LS Año 1 3

24
1 Año 1 - Nº 3, Junio de 2008 Montevideo, URUGUAY Indice Editorial ....................................1 El rol de la Armada en nuestra Defensa Nacional, Parte 2 ..... 3 Crónicas de la Guerra del Pacífico …... .......................... 11 Asalto y apresamiento de la Cañonera “General Artigas” ...14 La Isla Brasilera ……………...22 Director de ESGUE: C/N (CG) Daniel Martínez Coordinador del boletín: C/F (CG) Esteban Berón Las opiniones vertidas en esta publicación electrónica son de exclusiva responsabilidad de sus autores y no necesariamente reflejan el pensamiento de la Escuela de Guerra Naval. Usted puede enviar sus comentarios a: [email protected] y visitar nuestra página web en: www.esgue.edu.uy Editorial Acaba de finalizar el VI Módulo Conjunto de Perfeccionamiento para Oficiales Superiores en nuestra Escuela de Guerra Naval. En este mes de mayo, los Oficiales subordinados a esta Dirección y los 17 tripulantes efectivos de la dotación de la Escuela, han sostenido con gran esfuerzo no solo el Curso de Estado Mayor, sino también otros tres cursos en la tarde con 20 alumnos civiles y militares cada uno y los Cursos de Perfeccionamiento para Oficiales Subalternos. Por eso antes que nada, vaya para ellos mi agradecimiento y comprensión por el esfuerzo y la dedicación. Continuamos en este número de Lecturas Seleccionadas brindándoles la información del trabajo académico del C/N Camps y esperamos que al leerlo en su totalidad comprendan el esfuerzo realizado por este oficial superior que ya no está entre nosotros, por generar un ámbito de definición en los temas de la defensa militar en el ámbito naval de nuestro país. Nos interesa sobremanera destacar el extracto que realizamos de uno de los 15 volúmenes de Samuel Elliot Morison que fuera recibido en donación por nuestra Escuela. Este texto ayuda a comprender cómo surgió la necesidad de un Grupo de Reaprovisionamiento en el mar, como se concibió y cuáles fueron sus grandes éxitos, cuán fundamental fue para proyectar las fuerzas de tarea al futuro durante los últimos 60 años y permitir a las fuerzas navales materializar una de sus mayores fortalezas “PERMANECER en el MAR”, gravitando sobre los elementos esenciales de la guerra en el mar: la posición, la flota enemiga, el territorio y las líneas de comunicaciones marítimas representadas por los buques mercantes. ¿Cuántos de nosotros sabemos que el MT-28 Apreciación Logística del Comandante Blanco consideró para abastecer el teatro de operaciones el mismo concepto logístico usado en el Pacífico en 1944? ¿Sabemos que fueron petroleros gigantes los que abastecían a los

Transcript of LS Año 1 3

Page 1: LS Año 1 3

1

Año 1 - Nº 3, Junio de 2008 Montevideo, URUGUAY

Indice

Editorial ....................................1 El rol de la Armada en nuestra Defensa Nacional, Parte 2 ..... 3 Crónicas de la Guerra del Pacífico …... .......................... 11 Asalto y apresamiento de la Cañonera “General Artigas” ...14 La Isla Brasilera ……………...22

Director de ESGUE: C/N (CG) Daniel Martínez Coordinador del boletín: C/F (CG) Esteban Berón Las opiniones vertidas en esta publicación electrónica son de exclusiva responsabilidad de sus autores y no necesariamente reflejan el pensamiento de la Escuela de Guerra Naval. Usted puede enviar sus comentarios a: [email protected] y visitar nuestra página web en: www.esgue.edu.uy

Editorial

Acaba de finalizar el VI Módulo Conjunto de Perfeccionamiento para Oficiales Superiores en nuestra Escuela de Guerra Naval. En este mes de mayo, los Oficiales subordinados a esta Dirección y los 17 tripulantes efectivos de la dotación de la Escuela, han sostenido con gran esfuerzo no solo el Curso de Estado Mayor, sino también otros tres cursos en la tarde con 20 alumnos civiles y militares cada uno y los Cursos de Perfeccionamiento para Oficiales Subalternos. Por eso antes que nada, vaya para ellos mi agradecimiento y comprensión por el esfuerzo y la dedicación.

Continuamos en este número de Lecturas Seleccionadas brindándoles la información del trabajo académico del C/N Camps y esperamos que al leerlo en su totalidad comprendan el esfuerzo realizado por este oficial superior que ya no está entre nosotros, por generar un ámbito de definición en los temas de la defensa militar en el ámbito naval de nuestro país.

Nos interesa sobremanera destacar el extracto que realizamos de uno de los 15 volúmenes de Samuel Elliot Morison que fuera recibido en donación por nuestra Escuela. Este texto ayuda a comprender cómo surgió la necesidad de un Grupo de Reaprovisionamiento en el mar, como se concibió y cuáles fueron sus grandes éxitos, cuán fundamental fue para proyectar las fuerzas de tarea al futuro durante los últimos 60 años y permitir a las fuerzas navales materializar una de sus mayores fortalezas “PERMANECER en el MAR”, gravitando sobre los elementos esenciales de la guerra en el mar: la posición, la flota enemiga, el territorio y las líneas de comunicaciones marítimas representadas por los buques mercantes. ¿Cuántos de nosotros sabemos que el MT-28 Apreciación Logística del Comandante Blanco consideró para abastecer el teatro de operaciones el mismo concepto logístico usado en el Pacífico en 1944? ¿Sabemos que fueron petroleros gigantes los que abastecían a los

Page 2: LS Año 1 3

2

petroleros de flota? ¿Sabemos que de allí surgen los buques con capacidad de UNREP como el que hoy poseemos? ¿Entendemos que el aprendizaje se produce por el estudio de la historia y por la capacidad creativa del oficial de marina, educado para pensar en cumplir la misión, y en medir los requerimientos necesarios para su cumplimiento, a través de un Estado Mayor?

El tercer artículo es el asalto a la cañonera “General Artigas” ocurrido en 1897. Como marinos profesionales no nos interesa en este momento considerar las condiciones políticas de aquel entonces, ese no es nuestro trabajo y además nuestra Constitución, que hemos jurado defender desde nuestra más tierna edad, nos lo veda. Lo importante a observar es la traición al mando legalmente constituido de un buque de la Armada, y su pérdida por falta de alistamiento para defenderlo.

En próximos números presentaremos otro caso sucedido el 29 de mayo de 1970, pues quien recuerda nunca es olvidado, quien ama nuestra patria y la institución siempre es correspondido, una derrota enseña más que mil victorias, y si bien no deseamos nuevas derrotas sepamos aprender de ellas, pues el método de las lecciones aprendidas está en la base de nuestro sistema práctico de aprendizaje.

Lemas como Honor, Obediencia y Lealtad no son sólo palabras grandilocuentes, se engendraron en la más vergonzosa de las derrotas a través de la voluntad de hombres honestos y valientes que no concebían ser derrotados nuevamente. Ése es nuestro trabajo, para eso se nos paga, educa y alimenta, para defender a nuestra patria y sus ciudadanos en la guerra.

Finalmente, de la Wikipedia hemos extractado un artículo de una situación que merece ser tratada con reserva y respeto, pero que no debemos olvidar que es algo que se encuentra en la jurisdicción de nuestra Armada Nacional, como lo establece la Ley Orgánica Militar Nº 14.157.

Ojalá despertemos en ustedes el interés por leer estas páginas, pues sin ustedes no tendría ningún sentido el esfuerzo que estamos realizando.

C/N (CG) Daniel Martínez Santalucci

Director de la Escuela de Guerra Naval Área Naval Miramar – 5 de Junio de 2008

Si está leyendo este Boletín y todavía no es suscriptor, envíe un e-mail a [email protected] con su nombre y dirección electrónica para comenzar

a recibirlo regularmente. ¡BIENVENIDO!

Page 3: LS Año 1 3

3

El rol de la Armada en nuestra Defensa Nacional. Parte 2 Carlos R. CAMPS (1921-1999) Capitán de Navío, Armada Nacional.

El presente artículo es extractado literalmente, de un documento que data del año 1967. Su propósito original fue examinar el rol que correspondía a la Armada Nacional en el conjunto de la Defensa Nacional, sus potencialidades y los medios necesarios para concretarlas. Dado lo extenso del trabajo, su tratamiento abarcará varios números de "Lecturas Seleccionadas". En la entrega anterior fue presentada la primera parte, en este artículo continuamos con el mismo documento.

Situaciones insurreccionales

Comprenden aquellas en que el desafío a la autoridad se hace ostensible y continuado por parte de grandes grupos de la población que se resisten abiertamente a las tentativas para el mantenimiento o restauración del orden público. Pueden incluir sabotajes, saqueos y formas de actividad militar clandestina o subrepticia, que en el medio urbano puede manifestarse en la actividad de francotiradores y de grupos de choque armados, para acción relámpago, y en el medio rural en la actividad de guerrillas. Revolución armada, Guerra Civil

Comprenden aquellas situaciones en que el opositor a la Seguridad Interior se auto-identifica, se muestra organizado y se define en función de un objetivo político a lograr y actúa en su procura por medio de la lucha abierta, sin que esto implique necesariamente la posesión de territorio. Cuando la situación evoluciona hacia una delimitación física del territorio de cada uno, basada en una supuesta o impuesta delimitación política entre los bandos que lo ocupan, se tiene una situación de Guerra Civil.

Con el alcance indicado, usaremos entonces las expresiones definidas más arriba.

Nuestras Fuerzas Armadas han enfrentado frecuentemente situaciones de estas clases desde los comienzos de la vida independiente del país. Puede decirse que ha sido ésta su casi exclusiva actividad bélica y la que, en definitiva, mayor beneficio trajo al país al conducirlo finalmente a la estabilidad política.

En toda esa experiencia, que tuvo muchos y largos períodos oscuros, cabe percibir algo importante y es que el éxito real se alcanzó cuando las fuerzas armadas, aún usadas por motivos políticos, no fueron usadas con criterio político sino con una finalidad de restablecimiento del orden material y jurídico. Es indudable que recién a partir de entonces comenzó a hacerse realidad su misión de custodia de la ley y el derecho.

La organización que se establezca a nivel nacional para el cumplimiento de esta misión, deberá proporcionar el medio para el restablecimiento del orden jurídico y no para el embanderamiento a favor o en contra de alguna tendencia política. En otras palabras, deberá garantizar las condiciones para que la lucha política sólo pueda ser cumplida por medios pacíficos y legales y no tratar de imponer un resultado de esa lucha.

Al plantearse los requerimientos de preparación, movilización y acción para cada uno de los casos del Grupo C, es importante a la vez considerar los recursos necesarios, el control que por esa movilización se alcanzará sobre la situación interna, las condiciones que deberán ser satisfechas en cada caso y los efectos subsidiarios que se provocará.

Los diferentes problemas que en materia de seguridad interior pueden serle planteados a un país, presentan bastante complejidad como para que no puedan ser encarados como una simple oposición de fuerzas. En la lucha entre naciones es posible prescindir de matices y trazar una nítida línea divisoria entre lo que es amigo y lo que es

Page 4: LS Año 1 3

4

enemigo. En los casos de ruptura o perturbación de la seguridad interior, el enfrentamiento no se produce sólo en el plano material, sino en varios a la vez. El Gobierno, en su función de representante y custodio del Estado frente a los habitantes del país, debe defender el orden jurídico, debe luchar por su propia supervivencia como institución y, lógicamente, luchar a la vez por la defensa de una posición política. Aunque estas tres luchas pueden tener puntos en común, tienen también otros en los que se oponen, porque los objetivos finales no son los mismos. En la defensa de la posición política se trata ante todo de conquistar la opinión pública. En la lucha por la supervivencia se trata de retener el poder mediante la superioridad material, y en la defensa del orden jurídico se trata de defender algo que tuvo valor en el pasado, que se considera que tendrá valor en el futuro, pero que en el momento de la lucha no parece importarle mucho a nadie. El enemigo, el oponente, en cada una de esas luchas no es exactamente el mismo. A la posición política que encarna el Gobierno se opone otra que puede ser denigrada mediante la propaganda, pero que es imposible de descalificar en términos lógicos y sí sólo en términos políticos, los que son siempre cuestionables: “El Partido A es peor que el B” es una verdad revelada sólo para los adherentes al partido B, pero ningún razonamiento ni demostración pueden hacerla aceptar a los demás, entre los que no sólo se cuentan los denigrados adherentes del Partido A, sino también los que, aún interesados en la lucha no han tomado posición. El enemigo en esta clase de lucha es la buena imagen del oponente y la mala imagen que éste pueda crear de nosotros, porque el campo de batalla es la opinión publica. En la lucha por la supervivencia, el enemigo es la fuerza material del insurrecto, pero ésta es esencialmente variable, porque descansa en la adhesión voluntaria de grupos de población que pueden crecer o disminuir, pero influenciables para ello no sólo por mera afinidad política, sino en gran medida por razones de prestigio, por intereses, por mero elitismo, por

inclinación natural al orden o a la rebeldía, etc. y también, por supuesto, por la lucha en sí. En la lucha por defender el orden jurídico, el enemigo no es el oponente político, ya que él suele creer en las virtudes del orden jurídico, sea del que está en peligro o de otro que él considera mejor y que trata de imponer. El enemigo real en este enfrentamiento es la propia lucha, que amenaza sustituir un ordenamiento jurídico que normalmente dispone de mecanismos para dirimir las diferencias políticas, por el procedimiento de la acción violenta, basada en el empleo de la fuerza, para alcanzar la solución de esas diferencias. Quiere decir que si la derrota militar del insurrecto vale también como derrota política, el orden jurídico que se quería defender habrá probado ser ineficaz en uno de sus más importantes aspectos: el de ser el resultado del juego libre de las opiniones.

Todas estas consideraciones obligan a una cuidadosa selección de los objetivos que se perseguirán al enfrentar los diferentes tipos de insurrecciones porque, aunque la superioridad militar sea normalmente una condición necesaria del éxito o el restablecimiento del orden, no podrá ser ésta, por sí sola, la que satisfaga todo el problema. Se atribuye a Napoleón la frase de que todo puede hacerse con las bayonetas, menos sentarse encima. En una guerra entre naciones, la pacificación espiritual del vencido no es problema del vencedor. Al final de una guerra civil, en cambio, o de otro problema menor del mismo tipo, esa pacificación espiritual es el principal problema del vencedor. El escritor Aldous Huxley, al examinar este problema de la lucha (militar o no), que tiene lugar por razones políticas, recomendaba que las medidas ingratas debían ser llevadas a cabo con la intensidad exacta para que fueran eficaces en el mínimo tiempo, sin incurrir en ningún exceso inútil, y debían ser seguidas lo antes posible por medidas compensatorias que, sin comprometer el resultado logrado, hicieran olvidar el daño sufrido. Bajo estas condiciones, resulta claro que la movilización que demande

Page 5: LS Año 1 3

5

una situación como las que estamos considerando, deberá ceñirse lo más estrictamente posible a las facultades legales de quien la disponga, so pena de ayudar a su oponente con su propio desprestigio jurídico. La Ley Orgánica de la Marina (art. 7º) prevé que sólo cuando se haya dispuesto la movilización por encontrarse el país en estado de guerra, podrá la Inspección General de Marina utilizar el personal y el materia de la Reserva Naval. El inciso 17 del articulo 168º de la Constitución faculta al Poder Ejecutivo a tomar medidas prontas de seguridad en casos graves de conmoción interior y se ha hecho, a través de la práctica, jurisprudencia de que esto permite una movilización en pequeño, porque autoriza requisas, ventas forzosas, gastos extra – presupuesto, traslado de personas, etc., aunque no hay precedentes de movilización de personas. No puede olvidarse, por lo demás, el artículo 35º de la Constitución que exige la orden de magistrado civil y la indemnización, para que los particulares den auxilio de cualquier clase a los ejércitos. En general, bastará con el instrumento de las medidas prontas de seguridad para afrontar las primeras etapas del desarrollo de perturbación del orden o la seguridad interior, y la base legal que fuera necesario obtener para llevar a cabo medidas de movilización más completas, se podría obtener luego. Si se produjera, sin embargo, obstruccionismo por parte del Poder Legislativo en cuanto a suministrar la legislación necesaria para una ampliación de sus medios de acción acorde con la situación, el Poder Ejecutivo se vería en una situación difícil desde el punto de vista político, porque se vería empujado a quebrar por si mismo la Ley, con lo que estaría dando su primer triunfo al perturbador, ya que el instituto del artículo 148º de la Constitución, que faculta al Presidente a disolver las Cámaras, podría no ser aplicable y, por otra parte, difícilmente podría funcionar con la urgencia que demandara la situación.

La eliminación de este riesgo se puede

lograr dando al Poder Ejecutivo, en carácter permanente, facultades más amplias en materia de movilización o, si no, medios más abundantes, de modo que siempre pueda tener la capacidad necesaria.

En definitiva los medios a emplear deberán provenir de la movilización o de la preparación anterior. La decisión a este respecto es un problema de mucha importancia en la política administrativa a seguir, porque un equipamiento permanente escaso dará una pobre velocidad de respuesta en situaciones de desarrollo rápido y, en cambio, un equipamiento permanente excesivo demandará un costo de mantenimiento y administración demasiado alto, lo que resultaría contraproducente en muchos aspectos del problema político involucrado. Sin necesidad de pronunciarse de antemano respecto a la vía por la que los medios llegarán a estar disponibles, podemos examinar cuáles son los necesarios para atender situaciones de conmoción interior, para lo cual examinaremos las características de esas situaciones en los tres casos que hemos distinguido.

En la situación pre-insurreccional se

requiere abundancia de personal para el mantenimiento del orden, a fin de impedir que sus quiebres ocasionales puedan derivar a situaciones incontrolables.

La presencia de las Fuerzas Armadas ante el público, si bien en el primer momento tiene un efecto de aquietamiento por temor, en caso de prolongarse despierta resentimiento en el no-comprometido y brinda ocasión al comprometido de atentar contra su prestigio, mediante escaramuzas de poco costo, pero de mucho rendimiento como propaganda negativa. Crea, además, aún en el ciudadano leal, un nerviosismo peligrosamente propenso a explosiones de pánico colectivo.

El manejo del público, por otra parte, requiere una formación hecha de técnica y de experiencia, de las que normalmente carecemos los miembros de las Fuerzas Armadas. El empleo de

Page 6: LS Año 1 3

6

éstas, entonces, en situaciones de esta clase, deberá ser para liberar al personal policial de funciones tales como la vigilancia de locales y de toda tarea que no se cumpla frente a grandes conjuntos de gente, para que éste pueda actuar en la medida de lo necesario ante las aglomeraciones de público. Esto no excluye el empleo de tropas en apoyo del personal policial actuante, pero debe tratarse siempre de que la superficie de contacto del dispositivo de seguridad esté constituido por personal policial. Como ya se dijo, debido a lo exiguo de sus efectivos, la Armada no está en condiciones de actuar sustancialmente en estas tareas. En el empleo del propio Ejército debe tenerse en cuenta que la disgregación de sus unidades combatientes para cumplir tareas de esta clase con su personal, puede convertirse en un peligroso factor de debilidad.

En el terreno del material la Armada está en condiciones de proporcionar una cooperación útil en materia de comunicaciones y en transporte de grandes cantidades de material y de personal a diferentes lugares de las costas, necesidad que podría presentarse en caso de sabotaje o deterioro de las vías terrestres.

Lo esencial en la actividad a desarrollar en el enfrentamiento de una situación de esta clase, es el mantenimiento del prestigio del Gobierno, para evitar el empeoramiento de la situación. Un estado de agitación que no progresa, por falta de eco en la mayoría de la población, termina extinguiéndose. Lo importante entonces es la eficiencia, la rapidez, la capacidad de circunscribir rápidamente cualquier disturbio y de hacerlo cesar con el mínimo de violencia. El material adecuado para ello se compone de: comunicaciones, transportes y armas de poder limitado pero gran eficacia.

El oponente es desconocido generalmente, o no tiene identidad precisa, o sí la tiene pero se oculta. Un estudio muy cuidadoso de todos los elementos aparentes por medio de una actividad de inteligencia bien desarrollada permitirá cumplir con el

desideratum de aplicar el esfuerzo preciso, en el lugar exacto y en el momento oportuno. Cualquiera sea la profundidad de la perturbación y a pesar de factores permanentes unos y ocasionales otros, que tienden a disgregar la sociedad, no debe olvidarse, tanto ante meras situaciones pre– insurreccionales como ante los extremos de la Guerra Civil, que existen en el seno de la sociedad, provenientes de la propia naturaleza gregaria del hombre y desarrolladas por su experiencia de vida civilizada, fuerzas cohesivas que tienden continuamente hacia el mantenimiento de las condiciones que hacen posible su existencia como institución (como lo demuestra su misma existencia), y que basta un esfuerzo limitado a neutralizar momentáneamente los factores de disturbio ocasionalmente hipertrofiados, para que la sociedad recupere por si sola su salud.

El caso de situaciones insurreccionales dentro de las condiciones que ya definimos de desafío continuado a la autoridad pública, demanda consideraciones en general similares a las formuladas precedentemente, pero con los siguientes ajustes: ya no está en juego solamente el prestigio del Gobierno sino también su propia seguridad; se vive en el umbral de la sublevación armada y ése es el objetivo buscado por el perturbador. No hay ya inconveniente en enfrentar los disturbios con efectivos de las Fuerzas Armadas, pero se debe de todos modos mantener la mayor libertad de acción, evitando la desintegración de las unidades en pequeños destacamentos, y a la vez evitando su concentración excesiva, que dejaría grandes espacios sin presencia de la fuerza. Debe mantenerse el esfuerzo por conquistar la opinión pública; si esa pugna la gana el perturbador tendrá entonces al apoyo necesario para pasar a la revolución armada. La situación es esencialmente inestable. No hay enemigo materialmente accesible; es clandestino en su actividad o aún anónimo. Si no existe en realidad un plan revolucionario inspirador de la insurrección, la continuación de la misma conducirá a la anarquía y el caos, como se ha visto en otras épocas en algunos

Page 7: LS Año 1 3

7

países centroamericanos. Debe hacerse un esfuerzo máximo y bien coordinado en procura de definir la situación, lo que resulta difícil porque el adversario carece generalmente de localización principal: está en todas partes y no tiene partes vitales en ninguna. Lo esencial entonces es la flexibilidad, la libertad de movimiento, la capacidad de concentración y la realización, cada vez que se presente la oportunidad adecuada, de demostraciones de poder y a la vez de ponderación. Movilidad y eficiencia son la clave.

La preparación y movilización de la Armada con vistas a esta situación, debe considerar como primer objetivo el mejoramiento al máximo de la seguridad de las Instalaciones Navales y la capacidad de participación lo más eficiente y lo más amplia posible, en las actividades conjuntas del Comando de Represión que se establezca. No serán precisas grandes cantidades de personal ni grandes concentraciones de poder, ni menos aplicación masiva de éste. Los elementos requeridos serán similares a los reclamados por las situaciones pre– insurreccionales, aunque en mayor escala. Medios abundantes de transporte y de comunicaciones, buena organización, inteligencia eficaz y bien coordinada con los servicios similares, y armamentos livianos de gran precisión.

El objetivo global de las fuerzas navales no puede ser lograr el dominio de la situación general, lo que escaparía a sus posibilidades materiales. Debe encuadrar su actividad en la del conjunto de las fuerzas que realizan o intentan el control de la situación, centrándola en dar apoyo a las fuerzas que actúan en tierra, suministrándoles transporte por agua, comunicaciones, vigilancia, exploración, apoyo de fuego, seguridad y control de áreas especiales como puertos e inmediaciones de instalaciones navales y también protección y eventualmente la operación de ciertas plantas industriales.

En una situación como ésta los medios políticos no pueden sustituir al triunfo militar, pero no debe olvidarse que el triunfo militar sólo interesa en definitiva

como medio político, que a pesar de sus modalidades militares el conflicto es exclusivamente político y, por encima de todo, que el adversario no es un enemigo al que se deba o convenga aniquilar, sino un compatriota que tal vez quiera lo mismo que nosotros aunque por otros caminos y que se debe entonces tratar de neutralizarlo primero pero, fundamentalmente, recuperarlo después.

El último de los casos supuestos de ruptura de la seguridad interior, aquél en que este quiebre llega al máximo, es el que involucra una situación de lucha abierta.

Cabe distinguir dos modalidades que esta lucha puede adoptar, las que pueden ser etapas sucesivas de un mismo conflicto. Son estas: la Revolución Armada y la Guerra Civil.

Lo que diferencia a ambas es que en la situación de Guerra Civil cada bando dispone del dominio y control sobre una parte del territorio y que el enfrentamiento se da, en el terreno militar, bajo condiciones muy similares a las que se dan en una guerra entre naciones. En la Revolución Armada, en cambio, el oponente carece de territorio y de posiciones estables. La duración y el ritmo de la actividad en cada caso es diferente. Una revolución triunfa o fracasa en un período de tiempo relativamente corto. Si la situación, en vez de ello, se estanca, eso puede ser porque el partido revolucionario ha logrado control sobre cierto territorio, y entonces la situación pasa a ser de Guerra Civil, o porque el partido revolucionario, sin ser vencido, se ve obligado a mantener sus fuerzas en movimiento, lo que terminará por agotarlo y conducirlo a un proceso de disolución.

No siempre la situación de Guerra Civil se origina de la evolución de la Revolución Armada. Es posible, y en varías oportunidades se ha dado el caso, que antes de iniciarse la lucha se produzca una polarización geográfica de los partidos opuestos, ya sea porque los motivos de oposición están vinculados a la ubicación territorial de los núcleos opuestos, o porque la incompatibilidad social de los partidarios de un bando con

Page 8: LS Año 1 3

8

los del opuesto los ha llevado a auto segregarse. Bajo estas condiciones, si la lucha abierta se inicia, cada bando tiene efectivo control sobre una parte apreciable del territorio y se configura la situación típica de Guerra Civil desde el primer momento.

Cabría además identificar varias otras variantes posibles, relacionadas con la existencia o no de un poder legal y también con la legitimidad, existente o no, del intento de cada partido por alcanzar o por conservar el poder. No interesa especialmente a los fines de este tema explorar todos esos casos y, en primera aproximación, basta con distinguir entre Revolución Armada y Guerra Civil, desde el supuesto de que el Gobierno del país, en el momento inicial, es el legítimo, por lo menos desde el punto de vista del derecho internacional y que, como tal, es reconocido, ya que ésa es la situación más probable de darse.

Ante estas condiciones básicas debemos considerar estas alternativas: ¿Hay ayuda al bando contrario al Gobierno o no? y también, ¿Hay ayuda exterior al Gobierno o no?.

Cuando se trata de revolución armada, dentro de las condiciones que hemos definido, al no existir territorio bajo el control del partido revolucionario, no se dan los supuestos que el derecho internacional exige para que se le reconozca beligerancia. Se trata entonces de un perturbador del orden interno y será ilícito por parte de otros Gobiernos prestarle ningún auxilio ni tampoco reconocerlo como titular de facto de ninguna porción del poder nacional de ese país. Siendo así, cualquier ayuda a los insurgentes sería considerada intervención y, si ésta alcanzara el envío de tropas, aviones o buques militares del Estado en misiones de apoyo o colaboración con el partido revolucionario, ésta intervención configuraría agresión al país cuyo Gobierno está siendo atacado.

Bajo estas mismas condiciones de revolución armada, mientras no es reconocida beligerancia al partido

opositor, cualquier país puede prestar ayuda al gobierno reconocido como legítimo, siempre que esa ayuda sea solicitada dentro de las facultades legítimas de ese Gobierno, lo cual no puede ser ignorado por el Estado que recibe el pedido de ayuda. La Convención de la Habana sobre “No– Intervención” en los asuntos internos de otros Estados no excluye esta ayuda, sino la intervención por sola voluntad propia, y también el apoyo a un grupo que no hay razones para entender que representa la voluntad nacional del país que se encuentra en situación de conflicto interior.

En el caso concreto de nuestro país no hay nada que impida al Gobierno solicitar ayuda, mientras ésta sea sólo material para empleo por nuestro propio personal y, de hecho, esto se cumplió cuando en 1940 se obtuvo armamento portátil de Brasil, ante el problema de seguridad interior que planteaban ciertos grupos de tendencia nazi y la supuesta existencia de una conspiración para tomar por la fuerza el control del Gobierno.

La posibilidad de que esa ayuda consista en tropas está expresamente condicionada por el inciso 11 del artículo 85º de la Constitución, que remite a la Asamblea General la competencia para permitir o prohibir la entrada de tropas extranjeras. La entrada de personal militar extranjero enviado por otro Gobierno para dar asistencia técnica, sólo puede cumplirse por convenio o contrato celebrado por el Poder Ejecutivo con el Gobierno que da la ayuda y éste, como todos los convenios internacionales del país, debe ser sometido a aprobación o reprobación de la Asamblea General, de acuerdo al inciso 7 del mismo artículo 85º de la Constitución. En cualquiera de ambos casos, ayuda técnica o suministro de fuerzas combatientes, si se cumple el extremo de la aprobación por la Asamblea General, el pedido será legítimo y el país que lo reciba estará en libertad de acceder a él, siempre que no se hubiera llegado aún al caso de guerra civil.

Page 9: LS Año 1 3

9

Al margen y por encima del problema

de la legitimidad de la ayuda, existe sin embargo otro problema que se da en el terreno de la política y que es el de la prudencia y conveniencia de solicitar y de dar y finalmente de recibir esa ayuda. Mientras no quepa considerar que el ejercicio del gobierno está seriamente en disputa por efecto de la conmoción interior que está aconteciendo, no cabe considerarse inhibido al respecto en el plano jurídico, pero la decisión a favor de la ayuda involucra la posibilidad de complicaciones tan graves, que merece de parte de ambos, el que la pide y el que recibe el pedido, un estudio muy cauteloso. Esta ayuda, por una gran cantidad de razones, a las que no es ajeno el hecho de la relación de potencial entre el que pide la ayuda y el que la daría, presenta el riesgo, certísimo, de convertirse en intervención, aún a pesar de la intención contraria que pudieran tener, tanto el que pidió la ayuda como el que la concedió. La fuerza militar, cuando se hace conspicua, tiene una inevitable gravitación en la vida política, y sería imposible evitar que fuera conspicua la presencia de fuerzas extranjeras en el territorio nacional.

Otro elemento de carácter político a considerar por parte de quien daría la ayuda, es que el ejercicio de su derecho a dar esa ayuda abonaría un ejercicio similar por parte de otras naciones, ante cualquier pedido de ayuda formulado por un Gobierno, lo que conduciría fácilmente, bajo ciertas circunstancias, a enfrentamientos graves en el terreno político – estratégico. Todo el planteamiento es referible a la vez al plano de la filosofía política; ¿hasta qué punto cabe considerar legítimo que un gobierno use los resortes que jurídicamente le son permitidos, si con ello pone seriamente en peligro bienes más valiosos que los que pretende salvar? La cuestión no es de las que se pueden resolver con recetas. Lo fundamental es reconocer su existencia y el cuidado con que es preciso estudiarla. Los problemas políticos, y éste lo es por excelencia, no admiten soluciones teóricas porque son esencialmente casuísticos, y solo ante el problema real y con los datos concretos y completos es posible buscar seriamente la solución

más adecuada. Si resultara imperativo, bajo ciertas circunstancias, definir un criterio a este respecto, la prudencia y la lógica aconsejan el criterio restrictivo, porque siempre es posible, en caso necesario, abandonarlo y adoptar el criterio favorable al empleo de ayuda extranjera armada en problemas de seguridad interior. Este criterio, en cambio, si se adopta en forma genérica, como podría ser a través de un pacto en tal sentido para cubrir situaciones hipotéticas, generaría consecuencias irreversibles que no podrían ser evitadas, aún si los hechos probaran que no era ése el criterio adecuado.

De toda la cuestión, lo que cabe retener a los efectos de nuestro tema, es la posibilidad bastante probable de que, ante un problema de seguridad interior, nuestro Gobierno reciba ayuda exterior en material y lo poco probable que es, aunque no imposible ni ilegítimo, si se cumplen los extremos previstos en la Constitución, de que reciba ayuda armada extranjera.

La cuestión cambia sustancialmente si la situación evoluciona hacia una disputa seria del poder, lo que se materializará claramente si el partido insurgente llegara a tener el control de parte del territorio nacional. Llegada esta etapa, este partido podría convertirse en sujeto del derecho internacional, reclamando reconocimiento de beligerancia y también haciéndose susceptible de ser reconocido como titular de facto, del poder en cierta parte del territorio. Bajo estas nuevas condiciones habría establecido un sistema de gobierno y administración del territorio bajo su control y demandaría la aceptación de ese hecho por parte de las demás naciones. Éstas podrían, si objetivamente fuera dable reconocer que así es, considerarlo como la autoridad actual en ese territorio, y podrían entablar relaciones con él, bajo un status de precariedad y sin reconocimiento de gobierno a gobierno, y autorizar incluso el tráfico de personas y mercaderías desde sus propios países hacia el territorio dominado por el partido insurrecto; este tráfico podría involucrar ayuda material a ese partido o bando.

Page 10: LS Año 1 3

10

Con respecto al Gobierno legal,

convertido ahora en una de las dos partes en pugna, le cabría un trato similar, con la adición de que se le seguiría considerando el representante legítimo de la nación, pero las demás naciones tendrían derecho a establecer limitaciones a su reconocimiento de las facultades de este Gobierno para actuar en nombre de la nación dividida en su vida interna.

La conclusión que para nuestro tema resulta es que, si se configura la situación de Guerra Civil, el Gobierno pierde totalmente la posibilidad de recibir ayuda militar exterior y ve reducidas las de recibir apoyo económico y político. Concomitantemente con esas ventajas, el oponente logrará la posibilidad de una consolidación de su poder militar sobre bases estables y la posibilidad de un mejor control sobre el desarrollo de los acontecimientos.

Estas consideraciones justifican que, una vez planteada una situación de revolución armada, se haga el máximo esfuerzo posible para evitar que derive a una situación de guerra civil.

El estudio del problema bajo ese punto

de vista, al señalar objetivos a lograr en la lucha, condicionará la movilización necesaria para esa lucha.

El adversario está ahora identificado y localizado. Además se ha definido en términos políticos, lo que lo ha limitado en sus posibilidades de acción. Otra circunstancia importante es que, mientras no logre el dominio de territorio se encuentra inseguro porque, además de sus simpatizantes lo rodearán os leales al Gobierno, que estarán lógicamente en su contra, y los indiferentes a la controversia política que se sentirán resentidos contra él por los riesgos y molestias que su proximidad les causa. Otras dos debilidades que actúan en su contra, separadas y también combinadas, son que, por haber iniciado la lucha abierta y mientras no logre adquirir territorio, está comprometido a la acción casi continúa y que, para salir de la situación de inferioridad en que se encuentra

inicialmente, necesita ganar prestigio rápidamente, lo que lo obliga a las acciones más audaces.

Tres son básicamente las líneas de acción a seguir para enfrentar al perturbador en esta situación: 1) establecer y mantener máxima seguridad propia, para quitarle la posibilidad de ganar prestigio o recursos materiales; 2) imponerle operaciones costosas que lo desgasten y, finalmente, 3) arrastrarlo a un enfrentamiento lo más decisivo posible, antes de que su fuerza haya crecido mucho.

El objetivo de la movilización, que también deberá gobernar la preparación, deberá ser entonces montar fuerzas adecuadas para desarrollar las siguientes actividades: hacer una gran ostentación permanente de poder, a fin de desanimar a los indecisos, ejercer control completo del territorio, infiltración y sabotajes en las zonas transitoriamente ocupadas por fuerzas revolucionarias; provocar definición en áreas o grupos indecisos o de lealtad dudosa y, para el caso de que haya llegado a obtener control o simpatías en ciertos territorios, hacer pesar sobre éstos, lo más posible, las consecuencias de la lucha y ahorrar trastornos a la población civil de la zona bajo control total del Gobierno.

En esta situación de revolución armada o de guerra civil, el objetivo general de las fuerzas navales asignadas al Comando Conjunto de Represión será el mismo que en la situación insurreccional ya examinada o sea, actuar en el conjunto de las fuerzas con todas las distintas tareas ya indicadas, pero agregándose ahora: la necesidad de ejercer un control efectivo de los accesos marítimos para evitar la ayuda exterior y la eventual conveniencia de realizar operaciones tipo comando a la zona rebelde.

Supuesto un desarrollo desfavorable de la situación, cobra mayor importancia la actividad de las Fuerzas Navales, ya que podrán suministrar apoyo de fuego en las proximidades de la Capital, si ésta se viera amenazada, y deberán mantener a toda costa el control de las

Page 11: LS Año 1 3

11

comunicaciones con el exterior, conservando puertos aptos para ello, con la cooperación de las otras Fuerzas Armadas, y controlando las rutas hasta donde la acción del oponente pueda hacerse sentir. Esto determina que, derivada la situación a condiciones de inferioridad militar para el gobierno, es fundamental la conservación de los medios navales en condiciones de asegurar el tráfico al mar libre.

Estos medios navales pueden significar entonces la diferencia entre luchar y capitular.

La pérdida del control de los accesos marítimos fue lo que hizo imposible la salvación del Gobierno español en la guerra civil de 1936 – 39. Si éste hubiera estado en condiciones de impedir el bloqueo que le hacían las fuerzas rebeldes y que apoyaban los neutrales como Inglaterra y Francia (o Rusia hubiera estado en condiciones navales como para desafiarlo), la ayuda rusa hubiera llegado en abundancia y, además, otros países hubieran podido suministrarle abastecimientos sin tener que enfrentar a los bloqueadores. Por más amistad y deseo de ayudar que sienta un país, no es lógico esperar que, a menos que quiera verse envuelto militarmente en el conflicto, vaya a tratar de forzar el aislamiento impuesto por el insurgente. Estas mismas consideraciones ponen de relieve la importancia que tiene el separar de las costas al contrario, para evitar que pueda recibir ayuda, legitima o no, del exterior.

Este artículo continuará en próximos números de Lecturas Seleccionadas con el tratamiento que el documento realiza sobre el tema Defensa Hemisférica.

P

F Crónicas de la Guerra del Pacífico.

Extractado de “Leyte, junio de 1944 a enero de 1945”, capítulo V, de Samuel Eliot Morison.

La logística en Leyte

Logística... el arte de aprovisionar un ejército, flota o fuerza aérea en operaciones con la munición, víveres, suministros y refuerzos necesarios, fue particularmente decisiva para obtener éxito en acciones sobre vastos teatros de operaciones como las que Estados Unidos condujo en el Océano Pacífico durante la 2ª Guerra Mundial.

"... Lo dicho acerca de la Armada y la Fuerza Aérea indica una necesaria revalorización y fortalecimiento de ambas, en especial de la Armada. Uruguay tuvo, debe volver a tener y tiene, un ineludible destino marítimo y fluvial, y en esa empresa tal vez como en ninguna otra, hubo una enorme irresponsabilidad histórica y abandono."

Eleuterio Fernández Huidobro Senador de la República

(Expresiones vertidas en su exposición durante

el Ciclo de Conferencias “La Armada en la Defensa ¿Para qué?” de la Escuela de Guerra

Naval, el 8 de noviembre 2006)

Page 12: LS Año 1 3

12

El esfuerzo logístico para las operaciones en Leyte, Mindoro y Lingayen estuvo dividido sobre dos objetivos: la 3ª y 7ª Flotas.

El contingente del Ejército de los Estados Unidos desplegado en el área y parte de la 7ª Flota fueron sostenidos a través de los canales logísticos normales del sudoeste del Pacífico, que provenían de Australia y las Islas Admiralties.

Pero los Grupos de Portaaviones Rápidos del V/A Mistcher 1 (TF 38), la Fuerza de Ataque del Sur del V/A Wilkinson (TF 79), originalmente con base en la isla Yap y todos los buques de la Flota del Pacífico (USPACFLT) temporariamente bajo el comando del Almirante Kinkaid recibieron su sustento logístico para operar gracias a la Flota de Servicio de la Fuerza del Pacífico 2 (COMSERVPAC), cuyo comandante era el V/A William L. (“Tío Hill”) Calhorn, hasta su relevo en marzo de 1945 por parte del V/A W. W. (“Poco”) Smith.

Entre el 6 de octubre de 1944 y el 24 de enero de 1945, la TF 38 estuvo desplegada y operando en el mar durante 13 a 16 semanas. 1 La Fuerza de Tarea de Portaaviones Rápidos (Fast Carrier Task Force), conocida en diferentes momentos como la FT38 y la FT58, fue la principal fuerza de ataque de la Marina de los Estados Unidos en la última mitad de la Guerra del Pacífico. La designación dependía si estaban siendo parte de la 3ª o de la 5ª Flota. La TF 38 comenzó a operar en agosto de 1943, bajo el commando del de Contralmirante Frederick Sherman a bordo del USS Saratoga. La TF 58 fue creada bajo el commando de Marc Mitscher, el 6 de enero de 1944. Sin embargo la TF38 continuó existiendo por dos rezones: para confundir al enemigo y porque era usada para fines de planificación mientras no estaba operativa. Lo mismo se hizo con la TF58. Su buque insignia era el USS Lexington acompañado de 5 portaaviones más, otros 6 portaaviones ligeros y numerosos buques de apoyo. La fuerza volvió nuevamente a ser designada TF38 el 26 de agosto de 1944 bajo el mando del Almirante William Halsey y fue aumentada a 9 CVs y 8 CVLs en su preparación para el desembarco de Leyte. El 26 de enero de 1945 volvió a denominarse TF58 al mando del Almirante Raymond Spruance y luego nuevamente TF38, el 25 de mayo de 1945, al mando de Halsey, permaneciendo así hasta el final de la guerra. 2 La Flota de Servicio del Pacífico (ComServPac), también denominada como COMSERVPAC, fue una fuerza componente de la Flota del Pacífico de los Estados Unidos (USPACFLT) desde 1942 hasta finales del Siglo XX. Fue la reencarnación de la antigua Fuerza de Base y estaba compuesta por petroleros del flota (AO y AOG), buques de reparaciones (AR), buques de munición (AE), tender de destructores (AD) y tenders de submarinos (AS). Actualmente su función operacional en la Marina de los Estados Unidos es cumplida por el Military Sealift Command's Naval y la Fleet Auxiliary Force.

Este despliegue de unidades navales sin precedentes habría sido imposible sin un apoyo logístico eficiente.

El problema más acuciante era el suministro de combustible para los buques, los vehículos y las aeronaves componentes de la fuerza. Este recurso vital llegaba a las bases avanzadas del Pacífico en petroleros comerciales desde la costa oeste de EEUU, desde las Antillas Holandesas y desde el parque de tanques de 9 millones de barriles de Pearl Harbor, base principal de la USPACFLT.

El 1º de octubre de 1944, el devenir de las operaciones llevó a abandonar el atolón de Eniwetok (Islas Marshall) como base avanzada de la Flota pasando a cumplir esa función el atolón de Ulithi (Islas Carolinas). Con esta medida se agregaron a la travesía logística de cada petrolero unas 1.400 millas náuticas en dirección oeste.

Por eso cuando el Comodoro Worral R. (“Nick”) Carter pasó su Base de Servicios Móvil (Escuadrón de Servicios 10) desde Eniwetok a Ulithi durante las 2 primeras semanas de octubre, dispuso el empleo de 6 u 8 petroleros obsoletos de entre 60.000 y 100.000 barriles de capacidad para que operaran como “parque de tanques flotante”. Esta solución era más satisfactoria que construir un parque de tanques en la costa de Ulithi, pues la importancia táctica de ese atolón era perentoria. El “parque de tanques flotante” podía desplazarse y ubicarse donde más convenía según evolucionaban las operaciones, y de hecho sería llevado a Leyte a mediados

Task Force 38

Page 13: LS Año 1 3

13

de mayo de 1945. Por otra parte, Guam y Saipan fueron consideradas bases permanentes, de valor estratégico para la Marina de los Estados Unidos y por tanto se desarrollaron instalaciones fijas entre las cuales se incluyeron facilidades de almacenamiento de combustible con capacidad de hasta 430.000 y 100.000 barriles en ambas islas respectivamente.

Aunque las operaciones en Filipinas provocaron una fuerte demanda de fuel-oil y nafta de aviación, la Flota nunca se vio afectada por falta de combustible gracias a esta acertada previsión.

El Grupo Logístico Móvil al mando del C/N J. T. Acuff dependiendo de la 3º Flota y al mando del C/N E. E. Paré cuando operó con la 5º Flota representó un verdadero cordón umbilical entre la Flota y sus bases en el Pacífico durante la guerra.

Era casi una flota en sí mismo, compuesto por 34 petroleros de flota, 11 portaaviones escolta, 19 destructores, 26 destructores escolta y varios remolcadores oceánicos. Estaba organizado en 10 o 12 unidades de tarea para reaprovisionar la Flota cualquiera fuera su dispositivo táctico.

De 9 a 12 petroleros componían cada grupo de reaprovisionamiento operando en proximidades de la TF 38, yendo de un punto de rendez vous a otro según estuviese planificado.

Ocho portaaviones escolta proveían patrulla aérea de combate y protección antisubmarina a estos grupos de petroleros. Uno o dos remolcadores de altamar operaban con cada grupo de reaprovisionamiento listos a dar remolque a cualquier buque averiado.

Cada 3 o 4 días una UT de 3 petroleros, bien escoltada, se incorporaba a cada grupo de reaprovisionamiento para relevar a aquellos que estaban casi vacíos, éstos a su vez, pasaban el combustible remanente a aquellos que estaban parcialmente llenos para luego destacarse hacia Ulithi a fin de recargar sus bodegas de los petroleros mercantes (“parque flotante”).

Cada una de estas UT, que regresaba a base para reaprovisionar, era acompañada por un portaaviones escolta que aprovechaba para traer aeronaves y

pilotos provenientes de Enitewok, Guam y Manus para refresco de los portaaviones rápidos de la 3º y 7º Flotas. Este tipo de operaciones de largo alcance empleando portaaviones como los que integraban las fuerzas navales al mando de los almirantes Halsey (3ª Flota) y Spruance (7ª Flota), requerían un plan flexible, que debía reverse casi a diario en coordinación con el Estado Mayor embarcado a fin de cubrir todos requerimientos surgidos en el mar. Las áreas de rendez vous para reaprovisionamiento era fijadas, siempre que fuera posible, próximas a los límites del máximo alcance de la aviación enemiga basada en tierra y de hecho los japoneses nunca pudieron descubrir uno de estos puntos. Desde el 2 de setiembre de 1944 cuando la Operación Palau comenzó durante la 1º fase de la liberación de Filipinas, y hasta el 23 de enero de 1945 en que terminara, los petroleros de flota del Grupo Logístico Móvil entregaron más de 8 millones de barriles de fuel-oil y más de 14 millones de galones de nafta de aviación. Casi la mitad, 4,5 millones de barriles de fuel-oil y 7 millones de nafta de aviación fue aprovisionada antes de finales de octubre de 1944. Los 24 petroleros del Grupo Logístico Móvil constituyeron el principal vínculo entre la flota en el mar y las bases avanzadas, sirviendo además para proveer toda clase de materiales y recursos que los portaaviones y escoltas necesitaron para operar. Aprovisionaron miles de tanques de aceite lubricante de 14 grados diferentes, gases comprimidos, cilindros de oxígenos para pilotos, víveres para los DD y DE, tanques de combustibles desechables para aviones de combate, personal de reemplazo para las tripulaciones, correo personal y oficial y cualquier tipo de transporte que requiriera emergencia. El primer reaprovisionamiento del Grupo de Portaaviones Rápidos antes de la operación Leyte fue interrumpida por un tifón, cuyo borde alcanzó a Ulithi el 3 de octubre, tres días antes de la zarpada prevista en los planes. El mal tiempo duró tres días y complicó mucho el alistamiento para hacerse a la mar

Page 14: LS Año 1 3

14

porque impidió a los buques recibir un aprovisionamiento normal en sus fondeaderos. Varios tuvieron que zarpar con sus gambuzas incompletas. Un portaaviones, dos cruceros y algunos destructores no pudieron recibir aprovisionamiento alguno antes de la fecha prevista de zarpada y debieron posponer su salida 24 horas para proveerse al menos de víveres. Nadie en la Flota pasó hambre durante las operaciones, pero a causa de la falta de transportes refrigerados las provisiones frescas o congeladas no pudieron suministrarse en la cantidad que los marineros hubieran deseado, en especial como acostumbraban los aviadores navales. En los menús abundó la carne enlatada y los porotos. La COMSERVPAC suministró de víveres secos en el mar a la 3ª Flota en su totalidad, incluyendo los buques de guerra asignados temporariamente al Almirante Kinkaid. Entonces no había otro medio de transferir comida en el mar más que a través del pasaje de pequeños bultos de buque a buque navegando en aproximación, y eso era lo que hacían los petroleros o buques auxiliares con las unidades de la fuerza.

P

Asalto y apresamiento de la Cañonera “General Artigas”.

Extractado de forma textual del Manual para ascenso a SOP (RM), MI-27, capítulo 2.

15 de Abril de 1897

La verdad es, que todo lo que sabemos hasta ahora, salvo alguna excepción, sobre el apresamiento de la cañonera “General Artigas”, ha sido relatado por la gente de “afuera”, pero

hoy se le oirá narrar por la gente de “adentro”, vale decir, por los tripulantes del mismo buque.

Estallado el movimiento revolucionario de 1897, siendo Presidente de la República el Dr. Juan Idiarte Borda, la “Artigas” fue destacada en misión de vigilancia, a las costas del litoral uruguayo.

Este buque, en ese entonces, se encontraba en muy precarias condiciones de navegabilidad, pues los tubos de sus calderas, se hallaban muy deteriorados, al extremo que sólo utilizaba para navegar una de sus 2 calderas, desarrollando una velocidad tan reducida, que en muchas ocasiones, cuando se veía precisada a hacer un recorrido un poco largo, de Palmira a Fray Bentos, por ejemplo, lo hacía a remolque de los vaporcitos “Vigilante” o “Chapicuy”, adscritos a su servicio de vigilancia en Nueva Palmira, punto de estación obligado de la Cañonera.

Era obedeciendo a estas causas, que el personal de abordo, se había reducido en Oficiales y Marineros, por haber pasado algunos a continuar sus servicios en los citados vaporcitos y en otros vapores de la escuadrilla.

Para escribir sobre este asalto de la “Cañonera Artigas”, he prescindido en absoluto, de toda sugestión, como podían ser, las crónicas de los diarios de la época o los folletos que he mencionado, concretándome únicamente a mis recuerdos de aquellos días, alguna documentación oficial y a las referencias personales que en múltiples ocasiones me hicieron los mismos actores del hecho.

Comandaba la cañonera, el Teniente Coronel de Marina Luis Risso, teniendo como segundo Comandante al Capitán Ramón Tajes. El Cuerpo de Oficiales, lo componían el Teniente 1º Juan B. Suburú, el Teniente 1º Enrique Gradín, el Teniente 2º Emilio Domínguez, el Subteniente Antonio Mitre, y los del mismo grado Carlos Tiscornia y Máximo Santos, este último en comisión en Europa.

De esta Plana Mayor del buque sólo habían quedado abordo, el Comandante, el 2º Comandante y los Oficiales Gradín y Tiscornia, y como personal no combatiente, el practicante de Medicina

Page 15: LS Año 1 3

15

Joaquín Betbeder, el Maquinista Andrés Tarallo y el Práctico del río, Cardona. Debe agregarse el Personal de equipaje distribuido en los otros vapores de que se habló antes, habiendo quedado así en extremo reducida la tripulación del buque.

Por esta circunstancia, el servicio de los Oficiales y de la tropa era muy recargado y penoso, sobre todo en las horas de la noche cuando la vigilancia se hacía más activa.

Durante el día, la cañonera permanecía invariablemente fondeada en el Puerto de Palmira, a media milla del muelle y en 12 o 13 pies de agua.

Después de arriarse el pabellón, se ponía en movimiento por sus propios medios, pues para el recorrido de vigilancia que hacía, con la velocidad que desarrollaba la máquina, (4 o 5 millas horarias) era suficiente esta lenta marcha para llegar por la noche hasta el muelle del Arenal o el Paso de Márquez, donde recibía las novedades del “Vapor General Flores” que venía desde Fray Bentos en igual misión.

Luego regresaba aguas abajo y si aún no era de día, cuando enfrentaba a Palmira, seguía su navegación hasta la Pirámide de Solís o hasta la Isla de Juncal.

De regreso a su fondeadero habitual, en las primeras horas de la mañana, se mandaba un bote a tierra en busca de las provisiones frescas, carne, pan y verdura y el personal, después de la limpieza de agua, generalmente un simple baldeo corrido, se mandaba dormir, la brigada franca al sollado y la de guardia, en cubierta, permitiéndosele acostarse debajo del castillo, vestidos y con el fusil al costado, mientras una parte permanecía de guardia sentada en el banco debajo del puente de mando frente a los portones de desembarco y siempre con el Oficial de Guardia en cubierta.

Invariablemente, el servicio de abordo era tal cual lo acabo de describir. Francos al personal no se daba, por otra parte, no correspondía en esas circunstancias especiales en que se vivía.

Contaban entre los tripulantes del buque, dos jóvenes en clase de Aspirantes meritorios, vale decir

Marineros distinguidos, llamados Alberto Rodríguez y Alberto Suárez, cuya actuación abordo, era la misma de los demás tripulantes, sin haber dejado traslucir en ningún momento ninguna actitud que pudiera hacerlos parecer sospechosos o que demostraran sus simpatías por el Partido de revolución; tampoco habían ingresado juntos al buque.

Cierta vez, a principios de marzo, uno de éstos aspirantes el llamado Suárez, fue castigado con un plantón, por una falta disciplinaria cualquiera y cuando hubo de presentarse al Comandante Risso, después de cumplido el castigo, intentó un reclamo con actitudes no muy mesuradas, dando pie para que el Viejo Risso, como se le llamaba, montara en cólera e intentara agredirlo de hecho, visto lo cual, el Aspirante le gritó: “A mi no me puede pegar porque soy un distinguido” y corrió para proa, murmurando: “Me las vas a pagar”.

Terminó el lance, como terminan estas cosas en un buque de guerra, cumpliendo un nuevo castigo el marinero, y no se dio más importancia a la cosa.

Pocos días después de este incidente, en la tarde del 22 de marzo los Aspirantes Suárez y Rodríguez, se presentaron al 2º Comandante Capitán Tajes, el cual seguíalos tratando con afabilidad y la bondad cordial que lo distinguía, y le pidieron el chinchorro, pequeño bote de abordo, para trasladarse al vapor de la carrera, que se avistaba y debía fondear en el puerto, para recoger unos encargos que les mandaban sus familias de Montevideo.

Concedido el bote por el 2º Tajes, los tripulantes se largaron de abordo en dirección al vapor próximo a fondear, pero en lugar de atracar al buque, aprovechando que éste los cubría de la vista de la Cañonera y ya empezaba a obscurecer, siguieron remando en dirección a la costa argentina distante una milla y media, para entrar en el río Paraná por la boca del Bravo, sin ser descubiertos.

En el correr de los días, volverían a la “Artigas” como jefes de la expedición destinada a tomarla y darle la oportunidad a Alberto Suárez, a cumplir

Page 16: LS Año 1 3

16

la amenaza preferida contra el Comandante Risso.

Continuaba la Cañonera su misión de vigilancia de las costas dentro de las normas expuestas, hasta que llegó el 15 de abril a su fondeadero habitual del puerto de Nueva Palmira y como regresara un poco más temprano que de costumbre, aprovechóse tal circunstancia para iniciar abordo una faena extraordinaria de baldeo con piedra y arena.

Nosotros sabemos, los que hemos actuado en las viejas cañoneras, que ese baldeo con piedra y arena comporta la dura faena de recorrer la cubierta del buque, de rodillas (30 mts. en este caso de la “Artigas”) refregando a dos manos un compuesto calcáreo de treinta centímetros de largo por diez de alto, cuyo reiterado uso ampolla la piel.

Tal era lo que había dispuesto sin mucha consideración el Comando del Buque, a la fatigada y mal dormida tripulación. Duró la fagina hasta las 11 h y 30 m en que se hizo oír el toque de clarín de “arría trabajo y arma mesa”, para almorzar.

Al fin de dejar completamente libre la cubierta, para el baldeo general, el condestable Nicolás Piscitello, ordenó recoger todo el armamento y correaje de la tripulación y lo depositó en el Pañolcito de Artillería, ubicado a estribor debajo del puente de Mando.

Así, en un reducido espacio, 2 metros de popa a proa y un metro de babor a estribor, se amontonó el material que generalmente está distribuido entre el personal y los armeros de cubierta y que consistían en 50 Mausser Dodeteau, 50 carabinas del mismo sistema, 2 cajones con tiros de fusil, 4 cajas de proyectiles de los cañones de 47 mm., correajes, proveedoras, reunido todo en confuso amontonamiento. Además, el condestable cerró con llave la puerta del pañol y la guardó en el bolsillo.

Por este exacto relato se puede apreciar con meridiana claridad, cómo la Cañonera quedó virtualmente desarmada y su tripulación indefensa para repeler un ataque del exterior.

Estas aclaraciones pueden ser tachadas de prolijas, pero servirán de entendimiento cuando entre a relatar los pormenores del asalto.

El Comandante Risso, el practicante

Betbeder y el maquinista Tarallo, estaban a las 11 hs. Y 30 m. sentados almorzando en una mesa volante armada en cubierta, debajo del puente de mando, cuando a mitad de la comida, Risso llamó al Oficial de guardia, Teniente Gradín, ordenándole que mandase a dormir a todo el personal, dejando únicamente para la vigilancia, al cabo de cuarto recorriendo la cubierta y el centinela.

Impuesto de esta orden el Teniente Gradín, observó al Comandante, si no sería conveniente como de costumbre, dejar una guardia armada, a lo que respondió el Comandante: “No, la gente la preciso de noche, ahora que descanse todo el mundo.”

El contramaestre, tocó la pitada de ordenanza mandando dormir a las dos brigadas. El detalle que voy a relatar, tiene su importancia para la mejor comprensión de los lectores no Marinos. Cuando después del almuerzo, o sea a la siesta, se manda dormir el personal, no lo hacen en sus coys como en la noche, ni tampoco en el sollado, sino que los marineros, se acomodan por cubierta, debajo del castillo, junto a los cañones de proa y recostados a la amurada, tapándose con las fundas de las piezas o con los encerados de cubrir las limpiezas. El lugar destinado para este momentáneo descanso, es siempre la cubierta del puente para proa, para dejar completamente libre la popa destinada al oficial de guardia.

Pero, debido al baldeo general que acaba de determinarse y encontrándose la cubierta muy mojada, se dispuso que el personal, es decir ambas brigadas, bajaran a dormir al sollado.

Pronto la gente quedó profundamente dormida; el baldeo inoportuno, y el pesado servicio de la noche anterior, los tenía rendidos y somnolientos.

Mientras tanto, el comandante Risso y sus comensales, terminado el almuerzo, habían bajado a sus camarotes a fin de hacer la siesta.

Quedaban en cubierta, para la vigilancia del buque, el oficial de guardia Teniente Gradín, ojo avizor, el cabo de cuarto, Jorge Williams y el centinela en el puente Sebastián Duque, un muchacho de 18 años. Estos dos,

Page 17: LS Año 1 3

17

estaban armados de carabinas, mientras el oficial de guardia, cargaba su revólver, constituyendo estos elementos de defensa todo el armamento que, en los primeros momentos del asalto, pudo oponerse a los atacantes de la cañonera.

José Dutruel, cabo de cañón de la pieza Nº 1, al entregar la guardia a las 12 horas, dio cuenta al oficial Gradín, que el paylebot que desde hacía varios días, se encontraba fondeado en la costa Argentina, en la boca del “Arroyo Gutiérrez” frente a Punta de Chaparro, se había hecho a la vela navegando aguas abajo.

Esta novedad, fue comunicada al Comandante mientras almorzaba, el cual, después de pasear una mirada por el río, contestó que eran isleños y que vendrían al puerto, no dando mayor importancia a esta novedad.

Mientras tanto el mencionado paylebot, se acercaba lentamente a la “Artigas” navegando más a favor de la corriente que a impulso del viento que era muy escaso; de esta suerte, al ponerse al través de la cañonera, que presentaba aguas arriba, orzó como para pasar por la popa de ésta, tal cual si fuese efectivamente a recalar en el puerto de Palmira, poniendo su proa más o menos a la altura del portalón de babor. Fue entonces cuando el cabo Williams le gritó “Eh! … patrón…orza…que se viene encima…!” y éste, que estaba al timón de su barco le contestó: “El

viento…no…me…da…ya voy a zafar…!”, mientras continuaba metiendo la proa de su embarcación buscando tocar el costado de la cañonera y con un bichero, hacerla firme.

Conseguido esto, la misma corriente del río se encargaría de atracarla al costado de babor, tal como sucedió quedando a la altura del portalón de embarque que se encontraba abierto y sin escala real.

Este momento tan favorable, aprovecharon los asaltantes, que venían ocultos en la bodega y detrás de unos haces de leña colocados en cubierta por ambas bandas del paylebot, para trepar rápidamente por el costado del buque, que bastante bajo todavía, facilitaba la maniobra, lo mismo que el amplio portalón abierto. Armados los revólveres y anchos machetes de abordaje, saltaron

a cubierta iniciando el ataque. El primero en salvar el portalón, fue el

ex Aspirante Suárez, pero el Teniente Gradín, firme al pie del palo mayor le descargó su revólver tendiéndolo sin vida en cubierta, pero en ese preciso momento, uno de los asaltantes que trepaba por la popa, daba muerte de un tiro en la cabeza, al valeroso oficial. Mientras tanto el cabo Williams se defendería haciendo fuego con la carabina, logrando derribar un enemigo, pero cayó de inmediato a su vez. El centinela del puente, el muchacho Duque, sorprendido por la escena no

Page 18: LS Año 1 3

18

atinó más que a tirar su carabina a cubierta y arrojarse al agua, sin haber hecho uso del arma.

En actitud muy diferente, explicable por lo demás, soldado viejo Celestino Ferreira, marinero de la cañonera, hijo del pueblo de Santo Domingo de Soriano, chaná de ley, cargó sobre los asaltantes sin más armas ¡que los puños! Hasta que fue derribado por un feroz hachazo que le dividió la cabeza en dos. Nicolás Piscistello condestable del buque, que al igual que todos dormía en su camarote de proa, al sentir el tiroteo corrió hacia popa, desarmado también, en dirección al pañol de artillería, donde estaba el armamento depositado, pero no pudo llegar hasta él, pues fue muerto de un tiro. Seguía a éste el cabo de cañón Francisco Oliver, que tampoco pudo llegar a las armas, pues fue derribado en cubierta por un hachazo en la cabeza. El cabo José Dutruel, saliendo de su cañón a proa, corrió también a popa, en momento que el ex –Aspirante Rodríguez armado de revólver y machete venía al encuentro del cabo de mar Valentín Benítez, que corría a popa por el pasillo de estribor y le gritaba “¡Entregate Valentín!”, “¡No me entrego!” contestó éste en el momento en el que ambos caían muertos a tiros, por disparos que no se pudieron localizar, pues Rodríguez no disparó sobre su desarmado compañero y amigo de la víspera.

El cabo Dutruel, recogiendo de cubierta la carabina que había arrojado el centinela, Duque, hizo un disparo a popa a la gente del paylebot y posiblemente, fue quien mató al único extranjero asalariado que murió en la refriega, el alemán Ricardo Von Drostt. No pudo el cabo Dutruel seguir disparando su arma por no tener proyectiles y recibió en ese momento un balazo en la clavícula derecha, disparado por un marinero del buque desde el W.C. de la tropa. A fin de aclarar cómo este marinero del buque de la cañonera tenía armas, diré, que los complotados de abordo, muy pocos por cierto, tan pronto pudieron saltar al paylebot, se armaron de revólveres y machetes y colaboraron con los asaltantes.

Parte del personal, se arrojó al agua, intentando algunos ganar la costa de

Palmira a nado; de estos sólo logró su intento el negrito Quintín Rivero, chaná y de Soriano, también, acaso hubiérale cabido suerte igual a la del joven aspirante José Ruiz pues no faltó el miserable que lo ultimó a tiros; mientras nadaba al costado del buque sin escuchar los gritos de los propios asaltantes que protestaban contra su barbarie. Calmadas un poco las cosas, y dueños ya del buque, empezaron a surgir quienes asesoraban a los vencedores de las cosas abordo e indicaban dentro del personal a quienes por su especialidad, mejor pudieran servirles. El viejo y voluminoso maquinista Tarallo fue de los elegidos y al que poniéndole un revólver en las costillas, le decían: “Si no levantás presión, te mato gringo de m…”

En seguida intentaron poner en marcha el buque, pretendiendo, según afirmaban, ir a batir la “Suárez” y el “Flores” y tomarlos también, pero se encontraron con lo ya sabido por nosotros los marinos, vale decir que, la “Artigas” necesitaba de tres o cuatro horas para levantar presión y poder mover la máquina.

Ante el fracaso del ambicioso y quimérico plan por esta causa, resolvieron cargar en el paylebot que se llamaba “El República Triunfante” de matrícula argentina, todo el armamento portátil que había en el buque y de paso, llevarse también, parte de la vajilla de plata, ropa del comandante, algunos miles de pesos en “certificados de Tesorería” con los que se pagaba en ésa época los presupuestos de los empleados públicos, y otros objetos de valor, zarpando de inmediato rumbo al Río Paraná donde penetraron por la boca del Bravo, para ocultarse en las islas del Delta Argentino.

A propósito de los efectos que se llevaron consigo los asaltantes de la “Artigas”; encontrándose el que esto escribe en Buenos Aires al año 1898, el escribano compatriota Pedro Cedrés, le mostró un chaleco de uniforme que había pertenecido al comandante Risso, y unos cubiertos con el escudo de la “Artigas” que le había comprado a unos de los asaltantes del 97.

Al practicante Joaquín Betbeder, salteño, ex estudiante de medicina, a

Page 19: LS Año 1 3

19

quien los asaltantes exigían que curara primero a sus heridos, sin discriminar sobre estados, se le permitió que transportara a Nueva Palmira al Comandante Risso, no para su curación, según lo afirmaban, sino para que muriera allí. Se dispuso así, el embarque de un bote tripulado por seis marineros y un patrón permitiendo también a sus insistentes pedidos, que el asistente Bonifacio Ramos, acompañara a su mal herido jefe, que continuaba dando apenas señales de vida.

Una vez en el muelle, y desembarcado Risso, el bote regresó abordo pues este había sido tripulado con asaltantes y complotados, entre ellos algunos de la banda liza de la Cañonera.

Al otro día, el comandante Risso, dando pruebas de una resistencia orgánica extraordinaria, a pesar de sus años, había reaccionado de sus gravísimas heridas y fue embarcado en el vapor “Toro” que lo condujo a Montevideo.

Entre tanto, las dificultades para activar la presión de las calderas en la cañonera, continuaban no obstante las amenazas e insultos al maquinista Tarallo, pero al fin se logró obtenerla empezando por levar anclas para ponerse en marcha.

Las horas habían pasado y empezaba a oscurecer. Las cosas, estaban en esta forma: el 2º comandante Ramón Tajes, enfermo en su Camarote con un centinela de vista que lo imposibilitaba de toda acción, sucediendo otro tanto con el sub-teniente Tiscornia, la dotación, exceptuando los complotados, que seguían asesorando y tomando parte activa en la maniobra, había sido alojada en el sollado, con un centinela en la entrada del tambucho, que no les permitía subir a cubierta, aunque todos como se ha visto, estaban desarmados.

Puesto en camino el buque, hicieron rumbo a la costa Argentina, entrando en el “Paraná” por la boca del Bravo, desistiendo definitivamente de su primer propósito de batir las cañoneras “Suárez” y “Flores” como culminación de su efímero triunfo.

Navegando penosamente, llegaron a la Isla del Botija, en la costa del Paraná y allí resolvieron dar sepultura a los muertos que tenían abordo. Los cuerpos fueron envueltos y cocidos en coys,

procediéndose a bajarlos a tierra donde se cavaron las sepulturas donde reposarían hasta el día en el que sus restos fueran repatriados.

Terminada esta penosa y conmovedora misión, siguieron su navegación por las mansas aguas del Paraná.

Fracasado el asalto como objetivo guerrero, decidieron entregar la cañonera a las autoridades argentinas llegando hasta el puerto de Zárate donde procedieron a su entrega.

En posesión del buque, las autoridades locales dispusieron la libertad de los prisioneros, bajándoles a la Prefectura y manteniéndolos detenidos al igual que los asaltantes y disponiendo así mismo la asistencia médica de los heridos.

Pasados algunos días, y previas gestiones diplomáticas del Enviado Extraordinario de nuestro país Teniente General Máximo Tajes, se convino devolver la cañonera al Gobierno del Uruguay.

A fin de hacerse cargo del buque, había llegado al puerto de Zárate la cañonera “General Suárez”, al mando de su comandante Domingo Romero.

El acta que a continuación se transcribe, ilustrará de aquellas actuaciones oficiales: “En el puerto de Zárate a veinte días del mes de abril de mil ochocientos noventa y siete, a bordo de la cañonera “General Artigas” Sr. Comandante de la Torpedera “Maypú” con asistencia del Sr. Teniente General Don Máximo Tajes, Sr. Comandante de la cañonera “General Suárez” Capitán de Fragata Don Domingo Romero, Alférez de Navío Don Angel A. Bagliero, Contador de Tercera Clase Don Enrique A. Conella, dispuso hacer labrar un acta, haciendo constar que en cumplimiento de “Órdenes Superiores” recibidas, se hacía entrega de la Cañonera “General Artigas”, que se encontraba bajo su vigilancia, procediéndose a abrir y pasar una visita a todos los compartimientos que se habían sellado y lacrado.” “Firmadas dos de un mismo tenor, en el Puerto y fecha up-supra mencionados siendo las ocho horas ante meridiano, y recibiéndose

Page 20: LS Año 1 3

20

conforme, de dicho buque, de todas sus partes el comandante de la Cañonera “General Suárez”, Capitán de Fragata Domingo Romero, izándose nuevamente el Pabellón Oriental con los honores de ordenanza. Firmados. --- M. Tajes, Comandante de la “Suárez”; Domingo Romero, Comandante de la “Maypú”; Alférez de Navío Angel C. Baglieto; Contador de Tercera Clase Enrique A. Conella.”

Añado ahora la lista de los asaltantes tomada por las Autoridades de Zárate antes de ser éstos puestos en completa libertad. “Claudio Acuña, 28 años, Chileno. Nicolás Gallero, 47 años Haitiano. Pedro Lara, 22 años, Nicaragüense. Feliciano Goró, Argentino, ex cabo de la Armada de dicho País. Miguel Aguirre, 22 años, Oriental. Miguel Cardozo, 23 años, militar Argentino muerto en la acción. Juan Millar, 25 años, Alemán. Conrado Von Eichatedt, 40 años, Alemán. Tomás Rodríguez Ruter, 20 años, Argentino, Luis Rosso, 35 años, Italiano.”

Hecha la entrega de la “Artigas”, se reembarcó el personal del buque, con excepción de los complotados con los asaltantes, que quedaron en la Argentina. Los heridos vinieron también abordo, y de este modo quedó la cañonera en franquía, iniciando su navegación a remolque de la “Suárez”.

Después de dos días y medio de marcha, entraron al puerto de Montevideo, donde la “Artigas” ocupó su amarrazón.

Por disposición Superior, no se permitieron visitas al buque ni abandonar el barco a ninguno de sus tripulantes.

Al margen de este hecho poco común de la toma de un buque de guerra por un grupo de asaltantes, quiero dejar bien aclarado, tratando de llevar a la conciencia del lector la seguridad que lo que aquí se ha escrito, es el fiel reflejo de lo recogido de los labios de los que, en una forma u otra, fueron actores en aquel mediodía de abril en el Río Uruguay y frente a la azorada población de Nueva Palmira, agrupada a la costa y muelle de este puerto; y no años después, sino precisamente a pocos días del asalto.

En la tarde del día 26 de abril, tocóme acompañar a bordo de la “Artigas” a la esposa del 2º Comandante, Señora Anita

Vierci de Tajes, a la que se había concedido un permiso especial para esta visita, y en ella, pude documentarme personalmente de las cosas que he relatado, que me fueron ampliadas años después por mis compañeros de armas cuando prestaba servicios a bordo de la cañonera “General Suárez”, eran éstos, José Dutruel, Fco. Oliver, Pedro Bonazola, que aún vive y me visita con frecuencia, Quintín Rivero y Sebastián Duque.

En la visita a la cañonera “Artigas” con la Señora de Tajes escuché relatos aún frescos, que no habían llegado todavía a particular alguno, de labios del Capitán Tajes, del Sub-Teniente Tiscornia, del Practicante Betbeder, del maquinista Tarallo risueño y bonachón, contando en forma pintoresca el episodio del revólver puesto en sus costillas, de los aspirantes Julio Micou y Leopoldo Acosta y Lara; pude ver las manchas de sangre en cubierta, tener en mis manos los machetes usados por los asaltantes, aún hoy, los tengo presentes: hoja ancha y filosa con mangos de madera sin pulir, vi la puerta del W.C. con los hachazos dejados al desviar el golpe que aplicaron a la cabeza del comandante Risso, vi al cabo Oliver con la cabeza vendada, a Dutruel con el brazo en cabrestillo, también el camarote del Jefe saqueado y en desorden, algunas señales de hacha en la regala de babor y los agujeros de bala en el guarda calor y tambucho de oficiales.

La cañonera “Artigas”, permaneció por algún tiempo a medio desarme, a cargo del 2º Tajes, hasta que al finalizar el año 1898, fue subida al Varadero del Cerro donde después de unos meses de encontrarse en seco, de varias inspecciones y hechos los presupuestos para su reparación, optóse al final, por radiarla definitivamente del servicio dejando su casco completamente vacío y hasta su cubierta fue vendida en remate.

La cañonera “Artigas”, en su pasaje por la Armada Nacional supo dejar una brillante foja de servicios marineros.

Relacionado con el insólito suceso que configura el apresamiento de la cañonera “General Artigas” por un grupo de revolucionarios, debe agregarse todavía, a mayor abundamiento y como un aporte para refuerzo y justificación de mi

Page 21: LS Año 1 3

21

anterior relato sobre la toma de esta unidad de nuestra arma, lo siguiente: es un detalle que dice del contacto que entonces mantenía yo con los tripulantes de la cañonera “General Artigas”; es fácil de referir en pocas palabras.

Corrían los crudos días de la revolución de 1897, y siendo todavía estudiante universitario, ocupaba un puesto subalterno en la oficina Central de policía de la Capital.

En virtud de un decreto del Gobierno, disponiendo la formación del batallón de policía Nº 5, fui nombrado Sub-Teniente de ese cuerpo, y en ese cargo, se me eligió para desempeñar una comisión de circunstancias, en la ciudad de Mercedes.

Embarcado en el vapor de la carrera, rumbo a aquella ciudad, se hizo la acostumbrada escala, en el Puerto de Nueva Palmira.

Allí, se encontraba fondeada la Cañonera “General Artigas”, la misma que, cuatro días después, iba a ser tomada por asalto por un audaz golpe de mano enemigo. Cuadró, que en esas circunstancias tuve ocasión de conversar con el 2º Comandante de aquella unidad de nuestra Armada, Capitán Ramón Tajes, que vino al vapor con el propósito de retirar, unos encargos que desde Montevideo, le remitía por mí, su señora esposa.

En el transcurso de la breve entrevista, díjome el capitán Tajes, que a bordo de la cañonera , hallábanse todos bajo la impresión de un suceso recién ocurrido abordo.

Poco después del mediodía, un tripulante que la policía local había “destinado” a la cañonera dos días antes, encontrándose de centinela en el puente de mando, había atentado contra su vida en forma impresionante, aplicando el caño del fusil en la boca disparó el arma.

Era manifiesto todavía, el estado de

ánimo de todos ante el terrible destrozo del proyectil, sembrando de fragmentos ensangrentados que salpicaron el toldo del puente y la cubierta…!

Parecía que ya por aquellos días del 97, algo como augurios de tragedia rondaba alrededor de la Cañonera “Artigas”. Conclusiones:

Si analizamos los hechos relatados a la luz de los conocimientos que ya posee usted, acerca de la seguridad surgen varias conclusiones:

a. Seguridad de Personal. El asalto fue llevado a cabo contando con la complicidad de algunos miembros de la tripulación y este hecho no fue detectado previamente. b. Seguridad Física.

1. La guardia apostada era insuficiente. 2. No existía conciencia de seguridad y se aceptó que el paylebot entrara en contacto con la cañonera. 3. Todo el armamento estaba bajo llave. 4. No existía una fuerza de réplica en condiciones de enfrentar la emergencia. 5. El adiestramiento del personal no era uniforme, unos lucharon desarmados, otro huyó estando armado y apostado de centinela.

Aún hoy, con medios más desarrollados y sofisticados esta lección de nuestro pasado mantiene toda su validez. El hombre, leal y capacitado es la clave de todo sistema de seguridad y hemos de mantener el pensamiento expresado después del 29 de mayo de 1970. “NO OLVIDAR” “NO SE REPETIRÁ”

Este relato, incluido en el MI-27, es realizado por el C/N (R) Carlos A. Olivieri en su libro “Aportes a la historia de la Marina de Guerra Nacional”, Talleres Gráficos Prometeo, agosto de 1952.

Page 22: LS Año 1 3

22

s La Isla Brasilera

De Wikipedia, la enciclopedia libre de internet

La isla Brasilera (ilha Brasileira) se encuentra ubicada en la desembocadura del río Cuareim en el río Uruguay, estando en disputa a cuál de los dos ríos pertenece. Uruguay reclama que la isla no ha sido demarcada, lo cual no es aceptado por Brasil que administra la isla como parte del municipio de Barra do Quaraí en el estado de Río Grande do Sul.

Antecedentes

El tratado de límites firmado en octubre de 1851 entre Uruguay y Brasil disponía que las islas que se encontraran en la desembocadura del río Cuareim serían de dominio brasileño. Articulo III: (...) hasta el punto que comienza el gajo del Cuareim denominado arroyo de la Invernada por la carta del Vizconde de San Leopoldo, y sin nombre en la carta del Coronel Reyes, y descendiendo por el dicho gajo hasta entrar en el Uruguay; perteneciendo al Brasil la isla o islas que se hallan en la embocadura del dicho río Cuareim en el Uruguay.

A través de notas reversales, el 3 diciembre 1851 se aclaró que: Haciéndose esta declaración ha quedado sobrentendido, de acuerdo con todos los principios admitidos en las estipulaciones relativas a la navegación de las aguas en común, que Brasil no hará uso de la isla o islas de la embocadura del Cuareim para dificultar o impedir la libre navegación de los ribereños.

En 1853 comenzaron los trabajos de demarcación de la frontera por medio de la Comisión Mixta a partir de la costa atlántica. A comienzos de 1860, Uruguay retiró su participación en la Comisión Mixta continuando los técnicos brasileños los trabajos en el Cuareim hasta la colocación del último hito (Hito 13-P) en el extremo sur de la isla Brasilera en enero de 1862.

El 27 diciembre de 1927 fue firmada la Convención Complementaria de Límites entre Brasil y la Argentina, que en su artículo 3 establece: (...) La línea divisoria entre el Brasil y la República Argentina, en el Río Uruguay, comienza en la línea normal entre las dos márgenes del mismo río, y que pasa un poco aguas abajo de la punta sudoeste de la Isla Brasilera del Cuareim, también llamada Isla Brasilera, sigue, subiendo el río, por el canal navegable de éste, entre la margen derecha, o argentina, y la márgenes

Cursos del

Centro de Educación Continua

Modalidad a distancia: - Economía Moderna. (vía moodle) Modalidad presencial: - Comunicación social y expresión. - Administración Moderna. (Fundamentos de

Gestión) - Negociación metodología Harvard. - Mediación Ciencia y Arte del Acuerdo. - Taller de Negociación. - Metodología de la Investigación. Usted puede hacer cualquiera de estos cursos, consulte por e-mail a:

[email protected] O telefónicamente al: 600 08 32 601 54 60

Page 23: LS Año 1 3

23

occidental y septentrional de la isla del Cuareim o Brasilera, pasando frente a la boca del Cuareim, que separa al Brasil de la República Oriental del Uruguay (...)

En 1928 a partir de un reconocimiento hidrográfico, Uruguay concluyó que la isla Brasilera se hallaba en el río Uruguay y no en el Cuareim. En 1940, luego de la ratificación de la Convención Complementaria de Límites entre Brasil y la Argentina, el gobierno uruguayo presentó el 8 de septiembre una nota de reserva al tratado, ante las cancillerías de ambos países.

En esa nota el gobierno uruguayo objetó que los intereses de Uruguay no hayan sido considerados, afirmando que la isla Brasilera se halla ubicada al sur de la desembocadura del Cuareim en pleno río Uruguay y considerándola no demarcada aún ya que el hito en el extremo sur de la isla fue construido en 1862 por Brasil unilateralmente.

De las contestaciones de los gobiernos de Argentina y Brasil, surge que ambos mantienen sus posiciones incambiadas. El 7 de abril de 1961, al firmarse el Tratado de límites del Río Uruguay entre la Argentina y Uruguay se reiteró la reserva de 1940 reclamando sus derechos en la zona. Artículo 1º: El límite entre la República Argentina y la República Oriental del Uruguay en el río Uruguay, desde una línea aproximadamente normal a las dos márgenes del río que pase por las proximidades de la punta sudoeste de la isla Brasilera hasta el paralelo de Punta Gorda, estará fijado en la siguiente forma: A) Desde la línea anteriormente mencionada que pasa por las proximidades de la punta Sudoeste de la isla Brasilera hasta la zona del Ayuí (perfil donde se construirá la presa de Salto Grande) el límite seguirá la línea media del cauce actual del río (...)

En 1974 por medio de un decreto, el gobierno de Uruguay ordenó que en los mapas oficiales la isla aparezca como "límite contestado".

Uruguay continuó enviando notas al Brasil reclamando la demarcación de la isla el 17 de agosto de 1988, 4 de diciembre de 1989, 22 de octubre de

1990 y 28 de julio de 1997 sin contestación brasileña.

Debido que el Tratado de 1961 con la Argentina definió la frontera a partir del extremo sur de la isla Brasilera, Uruguay considera que no ha definido su frontera con la Argentina al norte de ese punto en las aguas del río Uruguay que bañan a la isla.

De esta manera, el punto tripartito del límite Argentina-Brasil-Uruguay se encuentra indefinido ya que al sur de la isla la frontera argentino-uruguaya sigue la línea media del río, mientras que hacia el norte la frontera argentino-brasileña sigue el canal navegable.

e

Últimos ingresos a Biblioteca

- Batallas decisivas del mundo occidental

y su influencia en la historia, tomos I, II y III (J. F. C. Fuller)

- Administración Pública de los recursos de Defensa en Uruguay (Amílcar Peláez)

- Poder Marítimo, una guía para el siglo XXI (Geoffrey Till)

- The liberation of the Philipines, Luzon, Mindanao, the Visayas, 1944-1945 (Samuel Eliot Morison)

- Victory in the Pacific (Samuel Eliot Morison)

- Leyte, junio de 1944 a enero de 1945 (Samuel Eliot Morison)

- The invasión of France and Germany (Samuel Eliot Morison)

Contacto: [email protected]

Page 24: LS Año 1 3

24

"si vis pacem parabellum"