Las Antinomias de Gramsci

253
LAS ANTINOMIAS de Antonio Gramsci Estado y revolución en Occidente PERRY ANDERSON Editorial Fontamara Barcelona, 1981

description

un coño enlatado

Transcript of Las Antinomias de Gramsci

Microsoft Word - Anderson, Perry - Las Antinomias De Antonio Gramsc

LAS ANTINOMIASdeAntonio Gramsci

Estado y revolucin en Occidente

PERRYANDERSON

Editorial Fontamara

Barcelona, 1981

NDICE GENERAL

Nota editorial

LAS ANTINOMIAS DE ANTONIO GRAMSCIUna herencia disputada

I.- La metamorfosis de la hegemonaPosicin y maniobra Oriente y OccidenteRevolucin permanente Tres posiciones del estadoHegemona: la historia del conceptoHegemona y la CominternHegemona en los Cuadernos de la Crcel La extensin del conceptoConceptos y problemasEl primer modelo de GramsciIlusiones de la socialdemocracia de izquierda El error de Poulantzas y MandelLa segunda solucin Un tercer intento Althusser y GramsciAparatos ideolgicos del estado La influencia de CroceLa asimetra claveLa naturaleza del dominio de clase burgus

II.- El equilibrio entre coercin y consenso El marco de referencia de la Comintern. Croce y el materialismo histrico

III.- Comparacin entre Oriente y OccidenteEl poder burgus en Occidente

2

3La formulacin de Bordiga

IV. La estrategia de la guerra de posicinTeilaktionenLa correccin de GramsciFrente nico versus tercer perodo Kautsky y la estrategia de desgaste La respuesta de LuxemburgEl debate se extiende a Rusia La frmula de Gramsci Una solucin falsaTrotsky y la guerra de maniobra

Conclusiones

NOTA EDITORIAL

Excepcin hecha de algunos artculos, glosas o comentarios escri- tos por sus ex-camaradas del partido comunista italiano, la cele- bracin del XX Congreso del PCUS fue el punto de partida para que tericos y polticos, en particular los vinculados ms o menos estrechamente al comunismo oficial, iniciasen un trabajo de in- vestigacin y estudio del pensamiento de Antonio Gramsci, pol- tico y terico comunista apenas conocido en toda su dimen- sin a causa principalmente de las condiciones en que tuvo que realizar su labor, de lo fragmentario de su produccin y, en medida no poco importante, de sus divergencias con la direc- cin de la Internacional Comunista debidas a la poltica desa- rrollada durante el llamado tercer periodo, que abarc prc- ticamente todo el tiempo de su encarcelamiento, y que slo poco antes de su muerte fue reemplazada por la poltica de frente popular.Los partidos comunistas, al profundizar y actualizar las con- cepciones de la Internacional Comunista sobre el frente popu- lar, avanzando en la indagacin de una va nacional al so- cialismo, encontraron en la obra dispersa y fragmentaria de Antonio Gramsci un elemento de referencia al que poder aco- gerse. No es casual que ello ocurriese en momentos en que la crisis del stalinismo de la que el XX Congreso es expresin acentuaba las tendencias centrfugas en el seno del movimiento comunista internacional, situando a los partidos comunistas occidentales ante la posibilidad y la necesidad de concretar su poltica frentepopulista, en abierta pero no antagnica contra- diccin con los intereses de la burocracia sovitica. Todo lo cual no hace ms que poner de manifiesto, como ya haba sea- lado Trotsky, que la teora del socialismo en un solo pas sienta las bases del comunismo nacional en su versin del

eurocomunismo.

El espectacular crecimiento de la influencia y efectivos del par- tido comunista italiano, y el hecho de que Gramsci hubiera sido uno de sus fundadores y su principal dirigente, favorecie- ron el que fuesen los tericos y polticos relacionados con aquel partido quienes con mayor constancia y sistematizacin se dedicaron a la recopilacin, ordenacin, estudio y reflexin sobre los escritos de Gramsci.Tales trabajos adolecan y adolecen empero de un enfoque unilateral: en la mayora de los casos y salvo notables excep- ciones se trata de hallar en la obra de Gramsci una justifica- cin terica y poltica decorosa a las recientes posiciones adoptadas por los partidos comunistas de Europa occidental, ms que de un estudio serio y profundo de lo que Gramsci realmente dijo o quiso decir (y aqu es ineludible la referen- cia a las penosas circunstancias en que trabaj y a la doble cen- sura a que se vieron sometidas sus elaboraciones).Para acercarse correctamente a la obra de Gramsci, y en parti- cular para estudiar todo lo nuevo que intenta abrirse paso en los Cuadernos de la crcel, es preciso no perder de vista ni un instante lo que Gramsci jams puso en duda: que la revolucin socialista no poda tener lugar, como ya haba puesto de relieve el I Congreso de la Internacional Comunista, sin la destruccin del estado burgus incluso de las democracias occidentales y la instauracin de la dictadura del proletariado. Todos los es- fuerzos de Gramsci estn encaminados siguiendo ese eje cen- tral a encontrar las razones de la derrota de la revolucin en la Europa de los aos veinte y la va por la que el proletariado ha de avanzar en lo sucesivo para realizar su misin histrica.Como sus innumerables comentaristas y estudiosos han puesto reiteradamente de manifiesto, la obra de Gramsci en especial sus Cuadernos de la crcel se caracteriza por su ambigedad y aun contradictoriedad. Ello explica en parte que en la dcada de los sesenta los tericos e intelectuales agrupados en torno a

la New Left Review pudieran aproximarse a los escritos de Gramsci desde una perspectiva un tanto diferente de la que ha- ba distinguido los trabajos aparecidos en Italia y Francia espe- cialmente.Superando ciertos enfoques parciales, apologticos o meramen- te interpretativos de la obra de Gramsci, Perry Anderson aborda en el presente ensayo el aspecto que podemos calificar, sin temor a equivocarnos, de central en el pensamiento grams- ciano: el concepto de hegemona y, desprendindose de ste, el de la estrategia revolucionaria que deben seguir el proletariado y las masas oprimidas para conquistar el poder.Y lo aborda con una metodologa de ninguna manera compa- rable a la empleada hasta el presente. Perry Anderson no se limita a dar una versin del pensamiento de Gramsci sobre los problemas mencionados; parte de un profundo examen filos- fico e histrico del concepto de hegemona en Gramsci, ha- ciendo resaltar el empleo nuevo que, en relacin a los prece- dentes del mismo debates a finales del siglo XIX en el seno de la socialdemocracia rusa, comporta la utilizacin gramsciana: el paso de considerar el problema de la hegemona solamente en las relaciones entre el proletariado y sus posibles aliados (en especial el campesinado) a considerarlo en las relaciones entre la burguesa y sus aliados, por una parte, y respecto a las masas oprimidas, por la otra. Para Gramsci, la derrota de la Revolu- cin en Occidente se debe a la incomprensin por la direccin revolucionaria del proletariado de la solidez con que la burgue- sa ha logrado imponer (u obtener) su hegemona en las socie- dades capitalistas avanzadas y, en consecuencia, a la utilizacin de una estrategia de maniobra que, si bien haba resultado fruc- tfera en Oriente (revolucin rusa), era totalmente inadecuada para Occidente. Se impona, pues, en opinin de Gramsci, un cambio en la orientacin poltica de la Internacional Comunis- ta.Con una clara incomprensin de lo que significa la teora de la

revolucin permanente descripcin de las leyes generales del desarrollo de la revolucin en la era del imperialismo y de las relaciones entre sus fuerzas motrices, Gramsci la identifica errneamente, como seala Anderson, con la estrategia seguida por el bolchevismo ruso y por la IC en los primeros aos. Oponindose a ella y retomando la nueva va que parece abrir- se con la aprobacin de las tesis sobre el frente nico, Gramscidesconocedor de que haba sido Trotsky el autor de tales te- sis propone aplicar lo que, con trminos militares, denomina una estrategia de posicin.Anderson analiza de forma exhaustivamente documentada los antecedentes, en el seno del movimiento obrero internacional, del contraste entre estrategia de maniobra y estrategia de posicin. As examina detalladamente la polmica que enfren- t y separ a Rosa Luxemburg y Karl Kautsky, defensora aqulla de una estrategia de derrocamiento y ste de una es- trategia de desgaste, trminos extrados de la historia y la teo- ra militar alemanas.Sin embargo, Perry Anderson indica claramente la necesidad de no identificar la posicin defendida por Kautsky (estrategia de desgaste) con la de Gramsci (estrategia de posicin), y precisamente por lo que antes sealbamos: porque estas refle- xiones de Gramsci no pusieron nunca en duda la necesidad de la destruccin del estado burgus y de la instauracin de la dic- tadura del proletariado.Publicamos, pues, este libro con la completa seguridad de que permitir disponer, en los debates que recorren en la actu alidad el movimiento obrero, de un elemento fundamental para valo- rar justamente y situar en su lugar preciso la contribucin de Gramsci al marxismo, y ayudar a clarificar, al mismo tiempo, uno de los problemas que la elaboracin de toda estrategia re- volucionaria ha de tener forzosamente en consideracin.El presente ensayo fue publicado por primera vez en Londres el mes de enero de 1977. Por las caractersticas del texto, su al-

to nivel terico y la precisin con que est redactado, hemos intentado ajustarnos con la mayor literalidad al original, a fin de que la versin castellana no pierda el rigor del texto ingls.

LAS ANTINOMIAS DE ANTONIO GRAMSCI

Hoy, ningn pensador marxista posterior a la poca clsica es tan universalmente respetado en Occidente como Antonio Gramsci. Tampoco existe ningn trmino tan libre o diversa- mente invocado en la izquierda como el de hegemona, acuado por l. La reputacin de Gramsci, an local y marginal al prin- cipio de los aos sesenta fuera de su Italia natal, se ha converti- do, una dcada ms tarde, en fama mundial. El homenaje debi- do a su empresa en la crcel se rinde ahora por fin, plenamente, treinta aos despus de la primera publicacin de sus cuader- nos... La falta de conocimiento o la escasez de discusin han dejado de ser obstculos a la difusin de su pensamiento. En principio, todos los socialistas revolucionarios, no slo en Oc- cidente aunque especialmente en Occidente-, pueden en ade- lante beneficiarse del patrimonio de Gramsci. Pero, al mismo tiempo, la expansin de la fama de Gramsci no ha venido acompaada hasta ahora por una profundizacin correspon- diente en la investigacin de su obra. La misma extensin de las invocaciones que ahora se hacen a su autoridad, desde los sectores ms contrapuestos de la izquierda, indican los lmites del estudio o la comprensin atenta de sus ideas. El precio de una admiracin tan ecumnica es necesariamente la ambige- dad: interpretaciones mltiples e incompatibles de los temas de los Cuadernos de la crcel.Existen, por supuesto, buenas razones para ello. Ningn traba- jo marxista es tan difcil de leer precisa y sistemticamente, a causa de las particulares condiciones de su composicin. Para empezar, Gramsci sufri la suerte normal de los tericos origi-

nales, de la cual ni Marx ni Lenin estuvieron exentos: la nece- sidad de trabajar en direccin a conceptos radicalmente nuevos con un vocabulario viejo, ideado para otros propsitos y tiem- pos, que oscureca y desviaba su significado. As como Marx tuvo que pensar muchas de sus innovaciones en el lenguaje de Hegel o Smith, y Lenin en el de Plejanov y Kautsky, Gramsci tuvo a menudo que producir sus conceptos dentro del arcaico e inadecuado aparato de Croce o Maquiavelo. Este conocido problema se mezcl, sin embargo, con el hecho de que Grams- ci escribi en la crcel, en condiciones atroces, con un censor fascista que escudriaba en todo lo que produca. Al disfraz involuntario que el lenguaje heredado impone tan a menudo a un pionero, se le sobrepuso de este modo un disfraz voluntario que Gramsci asumi para eludir a sus carceleros. El resultado fue un trabajo censurado dos veces: sus espacios, elipsis, con- tradicciones, desrdenes, alusiones, repeticiones, son el resul- tado de este proceso de composicin excepcionalmente adver- so. La reconstruccin del orden oculto de estos jeroglficos est por hacer. Esta difcil empresa apenas se ha iniciado. Es necesa- rio un trabajo sistemtico de recuperacin para averiguar qu escribi Gramsci en el texto verdadero, borrado, de su pensa- miento. Es necesario decir esto como advertencia contra todas las lecturas fciles o complacientes de Gramsci: todava es, en gran medida, un autor desconocido para nosotros.

Una herencia disputada

Ahora, sin embargo, se ha hecho urgente reexaminar serena y comparativamente los textos que han hecho famoso a Gramsci. Pues los grandes partidos comunistas de masas de Europa occi- dental en Italia, Francia, Espaa estn ahora en el umbral de una experiencia histrica sin precedentes para ellos: la impera- tiva asuncin de funciones gubernamentales dentro del marco de los estados democrtico-burgueses, sin la fidelidad a un ho- rizonte de dictadura del proletariado ante ellos, que fue una

vez la piedra de toque de la Tercera Internacional. Si hay un linaje poltico ms amplia e insistentemente invocado que cualquier otro para las nuevas perspectivas del eurocomunis- mo, ste es el de Gramsci. No es necesario acreditar ninguna visin apocalptica del futuro inmediato para comprender la solemnidad de las pruebas que se acercan para la historia de la clase obrera en toda Europa occidental. La actual coyuntura poltica exige una clarificacin seria y responsable de los temas de la obra de Gramsci, ahora comnmente asociados al nuevo designio del comunismo latino.Por supuesto, al mismo tiempo, la influencia de Gramsci no est confinada de ninguna manera a esos pases donde existen grandes partidos comunistas que se preparan para entrar en el gobierno. La adopcin de conceptos de los Cuadernos de la cr- cel ha sido, de hecho, especialmente marcada en el trabajo te - rico e histrico de la izquierda inglesa en los aos recientes, y en menor medida de la izquierda americana. El fenmeno re- pentino de la amplsima apropiacin de Gramsci en la cultura poltica anglosajona proporciona un segundo incentivo, ms casero, para reexaminar su legado en estas pginas. New Left Review fue la primera revista socialista en Gran Bretaa posiblemente la primera en cualquier lugar fuera de Italia en hacer uso, deliberada y sistemticamente, de los cnones teri- cos de Gramsci para analizar la propia sociedad nacional y para debatir una estrategia poltica capaz de transformarla. Los ensayos que trataron de llevar a cabo este proyecto fueron pu- blicados en 1964-65.(1) Entonces la obra de Gramsci era poco

1 Ver Tom Nairn: The British Political Elite, NLR 23, enero-febrero. 1964; Perry Anderson, Origins of the present Crisis, ibid.; Nairn, The English Working Class, NLR 24, marzo-abril, 1964; Nairn, The Nature of the Labour Party, NLR 27 y 28, septiembre-octubre y noviembre- diciembre, 1964; Anderson, The Left in the fifties, NLR 29, enero- febrero, 1965; Nairn, Labour Imperialism, NLR 32, julio-agosto, 1965. Algunos desarrollos ms de las tesis sobre la historia y la sociedad ingle- sas contenidas en estos ensayos iniciales se encuentran en: Anderson,

10

11familiar en Inglaterra: los artculos en cuestin fueron gene- ralmente disputados.(2) En 1973-75, los temas y nociones gramscianos de un tenor similar eran omnipresentes. En parti- cular, el concepto central de hegemona, utilizado por pri- mera vez como leitmotiv de las tesis de la NLR a principios de los sesenta, ha gozado ulteriormente de una fortuna extraordi- naria. Historiadores, crticos literarios, filsofos, economistas y cientficos polticos lo han utilizado con una frecuencia siem- pre creciente.(3) Sin embargo, en medio de la profusin de em- pleos y alusiones, se ha dado una investigacin relativamente escasa de los textos mismos en los que Gramsci desarroll su teora de la hegemona. Ahora est pendiente una reflexin ms directa y exacta sobre ellos. La revista que en primer lugar introdujo su vocabulario en Inglaterra es un foro apropiado para reconsiderar los Cuadernos de la crcel, y establecer su coherencia interna como discurso unificado; examinar su vali- dez como consideracin de las estructuras tpicas del poder de clase en las democracias burguesas de Occidente; y, finalmente, sopesar sus consecuencias estratgicas para la lucha de la clase obrera por conseguir la emancipacin y el socialismo. Su pro- cedimiento ser, necesariamente, ante todo filolgico: un in- tento de establecer con mayor precisin qu dijo y qu quiso

Socialism and Pseudo-Empiricism, NLR 35, enero-febrero, 1966; An- derson, Components of the National Culture, NLR 50, julio-agosto, 1968; Nairn, The Fateful Meridian, NLR 60, marzoabril, 1970.2 La respuesta ms importante fue el famoso ensayo de Edward Thom- pson, The Peculiarities of the English, The Socialist Register 1965. Probablemente, sus crticas consiguieron la aprobacin de la izquierda britnica.3 Entre los ejemplos ms notables del uso creativo del concepto de Gramsci en obras recientes estn: Eric Hobsbawn, The Age of Capital, London, 1975, pp. 24950; Edward Thompson, Whigs and Hunters, Lon- don, 1975, pp. 262, 269; Raymond Williams, Base and Superestructu- re, NLR 82, noviembre-dicicmbre, 1973 ampliado en Marxism and Li- lerature, London, 1977; Eugene Genovese, Roll, Jordn Roll, New York, 1974, pp. 258.

decir Gramsci en su cautiverio; localizar las fuentes de las que deriv los trminos de su discurso; y reconstruir la red de opo- siciones y correspondencias en el pensamiento de sus contem- porneos en la que se insertaron sus escritos en otras palabras, el verdadero contexto terico de su obra. Estas investigaciones formales son la condicin indispensable, como se argumentar, de cualquier juicio sustantivo sobre la teora de la hegemona de Gramsci.

I- LA METAMORFOSIS DE LA HEGEMONA

Empecemos recordando los pasajes ms clebres de los Cua- dernos de la crcel: los fragmentos legendarios en los que Gramsci contrast las estructuras polticas de Oriente y Oc- cidente, y las estrategias revolucionarias pertinentes a cada una de ellas. Estos textos representan la sntesis ms convin- cente de los trminos esenciales del universo terico de Gramsci, que, por otra parte, estn dispersos y desperdigados por todos los cuadernos. Estos no introducen inmediatamente el problema de la hegemona. Sin embargo, renen todos los elementos necesarios para su surgimiento en una posicin do- minante en su discurso. Las dos notas centrales se concentran en la relacin entre estado y sociedad civil, en Rusia y en Eu- ropa occidental respectivamente.(4) En cada caso, lo hacen por medio de la misma analoga militar.

4 Todas las referencias a la obra de Gramsc sern a la edicin crtica de Valentino Gerratana: Antonio Gramsci Cuaderni del carcere, Turn 1975IIV. Los volmenes I - III presentan por primera vez los textos exactos y completos de los cuadernos, en su orden de composicin. El volumen IV contiene el aparato crtico recogido por Gerratama con admirable cui- dado y discrecin. La edicin en su conjunto es un modelo de escrupu- losidad y claridad acadmicas. La abreviacin utilizada sera QC.

Posicin y maniobra

En el primero, Gramsci discute las estrategias rivales de los al- tos mandos en la Primera Guerra Mundial, y concluye que su- gieren una excelente leccin para la poltica de clase tras la gue- rra. El general Krasnov afirma (en su novela) que la Entente no quera la victoria de la Rusia imperial por miedo a que la cuestin oriental quedara resuelta definitivamente en favor del zarismo, y por tanto oblig al Estado Mayor ruso a adoptar la guerra de trincheras (absurda, a la vista de la enorme longitud del frente desde el Bltico hasta el mar Negro, con vastas zonas pantanosas y bosques), mientras que la nica estrategia posible era una guerra de maniobra. Esta afirmacin es, sencillamente, disparatada. En realidad, el ejrcito ruso intent una guerra de maniobra y de incursiones imprevistas, especialmente en el sec- tor austraco (aunque tambin en Prusia oriental), y obtuvo xitos tan brillantes como efmeros. La verdad es que no se puede elegir la forma de guerra que uno quiere, a menos que desde el principio se tenga una superioridad aplastante sobre el enemigo. Es bien sabido cuntas prdidas se sufrieron a causa del terco rechazo de los estados mayores a reconocer que la guerra de posiciones se impona por el conjunto de la rela- cin de fuerzas en conflicto. Una guerra de posicin no est, en realidad, constituida simplemente por trincheras propia- mente dichas sino por todo el sistema organizativo e industrial del territorio situado tras el ejrcito en campaa. Est impues- ta, a menudo, por la rpida potencia de tiro de los caones, ametralladoras y fusiles, por la fuerza armada que puede ser concentrada en un punto determinado, as como por la abun- dancia de suministros que hacen posible la rpida sustitucin del material perdido tras una penetracin enemiga o una reti- rada. Otro factor es la gran masa de hombres en armas; tienen aptitudes muy desiguales, y precisamente tan solo pueden ac- tuar como una fuerza de masas. Puede verse como, en el frente oriental, una cosa era hacer una incursin en el sector austra-

14

13co, y otra en el sector alemn; y como, incluso en el sector aus- traco reforzado por tropas alemanas escogidas y bajo el mando de alemanes, las tcticas de incursin acababan en desastre. Lo mismo pas en la campaa polaca de 1920; el avance aparen- temente irresistible fue detenido ante Varsovia por el general Weygand, en la lnea comandada por oficiales franceses. Los mismos expertos militares que creen en las guerras de posicin, igual que antes crean en la guerra de maniobra, no mantienen, naturalmente, que esta ltima deba ser suprimida de la ciencia militar. Simplemente mantienen que en guerras entre los esta- dos ms avanzados, industrial y socialmente, la guerra de ma- niobra debe considerarse reducida a una funcin tctica, ms que estratgica, ocupando el mismo lugar que la guerra de ase- dio tuvo anteriormente en relacin a ella. La misma reduccin debe hacerse en el arte y la ciencia de la poltica, al menos en el caso de los estados avanzados, donde la sociedad civil se ha convertido en una estructura muy compleja y que resiste lasincursiones catastrficas del elemento econmico inmediato (crisis, depresiones, etc.).Las superestructuras de la sociedad civil son como el sistema de trincheras de la guerra moderna. En la guerra, puede tener lu- gar a veces un feroz ataque de artillera que parece haber des- truido todo el sistema de defensa enemigo y slo ha destruido de hecho la superficie externa del mismo; y, en el momento de su avance y ataque, los asaltantes se encuentran frente a una lnea de defensa todava efectiva. Lo mismo ocurre en poltica, durante las grandes crisis econmicas. Una crisis no puede dar a las fuerzas atacantes la capacidad de organizarse con fulguran- te rapidez, en el tiempo y el espacio; an menos puede dotarlas de espritu de lucha. Similarmente, los defensores no estn desmoralizados, ni abandonan sus posiciones, ni siquiera entre escombros, ni pierden la fe en sus propias fuerzas o en su futu- ro. Las cosas, por supuesto, no permanecen como estaban; pe- ro desde luego que no se encontrar el elemento de rapidez, de

ritmo acelerado, de definitiva marcha hacia adelante, esperada por los estrategas del cadornismo poltico. El ltimo aconteci- miento de este tipo en la historia de la poltica fueron los acon- tecimientos de 1917. Estos marcaron un punto de inflexin en la historia del arte y la ciencia de la poltica (5).

Oriente y Occidente

En el segundo texto, Gramsci procede a una contraposicin di- recta entre el curso de la revolucin rusa y el carcter de una estrategia correcta para el socialismo en Occidente, por medio del contraste entre la relacin del estado y la sociedad civil en uno y otro de los teatros geopolticos. Est por ver si la famo- sa teora de Trotsky sobre el carcter permanente del movi- miento no es el reflejo poltico de... las condiciones econmi- co-cultural-sociales generales en un pas en el que las estructu- ras de la vida nacional son embrionarias y laxas, e incapaces de convertirse en trincheras o fortalezas. En este caso se pue- de decir que Trotsky, aparentemente occidental, fue de he- cho un cosmopolita esto es, superficialmente occidental o eu- ropeo. Lenin, por su parte, fue profundamente nacional y pro- fundamente europeo. Me parece que Lenin comprendi que era necesario un cambio de la guerra de maniobra, aplicada vic- toriosamente en Oriente en 1917, a la guerra de posicin, que era la nica forma posible en Occidente donde, como observ Krasnov, los ejrcitos podan acumular rpidamente cantidades infinitas de municiones, y donde las estructuras sociales eran todava capaces por s mismas de transformarse en fortificacio- nes con armamento pesado. Esto es lo que me parece que signi- fica la frmula del frente nico, y se corresponde a la con- cepcin de un solo frente para la Entente bajo el mando nico

5 QC III. pp. 1.61416. Ver A. Gramsci, Notas sobre Maquiavelo, sobre pol- tica y sobre el estado moderno. Ed. Juan Pablos. Mxico, pp. 9394

de Foch. Lenin, sin embargo, no tuvo tiempo de desarrollar su frmula aunque debe recordarse que l slo poda haberla desarrollado tericamente, por cuanto la tarea fundamental era nacional; es decir, exiga un reconocimiento del terreno y la identificacin de los elementos de trinchera y fortaleza repre- sentados por los elementos de la sociedad civil, etc. En Orien- te, el estado lo era todo, la sociedad civil era primitiva y gelati- nosa; en Occidente exista una relacin apropiada entre estado y sociedad civil, y cuando el estado temblaba, la robusta estruc- tura de la sociedad civil se manifestaba en el acto. El estado s- lo era una trinchera avanzada, tras de la cual haba un podero- so sistema de fortalezas y casamatas; ms o menos numerosas de un estado al otro, no hace falta decirlo, pero precisamente esto exiga un reconocimiento exacto de cada pas individual(6).Hay una serie de temas memorables en estos dos pasajes, ex- tremadamente comprimidos y densos, que encuentran eco en otros fragmentos de los Cuadernos. Por el momento, nuestra intencin no es reconstruir ni explorar ninguno de ellos, ni relacionarlos con el pensamiento de Gramsci en su conjunto. Bastar simplemente con exponer los principales elementos visibles de los que se componen en una serie de oposiciones:

OrienteOccidente

Sociedad civil EstadoPrimitiva/ Gelatinosa PreponderanteDesarrollada/Robusta Equilibrado

EstrategiaManiobraPosicin

RitmoRapidezDemora

A pesar de que los trminos de cada oposicin no tengan una

6 QC II, pp. 865-6; ibid., pp. 9596.

definicin precisa en los textos, las relaciones entre los dos grupos aparecen inicialmente lo bastante claras y coherentes. Sin embargo, una observacin ms ajustada revela inmediata- mente ciertas discrepancias.En primer lugar, se describe la economa como realizando in- cursiones en la sociedad civil occidental como una fuerza ele- mental; la implicacin es, evidentemente, que est situada fuera de ella. Pero el uso normal del trmino sociedad civil siem- pre ha incluido preeminentemente, desde Hegel, la esfera de la economa como la de las necesidades materiales; en este sentido la emplearon siempre Marx y Engels. Aqu, por el contrario, parece excluir las relaciones econmicas. Al mismo tiempo, la segunda nota contrapone Oriente, donde el estado lo es to- do, y Occidente, donde el estado y la sociedad civil estn en relaciones adecuadas. Puede presumirse, sin forzar el texto, que Gramsci quera decir con esto algo parecido a una relacinequilibrada; en una carta escrita algo as como un ao antes, se refiere a un equilibrio de la sociedad poltica y la sociedad civil, donde por sociedad poltica quera decir el estado (7). Pero el texto contina diciendo que en la guerra de posicin, en Occidente, el estado constituye tan slo la trinchera avan- zada de la sociedad civil, que puede resistir su demolicin. La sociedad civil se convierte por lo tanto en un ncleo central o en un reducto interno, del cual el estado es meramente una su- perficie externa y prescindible. Es esto compatible con la ima- gen de una relacin equilibrada entre los dos? El contraste en las dos relaciones entre el estado y la sociedad civil en Oriente y Occidente se transforma aqu en una simple inversin: no es ya preponderancia versus equilibrio, sino una preponderancia contra otra preponderancia.Una lectura cientfica de estos fragmentos se hace todava ms compleja cuando se comprende que mientras que sus objetos

7 Lettere dal Carcere, Turin, 1965, p. 481. 24

formales de crtica son Trotsky y Luxemburg, su verdadero blanco puede haber sido el tercer perodo de la Comintern. Podemos suponerlo por la fecha de su composicin aproxi- madamente entre 1930 y 1932 en los Cuadernos y por la refe- rencia clara a la gran depresin de 1929, en la que se fundamen- tan muchas de las concepciones sectarias del socialfascismo durante el tercer perodo. Gramsci combati resueltamente estas ideas desde la crcel, y, hacindolo, se vio llevado a reapropiarse de las prescripciones polticas de la Comintern de 1921, cuando Lenin todava viva, sobre la unidad tctica con todos los otros partidos obreros en la lucha contra el capital, las cuales l mismo, junto con casi todos los otros dirigentes importantes del partido comunista italiano, haba rechazado en aquel momento. De aqu la dislocada referencia al frente ni- co en un texto que parece hablar de un debate muy diferente.

Revolucin permanente

Una comparacin de estos fragmentos con otro texto crucial de los Cuadernos revela an ms dificultades. Gramsci hace alu- sin al tema de la revolucin permanente varias veces. El otro pasaje principal en el cual se refiere a ella es ste: El con- cepto poltico de la llamada revolucin permanente, que sur- gi antes de 1848 como expresin cientficamente desarrollada de la experiencia jacobina desde 1789 hasta Thermidor, perte- nece a un perodo histrico en el que los grandes partidos pol- ticos de masas y los sindicatos econmicos no existan todava, y en el que la sociedad estaba an, por as decirlo, en un estado de fluidez desde muchos puntos de vista. Haba un mayor re- traso del campo y un monopolio prcticamente total de la po- ltica y el poder estatal por unas pocas ciudades, o incluso por una sola (Pars en el caso de Francia); un aparato de estado rela- tivamente rudimentario, y una mayor autonoma de la socie- dad civil respecto de la actividad estatal; un sistema especfico

de fuerzas militares y de servicios armados nacionales; mayor autonoma de las economas nacionales respecto a las relacio- nes econmicas del mercado mundial, etc. En el perodo poste- rior a 1870, con la expansin colonial de Europa, todos estos elementos cambiaron. Las relaciones organizativas internas e internacionales del estado se hicieron ms complejas y slidas, y la frmula cuarentaiochesca de la revolucin permanente es desarrollada y superada en la ciencia de la poltica por la frmula de hegemona civil.En el arte de la poltica pasa lo mismo que en el arte militar: la guerra de movimiento se transforma crecientemente en guerra de posicin, y puede decirse que un estado ganar una guerra en la medida en que se prepare minuciosa y tcnicamente para ello en tiempo de paz. La slida estructura de las democracias modernas, tanto como organizaciones del estado como en cuanto complejos de asociaciones en la sociedad civil, son para el arte de la poltica lo que las trincheras y las fortificaciones permanentes del frente son para la guerra de posicin. Con- vierten el elemento de movimiento, que sola ser el todo de la guerra, en algo meramente parcial. Esta cuestin se plantea para los estados modernos, pero no para los pases atrasados o para las colonias, donde todava siguen en vigor formas que en todas partes han sido superadas y se han transformado en ana- crnicas (8).Aqu, los trminos de los dos primeros fragmentos estn re- combinados en un nuevo orden y, por lo tanto, su significado parece cambiar. La revolucin permanente se refiere ahora cla- ramente al Llamamiento de Marx a la Liga Comunista en 1850, cuando aquel defenda un ascenso de la revolucin burguesa, que haba acabado de barrer Europa, a la revolucin proletaria. La Comuna marca el final de esta esperanza. Por lo tanto, la guerra de posicin reemplaza a la revolucin permanente. La

8 QC III, pp. 1.566-7. Op. cit., pp. 112-113.

distincin entre Oriente/Occidente reaparece en forma de de- marcacin entre democracias modernas y sociedades atrasa- das y coloniales, donde la guerra de movimiento prevalece todava. Este cambio de contexto corresponde a un cambio en las relaciones entre estado y sociedad civil. En 1848, el es- tado es rudimentario y la sociedad civil es autnoma res- pecto a l. Despus de 1870, la organizacin interna e interna- cional de los estados se hace compleja y slida, mientras que la sociedad civil, de forma similar, tambin se vuelve desarro- llada. Es en este momento cuando aparece el concepto de he- gemona, puesto que la nueva estrategia necesaria es precisa- mente la de hegemona civil. El significado de esta ltima no est explicado aqu; sin embargo, est claramente relacionado con el de guerra de posicin. Lo que llama la atencin, pues, en este tercer fragmento, es su nfasis en la slida expansin del estado occidental desde finales del siglo diecinueve en adelante, con una alusin secundaria a un desarrollo paralelo de la socie- dad civil. No hay una reversin explcita de los trminos, pero el contexto y peso del pasaje implican virtualmente una nueva prepotencia del estado.No es difcil, en efecto, discernir en el texto de Gramsci el eco de la famosa denuncia de Marx sobre la monstruosa mquina parasitaria del estado bonapartista en Francia. Su periodiza- cin es algo diferente de la de Marx, en la medida en que l fe- cha el cambio en la victoria de Thiers, y no en la de Luis Na- polen, pero el tema es el de El 18 brumario y La guerra civil en Francia. En el primero, como se recordar, Marx escribi:Slo bajo el segundo Bonaparte parece haber alcanzado el es- tado una posicin completamente autnoma. La mquina del estado se ha asentado tan firmemente vis vis de la sociedad civil, que el nico dirigente que necesita es el jefe de la Socie- dad del 10 de Diciembre... El estado atrapa en la red, controla, regula, supervisa y organiza a la sociedad civil, desde las expre- siones ms amplias de su vida hasta sus movimientos ms in-

significantes, desde sus formas ms generales de existencia hasta la vida privada de los individuos (9). Gramsci no hace una ex- posicin tan extrema. Pero, dejando de lado lo retrico de la narracin de Marx, la lgica del texto de Gramsci va en la misma direccin, hasta el punto que implica claramente que la sociedad civil ha perdido la autonoma respecto al estado que una vez posey.

Tres posiciones del estado

Hay as una oscilacin entre por lo menos tres posiciones diferentes del estado en Occidente slo en estos textos iniciales. Est en una relacin equilibrada con la sociedad civil, es ni- camente una cara externa de la sociedad civil. Adems, estas oscilaciones slo conciernen a la relacin entre los trminos. Sin embargo, los trminos mismos estn sujetos a idnticos cambios imprevistos de lmites y posicin. As, en todas las citas anteriores, la oposicin es entre estado y sociedad ci- vil. Pero, por otra parte, Gramsci habla del estado mismo como si incluyera a la sociedad civil, definindolo as:La nocin general del estado incluye elementos que nece- sitan ser referidos a la nocin de sociedad civil (en el senti- do en que se puede decir que el estado = sociedad poltica+ sociedad civil, en otras palabras, hegemona revestida de coercin)(10).

Aqu la distincin entre sociedad poltica y sociedad civil se mantiene, mientras que el trmino estado abarca a las dos. Sin embargo, en otros pasajes, Gramsci va ms all y rechaza directamente cualquier oposicin entre sociedad poltica y ci- vil, como una confusin de la ideologa liberal. Las ideas del movimiento de libre comercio se basan en un error terico cu-

9 Karl Marx. Surveys from Exile, Londres, 1973, pp. 238, 186.10 QC II. pp. 763-4. Op. cit., p 165

yo origen prctico no es difcil de identificar; se basan en una diferenciacin entre sociedad poltica y sociedad civil, que es interpretada y presentada como distincin orgnica, cuando de hecho es simplemente metodolgica. As, se afirma que la acti- vidad econmica pertenece a la sociedad civil, y que el estado no debe intervenir para regularla. Pero en la medida en que, en la realidad actual, la sociedad civil y el estado son uno y lo mismo, debe quedar claro que el laissez faire tambin es una forma de regulacin del estado, introducida y mantenida por medios legislativos y coercitivos (11). Aqu, la sociedad poltica es un sinnimo explcito del estado, y se descarta cualquier se- paracin sustancial entre los dos. Es evidente que se ha dado otro cambio semntico. En otras palabras, el estado mismo os- cila entre tres definiciones:

Estadoen contraposicin asociedad civil

Estadoabarca asociedad civil

Estadoes idntico asociedad civil

As, tanto los trminos como las relaciones entre ellos estn sujetos a repentinas variaciones o mutaciones. Est por ver si estos cambios no son arbitrarios o accidentales. Tienen un sig- nificado determinado dentro de la arquitectura de la obra de Gramsci. Sin embargo, por ahora se puede posponer su diluci- dacin.Porque queda otro concepto del discurso de Gramsci que est relacionado de manera central con la problemtica de estos textos. Es, por supuesto, la hegemona. El trmino, recurdese, aparece en el tercer pasaje como una estrategia de guerra de posicin para reemplazar a la guerra de maniobra de una poca anterior. Esta guerra de maniobra se identifica con larevolucin permanente de Marx en 1848. En el segundo tex-

11 QC III, pp. 1.589-90. ibid., p. 54.

to, la identificacin vuelve a aparecer, pero aqu la referencia es a Trotsky en los aos veinte. La guerra de posicin se atri- buye ahora a Lenin y se equipara a la idea del trente nico. Por lo tanto, existe una ligazn:

hegemona civil = guerra de posicin = frente nico

La siguiente pregunta, pues, es, naturalmente, qu quera decir exactamente Gramsci con guerra de posicin o hegemona ci- vil. Hasta ahora nos hemos ocupado de trminos cuyos ante- cedentes son conocidos. Las nociones de estado y sociedad civil, que datan del Renacimiento y del Siglo de las Luces res- pectivamente, no presentan problemas especiales. A pesar de su diversa utilizacin, durante mucho tiempo han formado parte del lenguaje poltico comn en la izquierda. El trminohegemona no es de uso inmediato tan corriente. De hecho, el concepto de Gramsci en los Cuadernos de la crcel se consi- dera comnmente como una acuacin completamente origi- nal en efecto, su propia invencin (12). A menudo se sugiere que la palabra tal vez pueda hallarse en frases perdidas de escri- tores anteriores a l, pero que el concepto como unidad terica es creacin suya.

Hegemona: la historia del concepto

Nada revela tanto la falta de un estudio normal, sufrida por la herencia de Gramsci, como este difundido espejismo. Porque de hecho la nocin de hegemona, antes de que Gramsci la

12 Ver, para ejemplos representativos, Norberto Bobbio, Gramsci e la concezione della societa civile, en el simposium Gramsci a la cultura contempornea, Roma 1969, p. 94. (Existe versin castellana: Gramsci y la concepcin de la sociedad civil, ed. Avance], y ms recientemente, Mara Antonieta Macciocchi, Pour Gramsci, Pars 1974, P 140. [Existe versin castellana: Gramsci y la revolucin de Occidente, ed. Siglo XXI.]

adoptara, tena una larga historia anterior, que es de gran im- portancia para entender su posterior funcin en su obra.El trmino gegemoniya (hegemona) fue una de las consignas polticas ms centrales en el movimiento socialdemcrata ruso desde finales de 1908 hasta 1917. La idea que codificaba empe- z a aparecer en primer lugar en los escritos de Plejanov en 1883-84, donde insista en la imperativa necesidad para la clase obrera rusa de emprender una lucha poltica contra el zarismo, y no solamente una lucha econmica contra sus patrones. En su programa fundacional del Grupo de Emancipacin del Tra- bajo en 1884, argumentaba que la burguesa en Rusia era toda- va demasiado dbil para tomar la iniciativa en la lucha contra el absolutismo: la clase obrera organizada deba tomar las con- signas de la revolucin democrtico-burguesa (13). Plejanov uti- liz en estos textos el vago trmino de dominacin (gospodst- vo) para el poder poltico como tal, y continuaba suponiendo que el proletariado apoyara a la burguesa en una revolucin en la que esta ltima surgira necesariamente al fin como clase dirigente (14). En 1889, su nfasis haba cambiado algo: la li- bertad poltica sera ahora conquistada por la clase obrera o no sera pero sin poner en duda al mismo tiempo la domina- cin esencial del capital en Rusia (15). En la siguiente dcada, su colega Avelrod fue ms lejos. En dos importantes folletos de 1898, polemizando contra el economicismo, manifest que la clase obrera rusa poda y deba jugar un papel independiente y dirigente en la lucha contra el absolutismo, puesto que la impotencia poltica de todas las otras clases daba una impor- tancia preeminente, central al proletariado. (16) La vanguar-

13 G. V. Plejanov, Izbrannye Filosofskie Proizvedeniya 1. Mosc 1956, p. 372.14 Plejanov, Sochineniya (Ed. Riazanov), Mosc, 1923 II, pp. 55, 63, 77; III,p. 91.15 Sochineniya, II, p. 347.16 P. Axelrod, K. Voprosu o Sovremennykh Zadachykh i Taktik Russkikh

dia de la clase obrera debe actuar sistemticamente como el destacamento dirigente de la democracia en general (17). Axel- rod oscilaba an entre atribuir un papel independiente y un papel dirigente al proletariado, y otorgaba una importancia exagerada a la oposicin acomodada al zarismo, dentro de lo que l reafirmaba que sera una revolucin burguesa. Sin em- bargo, su hincapi cada vez mayor en el significado revolu- cionario totalmente nacional (18) de la clase obrera rusa, crista- liz pronto en un cambio terico cualitativo. Por ello, en ade- lante, lo que deba manifestarse claramente era la primaca del proletariado en la revolucin burguesa en Rusia.En una carta a Struve en 1901, separando las perspectivas so- cialdemcratas en Rusia de las liberales, Axelrod estableci en- tonces como axioma: En funcin de la posicin histrica de nuestro proletariado, la socialdemocracia rusa puede conseguir la hegemona (gegemoniya) en la lucha contra el absolutis- mo.(19)La joven generacin de tericos marxistas adopt el concepto inmediatamente. En el mismo ao, Martov escribi en un ar- tculo polmico: La lucha entre los marxistas crticos y or- todoxos es verdaderamente el primer captulo de una lucha por la hegemona poltica entre el proletariado y la democracia burguesa. (20)Lenin, entretanto, pudo, sin ms, referirse en una carta escrita a Plejanov a la conocida hegemona de la socialdemocracia

Sotsial Detnokratov, Ginebra, 1896, pp. 20, 26.17 Axelrod, Iiticheskoe Polozhevie i Vzaimnoec Otnoshenie Liberalnoi i Sotsialisticheskoi Demokrat v Rossii, Ginebra, 1898, p. 25.18 Axelrod, K Voprosu, p. 27.19 Perepiska C. V. Plekhanova i P B. Axelroda, Mosc. 1925, II, p. 142.20 Y. Martov, Vsegda v Menchistve. O Sobremennvkh Zadachakh Russkoi Sotsialisticheskoi Intelligenstii. Zarya, Nms. 23, diciembre, 1901, p. 190.

y argumentar en favor de un peridico poltico como el nico medio eficaz de preparar una verdadera hegemona de la cla- se obrera en Rusia (21). En cualquier caso, el nfasis introducido por Plejanov y Axelrod en la vocacin de la clase obrera a adoptar una orientacin totalmente nacional hacia la poltica y a luchar por la liberacin de todas las clases y grupos oprimi- dos de la sociedad, iba a ser desarrollado con una elocuencia y un punto de vista completamente nuevos por Lenin en el Qu Hacer ? en 1902 texto previamente ledo y aprobado por Ple- janov, Axelrod y Potresov, que acababa precisamente con un alegato urgente por la creacin del peridico revolucionario que iba a ser Iskra.La consigna de la hegemona del proletariado en la revolucin burguesa fue pues un patrimonio poltico comn a bolchevi- ques y mencheviques en el Segundo Congreso del POSDR en 1903. Tras la escisin, Potresov escribi un extenso artculo enIskra reprochndole a Lenin su interpretacin primitiva de la idea de hegemona, sintetizada en el famoso llamamiento en el Qu hacer? a los socialdemcratas para introducirse entre todas las clases de la poblacin y organizar entre ellas desta- camentos auxiliares especiales para la clase obrera (22).Potresov se quejaba de que la gama de clases sociales contem- plada por Lenin era demasiado amplia, mientras que al mismo tiempo el tipo de relaciones que l planteaba entre estas lti- mas y el proletariado era demasiado perentorio al implicar una asimilacin imposible, en vez de una alianza con ellas. Una estrategia correcta para conquistar la hegemona para la clase obrera planteara una orientacin externa, no hacia ele- mentos inestables como los disidentes acomodados o los estu- diantes, sino hacia los liberales demcratas, y no negar, sino

21 Lenin. Collected Works, Vol 34, p. 56.22 A. Potresov, Nashi Zakliucheniva. O Liberalizma i Gegemonii, Iskra. num. 74, 20 de noviembre, 1904

respetar, su autonoma organizativa. Lenin, por su parte, acus pronto a los mencheviques de abandonar el concepto, por su aceptacin tcita de la direccin del capital ruso en la revolu- cin burguesa contra el zarismo. Su llamamiento a una dicta- dura democrtica del proletariado y el campesinado en la re- volucin de 1905 estaba precisamente destinado a dotar de una frmula gubernamental a la estrategia tradicional, a la que se- gua siendo fiel.Tras la derrota de la revolucin, Lenin denunci apasionada- mente a los mencheviques por su abandono del axioma de la hegemona en toda una serie de importantes artculos en los que reafirm una y otra vez su indispensabilidad poltica para todo marxista revolucionario en Rusia. Porque las tareas de- mocrtico-burguesas no han sido cumplidas, sigue siendo inevi- table una crisis revolucionaria, escribi. Las tareas del prole- tariado que se desprenden de esta situacin estn completa e inequvocamente definidas. Como nica clase consistentemen- te revolucionaria de la sociedad contempornea, debe ser la di- rigente en la lucha de todo el pueblo por una revolucin to- talmente democrtica, en la lucha de todo el pueblo trabajador y explotado contra los opresores y explotadores. El proletaria- do es revolucionario slo en la medida en que es consciente y hace efectiva la idea de la hegemona del proletariado (23). Los escritores mencheviques, alegando que el zarismo, desde 1905, haba efectuado una transicin del estado feudal al capitalista, afirmaron inmediatamente con ello que la hegemona del pro- letariado era obsoleta, en la medida en que la revolucin bur- guesa ya se haba realizado en Rusia (24). La respuesta de Lenin fue fulminante: Predicar a los obreros que lo que necesitanno es la hegemona, sino un partido de clase significa traicio-

23 Lenin, Collected Works, Vol. 17, pp. 23 1-232.24 En otro lugar he discutido la importancia de estas polmicas de 1911, para un juicio sobre la naturaleza del zarismo, en Lineages of The Abso- lutist State, London, 1975, pp. 3545.

nar la causa del proletariado en favor de los liberales; significa predicar que la poltica obrera socialdemcrata debe ser reem- plazada por una poltica obrera liberal. Renunciar a la idea de hegemona es la forma ms cruda de reformismo en el movi- miento socialdemcrata ruso (25). Fue tambin en estas pol- micas donde Lenin contrapuso repetidamente una fase hege- mnica a otra gremial o corporativista dentro de la polti- ca proletaria.Desde el punto de vista del marxismo, la clase, en la medida en que renuncia a la idea de hegemona o no la toma en consi- deracin, no es una clase, o no es todava una clase, sino un gremio, o la suma total de varios gremios... Es la consciencia de la idea de hegemona y su aplicacin a travs de sus propias ac- tividades lo que convierte a los gremios (tsekhi) en su conjunto en una clase (26).

Hegemona y la Comintern

El trmino hegemona fue, pues, uno de los ms ampliamente utilizados y una de las nociones ms familiares en los debates del movimiento obrero ruso antes de la Revolucin de Octu- bre. Tras la revolucin, cay en un relativo desuso en el parti- do bolchevique por una buena razn. Forjado para teorizar el papel de la clase obrera en una revolucin burguesa, se hizo inoperante con el advenimiento de la revolucin socialista. El marco de una dictadura democrtica de los obreros y campe- sinos que permaneciese dentro de los lmites del capitalismo nunca se materializ, como es bien sabido. Trotsky, que nunca haba credo en la coherencia o posibilidad del programa de Lenin para 1905, y cuya prediccin contraria de una revolu- cin socialista fue justificada rpidamente en 1917, escribi ms

25 Lenin, Collected Works, Vol. 17, pp. 2323. Ver tambin PP. 789.26 Ibid., pp. 57, 58.

tarde en su Historia de la revolucin rusa: La popular y ofi- cialmente aceptada idea de la hegemona del proletariado en la revolucin democrtica... no significaba en absoluto que el proletariado debiera utilizar un alzamiento campesino para, con su apoyo, poner a la orden del da su propia tarea histri- ca, esto es, la transicin directa a una sociedad socialista. La hegemona del proletariado en la revolucin democrtica fue tajantemente diferenciada de la dictadura del proletariado, y contrapuesta polmicamente a ella. El partido bolchevique ha sido educado en estas ideas desde 1905 (27). Trotsky no poda saber que, en otra poca, una contraposicin polmica entrehegemona y dictadura del proletariado volvera a resurgir en un contexto transformado.

En aquel tiempo, tras octubre, el trmino hegemona dej de tener mucha actualidad interna en la URSS. Sobrevivi, sin embargo, en los documentos externos de la Internacional Co- munista. En los dos primeros congresos de la Tercera Interna- cional, la Comintern adopt una serie de tesis que por primera vez internacionalizaron la utilizacin rusa de la consigna de hegemona. El deber del proletariado era ejercer la hegemona sobre los otros grupos explotados que eran sus aliados de clase en la lucha contra el capitalismo dentro de sus propias institu- ciones soviticas; as, su hegemona posibilitar la elevacin progresiva del semiproletariado y el campesino pobre (28). Si no lograba dirigir a las masas trabajadoras en todos los terrenos de la actividad social, confinndose l mismo en sus propios objetivos econmicos particulares, caera en el corporativismo.El proletariado se convierte en clase revolucionaria slo en la

27 Trotsky. History of the Russian Revolution, I, London, 1965, pp. 2967. [Existe versin castellana: Historia de la revolucin rusa, ed. Zero.]28 Manifestes. Thses el Rsolutions des Quatre Premiers Congres Mon- diaux de l'Internationale Communiste 1919-1923, Pars 1969 (reedi- cin), p. 20. [Existe versin castellana: Los cuatro primeros congresos de la Internacional Comunista Cuad. Pasado y Presente, Argentina ]

medida en que no se restringe al marco de un corporativismo estrecho, y acta en cada dominio y manifestacin de la vida social como el gua del conjunto de la poblacin trabajadora y explotada... El proletariado industrial no puede resolver su mi- sin histrica mundial, que es la emancipacin de la humani- dad del yugo del capitalismo y la guerra, si se limita a sus pro- pios intereses corporativos particulares y a esfuerzos por mejo- rar su situacin a veces muy satisfactoria dentro de la socie- dad burguesa (29). En el Cuarto Congreso, en 1922, el trmino hegemona se extendi segn parece por primera vez a la dominacin de la burguesa sobre el proletariado, si aqulla lograra confinar a este ltimo a un papel corporativo, indu- cindolo a aceptar una divisin entre luchas polticas y econ- micas en su prctica de clase. La burguesa siempre trata de separar lo poltico de lo econmico, porque comprende muy bien que si consigue mantener a la clase obrera dentro del mar- co corporativo, ningn peligro serio puede amenazar su hege- mona (30).La transmisin de la nocin de hegemona a Gramsci, de los escenarios del movimiento socialista de Rusia al de Italia, pue- de situarse con razonable certeza en estos documentos sucesi- vos de la Comintern. Los debates del POSDR en preguerra fueron archivados tras la Revolucin de Octubre; aunque Gramsci pas un ao en Mosc en 1922-23 y aprendi ruso, es extremadamente improbable que hubiera tenido conocimiento directo de los textos de Axelrod, Martov, Potresov o Lenin, que debatieron la consigna de la hegemona. Por otra parte, l tuvo naturalmente un conocimiento ntimo de las resoluciones de la Comintern de la poca: particip adems en el mismo Cuarto Congreso mundial. Las consecuencias pueden verse en los Cuadernos de la crcel: por cuanto que el tratamiento pro-

29 Ibid., pp. 45. 61.30 Ibid., p. 171.

pio de Gramsci de la idea de hegemona viene directamente de las definiciones de la Tercera Internacional.

Hegemona en los Cuadernos de la Crcel

Podemos ahora volver a los textos mismos de Gramsci. A lo largo de los Cuadernos de la crcel, el trmino hegemona se repite en una multitud de contextos diferentes. Pero no hay duda de que Gramsci parti de ciertas connotaciones constan- tes del concepto que dedujo de la tradicin de la Comintern. Porque en el primer ejemplo, el trmino se refiere en sus escri- tos a la alianza de clase del proletariado con otros grupos explo- tados, el campesinado sobre todo, en lucha comn contra la opresin del capital. Reflejando la experiencia de la NEP, puso un nfasis algo mayor en la necesidad de concesiones y sa- crificios del proletariado a sus aliados para conquistar la he- gemona sobre ellos, extendiendo con ello la nocin de corpo- rativismo de una mera limitacin a horizontes gremiales o luchas econmicas, a todo tipo de aislacionismo obrerista res- pecto a las otras masas explotadas. El hecho de la hegemona presupone que se tienen en cuenta los intereses y tendencias de los grupos sobre los cuales se va a ejercer la hegemona, y que debe darse un cierto equilibrio de compromiso en otras pala- bras, que el grupo dirigente debe hacer sacrificios de tipo eco- nmico-corporativos. Pero no hay duda de que aunque la he- gemona es tico-poltica, tambin debe ser econmica, debe basarse necesariamente en la funcin decisiva ejercida por el grupo dirigente en el ncleo decisivo de la actividad econmi- ca (31). Al mismo tiempo, Gramsci tambin subray, ms elo- cuentemente que cualquier marxista ruso anterior a 1917, la ascendencia cultural que deba demostrar la hegemona del pro- letariado sobre las clases aliadas. Las ideologas previamente

31 QC 111, p. 1.591. Op. cil , p 55.

desarrolladas se transforman en partido, entran en conflicto y confrontacin, hasta que slo una de ellas, o al menos una sola combinacin, tiende a prevalecer, imponindose y propa- gndose a travs de la sociedad. De este modo, consigue no s- lo una unificacin de los objetivos econmico y poltico, sino tambin la unidad intelectual y moral, planteando todas las cuestiones sobre las que surge la lucha no en un plano corpora- tivista, sino universal. Crea as la hegemona de un grupo social fundamental sobre una serie de grupos subordinados (32).En un desarrollo posterior en la misma direccin terica, Gramsci prosigui contraponiendo expresamente el uso nece- sario por el proletariado de la violencia contra el enemigo co- mn de las clases explotadas, y el recurso al compromiso en el seno de esas clases. Al hacerlo, volva a plantear la oposicin tradicional entre dictadura del proletariado (sobre la burgue- sa) y la hegemona del proletariado (sobre el campesinado), tan agudamente recordada por Trotsky. Si la unin de dos fuerzas es necesaria para derrotar a una tercera, el recurso a las armas y a la coercin (suponiendo incluso que stas estn dis- ponibles) no puede ser ms que una hiptesis metodolgica. La nica posibilidad concreta es el compromiso. La fuerza puede ser empleada contra los enemigos, pero no contra una parte del propio bando que se desea asimilar rpidamente, y cuya bue- na fe y entusiasmo se necesitan (33). La unin de la que aqu habla Gramsci toma una inflexin mucho ms pronunciada en sus textos que en el vocabulario bolchevique: la mecnica ima- gen rusa de la smychka o acoyuntamiento de la clase obrera y el campesinado, popularizada durante la NEP, se transforma en la fusin orgnica de un nuevo bloque histrico en los Cuadernos. As, en el mismo pasaje, Gramsci se refiere a la ne- cesidad de absorber fuerzas sociales aliadas, para crear un

32 QC III, p. 1.584. Ibid., p. 72.33 QC III, pp. 1.61213. Ibid., p. 62.

nuevo bloque histrico poltico-econmico, homogneo, sin contradicciones internas (34). El registro perfeccionado de la frmula corresponde al nuevo peso dado a la irradiacin moral y cultural de la hegemona, en la utilizacin que Gramsci hace de ella.Hasta aqu el constante recurso en los Cuadernos de la crcel al trmino hegemona no representa un mayor alejamiento del canon revolucionario ruso del cual fue tomado. Sin embargo, la misma forma de los escritos de la crcel iba a cambiar insen- siblemente el significado y la funcin del concepto, en todo su contexto. Porque el medio caracterstico en el que Gramsci ex- puso sus ideas era el de un protocolo de axiomas generales de sociologa poltica con referencias fluctuantes a veces especi- ficadas alusivamente como clase o rgimen o poca, pero que con la misma frecuencia evocan ambiguamente varios ejemplos posibles. Este procedimiento, ajeno a cualquier otro marxista, le vino desde luego impuesto a Gramsci por la exigencia de mi- tigar la vigilancia del censor. Su resultado fue, sin embargo, una indeterminacin constante del foco, en el cual la burguesa y el proletariado a menudo pueden alternarse simultneamente como los sujetos hipotticos del mismo pasaje de hecho, cada vez que Gramsci escribe en abstracto de una clase dominan- te. La mscara de generalizacin a la que Gramsci fue, as, fre- cuentemente conducido, tuvo serias consecuencias para su pen- samiento: porque fue la que indujo la premisa no analizada de que las posiciones estructurales de la burguesa y el proletaria- do, en sus respectivas revoluciones y sus estados sucesivos, eran histricamente equivalentes. Los peligros de tal comparacin tcita se vern en su debido momento. Ahora, lo que importa es observar la forma en que el modo no situado de discurso, peculiar a muchos de los textos del encarcelamiento de Grams-

34 QC III, pp. 1.612. Ibid . p. 62. Se recordar que Potresov denunci es- pecficamente cualquier interpretacin de la hegemona que implicara una asimilacin de las clases aliadas.

ci, permiti una transicin imperceptible a una teora mucho ms amplia de hegemona que la que nunca haba sido imagi- nada en Rusia, que cre un concepto terico de investigacin marxista completamente nuevo en la obra de Gramsci.

La extensin del concepto

Porque Gramsci, en efecto, extendi la nocin de hegemona desde su aplicacin original a las perspectivas de la clase obrera en una revolucin burguesa contra un orden feudal, a los me- canismos de la dominacin burguesa sobre la clase obrera en una sociedad capitalista estabilizada. Como se recordar hubo un precedente de esto en las tesis de la Comintern. Pero el pa- saje en cuestin era breve y aislado: no aport ninguna des- cripcin ms desarrollada sobre la preponderancia del capital. Gramsci, por el contrario, emplea ahora el concepto de hege- mona para un anlisis diferenciado de las estructuras del poder burgus en Occidente. Esto fue un paso nuevo y decisivo. El pa- so de una utilizacin a otra estuvo mediatizado por una serie de mximas genricas aplicables en principio a cualquiera de ellas. El resultado fue una serie aparentemente formal de pro- posiciones sobre la naturaleza del poder en la historia. Simb- licamente, Gramsci tom la obra de Maquiavelo como su pun- to de partida para esta nueva extensin de la teora. Argumen- tando la necesidad de una perspectiva dual en toda accin poltica, escribi que, en sus niveles fundamentales, las dos perspectivas correspondan a la naturaleza dual del Centauro de Maquiavelo medio animal y medio humano. Para Grams- ci stos eran los niveles de fuerza y consentimiento, domina- cin y hegemona, violencia y civilizacin.(35)El campo del discurso es aqu manifiestamente universal, en imitacin del estilo del mismo Maquiavelo. Presenta una serie

35 QC III, p. 1.576. Ibid., p. 62.

explcita de oposiciones, vlidas para cualquier poca histrica:

FuerzaConsentimiento DominacinHegemona ViolenciaCivilizacin

El trmino dominacin, que es la anttesis de hegemona, aparece de nuevo en otra pareja de trminos que se encuentra en otros textos, en oposicin a direccin. En el ms impor- tante de stos, Gramsci escribi: La supremaca de un grupo social asume dos formas: dominacin y direccin moral e intelectual. Un grupo social es dominante sobre grupos enemigos a los que tiende a liquidar o someter con la fuerza armada, y es dirigente sobre grupos afines y aliados (36). Aqu, la distincin rusa clsica entre dictadura y hegemona se vuelve a plantear de manera particularmente clara, con una terminologa ligeramente nueva. Sin embargo, la significacin crtica del pasaje est en que se refiere sin duda alguna, no al proletariado, sino a la burguesa puesto que su tema es el pa- pel de los moderados en el Risorgimento italiano, y su influen- cia sobre el Partido de Accin. En otras palabras, Gramsci cambi el alcance del concepto de hegemona hacia un estudio de la dominacin capitalista, aunque todava dentro del contex- to de una revolucin burguesa (el marco original de la nocin en Rusia). La elisin de direccin con hegemona se hace ms tarde en el mismo prrafo sobre el Risorgimento (37). Las dos se equiparan frente a frente en una carta del mismo tiempo escrita por Gramsci, cuando subraya que Croce enfatiza ni- camente aquel momento de la actividad histrico-poltica que en poltica se llama hegemona, el momento del consenti- miento, de la direccin cultural, para distinguirlo del momento

36 QC III, p. 2.010.37 QC III, p. 2.011.

de la fuerza, de la coaccin, de la intervencin legislativa esta- tal, o policaca (38).Al mismo tiempo, el potente nfasis cultural que la idea de he- gemona adquiri en la obra de Gramsci, combinado con su aplicacin terica a las clases dominantes tradicionales, produ- jo una nueva teora marxista de los intelectuales. Porque una de las funciones clsicas de estos ltimos, argumentaba Grams- ci, era terciar en la hegemona de las clases explotadoras sobre las clases explotadas, a travs de sistemas ideolgicos, de los que ellos eran los agentes organizadores. El mismo Croce represen- t para Gramsci uno de estos grandes intelectuales que ejerce una hegemona que presupone una cierta colaboracin, o un consentimiento voluntario y activo (39) de las clases subordi- nadas.La siguiente cuestin que Gramsci se plante fue especfica- mente suya. Dnde se ejercen las dos funciones de domina- cin y direccin/hegemona? En particular cul es el lugar de la hegemona? La primera y ms firme respuesta de Gramsci es que la hegemona (direccin) pertenece a la socie- dad civil, y la coaccin (dominacin) al estado:Podemos establecer ahora dos niveles superestructurales prin- cipales uno que se puede llamar sociedad civil, esto es, el conjunto de organismos llamados comnmente privados, y el otro el de la sociedad poltica o estado.Estos dos niveles corresponden, por una parte, a la funcin de la hegemona que ejerce el grupo dominante a travs de la sociedad, y, por otra, a la de la dominacin directa o mando ejercido a travs del estado y del gobierno jurdico (40). No

38 Lettere dal Carcere, p. 616.39 QC II, p. 691.40 QC III, pp. 1.518-19. Ver A. Gramsci, Los intelectuales y la organizacin de la cultura, Ed. Juan Pablos, Mxico, p. 17. El contexto es precisamen- te una discusin de intelectuales.

existi precedente a tal teorizacin en los debates rusos. La ra- zn es evidente. Gramsci ahora estaba inequvocamente ms interesado en la constelacin del poder poltico burgus en un orden social capitalista ortodoxo. La alusin a las institucionesprivadas de la sociedad civil Dominacin Coercin inapropiadas para cualquier formacin social en que la clase obrera ejerce el poder colectivo indica aqu el objeto real de su pensamiento. En una carta contempornea, Gramsci se refi- ri incluso ms directamente al contraste, dentro del contexto del capitalismo, escribiendo sobre la oposicin entre sociedad poltica y sociedad civil como los lugares respectivos de dos modos de poder de clase: la sociedad poltica (o dictadura, o aparato coercitivo para garantizar que las masas populares se amoldan al tipo de produccin y economa de un momento dado), se contrapona a la sociedad civil (o hegemona de un grupo social sobre el conjunto de la sociedad nacional, ejercida a travs de las llamadas organizaciones privadas, como la igle- sia, los sindicatos, las escuelas, etc.) (41). Aqu, la inclusin de la iglesia y las escuelas como instrumentos de hegemona dentro de las asociaciones privadas de la sociedad civil, pone fuera de toda duda la aplicacin del concepto a las sociedades capitalis- tas del Occidente. El resultado da de s estas inequvocas series de oposiciones:

Hegemona=Consentimiento=Sociedad Civil

Dominacin=Coercin=Estado

Sin embargo, ya se ha visto que Gramsci no utilizaba unvo- camente los antnimos de estado y sociedad civil. Tanto los

41 Lettere dal Carcere, p. 481.

trminos como las relaciones entre ellos sufrieron diferentes cambios en sus escritos. Exactamente lo mismo es aplicable al trmino hegemona. Porque los textos arriba citados contras- tan con otros en los que Gramsci habla de hegemona no como de un polo de consentimiento en contraposicin a otro decoercin, sino como de una sntesis en s misma de consen- timiento y coercin. As, en una nota sobre historia poltica francesa, coment: El ejercicio normal de la hegemona en el ahora clsico terreno del rgimen parlamentario se caracteriza por una combinacin de fuerza y consentimiento, los cuales forman un equilibrio variable sin que incluso la fuerza preva- lezca demasiado sobre el consentimiento (42). Aqu, la reorien- tacin de Gramsci del concepto de hegemona hacia los pases capitalistas avanzados de Europa occidental, y las estructuras del poder burgus dentro de ellos, toma un mayor acento te- mtico. Ahora la nocin est directamente conectada con el fenmeno de la democracia parlamentaria, peculiar de Occi- dente. Al mismo tiempo, paralelo al giro en la funcin de la hegemona desde el consentimiento al consentimiento- coercin, se da una resituacin de su posicin topogrfica. Pues en otro pasaje, Gramsci escribe sobre el ejecutivo, legislativo y judicial del estado liberal como rganos de hegemona polti- ca (43). Aqu la hegemona se sita firmemente dentro del esta- do ya no circunscrita a la sociedad civil. El matiz de hege- mona poltica en contraste con hegemona civil subraya la oposicin residual entre sociedad poltica y sociedad civil, la cual, como sabemos, es una de las variantes de Gramsci en la pareja estado y sociedad civil. En otras palabras, la hegemonase sita aqu no en uno de los dos trminos, sino en ambos:

42 QC III, p. 1.638. A. Gramsci, Notas..., ed cit., p. 135.43 QC II, p 752.

Esta versin no puede reconciliarse con la precedente, que si- gue siendo la predominante en los Cuadernos. Porque en la primera, Gramsci contrapone hegemona a sociedad poltica o estado, mientras que, en la segunda, el estado mismo se con- vierte en un aparato de hegemona. An en otra versin, la dis- tincin entre sociedad poltica y civil desaparece totalmente: consentimiento y coercin se transforman juntos en coextens i- vos del estado. Gramsci escribe: El estado (en su significado integral) es dictadura + hegemona (44). Las oscilaciones en la connotacin y situacin de la hegemona amplan aquellas osci- laciones de los dos trminos originales mismos. As en el enigmtico mosaico que Gramsci reuni laboriosamente en la crcel, las palabras estado, sociedad civil, sociedad polti- ca, hegemona, dominacin o direccin, sufrieron un deslizamiento persistente. Trataremos ahora de demostrar que este deslizamiento no es ni accidental ni arbitrario.

Conceptos y problemas

En efecto, tres versiones diferentes de las relaciones entre los conceptos clave de Gramsci se disciernen simultneamente en sus Cuadernos de la crcel, una vez desplazada la problemtica de la hegemona desde las alianzas del proletariado en Oriente hacia las estructuras del poder burgus en Occidente. Se ver

Estado=Hegemona Poltica

Sociedad Civil=Hegemona civil

cmo cada una de ellas corresponde a un problema fundamen- tal para el anlisis marxista del estado burgus, sin suministrar una respuesta adecuada a ello: la variacin entre las versiones es precisamente el sntoma descifrable del propio conocimiento

44 QC II, pp. 810-11.

por Gramsci de la apora de sus soluciones. Por supuesto, para indicar los lmites de los axiomas de Gramsci se necesita algo ms que una demostracin filolgica de su falta de coherencia interna. Por breves que sean, se sugerirn algunas valoraciones polticas de su correspondencia externa con la naturaleza de los estados contemporneos burgueses en Occidente.Al mismo tiempo, sin embargo, stas permanecern dentro de los lmites del propio sistema de categoras de Gramsci. La cuestin de si este ltimo proporciona de hecho el mejor pun- to de partida para un anlisis cientfico de las estructuras del poder capitalista hoy, no va a ser prejuzgada. En particular, las oposiciones binarias de estado y sociedad civil y coercin y consentimiento se respetarn como los elementos centrales del discurso de Gramsci; es su aplicacin en su marxismo, ms que su funcin, la que debe ser revisada. No se examinarn aqu las dificultades de cualquier teora demasiado dualista del poder de clase burgus. Es evidente, en efecto, que todo el te- rreno de necesidades econmicas directas, a que estn someti- das las clases explotadas dentro del capitalismo, no pueden ser clasificadas inmediatamente dentro de cualquiera de las catego- ras polticas de coercin o consentimiento fuerza armada o persuasin cultural. De manera similar, una dicotoma formal entre estado y sociedad civil, por ms necesaria que sea como instrumento preliminar, no puede por s misma dar un cono- cimiento especfico de las complejas relaciones entre las dife- rentes instituciones de una formacin social capitalista (algunas de las cuales ocupan tpicamente posiciones inmediatas en los lmites entre las dos). Es posible que las alternativas analticas con que Gramsci estuvo ms implicado necesiten, de hecho, ser reconceptualizadas dentro de un nuevo orden de categoras, fuera de sus confines duales. Sin embargo, estos problemas caen fuera del terreno de un comentario textual. Para nuestros propsitos aqu, bastar permanecer en el campo de la propia investigacin de Gramsci todava hoy la de un pionero.

El primer modelo de Gramsci

Tal vez, podemos empezar examinando la primera y ms sor- prendente configuracin de los trminos de Gramsci, la ms importante para el destino ulterior de su trabajo. Su texto cen- tral es el pasaje inicial, citado en este ensayo, en el que Gramsci escribe sobre la diferencia entre Oriente y Occidente, y dice que en el Oriente el estado lo es todo, mientras que en el Occidente el estado es una trinchera avanzada de la fortaleza interior de la sociedad civil, la cual puede sobrevivir a los peo- res temblores del estado, porque no es primitiva y gelatinosa como en el Oriente, sino robusta y estructurada. Por lo tanto, una guerra de maniobra es apropiada en el Oriente, y unaguerra de posicin en el Occidente. Esta tesis puede, pues, vincularse al argumento que la acompaa, reiterado en muchos otros textos, de que el estado es el lugar de la dominacin ar- mada o coercin de la burguesa sobre las clases explotadas, mientras que la sociedad civil es el terreno de su direccin cul- tural o hegemona consentida sobre ellas la oposicin entrefuerza y consenso, coercin y persuasin, estado e iglesia, so- ciedad poltica y sociedad civil (45). El resultado es agregar una serie combinada de oposiciones para la distincin entre Orien- te/Occidente:

Oriente

Occidente

Estado Sociedad civil Coercin Dominacin Maniobra

Sociedad Civil Estado Consenso Hegemona Posicin

En otras palabras, la preponderancia de la sociedad civil sobre el Estado en Occidente puede ser equiparada al predominio de

45 QC II, p. 763. A. Gramsci, Notas.... ed. cit., p. 155.

la hegemona sobre la coercin como la forma fundamen- tal del poder burgus en el capitalismo avanzado. En la medida en que la hegemona pertenece a la sociedad civil, y la sociedad civil prevalece sobre el estado, es la ascendencia cultural de la clase dominante la que garantiza esencialmente la estabilidad del orden capitalista. En la utilizacin de Gramsci, aqu, hege- mona significa la subordinacin ideolgica de la clase obrera por la burguesa, la cual la capacita para dominar mediante consenso. Ahora bien, el objetivo preliminar de esta frmula es evidente. Se trata de establecer una diferencia obvia y funda- mental entre la Rusia zarista y la Europa occidental la exis- tencia de democracia poltica representativa. Como tal, es anloga a la frmula lapidaria de Lenin de que los zares rusos dominaban por la fuerza, y la burguesa anglofrancesa por la concesin y el engao (46). El gran mrito terico de Gramsci fue el de haber planteado el problema de esta diferencia mucho ms persistente y coherentemente que cualquier otro revolu- cionario antes o despus que l. En ninguna parte de los escri- tos de Lenin, Trotsky, o de otros tericos bolcheviques, puede encontrarse ninguna reflexin sostenida o sistemtica sobre la enorme lnea divisoria histrica dentro de Europa, trazada por la presencia aun cuando en su tiempo fuera todava incomple- ta y vacilante de la democracia parlamentaria en Occidente, y su ausencia en Oriente. Un problema, inscrito a lo sumo en apartes marginales de la tradicin bolchevique, fue desarrolla- do por primera vez, como tema dominante para la teora mar- xista, por Gramsci.

46 La experiencia mundial de los gobiernos burgueses, y terratenientes ha desarrollado dos mtodos para mantener al pueblo sometido. El primero es la violencia, con la que los zares demostraron al pueblo ruso el mximo de lo que puede y no puede hacerse, escribi Lenin.Pero hay otro mtodo, mejor desarrollado por la burguesa francesa e inglesa., el mtodo del engao, el halago, las frases finas, los millones de promesas, los pequeos sobornos y las concesiones no esenciales mientras conservan lo esencial. Collected Works, Vol. 24, pp. 634.

Ilusiones de la socialdemocracia de izquierda

Al mismo tiempo, la primera solucin que esboza para ello en los Cuadernos de la crcel es radicalmente inviable: la simple ubicacin de la hegemona dentro de la sociedad civil, y la atribucin de primaca a la sociedad civil sobre el estado. Esta ecuacin corresponde, en efecto, muy exactamente a lo que puede llamarse en la izquierda una visin de sentido comn de la democracia burguesa en Occidente una visin ampliamente difundida en los crculos militantes de la socialdemocracia des- de la Segunda Guerra Mundial (47). Para esta concepcin, el es- tado en Occidente no es una maquinaria violenta de represin policaca como lo fue en la Rusia zarista: las masas tienen acce- so a l a travs de elecciones democrticas regulares que permi- ten formalmente la posibilidad de un gobierno socialista. Pero la experiencia muestra que estas elecciones nunca producen un gobierno dedicado a la expropiacin del capital y a la realiza- cin del socialismo. Tras cincuenta aos desde la llegada del sufragio universal, tal fenmeno parece mucho ms lejano que nunca. Cul es la razn para esta paradoja? Reside en el con- dicionamiento ideolgico previo del proletariado antes del momento electoral como tal. El lugar central del poder debe buscarse, por lo tanto, dentro de la sociedad civil sobre todo, en el control capitalista de los medios de comunicacin (prensa, radio, televisin, cine, ediciones), basado en el control de los medios de produccin (propiedad privada). En una variante ms sofisticada, la verdadera inculcacin de la aceptacin voluntaria del capitalismo se da, no tanto a travs del adoctrinamiento ideolgico de los medios de comunicacin, como de la difusin invisible del fetichismo de la mercanca a travs del mercado o las costumbres instintivas de sumisin inducidas por el trabajo

47 La primera interpretacin importante de Gramsci de este tipo fue la obra de un terico del PSI: Giuseppe Tamburrano, Antonio Gramsci. La vita, il pensiero, Vazione, Bari, 1963.

rutinario de las fbricas y oficinas en otras palabras, directa- mente dentro del mbito de los mismos medios de produccin. Pero aunque se d el nfasis principal al efecto de los aparatos cultural y econmico, la conclusin analtica es la misma. Es el nexo estratgico de la sociedad civil el que se piensa que man- tiene la hegemona capitalista dentro de una democracia polti- ca, cuyas instituciones estatales no excluyen o reprimen direc- tamente a las masas (48). El sistema se mantiene por consenti- miento, no por coercin. Por lo tanto, la principal tarea de los militantes socialistas no es combatir contra un estado armado, sino la conversin ideolgica de la clase obrera para liberarla de la sumisin a los engaos capitalistas.Este sndrome caracterstico de la socialdemocracia de izquier- da contiene numerosas ilusiones. El primero y ms inmediato de sus errores es precisamente creer que el poder ideolgico de la burguesa en las formaciones sociales occidentales se ejerce, ante todo, en la esfera de la sociedad civil, cuya hegemona so- bre aqulla neutraliza posteriormente el potencial democrtico del estado representativo. La clase obrera tiene acceso al estado (elecciones al parlamento), pero no lo emplea para alcanzar el socialismo a causa de su adoctrinamiento a travs de los medios de comunicacin. De hecho, puede decirse que la verdad es precisamente la inversa: la forma general del estado representa- tivo democracia burguesa es en s misma el principal cerrojo ideolgico del capitalismo occidental, cuya existencia misma despoja a la clase obrera de la idea del socialismo como un tipo diferente de estado, y, con posterioridad, los medios de comuni- cacin y otros mecanismos de control cultural afianzan esteefecto ideolgico central. Las relaciones capitalistas de pro- duccin colocan a hombres y mujeres en diferentes clases so- ciales, definidas por su acceso diferencial a los medios de pro-

48 Para una versin representativa de estas ideas, ver Perry Anderson,Problems of Socialist Strategy, en la coleccin Towards Socialism,London, 1965, pp. 223 -47.

duccin. Estas divisiones de clase son la realidad esencial del contrato salarial entre personas jurdicamente iguales y libres, que es la seal distintiva de este modo de produccin. Los r- denes poltico y econmico estn, de este modo, formalmente separados bajo el capitalismo. As pues, el estado burgus re- presenta por definicin a la totalidad de la poblacin, abstra- da de su distribucin en clases sociales, como ciudadanos indi- viduales e iguales. En otras palabras, presenta a hombres y mu- jeres sus posiciones desiguales en la sociedad civil como si fue- sen iguales en el estado. El parlamento, elegido cada cuatro o cinco aos como la expresin soberana de la voluntad popular, refleja ante las masas la unidad ficticia de la nacin como si fuera su propio autogobierno. Las divisiones econmicas en el seno de la ciudadana se enmascaran mediante la igualdad ju- rdica entre explotadores y explotados, y, con ella, la completa separacin y no participacin de las masas en la labor del parla- mento. Esta separacin es, pues, constantemente presentada y representada ante las masas como la encarnacin ltima de la libertad: la democracia como el punto final de la historia. La existencia del estado parlamentario constituye as el marco formal de todos los dems mecanismos ideolgicos de la clase dominante. Proporciona el cdigo general en que se transmite todo mensaje especfico a cualquier lugar. El cdigo es tanto ms poderoso cuanto que los derechos jurdicos de los ciuda- danos no son un simple espejismo: por el contrario, las liberta- des cvicas y los sufragios de la democracia burguesa son una realidad tangible, cuya consecucin fue histricamente, en par- te, obra del movimiento obrero mismo, y cuya prdida sera una derrota momentnea para la clase obrera (49).

49En otras palabras, es un error bastante simple designar al parlamentoeomo un aparato ideolgico del poder burgus sin aadir nada ms.La funcin ideolgica de la soberana parlamentaria est inscrita en elmarco formal de toda constitucin burguesa, y es siempre central parael dominio cultural del capital. Sin embargo, el parlamento es tambin,

En comparacin, las mejoras econmicas conquistadas median- te reformas dentro del marco del estado representativo aparentemente ms materiales han dejado de modo caracters- tico menos huella ideolgica en las masas de Occidente. El as- censo constante del nivel de vida de la clase obrera durante veinticinco aos, tras la Segunda Guerra Mundial, en los prin- cipales pases imperialistas, ha sido un elemento crtico en la estabilidad poltica del capitalismo metropolitano. Pero el componente material del consentimiento popular hacia l, te- ma de polmicas tradicionales sobre las consecuencias del re- formismo, es intrnsecamente inestable y pasajero, puesto que tiende a crear una progresin constante de expectativas que ninguna economa capitalista nacional puede asegurar en su totalidad, incluso durante largas oleadas de boom internacional, y menos an en las fases de recesin; su verdadero dinamis- mo es, de este modo, potencialmente desestabilizador y puede provocar crisis cuando el crecimiento flucta o se estanca. Por contraste, el componente jurdico-poltico del consenso indu- cido por el estado parlamentario es mucho ms estable; la constitucin poltica capitalista no est sometida a las mismas vicisitudes coyunturales. Las ocasiones histricas en que ha si- do activamente cuestionado por las luchas de la clase obrera han sido infinitamente menores en Occidente. En otras pala- bras, la ideologa de la democracia burguesa es mucho ms po- tente que la de cualquier reformismo del bienestar, y constitu- ye la sintaxis permanente del consenso inculcado por el estado capitalista.Puede verse ahora por qu la frmula primitiva de Gramsci estaba equivocada. Es imposible separar las funciones ideolgi-

desde luego, un aparato poltico, investido de verdaderos atributos de debate v decisin, que no son en ningn sentido un truco meramen- te subjetivo para calmar a las masas. Son estructuras objetivas de una gran conquista histrica an potente, el triunto de los ideales de la revolucin burguesa

cas del poder de clase burgus entre la sociedad civil y el esta- do, en la forma en que inicialmente pretendi hacerlo. La for- ma fundamental del estado parlamentario Occidental la su- ma jurdica de sus ciudadanos es ella misma el eje de los apara- tos ideolgicos del capitalismo. Los complejos ramificados de los sistemas de control cultural en el seno de la sociedad civil radio, televisin, cine, iglesias, peridicos, partidos polticos juegan, indudablemente un papel complementario decisivo en garantizar la estabilidad del rgimen clasista del capital. Tam- bin juegan el mismo papel, por supuesto, el prisma deforma- dor de las relaciones de mercado y la estructura obnubiladora del proceso de trabajo dentro de la economa. La importancia de estos sistemas no debe ser ciertamente subestimada. Pero tampoco se debe exagerar ni, sobre todo, contraponer al papel cultural-ideolgico del estado mismo.

El error de Poulantzas y Mandel

Un cierto izquierdismo vulgar ha aislado tradicionalmente el problema del consenso de su contexto estructural y lo ha hi- postasiado como el rasgo nico y distintivo de la dominacin capitalista en Occidente, que queda reducido al apodo de par- lamentarismo. Para refutar este error, diversos marxistas han sealado que todas las clases dominantes en la historia han ob- tenido normalmente el consentimiento de las clases explotadas a su propia explotacin los seores feudales o los latifundistas propietarios de esclavos no menos que los empresarios indus- triales. La objecin es, desde luego, Correcta. Pero no es una respuesta adecuada, a menos que vaya acompaada de una de- finicin precisa de la diferentia specifica del consenso obtenido de la clase obrera a la acumulacin de capital en el Occidente actual en otras palabras, de la forma y el contenido de la ideo- loga burguesa que aqulla se ve inducida a aceptar. Nicos Poulantzas, cuya obra Poder poltico y clases sociales contiene

numerosos comentarios crticamente penetrantes sobre los Cuadernos de la crcel, deja de lado de hecho la dedicacin de Gramsci sobre el tema, observando que la nica innovacin de este consenso es su pretensin de racionalidad es decir, su ca- rcter no religioso. La caracterstica especfica de las ideologas (capitalistas) no es de ninguna manera, como crea Gramsci, que obtengan un consenso ms o menos activo de las clases dominadas hacia la dominacin poltica, puesto que sta es una caracterstica general de toda ideologa dominante. Lo que de- fine especficamente las ideologas en cuestin es que no pre- tenden ser aceptadas por las clases dominadas segn el princi- pio de participacin en lo sagrado: se proclaman explcitamen- te y son aceptadas como tcnicas cientficas (50). De modo si- milar, Ernest Mandel ha escrito en su Capitalismo tardo que la forma contempornea ms importante de la ideologa capitalis- ta en Occidente es un recurso a la racionalidad tecnolgica y un culto a los especialistas: Creer en la omnipotencia de la tecnologa es la forma especfica de la ideologa burguesa en el capitalismo tardo (51). Estas pretensiones implican una grave equivocacin.La particularidad del consentimiento histrico conseguido de las masas en las modernas formaciones sociales capitalistas no se puede encontrar de ningn modo en su simple referencia secular o en su temor tcnico. La novedad de este consenso es que adopta la forma fundamental de una creencia por las masas de que ellas ejercen una autodeterminacin definitiva en el inte- rior del orden social existente. No es, pues, la aceptacin de la superioridad de una clase dirigente reconocida (ideologa feu- dal), sino la creencia en la igualdad democrtica de todos los ciudadanos en el gobierno de la nacin en otras palabras, in-

50 Nicos Poulantzas, Political Power and Social Classes, London, 1973, p.217. [Existe versin castellana: Poder poltico y clases sociales, ed. SigloXXI.51 Ernest Mandel. Late Capitalism London 1975, p. 501.

credulidad en la existencia de cualquier clase dominante. El consentimiento de los explotados en una formacin social ca- pitalista es, en este caso, de un tipo cualitativamente nuevo que ha dado lugar sugestivamente a su propia extensin etimolgi- ca: consenso o acuerdo mutuo. Naturalmente, la ideologa ac- tiva de la ideologa burguesa coexiste y se combina, en un gran nmero de formas mixtas, con costumbres y tradiciones ideo- lgicas mucho ms antiguas y menos articuladas en particular, las de resignacin pasiva ante el estado del mundo y la descon- fianza en cualquier posibilidad de cambiarlo, engendradas por la confianza y conocimiento diferenciales caractersticos de to- da sociedad clasista (52). La herencia de estas tradiciones impe- recederas, en realidad, adopta frecuentemente la apariencia de respeto hacia la necesidad tcnica. Sin embargo, no representan ningn avance respecto a anteriores modelos de dominacin de clase; la condicin de su prolongada eficacia actual es su inser- cin en una ideologa de democracia representativa que les sir- ve de bveda. Porque Solamente la libertad de una democracia burguesa parece establecer los lmites de lo socialmente posible para la voluntad colectiva de un pueblo, y, por tanto, puede hacer tolerables los topes de su impotencia (53).

52 Ver los estimulantes comentarios en Goran Therborn, What does the ruling class do when it rules?, The Insurgent Sociologist, Vol. VI, nm. 3, primavera, 1976.53 Una creencia real y central en la soberana popular puede, en otras palabras, coexistir con un profundo escepticismo hacia todos los go- biernos que la expresan jurdicamente. El divorcio entre los dos queda tpicamente mediatizado por la conviccin de que ningn gobierno puede estar ms que distante de aquellos a quienes representa, pero muchos no son en absoluto representativos. Esto no es un mero fata- lismo o cinismo entre las masas de Occidente. Es un sentimiento activo al orden familiar de la democracia burguesa, como el inspido mximo de libertad, que es constantemente reproducido por la ausencia radical de democracia proletaria en Oriente, cuyos regmenes representan el mnimo infernal. No tenemos aqu espacio para investigar los efectos de cincuenta aos de stalinismo: su importancia es enorme para com-

Gramsci mismo era, en realidad, muy consciente de la necesi- dad de una distincin cuidadosa de las sucesivas formas histri- cas del consentimiento de los explotados a su explotacin, y de una diferenciacin analtica de sus componentes en cada momento de su poca. El reprochaba a Croce precisamente el que diese por s