O u a t t o - Universidad de Granada

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Preguntó cierto ente un ella. A un crítico estrafalario Con qué cosa el Diccionario Alas semejanza ten ia;Y el otro le respondía :Con la torre de B ab e l,Puesto que se hablan en él De lenguas mas de un m illou,Y hay en él mas confusión Que en la corte de Luzbel.

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^ g S p a o^3<2^>o^3<^^3Q 3^^Q Q ooa3<^>oQ 3<^^aaa^S>oQ a<^>oQ a ,

Qucerenda pecunia primüm est, scientia posS numrnos.

X̂ lejie de oro un bolson ancho y profundo y mas que de él se ria todo el mundo, que después que enriquezca con lo nuestro de Geografía tomará maestro.

De mi estuche.

jV ía m á , yo quiero un suplemento, dccia una lechuguina á otra que se pareció ¿ su m adre , al tiempo que pasaban junto á mi por la Carrera de San Gerónimo. ¡Válgam e D ios, esclamé yo (aunque no había por alli quien me llamase banderi­l le ro ) , y Gomo se hacen de moda los in­ventos de los grandes hombresl Esta pere­grina idea de los suplementos se ha gene­ralizado tanto que ha de venir un dia en que mi mozo de mandados no ha de tom ar de la tahona un panecillo sin que se le den con su suplemento. ¡ Y yo pobre de m í tam bién debo dejarme arrastrar por la mo­d a ! ¡ y he de andar con los suplementos á vueltas! E n este caso si que me horripilo , y se nie figura oir el zumbido de aquel gi­gantón polar que me dice con su tonante voz ¿se va entendiendo alguna cosa? Bien lo entiendo , le contestaría y o , y le calo á usted mejor que á una sandía-, pero ahora se trata de suplementos y no de las modifi­caciones de las calabazas. ¿Con qué ello es

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que lie de poner un suplem ento? ¡suple­mento á un quinquefolio! ¿Y á qué parte se le colgaremos ? JVo hay remedio, al cuen- tecito de la m áquina volátil que se quedó pendiente.

C ontinúa, pues, J u s u f el T h er i A m ir geógrafo que ( véase el art. Cabra ) hizo la división de las provincias de E spaña en tiempo de los romanos (* ) , el citado cuen­to de esta m an era : reíanse los circunstan­tes oyendo hablar á nuestro maquinista de SaUsueña, sin apreciarlas razones que ale-

f;aba en su favor •, sin duda regia en aque- los tiempos la ridicula sentencia de que

las propias alabanzas envilecen , Sea de esto lo que quiera , lo cierto es que en tre tanto chuzón habia por casualidad un hom­bre sesudo y de malas pulgas, el cual no pudiendo sufrir tanta sandez en el uno y tanta algazara en los o tros, alzando la voz é imponiendo silencio al auditorio dirigió á mi Tieo-B rahe estas palabras. ¿Es posi­ble , tio Sabas, que no conozca usted su sim pleza, y que los repetidos desengaños que ha tenido no le hayan hecho abrir los

(*) Este, que en otro, se llamaría grosera anacro­nismo,pero que en boca de mi dulce Ijiccionarista es un borron de pruebas, ine recuerda ciertos versos que leí hace muchos años. Me parece que estaban en un librejo titulado arle de hacer Diccionarios geosrájicos que en fo r m a de Carla escribía el lio Pelón á su sobrino. Decían í;s i:

Cuando nuestro padre Adan fue capitán de romanos le ofrecieron los gitanos chocolate en Yucatán, &c. &c.

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?ojos y conocer que mas ele una vez le han salido fallidos sus cálculos ? ¿No hace m e­moria de que de resultas de haber dado á luz ciertos papelejos traducidos de otros cjue se publicaron en un pais vecino en tiempo de rev u e lta , y que usted no hizo mas que vestir de rem iendos, estuvo á

Surito de tener un sentimiento por parte e los sugetos cuyas virtudes y lealtad qui­

so poner en ridiculo ? ¿No se acuerda de cuando se empeñó en ponei;nos un nuevo alcalde estando nosotros m uy contentos con el que teníam os, y se vio condenado á estar tres dias disputando á los javalies la prerogativa de comer bellota? ¿ No tiene

Sresente cuando quiso centralizar el carro el m undo, dándole dos ejes encontrados,

y salió aquella Jo ta pecadora que le puso como hoja de peregil? Vuelva usted en sí, tio Sabas, conózcase á sí m ism o, y déjese de máquinas volátiles, pues es b ien rid í­culo que pretenda saber lo que hay en las regiones celestes el que no tiene aun co­nocimiento de si existe alguna cosa en las cavidades de su cerebro.

¡Cómo! esclamó el tio Sabas, ya en te ­ram ente fuera de sí. Yo haré callar á los ri­sueños y arrepentirse á los críticos de su atrevim iento. M i mucha y bien acreditada m odestia me había impedido hasta ahora el hacer uso de un documento cuya sola vista les va á llenar de te rro r. Sepan que tengo en mi co rra l, debajo de una te ja , un diploma en que se me concede el honor

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de ser uno ele los muchos seres ágiles que pueblan los montes de Tetuan. Cuando yo estuve allí a caza de monos , tne di á co­nocer tanto por mi talento y lo infatigable de mi trabajo, que hace poco tiempo me han enviado de aquella parte un gran p a­pel > que aun no he leido por mis ocupa­ciones , pero en el qüe sin duda se me h a­ce m iem bro de aquella junta. Aqui está la carta. Tomóla nuestro sesudo apostrofador, y abriéndola vio que se reducía á una invi-tato ria__y ¿para qué dirán qüe era? Era,sino lo has, ó lector, por pesadumbre y eno­jo , para que fuese á cortar los callos a las monas. Aqui Vendría m uy al caso una di­sertación anatómica acerca de la verdadera posición y recta determinación del parage donde tienen los callos las m onas, espre- sando su longitud y la titu d , con su altura sobre el nivel del m an de L am a, clima,

■naturaleza del terreno &c: óCc. ¿Pero á qué meternos en episodios? Todos saben, sobre dedo mas ó m enos, dónde y cómo tienen dichas cscíescencias aquellas seño­ras. ¿Y q u é , se acabó el cuento? dirán mis lectores. Esto es lo que yo no sé. Es un cuento de circunstancias, ó por mejor de'- eir.es un cuento de cuentos, tan flexible y elástico como el autor de la obra que criti­co. Según esté se alargue ó encoja, asi su­cederá con la conseja. Por esta vez se con-- cluyó , que nos está llamando á toda prisa un cuarto mayor y mas pesado que una rueda de molino;

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Vamos con el. A d verten c ia del A u ­tor. En una de estas tres palabras b a y , como ya dejo dem ostrado, riti solemnísimo e r ro r ; pero pase para los que lo creyeren. En el segundo y tercer renglón ya empie­za á resentirse de la falta de principios de aritm ética M r. Corachan. ¿De dónde de­duce este buen señor que los 17 estados que pone en el 4.° to m o , la mayor paite de medio p liego, de letra gruesa, y mas de la mitad en blanco , compensan las 122 páginas que nos está debiendo? Dice asi con respecto á este particu lar.... « Consta el 4.° tomo de 472 páginas, que con los 17 estados que acompañan al articulo España, completan este tomo y los pliegos que lle­vó de menos el tomo 3 .°, los cuales no van foliados por no in terrum pir ÓCc. ” Esto si {¡lie es entender de achaque de lenguage Y saber la correspondencia y paloteo de

"/as roces con que se hilbanan los miem­bros de un periodo.

Poco mas abajo se espresa asi: J\oso- tros misinos (es decir, sus escribientes y el) notamos muchas inexactitudes (¡ fjue g o i- das deben se r!) , que se insertaran en el suplem ento , y sucesivamente en otro u otros que se irán publicando , ( ¡ aprieta . j ap rie ta!) d fin deque los que han adqui­rido esta edición (por su desgracia) no tengan necesidad de comprar otra (vanos temores. Si de esta salgo y no muero dCc.) para rectificar los errores que hayan p o ­dido deslizarse (ya se inclina a creer que

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no los fray, pues los pone en duda) en la actual— Estos cuantos renglones de sU advertencia eran capaces de adm itir un co- m entario mas largo que el de Virgilio por Servio; pero yo, que tengo un genio vivo y bullicioso, porque el que con lobos anda á abullar se enseña (es dec ir, que he leido su diccionario), me voy á lim itar á darle una leccioncita que á m i entender no le estarcí de so b ra , según el olfato que me ha dado su pergeño . El que se propone abrir una suscripción, de cualquier obra que sea, debe tenerla toda compuesta de antem ano, limada y corregida en lo posi­ble ; si ño pudieran decir los súscriptores que habían sido engañados , cosa que seria m uy sensible para un hom bre pundonoro­so. Otros se reirían del dicho : tal es el m undo. E n segundo lugar dehe saberse, y que es m uy fácil para todo el qué en­tienda m edianamente el m ultip licar, cuán­tos tomos podrá arrojar el todo de la obra;, pues tal suscriptor habrá que sacrifique á costa de mil privaciones el im porte de seis tom os, y se encuentre imposibilitado de tom ar diéz ó doce , pues no todos se han acaudalado comerciando con pobrecitos. De ningún modo se faltará á lo una vez prom etido , pues siendo la estimación el m ayor bien para un hom bre de rectos p rin­cipios , debe posponer todos los intereses á la conservación de su honor. Alguno pu- di era hallarse que por haber tenido una educación descuidada no reparase eu es-

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tos pelillos 5 pero este no formarla una re ­gla genera l, sino una escepcion m ezquina y despreciable. Tampoco se debe de poner álos suscriptores en compromisos agregando á la obra objetos ridiculos, innecesarios y mal trabajados, de que se tuvo la odiosa cautela de no hablar en el prospecto. Ni mucho menos se ha de tratar de p ro lon­gar las utilidades de la suscripción alargán­dola por medio de suplementos. Si estos se hiciesen indispensables, se darán gratis-, pues ¿qué razón hay para que pague un inocente süscriptor las faltas que nacen de La ignorancia é ineptitud del autor de la obra? ¿No hace bastante en adelantar su d in ero , esponiéndose á mil contingencias y á verse engañado , como acontece , sino que tam bién ha de comprar las correc­ciones? Este párrafo no faltará quien diga que tiene 42 lineas sin enlace de senten­c ia , sin reposos , sin giro , sin mas enlace <pie un puñado de cerezas ; pero tenga, paciencia, que ahora sigue otro que com­prenderá materia mas glutinosa.

Se alaba varias veces y en diferentes parages nuestro Diccionarista de que ha h e­cho un gran servicio al Estado con em pren­der tan útilísima obra , la que solo necesi­tará alguna lima para llegar á su phí'fec- cion. Esto me recuerda un cuentecillci qüe me espetó mi abuela estando háeiend puches una noche de todos los SS'ntos , c el fin de entretenerm e para que hó la so biese el. arrope que tenia preparado pa

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sazonarlas. Contórnele de esta manera : Hu­bo en cierto tiempo un cafre de los m u­chos q u e , aunque nacidos en España , se vienen todos los dias por a c á , in trodu­ciendo resabios adquiridos allende , en donde, aunque no ban abierto un liuro, ni ilustrádose, se han provisto de una gran dosis de presunción , que les hace creer que son el eje polar de todas las ciencias. Este tal , después de haber corrido la ceca y la m eca , ya disfrazado de pobrecito , ya de holgazán , ya de cortesano , y siempre con sus alforjas bien provistas de ignoran­cia y desfachatez , vino á p ara r, por no se qué casualidad, á un pueb lo , cuyo nom ­b re no tengo presente. Buscando sin cesar algún pretesto para sacar dinero á costa de inocentes , le ocurrió la peregrina ¡dea de empezar a desacreditar los Organos que h a­bla en el pueblo como mal construidos, faltos de to n o s, desafinados, y qué sé yo qué mas. Pretestos no le faltarían , pues estaba ham briento. Habia aprendido en su niñez á tocar la trom pa de M edellin con un pastor de su pueblo', y hablaba en pun­tos de solfa como se puede imaginar. ̂Los vecinos del pueblo , que viéndole venir de

-estrangis , creían debía saber m ucho , p o i­que esta creencia es ya algo añeja en nues- tra 'E sp añ a , y seducidos por su parola , re ­solvieron ayudarle , según sus facultades, para que construyera un órgano que no tuviese los defectos de que , según el nue­vo Orfeo , adolecían los hasta entonces co-

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.nocidos. Acopló buena cantidad de dinero, y como le habían quedado ciertos resabios de cuando hacia el papel de antípoda de los laboriosos, busco ocho ó diez sugetos no instruidos en el ramo que abrazaba , si­no necesitados , para que le costase menos SU trabajo.

Encerróse con ellos , y al cabo de dos meses presentó al público un cajón m uy tapado y con un rótulo que decia : escala de G e-sol-re-ut. Procuró enseñarlo al tiem-

fio que salían los muchachos de la escuela, os cuales apenas vieron aquel armatoste

se repartieron por todo el pueblo gritan­do á gaznate tendido : G e-sol-re-ut, G e- sol-re-ut. Valió este prim er cajón al orga­nista cornicabra un buen aumento de p e ­setas. A los otros dos meses salió con otro cajón cerrado , con su rótulo : A-la-m i-re. Nuevos gritos de los m uchachos, nueva mina para el maestro Corneja. Dió á luz el tercero con el título de S o lfeo , y yo no sé si esta palabra ó alguna otra circuns­tancia hizo en trar en sospechas al alcalde,

3uien , sin ser nadie poderoso á disuadirle e ello , se empeñó en que había de ver

f>or dentro el sol-feo . F ueron vanas todas as escusas del artífice : el alcalde era testa­

rudo , y no hubo mas recurso que enseñar­le el sol-feo destapando el cajón. Mas cuál fue la sorpresa de los circunstantes al verle todo lleno de serrín de diferentes maderas. ¿Q ué órgano nos hace usted aqui ? esclamó todo colérico el juez, encarándose con el

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músico de Tauro. ¿Se burla usted de noso­tros...? ¡ Olí gente ignorante é injusta , ré r plicó el organero , compadezco tu corto sa­ber y tu mala fe! E stos son los m ateria­les j a preparados para la grande obra que ha de llenar de armonía al pueblo en­tero. JTo con infatigable trabajo he. reuni­do los materiales , solo fa l ta uno que los lime para sacar de ellos las flautas , las te ­clas, los conductores y el entonador. Reser­ven ustedes con cuidado estos cajones , que

j a 'vendrá quien los de la última mano. Al­to a q u i , señor solfista , replicó el alcalde, usted no sale del pueblo sin que quede h e ­cho el órgano. Se le darán á usted no so­lo lim as, sino escofinas , para que trabaje, y no le dejaremos en paz basta qiie nos cumpla su palabra de sacar, limando ese serrin , hasta el pellejo de los fuelles. Us­ted lime cuanto quiera— A tento estaba yo esperando el fin del cuen to , cuando un m aldito gato tropezando con el rabo de la sartén dió con las puches en la ceniza.

Sigamos la advertencia del autor, que continúa diciendo : la carta general de E spaña : ¿ á qué llamará él carta particu ­lar de España? Sin duda la que nos ha dado nuestro Casini debe ser general por com prender todos los defectos que puede tener una carta. Analicémosla. Todo el que conoce el mecanismo de una carta geo­gráfica sabe que su m érito consiste en la exacta delincación de la cuadricula , pues como de esta se han de deducir las posi-

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astronómicas de los pueblos ( únicast « rn n i n

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no está bien trazada, toaos íusben estar dislocados. Pues precisam ente su-D e n e s ic ti u w i u ^ u v u . - — r cede esto en el exactísimo mapa que nos ha

umbrío . v no barato , nuestro dicciona-

enano no na icmuu » r ~ 7 * f „ - i pto de Cádiz , sino por otro a á á» al &. de su verdadera posición. De este error de­ducen todos los que entienden de mapas que no hay ni siquiera un pueblo bien co­locado en la tal carta general. Pues tómese un compás, y baílese la distancia entre dos pueblos cualesquiera , y se verán todavía cosas mas estupendas. Sin duda tem iendo esta prueba no quiso poner escala a tan fe­liz producción. — ¿Y para que se necesita escala , señor crítico? ¿Es defecto el que no la tenga?— Poca b u lla , señor Puissant, y mas razones Si esta carta hubiera de ser­vir solo para sugetos que tuviesen conoci­mientos de la parte matemática de la geo­grafía convendría con usted ; pero una car­ta , que como nos dice , es para la genera­lidad de personas en tre quienes no se b a ­ilan esos principios , como usted mismo lia confesado varias veces, y señaladamente en su contestación, ¿como puede pasar sin es­cala ? ¿Cómo hallara la distancia de un pue­blo q otro el pobre süscrip to r, que tan lar­gamente ba pagado lo que tan poco vale .

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.A. la. verdad , que no alcanzo la causa de tal omisión. Olvido no puede ser , pues en ese caso tam bién se le hubiera olvidado de­cir á como se vendía. Ignorancia menos, siendo, como dice, de la sociedad de Geo­grafía de París (*). Sea lo que quiera , lo cierto es que no hay escala , y que para nada sirve la carta á la m ayor parte de los lectores.

O tro olvido noto , y olvido que ofende terrib lem ente su buena reputación. Casti­lla la vieja no ha salido de figura triangu­lar. ¿Que es esto , señor la Coudamíne? ¿ E n el testo dice usted una cosa , y en la carta pone otra? Las montañas como han sido sistem atizadas tampoco están comoson, sino como usted quiere que sean. El mági­co de Astracán no hace mas transformaciones que usted. Y sino échese una mirada por la parte septentrional de la provincia de B ur­gos , y se la hallará con unas montañas, que según el tono de las sombras , no son mas altas que los cerros de Uclés. Que se venga ahora Bowles poniendo piedras en aquella parte para indicarnos su grande ele­vación. G uerra á las montañas , ha dicho nuestro Geógrafo , y al m omento se han aplanado las que se oponían á las nuevas lineas de canales. El mismo Pancorbo ha visto desaparecer su formidable garganta, y se ha quedado en medio de una llanura,

(*) Sin duda como este respetable cuerpo celebra sus juntas por la noche , ha tratado de proveerse de despabilado!'.

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que por lo menos tiene doce leguas cuadra­dos , y que viene á term inar en el E b ro .: Gon qué placer podrán sus moradores esten- der ahora la vista por esta nueva campiña, después de haber estado por tantos siglos metidos entre aquellos desnudos y descar­nados peñascos que les amenazaban. La ciu­dad de Cuenca se ha quedado igualm ente en un campo como la palma de la mano , y no se ve ni un asomo de m ontaña en muchas leguas al rededor. La imperial Toledo tam ­bién ha obtenido esta feliz transformación. Todo esto y m ucho mas se necesita para que corran los nuevos canales las setenta y mas legitas casi en linea recta. Que examine el lector el que va desde Falencia por B ur­gos y Nájera hasta Logroño , y dará gra­cias á Dios de ver tan buenas cosas y tan divertidas. ¿ Quién tiene efectivamente tan poca gana de re ir que no suelta la carcaja­da al ver un canal trepando por la cima de escarpados peñascos, echándose a rodar por precipicios , salvando barrancos y atrope­llando montañas ? No seria yo el que me embarcase en él. ¿Mas es este el único ? Examínense los ciernas y se tendrá lo mismo. Una observación m uy honorífica para nues­tro ingeniero hidráulico es la que le ocurre al mas zote con solo m irar la nueva carta, y es que todos los canales proyectados por aquel van casi rectam ente de un punto a otro , al paso que los ya concluidos están llenos de quiebras , formando líneas angu­losas. Y ¿de qué proviene esto? De que los

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que idearon aquellos eran unos ignoran­tes .... unos vecinos de Burricaria , que no dieron en el Ítem de la dificultad. Si h u ­bieran aplanado antes los montes que se opo­nían al recto curso de los canales , como ha hecho nuestro Belidor , no habrían n e ­cesitado de tantos zig-zas. ¡Bien haya el ingenio ! ¡ Cuántos gastos aho rra , y qué de invenciones procura !

Tampoco es grilla la ocurrencia de pre­sentar las montañas de la Península inde­pendientes unas de otras. Los necios na tu ­ralistas y geólogos las pusieron como si fueran á bailar la danza prima > dándose las manos las unas á las otras. No señor , han de bailar el baile inglés , y cada una vaya por donde mejor le parezca : ¿y cómo se consigue esto ? Convirtiendo en paramera á toda montaña que no concluya en una cima tan aguda como la punta de un pararrayos.¡ Válgam eDios, y qué ejército de parameras, ha desembarcado en España ! Y o estoy ya proveyéndom e de una zalea por si le da ga­na á mi hom bre de hacer pasar una por Maudes , pues aunque ya , como jubilado, no acudo á las sesiones del instituto geográ­fico , suelo ir por alli alguna vez á cazar chorlitos , como el diccionarista puede ver por sí mismo.

Mas continuemos con la advertencia. L a carta general de E spaña no contiene mas que ‘.¿449 pueblos, porque no caben m a s e n un punto tan pequeño (¿ s i sera punto matemático P ) sin que ocasionasen

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gran confusión. Qué timorato se nos há vuelto el geógrafo de poco acá. No lo lia sido tanto en ja redacción de su obra , en que reina la confusión desde el prim er par de bueyes que abren la m archa del tomo primero , hasta la faina geográfica (*) que se escapa por el fin del cuarto ¿Cómo h a­bía de ponerse ni siquiera un pueblo en las dos y mas pulgadas que médian en tre m uchos de vellos ? O tra razoncilla hallo yo mas paíisible para esta omisión. Se acerca el tiempo dé la penitencia , j e s preciso que empiece el arrepentim iento. Basta con qué en lo§ 2449 pueblos, situados según la naturaleza , sé hayan levantado 2449 fal­sos testimonios astronómicos y otros tantos topográficos Pero esta carta es carta dediccionario , dice un poco mas ahajo__Ya,ya entiendo á Usted, señor Horacio : Cxeo- graphis atque poétis quidlibet audendi sem p erfu it cequa potestas. ¿ No es ésto lo que usted quiere decir ? Al menos esto de­be deducirse , pues en su contestación nos dió por prméipio fundam ental que en los diccionarios geográficos no había necesidad de usar de un estilo correcto , ni guardar las reglas gramaticales, y ahora en su cuar­to tomo anadé que una carta de dicciona­rio puede ser cualquier cosa, l o creo que usted ha tomado por modelo á cierto hom ­bre , demasiado conocido , que decía j'a¿ úia politique d m oi , .y p o r eso ha formado

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(*) ¿Si será la del autor?

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■unas platiquitlas análogas á su gusto é in­tereses. Ha hecho usted m uy bien. Conti­núa diciendo que en cuantos Diccionarios han salido hasta ahora á luz en cualquier idioma ( se desconoce en cuál escribe é l ) ninguno la tiene ni tdn extensa ( de p re ­cio tan clara ( de pueblos ) , ni que com­prenda mas objetos ( trastornados ) dig­nos de la atención del observador ( ese soy yo , por eso encuentro en ella tantas perfecciones ).

Tam bién acom paña a este volumen, dice mi lia fací , un plano del peñón de G ibraltar. Confieso que aunque pague mis seis reales ( que es la tarifa de la maza de todos los tomos ) , no be podido encon­tra r tal plano. He visto si una perspectiva, vista ó elevación , la que se conoce tomo el autor cuando babia niebla en el estrecho» según lo confusa que ha salido.¿ Es esto lo que usted llama un plano , señor M iguel Angel? ¿Y qué significa aquel mamarracho? ¿ Donde esta la esplicacion? ¿Qué torres son las que andan nadando por el m ar sin nom bre ni apellido? ¿Corresponden á los in­gleses ó al Suba de Áapoul? Y aquellos na­vios que no ha perdonado el pincel del iluminador , ¿han zozobrado tam bién ? Si esto es asi , sin duda alguno de ellos iba cargado con la reputación geográfica de cierto sugeto que todos conocen , y yo ni mas ni menos. Ultimamente ( concluye mi economista ) , prevenirnos d nuestros lectores que en lo sucesivo se darán los

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tomos restantes con menos retardo. S í, sr, eso es lo mejor , que desde m üy bino oí yo decir : /topó de aquí, que ños lián conoci­do. Pronto , pronto no dejar que obre la reflexión, pues entonces á Dios ini dinero. Esto prueba que van á salir mucho mas correctos los tomos sucesivos. N o-hay d u ­da ; la precipitación es la garantía del acier­to en las empresas literarias. No faltara quien me diga : albricias , A lvarez , el

'enemigó huye. Sí , le contestaría yo , h u ­ye ; pero sé Va con mi dinero. C oncluye' la advertencia como mem orial , recordan­do el objeto prim ario ¿Cuál es? Los cua­ren ta reales qUe Vale la carta.

Muy bueno debe de estar el testo del 4.° tom o, señor Crítico, cuando usted no le há clavado el diente. -—Y tan bueno que solo en la prim era coluna , que es casi media, ya encuentro mas de una docena de des­atinos. Empieza asi : E spaña ( H esperiaJ ( H ispania) ( Ib e r ia ) . . . . ¡Qué sequedad debe de haber este año en el cerebro del diccionarista! Cóm o, p o r q u e , y cuando se daban estos nombres á España poco im ­porta. E l que lo quiera saber que revuel­va archivos, ó vea si estas palabras son de brisen arábigo ó monomotapés. E s tá si­tuado (el R.° de España) entre los 5°43'34,/ de long. occid. , y los 6nS9/tí// de long, orien ta l.... Como el meridiano de estas dos longitudes no se halla espresado, quie­re decir que estarán tomadas desde la isla de Hierro, segUn lo que nos enseñó en su.

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contestación, y es uso_>común entre los geógrafos de su calaña : y comprendido en­tre los 36° y 44° de la titud N . ( qué ca­bales le han salido á usted estos grados, se­ñor L a la n d e ), y entre ios 9oy 22° ( ta m ­poco sobra ni falta aqui un ápice ) de lon­g itud O. contando desde el meridiano de la isla de H ierro . ¿C óm o, señor doctor Sangredo, usted mismo renuncia de su doc­trina ! :¡ Usted mismo nom bra el meridiano de tal isla , cosa que solo hacen los lech u ­guinos de geografía ! Ya está usted fresco. Añade que la Península se halla igualmen­te entre 1 ° E . y 11 O. de longitud del me­ridiano de P arís , porque esta vez no ha querido que se le escape la patria de las manos ; pero desearía j o qUe me dijese cómo, siendo España una misma , resulta ten e r, según la longitud anónima, 12°42/40// de E á O; según la de la isla de Hierro 13o, y según la de París solos 12¿a. Aqui si que vendría bien una coplita que dijese.

¿Cómo pUede ser que un hom bre de estatura regular sea al mismo tiem po enano y de altura colosal.

L a Península entera ( prosigue ) está la ñ a d a de N . á O. por el O ccea n o ,y de S . á E . p o r el M editerráneo. ¡ Piedad, se­ñor comosgrafo, piedad , y m il veces p ie­dad! ¿Que Península es esta bañada ente­ram ente por el mar? Ésta especie de Pe­nínsulas son tam bién de su cosecha.. Yo

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¿ lo menos, como tan ignorante en puntos de geografía, y eso que he leído la in tro ­ducción que usted ha compuesto para ilus-. toarm e, confieso que no lo entiendo. ¿Qué ha hecho usted de los Pirineos? ¿Han re­cibido alguna comisioncita como la del Ca­bo G ata, ó se han convertido en m áquina volátil? Sin duda sor» para, el diccionarista pueblos marítimos Jaca , Q anfran, P u ig - eerd i y Urgél. Ya se y e , él habrá oido de­cir que por allí hay y arios puertos , y al punto concluiría que donde hay puertos m ar debe de h ab e r, y sin mas ni mas to ­mo la pluma y soplo el Qcoéano por a- quella p a r te , cQuyirtiendo. la España en una isla mas redonda que la de Ceilan- ¿ Que me digan á mí que este hom bre no es el que se necesita para prom over lana-- vegacion y el comercio de España? Sigue luego refiriéndonos que esta tiene mas Je 200 leguas de E á Q / estas mas de 2üU pueden ser 8 ó 1Q.000) , y de N . á S. 195, Perdone usted, señor doctor, que no es eso, pues aquí cornete usted uno de los mas gar­rafales desatinos. Hallándose España entre los 36 y 44° de hit. N , tiene de S, á N. 8o. que á razón de 20 leguas cada u n o , po r­que estos no s o n de paralelo , dan solo '160 leguas. Bien que sohre esto „ continúa, hay alguna diferencia de opiniones. ¿Pero y su exactísima carta para qué le sirve? JNo acierta á medirlo ¿no es verdad? Pues sepa que estas dos dimensiones son las que t e - ’ iremos mejor determinadas. ¿Q uiere que

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se las diga ?...' Luego. Luego. (*). La es~ tensión de P ortugal, prosigue,, es de 3437-f. leguas. Convengo en ello; pero aqui nos encontramos con una novedad de tanto b u lto ..... Hasta abora habían creído cua­tro matemáticos majaderos que el todo equivalía al conjunto de sus partes. No liabia escrito todavía el Euclides de Be- cerril, y por eso se miraba como un axioma aquel disparate. Al presente j a es otra co­sa. Demostrémoslo para confusión dedos, sabios españoles y estrangéros. T iene el Portugal 6 provincincias , que son : Algar- be , A len tejo , Estreñíadura portuguesa, la Boira, E n tre Duero y M iño, y Tras los M ontes, las que según el autor del Dic­cionario, tienen,las estensiunes superficiales que siguen.

A lgarbe 182. leg. cuad,A lente j o ................... 700.Estrem adura . . . . 750.B e ira ........................... 720.

-E n tre Duero j Aliño 240,Tras los Atontes. , , 455,

T otal. 3047 ; pero yohabré sumado mal , pues el diccionarista dice que salen 3437f.

T al es el análisis dé la prim era media coluna de su 4.° tom o, en la que , co­

(*) También está graciosa la estcnsion superficial que da á España, y el matrimonio que lia hecho con­traer á las costas de las provincias de Santander y Vizcaya.

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mo lie lieclio ver, se contienen mas de una docena de desatinos ó inexactitudes. Y eso que en la redacción de este tomo ha ern-

Ideado mas de cuatro m eses, y que debe íaberse esmerado , sabiendo que bay ob­

servadores en campaña. Dedúzcase cuántas tendrá el total de la obra, sin embargo que me he limitado á criticar las que única­m ente son efecto de su total ignorancia en los principios mas elementales de la geo­grafía , que si me metiese en lo sublime y en ]á parte descriptiva, seria nunca aca­bar ; pero esto se queda para plumas mas diestras y mejor cortadas que la mia (*). ¿Y todavía está creyendo este buen señor que nos regala una obra m agna, única en su c lase, y que está prestando un gran servicio al Estado ? Jamás podrá compen­sar los gravísimos males que ha ocasiona­do y que tiene que ocasionar en lo suce­sivo á los progresos de la geografía en Es­paña , á la administración fiscal, á la opi­nión pública, á la navegación in terior , y á la formación de una buena estadística. Es mas difícil desprenderse de ideas erró­neas, que adquirir otras nuevas, cuando el entendim iento se ha estragado con la lec­tu ra de libros tan mal escritos como el que critico.

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. (*) En el siguiente folletín insertaré muchas jui­ciosas reflexiones, que me han remitido sijgetos respe­tables, interesados en que n.0 se abuse por mas tiem­po del Augusto nombre de S, M. , y dé la confianza del público.

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24F in d e f i e s t a .

Diálogo entre un librero ó librera y un suscriptor a l Diccionario geográfico y es­tadístico .

Susc. ¿ Como vamos de suscripción de Diccionario ?

Lib. M uy bien. Hem , laem.Susc. ¿Se aum enta?L ib . Si señor. H em , liem.Susc. ¡M ucho tose usted!L ib . Se ha resfriado, hem., tan to , hem ,

el tiempo.Susc. ¿Con que no han perjudicado las

observaciones del despergeñado Alvarez?Lib. A l contrario, hem , hem , se h an ...

h e m , h em , hem , su scrip to , h e m , hem , h e m , h e m . , . , . , . . /

La tos que se redobló la evitó sin duda quebrantar un m andamiento. ¿C uál era? Adivínelo el curioso.

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