Sebeok, Thomas a. - Sherlock Holmes y Charles S. Peirce

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    Sherlock Holmes yCharles S. PierceEl mtodo de la investigacin

    Thomas A. Sebeok

    Jean Umiker-Sebeok

    Traduccin de Lourdes GellEditorial Paids, Barcelona, 1987

    Coleccin Paids Comunicacin, N 30

    Ttulo original:You Know My Method.

    A Juxtaposition of Sherlock Holmes and C.S. Peirce

    Gaslight Publications, Bloomington, 1980

    Los nmeros entre corchetes corresponden

    a la paginacin de la edicin impresa. Se

    han omitido las pginas con vietas. Estaomisin est marcada con un guin delan-

    te del nmero de pgina.

    http://letrae.iespana.es/
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    Yo nunca hago conjeturas.

    Sherlock Holmes,

    The Sign of Four

    Debemos conquistar la verdad mediante

    conjeturas, o no la conquistaremos de

    ningn modo.

    Charles S. Peirce

    Ms. 692

    [11]

    AgradecimientosLos autores agradecen los tiles y variados comentarios de Martin

    Gardner, Christian Kloesel, Edward C. Moore, Joseph Ransdell, David

    Savan y John Bennett Shaw, en respuesta a una de las primeras versio-

    nes de este estudio. Nuestra especial gratitud para Max H. Fisch,

    tambin detective, por su generosa e incalculable ayuda para localizar

    la correspondencia y los pasajes de los manuscritos inditos de Peirce

    que ilustran las cuestiones que aqu se discuten, y por compartir connosotros su tan variado y siempre fascinante cmulo de informacin

    sobre Peirce. Asimismo, estamos en deuda con l por proporcionarnos

    las fotografas de Peirce y escribir el prefacio de este volumen prueba

    de gran amistad, tanto de un entraable y verdadero amigo como de un

    distinguido colega. Tambin estamos en deuda con Jack Tracy por su

    ayuda, experta, en la preparacin de la publicacin de este libro y por

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    su The Encyclopaedia Sherlockianaque, como vern nuestros lectores,

    hemos consultado en muchas ocasiones.

    [13]

    PrefacioCul es el intelecto ms original y polifactico que haya engendrado

    nunca Amrica? No cabe la menor duda, la respuesta es Charles S.

    Peirce, pues el segundo, fuera el que fuera, estara tan lejos de l que

    no valdra la pena mencionarlo. Matemtico, astrnomo, qumico,

    geodesta, topgrafo, cartgrafo, especialista en metrologa y espectro-

    grafa, ingeniero, inventor; siclogo, fillogo, lexicgrafo, historiador

    de la ciencia, matemtico economista, estudiante de medicina a lo

    largo de toda su vida; crtico literario, dramaturgo, actor, escritor de

    cuentos; fenomenlogo, semitico, lgico, retrico, metafsico y

    ahora, Sebeok aade detective!. Fue, para poner algunos ejemplos, el

    primer siclogo experimental moderno de Amrica, el primer metrlo-

    go que us una longitud de onda de luz como unidad de medida, el

    descubridor de la proyeccin quincuncial de la esfera, el primero,

    conocido, que dise e ide la teora de una calculadora con un

    circuito de encendido elctrico, y el fundador de la economa de

    investigacin. Es el nico filsofo en Amrica con un sistema [14]

    formado que ha sido productivo y a la vez competente en lgica,

    matemtica y un amplio abanico de materias cientficas. En este

    sentido, si ha tenido iguales en la historia de la filosofa, no son ms de

    dos.

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    Peirce (pronunciado Pers) naci en Cambridge, Massachusetts, en

    1839. Su padre era profesor de matemticas y astronoma en Harvard

    College. As, Charles creci en el crculo cientfico de Cambridge.

    Adquiri el grado de bachiller en Harvard en 1859, y se gradu en

    qumica con la calificacin de summa cum laude en el Lawrence

    Scientific School en 1863. Trabaj como, 1) investigador cientfico en la

    Coast and Geodetic Survey, 18591860, 18611891, y al mismo tiempo

    trabajaba en el observatorio del Harvard College, 18671875; 2) crtico,

    especialmente de libros cientficos, de filosofa y de matemticas en

    The Nation, 18691908 (y paralelamente en el neoyorquino Evening

    Post, 18901908); y 3) lector de lgica en The Johns Hopkins University,

    18791884. Dio varios ciclos de conferencias en la Harvard University

    en 1865, 18691870, 1903 y 1907, y en el Lowell Institute de Boston en

    1866, 18921893 y 1903; uno de los cursos de las Cambridge Conferen-

    ces en 1898; y, ocasionalmente, dio conferencias en otros lugares. Fueuno de los principales colaboradores de The Century Dictionaryen seis

    volmenes, 18891891 y del Dictionary of Philosophy and Psychology

    de Baldwin, en dos volmenes, 19011902. Fue elegido amigo de la

    American Academy of Arts and Sciences en 1867, miembro de la

    London Mathematical Society en 1880. Debido a sus trabajos en la

    Coast and Geodetic Survey permaneci durante cinco temporadas alotro lado del Atlntico, sumando en total tres aos de los trece que van

    de 1870 a 1883. Represent a los Estados Unidos en el encuentro de la

    In[15]ternational Geodetic Association y de esta manera se convirti

    en el primer delegado americano de una asociacin cientfica interna-

    cional. Dirigi ms de un centenar de tesis doctorales, y escribi treinta

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    libros y un millar de artculos y captulos relacionados con distintos

    aspectos de su trabajo. Las ediciones ms extensas de sus escritos son:

    1) los ocho volmenes de Collected Papers(Harvard University Press),los volmenes 16 editados por Charles Hartshorne y Paul Weiss, 1931

    1935, y los volmenes 78 por Arthur W. Burks, 1958 (citados normal-

    mente por el nmero de volumen y prrafo);

    2) los cuatro volmenes de The New Elements of Mathematics(Mou-

    ton) editados por Carolyn Eisele, 1976; y 3) los tres volmenes de

    Contributions to The Nation (Texas Tech Press. Lubbock) editados

    por Kenneth L. Ketner y James E. Cook, 19751979. El archivo ms

    completo de manuscritos y correspondencia de Peirce se encuentra en

    The Houghton Library de Harvard University; vase el Annotated

    Catalogue of the Papers of Charles Peircede Richard S. Robin (Univer-

    sity of Massachusetts Press, 1967) y The Peirce Papers: A Supplemen-

    tary Catalogue (Transactions of The Charles S. Peirce Society 7:3757,

    1971). Los microfilms de la mayor parte de estos documentos son

    accesibles en el Harvard University Library Photoduplication Depart-

    ment. Existe, tambin, una edicin casi completa en microfichas de los

    escritos que el mismo Peirce public, acompaada de una Bibliography

    impresa, tanto bsica como especializada (Institute for Studies in

    Pragmaticism. Texas Tech University, Lubbock), editada por Ketner y

    cois., 1977. La edicin en veinte volmenes de una nueva seleccin de

    escritos de Peirce, publicados e inditos, con ordenacin cronolgica,

    empez a publicarse en 1980 en la Indiana University Press. El [16]

    primer volumen cubre los aos que van de 1857 a 1866, y gran parte de

    los escritos se imprimieron por primera vez.

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    El episodio de la vida de Peirce que llev a los autores de este libro a

    compararlo con Sherlock Holmes ocurri hace cien aos, en 1879,

    mientras Peirce estaba al servicio de la Coast and Geodetic Survey. Fue

    uno de sus siete aos ms productivos. Pongamos dos breves ejemplos:

    1) su Note on the Theory of the Economy of Research, que inaugur

    una nueva rama en la Economa, apareci en el informe anual de la

    Survey hacia 1876 y se public en 1879. 2) A Quincuncial Projection of

    the Sphere apareci en el American Journal of Mathematics. (Durante

    la segunda guerra mundial, la Survey public una nueva y ms comple-

    ta edicin del mapa titulado Peirces WorldQuincuncial Projection;

    era el mejor mapa internacional de rutas areas. Y en 1963, la Survey

    bot un barco de investigacin que actualmente est al servicio de la

    National Oceanic and Atmospheric Administration.)

    Benjamn Peirce, el matemtico ms importante del momento, que

    haca poco haba sido nombrado superintendente de la Coast Survey,

    inici a Charles en los mtodos de la deteccin, doce aos antes, en la

    primavera de 1867, a raz del caso del testamento de Sylvia Ann How-

    land. Fue uno de los casos ms famosos que nunca se llevara a juicio y,

    entre otras muchas cosas, el testimonio aportado por los Peirce fue el

    ms clebre. El asunto en cuestin consista en saber : 1) si las firmas

    de Miss Howland que aparecan en las dos copias de la segunda

    pgina del codicilo de un testamento anterior, eran verdaderas o

    fueron falsificadas trazando su firma en el mismo testamento, y 2) en el

    caso de ser verdaderas si el codicilo invalidaba el testamento posterior,

    mucho [17] menos favorable a su sobrina, Hetty H. Robinson. Los

    Peirce se enfrentaron con la primera de estas cuestiones. Bajo la

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    direccin de su padre. Charles examin ampliaciones fotogrficas de

    cuarenta y dos firmas verdaderas por las coincidencias que presenta-

    ban en la posicin de sus treinta pulsaciones. En 25830 comparaciones

    diferentes de pulsaciones, hall 5325 coincidencias, segn lo cual la

    frecuencia relativa de las coincidencias era inferior a una quinta parte.

    Aplicando la teora de las probabilidades, su padre calcul que una

    coincidencia en las firmas verdaderas tan perfecta como la que se daba

    entre las del codicilo, o entre cualquiera de ellas y las del testamento en

    cuestin, slo se dara una vez de cada cinco a treinta comparaciones.

    El juez no estaba preparado para basar su juicio en la teora de proba-

    bilidades, aunque dictamin en contra de Miss Robinson en la segunda

    cuestin planteada. (Sin embargo, sta se cas con Edward H. Green

    despus de 1867 y, como Hetty Green, estaba en camino de llegar a ser

    la bruja de Wall Street.) En un largo artculo sobre The Howland

    Will Case que apareci en la American Law Review(julio de 1870) seapunt: En el futuro, las fantsticas historias de Poe podrn conside-

    rarse insignificantes imitaciones.

    Entre los manuscritos conservados de Peirce, la relacin ms tem-

    prana del episodio de 1879 que pretendi publicar se hallaba en el

    borrador de un documento de 1904, On the Simplest Possible Branch

    of Mathematics. El resto de este documento apareci por primera vez

    en 1976, en The New Elements of Mathematics, vol. I, pgs. 158169.

    La relacin ms detallada del episodio, con mucho, y la nica publi-

    cada hasta el momento, apareci en un ensayo titulado Guessing,

    escrito durante la primavera de 1907, veintiocho aos despus de que

    [18] ocurriera. Se public por primera vez en la revista, de corta vida,

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    Hound and Hornen 1929, quince aos despus de la muerte de Peirce y

    cincuenta despus del acontecimiento. (Otros fragmentos de este

    ensayo se reimprimieron en Collected Papers7.3648 en 1958, aunque

    se omiti esta parte central que tan slo se mencion brevemente en

    una nota editorial a pie de pgina.)

    Muy pocos especialistas en Peirce han consultado la Hound and

    Horn. As pues, se ha mantenido intacta para los autores del presente

    trabajo una centuria despus del episodio, para remitirnos al Gues-

    sing, y de esa manera presentar a Holmes a sus entusiastas como ungran filsofo, y al mismo tiempo dar la oportunidad a los admiradores

    de Peirce de leer sus otros escritos con ojos nuevos.

    La extrema variedad del trabajo de Peirce responda a un propsito

    y tena un meollo. El meollo era la lgica, concebida primeramente

    como una rama de otra rama de la semitica pero, eventualmente, casi

    coextensiva con ella, aunque con un nfasis distinto al que hacen los

    semiticos que no son lgicos.

    El propsito era distinguir los distintos tipos de semiosis, o funcio-

    nessigno, y a partir de ellas hacer el estudio ms completo posible de

    argumentaciones en particular y de sus funciones en las Matemticas y

    en las Ciencias. El descubrimiento sencillo, y el ms importante a lavez, fue que lo que l denominaba hiptesis primero, y abduccin o

    retroduccindespus, es un tipo de argumentacin diferente tanto de

    la deduccin como de la induccin, e indispensable tanto en las

    Matemticas como en las Ciencias. Este descubrimiento, no posterior a

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    1866, y uno de los puntos ms importantes del volumen I de la nueva

    edicin, nos pondr sobre los pasos que le llevarn a ello. [19]

    Prescindiendo del nombre tcnico y de la definicin de este tercertipo de argumentacin y de su funcin exacta, aparte de las relaciones

    con los otros dos, su propia esencia es lo que permite que se lo deno-

    mine coloquialmente adivinar. Comparar al histrico Peirce con el

    ficticio Sherlock Holmes como detectives y como elaboradores de la

    teora de la investigacin detectivesca no es slo un pasatiempo

    divertido para los entusiastas de Holmes, sino tambin la mejormanera que existe para los lectores an no familiarizados con Peirce de

    introducirse en su filosofa.

    La mayor parte de la gente, incluso la que estfamiliarizada con los

    escritos de Peirce, conoce tan slo fragmentos sueltos de su obra. Lo

    ms probable es que un filsofo, por ejemplo, le conozca como el

    fundador del pragmatismo, y un semitico como el fundador (o como

    uno de los dos o tres fundadores) de la semitica actual. Pero ni los

    filsofos ni los semiticos parecen darse cuenta de que su pragmatis-

    mo es un teorema de la semitica, y de que gran parte de sus estudios

    sobre semitica pretenden perfeccionar su prueba de aquel teorema. La

    exposicin ms lcida de su argumento acaso sea la que escribi

    durante la primavera de 1907, en forma de extensa carta sin ttulo que

    envi al editor de The Nation. Guessing es un vstago de aquella

    carta que no pudo reducirse a su escala. Aproximadamente cuando la

    carta estuvo acabada, Peirce se enter de que a Bliss Perry, el editor de

    Atlantic Monthlyle interesaba y se la envi junto con el Guessing. No

    le aceptaron ni una ni otro. Peirce las recuper pronto y envi la carta

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    a The Nation, ahora el editor era Paul Elmer More, sucesor de Wendell

    Phillips Garrison. La carta nunca se imprimi y, hasta donde nosotros

    sabemos, el autor nunca lleg a recuperarla. [21] Sin embargo,

    trescientas cincuenta pginas de borrador se conservan en el manuscri-

    to 318, y los editores de los Collected Papersensamblaron dos borrado-

    res justo hasta antes de la ltima frase de CP 5.481 para formar lo que

    llamaron A Survey of Pragmaticism (CP 5.46496). Los mejores

    fragmentos del manuscrito 318 continan inditos, y si bien buena

    parte de los lectores captan, tal vez, alguna relacin entre la semitica y

    el pragmatismo, no ocurre as con stos y el papel que desempea el

    Guessing en la investigacin detectivesca. As pues, la fragmentacin

    sigue.

    Por dnde, pues, debera empezar un principiante? Le sugiero que

    lo haga por la presente obra, y luego que siga por CP 7.3648, por la

    mayor parte del Guessing; ya que, como apunta el epgrafe peirciano

    de Sebeok: Debemos conquistar la verdad con conjeturas, o no

    podremos conquistarla.

    Max H. Fisch

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    [23]

    1. C. S. Peirce Agencia de detectivesEl viernes 20 de junio de 1879, Charles S. Peirce se embarcaba en un

    vapor, el Bristol, de la Fall River Line, de Boston, en direccin a Nueva

    York, donde deba asistir a una conferencia el da 21. A la maana

    siguiente, recin llegado a su destino, sinti en la cabeza lo que l

    describe como una sensacin extraamente borrosa; atribuy la

    causa al aire viciado de su camarote. Se visti apresuradamente yabandon el barco. Con las prisas, olvid su abrigo y un reloj de

    pulsera Tiffany que le haba regalado el gobierno de Estados Unidos

    por sus servicios en la Coast Survey. Pronto se dio cuenta de su distrac-

    cin y se apresur a volver al barco con el nico propsito de recuperar

    lo que haba perdido; en ese momento, enfrentado con lo que pens

    que sera una deshonra profesional para el resto de su vida si noconsegua recuperar el reloj en las mismas perfectas condiciones en

    que lo haba recibido, nos cuenta que, habiendo entonces hecho venir

    a todos los camareros de color, sin tener en cuenta a qu cubierta

    pertenecan, los haba hecho poner en fila... [24]

    Fui de un lado a otro de la fila y habl un poco con cada uno, tan d-

    gagcomo pude, de cualquier cosa sobre la que l (el ladrn) pudiera

    hablar con inters, pero lo que menos esperara de m era que sacara

    el tema, esperando que yo fuera tan loco como para ser capaz de de-

    tectar alguna pista que me indicara quin era el ladrn. Cuando ya

    haba ido de un lado a otro de la fila, me volv y me separ de ellos pe-

    ro sin alejarme, y me dije a m mismo no tengo ni la ms pequea luz

    hacia la que dirigirme. Pero, entonces, mi otro yo (pues los dos estn

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    siempre comunicndose, dialogando) me dijo simplemente tienes

    que sealar a un hombre. No importa si no aciertas, debes decir quin

    crees que es el ladrn. Hice un pequeo rodeo en mi camino, lo que

    no me llev ni un minuto, y cuando me gir hacia ellos, toda sombra

    de duda se haba desvanecido. No hay autocrtica alguna, todo est

    fuera de lugar.1

    Tomando aparte al sospechoso, Peirce era incapaz de persuadirlo de

    que le devolviese lo que le perteneca, ni con la razn, ni con amenazas,

    ni siquiera prometindole cincuenta dlares. Entonces baj corriendo

    al muelle y un taxista le condujo tan rpidamente como pudo a la

    agencia Pinkerton. Quera ver a Mr. Bangs, jefe de la rama neoyorqui-

    na de esta famosa agencia de detectives, y nos describe la entrevista

    que sigui:

    Mr. Bangs, un negro de la Fall River Line, llamado tal y tal (le di su

    nombre) me ha robado el reloj, la cadena y un abrigo. El reloj es unCharles Frodsham y ste es su nmero. El ladrn huy del barco a la

    una en punto, e ir inmediatamente a empear el reloj, por el que le

    darn cincuenta dlares. Quiero que se convierta en su sombra y que

    tan pronto como tenga en su poder la papeleta de empeo haga que lo

    arresten. Mr. Bangs dijo: Qu le induce a pensar que es l quien le

    rob el reloj? Por qu? dije. No tengo ningn motivo para pen-sarlo; pero estoy totalmente convencido de que es as. Ahora bien, si l

    no fuera a [26] una tienda de empeo para librarse del reloj, como

    estoy seguro de que pretende hacer, se zanjara la cuestin y usted no

    deber dar ningn paso ms. Pero s que pretende hacerlo. Le he faci-

    litado el nmero del reloj y aqu est mi tarjeta. Puede arrestarlo sin

    temor a equivocarse.2

    13

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    Se asign un hombre de la agencia Pinkerton para este caso, pero se

    le haba dado rdenes de que actuara segn sus propias deducciones

    y que no siguiera ciegamente las sospechas de Peirce acerca de quin

    era el culpable. El detective, tras haber revisado los antecedentes

    personales de cada uno de los camareros de la Fall River, empez a

    vigilar a un hombre aunque no al sospechoso de Peirce. Fue una falsa

    pista.

    As pues, cuando el detective lleg a un callejn sin salida en su in-

    vestigacin, Peirce volvi a visitar al seor Bangs, quien le aconsejque enviara tarjetas de aviso a todos los prestamistas de Fall River,

    Nueva York y Boston, ofreciendo una recompensa si recuperaba el

    reloj. Envi las tarjetas por avin el 23 de junio. Al da siguiente, Peirce

    y el agente de la Pinkerton recuperaron el reloj gracias a un abogado de

    Nueva York que les envi a un prestamista que haba contestado a su

    oferta de recompensa. El propio prestamista describi tan plstica-

    mente al individuo que haba empeado el reloj que no cupo la menor

    duda de que haba sido mi (el de Peirce) hombre.3

    Entonces Peirce y el detective se encaminaron hacia el alojamiento

    del sospechoso con la intencin de recuperar tambin la cadena y el

    abrigo perdidos. El detective estaba poco dispuesto a entrar en la casa

    sin un suboficial, de modo que Peirce, disgustado ante la ineptitud del

    agente, entr solo, avisndole confidencialmente de que volvera

    exactamente al [27] cabo de veinte minutos con los objetos que le

    pertenecan. Peirce describe los acontecimientos que siguieron :

    Sub los tres pisos y llam a la puerta de la casa. Me abri una mujer

    amarilla; pero otra de aproximadamente la misma complexin estaba

    14

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    justo detrs de ella, sin sombrero. Entr y dije, su marido ahora mis

    [28]mo est camino de Sing Sing por haberme robado un reloj. S que

    la cadena y el abrigo, que tambin me rob, estn aqu y vengo a bus-

    carlos. Acto seguido las mujeres empezaron a chillar amenazndome

    con enviarme inmediatamente a la polica. No recuerdo exactamente

    lo que dijeron, slo s que yo actu con frialdad y les expliqu que se

    equivocaban si pensaban llamar a la polica, pues esto no hara sino

    perjudicar a su marido. Porque desde ese momento yo saba exacta-

    mente dnde estaban mi cadena y mi abrigo y estaran en mi poder

    antes de que la polica llegara... En aquella habitacin no vi ningn si-tio donde pudiera estar la cadena, y entr en otra. Haba pocos mue-

    bles aparte de una cama de matrimonio y un bal de madera en el rin-

    cn ms apartado de la cama. Dije, Bien, mi cadena est en el fondo

    de aquel bal, bajo la ropa; voy a cogerla.... Me arrodill y afortuna-

    damente el bal estaba abierto. Al ir sacando la ropa, iba acercndome

    a mi cadena. La at inmediatamente a mi reloj y mientras lo haca medi cuenta de que la segunda mujer (que no llevaba sombrero) haba

    desaparecido, a pesar del enorme inters que haba puesto al principio

    en mi manera de proceder. Ahora dije, tan slo me falta encon-

    trar mi abrigo... La mujer mene los brazos de izquierda a derecha y

    dijo, Le invito a registrar toda la casa. Yo le contest, estoy en deu-

    da con usted, seora, por este tan extraordinario cambio de tono que

    ha experimentado desde que empec a hurgar en el bal y con ello me

    convence de que el abrigo no est aqu.... As pues, sal del piso y en-

    tonces me di cuenta de que haba otra vivienda en el mismo rellano.

    Aunque no puedo recordarlo con exactitud, creo que estaba con-

    vencido de que la desaparicin de la otra mujer estaba relacionada

    con la visible complacencia de que yo buscara el abrigo en el piso del

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    que haba salido. Ciertamente pensaba que la otra mujer no viva lejos

    de all. As pues, me dispuse a llamar a la puerta de enfrente. Dos j-

    venes amarillas, o amarillentas, me abrieron. Mir por encima de sus

    hombros y vi un reservado, bastante respetable, con un hermoso pia-

    no. Y encima del piano haba un paquete bien hecho, con la medida

    exacta y forma justa para contener [29] mi abrigo. Le dije, he llamado

    a la puerta porque aqu hay un paquete que me pertenece; oh s, ya lo

    veo; slo pretendo cogerlo. De esta manera, cortsmente, las apart

    para poder entrar, cog el paquete, lo abr, encontr mi abrigo y me lo

    puse. Baj a la calle, y llegu hasta donde estaba mi detective aproxi-madamente quince segundos antes de que mis veinte minutos hubie-

    ran transcurrido.4

    El considerable aplomo de Peirce adquiere encantadora expresin

    en una carta que envi al superintendente C. P. Patterson, de la Coast

    Survey, el mismo da, un poco ms tarde:

    Debo decirle que al llegar aqu el pasado sbado me robaron el reloj,

    propiedad de la Survey... Al instante me puse manos a la obra para en-

    contrarlo y, felizmente, esta tarde lo he recuperado. Espero ferviente-

    mente capturar al ladrn maana por la maana antes de las siete...

    Al da siguiente, 25 de junio, Peirce escribi al superintendente Pat-

    terson: Los dos negros que robaron el reloj han sido llamados a juicio,hoy. Se ha recuperado todo. El ladrn es el mismo hombre del que

    sospechaba a pesar de la opinin contraria del detective.

    Como resalt mucho ms tarde en una carta a su amigo y discpulo

    William James (18421910), filsofo y siclogo en Harvard, este episo-

    dio sirvi para ilustrar la teora de por qu esta gente conjetura

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    acertadamente tan a menudo. Este singular instinto a conjeturar5 o

    la inclinacin a abrigar una hiptesis, ms comnmente llamada por

    Peirce abduccin6 o retroduccin, se describe como una peculiar

    ensalada... cuyos principales ingredientes son su falta de fundamento,

    su omnipresencia y su valiosa confianza.7 En cuanto a su omnipresen-

    cia, Peirce escribe: [30]

    En esta maravillosa maana de primavera veo a travs de la ventana

    una azalea en plena floracin. No, no!, esto no es lo que veo; pero es

    de la nica manera que puedo describir lo que veo. Estoes una propo-sicin, una frase, un hecho. Pero lo que percibo no es una proposicin,

    ni una frase, ni un hecho sino slo una imagen que hago inteligible, en

    parte, mediante una declaracin sobre el hecho. Esta declaracin es

    abstracta, pero lo que veo es concreto. Hago una abduccin siempre

    que expreso en una frase lo que veo. La verdad es que la fbrica de

    nuestro conocimiento, en su totalidad, es un espeso filtro de pura

    hiptesis confirmada y limada por la induccin. El conocimiento no

    puede dar ni el ms pequeo paso adelante con slo la observacin,

    debe hacer a cada momento abducciones.8

    As, cualquier nuevo conocimiento depende de la formacin de una

    hiptesis; sin duda alguna, al principio no parece haber, en absoluto,

    espacio para la cuestin que le da soporte, puesto que de un hechoactual slo se infiere un puedeser(puedeserypuede noser). Pero

    existe una tendencia hacia el lado afirmativo y la frecuencia con que

    esto deja de ser un hecho actual es... la ms sorprendente, casi, de las

    maravillas del universo.9 Si comparamos nuestra capacidad de

    abduccin con las facultades musicales y aeronuticas de un pjaro,

    podemos afirmar que aqulla es para nosotros como stas para ellos, el

    17

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    ms alto de nuestros poderes simplemente intuitivos.10 Peirce dice

    que la retroduccin aumenta las posibilidades de que exista suficiente

    afinidad entre la mente del razonador y la naturaleza sobre la que se

    conjetura de manera no totalmente intil, considerando que cada

    conjetura se restringe al compararse con la observacin.11

    En otra parte, Peirce sostena que la habilidad de un polluelo recin

    salido del cascarn para picotear la comida, eligiendo la manera de

    picotear, y pico[31]teando lo que se propone picotear, aunque no

    razona porque no acta intencionadamente, es desde todos lospuntos de vista excepto ese... exactamente como una inferencia abduc-

    tiva, y, ms adelante, hace remontar las ciencias fsicas y sociales a los

    instintos animales para conseguir comida y reproducirse, respectiva-

    mente.12 La retroduccin es un tipo de comportamiento instintivo, dos

    ejemplos clsicos del cual son la migracin de los petirrojos y las

    colmenas de las abejas. Peirce denominaba il lume naturaleal compor-

    tamiento aparentemente inteligente de los animales menos evolucio-

    nados y lo consideraba indispensable para la retroduccin.13 Peirce

    trat del instinto racional, animal y vegetal. Como Maryann Ayim

    apunta,14 todos los niveles de la actividad instintiva comparten este

    rasgo diferenciador la actividad atiende a la supervivencia y bienes-

    tar de las especies como conjuntos, permitiendo a los miembros de

    stas reaccionar apropiadamente ante las condiciones ambientales.

    Esta afirmacin es vlida para el hombre cientfico.

    Hoy en da, en la opinin popular del mundo victoriano, el hombre

    cientfico se identifica, antes que con cualquier otro, con Sherlock

    Holmes, el primero que puso en prctica el mtodo de la deteccin del

    18

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    crimen cientfico y el inventor de la celebrada Ciencia de la deduccin

    y el anlisis. Refirindose a Holmes, Norwood Russell Hanson hizo

    una interesante observacin: A menudo, la fuerza del comentario de

    Holmes elemental, querido Watson [sic]15 significa que el razona-

    miento en cuestin proviene de lo aceptado previamente a lo que se

    poda esperar. Pero, precisamente por eso los cientficos y matemticos

    argumentan a partir del final para llegar al principio de la pgina.16

    Esta es una de las cosas que Peirce identificaba con la retroduccin. Se

    [32] parte de una anomala inesperada para ir hacia un grupo de

    premisas, la mayor parte de las cuales son ya aceptadas.

    Un objeto determinado presenta una extraordinaria combinacin de

    caractersticas de las que deberamos obtener una explicacin. El que

    exista alguna explicacin sobre ellas es pura suposicin; y si existe, no

    es sino un hecho oculto. Adems, acaso exista un milln de posibili-

    dades diferentes de explicarlas, a no ser que todas ellas sean, desgra-ciadamente, falsas. En las calles de Nueva York se encuentra un hom-

    bre apualado por la espalda. El jefe de polica puede abrir la gua te-

    lefnica, sealar un nombre cualquiera y suponer que aqul es el del

    asesino. Hasta qu punto tal conjetura tendra valor? Pero el nmero

    de nombres de la gua no se aproxima a la multitud de posibles leyes

    de atraccin que podra haber tenido en cuenta Kepler para su ley del

    movimiento planetario y, adelantndose a la verificacin por las pre-

    dicciones de las perturbaciones, etc., lo habran tenido en cuenta para

    perfeccionarlo. Newton, ustedes lo saben, supuso que la ley deba ser

    slo una. Pero qu es esto sino una acumulacin de conjeturas? Segu-

    ramente, en la naturaleza hay, con mucha diferencia, ms fenmenos

    19

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    complejos que simples... No hay mayor justificacin para plantear

    [una abduccin] que una interrogacin.17

    Abduccin, es decir, retroduccin nombre simple, segn confie-

    sa el propio Peirce es, de acuerdo con una de las formulaciones ms

    tardas de ste, quien parece debe mucho al filsofo britnico George

    Berkeley (16851753), un medio de comunicacin entre el hombre y su

    Creador, un privilegio divino que debe cultivarse.18 Para Peirce, de

    acuerdo con la doctrina de los cambios, sera prcticamente imposible

    para alguien adivinar, por pura casualidad, la causa de un fenmeno,y por tanto supone que no puede existir ninguna causa razonable para

    el hecho de que la mente humana, habindose desa[33]rrollado bajo

    la influencia de las leyes de la naturaleza, piense algo que est fuera de

    las normas de la naturaleza.19 Es evidente escribe, que si el

    hombre no poseyera una luz interior tendente a conjeturar... demasia-

    do a menudo acertadamente (por lo que no puede pensarse en el azar),hace tiempo que la raza humana habra sido extinguida de la faz de la

    tierra por su incapacidad en la lucha por la existencia...20

    Adems del principio segn el cual la mente humana, como resulta-

    do de procesos evolutivos naturales, est predispuesta a conjeturar

    acertadamente sobre el mundo, Peirce propone otro principio conjetu-

    ral para explicar parcialmente el fenmeno de hacer conjeturas, a

    saber, que a menudo, de las deducciones extraemos fuertes indicacio-

    nes de la verdad, sin que podamos especificar qu circunstancias

    observadas nos llevaron a tales indicaciones.21 Volviendo a la historia

    del reloj perdido, Peirce era incapaz de determinar conscientemente

    qu camarero de la Fall River era el culpable. Durante su breve entre-

    20

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    vista con cada uno de ellos se mantuvo, como pudo, en un estado

    pasivo y receptivo22 y tan slo cuando tuvo que formular lo que

    pareca una conjetura ciega se dio cuenta de que, de hecho, el ladrn

    haba dejado algunas pistas inconscientemente y de que l mismo

    haba percibido las seales reveladoras, habiendo hecho, inconscien-

    temente, una discriminacin y habindolo reconocido como un juicio

    real aunque ciertamente era una discriminacin genuina.23 Los

    procesos mediante los que nos formamos ideas sobre el mundo depen-

    den, segn la concepcin de Peirce, de los juicios de la percepcin, que

    contienen tales elementos generales que las proposiciones universales

    pueden deducirse de ellos. Basado en su trabajo experimental de

    sicologa de la percepcin, [34] dirigido en Johns Hopkins University

    con el siclogo Joseph Jastrow (18631944), por aquel entonces alumno

    suyo,24 Peirce mantena que estos juicios perceptivos son el resultado

    de un proceso, aunque de un proceso no suficientemente conscientecomo para ser controlado, o, para decirlo con ms precisin, no

    controlable y por tanto no totalmente consciente.25 Los distintos

    elementos de una hiptesis estn en nuestra mente antes de que

    seamos conscientes de haberla formulado, pero es el hecho de ensam-

    blar lo que antes nunca habamos soado ensamblar, lo que enciende

    la sugestin antes de nuestra contemplacin.26

    Peirce describe laformacin de una hiptesis como un acto depenetracin, de suges-

    tin abductiva que se nos acerca como un relmpago.27 La nica

    diferencia entre un juicio perceptivo y una deduccin abductiva es que

    el primero no est sujeto al anlisis lgico, al contrario que la ltima.

    21

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    La deduccin abductiva se confunde con el juicio perceptivo sin nin-

    guna lnea de separacin delimitada entre ellos; o, en otras palabras,

    nuestras primeras premisas, los juicios perceptivos, deben entenderse

    como un caso extremo de deducciones abductivas, de las que difieren

    por estar absolutamente ms all de la crtica.28

    En relacin con el mtodo cientfico, la abduccin es, segn Peirce,

    meramente preparatoria, o el primer paso del razonador cientfi-

    co.29 Los otros tipos fundamentalmente diferentes de razonamiento

    en la ciencia son la deduccin y la induccin.30 En resumen, la adop-

    cin de una hiptesis o una proposicin que pueda llevar a la predic-

    cin de que parecen ser hechos sorprendentes se llama abduccin. El

    camino por el que se trazan los probables y necesarios resultados

    experimentales de nuestra [35] hiptesis se llama deduccin. Induc-

    cines el nombre que Peirce da a la prueba experimental de la hipte-

    sis.

    Peirce tambin llama a la abduccin Argumento original ya que

    es, de las tres formas de razonamiento, el nico tipo de argumento

    con el que surge una idea nueva,31 y, en realidad, su nica justifica-

    cin es que si alguna vez queremos entender totalmente las cosas, debe

    ser a partir de l.32 De igual manera, la deduccin y la induccin

    nunca pueden aportar la ms mnima informacin a los datos de la

    percepcin ; y... las meras percepciones no constituyen ningn cono-

    cimiento aplicable a ningn uso prctico o terico. Lo que hace que el

    conocimiento se presente por la va de la abduccin.33

    La abduccin es un instinto que se apoya en la percepcin incons-

    ciente de conexiones entre aspectos del mundo, o, en otros trminos,

    22

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    comunicacin subliminal de mensajes. Tambin aparece asociada o,

    mejor dicho, produce, segn Peirce, un cierto tipo de emocin, que lo

    diferencia tanto de la induccin como de la deduccin.

    La hiptesis viene a cambiar una complicada maraa de predicados

    sobre un tema por una concepcin simple. En un momento, se da una

    sensacin peculiar unida al acto de pensar en la que cada uno de los

    predicados estn implicados en el tema. En una inferencia hipottica,

    esta sensacin compleja tan frecuente es reemplazada por una nica

    sensacin de mayor intensidad, que pertenece al acto de formular la

    conclusin hipottica. Ahora bien, cuando nuestro sistema nervioso

    est excitado de manera compleja, existiendo relacin entre los dife-

    rentes elementos de la excitacin, el resultado es una nica perturba-

    cin armoniosa que se llama emocin. De este modo, los sonidos va-

    rios que emiten los instrumentos de una orquesta afectan al odo, y el

    resultado es una peculiar emocin musical, bien distinta de los pro-

    pios sonidos. Esta emocin es esencialmen[34]te la misma que se

    produce en una inferencia hipottica, y cada inferencia hipottica su-

    pone la formacin de tal emocin. Sin embargo, podemos decir que la

    hiptesis aporta el elemento sensual depensamiento, y la induccin el

    elemento habitual.34

    De ah, la sensacin de una cierta confianza y conviccin de exacti-

    tud que Peirce relaciona con su trabajo como detective.

    23

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    [39]

    2. Sherlock Holmes Centro de semiticaLa explicacin que da Peirce del mtodo con el que recuper su reloj

    robado se parece sorprendentemente a las descripciones que el doctor

    Watson hace de Sherlock Holmes cuando acta, aunque no haya

    ningn indicio directo, que sepamos, de que Peirce hubiera ledo

    alguno de los relatos sobre Holmes, ni de que hubiera conocido a Sir

    Arthur Conan Doyle. Es probable, sin embargo, que Peirce hubieraodo algo, al menos, sobre los primeros relatos de Holmes. A Study in

    Scarlet* fue publicado en Nueva York por Ward, Lock en 1888, y en

    1890 The Sign of Four** apareci en Lippincotts Magazine, principal

    competidor de Atlantic Monthly, que sabemos que Peirce haba ledo.

    Adems, Doy le estaba ya de moda en los Estados Unidos hacia 1894,

    cuando los escritores famosos pasaban en aquel pas dos meses dandouna serie de conferencias y visitando a sus colegas americanos. Peirce

    haba crecido tanto junto a escritores y artistas cuanto a hombres de

    ciencia. En una carta del 31 de enero de 1908 escribi: [40]

    Mi padre era un hombre liberal, ramos amigos ntimos de literatos.

    William Story, el escultor, Longfellow, James Lowell, Charles Norton,

    Wendell Holmes, y de vez en cuando Emerson, aparecen entre mis

    primeros recuerdos.35

    Peirce, ya adulto, est al tanto de la literatura contempornea puesto

    que menciona con frecuencia, en sus reseas en The Nation,36 tanto a

    *Estudio en escarlata. [T.]**El signo de los cuatro. [T.]

    24

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    autores europeos como americanos de su tiempo. Edgar Allan Poe

    (18091849), adems, parece haber sido uno de sus autores favoritos.37

    Peirce, a juzgar por sus referencias a The Murders in the Ru Mor-gue*** de Poe, era aficionado a las narraciones policacas. Por supuesto,

    se suele reconocer que Sherlock Holmes est, en parte, basado en el

    Dupin de Poe,38 pero J. L. Hitchings, en su artculo sobre Holmes como

    lgico, apunta certeramente que a diferencia de Dupin, hijo del

    ingenio de un matemtico y un poeta, Sherlock Holmes, incluso en su

    momento ms terico, es el descendiente del talento de un mdico,tiene siempre los pies firmemente en el suelo.39 Adems de su especia-

    lizada educacin mdica, Arthur Conan Doyle se siente absorbido por

    el entusiasmo general que la ciencia despierta en la Inglaterra de su

    tiempo. Hacia la mitad del siglo XIX, la ciencia haba llegado a ser una

    parte esencial, a todos los niveles, del pensamiento ingls y en general,

    exista una corriente dominante de racionalismo positivista.40 El

    mismo Conan Doyle nos informa de que debe recordarse que stos

    eran los aos en que Huxiey, Tyndall, Darwin, Herbert Spencer y John

    Stuart Mill eran nuestros principales filsofos, y que incluso el hombre

    de la calle sinti la fuerte corriente arrolladora de su pensamiento....41

    [42]

    Hitchings compara explcitamente la lgica de Holmes con la de

    Mill: el mtodo habitual (de Holmes) para resolver estos problemas

    difciles es su propia versin ampliada del mtodo de los residuos de

    Mili.42 Hitchings se equivoca, sin embargo, cuando seala que la

    mayora de los razonamientos de Holmes son casuales, citando la

    ***Los crmenes de la calle Morgue. [T.]

    25

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    observacin del propio detective: el razonamiento de efecto a causa es

    menos frecuente y por tanto ms difcil que el de causa a efecto.43

    En la saga de Sherlock Holmes hay frecuentes referencias al detecti-ve como sabueso, particularmente en A Study in Scarlet, The Dancing

    Men, The BrucePartington Plansy The Devils Foot. Por ejemplo, en

    The Boscombe Valley Mystery**** Watson escribe :

    Cuando estaba lanzado por una pista fresca todava, como aqulla,

    Sherlock Holmes se transformaba. Difcilmente le habran reconocido

    quienes nicamente conocan al sosegado pensador y hombre lgico

    de Baker Street. Su rostro se acaloraba y ensombreca. Contraa las ce-

    jas hasta dibujar con ellas dos lneas duras y negras, por debajo de las

    cuales centelleaban sus ojos con destellos acerados. Inclinaba la cara

    hacia el suelo, encorvaba los hombros, apretaba los labios y las venas

    de su cuello, largo y fornido, sobresalan como cuerdas de ltigo. Las

    ventanillas de su nariz parecan dilatarse con un deseo de caza pura-mente animal, y su inteligencia se concentraba tan de lleno en el pro-

    blema que tena delante, que cualquier pregunta u observacin que se

    le hiciera resbalaba en sus odos, o, a lo sumo, originaba como res-

    puesta un gruido impaciente.

    Refirindose a este pasaje. Pierre Nordon comenta: aqu vemos a

    un hombre transformado, rpida[43]mente, ante nuestros propios

    ojos, en un sabueso, incluso parece casi haber perdido el habla, limi-

    tndose a emitir sonidos44 y, atendiendo a su instinto, a poderes no

    verbales de percepcin y abduccin.

    ****Misterio del valle de Boscombe. [T.]

    26

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    Es mediante su intuicin como Holmes puede formular sus hipte-

    sis, aunque tiende a subsumir tanto el proceso perceptivo como el

    hipottico bajo el trmino de Observacin, como en el siguiente

    pasaje del captulo titulado The Science of Deduction en The Sign of

    Four, donde Holmes y Watson discuten sobre un detective francs

    llamado Franois le Villard:

    [Holmes]: posee dos de las tres cualidades necesarias para ser un de-

    tective ideal. Tiene poder de observacin y deduccin. Carece slo de

    conocimiento...

    [Watson]: ... pero usted habl hace un momento de la observacin y

    deduccin. Seguramente una implica, hasta cierto punto, a la otra.

    [Holmes]: Por qu?, difcilmente... Por ejemplo, la observacin me

    demuestra que ha estado usted en la oficina de correos de Wigmore

    Street esta maana y la deduccin me permite saber que una vez all

    envi un telegrama.

    [Watson]: Correcto!... pero confieso que no entiendo cmo ha llegado

    hasta aqu.

    [Holmes]: Es muy sencillo... es tan absurdamente sencillo que cual-

    quier explicacin es superfina; y ya puede servir para definir los lmi-

    tes de la observacin y de la deduccin. La observacin me informa deque tiene usted una mancha un poco rojiza en el empeine del pie.

    Exactamente enfrente de la oficina de Wigmore Street han levantado

    el pavimento y echado tierra, que se encuentra en el camino de tal

    manera que es difcil evitar pisarla al entrar. La tierra tiene un pecu-

    liar tinte rojizo que no se encuentra, que yo sepa, en ninguna otra par-

    te del vecindario. Esto es observacin, el resto deduccin.

    27

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    [Watson]: As pues, cmo logr deducir lo del telegrama?

    [Holmes]: Porque, desde luego saba que no haba [44] escrito ninguna

    carta, ya que estuve sentado frente a usted toda la maana. Adems,

    en su mesa de despacho abierta, all, veo que tiene una hoja de sellos y

    un grueso haz de postales. As pues, para qu entr en la oficina de

    correos sino para enviar un telegrama? Elimine todos los otros facto-

    res y el que queda debe de ser la verdad.

    Luego, Watson obsequia a Holmes con una empresa incluso ms

    difcil y, cuando el detective se luce otra vez, le pide que explique elproceso de su razonamiento. Ah replica Holmes, es buena suerte.

    Slo puedo decirle cules eran las posibilidades. No esperaba ser tan

    exacto. Cuando Watson pregunta: eran meras conjeturas?, Holmes

    contesta no, no, nunca hago conjeturas; es un hbito peligroso para la

    facultad lgica y atribuye la sorpresa de su compaero a que no sigue

    la sucesin de mi pensamiento, ni observa los pequeos hechos de losque pueden depender las grandes inferencias.

    A pesar de tales negaciones, los poderes de observacin de Holmes,

    su extraordinario genio para la minuciosidad, tal como Watson lo

    define, y los de deduccin estn basados, en la mayora de los casos, en

    una complicada serie de lo que Peirce habra llamado conjeturas. En el

    caso anterior, por ejemplo, Holmes slo puede aducir que haba

    probabilidad de que Watson entrara realmente en la oficina decorreos,

    a que slo paseara frente a ella. Adems, Watson pudo haber entrado

    en la oficina de correos, slo para arreglar algunos asuntos, para

    encontrarse con un amigo, etc.

    28

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    Que Holmes est convencido de la importancia de estudiar los deta-

    lles para llevar a buen trmino una investigacin se ve en el siguiente

    pasaje de A case of Identity: [45]

    Me pareci que observaba usted en ella muchas cosas que eran

    completamente invisibles para m le hice notar.

    Invisibles, no, Watson, sino inobservadas. Usted no supo dnde mi-

    rar, y por eso se le pas por alto lo importante. No consigo convencer-

    le de la importancia de las mangas, de lo sugerentes que son las uas

    de los pulgares, de los problemas que se solucionan por un cordn delos zapatos. Vamos a ver: qu dedujo usted del aspecto exterior de esa

    mujer? Descrbamelo.

    Bien, llevaba un sombrero de paja, de alas anchas y de color pizarra,

    con una pluma de color rojo ladrillo. Su chaqueta era negra, adornada

    con abalorios negros con una orla de pequeas cuentas de azabache.

    El vestido era de color castao, algo ms oscuro que el caf, con una

    pequea tira de felpa purprea en el cuello y en las mangas. Sus guan-

    tes tiraban a grises, completamente gastados en el dedo ndice de la

    mano derecha. No prest atencin a sus botas. Ella es pequea, re-

    choncha, con aretes de oro en las orejas y un aspecto general de per-

    sona que vive bastante bien, pero de manera vulgar, cmoda y sin

    preocupaciones.

    Sherlock Holmes palme suavemente con ambas manos y se ri por lo

    bajo.

    Por mi vida, Watson, que est usted haciendo grandes progresos. Lo

    ha hecho usted pero que muy bien. Es cierto que se le ha pasado por

    alto todo lo importante, pero ha dado usted con el mtodo y posee

    29

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    una visin rpida del color. Nunca confe en las impresiones genera-

    les, amigo, concntrese en los detalles. Lo primero que miro de una

    mujer son las mangas. En el hombre, quiz, tenga ms importancia la

    rodillera del pantaln. Segn ha podido usted advertir, esta mujer lu-

    ca felpa en las mangas, y la felpa es un material muy til para descu-

    brir rastros. La doble lnea, un poco ms arriba de la mueca, en el si-

    tio donde la mecangrafa hace presin contra la mesa, estaba perfec-

    tamente marcada. Las mquinas de coser movidas a mano dejan una

    seal similar, pero slo sobre el brazo izquierdo y en la parte ms del-

    gada del dedo pulgar, en vez de marcarla cruzando la parte ms an-cha, como la tena sta. Seguidamente, mir su cara, y descubr en

    ambos lados de la nariz la seal de unas [46] gafas de pinza, todo lo

    cual me permiti aventurar mi observacin sobre la cortedad de vista

    y la escritura, lo que pareci sorprender a la joven.

    Tambin a m me sorprendi.

    Sin embargo, saltaba a la vista. Me sorprendi mucho, tras esto, y

    me interes, al mirar hacia abajo, el observar que, a pesar de que las

    botas no eran de distinto nmero, s que estaban desparejadas y a

    medio abrochar; no significa gran cosa el deducir que sali con mucha

    prisa.

    Y qu ms? le pregunt.

    Advert, de pasada, que haba escrito una carta antes de salir de ca-

    sa, pero cuando estaba ya totalmente vestida. Usted se dio cuenta de

    que el dedo ndice de la mano derecha de su guante estaba roto, pero

    no se fij, por lo visto, en que tanto el guante como el dedo estaban

    manchados de tinta violeta. Haba escrito con mucha prisa, y haba

    metido demasiado la pluma en el tintero. Esto debi de ocurrir esta

    30

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    maana, pues de lo contrario la mancha de tinta no estara fresca en el

    dedo. Todo esto resulta divertido, aunque sea elemental, Watson.

    Sherlock Holmes tiene tanto xito en sus descubrimientos no por-

    que no haga nunca conjeturas sino por lo bien que las hace. De hecho,

    sigue, inconscientemente, el consejo de Peirce para elegir la mejor

    hiptesis.45 Tengo una vieja mxima declara Holmes, cuando se

    ha excluido lo imposible, lo que queda, aunque improbable, tiene que

    ser la verdad (The Beryl Coronet; vase The Sign of Four, The Blan-

    ched Soldier, The BrucePartington Plans). Era la misma mxima dePeirce: los hechos no pueden explicarse por una hiptesis ms extra-

    ordinaria que ellos mismos; y, de varias hiptesis, debe adoptarse la

    menos extraordinaria.46 Parafraseando la discusin de Peirce podra-

    mos decir que la mejor hiptesis es la ms simple y natural, la ms fcil

    y sencilla de probar, y, a pesar de esto, es la que contribuir a la

    comprensin del ms amplio grupo posible de he[47]chos. En elepisodio de la oficina de correos, las conjeturas que hace Holmes de los

    actos de Watson eran las ms razonables en aquellas circunstancias.

    Adems, le permiten con el mnimo bagaje lgico, alcanzar un punto

    desde el cual, tras ulteriores observaciones, poder probar algunas de

    las predicciones extradas de su hiptesis y de esta manera reducir el

    grupo de conclusiones posibles. En otras palabras, Holmes no slo

    elige las hiptesis ms sencillas y naturales sino que adems desme-

    nuza una hiptesis en sus ms pequeos componentes lgicos y

    arriesga, cada vez, slo uno de ellos; el procedimiento posterior es lo

    que Peirce describe como el secreto del juego de las veinte pregun-

    tas.47

    Partiendo de la hiptesis de que Watson entr en la oficina de

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    conocimiento nuevo proviene de conjeturas, stas son intiles si no se

    prueban en la investigacin. Holmes, tambin, hace notar a Watson en

    The Spekied Band cuan peligroso es siempre razonar con datos

    insuficientes. El detective tambin est de acuerdo con Peirce51 en que

    los prejuicios, o hiptesis que nos resistimos a someter a la prueba de

    la induccin, son el principal obstculo con el qu topa el razonamien-

    to correcto. Holmes, por ejemplo, anota insisto en no tener nunca

    prejuicios (The Rigate Puzzle; vase The Abbey Grange, The Naval

    Treaty). La admiracin que siente Peirce por las grandes figuras de la

    historia cientfica, tales como Kepler, procede precisamente de su

    extremada capacidad para mantener la cadena conjeturaprueba

    conjetura.

    Justo en este punto, sobre el mantenimiento de la objetividad en los

    hechos de un caso, tanto Holmes como Peirce en la historia que abre

    este libro, se encuentran enemistados con los policas, o, en el caso de

    Peirce, con los detectives de la agencia Pinkerton.52 En El misterio del

    valle de Boscombe, por ejemplo, Holmes intenta dar algunas pistas al

    detective [49] de Scotland Yard, el inspector Lestrade, quien, como

    siempre, no es capaz de ver la relacin entre los detalles descubiertos

    por Holmes y el crimen que se est investigando. Cuando replica no

    puedo sino seguir escptico, Holmes contesta tranquilamente: Apli-

    que usted su propio mtodo, que yo aplicar el mo. Ms tarde,

    Holmes describe esta conversacin a Watson tal como sigue:

    Mediante el examen del terreno, consegu los insignificantes

    detalles sobre la personalidad del criminal y se los comuniqu al

    imbcil de Lestrade.

    33

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    Y cmo los obtuvo?

    Ya conoce usted mi mtodo, que se basa en la observacin de los

    pequeos detalles.

    Lo que tan a menudo extrava a la polica en los relatos de Holmes es

    que, al principio de la investigacin de un crimen, tienden a adoptar la

    hiptesis ms probable para explicar unos pocos hechos sobresalientes,

    ignorando los pequeos detalles y rehusando despus tener en cuenta

    datos que no apoyan la posicin que ha tomado. No hay nada ms

    engaoso que un hecho obvio, dice Holmes en El misterio del valle

    Boscombe. La polica tambin comete la gran equivocacin de

    teorizar antes de tener evidencias (Un estudio en escarlata). El resulta-

    do es que, inconscientemente, empiezan a retorcer los hechos para

    que se adecen a la teora, en lugar de retorcer las teoras para que se

    adecen a los hechos (Un escndalo en Bohemia). La mutua descon-

    fianza que crea esta diferencia esencial en los mtodos empleados

    impregna las historias de Holmes. En The Roigate Puzzle, Watson

    seala a un oficial del pas, el inspector Forrester, he visto que, por lo

    general, hay mtodo en su locura, a lo que el inspector replica :

    alguien podra decir que hay locura en su mtodo.53 [50]

    No somos los primeros en apuntar la importancia de las conjeturasen el mtodo de investigacin de Sherlock Holmes. Rgis Messac, por

    ejemplo, hablando de la interpretacin hecha por Holmes de la mente

    de Watson en The Cardboard Box(obsrvese que la escena aparece casi

    idntica en algunas de las ediciones de The Resident Patient) anota que

    hay un milln de cosas que Watson podra estar pensando mientras

    mira el retrato del general Gordon o el de Henry Ward Beecher, y que

    34

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    Holmes, de hecho, est conjeturando.54 Messac est en lo cierto cuando

    seala que, aunque Holmes admite ocasionalmente que una especie de

    instinto para las conjeturas est implcito en su trabajo (por ejemplo,

    admite, en Un estudio en escarlataque sus curiosas dotes de instinto y

    observacin son debidas a una especie de intuicin, un sentimiento,

    repite en El signo de los cuatroy en The Problem of Thor Bridge), l

    siempre afirma la realidad de la deduccin.55 Messac arguye

    tambin que las deducciones de Holmes no son, en absoluto, ni verda-

    deras deducciones, ni inducciones propiamente dichas, sino que ms

    bien los razonamientos estn basados en un hecho particular y condu-

    cen, por medio de circunvalaciones ms o menos complejas, a otro

    hecho particular.56 Y Nordon concluye diciendo que debe decirse que

    en la prctica [Holmes] obtiene resultados mucho ms concluyentes de

    la observacin que de los procedimientos lgicos.57

    Marcello Truzzi,58 en un minucioso artculo sobre el mtodo de

    Holmes, se adelant a nuestro presente trabajo al apuntar las similitu-

    des entre las tan famosas deducciones del detective, o inducciones, y

    las abducciones de Peirce, o conjeturas. De acuerdo con el sistema

    lgico de Peirce, adems, las observaciones de Holmes son, por s

    mismas, una forma [51] de abduccin, y sta es un tipo tan legtimo de

    inferencia lgica como la induccin y la deduccin.59 De hecho, Peirce

    mantiene que:

    Nada ha contribuido tanto a proporcionar ideas caticas o errneas de

    la lgica de la ciencia como el fracaso al distinguir, en su esencia, las

    diferentes caractersticas de los distintos elementos del razonar cient-

    fico; y una de las confusiones ms comunes consiste en concebir la

    35

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    abduccin e induccin, tomadas juntas (a menudo confundidas tam-

    bin con la deduccin), como un solo argumento.60

    Peirce admite que l mismo, en casi todo lo que public antes de

    principios de este siglo... confundi, en alguna medida, la hiptesis con

    la induccin,61y rastrea la confusin de estos dos tipos de

    razonamiento en la concepcin de la inferencia demasiado estrecha y

    formalista de los lgicos (como formular, necesariamente, juicios de

    sus premisas).62

    La abduccin e induccin, evidentemente, llevan a la aceptacin de

    una hiptesis, ya que los hechos observados son tal como se producir-

    an necesaria o probablemente como consecuencia de aquella hipte-

    sis. Pero:

    La abduccin parte de los hechos sin, al principio, tener ninguna teo-

    ra particular a la vista, aunque est motivada por la idea de que se

    necesita una teora para explicar los hechos sorprendentes. La induc-

    cin parte de una hiptesis que parece aconsejarse sin, al principio,

    tener ningn hecho particular a la vista, aunque necesita de los hechos

    para sostener la teora. La abduccin persigue una teora. La induc-

    cin anda buscando los hechos. En la abduccin la consideracin de

    los hechos sugiere la hiptesis. En la induccin el estudio de la hipte-

    sis sugiere los experimentos que sacarn a la luz los verdaderos

    hechos a los que la hiptesis ha apuntado.63 [52]

    Tomando un ejemplo que podra haber sido sacado de uno de los

    casos de Holmes, Peirce nos ofrece la siguiente prueba de la diferencia

    entre estos dos tipos de razonamiento:

    36

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    Cierto escrito annimo est sobre un pedazo de papel rasgado. Se sos-

    pecha que el autor es cierto individuo. Se registra su despacho, al que

    slo l ha tenido acceso, y en l se encuentra un pedazo de papel, el

    pedazo exacto al que se acopla, en todas sus irregularidades, aquel pa-

    pel en cuestin. El hecho de deducir que el sospechoso, de hecho, era

    el autor, es una inferencia hipottica justa. La base de esta inferencia

    es, evidentemente, que sera extremadamente improbable que los dos

    pedazos de papel coincidieran por casualidad. No obstante, de un ele-

    vado nmero de inferencias de este tipo, excepto una pequea pro-

    porcin, seran engaosas. La analoga entre la hiptesis y la induc-cin es tan fuerte que algunos lgicos las han confundido. A la hipte-

    sis se le ha llamado induccin de caracteres. Una cantidad de caracte-

    res que pertenecen a cierta clase se encuentran en cierto objeto; de

    donde se deduce que todos los caracteres de esta clase pertenecen al

    objeto en cuestin. Ciertamente, esto implica el mismo principio que

    la induccin; ya de forma diferente. En primer lugar, los caracteres noson susceptibles de ser enumerados simplemente como los objetos; en

    segundo lugar, los caracteres se clasifican por categoras. Cuando

    formamos una hiptesis como la del pedazo de papel, examinamos so-

    lamente una lnea de los caracteres, o tal vez dos o tres, y no tomamos

    ninguna muestra de las otras. Si la hiptesis no fuera sino una induc-

    cin, todo lo que podra justificarse al concluir, en el ejemplo anterior,

    sera que los dos pedazos de papel que se acoplan con irregularidades

    tales como las examinadas podra considerarse que se acoplan en

    otras, digamos insignificantes irregularidades. El inferir la proceden-

    cia del papel por su forma es, precisamente, lo que distingue la hip-

    tesis de la induccin y la convierte en un paso ms atrevido y peligro-

    so.64 [53]

    37

  • 8/2/2019 Sebeok, Thomas a. - Sherlock Holmes y Charles S. Peirce

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    Holmes reconoce indirectamente que la hiptesis es de naturaleza

    ms peligrosa cuando defiende el uso de la imaginacin (The Retired

    Colourman, Silver Blaze), intuicin (El signo de los cuatro) y espe-

    culacin (The Hound of the Baskervilles). Uno debe querer imaginar

    lo que pasa y actuar sobre tal suposicin, y esto le llevar a la regin

    donde sopesamos las probabilidades y elegimos la ms probable. (The

    Hound of the Baskervilles.)

    Holmes es conocido por sus oscilaciones entre la firmeza casi fren-

    tica del sabueso en el rastreo de su presa, y una especie de sueoletrgico, una combinacin que John G. Cawelti llama vitalizacin

    estereotipo,65 una imaginativa sntesis de la figura tipo I.I. Revzin lo

    apod fusin, con una referencia especfica a la ficcin detectives-

    ca.66 El legado, en este contexto, deriva sin duda del ambiguo Dupin de

    Poe. Watson apunta, en el siguiente pasaje de The RedHeaded League,

    que esta ltima actividad es tambin importante para las averiguacio-

    nes de Holmes:

    Mi amigo era un msico entusiasta, siendo l mismo no slo un msi-

    co muy hbil sino tambin un compositor de no poco mrito. Estuvo

    toda la tarde sentado en la butaca, arropado por la ms perfecta felici-

    dad, moviendo lentamente sus largos y delgados dedos siguiendo el

    ritmo de la msica, mientras su dulce cara sonriente y su mirada ln-

    guida y soadora eran absolutamente distintas a las de Holmes, el de-

    tectivesabueso, Holmes el implacable, el de mente aguda, el agente

    criminal siempre preparado; eran tan distintas como pueda imaginar-

    se. La naturaleza dual de su carcter singular se justificaba a s misma

    alternativamente, y su extremada precisin y astucia representaban,

    tal como he pensado en alguna ocasin, una reaccin contra la mane-

    38

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    ra de ser potica y contemplativa que ocasionalmente predominaba en

    l. La oscilacin de su naturaleza le llevaba de una extremada langui-

    dez [54] a una energa desenfrenada; y, como yo muy bien s, nunca

    fue tan verdaderamente formidable como cuando, durante das y das,

    estaba holgazaneando en su silln entre sus propias improvisaciones y

    sus ediciones en letra gtica. Entonces yo saba que el anhelo de la

    persecucin le invadira repentinamente, y que su brillante poder de

    razonamiento ascendera al nivel de la intuicin, hasta el punto de que

    aquellos que desconocan sus mtodos le miraran con recelo como a

    un hombre cuyo conocimiento no es el mismo que el de los otros mor-tales. Cuando lo vi tan concentrado en la msica en St. Jamess Hall

    esta tarde, present que a aquellos a quienes pensaba atrapar les espe-

    raba un mal momento.

    Peirce tambin ha hablado de la relacin entre tales actividades

    mentales y algunas prcticas ms mundanas. La mente escribe,

    tiene una ocupacin agradable que... no persigue ningn propsito

    salvo desechar toda proposicin seria y a la que he estado, algunas

    veces, medio tentado de llamar sueo, con alguna reserva; pero para la

    estructura de una mente tan opuesta al vaco y ensueo, tal designa-

    cin sera poco apropiada. De hecho es un Puro Juego.67 Un tipo de

    Puro Juego, un animado ejercicio del propio poder, sin ninguna

    regla, excepto la de la libertad, la llamada Musement, que define como

    un proceso mediante el que la mente busca alguna conexin entre

    dos de los tres Universos de Experiencia (a saber, el de las Ideas, el de

    la Realidad en bruto y el de los Signos),68 con la especulacin que

    concierne a su causa.69 El Musement

    39

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    empieza bastante pasivamente al beber de la impresin de algn rin-

    cn de uno de los tres Universos. Pero, de la impresin se pasa pronto

    a la observacin atenta, de la observacin a la meditacin, de la medi-

    tacin a un vaivn entre uno y otro, unidos. Si las observacio[56]nes

    y reflexiones de uno se especializan mucho, el Juego se convierte en

    estudio cientfico...70

    El crimen, nota Peirce, se acomoda especialmente a la aplicacin del

    Musement. Recordando la observacin de Dupin en The Murders in

    the Rue Morgue de Poe (el juicio: segn creo, el misterio se considera

    insoluble por la misma razn que debera considerarse de fcil solu-

    cin, es decir, por el carcter extravagante de sus detalles), Peirce

    seala que los problemas que a primera vista parecen totalmente

    insolubles, lo parecen a causa de unas pistas que son las ms adecua-

    das para su solucin. Esto lo equipara particularmente al Juego de

    Musement.71

    Comprense las observaciones de Holmes: Ya le heexplicado que lo extraordinario es, normalmente, ms una pista que un

    inconveniente (Un estudio en escarlata); la singularidad es, casi

    invariablemente, una pista (El misterio del valle de Boscombe); El

    incidente ms estrafalario y grotesco es el ms interesante para ser

    examinado cuidadosamente, y el quid de la cuestin que parece

    complicar un caso se convierte, cuando es debidamente considerado ycientficamente manejado, en el nico apropiado para resolverlo (The

    Hound of the Baskerviltes); y, slo el caso menos interesante, sin

    incidentes notables es el realmente desesperado (Shoscombe Old

    Place).

    40

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    As pues, estamos de acuerdo, aunque por diferentes razones, con la

    opinin de Nordon: La creacin de un doctor empapado por el

    pensamiento racional del perodo, el ciclo holmesiano, nos ofrece por

    primera vez el espectculo de un hroe que triunfa repetidamente

    gracias a los recursos de la lgica y el mtodo cientfico. Y la proeza del

    hroe es tan maravillosa como el poder de la ciencia, en la que [57]

    mucha gente confa para que pueda guiar el proceso material y espiri-

    tual de la condicin humana. El primero en hacerlo fue Conan Doy-

    le.72

    41

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    [59]

    3. Enfermedad, crimen y semiticaLas races de la semitica entroncan con los antiguos tratados de

    medicina,73 teniendo esto en cuenta se aclara la idea de Peirce segn la

    que: Hablando en un sentido amplio, aproximado, se puede decir que

    las ciencias han venido desarrollndose separadas de las artes tiles, o

    de las artes que se suponen tiles. De la misma manera que la astro-

    noma se ha desarrollado separada de la astrologa, y la qumica de laalquimia, la fisiologa lo ha hecho considerando la medicina como

    una ciencia separada de la magia.74 Peirce se muestra buen conocedor

    de la historia y la teora de la medicina. Su familia lo consideraba bien

    capacitado para seguir una carrera de qumica, y le hizo accesible la

    biblioteca de medicina de su difunto to Charles que haba sido mdi-

    co.75 En al menos una ocasin,76 Peirce hace una lista de algunos de loslibros de historia de la medicina que haba consultado. En 1933, en una

    entrevista con Henry S. Leonard (estudiante graduado en Filosofa en

    Harvard, al que haban enviado a casa de Peirce en Milford, Pennsylva-

    nia, tras la muerte de su viuda, Julliette Peirce, para recopilar algunos

    de los manus[60]critos conservados), el ltimo mdico que atendi a

    Peirce, G. Alto Pobe, afirmaba que:

    Peirce saba de medicina ms que yo. Cuando iba a visitarlo, estaba

    con l, ms o menos, de media a una hora. Me gustaba conversar con

    l. A menudo, cuando llegaba, me contaba todos los sntomas y daba

    el diagnstico de su enfermedad. Seguidamente me contaba la historia

    completa del tratamiento mdico de esta enfermedad. Entonces me

    42

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    deca lo que se le debera prescribir en aquel momento. No se equivo-

    caba nunca. Me dijo que tena que preguntarme para poder extender

    las recetas ya que no tena la licenciatura en Medicina.77

    Peirce admite que, en cuanto a problemas estadsticos sobre el

    muestreo y la induccin, los mdicos... merecen un tratamiento

    especial porque desde Galeno han tenido una tradicin lgica propia,

    y en su trabajo contra el razonamiento posthoc, ergo propter hoc,

    reconoce, aunque confusamente, la funcin de la induccin que

    afirma que primero debemos decidir para qu carcter nos propone-mos examinar la pista, y slo tras esta decisin examinarla.78 Por otro

    lado, Peirce reconoce que la medicina, esa profesin materialista,79

    presenta una dificultad adicional, adherida a otra mxima de la induc-

    cin, la cual requiere que las muestras no sean pequeas:

    Transgrediendo esta mxima, los nmeros engaan. Concretamente

    las estadsticas mdicas son, en general, despreciablemente pequeas

    y por otra parte se duda de que puedan hacerse.

    Estoy hablando ahora de las estadsticas de los mdicos acreditados.

    En medicina es extremadamente difcil recoger muchos hechos rela-

    cionados con algn punto oscuro, y es an ms difcil evidenciar que

    estos hechos sean una representacin justa de la serie general de

    acontecimientos. Esto explica el lento avance de la ciencia mdica a

    pesar del inmenso estudio [61] que se le ha dedicado, y los grandes

    errores que a menudo pasan de un mdico a otro. Probablemente no

    existe ninguna rama de la ciencia que resulte tan difcil desde todos

    los puntos de vista. Realmente se requiere un gran cerebro para llegar

    a hacer una induccin mdica. Es demasiado obvio para exigir prue-

    bas. Hay tal cantidad de influencias que perturban idiosincrasias

    43

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    personales, mezcla de tratamiento, influencias accidentales y desco-

    nocidas, peculiaridades de clima, raza y estaciones del ao que es

    especialmente necesario que los hechos sean muy numerosos y se es-

    cruten con ojo de lince para detectar engaos. Y adems, es particu-

    larmente difcil recoger hechos en medicina. La experiencia de un solo

    hombre puede rara vez ser decisiva, y en medicina nadie puede juzgar

    materias ms all de su conocimiento personal, debe confiar en los

    juicios de otros. Segn esto, mientras en esta ciencia ms que en cual-

    quier otra una muestra debe ser ms general y ms cuidadosamente

    elegida, es a sta a la que le es ms difcil cumplir estos requisitos.

    Nada, sin embargo, muestra la ligereza con que la gente en general

    discurre, ni nada es ms lastimoso que la prontitud con que nueve de

    cada diez personas se pronuncian acerca de las virtudes de un medi-

    camento partiendo de la ms limitada, la ms inexacta y la ms parcial

    experiencia a la que no se puede llamar, de ninguna manera, expe-

    riencia. Cualquier anciana que haya notado alguna mejora tras la

    administracin de un medicamento, en una docena de casos, sin que

    se parezcan en absoluto uno a otro, no dudar en considerarlo una cu-

    ra infalible para cualquiera que se le parezca en algo a cada uno de los

    doce. Es chocante. Pero lo que an es peor es que se recomendar el

    tratamiento siempre, incluso a partir de rumores comprobados en

    uno o dos casos.

    Observad, os lo pido, la combinacin de falacias implicadas en tal

    proceder. En primer lugar, ninguna induccin puede, con propiedad,

    dibujarse a menos que una prueba haya sido tomada de alguna clase

    definida. Pero estas criaturas necias que piensan que tan slo pa-

    sando un rato en una habitacin de enfermo se han convertido en ga-

    lenos son totalmente incapaces de definir la enfermedad en cues-

    44

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    tin. La supo[62]nen difteria[sic] por ejemplo. Cmo saben que es

    difteria teniendo como nico sntoma una garganta inflamada? Sus

    muestras, en realidad, no son de ninguna clase definida.

    En segundo lugar, la cantidad de casos es apenas suficiente para la

    ms simple de las inducciones. En tercer lugar, los casos, probable-

    mente, proceden de rumores. Y adems de la inexactitud que corres-

    ponde a este tipo de evidencia, estamos ms dispuestos a escuchar co-

    sas extraordinarias relacionadas con su frecuencia que cosas ordina-

    rias. As que tener en cuenta tales casos es tomar muestras. En cuarto

    lugar, el predicado que corresponde a todos los ejemplos es, por lo

    general, totalmente vago. En quinto lugar, una deduccin se hace

    normalmente respetando un caso concreto sin considerar cuidadosa-

    mente si realmente procede de la clase de la que la muestra ha sido ex-

    trada. En sexto lugar, es ms apto ser predicado de un caso concreto

    que haberse fundado en ejemplos previos. Todas estas falacias estn

    combinadas en una especie de argumento que apenas se puede pasar

    una semana sin or uno.80

    Revisando la gran cantidad de ejemplos de diagnstico mdico que

    aparecen en las historias de Holmes, especialmente enfermedades de

    corazn y enfermedades tropicales, Maurice Campbell, especialista de

    corazn, concluye que desde el punto de vista mdico, Watson parece

    estar excelentemente informado.81 Es interesante apuntar que mien-

    tras Watson sigue con xito el mtodo lgico de diagnstico en cues-

    tiones de patologa del cuerpo, es singularmente inepto para traspasar

    este mtodo a la resolucin del crimen, y proporciona un ejemplo de

    alguien que est slo parcialmente versado en lo que Peirce denomina

    lgica docens(vase pg. 73, ms adelante).

    45

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    Hasta tal punto el propio Sherlock Holmes practica los mtodos de

    la Medicina, que un elemento de arte y magia se transforma poco a

    poco en la lgica [63] del descubrimiento cientfico que persigue. En

    nuestra opinin, esto es lo que separa a Holmes como personaje del

    ms puro mtodo lgico del detective Dupin de Edgar Allan Poe.82

    Sabemos que Conan Doyle, que se dedicaba a la medicina hasta que

    los relatos de Holmes le hicieron lo suficientemente rico para renun-

    ciar a su trabajo, cre a Sherlock Holmes basndose en su profesor, el

    doctor Joseph Bell, de la Royal Infirmary of Edinburgh. Sin embargo, elque Conan Doyle tomara a un mdico como modelo, responda a un

    propsito consciente de introducir un mtodo cientfico ms riguroso

    en las detecciones criminales usadas hasta el momento.

    Messac observa correctamente que Doyle segua a Bell en el examen

    de los diagnsticos aplicados a la personalidad entera y vida del

    paciente, y que aquel diagnstico no es nunca absolutamente riguro-

    so; implica irresoluciones, errores. La deteccin del crimen, al igual

    que la medicina, es una especie de pseudociencia.83 Al principio de

    Un estudio en escarlata, Doyle apunta que:

    Gaboriau me haba atrado bastante por su perfecto ensamblaje de los

    argumentos, y el autoritario detective de Poe, el caballero Dupin,haba sido en mi juventud uno de mis hroes. Pero, podra aadir al-

    go de m mismo? Me imagino a mi viejo profesor Joe Bell, su cara

    aguilea, sus curiosas maneras, sus misteriosos modos de encontrar

    los detalles. Si fuera un detective, seguramente habra convertido este

    arte fascinante pero desorganizado en algo muy cercano a una ciencia

    exacta.84

    46

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    Doyle estaba impresionado por la excepcional habilidad de Bell para

    hacer los diagnsticos, no slo de las enfermedades sino tambin de

    las ocupaciones y el carcter del paciente. Fue secretario de Bell [64]

    para los pacientes externos, lo que quera decir que tena que ocupar-

    se de los pacientes que no estaban ingresados, escribir sencillas notas

    sobre sus casos, y seguidamente entrar a enserselas, una por una, en

    una ancha habitacin en la que Bell estaba sentado, rodeado de estan-

    teras y estudiantes.85 El joven estudiante de medicina era muy

    afortunado al poder estudiar sus mtodos [los de Bell] y al aprender

    que a menudo poda saber ms del paciente con una simple ojeada86

    que con la serie de preguntas que Doyle formulaba a los pacientes

    antes de entrevistarse con el doctor.

    A veces los resultados eran muy espectaculares, aunque en ocasiones

    tambin meta la pata. En uno de sus mejores casos, dijo a un paciente

    civil:

    Bien, amigo, usted ha servido en la Armada.

    S, seor.

    No hace mucho que le han licenciado, verdad?

    No, seor.

    Estuvo en un regimiento de montaa?

    S, seor.

    Era un oficial no combatiente?

    S, seor.

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    Estaba destinado en las Barbados?

    S, seor.

    Vean, seores quiso explicar, este hombre es un hombre edu-cado, y sin embargo no se quit el sombrero. En la Armada no lo

    hacen, pero debera haberlo aprendido de las normas de educacin

    social si hubiera hecho tiempo que estaba licenciado. Tiene aire de au-

    toridad y evidentemente es escocs. En cuanto a las Barbados, adolece

    de elefantiasis, enfermedad propia del oeste de la India y no de Ingla-

    terra.

    A la audiencia de Watson todo esto le pareca bastante milagroso has-

    ta que se le explicaba y a partir de ese momento todo se volva sufi-

    cientemente sencillo. No es extrao que tras el estudio de tal carcter

    yo usara y amplificara sus mtodos cuando, ms tarde, quise crear un

    detective cientfico que solventara [65] casos por sus propios mritos

    y no por la locura del criminal.87

    Mientras el dilogo sobre las Barbados era el nico ejemplo que

    tenamos de la habilidad de Bell para la observacin y deduccin,

    aprobado por el propio Doyle, otros varios ejemplos de las significati-

    vas actuaciones de Bell, aportados por mdicos, estudiantes de medici-

    na con Doyle en Edimburgo, o amigos del doctor y la seora Bell, han

    sido publicados y estn siendo revisados por Trevor Hall.88 William S.

    BaringGould ha reproducido una de las ancdotas menos conocidas

    (del Lancet,1 de agosto de 1956):

    Una mujer con un nio pequeo le invit a entrar. Bell le dio los bue-

    nos das y ella le respondi con el mismo saludo.

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    Cmo le ha ido la travesa, seora Bumtisland?

    Estuvo bien.

    Haba un largo trecho hasta Inverleith Row?

    S.

    Qu hizo usted con el otro cro?

    Lo dej con mi hermana en Leith.

    Y usted an estar trabajando en la fbrica de linleo, no?

    S.

    Ven ustedes, seores?, cuando ella me dio los buenos das me di

    cuenta de su acento pfano y, como saben, la ciudad ms prxima a Fi-

    fe es Bumtisland. Se pueden dar cuenta de que tiene arcilla roja en los

    bordes de las suelas de sus zapatos. Y esta clase de arcilla se encuentra

    a veinte millas de Edimburgo, en los Jardines Botnicos. Inverleith

    Row bordea los jardines y es el camino ms rpido desde Leith. Pue-

    den observar que el abrigo que ella sostiene es demasiado grande para

    el nio que va con ella y por tanto quiere decir que se march de casa

    con dos nios. Finalmente, tiene dermatitis en los dedos de la mano

    derecha, caracterstica peculiar entre los trabajadores de la fbrica de

    linleo de Bumtisland.89

    [66]

    O pinsese en el siguiente relato de una entrevista con Doyle, en

    junio de 1892, publicado por primera vez en un artculo de Harry How,

    titulado A Day with Dr. Conan Doyle, que apareci en la Strand

    Magazineen agosto del mismo ao:

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    En Edimburgo, conoc a la persona que Sherlock Holmes me haba

    aconsejado... cuyos poderes intuitivos eran sencillamente maravillo-

    sos. Caso n. 1, se acerca. Bell dijo: Veo que tiene sed, incluso lleva un

    frasco en el pecho, en el bolsillo interior de su abrigo. Otro caso se-

    guira a ste inmediatamente: Zapatero, verdad? Entonces se volve-

    ra hacia los estudiantes, y les sealara que las rodillas de los panta-

    lones del hombre estaban gastadas por dentro. La razn de ello era

    que el hombre haba apoyado all la piedra faldera, peculiaridad pro-

    pia tan slo de los zapateros.90

    Hall observa, tambin, que Doyle reconoce su deuda con Bell en la

    dedicatoria que le pone en Las aventuras de Sherlock Holmes.91 Ms

    adelante. Hall cuenta que, en una carta del 4 de mayo de 1892, enviada

    a Bell, Doy le explicaba:

    Soy totalmente consciente de que le debo Sherlock Holmes a usted, y a

    pesar de que en las historias tengo la ventaja de poder emplazar [aldetective] en toda clase de situaciones teatrales, no creo que este tra-

    bajo analtico sea, ni mucho menos, una exageracin de algunos efec-

    tos que le he visto producir en la seccin de pacientes no ingresados.

    Gira alrededor del centro de la deduccin, la inferencia y la observa-

    cin que le he visto inculcar. He querido crear un personaje que llega-

    ra lo ms lejos posible a veces incluso ms lejos y estoy muy con-

    tento de que los resultados le satisfagan a usted que es el crtico con

    ms derecho a ser severo.92

    Ciertamente, el siguiente pasaje de El intrprete griegorecuerda, en

    grado sumo, algunas de las anc[68]dotas relacionadas con Joseph

    Bell. Holmes y su hermano Mycroft estn sentados en una terraza93 del

    Diogenes Club, cuando Mycroft dice:

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    Para cualquiera que desee estudiar el gnero humano, ste es el lu-

    gar indicado... Mira a esos magnficos tipos! Mira a esos dos hombres

    que se acercan a nosotros, por ejemplo.

    El marcador de billar y el otro?

    S, sos. Qu piensas del otro?

    Los dos hombres se haban parado frente a la ventana. Algunas man-

    chas de tiza en el bolsillo del chaleco de uno eran las nicas seales

    del billar que yo [Watson] pude ver. El otro era un personaje muy ba-

    jito, oscuro, con el sombrero echado para atrs y algunos paquetes ba-

    jo el brazo.

    Un antiguo soldado, por lo que veodijo Sherlock Holmes.

    Y hace muy poco que ha sido licenciado seal el hermano.

    Servicio en la India, por lo que veo.

    Y un oficial no comisionado.

    Real Artillera, imagino dijo Sherlock Holmes.

    Y viudo.

    Pero con un hijo.

    Hijos, amigo mo, hijos.

    Venga! dije riendo, esto ya es demasiado.

    Seguramente respondi Holmes, no es difcil ver que un hom-

    bre con este porte, expresin de autoridad y piel dorada es un soldado

    y que el lugar donde estuvo destinado no estaba muy lejos de la India.

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    Que no ha abandonado el largo servicio es evidente porque an lle-

    va botas de artillera, como se las llama observ Mycroft.

    No tiene la zancada de caballera, an lleva el sombrero a un lado,

    segn muestra la piel ms blanca de aquella parte de la cabeza. Su pe-

    so no le permite ser un zapador. Est en Artillera.

    Ahora bien, su completo luto muestra, evidentemente, que ha per-

    dido a alguien muy querido. El hecho de que haya hecho su propia

    compra parece demostrar que se trata de su mujer. Ha estado com-

    prando cosas para cros, como te habrs fijado. Entre estas [69] cosasse encuentra un sonajero, lo cual muestra que uno de ellos es muy pe-

    queo. Probablemente la mujer muri en el parto. El hecho de que lle-

    ve un cuaderno de pintura bajo el brazo demuestra que tiene otro chi-

    co en quien pensar.

    El mismo Bell subraya el parecido entre el crimen y la enfermedad

    en el siguiente pasaje, escrito en 1892 y citado por Vincent Starrett:

    Intenta aprender las caractersticas de una enfermedad o herida, caba-

    llero, con la misma precisin que conoces las caractersticas, la mane-

    ra de andar, los hbitos, las costumbres de tu ms ntimo amigo, al

    que, incluso en una multitud, puedes reconocer al instante. Puede ser

    una multitud de hombres vestidos todos iguales, y cada uno tener sus

    caractersticas propias, ojos, nariz, pelo y miembros. En cada cosa

    esencial uno se parece al otro; slo difieren en nimiedades y, a pesar

    de ello, conociendo sus nimiedades bien, le reconoces o haces el dia-

    gnstico con facilidad. De igual manera ocurre con la enfermedad de

    la mente o cuerpo o costumbres. Peculiaridades raciales, acento, ocu-

    pacin o carencia de ella, educacin, ambiente de todo tipo, pequeas

    impresiones triviales, gradualmente puedes moldear o tallar al indivi-

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    duo y olvidar las huellas digitales o las marcas de cincel que el experto

    pue