Emanuel Alegre - SAMSARA_adelanto

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Adelanto de la nueva novela de Emanuel Alegre,"Samsara", de inminente publicación por parte de Ediciones La Parte Maldita. ¿Dónde la vas a poder conseguir? Consultá el mapa de Librerías amigas en: http://cor.to/mapaeLPMEdiciones La Parte Maldita-------------Blog: http://edlapartemaldita.blogspot.com/Facebook: Ediciones La Parte MalditaTwitter: http://twitter.com/lapartemaldita

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Alegre, Emanuel Carlos Samsara. - 1a ed. - Buenos Aires : Ediciones La Parte Maldita, 2011. 94 p. ; 20x13 cm.

ISBN 978-987-26754-0-0

1. Narrativa Argentina . 2. Novela. I. Título. CDD A863

Diseño de tapa y diagramación interior:Ed. La Parte Maldita

Foto de solapa: Corina Buceta Reales

©2011, Emanuel Alegre

©2011, Ediciones La Parte MalditaBolivia 269, Ciudad Autónoma de Buenos Aires

Derechos de autor y de propiedad intelectual en trámite.

[email protected]://edlapartemaldita.blogspot.com

Primera edición, abril 2011

Licenciado bajo Creative CommonsAtribución - No comercial - Compartir obras derivadas igual

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A Jorge Middler, por no existir

A Corina, por existir

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Prólogo (o pequeño tratado sobre la lectura)

The day supplyeth us with truths, the nigh

with fictions and falsehood *

Sir Thomas Browne, On Dreams

Como corresponde a todo buen prólogo a una

novela contemporánea, empiezo por recordarle al lector una anécdota contada por Cicerón (De divi-natione, II, 40). Preparándose para una campaña militar contra los partos, el general romano Marco Craso embarcaba sus ejércitos, cuando de pronto escuchó las siguientes palabras: "Cauneas!", o sea, el pregón de un vendedor que ofrecía "higos traí-dos de Caunos". Sin embargo aquello sonaba muy parecido a "Caue, ne eas!", que en latín significan "¡cuidado, no vayas!". Para cualquier otro supersti-cioso romano el presagio no dejaba lugar a dudas, los dioses no querían que las tropas emprendieran

* El día nos provee de verdades, la noche de ficciones y falsedades

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el viaje, pero al parecer el general creyó que aque-llo era una tontería e hizo caso omiso de la "clara" manifestación de la voluntad divina. Marco Craso pereció en aquella campaña contra los partos. No supo leer la señal, o al menos no la creyó una señal. Además de mostrarnos las ironías del destino, esta historia nos recuerda la más primitiva, imperiosa y verdadera de las facultades del hombre: la de ser un lector. Probablemente esa capacidad de leer en el Libro de la naturaleza, de leer antes de toda es-critura (como el vuelo de los pájaros, las entrañas de los animales o las constelaciones celestes) se en-cuentre hoy profundamente transformada (como afirma Benjamin) pero lo cierto es que no podemos evitar sentir, en algún momento de nuestra vida, que el mundo trata de decirnos algo que nosotros no podemos leer. Como se sabe, antes de la Caída la situación era muy otra, porque estábamos en pose-sión de esa lengua.El protagonista de esta novela (y esto es todo lo que podemos adelantar) vive de noche, con lo que sus intentos de traducir ese silencio detrás del cual se esconde la verdad, como quería Chesterton, resul-tan el doble de problemáticos. Lo que nos depara la

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noche, como se lee en el epígrafe, es ficción y false-dad, pero para el autor de Samsara los sueños fal-sos son en realidad los diurnos, el territorio de la lectura trunca. El protagonista de esta novela vive de noche, dijimos, y es allí donde la revelación es inminente y el dormir de los otros, la reafirmación de un encierro interior en el que las huellas llevan a un lugar al que preferiríamos no llegar, una lengua que querríamos no conocer.Releo el primer párrafo y advierto que Cicerón cita la historia para ridiculizar la idea de que en cual-quier cosa que se nos ocurra, incluso en un estor-nudo escuchado al pasar cuando caminamos por la calle, podemos leer una verdad latente que está tratando de manifestársenos. El filósofo Cicerón encuentra esto irracional; el general romano muere sin embargo en la batalla. El protagonista de este libro persigue en sueños signos que no puede leer. Como todo lector (esto es, como todo melancólico) gusta de mirar el cielo oscuro, las nubes y los árbo-les.

Ramiro H. Vilar Longchamps, febrero de 2011

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I

Jorge es el tipo ideal para pasar las guardias. Nunca se queja por el peso del balde de veinte litros lleno de llaves. Siempre, cuando vamos a buscar las llaves, como si fuese un ritual, lo sigo mientras fumo, mirando hacia las siluetas de los edificios en la os-curidad. Cuando llega hasta la garita y entra, yo me quedo afuera mirando al cielo. El humo se mezcla con mi visión de las nubes, es como si hubiesen dos cielos, dos mundos coexistiendo en el mismo lugar. El día es tan diferente a la noche. Todos los que vivi-mos de noche terminamos comportándonos como negativos de los que viven de día. No es algo preme-ditado, es sólo que te afecta el vivir a contramano. Hay días en que me levanto, y si duermo poco, veo el sol del mediodía como si fuese un astro extra-ño. Parpadeo tanto por la falta de costumbre como por la sorpresa de verlo ahí. El tiempo se vuelve un caramelo que se diluye despacio y al que si te ani-más, podés morderlo. Y las noches parecen chicles largos como cuellos de jirafa. Y no hablemos de los cielos. Las nubes nocturnas parecen los lobos de las diurnas. Siempre juntas, grises, como confabulan-

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do mientras te observan y se acercan. Tiro la colilla. Boludeces. Mejor voy a ayudar a Jorge con las llaves, sino, nos va a alcanzar la madrugada.

-¿Mate?Acepto mientras me siento en la mesa. Las mon-tañas de llaves se van formando despacio. Nova, Maya, Secur, Jma, Yale, Trabex, Dac, Prive, todas tie-ne su montañita. Con esto de seleccionar llaves nos estamos volviendo unos expertos. Las clasificamos como enólogos o numimásticos: doble paleta, sim-ples, rectas, con curva. Ni tenemos que fijarnos las marcas, ya por el peso y la forma las reconocemos.-Hoy ni en pedo llegamos a otro tacho.-¿Llegaron muchas hoy?-Bastantes. ¿La verdad pensás que son para dona-ción o algo así?Jorge Middler es un escéptico, no cree en nada o mejor dicho, duda de todo. Yo por ahora vengo bien, mi racha de pérdidas no es tan grande como la de él, tendría que ver cómo ando después de tres di-vorcios. En realidad él anda mejor que yo: no llegué a sus tres divorcios y ya estoy trabajando de sereno para los curas.

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-Para mí que estos las venden y se quedan con la guita.- Dice y se queda mirando el mate como para atraerlo con la mirada.Le devuelvo el mate y me quedo mirando una llave. No puedo reconocerla. La marca no existe y es muy liviana para ser de bronce. La dejo a un lado. Sigo apartando llaves pero no puedo evitar mirarla de vez en cuando.-Dos y media. –Jorge se pone de pie, agarra la linter-na, el handy y sale. -Tené cuidado si pasás cerca de la granjita, parece que las vacas andaban con diarrea.

-Pavo blanco a perro azul. Cerradura Trabex doble paleta con chanfle. Agarro el handy y contesto.-¿Dónde?-Laboratorio. Cambio y fuera.

-Trabex. Doble paleta. Dientes escalonados. 80 por ciento bronce, 20 por ciento fundición. Industria nacional…-¿Podés dejar eso y probar la llave?Desde que descubrimos el cuarto lleno de llaves

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cerca de la garita estuvimos pensando qué hacer con tantas llaves. Así que a la ecuación que arma-mos le sumamos mucho tiempo disponible y el resultado de la incógnita fue el esperado. La gen-te trae las llaves para los curas que las vendan, las funden o no se que mierda. Nosotros les dimos una finalidad más noble: volver a utilizarlas para su fin primigenio. Y como nosotros, en nuestras casas, no tenemos tantas puertas, en realidad, no tenemos nada interesante detrás de esas puertas, por eso las probamos acá, en el predio: un museo; un labora-torio; una cocina; dos edificios de dormitorios, uno para los curas y otro para las monjas; un colegio; una granja y una iglesia que es una catedral en mi-niatura. Todo eso a nuestro alcance y a nuestro cui-dado. Así sobrevivimos las guardias: clasificamos las llaves y después uno de nosotros, simulando las rondas, busca marcas y morfología de las cerradu-ras para que el otro lleve hasta él la mayor cantidad de llaves compatibles. Hasta ahora no nos fue nada mal: tenemos acceso a una cocina y al dormitorio de monjas. Cena gratis y … nada, lo de las monjas es al pedo, espiar, espiar y nunca pasa nada. Pero lo de la cena no es para menospreciarlo. Ayuda al

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presupuesto.-¿Y?-Pará, se trabó.-Tendrías que haberme dejado a mí, siempre se te traban a vos.-Pará… no me pongas nervioso.-¿Y?-¡Pará!-Shhhhh.-Jorge mira fijo la cerradura y sé que se viene una escena. De repente comienza a patear la puerta. Antes me ponía nervioso cuando hacía esto pensando en que podían aparecer los curas y las monjas y nos iban denunciar con la agencia, pero a estos tipos no parece importarles un carajo el lío que hacemos. Ya nos pusimos en pedo con vino, ju-gamos dos guerras de comida en la cocina, jugamos a las escondidas en la iglesia una vez que quedó abierta.-Listo. Faltaba girarla un cachito más.Abre despacio la puerta y la vuelve a cerrar.Nos miramos. Somos como chicos con chiche nue-vo. Por cábala nos vamos. Descubrimos que es más linda la sorpresa cuando la dejás madurar.

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-¿Te pusiste a pensar alguna vez en la felicidad? Lo miro. Estaba por cebar mate. Dejo todo porque se lo que viene.-Una vez le pregunté a un amigo que sonreía todo el día si era feliz. Me dijo que sí, que siempre era feliz, que no pasaba un momento sin dejar de ser feliz. Le dije que era imposible, que no podía ser feliz todo el tiempo. Dejé de verlo. Pasaron una semana, dos, hasta que un amigo me dijo que a al flaco le había agarrado un ataque de pánico. Se pone de pie, me saca la pava y la lleva hasta el calentador. Lo prende y se rasca atrás de la oreja. Nunca dice nada cuando hace cosas así, solamente se queda mirando la pava o alguna otra cosa. Una vez le pregunté por qué hacía eso. Me dijo que pen-saba que si se concentraba en un punto en el infini-to todo alrededor podía llegar a desaparecer. Lo que quedase de todo lo que se desvanecía era realmente real.-La felicidad no existe. Es como un polvo. Vas, cono-cés una mina, te calentás, la llevás a la cama y todo bien. Pero pum, la pusiste, acabaste y se termina todo. Tac, tac, tac, tres escupidas y chau ilusiones, vida en conjunto, amor y todo queda ahí, compren-

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dido en el contenido de un forro. Y entonces sobre-viene el vacío, el alma se queda sin nada, como tu pene después de destilar esperma. Fijate en la gen-te en la calle. Todo meta joda. Minas, bebida, bailes, quilombo y te juego lo que quieras que cuando es-tán solos sin todo el ruido, con el silencio rozándo-los, no lo soportan, se dan cuenta que hagan lo que hagan siempre vana estar solos. Todo está condena-do al pasado. La gente no construye lazos sólidos, sólo algo que les permita mantener la cabeza fuera del agua, nunca sacando todo el cuerpo. Por eso hoy estás y mañana quién sabe.-¿Y nosotros?-En una de esas ya estamos ahogados.Saca la pava del fuego y tira un chorrito de agua al mate. Durante quince minutos no hablamos. De re-pente se pone de pie.-Voy a hacer la ronda. El agua está fría.Se que miente. Apenas salga se va a quedar acodado contra la garita fumando y mirando ese punto que tanto necesita.

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II

Amanece. El sueño y el cansancio me transfor-man los ojos en dos ranuras horizontales. Después de no dormir toda una noche, la sensación que te produce eso del mundo que te rodea, es como el de una ilusión. El límite del ensueño y la realidad se dilata y expande como un espejo de agua. Cuando todo el mundo se levanta para ir a trabajar vos te apurás para poder acostarte y descansar un poco. Es la relatividad del tiempo. Ocho horas nocturnas valen como cien horas de sueño diurnas. Nunca te dormís del todo cuando dormís de día. Siempre es-tás atento a algo: un movimiento, un ruido extraño, una presencia.Saludo a Jorge, que camina como contando las bal-dozas hasta la parada de colectivos y subo al auto.Condusco medio zombie, envidiando a los que dur-mieron toda la noche y ahora muestran sus caras de sueño mientras van a trabajar. Gajes de vivir a des-tiempo. En realidad, no había otro trabajo para mí, desde que recuerdo viví a contramano. Una vez ha-bía una chica que me gustaba mucho cuando esta-ba en la primaria. Nunca me animé a hablarle. Años

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después me enteré que ella estaba enamorada de mí. Entonces ya era tarde. Podría contar un sinnúmero de situaciones similares: trabajos que creía que no sabía si podía cumplir y cuando me decidía a acep-tarlos los puestos ya estaban cubiertos; viajes a los que no me decía a ir y cuando al fin me animaba, ya todos se habían marchado; personas a las que quise mucho y con las que tenía muchas charlas pendien-tes que fallecieron antes que pudiera hablar con ellas. Pero no me quejo, si hubiera tenido un trabajo de día en una oficina o en un taller o en una escuela o hubiera sido policía, ya hubiese matado a alguien. Trabajar de sereno te deja mucho tiempo libre para pensar y meditar y no hacer nada. En otra vida debo de haber sido un monje zen o algo parecido. No me gusta tener mucha gente alrededor. No soy un tipo antipático o violento, mi problema es que soy del tipo esponja: escucho a todo el mundo y absorbo toda la negatividad de la gente que habla conmigo. Ellos se van contentos y pensando qué macanudo es Carlos, pero a mí me dejan lleno de mierda. Y todo el mundo sabe que un recipiente sólo puede contener cierta cantidad de mierda antes de desbordarse. Si, definitivamente hubiese matado a alguien.

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III

Llego a casa porque Dios es bueno. Siempre me pasa cuando vuelvo en auto del trabajo: hay 10 o 15 minutos que se me pierden en el camino de vuelta. No se si me duermo. Es como un lapsus, de repente me encuentro en una parte del camino que no recuerdo cómo llegué. Algún día no voy a llegar a casa: Dios va a meter el dedo meñique en medio de la ruta y voy a terminar de destrozar al pobre Ford Taunus.Estaciono en la calle, nunca lo entro. El barrio sola-mente es peligroso de noche.Es raro. Para cuando llego a casa tendría que estar fundido, con la única necesidad de buscar la cama y acostarme, pero en cambio, cumplo la rutina de todos los días. Recorro la casa viendo qué cosas es-tán fuera del lugar dónde las dejé cuando salí. Es como un juego o leer un mapa, o ver sin ver a una persona, adivinar lo que hizo, lo que pensó. Un vaso en la batea de la cocina, una toalla que antes estaba colgada ahora descansando con la ropa sucia, una botella de gaseosa que antes estaba llena ahora está tirada junto a la heladera. Es el único contacto que

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tengo con el fantasma con el que vivo. Nunca nos vemos. Creo que hace años que no nos hablamos. Sólo tenemos conocimiento el uno del otro por esas pequeñas pistas que sin querer nos dejamos.Voy hasta la cocina y busco en el armario la comi-da de los perros. Miro en la bacha de la cocina una pila de platos sucios. Me obligo a no lavarlos. Que ésta vez los lave el fantasma. Cuando salgo al fon-do llevando la bolsa en la mano solamente espero encontrar a uno de los perros, al mío, a Pocho, el más chiquito; el otro, el de ella, Huno, la mayoría del tiempo anda dando vueltas por el barrio. Entra y sale de la casa a su gusto. Supongo que algún día no va a volver más, pero qué puedo hacer ¿no es lo mismo que pasa con las personas?Busco los tachos de cada uno y les pongo un poco de comida. El más chiquito aparece saltando a mi alrededor y metiéndose entre mis piernas, amena-zando con tirarme. Cuando descubre la comida en el tacho se olvida de mi y se dedica a atacar con an-sias al alimento. Recuerdo cuando mi viejo me regaló mi primer perro. Si digo la edad que tenía entonces mentiría. Sólo recuerdo que era muy chico.

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Cuando me lo regaló, mi viejo me dijo que lo cuida-ra, que íbamos a crecer juntos y ser amigos por mu-chos años, que cuando estuviese triste iba a jugar conmigo e iba a intentar alegrarme, que se acerca-ría a mí y me acompañaría comprendiéndome, que nunca iba a pedirme nada más que una caricia, que iba a ser sincero y que iba a enseñarme tantas co-sas como las que iba a enseñarle yo a él. Mientras me decía todo esto miraba los ojitos del cachorro que me miraba como si estuviese a punto de llorar. Lo que nunca me dijo mi viejo es que ese amigo iba a envejecer y a morir como muchos otros amigos y que la muerte de cada uno de esos amigos iba a dejar pedazos al descubierto dentro mío como una pared con humedad que se va deshaciendo. Mien-tras vuelvo para entrar a la casa pienso en que los padres suelen omitir las partes mas importantes cuando quieren enseñarte las cosas de la vida.Al desvestirme para acostarme miro las manchas de saliva en las almohadas. Tendría que mandarlas a lavar, pero es como una cuestión de principios: el fantasma también las mancha de saliva y si no las lava ella, porque tendría que hacerlo yo.

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Intentando dormirme pienso en cómo dos perso-nas que alguna vez dijeron amarse pueden odiarse tanto.