Shaw Bernard - Pigmalion

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    La traduccin de esta obra ha sido efectuada por Floreal Mazia. Seagradece a Editorial Sudamericana el permiso correspondiente para lapublicacin de la presente versin castellana.

    Ttulo original: Pygmalion

    Primera edicin en ingles, 1913

    1980 Centro Editor de Amrica Latina S. A. Junn 981. Buenos Aires.Hecho el depsito de ley. Libro de edicin argentina. Impreso en mayo de 1980.

    Pliegos interiores: compuesto en Linotipia Birsa, Rocamora 4146, Buenos Aires;impreso en Talleres Grficos FA.VA.RO. SAIC y F, Independencia 3277/79, BuenosAires. Distribuidores en la Repblica Argentina: Capital: Mateo Cancellaro e Hijo,Echeverra 2469, 5 C, Buenos Aires. Interior: Ryela SAICIF y A, Belgrano 624, 6 p.,Buenos Aires.

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    ESTUDIO PRELIMINAR

    "Una tarde, un oculista amigo mo me examin la vista y me inform que ella careca porcompleto de inters para l, ya que era absolutamente normal. Como es natural, entend quequera decir que mi vista era como la de todo el mundo, pero l rechaz esta interpretacin,apresurndose a explicarme que, en lo que a vista se refera, yo era una persona excepcional yen un todo afortunada. En efecto, yo estaba dotado de una vista normal, lo cual me confera el

    poder de ver las cosas con exactitud. Esta vista normalno la posee ms que un diez por cientode la Humanidad, mientras que el resto, un noventa por ciento, posee una vista anormal.Inmediatamente vislumbr la explicacin de mi falta de xito en la novela. El ojo de mi menteera como el de mi cuerpo: normal. Yo vea las cosas de manera diferente de como las veanlas dems personas, y las vea mejor".

    La pedante arrogancia de esta afirmacin hecha al iniciar su carrera, cuando an no habacomenzado a escribir teatro no debe ocultar su verdad bsica efectivamente, George

    Bernard Shaw vea las cosas mejor que el resto de los mortales, y como consecuencia pensde manera ms vigorosa y alerta, con ms penetrante discernimiento, sobre los grandesproblemas del mundo que ningn dramaturgo de los ltimos cien aos, con la posibleexcepcin de su admirado Henrik Ibsen y de su admirador Bertolt Brecht. Como testimoniode ello dej una obra prcticamente inigualada, por su extensin y trascendencia, en el teatromoderno, una obra ciclpea que es ante todo y sobre todo un monumento a la inteligencia,una victoria de la razn, un canto a la lucidez y al sentido comn.

    George Bernard Shaw naci el 26 de julio de 1856 en la casa sealada hoy con el nmero33 de la calle Synge, en la ciudad de Dublin, capital de Irlanda. Era el tercero y ltimo hijo adems del nico varn de Lucinda Elizabeth Gurley y George Carr Shaw, primo segundo

    de un miembro de la nobleza baja, empleado judicial y ms tarde comerciante en trigo. CreciG. B. S. (estas iniciales llegaran a hacerse mundialmente clebres) en una atmsfera pobre;

    pero de pretendida distincin, en la que "se hablaba de los Shaw como si fueran losRomanov o los Hohenzollern" y que el dramaturgo describi aos ms tarde como "mshumillante que la de los que han nacido pobres y no tienen que atender obligaciones socialeso inquietudes culturales".

    Luego de las rudimentarias enseanzas de su institutriz y de algunas nociones de latnimpartidas por un to, Shaw pas por dos colegios en los cuales, segn l, "no aprendi nada"y recal finalmente, a los 13 aos, en la Central Model Boys' School de Dublin, un colegiofrecuentado por hijos de comerciantes catlicos, donde vivi experiencias "tan repugnantes

    que durante ochenta aos no se las mencion a ninguna criatura mortal, ni siquiera a mimujer", como confes al final de su vida.En 1871 entr a trabajar en una compaa inmobiliaria, donde sus obligaciones consistan

    en archivar las cartas que se reciban, copiar las que se enviaban, llevar las cuentas de losgastos de correo y comprarles un bocadillo a media maana a los dems empleados;

    permaneci all por espacio de cuatro aos, llegando a ser cajero. Mientras tanto, en sus ratoslibres lea libros sobre pintura y concurra a la Galera Nacional de Irlanda, con lo cualadquiri una formacin plstica bastante slida. Tanto como la educacin musical que recibide su madre, una mujer de gran energa y perseverancia que busc refugio de las frustracionesde su matrimonio en el desarrollo de su notable voz, as como de los instrumentistas ycantantes que ensayaban constantemente en su casa peras y oratorios del repertorio italiano y

    alemn.En 1873, la seora Shaw, desprejuiciada e indiferente de la opinin pblica, decidi

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    abandonar a su marido (un hombre sin voluntad que, segn su hijo, "en teora era un abstemioferviente, pero en la prctica beba a escondidas") y se march con sus hijas Agnes y Lucy aLondres, donde se dedic a dar clases de canto, conservando su voz intacta hasta su muerte,en 1913, a los 83 aos de edad.

    Al ao siguiente el joven Shaw la sigui, dispuesto a conquistar la capital, cosa que lograra

    pero por cierto no de inmediato. A su llegada entr a trabajar en la compaa de telfonosEddison, pero pronto abandon el empleo, y durante los aos siguientes fue mantenido por sumadre. Al respecto ha dicho el escritor: "Se me ha echado en cara que no haya ayudado a mimadre y que, en cambio, haya vivido a costa suya. Es cierto: en lugar de ensearme a trabajar

    para ella mi madre trabajaba para m. Y haca bien, porque de ese modo me permiticonvertirme en un hombre en lugar de un esclavo".

    Libre de todo apremio material, Shaw se dedic a su autntica vocacin: escribir. Produjoas en poco tiempo cinco novelas (Inmadurez, El lazo irracional, Amor entre artistas, La

    profesin de Cashel Byron y Un socialista asocial), que aunque pasaron inadvertidas para elgran pblico ya que se publicaron por entregas en revistas socialistas de escasa difusinlograron interesar, por su originalidad y atrevimiento, y por las ideas profundas y nadaconvencionales que Shaw expona en ellas sobre diversos temas, a algunos conspicuosmiembros de la intelligentsia londinense de la poca como el dibujante William Morris, elescritor Robert Louis Stevenson y el crtico William Archer.

    Entre 1881 y 1884, al tiempo que comenzaba a hacerse notar como polemista y oradorpblico en diferentes debating clubs de Londres, se produjeron en Shaw varios cambios quemarcaran en diferentes grados su existencia. En primer lugar, tuvo la viruela, y para ocultarlas marcas que le dej la enfermedad se dej crecer una barba tupida y rojiza y unmefistoflico bigote. En segundo trmino, se hizo abstemio y vegetariano: "Mi entierro deca ser seguido por rebaos de ovejas, cabras y vacas, bandadas de aves de corral ycardmenes de peces, todos vestidos de blanco y muy agradecidos". Por ltimo, luego de

    escuchar hablar al norteamericano Henry George, "el apstol de la nacionalizacin de la tierray el impuesto nico", se convirti de inmediato al socialismo, llegando a ser uno de losprincipales propulsores de la clebre Sociedad Fabiana. Pero si bien tanto sus apndicespilosos cuanto su horror por la carne y el alcohol se mantuvieron firmes e inclumes hasta sumuerte, el socialismo estuvo siempre teido en Shaw por su acrrimo individualismo y por suabsoluta imposibilidad de someterse a la disciplina de ningn partido, lo cual le vali seracusado de comunista por los fascistas y de fascista por los comunistas. Como l mismo loexpres: "El socialismo nunca signific para m un dogma sino ciertas medidas econmicasque me gustara que se tomaran".

    En 1885, su amigo William Archer, que fue adems de un distinguido crtico el primertraductor de Ibsen al ingls, introdujo a Shaw como comentarista literario de The Pall Mall

    Gazette, tarea a la que sigui la crtica de arte en The World y entre 1888 y 1890 la de msica,que ejerci en The Starcon el seudnimo de Corno di Basetto. En especial estas ltimas, enlas que exaltaba a Wagner y afirmaba categricamente la infalibilidad de la critica, en especialde la propia, llamaron la atencin del pblico lector y del mundo periodistico por su prosa

    brillante, su fino ingenio, sus agudezas a la vez ligeras y profundas, envolviendo una slidaerudicin.

    Esas cualidades valieron a Shaw ser nombrado crtico teatral de The Saturday Review,donde entre 1895 y 1898 escribi la mejor serie de artculos teatrales jams publicados enlengua inglesa. Desde esa tribuna, Shaw, esa topadora, ese experto en demoliciones, fustigduramente el estado del teatro ingls de su tiempo, dominado exclusivamente por psimasadaptaciones de las novelas de Charles Dickens y Sir Walter Scott y en el que las obras de T.W. Robertson, Arthur Wing Pinero y Henry Arthur Jones no pasaban de ser honestas tentativasde Ilevar un poco ms de realismo a una escena donde slo se destacaban las deliciosas

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    comedias de Oscar Wilde, en el terreno del "teatro por el teatro", que Shaw despreciabaigualmente.

    Al mismo tiempo, utiliz su columna para ensalzar y difundir en Inglaterra la obra de uncolega noruego Henrik Ibseri, sobre quien habla escrito en 1'891 uno de los mejores estudios,

    La quintaesencia del ibsenismo, y en quien lo seducan ante todo el riguroso anlisis de los

    grandes problemas de la poca y la sistemtica oposicin a las actitudes romnticas sobretodas las cosas.

    Al influjo de Ibsen, precisamente, Shaw inici por esos mismos aos una carrera dedramaturgo que se extendera por la friolera de 58 aos y que concretara un mundo dramticode una riqueza y variedad como no se vea en las letras inglesas desde el mismsimoShakespeare. En 1892 dio a conocer Widowers' Houses (Casas de viudos), iniciada con elttulo deNon Olet, que lejos de evidenciar su condicin de obra primeriza exhibi ya todas lasvirtudes dramticas y conceptuales de las piezas posteriores, puestas al servicio de unadenuncia de las condiciones de vida en los misrrimos suburbios londinenses, escondida bajola capa de una elegante comedia de saln. La pieza tuvo una buena acogida, aunque no tantocomo la siguiente (1894), que lo consagr y que contina siendo una de las ms populares deShaw: Arms and the Man (diversamente traducida como Hroes, Armas y el hombre o El

    soldado de chocolate), que mostraba la otra cara del herosmo militar, el reverso de las ideasromnticas sobre el amor y la guerra.

    Aunque haba sido escrita en 1893, la obra siguiente de Shaw fue vista tan slo en 1902 yestrenada profesionalmente en 1925, cuando l Lord Chambeln levant la censura que pe-saba sobre ella. Se trataba de La profesin de la seora Warren y en ella Shaw tratabadirectamente y sin tapujos puritanos el tema de la prostitucin. Fue sta la primera de unaserie de obras (y sus respectivos prlogos) que, agrupadas bajo los ttulos de Comediasagradables, Comedias desagradables y Comedias para puritanos, encararon en forma realista

    problemas previamente tabes para la escena o tratados slo en trminos de melodrama

    sentimental: Cndida (1895), El discpulo del diablo (1897), Csar y Cleopatra (1898).Nunca puede saberse (1899),La conversin del capitn Brassbound (1900),La otra isla deJohn Bull (1904),El picafloryLa comandante Brbara (1905),El dilema del doctor (1906),Cuando estamos casados (1908). Y en medio de ellas, una de las dos obras ms grandes de sucarrera y el compendio de sus ideas sobre la lucha de los sexos y la relacin de la parejahumana, Hombre y superhombre, donde Shaw desarroll por primera vez en detalle suconcepcin de la Fuerza Vital como sinnimo de Naturaleza o de cualquier nombre que sequiera dar a los poderes que rigen el Universo.

    En los aos anteriores al estallido de la Primera Guerra Mundial Shaw escribi varias obrasms livianas pero no menos valiosas como Misalliance (1910), Androcles y el len (1912) y

    Pigmalin (1913), continuando luego con una pieza realmente influida por el ruso Antn

    Chjov,La casa de la congoja (1916), y con Vuelta a Matusaln (1918), una obra ambiciosa yslo parcialmente lograda que rastrea la historia del Hombre desde Adn y Eva hasta el futuroms remoto. En la dcada de 1920, y amn de la excelente comedia poltica El carro de lasmanzanas (1929), el dramaturgo compuso su otra obra mayor, la memorable Santa Juana(1923), personalsima y particularmente lcida versin de la gesta y la figura de Juana deArco.

    Tambin en esos aos, concretamente en 1926, Shaw recibi la consagracin definitiva alserle conferido el Premio Nobel de Literatura por parte de la Academia sueca, que presidaentonces el doctor Per Hallstrm, ferviente admirador y autorizado comentarista de la obra deShaw. Reacio a todo tipo de honores, homenajes y distinciones, a pesar de su desafiantevanidad, el escritor dud mucho antes de aceptar el galardn, y si al final lo hizo fue parainvertir la abultada suma correspondiente en crear la Fundacin Literaria Anglo-Sueca, desti-nada a difundir en Gran Bretaa las obras de los autores suecos. No obstante, Shaw se excus

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    de asistir a la ceremonia de entrega del premio, en Estocolmo.En las dcadas de 1930 y 1940 Shaw continu tan prolfico como en sus aos juveniles,

    pero sus obras resultaron en general mucho menos interesantes: Demasiado verdadero paraser bueno (1932), On the Rocks (1933), Ginebra (1938),Buoyant Biltions (1948) yFbulasrebuscadas (1950). Las posibles excepciones a este evidente declinar fueren La millonaria

    (1935) yEn los dorados das del buen rey Carlos (1939), consideradas de todos modos muypor debajo de su mejor nivel.

    Pocos meses despus de estrenarFbulas rebuscadas, en 1950, Shaw mora en supropiedad de Ayot-St. Lawrence, Inglaterra, a los 94 aos de edad. Prestigioso y reverenciado,Shaw no fue nunca, sin embargo, un personaje querido o popular, y a su muerte la comisinque se form con el propsito de erigirle un monumento y que se fij como meta 250.000libras esterlinas slo logr recolectar 407. Aparte del hecho de que francamente Shaw no

    busc nunca hacerse querer y se dedic en cambio a zaherir a la legin de suscontemporneos a diestra y siniestra, su culpa mayor, su pecado imperdonable, fue que enmedio de la oscuridad predominante en el drama naturalista y de los esfuerzos a menudoabsurdamente serios de los neorromnticos que imperaban en su poca, se permiti la in-trusin de la risa, de la cual era ciertamente un maestro. Y es bien sabido que del mismo modoque cuando los grandes genios reconvienen a la raza humana son inevitablemente castigados,incluso con la muerte, cuando por el contrario se ren de las debilidades de los hombres, se loshace a un lado como a irresponsables bufones. Y es indudable que Shaw se rio a menudodolorosamente, y con santa indignacin de las locuras de la Humanidad.

    Por otro lado, toda su abultada produccin, que tuvo la caracterstica de trasladar elconflicto dramtico del plano fsico al mental, demostr que la dialctica poda ser un materialteatral apasionante. Debido a esto, as como a las enfticas afirmaciones de Shaw en el sentidode que se aplic a la escena slo porque encontr en ella la mejor plataforma para predicarciertas verdades sociales y morales, suele pensarse que tuvo mucho ms de profeta que de

    dramaturgo. Pero si Shaw perdura a pesar de que varios de los problemas que trat han sidosuperados, es precisamente porque su calidad de dramaturgo es an ms grande que la deprofeta. Pero al mismo tiempo, es cierto que sus personajes no valen slo como criaturas indi-viduales sino que adquieren su validez plena a travs de las ideas que encarnan. El modo deacceso de Shaw para con sus personajes es claramente diferente del tradicional y su teatro esun teatro de ideas no en el sentido de que un solo pensamiento se impone sino en el sentido deque Shaw posee la facultad suprema y casi nica de hacer que las ideas ms diversas adoptenrostros humanos. Y por eso las criaturas de Shaw son la corporizacin de conceptosintelectuales y sus obras incesantes danzas del pensamiento. Lo cual y se es su principalmrito no las torna menos interesantes o entretenidas. Por el contrario.

    Tal el caso dePigmalin. Shaw la escribi en 1912, y quiere el vasto anecdotario shawiano(en el que el ingenio escondi tantas veces al genio) que lo hizo en respuesta al desafo de unamigo suyo que, ante su afirmacin de que poda escribir una obra sobre absolutamentecualquier tema, lo ret a componer una con el tema de la fontica. La idea argumental la tom

    prestada el dramaturgo de la leyenda del escultor chipriota que se enamor de su propiaestatua de Afrodita. A su ruego, la diosa del amor dio vida a la estatua, que llev el nombre deGalatea y con la que Pigmalin se cas y tuvo dos hijos.

    El Pigmalin de Shaw es un clebre fonetista londinense que se aplica a convertir a unavulgar y malhablada florista callejera en una dama capaz de pasar por duquesa en una recep-cin diplomtica, mediante el expediente de ensearle a hablar correctamente. En lasalternativas de esa educacin que es tambin una ducation sentimentale elcomedigrafo encontr un camino admirable para cumplir con sus fines, que eran comosiempre los de fustigar a la sociedad en que le toc vivir y crear. As, en las entrelneas de un

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    dilogo siempre chispeante, Shaw expande su stira a lo superficial y espurio de lasdistinciones de clase y se solaza en subvertir las diferencias sociales, mostrando que lo quesepara a una florista de una duquesa es el vestido y la pronunciacin, y que una se diferenciade la otra "no por cmo se comporta sino por cmo es tratada". Aunque como en anterioresocasiones todos los personajes representan algo, tanto Elisa como el profesor Higgins y tanto

    el coronel Pickering como Doolittle son criaturas de enorme carnadura dramtica y susrplicas son fuente de deleite permanente para el espectador o el lector, en especial las de esefilsofo popular que es Doolittle, con su afirmacin que Shaw hace suya de que la morales cosa de ricos. Una opinin que (no tan extraamente si se toma en cuenta que eldramaturgo alemn fue un ferviente shawiano) reaparece en Brecht con su famoso "Dennos el

    pan, y luego la moral".Molesto por la recepcin que algunas de sus obras inmediatamente anteriores haban

    tenido en Inglaterra, Shaw hizo arreglos para quePigmalin se estrenase en Viena, dondefue presentada por primera vez el 16 de ocubre de 1913, ofrecindose quince das despus enBerln. El estreno londinense tuvo lugar el 11 de abril del ao siguiente,y corri por cuenta dedos ilustres intrpretes de la poca, Mrs. Patrick Campbell (en cuya larga correspondencia conShaw se bas Jerome Kilty para armar su exitosa pieza Querido mentiroso) y Sir HerbertBeerbohm Tree. En su discurso, al trmino de la triunfal funcin inaugural, este ltimoanunci que "el autor se sinti tan molesto ante los encendidos y reiterados aplausos que no

    pudo soportarlos ms y huy del teatro, visiblemente indignado". Evidentemente, Shaw novacilaba siquiera en insultar al pblico con tal de hacerse notar.

    Pigmalin tuvo ms tarde intrpretes prestigiosos y/o populares como lasanglonorteamericanas Gertrude Lawrence, Lynn Fontanne, Raymond Massey y Alfred Lunt, yla espaola Catalina Barcena. En 1939, luego de interminables cabildeos, el director GabrielPascal logr que Shaw, enemigo acrrimo del sptimo arte, accediera a una adaptacincinematogrfica de la obra. Interpretada por Leslie Howard y Wendy Hiller, la pelcula fue un

    gran xito artstico y contribuy decisivamente a la difusin popular del nombre de Shaw.Ms an, sin embargo, lo hizo la comedia musical que en 1956 escribieron el libretista AlanJay Lerner y el compositor Frederick Loewe con el ttulo de My Vair Lady (Mi bella dama).Estrenada en Nueva York por Julie Andrews y Rex Harrison, el musical, que llegara a dar lavuelta al mundo, pareci un modelo de fidelidad al original y por lo tanto un dechado degracia intencionada. Shaw, el crtico demoledor, el sempiterno iconoclasta, hubiera estadoconforme.

    Gerardo Fernndez

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    ACTO I

    Londres a las 11.15 p. m. Torrentes de fuerte lluvia estival. Silbatos para llamar taxmetrosresonando frenticamente. Transentes corriendo en busca de refugio hacia el atrio de la

    iglesia de San Pablo (no la catedral de Wren, sino la iglesia de Iigo Jones, en el mercado dehortalizas de Covent Garden), entre ellos una seora y su hija, en trajes de noche. Todoscontemplan lgubremente la lluvia, salvo un hombre que est vuelto de espaldas hacia losdems, completamente preocupado con una libreta de anotaciones en la cual escribe algo.

    El reloj de la iglesia da el primer cuarto.

    LA HIJA (en el espacio entre las columnas centrales, junto a la que tiene a su izquierda) . Me estoy helando hasta los tutanos. Qu podr estar haciendo Freddy, que tarda tanto?Hace ya veinte minutos que se fue.

    LA MADRE (a la derecha de su hija). No tanto. Pero ya tendra que habernos

    conseguido un coche de alquiler.UN CIRCUNSTANTE (a la derecha de la seora). No conseguir ningn coche, seora,hasta las once y media, cuando ya vuelvan de dejar a sus quilientes de los teatros.

    LA MADRE. Pero es que necesitamos un taxi. No podemos quedarnos aqu hasta lasonce y media. Es un engorro!

    EL CIRCUNSTANTE. Bueno, no es culpa ma, seora.LA HIJA. Si Freddy tuviese un poco de hgados, habra conseguido uno a la puerta del

    teatro.LA MADRE. Qu poda hacer, pobrecito?LA HIJA. Otros consiguen taxmetros. Por qu no consigui uno l?

    Freddy sale corriendo de la lluvia, del lado de la calle Southampton, y se pone entre ambas

    mujeres, cerrando un paraguas que chorrea. Es unjoven de veinte aos, en traje de noche,con los bajos de los pantalones completamente empapados.

    LA HIJA. Bueno, conseguiste uno?FREDDY. No es posible encontrar uno ni para remedio.LA MADRE. Oh, Freddy, es preciso que haya uno! No lo habrs buscado en serio.LA HIJA. Es fastidioso. Acaso esperas que vayamos nosotras a buscarlo?FREDDY. Te digo que estn todos ocupados. La lluvia fue tan repentina... Nadie estaba

    preparado. Y todos tuvieron que tomar un coche. Llegu hasta Charing Cross por un lado ycasi hasta Ludgate Circus por el otro. Y estaban todos ocupados.

    LA MADRE. Probaste en Trafalgar Square?FREDDY. No haba ni uno en Trafalgar Square.LA HIJA. Pero, probaste?FREDDY. Llegu hasta la estacin de Charing Cross. Esperabas que me fuese

    caminando hasta Hammersmith?LA HIJA. No hiciste ningn intento serio.LA MADRE. Eres realmente intil, Freddy. V otra vez. Y no vuelvas hasta que no

    hayas encontrado un taxi.FREDDY. Lo nico que conseguir es empaparme, sin ningn resultado.LA HIJA. Y nosotras? Tendremos que quedarnos aqu toda la noche, con esta

    corriente de aire y casi nada encima? Puerco egosta... !FREDDY. Oh, muy bien! Ir, ir! (Abre el paraguas y se precipita en direccin del

    Strand, pero choca contra una florista que llega corriendo en busca de refugio, hacindolecaer de las manos la cesta de flores. Un relmpago cegador, seguido instantneamente de un

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    estrepitoso trueno, orquesta el incidente.)LA FLORISTA. Vamo' Freddy. A ver si mira' dnde pone' lohpie'.FREDDY. Perdn. (Sale precipitadamente.)LA FLORISTA (recogiendo sus flores cadas y volviendo a ponerlas en la cesta). Vaya

    modaleh! Do' ramiyeteh de violetah pisotead'en el barro! (Sesienta en el plinto de la

    columna, revisando las flores, a la derecha de la dama. No es en modo alguno una figuraromntica. Tendr unos dieciocho aos, quiz veinte, difcilmente ms. Lleva un sombreritomarinero, de paja negra, que ha estado expuesto durante mucho tiempo al polvo y el hollnde Londres y muy pocas veces, o nunca, fue cepillado. Su cabello est grandementenecesitado de un lavado; no es posible que su color ratonesco sea natural. Lleva unachaqueta de imitacin de lana, negra, que le llega casi a las rodillas y le va entallada en lacintura. Tiene faldas castaas y un tosco delantal. Sus zapatos estn terriblemente maltrechos

    por el uso. Indudablemente va tan limpia como puede permitrselo. Pero, en comparacincon las damas, est sumamente sucia. Sus facciones no son peores que las de ellas, pero elestado en que se encuentran deja mucho que desear. Y,adems, necesita los servicios de undentista)

    LA MADRE. Por favor, cmo sabes que mi hijo se llama Freddy?LA FLORISTA. Ah, eh su hijo!, eh? Bueno, pueh si ust' hubiese cumplido con su

    deber de madre, l no le habera 'ruinado la' floresuna pobre chica para despuh 'caparse sinpagar. Me lah pagar ust'?

    LA HIJA. No hagas nada de eso, mam. Qu ocurrencia!LA MADRE. Por favor, permteme, Clara. Tienes alguna moneda de un penique?LA HIJA. No. No tengo nada ms pequeo que una de seis peniques.LA FLORISTA (esperanzada). Puedo darle cambio d'un byete de dieh chelineh,

    bondadosa dama.LA MADRE (a Clara). Dmela. (Clara se la entrega a desgana.) (A la florista.) Vaya,

    aqu tienes esto por tus flores.LA FLORISTA. Muchsimah gracia', seora.LA HIJA. Haz que te d la vuelta. Estas cosas no valen ms que un penique el ramillete.LA MADRE. Cierra la boca, Clara. (Ala muchacha.) Puedes guardarte la vuelta.LA FLORISTA. Oh, graciah, seora!LA MADRE. Y ahora dme cmo sabas el nombre de ese caballero.LA FLORISTA. No lo saba.LA MADRE. Te o llamarle por l. No trates de engaarme.LA FLORISTA (protestando). Quin eht tartando d'engaarla? Lo yam Freddy, o

    Charlie, com'ust' mihma podra 'berl'hecho si hubier'ehtado hablando con un deheonocido ytrtara de mohtrarse agueradable.

    LA HIJA. Seis peniques malgastados! De veras, mam, habras podido evitarle eso aFreddy! (Disgustada, se pone detrs de la columna.)

    Un caballero de edad, de tipo bondadoso y marcial, entra, corriendo al atrio y cierra unparaguas que chorrea agua. Est en el mismo lamentable estado que Freddy, con los bajos delos pantalones empapados. Viste traje de noche y lleva un abrigo liviano. Ocupa el lugar dela izquierda que la hija ha dejado vacante.

    EL CABALLERO. Uf!LA MADRE (al caballero). Oh, seor, le parece que parar?EL CABALLERO. Me temo que no. Hace unos minutos comenz a llover con ms

    fuerza que antes. (Se dirige al plinto, junto a la florista, apoya un pie en l y se inclina paraarrollarse las perneras del pantaln.)

    LA MADRE. Oh, qu cosa! (Seaparta con tristeza y se une a su hija.)LA FLORISTA (aprovechando la proximidad del marcial caballero para establecer

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    relaciones amistosas con l). Si yueve mh fuerte, e'seal de que pronto terminar. Demodo que algrese, jefe. Y cmprele unah floreh 'una pobre chica.

    EL CABALLERO. Lo siento. No tengo cambio.LA FLORISTA. Yo puedo darle cambio, jefe.EL CABALLERO. De un soberano? No tengo ms chico.

    LA FLORISTA. Caray! Oh, cmpreme unah flore', jefe! Puedo cambiarle mediacorona. Tom'ehta' por doh penique'.

    EL CABALLERO. Vaya, no seas molesta, prtate como una buena chica. (Buscando enlos bolsillos.) En realidad no tengo cambio... Espera. Aqu hay tres medios peniques, si tesirven de algo. (Se retira a la otra columna.)

    LA FLORISTA (desilusionada, pero pensando que tres medios peniques son mejor quenada). Graciah, seor.

    EL CIRCUNSTANTE (a la muchacha).Ten cuidado; dal'una flor por las monedas. Aquatrs hay un sujeto que anota cad'una de las palabras que dices. (Todos se vuelven hacia elhombre que toma nota.)

    LA FLORISTA (ponindose de pie de un salto, aterrorizada) N'hice nada malo conhablarle'l cabayero. Tengo derecho a vender floreh, si no m'acerco a Facera. (Histrica.)Soy'na muchacha respetable. Que Dioh m'ampare, no l'habl mh que para pedirle que mecompr'unah flore'.

    Murmullo general, en su mayor parte muestras de simpata hacia la florista, peromanifestando desdn hacia su excesiva sensibilidad. Gritos de No'mpies'a gritar! Quint'hecho nada? Nadie piensa tocarte. Para qu haceh tanto baruyo? Clmate! Basta, basta!,etc., surgen de los espectadores de ms edad, ms formales, que la palmeanconsoladoramente. Los menos pacientes le piden que cierre el pico, o le preguntan rudamentequ le duele. Un grupo ms alejado, sin saber qu ocurre, se aproxima y aumenta la bataholacon preguntas y respuestas: Qu pasa? Qu'hizo eya? Dn'st l? Un pesquisante que

    anotaba todo lo que deca. Quin? El? S, ese que'st'. Le quit dinero'l cabayero, etc.LA FLORISTA (abrindose paso entre ellos, acercndose al caballero y gritandofrenticamente).Oh, seor, no deje que me yeve! Ust' no sabe lo qu'eso sinifica para m!Arrastrarn m nombre por el barro y me lanzarn a la caye por hablar a cabayeros. Me....

    EL QUE TOMA NOTA (acercndose a la derecha de la joven, los dems apindosedetrs de l). Vaya, vaya, vaya, vaya! Quin te hace nada?, tonta! Por quin me has to-mado?

    EL CIRCUNSTANTE. N'eh nada. Pares'un cabayero. Mirenl loh zapato'. (Explicando,al que toma nota.) Eya crey cust'ra'n sopln, seor.

    EL QUE TOMA NOTA (sbitamente interesado). Qu es un sopln?EL CIRCUNSTANTE (poco ducho en definiciones).Es un... bueno, es un sopln, como

    quien dice. De qu otro modo podra yamrselo? Un'ehpecie de delator.LA FLORISTA (todava histrica). Juro por la Biblia que no dije ni una sola palabra...EL QUE TOMA NOTA (dominador pero afable). Oh, cllate, cllate! Acaso parezco

    un polica?LA FLORISTA (lejos de sentirse tranquilizada).Y entonces, por qu'hcribi mis

    palabras? Cmo s si la'hcribi bien? Mustreme lo qu'ehcribi de m. (El que toma notaabre su libretita y la sostiene tranquilamente ante las narices de la florista, aunque losempujones del genio que trata de leer por sobre su hombro habran derribado a un hombrems dbil.) Qu'seso? No'sunahcritura correta. No puedo lerla.

    EL QUE TOMA NOTA. Yo s. (Lee, reproduciendo exactamente la pronunciacin de lajoven.) "Algrese, jefe. Y cmprele unah floreh 'una pobre chica."

    LA FLORISTA (profundamente afligida). Eh porque lo yam jefe. (Alcaballero.) Oh,seor, no deje que me yeve por una palabra! Ust'...

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    EL CABALLERO. Llevarte! Yo no te he acusado. (Al que toma nota.) De veras, seor,si es usted un pesquisante, no necesita tomar medidas para protegerme de las jvenes, si yo nose lo pido. Cualquiera puede darse cuenta de que la muchacha no tena malas intenciones.

    LOS CIRCUNSTANTES EN GENERAL (en una demostracin contra el espionajepolicial). Eh claro que no! Qu demonio' l'import'l? Quier'un asenso, es'eh lo que

    quiere. Anotando lah palabra' de la gente! Qu da'hizo eya? Muy lindo qu'una muchachano pueda guarecerse de la yuvia sin ser insultada (La joven es llevada de nuevo al plinto porlos demostradores ms simpticos, y vuelve a sentarse y lucha para dominar sus emociones.)

    EL CIRCUNSTANTE. No's un pehquisa. Es un maldito fisgn. Es'eh lo qu'es. No leven los zapatos?

    EL QUE TOMA NOTA (volvindose afablemente hacia l). Y qu tal le va asu familia en Selsey?

    EL CIRCUNSTANTE (suspicaz).Quin le dijo que mi famili'eh de Selsey?EL QUE TOMA NOTA. No interesa. De ah es. (A la joven.) Cmo es que has venido

    tan al este? Naciste en Lisson Grove.LA FLORISTA (despavorida). Oh!, qu tien' de malo que m'haya ido de Lisson

    Grove? Ni'n cerdo nabera vivid'ay. Y tena de pagar cuatro chelin'y sei' peniqueh porsemana. (Llorosa.) Oh, ay, ay, ay!

    EL QUE TOMA NOTA. Vive donde quieras, pero cesa ya con ese ruido.EL CABALLERO (a la joven). Vaya, vaya! No puede hacerte nada. Tienes derecho a

    vivir donde te plazca.UN ESPECTADOR SARCASTICO (interponindose entre el que toma nota y el

    caballero). En Park Lane, por ejemplo. Me agradara discutir el problema de la vivienda, leaseguro.

    LA FLORISTA (ponindose melanclica, con la cabeza gacha sobre su cesta).Soy 'nabuena chica, soy.

    UN ESPECTADOR SARCASTICO (sin hacerle caso)Sabe de dnde provengoyo?EL QUE TOMA NOTA (rpidamente).De Hoxton.Risitas contenidas. Aumenta el inters por la exhibicin ofrecida por el que toma nota.EL SARCASTICO (asombrado). Bueno, y, quin dijo que no es as? Caray! Lo sabe

    todo, lo sabe... !LA FLORISTA (todava dando alas a su sensacin de ofensa).Notiene drecho a meterse

    conmigo.EL CIRCUNSTANTE (a ella).Ehclaro que s. No se lo tolere'. (Al que toma nota.) Oiga,

    qu drecho tiene a meterse con gente que no l'hecho nada?LA FLORISTA. Que diga lo que quiera. No quiero tener trato' con l.EL CIRCUNSTANTE. Noh trata como si furamoh basura, eh? Me guhtara verlo

    dirigiendo insolencia'n cabayero!EL ESPECTADOR SARCASTICO. S, ya que quiere andar prediciendo la suerte, que le

    diga a l de dnde proviene.EL QUE TOMA NOTA. Se cri en Cheltenham, estudi en Harrow y Cambridge y

    residi en la India.EL CABALLERO. Correcto.Grandes carcajadas. Reaccin en favor del tomador de notas.

    Exclamaciones de Lo sabe todo! Se lo dijo bien! Lo oyeron decirle al petimetre de dndevena?, etctera.

    EL CABALLERO. Puedo preguntarle, seor, si se gana la vida con eso en algn teatrode variedades?

    EL QUE TOMA NOTA. Haba pensado en eso. Quiz lo haga algn da.La lluvia ha cesado y comienzan a alejarse los de la parte exterior del corro.

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    LA FLORISTA (ofendida por la reaccin de la gente). No's un cabayero, si se metecon'a pobre chica.

    LA HIJA (impacientada, abrindose paso con brusquedad hacia el frente y apartando alcaballero, que cortsmente se retira hacia el otro lado de la columna). Qu demonios es-tar haciendo Freddy? Me pescar una pulmona si me quedo un rato ms en esta corriente.

    EL QUE TOMA NOTA (para s, anotando apresuradamente su pronunciacin de"mona"). Earlscourt.

    LA HIJA (con violencia). Quiere hacerme el favor de guardar para s sus impertinentesobservaciones?

    EL QUE TOMA NOTA. Le ruego que me perdone. Lo dije en voz alta? No fue miintencin. Su madre, inconfundiblemente, es de Epsom.

    LA MADRE (adelantndose y ponindose entre la hija y el que toma nota). Qucurioso! Me cri en Parque Grandama, cerca de Epsom.

    EL QUE TOMA NOTA (estrepitosamente divertido). Ja, ja! Qu nombre tan singular!Perdn. (Ala hija.) Usted quiere un coche, no es eso?

    LA HIJA. No se atreva a hablarme.LA MADRE. Oh, por favor, por favor, Clara! (La hija la repudia con un airado

    encogimiento de hombros y se retira altaneramente.) Le quedaramos agradecidas, seor, sinos encontrara un coche. (El que toma nota extrae un silbato.) Oh, gracias. (Se une a suhija.)

    El que toma nota lanza un silbido penetrante.EL ESPECTADOR SARCASTICO. Vaya, ya saba que era un polica con ropa de civil!EL CIRCUNSTANTE. No es un silbato de polica, sino de deportista.LA FLORISTA (todava preocupada por dar expresin a sus sentimientos heridos). No

    tiene derecho a difamarme. Mi buen nombre tiene para m el mihmo valor que'l d'una dama.EL QUE TOMA NOTA. No s si se han dado cuenta, pero la lluvia ha cesado hace unos

    dos minutos.EL CIRCUNSTANTE. As eh. Por qu no lo dijo ante? Y nosotro' perdiendo el tiempocon suh tontera'! (Sale en direccin del Strand.)

    EL ESPECTADOR SARCASTICO. Puedo decirle de dnde proviene ust'. De Anwell.Vulvase aya.

    EL QUE TOMA NOTA (colaborando). Hanwell.1

    EL ESPECTADOR SARCASTICO (fingiendo una gran distincin de pronunciacin). Gracias, profesor! Jo, jo! Adis. (Se toca el sombrero con fingido respeto y se aleja.)

    LA FLORISTA. Asustar a la gente d'ese modo! Qu le parecera si si l'hicieran a l?LA MADRE. Ya ha parado, Clara. Podemos ir a tomar el mnibus. Ven. (Serecoge las

    faldas por sobre los tobillos y se dirige apresuradamente hacia el Strand.)

    LA HIJA. Pero, y el coche? (Su madre est fuera del alcance de su voz.) Oh, qufastidio! (La sigue, iracunda.)

    Todos los dems se han ido, salvo el que toma nota, el caballero y la florista, que estsentada, arreglando su cesta y compadecindose an a s misma en murmullos.

    LA FLORISTA. Pobre chica! Ya balitante dura eh su vida sin necid' de que lamortifiquen y l'insulten.

    1 La h, como se sabe, tiene casi siempre en ingls, a principio de palabra, un sonido aspirado. Unode los defectos corrientes de la pronunciacin cockney consiste en la omisin de ese sonido. (N. delT.)

    EL CABALLERO (volviendo a su antiguo puesto, a la izquierda del que toma nota). Cmo lo hace, si me permite la pregunta?

    EL QUE TOMA NOTA. Una simple cuestin de fontica. La ciencia del lenguaje

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    hablado. Es mi profesin; y tambin mi mana. Dichoso del hombre que puede ganarse lavida con su chifladura! Un irlands o un hombre del condado de York pueden ser distinguidos

    por su pronunciacin. Yo puedo localizar el lugar de nacimiento de un hombre con un margende error de diez kilmetros. Puedo ubicarlo en Londres con uno de tres kilmetros. Y a vecescon un margen de equivocacin de dos calles.

    LA FLORISTA. Tendera qu'avergonzarse, cobarde, poc' hombre!EL CABALLERO. Pero, puede uno ganarse la vida con eso?EL QUE TOMA NOTA. Oh, s. Y muy bien. Esta es una poca de advenedizos. La gente

    empieza en Kentish Town con 80 libras esterlinas anuales y termina en Park Lane con cienmil. Quieren olvidarse de su acento natal, pero se traicionan cada vez que abren la boca. Y

    bien: yo puedo ensearles...LA FLORISTA. Que s'ocupe de suh propio' asunto' y deje tranqui'una pobre chica...EL QUE TOMA NOTA (vehementemente). Mujer, termina, ahora mismo con ese

    insoportable lloriqueo, o, de lo contrario, busca el refugio de otro lugar de adoracin!LA FLORISTA (dbilmente desafiante). Tengo drecho a ehtar aqu, si quiero, igual

    qu'ust'!EL QUE TOMA NOTA. Una mujer que emite sonidos tan deprimentes y repugnantes no

    tiene derecho a estar en parte alguna... no tiene derecho a vivir. Recuerda que eres un serhumano que tiene un alma y el don divino del idioma articularlo; tu idioma nativo es el deShakespeare, el de Milton y de la Biblia. Y no te quedes ah canturreando como una paloma

    biliosa.LA FLORISTA (absolutamente desconcertada, mirndole con una expresin entre

    admiracin y splica, sin atreverse a levantar la cabeza). Ah-ah-ooooiii!EL QUE TOMA NOTA (extrayendo rpidamente la libretita). Cielos, qu sonido!

    (Escribe, luego contempla lo escrito y lee, reproduciendo con exactitud la vocalizacin.) Ah-ah-ooooiii!

    LA FLORISTA (divertida por la exhibicin y riendo a pesar suyo). Caray!EL QUE TOMA NOTA. Ve usted a esta criatura con su ingls del albaal, con su inglsque la mantendr en el arroyo hasta el fin de sus das? Pues bien, seor: en tres meses podrahacer pasar a esta muchacha por una duquesa en la recepcin de cualquier embajador. Incluso

    podra conseguirle un puesto de dama de compaa o de vendedora en una tienda, empleospara los cuales se necesita hablar un ingls mejor.

    LA FLORISTA. Cm'dice?EL QUE TOMA NOTA. S, t, hoja de repollo aplastado; t, deshonra de la noble

    arquitectura de estas columnas; t, insulto viviente a la lengua inglesa... Podra hacerte pasarpor la Reina de Saba. (Al caballero.) No lo cree usted?

    EL CABALLERO. Por supuesto que s. Yo mismo soy un estudioso de los dialectos

    hindes. Y...EL QUE TOMA NOTA (ansioso). De veras? Conoce al coronel Pickering, el autor de

    El Snscrito Hablado?EL CABALLERO. Yo soy el coronel Pickering. Quin es usted?EL QUE TOMA NOTA. Henry Higgins, autor deEl Alfabeto Universal de Higgins.PICKERING (con entusiasmo). He venido de la India para conocerlo!HIGGINS. Y yo iba a viajar a la India para conocerlo a usted!PICKERING. Dnde vive?HIGGINS. Calle Wimpole, 27A. Venga a verme maana.PICKERING. Yo paro en el Carlton. Acompeme ahora y conversemos mientras

    cenamos.HIGGINS. Encantado.LA FLORISTA (a Pickering, cuando ste pasa junto a ella). Compr'una flor, bondadoso

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    cabayero. Tengo de pagar el alojamiento.PICKERING. No tengo cambio, de veras. Lo siento. (Sale.)HIGGINS (escandalizado ante la mendacidad de la muchacha).Mentirosa! Dijiste que

    tenas cambio de media corona.LA FLORISTA (levantndose, desesperada). Tendran que reyenarlo de clavos,

    tendran! (Arrojndole la cesta a los pies.) Yvese toda la maldita cehta por seih penique'.El reloj de la iglesia da el segundo cuarto.HIGGINS (oyendo en la campanada la voz de Dios, que le reprocha por su farisaica falta

    de caridad hacia la pobre muchacha). Un recordatorio. (Sequita solemnemente el som-brero, arroja un puado de monedas en la cesta y sigue a Pickering.)

    LA FLORISTA (recogiendo media corona). Ah-ooi! (Recogiendo un par de florines.)Aaaaaaah-ooii! (Recogiendo medio soberano.) Aaaaaaaaaaaah-oooiii!

    FREDDY (bajando de un taxmetro de un salto). Por fin consegu uno. Hola...! (A lajoven.) Dnde estn las dos damas que se encontraban aqu?

    LA FLORISTA. Fueron a tomar el nibuh cuan' par la yuvia.FREDDY. Y me dejan colgado con el taxi! Maldicin!LA FLORISTA (con majestuosidad). N'importa, joven. Yo ir a casa'n taxi. (Sedirige

    hacia el vehculo. El conductor tiende la mano hacia atrs y mantiene la puerta firmementecerrada. Comprendiendo perfectamente la desconfianza del hombre, la florista le muestra un

    puado de monedas.) El cohto de'n viaje'n taxi no tiene ninguna 'nportancia para m, Charlie.(El conductor sonre y abre la portezuela.) Ah! Y la cehta?

    EL CONDUCTOR. Tiaela'qu. Dos peniqueh mh.LIZA. No, no quiero que nadie la vea. (La mete en la parte trasera y se introduce ella

    detrs, continuando la conversacin a travs de la ventanilla.) Adih, Freddy.FREDDY (atnito, quitndose el sombrero). Adis.CONDUCTOR. A dnde?

    LIZA.A Bucknam Pelis (Suckingham Palace).CONDUCTOR. Qu quieres decir con eso de Bucknam Pelis?LIZA. No sabes dn'st? En el Green Park, donde vive'. Rey. Adih, Freddy. No quiero

    entertenerte mh. Adis.FREDDY. Adis. (Seva.)CONDUCTOR. Oye! Qu's eso de Bucknam Pelis? Qu tieneh t que hacer en

    Buknam Pelis?LIZA. Nada, por supuehto. Pero no quera qu'l lo supiera. Yvame a casa.CONDUCTOR. Y dnst tu casa?LIZA. En ngel Court, Drury Lane, junto a la tienda de aceites de Meiklejohn.CONDUCTOR. Eso ya's mh comperensible, Judy. (Pone en marcha el coche y se

    aleja.)

    Sigamos al taxi hasta la entrada de ngel Court, una pequea y estrecha arcada entre dostiendas, una de ellas la de venta de aceite de Meiklejohn. Cuando se detiene, Eliza desciende,arrastrando la cesta.

    LIZA. Cunto?CONDUCTOR(indicando el taxmetro). No saben ler? Un cheln.LIZA. Un cheln por doh minuto'!CONDUCTOR. Doh minutoh o die': eh lo mihmo.LIZA. Bueno, pueh no me parece bien.CONDUCTOR. Viajahte'lguna vez'n taxi?LIZA (con dignidad). Cientoh y mileh de vece', joven.CONDUCTOR (rindose de ella). Tefelicito, Judy. Gurdate'l cheln, querida, con loh

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    mejore'saludo' de la familia. Buena suerte! (Seva.)LIZA (humillada). Dehcaro!

    Toma la cesta y sube con ella trabajosamente por la calleja en direccin a su alojamiento,un cuartito con un viejsimo empapelado que se ha desprendido en los puntos hmedos. Un

    vidrio roto de la ventana ha sido remendado con papeles. Un retrato de un actor popular y ungrabado con modelos de vestidos, todos ridculamente fuera del alcance de los medios deEliza, arrancados de peridicos, estn pegados a la pared. Una jaula de pjaros cuelga de laventana, pero su inquilino muri tiempo ha; ahora slo hace el papel de monumento recorda-torio.

    Esos son los nicos refinamientos visibles. Lo dems es el mnimo irreductible de lo que lees necesario a una persona pobre: una miserable cama sobre la que se apilan todos lostrapos que pueden proporcionar algn calor; un cajn de embalar, cubierto con una tela,

    sobre l una jofaina con una jarra y, en la pared, un espejito; una silla y una mesa, los restosde alguna cocina suburbana y un reloj despertador norteamericano sobre la repisa, encimadel hogar que no se usa. El conjunto est iluminado por un pico de gas que funciona con unamoneda de un penique en la ranura del medidor. Alquiler, cuatro chelines semanales.

    All, Eliza, crnicamente fatigada, pero demasiado excitada como para acostarse, estsentada, contando sus nuevas riquezas y soando y esbozando los planes de lo que har conellas, hasta que el gas se apaga, momento en que disfruta por primera vez de la sensacin de

    poder poner otro penique en el medidor y no verse obligada a escatimarlo. Este estado denimo de prodigalidad no apaga su corrosiva conciencia de su penuria lo bastante como

    para impedirle calcular que puede soar y planear en la cama ms econmica y tibiamente,sin necesidad de fuego. De modo que se quita el chal y las faldas y los agrega a lamiscelnea de ropas de cama. Luego se quita los zapatos a puntapis y se mete en la cama

    sin mayores ceremonias.

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    ACTO II

    El da siguiente, a las 11 de la maana. El laboratorio de Higgins en la calle Wimpole. Esun cuarto del primer piso, a la calle, destinado originariamente a ser la sala. Las puertas

    dobles estn en el centro de la pared del fondo y las personas que entran por ellasencuentran, a su derecha, dos altos archivos, formando ngulo recto entre s, adosadoscontra las paredes. En ese rincn hay una mesa de escribir y sobre ella un fongrafo, unlaringoscopio, una hilera de tubitos de rgano con un fuelle, un juego de tubos de lmpara

    para llamas musicales, con mecheros unidos a un enchufe de la pared por medio de un tubode goma; varios diapasones de distintos tamaos, una imagen en tamao naturalrepresentando un corte longitudinal de la cabeza humana, con los rganos vocales, y unacaja con una provisin de cilindros de cera para el fongrafo.

    Ms adentro, del mismo lado, hay una chimenea, con una cmoda poltrona forrada decuero en el costado del hogar que est ms cerca de la puerta, y un cubo con carbn. Sobre

    la repisa hay un reloj. Entre la chimenea y la mesa del fongrafo hay un mueble paraperidicos.Al otro costado de la puerta central, a la izquierda del visitante, se encuentra un armario

    de cajones poco profundos. Sobre l hay un telfono y la gua telefnica. El rincn, ms all,sobre la pared del costado, est ocupado por un piano de cola, con el teclado puesto hacia ellado ms alejado de la puerta y un banco que se extiende a todo lo largo del teclado. Sobre el

    piano se ve una frutera colmada de frutas y dulces, la mayor parte de chocolate.El centro de la habitacin est desocupado. Aparte de la poltrona, el banco del piano y dos

    sillas ubicadas junto a la mesa del fongrafo, hay una silla suelta, que se encuentra cerca dela chimenea. En las paredes, grabados, casi todos de Piranesi o retratos a la media tinta. Nohay cuadros.

    Pickering est sentado a la mesa, dejando unas tarjetas y un diapasn que acaba de usar.Higgins est de pie cerca de l, cerrando dos o tres cajones del archivo, que estaban abiertos.A la luz matinal aparece como un hombre robusto, lleno de vida, de buena salud, de unoscuarenta aos, aproximadamente, vestido con una levita negra de aspecto profesional, cuellode lino blanco y corbata de seda negra. Pertenece al tipo enrgico, cientfico, y se interesa

    sincera, casi violentamente, por todo lo que puede ser estudiado como tema cientfico; por elcontrario, se asigna muy poca importancia a s mismo y a las dems personas y no leinteresan los sentimientos ajenos. Es, en rigor, si no se tienen en cuenta su edad y su estatura,ms bien un chiquillo sumamente impetuoso que "aprende" vocinglera y vidamente ynecesita tanta vigilancia como un nio para impedirle que produzca daos inintencionados.Su humor vara entre la agresividad, cuando se encuentra de buen talante, y la impacienciaborrascosa cuando algo le sale mal. Pero es tan enteramente franco y carente de malicia quecontina siendo agradable aun en sus momentos menos razonables.

    HIGGINS (mientras cierra el ltimo cajn). Bueno, creo que esto es todo.PICKERING. Es realmente sorprendente! No he podido estudiar ni la mitad de los

    casos.HIGGINS. Le agradara volver a revisar algunos?PICKERING (levantndose y acercndose a la chimenea, donde se ubica de espaldas al

    fuego). No, gracias; ahora no. Por esta maana ya es bastante.HIGGINS (siguindole y detenindose junto a l, a su izquierda) .Se cans de escuchar

    sonidos?PICKERING. S. Produce una tensin espantosa. Yo me enorgulleca porque puedo

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    pronunciar veinticuatro sonidos vocales diferentes. Pero sus ciento treinta me revuelcan por elpolvo. No logro or la menor diferencia entre muchos de ellos.

    HIGGINS (riendo y acercndose al piano para comer golosinas).Oh, eso viene con laprctica. Al principio no se aprecia la diferencia. Pero se contina escuchando y de pronto sedescubre que son tan distintos como A de B. (Aparece Mrs. Pearce, la ama de casa de

    Higgins.) Qu ocurre?Mrs. PEARCE (vacilando, evidentemente perpleja). Una joven quiere verlo, seor.HIGGINS. Una joven? Qu quiere?Mrs. PEARCE. Pues, dice que usted se alegrar de verla cuando sepa a qu ha venido.

    Es una muchacha sumamente vulgar, seor. Muy vulgar, por cierto. La habra echado, perome pareci que quizs usted quisiese hacerla hablar en sus mquinas. Espero no haber hechomal. Pero, de veras, a veces recibe usted visitantes tan extraos... Confo en que me per-donar, seor...

    HIGGINS. Oh, est bien, Mrs. Pearce. Tiene un acento interesante?Mrs. PEARCE. Ah, algo espantoso, seor, en verdad. No s cmo pueden interesarle

    esas cosas.HIGGINS (a Pickering). Hagmosla pasar. Hgala pasar, Mrs. Pearce. (Corre a su mesa

    de trabajo y toma un cilindro para usarlo en el fongrafo.)Mrs. PEARCE (slo resignada a medias). Muy bien, seor. Usted decide. (Baja.)HIGGINS. Estamos de suerte. Le mostrar cmo grabo los cilindros. La haremos hablar

    y yo anotar los sonidos con el sistema del Idioma Visible de Bell, luego con el rmico 1 yfinalmente hablar ante el fongrafo, para que usted pueda pasar el cilindro tantas veces comoquiera, con la transcripcin escrita a la vista.

    Mrs. PEARCE (regresando). Esta es la joven, seor.

    La florista entra de gran gala. Lleva un sombrero con tres plumas de avestruz: anaranjada,

    azul cielo y roja. Tiene un delantal casi limpio y la mugrienta chaqueta ha sido cepillada. Elpatetismo de esta deplorable figura, con su inocente vanidad y su aire de importancia,conmueve a Pickering, que ya se ha enderezado en presencia de Mrs. Pearce. Pero, en cuantoa Higgins, la nica distincin que establece entre hombres y mujeres es que, cuando no tratade amedrentar y no est clamando a los cielos por tener que llevar su cruz de peso pluma,adula a las mujeres como los chiquillos adulan a sus nodrizas cuando quieren conseguir algode ellas.

    HIGGINS (bruscamente, reconocindola con no disimulada desilusin y, pueril,convirtiendo de inmediato la cuestin en una molestia que le resulta intolerable). Pero sies la muchacha que anot ayer por la noche! No nos sirve; tengo todos los cilindros que

    quiera de la jerga de Lisson Grove y no pienso gastar otro en ella. (A la joven.) Vete, no te ne-cesito.

    LA FLORISTA. No sea dehcarado. Tova no sabe a qu'venido. (AMrs. Pearce, queaguarda, en la puerta, nuevas rdenes.) Le dijo que vine'n tasi?

    Mrs. PEARCE. Tonteras, chica! Te parece que a un caballero como Mr. Higgins leinteresa en qu viniste?

    LA FLORISTA. Ah, somos orguyosos! Pues l no tiene'n conveniente'n dar lesiones. Selo' decir. Bueno, yo n'he venid'hacer visita' de cumplido. Y si mi dinero no es bahtante bueno,

    pued'ir a otra parte.HIGGINS. Si no es suficientemente bueno para qu?

    1 Sistema de notacin fontica inventado por Henry Sweet (N. T.)LA FLORISTA. Par'ust'. Ahora ya lo sabe, eh? He venid'a tomar lesiones. Y a

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    pagarlas, que n'haya malentendido'.HIGGINS (estupefacto). Bueno!! (Recobrando el aliento con un jadeo.) Y qu

    esperas que yo te diga?LA FLORISTA. Bien, si'st' fuese'n cabayero, podra'nvitarme a que me siente, me

    parece. No le dije que vengo por cuehtione' de negocio'?

    HIGGINS. Pickering, invitamos a esta zorra a que se siente, o la arrojamos por laventana?

    LA FLORISTA (aterrorizada, corriendo hacia el piano, donde se vuelve, acorralada). Ah-ah-ooooiiii! (Ofendida y gimoteando.) No permitir que me yamen zorra cuandome'ofrecid'a pagar como cualquier dama!

    Inmvil los dos hombres la contemplan desde el otro extremo del cuarto, atnitos.PICKERING (bondadoso). Pero, qu es lo que quieres?LA FLORISTA. Quiero ser vendedor'en una florera, lugar de vender en l'ehquina de

    Tottenham Court Road. Pero no m'aceptarn si n'hablo mh delicadamente. El dijo quem'enseara. Bueno, aqu'htoy, dihpuest'a pagarle... no le pido ningn favor... Y me trata comosi fuera basura.

    Mrs. PEARCE. Cmo puedes ser una muchacha tan tonta e ignorante que creas quepuedes pagarle a Mr. Higgins?

    LA FLORISTA. Y por qu no? S tan bien com'ust' lo que cuehtan las lesione'. Yehtoy dihpuest'a pagar.

    HIGGINS. Cunto?LA FLORISTA (acercndose a l triunfalmente). As s'habla! Ya me pareca que se le

    bajaran los humos cuando viese'na portunidad de recuperar lo que me dio ayer. (Confi-dencial.) Haba bebid'un poco, eh?

    HIGGINS (perentorio). Sintate.LA FLORISTA. Bueno, si quier'hacer una cuehtin de cumplido...

    HIGGINS (atronador).Sintate!Mrs. PEARCE (severa). Sintate, muchacha. Haz lo que te dicen.LA FLORISTA. Ah-ah-ah-oooii! (Sequeda de pie, entre rebelde y pasmada.)PICKERING (con suma cortesa). No quieres hacer el favor de sentarte? (Coloca la

    silla suelta cerca de la alfombra que est ante la chimenea, entre Higgins y l mismo.)LA FLORISTA (tmidamente). No tengu'inconveniente. (Sesienta. Pickering vuelve a su

    sitio de antes.)HIGGINS. Cmo te llamas?LA FLORISTA. Liza Doolittle.HIGGINS (grave, declamando). Eliza, Elizabeth, Betsy y Bess fueron al bosque a

    coger nidos.

    PICKERING. Encontraron uno con cuatro huevos.HIGGINS.Tomaron uno cada una y dejaron tres.

    Ren estruendosamente de su propia gracia.LIZA. Oh, no sean tonto!Mrs. PEARCE (colocndose detrs de la silla de Eliza).No debe hablar de ese modo al

    caballero.LIZA. Bueno, y por qul no me dice algo sensato?HIGGINS. Volvamos a nuestro negocio. Cunto piensas pagarme por las lecciones?LIZA. Oh, yo s lo qu'eh juhto. Un'amiga ma recibe lesiones de franc' por dieciocho

    penique' l'hora d'un verdadero cabayero franc'. Y ust' no tendra'l dehcaro de pedirme lomismo por ensearme mi propio idioma como por ensearme franc'. De modo que no le darmh d'un penique. 'Tmelo o djelo.

    HIGGINS (pasendose por el cuarto, haciendo sonar las llaves y las monedas que lleva en

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    el bolsillo). Sabe?, Pickering; si se considera un cheln, no como un simple cheln, sinocomo un porcentaje de los ingresos de esta muchacha, resulta ser el equivalente total de lo queseran para un millonario sesenta o setenta guineas.

    PICKERING. Cmo?HIGGINS. Calclelo usted mismo. Un millonario tiene unas 150 libras esterlinas por

    da. Ella gana media corona diaria.LIZA (altanera). Quin le dijo que yo no gano mh de...?HIGGINS (continuando). Me ofrece por las lecciones dos quintos de sus ingresos

    diarios. Dos quintos del ingreso diario de un millonario seran alrededor de sesenta librasesterlinas. Es magnfico. Caramba, es enorme! Es la ms grande oferta que se me hayahecho jams!

    LIZA (levantndose, aterrorizada). Senta libra'? De qu' st'blando? Yo no l'ofrecsenta libra'. De dnde sacara yo...?

    HIGGINS. Cierra el pico.LIZA (sollozando). Pero'h que no tengo senta libra'. Oh...Mrs. PEARCE. No llores, muchacha tonta! Sintate. Nadie piensa tocar tu dinero.HIGGINS. Alguien te tocar, s, con una escoba, si no dejas de moquear. Sintate.LIZA (obedeciendo, lentamente).Ah-ah-ah-oooii! Cualquier' crera qu'ust's mi padre.HIGGINS. Si resuelvo ensearte, ser peor que dos padres para ti. Toma! (Le ofrece su

    pauelo de seda.)LIZA. Para qu's ehto?HIGGINS. Para secarte los ojos. Para limpiarte cualquier parte de la cara que sientas

    hmeda. Acurdate: eso es tu pauelo y eso es tu manga. No confundas el uno con la otra siquieres llegar a ser vendedora en una tienda.

    Liza, completamente desconcertada, le mira con expresin de impotencia.Mrs. PEARCE. Es intil hablarle de ese modo, Mr. Higgins; no le entiende. Adems, no

    lo hace de ese modo. (Toma el pauelo.)LIZA (arrebatndoselo). Vamo', dme'se pauelo! Me lo dio a m, no a ust'.PICKERING (riendo). As es. Creo que debe ser considerado propiedad de ella, Mrs.

    Pearce.Mrs. PEARCE (resignndose). Se lo tiene merecido, Mr. Higgins.PICKERING. Estoy interesado. Qu? Y de la recepcin del embajador? Si cumple con

    su promesa proclamar que es usted el ms grande maestro viviente. Le apuesto todos losgastos que demande el experimento a que no puede hacerlo. Y pagar por las lecciones.

    LIZA. Oh, es ust' realmente bueno. Gracia', capitn.HIGGINS (tentado, mirndola). Resulta casi irresistible. Es tan deliciosamente baja...

    tan horriblemente sucia...

    LIZA (protestando vivamente). Ah-ah-ah-ah-ooooiii! No soy sucia; me lav lah mano' yla cara endennanteh de venir, me lav.

    PICKERING. Le aseguro que no conseguir marearla con halagos, Higgins.Mrs. PEARCE (inquieta). Oh, no diga eso, seor! Hay ms de una forma de marear a

    una muchacha. Y nadie puede hacerlo mejor que Mr. Higgins, aunque no siempre lo haga conintencin. Y espero, seor, que usted no le aliente a hacer ninguna tontera.

    HIGGINS (excitndose a medida que la idea comienza a tomar cuerpo en l). Qu es lavida, sino una serie de locuras inspiradas? La dificultad reside en encontrarlas. No hay quedesechar jams una oportunidad. No aparecen todos los das. Har una duquesa de esta

    pilluela zaparrastrosa.LIZA (rechazando enrgicamente esa opinin que se tiene de ella). Ah-ah-ah-oooii!HIGGINS (arrebatado).S, en seis meses en tres, si tiene un buen odo y una lengua

    rpida podr llevarla a cualquier parte y hacerla pasar por cualquier cosa. Comenzaremos

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    hoy mismo, ahora, en este momento! Llvesela e higiencela, Mrs. Pearce! Jabn corriente, sino sale de otro modo. Hay un buen fuego en la cocina?

    Mrs. PEARCE (protestando). S, pero...HIGGINS (impetuoso). Qutele todas las ropas y qumelas. Llame a Whiteley, o a

    cualquiera, para que le traiga otras. Envulvala en papel de estraza hasta que lleguen.

    LIZA. Uht' n'es un cabayero, n'es, si habla d'ehta' cosa'. Soy'na buena chica, soy. Y scmo son la gente com'ust'.

    HIGGINS. Aqu no queremos tus mojigateras de Lisson Grove, jovencita. Tienes queaprender a comportarte como una duquesa. Llvesela, Mrs. Pearce. Y si le da algn trabajo,zrrela.

    LIZA (ponindose de pie en un salto y corriendo entre Pickering y Mrs. Pearce en buscade proteccin).No! Yamar la polica, yamar!

    Mrs. PEARCE. Pero no tengo lugar para acomodarla.HIGGINS. Pngala en el basurero.LIZA. Ah-ah-ah-oooi!PICKERING. Oh, vamos, Higgins! Sea razonable!Mrs. PEARCE (resuelta). Tiene que ser razonable, Mr. Higgins; tiene que ser razonable.

    No puede pisotear a todo el mundo de este modo.Higgins, reprendido, se calma. El huracn es reemplazado por un cfiro de amable

    sorpresa.HIGGINS (con profesional exquisitez de modulacin).Que yopisoteo a todo el mundo!

    Mi querida Mrs. Pearce, mi querido Pickering, jams tuve la ms mnima intencin depisotear a nadie. Lo nico que quiero es que seamos bondadosos con esta pobre chica.Debemos ayudarla a prepararse para ocupar su nuevo puesto en la vida. Si no me expres cla-ramente fue porque no quera herir la delicadeza de ella ni la de ustedes.

    Liza, tranquilizada, vuelve sigilosamente a su silla.

    Mrs. PEARCE (a Pickering). Bueno, oy usted alguna vez algo parecido, seor?PICKERING (riendo con ganas). Nunca, Mrs. Pearce, nunca!HIGGINS (paciente).Quocurre?Mrs. PEARCE. Bueno, seor; lo que ocurre es que no puede recoger a una muchacha de

    este modo, como si recogiese un guijarro en la playa.HIGGINS. Por qu no?Mrs. PEARCE. Por qu no! Pero si no sabe nada de ella! Qu hay de sus padres? Y

    podra estar casada.LIZA. Caray!HIGGINS. Ah tiene! Como lo dijo muy correctamente la muchacha, caray! Casada,vaya! No sabe que una mujer de esa clase tiene el aspecto de una fregona gastada,

    cincuentona, un ao despus de haberse casado? LIZA. Quin se casara conmigo?HIGGINS (recurriendo repentinamente a los tonos bajos ms emocionantemente

    encantadores de su mejor estilo de elocucin). Caramba, Eliza, las calles estarnalfombradas con los cadveres de los hombres que se pelearn por ti, antes de que yo hayaterminado contigo!

    Mrs. PEARCE. Bobadas, seor. No debe hablarle de ese modo.LIZA (levantndose y cuadrndose con decisin).Mevoy. Eht chiflado, eht. No quiero

    que ningn luntico m'ensee.HIGGINS (herido en el punto ms sensible por la insensibilidad de ella a sus habilidades

    oratorias). S, eh? Estoy loco, eh? Muy bien, Mrs. Pearce; no necesita pedir esa ropanueva para ella. chela a la calle.

    LIZA (gimoteando). Nooo...! No tien' drech'a tocarme.Mrs. PEARCE. Ya ves lo que ocurre cuando se es deslenguada. (Indicando la puerta.)

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    Por aqu, por favor.LIZA (casi soltando las lgrimas). Yo no quera ropa. No lah'bra'ceptado. (Arroja el

    pauelo.) Puedo comprarme mih propiah ropa'.HIGGINS (recogiendo diestramente el pauelo y cerrndole el paso cuando se dirige a

    desgana a la puerta.) Eres una muchacha perversa y desagradecida. Esta es mi recompensa

    por ofrecerme a sacarte del arroyo y para vestirte hermosamente y convertirte en una dama.Mrs. PEARCE. Basta, Mr. Higgins. No lo permitir. Es usted el perverso. Vulvete a tu

    casa, con tus padres, muchacha, y dles que te cuiden mejor.LIZA. No tengo padres. Me dijeron qu'era bahtante grande par' ganarme la vida y

    m'echaron.Mrs. PEARCE. Dnde est tu madre?LIZA. No tengo madre. La que m'ech eh mi sesta madrasta. Per'he terminado con eyos.

    Y soy'na buena chica.HIGGINS. Muy bien, pues. A qu diablos viene todo este alboroto? La chica no

    pertenece a nadie... no es de ninguna utilidad para nadie, salvo para m. (Se acerca a Mrs.Pearce y comienza a engatusarla.) Usted podra adoptarla, Mrs. Pearce. Estoy seguro de queuna hija sera una gran diversin para usted. Vaya, no hagamos ms alharaca. Llvelaabajo y...

    Mrs. PEARCE. Pero, qu ser de ella? Se le pagar algo? Sea sensato, seor.HIGGINS. Oh, pguele lo que sea necesario; antelo en el libro de los gastos de la casa.

    (Impaciente.) Para qu demonios necesitara dinero? Tendr comida y ropas. Si se le diesedinero se lo bebera.

    LIZA (volvindose hacia l). Ah, ust's un animal! Eh'na mentira. Nadie me vio jama' nirastroh de bebida ncima. (A Pickering.) Oh, seor, ust's un cabayero: no lo deje que m'habled'ese modo.

    PICKERING (con afable tono de reproche). No se le ocurre, Higgins, que la muchacha

    puede tener algn sentimiento?HIGGINS (mirndola con aire crtico). Oh, no, no lo creo. No me parece que tenganingn sentimiento por el que debamos preocuparnos. (Alegremente.) Los tienes, Eliza?

    LIZA. Tengo sentimiento', igual que como todo'l mundo.HIGGINS (a Pickering, reflexivo). Entiende la dificultad?PICKERING. Eh? Qu dificultad?HIGGINS. Ensearle a hablar gramaticalmente. La pronunciacin en s es cosa fcil.LIZA. No quier' hablar gramaticalmente. Quier'hablar com'una dama'n una florera.Mrs. PEARCE. Por favor, Mr. Higgins, quiere no apartarse del tema? Necesito saber en

    qu condiciones se quedar la joven aqu. Se le pagar algn sueldo? Y qu ser de ellacuando haya terminado su aprendizaje? Es preciso mirar un poco hacia adelante.

    HIGGINS (impaciente). Qu sera de ella si la dejase en el arroyo? Respndame a eso,Mrs. Pearce.

    Mrs. PEARCE. Eso es cosa de ella, no de usted, Mr. Higgins.HIGGINS. Bien, cuando haya terminado con ella, podemos volver a arrojarla al arroyo.

    Y entonces volver a ser cosa de ella. De modo que por ese lado todo va bien.LIZA. Oh, no tiene'n poco de corazn adentro. No l'importa nadie mh qu'ust' mihmo.

    (Selevanta y toma resueltamente la palabra.) Bahta! Y'ehtoy cansada d'ehto! (Dirigindosea la puerta.) Me voy. Tendra que'vergonzarse, tendra.

    HIGGINS (tornando un bombn de chocolate del piano, con los ojos relampaguendole demalicia). Toma un bombn, Eliza.

    LIZA (detenindose, tentada), Cmo s qu tienen adentro? He odo 'blar demuchachah marcotizada' por gente com'ust'.

    Higgins extrae el cortaplumas, corta un bombn en dos, se pone una mitad en la boca, la

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    traga y ofrece a Liza la otra mitad.HIGGINS. Smbolo de buena fe, Eliza. Yo me como una mitad, t te comes la otra.

    (Liza abre la boca para replicar y l le arroja el medio bombn en ella.) Tendrs cajas deellos, barriles de ellos, todos los das. Te alimentars con ellos. Eh?

    LIZA (que ha tragado el bombn despus de haberse casi asfixiado con l). No l'habra

    comido, per' soy demasiado bien'ducada pa sacrmelo de la boca. Me voy. Toni'r un taxi.MRS. PEARCE. Hay otros medios de transporte, muchacha.LIZA. Bueno, yqu? Tengo tanto drecho com'cualquiera' tomar un taxi.HIGGINS. Lo tienes, Eliza. Y en el futuro tomars tantos taxis como te plazca.

    Recorrers la ciudad de arriba abajo y en crculo, en taxi, todos los das. Piensa en eso,Eliza.

    Mrs. PEARCE. Mr. Higgins, est usted tentando a la joven. No es justo. Ella deberapensar en su futuro.

    HIGGINS. A su edad? Tonteras! Tendr tiempo de sobra para pensar en el futurocuando no tenga futuro alguno en qu pensar. No, Eliza: haz como hace esta seora. Piensa enel futuro de otras personas, mas nunca en el tuyo. Piensa en bombones, taxis, oro ydiamantes.

    LIZA. No, no quier'oro ni diamante'. Soy'na buena muchacha, soy. (Vuelve a sentarse,con una tentativa de mostrarse digna.)

    HIGGINS. Y seguirs sindolo, Eliza, bajo el cuidado de Mrs. Pearce. Y te casars conun oficial de la Guardia, de hermosos bigotes, el hijo de un marqus, que le desheredar porhaberse casado contigo, pero se ablandar cuando vea tu belleza y bondad...

    PICKERING. Perdneme, Higgins, pero debo intervenir. Mrs. Pearce tiene mucharazn. Si esta chica se pone en sus manos durante seis meses, para un experimento didctico,debe saber perfectamente qu hace.

    HIGGINS. Cmo podra ser eso? Es incapaz de entender nada. Adems, entiende

    alguno de nosotros lo que hace? Si lo entendiramos, lo haramos?PICKERING. Muy ingenioso, Higgins, pero no tiene relacin alguna con el casopresente. (AEliza.) Miss Doolittle...

    LIZA (anonadada). Ah-ah-ooii!HIGGINS. Vaya! Eso es todo lo que sacar de Eliza. Ah-ah-ooii! Es intil explicarle.

    Como militar, usted tendra que saberlo. Dle rdenes: eso es suficiente para ella. Eliza:vivirs aqu durante los prximos seis meses, aprendiendo a hablar tan bellamente como unavendedora de florera. Si eres buena y haces todo lo que se te diga, dormirs en un verdaderodormitorio tendrs comida en abundancia y dinero para comprar bombones y viajar en taxi. Sieres mala y perezosa, dormirs en la cocina, con las cucarachas, y sers castigada por Mrs.Pearce con una escoba. Al cabo de los seis meses irs a Buckingham Palace en un carruaje,

    hermosamente ataviada. Si el Rey descubre que no eres una dama, sers llevada por la policaa la Torre de Londres, donde te cortarn la cabeza como advertencia a otras floristasengredas. Si no te descubren, te har un regalo de siete chelines y seis peniques para quecomiences tu vida de vendedora en una florera. Si rechazas este ofrecimiento, sers unamuchacha sumamente perversa y desagradecida y los ngeles llorarn por ti. (APickering.) Yahora, est satisfecho, Pickering? (A Mrs. Pearce.) Puedo detallarlo ms clara yhonestamente, Mrs. Pearce?

    Mrs. PEARCE (paciente). Creo que sera mejor que me dejara hablar convenientementecon la joven en privado. No s si puedo hacerme cargo de ella o dar mi aprobacin alconvenio. Ya s que no quiere usted hacerle ningn dao. Pero cuando siente lo que ustedllama interesarse por el acento de la gente, no piensa nunca, ni le interesa, lo que pueda

    pasarle a la gente o a usted. Ven conmigo, Eliza.HIGGINS. Muy bien. Gracias, Mrs. Pearce. Transprtemela al cuarto de bao.

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    LIZA (levantndose a desgana y con suspicacia). Ust's un gran valentn, es'eh. Si noquiero, no me quedar. Y no dejar que nadies me cahtigue. Nunca tuv'interh'n ir a BucknamPelis. Nunca tuve dif'cultades con la polica. Soy'na buena chica.

    Mrs. PEARCE. No repliques, muchacha. No has entendido al caballero. Ven conmigo.(Abre la marcha hacia la puerta, y la mantiene abierta para que pase Eliza.)

    LIZA (mientras sale). Bueno, lo que dije's cierto. No me'cercar'l Rey, si me van a cortarla cabeza. Si'biera sabido'n qu me meta, n'hubiera venido'qu. Siempr'he sido'na buena chica,y nunca quis'hablar una palabra con l, y no le debo nada, y no m'importa, y no permitir queme manden, y tengo mihsentimiento', igual que cualquiera...

    Mrs. Pearce cierra la puerta y las quejas de Eliza no son ya audibles.

    Eliza es llevada arriba, al tercer piso, para su gran sorpresa, pues esperaba ser conducidaal fregadero. All Mrs. Pearce abre una puerta y la hace pasar a un dormitorio para hus-

    pedes.Mrs. PEARCE. Tendrs que quedarte aqu. Este ser tu dormitorio.LIZA. Oh, yo no podra dormir aqu. Esto'h demasiado bueno para gente como yo.

    Tendra miedo de tocar cualquier cosa. Todava no soy 'na duquesa, sabe?Mrs. PEARCE. Tienes que ponerte tan limpia como el cuarto; entonces no le tendrs

    miedo. Y te ruego que me llames Mrs. Pearce. (Abre la puerta del tocador, que ha sidomodernizado y convertido en cuarto de bao.)

    LIZA. Dio'! Qu's ehto? Aqu lavan la ropa? Qu batea ms rara!Mrs. PEARCE. No es una batea. Aqu es donde nos lavamos nosotros, Eliza, y donde te

    voy a lavar a ti.LIZA. Ehpera que me meta'n eso y me moje toda? Nada d'eso. Me morira. Conoc 'una

    mujer que l'haca todo' loh sbado' por la noche; y se muri d'eso.Mrs. PEARCE. Mr. Higgins tiene abajo el bao para caballeros. Y todas las

    maanas se baa con agua fra.LIZA. Puf! Eht hecho de fierro es'hombre!Mrs. PEARCE. Y t tendrs que hacer lo mismo, si quieres estar con l y el

    coronel y que te enseen. En caso contrario no les agradara tu olor. Pero puedesbaarte con agua tan caliente como quieras. Hay dos grifos: caliente y fra.

    LIZA (sollozando).No podra. No. me atrevo! No's natural; me matara! Jamh'tomad'un bao'n toda mi vida, eh decir, lo que se yamara'n verdadero bao.

    Mrs. PEARCE.Bien, pero no quieres estar limpia y pulcra y decente, como una dama?No puedes ser una buena chica por dentro si eres una pazpuerca por fuera.

    LIZA. Buaaa...!Mrs. PEARCE. Deja de llorar y ve a tu cuarto y qutate toda la ropa. Luego envulvete

    en esto. (Toma una bata de una percha y se la tiende.) Y vuelve aqu. Yo preparar el bao.LIZA (llorosa). Nopuedo. No l'har. N'ehtoy'costumbrada 'eso. Nunca me saqu toda la

    ropa. No'h correto; no'h decente.Mrs. PEARCE. Bobadas, chica. No te quitas la ropa todas las noches, cuando te

    acuestas?LIZA (atnita). No. Por qu habra de quitrmela'? Me morira. Por supuehto que me

    quito lah falda'.Mrs. PEARCE. Quieres decir que duermes con la ropa interior que usas durante el da?LIZA. Qu'otra cosa tengo'n qu dormir?Mrs. PEARCE. No volvers a hacer tal cosa mientras vivas aqu. Te dar una bata de

    dormir adecuada.LIZA. Y eso quiere decir que tengo que ponerme cosa' frah y permanecer dehpierta la

    mita' de la noche, tiritando de fro?

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    Mrs. PEARCE. Quiero convertirte, de una golfa descuidada que eres, en una muchacharespetable y limpia que puede estar sentada con los caballeros en el estudio. Quieres tenermeconfianza y hacer lo que te digo, o prefieres que te eche, para as poder volver a tu cesta deflores?

    LIZA. Pero'h qu'uht no sabe cmo sufro'l fro! No sabe qu miedo le tengo!

    Mrs. PEARCE. Aqu tu cama no estar fra; pondr en ella una botella de agua caliente.(Empujndola hacia el bao.) Empieza a desvestirte.

    LIZA. Ah, si'biese sabido qu cosa tan ehpantosa sinifica'htar limpia, n'habra venido.N'ehtaba conforme cuando viva tranquila. Yo... (Mrs. Pearce la empuja por la puerta, pero ladeja parcialmente abierta, por si la prisionera quisiera recurrir a la fuga.)

    Mrs. Pearce se pone un par de mangas blancas, de goma, y llena la baera, mezclandoagua caliente y fra y probando el resultado con el termmetro de baos. Perfuma el aguacon un puado de sales y le aade una pizca de mostaza. Luego toma un cepillo de mangolargo, de aspecto formidable, y lo jabona profusamente con una pastilla de jabn perfumado.

    Vuelve Eliza. No lleva encima ms que la salida de bao, que se aprieta fuertemente entorno al cuerpo; est convertida en un lastimoso espectculo de terror abyecto.

    Mrs. PEARCE. Ven, pues. Qutate eso.LIZA. Oh, no podra, Mrs. Pearce. De vera' que no podra! Nunca'hecho tal cosa.Mrs. PEARCE. Simplezas. Vaya, mtete adentro y dime, s te gusta as de caliente.LIZA. Ah-uu! Ah-uu! Ehtj demasiado caliente...!Mrs. PEARCE (quitndole diestramente la salida de bao y haciendo caer a Eliza de

    espaldas). No te har dao. (Pone manos a la obra con el cepillo.) Los gritos de Elizason desgarradores.

    Entretanto el coronel ha estado discutiendo con Higgins acerca de Eliza. Pickering se haapartado de la chimenea para sentarse en la silla, a horcajadas, con los brazos apoyados en

    el respaldo, dispuesto a someter a su interlocutor a un interrogatorio.PICKERING. Perdneme que le haga una pregunta directa, Higgins. Es usted unapersona de buen carcter por lo que atae a las mujeres?

    HIGGINS (lgubre). Ha encontrado alguna vez a un hombre de buencarcter por lo que atae a las mujeres?

    PICKERING. S, con frecuencia.HIGGINS (dogmtico, izndose con las manos hasta el nivel del piano y sentndose en l

    de un salto). Bueno, pues yo no. He descubierto que en cuanto dejo que una mujer trabeamistad conmigo, ella se torna celosa, suspicaz, exigente, un condenado engorro. Hedescubierto que en cuanto trabo amistad con una mujer me hago egosta y tirnico. Lasmujeres lo trastornan todo. Cuando uno permite que se metan en la vida de uno, descubre que

    la mujer quiere una cosa y uno quiere otra muy distinta.PICKERING. Qu, por ejemplo?HIGGINS (bajando del piano, inquieto). Oh, el cielo lo sabe! Supongo que la mujer

    quiere vivir su vida. Y el hombre quiere vivir la suya. Y ambos tratan de arrastrar al otro porla senda equivocada. Uno quiere ir al norte y el otro al sur. Y el resultado es que ambos tienenque ir al este, aunque odian el viento del este. (Sesienta en el taburete, ante el piano.) Demodo que aqu me tiene, un viejo soltern declarado, y con todas las posibilidades dequedarme as.

    PICKERING (levantndose y quedndose gravemente junto a l). Vamos, Higgins! Yasabe a qu me refiero. Si intervengo en esta cuestin me sentir responsable por esa joven.Espero que quede aclarado que nadie se aprovechar de la situacin de la muchacha.

    HIGGINS. Qu? De esa cosa? Es sagrada, se lo aseguro! (Ponindose de pie paraexplicar.) Sabe?, ella ser una alumna. Y la enseanza sera imposible si los alumnos no

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    fuesen sagrados. He enseado a hablar ingls a veintenas de millonadas norteamericanas, lasmujeres ms bien parecidas del mundo. Estoy acostumbrado. Tanto me dara que hubiesensido bloques de madera. Yo podra haber sido un bloque de madera. Es...

    Mrs. Pearce abre la puerta. Lleva en la mano el sombrero de Eliza. Pickering se sienta enla butaca junto a la chimenea.

    HIGGINS (ansiosamente).Ybien, Mrs. Pearce, todo marcha bien?Mrs. PEARCE (en la puerta). Lo molesto porque querra hablar unas palabras con

    usted, Mr. Higgins.HIGGINS. S, por supuesto. Pase. (Ella entra.) No queme eso, Mrs. Pearce. Lo

    conservar como una curiosidad. (Toma el sombrero.)Mrs. PEARCE. Maniplelo con cuidado, seor, por favor. Tuve que prometerle que no

    lo quemara. Pero ser mejor que lo ponga en el horno durante un rato.HIGGINS (dejndolo presurosamente sobre el piano). Oh, gracias! Bien, qu quera

    decirme?PICKERING. Molesto?Mrs. PEARCE. En lo ms mnimo, seor. Mr. Higgins, quiere tener la amabilidad de

    cuidarse con lo que dice delante de la joven?HIGGINS (severo). Por supuesto. Siempre soy cuidadoso con lo que digo. Por qu me

    advierte tal cosa?Mrs. PEARCE (inconmovida). No, seor, no lo es cuando se le ha perdido alguna cosa o

    cuando se pone un poco impaciente. Ahora bien: delante de m no tiene importancia; estoyacostumbrada. Pero no debe maldecir delante de la muchacha.

    HIGGINS (indignado). Yo maldecir? (Enftico.)Nunca maldigo. Odio esa costumbre.Qu demonios quiere decir con eso?

    Mrs. PEARCE (calmosa). Eso es lo que quiero decir con eso. Maldice usted demasiado.No me importa que diga "condenado" y "cuernos", y "qu demonios" y "dnde demonios" y

    "quin diablos"...HIGGINS. Mrs. Pearce, ese lenguaje en sus labios...! De veras...!Mrs. PEARCE (sin dejarse apartar del tema). ...pero hay cierta palabra que debo pedirle

    que no emplee. La muchacha la us cuando empez a sentirse bien en el bao. Comienza conla misma letra de caramba. Ella no tiene la culpa; la aprendi junto a su madre. Pero no debeorla de labios de usted.

    HIGGINS (altivo). No puedo admitir que yo la haya usado alguna vez, Mrs. Pearce.(Ella lo mira firmemente. El agrega, ocultando una conciencia intranquila con unaire juicioso) Salvo, quizs, en un momento de excitacin extrema y justificable.

    Mrs. PEARCE. Justamente esta maana, seor, la aplic a los zapatos, a la manteca yal pan negro.

    HIGGINS. Ah, eso! No tiene importancia, Mrs. Pearce.Mrs. PEARCE. Bien, seor, como quiera. Pero le ruego que no permita que la joven lo

    oiga repetirlo.HIGGINS. Oh, muy bien, muy bien! Es eso todo?Mrs. PEARCE. No, seor. Tendremos que tener mucho cuidado con esa chica en cuanto

    al aseo personal.HIGGINS. Muy cierto. Bien dicho. Tiene mucha importancia.Mrs. PEARCE. Quiero decir, en cuanto a permitirle que sea descuidada con su vestido o

    que deje sus cosas en cualquier parte.HIGGINS (acercndose a ella con solemnidad). Precisamente. Estaba a punto

    de llamarle a usted la atencin al respecto. (Sele aproximo a Pickering, quien se divierteenormemente con la conversacin.) Estas cositas son las que tienen mayor importancia,Pickering. Cuide los peniques y las libras se cuidarn por s mismas. Y eso vale tanto en lo

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    que atae al dinero como en lo referente a las costumbres personales. (Por fin, ancla enla alfombra de la chimenea, con el aire de un hombre que se encuentra en una posicininexpugnable.)

    Mrs. PEARCE. S, seor. En ese caso puedo pedirle que no baje a desayunarse con labata de dormir, o por lo menos que no la use como servilleta hasta el punto en que lo hace,

    seor. Y si quiere tener la bondad de no comer todas las cosas en el mismo plato yde no poner la cazuela de las gachas sobre el mantel limpio, le dar un mejor ejemploa la joven. Ya sabe que la semana pasada casi se asfixia con una espina de pescado queencontr en la mermelada.

    HIGGINS (arrancado de la alfombra y volviendo a vagar en direccin al piano) . Puedeque alguna vez haga estas cosas por pura distraccin; pero por cierto que no las hagohabitualmente. (Iracundo.) Y de paso: mi bata huele remalditamente a bencina!

    Mrs. PEARCE. Sin duda, Mr. Higgins. Pero si quisiera limpiarse los dedos...HIGGINS (gritando). Oh, est bien, est bien! En el futuro me los limpiar en el

    cabello!Mrs. PEARCE. Espero que no se haya ofendido, Mr. Higgins.HIGGINS (escandalizado al descubrir que se le considera capaz de un sentimiento poco

    amable). En absoluto, en absoluto! Tiene mucha razn, Mrs. Pearce. Me cuidar muyespecialmente ante la joven. Algo ms?

    Mrs. PEARCE. No, seor. Puede ella usar algunos de los vestidos japoneses que ustedtrajo del extranjero? No puedo hacer que se vuelva a poner las cosas viejas.

    HIGGINS. Es claro. Como le parezca. Hay algo ms?Mrs. PEARCE. Gracias, seor. Eso es todo. (Sale.)HIGGINS. Sabe, Pickering?, esa mujer tiene las opiniones ms extraordinarias de m.

    Heme aqu, un hombre tmido, vergonzoso... Nunca me ha sido posible sentirme realmentemaduro y tremendo, como otros. Y sin embargo ella est firmemente convencida de que soy

    una persona arbitraria, dominadora y tirnica. No acierto a explicrmelo.Mrs. Pearce regresa.Mrs. PEARCE. Si me permite, seor, han comenzado las dificultades. Ah abajo hay un

    basurero, Alfred Doolittle, que quiere verle. Dice que usted tiene a su hija aqu.PICKERING (confidencial). Uf! Caramba!HIGGINS (rpidamente). Haga subir al pillastre.Mrs. PEARCE. Oh, muy bien, seor. (Sale.)PICKERING. Es posible que no sea un pillastre, Higgins.HIGGINS. Tonteras. Por supuesto que es un pillastre.PICKERING. Lo sea o no, me temo que tendremos dificultades con l.HIGGINS (confidencial). Oh, no, creo que no. Si hay alguna dificultad, la tendr l

    conmigo, no yo con l. Y seguramente le sacaremos algo interesante.PICKERING. Acerca de la joven?HIGGINS. No. Me refiero al dialecto del hombre.PICKERING. Oh!Mrs. PEARCE (a la puerta). Doolittle, seor. (Hace pasar a Doolittle y se retira.)

    Alfred Doolittle es un basurero de edad, pero vigoroso, ataviado con el traje de suprofesin, incluso un sombrero con un ala de tela negra que le cae sobre la nuca. Tienefacciones caractersticas y bien marcadas y parece igualmente libre de temores y deremordimientos de conciencia. Posee una voz notablemente expresiva, resultado de sucostumbre de dar rienda suelta a sus sentimientos sin reservas. Su actitud del momento es ladel honor herido y la severa resolucin.

    DOOLITTLE (a la puerta, indeciso en punto a cul de los caballeros es su hombre). Profesor Higgins?

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    HIGGINS. Aqu. Buenos das. Sintese.DOOLITTLE. Buenos das, jefe. (Sesienta pomposamente.) He venido por un asunto

    muy grave, jefe.HIGGINS (a Pickering). Criado en Houslow. Creo que la madre debe de ser galesa.

    (Doolittle abre la boca, estupefacto. Higgins contina.) Qu quiere, Doolittle?

    DOOLITTLE (amenazador). Quiero a mi hija, eso es lo que quiero, entiende?HIGGINS. Por supuesto. Usted es el padre, verdad? No supondr que nadie ms la

    quiere, aparte de usted, eh? Me alegro de ver que le quede alguna chispa de sentimiento pa-ternal. Ella est arriba. Llvesela inmediatamente.

    DOOLITTLE (levantndose, temeroso, desconcertado). Qu?HIGGINS. Llvesela. Acaso cree que le voy a cuidar a su hija?DOOLITTLE (con tono de reproche). Vamos, vamos, oiga, jefe. Es esto razonable? Es

    lgico aprovecharse de un hombre de este modo? La muchacha me pertenece. Usted la tiene.Qu salgo ganando yo? (Vuelve a sentarse.)

    HIGGINS. Su hija tuvo la audacia de venir a mi casa y pedirme que le enseara a hablarcorrectamente, para poder conseguir un empleo en una florera. Este caballero y mi ama dellaves han estado aqu durante todo el tiempo. (Amedrentndole.) Cmo se atreve a venir

    para tratar de extorsionarme? Usted la envi adrede.DOOLITTLE (protestando). No, jefe!HIGGINS. Y yo digo que s. De qu otro modo podra saber que se encuentra aqu?DOOLITTLE. No acose a un hombre de ese modo, jefe.HIGGINS. La polica lo acosar! Esto es una intriga... una conjura para sacarme dinero

    mediante amenazas! Telefonear a la polica. (Se dirige resueltamente hacia el telfono y abrela gua.)

    DOOLITTLE. Le he pedido acaso siquiera una moneda de un cuarto de penique? Quelo diga ese caballero. He dicho una palabra acerca de algn dinero?

    HIGGINS (arrojando la gua y yendo hacia Doolittle en actitud amenazadora). Yentonces, para qu vino?DOOLITTLE (dulce). Para qu podra venir un hombre? Sea humano, jefe.HIGGINS (desarmado). Alfred, la oblig usted a hacerlo?DOOLITTLE. Le juro que no, jefe. Juro por la Biblia que hace dos meses que no veo a

    la muchacha.HIGGINS. Y entonces, cmo supo que estaba aqu?DOOLITTLE (sumamente musical, sumamente melanclico). Se lo dir, jefe, si me deja

    decir una palabra de tanto en tanto. Estoy dispuesto a decrselo. Quiero decrselo. Estoyesperando la oportunidad de decrselo.

    HIGGINS. Pickering, este individuo tiene un cierto don natural para la retrica. Observe

    el ritmo de notas naturales nativas. "Estoy dispuesto a decrselo; quiero decrselo; estoyesperando la oportunidad de decrselo." Retrica sentimental! Esa es su veta galesa. Explicatambin su mendacidad y deshonestidad.

    PICKERING. Oh, por favor, Higgins, yo tambin soy del oeste. (ADoolittle.) Cmosupo que la joven estaba aqu, si no la envi?

    DOOLITTLE. El asunto fue as, jefe. La chica llev a un joven en el taxi para darle unpaseo. El hijo de la casera, es. El se qued por aqu, en la esperanza de obtener otro paseogratuito. Bueno, ella le hizo volver a buscar el equipaje, cuando se enter de que usted estabadispuesto a dejarla quedarse aqu. Me encontr con el chico en la esquina de Long Acre y lacalle Endell.

    HIGGINS. Taberna. No es verdad?DOOLITTLE. El club del pobre, jefe. Por qu no?PICKERING. Djelo que termine con su relato, Higgins.

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    DOOLITTLE. El me dijo lo que ocurra. Y yo le pregunto a usted: cules fueron missentimientos y mis deberes de padre? Le dije al muchacho: "Treme el equipaje", ledije...

    PICKERING. Por qu no fue a buscarlo usted mismo?DOOLITTLE. La casera no me habra permitido sacarlo, jefe. Es de esa clase de

    mujeres, sabe? Tuve que darle al chico un penique antes de que pudiera convencerle, el muycerdo. Y yo me traje el equipaje, tanto como para hacerle un favor a usted y hacerme elsimptico. Eso es todo.

    HIGGINS. Qu cantidad de equipaje?DOOLITTLE. Un instrumento musical, jefe. Unos cuadros, algunas baratijas y una jaula

    de pjaro. Ella dijo que no quera ropas. Que poda yo suponer, jefe? Le pregunto: comopadre, qu poda yo suponer?

    HIGGINS. De modo que vino a salvarla de algo peor que la muerte, eh?DOOLITTLE (apreciativo, aliviado de ver que se le entiende tan bien). Precisamente,

    jefe. Eso mismo.PICKERING. Pero, por qu le trajo el equipaje, si quera llevrsela?DOOLITTLE. He dicho yo algo acerca de llevrmela? Lo he dicho?HIGGINS (decidido). Pues se la llevar, y a paso redoblado. (Cruza hacia el hogar y

    hace sonar el timbre.)DOOLITTLE (levantndose). No, jefe. No diga eso. No soy hombre como para

    interponerme entre la felicidad y mi hija. Una carrera se abre ante ella, como quien dice, y...Mrs. Pearce abre la puerta y aguarda rdenes. HIGGINS. Mrs. Pearce, este es elpadre de Eliza. Ha venido a llevrsela. Dsela. (Vuelve al piano, con aire delavarse las manos de toda la cuestin.)

    DOOLITTLE. No. Esto es un malentendido. Esccheme...MRS. PEARCE. No puede llevrsela, Mr. Higgins. Imposible. Usted me dijo que le

    quemara las ropas.DOOLITTLE. Es cierto. No puedo llevarme a la muchacha por las calles como si fueseuna maldita mona, no es verdad? Dgalo usted mismo.

    HIGGINS. Usted me ha dicho que quiere a su hija. Llvesela. Si no tiene ropas, salga acomprarle algunas.

    DOOLITTLE (desesperado). Dnde estn las ropas en que vino? Las quem yo o lasquem su esposa, aqu presente?

    Mrs. PEARCE. Soy el ama de llaves, s no tiene inconveniente. He hecho pedir algunasropas para su hija. Cuando lleguen, podr llevrsela usted. Puede esperar en la cocina. Poraqu, por favor.

    Doolittle, profundamente turbado, la acompaa hasta la puerta, vacila y finalmente se

    vuelve hacia Higgins con actitud y tono confidencial.DOOLITTLE. Oiga, jefe. Usted y yo somos hombres de mundo, no es as?HIGGINS. Oh! Somos hombres de mundo, eh? Ser mejor que salga, Mrs. Pearce.Mrs. PEARCE. Yo tambin creo lo mismo, seor, por cierto. (Sale con dignidad.)PICKERING. Tiene usted la palabra, Mr. Doolittle.DOOLITTLE (a Pickering). Le agradezco, jefe. (A Higgins, que se refugia en el

    taburete del piano, un poco abrumado por la proximidad de su visitante; porque Doolittleest rodeado de un tufo profesional de basura.) Bueno, la verdad es que me ha cado usted engracia, jefe. Y, si la quiere a la chica, no estoy tan empecinado en llevrmela a casa que noest dispuesto a aceptar un arreglo. Desde el punto de vista de una joven, es una muchachasumamente bonita. Como hija no vale lo que costara mantenerla. Y por eso se lo digo a ustedfrancamente. Lo nico que exijo son mis derechos de padre. Y usted sera el ltimo hombreviviente en pretender que la deje irse sin ninguna compensacin. Porque ya veo que es usted

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    uno de esos individuos derechos, jefe. Bien, qu es para usted un billete de cinco libras? Yqu es Eliza para m? (Vuelve a su silla y se sienta juiciosamente.)