Sienkiewicz Henryk - Trilogia Polaca 02 - El Diluvio (1886).doc

507

Transcript of Sienkiewicz Henryk - Trilogia Polaca 02 - El Diluvio (1886).doc

El diluvio

EL DILUVIO268

267ENRIQUE SIENKIEWICZ

biblioteca sopena

Enrique Sienkiewicz

Traduccin:

Pedro Pedraza y Pez

Ttulo original:

Potop

Edicin ntegra.

Editorial Ramn Sopena, S. A.

Depsito Legal: B. 1.7191960

Grficas Ramn Sopena, S. A.

Provenza, 93 Barcelona 1968 (11229)

Impreso en Espaa Printed in Spain

ENRIQUE SIENKIEWICZ

Oriundo de lituanos fugitivos de su pas a causa de la invasin rusa, el futuro gran novelista vio la luz en Wela Okrsejska (Polonia), en 1846, y durante toda su vida se sinti polaco de corazn. Tras seguir estudios de Leyes y Letras en la Universidad de Varsovia, empez a darse a conocer como crtico desde muy joven (1869). Al ao siguiente public su primera novela, En vano, y algo ms adelante sus primeros cuentos: Nadie es profeta en su tierra (1872), Las dos voces (1873) y Hania. Hizo largos viajes, especialmente a Amrica del Norte, lo cual le permiti colaborar en los peridicos de la capital polaca con relatos de sus impresiones, escritos en estilo epistolar.

Sigue viajando (frica central, Inglaterra, Francia, Italia, Espaa, Grecia) y da a conocer una serie de novelas largas (Juan el msico, Diario de un preceptor de Poznn, Bartek el vencedor), hasta que se encuentra a s mismo en un aspecto del gnero que le habra de proporcionar popularidad mundial: la narracin histrica. La triloga A sangre y fuego (1884), El diluvio (1886) y Un hroe polaco (Pan Wlodyjowski) trata de las guerras de Polonia contra suecos, turcos y rusos en el siglo XVII. El vigor narrativo y la brillantez de estilo de Sienkiewicz, al servicio de un tema que senta hondamente, conmovieron al pblico y a los crticos de su pas. Y es que este autor posea la especial virtud de saber situarse con maestra en el ambiente de pocas pretritas, hasta el punto de que habra de ser una novela de la antigedad romana, Quo Vadis...? la que le diera fama y estimacin fuera de Polonia. La fuerza de las descripciones, el acabado de los caracteres, el inters de la accin y la belleza de la prosa motivaron una ininterrumpida serie de ediciones en todos los idiomas, que se ha prolongado a lo largo de los aos. A un cuando Sienkiewicz acometi tambin otro tipo de novelas (La familia Polaniecki, por ejemplo, en la cual intenta una explicacin de los defectos ms arraigados en el alma eslava) nunca lleg en ellas a la altura de las citadas anteriormente.

En 1905 le era otorgado el premio Nobel, y once aos ms tarde falleca en Vevey (Suiza), siendo sus ltimas palabras reveladoras de su infatigable patriotismo:

Hubiera querido vivir ms, para tener la dicha de ver a Polonia libre.

PRIMERA PARTE

I

Resida en Imud una poderosa familia, llamada Billevich, originaria de Mengoog, que estaba emparentada con las ms encopetadas del pas, y era la ms respetada del distrito de Rossyeni. Los Billevich no haban ocupado nunca altos cargos, y los que desempearon fue en su provincia. Sin embargo, durante las guerras haban prestado grandes servicios a su pas, por lo cual fueron muchas veces recompensados. La posesin que sirvi de cuna a sus ascendientes (y que an existe hoy da), se llamaba Billevich; pero posean muchas otras fincas, unas cerca y otras lejos de Rossyeni, hacia Krakin, Lauda, Shoi, Nyevyaja y ms all de Ponyevyej. Andando el tiempo, los Billevich se dividieron en tantas ramas, que sus individuos acabaron por perderse de vista y por desconocerse entre s. Reunanse, sin embargo, cuando haba revista en la milicia de Imud. Suceda, a veces, que algunos militaban bajo las banderas de la caballera de Lituania y de las Dietas provinciales, y como eran muy ricos y poderosos, hasta los Radzivil, que se crean omnipotentes en Lituania e Imud, no podan prescindir de ellos.

Durante el reinado de Juan Casimiro, el jefe de la familia Billevich era Herclito, coronel de caballera ligera y chambeln de Upita.

No resida en su pas natal, porque a la sazn haba sido arrendado a Toms, portaespada de Rossyeni. Herclito Billevich era tambin propietario de los dominios de Vodokty, Lyubich y Mitruny, situados en las inmediaciones de Lauda, y rodeados, como una isla, por otras haciendas pertenecientes a individuos de la pequea nobleza.

Adems de los Billevich, existan en los alrededores otras familias respetables, tales como los Sollohub, los Montvill, los Schylling, los Koryzni y los Sitsinski; pero toda la comarca de Lauda que atravesaba el ro del mismo nombre estaba ocupada por los nastsiazki, o sea por aldeas habitadas por la nobleza de Lauda, clebre en la historia de Imud.

En algunas regiones de aquella gran comarca, las familias adoptaban el nombre de sus posesiones y stas tomaban el de sus propietarios, como se acostumbraba en Podliasye; pero no ocurra as en el territorio de Lauda. En Morezi vivan los Stakyan, seores tambin de Bathory, que les fue cedido como premio de su conducta valerosa en el combate de Pskoff. En Volmontoviki, donde el pas era muy frtil, hormigueaban, por decirlo as, los Butrym, los hombres ms fuertes y robustos de Lauda, gente de pocas palabras y enrgicos hechos, que en tiempo de las Dietas provinciales recorran el pas gastando y deslumbrando con su esplendidez y que cuando estallaba la guerra marchaban en apretadas filas y en silencio.

Las tierras de Drojeykani y Mozki cultivbanlas la numerosa poblacin de los Domasjevich, famosos cazadores que atravesaban el desierto de Zielonka hasta Wilkomir en busca de osos. Sus mujeres eran tan famosas por su belleza, que a todas las jvenes de los alrededores de Krakin, Ponyevyej y Upita se las consideraba como si fueran de Patsuneli. Los Sollohub, de Maly, posean muchos caballos y ganados, que pastaban en vastas dehesas; los Gostsyevich, de Goshchuni, hacan alquitrn en los bosques, por lo cual les pusieron el mote de Negros o Ahumados.

Haba, adems, en aquellas comarcas, muchas otras aldeas y familias, cuyos nombres an se conservan; pero, en general, los pueblos estaban en aquella poca dispuestos de muy distinto modo y situados en otros puntos, y las familias llevaban otros nombres.

Muchos pueblos fueron destruidos por los incendios, la guerra y otras calamidades, y no se reedificaron; as es que el aspecto de la comarca est ahora muy cambiado.

Pero en aquella poca la antigua Lauda se hallaba en estado floreciente, y los nobles haban alcanzado la ms alta reputacin muchos aos antes, cuando, combatiendo contra los cosacos insurgentes, cubrironse de gloria bajo el mando de Juan Radzivil.

Todos los hombres vlidos de Lauda servan en el regimiento del viejo. Herclito Billevich, los ms ricos con dos caballos, otros con uno, y los pobres en calidad de escuderos. Aquellos nobles eran, por regla general, valerosos y batalladores, muy aficionados a la carrera de las armas; pero en los asuntos que haban de discutirse en la Dieta provincial, eran mucho menos expertos. Saban que haba un rey en Varsovia, que Radzivil y Klebovich eran los estarostas () de Imud, y que Billevich lo era igualmente en la regin de Lauda. Con saber aquello les bastaba y votaban segn Billevich les aconsejaba, seguros de que as complacan tambin a Klebovich, que estaba de perfecto acuerdo con su colega. Radzivil era el brazo derecho del rey en Lituania y en Imud, y el rey, a su vez, era el jefe de la Repblica, y el padre de la legin de los nobles.

Billevich era, en efecto, ms amigo que cliente de los oligarcas de Birji y, como tal, uno de los hombres ms estimados. A su voz, contestaban un millar de hombres de Lauda, y se empuaban otros tantos sables. stos, en manos de Stakyan, Butrym, Domasjevich y Gashtovt eran temidos en todas partes. Pero esto vari al cabo de poco tiempo, cuando muri Herclito.

Aquel padre y bienhechor de la nobleza falleci en 1654. Aquel ao arda en tremenda guerra el pas a lo largo de las fronteras orientales de la Repblica. Billevich no tom parte en ella, por su avanzada edad y por la sordera que padeca; pero marcharon los hombres de Lauda. Cuando supo que Radzivil haba sido derrotado en Shlov, y que el regimiento de caballera de Lauda, en un encuentro con la infantera mercenaria francesa, haba quedado casi en cuadro, diole un ataque apopltico y muri.

Aquellas noticias las trajo Miguel Volodiovski, joven y afamado guerrero, quien, por orden de Radzivil, haba mandado el regimiento de Lauda en lugar de Herclito. Los supervivientes volvieron a Lauda en lamentable estado: astrosos, hambrientos, misrrimos, y todos a una se quejaban del capitn general, quien, fiando en el terror que infunda su solo nombre, se haba atrevido a desafiar con dbiles fuerzas un enemigo diez veces ms poderoso, ocasionando casi la ruina de todo el ejrcito y el luto de toda la comarca.

Entre tantas recriminaciones y desdichas, no se levant una voz contra Volodiovski. Por lo contrario, todos los que haban podido salir con vida del desastre le ponderaban y alababan sin medida a causa de su sagacidad y de su valor heroico. El nico consuelo que quedaba a los supervivientes del desastre, eran las proezas que se haban realizado, gracias a la inteligencia del joven coronel: recordaban que en el ataque pasaron a travs de las primeras filas de las reservas como si se hubiese tratado de una columna de humo, que topando entonces con los mercenarios franceses haban hecho gran carnicera en ellos, y que en aquella ocasin Volodiovski mat con su propia mano al jefe enemigo. Rodeados por todos lados, abrasados por el fuego que por todas partes se haca contra ellos, pudieron escapar de aquel caos, gracias a una defensa desesperada en la que perdieron muchos hombres, pero no tantos como los franceses.

Los hombres de Lauda que, no formando parte del contingente de Lituania, estaban obligados a servir a la milicia territorial, escuchaban con sentimiento, y, al propio tiempo con orgullo, el relato de aquellas proezas. Todos crean que la milicia territorial sera llamada en breve para defender la patria. Se convino que, en tal caso, Volodiovski sera nombrado capitn del contingente de Lauda. Aunque no perteneca a la nobleza del pas, no haba caudillo que gozara de ms fama.

Sus soldados afirmaban que haba salvado de la muerte al propio capitn general. Todo Lauda le llev en triunfo: los Butrym, los Domasjevich, los Gashtovt, se la disputaban deseando tenerlo de husped. En cuanto a l, de tal manera apreci a los nobles del pas, que cuando las tropas de Radzivil se retiraron a Birji para reorganizarse, march con ellas y se hosped en la casa de Pokosk Gashtovt, que gozaba de gran autoridad en la comarca. Por otra parte, el joven coronel no hubiera podido continuar su viaje hasta Birji por impedrselo una fiebre altsima y una grave herida que haba recibido en el brazo derecho durante el combate de Tybiovo.

Las tres hijas de su husped, notables por su belleza, le rodearon de los ms solcitos cuidados, asegurndole que muy pronto podra recobrar la salud por completo. Entretanto, los nobles del pas s cuidaron de los funerales de Herclito Billevich.

Terminada la fnebre ceremonia, se abri su testamento, por el cual institua heredera a su nieta Alejandra, exceptuando de la herencia el lugar de Lyubich, y ponindola, hasta su casamiento, bajo la tutela de la nobleza entera de Lauda, la cual deca el testamento me tiene dadas tales pruebas de cario, que no dudo querr velar por la hurfana en estos tiempos de maldad y corrupcin, en que ninguna mujer puede estar al seguro del libertinaje de los hombres y vivir en paz. Preserven, pues, a la hurfana de todo mal, para honrar mi memoria.

Cuiden, adems, de que mi nieta goce libremente de mi herencia, excepcin hecha de la aldea de Lyubich, que lego y transmito al caballero portaespada () de Orsha, a fin de que pueda tomar posesin de ella sin ningn obstculo. Por si alguien se sorprendiera de mi predileccin por Andrs Kmita y hallase en esta mi ltima voluntad una injusticia para con mi nieta Alejandra, debo declarar que, desde la infancia hasta su muerte, unime fraternal amistad con el padre de Andrs. Fui conmilitn suyo, peleamos juntos en la guerra, me salv la vida varias veces, y cuando la maldad y la envidia aconsejaron a los Sitsinski que hicieran hasta lo imposible para sumirme en la miseria, l me ayud a defender mis bienes de fortuna. Por eso yo, Herclito Billevich, chambeln de Upita, indigno pecador y prximo a comparecer ante el supremo tribunal de Dios, fui a ver, hace cuatro aos, a Kmita, padre de Andrs y portaespada de Orsha y le jur gratitud y amistad eternas.

En aquella ocasin convinimos, segn la antigua costumbre cristiana, en que nuestros hijos, es decir, Andrs y Alejandra, se casaran, a fin de que su prole creciera en el santo temor de Dios y para bien de la patria, que es lo que ms ardientemente deseo. As, es mi voluntad que mi nieta se case con Andrs Kmita, salvo el caso (que Dios no permita) de que el caballero portaespada de Orsha manchase su propia reputacin con malas acciones y deshonrase su nombre. Aun cuando ste perdiese todos sus bienes, incluso Lyubich, lo cual podra suceder fcilmente, esto no impedira el casamiento de ambos. Mas, si por especial gracia de Dios, mi nieta prefiriese ofrecer a l su virginidad y vestir el hbito monjil, de buen grado apruebo su resolucin, porque el culto de Dios se debe anteponer al culto del hombre.

De esta manera dispuso Herclito de su propia fortuna y de su nieta, sin que nadie se mostrase sorprendido.

Alejandra habase dado cuenta desde haca tiempo de lo que la esperaba, y los nobles conocan la amistad que una de antiguo las familias de Billevich y de Kmita. Adems, en aquellos das desdichados, todos pensaban ms en la derrota padecida que en el testamento de Billevich.

Sin embargo, todo el mundo hablaba de los Kmitas, o, mejor dicho, de Andrs, pues el viejo portaespada haba muerto. El joven Andrs habase batido en Shlov a sus rdenes, y despus, mandando los voluntarios de Orsha, se hizo dueo de grandes propiedades; pero la guerra haba devastado sus estados. Comarcas frtiles quedaban convertidas en desiertos, y la mayora de sus habitantes haban muerto. Despus de la derrota de Radzivil, nadie opuso gran resistencia. Goyevski no tena soldados; los capitanes de la Corona resistan heroicamente con las fuerzas que les quedaban en Ukrania, pero no podan acudir en su auxilio porque, como toda la Repblica, estaban exhaustos a consecuencia de las prdidas que haban experimentado en la lucha con los cosacos. El diluvio de la guerra inundaba comarcas y ms comarcas. Alguna vez sus aguas se detenan ante las murallas de las fortalezas, pero stas caan como haba cado Smolensko. Las posesiones de los Kmita, que radicaban en la provincia de Smolensko, se consideraban perdidas. En aquel caos universal, en medio del terror general, la gente se desparramaba como hojas arrastradas por el huracn, y nadie saba lo que se haba hecho de Andrs el portaespada de Orsha.

Los estragos de la guerra no haban llegado hasta Imud, y la nobleza de Lauda se rehaca poco a poco de las prdidas sufridas. En los zaztsianki se empez a discutir acerca de los asuntos pblicos. Los Butrym, duchos en el arte de la guerra, decan que sera conveniente ir a Rossyeni en demanda de las milicias generales y del capitn general Goyevski para vengar la derrota de Shlov; los Domasjevich haban atravesado las desiertas comarcas de Rogovo para sorprender a varios destacamentos enemigos, y regresaron con interesantes noticias; los Gostsyevich preparaban en sus barracas las carnes ahumadas necesarias para nuevas expediciones. En cuanto a los asuntos privados, se decidi enviar algunos mensajeros en busca de Andrs Kmita.

Los ancianos Pokosk Gashtovt y Casiano Butrym, eran los dos patriarcas de la regin. La nobleza, lisonjeada por la confianza que en ella deposit el ltimo Billevich, prometi bajo juramento observar con toda fidelidad las disposiciones del testamento y cuidar con gran solicitud de Alejandra.

En Lauda reinaba calma completa, y los estados de la joven heredera no tenan que sufrir, los embates de gente extraa. Por el contrario, todos los nobles se disputaban el honor de enviar a Alejandra lo que producan sus tierras; as, los Stakyan, que residan a orillas del ro, le mandaban salazones; los Butrym, de Volmontoviki, la provean de trigo; los Gatsoysts, de heno; los Domasjevich, de caza, y, por ltimo, los Gostsyevich le mandaban alquitrn y cola.

Por aquel entonces se conoci el edicto que llamaba a las armas a toda la nobleza. Los hombres de Lauda empezaron a marchar. Hasta los que no haban pasado de la adolescencia y los que llegaban ya a los lmites de la vejez montaban a caballo y partan.

Juan Casimiro lleg a Grodno y decidi que all se verificara la reunin general de las milicias. Los Butrym abran la marcha en silencio; seguan los dems nobles. La nobleza de las otras comarcas acudi tambin, y el pas qued indefenso, pues todos los hombres de Lauda haban partido.

Volodiovski no pudo marchar, porque an no tena sano el brazo y qued como comandante del distrito para proteger a los nios y mujeres.

Los alrededores estaban desiertos, y slo los ancianos y las mujeres se sentaban en torno del hogar. En Ponyevyej y Upita reinaba la paz ms profunda; pero todo el mundo ansiaba tener noticias de la guerra.

Alejandra, por su parte, permaneca encerrada en Vodokty, donde no hablaba sino con sus criados y con alguno de sus tutores.

II

Principi el ao 1055. Enero fue fro pero seco; un invierno de los ms crudos haba cubierto de un cndido manto la tierra de Imud. La nieve caa sin cesar y las ramas de los rboles cedan bajo su peso; de da su blancura deslumbraba los ojos reflejando los rayos de un sol esplndido; de noche, a la luz de la luna, centelleaba como un inmenso espejo. Los animales que viven en los bosques se acercaban a las aldeas, y los pajarillos picoteaban los empaados cristales de las ventanas.

Una noche estaba Alejandra sentada en la sala de los criados con sus doncellas. Era antigua costumbre de los Billevich que los amos pasaran las primeras horas de la velada con la servidumbre cuando no haba huspedes en el castillo, cantando himnos sagrados y edificando sus mentes sencillas con el buen ejemplo. As lo haca la seorita Alejandra, fiel a las tradiciones de su familia, y hacalo sin el menor esfuerzo, pues sus doncellas pertenecan casi todas a la nobleza de segunda categora, pobres hurfanas que se vean obligadas a servir, aunque gozaban de ms consideraciones que las criadas plebeyas. Entre stas haba rsticas campesinas, que se distinguan especialmente por su lenguaje, pues no saban hablar polaco.

Alejandra y su ta Kulviets estaban sentadas en el centro de la estancia, rodeadas de las doncellas que ocupaban unos bancos a su alrededor hilando activamente. En el hogar ardan dos gruesos troncos de pino. Cada vez que se levantaban las llamas, se advertan todos los detalles de la habitacin, cuyas paredes estaban ennegrecidas por el humo y por la accin del tiempo. Cerca de la puerta haba un hombre de Imud de aspecto selvtico, con la cabellera y la barba hirsutas, que haca dar vueltas a una devanadera.

Alejandra dejaba correr entre los dedos las cuentas de su rosario; las doncellas hilaban en silencio.

La luz del hogar iluminaba sus rostros juveniles y rubicundos. Hilaban con destreza, aguijoneadas por las severas miradas de la seora Kulviets. A veces, se miraban a hurtadillas y volvan despus sus ojos hacia Alejandra, esperando a que se decidiera a dar por terminada la tarea y a cantar el himno. Pero la joven no se mova y las dems continuaban hilando sin chistar.

Alejandra levant por fin la cabeza como asombrada del silencio que en la habitacin reinaba. El resplandor del fuego ilumin su rostro y sus ojos azules sombreados por largusimas pestaas.

La joven era hermossima, con el pelo rubio, la tez blanca y las facciones delicadas. Tena la belleza del lirio. El traje de luto aumentaba el seoro de su persona. Sentada junto a la chimenea, pareca absorta en su ensueo. Sin duda meditaba acerca de su suerte, porque dentro de poco iba a decidirse su destino. El testamento de su abuelo le impona como marido un hombre a quien no haba visto desde diez aos antes; y como ya tena veinte, no recordaba apenas a su novio. Recordaba nicamente a un muchacho revoltoso y decidido que cuando iba con su padre a Vodokty prefera correr por campos y bosques a conversar con ella.

Dnde estar? Cmo aparecer a mis ojos?

Tales eran los pensamientos de la doncella. Le conoca nicamente por lo que de sus aventuras y proezas le haba contado el difunto chambeln, que cuatro aos antes de su muerte haba emprendido un largo viaje hasta Orsha. Segn las noticias que de l tena, resultaba que Kmita era un hombre de gran valor y temperamento violento.

En la especie de contrato que hicieron Billevich y el anciano Kmita, se estipulaba que el joven deba ir pronto a Vodokty para darse a conocer a su novia. Pero corri a los campos de batalla en vez de volar al lado de su prometida. Herido en Berestechko, volvi a su casa donde su padre muri al cabo de poco tiempo; de nuevo se rompieron las hostilidades y transcurrieron cuatro aos sin que Kmita hubiese podido presentarse a su futura esposa. Tiempo haca ya que haba muerto el anciano coronel y no se tenan noticias del joven caballero.

Se comprende, pues, que Alejandra se mostrase preocupada, tena razn para ello, y que su corazn palpitase de amor y de ansiedad. No conoca an lo que era el amor, y, por lo mismo, su alma pura estaba en condiciones propicias para experimentar una impresin profunda. Bastaba una ligera chispa para encender en aquel pecho virginal una llama tranquila, pero inextinguible como el fuego sagrado de Lituania.

La muchacha senta una vaga inquietud, tan pronto dulce como penosa. Se haca a s misma muchas preguntas que quedaban sin respuesta, o por mejor decir, cuyas respuestas deban llegar de muy lejanas tierras.

Se preguntaba ante todo si el joven se casara con ella siguiendo los impulsos de su corazn, tal como ella se senta dispuesta a hacerlo. La palabra de matrimoni que los padres daban por sus hijos era en aquella poca cosa muy frecuente. Aun cuando murieran los padres, los hijos, fieles a su voluntad, la respetaban casi siempre. Alejandra hallaba muy natural aquel compromiso; pero no siempre acompaaba la satisfaccin al cumplimiento de un deber, y de aqu la ansiedad que turbaba el corazn y la mente de la hermosa rubia.

Me amar? pensaba, y un tropel de pensamientos se agolpaban a su mente. Quin eres? Qu especie de hombre eres? Vives an o duermes ya el sueo eterno de la tumba? Ests lejos de m o muy cerca?

Aquel corazn era como una puerta abierta para acoger al husped anhelado. Involuntariamente su fantasa le representaba lejanos pases, selvas y caminos cubiertos de nieve envueltos en las tinieblas de la noche.

Ven, joven hroe! exclamaba en su interior; no hay nada tan penoso como una larga espera.

En aquel instante, como contestando a su pensamiento, se oy sonar una campana.

La joven se estremeci; pero pronto recobr su presencia de nimo recordando que casi cada noche iba al castillo un joven en busca de medicinas para el coronel herido.

La seora Kulviets corrobor su idea diciendo:

Alguien viene de Qashtovt para pedir medicinas.

La campana continuaba resonando; de repente ces, pareciendo que alguien se haba detenido junto a la puerta.

Ve a ver quin hay dijo la anciana al criado del pelo hirsuto.

Al cabo de pocos momentos lleg ste diciendo:

Pan () Kmita.

El verbo se ha hecho carne! exclam Panni () Kulviets; en alta voz.

Las mujeres de la servidumbre se levantaron precipitadamente.

Tambin se levant Alejandra. l corazn pareca saltrsele del pecho, y una oleada de sangre ti sus mejillas, que despus palidecieron. Para disimular su emocin se volvi de cara al hogar.

En el umbral de la puerta apareci un hombre de alta e imponente estatura, envuelto en una pelliza y cubierta la cabeza con una gorra de pelo. Era un joven que adelant hasta el centro de la estancia y que al ver que haba entrado en la de la servidumbre exclam con voz sonora y sin descubrirse:

Dnde est vuestra seora?

Soy yo replic con acento claro y resuelto Alejandra.

Entonces el recin llegado se quit la gorra, y despus de inclinarse profundamente, dijo:

Yo soy Andrs Kmita.

Los ojos de Alejandra se fijaron un instante en el joven y se bajaron en seguida; pero aquella mirada bastle para hacerse cargo de lo que quera saber.

Una cabellera abundosa y rubia coronaba su alta frente; tena azules los ojos, alterado el rostro, y el bigote negro contrastaba con el color del pelo. La expresin del rostro era franca, alegre y simptica.

Despus de un momento de silencio, dijo:

An no he ido a Lyubich, porque ansiaba venir a postrarme a los pies de la noble nieta del chambeln. Quiera Dios que sea un buen viento el que me ha trado aqu directamente.

Sabais la muerte de mi abuelo? pregunt la joven.

Desde hace tiempo, y creed que llor amargamente la muerte de mi bienhechor. Era un amigo sincero, casi un hermano de mi padre. Sin duda sabis que hace cuatro aos estuvo en Orsha y que nos prometieron uno a otro. Me ense vuestro retrato, y desde entonces, ni de da ni de noche se ha separado vuestra imagen de mi pensamiento. Quise venir a veros; pero la guerra es una madrastra que une a los jvenes no a las doncellas, sino a la muerte.

Aquellas razones atrevidas confundieron un tanto a Panna () Alejandra, que replic:

Decs que no habis estado an en Lyubich?

Tiempo hay para ello contest Andrs. Lo que ms ansiaba, la herencia ms deseada la tengo delante. Pero veo que miris siempre a la chimenea; aun no he visto el color de vuestros ojos, Qu diantre! Mirmonos!

Y diciendo esto cogi la mano de Olenka () que, ms y ms confusa, pareca dominada por invencible vergenza y baj los ojos.

Kmita solt su mano y se apart un poco.

Dios mo! Cun bella sois! exclam. Quiero hacer decir cien misas por mi bienhechor por haberos prometido a m. Cundo nos casamos?

No corre eso tanta prisa contest Olenka.

No pienso as yo replic el joven. Como hay Dios, supona que erais bella, pero no tanto. Ahora veo que el pintor que os retrat tuvo la mano torpe, pues no supo reproducir toda vuestra belleza. Merece cien azotes ese mal artista. Que vaya noramala a pintar estufas, pero no a retratar bellezas que fascinan! Creed que me considero el hombre ms feliz de la tierra.

Mi difunto abuelo decame que sois muy atolondrado.

Todos somos as en Smolensko; no nos parecemos a los de Imud. No hay ms remedio que hacer lo que queremos.

Olenka sonri y dijo mirando al caballero:

As debe ser, en efecto, porque entre vosotros hay muchos trtaros.

Conforme. Pero me pertenecis por testamento de vuestro abuelo y hasta por eleccin de vuestro corazn y...

Oh! Esto an no lo s.

Si as no fuese me matara.

Y lo decs riendo... Pero ahora advierto que estamos en la sala de los criados. Dignaos pasar al estrado. Supongo que despus de un largo camino no rehusaris una buena cena. Os ruego que me sigis.

Olenka se volvi hacia la seora Kulviets y aadi;

Venid con nosotros, ta.

El caballero se volvi rpidamente.

Ta? dijo; qu ta?

La ma; Panni Kulviets.

Pues tambin lo es ma dijo Kmita acercndose y besndole la mano. En mi compaa hay un oficial llamado Kulviets Hippocentaurus: es acaso pariente vuestro?

S, pertenece a mi familia contest la vieja solterona.

Es un buen muchacho; pero una especie de torbellino, como yo.

Apenas hubieron salido del cuarto de la servidumbre, todas las criadas empezaron a hacer comentarios acerca del novio de Alejandra, y, segn parecer general, Kmita era un real mozo merecedor del cario y de la persona de Olenka.

Qu majestuoso! Parece el hijo de un rey dijo una.

Tiene ojos de lince que atraviesan los corazones replic otra.

En seguida ha tratado a nuestra duea como una novia.

Se ve que gusta a nuestra ama. Pero a quin no gustara?

Es cierto; sera imposible encontrar en la tierra un hombre ms guapo que Pan Kmita; en todo Kyedani no lo hay, desde luego.

Yo creo que el oficial de caballera que tiene Pakosk a sus rdenes es ms guapo que l.

S; pero no tan simptico.

Yo creo que en todo el pas no hay un hombre tan apuesto como Pan Kmita.

As continuaron charlando las domsticas, mientras que en la sala hablaban Olenka y el joven portaespada, y la ta preparaba una buena cena.

Andrs no cesaba de mirar a su prometida; sus ojos llameaban y se iban animando cada vez ms. Al fin dijo:

Hay hombres que ansan poseer grandes propiedades; otros gozan con la guerra y las batallas; dan aqullos preferencia a los caballos; pero yo no renunciara a vos por todos los tesoros del mundo. Cuanto ms os miro, ms vivo es el deseo que siento de haceros mi esposa. Vuestros ojos tienen el color y el resplandor del cielo. Vuestra belleza me encanta de tal modo, que me quita el don de la palabra.

Creo, por lo contrario, que os produce efecto opuesto, segn lo que hablis.

En Smolensko somos tan ardientes en los campos de batalla como con las mujeres. Ser preciso, que os acostumbris a ello, reina ma, porque siempre ser as.

Deberais olvidar tal costumbre, porque a m no me agrada.

Ceder a vuestros deseos. Por vos, reina ma, estoy dispuesto a aprender otros modales. Tened en cuenta, sin embargo, que soy un pobre soldado que ha vivido ms en los campos de batalla que en los salones de los castillos. Srvame eso de disculpa.

Eso no importa. Tambin mi abuelo era soldado replic Olenka. De todos modos, agradezco vuestra buena voluntad.

Al decir estas palabras sus ojos se fijaron con dulzura en Kmita, que se sinti trastornado.

Haris de m cuanto queris contest el joven.

Me parece eso difcil, tratndose de un hombre inconstante.

Os engais; cuando nio, me dieron soberanas palizas mis maestros para ensearme la constancia y la firmeza, y mis padres para hacerme recordar las mximas saludables que haban de guiarme por la senda de la vida.

Y cul es entre todas estas mximas la que ahora recordis?

sta: cuando se ama, hay que adorar de rodillas a la mujer adorada.

Y uniendo la accin a la palabra, se arrodill ante Olenka, que lanz un grito y retrocedi asustada.

Por el amor de Dios! exclam. Eso no est bien. Levantaos o me enfado. Mi ta va a venir.

Que venga un escuadrn de tas, no me importa replic Andrs sin moverse y mirndola fijamente.

Levantaos.

Bien.

Sentaos.

Ya est.

Sois un traidor, un Judas.

No lo creis; cuando beso lo hago con sinceridad, os lo aseguro.

Sois una serpiente.

Alejandra pronunci sonriendo aquellas palabras y su rostro adquiri una juvenil alegra..

Oh! Qu ojos, qu rostro! exclam Kmita. Ayudadme, santos del Paraso, porque no podr ya marchar de su lado!

No hay necesidad de invocar a los santos. Bastantes aos habis pasado sin acordaros de m. Sentaos, pues, y estad quietecito.

No pensaba en vos porque slo os conoca por retrato. Cuando lo vi, me dije: Es bonita, preciosa! Pero muchachas bonitas hay muchas en el mundo y tengo tiempo sobrado para ir a verla. Mi padre no cesaba de incitarme para que viniera, pero le responda invariablemente: No hay prisa. El Cielo es testigo de que no me disgustaba la disposicin testamentaria de mi padre; pero tambin es cierto que antes deba cumplir con mis deberes de guerrero. Ahora comprendo cun insensato fui! Hubiera podido casarme primero y despus ir a la guerra. Cuntas delicias me hubieran estado reservadas a mi regreso! Bendito sea Dios que no ha permitido que me mataran. Permitid que os bese la mano.

No, no os lo permito.

Entonces no os lo pedir ms. Los de Orsha decimos: pide lo que quieras; si no te lo dan, tmalo.

Y as diciendo, Andrs cogi la mano de Alejandra, que no se atrevi a retirarla, por temor a un peligro mayor.

En aquel, instante entr Panni Kulviets.

Al ver lo que ocurra, abri desmesuradamente los ojos, como asustada. No le haca mucha gracia tal familiaridad, pero, sin atreverse a decir nada, anunci que la cena estaba pronta.

Los jvenes pasaron al comedor, cogidos de la mano. La mesa estaba cubierta de gran variedad de manjares, de carne ahumada y de vinos generosos.

Alejandra haba ya cenado, as es que Kmita se sent solo a la mesa y empez a comer con tanta animacin como antes hablara.

Olenka lo miraba a hurtadillas, satisfecha de verlo comer y beber con tanta ansiedad.

Cuando hubo saciado en parte su hambre, Olenka le pregunt:

No vens directamente de Orsha?

No s deciros de dnde vengo. Un da estaba en un pas, otro en otro. Iba como un lobo hambriento en busca de ovejas y tomaba al enemigo cuanto poda.

Y cmo os atrevisteis a luchar contra un enemigo tan poderoso, ante el cual el propio capitn general hubo de rendirse?

Que cmo me he atrevido? Yo me atrevo siempre a todo; tal es mi temperamento.

S, ya me lo deca mi abuelo. Fortuna que no os mataran!

Una vez lograron meterme en la jaula como un pajarillo repuso el joven riendo, pero me escap y les bat cuando menos se lo esperaban. De aquel da data esta cicatriz que tengo en la cabeza... Este pato es excelente.

En nombre del Padre y del Hijo! exclam Olenka, asombrada de or hablar con tanta tranquilidad de una herida tremenda. Tenais muchos soldados a vuestras rdenes? pregunt luego.

S; tena mis pobres dragones, que eran excelentes soldados, pero que en un mes fueron hechos pedazos. Luego tom voluntarios a mi servicio. Buenos chicos y valerosos en los campos de batalla; pero picaros redomados. Los que an viven, acabarn, tarde o temprano, en la horca.

Andrs sonri, vaci su copa y aadi:

Nunca vi parecidos malandrines. Que el diablo los proteja! Son oficiales pertenecientes a buenas familias, gente muy apta y atrevida; pero no hay uno solo sobre el que no pese una sentencia.

Habis venido, pues, con vuestro escuadrn?

El prncipe vaivoda () me seal Ponyevyej como cuartel de invierno.

Comed, os lo ruego.

Comera veneno por amor vuestro. He dejado parte de mis voluntarios en Ponyevyej, otros en Upita y a los oficiales ms dignos les he ofrecido hospedaje en Lyubich.

Dnde os hallaron los hombres de Lauda?

Camino de mi cuartel de invierno.

Fueron los que os dieron la nueva de la muerte de mi abuelo y de su testamento?

S. Los mandasteis vos?

No; estaba demasiado absorta en mi dolor.

Yo quera recompensarlos por el trabajo que se haban tomado; pero me contestaron arrogantemente que tal vez los nobles de Orsha aceptaban propinas, pero no los de Lauda. Merecan una mano de palos por orgullosos.

Son gente de antigua y noble raza, aunque venida a menos. Mi abuelo les estimaba en mucho e iba a la guerra con ellos.

Que me maten si no es cierto que lo ignoraba! Sin embargo, me parecen demasiado altivos para ser tan pobres. Cada cual debe estar en su sitio; el campesino no es, a mis ojos, ms que campesino; el noble, ya es otra cosa.

Mi abuelo deca que las personas se distinguen por el honor y no por las riquezas; y que stos son hombres de honor, lo demuestra el hecho de que l me haya puesto bajo su tutela.

Andrs Kmita abri tamaos ojos y replic:

De modo que vuestro abuelo os ha puesto bajo la tutela de la msera nobleza de Lauda?

No lo tomis a broma, Andrs. Si les tratis con desprecio, no slo atraeris su enemistad, sino que no podris conquistar mi corazn.

Respeto la voluntad del difunto contest Andrs con menos altivez. Comprendo que vuestro abuelo os dejara bajo la tutela de esos nobles, hasta que yo llegara, pero ahora yo ser vuestro tutor, y nadie ms; disputara tal derecho al mismo Radzivil.

Alejandra qued pensativa, y por fin dijo:

Hacis mal en dejaros arrastrar por vuestro orgullo. Los hombres de Lauda son gente buena y pacfica, y por poco de buena voluntad que pongis por parte vuestra, ni siquiera notaris que yo est bajo su tutela.

Kmita reflexion un instante.

Verdad es dijo luego que no vale la pena pensar siquiera en ello. La boda har cesar todo esto. Pero, entretanto, bueno es que sepan que no soy capaz de tolerar la menor violencia. Cuanto ms pronto nos casemos, mejor.

El abuelo mismo me impuso la condicin de que no me casar antes de seis meses.

Hasta entonces vivir en perpetuo tormento. Sea as, y os juro, reina ma, que no os dar motivo de queja. Es culpa ma si en un momento de clera siento deseos de hacer pedazos a un individuo para componerlo en cuanto me ha pasado la rabia?

Vivir con un hombre as hace poner la carne de gallina contest Olenka ya ms tranquila.

Bebo a vuestra salud! Buen vino es ste. El vino y el sable son las bases de mi existencia. Qu decs de terror? Con vuestros ojos me dominaris y permanecer hecho un esclavo a vuestros pies. Es verdad que mis modales son algo rudos: pero no los he adquirido viviendo entre damas, sino rodeado de soldados y muy cerca de los caones. Hasta nuestras mujeres usan botas de montar y saben manejar el sable. Pero, si en la guerra sabemos luchar como se debe, en la Dieta no callamos, y cuando no bastan razones echamos mano de la espada. Somos as, qu le hemos de hacer! El difunto chambeln me conoca, y por eso me escogi para ser vuestro esposo.

Siempre he respetado la voluntad de mi abuelo dijo la joven bajando los ojos.

Permitid que os bese de nuevo la mano. Deslumbrado como estoy por el brillo de vuestras pupilas, no s si sabr llegar hasta Lyubich.

Os dar un gua.

No es necesario. Estoy acostumbrado a andar de noche. Adems, tengo un criado que conoce el camino. En Ponyevyej me esperan Kokosinski y sus camaradas. Kokosinski fue desterrado, con razn, por incendiar la casa de Orspishennski, robar una muchacha y matar algunos criados de sta. Es un excelente compaero. Dadme la mano y separmonos.

El reloj dio las doce de la noche.

Ya es tiempo de que me vaya exclam Kmita.

Ambos llegaron hasta la puerta. All Kmita se envolvi en su capa de pieles, mont en la slita, y dijo:

Buenas noches, reina ma! Estad segura de que me dormir pensando en vuestra belleza. Buenas noches!

Dios os gue!

Olenka se retir y la casa qued silenciosa. Nunca como entonces Alejandra se haba sentido sola y abandonada. Sin querer prestaba odo al carruaje que se alejaba, parecindole que con aquel joven se iba la alegra del hogar.

Volvi a su cuarto, arrodillse y trat de rezar un padrenuestro; pero a cada momento la visin de su prometido le asaltaba. Recordaba la alta frente rodeada de rubios cabellos, sus ojos azules, su hermosa boca que, al sonrer, mostraba doble hilera de blancos dientes. La joven no poda disimular el amor que senta por el apuesto y valiente mozo. Le asustaba un poquillo a causa de su impetuosidad, pero al mismo tiempo pensaba que aquello era indicio de un carcter franco y apasionado.

No es conquistador de mujeres se deca, sino un hombre en el verdadero significado de la palabra; un soldado como los que gustaban a mi abuelo.

Al pensar en esto experiment un sentimiento de indefinida, felicidad, no exenta de inquietud. Pero de una inquietud que le agradaba. Cuando se estaba desnudando, abrise de improviso la puerta y apareci la seora Kulviets.

Has velado hoy demasiado dijo, pero no quise turbar vuestro primer coloquio. Kmita parece un arrogante y corts caballero. Y a ti, qu te parece?

Alejandra no contest, pero se acerc a su ta y la abraz estrechamente, exclamando:

Ah, ta, ta ma!

Entendido murmur la solterona levantando los ojos y la vela hacia el cielo.

III

Cuando Andrs estuvo cerca del castillo de Lyubich, las ventanas veanse ya esplndidamente iluminadas, y en el primer patio se oa un gran ruido. Los criados, en cuanto oyeron la campana, se encaminaron a la entrada para dar la bienvenida a su amo, pues estaban advertidos de su llegada. Le saludaron cordialmente, besndole la mano y tocndole los pies. El viejo mayordomo Znikis le esperaba a la puerta del castillo con el pan y la sal tradicionales, y le hizo el homenaje debido, que consista en darse repetidos golpes en la frente. Kmita les tir una bolsa llena de oro y pregunt por sus camaradas, extraado de que no hubiesen salido a recibirle.

Estos celebraban un banquete haca muchas horas y probablemente no haban odo siquiera el ruido del coche.

Cuando apareci en la sala, un solo grito sali de todos los pechos:

Ha llegado el amo! Ha llegado el amo!

Y todos se pusieron en pie y fueron a su encuentro con las copas en la mano. El los miraba sonriendo por su desenvoltura, mientras ellos desfilaban en su presencia con rostro grave y solemne.

Apareci primero el gigantesco Jernimo Kokosinski, famoso soldado y valentn que tena una terrible cicatriz que le atravesaba la frente y la mejilla. Era lugarteniente y amigo de Kmita, y haba sido condenado en Smolensko a perder el honor y la vida por asesino, raptor de muchachas e incendiario. La guerra que estall en aquella ocasin y la proteccin de Kmita, que era de su misma edad, le salvaron del patbulo. Avanz llevando con ambas manos un jarro lleno de dembniak ().

Despus vena Ranitski, de noble familia, natural de la provincia de Mstislavsk, de la cual fue desterrado por haber matado a dos individuos de la nobleza. La guerra le salv tambin de manos del verdugo.

El tercero era RekutsLeliva. No estaba manchado ste de otra sangre que de la suya propia, que derram muchas veces en la guerra; pero se haba arruinado jugando y bebiendo durante los tres ltimos aos; viva a costa de Kmita.

Despus vena Uhlik, de Smolensko tambin, condenado a muerte y degradacin por innumerables homicidios; Kmita le protega porque tocaba muy bien la flauta.

Adems de stos estaban Kulviets Hippocentaurus, que tena una fuerza desmedida y alta estatura, y Zend, gran caballista que saba imitar perfectamente el grito de todos los animales feroces y de todos los pjaros.

Todos estos rodearon al coronel. Kokosinski, levantando la jarra, enton una cancin, e invit despus a Kmita a que bebiera.

Este tom el jarro y lo llev a sus labios exclamando:

A la salud de mi novia!

Bravo! Bravo! exclamaron los otros con voces tan estentreas que retemblaron las paredes.

Despus empezaron a hacerle preguntas.

Es muy bonita? Es tal como nos la habas descrito? Se parece a alguna de las muchachas que hay en Orsha?

Las muchachas de Orsha son unos monstruos comparadas con ella. Voto a mil diablos! En todo el mundo no hay una igual.

Viva Yendrus! () gritaron todos a una.

Poderosos seores! grit RekutsLeliva; cuando se celebre la boda, nos emborracharemos todos como cubas.

Corderinos mos dijo Kmita, dispensadme, o para hablar ms correctamente, idos todos al diablo. Voy a dar un vistazo a la casa.

Djate de tonteras; ahora es cuestin de beber!

Ya lo hemos hecho nosotros por ti agreg Ranitski. Lyubich es un rincn del paraso.

Hay una excelente caballeriza exclam Zend: dos jacas, dos magnficas yeguas, un tronco de caballos de Imud y otro de Calmucki, todo por parejas, como los ojos de la cara.

Y dicho esto, Zend se puso a relinchar imitando perfectamente al caballo, con lo cual provoc la hilaridad general.

Y dnde dejas la bodega? observ Rekuts. Toneles, pipas y botellas ms bien alineadas que el mejor escuadrn.

Demos gracias a Dios. A la mesa, a la mesa!

Apenas se sentaron a la mesa y llenaron las copas, cuando Ranitski se puso en pie brindando a la salud del chambeln Billevich.

Imbcil! exclam Kmita; tienes acaso por costumbre brindar por los muertos?

Imbcil! repitieron los dems. Ahora debemos beber a la salud del amo actual. A tu salud, Kmita!

Ojal seas feliz en tu nuevo estado!

Kmita mir a su alrededor y vio en las paredes muchos ojos que parecan mirarle fijamente. Aquellos ojos pertenecan a unos retratos antiguos de los Billevich, suspendidos a corta distancia del suelo, porque el techo de la sala era muy bajo. Sobre los retratos corra una larga fila de cabezas de ciervos, alces y gamos, algunas ennegrecidas por el tiempo, otras muy bien conservadas.

Aqu la caza debe ser magnfica dijo Kmita; pues veo una abundancia extraordinaria de trofeos.

Maana o pasado daremos una batida contest Kokosinski. Dichoso t que tienes un techo que te cobije.

No eres como nosotros suspir Ranitski.

Triste destino el nuestro exclam Rekuts, con su voz atiplada; nuestra nica esperanza estriba en que no nos eches a la calle, pobres hurfanos como somos.

Dejadme en paz dijo Kmita, lo que es mo, es vuestro!

Al or aquellas palabras todos se levantaron y rodearon al portaespada, y sobre aquellos rostros de len se vieron rodar gruesas lgrimas.

No reniegues de nosotros deca Ranitski; no nos desampares, si no, estamos perdidos.

Y ponindose un dedo en la frente, en actitud pensativa, agreg:

A lo menos hasta que haya cambiado nuestra suerte.

O que heredemos ua fortuna.

O que alcancemos un buen destino.

A vuestra salud! exclam Andrs.

Los brindis se sucedieron, y de tal manera se bebi que cada cual se escuchaba nicamente a s mismo.

Ranitski, que era un gran tirador, se desafiaba con un invisible adversario sin empuar ningn arma.

El gigantesco Hippocentaurus, despus de observarle algunos instantes, exclam:

Ests loco? A pesar de tu habilidad, nunca podrs vencer a Kmita.

Por qu no?

Yo tiro mejor a pistola.

Un ducado por cada blanco.

Bien; pero, dnde est el blanco?

Ranitski mir a su alrededor, y sealando una de las cabezas de ciervo, grit:

Apuesto un ducado a que toco esa cabeza entre los cuernos.

Bien exclam Kmita. Zend, trae las pistolas.

Los gritos eran cada vez ms ensordecedores. Al cabo de un instante Zend trajo las pistolas, un saquito de balas y un cuerno lleno de plvora. Ranitski cogi una de aquellas armas.

Est cargada?

S.

Apuesto tres, cuatro, cinco ducados, lo que queris gritaba Kmita, ya embriagado.

Apunta despacio, te puede fallar el tiro.

Dar en el blanco; una... dos...

Todos los ojos se fijaron en la cabeza de ciervo que apuntaba.

Tres!... grit Andrs.

El pistoletazo reson en la sala, que se llen de humo.

Errado! grit Hippocentaurus.

Oyse otro disparo, y los criados entraron asustados.

Apartaos, apartaos! exclam Kmita. Dejadme tirar! Uno... dos... tres!...

Son otro tiro. Esta vez salt un trozo de la cabeza.

Dadnos las pistolas! gritaron los dems a coro.

Al cabo de algunos instantes reinaba una confusin espantosa en la sala. Densas nubes de humo obscurecan la luz de las velas, y los tiradores apenas se vean unos a otros.

Los retratos de los Billevich quedaron destrozados.

Ranitski, dominado por un sbito furor, empezaba: a dar sablazos a los trofeos de caza y a los retratos.

Los criados estaban aterrados. Los perros ladraban furiosamente. La gente del pueblo, al or aquel ruido estrepitoso, se detena junto al castillo. Las muchachas se haban acercado a las ventanas de la gran sala para ver lo que ocurra. Zend las vio, y exclam de pronto:

Mirad cuntas muchachas! Bailemos!

Bailemos! Bailemos! gritaron los dems con voz ronca.

Los borrachos abandonaron la sala y se dirigieron hacia el atrio. Las muchachas, chillando, huan en todas direcciones, pero ellos las persiguieron a travs del patio, las alcanzaron y arrastrronlas a la sala. Algunos instantes despus comenzaron a bailar como locos alrededor de la mesa sobre la cual corra a ros el vino que se escapaba de las botellas derribadas.

As celebr Kmita con sus compaeros, la toma de posesin de Lyubich.

IV

Andrs continu yendo a Vodokty todos los das y volva cada vez ms enamorado. No se cansaba de admirar a Olenka, a la que luego pona por las nubes ante sus compaeros. Un da dijo a stos:

Amigos mos, hoy iremos a combatir sin armas; mi novia y yo hemos convenido en ir a Mytruny y haremos una jira por el bosque. Portaos de un modo decente, porque matar al que ofendiera a mi prometida esposa.

Los caballeros se apresuraron a hacer los preparativos, y a la hora convenida estaban dispuestos cuatro trineos. Kmita subi al primero, tirado por dos fogosos caballos, capturados al pasar por Kalmuk y adornadas la cola y las crines con cintas y plumas a estilo de Smolensko. Un joven de aspecto montaraz guiaba los caballos. Andrs vesta una zamarra de terciopelo verde con alamares y cordones de oro y llevaba en la cabeza un gorro de marta cibelina adornado con plumas. Estaba muy alegre como de costumbre y hablaba con Kokosinski que estaba a su lado.

yeme, Kokosinski deca Creo que hemos bromeado demasiado estas noches y especialmente la primera. No hay medio de vivir en paz teniendo a Zend entre nosotros, y ahora el castigo va a caer sobre m. Voy a perder mi reputacin.

Djame en paz con tu reputacin; maldito para lo que sirve.

Y de quin es la culpa sino vuestra? Acordaos que por causa de vosotros dicen que soy el perturbador de Orsha, y las malas lenguas murmuran pestes de m.

Y a m me cuentas eso? Quin arrastr a Tumgrat por el hielo? Quin mat al oficial que preguntaba si en Orsha la gente andaba en dos pies o a gatas? Quin mat a los Virinski, padre e hijo? Quin disolvi la ltima Dieta provincial?

Es verdad lo de la Dieta; pero se trataba de asuntos que a todos concernan, asuntos de familia. En cuanto a Tumgrat, me perdon al morir; y por lo que hace a los dems, no hay que hablar de ello, pues al hombre ms pacfico le puede ocurrir tener que desafiarse.

Pues todava no lo he dicho todo. Por ejemplo, los procesos...

Yo nada tengo que ver con eso. Lo nico que se me puede censurar es haberos dejado robar a tanta pobre gente. Pero basta ya del asunto. Punto en boca, Kokosinski. No digis nada a Olenka de los duelos ni de los retratos, ni de la caza de muchachas. Si alguien habla de eso os echar la culpa a vosotros. He advertido ya a los criados y a las chicas que al primero que diga una palabra le despellejo vivo.

Cuntos melindres por una muchacha! En Orsha eras otro hombre.

Ests loco, Kokosinski! De todos modos, id con cuidado con Olenka, porque ya os digo que no es posible hallar otra mujer tan hermosa y tan lista como ella. En un instante aprecia lo que es bueno y lo que es malo. Juzga todas las cosas desde el punto de vista de la virtud. El chambeln la educ muy bien. Tened en cuenta que hasta aqu hemos llevado una vida desordenada y que no conviene que ella lo sepa.

He odo decir que en las aldeas cercanas hay muchachas preciosas, pertenecientes a la nobleza, y que no son muy esquivas.

Quin lo dice?

Quin ha de ser, sino Zend. Ayer, mientras probaba un caballo, se dirigi a Vulmontoviki y vio un grupo de muchachas que volvan de vsperas, todas preciosas y bonitas, que le miraban sonriendo y ensendole sus dientecitos blanqusimos.

Vamos tambin nosotros a ver a esas muchachas exclam Kmita.

Qu dices? Y tu reputacin?

Por Satans! No me acordaba! No debo exponerme a ciertos riesgos, si quiero vivir en paz con estos nobles que fueron nombrados tutores de Olenka por el difunto chambeln.

Ya me hablaste de esa tutela, pero me parece imposible. Cmo ha podido vivir en la intimidad con esa gente?

El chambeln fue con ellos a la guerra, y cuando estuvo en Orsha dijo delante de m que por las venas de esos hombres corra sangre noble. De todos modos, me sorprendi desagradablemente el saber que los haba instituido tutores de mi futura esposa.

Pues no tendrs ms remedio que acatar su voluntad.

Antes ciegues que tal veas. Calla, que tus palabras me hacen hervir la sangre en las venas. Ellos son los que habrn de inclinarse ante m! Su contingente debe estar pronto a obedecerme en cuanto lo llame.

Pero no sers t quien mande este contingente. Zend me ha dicho que hay un coronel, cuyo nombre he olvidado... me parece que es Volodiovski, que ya ha mandado en Shlov. Se portaron como hroes, pero fueron vencidos y diezmados.

He odo hablar de un Volodiovski, de un clebre guerrero... Pero henos ya cerca de Vodokty.

Se conoce que el chambeln deba ser hombre de buen gobierno. Verdad es que el enemigo no se dejaba ver por aqu con frecuencia.

Espero que no habr llegado la noticia de nuestras barrabasadas a Lyubich dijo Kmita como hablando consigo; luego, aadi, dirigindose a su compaero: Kokosinski, te lo digo a ti, y t lo repetirs a los otros, que debis portaros decentemente en esta casa, porque si cualquiera de vosotros cometiera una indiscrecin, juro a Dios que lo mato!

Procura t, por tu parte, no poner los ojos en mi Casia, porque, si no, te mato yo a ti contest Kokosinski con calma.

Arrea! Arrea los caballos!, mand Kmita al cochero.

Este restall alegremente la fusta y los conductores de los dems trineos le imitaron.

Todos se lanzaron a escape como si corriesen a una fiesta de carnaval.

Por fin llegaron a Vodokty. Bajaron de los trineos y entraron en una gran antecmara, y despus, al comedor, que estaba adornado de cabezas y cuernos de ciervo como el de Lyubich. All se detuvo la comitiva mirando hacia la puerta por donde deba aparecer Alejandra Acordndose de las advertencias de Kmita, sus endiablados compaeros se pusieron a cuchichear sin atreverse a levantar la voz.

T, que sabes hablar bien dijo Uhlik al odo de Kokosinski, saluda a la joven en nombre de todos nosotros.

Ya iba componiendo un discurso por el camino, pero Andrs no me ha dejado acabar de coordinarlo.

Pues entonces, dile lo que te parezca.

Silencio! Aqu est!

Alejandra entr y se detuvo un momento en el umbral de la puerta, asombrada de ver a tanta gente.

Hasta Kmita se qued exttico al contemplar la belleza de la doncella. No la haba visto, hasta entonces, sino de noche, y de da su hermosura era an ms sorprendente.

Alejandra no bajaba los ojos, sino que los miraba a todos con la expresin afable y digna de una dama que recibe a unos huspedes en su castillo. Aquellos guerreros no haban visto una figura tan imponente, de modo que permanecieron inmviles como si estuvieran ante un superior, y luego se inclinaron todos a un tiempo.

Kmita se adelant, y besando la mano de Alejandra, le dijo:

Ved, alma ma a estos famosos guerreros de quienes os he hablado y con los cuales combat durante la ltima guerra.

No es poco honor para m contest Alejandra Billevich recibir en mi casa a tan valerosos caballeros, cuyas virtudes excelentes y cualidades conozco por boca de su comandante Pan Kmita.

Al decir estas palabras, se inclin cortsmente con rara dignidad. Kmita se mordi los labios, pero cobr nimos al or hablar con tanta desenvoltura a su prometida.

Los caballeros saludaron otra vez, diciendo Kmita a Kokosinski:

Ea, empieza!

Kokosinski adelant un paso, tosi, y dijo:

Poderosa seora, no s qu debo celebrar ms en nombre de Orsha entera, si vuestra extraordinaria belleza, vuestra virtud o la inefable fortuna de nuestro capitn y conmilitn Pan Kmita; porque mientras yo crea acercarme a las nubes... mientras me vea prximo a llegar a las nubes... digo, a las nubes...

Acaba de una vez con las nubes! exclam Kmita.

Los dems caballeros lanzaron una sonora carcajada, pero acordndose al punto de la compostura que deban guardar, tornaron a ponerse serios.

Kokosinski qued confuso, se ruboriz, y dijo:

Ya que me habis interrumpido, continuad vosotros.

No sabr emular vuestra elocuencia, valerosos caballeros! contest Alejandra; pero s que no merezco los homenajes que me ofrecis en nombre de Orsha entera.

Aquellas palabras y la reverencia con que las acompa acabaron de trastornar a los caballeros, que se hallaban como el pez fuera del agua. Unos se retorcan el bigote, otros armaban ruido con las espadas, y por ms que procuraban presentarse como consumados cortesanos, no lo conseguan.

Kmita tuvo compasin de ellos y dijo!

Hemos venido a buscaros para hacer juntos la jira a Mitruny, pasando a travs de la selva. La nieve est helada y el camino es bueno.

He enviado ya a mi ta a Mitruny para que prepare la comida. Entretanto, seores, hacedme la merced de aguardar un instante; voy a tomar mi manto.

Alejandra sali de la sala.

Y bien, queridos pregunt Kmita a sus camaradas, no es verdad que parece una princesa? Decidme si habis visto jams una mujer que se le parezca.

Confieso que no esperaba tener que dirigirme a tal dama replic Kokosinski.

El difunto chambeln agreg Kmita vivi casi siempre con ella en la corte del prncipe vaivoda, salvo el breve tiempo que residieron en Hlebovich. All adquiri esos modales de reina. No es verdad que su belleza deslumbra?

Hemos hecho una triste figura! dijo Raditski despechado; pero quien se distingui fue Kokosinski.

Por qu me interrumpisteis? Debais lucir vuestra elocuencia en vez de fastidiarme replic Kokosinski.

Silencio, silencio! Muchachos dijo Kmita, os es permitido admirar, pero no disputar.

Me echara al fuego por ella dijo Rekuts. Mtame, Yendrus, pero no puedo retirar mis palabras.

Kmita estaba muy satisfecho, se retorca el bigote, y miraba a sus compaeros con aire triunfal.

Alejandra entr con una gorra de marta en la cabeza, bajo la cual su hermoso rostro pareca ms radiante.

Todos salieron. Kmita hizo subir a Olenka al trineo ms bonito, cubri sus piernas con una esplndida manta de pao blanco forrada de piel de zorra azul, se sent a su lado y grit al cochero:

Adelante!

El viento fro azotaba el rostro de los novios, mientras la slita corra sobre la nieve con la rapidez del rayo.

Andrs se inclin hacia su prometida, y le pregunt:

Os gusta?

Me place contest Olenka tapndose la boca con un paolito.

El da era lmpido y sereno, la nieve helada cruja bajo las herraduras de los caballos, los tejados de las cabaas estaban cubiertos por una cndida capa, y de las chimeneas salan densas columnas de humo que se perdan en el espacio azul.

Bandadas de cuervos levantaban el vuelo graznando, asustados, al or el ruido de los trineos.

A treinta millas de distancia de Volokty llegaron a un ancho camino que atravesaba un bosque de pinos, blanco, triste, silencioso, como dormido.

Los trineos corran siempre rpidamente, como si los caballos tuvieran alas. Aquella carrera vertiginosa sumi en una especi de xtasis a la doncella, la cual se ech hacia atrs, cerr los ojos, y se entreg por completo a aquel misterioso encanto, invadida por una dulce embriaguez, e imaginando que aquel invicto guerrero de Orsha la haba robado violentamente.

Sentase ms y ms debilitada; hubiese querido gritar, pero no tena fuerzas para ello, y, entretanto, el trineo corra con creciente rapidez. Olenka sinti que la cean dos brazos robustos y que la estrechaban fuertemente, mientras dos labios ardorosos se posaban sobre los suyos. Quera defenderse, pero no pudo siquiera abrir los ojos; le pareca soar, y entretanto huan, huan siempre.

De repente una voz murmur a su odo:

Me amas?

La joven abri los ojos y contest:

S, alma ma! Te amo y te amar siempre, mientras dure mi vida!

Al or aquellas dulces palabras, Kmita se inclin hacia ella y la bes con transporte apasionado.

Atravesaron otro bosque de pinos sin que los caballos moderasen su marcha.

El fro era cada vez ms intenso; los caballos avanzaban, pero los dos amantes no vean ni sentan; estaban arrobados.

Quisiera correr as hasta el fin del mundo exclam Kmita.

Qu es lo que hacemos? Esto es un pecado! bisbis Olenka.

Un pecado? repuso Kmita; ya que es tan hermoso, cometmoslo otra vez.

Imposible! Estamos cerca de Mitruny.

Qu importa!

Kmita, levantndose de pronto, extendi los brazos hacia adelante y comenz a gritar como en un acceso de locura:

Eihop! Eihop!

Hop! Hop! gritaron sus compaeros desde los otros trineos.

Por qu gritis as? pregunt la joven.

Porque soy feliz.

Vuestros compaeros se van a rer.

La alegre comitiva se abandon a una hilaridad salvaje, no menos salvaje que la carrera.

Kmita se puso a cantar de repente una cancin.

Quin os ha enseado estos versos? pregunt Alejandra.

La guerra, Olenka. Los cantamos siempre en el vivac para ahuyentar el aburrimiento.

Aqu la conversacin se interrumpi de improviso a los gritos de:

Para, para!

Andrs se volvi contrariado preguntando a sus compaeros qu ocurra para hacerle detener.

A pocos pasos de distancia vio Kmita un jinete que avanzaba a galope tendido.

Vive Dios! Es mi sargento Soroka!

El que llegaba detuvo su caballo y dijo con voz sofocada por el cansancio:

Coronel!

Qu ocurre, Soroka?

Upita arde! Hay lucha!

Jess, Mara! grit Olenka.

No tengis miedo! contest Kmita. Quin lucha? pregunt al sargento.

Los soldados contra los campesinos. Un incendio ha estalladlo en la plaza. El pueblo se ha enfurecido y ha enviado a pedir refuerzos a Ponyevyej. Yo he venido aqu al galope para advertiros.

Durante este dilogo haban bajado los compaeros del joven de sus trineos y rodeaban a los dos interlocutores.

De qu se trata? pregunt Kmita.

Los campesinos no quisieron dar ni caballos ni hombres, porque no tenan orden para ello, y los soldados los requisaron a la fuerza. Atacamos al alcalde y a todos los que se haban hecho fuertes en la plaza, pegamos fuego a dos casas y entonces estall la lucha y las campanas tocaron a rebato.

Los ojos de Kmita lanzaban rayos de clera.

Hay que ir en socorro suyo grit Kokosinski.

La plebe insulta al ejrcito! exclam Ranitski, soltando una blasfemia.

Zend, entretanto, rea e imitaba el grito de la hiena; los caballos estaban asustados.

Rekuts, levantando los ojos al cielo, gritaba:

Ea! No hay ms remedio que matar a todos los malandrines!

Silencio! rugi Kmita con voz formidable. No tengo ninguna necesidad de vosotros. Sentaos en dos de estos trineos y dejadme el tercero. Volved a Lyubich y esperad que yo os pida auxilio.

Qu quiere decir esto? pregunt Ranitski oponindose.

Andrs le cogi por el cuello y grit con tono amenazador:

Cllate!

Todo qued en silencio. Evidentemente Kmita era muy temido a pesar de la familiaridad con que le trataban sus compaeros.

Olenka dijo, volved a Vodokty, o si no, id a Mitruny, donde est vuestra ta. No podemos realizar nuestra jira. Paciencia! Otro da tendremos ms suerte. Tranquilizaos, pronto estar a vuestro lado.

Despus de estas palabras, bes la mano de la joven, la envolvi en la manta, y saltando a otro trineo, grit al cochero:

A Upita!

V

Haban pasado muchos das, y Kmita no volva; pero tres hombres de Lauda fueron a Vodokty para hablar con Alejandra. El primero era Pakosk Gashtovt, de Patsuneli, el que albergaba en su casa al coronel Volodiovski. Era el patriarca de la aldea, famoso por sus riquezas y por sus seis hijas, tres de las cuales se haban casado, recibiendo cada una cien tleros en dinero contante, adems del equipo de novia y de numerosos ganados. El otro era Casiano Butrym, el cual haba conocido al clebre Bathory. Con l vena el yerno de Pakosk, llamado Yuzva Butrym. El ltimo, aunque estuviese en la flor de la edad y dotado de una fuerza terrible y de una inteligencia admirable, no formaba parte de la milicia, porque en la guerra contra los cosacos una bala de can le haba destrozado un pie. A pesar de estar lisiado era un hombre terrible a quien teman todos sus compaeros, porque no se perdonaba a s mismo ni a los otros.

La joven les recibi cariosamente, aun cuando adivinara que venan para quejarse y para hablar o para hacerla hablar de Kmita.

Desebamos presentarnos a Pan Kmita, pero quiz no ha vuelto de Upita dijo Pakosk. Quisiramos saber dnde es posible verle.

Kmita no ha vuelto an contest la joven. De todos modos, quedar contento de veros, mis respetables tutores, pues ha odo hablar muy bien de vosotros, primero a mi abuelo y despus a m.

Conque no nos acoja como a los Domasjevich cuando fueron a comunicarle la noticia de la muerte del coronel Uvormord Yuzva...

Sois injustos en vuestras apreciaciones contest vivamente Alejandra; quiz Kmita estuvo un poco brusco, pero tened en cuenta que volva de la guerra donde haba sufrido muchas fatigas.

Pakosk, que deseaba siempre estar de acuerdo con todo el mundo, dijo:

No nos ha sorprendido. Si una fiera se alarma al ver, de improviso, a otra, por qu no ha de suceder lo mismo a los hombres? Iremos a Lyubich para saludar a Pan Kmita, a invitarle a hacer vida comn con nosotros y a que con nosotros vaya a la guerra, como haca el difunto chambeln.

Y bien, querida hija, os gusta o no os gusta? pregunt Butrym. Deber nuestro es preguntroslo.

Os doy las gracias por vuestra afectuosa solicitud; Pan Kmita es un digno caballero, y aunque yo tuviera algo que decir en contra suya, me lo callara en estos momentos.

Supongo, hija ma, que no habrs notado nada...

Nada absolutamente interrumpi Alejandra. Adems, no tenemos derecho a juzgarle, y Dios nos guarde de mostrarle desconfianza. Ms bien deberamos darle las gracias.

Por qu tan pronto? observ el rudo Yuzva, que era cauto y previsor. Si de ello se hace digno, no le escatimaremos las pruebas de nuestro agradecimiento; pero antes no hay que hablar de eso.

Habis hablado ya de la boda? pregunt Casiano.

Olenka baj los ojos.

Kmita desea que nos casemos lo antes posible.

No es extrao. Quin no deseara lo mismo? Sin embargo, no hay prisa. Antes es preciso ver qu casta de pjaro es. Vamos, Casiano, decid lo que pensis y no estis aqu dormido como una liebre al medioda.

No duermo, reflexiono contest el anciano. Nuestro Seor Jesucristo ha dicho: Como Jacob ser para con Dios, as ser Dios para con Jacob. Nosotros deseamos toda clase de felicidades al caballero Kmita, y esperamos que, en cambio, nos tendr l por sus amigos.

Ojal fuera como deseamos! exclam Yuzva.

Alejandra frunci el ceo y dijo con altivez:

Tened presente que no se trata de admitir o rechazar a un criado. El caballero Kmita es aqu el amo, y su voluntad debe ser tan respetada como la nuestra. No olvidis que ha de sucederos en vuestra tutela sobre m.

Quiere eso decir que aqu estamos de ms? pregunt Yuzva.

No; significa sencillamente que debis ser amigos suyos, como l desea serlo vuestro. Adems, har valer sus derechos y cada cual es dueo de defender lo suyo. No es cierto, seor Pakosk?

La pura verdad respondi el anciano.

Yuzva se volvi de nuevo hacia el viejo Butrym y le dijo:

No durmis.

No duermo repiti el interpelado; reflexiono.

Hablad, pues.

Voy a complaceros, Kmita es un hombre de noble familia, de nobilsima sangre, mientras que nosotros somos de humilde cuna; adems, es un soldado valeroso; slo l pele contra el enemigo cuando ya los dems haban depuesto las armas; pero tiene por compaeros a unos hombres perdidos, sin honor, y sin conciencia... Si hicieron dao al enemigo, tambin lo han hecho a los ciudadanos; incendiaron, robaron, cometieron toda clase de crmenes, se portaron peor que los trtaros. Si no fuera por la proteccin del caballero Kmita, tiempo ha que estaran pudrindose en un calabozo. Sin embargo, Pan Kmita los protege y les sirve en lo que puede. No creis que exageramos. La primera noche que pasaron en Lyubich destrozaron a tiros todos los retratos de los Billevich.

Olenka se cubri los ojos con las manos y exclam:

No puede ser! No puede ser!

Estamos seguros. Pan Kmita ha dejado disparar contra sus bienhechores, con los cuales est a punto de emparentar. Luego obligaron a las mozas a entrar en la estancia, para entregarse a otros excesos. Esto no deba haberlo permitido! aadi el viejo con indignacin.

Olenka se ruboriz y entonces Yuzva aadi:

No es raro que en Upita haya ocurrido lo que ocurre. En un ejrcito, conforme son los oficiales son los soldados. Robaron un rebao de ovejas, apalearon a los hombres pacficos que conducan las provisiones, y ahora estn cometiendo nuevas violencias en Upita. Todo esto clama venganza. Estbamos tranquilos y ahora es preciso vigilar de da y de noche con las armas en la mano. Por qu sucede esto? Porque Pan Kmita y sus hombres estn all!

Oh! No hablis as! exclam Olenka.

De qu manera he de hablar? Si Kmita no es cmplice de ellos, por qu tiene junto a s tales hombres? Oh grande y poderosa seora, decidle que es preciso que eche a sus camaradas a la calle, que los entregue al verdugo, que bien lo merecen! No es un verdadero crimen disparar contra los retratos de familia y entregarse a la disolucin de manera tan desenfrenada? Creedme, todo el pas est indignado, no se habla ms que de ellos.

Qu puedo hacer yo? pregunt Olenka. Sus compaeros han combatido a su lado; creis, acaso, que si se lo digo los despedir?

Si no lo hace contest speramente Yuzva, seal es de que vale tanto como ellos.

No digis eso exclam Olenka, no tiene ms remedio que escoger entre ellos y yo. Si es verdad lo que decs, y hoy lo sabr todo, creed que, aunque yo soy una pobre hurfana y ellos una muchedumbre armada, no les temo.

Os ayudaremos dijo Yuzva.

Que hagan lo que les parezca prosigui la joven, pero no aqu, ni en Lyubich, y que no arrastren a Kmita a cometer iguales excesos. Qu vergenza! Qu desgracia! En sus semblantes llevan retratada la perversidad, y yo, insensata mujer, no lo vi. Os agradezco que me hayis abierto los ojos. Ver lo que me conviene hacer.

Bien est dijo el viejo Casiano; la virtud habla por vuestra boca, seora; os ayudaremos, s, en todo cuanto podamos.

No censuris a Kmita; podis creer, porque os lo aseguro yo, que si ha obrado mal alguna vez ha sido porque sus compaeros le han compelido a ello. Si Dios me da vida, eso no ha de durar mucho tiempo.

Olenka senta cada vez ms el dolor de la herida que acababan de inferirle. Estaba indignada contra los compaeros de Kmita, porque pensaba que ellos eran, sin duda, los que arrastraban a su prometido a cometer las depredaciones de que le acusaban.

Nosotros te defenderemos! exclamaron a un tiempo sus tres interlocutores, que no caban en s de gozo por la enrgica resolucin de su bella pupila, la cual continu:

No slo exigir que salgan de Lyubich, sino de toda la comarca.

Querida nia dijo el viejo Casiano, nosotros no censuramos al seor Kmita; sabemos que son sus compaeros los que le empujan al camino del mal, y no es por odio por lo que hemos venido aqu, sino porque nos apesadumbra verle en tan psima compaa. Es evidente que slo se trata de calaveradas de la juventud. El propio estarosta era, en sus mocedades, bastante loco, lo que no impide que ahora nos ate corto a todos.

La clera y el dolor se manifestaron por ltimo en lgrimas, que corrieron con abundancia por las mejillas de la hermosa joven.

No llores! No llores! dijo Yuzva.

No llores! repitieron los otros dos.

Hubieran querido consolar a Alejandra, pero no lo lograron. Al fin se despidieron, dejando a la joven afligida e indignada.

Haba transcurrido una hora desde que se retiraron sus tutores, y todava rodaban las lgrimas por las mejillas de Olenka, cuya alma noble y sensible sufra inmensamente pensando que quiz el hombre que haba conquistado su corazn estaba ya irremediablemente pervertido por la compaa de aquellos malvados.

Comprenda que le era forzoso inducirle a que los abandonara, pues de lo contrario aumentaran los horrores y las violencias que perpetraban.

Mientras estaba absorta en tales pensamientos, oy gran rumor en el patio, y pensando que podra ser Andrs que volva de Upita, se enjug los ojos y sali a la antecmara.

En el momento en que iba a entrar en ella, penetraban por la puerta opuesta los amigos de Kmita, los cuales, cansados de esperarle en Lyubich, acudan a Vodokty confiando encontrarle o saber noticias suyas, cuando menos.

Viendo aquellos hombres que osaban penetrar en su casa con aire insolente, y recordando lo que le acababan de decir de ellos, la joven se sinti poseda de noble indignacin y exclam sealndoles la puerta:

Salid!

Los malandrines palidecieron, y ninguno encontr una palabra para contestar; pero algunos de ellos llevaron la mano temblorosa al puo de la espada mientras sus ojos lanzaban rayos de clera.

Pero se calmaron pensando que aquella casa estaba bajo la proteccin de Kmita, del cual aquella joven era la prometida. Hubieron, pues, de devorar su clera, en silencio, mientras Alejandra, altiva, imponente, continuaba con el brazo extendido hacia la puerta mirando a aquellos infames con ojos llameantes.

El primero que recobr su sangre fra fue Kokosinski, el cual dijo:

Ya que de manera tan corts se nos ha recibido, no nos queda otro deber que retirarnos, inclinndonos profundamente ante tan egregia seora!

Y diciendo estas palabras, se inclin hasta tocar el suelo con el sombrero que llevaba en la mano. Sus compaeros le imitaron y todos salieron en buen orden de la casa.

Cuando la puerta se hubo cerrado tras el ltimo, Olenka experiment una sensacin dolorosa y se ech en una silla respirando con dificultad, pues haba tenido que hacer alarde de una fuerza moral y de un valor que en realidad no posea.

En cuanto a los amigos de Kmita, celebraron una especie de consejo junto a la casa, sujetando a los caballos por la brida.

El primero que tom la palabra fue Kokosinski, quien dijo:

Y bien, qu os parece, amigos mos?

Si no fuera porque es la novia de Kmita contest Ranitski, pronto habramos ajustado cuentas con esa seorita.

Como que te ibas a atrever con Kmita! exclam Rekuts con una especie de rugido.

Con Kmita y con todos vosotros, ahora mismo si queris.

Los dos hombres tiraron de las espadas e iban a acometerse, cuando el gigantesco Hippocentaurus se lanz entre ambos exclamando:

Veis estos puos? Pues juro a Dios que destrozar la cabeza al primero que d un paso!

Tiene razn Hippocentaurus dijo Kokosinski. Hay que andar con cuidado y procurar ver en seguida a Kmita, porque si esa seorita lo azuza contra nosotros, nos retira su proteccin, y los habitantes de este pas nos darn caza como si fusemos lobos.

Bah! dijo Ranitski; ya se guardarn de tocarnos. Dame la mano, Rekuts, yo te perdono.

Ea! repuso Hippocentaurus. Aqu hace un fro de mil diablos, y no s por qu estamos parados ante esta casa. Vmonos?

Adnde?

A Upita!

S, vamos a ver a Kmita.

Nos quejaremos a l.

Si lo encontramos.

A caballo!

A caballo!

La rabia que se haba apoderado de todos se desfog haciendo galopar a los caballos desenfrenadamente.

Upita estaba muy lejos y se vieron obligados a contener el paso de sus cabalgaduras al atravesar la aldea de Volmontoviki.

Las calles del pueblo estaban llenas como todos los domingos. Los amigos de Kmita, poniendo sus caballos al trote, atravesaron por entre la muchedumbre, demostrando, en sus rostros cejijuntos y foscos, la rabia de que estaban posedos.

Los Butrym volvan de Mitruny, despus de haber hecho su peregrinacin, y miraban con asombro aquellos viajeros que tenan un aspecto entre marcial y canallesco. Las jvenes, que saban los actos vituperables a que se haban entregado en Lyubich, les miraban con curiosidad y terror a un tiempo.

Al cabo de media hora, los oficiales de Andrs llegaron a una posada llamada Dola, a mitad del camino entre Volmontoviki y Mitruny.

Aqulla era la posada donde habitualmente los Butrym se detenan tambin al volver de la iglesia; as es que delante de la puerta haba gran nmero de trineos y de caballos.

Detengmonos aqu dijo Kokosinski para entrar en calor con unos tragos de goraika ().

Hace un fro terrible!

Desmontaron, ataron los caballos a unas anillas, y entraron en una habitacin donde ya haba muchas personas.

Varias de ellas, sentadas en unos bancos de madera, beban grandes tragos de cerveza, o de una especie de ponche compuesto de hidromel, aguardiente y especias.

Eran los Butrym gente fuerte, valerosa y grave, y tan parcos de palabras que apenas se oan aqu o all algunas exclamaciones. Todos llevaban abrigos de pao gris tejido en Rossyeni, forrados de piel de oveja, y cinturones de cuero, de los cuales pendan los sables con vaina de hierro. Aquella uniformidad de trajes podra hacer creer que eran soldados, idea que en seguida desechaba el observador, al advertir que todos eran o viejos que pasaban de setenta aos o jvenes que no llegaban a los veinte.

Apenas vieron a los famosos jinetes de Orsha, se arrinconaron y empezaron a examinarles. Les gust su marcial aspecto y, al cabo de pocos instantes, uno de los Butrym pregunt;

Vienen de Lyubich?

S, somos soldados de Pan Kmita.

Sentronse todos alrededor de una mesa, y Kokosinski orden que trajeran un ponche. Cuando ste empez a infundir en las venas de los caballeros un grato calorcillo, la alegra renaci entre ellos.

De repente Zend empez a imitar el graznido del cuervo, imitndolo tan bien que todos se volvieron hacia l.

Rean los caballeros, y los nobles, alentados por aquella alegra, se fueron acercando poco a poco, especialmente los jvenes.

Zend continuaba graznando y cerraba los ojos. De sbito se oy el quejido de la ltima agona que se repeta siempre ms dbil y lastimoso, y que termin con un supremo grito desesperado, al cual sucedi un largo silencio, el silencio de la muerte.

Los Butrym escuchaban atnitos. Aun cuando Zend haba acabado su canto, no se movieron de sus sitios, esperando que empezara otro. Pero en vez del canto que esperaban oyeron la voz estridente de Rekuts, que exclamaba:

Mirad cuntas mujeres cerca del fuego!

Es verdad dijo Kokosinski.

Voto a sanes! No las haba visto. Est esto tan obscuro que no se ve nada replic Uhlik.

Qu hacen?

No s, quiz han venido para bailar.

Voy a preguntrselo exclam Kokosinski. Eh, muchachas! Qu estis haciendo?

Nos calentamos los pies.

Los caballeros se levantaron, acercndose al fuego.

Sobre un largo banco se hallaban sentadas unas diez mujeres, entre viejas y jvenes, que apoyaban sus desnudos pies sobre un tronco atravesado en la chimenea, cerca del fuego, entretanto que secaban sus zapatos.

Os calentis los pies?

S.

Vaya unos piececitos! exclam Rekuts.

No os acerquis tanto!

Me gusta estar cerca de vosotras; conozco un medio mejor de calentarse los pies.

Cul?

Bailar.

Bailemos, pues aadi Uhlik. Ya que no hay violines, ni contrabajo, tocar mi flauta.

Y uniendo la accin a la palabra sac de una bolsita de cuero que llevaba colgada junto al sable, una flauta que se puso a tocar.

Los compaeros de Kmita trataron de hacer bailar a las mujeres, y stas quiz hubieran accedido a sus pretensiones, a no ser porque la mala reputacin de los oficiales las puso en guardia contra sus empresas. El gigantesco Yuzva Butrym, aquel a quien faltaba un pie, se levant, y acercndose a Hippocentaurus le dijo con spero acento:

Si queris bailar, hacedlo conmigo!

Hippocentaurus dilat los ojos como un gato salvaje, y empez a retorcerse convulsivamente el bigote.

Prefiero bailar con una muchacha; despus bailar con vos, si lo queris.

Ranitski, viendo que iba a comenzar una pendencia, se acerc preguntando:

Qu queris, villano?

Uhlik dej de tocar la flauta y Kokosinski grit:

Aqu, camaradas, aqu todos!

Los Butrym, por su parte, se agruparon alrededor de Yuzva, gruendo como mastines.

Qu queris vosotros? Tenis acaso necesidad de una paliza? pregunt uno de los caballeros en tono de amenaza.

Callad! Fuera de aqu! grit Yuzva imprudentemente.

Ranitski, que estaba impaciente por empezar la lucha, hiri a Yuzva con el puo de su sable en el pecho, y grit:

Sus! A ellos!

Las hojas desenvainadas centellearon. Las mujeres comenzaron a chillar y el tumulto fue espantoso. El gigantesco Yuzva cogi un banco, y levantndolo como si fuera un fusil, empez a gritar con voz estentrea:

Fuera de aqu!

Una nube de polvo que se levantaba del pavimento envolva a los que luchaban, y bien pronto la pelea se generaliz y oyronse ayes y lamentos.

VI

A la noche de aquel mismo da Pan Kmita lleg a Vodokty a la cabeza de un centenar de hombres que conduca desde Upita para enviarlos a Kyedani, viendo que no era posible alojar tanta gente en un pas tan reducido.

Bastaba ver a aquellos hombres para convencerse de que era difcil hallarlos de peor catadura en toda la Repblica. Pero Kmita no pudo encontrarlos mejores. Despus de la derrota del capitn general, el enemigo haba invadido toda la regin. Los restos de las tropas regulares de la Lituania se haban retirado a Birji y a Kyedani para reorganizarse.

Los nobles de Smolensko, Vitieks, Polotsk, Mstislavsk y Minsk, siguieron al ejrcito o se refugiaron en la provincia, que aun no estaba ocupada. Los hombres de mayores bros se dirigieron a Grodno para ponerse a las rdenes del tesorero Pan Goyevski, pues el real edicto que ordenaba movilizar las tropas sealaba aquella ciudad como centro de las operaciones.

Desgraciadamente, pocos se conformaron con estas rdenes, y estos pocos que escucharon la voz del deber, lo hicieron sin entusiasmo, excepto Pan Kmita, el cual combata por cuenta propia, animado ms bien de su caballeresco valor que de verdadero patriotismo. As, tom cuantos hombres pudo sin reparar en su procedencia, pues si no les guiaba a la pelea el sentimiento del deber, la frrea mano de Kmita los transformaba en terribles soldados. Si Pan Kmita hubiese reunido la prudencia a su valor, hubiera podido rendir grandes servicios a la Repblica. Pero tambin l era un verdadero insubordinado. Haca continuas correras y tena predileccin por la gente desvalida y pronta a todo. Bien pronto su nombre consigui siniestra fama, y el enemigo no se arriesgaba fcilmente a encontrarse con la gente de Pan Kmita.

Los habitantes de los pueblos teman a los suyos tanto como al enemigo, especialmente si ste no estaba a la vista de su capitn. Cuando tomaban el mando algunos de sus oficiales Kokosinski, Uhlik, Kulviets, Zend, y especialmente Ranitski, el ms salvaje y cruel de todos, decase por doquier: Son nuestros defensores o nuestros piratas?

A veces Kmita los castigaba con severidad porque no se sometan a sus caprichos; pero a veces tambin se pona de parte de ellos en contra del mundo entero.

Cuando estos hombres se pararon delante de la casa de Vodokty, Alejandra, que los vea desde la ventana, qued helada de espanto; tal era el aspecto que tenan de ladrones y asesinos.

Olenka se retiraba de la ventana cuando entr Pan Andrs, alegre y satisfecho como de costumbre, y acercndose a ella estrech sus manos con expresivo ademn.

La joven, que estaba resuelta a recibirle con digna frialdad, se vio incapaz de ocultarle la alegra que le causaba su llegada. Cmo le amo!, pensaba entre s, y para obtener que se alejara de sus indignos compaeros, comprenda que deba mostrarse seria y agraviada.

Senta tales ansias por veros, que me daban ganas de pegar fuego a Upita y de volver en seguida al lado vuestro dijo Kmita.

Estaba inquieta pensando que podan haberos herido. Gracias a Dios que os veo sano y salvo!

Qu batalla! Los soldados haban empezado a matar gente...

Y vos los contuvisteis?

Dejad que respire un momento, alma ma, y os contar lo que ha ocurrido. Os aseguro que estoy rendido. Qu dulce calor hace aqu dentro! De buena gana nunca me movera de este sitio mirando vuestros hermosos ojos y contemplando vuestro rostro encantador. Si pudiera ser, os agradecera que hicierais traerme algo caliente, porque os aseguro que ah fuera hace un fro espantoso.

Ahora mismo os traern vino caliente con yemas de huevo batidas, y os har compaa.

Os agradecera tambin que hicierais dar a mis soldados un barrilito de goraika, permitindoles al mismo tiempo que se repararan en el establo, pues deben de estar ateridos.

No se quejarn de m vuestros soldados.

Diciendo estas palabras, Alejandra sali; y Kmita, esperando que volviera, se puso a pasear por la sala, pensando cmo se las arreglara para decir a la joven lo que haba ocurrido en Upita.

No tengo ms remedio que decirle la pura verdad murmur en voz baja, impaciente porque Olenka tardaba en volver.

Entr un muchacho con una luz y se retir en silencio. Pocos momentos despus volva la hermosa joven trayendo en una mano un vaso y en la otra una bandeja con un gran tazn de plata, del que se escapaba un rico aroma de vino hirviendo.

Apenas la vio Andrs, cuando se lanz a su encuentro.

Como tenis las manos ocupadas exclam, no os escaparis.

Y al decir esto empez a besarla apasionadamente.

Apartaos, traidor! Si no, os tiro encima el vino y os quemo.

El joven despreci la amenaza y continu besndola.

Por fin se sent y ella le llen el vaso de vino caliente.

Decidme ahora cmo castigasteis a los culpables de Upita.

Hice una especie de juicio de Salomn.

Me alegro dijo la joven; no podis imaginaros cunto deseo que todos os aprecien en este pas.

Kmita bebi un gran trago y dijo:

Es preciso que os explique el origen de los hechos. Los ciudadanos y el alcalde se negaban a abastecernos de vituallas sin orden expresa del capitn general. Vosotros, seores dijeron a los soldados, sois voluntarios y, de consiguiente, no tenis derecho a imponer contribuciones. No os concedemos cuartel, y, en cuanto a vveres, os daremos todos los que queris, siempre que los paguis de antemano.

Tenan ellos razn para hablar as?

Realmente, hablaban de conformidad con la ley; pero si ellos tenan la razn de su parte, los soldados llevaban sus espadas al cinto y ya se sabe que no hay mejor argumento que una buena estocada. Os tenemos que acribillar a cuchilladas, respondan los soldados, y al punto comenz la trifulca. El alcalde y los labriegos se parapetaron tras las barricadas que levantaron en un santiamn. Luego, para asustar a los campesinos, los soldados pusieron fuego a algunas casas, y por fin se consigui aquietar a aquellos...

De modo que lo lograron?

El que recibe un sablazo en la cabeza, queda quieto para siempre.

Dios mo! Eso es un asesinato!

Entonces es cuando yo llegu. Los soldados vinieron hacia m quejndose y diciendo que les perseguan sin motivo. Inmediatamente hice avisar al alcalde, quien me dijo que los soldados se haban extralimitado, pues ellos les habran dado todo lo que necesitaban si lo hubieran pedido con buenos modales, y aadieron que yo tendra que responder de lo que mis soldados haban hecho.

Bendito seis si les disteis la debida satisfaccin! exclam Olenka.

Kmita no saba cmo explicar lo que ocurri despus. Por fin tom una resolucin, y dijo precipitadamente:

Reina ma! No os encolericis contra m.

Qu hicisteis, pues?

Orden que dieran cien palos al alcalde y a cada uno de los concejales.

Olenka no contest, pero inclin la cabeza, y se escap un raudal de lgrimas de sus ojos.

Tomad mi cabeza! grit Kmita, pero no me guardis rencor. An no os lo he dicho todo.

Qu ms hay? gimi la joven.

Que despus aparecieron un centenar de milicianos con sus oficiales en socorro de los campesinos, y que yo dispers a los hombres, pero orden que los oficiales fueran arrestados, azotados y despus se les echara desnudos sobre la nieve.

Olenka levant la cabeza; sus severos ojos relampagueaban, y sus mejillas se tieron de carmn.

No tenis ni pudor ni conciencia! exclam.

Kmita la mir atnito, call un instante, y luego pregunt con voz cambiada.

Hablis seriamente o pretendis amedrentarme?

Hablo seriamente. Tal conducta es la de un bandido, pero no la de un caballero. Repito que vuestra reputacin me es muy cara, y que, por lo tanto, es vergonzoso para m que todos os sealen con el dedo como si fuerais un hombre peligroso.

Qu me importa a m la gente? Todos son unos miserables!

No, son pobres, pero su nombre no est manchado. La justicia no les herir a ellos sino a vos.

En nombre de Dios, no me amenacis, porque no me conocis an!

Mi pobre abuelo era el que no os conoca.

Los ojos de Kmita lanzaron relmpagos de ira, pero la sangre de Billevich empezaba a arder en las venas de la muchacha.

Gesticulad cuanto queris, rechinad los dientes, si os place; no tengo miedo aunque estoy sola y vos tenis una banda de asesinos. Mi inocencia me defiende. Creis, acaso, que no s que destrozasteis a tiros los retratos de mis antepasados y arrastrasteis a las muchachas a la sala para abusar de ellas? Vergenza da hasta recordarlo. Mi abuelo quera que me casara con un hombre honrado y he de exigir de vos esa honradez.

Kmita pareci comprender la razn que asista a la joven e inclin la cabeza avergonzado.

Quin os ha dicho eso?

Todos los nobles del distrito; no se habla de otra cosa.

Yo castigar a esos traidores contest Kmita con voz ronca. Si algo malo se hizo en Lyubich, fue por el vino, pues os jur que,