La Torre del Virrey · 2019. 4. 26. · libros serie 8. a 2011/1 292 h. p. lovecraft: el crimen del...

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CÉSAR GUARDE PAZ H. P. LOVECRAFT: EL CRIMEN DEL SIGLO Libros Serie 8. a 2011/1 292, dosier La Torre del Virrey Revista de Estudios Culturales

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  • César Guarde Paz

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    H. P. Lovecraft: eL crimen deL sigLo

    1 el autor y su contexto histórico. Los últimos años han visto discurrir un significativo incremento en lo que a estudios de orientación académica en torno a la figura de Howard Phillips Lovecraft (1890–1937) respecta, encauzados particularmente a la comprensión literaria e histórica de su vida y obra, estudios que, aun sin abstraer su personalidad del en-tramado sociocultural en el que maduraron y se perfeccionaron “Prosa und Poesie”, otorgan demérito a la comprensión póstuma que, como portavoz consciente de una época y de un Volksgeist, de una Volksseele anglosajona, el oscuro autor nativo de Provi-dence enarbolaba cual bandera caída, sacrificada a la moderni-dad. Sucintamente expresado: Lovecraft no ha sido hasta ahora estudiado filosóficamente como autor filosófico.1 Cultivado en el seno de una ilustre familia de rancia estirpe anglosajona, su vida discurrió principalmente entre las calles sembradas de estilo vic-toriano y colonial de lo que él consideró, en sí mismo, el reducto último de su Nueva Inglaterra en el mundo: “Yo soy Providen-ce,” –escribió tras regresar de Nueva York en abril de 1926– “y Providence es yo –juntos, indisolubles como una unidad”.2 Com-prensible resulta que, habiendo sido la prosa y, en especial, su relato sobrenatural –el relato “weird”, palabra que no adquirió el significado actual de “misterioso” hasta 1815, con la influencia machbethiana de las “Weird Sisters”– el que lo convirtiera en au-tor conocido, la revitalización del horizonte lovecraftiano se en-cuentre en relación extrema con el cometido último de restituir su lugar de honor en la literatura estadounidense, en las riberas del Massachusetts de Poe.

    1 En lengua inglesa dos estudios se disputan el placer presuntuoso de la pro-fundización filosófica: A Subtler Magick: The Writings and Philosophy of H.P. Lovecraft (Wildside Press, Gillette, 1996�) y H.P. Lovecraft: The Decline of the West (Wildside Press, Gillette, 1990), ambos a cargo de S.T. Joshi. Presuntuoso pues, tras la insufrible repetición y duplicado de material a lo largo de algunas de sus obras, no encontramos, en aquellos apartados destinados al pensamiento del autor relación relevante alguna entre su vida y obra –el contenido de sus novelas– y la découverte por parte de Lovecraft de Arthur Schopenhauer, Oswald Spen-gler (con la excepción de Joshi (1990), pp. 134–5, académicamente irrelevante) o Friedrich Nietzsche. Descuido sistemático patente en la edición de ensayos como “Nietzscheanismo y realismo” (1922, en traducción castellana en C. Guarde, “Edi-ción crítica de Nietzscheanismo y realismo de H.P. Lovecraft”, DILEMA. Revista de Filosofía, 10/2 (2006), pp. 5–18), acompañado únicamente de una solitaria nota genealógica del editor.

    2 Lord of a Visible World: an Autobiography in Letters (d.e. sChultz/s.t. Joshi, eds.), Ohio University Press, Athens, 2000, p. 193. Sobre Nueva York, escri-biera entonces: “Nueva York está muerto, y la brillantez que tanto impresiona des-de el exterior es la fosforescencia de un cadáver agusanado” (p. 198). El cadáver, evidentemente, era la cultura anglosajona heredada por los colonos y fundadora del Nuevo Mundo. Los gusanos, la creciente inmigración que destruía y ensuciaba las páginas de sus logros históricos.

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    Un primer acercamiento a la Politikanschauung de nuestro au-tor exige, con manifiesto provecho, plantearnos la tan indispen-sable cuán difícil cuestión de por qué el relato sobrenatural tomó las riendas de la expresividad lovecraftiana y de la Volksseele que presumiblemente sostenía sobre sus espaldas. Será el propio au-tor el que venga a respondernos con la impasibilidad que tanto caracterizó sus, por lo demás, recias palabras:

    La fascinación por lo espectralmente macabro es generalmente escasa porque ésta reclama del lector un cierto grado de imaginación y capacidad de despren-dimiento de la vida cotidiana. Relativamente pocos están libres del encanto de la rutina diaria para responder a los golpes del exterior, y relatos de sensaciones y sucesos ordinarios, o de comunes distorsiones sentimentales de tales sensa-ciones y sucesos, tomarán siempre primacía en el gusto de la mayoría; adecua-damente, quizá, pues ciertamente estos asuntos ordinarios conforman la mayor parte de la experiencia humana.�

    Hallamos aquí una concepción estética profundamente enrai-zada en el ideal schopenhaueriano “Aristokratisch ist die Natur”,4 en el que determinadas naturalezas se hallan capacitadas aními-camente para la reflexión filosófica que exige la abstracción de lo cotidiano, y cuya labor vital no debe ni puede mezclarse con el innoble idealismo de la masa:

    Contra éste [el relato extrañamente horrible] son descargadas todas las saetas de una sofisticación materialista que se aferra a las frecuentemente sentidas emociones y eventos externos, y de un idealismo ingenuamente insípido que desaprueba el motivo estético y pide una literatura didáctica que “eleve” al lec-tor hacia un grado conveniente de optimismo autoconfiado.5

    Vivian Ralickas ha precisado la importancia de la visión meca-nicista del mundo y la contingencia del ser humano dentro de la insoportable, asfixiante indiferencia cósmica –vemos nuevamente ecos schopenhauerianos, pero también nietzscheanos–6 a la hora de definir el ethos lovecraftiano: la humanidad, sus aspiraciones y deseos, sus logros, siendo estos insignificantes en relación a la totalidad del cosmos, desaparecen como objeto de estudio de la prosa de nuestro autor y, consecuentemente, este horror sugerido por semejante vacío antropológico sólo puede licuarse en el relato preternatural –del cual el protagonismo humano se haya ente-ramente excluido.7 Lo único relevante en la vida humana es, en última instancia, el placer estético:8

    � Supernatural Horror in Literature (=SHL), de la edición revisada en At the Mountains of Madness. The Definitive Edition (C. Miéville, ed.), The Modern Li-brary, Nueva York, 2005, p. 105.

    4 “Aristocrática es la naturaleza”, en a. sChopenhauer, Parerga und Parali-pomena: kleine philosophische Schriften I, “Über die Universitäts–Philosophie”, 210 (trad. castellana de Pilar López de Santa María en Trotta, Madrid, 2006, vol. 1, p. 221).

    5 SHL, p. 105. “Weird” es entendido por Lovecraft como “imaginative libera-tion” de las leyes físicas y naturales conocidas que, sin embargo, no contradice lo que conocemos del Universo, sino que complementa aquellas esferas descono-cidas del mismo en las cuáles se sitúa el horror. Cf. Selected Letters III (1929–1931) (a. derleth/d. Wandrei, eds.), Arkham House, Sauk City, 1976, p. 435 (=SL 3.435).

    6 Sobre el materialismo nietzscheano en su Democritea, véase JaMes i. porter, Nietzsche and the Philology of the Future, Stanford University Press, California, 2000, pp. 82 ss.

    7 vivian raliCkas, “Art, Cosmic Horror, and the Fetishizing Gaze in the Fic-tion of H.P. Lovecraft”, Journal of the Fantastic in the Arts, 19/3 (2008), p. 298. Compárese, por ejemplo, la afirmación de Schopenhauer –citando a Escoto Eríge-na– en Parerga, obra que influyera considerablemente sobre Lovecraft: “malum incausale est, ... penitus incausale et insubstantiale est” [“el mal incausado es, ... profundamente incausado e insustancial es”] (en “Fragmente zur Geschichte der Philosophie”, 66, p. 96), con su historia The Colour Out of Space (1931).

    8 Cf. Fr. Nietzsche, Die Geburt der Tragödie, “Versuch einer Selbstkritik”, § 5. La relevancia del arte como representación del mundo y testimonio inmortal de la humanidad, lo único temporalmente trascendente en ella, puede encontrarse en gran parte de sus relatos: la música en The Music of Erich Zann (1921); el modelo de Pickman en su historia homónima (1926); la estatuilla de Cthulhu en The Call of Cthulhu (1926); el retrato de Joseph Curwen en The Case of Charles Dexter

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    Los individuos y su suerte dentro de las leyes naturales me conmueven muy poco. Son todos ellos naderías ligadas desde una insignificancia común hacia otra insignificancia común. Sólo el entramado cósmico en sí mismo... puede controlar profundamente mi imaginación y ponerla a trabajar en la creación. En otras palabras, los únicos “héroes” sobre los que puedo escribir son fenó-menos.9

    Pero no queremos tratar aquí el fenómeno literariamente re-levante del relato preternatural desarrollado por H.P. Lovecraft, sino el ideal político de una época desaparecida contenido en el breve ensayo –970 palabras– que presentamos: “The Crime of the Century”.

    2. “the crime of the century”, “El Crimen del Siglo” ocu-pó las páginas segunda y tercera del primer número de The Con-servative (abril, 1915; reimpreso en enero de 1916 en Trail), mo-desta revista amateur gratuita “for circulation amongst Lovers of Literature” editada por Lovecraft entre abril de 1915 y julio de 1923.10 Esta publicación no sólo posibilitó a Lovecraft jugar con cierta independencia y libertad editorial, comparable a la que podemos contemplar en su prolífica correspondencia, sino que lo mantuvo relacionado, igualmente, con un buen número de amantes de la literatura, poetas y escritores, así como críticos –nunca le faltaron, pues “[d]ébil y dócil ciertamente es aquél que no hizo enemigos”.11

    Ninguna es, sin embargo, la persona particular a la que, a dife-rencia de algunos de sus posteriores ensayos en The Conservati-ve, va dirigido este ataque sagaz al militarismo armado de la Gran Guerra –aunque por él David H. Whittier lo tachó de superficial y acientífico–,12 recién iniciada y en la que Estados Unidos no toma-ría partido, proféticamente, hasta dos años después del escrito. Proféticamente, hay que decir, pues Lovecraft continuaría la crí-tica aquí vertida en otro escrito posterior, significativamente titu-lado “Crime of Crimes: Lusitania, 1915”, versos publicados origi-nalmente en la revista galesa Interesting Items en julio del mismo año.1� Ambos textos cumplen una doble función: se perfilan, en primer lugar, a modo de panfleto pacifista, no en el sentido mesiá-nico del Sermón de la Montaña dictaminado por Jesús de Nazare-th (Mt. 5:39), sino en la línea teutónica de De bellis justis o de la Summa tomista (II, 40): la Gran Guerra no es un simple conflicto armado, sino que representa un “crimen supremo” a través de un enfrentamiento fratricida entre Inglaterra y Alemania, cuya en-vergadura amenaza con extenderse más allá de las fronteras eu-ropeas, presagiando una enfermedad para el futuro de Occidente que, como bien supieron ver las verdaderamente grandes figuras del pensamiento moderno, tuvo su origen en una fecha clave en la historia global: 1789.14 Este momento decisivo para el devenir

    Ward (1927); la exótica joyería en The Shadow Over Innsmouth (1931); las esta-tuas de cera en The Horror in the Museum (1932); etcétera.

    9 Carta a E. Hoffmann Price, fechada en 15 de agosto de 1934, recogida en Selected Letters V (1934–1937) (a. derleth/J. tuner, eds.), Arkham House, Sauk City, 1976, 5.19.

    10 La cita aparece en la última página de los números tercero a decimotercero, con el que finalizó. Este proyecto fue desarrollado en el seno de la United Amateur Press Association, fundada en 1895 por William H. Greenfield.

    11 Con estos versos en prosa iniciaba la editorial de tercer número de The Con-servative (octubre de 1915, p. 6). Esta publicación fue reimpresa por Necronomi-con Press en los años 1976 y 1977, bajo el título The Conservative: Complete.

    12 En “The Youth of Today”, The Conservative, 1/3 (octubre de 1915), p. 11.13 En concreto, en el número 457, pp. 3–5, al que siguió un panfleto de cuatro

    páginas en el que el editor, Arthur Harris, publicó el poema por separado. No será reeditado hasta The Ancient Track. The Complete Poetical Works of H.P. Love-craft (s.t. Joshi, ed.), Night Shade Books, San Francisco, 2001, pp. 398–400.

    14 De ello fue consciente Lovecraft, dado que su conocimiento del Terreur francés se asienta sobre The French Revolution: A History (1837), de Thomas Carlyle. Curiosamente, en diciembre de 1917 afirmaba que “puede que haga fal-ta una segunda guerra para ajustar las cosas convenientemente” (SL 1.53, en Se-lected Letters I (1911–1924) (a. derleth/d. Wandrei, eds.), Arkham House, Sauk City, 1965), y cuatro años más tarde, “la próxima guerra será probablemente entre

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    de Europa y los Estados Unidos se hallaba detrás, filológicamente bien entendido, de los grandes conflictos que arrasaron el pasado siglo. Así, el asesinato del archiduque Franx Ferdinand de Aus-tria–Este, motivado por la ruptura de las provincias eslavas del sur pertenecientes al Imperio Austro–Húngaro y desencadenante del conflicto armado, se enmarca en un trasfondo cultural mucho mayor de lucha vital entre dos realidades insostenibles: el conser-vadurismo frente a la amenazante idea de progreso.15 Como buen aristócrata d’esprit conservateur, orgulloso de su pasado, Love-craft defenderá la primera.16

    En segundo lugar, cumplen la función secundaria, mas no por ello menos importante, de servir de vehículo a las ideas de supre-macía cultural y racial del teutón, de la Vieja Europa no latina, desde las cuales polemizaría con otro escritor amateur, Charles David Isaacson (1891–1936), editor de “In a Minor Key” y pacifis-ta liberal que defendía la integración de judíos y afroamericanos. Contra él argumentará, en su réplica “In a Mayor Key” (The Con-servative, 1/2, julio de 1915, pp. 9–11), que la creencia burguesa en la imposición de la guerra sobre la masa por parte de gobernantes tiránicos es una “común falacia anárquica”, y que “el prejuicio ra-cial es un regalo de la Naturaleza, destinado a preservar en pureza las varias divisiones de la humanidad que las edades han hecho evolucionar” (p. 10). Retomemos, cual Timeo en su ejercicio de anamnesis, los dos puntos aquí presentados.

    Cuando dio comienzo la Gran Guerra, posteriormente cono-cida, dada la intervención de los Estados Unidos, como Primera Guerra Mundial, Lovecraft chocó con la trivialidad de una Améri-ca que se negaba, no ya a nivel gubernamental, sino incluso entre los mismos descendientes de la Vieja Inglaterra, a pronunciarse a favor o en contra de uno u otro bando, o a tomar partido en su resolución. Adicionalmente, este conflicto enfrentaba mayorita-riamente a dos hermanos de sangre, dos países de raíces cultu-rales idénticas: Alemania e Inglaterra. Y lo hacía de la peor de las formas: apoyados, al servicio, de pueblos menores, eslavos o latinos17 –que “hoy cargan con todas las marcas distintivas de de-generación nacional”–. Por ello el crimen es doble, como se atreve a resaltar el autor: “La división de tan espléndidas reservas contra sí mismas, cada facción representativa aliándose con inferiores extranjeros, es un crimen monstruoso”.

    Lovecraft no fue adalid del pacifismo. No, al menos, si entende-mos éste en la falsa terminología que el liberalismo moderno oc-cidental, hijo heredero de la Revolución Francesa, ha acabado im-poniéndonos. Durante este período Lovecraft escribirá diversos poemas que han sido calificados por la “crítica” moderna –si tal

    Inglaterra, Francia y América por un lado, y Alemania, Japón y Rusia por otro” (SL 1.160). El conflicto enfrentó, efectivamente, a Inglaterra, América y Francia (durante varios años) contra las potencias del Eje, Alemania, Japón e Italia, con Rusia jugando, sin embargo, en el bando contrario. De Japón dirá también pro-féticamente: “Antes o después una gran guerra japonesa tendrá lugar, en la cual creo que la destrucción efectiva de Japón tendrá que llevarse a cabo en interés de la seguridad europea” (SL 1.90, 30 de septiembre de 1919).

    15 J. Morillas, La cosmovisió aristocràtica de Llorenç Villalonga, Universi-dad de Barcelona, Barcelona, 2003, pp. 26–27.

    16 Una de las grandes deficiencias de los biógrafos de Lovecraft –léase l. spra-Gue de CaMp (Lovecraft. Biografía (Fr. torres oliver, trad.), Alfaguara, Madrid, 1978)– ha sido emprender su tarea desde el liberalismo moderno, marco gnoseo-lógico desde el que resulta imposible alcanzar un grado sano de inteligibilidad, ta-chándolo despectivamente de tory –cuando se mostró abiertamente anticristiano cada segundo de su vida– cuando no intentando justificar algunas de sus carac-terísticas aristocráticas –militarismo, antisemitismo, racismo–. Un pensador no necesita ser justificado: necesita ser entendido.

    17 Mientras Inglaterra se alió con Francia e Italia por un lado, y con Rusia has-ta 1917 –cuando Estados Unidos intervino en el conflicto–, el Imperio Germano, denominado hunos por Lovecraft, contó con el apoyo del Imperio Austro–Hún-garo y Otomano, junto a Bulgaria, que había formado parte del Imperio Otomano en el pasado. Lovecraft, por tanto, no ignora las causas de la guerra, como asegura S.T. Joshi en A Dreamer and a Visionary: H.P. Lovecraft in his Time, Liverpool University Press, Liverpool, 2001, p. 95.

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    cosa no es en sí misma un sideroxilón– como “anti–pacifistas”:18 “Pacifist War Song–1917”, “The Peace Advocate”, etcétera.19 Iró-nicos en su propuesta, estos poemas atacan la pasividad reinante en los Estados Unidos para con sus hermanos y, en consecuencia, deben ser entendidos como un alegato humanista: es cometido de la Nueva Inglaterra auxiliar a la Vieja y recuperar la unión del pueblo teutón, de Europa y de la cultura occidental, aliada con sus enemigos eslavos. Su amor hacia el teutón se veía únicamente solapado por su devoción a Inglaterra, en cuyo honor compuso, en la misma época, diversos poemas, acusando a Alemania de ha-ber sido tentada y enfrentada a su hermana.20 La culminación de este período fue su alistamiento en la Guardia Nacional de Rhode Island, el 16 de mayo de 1917, intento fracasado por la siempre nociva influencia de su madre Susie quien, habiendo conspirado en cierta forma con el médico familiar, podría haber presentado un falso informe médico a la Guardia Nacional.21

    Otro aspecto fundamental del presente ensayo, en ocasiones fu-nestamente mitigado o relegado al ostracismo deliberado, es el ra-cismo que nuestro autor presenta en gran parte de su producción, desde su más temprana adolescencia hasta los últimos días de su vida. En este punto se demanda a menudo una justificación que no atañe sino a cierto grado de inseguridad por parte del comen-tarista, como si cierto horror pudiese alcanzar a hacerse presente en nosotros mismos por no compartir la totalidad de la cosmovi-sión del objeto de estudio. No obstante, la agorafobia estética pro-ducida por sus relatos depende gravemente de su prejuicio racial, reflejado metafóricamente en toda su producción. Dos son los orígenes principales de esta animadversión al inmigrante y, más concretamente, a la población afroamericana: en primer lugar, el inmigrante es por definición trabajador y, en numerosas ocasio-nes, iletrado, y esto implica que, en consecuencia, un inmigrante no puede nunca pertenecer al grado aristocrático en el que Love-craft se sitúa a sí mismo. En segundo lugar, la población afroame-ricana residente en Providence estaba constituida por unos pocos esclavos y sirvientes. Finalmente, y éste es el detonante último de su fobia racial, tras acomodarse en Nueva York pudo entrar en contacto directo con la decadencia social de la gran ciudad: la ma-siva y desordenada inmigración y las sucias calles, contraste diá-fano con la pulcritud y orden de Providence, le llevaron a denomi-nar a esta ciudad “the pest zone” y componer en su dudoso honor

    18 Íbid. De hecho, su aceptación de la guerra es propia de una visión más rea-lista de la realidad humana que la “degradante corrupción de cobarde pacifismo a través del cuál nuestro pegajoso y afeminado público ha sido últimamente atra-pado”: “Por qué ser humano alguno, sano, puede creer en la posibilidad de paz universal es más de lo que the CONSERVATIVE puede desentrañar. ... Habiendo la totalidad del mundo civilizado acordado simultáneamente el desarme, una o más naciones indudablemente guardarán armamento secreto” (“The Renaissance of Manhood”, en The Conservative, 1/3, octubre de 1915, pp. 8–9).

    19 Publicados respectivamente en Tryout, 3/4, p. 10, y 3/6, pp. 12–14 (sin paginación), de 1917.

    20 Cf. a. sChopenhauer, Die Welt als Wille und Vorstellung, III, § 31: “el siglo XIX, que se anunciaba tan importante, no hubiese comenzado en Alemania con bufonadas filosóficas, ejecutadas sobre la tumba de Kant” (traducción castellana de Rafel–José Días Fernández y Mª Montserrat Armas Concepción en Akal, Bar-celona, p. 201).

    21 Véase, por ejemplo, Joshi, A Dreamer and a Visionary, p. 100. No trata-remos aquí la relación del escrito que nos ocupa con la producción de ficción de la época. Apuntaremos, no obstante, los siguientes consejos de lectura: en Dagon (julio de 1917; publicada en Vagrant en noviembre de 1919, reimpresa en Weird Tales en octubre de 1923 y enero de 1926) el protagonista huye satisfactoriamente de un carguero alemán para evitar los horrores del campo de prisioneros (sobre esta historia véanse los ensayos bajo el título colectivo “In Defence of Dagon” (ene-ro/abril/septiembre de 1921), publicado por Necronomicon Press, West Warwick, 1987); en The Street (finales de 1919; publicada en Wolverine en diciembre de 1920; reimpresa por National Amateur en enero de 1922), resultado de su visita a Boston tras los disturbios policiales de septiembre de 1919, Lovecraft muestra como el alma de una calle va muriendo con el paso de los siglos y la desaparición de las viejas formas, todo ello, articulado en el transfondo de la Gran Guerra como motor de decadencia estética.

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    The Shunned House, The Horror at Red Hook, He, In the Vault y Cool Air.22 Toda esta condición vital le llevó a fundamentar su concepción cultural en torno a Grecia, Roma y sus descendientes directos, los teutones, cimentando su visión racionalista y cien-tífica en diversas obras de la época que apoyaban la hipótesis de tal supremacía racial biológica: Rise and Progress of the English Commonwealth (1832) de Sir Francis Palgrave (1788–1861), His-tory of Sicily (1891) de Edward Augustus Freeman (1823–1892), fueron sus lecturas al respecto, junto a la historia de Inglaterra de John Richard Green (1837–1883) o los estudios sobre Francia e Inglaterra de Francis Parkman (1823–1893) y John Fiske (1842–1901), todos ellos influyentes historiadores angloamericanos. Du-rante sus primeros años apoyó ideológicamente el primer movi-miento del Ku Klux Klan, aunque sin relacionarlo con los ataques raciales, y condenando al Segundo Klan (1915–1944) de “violador de la ley ... usó sus extrañas máscaras y terroríficos disfraces para encubrir sus desorganizadas vilezas”.23 Dado su rechazo posterior de este movimiento,24 es posible que Lovecraft ignorase entonces la realidad histórica del Primer Klan, escribiendo desde la propa-ganda ideológica según la cuál los norteños republicanos habían utilizado a negros para atacar a los sureños.25 En la década de los años 30 Lovecraft asumió los ya no tan recientes descubrimientos científicos que desmentían el mito de la superioridad biológica de determinadas razas, aunque esto no debió resultarle extremada-mente difícil dada su temprana idea de que “el prejuicio racial es un regalo de la Naturaleza” destinado a preservar las culturas –y, por ello, toda cultura es propiamente racista–:

    Ahora bien, esto nada tiene que ver con una intrínseca superioridad e inferio-ridad. Eso es lo que los escandalosos sentimentalistas y maniáticos no pueden meter en sus gordas cholas. No importa si una raza es nuestra igual –o inclu-so nuestra superior (como, con toda probabilidad, la antigua raza griega –una combinación nórdico–mediterránea– lo fuera); ... Incluso importaciones supe-riores pueden dañar nuestra cultura si rompen el equilibrio existente entre la gente y las instituciones bajo las que la gente vive.26

    Y en otra carta expresa su conversión en términos similares, sin

    abandonar, no obstante, su rechazo a determinadas razas:

    Permitirlo o incitarlo es suicidio –como puedes claramente ver en ese infierno llamado Nueva York, donde el caos de la escoria ha producido un hedor into-lerable a cualquier hombre blanco que se respete a sí mismo. Biológicamente, los nórdicos no son probablemente superiores a lo mejor de las reservas medi-terráneas, o de la indómita y ahora casi extinta reserva blanca semítica; pero al igual que la cultura china debe ser preservada allí donde ha sido atrincherada, donde la cultura nórdica ha sido ya atrincherada, debe ser preservada.27

    22 From the Pest Zone: The New York Stories (s.t. Joshi/d.e. sChultz, eds.), Hippocampus Press, Nueva York, 2003. En una larga carta sobre la asimilación de los judíos en la sociedad occidental, Lovecraft finaliza con una significativas pala-bras con las que justificar su aversión a las razas del sudeste asiático: “¡esto es lo que le hace a uno el haber vivido en Nueva York durante dos años! No podría ha-berme sentido así (incluso aunque mis ideas abstractas fuesen las mismas) en 1923 o antes” (SL 2.64, 21 de agosto de 1926, a Frank Belknap Long, en Selected Letters II (1925–1929) (a. derleth/J. turner, eds.), Arkham House, Sauk City, 1968).

    23 The Conservative, 1/2 (julio de 1915), p. 10.24 SL 5.306, 402.25 sara Bullard, The Ku Klux Klan: A History of Racism and Violence, Diane

    Publishing, Alabama, 19975, p. 13.26 SL 4.249, en Selected Letters IV (1932–1934) (a. derleth/J. turner, eds.),

    Arkham House, Sauk City, 1976. Cf. 4.253: “un verdadero amigo de la civilización desea simplemente a los alemanes que sean más alemanes, a los franceses más franceses, a los españoles más españoles, etcétera”; 307: “Dios sabe que no deseo dañar raza alguna bajo el sol”; 5. 13: “Cualquier civilización o forma de vivir que estimule lo que respeto y combata lo que detesto [violencia, fealdad, ignorancia, sensualidad, brutalidad …] se gana mi aprobación, en cualquier parte del mundo en que se halle; y viceversa”. Sobre la cultura véanse sus cartas recogidas en SL 3.207, 244 y 356–7.

    27 SL 2.71. Lovecraft está defendiendo conscientemente la legitimidad de In-glaterra sobre los Estados Unidos al intercalar un “once” en la frase final: la cultu-ra nórdica, que ha reemplazado ya a la cultura india indígena, y que todavía sigue siendo inglesa, debe ser preservada.

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    A partir de la crisis financiera de 1929 Lovecraft asumirá una postura práctica que, aunque radical para muchos autores, es sa-bida como desarrollo natural de su filosofía: la visión cíclica de la historia heredada de Oswald Spengler le llevará a rechazar parte de los ideales nietzscheanos –la utópica erradicación del cristia-nismo, que Lovecraft verá como necesario para la masa– y abra-zar el pesimismo schopenhaueriano con respecto al hombre y a la industrialización del mismo, efecto cuyo reflejo aumentará expo-nencialmente a partir de At the Mountains of Madness (1931).28 Desde entonces sus historias se convierten en fábulas utópicas en las que aristocracia y socialismo –leerse no deben, aquí, ecos mar-xistas– conforman el sistema político de las razas superiores que han precedido y que suplantarán al hombre en su nimia existen-cia, razas que, adicionalmente, han abandonado su dependencia para con la tecnología –inhibidora de lo que de estético hay en el hombre:29

    Ahora empiezo a despertar y ver que lo que solía respetar era no la aristocracia en sí, sino el conjunto de cualidades personales que la aristocracia, entonces, desarrollaba mejor que cualquier otro sistema... un conjunto de cualidades, sin embargo, cuyos métodos subyacen únicamente en una psicología no cal-culadora, un desinterés no competitivo, sinceridad, coraje y generosidad fo-mentados por una buena educación, una mínima presión económica y una posición asumida, Y QUE ES TAN REALIZABLE A TRAVÉS DEL SOCIALIS-MO COMO A TRAVÉS DE LA ARISTOCRACIA.30

    28 Véase Miéville, pp. xviii–xxi. Lovecraft leyó primeramente a Schopenhauer en una edición abreviada de Parerga, editada por T. Balley Saunders (Studies in Pesimism: On the Suffering of the World, 1893), a Nietzsche a mediados de 1919 (SL 1.88), y el primer volumen de Der Untergang des Abendlandes en febrero de 1927, en la traducción inglesa de Charles Fr. Atkinson publicada el año anterior (SL 2.103). Consultó, a principios de los años 30, el segundo volumen de esta obra, sin llegar a leerlo, según testimonio de una carta a Alfred Galpin fechada en octu-bre de 1932 (no publicada, conservada en la Biblioteca John Hay de la Universi-dad de Brown, Rhode Island).

    29 Ténganse en cuenta los siguientes ejemplos: en At the Mountains of Ma-dness (1931) Lovecraft describe el gobierno de los Antiguos como esencialmente socialista, y su decaer, paralelo a la ascensión de sus esclavos –los shoggoths– al poder (léase una parábola de la ascensión del cristianismo y de los afroamerica-nos); en The Shadow Out of Time (1934–5) el sistema político y económico de la Gran Raza es descrito como “socialismo fascístico”, es decir, un socialismo que concibe a los seres humanos como natural y cualitativamente diferentes, dejando el poder en manos de una pequeña minoría –aristocracia– educada y dedicada, en este caso, a recopilar todos los conocimientos científicos del Universo para su gran biblioteca. En la primera de estas historias, los Antiguos atravesaron el es-pacio entre las estrellas, prescindiendo de toda tecnología, con sus grandes alas membranosas, mientras la Gran Raza de The Shadow Out of Time hace uso de la tecnología para permitir el libre ejercicio estético en las artes literarias o pictóricas de sus individuos.

    30 SL 5.321. Cursiva y mayúscula en el original.

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    La actual guerra europea, ocurriendo como hace en una edad de histérico sentimentalismo y de falsas doctrinas políticas, ha evocado por parte de los simpatizantes de cada sistema de belige-rancias un torrente sin precedente de indiscriminada denuncia.

    El idealista afeminado, medio despierto de su rosada visión de fraternidad universal, chilla ante la matanza mutua de sus compa-ñeros, o selecciona actos individuales de crueldad o traición como los objetos de su rabia bienintencionada; mientras que el socialis-ta errático, saturado con falsas nociones de igualdad y democra-cia,�1 delira interminable contra los crueles sistemas de gobierno que sacrifican pacíficos campesinos a la avaricia y ambición de sus amos guerreros.32

    Pero aunque el filósofo sobrio percibe en la guerra un fenóme-no eminentemente natural y absolutamente inevitable; aunque él se da cuenta de que las masas de la humanidad deben permane-cer sujetas conforme a la voluntad de una aristocracia dominante siempre y cuando la actual estructura del cerebro humano lo so-porte; él puede sin embargo encontrar en tal colosal conflicto una amplia causa para el pesar más profundo y la aprehensión más severa.�� Muy por encima de crímenes nacionales tales como el complot Serbio contra Austria34 o el desprecio alemán a la neu-tralidad belga,35 muy por encima de tristes sucesos tales como la destrucción de vidas inocentes y de propiedades, asoma el crimen supremo, una ofensa no sólo contra la moralidad convencional sino contra la Naturaleza misma; la violación de la raza.36

    En la alineación racial artificial de los diferentes poderes en guerra nosotros advertimos un desafío a los principios antropo-lógicos que no pueden sino presagiar enfermedad para el futuro del mundo.

    Que el mantenimiento de la civilización descansa hoy sobre las magníficas reservas teutónicas, representadas igualmente por los dos rivales en flagrante lucha, Inglaterra y Alemania, así como

    31 Diversas opiniones sobre la democracia en el epistolario lovecraftiano se encuentran recogidas en Guarde, p. 14, n. 23.

    32 Cf. “El Sr. Isaacson ... está simplemente siguiendo una común falacia anár-quica, creyendo que las guerras son forzadas sobre las masas por tiránicos gober-nantes. Esta creencia, extremadamente popular hace unos meses, ha recibido un fuerte golpe a través de los actos del pueblo italiano al forzar a su reluctante go-bierno a unirse a los Aliados” (The Conservative, 1/2, julio de 1915, p. 10, cursiva nuestra). Lovecraft se está refiriendo aquí a la reclamación de liberales y naciona-listas italianos –más tarde se les unirían los socialistas–, a través del Tratado de Londres, del Trentino austríaco y el vecino Trieste, presagiada ya en la Semana Roja de junio de 1914. Italia se había mantenido apartada del conflicto excusándo-se en el carácter defensivo de la Triple Alianza, a la que renunció con este tratado el 26 de abril de 1915. En él se estipulaba secretamente la entrega de diversos te-rritorios a Italia tras la finalización de la guerra. El 23 de mayo Italia declarará la guerra al Imperio Austrohúngaro.

    33 Idea que se remonta a Heráclito, más ampliamente desarrollada en “Nie-tzscheanismo y realismo”, trad.cit.

    34 El asesinato del archiduque Franz Ferdinand de Austria el 28 de junio de 1914, perpetrado por el joven servio Gavrilo Princip, miembro de la radical socie-dad secreta Mano Negra, para la creación de la Gran Servia.

    35 Durante la Gran Guerra, Bélgica permaneció neutral de acuerdo con las obligaciones diplomáticas establecidas en Prusia con el Tratado de Londres de 1839, actitud que Lovecraft encontraba respetable por no intervenir en un conflic-to indudablemente fratricida. Alemania, no obstante, masacró diversas ciudades belgas, violando este tratado y sus posteriores ratificaciones. Véase larry zuCker-Man, The Rape of Belgium: The Untold Story of World War I, New York Univer-sity Press, Nueva York, 2004. Este autor defiende, como hiciera Lovecraft casi un siglo atrás, la culpabilidad histórica y ética de los Estados Unidos por no haber tomado antes parte en el conflicto.

    36 Esta idea aparece recogida en una obra que Lovecraft devoró con avidez, The Color Line: A Brief in Behalf of the Unborn (1905), de William Benjamin Smith, en donde leemos que “la idea de la raza ... es, en realidad, lo más sagrado sobre la tierra” (p. 10).

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    por Austria, Escandinavia, Suiza, Holanda y Bélgica, es tan inne-gablemente cierto como vigorosa su disputa. El teutón es la cum-bre de la evolución.37 Para poder considerar inteligentemente su lugar en la historia debemos echar a un lado la nomenclatura po-pular que confundiría los nombres “teutón” y “alemán”, y verlo no nacional sino racialmente, identificando su fundamental reserva con el alto, pálido, de ojos azules, pelo rubio y cabeza alargada, el “Xanthochroi” descrito por Huxley,38 del cual la clase de idiomas que llamamos “teutónicos” surgió, y que constituye hoy la mayo-ría de la población teutónico–parlante de nuestro globo.39

    Aunque algunos etnólogos han declarado que el teutón es el único, verdadero ario, y que los idiomas e instituciones de las otras razas nominalmente arias derivaron sólo de su discurso y costumbres superiores;40 no es, sin embargo, necesario que acep-temos esta atrevida teoría para apreciar su vasta superioridad con respecto al resto de humanidad.

    Recorriendo los andares del teutón a través de la historia me-dieval y moderna, no podemos encontrar excusa posible para negar su cierta supremacía biológica. En lugares extensamente separados y bajo condiciones extensamente diversas, sus cuali-dades raciales innatas lo han educado para la preeminencia. No hay rama alguna de la civilización moderna que no sea obra suya. Mientras el poder del Imperio Romano decaía, el teutón ofreció a Italia, la Galia y España los elementos revivificantes que salva-ron a esos países de la completa destrucción.41 Y aunque perdido ahora en mayor grado entre la mezclada población, los teutones son los verdaderos fundadores de todos los así llamados estados latinos. La vitalidad política y social había huido de sus viejos ha-bitantes; únicamente el teutón era creativo y constructivo. Tras haber sido absorbidos los invasores teutónicos por los elementos nativos, las civilizaciones latinas declinaron enormemente, por lo que la Francia, Italia y España de hoy cargan con todas las marcas distintivas de degeneración nacional.42

    En las tierras cuya población es principalmente teutónica, per-cibimos una llamativa prueba de las cualidades de la raza. Ingla-terra y Alemania son los imperios supremos del mundo, mientras que las viriles virtudes de los belgas se han mostrado reciente-mente de forma que vivirán por siempre en la canción y la histo-ria.43 Suiza y Holanda son verdaderos sinónimos de la libertad.

    37 Sobre esta idea, véase el texto. En la antigüedad clásica y durante la Cris-tiandad, los teutones seguían siendo considerados modelos de conducta, como antepone San Jerónimo en una leyenda transmitida en su Carta 123 (233, 3257–8, =val. Max. VI, 1), fechada en el año 409. Según esta misiva, dirigida a una viuda de la Galia de nombre Ageruchia, las mujeres teutonas se suicidaron antes de ver-se sometidas al Imperio Romano.

    38 Thomas Henry Huxley (1825–1895) denominó a la raza caucásica del norte “Xanthochroi” (del griego “xanthos”, “amarillo”), distinguiéndola de los latinos de piel más oscura o “Melanochroi”, en On the Methods and Results of Ethno-logy (Proceedings of the Royal Institution of Great Britain, Londres, 1865, vol. 4, pp. 461–463) y “On the geographical distribution of the chief modifications of Mankind” (Journal of the Ethnological Society of London, Nes Series, 2 (1870), pp. 382-384, originalmente leído ante la Sociedad Etnológica de Londres el 10 de mayo de ese mismo año).

    39 Sobre la lengua teutónica, la fuente es thoMas h. huxley, “On the Ar-yan Question and Pre–Historic Man”, The Nineteenth Century, 28 (1890), pp. 750–777.

    40 Posible referencia a Charles Morris, The Aryan Race: its Origins and its Achievements (Londres, 1888). A él siguieron Georges Vacher de Lapouge (L’Aryen et son rôle social, París, 1899, publicado en inglés en Londres este mis-mo año, bajo el título The Aryan and his Social Role) y William Z. Ripley (The Races of Europe: A Sociological Study, D. Appleton, Nueva York, 1899). Una interesante bibliografía a este respecto puede encontrarse en david paul Crook, Darwinism, war, and history: the debate over the biology of war from the “Ori-gin of species” to the First World War, Cambridge University Press, Cambridge, 1994, p. 229, n. 76.

    41 Aunque históricamente inexacto, Lovecraft se estaría refiriendo a las inva-siones ostrogodas en Italia, francas en la Galia y visigodas en España. Los vánda-los invadieron todos estos territorios y los visigodos alcanzaron también Italia.

    42 La misma idea será retomada en “Nietzscheanismo y realismo”, trad.cit.43 Referencia a la resistencia belga a la guerra fratricida.

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    Los escandinavos están inmortalizados por las hazañas de los vi-kingos y normandos, cuyas conquistas sobre el hombre y la natu-raleza se extendieron desde las soleadas orillas de Sicilia44 hasta los reductos glaciales de Groenlandia, llegando incluso a nuestro propio, lejano Vineland a través del mar. La historia de Estados Unidos es un largo panegírico del teutón, y continuará siendo así si la degenerada inmigración puede frenarse a tiempo para pre-servar el carácter primitivo de la población.

    La mente teutónica es dominante, templada y mesurada. Nin-guna otra raza ha demostrado una capacidad igual para el gobier-no autónomo. Es un hecho significativo que ni la más mínima pul-gada de territorio teutónico esté gobernada sino por sus propios habitantes.45

    La división de tan espléndidas reservas contra sí mismas, cada facción representativa aliándose con inferiores extranjeros, es un crimen tan monstruoso que el mundo bien puede detenerse ate-rrorizado.46 Alemania, es verdad, posee cierto aprecio por la mi-sión civilizadora del teutón, pero ha permitido que sus celos para con Inglaterra conquisten su ardor intelectual e interrumpan la raza en una infame e innecesaria guerra.

    Ingleses y alemanes son hermanos de sangre, descendidos de los mismos severos antepasados adoradores de Woden,47 bende-cidos con las mismas fuertes virtudes, y encendidos con idénticas nobles ambiciones. En un mundo de razas diversas y hostiles la misión común de estos hombres viriles es la unión y cooperación con sus compañeros teutones en defensa de la civilización contra los violentos ataques de los restantes. Al teutón le queda trabajo por hacer. Como unidad debe en épocas venideras aplastar suce-sivamente los emergentes poderes de eslavos y mongoles, preser-vando para Europa y América la gloriosa cultura que ha desarro-llado.

    Es por ello que tenemos razones para llorar menos ante la exis-tencia o causas de esta formidable refriega, que ante su carácter artificial y fratricida; en la autoeliminación de la única poderosa rama de la humanidad de la cual el futuro bienestar del mundo depende.

    44 Scicily] Sicily. Común error de impresión en muchas obras de la época. Nótese que en el primer número de The Conservative (p. 1) el editor se excusa por los errores de corrección ocasionados por el repentino cambio de impresor. A par-tir del segundo número y hasta el sexto (2/2, julio de 1916) la tarea recaerá sobre Albert A. Sandusky y su The Lincoln Press. Los restantes números debieron haber sido impresos por la propia NAPA/UAPA, salvo el último, a cargo de la imprenta de C.A.A. Parker, en Massachusetts.

    45 Cf. SL 4.256: “Todas estas razas diversas han tenido que tomar su lengua y tradiciones del conquistador rubio –y aún así hasta este día no hay ni un sólo grupo nórdico que posea un idioma o institución diferentes a los de sus ancestros arios ”.

    46 stand akast : stand aghast enmendado por Lovecraft supra lin. 47 Deidad principal del panteón anglosajón pagano, equivalente al dios nór-

    dico Odín.

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    eL crimen de crímenes.Lusitania, 1915

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    “Virescit vulnere virtus”48

    Enloquecido con la sangre belga tan recientemente derramada,El bestial prusiano busca el lecho oceánico;En el reino de Neptuno el miserable cobarde acecha,Y sobre el mundo su acostumbrado mal realiza.Como furtivo chucho, muerde donde nadie se opone;Victorioso sobre inocentes, su valor crece.

    En fatídico día (ojalá tal nunca más sea)Un imponente navío abandonó la orilla de Columbia;49

    Sobre el oleaje en intrépida grandiosidad cabalgó,No temiendo soportar su ingenua, desamparada carga.Ningún riesgo humano el vigilante capitán50 corrió,Protegido por las comunes leyes del hombre.¡Las leyes del hombre! ¿Qué leyes pueden contener o refrenarAl lobo prusiano, de humanidad abandonada?Su frívola amenaza, demasiado horrorosa para ser creída,Con su viciada verdad zambulló naciones en sufrimiento.El sol era brillante, el mar por el viento no agitado,Mientras el orgulloso barco se alejaba de las costas de Hibernia.51

    Asegurado en su inocencia, surcó el piélago,Y despreció el terror a hostil embarcación o mina.¡Oh, incomparable infamia! ¿Puede cerebro mortal algunoConcebir al enemigo que acecha allende alta mar;Que contempló con sangriento regocijo la vigilante gavillaQue pacía en la cubierta, y veía la distante tierra?52

    ¡Quédate, llorona Musa! No mores ante la vistaQue convierte el brillante día en infernal noche;No cantes al misil, enviado con endiablado propósito,Su tañido que a voces no ofendidas reclama:Cosas tales a humanos escasamente pertenecen,Ni forman un legítimo tema para rima o canción.Golpeado por el proyectil del ruin,53 una fatídica marca,

    48 “Florece de la herida la virtud”, aulus Furius antias (fl. 100 a.C.), ap. Gell. N.A. XVIII.xi.4. Esta frase, que forma parte del escudo y es lema de diversos cla-nes escoceses (los Brownrigg, Burnet, Galloway, Greene, Stewart, etc.), fue trans-mitida a través de los emblemas de los humanistas italianos renacentistas hasta María I de Escocia, quien bordó esta frase en su famoso “Marian Hanging” como regalo al Duque de Norfolk, simbolizando la pronta muerte de Elisabeth I y el ascenso del Duque a la corona inglesa, en matrimonio con la propia María, hecho que nunca llegó a producirse. El escudo de los Burnet conserva todavía el diseño del bordado, una mano sostiendo un garfio, que puede verse en M. Bath, Emblems for a Queen: the Needlework of Mary Queen of Scots, Archetype Pub., Londres, 2008, fig. 3.11.

    49 Nombre poético de América, por su descubridor, Cristóbal Colón, que re-afirmaba el sentimiento de apego al Viejo Mundo.

    50 El capitán William Thomas Turner, de larga experiencia y uno de los más respetados de la ya legendaria Cunard Line, retomó el mando del Lusitania cuan-do “Fairweather” Dow renunció a su cargo por miedo a la guerra. Turner recibió un aviso para alterar el rumbo y evitar ser detectado, aviso que, según parece, obvió. Detectado por un submarino U-20 alemán al mando del Capitán teniente Walther Schwieger, el Lusitania fue torpedeado a las 14:10 del 7 de mayo, y su ca-pitán, tras el hundimiento, rescatado por el Bluebell. Sobre el incidente, véase d. preston, Lusitania: An Epic Tragedy, Berkley Books, Nueva York, 2002.

    51 Nombre latino de Irlanda. El Lusitania se dirigía a Liverpool evitando parar en Queenstown (actual Cobh) ante la amenaza de submarinos alemanes en sus aguas, y en el momento de ser torpedeado se alejaba de la isla irlandesa de Cléire.

    52 Tras el ataque, el capitán intentó maniobrar para llegar a la cercana costa, sin éxito.

    53 Aunque Schwieger había permitido a los pasajeros de otra embarcación salvarse antes de hundirla, decidió no avisar al Lusitania por miedo a recibir dis-paros desde la cubierta, como, efectivamente, había ordenado el capitán.

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    Bajo los mares desciende el infortunado alarido.54

    Sus barcos gemelos, por prusianas amenazas demorados,55

    Aunque ávidos, impotentes son sin embargo al asistirlo.¡Tres veces maldito Dios! ¡Tu presa ya cayó,Mas tú necesitas tener cientos de inocentes ahogados!56

    Con el crimen cumplido, ahora el enemigo retrocede,Y en su acobardado vuelo relata sus obras.¡Venganza! Desde afines naciones llega el llanto.¿Deben mortales así sin ofensa alguna morir?¿Deben rabiosos lobos sin castigo alguno rapiñar las olas,Y golpear al azar cuando ningún hombre pueda salvarles?¡Leyes del mundo! ¿no tenéis acaso fuerza para golpearLas infernales hordas que al mundo horrorizan?¿Debe todo hombre bajo tal prusiana locura caer,Y negra barbarie devorarnos a todos?¡Despertad! ¡vosotros aletargados hemisferios, para golpearLa sierpe que nos desafía a todos por igual!La serpiente que extiende sus retorcidos, venenosos lazosSobre la hermosa tierra, y que todo lo que ve despoja.¿No has siquiera en tu infancia oídoLa mística mención de la Sagrada Palabra,Que ella, la sierpe que magulle nuestro talón,Debe a su vez nuestras fuertes magulladuras sentir?57

    La hora ha llegado, nuestro talón ha sentido su picadura;Dejemos ahora que nuestra justa ira su caída traiga.Dejemos que el hombre, unido, aplaste esa sibilante cabezaQue todo el mundo ha aprendido a odiar y temer.Estrangula la vil amenaza que se abre tan sólo para mentir,Y en su veneno deja a la víbora morir.¡A las armas! ¡vosotras naciones, y aclamad la auroraDonde una segunda libertad pueda nacer!

    54 El torpedo tocó estribor, en la parte posterior el puente, que inutilizó la maquinaria y hundió el barco en 18 minutos.

    55 El barco gemelo del Lusitania, el Mauretania, se encontraba en realidad anclado en Liverpool a causa de la falta de pasajeros. Lovecraft probablemente se esté refiriendo, además, al Aquitania, que se encontraba entonces en Gallipoli, Turquía, sirviendo como barco hospital en la Batalla de los Dardanelos.

    56 Los 128 americanos que viajaban a bordo, de un total de 1959 personas, entre tripulación y pasajeros.

    57 Gén 3:15: “Pongo perpetua enemistad entre ti y la mujer y entre tu linaje y el suyo; éste te aplastará la cabeza, y tú le morderás a él el calcañal”.

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    h. p. lovecraft:una visión en verso de La gran guerra

    Deteriores omnus sumus licentia.58 Con estas palabras del comediógrafo romano Terencio comienza Lovecraft uno de sus primeros ensayos sobre la importancia del ritmo métrico y de la poesía en la nueva literatura contemporánea, un verso, además, con el que bien puede resumirse la teoría histórico–racial de su autor en torno al conflicto bélico que sacudía su Vieja Inglaterra a principios de siglo, la Gran Guerra. Los poemas aquí presentados constituyen una breve antología de este período, en el que Love-craft, a través de la prensa amateur, hizo valer un ideal político tan propio de la aristocracia protestante a la que pertenecía como común a su tiempo, y que cruzaría el Atlántico para ser incluso leí-do en las viejas tierras de la Reina Victoria. La elección del verso, y en concreto del dístico heroico,59 como vehículo de expresión, además de indicar cierto nexo con la tradición clásica y los poetas georgianos del s.XIX, presupone según palabras de su autor una motivación tanto natural como estética:

    La naturaleza es en sí misma una sucesión interminable de impulsos regulares. La fija repetición de las estaciones y de la luz de la luna, el ir y venir del día, el flujo y reflujo de las mareas, los latidos del corazón y las pulsaciones... se han

    58 “Deteriorados somos todos por la licenciosidad”, ter. Haut. 483. Lovecraft cita este verso en “Metrical Regularity”, The Conservative, 1/2 (julio de 1915), p. 2. El texto original de Terencio vocaliza el plural sumus en sumu’, por lo que Love-craft debió extraer la cita de una fuente secundaria, muy probablemente destinada al aprendizaje de la lengua latina.

    59 El dístico heroico se caracteriza por poseer cinco pies rimados yámbicos, comúnmente representados en lírica inglesa como x / x / x / x /. El famoso dístico introducido por Lovecraft en The Nameless City (1921) sigue precisamente esta forma: “That is not dead which can eternal lie / And with strange aeons even death may die”. Lovecraft discute esta forma poética en ensayo “Metrical Regularity”, The Conservative, 1/2 (julio de 1915), p. 3.

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    combinado todos para inculcar en el cerebro humano un sentido rítmico que se manifiesta tanto en la más inculta, como en la más pulida de las gentes.60

    Esta visión mecanicista de la poesía como un proceso evolu-

    tivo y necesario “desde fuentes eminentemente naturales”, que ha llevado al hombre, desde el salvaje con sus cánticos religiosos hasta el griego con su métrica cuantitativa, hasta, finalmente, el verso inglés basado en la acentuación, hace del poema, del ritmo y de la rima procesos lógicos inalterables que demanda toda bue-na y correcta literatura, frente a esas “formas de decadencia ma-nifestadas en el arte poético de la presente época... la alarmante decadencia de esa harmoniosa regularidad métrica que adornaba la poesía de nuestros inmediatos antepasados”. Esta exigencia lo-vecraftiana es, a día de hoy, tan necesaria como lo fuera hace un siglo, si no más.61

    En efecto, lo que el literato está señalando es precisamente la fundamental incoherencia a la que se enfrenta toda la moderni-dad al asumir, por un lado, la teoría evolutiva darwiniana como aplicable a todos los ámbitos socio–históricos del individuo y, por otro, justificando su propia ignorancia, mediocridad y vulgaridad estética bajo el adagio del cambio, la novedad y el progreso, pro-tegidos todos ellos por el darwinismo pero, a su vez, traicionan-do la base fundamental de éste: que la evolución consiste en un avanzar natural hacia algo mejor, más excelso y complejo, frente a la grosera artificiosidad del cambio radical y la poco cándida sim-pleza de su licenciosidad literaria (estética, verso libre) y social (la Gran Guerra).62 Esto convierte a los autodenominados “liberales” y a los progresistas aborrecedores del orden, ya sea en el terreno político como en el literario o jurídico, en licenciosos y radicales enemigos de una belleza y de un placer estético que, aun sabiendo dudosamente apreciar, no son ni serán jamás capaces de crear. Ellos son los destructores de Europa y de la civilización y los ba-nalizadores de su arte.

    Si bien el mismo Lovecraft calificó su noviciado poético, con la habitual humildad y modestia de un gentleman sajón, como el de “un crónico e inveterado imitador; permitiendo que mis anti-cuarias tendencias sacasen lo mejor de mi abstracto sentimiento poético... como medio para recrear a mi alrededor la atmósfera de mis favoritos del s. XVIII... el ambiente georgiano”,63 sus mo-dernos críticos no han dudado en condenar su estilo poético de “enteramente despreciable”, “un rotundo fracaso”64 e incluso “ba-

    60 Íbidem, pp. 2–3. Las citas consecutivas corresponderán, igualmente, a este ensayo, si no se precisa lo contrario.

    61 Si no basta con preguntarnos por qué una generación como la actual es in-capaz de comprender en el s. XX y XXI el latín clásico en el que nuestros antepasa-dos de más cultura se expresaron desde el Imperio Romano hasta finales del s.XIX –o, mutatis mutandis, por qué los cultos lectores de chino moderno no dejan de acobardarse ante la extrañeza del chino clásico, igualmente leído hasta finales del s. XIX–, síntoma indudable de esta decadencia literaria lo constituye la colección de textos griegos de Oxford Classical Texts, que desde la edición de 1990 de Sófo-cles, y tras cien años presentando sus introducciones en latín a expertos eruditos, se ha decidido por una “más accesible” edición inglesa.

    62 Aunque la teoría de la evolución no predice cambios necesariamente “me-jores”, sino la especialización de los individuos y su adaptabilidad al medio en el que viven. Sobre el verso libre véase también “The Allowable Rhyme”, The Con-servative, 1/3 (octubre de 1915), pp. 3–6, y “The Verse Libre Epidemic”, The Con-servative, 2/4 (enero de 1917), pp. 2–3.

    63 Carta a Elisabeth Toldridge, el 8 de marzo de 1929, en SL 2.314–5 (Selected Letters II (1925–1929) (a. derleth/J. turner, eds.), Arkham House, Sauk City, 1968). Cf. “Vaya desorden de mediocre y miserable basura” (SL 1.60, a Rheinhart Kleiner, 4 de abril de 1918, en Selected Letters I (1911–1924) (a. derleth/d. Wan-drei, eds.), Arkham House, Sauk City, 1965); “Elimina la forma, y nada queda. No poseo ninguna habilidad poética, y todo lo que salva mi verso de la total inutilidad es el cuidado que concedo a su construcción métrica” (SL 1.3–4, a Maurice W. Moe, diciembre de 1914).

    64 S.T. Joshi, H.P. Lovecraft: A Life, Necronomicon Press, Rhode Island, 1996, p. 122. Poco después, el afamado editor afirma con gran erudición sobre algunos de estos poemas que “sería una bendición si estas cosas, de alguna forma, desapareciesen” (p. 125).

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    sura del siglo dieciocho”,65 valoración escatológica que revela des-graciadamente más del carácter del crítico que no del estilo de su objeto de estudio. Si influyente sobre su verso fueran los dísticos heroicos de un Alexander Pope (1688–1744), traductor de Home-ro, así como el discutido inventor de Ossian, James Macpherson (1736–1796), no es menos cierto que más allá de sus exaltadas lecturas georgianas un aire de sano clasicismo le fue ya insufla-do por la Eneida en traducción de John Dryden (1631–1700), las Metamorfosis de Ovidio, el polémico John Milton (1608–1674) o las Hudibras de Samuel Butler (1612–1680).66 Su preferencia por estos autores y en especial por el dístico heroico de Pope y Dryden –pentámetros yámbicos con rima masculina– debe mucho a sus versiones de los poetas clásicos, Homero y Virgilio, al concebir en ellos el punto culminante de la evolución literaria europea: la expresión del mundo poético heleno, de la mente griega y latina, con la fuerza del verso inglés, teutón. ¿Qué mayor gloria que can-tar la nueva Ilíada entre ingleses y alemanes con el mismo verso empleado por aquellos?

    Por Woden, ¿no fueron nuestras hazañas y batallas, nuestras victorias e im-perios, todos parte de un poema más maravilloso que cualquiera que Homero pudiera haber sacudido de una lira griega?67

    Tal violencia poética, en la que Lovecraft se deleita con morbo-so placer, puede sorprender únicamente al lector moderno igno-rante de Homero, Virgilio y las Eddas nórdicas, aferrado al opti-mismo autoconfiado, a emociones sentidas y a idealismos insípi-dos que reclaman “una literatura didáctica que ‘eleve’ al lector”68 a la réalité irréel, transformando la paradoja de Roland Barthes: una realidad fija, fotografiada, pero que nunca fue. Tal vez, por ello, sea éste el momento de mirar atrás en el tiempo y reivindicar de Heráclito y Homero esa Aura perdida entre los placeres de la triunfante y caótica masa que lideró el Terreur francés, y afirmar orgullosos con Lovecraft:

    Dejemos de pensar irrealidades, o de proferir tan benevolentes como vacíos lemas, “desarme” y “hermandad universal”. No vivimos en el Paraíso sino en la Tierra; y saldremos mejor parados si formamos las harmoniosas fuerzas de la civilización de un modo práctico en vistas a un objeto alcanzable, antes que colocar precipitadamente juntas culturas opuestas y distintas, en la vana espe-ranza de realizar un fantástico e imposible ideal.69

    65 WinField t. sCott, Exiles and Fabrications, Doubleday, Nueva York, 1961, p. 76. Para una crítica positiva a la poesía de Lovecraft, véanse las palabras del poeta canadiense John Ravenor Bullen, recogidas en Joshi (1996), p. 123–4.

    66 Varias de estas influencias son enumeradas en Joshi (1996), p. 122. La in-fluencia de varios de estos poetas puede verse en los elogios que les concede en The Conservative, por ejemplo 1/1 (abril de 1915), p. 4; 1/3 (octubre de 1915), pp. 3–6. A su vez, Lovecraft parece haber traducido parte sino la totalidad de las Metamorfosis en su poema homónimo, además de haberse inspirado en la tra-ducción de Pope para su “The Poem of Ulysses”. Sobre estos dos poemas véase Ancient Track. The Complete Poetical Works of H.P. Lovecraft (s.t. Joshi, ed.), Night Shade Books, San Francisco, 2001, p. 473.

    67 Carta a Frank Belknap Long, 11 de diciembre de 1923, en SL 1.274. De los poemas aquí presentados sólo cuatro de ellos no están compuestos en dísticos heroicos: “Britannia victura” e “Iterum conjunctae”, en tetrámetros yámbicos de rima femenina; “Ad britannos––1918”, en hexámetros yámbicos también en rima femenina; y “An American to the British Flag”, con alternancia de dos tetrámetros y un trímetro yámbicos, masculinos y femenino respectivamente.

    68 SHL, p. 105.69 “The League”, The Conservative, 5/1 (julio de 1919), p. 10.

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    “canto de bataLLa deL teutón”

    Publicado originalmente en The United Amateur (15/7, febrero de 1916, p. 85), Lovecraft menciona “The Teuton’s Battle–Song” en una carta a Maurice W. Moe, fechada el 17 de diciembre de 1914. El tema del poema es, como el mismo autor precisa en la nota que sigue a sus versos, añadida a continuación (pp. 85–86), “la implacable ferocidad e increíble valentía del moderno solda-do teutón”, legado póstumo de dioses nórdicos y herencia de hé-roes vikingos. Unos meses después de su publicación precisaba, en el número de junio de The United Amateur, que “‘El Canto de Batalla del Teutón’ es un intento del actual crítico de ver los principios de la guerra humana sin los hipócritas anteojos del sentimentalismo”, o como reflejarán sus posteriores creaciones “weird”, mostrar los hechos desde la perspectiva de una cons-ciencia supra–humana, divina, situada más allá de todo bien o mal, que contemple como Thor los avatares de nuestra existencia como un mero juego.

    En efecto, la batalla final del Crepúsculo de los Dioses, el Rag-narok, presenta ya in nuce todos aquellos elementos que veremos emerger en el horror cósmico lovecraftiano de The Call of Cthul-hu (1926, pub. 1928), The Dunwich Horror (1928, pub. 1929), At the Mountains of Madness (1931, pub. 1936) o The Colour Out of Space (1927): dioses poderosos que disfrutan con placer del sufrimiento humano, transcendiendo nuestras vanas y terrenales emociones; razas divinas en flagrante contienda por una nueva tierra que no habrá de recibir ser humano alguno –no, al menos, las actuales razas que conocemos–. Pero esta temprana visión de un nuevo reino recreado por Alfadur, que recuerda a esas bellas palabras en The Poetry and the Gods (1920) –“que los dioses no han muerto jamás, sino que yacen durmiendo y sueñan sueños de Dioses en Hespéridos jardines poblados de lotos más allá del dorado crepúsculo”, y cercano su despertar amanece ahora el día “en el cual los hombres deban responder tras haberlos negado durante siglos”–,70 acabará dando forma a una imagen antagóni-ca, a este “optimismo autoconfiado”, a esa “literatura didáctica”, insípida, ingenua e idealista, que busca alejarse de la cruenta y aterradora realidad y teme enfrentarse a los abismos desconoci-dos de los confines del universo y de la ciencia.71 No en vano, este mismo relato da comienzo con la húmeda y oscura imagen de la Gran Guerra, una tarde de abril de 1919, el mismo marco histórico de su primeriza Dagon (1917, pub. 1919), relato que sería poste-riormente reconsiderado, dando lugar a una de sus más afamadas historias: The Call of Cthulhu.72 En la confluencia de todos estos elementos históricos (la Primera Guerra Mundial), raciales (la in-migración neoyorkina) y argumentales (el fenómeno como héroe) se halla la génesis de su prosa, de su horror cósmico y de toda su profunda y pesimista filosofía.

    Dos palabras finales cabe añadir para la correcta lectura de este poema: una en cuanto a la interpretación histórica del mis-mo; otra en cuanto a los orígenes de la dramatización trágica representados en el epígrafe latino. La batalla escandinava es-cenificada por Lovecraft con genial maestría poética y su ya tan notoria cuan pesada adjetivación –familiar a todo lector de Poe– nos sitúa en la Europa de la Gran Guerra, con dos bandos que,

    70 The Poetry and the Gods, publicado en septiembre de 1920 en The United Amateur, 20/1, pp. 1–4, bajo el pseudónimo de Henry Paget-Lowe, en colabora-ción con Anna Helen Crofts.

    71 Supernatural Horror in Literature (SHL), en At the Mountains of Mad-ness. The Definitive Edition (C. Miéville, ed.), The Modern Library, Nueva York, 2005, p. 105.

    72 Joshi (1996), p. 401. Tanto Dagon como The Call of Cthulhu se basan en sendos sueños que Lovecraft recogió en sus notas y epístolas (véase las entradas a ambas historias en An H.P. Lovecraft Encyclopedia (s.t. Joshi/d. sChultz, eds.), Greenwood, Connecticut, 2001, pp. 28–9 y 58).

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    aunque hermanos de sangre, se han comprometido a eliminarse mutuamente con la ayuda de sus naturales enemigos. Los dioses observan al soldado teutón combatiendo y sacrificando su fuer-za para alimentar el deleite del Valhalla, y a ellos, vencedores o vencidos, se les recompensa por igual –mas no a los cobardes que huyen de la responsabilidad de proteger su tierra, su san-gre–. Paralelamente, llegará el día en que esos mismos dioses se enfrenten mutuamente, aún siendo hermanos, y que su tierra, como el Midgard, sea arrasada por la crueldad de las hordas de Surtur. Un enfrentamiento póstumo entre los poderes teutones –ingleses y alemanes– que sólo será solventado cuando Alfadur, el Padre de Todo, haga aparición y auxilie a sus hermanos con la creación de un nuevo reino, una nueva paz a la que el teutón de-berá someterse tras sus infinitas luchas desde el Midgard hasta el Valhalla. Este Alfadur puede ser sugestivamente identificado con los Estados Unidos –nótese la imagen del águila en los ver-sos finales–, todavía dormidos observando el conflicto, y en los cuales el poeta deposita su confianza para la determinación del fin de las hostilidades.

    Regner Lodbrog (Ragnarr Loðbrók) había sido, precisamente, uno de esos héroes escandinavos que en el glorioso pasado de Eu-ropa –s. IX– habrían azotado los pueblos no nórdicos –latinos, celtas– y cristianos. Rey de Dinamarca y parte de Suecia, descen-diente del mismo Odín, su biografía se hunde en la leyenda y poco, salvo aquello que las sagas vikingas nos ofrecen, se sabe de su vida. Según una versión, Lodbrog habría sido lanzado por Aella, rey de Northumbria (Inglaterra), a un pozo repleto de serpientes, componiendo, antes de morir envenenado por las mordeduras de las sierpes, un largo quida o canto fúnebre titulado “Krákumál”. Esta épica composición, que habría de modelar en gran medida la concepción posterior del vikingo en la Europa cristiana, reci-bió la atención de Olaus Wormius (1588–1654), médico, artista y anticuario danés de la corte de Cristián IV, quien en su afán coleccionista de recopilar literatura escandinava presentó en su Litteratura runica la traducción latina del quida de Lodbrog.73 Lovecraft no sólo cita aquí esta versión, conocida a través de la controvertida obra de Hugh Blair, A Critical Dissertation on the Poems of Ossian, the Son of Fingal (Becket and Hondt, Londres, 1763, p. 6–9), que ofrecía tanto una traducción inglesa como el original latino de Wormius, sino que había adaptado también seis estrofas del mismo poema al inglés para su “Regner Lodbrog’s Epicedium”:

    Todas las olas se convirtieron en sangre vitalLa tierra con rezumante sangre volvióse carmesí;Bañada la espada con clamorosa notaEscudos partidos; armadura castigada.74

    La traducción correcta y completa del epígrafe que encabeza el poema es la siguiente: “Toda era una herida la ola / La tierra cálida enrojeciendo / Rechinaba la espada en las mallas / La espada par-tía los escudos... / No retrocede un hombre frente a [otro] hombre / Esto es lo que ennoblece al hombre fuerte por largo tiempo... / Satisfecho cerveza con los Áss75 / en el más excelso trono beberé / De la vida agotándose están las horas / Riendo moriré”.76

    73 o. WorM, Antiquitates danicae. Litteratura runica. Lexicon Runicum. Additamenta Fasti Danici, Copenhague, 1651, pp. 197 ss. Olaus Wormius es, por supuesto, el nombre del famoso traductor del grimorio Necronomicón en la nove-lística posterior, que Lovecraft sitúa erróneamente en el año 1228.

    74 IV.6–9 (WorM). Probablemente escrito a la vez que “The Teuton’s Battle–Song”, y publicado póstumamente en The Acolyte, 2/3 (1944), pp. 14–15. El poema no es, como han pensado sus críticos, una traducción literal, sino una adaptación modificada en función de las necesidades rítmicas de la lengua inglesa.

    75 Aesir, dioses principales del panteón nórdico.76 Las tres estrofas del poema original, separadas por puntos suspensivos, se

    corresponden, respectivamente, con IV.6–9, XXIII.4–5, XXIX.5–8.

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    canto de batalla del teutón

    “Omnis erat vulnus undaTerra rubefacta calidoFrendebat gladius in loricasGladius fludebat clypeos...Non retrocedat vir a viroHoc fuit viri fortis nobilitas diu...Laetus cerevisiam cum AsisIn summa sede bibamVitae clapsae sunt horaeRidens moriar.”

    reGner lodBroG

    El poderoso Woden ríe sobre su trono,Y una vez más reclama a sus hijos para sí mismo.La voz de Thor resuena de nuevo en lo alto,Mientras armadas Valquirias cabalgan desde el cielo:Los Dioses de Asgard todos sus poderes liberanPara desvelar al estúpido de su sueño de paz.¡Despertad! vosotros hipócritas, y dignaos a escudriñarLas acciones de vuestra “hermandad del Hombre”.77

    ¿Podrían vuestros estridentes pitidos en la raza reducirEl impulso guerrero puesto por la Naturaleza ahí?¿Dónde, ahora, las mansas máximas de la escuela,El canto de predicadores, y la Regla de Oro?¿Qué endeble palabra o doctrina puede ahora sostenerLa tribu cuyos padres poseyeron los dominios del Valhalla?Por demasiado tiempo comedida, la sangrienta tempestad

    [estalla,Y Midgard78 bajo el paso de guerreros tiembla.¡Directo a vuestra muerte, audaz Berserker! ¡e intentaCon actos de Divina valentía morir!¿Quién se preocupa en encontrar el cielo del sacerdote,Cuando sólo los guerreros pueden con Woden festejar?La carne de Schrimnir,79 y la copa de hidromiel,No son sino para aquél que cae en hazañas marciales:Aquel desafortunado rústico, que pasivamente encuentra su

    [final,Que nunca pueda en la corte del Valhalla competir.¡Asesinad, hermanos, asesinad! y bañaos en sangre carmesí;¡Dejad que Thor, triunfante, vea el juego una vez más!Todos los demás pensamientos se apagan en la niebla,Salvo atacar, o si atacado, resistir.Alístate, gran Alfadur,80 al choque de acero;¡En qué modo como un hombre cada bravo espadero se siente!Los gritos de dolor, los rugidos de desenfrenada rabia,En una vasta sinfonía nuestros oídos se embarcan.¡Golpead! ¡Abatidle! a quienquiera que bloquee el paso;¡Dejad que cada uno mate mucho antes de morir hoy!Montad sobre los débiles; realizad lo que podáis;¡Los Dioses son cordiales con el más fuerte hombre!¿Por qué debiéramos temer? ¿Qué mayor placer que éste?¡Tan sólo el Asgard podría darnos más dulce dicha!Mi fuerza está menguando, débilmente puedo verLas enyelmadas Valquirias cerca de mí.¡Diez más asesino! ¡Cuán extraño el pensamiento de temor,Con los mensajeros montados de Woden tan cerca!

    77 Referencia al slogan socialista, inspirado en su homónimo cristiano, que caerá en desuso en los Estados Unidos inmediatamente después del comienzo del conflicto europeo. El grito se dirige a los Estados Unidos.

    78 La Tierra de los humanos en la mitología nórdica, aquí, Europa.79 Jabalí mitológico matado cada noche por Andhrimnir y devorado por los

    Aesir y los guerreros muertos en batalla (einherjar). La bestia resucitaba de nuevo para servir de alimento al día siguiente.

    80 Antiguo dios nórdico, padre de todo o de todos los caídos en batalla, y título recibido por Odín como gobernante del Valhalla. Parece representar a los Estados Unidos, que Lovecraft deseaba se uniesen a la guerra europea.

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    La oscuridad llega; siento a mi espíritu ascender;Una amable Valquiria me conduce a los cielos.Con la conciencia clara, abandono la tierra de abajo,Los ilimitados placeres de los corredores de Woden conoceré.El naranjal de Glasir81 pronto contemplaré,Y en las lápidas del Valhalla seré registrado:Ahí, para permanecer, hasta que el cuerno de Heindall suene,Y el Ragnarok encierre rodeándola la creación;82

    Y el Bifrost se abrirá entre la audaz horda de Surtur,83

    Y Dioses y hombres caerán muertos bajo la espada;Cuando el sol muera, y el mar devore la tierra,Y las estrellas desciendan, y nada salvo el Caos permanezca.Entonces Alfadur creará su reino de nuevo,Y Dioses y hombres con una más pura vida serán investidos.En ese bendito país la Abundancia reinará,Ni vicio ni mal alguno de la tierra permanecerá.Entonces, no antes, los hombres sus batallas cesarán,Y vivirán por fin en paz universal.A través de despejados cielos el águila se elevará,84

    Y la felicidad prevalecerá por siempre.

    nota del autor

    El escritor procura aquí trazar la implacable ferocidad e increí-ble valentía del moderno soldado teutón hasta la influencia he-reditaria de los antiguos Dioses y Héroes del norte. A pesar del canto del defensor de la paz, debemos comprender que nuestra actual civilización cristiana, producto de una gente extraña, no descansa sino ligeramente sobre el teutón cuando está profunda-mente excitada, y que en el calor del combate es bastante propen-so a devolverla al tipo mental de sus propios progenitores adora-dores de Woden, sumiéndose a sí misma en ese soberbio afán de lucha que desconcertó a las cohortes conquistadoras de un César, y humilló las orgullosas aspiraciones de un Varo.85 Aunque apare-ciendo más abiertamente en el prusiano, cuyos actos de violencia son así generalmente condenados, este ardor marcial nativo no es en modo alguno característico de él, sino que, al contrario, es patrimonio común de cada rama de nuestra indómita raza xan-tocroica,86 tanto británicos como continentales, cuyos remotos antepasados fueron las incontables generaciones criadas en los severos preceptos de la viril religión del norte. Mientras podemos con justicia deplorar el excesivo militarismo del Kaiser Wilhelm y sus seguidores, no podemos asentir correctamente con aquellos afeminados predicadores de hermandad universal que niegan la virtud de esa fuerza varonil que mantiene nuestra gran familia del norte de Europa en su posición de indiscutible superioridad sobre el resto de la humanidad, y que en su más pura forma es hoy

    81 Naranjal de hojas doradas frente a los corredores del Valhalla.82 Según la mitología escandinava, cuando Heimdall haga sonar su cuerno

    Gjallarhorn, el destino final de los dioses o Ragnarok llegará, con el enfrentamien-to final entre diversos Aesir y la completa inundación de la tierra.

    83 Bifrost: puente de arco iris entre el Asgard y el Midgard, que descansa so-bre la morada de Heimdall en Himinbjörg. Surtur: gigante escandinavo (jötunn) que luchará con su brillante espada –referida en el verso siguiente– contra los Aesir en la batalla final del Ragnarok. Su horda son los hijos de Muspelheim, el reino del fuego, con los que vencerá sobre Freyr. Lovecraft podría estar aludiendo a las hordas germanas, venciendo sobre Europa, pero siendo finalmente derrota-das por los Estados Unidos (Alfadur).

    84 El águila calva, símbolo de los Estados Unidos desde su incorporación al Gran Sello en 1782, por Charles Thomson, mantiene en sus garras tanto unas ra-mas de olivo –la paz– como unas flechas –la guerra–.

    85 Un significativo 9 de septiembre del año 9, Varo falleció perdiendo sus tres legiones, XVII, XVIII y XIX, luchando contra los germanos liderados por Arminio, en la fatídica batalla de Teutoburgo (actual Osnabrück).

    86 Esto es, la raza nórdica o teutonisch, que Huxley denominó xantocroica (“de color amarillo o rubio”) en On the Methods and Results of Ethnology, Proceedings of the Royal Institution of Great Britain, Londres, 1865, vol. 4, pp. 461–463.

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    el baluarte de la Vieja Inglaterra. No es necesario decirle a una audiencia culta que el término “teutón” no está en modo alguno conectado con el moderno Imperio Germánico, sino que abraza la totalidad de la reserva norteña, incluyendo ingleses y belgas.

    En la religión norteña, Alfadur, o el Padre–de–Todo, fue una vaga aunque suprema deidad. Bajo él se encontraban, entre otros, Woden, u Odín, prácticamente la deidad suprema, y el hijo mayor de Odín, Thor, el Dios de la Guerra. El Asgard, o cielo, era la mo-rada de los Dioses, mientras el Midgard era la tierra, o residencia del hombre. El arco iris, el puente de Bifrost, que conectaba las dos regiones, estaba custodiado por el fiel vigilante Heindall. Wo-den vivía en el palacio del Valhalla, cerca del naranjal de Glasir, y tenía como mensajeras en la tierra a las Valquirias, armadas, enmalladas vírgenes montadas que conducían desde la tierra al Asgard a aquellos hombres que habían caído valientemente en batalla. Sólo aquellos que así cayesen podían gozar al máximo de los placeres del paraíso. Estos placeres consistían en la alternan-cia de festines y luchas. En los festines de Woden en el Valhalla se servía la carne del jabalí Schrimner, el cual, aunque cocinado y comido en cada banquete, recuperaría su condición original al día siguiente. Las heridas de los guerreros en cada combate celestial eran milagrosamente curadas al final de la lucha.

    Pero este cielo no duraría por siempre. Algún día llegaría el Ragnarok, o el Crepúsculo de los Dioses, cuando toda la creación sería destruida, y todos los Dioses y hombres salvo Alfadur pe-recerían. Surtur, tras matar al último de estos Dioses, quemará el mundo. Después, el supremo Alfadur hará una nueva tierra o paraíso, creando de nuevo a Dioses y hombres, y permitiéndoles perpetuamente morar en paz y abundancia.

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    “Un americanoa La madre ingLaterra”

    En carta a John T. Dunn, fechada el 10 de junio de 1916, Love-craft introduce este poema evocativo de la Vieja Inglaterra de sus sueños.87 En sus versos reclama a América un retorno a las viejas formas a las que diera cobijo en sus primeros años, tanto estéticas –la poesía georgiana– como políticas –el cese de la creciente inmi-gración–, y que permitieron en el pasado a Inglaterra convertirse en aquel gran imperio conquistador del mundo. No obstante, este “canto filial” esconde sin duda un segundo mensaje, tal y como él mismo reconoce disimuladamente en su misiva: “ilustra la acti-tud que me obliga a apoyar al Rey y al País de mis ancestros”. Su canto filial es, pues, el canto de un sólo hombre o, en todo caso, el de todas aquellas mudas voces que recuerdan todavía su Vieja Inglaterra y ansían por alistarse en el conflicto que amenaza con destruirla, con postrarla ante las huestes sangrientas del invasor germano mientras su hija, los Estados Unidos de América, olvida los lazos que una vez los unieron y la abandona a su suerte. Esta necesidad es aún más imperiosa tras el hundimiento del Lusita-nia siete meses atrás. Los ciudadanos ingleses habían reclamado la intervención norteamericana, a pesar del apaciguamiento del presidente Wilson en su declaración el 10 de mayo de 1915 en Fi-ladelfia, que Lovecraft leyera con horror:

    El ejemplo de América debe ser un ejemplo especial. El ejemplo de América debe ser el ejemplo no sólo de paz porque no luchará sino de paz porque es la influencia más curativa y sublime del mundo y el conflicto no lo es. Existe cierto tipo de hombre lo suficientemente orgulloso como para no luchar. Existe cierto tipo de nación tan justa que no necesita convencer a otros por la fuerza.88

    El público británico respondió con un satírico “We are too proud to fight”, mientras The Times lloraba las vidas americanas perdidas en el Lusitania y el Gunflight.89 América era demasiado orgullosa, demasiado justa para luchar. Una viñeta publicada en The Philadelphia Record muestra al presidente norteamericano entregando su primera carta de protesta a Wilhelm II, Kaiser de Alemania, para resolver pacíficamente el conflicto. A sus espaldas, el Kaiser conserva enmarcadas las fotografías de sus más recien-tes víctimas: el Cushing, el Falaba, el Lusitania y el Gunflight.90 Aún cuando la opinión pública comenzaba a dar la razón a Love-craft, ésta continuaba eludiendo el carácter fratricida y traidor de la guerra:

    El Providence Journal ha declarado virtualmente la guerra a Alemania, y prác-ticamente ha agotado el Roget’s Thesaurus en busca de adjetivos con los que denunciar al combatiente godo; pero el editor poco osa pronunciar palabra alguna contra los escurridizos hijos de San Patricio que violan la neutralidad

    87 El manuscrito se conserva en la John Hay Library de la Universidad de Brown, en Providence, Rhode Island. El poema ya había sido publicado en In-glaterra en Poesy, 1/7 (enero 1916), p. 62, y será reimpreso en noviembre de ese mismo año en el Dowdell’s Bearcat, 16, pp. 12–14 (original sin paginación), reci-biendo una “Laureateship” por parte de la United Amateur Press Association.

    88 W. Wilson, Selected Addresses and Public Papers of Wo