[Heinrich, D.J](Penhaligon.1) - La Espada Sin Honor

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LA ESPADA SIN HONOR(Triloga Penhaligon, vol.1)D.J. HEINRICH

1992, The Tainted SwordTraduccin: Antoni Puigros

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Flinn el Cado! Flinn el Bobo! Los insultos se oan claramente a travs del fro aire invernal. Los nios corrieron junto al hombre montado en el grifo y prosiguieron su letana, con improperios cada vez ms osados y crueles al ver que los adultos que haba por all no los castigaban. Un hombre -un panadero a juzgar por el delantal cubierto de harina- incluso aplaudi la saa de su hijo. Hizo un gesto ofensivo con ambas manos, y luego se volvi hacia sus compaeros y ri.--Flinn el Bobo! Ha dejado de ser Flinn el Poderoso! -grit con menosprecio el panadero.Una joven se aproxim, cimbreando su alta y desgarbada figura entre los mirones. Una rfaga de viento le empuj el cabello trenzado sobre la cara, y ella apart de un manotazo la rojiza trenza sobre los hombros. Sus manos limpias y encallecidas agarraron el cinto de cuero, con el que cea a su delgada cintura un amuleto para trasladarse en el espacio. Johauna Menhir an no haba cumplido los veinte aos, pero sus ojos grises y transparentes posean sabidura; sabidura que haba acumulado en los trece aos que haba andado hurfana por las calles de Specularum. Jo haba vivido en la ciudad portuaria del sur hasta haca muy poco, desde la cual haba tomado rumbo al norte hasta llegar a la pequea aldea de Bywater.La mirada de Jo pas del panadero al hombre rodeado por el creciente tropel de chiquillos. Observ el tosco atuendo de piel y cuero que vesta el hombre y vio que no llevaba armadura. Tampoco llevaba sombrero, y las hebras grises salpicaban lo que en otro tiempo haba sido una cabellera negra. El viento y el sol le haban bronceado intensamente la cara, la cual apareca marcada por cicatrices y arrugas. El no miraba ni a derecha ni a izquierda; con una mano sujetaba tranquilamente las riendas del grifo y con la otra, la trailla de la mula de carga que los segua de cerca. Su respiracin formaba chorros blancos en el temprano aire invernal.El grifo de aquel hombre pareca tener las alas anormalmente cortas, pero Jo pens que eso poda deberse a que estaban muy pegadas al cuerpo de la bestia. Baj la mirada a las piernas delanteras de aquella criatura. Por qu sujetara con las garras aquellas extraas bolas de cuero?, se pregunt. Cuando el grifo pas por su lado comprendi el motivo: las garras de aquel pjaro len no estaban hechas para caminar largas distancias, y las almohadillas de cuero amortiguaban el impacto de las garras de la bestia contra el suelo.Johauna busc de nuevo el rostro del jinete. Sus labios, rgidos y duros, se hallaban parcialmente ocultos por un enorme mostacho que caa sobre ellos. Sus ojos no exteriorizaban ningn tipo de emocin. Pareca ajeno a los insultos de la chiquillera, a las miradas de los adultos, o a las oleadas de inquietud que l mismo proyectaba. Era realmente Flinn el Poderoso aquel hombre?La mala fortuna haba desviado a Jo del camino hacia el Castillo de los Tres Soles, residencia de la baronesa Arteris Penhaligon, de quien Jo confiaba en que la ayudase a entrar en la orden de caballera. Ahora se hallaba varada en la pequea aldea de Bywater, a unos noventa kilmetros al sureste del castillo, o al menos eso le haba dicho el herrero de la aldea. Jo nunca hubiera imaginado encontrarse con Fain Flinn, el caballero que unos siete aos atrs haba cado en desgracia. Como la mayora de la gente all en la lejana Specularum, Jo haba dado por sentado que l haba muerto poco despus de caer en desgracia.Sin embargo, si Flinn el Poderoso segua con vida, sin duda mereca que se lo tratase con respeto y veneracin, y no con semejante... insolencia, pens Jo. Se desliz entre la multitud para acercarse al guerrero. Durante diecinueve aos haba odo contar historias sobre Flinn el Poderoso, y haba experimentado una autntica fascinacin por aquel hombre legendario. El, mejor que nadie, podra aconsejarla sobre su peticin a la baronesa Arteris.Disimuladamente, Jo observ que aquel llamado Flinn detena su grifo y desmontaba frente al nico almacn de suministros que haba en Bywater. Las paredes blancas y las antorchas de bronce de Comercial Baildon resplandecan bajo el sol de la maana. De lo alto colgaba un cartel enorme y recargado anunciando el nombre del establecimiento. Unas puertas de doble hoja, con una ventana a cada lado, marcaban el centro del edificio. Frente a la tienda haba media docena de postes para cabalgaduras, y cada uno con dos aros de bronce. Y a un costado de la puerta, pintado de rojo brillante, haba un nico banco de madera. El aspecto de clara prosperidad del establecimiento contrastaba fuertemente con la abandonada bodega de la izquierda -que peda a gritos una restauracin- y el aspecto ruinoso de la alfarera Garaman a su derecha.El grifo lanz un chillido parecido al de un guila Y se encabrit. La atencin de Jo se dirigi entonces a la montura. Sus ojos dorados giraban con pavor. Los gritos de la chiquillera sin duda haban asustado al animal, cuyas garras soltaron las bolas de cuero al volver a encabritarse, y stas colgaron de las cadenas que la criatura llevaba atadas en los tobillos. El jinete acarici las sedosas plumas del cuello del grifo y con voz calmada lo convenci de que volviera a posarse en el suelo.Jo vio que Flinn ataba su montura y la mula de carga a uno de los postes, y luego apretaba las mandbulas antes de empujar con el hombro a la gente para que se apartara. El grifo dio un picotazo hacia los chiquillos, obligndolos a retroceder. Una ligera sonrisa apareci en los labios de Flinn. Entonces el guerrero puso un bozal al asustado grifo, que todava lanz un par de picotazos antes de someterse.Al ver el grifo con el bozal, la chiquillera se volvi ms osada. Sus burlas aumentaron de intensidad y ms chiquillos se les juntaron. Un par de ellos incluso pincharon la grupa del animal con unos palos, pero retrocedieron al recibir un latigazo de la gruesa cola de len. Con resolucin, Flinn hizo caso omiso de la chiquillera y empez a descargar la mula.Por qu no pona en su sitio a aquellos mocosos?, se preguntaba Jo. Aquellos chicos le recordaban las pandillas que infestaban Specularum, las cuales permanecan al acecho y atacaban a los transentes. A los ricos les robaban, y a los pobres los maltrataban. Jo haba visto suficientes ataques de pandillas callejeras para saber que lo que rodeaba a Flinn se hallaba al borde de la violencia.Por el rabillo del ojo vio que uno de aquellos chicos coga una piedra de la embarrada calzada, parcialmente helada... Era un muchacho ya crecido, casi tan alto como Jo. Sus saltones ojos parecan una hendidura, y su cara formaba un mohn con profundas arrugas. Justo el tipo de muchacho capaz de provocar un alboroto, pens Jo.Acarici entonces la cola peluda y marrn que colgaba de su cinto y pronunci una frase mgica que son igual que un gruido. Como un relmpago, desapareci bruscamente de donde estaba y reapareci ante el muchacho, que se hallaba a unos veinte pasos de distancia. Jo golpe con fuerza la mano del muchacho, y ste solt la piedra, boquiabierto de asombro. Jo se puso en cuclillas y, con un gruido, acarici la cola que le colgaba del cinto; al instante reapareci en medio del gento y lentamente se incorpor. Entre el bullicio de la calle, su repentina aparicin pas del todo inadvertida.Con cautela, Jo observ al jovencito, procurando interponer a una o dos personas entre ella y el muchacho. ste, aturdido, miraba a su alrededor, intentando descubrir a su atacante. Al final sacudi la cabeza y desapareci entre la gente. Jo, con una sonrisa cruzndole los labios, se volvi hacia el hombre con el grifo.Entonces se qued helada. Los oscuros ojos de Flinn permanecan fijos en ella. La habra visto utilizar su cola de perro para esfumarse? La fra mirada de l era inescrutable. Flinn dio media vuelta y sigui descargando a la mula. Jo se restreg ambas manos y avanz con valor, abandonando el grupo de los adultos y atravesando la lnea de chiquillos que rodeaban al guerrero.--Tenis muy bien entrenado a vuestro grifo, sir Flinn -dijo Jo, sealando con la barbilla hacia la mula y la montura, que permanecan atadas juntas-. Tanto al grifo como a la mula. No son muchos los grifos que renuncien a un festn de carne fresca de caballo.El hombre, que sobrepasaba en una cabeza a la muchacha, baj los ojos hasta Johauna. La terrible curva de una cicatriz le bordeaba la mandbula izquierda y bajaba hasta la garganta; una segunda cicatriz le parta la ceja del lado izquierdo. Sus ojos eran profundamente marrones, casi negros. Jo capt un leve estremecimiento de su bigote y se pregunt si le habra hecho gracia o lo habra irritado... o ambas cosas a la vez.--Yo ya no soy un caballero, de modo que no te dirijas a m como tal -le dijo framente, y sealando haca los animales aadi con desgana-: Los dos estn bien entrenados. Ariac, el grifo, lleva aos sin probar la carne de caballo.--Y qu come, si no? -pregunt Jo, intrigada-. Cuando yo trabajaba para el dueo de un establo, los grifos casi siempre atacaban a los caballos.El guerrero interrumpi la tarea de desatar el nudo y mir fijamente a Johauna; luego se volvi hacia la mula.--Ariac se siente satisfecho con carne de zorro o de oso; cualquier cosa que yo atrape. Lo hace ms fcil el hecho de que est lisiado y no pueda volar -aadi Flinn, descargando el ltimo fardo de la mula y volvindose hacia la tienda-. Ser mejor que escondas ese matamoscas que llevas del cinto. Puede causarte problemas.Sorprendida, Jo pos la mano sobre la cola de perro para esfumarse y acarici el pelo fino e hirsuto. De modo que la haba visto! Johauna hizo un mohn y se apresur a meter la cola dentro de su zurrn. Se encamin hacia la tienda, decidida a seguir a Flinn.--Ya basta! -grit alguien-. Basta ya de fastidiar, renacuajos! -Un hombre corpulento se precipit a la calle por la doble puerta del almacn, empujando las dos hojas a la vez-. No permitir que sigis molestando a mi clientela! Y ahora largo de aqu, si no...El hombre solt un coscorrn a uno de los chiquillos, que al parecer no se alejaba lo bastante rpido como para complacerlo. Jo mir el letrero que colgaba por encima de la cabeza del hombre. Este individuo debe de ser Baildon, pens la muchacha.--Ah, Flinn! -exclam el comerciante, sonriendo. Su rostro, bronceado y luminoso, estaba enmarcado por unas enormes patillas que le cubran gran parte de las mejillas, tal vez para compensar la falta de pelo encima de la cabeza. Un par de papadas extra adornaban el cuello del tendero, que llevaba un delantal manchado de sangre sobre una sucia camisa gris, sin mangas, y unos calzones de color marrn, todava ms sucios que la camisa. A pesar del fro calzaba sandalias, y Jo vio que estaban salpicadas por unas brillantes gotitas de sangre. El comerciante avanz unos pasos, y l y Flinn se estrecharon vigorosamente las muecas.--Entra, Flinn! Traes algo que valga mi dinero este ao?Baildon ri con fuerza mientras entraba en su tienda, y Flinn lo sigui cargado con sus pieles. Discretamente, Jo fue tras ellos, decidida a averiguar algo ms sobre el hombre que para ella siempre haba sido una leyenda. Anhelante, cruz las puertas del almacn.La nica tienda de suministros de Bywater era un edificio formado por dos plantas, atestado hasta el techo con cosas inimaginables: artculos fantsticos como dagas y sortijas mgicas expuestas indiferentemente junto a otros tan comunes como bocados y bridas para monturas.Jo se detuvo en el interior, justo ante la puerta. El fragante olor de productos recin horneados penetr en su nariz. Inhal profundamente mientras observaba a Flinn y a Baildon serpentear por la atiborrada tienda hacia el mostrador del fondo. La boca se le hizo agua. Llevaba ms de un da sin probar bocado y, aunque no tena dinero, el olor del pan era irresistible. Se desliz al interior del comercio con la esperanza de encontrar los artculos comestibles y deleitar los ojos, ya que no el estmago. Al pasar entre las cajas de embalaje y las pilas de mercanca, el brillo de los metales le llam la atencin.Junto a la ventana haba una brillante armadura, resplandeciente bajo la luz de las linternas, tanto mgicas como corrientes. Al lado de la armadura haba un mostrador con armas nuevas y usadas, algunas de las cuales estaban decoradas con inscripciones rnicas. Detrs de un cristal haba un lucero de la maana hbilmente elaborado, con las puntas hechas de un metal negro que Jo jams haba visto con anterioridad. En un extremo del mostrador yaca una armadura abollada y rayada por el uso. En otras circunstancias, Jo se habra sentido intrigada, pero los efluvios del pan eran cada vez ms fuertes. Husmeando, Jo se volvi hacia una mesa repleta de rollos de pao. Avanz siguiendo el olor, y sus dedos se fueron deslizando sobre arpillera, fina seda, e incluso tejidos exticos que resplandecan dbilmente. Detrs de la mesa haba sacos de avena, agrupados en torno a un poste que sostena el techo. Unas botas colgaban del poste atadas por los cordones. De una percha que haba sobre las botas penda un abrigo, el cual se confunda tan bien con su entorno, que falt poco para que a Jo le pasara inadvertido. Al proseguir en pos del estimulante aroma del pan, vio que en una esquina se arracimaban herramientas nuevas y partes de arneses de repuesto.Una vez en el centro de la tienda, alz la mirada. De las altas vigas colgaban rollos de cuerda, cadenas y hierbas secas, junto al cuerpo de dos ciervos en sazn. Al pasar por debajo de stos, su olor enmascar el que hasta entonces haba estado siguiendo. Al divisar una urna de cristal, avanz hacia ella con la esperanza de que en su interior estuvieran los panes. Pero lo que all encontr fueron piedras preciosas y semipreciosas, algunas baadas con coloridos efluvios mgicos, algunas engarzadas en metal y otras sueltas.Al lado, en una caja, haba dulces de los elfos: creaciones con azcar hilado de sorprendente belleza y sabor. Una lmina de cristal protega aquellas golosinas. Jo se lami los labios. Encima de la caja haba lonchas de carne con especias puestas a secar, que suman en sombras los tesoros de la caja.Johauna se detuvo; en una alacena prxima haba encontrado los alimentos horneados, y se qued mirndola casi con reverencia. Todos los estantes rebosaban de hogazas doradas. Jo distingui bollos con pasas, hogazas de trigo moreno y delicados productos de pastelera. Por un segundo acarici la idea de apoderarse de un bizcocho, dado que el tendero estaba sin duda ocupado con Flinn, pero borr el pensamiento de su mente. Los caballeros no son ladrones de pan, concluy. Despus de un profundo suspiro, comprendi que su resolucin no resistira mucho rato, de modo que se dirigi al fondo de la tienda.Flinn y el comerciante se hallaban junto al mostrador, y, cuando Jo se acerc, Baildon retiraba con un cuchillo los restos del ganso que haba descuartizado y los arrojaba al suelo. Con la ancha hoja hizo seas a Flinn para que dejara sus bultos en el suelo.--Las pieles son finas, Flinn, de eso no hay duda -le deca el comerciante-. Pero los zorros y los oso-buhos no alcanzan los precios de antao; no, con las ricas telas que vienen del sur. Nadie quiere pieles cuando puede tener sedas. Lo ms que puedo darte son treinta oros. -El comerciante sonri como disculpndose y se cruz de brazos.--Necesito cuarenta, Baildon. Es el mnimo.Flinn tambin se cruz de brazos, y su boca dibuj una expresin de terquedad.--Disculpen, seores -intervino Jo, acercndose al mostrador. El tendero escupi al suelo un salivazo de tabaco, pero Jo no hizo caso de su gesto-. Yo he trabajado para Tauntom, maestro del gremio de los curtidores en Specularum.--Perfecto, muchacha, eso est muy bien -replic el comerciante-. Pero qu tiene que ver eso con nosotros?Los ojos grises de Jo centellearon encolerizados, pero los desvi enseguida. Haba aprendido el arte de la negociacin y no deseaba irritar a Baildon. Si lograba que Flinn obtuviera sus cuarenta monedas, dado que sus pieles valdran el doble en Specularum, tal vez ste le concediera un poco de su tiempo.--Pues tiene mucho que ver -contest Jo, afable-. Vern, hace poco Tauntom recibi un pedido por todas las pieles que pudiera proveer. Al parecer, un lord de Specularum planea una gala para la boda de su hijo la prxima primavera. -Johauna se inclin hacia el comerciante con gesto conspirador, consciente de la expresin de desconfianza en los atentos ojos de Flinn, y el comerciante la imit-. Tauntom est aterrorizado, ya que no sabe cmo podr proporcionar todas esas pieles... El exceso de caza ha agotado las tierras alrededor de Specularum. -Jo hizo una pausa para incrementar el efecto de su informacin-. Tauntom pagara hasta ochenta oros por estas pieles...La muchacha se enderez y se encogi de hombros.--Si no accede usted a la peticin de maese Flinn -aadi-, entonces le sugerira que las llevara a algn otro comerciante, alguien que pueda beneficiarse de la cautelosa oferta que usted le hace. -Jo sonri afablemente al tendero barrign, pero desvi la mirada de los ojos de Flinn. El alto guerrero segua observndola con desconfianza.El comerciante se acarici la barba de varios das, y sus pequeos ojos se encogieron todava ms. Luego se volvi hacia Flinn y con el pulgar seal hacia Jo.--T te fas de ella, Flinn? Parece como si pretendiera engaarme.Flinn baj la mirada hacia sus manos extendidas.--No tengo motivos para no creer en ella, Baildon. Eres t quien debe decidir. -Flinn se volvi hacia Jo-. No obstante, hace un momento ha salido en mi defensa.Baildon asinti en direccin al guerrero.--Eso ya es suficiente para m; un amigo tuyo es un amigo mo -declar secamente el comerciante, quien volvi a hacer un atado con las pieles y las dej caer en el atestado suelo detrs del mostrador-. Tendr a punto esta lista de provisiones en menos que canta un gallo -aadi, cogiendo unos sacos de arpillera y alejndose por un pasillo repleto de artculos.Flinn volvi a cruzarse de brazos y mir a Jo. sta copi conscientemente el gesto del guerrero, y ambos se miraron el uno al otro. Al final fue Flinn quien rompi el silencio.--Estabas mintiendo, verdad?--No, no estaba mintiendo -replic Jo, framente.Flinn enarc las cejas.--Antes has dicho que habas trabajado en un establo. Eres ahora la ayudante de un curtidor?--He sido ambas cosas. Y tambin he trabajado en una armera para un maestro armero, emplumando flechas -contest orgullosa; confiaba en que Flinn se sintiese impresionado con sus credenciales, todas las cuales podan ser de utilidad para un futuro caballero.Pero l no se impresion, y una ceja subi ms alto que la otra al replicar:--La incapacidad para conservar un empleo no es precisamente algo de lo que vanagloriarse.--Aun as, lo que he dicho es cierto -repuso Johauna, secamente, irritada por la irona de Flinn-. Tauntom el curtidor necesitar pieles extra esta primavera. Yo no miento -asegur, poniendo los brazos en jarras.Antes de que Flinn pudiera replicar, Baildon regres con varios fardos abultados.--Aqu lo tienes, Flinn; todas las provisiones que me has pedido, ms el resto de tu oro. -Los ojos del comerciante brillaron ante la perspectiva de las pieles que el guerrero le haba trado y, sintindose caritativo, se volvi hacia Jo-. En la alacena, a la izquierda, hay una hogaza de pan de calabaza de dos das. Puedes cogerla si te apetece. Quiero corresponder a la informacin que me has dado.Jo murmur su agradecimiento y se apresur hacia el armario cercano. Despus de buscar unos instantes encontr la pequea hogaza, de color naranja oscuro, que Baildon haba mencionado. Cogi el pan y olfate los aromas a canela, clavo y especias exticas. Hambrienta, empez a comrselo all mismo, mientras fragmentos de la charla que mantenan Flinn y el tendero llegaban a ella, lo cual la oblig a volverse hacia los dos hombres.--... Verdilith. Ese dragn ha vuelto al territorio, Flinn! Tienes que hacer algo... -suplicaba el tendero-. No vas a...--Sabes que no puedo hacer eso, Baildon. No esperes...--Esperar todo lo que quiera!--Pues espera en vano. No pienso ir en pos de Verdilith, y se acab.--Es por la profeca? Es eso... ? Karleah Kunzay est loca, Flinn! Ella...--Ya basta! -grit Flinn, golpeando con el puo sobre el mostrador del tendero-. No tiene nada que ver con la profeca! Se trata de que ya no soy un caballero! No soy...! -Sus palabras se interrumpieron de sbito-. Baildon, ya deberas saberlo!A Jo se le despert la curiosidad y se acerc, pero Flinn pas bruscamente por su lado con expresin torva, cargado con sus provisiones al hombro, y se precipit fuera de la tienda. No se volvi a mirar a Jo. La muchacha se pregunt si era el momento adecuado para obtener informacin del tendero, pero lleg a la conclusin de que no lo era. Agarrando su hogaza, murmur un apresurado agradecimiento a Baildon y sigui a Flinn.Se detuvo entonces delante de la tienda y con los ojos busc al guerrero. ste trataba de conseguir que el grifo se levantara, a fin de poderlo montar, pero la recalcitrante bestia se limitaba a picotear a Flinn con su pico amordazado. Jo se aproxim.--Procurad taparle los ojos con ambas manos -aconsej la muchacha, cuando los ltimos esfuerzos de Flinn resultaron intiles-. Es un truco que aprend en el establo. El grifo se asustar y se levantar para volar. Intentadlo...El hombre lanz a Jo una mirada irritada.--Eso no servir de nada con Ariac -replic.Jo sonri y se mordi el labio. Era obvio que Flinn conoca el truco.Flinn apremi una vez ms al pjaro len, en esta ocasin tirndole de las plumas que rodeaban la tierna abertura de la oreja. Ariac se levant al instante. Los pies leoninos del grifo escarbaron con nerviosismo el barro y el hielo de la nica calle de Bywater, y sus garras anteriores se cerraron de mala gana sobre las almohadillas de cuero. Flinn salt sobre la silla y, mediante un nico movimiento, cogi la rienda, tir del bozal y sujet la trailla de la mula.Luego se volvi hacia Jo y, secamente, se despidi con una inclinacin de cabeza.--Te doy las gracias, muchacha.--Me llamo Jo... -El resto de su nombre qued sin pronunciar, pues el hombre legendario haba obligado a dar media vuelta a sus animales, sin dignarse siquiera volver a mirarla.Desalentada, Jo se sent en el banco delante de Comercial Baildon. La alta figura de Flinn desapareci poco a poco por el fondo de la calle. Con un suspiro, Jo dio unos mordiscos a su hogaza, vio que le quedaba la mitad, y la guard prudentemente en su zurrn. Mir una vez ms hacia la embarrada calle, escuchando cmo los caballos abran brechas en el hielo buscando el agua que haba debajo.Bien, Johauna, qu vas a hacer? -pens-. Te queda para una comida, puede que dos si ahorras un poco. Vas a regresar a Specularum? Sus pensamientos se volvieron ms agoreros ante aquella perspectiva, y los rechaz con un movimiento de cabeza. No, no, aquello no. Se haba marchado para conseguir algo, y ya era hora de que lo lograra. Y tampoco le servira de nada quedarse all y buscarse un trabajo. No. Haba que seguir hasta el Castillo de los Tres Soles. Al parecer Flinn el Poderoso iba en aquella direccin. Quizs l contestara a algunos de sus interrogantes, si lograba darle alcance.Jo se cruz del hombro el zurrn y enfil la nica calle de Bywater. Frente al almacn haba un establo, con una pequea posada a un lado y una herrera en el otro. Cuando Johauna pas por all, el herrero apart la mirada del caballo de tiro que estaba herrando y, sosteniendo con firmeza las tenazas y el martillo, la salud cordialmente. No era mala aquella aldea, pens Jo, recordando la amabilidad del herrero la noche pasada, al permitirle dormir en su herrera a cambio de limpiarla un poco.Luego pas ante unas diez casas, cada una con idntico techo de paja y paredes encaladas. Cerca del final de la aldea se levantaba una iglesia de paredes de piedra, dedicada al culto de algn Inmortal. Jo estuvo tentada de detenerse all y orar, pero Odn lo comprendera si apresuraba el paso en pos de Flinn. Odn sera el primero en seguir sus propios anhelos en vez de detenerse y orar por ellos.Las piedras de cantos agudos y los pinchos del hielo se clavaban en los pies de Johauna a travs de los zapatos que llevaba, de modo que se vio obligada a aflojar un poco el paso. Pero se detuvo por completo en las afueras de la aldea, donde un letrero rojo y prpura anunciaba la taberna Fuego Fatuo. Delante de la taberna, una doncella de los elfos ataviada con una elegante armadura se acercaba con cautela a su hipogrifo, tratando de tranquilizar a su montura.En el pasado, Jo haba cuidado de aquellas criaturas en el establo. Aquel hipogrifo en especial, mostraba una excelente estampa y una coloracin poco comn. Jo se acerc, los ojos rijos en la criatura. Las plumas de las extremidades posteriores brillaban deslumbradoramente blancas bajo el sol de media maana. Justo detrs de las patas delanteras, las plumas se transformaban poco a poco en una capa de vello blanco, y la mezcla de plumas y vello creaba una amplia y slida banda de fibra, la cual serva de manta protectora debajo de la silla y de su jinete.De pronto, una mano se pos en el hombro de Jo. sta busc la cola de perro en su cinto, al tiempo que de sus labios brotaba un ronco gruido. Pero la cola estaba en su zurrn, y Jo cay de espaldas sobre el helado barro.--Fuiste t! T! -El joven corpulento y de ojos saltones se sent a horcajadas sobre ella y la golpe con fuerza en la cara-. Qu trucos mgicos utilizaste, cobarde? Ya te ensear yo!Durante sus aos en Specularum, Jo haba aprendido un par de cosas sobre las peleas callejeras. Cruz un brazo sobre el rostro para protegerse y dio un puetazo en la ingle del muchacho. Este lanz un alarido y, doblndose sobre s mismo a causa del dolor, cay sobre el barro, con lgrimas en los ojos y profiriendo maldiciones entrecortadas. Jo se levant y se sacudi el fro barro de las ropas.--sa no es una manera muy correcta de luchar, seorita -dijo una voz melodiosa y alegre.Sorprendida, Jo se volvi y descubri a la joven guerrera de los elfos montada sobre su hipogrifo. La luz del sol resplandeca sobre su plateada armadura, su cabello blanco y sus ojos de color violeta. En el lustroso peto haba un amuleto que irradiaba una dbil aureola verde. La doncella salud a Jo con una mano cubierta por la malla y le sonri apaciblemente.Jo fue incapaz de no devolverle el saludo. Siempre le haba cado muy bien la raza de los elfos, pues pensaba que eran en gran medida los habitantes ms encantadores de la tierra. Specularum satisfaca primordialmente a los humanos, pero con anterioridad algunos elfos se haban cruzado en su camino, y siempre se haba considerado afortunada todas las veces que le haban dirigido la palabra.--No, puede que no sea correcta, amable guerrera -replic Jo, con la mayor afabilidad de que fue capaz-, pero l no se mereca otra cosa. -Jo mir torvamente al muchacho, quien tan slo pudo replicarle con una mueca.La doncella se ech a rer.--Tienes mucha razn; he visto cmo te atacaba este patn. -Luego la salud nuevamente-. Que los Inmortales te favorezcan con la buena suerte. Buenos das.--Id dichosa -le contest Jo, saludndola con la mano cuando la doncella golpe ligeramente con las rodillas a su montura y sta emprendi el vuelo.Jo se volvi hacia el muchacho, que segua arrodillado, y lo seal con dos dedos.--T! -le grit-. Como vuelvas a seguirme vas a recibir otra racin de lo mismo! Entendido? -inquiri, y al pasar decidida por su lado pis un charco de barro y lo salpic de agua helada.Jo sacudi la cabeza y prosigui su camino fuera de la aldea, olvidndose por completo del muchacho. Su mente estaba concentrada en alcanzar a Flinn. No crea que l pudiera viajar muy deprisa con el grifo y la mula excesivamente cargada, de modo que estaba convencida de que muy pronto le dara alcance. Y, cuando lo lograra, averiguara del mismsimo Flinn el Poderoso cmo convertirse en caballero del Castillo de los Tres Soles. Se encamin hacia las colinas que rodeaban Bywater.Despus de casi una hora cuesta arriba, Johauna empez a dudar de que pudiera dar alcance a Flinn. El terreno montaoso se haba vuelto seco, duro y lleno de piedras. Si bien el dueo del establo le haba enseado las ideas bsicas para rastrear cuando algn animal se escapaba, el terreno no le facilitaba huella alguna a la que seguir. Incluso la capa de nieve era tan delgada que resultaba prcticamente inexistente. Los agudos cantos de las piedras se le clavaban en la planta de los pies. En dos ocasiones haba resbalado y, al caer sobre la pizarra suelta, se haba araado manos y rodillas. La segunda vez que esto ocurri, Jo pens en utilizar su cola de perro para efectuar saltos mltiples y cubrir mayor distancia, pero la utilizacin repetida de la cola para esfumarse tenda a debilitarla, y adems no estaba en absoluto segura acerca de qu direccin deba seguir.Las colinas eran cada vez ms empinadas y difciles de cruzar, y el suelo de pizarra haba dado paso a un terreno blando y cubierto de nieve. Jo no tard en hallar seales del paso de Flinn, y obstinadamente sigui el rastro. Al frente, unos grupos compactos de arbustos espinosos cubran el terreno, y Jo perdi mucho tiempo intentando bordear los matorrales en lugar de cruzar por en medio. Al final se resign a seguir el mismo camino que los animales, confiando en que stos se hubiesen abierto paso entre la maleza y as no tener que hacerlo ella. Pero los matorrales siguieron arandola y pinchndola.El medioda lleg y pas sin que Flinn diera descanso a los animales ni se detuviera a encender la hoguera del medioda. Jo haba pensado en alcanzarlos a la hora del almuerzo, y as aliviar su caminata tomando un bocado. Haca ya tiempo que se haba comido el resto de la hogaza de pan de calabaza, y estaba muerta de hambre. Sus pensamientos volaron hacia la ltima vez que haba comido de verdad.En Specularum, Jo se haba embarcado de polizn en una caravana fluvial que se diriga ro arriba. Todo haba ido muy bien hasta dos das atrs, en que el capitn la haba descubierto en la bodega de carga: dos das de viaje entumecida y pasando hambre. Entonces la haba echado por la borda a las heladas aguas del ro. Maldiciendo su mala suerte, Johauna nad hasta la orilla y rpidamente encendi un fuego para secar sus ropas y calentar su piel azulada. Luego vag a campo traviesa con la esperanza de llegar hasta el Castillo de los Tres Soles, aunque fuera a pie.Llevaba dos das caminando hambrienta por los arbolados mrgenes del ro Alcaide, cuando oli lo que sin duda era el mejor guisado del mundo y se detuvo a investigar.A un centenar de pasos del ro haba un campamento desierto, en cuyo centro arda un fuego sobre el cual burbujeaba un puchero. Jo se arrastr detrs de un cobertizo que haba cerca y mir al interior del recipiente. Unas piezas de pollo hervan alegremente en medio de una espesa y cremosa salsa, junto con vegetales y empanadillas. Y una dorada hogaza de pan se calentaba sobre una roca junto al fuego. Jo se acerc cautelosa. No haba nadie a la vista, pero aun as sigui ocultndose.Sus labios se humedecieron con el goce anticipado. Nunca haba robado con anterioridad, ni siquiera cuando la tentacin haba sido muy fuerte y el momento oportuno, como cuando un lord borracho la haba abordado con malas intenciones y ella le mordi la oreja en vez de quitarle la bolsa. Pero el hambre haba mitigado sus escrpulos. No poda aguardar a que regresara el cocinero y suplicarle un bocado, de modo que utiliz su cola mgica para aparecer junto al fuego. Con avidez, sirvi unas cucharadas del guiso en el plato que aguardaba y arranc un trozo de la hogaza antes de volver a esfumarse.La comida fue deliciosa, aunque estaba convencida de que el hambre haba contribuido a condimentarla. Por unos instantes se pregunt cmo era posible que alguien dejara un campamento sin custodiar, pero no le dedic mayor atencin. Engull la comida en un santiamn, y luego vacil respecto a si deba devolver el plato y la cuchara. Se dijo que no era una autntica ladrona, lami plato y cuchara hasta dejarlos tan limpios como le fue posible, y de nuevo salt hacia la hoguera. Con un poco de suerte, el propietario quiz no se diese cuenta del guiso que faltaba. Claro que para eso necesitara ser muy afortunada, pens al ver el trozo de pan que faltaba.Al da siguiente, cuando confiaba en llegar al casillo, se encontr en cambio con la aldea de Bywater. Entonces pens que su desvo haba sido una desgracia, pero ahora, despus de conocer a Fain Flinn, consideraba que haba sido una suerte.Jo suspir con fuerza, y sus pensamientos regresaron al presente. Abstrada, levant los ojos y vio con sorpresa que haba salido de la zona de matorrales y se encontraba en pleno bosque. Abetos y pinos crecan en apiados grupos, interceptando el sol grisceo del invierno. Las ramas secas de los rboles se le clavaban con ms saa incluso de lo que lo haban hecho los matorrales espinosos del monte bajo. La maleza era tan densa que Jo apenas poda distinguir claramente dnde haban pisado Flinn y sus monturas. Con cansancio, comprendi que la oscuridad no tardara en cernerse sobre aquellos bosques; necesitaba dar pronto alcance a Flinn, si quera reclamarle sus derechos de peregrina. Abatida, se pregunt si l le ofrecera comida y alojamiento, independientemente de lo duro que tuviera que trabajar. Apret los dientes y apresur el paso, al tiempo que volva a considerar si deba utilizar o no su cola de perro. Quiz si la utilizara nicamente para dar diez pasos en cada ocasin...Por segunda vez aquel da, una mano cay sobre su hombro. Pero en esta ocasin Jo se tir al suelo en un movimiento defensivo, dispuesta a rodar sobre s misma para luego levantarse y luchar. Sin embargo, la maleza la fren y le impidi rodar, y se qued tendida en el suelo de un modo no muy decoroso. Al alzar los ojos hacia su atacante vio que era Flinn el Cado.

Flinn puso los brazos en jarras y contempl a la muchacha.--Qu crees que ests haciendo? -le espet, sorprendido de la indignacin que descubri en su propia voz, aunque haba pasado mucho tiempo escapando y dando esquinazo a aquella muchacha. Adems, la insistencia de Baildon para que diera caza al dragn todava vibraba irritantemente dentro de su cabeza. l ya no era un caballero, por mucho que la gente esperara que actuase como tal. Primero lo colmaban de insultos, y luego esperaban su proteccin!Los grises ojos de la muchacha parpadearon, y Flinn descubri que se parecan enormemente a los de la Inmortal Diulanna, lo mismo que su cabellera rojiza. El guerrero suplicaba a menudo a Diulanna, pues ella era la que le infunda fuerza de voluntad y disciplina. En el pasado, la Inmortal se le haba aparecido en dos ocasiones, y su parecido fsico con la muchacha lo desconcertaba. La joven volvi a parpadear y luego habl:--Quiero hablar con vos, maese Flinn.ste solt un bufido.--No gastes conmigo tantas ceremonias, muchacha. Yo no soy tu amo. -De mala gana, tendi la mano hacia la joven y tir de ella para incorporarla-. Deja de seguirme y regresa por donde has venido.La muchacha intent en vano sacudirse unas cuantas agujas de pino que se le haban adherido a la ropa.--Mi nombre es... -empez a decir.--No me interesa saber tu nombre ni quin eres -la interrumpi Flinn, con brutalidad-. Slo que des media vuelta. De lo contrario te atar aqu mismo y te dejar a los lobos. Has invadido mi bosque, y ahora pretendes invadir mi casa! -Flinn seal los rboles que los rodeaban-. Djame en paz.La expresin de la muchacha se hizo primero burlona y luego pensativa. Ante la mirada de la joven, Flinn sinti unos inexplicables deseos de dar media vuelta, pero en cambio repiti colrico:--Djame en paz!Pero ella sigui mirndolo fijamente. Entonces brotaron las palabras que cautivaran a Flinn, pronunciadas con sencillez y sinceridad.--Pero vos sois Flinn el Poderoso. Mi padre me contaba historias de vos cuando yo era pequea... Mi deseo es convertirme en caballero de la Orden de los Tres Soles, en el castillo, y vos podis ayudarme a llegar a ser un caballero como vos.Flinn se haba vuelto a medias, pero mantena los ojos fijos en los de la muchacha. sta lo haba ayudado en sus negocios en la aldea, lo haba seguido a travs de los bosques hasta casi el umbral de su cabaa, y ahora deca idolatrarlo. Pero la ms condenable de las transgresiones era la ltima: un doloroso recuerdo de lo que l haba sido. Flinn entrecerr los ojos y sus labios se tensaron. Cuanto ms observaba los inocentes ojos grises de la muchacha, ms vea en ellos su adoracin. Casi poda or las historias que le haban contado de l, escuchar las canciones que le haban cantado sobre Flinn el Poderoso. Poda escuchar la historia de su combate con Verdilith, el gran dragn verde, cmo haba decapitado a dos gigantes de un solo tajo, su estancia a solas en el Valle Perdido de Hutaaka a fin de recuperar el cetro robado a su barn. Poda ver en ellos la intensidad de su adoracin. Y, cuanto ms observaba la fe indiscutible que la muchacha senta por l, mayores eran su clera, su rabia y su dolor.Entonces la abofete.El golpe hizo perder pie a la muchacha. Flinn pas por encima de ella.--Djame ya! -exclam, dirigindose hacia donde haba atado al grifo y a la mula. Dio un tirn a la trailla de Ariac, y el pjaro len chill su protesta. Pero Flinn no hizo caso y empez a tirar de las monturas a travs de la espesa maleza.De pronto su paso se vio interceptado por la muchacha, en cuya mano sostena la cola que l haba visto antes.--Qu clase de caballero sois vos? Qu derecho tenis a pegarme, si todo cuanto quiero es haceros unas preguntas? -le grit la muchacha, echando chispas por los ojos.Mantena la mano apoyada en la mejilla, y Flinn descubri un hilillo de sangre en su labio. Tuvo que reprimir la sensacin de remordimiento que amenazaba con salir a flote.--Yo ya no soy un caballero, muchacha. Y t no tienes ningn derecho a hacerme preguntas! As que djame en paz!Con estas palabras intent apartarla, pero la muchacha era ms fuerte de lo que pareca y se mantuvo firme en su sitio. Incluso tuvo el descaro de sujetarlo de los brazos para detenerlo.--Pero... vos sois una leyenda... Sois Flinn el Poderoso!. -exclam.ste hizo una mueca y la apart brutalmente a un lado. En esta ocasin la maleza amortigu la cada.--El hombre que t buscas est muerto -escupi Flinn entre dientes-. Muerto. Flinn el Poderoso ya no existe. -Las palabras dejaron un sabor amargo en su lengua.Sorprendida, la muchacha se qued mirndolo. Flinn movi la cabeza con incredulidad y penetr entre la maleza, tirando de Ariac y de Comehelechos, su mula.Deliberadamente, cerr la mente a aquello que tan slo acababa de insinuarse y reprimi la vocecita que lo impulsaba a dar media vuelta y pedir perdn a la muchacha. El tema estaba zanjado. Se pregunt cmo poda ser tan estpida aquella criatura como para ir en busca de Flinn el Poderoso. Sus pensamientos amenazaban con hacerse ms sombros an, y hbilmente los suprimi, apartando por completo de su mente a la muchacha. Los ltimos siete aos le haban enseado a evitar los pensamientos dolorosos.Flinn avanz entre los matorrales y apremi el paso a Ariac. El sendero que conduca hacia su hogar estaba en lnea recta; slo con que pudiera llegar a l en una hora, estara de vuelta en su cabaa antes de que oscureciera por completo. De pronto, anhel las comodidades y la seguridad de su pequea vivienda, una tosca cabaa de troncos.--Menudo guerrero -murmur para s-. Antes no sola necesitar ningn tipo de refugio... -De repente se sinti cansado e indescriptiblemente envejecido.Tiempo atrs, Flinn siempre haba considerado que su hogar era un campamento junto a una hoguera. Ya fuera siguiendo el rastro de una patrulla de orcos como caballero, o a la caza de un oso como trampero, haba pasado ms de dos dcadas junto a un fuego de acampada. En cambio, ahora tan slo anhelaba la segundad y la intimidad que su hogar poda ofrecerle. Aquella aoranza lo inquiet. Despus de haber vivido treinta y siete inviernos, se contentara con una manta de viaje, una hoguera y una buena pipa?Se volvi a mirar hacia atrs para cerciorarse de que la muchacha no lo segua, pero no percibi ms que la oscuridad de las ramas de los rboles.Sus pensamientos se desviaron hacia los acontecimientos de la maana. Por algn motivo, haba temido entrar en la aldea incluso ms de lo que era habitual en l. Las dos visitas anuales de Flinn a Bywater -en primavera y en otoo- constituan el nico contacto social que mantena con la gente, y esta larga soledad haca que tales contactos fueran cada vez ms dolorosos con el paso de los aos. No poda evitar sentir un ramalazo de supersticin respecto a qu poda significar aquel viaje, y tema lo que fuera a depararle el siguiente.Como siempre, los chiquillos de la aldea haban salido a insultarlo, pero l ya estaba acostumbrado a sus improperios y no les haba hecho mucho caso. Sin embargo, el muchacho de la piedra ya era algo muy distinto. Con anterioridad, nunca ningn chiquillo lo haba amenazado con lapidarlo. Flinn se preguntaba qu habra ocurrido de no haber intervenido la muchacha. Luego se pregunt por qu lo habra hecho. Incluso alberg la idea de ir a vender sus pieles a algn otro lugar, pero el sitio ms cercano era el castillo que en otro tiempo haba sido su hogar. Flinn solt un bufido. Nunca ms volvera al Castillo de los Tres Soles. No, Bywater haba resultado el sitio ideal: a un da de viaje de su cabaa, pequeo pero con un almacn lo bastante grande para satisfacer todas sus necesidades, y un comerciante en quien poda confiar razonablemente. En un pueblo ms importante habra podido encontrarse con alguien de la orden, y eso era algo que no habra soportado.La mula rebuzn ansiosa, y Flinn divis el tortuoso pino que marcaba el claro donde se asentaba su cabaa. Sus pensamientos volvieron a la realidad. Como siempre que haba estado ausente, se aproxim a su campamento con cautela. Se detuvo en el pequeo ribazo que dominaba sus dominios, forzando la vista para ver en la oscuridad.Nada pareca fuera de lugar. A la derecha estaba la cabaa, oscura y tranquila. A la izquierda se levantaba el establo, hogar de Ariac y de Comehelechos. A un lado del establo se encontraba la despensa de piedra, con gruesas puertas de madera doblemente barradas. Flinn guardaba all la carne de Ariac. El olor a menudo atraa a los lobos por la noche, pero los muros de piedra y la slida madera los haban mantenido a raya en el pasado. Por fortuna, no divis lobos husmeando en torno al campamento. Un corral dividido lindaba con la parte posterior del establo, y le pareci ver all que la barra superior de la puerta estaba bajada.--Tal vez haya sido el viento -murmur Flinn.Algo apareci a su lado.--Ocurre algo?Flinn salt con violencia, y la mano baj por accin refleja hacia la espada. Entonces divis la silueta de la muchacha en la penumbra.--Por el Rayo de Thor! Qu haces t aqu? -inquiri colrico.No haba vuelto a pensar en ella durante la ltima hora de viaje, y su repentina aparicin lo haba sobresaltado terriblemente. Mis reflejos se estn enmolleciendo, pens.--Algo anda mal? -pregunt la muchacha, sealando colina abajo, hacia el campamento.--No -replic l, con aspereza-. Siempre compruebo cmo est mi casa antes de entrar. -Parpade sorprendido al ver que le haba facilitado espontneamente la informacin.La muchacha se encogi de hombros.--Ya est demasiado oscuro para que pueda volver a Bywater esta noche. Os limpiar el establo a cambio de alojamiento y cena por una noche.--Debo entender que reclamas el derecho del peregrino?La muchacha asinti.--Podis estar seguro de que lo soy... Hace demasiado fro para dormir bajo los rboles.--Slo por una noche -replic Flinn-. Entendido?La muchacha volvi a asentir; luego respir profundamente y sus ojos examinaron las copas de los rboles.--Creis que podrais responderme slo a unas cuantas preguntas sobre cmo convertirme en caballero del Castillo de los Tres Soles? -aventur la muchacha, acaricindose con la mano la mejilla que el haba abofeteado, transmitiendo con su tono la dbil sugerencia de que le dola.Flinn se qued mirndola. Por Diulanna! -pens-. Soy culpable! No tena derecho a golpearla.--Es demasiado tarde para hacer preguntas esta noche -dijo con sequedad-. Tal vez por la maana.A continuacin gui al grifo y la mula hacia el establo, sin prestar ninguna atencin a la muchacha que lo segua. Revis de un vistazo la barra cada y lleg a la conclusin de que haba sido el viento el que la haba derribado; decidi que a la maana siguiente buscara otra prtiga. Abri la puerta del cobertizo y solt a los animales mientras buscaba la lmpara, que colg del lado interno de la puerta. Con la agilidad que otorga la prctica, cogi la caja donde guardaba la yesca y encendi la luz.Ariac y Comehelechos buscaron ansiosos sus respectivos compartimientos. El grifo lanz unos maullidos y ara el suelo mientras olisqueaba los olores clidos y familiares de su hogar. La mula frot la cabeza por un tronco toscamente tallado, rascndose contra el nudo del poste que le resultaba tan conocido. Flinn acerc la lmpara al establo del grifo y la colg de un tarugo de madera que haba all cerca.--Puedes empezar atendiendo a la mula -dijo Flinn con aspereza; luego entr a Ariac en su compartimiento y empez a desatarle la silla, que llevaba sujeta al lomo. Lo liber de la silla, la manta y la brida, procurando retirar suavemente el bocado del sensible pico del animal. Sali entonces al exterior, adecu sus ojos a la falta de luz, y cogi de la despensa de carne un helado esqueleto de conejo. Ariac hizo restallar su pico con avidez cuando la pieza cay en su comedero. A continuacin, Flinn cogi un tosco cepillo y empez a frotar hacia abajo el leonino pelo del animal.La muchacha haba entrado en el compartimiento de la mula y luchaba con los nudos que sujetaban las provisiones a la silla de Comehelechos. Pero los nudos eran creacin exclusiva de Flinn, y ste estaba convencido de que la muchacha no podra soltarlos.--Ser mejor que me lo dejes a m -intervino con brusquedad, apareciendo en la entrada del establo; advirti que aquel da haba pronunciado ms palabras que en todo el ao pasado-. Los nudos son...Un ruido sordo le avis que la carga haba cado al suelo. La muchacha se qued mirndolo con expresin expectante.--Deja que adivine -dijo l, con tono sarcstico-. Has trabajado como ayudante de un marinero...--Os habis acercado bastante. -La chica sonri-. En los muelles de Specularum conoc a un viejo que remendaba redes. Me ense un par de trucos.Comehelechos olisque delicadamente el fardo, y luego le dio un mordisco a modo de prueba.--Eh!Flinn dio un salto al interior del compartimiento y golpe a la mula. El animal apart la cabeza y retrocedi. Despus de arrastrar los fardos fuera del establo, el guerrero reanud el cepillado de Ariac. La muchacha quit los arreos a Comehelechos y la prepar para pasar la noche.Flinn cepillaba a Ariac mientras revisaba distrado las patas de guila del grifo en busca de algn posible esguince. Como de costumbre, no descubri ninguno. Las bolas de cuero que haba hecho para que las sujetara el grifo cuando caminaba funcionaban a la perfeccin. No le importaba que aqul fuera el tercer par que le haba hecho aquel ao, puesto que Ariac no se haba torcido ninguna pata en todo aquel tiempo. Flinn respir aliviado. Un grifo que no poda volar y Que tuviera tendencia a sufrir esguinces tendra que ser descartado. Pero Ariac haba viajado a Bywater y regresado en el mismo da sin sufrir dao alguno. Palme el cuello del pjaro len y se volvi para comprobar los adelantos de la muchacha con la mula.Delante del compartimiento de Comehelechos, en el suelo, yaca la muchacha. Estaba acurrucada entre el fardo de provisiones y la caja donde guardaba los arreos de los animales. Dorma profundamente. Tena arrugas de cansancio en los labios, y unas manchas oscuras le ensombrecan los ojos. Flinn se pregunt si tendra pesadillas, como las que padeca l. El cabello rojizo de la muchacha, que antes llevaba trenzado, ahora le caa enmaraado por la espalda. Aquel autntico desorden le otorgaba un aire de vulnerabilidad...Aquella criatura, pues eso era lo que le pareca la delgada muchacha bajo la dbil luz de la lmpara, estaba sucia y era obviamente pobre... Los arbustos espinosos le haban desgarrado las ropas, convirtindolas en jirones. En su agotamiento, la muchacha cambi de postura y gimote, apretando con la mano su cola de perro para esfumarse. El guerrero se pregunt si alguna vez se esfumara en sueos.Procurando no hacer ruido, entr en el compartimiento de Comehelechos y revis la mula, echando de vez en cuando un vistazo a la muchacha durmiente. La mula haba sido perfectamente atendida; la chica no haba mentido al decir que haba trabajado para el dueo de unos establos. Incluso haba repasado los cascos, pues no haba barro incrustado en la parte blanda de las pezuas.Flinn se pregunt si debera despertarla, puesto que la cena formaba parte de la recompensa. Pero decidi no hacerlo.--No necesita que se la estimule -murmur.Si por la maana la muchacha cumpla su promesa de limpiar el establo, entonces le dara su comida. Pero no antes.Eso es -dijo para s-. La dejar aqu, y confo en que se haya marchado por la maana. Aunque es poco probable. Flinn tens los labios, lo que hizo ms marcado su rictus de amargura y resalt la cicatriz que le cruzaba la ceja. Volvi a bajar la mirada hacia la muchacha. Sin ser realmente consciente de lo que haca, cogi la manta de Ariac que colgaba de la barrera y cubri a la joven. Descolg entonces la lmpara y pase la mirada por el establo; al familiar ruido que produca Comehelechos al mascar y el silbido de Ariac al dormir, se aada ahora la rtmica respiracin de la muchacha.--Por Tarastia, Thor y Diulanna! -exclam Flinn, invocando a los Inmortales que reverenciaba-. Ni siquiera s cmo se llama.

______ 2 ______

La maana amaneci fra y gris. Flinn se despert temprano, como era su costumbre, y atisb a travs de una de las dos ventanas de su cabaa. La nieve asomaba entre las nubes bajas. Con un gruido sordo retir la pila de pieles defectuosas con que cubra la cama y sac las piernas. Las tiras de cuero del armazn de la cama estaban tan estiradas que su peso las hunda hasta casi tocar el suelo. Tendra que cambiarlas antes de que su espalda se resintiera.Suspir, preguntndose si no sera mejor hacerse un colchn adecuado. Su mano alis distradamente el hirsuto pelo de una piel de osobho que cubra la cama. Soy un guerrero -pens Flinn- y, por muy sagrado que sea eso, no necesito colchn. Ya es bastante lamentable que no duerma en el suelo.Apart del todo las pieles y se levant. Estir los brazos por encima de la cabeza y sinti que los viejos huesos de su espalda cambiaban de posicin. Entonces se acord de la muchacha y estrech los ojos.--Todava estar por aqu? -se pregunt en voz alta.Con dos zancadas, Flinn se acerc al armario que haba en la pared del fondo. Cogi unos calzones que colgaban de un tarugo de madera que haba en la puerta del armario y rpidamente se visti bajo el fro aire de la maana. Luego se volvi hacia el hogar, donde el fuego casi se haba apagado. Tres pasos bruscos lo condujeron a la chimenea, que se alzaba entre la cama y los estantes donde guardaba los alimentos. Con sus atenciones, Flinn no tard en conseguir que aquellas cenizas se transformaran en llamas.--Si an sigue por aqu y ha limpiado el establo tendr que alimentarla -murmur, mirando las provisiones frescas que haba trado de Bywater. Flinn detestaba cocinar. Se apart de la alacena y atisbo a travs de la ventana. Lo ms probable era que la muchacha se hubiera marchado. Con un par de buenos pellejos, pens mordazmente, pasndose por la cabeza la clida camisa de lana gris; abri luego la puerta toscamente labrada y se dirigi al establo, situado a unos veinte pasos.Se detuvo ante la puerta, con la mano en la barra. Estara la muchacha all dentro?, se pregunt de pronto. Acaso importara, si no estaba?, replic mentalmente. Hizo odos sordos a los interrogantes y abri la puerta del establo. Ariac dej escapar un estridente chillido al ver a su amo, e incluso Comehelechos lanz un ligero bufido de reconocimiento. La manta roja y negra de Ariac colgaba doblada sobre la valla del compartimiento del grifo. A la muchacha no se la vea por ninguna parte.Flinn abri la puerta del establo de Ariac y dej que el animal saliera al corral por la puerta lateral. El grifo le mordisque la camisa, buscando el obsequio de un poco de carne. El guerrero le dio una suave palmada y luego observ cmo el animal daba una vuelta al corral, se sentaba sobre la grupa y se ahuecaba las plumas de las alas. Flinn regres en busca de Comehelechos.La muchacha estaba en el establo, sosteniendo entre los brazos un haz de helecho comn. Sus grises ojos lo miraron cautelosos bajo la luz de la maana, y Flinn pudo distinguir el inicio de un moretn sobre su mejilla izquierda. Al ver que Flinn no deca nada, la muchacha seal el compartimiento de Comehelechos.--La mula necesita un lecho fresco.Flinn se limit a asentir.--Te perdiste la cena anoche, as que habr que hacer el desayuno... -Hizo una pausa, luchando contra el deseo de reparar el dao que le haba hecho-. Ah, y gracias por quedarte a limpiar el establo. Pensaba que te habas marchado.--No acostumbro romper mis pactos -contest la muchacha, dejando caer los helechos a un lado del compartimiento-. Me llamo Johauna Menhir. Jo, para abreviar... Respondo a ambos nombres. -Respir hondo, mirndolo fijamente-. Y agradezco la oportunidad que me habis dado.Flinn la interrumpi bruscamente. Fijando los ojos en ella, intent ponerla en el sitio que corresponda.--No creo que pueda hacer gran cosa por ti, muchacha. Unas cuantas preguntas es todo cuanto voy a contestar.Flinn agarr a la mula por el cabestro y la sac por la puerta lateral. Despus de dejarla suelta en su parte del corral, regres al establo. Cogi la horca y se acerc a Jo, que aguardaba en el centro del establo. La muchacha pas el dorso de la mano sobre la boca y la mejilla contusionada. Los ojos de ambos coincidieron, pero Flinn se neg a reconocer en los de la muchacha la acusacin por haberla abofeteado.--Ten -le dijo, sosteniendo la horca frente a ella-, limpia los compartimientos y yo preparar un poco de desayuno. Ven cuando hayas terminado -concluy, saliendo del establo al aire libre.Haba empezado a nevar, y el temprano sol de la maana se haba escondido bajo un manto gris. El aire se perciba pesado, inmvil, silencioso. Flinn se detuvo de sbito cerca de la puerta de su cabaa. El silencio era palpable, sobrenatural. Casi poda percibir el ruido de los copos de nieve al caer. Contuvo el aliento y se agach, sujetando el cuchillo en la mano.Haba algo extrao por all fuera, pens Flinn. Con cautela, inspeccion la negra extensin de los rboles que lo rodeaban. Casi todo el follaje haba cado ya a aquellas alturas, y la blancura de la nieve lo llenaba todo. Flinn no poda ver ms all del contorno de su campamento. Nada se mova, nada excepto la incesante cada de los copos de nieve.Lentamente, con cuidado, se volvi para echar un vistazo a los animales. Como de costumbre, Comehelechos estaba tendida en el suelo, descansando. Ariac, en cambio, observaba a su dueo. El pico marfileo del grifo sealaba directamente hacia Flinn. Vio que primero un penacho plumoso prximo a la oreja, y luego el otro, se inclinaban hacia l. El pico del pjaro len restall un par de veces, pero por lo dems la criatura pareca tranquila.Flinn sinti que sus msculos se relajaban. Los sentidos de Ariac siempre haban demostrado su fiabilidad en el pasado, y Flinn no tena motivos para dudar de su montura ahora. Tal vez el muchacho montaraz est rondando por aqu -pens-. Puede que sepa que la joven est aqu y haya venido a espiar. Flinn penetr en la cabaa, encogindose de hombros para liberarse de la extraeza del momento. Se detuvo frente a la chimenea y aadi algunos troncos; luego repar en la nica silla de la casa. La muchacha tendra que sentarse en un tronco puesto de pie, o si no en el suelo. Apart del lado de la chimenea un tronco que le pareci apropiado.El guerrero retir de encima del fuego un puchero y mir dentro de l. Rasc el fondo del recipiente con una gruesa paleta de madera, y al desprenderse un poco de suciedad sonri. Ya est lo bastante limpio, se dijo.Verti all dentro un poco de agua del cubo que tena al lado y aadi dos puados de grano molido que haba en unos saquitos junto a la alacena. Mir dentro del puchero y seguidamente aadi medio puado ms. Al inspeccionar un pequeo bote de madera para la sal, frunci el entrecejo. No queda mucha -advirti-. Es una lstima que no comprara ayer, pues sta sin duda no alcanzar hasta la primavera. Agreg una pizca de granos blancos a las gachas. La muchacha parece algo delgada, pens. La sal la ayudara a regresar a Bywater.La masa de grano estaba hirviendo con fuerza cuando la muchacha cruz el umbral. Flinn se encontraba arrodillado frente al fogn, removiendo las gachas. Le hizo seas de que cerrara la puerta.No caba duda de que Jo haba encontrado el arroyo cercano, puesto que gran parte de la suciedad de su rostro, manos y piernas haba desaparecido. Tambin se haba quitado las pajas del pelo, lo haba peinado -al parecer con los dedos- y se lo haba vuelto a trenzar. Tambin se haba cepillado las briznas de heno de la informe camisola que llevaba. Del cinto de cuero colgaba la cola de perro para esfumarse. El asinti dando su aprobacin. En el bosque, tener a mano su amuleto mgico le dara confianza. Sus zapatos -de hecho lo que quedaba de ellos- sin duda en el pasado haban sido finamente manufacturados, y Flinn pens que tal vez los haba robado. La muchacha se haba puesto un chal sobre los hombros, se lo haba cruzado sobre el pecho y lo haba atado a la espalda. Era un chal tan viejo que el dibujo resultaba casi irreconocible.--El establo ya est limpio, Flinn -anunci la joven, dejando su zurrn junto a la puerta. Sus ojos se fijaron hambrientos en el puchero que el guerrero tena ante s, y ste se pregunt cunto tiempo hara que la joven no haba comido.Le indic en silencio la mesa, y la muchacha se sent en la nica silla. Con un gruido, Flinn le seal el tronco puesto de pie junto a la chimenea, y ella cambi de asiento. El guerrero verti con la pala las gachas en los dos nicos cuencos que tena: uno grande de madera para mezclar y otro pequeo de barro para servir. Empuj el segundo hacia la muchacha y le dio la nica cuchara que posea.La joven comi vorazmente, al parecer sin preocuparse de que la comida quemara. Flinn comi con mayor lentitud, procurando conseguir que la espesa papilla cayera del cuenco al interior de su boca. Lo consigui en gran medida, y lo poco que le caa en las mejillas se lo limpiaba con el dorso de la mano. La joven empez a menguar el ritmo despus de haber satisfecho los primeros pinchazos del hambre. Flinn se volvi a la alacena que tena a sus espaldas y sac una pequea hogaza de pan. La parti por la mitad y dio una parte a la joven.--Toma -le dijo con brusquedad-. Es soso y pastoso, pero se puede comer -aadi, utilizando el pan para restregar el engrudo de su cuenco.La joven dio un mordisco y mastic pensativa.--Lo habis hecho vos?l asinti y sumergi en el cubo del agua la nica jarra para beber que tena, colocndola seguidamente en el centro de la mesa, entre los dos. Finalizaron su comida en silencio.Luego, despus de que la joven se hubo bebido el resto del agua que quedaba, Flinn se apoy en el respaldo de la silla y se cruz de brazos.--Muy bien, muchacha, tu derecho de peregrinaje ha sido satisfecho. Has limpiado mi establo y yo te he alojado y dado de comer. Dado que el hecho de abofetearte fue una accin innecesaria, me gustara repararlo. De modo que ahora puedes hacerme tus preguntas. Te concedo slo tres, y luego te largars de aqu.La joven lo mir con ojos asustados como los de una gacela. Luego baj la vista hacia su regazo, pero volvi a levantarla, obviamente dispuesta a formular sus preguntas.--Cmo es, ser caballero de la Orden de los Tres Soles en el castillo? Es tan maravilloso como dicen? De veras lo es?De pronto Flinn se dio cuenta de que sonrea, aunque de mala gana.--Es eso una pregunta o son tres?La joven levant una mano.--Oh, no! Slo una. Las otras dos las har cuando me hayis contestado a la primera.Flinn la mir fijamente antes de contestar.--Ser caballero de la Orden de los Tres Soles es lo ms grande que un hombre... -seal hacia Johauna-, o una mujer, puedan soar. Primero de todo, es un estilo de vida. Por cierto, sabes por qu lo llaman el Castillo de los Tres Soles?La joven neg con la cabeza.--Te lo voy a decir. Va a ser una respuesta gratis para ti. -Flinn le sonri, con menos titubeo en esta ocasin-. Se lo llama el Castillo de los Tres Soles porque, durante la mayor parte del ao, el sol sale detrs de dos picos que se alzan al este del castillo. Estos picos son las Hermanas Craven, nombre de dos brujas cuyos espritus se dice que habitan all.En todo caso, el sol al salir queda dividido por estos picos... en tres partes, o en tres soles. Por eso el castillo recibe ese nombre. La Orden de los Tres Soles fue creada por el barn de Penhaligon en honor a estos tres soles -concluy Flinn.--Qu interesante! -exclam Jo, con entusiasmo-. En todas las historias que he odo sobre vos como caballero de Penhaligon, nunca se mencionaba el origen del nombre del castillo.Flinn experiment un estremecimiento familiar ante la mencin de sus pasadas hazaas. Desvi la mirada y su boca se tens, y por unos instantes se perdi en el recuerdo de su cada en desgracia. Pero percibi los ojos de la joven observndolo y se volvi hacia ella con una vacilante sonrisa en los labios.--Me has preguntado qu significaba ser caballero del castillo -dijo, regresando al tema que a ella le interesaba-. Te lo dir. Es un trabajo duro, un ejercicio diario independientemente del tiempo que haga. Instruccin constante..., no slo recibirla, sino tambin impartirla. Te das cuenta? Recibes enseanza de los que son mejores que t, y a la vez enseas a los que no son tan hbiles como t.--Y qu podra ensear yo? -lo interrumpi Jo, apresurndose a aadir-: sta no es mi segunda pregunta; slo quiero saber a qu os refers con eso.Flinn asinti.--Durante algn tiempo, no estaras en disposicin de ensear a nadie. Empezaras como escudero antes de conseguir el grado de caballero, y de los escuderos no se espera que sepan gran cosa. Aunque t probablemente podras ensear a los otros escuderos cmo cuidar de sus monturas. -Volvi a sonrer a la joven, pero enseguida control su expresin-. El punto que yo querra destacar es ste: que resulta muy duro ser caballero. Los requisitos son arduos, y slo unos pocos escuderos los satisfacen lo suficientemente bien para convertirse en caballeros. Conoc a un muchacho que fue escudero durante seis aos antes de estar en disposicin de subir de categora. No todo es gloria y boato. No, el camino hacia la caballera est lleno de dificultades y exige una gran entrega...--Entrega? -repiti Jo-. Os refers a que es como eso de los clrigos, que hacen voto de silencio o de celibato?--No tanto -replic Flinn-, aunque los caballeros pronuncian ciertos votos. Por dedicacin me refiero a que convertirse en caballero es algo que no debe considerarse a la ligera. El consejo rector prescribe slo un nmero limitado de nuevos caballeros cada ao, y elige tan slo a los que pueden dar pruebas de que son dignos de confianza, aquellos que se han aplicado a fomentar el bien en Penhaligon.--Yo soy aplicada -asegur Jo-. Y pueden confiar en m.Flinn la mir intensamente.--Qu edad tienes t, Jo?La joven se restreg nerviosa las manos encallecidas y luego contest:--Diecinueve aos. Cumplir los veinte a mediados de invierno.--Y has desempeado... Cuntos trabajos has desempeado? -inquiri Flinn-. Cuatro?Jo dio un respingo.--Yo... Cinco, si contamos mi trabajo con el zapatero -dijo, levantando un pie de debajo de la mesa-. As es como consegu stos.El guerrero observ tranquilamente a la joven durante un rato largo.--Jo -dijo al final, intentando suavizar su ruda voz-, el consejo no quiere personas volubles, gente que es incapaz de tomar en serio sus responsabilidades...--Pero yo las tomo seriamente!--Tal vez, pero no las que debes a tus maestros. Piensa en cmo te ver el consejo: una vagabunda de diecinueve aos en busca de su sexto maestro probablemente en el mismo nmero de aos! Olvida todas estas tonteras y regresa a Specularum, tal vez con uno de tus antiguos maestros. O vuelve a Bywater y mira qu puede ofrecerte la aldea. -Flinn se acomod en la silla, con la esperanza de haber convencido a la joven.Jo se cruz de brazos, con una expresin decidida en el rostro.--Flinn... -vacil, pero luego prosigui intrpida-: Flinn, es cierto que soy un poco... voluble, pero tambin he conseguido una slida experiencia que me ser muy til como caballero. Si vos me tomis como escudero y me entrenis, sin duda el consejo aceptara...Flinn se levant de un salto, y su silla chirri sobre el tosco suelo de madera de pino, para ir a chocar contra la pared que haba a sus espaldas.--Tienes mucho descaro, muchacha, y yo no estoy dispuesto a tolerarlo! Ya he contestado a demasiadas preguntas, as que ahora vete. -El guerrero se precipit hacia la puerta y la abri de golpe, los ojos echando chispas y la boca con expresin obstinada.Jo se cruz de brazos framente y se irgui, con la mirada fija en un rincn de la estancia. En la batalla, Flinn miraba a los ojos de su contrincante en busca de pistas sobre cul iba a ser su siguiente movimiento. Pero ahora levant una ceja mientras estudiaba la inexpresividad de la muchacha. sta sera un digno contrincante, pens.Transcurrieron unos segundos antes de que la muchacha hablara.--De veras matasteis a dos gigantes de un solo tajo?Flinn la mir desconcertado.--Qu?--Es la segunda de mis preguntas. -Lo mir desafiante, como si lo retara a negarle las otras respuestas que le haba prometido-. Me gustara saber si realmente matasteis a dos gigantes de un solo tajo. Es mi historia favorita -aadi la joven.Flinn lanz un gruido.--Eran gigantes de los cerros.Al ver la capa de nieve que se formaba en el suelo de la cabaa, Flinn cerr la puerta.--Y eso qu tiene que ver? Los gigantes son gigantes.--Tiene mucho que ver! Los gigantes de los cerros son estpidos.--Tanto como para ponerse en fila a la espera de que vos los mataseis con un solo golpe de espada? -inquiri Jo.--Casi -replic Flinn, con desdn-. Adems, eran padre e hijo. La estupidez corra por su sangre, incluso ms de lo que normalmente ataca a los gigantes de los cerros.La joven descruz los brazos y se inclin hacia Flinn, apartando a un lado los platos sucios.--Y bien? -pregunt anhelante-. No queris sentaros y explicarme lo que sucedi?--Cuntame la historia tal como t la conoces -repuso Flinn, regresando lentamente a su silla.A pesar de la irritacin que le provocaba la muchacha, la negativa de sta a abandonar la cabaa le haba ganado su respeto, a pesar suyo. Flinn se sent a la mesa, experimentando un extrao inters por lo que ella iba a contarle.Johauna se acomod en su tronco, y por unos segundos l temi que se negase a hablar, ya que sus labios se estremecieron y su mirada permaneci fija ms all de donde l se encontraba.--La historia empieza con una mala nueva -empez la joven, con voz ronca y profunda-. El barn de Penhaligon, de nombre Arturus, haba muerto en pleno invierno. Su cuerpo yaca sobre las ramas secas de la pira funeraria, y su nico consuelo eran el viento, la lluvia y la nieve. Los que lo velaban haban desertado despus de observar un da de luto... Todos menos uno: el esposo de su sobrina, Flinn el Poderoso.Flinn lloraba profundamente la prdida del barn, el hombre que haba confiado en l, el que haba alentado todo lo que de bueno y valeroso haba en l. Por eso Flinn vel junto a la pira durante diez das y diez noches...--Tan slo fueron cuatro -la interrumpi Flinn.La joven le sise para que callara, como si hubiese distrado a un invisible auditorio.--... como era la costumbre -prosigui la joven-. El barn haba admirado las antiguas costumbres, y a menudo se lamentaba de que stas se olvidaran. La guardia de Flinn era el ltimo honor que Arturus recibira.Y as fue que durante "cuatro" das y "cuatro" noches Flinn vel al lado del cadver del barn, hasta el da de su incineracin. En todo ese tiempo l permaneci firme en su sitio, con la espada resplandeciente entre las manos. Ni una sola vez se tendi en el suelo para descansar. Se qued siempre despierto mientras el espritu del difunto barn viajaba a su ltima morada.Afuera, una rfaga de viento aull lgubremente.--Arturus era conocido en todo Penhaligon por las terribles batallas que haba sostenido contra los monstruos de la regin. Muchos de los parientes de esos monstruos se dirigieron hacia la pira, decididos a presentar sus ltimos respetos mancillando las ramas de lamo y manzano que constituan el ltimo lecho del barn. Y, peor an, esperaban lanzar en plena noche desperdicios sobre la mortaja del difunto.La joven hizo una pausa y sus ojos se posaron en Flinn, tal vez buscando apaciguarlo con su narracin. El frunci los labios, pero no dijo nada.--Cuentan que cuando los monstruos vieron a Flinn el Poderoso de pie haciendo guardia al barn de Penhaligon, los ms sensatos dieron media vuelta y rumiaron su venganza para otra ocasin. Pero los enloquecidos, s, aquellos a los que corroa la rabia y el odio por el noble barn, bajaron uno a uno desde los cerros. Y uno tras otro murieron todos en manos de Flinn.Se dice que nadie llev la cuenta de cuntos monstruos murieron aquellos diez..., en fin..., cuatro das. Que ni siquiera el propio Flinn saba cuntos monstruos haban cado sobre l, una y otra vez.--Fueron siete -la interrumpi Flinn.--Siete? -La voz de Jo subi hasta casi convertirse en un grito-. Nada ms?Flinn asinti.--Dos gigantes de los cerros, tres espantajos, un ogro y un trasgo de lo ms estpido.--Oh! -exclam la joven.Flinn sonri interiormente. Adivinaba los esfuerzos de la muchacha por reconciliar la realidad con la leyenda.Johauna prosigui al cabo de unos instantes, al parecer disgustada por las lagunas que haba en su historia.--Pero la historia que hay que contar aqu, la de cmo Flinn decapit a dos gigantes de un solo tajo, habla del cuarto y ltimo da de la vigilia de Flinn. Los seores y damas de Penhaligon partieron con sus monturas este ltimo da, acarreando las antorchas con las que prenderan fuego a la pira de su amado barn. All contemplaron la ltima batalla de Flinn por su seor.Dos terribles gigantes de los cerros de Wulfholde, en el norte, se acercaron a pie a Flinn. ste se tambale ligeramente bajo el fro viento que se haba levantado, y debido al cansancio cay sobre una rodilla. Su agotamiento era total, pero l no cedi a la tentacin de echarse a dormir o escapar, pues pronto el cuerpo de su amo sera incinerado y su alma podra descansar en paz. Flinn se forz a levantarse una vez ms, mientras los gigantes se iban acercando.Uno de los gigantes sostena el tronco de un roble cuyo dimetro triplicaba el del pecho de un hombre. La porra, dado que eso era el rbol para el gigante, doblaba la altura de quien la acarreaba. El gigante utilizaba el rbol con su tronco todava intacto, sus ramas an verdes y sus races temblorosas bajo el peso de la tierra fresca. Pero el segundo gigante era ms fiero an. En sus fuertes brazos llevaba una roca que pareca una montaa pequea, un granito a la espera de echar races y crecer. Este gigante era todava ms alto y corpulento que el primero. En su agotamiento, Flinn sin duda no poda aspirar a vencer a aquellas dos bestias.Cuando los seores y damas de Penhaligon aparecieron con sus engalanados corceles, pudieron presenciar una pelea de titanes. Los gigantes dieron pruebas de ser unos dignos contrincantes para la habilidad de Flinn con su espada Vencedrag. Si bien la espada llevaba este nombre porque estaba destinada a derramar sangre de dragn, ese da su hoja penetr tambin, profunda y certeramente, en la carne de los gigantes.Al or los encontronazos del acero, los nobles de Penhaligon espolearon sus monturas, desesperados por ayudar al leal miembro de su corte. Pero llegaron a tiempo tan slo para ver a Flinn empuar a Vencedrag con ambas manos e impulsar la deslumbrante hoja en un arco perfecto, que cercen la garganta de uno de los gigantes, y a continuacin la del otro.Y as, de un solo tajo, uno solo, mat Flinn a los dos gigantes. -Johauna suspir, y el rubor apareci en sus mejillas.Flinn no dijo nada durante varios segundos, satisfecho con observar las emociones reflejadas en el expresivo rostro de la muchacha.--Eres una autntica narradora de historias, Jo -se vio obligado a decir al cabo, aunque era un pobre elogio realmente, dado que su historia era idntica a cualquiera de las que l haba odo.Johauna se limit a sonrer.--Y ahora -dijo Flinn, inclinndose hacia adelante y mirando fijamente a la muchacha-, formula tu tercera pregunta y terminemos con esto -aadi, formando un puo con una mano y apretndolo con la otra.La joven sostuvo tranquilamente la mirada del guerrero.--Quiero saber cosas sobre el Quadrivial. He odo que lo mencionan en las leyendas sobre los caballeros e la Orden de los Tres Soles, pero no s qu es. Habladme de l; indicadme luego el camino hacia el castillo, y entonces os dejar. -Sus labios se tensaron.El rostro de Flinn se ensombreci y desvi la mirada.--El Quadrivial es el camino que gua al autntico caballero, un sendero que gira en torno a Cuatro Pilares: honor, valor, fe y gloria. Los caballeros que no alcancen y conserven estos cuatro pilares del Quadrivial, nunca llegarn a ser autnticos caballeros... -Se qued mirando a Jo-. No hay nada ms que decir.La muchacha baj la mirada a sus manos y luego la pase por la estancia.--Andis escaso de agua y lea. Puedo ir a buscaros un poco?--Para qu? -inquiri Flinn con brusquedad, desconcertado ante el ofrecimiento.Jo se mordi el labio inferior.--Porque, ms que ninguna otra cosa, deseo ser caballero de la Orden de los Tres Soles. Si voy a buscaros lea y agua, tal vez queris explicarme qu es exactamente el Quadrivial. Quiz queris decirme cmo dirigirme al consejo para que acepte mi solicitud.Flinn vio que las mejillas de la muchacha temblaban, y comprendi que haca rechinar sus dientes..., algo que l haca cada noche en sueos. Vio tambin que el hematoma de su cara se haba vuelto ms oscuro, y de nuevo un sentimiento de vergenza creci en su interior y advirti que ceda una vez ms. Asinti con movimientos lentos.--Est bien, muchacha, si es eso lo que quieres... -Se puso en pie y, cogiendo el cubo del agua, lo dej sobre la mesa-. Ya sabes dnde est el arroyo... Vadalo y llena el cubo en la parte ms honda. All el agua es ms ntida. La pila de madera est junto al establo, pero ando escaso de encendajas. Creo que hallars lea menuda seca no lejos de aqu, hacia la derecha. Mientras, yo conducir a los animales a los pastos altos.Las largas piernas de Flinn lo llevaron en dos zancadas hasta el armario junto a la puerta, donde guardaba las armas. Se ci la espada al ancho cinto. La hoja sin duda careca de la calidad de la infausta Vencedrag, que haba perdido deliberadamente en una partida de dados, pero aun as le prestaba buenos servicios. Abriendo la otra puerta del armario, cogi un deshilachado chaleco de pieles y lo lanz a la muchacha.--Esto te mantendr algo ms caliente -dijo, y con otra zancada sali al exterior.

Jo aguard a que Flinn saliera de la cabaa antes de expulsar el aliento que inconscientemente haba retenido. Se senta mareada. Ese da, con mayor claridad que nunca, comprendi cuan importante era el sueo de toda su vida de convertirse en caballero. Cierto que haba perseguido con entusiasmo otras opciones, slo para perder con el tiempo el inters que senta por ellas. De algn modo, perciba que su deseo de convertirse en caballero era algo distinto. Realmente deseaba serlo, y no por un ao o dos. Slo de pensarlo las manos se le estremecieron. Se puso el chaleco y, cogiendo el cubo por el mango de sauce retorcido, se dispuso a salir.Afuera, la nieve caa en copos gruesos y silenciosos. Jo se detuvo justo ms all del refugio que le ofrecan los edificios y mir a su alrededor. Despus de haber vivido en la bulliciosa ciudad de Specularum los ltimos trece aos de su vida, se sinti repentinamente acobardada por el extrao silencio del bosque. Gir por el sendero que conduca hacia el arroyo, procurando evitar que la nieve penetrara en sus rotos zapatos. El sendero estaba helado y cubierto de escarcha. Mientras avanzaba por l, Jo se agarraba a las ramas a fin de no resbalar. En una ocasin, el cubo se le cay de la mano y resbal pendiente abajo, pero lo recuper enseguida.Las mrgenes del arroyo estaban llenas de arbustos achaparrados y de abedules y sauces habituados al agua. Por all cerca crecan algunos tortuosos robles de ro, con sus hojas todava pendiendo de las ramas. La orilla del arroyo estaba hmeda por la nieve y el agua y Jo arrug la nariz. Detestaba mojarse, y las abluciones matutinas ya haban supuesto suficiente tortura. Sin embargo, Flinn le haba dicho que sacara el agua de la parte ms honda del arroyo, y Jo no vea forma de alcanzar aquel sitio sin vadearlo.Hacia la mitad del arroyo divis una piedra grande y plana, que sobresala unos treinta centmetros por encima del nivel del agua. Roz delicadamente con los dedos la cola de perro que colgaba de su cintura. Fcilmente poda saltar aquella distancia, pero el aterrizaje tal vez fuera complicado. El agua que flua chocaba contra la roca y salpicaba su superficie, por lo que estaba recubierta por una delgada capa de hielo. Mir una vez ms las fras aguas del arroyo y se decidi.Con un sordo gruido y una sacudida de la cola, salt hacia la piedra, pero tuvo que hacer grandes esfuerzos por retener el equilibrio sobre la helada superficie. De pronto resbal y cay de rodillas, y sus manos buscaron a tientas los bordes de la piedra. Pese a ello, mantuvo la mente lo bastante despejada para sujetar el mango del cubo y evitar que la corriente se lo llevara. Tens entonces los dedos en torno a los bordes de la piedra y dej de resbalar. Sin hacer caso del dolor que senta en las rodillas, sumergi el cubo en el agua.Jo volvi a mirar hacia la orilla. No se atreva a ponerse de pie antes de saltar otra vez, por miedo a resbalar sobre la piedra. Sacudi de nuevo la cola y se esfum, para reaparecer un momento despus en la orilla, arrodillada sobre la sucia y hmeda nieve. Entonces, por encima del ruido de la corriente de agua, percibi una respiracin jadeante. Gir velozmente la cabeza y lanz un alarido.La cara redonda y plida de un joven muchacho asomaba entre unos matorrales, y una sucia mano mantena separadas las ramas. Sus ojos azul celeste brillaron de miedo ante el alarido de ella, y luego giraron hacia el sendero.Algo haba crujido en el camino.El muchacho se volvi hacia Jo, le dedic una dulce y tmida sonrisa, y a continuacin desapareci. Jo apenas poda dar crdito a lo que haba visto. Las ruidosas pisadas seguan acercndose por el sendero. Jo se incorpor de un salto, sosteniendo en la mano una gruesa rama.Era Flinn, quien salt por encima de un tronco y aterriz con dificultad sobre el helado suelo. Sus ojos registraron el bosque en torno a Jo, la espada desenvainada y a punto.--Siento haber chillado -dijo la joven, sealando la direccin por la que imaginaba que el muchacho se haba ido-. Haba un nio...Flinn puso los ojos en blanco y devolvi la espada a su vaina.--Deb haberlo imaginado -murmur, sacudiendo la cabeza.--Imaginar el qu? -inquiri Jo-. Apareci de pronto frente a m... Levant los ojos y ah estaba. Qu es lo que hace un nio por aqu? Lo conocis?Flinn se encogi de hombros.--S, lo vi por vez primera har un ao y medio. Nunca dice nada, y dudo que alguna vez vaya a hacerte dao.--No, yo tampoco lo creo. Me sonri.Flinn enarc una ceja.--Por lo general desaparece en cuanto lo miro a los ojos.--Y no tiene parientes por aqu? -pregunt Jo, impulsada por la curiosidad.--No, que yo sepa -contest Flinn, indiferente, regresando al sendero.Jo lo mir alejarse. Flinn no pareca muy preocupado por el muchacho, que no poda tener ms de diez anos. Con el entrecejo fruncido, Jo recogi el cubo y sigui a Flinn por la pronunciada pendiente.El sendero hacia la cabaa estaba resbaladizo, y Jo avanz con cuidado a fin de no derramar el agua. Dej cubo en la cabaa, junto a la chimenea, y luego volvi a salir en busca de la lea para el fuego. Flinn sali entonces del establo, acarreando una pinga de la que colgaban otros dos cubos para agua. --Lea menuda! -le grit sealando hacia el oeste, y por segunda vez se alej por el sendero que conduca al arroyo. Jo sonri, agradecida de que no le hubiese pedido que trajera tambin agua para los animales.Mientras serpenteaba entre los silenciosos alerces y hayas, Johauna sinti la opresin del da invernal. El silencio casi poda palparse. All donde miraba tan slo vea el bosque inmvil, los troncos desnudos de rboles extraos y tortuosos. Un par de robles de hojas rojas se cimbrearon al pasar ella, y lo mismo hizo un airoso grupo de lamos temblones. Pero sus colores se apagaban bajo las amenazadoras nubes. Jo dirigi la mirada hacia el cielo plomizo. Por fortuna, haba dejado de nevar.El silencio empez a intranquilizarla. El mismo bosque pareca vigilarla, contener su aliento. Dnde estaban los gorriones?, pens. O las ardillas, tanto de tierra como las trepadoras? Se reprendi e intent hacer caso omiso de las sensaciones que la asustaban. Se puso a silbar su cancin favorita mientras recoga pequeas ramitas, pero las notas que silbaba sonaban demasiado claras y estridentes en medio del silencio. Baj el tono de su cancin y finalmente dej de silbar. Mir hacia lo alto. Los lamos se alzaban formando un crculo en torno a ella, como si le advirtieran que no alterara la quietud. Alarmada, guard silencio y recogi las ramitas lo ms rpida y calladamente que le fue posible.Johauna intentaba discriminar entre madera muerta y ramas que simplemente hubieran perdido sus hojas. Los rboles estaban bastante separados, con pocas ramas a sus pies, y la lea para encendajas era escasa. Iba de un rbol a otro rompiendo ramitas, para ver si su interior era marrn o verde. Poco a poco, su haz iba creciendo.El ejercicio la hizo entrar en calor, de modo que se quit el chaleco y apil las encendajas en su interior. Unos pocos pasos ms adelante se ergua un gran roble, del cual colgaba una rama baja indudablemente muerta. Jo se acerc a la rama y tir de ella, pero sta resisti. Tir con ms fuerza, tensando sus jvenes msculos contra la resistencia del roble. Solt un gruido por el esfuerzo, y al final se colg de la rama. Esta ceda con lentitud, pero Jo estaba convencida de que con un poco ms de fuerza la rama se soltara. Entonces podra arrastrarla entera hasta la cabaa, y Flinn tendra todas las encendajas que pudiera necesitar.De pronto capt un olor extrao y se detuvo, conteniendo sus fuertes jadeos. Olisque el aire. De dnde proceda aquel ftido olor?--Huele a gato muerto -murmur.Se oli las manos, enrojecidas por la dura corteza, pensando que tal vez fuera la savia del rbol lo que provocaba aquel hedor, pero tan slo not en ellas el inconfundible olor a madera. Decidi prescindir de aquel tufo y dio un ltimo tirn a la rama. sta se solt y fue a caer a espaldas de Jo.Alguien lanz un chillido rabioso. Jo se acuclill, sacudi su cola y solt un gruido. Pero la criatura fue ms rpida incluso que la cola mgica de Jo. Un dolor lacerante le atraves el hombro. Entonces vino la oscuridad, y ella reapareci a unos veinte pasos de distancia. Sujetndose el hombro desgarrado, se puso en pie, tambaleante. La roja humedad le resbalaba por la mano. Gir en redondo y vio a su atacante: una figura humanoide, oscura y sarmentosa, que se precipitaba a su encuentro. Los largos y quebradizos dedos de la criatura se alargaron hacia ella, pero Jo salt hacia atrs, y slo le arrancaron algunas hilachas de la ropa y unos cabellos. Jo volvi a esfumarse, escapando por los pelos del puntiagudo hocico con sus colmillos de color tabaco hmedos de saliva.Jo reapareci un instante despus, a tan slo unos quince pasos de distancia. Se tumb en el suelo y permaneci agachada y totalmente inmvil. La criatura, de unos tres metros de estatura, le daba la espalda. Su huesuda columna vertebral se eriz mientras se volva lentamente. Tena las piernas y los brazos de aspecto quebradizo, rematados por unas afiladas uas. Jo se qued boquiabierta cuando la criatura se estir hasta alcanzar toda su extensin, arqueando ambos brazos a cada lado del cuerpo. sta olisque el aire, y los hirsutos pelos de su reseca espalda se pusieron de punta.Jo exhal con cautela, y luego llen sus pulmones con el aire que tanto necesitaba. Esfumarse continuamente resultaba agotador, y la herida en el hombro aumentaba su debilidad.Jo se puso rgida. Las pequeas y redondas orejas de la criatura se alzaron en su direccin, y sus diminutos ojos oscuros brillaron. Entonces dio media vuelta y salt con un impulso gigantesco. Si volva a dar un salto como aqul se colocara frente a ella. Jo volvi a esfumarse, con la esperanza de no perderse en el trayecto.El corazn le lati dos veces antes de volver a reaparecer, y por su mente cruz la idea de que, si volva a utilizar el truco, poda quedar atrapada en la dimensin espacial a travs de la cual la transportaba su cola de perro. Record que su padre le haba entregado la cola al cumplir ella los seis aos, dicindole que no abusara de su poder. Le haba advertido que si la utilizaba muy a menudo, esto acortara la distancia recorrida y alargara el tiempo en el vaco.En esta ocasin, Jo reapareci tan slo a unos diez pasos de la criatura, y justo en frente. Sin atreverse a esfumarse otra vez, dio media vuelta y ech a correr.Su experiencia en escabullirse de las autoridades en Specularum y saltar carretillas en el mercado le result ahora de incalculable valor. Saltaba sobre ramas y rboles cados con una agilidad que nunca haba demostrado en la ciudad. Pero las ramas tampoco frenaban a la criatura que la persegua. Jo corra a ciegas, tropezando con las heladas races. No tena idea de cunto tiempo llevaba corriendo; slo saba que el monstruo segua a sus espaldas.Jo respiraba con dolorosas boqueadas, y no poda ahorrarse ninguna para gritar llamando a Flinn. Tan slo poda rezar para que su carrera fuera en direccin a la cabaa y no al contrario. Los gruidos jadeantes de la criatura le llenaban los odos. En dos ocasiones, las afiladas garras le rozaron el cabello, casi cortndole la trenza, y en ambas ocasiones logr zafarse. La bestia la segua pisndole los talones. Jo senta que el corazn estaba a punto de estallarle.Las huesudas garras de la bestia se alargaron de nuevo hacia ella, y esta vez sus uas penetraron profundamente en el deshilachado vestido de la muchacha. Mediante un fuerte tirn, la criatura levant a Johauna en el aire y la tumb de espaldas. El impacto le vaci el aire de los pulmones, y un grito de terror escap de sus labios. La criatura salt sobre ella con sus cuatro garras extendidas; stas le desgarraron la camisola y araaron la piel que haba debajo.Jo tendi la mano hacia su cola mgica, decidida a esfumarse una vez ms a pesar de lo que esto pudiera depararle. Pero la cola haba desaparecido, se le haba cado durante su carrera. El pnico la domin. Sobre su pecho, la pesada criatura la dejaba sin respiracin al tiempo que le inmovilizaba el brazo. Entonces las enormes fauces del monstruo se abrieron dejando al descubierto ocho colmillos que chorreaban una saliva de color rojizo.Jo lanz un alarido. El dolor le atraves el hombro, un dolor tan intenso que borr todos los pensamientos de su mente y la lanz a una oscura ausencia de sonidos. La criatura la estaba devorando y su saliva le abrasaba la sangre. Las nuseas se apoderaron de la joven, pero aun as empuj contra la piel reseca y apergaminada de la enorme bestia que la asfixiaba.Jo volvi a gritar, o al menos eso crey. Pero el grito era ms profundo, ms potente que el suyo. En medio de la niebla rojiza que le empaaba la visin, vio que Flinn el Poderoso y la terrible criatura daban crculos uno en torno al otro, como si danzaran.Johauna se acord de la historia de los dos gigantes, y se pregunt si ellos tambin habran danzado con Flinn. Desde algn lugar lejano, Jo se ech a rer, y la niebla se cerni en oleadas sobre ella. Estaba en el puerto de Specularum, aguardando a que entrara el barco que traa a sus padres a bordo. Pero stos nunca aparecieron. Ella tan slo tena seis aos de edad.La niebla de color sangre se volvi negra.

Cuando Flinn escuch el alarido se encontraba junto al establo, tensando un pellejo tierno en un bastidor. Su mirada se volvi hacia el oeste, y su mano salt hacia la espada que tena al lado.--Jo! -grit, sin darse cuenta de que lo haca. Sali corriendo hacia el bosque y subi la pequea colina lo ms rpido que pudo. Las ramas lo araaban, pero no les prestaba atencin.Jo!, llamaba mentalmente. Qu habra sucedido? Se habra vuelto a encontrar con el muchacho montaraz? No. Aquel grito era de terror. Algo la haba atacado. Se acord entonces de las huellas de puma que haba visto ltimamente y aceler el paso.Flinn coron una pequea elevacin y de nuevo oy el grito de Jo, un alarido que lo hiri en lo ms vivo. Delante de l, a no ms de tres pasos de distancia, Jo se debata bajo una extraa criatura. La sangre moteaba la sucia nieve pisoteada. El monstruo estaba encima de la joven, mordindola en el hombro. Con un alarido, Flinn describi un arco con su espada y, saltando hacia adelante, descarg su arma sobre la espalda de la bestia.La criatura chill y salt a un lado. Desgarrando las heladas ramas, el monstruo se alz en toda su estatura hasta sobrepasar al maduro guerrero. Flinn rechin los dientes y blandi su espada contra la bestia. sta hurt el cuerpo, saltando hacia el lado desprotegido del guerrero, quien descarg otra vez su espada y golpe con el filo del arma la huesuda garra. La bestia retrocedi y ambos se movieron en crculo, cautelosamente, midindose las fuerzas. La sangre goteaba de la nudosa espalda de la criatura y formaba cogulos sobre la nieve. El monstruo sise una vez, y los ocho colmillos de su mandbula confirmaron las sospechas del guerrero. La criatura era un abelaat, un diablico producto de los ms oscuros planes de la creacin. Los abelaats eran unos poderosos servidores, y Flinn se pregunt si habra ms criaturas como aqulla vagando por el bosque..., o si el dueo de la criatura estara por all cerca. Al guerrero se le puso piel de gallina.El abelaat se agach, doblando s