Carl Schmitt - Historiographia in Nuce (Alexis de Tocqueville)

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    HISTORIOGRAPHIA IN NUCE. ALEXISDE TOCQUEVILLE

    suena en mis odos un proverbio que o a menudo enmi juv en tu d: La historia la escribe el venc edor . Suena conla claridad de una orden, y procede seguramente de un sol'dado.El primer libro de histoiia que le siendo mozo fue laHistoria Universal, de Annegarn, excelente libro casero, queexpone la historia alemana desde el punto de vista catlico.Los catlicos de entonces, hacia i9oo, no eran, desde luego,vencedores, en una Alemania regida por Prusia, y sus histo-riadores se hallaban, difcilmente, a la defensiva. Mientras fu;joven, no repar en ello. Un mozo que lee con entusiasmo li-bros de historia no se preocupa de quin escribiera tan bellasnarraciones. Me sent arrebatado por el buen Annegarn, y nose me ocurra pensar en problemas de historiografa.Paulatinamene fui conociendo a los vencedores de mi tiem-po y a sus historiadores. Entonces se esclareci en m el senti-miento sociolgico del proverbio sobre los historiadores ven-cedores. Significaba que ios historiadores liberales nacionalesdel Imperio bismarckiano, Sybel, Treitschke y sus sucesores,son los grandes historiadores. Para nada cuentan los vencidosaustracos o franceses, por no hablar d los daneses, polacos yultramontanos. Sin embargo, a medida que la primera guerramundial se acercaba, se oa, de vez en cuando, la advertenciade que debamos apretarnos unos con otros, si no queramoscaer en el papel de vencidos. De otro modo, a las desgracias

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    que supone una guerra perdida habra que sumar que los his-toriadores del vencedor triunfaran tambin sobre los nuestros.En todos estos proverbios sobre la guerra se pensaba en-tonces en la guerra terrestre europea del siglo XIX, guerramilitar estatalmente organizada. No se pensaba en una guerracivil. Hay muchos proverbios importantes sobre la guerra engeneral. Poetas y filsofos, historiadores y soldados, han ha-blado de la guerra. Desgraciadamente, lo que se dice de laguerra slo adquiere su ltimo y ms amargo sentido en !aguerra civil. Mu chos citan el principio de Her clito : la gue-rra es padre de todas las cosas. Pocos, sin embargo, cuandohablan as, se atreven a pensar en la guerra civil.

    IIHace mucho tiempo que Alexis de Tocqueville es para mel mximo historiador del siglo XIX. Resulta de una distincinun poco fuera de moda, pero, en cambio, es uno de los raroshistoriadores que no han incurrido en el historicismo de su si-

    glo. Es sorprendente cmo su mirada penetra a travs de lasuperficie de las revoluciones y de las restauraciones para al-canzar la medula decisiva de la evolucin que est en marchatras los frentes y las consignas contradictorias, evolucin queutiliza a todos los partidos de derecha e izquierda para em-pujar las cosas hacia una centralizacin y democratizacin cre-cientes.Si afirmo que la mirada de este historiador es penetrante, noquiero decir que la tenga tensa y forzada. No tiene el celo del

    buscador socilogo o psiclogo, ni la vanidad del escptico,tampoco abriga ambiciones metafsicas. No se propone dar conlas leyes eternas del proceso histrico universal, leyes de lostres estadios o ciclos culturales. No habla de cosas en las queno participa existencialmente, de indios o egipcios, etrusco;e hititas. Tampoco, a la manera del gran Hegel o del sabioRanke, se aloja como un dios en el palco real del teatro uni-versal ; es un moralista en el sen tido de la tradicin francesa.I I O

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    como Montesquieu, y, al par, pintor, en el sentido de la con'cepcin francesa de la pintura. Su mirada es dulce y clara, ysiempre un poco triste. Tiene coraje intelectual; pero su cor-tesa y lealtad le mueven a dar a todo el mundo una oportuni-dad, y no muestra desesperacin altisonante. As, en 1849, fuepor algunos meses Ministro de Asuntos Exteriores del Presi-dente Luis Napolen, al que haba calado perfectamente comohistrin. El captulo que dedica en sus Memorias a esta expe-riencia tiene plena actualidad. Donde mejor se le reconoce esen estas Memorias. Ningn otro historiador puede hacer galade algo semejante a Tocqueville en este admirable libro; perolo que le levanta sobre todos los historiadores del siglo XIX esel magno pronstico que figura al final del primer tomo de suDem ocracia en Amrica.

    El pronstico de Tocqueville augura que la Humanidadseguir, en forma innegable e irresistible, el camino hacia lacentralizacin y democratizacin que emprendi largo tiem-po ha. Pero el previdente historiador no se contenta con con-signar esta tendencia general de la evolucin. Nombra claray netamente las fuerzas histricas concretas que soportan vrealizan esta evolucin: Amrica y Rusia. Tan distintas y opues-tas como una y otra son, por caminos difer en tes: una, conformas liberales de organizacin; otra, con formas dictatoria-les, conducen al mismo resultado de una humanidad centrali-zada y democratizada.

    IIIEs realmente extraordinario que un joven jurista europeode hace ms de cien aos, hacia 1835, fuese capaz de concebirsemejante pronstico, cuando la imagen del mundo dominan-te en su poca era an totalmente europeocntrica. Hegel ha-ba muerto pocos aos antes, en 1831, sin advertir en esas dosnuevas potencias mundiales los titulares de una nueva evo-lucin. Lo ms asombroso es que el historiador francs mentaseen forma tan concreta a las dos potencias, Amrica y Rusia,que, a la sazn, an no estaban industrializadas. Dos gigantes

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    en crecimiento, acuados ambos por el espritu europeo y, sinembargo, no europeos, llegarn a encontrarse y a tocarse porencima de las fronteras y de las cabezas de la pequea Europa.Lo que Tocqueville predijo de esta suerte no era un vagoorculo, ni una visin proftica, tampoco una construccin ge-neral filosfico-histrica. Era un pronstico real, obtenido porla observacin objetiva y a travs de un diagnstico superior,concebido con el arrojo de una inteligencia europea y enun-ciado con toda la precisin de un espritu francs. Con estepronstico cambia la autoconciencia europea y comienza unperodo nue vo de autolocalizacin histrica de nuestro esp'ritu. Amplias zonas sociales no han tenido conciencia de ella*:hasta ms tarde, a travs del reflector de la necesidad y del alta-voz de esta clara rbrica: decadencia de Occidente. El proble-ma no es de hoy ni de ayer. La primera contribucin modernaa este tema secular procede de Tocqueville. Y an hoy siguesiendo esta contribucin la ms importante de todas, por m;concreta. De algunas verdades histricas profundas se puededecir que, cuando ms claramente se formulan, es cuandosurgen.IV

    Tocqueville fue un vencido. Se sumaron en l toda clasede derrotas, y no por azar, ni por mala suerte, sino por des-tino y con carcter existencial. Como aristcrata, era un ven-cido de la guerra civil, quiero decir de la peor clase de guerra,que acarrea tambin la peor especie de derrota. Perteneca a lacapa social que haba sido vencida por la revolucin de 1789.Como liberal, haba previsto la revolucin, ya no liberal, de1848, y fue herido mortalmente por la explosin de su terror.Como francs, era hijo de una nacin que, tras de una guerrade coalicin de veinte aos, haba sido vencida por Inglaterra,Rusia, Austria y Prusia. Por este flanco, era el vencido de unaguerra exterior mundial. Como europeo, tambin vino a caerdel lado de los derrotados en cuanto previo la evolucin porla cual las dos nuevas potencias, Amrica y Rusia, se conver-1 1 2

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    irian, por encima de las cabezas de Europa, en soportes y he-rederas de una centralizacin y democratizacin irresistibles.-Como cristiano, en fin, que fue y sigui siendo, con la fe de-sus padres, por bautismo y tradicin, fue tambin derrotadopor el agnosticismo cientfico de su poca. Por eso no lleg-a ser aquello para lo que pareca predestinado ms que otroni n gu n o: un Epim eteo cristiano. Le falt el temple de salva-cin histrica que preservase de la desesperacin a su idea his-trica de Europa. Europa estaba perdida sin la idea de unKate-chon. No saba de ningn Kate-chon. En su lugar, buschbiles componendas. El mismo senta la flaqueza de estas com-jxmendas, como, sus adversarios, que se rieron de l por esta-razn.

    Fue, pues, un vencido que acepta su derrota. C'est un vain-cu qui accepte sa dfaite. Esto fue lo que de l dijo Guizot, y-celosamente chismorre Sainte-Beuve. Iba dicho con mala in-"tencin; el crtico literario lo utilizaba como flecha envene-Tiada para herir mortalmente al famoso historiador. Pero Dios

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    tu suerte que yo haya "dormido mientras dur vuestra lucha-Entonces exclam el h ro e: y de m ! H matado a un.hombre que era "ms fuerte que yo!'Cont la historia a algu nos conocidos y amigos, 'ent re llos- "Erns't Jg er, qu e estaba n Pars 'como oficial del ejrcito 'de'ocupacin. todos nos impresion profundamente. Pero todos,veamos tambin cla'rame'n'te que los vendedores de hoy no se-dej impresionar fjor semejantes leyendas m edievales. T rri'bien esto forma parte '3e tu gran p'ronstico, pobre vencido-Tocqueville!

    CARL ScHMn(Traducido por F. J. Conde.)

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