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QUETZALCOATL - CORTES EN LA CONQUISTA DE MÉXICO Miguel LEÓN-PORTILLA Instituto de Investigaciones Históricas U.N.A M. OCUPARSE DE QUETZALCÓATL, precisamente en el contexto de la conquista de México, equivale a dar cabida a interesante tema, objeto a veces de apreciaciones poco fundadas. Como es de suponerse, nos estamos refiriendo a lo que se ha des- crito como un trágico error de los antiguos mexicanos: haber considerado retorno de Quetzalcóatl la llegada de Hernán Cortés. , La existencia de muchas obras en las que, como algo bien ' sabido, se recuerda la propalada identificación de Cortés con Quetzalcóatl, aduciéndola como factor que facilitó inicialmen- te la penetración de los españoles, podría llevarnos a pensar que el tema ha sido ya dilucidado por completo. U n estudio más detenido de la cuestión revela, sin embargo, que hay en torno a ella problemas que deben ser reexaminados si se quie- re comprender mejor la significación del mito en la historia de la conquista. Comencemos aludiendo a un reciente trabajo en que se enuncia peculiar tesis sobre el asunto que nos ocupa. 1 Según i Nos referimos al estudio del historiador austriaco, especializado so- bre todo en el período medieval europeo, Víctor Frankl: "Die Cartas de Relación des Hernán Cortés und der Mythos der Wiederkehr des Quetzalcóatl", Adeva Mitteilungen, Akademische Druck- und Veriagsans- talt, Graz, Austria, núm. 10, noviembre 1966, pp. 7-17. Dicho autor había publicado antes otro trabajo en que tocó el mismo tema: Víctor Frankl: "Imperio particular e imperio universal en las cartas de relación de Hernán Cortés", Cuadernos Hispanoamericanos, Madrid, núm. 165, sep- tiembre 1963, p p . 1-40. expuesto por ilidad historie; ,] ni con el LO resultado d tos —se nos s tarde por < acerca de la taron sagazn en esto tuvi Hernando, '. ie Sahagún. . la aplicaciói ) pseudo-hist :ación muest] te hoy conoc fue realmer stencia de fr por ejemp] ricos de la n ata de esta r r también q cadas elucut iene el méri 0 carente d< stigaciones 1 ie hemos 11: tiene sentic 1 o real con léxica en g :a de los oí cit., p. 12. 13

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Q U E T Z A L C O A T L - CORTES E N L A CONQUISTA DE

MÉXICO Miguel LEÓN-PORTILLA

Instituto de Investigaciones Históricas U.N.A M.

OCUPARSE DE QUETZALCÓATL, precisamente en el contexto de l a conquista de México, equivale a dar cabida a interesante tema, objeto a veces de apreciaciones poco fundadas. Como es de suponerse, nos estamos refiriendo a lo que se ha des­crito como un trágico error de los antiguos mexicanos: haber considerado retorno de Quetzalcóatl la llegada de Hernán Cortés.

, L a existencia de muchas obras en las que, como algo bien ' sabido, se recuerda la propalada identificación de Cortés con

Quetzalcóatl, aduciéndola como factor que facilitó inicialmen-te la penetración de los españoles, podría llevarnos a pensar que el tema ha sido ya dilucidado por completo. U n estudio más detenido de la cuestión revela, sin embargo, que hay en torno a ella problemas que deben ser reexaminados si se quie­re comprender mejor la significación del mito en la historia de la conquista.

Comencemos aludiendo a un reciente trabajo en que se enuncia peculiar tesis sobre el asunto que nos ocupa. 1 Según

i Nos referimos al estudio del historiador austriaco, especializado so­bre todo en e l período medieval europeo, Víctor F r a n k l : " D i e Cartas de Relación des Hernán Cortés und der Mythos der Wiederkehr des Quetzalcóatl", Adeva Mitteilungen, Akademische Druck- u n d Veriagsans-talt, Graz, A u s t r i a , núm. 10, noviembre 1966, pp . 7-17. Dicho autor había publicado antes otro trabajo en que tocó el mismo tema: Víctor F r a n k l : " Imper io part icular e imperio universal en las cartas de relación de Hernán Cortés", Cuadernos Hispanoamericanos, M a d r i d , núm. 165, sep­tiembre 1963, p p . 1-40.

expuesto p o r i l i d a d historie ; ,] n i c o n e l LO resul tado d

tos —se nos s tarde por < acerca de la taron sagazn en esto tuvi Hernando, '.

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cit., p . 12.

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que verosímilmente tuvo la afirmación, según la cual la lle­gada de Cortés y sus hombres se identificó con el retorno de Quetzalcóatl y los otros teteo, teules o dioses. Para encaminar nuestra indagación atenderemos primero a las más tempranas formas de difusión de la idea del Cortés-Quetzalcóatl. Estu­diaremos luego otros testimonios, de particular interés, pre­cisamente por su procedencia indígena.

E L RELATO DE HERNÁN CORTÉS

L a segunda carta de relación, dirigida al emperador Car­los V , con fecha 30 de octubre de 1520, y escrita por don Hernando en el pueblo de Tepeaca, rebautizado con el nom­bre de Segura de la Frontera, es la primera y más antigua de las fuentes que debemos examinar. E n el párrafo que vamos a citar, tras referirse Cortés a su encuentro con el gran señor de Tenochtitlan, poco antes de entrar en la ciudad, recuerda luego una que considera en extremo importante conversación tenida con Motecuhzoma estando ya ambos en uno de sus palacios. Según Cortés, el soberano azteca se expresó así:

M u c h o s días h a q u e p o r nuestras escripturas tenemos de nuestros antepasados n o t i c i a que yo n i todos los que e n esta t i e r ra habi tamos n o somos naturales de e l l a s ino extranjeros, y ven idos a e l l a de partes m u y extrañas ; e tenemos as imismo q u e a estas partes tra jo nuestra generac ión u n señor cuyos vasallos todos eran, e l c u a l se volvió a su naturaleza, y después tornó a v e n i r dende m u c h o t i e m p o , y tanto, que y a estaban cansados los q u e h a b í a n q u e d a d o c o n las mujeres naturales de l a t ierra y tenían m u c h a generac ión y fechos pueblos d o n d e vivían, y quer iéndolos l l e v a r consigo, n o q u i s i e r o n i r n i menos r e c i b i r l e p o r señor, y así se volvió.

E s iempre hemos t e n i d o que los que del descendiesen h a b í a n de v e n i r a sojuzgar esta t i e r ra y a nosotros como a sus vasallos: e según de la parte que vos decís que venís, que es do sale e l sol , y las cosas q u e decís deste g r a n señor o rey que acá os envió, eremos y tenemos p o r c ierto él ser nuestro señor n a t u r a l , e n especial q u e nos decís q u e él h a muchos días que tenía n o t i -

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cia de nosotros. E por tanto, vos sed cierto que os obedecere­mos y tememos por señor, en lugar de ese gran señor que decís, y que en ello no habrá falta ni engaño alguno; e bien podéis en toda la tierra, digo que en la que yo en mi señorío poseo, mandar a vuestra voluntad, porque será obedecido y fecho; y todo lo que nosotros tenemos es para lo que vos dello quisiéredes disponer. . . 5

Tales son las palabras que, según Cortés, pronunció Mo-tecuhzoma en esa primera ocasión. A nuestro parecer, aun aceptando como algo probable que todo el discurso haya sido mera invención de don Hernando, resulta difícil negar que en él se perciben alusiones que a todas luces coinciden con la idea —de la que hablan varios textos indígenas en contex­tos alejados del tema de la conquista— acerca del anunciado retorno del señor de T u l a que se había marchado al oriente. 6

Es cierto, por otra parte, que en las mismas palabras atri­buidas por Cortés a Motecuhzoma se da también base para establecer la aceptación del soberano indígena de obedecer a ese "gran señor" del oriente, que, para el conquistador, era por supuesto Carlos V .

L a doble serie de implicaciones —probable alusión al mito indígena y sagaz fundamentación legalista del dominio a punto de adquirirse— son, por tanto, lo que debe esclarecer­se. Adelantaremos aquí al menos algo de lo que más abajo vamos a estudiar. Se refiere ello a lo que nos revela el análisis

5 Hernán Cortés: Cartas y documentos, introducción de M a r i o Her­nández Sánchez-Barba, México, E d i t o r i a l Porrúa, 1963, pp. 559-60.

6 Los textos que tratan de diversas apariciones y retornos de Quetzal-cóatl (conocido también como Kukulkán o Gucumatz en el mundo maya) , aluden a diversos momentos en la evolución histórica de Mesoamérica. Daremos aquí, a modo de ejemplo, las siguientes referencias: Historia tolteca-chichimeca, fo l . 10 y 33; C h i m a l p a h i n Cuauhtlehuanitzin: Me­morial breve acerca de la fundación de Culhuacan, fo l . 18 r.; Anales de Cuauhtitlan, fol . 7; Popol Vuh, las antiguas historias del Quiche, edición y traducción de Adrián Recinos, México, Fondo de Cul tura Económica, 1953, pp . 220-222; Anales de los Cakchiqueles, edición y traducción de Adrián Recinos, México, Fondo de C u l t u r a Económica, 1950, pp . 62, 67, 79.

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de las fuentes indígenas. Creemos que en función de ellas no cabe poner en tela de juicio que, desde los primeros contac­tos de los hispanos con los indígenas, estando aún en las costas del Golfo, tuvo don Hernando que enterarse, aun cuando fuera vagamente, de las creencias nativas sobre el profetizado regreso del señor cuyos atavíos e insignias preci­samente le fueron enviadas por Motecuhzoma.

Teniendo esto presente, ya que sería incoherente soslayar los distintos testimonios indígenas que valoraremos más aba­jo, pasamos a examinar el segundo supuesto discurso de Mo­tecuhzoma, incluido por Cortés en la misma carta de rela­ción. Aduce entonces don Hernando las palabras que, según él, pronunció también el soberano de México ante la "con­gregación de todos los señores de las ciudades y tierras allí comarcanas". L o que pone entonces en labios del tlatoani azteca suena a manifiesta reiteración de lo hablado antes en privado. He aquí lo que se pretende que dijo Motecuhzoma a los señores vasallos suyos:

H e r m a n o s y amigos míos, y a sabéis q u e de m u c h o t i e m p o acá vosotros y vuestros padres y abuelos habéis s ido y sois sub­ditos y vasallos de m i s antecesores y míos, y s iempre de ellos y de m í habéis s ido m u y b i e n tratados y honrados , e vosotros asimesmo habéis hecho lo q u e buenos y leales vasallos son o b l i ­gados a sus naturales señores; e t a m b i é n creo q u e de vuestros antecesores tenéis m e m o r i a cómo nosotros n o somos naturales desta t ierra , e q u e v i n i e r o n a e l l a de o t r a m u y lejos, y los trajo u n señor q u e e n e l l a los de jó , cuyos vasallos todos eran . E l c u a l volvió d e n d e h a m u c h o t i e m p o y ha l ló q u e nuestros abuelos es­t a b a n y a p o b l a d o s y asentados e n esta t i e r ra y casados con las mujeres desta t ierra , y t en ían m u c h a mult ip l icac ión de hi jos , p o r m a n e r a q u e n o q u i s i e r o n volverse c o n él n i menos l o quisie­r o n r e c i b i r p o r señor de l a t i e r ra .

Y él se volvió, y de jó d i c h o que tornar ía o enviar ía c o n ta l p o d e r , q u e los pudiese constreñir y atraer a su servicio. E b i e n sabéis q u e s iempre lo hemos esperado, y según las cosas que e l capi tán nos h a d i c h o de a q u e l rey y señor que le envió acá, y según l a parte de d o n d e él dice q u e v iene , tengo p o r cier­to, y así l o debéis vosotros tener, q u e aqueste es e l señor que

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esperábamos , e n especial que nos dice q u e al lá ten ía n o t i c i a d e nosotros .

E pues nuestros predecesores n o h i c i e r o n l o q u e a su señor e r a n ob l igados , hagámoslo nosotros, y demos gracias a nuestros dioses p o r q u e e n nuestros t iempos v i n o l o q u e tanto aquel los esperaban. Y m u c h o os ruego, pues a todos es n o t o r i o todo esto, q u e así c o m o hasta aquí a mí me habéis t e n i d o y obedec ido p o r señor vuestro, de aquí adelante tengáis y obedezcáis a este g r a n rey, pues él es vuestro n a t u r a l señor, y e n su l u g a r ten­gáis a este su capi tán; y todos los t r ibutos y servicios q u e hasta aquí a m í me hacíades, los haced y d a d a él, p o r q u e yo asi-mesmo tengo que c o n t r i b u i r y servir c o n todo l o q u e m a n d a r e ; y demás de hacer l o que debéis y sois obl igados , a mí me haréis e n e l lo m u c h o p l a c e r . 7

Formulada una vez más la idea del retorno, más tajante­mente se enuncia aquí la cesión del poder "a ese gran rey" y a quien está en su lugar, su capitán, con la orden expresa de que todos los otros señores de los pueblos sometidos de­bían obrar en igual forma. Y en seguida, a modo de comen­tario, añade don Hernando que "todos aquellos señores que le estaban oyendo, lloraban tanto que, en un gran rato, no le pudieron responder". L a contestación llegó al f in y, por cierto, de ella podía ufanarse el sagacísimo Cortés. L o que a este respecto escribió es elocuente por sí mismo. Según Cor­tés, los señores, vasallos de Motecuhzoma,

. . .después de algo sosegadas sus lágrimas, r e s p o n d i e r o n que el los l o t en ían p o r su señor, y h a b í a n p r o m e t i d o de hacer todo l o que les mandase ; y que p o r esto y p o r l a razón q u e para e l l o les d a b a , q u e e r a n m u y contentos de l o hacer; e que desde entonces p a r a s iempre se d a b a n e l lo p o r vasallos de vuestra al ­teza [dice Cortés, dirigiéndose ya a C a r l o s V] y desde allí todos j u n t o s y cada u n o p o r sí promet ían , y p r o m e t i e r o n , de hacer c u m p l i r t o d o a q u e l l o q u e c o n e l r e a l n o m b r e de vuestra majes-L d u í c a í u c s c iiicu.iu.cuaO, cuinu uucuus y í c a i c S v a a o i i u » IU u c u c u

hacer, y de a c u d i r c o n todos los t r ibutos y servicios q u e antes a l d i c h o M u t e z u m a hac ían y e r a n ob l igados , y c o n todo lo

7 Cortés: op. cit., pp . 68-69.

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demás q u e les fuese m a n d a d o en n o m b r e de vuestra alteza. L o c u a l todo pasó ante u n escribano públ ico, y l o asentó p o r auto e n f o r m a , y yo pedí así p o r tes t imonio en presencia de muchos españoles . 8

L a entrega del poder, la promesa de total obediencia, por parte no ya sólo de Motecuhzoma sino también del conjunto de los señores que allí estaban, no fue algo que quedó en el aire como mero sonido de palabras y sollozos. E l escribano, preparado por Cortés, tomó registro de todo ello, si bien aña­dirá luego Cortés que tales testimonios escritos desgraciada­mente se perdieron. 9 De cualquier modo reiterará que la jus­tificación de la ocupación del territorio y el traspaso de su soberanía al rey de Castilla, habían quedado asentados así por "auto en forma".

L A DIVULGACIÓN HECHA POR GOMARA

L o que consignó Cortés en esta segunda carta de relación alcanzó, años más tarde, nueva forma de resonancia gracias a su antiguo capellán, Francisco López de Gomara. Éste, en su Historia de la conquista de México, publicada en 1552, ampliando a su modo y comentando las palabras atribuidas al soberano azteca, encontró en ellas argumento válido para justificar la transferencia de autoridad y de posesión de la tierra. Textualmente escribió Gomara: "Moctezuma primero, y luego tras él todos, se dieron por vasallos del rey de Castilla y prometieron lealtad. . . " 1 0

Además, antes de que ningún otro lo hiciera en letra im-

s id. 9 Ibid.j p. 33. Textualmente escribió el conquistador: " P o i q u e en

cierto infortunio ahora nuevamente acaecido. . . se me perdieron todas las escrituras y autos que, con los naturales de estas tierras, yo he h e c h o . . . "

10 Francisco López de Gomara : Historia de la conquista de México, introducción y notas de Joaquín Ramírez Cabanas, 2 v., Edi tor ia l Ro­bredo, México, 1943, i , p. 268.

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presa, mencionó ya expresamente Gomara el nombre de Que-tzalcóatl, al referirse al supremo señor cuyo profetizado re­torno pareció a los indios que se cumplía con la llegada de Hernán Cortés. Así, por ejemplo, al hablar Gomara de los embajadores que envió Motecuhzoma a los españoles cuando estaban todavía en tierras de Veracruz, escribe:

L o s i n d i o s c o n t e m p l a r o n m u c h o e l traje, gesto y barbas de los españoles. Maravi l lávanse de ver comer y correr a los caba­l los . T e m í a n d e l r e s p l a n d o r de las espadas. Caíanse e n e l suelo d e l go lpe y estruendo q u e hacía l a art i l ler ía y pensaban q u e se hundía e l cielo a truenos y rayos; y de las naos decían que v e n í a e l d ios Quetzalcóatl c o n sus templos a cuestas, que era dios d e l a ire que se hab ía i d o y le esperaban . . . n

Otro pasaje mencionaremos de la misma obra de Gomara en que implícitamente se reitera la identificación de Quetzal-cóatl-Cortés. Se refiere éste a la reacción que tuvo Motecuhzo­ma al enterarse de la quema y matanza ocurridas en Cholula. Según Gomara, el señor de los mexicas dijo entonces: "ésta es la gente que nuestro dios me dijo que había de venir y señorear esta tierra. . . " 1 2

Y añade luego el propio Gomara que, encerrado Mote­cuhzoma en uno de sus templos, escuchó allí al diablo que le manifestó que precisamente Quetzalcóatl, dios de Cholula, de tiempo atrás estaba enojado porque le sacrificaban muy pocas víctimas y que por ello el dios había tomado el partido de los forasteros.1 3 E l vínculo de identidad se acentuaba. Si Cortés y sus hombres eran Quetzalcóatl y los otros teules que regresaban, nada tenía de extraño que la figura del dios ado­rado en Cholula hubiera actuado en favor de los forasteros y aun aceptado, a falta de otros sacrificios, la mortandad de hombres que allí se perpetró.

A partir de la ulterior difusión de la obra de Gomara, la

11 Ibid., p. 106. 12 ibid., p. 201. 13 Ibid., p p . 201-202.

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gran mayoría de los autores que se ocuparon de la historia de la conquista de México, aceptó, sin entrar en mayores precisiones, que Motecuhzoma y su pueblo, haciendo equivo­cada referencia de sus tradiciones, habían visto en la apari­ción de Cortés el retorno de Quetzalcóatl. L a aplicación del mito, insinuada desde la segunda carta de relación de don Hernando y difundida más claramente gracias a Gomara, habría de servir también, en más de un alegato, para preten­der fundamentar la legitimidad de los reales títulos sobre las tierras conquistadas. Se repitió así que Motecuhzoma ha­bía hecho cesión de sus derechos precisamente porque vio en Cortés al enviado del supremo señor del oriente, que, desde mucho antes, tenía profetizado su regreso.

U N TEMPRANO IMPUGNADOR

Hubo alguien, sin embargo, que, conocedor de estas ideas, levantó la voz en temprana fecha para refutar lo que tuvo por patraña. Interesante resulta aducir en este contexto un testimonio, hasta ahora poco conocido, de fray Bartolomé de las Casas. Nos referimos a lo que asentó éste en el capítu­lo X X X I I de una obra suya que, hasta 1968, había perma­necido inédita. Escrita en latín, ostenta un título a primera vista inesperado: De Thesauris in Perú.14 Su tema es, en po­cas palabras, inquirir sobre quién o quiénes tenían justo título para apropiarse del gran conjunto de tesoros que de continuo aparecían en entierros o guacas y en otros muchos sitios en tierras peruanas.

Como acontece en otras obras de fray Bartolomé, la pro­blemática que trata en ésta lo lleva, casi sin sentirlo, al plan­teamiento de muy diversas cuestiones, entre ellas nuevamen­te la que en su pensamiento ocupa lugar primordial: la

14 Bartolomé de las Casas: Los tesoros del Perú, tradución y anota­ción de Ángel Losada García, M a d r i d , Consejo Superior de Investigacio­nes Científicas, Institutos Gonzalo Fernández de Oviedo y Francisco de V i t o r i a , 1968.

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legitimidad de la conquista y los posibles derechos del sobe­rano de Castilla con respecto a los pueblos y tierras sojuz­gados en el Nuevo Mundo. Es precisamente en este contexto donde el padre Las Casas trata, con abundancia de argumen­tos, acerca de la pretendida cesión hecha por Motecuhzoma en favor del señor del oriente. Del texto de Las Casas cita­remos sólo los párrafos más pertinentes:

Y no vale decir , como c o n ment i ras f i n g e n aquel los t i ranos , q u e e n a lgunos lugares de a q u e l m u n d o y e n la c i u d a d de M é x i c o , c o n s i n t i e r o n v o l u n t a r i a m e n t e , t rans f i r i endo a nuestros reyes todo d o m i n i o , jur isdicción y potestad y a b d i c a n d o e n el los todo derecho que les per tenec ía ; pues e n esto, como e n otras muchas cosas, m i e n t e n de p l a n o aquel los t iranos, cuidándose m u c h o de p a l i a r , excusar, o a l menos atenuar, sus nefandas i n ­just ic ias y crueles v io lenc ias , gloriándose de sus hazañas ante s u r e y . 1 5

Después de este preámbulo inicia el padre Las Casas su argumentación, refiriéndose ya específicamente a la supuesta cesión de derechos que, según Hernán Cortés, había reali­zado Motecuhzoma:

¿Cómo, pues, se v a a creer q u e a q u e l g r a n M o c t e z u m a , p o r gusto, q u i s i e r a t ransfer i r a m a n o s de los enemigos, e n n o m b r e d e l rey de las Españas , a q u i e n n o c o n o c í a . . . , t an extensos y r iquísimos re inos , t a n grande e ins igne c i u d a d , e n la c u a l era reverenc iado como u n a d i v i n i d a d ? 1 6

Y tras mencionar el hecho de que precisamente Cortés había sido acogido pacíficamente por Motecuhzoma, se plan­tea directamente la cuestión que aquí nos interesa:

¿ T a n p r o n t o p u d o entender e l rey M o c t e z u m a nuestro i d i o ­m a como p a r a c o m p r e n d e r las es t ipulac iones de ese c i tado p r i ­m e r salteador [ H e r n á n Cortés] , e n las que se le p e d i a l a r e n u n -

15 ib id., p. 305. 16 ibid., pp . 305-307.

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c i a a l r e i n o o l a cesión de t o d o su estado r e a l . . . ? ¿No es ver­d a d q u e sólo son válidos aquel los contratos e n q u e las partes contratantes se e n t i e n d e n m u t u a m e n t e ? ¿Acaso p u e d e n serlo aquel los e n que las partes i n c u r r a n e n algún error , s iendo así que , según parece, a q u e l que yerra no c o n s i e n t e . . . ? 1 7

L a alusión al error se torna ciertamente clara recordando lo escrito por Cortés en su citada segunda carta de relación. Pero el padre Las Casas añade todavía algo más sobre el asunto. Para ello aduce un hecho del que no se tenía noticia hasta la publicación de este trabajo suyo. He aquí sus pro­pias palabras:

E n efecto y e n cierta ocasión, encontrándonos a q u e l opresor de h o m b r e s y yo e n la p r o p i a c i u d a d de M é x i c o h a b l a n d o e n u n a conversación f a m i l i a r (pues h u b o u n t i e m p o e n q u e éramos a m i g o s ) , recayó nuestra c h a r l a sobre su invasión y t iránica en­t rada e n aquel los re inos ; él a f i r m a b a que e l rey M o c t e z u m a le h a b í a c e d i d o a él todo e l r e i n o e n n o m b r e d e l rey de las E s p a -ñas; yo le contradecía y le aseguraba q u e l o había hecho p o r m i e d o y terror de nuestros cabal los y armas de fuego, si es que l o h a b í a hecho, l o q u e de n i n g u n a m a n e r a creo; y a l p r e g u n ­tarle u n o de los que con nosotros allí estaba: " ¿ N o te envió e l rey M o c t e z u m a mensajeros c o n dones, rogándote que salieras tú y tus compañeros de su r e i n o ? " , respondió r i e n d o a carcajadas: "Así fue e n v e r d a d , más de t r e i n t a veces". H e aquí cómo p o r sus p r o p i a s palabras p ú b l i c a m e n t e le convencí de m e n t i r o s o . 1 8

Nuestra intención, al citar este interesante testimonio de fray Bartolomé, ha sido poner en evidencia cómo, desde tem­prana fecha, hubo quien pusiera en tela de juicio no preci­samente la existencia de la tradición tocante al retorno del señor del oriente sino las consecuencias que de ello pretendió derivar Cortés en los discursos que sagazmente atribuyó a Motecuhzoma. N o pensamos, sin embargo, que lo expuesto hasta a q u í signifique haber aclarado en definitiva la cues-

17 ibid., p. 307. i s ibid., pp . 307-309.

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tión que más directamente nos interesa o sea la que se re­fiere a la aplicación indígena del mito de Quetzalcóatl en u n primer intento por comprender la significación de la lle­gada de Cortés y su gente. Reiteramos que en este punto deben de tomarse también en cuenta, en forma muy especial, los testimonios de la tradición nativa. De hecho el general desconocimiento de tales fuentes en lengua náhuatl impidió por mucho tiempo cualquier forma de confrontación con lo que los propios nativos pudieran haber expresado sobre esta materia.

E n épocas más recientes el estudio de textos en náhuatl, como los incluidos en los Códices matritenses y florentino (testimonios de los informantes de fray Bernardino de Saha-

gún) , o los que se hallan en el manuscrito de los Anales de la nación mexicana y en otras fuentes indígenas, ha permiti­do enmarcar la cuestión en términos de la que hemos lla­mado "Visión de los vencidos". Atendamos, pues, a lo que los supervivientes indígenas consignaron sobre la interpreta­ción que se dio a la llegada de Hernán Cortés.

LOS TESTIMONIOS EN LENGUA NAHUATL

Antes de pasar a ocuparnos de lo que aportan sobre esta materia los textos de procedencia indígena, recordaremos al menos lo que otro cronista español consignó, en fecha bas­tante temprana, sobre el mismo asunto. Nos referimos a fray Tor ib io de Benavente Motolinía que, como se sabe, llegó a México formando parte del grupo de los doce franciscanos en 1524. Destacando el interés mostrado por los indígenas en conservar su propia memoria de los hechos de la conquista, nos dice:

M u c h o n o t a r o n estos naturales i n d i o s , entre las cuentas de sus años, e l año q u e v i n i e r o n y e n t r a r o n e n esta t i e r ra los es­pañoles, c o m o cosa m u y notab le y que a l p r i n c i p i o les puso m u y g r a n d e espanto y admirac ión. V e r u n a gente v e n i d a p o r e l agua, lo q u e ellos n u n c a h a b í a n visto n i o ído q u e se pudiese

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hacer, de traje t a n e x t r a ñ o d e l suyo, t a n denodados y animosos , tan pocos entrar p o r todas las p r o v i n c i a s de esta t i e r ra c o n tanta a u t o r i d a d y osadía, como si todos los naturales f u e r a n sus vasal los . . . A los españoles l l a m a r o n teteuh, que quiere dec i r dioses, y los españoles, c o r r o m p i e n d o e l vocablo , decían teules, e l cua l n o m b r e les duró más de tres años, hasta q u e d i m o s a entender a los i n d i o s que n o h a b í a más de u n solo D i o s , y que a los españoles, q u e los l lamasen crist ianos, de lo c u a l a lgunos españoles necios se a g r a v i a r o n y q u e j a r o n , e i n d i g n a d o s c o n t r a nosotros, decían q u e les q u i t á b a m o s su n o m b r e , y esto m u y e n forma , y n o m i r a b a n los pobres de e n t e n d i m i e n t o q u e el los u s u r p a b a n e l n o m b r e que sólo a D i o s pertenece; después q u e f u e r o n muchos los i n d i o s baut izados , l lamáronlos e s p a ñ o l e s . . , 1 9

Significativa es esta recordación de Motolinía, que se en­contraba ya en México apenas tres años después de la caída de México-Tenochtitlan. Por una parte claramente confirma que, en un principio, se atribuyó a los españoles el título de dioses, teteuh, teules. Por otra, muestra que, como una reli­quia de tal atribución, se mantuvo por algún tiempo el em­pleo del vocablo teules, hasta que los frailes lograron erradi­carlo y, por cierto, con el consiguiente enojo de algunos es­pañoles "pobres de entendimiento". Y aunque en lo dicho por Motolinía no se habla del esperado retorno de un supremo señor, se destaca al menos que, al entrar los españoles, pare­ció a los indios que lo hacían "como si todos los naturales fueran sus vasal los . . . " De cualquier forma las palabras del franciscano muestran que —independientemente de lo insi­nuado por Cortés en su carta al emperador— tuvo de hecho considerable vigencia el que los indios llamaran a los espa­ñoles teteuh o teules.

Corresponde ahora ocuparnos ya de lo que dejaron dicho acerca de esto los supervivientes indígenas de la conquista. L a primera fuente a que acudimos es justamente la más anti­gua, ios Anales históricos de la nación mexicana, de autores anónimos de Tlatelolco, que terminaron de escribirla, en ná-

19 T o r i b i o de Benavente Motolinía: Historia de los Indios de Nueva España, México, E d i t o r i a l Salvador Chávez Hayhoe, 1941, p p . 161-162.

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huatl , en 1528. E n la parte final del manuscrito se encuentra el relato acerca de los acontecimientos que se fueron suce­diendo a partir del año 13-Conejo, correspondiente al de 1518. He aquí la versión del texto en que se describen las primeras reacciones de los mexicas:

A ñ o 13-Conejo (1518), entonces f u e r o n vistos los españoles e n c i m a d e l a g u a . . .

A ñ o 1-Caña (1519), los españoles sa l i e ron p o r e l r u m b o de T e c p a n T l a y á c a c . L u e g o apareció t a m b i é n su capi tán. C u a n d o y a estaban e n T e c p a n T layácac , fue a d a r l e l a b i e n v e n i d a e l C u e t l a x t e c a , fue a entregarle dos soles de m e t a l precioso, u n o de m e t a l a m a r i l l o y o t ro b l a n c o . T a m b i é n u n espejo p a r a col­g a r l o sobre su espada, u n a g r a n b a n d e j a de oro , u n j a r ro de o r o , abanicos, adornos de p l u m a s de q u e t z a l y escudos de con­c h a nácar .

D e l a n t e d e l capi tán se h i c i e r o n sacrif ic ios. P o r esto m u c h o se i rr i tó . P o r q u e le d a b a n sangre e n u n vaso d e l águila. P o r esto h i r ió a l q u e le d a b a l a sangre; le d i o golpes c o n su espada. E n seguida se d e s b a n d a r o n e n desorden los q u e h a b í a n i d o a d a r l e l a b i e n v e n i d a .

T o d o esto h a b í a n l l e v a d o a l capi tán p a r a dárselo p o r órde­nes de M o t e c u h z o m a . P o r esto h a b í a n i d o a encontrar a l capi­tán . H a b í a i d o a c u m p l i r este o f i c i o e l C u e t l a x t e c a . . . 2 0

Bastante es lo que puede inferirse de este breve texto, es­crito, como ya dijimos, en 1528. E l enviado de Motecuhzoma, además de una serie de presentes, hizo entrega a Cortés de varias insignias propias de un dios. Esto último resultará más claro cuando citemos más abajo otro testimonio indígena. Finalmente, el sacrificio y la ofrenda de sangre en un vaso del águila, que tanto irritaron a don Hernando, denotan, fuera de cualquier duda, la creencia de que era un dios el que había llegado de más allá de las aguas inmensas.

20 Anales de la nación mexicana (Manuscrito anónimo de Tlate-lolco) Ms . M e x i c a i n n u m . 22, Biblioteca Nacional de París. Edición facsí­mile de Ernst M e n g i n , Corpus Codicum Americanorum Medi Aevi, Copenhaguen, 1955, fo l . 28.

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Veamos ahora otro testimonio más amplio: el que pro­porcionaron a fray Bernardino de Sahagún sus informantes indígenas. Se trata de los textos en náhuatl que sirvieron de apoyo al franciscano para redactar más tarde el libro x n de su Historia general de las cosas de Nueva España. Estos ma­teriales, cuyo tema es la visión indígena de la conquista, fue­ron puestos por escrito, aprovechando los relatos de ancianos nativos, en una primera redacción que quedó concluida en 1555. Más tarde, como lo asienta el propio Sahagún, tales tes­timonios sobre la lucha entre mexicas y españoles fueron ob­jeto de cuidadosa revisión. Así, hacia 1585, pudo tenerse el texto definitivo, hechas algunas correcciones ya que en la pri­mera redacción, según fray Bernardino, "se pusieron algunas cosas que fueron mal puestas y otras se callaron que fueron mal calladas. . . " 2 1

L a relación de la conquista debida a los informantes de Sahagún es el testimonio más amplio dejado por los indíge­nas al respecto. Abarca desde los varios presagios que se de­jaron ver, "cuando aún no habían venido los hombres de Castilla a esta tierra", hasta uno de los discursos "con que amonestó don Hernando a todos los señores de México, Tetz-coco y Tlacopan", exigiéndoles la entrega de sus varios teso­ros. A lo largo del relato es frecuente hallar referencias a distintas formas de portentos y aun de intervenciones de dio­ses. Como muestra pueden recordarse los ya aludidos presa­gios "que pusieron gran espanto en el ánimo de Motecuhzo-ma" y asimismo lo que se dice acerca de una aparición del dios Tezcatlipoca que habló y reprendió a los hechiceros en­viados por el soberano mexica al campamento de Hernán Cortés.

Dentro de este contexto, donde se deja sentir lo porten­toso, están los textos que a continuación transcribimos y que más estrechamente tocan a la cuestión que aquí nos interesa. E n ellos se habla sobre el estado de ánimo de Motecuhzoma

21 Bernardino de Sahagún: Historia General de las Cosas de Nueva España, edición preparada por Ángel María Garibay K . , 4 v., México,

Edi tor ia l Porrúa, 1956, iv, p. 9.

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a fines ya del año 13-Conejo y asimismo acerca de sus pri­meros enviados cuando, en 1-Caña (1519) —año con el signo calendárico de Quetzalcóatl— decidió establecer las primeras formas de contacto con los misteriosos forasteros desembarca­dos en la oril la de las aguas inmensas:

H i z o su t u r n o e l a ñ o que l i n d a c o n 13-Conejo. C u a n d o ya v a a tener f i n , a l acabarse e l a ñ o 13-Conejo, v i e n e n a salir , son o t r a vez vistos los h o m b r e s de C a s t i l l a .

C o n presura , de esto se i n f o r m a a M o t e c u h z o m a . A l ente­rarse éste, envía también de p r i s a a sus mensajeros. E r a como si p e n s a r a q u e e l recién l l e g a d o era nuestro pr ínc ipe Quetzalcóat l . Así estaba e n su corazón: v e n i r solo, sal ir acá. V e n d r á t a l vez é l p a r a conocer dónde se h a l l a su t r o n o y su sol io . C o m o q u e p o r eso se fue recto, a l t i e m p o q u e se fue.

E n v i ó M o t e c u h z o m a c inco q u e lo f u e r a n a encontrar , que le f u e r a n a ofrecer sus dones . L o s g u i a b a u n sacerdote, e l que ten ía a rargo y bajo su n o m b r e e l t e m p l o de Y o h u a l l i c h a n . E n segundo l u g a r i b a e l de T e p o t z t l a n ; e n tercero, e l de T i z a r í a n ; e l cuar to era e l de H u e h u e t l a n y e l q u i n t o e l de M i c t l a n .

M o t e c u h z o m a les d i j o : v e n i d acá, vosotros sois también gue­rreros ocelotes, v e n i d acá. D i c e n que o t r a vez h a sal ido a t ierra e l señor nuestro . I d a su e n c u e n t r o i d a hacerle oír. P o n e d bue­n a ore ja a l o que él os d i g a . B u e n a ore ja tenéis que guardar . H e aquí c o n lo que habéis de l legar a l señor nuestro:

Éste es e l tesoro de Quetzalcóat l . U n a máscara de serpiente, de h e c h u r a de turquesas. U n travesano p a r a e l pecho, hecho de p l u m a s de quetza l . U n c o l l a r te j ido a m a n e r a de pe ta t i l lo . E n m e d i o t iene colocado u n disco de o r o . T a m b i é n u n escudo de travesanos de oro y de c o n c h a nácar . T i e n e p l u m a s de quetza l e n e l b o r d e y unas bandero las de l a m i s m a p l u m a .

T a m b i é n u n espejo de los q u e se p o n e n atrás los danzantes, g u a r n e c i d o de p l u m a s de q u e t z a l . Ese espejo es como u n escudo de turquesas. Es mosaico d e turquesa ; de turquesas está incrus­tado, t a c h o n a d o de turquesas.

T a m b i é n u n a ajorca de jades c o n cascabeli l los de oro . Igual­m e n t e u n lanzadardos g u a r n e c i d o de turquesas, todo de turque­sas l l e n o , c o n cabecil las de serpiente . Y as imismo unas sandalias de o b s i d i a n a . . . Y éste es e l atavío de Quetzalcóat l :

U n a d i a d e m a de p i e l de t igre c o n p l u m a s de faisán. Sobre e l l a h a y u n a e n o r m e p i e d r a verde c o n que estará a tav iada l a

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cabeza. Ore jeras de turquesas de f o r m a r e d o n d a , de las cuales p e n d e u n zarc i l lo c u r v o de concha y o r o . U n c o l l a r de jades íe j ido a m a n e r a de p e t a t i l l o .

T a m b i é n e n e l m e d i o t iene u n disco de o r o . Y l a m a n t a con que se cubre e l dios t iene ribetes rojos. T a m b i é n e n e l p ie cascabeles de oro . Y u n escudo de oro , p e r f o r a d o e n e l m e d i o , c o n p l u m a s de quetza l tendidas e n su b o r d e ; t ambién c o n bande­r o l a d e q u e t z a l .

A s i m i s m o e l cayado torc ido p r o p i o de Ehécat l . C u r v o p o r a r r i b a y c o n piedras preciosas blancas. A s i m i s m o sus sandalias de e s p u m a . . .

A los c inco enviados que se h a n m e n c i o n a d o , luego les d i o órdenes M o t e c u h z o m a : I d n o os demoréis . H a c e d acatamientos a l señor nuestro, e l dios . D e c i d l e : nos envía acá e l que o c u p a t u l u g a r , M o t e c u h z o m a . H e aquí l o que te d a e n o f r e n d a a l l legar a t u casa de M é x i c o . . . 2 2

E l texto indígena habla enseguida de la llegada de los en­viados de Motecuhzoma al campamento de Cortés y de la entrega allí de sus distintos dones, entre ellos de los atavíos de Quetzalcóati. A l decir de los informantes, el propio don Hernando dejó que los indios le pusieran todo aquello que lo convertía de hecho en una representación viviente de Que­tzalcóati. Si esto fue así —y no encontramos razón alguna que nos mueva a negarlo— ya que también en la fuente dis­tinta que es el texto de los Anales de la nación mexicana se

22 Textos de los Informantes Indígenas de Sahagún, Códice Floren­tino, l ibro XII. (Se cita aquí la transcripción de la versión del original en náhuatl, inc luida en Visión de los vencidos, relaciones indígenas de la Conquista, selección y notas de M i g u e l León-Portilla, sexta edición, México, Univers idad Nacional , 1972, pp. 22-25.) Acerca de estos pre­sentes enviados por Motecuhzoma a Cortés, dan asimismo noticia la primera Carta-Relación de la Justicia y Regimiento de Veracruz, de fecha 10 de ju l io de 1519, así como Bernal Díaz del Castil lo en su cró­nica. Este último señala expresamente que los indígenas habían pedido a don Hernando repartiera entre los teules (teteo, dioses) los presentes que enviaba el señor de Tenochti t lan. Véase Hernán Cortés: Cartas y documentos, cit., p p . 28-32, y Bernal Díaz del Casti l lo: Historia verda­dera de la Conquista de la Nueva España, edición preparada por Joa­quín Ramírez Cabanas, México, E d i t o r i a l Porrúa, 1955, p .130.

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alude a este episodio, tenemos verosímil explicación de cómo pudo haberse enterado el sagaz conquistador de la creencia indígena acerca del supremo señor que se había marchado al oriente y que un día iba a regresar. Nada tiene de extraño que, al verse ataviado con las insignias que le pusieron los mensajeros de Motecuhzoma, inquiriese a través de sus in­térpretes, Jerónimo de Aguilar y Malintzin, sobre la signifi­cación que tenía todo esto.

N o siendo posible citar aquí otras varias porciones perte­necientes a estos textos de los informantes de Sahagún, re­cordaremos al menos en forma resumida lo que se nos dice en algunos pasajes de particular interés. Así, páginas ade­lante, se recuerda otra embajada despachada por el mismo Motecuhzoma. Los enviados, al encontrarse delante de Cor­tés, trataron de practicar en su honor el rito de los sacrificios humanos. Como lo refirieron también los Anales de la nación mexicana, quisieron hacerle entonces ofrecimiento de sangre en un vaso del águila. E l texto de los informantes describe con mayor detalle la reacción de los hombres de Castilla:

C u a n d o ellos v i e r o n esto, s i n t i e r o n m u c h o asco, escupieron , se restregaban las pestañas, cer raban los ojos, ag i taban l a cabe­za. L a c o m i d a estaba m a n c h a d a de sangre, l a desecharon c o n náuseas . . .

L a razón de h a b e r o b r a d o así M o t e c u h z o m a es que tenía la creencia d e q u e ellos e r a n dioses. P o r dioses los ten ían y c o m o a dioses los v e n e r a b a n . P o r esto f u e r o n l lamados , f u e r o n desig­nados como dioses venidos d e l c ielo, de las aguas celestes. E n cuanto a los h o m b r e s negros que venían c o n ellos, se d i j o q u e e r a n d i v i n o s sucios. . , 2 3

A un último pasaje debemos aludir. Recoge éste las pala­bras que, según se decía, pronunció Motecuhzoma al hallarse al f in frente a Cortés, todavía antes de su entrada a la ciu­dad, en un sitio de la que hoy se conoce como Calzada de San Antonio Abad. Por varias fuentes sabemos que dicho encuen-

23 Códice Florentino, l ibro XII, cit., p . 34.

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tro tuvo lugar el 8 de noviembre de 1519. He aquí lo que manifestó Motecuhzoma, según el testimonio dfe los ancia­nos informantes:

S e ñ o r nuestro, te has fa t igado, te has d a d o cansancio. Y a has l l e g a d o tú a esta t ierra . H a s a r r i b a d o a t u c i u d a d , M é x i a > T e n o c h t i t l a n . H a s v e n i d o aquí a sentarte e n t u estrado, e n t u t r o n o . P o r breve t i e m p o lo g u a r d a r o n p a r a t i , l o conservaron los q u e ya se fueron , tus sustitutos.

E r a n estos los señores f tzcoatz in , H u e h u e M o t e c u h z o m a t z i n , Axayácat l , T ízoc , Ahuítzotl . P o r breve t i e m p o tan sólo l o guar­d a r o n p a r a t i ; ellos g o b e r n a r o n e n la c i u d a d de M é x i c o - T e -n o c h t i t l a n . Ba jo tu espalda, ba jo t u abr igo estaba m e t i d o e l p u e b l o .

¿ H a n de ver ellos y sabrán acaso de los q u e los de jaron , de sus pósteros? O j a l á u n o de el los estuviera v i e n d o , v i e r a c o n asombro l o que yo ahora veo v e n i r a mí . L o q u e yo veo ahora , yo e l res iduo , e l superv iv iente de nuestros señares.

N o es que yo sueñe; n o me l e v a n t o d e l sueño a d o r m i l a d o . N o l o veo en sueños, n o estoy soñando. ¡Es q u e ya he visto, es q u e ya he puesto mis ojos e n t u rostro! H a c e c inco, hace diez días, estaba yo angust iado : ten ía f i j a l a m i r a d a e n l a región d e l m i s t e r i o .

T ú has v e n i d o entre nubes, entre n ieblas . C o m o que esto era l o q u e nos h a b í a n de jado d i c h o los señores, los q u e r i g i e r o n , los q u e g o b e r n a r o n t u c i u d a d : q u e habrías de instalarte e n tu t r o n o , e n t u s i t ia l , que habr ías de v e n i r acá.

Pues a h o r a se h a rea l izado ya . H a s l l egado c o n g r a n fat iga ; c o n a fán v in i s te . L l e g a a t u t ierra , v e n y descansa; t o m a pose­sión de tus casas reales. D a r e f r i g e r i o a t u cuerpo . ¡Llegad a vues t ra t ierra , señores nuestros!

E l comentario inmediato que ofrece el texto náhuatl, a propósito del discurso de Motecuhzoma, es el siguiente:

C u a n d o h u b o t e r m i n a d o sus palabras , las oyó e l Marqués . Se las t r a d u j o M a l i n c h e , se las d i o a e n t e n d e r . . . 2 4

24 Ibid., pp . 67-68. L a cita de este discurso que, según los Informan­tes de Sahagún, dirigió Motecuhzoma a Cortés, recuerda en cierto modo

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Poco pertinente parece añadir ulteriores consideraciones en relación con los testimonios que hemos transcrito. Mayor sentido tendrá recordar aquí lo que asentó el propio Bernar-clino de Sahagún acerca de la veracidad de los indios en este punto:

L o s q u e f u e r o n conquistados s u p i e r o n y d i e r o n re lac ión de muchas cosas q u e pasaron entre ellos d u r a n t e l a guerra , las cuales i g n o r a r o n los que los c o n q u i s t a r o n . P o r las cuales razo­nes me parece q u e n o h a s ido trabajo s u p e r f l u o e l h a b e r escrito esta h i s t o r i a , l a c u a l se escribió e n t i e m p o q u e e r a n vivos los que se h a l l a r o n e n l a m i s m a c o n q u i s t a y el los d i e r o n esta rela­ción, y personas p r i n c i p a l e s y de b u e n j u i c i o , y q u e t i e n e n p o r cierto q u e d i j e r o n toda v e r d a d . 2 5

U n último testimonio indígena ofreceremos. Por tratarse de una fuente distinta de las dos anteriores, su importancia resulta obvia. E l texto en cuestión se halla precisamente al final de la obra, escrita en náhuatl por recopiladores anóni­mos, que se conoce con el título de Anales de Caanhtitlán. Esta es la versión del pasaje relacionado con nuestro tema:

C u a n d o aún r e i n a b a M o t e c u h z o m a , entonces v i n i e r o n acá p o r p r i m e r a vez los españoles. P o r p r i m e r a vez sa l i e ron allá, se acercaron a l l u g a r que se n o m b r a C h a l c h i u h c u e y e c a n .

C u a n d o lo s u p i e r o n y p u d i e r o n v e r l o los de C u e t l a x t l a , va­sallos de M o t e c u h z o m a , cuyo señor se l l a m a b a P i n o ti, e n segui­d a se f u e r o n p a r a comenzar a observar a los cr ist ianos.

las palabras transcritas por el conquistador Andrés de T a p i a , cuando, algún tiempo antes, varios indígenas tlaxcaltecas se acercaron a l real de los españoles y hablaron por medio de los intérpretes con don Her­nando. Dichos indios, según Andrés de T a p i a , manifestaron su perple­j idad, respecto de quien podía ser u n dios, expresándose así: " S i eres dios de los que comen sangre e carne, cómete estos indios, e traerte hemos más e si eres dios bueno, ves aquí encienso e plumas; e si eres hombre, ves aquí gallinas e pan e cerezas . . . " (Andrés de T a p i a : Rela­ción, en Crónicas de la Conquista, introducción y selección de Agustín Yáñez, México, Univers idad Nacional de México, 1950, p. 52) .

25 Sahagún: op. cit., iv , p. 21.

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34 MIGUEL LEÓN-PORTILLA

Cuando ya pudieron verlos, los tuvieron por dioses. Los lla­maron teteo, dioses, con los nombres que ellos daban a sus dei­dades, 4-Viento, Tona ti uh, Quetzalcóatl. . . 2 6

Aunque relativamente pobre en información, el texto ci­tado concuerda en lo esencial con los que hemos analizado anteriormente. Aquí se reitera que los cuetlaxtecas tuvieron por dioses a los forasteros. Se añade incluso que pronto co­menzó a nombrárseles con los títulos de varios dioses. Ade­más de usar la advocación de Tonatiuh, el sol, que por cierto volvería a ser atribuida más tarde a Pedro de A l varado, se mencionan los nombres de Quetzalcóatl y de 4-Viento, este último designación calendárica de Ehécatl, otra de las perso­nificaciones del propio Quetzalcóatl.

L a presentación y el breve análisis que hemos hecho de estos testimonios indígenas, no siendo exhaustivos pues po­drían citarse algunos otros, permite sacar ya algunas conclu­siones. L a primera de ellas es que en la conciencia indígena —específicamente en la de quienes, sobreviviendo a la con­quista, pudieron poner por escrito sus relatos— existió la convicción de que la llegada de los extraños forasteros se tuvo en un principio como cumplimiento del profetizado re­torno de Quetzalcóatl y de los otros dioses acompañantes suyos. Es cierto, por otra parte, que en los textos se deja también entrever que surgió en ocasiones la duda, y ello en el ánimo mismo de Motecuhzoma. E l hecho es, sin embargo, que al menos por algún tiempo prevaleció la idea de que los presagios y el portento se habían realizado.

Obviamente no es posible precisar cuál fue el lapso du­rante el cual se mantuvo el trágico error. E n los mismos do­cumentos que hemos aducido encontramos también, a partir sobre todo de los relatos de la que se conoce como "matanza del templo mayor", durante la fiesta de Tóxcatl, que los me-xicas comenzaron ya a referirse a los hombres de Castilla con epítetos muy diferentes. Entre otras cosas los llamaron ya entonces popolocas, es decir bárbaros. L a aplicación del mito

26 Anales de Cuauhtitlán, fo l . 68.

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OÜETZALCÓATL-CORTÉS

se había desvanecido, aunque en verdad tardíamente. Como u n recuerdo y tal vez también como permanente expresión de temor, subsistió el tratamiento de teules, dioses, que mu­chos de los vencidos siguieron dando a los españoles hasta que los frailes pusieron término a lo que a sus oídos sonaba a blasfemia.

Respecto de Hernán Cortés, si apeló éste a la creencia in­dígena del retorno del supremo señor, no hay duda de que supo aprovechar sagazmente lo que conoció y por cierto de modo palpable cuándo, hallándose aún en las costas de Ve­racruz, fue ataviado con las insignias de Quetzakóatl. Y aun­que es muy probable que fueron ficción de don Hernando los discursos que puso en labios de Motecuhzoma haciendo cesión de su imperio, el haber aludido así al antiguo mito prueba cuan bien supo aprovechar el conquistador lo que sabía ya del mundo indígena. De este modo quiso justificar precisamente la legitimidad de sus actos.

E l que Gomara haya sido el primero en difundir en letra impresa la alusión al retorno de Quetzakóatl, tiene dos expli­caciones fácilmente comprensibles. L a primera es que ello convenía a la memoria de Cortés puesto que así, con el arti-lugio de la cesión de derechos al supremo señor del oriente, don Hernando no debía ser tenido como agresor sino como aquél que recibió justos títulos del soberano indígena en favor de quien era rey de Castilla. L a otra razón es verdad de Pero Grul lo . E l capellán de Cortés, Gomara, tuvo suerte, que ni remotamente podían alcanzar los informantes y escri­tores indígenas y n i siquiera hombres como Motolinía o Bernardino de Sahagún. E n tanto que Gomara logró publi­car su Historia de la conquista de México en 1552, la docu­mentación indígena se mantuvo oculta y en ocasiones perse­guida hasta que, ya en nuestro propio siglo, está siendo estu­diada y rescatada para siempre.

E l conocimiento de tales testimonios nativos —como ya lo hemos visto— no deja lugar a duda: el hombre indígena, ha­ciendo espontánea aplicación de sus propias creencias, pensó en un principio que el anunciado retorno de Quetzakóatl se había cumplido.