001-DEMOGRAFIA - Digital CSICdigital.csic.es/bitstream/10261/138188/1/R.C.FEHM_Ciudad...— 20 —...

62

Transcript of 001-DEMOGRAFIA - Digital CSICdigital.csic.es/bitstream/10261/138188/1/R.C.FEHM_Ciudad...— 20 —...

Page 1: 001-DEMOGRAFIA - Digital CSICdigital.csic.es/bitstream/10261/138188/1/R.C.FEHM_Ciudad...— 20 — ANTONIO EIRAS ROEL — 21 — Demografía rural en la España moderna: evolución,
Page 2: 001-DEMOGRAFIA - Digital CSICdigital.csic.es/bitstream/10261/138188/1/R.C.FEHM_Ciudad...— 20 — ANTONIO EIRAS ROEL — 21 — Demografía rural en la España moderna: evolución,
Page 3: 001-DEMOGRAFIA - Digital CSICdigital.csic.es/bitstream/10261/138188/1/R.C.FEHM_Ciudad...— 20 — ANTONIO EIRAS ROEL — 21 — Demografía rural en la España moderna: evolución,
Page 4: 001-DEMOGRAFIA - Digital CSICdigital.csic.es/bitstream/10261/138188/1/R.C.FEHM_Ciudad...— 20 — ANTONIO EIRAS ROEL — 21 — Demografía rural en la España moderna: evolución,

POBLACIÓN Y FAMILIAEN EL MUNDO RURAL

Page 5: 001-DEMOGRAFIA - Digital CSICdigital.csic.es/bitstream/10261/138188/1/R.C.FEHM_Ciudad...— 20 — ANTONIO EIRAS ROEL — 21 — Demografía rural en la España moderna: evolución,

— 19 —

Demografía rural en la España moderna: evolución, variantes y problemas

Demografía rural en la España moderna: evolución, variantes y problemas

Antonio Eiras RoelUniversidad de Santiago

I. POBLACIÓN URBANA Y POBLACIÓN RURAL

Urbanización y población rural a finales del Antiguo Régimen. España es ruralidad

En esta primera parte de nuestro trabajo pretendemos aproximarnos al mundo rural por la vía oblicua de una rápida mirada a su contrapunto la población urbana de la España de finales del Antiguo Régimen. Empezar por plantearse el número, distribu-ción, potencial y caracteres de las ciudades españolas de la época podría ser un buen método para palpar el peso y las magnitudes de la población rural española y la fuerza envolvente de la ruralidad, que en la mayoría de las ciudades españolas de la época penetra insolente con sus aperos y modos de vida rústicos hasta apenas quinientas varas de las puertas de las catedrales y casas de consistorio y en días determinados se hace dueña de la Plaza del Campo (el mercado) y aun de todo el espacio urbano. Observar las ciudades españolas de Antiguo Régimen puede ser el camino más corto para percibir la rusticidad del medio social de la época y el ambiente de ruralismo que hace todavía un siglo transpiraban —entre otras— ciudades como Santiago de Compostela, que en 1750 era una de las ciudades más populosas de la mitad norte de España. Aquí no se hace más que una rápida aproximación a algunos aspectos que acercan el modo de vida urbano al rural, en las pequeñas ciudades de la Edad Moderna, que eran casi todas las 141 ciudades españolas a fines del siglo XVIII.

Page 6: 001-DEMOGRAFIA - Digital CSICdigital.csic.es/bitstream/10261/138188/1/R.C.FEHM_Ciudad...— 20 — ANTONIO EIRAS ROEL — 21 — Demografía rural en la España moderna: evolución,

— 20 —

ANTONIO EIRAS ROEL

— 21 —

Demografía rural en la España moderna: evolución, variantes y problemas

La primera pregunta, a la que no podemos responder aquí más que de pasada, sería sobre la proporción de la población urbana en la España Moderna. Aunque el criterio de población urbana no siempre es fácil de establecer, y dejando los argumentos cuan-titativos para otro trabajo, diremos que en el más favorable de los casos la población urbana no excedería del 15% de la población española a mediados del siglo XVIII. Incluso ese porcentaje puede pecar de exagerado, y ello por dos razones: porque las pequeñas ciudades de Antiguo Régimen incluían en su vecindario considerables por-centajes de población rururbana de campesinos o pastores que habitaban en las «parro-quias de afuera» o en los arrabales de «extramuros», cuando no en los barrios de la propia ciudad; y porque muchas tituladas ciudades en la España del Antiguo Régimen no alcanzaban ni el tamaño ni el tipo de actividad económica que distingue lo urbano de lo rural. Muchas de ellas no eran más que grandes burgos agrícolas, con mayoría de población dedicada a actividades primarias, o viviendo directamente de ellas a través de la renta o de su comercialización1.

En la mitad septentrional de España la ciudad más representativa por su número era la pequeña ciudad residencial señorial o episcopal-señorial, con cierto componente de vida administrativa por sus tribunales eclesiásticos y señoriales2. Resulta llamativa

1 Un caso típico de esa mayoría de pequeñas ciudades ruralizadas sería la ciudad de Alcaraz, que en 1752 contaba con 813 individuos activos censados; de ellos más de la mitad (481 activos) dependían del sector primario, como labradores, jornaleros o mozos de labor; muchos vecinos eran ganaderos, incluidos los miembros de la élite urbana, y por las calles de la ciudad discurrían los ganados camino de los corrales situados en su interior (F. García González, 1998). La misma Ciudad Real, que en los siglos XV y XVI había sido un centro pañero de cierta importancia, con un 20% de su población activa dedicada al sector textil, era a mediados del siglo XVIII una localidad completamente ruralizada en la que el sector primario superaba el 60% de su población activa, con una pirámide social encabezada por los vecinos «cuantiosos» que eran labradores y señores de ganado, lo mismo que en Consuegra o en las otras grandes villas manchegas (J. López-Salazar, 1986). La ciudad de Ocaña había reducido su población respecto al siglo XVI (12.000 habs. en 1591, poco más de 4.000 en 1752), y era ahora más importante por la arriería y por la producción de cebada que por su antigua industria de la guantería y los cueros. Ejemplos como éstos podrían multiplicarse en todas las regiones españolas.

2 Dos casos típicos serían las pequeñas ciudades episcopales de Mondoñedo y Lugo, ambas en torno a los 4.000 habs., contando entre ellos de un 20 a un 30% de campesinos y jornaleros que vivían en los arrabales del contorno, cuando no en los barrios mismos del casco urbano (Pegerto Saavedra, 1985). Dentro de los muros de la ciudad de Lugo existía terreno no edificado en el que pastaban varias docenas de vacas, ovejas y mulas, y en las propias casas de sus vecinos se criaba en torno a medio millar de cabezas de porcino (H. Sobrado Correa, 2001). Con un modo de vida tan ruralizado, no resulta extraño que la ciudad de Lugo ofrezca en 1787 una estructura demográfica muy poco urbana y que su estructura de edades o los indicadores de sus comportamientos demográficos (nupcialidad, reproducción, longevidad, etc.) difieran poco de los de su provincia rural (A. Eiras Roel, 1988; C. Burgo López, 2002). La misma ciudad arzobispal de Santiago de Compostela alcanzaba los 15.000 habs. contando entre sus vecinos a un porcentaje considerable de labradores rururbanos que poblaban los pequeños lugares o aldeas incluídas en sus «parroquias de afuera», y que además de su actividad agrícola podían prestar servicios ocasionales en actividades urbanas como la construcción o los transportes (carreteros, muleteros) (Enrique Martínez Rodríguez, 2002).

Page 7: 001-DEMOGRAFIA - Digital CSICdigital.csic.es/bitstream/10261/138188/1/R.C.FEHM_Ciudad...— 20 — ANTONIO EIRAS ROEL — 21 — Demografía rural en la España moderna: evolución,

— 20 —

ANTONIO EIRAS ROEL

— 21 —

Demografía rural en la España moderna: evolución, variantes y problemas

la elevada proporción de jornaleros en las ciudades norteñas (el 40% en las gallegas, según la clasificación seguida en el vecindario de 1759); pero no hay que olvidar que en Galicia y el norte, y en muchas zonas de la Meseta del Duero, la expresión «jor-nalero» es más bien una clasificación fiscal, que incluye también a muchos pequeños labradores rururbanos y sin duda a otros trabajadores sin cualificación profesional reconocida. Sólo así puede entenderse que en las ciudades de Galicia, de Ávila, de Burgos, de León, de Palencia, de Segovia o de Soria los vecindarios presenten propor-ciones de jornaleros tan altas como en las de La Mancha, de Granada o de Sevilla, y no mucho menores que en las de Córdoba, Jaén, Extremadura o Murcia. En todo caso, en la Meseta del Duero y en sus aledaños abundan las pequeñas ciudades ruralizadas, como la antaño mercantil Medina del Campo que en 1759 tenía un 26% de vecinos jornaleros (A. Marcos Martín, 1978).

En la Meseta sur el porcentaje de urbanización es más alto que en la Meseta del Duero o en la periferia cantábrica, si se sigue el criterio habitualmente utilizado del tamaño de los núcleos de población (umbral de los 5.000 habs., cfr. P. Bairoch 1988). Además de las tres poblaciones manchegas con título de ciudad (Almagro, Ciudad Real, y Alcaraz, con 2.670, 2.390 y 2.137 vecinos respectivamente en 1759), existe otra docena de grandes villas como Alcázar de San Juan, Consuegra, Herencia o Talavera en Toledo, Requena en Cuenca, y lo mismo Daimiel, Manzanares, Tomelloso, Valdepeñas, Villarrobledo, La Solana, Infantes, el Viso y Santa Cruz de Mudela en la Mancha, que en algunos casos podrían equipararse a Ciudad Real por su número de habitantes (todas ellas superan los 1.500 vecinos, lo que nos sitúa ya en el umbral de los 5.000 habs., y algunas superan los 2.000 vecinos, lo que puede llevarnos a los 10.000 habs. en el caso de Daimiel); pero tanto estas poblaciones como las mismas ciudades manchegas son en realidad grandes pueblos agrícolas por su función econó-mica y social. A ellas se equipara la media docena de pueblos extremeños (Albuquer-que, Don Benito, Garrovillas, Guadalcanal, Hinojosa del Duque y Zafra) que también superan los 1.500 vecinos (i.e. los 5.000 habs.) y que tienen el mismo carácter y actividad económica de las ciudades y villas manchegas ya aludidas.

Similares al agro en su actividad económica, en estos grandes pueblos y villas de la Meseta sur está presente lo rural en los ritmos cotidianos y estacionales de las labores y en los comportamientos de los matrimonios y de las concepciones, sin duda también en los ritmos de la mortalidad. En estas grandes poblaciones manchegas (sean ciudades o pueblos, lo mismo si hablamos de Ciudad Real, Almagro o Alcaraz, como de Valdepeñas o de Villanueva de los Infantes) las variaciones estacionales de la demografía no presentan ninguna diferencia esencial respecto a las que nos tienen habituados los estudios sobre poblaciones rurales: el matrimonio se supedita al calen-dario agrícola, con los mínimos absolutos en los meses de las labores estivales y los máximos condicionados tanto por el fin de la siembra como por la proximidad del

Page 8: 001-DEMOGRAFIA - Digital CSICdigital.csic.es/bitstream/10261/138188/1/R.C.FEHM_Ciudad...— 20 — ANTONIO EIRAS ROEL — 21 — Demografía rural en la España moderna: evolución,

— 22 —

ANTONIO EIRAS ROEL

— 23 —

Demografía rural en la España moderna: evolución, variantes y problemas

Adviento o de la Cuaresma; el máximo de las concepciones se registra en los meses de la primavera, no en noviembre, porque esto último impediría a las manchegas par-ticipar en las faenas de la recolección; y es significativo que el mínimo absoluto de concepciones se produzca en octubre-noviembre, cuando los organismos concentran todas sus energías en el duro esfuerzo de arar, barbechar y sembrar; la mortalidad infantil en las parroquias de Ciudad Real alcanza su cúspide en los meses de verano, cuando todos están ocupados en las faenas agrícolas que debilitaban a las mujeres y mermaban o agriaban la leche de las madres lactantes; y todavía, digámoslo con cau-tela, al máximo de las defunciones de adultos en octubre-noviembre puede que no sea enteramente ajena la dureza de las faenas de la sementera (J. López-Salazar, 1976). El movimiento estacional en las ciudades extremeñas está igualmente condicionado por las actividades agrícolas, y por los rigores de la estación estival en Extremadura por lo que hace a la mortalidad, como en el caso de la villa de Cáceres (M. Rodríguez Cancho, 1981). Abstracción hecha de la costumbre religiosa del Adviento, desigual-mente respetada según circunstancias locales, las fluctuaciones estacionales en Mérida o en Cáceres son las mismas que en Valdepeñas o que en los pueblos cien por cien agrícolas de Gálvez y Sonseca en los Montes de Toledo, a su vez sincrónicos con la ciudad toledana de Talavera: máximo absoluto de los matrimonios en febrero, por condicionantes religiosos bien conocidos, pero también por ser un mes óptimo para el ritmo laboral (escasa actividad agrícola en febrero, las concepciones de febrero-marzo darán su fruto para diciembre, cuando las labores del campo ya han cesado); mínimo absoluto de los matrimonios en junio-julio y mínimo secundario en octubre, meses de intenso trabajo en la recolección y en la siembra; máximos de las concepciones en abril-mayo, que darán fruto en enero-febrero, meses de casi nula actividad agrícola; mínimo de las concepciones en septiembre y octubre, o en octubre y noviembre, meses de duro esfuerzo en la preparación de la tierra para la próxima sementera; máximos y mínimos de la mortalidad más influidos por razones no tan exclusivamente laborales, sino también por los cambios climatológicos de las estaciones (M. Rodríguez Can-cho, 1981; R. Sánchez González, 1984; C. González Muñoz, 1975). Esos no son los ritmos vitales que se encuentran en las grandes ciudades sin actividad agropecuaria, como es el caso de la ciudad mercantil de Cádiz. En suma, por grandes que sean estos pueblos manchegos y extremeños no podemos dejar de considerarlos población rural en sus comportamientos demográficos y en muchos otros.

En el valle del Ebro la excepción es Zaragoza, que con sus 35.000 habitantes con-serva una parte de su antigua producción textil (paños y sedas) y sus antiguos gremios o corporaciones de artesanos. Pero en las otras once ciudades de Aragón, pequeñas ciudades que oscilan entre los 5.000 y los 8.000 habs., predomina una estructura de base agraria o agropecuaria, como en Barbastro o en Tarazona. Hacia 1680 la ruraliza-ción de Barbastro se hace evidente en los movimientos estacionales de su demografía,

Page 9: 001-DEMOGRAFIA - Digital CSICdigital.csic.es/bitstream/10261/138188/1/R.C.FEHM_Ciudad...— 20 — ANTONIO EIRAS ROEL — 21 — Demografía rural en la España moderna: evolución,

— 22 —

ANTONIO EIRAS ROEL

— 23 —

Demografía rural en la España moderna: evolución, variantes y problemas

que no difieren en nada de los señalados para las poblaciones manchegas y extreme-ñas; especialmente en la disminución de los matrimonios en los meses de julio-agosto y de las concepciones en septiembre-octubre, cuya razón de ser ya queda comentada (J. A. Salas Auséns, 1980). Tanto en Barbastro como en Extremadura y en La Mancha el máximo de defunciones de septiembre-octubre parece afectar no sólo a los niños, y la hipótesis explicativa pudiera obedecer a motivaciones no sólo bacteriológicas o epidemiológicas, sino también relacionadas con el exigente calendario agrícola que precede a la llegada de las primeras lluvias del otoño. Tarazona es otra ciudad ruraliza-da en el siglo XVIII, donde más de la mitad de la población son labradores o jornaleros (Vallejo Zamora, 1987). Existen, cierto, los casos excepcionales de Zaragoza, Barcelo-na y Valencia, y por supuesto Madrid; pero incluso en la ciudad portuaria de Alicante el 30% de la población activa son jornaleros del sector primario, tanto en 1731 como en 1797 ó en 1841 (E. Giménez López, 1981). Orihuela es una ciudad que vive de la seda, pero sólo una pequeña parte de su población conserva la vieja actividad artesanal del Arte Mayor de la Seda del siglo XVI; la mayoría se ocupa sólo en la obtención y preparación de la materia prima con destino a la exportación, 20% de los vecinos son labradores y el 45% jornaleros (Juan B. Vilar, 1980).

Quedan todavía Andalucía y Murcia, las dos regiones en las que encontramos las tasas de urbanización más altas de toda España. Aquí existen sin duda ciudades con una actividad económica específicamente urbana, y así hay que suponerlo también de sus comportamientos demográficos, lo mismo que en los casos de Zaragoza, Barcelo-na, Valencia o Madrid. Pero esas ciudades son una exigua minoría y no pesan excesi-vamente en el conjunto de las 45 ciudades andaluzas y murcianas. Con su estructura económica reposando sobre la exportación de productos agrícolas y materias primas de origen agropecuario, y sus elevados porcentajes de población activa del sector pri-mario (40% de jornaleros en Murcia, 55% en Lorca), las características del conjunto de las seis ciudades murcianas parecen similares a las de Orihuela, y en varios sentidos también a las de las pequeñas ciudades andaluzas. En cuanto a Andalucía, es induda-ble que su nivel de urbanización no se debe sólo a su propia dinámica económica y demográfica interna, sino también a su posición geográfica y legalmente privilegiada en relación con las rutas del comercio indiano, que atrae capitales y gentes de todas procedencias. Pero las ciudades andaluzas que tienen intervención importante en el tráfico derivado del comercio americano se cuentan con los dedos de una mano. La observación más sorprendente respecto a Andalucía es que su nivel de urbanización no difiere considerablemente entre la fachada marítima del Guadalquivir y las provincias interiores (Córdoba, Granada, Jaén) que poco o nada tienen que ver con el comer-cio americano. Lo que significa que existen más factores de urbanización que el comercio de las Indias y que en la urbanización de Andalucía hay que considerar tam-bién otros condicionantes geográficos específicos de la España seca, y están también

Page 10: 001-DEMOGRAFIA - Digital CSICdigital.csic.es/bitstream/10261/138188/1/R.C.FEHM_Ciudad...— 20 — ANTONIO EIRAS ROEL — 21 — Demografía rural en la España moderna: evolución,

— 24 —

ANTONIO EIRAS ROEL

— 25 —

Demografía rural en la España moderna: evolución, variantes y problemas

la estructura de la propiedad y otros factores sociales anteriores al descubrimiento de América, y que remontan seguramente a la época de la Reconquista. La gran mayoría de las 39 ciudades andaluzas son ciudades ruralizadas, cuya base económica reposa enteramente sobre la agricultura y la ganadería3.

Agrícolas por su actividad económica, en estas ciudades andaluzas y murcianas, lo rural esta presente en los ritmos cotidianos y estacionales de las labores tanto como en los comportamientos demográficos, similares en todo a los de los grandes pueblos manchegos y extremeños, salvo tal vez la tasa de nupcialidad, que en Andalucía parece ser algo más baja, y en el factor de estacionalidad que en la Andalucía bética puede introducir la recogida de la aceituna en los meses de noviembre a enero. En las ciuda-des ruralizadas andaluzas los ritmos estacionales de la demografía son los mismos de las villas y pueblos, con su ritmo nupcial marcado por el ciclo agrario: los matrimonios experimentan el mínimo absoluto en la pausa cuaresmal de marzo-abril y en los meses de junio-julio en que se realiza la cosecha de los cereales; luego los matrimonios se intensifican en agosto-septiembre y alcanzan su máximo en octubre, entre la cosecha de los cereales y la recogida de la aceituna, para experimentar un mínimo secundario en los meses de noviembre-diciembre-enero, más fácilmente explicable por las labores de la recogida de la aceituna que por la observación del Adviento. En la ciudad cordo-besa de Lucena (4.268 vecinos en 1759, de ellos 1.813 jornaleros) el movimiento esta-cional de los matrimonios es similar al de la cordobesa villa de Rute (1.278 vecinos), con la diferencia de que en Lucena el olivar parece tener más importancia económica que en Rute, pues prolonga sus efectos sobre la nupcialidad durante el mes de enero, mientras en Rute la pausa nupcial del mes de enero apenas se percibe, en la serie de índices de matrimonios de los 12 meses del año:

3 Las ciudades agropecuarias (Baza, Baeza, Carmona, Guadix, Lucena, etc.) por su número son mucho más numerosas, aunque más pequeñas, que las ciudades industriales y mercantiles, las cinco excep-cionales Córdoba, Granada, Málaga, Sevilla y Cádiz, a las que se puede añadir si se quiere el Puerto de Santa María y tal vez Sanlúcar de Barrameda. Esas pequeñas ciudades ruralizadas de Andalucía son en realidad grandes burgos agrícolas y ganaderos, en las que el sector primario ocupa a más del 50% de su población activa. En Baza por ejemplo (1.610 vecinos, unos 5.000 habs. en 1753) los jornaleros, mozos de soldada, pastores y criados de campo duplican ampliamente el número de artesanos del común, lo que da a a esta ciudad el perfil de un pueblo agrícola y ganadero. Si ese es el cuadro de Baza, puede suponerse que más rurales todavía serían las ciudades de Húescar (968 vecinos) y Vera (1.338 vecinos) que pertenecen a su mismo partido (G. Cano, 1990).

Page 11: 001-DEMOGRAFIA - Digital CSICdigital.csic.es/bitstream/10261/138188/1/R.C.FEHM_Ciudad...— 20 — ANTONIO EIRAS ROEL — 21 — Demografía rural en la España moderna: evolución,

— 24 —

ANTONIO EIRAS ROEL

— 25 —

Demografía rural en la España moderna: evolución, variantes y problemas

1 2 3 4 5 6 7 8 9 10 11 12

Índice mensual matrimonial de matrimonios en LucenaÍndice mensual matrimonial de matrimonios en RuteLucena 107 64 80 117 79 65 145 137 130 124 71 80Rute 102 135 75 72 92 70 65 108 132 153 98 97

(Fuentes: B. García Jiménez, 1987; J. Calvo Poyato, 1995).

El paralelismo con el comportamiento manchego es también total en los nacimien-tos y concepciones (mínimo de concepciones en septiembre-octubre, coincidiendo con las duras labores de la barbechera y sementera, máximo en la primavera y finales del invierno, mínimo de nacimientos y de gravidez de la mujer en los meses de mayo a agosto), y en la mortalidad infantil (máximo estival, coincidiendo con las labores de campo). También es característica de esta inmisericorde España seca del sur el máximo estival y otoñal (no invernal) de las defunciones de adultos, meses en que a la proliferación de las infecciones y contagios, a los rigores del sol y de la corrupción de las aguas, causa común de mortalidad para niños y adultos sin apenas diferenciar edades, se suma probablemente entre los mayores la depauperación física causada por los trabajos agrícolas que no admiten espera4.

Incluso en ciudades portuarias como Málaga o el Puerto de Santa María el ritmo nupcial puede estar influido por las fechas de la vendimia; lo que hace pensar que en tierra de viñedo el proletariado urbano se movilizaba también para las labores agrícolas, cuando éstas tienen trascendencia comercial, como es el caso del viñedo malagueño5.

4 El ciclo estacional de los comportamientos en la ciudad de Ayamonte es en parte diferente, porque en esta «ciudad netamente marinera con una pobre actividad agrícola» parecen ser las tareas de la pesca las que marcan el ritmo, y no las del campo, por lo que sus particularidades locales son más difíciles de introdu-cir en este contexto. No por ello dejan de existir coincidencias como la similar punta de celebración de los matrimonios a finales de otoño y en los meses de invierno, el máximo de las concepciones en la primavera, o el máximo de la mortalidad infantil en verano; pero a diferencia de los pueblos agrícolas del interior, en esta localidad portuaria de la desembocadura del Guadiana la mortalidad adulta se comporta con arreglo a pautas más clásicas y registra su máximo en el rigor del invierno (J.L. Sánchez Lora, 1987).

5 En Málaga el mínimo estacional de los matrimonios no se localiza en verano, como en las tierras de cereal, sino en septiembre, coincidiendo con la vendimia (J. Sanz Sampelayo, 1998). El mínimo estacio-nal de las concepciones en septiembre en el Puerto de Santa María, coincidiendo con la vendimia, sugiere igualmente que es también una actividad importante en la economía portuense (J.J. Iglesias Rodríguez, 1991). Las concepciones a su vez pudieran estar condicionadas por la recogida de la aceituna, incluso en una ciudad como Sevilla, con 2.700 jornaleros del campo. En la parroquia de San Martín de Sevilla, el mínimo de las concepciones se registra en otoño, coincidiendo con la temporada de la vendimia y de la aceituna, y el máximo absoluto de los matrimonios se registra en diciembre, recién finalizada la recogida de la aceituna (J.I. Carmona García, 1976). El mínimo de las concepciones en la Sevilla de principios del XIX, que se registra en los meses de septiembre-octubre, pudiera estar igualmente relacionado con las mismas labores de la vendimia y de la aceituna en los campos próximos (L.C. Álvarez Santaló, 1974).

Page 12: 001-DEMOGRAFIA - Digital CSICdigital.csic.es/bitstream/10261/138188/1/R.C.FEHM_Ciudad...— 20 — ANTONIO EIRAS ROEL — 21 — Demografía rural en la España moderna: evolución,

— 26 —

ANTONIO EIRAS ROEL

— 27 —

Demografía rural en la España moderna: evolución, variantes y problemas

No es nada extraño esa participación del proletariado urbano tanto en la vendimia como en la recogida de la aceituna. En la pequeña ciudad portuaria catalana de Vila-nova y Geltrú los matrimonios y las concepciones experimentan uno de sus mínimos en septiembre-octubre coincidiendo con la vendimia, actividad fundamental en esa región de monocultivo vitícola (M.A. Martínez Rodríguez, 1987). En el otro extremo de la Península, en el Algarve portugués, la necesidad de la mano de obra urbana era el motivo de localizar la vid y el olivo de preferencia en la proximidad de las pobla-ciones6.

Niveles de urbanización y comportamiento demográfico urbano

Sin perjuicio del predominio generalizado de una demografía de corte rural en las pequeñas ciudades y aglomeraciones agropecuarias, que es lo que se desprende de todo lo expuesto hasta aquí, en todas las áreas de la Península pueden darse compor-tamientos demográficos diferentes a los del mundo rural y específicamente urbanos, allí donde existen ciudades de un cierto volumen, como Barcelona, Zaragoza o Valencia, e incluso Valladolid o Santiago de Compostela. Parece lo más lógico sin embargo que la presencia de un modelo demográfico urbano sea estadísticamente más frecuente en las regiones con una tasa de urbanización más elevada, como sería concretamente Andalucía. Ese comportamiento demográfico diferencial específica-mente urbano se supone reservado a unas pocas ciudades de dimensiones mayores y establecidas sobre una base económica preferentemente industrial, mercantil y de servicios. Este sería el caso de Sevilla, Córdoba, Granada, Cádiz y Málaga, junto con Madrid y otra media docena de ciudades de alguna envergadura (Murcia, Cartagena, Valladolid, Santiago, Toledo, Salamanca, además de las tres grandes capitales de la Corona de Aragón).

El caso de Cádiz (circa 40.000 habs. en 1759) parece acreditar que en una ciudad mercantil y populosa como ésta se registran diferencias de comportamiento demográ-fico respecto al agro. En Cádiz el movimiento estacional de los matrimonios contra-dice el habitual en todas las poblaciones de base agraria y no parece guardar ninguna relación con el calendario agrícola: los meses estivales son de nupcialidad más bien alta mientras los mínimos se localizan en noviembre y en enero. El movimiento de las concepciones parece el normal, con los máximos primaverales de abril y mayo. El mínimo de las concepciones se localiza claramente en septiembre, aspecto éste en el que no sería imposible tal vez encontrar algún condicionante agrícola, aunque

6 «Viñedo y olivar precisan de trabajo asiduo durante todo el año. Pero sólo requieren una gran concentración de mano de obra en la época de la vendimia y de la recogida de la aceituna. Naturalmente que los centros urbanos podía proporcionar los contingentes necesarios para esos trabajos» (Joaquim Romero Magalhaâes: O Algarve económico, Lisboa, Estampa, 1993, pág. 151).

Page 13: 001-DEMOGRAFIA - Digital CSICdigital.csic.es/bitstream/10261/138188/1/R.C.FEHM_Ciudad...— 20 — ANTONIO EIRAS ROEL — 21 — Demografía rural en la España moderna: evolución,

— 26 —

ANTONIO EIRAS ROEL

— 27 —

Demografía rural en la España moderna: evolución, variantes y problemas

desconocemos realmente si podría estar relacionado con la temporada de la vendimia en la comarca próxima.

Pero un comportamiento demográfico específicamente urbano supone reunir ade-más todo un conjunto de caracteres que los especialistas (a partir de la obra clásica de Roger Mols, 1954-56) atribuyen a las poblaciones de las ciudades de Antiguo Régi-men: índice de masculinidad por debajo de 100, fecundidad y mortalidad más eleva-das que en el campo próximo, nupcialidad más restringida que en el campo, exceso crónico de las defunciones sobre los nacimientos, necesidad del aporte permanente del éxodo rural para el mantenimiento de los efectivos urbanos y para el crecimiento de las ciudades, atracción de ese éxodo rural de una cuenca demográfica propia.

Sin tomar partido sobre algunos de estos aspectos (así las tasas de fecundidad por quinquenios, careciendo de elementos de juicio sobre el grado de precisión de las fuentes de época necesarias para su cálculo, y también por falta de términos de comparación suficientes entre ciudad y campo), parece probado que al menos varios de ellos se cumplían en el caso concreto de la ciudad de Cádiz. La nupcialidad en Cádiz es más restringida que en su región (Andalucía en el censo de 1787, es decir el antiguo Reino de Sevilla) ya que la edad matrimonial es más tardía en ambos sexos y la proporción del celibato definitivo es más alta al menos para el varón.

Nupcialidad en Cádiz 1786 y en el antiguo reino de Sevilla 1787

Edad matrimonio varón en Cádiz: 26,09 Edad matrimonio varón Andalucía: 24,68Edad matrimonio mujer en Cádiz: 22,10 Edad matrimonio mujer Andalucía: 21,68Celibato varón en Cádiz: 24,7% Celibato varón en Andalucía: 18,65%Celibato mujer en Cádiz: 16,7% Celibato mujer en Andalucía: 17,36%

Fuentes: Para Cádiz, J. Pérez Serrano, 1992; para Andalucía, A. Eiras Roel, 19937

7 Exceso crónico de las defunciones sobre los nacimientos asímismo: en el último cuarto del XVIII, el balance entre nacimientos y defunciones en Cádiz no sólo es ampliamente negativo sino que en algún quinquenio las defunciones duplican a los nacimientos. Este hecho traduce no sólo una elevada mortalidad en la ciudad, sino también una intensa inmigración: de 1775 a 1800 Cádiz pierde casi 28.000 personas por su movimiento «natural»; no obstante la ciudad mantiene prácticamente sus cifras de población merced a un balance migratorio positivo de unas 25.000 personas. Aunque es sabido que Cádiz recibe inmigración de todas procedencias, incluido el norte peninsular, se registra una inmigración interna de familias andaluzas ya constituídas, lo que dota también a Cádiz de una «cuenca» regional de aprovisionamiento demográfico (J. Pérez Serrano, 1992). Algunos de los caracteres demográficos específicamente urbanos entrevistos para Cádiz son también identificables en algunas ciudades gallegas, caso por ejemplo de las ciudades de Santiago y Coruña, las mayores de Galicia. La demografía urbana de Santiago de Compostela acaba de ser analizada en una investigación doctoral, todavía inédita, que prueba sin lugar a dudas, y por los métodos ortodoxos adecuados a las fuentes preestadísticas de la época que se investiga, la presencia de todos esos requisitos, sin faltar ninguno de ellos, en la demografía urbana de una ciudad gallega del siglo XVIII (Enrique Martínez

Page 14: 001-DEMOGRAFIA - Digital CSICdigital.csic.es/bitstream/10261/138188/1/R.C.FEHM_Ciudad...— 20 — ANTONIO EIRAS ROEL — 21 — Demografía rural en la España moderna: evolución,

— 28 —

ANTONIO EIRAS ROEL

— 29 —

Demografía rural en la España moderna: evolución, variantes y problemas

La plaza del Ferrol es un caso aparte que en esos momentos distaba de ofrecer un esquema demográfico normal, por sus características particulares de base militar (nominalmente creada base naval por R.O. de 1726, arsenal efectivamente establecido por R.O. de 1750). Por esa razón el Ferrol de la segunda mitad del XVIII pasa a ser la mayor aglomeración humana de Galicia y un hervidero de hombres jóvenes que dispara la relación de masculinidad y crea un mercado matrimonial restringido para el varón pero excepcionalmente ávido para la mujer. Las precarias condiciones de vida de esos inmigrantes se reflejan en un índice de reproducción legítima increíblemente bajo, lo que cumple el requisito de una mortalidad infantil-juvenil exagerada y sin duda la dependencia del éxodo rural y de la inmigración para el sostenimiento de la población de la plaza.

Nupcialidad y reproducción en el Ferrol y en Galicia 1787

Relación masculinidad en Ferrol: 147,0. Relación masculinidad en Galicia: 91,7.Celibato varón en Ferrol: 13,98% Celibato varón en Galicia: 8,77%Celibato mujer en Ferrol: 4,35% Celibato mujer en Galicia: 13,87%Edad matrim. varón en Ferrol: 31,05. Edad matrim. varón en Galicia: 25,82.Edad matrim. mujer en Ferrol: 21,43. Edad matrim. mujer en Galicia: 25,72.Hijos vivos por mujer casada Ferrol: 0,84. Hijos vivos por mujer casada Galicia: 1,99.

Fuente: A. Eiras Roel, 1988.

Rodríguez, 2002). Pero ya desde hace años se conoce que algunas ciudades gallegas mostraban determinadas diferencias de comportamiento demográfico respecto al ámbito rural de sus respectivas comarcas o provin-cias. En las ciudades gallegas, al menos las de mayor volumen de población (dejando aparte el caso por varios conceptos anómalos del Ferrol, por la circunstancia especial que luego se dirá), se registran algunos de los caracteres ya mencionados propios de la demografía urbana, como son un índice de masculinidad inferior al del campo (media regional), una nupcialidad más restringida que en el campo y un indicador de reproducción más bajo en la ciudad (cociente de hijos vivos por mujer casada en edad fértil, i.e. casadas 16-40), dato éste último que pone de manifiesto la más alta mortalidad infantil-juvenil de las ciudades, de lo que deriva en último término la necesidad indispensable de la atracción del éxodo rural a las ciudades:

Nupcialidad y reproducción en La Coruña y en Galicia 1787

Relación masculinidad en Coruña: 82,5 Relación masculinidad en Galicia: 91,7Celibato varón en Coruña: 15,22% Celibato varón en Galicia: 8,77%Celibato mujer en Coruña: 14,23% Celibato mujer en Galicia: 13,87%Hijos vivos por mujer casada Coruña: 1,27 Hijos vivos por mujer casada Galicia: 1,99

Fuente: A. Eiras Roel, 1988.

Page 15: 001-DEMOGRAFIA - Digital CSICdigital.csic.es/bitstream/10261/138188/1/R.C.FEHM_Ciudad...— 20 — ANTONIO EIRAS ROEL — 21 — Demografía rural en la España moderna: evolución,

— 28 —

ANTONIO EIRAS ROEL

— 29 —

Demografía rural en la España moderna: evolución, variantes y problemas

Idéntico o muy parecido parece ser el caso de la también base militar de Cartagena, y por los mismos motivos (arsenal y base naval establecidos por R.O. de 5-XII-1726), que hacen de Cartagena un foco de inmigración militar y civil y otro hervidero de población adulta masculina. Los cocientes entre nacimientos y matrimonios son más altos en la ciudad que en el campo, lo que sólo puede deberse a la hiperfecundidad urbana conforme con el modelo urbano más generalizado. La tasa de mortalidad es varios puntos más alta que en el campo. La mortalidad infantil se comprueba eleva-da, principalmente en los años 1805-1811 para los que se conservan registros rela-tivamente completos (mortalidad 0-1 registrada de 310 niños por mil nacidos, cifra probablemente todavía inferior a la real). La controvertida cuestión del exceso de las defunciones sobre los nacimientos no es casi nunca fácil de precisar, por el conocido problema del subregistro de las defunciones de párvulos, omisiones sistemáticas que en Cartagena se dan como en todas partes. Sea para mantener el nivel de la pobla-ción, sea para alimentar su crecimiento, la inmigración de múltiples procedencias está ampliamente documentada, incluido un éxodo rural de carácter estacional, y se registra una creciente ampliación de la cuenca demográfica de la ciudad. El crecimiento de la población cartagenera depende de la inmigración y del éxodo rural del campo de Cartagena y de toda la región murciana (Rafael Torres Sánchez, 1998).

Sin tomar partido sobre determinados aspectos (así las garantías que ofrece la aplicación de los índices de Princeton, que nosotros rehuimos aplicar a las fuentes preestadísticas del siglo XVIII), parece probado que al menos varios de los carac-teres particulares de la demografía urbana se cumplen en el estudio sobre la ciudad de Cartagena. La nupcialidad en Cartagena responde al mismo modelo particular del Ferrol, de ciudad arsenal con acusado predominio masculino, lo que da lugar a un mercado matrimonial muy abierto para la mujer, pero restringido para el varón. Sobre este punto, los datos de celibato y edad matrimonial por sexos resultan inequívocos. La inusual superioridad del sexo masculino en esta ciudad arsenal determina esas peculiaridades que se salen del modelo general urbano. Pero un indicador demográfico tan tosco como elocuente, que hemos introducido en sucesivos trabajos desde 1987, a saber la relación entre población infantil y mujeres casadas en edad fértil, patentiza la muy elevada mortalidad infantil y la débil reproducción consiguiente de la población cartagenera en su conjunto, aunque a esta débil reproducción contribuya también la mayor vulnerabilidad de la población inmigrante y de su descendencia por sus más precarias condiciones de vida. La ciudad necesita pues del aporte migratorio de su cuenca demográfica propia, todo conforme a Roger Mols.

Page 16: 001-DEMOGRAFIA - Digital CSICdigital.csic.es/bitstream/10261/138188/1/R.C.FEHM_Ciudad...— 20 — ANTONIO EIRAS ROEL — 21 — Demografía rural en la España moderna: evolución,

— 30 —

ANTONIO EIRAS ROEL

— 31 —

Demografía rural en la España moderna: evolución, variantes y problemas

Nupcialidad y reproducción en Cartagena y en la provincia de Murcia 1787

Relación masculinidad Cartagena: 181,2. Relación masculinidad Murcia: 104,5.Celibato varón en Cartagena: 16,8. Celibato varón en Murcia: 13,28.Celibato mujer en Cartagena: 6,5. Celibato mujer en Murcia: 12,57.Edad matrim. varón en Cartagena: 32,3. Edad matrim. varón en Murcia: 26,10.Edad matrim. mujer en Cartagena: 22,3. Edad matrim. mujer en Murcia: 22,52.Hijos vivos/mujer casada Cartagena: 1,03. Hijos vivos/mujer casada Murcia: 1,58.

Fuentes: Para Cartagena, R. Torres Sánchez, 1998; para Murcia, A. Eiras Roel, 1993.

Tamaño de las ciudades y demografía específicamente urbana

Por todo lo que se ha visto hasta aquí, cabe pensar que desde un punto de vista demográfico las tasas de urbanización que acostumbran a manejarse para España, e incluso ese 15% del que hablábamos al comienzo, merecerían ser reconsideradas. El estilo de vida y los comportamientos demográficos de la mayoría de las que en España se titulan ciudades, incluso de muchas que alcanzan ese umbral mínimo de los 5.000 habs., se presumen más rurales que urbanos. El comportamiento demográfico propiamente urbano se supone reservado a unas pocas ciudades de dimensiones mayo-res, principalmente las establecidas sobre una base económica industrial y mercantil (Sevilla, Cádiz o Cartagena); aunque no exclusivamente en ellas, puesto que también parece encontrarse en ciudades de tamaño intermedio, administrativas y de servicios, como en el caso ya citado de Santiago de Compostela. Partiendo del principio de que la actividad económica y la estructura socioprofesional son también elementos a considerar, la cuestión que ahora se plantea, para ponderar el auténtico peso de la población rural de la época, sería la siguiente: ¿en qué volumen mínimo de población puede situarse el umbral a partir del cual las poblaciones de Antiguo Régimen adop-tan comportamientos específicamente urbanos desde un punto de vista demográfico? ¿Qué porcentaje hay que reservar por tanto para esa población específicamente urba-na? El primer problema, a lo que entendemos, sería el de determinar la masa crítica de población que una ciudad necesita para generar todo ese conjunto de caracteres (bajo índice de masculinidad, nupcialidad restringida, fecundidad y mortalidad com-parativamente elevadas, exceso crónico de las defunciones sobre los nacimientos, dependencia del éxodo rural para su propia reproducción, etc.) que en su día Roger Mols, y otros muchos autores a partir de él, han establecido como criterios distintivos de una demografía no rural.

Aunque la respuesta empírica a esta pregunta nos es desconocida, pues los estudios de demografía histórica urbana son todavía insuficientes en nuestro país, no nos parece

Page 17: 001-DEMOGRAFIA - Digital CSICdigital.csic.es/bitstream/10261/138188/1/R.C.FEHM_Ciudad...— 20 — ANTONIO EIRAS ROEL — 21 — Demografía rural en la España moderna: evolución,

— 30 —

ANTONIO EIRAS ROEL

— 31 —

Demografía rural en la España moderna: evolución, variantes y problemas

excesivamente aventurado arriesgar un umbral hipotético que estaría situado en torno a los 10.000 habs. (circa 2.500 vecinos), y que es precisamente el que se corresponde con el criterio seguido por Jean de Vries (1987) para la clasificación de las ciudades europeas. Este criterio más restrictivo reduciría considerablemente desde un punto de vista demográfico el número de las ciudades españolas de Antiguo Régimen y por con-traste elevaría los porcentajes de población rural, que de este modo se aproximarían tal vez al 90% del total de la población que reflejan los censos españoles de la segunda mitad del siglo XVIII. Casi un 90% de población rural posiblemente, más de un 80% de población rural aunque la urbana se mida con el más generoso de los criterios, esta estrecha horquilla dentro de la cual nos movemos justifica una afirmación de partida: España es ruralidad.

II. VARIANTES Y MODELOS REGIONALES. TABLAS

Variantes. Los parámetros de la diversidad. España es pluralidad

Antes de ocuparnos de las variantes de sistema demográfico dentro de un gran conjunto estatal de once millones de habitantes como era la España de finales del Antiguo Régimen, conviene mostrar un ejemplo concreto de las variantes de sistema que pueden darse incluso dentro de un conjunto regional de apenas un millón y medio de habitantes. Con la intención de elaborar un método que permita observar las dife-rencias de estructura que pueden existir dentro de la población de las grandes regiones históricas de España, a partir del análisis de una de ellas, nuestra Tabla 1 ofrece una cuadrícula de doce valores que muestran las variantes de la población gallega; prime-ramente respetando la simple agrupación geográfico-administrativa de sus siete anti-guas provincias (parte superior de la tabla); luego en una agrupación facticia de siete modelos demográficos empíricamente obtenidos por agregación razonada de unidades locales con caracteres y valores análogos; esto es, sin respetar criterios administrativos de jurisdicción, partido o provincia, sino sólo los valores reales de las doce variables consideradas (parte inferior de la tabla).

Mientras la parte superior de la tabla (examen de unidades territoriales establecidas de modo voluntario con criterio administrativo) carece de interés para nuestro objeto, la parte inferior revela la diversidad que ofrece la realidad misma, sin que los hombres de la época fueran conscientes de ella. No nos detendremos en explicar con detalle el fundamento de esos 12 parámetros, brevemente identificados en las claves que ofrece la misma tabla, por ser los mismos que hemos venido usando, ya desde 1987, en varios trabajos a los que remitimos (Eiras Roel, 1990 y ss.). Más interesante nos parece resaltar la coherencia de las 12 columnas entre sí y llamar la atención sobre la

Page 18: 001-DEMOGRAFIA - Digital CSICdigital.csic.es/bitstream/10261/138188/1/R.C.FEHM_Ciudad...— 20 — ANTONIO EIRAS ROEL — 21 — Demografía rural en la España moderna: evolución,

— 32 —

ANTONIO EIRAS ROEL

— 33 —

Demografía rural en la España moderna: evolución, variantes y problemas

TABLA 1ª.GALICIA 1ª. CENSO 1787. MATRIZ PARA LOS MODELOS DEMOGRÁFICOS

1 2 3 4 5 6 7 8 9 10 11 12

PROVIN >50 / PB 0-16 PB 16-50 PB >50 Celibato EdadMatr 0-7/ EDAD X EDAD X EDAD X <0-7/Cdas H/V

0-16 x1000 x1000 x1000 MUJER MUJER >50 POB VAR MUJ 16-40 16-40ESPAÑA 0,40 359 496 145 10,20 23,69 1,26 27,13 26,69 27,56 1,74 1,03GALICIA 0,46 351 488 161 13,88 25,72 1,14 27,89 27,16 28,55 2,00 1,15…………Betanzo 0,42 348 505 147 8,49 24,49 1,24 27,33 26,97 27,70 1,75 0,95Coruña 0,38 365 495 140 8,40 23,79 1,39 26,50 26,15 26,81 1,66 1,21Lugo 0,44 364 477 160 18,35 26,33 1,21 27,54 27,20 27,86 2,37 1,10Mondoñº 0,49 353 475 172 15,59 27,50 1,05 28,20 27,50 28,83 2,34 1,24Orense 0,41 355 497 147 12,72 26,72 1,26 27,27 26,77 27,75 2,11 1,10Santiago 0,49 345 485 170 13,46 25,27 1,03 28,45 27,32 29,41 1,85 1,25Tuy 0,53 336 486 178 15,28 25,27 0,99 28,98 27,88 29,94 1,92 1,23

MODELOS DEMOGRÁFICOS DE LA POBLACIÓN GALLEGA

1 2 3 4 5 6 7 8 9 10 11 12

MODELO >50 / PB 0-16 PB 16-50 PB >50 Celibato EdadMatr 0-7/ EDAD X EDAD X EDAD X 0-7/Cdas H/V

0-16 x1000 x1000 x1000 MUJER MUJER >50 POB VAR MUJ 16-40 16-40ESPAÑA 0,40 359 496 145 10,20 23,69 1,26 27,13 26,69 27,56 1,74 1,03GALICIA 0,46 351 488 161 13,88 25,72 1,14 27,89 27,16 28,55 2,00 1,15…………Morrazo 0,55 327 494 179 17,33 25,42 0,92 29,19 27,94 30,23 0,88 1,30Finisterre 0,51 320 520 162 9,35 24,26 1,02 28,72 28,14 29,20 0,80 1,05Alfoz 0,49 352 476 172 15,61 26,68 1,05 28,29 27,30 29,15 1,02 1,22Samos 0,50 347 481 172 20,08 27,28 1,04 28,42 27,29 29,01 1,10 1,14Portomarín 0,40 366 488 146 17,08 26,17 1,30 27,00 26,64 27,34 1,17 1,08Bergantiño 0,42 372 472 155 7,79 24,95 1,28 27,12 26,39 27,28 1,03 1,16Valdeorras 0,37 373 487 140 8,38 26,16 1,44 26,51 26,05 26,95 1,13 1,05

CLAVES DE LAS COLUMNAS.1. Índice de envejecimiento I.V. 2. Población de edad 0-16. 3. Población de edad 16-50.4. Población mayor de 50. 5. Celibato femenino %. 6. Edad media matrimonio mujer.7. Indicador de la mortalidad: cociente viejos/niños. 8. Edad media de la población censal.9. Edad media censal de la población masculina. 10. Edad media censal población femenina.11. Indicador de reproducción: cociente entre niños y mujeres casadas.12. Relación de masculinidad, cociente mujer/varón.Fuente: A. Eiras Roel, 1996.Elaboración a partir de: RAH, Madrid, Originales del Censo de 1787.

Page 19: 001-DEMOGRAFIA - Digital CSICdigital.csic.es/bitstream/10261/138188/1/R.C.FEHM_Ciudad...— 20 — ANTONIO EIRAS ROEL — 21 — Demografía rural en la España moderna: evolución,

— 32 —

ANTONIO EIRAS ROEL

— 33 —

Demografía rural en la España moderna: evolución, variantes y problemas

gradación más que notable que se observa en los valores de la tabla, desde el modelo más envejecido (modelo Morrazo, propio de las Rías Bajas pontevedresas y algunas otras tierras de la Galicia occidental) hasta el modelo más rejuvenecido (modelo Val-deorras, propio de esta comarca orensana de transición al Bierzo leonés y también de otras comarcas de la Galicia más interior). Con una lógica bastante lograda, el índice de envejecimiento decreciente de la población (columna 1) se corresponde casi per-fectamente con un indicador de reproducción que en este caso traduce la fecundidad creciente (columna 11). La división de la población en grandes grupos de edad muestra la gradación creciente de la población más joven que refleja la natalidad (columna 2) y la decreciente de la población más vieja que traduce la longevidad (columna 4); con buena lógica demográfica a su vez la progresión creciente de la columna que refleja la natalidad (columna 2) concuerda con la progresión también creciente de los valo-res que reflejan la mortalidad (columna 7). Dato axiomático, en la gradación de los modelos, del más viejo al más joven, los valores crecientes de la natalidad (columna 2) y de la mortalidad (columna 7) se corresponden casi perfectamente con valores decrecientes de la edad media de la población (columna 8). Si la edad matrimonial (columna 6) es en general tardía en toda Galicia, el celibato femenino (columna 5) es en general más alto en los modelos viejos que encabezan la lista y más bajo en los modelos jóvenes del fin de la tabla, como demanda la lógica del sistema. Existe, es cierto, la importante excepción del modelo Finisterre con una estructura envejecida sin respetar el modelo Hajnal, esto es, sin pagar tributo al celibato ni al retraso de la edad matrimonial; lo que en una lógica elemental invita a pensar en formas difusas de control de la fecundidad, más generalizadas incluso que en el mismo modelo que encabeza la tabla (ver columna 11, reflejo de la fecundidad). La columna 12, que tra-duce las sex ratios, no se comentará aquí por habernos ocupado ya de este aspecto en trabajos específicos; pero puede señalarse de pasada que los modelos más envejecidos, propios de las áreas de población más densa, son casi siempre los que muestran las sex ratios más altas, índice de una más fuerte emigración de varones, lo que es coherente también desde el punto de vista explicativo del sistema demográfico.

En conclusión, nuestra Tabla 1 aporta un ejemplo de la variabilidad intrarregio-nal de los modelos de población, incluidas las variaciones internas de estructura que pueden existir dentro de la población de una región extensa como es Galicia. De un modelo a otro de la misma región pueden existir casi tres años de diferencia en la vida media de la población. Si estuviesen uniformemente repartidos y no existiese entre ellos la adecuada ponderación, modelos tan diferentes, que van desde un índice de envejecimiento inferior al de la media general de España (I.V. 0,40) hasta índices más envejecidos que los de la media general de Francia en el mismo momento (I.V. 0,51), producirían una neutralización del conjunto que llevaría a confundir la abstrac-ción mental «población gallega» de Antiguo Régimen con esa otra abstracción mental

Page 20: 001-DEMOGRAFIA - Digital CSICdigital.csic.es/bitstream/10261/138188/1/R.C.FEHM_Ciudad...— 20 — ANTONIO EIRAS ROEL — 21 — Demografía rural en la España moderna: evolución,

— 34 —

ANTONIO EIRAS ROEL

— 35 —

Demografía rural en la España moderna: evolución, variantes y problemas

que es la media general de la «población española» de la época. Si a pesar de todo lo dicho la población de Galicia es, en su conjunto, una población de parámetros bajos, vieja para la época, esto es con moderada reproducción y moderada mortalidad, es porque los modelos envejecidos que encabezan la tabla ocupan las áreas geográficas más densamente pobladas de la Galicia occidental y cantábrica, y como consecuencia pesan más sobre el conjunto regional. Los cuatro modelos más envejecidos que la media española (con muy moderada nupcialidad, fecundidad y mortalidad), a saber, los modelos de las rías bajas pontevedresas (Morrazo, 17,70% de la población regio-nal), del occidente coruñés y tierras situadas entre el Tambre y el Umia (Finisterre, 14,75% de la población regional), el modelo de la periferia cantábrica (Alfoz, 15,89% de la población), y el modelo propio de las tierras lucenses de nupcialidad más seve-ramente restringida (Samos, 10,77% de la población), a los que puede sumarse todavía el contradictorio modelo Bergantiños propio del arco litoral de la rías altas coruñesas (14,30%), representan a las tres cuartas partes de la población gallega; una propor-ción muy superior a la suma de los dos modelos más jóvenes, propios de las zonas de natalidad y mortalidad más intensas y de nupcialidad menos restringida, a saber, el modelo de la zona lucense de más bajo celibato (Portomarín, 13,27%) y el modelo de nupcialidad más abierta, el más extendido en el interior orensano hasta su límite con León y Zamora (modelo Valdeorras, 12,74%) [A. Eiras Roel, 1990 y 1996]. Desde otra óptica, la de la evolución temporal, la existencia de diferentes tendencias provinciales y comarcales ha sido analizada sobre un amplio número de series parroquiales de todas las antiguas provincias gallegas, cuyos movimientos particulares resultaría largo resumir aquí, aunque aportarían una confirmación más al hecho diferencial interno (Pegerto Saavedra, 1993).

No sólo en Galicia, también en otras regiones ha sido observada la diversidad intrarregional. Con otros métodos y en multitud de trabajos, la Demografía Histórica de otros países europeos ha establecido las diferencias de régimen demográfico que podían existir no sólo entre regiones, como puede ser entre la prolífica Bretaña y su vecina la Normandía precozmente malthusiana o el infecundo Sudoeste francés, sino incluso en el interior de cada una de esas regiones, alta y baja Bretaña por ejemplo, por no hablar de la dispersión «molecular» que un poco excesivamente se ha llegado a pretender para la misma Normandía (A. Eiras Roel, 1984 b). También en España han sido estudiadas muestras de esa diversidad en algunos casos. Así por ejemplo, dentro de la sola provincia de León, en dos comarcas leonesas distantes entre sí poco más de diez leguas como son la Maragatería y la vega baja del Esla, se han observado com-portamientos tan diferentes como una tardía edad al matrimonio, un celibato femenino bastante considerable, una mayor supervivencia infantil, una superior longevidad y una población próxima al envejecimiento en la Maragatería, frente a un matrimonio muy precoz, un celibato casi inexistente, reducida supervivencia infantil, menor lon-

Page 21: 001-DEMOGRAFIA - Digital CSICdigital.csic.es/bitstream/10261/138188/1/R.C.FEHM_Ciudad...— 20 — ANTONIO EIRAS ROEL — 21 — Demografía rural en la España moderna: evolución,

— 34 —

ANTONIO EIRAS ROEL

— 35 —

Demografía rural en la España moderna: evolución, variantes y problemas

gevidad y una población acusadamente joven en la vega baja del Esla, síntomas todos estos de una mortalidad más fuerte en el segundo caso (L. Rubio Pérez 1987; J.M. Pérez García, 1998).

Aunque el tema no sea todavía bien conocido por la insuficiencia a nivel regional de estudios empíricos basados en el microanálisis demográfico, algunos trabajos que existen permiten pensar en una diversidad de regímenes demográficos en la España anterior al siglo XIX, antes de desencadenarse el fenómeno general de la transición demográfica. En esa línea, la aplicación sistemática de los mismos 12 parámetros a las 32 unidades regionales o provinciales de la población española en el Censo de 1787 puede servir para aproximarnos al conocimiento de la diversidad regional de la demografía española, y como pauta para otros análisis a nivel intrarregional. Al igual que se ha comprobado para Galicia, nuevos estudios sectoriales podrán señalar en su momento diversidades internas dentro de la población de otros grandes conjuntos regionales (Aragón, Cataluña, Valencia, etc.) que aquí se tratan como si fueran una unidad uniforme, a partir del estudio de los grandes agregados regionales del Censo de 1787. Es concebible que una región como Cataluña no ofrezca los mismos caracteres demográficos en el Ampurdán y en los Llanos de Urgell; la existencia de subsiste-mas dentro de las grandes regiones es previsible, pero en este trabajo no se desciende a ese nivel de análisis, que se deja para otros historiadores.

La Tabla 2 a. ofrece la matriz de los valores de las 12 variables siguiendo el orden administrativo de las 32 unidades regionales o provinciales en el Censo de 1787. Los 12 indicadores son los mismos ya expuestos más atrás; pero es patente que su simple tabu-lación por el orden alfabético de las provincias escasamente facilita su interpretación.

Se requiere otro tipo de agrupación por afinidad de caracteres, que es el objeto de la Tabla 2 b. Esta tabla es el resultado de la sistematización de las 32 unidades pro-vinciales en sólo cuatro grandes modelos demográficos, obtenidos por agrupación de provincias que muestran caracteres afines. Para facilitar la lectura e interpretación de la tabla, los cinco indicadores que reflejan el envejecimiento de la población (A), la natalidad (B), la longevidad (C), la mortalidad (D) y la reproducción (E) se presen-tan graduados en niveles de 1 a 5 —cada uno de ellos según su propia escala que se detalla en la tabla— de modo que resulte intuitivo visualizar la lógica interna de los modelos demográficos por la simple comparación de niveles de 1 a 5. Así el modelo de población más joven, el modelo central (niveles mínimos 1 y 2 de envejecimiento A), muestra valores altos de natalidad (niveles 4 y 5 de natalidad B) y de mortalidad (niveles 4 y 5 de mortalidad D), y por el contrario valores bajos de longevidad (niveles 1 y 2 de longevidad C) y de reproducción (niveles 1 y 2 de reproducción E, atribuíbles en este caso a su fuerte mortalidad infantil), todo lo cual es coherente con la lógica del sistema. A su vez el modelo de población más vieja, el modelo norteño (nivel máximo 5 de envejecimiento A), muestra valores bajos de natalidad (nivel 2 de natalidad B)

Page 22: 001-DEMOGRAFIA - Digital CSICdigital.csic.es/bitstream/10261/138188/1/R.C.FEHM_Ciudad...— 20 — ANTONIO EIRAS ROEL — 21 — Demografía rural en la España moderna: evolución,

— 36 —

ANTONIO EIRAS ROEL

— 37 —

Demografía rural en la España moderna: evolución, variantes y problemas

TABLA 2ª.ESPAÑA CENSO 1787. MATRIZ PARA LOS MODELOS DEMOGRÁFICOS 1 2 3 4 5 6 7 8 9 10 11 12

PROVINC >50 / PB 0-16 PB 16-50 PB >50 Celibato EdadMatr 0-7/ EDAD X EDAD X EDAD X 0-7/Cdas H/V

0-16 x1000 x1000 x1000 MUJER MUJER >50 POB VAR MUJ 16-40 16-40

Andalucía 0,45 319 538 143 18,45 21,68 1,08 28,01 27,39 28,64 1,40 0,96

Aragón 0,41 359 495 146 4,16 23,33 1,23 27,12 26,99 27,25 1,67 0,95

Ávila 0,34 378 493 129 5,01 23,72 1,45 26,16 25,99 26,34 1,69 0,97

Burgos 0,40 365 490 145 7,86 24,61 1,29 27,00 26,47 27,49 1,78 1,11

Cataluña 0,40 377 473 150 9,73 23,73 1,37 27,07 27,16 26,99 2,10 1,12

Ciudad Real 0,36 378 487 135 5,77 22,48 1,37 26,19 25,73 26,67 1,57 0,97

Córdoba 0,47 342 497 161 21,87 21,69 1,00 28,33 27,30 29,29 1,63 1,07

Cuenca 0,43 353 495 152 5,56 23,94 1,13 27,56 27,37 27,75 1,59 0,98

Extremadura 0,37 378 484 138 7,92 21,84 1,37 26,52 26,11 26,94 1,61 0,96

Galicia 0,46 351 488 161 13,88 25,72 1,14 27,89 27,16 28,55 2,00 1,15

Granada 0,38 367 493 140 11,74 23,18 1,37 26,71 25,98 27,42 1,77 1,06

Guadalajara 0,37 364 502 134 3,78 23,82 1,34 26,61 26,48 26,74 1,57 0,93

Jaén 0,24 419 483 98 24,62 18,56 2,39 23,72 22,93 24,63 2,22 1,03

León 0,36 366 501 133 6,56 25,33 1,38 26,57 26,36 26,77 1,81 1,04

Madrid/Pª 0,43 352 496 152 3,12 23,02 1,16 27,56 27,35 27,78 1,51 0,89

Madrid/Cd 0,69 232 608 160 7,43 25.00 0,74 30,58 30,64 30,52 0,99 0,93

Murcia 0,42 350 504 146 10,44 22,52 1,21 27,43 27,02 27,86 1,58 0,94

Palencia 0,37 374 487 139 4,20 24,01 1,43 26,41 26,17 26,64 1,77 1,05

Salamanca 0,36 381 482 137 4,85 24,26 1,40 25,92 25,31 26,54 1,79 0,96

Segovia 0,34 373 499 128 4,90 23,27 1,48 26,12 25,91 26,34 1,61 0,96

Soria 0,34 377 493 130 3,66 23,50 1,45 26,23 26,07 26,40 1,61 1,03

Toledo 0,40 356 503 141 6,64 22,74 1,21 27,03 26,65 27,41 1,47 0,95

Toro 0,35 375 493 132 4,57 24,23 1,50 26,26 26,09 26,43 1,78 1,03

Valencia 0,42 363 484 153 6,90 22,90 1,21 27,23 27,01 27,45 1,64 1.00

Valladolid 0,35 373 496 131 6,14 23,95 1,46 26,18 25,72 26,64 1,79 1,03

Zamora 0,32 383 492 125 2,34 23,68 1,58 25,68 25,49 25,88 1,70 1,04

Navarra 0,42 360 488 152 8,70 24,04 1,14 27,29 27,19 27,39 1,69 1.02

Asturias 0,36 375 488 137 10,93 24,91 1,42 26,44 25,83 26,99 2,00 1,14

Álava 0,47 343 496 161 9,94 26,33 1,10 28,29 27,89 28,69 2,00 1,02

Page 23: 001-DEMOGRAFIA - Digital CSICdigital.csic.es/bitstream/10261/138188/1/R.C.FEHM_Ciudad...— 20 — ANTONIO EIRAS ROEL — 21 — Demografía rural en la España moderna: evolución,

— 36 —

ANTONIO EIRAS ROEL

— 37 —

Demografía rural en la España moderna: evolución, variantes y problemas

y de mortalidad (niveles 2 y 3 de mortalidad D), y por el contrario valores altos de longevidad (nivel 5 de longevidad C) y de reproducción (nivel 5 de reproducción E, atribuíble en este caso no a una alta fecundidad sino a una moderada mortali-dad infantil), todo lo cual es igualmente coherente8. Similar polaridad entre modelos extremos en los otro cinco indicadores que miden el celibato (F), la edad matrimonial (G), la nupcialidad (relajada RR o hiperrelajada HR en el modelo central ausente de regulación; controlada CC o hipercontrolada HC en el modelo norteño de máxima regulación), las proporciones de la población en edad laboral (I), y la edad media de la población (J).

De todo ello resulta una contraposición bastante clara y coherente, al menos entre esos dos modelos demográficos de la población rural, los modelos extremos más cla-ros y contrastados, y por esa línea habrá que seguir avanzando en el análisis de los demás. El modelo central, el más extendido y representativo (50% de la población española en 1787) es un régimen demográfico de parámetros altos por lo que hace a

Guipúzcoa 0,48 352 480 169 14,17 26,74 1,01 28,04 26,82 29,14 2,08 1,16

Vizcaya 0,47 348 490 162 9,28 26,04 1,09 27,97 27,03 28,80 1,87 1,17

Mallorca 0,47 335 506 159 11,32 23,19 0,98 28,21 27,64 28,78 1,59 0,97

Canarias 0,35 384 482 134 17,96 25,85 1,39 25,94 24,43 27,25 2,02 1,28

ESPAÑA 0,40 359 496 145 10,20 23,69 1,26 27,13 26,69 27,56 1,74 1,03

GALICIA 0,46 351 488 161 13,88 25,72 1,14 27,89 27,16 28,55 2,00 1,15

CLAVES DE LAS COLUMNAS:1. Índice de envejecimiento I.V. 2. Población de edad 0-16. 3. Población de edad 16-50. 4. Población mayor de 50. 5. Celibato femenino %. 6. Edad media matrimonio mujer.7. Indicador de la mortalidad: cociente viejos/niños. 8. Edad media de la población censal.9. Edad media censal de la población masculina. 10. Edad media censal población femenina.11. Indicador de reproducción: cociente entre niños y mujeres casadas.12. Relación de masculinidad, cociente mujer/varón.Fuente: A. Eiras Roel, 1993.Elaboración a partir de: R.A.H., Madrid, Originales del Censo de 1787.

8 Conviene advertir que dentro de un mismo conjunto regional, caso de Galicia, donde las diferen-cias internas de mortalidad infantil son menos fuertes, el indicador de reproducción (E) se comporta sobre todo como un testigo de las diferencias internas de fecundidad. Por contraste, en el conjunto español, donde las diferencias internas de fecundidad son seguramente las de menor peso, el indicador de reproducción (E) se comporta sobre todo como un testigo de las considerables diferencias de mortalidad infantil entre provin-cias y regiones diferentes. Este indicador tiene por tanto un carácter ambivalente que limita mucho su valor, pero en ausencia del microanálisis basado en reconstrucción de familias no nos parece posible prescindir de su empleo.

Page 24: 001-DEMOGRAFIA - Digital CSICdigital.csic.es/bitstream/10261/138188/1/R.C.FEHM_Ciudad...— 20 — ANTONIO EIRAS ROEL — 21 — Demografía rural en la España moderna: evolución,

— 38 —

ANTONIO EIRAS ROEL

— 39 —

Demografía rural en la España moderna: evolución, variantes y problemas

todas las tasas vitales (nupcialidad, natalidad y mortalidad), adecuado al escenario de regiones con un mercado de la tierra relativamente fluído por sus bajas densidades de población (entre 10 y 20 habs. por kilómetro cuadrado). En este modelo el sistema matrimonial se aparta resueltamente del europeo, ya que el matrimonio es precoz y el celibato casi inexistente; celibato y edad matrimonial están por debajo de la media española (por contraposición al ejemplo francés: celibato superior al 10% y edad matri-monial de la mujer superior a 25 años en la mayor parte de las regiones de Francia). Nupcialidad relajada (RR) o hiperrelajada (HR) y parámetros altos de natalidad y de mortalidad significan aquí flujos rápidos de entrada y salida de la población, lo que se resuelve en una población joven, con baja edad media de la población, por debajo de la media española. Población joven es sinónimo de alta fecundidad, lo que se da por supuesto, aunque en este caso con una reproducción restringida por su elevada mortali-dad infantil-juvenil. Esto lo hace depender de la inmigración para compensar su déficit de reproducción, una inmigración de adultos de sexo masculino preferentemente, cir-cunstancia que se refleja en unas elevadas sex-ratio por encima de la media española. Las proporciones de la población en edad laboral (I), por encima de la media española, se ven también influidas por esa misma inmigración de adultos. De un modo pleno este modelo demográfico se extiende por las dos Mesetas, incluyendo ambas Castillas, León y Extremadura. Asturias, Aragón, Granada —que por sus caracteres demográfi-cos se asemeja más a Extremadura y La Mancha que al reino de Sevilla— y las islas Canarias ofrecen versiones más imperfectas o impuras de este modelo; no obstante se encuadran en él porque comparten tres de sus características esenciales: población joven, fuerte mortalidad y reducida vida media (por debajo de la media española). Aragón comparte además otra de sus características, que es la nupcialidad relajada, es decir, fuera del modelo europeo de matrimonio tardío y celibato proporcionado9.

9 Aragón ofrece una versión un tanto híbrida e imperfecta del modelo «central», ya que si por su nupcialidad relajada, fuerte mortalidad y débil reproducción repite los valores de Soria, por ejemplo, en otros aspectos (natalidad, edad media de la población, longevidad, envejecimiento, se aproxima más a Navarra, con la que comparte espacio en el valle del Ebro, de tal modo que Aragón parece situarse más bien a caballo entre el bien precisado modelo central y el más elástico modelo levantino. Burgos por su parte da una versión un tanto difumidada o neutra del modelo central, lo que es muy lógico porque buena parte de su población (la Marina de Cantabria y las Montañas de Burgos) pertenece al modelo opuesto, el modelo norteño. Algo de ese mismo efecto se percibe en León, cuya partido de Ponferrada es en todos los sentidos un área de transición a Galicia. Frente a Ciudad Real por ejemplo, Madrid y Toledo dan igualmente una versión un tanto difumidada del modelo central, lo que en el caso de Madrid puede atribuirse a efectos inducidos por la proximidad de la gran ciudad (considerable inmigración de varones adultos a los pueblos de la periferia madrileña, probable presencia de algún malthusianismo difuso que restringe la natalidad, y una mortalidad más benigna que refuerza la sospecha anterior: tres evidentes factores de envejecimiento, entre otros posibles), pero que en el caso de Toledo nos resulta más difícil explicar. Hay que añadir que dentro de la aparente uniformidad de las provincias mesetarias, en tres provincias de la Meseta sur (Cuenca, Madrid y Toledo) se percibe un cierto déficit de población 0-7 que desvirtúa su natalidad y fecundidad reales. Este dato anómalo puede deberse

Page 25: 001-DEMOGRAFIA - Digital CSICdigital.csic.es/bitstream/10261/138188/1/R.C.FEHM_Ciudad...— 20 — ANTONIO EIRAS ROEL — 21 — Demografía rural en la España moderna: evolución,

— 38 —

ANTONIO EIRAS ROEL

— 39 —

Demografía rural en la España moderna: evolución, variantes y problemas

Tenemos así que en una demografía rural de Antiguo Régimen el contexto de nup-cialidad abierta, alta fecundidad y población joven se traduce en una mortalidad fuerte, poblaciones poco longevas y un acortamiento de la vida media. Es lo que encontramos en el modelo demográfico español más extendido y representativo, el de ambas Mese-tas; mientras en el modelo opuesto las características aparecen invertidas. El modelo norteño, mucho menos extendido y representativo (16% de la población española en 1787) es a la inversa un régimen demográfico de parámetros bajos por todas sus tasas vitales (nupcialidad, natalidad y mortalidad), impuesto por la escasez de tierra en regio-nes con reducidas proporciones de suelo de cultivo a causa de su relieve accidentado y con altas o muy altas densidades de población para regiones de economía agraria (densidad media de 45 habs. por kilómetro cuadrado en Galicia, de 42 habs. en el conjunto de las tres provincias vascas). Por su nupcialidad controlada (CC) o hipercon-trolada (HC), el control social de la reproducción es aquí muy rígido: las dos regiones comprendidas en este modelo son casi las únicas áreas españolas (junto con Asturias y Canarias) que encajan plenamente dentro del llamado modelo matrimonial europeo, caracterizado por el matrimonio tardío (edad media matrimonial de la mujer superior a los 25 años) y el celibato proporcionado (celibato superior al 10%). Nupcialidad controlada (CC) o más bien hipercontrolada (HC) y parámetros bajos de natalidad y de mortalidad suponen aquí flujos lentos de entrada y salida de la población, lo que se resuelve en una población envejecida, con una edad media de la población superior a la media española (casi dos años por encima de la de Palencia o Zamora) y a mitad de camino entre la española y la francesa de la misma época (España edad media 27,13 años, Galicia 27,89 años, Vizcaya y Guipúzcoa 28,00 años, Francia 28,40 años). Pobla-ción envejecida es sinónimo de fecundidad moderada, aunque en este caso con una alta capacidad de reproducción merced a su también moderada mortalidad infantil-juvenil.

o bien a una ocultación de la fuente —difícil de imaginar a escala pluriprovincial— o bien a algún suceso demográfico inmediato que de modo transitorio haya operado negativamene sobre la natalidad de esas tres provincias en los años inmediatamente anteriores al censo. No parece dudoso que ese suceso demográfico reciente pueda ser otro que la epidemia de «tercianas malignas y fiebres pútridas» que asoló La Mancha y otras regiones meridionales y levantinas los años 1785 y 1786, a consecuencia de los calores estivales y de la sequía y corrupción de las aguas producidas por el cambio climático de esa década, al que nos referimos en otro lugar de este trabajo. Sus efectos más graves se dejaron sentir en Castilla la Nueva y Andalucía. En La Mancha las tercianas aparecieron con los calores de julio y agosto de 1785 y afectaron sobre todo a niños, hecho que forzosamente tiene que haber deprimido los efectivos del grupo 0-7 del censo de 1787 en las tres provincias citadas. Es un hecho admitido que la morbilidad palúdica afectaba más gravemente a niños y adolescentes (quizá por un menor cuidado en el consumo de aguas corrompidas); y según testimonio de la época, la mitad de las defunciones del Viso del Marqués (Ciudad Real) en 1786 eran niños de 0-7 años. La tasa de morbilidad fue particularmente alta en las provincias manchegas (570 por mil en Almodóvar del Campo, equiparable a la de muchos pueblos valencianos). Contrasta esta elevada tasa de mortalidad con la relativamente poco marcada huella que la epidemia dejó en los registros de defunciones manchegos; lo que puede deberse al hecho de que en La Mancha la epidemia afectase sobre todo a niños, cuyo subregistro en las cifras de mortalidad es de todos conocido (J. López-Salazar, 1976).

Page 26: 001-DEMOGRAFIA - Digital CSICdigital.csic.es/bitstream/10261/138188/1/R.C.FEHM_Ciudad...— 20 — ANTONIO EIRAS ROEL — 21 — Demografía rural en la España moderna: evolución,

— 40 —

ANTONIO EIRAS ROEL

— 41 —

Demografía rural en la España moderna: evolución, variantes y problemas

Tabla 2 bMODELOS DEMOGRÁFICOS EN ESPAÑA 1787

A B C D E F G H I J

España 2 3 3 4 2 10,20 23,69 RR 376 27,1MODELO CENTRALÁvila 1 5 1 5 1 5,01 23,72 HR 379 26,1Burgos 2 4 3 4 2 7,86 24,61 RR 372 27,0Ciudad Real 1 5 2 5 1 5,77 22,48 HR 381 26,2Extremadura 1 5 2 5 1 7,92 21,84 HR 373 26,5Guadalajara 1 4 2 5 1 3,78 23,82 HR 390 26,6León 1 4 2 5 3 6,56 25,33 RR 380 26,5Madrid 4 3 4 3 1 3,12 23,02 HR 383 27,5Palencia 1 5 2 5 2 4,20 24,01 HR 374 26,4Salamanca 1 5 2 5 2 4,85 24,26 HR 385 25,9Segovia 1 5 1 5 1 4,90 23,27 HR 388 26,1Soria 1 5 1 5 1 3,66 23,50 HR 375 26,2Toledo 2 3 2 4 1 6,64 22,74 HR 391 27,0Toro 1 5 2 5 2 4,57 24,23 HR 376 26,2Valladolid 1 5 2 5 2 6,14 23,95 HR 380 26,2Zamora 1 5 1 5 2 2,34 23,68 HR 381 25,7Aragón 2 3 3 4 1 4,16 23,33 HR 374 27,1Asturias 1 5 2 5 5 10,93 24,91 CC 365 26,4Granada 1 5 2 5 2 11,74 23,18 RR 376 26,7Canarias 1 5 2 5 5 17,96 25,85 HC 376 25,9MODELO NORTEÑOGalicia 5 2 5 3 5 13,88 25,72 HC 365 27,9Álava 5 2 5 2 5 9,94 26,33 CC 366 28,3Guipúzcoa 5 2 5 2 5 14,17 26,74 HC 365 28,0Vizcaya 5 2 5 2 4 9,28 26,04 CC 371 28,0MODELO BÉTICOAndalucía 5 1 3 2 1 18,45 21,68 CC 413 28,0Córdoba 5 2 5 1 1 21,87 21,69 CC 373 28,3Mallorca 5 1 5 1 1 11,32 23,19 RR 379 28,2

Page 27: 001-DEMOGRAFIA - Digital CSICdigital.csic.es/bitstream/10261/138188/1/R.C.FEHM_Ciudad...— 20 — ANTONIO EIRAS ROEL — 21 — Demografía rural en la España moderna: evolución,

— 40 —

ANTONIO EIRAS ROEL

— 41 —

Demografía rural en la España moderna: evolución, variantes y problemas

MODELO LEVANTINOCataluña 2 5 4 5 5 9,73 23,73 RR 343 27,1Murcia 3 3 3 4 1 10,44 22,52 RR 382 27,4Valencia 3 4 4 4 1 6,90 22,90 RR 371 27,2Cuenca 3 3 4 3 1 5,56 23,94 HR 376 27,5Navarra 3 3 4 3 1 8,70 24,04 RR 375 27,3

CLAVESA) Envejecimiento I.V.. B) Natalidad. C) Longevidad. D) Mortalidad general.E) Reproducción. F) Celibato femenino. G) Edad Matrimonio Mujer. H) Nupcialidad.I) Población laboral 16-40 por mil. J) Edad media de la población.

A) Escala: 1) infra 0,39; 2) 0,39-0,41; 3) 0,40-0,42; 4) 0,43-0,44; 5) 0,45 y más.B) Escala: 1) infra 340; 2) 340-349; 3) 350-359; 4) 360-369; 5) 370 y más de 0-16 por mil.C) Escala: 1) hasta 130; 2) 131-140; 3) 141-150; 4) 151-160; 5) más de 160 de > 50 por mil.D) Escala: 1) hasta 1,00; 2) 1,01-1,10; 3; 1,11-1,20; 4) 1,21-1,30; 5) superior a 1,30.E) Escala: 1) infra 1,70; 2) 1,70-1,79; 3) 1,80-1,89; 4) 1,90-1,99) 5) 2,00 y más.

Elaboración: A. Eiras Roel. F.E.H.M., 2002. Fuente: R.A.H., Madrid, Originales del Censo de 1787.

La elevada supervivencia de sus efectivos jóvenes permite que las regiones que participan de este modelo, junto con sus colaterales Asturias y las Montañas de Bur-gos, aporten buena parte de la emigración que alimenta la España del centro y del sur, de varones jóvenes preferentemente, circunstancia que se refleja en unas sex-ratio inferiores a las de la media española. Las proporciones de la población en edad laboral (I), por debajo de la media española, se ven también influidas por esa emigración de adultos jóvenes. De un modo pleno este modelo demográfico comprende sólo Galicia y el País Vasco, pero no deben olvidarse esas zonas colaterales, a las que hay suponer características similares.

Los otros dos modelos peninsulares resultan mucho menos definidos, porque en ellos se combinan de modos desiguales características de uno y otro de los modelos extremos. El modelo bético (11% solamente de la población española) tiene en común con el norteño su población envejecida, su moderada mortalidad adulta y la longevidad de su población, pero se sitúa en las antípodas de aquél por su bajísima capacidad de reproducción que lo hace dependiente de la inmigración de las provincias del norte. Su sistema nupcial es contradictorio, porque aúna los niveles de celibato más altos de la Península con las edades matrimoniales más precoces, dato este último que lo aleja resueltamente del modelo matrimonial europeo. La posible adscripción de Mallorca a este modelo no deja de ser problemática, y se basaría principalmente en el envejeci-miento de su población y en una hipótesis común de baja fecundidad, mejor demos-trada para Mallorca (Onofre Vaquer, 1987) que para Andalucía. ¿Pero qué sabemos

Page 28: 001-DEMOGRAFIA - Digital CSICdigital.csic.es/bitstream/10261/138188/1/R.C.FEHM_Ciudad...— 20 — ANTONIO EIRAS ROEL — 21 — Demografía rural en la España moderna: evolución,

— 42 —

ANTONIO EIRAS ROEL

— 43 —

Demografía rural en la España moderna: evolución, variantes y problemas

realmente de la fecundidad de las provincias andaluzas? En trabajos anteriores (A. Eiras Roel, 1987, 1993) dimos acogida a la hipótesis de que la muy baja reproducción del modelo bético pudiera deberse a una fecundidad disminuida, más bien que a una crecida mortalidad infantil. La incontestable longevidad de la población en la baja Andalucía, otros indicadores sobre una moderada mortalidad adulta, los bajos índices de mortalidad infantil 0-1 que se conocían (sólo 155 por mil en alguna localidad cor-dobesa), y asímismo el control efectivo que se ejercía sobre la nupcialidad a través de un celibato superior al de ninguna otra región, daban cierto apoyo a la hipótesis de un temprano control de la fecundidad en la baja Andalucía. Había también otra conside-ración a valorar, como es la alta urbanización de ese espacio regional, con ciudades importantes como Córdoba, Sevilla y Cádiz, y el carácter mercantil de esas ciudades, con importantes colonias de extranjeros y apertura ideológica a las novedades importa-das de Europa; todo lo cual hacía de ellas un medio propicio, por no decir una ventana abierta, para una temprana introducción del control de la fecundidad en España, capaz de difundirse en pocas décadas al espacio rural circundante por «contaminación social descendente», como se sabe de otros países europeos. De hecho la existencia de un control de la fecundidad se ha afirmado para alguna ciudad andaluza, aunque sin base en el método Henry, o Henry-Dupâquier-Lachiver, el único que permite segu-ridad absoluta en cuestión de fecundidad y de análisis malthusiano, con las fuentes demográficas inseguras del Antiguo Régimen que no garantizan ni el registro de los mortinatos ni el de los recién nacidos abandonados. Posteriormente se han mostrado reservas sobre esta hipótesis de la baja fecundidad andaluza, apoyadas en una veinte-na de series parroquiales de la baja Andalucía, que parecen mostrar tanto un elevado porcentaje de defunciones de párvulos como unos cocientes altos entre bautismos y matrimonios y tasas de natalidad superiores al 40 por mil en 1787 (J.M. Pérez García, 1995). Según eso la baja reproducción de la Andalucía bética sería debida una vez más a una fuerte mortalidad infantil-juvenil y no a una baja fecundidad. No podemos igno-rar esos elementos de juicio actuales que no existían en 1993; la cuestión de la baja fecundidad de la baja Andalucía es un tema que se hace necesario reconsiderar con nuevos estudios locales. El estudio de la fecundidad andaluza y su análisis diferencial para una y otra Andalucía, lo mismo que la obtención en lo posible de tasas efectivas de mortalidad infantil 0-1, es una de las principales cuestiones aplazadas o problemas pendientes que faltan todavía por resolver10.

10 La explicación de los moderados efectivos del grupo 0-7 del censo de 1787 en las provincias andaluzas puede hallarse una vez más en la epidemia de tercianas que las asoló duramente en los años 1785 y 1786, como efecto de las altas temperaturas estivales y la corrupción de las aguas. Según un informe de un médico de Jaén «el termómetro ha llegado al grado 47», como un efecto más de los «sumos calores o fuego ethereo del estío y otoño» de aquellos veranos tórridos. Los efectos más graves de la epidemia de tercianas se dejaron sentir en Castilla la Nueva y Andalucía (reinos de Andalucía, Córdoba y Jaén) y el azote se cebó sobre todo en los niños y adolescentes (V. Pérez Moreda, 1984).

Page 29: 001-DEMOGRAFIA - Digital CSICdigital.csic.es/bitstream/10261/138188/1/R.C.FEHM_Ciudad...— 20 — ANTONIO EIRAS ROEL — 21 — Demografía rural en la España moderna: evolución,

— 42 —

ANTONIO EIRAS ROEL

— 43 —

Demografía rural en la España moderna: evolución, variantes y problemas

El modelo levantino (23% de la población española) es tan amplio como poco preciso y su rasgo más evidente es la carencia de unidad interna. Cataluña se distin-gue por una población joven y una alta capacidad de reproducción, resultado de una natalidad y fecundidad elevadas, que le permite emitir una emigración importante, mientras Valencia y Murcia no muestran esa fuerza de reproducción y son más bien receptoras de inmigración. La introducción de Cuenca y de Navarra en este mode-lo sólo se justifica por el tono neutro que comparte con las provincias de Levante (excluida la personalidad propia del modelo demográfico catalán) y por su proximidad geográfica a ellas. Navarra ofrece características muy similares a las de Cuenca y no muy diferentes a las de Valencia o Murcia, pero bastante distantes de las de Cataluña en puntos decisivos como la mortalidad, la natalidad o la reproducción. De tal modo que la única característica más o menos común al conjunto que presentamos como «modelo levantino» es una cierta capacidad de crecimiento demográfico a lo largo del siglo XVIII, no poco sorprendente con la fuerte mortalidad infantil-juvenil de estas regiones, y que sólo se explica por su nupcialidad relajada, la elevada natalidad y una fecundidad seguramente muy alta. ¿Sería tal vez necesario perfilar un quinto modelo «ibérico» para acoger a las poblaciones de Aragón, de Navarra y de Cuenca, que no acaban de encajar perfectamente en ninguno de los dos grandes modelos demográficos que flanquean sus respectivos territorios?

En varios trabajos hemos sugerido que la envejecida demografía de la Galicia del XVIII era el resultado de una evolución social, bajo la presión de la tierra escasa y de densidades de población absoluta y relativa en ascenso, y sostenido que el modelo norteño podía verse como un sistema evolucionado, equiparable al modelo europeo de nupcialidad por ejemplo, mientras que su opuesto el modelo central era al contrario el exponente de un sistema demográfico retardatario y arcaico. No vemos de momento motivos para cambiar ese punto de vista evolutivo de la demografía como una variable adaptada en factores tan importantes como la nupcialidad y otros (A. Eiras Roel, 1984 y 1993; C. Fernández Cortizo, 2002). Por esa razón o por otra las diferencias regiona-les existen11. Nos encontramos también a nivel regional con variantes de estructura que van desde un índice de envejecimiento muy inferior al de la media general de España (I.V. 0,40) hasta índices próximos a los de la envejecida Francia protomalthusiana (I.V. 0,51), entre otros parámetros de la diversidad (celibato, longevidad, mortalidad infan-

11 En Zamora el celibato femenino definitivo no alcanza al 3% de las mujeres y en Córdoba o en Sevilla supera el 20%. La edad media matrimonial de las mujeres era inferior a 22 años en Extremadura y superior a 26 años en Guipúzcoa. En Zamora la edad media de la población censal no alcanza los 26 años y en Andalucía o en las provincias vascas supera los 28. En Cataluña sobreviven muchos más niños que en Aragón. Es más fácil llegar a viejo en Galicia que en la Meseta. En Galicia y en las provincias vascas más del 16% de la población son ancianos, mientras en Ávila o Segovia no llegan al 13%. Son algunas de las diferencias sincrónicas más fácilmente advertibles en las tablas.

Page 30: 001-DEMOGRAFIA - Digital CSICdigital.csic.es/bitstream/10261/138188/1/R.C.FEHM_Ciudad...— 20 — ANTONIO EIRAS ROEL — 21 — Demografía rural en la España moderna: evolución,

— 44 —

ANTONIO EIRAS ROEL

— 45 —

Demografía rural en la España moderna: evolución, variantes y problemas

til, etc.). Parece claro, la población «española» como ente unitario es una abstracción mental. España es pluralidad.

III. EVOLUCIÓN Y PROBLEMAS

Evolución. De la expansión demográfica del XVI a la contracción del XVII

Aunque todo lo que se refiere a la evolución demográfica de la España del siglo XVI es sumamente inseguro, por la inexistencia o la escasa fiabilidad de recuentos generales anteriores a 1591 y por la rareza y escaso valor de los registros parroquiales españoles antes de la difusión de Trento, e incluso después, abundan los indicios indirectos (con-tratos agrarios para la roturación de tierras abandonadas, series tempranas de diezmos como las del Arzobispado de Toledo, incremento de las rentas eclesiásticas y señoriales y del valor deflactado de las rentas episcopales, repoblación del Reino de Granada y de su frontera bajomedieval, repoblación de las tierras abandonadas por los moriscos andaluces en 1570, emigración castellana y extremeña a las Indias, emigración norteña a Castilla y a las ciudades andaluzas, etc., la propia alza sostenida de los precios agríco-las desde los umbrales del siglo y, sobre todo, el crecimiento urbano, constatado en los padrones de vecinos conocidos para muchas ciudades y villas castellanas) que acreditan que al menos la mitad occidental de la Península se incorporó tempranamente, y antes ya del 1500, a la recuperación demográfica general admitida para la mayoría de los países de Europa, sea de 1450 a 1550 ó de 1500 a 1600 según las regiones. Esa noción de dominio común apenas precisa fundamentación (J. Dupâquier, 1997).

Como en casi todas partes partes al Oeste de la dorsal Ibérica (al Este, un poco más tarde), el período estrella del crecimiento en la Meseta sur parece haber sido el primer tercio del siglo XVI, aunque siga siendo considerable hasta 1561, e incluso hasta 1575 en la parte más meridional de La Mancha, como pone de manifiesto el estudio de los vecindarios y padrones de alcabalas manchegos en los siglos XVI-XVII; la crisis de 1505-1507 fue en la Meseta menos grave que en Andalucía y debió suponer solamente una interrupción breve (J. López Salazar, 1981). Ese mismo puede haber sido el caso en Galicia, aunque nos resulte muy difícil cuantificarlo (E. Martínez Rodríguez, 1998). En la fachada cantábrica, y con certeza en las regiones orientales de la Península, el período de más intenso crecimiento fue el segundo tercio del siglo, hasta 1561 o a lo sumo hasta la crisis de 1568; las anteriores epidemias de peste de 1504, 1518 y 1529-1531 no debieron tener consecuencias duraderas, a juzgar por el crecimiento posterior (R. Lanza, 2002).

Frente al temprano crecimiento demográfico de Castilla, o de su mayor parte, la recuperación demográfica del siglo XVI se retrasa en Cataluña y Levante; esto

Page 31: 001-DEMOGRAFIA - Digital CSICdigital.csic.es/bitstream/10261/138188/1/R.C.FEHM_Ciudad...— 20 — ANTONIO EIRAS ROEL — 21 — Demografía rural en la España moderna: evolución,

— 44 —

ANTONIO EIRAS ROEL

— 45 —

Demografía rural en la España moderna: evolución, variantes y problemas

se explica en buena medida por el retorno y persistencia hasta los años 1530 de las epidemias portuarias llegadas del Mediterráneo oriental, de las que dan idea las «cri-des» de Barcelona, que hacen pensar que en Cataluña las epidemias eran consideradas «casi permanentes». Después de 1530, los registros parroquiales de Cataluña indican un crecimiento rápido en la segunda mitad del siglo, apoyado también en una impor-tante corriente de inmigración francesa (Nadal-Giralt, 1960). Sabemos por otra parte que la recesión demográfica en Cataluña no se produjo hasta los años 1620 o 1630 (P. Vilar, 1962). En el reino de Valencia el aumento fue mediocre entre los censos de 1523 y 1563 debido a las plagas tradicionales. En Valencia como en Cataluña el cam-bio de siglo se significa por la repetida presencia de la peste: las Actas Municipales de Valencia dan noticia de la presencia de la peste en la región en 28 ocasiones entre 1480 y 1512. En los años más graves (en 1489-90 y en 1508-10) la peste causa miles de muertes en esta región. Esto puede explicar la despoblación del Reino de Valencia hasta 1563 (M. Gallent Marco). Pero de 1563 a 1609 la población valenciana crece con fuerza, hasta la expulsión de los moriscos, aunque algunos años antes de ésta comenzaba a dar ya síntomas de fatiga (J. Casey, 1983).

Al igual que el arranque del crecimiento, el gozne de la expansión a la depresión se anticipa en Galicia varios lustros antes de la gran peste atlántica de 1598-1599, y lo mismo parece ocurrir en Asturias (B. Barreiro, 1978), en el País Vasco (E. Fernández de Pinedo, 1974), en las Merindades de las «Montañas de Burgos» y en las villas de la Marina cántabra (F.J. González Prieto 2002; R. Lanza García 2002); vale decir, en toda la España del norte al oeste de la dorsal ibérica. En las villas cántabras el crecimiento fue intenso hasta 1561 aproximadamente, luego se estancan y desde 1584-1591 las curvas bautismales registran ya el descenso, antes incluso de la llegada de la gran peste atlántica en el otoño de 1596. En Galicia es el año 1573 el que marca la inversión de la tendencia, mientras en Segovia y en Tierra de Campos ésta se retrasa a 1590, y algo parecido es lo que parece acusarse en la mayoría de los diezmos del arzobispado de Toledo. En buena parte de La Mancha el declive demográfico del XVII comienza con el siglo, es decir, con un par de décadas de retraso respecto a la Meseta norte12.

12 Desde 1573 en adelante se documenta la emigración gallega a la Meseta y Andalucía, quizá más bien su intensificación, incluyendo familias enteras que marchan a Castilla huyendo de la miseria y «calami-dades», causadas según las fuentes de la época por la pérdida de las cosechas en años «muy lluviosos» como los de 1583 y 1586. Cit. Enrique Martínez Rodríguez: «La población en la Galicia de Felipe II». En El Reino de Galicia en la Monarquía de Felipe II, 1998, pp. 454-468. La emigración a Castilla en esta época anterior al maíz procede tanto de la Galicia occidental como de la interior y cantábrica; tras la difusión del maíz se irá operando una especialización de la Galicia occidental hacia a Andalucía, mientras la interior y cantábrica mantienen más bien su tradicional emigración a Castilla. En adelante, y salvo otra mención específica, todas las menciones sobre evolución y crecimiento de la población, basadas en fuentes parroquiales de la Galicia occidental por una parte, y de la Galicia interior y cantábrica por otra, proceden respectivamente de A. Eiras

Page 32: 001-DEMOGRAFIA - Digital CSICdigital.csic.es/bitstream/10261/138188/1/R.C.FEHM_Ciudad...— 20 — ANTONIO EIRAS ROEL — 21 — Demografía rural en la España moderna: evolución,

— 46 —

ANTONIO EIRAS ROEL

— 47 —

Demografía rural en la España moderna: evolución, variantes y problemas

Un poco más al este o un poco más al sur el comienzo de la depresión se retrasa. En la parte norte de La Mancha (Ocaña, Uclés) el crecimiento no duró más allá de 1591; la crisis de 1579-1584 tuvo aquí una incidencia desigual según las áreas, y no parece constituir un vértice divisorio, aunque las fuentes de época acusan ya a las «enfermedades que sobrevinieron». En la parte sur de La Mancha (Campo de Cala-trava, Campos de Montiel) el crecimiento pudo proseguir todavía bastante pujante entre 1591 y 1597, hasta la llegada de la peste; y en el extremo más oriental de la Mancha, el partido de Alcaraz, la regresión no se patentiza hasta después de 1601, lo que aproxima su cronología a la de la vecina Valencia. La detención del crecimiento, atribuida a veces por los vecinos a las epidemias, no la marcan sólo éstas, sino también la pérdida de productividad y los rendimientos dececientes. Las nuevas roturaciones eran ya inviables, hecho que volvería a repetirse en los repartos de baldíos de los años 1766 y siguientes (J. López-Salazar, 1981).

En la España del Norte al menos, y seguramente más abajo también, la crisis del siglo XVII no se produce de un solo golpe, sino por escalones, con ciclos de respiro y ciclos de recaída. A falta de series parroquiales tempranas, escasas, las series de diez-mos de Mondoñedo, Orense y Santiago muestran el descenso de la producción diezmal desde antes ya de la peste finisecular, descenso que se prosigue en picado hasta 1607. Pero luego se acusa un breve ciclo agrario de reactivación temprana de la producción agrícola, que en Galicia dura de 1608 a 1618, años buenos, o incluso hasta 1626, algo menos buenos. Los Cabildos eufóricos se atreven a contratar obras importantes, como el majestuoso coro y trascoro de la catedral de Lugo, contratado por estos años. Luego los años malos reaparecen desde 1626 y hasta 1646 ó 1648 no se percibe la salida del fondo de la cubeta; la crisis de la renta y del diezmo lleva a que algunos monasterios y cabildos como el de Lugo tengan dificultades para poder pagar las obras iniciadas y contratadas en el período inmediatamene anterior (A. Eiras Roel, 1977; J.M. García Iglesias, 2002).

También en la Mancha se percibe el declive por grados: crisis de 1591, peste de 1599, crisis de 1606-07, crisis de 1616-17, crisis de 1648-50. Es el caso de Quintanar de la Orden, que decae en los últimos años del siglo XVI, se recupera inmediatamen-te después de la crisis de 1606-07, hasta que la recuperación se corta con la crisis de 1616-17 y entra en un largo estancamiento. Algo parecido ocurre en Valdepeñas, también afectada por la crisis de 1616-17; se recupera por un par de décadas, para hundirse definitivamente en la crisis de 1648. Salvo excepciones muy concretas de

Roel, op. cit. 1996, y de P. Saavedra, op. cit. 1993. Para Segovia, A. García Sanz, op. cit. 1990. Para Tierra de Campos, B. Yun Casalilla, op. cit. 1987. Sobre los los diezmos del arzobispado de Toledo, J. López-Salazar y M. Martín Galán, 1981. Para Aragón, G. Colás Latorre y J. A. Salas Auséns, 1982. Para Valencia, J. Casey, 1983. Sobre Cataluña, P. Vilar, 1962.

Page 33: 001-DEMOGRAFIA - Digital CSICdigital.csic.es/bitstream/10261/138188/1/R.C.FEHM_Ciudad...— 20 — ANTONIO EIRAS ROEL — 21 — Demografía rural en la España moderna: evolución,

— 46 —

ANTONIO EIRAS ROEL

— 47 —

Demografía rural en la España moderna: evolución, variantes y problemas

pueblos con alguna producción de mercado (el viñedo) y con demanda en las ciuda-des próximas de Madrid y Toledo, el descenso de la población en la mayoría de las villas manchegas era manifiesto en los vecindarios de los años 1625 y 1637. En varios pueblos manchegos (Ocaña, Almagro, Valdepeñas, el Campo de Calatrava) los valores más bajos del siglo se registran en los bautismos a raíz de la crisis de 1683-1685 (J. López-Salazar, 1981). Todo esto tiene su correspondencia en la producción agrícola. Las curvas diezmales del arzobispado de Toledo (1463-1699) marcan el hundimiento de la producción cerealera desde los años 1590, para tocar fondo hacia 1626-1630, y luego no experimentan reacciones importantes. No existe aquí la época de las «buenas espigas», como la de los años 1660 en muchas regiones de Francia, ni tampoco la recu-peración de los años 1680 señalada para Cataluña. Casos de recuperación finisecular como los de Almagro o Infantes son en el territorio manchego la excepción más que la regla (J. López-Salazar y M. Martín Galán, 1981).

Las dos Españas del siglo XVII. La problemática especial de la España del maíz

La importancia de la crisis demográfica en la primera mitad del siglo XVII, bien marcada en algunas curvas parroquiales manchegas, como las de Almagro o Infantes, y por infinidad de argumentos de hecho de las primeras décadas del XVII (testimonios literarios, memoriales de «arbitristas», consultas del Consejo de Castilla, caída en picado de los vecindarios de pueblos y ciudades, requisitorias de los pueblos contra los cupos de los servicios de millones, formación de «despoblados» que todavía reci-ben ese nombre en los censos oficiales del XVIII, «desertificación de los confines» entre Castilla y Andalucía (Sierra Morena), entre Castilla y Valencia, entre Aragón y Cataluña, etc.) es además de todo eso una conclusión de razonamiento deductivo. Se prueba por pura lógica, al poner en relación tres hechos conocidos o probables: 1) la población española en 1590 era probablemente superior a los 8 mills. habs. general-mente admitidos, o al menos no inferior, a causa de la indudable ocultación de los vecindarios fiscales; 2) la población española en 1700 no parece ser superior, y en ningún caso podía ser muy superior, a esos mismos 8 mills. habs. (según estimaciones hechas por retroproyección, cfr. Tarragona, 1982), lo que arroja como más probable un pequeño saldo deficitario para el siglo XVII en su conjunto; 3) hoy sabemos que la recuperación demográfica de una parte del país en el XVII/2 es más temprana y más importante de lo que se pensaba, cosa bastante bien probada para Galicia, Asturias y otros puntos; ergo; 4) se impone por consecuencia la interposición de un bache demo-gráfico en el XVII/1, imposible de precisar aritméticamente con las fuentes generales que existen, pero que casi todas las curvas demográficas conocidas atestiguan.

Sería muy largo y fuera de lugar acumular todos los testimonios de ese bache demográfico. En Galicia el comienzo tardío (posterior a la divisoria de 1573) y la

Page 34: 001-DEMOGRAFIA - Digital CSICdigital.csic.es/bitstream/10261/138188/1/R.C.FEHM_Ciudad...— 20 — ANTONIO EIRAS ROEL — 21 — Demografía rural en la España moderna: evolución,

— 48 —

ANTONIO EIRAS ROEL

— 49 —

Demografía rural en la España moderna: evolución, variantes y problemas

deficiente calidad de los registros demográficos más tempranos que se conservan dificultan y ofuscan la intensidad del bache, que comienza mucho antes de la peste de 1598. Las series de diezmos gallegos muestran su perfil más bajo en la última década del XVI y los primeros años del XVII, todavía peores que la década de crisis de 1630, lo que contribuye también a difuminar la gravedad del hecho, simplemente porque el bache se anticipa aquí al último cuarto del XVI. Pero en Segovia o en Tierra de Cam-pos los índices diezmales de los años récord del siglo XVI, antes de 1590, casi dupli-can los de la década de crisis de 1630 (A. García Sanz, 1986; B. Yun Casalilla, 1987). En Calatrava los índices diezmales de la década de 1570 duplican justamente los de la década de 1640 (J. López-Salazar y M. Martín Galán, 1981). La crisis de finales del XVI fue muy fuerte en la comarca del Zújar, que en la época del Catastro todavía no había llegado a recuperar su población máxima del siglo XVI. En las series parroquia-les de la provincia de Madrid (Escariche, Malaguilla, Pioz, Chiloeches) los bautismos caen en picado desde 1590 hasta 1648 (J. Camacho Cabello, 1997). La década de 1610 marca el punto más bajo de la cubeta depresiva en los bautismos y matrimonios de la cordobesa villa de Rute (B. García Jiménez, 1987). La crisis parece haber sido menos grave en el arzobispado de Sevilla, pero aún así los bautismos descienden más o menos en un tercio entre 1580 y 1650 (J.M. Pérez García, 1995). Los ejemplos de este tenor podrían multiplicarse. El siglo XVII no fue por lo tanto un siglo de mero estancamiento de la población, sino de fuerte caída en su primera mitad, después de las catástrofes de 1596-1602 y de 1647-52, seguida luego de una recuperación más o menos intensa y más o menos precoz o tardía y muy desigual según las regiones. Aunque un examen tan detallado no cabe en estas páginas, esta última idea conlleva la conveniencia de reconsiderar la extensión real de algunas crisis tardías (como las «catástrofes» del período 1676-85, tal vez limitadas a la fachada levantina meridional y a la alta Andalucía solamente), frente a la tendencia alcista de las curvas conocidas para otras partes del país en los mismos momentos.

Los trabajos publicados indican que existe una España atlántica y cantábrica (caso vasco similar al gallego, y caso asturiano también) en la que no existe estancamiento demográfico en el siglo XVII, ni tampoco un simple movimiento de vaivén, sino una contracción corta y moderada seguida de una expansión larga y vigorosa. Las circuns-tancias muy particulares del siglo XVII en Galicia se despachan aqui como cosa ya suficientemente conocida, por demasiado repetida. Resumamos: la crisis del XVII se anticipa en Galicia a 1573 cuando menos. La salida de la crisis se anticipa igualmente, a 1643 cuando mucho, y uno de los factores determinantes de esta anticipación es la aparición del maíz en la Galicia occidental. La salida de la crisis es aquí no sólo más precoz, sino sobre todo más pujante: la inversión de la tendencia puede ser también bastante temprana en las curvas de bautismos de los pueblos de Segovia y de otras provincias del interior; pero la gran diferencia está en que en esas provincias hay que

Page 35: 001-DEMOGRAFIA - Digital CSICdigital.csic.es/bitstream/10261/138188/1/R.C.FEHM_Ciudad...— 20 — ANTONIO EIRAS ROEL — 21 — Demografía rural en la España moderna: evolución,

— 48 —

ANTONIO EIRAS ROEL

— 49 —

Demografía rural en la España moderna: evolución, variantes y problemas

esperar a 1720 cuando menos, generalmente a 1752, y con frecuencia a 1768, para recuperar los niveles récord del siglo XVI, mientras que la población de Galicia en 1700 superaba ampliamente las estimaciones más optimistas que puedan hacerse para el siglo XVI. La causa fundamental está aquí en el maíz, en su mayor productividad por hectárea, en la asociación agrícola-ganadera que permite, y en la euforia nupcial que provoca, sobre todo en la Galicia occidental. En la Galicia interior sin maíz el cre-cimiento es menor, pero aún así antes de 1750 se habían superado los índices del 1600, cosa que raramente acontece en la España interior. En las merindades de Burgos, «Castilla húmeda» próxima a Cantabria, pero sin maíz, el descenso de las curvas se detiene hacia 1640, pero no hay ninguna recuperación propiamente dicha dentro del siglo XVII. Por el contrario en las Cuatro Villas cántabras, donde el maíz penetró en el siglo XVII, aunque con menos fuerza que en Asturias o en Galicia, las curvas de bautismos acusan su presencia desde 1650 las más orientales (Laredo), o desde 1640 las más occidentales (San Vicente de la Barquera) [F. J. González Prieto, 2002; R. Lanza García, 2002].

El ámbito portugués ayuda a situar el alcance espacial de esta tendencia. En la zona rural del Minho portugués próxima a Guimarâes, donde el maíz penetra también en fechas tempranas de principios del siglo XVII, la tendencia de los bautismos y de los matrimonios es casi de perfil gallego. Marcan un movimiento ascendente que se insinúa ya una vez pasada la crisis de 1629-31, luego se interrumpe y cae por un decenio en 1656-1666, pero la tendencia ascendente vuelve a recuperarse de 1667 en adelante hasta 1710, de tal modo que el balance del siglo XVII es igualmente positivo (Norberta Amorim, 1987). El contraste es muy marcado con el Algarve, región en la que el maíz también es conocido desde las primeras décadas del XVII (al menos en 1631, en las campiñas más fértiles e irrigadas de Portimâo y de Aljezur), pero arraiga poco por las condiciones de aridez de esta región meridional, salvo en pequeños lotes de huerto regado, y por lo mismo nunca llegó a convertirse en cereal panificable de consumo popular, como en la mitad norte de Portugal. Aquí en el Algarve, tras el crecimiento demográfico del XVI patente hasta 1591, en el XVII/1 la población entra en una fase larga de estancamiento que dura al menos hasta 1660. En esta región privada del revulsivo del nuevo cereal americano, la recuperación del siglo XVII es aquí tardía y lenta, ni temprana, ni intensa ni veloz, como en el Portugal del norte o en Galicia (J. Romero Magalhâes, 1993). El contraste climático nos depara además la sorpresa de que en las tierras áridas y relativamente cálidas del Algarve la expansión agrícola (y demográfica) es en cambio «especialmente vigorosa» de 1690 a 1710; justo en las décadas de crisis en que la expansión se interrumpe en las tierras húmedas y frías de la Galicia interior o de la Francia del norte. Esta coincidencia palpable con las series diezmales y bautismales dadas a conocer para el arzobispado de Sevilla (J. M. Pérez García, 1995), y en general las grandes similitudes que existen entre el Algarve

Page 36: 001-DEMOGRAFIA - Digital CSICdigital.csic.es/bitstream/10261/138188/1/R.C.FEHM_Ciudad...— 20 — ANTONIO EIRAS ROEL — 21 — Demografía rural en la España moderna: evolución,

— 50 —

ANTONIO EIRAS ROEL

— 51 —

Demografía rural en la España moderna: evolución, variantes y problemas

y la zona andaluza más occidental, invitan a pensar que la evolución demográfica del Algarve puede servir de indicativo para la de la Andalucía sudoccidental onubense, y viceversa, y que en ambos casos la recuperación demográfica acompaña a la de la producción sólo desde las décadas finales del XVII, por contraste con la Iberia del maíz en donde la recuperación se anticipa medio siglo13.

Los desiguales crecimientos del siglo XVIII

La tabla 3 que ofrecemos sobre cifras de habitantes (en millones) y tasas de creci-miento de la población española en el siglo XVIII se basa en las estimaciones que ya hicimos hace años (Tarragona, 1982) sobre la población española en 1700 y en 1800, con algunas actualizaciones más recientes que afectan principalmente a Galicia y que apenas modifican el cuadro general del conjunto. No debe olvidarse que, al carecerse de cifras solventes hasta 1752, para Castilla únicamente, y sólo desde 1787 para la totalidad del territorio, esta tabla y las cifras y crecimientos regionales que propone se trata en buena dosis de una simulación, un modelo razonado para articular de modo

13 La escasa presencia del maíz en el Algarve portugués, lo mismo que en la baja Andalucía o en las huertas del Levante español, donde su cultivo es conocido (en el regadío) pero poco relevante, contribuye a perfilar el área geográfica de la Europa del maíz. En cuarenta años, entre las crisis agrarias de 1590-91 y de 1630-32, el maíz hace su aparición en un arco de la Europa meridional o mediterránea que se extiende de Coimbra a Venecia, pasando por la Galicia litoral, Asturias, Guipúzcoa, la región del Adour, Bigorre, Villefranche-de-Lauregais, el bajo Canavese en el Piamonte, el Bergamasco, Novara, Verona, Padua y Tre-viso. Pero a este arco le faltan sus dovelas centrales, ya que se carece de menciones tempranas de este cereal en Provenza, el bajo Languedoc, la Lombardía propiamente dicha, Toscana, Parma, Módena o el Mantuano. El hecho de que en las hambres de los años 1590-92 se daten las primeras menciones ocasionales del maíz en puntos tan distantes como Coimbra en el bajo Mondego y Avilés en Asturias, por una parte, o Treviso y Udine en el Véneto por otra, así como la distancia que media entre la región de Toulouse y el Véneto, hacen pensar en dos rutas marítimas diferentes de difusión a partir de un foco difusor común situado en la desem-bocadura del Guadalquivir. A pesar de esas menciones tempranas, en ninguna de las regiones citadas el maíz parece haber arraigado como base alimentaria de la población rural hasta las hambres de los años 1628-1632. En toda la España septentrional la llegada del maíz es un poco posterior al Véneto y al Mondego y se remonta a las dificultades agrarias de las primeras décadas del XVII. Las escasas referencias al maíz en los últimos años del siglo XVI (crisis de la década de 1590), que también existen para lugares concretos de Asturias y del País Vasco, son meramente anecdóticas y sólo revisten un puro interés erudito, sin trascendencia real en el cultivo ni para la demografía. El maíz aparece en algunos lugares años antes de 1620 (Avilés y Llanes en la costa asturiana, Mondragón y Berango en la costa vasca); pero es sólo en la década de 1620 cuando parece imponerse en Asturias y en el País Vasco como cereal de consumo popular. En la década siguiente se señalan las primeras noticias del maíz en diversos puntos de la Galicia litoral atlántica. La crisis de los años 1630-32 le hizo ganar impulso en todas partes e incrementar las recaudaciones de diezmos y las reservas del cereal en las paneras de los campesinos. En 1637 los diputados de las provincias litorales en la Junta del Reino de Galicia reclamaban —hecho inusual— la libertad de exportar granos a Portugal, movidos por la excesiva abundancia y baratura de los excedentes del maíz (M. Berengo, 1963, A. De Maddalena, 1974, G. Levi, 1979, G. Fassina, 1982, A. Oliveira, 1972, L. Ferrand de Almeida, 1995, B. Barreiro, 1992, A. Eiras, 1998).

Page 37: 001-DEMOGRAFIA - Digital CSICdigital.csic.es/bitstream/10261/138188/1/R.C.FEHM_Ciudad...— 20 — ANTONIO EIRAS ROEL — 21 — Demografía rural en la España moderna: evolución,

— 50 —

ANTONIO EIRAS ROEL

— 51 —

Demografía rural en la España moderna: evolución, variantes y problemas

TABLA 3CIFRAS DE POBLACIÓN EN MILLONES Y TASAS DE CRECIMIENTO.

ESPAÑA SIGLO XVIII

1 2 3 4

Cifras de población Galicia Castilla Resto España

1700 1,1 5,6 2,4 81752 1,3 6,6 2,8 9,41787 a) 1,34 7,4 3,0 10,41787 b) 1,38 7,6 3,1 10,71800 1,4 7,8 3,2 111860 1,8 10,8 4,9 15,7

CLAVE:Cifras de población 1787 a) respetando las cifras oficiales del Censo de Floridablanca.Cifras de población 1787 b) corregidas en función de coeficientes regionales diversos: coeficiente corrector medio del 3%, que oscila entre el 2,5% y el 4,5% según las regiones.Cifras de población 1800 estimadas en función del Censo de 1797 (corregido en un 4,40%).Cifras de población 1860 según las cifras oficiales publicadas del I.N.E., Madrid, Censo de 1860.(Fuentes: A. Eiras Roel, 1982 y 1996).

1 2 3 4

Tasas de crecimiento Galicia Castilla Resto España

1700-1752 3,8 3,1 3,1 3,11752-1787 a) 1,0 3,3 2,0 2,91752-1787 b) 1,7 4,2 2,8 3,81787-1800 1,1 2,0 2,4 2,11700-1800 2,4 3,3 2,8 3,11800-1860 4,1 5,4 7,0 5,9

CLAVE:Tasas 1700-1752: entre población reconstruída de 1700 (8 mills. habs.) y población censal de 1752.Tasas 1752-1787: entre las respectivas poblaciones censales (Corona de Aragón 1752 estimada).Tasas 1787-1800: entre las cifras de población 1787 corregidas y las cifras de 1800 estimadas.Tasas 1800-1860: entre cifras estimadas para 1800, ut supra, y cifras oficiales del Censo de 1860.Tasas por mil, partiendo de una población reconstruída aproximativa de 8 millones de habs. en 1700, de 9,7 millones en 1752, de 10,7 millones en 1787, de 11 millones en 1800, y de las cifras oficiales de 15.673.600 habs. en el Censo de 1860 (Fuente: A. Eiras Roel, 1996).

Page 38: 001-DEMOGRAFIA - Digital CSICdigital.csic.es/bitstream/10261/138188/1/R.C.FEHM_Ciudad...— 20 — ANTONIO EIRAS ROEL — 21 — Demografía rural en la España moderna: evolución,

— 52 —

ANTONIO EIRAS ROEL

— 53 —

Demografía rural en la España moderna: evolución, variantes y problemas

coherente lo desconocido dentro de lo conocido. El carácter tentativo de las cifras y tasas, en parte deductivas, no debe ser olvidado: como toda teoría científica, sólo es útil en cuanto resulta más coherente que cualquier otra anterior y sólo es válida en tanto no se proponga otra mejor. De las cifras de población (expresadas en millones de habs.) las más seguras creemos que son, además de las ofrecidas para Galicia, las cifras del Censo de 1752 para Castilla (Grupo 75) y las cifras del Censo de 1787 para toda España, levemente rectificadas con un coeficiente corrector medio del 3% desigualmente repartido entre las regiones, dentro de una horquilla muy estrecha que apenas varía en torno a esa media. Las cifras del Censo de 1797 en cambio ha sido pre-ciso corregirlas de modo mucho más considerable en Galicia, por la probada omisión de gran número de parroquias, y en cuantía mucho menos considerable, también en Guipúzcoa y en otras seis provincias de la mitad septentrional de España; en conjunto se ha aplicado a este censo un coeficiente corrector del 4,4%, que parece necesario si se tiene en cuenta que en el censo falta inexplicamente casi un cuarto de millón de individuos, de ellos el 80% en Galicia14.

El examen de esta tabla permite abreviar los comentarios sobre la evolución, variantes y problemas de la población española en el siglo XVIII. El primer concepto a resaltar es el tono nada brillante del crecimiento demográfico español del siglo XVIII (una tasa general media del 3,1% anual), modesto a la escala europea de ese siglo y más todavía para un país que arranca de una crisis demográfica anterior. Modesto por cierto.

Nada parecido a los crecimientos experimentados por los países más moderniza-dos, los Países Bajos o el Reino Unido. Baste decir que es igual al de Francia, el país con la población más envejecida de Europa, que casi triplica a España en densidad y que en en el siglo XVIII ya había comenzado a poner en práctica la contracepción en

14 En la versión publicada (1801) del Censo de 1797, única que se conoce, se ha comprobado la omi-sión en Galicia de 16 jurisdicciones o partidos comprendiendo nada menos que 202 parroquias (E. Martínez Rodríguez, 1991). Esta omisión, junto con alguna otra posible, explica la diferencia negativa de 197.562 personas entre el censo de 1787 y el de 1797 en Galicia; lo que ha aconsejado corregir las cifras de esta región en 250.370 almas, de las que la mitad aproximadamente corresponderían a esas 202 parroquias que faltan, y la otra mitad sería el correctivo que parece necesario aplicar para dar cabida al crecimiento consta-tado de la Galicia interior y cantábrica en los últimos lustros del XVIII. Creemos que el caso de Galicia es excepcional. Algo parecido pudo ocurrir en Guipúzcoa, pero a mucho menor escala, ya que la falta afecta solamente a unas 14.000 personas. Los déficits registrados en otras seis provincias (León, Navarra, Segovia, Valencia, Valladolid y Vizcaya) son de menor entidad, afectan únicamente a un total de 29.452 personas, y demandan solamente correcciones mínimas. Las correcciones de ambas partidas reunidas suman 294.459 almas, apenas un 3% de las cifras oficiales del censo de 1797. Comparando las cifras de los censos de 1787 y 1797, se aprecia en el segundo de ellos un superávit de 526.589 almas en 24 provincias y un déficit de 241.651 almas en 8 provincias: excedente general pues de 284.938 almas. Sumado este excedente a nuestras cifras de población corregidas para el Censo de 1787 (10.721.145 habs., cifra corregida) se obtienen los 11.006.083 habs. de la población española estimada para 1800.

Page 39: 001-DEMOGRAFIA - Digital CSICdigital.csic.es/bitstream/10261/138188/1/R.C.FEHM_Ciudad...— 20 — ANTONIO EIRAS ROEL — 21 — Demografía rural en la España moderna: evolución,

— 52 —

ANTONIO EIRAS ROEL

— 53 —

Demografía rural en la España moderna: evolución, variantes y problemas

los medios populares de algunas de sus regiones. El segundo concepto sería el de las variaciones en el espacio y en el tiempo. La España del norte experimenta sus mayo-res crecimientos en el XVIII/1, hasta que la expansión del maíz alcanza sus límites geográficos ambientales y la «revolución del maíz» llega a su fin. A mediados de siglo esa situación se alcanza en Galicia, y lo mismo se predica por extensión de gran parte de la fachada cantábrica, exceptuando Asturias que lleva el paso cambiado. Galicia creció en la primera mitad del siglo por encima del resto de la Corona de Castilla y por encima de la media española, pero en la segunda mitad del siglo prácticamente deja de crecer. Eso mismo parece ocurrir en el País Vasco, principalmente en Guipúzcoa, su provincia más densamente poblada. Las series de Vargas Ponce mantienen la tendencia ascendente del número de bautizados en Guipúzcoa hasta 1760, para luego estabilizar-se durante algún tiempo; los matrimonios todavía crecen en el segundo cuarto del siglo XVIII, para luego estabilizarse por mucho tiempo; el rasgo dominante de la demo-grafía guipuzcoana en el XVIII/2 es el retraso y estabilización de los matrimonios, como corresponde a una sociedad rural que parece haber alcanzado su equlibrio en el número de hogares y caseríos (P. Abaladejo, 1975). Las curvas parroquiales de Ren-tería muestran un perfil de crecimiento en la primera mitad del siglo hasta el hambre de 1769; desde entonces la nupcialidad se retrae, las tasas de nupcialidad en 1787 son sólo de 6,59 por mil, la población se estaciona (J. R. Cruz Mundet, 1991).

Más variaciones en el espacio y en el tiempo, las que contraponen el territorio de la Corona de Castilla (sin las provincias vascas, por no estar incluidas en el Censo de 1752, aunque sí en los de 1787 y 1797) con todo el resto (la Corona de Aragón más las provincias vascas, por la razón ya explicada). Sin tener en ningún caso un crecimiento impresionante, en el conjunto del siglo XVIII la Corona de Castilla habría crecido más que el resto; lo que bien podría tomarse como un aspecto polémico de nuestra propuesta, o simplemente como una llamada de atención sobre posibles exage-raciones del crecimiento catalán y levantino. De todo modos, no hay que olvidar que en la tabla lo que no es Castilla incluye también el reino de Aragón, un espacio sobre cuyo crecimiento en el siglo XVIII sabemos realmente muy poco, y las provincias vascas, cuyo reducido crecimiento de tipo «gallego» contribuye también a amortiguar el peso del conjunto. Castilla experimentaría en el intercensal 1752-1787 (cifras corre-gidas) su mayor crecimiento del siglo XVIII, por causas naturales que más adelante se indicarán; mientras tanto la Corona de Aragón parece sufrir una desaceleración del crecimiento, y eso nos parece consistente con las dificultades que se registran en ese período de la historia demográfica levantina. La nota común a Castilla y a lo que no es Castilla es la desaceleración del crecimiento desde 1787 por lo que resta del siglo, y sobre todo, el fuerte crecimiento de la primera mitad del siglo XIX, que es un hecho real y generalizado, pero que ya no nos corresponde explicar aquí.

Page 40: 001-DEMOGRAFIA - Digital CSICdigital.csic.es/bitstream/10261/138188/1/R.C.FEHM_Ciudad...— 20 — ANTONIO EIRAS ROEL — 21 — Demografía rural en la España moderna: evolución,

— 54 —

ANTONIO EIRAS ROEL

— 55 —

Demografía rural en la España moderna: evolución, variantes y problemas

La crisis mediterránea de los 1760. El «interciclo» final del reinado de Carlos III

El intercensal 1752-1787 es para el conjunto de España el momento más positivo del siglo XVIII, demográficamente hablando. Pero ese intercensal está formado real-mente por dos períodos contrapuestos de distinto signo, la crisis centrada en torno a los años 1760-1766, y los quince o veinte años siguientes. La crisis de los años 1760 puede denominarse como una crisis mediterránea, porque sus efectos se experimen-tan también en Italia y porque los mejor conocidos tienen por escenario el Levante español y sus áreas circundantes15. Esa crisis mediterránea de los años 1760 parece marcar un «tournant», poco advertido hasta la fecha, en la demografía catalana hasta entonces ascendente, aunque menos de lo que refleja la simple comparación entre dos fuentes de calidad desigual como son el catastro de 1718 y el censo de 1787. En Barcelona la media de los matrimonios de la década de 1761-1770 es un 30% más baja que en la década siguiente, y la de los nacimientos es más baja todavía: el cociente entre nacimientos y matrimonios es de 3,76 en los años 1761-1766, mientras en los seis años siguientes es de 4,15, y en el conjunto del período 1787-1797 será de 4,5. En las clásicas curvas de Arenys de Mar y de Sant Andreu de Llevaneres, en la comarca barcelonesa, el ascenso de las curvas de bautismos es claramente superior antes que después de las crisis de los años 1760. En la década de crisis de 1760 los nacimientos se hunden por completo, las defunciones se disparan y el excedente de los naci-mientos sobre las defunciones, muy claro entre 1700 y 1760, desaparece; reaparecerá de 1770 a 1795, pero ya con mucha menos fuerza que antes, para desaparecer de nuevo desde antes de 1800 (P. Vilar, 1962).

Sobre la incidencia de esta crisis en Aragón sabemos muy poco; pero al menos en Tarazona se registra crisis continua de mortalidad en los años 1762-1765, potenciada sobre todo por la corta cosecha de 1764 (J. Vallejo Zamora, 1987). El país valenciano en los años centrales del siglo sufrió tres crisis de sobremortalidad importantes (1758, 1764-66 y 1770), de las cuales al menos las dos primeras estuvieron vinculadas a difi-cultades agrarias. El año 1764 es año de sobremortalidad en la Huerta de Valencia y los años 1765-66 lo son de sobremortalidad en la Marina de Denia; el año 1770 lo es

15 La crisis italiana de 1763-64 preocupó tanto a los agrónomos italianos como a los fisiócratas franceses. En el Véneto las sociedades agronómicas intentaron aunque con poco éxito introducir el cultivo de la patata. La crisis napolitana de 1763-64 inspiró los tratados económicos de Genovesi y motivó medidas económicas en materia de abastos y precios del gobierno de Tanucci y del propio Carlos III. En España daría motivo a iniciativas oficiales como la puesta en marcha del Expediente de Ley Agraria y los decretos sobre repartos de tierras baldías. En España los problemas más graves se presentaron en los «meses mayores» de 1766, coincidiendo con la serie de los motines contra Esquilache. Las medidas de repartos de tierras conceji-les baldías —cuyos resultados acabarían siendo tan opuestos a su motivación teórica de dotar de un pequeño pejugal a los jornaleros del sur— comienzan ya en 1766 para Extremadura, se hacen extensivos a Andalucía en 1767, a La Mancha en 1768, y luego norma general en 1770.

Page 41: 001-DEMOGRAFIA - Digital CSICdigital.csic.es/bitstream/10261/138188/1/R.C.FEHM_Ciudad...— 20 — ANTONIO EIRAS ROEL — 21 — Demografía rural en la España moderna: evolución,

— 54 —

ANTONIO EIRAS ROEL

— 55 —

Demografía rural en la España moderna: evolución, variantes y problemas

en ambos puntos. Mientras esta última crisis de mortalidad presenta una estacionalidad estivo-otoñal que afecta sobre todo a los «albats», lo que permite pensar en factores microbianos endémicos, la crisis de 1764-66 ofrece sus máximos de mortalidad en primavera, lo que revela su carácter de crisis típica de subsistencias de base agraria (J. Cuevas Casaña, 1991). La evolucìón demográfica del marquesado de Llombai a partir del segundo tercio del XVIII es mucho menos optimista de lo que hubiera podido esperarse a partir de los excesos divulgados sobre el crecimiento valenciano de este siglo, posiblemente nacidos, al igual que en Cataluña, de la comparación entre fuentes de calidad desigual como son el catastro de principios de siglo y los censos de finales de siglo. En las curvas del marquesado de Llombai se percibe que el excedente de los nacimientos sobre las defunciones prácticamente desaparece en las décadas centra-les del siglo XVIII, y de modo especial en la cronología antes citada de los años 1758 a 1770 (M. Ardit Lucas, 1991). Nada puede sorprender ese déficit; en los diezmos de Llombay, como en los de Villajoyosa, etc. en toda la década de 1760 se percibe un hundimiento que no augura nada bueno desde el punto de vista demográfico (J. M. Palop Ramos, 1982). En el Camp de Morvedre, vegas del bajo Palancia, se registra un incremento interesante de los nacimientos desde 1720 hasta 1759; pero queda detenido entre 1760 y 1766 ó 1772, para reanudar una muy ligera marcha ascendente desde 1773 hasta 1793. En ese sexenio de contracción 1760-1766 el año 1763 es el que marca el mínimo de los matrimonios y el año 1765 el máximo de las defunciones (J. M. Iborra Lerma, 1981). Datos que prueban la realidad de la crisis en el territorio valenciano. En el contorno de Cartagena y en el campo de Lorca las malas cosechas se suceden desde 1762 hasta el fin de esa década, que es casi la única década de des-censo del número de bautismos en las parroquias rurales del campo de Cartagena. La alternancia de fuertes lluvias y veranos calurososos parece responsable aquí de la esca-sez que obliga a importar trigo de Sicilia y que es causa de sobremortalidad. (Rafael Torres Sánchez, 1998). La crisis de los años 1760, de efectos tan marcados en amplias zonas de las penínsulas mediterráneas, es un hecho real en toda la España seca, que sin embargo parece perder intensidad a medida que se avanza de este a oeste16.

En cualquier caso, no faltan testimonios de la presencia de la crisis agraria de 1763-1765 en varias zonas centrales y meridionales de la Península. La crisis de la década

16 Existen áreas en las que los efectos de esta crisis parecen difuminarse, permitiendo una cierta recuperacìón demográfica en los años centrales del siglo; tal pudiera ser el caso de Castilla la Nueva, aun-que más bien entre las crisis de 1753-1755 y de 1763-1765, y después del censo de 1768 sobre todo. En el extremo norte de La Mancha, provincias de Madrid y Toledo (Escariche, Pioz, Chiloeches, etc.) los años que median entre 1752 y 1768 parecen mantener una ligera tendencia ascendente que hace que, en el mejor de los casos, «hacia 1768 se estaba empezando a alcanzar en Castilla la Nueva la población de finales del siglo XVI» (J. Camacho Cabello, 1997). Es posible; sin embargo sabemos que en el área de resguardo de la Corte los precios del cereal habían comenzado a subir desde 1763 al menos y que los motines de marzo 1766 en Madrid no fueron sólo cuestión de capas y sombreros, antes fue la subida del precio del pan.

Page 42: 001-DEMOGRAFIA - Digital CSICdigital.csic.es/bitstream/10261/138188/1/R.C.FEHM_Ciudad...— 20 — ANTONIO EIRAS ROEL — 21 — Demografía rural en la España moderna: evolución,

— 56 —

ANTONIO EIRAS ROEL

— 57 —

Demografía rural en la España moderna: evolución, variantes y problemas

de 1760 apenas se acusa en los diezmos de Tierra de Campos, pero sí y mucho en los de 22 dezmerías del cabildo de Segovia (A. García Sanz, 1982). En la comarca del Zújar, en la zona más oriental de Badajoz lindante con la Mancha, esta crisis parece haber sido muy severa. Causada por «una climatología adversa», la escasez provoca la subida de los precios y el año 1765 «hubo que recurrir a la tasación» en la comar-ca de Don Benito. Más que de sequía, se habla aquí de que fue el duro invierno, los «temporales y nevadas», y que «no hubo primavera», lo que arruinó la cosecha del 64. Efecto de estas crisis, la villa de Siruela pierde población entre el Catastro de 1753 y el Censo de Aranda de 1768, aunque luego se recupera en la década precedente al Censo de Floridablanca; entre los años 1770 y 1786 las cosechas serían buenas en esta comarca y los precios bajan, creemos entender también la causa climática de esta recuperación (J. Camacho Cabello, 1985).

Más al sur todavía, en las áreas rurales del Arzobispado de Sevilla las series de diezmos y de bautismos reunidas por Pérez García (1995) marcan la salida muy tardía de la crisis seiscentista con ascenso apreciable de la producción diezmal y de los bautis-mos sólo en la última década del XVII (después de superada esa crisis de los años 1680, señalada por Domínguez Ortiz) y en la primera década del XVIII; luego producción y población casi se estancan por toda la primera mitad del Siglo de las Luces, salvo dos décadas de cierta prosperidad que preceden a la crisis; pero las pocas ganancias adquiridas durante tanto tiempo se pierden en la crisis de los años 1760, que debió afectar con dureza a la baja Andalucía y a las condiciones de vida de sus masas popu-lares (la población parece resistir, pero la producción agraria desciende por debajo de los niveles de 1690).

Más al oeste todavía, en el Algarve portugués sí parece haber habido algún creci-miento de la población en la primera mitad del XVIII; crecimiento modesto del 3,4 por mil, similar o muy levemente superior al que proponemos para el conjunto de todo el siglo en España. Pero ese crecimiento expresa más que nada los bajos niveles de partida a la salida de la crisis del XVII. Luego, el estancamiento demográfico de la década de 1760 se anticipa en el Algarve ya a la crisis agraria de 1757, comienzo de una fase de crecimiento ininterrumpido de los precios agrícolas. El alza aparente de las rentas y de los precios no es más que un espejismo de crecimiento mendaz, ilusorio, que no expresa otra cosa sino el desajuste creciente entre una demanda estable y una oferta contraída. Mientras los precios suben, la producción de los diezmos algarvinos alcanza su punto culminante antes de 1757, aunque puede decirse que ese crecimiento es casi insignificante a partir de 1730. Luego, la crisis de 1760 golpea con dureza, y la producción diezmal en todo el siglo no volverá a alcanzar los niveles de 1750. Como en el campo de Sevilla, la población resiste, pero empobrecida; la producción se anquilosa y el producto per capita visiblemente decae hasta después de 1814 (J. Romero Magalhâes, 1993).

Page 43: 001-DEMOGRAFIA - Digital CSICdigital.csic.es/bitstream/10261/138188/1/R.C.FEHM_Ciudad...— 20 — ANTONIO EIRAS ROEL — 21 — Demografía rural en la España moderna: evolución,

— 56 —

ANTONIO EIRAS ROEL

— 57 —

Demografía rural en la España moderna: evolución, variantes y problemas

En el otro extremo de la Península, en las tierras templadas y húmedas de la Espa-ña del maíz, la crisis de los años 1760 se presenta mucho más atenuada y con cierto retraso. Después del año récord de 1757, la curva general de los diezmos gallegos se mantiene todavía a niveles favorables hasta 1765; la depresión comienza en 1766, pero no puede hablarse de verdadera crisis hasta los años 1768 y 1769. La crisis en el norte se presenta con retraso, y tampoco asociada a la sequía sino a lluvias tardías de verano y otoño que dañan la cosecha del maíz en Galicia, Asturias, Cantabria y el País Vasco. El hecho es tan conocido y tan reiterado en las respectivas historiografías de estas regiones que no requiere acumular menciones específicas. Baste recordar que la crisis de 1768-1769 es la que tuvo mayor impacto de sobremortalidad entre todas las crisis documentadas y cuantificadas de la historia demográfica de Galicia. Limité-monos a una sola mención, bien visualizada en las curvas diferenciales de los diezmos del trigo y del maíz: la del hundimiento estrepitoso de los diezmos del maíz en las curvas de Mondragón y Arechavaleta en 1769-1770, mientras los del trigo descienden también, pero no tanto (L.M. Bilbao y E. Fernández de Pinedo, 1982).

Por contraste, los años finales del reinado de Carlos III conocen un largo «inter-ciclo» favorable a la agricultura, y también al crecimiento de la población, si bien de cronología y duración variable (circa 1778-1787 en sus versiones más completas) en función de meridianos y paralelos. Aunque sin relacionar el hecho con una tendencia general extensible a otras regiones de España y de Europa, varios autores han obser-vado en sus respectivos estudios comarcales o locales la existencia en torno a 1780 de una década más o menos larga de abundancia y de precios bajos que precede al cambio de reinado. En alguno de esos estudios locales se llega a relacionar la buena fase agra-ria con la recuperación demográfica que refleja el Censo de Floridablanca con respecto al Censo de Aranda, éste último no hay que olvidar que situado a la salida de la crisis de la década de 1760. Uno de esos estudios locales en los que es posible apreciar el paso de la oscilación climática es el dedicado a la comarca extremeña del Zújar, en donde el cambio de década se advierte en la agricultura ya en los bajos precios de la década de 1770. Datos como los señalados para esta comarca de Badajoz parecen indi-car que en la España del sur el intermedio de buenas cosechas arranca tempranamente con la década de 1770, y luego continúa desde 1780 por seis o siete años más. En la comarca de la Puebla de Alcocer los precios de los cereales y del aceite bajan desde 1775 ó 1776 al menos y siguen bajos hasta 1787. La recuperación demográfica pare-ce iniciarse una vez pasada la crisis de 1764, más bien algunos años después, y se prolonga hasta 1787, el año de las tercianas. Al otro lado de la frontera del Guadiana, la coyuntura parece no ser muy diferente17.

17 El primer sexenio de los años ochenta ofrece en la comarca del Zújar el mejor balance de todo el período; los precios del trigo son excepcionalmente bajos para la época, y lo mismo ocurre con el aceite. «Todo ello no hace sino confirmar el período 1780-1786 como el mejor de la segunda mitad del siglo en la

Page 44: 001-DEMOGRAFIA - Digital CSICdigital.csic.es/bitstream/10261/138188/1/R.C.FEHM_Ciudad...— 20 — ANTONIO EIRAS ROEL — 21 — Demografía rural en la España moderna: evolución,

— 58 —

ANTONIO EIRAS ROEL

— 59 —

Demografía rural en la España moderna: evolución, variantes y problemas

Así podrían espigarse otros ejemplos a lo largo de la geografía peninsular, princi-palmente en su mitad septentrional y de modo muy claro en Galicia, donde el cambio de tendencia de ese período relativamente largo y continuado se percibe tanto en los precios de los cereales, como en los índices diezmales y en las series de población. En varios trabajos hemos insistido desde hace veinte años en señalar ese fenómeno coyuntural, los efectos favorables del «interciclo labroussiano» (que tanto contribuye a mejorar la imagen de la época de Carlos III, un tanto desfavorable en su primera mitad), percibidos a través de los precios y de las series de diezmos, más tarde tam-bién de las curvas demográficas parroquiales; lo advertimos para Galicia en particular, y luego también para toda la España central y septentrional, en la que la tendencia coyuntural se detecta más o menos claramente a través de los precios o de otros índices (A. Eiras Roel, 1982, 1984, 1986, 1987, 1996)18.

Para valorar en toda su medida los efectos favorables de ese «interciclo» de buenas cosechas y precios bajos hay que tener en cuenta su repercusión sobre el salario real. Respecto al ciclo agrario 1754-1769, el salario real expresado en centeno se eleva en Galicia durante el interciclo (1780-1787), con efectos favorables incluso sobre todo el ciclo agrario 1770-1790, para hundirse de nuevo en el ciclo agrario 1791-1804, como hemos comprobado sobre series combinadas de precios y salarios de la ciudad de Santiago de Compostela. Como era de esperar, la elevación del salario real en 1770-1790 y todo lo que eso significa ejerce efectos demográficos potenciadores de la nupcialidad y de la natalidad: el descenso de los precios de los cereales y la elevación del salario real se corresponden con la elevación de los índices de los matrimonios y de los bautismos en los índices conjuntos de 50 series parroquiales de la Galicia occi-dental, aunque estos efectos se perciben aquí sobre todo en la década de 1781-1790. A su vez los índices de defunciones se disparan en la década de 1761-1770, y descienden luego en las dos décadas siguientes, al amparo de los beneficios del «interciclo» (A. Eiras Roel, 1974 y 1996).

zona, marcando a la vez la recuperación demográfica que refleja el Censo de Floridablanca» (J. Camacho Cabello, 1985). Al otro lado de la frontera de Badajoz, en las tierras alemtejanas entre Elvas y Portalegre, los registros parroquiales de Alter do Châo ofrecen entre los años 1777 y 1788 un saldo vegetativo excep-cionalmente vigoroso, que por nuestra parte no podemos dejar de relacionar con el interciclo: desde 1777 la curva de los bautismos se aleja cada vez más por encima de la de las defunciones; desde 1789 se inicia un cambio de tendencia, la curva de las defunciones se aproxima cada vez más a la de los bautismos, hasta acabar remontándola de 1794 a fin de siglo. Vid. Teresa Casquilho Ribeiro: O Município de Alter do Châo nos finais do século XVIII; Viseu, Palimage, 1998.

18 En la curva general de los diezmos gallegos la recuperación se inicia en 1778 y sus efectos se pro-longan hasta 1791, dos o tres años más que en Francia, para instalarse francamente en la crisis ya desde 1792. No sólo en las 91 series de los diezmos gallegos; también en los guipuzcoanos de Mondragón y del Valle de Léniz, en los de las 22 dezmerías del cabildo de Segovia y en otros, es perceptible el alza de la producción diezmal en la década de 1770 y sobre todo en la de 1780. Vid. «dossier» español sobre el diezmo, en J. Goy et E. Le Roy Ladurie: Prestations paysannes, dîmes, rente foncière et mouvement de la production agricole à l’époque préindustrielle. Paris-La Haye, 1982, vol. I, pp. 293-461.

Page 45: 001-DEMOGRAFIA - Digital CSICdigital.csic.es/bitstream/10261/138188/1/R.C.FEHM_Ciudad...— 20 — ANTONIO EIRAS ROEL — 21 — Demografía rural en la España moderna: evolución,

— 58 —

ANTONIO EIRAS ROEL

— 59 —

Demografía rural en la España moderna: evolución, variantes y problemas

Los desarreglos meteorológicos de la llamada oscilación de Fernau han servido para explicar la sucesión de crisis agrarias y demográficas en buena parte de Europa, a caballo entre los siglos XVI y XVII. El clima pudiera estar también en el origen del período feliz de los años 1661-1682, el tiempo de las «espigas gordas» para Francia y otros países de la Europa templada y húmeda, aunque en este caso esa cronología parece más difícil de trasladar a la península ibérica. En cuanto al interciclo labrous-siano de 1778-1787, con sus bajos precios y sus buenas cosechas en esa misma parte de la Europa occidental, sus orígenes climáticos están bien probados en el ciclo de veranos ardientes de 1778 a 1785, y todavía de 1788 «cuando se aposenta sobre el Occidente (de Francia) la masa de un anticiclón sahariano, llegado de España, muy cálido y pesado» (J.-P. Desaive et al., 1972). Si se presta atención al movimiento de los diezmos, es posible percibir los efectos favorables de ese interciclo, al menos en toda la mitad septentrional de España. En Galicia las series diezmales se recuperan de dos décadas de tendencia negativa; en Tierra de Campos, bien pasado 1770, los diezmos de los cereales levantan por fin cabeza después de un siglo XVIII de tendencia casi horizontal, en el que no obstante se acusa negativamente la crisis de la década de 1760; en Segovia esa misma crisis golpea con fuerza, pero bien pasado 1770 la normalidad retorna y en la década de 1780 las series diezmales segovianas alcanzan su máximo bisecular, a niveles superiores a los de 1570; en Tierra de Campos igual-mente, los índices de 1780 superan a los de 1570 y duplican a los de 1660; de 1780 a 1787 el precio del pan y el del vino bajan en Santiago de Compostela y el salario real del trabajador recupera los niveles de 1750 (aunque no los de 1720); en los pueblos de la Rioja en los años 1780 el vino viejo se tira por las calles para poder encubar el nuevo (A. Eiras Roel, 1974 y 1982; A. García Sanz, 1986; B. Yun Casalilla, 1987; J. L. Gómez Urdáñez, 2002).

Si además de los diezmos o de las curvas parroquiales se presta atención a los precios de los cereales, los beneficios del interciclo se registran en otras áreas de la geografía peninsular, como la fachada atlántica portuguesa: descenso largo de los precios del maíz en Oporto de 1773 a 1788; de forma menos intensa o menos ininte-rrumpida, también de los precios del trigo en Lisboa y en Évora, según las series de precios publicadas por Magalhâes Godinho (1955). Parece intuirse no obstante que en el territorio portugués los beneficios del interciclo se perciben cada vez menos a medi-da que se avanza de norte a sur y de la costa hacia el interior: en Viseu menos que en Oporto, en Lisboa también menos que en Oporto, en Évora menos que en Lisboa o que en Viseu, en Beja supuestamente menos que en Évora, en Loulé nada de beneficios.

La buena coyuntura agraria de esos años favorece la recuperación de la nupcialidad y de la natalidad, aunque esto se percibe con intensidad desigual según las regiones. En Segovia o en Tierra de Campos los índices de bautismos acusan la subida en los años 1775-1784, aunque levemente. Las curvas bautismales de varios pueblos de Madrid y

Page 46: 001-DEMOGRAFIA - Digital CSICdigital.csic.es/bitstream/10261/138188/1/R.C.FEHM_Ciudad...— 20 — ANTONIO EIRAS ROEL — 21 — Demografía rural en la España moderna: evolución,

— 60 —

ANTONIO EIRAS ROEL

— 61 —

Demografía rural en la España moderna: evolución, variantes y problemas

Toledo registran este período de bonanza en el extremo norte de La Mancha. Después de las crisis de 1753-1755 y de 1763-1765 se registra allí un crecimiento importante (5,4 por mil, nada espectacular en un país deshabitado) entre los censos de 1768 y de 1787, el mejor período. Pero el dato más valioso y significativo para nosotros es el de «la bondad de los años 1776 a 1784» (J. Camacho Cabello, 1997). Se hace impo-sible no identificar esta cronología con la del interciclo que tratamos de situar, circa 1778-1787, algo antes y a veces algo después, según regiones y lugares.

En las series demográficas de la Galicia occidental del maíz las medias de bauti-zados por feligresía se hunden a la mitad en el colapso de la gran crisis de 1764-1769, luego se recuperan y alcanzan su cénit en el interciclo de 1771-1789; no volverán a alcanzarse esas medias de bautismos hasta después de 1850. En la Galicia interior sin maíz y sin viñedo, pero con patata y monte por roturar, en donde la crisis de la década de 1760 se acusa mucho menos, o no se acusa, los bautismos suben del índice 100 en la década de 1760 al índice 115 en la de 1780, luego seguirán subiendo con alegría hasta alcanzar el índice máximo de 157 en la década de 1830 (P. Saavedra, 1993).

Del interciclo labroussiano a la crisis finisecular del siglo XVIII

Pasada la década larga de las buenas cosechas y los precios bajos, a raíz de las cosechas deficitarias de 1788-1789, los años finales del Antiguo Régimen presentan en la España del norte hasta 1811 ó 1812 el tono deprimido que era de esperar, con una sucesión más o menos continua de cosechas desfavorables o mediocres, aunque no parecen registrarse cosechas verdaderamente catastróficas, como las que sí se señalan para otras regiones centrales y meridionales o levantinas (en los años 1801-1804, o en 1809-12, sobre todo). Las dificultades agrarias del último tercio del XVIII tuvieron una indudable repercusión social bajo forma de alza de precios y hundimiento del salario real (bien constatado en Galicia, pero se presume general) con consecuen-cias de depauperación de las masas rurales o urbanas. Sus efectos demográficos no deben exagerarse sin embargo, pese a la existencia de puntas de sobremortalidad en las curvas demográficas de muchas localidades y comarcas (en 1794, 1803, 1804, 1809 y 1813); pero estas torres de sobremortalidad no tienen la altura de las del siglo XVII, y sus efectos debieron ser más localizados, ya que la población sigue creciendo en 24 de las 32 provincias del censo español de 1797.

La crisis es sobre todo legible en los movimientos opuestos de los diezmos y de los precios agrícolas; pero no deja de ser perceptible también en las series demográficas. Después de haber experimentado una cierta recuperación en la década del interciclo, la curva general de los diezmos gallegos —formada mayoritariamente por series de la Galicia marítima— inclina su cerviz a la altura de 1790. La media móvil de los precios medios de los cereales en el mercado de Santiago de Compostela baja de 1776 a 1786,

Page 47: 001-DEMOGRAFIA - Digital CSICdigital.csic.es/bitstream/10261/138188/1/R.C.FEHM_Ciudad...— 20 — ANTONIO EIRAS ROEL — 21 — Demografía rural en la España moderna: evolución,

— 60 —

ANTONIO EIRAS ROEL

— 61 —

Demografía rural en la España moderna: evolución, variantes y problemas

luego comienza una tendencia ascendente (con algunos altibajos) que no se detendrá hasta 1812. Por su parte las series de bautismos y de matrimonios de 50 localidades de la Galicia atlántica, después de una clara ascensión en la década de 1780, des-cienden algo en las dos décadas siguientes, mientras por el contrario las defunciones aumentan un poco; el hecho se compensa con el contrapunto de la Galicia interior, donde los bautismos no interrumpen su marcha ascendente, por las razones que acaban de ser apuntadas (A. Eiras Roel, 1990 y 1996; P. Saavedra, 1993). El comportamiento del País Vasco parece similar al de la Galicia marítima. Tras su momento feliz de las décadas de 1770 y de 1780, los diezmos guipuzcoanos de Mondragón y del Valle de Léniz sufren una fortísima caída en la última década del XVIII (L.M. Bilbao y E. Fernández de Pinedo, 1982). Las series de Vargas Ponce muestran una cierta eleva-ción del número de bautizados en Guipúzcoa de 1720 a 1759, para luego estabilizarse durante la década de crisis de 1760; experimentan luego un ligero impulso ascendente de 1772 a 1787 en que alcanzan el techo del siglo XVIII, dato al que atribuímos rela-ción directa con el cambio climático, y por supuesto con la evolución agraria; desde 1788 los bautismos sufren una ligera inflexión hacia la baja por el resto del siglo; las puntas de sobremortalidad se localizan en 1791-93 y sobre todo en 1794-95, los años de la epidemia de tifus; la tendencia dominante en los matrimonios es la restricción y la estabilidad, salvo el alza de las segundas nupcias en 1793-1796, también como consecuencia del paso de la epidemia de tifus (P. Fernández Albaladejo, 1975). Pasada la crisis de 1769-70, las curvas parroquiales de Rentería muestran igualmente un cierto crecimiento de 1770 a 1787, dato que una vez más tenemos que poner en relación con el momento del interciclo climático; luego detienen su crecimiento de 1789 a 1814, con puntas de sobremortalidad en 1789, en 1793-94 y en 1814, por el efecto combina-do de las crisis de subsistencias, del tifus de 1793-94 y de otras circunstancias particu-lares de las relaciones políticas con la vecina Francia (J.R. Cruz Mundet, 1991)19.

Cambios de tendencia de sentido negativo también en la España interior. En la Vega del Esla las tazmías diezmales de Palanquinos y otras localides alcanzan los índices máximos del siglo XVIII en 1778-1788, y luego se hunden hasta 1804 en el

19 Algunas de las fechas críticas más notables en la evolución demográfica de la España del norte tienen su correspondencia al otro lado de los Pirineos. Las puntas de sobremortalidad son mortíferas en varias regiones de Francia en 1741 (sobremortalidad media del 133% en las series conjuntas de la Galicia occidental), en 1743, y más aún en 1747 (sobremortalidad media del 151% en las series conjuntas de la Galicia occidental). La fecha de 1747 marca un mínimo en los bautismos del Languedoc. En otras regiones de Francia los máximos de mortalidad se dan en el 1794, 1803, 1804, 1813 (en este último año sobremor-talidad del 133% en la Galicia occidental) y sobre todo en 1814. En Francia no parecen notarse los rigores de la década de 1760, ni siquiera en la Francia mediterránea; en el Laguedoc ninguna crisis se señala por los años de los motines de Esquilache, al contrario, según Le Roy Ladurie, la población de las diócesis de Montpellier o de Béziers parece en esa década comenzar a recuperarse de un largo descenso iniciado hacia 1680. Vid. Yves BLAYO: «La mortalité en France de 1740 à 1829». Population, 30, 1975, pp. 123-143.

Page 48: 001-DEMOGRAFIA - Digital CSICdigital.csic.es/bitstream/10261/138188/1/R.C.FEHM_Ciudad...— 20 — ANTONIO EIRAS ROEL — 21 — Demografía rural en la España moderna: evolución,

— 62 —

ANTONIO EIRAS ROEL

— 63 —

Demografía rural en la España moderna: evolución, variantes y problemas

caso del cereal y hasta 1813 en el del viñedo; el optimismo patrimonializador de los campesinos en el veintenio 1770-1789 contrasta con el pesimismo o la mediocri-dad del período 1790-1809 (J. M. Pérez García, 1998). En Badajoz, en la comarca del Zújar, por ejemplo, las cosechas de los años 1788 y 1789 vuelven a ser escasas, los precios vuelven a subir y desde 1794 llegan a alcanzar cotas altísimas; comienza un largo período de infortunio, interrumpido sólo fugazmente por la buena cosecha de 1792, «una de las mejores cosechas del siglo». La crisis de 1804 pudo ser la última crisis grave que produjo mortalidad por hambre y éxodo de familias en la comarca de Siruela, aunque en otras regiones se registran también en torno a 1809 y 1812. Como resultado de estos altibajos, a finales del XVIII la población de esta comarca parece ser muy similar a la de mediados de la centuria, con lo que sólo hubo auténtica recupera-ción de la población en el XVIII/1 y luego en el XIX (J. Camacho Cabello, 1985). Al otro lado de la frontera de Badajoz, en la zona norte alemtejana de Alter do Châo, la crisis finisecular se manifiesta en una sucesión de crisis agrarias (1789-90, 1792-93, 1794-95, 1797-98); los saldos positivos entre nacimientos y defunciones del período anterior desaparecen o casi desde 1789 y en algunos años (1795, 1798, 1800) el saldo es negativo (T. Casquilho Ribeiro, op. cit. 1998).

En el otro extremo de la Península, en las riberas del Mediterráneo, la crisis finisecular repite prácticamente esta misma cronología de las crisis de subsistencias, poniendo de manifiesto que se trata de una inflexión de la naturaleza de ámbito general. Para Vilar, en Cataluña los años 1792-97 «inauguran tiempos de baja», un descenso en la demografía catalana, ascendente de 1700 a 1760, mucho más titubeante desde 1760 hasta 1790, y declinante sin remedio desde antes de 1800 (P. Vilar, 1962). No en Palanquinos, ni en Siruela, ni en Alter do Châo, sino en el valle del Ebro, en Tarazona, los años en torno a 1794 y 1804 se significan por crisis demográficas serias. El año 1804 vuelve a registrase en Tarazona una gran epidemia de tifus traída por las turbas de mendigos (castellanos) y «enfermos calenturientos», tras el crudo invierno de 1803 con hielos y nieves y un verano tormentoso, y en el ápice de tres años de miseria y carestía del pan. En todos los cuatro casos las defunciones se producen entre abril y agosto, o incluso en otoño, revelando la existencia de la epidemia (J. Vallejo Zamora, 1987).

También en el campo de Cartagena y en su capìtal marítima las crisis agrarias y de sobremortalidad alcanzan su mayor virulencia en las fechas ya conocidas de 1794, 1804 y 1809-1812. La complicación de estas crisis con el problema particular levan-tino del paludismo es en cierto sentido accesorio para nuestra argumentación, aunque pueda contribuir a aumentar el número de víctimas. En Cartagena la crisis agraria de 1794 se asocia a la sequía y «escasez de lluvias» (Rafael Torres Sánchez, 1998). Pero no estamos seguros de que este dictamen climático pueda extenderse ni a todo el período ni a toda la geografía de la crisis finisecular. Contraste curioso: mientras

Page 49: 001-DEMOGRAFIA - Digital CSICdigital.csic.es/bitstream/10261/138188/1/R.C.FEHM_Ciudad...— 20 — ANTONIO EIRAS ROEL — 21 — Demografía rural en la España moderna: evolución,

— 62 —

ANTONIO EIRAS ROEL

— 63 —

Demografía rural en la España moderna: evolución, variantes y problemas

en Cataluña y en el Campo de Cartagena se sufren las crisis agrarias de la última década del siglo, no ocurre así en el Marquesado de Llombay ni en Villajoyosa, ni en otra media docena de series de diezmos del cabildo valenciano. Aquí el período del interciclo pasa inadvertido, más bien pudiera dudarse de que fuesen años favorables para la agricultura de la Huerta y de las Riberas del Júcar; pero a cambio no existe aquí la crisis finisecular del siglo XVIII (J. M. Palop Ramos, 1982). Estos contrastes obligan a tomar en consideración condicionantes locales, que con frecuencia nos son desconocidos, como pudiera ser tal vez en el último ejemplo citado la problemática particular del regadío valenciano.

La contradanza de los pasos cambiados. Los problemas de la inversión climática

Aunque algunos aspectos del efecto climático (enfermedades bronco-pulmonares de invierno, fiebres originadas en las altas temperaturas estivales, epidemias tifoideas y gastrointestinales causadas por la corrupción de las aguas o de los alimentos, etc.) operan sobre la población sin otro agente transmisor que el clima mismo, los efectos más normales y frecuentes del clima sobre la demografía se producen teniendo por mediador a la agricultura y a través de su repercusión sobre las cosechas (incluyendo las epidemias del tipo disenterías que se explican por la corrupción de las mieses y de otros alimentos, pasadas por agua en los «veranos podridos» o recogidas fuera de tiempo y sazón). Por esta razón en el estudio de la evolución demográfica, y no sólo de ese aspecto particular de la misma que son las crisis demográficas, historia demográfica e historia agraria se solapan y casi se confunden. Desde su iniciación en los años setenta, el estudio combinado de series diezmales y series de población se ha convertido en un recurso obligado para el seguimiento y explicación de la evolución demográfica (J. Goy, E. Le Roy Ladurie et al., 1972 y 1982; A. Fauve-Chamoux et al., 1987). La multiplicación de estudios locales o regionales que combinan este doble elemento ha permitido señalar, en Francia como en España, diferencias regionales de evolución demográfica, a corto y medio plazo, que son difíciles de explicar sin la apelación al clima y a su influencia sobre la producción agraria.

Según una interpretación muy extendida, la aparición de un período continuado de malas cosechas y de descenso de productividad de la agricultura ha de ponerse en relación con la «pequeña edad glaciar» que hacia 1550 comenzaría en toda la Euro-pa occidental, se intensificaría a partir de 1590 y se prolongaría hasta 1850 ó 1860 (fecha ésta por cierto, dicho sea entre paréntesis, sospechosamente coincidente con el momento en que los países industriales comenzaron a quemar masivamente el carbón del subsuelo). Según esta interpretación, los desarreglos meteorológicos a medio y lar-go plazo serían responsables de las crisis agrícolas y de mortalidad de finales del siglo XVI y principios del XVII en España, en Italia y en algunas regiones de Francia. Los

Page 50: 001-DEMOGRAFIA - Digital CSICdigital.csic.es/bitstream/10261/138188/1/R.C.FEHM_Ciudad...— 20 — ANTONIO EIRAS ROEL — 21 — Demografía rural en la España moderna: evolución,

— 64 —

ANTONIO EIRAS ROEL

— 65 —

Demografía rural en la España moderna: evolución, variantes y problemas

primeros efectos negativos de la «pequeña edad glaciar» en nuestra península parecen percibirse en el oeste peninsular (en Galicia desde las calamidades de los años 1573 en adelante al menos, aunque su análisis viene dificultado por la casi inexistencia de series diezmales y parroquiales anteriores a 1600); al otro lado de la cordillera central el cambio de tendencia parece más bien asociado a la llegada de la peste finisecular, aunque existen indicios anteriores; y más al este, al otro lado de la cordillera ibérica, en Aragón el crecimiento en las curvas de bautismos continúa hasta después de 1605, y al igual que en Valencia, no puede hablarse realmente de cambio de tendencia hasta 1609; finalmente en Cataluña no existen síntomas de despoblación hasta después de la década de 1620. Si la llamada «oscilación de Fernau» produjo, como se piensa, un lento y ligero descenso de las temperaturas (¿acompañado también de aumento de la pluviosidad?), este corrimiento progresivo de sus efectos del norte y del oeste al sur y al este peninsular, de las regiones más frías a las menos frías, se hace inteligible a nuestro entender20.

A la inversa, un intermedio climático de años cálidos y secos que ejerce efectos positivos en las regiones de clima húmedo y frío de la Francia del norte, o en Bretaña, puede agostar las cosechas en la soleada Provenza, y provocar en ella crisis demo-gráficas, como diversos autores han notado, cuando en el siglo XVIII la población de Provenza o del Languedoc se estanca mientras crece en la Francia del norte. Un testi-monio interesante sobre los efectos de la diferencia climática entre regiones húmedas y secas suele ser la cronología comparada de las crisis agrarias o demográficas entre países diferentes de un contorno geográfico próximo como es la Europa occidental.

20 Fernau es un glaciar del Tirol en donde por primera vez se han medido los efectos del avance de los hielos. A finales del siglo XVI se asiste a un avance espectacular de las morrenas glaciares en los Alpes, perceptible ya en 1590 y que presenta máximos en 1600-1601, 1643-1653 y 1678-1680, llegando a poner en peligro algunas aldeas, hoy bien conocidos lugares de turismo, como Chamonix en Saboya o Grindelwald en el cantón bernés (E. Le Roy Ladurie, op. cit. 1967). La pérdida total de las cosechas por el frío o por lluvias estivales prolongadas pudo provocar el despoblamiento de zonas enteras en el Macizo central francés. Algunos máximos de progresión glaciar se registran de nuevo en el siglo XVIII o a principios del XIX más bien (máximos de 1720, de 1770, de 1801 y el de 1818-1820 que culmina la serie). Así presentada la crono-logía casa bastante bien con los años más luctuosos de las crisis agrarias y demográficas europeas, princi-palmente de la Europa occidental templado-húmeda. No obstante algunos serios historiadores demógrafos hacen notar desajustes cronológicos en el glaciarismo. Dupâquier hace notar que el comienzo de la pequeña edad glaciar es anterior al retroceso de la población en países como Italia y como Francia, donde sólo se registra a partir de los años 1620 ó 1625, y se pregunta si hay que responsabilizar de ello a la deterioración del clima. La llamada «depresión de Maunder» (reducción de radiación ultravioleta, cuyo mínimum sitúa en 1665-1708) sería difícil de casar cronológicamente con los peores períodos del siglo XVII francés y con la recuperación demográfica de la propia Francia y de otros países europeos en el XVII/2. Por otra parte, toda Europa no padeció la crisis del XVII por igual ni simultáneamente. En las primeras décadas del XVII el crecimiento de la población prosiguió en la fachada atlántica, mientras que se invirtió en la Europa central y en los países mediterráneos. (J. Dupâquier, Histoire des populations de l’Europe, I, 1997, pp. 239-261).

Page 51: 001-DEMOGRAFIA - Digital CSICdigital.csic.es/bitstream/10261/138188/1/R.C.FEHM_Ciudad...— 20 — ANTONIO EIRAS ROEL — 21 — Demografía rural en la España moderna: evolución,

— 64 —

ANTONIO EIRAS ROEL

— 65 —

Demografía rural en la España moderna: evolución, variantes y problemas

La cronología de algunas crisis demográficas en la España húmeda se superpone a la de la Francia del norte, mientras en la España seca del sur se aproxima más a la de la Francia mediterránea. Las catástrofes demográficas se dan en Provenza y en Lan-guedoc en la década de 1680, mientras en la Francia del norte las fechas fatídicas son las de 1693-1694 ó 1699. Pues bien, en la España seca el año nefasto fue el de 1683, mientras en la España húmeda lo fue más bien el de 1693-1694 ó el de 1699. En 1694 se produce una punta de sobremortalidad en Galicia y la crisis de 1699 fue terrible en Asturias, que tardó décadas en recuperarse de ella. Un ejemplo más de los efectos de la diferencia climática entre regiones húmedas y secas, entre otros muchos posibles, puede ser el que se refiere a la controvertible —depende en dónde— década de crisis de 1760: los años 1761 a 1766, que en Italia originan situaciones de penuria en varias regiones, con intentos fallidos de introducir en ellas el cultivo de la patata para paliar la situación (como también se haría en Galicia algo después, por los años 1768-70), y que en la España seca desembocan en los bien conocidos motines de subsistencias que acompañaron a la conjura contra el gobierno de Esquilache, parecen ser en la húmeda Bretaña uno de los tres períodos de «vacas gordas» (1742-1746, 1761-1766 y 1775-1780) que señalan los estudios sobre esa región francesa ¿De ese contraste entre la España seca y la húmeda Bretaña podemos deducir que los años 1761 a 1766 fueron años de sequía y de veranos cálidos, que permiten granar a las mieses en las brumosas regiones de la Europa atlántica mientras que las agostan en las soleadas riberas del Mar Latino? Es posible, aunque no seguro, puesto que también se ha hablado para ese decenio de una «ola de veranos fríos y lluviosos que culminan hacia 1770» (J.-P. Des-aive et al., 1972). Este último diagnóstico es el que parece acomodarse mejor a la situa-ción de la comarca del Zújar en la cosecha de 1764 y a las de Galicia y Cantabria en las cosechas de 1768 y 1769, perdidas a causa de las lluvias estivales y no de la sequía.

La cuestión es como puede verse compleja, porque al lado de las temperaturas, el otro factor —quizá todavía más influyente— son las lluvias estivales, y en deter-minadas regiones de sistema agrario diversificado, pueden serlo también las lluvias otoñales. En este año 2002 unas lluvias estivales inoportunas pueden afectar al turismo y provocar los lamentos de la hostelería levantina y mallorquina. En 1763 ó 1765 (si ese fue el caso, ya que se habla de veranos fríos y lluviosos en ese decenio, aunque no sabemos bien cuántos ni cuáles) las consecuencias habrían sido mucho peores: las lluvias estivales precoces pueden provocar la pérdida de la cosecha de cereales, la corrupción y fermentación de las mieses que acaban de ser recogidas, la disentería y la hipermortalidad. La epidemia de 1787 en Bretaña tuvo ese origen, en unas lluvias estivales inoportunas. Si esas lluvias se producen ya avanzado el verano o a comienzos de otoño, en regiones de sistema agrario tradicional y de monocultivo cerealero no harían daño alguno, más bien al contrario, permitirían adelantar los barbechos. Pero en regiones de sistema agrario diversificado, con cereales de primavera, las lluvias otoña-

Page 52: 001-DEMOGRAFIA - Digital CSICdigital.csic.es/bitstream/10261/138188/1/R.C.FEHM_Ciudad...— 20 — ANTONIO EIRAS ROEL — 21 — Demografía rural en la España moderna: evolución,

— 66 —

ANTONIO EIRAS ROEL

— 67 —

Demografía rural en la España moderna: evolución, variantes y problemas

les pueden hacer perder la segunda cosecha, de la que depende fundamentalmente el consumo del propio campesinado. El hambre y la epidemia de 1770 en Bretaña tuvo su origen en un año muy lluvioso (el de 1769), con lluvias estivales que dañaron la cosecha de trigo y centeno, seguidas todavía de lluvias otoñales que impidieron lograr la cosecha de sarraceno, alimento común de las masas populares. Por la cronología y los motivos que allí se aducen, principalmente las lluvias otoñales que frustraron la cosecha del blé noir, esa fue también la causa de la crisis demográfica de ese mismo año en Galicia y en Asturias, la más grave de las cuantificadas para Galicia, trasladan-do solamente el efecto del sarraceno al maíz. La fecha de 1769, nefasta en la historia demográfica de toda la fachada cantábrica y del noroeste español, carece de significa-ción en el valle del Ebro o en las planicies interiores de sistema agrario tradicional, en donde tal vez no llovió, o si lo hizo, sería después de recogida y entrojada la cosecha de los cereales de invierno, excelente regalo para los barbechos otoñales.

A causa igualmente de la inversión climática peninsular, el mismo factor clima-tológico del interciclo que produce las buenas cosechas en Galicia y otras regiones de la España del norte, o de Tierra de Campos, no está claro que resulte favorable en regiones de ciclo climático opuesto, en las que no conocemos ningún dato que avale un efecto positivo. La pregunta podría ser ésta ¿ejerció el cambio climático del inter-ciclo los mismos efectos favorables sobre la España cálida del sur y del sureste que los comprobados para la España del norte y del noroeste? Esa pregunta debe quedar en suspenso por el momento, pero existen indicios suficientes para esperar más bien una respuesta negativa21.

21 En la ciudad de Málaga el leve crecimiento de la curva de bautismos en la primera mitad del siglo concluye en 1766. Le sigue un profundo bache de 1764 a 1778, lo que testimonia la repercusión aquí de la crisis mediterránea de la década de 1760. En los años ochenta existe una recuperación, para luego hundirse en la última década del XVIII; pero el crecimiento de ese momento parece más bien debido a la inmigración de fuera de la región y no a la circunstancia agraria del mundo rural (J. Sanz Sampelayo, 1998). Las series del diezmo de Antequera y del Obispado de Málaga muestran cierto crecimiento hasta 1755; luego se desploman desde 1760 y no parecen recuperarse durante las décadas de 1770 y 1780 (interciclo), lo que claramente refleja la inversión climática (R. Benítez Sánchez-Blanco, 1982). Los rendimientos de los cereales en una muestra de varios cortijos dependientes del cabildo de Córdoba son en las décadas de 1770 y 1780 inferiores a los de las décadas de 1760 y de 1790, como si el ciclo climático estuviera invertido con respecto al norte de la Península (P. Ponsot, 1982). Los diezmos andaluces acusan su mejor momento inmediatamente antes de la crisis de los años 1760, no después (P. Ponsot, 1986). A causa sin duda de la inversión climática, en los diezmos del cabildo de Murcia los diezmos del trigo disminuyen desde 1754 y ya no se recuperan más; lo menos que se puede decir es que el efecto del interciclo no fue positivo aquí. Lo único que se registra en esas dos décadas murcianas es que los diezmos de la cebada cobran una clara ventaja sobre los del trigo, demostrando una vez más la mayor capacidad de adaptación del cereal pobre en condiciones extremas de aridez (G. Lemeunier, 1982). La misma famosa epidemia de «tercianas malignas y fiebres pútridas» que asoló La Mancha y otras regiones meridionales y levantinas los años 1785 y 1786, y alguna comarca de Extremadura todavía en 1787, a consecuencia de los «sumos calores o fuego ethereo del estío y otoño» y de la sequía y corrupción de las aguas, puede verse como un efecto más de esa climatología cálida del interciclo producida por masas de aire cálido sahariano.

Page 53: 001-DEMOGRAFIA - Digital CSICdigital.csic.es/bitstream/10261/138188/1/R.C.FEHM_Ciudad...— 20 — ANTONIO EIRAS ROEL — 21 — Demografía rural en la España moderna: evolución,

— 66 —

ANTONIO EIRAS ROEL

— 67 —

Demografía rural en la España moderna: evolución, variantes y problemas

Parecidas asincronías se hacen notar en torno a la crisis de la última década del siglo XVIII. Los efectos de esta crisis finisecular se hacen bien visibles en la Vega del Esla, pero no así en los bautismos ni en los diezmos de la tierra de La Bañeza (L. Rubio, 1987). Desde 1794 la curva de los bautismos inicia su descenso en las Cuatro Villas cántabras, pero no así en las localidades de la Mariña cantábrica lucense (R. Lanza, 2002; P. Saavedra, 1985). Desde 1794 igualmente la crisis se refleja en los diezmos y rendimientos de Grajal de Campos, pero no en la media decenal de Tierra de Campos, ni tampoco en las 22 dezmerías del cabildo de Segovia (J. M. López García, 1990; B. Yun, 1987; A. García Sanz, 1982). En la comarca del Zújar los efectos de la crisis finisecular se perciben desde 1789 en la subida de los precios y en la suce-sión casi ininterrumpida de cosechas escasas, lo que no puede dejar de tener efectos demográficos negativos; pero en su región vecina, la población de La Mancha parece seguir creciendo entre 1787 y 1797, y la crisis comienza a ser perceptible hacia 1804 solamente, según una muestra de series bautismales de diez localidades manchegas. En el año 1804 los precios del pan se duplican de golpe en Ciudad Real, lo que deja su reflejo en los libros de defunciones (J. López-Salazar, 1976).

Más al sur, la crisis finisecular ya no se percibe. Los diezmos del arzobispado de Sevilla acusan perfectamente tanto la crisis de la década de 1760 como los años de recuperación del interciclo, pero lejos de hundirse luego experimentan en la década de 1790 su punto cenital de Antiguo Régimen; lo mismo ocurre con los índices de bautismos del área rural del arzobispado que no dejan de subir desde 1780 hasta 1830 (J. M. Pérez García, 1995). Tampoco hay la menor huella de crisis en los bautismos ni en los matrimonios de la villa cordobesa de Rute. Se diría que la crisis finisecular del XVIII no tiene aplicación a la baja Andalucía ni tampoco al Algarve portugués22.

22 Aunque es aventurado sacar conclusiones a partir de un solo caso, eso mismo nos parece deducir del ejemplo aislado de los diezmos de una localidad del Algarve oriental. Los diezmos de Loulé alcanzan su cénit en la década de 1750; caen luego en la década de crisis de 1760 y todavía más en la década de 1780, lo que supone que el Algarve oriental, cálido y seco, no sólo permanece al margen de los favores del inter-ciclo, sino que éste le es más bien negativo, un ejemplo más de la inversión climática peninsular. A cambio, y seguramente por el mismo motivo, en el Algarve no se registra la crisis finisecular del siglo XVIII: sin ser propiamente de recuperación, la década de 1790 es la menos mala en los diezmos algarvinos de Loulé a partir de la crisis de la década de 1760. Mucho más al norte, en la Beira Alta, la coyuntura es más bien la opuesta en ambos momentos. En las series lacunarias de los diezmos del cabildo de Viseu (Beira Alta), tras un descenso de los cereales diezmados en años de la década de 1760, década de crisis, se percibe una recu-peración brillante a mediados de la década de 1780, lo que entendemos que confirma los buenos efectos del interciclo en esta región del Portugal central; en cambio la crisis finisecular es muy acentuada y larga, con caída casi continua de los índices desde 1790, mínimos de producción hacia 1804-06, y dos décadas largas de malas cosechas con apenas tres o cuatro años de respiro. Viseu no comienza a salir de la crisis hasta 1813-14. Todo ello normal en el cuadrante noroccidental de la Península. Aunque las repercusiones demográficas de la crisis no parecen muy marcadas, el nivel de bautismos de 1790 no se vuelve a alcanzar en Viseu hasta 1814. Para Loulé, vid. Joaquim Romero Magalhâes: «Alguns aspectos da produçâo agrícola no Algarve: Fins do século XVIII-principios do século XIX». Revista Portuguesa de Historia, Coimbra, 1987. Para Viseu, vid. Joâo Nunes de Oliveira: A Beira Alta de 1700 a 1840, gentes e subsistências. Viseu, Palimage, 2002.

Page 54: 001-DEMOGRAFIA - Digital CSICdigital.csic.es/bitstream/10261/138188/1/R.C.FEHM_Ciudad...— 20 — ANTONIO EIRAS ROEL — 21 — Demografía rural en la España moderna: evolución,

— 68 —

ANTONIO EIRAS ROEL

— 69 —

Demografía rural en la España moderna: evolución, variantes y problemas

En Galicia la crisis finisecular del siglo XVIII se acusa con dureza en las vegas de la Galicia occidental densamente poblada, donde la solución del maíz aparece agotada: en la cubeta depresiva de finales del Antiguo Régimen, que dura desde 1790 hasta 1817, las medias de bautismos por feligresía disminuyen aquí en un tercio. Pero esa misma crisis no se percibe en la mucho menos saturada Galicia interior de la montaña, donde penetra con fuerza la patata y existen extensiones de monte bajo todavía por roturar; aquí los índices de bautismos siguen subiendo impresionantemente y de modo casi ininterrumpido desde 1780 hasta 1830 (P. Saavedra, 1993). Tras los esplendores del interciclo, los diezmos de 90 series de los obispados de Santiago y de Mondoñedo sufren un hundimiento fatal en la década de 1790, y todavía peor en la de 1800; por el contrario, los diezmos del obispado de Orense, que también conocen en su momento una versión atenuada del interciclo de buenas cosechas (el hundimiento de los precios del vino en la década de 1780 hace sin embargo que el rendimiento de los arriendos diezmales no pueda ser muy eufórico en esta provincia con producción vitícola en sus «ribeiros»), experimentan una cierta tendencia al alza en la década de 1790 (A. Eiras Roel, 1982).

Problemas añadidos. ¿Demografía autónoma o dependencia malthusiana?

Los contrastes señalados entre regiones próximas a veces, como entre la Galicia occidental e interior, entre la Maragatería y la Vega del Esla, o entre las diversas Anda-lucías, parecen advertir de que el monofisismo climático tampoco lo explica todo, y que la realidad es siempre compleja y adaptada a las circunstancias del medio local; en cuestiones de estructura tanto como de evolución demográfica hay que tener en cuenta también las densidades de población, y la ganadería y otras actividades complementa-rias, y la existencia o no de cultivos de mercado; en fin, la posibilidad de soluciones alternativas, de nuevos cultivos entre otras. Pero en un plano más general, todo esto viene a demostrar también que la productividad de la tierra, y su capacidad de alimen-tar a la población rural, no es una función únicamente dependiente de las inversiones de trabajo humano en la agricultura, como ha llegado a sostener imprudentemente la renombrada tesis de la population pressure (Slicher Van Bath, 1963; E. Boserup, 1965; Chambers and Mingay, 1966; D. C. North, 1965, entre otros), recibida sin la menor crítica en la España de los años 1970, y sometida a reconsideración luego (Stuttgart, 1985); sino más bien una función biunívoca, también dependiente de la naturaleza y del medio tanto como de las inversiones en trabajo humano, según hemos tratado de argumentar hace ya algunos años y seguimos pensando (A. Eiras Roel, 1987). ¿Demografía autónoma o dependiente de la agricultura? Los problemas filosóficos del huevo y la gallina sólo pueden resolverse en cada caso, con algo de solvencia, con los índices de bautismos o de matrimonios en una mano y los índices de diezmos en la

Page 55: 001-DEMOGRAFIA - Digital CSICdigital.csic.es/bitstream/10261/138188/1/R.C.FEHM_Ciudad...— 20 — ANTONIO EIRAS ROEL — 21 — Demografía rural en la España moderna: evolución,

— 68 —

ANTONIO EIRAS ROEL

— 69 —

Demografía rural en la España moderna: evolución, variantes y problemas

otra, como se ha intentado hacer para Galicia. Casos como las roturaciones de monte bajo asociadas a la difusión de la patata en la Galicia interior, desde los años 1790 en adelante, pueden tal vez interpretarse como testimonios a favor de la fuerza de la «population pressure» bajo condiciones de adversidad climática y descenso natural de la productividad de los cereales tradicionales. Pero a cambio los casos en que las malas cosechas, o las epidemias asociadas a condiciones de subalimentación, provocan des-censo poblacional, en la España seca sobre todo, se encuentran por docenas.

En las tierras densas y profundas de las llanuras templado-húmedas de algunas regiones de la Europa occidental —Bravante, el Cambresis, algunas zonas de Flan-des, Lombardía, el valle del Po—, en las que el barbecho va siendo eliminado a lo largo de los siglos de la Edad Moderna, mientras los rendimientos de la semilla no dejan de aumentar, la productividad de la tierra parece haber respondido a las densidades humanas crecientes de los siglos XVI y XVIII y la presión demográfica puede haber conducido aquí a la superación de hecho del assolement triennal clásico de la Europa marítimo-templada y húmeda para dar el paso a un régimen de cultivo continuo, al menos en las mejores tierras. Pero en las tierras secas y menos profundas de gran parte de la Europa mediterránea, bajo condiciones de aridez extrema, tanto en la España mesetaria como en la Italia del sur, el barbecho cuando no el cultivo al tercio siguen manteniendo su imperio en el siglo XIX, y los rendimientos del trigo en algunos cor-tijos cordobeses son más altos a mediados del siglo XVI que a mediados del XVIII. Los bloqueos establecidos por la climatología y por sus oscilaciones pendulares fijan límites rígidos al crecimiento poblacional de la época y guardan sin duda relación con muchas de sus inflexiones negativas. No podemos suponer que los labriegos man-chegos que allá por 1580 responden como peritos en las Relaciones Topográficas de Castilla la Nueva, en pueblos como El Acebrón o Quintanar de la Orden, estuviesen ya entonces ofuscados por las ideas de Malthus, cuando declaran que la disminución del vecindario de sus pueblos es causada «por mortandades y por haber poco término en que se puedan ensanchar a labrar» o por ser «muy estrechos de término y no tener donde labrar ni donde traer ganados» (J. López-Salazar, 1981). Si se analizan, estas expresiones implican que los declarantes confían poco en una posible salida intensiva (por intensificación del cultivo) y sólo piensan en la respuesta extensiva, allí donde existe todavía posibilidad de nuevas roturaciones. Tal vez por ser rústicos, ignoraban esa supuesta capacidad ilimitada de una hectárea de tierra para elevar indefinidamente su productividad en cualquier tiempo y lugar, respondiendo a las inversiones de trabajo humano. ¿O sería más bien que la experiencia les había enseñado la dependencia de la agricultura y de la población respecto de la naturaleza? Los arrendatarios de diez-mos conocían muy bien esas fluctuaciones naturales de la agricultura, efecto de los caprichos de la meteorología; algunos años las pujas eran muy reñidas, otros quedaban desiertas.

Page 56: 001-DEMOGRAFIA - Digital CSICdigital.csic.es/bitstream/10261/138188/1/R.C.FEHM_Ciudad...— 20 — ANTONIO EIRAS ROEL — 21 — Demografía rural en la España moderna: evolución,

— 70 —

ANTONIO EIRAS ROEL

— 71 —

Demografía rural en la España moderna: evolución, variantes y problemas

Para concluir, una breve consideración sobre el problema de la mortalidad en Espa-ña y sus diferencias regionales, o más bien sobre la laguna que en esto existe. Los altos parámetros de mortalidad de la población rural, y sobre todo su prolongado manteni-miento, son una de las características diferenciales más peculiares de la historia de la población española, comparada con otras de su entorno europeo. Otro de los proble-mas pendientes que todavía no ha recibido explicación suficiente es el mantenimiento en España de las tasas de mortalidad tradicionales hasta bien avanzado el siglo XIX, o lo que es lo mismo, el retraso español en el inicio de la primera transición demográ-fica —descenso de la mortalidad— con respecto a otros países europeos. Los autores del sondeo nacional francés del INED sitúan un primer impulso en esta dirección ya en fecha temprana del siglo XVIII, seguido de un retroceso, y por fin la definitiva incorporación de todas las regiones de Francia a una mortalidad en descenso antes de concluir el siglo. En Francia las tasas de mortalidad caen francamente de 40,1 a 33,6 por mil entre 1740 y 1779, tras la mala década de 1740 «uno de los peores decenios»; remontan luego antes ya de la Revolución, no se sabe bien por qué, al 37,1 por mil en 1780-1794; pero desde 1795 el descenso es claro y continuado, cayendo de golpe al 30,7 por mil hacia 1810 y luego al 25,2 por mil en 1829. Este descenso se produjo originariamente en ausencia de progresos médicos notables y comienza a experimen-tarse tal vez antes de conocerse la vacuna y la inoculación, que incluso en una región como la conservadora Bretaña se introduce tempranamente, a raíz de la epidemia de 178323. Globalmente considerada, en España no se conoce nada de esto, a nivel rural al menos, y hay que esperar a 1905 (ó a 1895 cuando menos) para encontrar tasas de mortalidad general de 25,6 por mil en España. La explicación en detalle se sale de nuestro propósito; pero es concebible que a este retraso no sea extraño el predominio aplastante del modelo arcaico, de parámetros altos, tanto en la España de 1787 como en la de 186024. Sin perder nunca de vista lo global, hemos de partir de la base de que

23 Vid. Louis Henry et Ives Blayo: «La population de la France de 1740 à 1829», Population, 30, 1975, 71-122; e Yves Blayo: «La mortalité en France de 1740 à 1829», Population, 30, 1975, pp.123-143. Por su parte J.-C. Chesnais sitúa el inicio de la primera transición demográfica en Francia en 1785 (?), en Suecia y en Inglaterra en 1810, inicialmente debida en parte a factores exógenos —la desaparición de las pestes y la menor incidencia de ciclos epidémicos y de carestías, y «en parte debido a prácticas sociales y culturales [como la vacunación] que concurrieron a frenar la difusión de las enfermedades infecciosas y a mejorar las condiciones de supervivencia, especialmente en la primera infancia». J.-C. Chesnais, La transition démographique. Paris, PUF, 1986; pp. 294-301; cit. M. Livi-Bacci, Historia mínima de la población mundial. Barcelona, 1990; pp. 111-115. Sobre las epidemias en Bretaña y sobre la introducción de la inoculación en esta región desde la epidemia de 1783, vid. J.-P. Goubert, en J.-P. Desaive et Al., op. cit. 1972, pp. 225-252.

24 Estamos en condiciones de adelantar esta última afirmación sobre la perduración de los mismos mode-los demográficos en la España de 1860 y al peso que en 1860 sigue manteniendo el modelo más retardatario; con la misma distribución provincial entre los modelos, sin cambio alguno excepto por lo que se refiere a Asturias y Santander. Nos parece una contribución de cierto interés al problema del comienzo tardío de la transición demográfica en España. Pero la tabulación de las matrices de datos que abonan esta tesis, aunque ya preparada, y simétrica a la que en este trabajo se ofrece para 1787, se ha decidido reservarla para otra publicación.

Page 57: 001-DEMOGRAFIA - Digital CSICdigital.csic.es/bitstream/10261/138188/1/R.C.FEHM_Ciudad...— 20 — ANTONIO EIRAS ROEL — 21 — Demografía rural en la España moderna: evolución,

— 70 —

ANTONIO EIRAS ROEL

— 71 —

Demografía rural en la España moderna: evolución, variantes y problemas

a mediados del siglo XIX al menos seguían coexistiendo en España modelos demo-gráficos muy diferentes y que eso tiene que tener su reflejo en diferencias regionales de la mortalidad, por consecuencia también en posibles variantes temporales de incor-poración más temprana y más tardía a la transición de la mortalidad. Llamamos la atención sobre el hecho de que todavía en 1860 existían en España diferencias internas como un índice de envejecimiento de 0,47 en Galicia (ahora con mucho la región más envejecida, después de Baleares 0,50, ésta a mitad de camino entre el 0,37 de España y el 0,63 de Francia) frente al 0,29 de Ávila o al 0,28 de Almería; una proporción de sólo 162 niños (edad 0-7) por cada mil habitantes en Galicia frente a 190 en Valencia y a 201 en Murcia; una población mayor de 50 años del 149 por mil en Galicia y del 163 por mil en Baleares frente a sólo 109 en Ávila y 106 en Cáceres; una proporción de mujeres casadas de sólo 156 por mil en Galicia frente a 210 por mil en Cuenca y en Soria; una proporción de mujeres solteras de 340 por mil en Galicia versus sólo 250 por mil en Cuenca y Guadalajara; un impresionante celibato femenino del 24 por ciento en Galicia frente al apenas 1 por ciento de Valencia o de Guadalajara; en fin, una edad media de la población de 28,5 años en Galicia frente a sólo 25,9 en Castellón ó 25,3 en Almería (A. Eiras Roel, 1996). Dejando aparte ahora lo que tiene que ver con la nupcialidad, cuya relación con el asunto es algo más indirecta, aunque sin duda real, todos esos vectores desiguales sugieren diferencias internas muy apreciables en cuestión de mortalidad. La regionalización del estudio de la mortalidad en España a finales del Antiguo Régimen, que en este tema debe hacerse siempre a caballo sobre la primera mitad del XIX, para tratar de situar el proceso de cambio, sigue siendo, o eso nos parece, otro de los problemas pendientes de la historia de la población española. No creemos que para esas épocas este problema pueda resolverse a través de la aplica-ción de modelos matemáticos, de dudosa credibilidad mientras no se analice con rigor el grado de fiabilidad de las fuentes locales con las que se trabaja y las ocultaciones sistemáticas agazapadas en todas las fuentes demográficas del Antiguo Régimen, y todavía en las de la fase preestadística del siglo XIX. Algunos ejemplos de microanáli-sis de corte más clásico, realizados a partir de casos de estudio que confrontan modelos demográficos regionales diferentes, nos parecen un camino a seguir más aconsejable para los historiadores modernistas y para nuestra época de estudio (J. M. Pérez García, 1991). Sirven también como llamadas de atención sobre las muchas posibilidades que todavía ofrece el estudio a escala regional de la población rural española en la larga fase pretransicional que llena y desborda la llamada Epoca Moderna.

Page 58: 001-DEMOGRAFIA - Digital CSICdigital.csic.es/bitstream/10261/138188/1/R.C.FEHM_Ciudad...— 20 — ANTONIO EIRAS ROEL — 21 — Demografía rural en la España moderna: evolución,

— 72 —

ANTONIO EIRAS ROEL

— 73 —

Demografía rural en la España moderna: evolución, variantes y problemas

BIBLIOGRAFÍA

LEÓN CARLOS ÁLVAREZ SANTALÓ: La población de Sevilla en el primer tercio del siglo XIX. Sevilla, 1974.

NORBERTA AMORIM: Guimarâes 1580-1819. Estudo demográfico. Lisboa, 1987.M. ARDIT LUCAS: «La mortalidad en el País Valenciano preindustrial. El marquesa-

do de Llombai entre 1620 y 1820». En El papel de la mortalidad en la evolución de la población valenciana. Alicante, 1991.

PAUL BAIROCH et. al.: La population des villes européennes de 800 à 1850. Genéve, 1988.

BAUDILIO BARREIRO MALLÓN: La Jurisdicción de Xallas a lo largo del siglo XVIII. Población, sociedad y economía. Santiago de Compostela, 1973.

CONCEPCIÓN BURGO LÓPEZ: «Hidalgos, clérigos y artesanos: la sociedad lucense a mediados del siglo XVIII». En Universitas, I, 361-382. Santiago, 2002.

JOSÉ CALVO POYATO: «Nupcialidad, economía y religiosidad en Córdoba a fina-les del siglo XVII». Actas del II Congreso de Historia de Andalucía, I, Córdoba, 1995, 79-88.

JOSÉ CAMACHO CABELLO: La Siberia Extremeña. Población, economía y socie-dad en la segunda mitad del siglo XVIII. Badajoz, 1985.

JOSÉ CAMACHO CABELLO: La población de Castilla la Mancha, siglos XVI-XVIII. Toledo 1997.

J. I. CARMONA GARCÍA: Una aportación a la demografía de Sevilla en los siglos XVIII y XIX. Las series parroquiales de San Martín (1750-1860). Sevilla, 1976.

JOSÉ RAMÓN CRUZ MUNDET: Rentería en la crisis del Antiguo Régimen (1750-1845). Rentería 1991.

J.-P. DESAIVE et al.: Médecins, climat et épidémies à la fin du XVIIIe. siècle. Paris, 1972.

ISIDRO DUBERT: Del campo a la ciudad. Migraciones, familia y espacio urbano en la historia de Galicia, 1708-1924. Vigo, 2002.

JACQUES DUPÂQUIER: «Les vicissitudes du peuplement (XVe.-XVIIIe. siècles». En Bardet-Dupâquier (Dirs.): Histoire des Populations de l’Europe. Paris, 1997; T. I, pp. 239-288.

ANTONIO EIRAS ROEL: «Producción y precios agrícolas en la Galicia atlántica en los siglos XVII-XVIII. Un intento de aproximación a la coyuntura agraria». En Congreso de Historia Rural. Siglos XV al XIX. Casa de Velázquez. Madrid, 1984.

ANTONIO EIRAS ROEL (1984 b): «Modèle ou modèles de Démographie ancienne? Un résumé comparatif». En el vol. La France d’Ancien Régime. Études réunis en l’honneur de Pierre Goubert. T. I, pp. 249-257. Toulouse, Privat, 1984.

Page 59: 001-DEMOGRAFIA - Digital CSICdigital.csic.es/bitstream/10261/138188/1/R.C.FEHM_Ciudad...— 20 — ANTONIO EIRAS ROEL — 21 — Demografía rural en la España moderna: evolución,

— 72 —

ANTONIO EIRAS ROEL

— 73 —

Demografía rural en la España moderna: evolución, variantes y problemas

ANTONIO EIRAS ROEL: «Prefacio» al libro de A. Fauve-Chamoux (Ed.): Evolution agraire et croissance démographique. Ordina Editions. Liège, 1987; pp. 23-30.

ANTONIO EIRAS ROEL: «Production agricole et croissance démographique en Espagne (XVIe-XVIIe. siècles)». En A. Fauve-Chamoux (Ed.): Evolution agraire et croissance démographique. Ordina Editions. Liège, 1987; pp. 113-121.

ANTONIO EIRAS ROEL: «Una primera aproximación a la estructura demográfica urbana de Galicia en el Censo de 1787». En R. Villares (Coord.): La ciudad y el mundo urbano en la historia de Galicia. Santiago, 1988.

ANTONIO EIRAS ROEL: Estudios sobre agricultura y población en la España Moderna. Santiago, 1990.

ANTONIO EIRAS ROEL: «Mecanismos autorreguladores, evolución demográfica y diversificación intrarregional. El ejemplo de la población de Galicia a finales del siglo XVIII». Boletín de la Asociación de Demografía Histórica, VIII, 2, 1990, 51-72.

ANTONIO EIRAS ROEL: «L’évolution dans l’autorégulation? Une approche de la structure de la population espagnole et de sa diversité régionale à la fin de l’Ancien Régime». En Mesurer et comprendre. Mélanges offerts à Jacques Dupâquier. P.U.F. Paris, 1993; pp. 173-194.

ANTONIO EIRAS ROEL: La poblacìón de Galicia, 1700-1860. Fundación Caixa Galicia. Santiago, 1996.

PABLO FERNÁNDEZ ALBALADEJO: La crisis de Antiguo Régimen en Guipúzcoa, 1760-1833. Madrid, 1975.

CAMILO FERNÁNDEZ CORTIZO: «La Tierra de Montes en el siglo XVIII. Estruc-tura demográfica y sistema familiar en una sociedad rural». Santiago de Compos-tela, 2002. Tesis Doctoral inédita.

CAMILO FERNÁNDEZ CORTIZO: «La población de Galicia en la primera mitad del siglo XVII: los vecindarios de 1631 y 1651». En Obradoiro de Historia Moderna, 1, 1990, pp. 103-131.

FRANCISCO GARCÍA GONZÁLEZ: La Sierra de Alcaraz en el siglo XVIII. Alba-cete, 1998.

BARTOLOMÉ GARCÍA JIMÉNEZ: Demografía rural Rute en el Antiguo Régimen. Córdoba, 1987.

ÁNGEL GARCÍA SANZ: Desarrollo y crisis del Antiguo Régimen en Castilla la Vieja. M. 1986.

J. E. GELABERT GONZÁLEZ: «El declive del mundo urbano en Castilla, 1500-1800». En Obradoiro de Historia Moderna, 1, 1990, pp. 131-163.

JUAN JOSÉ IGLESIAS RODRÍGUEZ: Una ciudad mercantil en el siglo XVIII: El Puerto de Santa María. Granada, 1991.

ENRIQUE JIMÉNEZ LÓPEZ: Alicante en el siglo XVIII. Valencia, 1981.

Page 60: 001-DEMOGRAFIA - Digital CSICdigital.csic.es/bitstream/10261/138188/1/R.C.FEHM_Ciudad...— 20 — ANTONIO EIRAS ROEL — 21 — Demografía rural en la España moderna: evolución,

— 74 —

ANTONIO EIRAS ROEL

— 75 —

Demografía rural en la España moderna: evolución, variantes y problemas

ERNEST LABROUSSE: Esquisse du mouvemnet des prix et des revenus en France au XVIIIe. siècle. Paris 1933; 2 vols. (reed. Paris 1984).

ERNEST LABROUSSE: La crisis de l’économie française à la fin de l’Ancien Régime et au début de la Révolution. Paris, 1944.

EMMANUEL LE ROY LADURIE: Histoire du climat depuis l’An Mil. Paris, Flam-marion, 1967.

RAMÓN LANZA GARCÍA: La población y el crecimiento económico de Cantabria en el Antiguo Régimen. Madrid, 1991.

RAMÓN LANZA GARCÍA: «Auge y declive de las Cuatro Villas de la Costa en la época de los Austrias». En J. I. Fortea (Ed). Castro Urdiales y las Cuatro Villas. Santander, 2002.

JERÓNIMO LÓPEZ-SALAZAR: Estructuras agrarias y sociedad rural en La Man-cha (ss. XVI-XVIII). Ciudad Real, 1986.

JERÓNIMO LÓPEZ-SALAZAR: «La población manchega en los siglos XVI y XVII». Revista Internacional de Sociología, XXXIX, 1981, 37-38, pp. 7-32 y 193-231.

JERÓNIMO LÓPEZ-SALAZAR Y M. MARTÍN-GALÁN: «La producción cerealista en el Arzobispado de Toledo, 1463-1699». Cuadernos de Historia Moderna, 2, 1981, 21-103.

JERÓNIMO LÓPEZ-SALAZAR: «Evolución demográfica de la Mancha en el siglo XVIII», Hispania, 133, 1976, 233-299.

ALBERTO MARCOS MARTÍN: Auge y declive de un núcleo mercantil de Castilla la Nueva.

— Evolución demográfica de Medina del Campo en los s. XVI y XVII. Valladolid, 1978.ENRIQUE MARTÍNEZ RODRÍGUEZ: «Demografía histórica de Antiguo Régimen

en la ciudad de Santiago de Compostela. Estudio de demografía urbana tradicio-nal». Santiago de Compostela, 2002. Tesis Doctoral inédita.

ENRIQUE MARTÍNEZ RODRÍGUEZ: «La fecundidad urbana en la Galicia Moder-na. Santiago de Compostela durante el siglo XVIII». En Obradoiro de Historia Moderna, 1, 1990, 201-225.

ENRIQUE MARTÍNEZ RODRÍGUEZ: «El Censo de Godoy en la ciudad de Santiago: ejecución y valoración crítica». I Reunión Científica de la Asociación Española de Historia Moderna. La España de Carlos IV (P. Molas, Ed.), Madrid, 1991, 105-114.

ENRIQUE MARTÍNEZ RODRÍGUEZ: «La población en la Galicia de Felipe II». En El Reino de Galicia en la Monarquía de Felipe II. Santiago de Compostela, 1998; pp. 441-471.

E. MARTÍNEZ, C. BURGO Y D. GONZÁLEZ LOPO: «Inmigración en la Galicia urbana de Antiguo Régimen: Santiago, Tui y Ferrol a finales del siglo XVIII». En el vol. Migraciones internas y medium-distance en Europa, 1500-1900. Santiago 1994, vol. II, pp. 479-499.

Page 61: 001-DEMOGRAFIA - Digital CSICdigital.csic.es/bitstream/10261/138188/1/R.C.FEHM_Ciudad...— 20 — ANTONIO EIRAS ROEL — 21 — Demografía rural en la España moderna: evolución,

— 74 —

ANTONIO EIRAS ROEL

— 75 —

Demografía rural en la España moderna: evolución, variantes y problemas

MIGUEL ÁNGEL MARTÍNEZ RODRÍGUEZ: La poblaciò de Vilanova i La Geltrú en el segle XVIII. Vilanova i La Geltrú, 1987.

JOSÉ MANUEL PÉREZ GARCÍA: Un modelo de sociedad rural de Antiguo Régi-men en la Galicia costera: la Península del Salnés. Santiago de Compostela, 1979.

JOSÉ MANUEL PÉREZ GARCÍA: «El modelo de mortalidad de Antiguo Régimen en la Horta de Valencia. Un contraste con las Rías Bajas gallegas». En El papel de la mortalidad en la evolución de la población valenciana. Alicante, 1991.

JOSÉ MANUEL PÉREZ GARCÍA: «La evolución de la población andaluza en la Edad Moderna». Actas del II Congreso de Historia de Andalucía, I, Córdoba, 1995, 29-47.

JOSÉ MANUEL PÉREZ GARCÍA: Un modelo social leonés en crecimiento: la Veja Baja del Esla entre 1700 y 1850. León, 1998.

VICENTE PÉREZ MOREDA: «Crisis demográficas y crisis agrarias: paludismo y agricultura en España a fines del siglo XVIII». En Congreso de Historia Rural. Siglos XV al XIX. Casa de Velázquez. Madrid, 1984.

JULIO PÉREZ SERRANO: Cádiz, la ciudad desnuda. Modelo demográfico. Cádiz, 1992.

OFELIA REY CASTELAO: Aproximación a la historia rural en la comarca de La Ulla (Siglos XVII y XVIII). Santiago de Compostela, 1981.

OFELIA REY CASTELAO: «Mecanismos reguladores de la nupcialidad en la Galicia atlántica. El matrimonio a trueque». En Obradoiro de Historia Moderna, 1, 1990, pp. 247-269.

MIGUEL RODRÍGUEZ CANCHO: La villa de Cáceres en el siglo XVIII. Demografía y sociedad. Cáceres, 1981.

JOAQUIM ROMERO MAGALHÂES: O Algarve Económico, 1600-1773. Lisboa, Estampa, 1993.

LAUREANO RUBIO PÉREZ: La Bañeza y su Tierra, 1650-1850. León, 1987.PEGERTO SAAVEDRA: Economía, política y sociedad en Galicia: La provincia de

Mondoñedo, 1480-1830. Madrid, 1985.PEGERTO SAAVEDRA: «Las grandes tendencias comarcales en la evolución de la

población gallega, de comienzos del XVII a mediados del XIX». En Studia His-tórica, XI, 1993, 11-59.

JOSÉ A. SALAS AUSÉNS: La población de Barbastro en los siglos XVI y XVII. Zaragoza 1980.

RAMÓN SÁNCHEZ GONZÁLEZ: Los Montes de Toledo en el siglo XVIII. Estudio demográfico. Toledo 1984.

RAMÓN SÁNCHEZ GONZÁLEZ: Villaseca de la Sagra (1700-1833). Demografía, Economía y Sociedad. Toledo 1985.

Page 62: 001-DEMOGRAFIA - Digital CSICdigital.csic.es/bitstream/10261/138188/1/R.C.FEHM_Ciudad...— 20 — ANTONIO EIRAS ROEL — 21 — Demografía rural en la España moderna: evolución,

— 76 —

ANTONIO EIRAS ROEL

J. L. SÁNCHEZ LORA: Demografía y análisis histórico. Ayamonte, 1600-1860. Huelva, 1987.

JUAN SANZ SAMPELAYO: Granada en el siglo XVIII. Granada, 1980.JUAN SANZ SAMPELAYO: La población de Málaga en el siglo XVIII. Málaga,

1998.HORTENSIO SOBRADO CORREA: Las tierras de Lugo en la Edad Moderna. Eco-

nomía campesina, familia y herencia, 1550-1860. La Coruña, 2001.HORTENSIO SOBRADO CORREA: La ciudad de Lugo en el Antiguo Régimen.

Sigos XVI-XIX. Lugo, 2001.RAFAEL TORRES SÁNCHEZ: Ciudad y población. El desarrollo demográfico de

Cartagena durante la Edad Moderna. Cartagena, 1998.JUAN B. VILAR: Orihuela, una ciudad valenciana en la España Moderna. Murcia,

1981.JOSÉ VALLEJO ZAMORA: La población de Tarazona en el siglo XVIII. Zaragoza,

1987.BARTOLOMÉ YUN CASALILLA: Economía y sociedad en Tierra de Campos,

1500-1830. Salamanca, 1987.