus rentas y hasta de adquirir con motivo de su ma-trimonio, en 1796, una hacienda (en su carta anterior-mente citada de 1810 a Charles de Hesse, se califica a s mismo Jean-Baptiste WILLERMOZ, propietario) que

    48 Cf. Le Forestier, op. cit. pp. 576-579.

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    no cesara de ampliar y embellecer, lo que prueba con creces, que con anterioridad haba sabido ser un sagaz hombre de negocios.

    En resumen, no se haba retirado totalmente de los negocios. Conserv importantes intereses en la tienda de mercera al por mayor de su hermano Antoine y de su cuado Provensal, y cuando despus de la muerte de Antoine se precis liquidar la tienda, fue a l a quien llamaron para hacerlo.

    Para Willermoz, el xito profesional, el xito social (como ms adelante veremos) y, si lo podemos decir as, el xito masnico iban parejos, y ello era debido a que aplicaba sus mltiples cualidades en los diferentes campos de actuacin. Pero es preciso no perder de vista que Willermoz fue a la vez un autodidacta y un hombre hecho a s mismo. Desde este punto de vista, l recuer-da a menudo a su casi contemporneo Laurence Der-mott (1720-1791) que, empezando como obrero pintor de la construccin, pas a ser un prspero comerciante de vinos londinense, fue el animador y el alma pensan-te de la Gran Logia de los Antiguos, al igual que Wi-llermoz para el Rgimen Rectificado; y curiosamente, ambos desde puestos de secretariado lo que haca de ellos jefes ocultos, algo as como Superiores Desconoci-dos, dirigentes mucho ms reales de sus respectivos sis-temas que los jefes ostensibles.

    Todo ello nos conduce a la carrera masnica de Wi-llermoz, la cual se confunde prcticamente con su vida, o ms exactamente, enmarca y orienta su curso. Las pe-ripecias masnicas modelan su existencia, y, en funcin de ellas, esta puede ser esquemticamente dividida en cuatro grandes perodos.

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    1 Un perodo de alrededor de cuarenta aos, de 1850 a 1791, caracterizado por una actividad masnica cada vez ms intensa y creativa, al menos hasta los aos 1775-1785, que configuran su punto culminante;

    2 Un perodo de una decena de aos, de 1791 a 1801, en el que el cese forzoso, motivado por los aconteci-mientos revolucionarios, de toda actividad masnica, dej a Willermoz la posibilidad y el tiempo necesario para aplicar su energa desbordante a otros centros de inters, sin que su apego apasionado por la masonera disminuyera ni un pice, slo que mantuvo una actitud en esa poca de tipo contemplativo-especulativa;

    3 Otro perodo de una decena de aos, de 1801 a 1810, que podramos definirlo como perodo mixto. Un ligero remozamiento de las actividades masnicas con-duce a Willermoz a reemprender sus propios trabajos. Es entonces cuando, siendo el nico conservador y de-positario, no solamente de los documentos y archivos autnticos de la masonera rectificada, sino tambin y sobre todo de la memoria de sta ltima, termina la re-daccin y puesta a punto de los rituales, en particular el de Maestro Escocs, as como sus instrucciones. Por ejemplo, de 1802 a 1807, dispensa un verdadero curso de francmasonera para uso de la logia La Triple Unin de Marsella. Simultneamente, prosigue sin interrup-cin sus actividades sociales y caritativas.

    4 Un ltimo perodo de una quincena de aos, de 1810 a 1824, caracterizado por su vejez (de 80 a 94 aos), en el que su ardor se apaga, aunque no menos que el de la masonera rectificada, la cual desaparece prcticamente de escena. Escribiendo a Charles de Hes-se, constata un enfriamiento general en Francia res-pecto a la masonera autntica, y aade que, desde hace

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    siete u ocho aos, ya no se ha podido ocupar de nada, y que no cree que quede nadie de la antigua provincia de Auvernia que est interesado por los secretos de la ver-dadera masonera.

    Como puede verse, desde el punto de vista que nos interesa, es decir, desde el punto de vista masnico, el primero de esos cuatro perodos (que por otra parte, ocupa l solo un lapsus de tiempo ms largo que los otros tres juntos) es el que se presenta ante nuestros ojos pletrico de riquezas, ya que es en el curso del cual Willermoz edific la obra de la que somos hoy sus he-rederos. Tambin podemos lgicamente dividir su exis-tencia y su actividad en dos grandes perodos: antes y despus de la Revolucin. Perodos que hemos querido considerar remontando el tiempo, es decir examinando en primer lugar el segundo, para detenernos y conti-nuar ms ampliamente con el primero.

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    WILLERMOZ MIENTRAS Y DESPUS DE LA REVOLUCIN

    La Revolucin, como se sabe, provoc bajo la Conven-cin, y principalmente bajo el gobierno del Terror, la in-terrupcin de toda actividad masnica (1793-1795), es-pecialmente con la espectacular abdicacin del Gran Maestro Philippe-Egalit que, en Enero de 1793, aban-dona, segn los propios trminos de su declaracin p-blica, la quimera por la realidad. La francmasonera ya no se despertar hasta 1795-96, gracias al esfuerzo y cuidados de Roettiers de Montaleau, antiguo venerable maestro (en 1793) del Centre des Amis.49

    De hecho, para el Rgimen Escocs Rectificado, la etapa en la que los trabajos estuvieron en sueos, haba empezado anteriormente, tal y como lo relata Willer-moz en su carta a Charles de Hesse ya mencionada del 10 de Septiembre de 1810. Y eso por razn de que los

    49 Cf. la obra de Herv Grolami de Rocca Serra Histoire de la Respectable Loge Le Centre des Amis lOrient de Paris, Can-nes, ditions du Simorgh, 2011.

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    principales de la Orden, los Grandes Profesos (a conti-nuacin veremos quines eran), siendo por definicin hombres de lite, tanto de la burguesa como de la aris-tocracia, haban tomado desde el primer momento par-te activa en los acontecimientos polticos; muchos eran diputados tanto del clero, como de la nobleza o del Tercer Estado primeramente en los Estados Genera-les, luego en la Asamblea Nacional Constituyente, en la que esos Estados se transformaron, y algunos fueron incluso elegidos para la Asamblea Legislativa que le si-gui. Evidentemente el trabajo masnico se resinti, y tambin la buena armona existente: se dividieron entre partidarios y adversarios de la Revolucin (siendo stos ltimos los ms numerosos), y las vivas discusiones, no siempre muy fraternales, los enfrentaron. Como mues-tra de ello, podemos ver el siguiente caso, testimonio de los altercados sobrevenidos desde la poca de los Esta-dos Generales, entre dos Grandes Profesos, el Caballero de Rachais y el librero Prisse-Duluc, el cual comparta la opinin de Willermoz en favor de la igualdad na-cional y cvica. Como el primero reprochaba vehemen-temente al segundo su actitud, en nombre de la pre-eminencia no solamente poltica sino incluso natural de la nobleza, este ltimo le replic que vistos los principios que ambos profesaban, se estimaba tan no-ble como Rachais y que este ltimo era tan plebeyo co-mo l mismo. A lo que el Caballero respondi en alta voz: Seor, Seor, como hermano de la Orden de los Grandes Profesos, yo os quiero bien!... (cf. Le Forestier, op. cit., pg. 837). El nivel masnico, smbolo de la igualdad, por no hablar del amor fraternal, quedaban bien lejos de todo esto.

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    Jean-Baptiste Willermoz haba hecho su eleccin. Con su Hermano el doctor Pierre-Jacques y su ntimo cola-borador Prisse-Duluc del que acabamos de hablar, se aline