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Humania del Sur Revista de Estudios Latinoamericanos, Africanos y Asiáticos La Causa Saharaui Año 9, Nº 17, Junio – Diciembre, 2014 Universidad de Los Andes Centro de Estudios de África y Asia “José Manuel Briceño Monzillo” Mérida – Venezuela ISSN: 1856-6812 ISSN Electrónico: 2244-8810

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Humania del SurRevista de Estudios Latinoamericanos,

Africanos y Asiáticos

La Causa Saharaui

Año 9, Nº 17, Junio – Diciembre, 2014

Universidad de Los AndesCentro de Estudios de África y Asia

“José Manuel Briceño Monzillo”Mérida – Venezuela

ISSN: 1856-6812ISSN Electrónico: 2244-8810

Humania del SurRevista Semestral de Estudios Latinoamericanos, Africanos y Asiáticos

EditoresUniversidad de Los Andes

Consejo de Desarrollo Científi co, Humanístico, Tecnológico y de las Artes© Centro de Estudios de África, Asia y Diásporas Latinoamericanas y Caribeñas

“José Manuel Briceño Monzillo”

Imagen de portadaPintura saharaui

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Diseño y diagramación:Centro Editorial La Castalia C. A.

José Gregorio Vásquez

Hecho el Depósito de Ley:Depósito Legal: PP200602ME2418

Depósito Legal Electrónico: PPI200602ME3836ISSN: 1856-6812

ISSN Electrónico: 2244-8810

Impresión:Editorial Venezolana C. A.

Mérida, Venezuela

Versión electrónica: Web site: http://saber.ula.ve/humaniadelsur/

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Direcciones electrónicas:[email protected]

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Tabla de contenido

Humania del Sur. Revista de Estudios Latinoamericanos, Africanos y Asiáticos.Universidad de Los Andes, Mérida. Año 9, Nº 17. Julio-Diciembre, 2014. ISSN: 1856-6812, ISSN Elect.: 2244-8810

EDITORIAL pp. 7-9

DEBATELa Causa Saharaui

Orígenes de la identidad del pueblo Saharaui pp. 13-31Juan Carlos Velázquez Elizarrarás

La condición jurídica de Marruecos y España en el Sahara Occidental pp. 33-52Juan Soroeta Liceras

¿Qué proceso de paz para el Sahara Occidental? pp. 53-68Carlos Ruiz Miguel

Los derechos humanos en el Sahara Occidental pp. 69-86Haddamin Moulud Said

Latinoamérica, Venezuela y la causa saharaui pp. 87-96Simón Rodríguez Porras

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Humania del Sur. Revista de Estudios Latinoamericanos, Africanos y Asiáticos.Universidad de Los Andes, Mérida. Año 9, Nº 17. Julio-Diciembre, 2014. ISSN: 1856-6812, ISSN Elect.: 2244-8810

CALEIDOSCOPIO

La luz del Kailash. Una historia del Zhang Zhung y el Tíbet:Una visión de conjunto y algunas refl exiones sobrela trilogía por Chögyal Namkhai Norbu pp. 99-112Donatella Rossi

Lo profano en lo sagrado: Identidad religiosa y literaria en el Rāmāyaṇa pp. 113-126Óscar Figueroa Castro

Antecedentes del Sistema de Educación Mitad Trabajo Mitad Estudio en China: Evidencias de la combinación del trabajo productivo con la enseñanza (1912-1958) pp. 127-144David Ibarra Arana

China como poder regional: El caso de Asia Central pp. 145-168Paulo Duarte

Ruanda: La historia de un puebloEl imaginario occidental como premisa de la desigualdad pp. 169-180María Gabriela Mata Carnevali

DIÁLOGO CONMohamed-Salem Daha Lehbib“La lucha del pueblo saharaui por su libertad es reconocida por la comunidad internacional” pp. 183-190Hernán Lucena

RESEÑAS pp. 193-199

DOCUMENTOS pp. 203-204

NUESTROS COLABORADORES pp. 205-206

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Summary

EDITORIAL pp. 9-11

DEBATETh e Sahrawi Cause

Origins of the identity of the Sahrawi people pp. 13-31Juan Carlos Velázquez Elizarrarás

Th e legal status of Morocco and Spain in Western Sahara pp. 33-52Juan Soroeta Liceras

¿What peace process in Western Sahara? pp. 53-68Carlos Ruiz Miguel

Human Rights in Western Sahara pp. 69-86Haddamin Moulud Said

Latin America, Venezuela and the Saharawi cause pp. 87-96Simón Rodríguez Porras

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Humania del Sur. Revista de Estudios Latinoamericanos, Africanos y Asiáticos.Universidad de Los Andes, Mérida. Año 9, Nº 17. Julio-Diciembre, 2014. ISSN: 1856-6812, ISSN Elect.: 2244-8810

KALEIDOSCOPE

Th e Light of Kailash. A History of Zhang Zhung and Tibet: An Overview and some Refl ections about Chögyal Namkhai Norbu’s Trilogy pp. 99-112Donatella Rossi

Th e Profane within the Sacred: religious and literary identity in the Rāmāyaṇa pp. 113-126Óscar Figueroa Castro

Precedents of the Educational System “Half Work, Half Study” in China: Evidences of the Combination of Productive Work with Teaching (1912-1958) pp. 127-144David Ibarra Arana

China as a Regional Power: the case of Central Asia pp. 145-168Paulo Duarte

Rwanda: Th e history of a people.Th e Western imagination as a premise of inequality pp. 169-180María Gabriela Mata Carnevali

DIALOGUE WITHMohamed-Salem Daha Lehbib“Th e Saharaui people’s struggle for freedom is recognized by the international community” pp. 183-190Hernán Lucena

BOOK REVIEWS pp. 193-199

DOCUMENTS pp. 203-204

OUR COLLABORATORS pp. 205-206

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Editorial

Humania del Sur. Año 9, Nº 17. Julio-Diciembre, 2014. Editorial pp. 7-9.

La tierra donde vive el pueblo Saharaui es en la actualidad el espacio africano que sufre una de las peores consecuencias de la herencia colonial española y de los pactos neocolonizadores que la alianza internacional entre Estados Unidos, Francia, la Unión Europea y el amplio complejo de empresas multinacionales que operan en la región noroccidental del continente madre, que condujeron a entregarla al colonialismo intra-africano de Marruecos.

Los ciclos de la historia mundial de la represión, las masacres, las complicidades y la hipocresía en los organismos internacionales se repiten una vez más en África. No bastó un apartheid en Sudáfrica con todos sus muertos; no bastaron las masacres de Ruanda y Burundi; no bastan los altos costos sociales que pagan los pueblos africanos en general por los golpes de Estado y los movimientos económicos occidentales y asiáticos que actúan depredadoramente en suelo africano. Tampoco se aprende la lección de las secuelas de la aplicación de las recetas neoliberales en África por parte de los propios gobiernos de la región que negocian y aplican dicho modelo econó-mico, pero luego aspiran abogar por el respeto y libre autodeterminación… sin concretar acciones efectivas para luchar contra el colonialismo intra —o extra— africano impulsado por el capital, la tecnología, las empresas y las armas de última generación.

El Consejo Editorial de Humania del Sur, en esta oportunidad, presenta ante ustedes el N° 17 de esta revista (julio-diciembre 2014), cuyo

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Humania del Sur. Revista de Estudios Latinoamericanos, Africanos y Asiáticos.Universidad de Los Andes, Mérida. Año 9, Nº 17. Julio-Diciembre, 2014. ISSN: 1856-6812, ISSN Elect.: 2244-8810

tema central es La Causa Saharaui: una edición de solidaridad activa con un derecho histórico que el mundo y las Naciones Unidas deben reconocer sin postergar más la toma de una decisión que solucione esta problemática ante el peso imperante de la injusticia y la indiferencia.

En la sesión de Debate, tenemos un conjunto de trabajos que abordan esta realidad. Juan Carlos Velázquez Elizarrarás nos presenta los orígenes de la identidad del pueblo Saharaui. Juan Soroeta Liceras estudia la situación jurídica de Marruecos y España en el Sahara Occidental. Carlos Ruiz Miguel analiza las dimensiones del proceso de paz para el Sahara Occi-dental. Haddamin Moulud Said afronta la grave situación en materia de derechos humanos en el Sahara Occidental. Y Simón Rodríguez Porras evalúa el papel desempeñado por Latinoamérica y Venezuela ante la causa saharaui.

En esta oportunidad Caleidoscopio nos ofrece: Un estudio de Do-natella Rossi en perspectiva histórico-fi losófi ca acerca del Tíbet, el Kailash y la historia del Zhang Zhung. Una incursión de Óscar Figueroa Castro en una dimensión de la fi losofía india: la identidad religiosa y literaria en el Rāmāyaṇa. Un examen por David Ibarra Arana de los antecedentes del sistema educativo chino en el período 1912-1958. Un análisis por Paulo Duarte del poder regional de China en Asia Central. Y, por último, una presentación por María Mata de la historia del caso de Ruanda en el ima-ginario occidental

Para concluir, el Editor dialoga acerca de los distintos elementos complementarios a esta problemática que vive el pueblo saharaui con Su Excelencia Mohamed Salem Daha, Embajador de la República Árabe Sa-haraui Democrática en Venezuela.

Desde el Centro de Estudios de África y Asia “José Manuel Briceño Monzillo” de la Universidad de Los Andes, manifestamos nuestra denuncia con la manipulación que el gobierno de Marruecos hizo a la comunidad internacional al convocar 5.000 grupos de derechos humanos de todo el mundo a participar en la Conferencia Anual sobre Derechos Humanos en la ciudad de Marrakech el pasado 27.11.2014. ¿Cómo entender, aceptar y avalar esta estrategia del principal violador de los derechos humanos en el pueblo Saharaui y en su propio territorio, cuando el Informe Interna-

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cional de Derechos Humanos (FIDH) condena al reino de Marruecos por la lentitud de la reforma judicial, la corrupción sistémica, la tortura y la represión de los grupos de derechos humanos marroquíes que protestan ante las injusticias cometidas por su propio gobierno? Una vez más, las faltas de libertades públicas, la violencia aplicada sobre los grupos pacifi stas y el limitar las protestas colectivas ponen en evidencia los vacíos legales para enfrentar la voz de un pueblo que no desea ser cómplice de la siembra de caos y el genocidio del pueblo saharaui.

En este siglo XXI debemos ser fi rmes en voz, movilización, análisis y política exterior ante esta componenda, esta conspiración y estas nuevas alianzas. Igualmente, debemos sincerar y denunciar los discursos en “de-fensa” de la Causa Saharaui por quienes caen en contradicciones: expresar solidaridad y luego comprar minerales estratégicos a las empresas marroquíes y españolas que explotan y extraen los recursos naturales saharauis es una grave contradicción que es indispensable rectifi car. Estamos en un tiem-po histórico donde no se debe caer en ambigüedades en la aplicación del boicot necesario para mantener la integridad ante la decadente monarquía marroquí y sus cómplices.

No podemos hacernos la vista gorda ante el pisoteo de la autode-terminación y los graves atropellos de que se hace objeto diariamente al pueblo Saharaui. Su lucha es un derecho que demanda apoyo decidido y concientizar a nuestros pueblos al respecto es un deber institucional en las patrias de Nuestra América y el mundo.

Vale este número de Humania del Sur para honrar a la memoria del Profesor Luis Díaz Beltrán, uno de los pioneros en defender esta causa en Venezuela en los espacios de la Universidad de Carabobo y espacios comu-nitarios de la ciudad de Valencia, así como a los Profesores Eríc Núñez Lira y Eduardo Rivero, entre otros. Sus aportes son memoria y compromiso para una futura historia de solidaridad de Venezuela hacia el pueblo Saharaui.

Humania del Sur. Año 9, Nº 17. Julio-Diciembre, 2014. Editorial pp. 7-9.

Debate

La Causa Saharaui

La Causa Saharaui

Orígenes de la identidad del pueblo SaharauiJuan Carlos Velázquez Elizarrarás

La condición jurídica de Marruecos y España en el Sahara OccidentalJuan Soroeta Liceras

¿Qué proceso de paz para el Sahara Occidental?Carlos Ruiz Miguel

Los derechos humanos en el Sahara OccidentalHaddamin Moulud Said

Latinoamérica, Venezuela y la causa saharauiSimón Rodríguez Porras

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Recibido: 25-6-14 / Aceptado: 28-7-14

Humania del Sur. Año 9, Nº 17. Julio-Diciembre, 2014. Juan Carlos Velázquez ElizarrarásOrígenes de la identidad del pueblo saharaui... pp. 13-31.

Orígenes de la identidad del pueblo saharaui

Juan Carlos Velázquez ElizarrarásUniversidad Nacional Autónoma de México

Ciudad de México-Mé[email protected]

ResumenMientras que otros temas de las relaciones internacionales, incluyendo la realidad política actual del Sáhara Occidental —última colonia en África— y de la República Árabe Saharaui Democrática (RASD), han sido objetos privilegiados de investigación y difusión, muy poco se ha investigado, publicado y difundido sobre los orígenes y la consolidación de la identidad del pueblo Saharaui. En consecuencia, en el presente artículo se emprende un análisis crítico con base en tres dimensiones precisas: la histórico-político-religiosa, la cultural y la institucional. Palabras clave: Identidad, sociedad Saharaui, historia, islam, colonización, sistema tribal, cultura, Constitución política, Frente Polisario.

Origins of the identity of the Sahrawi people

AbstractWhereas other issues of international relations, including the current political reality of Western Sahara—last colony in Africa—and the Sahrawi Arab Democratic Republic (SADR), have been privileged objects of research and difussion, very scanty has been the research, publications and diff usion on the origins and consolidation of the identity of the Sahrawi people. Th erefore, in this paper a critical analysis is undertaken based on three diff erent dimensions: the historical-political-religious, the cultural and the institutional. Keywords: Identity, Sahrawi society, history, Islam, colonization, tribal system, culture, Constitution, Polisario Front

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1. Introducción

“A ningún pueblo puede imponerse una cultura, porque las culturas secomplementan y los otros tienen derecho a ser diferentes”.

Miriam Hmada Ministra de Cultura de la RASD

Nuestro apoyo y simpatía por la causa del pueblo saharaui y su identidad africana a toda prueba ha tenido cuatro episodios relevantes. El primero, se remonta a los años ochenta del siglo anterior cuando se organizó con la Embajada de la República Árabe Saharaui Democrática (RASD) en México, un primer ciclo de conferencias para dar a conocer en la comunidad universitaria los fundamentos de su lucha libertaria. El segundo, cuando el actual embajador de la RASD en México, su excelencia Ahmed Mulay Ali Hamadi, fue el conducto del Frente Polisario para invitarnos a participar en la Conferencia Mundial sobre Multilateralismo y Derecho Internacional: el Sahara Occidental un Estudio de Caso, que tuvo exitoso verifi cativo en la primera semana del mes de diciembre de 2008, en la República de Sudáfrica, gracias a la coordinación establecida entre el Comité de Descolonización de las Naciones Unidas, el Departamento de Asuntos Exteriores del país que vio nacer y morir a Nelson Mandela, la Universidad de Pretoria y la Univer-sidad de Sudáfrica. El tercero, cuando en 2010 publicamos un libro sobre política comparada con un estudio completo sobre el sistema político actual de la RASD, mostrándolo al mundo como el resultado de la construcción política del último Estado africano colonizado y su lucha frente a los retos de su autodeterminación y reconocimiento internacional. Y el cuarto, meses después, en 2011, cuando se entregó personalmente un ejemplar de este texto al Presidente Mohamed Abdelaziz, invitado especial del entonces presidente de México para participar en la ceremonia conmemorativa de los 201 años de nuestra independencia política. Ahora, en un quinto momento, se nos ha pedido presentar algunas líneas de refl exión en torno a los orígenes de la identidad del pueblo saharaui, las cuales pasaremos a exponer brevemente en la presente contribución.

Al hablar del Sahara Occidental, nos referimos al territorio que actual-mente es la RASD situado en la parte noroccidental de África y abarca un área de 266.000 kilómetros cuadrados, que limita: al norte con Marruecos con unos 500 km de fronteras; al noreste, con Argelia con 70 km de fron-teras; al este y al sur, con Mauritania 1.570 kilómetros de fronteras; y al

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oeste el Océano Atlántico, con un litoral de 1.200 kilómetros de longitud. El problema del Sáhara Occidental se puede reducir a enunciados sencillos: los saharauis eran saharauis cuando no había españoles ni franceses; el pueblo saharaui tenía sus territorios naturales, que ocupaba a su modo nómada y seminómada; tenía sus tierras, sus cultivos, sus ganados, su comercio, su cosmovisión, su lengua, su identidad y cultura únicas. Todo eso era suyo antes de que Francia, España o Marruecos existieran como Estados. Por ello, no quepa duda, el territorio del Sahara Occidental pertenece solamente al pueblo saharaui, porque ahí se gesta su identidad intrínseca, social, espacial e histórica. En los tiempos pre-coloniales, y aun antes, los saharauis vivieron como una comunidad independiente y desarrollaron sus propias formas de expresión cultural y organizaciones sociopolíticas, siendo estos precisamen-te los elementos idiosincrásicos que conformaron el hecho diferencial de esta sociedad insigne –que recuerda al Kurdistán, el Estado sin fronteras–, durante incontables centurias.

Quienes los conocemos bien y sabemos de su pasado y su lucha pre-sente, podemos constatar que los saharauis son célebres por ser una sociedad tolerante, digna, con identidad y vida propia, abierta y pacífi ca que nunca ha estado involucrada en ninguna forma de extremismo político o religioso. Los orígenes de la identidad del pueblo del Sahara son profundos, complejos y variados, perdiéndose en la noche de los tiempos y en los rincones aún inexplorados de la historia humana.1

Mucho se ha escrito, debatido y resuelto en el derecho internacional y en la política mundial de nuestros días acerca del derecho a la autodeter-minación y a la independencia plena del pueblo saharaui para constituir un Estado libre y soberano, reconocido por todas las naciones del orbe. Pero muy poco se ha hablado y conocido acerca de los orígenes de su identidad, su cultura, sus valores y su cosmovisión árabe y africana. Por eso es relevante conocer, al menos en sus rasgos generales, esta dimensión sociológica de su existencia para agregarla a la valerosa y legítima resistencia de una socie-dad admirable para lograr el anhelo que todos los pueblos de la tierra han compartido a lo largo de su devenir; y que es, justamente, la prerrogativa de decidir por sí mismos a partir de su identidad propia e indiscutible y a tener en sus manos la conducción de sus propios destinos, en armonía y cooperación con todos los Estados que buscan la edifi cación de un nuevo orden jurídico y político internacional, un estado de derecho mundial, donde cobren sentido y vida propia la paz y la seguridad común en el convulso sistema de relaciones internacionales que nos ha tocado vivir.

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2. La identidad del pueblo saharaui emerge de las profundidades de la historia africana, el Islam y el sistema de organización tribal

Los saharauis son los habitantes genuinos y auténticos del Sahara Occidental. Su evocación remonta a un conjunto complejo de comunidades nómadas, cuyos ancestros paleolíticos y neolíticos lo son de todo el mundo y de África, la cuna de la humanidad. De las primeras migraciones que llegaron al norte de ese continente a nuestros días, no sólo se transformó la naturaleza sino también la historia. Terrenos fértiles convertidos en llanu-ras desérticas. Cazadores, pastores y recolectores transformados en tribus guerreras nómadas o seminómadas. Ríos humanos sin fi n de comerciantes y esclavistas que por su conversión a la religiosidad igualitaria del Islam, se vuelven férreos defensores de la independencia, la soberanía y la dignidad de comunidades con pleno sentido de identidad nacional. La historia con-temporánea de los saharauis invita a cualquier mente abierta a solidarizarse con quienes lucharon y continúan luchando por las causas de la libertad y de la justicia, cuya identidad y cultura original está fuera de toda duda pues son los elementos más poderosos para llevar a buen término, en un futuro no lejano, el logro de la emancipación real y la autonomía total.2

El Sahara se ha venido desertifi cando poco a poco en las últimas centu-rias. Va quedando atrás aquella sabana fértil donde vivía toda la típica fauna africana. Infi nidad de vestigios arqueológicos de época mesolítico-neolítica dan cuenta de su existencia y de su interacción con las viejas poblaciones humanas. En la parte occidental del Sahara, al noreste de la RASD, en la cordillera de Zemmur, cerca de la ciudad de Tifariti, en el territorio liberado y controlado por el gobierno saharaui, a pocos kilómetros de la zona hoy ocupada por las tropas de Marruecos, existen unas rocas calcáreas alrededor de un antiguo lago prehistórico, con grabados que dan cuenta de ello. Pero poco se sabe de las poblaciones nómadas recolectoras y cazadores que dejaron estas muestras y guijarros tallados, hachas de mano de dos caras, puntas de fl echas y otros artefactos y que sin duda fueron antecesores primigenios de los actuales pobladores de ese espacio vital que ahora nos ocupa.

En épocas mucho más recientes, las migraciones crecieron en nú-mero y pueblos no autóctonos aparecieron en la región, provenientes del extremo norte de África, de Asia y aun del África subsahariana. Hace unos treinta siglos los sanhaja, antecesores de los diversos pueblos beréberes que vivieron y viven en todo el Mediterráneo, bajaron del norte al noroeste de África y se mezclaron con la población autóctona dispersa durante la desecación del Sahara, así como con otros pueblos previos a los beréberes

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como los gétulos y los lamtas. En el año 500 a.C. Hannon de Cartago re-corrió las costas del África occidental, reportó la presencia de nómadas que apacentaban su ganado en la costa, mucho antes de encontrar los grandes ríos de Senegal y Gambia. Los cartagineses establecieron buenas relaciones, y se sirvieron de ellos como guías e intérpretes. Los sanhaja cambiaron de manera más permanente el medio ambiente sahariano. Cuando el suelo del desierto empezó a dar escasos frutos para la manutención de los caballos, hace unos veinte siglos, trajeron a la región el dromedario, ese camello de una sola joroba con el que controlaron todo el desierto, convirtiéndose en los dominadores de las travesías transaharianas. Las guerras tribales para el control de las rutas del norte al sur del Sahara, llevaron a los sanhaja a aliarse con otros beréberes y a establecer complejas relaciones comerciales con los pueblos dominadores de los beréberes del norte, fueran éstos de su mismo origen, como los cartagineses o colonizadores de zonas alejadas, como los griegos, los fenicios, los romanos y fi nalmente, en el siglo IV, los vándalos.

En el siglo VII de la era cristiana comienza la islamización del Sahara, un hecho fundamental para la historia de la humanidad, y en particular del Mediterráneo, ya que separó el proceso conjunto de sus dos orillas de África del norte y de Europa y empujó la cultura de la orilla meridional hacia Asia más que hacia Europa. En 640, sólo ocho años después de la muerte del profeta Mahoma, los árabes convertidos a una religión monoteísta e igua-litaria, beduinos del desierto montados sobre caballos ligeros, deshicieron todas las caballerías pesadas del mundo antiguo: penetraron en Egipto al mando del califa Omar, derrotaron a los bizantinos en Siria, conquistaron Mesopotamia y se dirigieron contra Persia. En 683 destruyeron Cartago e iniciaron una compleja conversión de los beréberes.

Treinta años después cruzaron el canal de Gibraltar, llegando hasta Francia con un ejército de beréberes e hispanos conversos. No obstante, en 734, enojados por la resistencia a la islamización y arabización del desierto, los califas Omeyas enviaron una expedición hacia Sudán, donde obtuvieron un enorme botín en oro y personas esclavizadas, aunque les fuera imposi-ble establecerse. En un principio no todos los beréberes fueron propicios a la conversión al Islam. No obstante, los sanhaja y los lemtas lo hicieron relativamente pronto, lo cual les permitió dirigir la formación de una con-federación de tribus con la cual consolidaron el reino de Audaghost que dominó los caminos de Marruecos a Senegal.3

A lo largo del siglo XII, establecieron una convivencia relativamente pacífi ca y se distribuyeron las zonas de pastoreo con las tribus beduinas de los Benin Hilad, que provenían del desierto arábigo y habían sido enviados

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por los soberanos fatimitas para la arabización y control de los beréberes, y en los siglos XIII y XIV con los Benin Maquila y los Benin Hassan, beduinos provenientes de Yemen, que ocuparon el Sahara sometiendo otros pueblos y con los cuales los sanhaja establecieron relaciones complejas y acabaron por fusionarse, generando durante este proceso la lengua nacional del Sahara Occidental y Mauritania, el hasaní resultado de la superposición del árabe clásico sobre las lenguas beréberes autóctonas. Aquí, en la lengua, está el origen moderno de la identidad saharaui.

Pero el sistema tribal habrá de jugar un papel esencial en el proceso de conformación de esta compleja identidad: el sistema tribal. El hecho de que el fenómeno nacionalista, que va a surgir a partir de fi nes de los años sesentas, y los acontecimientos de los años sucesivos han llevado a los saharauis a borrar, por lo menos aparentemente, las diferenciaciones tribales, no debe soslayar que la población saharaui se ha estratifi cado hasta un pasado muy reciente en diferentes tribus, con características jerárquicas propias, que han condicionado sobremanera la vida de los individuos, aunque no la identidad, pues el saharaui, casi en su totalidad, conoce perfectamente sus ascendientes hasta épocas remotas, principalmente si se trata de una tribu de raigambre, lo cual se ve posibilitado y encaminado por el modo semítico de nominarse, forma en la que no existen los apellidos, sino el nombre propio, hijo de (uld, plural ulad), a su vez hijo de (y así su-cesivamente). Para la mujer se emplea el término mint, pero su ascendencia no interviene en la nominación. Este sistema de identifi cación exacta de sus antepasados a lo largo de las generaciones, junto con el conocimiento de su raíz étnica, les ha llevado a una distribución en grupos de tribus con características propias.

Son varios grupos tribales saharauis históricos pero son tres los prin-cipales. En primer lugar, los arab, descendientes con más o menos pureza de los árabes Maquil, los invasores del desierto procedentes de Arabia y del norte de África, que se mezclaron en diferentes proporciones con los beréberes nómadas en los siglos XIII-XV. Obligados a luchar en un país que les era hostil, son personas de tradición guerrera, los hombres del fusil, “ahelmdafa”, combatientes con características de violencia y orgullo. Vienen después los chorfa (plural de cherif ), descendientes de Mahoma y, por tanto, de linaje santo, hasta cuyo nombre puede remontar su ascendencia un saharaui de reconocido prestigio. Estas tribus tienen un antepasado fundador que llega al Sahara en circunstancias milagrosas; se mantienen dedicados a las cuestiones político-religiosas, equiparándose a los arab, puesto que también empuñan las armas con frecuencia. Los zuaia, “ahelktub”, gente de libros, son hombres

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que renunciaron a la defensa, letrados y jurisconsultos de prestigio y expertos en materia coránica, dedicados también a la enseñanza.4

Durante siglos el acompañamiento de pueblos distintos dio lugar a organizaciones y agrupaciones tribales, jerárquicamente estructuradas, que han llegado hasta la fundación de la República Árabe Saharaui Democrá-tica, que hoy reivindica una forma de organización social más igualitaria y participativa. La estructura tribal permitió a los habitantes del Sahara entrar en contacto con los europeos que empezaron a navegar por las costas atlánticas en el siglo XV sin perder el control del territorio ni plegarse a sus formas de vida, manteniéndose siempre en actitud defensiva frente a ellos. No obstante, no contribuyó al surgimiento de un sentimiento nacional, pues mantuvo desunidas por siglos las tribus, los linajes, sus subsiguientes efj ad (fracciones), afrá (subfracciones) y los frigs, es decir los conjuntos de tiendas (jaimas), o campamentos, de familias pertenecientes a un mismo linaje. De hecho, las fronteras nacionales de los países de África del Norte, y entre ellos obviamente de la RASD, no corresponden a la ubicación de un territorio que un pueblo consideraba propio, sino a la imposición de fronteras coloniales que separaron familias, tribus y ecosistemas, según las necesidades de los invasores.

El sistema tribal, que sobrevivió a la invasión española del Sahara Occidental en 1884, consintió a las tribus del Sahara vivir de la ganade-ría nómada y de las actividades complementarias del comercio y algunas formas de agricultura, antes que plegarse al comercio de personas para los portugueses y españoles durante los siglos XVI-XIX. Las sociedades tradi-cionales del Sahara eran sociedades claramente estratifi cadas, en las cuales la genealogía de una persona tenía una función social pragmática, pues la vinculaba a una categoría de prestigio, religiosa e intelectual. En otras pala-bras, la genealogía de una persona lo ubicaba en un linaje de descendencia masculina, considerado como una unidad social y jurídica a la que pertenecía por completo y con la cual tenía un vínculo casi absoluto de solidaridad. Los que pertenecían al mismo linaje se conocían entre sí como “hijos del tío paterno”. El linaje y la tribu estaban íntimamente ligados, llegando a confundirse. Toda tribu tiene sus fracciones (efj ad), cuyo origen es más bien incierto. Todas las personas deben saber el nombre de siete antepasados masculinos suyos, para establecer el grado de parentesco y, por ende, de solidaridad al interior de un grupo. Remontándose a siete generaciones es casi imposible llegar al fundador de una tribu, sobre todo de las más nu-merosas y distinguidas, pero es probable que se llegue al iniciador de una fracción de bastante importancia a su interior5. De tal manera, hombres y

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mujeres en el Sahara formaban necesariamente parte de una tribu, de las cientos que se fueron conformando desde los siglos XI-XII de las sucesivas divisiones de las tres principales.

Por otra parte, un aspecto nodal de la integración de la identidad saharaui lo representa la enseñanza en forma escolarizada. Hay consenso en reconocer que la escuela llegó a la sociedad saharaui con el Islam, ya que la formación religiosa requiere de la capacidad de lectura y escritura del árabe. En todos los grandes campamentos había una escuela coránica y se emplazaba un zriba, esto es, unas ramas dispuestas sobre la arena que representaban los muros de una mezquita al aire libre. En estas escuelas se transmitían los saberes ortodoxos de la teología y el derecho islámico y se insistía en los valores religiosos del respeto y la obediencia. La memoria juga-ba un gran papel en la escuela coránica, así como la habilidad de revertir las creencias populares esotéricas y encauzar las predicaciones de los místicos. A las escuelas coránicas entraban los niños a partir de los siete años, habiendo recibido junto con sus hermanas una formación moral y religiosa a través de canciones, juegos, proverbios, adivinanzas en las que se entremezclaban lo religioso y lo mágico, las recitaciones de la vida del profeta y las leyendas tribales, juegos de memoria y prácticas rituales.

El gran reconocimiento que gozaban las mujeres en las tribus se sus-tentaba en la conciencia social de que su trabajo es muy pesado y necesario para la vida de la comunidad. La educación de las niñas no implicaba la prohi-bición de la enseñanza de la lecto-escritura, sino un mayor énfasis en las tareas consideradas propias de su condición y que implican una gran especialización. La solidaridad femenina es considerada fundamental para la transmisión de la cultura saharaui, el reforzamiento constante de la identidad social y la posibilidad de mantener cohesionada la familia misma. A esta solidaridad, conocida como tuiza, se debe la facilidad con que colectivamente las mujeres saharauis son capaces de enfrentar trabajos pesados o completamente nuevos sin perder sus tradiciones, así como pasarse informaciones vitales, debatir acerca de su condición, tomar decisiones colectivas sobre educación y participación política, y fi nalmente incidir sobre las decisiones de la tribu y, en la actua-lidad, sobre la política de los órganos de gobierno de la RASD.6

En todas las escuelas hay maestros y maestras preparadas, con una sólida identidad saharaui, así como administradores y administradoras; igualmente se gradúan cientos de mujeres y hombres en todos los campos. Es cierto que actualmente todavía un cinco por ciento de la población es analfabeta, pero en pocos años más la población estará totalmente alfabetiza-da. En los campamentos la educación es obligatoria hasta sexto y en el nivel

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de educación media superior todos los jóvenes saharauis están estudiando. En un viaje reciente observamos que cada vez más niños estudian en Libia, en Argelia o en Cuba. Todos tienen derecho a estudiar hasta la preparatoria. Todos tienen derecho a terminarla y el Estado tiene la obligación de buscarles una beca para que realicen estudios universitarios.

3. La cultura como principal vehículo de consolidación de la identidad del pueblo saharaui

Debido a la forma de vida beduina y nómada que ha tenido el pueblo saharaui desde tiempos inmemoriales, la tradición oral en el Sahara Occiden-tal viene a representar el eje fundamental de la cultura, la comunicación y la estabilidad social; en esencia porque la sociedad se ha caracterizado desde sus orígenes por el “nomadeo” y por tanto el establecimiento de las tribus en un solo lugar era imposible, de aquí que la palabra se convirtiera en lo más importante, ya que por medio de ésta se llegaba a solucionar problemas, realizar pactos y también condenar actos indebidos. Entre los pueblos que dependen de la tradición oral, la palabra es uno de los símbolos que mayor signifi cado tiene, pues, está ligada al origen y fi n de las cosas, a su manejo, a su creación, pero también a su destrucción. La memoria oral tiene la fun-ción de enseñar y de entretener en un mundo donde la frontera entre el ser humano, los animales y la naturaleza es difusa. Hacer uso de la palabra es fruto de un aprendizaje, no sólo se habla por hablar, en la medida en que la palabra crea o destruye es necesario saber utilizarla.7

La cultura es una vía básica para la promoción y conservación de la identidad de este insigne pueblo. Por ello, el Ministerio de Cultura es uno de los componentes más importantes y recientes del gobierno de la RASD. Al sopesar las grandes tareas y objetivos que corresponde cubrir a la cultura, independientemente de la información y la educación, se decidió actuar institucionalmente al respecto. El saharaui es un pueblo que en esta lucha por la cultura y por la identidad lleva décadas y aun centurias. Durante la colonia española, se impuso la pregunta existencial si eran españoles o sa-harauis. Luego con la invasión de Mauritania y Marruecos, se cuestionó si eran saharauis o la mitad marroquíes y la otra mitad mauritanos ¿Y ahora en la lucha contra Marruecos, son marroquíes o saharauis? Son interrogantes que ponen a prueba la identidad nacional, a las que únicamente la cultura puede dar respuesta, porque puede enseñar al pueblo mismo, y a todas las naciones, que su lucha se sostiene en una identidad saharaui que es, a la vez, ancestral y presente.8

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Uno de los objetivos más relevantes del Ministerio es mantener, pre-servar esa identidad, a través del cuidado y defensa de la cultura saharaui. Más aún, cultivarla en las nuevas generaciones para que en el exilio y en la diáspora forzada no se desarraiguen de su historia. También se busca recoger las expresiones de esa identidad y esa cultura, su patrimonio cultural, pues se trata de una sociedad beduina, toda su historia y literatura es oral; por eso se afi rma que un anciano que se muere es una biblioteca que se pierde. El objetivo es recoger sus historias. Los saharauis sólo han tenido una biblioteca importante en Smara, pero fue destruida por los franceses en su intervención de 1912; ahora el esfuerzo se encamina a recapitular, recoger y guardar la memoria y el patrimonio del pueblo saharaui. Hay otro objetivo fundamental por el que se trabaja: motivar a la juventud, para que arraigándola en lo que se habla y se recopila, la próxima generación pueda hacer en su lengua, en su historia, en su patrimonio, mucha poesía, cuentos y narraciones. Es un trabajo muy especial, encaminado a los futuros adultos que no conocen su tierra porque han nacido en el exilio. Se busca también entender que la cultura debe ser ese enlace, esa vía única mediante la cual se logra el acerca-miento a la otredad, a las otras concepciones del hombre y del mundo. Es una verdadera fi losofía de la propia identidad, para cuya consolidación el pueblo saharaui busca hacer inter-cultura entre los pueblos, manteniendo lo propio y respetando lo extraño, buscando los factores comunes. Por eso el saharaui comprende que cuando el otro no está de acuerdo con él, tiene que entender su manera de desarrollarse, de ver la vida y la cultura en las similitudes y en las diferencias.9

Y en la lógica de lo disruptivo-social que irrumpe en la identidad popular, cabe enfatizar que, contra lo que llegara a pensarse, hay una dis-tancia muy grande entre la cultura marroquí y la saharaui. Primeramente, la organización social marroquí es completamente diferente a la de la sociedad saharaui en términos orgánicos y estructurales. El pueblo saharaui tiene una forma común de hablar el árabe, el dialecto hassaní, con el que se comunica, relata sus vivencias y hace poesía, amén de que tiene por herencia colonial la lengua castellana que lo hace una comunidad bilingüe; en tanto que en Marruecos viven muchos pueblos y tribus beréberes que hablan sus propias lenguas y dialectos. En la vestimenta también se notan las diferencias y no se diga en la cocina y en la vivienda. Las mujeres saharauis no usan el velo que cubre la cara. En la vida cotidiana y en las relaciones, la diferencia es también muy grande. La situación de la familia, la posición social de la mujer y al respecto a los derechos humanos al interior de ambas sociedades son también marcadamente disímbolos. Un hombre saharaui nunca va a

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ejercer violencia contra una mujer; en cambio, si un hombre marroquí no lo hace así, ésta llega a interpretarlo como desinterés, desapego o falta de compromiso marital.

Entre los saharauis, la mujer puede recibir todos los invitados que llegan a su tienda, hombres y mujeres; les preparan comida, conversan, les ofrecen un té. Por el contrario, las marroquíes no pueden abrir la puerta de su casa a nadie, si no se encuentra el esposo. A una mujer divorciada en Marruecos le sobreviene una vida de fracaso, vive prácticamente fuera de la sociedad, marginada; en cambio, en la sociedad saharaui, una mujer divorciada tiene más posibilidades de casarse nuevamente y de manera re-lativamente rápida. Esto es, los prejuicios sociales y la ‘presión social difusa’ –según expresión del francés Duverger– son también opuestos.10

Hay múltiples causas de las diferencias culturales con el resto de la cultura árabe. Ahí radica parte de la esencia de la identidad del pueblo saharaui, aunque hay que reconocer lo complicado que resulta comprender la individualización de su cultura. También es cierto que, al margen de las naturales diferencias, se observa una cierta cercanía con la cultura mauri-tana: hay tradiciones semejantes, ambos pueblos hablan hassaní, visten de la misma manera, comparten la música “haul” (prohibida en los territorios ocupados); pero también hay distinciones importantes. Por ejemplo, cuan-do una mujer mauritana tiene una cierta cantidad de dinero disponible, intenta contratar a una trabajadora para las labores domésticas, aunque no le quede para cubrir otras necesidades básicas; esta tendencia a deshacerse del trabajo no existe entre las saharauis, que tienen impresa la cultura del trabajo y adquieren conciencia de la importancia de producir y que su valor radica en lo hacen porque les da importancia y ascendencia en la sociedad e incluso en el trabajo político.11 Buscando los orígenes de esta muestra de la identidad saharaui y que le da a su cultura un carácter único, se puede encontrar que está relacionado con la defensa que los primeros pobladores de esta región tuvieron que emprender para no ser sometidos por los pueblos vecinos; así se construyó una sociedad cerrada en sí misma, endogámica, para salvarse del mestizaje a que la querían obligar. Esta situación de defensa celosa se mantuvo por mucho tiempo y es relevante en la conformación de la identidad hasta nuestros días.

Parafraseando a la autora Francesca Gargallo, cuando retoma las ideas de Miriam Hmada, Ministra saharaui, la cultura saharaui enfrenta grandes desafíos para mantener sus rasgos de identifi cación original, como los que se están produciendo con los avances de la comunicación, el internet, el desarrollo tecnológico, las relaciones internacionales complejas y omnidi-

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reccionales, la intensifi cación del tráfi co de mercancías, la televisión, el cine, la telefonía celular, la expansión de ideas, los valores artísticos, las normas de comportamiento social entre los individuos, la problemática ambiental común, la multipolaridad y los procesos globales propios del paradigma moderno de la sociedad de la información y del conocimiento.

De ahí que el sistema educativo tenga bien claro que el uso de los medios de comunicación masiva por parte de grandes potencias y lobbies como instrumentos del cambio cultural les convierte en los vehículos res-ponsables de la implantación de la cultura del consumismo y la construc-ción del egoísmo y la avaricia (propia del neoliberalismo a ultranza) y por ende a la ruptura del tejido social, lo que presenta un reto fundamental de la dimensión cultural en esa zona. Por estos y otros rasgos de la identidad social y los retos que se le presentan, es también que el saharaui llega a sen-tirse más cercano a las naciones latinoamericanas, como México, que a los propios países árabes. En primer término, como ya se dijo, porque la lengua española remite a una historia común de colonialismo; y en segundo, en virtud de que la mayoría de los países árabes han apoyado más al régimen marroquí que a la justa causa saharaui.12

Otros aspectos culturales importantes que le dan identidad original y solidez al tejido social saharaui, lo constituyen el baile, el culto a la tercera edad y la preservación del patrimonio histórico y cultural. En la sociedad saharaui se baila, bien y variado y con mucha frecuencia, pero siempre con respeto hacia los mayores, el cual llega a ser tan grande que aun en el par-lamento existe una sección reservada únicamente a ellos. Para un joven es muy vergonzoso fumar delante de un anciano, aunque sea un desconocido; incluso mirarlo de frente es signo de mala educación. A los ancianos, se les escucha, se les consulta, se les pide opinión para la toma de decisiones y por lo general se siguen al pie sus orientaciones, pero no por ello se puede hablar de una gerontocracia prevaleciente e inamovible en el sistema político, como ocurre en las teocracias y monarquías árabes, con escasa movilidad política y poca incorporación de jóvenes, lo cual sí es habitual en la sociedad saharaui de nuestro tiempo. Por su parte, se dispone de un gran patrimonio arqueológico y artesanal y se está trabajando para que algunas universidades, museos e instituciones internacionales coadyuven de varias maneras en su protección y conservación.

Por su parte, multitud de artistas, académicos e intelectuales han aportado su esfuerzo solidario en las diferentes campañas. De veinte años a la fecha, equipos de arqueólogos y antropólogos de diferentes universidades desarrollan trabajos de campo en yacimientos rupestres de los territorios

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liberados del Sahara Occidental. Ha sido posible asimismo la creación del Museo Nacional Saharaui y en los últimos años la sociedad civil española, no los gobiernos, ha colaborado en la publicación de poesía saharaui con-temporánea escrita en español, que no es sólo herencia sino también una de las expresiones actuales de la identidad cultural saharaui, y muestra al pueblo saharaui como el único pueblo árabe y africano hispanoparlante. Los colectivos Generación de la Amistad y Poemario por un Sahara Libre tienen mucho que ver en ello. La producción y el lanzamiento por empresas privadas y solidarias de discos de música saharaui al mercado musical promueve la cultura saharaui a nivel mundial como una labor de protección y difusión de su patrimonio musical tradicional. Y sea aquí nuestro reconocimiento a esa gran difusora de la cultura musical saharaui que es Aziza Brahim, a quien conocimos personalmente en la República de Sudáfrica en 2008 y a quien hemos califi cado como “El canto libertario de la mujer saharaui”.

Para fi nalizar este apartado, considérese la importancia que tiene para el pueblo saharaui el constituir una comunidad africana hispanoparlante plenamente identifi cada. La razón por la que el habla del Sahara se llama “hassania” es que la mayoría de los árabes que llegaron allí eran descendientes de Hassan ben Abdelhadi ben Yafar ben AbiTaleb, pariente de Alí, el yerno de Mahoma. El hassania, en el idioma común, la del guerrero por anto-nomasia, de ascendencia árabe y linaje descendiente del Profeta Mahoma. Empero, a pesar de esta razón histórico-mítica muy difusa entre los saharauis (que demuestra el éxito en términos culturales de la arabización del Sahara organizada por los fatimitas), el hassania es una lengua sanhaja-árabe, que hablan todas las tribus del Sahara Occidental y Mauritania. El sustrato y la estructura de la lengua es berébere, y sobre él se ha montado el árabe clásico; asimismo, tiene importantes elementos de las lenguas occidentales con las que los saharianos entraron en contacto, principalmente el español en el Sahara Occidental y el francés en el suroeste de Argelia y en Mauritania. Como lo señala Hash Ahmed recordando al poeta mexicano Octavio Paz, el idioma español no pertenece a nadie en especial sino que es patrimonio de todos los pueblos que lo hablan como el saharaui y que de hecho se ha convertido en un elemento esencial de la identidad nacional, sumado a in-fi nidad de conductas, costumbres y valores sociales propios, que delimitan claramente a la sociedades saharaui de todas sus vecinas árabe-africanas.

Por ello, se hace énfasis en la no casualidad de que Marruecos, en sus repetidos intentos anexionistas no haya escatimado recursos para eliminar el idioma español y erradicar su enseñanza, así como cualquier referencia a la hispanidad en el Sahara Occidental, sustituyéndola por un afrancesamiento

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forzado que se expresa en nombres de calles, ciudades y la capital misma. Y España, la potencia colonial, desentendida de su responsabilidad histórica, poco o nada ha hecho para preservar el lenguaje patrimonial que ella misma creó y heredó, condenándolo a una extinción que solamente ha podido ser revertida, exitosamente, por la voluntad política y social de los saharauis que lo han declarado segundo idioma ofi cial de su Estado emancipado.13

4. La Constitución Política y el Frente Polisario: factores esenciales para fortalecer la identidad social, la organización política y la negociación internacional en pos del Estado Saharaui

En cuanto se proclamó la RASD, ésta se dotó de un gobierno (el 3 de marzo de 1976). El congreso nacional del Frente Polisario, en agosto de 1976 (primer congreso nacional tras el nacimiento del Estado saharaui) eligió por unanimidad a Mohamed Abdelaziz Secretario Nacional del Frente Polisario. La RASD dispuso, por primera vez, de una constitución, que está pensada y redactada sobre la base de las características principales de la sociedad saharaui, heredadas del pasado: el espíritu de comunidad que parece predominar todavía en todos los actos de la vida cotidiana (solidaridad entre todos los miembros del pueblo que favorece la puesta en común de los recursos disponibles), la naturaleza civil de la sociedad (el pueblo saha-raui se adhiere a los valores del pacifi smo, de la legalidad y de la primacía de lo social, aunque se ve forzado a utilizar las armas para defenderse) y la orientación igualitarista que se manifi esta en todos los niveles y en todos los sectores del servicio público (alfabetización, comunicación, escolarización, salud, educación, formación, actividades económicas, etc.).14

Desde 1976, la RASD ha conservado la misma Constitución, aportándole, a cada congreso nacional del Frente Polisario, algunas modi-fi caciones más o menos importantes, dictadas por las circunstancias como una exigencia para la buena gestión de la lucha de liberación nacional. En su preámbulo, la Constitución subraya el triple carácter árabe, africano y musulmán del pueblo saharaui, el fundamento de su identidad única, así como su resistencia secular anticolonial de ayer y de hoy para defender su libertad, su caracterización y su dignidad. El preámbulo indica luego la voluntad del pueblo saharaui de proseguir su combate libertador hasta el logro de la soberanía de la RASD en la totalidad de su territorio nacional; su adhesión a los principios de la justicia y de la democracia enunciados en la declaración universal de los derechos del hombre y de los pueblos del 28 de junio de 1981; su convicción de que la libertad y la dignidad del

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hombre sólo son posibles en una sociedad en la cual el derecho es soberano; su determinación a poner en pie instituciones que garantizan las libertades fundamentales y los derechos políticos, económicos y sociales del ciudadano, los derechos relativos a la familia como célula fundamental de la sociedad; su compromiso por trabajar para la edifi cación del Gran Magreb, de la Unidad Africana, de la unidad de la nación árabe y el establecimiento de relaciones internacionales sobre la base de la cooperación, la concordia, el respeto mutuo y la instauración de la paz en el mundo.

En suma, la Constitución de la República saharaui refl eja la voluntad de adoptar como fundamentos los principios de la separación de los poderes, la democracia, las libertades individuales, el respeto de los derechos del hom-bre, la independencia de la justicia, la libertad de expresión, la garantía de la propiedad privada, la protección de la familia, entre otros más. Está escrita sobre la base de la experiencia política, de las tradiciones y de las costum-bres, así como de los antecedentes ocurridos antes, durante y después de la colonización. Adoptada, y enmendada, por el congreso nacional del Frente Polisario, la Constitución saharaui sigue, pues, imperfecta y no defi nitiva, mientras no haya sido sometida a la ratifi cación del pueblo en su conjunto. Por consiguiente, tiene carácter provisional hasta el restablecimiento de la RASD en su territorio.

Por lo que concierne al Frente Polisario, éste es el medio (supremo) del pueblo saharaui para llevar a cabo su marcha histórica, mientras que la RASD constituye el marco en el cual el pueblo saharaui realiza el objetivo de su evolución. A nivel del Frente Polisario, el poder político va de la base (célula) hasta la cumbre (Secretaría Nacional), mientras que en la RASD, el poder administrativo va de la cumbre (Presidente) hasta la base (comités). El congreso nacional, el Secretario General, la Secretaría Nacional, son los órganos de dirección del Frente Polisario, cuya organización política básica se compone de células, secciones y departamentos. Legalmente, la Secretaría Nacional es la depositaria del poder político. Sus miembros son elegidos (democráticamente) por los representantes del pueblo reunidos en el congreso nacional. Mientras que los congresos locales y provinciales (administrativos) se celebran cada año para evaluar la gestión general y ele-gir a los alcaldes, las conferencias políticas que se celebran cada dieciocho meses son el marco para la elección de los miembros del CNS (diputados) y el congreso nacional (político y administrativo) se reúne cada tres años para la elección de los órganos de dirección y para defi nir las orientaciones y la política general. Una vez defi nidas, éstas no se deben discutir, pero las modalidades de su aplicación sí son discutibles.15

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La estructuración actual (Secretario General, Secretaría Nacional) ha sustituido la del Secretario General con el Comité Ejecutivo y el buró Político, abandonada durante el Octavo Congreso Nacional del Frente POLISARIO (1991) a causa del comportamiento abusivo de algunos miembros que transformaron el Comité Ejecutivo en una clase de oligarquía instalada a la cabeza del Frente Polisario y de la RASD. En los años setenta del siglo pasado, existían dos proyectos nacionalistas opuestos: uno, en el que la joven elite (esencialmente los estudiantes) encarnaba la corriente anticolonialista y fundó más tarde el Frente Polisario y el otro, formado por los representantes saharauis de la administración colonial y los jefes tradicionales (el Partido de la Unión Saharaui, PUNS, constituido sobre una base tribal). Muy pronto, el Frente Polisario ganó la confi anza de casi toda la población. El PUNS, por su parte, acabó viviendo sus últimos días en Marruecos. Hoy se distinguen objetivamente dos corrientes de opinión dominantes, dentro del Frente Polisario. La primera, da la primacía a la RASD como culminación de la lucha del pueblo saharaui y considera que el Frente Polisario es el instrumento con el cual los saharauis deben alcanzar este objetivo. Esta corriente privilegia generalmente el arreglo del confl icto entre el Sahara y Marruecos por la vía diplomática. La segunda, estima al contrario, que el Frente Polisario, en calidad de movimiento de liberación nacional, es prioritario y que la RASD no es más que un instrumento en las manos de los saharauis para alcanzar el objetivo fi nal, a saber, la liberación de la nación, incluso a través de la lucha armada.16

Es más que evidente que en este debate, más fi losófi co que político, la divergencia entre estas dos corrientes se nota exclusivamente al nivel de la concepción de los métodos de lucha y no al nivel de la fi nalidad de la lucha llevada por el pueblo saharaui. No se olvide esta premisa. El Frente Polisario no es un partido, ya que representa al pueblo entero; no es una máquina gubernamental, ya que incluye a los gobernantes y a los gobernados. Es un frente nacional. Ofi cialmente es el partido del pueblo, y de todo el pueblo, y es parte de su identidad. Ha superado a todos sus rivales, y se ha identifi cado con toda la sociedad, por eso es un elemento infaltable en el robustecimiento de la identidad del pueblo saharaui. Es la forma superior de organización política de un pueblo insigne en su lucha nacional para liberar totalmente y defi nitivamente el territorio de la RASD de la ocupación extranjera y para edifi car una sociedad democrática moderna.

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5. Refl exión fi nalHa sido hasta una época relativamente reciente que se ha planteado,

discutido y escrito en distintos escenarios políticos nacionales e interna-cionales, sobre la realidad y la problemática que identifi ca al Sahara Occi-dental, antes Sahara español. Particularmente se ha centrado el debate en las acciones y resoluciones de las Naciones Unidas, emitidas con base en el derecho internacional y en la política mundial, para determinar el derecho a la autodeterminación y a la independencia plena del pueblo saharaui para constituir un Estado libre y soberano, reconocido por todas las naciones del orbe. Empero, muy poco, o casi nada, se ha hablado y conocido acerca de su historia, de su sentir, de los orígenes de su identidad, su cultura, sus valores y su cosmovisión árabe y africana. Por eso estas breves notas nos han permitido conocer, al menos en sus rasgos generales, esta dimensión socioló-gica de su existencia para agregarla a la valerosa y legítima resistencia de una sociedad admirable para lograr el anhelo que todos los pueblos de la tierra han compartido a lo largo de su devenir; y que es, justamente, la prerrogativa de decidir por sí mismos a partir de su identidad propia e indiscutible y a tener en sus manos la conducción de sus propios destinos. Para tal efecto, se propusieron tres parámetros para centrar el análisis: primero, el origen de la identidad del pueblo saharaui localizado en la historia africana, el Is-lam, el sistema tribal y la colonización; segundo, la cultura como principal vehículo de consolidación de la identidad del pueblo saharaui; y tercero, la Constitución Política y el Frente Polisario, como factores esenciales del afi anzamiento y divulgación internacional de la identidad nacional.

Notas

1 Arts, Karin y Pinto Leite, Pedro (Eds.) (2006). International Law and the question of Western Sahara. La Haya, Países Bajos. Consúltese en la Sección I el trabajo de Toby Shelley, Resistance and Colonilism: Building the Sahara wiIdentity, pp. 31-36.

2 Gargallo, Francesca, Saharauis (2014) La sonrisa del sol. México: Editorial Corte y Confección, pp. 5-6.

3 Sayeh, Ismail (1998). Les Sahraouis. Paris: Ediciones L’Haramattan, pp. 56 y ss.

4 Diego Aguirre, José Ramón. (1979). Historia del Sahara Español. Madrid: S/E, pp. 501-503.

5 Rojas Ortiz, Monserrat (2010). La proscripción del mantenimiento de colonias y territorios no autónomos. Tesis de Licenciatura en Relaciones Internacionales. México: FCPS, UNAM.

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6 Gargallo, Francesca, op. cit, pp 84 y ss.7 Mulay Alí Hamadi, Ahmed (2009). “Oralidad en la Sociedad Saharaui”,

Ponencia presentada en la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales. México: UNAM.

8 Velázquez Elizarrárás, Juan Carlos (2008) “Los derechos humanos fundamentales en el Sahara Occidental. Una visión de Relaciones Internacionales”, Ponencia presentada en Conferencia Mundial sobre Multilateralismo y Derecho Internacional: el Sahara Occidental un Estudio de Caso, Pretoria: Universidad de Pretoria, Pretoria, Sudáfrica.

9 Badie, Bertrand y Hermet, Guy (1993). Política Comparada. México: Fondo de Cultura Económica, pp. 77-82.

10 Duverger, Maurice (1969). Instituciones políticas y derecho constitucional. España: Ariel, p. 234.

11 Información transmitida por Aminetu Haidar, en conversación informal sostenida con el autor, Embajada de la RASD en Sudáfrica, Pretoria, 6 de diciembre de 2008. Hemos denominado a esta gran luchadora social como “La Voz Femenina de la Rebelión Saharaui”.

12 De Froberville, Martine (1996). Sahara Occidental. La confi anceperdue. París: Editions L’Harmattan. Revisar en especial el apartado La Paix en Danger, pp. 209-239.

13 Hash, Ahmed (2009). “El español como espacio de encuentro con comunidades hispanoparlantes. Su impacto político”, Conferencia magistral, Embajada de la RASD en México.

14 Velázquez Elizarrarás, Juan Carlos (2010). La Política Comparada ante las Grandes Pugnas Modélicas. México: UNAM. Ver el Capítulo VIII El Sistema Político de la República Árabe Saharaui Democrática, pp. 506-566.

15 Velázquez, El Estudio de Caso…, op. cit., pp. 533-534.16 Coloquio de los Juristas sobre el Sahara Occidental, Asamblea Nacional,

L’Harmattan, 2001. Al respecto, revisar la Ponencia del profesor Claude Bontems: “El derecho de los saharauis a la autodeterminación, recordatorio de los grandes principios”, pp. 37-46.

Referencias

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La condición jurídica de Marruecos y España en el Sahara Occidental

Juan Soroeta LicerasUniversidad del País Vasco/Euskal Herriko Unibertsitatea

San Sebastián-Españ[email protected]

ResumenEl Sáhara Occidental es un Territorio No Autónomo pendiente de descolonización. España, que lo sometió a dominación colonial desde 1884, sigue siendo, de conformidad con el Derecho internacional, la Potencia Administradora del territorio, de modo que Marruecos no es la Potencia Administradora del mismo, sino una potencia ocupante: su condición jurídica en el territorio es la misma que la de Israel en los territorios ocupados palestinos. Ahora bien, lejos de cumplir con sus obligaciones internacionales, los sucesivos gobiernos de la democracia española han venido apoyando la posición del Estado ocupante bajo la falacia de mantener una posición de “neutralidad activa”. Palabras clave: Sáhara Occidental, Territorio No Autónomo, Potencia Administradora, Potencia Ocupante, autodeterminación.

Th e legal status of Morocco and Spain in Western Sahara

AbstractWestern Sahara is a Non-Self-Governing Territory, therefore pending decolonization. Spain, which submitted it to colonial domination since 1884, remains, in accordance with International Law, the Administering Power of the territory, and hence rather than being the Administering Power of Western Sahara, Morocco is its Occupying Power: its legal status is similar to that of Israel in the occupied Palestinian territories. However, far from complying with its international obligations, Spain’s successive democratic Governments have supported the position of the occupying State under the fallacy that it holds a position of “active neutrality.” Keywords: Western Sahara, not-autonomous territory, administering power, occupying Power, self-determination

Recibido: 13-6-14 / Aceptado: 29-10-14

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1. Introducción. De la colonización española a la ocupación del territorio

El comienzo de la colonización española del territorio del Sahara Occidental, conocido desde entonces como “Sahara Español”, se suele situar en los últimos años del siglo XIX, coincidiendo con la Conferencia de Berlín, lo cierto es que, a diferencia de la emprendida por la mayoría de Estados que participaron en el reparto del continente africano, realmente no llegó a ponerse en práctica de forma efectiva, es decir, explotando en benefi cio de la potencia colonial los recursos naturales del territorio, hasta los años sesenta del siglo XX, cuando se descubrió la existencia de los ricos yacimientos de fosfatos en la zona de Bucraa. Si hasta entonces los sucesivos gobiernos españoles habían defendido su presencia en África para mantener vivo el mito de su ya desaparecido imperio colonial tras su derrota en Fili-pinas en 1898, a partir de entonces tomaron conciencia de los benefi cios económicos que le podía reportar la explotación de estos recursos mineros. De esta forma, empujando las agujas en sentido contrario a las del reloj de la historia, España inició la colonización efectiva del territorio en el momento en el que el resto de los Estados europeos llevaban a cabo el proceso de descolonización y la mayoría de los territorios coloniales africanos se con-vertían en nuevos Estados. Así, pese a que no se puede negar la confl uencia de otros intereses en el control del territorio, tanto de carácter económico como estratégico, las razones iniciales de la presencia española en las costas del Sahara Occidental no atendían en la misma medida que otros Estados europeos al tradicional objeto de la colonización.

En el ámbito de las Naciones Unidas el confl icto saharaui cobró re-levancia a partir de 1955, año en el que España ingresó en la organización. Desde entonces, la Asamblea General le exigió que cumpliera sus obliga-ciones en tanto que Potencia Administradora de un territorio colonial, de conformidad con el artículo 73 e) de la Carta, obligaciones que se resistía a cumplir bajo el peregrino argumento de que sus posesiones coloniales no eran tales, sino “provincias de ultramar”. La Resolución 1541 (XV) de la Asamblea General estableció los “Principios que deben servir de guía a los Estados miembros para determinar si existe o no la obligación de transmitir la información que se pide en el inciso e) del artículo 73 de la Carta”, en virtud de los cuales quedaba claro que las posesiones coloniales de España y Portugal eran territorios no autónomos. Poco más tarde, la Resolución 1542 (XV) tomaba nota de la decisión española de comenzar a transmitir la información a que se refi ere el mencionado artículo 73 e); desde entonces se incluyó el

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“Sahara Español” en la lista de Territorios No Autónomos, y por tanto, pendientes de descolonización.

En abril de 1974, tras la Revolución de los Claveles en Portugal, que tuvo entre otras consecuencias la renuncia de este país a su imperio colonial y la inmediata independencia de sus antiguas dependencias africanas, España se vio obligada a poner fi nalmente en marcha el proceso de descolonización del territorio. Es cierto que la situación interna convirtió el problema de la descolonización en una cuestión de segundo orden, ante la incertidumbre que provocaba la inminente desaparición del dictador sobre el futuro del país, pero dada su aparente incapacidad para hacerse cargo del proceso de descolonización, lo que debió hacer es entregar la administración del territorio a las Naciones Unidas, o, en su caso, a la población autóctona del territorio, en vez de entregarlo a quienes, sin título jurídico para ello, reclamaban la soberanía sobre el mismo. Como es sabido, a través de los acuerdos de Madrid, concluidos el 14 de noviembre de 1975, días antes de que falleciera Franco, España pretendió ceder la administración del te-rritorio a una supuesta administración interina, de la que formaban parte Marruecos y Mauritania, lo que no entra entre los poderes de las potencias administradoras, y que, en realidad, supuso abiertamente la entrega del territorio a estos dos países1.

A partir de entonces y hasta la entrada en vigor del alto al fuego, el 6 de septiembre de 1991, el Frente POLISARIO, movimiento de libera-ción nacional a quien las Naciones Unidas reconoce tanto la condición de “único y legítimo representante del pueblo saharaui”, como la legitimidad para hacer uso de la fuerza, llevó a cabo una guerra de liberación nacional contra los dos Estados que invadieron en noviembre de 1975 el territorio. Mauritania puso punto fi nal a su presencia en el territorio en 1979, tras concluir un acuerdo de paz con el Frente POLISARIO y reconocer a la Repú-blica Árabe Saharaui Democrática (RASD), momento en el que Marruecos ocupó inmediatamente el territorio que había abandonado ese Estado, pese a que en 1976, a través de un acuerdo bilateral mauritano-marroquí, había “renunciado” a esa parte del territorio saharaui, al “reconocer” la soberanía mauritana sobre el mismo.

En la actualidad el pueblo saharaui está físicamente dividido entre quienes permanecen en su tierra bajo la ocupación militar marroquí, quienes lo hacen en la parte del territorio que se encuentra bajo el control del Frente POLISARIO al sur del muro marroquí que cercena la integridad territorial saharaui, quienes viven en la diáspora y quienes sobreviven en lamentables condiciones en los campamentos de refugiados situados en Tinduf, al sur

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de Argelia, a donde se vieron obligados a huir en 1975 bajo el bombardeo de la aviación marroquí.

El 30 de agosto de 1988 Marruecos y el Frente POLISARIO nego-ciaron el denominado Plan de Arreglo, que establecía la forma en que se habría de poner fi n al confl icto, mediante la celebración de un referéndum de autodeterminación2. En 1990 el Consejo de Seguridad aprobó tanto el Plan de Arreglo como el Plan de Aplicación de éste. De acuerdo con este Plan, la Resolución 690 (1991) del Consejo de Seguridad creó la Misión de las Naciones Unidas para el Referéndum del Sahara Occidental (MINURSO), con la función principal de organizar el referéndum de autodeterminación, que debía celebrarse en un plazo de seis meses. Pero un acontecimiento histórico iba a dar al traste con la autodeterminación del territorio: en aquellas fechas dio comienzo una cruenta guerra civil en Argelia, que se llevó por delante la vida de cerca de 200.000 personas, y Hassan II, consciente de que el apoyo argelino a los saharauis era clave para el desarrollo del confl icto, decidió ya entonces que el referéndum no se celebraría nunca y utilizar el Plan de Paz como forma de posponer indefi nidamente la resolución del confl icto.

Lo cierto es que, tras más de dos décadas desde que se aprobara el Plan de Paz, el paso del tiempo tiende a cubrir la historia con un manto de polvo que conviene quitar periódicamente para recordar el auténtico origen del confl icto. Posiciones interesadas de algunos Estados, entre los que destaca por mérito propio Francia, defi enden que el derecho de autodeterminación es un derecho obsoleto, que el status quo del territorio es ya inamovible, y que transcurridos ya casi cuarenta años desde que Marruecos “recuperó las provincias del sur” hay que olvidarse de soluciones decimonónicas. En las líneas que siguen voy a recordar los elementos principales del confl icto; en especial, la condición jurídica del territorio y la de los principales actores en él: España, Marruecos y el binomio RASD-Frente POLISARIO.

2. El estatuto jurídico del territorio

2.1. El Sahara Occidental es un Territorio No autónomo. Por lo tanto, ni el territorio forma parte de la integridad territorial de Marruecos, ni los saharauis son marroquíes

El territorio del Sahara OccidentalComo punto de partida, y como queda dicho, debe recordarse que

el Sahara Occidental es un Territorio No Autónomo (en adelante, TNA),

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que fi gura desde 1960 en la lista de TNA de la ONU y en la agenda de la Cuarta Comisión (Política Especial y de Descolonización). Aunque es cuestión indiscutida, cabe recordar que tal y como habían expresado ya en 1975 varios de los jueces que participaron en el Dictamen de la Corte Internacional de Justicia (en adelante, CIJ), “España no podría ni reconocer el derecho de otro Estado a reivindicar el territorio, ni admitir la existencia de títulos de soberanía, ni convenir en la participación del territorio, ni decidir su explotación en común, ni adjudicarse a sí misma la soberanía”.

Décadas más tarde, el Secretario General Adjunto de Asuntos Jurí-dicos, Hans Corell, estableció, a pregunta formulada por el Presidente del Consejo de Seguridad, que los acuerdos tripartitos de Madrid, por los que España pretendió poner fi n a sus obligaciones en el Sahara Occidental, “no transfi rieron la soberanía sobre el Territorio ni confi rió a ninguno de los signatarios la condición de Potencia Administradora, condición que España, por sí sola, no podía haber transferido unilateralmente”, de forma que la transferencia de la autoridad administrativa sobre el territorio a Marruecos y Mauritania en 1975 no afectó la condición internacional del Sahara Oc-cidental como TNA (Informe de 12 de febrero de 2002).

La Resolución 2625 (XXV) de la Asamblea General de las Naciones Unidas, aprobada el 24 de octubre de 1970, afi rmó que “el territorio de una colonia u otro TNA tiene, en virtud de la Carta, una condición jurídica distinta y separada de la del territorio del Estado que lo administra; y esa con-dición jurídica distinta y separada conforme a la Carta existirá hasta que el pueblo de la colonia o el territorio no autónomo haya ejercido su derecho de libre determinación de conformidad con la Carta y en particular, con sus propósitos y principios”. La aplicación de esta resolución, que estableció los principios estructurales sobre los que se asienta el Derecho internacional contemporáneo, al TNA del Sahara Occidental signifi ca lisa y llanamente, que la descolonización no se dará por concluida hasta que el pueblo saha-raui ejerza su derecho a la libre determinación. El objetivo que perseguía la Asamblea General de la ONU al declarar que la condición jurídica de un TNA es distinta y separada de la del territorio del Estado que lo administra era impedir la asimilación jurídica del territorio colonial al de éste, y tenía un doble destinatario: el territorio mismo y sus habitantes. De esta forma se declaraba la nulidad, desde la perspectiva del Derecho Internacional, de la política asimiladora de provincialización emprendida por España y Portugal en los años cincuenta, que pretendió convertir, por una parte, a los territorios coloniales en “Provincias de Ultramar”, y por ello, en parte de su territorio nacional, y, por otra, a sus habitantes en nacionales suyos.

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Así, por lo que se refi ere a la condición jurídica de los TNA, y con independencia de la voluntad de las potencias administradoras, el Sahara Español nunca fue parte de España, y el Sahara Occidental no ha sido nun-ca, ni es hoy parte de Marruecos. Esta afi rmación tiene como consecuencia inmediata la soberanía permanente del pueblo saharaui sobre sus recursos natu-rales, lo que signifi ca que la explotación de los recursos naturales del Sahara Occidental sólo será legal si se realiza con el visto bueno de sus representantes y en benefi cio del pueblo saharaui. El Sahara Occidental sigue pendiente de descolonización, por lo que la explotación de sus recursos naturales (pesca, fosfatos, petróleo, etc.) es y seguirá siendo ilegal mientras el Frente POLI-SARIO, “único y legítimo representante del pueblo saharaui”, no dé su visto bueno a la misma, y el destinatario de los benefi cios de tal explotación no sea el pueblo saharaui. En este sentido, el mencionado Informe de Hans Corell de 2002 señalaba que “(…) las actividades de exploración y explotación, de seguir llevándose a cabo sin atender a los intereses y deseos del pueblo del Sahara Occidental, infringirían los principios jurídicos internacionales aplicables a las actividades relacionadas con los recursos minerales en los Territorios no autónomos”. En consecuencia, para que la explotación de los recursos naturales del territorio sea legal se requieren dos condiciones: que se realice respetando los intereses (en benefi cio de su población) y deseos de la población (expresados a través de quien, según las propias Naciones Unidas, ostenta la condición de su “único y legítimo representante”, el Frente POLISARIO).

Por todo ello, Marruecos ni puede explotar los recursos naturales del Sahara Occidental en benefi cio propio, ni puede negociar tal explotación con terceros Estados. Por ello, y entre otros, los tratados en materia de pesca concluidos con Marruecos, primero por España en los años ochenta del siglo pasado, y después por la Unión Europea con Marruecos (incluido, obviamente, el actualmente en vigor), son nulos de pleno derecho y violan el Derecho Internacional, en la medida en que incluyen junto a las aguas jurisdiccionales marroquíes las del Sahara Occidental.

La población saharauiPor otra parte, tal y como estableciera la CIJ, la condición jurídica

distinta y separada del TNA hace referencia tanto al territorio como a sus habitantes, lo que signifi ca que, globalmente considerados, los saharauis nunca fueron españoles cuando el territorio era administrado por España, ni son marroquíes desde la ocupación del territorio por este Estado. Cosa distinta es que los Estados que administran un TNA reconozcan a los

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habitantes de los mismos el derecho a adquirir su nacionalidad, puesto que la competencia exclusiva a la hora de establecer las condiciones para la adquisición de la nacionalidad forma parte de la soberanía de los Estados. Esto quiere decir que, en caso de cumplir la normativa establecida por cada Estado, los habitantes de los TNA podrían adquirir libre y voluntariamente su nacionalidad. Pero este vínculo debe ser voluntario, y el derecho a ad-quirir una nacionalidad debe ser ejercitado de forma individual, puesto que lo que el Derecho Internacional prohíbe son las medidas de naturalización colectiva de los habitantes de un determinado TNA, que es lo que pretendió España en 1957.

Hasta fechas recientes, la Dirección General de Registros y Nota-riado (DGRN) venía denegando la nacionalidad española o la condición de apátrida a los saharauis que lo solicitaban y que poseían pasaporte de Marruecos o de Argelia. En su opinión, quienes poseían el pasaporte de Marruecos eran marroquíes, obviando que se trata de ciudadanos de un territorio ocupado, del que solo pueden salir con los documentos expedi-dos por la Potencia Ocupante, y que Marruecos no tiene la capacidad de convertir a los saharauis en nacionales suyos: el TNA del Sahara Occidental sigue teniendo “una condición jurídica distinta y separada”. Igualmente la DGRN entendía que quienes poseían el pasaporte argelino, eran argelinos, haciendo caso omiso de algo de lo que era consciente: el pasaporte no es más que un documento de viaje expedido por las autoridades argelinas a los refugiados en los campamentos. En consecuencia, ante los Estados que reconocen a la RASD, los saharauis tienen su propia nacionalidad: son saharauis; ante los demás Estados, los saharauis que no han adquirido otra nacionalidad (española u otra) son apátridas, y lo seguirán siendo hasta que se celebre un referéndum de autodeterminación en el que se decida el estatuto defi nitivo del territorio.

2.2. España es la Potencia AdministradoraTal y como ha señalado reiteradamente la Asamblea General de la

ONU, “a falta de una decisión de la propia Asamblea General, en el sen-tido de que un TNA había alcanzado la plenitud del gobierno propio de conformidad con el Capítulo XI de la Carta, la Potencia Administradora interesada debía seguir transmitiendo información en virtud del inciso e) del artículo 73 de la Carta con respecto a ese territorio” (véase por ejemplo la Resolución 58/102 de la Asamblea General de las Naciones Unidas, aprobada el 17 de diciembre de 2003). De acuerdo con esta Resolución, es evidente que España sigue siendo la Potencia Administradora del territorio.

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España tenía dos posibles opciones, si es que, dadas las circunstancias internas, llegó a la conclusión de que no tenía capacidad para concluir con éxito el proceso de descolonización del territorio que había comenzado años antes: bien abandonar el territorio entregando su administración a las autoridades autóctonas, es decir, al pueblo saharaui, bien dejarlo en manos de una administración internacional a cargo de las Naciones Unidas, que es quien, de acuerdo con la Carta, le atribuyó su administración, con la obliga-ción expresa de promover el desarrollo del territorio y de su población. Lo que nunca debió hacer fue precisamente lo que hizo: entregar el territorio a Marruecos y Mauritania, que habían anunciado ya su intención de ocuparlo.

Lamentablemente, lejos de cumplir las obligaciones que le impone la Carta de la ONU como Potencia Administradora, España ha venido apoyando sin disimulos la anexión del territorio al defender en cuantos foros ofi ciales ha tenido la ocasión el plan de autonomía marroquí, cuya denominación no consigue ocultar que se trata simple y llanamente de una forma de integración del territorio en Marruecos. Su posición, ya asentada con independencia del color del gobierno de turno, es la de “mantener una neutralidad activa” ante las negociaciones de paz, como si cupiera la equidistancia entre quien viola el Derecho internacional y quien sufre sus consecuencias. Ante la aplicación del Derecho no cabe la neutralidad: quien no apoya y presiona para que se aplique está promoviendo su violación.

2.3. Marruecos no es la Potencia Administradora, sino la Potencia Ocupante

Marruecos no es la Potencia AdministradoraLos acuerdos de Madrid, a través de los cuales España pretendió en-

tregar el territorio a Marruecos y Mauritania el 14 de noviembre de 1975, no supusieron una transferencia de la soberanía sobre el Territorio, entre otras razones porque España tan sólo era administradora del mismo. En este sentido debe interpretarse el Comunicado conjunto hispano-argelino conclui-do pocos años más tarde (1 de mayo de 1979), en el que España afi rmaba que “el hecho de haber puesto defi nitivamente fi n a su administración del Territorio el 26 de febrero de 1976 no podía signifi car una transferencia de soberanía tratándose de un territorio no autónomo, en el sentido del artículo 73 de la Carta de las Naciones Unidas”.

Más contundente fue la postura del Comité ad hoc de la Organización para la Unidad Africana, actual Unión Africana, que el 23 de junio de 1979

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aprobó la Resolución AHG.92 (XV), en la que afi rmaba que “el acuerdo de Madrid no establece la transferencia de la administración del territorio a Marruecos y Mauritania y no constituye una transferencia de soberanía”. En la actualidad el máximo refl ejo de esta realidad es que la República Árabe Saharaui Democrática (RASD) es miembro de pleno derecho de la Unión Africana, mientras que Marruecos perdió tal condición cuando abandonó la Organización, como consecuencia de la admisión de la RASD.

Pero quizás el documento de referencia en la materia sea el Informe del 29 de enero de 2002, que el Asesor Jurídico y Secretario General Ad-junto de Asuntos Jurídicos de las Naciones Unidas, Hans Corell, emitió a petición del Presidente del Consejo de Seguridad, sobre “la legalidad, en el contexto del Derecho internacional, incluidas las resoluciones per-tinentes del Consejo de Seguridad y la Asamblea General de las Naciones Unidas y los acuerdos relativos al Sahara Occidental, de las medidas que habrían tomado las autoridades de Marruecos, a saber, la licitación y la fi rma de contratos con empresas extranjeras para la exploración de recursos minerales en el Sahara Occidental”3. Entre otras cuestiones, este informe establece lo siguiente:

El Acuerdo de Madrid no transfirió la soberanía sobre el Territorio ni confirió a ninguno de los signatarios la condición de Potencia Administradora, condición que España, por sí sola, no podía haber transferido unilateralmente. La transferencia de la autoridad administrativa sobre el Territorio a Marruecos y Mauritania en 1975 no afectó la condición internacional del Sahara Occidental como Territorio no autónomo.Tras la retirada de Mauritania del Territorio en 1979 y la concertación del acuerdo mauritano-saharaui de 19 de agosto de 1979, Marruecos ha administrado el Territorio del Sahara Occidental por sí sólo. Marruecos, sin embargo, no fi gura como la Potencia Administradora del Territorio en la lista de Territorios no autónomos de las Naciones Unidas.

Es importante recordar e insistir en que Marruecos no es la Potencia Administradora del territorio, entre otras razones, porque en algunos de los últimos informes realizados tanto por el Secretario General de la ONU como por la asesoría jurídica del Parlamento Europeo se ha deslizado, intenciona-damente o no, la expresión “Potencia Administradora de facto” para referirse a Marruecos. En Derecho Internacional no existe la institución de Potencia Administradora de facto. La Carta de las Naciones Unidas reconoce ciertos derechos y obligaciones a las Potencias Administradoras con el objeto de promover el desarrollo político, económico, social y cultural de los territo-

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rios no autónomos. Marruecos nunca ha tenido tal condición y es única y exclusivamente la Potencia Ocupante ilegal del territorio.

Marruecos es la Potencia OcupanteLa puesta en práctica de los Acuerdos de Madrid condujeron a una

situación de violación permanente del Derecho Internacional, puesto que dieron lugar a una ocupación ilegal del territorio, primero parcial por parte de Marruecos y Mauritania, y luego completa tras la retirada de este últi-mo Estado del Territorio, en violación, entre otras, de la Resolución 2625 (XXV) que establece que no se reconocerá como legal ninguna adquisición territorial derivada de la amenaza o el uso de la fuerza. Esta es la razón por la cual ningún Estado, ni siquiera Francia, su más incondicional aliado, ha reconocido la anexión.

Desde antes incluso de que Marruecos ocupara el territorio por medio de la Marcha Verde, el Consejo de Seguridad le había requerido para que no la llevara a cabo, y, una vez realizada, le exhortó para que se retirara de él -Resoluciones 379 (1975), del 2 de noviembre, y 380 (1975), del 6 de noviembre-.

En el mismo sentido, resoluciones de otros órganos de las Nacio-nes Unidas han califi cado expresamente la situación de ocupación. Así, por ejemplo, cuando tras la retirada del confl icto bélico por parte de Mauritania, Marruecos ocupó la parte del territorio que dejaba este país, la Resolución 34/37 de la Asamblea General de la ONU, del 21 de noviembre de 1979, además de legitimar la lucha armada del Frente POLISARIO, deploraba profundamente “la agravación de la situación, como consecuencia de la persistente ocupación del Sahara Occidental por Marruecos, y de la ampliación de esa ocupación al territorio recien-temente evacuado por Mauritania”. En el mismo sentido, cabe recordar la Resolución 12 (XXXVII), del 6 de marzo de 1981, de la Comisión de Derechos Humanos sobre “Negación al pueblo del Sahara Occidental de su derecho a la libre determinación y de otros derechos humanos fundamentales como consecuencia de la ocupación de su territorio por Marruecos”, en la que “deplora la persistente ocupación del Sahara Occi-dental por Marruecos”4.

El estatuto jurídico de Marruecos en los territorios ocupados saha-rauis es similar al de Israel en los territorios ocupados palestinos. En este sentido resulta ilustrativa la opinión que la Corte Internacional de Justicia emitió en 2004 en relación con el derecho aplicable en estos últimos en su Dictamen sobre la legalidad de la construcción del muro en los territorios

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ocupados palestinos, en el que extrajo las siguientes conclusiones, aplicables mutatis mutandis a los territorios ocupados saharauis:

a) Aunque Israel no es parte del IV Convenio La Haya sobre leyes y uso de la guerra terrestre (1907), éstos son de plena aplicación en los territorios ocupados, porque forma ya parte del Derecho internacional consuetudinario.

b) El IV Convenio Ginebra de 1949 sobre protección de personas civiles en tiempo de guerra (del que son partes tanto Israel como Jordania), es aplicable de iure en los territorios ocupados. Marruecos, potencia ocupante del Sahara Occidental desde 1975 y España, Potencia Administradora, son Estados partes de esta IV Convención desde 1956 y 1952 respectivamente.

c) Israel alegaba la inaplicabilidad en los territorios ocupados del Derecho Internacional de los Derechos Humanos, y en especial, de los dos Pactos Internacionales de 1966 y de la Convención del Niño de 1989, de los que es Estado Parte, con el argumento de que el objetivo de estos tratados es proteger a los ciudadanos de sus propios gobiernos en tiempos de paz, por lo que serían incompatibles con el Derecho humanitario. Como señalara la Corte, “los redactores de los Pactos no tenían intención de permitir que los Estados eludieran sus obligaciones al ejercer su jurisdicción fuera del territorio nacional”.

d) Aunque Israel aseguraba que la construcción del muro era estrictamente provisional, la Corte afi rmó que “la construcción del muro y su régimen conexo crean un hecho consumado en razón de que podría muy bien llegar a ser permanente, en cuyo caso, y pese a la caracterización formal del muro por Israel, ello equivaldría a una anexión de facto”. Esta conclusión es aplicable del mismo modo al muro construido por Marruecos en el Sahara Occidental, que divide en dos el territorio.

De acuerdo con estas conclusiones, la Corte estableció las siguientes consecuencias jurídicas, igualmente aplicables a Marruecos respecto del Sahara Occidental:

a) Israel debe poner fi n a sus violaciones del Derecho internacional; b) Todos los Estados tienen la obligación de no reconocer la situación

ilegal y de no prestar ayuda o asistencia para el mantenimiento de la misma.

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c) Todos los Estados partes en el IV Convenio de Ginebra relativo a la protección debida a las personas civiles en tiempo de guerra, tienen además la obligación, dentro del respeto por la Carta de las Naciones Unidas y el Derecho internacional, de hacer que Israel respete el Derecho internacional humanitario incorporado en dicho Convenio.

d) La ONU, y en especial la Asamblea General y el Consejo de Seguridad, deberían considerar, teniendo debidamente en cuenta la presente opinión consultiva, qué medidas adicionales son necesarias para poner fi n a la situación ilegal existente.

Si la cuestión del Sahara Occidental llegara nuevamente a la Corte Internacional de Justicia, ésta no tendría más remedio que repetir estos mismos argumentos en relación con la condición jurídica de Marruecos en el territorio y las obligaciones del resto de los Estados.

3. La situación actual en los campamentos de refugiados y en los territorios ocupados. Gdeim Izik y la dignidad de un pueblo

La resistencia en los campamentos de refugiadosComo queda dicho, desde 1975 el pueblo saharaui sufre de forma

diferente las consecuencias de la ocupación: en su propia tierra bajo la re-presión marroquí, en las condiciones de pura supervivencia de los refugiados en la hammada argelina, y en las inherentes a las de toda diáspora.

Las condiciones de vida en los campamentos de refugiados son cada día más difíciles. La proliferación de confl ictos en todo el mundo desde aquél año fatídico, unido a la grave crisis económica que, de una manera u otra, incide en todo el mundo, ha hecho que la partida de la ayuda humanitaria destinada a los campamentos saharauis por las Naciones Unidas se haya ido reduciendo año tras año. Lo mismo ocurre con la ayuda de la Unión Europea, que en determinados momentos álgidos de las negociaciones se ha llegado a utilizar, incluso, para presionar a las autoridades saharauis. Por su parte, la ayuda destinada por la Potencia Administradora a los campamentos de refugiados tan solo sirve para tratar de justifi car un merecido sentimiento de culpa ganado a pulso por los sucesivos gobiernos españoles de la democracia, que, con independencia de su color político, se han posicionado siempre abiertamente a favor de la potencia ocupante. En este ámbito existe un evidente divorcio entre el pueblo español y sus gobernantes. Finalmente, otro factor, recordado por el propio Secretario General de la ONU en su

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informe de abril de 2014, que favorece el progresivo empobrecimiento de la población trae causa de la mencionada crisis, ya que quienes, desde la diáspora venían enviando a sus familias ayuda económica desde Europa, tienen cada vez más difi cultades para encontrar trabajo. La consecuencia es que el hambre ha vuelto a los campamentos de Tinduf, favoreciendo la reaparición de enfermedades, que, como afi rma el Secretario General en el mencionado informe, son principalmente diabetes, hipertensión arterial, anemia, enfermedades del corazón y Hepatitis B.

Por otra parte, a nadie se le escapa que la ayuda humanitaria que llega a Tinduf procedente de las Naciones Unidas, la Unión Europea y España es un arma de doble fi lo: por una parte, es realmente imprescindible para la mera supervivencia de la población; pero por otra, sirve a los donantes para acallar y adormecer conciencias, y para mantener el statu quo del confl icto, tendiendo a consolidarlo por el transcurso del tiempo, en vez de buscar una solución defi nitiva, acorde con el Derecho internacional y con la práctica de la ONU en materia de descolonización.

La resistencia en los territorios ocupadosDebe recordarse que la mencionada concesión de ayuda humanitaria

está condicionada de forma casi absoluta por su destino: los campamentos de refugiados. Esta circunstancia ha hecho que quienes sufren las consecuencias de la ocupación en sus propias carnes se vean privados de cualquier tipo de ayuda, a lo que se une la marginación social y la guetización de que son objeto por las autoridades marroquíes en su propia tierra, que les impiden el acceso a numerosos puestos de trabajo y les aplica una política de exclu-sión, agravada por la violación sistemática de sus derechos más básicos. Así, Marruecos no sólo explota en benefi cio propio, sin ningún tipo de control internacional, los recursos naturales saharauis (pesca, fosfatos…) ante la mirada complaciente de la Unión Europea y de España, sino que además impide a los saharauis trabajar en esos ámbitos básicos de la economía del territorio. Esta marginación es además de política y económica, social y cultural. Así, en los territorios ocupados del Sahara Occidental no existe ninguna Universidad. Son muy pocos los estudiantes que pueden acceder a las universidades marroquíes, no sólo por una cuestión puramente eco-nómica, que es un problema muchas veces insalvable, sino también porque en el momento en que se les vincula de cualquier forma con la defensa del derecho de autodeterminación saharaui, se les impide automáticamente seguir adelante con sus estudios. De esta forma, Marruecos no cumple ni siquiera con las mínimas obligaciones exigidas por la Carta de la ONU a las

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Potencias Administradoras, condición que, como queda dicho, no posee; pero estamos hablando de los mínimos exigibles a quien ocupa el territorio: promover el desarrollo económico, social y cultural de la población.

Esta situación desesperada de marginación y de violación de los dere-chos humanos de la población saharaui, que en el momento actual no llega a ser en número más que un tercio de la que vive en los territorios ocupados (obviamente el resto de habitantes del territorio son colonos marroquíes que disfrutan de condiciones de vida privilegiadas -trabajo, ventajas fi scales, etc.-si se comparan con las del resto de marroquíes que viven en su país), llevó en octubre de 2010 a más de 20.000 personas, según han reconoci-do expresamente las autoridades marroquíes, a levantar un campamento, a unos diez kilómetros de la capital de El Aaiún, denominado por ellos mismos “campamento de la dignidad”, para protestar pacífi camente por tales condiciones de vida. Pero no se trataba de un tipo nuevo de movili-zación: ya desde años atrás la creación de campamentos en las afueras de las ciudades principales del Sahara Occidental se había convertido en una nueva forma de protesta pacífi ca de su población para reclamar derechos económicos y sociales. Así, en septiembre de ese año se levantaron dos pequeños campamentos al Norte y al Este de El Aaiún con este objetivo, aunque sus organizadores procedieron a desmantelarlos pacífi camente tras recibir garantías de las autoridades marroquíes de atender sus reclamaciones. Como tales promesas no se cumplieron, el 10 de octubre de 2010 se inició el desplazamiento progresivo de familias saharauis a la región de Gdeim Izik, hasta confi gurar un campamento de más de siete mil jaimas, que superaba la mencionada cifra de 20.000 personas.

En las primeras semanas de vida de este campamento, tanto las au-toridades marroquíes como los medios de comunicación elogiaron el éxito de la organización del campamento, la legitimidad de las reclamaciones socio-económicas y el quehacer del Comité de Diálogo, interlocutor del campamento en las conversaciones mantenidas con las autoridades marro-quíes, creado a instancias de éstas. Incluso la cuestión fue objeto de debates en las dos Cámaras del Parlamento de Marruecos y tuvo un importante eco en los medios de comunicación marroquíes. Pero el 18 de octubre las autoridades marroquíes levantaron un muro de arena alrededor del cam-pamento, custodiado por militares y policías, para restringir las entradas y salidas del mismo. Desde entonces la tensión fue aumentando dado que se impedía por la fuerza el acceso de cientos de saharauis al campamento, y alcanzó su punto álgido cuando miembros del destacamento militar marro-quí dispararon contra un joven saharaui de 14 años, que intentaba entrar

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en él, produciéndole la muerte, tal y como afi rmó la Asociación Marroquí de Derechos Humanos (AMDH).

El 5 de noviembre de 2010, el Gobierno de Marruecos, representado por Abdelaziz Bennani, Jefe del Estado Mayor del Ejército y Comandante de la Zona Sur, Taieb Cherkaoui, Ministro del Interior, y sus colaboradores, entre los que se encontraba la diputada saharaui en el Parlamento marroquí, Guejmula Ebbi, alcanzó un acuerdo con el Comité de Diálogo para atender las demandas de empleo y vivienda, así como otras medidas individualizadas, y aseguró su aplicación a partir del día 8 de noviembre de 2010. Pese a que el acuerdo suponía el desmantelamiento pacífi co del campamento por sus propios habitantes, el día 7 el Fiscal del Tribunal de Apelación de El Aaiún dictó órdenes de búsqueda y captura contra 24 activistas saharauis, bajo la principal acusación de haber secuestrado a las más de 20.000 personas con el objeto de desestabilizar la zona y atentar contra la seguridad interior de Marruecos. Ese mismo día se cerró totalmente el acceso al campamento. En la madrugada del 8 de noviembre de 2010, fecha teórica de la puesta en marcha del acuerdo entre las autoridades marroquíes y la Comisión de Diálogo, se produjo una gran operación de las fuerzas marroquíes para desmantelar el campamento, en el curso de la cual se utilizaron medios violentos (mangueras de agua caliente, gases lacrimógenos…) para dispersar a la población, produciéndose enfrentamientos entre las fuerzas marroquíes y los responsables de la seguridad del campamento. La violencia se trasladó a las calles de El Aaiún, donde en los días siguientes fueron detenidas cerca de quinientas personas, que, según afi rmó más tarde el Relator Especial sobre la Tortura y otros Tratos Crueles, Inhumanos o Degradantes5, fueron sometidos de forma sistemática a tortura. Signifi cativamente, estos hechos se produjeron precisamente el día en que daba comienzo la ronda de con-versaciones no ofi ciales entre Marruecos y el Frente POLISARIO sobre el confl icto bajo los auspicios del enviado Personal del Secretario General de las Naciones Unidas en Nueva York.

En febrero de 2013 se celebró un Consejo de Guerra ante el Tribu-nal Militar Permanente de Rabat contra veinticuatro activistas saharauis acusados de haber asesinado a varios de los militares que participaron en el levantamiento violento del campamento6. Los activistas fueron condenados en su mayoría a penas de entre veinte años y cadena perpetua, en un juicio en el que no se respetaron los más elementales derechos de los procesados y en el que se acreditó la existencia de pruebas contundentes no de su cul-pabilidad, sino de su inocencia. Este juicio dejó patente que los intentos de Marruecos por dar ante las Naciones Unidas y ante la Unión Europea

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una imagen de Estado que evoluciona hacia la democracia y que respeta los derechos humanos son vanos, y que se trata de una cuestión puramente cosmética.

4. Conclusiones. El futuro del pueblo saharaui está en sus propias manos

Mirar al pasado en el caso del pueblo saharaui es un ejercicio duro y desalentador, porque son ya 130 años los que lleva sufriendo los efectos de la colonización. Y es que a la colonización española (1884-1975) le siguió, sin solución de continuidad, una nueva colonización, mucho más agresiva y violenta, la marroquí (1975-2014). Si, por un lado, la colonización es-pañola explotó en benefi cio propio los recursos naturales del territorio de forma importante tan solo en la última década de su presencia en él, y, por otro, salvando los paternalismos y las características propias de cualquier colonización, la convivencia entre saharauis y españoles fue relativamente buena (cabe recordar que el Frente POLISARIO, al igual que el resto de movimientos de liberación africanos, se creó con el objeto de hacer frente al Estado colonizador), de lo que son muestra las excelentes relaciones exis-tentes hoy en día entre la sociedad civil española y la saharaui, lo cierto es que la colonización marroquí tiene el dudoso mérito de competir con las más brutales de la historia: violencia contra la población (de los crímenes de guerra de los años setenta a las violaciones masivas de derechos humanos de la población desde entonces) y explotación masiva de todos los recur-sos naturales del territorio, todo ello apoyado por un poderosísimo lobby internacional, fi nanciado con los réditos de esa explotación, que extiende sus tentáculos hasta los pasillos de las Naciones Unidas, la Unión Europea, o de los parlamentos de España y Francia. Mientras esto sucede, día a día empeoran las condiciones de vida en los campamentos de refugiados, que cada vez reciben menos ayuda internacional, y una generación que ha nacido y vivido en ellos sin conocer su tierra no aguanta más.

Si bien hay que reconocer que el trabajo de la MINURSO a la hora de confeccionar el censo para el referéndum de autodeterminación, y pese al “sutil deslizamiento” de los sucesivos Secretarios Generales de la ONU hacia las posiciones del Estado ocupante, fue riguroso, la falta de voluntad política de la organización ha hecho inútil tanto esfuerzo, abandonando al pueblo saharaui en un callejón aparentemente sin salida. El persistente veto francés hace inviable cualquier avance en el proceso, hasta el punto de que en los últimos años ha impedido que se puedan ampliar mínimamente los

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limitados poderes de la MINURSO para que pueda supervisar la situación de los derechos humanos en el territorio. ¡Francia impide que una misión de las Naciones Unidas vele por el respeto de los derechos humanos!

En el ámbito de las organizaciones internacionales regionales, la Unión Europea sigue apoyando al Estado ocupante, violando, con conoci-miento de causa, el Derecho Internacional, pese a que los informes de los servicios jurídicos del Parlamento Europeo han advertido reiteradamente que, entre otros, los sucesivos acuerdos en materia de pesca con Marruecos son contrarios al ordenamiento internacional7. Lamentablemente, ni la Unión Africana, de la que la RASD es miembro de pleno derecho, ni la OEA, en la que la RASD cuenta con importantes apoyos -son numerosos los Estados que le han dado su reconocimiento-, han dado pasos signifi ca-tivos para promover la libre determinación del territorio. En mi opinión, la participación activa de estas dos organizaciones en el confl icto, asumiendo un papel que ciertamente les corresponde, podría suponer un importante espaldarazo para la causa saharaui, más en estos tiempos de enquistamiento del proceso de paz.

España, Potencia Administradora del territorio, lejos de cumplir con las obligaciones que se derivan de tal condición, desarrolla una política que denomina de “neutralidad activa”. Pero es que, además, esa neutralidad no existe: su apoyo a Marruecos es incondicional. Camufl ado entre los miem-bros del denominado Grupo de Amigos del Sahara Occidental —Estados Unidos, Francia, España, Reino Unido y Rusia— (con amigos así, ¿para qué quieren los saharauis enemigos?) se limita a apoyar las propuestas marroquíes de autonomía para el territorio, una versión de la integración del mismo en Marruecos, dejando a un lado la defensa del derecho de au-todeterminación saharaui.

Desde que se conoció el censo para el referéndum, y Marruecos decidió abandonar el Plan de Paz, la labor inagotable de los dirigentes del Frente POLISARIO en el ámbito diplomático ha dado escasos resultados. Pese a ello hay que alabar su constancia y la fe en las vías pacífi cas de solu-ción del confl icto, algo imprescindible en los tiempos que corren para poder seguir contando con el apoyo de la Comunidad Internacional. Aunque la legalidad internacional avalaría su vuelta a la lucha armada es obvio que a sus principales enemigos les faltaría tiempo para acusarles de terroristas. Por otra parte, refl ejo de esta efi caz labor diplomática, a veces tan poco visible, es el hecho de que hoy es el día en que ningún Estado, ni siquiera el más fi el aliado de Marruecos, Francia, ha reconocido la anexión del territorio. Por otra parte, la gestión de la escasa ayuda que llega a los campamentos, que

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siguen “vivos” tras casi cuarenta años de pura supervivencia, sigue siendo uno de los principales éxitos de una organización que surgió para combatir militarmente y que, a pesar de los pesares, ha sabido adaptarse a las nuevas circunstancias.

La paciencia del pueblo saharaui se agota día a día tanto en los cam-pamentos de Tinduf como en los territorios ocupados, donde la represión marroquí tiene el efecto de hacer cada vez más fuerte la resistencia. En este sentido, Gdeim Izik supuso un punto de infl exión en el confl icto. Dejando a un lado el miedo a las torturas y a las represalias, la población se desplazó hasta el desierto para expresar su inquebrantable voluntad de luchar por su libertad. La utilización por el gobierno marroquí de colonos para agredir a los saharauis en la violencia que se desató en todo el Sahara Occidental tras el desmantelamiento del campamento abrió, además, una brecha ya insalvable entre nativos del territorio y ocupantes. Por otra parte, pese a las torturas que todos ellos habían sufrido, la valiente defensa del derecho de autodeterminación que hicieron los activistas saharauis ante el Tribunal Militar Permanente de Rabat, en el corazón mismo del poder militar del Estado ocupante, recordó y dejó bien claro que este camino no tiene marcha atrás y que ni siquiera la violencia les podrá doblegar. Saben que, aunque el Derecho está de su lado, no cabe esperar nada ni de las organizaciones internacionales ni de los Estados. Que la solución pasa por ellos, por el pueblo saharaui en su conjunto: ciudadanos, activistas de derechos huma-nos, refugiados y Frente POLISARIO. Y, pese a todo, dando un ejemplo al mundo plagado de confl ictos armados en que vivimos, siguen apostando por la vía pacífi ca para alcanzar la independencia de su país.

Notas

1 El 26 de febrero de 1976 el representante de España ante la ONU comunicó al Secretario General que a partir de ese momento daba por terminadas sus obligaciones internacionales en relación con el territorio, y que ni éste había formado parte nunca de España ni los saharauis habían sido nunca españoles.

2 Informe del Secretario General S/21360, del 18 de junio de 1990, que contiene tanto las “Propuestas del Secretario General de las Naciones Unidas y del actual Presidente de la Asamblea de Jefes de Estado y de Gobierno de la OUA para lograr un arreglo de la cuestión del Sahara Occidental, aceptado en principio por las partes el 30 de agosto de 1988”, y el “Plan de Aplicación propuesto por el Secretario General de conformidad con la Resolución 621 (1988) del Consejo de Seguridad del 20 de septiembre de 1988”. Disponible en: http://www.un.org/es/

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3 Documento S/2002/161, del 12 de febrero de 2002. Disponible en: http://www.un.org/es/

4 En el mismo sentido, véase, por ejemplo, E/CN.4/L.1489, o la Resolución 4 (XXVI), del 15 de febrero de 1980. Igualmente puede consultarse BENVENISTI, E., Th e International Law of Occupation, Oxford University Press, 2012, p. 171 y s.

5 Informe del 28 de febrero de 2013 (Documento Ofi cial de las Naciones Unidas A/HRC/22/53/Add.2). Disponible en: http://www.un.org/es/

6 El autor de este trabajo estuvo presente a lo largo de toda la vista oral en calidad de observador internacional, como Presidente de AIODH (Asociación Internacional para la Observación de los Derechos Humanos). El informe sobre el juicio puede consultarse en la siguiente dirección de Internet: http://aiodh.org/wp-content/uploads/2013/11/Informe-juicio-Rabat-agosto-2013.pdf

7 Soroeta Liceras, J.(2009) La posición de la Unión Europea en el confl icto del Sahara Occidental, una muestra palpable (más) de la pri macía de sus intereses económicos y políticos sobre la promoción de la democracia y de los derechos humanos”, Revista de Derecho Comunitario Europeo, nº 34, pp. 823-864 (disponible en la siguiente dirección de Internet: http://www.arso.org/JuanSoroeta2009.pdf ).

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¿Qué proceso de paz para el Sahara Occidental?

Carlos Ruiz MiguelUniversidad de Santiago de Compostela

Santiago de Compostela-Españ[email protected]

ResumenEl proceso de paz del Sahara Occidental sólo puede tener posibilidades de prosperar si se cumplen tres condiciones: en primer lugar, que se parta de la situación real del confl icto, que es que el Sahara Occidental ha experimentado diversas amputaciones y ahora se halla dividido; en segundo lugar, que las fórmulas para solucionar el confl icto sean conformes con el Derecho Internacional; y en tercer lugar, que la fórmula que se estime correcta esté acompañada de un mecanismo de garantía. El “Plan Baker” (2003) cumple con estos requisitos, pero no parece que el proceso de negociación abierto en 2007 lo haga. Palabras clave: Sahara Occidental, partición, negociación, referéndum, Plan Baker.

¿What peace process in Western Sahara?

AbstractTh e Peace Process in the Western Sahara may only succeed if it fulfi lls three conditions: fi rst, that it should be based upon the real situation of the confl ict, which is that Western Sahara has been amputated and is now divided; second, that the formulae to solve the confl ict should comply with the International Law; third, that any formula considered as correct should be accompanied by a guarantee mechanism. Th e Baker Plan (2003) fulfi lls these requirements, but it seems that the negotiation process opened in 2007 does not do so. Keywords: Western Sahara, partition, negotiation, referendum, Baker Plan.

Recibido: 15-5-14 / Aceptado: 14-11-14

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1. IntroducciónEn este trabajo se quiere argumentar, en primer lugar, que si bien

la razón próxima del confl icto del Sahara Occidental es la ocupación por Marruecos del territorio entonces administrado por España, existen otras causas de raíces más profundas. En efecto, una de ellas es la amputación de la región septentrional del Sahara Occidental en 1912 que se consumó con la entrega al Marruecos independiente en 1958. Se pretende mostrar que aquella herida sigue produciendo efectos después de la invasión del resto del Sahara Occidental a partir de 1975 y que el paso del tiempo lejos de curarla la hace más grave. Por lo demás, se intentará hacer ver que el desarrollo de la guerra ha llevado a una distribución del territorio que constituye el dato indispensable para proveer a cualquier solución del confl icto que quiera califi carse de “realista”.

En segundo lugar, se quiere exponer que, tras el desencadenamiento de la guerra del Sahara los esfuerzos diplomáticos se volcaron en la búsque-da de “fórmulas” para solucionar el confl icto. Aquí se defenderá que sólo las fórmulas conformes con el Derecho Internacional tuvieron el aval o la aprobación de Naciones Unidas, mientras que las fórmulas contrarias a ese Derecho nunca se han benefi ciado de ese aval o aprobación.

En tercer lugar, se sostiene la tesis de que la búsqueda de “fórmulas” de solución del confl icto constituye un camino casi agotado y que una con-tribución realista a la solución del confl icto debe centrarse en la búsqueda de “mecanismos de puesta en práctica” de aquellas “fórmulas” de solución que sean conformes con la legalidad internacional y que tengan en cuenta la situación geográfi ca del territorio. Al principio, no se prestó la debida atención a los “mecanismos de su puesta en práctica”, quizá por la presunción de buena fe de las partes.

En cuarto lugar, se afi rma que, con todas sus limitaciones, el “Plan Baker” parece suponer la “fórmula” última más allá de la cual parece im-posible encontrar otras que puedan mantener sintonía con la legalidad internacional y constituye una propuesta inteligente para conseguir un “mecanismo de aplicación efectivo” de la fórmula de solución.

Finalmente, a la luz de lo anterior, se expresa escepticismo ante el proceso negociador abierto a raíz de la resolución 1754 del Consejo de Seguridad por cuanto el mismo vuelve a centrarse en la búsqueda de una “fórmula” de solución olvidando el “mecanismo de aplicación” de la misma.

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2. El punto de partida para un proceso de paz realista: Un territorio partido

2.1. La amputación de 1912 consumada en 1958Poco después de que España ocupara el Sahara Occidental en 1884,

tras la fi rma de un tratado de protectorado con las tribus del territorio, Francia plantó una de las semillas del futuro confl icto entre el Sahara Occidental y Marruecos. Ocurre que el Sahara Occidental como entidad histórica y cultural no coincide con el Sahara Occidental en sus fronteras internacionalmente reconocidas en la actualidad. El Sahara Occidental se confi gura, históricamente, como el territorio situado al sur de Marruecos. El territorio históricamente reconocible como “Marruecos” es la suma del Bled el majzen (territorio que se hallaba de facto controlado por el sultán de Marruecos) y del Bled es siba (territorio al que el sultán creía tener derecho, aunque escapaba a su control efectivo por causa de un estado de insumisión permanente). Tal y como ha establecido el Tribunal Internacional de Justicia, la frontera meridional histórica de Marruecos es el río Draa:

It is al so said that the historical evidence shows the territory between the Souss and the Dra’a to have been in a state of permanent insubordination and part of the Bled Siba; and that this implies that there was no eff ective and continuous display of State functions even in those areas to the north of Western Sahara. In the present proceedings, it has been common ground between Mauritania, Morocco and Spain that the Bled Siba was considered as forming part of the Moroccan State at that time, as also appears from the information before the Court.the 1895 treaty [note: between Great Britain and Morocco] is that it is at variance with the facts as shown in the diplomatic correspondence surrounding the transaction concerning the Mackenzie trading-station. Numerous documents relating to this transaction and presented to the Court show that the position repeatedly taken by Great Britain was that Cape Juby was outside Moroccan territory, which in its view did not extend beyond the Dra’a.1

Al sur del río Draa, por consiguiente, Marruecos no tenía ni soberanía ni ningún otro derecho de carácter territorial. Sin embargo, en el tratado hispano-francés de 1912 sobre Marruecos, Francia impuso una cláusula según la cual la zona comprendida al sur del río Draa hasta el paralelo 27°40’ quedaba atribuida a Marruecos, pero ejerciendo en la misma España su protectorado. La zona en cuestión (llamada en adelante “zona sur del

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protectorado”, Tarfaya o Villa Bens) había sido siempre territorio saharaui y nunca estuvo bajo la soberanía el Sultán ni había formado parte del terri-torio marroquí (ni del Bled-el-Majzén ni del Bled-es-siba). De esta suerte, en 1912 se produjo la primera “partición” del territorio saharaui, en benefi cio de Marruecos. Esta partición ha tenido y tiene graves consecuencias (Ruiz Miguel, 1995: 40-41).

En efecto, la población saharaui de esta región de Tarfaya inició en 1958 una rebelión contra Marruecos, apenas después de que España le entregara este territorio en el acuerdo de Cintra de1 de abril de 1958 (Ruiz Miguel, 1995: 66-67). Más tarde volvió a producirse una rebelión anti-marroquí en esta región en 1972 (Ibíd.:88). Es un dato cierto que un sector importante de los fundadores del Frente Polisario eran saharauis originarios de esta región de Tarfaya. Las revueltas anti-marroquíes en esta región han sido constantes y especialmente se han agudizado a raíz del desencadena-miento, el 20 de mayo de 2005, de la “Intifada de la independencia”. En efecto, algunos de los líderes más destacados de esta Intifada como Ali Salem Tamek, han nacido en esta franja de Tarfaya.

2.2. Las heridas posteriores a 1975El otoño de 1975 tras la esperanza trajo la tragedia al pueblo saharaui.

Todo parecía que iba a resolverse satisfactoriamente cuando el 16 de octubre de 1975 el Tribunal Internacional de Justicia hizo público su dictamen sobre el Sahara Occidental. El mismo constituía una victoria jurídica indiscutible del pueblo saharaui, por cuanto el máximo tribunal internacional resolvió que Marruecos nunca había ejercido ni soberanía ni ningún derecho de tipo territorial sobre el Sahara Occidental:

Th e fi ndings of the Court, however, regarding the nature of the legal ties of the territory respectively with the Kingdom of Morocco and the Mauritanian entity diff er materially from the views advanced in that respect by Morocco and Mauritania. In the opinion of the Court those ties did not involve territorial sovereignty or co-sovereignty or territorial inclusion in a legal entity.2

Por lo demás, el alto Tribunal confi rmaba el derecho de las poblacio-nes del Sahara Occidental a la autodeterminación e independencia como numerosas resoluciones de la Asamblea General de Naciones Unidas habían establecido en aplicación de la norma general sobre la descolonización contenida en la resolución 1514 (XV):

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the Court has not found legal ties of such a nature as might aff ect the application of General Assembly resolution 1514 (XV) in the decolonization of Western Sahara and, in particular, of the principle of self-determination through the free and genuine expression of the will of the peoples of the Territory.3

Sin embargo, apenas unos días después Marruecos decide invadir el Sahara Occidental. Esa invasión se realizó por el Ejército marroquí a partir del 26 de octubre de 1975 en la frontera nororiental del territorio (Ruiz Miguel, 1995: 102-103). Más adelante, por la frontera noroccidental, se produce la invasión mediante la llamada “Marcha verde”, compuesta por civiles apoyados por el Ejército marroquí. La invasión marroquí mediante la “marcha verde”, una vez que cruzó la frontera internacional del Sahara Occidental el 6 de noviembre de 1975 fue condenada por la resolución 380 del Consejo de Seguridad que ordenó su retirada (Ruiz Miguel, 2005b).

Después de la invasión, España fi rmó con Marruecos y Mauritania los llamados “acuerdos de Madrid” (Ruiz Miguel, 2005c). En estos acuerdos, formalmente, no se procede a la partición del territorio del Sahara, sino a la creación de una “administración temporal” tripartita (España-Marruecos-Mauritania) hasta el 28 de febrero de 1976. Con esos acuerdos España intentó abandonar unilateralmente sus responsabilidades como potencia administradora del territorio, pero el empeño no fue completo porque, si bien de facto abandonó el territorio, de iure España sigue siendo conside-rada por Naciones Unidas la potencia administradora del territorio (Ruiz Miguel, 2007). Sin embargo, en las negociaciones que llevaron a la fi rma de estos acuerdos ya se acordó secretamente la partición del territorio entre Marruecos y Mauritania. Y, en efecto, esa partición se realizó mediante un “tratado de delimitación de las fronteras estatales” entre Marruecos y Mauritania el 14 de abril de 1976. Este tratado dividía el Sahara Occidental en dos partes divididas por una línea recta. La septentrional quedaba para Marruecos (que llega hasta un poco más al norte de Dajla-Villa Cisneros, la capital de la región sur), mientras la meridional sería para Mauritania. La parte sur contaba con una costa rica en pescado. La parte norte, además de la pesca, incluía las minas de fosfatos de Bu Craa. Esta partición, sin embargo, nunca pudo ser efectiva por causa de la guerra. En efecto, tras el acuerdo de Madrid, además de la invasión marroquí por el norte del territorio se añade la invasión mauritana por el sur. La población más meridional del Sahara Occidental, La Güera, fue invadida por el ejército mauritano el 19 de diciembre de 1975 (Ruiz Miguel, 1995: 129). El Frente Polisario respondió

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militarmente a la invasión. Inicialmente, el Frente Polisario controlaba la mayor parte del territorio, razón por la que Marruecos y Mauritania no consiguieron el dominio efectivo del territorio que formalmente se habían repartido.

El 5 de agosto de 1979, Mauritania y el Frente Polisario fi rmaron un acuerdo de paz mediante el cual Mauritania renunciaba a la anexión de cualquier territorio del Sahara Occidental, pero mientras Mauritania abandonaba el territorio Marruecos invadió la parte sur del Sahara Occi-dental que había correspondido a Mauritania en el reparto. El 11 de agosto de 1979, Marruecos ocupa Dajla-Villa Cisneros (Ibíd: 131). La Asamblea General de las Naciones Unidas condenó esta nueva invasión mediante su resolución 34/374.

Conviene hacer notar que, no obstante el acuerdo entre Mauritania y el Frente Polisario y la nueva invasión marroquí, Mauritania siguió ocupando (hasta la actualidad) la población más meridional del Sahara Occidental, La Güera, que hoy día está abandonada y custodiada por el ejército mauritano. Por ello, aunque el discurso ofi cial de Marruecos es que el país comprende “desde Tánger a La Güera”, lo cierto es que La Güera está desde diciembre de 1975 en manos de Mauritania.

El dominio del territorio por el Ejército del Frente Polisario llevó a Marruecos a adoptar una estrategia consistente en la construcción de sucesivos “muros” o bermas con los que mantener al Ejército saharaui lejos de las costas y de las poblaciones del interior del Sahara Occidental (Ibíd.:138-142). El muro construido en 1985 encerró una parte del territo-rio internacionalmente reconocido de Mauritania, cercano a Amgala (en la confl uencia entre el paralelo 26 y el meridiano 12). Es importante advertir que este hecho se halla disimulado en la cartografía ofi cial de las Naciones Unidas que no refl eja con exactitud el trazado del muro para evitar refl ejar que Marruecos mediante ese muro se ha anexionado de facto una pequeña porción de Mauritania. La conclusión de los sucesivos muros ha llevado a la situación actual en la que el Sahara Occidental está dividido de facto entre una zona occidental bajo control marroquí y dos zonas orientales bajo control saharaui.

Todos estos hechos conducen a un complejo mapa del territorio:

• En primer lugar, Marruecos controla casi toda la costa y la mayor parte del territorio del Sahara Occidental que es el comprendido dentro del perímetro de los muros (más de un 80% del total del territorio), que es la parte más occidental.

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• En segundo lugar, el Frente Polisario y su Estado (la República Árabe Saharaui Democrática) controlan los dos territorios del Sahara Occidental fuera del muro marroquí, uno al norte del paralelo 26 y otro al sur de ese paralelo. No existe contigüidad entre ambos territorios, razón por la cual para ir de uno al otro el Frente Polisario debe atravesar necesariamente el territorio de Mauritania. Del mismo modo, para acceder a estos territorios desde sus bases de Tinduf (Argelia), el Frente Polisario también tiene que cruzar por territorio mauritano.

• En tercer lugar, Mauritania ocupa el territorio más meridional del Sahara Occidental, al sur del paralelo 21º20’, donde está La Güera. Sin embargo, como se dijo, Marruecos ocupa una pequeña porción de Mauritania en la confl uencia del paralelo 26º y el meridiano 12.

• Y, fi nalmente, en cuarto lugar, la mayoría de la población saharaui que huyó de la invasión marroquí se halla en campamentos de refugiados en la región de Tinduf (Argelia) cerca de la frontera de los cuatro países: Marruecos, Sahara Occidental, Argelia y Mauritania.

3. La superación del confl icto mediante la búsqueda de fórmulas de solución. El Plan Baker como estación término

3.1. La fórmula del Plan de PazTras la invasión se inició una guerra que no terminó hasta 1991.

Mientras la guerra estaba en su apogeo se realizaron intentos de buscar una solución al confl icto. Inicialmente, esos esfuerzos, estuvieron protagonizados por la OUA (Organización para la Unidad Africana). Bajo la presión de admitir como miembro de la organización al Estado fundado por el Frente Polisario (la República Arabe Saharaui Democrática, RASD), Marruecos aceptó solemnemente en 1981 la fórmula del referéndum de autodeter-minación para solucionar el confl icto (Ibíd.:148-149). Sin embargo, la aceptación del principio de esa fórmula no se vio seguida de medidas para ponerla en práctica. Ante la falta de voluntad de Marruecos para organizar el referéndum, la OUA decidió en 1984 admitir a la RASD como miembro de la organización. Marruecos, como protesta, se retiró de la organización. Desde ese momento, los intereses de Marruecos fueron defendidos por varios Estados de la órbita franco-marroquí: Senegal y Gabón, principalmente.

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El mantenimiento de la guerra y el alto coste económico y humano que suponía, llevó a que en 1988, ambas partes (Marruecos y Frente Po-lisario) dieran su asentimiento a una fórmula de solución centrada en el referéndum de autodeterminación. Es el “Plan de Paz” (Settlement Plan), que desarrolla la propuesta de la OUA, y fue aprobado por el Consejo de Seguridad en varias resoluciones de 1990 y 19915. En esta fórmula, Marrue-cos y el Frente Polisario eran las “partes del confl icto” mientras que Argelia y Mauritania eran consideradas como “países vecinos”, a pesar de que la última era en parte ocupante (de un pequeño territorio del Sahara Occidental) y en parte ocupada (por Marruecos) además de estar constantemente utilizada como territorio de paso (por el Frente POLISARIO). España, potencia administradora de iure del territorio era asombrosamente ignorada y las grandes potencias regionales y mundiales, también.

Pronto, sin embargo, surgieron discrepancias entre las partes, no centradas en la fórmula de solución, sino en su puesta en práctica. Esas discrepancias fueron remontadas mediante negociaciones directas entre las dos partes del confl icto (Marruecos y Frente Polisario) en 1997 (los “acuerdos de Houston”) e indirectas en 1999. Esos acuerdos recibieron la aprobación del Consejo de Seguridad6.

El censo de votantes del referéndum de autodeterminación se conclu-yó en diciembre de 1999 y se publicó en enero de 2000. Ante la perspectiva de perder el referéndum, Marruecos renegó de todos sus compromisos y afi rmó, a partir de entonces, que rechazaba el Plan de paz (y en particular, el referéndum) como fórmula de solución del confl icto, a pesar de que el Derecho Internacional confi rmaba la validez de la misma por cuanto garantizaba el derecho de la población saharaui a la autodeterminación. El Secretario General de Naciones Unidas7 (sin negar la validez de la fórmula, paralizó la misma con el argumento de que si se celebrase el referéndum y “una de las partes” (eufemismo para referirse a Marruecos) no aceptase el resultado, no habría un mecanismo coercitivo previsto en el plan de paz, ni parecía probable que se pudiera adoptar (Ruiz Miguel, 2005ª: 459-461).

3.2. La fracasada fórmula del “acuerdo marco”A pesar de que lo que había fracasado no era la fórmula para la so-

lución, sino la falta de mecanismo de aplicación de la fórmula, a partir de enero de 2000 (fecha del rechazo marroquí de la fórmula del plan de paz que contenía el referéndum de autodeterminación) se inició un período en el que se trató de hacer frente al problema ignorando, precisamente,

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las causas. El problema no estaba en la fórmula elegida para solucionar el confl icto del Sahara Occidental (el referéndum de autodeterminación) pues la misma era conforme con la legalidad internacional. Por un lado, el problema estaba en que Marruecos rechazaba todas las fórmulas exigidas por el Derecho Internacional en la resolución 1514 (XV): un referéndum de autodeterminación o el otorgamiento de la independencia sin referén-dum. Por otro lado, el problema se hallaba en que no había mecanismo de aplicación de la fórmula si “una de las partes” no aceptase el resultado.

El Secretario General de Naciones Unidas, Kofi Annan, intentó paliar el bloqueo de dos modos:

• En primer lugar, no dedicó sus esfuerzos a conminar a Marruecos a aceptar las fórmulas previstas en el Derecho Internacional, sino a intentar que el Frente Polisario aceptara una fórmula contraria a ese Derecho.

• En segundo lugar, el SG intentó establecer un mecanismo de cumplimiento de esa fórmula que, como se ha dicho, no era compatible con el Derecho Internacional. La fórmula alternativa que presentó el SG8 fue un proyecto de autonomía en el marco de la soberanía marroquí conocido como proyecto de “acuerdo marco”. Aquel intento fracasó, como no podía ser menos, pues la aprobación de una fórmula que contradecía todo el Derecho Internacional vigente (Ibíd.: 463-466, 471) hubiera tenido im-previsibles consecuencias.

Tiene interés observar, no obstante, que a esa fórmula le acompañaba un mecanismo de garantía consistente en que dos grandes potencias (USA y Francia) asumieran el papel de garantes9. Era la primera vez que en el proceso de paz se prestaba atención a la existencia de un mecanismo de garantía. La idea era buena, pero estaba al servicio de una fórmula equivocada. Por lo demás, era extraordinariamente llamativo que España, país vecino y potencia administradora de iure del territorio no fuera llamada a garantizar el proceso de solución del confl icto.

3.3. Nuevas fórmulas y nuevos mecanismos de aplicaciónEl fracaso de la fórmula alternativa contraria a la legalidad interna-

cional obligó al Secretario General en el año 2002 a replantear el problema. En efecto, el SG sugirió10 cuatro caminos para desbloquear el confl icto.

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Los dos primeros apuntaban a reenfocar el problema buscando me-canismos de aplicación para la fórmula del plan de paz (fórmula aprobada por Naciones Unidas y conforme con la legalidad internacional por cuanto contenía un referéndum de autodeterminación) o la de la “autonomía” (fórmula nunca aprobada por la ONU y contraria a la legalidad interna-cional en tanto implicará reconocimiento previo de la soberanía marroquí). Se trataba de aprobar uno u otro sin contar con el consentimiento de las partes. No quedaba claro, sin embargo, en qué consistía el mecanismo de aplicación de cada fórmula.

El tercer camino era la búsqueda de una nueva fórmula (la partición del territorio) que contara con el asentimiento de las partes para hacer innecesaria la existencia de un mecanismo de garantía.

Finalmente, la cuarta posibilidad era la “anti-fórmula”, o sea, el aban-dono de la Misión de Naciones Unidas para el Referéndum en el Sahara Oc-cidental (MINURSO) y el reconocimiento del fracaso de Naciones Unidas.

Quedaba, no obstante, sin explorar, una quinta fórmula (la “quinta vía”) que sí era conforme a la legalidad internacional y fue sugerida por Ar-gelia11, a saber, la administración directa del territorio por Naciones Unidas. Esta última fórmula, si bien conforme con la legalidad internacional (como la del Plan de paz), implícitamente superaba la debilidad de la fórmula del Plan de paz pues con la administración directa por Naciones Unidas era posible contar con un mecanismo de aplicación de la legalidad internacional.

4. El “Plan Baker” como estación de término. De la búsqueda de fórmulas de solución a la búsqueda de mecanismos de aplicación de las soluciones

El “Plan de Paz para la autodeterminación del pueblo del Sa-hara Occidental” o “Plan Baker II”, redactado por un constitucionalista norteamericano se nutre de ciertas experiencias previas internacionales, en especial en Bosnia (los acuerdos de Dayton12). Este plan fue propuesto por James Baker a las partes en la gira que efectuó por la región en enero de 2003. El texto concreto del plan tardó en trascender a la opinión pública pues Baker exigió máxima reserva. Finalmente, se hizo público al ser in-cluido, junto con los comentarios de las partes, en el informe del SG sobre la situación del Sahara de mayo de 200313.

Las respuestas de las partes a la propuesta que les hizo llegar Baker resultaron un tanto desconcertantes. En primer lugar, Marruecos expresó su rechazo a este plan, tanto más desconcertante cuanto que el mismo le

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era bastante favorable14. En segundo lugar, el Frente Polisario también ex-presó su rechazo15, menos desconcertante, dado que este plan representaba un cambio desfavorable para el Frente en relación con el “Plan de Paz” de 1990-1991 y los Acuerdos de Houston de 1997. Sin embargo, en un movimiento sorpresivo, muy poco después el Frente Polisario que, en un principio había mostrado sus críticas al plan, lo aceptó justo antes del debate sobre el mismo en el Consejo de Seguridad16. En tercer lugar, constituyó también algo inesperado la aceptación con reservas que formuló Argelia17. Finalmente, en cuarto lugar, Mauritania expresó su apoyo al plan sin nin-gún tipo de reservas18. Después de examinar todas las observaciones de las partes, el Consejo de Seguridad (en aquel mes presidido por España) apoyó el “Plan Baker II” por unanimidad en su resolución 149519. Sin embargo, ese apoyo no se produjo en los términos buscados por Baker.

El “Plan Baker” daba el paso decisivo para solucionar el confl icto. Por un lado, combinaba las dos fórmulas barajadas en aquel momento (la del “plan de Paz” y la del proyecto de “acuerdo marco” o autonomía) de forma relativamente compatible con el Derecho Internacional. En efecto, en este plan la fórmula de la “autonomía” se confi guraba como un período transitorio hasta que se decidiera la soberanía del territorio mediante la fórmula del referéndum de autodeterminación.

Por otro lado, una vez que se comprobó que el problema no era tanto el hallar “fórmulas” cuanto el ponerlas en práctica, incorporó elementos de la “quinta vía” (administración directa por las Naciones Unidas, propuesta por Argelia) para arbitrar un mecanismo de aplicación de la fórmula mixta adoptada.

La estrategia se articulaba en dos fases. En primer lugar, se debía aprobar la fórmula (el “Plan Baker”) por el Consejo de Seguridad sin el consentimiento de las partes. Una vez conseguido esto, la puesta en práctica del plan, según lo dispuesto en el mismo, se llevaba a cabo también bajo la tutela de las Naciones Unidas sin el consentimiento de las partes. El pro-blema era que sólo era posible pasar a la segunda fase si se había conseguido superar la primera. Y, como veremos, eso no se consiguió. Sin embargo, la segunda fase estaba perfectamente diseñada en el “Plan Baker”.

La clave del “Plan Baker” era que sólo tendrían que ser conformes con la “Constitución” marroquí las propias leyes que dictase la administración marroquí en el territorio para ejercer las competencias que el propio Plan le atribuye, mientras que las leyes que dictase la Autoridad del Sahara Occi-dental en el ejercicio de las competencias que le atribuye el Plan no tendrían que ser conformes con la “Constitución” marroquí, sino con el “Plan Baker

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II” (art. 12 del Plan Baker), que se erige así en la auténtica “Constitución” del territorio en el período transitorio previo al referéndum de autodeter-minación. Esta cláusula permite argumentar que antes del referéndum de autodeterminación no hay “integración” en Marruecos (a diferencia de lo que preveía el proyecto de “acuerdo marco”) y ello hacía que esta autonomía transitoria fuera conforme con la legalidad internacional.

Pero lo más importante era que, en caso de divergencia a la hora de aplicar el plan entre la administración marroquí y la ASO, en caso de confl icto entre la administración o una ley marroquí y la administración o una ley saharaui, quien resolvería los confl ictos sería un tercero neutral, el Secretario General de la ONU (art. 22 del Plan Baker), lo cual es coherente con considerar al “Plan Baker II” como la norma suprema o “Constitución” del territorio en el período transitorio20. O dicho de otra manera, se aseguraba que la administración última del territorio dependiera de Naciones Unidas. Se creaba así un mecanismo de puesta en práctica de la fórmula mixta que no podría quedar bloqueado por ninguna de las dos partes.

El borrador de la que luego sería resolución 1495, presentado por USA, decía que el Consejo de Seguridad “aprueba” (endorses) el Plan Baker II. Esta redacción, que implicaba la imposición del plan a las partes, acogía la observación del Secretario General de que nuevas negociaciones entre las partes no sólo no darían resultado sino que incluso serían contrapro-ducentes21. Esta aprobación del plan por el Consejo de Seguridad, sin el consentimiento de las partes, era coherente con el propio texto del plan, que preveía un procedimiento de solución de las controversias que surgieran de su aplicación en el que la última palabra la tenía el Secretario General y no las partes.

Sin embargo, Marruecos presionó con éxito a la ministra de Exte-riores de España, Ana Palacio, para que ésta pidiera a su colega de USA (Colin Powell) y al presidente español Aznar, la eliminación del texto que abría la puerta a la imposición del plan a las partes (Cembrero, 2006: 95). Se llegó así a la defi nitiva redacción que mitiga el precepto sustancialmente en el plano jurídico, aunque mantiene su fuerza política. Desde un punto de vista jurídico, el texto defi nitivo de la resolución dice que el Consejo no “aprueba”, sino que “apoya” el Plan Baker II (lo que es tanto como aprobarlo “políticamente” pero no “jurídicamente”). En este sentido pide a las dos partes que cooperen con la ONU y entre sí con vistas a la “aceptación” y “aplicación” del plan. En defi nitiva, la resolución 1495 desactiva el “Plan Baker” por cuanto, por un lado, su aprobación sigue dependiendo de las partes y, por otro, se condiciona también su aplicación a esa misma acepta-

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ción de las dos partes. El sustancial recorte jurídico del proyecto inicial de resolución se intentó compensar políticamente con una redacción en la que el Consejo daba al “Plan Baker” un aval político indiscutible al “apoyarlo enérgicamente” y considerarlo una “solución política óptima” que, eso sí (y ahí radica el problema) “reposa sobre el acuerdo de las partes”.

Al no haber “aprobado” (endorsed) el Plan Baker, el Consejo de Seguridad mantenía el confl icto en las “viejas coordenadas” que hacían depender todo del acuerdo de las partes. Es más, en su texto, la resolución confi aba también al acuerdo de las partes la “aplicación” del plan, vacián-dolo de sentido.

Y en el marco de las viejas coordenadas del confl icto, Marruecos decidió moverse. Ya que la aprobación del plan dependía del propio Ma-rruecos, Marruecos decidió fi nalmente no apoyarlo. Como se ha dicho, aunque Marruecos había rechazado el plan antes de su aprobación por el Consejo de Seguridad, éste, tras prestarle su apoyo unánime conminó a ese país para que lo aceptase. Marruecos pidió tiempo “para refl exión y consultas antes de dar una respuesta defi nitiva”. Inicialmente se le concedió un tiempo hasta fi nales del año 2003. En diciembre de 2003, Marruecos aceptó la resolución 1495 “en el marco de las viejas coordenadas”, es decir, como una propuesta cuyo contenido y aprobación seguía dependiendo del asentimiento de las partes22. A la vista de lo poco satisfactoria que era la respuesta marroquí respecto al Derecho Internacional vigente, tras una reunión de James Baker con la delegación marroquí el 23 de diciembre de 2003, se acordó dar a Marruecos un nuevo plazo, hasta abril, “a fi n de poder realizar nuevas consultas con Marruecos respecto de su respuesta defi nitiva al plan de paz”.

Finalmente, tras este nuevo plazo, y cuando en España se instaló un nuevo gobierno más cercano a sus tesis, Marruecos decidió rechazar total-mente el “Plan Baker” incluso como propuesta abierta para una negociación. En su respuesta23, Marruecos rechaza todas las fórmulas compatibles con la legalidad internacional y afi rma que sólo está dispuesta a aceptar la fórmula de “autonomía en el marco de la soberanía marroquí” que sea “defi nitiva”. Sin embargo, ésta es, exactamente, una fórmula incompatible con el Derecho Internacional pues de acuerdo con la legalidad internacional la soberanía del Sahara Occidental sólo puede determinarse por el pueblo del Sahara Occidental de forma libre y democrática.

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5. El nuevo proceso negociador abierto en 2007: Otra vez la búsqueda de “fórmulas” sin “mecanismos de aplicación”

Después de que el Consejo de Seguridad no aprobara el “Plan Baker” la búsqueda de un nuevo camino de solución quedó cerrada. Sólo queda-ba la posibilidad de que el Consejo de Seguridad o las grandes potencias decidieran presionar a las partes en confl icto. Pero el problema es que eso sería un “mecanismo de garantía” al servicio de no se sabe qué “fórmula”.

Ofi cialmente, la única fórmula aprobada por las Naciones Unidas es el “Plan de Paz” de 1990 con sus correcciones de 1997 (acuerdos de Hous-ton) y 1999. En cuanto al “Plan Baker” de 2003, si bien no fue “aprobado” fue políticamente apoyado por unanimidad. ¿Esas presiones de las grandes potencias se pondrían al servicio de estas fórmulas?

Marruecos ha intentado, sin éxito, que el Consejo de Seguridad aprobara su fórmula alternativa (una supuesta “autonomía” que conlleva la automática anexión del territorio). Sin embargo, el Consejo de Seguridad, en su resolución 1754, de abril de 2007, tomó en consideración por igual a la “fórmula” de autonomía presentada por Marruecos y al plan de inde-pendencia propuesto por el Frente POLISARIO sin aprobar ninguno de los dos. El Consejo invitó a las partes a emprender negociaciones directas, sin condiciones previas, para buscar una “fórmula” que provea la autode-terminación del pueblo saharaui. En ese marco se inició una primera ronda de negociaciones en Manhasset (cerca de Nueva York) el 18 de junio de 2007, seguida de una segunda ronda en el mismo lugar el 10 de agosto de 2007 a la que han seguido otras dos rondas en el año 2008 (7-9 de enero y 16-18 de marzo).

Aunque hay deseos internacionales de que se celebre una quinta ron-da, las difi cultades son grandes como ha reconocido el Enviado Personal del Secretario General que ha sugerido que se celebren reuniones preparatorias ofi ciosas antes de un quinto encuentro ofi cial directo. Esta sugerencia fue acogida por la Resolución 1781 del Consejo de Seguridad que “Observa con satisfacción que las partes están de acuerdo con la sugerencia del Enviado Personal de celebrar conversaciones ofi ciosas en pequeña escala para preparar una quinta ronda de negociaciones”

Pero mientras se intentan encontrar nuevas “fórmulas”, se dejan de buscar “mecanismos de aplicación” de las fórmulas ya aprobadas. Y, mientras tanto, la situación en el Sahara Occidental, especialmente, en el territorio ocupado por Marruecos, sigue pudriéndose. Parece que habrá que volver al “Plan Baker”.

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Notas

1 Cfr. Western Sahara, Advisory Opinion, I.C.J. Reports 1975, para. 96 & 120.

2 Cfr. Western Sahara, Advisory Opinion, I.C.J. Reports 1975, para. 158.3 Cfr. Western Sahara, Advisory Opinion, I.C.J. Reports 1975, para.162.4 A/RES/34/37 (1979).5 S/RES/ 658 (1990])y S/RES/690 (1991).6 S/RES/1133 (1997) y S/RES/1238 (1999).7 Informe S/2000/131, para. 36; y también los informes del SG S/2000/461,

de 22 de mayo, para. 28; y S/2000/683, de 12 de julio de 2000, para. 28).8 En su informe S/2001/613.9 Informe del Secretario General de 20 de junio de 2001 (S/2001/613), para.

54, 56 y 59. El “Acuerdo Marco”, que no llegó nunca a ser aprobado por el Consejo de Seguridad se contenía en el Anexo I de este informe.

10 En su informe S/2002/178, para. 47 ss.11 Cfr. sus observaciones contenidas en el anexo II del informe del SG

S/2002/41.12 El “acuerdo marco general para la paz en Bosnia y Herzegovina” y sus anexos

(también conocidos como los “acuerdos de Dayton” o el “acuerdo de paz”) fueron aprobados por la resolución 1031, de 15 de diciembre de 1995, del Consejo de Seguridad. Dichos acuerdos, publicados como anexo en un informe del Secretario General (S/1995/999) se negociaron en la base Wright-Peterson deå la Fuerza Aérea norteamericana en Dayton (Ohio) el 21 de noviembre de 1995 y fueron fi rmados en París el 14 de diciembre de 1995.

13 S/2003/565, de 23 de mayo de 2003. El texto del “plan Baker II” se incluye como Anexo II del Informe y las respuestas de las partes como Anexo III.

14 Observaciones del Reino de Marruecos sobre la nueva propuesta del Sr. James Baker titulada: “Plan de paz para la libre determinación del pueblo del Sahara Occidental” [en el Anexo III del S/2003/565].

15 Carta de fecha 8 de marzo de 2003 dirigida al Secretario General por el Secretario General del Frente POLISARIO [en el Anexo III del S/2003/565].

16 Carta del Frente POLISARIO al SG de Naciones Unidas de 6 de julio de 2003.17 Carta de fecha 26 de febrero de 2003 dirigida al Secretario General por el

Presidente de Argelia en la que se incluye el Memorando de Argelia sobre la nueva propuesta del Enviado Personal del Secretario General a las Naciones Unidas que lleva por título “Plan de paz para la libre determinación del pueblo del Sahara Occidental” [en el Anexo III del S/2003/565].

18 Nota verbal de fecha 17 de marzo de 2003 dirigida al Secretario General por la Misión Permanente de Mauritania ante las Naciones Unidas [en el Anexo III del S/2003/565].

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19 S/RES/1495 (2003), de 31 de julio de 2003.20 Éste es uno de los puntos de más proximidad con los “acuerdos de Dayton”:

el artículo V del acuerdo de puesta en práctica civil del plan de paz (anexo X) que establece que “el Alto Representante es la máxima autoridad sobre el territorio para la interpretación de este acuerdo sobre la puesta en práctica civil del plan de paz”. El Alto Representante es designado de acuerdo con lo dispuesto por la correspondiente resolución del Consejo de Seguridad (artículo I, del acuerdo citado).

21 S/2003/565, para. 56 y 58.22 Cfr. el documento “Contribution du Maroc à la negotiationd’une solution

mutuellement acceptable de la question du Sahara” donde Marruecos, por primera vez de forma ofi cial presenta un proyecto de autonomía para el Sahara Occidental. El documento puede consultarse en: http://www.arso.org/ProjetA2003.pdf. En este texto, Marruecos dice: “Le Royaume du Maroc avait ainsi décidé d’apporter une contribution concrète, crédible et positive, dans le cadre de la résolution 1495 du Conseil” (para. 3).

23 Anexo I al informe S/2004/325 [“Respuesta del Reino de Marruecos a la propuesta del Sr. Baker titulada “Plan de paz para la libre determinación del pueblo del Sahara Occidental””].

Referencias

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Los derechos humanos en el Sahara Occidental

Haddamin Moulud SaidAsociación de Juristas Saharauis

Sahara [email protected]

ResumenPrivado de su derecho inalienable a la autodeterminación y la independencia, es normal que el pueblo del Sahara Occidental se alce en armas o, cuando menos, se manifi este reclamando tal derecho. Y cuando un Estado se opone a ese derecho, en caso de alzamiento armado empleará la fuerza militar, mientras que en el de las manifestaciones pacífi cas de un pueblo desarmado las reprimirá. La supervisión de la situación de sus derechos humanos es una necesidad hoy apremiante para el pueblo Saharaui, ya que es uno de los pueblos que aún sufren la lacra del colonialismo. Palabras clave: Sahara Occidental, represión, autodeterminación, independencia, Frente POLISARIO.

Human Rights in Western Sahara

AbstractHaving been deprived of its inalienable right to self-determination and independence, it is simply natural that the people of Western Sahara takes up arms or, at least, manifests itself in demand of that right. And when a State opposes itself to such a right, in case or armed uprise will resort to military force, and in that of peaceful demonstrations will resort to repression. Supervision of it human rights situation is nowadays a pressing need for the Saharawi people, since it is one of the peoples still suff ering the yoke of colonialism. Key Words: Western Sahara, POLISARIO Front, repression, self-determination, independence.

Recibido: 2-5-14 / Aceptado: 6-6-14

Humania del Sur. Año 9, Nº 17. Julio-Diciembre, 2014. Haddamin Moulud SaidLos derechos humanos en el Sahara Occidental... pp. 69-86.

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1. Introducción El Sahara Occidental es un territorio algo mayor que el Estado vene-

zolano de Bolívar, cuya extensión territorial alcanza los 286.000 kilómetros cuadrados. Está situado en el noroeste de África, entre Mauritania, Argelia, Marruecos y el océano Atlántico. Hasta el año 1975, fue un territorio bajo administración española, cuyos pobladores portaban documentos de identidad españoles, votaban en los referéndums de entonces y tenían representantes políticos propios en las Cortes de España.

Ya en la década de los sesenta del pasado siglo, la ONU, empieza a exigir a España, la aplicación en el territorio, de toda la doctrina internacional relativa a la concesión de la independencia a los países y pueblos colonizados.

Desde el año 1965, la cuestión del Sahara Occidental, entonces, conocido como Sahara Español, empieza a atraer la atención de la Comu-nidad Internacional y, la Asamblea General, empieza a aprobar resoluciones que exigen, a España, la concesión de la independencia, en aplicación de la Resolución 1514 (XXV) de la ONU.

Cuando fi nalmente España se compromete en la organización y cele-bración de un referéndum de autodeterminación, en el que el pueblo saharaui votaría entre la continuidad bajo soberanía española o la constitución de un nuevo Estado, Marruecos, el Estado vecino reclama, para sí, el territorio. Ello obliga a la ONU a enviar una pregunta a la Corte Internacional de Justicia de La Haya. Así, la Asamblea General de la ONU adopta una Resolución en diciembre de 1974, por la que pide al Tribunal de La Haya que emita un dictamen consultivo sobre las cuestiones siguientes:

I. ¿El Sahara Occidental (Río de Oro y Saguía el Hamra) era, en el momento de la colonización por España, un territorio sin dueño (terranullius)?Si la respuesta a esta pregunta era negativa,

II. ¿Cuáles eran los lazos jurídicos de ese territorio con el Reino de Marruecos y el conjunto mauritano?

El 16 de octubre de 1975, la Corte Internacional de Justicia, hace público su célebre dictamen que, prácticamente, deja para el desguace las pretensiones de Marruecos y de Mauritania y sienta la posición jurídica de la Comunidad Internacional respecto del territorio.

En resumidas cuentas el Tribunal de La Haya viene a decir:Resuelta negativamente la primera pregunta, el Tribunal dictamina

que pese a la existencia de numerosos lazos de tipo racial, lingüístico, religio-so, cultural y económico entre tribus y emiratos cuyas poblaciones habitaban

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la región sahariana que hoy forma parte del territorio del Sahara Occidental y de la República Islámica de Mauritania; y aunque se hallaron lazos jurí-dicos entre el sultán de Marruecos y algunas tribus del Sahara Occidental, que indican manifestaciones de cierta autoridad del sultán respecto a estas tribus, ni unos ni otros elementos eran indicativos de la existencia de lazos jurídicos de soberanía territorial entre el territorio del Sahara Occidental, por una parte, y el Reino de Marruecos y el conjunto mauritano, por otra.

El Tribunal no constata, pues, la existencia de lazos jurídicos de tal naturaleza que pudieran modifi car la aplicación de la resolución 1514 (XV) en cuanto a la descolonización del Sahara Occidental y, en particular, la aplicación del principio de autodeterminación mediante la expresión libre y auténtica de la voluntad de las poblaciones del territorio.

Y en contra de todo pronóstico, en Rabat y en Nouackchott, los respectivos gobiernos de Marruecos y de Mauritania, hicieron una lectura inversa del histórico dictamen del Tribunal de La Haya. Incluso, el Rey de Marruecos, Hassan II, hizo un discurso televisado en el que mentía a sus súbditos, anunciándoles que el Tribunal Internacional le había dado la razón, a Marruecos, en su reclamación del territorio.

Una cierta inestabilidad política en la metrópoli, España, unida a la voracidad territorial de los Estados vecinos, Marruecos y Mauritania, empujó al pueblo saharaui a vivir un calvario que perdura hasta nuestros días. España acordó con esos dos Estados la entrega del territorio, con el consiguiente abandono del pueblo saharaui a merced de la aviación de dos ejércitos armados hasta los dientes que venían, desde el norte y desde el sur, formando una pinza para ‘ocupar’ sus nuevos dominios.

Descartada toda posibilidad de acceder a la independencia por la vía pacífi ca, el Frente POLISARIO, reconocido internacionalmente como único representante legítimo del pueblo saharaui, proclama la República Árabe Saharaui Democrática, el mismo día 27 de febrero de 1976, en que España abandona defi nitivamente el territorio e inicia la lucha armada contra ambos Estados.

En el frente sur, contra Mauritania, la guerra durará hasta 1979, cuando Mauritania y el POLISARIO fi rman un acuerdo de paz por el que el primero renuncia al territorio y reconoce a la República Saharaui. En cambio, en el frente norte, contra Marruecos, la guerra seguirá segando vidas hasta 1991, cuando la ONU acuerda la celebración de un referéndum de autodeterminación en el territorio, donde los mismos saharauis de veinte años antes, iban a elegir, ahora, entre la independencia o la integración a Marruecos.

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Hasta la fecha de hoy el ansiado referéndum no se ha celebrado por las trabas de Marruecos y por la resistencia de las grandes potencias a imponer la paz en la región.

2. Derecho a la autodeterminaciónEl derecho a la autodeterminación es un derecho incrustado en la

cúspide del Derecho Internacional General. En el caso concreto del Sahara Occidental existe, además, un dictamen del Tribunal Internacional de Justicia que no deja lugar a dudas y que constituye una auténtica fortaleza jurídica, donde los saharauis, se sienten virtualmente inatacables.

No es casual, en este sentido, que ningún Estado del mundo reconozca la soberanía de Marruecos sobre el Sahara Occidental. Ni siquiera Francia, el verdadero guardián de los intereses marroquíes en los foros internacionales, se atreve a reconocer la soberanía de Marruecos sobre el territorio.

3. El Sahara Occidental como Territorio No AutónomoComo ya hemos dicho, el Sahara Occidental, se encuentra en la

Agenda de la ONU desde el año 1965, cuando se empieza a exigir la apli-cación, en ese territorio, de toda la doctrina relativa a la concesión de la independencia a los países y pueblos coloniales.

Igualmente, la IV Comisión de la ONU, mantiene en su agenda la cuestión del Sahara Occidental como el territorio de mayor extensión que aún está pendiente de descolonización, por lo que, anualmente, tiene que examinar su situación.

Y ello es así porque, sencillamente, la ONU, entiende que el terri-torio no está gobernado por sus pobladores. O, lo que es lo mismo, que el territorio está administrado por una fuerza extranjera que carece de título jurídico que le habilite para administrar y/o ocupar dicho territorio.

4. Implicación de la Comunidad Internacional en el TNADurante muchos años, el confl icto ha estado hibernando al rebufo

de las corrientes dominantes durante el largo período de la Guerra Fría. Al carecer de relevancia estratégica para los grandes bloques, prácticamente, ha estado confi nado al olvido.

Es con la caída del muro de Berlín y el fi nal de la Guerra Fría, cuando el confl icto empieza a atisbar verdaderas posibilidades de solución. Posibi-lidades que se verán truncadas por la intransigencia marroquí y el decidido apoyo de Francia.

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5. Derechos Humanos en el territorioEl simple hecho de que Marruecos esté administrando de facto el

Sahara Occidental, sin tener título jurídico para ello ni, tampoco, contar con el reconocimiento internacional de esa situación, invita, tal hecho, a pensar que la situación de los derechos humanos, preocupa a la Comunidad Internacional. O dicho en otras palabras, ya que la Comunidad Internacional no ha podido llevar a efecto, en el territorio, el Corpus Iuris por ella misma creado, al menos, debería brindar a los habitantes de ese territorio un mínimo de protección internacional. Es decir, debería velar por la situación de los derechos humanos en ese territorio que, año tras año, la ONU, reitera que es un Territorio No Autónomo.

Curiosamente, a la Misión de Naciones Unidas para un Referéndum en el Sahara Occidental, le habían sido amputadas ciertas competencias al momento mismo de su creación, en el año 1991. En todas las misiones de paz de las Naciones Unidas creadas después de 1977 existe un componente de derechos humanos. Sin embargo, en la MINURSO, ese componente había sido amputado.

Por otro lado, ningún organismo del Sistema Internacional de las Naciones Unidas para los derechos humanos monitorea, vigila o supervisa la situación de los derechos humanos en el territorio.

Desde el mismo día 31 de octubre de 1975, en el que Marruecos invade militarmente el territorio, se inicia la violación de los derechos hu-manos de la población saharaui. Violaciones que, con el paso del tiempo, serán sistemáticas. Cárceles secretas, violaciones sexuales, lanzamiento de personas desde aeronaves, desapariciones forzosas y un largo etcétera.

Desde 1991, la situación sobre el terreno es la de un territorio dividido por un muro militar; Marruecos ocupa la parte costera del territorio, donde se encuentran las ciudades pobladas y, el POLISARIO, administra la parte interior, prácticamente deshabitada. El POLISARIO, también, gestiona los Campamentos de Refugiados saharauis, situados más allá de la frontera, en el sureste argelino.

Desde los tiempos de la guerra, Marruecos mantiene el territorio cerrado a cal y canto. Apenas llegan visitas. Ni medios de comunicación ni organizaciones no gubernamentales, tampoco observadores independientes pueden acceder al territorio.

Durante el reinado del ya difunto Hassan II, Marrueco, era gobernado con mano dura. De hecho, en Marruecos, aquél período se conoce con el nombre de los años de plomo. Y, si para los propios marroquíes eran años

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de plomo, habrá que tener una imaginación muy fértil, para imaginarse cómo debieron ser aquellos años para la población saharaui que vive en el territorio ocupado.

Ciertamente los organismos creados por Marruecos para reparar algunas heridas del pasado, no han tenido más remedio que reconocer la brutalidad de la represión que los aparatos del Estado marroquí venían practicando en el Sahara.

En el 2005, ya habían transcurrido quince años desde la fi rma del alto el fuego y la planifi cación del referéndum y, sin embargo, sobre el terreno nada había cambiado. En ese año, iba a nacer la revuelta saharaui, conocida como ‘La Intifada’, por la que la población civil sale masivamente a las calles a manifestarse y a corear eslóganes abiertamente antimarroquíes. Se corean lemas a favor de la autodeterminación y la independencia. Marruecos castiga severamente a los manifestantes y las cárceles se llenan de gente. Y de esas cárceles o, especialmente, de la cárcel de El Aaiún, conocida con el nombre de Cárcel Negra, saldrán las fotografías que llegarán al Consejo de Seguri-dad, en forma de denuncia de la grave situación de los derechos humanos.

El devastador impacto emocional provocado por esas fotografías obliga al Secretario General de las Naciones Unidas a contratar con una empresa canadiense para cerciorarse de la veracidad, autenticidad y au-sencia de manipulación en esas fotografías. Finalmente, los profesionales de la fotografía confi rmaron al Secretario General sus peores temores: las fotografías son auténticas y no han sido manipuladas. Fueron tomadas en la Cárcel Negra de El Aaiún en julio de 2005.

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Fuente: Haddamin Moulud Said, 2014. Entonces se inicia una tímida penetración de ciertas ONGs intere-

sadas en la cuestión de los derechos humanos.

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El rol que han asumido las Organizaciones No Gubernamentales y la sociedad civil ha sido determinante para relanzar, al primer plano, la situación de los derechos humanos en el Sahara Occidental. O, dicho de otra manera, la Comunidad Internacional ha ido a remolque de las denuncias públicas llevadas a cabo por las distintas organizaciones no gubernamen-tales. Los Estados, en tantos que exclusivos miembros del selecto club de ‘Sujetos de Derecho Internacional’, siempre se han mostrado renuentes a asumir el papel de vanguardia que les corresponde asumir en la promoción y protección de los derechos humanos.

A. Evaluación de la situación según Organizaciones No GubernamentalesPara hacerse una idea cabal de la situación de los derechos humanos en

el Sahara Occidental, seguramente no hará falta apelar a la situación sufrida en el pasado. Bastará la exposición de la situación actual para hacerse una idea de cómo debió ser en los setenta, los ochenta y los noventa del pasado siglo.

Las limitaciones del espacio no permiten reproducir las opiniones de las distintas entidades tenidas en cuenta para este trabajo. Por ello se expondrá un ejemplo y se citarán las demás entidades para que el lector pueda buscarlas por su cuenta.

ONGs.A.1.- Human Right Watch1

Las leyes que penalizan los actos que puedan atentar contra el rey, la monarquía, el Islam o la soberanía que Marruecos defi ende sobre el Sahara Occidental limitaron los derechos a las libertades de expresión, asamblea y asociación pacífi cas. En febrero, un tribunal militar condenó a 25 civiles saharauis a penas de prisión, entre los cuales nueve fueron condenados a cadena perpetua. Este fue sólo uno de los muchos juicios injustos celebrados en los últimos años, que han resultado en condenas motivadas por razones políticas.Libertad de reunión. En el Sahara Occidental, las fuerzas de seguridad reprimieron rutinariamente cualquier reunión pública considerada hostil sobre la disputada soberanía de Marruecos sobre ese territorioLibertad de asociación. En el Sahara Occidental, las autoridades denegaron el reconocimiento legal a todas las organizaciones locales de derechos humanos, cuyo liderazgo apoya la independencia de ese territorio, incluso asociaciones que ganaron resoluciones administrativas judiciales afi rmaron que se les había denegado injustamente el reconocimiento.

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Igualmente, merece la pena leer los informes de las entidades si-guientes: Amnistía Internacional; Front Line; R.F.Kennedy Center para la democracia y los derechos humanos; CODESA; ASVDH; Comisión Africana de derechos humanos y de los pueblos; Parlamento Europeo; Co-legio de Abogados de Nueva York (Estados Unidos de América); Colegio de Abogados de Zaragoza (España).

B. Evaluación según organismos ofi cialesHa costado mucho tiempo, atraer la atención de los organismos

internacionales sobre la cuestión de los derechos humanos en un Territorio No Autónomo como el del Sahara Occidental. Sobre todo, teniendo en cuenta los agravios comparativos si lo relacionamos con, por ejemplo, la situación de los territorios ocupados de Palestina.

Ya en el 2006, el Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados elabora un informe verdaderamente demoledor para Marruecos. Sin embargo, el Alto Comisionado, no se sabe muy bien por qué razones decretó el secreto de dicho informe. Es decir, es como si no lo hubiera he-cho, porque al decretar su secreto, dicho informe no podía ser alegado, por ejemplo, ante el Consejo de Seguridad.

En este apartado me voy a permitir la reproducción literal de ciertos párrafos de los distintos informes de los organismos internacionales. Y ello es necesario porque ya no estamos ante simples denuncias del Frente PO-LISARIO, como parte interesada, ni tampoco como denuncias de medios de prensa u ONGs que cuando interesa se les acusa de ser proclives a tal o cual parte. Estamos ante informes ofi ciales de organismos que forman parte del Sistema Internacional de Naciones Unidas para los derechos humanos. Por eso es necesaria su reproducción parcial.

Informe de la Misión de la Ofi cina del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos (OHCHR) en el Sahara Occidental y los campamentos de refugiados en Tindouf, de 15 / 23 de mayo y 19 de junio de 2006, OHCHR.2

9. La cuestión del derecho de autodeterminación del pueblo del Sahara Occidental es primordial para la consideración de la situación global de los derechos humanos en los respectivos territorios. Es un derecho humano consagrado en el Convenio Internacional de los Derechos Políticos y Civiles (CIDPC) y en el Convenio Internacional de Derechos Económicos, Sociales y Culturales (CIDESC). El respeto de todos los derechos humanos de la población del Sahara Occidental debe ser considerado conjuntamente con

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este derecho y su no realización afectará inevitablemente en el disfrute de todos los demás derechos garantizados,  inter alia, en los siete derechos humanos básicos internacionales de carácter obligatorio.12. Las manifestaciones comenzaron en El Aaiún en mayo de 2005, como respuesta a las protestas de familiares y activistas contra el traslado de prisioneros saharauis  a Agadir, las cuales, según testigos entrevistados fueron dispersadas violentamente por fuerzas de seguridad marroquíes,  que seguían a mas manifestaciones por la violencia policial y pidiendo la autodeterminación y/o independencia, llevando además banderas del Frente Polisario. Según los informes las manifestaciones empezaron pacífi camente, pero se volvieron violentas a los pocos días siguientes, con algunos manifestantes quemando banderas marroquíes y lanzando cócteles molotov a las fuerzas de seguridad con el resultado de daños materiales y heridas físicas a varios agentes. Hacia fi nales de mayo las protestas se habían extendido a Smara y Dakhla y fueron acompañadas por manifestaciones de estudiantes saharauis  en Agadir, Casablanca y Rabat. Más manifestaciones han tenido lugar en El Aaiún desde octubre de 2005.14. La violencia utilizada por las fuerzas de seguridad durante las manifestaciones fue el resultado de la muerte, el 30 de octubre de 2005, de Hamdi Lembarki, el cual participaba en la manifestación pro-referéndum en las calles de El Aaiún y murió por estas heridas en el hospital de Hassan. De acuerdo con testigos oculares, varios ofi ciales de la policía marroquí le arrestaron durante la mencionada manifestación, le llevaron a un muro cercano, le rodearon y le golpearon repetidamente con porras en la cabeza y otras partes del cuerpo. Un testigo ocular denunció a la delegación que el señor Lembarki fue encontrado inconsciente en el suelo por varias personas que le condujeron al hospital donde murió. La autopsia inicial indicaba que su muerte fue el resultado de las heridas en el cráneo. El padre del Señor Lembarki  presentó una denuncia con el abogado del Rey en el Tribunal de Apelación de El Aaiún, pidiendo una investigación sobre las circunstancias de la muerte de su hijo y esta fue abierta. Además, la ofi cina del Fiscal en El Aaiún ordenó una segunda autopsia. Ofi ciales del Ministerio de Justicia en Rabat informaron a la delegación que dos ofi ciales de policía están actualmente bajo custodia y han sido culpados por haber causado heridas con arma y de este modo, involuntariamente, causando la muerte mientras que llevaban a cabo su turno de trabajo como funcionarios públicos.  Los resultados han sido remitidos al Fiscal General, el cual ha trasladado a los ofi ciales al juzgado de primera instancia  donde por último están esperando el juicio.28. Según los testigos, se habrían establecido limitaciones al ejercicio de la libertad de expresión acerca de la autodeterminación en el Sahara Occidental. Durante muchas reuniones, tanto con representantes del

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gobierno, como de organizaciones no gubernamentales, se confi rmó que la soberanía de Marruecos sobre el Sahara Occidental no se puede cuestionar. Estas limitaciones, sobre todo frente al derecho – reconocido a nivel internacional – de autodeterminación del pueblo del Sahara Occidental, no se pueden considerar como las restricciones admisibles según el artículo 19 del ICCPR, como la seguridad nacional, el orden público, la salud pública o la moralidad.

Por su parte, los órganos creados en virtud de tratados internacionales dicen lo siguiente:

B. 1).- Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos Observaciones del Comité de los Derechos humanos. De 1 de di-

ciembre de 20043:

C. Principales motivos de preocupación y recomendaciones8. El Comité sigue preocupado por la ausencia de progresos en la cuestión de la aplicación de la libre determinación del pueblo del Sahara Occidental (artículo 1 del Pacto).El Estado Parte debería tomar medidas sin demora para permitir que las poblaciones interesadas gocen plenamente de los derechos reconocidos en el Pacto12. Aunque reconoce el trabajo realizado por el Comité Consultivo de Derechos Humanos en lo que respecta a la obtención de informaciones y la indemnización en el caso de los desaparecidos, el Comité se declara preocupado por el hecho de que los responsables de tales desapariciones no hayan sido todavía identifi cados, juzgados y sancionados (artículos 6 y 7 del Pacto).El Estado Parte debería efectuar las encuestas necesarias para identifi car, juzgar y sancionar a los responsables de esos delitos (artículos 6 y 7 del Pacto)14. El Comité sigue preocupado por las numerosas alegaciones de torturas y malos tratos a personas detenidas y por el hecho de que, en general, sólo se exija a los funcionarios culpables de tales actos una responsabilidad disciplinaria, en caso de imponerse alguna sanción. En este contexto, el Comité observa con preocupación la falta de investigaciones realizadas de una manera independiente en las comisarías de policía y otros lugares de detención para cerciorarse de que no se practican en ellos torturas ni malos tratos.El Estado Parte debería velar porque las denuncias de tortura y/o de malos tratos sean  examinadas con prontitud y de una manera independiente. Las conclusiones de tal investigación deberían ser objeto de un examen a fondo por las autoridades competentes para que sea posible sancionar disciplinariamente, pero también penalmente, a las personas responsables.

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Todos los sitios de detención deberían ser objeto de una inspección independiente (artículos 7 y 10 del Pacto)17. El Comité sigue preocupado por los informes sobre las malas condiciones de encarcelamiento en las prisiones, en especial la insufi ciencia de cuidados médicos, la falta de programas educativos de reinserción y la falta de lugares de visita (artículos 7 y 10 del Pacto).El Estado Parte debería adecuar las condiciones de encarcelamiento a lo dispuesto en el artículo 10 del Pacto y establecer penas sustitutivas18. El Comité se muestra preocupado por el hecho de que se les han confi scado los pasaportes a varios representantes de ONG, lo que les ha impedido participar en una reunión de ONG sobre la cuestión del Sahara Occidental celebrada en Ginebra con ocasión del 50º período de sesiones de la Comisión de Derechos Humanos (artículos 12 y 19 del Pacto).

El Estado Parte debería aplicar el artículo 12 del Pacto a todos sus ciudadanos

19. Al Comité sigue preocupándole el hecho de que la independencia de los magistrados no esté plenamente garantizada.El Estado Parte debería adoptar las medidas necesarias para garantizar la independencia y la imparcialidad de la magistratura (párrafo 1 del artículo 14 del Pacto)25. El Comité ha tomado nota de diversos informes en los que se señalan las limitaciones impuestas al derecho de libertad de asociación.

Se pide al Estado Parte que adecúe su práctica a lo dispuesto en el artículo 22 del Pacto

B. 2).- Pacto Internacional de los Derechos Económicos, Sociales y Culturales

Observaciones del Comité de los derechos económicos, sociales y culturales, de 4 de septiembre de 2006.4

D. Principales motivos de preocupación13. El Comité lamenta que algunos temas importantes planteados en las observaciones fi nales de  1994 (E/C.12/1994/5) y de 2000 (E/C.12/1/Add.55) no se hayan tomado en consideración y que el Estado Parte no haya abordado de manera efectiva los principales motivos de preocupación indicados en el examen de su informe inicial y de su segundo informe periódico, asuntos que siguen pendientes, a saber:b) El hecho de que todavía no se haya aportado una solución clara a la cuestión de la libre determinación de las poblaciones del Sahara Occidental.

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El Comité toma nota con preocupación de los informes acerca de la precaria situación de los desplazados tras el confl icto del Sahara Occidental, que al parecer son víctimas de múltiples violaciones de los derechos que les reconoce el Pacto, en particular las mujeres y los niños.B. 3).- Convención contra la Tortura y otros Tratos o Penas Crueles, Inhumanos o Degradantes.Observaciones del Comité contra la Tortura. 1 de diciembre de 2011.5

5. El Comité, aunque observa que actualmente se están preparando algunos proyectos de ley que tienen por fi nalidad modifi car el Código Penal, está preocupado por el hecho de que la defi nición de la tortura según lo dispuesto en el artículo 231.1 del Código Penal vigente no sea plenamente conforme al artículo 1 de la Convención contra la Tortura.10. El Comité está preocupado por las numerosas denuncias de tortura y malos tratos cometidos por los agentes de policía, los funcionarios de prisiones y más particularmente los agentes de la Dirección de Vigilancia del Territorio, reconocidos actualmente como agentes de la policía judicial, cuando se priva a las personas de las salvaguardias jurídicas fundamentales, como el derecho de acceso a un abogado, en particular contra las personas que, según se sospecha, pertenecen a las redes terroristas o son partidarios de la independencia del Sahara Occidental o durante los interrogatorios con el objeto de extraer confesiones a los sospechosos de actos terroristas (arts 2,4,11 y 15).

Acontecimientos relativos al Sahara Occidental12. El Comité está preocupado por las denuncias recibidas sobre la situación imperante en el Sahara Occidental, donde, al parecer, las fuerzas del orden y las fuerzas de seguridad marroquíes someten a las personas sospechosas a detenciones y encarcelamientos arbitrarios, a encarcelamientos en régimen de incomunicación y en lugares secretos, a torturas y malos tratos, a la extracción de confesiones mediante la tortura, a desapariciones forzadas y al uso excesivo de la fuerza.El Comité recuerda una vez más que, de conformidad con la Convención contra la Tortura y Otros Tratos o Penas Crueles, Inhumanos o Degradantes, no se puede invocar ninguna circunstancia excepcional, cualquiera que esta sea, para justifi car la tortura en el territorio sometido a la jurisdicción del Estado parte, y que las medidas de mantenimiento del orden y los procedimientos de instrucción penal y de investigación deben ponerse en práctica respetando plenamente las normas internacionales de derechos humanos, así como los procedimientos judiciales y las salvaguardias fundamentales en vigor en el Estado parte. Este debe tomar urgentemente medidas concretas para prevenir los actos de tortura y los malos tratos que se describen más arriba. Además, debe anunciar una política que pueda

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traducirse en resultados mensurables desde el punto de vista de la eliminación de los actos de tortura y de los malos tratos cometidos por agentes del Estado. El Estado parte debe reforzar las medidas adoptadas para investigar a fondo y de manera imparcial y efi caz todas las denuncias de tortura y de malos tratos infl igidos a prisioneros y a detenidos, y en todos los demás casos.

El campamento de Gdeim Iziken13. Inquietan muy particularmente al Comité los acontecimientos relacionados con la evacuación del campamento de Gdeim Iziken en noviembre de 2010, en el curso de la cual varias personas resultaron muertas, entre ellas agentes de las fuerzas del orden, y cientos de otras personas fueron detenidas. El Comité reconoce que la gran mayoría de las personas detenidas han sido posteriormente puestas en libertad y están en espera de ser procesadas. No obstante, sigue seriamente preocupado por el hecho de que esos procesos se celebrarán ante tribunales militares, en tanto que los interesados son civiles. Además, el Comité está preocupado por el hecho de que no se haya iniciado ninguna investigación imparcial y efi caz para aclarar los acontecimientos y determinar las posibles responsabilidades en el seno de las fuerzas del orden (arts. 2, 11, 12, 15 y 16).El Estado parte debe reforzar las medidas adoptadas para investigar a fondo y de manera imparcial y efi caz y rápida todos los actos de violencia y las muertes ocurridas en el contexto del desmantelamiento del campamento de Gdeim Iziken, y para enjuiciar a los responsables de tales actos. El Estado parte debe modifi car su legislación para que todos los civiles sean juzgados exclusivamente por jurisdicciones civiles.29. El Comité toma nota de la información proporcionada por el Estado parte sobre el considerable volumen de trabajo realizado entre 2003 y 2005 por el mecanismo de justicia de transición, a saber, la Institución de Equidad y Reconciliación, sobre las violaciones graves, masivas y sistemáticas de los derechos humanos cometidas en Marruecos entre 1956 y 1999. Estas investigaciones permitieron aclarar un gran número de esas violaciones, dilucidando en particular numerosos casos de desapariciones forzadas, y posibilitaron el otorgamiento de distintos tipos de reparación a numerosas víctimas. Con todo, el Comité sigue estando preocupado por el hecho de que esos trabajos no hayan incluido las violaciones cometidas en el Sahara Occidental y porque ciertos casos de desaparición forzada no hayan quedado resueltos al fi nalizar los trabajos de la Institución en 2005. Además, inquieta al Comité que los trabajos de la Institución puedan haber llevado a la impunidad de hecho de los autores de violaciones de la Convención cometidas en el curso de ese período, ya que hasta la fecha ninguno de ellos ha sido procesado. Por último, preocupa al Comité la información recibida en el sentido de que no todas las víctimas ni todas las familias de víctimas han

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recibido una indemnización y de que no todas las indemnizaciones pagadas han sido equitativas, sufi cientes o efectivas (arts. 12, 13 y 14).A continuación imágenes del desmantelamiento ‘manu militaris’ del Campamento de Gdeim Izik en octubre de 2010.

Fuente: Haddamin Moulud Said, 2014.

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B. 4) El Examen Periódico Universal.6

El Examen Periódico Universal es un mecanismo ideado para examinar a todos los Estados en relación a la situación de los derechos humanos. Cíclicamente, cada Estado, comparece ante una troika compuesta por un número determinado de Estados que lo examinan. El Estado examinado interactúa con los demás Estados y éstos preguntan y formulan recomendaciones.Para ver hasta qué punto los Estados, a menudo, confunden la política con los derechos humanos, veamos el ejemplo del Examen Periódico Universal de Marruecos del 22 de mayo de 2008.

A continuación se expone la opinión sobre Marruecos, emitida por algunos Estados que reconocen a la República Saharaui y donde, incluso, se cuenta con una Honorable Embajada saharaui.

Uganda: Felicitó a Marruecos por su diálogo continuo con los órganos de tratados y procedimientos especiales.

Uruguay: Valora la nueva Constitución que reconoce las desapari-ciones forzadas y detenciones arbitrarias, las reformas en el ámbito de la justicia de transición y la adopción del Plan de Acción Nacional para la Democracia y los Derechos Humanos.

Venezuela: Elogió los esfuerzos de Marruecos para aplicar las anteriores recomendaciones del EPU. Tomó nota de la supresión de las reservas a la CE-DAW como un paso positivo hacia la promoción de un equilibrio de género. También tomó nota de los esfuerzos realizados para combatir la pobreza.

Vietnam: Señaló que el disfrute de los derechos económicos, sociales y culturales han mejorado progresivamente, aunque reconoció que Marruecos todavía enfrenta desafíos, en particular frente a los grupos vulnerables y las limitaciones socioeconómicas agravadas por la crisis fi nanciera.

Zimbabue: Señaló los progresos realizados en la promoción y protección de los derechos humanos de las mujeres, niños, personas con discapacidad y los migrantes. También tomó nota de las prioridades, inicia-tivas y compromisos realizados por Marruecos para promover los derechos humanos, en consonancia con su Constitución. 

Ghana: Dio la bienvenida a los esfuerzos de Marruecos de reforma, incluyendo entre otras cosas la adopción de una nueva Constitución y el desarrollo de las instituciones nacionales de derechos humanos.

México: Reconoció los esfuerzos realizados por Marruecos, incluida la ratifi cación de la CDPD y su Protocolo Facultativo y el compromiso de presentar su informe inicial al Comité de Trabajadores Migrantes. 

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Mozambique: Elogió a Marruecos por la ratifi cación del Convenio de los Derechos de las Personas con Discapacidades y sus Protocolos Facultati-vos y el Protocolo para Reprimir y Sancionar la Trata de Personas. 

Nicaragua: Acoge con particular satisfacción la creación del Conse-jo Nacional de Derechos Humanos Marroquí y observó con satisfacción los esfuerzos de Marruecos para garantizar los derechos de las personas priva-das de su libertad.

Sudáfrica: Reconoció el apoyo de Marruecos en la lucha contra el racismo. También acogió con satisfacción la Iniciativa Nacional de Desarrollo Humano y el Plan Marruecos Verde.

Cuesta creer que estos países que reconocen a la República Saharaui y mantienen sólidas relaciones diplomáticas con la República Saharaui hayan pasado por alto la cuestión de los derechos humanos justo cuando más falta hacía al pueblo saharaui.

Han sido otros Estados, como Irlanda y Suecia, con los que la Re-pública Saharaui no tiene relaciones, los que han suscitado la cuestión de los derechos humanos en el territorio.

E.- El Consejo de Seguridad y los derechos humanos en el Sahara Occidental.7

En sus sucesivas resoluciones sobre el Sahara Occidental, el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas sigue mostrándose bastante renuente a la hora de implementar algún mecanismo de control de los derechos hu-manos, tal y como le exige el Secretario General de la Organización.

Desde hace bastantes años, tanto el POLISARIO como reputadas ONGs, vienen reclamando la implementación de algún mecanismo de control de los derechos humanos en el Sahara Occidental. Sin embargo, el Consejo de Seguridad, forzado por la acérrima posición francesa, nunca ha hecho caso a tales reclamaciones.

Ahora, el Secretario General, acuciado por los informes de las distintas agencias onusinas, no ha tenido más remedio que apuntarse a la petición de implementar algún mecanismo de control. Pero el Consejo de Seguridad sigue haciendo caso omiso a tales pretensiones.8

Notas

1 Informe de Human Right Watch 2014. Disponible en: http://www.hrw.org/es/world-report/2014/country-chapters/122289

Humania del Sur. Año 9, Nº 17. Julio-Diciembre, 2014. Haddamin Moulud SaidLos derechos humanos en el Sahara Occidental... pp. 69-86.

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2 Informe del OHCHR de mayo de 2006. Disponible en: http://asoc.umdraiga.com/documentos/ONU_informesmision/Informe_

Mision_Visitadora_2006_es.htm3 Observaciones del Comité de Derechos Humanos. Disponible en: http://www.ohchr.org/SP/Countries/MENARegion/Pages/MAIndex.aspx4 Observaciones del Comité de los Derechos Económicos, Sociales y

Culturales. Disponible en: http://www.ohchr.org/SP/Countries/MENARegion/Pages/MAIndex.aspx 5 Observaciones del Comité contra la Tortura. Disponible en: http://www.ohchr.org/SP/Countries/MENARegion/Pages/MAIndex.aspx6 Examen Periódico Universal. Marruecos. Disponible en: http://www.ohchr.org/EN/HRBodies/UPR/Pages/MASession13.aspx 7 Resolución del Consejo de Seguridad de abril de 2014. Disponible en: http://www.un.org/es/sc/documents/resolutions/8 Informe del Secretario General de abril de 2014. Disponible en: http://www.un.org/es/sc/documents/sgreports/

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Latinoamérica, Venezuela y la causa saharaui

Simón Rodríguez PorrasAsociación Venezolana de Solidaridad con el Sahara

Mérida, [email protected]

ResumenLatinoamérica y el pueblo saharaui comparten un pasado colonial bajo el yugo español. La solidaridad latinoamericana con la causa de la autodeterminación del pueblo saharaui se ha expresado de múltiples formas en la últimas tres décadas, y puede ser decisiva si logra acompasarse con los nuevos ritmos que adquiere el confl icto. Palabras clave: Sahara Occidental, Saharaui, Descolonización, Latinoamérica, Solidaridad.

Latin America, Venezuela and the Saharawi cause

AbstractLatin America, Venezuela and the Saharawi Cause. Latin America and the saharawi people share a colonial past under the spanish yoke. Latin American solidarity with the cause of saharawi self determination has been expressed en multiple ways in the last three decades and can be decisive if it manages to accompany the new pace the confl ict is acquiring. Keywords: Western Sahara, Saharawi, Decolonization, Latin America, Solidarity.

Recibido: 6-6-14 / Aceptado: 17-10-14

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1. La herencia colonialEl colonialismo es una de las mayores abominaciones históricas

que ha conocido la humanidad. Los pueblos que lo han padecido, lo han resistido y fi nalmente derrotado; se encuentran entrelazados tanto por un pasado común como por la responsabilidad de oponerse a toda opresión colonial. Las infl uencias recíprocas del proceso de colonización de América y de África son notorias, mientras que el saqueo de las riquezas minerales en América y la esclavización del oeste de África confi guraron las bases de la acumulación que permitiría la industrialización de la metrópoli europea y la conformación de un sistema económico global (Gunder Frank, 1978). El siglo XIX fue el de las revoluciones independentistas en el continente americano, bajo el impulso de la gran revolución de los esclavos en Haití. Para España, que a comienzos del siglo XX sufriría importantes derrotas en Cuba, Puerto Rico y Filipinas, el último refugio de su proyecto colonizador fue el Sahara Occidental.

El inicio de la colonización del Sahara Occidental coincide con la Conferencia de Berlín de 1884-1885, en la que las potencias europeas se reparten el continente africano. Casi un siglo de opresión colonial española dejaría un singular legado que emparenta al pueblo saharaui con los pueblos latinoamericanos. La República Árabe Saharaui Democrática (RASD), junto con Guinea Ecuatorial, también ex colonia española, es uno de los dos países africanos que tienen el español entre sus idiomas ofi ciales. Esta condición “encierra el potencial de convertir a nuestro país en un puente sólido para las relaciones entre tres mundos, el africano, el árabe y el latinoamericano”, observó hace algunos años el entonces embajador saharaui en Venezuela (Ahmed, 2006). Otros rasgos de la identidad saharaui favorecen el desarrollo de relaciones de solidaridad con Latinoamérica. El poeta y profesor univer-sitario Bahia Mahmud Awah (2013) plantea que la tardía introducción de la religión islámica en la sociedad saharaui ha permitido una asimilación distinta a la del resto del mundo árabe, “lo que hace de ella una sociedad creyente pero sobre todo laica. En efecto, esta sociedad no vive al ritmo de la religión”. La experiencia ha demostrado una amplitud de miras propicia al intercambio con Latinoamérica.

2. Latinoamérica y la RASDCuando la dictadura franquista pactó la entrega del Sahara Occidental

a Marruecos y Mauritania, se retiró sin descolonizar el territorio; algunos soldados de la Legión Española desertaron y se incorporaron a las fi las del

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Frente Polisario. Entre ellos estuvo un venezolano, Justo Casenave, quien durante la guerra desempeñó tareas civiles de apoyo. Cubanos, mexicanos, otros latinoamericanos, junto a vietnamitas, argelinos y activistas de otros países también participaron de esta solidaridad internacionalista, mientras la satrapía marroquí gozaba del apoyo económico y militar a gran escala de Francia y EEUU, incluyendo la participación en combate de la aviación francesa. En plena Guerra Fría, estos hechos contrastan notoriamente con la distancia tomada por la URSS y China respecto de la causa saharaui, “Ni siquiera una lata de sardina soviética llegó a los refugiados saharauis” (Ahmed, 2006).

En Latinoamérica la mayoría de los Estados han reconocido a la RASD. De los ochenta y dos países que han reconocido al Estado saharaui, treinta son de Latinoamérica y el Caribe; incluso la RASD es miembro ob-servador del Parlamento Andino. Además del reconocimiento diplomático, ha habido una signifi cativa cooperación en materia educativa con Cuba, donde miles de saharauis recibieron instrucción universitaria en la década del 80, incluyendo México y más recientemente con Venezuela. Nuestro país fue el segundo en Latinoamérica en reconocer a la RASD, luego de Panamá, en agosto de 1982. El contraste con la vieja Europa es notorio: solo un país europeo, Albania, ha reconocido a la RASD. Marruecos, por su parte, no tiene a América Latina entre las prioridades de su política ex-terior; al comenzar la década de los 80 contaba únicamente con embajadas en Brasil y Argentina, ambas bajo dictaduras militares. En Sudamérica aún Chile, Brasil y Argentina no han reconocido a la RASD, una demostración de que persiste la subordinación de la política exterior de estos países a los dictados de EEUU. El ex embajador estadounidense en la ONU, John Bolton, explicó que el gobierno de Bush apoyó a la monarquía en base al “argumento marroquí de que la independencia del Sahara Occidental desestabilizaría a Marruecos y podría desembocar en una toma del poder en ese país por los islamistas extremistas”. Esta sórdida alianza se visibilizó nuevamente con el apoyo de Marruecos a la invasión de Irak en 2003. La diplomacia estadounidense sigue orientada a evitar a toda costa la realización de un referendo que permita el ejercicio de la autodeterminación del pueblo saharaui (Cembrero, 2007).

La monarquía marroquí es encabezada por la dinastía alauita, que se dice descendiente directa del profeta Mahoma. Marruecos es el único Estado africano que no forma parte de la Unión Africana de Naciones, debido a su papel colonial en el Sahara; sin el apoyo económico y político de Francia, EEUU y España, no podría sostenerse la ocupación militar. A cambio, las

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potencias participan del pillaje de los recursos naturales del territorio, como veremos más adelante. Dentro de Marruecos, el único partido que apoya una salida al confl icto que garantice la autodeterminación del pueblo saharaui es el izquierdista Vía Democrática. Esto no es extraño en un país que no goza de libertades democráticas elementales. Los medios de comunicación, disciplinados al régimen, así como la mayoría de los partidos políticos, siguen al pie de la letra la política colonial. En cambio, fuera de Marruecos, cada vez le resulta más difícil a la monarquía mantener apoyos a su política en el tema saharaui.

3. Solidaridad y DDHHEl colonialismo español tardío, no fue menos brutal que en otras

latitudes en cuanto se estructuró un masivo movimiento independentista en la década del 60, expresado en el Movimiento de Liberación Nacional Saharaui y posteriormente la Organización Avanzada para la Liberación del Sahara, liderizada por Mohamed Basiri, quien se convertiría en la primera víctima de desaparición forzada saharaui en 1970 (Afapredesa, 2005). Las masacres perpetradas por la Legión Española llevaron al movimiento inde-pendentista a constituir el Frente Polisario y optar por la vía armada. Luego de la ocupación marroquí del territorio, el terrorismo de Estado adquiriría a manos de la monarquía una escala comparable a la de las dictaduras del Cono Sur. Se estima que en las últimas tres décadas se han practicado más de 3.500 desapariciones forzadas, más de 20.000 detenciones arbitrarias y se han generado más de 260.000 desplazados (Afapredesa, 2005). “Ofi cia-les del ejército marroquí han cometido lo que podría llamarse crímenes de guerra fuera del campo de batalla, y muchos civiles fueron arrojados desde helicópteros o enterrados vivos debido a que eran saharauis”, admitió un alto funcionario del régimen (Relti, 2008). El terrorismo de Estado no se limita a perseguir a los saharauis que activamente defi enden la autodeterminación, sino que también se ceba con los familiares de las personas consideradas “ene-migas” de acuerdo con un criterio análogo al de la doctrina de la seguridad nacional. Familiares, maridos, esposas o hijas también han sido víctimas de detenciones, desapariciones forzadas, torturas y violaciones. Familias enteras han sido secuestradas por los esbirros marroquíes (Afapredesa, 2005).

Constituida en 1989, la Asociación de Familiares de Presos y Desaparecidos Saharauis (Afapredesa), ha documentado y denunciado la persecución política y las violaciones a los DDHH dentro de los territorios ocupados por Marruecos, desarrollando una relación de colaboración con la Federación Latinoamericana de Asociaciones de Familiares de Detenidos-Desaparecidos (FEDEFAM) (Afapredesa, 2005). La lucha de las Madres de

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la Plaza de Mayo por la justicia y la verdad ante las desapariciones forzadas de la dictadura argentina también ha servido de ejemplo para la lucha contra esa práctica represiva en los territorios ocupados por Marruecos (Engler, 2012).

Debido a las limitaciones en la libertad de prensa y la imposibilidad de realizar un trabajo periodístico independiente de manera abierta en los territorios ocupados, esta actividad, al igual que la defensa de los DDHH, queda relegada a la clandestinidad. Exponiéndose a grandes riesgos, algunos activistas del movimiento internacional de solidaridad con el pueblo saharaui ingresan a los territorios ocupados en calidad de turistas. Tal fue el caso del cineasta venezolano Carlos González, quien ingresó a El Aaiún, la capital saharaui bajo ocupación, para documentar las denuncias de la población. La monarquía marroquí lo apresó bajo cargos de espionaje (Beiba, Formoso y Hernández, 2010).

En Europa y América Latina se ha estructurado un amplio movimien-to de solidaridad con la causa saharaui, centenares de organizaciones en el mundo se dedican a denunciar la situación del Sahara Occidental y exigir el fi n de la ocupación colonial; este movimiento podría llegar a desempeñar un rol decisivo en el confl icto, como lo tuvo en la década del 80 la solidaridad con el pueblo sudafricano oprimido por el régimen del apartheid.

La Asociación Venezolana de Solidaridad con el Sahara (ASOVES-SA), forma parte de este movimiento. En su seno agrupa a estudiantes, profesores universitarios y activistas políticos de diversa procedencia, con el fi n de apoyar la causa saharaui, estimular las relaciones bilaterales en todos los ámbitos, apoyar el ingreso de la RASD como Estado miembro de las Naciones Unidas (ONU), denunciar las violaciones constantes de los Derechos Humanos en los territorios ocupados, apoyar la celebración del referéndum para la autodeterminación del pueblo saharaui y exigir el cese del saqueo de sus recursos naturales por parte del régimen marroquí y capitales transnacionales. Desde su creación, ha propiciado procesos de intercambio. Cineastas venezolanos como Carlos Azpúrua y Lilian Blaser han participado en el festival de cine celebrado en los territorios liberados, el FiSahara. Mientras que estudiantes y activistas han viajado a los campa-mentos de refugiados a dictar talleres, trabajar en los archivos históricos de la RASD o sumarse a protestas de carácter internacional como la “Columna de los mil”, que cada año denuncia el Muro de la Vergüenza levantado por Marruecos con el apoyo de EEUU e Israel para dividir el territorio saharaui.

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4. El gobierno venezolano y la RASDDesde el reconocimiento de la RASD por parte del gobierno de He-

rrera Campins, la posición ofi cial del Estado venezolano en los organismos internacionales ha consistido en una defensa del derecho a la autodetermi-nación e independencia del pueblo saharaui. En el año 1982, la RASD fue reconocida y abrió una embajada en nuestro país. En los últimos años la relación bilateral cobró mayor relieve, con la fi rma de Acuerdos de Coope-ración Bilateral en octubre de 2004. En virtud de estos acuerdos, jóvenes saharauis realizan estudios universitarios en nuestro país. A partir del año 2006, el Grupo Parlamentario Venezolano en el Parlamento Latinoameri-cano también impulsó acciones de solidaridad con el pueblo saharaui; el mismo año, el presidente Chávez participó en una reunión con su homólogo saharahui, Mohamed Abdelaziz en Caracas, al cabo de la cual ratifi có su compromiso con la exigencia a Marruecos de que descolonice el territorio saharaui (Ahmed, 2006).

Como parte de la cooperación educativa con Cuba y Venezuela, fue creada la Escuela Secundaria Básica “Simón Bolívar” en el mayor campa-mento de refugiados saharauis en Argelia, cercano a la Wilaya de Smara. La primera etapa del proyecto ha entrado en funcionamiento, con una matrícula de 360 alumnos; en la segunda etapa se incorporarán 300 alum-nos más. Esta escuela permite que los niños avancen en su educación en los campamentos, sin tener que procurarse por la formación en el exterior a temprana edad. En el 2009, Venezuela se convirtió en el primer país lati-noamericano que colabora con la Escuela de Cine del Sahara, mediante la donación de equipos tecnológicos por parte del Ministerio de Cultura a fi n de apoyar la realización de un Curso Audiovisual Introductorio, en el que participaron profesionales venezolanos en las disciplinas de guion, dirección, cámara-sonido y edición. La Dirección General del Laboratorio Nacional Hidráulica (LNH) del Ministerio del Ambiente y el Instituto Hidráulico Saharaui desarrollan un proyecto relacionado con la administración de aguas subterráneas, que incluye la capacitación en hidrogeología y perforación para técnicos saharauis.

Desde 2009, la monarquía marroquí no tiene embajada en Venezuela. Al cerrarla, alegó que el gobierno venezolano apoyaba el “separatismo”. No obstante, las relaciones diplomáticas continuaron, cumpliendo las funciones de embajador concurrente el embajador marroquí ante República Domi-nicana (Reyes, 2011).

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5. El boicot al saqueo colonialParodiando a Clausewitz, podemos decir que la economía es la con-

tinuación de la guerra por otros medios. El saqueo de los recursos naturales por parte de la monarquía marroquí, en alianza con capitales transnacio-nales, es un aspecto crucial del régimen colonial, ya que descarga sobre los trabajadores saharauis y sobre el territorio la manutención de su propio sojuzgamiento. En virtud del saqueo, Marruecos es el principal exportador de roca fosfática del mundo, con una producción anual de más de tres millones de toneladas, lo que representa más de trescientos millones de euros al año. Esto supone una tasa de agotamiento del recurso que se estima en un 2% anual (WSRW, 2012). La depredación de los bancos pesqueros ubicados en el mar territorial saharaui aporta a los capitales saqueadores ganancias superiores al millardo de euros anuales. Se calcula que aproximadamente novecientas mil toneladas de pescado obtenidas por los países de la Unión Europea proceden de las costas del Sahara Occidental (Afapredesa, 2005). En materia petrolera, también ha sido denunciado el involucramiento de la transnacional francesa total, en proyectos de extracción petrolera en el mar territorial saharaui (WSRW, 2012). Empresas francesas y marroquíes desarrollan proyectos agrícolas en Dajla y otras zonas del sur del Sahara Occidental (WSRW, 2011).

La lucha contra el saqueo marroquí y transnacional de los recursos saharauis es por lo tanto una tarea de primera importancia. Pese a las ex-presiones de apoyo a la causa saharaui por parte del gobierno venezolano, Venezuela no se escapa de la red económica tejida con los recursos expo-liados al pueblo saharaui. Actualmente, la petroquímica estatal venezolana Pequiven y FMC Foret (fi lial española de la transnacional estadounidense FMC Corporation) son copropietarias de la empresa mixta Tripoliven, que procesa el fosfato de calcio presente en la roca fosfática procedente del Sahara Occidental (Ver: http://www.tripoliven.com/empresa.htm). FMC Foret es una de las principales transnacionales involucradas en la explotación ilegal de los recursos naturales en territorio saharaui, tal como refl ejan los informes de Western Sahara Resource Watch (2007) y Venezuela es uno de los destinos de los fosfatos explotados ilegalmente (WSRW, 2012). Esta actividad eco-nómica realizada por la potencia ocupante, cuya soberanía sobre el Sahara Occidental no ha sido reconocida por ningún país del mundo, fi nancia la permanencia de las tropas invasoras, las dota de armamento, sostiene el muro de la vergüenza de más de 2.720 kilómetros que divide el territorio saharaui y permite el funcionamiento de todo el aparato represivo y administrativo

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colonial, al tiempo que compra el apoyo incondicional de potencias con derecho a veto en el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, como lo son Francia y los EEUU.

La política exterior venezolana tiene su marco legal y doctrinario sintetizado en el artículo 152 de la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela, el cual establece como uno de sus principios la “solidaridad entre los pueblos en la lucha por su emancipación”. (Ver: http://www.tsj.gov.ve/legislacion/constitucion1999.htm). El comercio exterior, en tanto concreción material de las relaciones exteriores de la República, no puede atentar en contra de dicho principio. El boicot al pillaje marroquí y trans-nacional es consustancial a una auténtica política de solidaridad con la emancipación del pueblo saharaui. Derrotar al colonialismo exige romperle el espinazo económico.

6. La primavera árabe, hija del otoño saharauiPese a su relativo aislamiento geográfi co y el silenciamiento del que

ha sido objeto en la gran prensa internacional, la lucha saharaui ha formado parte de la oleada revolucionaria que ha sacudido al norte de África en los últimos años. Como parte del auge en la resistencia dentro de los territo-rios ocupados, cuyos antecedentes fueron las intifadas de 2005 y 2007, en noviembre de 2010 se realizó la protesta de Gdeim Izik, el campamento de la dignidad saharaui, a las afueras de El Aaiún, con la participación de más de veinte mil personas. Luego del violento desmantelamiento del campamento por parte de los cuerpos represivos marroquíes, la monarquía apeló a métodos fascistas como la utilización de grupos paramilitares y la imposición de una vestimenta distintiva para los colonos marroquíes para facilitar la represión. Esta movilización fue ubicada como un antecedente directo del proceso de las revoluciones árabes, a juicio de analistas políticos como el lingüista Noam Chomsky (Sahara Press Service, 2012), una posición compartida por activistas saharauis ligados directamente al movimiento de Gdeim Izik, como Sidi Ahmed Talmidi (Lubaki, 2012).

El ataque marroquí al campamento de la dignidad fue denunciado por muchos saharauis como una ruptura del cese al fuego acordado en 1991, lo que derivó en exigencias al Frente Polisario de una vuelta a la lucha armada, una tesis que cada vez cobra más fuerza. Omar Abed, representante saharaui en las Islas Canarias, en una entrevista reciente dio cuenta del auge de esta posición:

Humania del Sur 95

Alrededor del 85% de quienes ahora se están manifestando en el Sahara son jóvenes. Se trata de nuevas generaciones de saharauis que han nacido bajo la opresión marroquí y que, tras tantas traiciones de España y también de Naciones Unidas, no ven otra salida para obtener la independencia más que la guerra (Canarias Semanal, 2013).

En años anteriores, la propia dirigencia de la RASD había planteado esta perspectiva. Mahfud Alí Beiba, quien entonces presidía el parlamento saharaui, planteó en 2009 que:

el atropello de que son objeto los derechos humanos en el territorio ante el silencio de la ONU(...) el saqueo de que son objeto las riquezas naturales saharauis de la mano de países europeos, la arrogancia, soberbia e intransigencia exhibidas por Marruecos(...) nos empujan a acelerar la preparación necesaria para el combate en una guerra que se avecina impuesta por el cierre de todas las puertas que deberían haber conducido a una salida pacífi ca (Beiba, Formoso y Hernández, 2010).

De avecinarse una nueva etapa en la lucha contra la ocupación colonial, ella exigirá un mayor compromiso por parte del movimiento internacional de solidaridad con el pueblo saharaui: “... no vengáis a tomar el té o a darnos latas de atún de nuestro mar y decir que colaboráis con el pueblo saharaui; hay que llevar esa conciencia más allá”, advertía desde los campamentos de Tinduf el joven dirigente Talebuya Hamadi Faragi (Cam-pelo, 2011). Palabras que el movimiento de solidaridad debe hacer resonar en Venezuela y Latinoamérica.

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La entrevista de Canarias Semanal a Omar Abed es del 13 de mayo de 2013. El enlace es  http://canarias-semanal.org/not/8423/omar-abed-los-jovenes-saharauis-no-ven-mas-salida-que-la-guerra-video-

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Caleidoscopio

The Light of Kailash. A History of Zhang Zhung and Tibet: An Overview and some Refl ections about Chögyal Namkhai Norbu’s TrilogyDonatella Rossi

Lo profano en lo sagrado: Identidad religiosa y literaria en el RāmāyaṇaÓscar Figueroa Castro

Antecedentes del Sistema de Educación Mitad Trabajo Mitad Estudio en China: Evidencias de la combinación del trabajo productivo con la enseñanza (1912-1958)David Ibarra Arana

China as a Regional Power: the case of Central AsiaPaulo Duarte

Ruanda: La historia de un puebloEl imaginario occidental como premisa de la desigualdad María Gabriela Mata Carnevali

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Th e Light of Kailash. A History of Zhang Zhung and Tibet:

An Overview and some Refl ections aboutChögyal Namkhai Norbu’s Trilogy1

Donatella RossiSapienza University of Rome

Rome, [email protected]

AbstractChögyal Namkhai Norbu proposes a new outlook on the nature of the Tibetan cultural identity, which for centuries has been conditioned by the perspective of the Buddhist orthodoxy. Such view has undermined the opinion that Tibetans nurtured about themselves concerning their written language and the overall value of their civilization, especially the Bon tradition. In his Trilogy Chögyal Namkhai Norbu takes us along a path that starts from the origin of the Zhang Zhung kingdom and ends with the central Tibetan monarchy and the advent of the Buddhadharma in Tibet, showing the profound and diversifi ed dimensions of this endangered civilization. Keywords: Chögyal Namkhai Norbu, Zhang Zhung, Bon, Shenrab Miwoche, History of Tibet, Th e Light of Kailash.

La luz del Kailash. Una historia del Zhang Zhung y el Tíbet:Una visión de conjunto y algunas refl exiones sobre

la trilogía por Chögyal Namkhai Norbu

ResumenChögyal Namkhai Norbu propone un nuevo enfoque sobre la naturaleza de la identidad cultural tibetana, que por siglos ha estado condicionada por la perspectiva de la ortodoxia budista, la cual ha socavado la opinión de los tibetanos sobre su escritura y lengua y el valor global de su civilización, y en particular sobre la tradición Bon. En su trilogía Chögyal Namkhai Norbu nos conduce desde los orígenes del reino del Zhang Zhung hasta la monarquía del Tíbet central y la llegada del dharma de Buda al Tíbet, mostrando las profundas y diversifi cadas dimensiones de dicha civilización —actualmente en peligro. Palabras clave: Chögyal Namkhai Norbu, Zhang Zhung, Bon, Shenrab Miwoche, Historia del Tíbet, Th e Light of Kailash.

Recibido: 4-3-14 / Aceptado: 6-5-14

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1. PrefaceNowadays, when crossing a mountain pass, or welcoming the New

Year, and so on, people still exclaim “lHa rGyal lo!” (Lhagyal lo), which means “Th e Gods are victorious!” Th is expression comes from a very distant point in time and can be traced back, for example, to a Bon divinatory story (Namkhai Norbu, 2013a):

[…] Th e three lords were the one carrying a golden sword with a blade so sharp that it could slit silk, called the Lord Who Generates the Aspiration for Happiness from the Gods; the child with an iron saw and a goat skin coat, called the Lord Who Generates the Curse for Misery from the Demons; and Lord Phya Keng-tse Lan-med, entrusted as the judge who truthfully discerns good and evil, and decides between the victory and defeat of gods and demons. [Phya Keng-tse said:] “Th e two lords will throw the cho lo [dominoes] until they sweat, and will fi ght for the gods and the demons, for life and death, virtue and iniquity. If the gods are victorious, happiness, joy, bliss, and all that is propitious will manifest and spread in this world and in the higher realms. If the demons win, plagues, famines, war, and all that is inauspicious will expand in this world. […]”Th en the Lord Who Generates the Aspiration for Happiness from the Gods threw the cho lo […]. Th en the Lord Who Generates the Curse for Misery from the Demons threw the cho lo […]. At that point, Phya Keng-tse Lan-med said: “Ah! Today the sun in the sky and the wind are good! Th e moment on earth is a joyful one. At this time, when all the planets and stars are favorable and harmonious, the twelve golden cho lo have been thrown in the border country of the gods and demons, and the cho lo have sworn the truth. […] Th e cho lo thrown this time result in favor of the gods. People will have good years.” So he said. Th en, those who had looked at the sunny slope of the mountain went away laughing, while those who had gazed at the shaded slope of the mountain left in tears.

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Th e cho-lo thrown by the Lord from the Gods resulted in the fi rst three combinations, the best ones, while the cho-lo thrown by the Lord from the Demons resulted in the last three

combinations, the worst ones; hence the victory in favor of the Gods.

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2. IntroductionAccording to the ancient worldview of Bon—the tradition that

its followers consider the primeval, autochthonous spiritual and cultural tradition of the Tibetan civilization—the environment displays itself in a tripartite fashion, being composed of three diff erent dimensions: heaven above, earth in the middle, and the subterranean world below, each domi-nated by diff erent classes of beings and elemental forces.

Mythology informed liturgical practices in the form of ritual procla-mations and explanations (Tib. smrang) about the origin of existence that re-enacted the covenant established in primordial times between human beings and those supernatural entities and forces (Namkhai Norbu, 1995, passim).

Th e ability of interfacing with, and the numerous techniques and ritual liturgies for eff ectively dealing with those dimensions were entrusted to, and represented the prerogative of priests (called Bon gShen-po), who were specialized in distinct and specifi c aspects of ritual actions (see Na-mkhai Norbu, 2013a: 78-85); those Bon gShen-po also performed the role of protectors of the Tibetan monarchs for generations.

From a cosmological perspective, the Bon view maintains that, in the very beginning, the universe and sentient beings were created through the interaction of the collective essence of the fi ve elements (space, air, fi re, water, earth), that generated one or more cosmic eggs, which hatched by virtue of their own power, and from whose diff erent components, all beings of the heavenly, the intermediate, and the earthly sphere came into exis-tence, including the primordial divine couples, progenitors of the human race, whose descendants were born as the fi rst tribal ancestors of Tibet (Cf. Namkhai Norbu, 2013a: 38 et seq., and Namkhai Norbu, 2013a: 17-40).

Bon textual sources affi rm that Tibet was governed by Bon, until the country was converted to the Buddhadharma. In that regard, Bon and Buddhist textual sources alike, agree in saying that the fi rst king of Tibet was gNya’-khrib Tsan-po (Nya-tri Tsen-po), who is deemed to be of divine descent.

However, they disagree in terms of the number of royal dynasties that succeeded him up to Srong-btsan sGam-po (Song-tsen Gam-po, 569-650), the king who initiated the Buddhist tradition in Tibet, showing discrepancies and inconsistencies in the order of succession, so that they either mention thirty-three (Bon sources), thirty (Buddhist sources), or thirty-one monarchs (Dunhuang documents).

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In the fi ndings of Chögyal Namkhai Norbu, the kings should be reckoned as thirty-four, including the fi rst king of Tibet, up to the father of Srong-btsan sGam-po, gNam-ri Srong-btsan (Nam-ri Song-tsen); this fi gure has been obtained after the Author consulted, compared, and collated no less than twenty relevant Bon and Buddhist texts, as well as the Old Tibetan Chronicles of Dunhuang (Cf. Namkhai Norbu, 2013b: 123-172).

3. Zhang Zhung and Tibet: Bon/BodAs Chögyal Namkhai Norbu (2013a: 91) writes:

Traditionally speaking, the origin of Bon teachings known as the Everlasting Bon [g.yung drung bon] coincides with the birth of gShen-rab Mi-bo-che in ’Ol-mo Lung-ring (see Martin, 1999: 258-301), Zhang Zhung, about 3,908 years ago. Th e teachings of gShen-rab became the essence of all diff erent forms of Bon, or one of the most sophisticated of all the traditions that had been called Bon up to that time.

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gShen-rab’s legacy and the traditions that he systematized included spiritual and doctrinal teachings, as well as diagnostic and healing methods, apotropaic rituals, divinatory practices, and so on; they were translated and diff used in Tibet and other neighboring countries.

Th e kingdom of Zhang Zhung, with Mount Kailash at its center, and ’Ol-mo Lung-ring as the seat of the teacher, would thus represent the cradle of the ancient Bon culture.

Th e infl uence of the Zhang Zhung kingdom remained strong, until the dynasty of Central Tibet acquired supremacy, and among other territo-ries, conquered and absorbed Zhang Zhung in the greater Tibetan empire, which fl ourished from the seventh through the ninth century.

In this regard, it is interesting to relate a quotation concerning the term Bon and the term Bod (Tibet), drawn by the Author from the White Annals (Deb ther dkar po), which were compiled by the famous scholar dGe-’dun Chos-’phel (Gendün Chömpel, 1905-1951) (in Namkhai Norbu, 2013b: 43):

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According to the followers of the Everlasting Bon, in the beginning the name of the country was Bon, which then became corrupted into Bod. Th at bod and bon could be understood as having the same meaning may seem ridiculous, but that is not the case. Before King Nam-ri Srong-btsan,2 the religious system of the Everlasting Bon had spread everywhere in the country and thus it is not surprising that the name was well known. In earlier times, the Chinese called Tibet the Country of Phon [phon gyi yul],] a term phonetically related to bon. Furthermore, many examples exist in the old language of the interchangeability of the two consonants da and na as suffi xes, for example in btsanpo and btsadpo [king] and in chunpo and chudpo [bouquet]; it is possible that this was also the case for bon and bod. In Mongolia, some call the followers of the Bon religion bod or bo. Nevertheless, the Islamic religion that spread extensively in Kashmir is called the religion of Kashmir [kha che’i chos]; similarly, since the religion of gShen-rab spread in Tibet, it is possible that the name of the country was attached to that of the religion, or that the name of the religion was attached to that of the country. But other than a 2000-year-old forefather, who could answer this question?

4. Adoption of BuddhismWhen Buddhism was adopted as the state religion in the seventh

century, a dramatic change occurred in the cultural history of Tibet. Th e followers of Bon were given the option to convert, or go into exile. Th e new creed was embraced with great enthusiasm and devotion. India, because it was the land of the Buddha, and China, because of its medicine and astro-logy and the important family connections established through marriage alliances, became the two paramount models for Tibet. Th e tradition that had accompanied the country for thirty-four royal dynasties fell into obli-vion, and with it, all aspects related to the ancient cultural identity of Tibet.

Th e view referring to the cultural supremacy of India and China, with respect to the indigenous Tibetan one, was consistently supported for centuries by the Buddhist orthodoxy, both at the religious and scholastic levels, maintaining that prior to the arrival of the Buddhadharma in Tibet, knowledge was transmitted merely in an oral fashion. Th e consequences resulted in the conviction that before the advent of Buddhism, Tibet was a sort of no man’s land, without any cultural foundations and even, and most notably, without a written language of its own. Such viewpoint was also followed, without questioning, by the scholarly Western world.

Th is factor is of primary importance for understanding Chögyal Namkhai Norbu’s view vis-à-vis the original foundations of the Tibetan cul-

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tural identity. He has undertaken a very long and very meticulous research, mainly on textual sources, but also in the fi eld, so as to be able to present a more informed, cogent, and holistic perspective, the fi rst occurrences of which can be detected in works previously written, such as, for example, Th e Necklace of gZi: A Cultural History of Tibet (Namkhai Norbu, 1982), or lectures given at the Central Institute of Nationalities (Zhongyang Minzu Xueyuan, now the University of Nationalities, Minzu Daxue) of Beijing, PRC (1988).3

His viewpoint has been the object of criticism and denial; nonethe-less, it has gradually received more attention, also in view of the researches, increased access to Bon textual sources, work with knowledgeable repre-sentatives of the Bon tradition, and conclusions, that scholars worldwide have been able to perform, share, carry out, and draw, in about fi fty years of studies on the Bon tradition. It would not be inappropriate to say that they may have been prompted or inspired by such an outstanding Tibetan scholar as Chögyal Namkhai Norbu certainly is.4

5. Structure of the TrilogyTh e threefold division of the Trilogy is meant to reconstruct a cul-

tural and historical highway, so that readers may see the evolution of the various cultural aspects, their characteristics, as well as the transformation and changes that came about; in the specifi c, how the ancient facies of the Tibetan civilization unfolded, starting from the ones that see the Zhang Zhung kingdom as the focal locus of expression, together with its extensive infl uence over other geo-political and cultural areas of Tibet.

Th us, as I wrote in the Translator’s Foreword, the fi rst volume, “Th e Early Period, Th e History of Ancient Zhang Zhung,” considers the rise of early human generations and the Bonpo lineages of ancient Zhang Zhung, its dynasties, language, and culture.

Th e second volume, entitled “Th e History of the Intermediate Pe-riod: Tibet and Zhang Zhung,” is focused upon human generations, the Bon lineages, the spread of Bon during the lifetimes of the fi rst Tibetan monarchs, the dynasties, written language, and civilization of ancient Tibet, as well as upon the reigns of specifi c kings, the Bon religion, and Bonpo religious fi gures (Dran-pa Nam-mkha’ in particular) of Zhang Zhung during that period.

Th e third volume, “Th e History of the Later Period: Tibet,” is concer-ned with an assessment of the genealogies, Bonpo lineages, royal dynasties

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(from the fi rst monarch gNya’-khrib Tsan-po until the forty-fi fth monarch Khri-dar-ma ’U-dum-btsan), language, and civilization of Tibet.5

6. Focal point: the written language issueOf all the incredibly vast amount of informed and textually supported

questions and issues that the Author raises, I consider the written language one of extreme importance in the overall framework of the discourse at stake. Because, what element can more consistently and undeniably defi ne a culture, other than its written language? Th at is why—and also in reason of the structural limitations of this contribution—it will be the one represented here; and the best way to do it, is quoting some ad hoc passages from Chögyal Namkhai Norbu’s own work, which are relevant and self-explanatory.

First of all, concerning the fact that technical and spiritual data and knowledge were only transmitted in an oral fashion, we read (Namkhai Norbu, 2013b: 187-188):

If people like ourselves with our present-day understanding and skill in the Tibetan language can remember with diffi culty just a few details regarding, for example, the Tibetan kings that appeared before Srong-btsan sGam-po […] or about medicine, astrology, and so on, let alone the totality of all these, how can we possibly affi rm that the people of those ancient times were able to commit the totality to memory? […] If an underdeveloped people settled in the dark country of Tibet, unable to read or write, had not only committed to memory the history of thirty-four dynasties and the details of the extensive and diversifi ed Bonpo culture, but also preserved this knowledge from generation to generation and amplifi ed it for the sake of posterity, it would have been a task of enormous magnitude, not an insignifi cant one.

Secondly, as is well known, Buddhist sources affi rm that in order to devise a written language, Emperor Srong-btsan sGam-po dispatched Th on-mi A-nu, a particularly able minister, to India, in order to study the Dharma and to learn the Indian language. Nevertheless (Namkhai Norbu, 2013b:191-192):

Srong-btsan sGam-po was thirteen years old when he started to rule, but it was not until he was fourteen years old that the idea of a need for a written language in Tibet was envisaged. Th is new idea arose following circumstances related to the arrival of missives from foreign rulers, and it was not until then that Th on-mi A-nu was sent to India. Th on-mi A-nu could have well had a

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variety of admirable qualities such as a good disposition, great knowledge, intelligence, and so on. In practice, however, he was sent to India, a huge, distant, and alien country, although he had no cultural background, having been born in Tibet, an obscure borderland and [according to this account] lacking a written language. In those times there were no good roads, let alone airplanes, trains, cars, or bicycles, as at present. Narrations of voyagers to India undertaken by great translators such as Vairocana and others, relate this obstacle.Th us, fi rstly, how long would it have taken to go to India from Tibet? Th en, a Tibetan person with no cultural background arriving in India would initially have had to study the local idioms in order to communicate minimally with the Indians. How long would that have taken? And how much time would he have needed, once arrived, to become profi cient in the written language, meet with the paṇḍitas, and having met them, to study the Sanskrit language and the texts of Buddhist philosophy? Obviously all that could not have been accomplished immediately. Th en how long would it have taken Th on-mi A-nu […] to return to Central Tibet? [H]ow much time would the creation of a new written language and […] the translation of several texts […] from Sanskrit into Tibetan have taken, in order to present, as it is claimed, a new written language to the king? If we consider all this from the viewpoint of feasibility, we can be absolutely sure of the impossibility of realizing this plethora of activity in the short period of time that extends from when Srong-btsan sGam-po was fourteen until he reached the age of sixteen……that being the time traditionally considered for the taking place of the event. However—and this is where the Author’s careful study and analysis of sources reveal its congruity—he also cites a very authoritative text of the Buddhist tradition in which it is stated that the minister Th on-mi transformed the written language [yi ge bsgyur] (Namkhai Norbu, 2013b: 175).

Th irdly, by delving into, and examining diff erent texts pertaining to the Bon tradition, in which it is stated that spiritual teachings were commit-ted to writing, he concludes that the existence of a written tradition prior to Srong-btsan sGam-po can be demonstrated (Namkhai Norbu, 2013b: 178-181), and specifi es that (Namkhai Norbu, 2013b:192):

Th e forms of writing used by the ancient Tibetan people prior to the Tibetan dharmarāja Srong-btsan sGam-po were none other than smar chen and smar chung, that is to say, the old script of Zhang Zhung.

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Finally, he suggests the idea according to which (Namkhai Norbu, 2013b:175-176):

[t]he calligraphy of the written language of the Tibetan people of ancient times made it diffi cult to use. Th on-mi A-nu was asked to devise a new system for the Tibetan written language, taking the Indian one as example,

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thus fulfi lling the need of the Tibetan people for a more convenient writing style. Th is new system would represent at the same time a suitable tool for translating into Tibetan the Word of the Victorious One originating in India, the treatises of subsequent savants, and the numerous and extensive teachings that had appeared until then, while also facilitating discussions on the profound meanings of dharma terms in the Sanskrit language.If a written language had not existed in Tibet before then, the sentence “Th on-mi Mi-chung Saṃbhoṭa transformed the written language” would be unjustifi ed, since there would have been nothing for him to transform, just as determining the sharpness and length of the horns of rabbits and horses is impossible because their heads bear no such appendages. 6

7. ConclusionsConsequently, the reasons why the Author has chosen the title Th e

Light of Kailash (Ti se’i ’od snang) should become clear. Chögyal Namkhai Norbu has attempted the complex endeavor of re-evaluating the founda-tions and developments of the Tibetan culture, through a standpoint that takes into account the entirety of relevant elements and their subsequent implications. It is not a matter of negating or debasing the orthodox view; but rather, of embracing a more open-minded investigative approach based upon history and archaeology and devoid of prejudice and fabrications, unsupported, as the Author says, by logic and reason.

Th at can only be actualized, in primis, by giving due credit to Bon textual sources and by reconsidering the undeniable import of the ancient Tibetan civilization, starting by looking at its fi rst, original Light.

Th is is not an issue that can only concern the new Tibetan generations and the need and eff orts for preserving and contributing to the development of a cultural identity in a very complex and delicate environment, which, in itself, is a daunting task. It is an issue that involves all of us, because the Tibetan civilization, with its richly diversifi ed dimension, has made a signifi cant and specifi c contribution to the evolution of the cultural and spiritual heritage of this planet; in deepening our understanding of it, we could ensure that it may continue to do so.

Notes

1 This article was made possible by a Fellowship of the International Consortium for Research in the Humanities “Fate, Freedom and Prognostication. Strategies of Coping with the Future in East Asia and Europe” (supported by the Federal Ministry of Education and Research)

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at the University of Erlangen-Nuremberg, Germany.2 I.e., the father of Srong-btsan sGam-po.3 Th ey can be considered as a preliminary version of Th e Light of Kailash. 4 For selected bibliographic references see Namkhai Norbu 2013a, Translator’s

Foreword, p. 7, note 1; p. 8 and notes; p. 9, and note 7.5 Cf. Namkhai Norbu 2013a, p. 10. Th e third volume is being fi nalized at

the time of this writing and will be forthcoming shortly.6 For the whole discussion see Namkhai Norbu 2013a, pp. 149-166 and

Namkhai Norbu 2013b, pp. 173-202.

References

Martin, D. (1999). ’Ol-mo-lung-ring, the original holy place. In Sacred spaces and powerful places in Tibetan culture: A collection of essays, pp. 258-301. Dharamsala, Kangra District, HP, India: Library of Tibetan Works and Archives.

Namkhai Norbu, Ch. (1982). Bod rigs gzhon nu rnams la gros su ’debs pa gzi yi phreng ba (Th e Necklace of gZi). Dharamsala, Kangra District, HP, India: Library of Tibetan Works and Archives.

Namkhai Norbu, Ch. (1990). Zhang bod gna’ rabs kyi lo rgyus nor bu’i me long (Th e Jewel’s Mirror. A History of the Ancient Genealogies of Zhang Zhung and Tibet). Chengdu, China: Si khron mi rigs dpe skrun khang.

Namkhai Norbu, Ch. (1995). Drung, Deu and Bön: Narrations, Symbolic Languages and the Bön Tradition in Ancient Tibet. Dharamsala, Kangra District, HP, India: Library of Tibetan Works and Archives.

Namkhai Norbu, Ch. (2013a; trans. from the Tibetan and ed.: D. Rossi; English ed.: Nancy Simmons). Th e light of Kailash. A history of Zhang Zhung and Tibet. Volume one: Th e early period. Berkeley, CA, EE.UU.: North Atlantic Books / Arcidosso, GR, Italy: Shang Shung Publications.

Namkhai Norbu, Ch. (2013b; trans. from the Tibetan and ed.: D. Rossi; English ed.: Nancy Simmons). Th e light of Kailash. A history of Zhang Zhung and Tibet. Volume two: Th e intermediate period. Arcidosso, GR, Italy: Shang Shung Publications.

List of Illustrations:

Images of cho lo, from Namkhai Norbu (2013a: 209-210).Image of gShen-rab Mi-bo-che, from Namkhai Norbu (2013a: 76).Image of Mount Ti-se, from Namkhai Norbu (2013a: 14).Images of Zhang Zhung script with Tibetan transliteration, from Namkhai Norbu

(2013a: 165-166).

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Lo profano en lo sagrado: Identidad religiosa y literaria en el Rāmāyaṇa

Óscar Figueroa Castro Universidad Nacional Autónoma de México

Ciudad de México-Méxicofi [email protected]

ResumenSuele concebirse lo sagrado y lo profano como ámbitos distintos, incluso antagónicos. En la antigua cultura sánscrita muchos casos sugieren una interacción más complejo entre realidades sagradas y profanas. Aquí se explora el Rāmāyaṇa, una de las dos grandes épicas hinduistas. En especial, el artículo revisa la construcción, dentro del Rāmāyaṇa, de una identidad religioso-literaria frente al pasado védico y los valores de la ortodoxia brahmánica. Con este fi n se analiza la tematización que el texto hace de sí mismo como el “poema original” (ādikāvya), así como la lectura por fi guras posteriores como Bhavabhūti (siglo VIII) y BhaṭṭaTauta (siglo X). Palabras clave: Religión y literatura, literatura sánscrita, Rāmāyaṇa, BhaṭṭaTauta, Bhavabhūti.

Th e Profane within the Sacred: religious and literary identity in the Rāmāyaṇa

AbstractTh e sacred and the profane are usually conceived as diff erent and even antagonistic realms. In the ancient Sanskrit tradition many examples suggesting a more complex interaction between sacred and profane realities. Here the Ramayana—one of the two great Hindu epics—is explored. Th e paper discusses the construction, within the Rāmāyaṇa, of a religious and literary identity against the values of Brahmanic orthodoxy and the Vedic past. To this end, the thematization of the Rāmāyaṇa as the “primordial poem” (ādikāvya), as well as the text’s appropriation by later fi gures like Bhavabhūti (VIII a.D.) and BhaṭṭaTauta (X a. D.), are analysed. Keywords: Religion and literature, Sanskrit literature, Rāmāyaṇa, BhaṭṭaTauta, Bhavabhūti.

Recibido: 13-1-14 / Aceptado: 28-1-14

Humania del Sur. Año 9, Nº 17. Julio-Diciembre, 2014. Óscar Figueroa Castro Lo profano en lo sagrado: Identidad religiosa y literaria en el Rāmāyaṇa... pp. 113-126.

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Humania del Sur. Revista de Estudios Latinoamericanos, Africanos y Asiáticos.Universidad de Los Andes, Mérida. Año 9, Nº 17. Julio-Diciembre, 2014. ISSN: 1856-6812, ISSN Elect.: 2244-8810

1. PreámbuloSuele pensarse lo sagrado y lo profano como ámbitos distintos, incluso

opuestos.1 No siempre o necesariamente es así. La antigua cultura sánscrita ofrece un rico repertorio de casos que sugieren un mecanismo de interacción más complejo entre realidades sagradas y profanas. En este artículo exploro el caso del Rāmāyaṇa, una de las dos grandes épicas (itihāsa) que da identidad al hinduismo clásico desde sus orígenes hasta nuestros días. En especial, me propongo revisar la identidad literaria que el propio Rāmāyaṇa construye respecto a sí mismo en sus primeras páginas, así como el signifi cado que la misma guarda en relación con el gran pasado védico y los valores de la ortodoxia religiosa brahmánica.

Como intentaré mostrar, la construcción de dicha identidad se basa en una búsqueda de legitimidad en una autoridad canónica y antigua, al tiempo que se introducen cambios e innovaciones, dando así cabida a expresiones originalmente situadas en la periferia o de plano marginales. De entrada, esto querría decir que, lejos de ser una realidad fi ja, la cultura sánscrita, como cualquier otra, experimentó cambios, algunos de hecho muy profundos y defi nitivos. En nuestro caso, transformaciones a varios niveles (histórico, social, lingüístico, etc.) debieron producirse para crear un sentido de continuidad entre la antigua cosmovisión sacrifi cial védica y la tradición épica a la que el Rāmāyaṇa da voz. De hecho, lo que se conoce como sanscritización de la India bien puede abordarse a partir de los temas aquí tratados y a la luz de esta apuesta por una continuidad en medio de la discontinuidad.2 Esa apuesta, una vez más y como reza el título de este artículo, puede entenderse como una instauración deliberada de lo profano en lo sagrado.

2. El Rāmāyaṇa, una “historia que todo mundo conoce”Compuesto a lo largo de un extenso período de tiempo, el Rāmāyaṇa

o la gesta del mítico héroe Rāma, constituye un ejemplo magnífi co en virtud de su perdurabilidad. Como se sabe, con excepción del período védico, se trata de una historia que ha acompañado a la India hasta nuestros días. Además, desde una época muy temprana desbordó el horizonte cultural sánscrito para ser acogida por otros horizontes lingüísticos. Hay Rāmāyaṇas sureños, escritos por ejemplo en tamil y canarés, y norteños, redactados en hindi.3 La historia se volvió incluso producto de exportación y así se dise-minó por el sureste asiático. Además, pronto rebasó su formato narrativo original (cualquiera que sea el género que le queramos asignar: epopeya, épica, etc.) para inspirar puestas en escena, poemas clásicos, canciones po-

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pulares, ciclos iconográfi cos y otros tipos de representación visual, etc., y en la época actual historietas, series de televisión, espectáculos multimedia, todos ellos casi siempre seguidos con gran fervor religioso y a veces incluso militante. Al respecto cabe recordar que a partir del siglo V muchas de estas recreaciones fueron comisionadas por reyes, lo que fue dando a la historia un claro perfi l político (Pollock, 1993).

En fi n, muchos Rāmāyaṇas, cada uno el refl ejo de un contexto social, histórico, geográfi co e intelectual propio, así como de fi liaciones religiosas y tradiciones literarias regionales (Richman, 1991: 16). El Rāmāyaṇa, como afi rma A. K. Ramanujan, es algo así como la “segunda lengua de toda un área cultural” (Ibíd.: 45). Al mismo tiempo, como se sabe, esa centralidad polifónica está erigida sobre una trama básica, sobre una “historia que todo mundo conoce”, como afi rma S. Pollock (1993: 263). Los distintos Rāmāyaṇas son reinvenciones de una historia por todas conocidas; son cristalizaciones de esa matriz básica compuesta por ciertos caracteres, ciertos incidentes, cierta geografía. Esa historia común es el Rāmāyaṇa de Vālmīki, redactado en sánscrito más o menos entre los siglos IV a. C. y III d. C. Resumo a continuación la trama.

3. La tramaUn rey de nombre Daśaratha se lamenta por no tener un heredero.

Desesperado pide consejo a un grupo de sabios, quienes le sugieren como remedio la realización de un costoso y complejo sacrifi cio. Daśaratha sigue sus instrucciones y al poco tiempo sus tres esposas quedan encintas. Así nacen Rāma, Bharata, y los gemelos Lakṣmaṇa y Śatrughna. Con el tiempo, Rāma se convierte en un hábil, apuesto e inteligente guerrero, por el que todos sienten aprecio. En su momento, Rāma gana la mano de la hermosa y casta Sītā. Complacido, su padre decide retirarse y lo nombra su suce-sor. La madre del segundo hijo, Bharata, de nombre Kaikeyī, no está de acuerdo; piensa que la decisión no favorece a su hijo. Daśaratha cede ante las presiones de Kaikeyī, pues tiempo atrás había prometido concederle cualquier deseo, luego de que ella le salvara la vida. Kaikeyī saca provecho de esa antigua promesa y pide que Rāma se exilie durante catorce años y que su hijo asuma el trono. Ambos, padre e hijo, aceptan, y así Rāma abandona su patria y se interna en la selva. Lo acompañan su fi el esposa y su leal her-mano Lakṣmaṇa. La travesía resulta idílica hasta que aparece la demonia Śūrpaṇakhā, quien, cautivada por la belleza de Rāma, intenta seducirlo. Éste la rechaza y ella, ofendida, decide deshacerse de Sītā. Lakṣmaṇa interviene y la mutila. Śūrpaṇakhā acude a su hermano, el poderoso demonio Rāvaṇa,

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rey de Laṅkā. Al escuchar de labios de su hermana lo sucedido, así como la descripción de Sītā, Rāvaṇa experimenta un profundo deseo por ésta. Urde entonces un plan para raptarla. Por órdenes suyas, cierto demonio se transfi gura en un venado dorado y se acerca a la choza donde residen los exiliados. Rāma y Lakṣmaṇa notan al enigmático animal en la espesura y, embelesados, deciden salir y darle caza. Sītā se queda sola. Disfrazado de humilde anacoreta, Rāvaṇa aprovecha el descuido, logra acercarse a Sītā y la rapta. A su regreso, Rāma comprende que fue engañado y de inmediato emprende la búsqueda de su esposa. La misma se extiende por las selvas del sur de la India y comprende varios episodios. El más importante tiene que ver con su alianza con el clan de los monos. Gracias a éstos, en especial al prodigioso Hanumān, Rāma descubre el paradero de Sītā en la isla de Laṅkā, y logra viajar hasta aquel lugar. La batalla es atroz. Finalmente, Rāma vence a Rāvaṇa en un combate cuerpo a cuerpo. Recupera a Sītā, pero las dudas sobre su integridad durante el tiempo que pasó con Rāvaṇa lo atormentan. Con el fi n de probar su pureza, Sītā se arroja al fuego, que al instante la rechaza. Regresan juntos a Ayodhyā a reclamar el reino que les pertenece. Sin embargo, la desconfi anza nunca abandona a Rāma y el rumor popular acaba asfi xiándolo. Así, decide echar a Sītā sin saber que está encinta. Sītā se refugia con Vālmīki y con el tiempo da a luz a dos niños que escuchan de labios del mítico anacoreta la gesta de su padre.

4. Poder visionario y creación poéticaSi volvemos al complejo mecanismo que anuncié antes, tendríamos

que decir algo sobre lo que el Rāmāyaṇa representó al interior de la cultura sánscrita. Al respecto hay que recordar que en sus orígenes la épica, la tradición en la que se inscribe el Rāmāyaṇa, fue una expresión popular sánscrita, mas no canónica. De hecho, en cierto sentido fue una novedad que era necesario legiti-mar frente a la tradición védica, aquélla que tenía el monopolio sobre el sánscrito al decidir quién podía usarlo y con qué fi nes. La diferencia entre uno y otro horizonte es tangible a nivel puramente lingüístico. Como se sabe, concebido como lengua sagrada, la lengua de la revelación, el sánscrito fue meticulosamente codifi cado en la gramática de Pāṇini (aproximadamente siglo V a. C.), el gran logro científi co de la antigüedad, con el fi n de resistir la tendencia de toda lengua a sufrir cambios. Pese a esto, el sánscrito épico constituye en varios casos una excepción respecto a las normas establecidas por Pāṇini (Burrow, 1955: 51-53; Renou, 1956: 103-113).

Una de las razones más socorridas para explicar esta divergencia tiene que ver con el agente detrás de la tradición épica: el sūta o kathaka, el bardo,

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fi gura mucho más cercana a la corte que al escenario sacrifi cial. Al mismo tiempo, sin embargo, el sūta está emparentado con el sacerdote quien tenía entre sus funciones principales recitar los himnos sagrados, venerar a los dioses por medio de versos inspirados, a menudo recibidos en estados extá-ticos. Por otra parte, el sūta es el precursor del poeta clásico, y, por lo tanto, al heredar su ofi cio al poeta, algo del recitador védico pasó también a él. La tradición misma acabaría reconociendo esta continuidad. La evidencia más simple es léxica: el uso de la palabra que en la India post-védica designa en general al poeta, a saber, la palabra kavi, se remonta al universo visionario de los sacerdotes y recitadores védicos.

Al respecto, la opinión de los especialistas parece ser unánime en cuanto al núcleo etimológico más arcaico, indoeuropeo, de kavi (Lo Turco, 2009: 36-37; Gonda, 1984: 43). Al igual que con la palabra ṛṣi, en este caso también predominaría el acto de ver. Empero, el poder visionario es al mismo tiempo un poder verbal. La etimología de kavi también da cuenta de esta ambivalencia, es decir, “presupone tanto una referencia a la singular capacidad del ṛṣi para contemplar el Veda como a su condición como fuente sonora, es decir, como fuente de versos inspirados” (Lo Turco, 2009: 37). El íntimo lazo que a través de las fi guras del ṛṣi y el kavi existe entre intuición y palabra, entre imagen y verso, zanja el camino para asociar poder visionario y creación poética. Al respecto cabe recordar que aunque inmersa en un contexto puramente ritual, la cultura védica no desconoció el valor estético-poético de las alabanzas a los dioses. Como ejemplo puede mencionarse la enorme atención que los recitadores prestaban a la textura sonoro-musical de sus composiciones a través de la aplicación de sofi sticados principios fonéticos y prosódicos. También notables en este respecto son los diversos pasajes que describen las cualidades de tal o cual patrón métrico con una clara conciencia de su impronta sobre la sacralidad de un himno (véase por ejemplo Ṛgveda 1.164.23-24). Por otra, parte es probable que algunos poemas hayan sido creados a partir de materiales más antiguos con el fi n de añadirles un valor estético (Elizarenkova, 1995: 23-24). No debe extrañarnos, por lo tanto, que el hombre védico haya asumido que entre las muchas fi nalidades que persigue la composición y la recitación de un himno está la de complacer o cautivar a su destinatario (véase por ejemplo Ṛgveda 1.61.4-5). La belleza es pues una virtud que los dioses no sólo reconocen sino que además aprecian y en cierto sentido desean. Saciar las necesidades estéticas de los dioses descansa entonces en la textura poética de las composiciones que a manera de tributo crea el sacerdote. Un canto cuya forma y contenido son bellos puede tener un efecto vigorizante sobre

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su destinatario celestial, quien, complacido, reciprocará el gesto con mayores dosis de inspiración. Como parte de este intercambio poético-imaginativo, el sacerdote afi rma su función como poeta.

Si ahora trasladamos el paralelo más allá del horizonte védico, es claro entonces que al llamar kavi a sus bardos y poetas, la tradición sánscrita inten-tó extender el aura de prestigio que envolvía al antiguo vidente, apropiarse de sus prerrogativas y, en última instancia, crear una continuidad atemporal en medio del ineludible paso del tiempo y el cambio sociocultural. A cola-ción pueden traerse las célebres palabras del teórico literario Bhaṭṭa Tauta (siglo X), quien defi nía al poeta a partir de la preeminencia del elemento visionario (darśana), preeminencia materializada por su identidad con el ṛṣi:

Se dice que un poeta (kavi) no puede ser tal a menos que sea ṛṣi, y el ṛṣi es tal en virtud de su [extraordinaria] visión (darśana), es decir, por su capacidad para iluminar la verdadera naturaleza de las cosas en su infi nita variedad. Y es justo porque ve la verdad que los textos canónicos llaman kavi al ṛṣi. Ahora bien, de manera convencional se llama kavi a quien posee [no sólo] visión sino asimismo capacidad expresiva. Así pues, aun cuando el primer poeta (ādikavi) siempre tuvo una visión lúcida, [pues era] un asceta, la gente no lo llamó poeta sino hasta que [en él] surgió además el poder expresivo. (Citado por Hemacandra en Kāvyānuśāsana 8.1).

Como el antiguo poeta sagrado, el kavi secular posee la facultad de ver, en un golpe de intuición, las realidades que dan vida a sus composi-ciones. Pero más importante para nuestros fi nes aquí, es que con esta cita volvemos al caso del Rāmāyaṇa. En efecto, la expresión “primer poeta” (ādikavi) es un epíteto de Vālmīki, el mítico autor del Rāmāyaṇa. Con ello Bhaṭṭa Tautase suma a una añeja tradición que considera al Rāmāyaṇa como el “primer poema” (ādikāvya), o en un sentido más amplio, el poema que inaugura el arte literario (kāvya). Ya en el siglo II d. C., el budista Aśvaghoṣa celebraba:“Vālmīki fue el primero que creó un verso” (Buddhacarita 1.43), y la misma idea aparece en todas las genealogías literarias. Dar a la historia del príncipe Rāma la investidura del primer poema es algo que fue tematizado incluso dentro de la propia trama de la obra gracias al ilimitado recurso de la interpolación. Así, a partir de cierto momento, muy probablemente en los primeros siglos de la era común, el núcleo original de la historia fue ampliado a través de lo que hoy conocemos como el Bālakāṇḍa o Libro sobre la infancia (Brockington, 1984: 53), en cuyas páginas fue incluido un breve relato que recoge la experiencia de Vālmīki como primer poeta, en lo que constituye una refl exión literaria sobre la propia literatura. La relevancia de dicho pasaje para esta refl exión nos compele a referir aquí los pormenores.

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5. Vālmīki, el nuevo vidente del orden secularCuenta la historia que el sabio Vālmīki daba un paseo por las arboledas

que circundan al río Tamasā, cerca de la actual Allahabad, cuando escuchó el agradable canto de una pareja de grullas4 en pleno rito de apareamiento (Hammer, 2009: 194). Entregadas al juego amoroso, las aves no se percatan de la súbita llegada de un cazador, quien sin tentarse el corazón, les dispara una fl echa hiriendo de muerte al inerme macho. Al ver caer a su amado con el cuerpo ensangrentado, la hembra lanza un grito de dolor. Vālmīki es testigo de la escena y en el acto lo inunda una profunda oleada de tristeza (kāruṇya) (Rāmāyaṇa 1.2.14). Sumido en ese estado, sin poder apartar la vista de la sollozante hembra, consciente de la injusticia (adharma) que acaba de cometerse, se le escapan las siguientes palabras: “¡Que ni siquiera al fi nal de los tiempos encuentres reposo, oh cazador, por haber matado al macho de esta pareja de grullas cuando estaba cegado por el deseo!” (Rāmāyaṇa 1.2.14).

Sorprendido no tanto por la maldición que acaba de proferir sino por el modo como la enunció, Vālmīki cae en la cuenta de que algo sin precedentes acaba de ocurrir (Rāmāyaṇa 1.2.15cd). La tristeza (śoka) que le causó “ver” morir injustamente a la grulla se ha transformado en poesía conforme a un patrón métrico preciso, el śloka, así bautizado en virtud del sentimiento de zozobra (śoka) que lo produjo: “Formado por cuatro pies con similar número de sílabas [y susceptible al] acompañamiento de instrumen-tos de cuerda y percusiones, llamemos śloka, y no de otro modo, [a los versos que] de mí brotaron abrumado por la tristeza (śoka)” (Rāmāyaṇa 1.2.17).

El rito de iniciación que consagra a Vālmīki como el primer poeta no termina aquí. Tras volver a su ermita, todavía acongojado por la muerte de la grulla, el sabio se absorbe en un profundo estado contemplativo. Ante él aparece entonces el dios creador Brahmā. Maravillado, el piadoso sabio hace todo lo posible por atenderlo como es debido; sin embargo, no logra concentrarse, pues su mente vuelve una y otra vez a la terrible escena y al dolor transformado en poesía, hasta que de sus labios escapan de nuevo los mismos versos. Brahmā lo escucha, sonríe y con gentileza le confi esa: “Lo que has compuesto es un śloka. No le des más vueltas al asunto. ¡Oh brahmán, fue por mi sola voluntad que de ti emanaron tan inspiradas palabras (sarasvatī)!” (Rāmāyaṇa 1.2.29cd-30ab). Y enseguida le ordena: “Es tu deber ahora, ¡oh eminente ṛṣi!, narrar la saga completa de Rāma […] Ninguna palabra tuya en ese poema (kāvya) será falsa. Empleando versos śloka redacta la historia de Rāma, al mismo tiempo sagrada y amena” (Rāmāyaṇa 1.2.31cd, 35).

La verdadera fuente del patrón métrico con el que Vālmīki dará vida a la historia que inaugura el arte poético, es divina. No casualmente llamado en este contexto “eminente ṛṣi” (ṛṣisattama), Vālmīki es un mero instrumento

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dentro de un plan más vasto, decidido de antemano: la creación de todo un género literario que, como los Vedas, sea edifi cante y produzca mérito (pūṇya), pero que además entretenga y cautive (manorama). Así pues, la creación espontánea, inspirada, del verso śloka es apenas un preámbulo cuyo fi n último es legitimar la invención del kāvya, de modo que en este caso śloka y kāvya funcionan casi como sinónimos. En el corazón de esta identidad yace, desde luego, la visión del dolor (śoka). Desde esta perspectiva, lo que convierte al Rāmāyaṇa en la primera obra literaria sánscrita es la intensa respuesta emocional del poeta, el nuevo ṛṣi, frente a experiencias humanas tan básicas como el amor y la muerte (Pollock, 2003: 83).

Tras comunicar su mensaje, Brahmā desaparece. Todavía sin dar crédito a lo sucedido, Vālmīki comienza a recitar el verso con fervor y entre más lo hace más crece en él un sentimiento de admiración y placer en medio de la experiencia original de tristeza (Rāmāyaṇa 1.2.38-39). Finalmente, “con su alma purifi cada” (bhāvitātmanaḥ) por la recitación incesante de los versos que los dioses pusieron en sus labios, Vālmīki anuncia a sus discípulos: “Usando versos similares, ahora debo componer un poema completo [al que llamaré] Rāmāyaṇa” (Rāmāyaṇa 1.2.40).

Con esta decisión, Vālmīki no sólo abraza su condición como primer poeta. Al aceptar cantar bajo un formato poético (śloka) las aventuras de Rāma, de algún modo acepta dejar de ser un ṛṣi tradicional, un kavi sagrado, para abrazar su nueva identidad como vidente de lo profano. Al respecto cabe recordar que si algo caracteriza al ejercicio de la poesía, el kāvya, fuera del escenario ritual es precisamente su espíritu secular. De hecho, desde sus orígenes ―ya sea a través de la recitación de gestas principescas (Rāmāyaṇa, Mahābhārata) o la exaltación del poder regio mediante inscripciones lauda-torias (praśasti); ya sea gracias a la actividad de rapsodas y narradores (sūta, kathaka) o de dramaturgos y poetas (kavi)―, la poesía sánscrita asumió como rasgo identitario cierto distanciamiento respecto al gran pasado védico. En este sentido, el kāvya fue una especie de contracultura, a tal grado que, como ha insistido Pollock (2006), su nacimiento de algún modo marca el fi nal del monopolio sacerdotal sobre el uso de la lengua sánscrita.

En suma, heredero del antiguo ofi cio del recitador, el nuevo kavi busca la inspiración de la diosa-palabra a la manera del antiguo ṛṣi, pero lo hace con fi nes completamente distintos y de hecho impensables en otros tiempos, por ejemplo, cantar amores profanos o celebrar las hazañas guerreras de la clase gobernante. El nuevo kavi es un heredero y un precursor. Adopta el legado visionario védico con el fi n de legitimar un arte que, paradójicamente, pone en entredicho los valores y las aspiraciones de la tradición ortodoxa védica. Hay pues continuidad en medio de la discontinuidad.

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Si ahora volvemos a Bhaṭṭa Tauta, nos resultará evidente que la alu-sión a este evento fundacional en realidad busca dar continuidad a esa línea atemporal que entrelaza poesía y liturgia a través del poder visionario del ṛṣi. El primer consenso cobra vida dentro y no al margen del segundo, y, por lo tanto, más que simple réplica del himno védico, el Rāmāyaṇa y con éste la literatura en general son representados como un fenómeno nuevo al interior de una tradición antigua y prestigiosa. Bhaṭṭa Tauta guarda silencio al respecto, pero es evidente que aquello que inaugura la nueva faceta del kavi es el contenido de sus composiciones. Dicho contenido está condensado simbólicamente en la escena de las grullas, al mismo tiempo una visión del amor en plenitud y de su aciaga fugacidad. Recordemos que Vālmīki no maldice al insensible cazador simplemente por haber matado a las aves; la verdadera injustica (adharma), la misma que lo conmueve hasta transformar su visión en poesía, es que el crimen haya sido perpetrado mientras las aves hacían el amor. Lo trágico es pues que el canto más dulce pueda sin más transformarse en un grito de dolor y desesperanza. Así pues, vista contra la trama del Rāmāyaṇa, la tragedia de las grullas simboliza el destino también trágico de la pareja épica, Rāma y Sītā, condenados a la separación no sólo por la lasciva crueldad del demonio Rāvaṇa, sino en última instancia por las dudas del propio Rāma en torno a la fi delidad de su esposa. Como ha notado B. S. Miller (1973: 166), al morir la confi anza de Rāma por Sītā, ésta es condenada, como la grulla al ver morir a su amado, a vivir un duelo permanente, el duelo de la separación.5

El propio relato sobre la invención de la poesía da cuenta de esta transferencia simbólica. Una vez que el dios Brahmā revela el origen divi-no de los versos que esa triste mañana brotaron del corazón de Vālmīki, el legendario ṛṣi se consagra a repetirlos sin cesar hasta que los mismos se transforman ―gracias a esta especie de apropiación litúrgica― en la trama que entreteje el aciago destino de Rāma y Sītā.

Así las cosas, podemos decir entonces que, atravesada de principio a fi n por la tristeza y la la fi nitud, la visión del nuevo kavi es una visión secular, radicalmente distinta en su contenido de las visiones de los antiguos ṛṣis, aunque íntimamente ligada a éstas precisamente por tratarse de una visión. La diferencia entre el Vālmīki antes de aceptar la encomienda de contar la historia del Rāmāyaṇa y aquel que da voz a esa historia, sería entonces la diferencia entre un Vālmīki cuya inspiración está al servicio del orden religioso y la de uno que adopta como misión celebrar el orden profano (laukika, saṃsāra). Los sentimientos humanos conforman el nuevo universo íntimo y secreto al que sólo tiene acceso el poeta mediante su percepción inspirada y poder imaginativo.

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6. La recreación de BhavabhūtiEscrito un par de siglos antes de BhaṭṭaTauta, El último lance de Rāma

(Uttararāmacarita),6 la obra maestra de Bhavabhūti y una de las primeras recreaciones dramáticas del Rāmāyaṇa,7 nos ofrece un ejemplo inmejorable de este intercambio de premisas sacras y profanas. Así, en el preludio al segundo acto, somos testigos del diálogo entre la anacoreta Ātreyī, por un lado, y Vāsantī, la deidad femenina de la fl oresta (vanadevatā), por el otro. La segunda inquiere a la primera sobre las causas que la empujaron a aban-donar su patria, en el Norte de la India, y emprender un largo y extenuante viaje hacia el Sur. Ātreyī explica que ha venido al Sur con el fi n de estudiar a los pies de célebres ṛṣis como Agastya. La respuesta despierta las dudas de Vāsantī, pues Ātreyī es oriunda de la región donde reside Vālmīki, y por lo tanto las razones de su travesía parecen injustifi cadas. ¿Por qué no estudiar mejor con Vālmīki, cuya sabiduría y autoridad todo mundo reconoce? A esto, la anacoreta responde que estudiar con Vālmīki se ha vuelto práctica-mente imposible en virtud de la reciente encomienda que le asignó Vāc, la Diosa-Palabra. En este punto, Bhavabhūti pone en boca de las dialogantes el famoso episodio de las grullas, así como la espontánea respuesta poética de Vālmīki, pero lo hace de tal modo que la ascendencia védica de la escena quede fuera de cualquier duda. De hecho, en cierto sentido Bhavabhūti “completa” la versión del Rāmāyaṇa al hacer explícito el antiguo mecanismo de la inspiración sacrifi cial, por el que visión y palabra se confunden en un único evento divino asociado con la gracia de Vāc. Sin embargo, como vimos, el desenlace poético de esta visión se funda en una experiencia de dolor.

Lo inusitado en medio de lo tradicional, es decir, la peculiar sucesión de órdenes socioculturales distintos, donde los vestigios del pasado quedan registrados como en un palimpsesto al fondoade nuevas tendencias, queda encapsulado en la respuesta de Vāsantī: “¡Asombroso! ¡Una encarnación nueva, no védica, del verso (chandas)” (Uttararāmacarita 2.29).

Con esta sentencia y contra lo que una lectura superfi cial del pasaje del Rāmāyaṇa podría sugerir, Bhavabhūti deja en claro que la novedad que la literatura encarna no tiene tanto que ver con la creación de tal o cual patrón métrico8 sino con los fi nes que ahora persigue el lenguaje poético, es decir, con el despertar de una aventura literaria secular, no védica (anāmnāya). La novedad no radica tanto en la forma como en el contenido.

El lugar que ocupa el poder poético-visionario en la construcción de esa nueva identidad se asoma en las palabras con las que Ātreyī prosigue su relación de tan insólitos hechos:

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En ese mismo instante, el dios nacido del loto, el dios creador [Brahmā], se acercó al venerable ṛṣi [Vālmīki], a quien se había revelado la luz de la palabra divina, y le dijo: “¡Oh ṛṣi, has despertado al insondable misterio de Vāc! Narra, por lo tanto, la historia de Rāma. El ojo de tu imaginación [brillará con] ilimitado resplandor visionario: tú eres el primer poeta”. Y tras decir esto, desapareció. Entonces, el venerable ṛṣi Vālmīki compuso la historia del Rāmāyaṇa, la primera expresión de la palabra divina entre los seres humanos.Vāsantī: ¡Ah, el saṃsāra se ha engalanado!Ātreyī: Por eso decía que se ha vuelto prácticamente imposible estudiar [con Vālmīki].Vāsantī: Te entiendo. (Uttararāmacarita 2.30-34).

Tras su “despertar” (prabuddhi) a la verdad poética por mediación de la Diosa Palabra, Vālmīki tiene una segunda revelación. El dios Brahmā le pide cantar la gesta de Rāma, tarea para la que está plenamente califi cado al poseer el don visionario (pratibhā). Al respecto y aun cuando ese don no está aquí al servicio de una encomienda sacrifi cial o religiosa, no por ello deja de ser arṣa, literalmente, un don “propio de ṛṣis”. Dicho de otro modo, gracias a su imaginación visionaria, el poeta sigue siendo ṛṣi. Esta reiteración arcaizante coincide sin embargo con el nacimiento de una nueva identidad. Como informa Brahmā a Vālmīki para luego desaparecer: “Tú eres el primer poeta” (ādyaḥkavirasi). Vālmīki es ṛṣi y es poeta, un ṛṣi del orden secular.

Si ahora volvemos al dilema de Ātreyī, en busca de un maestro “tradicional”, resulta evidente que la anacoreta simboliza el antiguo orden sacerdotal, y más exactamente el monopolio que ese orden ejerció sobre la lengua sánscrita, restringiendo su uso. Los lamentos de Ātreyī ante la difi cultad para continuar sus estudios religiosos en un nuevo orden cultural donde los ṛṣis han puesto su inspiración al servicio del saṃsāra ―sinónimo de impureza y muerte, las antípodas de los ideales ascéticos brahmánicos―, contrastan con el júbilo de Vāsantī, quien sin tapujos celebra que con este viraje la vida misma pueda ser dignifi cada estéticamente. Imaginar es embe-llecer el saṃsāra. Gracias a la poesía, la imaginación transita desde el ámbito puramente religioso al de la cultura. Una vez más, lo profano en lo sagrado.

Visto desde este ángulo, el retrato escénico de Bhavabhūti parece sugerir que fue desde que Vālmīki puso su poder visionario al servicio de la poesía que dejó de enseñar los Vedas. El ofi cio sacerdotal está en crisis; no así la inspiración. La necesidad de legitimar frente al canon semejante transgresión se explica por sí sola. De ahí la obsesión por homologar a los actores en cuestión.9Tal insistencia tiene un segundo efecto, tan paradójico

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como el contexto en el que se produce: al celebrar el mundo ordinario a través de un medio no ordinario, de algún modo ese mundo acaba irradiando un aura sacra y tradicional; al estetizar la vida de algún modo la vida deja de ser un asunto ordinario para dar voz, en cambio, a una verdad trascendente.

7. EpílogoHe aquí la pretensión última del kāvya, la pretensión que subyace a

esta reiteración del mito fundacional que recorre la historia de la literatura sánscrita desde el Rāmāyaṇa hasta Bhavabhūti: sacar de la historia lo coti-diano y envolver con un manto de trascendencia las historias profanas. El poeta aspira a crear un mundo ideal, puro en su mundanidad, libre de las ilusiones del presente histórico. El arte desplaza así a la religión, y el poder visionario pasa a ser propiedad casi exclusiva de poetas y artistas.

El grado más extremo de esta homologación sería el cosmogónico u ontológico: si de las visiones del antiguo sacerdote inspirado dependía el devenir del universo, ¿depende el universo de las visiones de poetas y drama-turgos? La propia tradición literaria no sólo no ignoró tan radical paralelo sino que de algún modo lo cultivó y ostentó. Por ejemplo, Bhavabhūti mismo afi rma: “En la vida diaria, las palabras de un hombre honesto corresponden a los hechos; en cambio, en el caso de los grandes ṛṣis, los hechos se ciñen a sus palabras” (Uttararāmacarita 1.42). La idea vale desde luego para el poeta, identifi cado por Bhavabhūti, como apenas vimos, con el ṛṣi. Un siglo después, tan radical apuesta alcanzó una expresión todavía más exaltada y explícita en la obra del teórico literario Ānandavar dhana. Sirvan sus célebres palabras como conclusión para nuestro recorrido:

En el saṃsāra de la poesía, sólo el poeta es dios; el universo gira según su designio. Si el poeta habla de amor, el mundo se impregna de esa emoción; si el poeta [crea] sin pasión, todas las cosas pierden su sabor. El verdadero poeta hace que cobren vida los objetos inanimados y que parezcan inertes las criaturas animadas; en su obra todo acontece conforme a su voluntad, libremente (DhvanyālokaVṛttiadkārikā 3.41).

Notas

1 Piénsese en autores clásicos como É. Durkheim y M. Eliade, cuya infl uyente obra se basa en dicha dicotomía.

2 Como se sabe, el primero en emplear el término fue el sociólogo M. N. Srinivas (1952). Por su parte, a fi n de explicar el desarrollo de la tradición literaria sánscrita y lo que esto signifi có para el monopolio brahmánico

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sobre la lengua, S. Pollock (2006) ha acuñado la iluminadora expresión “cosmópolis sánscrita”.

3 Ejemplos notables son, en el primer caso, el Rāmāyaṇa tamil de Kampan (siglo XII), y en el segundo, el Rāmāyaṇa en hindi de Tulsidas (siglo XVI). Al respecto resulta útil la colección de ensayos reunida por P. Richman en ManyRāmāyaṇas.

4 Más exactamente una pareja de grullas de cola blanca (Grusantigoneantigone). En el pasado se propusieron muchas otras especies como referente del término sánscrito krauñca. Al parecer hoy es conclusivo el argumento de J. Leslie (1998) a favor de la grulla de cola blanca.

5 Sin embargo, autoridades dentro de la propia tradición literaria sánscrita como Ānandavar dhana (Dhvanyāloka 1.5) intentaron armonizar la historia de las grullas y la trama de la épica, de modo que sea la hembra (Sītā) quien muere y el macho (Rāma) quien padece, si bien tal lectura es imposible desde una perspectiva gramatical (Masson, 1969). En cualquier caso, no es una casualidad que la trama del Rāmāyaṇa subyazca a una de las convenciones más importantes de la poesía amorosa sánscrita: el juego unión-separación, del que depende en particular el género literario del mensaje de amor odūtakāvya (Figueroa, 2008: 61-66).

6 Sigo la afortunada traducción del título en la versión castellana de J. M. de Mora (México, UNAM, 1984), en otros respectos más bien defi ciente.

7 Esto en el supuesto de que Bhāsa, autor de dos dramas inspirados en el Rāmāyaṇa (Pratimānāṭaka y Abhiṣekanāṭaka), haya vivido en una época posterior que la que suele atribuírsele.

8 De hecho, el metro de pies octosilábicos, técnicamente conocido como anusṭubh, es usado desde tiempos védicos. Antes que un nuevo metro, el śloka es más bien una variante post-védica del anusṭubh (Sharma, 2000).

9 La misma insistencia reaparece en el séptimo y último acto de la obra, donde Bhavabhūti mismo se identifi ca con Vālmīki a través de una representación teatral del teatro mismo. Así, en lo que en realidad constituye una nueva refl exión literaria sobre la literatura, Bhavabhūti hace decir lo siguiente a Vālmīki durante el estreno de la puesta en escena del Rāmāyaṇa, de la que él mismo es el director: “Compuse esta breve pieza teatral tras percibirla nítidamente con el ojo de la inspiración que [sólo] los ṛṣis poseen […] Su trama es densa por lo que los invito a poner suma atención” (7.10). Sentado entre el público, un Rāma expectante murmura: “Quiere decir que los ṛṣis perciben directamente el dharma” (Uttararāmacarita 7.11).

Referencias

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Antecedentes del Sistema de Educación Mitad Trabajo Mitad Estudio en China:

Evidencias de la combinación del trabajo productivo con la enseñanza (1912-1958)

David Ibarra AranaUniversidad de Costa Rica

San José-Costa [email protected]

ResumenEl artículo hace un recuento selectivo de experiencias e ideas educativas propuestas en China por Dewey, Tao, el Movimiento Trabajo Estudio y Mao durante las primeras décadas del siglo XX, en las que se evidencia la implementación del trabajo productivo dentro de la enseñanza. A partir del análisis del papel activo de las ideas en la conformación institucional, se determina la divergencia ideológica de estas experiencias con respecto al Sistema de Educación “Mitad Trabajo, Mitad Estudio” (SEMTME) implementado en China en 1958. Palabras clave: Historia, China, educación, trabajo, estudio.

Precedents of the Educational System “Half Work, Half Study” in China: Evidences of the Combination of Productive Work

with Teaching (1912-1958)

AbstractTh is paper describes some educational experiences and ideas suggested by Dewey, Tao, Th e Work Study Movement and Mao in China between the beginning of the twentieth Century and 1919 as evidence of the implementation of productive work in formal education. Based on the analysis of the active role of ideas in institutional conformation, an ideological divergence between these experiences and ideas, and the “Half Work, Half Study” Educational System (HWHSES) implemented in 1958 in China. Keywords: History, China, education, work, study.

Recibido: 27-1-14 / Aceptado: 28-5-14

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1. IntroducciónLa combinación del trabajo productivo con la enseñanza fue un tema

planteado por Marx y ampliado por Gramsci (1977) 1 quien proyecta la cate-goría del trabajo como un principio educativo. Este principio sirvió de base fundamental para desarrollar el Sistema de Educación Mitad Trabajo Mitad Estudio (en adelante SEMTME) 2implementado en China en el año 1958, a partir de una propaganda impulsada por el Ministerio de Educación que proponía que “la educación debía ser combinada con la labor productiva” (Munro, 1967: 259). Bajo este sistema los estudiantes de educación media (y de manera menos extendida, los estudiantes de educación primaria y universitaria) empleaban su tiempo de forma equitativa tanto en la ejecu-ción de labores manuales, como en el estudio. Esta iniciativa se proyectó como un medio ideal para educar a la mayoría de la población china, espe-cialmente la que vivía en las zonas rurales. Constituyó una alternativa a la educación académica regular que preparaba a los estudiantes para el ingreso a las universidades. El SEMTME estaba dirigido a formar al sector de la población china que ofrecería la futura mano de obra al país. Políticamente, su propósito consistía en vincular a los intelectuales con los campesinos y obreros, con el fi n de erradicar la diferencia de clases e integrar la actividad mental con el trabajo manual. Este sistema se inspiró de ciertos principios ideológicos que comulgaban con la pedagogía marxista. Al mismo tiempo los principios prácticos sobre los que se basó3 convertirían al sistema en un modelo fl exible para ser aplicado en diferentes entornos.

Pese a la importancia que se le dio al SEMTME en el momento de su fundación, es poco lo que se ha publicado acerca de sus orígenes4. Se sabe que el sistema de educación general que prevaleció en China desde fi nes del siglo XIX y durante todo el período republicano (entre 1912, luego de la caída de la dinastía Qing, y 1949, con la fundación de la República Popular China) recibió infl uencias de Occidente5(Schurmann, 1966). Las dos primeras décadas del siglo XX se caracterizaron por la búsqueda de un modelo educativo que rompiera con la tradición y que se insertara dentro de un nuevo sistema político de gobierno. Algunas ideas educativas que emanaron durante ese período pudieron estar asociadas con el principio que combinaba la teoría con la práctica6. Estas ideas se podrían vincular con las discusiones que se desarrollaron en el Movimiento del Cuatro de Mayo7 de 1919 (Gardner e Idema, 1973).

Este artículo tiene como objetivo evidenciar la combinación del trabajo productivo con la enseñanza, a partir de una selección de ideas y

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experiencias educativas que se desarrollaron en la China de la primera mi-tad del siglo XX, específi camente durante contexto del Cuatro de Mayo. También se intentará demostrar su relación práctica con el SEMTME fun-dado en 1958. Se han formulado las siguientes preguntas que modelarán la refl exión: ¿Cuáles fueron estas experiencias e ideas? ¿Quiénes fueron sus autores y sus fundamentos ideológicos? ¿De qué manera se vinculan estas ideas con la noción del trabajo como principio educativo del marxismo y en la implementación del SEMTME de 1958? ¿Se podrían considerar estos antecedentes como orígenes del SEMTME? Se plantean dos posibles hipótesis. Por un lado, la práctica de combinar el trabajo y el estudio como principio educativo emanado del pensamiento de Marx (Marx, 1970; 1996; Marx y Engels, 2010) existió en China mucho antes de 1958, año de crea-ción del SEMTME, en diferentes experiencias aisladas principalmente en zonas rurales. La otra hipótesis que se plantea iría por la línea de las ideas: existió divergencia ideológica de los creadores del SEMTME con respecto a experiencias e ideas educativas precedentes, como posible causa de desvin-culación. Se hará un recuento selectivo de ideas y prácticas de John Dewey, Tao Xingzhi, del Movimiento Trabajo-Estudio para fi nalizar con las ideas de Mao Zedong. Para ello se consultaron conferencias de John Dewey en China, escritos de Tao Xingzhi, así como ciertas cartas y escritos de Mao Zedong. Así también se recurrió a fuentes secundarias de autores que han abordado el tema de la educación en China.

Como componente teórico de este artículo se ha tomado en cuenta el aporte de Bittar y Ferreira (2009) quienes, a su vez, se han basado en el marxismo para acercarse al estudio de la historia institucional educativa. Se parte del supuesto que, históricamente, ninguna institución “puede surgir, conservarse o cambiar fuera del vínculo con una cantidad de otras instituciones y fenómenos sociales”(p. 501, Trad.). El presente trabajo in-tenta describir la formación institucional del SEMTME a partir de ideas “que trascienden el tiempo y que pueden infl uir en la formación de otras instituciones en otro tiempo posterior” (Ídem).

2. La idea del trabajo en la escuela para John DeweyLas ideas del fi lósofo norteamericano John Dewey (1859-1952), a

través de sus diversas conferencias dictadas en China entre 1919 y 1920, sirvieron para la refl exión sobre el tipo de educación más conveniente para China. Se percibe en educadores como Hu Shi, Cai Yuanpei y Jiang Menglin quienes se preocuparon por modernizar la educación en China (Sun, 1974).

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Dewey abordó el tema del trabajo en la educación de niños durante su conferencia dictada en China sobre el drama creativo8 y el trabajo. Sostenía que el trabajo es una actividad dirigida hacia un propósito que va más allá de la actividad misma. El trabajo, para él, es un medio que presenta dos ventajas educativas:

1. Produce resultados externos a la actividad realizada. Es un medio que puede ayudar al niño a tomar conciencia de la importancia de tener un propósito en sus actividades, a desarrollar su habilidad de formular sus objetivos, y de esta manera evitar el comportamiento que resulta en una actividad sin ningún propósito.

2. Ayuda al niño a reconocer la importancia de seleccionar los medios apropiados para los fi nes buscados y así logra aprender que un medio es efectivo solo en correspondencia con los fi nes establecidos (Dewey, 1973).

Para el caso de la educación secundaria y la educación vocacional, Dewey señaló algunos aspectos educativos que están vinculados con el tra-bajo. La educación secundaria es una institución cuyo propósito principal consiste en preparar a los estudiantes para la educación superior. Sin embar-go, por múltiples razones muchos de los egresados de la escuela secundaria, no ingresan a la universidad, sino que entran al mercado laboral. Dewey advirtió la inefi cacia de la escuela secundaria si los estudiantes se concentran demasiado en cursos que sirven como preparación para la universidad, sin lograr acceder a ella. Por ello, subrayó la necesidad de orientar la educación secundaria, también desde la perspectiva de preparar a los estudiantes para enfrentar la vida laboral. Dewey consideraba que “la educación media debe ser independiente y planear su programa para satisfacer las necesidades comunes de los adolescentes, a fi n de que sus egresados puedan emplearse o continuar en la educación superior” (Dewey, 1973: 266, Trad.). El riesgo con este tipo de educación era que luego se crearan escuelas para una élite, se dedicaran a la administración, y otras escuelas para el entrenamiento de trabajadores o productores en la sociedad, lo que se traduciría en una distin-ción de dos clases sociales, siendo la primera dominante sobre la segunda.

Aunque Dewey no dio aportes directos al concepto del trabajo como principio educativo, con su teoría del pragmatismo en la educación, tuvo algunas coincidencias con los principios que fueron tomados en cuenta para la creación del SEMTME. Sus ideas fueron consideradas en algún momento por Tao Xingzhi y por Mao Zedong, como se verá más adelante.

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3. El trabajo y el estudio en Tao Xingzhi (1891-1946)Tao Xingzhi fue una fi gura infl uyente en el debate sobre el tipo de

educación que se debía establecer en China a partir de la segunda década del siglo XX. Este educador llevó a cabo varias reformas y experimentos educativos9. Tanto el fi lósofo reformista Wang Yangming (1472-1529), como Dewey infl uyeron en Tao, quien desarrolló propuestas prácticas para la educación de masas, convirtiéndose así en uno de los primeros impulsores de esta modalidad en las zonas rurales de China.

La doctrina educativa comunista que enfatizaba la unidad entre la teoría y la práctica, según Teng (1974), provenía de una recomendación de Wang Yangming. Este fi lósofo neo confuciano del siglo XVI propuso que para conocer “es necesario llevar el conocimiento hacia la acción” (Botton, 1977: 299). Es decir, debía haber una relación entre el conocimiento y la acción, pero también un esfuerzo para lograr el aprendizaje: “el conocimiento es el principio de la acción y la acción es lo que completa al conocimiento. […] El conocimiento y la acción no pueden ser separados” (Ibíd.:305).Tao Xingzhi tuvo conocimiento de estas ideas durante su permanencia en la Universidad de Jinling. A partir de aquí parece ser que Tao formó su creencia en la “reconstrucción nacional a través de la educación” (Yao, 2002: 253, Trad.).

Una vez graduado de la Universidad de Jinling, Tao entró en contacto con Dewey en la Universidad de Columbia, donde tuvo oportunidad de co-nocer de sus ideas en calidad de alumno. Se interesó por el experimentalismo y las ideas reformistas. A su regreso a China, aplicó la teoría experimentalista de Dewey. Sin embargo, al no lograr éxito en sus primeras propuestas de reforma educativa en las ciudades, decidió desarrollar sus experimentos en zonas rurales. Su intención consistió en crear las condiciones bajo las cuales los campesinos pudieran alfabetizarse (Zong, 2008: 9). A partir de aquí, comienza a emplear una serie de métodos que modifi caban las ideas de Dewey, para que pudieran adecuarse a la realidad de China: la combinación de la enseñanza, el aprendizaje y la acción; el ejercicio manual y mental; el trabajo manual y al mismo tiempo el trabajo mental (Ídem).

Tao Xingzhi planteó que existe una unidad entre enseñar, aprender y hacer, teniendo como denominador común la práctica o la vida real. Señalaba que “algo que es aprendido en la forma en que es ejecutado y es enseñado en la forma en que es aprendido”(Tao, 1974-75ª: 27-28, Trad.). Para ello puso de ejemplo la agricultura que se realiza en el campo, sitio donde debe ser aprendida y enseñada. Pensaba que trabajar solo con la mente o solo

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con el cuerpo no puede ser considerado “hacer”. Para él la verdadera forma de “hacer” implica trabajar con la mente mientras se trabaja con el cuerpo (Ibíd.: 71). El que trabaja solamente con el cuerpo es controlado por otros y los que trabajan con sus mentes llegan a ser de la clase alta y manipulan a la gente que no tiene conocimiento. Por esta razón, según Tao, es necesario sensibilizar a las masas para que sean conscientes del trabajo que realizan.

Tao instaló su “laboratorio educativo” en una aldea cercana a Nanjing: los maestros vivían y trabajaban con los estudiantes. Todos participaban en el trabajo manual y en el aprendizaje teórico. Las lecciones se basaban en problemas cotidianos de los campesinos, por lo tanto, eran muy prácticas. Con esto Tao se anticipó con sus iniciativas a prácticas que luego los comu-nistas implementarían en su base de operaciones de Yan’an.

En 1930 el gobierno del Guomindang cerró la escuela de Tao por las presuntas implicaciones revolucionarias del proyecto, pero este educador continuó con otro proyecto posterior a esa fecha conocido con el nombre de “grupos de trabajo-estudio” orientado a enseñar a los trabajadores a defenderse como fuerza unifi cada, exaltando su poder productivo y huma-no. El primer grupo de trabajo-estudio se organizó en octubre de 1932 en Shanghai (Seybolt, 1974-75), luego se establecerían otros grupos en los dos años siguientes. A partir de 1935 la fuerza social del concepto trabajo-estudio se tuvo que reorientar a enfrentar el problema de la invasión imperialista japonesa sobre China. Es probable que estos grupos ejercieran infl uencia sobre el quehacer educativo comunista que se desarrolló en Yan’an.

Xu Teli (1877-1968), miembro del Comité Central del Partido Comunista y en algún momento comisionado de educación, reconoció a Tao por “haber inspirado varias políticas educativas adoptadas por los comunistas” (Seybolt, 1974-75: 8, Trad.). Aunque podría considerarse que el pensamiento educativo de Tao comulgaba con el comunismo chino, el primero no estuvo exento de la crítica: “los maoístas suprimieron a Tao a pesar de las afi nidades ideológicas compartidas entre el radicalismo educativo de Tao y el de Mao” (Yao, 2002: 265, Trad.). Los mismos críticos parecen admitir la cercanía entre la actitud de Tao hacia el papel de la teoría en el proceso de aprendizaje y la formulación de Mao en su ensayo Sobre la Práctica. Tanto Tao como Mao parecen enfatizar el ‘hacer’ o la ‘práctica’ en oposición al confucianismo y al marxismo dogmático (Seybolt, 1974-75).

Los grupos de trabajo-estudio (gongxuetuan) de Tao Xingzhi eran un intento de integrar la escuela, la fábrica y la sociedad. Sin embargo, este tipo de experimento fue objeto de críticas al ser considerado como reformista y poco efectivo para destruir el “sistema educativo reaccionario” que promo-

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vía “la educación feudal, fascista y comercializada” (Pan, 1974-75:116-17) que se desarrolló durante el período republicano (1912-1949). Se achacaba además, que Tao intentara usar métodos en su práctica educativa que, de ser aplicados se hubieran convertido en obstáculos para el desarrollo de la educación en la República Popular China. Cabe señalar que estas críticas se realizaron en 1952, lo que indica una cercanía temporal de un modelo educativo que, al menos por su nombre resulta similar con el implementado en 1958. En otras palabras, cuando se estableció el SEMTME, la crítica de la experiencia de los “grupos de trabajo-estudio” de Tao Xingzhi era reciente dentro del ámbito educativo en China.

Tao Xingzhi no fue el primero en defender la idea de integrar el trabajo intelectual y el trabajo manual para la transformación individual y social. Ya antes, a inicios del siglo XX fue un tema central de los discursos revolucionarios introducidos en China por anarquistas chinos que habían ido a estudiar a París a fi nes del siglo XIX y puede ser analizado a partir del Movimiento Trabajo-Estudio antes y durante el Movimiento del Cuatro de Mayo (Yao, 2002).

4. Movimiento Trabajo-EstudioDurante las dos primeras décadas del siglo XX surgió en Francia el

Movimiento Trabajo-Estudio, promovido por chinos que tenían infl uencia del pensamiento anarquista. El objetivo inmediato consistía en enviar jóvenes de China, ya fueran trabajadores o estudiantes, a Francia para llevar a cabo dos actividades relacionadas entre sí: el trabajo manual, principalmente en fábricas, y el estudio.

Varias personas involucradas en el programa trabajo-estudio, como participantes en Francia o como miembros de asociaciones relacionadas con la organización del movimiento, jugarían un papel, en la vida política de China, sobre todo dentro del Partido Comunista Chino. Entre otros, sobresalen Mao Zedong (1893-1976), Zhou Enlai (1898-1976) y Deng Xiaoping (1904-1997). Esta modalidad vincularía a futuros actores políti-cos que dentro del movimiento revolucionario tuvieron una relación con el problema educativo de combinar el trabajo con el estudio, ya fueran de-fensores u opositores del sistema que se implementaría a fi nes de la década de 1950 dentro de las políticas educativas de la República Popular China.

La fundación del Movimiento Trabajo-Estudio10 en Francia se atribuye a Li Shizeng (Bailey, 1988), quien había mostrado interés por el pensamiento de Elisée Reclus.11 En 1908 Li abrió una fábrica de tofu a las

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afueras de París, con 30 trabajadores chinos provenientes de la provincia de Zhili12, misma que albergó una escuela de estudio de chino, francés y conocimiento científi co general. Se estableció un reglamento estricto de prohibición de beber alcohol, fumar y jugar con apuestas (Bailey, 1988). Este espacio constituiría el prototipo del movimiento trabajo-estudio, co-nocido también como ‘trabajo diligente y estudio frugal’ (qingon gjianxue). Para Li, el esquema trabajo-estudio tendría una función tanto moral como educativa: además de formar trabajadores con más conocimiento, el trabajo-estudio podía eliminar en los jóvenes sus malos hábitos y transformarlos en ciudadanos moralmente rectos y trabajadores. De esta manera, Li hacía eco de la preocupación prevaleciente entre los reformadores chinos de fi nes del siglo XIX ante la desviación moral de la población (Bailey, 1988).

Li también se interesó en enviar estudiantes chinos a Francia. Con el establecimiento de la República en 1912, él mismo organizó la Asocia-ción para Estudio Frugal en Francia (Liufa Jianxue Hui), de forma que se expandiera el estudio en el extranjero y, a través del trabajo y una vida simple cultivar hábitos de diligencia y trabajo. Fue apoyado por Cai Yuanpei (1868-1940), quien había estudiado en Alemania antes de 1911 y era en este momento Ministro de Educación en China (1912-13), y Wang Jin-gwei (1883-1944), líder prominente del movimiento político Tongmenghui y asociado cercano de Sun Yat-sen (Levine, 1993). Al mismo tiempo, en Beijing se abrió una escuela preparatoria, fi nanciada por los fundadores de la Asociación para el Estudio Frugal en la cual los estudiantes recibían clases de francés y otras materias durante seis meses como una manera de prepararlos para su estancia en Francia. Entre 1912 y 1913 aproximadamente 100 estudiantes de Estudio Frugal fueron a Francia.

Se esperaba que los estudiantes de “estudio frugal”, gracias a los nuevos hábitos adquiridos y a su exposición a los ideales progresistas y republicanos en Francia podrían, a su regreso a China, efectuar una refor-ma de su sociedad en gran escala (Bailey, 1988). El esquema del “estudio frugal” terminó abruptamente en 1913 bajo la presidencia de Yuan Shikai, quien sospechaba de la asociación y temía potenciales efectos subversivos producto del envío de estudiantes a Francia en gran número. Con el inicio de la guerra en Europa en 1914 ningún estudiante sería enviado a Francia.

En 1915, luego de que representantes del gobierno francés negociaron en Beijing con la Compañía Huimin (bajo el control de Liang Shiyi, entonces Ministro de Finanzas) el reclutamiento de trabajadores chinos para trabajar en fábricas de Francia, Li anunció la creación de la Asociación de Trabajo Diligente y Estudio Frugal, a fi n de promover la “diligencia y perseverancia

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en el trabajo, así como la frugalidad en el estudio”, para desarrollar el cono-cimiento de los trabajadores chinos que llegaran a Francia. Fue reabierta la Escuela Preparatoria de Beijing, que había estado cerrada desde 1913, con el fi n de preparar a los estudiantes para el trabajo-estudio en Francia. Otras escuelas preparatorias fueron abiertas en Baoding y Chengdu, donde los estudiantes recibían entrenamiento práctico además de estudiar francés (Bailey, 1988).

El primer grupo de estudiantes trabajo-estudio viajó a Francia a principios de 1919. Entre marzo de 1919 y diciembre de 1920, 17 grupos partieron hacia Francia, con un total de cerca de 1600 estudiantes. El grupo más grande fue el número 15 que incluyó a Zhou Enlai entre sus 197 miembros. Esta dinámica de envío de estudiantes a Francia perdería su vitalidad y se acabaría a medida que sus organizadores comenzaban a vincularse más de lleno con la política y con el Partido Guomindang hacia fi nes de la década de 1920.

5. Mao Zedong y su vinculación con el concepto del trabajo y el estudio

Como ya se ha mencionado, la idea de combinar el trabajo y el estudio parece ser una consecuencia directa del Movimiento del Cuatro de Mayo, por infl uencia del anarquismo. Mao Zedong no fue ajeno a la práctica de combinar el trabajo con el estudio, sino por el contrario, estuvo muy vinculado con gente que participó en el experimento desarrollado por los anarquistas chinos en Francia. En una carta que escribió a su amiga Tao Yi en 1920 se refl eja su interés en impulsar a compañeros a que fueran a prepararse en el extranjero (Mao, 1992). Comentaba además que Peng Huang y otros, organizaron un grupo de “ayuda mutua13 trabajo estudio”, lo que para Mao parecía ser una excelente idea. Tanto Mao como Peng para ese momento deseaban ir a la URSS. Para ello planeaban prepararse a través del estudio autodidacta para formar un equipo de trabajo-estudio e ir a la Unión Soviética (Mao, 1920). Mao también conocía experimentos de trabajo estudio en el cual participaban mujeres14, y es por eso que animó a Tao Yi para que organizara a grupos de mujeres en asociaciones enfocadas al trabajo y el estudio.

En un documento del 5 de marzo de 1920 de la Sociedad de Ayuda Mutua Trabajo Estudio de Shanghai, se menciona entre sus miembros ini-ciadores a Mao Zedong y a Chen Duxiu, fundador del Partido Comunista, entre otros.15 Este documento que parece ser un programa de la Sociedad

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de Ayuda Mutua Trabajo Estudio justifi ca su existencia por la realidad que se vive en la sociedad china de ese momento, que evidencia una segregación de clases. El documento describe la limitación del sistema educativo chino que impide a los estudiantes trabajar mientras están en la escuela y, a los que trabajan insertarse en la escuela (Mao, 1992).

Los miembros de la sociedad proponían establecer una forma para combinar la educación y la ocupación, el aprendizaje y la convivencia, para que los hombres y mujeres jóvenes de Shanghai pudieran emanciparse de la sociedad tradicional china y así surgiera “una nueva vida y una nueva organización, para llevar a cabo el método de trabajo de tiempo parcial y estudio de tiempo parcial y el de ayuda mutua” (Mao, 1992: 498, Trad.). Aquí se puede notar un vínculo muy fuerte entre Mao y personas que habían participado en esta experiencia educativa.

En junio de 1920, tres meses después de fundada la Sociedad Trabajo Estudio de Shanghai, Mao escribió una carta a Li Jinxi en donde mencionaba que los miembros de la sociedad habían decidido cancelar su patrocinio al proyecto y “por el contrario establecer una sociedad separada de auto-estudio para trabajar medio tiempo y estudiar medio tiempo” (Ibíd.:518, Trad.). Decía que todos sus compañeros cercanos, al igual que él habían decidido ir a la URSS, después de año y medio o dos años de preparación. Ya para este momento había tomado la decisión de estudiar por su cuenta y de no volver a la escuela. Al parecer, Mao continuó con la idea que anteriormente había expresado a Tao Yi. Como parte de su estudio mencionó que había comenzado con la lectura de tres grandes fi lósofos contemporáneos (Bergson, Russell y Dewey). Por esta razón, se puede pensar que la idea de combinar el trabajo y el estudio ya existía en Mao desde antes de que conociera la fi losofía de Dewey, y su concepto de “educación-acción”.

En un documento fechado del 23 de septiembre de 1920, titulado “Estatutos de la Sociedad de Estudios de Rusia”,16Mao funge como secretario y Peng Huang como tesorero. El propósito de dicha sociedad de estudios era “estudiar todo lo relacionado a Rusia”.17 En su artículo 2 se exponen las actividades de la sociedad que contemplan la implementación del concepto de combinar el trabajo y el estudio:

1. Investigar y compilar los resultados de la búsqueda en una serie de publicaciones sobre la Unión Soviética;

2. Enviar gente a ese país para hacer estudios de campo;3. Promover un programa de trabajo estudio en la URSS (Ibíd.:555).

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Esta sociedad fue organizada en la provincia de Hunan, de donde Mao era originario. Igualmente la Asociación para la Promoción del Traba-jo Estudio que fue renombrada Asociación Mundial Trabajo Estudio, fue fundada en París en febrero de 1920, siendo la mayoría de sus miembros originarios de Hunan, y miembros de la Sociedad de Estudio del Nuevo Pueblo, dentro del programa “trabajo estudio” en París. Mao pide detalles de dicha organización en su carta dirigida a Luo Xuezan,18 quien parece tener vínculos con la organización. La misma cesa actividades en junio de 1922 después de fundarse el Partido Comunista de la Juventud China en Europa.

De acuerdo con la información encontrada, el concepto “trabajo estudio”, que también fue implementado en 1958, posiblemente se derivó de las ideas del anarquismo que los chinos radicados en Francia acogieron e implementaron, en primera instancia bajo el concepto de “trabajo diligente y el estudio frugal”. También parece existir un vínculo con el concepto de “ayuda mutua”, mismo que provino del anarquismo y que, posteriormente fue retomado por el Partido Comunista en los primeros años de la República Popular China con la organización de las comunas populares. Sin lugar a dudas, la participación de Mao en estas organizaciones, infl uyeron en los experimentos educativos posteriores desarrollados durante la guerra anti japonesa y el Gran Salto Adelante.

Hay documentos escritos después de 1930 donde se puede notar un interés de Mao por el concepto de “trabajo estudio”:

Estudiamos el marxismo, pero el método de estudio empleado por muchos de nosotros va directamente contra el marxismo. En otros términos, esas gentes violan un principio fundamental encarecido por Marx, Engels, Lenin y Stalin: la unidad de la teoría y la práctica. Al infringir este principio han inventado uno opuesto: la separación de la teoría y la práctica (Mao, 1972: 16).

Si bien en esta declaración no hace alusión directa al concepto “trabajo estudio”, lo que menciona es el principio sobre el cual se basa el concepto: la unidad de la teoría y la práctica. Aquí Mao comienza a hacer una depuración del concepto educativo que combina la teoría y la práctica, distinguiendo gente que aplica el método de estudio pero en contra del marxismo. Ya Mao había abandonado las actividades de la década de 1920 y se había insertado en la dinámica de la base comunista de Yan’an. Muchos de sus escritos posteriores sobre la educación se inspirarían en las prácticas educativas empleadas en ese contexto de guerra. Después de la fundación de la República Popular China, Mao apoyaría la idea de combinar el tra-

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bajo y el estudio en las generaciones más jóvenes para que se desarrollaran íntegramente (Mao, 1977).

6. ConclusiónEl principio básico del SEMTME de combinar la teoría con la prác-

tica, tuvo sus primeros antecedentes en experiencias educativas impulsadas desde inicios del siglo XX por chinos que recibieron infl uencia del anar-quismo. Durante este período convergen ideas de Occidente y propias de China. Esto da lugar a varias experiencias educativas, que fueron posibles referentes de prácticas educativas implementadas por el Partido Comunista Chino. Mao Zedong uno de los impulsores de estas prácticas formó parte del Movimiento Trabajo-Estudio implementado en la década de 1920, bajo la corriente del anarquismo. Posterior a la década de 1920 Mao se muestra contrario de la forma tradicional de enseñanza, heredada del pasado imperial. También se separa de la corriente anarquista y asume el compromiso de impulsar la educación desde la teoría marxista que, básicamente se resumía en aplicar el concepto del trabajo como una condición clave para compren-der el sentido de la educación: “la combinación del trabajo productivo con la enseñanza” para la “transformación de la sociedad” (Marx, 2011: 10).

La implementación del SEMTME en 1958, se realiza bajo un prin-cipio en apariencia nuevo, que comulga con la pedagogía marxista. Sin embargo, es válido agregar que los impulsores de este programa educativo, dirigentes del Partido Comunista, en su mayoría durante su juventud estu-vieron vinculados con los programas educativos de los anarquistas chinos y, de acuerdo con Dirlik (1991), se mantendría el vocabulario usado por el programa trabajo-estudio promovido por los anarquistas. Desde esta perspectiva es viable pensar en una vinculación de estas prácticas previas con el SEMTME.

Los miembros del Partido Comunista Chino encargados de la edu-cación desligaron el principio básico del SEMTME de toda vinculación con un concepto impregnado de ideas “reformistas” o “reaccionarias” que fueron introducidas por el anarquismo y aportadas por Dewey. Aunque Mao Zedong desde 1921 tenía ciertas dudas acerca del anarquismo, en 1960 deja muy clara su posición para la educación de los jóvenes al “asumir el marxismo-leninismo” y al “oponerse al anarquismo y al liberalismo” (Mao, 1960). Como se ha podido demostrar en este estudio, existieron experien-cias, ideas y actores que antecedieron al concepto básico del SEMTME, cuyos fundadores desvincularon por razones ideológicas.

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Este pequeño recuento ha dado pie a otras interrogantes. Por un lado, el vacío de información durante las décadas de 1930 y 1940 en cuanto a la aplicación del principio de combinar el trabajo productivo con el estudio. Algunas fuentes consultadas hacen referencia a las experiencias educativas en la base militar del Partido Comunista en Yan’an, pero no se han en-contrado referencias traducidas sobre estas. Otra inquietud iría hacia un posible estudio comparativo o enfocado en Latinoamérica, ya que durante la investigación realizada se encontró una discusión reciente en Brasil, desde el marxismo en cuanto al trabajo y el estudio en la educación (Frigotto, 2009; Saviani, 2007, 2011; Tumolo, 2011), así como referencias de algunas experiencias aplicadas (Ribeiro, 2009) sobre las que sería interesante ahondar.

Notas

1 Marx señala que “la combinación del trabajo productivo con la enseñanza desde una edad temprana es uno de los más potentes medios de transformación de la sociedad actual” (1970, Apendix 3, Trad.). Smith (2009) citando a Allman (2007) recoge algunas recomendaciones de Marx sobre la educación: “no debería haber dicotomía entre el trabajo mental y el trabajo manual; debería existir una integración del trabajo productivo con la educación y el aprendizaje” (p.108, Trad.). Saviani (2011) señala que “el trabajo ha sido una categoría clave para entender el sentido de la educación como lo hizo Gramsci al introducir la noción del trabajo como principio educativo” (p. 8, Trad.). Este pensamiento a su vez pudo haber infl uido en Gramsci para desarrollar su “fi losofía de la praxis” (Hill, 2009).

2 Este principio se insertó dentro de la política educativa propuesta por Mao Zedong (1977) en su escrito de 1957 titulado “Sobre el tratamiento correcto de las contradicciones en el seno del pueblo” donde se puede leer el interés del líder por impulsarlo: “nuestra política educacional debe estar orientada a lograr que todos aquellos que reciben educación se desarrollen moral, intelectual y físicamente y se conviertan en trabajadores que tengan conciencia socialista y sean cultos. Debemos promover el espíritu de laboriosidad y economía en la construcción del país” (p. 442).

3 Entre los principios prácticos del SEMTME se destaca la fl exibilidad en habilidad y actitud que debían tener los estudiantes; la reducción de la cantidad de materia de la enseñanza académica regular para poder implementar el tiempo de trabajo; la masifi cación de las escuelas de zonas rurales que adoptaban este sistema; la vinculación de las escuelas rurales con las industrias urbanas; la participación de instructores que debían ser trabajadores capacitados; la sustitución del método pasivo de aprendizaje por

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la participación activa del estudiante, permitiéndole desarrollar su iniciativa. Ver: Munro (1967).

4 En lo que se refi ere a fuentes traducidas del chino al inglés o a documentos escritos en inglés sobre el tema. Barendsen (1964), el autor que trabajó más el tema de las escuelas mitad trabajo mitad estudio, indica que es difícil establecer con seguridad cuando apareció por primera vez en el ámbito chino este tipo de institución que también era conocida bajo el nombre de “escuela secundaria agrícola”. Este autor señala que existen algunas referencias de escuelas similares que ya existían en 1956 y 1957, pero que el origen de la idea se acredita en las fuentes chinas a las autoridades de la provincia de Jiangsu, primer lugar donde se dio a conocer su existencia.

5 Se puede mencionar la presencia de escuelas de misioneros provenientes de Estados Unidos que desarrollaron escuelas y universidades. Cabe mencionar que varios de los intelectuales chinos preocupados por la educación en China habían realizado estudios superiores unos en Estados Unidos y, otros en Japón, país que había iniciado desde mediados del siglo XIX procesos de modernización de su sistema educativo bajo infl uencia germana.

6 En algunas partes de este artículo se hace alusión a la “combinación del trabajo productivo y el estudio” o la “actividad física y actividad mental” como términos similares y a la “la teoría y la práctica” como un término complementario que constituye otro principio ideológico del SEMTME.

7 El Movimiento del Cuatro de Mayo se refiere a un levantamiento intelectual ocurrido entre 1919 y 1920, impulsado por estudiantes y profesores universitarios que protestaban en un principio contra las humillaciones sufridas a raíz de la guerra y la invasión japonesa en China y la complicidad del gobierno chino al permitir estas acciones. Este movimiento tuvo variadas manifestaciones culturales y discusiones intelectuales. Ver: Schwartz (1983).

8 Aquí Dewey se refi ere a un concepto muy similar al término griego “drama” que signifi caba simplemente “hacer algo” como él mismo señaló en dicha conferencia: “no tengo objeción que los niños, cuando puedan y tengan la oportunidad, tomen parte en teatro formal, pero el drama creativo del cual hablo denota algo más amplio, y es cercano al signifi cado del término tal como los griegos lo usaron y no como lo es el drama del teatro tal como lo conocemos ahora” (Dewey, 1973: 204, Trad.).

9 De estas reformas y experimentos se pueden mencionar entre los principales los siguientes: el “movimiento de educación de masas” (1923-1926), la escuela Xiao zhuang (1927-1930), el “movimiento asociación trabajo-estudio” (1932-1936), la escuela Yucai (1938-1946), y la Universidad Social (1945-1946) (Yao, 2002: 251-281).

10 Aunque las fuentes localizadas han sido limitadas, se ha podido encontrar materiales sobre el tema. Ver Paul Bailey (1988). Arif Dirlik (1989) aborda

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el tema desde del comunismo, y desde el anarquismo (Dirlik, 1991). Un trabajo más amplio lo ha realizado Marilyn Levine (1993).

11 Reclus predice que la ciencia y la educación darían lugar a una sociedad igualitaria en la cual los ideales de “apoyo mutuo” (huzu) y “cooperación” (hezuo) serían llevados a cabo (Bailey, 1988).

12 Zhili fue una provincia del norte de China desde la dinastía Ming hasta que la provincia fue disuelta en 1928 durante la era de la República de China e incluía partes de las actuales provincias de Hebei, Henan, Shandong, y los distritos administrativos de Beijing y Tianjin.

13 El concepto de “ayuda mutua” fue desarrollado por Pedro Kropotkin en 1902 quien a su vez indica que ya la idea había sido acuñada por Kessler en 1880. Ayuda mutua se defi ne como “una de las principales causas activas del desarrollo progresivo” de la humanidad (Kropotkin, 1902: 30).

14 Mao hace referencia en la misma carta a “La Sociedad de Mujeres de Hunan para el trabajo y el estudio en Francia”, también menciona a otro grupo que visitó, el de las Mujeres de Beijing de Ayuda Mutua Trabajo Estudio, formado a inicios de 1920.

15 Ver: “A Fund-Raising Notice for the Shanghai Work-Study Mutual Aid Society,” March 5, 1920 (Mao, 1992: 499-500).

16 En el documento original está escrito el nombre “Rusia” (eguo) en vez de “Unión Soviética” (sulian). Ver: Mao (1985:101).

17 “Statutes of the Russia Studies Society,” September 23, 1920. Ver: Mao (1992: 555).

18 “Letter to Luo Xuezan,” November 26, 1920. Ver: Mao (1992: 608).

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China as a Regional Power: the case of Central Asia

Paulo DuarteInstituto do Oriente

[email protected]

AbstractTh is article aims to analyze the behavior of China as a regional power by considering the specifi c case of Central Asia. Th e central argument is that Beijing is trying to boost economic, political and military ties with the Central Asian Republics, although its soft power is still very ineff ective in the region. Moreover, the Chinese regional ambitions are often viewed with suspicion by neighboring Central Asian countries, which, given their long Soviet past, still see Russia as a great economic, military and cultural reference. Keywords: Central Asia, China, regional power.

China como poder regional: El caso de Asia Central

ResumenEste artículo se propone analizar el comportamiento de China como poder regional, considerando el caso específi co de Asia Central. El argumento central es que Beijíng está intentando establecer lazos económicos, políticos y militares con las Repúblicas de Asia Central, aunque su poder en este campo resulta todavía muy inefi caz en la región. Además, las ambiciones regionales chinas son comúnmente vistas con suspicacia por los países vecinos de Asia Central, los cuales, debido a su largo pasado soviético, todavía ven a Rusia como una gran referencia económica, militar y cultural. Palabras clave: Asia Central, China, poder regional.

Recibido: 6-8-14 / Aceptado: 9-10-14

Humania del Sur. Año 9, Nº 17. Julio-Diciembre, 2014. Paulo Duarte China as a Regional Power: the case of Central Asia... pp. 145-168.

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1. IntroductionTh is article aims to analyze China’s behavior as a regional power, by

applying it to the specifi c case of Central Asia. Th e central argument is that Beijing tries to shape economic, political and military ties with the Central Asian Republics, although its soft power is still very ineff ective in the region. Moreover, the Chinese regional ambitions are often viewed with suspicion by the neighboring Central Asian countries, which still see Russia as a great economic, military and cultural reference, given its long Soviet past.

Central Asia and China are currently two interdependent regions at various levels, as noted by Roman Mogilevski (2012): “China is too large to Central Asia; Central Asia is huge to China.” In recent years, we have been witnessing the emergence of China as a regional power, as well as a substantial transformation of the power structure in Asia (Qianqian Liu, 2010; Kang, 2007; Harris, 2005).

Alternatively to the participant and non-participant observation, which are diffi cult techniques to apply to this object of study, we resorted to the semistructured interview. Regarding it, Ghiglione states that “the interviewer knows all the topics on which he needs to get reactions from the respondent, but the order and how he will introduce them are left to his discretion” (2001: 64). However, some interviewees in Central Asia requested anonymity or, in some cases, they asked to be referred to as local experts. Th ey will be named throughout this article as follows: Expert I, Expert II, and so forth.

2. China’s behavior at the regional levelAnalyzing the contours of the interaction between the Middle King-

dom and the Central Asian Republics over the past 20 years, it is clear that the region has become an export market and a source of raw materials to China (Kofman, 2012). Th e interdependence of Central Asian and Chinese economies explains, according to Ablat Khodzhaev, that “many Central Asians have found jobs and new sources of income via the infrastructure supporting Chinese exports” (2009: 22). However, Khodzhaev stresses that “the development of production in the republics of Central Asia has found itself under pressure from Chinese imports, as they do not allow local ma-nufacturers to compete” (Khodzhaev 2009: 22). Roman Mogilevskii (2012) highlights the existence, in Central Asia, of “three categories of consumer goods: the Western type, which are expensive but have a good reputation; the Russians, which are not as expensive as the Western ones and have a decent reputation; and the Chinese, which are cheap but of poor reputation, although the situation has been changing, but slowly”.

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Th e Middle Kingdom has been improving communications (road, air and rail) to Central Asia, has simplifi ed the visa regime for foreigners, reduced or completely eliminated customs duties on raw materials, invested signifi cantly in the organization of transportation and delivery of goods and, since 1985, has been focusing on a policy of material incentives for the export of Chinese goods (Ernst & Young, 2012; Winterbottom, 2012; Bao Chang, 2012).

Urumqi, which was transformed into an air, rail and road bridge between East and West, is “the economic center of China in Central Asia” (EurasiaNet, 2007: paragraph 1). Th e increase in Chinese exports to the re-gion is a consequence of the extraordinary expansion of the Middle Kingdom economy (World Trade Organization, 2012). Indeed, as Khodzhaev explains, “due to the saturation of the Chinese domestic market for consumer goods, small and medium-sized enterprises - which produce textiles, electronic components and household appliances – faced, since the mid-1990s, the diffi culty of selling their products” (2009: 22- 23).

Nearly two decades after the independence of Central Asian Republics “it is diffi cult to fi nd in the region large enterprises based on Chinese capital and engaged in the production of export-oriented goods” (Khodzhaev 2009: 25). Th e import of Chinese goods, by the Central Asian Republics, led to the formation of an economic niche for a part of the population of the region. Th e case of the Dordoi Market is certainly one of the best (maybe the best) examples in this regard due to its economic importance in Central Asia, more specifi cally, in Kyrgyzstan, where it generates an extraordinary fl ow of goods and capital. As noted by Igor Rotar, “the Dordoi Market is not only a major center of commerce and employment to Kyrgyzstan”, but it is also “one of the main entry points through which consumer goods from China are exported to shops and markets in Kazakhstan, Russia and Uzbekistan” (2012: para. 3). Let us consider the antecedents that explain the existence of such a market in Kyrgyzstan. Questioned as to whether Kyrgyzstan imports goods from China with the purpose of its subsequent re-exportation, the local expert Roman Mogilevskii (2012) answered without evasion that, in fact it happens, and that this practice has “a long history associated to it”. According to this author, “the period immediately following the collapse of the Soviet Union was marked by an institutional weakness”, under which the “Customs Services” were “signifi cantly aff ected” and so “it has become quite easy [especially in the case of Kyrgyzstan] to import various goods from other countries” (Mogilevski, 2012). In this context, Mogilevski (2012) explains that “the Chinese ‘fl ooded’ all these countries [Central Asian]”, and that it was clearly “cheapest to send goods from China to Kyrgyzstan, and

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then take them from there, to Uzbekistan, Kazakhstan and Russia”. Th is dynamic has led to a “huge deal” taking more and more people to get engaged in it, as can be testifi ed by the Dordoi Market, on the outskirts of Bishkek, which “is, strictly speaking, the regional center of this trade” and simultaneously, “the largest market of raw materials and Chinese commodities throughout Central Asia and Russia” (Mogilevskii, 2012). Th e Dordoi Market , which is indeed the most prominent of a broad economic web, based on a massive dynamic of imports from neighboring China, is likely to contribute, however, to hinder the development of local production. In this regard, it is noted that “although the underground economy is relatively common in the post-Soviet space”, the proportions that it assumes and its ‘persistence’ in the poorest States of Central Asia raises serious questions about “the path of development of the region in the long term” (Oxford Analytica, 2011 para. 1).

As a densely populated country, the priorities of China’s policy have focused, in particular, “the problems of land shortage and unemployment” (Khodzhaev, 2009: 25). By the end of 2011, rural China was home to about “656.56 million people”, having the Chinese urban population (about “690.79 million people”), exceeded for the fi rst time in the country’s history, the rural population, “for the past three decades of economic development” (Bloomberg News, 2012: para. 1). Consequently, considering the continuous growth of the Chinese population, the problem of unemployment tends to worsen seriously (as the former Prime Minister Wen Jiabao warned in July 2012), creating a natural necessity for the continuous expansion of pro-duction (Want China Times, 2012). Ablat Khodzhaev believes that “these circumstances will compel the Chinese government to increase investment in local production of other countries, including the Central Asian” (2009: 26). For this expert, “one can confi dently predict that in Central Asia, Chinese capital will be mainly invested in infrastructures supporting exploration, production, processing and delivery of energy resources to China” (Kho-dzhaev, 2009: 26). Nevertheless, Khadzhieva Guljahan (2011) considers that “the Central Asian Republics fear Chinese ‘invasion’”, or, in other words, they fear that China makes use of the economies and markets of the region to develop its own economy, unprofi table, therefore, to these countries”.

According to James Bosbotinis, “the standard of Chinese trade with the States of Central Asia is that of a power that imports raw materials, energy resources and unfi nished products, while it exports fi nished products” (2010: 70). According to China Daily, “the volume of trade between Kazakhstan and China exceeds the one that occurs between Kazakhstan and Russia for the fi rst time in centuries, considering that, since 2009, China has been the second largest trading partner of Kazakhstan” (2011: para. 5). On the

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other hand, as indicated by Richard Weitz, “bilateral trade between the two countries increased from 1.29 billion dollars, in 2001, to 33 billion dollars in 2012 - or nearly a third of the foreign trade of Kazakhstan”, while “by now, China is only surpassed by the European Union, which has a collective market share of almost 40 % in the total foreign trade of Kazakhstan, due to its massive purchases of Kazakh oil” (Asia Times, 2013: para. 19).

In turn, as far as the Sino-Uzbek trade is concerned, Richard Weitz states that “China is the second largest [foreign] trade partner of Uzbekistan, after the Russia”, having its bilateral trade reached the value of 2.5 billion dollars in 2011 (2012: para. 8). Th e Middle Kingdom has made substantial investments in Uzbekistan, aiming the development of the country’s na-tural resources, in particular, the gold and the energy sector (China Daily, 2013). According to Zabikhulla S. Saipov, “the trade between China and Uzbekistan has been developing from the interpersonal level to the inters-tate level” (Eurasia Daily Monitor Volume, 2012: 172). During the visit of President Karimov to China, on the sidelines of the Shanghai Cooperation Organization summit in June 2012, the two countries signed “more than 30 agreements on trade, economy and investment, worth 5.3 billion dollars” (Eurasia Daily Monitor Volume, 2012: 172). Th is range of agreements suggests that the Middle Kingdom may have as its aim “to counterbalance its trade and economic relations with Uzbekistan, with respect to those it keeps with Kazakhstan” as well as “to seek to compete with Russia for power and regional infl uence” (Eurasia Daily Monitor Volume, 2012: 172).

With regard to Sino-Turkmen trade, the Th e Journal of Turkish Weekly (2012) reports that China ranks fi rst in the total volume of foreign trade with Turkmenistan. In fact, according to the Th e Observatory of Economic Complexity (2012), it is for China that the majority of exports from Turk-menistan (39%) is aimed to, followed by Turkey (16%), Italy (8%), Russia (6%), Afghanistan (4%). However, with respect to the main trading partners (imports) is Russia that takes the best (22%), followed by China (18%), Iran (14%), Germany (10%), Turkey (7%) (Th e Observatory of Economic Complexity, 2012). Returning again to the Th e Journal of Turkish Weekly, “Chinese enterprises operate in sectors related to oil and Turkmen gas, tele-communications, transport, agriculture, textiles, chemicals, food industry, health protection industries and construction sector” (2012: para. 4). Th e structure of imports from China faced with Turkmenistan is dominated, mainly, by “industrial-purpose products, equipment and vehicles” (Th e Journal of Turkish Weekly: 2012: para. 6). In turn, “Turkmenistan’s exports to China are, with the exception of natural gas, marked by agricultural products” (Th e Journal of Turkish Weekly, 2012: para. 6).

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In an interview to the Daily Times, the director of the Kontent think tank, Zafar Abudullayev, states that “China is currently the preferred econo-mic partner of Tajikistan” (2012: para. 11). Data from the Th e Observatory of Economic Complexity (2012) indicates that the main countries of destina-tion of Tajik exports are Turkey (27%), Russia (20%), South Korea (10%), Norway (6%), China (5%); and the major trading partners in imports, are China (54%), Russia (27%), Iran (7%), Germany (2%) and Belarus (2%). Chinese customs statistics show that “trade between China and Tajikistan, in the fi rst quarter of 2012 was of 320 million euros”, having registered “an increase of 66% compared to the same period in 2011” (China Daily, 2012: para. 17).

Finally, regarding the Sino-Kyrgyz trade relations, in the fi rst half of 2012 the volume of trade between Kyrgyzstan and China was 479.4 million dollars, a growth of 23% compared to the same period in 2011 (Kabar, 2012). In an interview to the Th e Times of Central Asia , the Chinese Ambassador to Kyrgyzstan, Wang Kaiwen, states that “China is investing heavily in joint Sino-Kyrgyz projects” and that “the volume of trade between the two countries is around 5 billion dollars per year” (2012: 2). Wang Kaiwen also notes that “China does not see any inconvenience regarding the possibility of Kyrgyzstan to join the Customs Union”; on the contrary, Beijing assigns more importance “to the fact that both countries are mem-bers of the World Trade Organization”, and to be “necessary to improve the balance of exports and imports” (Th e Times of Central Asia, 2012: 2). Kyrgyzstan became one of the main centers for the re-export of Chinese products in Central Asia. As indicated by Roman Mogilevski, “re-exports are a source of revenue and employment for a good part of Kyrgyz people, and an important sector of the national economy” (2012: 5). Th is activity increased from the importation of cheap goods from China, Turkey and other countries, which were intended for domestic sale in Kyrgyzstan (Ide, 2011). Kyrgyz traders would quickly realize that “the resale [of such pro-ducts] to neighboring countries was highly profi table, and made possible by the existence of bazaars in Kyrgyzstan”, being expanded afterwards to “large regional trade centers” (Mogilevski, 2012: 5). In this context, “the Kyrgyz entrepreneurs realized that the combination of cheap Chinese ma-terials, a skilled and low-cost workforce, and the existence of channels to re-export, would make it possible to develop an effi cient textile industry” (Mogilevski, 2012: 5). It was thus that emerged “several commercial and manufacturing poles in terms of light industry” composed of “large bazaars in Bishkek and Osh, and small shops and services relted to the textile sector” (Mogilevski, 2012: 5).

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According to Vladimir Paramonov, the terms of trade between China and Central Asia are more benefi cial to Beijing, though likely to reduce the region to a sort of appendix of raw materials of the Chinese economy (2005). In Stephen Blank’s opinion, it is established “a mutually profi table relationship” [in which the economic leverage becomes a political instrument], although “inducing long-term dependence”, i.e, the Middle Kingdom wins an almost monopolistic position facing the regional states, resulting from their dependence in what concerns the Chinese market, in terms of exports, imports and fi nancing (2009: 440). As an example, Blank notes that “the Tajik Government accepted a loan of several million dollars, interest-free, from China in 2007”, followed by a “political cooperation agreement, under which Tajikistan pledged not to recognize Taiwan as an independent state” (2009: 440).

Among the Central Asian Republics with more relevance to the Chi-nese interests in the region, one can highlight Turkmenistan and Kazakhstan, which are both endowed with substantial energy resources (China Brief, 2013; Apoteker, 2012; Laruelle and Peyrouse, 2012). According to Richard Weitz, “Kazakhstan is currently China’s most important economic and strategic partner in Central Asia” (2008: 103). On the one hand, it is the largest State in the region; on the other hand, it has considerable reserves of natural gas, oil and other strategic raw materials, including uranium (Naumenko, 2012). Th e main Chinese interests in Kazakhstan reside in the access to reserves of uranium, oil and natural gas; in integrating transportation and transit infrastructures (national and regional) with Xinjiang; and in consolidating political infl uence in Astana (Muzalevsky, 2011; Shichor, 2008; Meier, 2013).

In 2009, China granted loans worth 10 billion dollars to Kazakhstan in return for the access to Central Asian oil and gas (Daly, 2009). As Wen-ran Jiang mentions, “China’s investment [strategy] in Kazakhstan is based mainly on the model “loans in exchange for oil supplies”, which gives the Chinese companies “direct control over resources” (China Brief, 2009: 8).

According to Bracken et al, “one unique factor [of Kazakhstan] that diff erentiates the Sino-Kazakh relations from those that China maintains with other Central Asian Republics is the overlap of ethnic groups” (2013: 9). Approximately “180 000 Uyghurs live in Eastern Kazakhstan”, being that “one million of ethnic Kazakhs live in China” (Bracken et al, 2013: 9). It is, therefore, understandable that Beijing expresses “concern over ethnic Muslim separatism in the Xinjiang autonomous region,” which encompasses about “one-sixth of China’s land area” (Bracken et al, 2013: 9).

Turkmenistan is yet another Central Asian State with a high relevan-ce to China (China Daily, 2013). In June 2009, for example, the Middle

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Kingdom lent four billion dollars to Ashgabat, in order to exploit the largest natural gas fi eld in Turkmenistan (one of the largest in the world), the South Yolotan, near the Afghan border (Roberts, 2009). Th is loan is part of a long-term agreement (30 years), under which China will receive about 40 billion cubic meters of gas per year (Th e Economist, 2010). As Erika Downs notes, “China National Petroleum Corporation (CNPC) is currently the dominant external actor in the onshore fi elds of Turkmenistan” (2011: 76). In 2007, the country approved CNPC, through a “production sharing contract”, to explore the fi eld Bagtiyarlyk on the right bank of the Amu Darya river, which makes the Chinese company “the fi rst - and until now, the only - foreign company operating onshore in Turkmenistan” (Downs, 2011: 76).

Turkmenistan exports natural gas to China through the pipeline “Central Asia Natural Gas Pipeline”, also called the pipeline “Turkmenistan-Uzbekistan-Kazakhstan-China”, inaugurated on 14th December 2009 (Th e New York Times, 2009). According to James Bosbotinis, “this pipeline helps giving Turkmenistan an important mission, by connecting the Chinese ener-gy infrastructure, in Central Asia, to the Indian subcontinent and the Middle East” (2010: 72). In other words, Beijing estimates that Turkmenistan will articulate the role of Gwadar, in the context of maritime energy imports in China, with the energy infrastructure of Central Asia, connecting it to Kazakhstan and to Xinjiang (Malik, 2012). Indeed, the huge deep-water port of Gwadar reveals “China’s determination in developing its western provinces and in connecting them to Eurasia” (Kemp, 2006: 74).

In a context in which investment and trade between Beijing and the Central Asian Republics are beciming very auspicious, one would also, possibly, expect a larger bet on Chinese soft power in Central Asia (Foust, 2011). In this respect, Sébastien Peyrouse uses as an example a Kazakh study, which reveals that 44% of the experts consulted believe that China will not be able to impose itself as a regional power in Central Asia (2008: 13). On the other hand, only 20% of the experts surveyed believe that the Middle Kingdom will be an important actor in the region (Peyrouse, 2008). Moreover, language and Chinese culture do not arouse (much) interest in Central Asia, at least for now (Foust, 2011). In fact, in terms of soft power, experts like Raquel Freire (2012) believe that China “has not made particular eff ort to try to be well received [in the region]”, while “Russia expresses that concern because it considers Central Asia as an area that belongs to it, in quotation marks”. However, the fact that the Chinese are pragmatic and (relatively) ‘unconcerned’, in terms of soft power, towards the region, does not mean that China has “a very clear agenda for this area”, consisting essen-tially of “achieving economic benefi ts and energy resources” (Freire, 2012).

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Nearly two decades after independence, the Central Asian Republics still live in a system very imbued with Russian reference points (Soviets, not long ago) (Rumer, Trenin, Huasheng Zhao, 2007; Indian Council on Global Relations, 2012). Indeed, “the language that allows access to the world is Russian; Russia remains the country whose development model is evoked more often; social and economic relations are still concentrated in Moscow; and trends/ cultural fashions come from the Russian Federation” (Laruelle and Peyrouse, 2009: 10). On the other hand, as underlined by Daniel Vajdic, “the Kremlin wants them [the Central Asian Republics] to remain dependent on Russia in terms of security”, which will ensure that Russia will continue to be “the dominant power in Central Asia” (2012: para. 11).

On the other hand, according to Edward Chow (2011), “ Russian elites have a longstanding relationship with the Central Asian political elites: they both know each other very well and speak the same language”. Besi-des, Russia (and then the Soviet Union) was the “former colonial power”, which contributes to providing shared “similar tastes and perceptions” (Chow, 2011). However, there is, curiously, at the same time, a propensity to negotiate with the Chinese, “because they have money” (Chow, 2011). In spite of the fact that the Russian cultural infl uence is predominant in the region, one must, however, take into account the infl uence of Turkey (Vlasov, 2013). Although he recognizes that the Chinese have the ability to put “hospitals and businesses almost ‘turn-key’” Heitor Romana (2012) considers that they “have no chance from a cultural standpoint [in Central Asia]”, since, as noted by the expert, “all the traits that form Central Asia are culturally turkish”. As emphasized by Michael Moreland (2012), the Turkish expansion in Central Asia, is stimulated by the Turkish identity, by the strategic interests and economic goals of Ankara. Since “Turkey con-nects, from a geographical point of view, Asia to Europe, the country could serve as a bridge between the strategic blocks of NATO and the Shanghai Cooperation Organization in Central Asia” (Atlantic Sentinel, 2012: para. 6). Moreover, “as the standard-bearer of Turkish identity, Ankara is excep-tionally positioned to play a key role in Central Asia” (Atlantic Sentinel, 2012: para. 7).

Th e development of trade between Beijing and the Central Asian Republics are not (yet) refl ected in an increase of Chinese infl uence in the region (Foust, 2011). On the other hand, China’s economic growth (accompanied by the emergence of China as a regional and global power), even seems, paradoxically, to raise “a greater concern” in the Central Asian Republics than to contribute to the increase of the infl uence of the Middle

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Kingdom in the region (Indeo, 2012: para. 1). An enlightening case of the discomfort that China seems to be causing in the region: the migratory movements (Swanström, 2011; Rickleton, 2010). With regard to immigra-tion, Igor Torbakov notes that “Beijing is accused of sponsoring, silently, the Chinese migration in Central Asia” (2007: 158). Th e fear of the ‘yellow peril’ is inherent to the question of Chinese immigration in the small Cen-tral Asian Republics, whose inhabitants are around “92 million people” (Central Asia Competitiveness Outlook, 2013: 3). Th ere’s nothing we can compare to a China that has about one billion, three hundred and forty nine million inhabitants (Th e World Factbook, 2013). Th e phenomenon of crime appears as being connected to the question of immigration. Accor-ding to M. Laruelle and S. Peyrouse, “the Central Asian Republics impute to Chinese immigrants the responsibility for the rise in crime in urban areas, showing themselves equally apprehensive regarding the emergence of ghettos in big cities, especially the Chinatowns that arise in the capital cities” (2009: 159). R. Mogilevski (2012) notes that “nowadays, there are more Chinese living there [in Central Asia]”, although this expert does not believe that “they are as numerous as those who reside in the United States, for example”, because, as he clarifi es, in Central Asia “we do not see Chinese on every street corner”. Questioned about the reason why this happens, R. Mogilevskii (2012) points out the restrictions on immigration imposed by the several governments in the region, which are “very strict” (in the case of Kyrgyzstan, for example, the maximum limit of immigrants allowed is “10 thousand for the whole country”), though he admits to be “possible to manipulate these numbers in many diff erent ways”.

Likewise, let us mention the poor reputation that products from China, as well as several Chinese businessmen - involved in dubious and/ or suspicious contracts - have in the region (Steiner, 2013). One should not overlook, on the other hand, the issue of competition between Chinese products vs regional products, which raises serious concerns at a local level (Laruelle and Peyrouse, 2009; Sun Zhuangzhi, 2007; Crisis Group Asia Report, 2013). In this respect, returning to Khadzhieva Guljahan (2011), the expert informs that “the Central Asian products are unable to compete with Chinese products”, which, in practice, has contributed to the “destruction of light and heavy industry” in Central Asia, where “several industrial units fi nd themselves forced to close doors, or, in other cases, to substantially reduce their production”.

Th e balance of powers in Central Asia is complex and fragile (Cooley, 2012). While, on the one hand, the regional powers are concerned with the safeguard of their interests, with the assistance of the Central Asian

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Republics, these, in turn, also seek to maximize their own goals “benefi ting both from the competition between regional powers” (Feigenbaum, 2011: 4). Acting tactically, the Central Asian Republics can increase their trading margin relatively to other regional States, establishing a balance of power capable of guaranteeing their independence (Feigenbaum, 2011). On the other hand, the Central Asian Republics seem to be “clever enough” by using “an ambivalent diplomacy regarding the interests, mainly of Russians, North Americans and Chinese in the region” (Torbakov, 2007: 158-159).

As Sébastien Peyrouse notices, “the pragmatism of Chinese business men is often praised by Central Asians, and contrasted with indecision and broken promises, of their European and Russian counterparts” (2009: 10). Nevertheless, this expert explains that “the idea that Central Asians have of China is far from entirely positive, in a way that the ‘sinophobia’ has been growing rapidly” (Peyrouse 2009: 10). In fact, as emphasized by Umarov and Pashkun, “despite the cordial nature of relations with the Middle Kingdom, the Central Asian States feed a permanent distrust on Beijing”, and even “a deep pessimism regarding the growing power of China”(2006: 2). On the other hand, Roman Mogilevski (2012) believes that “Russia expresses concern about the dynamism and involvement of China in the region”. R. Mogilevski (2012) also considers that the fact that the Middle Kingdom does not adopt an aggressive posture, and does not rush, “means that there is a “widespread sense of fear towards China”, as in Kazakhstan, that reveals itself “overly concerned regarding the Chinese infl uence [in the region] (...)”.

In turn, as M. Laruelle and S. Peyrouse observe, “despite the positive eff ects it generates, for now, it is suspected, however, that in the long term, China’s presence can cause considerable problems to the Central Asian na-tions” (2009: 8). According to these authors, “there is a strong suspicion that China, as in the past, (still) owns imperial designs regarding the region, and that it only tries to hide them or stall them” (Laruelle and Peyrouse, 2009: 8). One must recall that the Central Asian Republics endured, for a long time, Russian domination (Pipes, 1983). In this respect, as Edward Chow (2011) explains, “there is a feeling of compatibility that is very diffi cult to experiment by the Chinese, “since these are, after all, “the people that the Soviet system had taught to fear since primary school until university”; so, much of that sensitivity still prevails in the region”. Th erefore, it seems to be rather strange that those Central Asian responsibles demonstrate, publicly, a positive attitude towards the Chinese presence in the region. M. Laruelle and S. Peyrouse have no doubts: “the manifestation of a positive attitude towards China is not necessarily based on an ideological conviction (for example, sympathy for the country or for its political regime…)” (2009:

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67). Instead, it “seems to be guided by a certain ‘sinophobia’: the desire to maintain strong ties with China because it is better to keep healthy relations-hips with a large and fearsome neighbor” (Laruelle and Peyrouse, 2009: 67). In the case of Kazakhstan, for example, according to a local expert (Expert I, 2012), “Nazarbayev has been very careful and pragmatic; the relations with China are of a purely commercial nature, linked to the extraction of resources”.

Krawchenko Bohdan (2012) understands that “the economic impact of the Middle Kingdom is absolutely harmful”, and therefore that “the Central Asian Republics reveal themselves extremely apprehensive towards China, not knowing how to really handle with it”. Similarly, António Costa Silva (2012) explains that “the Central Asian Republics collaborate with the Chinese, though they fear them”. Th e expert reminds us of a symbolic aspect related to it - the change of the capital of Kazakhstan, Almaty, practically on the border with China, to Astana (northwest, closer to Russia) – due to a constant “fear [Kazakh] that a possible invasion would completely dominate, the [old] capital” (Silva, 2012). Despite the change of the capital, the ‘Chi-nese factor’, in other words, the weight of China, remains “overwhelming”, and the Central Asian Republics have sought to counteract – and, here, the case of Kazakhstan is exemplary - Western interests (in particular, that of the major Western oil companies) and the Russian and Chinese interests - “by joining ones more than others” (Silva, 2012). Th e Republics of the region are seeking, according to this expert, “to play on the various trays to defend their independence”, so that it is not “overly mortgaged to China” [or any other major power] (Silva, 2012). Exemplary in this regard is, again, the case of Kazakhstan, which maintains “excellent relations with the European Union and with Russia, among others” (Silva, 2012).

In the opinion of Oleg Egorov (2011), “the China’s rapid expansion can prove to be quite dangerous and harmful to the Central Asian Repu-blics”. As an example, this expert informs that “they have been building Chinatowns in the vicinity of pipelines, existing or projected, in Central Asia” (Egorov, 2011). On this matter, Bohdan Krawchenko (2012) states that the Chinese “use their own workers”, not only for the specifi c case of the maintenance of pipelines, but also for the various activities in which they are involved in Central Asia, not manifesting, on the other hand, “any particular concern about environmental issues”.

According to Peyrouse et al, “Chinese aid, to the countries of the region, does not contribute for them to become autonomous in the cons-truction of their own development” (2012: 14). Rather, “[it] exacerbates the economic dependence of these States in what concerns Chinese products

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and support”, and it is not, therefore, “devoid of fi nancial and strategic in-terests” (Peyrouse et al, 2012: 14). China has sought to “create new export markets for its products; close contracts for its companies, as well as ensure new energy sources; and turn its Central Asian governments into ‘debtors’, or even ‘vassals’” (Peyrouse et al, 2012: 14).

Returning to Oleg Egorov (2011), a Kazakh expert, “there is a diff erence between the wages of the Chinese workers and the wages paid to the locals”, which leads, sometimes, Kazakh workers to strike against what they consider to be a “Chinese invasion”. Moreover, Egorov (2011) also points out the case of illegal immigration of Chinese to Kazakhstan, which also generates “a reason for dissatisfaction and concern”. For Bohdan Krawchenko (2012), these fears “are not an utopia”, and in practice, “they have been materializing”, existing, in fact, “many thousands of Chinese who are traders, especially in the Russian Far East” where the population density is too low.

We must note that Oleg Egorov (2011) does not deny that China should support the social development of Kazakhstan (taking this country as an example); however, this expert estimates that the construction of hospitals and other public infrastructures, by the Chinese, in return for the permit of the exploitation of the energy potential in the country, turns out to be “little substantial”. Concerning this matter, Egorov (2011) reports that “more than 78% of the oil and natural gas is being withdrawn [from the Kazakhs]” and that “the Kazakh refi neries only operate at half of its capacity”. Th is explains that there is “little oil to be eff ectively refi ned” (although the country is an oil producer) in Kazakhstan, and, “at the same time, there is a large fi nancial dependence comparatively to China” (Egorov, 2011). In this regard, another local expert, Meruert Makhmatova (2011), explains that in the case of Kazakhstan, for example, there is “a great dissatisfaction with the way China has granted credit to the country”. Th e author states that during the economic crisis of 2008, President Nazarbayev requested a loan of 13 billion dollars to Beijing. However, such a high amount presupposes, according to Makhmatova (2011), various negative eff ects for Kazakhstan, where “local jobs are being taken by the Chinese”, being “the majority of the population not pleased with the idea that the Chinese are part of the Kazakh economy, investors and good friends of the President [Nazarbayev]”.

Martin C. Spechler stresses that “although China, actively, tries to securitize its access to energy resources and other raw materials in Central Asia, there is not, however, a [Chinese] signifi cant private business dynamics in any of the post-Soviet States” (2009: 3). Th ere are, certainly, structural factors that explain “the relative disinterest in the Chinese Central Asian

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market”, namely, “its small size”, as well as “a climate of investment under-mined by corruption and ‘unexpected’ taxes, currently common in Central Asia”, capable of “discourage even the ‘tolerant’ Chinese” (Spechler, 2009: 15). While, on the one hand, “China’s economic presence in Central Asia” is “very signifi cant”, and although in many ways, Chinese investments are “welcomed” by the Central Asian Republics, there is, however, a “lack of transparency” inherent to such investments, as well as “to the relations of the Middle Kingdom with those countries” (Edward Wong, 2011: para. 12). On the other hand, “the local populations are cautious, especially in Kyrgyzstan and Kazakhstan, where they have, for a long time, feared that the Chinese migration can reverse the scales of the economic power in these countries”, which have a “weak population density” (Edward Wong, 2011: para. 13).

In an article published in the Vancouver Sun, Jonathan Manthorpe reports that “the prejudice against the Chinese is general” (2013: para. 7). Th is is especially strong in Kyrgyzstan, where “Chinese mining companies are accused of generating pollution, taking jobs from locals, off ering little in return” (Manthorpe, 2013: para. 7). On the other hand, “in several Central Asian countries, there has been a crescendo of violence between Chinese workers and local inhabitants” (Manthorpe, 2013: para. 9). Th ese facts suggest a kind of déjà vu, since the Chinese show similar behavior in other parts of the world, such as in Africa. In this respect, Tanguy Struye stresses that “many contracts concluded with Chinese companies are accompanied by the requirement that 70% of their tasks are performed by their own employees (usually prisoners or recruits)” (2011: 23). Th en again, either Central Asia or Africa “have been the scene of a repetition of very similar problems to those that frequently occur in China: deforestation, land and water contamination, disrespect for the environment, due to an unrestrained pursuit of productivity” (Duarte, 2012: 27). Given the above, it is questio-nable whether the Chinese presence in Central Asia generates development in the region. Sébastien Peyrouse doubts, indeed, that it contributes “to the spread of knowledge and techniques for the interaction with the host country” (2009: para. 9). For now, Saule Mukhametrakhimova remarks that Chinese policy has proved to be “very pragmatic, emphasizing the economic gains, rather than a quest for political domination” (2012: para. 9).

According to Roman Mogilevski (2012), although Central Asia is the foreigner near Russia, “the presence and participation of China in the region have increased signifi cantly”, though, for this author, “the arguments for Rus-sia to ‘return’” are strong: in fact, “the Russians have many ambitions from a strategic point of view [regarding the region]”, and one can not neglect, on the other hand, “the weight of nostalgia...”. Another local expert, who,

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nevertheless, requested anonymity (Expert II, 2012), adds to this nostalgia – mentioned here by Mogilevski (2012) - a “traditional suspicion” from the Central Asian Republics towards China. Th is expert describes the Soviet era as “the time when the roads were paved and the infrastructures were built”, so that “being part of the Soviet Union was like living in the Golden Age”, where there was an operating system, while “nowadays the public facilities are degraded” and, therefore, little or not functional (Expert II, 2012). To Almaz Saifutdinov (2012), with the exception, perhaps, of “ancient philo-sophers or nationalists, traditional writers and Islamic characters”, it does not seem, therefore, unreasonable to assert that “the older generation feels nostalgia for the Soviet period, unlike the vast majority of the people that is part of the younger generation”, who, not having experienced the Soviet era, “do not truly know what to think...”.

Liubov Jdanova (2012), Director of the Department of European Studies at the American University of Central Asia in Bishkek, understands that Russia is “a kind of brother of the Kyrgyz people”, considering that “approximately one million of Kyrgyz people go to Russia regularly, to visit their relatives who live there”. But we should also emphasize the “trading relations, Russia’s investments in the country, in various sectors...” (Jdanova, 2012). All of these factors lead, therefore, Liubov (2012) to recognize that “Russia is ‘clearer’ [for the Kyrgyz people]” because “they share the same past”. With the collapse of the Soviet Union, “there were many ambitions and hopes that were lost” (Jdanova, 2012). It is no coincidence, in fact, that Jean-Christophe Lermusiaux (2011) underlines that “the Central Asian people grew up together for about three centuries; they lived communism, as well as many other experiences together”. However, if Russia can arouse that nostalgia referred to by Liubov Jdanova, among others, China, on the contrary, often triggers an opposite feeling, in a way that, as Lermusiaux (2011) refers, “everybody fears the Chinese”, including the Mongols and Russians (these, by the way, in particular, the low population density of Siberia), and so there is “a rejection of the foreigner as ‘a settler’, but not of his investments”. Naturally, one can not speak of China as if it was a ‘homogenous block’, because, as we explained above, there are diff erent ‘Chinas’, although the Xinjiang share common traits (culture, religion, language, etc.) with central Asian peoples, and in that sense, we can say that “there is a very similar worldview and a good understanding among them” (Jdanova, 2012).

Let us also consider an issue that, although sometimes overlooked, is of great relevance in that, directly or indirectly, it can dictate the behavior, or infl uence the perception of certain actors concerning China: the soft

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power (Duarte, 2012). For now, the Middle Kingdom reveals some diffi cul-ty in designing the so-called soft power in Central Asia (Nye, 2012). Th is is an important limitation because it says a lot about a power that, while economically and commercially strong, is faced, however, with “a great diffi culty in designing its civilizational component to other parts of the world”, such as Africa, Latin America, and in this particular case, Central Asia (Roman, 2012).

Heitor Romana (2012), who lived several years in the East, believes that “the seduction for what China is, is quite considerable”, even then “little consequent, if we consider an anthropological level”, that is, if we look deep down in the “idiosyncrasies of being a Chinese”. In the author’s opinion, “the Chinese make a great eff ort in giving themselves to the world”... because “they do not have a universalist feature...” (...); “they don’t have something that is in the cultural DNA, if one may say so”, though “they try to copy the British, the English, the French, and even the Portuguese, model” (Roman, 2012). Th at is, according to H. Romana (2012) “China can not penetrate the mental plan of the decision, because it is for that, after all, the soft power is for”. In turn, António de Sousa Lara (2010) argues that China is faced with the serious problem of “miscegenation not being in its culture”. In other words, the author explains that “when the Chinese emigrated to the European Union, or the United States (as evidenced by the large historical communities living in London, New York, among other cities) they did not mix with the population; they were not designed for a ghetto, they created it themselves”, i.e, “the Chinese were the ones who built the Chinatowns” (Lara, 2010). Now, for António de Sousa Lara (2010), “it demonstrates a certain kind of attitude towards the outside: [the Chinese] do not want to mix with the local population, or, then, they don’t know how to mix because they have a very diff erent culture, of which they do not want to abdicate”.

In conclusion, in the opinion of experts as Hak Li and Zhengxu Wang, you can anticipate that, “unless China presents a clearer and more proactive plan aiming to deepen its relations with the Central Asian Repu-blics, its infl uence, in the region, will remain limited” (2009: 14). Laruelle and Peyrouse also consider that although “many Central Asian experts con-fess his admiration for the speed with which China has been able to affi rm itself in Central Asia”, we must not, however, draw hasty conclusions since, in many areas, Beijing’s infl uence is (or at least perceived) “still limited in the region” (Laruelle and Peyrouse, 2009: 115; see also Volkov, 2013; Hak Yin Li and Zhengxu Wang, 2009).

Th e energy issue is a driving force in economic relations between Beijing and the Central Asian Republics (Xiaoqin Chen, 2012). In the

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origin of this observation lies another one: China needs energy. According to Virginia Trigo (2010), “it is fundamental to the Middle Kingdom, to have access to the resources... since this is the ‘factory’ of the world”. For its geographical proximity, but also for its vast reserves of oil and natural gas, Central Asia is, not surprisingly, seen by Beijing as an attractive opportunity with regard to the import of energy resources (Journal of Energy Security, 2012; Fazilov and Xiangming Chen, 2013).

Enlightening, the numbers prove the extraordinary energy potential in the region. According to Global Business Reports, “the Central Asian Republics have proved to have natural gas reserves of over 6.7 trillion cubic meters”, and “their confi rmed oil reserves are estimated at over 60 billion barrels of oil”, with some estimates reaching even “200 billion barrels” (Spe-cial Report: Caspian Region, 2012: 1). However, “most of its energy wealth remains, largely, unexplored” (Special Report: Caspian Region, 2012: 1).

When talking about the importance of Central Asia for the energy supply in China, we must consider it in a broader context, which concerns, in essence, the issue of energy security. In its turn, this can be considered, according to Nayoon Lee, “a question of, at the same time, international and national security” (2013: 1). As Waco Worley suggests, “a country should have, permanently, access to energy resources, taking a minimal risk that these are exhausted” (2006: 2). So, that leads many States to try to better exploit their domestic energy reserves. However, these are not always enough to provide the energy needs of a country, which represents, of course, a source of insecurity for itself. According to W. Worley, “energy insecurity decreases the power and the infl uence of a State in the interna-tional system”, and so, “without the appropriate energy resources (domestic or not), States can not become regional, and certainly not, world powers” (2006: 2). In the case of China, an emerging country that shelters a fi fth of the world population, the issue of energy security is even more urgent “as the Government moves towards achieving its goals of modernization and collective prosperity” (China Daily, 2012: para. 1).

Returning to W. Worley, “since countries need energy to survive”, they tend, in an “aggressive” way, to “look for the energy resources that are held by other States”, seeking for that purpose, “as many partners as possi-ble” in order to “diversify their sources of energy” (2006: 2). As they do so, they create bonds (which include agreements on borders, trade and culture). According to Robert Keohane and Joseph Nye (2001), the establishment of such links is likely to generate a lasting cooperation between States. In the case of China and the Central Asian Republics, that is increasingly evident. If, on the one hand, Beijing needs these countries to diversify its energy

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sources, they, in turn, see in China “a dynamic and accessible market for their exports, as well as a vital (non-Russian) channel, through which they can make their goods circulate to a wider international market” (Burles, 1999: 3; Shustov, International Aff airs, 2012).

Th ere are other factors that argue in favor of the way the Central Asian Republics perceive China’s interest in the region. Th e Chinese Government, unlike other governments, has the capacity to provide a broad fi nancial assis-tance to these countries, which is absolutely vital to the development of their economies (Garibov, 2013; Weitz, 2013). According to Nargis Kassenova, “the Chinese support to development is provided either through subsidies - usually paid in merchandises, through the delivery of goods and materials, with the aim of reducing the risks of corruption - or through concessional or on preferential terms loans” (2009: 10). Moreover, it is interesting to note that this aid is not subject to any ‘democratic demand’, or subject to the respect for human rights, contrary to the requirements often imposed by “Western creditors and/ or donors”, in return for the aid given (Kasse-nova, 2009: 5). Th is is supported, for example, by Sébastien Peyrouse, Jos Boonstra and Marlène Laruelle, according to whom “the economic support provided by China has been successful”, among other aspects, because of the “loans off ered at very advantageous prices” and “the ‘turnkey’ services proposed by Chinese companies”, which are “very accessible” (2012: 14).

Th irdly, the Chinese presence in Central Asia off ers “a useful cou-nterweight” to the Russian presence (Kucera, 2011). Eff ectively, for the Central Asian Republics, “the fact that there are two major regional powers in competition for the access to oil and natural gas” is, of course, “more ‘interesting’” than having to be subjected “to a situation of Russian mono-poly”, as it has happened (Jackson, 2009: 18). In this regard, one must note that Russia seems to understand that China is not only a ‘useful’ partner to counterbalance Western infl uence in the region (Leksyutina, 2010; Weitz, 2012; Zhao Huasheng, 2013). It is also a competitor (Pravda News, 2002; Mankoff and Miller, 2010; Cutler, 2013; Rabinovitch, 2013; Volkov, 2013). In fact, to Dmitri Trenin, Director of Carnegie Moscow Centre, “although they share common interests, China and Russia are not allies” (2012: 43). If, on the one hand, Moscow does not tend to accept an eventual Chinese supremacy, China, in turn, conceives Russia “as a faded power” (Trenin, 2012: 43). Another author, Axel Berkofsky, refers that “from the Russian point of view, Beijing is a kind of unwanted guest”, which “challenges the Russian infl uence in its near abroad” (2012: 1). Th erefore, “the receptivity of Moscow regarding a regional integration promoted by China”, in the fi elds of “politics” and “security” remains “limited, unless it is used to hold

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the Western infl uence (especially that of the United States)” (Berkofsky, 2012: 1). Russia appears to be “cautious” about “China’s rapid military modernization”, and “categorically against the establishment of Chinese military bases in Central Asia” (Berkofsky, 2012: 1).

Fourthly, “the Chinese partnership with the Central Asian Republics is well accepted by themselves, since these are – except for, possibly, Ka-zakhstan - fragile from a military point of view”, while, at the same time, they face “multiple threats” at the security level (Duarte, 2012: para. 11). Now, China has a lot of interest in preventing the insecurity in the region, in particular with regard to separatist movements (Berkofsky, 2012). Th e Russian military support to Central Asia is not, of course, recent, although Beijing has shown, in this subject, an active interest in training the Cen-tral Asian armies and in contributing to the modernization of its military equipment (China Brief, 2010; Swanstrom, 2011).

According to Edward Chow (2011), “China is a relative latecomer in Central Asia”. In fact, as Suvankulov and Guc underline, “until the early 2000, China occupied a secondary position in the pursuit of infl uence in the region” (2012: 23). Actually, “although it had concluded several bilateral treaties with Central Asian Republics, Beijing’s priorities were not concentrated in the region” (Suvankulov and Guc, 2012: 23). In the 90s, the Chinese asked themselves about “what to do in relation to Central Asia” (Chow, 2011). In truth, the collapse of the Soviet Union took them by surprise: “nobody knew, for sure, what would happen to the region” (Chow, 2011). However, the North Americans were signifi cantly faster in trying to gain infl uence in Central Asia, in contrast to the Chinese, in part because “it is very diffi cult to achieve the political consensus in China”, and then set out for action (Chow, 2011).

In less than two decades, Beijing has managed to operate an extraor-dinary entrance in Central Asia. Th e Central Asian Republics discovered the Chinese neighbor in 1991, at the time of their declarations of independence (Zhang Chi, 2013). Th e newly independent Republics would be, then, faced with the need to negotiate relations of good neighborhood with a country about which they knew little, and which had been, in many aspects, demonised by the Soviet propaganda (Kellner, 2008).

Peter Fonseca (2011) understands that China won “a clear prominen-ce in the region”, which is also due to its “growing importance worldwide”. Having solved the border disputes with its Central Asian neighbors, Beijing proved to be a reliable partner in dealing with these Republics, not only in terms of bilateral diplomacy, but also from the commercial point of view. Eff ectively, as the Th e New York Times underlines, “since the beginning of

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the fi nancial crisis, China has surpassed Russia, until then the main trading partner of Central Asia” (2012: para. 7).

3. Final NotesTh e consolidation of the Chinese strategy towards Central Asia is a

complex game, mainly the result of good political relations and economic agreements. However, if the trade is, usually, a source of peace and stability, on the contrary, the dispute for the access to energy sources implies, however, the existence of tensions, mistrust and rivalries. As a rising power, China shows itself, naturally, apprehensive with regard to its energy security, more specifi cally, with regard to the diversifi cation of its energy sources. Here is a ‘necessary’, but not ‘suffi cient’ reason to justify the importance of Central Asia to China. In fact, the Middle Kingdom seeks not only to diversify its energy partnerships, but also to break the isolation of some of its provinces. In this context, the stability of Xinjiang and the Chinese periphery are at the heart of Beijing’s security concerns, which tries to neutralize the inde-pendentist aspirations and terrorism.

It is premature to say that the Middle Kingdom profi ts from a decisive in-fl uence in the Central Asian region. Indeed, despite the speed with which China has been able to assert itself in Central Asia, Beijing’s infl uence is still tenuous in the region. On the other hand, one has to recognize that the Russian infl uence in the region stands out. In fact, despite having already achieved independence two decades ago, the Central Asian Republics share more similarities with Russia than with China: not only at an economic, cultural level, but also with regard to the confi dence they won. In fact, China is still perceived as a ‘weird’ and quite ‘new element’ in these countries that were, until quite recently, under the Soviet domination. Th ere is a strong suspicion that the Middle Kingdom, as in the past, still has imperial designs towards the region, trying, however, to hide or postpone them. From what was said, it does not seem unreasonable to conclude that, unless China presents a clearer and more proactive plan to deepen its relations with the Central Asian Republics, its infl uence in the region will continue to be reduced.

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Ruanda: La historia de un puebloEl imaginario occidental como premisa de la desigualdad

María Gabriela Mata CarnevaliCEAA-ULA

[email protected]

ResumenLa etnicidad ha sido y continúa siendo una dimensión crítica en la política africana, al aportar los ingredientes primarios a la mayoría de los confl ictos del continente. Sin embargo, el problema no es la heterogeneidad étnica per se, sino el manejo político del que es objeto. A propósito de cumplirse 20 años del genocidio en Ruanda, este artículo revisa como el enfrentamiento entre los hutus y los tutsis se remonta al período pre-colonial, pero obedece, sobre todo, a la institucionalización de las diferencias físicas durante la colonia, lo que coloca al imaginario occidental como premisa de la desigualdad. Palabras clave: Ruanda, historia africana, imaginario occidental, etnicidad politizada.

Rwanda: Th e history of a people.Th e Western imagination as a premise of inequality

AbstractEthnicity has been and remains a critical dimension in African politics, as the primary ingredient of most of the confl icts on the continent. However, the problem is not ethnic heterogeneity per se, but its political use. On the occasion of the 20th anniversary of the Rwanda genocide, this article reviews how the confrontation between the Hutus and Tutsis goes back to pre-colonial period, but obeys mostly to the institutionalization of the physical diff erences in the colony, which places the Western imaginary as a premise of inequality. Keywords: Rwanda, African History, Western Imagery, politicized ethnicity.

Recibido: 6-8-14 / Aceptado: 15-10-14

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1. Introducción

“La historia de África, como la de la humanidad, es una toma de conciencia”

Ki- Zerbo, 1981.

Hace 20 años, en abril de 1994, en Ruanda se produjo uno de los mayores genocidios de la historia. En menos de cuatro semanas, unos 800.000 tutsis fueron asesinados por los hutus.

La etnicidad ha sido y continúa siendo una dimensión crítica en la política africana, al aportar los ingredientes primarios a la mayoría de los confl ictos del continente. Sin embargo, como bien afi rma Entralgo (2005) la heterogeneidad étnica per se no es la fuente determinante de dichos confl ictos. En su opinión, para un paradigma más incluyente en este tema debemos utilizar el de las necesidades humanas: identidad del grupo étnico, seguridad, reconocimiento, participación y autonomía, así como las circuns-tancias políticas y sistemas económicos que tratan de negar o suprimir esas necesidades básicas. Por eso prefi ere hablar de etnicidad politizada.

En el caso de Ruanda, la distinción entre los hutu y los tutsi tiene, en efecto, un origen socio-político. Su formación como identidades opuestas se remonta al período pre-colonial, pero obedece, sobre todo, a la institu-cionalización de las diferencias físicas durante la colonia. Y es que según la literatura especializada, los principales grupos constitutivos de su población actual, enfrentados desde antes de la independencia alcanzada en 1962 – los hutu (84%), agricultores de habla bantú, y los tutsi (15%), pastores nilóticos, a los que habría que sumar un reducido grupo de twa (1%)1– coexistieron en relativa paz por largo tiempo antes de la incipiente formación del Estado en el siglo XV y el sistema de vasallaje (clases) que caracterizaría posterior-mente a las relaciones entre los dos grupos, el cual fue tergiversado durante la colonia para hacerlo girar en torno a los rasgos físicos. Fue la percepción europea, infl uenciada por los patrones de la estética occidental, la que llevaría a las autoridades coloniales a introducir las políticas discriminatorias que condujeron a las luchas fratricidas que culminarían con el brutal genocidio de 1994 del que hoy se conmemoran ya 20 años. La concientización de este hecho debiera contribuir a la sanación de viejas heridas y por ende a la defi nitiva construcción de la paz en este convulsionado rincón del planeta.

“La paz no se conquista, se construye, y es ante todo obra de justicia”, dijo una vez el papa Juan Pablo II. No puedo recordar donde lo leí, pero asumí su pensamiento como propio. Y está claro que no puede haber justicia sin establecer primero la verdad. Por eso, la urgencia de olvidar y perdonar

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va de la mano con la necesidad de “recordar”. La memoria de las causas profundas de la violencia experimentada es crucial para establecer la verdad de lo ocurrido, considerando que, como afi rma Helena Poland McCormick (2000) en relación al apartheid en Suráfrica: “la conexión entre violencia y silencio puede perturbarnos o peor, destruir en nosotros la capacidad de pensar históricamente” (p. 23) y en consecuencia, para extraer las lecciones perti-nentes (Traducción propia).

La situación actual de Ruanda nos dice que a pesar de los innegables esfuerzos por parte del gobierno para “hacer justicia” y abrir paso a la “re-conciliación nacional” después del genocidio que en sólo cien días cobrara la vida de ochocientos mil2 tutsis y hutus moderados bajo la mirada indiferente de la comunidad internacional y el apoyo abierto de Francia al gobierno de Kigali, todavía falta camino por recorrer en el sentido de crear una plataforma política basada en el consenso que satisfaga a todas las partes involucradas y evite cualquier nuevo brote de violencia interétnica.

Si bien el 26 de mayo de 2003 se aprobó por referendo la nueva Constitución de Ruanda, clave para la reconciliación nacional en la medida que excluye las plataformas políticas basadas en divisiones étnicas y establece valores básicos como la democracia, los derechos humanos, las libertades individuales, la unidad del Estado, la descentralización administrativa y la participación de las mujeres en la toma de decisiones; Paul Kagame, actual Presidente, electo ese mismo año luego de un período de transición, enfrenta graves acusaciones sobre represión a la oposición política, la supremacía de los tutsis en las posiciones estratégicas del gobierno y el ejército, así como respecto de su participación y de otros miembros del gabinete en el geno-cidio de 1994. La verdad es que el fantasma de la etnicidad politizada sigue rondando. De hecho, las Fuerzas Democráticas de Liberación de Ruanda, acusadas del genocidio, mantienen una guerra de baja intensidad contra el gobierno desde la frontera con la República Democrática del Congo.

“Recordemos”, en memoria de los muertos pero con la mirada puesta en el futuro, “las causas profundas” de la violencia experimentada en Ruanda, al repasar la historia de su pueblo, la historia de una “etnicidad politizada” con el imaginario occidental como premisa de la desigualdad.

2. Historia de una etnicidad politizadaLo que hoy conocemos como Ruanda era parte del conjunto de

“reinos” de la región de los Grandes Lagos. Cuando en la historia general de África se estudia esta área geográfi ca en el período comprendido entre 1200 y 1500 de la era cristiana, a pesar de los problemas metodológicos

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señalados por B. A. Ogot (1984)3, queda claro que hubo una coexistencia pacífi ca entre pastores y agricultores, el sistema de vasallaje que caracterizaría posteriormente a las relaciones entre los dos grupos, no se desarrolló sino a partir de 1500 cuando los dos grupos serían incorporados en una misma entidad política. Pero, como bien señala Mamdami Momdani (2003), el estado colonial, construido sobre este andamiaje, convirtió a las incidentales diferencias físicas en el centro de sus políticas, abriendo el camino a futuros enfrentamientos fratricidas.

La composición social de Ruanda ha cambiado poco a lo largo del tiempo. La población ruandesa se fue conformando a partir de sucesivas migraciones que se impusieron a los batwa, otwas considerados los primeros habitantes de la región. Primero llegaron los hutu, después los tutsi.

Los twa, de origen pigmeo, superan en estatura a los pigmeos tradicio-nales debido al mestizaje entre ellos y los hutus. Desde tiempos inmemoriales penetraron en las montañas boscosas de Ruanda. Vivían de la caza y de la recolección de alimentos. Pero además hacían sus propios utensilios en cerámica y fi bras naturales. Hoy en día se dedican fundamentalmente a la alfarería. La falta de un censo, por las difi cultades que implica su realización, hacen dudosas todas las estimaciones. Aunque se habla de que constituyen hoy el 1% de la población de Ruanda y Burundi, algunas fuentes, portavoces de los mismos twa, han estimado este porcentaje en 0.4%. La información contradictoria ha impedido que se les considere, con razón, como una “minoría en riesgo” (Domínguez Mederos, 2004).

Los hutu o bahutu, más del 80 % de la población de Ruanda y Burundi, pertenecen a la raza Bantú, la “madre” de las razas africanas de tradición agrícola. Dice Ehret (1984): “Una parte importante de la explicación de la expansión de los territorios bantu es la creciente adaptabilidad agrícola que mostraron muchos de sus primeros pobladores” (p. 494). (Traducción propia). Los hutus eran (y son) agricultores, por lo que, según Joseph Ki-Zerbo (1972), la división social del trabajo los convertiría en los “eternos campesinos”. Provenientes de las regiones del nordeste, cuando llegaron a la zona hacia el año 3000 a.C., conocían el manejo del hierro y gracias a herramientas elaboradas con este metal destruyeron la selva e hicieron que la zona fuese un inmenso campo de cultivo. En pocos años, debido a su alta tasa de natalidad, ocuparon gran parte del territorio inter lacustre, dejándoles a los twa sólo algunos cerros, pero igual comerciaban con ellos.

Según Ogot (Op. Cit.: 516), quien a su vez cita a Vansina4, los twa intercambiaban pieles de animales, carne por sal y utensilios de hierro. Los hutus cosechaban sorgo y cuidaban de una pequeña cantidad de ganado y de abejas. Se vestían con pieles de cabra y ropa hecha de fi bras naturales y

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se organizaban por linaje en clanes bajo el liderazgo de los jefes de familia; ya para el siglo XV, muchos de ellos pertenecían a lo que él llama “pequeños estados”. Dice textualmente:

En el siglo XV, muchos de los bantú parlantes se organizaron en pequeños estados; cada uno compuesto por varios linajes diferentes en virtud de un linaje gobernante encabezado por un mwami (jefe o rey), que era a la vez jefe de la tierra y líder religioso a cargo de la lluvia. (p. 516). (Traducción y subrayado propio).

Ki-Zerbo (Op. Cit.), en la misma tónica, habla de un tipo de gobierno “monárquico” dirigido por el muami o rey al que se atribuía un carácter divino.

Esto es importante por cuanto reseña la tenencia de haber ganado por parte de los hutus y su organización en “estados” o “reinos” en un pe-ríodo anterior al advenimiento del clan tutsi Nyingiya, considerado el clan fundador del Estado que hoy conocemos como Ruanda. Según Ogot (Op. Cit.), tres clanes hutu son reconocidos como abasang wabutaka, aquéllos que estuvieron allí primero que nadie o los propietarios originarios de la tierra de Ruanda: los Singa, los Zigaba y los Gesera.

Entre los miembros de esta etnia, el apego al clan ha quedado prác-ticamente como elemento simbólico y guarda sólo un carácter histórico. Normalmente se citan 48 clanes, entre los que destacan, el Abahanza, el Abatobo, el Abajiji, el Abatangana y el Abanyagisaka. (Op. Cit., Ki-Zerbo).

La literatura antropológica considera como uno de sus rasgos más importantes su creencia en el Maana o ser sagrado, el cual tenía su nido en el alma del mwami y el poder de trascender todas las divisiones sociales.

Los tutsi o batutsi, son el 14% de la población actual ruandesa. Grupo étnico camito-nilótico originario de Abisinia, fueron los últimos en llegar. Se distinguen entre ellos dos grandes subgrupos: los tutsi-nyaruguru y los tutsi-hima. Al parecer, el vocablo tutsi, en lengua kin yarruanda antigua, signifi ca “el que procede del extranjero” o “el que tiene abundancia de algo”, nombre que la historia se encargaría de justifi car (Mamdani, 2003). Según Ki-Zerbo (Op. Cit.), Los tutsi-hima, procedían de un antiguo reino conocido con el nombre de Toro o Hoima de donde llegaron hacia el siglo XIII. Se les conoce 31linajes de los cuales 17 son considerados “honorables”. Los tutsi-nyaruguru, señalados como los fundadores del Estado ruandés, se agrupaban en 43 familias de pastores guerreros denominados según la región de origen de su ancestro.

De acuerdo con la tradición oral, vinieron del norte en busca de pasto para su ganado y fi nalmente se instalaron y colonizaron el territorio

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alrededor del lago Kivu hacia el siglo XV. Pastores y nómadas, los tutsis rechazaban el trabajo agrícola y solían consagrarse en sus tiempos de ocio a sus amplias habilidades relacionadas con la poesía, a tomar miel con los amigos y otros “juegos sutiles del espíritu”.

Los estudios lingüísticos señalan, que a su llegada se instalaron pa-cífi camente entre los hutus y asimilaron muy rápido la lengua local, el kin yarruanda, en detrimento de su propio lenguaje, el kijema. Además, com-partían la misma religión y contaban las mismas historias de sus ancestros, constituyéndose en un ejemplo rarísimo de cristalización nacional en el contexto pre-colonial africano.

Sin embargo, una explicación distinta ha comenzado a circular con la pluma de Archie Mafeje (1991), para quien la teoría de la “convivencia pacífi ca” es puesta en entredicho por la escasez de recursos. Su punto de partida es Bunyoro, donde en algún momento del siglo XV tuvo lugar el primer proceso conocido de centralización del poder en la región de los Grandes Lagos. Según él, en Bunyoro la introducción del pastoreo debe atribuirse a un grupo “invasor” que probablemente venía de Etiopía pero la llamada “dinastía Bachwezi” no duró mucho. En el transcurso de pocas generaciones los Bachwezi fueron echados del lugar para “reaparecer” como los “Bahima” en Ankore, y los “Batutsi” en Ruanda y Burundi. En su opi-nión, al principio la tierra era abundante en las áreas de migración de los Bahima, pero más tarde con el crecimiento de su población, eso cambiaría forzando la conquista que culminó con la creación del Estado ruandés. Dice Ogot (Op. Cit.) en la línea de Mafeje:

Estos pastores no se movían en grandes grupos cohesivos. Llegaron en pequeños grupos hasta que al fi nal del siglo XV fueron sufi cientemente numerosos como para formar poderosas organizaciones de linaje en el sur, donde pronto chocaron con los agricultores. Sin embargo, con la excepción de dos grupos, ninguno de estos linajes fue lo sufi cientemente fuerte para formar un estado independiente. Las excepciones fueron los Hondongo y la Nyinyiga. (...) Esta última originó la dinastía gobernante de Ruanda (p. 518). (Traducción y subrayado propio).

Independientemente de si la llegada de los tutsi a la región de los Grandes Lagos fue pacífi ca o no, el caso es que no tardaron en valerse de diferentes estrategias para tomar el poder, como las infi ltraciones, la coloni-zación, la formación de alianzas matrimoniales con los reyes hutu locales y el establecimiento de lazos de dependencia basados en el préstamo de ganado.

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En la Ruanda antigua el poder era ejercido de modo hereditario por los muamis o reyes hutu hasta el día en que los tutsi comenzaron a intervenir en la elección de los monarcas. Para Domínguez Mederos (Op. Cit.), estas interferencias tutsi explican las modifi caciones que de forma constante se empezaron a suceder en la corte y que entronizaron a varios monarcas en detrimento de otros. Así fue electo el muami Mibambue Rutalindua en 1895 en menoscabo del muami Ruabugiri (1853-1895). Más tarde la operación se repetiría al ser entronizado el muami Musinga (1897-1931) en detrimento del mencionado Rutalindua. Ciertamente se trataba de muamis hutu que se benefi ciaban de la clase militar tutsi para conquistar y ejercer el poder. Finalmente en 1931, los mismos tutsi derrotarían al muami Musinga para colocar en el trono de Ruanda a Ruagatoraka, el primer muami tutsi de la historia del país.

Las distintas dinastías tutsi instituyeron un régimen político “pseudo-feudal” o clientelista que consagraría prácticamente la dominación de los tutsi sobre los hutu. En este sistema, la preeminencia del mwami sobre todas las instituciones del país era absoluta. En su calidad de jefe patriarcal supremo de todas las familias del país, era el propietario de todos los muebles e in-muebles y ejercía también su poder infi nito sobre el más importante símbolo de la jerarquía social ruandesa: el ganado. En los límites previstos por sus leyes, el muami elevaba soberanamente a quien él deseara a los puestos de “prefecto del sol” o “prefecto de los pastizales”, con la fi nalidad de recaudar los impuestos sobre los derechos de pasto o cultivo (Mulamba Mubyabo Ngeleka y Ngoie Tshibambe, 1994).

Los tutsi esparcidos entre los hutu, fueron incorporados a agrupa-ciones militares dependientes del clan real, aunque no pertenecieran a la aristocracia. De esta forma se fue creando una especie de “casta militar” que abarcaba a todos los tutsi y excluía a todos los hutu, en lo que puede verse el primer rasgo de discriminación interétnica, que se desarrollaría en el siglo siguiente. Estas agrupaciones militares se destacaron en las guerras de conquista y defensa nacional y tenían nombres tan singulares como “los infatigables” o “los que no pueden ser golpeados”.

Es interesante resaltar que no existía ni existe una región particular en los territorios de Ruanda y Burundi que pueda describirse como histórica-mente hutu o tutsi.5 En este sentido se puede afi rmar que la única diferencia real era entonces de carácter socio-político. Como explica Domínguez Me-deros (Op. Cit.), hacia fi nales del siglo XIX, una escisión profunda separaba a los ricos y poderosos de los pobres y débiles. La dependencia de los pobres con respecto a los ricos tomó formas diversas, entre las que destacan sobre todo la ubujake y la uburetua.

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De la ubujake se servían las familias de la nobleza tutsi para proteger sus intereses. Funcionaba como un contrato privado entre dos individuos y se fundamentaba en la obligación del shabuja (patrón o señor) de entregar varias cabezas de ganado a su umu-garagu (vasallo o cliente) con el compromiso de protegerle y asistirle en sus necesidades. En contrapartida, el umu-garagule prestaría los servicios derivados de su condición. Técnicamente, el umu-garagu, podía ser tanto hutu como tutsi, pero en realidad la mayoría era hutu. Una posible explicación, sería que los tutsi eran pastores y por ese motivo poseían las reses que estaban en el centro del contrato antes mencionado.

A la uburetua estaba sometida también la inmensa mayoría del pueblo hutu y consistía en la obligación que tenía cada joven de trabajar gratis dos días a la semana (la semana tradicional era de cinco días) al servicio del jefe tutsi. Por lo general, los tutsi estaban exentos de la uburetua, aunque no per-tenecieran a la nobleza. Así, fueron adquiriendo un estatus de privilegiados respecto de la gran mayoría hutu.

Pero este esquema no era tan rígido como parece. A pesar de que la división del trabajo–en virtud de la cual los hutu eran agricultores y los tutsi ganaderos y militares–le daba el poder económico a los tutsi, en la sociedad ruandesa no estaba instituido un sistema “fi jo y cerrado” como el de las castas, por lo que podía suceder que se pasara de una categoría a la otra. Por ejemplo, un tutsi que perdía su ganado, léase su riqueza, se convertía en hutu; asimismo, si un hutu adquiría un número sufi ciente de cabezas de ganado, pasaba directamente a contarse entre los miembros de la aristocracia tutsi. A esta posibilidad de trasgresión social se le conoció con el nombre de kwihutura o kuijutura. Su existencia ha llevado a algunos historiadores a afi rmar que es difícil hablar de los tutsi como un pueblo, sino más bien como una clase social. Algunos más radicales como Mamdami (2003), hablan incluso de una diferencia meramente de “status político”. En su opinión:

Había una institución en la Ruanda pre-colonial que impidió que la distinción batutsi-bahutu evolucionara como diferencias de casta, al igual que impidió la formación de una contra elite bahutu que pudiera con el tiempo desafi ar la dominación batutsi. Este fue el kwihutura (...) Es evidente que estamos hablando de una distinción política, que divide al sujeto de los que no lo son, y no de una diferencia socio-económica, entre explotadores y explotados, o ricos y pobres (p. 236) (Traducción propia).

Según Linda Melvern (2000), la idea de que los hutu y los tutsi eran etnias completamente diferentes e irreconciliables fue introducida por el explorador y agente colonial inglés John Hanning Speke, quien “descubrió”

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el lago Victoria en 1859, el mismo año en que Charles Darwin publicara El origen de las especies.

Cuenta esta autora que Speke visitó los estados de Karagwe y Buganda (parte de lo que hoy es Ruanda y Uganda), y en sintonía con las ideas de su tiempo, atribuyó una explicación “natural” a las divisiones que había en-contrado. El explorador inglés pregonó la existencia de una “raza superior” diferente a la de los demás nativos pues creía que la superioridad cultural en África central tenía que haber llegado de otro lugar. Para él, era muy poco probable que “negros salvajes” pudieran tener semejantes niveles de sofi sticación política y religiosa. En su opinión, la clase dominante (los tutsi) eran superiores y de rasgos más fi nos que los negros comunes pues eran más altos y sus narices más afi ladas. Además, tenían inteligencia y sentimientos “refi nados”. Al parecer, sus apreciaciones eran compartidas en general por todos los europeos. Los primeros misioneros hasta llegarían a pensar que los tutsi eran descendientes directos de los antiguos egipcios pues “su delicada apariencia, su amor por el dinero y su capacidad de adaptación ante cualquier situación indicaban un origen semítico.” (Citado en Melvern, Op. Cit: 154)

En mayo de 1894, el conde alemán Gustav Adolf von Götzen, se in-serta en las selvas vírgenes de Ruanda y comienza la colonización de aquellos parajes ubicados en los límites de la colonia belga del Congo y que serían conocidos desde ese momento como Ruanda-Urundi.

A decir de Vicente Mazimpaka (1996), profesor ruandés de la Uni-versidad de Madrid, los alemanes hicieron una burda simplifi cación de las categorías sociales ruandesas al pretender aplicar criterios europeos. La monarquía de los mwami fue interpretada por ellos como una monarquía feudal sustentada en teorías racistas inspiradas en Fichte y Gobineau.6 La estructura social ruando-urundesa fue entonces “reorganizada” defi niendo las atribuciones de cada uno de los grandes grupos étnicos que la componían.

Mamdani (Op. Cit.), en esta misma línea de pensamiento afi rma:

Los alemanes interpretaban a África a través de la óptica de la Europa de fi nales del siglo XIX imperial, que vio la humanidad como un conglomerado de razas que requieren la identifi cación y la clasifi cación jerárquica. Tal fue la inspiración detrás de la nueva disciplina de la antropología física, cuyos cultores empezaron a clasifi car a los batutsi y los bahutu como razas separadas: una de origen “hamítico” y, por tanto, superior; y otra de origen “bantú” considerada inferior (p. 237). (Traducción propia).

Pero serían los belgas, nombrados nuevos administradores del terri-torio por la Liga de Naciones, luego de la derrota alemana en la Primera

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Guerra Mundial, quienes de 1929 a 1933, convirtieron esta teoría en la base del aparato administrativo colonial al obligar a la población a identifi carse por medio de pases en donde se especifi caba su origen étnico. A los tutsi, por ser los más altos y tener facciones más fi nas, se les confi rió el mando; a los hutu, por ser los de estatura más baja y tener facciones duras o toscas, se les confi nó a la obediencia.

En palabras de Domínguez (Op. Cit.):

La percepción europea, tamizada por los excluyentes patrones de la estética occidental, infl uyó defi nitivamente en la articulación de políticas discriminatorias basadas en supuestas teorías de afi nidad caucásica) (sp).

De aquí en adelante, los estereotipos europeos sellaron el destino de luchas fratricidas, las cuales marcaron desde antes de la independencia alcanzada en 1962, la historia reciente del país que en 1994 se desangró con un cruento genocidio (comparado con el genocidio de judíos a manos de los nazis), de cuyas secuelas todavía no logra levantarse.

3. CodaConsiderando que la etnicidad ha sido y continúa siendo una dimen-

sión crítica en la política africana, al aportar los ingredientes primarios a la mayoría de los confl ictos del continente, bien vale la pena aclarar mediante el estudio de casos concretos que el problema no es la heterogeneidad étnica per se sino la falta de una estructura social (traducida en un marco legal) que gobierne las relaciones entre los componentes diversos dentro del Estado y garantice a cada unidad sus necesidades de identidad, seguridad y participa-ción. Desde esta perspectiva resulta fácil entender que la crítica presencia de la etnicidad en los confl ictos africanos no es una condición patológica de la sociedad, sino un reto para la gobernabilidad. Más aún si tenemos en cuenta los efectos negativos de la herencia colonial, que engendró una rivalidad y un separatismo interétnico como parte de sus mecanismos de dominación.

La paz no se conquista, se construye y es ante todo obra de justicia. Supone y exige la instauración de un orden justo en el que los hombres puedan realizarse como hombres, en donde su dignidad sea respetada, sus legítimas aspiraciones satisfechas, su acceso a la verdad reconocido, su libertad y su seguridad garantizadas. Un orden en el que los hombres no sean objetos sino agentes de su propia historia.

Los distintos grupos étnicos deben tarde o temprano negociar los fundamentos de los proyectos constitucionales del Estado al que pertenez-

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can o realizar reformas a las constituciones vigentes. La omisión de estos consensos políticos generaría un nuevo ciclo de políticas centradas en el aspecto físico que ya han hecho un daño estructural a estos pueblos a un costo social inmenso ante la mirada indiferente de los organismos interna-cionales. Sin embargo, esto no basta. Es necesario que lo acordado se refl eje en la vida diaria.

El ambicioso proceso de justicia y reconciliación adelantado en Ruanda que involucra al Tribunal Penal Internacional para Ruanda, el Sistema Nacional de Tribunales de Ruanda, el Sistema de Tribunales Popu-lares Gacaca y a la Comisión Nacional para la Unidad y la Reconciliación (CNURU), no tendrá éxito a menos que la reforma del Estado planteada en la Constitución de 2003 se materialice en la práctica y se permita una mayor participación hutu en la toma de decisiones.

Notas

1 Fuente: National Institute of Statistics of Rwanda (2007). Millenium Development Goals. Towards sustainable social and economic growth. Country report.

2 Esto según la ONU. Conmemoración anual del genocidio en Rwanda (2010).Disponible: http://www.un.org/spanish/preventgenocide/rwanda/commem.shtml. Otros autores manejan la cifra de un millón de muertos (Mamdami, 2003 a).

3 Relativos a: 1) la escasez de fuentes, que se limitan a la tradición oral y la lingüística 2) la parcialidad evidente en la literatura clásica a favor de los pastores (tutsi) en detrimento de los agricultores (hutu) en lo que se refi ere a los aportes civilizatorios con su defensa de la “Teoría Hamítica”, según la cual los tutsi constituían una raza superior no Bantú que vino de Etiopía y se impuso a los hutu y a los twa 3) la integración de las diferentes cronologías a las que se tiene acceso y 4) el predominio de la información proveniente de las elites gobernantes.

4 Jan Vansina (Anvers, Belgica, 14 septiembre de 1929) es historiador y antropólogo, conocido sobre todo por sus estudios del África precolonial. Se considera uno de los grandes especialistas de la historia de los pueblos de África central. De manera más general se le deben refl exiones importantes sobre las fuentes orales en la historia como referente que permite la reconstrucción y validación de los acontecimientos propios de los pueblos ágrafos.

5 Aunque por supuesto hay zonas en las que un grupo es más prominente. En Rwanda, por ejemplo, aproximadamente el 45% de los tutsi habitan una región en el centro del país alrededor de Nyabisindu, sede de la monarquía Tutsi. Ver: http://www.ikuska.com/Africa/natura/paises_africa.htm

6 En 1808, el investigador alemán Friedrich von Schiegel descubrió una relación entre varios idiomas: el alemán, el holandés, el sueco, etc., y elaboró

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la hipótesis que afi rmaba que los mismos derivaban de una protolengua ancestral llamada aria la cual, supuestamente, debía haber sido hablada por los arios. Con base en esta teoría, otros pensadores concibieron la idea de la nobleza de los alemanes por constituir una raza superior. El conde Arthur de Gobineau, por ejemplo, propuso la Teoría de la Supremacía de la Raza Blanca. En su obra habló del ario, del superhombre nórdico germánico, estableciendo que la mezcla de esa raza pura con otras inferiores, era lo que producía la decadencia de las civilizaciones.

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Diálogo con

Mohamed-Salem Daha Lehbib

“La lucha del pueblo saharaui por su libertad es reconocida por la comunidad internacional ”

Mohamed-Salem Daha Lehbib: Licenciado en Química (Universidad de La Habana, Cuba) ha des-empeñado importantes funciones como Representante Adjunto del Frente POLISARIO en España, Representante del Frente POLISARIO en las Comunidades Autónomas del País Vasco (1990-2001), Andalucía (2001-2008) y Canarias (2008-2012), y desde el año 2012 preside la misión diplomática saharaui en la capital venezolana.

Mohamed-Salem Daha Lehbib. Foto suministrada por la Embajada Saharaui en Venezuela.

La lucha del pueblo saharaui por su libertad es reconocida por la comunidad internacional como una lucha justa y una

causa justa. Es defendida por todo un pueblo, decidido a arrancar su independencia nacional lo cual no puede tener

más que un solo escenario fi nal: la victoria defi nitiva.

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Diálogo con Mohamed-Salem Daha Lehbib

“La lucha del pueblo saharaui por su libertad es reconocida por la comunidad internacional ”

Hernán Lucena MoleroCEAAULA

[email protected]

Humania del Sur. Año 9, Nº 17. Julio-Diciembre, 2014. Hernán LucenaDiálogo con Mohamed-Salem Daha Lehbib ... pp. 183-190.

Su Excelencia Mohamed Salem Daha Lehbib, Embajador del pueblo Saharaui en la República Bolivariana de Venezuela, representa la genuina voz de su pueblo, nacido en Smara, ciudad del desierto ubicada en el noreste del Sahara Occidental. Tiene en su haber histórico que dicha urbe ha sido la única que no fue fundada por los españoles; en la actualidad se encuentra ocupada por Marruecos. El embajador realizó sus estudios de primaria y secundaria en Aaiun en el Sahara Occidental. Ha sido responsable de las Relaciones Internacionales de la UJSARIO. Representante Adjunto del Frente POLISARIO en España, Representante del Frente POLISARIO en las Comunidades Autónomas del País Vasco (1990-2001), Andalucía (2001-2008) y Canarias (2008-2012). Licenciado en Química (Universidad de La Habana, Cuba) y desde el año 2012 preside la misión diplomática saharaui en la capital venezolana.

Asumir integralmente la responsabilidad diplomática de su país, demanda en los actuales momentos de las relaciones internacionales una alta califi cación para transmitir las realidades que vive el pueblo al cual se representa y hacer llegar fi dedignamente el mensaje de sus autoridades gubernamentales y populares. En la actualidad el pueblo saharaui despliega internacionalmente una campaña concientizadora por los derechos naturales sobre su tierra, su condición y dignidad humana ante el mundo. Hacer va-ler este principio los lleva a debatir, develar, desmitifi car y validar su causa como sinónimo de resistencia ante cualquier escenario de la comunidad

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... el estado actual de la causa saharaui está caracte-rizado por una situación de ocupación militar ilegal,

contraria a todas las leyes internacionales y resoluciones de Naciones Unidas.

internacional.El futuro saharaui reside en la integración de sus masas populares

frente el opresor marroquí, paralelamente se van identifi cando día a día las complicidades occidentales de los otros enemigos infi nitamente peligrosos que sostienen al reino de Marruecos, con préstamos de capitales, ventas de armas, tecnologías represoras, permisología unilateral para empresas transnacionales que saquean los recursos naturales saharahuis tanto del mar como la tierra y la reiterada complicidad plena para validar desde afuera sus masacres y no querer solventar esta situación colonialista y neocolonialista que se vive en esta región de África Noroccidental.

No hay mejor química en los pueblos que la sangre avivada en la memoria histórica, de una solidaridad activa y renovada en el tiempo. Ahí radica el objetivo central de Humania del Sur al presentar en esta oportuni-dad el derecho de palabra del pueblo saharaui a través de su representante.

¿Cuál es el estado actual de la causa saharaui ante las Naciones Unidas y Unión Europea?

Antes que nada quisiera aprovechar esta feliz ocasión para agradecer al equipo que dirige la revista Humania del Sur por esta importante labor de divulgación de la problemática de los pueblos que luchan por su libertad y soberanía nacional, como el caso de mi pueblo. Quiero también enviar un saludo a todos los que, de una forma u otra, han contribuido, con sus aportes, a este número dedicado a difundir la situación de injusticia que vive el pueblo saharaui desde hace más de 40 años.

En cuanto a la pregunta, he de decir que el estado actual de la causa saharaui está caracterizado por una situación de ocupación militar ilegal, contraria a todas las leyes internacionales y resoluciones de Naciones Unidas. Esta ocupación trajo como consecuencia inmediata una criminal división del pueblo saharaui y de sus tierras entre los que no pudieron huir ante la llegada escandalosa de las huestes marroquíes y por tanto se encuentran desde el 31 de octubre de 1975 bajo esa ocupación, a expensas de sus constantes

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abusos y permanentes excesos. Los que tuvieron la oportunidad de salir de su tierra para buscar refugio más allá de la frontera argelina, donde se formaron los actuales Campamentos de Refugiados Saharaui, viven de la ayuda internacional en condiciones climatológicas extremadamente adversas, esperando el día del ansiado regreso a su querida patria libre.

La doctrina de las Naciones Unidas respecto del Sahara Occidental ha estado siempre orientada a garantizar el derecho imprescriptible del pueblo saharaui a la autodeterminación y a la independencia en aplicación de la resolución 1514 de la Asamblea General de 1960, del informe de la Misión Visitadora de la ONU de mayo de 1975 y del dictamen del Tribunal Internacional de Justicia de octubre de 1975, que recuerda e insiste en la necesidad de la aplicación de la resolución 1514, especialmente del principio de concesión de la independencia a los pueblos y países coloniales aplicable, en toda su dimensión, al caso del Sahara Occidental como Territorio no Autónomo.

En cuanto a la Unión Europea se destaca, más bien, la posición del Parlamento Europeo que aprobó, en distintas ocasiones, resoluciones exigiendo la aplicación de la doctrina de las Naciones Unidas rechazando y condenando la política marroquí de represión sistemática y continua en las Zonas Ocupadas de la República Árabe Saharaui Democrática (R.A.S.D.). El Parlamento Europeo envió delegaciones para la investigación del abuso y la violación de los derechos humanos de la población civil saharaui por parte de las fuerzas de ocupación marroquíes, que llevan a cabo actos de terrorismo de Estado permanentemente desde su entrada ilegal en la tierra saharaui con un saldo de desaparecidos, asesinados, torturados y perseguidos extremadamente sobrecogedor. La Unión Europea por su parte ha fi rmado con Marruecos, potencia ocupante del Sahara Occidental, tratados de ex-plotación de recursos naturales saharauis a pesar de su manifi esta ilegalidad, algunos de los cuales fue rechazado por el propio Parlamento Europeo por no cumplir con los preceptos del reglamento jurídico internacional.

¿En qué medida la descolonización del Sahara Occidental puede avanzar ante un panorama de constantes violaciones a los derechos humanos y frente al saqueo de las riquezas naturales del pueblo saharaui por parte de Marruecos?

La lucha del pueblo saharaui por su libertad es reconocida por la comunidad internacional como una lucha justa y una causa justa. Es defen-dida por todo un pueblo, decidido a arrancar su independencia nacional lo cual no puede tener más que un solo escenario fi nal: la victoria defi nitiva.

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Nuestro pueblo está decidido a determinar su derecho legítimo, cualquiera que sea el precio a pagar. Marruecos ha intentado por todos los medios a su alcance mermar la resistencia saharaui. Utilizó indiscriminadamente el terror sistemático contra la población civil con miles de muertos, más de 600 desaparecidos y miles de encarcelados sin formación de causa, torturas, palizas, persecución política de destacados activistas saharauis en pro de la defensa de los derechos humanos. Los casos más emblemáticos son los de Aminetu Haidar, Elgalia Dgimi, Ali Salem Tamek, Sidi Mohamed Dedech, Brahim Dahan, Hmad Hammad y un extenso grupo de mujeres y hombres saharauis que sufrieron en carne propia la crudeza de la represión marroquí, quienes además conocieron las frías y tenebrosas celdas de los centros secre-tos de detención donde el hambre, el frío, la tortura, las enfermedades y la inclemencia de los carceleros marroquíes los convirtieron en los “muertos vivientes” de Tazmamaret, Agdez, Galet Maguna y otros terribles penales secretos de Marruecos.

Podemos destacar, igualmente, el proceso viciado desde el primer día y la ausencia de todas las garantías procesales orquestado contra los luchadores saharauis promotores del campamento de protesta de Gdeim Izik en el que 25 luchadores civiles saharauis fueron condenados arbitrariamente a penas que oscilan entre los 20 años y cadena perpetua, sólo por participar en un campamento pacífi co de protesta contra la presencia militar marroquí en el Sahara Occidental y que fue violentamente desmantelado por el ejército del país ocupante provocando muertos, heridos y encarcelados entre la pobla-ción civil inerme. Marruecos, además de violentar la convivencia y la vida diaria de los saharauis con su política de tierra quemada y de terrorismo de Estado, está esquilmando, impunemente y de forma irracional los recursos naturales del país, propiedad única y exclusivamente del pueblo saharaui. Toda esta situación de injusticias y abusos permanentes no hacen más que reforzar la resistencia de un pueblo herido que no se permitirá descanso ni respiro hasta alcanzar su anhelada meta, el sueño más amado de obtener algún día, más temprano que tarde, su libertad plena.

¿Qué escenarios están planteados a corto plazo: La resistencia y lucha armada o las negociaciones a través de la diplomacia?

Los tres escenarios están permanentemente sobre la mesa. La resisten-cia civil activa está creando situaciones de gran inestabilidad para el ocupante marroquí que responde, en cada ocasión, con el uso excesivo de la violencia y la represión desmedida, provocando a su vez, más resistencia civil de la población saharaui en las Zonas Ocupadas, hacia las que se responde con

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Humania del Sur. Año 9, Nº 17. Julio-Diciembre, 2014. Hernán LucenaDiálogo con Mohamed-Salem Daha Lehbib ... pp. 183-190.

más represión y más violencia por parte de la policía política del régimen genocida de la potencia ocupante y así sucesivamente, en una espiral que no se detendrá hasta la victoria defi nitiva. Muchas organizaciones y organismos internacionales de defensa de los derechos humanos que lograron llegar a las ciudades ocupadas del Sahara Occidental han expresado, reiteradamente, su preocupación por la situación que vive la población civil saharaui que se enfrenta diariamente al abuso más denigrante.

En cuanto a la lucha armada, el Ejército Popular de Liberación Saharaui está preparado, bien armado y adiestrado para entrar en combate en cualquier momento si las vías pacífi cas se nos cierran nuevamente como pasó en 1975 cuando los dos ejércitos vecinos avanzaron desde el norte y el sur dispuestos a acabar con la resistencia de nuestro pueblo, para lo que utilizaron todo su poderío militar y el apoyo de grandes potencias imperiales que le dieron asistencia militar y política en todos los aspectos.

La vía diplomática está abierta desde el alto al fuego fi rmado por el Frente POLISARIO, como representante legítimo y único del pueblo saharaui, declarado por Naciones Unidas, y el Reino de Marruecos, como potencia ocupante, bajo la supervisión de la ONU y la OUA, actual Unión Africana. Por nuestra parte continuaremos y apoyaremos, como lo hemos hecho siempre, los esfuerzos de estas dos organizaciones internacionales, del Consejo de Seguridad, del Comité de Descolonización, del Secretario General y de su Enviado Personal para avanzar hacia una paz defi nitiva y evitar más derramamiento de sangre. Marruecos, sin embargo, está obsta-culizando permanentemente, con su política inmovilista y expansionista, el advenimiento de una solución mutuamente aceptable que garantize el ejercicio por parte del pueblo saharaui de su derecho inalienable a la au-todeterminación a través de un referéndum libre, justo e imparcial como rezan todas las resoluciones de las Naciones Unidas relativas a la cuestión del Sahara Occidental.

¿Qué espera la República Árabe Saharaui Democrática de la comunidad internacional?

El Estado y pueblo saharaui esperan de la comunidad internacional, en primer lugar, que cumpla con sus resoluciones y compromisos para propiciar una solución justa y defi nitiva del último vestigio colonial en el continente africano, restituyendo al pueblo saharaui sus derechos recono-cidos por esa misma comunidad internacional. Que se cumpla la legalidad internacional en el Sahara Occidental y que el expansionismo marroquí sea

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aislado y obligado a respetar las leyes que rigen las relaciones internacionales, poniendo fi n a su política megalómana y beligerante con sus vecinos. Que se respete la doctrina de la Unión Africana, especialmente el principio de intangibilidad de las fronteras heredadas de la época colonial. Que se pro-teja a la población civil saharaui en las Zonas Ocupadas de las constantes arremetidas violentas de los cuerpos represivos marroquíes cuya agresividad y salvajismo sobrepasan todos los límites imaginables. Que se destruya defi nitivamente el “Muro de la Verguenza”, el muro militar más largo del mundo, con más de 2.700 Km. de largo y millones de minas antipersonas, erigido por el agresor marroquí para dividir al pueblo saharaui y su terri-torio. Estas son algunas de las cuestiones que esperamos de la comunidad internacional y que no pueden seguir postergándose.

En el ámbito latinoamericano: ¿Qué apoyo han recibido a la causa del pueblo saharaui?

Con la comunidad latinoamericana nos unen muchos lazos, como la lengua, que es un vehículo importantísimo en las relaciones entren pueblos; el haber sufrido el mismo tipo colonialismo nos acerca mucho con nuestros hermanos latinoamericanos. Desde los primeros años de la fundación de la República Árabe Saharaui Democrática, los países latinoamericanos y caribeños comenzaron el reconocimiento y establecimiento de las relaciones diplomáticas con el joven Estado saharaui. Nosotros, en correspondencia, abrimos varias embajadas en las principales capitales de Suramérica, Cen-troamérica y el Caribe; la inmensa mayoría de los países de Latinoamérica reconocen a la República Saharaui. Igualmente, en el ámbito de la sociedad civil, existe un amplio movimiento ciudadano de solidaridad con el pueblo saharaui, nacido al calor de la heroica lucha que libró nuestro pueblo, bajo la dirección del Frente Popular para la Liberación de Saguia el Hamra y Río de Oro (Frente POLISARIO), contra el colonialismo español, primero, y luego, contra el ocupante marroquí. Quisiera aprovechar las páginas de esta prestigiosa revista para rendir un merecido homenaje a los hombres y mujeres de este continente que, desde aquellos primeros y difíciles años del combate por nuestra independencia plena, dieron lo mejor de sí para acompañarnos en esa dura batalla y que siguen hoy, casi cuarenta años después, tendiéndonos su mano generosa, solidaria, enteramente altruista. Para ellos y ellas, para todo el movimiento de solidaridad latinoamericano con la justa causa del pueblo saharaui, mi reconocimiento y más profundo respeto y gratitud.

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En su opinión: ¿De qué forma se ha expresado la solidaridad venezolana a los saharauis?

Venezuela reconoce al Estado saharaui el 3 de agosto de 1982, siendo uno de los primeros países latinoamericanos. Pocos meses después se abre la primera embajada saharaui en territorio venezolano. Pero desde mediados de los años 70 existía ya un importante movimiento venezolano de solida-ridad con la lucha de nuestro pueblo que, desde hace una década, lidera la Asociación Venezolana de Solidaridad con el Sahara (ASOVESSA), cuyos miembros, hombres y mujeres, despliegan a diario un esfuerzo descomunal para mantener el apoyo, difundir la problemática saharaui y denunciar las arbitrariedades del régimen de ocupación militar que sufre nuestra tierra.

Las relaciones entre Venezuela y el Sahara han ido profundizándose en el transcurso de estos más de 30 años de relaciones ofi ciales, pero hay que decir, sin lugar a dudas, que con el triunfo de la Revolución Bolivariana y la llegada del Comandante Chávez al poder, el apoyo político y material de la República Bolivariana de Venezuela al pueblo saharaui alcanza niveles no conocidos anteriormente. Se abren las puertas de las universidades venezo-lanas para los estudiantes saharauis, se aprueban proyectos de cooperación en temas como la búsqueda de aguas subterráneas en zonas desérticas con escasos recursos hídricos, se construye la Escuela Secundaria Simón Bolívar en apoyo al sistema educativo saharaui con fondos venezolanos, se envía ayu-da alimenticia a la población refugiada en momentos de catástrofes naturales y el apoyo político adquiere niveles de compromiso con las reivindicaciones legítimas de nuestro pueblo. En estos momentos estamos trabajando para afi anzar más nuestras relaciones con Venezuela, promocionando la fi rma de protocolos de hermanamientos con pueblos, ciudades y gobernaciones venezolanas con sus homólogas saharauis. El año pasado se fi rmó un her-manamiento entre el municipio Santos Marquina del estado Mérida y la daira saharaui de Mheiriz, que tuvo muchos éxitos y que queremos exten-der a otras instituciones venezolanas. En resumen, el apoyo venezolano se acrecienta día a día y los saharauis queremos agradecer, profundamente, esa permanente solidaridad del pueblo y gobierno venezolano con nuestra lucha de liberación nacional.

¿Qué signifi ca ser saharaui en el siglo XXI?Bueno, nosotros queremos ser ciudadanos libres en nuestra tierra libre

y soberana, como es natural. Ser saharaui, en los tiempos que corren es, no solamente ser ciudadano del mundo, de un mundo distinto, más justo, más

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Humania del Sur. Revista de Estudios Latinoamericanos, Africanos y Asiáticos.Universidad de Los Andes, Mérida. Año 9, Nº 17. Julio-Diciembre, 2014. ISSN: 1856-6812, ISSN Elect.: 2244-8810

equitativo, más solidario, un mundo sin armas y sin guerras, sino también preservar nuestras tradiciones genuinas, nuestra cultura milenaria y nuestros valores de pueblo pacífi co que ama la justicia y la paz por encima de todas las consideraciones. El siglo XXI debe ser el siglo de la paz con justicia, del desarrollo científi co-técnico, de la convivencia pacífi ca entre todos los pue-blos y naciones, de cultura ecológica para la preservación de nuestro planeta. Los saharauis también queremos contribuir, humildemente, al advenimiento de ese mundo ideal con el que sueñan todos los demócratas de la tierra.

¿Cuáles son las particularidades de la cultura saharaui?La cultura saharaui, como la de todos los pueblos del mundo, tiene sus

especifi cidades. Nuestra cultura emana de nuestras tradiciones y valores de pueblo africano, árabe, eminentemente nómada y con aportes importantes de la cultura latina por haber sido colonia española durante cerca de un siglo y donde la convivencia ha ido forjando una sociedad peculiar. La cultura saharaui, por tanto, nace del crisol donde se funden todas esas culturas que se entrecruzan en nuestra tierra. Es, por tanto, el resultado de la conjunción de distintas fuentes. Se desarrolla en un medio más bien desértico, donde la vida nómada es una eterna búsqueda de lluvia, fuente de pastos para el ganado, de ahí el califi cativo de “hijos de las nubes” con que se conoce, habitualmente, a los saharauis. Estas son las principales peculiaridades de la cultura del pueblo saharaui, que bebe de la sabia cultural africana, árabe y latina, cuyo desenvolvimiento en el desierto la ido amoldando a lo largo de los siglos para legarnos bastas y ricas manifestaciones culturales que hacen de nuestro pueblo un pueblo tolerante, inclusivo, alegre, profundamente hospitalario y extremadamente rebelde ante las injusticias.

Nuestra cultura emana de nuestras tradiciones y valores de pueblo africano, árabe, eminentemente nómada y con aportes importantes de la cultura latina por haber sido colonia española durante cerca de un siglo y donde la convivencia ha ido forjando una sociedad peculiar.

Reseñas

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Moya Fernández, Conchi. Poetas saharauis (Generación de la Amistad). Caracas, Venezuela, El Perro y la Rana (Colección Poesía del Mundo), 2013, 79 pp.

Ronald J. Leite G.

Reseñas

Cuando disfrutamos de una antología poética no solamente nos topamos con una colección de piezas, que más allá de una sim-ple recopilación, es un material digno de ser revelado y destacado. Las fuentes orales por lo general son sometidas a una fuerte crítica, pero durante mucho tiempo éstas han sido la manera más efi caz de transmitir y preservar los mitos, ritos, tradiciones y demás prácticas culturales de una sociedad, de generación en generación. La poesía como manifestación de sentimientos por medio de la palabra, ya sea en verso o en prosa, suscita en cada uno de nosotros ciertas características y expresiones que abarcan cualquier cantidad de emociones.

El actual territorio del Sahara Occiden-tal ocupado por Marruecos vio en la década de 1960 la conformación de un grupo auto denominado “La Generación de la Amistad”. Jóvenes herederos del carácter nómada de la sociedad saharaui que decidieron poner por escrito todo ese cúmulo de conocimientos que constituye la oralidad literaria de su cultura. El idioma castellano presente en principio como herramienta de la opresión colonialista se convierte en la principal arma de difusión de las múltiples injusticias y agresiones sufridas

Humania del Sur. Año 9, Nº 17. Julio-Diciembre, 2014. Reseñas... pp. 193-199.

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Humania del Sur. Revista de Estudios Latinoamericanos, Africanos y Asiáticos.Universidad de Los Andes, Mérida. Año 9, Nº 17. Julio-Diciembre, 2014. ISSN: 1856-6812, ISSN Elect.: 2244-8810

por este pueblo. Similar a cualquier otra manifestación poética en la que se alaba la belleza, estos poetas saharauis enaltecen el encanto del desierto y su vida beduina pero también nos transmiten las angustias de la opresión de su pueblo.

La periodista y escritora Conchi Moya Fernández nos presenta esta antología, diez testimonios de los protagonistas de este acontecer saharaui. Jóvenes formados en su mayoría en universidades cubanas que expresan su cultura y sus angustias a través de la poesía. Parte de la colección “Poesía del Mundo”, esta compilación nos abre la puerta al complejo mundo del Sahara Occidental, sus alegrías y sufrimientos.

Liman Boicha, poeta saharaui en Venezuela

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Molina Medina, Norbert. La inmigración japonesa en Venezuela 1928-2008. Mérida, Dirección General de Cultura y Extensión de la Universidad de Los Andes / Centro de Estudios de África, Asia, y Diásporas Latinoamericanas y Caribeñas “José Manuel Briceño Monzillo”, 2012, 44 pp. (Cuadernos del Japón, 1).

Reseñas

Víctor Daniel Albornoz

Norbert Molina Medina, investigador del Centro de Estudios de África, Asia, y Diásporas Latinoamericanas y Caribeñas de la Universidad de Los Andes, nos ha plasmado el resultado de su investigación sobre la in-migración japonesa entre los años 1928-2008, en el primer número de Cuadernos del Japón, iniciativa editorial que celebramos dado que viene a llenar un espacio en la historiografía venezolana sobre la temática nipona, donde crece cada vez más el estudio de la cultura japonesa y su relación con Venezuela y Lati-noamérica.

Esta primera publicación de Cuadernos del Japón cuenta con una presentación de Hernán Lucena, director del CEAA, intitulada “Una nueva propuesta…”, y otra de Mauricio Navia, Director de Cultura y Extensión de la Universidad de Los Andes. Por su lado, el texto de Molina Medina está dividido en tres apartados y al fi nal tiene sus conclusiones. El primer apartado, titulado Las leyes venezolanas y la migración asiática, se enfoca en los prime-ros contactos que existieron entre Venezuela y Japón: a saber, el episodio de delicadas mi-

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siones militares en la guerra ruso-japonesa, a principio del siglo pasado, en que estuvo imbuido el general tachirense Rafael De Nogales Méndez, a través del gobierno de Corea; y la aventura infructuosa en busca de riqueza petrolera de Seijiro Yazawa, el primer inmigrante japonés en Venezuela que se cree ingresó en 1928, aunque algunos datos refi eren este suceso un año después. Igualmente el capítulo detalla información respecto de las restric-ciones legales que Venezuela imponía a la migración asiática desde el siglo XIX y durante buena parte del XX, entre lo que resalta la puntual informa-ción que el autor consigue sobre motivos de tinte racista que segregaban a los inmigrantes asiáticos, considerados “el peligro amarillo” (p. 20), como en el caso de los ideólogos del gobierno de Juan Vicente Gómez que solo eran partidarios del ingreso de población blanca europea a Venezuela para lograr un “blanqueamiento de la población” (ídem). No obstante, en los intervalos de admisión por parte del gobierno venezolano, dos corrientes migratorias pioneras lograron en parte establecerse y permanecer para ase-gurar la permanencia por generaciones, a pesar de una serie de obstáculos que el autor sabe ilustrarnos; ellas son: 1) un grupo de pescadores traídos por Yasawua desde Panamá, y que se devolvió casi completamente tras una serie de adversidades y 2) quienes venían desde el Perú, encabezados por Yizu Yonekura, y quienes tuvieron mejor suerte en su intento de establecerse.

El segundo apartado, denominado: Los avatares de la guerra: Las penurias de la comunidad nipona en Venezuela, describe la situación de la migración japonesa en Venezuela, nueve familias con veintitrés hijos y ca-torce solteros, a partir de la Segunda Guerra Mundial, y sobre todo desde los sucesos de Pearl Harbor, sometidos a una serie de medidas para evitar una expulsión del país, pues el gobierno de Venezuela se había declarado solidario con EEUU, la colonia nipona se estableció en Ocumare del Tuy, estado Miranda, acatando a una serie de restricciones económicas dictadas contra todos los ciudadanos de los países del Eje que residieran en el país.

El tercer apartado, En búsqueda de nuevos horizontes: La expansión y consolidación hacia el interior, ya menos detallado, se ocupa de darnos un panorama general de lo que ha sido a partir de la década de los cincuenta del siglo XX el proceso de asentamiento de los inmigrantes provenientes de Japón, cuando se dejaba ingresar sin problemas a los ciudadanos de ese país, pero se les vigilaba de cerca, pasando por los años sesenta, cuando ya ha quedado de lado el prejuicio racista para con los países asiáticos y se atestiguan llamados como los del escritor e historiador Ramón Díaz Sánchez a un incremento de la migración en búsqueda de un acrecentamiento en la riqueza biológica, cultural y tecnológica, lo que derivaría en una supresión

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de los elementos racistas de la Ley de Inmigración y Colonización (pp. 33-44). A partir de allí el estudio aporta una serie de datos que hace énfasis en el crecimiento del intercambio de Venezuela con Japón hasta el año 2008.

Al fi nal, el libro nos ofrece una serie de fotografías que ilustran la vida de los japoneses en Venezuela durante las décadas de los años treinta y hasta los sesenta.

Metodológicamente la investigación es rigurosa, y a pesar de contar con pocos antecedentes, suministra una cantidad de datos muy importan-tes en los dos primeros apartados. A pesar de esto, el tercer apartado es un panorama general y brinda datos sin dar análisis, por lo que entendemos que, quizás, el estudio debió haberse limitado hasta la década de los años cuarenta para conservar su rigurosidad, y guardar los datos siguientes para enriquecerlos y analizarlos en un trabajo posterior que abarcase las décadas siguientes. Sin embargo, el lector sabrá agradecer este panorama tan general para tener un primer acercamiento a lo que más recientemente ha sido la relación migratoria y cultural entre Venezuela y Japón.

Tendrá en sus manos, tanto el lector especialista como el profano, una investigación sobre un tema poco abordado que invita a descubrir más novedades en la relación entre ambos países, y, en esa misma medida, nuevos datos sobre la historia de Venezuela y de Japón más allá de sus respectivas fronteras, donde sus ciudadanos han vivido y viven una historia que bien vale sacar a la luz.

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González, Silvia Lidia. De vuelta a casa: Dekasegi y la presencia latinoamericana en Japón. Mérida. Dirección General de Cultura y Extensión de la Universidad de Los Andes / Centro de Estudios de África, Asia y Diásporas Latinoamericanas y Caribeñas, “José Manuel Briceño Monzillo”, 2012, 32 pp. (Cuadernos del Japón, 2)

Reseñas

Laura B. Uzcátegui Moncada

Con De vuelta a casa: Dekasegi y la pre-sencia latinoamericana en Japón, el Centro de Estudios de África, Asia y Diásporas Latinoa-mericanas y Caribeñas “José Manuel Briceño Monzillo” y la Digecex dan continuidad a sus Cuadernos del Japón, una colección que tiene como fi nalidad, en palabras de Hernán Luce-na (director del CEAA-ULA), difundir “los estudios sobre historia política, económica, social, fi losófi ca y cultural del Japón, su vin-culación con América Latina y, en particular, con Venezuela” (p. 5). Este Cuaderno estuvo a cargo de Silvia Lidia González, comunicadora social e investigadora, doctora en Estudios de Asia y África por El Colegio de México, catedrática en universidades mexicanas y en la Universidad de Estudios Internacionales de Kanda, Japón, que ya ha demostrado su carácter analítico en títulos como El ejercicio del periodismo (1997); Hiroshima: la censura del Siglo XX (2000); Hiroshima: Dos visiones: Bomba atómica y manipulación mediática (2003).

En esta ocasión, la autora nos presenta un estudio que aborda el tema de la migra-

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ción de latinoamericanos al Japón, teniendo en cuenta todos los problemas que, desde el punto de vista cultural, legal y político, ello implica. Gon-zález describe este proceso migratorio de los descendientes de japoneses latinoamericanos (nikkeijin) que se inicia durante los años 70 y 80 como producto del repunte económico del país asiático, la escasa mano de obra y su política de Estado. A través de una introducción, nos informa acerca de la relación histórica entre Japón y los países latinoamericanos en materia de inmigración; y desde los apartados: “Migración japonesa en América Latina”; “Dekasegi: el retorno”; “¿Migrante o Dekasegi?”; “El envejecimiento de la población”; “El choque de culturas”; “Problemas de identidad”; “Nihonjin ron: Una sola raza vs. Japón multicultural”; González pone a dialogar las diferentes percepciones (occidental, japonesa) que se tiene del “ser japonés” y profundiza sobre el fenómeno denominado dekasegi, traducido como “salir a ganar dinero”, para mostrarnos el estado actual del problema y los retos a los que se enfrentan las nuevas políticas migratorias del país del sol naciente.

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Documentos

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COMUNICADO DE LA CEAS SAHARA*

ANTE LA VIOLACIÓN DE LOS DDHH EN EL SAHARA OCCIDENTAL, BOICOT AL II FORO

MUNDIAL DE LOS DERECHOS HUMANOS 2014 EN MARRAKECH. FARSA Y MONTAJE

(24 noviembre 2014)

En el reino de Marruecos, poco o nada ha cambiado desde los llama-dos “años del plomo”. Se impide la presencia en el Foro, de las verdaderas Organizaciones saharauis de defensa de los DDHH, actualmente ilegalizadas en el territ orio ocupado del Sahara Occidental, y por el contrario se presentan otras como tales, que no representan a nadie solo sirven para la propaganda del Régimen Marroquí ante los participantes en el Foro Mundial.

Según el Informe Mundial sobre la Tortura, publicado en mayo de 2014 “La tortura y los malos tratos son una realidad y por lo general quedan impunes en los centros de detención de Marruecos y el Sahara Occidental”.

En el Sahara Occidental continúan las violaciones sistemáticas de los derechos más elementales de las personas, la represión, arrestos arbi-trarios, desapariciones forzadas, secuestros, deportaciones, fosas comunes, intimidaciones, las más elevadas formas y prácticas de la tortura. También la negación de las libertades de expresión y de circulación, los juicios su-marios, y otras prácticas comprobadas por el Relator de la ONU contra la Tortura, el argentino Juan Méndez, y denunciadas por la casi totalidad de los organismos internacionales.

En los últimos años se han detenido miles de personas, de las cuales decenas murieron en las cárceles marroquíes y otras cientos desaparecieron. En Marruecos y en los territorios ocupados del Sahara Occidental, hay decenas de presos políticos saharauis, víctimas de gravísimas e irregulares condenas como, por ejemplo, la severa sentencia dictada por el tribunal militar marroquí contra los 25 civiles, conocidos activistas saharauis de Derechos Humanos del campamento de Gdeim Izik: una protesta pacífi ca de miles de personas, en la que las fuerzas marroquíes irrumpieron de noche, durante el descanso de jóvenes, ancianos, mujeres y niños, incendiando las jaimas y arrasando con todo lo que había a su paso, dejando como saldo detenidos, muertos y desaparecidos.

* Documento emanado de la Coordinadora Estatal de Asociaciones Solidarias con el Sahara (CEAS-Sahara).

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El Reino de Marruecos, además de saquear los recursos naturales de un territorio que no le pertenece -porque, de acuerdo al derecho internacional y a la ONU, está pendiente de descolonización-, mantiene muros militari-zados (de más de 2.700 km de extensión) que dividen tanto la tierra como a la población, con millones de minas anti personas, sembrando muerte y destrucción a diario entre civiles inocentes. Sus fuerzas de seguridad cie-rran a cal y canto el territorio para la prensa extranjera y los observadores internacionales, mientras cometen todo tipo de atrocidades contra mani-festantes pacífi cos y defensores de derechos humanos. Todo esto sucede en un territorio ofi cialmente bajo supervisión de la ONU.

El Reino de Marruecos sigue rechazando el control de los Derechos Humanos por la Misión de Naciones Unidas para el Referéndum del Sahara Occidental (MINURSO) que es hoy, la única misión de paz de la ONU sin competencias en materia de Derechos Humanos. Esta supervisión es recla-mada por infi nidad de organismos nacionales e internacionales de derechos humanos. El establecimiento de esta protección de los Derechos Humanos es considerado por el mismo Secretario General de la ONU “urgente y necesario”, como lo declara en su último informe pidiendo, además, que sea independiente e imparcial.

El reino de Marruecos es el país que más resoluciones de la ONU incumple, después de Israel: sabotea impunemente la legalidad internacional y se niega a recibir al Enviado Personal del Secretario General de la ONU para el Sahara Occidental, el Embajador estadounidense Christopher Ross. Asimismo, se opone a que la Sra. Kim Bolduc-la nueva Jefa de la Misión de Paz en el Sahara Occidental, designada por el Secretario General de la ONU en mayo pasado- pueda viajar al territorio saharaui y empezar sus trabajos, por el simple motivo de declarar sus intenciones de interesarse por los Derechos Humanos en el territorio.

En la misma sintonía, se niega ofi cialmente a colaborar con el Enviado Especial de la Unión Africana (UA), el Ex Presidente de la República de Mozambique, Joaquim Chissano.

Por todo ello, desde  CEAS-Sahara  repudiamos el hecho de que Marruecos sea la sede del II Foro Mundial de Derechos Humanos, y hacemos un llamamiento a las Naciones Unidas, y a las Organizaciones de Derechos Humanos para que no se presten a participar en esta FARSA que solo persigue lavar la cara de un régimen que viola diariamente los DDHH en el Sahara Occidental y en el propio Marruecos.

Madrid 24 de noviembre 2014

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NUESTROS COLABORADORES

Juan Carlos Velázquez Elizarrarás. Profesor Titular de Carrera e Investigador Nacional III. Universidad Nacional Autónoma de México  Juan Soroeta Liceras. Profesor Titular de Derecho Internacional Público y Relaciones Internacionales en la UPV/EHU, Presidente de AIODH (Asociación Internacional para la Observación de los Derechos Humanos), Presidente del Instituto de Estudios Internacionales del País Vasco “Francisco de Vitoria”, y Director hasta la actualidad de los Cursos de Derechos Humanos de Donostia San Sebastian (desde 1997) y del Anuario de estos cursos (publicados ya 13 volúmenes).

Carlos Ruiz Miguel. Catedrático de Derecho Constitucional en la Universidad de Santiago de  Compostela. Autor de 11 libros individuales (entre los cuales, “El  Sahara Occidental y España. Historia, Política y Derecho”, 1995).  Colaborador en 35 libros colectivos y autor de más de 60 artículos  publicados en en español, inglés, francés, italiano y ruso en diversos  países.

Haddamin Moulud Said. Miembro de la Asociación de Juristas Saharauis Sahara Occidental.

Simón Rodríguez Porras. Licenciado en Música egresado con la distinción Magna Cum Laude de la Universidad de los Andes. Actualmente cursa estudios de Maestría en Composición Musical en la Universidad Simón Bolívar. Es miembro de la Asociación Venezolana de Solidaridad con el Sahara (Asovessa) y de la Dirección Nacional del Partido Socialismo y Libertad (PSL).

Donatella Rossi. Doctora en Historia de las Religiones y Tibetología por la Universidad de Oslo y profesora asociada y catedrática de Religiones y Filosofías de Asia Oriental y Lengua y Cultura Tibetanas en el Dpto. de Estudios Orientales, Facultad de Letras, Universidad La Sapienza de Roma. Actualmente es investigadora invitada en IKGF - Internationales Kolleg für Geisteswissenschaftliche Forschung, ocupándose de la adivinación en el Tíbet.

Óscar Figueroa Castro. Realizó estudios de fi losofía en la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), y de lengua y literatura sánscrita en la Universidad de Chicago. Es autor de dos libros: Pensamiento y experiencia mística en la India (Fondo de Cultura Económica, 2007) y El arte de desdecir. Inefabilidad y hermenéutica en India antigua (El Colegio de México, 2015), así como de varios artículos de investigación, reseñas y trabajos de divulgación. Es investigador del Programa Estudios de lo Imaginario de la UNAM y docente de la Facultad de Filosofía y Letras de la misma universidad.

David Ibarra Arana. Máster en Estudios de Asia y África con especialidad en China por parte de El Colegio de México (2011). Tesis titulada “Orígenes y Transformaciones del Sistema de Educación Mitad Trabajo Mitad Estudio en China, 1958-1985”. Desde el 2012 ha desempeñado como profesor de Historia en la Universidad de Costa Rica. Actualmente realiza estudios de Historia Contemporánea de China a nivel de doctorado en la Universidad Normal de Beijing.

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Paulo Duarte. Investigador en el Instituto do Oriente en Lisboa y estudiante de Doctorado en Relaciones Internacionales en la Université Catholique de Louvain  (Bélgica), donde obtuvo previamente el grado de Magister en  Relaciones Internacionales —habiendo obtenido previamente su Licenciatura en Comunicación Social en la Universidade Católica Portuguesa—. Su investigación se centra, entre otros temas, en la presencia de China en Asia Central y otras partes del mundo, la seguridad energética, la competencia entre los grandes poderes por el acceso al petróleo y el gas.

María Gabriela Mata Carnevali. Licenciada en Estudios Internacionales, Universidad Central de Venezuela (UCV), y Comunicación Social, Universidad Cecilio Acosta (UNICA).MS en Ciencias Políticas, Universidad de Los Andes (ULA). Venezuela. Diplomado en Comunicación para el Desarrollo, Indian Institute of Mass Communications, Jawaharlal Nehru University, New Delhi, India. Miembro del Centro de Estudios de África y Asia “José Manuel Briceño Monzillo” (CEAA-ULA), Mérida-Venezuela.

Mohamed Salem Daha. Embajador de la República Árabe Democrática Saharaui en Venezuela.

Hernán Lucena Molero. Licenciado en Ciencias Sociales de la Universidad de Carabobo (UC) y Magíster en Historia de África y Asia de la Universidad Santa María (USM). Profesor de la Escuela de Historia de la Universidad de Los Andes (ULA), Mérida-Venezuela. Fundador y Director del Centro de Estudios de África, Asia y Diásporas Latinoamericanas y Caribe. “José Manuel Briceño Monzillo” (CEAAULA) y Secretario Nacional de la Asociación Latinoamericana de Estudios de Asia y África (ALADAA).

Ronald J. Leite G. Licenciado en Historia egresado de la Escuela de Historia de la Facultad de Humanidades y Educación de la Universidad de Los Andes.

Víctor Daniel Albornoz. Licenciado en Letras y Magister en Lingüística por la Universidad de Los Andes, así como doctorando en fi losofía por la UBA, Argentina. Profesor de la Escuela de Letras ULA. Miembro del Grupo de Investigaciones de Lenguas y Literaturas Clásicas, investigador UBA-CyT y PEII. Editor de Praesentia, revista venezolana de estudios clásicos. Ha publicado el Pacto patémico (2007) y artículos y reseñas en diversas revistas nacionales y extranjeras.

Laura Beatriz Uzcátegui. Licenciada en Letras por la Universidad de Los Andes (2008), Magister Scientiae por la misma casa de estudio (2012) y actualmente cursante del Doctorado en Letras de esta Universidad, así como becaria del Plan II. Investigadora califi cada por el PEII. Ha publicado múltiples artículos en revistas especializadas nacionales e internacionales, principalmente en el estudio de la literatura y la cultura hispanoamericana, y tiene en prensa su libro La irreverencia por la palabra.

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En la evaluación se usa el método doble ciego (el árbitro no sabe a quien evalúa ni el autor sabe por quien es evaluado). Se califi carán de Excelente, bueno, regular o defi ciente los siguientes aspectos: 1) Relevancia del tema; 2) Originalidad y solidez en la interpretación; 3) Estructura lógica del discurso; 4) Coherencia argumentativa; 5) Redacción y estilo; 6) Documentación bibliográfi ca; 7) Cumplimiento de las normas editoriales; y 8) Éxito en el propósito comunicativo. El árbitro puede además hacer cualquier otro tipo de observaciones que estime conveniente. El veredicto implica la publicación del artículo sin modifi caciones, con ligeras modifi caciones, con modifi caciones sustanciales, o su NO publicación.

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5. Caracteres: Utilizar únicamente caracteres latinos, en presentación normal o, para destacar, en cursivas. Las negritas se reservan para los títulos, subtítulos y entretítulos. También irán en cursivas todas las palabras escritas en una lengua diferente al idioma utilizado en la redacción del artículo.

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8.1 Las citas breves (máximo tres líneas) van incluidas en el texto con el mismo tamaño de letra y entre comillas. Las citas más extensas se escribirán aparte en un tamaño de letra menor, alineadas cinco espacios a la izquierda y sin comillas.

9. Notas, gráfi cos e ilustraciones: Según el sistema APA la especifi cación de las fuentes se hace entre paréntesis en el texto, por lo tanto no debe haber notas por este motivo. Las notas explicativas deben reducirse al mínimo, enumerarlas y colocarlas al fi nal del artículo, antes de las referencias. Los gráfi cos, cuadros o mapas deben incluir su respectiva leyenda y la especifi cación de donde deben ser insertos. Los cuadros llevarán numeración romana y las fi guras o ilustraciones (fotos, mapas, gráfi cos), numeración arábiga.

En caso de autores venezolanos, si el artículo es el resultado de un proyecto de investigación fi nanciado por organismos como el FONACIT, CDCHTA, FUNDACITE o cualquier organismo regional-nacional, se recomienda incluir la nota de agradecimiento a los entes.

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EN VENEZUELA:Revista Política Exterior y Soberanía.

Instituto de Altos Estudios Diplomáticos “Pedro Gual”/ FERMENTUMRevista Venezolana de Sociología y Antropología. ULA / Revista Venezolana de Ciencia Política. ULA / Revista Kaleidoscopio. Revista Arbitrada de Educación, Humanidades y

Artes. UNEGRevista Anales De La Universidad Metropolitana.UM/ Cuadernos Unimetanos.UM/

Revista Educación en Valores. UC Instituto de Investigaciones Históricas Bolivarium. USB/ Biblioteca Central. UC. Revista

de Filosofía. LUZ

EN ARGENTINA:Centro de Estudios Sudamericanos. CENSUD. Instituto de Relaciones Internacionales

EN BRASIL:Revista Diplomacia, Estrategia y Política. DEP

EN COSTA RICA:Revista Inter.c.a.mbio. Revista sobre Centroamérica y el Caribe.

Universidad de Costa Rica

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EN MÉXICO:Biblioteca Daniel Cosío Villegas. El Colegio de México/Archipiélago

Revista cultural de Nuestra América. Estudios de Asia y África. El Colegio de México

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2. CDCHT-ULA http://www.ula.ve/cdcht/publicaciones/pub_elect.php

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4. LATINDEX http://www.latindex.org/pais.php?clave_pais=43&opcion=1. 5. Th e Intute Virtual Training Suite http://www.intute.ac.uk/cgi

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y Diásporas Latinoamericanas y Caribeñas “José Manuel Briceño Monzillo”

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