El Cisne Negro - Intesys Consulting · dinámica del Cisne Negro. EL AUTOR Nassim Nicholas Taleb...

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TENSTEP COSTA RICA: http://www.tenstep.cr, Email. [email protected], Edificio Meridiano, Escazú, de Multiplaza 100mts sur. Tel. (506) 2505-5005. San José, Costa Rica, La incapacidad de predecir las rarezas implica la inca- pacidad de predecir el cur- so de la historia, dada la incidencia de estos suce- sos en la dinámica de los acontecimientos. Y es que la historia es opaca. Se ve lo que aparece, no el guion que produce los su- cesos, el generador de la historia. Nuestra forma de captar estos sucesos es Antes del descubrimiento de Australia, en el Viejo Mundo se creía que todos los cisnes eran blancos. Parecía una creencia irrefu- table. Pero, entonces, se vio que en Australia los cis- nes también podían ser negros. Este hecho ilustra una grave limitación del aprendizaje que se hace desde la observación o la experiencia, así como la fragilidad de nuestro cono- cimiento. Una sola observa- ción es capaz de invalidar una afirmación generaliza- da. Todo lo que se necesita es una sola ave negra. El Cisne Negro es un suceso que se caracteriza por los siguientes atributos: 1. Es una rareza, porque está fuera de las expectativas normales; 2. produce un impacto tremendo; 3. pese a su condición de rareza, la naturaleza humana hace que inventemos explica- ciones de su existencia después del hecho, con lo que, erróneamente, se hace explicable y predeci- ble. Una pequeña cantidad de Cisnes Negros está en el origen de casi todo lo concerniente a nuestro mundo, desde el éxito de las ideas y las religiones, hasta la dinámica de los acontecimientos históricos y los elementos de nuestra propia vida personal. Su- cesos como el ascenso de Hitler y la posterior Guerra Mundial, la desaparición del bloque soviético, la aparición del fundamenta- lismo islámico, los efectos de la difusión de internet, las crisis económicas, las epidemias, la moda, las ideas... todos siguen la dinámica del Cisne Negro. EL AUTOR Nassim Nicholas Taleb (Amioun, Líbano, 1960) ha dedicado su vida a investigar las reglas y la lógica de la suerte, la incertidumbre, la probabilidad y el saber. Mate- mático empírico, a la vez que analista del comportamiento económico de los seres humanos, trabajó durante 21 años como gestor de hedge funds y trader de productos derivados. Taleb ha sido investigador y docente en diversas instituciones académi- cas, como la NYU's School of Engineering o la Universidad de Massachusetts en Am- herst. Es autor de los libros ¿Existe la suerte? (Ediciones Paidós, 2009), The Bed of Procrustes (Random House, 2010), El Cisne Negro (Ediciones Paidós, 2011) y Anti- frágil (Ediciones Paidós, 2013). El Cisne Negro INFORMACION SOBRE EL LIBRO Título original del libro: El cisne negro Autor: Nassim Nicho- las Taleb Editorial: Paidós Fecha de Publicación: 24 de noviembre 2011 ISBN: 9788449326622 INTRODUCCIÓN 15 de enero, 2018 Volumen 01-18 Contenido: Introducción 1 De Mediocristán a Extremistán 3 La falacia narrativa 4 Las pruebas silen- ciosas 6 El escándalo de la predicción 9 Este es un resumen del libro indicado. Estos resúmenes, son enviados sin costo, a las personas inscritas a TenStep CostaRica

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TENSTEP COSTA RICA: http://www.tenstep.cr, Email. [email protected],

Edificio Meridiano, Escazú, de Multiplaza 100mts sur. Tel. (506) 2505-5005. San José, Costa Rica,

La incapacidad de predecir

las rarezas implica la inca-

pacidad de predecir el cur-

so de la historia, dada la

incidencia de estos suce-

sos en la dinámica de los

acontecimientos. Y es que

la historia es opaca. Se ve

lo que aparece, no el

guion que produce los su-

cesos, el generador de la

historia. Nuestra forma de

captar estos sucesos es

Antes del descubrimiento

de Australia, en el Viejo

Mundo se creía que todos

los cisnes eran blancos.

Parecía una creencia irrefu-

table. Pero, entonces, se

vio que en Australia los cis-

nes también podían ser

negros. Este hecho ilustra

una grave limitación del

aprendizaje que se hace

desde la observación o la

experiencia, así como la

fragilidad de nuestro cono-

cimiento. Una sola observa-

ción es capaz de invalidar

una afirmación generaliza-

da. Todo lo que se necesita

es una sola ave negra. El

Cisne Negro es un suceso

que se caracteriza por los

siguientes atributos: 1. Es

una rareza, porque está

fuera de las expectativas

normales; 2. produce un

impacto tremendo; 3. pese

a su condición de rareza, la

naturaleza humana hace

que inventemos explica-

ciones de su existencia

después del hecho, con lo

que, erróneamente, se

hace explicable y predeci-

ble. Una pequeña cantidad

de Cisnes Negros está en

el origen de casi todo lo

concerniente a nuestro

mundo, desde el éxito de

las ideas y las religiones,

hasta la dinámica de los

acontecimientos históricos

y los elementos de nuestra

propia vida personal. Su-

cesos como el ascenso de

Hitler y la posterior Guerra

Mundial, la desaparición

del bloque soviético, la

aparición del fundamenta-

lismo islámico, los efectos

de la difusión de internet,

las crisis económicas, las

epidemias, la moda, las

ideas... todos siguen la

dinámica del Cisne Negro.

EL AUTOR

Nassim Nicholas Taleb (Amioun, Líbano, 1960) ha dedicado su vida a investigar

las reglas y la lógica de la suerte, la incertidumbre, la probabilidad y el saber. Mate-

mático empírico, a la vez que analista del comportamiento económico de los seres

humanos, trabajó durante 21 años como gestor de hedge funds y trader de productos

derivados. Taleb ha sido investigador y docente en diversas instituciones académi-

cas, como la NYU's School of Engineering o la Universidad de Massachusetts en Am-

herst. Es autor de los libros ¿Existe la suerte? (Ediciones Paidós, 2009), The Bed of

Procrustes (Random House, 2010), El Cisne Negro (Ediciones Paidós, 2011) y Anti-

frágil (Ediciones Paidós, 2013).

El Cisne Negro

INFORMACION

SOBRE EL LIBRO

Título original del

libro: El cisne negro

Autor: Nassim Nicho-

las Taleb

Editorial:

Paidós

Fecha de Publicación:

24 de noviembre

2011

ISBN:

9788449326622

INTRODUCCIÓN

15 de enero, 2018

Volumen 01-18

Contenido:

Introducción 1

De Mediocristán a

Extremistán

3

La falacia narrativa 4

Las pruebas silen-

ciosas

6

El escándalo de la

predicción

9

Este es un resumen del

libro indicado. Estos

resúmenes, son enviados

sin costo, a las personas

inscritas a TenStep

CostaRica

TENSTEP COSTA RICA: http://www.tenstep.cr, Email. [email protected],

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vemos qué hay dentro de

la caja, cómo funcionan los

mecanismos. Lo anterior

se debe al error de la con-

firmación: pensamos que

el mundo en que vivimos

es más comprensible, más

explicable y, por consi-

guiente, más predecible de

lo que en realidad es. Nos

centramos en segmentos

preseleccionados de lo

visto y, a partir de ahí, ge-

neralizamos en lo no visto.

Nuestra mente es una

magnífica máquina de ex-

plicación, capaz de dar

sentido a casi todo, hábil

para ensartar explicacio-

nes para todo tipo de fenó-

menos, y generalmente

incapaz de aceptar la idea

de la impredecibilidad. El

análisis aplicado y minu-

cioso del pasado no nos

dice gran cosa sobre el

espíritu de la historia; solo

nos crea la ilusión de que

la comprendemos. Se diría

que las personas que vi-

vieron los inicios de la Se-

gunda Guerra Mundial tu-

vieron el presentimiento de

que se estaba produciendo

algo de capital importan-

cia.

En absoluto. Los sucesos

se nos presentan de forma

distorsionada. Pensemos

en la naturaleza de la in-

formación: de los millones

de pequeños hechos que

acaecen antes de que se

produzca un suceso, resul-

ta que solo algunos serán

después relevantes para

nuestra comprensión de lo

sucedido. Dado que nues-

tra memoria es limitada y

está filtrada, tenderemos a

recordar aquellos datos

que posteriormente coinci-

dan con los hechos. No

obstante, actuamos como

si fuéramos capaces de

predecir los hechos o cam-

biar el curso de la historia.

Hacemos proyecciones a

treinta años vista del déficit

de la seguridad social y de

los precios del petróleo,

sin darnos cuenta de que

no podemos prever unos y

otros ni siquiera de aquí al

verano que viene. Sin em-

bargo, lo sorprendente no

es la magnitud de nuestros

errores de predicción, sino

la falta de conciencia que

tenemos de ellos. Nuestra

incapacidad para predecir

en entornos sometidos al

Cisne Negro, unida a una

falta general de conciencia

de este estado de las co-

sas, significa que determi-

nados profesionales, aun-

que creen que son exper-

tos, de hecho no lo son.

Resulta que no saben so-

bre la materia de su oficio

más que la población en

general, solo que saben

contarlo mejor y aturdirnos

con sus complejos mode-

los matemáticos.

Es fácil darse cuenta tam-

bién de que la vida es el

efecto acumulativo de un

puñado de impactos im-

portantes. Hagamos el

siguiente ejercicio. Pense-

mos en nuestra propia

existencia. Contemos los

sucesos importantes, los

cambios tecnológicos y los

inventos que han tenido

lugar en nuestro entorno

desde que nacimos, y

comparémoslos con lo que

se esperaba antes de su

aparición. ¿Cuántos se

produjeron siguiendo un

programa? Fijémonos en

nuestra propia vida, en la

elección de una profesión,

por ejemplo, o en cuando

conocimos a nuestra pare-

ja, o en el enriquecimiento

o el empobrecimiento súbi-

tos. ¿Con qué frecuencia

ocurrió todo esto según un

plan preestablecido…?

La lógica del Cisne Ne-

gro hace que lo que no

sabemos sea más impor-

tante que lo que sabe-

mos.

Tengamos en cuenta que

muchos Cisnes Negros

pueden estar causados y

exacerbados por el hecho

de ser inesperados. Dado

que los Cisnes Negros son

impredecibles, tenemos

que amoldarnos a su exis-

tencia. Hay muchas cosas

que podemos hacer si nos

centramos en lo que no

sabemos. Podemos dedi-

carnos a buscar Cisnes

Negros positivos con el

método de la serendipia,

llevando al máximo nues-

tra exposición a ellos. En

algunos ámbitos

(descubrimientos científi-

cos, inversiones de capi-

tal), lo desconocido puede

ofrecer una compensación

desproporcionada, ya que

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Volumen 01-18

“Los suce-

sos se nos

presentan

de forma

distorsiona-

da.”

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mente a la salida de un

estadio de fútbol. Añadá-

mosles la persona más

rica del planeta, por ejem-

plo Bill Gates. Suponga-

mos que su patrimonio sea

de unos 80 000 millones

de dólares, siendo el capi-

tal de todos los demás

unos cuantos millones.

Dicho patrimonio represen-

tará el 99,9 % de la rique-

za total. Esa es la segunda

variante del azar: Extre-

mistán, donde “las de-

sigualdades son tales que

una única observación

puede influir de forma des-

proporcionada en el total”.

Fijémonos en las implica-

ciones que esto tiene. Ex-

tremistán puede producir

Cisnes Negros, y de hecho

lo hace, como en el caso

de sucesos raros que han

influido colosalmente en la

historia. Pero con el azar al

estilo de Mediocristán no

es posible encontrarse con

la sorpresa de un Cisne

Negro, la sorpresa de que

un único suceso pueda

dominar un fenómeno. Lo

que en Mediocristán se

puede saber a partir de los

datos aumenta con mucha

rapidez a medida que se

acumula información. Sin

embargo, en Extremistán

el conocimiento crece muy

despacio y de forma erráti-

ca con la acumulación de

datos —algunos de ellos

extremos—, posiblemente

a un ritmo desconocido.

se suele perder poco y

ganar mucho de un suceso

raro. Contrariamente a lo

que se piensa en el ámbito

de la ciencia social, casi

ningún descubrimiento ni

ninguna tecnología desta-

cable surgieron del diseño

y la planificación, sino que

fueron Cisnes Negros. La

estrategia de los descubri-

dores y emprendedores es

confiar menos en la planifi-

cación, centrarse al máxi-

mo en reconocer las opor-

tunidades cuando se pre-

sentan y juguetear con

ellas.

De Mediocristán a Extre-

mistán

Existen dos tipos de incer-

tidumbre o dos variantes

del azar. El primero lo po-

dríamos llamar la provincia

utópica de Mediocristán,

donde los sucesos indivi-

duales no aportan mucho

individualmente, sino solo

de forma colectiva. La re-

gla suprema de Mediocris-

tán se puede formular en

estos términos: “Cuando la

muestra es grande, ningún

elemento singular cambia-

rá de forma significativa el

total”. Para ilustrarlo, tome-

mos el ejemplo de nuestro

consumo de calorías. Los

humanos consumimos cer-

ca de ochocientas mil calo-

rías al año. Ningún día

concreto supondrá una

gran parte de esa canti-

dad. Consideremos por

comparación el valor neto

de las mil personas que

seleccionemos aleatoria-

Cómo aprender del pavo

¿Cómo sabemos que lo

que hemos observado de

un suceso cualquiera bas-

ta para permitirnos enten-

der sus restantes propie-

dades? Todo conocimiento

al que llegamos mediante

la observación lleva incor-

poradas ciertas trampas.

Pensemos en el pavo al

que se le da de comer to-

dos los días. Cada vez que

le demos de comer, el pa-

vo confirmará su creencia

de que lo alimentan todos

los días unos miembros

amables del género hu-

mano. Sin embargo, la tar-

de anterior al día de Ac-

ción de Gracias, al pavo le

ocurrirá un suceso inespe-

rado, un Cisne Negro, que

le obligaría a revisar su

creencia… si pudiera ha-

cerlo. El problema del pavo

se puede generalizar a

cualquier situación donde

la misma mano que te da

de comer puede ser la que

te retuerza el cuello. El

animal aprendió de la ob-

servación, como a todos

se nos dice que hagamos.

Su confianza aumentaba a

medida que se repetían las

acciones alimentarias y

cada vez se sentía más

seguro, pese a que el sa-

crificio era cada vez más

inminente. Su sentimiento

de seguridad alcanzó el

punto máximo cuando el

riesgo era mayor. Nos

preocupamos demasiado

tarde, cuando las cosas ya

han sucedido. Confundir

Volumen 01-18

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“..un Cisne

Negro, que le

obligaría a

revisar su

creencia”….

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ductivos específicos y refi-

nados que nos llevan a dar

por sentadas cosas que

pueden ser o no ser cier-

tas. Debido a este meca-

nismo mental, tenemos la

tendencia natural a fijarnos

en los casos que confir-

man nuestra historia y

nuestra visión del mundo.

Tomamos ejemplos pasa-

dos que corroboran nues-

tras teorías y los tratamos

como pruebas. A este em-

pirismo ingenuo se le pue-

de dar la vuelta a través de

un contramecanismo de

conjeturas y refutaciones

que funciona como sigue:

se formula una conjetura

(osada) y se empieza a

buscar la observación que

demostraría que estamos

en un error. Podemos

acercarnos más a la ver-

dad mediante ejemplos

negativos, no mediante la

verificación. Así, por ejem-

plo, el especulador George

Soros, cuando hace una

apuesta financiera, no deja

de buscar ejemplos que

demuestren que su teoría

inicial es falsa. Tal vez sea

esto la auténtica confianza

en uno mismo: la capaci-

dad de observar el mundo

sin necesidad de encontrar

signos que halaguen el

propio ego. Si pensamos

que la tarea es fácil, que-

daremos decepcionados:

pocos seres humanos tie-

nen la habilidad natural de

hacerlo. Además, es evi-

dente que no es fácil

“falsar”, es decir, afirmar

con plena certeza que algo

una observación ingenua

del pasado con algo defini-

tivo o representativo del

futuro es la sola y única

causa de nuestra incapaci-

dad para comprender el

Cisne Negro.

El error de la confirma-

ción

Durante mil días, el pavo

observa que su “cuidador”

es una excelente persona.

Cada una de las observa-

ciones que hace “confirma”

su historia de que vive co-

mo un rey. Pero nosotros

sabemos que el pavo con-

funde la “ausencia de

pruebas” de instinto ase-

sino por parte de su cuida-

dor con tener realmente

una “prueba de la ausen-

cia” de ese instinto. No es

consciente en ningún mo-

mento de la que se le vie-

ne encima. Se ha estado

autoengañando pensando

que lo que veía eran prue-

bas. El error de la confir-

mación, que nos deja cie-

gos ante los Cisnes Ne-

gros, no es exclusivo de

nuestros queridos pavos.

Todos somos presa de

este mismo sesgo. Y pare-

ce que desde nuestra más

tierna infancia. Mostremos

a un niño dos fotografías

de dos personas de tez

oscura, digámosle que per-

tenecen a una tribu: lo más

probable es que salte sin

más a la conclusión de que

todos los miembros de esa

tribu tienen la piel oscura.

Parece que estamos dota-

dos de unos instintos in-

es un error. Las imperfec-

ciones de nuestro método

de comprobación pueden

llevarnos a un “no” equivo-

cado. Es posible que el

médico que descubre célu-

las cancerosas usara unos

aparatos deficientes que

provocaban ilusiones ópti-

cas; o es posible que el

testigo de un delito estu-

viera bebido. Pero sigue

siendo válido que sabemos

dónde está el error con

mucha mayor confianza de

la que tenemos sobre dón-

de está lo acertado. Sin

embargo, tendemos a no

ser conscientes de esta

propiedad.

La falacia narrativa

Cierto día de diciembre de

2003, cuando fue captura-

do Sadam Husein, Bloom-

berg News lanzó el si-

guiente titular (pesimista):

“Suben los bonos del Te-

soro de Estados Unidos;

es posible que la captura

de Husein no frene el te-

rrorismo”. Media hora más

tarde, tuvieron que emitir

otro titular (optimista):

“Caen los bonos del Teso-

ro de Estados Unidos; la

captura de Husein aumen-

ta el atractivo de los acti-

vos de riesgo”. De modo

que la misma captura (la

causa) explicaba un suce-

so y su diametralmente

opuesto. Es evidente que

no puede ser; no se pue-

den vincular ambos he-

chos. Estamos ante un

ejemplo del fenómeno co-

nocido como falacia narra-

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“Se ha estado au-

to engañando

pensando que lo

que veía eran

pruebas..”

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por las historias compactas

en lugar de las verdades

desnudas nos hace vulne-

rables, ya que puede dis-

torsionar gravemente

nuestra representación

mental de la realidad; y

esto es particularmente

grave cuando se trata de

un suceso raro. Se necesi-

ta un esfuerzo considera-

ble para ver los hechos (y

recordarlos) al tiempo que

se suspende el juicio y se

huye de las explicaciones.

Se podría decir que nece-

sitamos reducir la dimen-

sión de las cosas para que

nos puedan caber en la

cabeza.

Y al hacerlo de forma auto-

mática, la mente es como

un preso, está cautiva de

su biología. Así que, si in-

tentamos ser auténticos

escépticos respecto a

nuestras interpretaciones

entraremos en un estado

de alerta, lo que genera

fatiga y hará que nos sinta-

mos agotados enseguida.

Pero es un auténtico ejer-

cicio de prudencia.

Hay formas de escapar de

la falacia narrativa median-

te conjeturas, experimen-

tos o haciendo prediccio-

nes que se puedan com-

probar.

La falacia de la narración

puede hacer que no sea-

mos conscientes de los

Cisnes Negros si se da

alguna de estas situacio-

nes:

tiva. Para comprender el

poder de la narración, fijé-

monos en la afirmación

siguiente: “El rey murió y la

reina murió”. Comparé-

mosla con esta: “El rey

murió y, luego, la reina

murió de pena”. Este ejer-

cicio, expuesto por el no-

velista E. M. Forster, de-

muestra la distinción entre

la mera sucesión de infor-

mación y una trama. Pero

observemos el problema

que aquí se plantea: aun-

que en la segunda afirma-

ción añadimos informa-

ción, redujimos efectiva-

mente la dimensión del

total.

La segunda frase es mu-

cho más ligera y fácil de

recordar. Como la pode-

mos recordar con menos

esfuerzo, también la pode-

mos vender a los demás,

es decir, comerciar mejor

con ella como una idea

empaquetada (se ajuste o

no a la verdad la causa de

la muerte de la reina). Esta

es, en pocas palabras, la

definición y función de una

narración. Debido a la fala-

cia narrativa, tendemos a

engañarnos con autonarra-

ciones porque nos gustan

las historias, nos gusta

simplificar, ver patrones y

tejer explicaciones ante

cualquier secuencia de

hechos. Las explicaciones

atan los hechos. Hacen

que se puedan recordar

mucho mejor; ayudan a

que tengan más sentido.

Pero nuestra predilección

1.- Cuanto más se resume

un hecho, más orden se

pone y menor es lo aleato-

rio. De aquí que la misma

condición que nos hace

simplificar nos empuja a

pensar que el mundo es

menos aleatorio de lo que

realmente es. Y el Cisne

Negro (o la probabilidad de

que ocurra) es lo que ex-

cluimos de la simplifica-

ción.

2.- La narratividad puede

afectar muchísimo al re-

cuerdo de los sucesos pa-

sados, y lo hace del modo

siguiente: tenderemos a

recordar con mayor facili-

dad aquellos hechos de

nuestro pasado que enca-

jen en una narración,

mientras que tendemos a

olvidar otros que no parece

que desempeñen un papel

causal en esa narración

(por ejemplo, un Cisne Ne-

gro).

3.- El saber popular sostie-

ne que la memoria es co-

mo un dispositivo de gra-

bación en serie, como el

disco duro del ordenador.

En realidad, la memoria se

parece más a una máquina

de revisión dinámica in-

teresada: recordamos la

última vez que recordamos

el suceso y, sin darnos

cuenta, en cada recuerdo

posterior cambiamos la

historia.

4.- La narrativa puede con-

fundir nuestra proyección

de las probabilidades. En

un experimento se les pi-

Volumen 01-18

Página 5

dió a varios profesionales de la

previsión del tiempo que imagi-

naran los siguientes escenarios

y que estimaran sus probabili-

dades: (a) unas inundaciones

en algún lugar de América en

las que mueren más de mil per-

sonas; (b) un terremoto en Cali-

fornia, que provoca grandes

inundaciones y en el que mue-

ren más de mil personas.

Los encuestados calculaban

que el primer suceso era menos

probable que el segundo. Un

terremoto en California, sin em-

bargo, es una causa perfecta-

mente imaginable, que aumenta

mucho la disponibilidad mental

—y de ahí la probabilidad esti-

mada— del escenario de la

inundación. Pero es claramente

una falacia narrativa porque,

objetivamente, que haya una

inundación en algún punto de

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des de que sea así posi-

blemente han disminuido.

7.- La información estadís-

tica abstracta no nos influ-

ye tanto como la anécdota

(narración). Por ejemplo:

estamos en un avión y nos

dirigimos a Nueva York. La

persona que tenemos al

lado nos cuenta que hace

años mataron a un amigo

de su primo en Central

Park. Bien, lo más proba-

ble es que evitemos Cen-

tral Park durante nuestra

estancia en la ciudad. Da

igual que sepamos que

hay estadísticas que nos

podrían indicar que la pro-

babilidad de un Cisne Ne-

gro (nuestra muerte en el

parque) es prácticamente

nula. Somos abducidos por

la narración de nuestro

simpático compañero de

viaje. La forma de evitar

los males de la falacia na-

rrativa es favorecer la ex-

perimentación sobre la

narración, la experiencia

sobre la historia y el cono-

cimiento clínico sobre las

teorías.

Las pruebas silenciosas

Otra falacia en nuestra

forma de entender los

acontecimientos es la de

las pruebas silenciosas. La

historia nos oculta tanto los

Cisnes Negros como su

capacidad para generarlos.

Las pruebas silenciosas

están presentes en todo lo

relacionado con el concep-

to de historia. Por historia

no entiendo únicamente

un inmenso continente es

mayor que el terremoto

más una inundación en un

punto concreto de la geo-

grafía.

5.- Existen dos tipos de

sucesos raros: (a) los Cis-

nes Negros de los que es

muy probable que oigamos

hablar en televisión; y (b)

aquellos de los que nadie

habla porque escapan de

los modelos, aquellos de

los que nos daría vergüen-

za hablar en público por-

que no parecen verosími-

les. Se sobreestiman las

incidencias de los Cisnes

Negros en el primer caso

(pudiéndose incluir en mu-

chas narraciones o histo-

rias), pero se infravaloran

gravemente en el segundo.

A causa de esta “ceguera”,

en el sector de los segu-

ros, por ejemplo, se obser-

va que en las pólizas la

gente se olvida de esos

sucesos altamente impro-

bables y muestran una

preferencia por asegurarse

contra pequeñas pérdidas

probables, a expensas de

las menos probables pero

de mayor impacto.

6.- Los sucesos que son

no-repetibles se ignoran

antes de que se produz-

can, y se sobreestiman

después (durante un breve

tiempo). Después de un

Cisne Negro, como el del

11 de septiembre de 2001,

la gente espera que vuelva

a ocurrir (aparece en mu-

chas narraciones), cuando,

de hecho, las probabilida-

esos libros eruditos pero

aburridos, sino cualquier

sucesión de acontecimien-

tos vistos con el efecto de

la posteridad. Muchos es-

tudios sobre millonarios o

gente de éxito destinados

a entender las destrezas

que se requieren para con-

vertirse en una celebridad

toman una población de

personajes, gente de gran-

des títulos y fantásticas

ocupaciones, y estudian

sus cualidades. Se fijan en

lo que tienen en común

esos peces gordos: coraje,

saber correr riesgos, opti-

mismo, etc.; y de ahí dedu-

cen que tales rasgos, so-

bre todo el de correr ries-

gos, ayudan a alcanzar el

éxito. Ahora echemos una

mirada al cementerio; a los

que no aparecen en los

libros. La tumba de los fra-

casados estará llena de

personas que compartie-

ron los siguientes rasgos:

coraje, saber correr ries-

gos, optimismo, etc.; justo

los mismos rasgos que

identifican a la población

de millonarios. Puede ha-

ber algunas diferencias en

las destrezas, pero lo que

realmente separa a unos

de otros es, en su mayor

parte, un único factor: la

suerte. Pura suerte. De

forma parecida a como

ocurre con la falacia narra-

tiva, las pruebas silencio-

sas (aquello que se olvida

en una narración en apa-

riencia coherente) pueden

ocultarnos los Cisnes Ne-

gros. Una persona de éxito

Volumen 01-18

Página 6

“Los sucesos

que son no-

repetibles se

ignoran antes de

que se

produzcan.”

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la población de esta última

profesión a partir de cual-

quier muestra que se me

presente. Lo mismo ocurre

con quienes se dedican a

profesiones exentas de

efectos estelares.

El argumento del punto de

referencia dice lo siguien-

te: no hay que computar

las probabilidades desde la

posición ventajosa del ju-

gador que gana (o del afor-

tunado Casanova), sino

desde todos aquellos que

empezaron en el grupo.

Somos animales que bus-

can explicaciones, que

tienden a pensar que todo

tiene una causa identifica-

ble y que se agarran a la

más destacada como ex-

plicación. Además, cree-

mos que es más inteligen-

te buscar un porqué que

aceptar el azar. Pero es

posible que no exista un

porqué; es más, muchas

veces no hay nada, ni si-

quiera un espectro de ex-

plicaciones posibles. Sin

embargo, las pruebas si-

lenciosas ocultan tal he-

cho. No estoy diciendo que

las causas no existen; no

empleemos este argumen-

to para evitar aprender de

la historia. Todo lo que

digo es que no es tan sen-

cillo; sospechemos del

“porqué” y manejémoslo

con cuidado, particular-

mente en las situaciones

en que sospechemos que

existen pruebas silencio-

sas. Una vez que damos

con la idea de las pruebas

intentará convencernos de

que sus logros no pueden

ser algo accidental, al igual

que el jugador que gana

en la ruleta siete veces

seguidas nos dirá que las

probabilidades de que tal

cosa ocurra son de una

entre varios millones, de

modo que tendremos que

pensar que hay en juego

alguna intervención tras-

cendental, o aceptar la

destreza y perspicacia del

jugador. Pero si tenemos

en cuenta la cantidad de

jugadores que hay por ahí,

y el número de partidas

que se juegan (en total,

varios millones de episo-

dios), entonces se hace

evidente que estos golpes

de suerte son proclives a

darse. El olvido de las

pruebas silenciosas es

endémico en la forma en

que estudiamos el talento

comparativo, particular-

mente en las actividades

que están plagadas de

atributos del estilo “el ga-

nador se lo lleva todo”.

Recordemos el efecto del

“ganador se lo lleva todo”:

existe una gran cantidad

de personas que se deno-

minan escritores pero que

trabajan (solo

“temporalmente”) en las

relucientes cafeterías de

Starbucks. La desigualdad

en este campo es mayor

que en, digamos, la medi-

cina, pues raramente ve-

mos a médicos sirviendo

hamburguesas. De ahí que

pueda inferir en gran medi-

da el rendimiento de toda

silenciosas, muchas de las

cosas que nos rodean y

que previamente estaban

ocultas empiezan a mani-

festarse. Una ramificación

de la idea de las pruebas

silenciosas sitúa nuestra

toma de decisiones bajo

una nube de posibilidades.

Vemos las consecuencias

obvias y visibles, no las

invisibles y menos obvias.

Sin embargo, esas conse-

cuencias que no se ven

pueden ser —normalmente

son— más significativas.

Los gobiernos saben muy

bien cómo decirnos lo que

hacen, pero no lo que no

hacen. De hecho, se dedi-

can a lo que podría deno-

minarse una falsa

“filantropía”, la actividad de

ayudar a las personas de

forma visible y sensaciona-

lista, sin tener en cuenta el

oculto cementerio de las

consecuencias invisibles.

Apliquemos este razona-

miento al 11 de septiembre

de 2001. El grupo de Bin

Laden acabó con la vida

de unas dos mil quinientas

personas en las Torres

Gemelas del World Trade

Center. Sus familias conta-

ron con el apoyo de todo

tipo de entidades, como

debía ser. Pero, según

dicen los investigadores,

durante los tres meses que

restaban de aquel año,

unas mil personas fueron

víctimas silenciosas de los

terroristas. ¿Cómo? Quie-

nes tenían miedo al avión

y se pasaron al coche co-

rrieron un riesgo mayor de

Volumen 01-18

Página 7

“Somos anima-

les que buscan

explicaciones..”

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vemos las buenas. Sin em-

bargo, a corto plazo no

está claro qué rasgos son

realmente buenos para

nosotros, sobre todo si

estamos en el entorno ge-

nerador de Cisnes Negros

de Extremistán.

La falacia lúdica

Los Cisnes Negros apare-

cen de modo subrepticio y

el intento de controlarlos o

reducirlos siguiendo un

modelo teórico a menudo

conduce a mayores confu-

siones. Los atributos de la

incertidumbre a los que

nos enfrentamos en la vida

real guardan poca relación

con los rasgos

“esterilizados” que vemos

en los “modelos” teóricos

de gestión del riesgo. En la

vida real, el Cisne Negro

se puede definir como lo

“desconocido desconoci-

do”. Pero en los modelos

teóricos, el Cisne Negro se

ve como lo “desconocido

conocido”, lo cual es una

falacia. Tomemos, por

ejemplo, los casinos. Estos

establecimientos suelen

enfrentarse a una clase de

riesgos conocidos. En un

casino uno conoce las re-

glas, puede calcular las

probabilidades, y el tipo de

incertidumbre que tiene

ante sí es de grado suave

(pertenece a Mediocris-

tán). El casino es el único

entorno humano en el que

las probabilidades son co-

nocidas y casi compu-

tables. No se puede espe-

rar que el casino pague

muerte. Se ha demostrado

que durante aquellos me-

ses aumentaron los acci-

dentes automovilísticos; la

carretera es considerable-

mente más letal que el es-

pacio aéreo.

Estas familias no recibie-

ron ayuda; ni siquiera sa-

bían que sus seres queri-

dos también fueron vícti-

mas de Bin Laden. Tenga-

mos las agallas de recono-

cer las consecuencias si-

lenciosas cuando nos en-

contremos frente al próxi-

mo vendedor humanitario

de ungüentos milagrosos.

Todo esto nos lleva a la

manifestación más grave

de las pruebas silenciosas,

la ilusión de la estabilidad.

El sesgo disminuye nues-

tra percepción de los ries-

gos en que incurrimos en

el pasado, particularmente

en aquellos que tuvimos la

suerte de haber sobrevivi-

do a ellos.

Nuestra vida estuvo bajo

una grave amenaza, pero,

al haberla superado, re-

trospectivamente infravalo-

ramos lo arriesgada que

era en realidad la situa-

ción. Cuanto menos fami-

liarizado está uno con la

disparatada aleatoriedad

generadora de Cisnes Ne-

gros, más cree en el fun-

cionamiento óptimo de la

evolución. En sus teorías

no están presentes las

pruebas silenciosas. La

evolución es una serie de

chiripas, algunas buenas, y

muchas malas; pero solo

apuestas a un millón por

uno, ni que cambie las re-

glas durante la partida. La

gestión del riesgo de un

casino está, por tanto, des-

tinada principalmente a

reducir las pérdidas que

ocasionan los tramposos.

Todo lo que tiene que ha-

cer el establecimiento es

controlarlos a ellos. Una

gestión del riesgo fácil,

¿verdad? Pues no tan de-

prisa… o caeremos en la

falacia lúdica. Fijémonos

en un casino de Las Vegas

tras sufrir pérdidas finan-

cieras enormes que que-

daron completamente fue-

ra de sus “sofisticados”

métodos de reducción de

riesgo. Perdieron unos

cien millones de dólares

cuando un tigre mutiló a un

insustituible actor de su

espectáculo principal. El

artista había criado al tigre

y este incluso había llega-

do a dormir en su habita-

ción. Al analizar los posi-

bles escenarios, el casino

llegó a pensar que el ani-

mal podría saltar sobre el

público, pero a nadie se le

ocurrió cómo podían ase-

gurar lo que iba a suceder.

El casino gastó cientos de

millones de dólares en la

teoría del juego y la vigi-

lancia de alta tecnología,

pero los grandes riesgos

surgieron fuera de sus mo-

delos. Su error fue el de

centrarse. Saber centrarse

es una gran virtud para

quien se dedique a reparar

relojes, para el neurociru-

jano o para el jugador de

Volumen 01-18

Página 8

“La evolución

es una serie de

chiripas,

algunas buenas,

y muchas

malas...”

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ción llena de gente. Pida-

mos a cada una de las per-

sonas de la habitación que

calcule de forma indepen-

diente un rango de posi-

bles valores para cualquier

cosa: el número de países

de África, las ventas de

automóviles en un país

determinado, el número de

libros en la biblioteca de

Umberto Eco... lo que sea.

Pues bien, el resultado de

este tipo de experimentos,

que se dan en numerosas

ocasiones y contextos, es

escalofriante: más del 45

% de las personas se equi-

vocan en sus predicciones,

a pesar de que se mostra-

ban muy confiadas en la

respuesta que daban. La

primera conclusión de este

experimento es que sobre-

estimamos lo que sabe-

mos e infravaloramos la

incertidumbre, comprimien-

do así la variedad de posi-

bles estados inciertos (es

decir, reduciendo el espa-

cio de lo desconocido). El

género humano padece de

una infravaloración crónica

de la posibilidad de que el

futuro se salga del camino

inicialmente previsto. Para

poner un ejemplo obvio,

pensemos en cuántas per-

sonas se divorcian. Casi

todas ellas saben que en-

tre el 30 y el 50 % de los

matrimonios fracasan, algo

que las partes implicadas

no preveían en el momen-

to de sellar su vínculo ma-

trimonial. No existe una

diferencia efectiva entre

que yo adivine una varia-

ajedrez, pero es lo último

que hay que hacer cuando

nos enfrentamos a la incer-

tidumbre. Esto nos causa

problemas de predicción.

Los riesgos “computables”

están ausentes en gran

medida de la vida real. Son

artilugios de laboratorio.

Quienes pasan excesivo

tiempo con la nariz pegada

a los mapas tenderán a

confundir el mapa con el

territorio.

El escándalo de la pre-

dicción

Somos ostensiblemente

arrogantes en lo que cree-

mos que sabemos. Desde

luego sabemos muchas

cosas, pero tenemos una

tendencia innata a pensar

que sabemos un poco más

de lo que realmente sabe-

mos, lo bastante de ese

poco más para que de vez

en cuando nos encontre-

mos con problemas. A

continuación, veremos las

implicaciones que esta

arrogancia tiene para to-

das las actividades que

tengan que ver con la pre-

dicción. La conclusión es

que estamos ante un es-

cándalo: el escándalo de la

predicción. Los investiga-

dores Albert y Raiffa esta-

ban buscando cómo calcu-

lan los seres humanos las

probabilidades en su toma

de decisiones cuando in-

terviene la incertidumbre.

Para ello idearon el si-

guiente experimento.

Imaginemos una habita-

ble que no es aleatoria,

pero para la que mi infor-

mación es parcial o defi-

ciente y predecir una varia-

ble aleatoria, como el índi-

ce de paro de mañana o el

mercado de valores del

año que viene. En este

sentido, adivinar (lo que yo

no sé, pero que alguien

puede saber) y predecir (lo

que aún no ha tenido lu-

gar) son lo mismo. La ma-

yoría de los profesionales

que hacen predicciones

también padecen este im-

pedimento mental del que

estamos hablando. Es

más, a las personas que

hacen previsiones profe-

sionalmente a menudo les

afectan más estos impedi-

mentos que al resto de la

gente. Y ello por varios

motivos. En primer lugar,

la información (en abun-

dancia) es mala para el

conocimiento. Mostremos

a dos grupos de personas

una imagen desdibujada

de una boca de incendios,

lo bastante borrosa como

para que no reconozcan

de qué se trata. En el pri-

mer grupo, aumentaremos

lentamente la resolución,

en diez pasos. En el se-

gundo, lo haremos más

deprisa, en cinco pasos.

Detengámonos en el punto

en que ambos grupos han

visto la misma imagen, y

pidámosles que identifi-

quen qué es. Lo más pro-

bable es que los miembros

del grupo que vio menos

pasos intermedios reco-

nozcan la boca de riego

Volumen 01-18

Página 9

“Tenemos una

tendencia innata

a pensar que

sabemos un

poco más de lo

que realmente

sabemos.”

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do, los astrónomos, los

pilotos de prueba, los tasa-

dores del suelo, los maes-

tros de ajedrez, los físicos,

los matemáticos (cuando

se ocupan de problemas

matemáticos, no de proble-

mas empíricos), o los con-

tables. Expertos que tien-

den a ser… no expertos

son los agentes de Bolsa,

los responsables de admi-

sión en las universidades,

los jueces, los concejales,

los analistas financieros,

los profesores de econo-

mía, los politólogos, o los

“expertos en riesgo”. Por

ejemplo, todos los estudios

formales y exhaustivos que

analizan la capacidad de

los economistas para pro-

ducir proyecciones fiables

aportan pruebas de que no

poseen la habilidad de pre-

decir; y si poseen alguna

habilidad, sus prediccio-

nes, en el mejor de los ca-

sos, son solo un poco me-

jores que las hechas al

azar, pero no lo bastante

buenas para ayudar en

decisiones difíciles.

Las profesiones que se

ocupan del futuro y basan

sus estudios en el pasado

no repetible tienen un pro-

blema de expertos (con la

excepción del tiempo cli-

mático y los negocios que

impliquen procesos físicos

a corto plazo, no procesos

socioeconómicos). No es-

toy diciendo que quien se

ocupa del futuro no ofrece

nunca información valiosa

(los periódicos pueden pre-

mucho antes. ¿Moraleja?

Cuanta más información

se nos da, más hipótesis

formulamos en el camino,

y peores serán. Se percibe

más ruido aleatorio y se

confunde con información.

El problema es que nues-

tras ideas son pegajosas:

una vez que formulamos

una teoría, no somos pro-

clives a cambiar de idea,

de ahí que a aquellos que

tardan en desarrollar sus

teorías les vayan mejor las

cosas. Cuando nos forma-

mos nuestras opiniones a

partir de pruebas poco sóli-

das, tenemos dificultades

para interpretar la posterior

información que contradice

tales opiniones, incluso si

esta nueva información es

claramente más exacta.

Tratamos las ideas como

si fueran propiedades, por

lo que nos es difícil des-

prendernos de ellas. En

ese sentido, escuchar las

noticias en la radio cada

hora sería mucho peor pa-

ra uno que leer un sema-

nario, porque el intervalo

más largo permite que la

información se filtre un po-

co.

El segundo problema de

que muchas personas que

se dedican a la predicción

caigan en sesgos que ha-

cen inútiles sus prediccio-

nes es que trabajan en

profesiones en las que el

título de “experto” es una

pura invención. Expertos

que tienden a ser expertos

son los tasadores de gana-

decir el horario de los tea-

tros bastante bien), sino

que aquellos que no ofre-

cen un valor añadido tangi-

ble generalmente se ocu-

pan del futuro. Otra forma

de enfocar esta cuestión

es que las cosas que se

mueven son a menudo

proclives al Cisne Negro.

Los expertos son personas

cuyo centro de atención es

muy limitado y que necesi-

tan “tunelar”, es decir, ig-

norar las fuentes de incerti-

dumbre que les son aje-

nas. En las situaciones en

que el tunelaje es seguro,

porque los Cisnes Negros

no son relevantes, al ex-

perto le irá bien. Pero el

problema de la predicción

procede sobre todo del

hecho de que vivimos en

Extremistán, no en Medio-

cristán. Nuestros predicto-

res pueden valer para pre-

decir lo habitual, pero no lo

irregular, y aquí es donde

en última instancia fraca-

san. No podemos ignorar

el autoengaño.

El problema con los exper-

tos es que no saben qué

es lo que no saben (lo

“desconocido desconoci-

do”). La falta de conoci-

miento y el engaño sobre

la calidad de nuestros co-

nocimientos van de la

mano: el mismo proceso

que hace que sepamos

menos también hace que

nos sintamos satisfechos

con lo que sabemos. El

gran problema en muchas

profesiones ha sido la in-

Volumen 01-18

Página 10

Nuestras ideas

son pegajosas:

una vez que

formulamos una

teoría...

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fundamentalmente impre-

decibles. De hecho, en

estadística hay una ley

llamada la ley de expectati-

vas iteradas, que en su

forma más fuerte dice “Si

espero esperar algo en

una fecha futura, entonces

ya espero algo ahora”.

Pensemos en la rueda. Si

somos un pensador históri-

co de la Edad de Piedra al

que se le pide que prediga

el futuro en un informe ex-

haustivo para el planifica-

dor jefe tribal, debemos

proyectar el invento de la

rueda, de lo contrario nos

perderemos prácticamente

toda la acción. Ahora bien,

si pudiéramos profetizar la

invención de la rueda, ya

sabríamos qué aspecto

tiene y, por consiguiente,

sabríamos cómo construir-

la...

La conclusión es que no

sabemos lo que sabremos.

Poincaré fue el primer ma-

temático de renombre que

comprendió y explicó que

en nuestras ecuaciones

hay unos límites naturales.

Introdujo las no linealida-

des, pequeños efectos que

pueden conducir a graves

consecuencias, una idea

que después se hizo popu-

lar como teoría del caos. El

razonamiento de Poincaré

era simple: cuando se pro-

yecta hacia el futuro se

necesita un grado crecien-

te de precisión sobre la

dinámica del proceso que

se está modelando, ya que

el índice de error crece

vasión de la hoja de cálcu-

lo. Cuando la ponemos en

manos de alguien que sa-

be de ordenadores tene-

mos una “proyección de

las ventas” que, sin esfuer-

zo alguno, se proyecta

hasta el infinito. Una vez

que está en una página o

en la pantalla del ordena-

dor o, peor aún, en una

presentación de Power-

Point, la proyección cobra

vida propia, pierde su va-

guedad y abstracción, y se

convierte en lo que los filó-

sofos llaman reificación,

algo investido de la calidad

de concreto; así adquiere

una vida nueva como obje-

to tangible. Tal vez la facili-

dad con que uno puede

proyectar en el futuro

arrastrando celdas en esas

hojas de cálculo sea la

responsable de que los

ejércitos de previsores se

sientan confiados al elabo-

rar previsiones a más largo

plazo (y siempre tunelando

en sus supuestos). En los

aeropuertos hay quioscos

gigantescos con paredes

repletas de revistas. Me

pregunto cuánto tiempo

requeriría leer cada una de

esas revistas. ¿Media vi-

da? ¿Toda una vida? La-

mentablemente, todos

esos conocimientos no

ayudarían al lector a pre-

decir lo que va a ocurrir

mañana. En realidad, po-

drían disminuir su capaci-

dad de previsión. Los su-

cesos históricos y socio-

económicos o las innova-

ciones tecnológicas son

rápidamente. Poincaré ex-

plicó todo esto con un

ejemplo muy sencillo, co-

nocido como el “problema

de los tres cuerpos”. Si en

un sistema solar solo tene-

mos dos planetas, sin na-

da más que afecte a su

curso, entonces se puede

predecir indefinidamente el

comportamiento de ambos

planetas sin ningún proble-

ma. Pero añadamos un

tercer cuerpo, por ejemplo

un cometa, muchísimo

más pequeño. Inicialmen-

te, el tercer cuerpo no ten-

drá efecto alguno; des-

pués, con el tiempo, sus

efectos sobre los otros dos

cuerpos pueden ser explo-

sivos.

Pequeñas diferencias en la

situación de ese diminuto

cuerpo al final determina-

rán el futuro de los gran-

des y poderosos planetas.

La explosiva dificultad de

la predicción se debe a

que los mecanismos se

complican, aunque sea un

poco. Nuestro mundo es

mucho más complicado

que el problema de los tres

cuerpos. Estamos ante lo

que se llama un sistema

dinámico; y el mundo es

un sistema demasiado di-

námico. Se dice a menudo

que “de sabios es ver venir

las cosas”. Tal vez el sabio

sea quien sepa que no

puede ver las cosas que

están lejos. ¿Por qué es-

cuchamos a los expertos y

sus predicciones? Una

posible explicación es que

Volumen 01-18

Página 11

“la proyección

cobra vida

propia, pierde su

vaguedad y

abstracción..”

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pinceles y la tiró contra el

cuadro. En el punto en que

dio la esponja quedó una

representación perfecta de

la espuma. Esto mismo se

puede generalizar a la vi-

da: debemos maximizar la

serendipia (los accidentes

positivos) que nos rodea.

2.- Combinar “aventura” y

“seguridad”. Si somos

conscientes de nuestra

vulnerabilidad frente a los

errores de predicción, y si

aceptamos que la mayor

parte de las “medidas de

riesgo” son incompletas

debido al Cisne Negro,

nuestra estrategia debe

mostrarnos tan hipercon-

servadores e hiperagresi-

vos como podamos. Así,

por ejemplo, en lugar de

destinar el dinero a inver-

siones de un supuesto

“riesgo medio” que nadie

puede decir con seguridad

lo que es, deberíamos co-

locar una parte, digamos

que entre el 85-90 %, en

instrumentos extremada-

mente seguros, por ejem-

plo las letras del Tesoro. El

restante 10-15 % lo colo-

caríamos en apuestas ex-

tremadamente especulati-

vas, en especial carteras

de capital de riesgo. En

vez de correr un riesgo

medio, correríamos un

riesgo elevado por un lado,

y ninguno por el otro. El

promedio sería un riesgo

medio, pero este constitui-

ría una exposición positiva

al Cisne Negro.

3.- Aprovecharse del

la sociedad descansa so-

bre la especialización, la

efectiva división de los co-

nocimientos. Uno no se

matricula en la Facultad de

Medicina en el momento

en que se encuentra con

un grave problema de sa-

lud; es más económico (y

desde luego más seguro)

consultar a alguien que ya

lo haya hecho. Los médi-

cos escuchan a los mecá-

nicos (no por cuestiones

de salud, sino cuando tie-

nen problemas con el co-

che); los mecánicos escu-

chan a los médicos. Tene-

mos una tendencia natural

a escuchar al experto, in-

cluso en campos en los

que es posible que estos

no existan.

Qué hacer si no pode-

mos predecir

Saber que no podemos

predecir no significa que

no nos podamos beneficiar

de la impredecibilidad. Hay

muchas cosas que hacer,

siempre y cuando seamos

conscientes de los límites

de la predictibilidad com-

pleta. Veamos algunas de

ellas.

1.- El accidente positivo.

Sexto Empírico cuenta la

historia de Apeles el pintor,

quien cuando estaba pin-

tando un caballo, quiso

pintar también la espuma

de su boca. Después de

intentarlo con denuedo, se

rindió y, presa de la irrita-

ción, tomó la esponja que

empleaba para limpiar los

“nadie sabe nada”. Se dice

que el legendario guionista

William Goldman gritaba:

“Nadie sabe nada” cuando

se refería a la previsión de

ventas de las películas.

Pero el lector se podrá pre-

guntar cómo alguien de

tanto éxito como Goldman

puede calcular lo que con-

viene hacer sin formular

predicciones. La respuesta

es que Goldman sabía que

no podía prever los suce-

sos individuales, pero era

muy consciente de que lo

impredecible, concreta-

mente el hecho de que una

película fuera un éxito, le

reportaría unos grandísi-

mos beneficios. Los nego-

cios de mayor éxito son

precisamente aquellos en

que se sabe trabajar con la

impredecibilidad inherente,

e incluso explotarla. Debe-

mos aprender a distinguir

entre aquellos empeños

humanos en los que la ca-

rencia de predictibilidad

puede ser (o ha sido) ex-

tremadamente beneficiosa,

y aquellos en los que la

incapacidad de entender el

futuro fue perjudicial. Hay

Cisnes Negros tanto positi-

vos como negativos. Wi-

lliam Goldman estaba en el

negocio del cine, un nego-

cio de Cisne Negro positi-

vo. Ahí la incertidumbre

compensaba de vez en

cuando. Un negocio de

Cisne Negro negativo es

aquel en que lo inesperado

puede golpear con fuerza y

herir de gravedad. Si tra-

bajamos en el ejército, en

Volumen 01-18

Página 12

Los negocios de

mayor éxito son

precisamente

aquellos en que

se sabe

trabajar con la

impredecibilidad

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nos más vulnerables a los

que no hemos previsto;

más vale invertir en estar

preparados.

5.- Aprovechemos cual-

quier oportunidad, o cual-

quier cosa que parezca

serlo. Las oportunidades

son mucho más raras de lo

que pensamos. Los Cisnes

Negros positivos tienen un

primer paso obligatorio:

debemos estar expuestos

a ellos. Muchas personas

no se dan cuenta de que

han tenido un golpe de

suerte cuando lo experi-

mentan. Si un gran editor,

un ejecutivo de la industria

cinematográfica o un céle-

bre banquero nos sugiere

una cita, deberíamos can-

celar cualquier cosa que

hayamos planeado porque

es posible que nunca más

tengamos una oportunidad

como esa. Trabajemos con

ahínco, no en algo pesado,

repetitivo o mecánico, sino

en perseguir esas oportu-

nidades y maximizar la

exposición a ellas.

Todas estas recomenda-

ciones tienen un punto en

común: la asimetría. Pen-

semos en las situaciones

donde las consecuencias

favorables sean mucho

mayores que las desfavo-

rables. Nunca llegaremos

a conocer lo desconocido

ya que, por definición, es

desconocido. Sin embargo,

siempre podemos imaginar

cómo podría afectarme, y

sobre este hecho debería

basar mis decisiones. Des-

los seguros contra catás-

trofes o en la seguridad

nacional, solo nos enfren-

tamos a inconvenientes.

Asimismo, si estamos en la

banca y en las entidades

de crédito, es previsible

que los resultados sorpre-

sa nos sean negativos.

Prestamos dinero y, en el

mejor de los casos, recu-

peramos el préstamo; pero

podemos perder todo el

dinero si el prestatario fa-

lla. En caso de que el pres-

tatario alcance un gran

éxito económico, no es

previsible que nos ofrezca

un dividendo adicional.

Además del cine, otros

ejemplos de negocios de

Cisne Negro positivo son

algunos sectores de la edi-

ción, la investigación cien-

tífica y el capital de riesgo.

En estos negocios, uno

pierde poco para ganar

mucho. Tenemos poco que

perder por libro y, por razo-

nes completamente ines-

peradas, cualquier libro

dado puede despegar.

4.- No busquemos lo preci-

so ni lo local. El gran des-

cubridor que fue Pasteur,

quien dio con la idea de

que la suerte favorece a

los preparados, compren-

dió que uno no busca algo

concreto cada mañana,

sino que trabaja con ahín-

co para permitir que la

contingencia entre en su

vida profesional. Asimis-

mo, no debemos intentar

predecir Cisnes Negros

precisos; eso suele hacer-

conozco las probabilidades

de que se produzca un

terremoto, pero puedo ima-

ginar cómo afectaría a San

Francisco si se produjera.

Esta idea según la cual

para tomar una decisión

tenemos que centrarnos

en las consecuencias (que

podemos conocer) más

que en la probabilidad (que

no podemos conocer) es la

idea fundamental de la

incertidumbre.

Sobre esta idea se puede

construir toda una teoría

general de la toma de deci-

siones. Todo lo que hay

que hacer es mitigar las

consecuencias.

Volumen 01-18

Página 13

No busquemos

lo preciso ni lo

local.

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con una completa gama de servicios de consul-

toría y formación, respaldados por un conjunto

de buenas prácticas en gestión de proyectos.

Esto nos permite trabajar en aquellos proyectos

que les generen valor a nuestros clientes; a las

organizaciones, a establecer e implementar sus

objetivos estratégicos de negocio y a las perso-

nas, en el desarrollo de sus habilidades y cono-

cimientos interpersonales y de negocio.