VERITAS - KofC · 2020. 9. 8. · SAN ALFONSO LIGORIO PADRE STEFANO PENNA. La Serie Veritas está...

VVERITAS

SAN ALFONSO LIGORIO PADRE STEFANO PENNA

La Serie Veritas está dedicada a Padre Michael J. McGivney (1852-1890), sacerdote de Jesucristo y fundador de los Caballeros de Colón.

El Camino de la Cruz: Meditaciones tradicionales y modernas

Meditaciones tradicionales por San Alfonso Ligorio Meditaciones modernas por el Padre Stefano Penna

Imágenes cortesía de: Basílica del Santuario Nacional de la Inmaculada Concepción

(Washington, District of Columbia)

Monasterio de Nuestra Señora de Gracia (North Guilford, Connecticut)

Catedral Basílica del Sagrado Corazón (Newark, New Jersey)

Caballeros de Colón presenta

La Serie Veritas “Proclamando la fe en el Tercer Milenio”

Editor General Padre Gabriel B. O’Donnell, O.P. Servicio de Información Católica

Consejo Supremo de Caballeros de Colón

Derechos de Autor © 2003-2019 del Consejo Supremo de Caballeros de Colón. Todos los derechos reservados

Imprimatur †Albert F. LeGatt, D.D.

Obispo de Saskatoon, Canadá 7 de febrero de 2003

El Imprimátur es una declaración oficial de que un libro o folleto está exento de errores doctrinales o morales. No implica que quienes han otorgado el Imprimátur estén de acuerdo con el contenido, las opiniones o las declaraciones que en él se expresan.

Imágenes: Derechos de Autor © Basílica del Santuario Nacional de la Inmaculada Concepción y Consejo Supremo de Caballeros de Colón (Estaciones en azulejo de cerámica)

Derechos de Autor © Monasterio de Nuestra Señora de Gracia (Estaciones en bronce)

Derechos de Autor © Catedral Basílica del Sagrado Corazón (vitral de la Resurrección)

Selecciones de la Escrituras de las Meditaciones Modernas tomadas de la Edición Católica de la Nueva Versión Estándar Revisada (Nueva York: Oxford University Press, 2000)

Ninguna parte de este folleto puede ser reproducida o transmitida en cualquier forma o por ningún medio, electrónico o mecánico, incluyendo fotocopias, grabaciones o por cualquier sistema de almacenamiento de información o sistema de recuperación sin la autorización por escrito del editor. Contacto:

Servicio de Información Católica Consejo Supremo de Caballeros de Colón

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800-735-4605 fax

Impreso en Estados Unidos de Norteamérica

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El Camino de la Cruz: Meditaciones tradicionales y modernas

El Camino de la Cruz nos conduce a la contemplación de la Pasión de Nuestro Señor y Salvador Jesucristo para considerar su gran amor por nosotros, su humildad y la gloria de su perfecta entrega en la obra de nuestra redención.

El Camino de la Cruz, como devoción, tiene su origen en la rememoración de los fieles de los pasos de Cristo en la Ciudad de Jerusalén. Durante siglos, los creyentes han caminado por las calles y colinas de Jerusalén, recordando los misterios salvadores de Cristo en el lugar mismo en el que tuvieron lugar. Con el tiempo, la Iglesia erigió santuarios e imágenes representando los Lugares Santos de Jerusalén en todo el mundo cristiano, para que todos aquellos que no pudieran realizar la peregrinación a Judea pudieran, de todas formas, conmemorar la Pasión de Cristo recorriendo el Camino de la Cruz.

Existen varios métodos para orar el Camino de la Cruz y una variedad de oraciones legítimas y sagradas, meditaciones e himnos que pueden emplearse de acuerdo con la devoción de la Iglesia. Este folleto contiene dos grupos completos de oraciones: una versión del entrañable Via Crucis de San Alfonso Ligorio, y un grupo de meditaciones modernas realizadas por el Padre Stefano Penna, sacerdote de la Diócesis de Saskatoon, Canadá. El segundo Camino de la Cruz incluye una “Decimoquinta Estación”, una meditación sobre la Resurrección de Cristo, que deberá omitirse el Viernes Santo.

De acuerdo con el Manual de las Indulgencias, No. 63, se concede una indulgencia plenaria una vez cada día bajo las condiciones normales (Confesión Sacramental, Santísima Comunión, oraciones por el Papa y rechazo del pecado, incluso venial) al fiel que siga con devoción el Camino de la Cruz. Por lo general, esto significa caminar de una estación a otra, pero para grandes grupos es suficiente que el líder camine de un lugar a otro. Aquellos que estén legítimamente impedidos por una salud débil u otras circunstancias para orar el Camino de la Cruz de la manera ordinaria, pueden obtener la misma indulgencia dedicando un tiempo, quizás 15 minutos, a la lectura y meditación sobre la Pasión. No hay lecturas u oraciones obligatorias para las catorce Estaciones.

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El Camino de la Cruz: Meditaciones tradicionales

adaptadas de la versión de San Alfonso Ligorio

Un Acto de Contrición

Señor mío Jesucristo, / Vos anduvisteis con tan grande amor este camino / para morir por mí con indescriptible amor, / y yo os he ofendido tantas veces apartándome de Vos; / más ahora os amo con todo mi corazón, / y porque os amo, / me arrepiento sinceramente de todas las ofensas que os he hecho. / Perdonadme, Señor, / y permitidme que os acompañe / en este viaje. / Vais a morir por mi amor, / pues yo también quiero vivir y morir por el nuestro / amado Redentor mío. / Sí, Jesús mío, / quiero vivir siempre y morir / unido a Vos.

Stabat Mater dolorosa Estaba la madre dolorosa Juxta crucem lacrymosa junto a la Cruz llorosa Dum pendebat Filius. en que pendía su Hijo

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LA PRIMERA ESTACIÓN Jesús es sentenciado a muerte

Te adoramos, Cristo, y te bendecimos.

Que por tu Santa Cruz redimiste al mundo.

Consideremos cómo Jesús, después de haber sido azotado y coronado de espinos, fue injustamente sentenciado por Pilato a morir crucificado.

(silencio)

Adorado Jesús mío, / no fue Pilato / fueron mis pecados / los que os sentenciaron a muerte. / Os suplico, / por los méritos de este doloroso paso, / me asistáis en el camino que va recorriendo mi alma para la eternidad. / Os amo, oh Jesús; / ¡os amo más que a mí mismo! / y me arrepiento de todo corazón de haberos ofendido. / No permitáis que vuelva a separarme de Vos otra vez. / Haced que os ame siempre / y disponed de mi como os agrade.

Padre Nuestro, Avemaría y Gloria al Padre

Cujus animam gementem Su alma que gemía, Contristatam, et dolentem apesadumbrada y gimiente Pertransivit gladius. atravesada por una espada

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LA SEGUNDA ESTACIÓN Jesús obligado a cargar la Cruz



Consideremos cómo Jesús, andando este camino con la cruz a cuestas, iba pensando en ti y ofreciendo a su Padre por tu salvación la muerte que iba a padecer.

(silencio)

Amadísimo Jesús mío, / abrazo todas las tribulaciones / que me tenéis destinadas hasta la muerte. / Os ruego, / por los méritos de la pena que sufristeis / llevando vuestra Cruz, / me deis fuerza / para llevar la mía con perfecta paciencia y resignación. / Os amo, / ¡oh Jesús, amor mío! / Me arrepiento de todo corazón de haberos ofendido. / No permitáis que vuelva a separarme de Vos otra vez, / haced que os ame siempre y disponed de mí como os agrade.


O quam tristis et afflicta ¡Oh, cuán triste y afligida Fuit illa benedicta Mater estaba la Madre bendita del Hijo Unigeniti. Unigénito!

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LA TERCERA ESTACIÓN Jesús cae por primera vez



Consideremos esta primera caída bajo la Cruz. Sus carnes estaban despedazadas por los azotes, su cabeza coronada de espinas, y había ya derramado mucha sangre, por lo cual estaba tan débil, que apenas podía caminar; llevaba al mismo tiempo aquel enorme peso sobre sus hombros y los soldados lo empujaban; de modo que varias veces desfalleció y cayó en el camino.

(silencio)

Amado Jesús mío / más que el peso de la Cruz, / son mis pecados lo que os hacen sufrir tantas penas. / Por los méritos de esta primera caída, / libradme de incurrir en pecado mortal. / Os amo, / ¡oh Jesús, amor mío! / Me arrepiento de todo corazón de haberos ofendido. / No permitáis que vuelva a separarme de Vos otra vez, / haced que os ame siempre y disponed de mí como os agrade.


Quae moerebat, et dolebat, Suspiraba y gemía Pia Mater, dum videbat la piadosa Madre, mientras veía Nati poenas inclyti. los tormentos de su ilustre Hijo

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LA CUARTA ESTACIÓN Jesús se encuentra con su afligida madre


Que por tu Santa Cruz redimiste al mundo

Consideremos el encuentro del Hijo con la Madre en este camino. Se miraron mutuamente Jesús y María, y sus miradas fueron otras tantas flechas que traspasaron sus amantes corazones.

(silencio)

Amantísimo Jesús mío, / por la pena que experimentasteis en este encuentro, / concededme la gracia / de ser verdadero devoto de vuestra Santísima Madre. / Y Vos, mi afligida Reina, / que fuisteis abrumada de dolor, / obtened para mí con vuestra intercesión / una continua y amorosa memoria de la Pasión de vuestro Hijo. / Os amo ¡oh Jesús, amor mío! / Me arrepiento de todo corazón de haberos ofendido. / No permitáis que vuelva a separarme de Vos otra vez, / haced que os ame siempre y disponed de mí como os agrade.


Quis est homo qui non fleret, ¿Qué hombre no lloraría, Matrem Christi si videret viendo a la Madre de Cristo In tanto supplicio? en tan gran suplicio?

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LA QUINTA ESTACIÓN Simón el Cirineo ayuda a Jesús a llevar la Cruz



Consideremos cómo los judíos, al ver que Jesús iba desfalleciendo cada vez más, temieron que se les muriera en el camino y, como deseaban verlo morir de la muerte infame de la Cruz, obligaron a Simón el Cirineo a que le ayudase a llevar aquel pesado madero

(silencio)

Dulcísimo Jesús mío, / no quiero rehusar la Cruz, como lo hizo el Cirineo; / la acepto / y la abrazo. / Acepto en particular / la muerte que tengáis destinada para mí, / con todas las penas que la han de acompañar, / la uno a la vuestra, / y os la ofrezco. / Vos habéis querido morir por amor a mí, / yo moriré por amor a Vos / y por daros gusto; / ayudadme con vuestra gracia. / Os amo ¡oh Jesús, amor mío! / Me arrepiento de todo corazón de haberos ofendido. / No permitáis que vuelva a separarme de Vos otra vez, / haced que os ame siempre y disponed de mí como os agrade.


Quis non posset contristari, ¿Quién podría no entristecerse Christi Matrem contemplari al contemplar a la pía Madre, Dolentem cum Filio? padeciendo con el Hijo?

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LA SEXTA ESTACIÓN La Verónica limpia el rostro de Jesús



Consideremos cómo la devota mujer Verónica, al ver a Jesús tan fatigado y con el rostro bañado en sudor y sangre, le ofreció un lienzo y limpiándose con él nuestro Señor, quedó impreso en éste su santa imagen.

(silencio)

Amado Jesús mío, / en otro tiempo vuestro rostro era hermosísimo / mas en este doloroso viaje, / las heridas y la sangre han cambiado en fealdad su hermosura. / ¡Oh Señor mío! / también mi alma quedó hermosa a vuestros ojos / cuando recibí la gracia del Bautismo, / mas yo la he desfigurado después con mis pecados. / Vos sólo, ¡Oh Redentor mío!, / podéis restituirle su belleza pasada. / Hacedlo por los méritos de vuestra Pasión. / Oh Jesús, / me arrepiento de todo corazón de haberos ofendido. / No permitáis que vuelva a separarme de Vos otra vez, / haced que os ame siempre / y disponed de mí como os agrade.


Pro peccatis suae gentis Por los pecados de su pueblo, Vidit Jesum in tormentis, vio a Jesús en el tormento Et flagellis subditum. y sometido al flagelo.

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LA SÉPTIMA ESTACIÓN Jesús cae por segunda vez



Consideremos la segunda caída de Jesús bajo la Cruz, en la cual se renueva el dolor de las heridas de su cabeza y de todo su cuerpo al afligido Señor.

(silencio)

Pacientísimo Jesús, / Vos tantas veces me habéis perdonado, / y yo, ¡he vuelto a caer / y he vuelto a ofenderos! / Oh, ayudadme, / por los méritos de esta nueva caída, / a perseverar en vuestra gracia hasta la muerte. / Haced que en todas las tentaciones que me asalten, / siempre y prontamente me encomiende a Vos. / Os amo ¡oh Jesús, amor mío! / Me arrepiento de todo corazón de haberos ofendido. / No permitáis que vuelva a separarme de Vos otra vez, / haced que os ame siempre y disponed de mí como os agrade.


Vidit suum dulcem Natum Vio a su dulce Hijo Moriendo desolatum morir desamparado Dum emisit spiritum. entregando su espíritu

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LA OCTAVA ESTACIÓN Jesús consuela a las hijas de Jerusalén



Consideremos cómo algunas piadosas mujeres, viendo a Jesús en tan lastimoso estado, que iba derramando sangre por el camino, lloraban de compasión; mas Jesús les dijo: “No lloréis por mí, sino por vosotras mismas y por vuestros hijos”.

(silencio)

Afligido Jesús mío, / lloro por las ofensas que os he hecho, / por los castigos que me han merecido, / pero mucho más por el disgusto que os he dado a Vos, / que tan ardientemente me habéis amado. / No es tanto el infierno, / como vuestro amor, / el que me hace llorar mis pecados. / Os amo ¡oh Jesús, amor mío! / Me arrepiento de todo corazón de haberos ofendido. / No permitáis que vuelva a separarme de Vos otra vez, / haced que os ame siempre y disponed de mí como os agrade.


Eia Mater, fons amoris, ¡Oh Madre, fuente de amor, Me sentire vim doloris hazme sentir todo tu dolor Fac, ut tecum lugeam. para que yo llore contigo!

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LA NOVENA ESTACIÓN Jesús cae por tercera vez



Consideremos la tercera caída de Jesucristo. Extremada era su debilidad y excesiva la crueldad de sus verdugos, que querían hacerle apresurar el paso, cuando apenas le quedaba aliento para moverse.

(silencio)

Oh atormentado Jesús mío, / por los méritos de la debilidad que quisisteis padecer / en vuestro camino al Calvario, / dadme la fortaleza necesaria / para vencer los respetos humanos / y todas mis perversas pasiones, / que me han hecho despreciar vuestra amistad. / Os amo, ¡oh Jesús, amor mío!, con todo mi corazón, / y me arrepiento de todo corazón de haberos ofendido. / No permitáis que vuelva a separarme de Vos otra vez; / haced que os ame siempre y disponed de mí como os agrade.


Fac ut ardeat cor meum Haz arder mi corazón In amando Christum Deum en el amor a Cristo Señor, Ut sibi complaceam. que así se complazca.

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LA DÉCIMA ESTACIÓN Jesús es despojado de sus vestiduras



Consideremos cómo al ser despojado Jesús de sus vestiduras por los verdugos, estando la túnica interior pegada a las carnes desolladas por los azotes, le arrancaran también con ella la piel de su sagrado cuerpo.

(silencio)

Inocente Jesús mío, / por los méritos del dolor que entonces sufristeis, / ayudadme a desnudarme de todos los afectos a las cosas terrenas, / para que pueda yo poner todo mi amor en Vos, / que tan digno sois de ser amado. / Os amo ¡oh Jesús, amor mío! con todo mi corazón. / Me arrepiento de todo corazón de haberos ofendido. / No permitáis que vuelva a separarme de Vos otra vez, / haced que os ame siempre y disponed de mí como os agrade.

Our Father, Hail Mary, Glory be to the Father

Sancta Mater, istud agas, !Oh Santa Madre, hazlo así! Crucifixi fige plagas Graba tabién en mi corazón Cordi meo valide. las llagas del Crucificado.

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LA UNDÉCIMA ESTACIÓN Jesús es clavado en la Cruz



Consideremos cómo Jesús, tendido sobre la Cruz, extiende sus pies y manos y ofrece al Eterno Padre el sacrificio de su vida por nuestra salvación. Le enclavan aquellos bárbaros verdugos y después levantan la Cruz en alto, dejándole morir de dolor, sobre aquel patíbulo infame.

(silencio)

Oh Jesús mío, / clavad mi corazón a vuestros pies / para que quede siempre ahí amándoos / y no os deje más. / Os amo ¡oh Jesús, amor mío! / más que a mí mismo. / Me arrepiento de todo corazón de haberos ofendido. / No permitáis que vuelva a separarme de Vos otra vez, / haced que os ame siempre y disponed de mí como os agrade.


Tui nati vulnerati, Los dolores de tu llagado Hijo, Tam dignati pro me pati, que tanto se dignó padecer por mí, Poenas mecum divide. comparte conmigo las penas.

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LA DUODÉCIMA ESTACIÓN Jesús muere en la Cruz

NOTA: Tradicionalmente, los penitentes se ponen de rodillas durante esta Estación.



Consideren cómo Jesús, después de tres horas de agonía, consumido de dolores y exhausto de fuerzas, se abandona al peso de su cuerpo, inclina la cabeza y expira en la Cruz.

(silencio)

Oh difunto Jesús mío, / beso enternecido esa Cruz / en la que por mí habéis muerto. / Yo, por mis pecados, tenía merecida una muerte miserable, / mas la vuestra es mi esperanza. / Oh, Señor, por los méritos de vuestra santísima muerte, / concededme la gracia de morir / abrazado a vuestros pies / y consumido por vuestro amor. / En vuestras manos encomiendo mi alma. / Os amo con todo mi corazón. Me arrepiento de haberos ofendido. / No permitáis que vuelva a separarme de Vos otra vez, / haced que os ame siempre y disponed de mí como os agrade.


Fac me tecum pie flere, Haz que contigo llore, Crucifixo condolere, y me conduela por el crucificado Donec ego vixero. mientras dure mi vida.

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LA DECIMOTERCERA ESTACIÓN Jesús es bajado de la Cruz



Consideremos cómo, habiendo expirado ya el Señor, lo bajaron de la Cruz dos de sus discípulos, José y Nicodemo, y lo depositaron en los brazos de su afligida Madre, María, que lo recibió con ternura y lo estrechó contra su pecho traspasado de dolor.

(silencio)

Oh Madre afligida, / por el amor de este vuestro Hijo, / admitidme por vuestro siervo / y rogadle por mí. / Y Vos, / Redentor mío, / ya que habéis querido morir por mí, / permitidme amaros; / pues yo no quiero amar nada fuera de Vos, Jesús mío, / y me arrepiento de todo corazón de haberos ofendido. / No permitáis que vuelva a separarme de Vos otra vez; / haced que os ame siempre y disponed de mí como os agrade.


Juxta crucem tecum stare, Junto a la Cruz, Et me tibi sociare estar a tu lado deseo In planctu desidero. para unirme a ti en el llanto.

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LA DECIMOCUARTA ESTACIÓN Jesús es colocado en el Sepulcro



Consideremos cómo los discípulos llevaron a enterrar a Jesús, acompañándole también su Santísima Madre, que lo depositó en el sepulcro con sus propias manos. Después cerraron el sepulcro y se retiraron.

(silencio)

Oh Jesús mío sepultado, / beso esa losa que os encierra. / Vos resucitasteis después de tres días. / Por vuestra resurrección os pido y os suplico, / me hagáis resucitar glorioso con Vos hasta el último día / para estar siempre unido a Vos en el cielo, / amándoos y bendiciéndoos eternamente. / Os amo y me arrepiento de todo corazón de haberos ofendido. / No permitáis que vuelva a separarme de Vos otra vez. / Haced que os ame siempre y disponed de mí como os agrade.


Virgo virginum praeclara, ¡Virgen de vírgenes gloriosa! Mihi jam non sis amara; No seas rigurosa conmigo, Fac me tecum plangere. déjame llorar contigo.

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El Camino de la Cruz: Meditaciones modernas

Por el Padre Stefano Penna

“Les suplicamos en nombre de Cristo: Déjense reconciliar con Dios. A aquel que no conoció el pecado, Dios lo identificó con el pecado a favor nuestro, a fin de que nosotros seamos justificados por él” (2 Corintios 5,20-21).

Aquel que “no conoció el pecado” fue Emmanuel, “Dios con nosotros”: Dios con nosotros donde quiera que estemos en nuestra carne, donde quiera que luchemos en el espíritu, donde quiera que estemos en nuestra alegría, donde quiera que estemos en nuestro pecado. En Jesucristo, Dios acogió nuestra humanidad: no solo la mejor parte de nuestra naturaleza, sino la peor parte. Cristo se volvió uno con nosotros que estábamos en los escombros y las ruinas de nuestro pecado para que pudiéramos ser uno con Él en el Tabernáculo de su gloria.

El Camino de la Cruz pone todos los caminos del revés y de cabeza. Porque del pecado que forma el travesaño, del odio que dirige los clavos, de la violencia que eleva la desnudez al ridículo y del abismo de la soledad que resuena en las palabras, “Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?” (Marcos 15,34), de los caminos deformes del mundo, surge una nueva voz de victoria, una nueva canción de paz, una nueva promesa de amor y un nuevo Cuerpo viviente de santidad.

“Donde abundó el pecado, sobreabundó la gracia” (Romanos 5,20). Este es el camino del revés de la Cruz.

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LA PRIMERA ESTACIÓN Jesús es condenado injustamente a muerte por Pilato

¿Cómo puede ser esto injusto? ¿No es la “justicia” cínica y expedita del mundo? La justicia de los resultados en las hojas de cálculo y “daños colaterales” en campañas de bombardeo. La justica de recortes y despidos, de centros de explotación y turismo sexual. La justicia que no piensa con un corazón en las personas, sino con una fría lógica en las ganancias, el placer, el poder. Pilato conoce la justicia del mundo y su poder, porque incluso la duda planteada por el extraordinario Hombre que está ante él se desvanece en la olla de la racionalidad mundana y el orden establecido.

“¡Miren al hombre”!, dice burlonamente Pilato (Juan 19,6). Miren con ojos mundanos lo que es una persona: es un engranaje en la maquinaria de un gran imperio, una molestia que es necesario abortar, un objeto desechable en el movimiento de capital y en el desarrollo de la Pax Romana. “¡Miren al hombre!”. Pero esperen, ¿Pilato habla de sí mismo? ¿Reconoce en el miserable que está ante él aquello en lo que se ha convertido su propia humanidad sirviendo al poder, al prestigio y al beneficio del mundo?

Sí, Pilato, el Hombre que se encuentra ante ti revela lo que es la humanidad. Increíblemente, Él es tu humanidad. Es Jesús el que se encuentra en los que escupe la boca de la ballena del mundo cruel, y es Él el que se encuentra en aquellos—como ustedes—que se afean por ser la mano de la crueldad. Se encuentra ahí con todos los capturados en los tentáculos de la injusticia de Satán, y resplandece con una dignidad y una santidad ante las cuales los gobernantes de este mundo guardan silencio.

“¡Miren al hombre!”, ¡miren la santidad de la persona humana! ¡Observen de cerca incluso al niño desechado como ‘feto’, al desempleado ridiculizado como un ‘holgazán’, a la anciana solitaria ignorada por ser ‘una solterona’. ¡Miren, a la persona!.

Señor, en la pileta bautismal se encuentra Tu justicia que nos lava. Adapta nuestros ojos para verte a Ti, desechado por nuestro mundo, para que cuando veamos a otros, te veamos a Ti. Ayúdanos a “mirar a la persona”.

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LA SEGUNDA ESTACIÓN Jesús acepta la Cruz

El mundo glorifica a los fuertes y activos, a los ambiciosos que “hacen que las cosas sucedan” y que “toman su destino en sus propias manos”. “¿Qué espacio hay ante los ojos del mundo para aquellos que caen en el camino, para aquellos que se volvieron pasivos, empujados a la soledad al ser abandonados por otros, obligados a soportar humillaciones por un cuerpo defectuoso debido a la edad, empujados al desempleo por las fuerzas del mercado? El mundo no puede soportar recordatorios de pasividad y sufrimiento. Cierra los ojos, o peor aún, muestra como ridículos a aquellos que no pueden tomar su destino en sus manos.

El Creador del Cielo y de la tierra, cuyas manos formaron con polvo a la mujer y al hombre, en cuyas manos yace el destino mismo, ¿qué asume? La Cruz que otros crearon. La Cruz del ridículo, del miedo y la ceguera. La Cruz cuya madera está hecha de favelas, guetos y campos de exterminio. El Señor de todas las eras toma para su destino la Cruz hecha por el pecado, para que todos los que son crucificados puedan compartir Su Señorío en la Gloria eterna.

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LA TERCERA ESTACIÓN Jesús cae por primera vez

Una vez Adán y Eva “escucharon la voz del Señor Dios que paseaba por el jardín, a la hora en que sopla la brisa” (Génesis 3,8), pero no estaban hechos de pecado y se ocultaron. Ahora escuchamos la voz del Señor Dios… cayendo. ¡La voz del Señor Dios cayendo! Conocemos la voz del pecado, su voz sorda, zozobrante, hueca, que resuena en nuestra alma con el gong vacío del autodesprecio. Es una voz terriblemente solitaria, un ruido seco fracturado que se hunde…más…y más en el polvo. Y ahí está Él, el que nos hizo del polvo, el que escribió en el polvo para recordar a una muchedumbre aullante una humanidad pecadora: Él es el polvo que se asienta como ceniza alrededor de nuestros oídos después de nuestra caída. Ahí está Él.

Adán y Eva escucharon la voz del Señor Dios paseando y tuvieron miedo. Nosotros, los hijos de Adán y Eva, escuchamos la voz del Señor Dios cayendo y ya no tenemos miedo. Ahí está Él…incluso aquí en el polvo. Aquí está Él…con nosotros. ¿Es así? ¿Le permitiremos estar con nosotros? ¿Caminaremos otra vez con Él en el jardín?

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LA CUARTA ESTACIÓN Jesús se encuentra con su afligida Madre

¡Qué agonía! El silencioso grito de Jesús a María. El llanto de un hijo llamando a su madre, un llanto una vez confiado en que el amor de la madre espera para alimentarlo, aliviarlo, curarlo y acariciarlo; este llanto que, desde el principio traspasó el aire de la mañana en un cálido establo, podía ser confortado con amor. ¡Oh qué agonía! Porque aquí este llanto resuena en los oídos de la Madre, y la madre no puede hacer nada. Así es como el pecado encadena el corazón de esta Madre, y la hace una con las cadenas de tantas madres. La maldad de la violencia y la guerra, la maldad de la explotación económica y la opresión, la maldad de la adicción a las drogas y el alcoholismo—estrangulando el llanto de niños y dejando a sus madres impotentes y deshechas. La maldad del utilitarismo que incluso asfixia el llanto de un niño no nacido, para que la madre no escuche a su hijo dentro de ella—¡Agonía!

Incluso aquí, Tú vienes, Señor Jesús. Vas incluso al lugar en el que están muchos de los que causan incalculable tristeza a sus madres. ¡Cuánto les costó a ambos, Jesús y María, a ustedes que se sentaban juntos a la luz de la noche en Nazaret! Tú, María, ¡qué costo tiene ser una con todos aquellos cuyo corazón se rompe en el sufrimiento de un ser amado! Tú, Jesús, ¡qué costo tiene ser uno con todos aquellos atrapados en la red del pecado y que ocasionan dicho sufrimiento! María sabía que una espada podría traspasar su alma. Pero, ¿una espada así? La espada de ser una con el Hijo hecho carne en su Amén de su sufrimiento hecho pecado por su Amén.

La corona de espinas se retirará de Su cabeza y se colocará—transformada en una diadema de estrellas—sobre tu frente, oh Reina del Cielo. Este encuentro en Jerusalén fue la fragua que moldeó su corona. Es una corona que nos fue prometida a nosotros, tus hijos.

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LA QUINTA ESTACIÓN Simón el Cirineo ayuda a Jesús a llevar la Cruz

El pecado y sus consecuencias producen un torbellino, un vórtice que atrae a su interior a todos aquellos que están a su alrededor, aún involuntariamente. Simón buscó seguridad en la multitud, pero fue empujado a cargar el peso del pecado. Debía cargar la cruz de otro. ¡Qué molestia! ¡Qué duro trabajo! ¿Todo para qué? ¿La cruz de otro? Es pesada, Simón, porque es el peso de tu propio pecado. De mi pecado.

‘La mitad de la población del mundo, cerca de tres mil millones de personas, viven en países en los que el ingreso anual per cápita es de $400 dólares o menos. Por lo menos mil millones de personas viven en la pobreza absoluta, es decir, “por debajo de cualquier definición racional de la decencia humana”. Cerca de 800 millones sufren de hambre crónica a pesar de las abundantes cosechas a escala mundial. Diecisiete de cada cien de los niños hambrientos nacidos en dichos países mueren antes de los cinco años de edad, y millones de sobrevivientes sufren de retraso físico y mental’. (cf. Informe de Desarrollo Humano de las Naciones Unidas, 1998).

¡Qué molesta es esta injusticia! ¡Qué duro trabajo es deshacerla! Y, ¿para qué? Más de lo mismo año tras año. Nuestras cruces son lo suficientemente duras, entonces, ¿por qué llevar al hombro la cruz de otro? Jesús es uno con los que están deshechos por el pecado para llevar vidas atrofiadas ¿La cruz de otro? Es pesada, mis hermanos y hermanas, porque es el peso de mis pecados…de nuestros pecados.

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LA SEXTA ESTACIÓN La Verónica limpia el rostro de Jesús

Verónica, lo que Simón fue obligado a hacer, tú lo hiciste por compasión. ¿Fue porque la compasión misma obró ante ti, asediada por la multitud cuyos pecados moldearon su corona de espinas? Ahí, en un acto de misericordia, limpias saliva sarcástica y sudor sangriento de un rostro golpeado. Y ahí queda una imagen, una imagen del Único a cuya gloriosa imagen fuiste hecha. Una imagen del Único que te volverá a hacer Gloria más allá de la gloria. Belleza más allá de la belleza, Bien más allá de la bondad.

La falta de lógica del pecado ya está deshecha desde dentro: acercarse para limpiar el rostro del hermano o la hermana, destrozados por el pecado y olvidados, es acercarse a la imagen del Señor Dios que resplandece incluso en la agonía, incluso en el horror.

¿Por qué haces esto?, preguntó el hombre moribundo a la mujer que limpiaba los gusanos de su carne putrefacta. “Porque tú eres Cristo mi hermano, y te amo”, respondió Teresa de Calcuta.

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LA SÉPTIMA ESTACIÓN Jesús cae por segunda vez

Así es el pecado. Nos hace tropezar. Formulamos nuevas resoluciones, caminamos aclamados por el sabio consejo, firmamos nuevos tratados, elaboramos nuevos planes económicos… y llegamos a esto. La misma historia de siempre. ¿Fue engreimiento y presunción? ¿El sabor del perdón dio lugar al olvido del Único que Perdona? ¿Cómo puede uno enfrentar la vida mintiendo en el polvo de las buenas intenciones?

Otra vez Jesús yace sobre el polvo. “Qué debilucho”, murmura la multitud. “Miren, ¡recibió ayuda! Ahí está Simón caminando con la Cruz. Manejó bien su juego, pero lo descubrimos”.

“Me descubrieron”, es la amenaza constante que murmura el pecado. “Me descubrieron como un ser débil, desafortunado, mal amado, errático e indigno”. El sonido de la segunda caída es, de muchas formas, peor que el primer golpe seco, porque está lleno de la voz del empleado susurrando a través de la multitud que murmura, “¡Lo descubrieron!”.

Pero la voz del verdadero Pastor nos habla desde el polvo. ¿Habla? No, canta suave y delicadamente: “Lo descubrieron”. Descubiertos en el polvo, nos ponen de pie, la voz resuena en nuestro corazón: “Descubierto y bello”. Descubiertos en nuestro pecado, salimos del confesionario, la voz canta, “Descubierto, bello y digno”.

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LA OCTAVA ESTACIÓN Jesús Consuela a las hijas de Jerusalén

Surge un gemido, un alarido punzante, a plena voz y desesperado. El lamento que surge de las mujeres—madres, hermanas, esposas, amigas—y que se confunde siglo tras siglo con mujeres—madres, hermanas, esposas, amigas—que se lamentan de los destrozos del pecado: sosteniendo a un hijo esquelético, brutalizado por la constante opresión, arrastrando los pies hacia las cámaras de gas, rascando una tierra estéril. Oponiéndose a la opresión, atendiendo a los que se han quebrado. El grito de las mujeres de Jerusalén es el grito de las mujeres de todos los tiempos: un grito por la justicia en su rostro ausente.

Él conoce el sonido de su grito. Conoce el anhelo de su gemido. Y Él gime con ellas. Pero en la voz de Jesús, el tono del gemido cambia: no es de desconsuelo, sino de protesta, no es privado de rumbo y significado, sino determinado, no es esclavizado, ¡sino libre! Vienen días de lucha…pero las barreras de la Ciudad de Jerusalén, con sus estrechas calles y ocupantes romanos dan paso al Gólgota y las montañas donde todos serán nuevos, y los confusos gritos de dolor se convierten en los gritos danzantes de la victoria.

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LA NOVENA ESTACIÓN Jesús cae por tercera vez

Ésta es la voz del pecado…un resoplido sordo y apagado. Es rara vez dramático. Es por lo general carrasposo y sórdido, y se repite una y otra vez. ¿Cayendo una segunda vez? ¿Hace cuánto que caímos en el pecado por segunda vez? ¿Caer en el pecado? Vivimos en el pecado, y cubrimos la desesperación con un estoicismo fatalista o diversiones abundantes. La televisión, la radio y el internet, las apuestas, la bebida y el coqueteo: para distraernos del aburrimiento de escuchar la respiración jadeante del pecado.

Pero incluso aquí…incluso en la segunda y la tercera y en la quincuagésima y la milésima y la millonésima caída…incluso ahí está Él. El Único cuyo Aliento de Espíritu “renueva la faz de la tierra” (Salmos 104,30) jadea con el resoplido de los pulmones obstruidos por el pecado. Su boca jadea como nuestras bocas aterradas, para que Sus labios puedan cubrir los nuestros y soplar lo más puro del aire…amor puro…Espíritu puro. Resoplamos una y otra vez con un pecado vacilante. Él respira una, y otra, y otra vez, y otra vez con Espíritu liberador. Porque Él respira el jadeo del pecado, para que podamos respirar el aliento de Dios.

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LA DÉCIMA ESTACIÓN Jesús es despojado de sus vestiduras

Vinimos desnudos a este mundo y desnudos nos iremos, las cenizas vuelven a las cenizas, no tenemos nada. Es la verdad. Nuestros pecados nos dejan en esta verdad, incluso más vulnerables: la pérdida de la juventud nos deja perdidos cuando el cuerpo y la mente fallan; la búsqueda de la realización personal nos deja el enorme vacío de una relación despedazada; las fortunas amasadas dejan el encallecido temor de aquellos que dependen del trabajo de sus manos. Estar desnudos ante esta verdad y ante todos es intolerable. Es la suerte de los criminales condenados a la prisión, el adúltero descubierto, la corrupción revelada, el embustero desenmascarado.

Quedó desnudo…no ante la hermosa naturalidad de la mirada original de Adán y Eva, la mirada natural, sino ante la lascividad llena de vergüenza de los ojos destruidos por el pecado. Y Él se volvió vulnerable a los pecadores, quedó abierto a la mirada de los ojos lascivos, de mofa, de cuchicheo, de habladuría. Quedó abierto ante los ojos de su Madre… ¿ansió ella envolverlo otra vez en lienzos? Quedó abierto ante los ojos de los discípulos. Quedó abierto ante nuestros ojos…para que nos volvamos con vergüenza, porque aquí se ve nuestro gran miedo: la vergüenza.

Aquí está Él, incluso aquí. Pero miren nuevamente: tan vulnerable, Él es tan noble. Aquí está la dignidad, morando incluso aquí. Las vestiduras no hicieron al hombre, no, Él vibra de divinidad y vida. Miren al hombre. Miren claramente al hombre. Miren lo que Dios hizo: caminó con nosotros a la desnudez llena de vergüenza que fue la primera distorsión del pecado, para que pudiéramos caminar con Él a una nueva naturaleza… vestidos en Él que es pureza y luz, y belleza. Miren claramente a Cristo, porque Él permanece vulnerable ante nosotros, Él que es Apertura Suprema. Él permanece vulnerable ante nosotros, Él que es Amor Supremo. ¡No tengan miedo! ¡Abran las puertas a Dios! Ábranse al amor.

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LA UNDÉCIMA ESTACIÓN Jesús es clavado en la Cruz

Él ha sido fijado ante el mundo. Su cuerpo crucificado es la imagen del pecado y la vergüenza. Quedamos paralizados, paralizados porque Dios, que la tierra y el Cielo no puede contener, deba ser clavado aquí, en este punto de la tierra. En la encrucijada de las naciones se encuentra el Monte de la Calavera; fijo en la encrucijada, proclamado en latín, y en griego y en hebreo, y cada lengua de Babel es la Verdad: aquí está el Rey, clavado por ustedes por su propio pecado, para que puedan danzar en su justicia. Qué glorioso intercambio: le dimos una Cruz, y Él abre para nosotros la Eternidad del Cielo. Resuena el eco de los golpes del martillo, el eco de nuestras heridas y dolores, de nuestras lágrimas y frustraciones, el eco de nuestra injusticia y violencia que resuena una y otra vez en el mundo ahora está lleno de la gloria de la trompeta final. Porque es el Momento de la Muerte, es el Último Momento—ya no es más. Los clavos que atraviesan las manos de la Vida extraen el aguijón del pecado. En la Cruz el pecado se ve quebrado, y reina el perdón.

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DUODÉCIMA ESTACIÓN Jesús muere en la Cruz

NOTA: Tradicionalmente, los penitentes se ponen de rodillas durante esta Estación.

¡Santo Dios, Santo Fuerte,

Santo Inmortal, ten piedad de nosotros!





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LA DECIMOTERCERA ESTACIÓN Jesús es bajado de la Cruz

En el polvo hay aún un lugar a donde ir. El lugar sin vida. El silencio de un corazón silenciado, el duelo silencioso de una presencia arrebatada. Se está ganando la batalla, pero aún, de este lado, hay oscuridad. María acuna a su Hijo sin vida. ¿Qué más palabras se osa decir? ¿Existen palabras suficientes para llenar este cáliz vacío? “Lamento sus problemas”. Como cualquier otra frase. Juan el Discípulo Amado, con su trueno acallado, porque el pecho sobre el que yace ya no se mueve. ¿Existen suficientes palabras para llenar este cáliz vacío? “Mis condolencias por su pérdida”. Como cualquier otra frase. Magdalena, usada y abandonada por muchos hombres, ahora es abandonada por el hombre que le abrió los ojos a su dignidad. ¿Existen suficientes palabras para llenar este cáliz vacío? “Lo lamento profundamente”. Como cualquier otra frase.

Este grupo silencioso se representa una y otra vez en el mundo de este lado de la Victoria. En habitaciones de hospitales, en aldeas arrasadas por la guerra, en profundas hambrunas, junto a las sepulturas, se encuentra una y otra vez este grupo silencioso de personas acurrucadas juntas en la pérdida. Pero ahora se dice una nueva Palabra. Los cálices vacíos de la muerte y la pérdida se llenan con esta nueva palabra. Las mejores palabras, la Palabra perfecta, la única Palabra: “Este es el cáliz de mi sangre, sangre de la alianza nueva y eterna, que será derramada por vosotros”. La Palabra se convierte en la Sangre Viviente de Dios que bebemos, y que fluye en nuestro corazón con esperanza.

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LA DECIMOCUARTA ESTACIÓN Jesús es colocado en el Sepulcro

Y así el Cuerpo es colocado dentro de la cueva de roca que fue excavada por José para la muerte. Y todo está silencioso. ¿Silencioso? ¡Para nada! ¡Porque el Cuerpo que estaba Muerto resucitó! Y en los corazones, endurecidos por el pecado hasta ser de roca, no se talló un sepulcro, ¡sino un Tabernáculo! Observen el Sepulcro, se ha convertido en Tabernáculo, resonando con nuevas palabras para llenar el silencio. “Tomad y comed, porque éste es el Cuerpo que será entregado por vosotros”. La Cueva vibra de Vida, porque el pecado es transformado en perdón. Yació en el sepulcro por nuestro pecado, para que nuestro corazón fuera el Tabernáculo de su gloria. ¡Observen lo que nuestro Dios forjó con nuestro pecado! Observen lo que Dios ha hecho en nosotros. En Jesucristo, somos la justicia de Dios. Ya no mentiremos en la carencia de vida del pecado. Debemos nutrir la palabra con aquello en que nos hemos convertido: el Tabernáculo de Cristo, abierto para nutrir a todos con el sabor de la Justicia, la Paz y la Alegría.

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LA DÉCIMOQUINTA ESTACIÓN La Resurrección

El Camino de la Cruz se convirtió en nuestro Camino de Vida, ¡pero está de cabeza! Caminemos nuestros caminos de la Cruz con la frente en alto, escuchando al Espíritu del Único Resucitado cantar en nuestro corazón: orando, esforzándonos, enseñando, curando. Porque Dios, nuestro Dios—el Padre de las Misericordias, el Hijo de la Compasión, el Espíritu de la Libertad—trazó con nosotros nuestro camino de peregrinación en la tierra para que pudiéramos unirnos por siempre en el círculo de la danza, que es la vida eterna del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.

La muerte ya no reina en nuestro corazón, porque en la Cruz la Muerte fue acogida por Dios, ¡de modo que la Vida pueda acogernos y transformarnos! Sí, estamos muertos: muertos por el pecado, muertos por la injusticia, muertos por la muerte. Porque “Yo estoy crucificado con Cristo, y ya no vivo yo, sino que Cristo vive en mí”. (Gálatas 2,20-21). Invertido, nuestro corazón está como debe estar. Nuestra muerte fue la propia muerte de Cristo; ahora la justicia de Cristo es la nuestra.

“Cristo Resucitó de entre los muertos, pisoteando la muerte con Su Muerte, y otorgando La Vida a los que yacían en los sepulcros”. - Paschal Troparion

“La Fe es un regalo de Dios que nos permite conocerlo y amarlo. La Fe es una forma de conocimiento, lo mismo que la razón. Pero no es posible vivir en la fe a menos que lo hagamos en forma activa. Por la ayuda del Espíritu Santo somos capaces de tomar una decisión para responder a la divina Revelación y seguirla viviendo nuestra respuesta”. Catecismo Católico de los Estados Unidos para los Adultos, 38. Acerca del Servicio de Información Católica Los Caballeros de Colón, desde su fundación, han participado en la evangelización. En 1948, los Caballeros iniciaron el Servicio de Información Católica (SIC) para ofrecer publicaciones católicas a bajo costo al público en general, lo mismo que a las parroquias, escuelas, casas de retiro, instalaciones militares, dependencias penales, legislaturas, a la comunidad médica, o a personas particulares que las soliciten. Por más de 70 años, el SIC ha impreso y distribuido millones de folletos y miles de personas han tomado nuestros cursos de catequesis. El SIC ofrece los siguientes servicios para ayudarle a conocer mejor a Dios: Folletos Individuales Contacte al SIC para obtener una lista completa de todos los folletos y para ordenar los que quiera. Curso para Estudiar en Casa El SIC ofrece un curso gratuito para estudiar en casa por correo. En diez rigurosas lecciones obtendrá una visión general de la enseñaza católica. Cursos en Línea El SIC ofrece dos cursos gratuitos en línea. Para inscribirse visite el sitio www.kofc.org/ciscourses.

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SERVICIO DE INFORMACIÓN CATÓLICA Verdadera información católica y no simples opiniones. En relación con las nuevas generaciones, los fieles laicos deben ofrecer una preciosa contribución, más necesaria que nunca, a una sistemática labor de catequesis. Los Padres sinodales han acogido con gratitud el trabajo de los catequistas, reconociendo que éstos “tienen una tarea de gran peso en la animación de las comunidades eclesiales”. Los padres cristianos son, desde luego, los primeros e insustituibles catequistas de sus hijos... pero, todos debemos estar conscientes del “derecho” que todo bautizado tiene de ser instruido, educado, acompañado en la fe y en la vida cristiana.

Papa Juan Pablo II, Christifideles Laici 34 Exhortación Apostólica sobre la Vocación y Misión

de los Laicos en la Iglesia y en el Mundo. Acerca de los Caballeros de Colón Los Caballeros de Colón, una sociedad de beneficios fraternales fundada en 1882 en New Haven, Connecticut por el Venerable Siervo de Dios el Padre Michael J. McGivney, es la organización más grande de laicos católicos, con más de 1.9 millones de miembros en América, Europa y Asia. Los Caballeros ayudan a su comunidad y a las demás comunidades, y cada año contribuyen con millones de horas de servicio voluntario a causas caritativas. Los Caballeros fueron los primeros en brindar apoyo financiero a las familias de los policías y del personal del departamento de bomberos que fallecieron en los ataques terroristas del 11 de septiembre de 2001 y trabajan muy de cerca con los obispos católicos para proteger la vida humana inocente y el matrimonio tradicional. Para buscar más acerca de los Caballeros de Colón visita el sitio www.kofc.org. Si tiene preguntas especificas o desea obtener un conocimiento más amplio y profundo de la fe católica, el SIC le puede ayudar. Póngase en contacto con nosotros en:

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Proclamando la Fe En el Tercer Milenio

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