Tabucchi Antonio - La Gastritis de Platon

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    Antonio Tabucchi L a g a s t r i t i s d e P l a t n

    Ilustracin de Gustav Marich, principios de siglo XX

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    Antonio Tabucchi L a g a s t r i t i s d e P l a t n

    Antonio Tabucchi

    La gastritis de PlatnTraduccin: Carlos Gumpert

    Ttulo de la edicin original:La gastrite di Platone Sellerio editore,

    Palermo, 1988Diseo de la coleccin: Julio Vivas

    Coleccin: Argumentos, n.o 228 ED.ITORIAL ANAGRAMA, S.A., 1999Pedr de la Creu, 5808034 BarcelonaISBN: 84-339-0578-3Depsito Legal: B. 22544-1999Printed in Spain:Liberdplex, S.L., Constituci, 19, 08014 Barcelona

    Contraportada

    La gastritis de Platn es el ttulo paradjico de un libro que naci de las reflexiones deTabucchi provocadas por un artculo de Umberto Eco en el que se argumentaba que lo nico que

    puede hacer el intelectual cuando su casa se est quemando es llamar a los bomberos. Insatisfechopor este papel de telefonista diligente, Tabucchi introduce -en el club rgidamente institucionalizadode los intelectuales- la figura del escritor concebido como intelectual espordico yclandestino: socava as, custicamente, ese estereotipado icono que se supone sacerdotal oejecutivo, acaso tolerablemente quejumbroso, pero en cualquier caso siempre domstico yornamental. Y reclama el derecho (y el deber) del escritor de indagar con su escritura en lo que no seda a conocer.

    En el texto, Tabucchi se dirige como interlocutor a Adriano Sofri, antiguo lder de las

    organizaciones izquierdistas Potere Operatio y luego Lotta Continua, condenado a 22 aos decrcel, junto a dos compaeros, como presuntos instigadores del asesinato del comisario Calabrese en1972. Una sentencia que ha generado considerables polmicas. Al elegir el caso Sofri como nudode una realidad que se pretende formalmente clara pero que sustancialmente resulta oscura einquietante, Tabucchi propone un discurso que es, a la vez, una urgente interrogacin y una voz dealarma.

    Antonio Tabucchi est considerado como uno de los mayores escritores del panoramainternacional contemporneo. En Anagrama se ha recogido su obra narrativa, ampliamentegalardonada: Dama de Porto Pim, Piazza d'Italia, Nocturno hind, El juego del revs, Pequeosequvocos sin importancia,La lnea del horizonte,Los voltiles del Beato Anglico,El ngel negro,

    Rquiem, Sostiene Pereira, Sueos de sueos & Los tres ltimos das de Fernando Pessoa y La

    cabeza perdida de Damasceno Monteiro.

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    A la querida memoria de Leonardo Sciascia y Pier Paolo Pasolini, con mucha nostalgia

    El futuro tiene un corazn antiguo.

    CARLO LEVI

    No aceptara jams formar parte de un club que admitiera entre sus socios a personas como yo.GROUCHO MARX

    BOMBERO: Dentro de tres cuartos de hora y diecisis minutos exactamente tengo un incendio en elotro extremo de la ciudad. Debo apresurarme, aunque no tenga mucha importancia.

    SEORA SMITH: De qu se trata? De un fueguecito de chimenea?BOMBERO: Ni siquiera eso. Una fogata de virutas y un pequeo ardor de estmago.

    EUGNE IONESCOLa cantante calva

    Esta diablica puesta en escena es tambin el contenido de dos relatos publicados no por casualidadcoincidiendo con el inicio del proceso en primera instancia -Una historia sencilla de Sciascia- y ensegunda instancia -El aleteo de una mariposa en Nueva York puede provocar un tifn en Pekn?, deTabucchi.

    De la sentencia del primer proceso de apelacin contra Sofri, Bompressi e Pietrostefani, redactadapor el magistrado ponente Laura Bertol Viale, 1991

    El carro del victimismo es arrastrado por estos bueyes, por estos tiles idiotas [los intelectuales].

    De la Requisitoria del Fiscal General Ugo Dello Russo, representante de la acusacin en el primerproceso de apelacin contra Sofri, Bompressi e Pietrostefani, 1991

    .. y la gallinade regreso al caminovuelve a cacarear.

    GIACOMO LEOPARDI

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    Prlogo

    Donde se justifica esta Gastritis

    Este librillo de tema tan italiano lleg paradjicamente a Italia rebotado desde Francia, puestoque es deudor del inters de algunos amigos franceses tras un viaje de ida y vuelta al pas transalpino.Sin la iniciativa de Bernard Comment, que ha ideado su estructura, encargndose tambin de suedicin, no existira como volumen exento, y hubiese quedado como un breve ensayo (o mejor,colaboracin) publicado en la revista Micromega de mayo de 1997 bajo el ttulo de Una cerillaMinerva 1 inspirado en una Bustina di Minerva de Umberto Eco (L'Espresso, 24 de abril de1997), titulada El primer deber de los intelectuales: permanecer callados cuando no sirven paranada. Tuve la impresin de que en ese escrito Umberto Eco, al confiar al intelectual exclusivamentela gestin de la cultura (casi podramos decir de los bienes culturales) y al apoyarse en dos imperiosasafirmaciones (la primera, que cuando se le quema la casa lo nico sensato que el intelectual puedehacer es llamar a los bomberos; la segunda, que, puesto que resulta vano cualquier intento de razonarcon alcaldes impermeables a las formas de educacin cvica, lo ms til para el intelectual esdedicarse a escribir manuales ad usum de los nietecillos de alcaldes semejantes, con objeto de que nocrezcan con la mentalidad de sus abuelos), trazaba del intelectual un perfil excesivamente triste (oquiz inconscientemente cnico). Mi intervencin en Micromega no pretenda tanto rehabilitar lacontrovertida figura del intelectual (de la que no se sabe bien si pertenece a la vil raza maldita 2 o ms

    bien a la especie del ave fnix) como en todo caso su espordica funcin dentro del actualconsorcio humano, sobre todo en Italia. Y, al hacerlo, me pareci oportuno, si no indispensable,recurrir a un ejemplar de la especie intelectual que curiosamente Eco descuidaba en su texto: elescritor y, o el poeta. El olvido de Eco me pareci digno de reflexin, no tanto a causa de Eco,que tambin es escritor, cuanto por el hecho de que atrajera mi atencin hacia la clase de papel que

    el escritor y el poeta han podido desempear en la Italia de la posguerra (dejando a un lado las pocasmonrquica y fascista). Papel que acab considerando de escaso prestigio; es ms, todo me llev a laconclusin de que tal ejemplar zoolgico, cuando no ha sido objeto del mayor desprecio por parte dePalacio (pasolinianamente entendido como el Poder), siempre ha sido considerado con ciertasuficiencia por las instituciones intelectuales y culturales a l conexas (academias, escuelas crticas,etc.) y tratado por stas con condescendiente superioridad, tenindolo por una criatura excntrica,acaso pintoresca, pero que, fuera como fuese, poda perfectamente dejarse de lado (hacindose eco talvez de la famosa expresin prescindamos de ello que repeta el actor cmico Tot). Por lo dems,una mentalidad corriente, derivada en parte de Pareyson y en parte de cierta hermenutica de nuestrosiglo, basada en el humilde principio de que el hermeneuta sabe ms que el propio autor(Schleiermacher), no puede sino llegar al silogismo prctico de que el comentador puede incluso

    prescindir del comentado, lo que recuerda a los gramticos de cervantina memoria que no tenannecesidad de la lengua. Y los resultados estn a la vista.3

    La primera asercin de Eco, basada en la metfora de los bomberos (polticamente muycorrecta: quin no llamara a los bomberos si se le estuviera quemando la casa?) me parece, pordecirlo de algn modo, insuficiente: basta considerar la solicitud que el benemrito cuerpo ha

    1 Juego de palabras en alusin al nombre de la seccin periodstica de Umberto Eco El paquete de Minerva, en la quese public el artculo que se menciona a continuacin.Minerva es el nombre de una conocida marca de cerillas italiana,adems del de la diosa de la sabidura, obviamente. (Nota del Traductor).2 Conocida expresin deLa divina comedia de Dante, el cual, naturalmente, no se refera a los intelectuales. (Nota delTraductor).3 Queda por ver si el silogismo prctico que conclua la tica a Nicmaco aristotlica con un este plato es adecuado

    para m no ha llevado a atracones excesivamente indigestos, para cuyas historias clnicas, ms que la filosofa, esaconsejable la sabidura popular, es decir, que quien crea saber dnde le aprieta el zapato tal vez encuentre en cambio lahorma de su zapato.

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    demostrado all donde las italianas calamidades lo reclamaban. (Y los ciudadanos recordarn laeficacia de la actuacin de nuestros bomberos en la estacin de Bolonia tras la bomba de agosto de1980. Lo que ocurre es que no es tarea del jefe de bomberos, pobrecillo, identificar a quien coloc elartefacto que fue causa del incendio y de las ruinas -y, sobre todo, de los muertos-, y es eso lo que alos ciudadanos, adems de a los intelectuales, les gustara saber).

    La segunda asercin, es decir, la tarea atribuida al intelectual destinado a paciente educador delos nietecillos de un alcalde maleducado, me parece un tema de reflexin adecuado para unintelectual como Adriano Sofri1.

    Quin mejor que l, con una perspectiva de una veintena de aos de tiempo libre, paradedicarse a escribir un manual apropiado para la formacin espiritual de los nietecillos de suacusador?

    As que decid dirigir mis reflexiones deMicromega a Adriano Sofri, en forma de carta abierta.Ello me pareci tambin un modo, acaso no beligerante, de invitar a la intelligentsia italiana a un

    partidillo dialctico, no slo en torno a abstractas teoras, sino sobre todo en torno a un fenmeno denaturaleza emprica, cuya anormalidad me pareci (y me sigue pareciendo) enormemente inquietante(me refiero a la condena de Sofri, Bompressi y Pietrostefani). Pero probablemente a causa de mi

    optimismo, que no haba tenido en cuenta la jubilacin a la que han sido condenados tanto el trminodialctica como el filsofo que hizo ms uso de l, aparte de algn peloteo con el destinatario de lacarta (el patio de una crcel no tiene evidentemente las mismas caractersticas que el terreno deWimbledon, ni su muro las de la red del tenis), me encontr jugando un partido semejante al queaparece enBlow Up de Antonioni, y de mis anttesis opuestas a las tesis de Eco result una sntesis

    bastante frugal, en la que al apetito sigui en la prctica un ayuno cuaresmal. De este magro, casidira yo platnico banquete (y nunca el adjetivo result ms apropiado), en el que los jugos gstricossegregados se nos muestran ridculamente desproporcionados respecto a lo exiguo de la digestinrequerida por los alimentos que el convento nos pasa hoy a todos, quiere ser testimonio esta pequeae inevitable Gastritis.

    1 Adriano Sofri, a quien A. Tabucchi dirige sus reflexiones sobre la figura del intelectual, fue en los aos setenta ldere idelogo de Lotta Continua, una organizacin extraparlamentaria de izquierdas. En1988, Sofri, junto a otros dosdirigentes del mismo grupo, fue acusado del asesinato de un comisario de polica cometido en 1972. Tras varios aosde procesos, condenas y absoluciones, los tres fueron condenados en firme a veintids aos de crcel e ingresaron en

    prisin en 1997. Este polmico caso, por sus irregularidades y por basarse exclusivamente en el testimonio tardo yconfuso de un arrepentido, ha sido considerado una suerte de nuevo affaire Dreyfus por gran parte de la intelectualidad

    italiana, y sigue levantando vivas polmicas. Para mayor informacin, puede verse la nota editorial en apndice alpresente volumen o consultarse el libro de Carlo Ginzburg El juez y el historiador. Consideraciones al margen del casoSofri (Muchnik, 1992). (Nota del Traductor).

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    I. Una cerilla Minerva

    Consideraciones en caliente sobre la figura del intelectual dirigidas a Adriano Sofri

    eso que no sabremos nuncanosotros, hombres provistos de lumbre

    pero no de luces.

    EUGENIO MONTALE

    Vecchiano, 25 de abril de 1997

    Querido Adriano Sofri:El origen de esta carta abierta radica en la lectura de un artculo de Umberto Eco en su habitual

    seccin La Bustina di Minerva del semanarioL'Espresso (24 de abril de 1997), que se titula Elprimer deber de los intelectuales: permanecer callados cuando no sirven para nada. La tesispropuesta por Eco, al que todos nosotros obviamente consideramos un intelectual dotado de una grancultura, est expuesta con los cnones de la geometra, y en su abstracto planteamiento no hacereferencia a situacin especfica alguna (excepto al caso de las piedras del paso elevado)1 delmomento histrico que todos nosotros estamos viviendo, sino que se sirve de ejemplos metafricosque, sin embargo, podran serle plausiblemente aplicados. He estado reflexionando sobre dichoartculo y lo sigo haciendo, y me gustara escuchar tu opinin acerca de este tema, en primer lugar

    porque te considero un intelectual dotado de gran lucidez de anlisis, pero sobre todo porque aprecio

    tu libertad intelectual (por ms que la palabra libertad, referida a ti, suene por desgracia a sarcasmo),lo suficientemente libre de prejuicios, aunque sin caer jams en la arrogancia o el axioma; tu buencriterio, por otra parte, de desconfiar del conformismo en un pas como el nuestro en el que elconformismo es hbito antiguo, me parece que aporta cierta novedad. Y, por ltimo, porque teconsidero un intelectual creativo, por un lado en virtud de la dialctica de tu pensamiento, que comotoda dialctica es creativa, en cuanto que produce un tercer elemento nuevo, y, por otro lado, a causade la situacin que te toca vivir, que es (a tu pesar, y te ruego que me disculpes y que no meconsideres cnico) portadora de una novedad cultural, acaso alarmante, que he decidido afrontar deinmediato. Por todas estas razones me dirijo a ti y te propongo un dilogo a travs de los medios decomunicacin de los que cada uno dispone.

    Adems, me interesa tu punto de vista. Y digo punto de vista quiz viciado por mi punto de

    vista: es decir, el punto de vista de quien, habiendo escrito muchas novelas, ha empleado a travs desus personajes los puntos de vista ms dispares, llegando a la conviccin de que el punto de vista, sien la narrativa adquiere una importancia relevante, en la vida resulta un factor fundamental. Y es que,como ya deca el antiguo poeta espaol, una cosa piensa el bayo y otra quien lo ensilla.

    Nunca se me ha dado muy bien el dibujo geomtrico. Por eso, en mis tiempos de institutoadmiraba a mi compaero de pupitre, capaz de transformar sin problemas un cuerpo slido, inclusoun dodecaedro, en una figura plana proyectada sobre la superficie del cuaderno y cmodamenteobservable desde un nico punto de vista: el de quien la miraba de frente. Yo era consciente de queaquella figura del cuaderno supona la conquista de la pureza, de la quintaesencia, la olmpica

    1 Caso judicial reciente en el que un grupo de jvenes de buena familia, que se dedicaba a arrojar piedras desde el paso

    elevado de una autopista, fue acusado de causar la muerte a un conductor. Como sealar ms adelante el propioTabucchi, el carcter aparentemente gratuito de este comportamiento criminal provoc una viva polmica en Italia.(Nota del Traductor).

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    serenidad adquirida por el dodecaedro cuando perda la enojosa voluminosidad con la que ocupaba elespacio. Y, sin embargo, por ms esfuerzos que haca en direccin a la idea platnica (llammoslaas) del dodecaedro, mi tendencia era la de darle la vuelta para mirar sus doce caras, observando su,sin duda, ms vulgar materialidad. Aqulla era, si as puedo expresarme, mi ingenua ilusin decomprender el dodecaedro: cambiar de punto de vista para mirar todas sus caras. Esta natural

    inclinacin ma result al poco tiempo aliviada por la lectura de muchos libros escritos por gente quedebata fundamentalmente acerca de los dodecaedros (y que sera aburrido especificar) y, entre otrascosas, por una iluminadora obra de Umberto Eco (Obra abierta; fue 1962 y yo no era ms que unmuchacho) donde encontr un ensayo de lo ms sugerente dedicado a las poticas de Joyce. All elpunto de vista llegaba a ser interpretado como metfora epistemolgica (en este caso, a travsdel lenguaje). O mejor dicho, utilizando las palabras del propio Eco, como si Joyce hubieraadvertido confusamente la posibilidad de ver las cosas de manera distinta de la tradicional y hubieseaplicado al lenguaje pticas diferentes. Lo que ms me interes, en el habilsimo anlisis que Ecohaca de Finnegans Wake, era la reversibilidad del Tiempo. Aplicando a la narrativa de Joyce lasteoras de un investigador americano (Hans Reichenbach, Direction of Time, 1956), Eco demostrabacmo Joyce subverta la narrativa tradicional (y, por lo tanto, conviene especificarlo, la lectura

    tradicional de la concatenacin lgica de los acontecimientos). Observaba Eco que si en la novelatradicional, A (por ejemplo, en Los novios de Manzoni, la concupiscencia de Don Rodrigo) seconsidera la causa de los acontecimientos B, C, D (la fuga de los novios, el rapto de Luca, el exiliode Renzo), en un libro como Finnegans Wake se verifica por el contrario una situacin muy distinta:segn sea entendido determinado trmino, cambiar totalmente la situacin que parecan plantear las

    pginas precedentes, y de cmo se interprete una alusin depender que la propia identidad de unaaparicin remota sea puesta en discusin y deformada (U. Eco, ahora en Le poetiche di Joyce,Bompiani, 1966 y ediciones sucesivas [Las poticas de Joyce, Lumen, 1993]). El asunto, esinnegable, abra atractivas perspectivas epistemolgicas. Leer la realidad al revs, intercambiandoel eje causa efecto, resultaba muy estimulante. Y si la reversibilidad del Tiempo (y de su transcurrir)de Joyce se sustituye por la reversibilidad de la Historia, la lectura resulta an ms interesante y

    puede reservarnos sorpresas, sobre todo cuando las causas estn envueltas en el misterio. Para haceresto no es necesario poseer la maestra en el uso del lenguaje de Joyce, basta con haber comprendidoel principio. Entre otras cosas, porque el sistema de Joyce se remonta en parte a un conocido

    problema de lgica (que pas despus al adivinancero) que puede enunciarse en los siguientestrminos: un condenado est en una celda en la que hay dos puertas, cada una de ellas vigilada por unguardin. Una puerta conduce al patbulo, la otra a la salvacin. Un guardin siempre dice la verdad,el otro siempre miente. El condenado no sabe cul es la puerta de la salvacin ni cul la del patbulo,y no sabe cul es el guardin sincero ni cul el mentiroso. Sin embargo, tiene la posibilidad desalvarse, pero solamente puede hacer una pregunta a uno solo de los guardianes. Qu pregunta debeformular? He aqu la solucin: para salvarse, deber preguntar a uno de los dos centinelas cul es la

    puerta que segn su compaero conduce a la salvacin (o al patbulo) y despus elegir la puertacontraria a la que le sea indicada. En efecto, si se dirige al guardin sincero, ste, refiriendo lealmentela mentira de su compaero, le indicar la puerta equivocada. Si se dirige al guardin mentiroso, ste,refiriendo engaosamente la verdad de su compaero, le indicar la puerta equivocada. Enconclusin: resulta necesario en cualquier caso cambiar de puerta. Moraleja: para llegar a la verdad,resulta necesario en cualquier caso trastocar la opinin de una opinin. (Y por segunda vez, queridoSofri, recurro a ejemplos que, dada tu condicin, podran parecerte de dudoso gusto. Te ruego que medisculpes).

    Naturalmente, la reversibilidad de la lgica de Joyce desbarajusta tambin eso que suelellamarse dietrologia1, en el sentido de que lo de detrs est ya aqu, delante de nosotros.

    1 Dietrologia} (literalmente, ciencia de lo de detrs) es un trmino acuado irnicamente en medios periodsticositalianos para referirse al afn, a veces fuera de todo lugar y lgica, con el que en ocasiones ciertos analistas pretendendesvelar las que segn ellos son las verdaderas causas de los acontecimientos polticos, ocultas a la opinin pblica.

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    Supongamos entonces que la lectura de tus vicisitudes judiciales, a la luz de un Joyce explicado porEco, pueda servir de iluminacin para alguien sobre algunas pginas de la reciente historia italiana.Ese alguien, si es capaz de llevar a cabo un razonamiento de ese tipo, es a su manera un intelectual,en el sentido de que usa el intelecto y una metodologa propia. Y ni que decir tiene que empezar ainquietarse, porque el asunto le parecer de lo ms inquietante. Y tus vicisitudes, adems de constituir

    un ejemplo de sentencia que a muchos nos parece injusta por estar desprovista de pruebascomprobables, asumen una dimensin mucho ms vasta: son en la concepcin freudiana losiniestro, un Unheimlich, no ya extrado de un cuento de Hoffmann, sino de la Historia. Enresumen, que se convierten (y lo siento por ti que ests all, pero lo siento tambin por nosotros queestamos aqu) en un oscuro signo (semiolgicamente entendido) que resemantiza las pginas

    precedentes. Y, llegados a este punto, tus vicisitudes judiciales podran no ser tanto el efecto de unacausa cuanto, paradjicamente, la causa pstuma de un efecto preventivo. Como si dijramos que noes el apetito el que justifica la comida digerida, sino la comida digerida la que justifica el apetito.

    Que el razonamiento es complicado? Claro que lo es. Pero t y yo podemos intentar llevarloa cabo, porque somos dos intelectuales que hemos ledo a Joyce explicado por un intelectual comoUmberto Eco. Pero cul es la figura del intelectual que nos propone hoy Umberto Eco en el artculo

    de L'Espresso que te mencionaba? Te cito un fragmento: Si se les toma por lo que saben decir(cuando son capaces de ello), los intelectuales son tiles para la sociedad, pero slo a largo plazo. Acorto plazo, nicamente pueden ser profesionales de la palabra y de la investigacin que puedenadministrar una escuela, ser los encargados de prensa de un partido o de una empresa, tocar el pfanoen la revolucin, pero que carecen de una funcin especfica propia. Afirmar que trabajan a largo

    plazo significa que desempean su tarea antes y despus de los acontecimientos, pero nunca en elcurso de los mismos. Un economista o un gegrafo podan lanzar una voz de alarma acerca de latransformacin de los transportes por va terrestre en el momento de la entrada en escena del vapor, y

    podan analizar las ventajas y los inconvenientes futuros de tal transformacin; o llevar a cabo cienaos despus un estudio para demostrar cmo aquella invencin revolucion nuestra vida. Pero en elmomento en el que las empresas de diligencias se estaban arruinando y las primeras locomotoras sedetenan por el camino, no tenan nada que proponer o, en cualquier caso, bastante menos que un

    postilln o que un maquinista, y haber invocado su alada palabra hubiera sido como reprochar aPlatn el que no hubiera propuesto un remedio para la gastritis.

    Y de este modo, querido Sofri, aquel que como intelectual (pero, aado yo, tambin comopoeta o escritor, palabras que Eco no usa jams) confiaba en poder usar la potica de la iluminacinde Joyce como clave epistemolgica (eso retrocediendo an ms en el tiempo, sin hablar de lailuminacin de Rimbaud, porque el vidente explicitado por Rimbaud tiene una larga tradicin, comoexplicar ms tarde, en la trayectoria de la intelectualidad); aqul, iba diciendo, se sentir enextremo desanimado. Quien eventualmente hubiera intuido queFinnegans Wake es un libro que noacaba jams porque ha comenzado de cierta manera, aunque pueda decirse que comienza porque

    acaba de esa manera (U. Eco, Las poticas de Joyce, cit.), se encuentra frente a una suerte deprohibicin. Ese principio no sirve para nada: slo sirve para que Joyce escriba su libro. Y, claro, notodos somos Joyce. Pero, como dice Gertrude Stein, los pequeos artistas tienen todos los dolores yla infelicidad de los grandes artistas, slo que no son grandes artistas. Y si este principio es verdad,no es menos verdad que, con sus dolores e infelicidad, todos los pequeos artistas, aunque no seancapaces de escribirFinnegans Wake, pueden por lo menos sentirlo y usarlo como ganza paradescerrajar la puerta de la realidad. En resumidas cuentas, que esos pequeos artistas (o, si se quiere,intelectuales), si bien no estn obligados a escribir una obra como Finnegans Wake, s puedenaplicar sufuncin cognoscitiva. Es decir, intentar desandar el discurso al revs con una lgica que noobedezca a una secuencia conformista de la realidad, y que posea un estatuto agnitivo, ese tipo deconocimiento que, como dice T. Wilder (a quien por cierto Eco citaba en su ensayo), viene dado por

    la inteligencia que reduce el miedo (entre otras cosas, porque el miedo da alas). A fin de cuentas,(Nota del Traductor).

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    hemos llegado al principio de Hermann Broch, el cual habla de misin, lo que Eco, por otra parte,niega explcitamente. Esa misin de lo potico que permite al artista superar la muy sensata perolimitadsima lgica de Wittgenstein, a quien podramos incluso definir como el modelo del artculode Eco, pues slo autoriza a hablar de aquello que se conoce. Y es precisamente aqu donde miinterpretacin del intelectual diverge de la de Eco y, francamente, prefiero el segundo Wittgenstein

    cuando afirma que en ciertas cosas una lgica demasiado perfecta y lineal es peligrosa porque puedehacernos resbalar como sobre una capa de hielo (dice: Dadme el rozamiento y el terreno abrupto,lo cito de memoria). La tarea del intelectual (pero tambin, quisiera insistir, la del artista) es

    precisamente sa, querido Adriano Sofri: reprochar a Platn el que no inventara el remedio para lagastritis. sa es su funcin (y, especifico, funcin espordica): y por eso, en un artculo moanterior en el Corriere della Sera respondiendo a un Causeur que quera hacer de los intelectualesuna Institucin, prefer hablar de funcin1. Pues, en caso contrario, qu hacemos con Joyce? Ycon Benjamin? Y con Rimbaud? Los desechamos? Los seguimos manteniendo encuadernados en

    piel en nuestras preciosas estanteras o los arrojamos al desvn como trastos? Y qu hacemos conPasolini, nuestro amado Pasolini, quien afirm Yo s acerca de todos los misterios de Italia? De susaber nosotros sabemos que en realidad no saba nada. Y, sin embargo, lo saba todo. Ya lo hemos

    olvidado? Yo no lo he olvidado y creo que t tampoco, querido Sofri. Pero tal vez no sea superfluocitar ese texto suyo titulado Yo s, que es de 1974:

    Yo s, yo s los nombres de los responsables de eso que en su da recibir el nombre degolpe de Estado (porque en realidad es una serie de golpes instituidos como sistema de proteccin delPoder).

    Yo s los nombres de los responsables de la matanza de Miln en diciembre de 1969.Yo s los nombres de los responsables de las matanzas de Brescia y de Bolonia en los

    primeros meses de 1974.Yo s los nombres del vrtice que ha manipulado tanto a los viejos fascistas como a los

    nuevos, y junto a ellos a los desconocidos (etc., etc.).Yo s, porque soy un intelectual, un escritor que se esfuerza en estar al tanto de todo lo que

    sucede, en conocer todo lo que escribe, en imaginar todo lo que no se sabe o se calla, que coordinahechos lejanos, que rene las piezas desorganizadas y fragmentarias de un coherente cuadro poltico,que restablece la lgica all donde parecen reinar la arbitrariedad, la locura y el misterio.

    Por lo dems, que Pasolini, ya en los aos sesenta, entenda la figura del intelectual de maneraopuesta a la que intentaba difundir la neovanguardia, est claramente expresado en un texto suyotituladoReportage su Dio, que la intelligentsia italiana parece haber eliminado de su horizonte. Peroyo lo he conservado. Es de 1966, el mismo ao que el libro sobre Joyce de Eco, y apareci en un

    pequeo volumen de la editorial Saddea (Quindicinale di narrativa, n.o 7, 300 liras) que se vendaen los kioscos, donde se podan encontrar, formando un autntico grupo salvaje (Mucchio

    selvaggio era precisamente el ttulo de una excelente revista juvenil de tipo intelectual-creativo),

    nombres como Hamsun, Traven, Caldwell. En ese texto, Pasolini dictaba al aspirante a periodista deun semanario liberalde entonces su propia sociologa delfootball, mero pretexto para una sociologade su Italia, llevada a cabo con los instrumentos del escritor (y del intelectual), a diferencia de losinstrumentos de la sociologa ortodoxa. Y en ella, desembarazndose de la elegancia de Arbasino(por lo dems, sobre este aspecto -vestuario, lenguaje- procura conseguir el asesoramiento deArbasino), deca entre otras cosas Pasolini: Por lo que se refiere, por tanto, al ftbol como juego ycomo aficin, ya sabes lo suficiente. Te quedan por hacer algunas indagaciones sobre los equiposfutbolsticos; me refiero a indagaciones escandalosas. De las de carcter sociolgico, ya me ocupo yo,a menos que prefieras sosegarte con el asesoramiento, sosegador por definicin, de Umberto Eco.

    1 Alusin a una polmica periodstica acerca de la masiva llegada a Italia de refugiados albaneses que Tabucchimantuvo en 1997 con el es critor Alberto Arbasino, al que se volver a citar ms adelante en su condicin de miembrode la neovanguardia de los aos setenta, de la que por cierto tambin form parte Umberto Eco. (Nota del Traductor).

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    Pasolini muri joven, como aquellos que son amados por los dioses, destino antiguo dedeterminados poetas, y no s si tuvo ocasin de continuar con aquel discurso sociolgico suyo. Peroah queda esa pgina, y si algn peridico quisiera volver a publicarla, ya tiene las indicaciones

    bibliogrficas correspondientes. Este saber de Pasolini no pertenece por lo tanto a la lgica deWittgenstein, sino a un conocimiento conjetural y creativo, a ese algo que no es conocimiento

    intelectual y que no puede traducirse a l y que, sin embargo, lo precede y lo sostiene, y sin el quepermanecera en estado fluctuante, por muy grande que sea su precisin y claridad (MaraZambrano, La Confesin: Gnero literario, 1943). Me parece que Mara Zambrano explicita

    perfectamente la idea de que el conocimiento intelectual y el conocimiento artstico puedencombinarse en una mezcla fecunda, en la que ambos ingredientes se necesitan y donde cada uno deellos, por s mismo, puede resultar menos eficaz. Si se entiende de esta manera la figura delintelectual, entonces su funcin cognoscitiva (aunque no sea ms que un conocimiento de

    perturbacin) puede tener una enorme trascendencia. Y, en tal sentido, la frase, algo escolar, queUmberto Eco pronunci en un congreso parisiense (con Jacques Attali) titulado Los intelectuales yla crisis de nuestro siglo y que Eco recoge en L'Espresso, satisfecho por su tono lapidario (noolvidemos que los intelectuales, por su propio oficio, crean las crisis, no las resuelven), resulta

    evidentemente inadecuada para la tarea de los intelectuales, tal y como en estas reflexiones mas seentiende esta figura. No slo porque me parece fuera de lugar que los intelectuales resuelvan las crisis(lo que podra llevar a una larga discusin sobre el equvoco entre pensamiento y praxis, en el queincurrieron algunas vanguardias histricas, sobre todo el futurismo y el surrealismo, al exigir que elintelectual que habla eventualmente de las clases menos favorecidas acoja en su propia casa porcoherencia a algn mendigo), sino porque me parece que la hipottica funcin del intelectual no estanto la de crear las crisis, como la de poner en crisis. A algo o a alguien que no slo no est encrisis, sino al contrario, que est muy firmemente convencido de sus posiciones.

    Pero, retomando el hilo, quizs algo zigzagueante (soy consciente de ello), de estasreflexiones expuestas en caliente, el saber de Pasolini que avanza por conexiones aparentementeilgicas, como el de Joyce o el de Broch (y muchos ms), no es ciertamente patrimonio de nuestrosiglo. Es algo antiguo, muy antiguo. Se remonta en cierto modo a un misterioso fragmento deAnaximandro que habla del injusto orden del tiempo (Donde tuvo su origen, all es preciso queretorne en su cada. Las cosas deben pagar unas a otras el castigo y la pena por haber aparecido segnla sentencia del tiempo). Se retrotrae tambin a Herclito (Eco, por su parte, cita a Parmnides, y esque ya se sabe que hay presocrticos para todos los gustos), quien, al contrario que Pitgoras(instigador de una Verdad entendida como armoniosa consonancia con las esferas del Universo),identifica el momento cognoscitivo precisamente con la divergencia y con la tensin de los opuestos(no entienden cmo, al diverger, se converge consigo mismo: armona propia del tender endirecciones opuestas, como la del arco y la lira, citado segn la traduccin de C. Eggers, en suedicin deLos filsofos presocrticos, I, Madrid, 1978); ese mismo Herclito para el que elKosmos,

    sinnimo de Orden y Belleza, es por el contrario Caos y Fealdad (El ms bello ornamento es comoun montn de desperdicios echados a voleo). Y si haba quien poda ver as el Kosmos de entonces,imaginmonos cmo podr entenderse el cosmos de este final del Segundo Milenio.

    Es obvio que Eco conoce estas cosas mejor que yo, por lo que creo leer en el artculo que estsuscitando estas reflexiones mas cierta irritacin hacia todos aquellos que hacindose pasar porintelectuales y castigndonos con su bla-bla-bla, en realidad no hacen ms que bailar el cancn

    para su propio relumbrn, como dice Eco, lucrndose adems en sus respectivas seccionesperiodsticas. Sin embargo, el razonamiento presenta ciertos riesgos: es un problema bifurcado,como deca el barroco Baltasar Gracin en su Criticn, vigoroso tratado sobre agudezas y

    bifurcaciones. En pocas palabras, cuando Eco dice que el intelectual que se ocupa de los jvenes quearrojan piedras desde los pasos elevados realiza un trabajo intil porque la salvacin no viene del

    intelectual, sino de las patrullas de la polica o de los legisladores, realiza en lo sustancial undiscurso pitagrico, en el que la armona no se refiere ya a las esferas del universo, sino a los

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    legisladores o las patrullas de la polica. Lgicamente, es un deber sagrado, en el plano delordenamiento social, que intervengan las patrullas de la polica y que se castigue a los culpables. Perosi un marido mata a su mujer al sorprenderla con un amante (o viceversa, no se me malinterprete), elhecho tiene una justificacin comprensible: los celos o la ofensa de honor (que, segn tengoentendido, en nuestro cdigo penal estuvieron contemplados incluso como atenuantes). Es pues un

    delito que posee un sentido. Pero el delito gratuito con el que Gide ya nos inquiet a travs deLafcadio en el lejano 1914 (qu proftica puede llegar a ser la literatura!) est desprovisto desentido. Posee una lgica formal propia, pero carece de lgica sustancial. Y si es cierto que una justacondena de los jueces es necesaria, no es menos cierto que sta no explica nada. Y si alguien, porejemplo, se acordara de la frase de Cristo segn la cual la primera piedra debe ser arrojada slo porquien est libre de pecado, me parece plausible que este alguien (un poeta, un artista, pero tambinsimplemente alguien que se plantea preguntas y que asume por lo tanto la funcin del intelectual)se pregunte por qu esos robustos muchachotes que han crecido con galletas vitaminadas y son

    propietarios de todoterrenos carecen de ese sentido del pecado (o de la culpa) que podra inhibirlesdel tirar piedras. A m, que no soy creyente, pero que he ledo los evangelios y que he reflexionadomucho sobre esa frase de Cristo (una frase que por lo dems considero muy intelectual), me

    interesa comprender por qu esos chicos han perdido el sentido del pecado hasta tal punto que puedentransformarse en ngeles del mal en la ms ordinaria cotidianidad. Si como escritor (o, si se prefiere,como intelectual) que se interroga a s mismo, pero tambin a la sociedad que lo rodea, acerca deesa cuestin, mi funcin interrogativa (y la de otros) queda reducida a la funcin de marcar el nmerotelefnico de la polica municipal, con tal papel se me vaca de toda capacidad de indagacin(indagacin, quede claro, que por supuesto tiene una funcin distinta a la de las indagaciones de losinspectores de polica). En resumen, que si estoy de acuerdo con Eco en que la tarea del intelectual noes la de tocar el pfano en la revolucin, tampoco creo que sea la de marcar el 1091. No te parece,Adriano Sofri? se es el verdadero problema, que quiz la intelligentsia de nuestro pas no haabordado nunca seriamente, excepcin hecha de ciertos casos aislados (y, todo sea dicho, bastanteodiados). Algo que en cambio me parece que se ha hecho (y se sigue haciendo) en otros casos enFrancia. A ttulo de ejemplo, voy a permitirme citar algunos fragmentos de un intelectual de la tallade Maurice Blanchot, que se ocupa de la cuestin en un pequeo libro muy reciente (1996), querecoge un artculo, ya inencontrable, aparecido en Le Dbaten 40 1984 y que arrancaba a su vez deotro artculo de Lyotard (Le Monde, 8 de octubre de 1983) donde, con la desenvoltura de quieninterroga la realidad sobre todo a travs de los mass-media, el conocido filsofo-semilogo-socilogofrancs decret la muerte del intelectual (hace ya algunos decenios, el funeral, segn creo, se celebr

    por la novela, que despus resucit; y alguna lengua de doble filo observ que los participantes laenterraban por ser incapaces de escribirla).

    Recientemente Lyotard ha publicado algunas tiles pginas bajo el ttulo de Tombeau del'intellectuel. Pero los artistas y los escritores, siempre en busca de su propia tumba, no se forjan

    ilusiones de encontrar all reposo jams. Tumba? Si la encontraran -como en tiempos los cruzados,segn Hegel, partieron para liberar a Cristo en su venerable sepulcro, aun sabiendo bien, como lesdictaba su propia fe, que ste estaba vaco y que no habran podido, en caso de victoria, ms queliberar la santidad del vaco-, si la encontraran, digo, no estaran al final, sino al principio de susfatigas, habiendo tomado conciencia de que el nico reposo consiste en el infinito proseguimiento delas obras.

    A este respecto, me pregunto si a travs de su derrota y de su desesperacin necesarias,artistas y escritores no llevan ayuda y socorro a quienes son definidos como intelectuales y tal vez

    prematuramente sepultados (M. Blanchot, Les intellectuels en question. bauche d'une rflexion,Pars, 1996, pp. 7-8). En sustancia, lo que Blanchot recuerda a Lyotard es que el acto deconocimiento intelectual es tambin un acto creativo. O, mejor dicho, Blanchot se pregunta (y la

    pregunta es veladamente retrica porque postula una respuesta afirmativa) hasta qu punto los artistasy los escritores, pese a sus fracasos y a sus miserias (especificacin importante, porque aunque el

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    hecho artstico prev fracasos, para Blanchot vale ms por su intencionalidad que por sus resultados),no pueden aportar una contribucin fundamental a la tarea del intelectual. Me parece comprenderen esencia que, con las debidas reservas, Blanchot expresa una idea de fe en la funcin del arte y de laliteratura como actos intelectivos, all donde Lyotard, sorprendentemente (o quiz pour cause) notoma siquiera en consideracin al escritor y al artista como figuras intelectuales, mutilando as tal

    figura de su mejor aspecto creativo. En resumen, que no aprecia la aportacin del impulso vital y, enconsecuencia, lo entierra, le cava una fosa (Los artistas, los escritores, los filsofos slo sonresponsables de esta nica cuestin: qu es la pintura, la escritura, el pensamiento?, J-F. Lyotard,artculo citado). Echando cuentas, podra decirse que la visin de Blanchot (acaso de un ciertoregusto romntico, si bien controlado por cierto pesimismo de la razn) expresa una actitud vital; lade Lyotard, que es sustancialmente de gusto enciclopdico (aunque sea una enciclopedia agitada ycaprichosa al modo de Lyotard, donde las voces cambian de lugar), posee una visin taxonmica yfuncional de la cultura, y expresa una actitud fnebre. Qu consideraciones pueden extraerse deestas dos distintas maneras de concebir al intelectual? Las siguientes. Que mientras para Blanchot lafuncin del intelectual es la de producir novedad, para Lyotard es la de transmitir el saber, la dedifundirlo y eventualmente la de gestionarlo, mantenindolo tal y como es y reducindolo a norma.

    Con todo ello no pretendo de ninguna manera negar la importancia de la Encyclopdie, sobre la quese fundamenta la poca ilustrada y que fue un instrumento esencial para difundir la cultura filosfica,tcnica y cientfica. Pero, si la conjetura no es exagerada, cabra deducir de ello que entre el Diderotdirector de la Encyclopdie y el Diderot autor de Jacques le fataliste (y tambin de los pamphletsfilosficos que en 1749 le costaron la crcel), Blanchot halla ms novedaden este ltimo.

    Si no es decir demasiado (y es verdad, que, cuando se trata de hablar claro, demasiado essiempre poco), Lyotard atribuye en su artculo a la figura del intelectual una funcin casi deejecutivo, es decir, de funcionario de la cultura. El porqu es muy sencillo: porque nunca se le haocurrido la sospecha de que Platn sea responsable de no haber inventado un remedio para lagastritis. Si hubiera tenido esta sospecha, habra ledo poesa. Por ejemplo, un Adis de AlexandreO'Neill, donde un poeta vencido por la vida y por su situacin histrica dedica estos versos a unamujer que lo abandona:

    No podas quedarte en esta silla / donde paso el da burocrtico / el da-tras-da de lamiseria / que sube hasta los ojos y llega a las manos / a las sonrisas, al amor mal silabeado / a laestupidez, a la desesperacin sin boca / al miedo en posicin de firmes / a la alegra sonmbula, a lacoma manitica / de un modo funcionario de vivir.

    Pero la discusin nos llevara muy lejos, hacia una sociologa del intelectual como gestor de lacultura en una sociedad como la nuestra, y como no es sa mi intencin, querido Adriano Sofri, lomejor ser que no sigamos con este tema.

    Sin embargo, dado que al llegar a este punto la definicin de intelectual se hace tan difcil decaptar y de especificar, me parece importante un ulterior intento de desenredar la madeja con un

    retrato que nos ofrece Blanchot: Qu ha sido de los intelectuales? Quines son? Quinesmerecen serlo? Quines se sienten descalificados si se les define as? Intelectual? No lo es ni elpoeta ni el escritor, ni el filsofo ni el historiador, ni el pintor ni el escultor; no lo es el sabio, aunquese dedique a ensear. Parece que no se puede ser intelectual siempre, y que tampoco es posible serloexclusivamente. Es una parte de nosotros mismos que no slo nos distrae momentneamente denuestra tarea, sino que nos devuelve a lo que se hace en el mundo para juzgar o apreciar eso que allse hace. Dicho de otra manera, el intelectual est tanto ms cerca de la accin en general y del poderen la medida en que no se mezcla en la accin y no ejerce un poder poltico. Pero sin desinteresarse

    por ello. Al distanciarse de la esfera poltica, no se aleja de ella, sino que intenta conservar eseespacio de retirada y ese esfuerzo de retiro para aprovechar esa perspectiva que lo aleja al objeto deinstalarse all (aun en instalacin precaria), como un centinela que no est ah sino para vigilar, para

    mantenerse despierto y esperar con una atencin activa en la que se expresa menos la preocupacinpor s mismo que la preocupacin por los dems.

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    As pues, el intelectual no es ms que un simple ciudadano? Sera ya mucho. Un ciudadanoque no se contenta con votar segn sus necesidades y sus ideas, sino que, tras votar, se interesa por loque resulta de ese acto nico y, guardando las distancias respecto a la accin necesaria, reflexionasobre el sentido de esa accin y, segn las ocasiones, habla y calla. El intelectual no es, por lo tanto,un especialista en la inteligencia: ser acaso un especialista en la no especialidad? La inteligencia,

    esa inclinacin del espritu tendente a hacerle creer que sabe ms de cuanto sabe, no hace alintelectual. El intelectual conoce sus lmites, acepta el pertenecer al reino del espritu, pero no escrdulo, duda, aprueba cuando es necesario, no aclama. He ah por qu nunca es hombre decompromiso, segn una infeliz definicin que a menudo, y con toda la razn, sacaba de sus casillas aAndr Breton. Pero ello no quiere decir que no tome partido; por el contrario, habiendo decididosegn el pensamiento que le parece ms capital, pensamiento acerca de los peligros y pensamientocontra los peligros, es obstinado, es perseverante, ya que no hay coraje ms fuerte que el coraje del

    pensamiento (M. Blanchot, cit., pp. 12-14).Siguiendo con mi zigzagueante reflexin, vuelvo al artculo de Eco: Cuando la casa se

    quema, al intelectual slo le cabe intentar comportarse como una persona normal y de sentido comn,como todo el mundo, pues si pretende tener una misin especfica, se engaa, y quien lo invoca es un

    histrico que ha olvidado el nmero de telfono de los bomberos. El vase en la seccinbomberos es una sugerencia utilsima, prctica, que puede resolver inmediatamente el problema, yque evidentemente descansa en la serenidad que proporciona la confianza en la institucin de los

    bomberos. Pero qu ocurre con esa duda, que tambin puede a su vez ser de utilidad? Y si, porejemplo, los bomberos estuvieran en huelga? Y si los bomberos compitieran con una institucinanloga, pero opuesta, que se llamara, digamos, servicio contra incendios? Y si los bomberos(hiptesis entre humorstica y de ciencia ficcin) fueran los deFahrenheit 451 de Bradbury-Truffaut(que son, vaya casualidad, dos intelectuales)? Sea como fuere, incluso aceptando las mangueras delos bomberos, nos queda el problema de las causas del incendio. Cortocircuito casual? Descuidodel inquilino? Causas desconocidas? Naturalmente, confiaremos en la competencia de losinvestigadores, a los que se supone eficacia y honradez. Pero, ante la eventualidad de que el resultadode las investigaciones despierte dudas razonables, suponiendo que entre las causas del incendio est,qu s yo, un artefacto incendiario, qu hacemos?, archivamos el asunto? El artculo de Ecoconcluye as: Qu debe hacer el intelectual si el alcalde de Miln se niega a acoger a cuatroalbaneses? Ser perder el tiempo recordarle algunos inmortales principios, porque si no los tiene yaasumidos, a su edad no cambiar de idea leyendo un manifiesto. el intelectual serio, llegados a este

    punto, debera dedicarse a volver a escribir los libros de texto con los que estudiar el nieto delalcalde, y eso es lo mximo (y lo mejor) que puede pedrsele. No negaremos que el intelectual conexperiencia pueda considerar intil reeducar al alcalde de Miln: quiz le parezca ms oportuno, en elcaso de que desapruebe el comportamiento de ese alcalde, manifestar su opinin para inducir a loselectores a no volver a votarle. Con todo, me parece excesivamente optimista la pese a todo noble y

    rousseauniana idea de un intelectual que fa el sentido de su vida a sus sudados papeles

    1

    con elobjeto de que los nietos del alcalde de Miln sean de mayores mejores que su abuelo. Sin contar conque uno, con esos chiquillos, podra ir por lana y volver trasquilado, como bien sabe el abad Parini 1)Lo que no excluye, obviamente, que un voluntarioso intelectual con vocacin didctica puedaemprender esta obra pa.Allez-y.

    Por lo que a m respecta, yo, querido Adriano Sofri, hoy, ahora, en cuanto intelectual (o, mejordicho, en cuanto escritor, que es algo diferente, aunque sustancialmente igual), quiero vivir en mi hoyy en mi ahora: en lo Actual. Quiero ser sincrnico con mi Tiempo, con mi mundo, con la realidad quela Naturaleza (o la Casualidad, o Cualquier Otra Cosa) me ha concedido vivir en este precisomomento del Tiempo. La idea de ser diacrnico para cuando los nietecillos de todos los alcaldes de

    1 Expresin atribuida a Giacomo Leopardi. (Nota del Traductor).1 Giuseppe Parini (1729-1799), poeta e intelectual ilustrado italiano, describe en su largo poema satrico }Il giorno} susfatigas como preceptor de un fatuo y estpido jovenzuelo aristcrata. (Nota del Traductor)..

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    Italia lleguen a la edad de la razn, no me seduce en absoluto. En pocas palabras, si algn Platn oquien haya provocado en su lugar una gastritis tal que hasta el Derecho se resienta del estmago, y siincluso t (lo que me parecera legtimo) sintieras un poco de acidez en el ploro, qu podra decirtede intelectual a intelectual? Que te tomes todas las maanas una cucharadita de sal de magnesiodurante veinte aos y vers cmo se te pasa?

    Adriano Sofri, hay muros de ladrillos que nos separan, pero el Tiempo en el que ambos vivimoses el mismo. Yo estoy aqu, hoy, un da de abril de 1997. Y eso es para m ms importante quecualquier otra cosa, porque s que es irrepetible. Y por eso te escribo esta carta: porque aunquealguien haya echado el cerrojo tras el que fsicamente te encuentras, estoy seguro, leyendo lo queescribes, de que t no te resignas a dejar que encierren tras un cerrojo tu intelecto, y como intelectuallo usas con el objeto de que el cerrojo te sea abierto. Y tampoco yo, que estoy fuera, quieroencerrarme en mi fuera con ningn cerrojo. El mundo puede ser una prisin, e Il mondo una

    prigione (1948) de Guglielmo Petroni (un escritor, un intelectual) es una esplndida descripcinnovelesca de ello. Pero es tambin uno de los ms hermosos libros sobre la Resistencia. Y sa es lanovedad intelectual de ese libro. Era una novedad entonces, puede ser una novedad hoy tambin. Yasabemos que el espacio para moverse es angosto y que la habitacin est un poco a oscuras. No

    resulta fcil que brille la luz, y por lo dems, como deca Montale, tenemos que conformarnos con ladbil llamita de una cerilla. Pero algo es algo. Lo importante es intentar encenderla. Aunque no seams que una cerilla Minerva.

    Un cordial saludo de

    Antonio Tabucchi

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    II. Conversacin en Lisboa

    Donde Bernard Comment se encarga de proseguir el razonamiento con Antonio Tabucchi

    Lisboa, agosto de 1997

    BERNARD COMMENT: Existe hoy en Italia un debate sobre el papel del intelectual y delescritor en la sociedad?

    ANTONIO TABUCCHI: Me da la impresin de que sa es una pregunta optimista. El papeldesempeado por Vittorini en la posguerra frente a un estalinista como Togliatti, o de Pasolini ySciascia frente a lo que ellos mismos denominaban el poder de Palacio, o, en otras palabras, lacorrupcin al ms alto nivel del Estado, qued sepultado en los magnficos aos ochenta bajo elrodillo del socialismo a lo Craxi. Se impuso entonces un modelo de vida que sigue perdurando hoy enda, mantenido por los continuadores de ese tipo de pensamiento y de esa poca. El bacilo queforman los intelectuales y los escritores est en letargo.

    Italia es el pas en el que reina soberana la ocurrencia ingeniosa. Pero no estamos ante el motd'esprit a lo Voltaire o el retrucano subversivo de Karl Kraus, ni mucho menos ante el Witzfreudiano revelador del Inconsciente. Nada de eso; es algo muy distinto. Es una comicidadacusadamente retrica basada en donaires o chanzas, que tiene como objeto vaciar de contenido el

    problema para desplazar la atencin sobre su formulacin, como prueba de una inteligencia brillanteque da vueltas sobre s misma. Se trata de un funambulismo verbal que recuerda la causerie de lacorte de Luis XIV, las deLas preciosas ridculas o deLas trapaceras de Scapin, por lo que atae a

    Francia, o que evoca, respecto a Italia, la mscara de Arlequn, personaje tan tpico de nuestra culturay de la commedia dell'arte y que, no lo olvidemos, es servidor de dos amos. Naturalmente, existennumerosos niveles estilsticos en estas salidas ingeniosas, que van desde la vulgaridad disfrazada deesnobismo refinado hasta el fro ejercicio de una inteligencia geomtrica, pasando por el chisteescolar. La fuente de inspiracin es siempre la misma, en cualquier caso: el cinismo. El crticoAlberto Asor Rosa se ha replanteado la figura de Maquiavelo, considerado uno de los grandesclsicos de la literatura italiana, a la luz de sus reflexiones acerca del papel que ste ha podidodesempear en la formacin de cierta mentalidad caracterstica de nuestro espritu nacional.

    Este escritor cortesano, mediocre en todo excepto en la astucia, siempre ha gozado de enormessimpatas, hasta el extremo de convertirse en un punto de referencia; y yo ira ms all de Asor Rosaviendo en l no tanto al responsable cuanto el paradigma, y casi el cdigo gentico, de cierto espritu

    italiano que ha perdurado a travs de los siglos. Me pregunto, por lo tanto, si el cinismo del que hablono podra ser, desde un punto de vista antropolgico, una forma de supervivencia por parte del puebloitaliano.

    En resumidas cuentas, una suerte de fenomenologa del espritu de un pueblo que, en el cursode los siglos, ha tenido que adaptarse a los amos ms variados, de los longobardos a los Angionini, delos Borbones a los austrohngaros y a Napolen, de los Saboya al fascismo y a la democraciacristiana.

    B. C.: Quiz fuera conveniente poner algn ejemplo de estos mot d'esprit de tres al cuarto delos que hablas.

    A. T.: Por lo que se refiere al mbito de los salones literarios, se podra citar a tal o cualcronista de un gran peridico, eventualmente progresista, que se codea tanto con la jet-setcomo con

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    la nobleza negra1, y que trata con el mismo tono chispeante el problema de los sanspapiers o de losalbaneses, que el de los pedfilos o el de las torturas en Somalia2, para evocar a continuacin eltrash, el punk, Gucci, la moda italiana, cuando no las cuerdas vocales de la Callas o de la ltimacantante de moda, aunque sea calva. Para nuestra desgracia, tal cronista est convencido de poseerun gran esprit de finesse.

    Otro ejemplo podra ser el del presidente del Parlamento, un alto cargo institucional de laRepblica, cuando declar que el 25 de abril (aniversario de la liberacin del pas tras el fascismo)deba ser la fiesta de todos los italianos, de quienes liberaron Italia y de aquellos de quienes Italia seliber entonces. He aqu una salida que me hace pensar en Lewis Carroll, a menos que se trate de unamanifestacin humorsticamente freudiana del famoso arrepentimiento italiano. Pero quisieradetenerme en una de las ocurrencias que mayor xito ha conocido en estos ltimos aos. Cierto sectorde la izquierda juvenil, acaso ingenua, la que amaba corear consignas en las manifestaciones, habacreado un eslogan contra el poder democristiano, corrupto hasta donde todos sabemos. El eslogandeca: El poder desgasta. Un da, un inoxidable ministro democristiano que gestionaba el poderdesde la inmediata posguerra, ante preguntas de un periodista que le citaba esta frase, respondi: El

    poder desgasta a quien no lo tiene. Gracias a esta ocurrencia exponencial, es decir, gracias a un

    donaire cnico, aquel ministro declaraba cndidamente su propio cinismo, y al mismo tiempopulverizaba el eslogan del adversario. Esta ocurrencia tuvo una gran resonancia en Italia y fue citada,tanto por las derechas como por las izquierdas, con el respeto y dira incluso que con la reverenciaque en mi pas se reserva a la astucia. No s cmo aquel ex ministro, Andreotti, se las apaa con susocurrencias, ahora que est bajo proceso por sus presuntos lazos con la mafia. Quiz tenga quecambiar de registro. Pero eso es problema suyo.

    B. C.: Volviendo al texto de Una cerilla Minerva, cul fue la reaccin de las personas a lasque aludas directamente? Umberto Eco, por ejemplo.

    A. T.: Al principio prefiri adoptar una actitud distanciada y ausente, casi senatorial. Es unaactitud admirable porque forma parte de un espritu cientfico muy alejado de las reacciones deciertos compaeros suyos del difunto Gruppo 63 3, algunos de los cuales, a pesar de su yaconsiderable edad, se dejan llevar en ocasiones por las ms deplorables reacciones verbales. UmbertoEco escribi un artculo difcil de interpretar, siguiendo el modelo de la charada, evocando aLeopardi, nuestro gran poeta romntico, pero en tono irnico. Para resumirlo brevemente, deca que ala posteridad interesa poco saber si Leopardi detestaba a las chicas de Recanati, su pueblo natal, y queel nico personaje que cuenta para nosotros, hoy en da, es Silvia, la nica seorita que ha quedado ensu poesa. No estoy seguro de si se refera a m o a Sofri. En cualquier caso, este ltimo le hacontestado con irona glacial (yo dira casi carcelaria) hacindole observar que efectivamenteLeopardi detestaba a las chicas de Recanati, pero que como compensacin le gustaban mucho las de

    la cercana ciudad de Pesaro. Que es como decir que efectivamente Bcquer detestaba a las chicas deSevilla, pero que en compensacin admiraba mucho a las de Crdoba. Ms adelante, el propio Ecopublic un artculo en la revista Micromega parangonando el caso Sofri con el de Dreyfus,solicitando una revisin del proceso, algo por lo que yo tambin hago votos. Creo, por lo dems, queUmberto Eco podra contribuir a ello gracias a sus instrumentos cientficos, es decir a su semiologa,que sin duda resultara muy til para descubrir nuevos elementos, de la misma manera que el

    1 Trmino con el que se designa a cierto sector de la aristocracia romana muy vinculado al Vaticano y de abiertassimpatas hacia el fascismo y la extrema derecha. (Nota del Traductor).2 Entre algunas polmicas periodsticas conocidas, se alude aqu al escndalo suscitado por el descubrimiento de quealgunos paracaidistas italianos destacados en Somalia como fuerza de paz haban torturado a la poblacin local. (Notadel Traductor).

    3 Nombre que adoptaron los integrantes italianos de la neovanguardia de los aos sesenta y setenta. Fue este grupo elque decret simblicamente la muerte de la novela, episodio al que alude irnicamente Tabucchi algunas pginas atrs.(Nota del Traductor).

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    historiador Carlo Ginzburg ha juzgado el proceso con sus instrumentos, los indicios, en su implacablelibro-denunciaIl giudice e lo storico [El juez y el historiador]. Por lo dems, sera deseable que losgrandes semilogos combatieran la prfida imagen que ha empezado a circular, segn la cual lasemiologa es algo parecido al gua indio que vive en el fuerte de los rostros plidos y que avanza porla pradera descifrando para la caballera yanqui las huellas dejadas por su pueblo. Pero la mejor

    contribucin al debate provino del propio Sofri, en primer lugar con un artculo aparecido en larevista Panorama y titulado Caro Sofri, qui non c. Moravia (Querido Sofri, aqu no estMoravia), una frase siniestra y amenazadora que Sofri tuvo que escuchar en un tribunal durante unode los innumerables procesos de los que ha sido objeto. En ese artculo, Sofri, evocando un escrito deMoravia a su favor, recordaba que la forma de conocimiento de la literatura es una forma deconocimiento distinta de la deduccin pragmtica, y que por lo tanto poda llegar a ser fastidiosa. Aeste propsito, recordaba tambin la sentencia de otro de esos procesos en la que uno de mis cuentosdeEl ngel negro (El aleteo de una mariposa en Nueva York puede provocar un tifn en Pekn?)y la novela Una historia simple de Leonardo Sciascia haban turbado, con su fuerza metafrica, al

    juez ponente de la sentencia hasta el extremo de sealarnos en ella como brujas dignas de arder en lahoguera.

    Pero la refutacin de las teoras de Umberto Eco, segn las cuales el intelectual debecontentarse con educar a los nietos del alcalde de Miln o con llamar a los bomberos cuando su casase quema, ha venido sobre todo de una serie de artculos y de declaraciones que Sofri ha dedicado a lasituacin penitenciaria en Italia. Una situacin que ya haba despertado su inters cuando an era unhombre libre, puesto que haba publicado, en la coleccin que dirige para la editorial Sellerio, elinforme sobre las prisiones italianas elaborado por la Comisin del Consejo de Europa para la

    prevencin de la tortura y del trato inhumano y degradante, dirigida por el jurista Antonio Cassese.Por si hay quien no lo sabe, la situacin de los detenidos italianos es de las ms preocupantes de

    Europa. Para su desgracia, Sofri ha podido constatarlo y verificarlo en persona. Pues bien, elMinisterio de Justicia italiano, que hasta ese momento se haba hecho el sueco al respecto, ha

    prometido emprender investigaciones y una reforma de las condiciones penitenciarias comoconsecuencia de las numerosas e insistentes denuncias de Sofri. Ello demuestra que si se hubieraconformado con llamar al guardin para que le limpiara la celda, como se llama a los bomberoscuando se nos quema la casa, tal vez tuviera el habitculo limpio, pero el problema seguirexistiendo.

    B. C.: Y aparte de las de aquellas personas directamente aludidas en tu artculo, ha habidoalguna otra reaccin?

    A. T.: Muy pocas. Un suelto en L'Unit, el peridico de los ex comunistas, firmado por elseor Gravagnuolo, director de las pginas culturales, quien, con el silbato en la boca, decretaba el

    final de lo que defina un match entre Umberto Eco y yo, porque consideraba esta disputa sobre losintelectuales poco la page. Hay que hacer un inciso y aclarar que la cultura de este diario,interpretando quizs a su manera lo que Boris Vian llamaba la espuma de los das, ha dejado a unlado el viejo debate sobre el pensamiento de su fundador, el filsofo marxista Antonio Gramsci(quien tanto reflexion sobre la funcin del intelectual), para dedicarse a la doctrina de JohnFitzgerald Kennedy. En cambio, he ledo que el pensamiento de Gramsci es muy estudiado hoy en daen ciertas universidades norteamericanas. Eso es lo que se llama intercambio cultural entre los

    pueblos.Aparte de esto, ha habido una encuesta (rigurosamente telefnica) por parte de otro peridico,

    en la que se preguntaba a algunos escritores y/o intelectuales si se consideraban comprometidos.Un trmino absolutamente inoportuno que yo no he utilizado nunca y que en Italia provoca un

    disgusto inmediato, debido a su asociacin con la idea comunista. Ningn escritor y/o intelectualitaliano quiere ser hoy comunista, entre otras cosas porque casi todos lo han sido en el pasado. Es

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    necesario comprender que Italia es un pas muy catlico, y que el sentido de la culpa es uno de losgrandes pilares del catolicismo, al igual que el arrepentimiento.

    Y para terminar, ha habido una vieta muy divertida de Tullio Pericoli que, a travs de untndem de escritores igualmente divertidos como Fruttero y Lucentini, intenta captar ese esprituitaliano del que hablbamos, cerrando as el crculo de este extravagante debate. Y con esto,

    Monsieur Ub est en la puerta.

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    III. Mientras nos queden cerillas

    Donde se razona sobre equvocos y sobre cerillas encendidas a contraviento

    La trascendencia va de capa cada, no faltaba ms!La inmanencia no vale un higo seco.La va intermedia es el dinero.Lo mejor es buscar en otra parte.

    EUGENIO MONTALE

    Al volver a Pars desde Lisboa, donde habamos mantenido la anterior conversacin, aBernard Comment le pareci, repasando sus apuntes, que el razonamiento resultaba bastanteincompleto y que acabar con un chiste era en cierto modo insatisfactorio. Despus de que Bernardme transmitiera telefnicamente sus sensaciones, estuve de acuerdo en que aadir algunas palabrasms no sera inoportuno, de modo que le mand una especie de carta dentro de la carta que a travsde l se diriga a Sofri, como una especie de conclusin provisional para el librillo francs queComment estaba preparando.

    Agosto de 1997

    Querido Bernard:Estoy de acuerdo con tus objeciones. Se me ha ocurrido que para proseguir con mis

    reflexiones sobre la situacin del intelectual en Italia, poda adoptar como posible conclusin (aunquesea provisional) una nueva carta ma a Adriano Sofri, pues la que le escrib haba abierto este debate.

    Te agradezco adems la ocasin que me ofreces para repetir en Francia lo que ya he tenido ocasin deexpresar en la prensa italiana, es decir, que condenando a tres personas a una pena de veinte aos sinprueba objetiva alguna, con la nica base de las declaraciones (inciertas y contradictorias adems,como es sabido) de uno de los llamados arrepentidos, Italia ha dado muestras de aplicar de maneraalarmante una forma de derecho que no tiene parangn en ningn pas de la Comunidad Europea dela que forma parte. Por lo dems, que vuestra prensa, con la simpata que a menudo nos reserva, hayasealado tursticamente Italia como el mejor pas para llegar hasta Turqua, revela bastante a lasclaras la prestigiosa imagen que mi pas ha sabido ganarse en el extranjero.

    Un cordial saludo,

    Antonio

    Querido Adriano Sofri:Has dedicado recientemente uno de tus artculos en el semanario para el que escribes con

    regularidad a la historia de un tal Fiorentino Conti, preso comn al que conociste en la crcel aprincipios de los aos setenta, cuando a causa de una manifestacin fuiste detenido por ser militantede la extrema izquierda. T cuentas cmo este preso comn adquiri una suerte de conciencia polticagracias a tu presencia y a la de tus compaeros, y que, despus de distintas peripecias que tras suexcarcelacin le llevaron al terrorismo, muri recientemente de un infarto, en libertad, en un mercadode Florencia. T, por el contrario, que del terrorismo siempre te has mantenido alejado, en estosmomentos te encuentras en prisin. T defines esta historia como una jugarreta del destino, yaades que, cuando eras un adolescente, todo ello te pareca solamente posible en las novelas rusas.

    Dado mi gusto personal, preferira ciertos barrocos espaoles y dira que tu historia no habradesentonado entre aquellas que Cervantes llam Novelas ejemplares. Slo que en lo que a ti se

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    refiere, no se trata de una novela sino de una historia vivida. No puedo negar que todo ello me haturbado. Por asociacin de ideas me ha venido a la memoria un libro mo de cuentos no precisamentereciente (1985), tituladoPequeos equvocos sin importancia. Cuando se public, de acuerdo con miaorado amigo Franco Ochetto, que en aquella poca era director literario de la editorial Feltrinelli,decidimos utilizar en la portada un cuadro de Cremonini que representa dos tumbonas vistas de

    espaldas en una playa desierta. En una se vea una nuca (si acaso), mientras que de la otra colgabauna camisa. Nos pareci que esa pintura representaba perfectamente lo que confusamente intentabacontar en mis historias: encuentros fallidos, destinos descifrables slo mediante iluminaciones yseales, ausencias y soledades, todos esos dobles juegos que la vida teje para nosotros.

    Dio la casualidad de que el semanario para el que escribes, no parecindole tal vez suficientecon los precedentes reportajes que haba dedicado a mi persona con la elegancia que lo caracteriza,en un suelto annimo quiso elevar mi quizs algo incierta potica del doble, de la ausencia y delequvoco, a la bastante ms cristalina potica de la difamacin, con plena consciencia, es de suponer,de que la inevitable querella por m ya presentada (una ms entre las centenares de ellas que recibe),como suele decirse, si no mata, engorda. Este semanario, Panorama, pertenece al seor SilvioBerlusconi, ahora relevante lder de la derecha italiana, pero, como es sabido, persona no

    precisamente ignorante en lo que a medios de comunicacin de masas se refiere, sean stos etreasantenas o papel impreso (ahora se ha convertido tambin en editor de Gramsci, al haber adquirido laemblemtica editorial Einaudi); este semanario, como iba diciendo y como quizs hayas constatado ttambin, acostumbra desatar campaas cuya modalidad recuerda determinada estrategia de choque delos aos setenta, pero parecindoles obviamente poco elegante disparar a las piernas de las personasque no visten el uniforme aconsejado -como el terrorismo de entonces haca optan por dispararles

    balas de inmundicia (amordazar uno para amordazar cien, podra ser la actualizacin del eslogande las Brigadas Rojas). Todo ello no es ms que una nueva prueba de la antigua fe itlica en lasterapias de conviccin enrgicas, por encima de la eventual diversidad de ideologas (que por lodems ya no interesa a nadie, habindose stas derrumbado, como es bien sabido). Cada poca tienesu estilo y sus smbolos, que determinan los avances de la civilizacin: en su momento, el aceite dericino, ms tarde, estrellas de cinco puntas, y podramos seguir. Hoy, la poca tras} exige lapoubelle.Como ha demostrado Umberto Eco en un ensayo en verdad estimable (El fascismo eterno de susCinco escritos morales), las etiquetas cambian, pero el contenido permanece. O tambin, por decirlocon versos de Drummond De Andrade, De todo queda un poco. / A veces un botn. A veces untopo.

    T escribes con regularidad en ese semanario gracias a la hospitalidad que te ofrece su actualdirector, viejo amigo tuyo desde la poca en la que simpatizaba con la llamada izquierdarevolucionaria. l ha optado por una trayectoria diferente a la tuya, es evidente. Los destinoscambian, pero la amistad permanece. T ests en este momento en la crcel, eres un secuestrado deEstado, por usar tu propia expresin. l, por el contrario, dirige un semanario libre. Y todo ello me

    hace pensar en la historia de la jugarreta del destino que has publicado precisamente en esesemanario. Si todo ello tiene que ver con el equvoco, me parece que se aleja del nivel existencialpara alcanzar dimensiones ontolgicas. Hasta dira burlescamente metafsicas. Como es lgico, yotambin me siento implicado en este equvoco, no tanto por esa accidental asociacin de ideas de laque te hablaba, sino sobre todo porque, como escritor, soy al mismo tiempo sujeto y objeto de losequvocos que atraigo, que aferro y que hago visibles en la pgina.

    En el libro ya lejano en el tiempo que te citaba, en mi nota de prefacio, que era una forma dejustificacin (los escritores sienten a menudo la necesidad de justificarse, como si la observacin dela vida provocara un sentimiento de culpa), haca referencia a los escritores barrocos espaoles, quevivan los equvocos y las jugarretas del destino.

    Pero en este momento, mi pensamiento se dirige ms bien a Carlo Emilio Gadda, que por los

    equvocos se senta vivido y que, a un periodista que le preguntaba si poda ser considerado unescritor barroco, respondi: Gadda no es barroco, es la vida la que es barroca. En resumidas

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    cuentas, la carta que te escribo es, a su manera, emblemtica de lo que significa ser hoy un intelectualen Italia, tal y como me ha sido planteada la cuestin por mis amigos franceses. El panoramacultural que ofrezco a los lectores de otros pases no es muy alegre, probablemente. Tal vez seaacusado de pesimismo, pero no veo razn alguna para confortarlos con una visin alentadora. Que secontenten para ello con los productos que estn de moda, como la italian foodo el italian style. Mis

    razonamientos no estn de moda, de eso no hay duda.Procuremos en todo caso esforzarnos por recorrer nuestro camino con paso sereno. Pero sinrenunciar a la obstinacin de encender nuestra pequea cerilla para que brille algo de luz aunquesople el viento. Mientras nos queden cerillas.

    Antonio Tabucchi

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    Dos cartas desde la crcel de Adriano Sofri

    Donde el interpelado responde, con lo que queda debidamente verbalizado en las actas de lapresente Gastritis

    Primera carta. Octubre de 1997

    Querido Antonio Tabucchi:No contest en persona, si no de un modo un tanto de circunstancias -un acuse de recibo- a la

    carta abierta que quisiste dirigirme y que trataba de la inteligencia de los escritores y de su uso.Personalmente, desconfo un poco de la cuestin en general. Si acaso, me deja estupefacto elengagement al revs, por llamarlo as, de algunos intelectuales coetneos nuestros, que ponen undenodado empeo en tomarla con los pobres, los dbiles, los marginados. De entre todos los tiposcorrientes, quienes ocultan tras sus peridicas intervenciones verbales semejante bellaqueraintelectual son los que con menos pesar uno perdera de vista. Me ha complacido especialmente lacircunstancia de la confesin del sargento portugus Aleixo Santos, quien dispar y decapit mstarde a un joven, confesin que completa el crculo que desde las pginas de sucesos haba pasado atu ltima novela, La cabeza perdida de Damasceno Monteiro. Ha sido el propio sargento de policaquien ha sellado incomparablemente el crculo cerrado con una frase que consta en acta: Cuando levi muerto.. perd la cabeza. Lo que se dice cabezas intercambiadas. Portugal ha procesado el asuntoa puerta entreabierta, nos explicas t, en espera de entrar en Europa. Esta borrascosa circunstancia meempuja a una especie de respuesta referida a la inteligencia pblica en Italia y su relacin con el

    pasado y el eventual futuro de nuestro pas. Espero que seas comprensivo si hago referencia a mispeculiares condiciones ambientales y morales.

    Oscilo continuamente entre una sensacin de amargura y el sentimiento de que mis avatares

    judiciales son una insignificancia, y una aspiracin a extraer de ello algo ms slido y definido. Ponteen nuestro lugar: un guin burdo nos obliga a gestos que quiz lleguen a cuestionar nuestra propiavida, que no habramos soado en hacer si no estuviramos privados de toda libertad. Resultacomprensible el deseo de ennoblecer un poco el asunto. Es como si uno, a quien se le forzara demalos modos a entregar todo lo que lleva en los bolsillos, intentara tirar al suelo, a escondidas,algunas monedas, por si pasa por all algn honesto necesitado. Por ejemplo, hemos sopesado muchoel dedicar nuestro ayuno -que no ser testimonial, o a plazo fijo, sino extremo, creemos- a una causadigna. Es como si nos sintiramos ya en el paredn y pudiramos gritar una frase final, si no para lahistoria, al menos para la pgina de sucesos del da siguiente: qu s yo, Viva Italia o Quvergenza. No consigo aceptar la idea de reservar mi ltima frase para algn indecente magistradode Miln, ni para una historia que ha envejecido con nosotros, de la que todas las veneradas banderas

    hace tiempo han sido arriadas. Podramos quedarnos callados, es cierto, pero no sera pedirnosdemasiado? As, como deca, hemos acariciado largo tiempo un fuerte deseo de dedicar nuestro gestode prisioneros inhbiles para las armas a la vida y a la libertad en Argelia. Se nos ha intentadodisuadir: Sera un equvoco lamentable. A nosotros nos daba la impresin de que podamos

    permitirnos el riesgo de un equvoco, visto que no podemos permitirnos nada ms. Ahora, por fin, sehabla un poco ms de Argelia. Antes o despus hasta se empezar a hacer algo, quiz antes de quetodos los nios hayan sido descuartizados.

    As, transido de ese estado de nimo en parte ridculo, en parte iluminado, pude leer algunasfrases intercambiadas por el Papa con los periodistas durante un vuelo hacia Brasil, acerca del hechode que sea slo la Iglesia catlica la que pida perdn. Y eso me disgust, porque me pareca que consemejante comentario se quitaba valor a los distintos perdones pedidos en nombre de la Iglesia, el

    ltimo de los cuales ha sido el de la Iglesia francesa por su complicidad u omisin frente al genocidiode los judos. Despus me plante cmo han tratado otras instituciones de nuestro tiempo, incluyendo

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    aquellas que no reivindican un fundamento divino, la cuestin del perdn. Naturalmente, est laautocrtica de los partidos y de los regmenes comunistas, que es la trgica imitacin de una sinceradeclaracin de responsabilidades y de culpas, y de sus races. Una imitacin fraudulenta que insinasu cola envenenada en los propios autos de acusacin promovidos contra los regmenes cados, tan

    preados de retrica como de autoabsoluciones y amnesias. En la Surfrica de Mandela est en

    funcionamiento desde hace dos aos una Comisin para la Verdad y la Reconciliacin, presidida porel arzobispo Desmond Tutu, que aspira declaradamente a una va alternativa entre Nremberg y lacancelacin de la memoria. Ha recogido 5.500 solicitudes de amnista, acompaadas de la admisinde sus propias responsabilidades por parte de autoridades y funcionarios del viejo rgimen, incluidosalgunos que ocupan puestos relevantes en el nuevo gobierno. Se trata probablemente del ejemplo msimportante de la aspiracin de una comunidad a afrontar con slidas bases su propio pasado,conciliando dolorosamente la justicia y la reconciliacin. (Habra que comparar una tentativa comosta, realizada a gran escala en toda una nacin, con los desconocidos actos de conciliacin llevados acabo en nuestros pases como opcin a la justicia penal).

    En la Italia recin salida del fascismo no ocurri nada parecido, y ello es lo que hace taninsatisfactorio y artificioso el espritu de conciliacin actual, fruto principalmente del tiempo que ha

    pasado -ms de medio siglo- y de las oportunidades del presente, y no del sentido trgico de unacomunidad dividida y herida, transida de violencia, injusticia y fanatismo.

    Comprese -no para juzgar, sino ms bien para intentar comprender- la Italia de la amnista deTogliatti y sus formas de aplicacin1 con la tentativa surafricana. Tal vez el mismo mrito italiano dehaber creado un antifascismo y una resistencia significativos sea responsable de que la confrontacincon nuestro pasado haya resultado ms parcial y reticente que en Alemania. De entre todos los paseseuropeos, en ltima instancia, probablemente Alemania haya sido y sea todava la ms capaz de

    preguntarse por su propio pasado. La misma dificultad de hablar en nombre de otra Alemania -adiferencia de lo que suceda en la Italia antifascista, o en la Francia de De Gaulle, donde el dbito deVichy y de Argelia sigue cobrndose con intereses en nuestros das- ha obligado o inducido ahombres de Estado alemanes a palabras y gestos de solicitud de perdn explcitos, y a veces viriles yconmovedores, como fue el de Brandt en Polonia.

    El aspecto que me preocupa tiene que ver con el Estado italiano de los aos en los que sedesarroll nuestra vida adulta. En pocas palabras, el Estado del que se ha probado una larga y vastacorresponsabilidad en actividades subversivas, y en el recurso a medios ilegales y delictivos alservicio de intereses partidistas y de aparatos paraestatales; el Estado que se adapt a una simbiosis-una tranquila convivencia- con la mafia y el crimen organizado, concedindoles una especie deextraterritorialidad y de segundo Estado; el Estado que durante tanto tiempo confisc la res publicatratndola como si fuera un patrimonio privado y al margen de todo control, y que hizo de lacorrupcin una costumbre extendida y solapada.

    La pregunta es: este Estado deba y debe pedir perdn por todo ello? Los Estados no son -no

    deben serlo- instituciones ticas, a diferencia de las Iglesias. Su manera de pedir perdn debera sermenos solemne y pomposa, y adems algo ms presurosa que la de la Iglesia, que puede concedersesiglos de reflexin acerca de las hogueras de los husitas o de las matanzas de los hugonotes: el Estadodebe rendir cuentas a sus ciudadanos todava vivos, no a las generaciones que les heredarn. Ladesgracia civil de Italia se mide en esta cuestin. No cabe pensar que la solicitud de perdn en lascomunidades laicas est fuera de lugar y pueda ser sustituida tal vez por las investigaciones y lassentencias judiciales. (Por lo dems, esta suerte de desuso y de afasia parece somatizada en nuestrasociedad y en sus dirigentes. Eso es lo que ha sucedido en relacin con antiguos pases colonizados oinvadidos. Y ms recientemente, en la horrible y ya tan olvidada tragedia del hundimiento de la navede fugitivos albaneses, ha podido verse esa incapacidad de pedir sencilla y llanamente perdn). Me

    parece que la clase dirigente italiana no ha sabido ver este crucial problema. Que se me ocurra,

    1 Palmiro Togliatti, secretario general del Partido Comunista Italiano (PCI) apoy la concesin de una amnista generalpara los colaboradores del rgimen fascista en la inmediata posguerra. (Nota del Traductor).

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    nicamente ha habido dos tentativas polticas en este sentido, ambas invalidadas por su propiocarcter singular y comprometido: el llamamiento de Cossiga a la Gran Confesin y el discurso

    parlamentario de Craxi sobre la financiacin de los partidos polticos, pronunciado ya fuera detiempo. (La cultura y la actividad del Partido Radical parecan darle todas las papeletas, pero llegadoel momento, de una manera que sigue siendo inexplicable para m, su lder, Marco Panella, opt por

    una solidaridad con la vieja clase poltica tan quijotesca como dilapidadora. En cuanto a los verdes, laidea de la conversin econmica remita necesariamente a la de una tregua y un cambio de vida,como bien notaba Alexander Langer, pero es difcil que la poltica llevada a la prctica sea capaz deconservar su amplitud de miras). Si la segunda Repblica no ha cristalizado y, es ms, se ha idohaciendo poco a poco ms improbable, e incluso menos probable que una eventual Repblica del

    Norte1 se debe precisamente a esto. La misma separacin psicolgica y moral de tantas personas delnorte hubiera podido ser amortiguada, mientras hubo tiempo para ello, ms que con la intermitenteoferta de soniquetes federalistas, con un discurso orientado a la verdad. Hay una parte de la clasedirigente incapaz de pedir perdn, y otra parte convencida de poder reservarse el papel de acusador yde estar exonerada del problema. Esta vistosa incapacidad queda an ms en evidencia ante lamultiplicacin epidmica de los arrepentidos judiciales, transformados por un lado en una

    categora moral, por otro en una categora sindical. La proliferacin del nombre y del ejercicio de losarrepentidos es una buena seal de la ausencia de arrepentimiento, al igual que las falsas monedasdesplazan a las autnticas. En cuanto a la corrupcin, la atronadora y vertiginosa irrupcin deTangentopoli hubiera podido convocar a toda la clase dirigente (y no me refiero slo a la tradicionalgerontocracia, sino incluso a la propia generacin del 68) de las distintas profesiones, de lainformacin, de la poltica, para una ruptura con lo rutinario y una autointerrogacin, y, tal vez, parauna modificacin de los modos privados y pblicos de la existencia. No estoy hablando deresurrecciones ni de palingenesias, sino de cosas ms pequeas y concretas. No hubo nada que se le

    pareciera, sino, al contrario, una estampida universal y la manifestacin de un temple temeroso, elpnico por la crcel y por el buen nombre, la celeridad para acusar al vecino; todo ello ms grave amis ojos que la propia corrupcin desvelada por las pesquisas judiciales. Por eso, incluso los msrazonables y serios esfuerzos en la res publica italiana son dbiles y toda forma posible de espritucomn se ha perdido, a menos que nos contentemos con las banderas tricolores desempolvadas porreaccin ante las trivialidades de Bossi.

    Es impresionante que la figura del rgimen democristiano ms consciente de su legalidaddemediada, Aldo Moro, dedicara su ltima intervencin pblica a una arenga parlamentaria sobre unaDC que no iba a dejarse procesar2. La tragedia de la que despus fue vctima Moro habra podido serla ocasin extrema para el mea culpa de una clase poltica alelada, algo hurfana y algo parricida, queni siquiera hizo la mnima alusin a ello. Lo tildaron de falso por estar secuestrado, lo enterraron atoda prisa, llenos de miedo. Lo intent Cossiga, como ya se ha dicho, pero tarde y por razones

    personales; las razones personales pueden ser tambin un buen motivo, pero la iniciativa no prosper.

    1 Tras las investigaciones judiciales de la Fiscala de Miln sobre el clientelismo y el financiamiento irregular de lospartidos que tradicionalmente haban gobernado Italia (entramado popularmente conocido como Tangentopoli), todo elsistema poltico entr en una profunda crisis y empez a cobrar fuerza la hiptesis de una Segunda Repblica, condistintos criterios electorales y modos de eleccin del presidente, etc. La falta de acuerdo de las nuevas formaciones

    polticas, sin embargo, no ha permitido hasta el momento ms que leves reformas. Al mismo tiempo, la minoritariaLiga Norte, dirigida por el excntrico senador Umberto Bossi, lanzaba la polmica propuesta de independizar las

    prsperas regiones norteas (la Padania) del ms atrasado sur. (Nota del Traductor).2El dirigente poltico democristiano Aldo Moro fue secuestrado por las Brigadas Rojas el 16 de marzo de 1978.

    Antes de ser asesinado, algunas semanas despus, mantuvo una constante correspondencia con miembros de su partido,con los que entr en una agria polmica por la negativa de stos a negociar. Algunos representantes de la DemocraciaCristiana llegaron a afirmar que el secuestrado no estaba en s a la vista de esas declaraciones. El entonces ministro delInterior y ms tarde Presidente de la Repblica Francesco Cossiga, amigo personal de Moro, fue el nico en realizar un

    tmido intento posterior de aclaracin pblica de lo sucedido, como se seala varias veces en este captulo. (Nota delTraductor).

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    De modo que aquella clase dirigente, horrorizada por la maldicin de Moro, fue a su vez enterrada yno mucho tiempo despus. Las declaraciones de recibo de los dems implicados, el terrorismo dederechas y de izquierdas, se hicieron a bajo coste, salvo por la infinita recriminacin a domicilio.

    No he odo pedir perdn por las bombas del 25 de abril de 1969 1y por la fabricacin de lapista anarquista, ni por la matanza del 12 de diciembre ni por el asesinato de Pino Pinelli, y podra

    continuar as, siguiendo el ndice de las actas de la Comisin Parlamentaria de Matanzas, rgano que,entre nosotros, no pretende la verdad ni la reconciliacin. No hay nadie en la crcel por todosaquellos hechos. En la crcel estoy yo, siendo inocente. Yo, en cambio, al igual que otros, muchoantes de que a nadie se le ocurriera hacerme pasar por inductor de homicidio, ya haba pedido perdna mi manera: reflexionando y hablando de nuestros errores y de nuestras responsabilidades, ycambiando de vida. Cambiando de vida. De algunas cosas pasadas estaba contento, de otrasarrepentido. Y ste es, sumariamente resumido, el carnaval en el que participo, con la cabeza gacha.Una cosa ms: quisiera que no se olvidara que la violacin de la ley por parte de quien est revestidode un poder pblico es incomparablemente ms grave que la cometida por los ciudadanos privados.Ah reside lo escandaloso de tantas discusiones como la del indulto. Los delitos cometidos porfanatismo poltico no son por ello justificables. Pero los cometidos en nombre de la Ley y por parte

    de las ms altas instancias del Estado, son mucho ms graves. Por el contrario, los responsables de lailegalidad del Estado, y aquellos que teniendo autoridad han permitido que