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    Recuerdo aqu la exigencia de Derrida:dar muestras de prudencia en las trasposiciones y los desvos por contextos a menudo

    muy distantes de los propios. En ella tambinresuena desde lejos la famosa advertencia deNietzsche: Pero sobre todo, amigos, no meconfundis!. Tengo que admitirlo: estas indicaciones cobran singular actualidad si nosarriesgamos a llevar a cabo, al respecto, unacontextualizacin que trascienda d maneraradical el marco de las palabras pronunciadaspor Derrida sobre s mismo, y que, sin embargo, a despecho del extremo distanciamiento,nos lleve acaso lo ms cerca posible del ncleo de las operaciones derridianas que conocieron el mayor de los xitos y han tenido las

    ms serias consecuencias.Voy a permitirme desarrollar ahora la idea

    de que la carrera de ese joven procedente deArgelia primero en Francia, luego en Esta

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    dos Unidos y finalmente en el resto del mundo- fue profetizada de manera indirecta y,

    no obstante, completamente apropiada poruno de los grandes novelistas del siglo XX.Esto no es vlido, claro est, para lo concer-niente al individuo Derrida, sino para el sujeto marginal de origen judo en general que,llegado de los mrgenes del Imperio, con

    quista, gracias a prestaciones arriesgadas ynotables, un lugar eminente en el centro lgico del poder. No se me escapa que semejante puesta en relacin del individuo con formas tpicas habra suscitado, forzosamente,una profunda sospecha en un pensador co

    tilo Derrida, para quien el respeto por lo singular significaba mucho; no por ello dejo decreer que, por esta vez, un viaje en cmodosilln de aquel sujeto puede llegar a su trmino (o acercarnos a la zona crtica) sin perjudicar, no obstante, los intereses del individuo.

    Como ya se habr comprendido, hablo deThomas Mann, el autor de la novela de Jos.Me gustara indicar hasta qu punto podraentenderse a este escritor como el profeta involuntario del fenmeno Derrida. En unanotable simultaneidad con Freud, por enton

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    ces muy anciano, Thomas Mann comenz ainteresarse por la actualidad de los textos delAntiguo Testamento y lo dijo a posteriori

    en una famosa conferencia se consagr adisputarle el mito al fascismo intelectual conel objeto de recuperarlo para un humanismoilustrado. Puede reconocerse a su tetraloganovelesca,Jos y sus hermanos(escrita entre1933 y 1943), una posicin clave en la histo

    ria de la literatura y las ideas del siglo XX; deun lado, porque constituye la obra central secreta de la teologa moderna, que, gracias auna nueva astucia de la Entstellung,conocila luz de la opinin pblica fuera de las facultades de esa disciplina, y del otro, porquepuede considerrsela como una gran opera

    cin paralela a los sondeos de Sigmund Freud,una operacin en cuyo transcurso se exploraron las enormes implicaciones que se desprenderan de una subversin psicoanalticay novelesca del relato del xodo. Si la partidade los judos de Egipto no representaba, en

    definitiva, ms que una prolongacin del egip-cianismo por otros medios -yThomas Mann,a su manera, lleg a conclusiones anlogas alas de Freud, slo poda ser cuestin de

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    tiempo que a los heteroegipcios judos se lesocurriera la idea de verificar sus relacionescon los homoegipcios si podemos ahoradarles ese nombre.

    Thomas Mann encontr la bisagra entre lapartida y el retorno a Egipto en la historia del

    joven Jos. Este, como es sabido, era el hijomenor y preferido de Jacob. Por esa razn,sus hermanos lo detestaban y, para deshacerse de l, un da lo atraparon y lo vendieron amercaderes de esclavos madianitas, que a suvez lo transfirieron a un rico egipcio. Comolo mostrar el narrador, ese crimen est cargado de una profunda ambigedad. No slose presta a representar la psicodinmica delos celos y el misterio de la injusticia, indiso-ciable del amor que otorga una preferencia;proporciona, al mismo tiempo, una admirable oportunidad de abordar el problema delretorno a Egipto, que en un principio no sepuede representar ms que bajo una formablasfematoria. La irona de Thomas Mannpermite que el lector dispuesto a recibir su seal comprenda que a un hijo dotado del an

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    mas Mann la presenta en una parodia sutildel psicoanlisis, se cuenta entre las escenasms resonantes de la literatura mundial moderna.

    Si acabo de dar a entender que el novelistaThomas Mann podra haber logrado haceruna profeca involuntaria sobre el fenmenoDerrida, esto se relaciona, como es evidente,

    con el admirable personaje de Jos o, para serms exacto, con la posicin josfica como tal,a cuyo respecto es forzoso considerar que sucaracterstica es el hecho de que Jos estcondenado al xito en Egipto. Si este hombreque ha llegado con las manos vacas conoce

    triunfos en ese pas, slo es, ya se sabe, graciasa esa estrecha arista que constituye el arte deleer signos que los egipcios son incapaces deleer, utilizando, llegado el caso, la interpretacin de los sueos. En su poca, Mann tena ante s el caso de Sigmund Freud, cuyaspropuestas acerca de una ciencia de la lectura del sueo haban logrado poner a la sociedad posfeudal de los austroegipcios habsbur-gueses en una situacin de dependencia desus interpretaciones. A su manera, Freud haba reactualizado la posicin josfica, con lo

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    cual dejaba a numerosos sucesores un indicioque sus descendientes no deberan ignorar.

    Desde luego, esos autores ya no tenan queretornar a Egipto por las rutas del trfico deesclavos; a su modo, la dispora ya haba hecho que el Exodo se transformara en puntode inflexin parcial. No obstante, el caminoque lleva a la ciudadela lgica y psicolgicadel egipcianismo era, incluso en los tiemposmodernos, tan ambicioso y difcil como en lapoca de Jos, y como en esta, pasaba por laciencia de los signos. La interpretacin de lossueos, por consiguiente, no slo es la va regia conducente a la psique: tambin es la cuerda firmemente tendida sobre la cual el semi-

    logo heteroegipcio tiene que avanzar en equilibrio cuando se adentra en las institucionesfaranicas. Y desde el inicio le resultar evidente que slo podr probar suerte si sometelas fabricaciones simblicas de los poderososa un anlisis que sea suficientemente fascinante a los ojos de estos.

    Quizs habra que aludir aqu al hecho deque los intrpretes marxistas del mesianismo,como Ernst Bloch y Walter Benjamn, hicieron, apenas una generacin despus de Freud,

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    una tentativa, muy actual en la poca, de de

    sarrollar una segunda interpretacin de lossueos, no freudiana. En ella, ya no eran lossueos de los dominantes (y los de sus esposas) los que deban situarse en el centro delanlisis: aquellos autores aspiraban, ms bien,a poner en prctica una interpretacin de los

    sueos de las masas en el curso de la cual lossueos proletarios y populares de una vidamejor deban transformarse en medios deproduccin poltica. En el corazn de la segunda interpretacin de los sueos se encontraba la interpretacin de los signos y de lashuellas gracias a los cuales la humanidad, desde los das de la Antigedad, y conforme almodo interpretativo mesinico, haba anticipado el comunismo. Lo notable era aqu quese desechaba la limitacin teraputica a lossueos nocturnos, de tal suerte que en lo sucesivo sera menester, en primer lugar, incluir

    en los asuntos de la nueva hermenutica lasensoaciones diurnas y las construccionesutpicas conscientes. El caso de Benjamntambin muestra, empero, que una carrera

    josfica puede fracasar en un contexto de esetipo. En cuanto al de Ernst Bloch, slo se ex-

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    trae la leccin de que, a fin de cuentas, si elfuego proftico es lo bastante vivo, al inter

    pretador onrico le importa poco saber si lasmasas se interesan en la interpretacin poltico-teolgica de sus sueos.

    En esta presentacin del contexto se advierte con claridad por qu la deconstruccinde Derrida puede comprenderse como unatercera ola de interpretacin de los sueos apartir de la posicin josfica. Para ella, eraevidente a priorique slo poda tener xito siiba ms all de los modelos del psicoanlisis yla hermenutica mesinica en medida suficiente. En ese estado de cosas, ello deba desarrollarse forzosamente bajo la forma de

    una semiologa radical que probara que lossignos del Ser no proveen jams la plenitudde sentidos que prometen, lo cual es otra manera de decir que el Ser no es un verdaderoremitente y que el sujeto no puede ser un lugar de coleccin perfecto. Derrida interpret

    la suerte josfica mostrando que la muertesuea en nosotros o, en otras palabras, que] Egipto trabaja en nosotros. Egipcio es el

    -{> predicado de todas las construcciones quepueden someterse a la deconstruccin, salvo

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    la ms egipcia de todas las estructuras: la pirmide. Esta se yergue all para todos los tiem

    pos, inquebrantable, porque est construidadesde el inicio de conformidad con el aspectoque asumira luego de su derrumbe.

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