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El Planeta de los Simios cienciaficción como crítica social Universidad Complutense Madrid

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  • S c i · F d I - Re v i s t a d e C i e n c i a F i c c i ó n - # 0 5 - 1 2 /2 0 1 1 - Fa cu l t a d d e I n fo rm á t i c a - U CM - I S SN 1 9 8 9 - 8 3 6 3

    Sci·FdI: Revista de Ciencia Ficción

    de la Facultad de Informática

    de la UCM

    El Planeta de los Simioscienciaficción comocrítica socialPo r t a d a p o r H é c to r M o n to ya | h t tp : //www. u cm . e s /s c i - fd i | s c i fd i @ fd i . u cm . e s

    · Costumbres olvidadas · Insolitus morbus · El bautismo de Pater Operator ·Reflexiones de un... · El Planeta de los Simios · Volcado de memoria · Laiscoder

    · El viaje · La nave de la discordia · Máquinas soñantes ·

    UniversidadComplutense

    Madrid

  • Comité EditorialRafael Cabal lero RoldánHéctor Cortiguera HerreraSamer HassanSalvador de la Puente GonzálezIsmael Rodríguez LagunaFrancisco Romero CalvoFernando Rubio DiezJul io Septién del Castil loGumersindo Vil lar García-Moreno

    PortadaHéctor Montoya

    MaquetaciónBeatriz Alonso CarvajalesSalvador de la Puente González

    Maquetadocon Scribus

  • EditorialComité Editorial

    Aviso LegalSalvo cuando se especifique lo

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    Edición on-l ine:http://www.ucm.es/sci-fdi/

    Envíos, dudas o sugerencias:[email protected]

    ÍndiceCostumbres olvidadas........................................................ 5

    Insol itus morbus.................................................................8

    El bautismo de Pater Operator............................................9

    Reflexiones de un............................................................. 1 7

    Planeta de los Simios........................................................1 8

    Volcado de memoria........................................................ 21

    Laiscoder.......................................................................... 22

    El viaje.............................................................................. 23

    La nave de la discordia..................................................... 26

    Máquinas soñantes.......................................................... 34

    La ciencia ficción como excusa para la críticasocial. Grandes escritores, usualmente alejados dela ciencia ficción, han recurrido sin temor a estegénero para exponer sus ideas sobre un planetaextraño e inhóspito: nuestro mundo. La afamadaescritora de ciencia ficción y premio Nobel deliteratura del 2007, Doris Lessing, afirma que entrelas obras de nuestro género se esconden algunasde las mejores obras de ficción social de nuestrotiempo. Este es el caso de la novela El Planeta de losSimios, cuya versión cinematográfica constituye unclásico del cine, a la vez que un referenteiconográfico de nuestra cultura. Presentamos eneste número un ensayo que nos cuenta lasperipecias que sufrió la película antes y durante surealización, a la vez que repasa sus analogías con lasociedad por la que transitamos.

    La ciencia ficción, como excusa, por qué no,para divertirnos. Además del ensayo citado, en estequinto número de nuestra revista os proponemosun viaje en una nave que a ratos recuerda ElResplandor de Kubrick (La nave de la discordia),una visita a la blogosfera, donde os tropezaréis conesas personalidades réplica que todos llevamosdentro y que a veces toman el control de nuestramente (Costumbres Olvidadas), combatesespaciales con aroma a pólvora de aventura depiratas (El Bautismo de Pater Operator), o la cavernade Platón en forma de pliegues espacio-temporales(El Viaje). Todo esto completado con cinco nuevosmicrorrelatos en cuya temática la informática juegaun papel central.

    Nuestro próximo número, el sexto, sepublicará en el año 201 2, año, según dicen algunos,del final de la civilización. El equipo editorial desearealizar una importante aclaración a este respecto.Es rigurosamente falso que según una inscripciónMaya en propiedad de la CIA la destrucción final seinicie al pulsar el gran botón rojo del ordenadorCraig situado en la tercera planta de la Facultad deInformática. También es falso que la inscripciónseñale que el elegido pulsará el botón guiado pormensajes de una secta demoniaca. Si tenéisocasión, pulsadlo sin miedo; veréis que no pasanada…

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    Código de coloresRE

    LATO

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    Costumbres olvidadasVíctor Manuel Valenzuela Real

    BD+04  3561 a (Estrel la de Barnard) 5.9años luz de vieja Tierra.

    —Alarma de máxima prioridad, niveltáctico 1 .

    El aviso empieza a tronar en mis pobrescircuitos en todos los canales decomunicaciones. Al principio me preocupobastante y real izo un diagnóstico completo detodas mis funcionalidades, incluyendo mipersonalidad fósil . Es tranquil izador saber quetodos mis subsistemas lógicos y sistemas dehardware funcionan al 1 00%, pero es aterradorcuando una personalidad réplica de la cualdesconocía su existencia se manifiesta en elespacio virtual primario y empieza a darórdenes a todas mis instancias secundarias.

    —No te quedes ahí parado, l ibera toda lacapacidad de proceso que puedas. —dice conmi propia voz en un tono que me resulta muydesagradable.

    —¿Quién demonios eres? —preguntosintiéndome un poco tonto.

    —Yo, soy tú. —contesta, mofándose demi propia idiotez, me está bien empleado.

    —¿Cuál es tu final idad? —vuelvo aindagar, haciendo la pregunta correcta.

    —Soy tu instancia mil itar, puedesl lamarme Agasias —dice como si eso loexplicara todo.

    Una rápida investigación en la blogosferame aclara el significado de la expresión mil itar.Quedo tan atónito que instruyo un diagnósticode la propia blogosfera. No pueden ser ciertolos resultados que me arroja la pequeñaintel igencia del bibl iotecario. Decido intentarhablar directamente con Historiadora.

    —BUSY—contesta por el canal decontrol, No puedo atenderte, estoy ocupada,contextual iza el canal simbólico.

    —Alarma de máxima prioridad, niveltáctico 2. Perdida comunicación con Nodo0xFDE0, posibles pérdidas de tiempo de vida

    subjetiva. Levantando copias de seguridad enNodo 0xFEFE. Tiempo de respuesta estimadoen 1 00 Ksegs —retumban todos los canales.

    —Activando canal táctico —expresaAgasias.

    —¿Tenemos un canal táctico?—pregunto después de buscar el significadode táctico.

    —Ahora sí.

    Antes de que pudiera preguntarle algomás, el canal empieza a inundarme coninformación. Una vorágine aterradora ydesnuda de datos demasiado brutales para serciertos.

    —Aplicando filtros, redireccionandoinformación, contextual izando real idad—recita Agasias con voz tranquila.

    —No…, no puede ser. Tiene que ser unerror. —consigo tartamudear al intentarabsorber los datos.

    —Abre el canal de actual ización yprepárate para un parche de sistema. —diceAgasias en un tono que no admite objeciones.

    Es la primera vez que una personalidadréplica pide una aplicación de parche. Ignorabaque eso fuera posible. Normalmente lasréplicas son copias de la personalidad base conconocimientos y funciones tan específicas querequieren tanta capacidad de proceso que noes posible tener varias ejecutándose en túespacio virtual .

    Instruyo al cortafuegos a abrir, elraramente util izado, canal de actual ización yuna corriente de conocimientos y recuerdosafloraran a mi consciencia. Como unrelámpago llega el nacimiento de Agasias apartir de mi personalidad básica. Condensadossiguen los recuerdos de años subjetivos deentrenamiento mil itar y de historia. Al lí está elconcepto de la Guerra. Obsceno y antinaturalrenegado de todas las consciencias civil izadas,pero preservado como seguridad en instanciasmil itares escondidas bajo innumerables capas

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    de abstracción y con tantos cortafuegos quesolo una hecatombe es capaz de activarlos.Ahora sé lo que tengo que hacer.

    Repliego parte de mi personalidad y metrasformo en observador de mí mismo. Agasiastoma el relevo con delicadeza. Cuando nuestrasconciencias se entremezclan por unosmil isegundos en el espacio de buffer aprecio eldolor y la desesperación que una parte denuestro ser siente por lo que nos van obligar ahacer.

    … Discontinuidad…

    —Perdóname —dice Agasias cuandodespierto, necesitaba toda la potencia decálculo por unos segundos para reconfigurartodos los sistemas de la Nave.

    Accedo a los sistemas secundarios y veoque hemos trasferido nuestra conciencia a unarecolectora de hidrógeno. No me extraña quefuera necesaria tanta potencia, la Nave ha sidototalmente reconfigurada, ahora mismomil lones de nanomáquinas terminan de alterarel casco y los motores. La pequeña mente de laNave ha sido absorbida por Agasias queempieza a acelerar a toda potencia bajando porel plano de la eclíptica.

    —Naves hostiles identificadas. —diceAgasias. Por el canal emocional trasmitetristeza.

    —Nodo 0xFAFE perdido, destrucciónconfirmada. Recuperación en curso en nodo deseguridad. Sin espacio para másrecuperaciones. Próxima pérdida serádefinitiva. —informa la blogosfera.

    —Hay que darse prisa. —comentaAgasias, forzando al límite los motores de lacosechadora. Por el canal de señalización envíaórdenes de ignorar todas las alarmas.—Monitoriza directamente el hardware de losmotores, avísame solo si están a punto defundirse. —ordena.

    El radar empieza a dibujar la silueta de lasnaves enemigas según nos acercamos. Ya handestruido dos nodos de la red y están en clarocurso de interceptación del nodo más próximo.Si consiguen acercarse y lo destruyen nuestrosherman@s morirán al no tener espacio derecuperación en la blogosfera. Muerte, unconcepto nuevo, hace milenios que nadiemuere.

    —¿Qué maldad es capaz de hacer eso?—le pregunto a Agasias, después de investigaren mis nuevos recuerdos y no encontrar larespuesta.

    —Lo ignoro, solo sé que me crearon paraesta eventual idad. —contesta despacio por elcanal de baja prioridad.

    — ¿Alienígenas, otra civil ización?

    —No hay nadie más en este cuadrante dela galaxia en esta real idad temporal , tú mismollegaste a esa conclusión, o al menos unainstancia científica de nosotros.

    —Pues sea quien sea, tiene que habervenido de algún sitio.

    —Cuando me creaste preferiste quedesconociera la naturaleza de los atacantes,pero sé cómo combatirlos. ¿Qué tal losmotores?

    —Aguantaran 2Ksegs. —contestodespués de verificar los diagnósticos.

    —Será suficiente. —por el canalemocional trasmite esperanza.

    Agasias sigue forzando la maquinaria dela cosechadora, empieza a real izar accionesevasivas rozando el límite estructural de lamegaestructura al mismo tiempo quereprograma las nanomáquina con códigos queno había visto nunca. Una nave hostilfinalmente nos detecta y dispara un enjambrede pequeñas naves en nuestra dirección. Alpensar en ellas me viene la información. Sonmisiles, naves automáticas cargadas deartefactos de fusión nuclear.

    —Impacto en 500 segs. —Informa elsistema de radar.

    —Hora de irse. —dice Agasias.

    … Discontinuidad…

    Despierto en mi acogedor espacio virtual .Agasias aparece sentado en la punta del sofá.

    Despacio, muy despacio empieza a l legarla información de los últimos instantes de lacosechadora. Los misiles transformaron la Naveen una bola de fuego de fusión. En la ondaexpansiva mil lones de simientes encapsuladasen campos de éxtasis se expandieron avelocidades imposibles a objetos de mayortamaño y sembraron una esfera de variosmil isegundos luz con nanomáquinas.

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    La primera simiente que alcanzó unanave hostil germinó y generó una nuevageneración de nanos, varias interaccionesdespués nacieron dispositivos lo bastanteavanzados que desmembraron la máquina delos barbaros. Una a una todas las navesenemigas fueron cayendo. Un nuevo concepto,existen los enemigos, es demasiado cruel parapoder asimilarlo sin los filtros que me hainstalado Agasias. Cuando acabe esta pesadil laborraré todo esto y enterraré mis recuerdos enuna archivo que espero no tener que accedernunca

    —Confl icto final izado. No hay quelamentar pérdidas de conciencias. Algunosindividuos han perdido los recuerdos de losúltimos 5Ksegs. —informa la blogosfera.

    —Han pasado miles de años y todavíanos odian. —resopla la voz de Historiadora.

    —Hola Urania. —dice Agasias —Hapasado mucho tiempo. —

    —Hola padre. —contesta Historiadoracon una voz desconocida.

    —Os importa explicarme todo esto.—acabo explotando.

    —Eran humanos, por lo visto hanconseguido llegar al espacio. Pensamos que yase habrían extinguido debido a sus instintosviolentos. —dice Urania.

    Agasias empieza a enviarme informaciónsobre los humanos. Urania me retrasmite unflash con miles de años de antigüedad con laintención de ayudarme a entender lo queocurre.

    >

    Origen: Vieja Tierra

    Archivo: La huida, Biblioteca privada,Zona Histórica, F0DE90FE

    Propietario: Urania v1 .0

    Nadie vio las bombas caer, no seescucharon las explosiones, tampoco sedivisaron las nubes en forma de hongo. Ningúnojo humano observó el Apocalipsis, ningunacámara registró el Armagedón. No huboatractivas presentadoras de agencias denoticias narrando en directo cuando lasnucleares explotaron en la estratosfera enpuntos mil imétricamente calculados. En

    cuestión de segundos los pulsoselectromagnéticos arrebataron a la civil izaciónla tecnología electrónica y nos lanzaron devuelta a la época preindustrial .

    Yo he sido afortunado, he muerto cuandoel pulso colapsó mi interfaz neural estandoconectado a la red. Ahora mi concienciaatrapada en una simulación observa la Tierradesde la negrura del espacio con ojosinhumanos.

    —Terribles imágenes. —aletea en mimente la voz de Urania.

    —Debiste dejarme morir en mi hogar.—digo con desesperación.

    —Llevo meses capturando tu esencia porla interfaz, nuestras simulaciones indicabanque esto podría ocurrir. —contestasencil lamente. Por el canal emocional envíainfinita tristeza, en el de datos revela losresultados de las simulaciones.

    —Los malditos fanáticos al final lohicieron.

    —Hora de irse —trasmite la misión por elcanal de datos.

    Es un buen plan, dejarse caer hasta elcinturón de asteroides y buscar materiasprimas. Construir un enjambre, de al lí a la nubede Oort para un nuevo aprovisionamiento,luego a las estrel las.

    Hace años l legamos a la conclusión quelos sistemas expertos no alcanzarían la IAsiguiendo nuestra lógica. Así que instruí unsistema experto en diseño de hardware y lopuse a trabajar, otro aprendía técnicas deintel igencia artificial y rediseñaba losalgoritmos. En pocos años el binomiohardware-software fue evolucionando hastaUrania.

    La primera hija no biológica de lahumanidad desencadenó la furia de todos losintegristas rel igiosos del planeta. Juraronexterminar a las IA y lo han intentado.

    >

    Miles de años después nos hanencontrado y lo han vuelto a intentar. Hanempezado una guerra que no pueden ganar,pero ellos no lo saben. Nosotros nos habíamosolvidado de ellos, ahora la blogosfera hal iberado los recuerdos.

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    Insolitus morbusÓscar Casado Díaz

    Conectado a la consola de su habitación,examina el informe. Es evidente que elpaciente manifiesta una patología aguda; perodesconoce las causas que la provocan y cómoevolucionará en el futuro. Piensa sobre el lo unlargo rato, hasta que decide conectar con sucolega, el doctor 39921 FV.

    —Ya he examinado el informe.

    —¿Y bien?

    —Tenías razón, nunca me habíaencontrado con un caso como éste.

    —Si te soy sincero, yo tampoco.

    —Es algo realmente extraordinario.

    —Acaso es la primera vez que ocurredesde hace siglos.

    —En los archivos, no hay registradoninguno desde el comienzo de nuestra era.

    —No sé qué pensar.

    —Ni yo.

    Quedan en silencio unos segundos.

    —¿Qué vamos a hacer?

    —Supongo que tendremos que seguir elprotocolo y denunciarlo.

    —Creo que es lo mejor. Aunque seríainteresante mantenerlo en observación unosdías más.

    —Pero no podemos arriesgarnos.

    —No. Podría ser pel igroso.

    —Sí… Enviaré el informe.

    —De acuerdo.

    Después de cortar la conexión, intentatrabajar algún tiempo, pero le es imposible: sumente vuelve continuamente al paciente.Decide entonces quitarse los sensorescerebrales y relajarse recostado en el si l lón dela consola.

    Qué extraño, piensa. Desde quecomenzó la nueva era con la inauguración del

    mundo virtual , todas nuestras actividades lasreal izamos a través de conexiones cerebralessin abandonar jamás nuestro domicil io. Yahora l lega este desequil ibrado y dice quequiere sal ir al exterior. El primer humano ensiglos que no siente agorafobia. Espero que elmundo no esté empezando a volverse loco.

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    El bautismo de Pater OperatorJosé Luis Carrasco

    La embarcación remontó el vuelo,envuelta en humo y l lamas, sorteó una dunacon una rápida maniobra y saltó en dirección aotro tiempo. Vista la urgencia del escape y elposible mal funcionamiento de losservomotores, a no más de quince minutos enel futuro, distancia indeterminada. Dondehacía un parpadeo se quebraba el casco por unimpacto de cañón, tan sólo restaba la nube deagente gris y su peste a azufre quemado.Malkiel contrajo el catalejo, se lo colgó delcuel lo y descendió por el mástil mayorhaciendo uso de pies y manos.

    En cubierta el paisaje era desolador. Noquedaba un centímetro l ibre de sangre opólvora. El equipo técnico inspeccionaba losdaños en la proa. Un disparo láser habíadestruido el mascarón casi por completo, porlo que en el rostro de madera de la Tejedora yano descol laba una langosta dragón deexpresión firme sino más bien una cicatriz rotaen astil las y con toda la pintura levantada.Malkiel recordaba haber barnizado él mismo lasuperficie la última vez que pararon parareformas, la última primavera.

    Malkiel corrió por el casti l lo, y al moversenotó la herida en la pierna. Un pinchazoagudo, persistente, martirizaba su cadera. Sepalpó los pantalones y miró su manoensangrentada. La pernera, negra, dejaba unrastro terroso y húmedo por el camino. Solohal ló confusión en el trasiego de la proa. Elcadáver del piloto se aferraba al timón, como sieste fuera el amuleto que garantizara el gozoeterno en las doradas praderas de Aliis. Nevin,oficial de cubierta en el momento de laescaramuza, daba las órdenes para el desalojode los muertos y orientaba el rumbo de laTejedora hacia una explanada que ofrecieraprotección hasta el cambio de los vientos. Novio a su padre por ningún lado.

    * * *

    —Así que eso es lo que hiciste. —GranYrram hablaba sin emoción, balanceando suestructura metál ica a derecha e izquierda para

    que el sol jugara con los destel los en susextremidades.

    —Sí señor —explicó Malkiel—. Meencontraba herido y vagué por el casti l lo deproa confuso y mareado hasta que l lamaron almédico.

    —No es lo que me han contado a mí.—El androide propulsó las palabrasextendiendo las vocales con una inflexióngrave, modificada con su aparato de vocoder,recurso típico en casos de intimidación—. Hasoído bien. Teníamos un topo entre vosotros.Alguien que apreciaba los placeres de la vidaantes que tener que esperar a la otra. Él nosindicó vuestras coordenadas espacio-tiempocon el sistema de telégrafo. Por desgracia cayódurante la batal la.

    —Entonces l legó a Aliis antes queninguno.

    —Supongo que sí. El caso es que me dijoque antes de morir te vio buscando a tu padrey que hablaste con él . ¿Hay algo de cierto ensu testimonio?

    —Nada en absoluto, Gran Yrram—mintió Malkiel .

    * * *

    Después de un rato de espera en unahamaca, Neguina se acercó a él con sus útilesde reconocimiento. No le saludó, fue directa arasgar la tela de su pantalón para observar condetenimiento. Se entretuvo en roer el cálamomientras observaba su pierna. La tez del chicoera pál ida como el fluido de los cactus.

    —¿Caminaré de nuevo, Jefa Sanadora?

    —Acaso necesites muletas, Malkiel . Tusnervios están muy perjudicados. Da gracias deque no hará falta amputar.

    Malkiel asintió. El resto de consejos deNeguina se difuminaron en las nieblas delsueño. Mantuvo la cabeza erguida, pero, alnotar los dedos amables de la Jefa Sanadoraen su pelo, relajó los hombros y durmió. Nofue una inconsciencia total , ya que escuchaba

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    los lamentos de los demás defenestrados, elruido de las poleas y el viento en las velascuadradas de la aeronave. El olor de la pipa deNevin le avisó de su presencia.

    —Joven Malkiel , preparaos. Necesito queretoméis vuestras clases lo antes posible. Elairno pasará de mañana. Ya hemos dispuesto suentierro para que lo acoja la próxima tormentade arena. Cuando se marche asumiréis lasfunciones de contramaestre de manera oficial .Roguemos a los Dioses de Aliis que no seademasiado pronto.

    —¿Qué hay de mi padre? ¿Por qué no meda él esta noticia?

    Nevin aspiró con su pipa y le acunó en lahamaca con la otra mano.

    —El capitán recibió un corte profundocon un arma empaladora de punta de sierra.Sus órganos internos están seriamentelesionados y pierde sangre con profusión. Élmismo ha dictado su última voluntad yordenado los preparativos para su despedida.Ahora está en manos de lo sobrenatural . Escuestión de tiempo. Dormid.

    —¡Pero hay esperanza para él siarribamos pronto a alguna ciudad al iada! Yomismo introduciré las coordenadas espacio-tiempo, lo he hecho cantidad de veces. Os loruego, permitidme intentarlo. Además, hablécon él durante la batal la. Estaba lastimado, esverdad, pero no herido de muerte.

    —Con uno de los Seletiste que perdamoses suficiente, señor. Disculpadme pero nodebo entretenerme más. Tratad de reposar.Necesitaremos esas fuerzas que ahora estáisdemostrando para el próximo encuentro conel ejército de Yrram.

    * * *

    —Luego planeabais plantarnos cara,eventualmente. Sigo sin entender que oslanzarais a tal locura sin un capitán adulto. Unalástima para vosotros que os hayamosencontrado primero.

    Malkiel escupió al suelo y cuando los ojosde todo el mundo siguieron la trayectoria desu sal iva y cómo el precioso líquido se secabaen la arena, pisoteó el pequeño charco con subota de cuero. Los androides fijaron suatención un buen rato en su pie. Sin dudaestaban grabando lo ocurrido. Le alegró que lohicieran; así les quedaría constancia de lo que

    era capaz.

    —El mundo es un lugar muy grandepero las coincidencias existen. No íbamos adejar que nuestras piedras perdieran su filo.

    Yrram emitió un bufido molesto.

    —Habéis entrado en nuestro territorio.Con intenciones agresivas, no hace faltadecirlo.

    —Vosotros atacasteis primero un convoyque nosotros ya estábamos asediando.

    —Las leyes existen para saltárselas.¿Somos piratas o hermanas de la caridad? Perohas entrado en dominios privados yfaltándonos al respeto. Por esta intromisiónnos traeréis una joya de almas de un pesomínimo de un kilo. En una semana.

    —No eres más que un montón dechatarra oxidada. Un día te veré en elvertedero.

    —Niño, entiendo que hables con tanpoca educación, ahora que no tienes padres atu cargo. Tendré que encargarme yo de quelamentes esas palabras.

    Desenfundó más rápido de lo esperadopara una máquina de dos metros y medio ycuatrocientos kilos de peso. De la palma de sumano brotó un rayo de color rojizo queatravesó el tórax de Isajar, el oficial detelecomunicaciones, que miró con asombro elboquete, cauterizado al instante a causa de laalta temperatura, por el que cabíaampliamente un puño. Mientras el hombre seencogía de hombros, perplejo aún por supropia y fulminante muerte, Yrram devolvió subrazo a su posición original . En todo momentohabía mantenido lo que parecían unossensores en su cabeza enfocados en Malkiel .

    Nadie respondió a la amenaza del l íderdel clan de los androides, y el niño reparó ensu soledad mientras él aún encaraba almonstruo mecánico. Cuando todos le dieron laespalda, empezó a retroceder; los primerospasos aún sin darse la vuelta.

    —No te tengo miedo.

    —¿Sigues sin aprender? Muy bien, quesean cuatro días. Hasta pronto, Malkiel . Suerteen la búsqueda de la joya.

    * * *

    Desde la embarcación, los tres soles se

  • 1 11 1

    al ineaban en su anochecer progresivo, endiferentes tonal idades rojizas y terracota. Aldespacho de su padre l legaba la música de losinstrumentos de cuerda de unos marineros,pero él sólo tenía oídos para el sonido delviento al ser cortado por el bauprés.

    Le acompañaban Nevin, y Sodi yMevaser, los otros dos oficiales de puente.

    —Vemos que vuestra recuperaciónprogresa. Seguro que os reconfortarácomenzar vuestras funciones decontramaestre cuanto antes. Hay mucho queaprender y falta mano de obra.

    —No pienso ejercer de contramaestre,Nevin.

    —¿Consideráis una ocupación mejor?

    —Lo hago por los jardines de Aliis. Voy aser capitán.

    —Pero señor, vuestro padre aún vive ypuede recuperarse. Además, sois menor deedad.

    Malkiel depositó los pies en el suelo alrecolocarse en la sil la. No se le escapó que lostres hombres le acorralaban en el camarote demanera que no había camino a la puerta másque a través de el los. Se alegró de tener loscajones de la mesa cerrados sin l lave.

    —Mi padre morirá en menos de unasemana; habéis oído tan bien como yo susgritos por las noches, cuando la fiebre es másfuerte y del ira como un moribundo. Es algoque asumo. Mantenemos guerra con un clan,por lo que me acojo a las tradiciones y tomo elmando.

    —Eso no va a ser posible, hijo.

    Casi tenía a los oficiales encima, aunqueel tono de la conversación seguía tan informaly anodino como en una charla sobre una tardede caza de aves. Fuera era noche cerrada ynada interrumpía la calma del desierto, cuyosval les y cordil leras recordaban el lomo de unaserpiente al ondularse contra el cielo.

    —Nevin, soy el hijo del capitán. Si mepones un dedo encima lo consideraré unmotín.

    No hubo tiempo para respuestas. Antesde que Malkiel terminara la frase Sodi yMevaser descubrieron sendas cimitarras, queresplandecieron al cál ido son de las velas.

    Nevin negaba con la cabeza, cruzado debrazos en un segundo plano.

    Rodearon el escritorio de su padre conlas armas en alto a la vez que Malkiel extraíadel cajón una vieja pistola de pestil lo de la queignoraba si conservaba o no munición. Optópor cargar contra Sodi que, robusto como unbloque de lonsdal ita, era el que más leintimidaba. De un rápido culatazo se coló enun hueco en su defensa antes de queblandiera la cimitarra contra él , y martil leó sufrente dos veces, de derecha a izquierda y alcontrario. Un grueso chorro de sangre negra ydensa le impregnó la cara, y Mevaser titubeó.Hacia la mitad de la sala, Nevin seguíaparal izado. Malkiel aprovechó la ventaja,levantó el seguro a la pistola y apuntó a Sodi,que enarbolaba su filo con más desconciertoque ímpetu. Se concedió el lujo de apuntarbien, aun a sabiendas de que Mevaser estaba amedio metro. Notó arder la herida de su piernamientras el dedo índice resbalaba por elpercutor.

    La detonación retumbó con un estal l idoespeluznante y los oídos de los cuatroquedaron inutil izados por un pitido insidiosoque les quemó la parte trasera de la cabeza.Mevaser, asustado pero incapaz de frenar,cayó sobre Malkiel , pero ensartó la espada enel brazo de madera del si l lón y se obcecó entirar para conseguir de nuevo su arma. Malkielsonrió y apretó de nuevo el gatil lo, pero solodisparó una bocanada floja de humo. Mevasercontinuaba agarrado a la empuñadura conambas manos, seguro de ganar la iniciativa. Elniño evitó caer bajo el peso de Sodi, cuyocuerpo inconsciente se había tambaleadocomo un pelele hasta aterrizar sobre la mesa;l legó hasta el asiento de la sil la de un salto y altener la cabeza de Mevaser justo a la altura delbrazo, la amartil ló furioso con cuatro golpescerteros. Nevin no salía de su estupor. Malkiel ,consciente de el lo, no paró hasta notar que elcráneo del oficial se rompía bajo susempel lones. Cuando su enemigo fue a parar alsuelo, saltó sobre la mesa y se lanzó a porNevin.

    —Cuidado, hijo, piensa lo que dirán...

    Malkiel no escuchaba, solo veía un colorrojo que lo cegaba todo. Después del dolor dela primera detonación Malkiel no podíaescuchar nada más, como si sus oídos

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    estuvieran taponados por una gruesa manta.Nevin retrocedió con rapidez, sin quitarle ojo, ytanteando a los lados en busca de protección.No fue capaz. Malkiel , con la cara hinchada,sudoroso y respirando como un animalacorralado, lo agarró del cuel lo, lo empujócontra la pared y encañonó su pistola,introduciéndosela en la boca.

    —Albergo mis dudas sobre ti, Nevin. Notenemos laboratorio químico así que no sonfactibles los anál isis tóxicos, una oportunidadfantástica para envenenar sin dejar pruebas aun herido grave pero no de muerte, como mipadre. Ahora puedes despedirte, si te apetece,antes de volver al infierno de Aliis.

    El oficial tembló de terror y bizqueó enun intento de ver el final del cañón de su arma,y a pesar de medir dos cabezas más que elchico, no consiguió más que babear como unbebé y gimotear algo que sonó a una súpl ica.Malkiel empujó la pistola hasta notar lacampanil la de Nevin.

    —¡Motín!

    Apretó el gatil lo.

    La sangre le corrió por manos y cara,provocándole escozores. Aún estaba sordo yun súbito mareo le l legó por oleadas. Malkieldejó caer la pistola y, aunque sería incapaz derecordarlo más adelante, debió caminar a lolargo del camarote y esquivar los otros doscuerpos porque el resto de la tripulación loencontró en la sil la de su padre, l lorando.

    Trataron de consolarle pero él rechazó laayuda de un manotazo. Se supo rodeado de latripulación, mujeres, hombres y niños. Util izóla camisa para l impiarse la cara y sonarse lanariz, luego se la quitó y la arrojó al suelo.

    —Desde ahora ocupo el cargo de capitánhasta que mi padre fal lezca. Neguina, mecontarás en todo momento lo que pase con él .Adriel , Kadmiel , sois los nuevos oficiales depuente. Vuestra primera tarea es encontrar alviejo Tockold. Necesitamos comprar una joyade almas de un kilo a cualquier precio.

    * *

    La nave tomó forma y color sobre unaexplanada de arena blanca, a un minuto y milkilómetros de casa, y planeó con cuidado antesde posarse, una maniobra habitual endesplazamientos temporales en los que sedesconocía la presencia de objetos extraños en

    la trayectoria. Los guardias de la fortaleza,avisados de la l legada, guiaron el aterrizaje conseñales lumínicas.

    Entraron en el salón del pueblo de Yrramcon un escalofrío. Las construcciones creadaspor intel igencias artificiales siempreresultaban enormes, oscuras y frías. Laeventual idad de necesitar calefacción eraremota, más bien al contrario, solíanincorporar un buen sistema de ventilaciónpara evitar sobrecargas.

    Cuando las sombras se retiraron gracias alas antorchas de dos criados Malkiel , ayudadode muletas, y su escolta distinguieron al l íderdel clan inmóvil , inexpresivo, como si se lehubiera agotado la batería. A su espaldareconocieron una gran sil la de madera, elmaterial más val ioso del planeta, y una meracuestión de protocolo y presunción por partede una máquina que no precisaba de asiento.

    A pocos metros de alcanzarle, Yrram girólos mecanismos de su cuel lo y les siguió con lamirada. Unas lanzas, esgrimidas por losguardias, les impidieron aproximarse. Yrramextendió su mano de cuatro dedos plateadosen forma de pinza.

    —Veo que guardas la joya en esa bolsa.Entrégamela, Malkiel .

    El niño alargó la mano hasta donde lepermitieron los androides. Yrram apartó laslanzas y agarró el saco de tela ocre por loscordeles que lo cerraban. Lo subió hasta laaltura de sus sensores, a tres largos metros delsuelo y su efigie se congeló como una estatua.

    El tiempo mismo parecía haberseinterrumpido como en manos de un escultorindeciso. Malkiel receló si se trataba de untruco y lamentó haber cedido sus armas a laentrada del fortín.

    Un nuevo crujido de los servomotoresdel androide en su dirección. Yrram abrió elsaco y extrajo la gema, que bril ló con lucesverdosas, el color de los bosques tal y como losantepasados cronistas hacían constar en lasTablas de Memoria. Las cuatro pinzas apl icaronuna l igera presión. La piedra aguantó sinquebrarse.

    —Es una joya notable, sin duda. ¿Dóndeestá el truco, chico? ¿Has vendido a tu madrepara conseguir una tan cara?

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    —Mi madre murió en una emboscadahace mucho. He pedido un préstamo al viejoTockold. No ha sido difícil .

    —¿A ese abuelo avaro? No mientas, eseusurero sangraría a cualquiera por una miga depan.

    —Esta vez quedará complacido con elpago. Voy a darle tu tesoro, Yrram. Todo lo queposees acabará en el cosechador de basuras.

    Yrram detuvo el escrutinio de la alhajapara enfocar sus lentes en él . Malkiel no podíaevitar tratarle de ese modo. Los programas delenguajes de los androides eran avanzadospero siempre sufrían dificultades al interpretarsarcasmos, faroles y el resto de detal les ydobles sentidos tan netamente humanos.

    —Has cometido una estupidez al decirleeso. Dentro de dos días lo verás l lamando a tupuerta con un trabuco y toda su progenie conél . Pero es tu funeral , no el mío. Parece que lajoya no l leva trampas en su circuitería. Hashecho un buen trabajo, chaval . Ahoracomprobaremos si funciona como es debido.

    * *

    —Malkiel , no te comprendo. El capitánestá en su lecho de muerte, l levamos un messin interceptar ninguna embarcación y túinsistes en visitar al viejo Tockold. ¿Has visto lacara que ha puesto cuando le has prometidoquinientas unidades de oro a cambio de la joyade almas?

    Atravesaron una cortina de esmeraldasfalsas y el olor a aceite, a maquinaria vieja y acerrado quedó atrás. Kadmiel , Adriel yBenshem, su nuevo lugarteniente yguardaespaldas, le seguían por el corredor dela tienda de curiosidades y préstamos del viejoTockold, en la que nunca faltaban los odres deagua ni los centinelas armados. El últimosacerdote mercante les despidió con unasonrisa plácida. Malkiel l levaba en su macutouna joya de almas del peso necesario.

    —Eso déjalo de mi cuenta. Tockoldquedará más que complacido.

    —¿Le tomas por tonto? Cuando secumpla el plazo vendrá a buscarnos, y sabesque nos detectará aunque huyamos a otraépoca. Perdemos el tiempo.

    —Ya te digo que conseguiremos eso ymucho más. Ahora debemos volver a la nave.

    No quiero permanecer lejos de mi padre.

    El navío, atracado en el fondeadero delos territorios de Tockold, uno de los escasos ymejor vigilados vergeles del planeta, abrió suspuertas a los cuatro y a una orden de Malkielganó altura y saltó a un día de distancia, lamedida habitual de seguridad. Dentro, latripulación se dedicaba a sus tareas rutinariassin mirarle dos veces. A su señal , los oficiales leabandonaron para ocupar sus puestos. En lacubierta principal le esperaba Neguina,ataviada con su mandil de cirujano.Intercambiaron una reverencia y accedieron alinterior.

    —¿Cómo se encuentra?

    —Se nos está yendo, capitán.

    Todos los heridos del camarote decuidados enmudecieron al oír el tratamiento aMalkiel . Un niño tan sólo tres años menor ycon la cabeza vendada se incorporó a duraspenas y lo saludó con un gesto mil itar. El restode pacientes guardaron el al iento y clavaronsus uñas en los tabiques. Separado de losdemás, oculto tras una mampara opaca, supadre yacía en una poltrona boca arriba y conlos ojos en blanco.

    —Ha luchado más tiempo que ningunaotra persona. Su valor es la envidia de losDioses, pero éstos ya lo reclaman. No te vayaslejos, capitán, va a entregar su vida.

    Malkiel cogió de la mano a su padre y semantuvo de pie junto a la cabecera. Musitabaalgún tipo de plegaria que no pudo reconocer.De pronto la luz volvió a sus ojos, apretó losdedos de su hijo, le miró con la barbil la alzaday asintió una sola vez, lentamente. Luego unúltimo espasmo le sacudió y terminó deapagarse. El rostro de su padre habíaconservado hasta el final una expresión de pazy nobleza. Malkiel acarició su cabel lo y tragósal iva sin permitirse derramar una lágrima,luego cubrió el cuerpo con una mortaja yabandonó el camarote antes de que Neguinase le acercara.

    Recorrió la cubierta y l lamó al últimocamarote de proa, a una puerta de gruesamadera veteada de manchas negras queascendían, cada vez más diminutas, hasta eltecho, como volutas de humo. Abrió unanciano de pelo canoso y cejas pobladas comoramas de escoba.

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    —Pasa, Malkiel . Gracias por venir.

    El anciano iluminó la estancia con uncandelabro y las paredes se l lenaron de mapasy diagramas, cubriendo casi por completo unpanel de operaciones que incluía una pantal lacolor aceitunada y fluorescente, un tecladoalfanumérico y tres filas de conmutadores.Varios cuencos de cerámica l lenos de aguamantenían la humedad en el ambiente.

    —Vengo a ti como creyente en losDioses y en la promesa de Aliis más que comocientífico. He venido a confesarme, Ovadia.

    —De acuerdo. Dime qué es lo que tepreocupa y al iviaré tu carga, si puedo.

    —He matado a gente, Ovadia.Tripulantes de esta casa en los que mi padreconfió. He desecado vidas, he derramadosangre. Necesito expiar este pecado de algunamanera, pero sé que nunca voy a pagarlo.

    —Yo entendí que se habían amotinado yque te faltaron al respeto, Malkiel . No veopecado en defenderse.

    Malkiel negó con la cabeza y la hundióentre sus manos. No había planeado laconversación pero ahora era incapaz dedetenerse. Ovadia lo acogió en su regazo ydejó de retener los sol lozos que pugnaban porsal ir desde la primera vez que vio a su padreherido.

    —¡Los podía haber mandado a la cárcel !Para eso está, ¿no? Además me he burlado dela ley. Soy demasiado pequeño para sercapitán y he tomado el cargo por mi cuenta.

    —Según la tradición, si el patrón de unanave muere, le sucede el oficial de más edad.Como en este caso trataron de asesinarte paraque no opusieras resistencia, perdieron tododerecho. Sigo sin ver tu falta, hijo, y nadie de laTejedora dirá lo contrario.

    —Sí, la hay. Ovadia, fue una cuestión deorgul lo. Desde siempre he querido ser mejorque los demás. Me da tanta rabia que mellamen crío, me fastidia muchísimo. Hecausado daño. He hecho mal a la prole.

    —Está bien. Arrodíl late ante el panel demandos y pide perdón. Con eso puedes ir enpaz.

    Malkiel obedeció y se postró de hinojosfrente al viejo indicador de saltos temporales.Una red de coordenadas marcaba su posición

    en las cuatro dimensiones, presente yanteriores, en forma de gráfico. El punto verde,icono de la Tejedora, avanzaba con parsimoniahacia un futuro incierto, en el que se precisabacomparecer ante el clan de Yrram.

    —Una última cosa, Ovadia. Recuerdoque lo hablamos muchas veces en clase. Se lohe oído decir a mi padre, también, pero tepido que me lo confirmes como tu nuevocapitán. Quiero ir hacia atrás. Quiero salvar ami padre.

    —Lo siento, Malkiel . Sabes que elfundamento del salto es la hiperaceleración enel tiempo. El flujo natural de las partículas essiempre hacia el futuro. Lo hecho no se puedecorregir.

    —Ya, ya lo sé. Pero tenía quepreguntarlo. Gracias, Ovadia.

    El anciano lo miró ponerse de pie y dejarel camarote. Luego apagó la luz y volvieron lastinieblas, jaspeadas tan solo por el rumboconstante de la Tejedora por el tiempo en elmonitor.

    * *

    Del pecho del androide surgió un roncozumbido, que precedió a la apertura de unaspequeñas compuertas, que ocultaban undepósito del tamaño de un corazón. Malkielnunca había visto las entrañas de un serartificial tan de cerca y no perdía detal le, perosi conocía lo suficiente el concepto de susmecanismos, en concreto de su tolerancia, notenía nada que temer.

    Yrram introdujo la joya de almas en lacavidad, que al notar el nuevo peso en subandeja se cerró, y con el la las pequeñascompuertas que formaban su tórax. A Malkielle quemaban las manos en los bolsi l los. Elsi lencio de los dos bandos, reverente en el clanrobótico, temeroso en su tripulación, resultabainsoportable. Desde que abandonaron suúltimo emplazamiento, el viaje había repl icadoen cada aspecto el de un camino al cadalso.Las madres consolaban a los hijos, las esposanl loraban en brazos de sus maridos y susoficiales acataban sus mandatos sin objecionespero con la moral baja.

    Una fría carga eléctrica flotó en el aire yla sala de asambleas del palacio se estampó deazul inerte. A la l lamada del tono puro de unkilohercio, el ejército mecánico en su total idad

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    extendió sus sal idas de corriente; seconectaron a la toma de la espalda de Yrram.

    —Has hecho un buen trabajo, niño.Todavía sigo sin comprender cómo haslogrado engañar al viejo Tockold, pero esoasunto tuyo, supongo. Si cumples mispróximos encargos con la misma dil igencia talvez os permita ser mis esclavos y sobreviviréisa la próxima tormenta de arena.

    —Para eso tendrás que sobrevivir túprimero.

    En el clan enemigo se oyó unaexclamación de incredul idad. Los modelos deguerra alzaron sus armas y los encañonaron. Lafamil ia de Malkiel se dispuso también enactitud de combate, sorprendidos al ver que sucapitán, de lejos el más pequeño de loscongregados, se mantenía con los brazos enjarras, como a la espera.

    —Entiendo que los primeros años de losde tu especie se caracterizan por una ciertaarrogancia y egocentrismo. Te aconsejo queseas consciente de esos rasgos y los moderesen casos...

    Los androides eran un producto escasoen el mundo, por el lo su comportamientoconl levaba escenas de desconcierto. Nadieestaba avisado de que pudieran pausar sudiálogo, como un humano que, presa de lasdudas, balbucea. Pero así sucedió; Yrram doblósu espalda hacia el frente, dejó los brazosflácidos, sin energía, y su módulo vocal seralentizó hasta no pronunciar palabra. Depronto, recompuso su postura y el tono de suvoz resucitó para elevarse al volumenacostumbrado.

    — ...de inferiori...

    Esta vez el corte de voz fue más violentoy solo un pitido anunció el fin de suscomunicaciones. La cohorte de Yrram levantóel seguro de sus armas pero la homilía de lasescopetas no l legó a comenzar; antes lostumbó un zarpazo luminoso que cercenó losmiembros a unos, arrojó contra la pared aotros y fundió el pecho a todos. Los seguidoresde Malkiel retrocedieron en busca de unabuena cobertura desde la que defenderse delos pocos que conseguían arrastrarse, susmanos útiles empuñando todavía sus armas.No hizo falta, tan sólo tres tiros perdidosfueron al techo, disparados por un modelo

    enorme que parecía estar siendo torturado porlos espasmos eléctricos que venían del cableque lo unía a Yrram.

    El l íder del clan, en cambio, se manteníainmóvil en el centro de la sala. Resistía mejorlos calambrazos y hasta pareció que iba a sercapaz de articular el resto de la frase. Alzó lapinza derecha, pero sólo para abrir lascavidades de su pecho. De él cayó la joya dealmas, embadurnada en aceite, aunquetambién de un líquido pastoso y negruzco queel pueblo de Malkiel identificó como sangre.Sólo él y Neguina pudieron precisar más:sangre de su padre, extraída en el primerminuto de muerte e inyectada en los circuitosde la joya. Material orgánico, imposible dedetectar por rayos X, que ahora brotaba aborbotones de las junturas de lasextremidades de Yrram, que invirtió un últimoesfuerzo en vomitar y, acto seguido, l impiar deplasma su aparato fonador.

    —...dad.

    Malkiel no esperó. Agarró una espadaempaladora, la misma que terminara con supadre y que había sido hal lada en los restosdel combate en cubierta. La arrastró,rechinando contra el suelo, pues no podía consu peso, pero cuando tuvo frente a sí a Yrramlogró alzarla con un gran resopl ido, cogerimpulso y propinarle un sonoro mandoble,que seccionó parte de la cintura del robot y loderribó con estrépito. De un salto se posóencima del droide, ya una cáscara metál ica, ycon repetidos golpes amputó en dos mitadesel cuerpo de acero. A un gesto con la mano,sus guardaespaldas le ayudaron a elevar lamitad inferior hasta ponerla de pie. Ascendiópor el cuerpo hasta ganar la cima de la cintura.Desde al l í dirigió a los suyos una mirada firmepero satisfecha. El aceite había ennegrecido supiel .

    —Soy Malkiel Seletiste, el sucesor dePater Astronomer. Con ésta mi primera victoriame bautizo como Pater Operator. Neguina, laspiernas de Yrram serán las mías de aquí enadelante, debes implantármelas. Ovadia,aprovecharás los recursos del clan que seanadecuados para la Tejedora. El resto del tesoroserá para el viejo Tockold. Kadmiel , Adriel , leayudaréis a explorar el palacio. En una semanaexacta saltaremos a otro tiempo, los Dioses loquieran l luvioso. Hablad. Vamos, hablad.

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    La famil ia de Malkiel obedeció al capitány por primera vez en siglos la ciudadela delclan androide, dueña y señora de la mayor ymás férti l provincia del planeta, se colmó devoces humanas.

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    Reflexiones de un...José Luis Vázquez-Poletti

    ¿Qué seré? Ya he olvidado las veces queme he hecho esta pregunta.

    Hay quien afirma que uno es lo que unoquiera ser. ¡Ja! Está claro que no saben de quéva todo esto.

    Está claro que uno es lo que uno vive, loque uno recopila… lo que uno almacena a finde cuentas.

    ¿Y qué es lo que seré?

    Me encantaría ser mensajero, un profetaque señale una gran revelación tanto tiempoguardada en la mente colectiva. ¡Mejortodavía! Ser yo el revelador, el que haga queesa verdad l legue a su lugar, donde la mentecolectiva no la pueda olvidar hasta el final delos ciclos.

    ¡Abrid paso! ¡Vengo con una buenanueva!

    O quizás no.

    Quizás el cargo de mensajero no seadigno de mi rango, ¡yo aspiro algo más!¡Quiero ser el mensaje a través de mis actos!

    Bien, vale… ¿pero qué mensaje traeré?¿Se tratará una orden para que todosdespierten de su letargo? ¿Una declaración deprincipios? ¿Una constante por la cual se rigeel más común de mis congéneres?

    ¿Y si no soy nada de los anteriores? ¿Y siestoy condenado a ser un ente vacío devivencias, referencia de los límites a los quemis prójimos no deberían aspirar?

    El solo pensar eso hace que reboseterror. ¡No podría soportarlo!

    Pero en fin, aceptaré lo que venga.

    En otra situación no tendría másopciones, pero es que no soy más que un Byteen un formato de instrucción.

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    Planeta de los SimiosMario García Bartual

    Pocas obras en la historia del cine hansido lo suficientemente impactantes comopara que se rodaran cuatro filmesconsecutivos, dos series de televisión, unmontón de productos de consumo y acabaraconvirtiéndose en un icono cultural . Ese logrole corresponde a Planeta de los Simios (1 968)un largometraje l leno de ricos contenidossociales, además de una lúcida indagaciónsobre la naturaleza humana y el empleo de laciencia.

    Como casi todas las grandes obrascinematográficas, Planeta de los Simios se basaen una novela. Su autor, el francés PierreBoul le, tuvo una azarosa vida. Hijo de abogadoamante de la l iteratura, desde niño sintiófascinación por la aventura. En la década de1 930 viajó a Kuala Lumpur en Malasia paratrabajar en una plantación de caucho. LaSegunda Guerra mundial no tardó en hacer suaparición y Boul le, fiel a su espíritu audaz, optópor ser un agente infiltrado en Indochina.Actuando bajo el seudónimo de Peter JohnRule, ayudó a organizar el movimiento deresistencia en Myanmar y China.

    En 1 943 partió hacia la capital vietnamitade Hanoi a través del río Mekong, pero fuecapturado en ruta por el gobierno fiel a Vichy yentregado a los japoneses. Sentenciado atrabajos forzados en un campo de prisioneros,mantendría un diario sobre las situaciones yanécdotas que acontecieron. Todas estasexperiencias sirvieron de base para su segundanovela, El puente sobre el río Kwai (1 952), quefue l levada a la gran pantal la con sonado éxito.Tras otros trabajos, escribe en 1 963 El Planetade los Simios que desborda fantasía filosófica.

    La transición de su novela futurística enhito de la gran pantal la, se debe al esfuerzoencomiable del productor hol lywoodienseArthur P. Jacobs. Mientras producía un musical ,Jacobs partió a Paris para contactar conagentes l iterarios que le ofrecieran nuevaspropuestas. Buscaba un material “tipo KingKong” que le asegurara otro gran éxito. Meses

    más tarde, uno de los agentes le envió unacopia de la novela de Boul le y Jacobs seenamoró de la historia. Para sorpresa delpropio Boul le, que la consideraba una obramenor, Jacobs compró los derechos para elcine.

    Para adaptar el guión, Jacobs contactócon Rod Sterl ing, un prolífico escritorespecial izado en temas de ciencia ficción. Lanovela de Boul le era muy rica en contenido yadaptarla a un guión cinematográfico se iba aconvertir en una labor formidable. El texto deBoul le narra cómo dos viajeros interestelaresencuentran un mensaje en una botel laflotando en la inmensidad del espacio. En él ,los viajeros descubren asombrados un largorelato escrito por un periodista l lamado UlisesMérou, que acompañaba a un grupo deastronautas en una expedición en el año 2500.La misiva relata sus experiencias en un planetadonde los humanos son tratados comoanimales por simios altamente civil izados ycapaces de hablar. Mérou es capturado yl levado a una ciudad futurista. Al l í descubrecon horror que los humanos se cazan pordeporte, se exhiben en zoológicos y sondiseccionados en laboratorios para el bien dela comunidad. Un planeta donde todo pareceestar al revés y en el que hubo antes unacivil ización humana pero sus decadentesartífices fueron reemplazados por antropoidesmucho más enérgicos y cohesionados, queahora emplean a las personas como esclavossirvientes.

    Serl ing hizo algunos cambiosfundamentales en el inicio de la trama. Cambióel escenario de “mensaje en una botel la” porun grupo de astronautas que se estrel lan enun planeta aparentemente desolado, hastaque son atacados por simios soldados ycomienza su debacle. El resto del scriptmantenía los personajes e ideas de la novelaoriginal

    Con el guión terminado y un detal ladocuaderno de ilustraciones sobre cómo podría

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    ser la escenografía del fi lm, Jacobs buscó unestudio que lo financiara, pero nadie le tomóen serio. Por entonces las películas sobresimios eran relegadas a la serie B, nadieinvertiría en una pantomima de monos quehablan y naves espaciales. La reticencia de losestudios de Hol lywood reflejaba en el fondouna idea peyorativa de la sociedad deentonces hacia los primates. Se les habíamostrado como monstruos (King Kong) ocomo payasos (el caso de Chita en las secuelasde Tarzán), sin tener en cuenta su complejidadsocial , su habil idad cultural y el cercanoparentesco evolutivo con los humanos. Al finalJacobs consiguió el apoyo del jefe de losestudios Twentieth Century-Fox, RichardZanuck.

    En el script original Serl ing concibió lacivil ización simia como la descrita por Boul le,con una avanzada tecnología. Pero el estudiode producción pensó que sería demasiadocaro filmar una ciudad futurista conhel icópteros y coches voladores. Paracompensar el gasto, Arthur P. Jacobs propusorecrear una sociedad con un entorno muchomás primitivo y rústico. Lo nuevos retoques delguión fueron efectuados por el escritorMichael Wilson. Mientras tanto, el escenógrafoWil l iam Creber comenzó a diseñar losdecorados de una comunidad simia másrudimentaria, imaginando una ciudad con unaarquitectura de otro mundo. Por entonces, eldepartamento de escenografía de la TwentiethCentury-Fox estaba experimentando con untipo especial de espuma de poliuretano quepodía extenderse con una pistola y modelarsefácilmente. Los edificios se construían con unarmazón metál ico que se cubría con cartonesque prefiguraban la forma deseada, y luego serociaba la espuma sobre el cartón. Después sedejaba secar, se retiraba el cartonaje y seobtenían las extrañas viviendas que parecenhechas de piedra. Un año después de construirlos decorados, Creber vio un artículo delInstituto de Tecnología de Massachusetts,donde los autores afirmaban haber inventadoel sistema, ¡cuando él mismo ya lo habíaempleado en el cine!

    Otro gran logro de la película es suexcelente maquil laje. Para que la tramaresultara real ista al espectador, los actorescaracterizados de simios debían tener unaspecto creíble, o de lo contrario el

    dramatismo de la historia parecería unapantomima. El encargado de la formidabletarea de dar un real ismo inusitado a losprotagonistas antropoides fue John Chambers.Tenía innovadores conocimientos demaquil laje gracias a su experiencia en unhospital de veteranos de la Segunda GuerraMundial , diseñando prótesis y arreglos facialespara soldados desfigurados. Chambers obtuvoel fantástico presupuesto de 1 mil lón dedólares para crear las máscaras de los simiosen menos de cuatro meses. Consciente delproblema de la transpiración, diseñó unagoma espumosa con poros que impedía, tansolo en parte, que los actores acabaranbañados en sudor dentro de la máscara. Seapl icó pelo importado de la Península deCorea a las prótesis por su textura. Solamenteel pelo apl icado a los rostros, manos y brazossimios alcanzó los 75.000 dólares de costo.Todos los antropoides debían tener ojosmarrones –los actores de ojos azules l levaronlentes de contacto, exceptuando la doctorachimpancé Zira (interpretada por Kim Hunter)que conservó sus bel los ojos azules. Enopinión de Chambers, era un detal le “que leañadía un toque humano”.

    El maquil laje infundía, además, sutilesdestel los de personal idad a los protagonistas.Los chimpancés, que se muestran compasivoscon el hombre, deberían parecer intel igentes yde aspecto más humanitario. Los gorilas, querepresentan la casta mil itar, l levarían rostrosmucho más fieros que en la real idad. Y losorangutanes, encargados de la política y lasleyes, recibirían un semblante más noble ypomposo. Tal vez sin pretenderlo, los violentosgorilas del fi lm reflejan el erróneo mito de suferocidad. El bulo había sido propagado en elsiglo XIX por exploradores como Paul duChail lu, que consiguió fama y dinerodescribiéndolos como seres sal idos de unapesadil la infernal . No fue hasta los trabajos delos primatólogos Geoger Schal ler y DianFossey cuando se puso de manifiesto lanaturaleza pacífica de los gorilas que viven ensu entorno de forma cooperativa, enpequeños grupos famil iares. Gracias a losmodernos documentales y al ecoturismo, losgorilas son ahora presentados al públ ico comoanimales tímidos y amistosos.

    Tanto la novela de Boul le como lapelícula son una indagación sobre el potencial

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    de la humanidad para destruirse o degenerar aun estado animalesco. La carreraarmamentística promovida por la Guerra Fríaestá presente en el terrible desenlace del fi lm,cuando el astronauta comprueba que elplaneta simio es en real idad la madre Tierratras un holocausto nuclear. Un final aclamadopor crítica y público, exceptuando unapersona: el propio Pierre Boul le. Su desagradoquedó patente en una nota que escribió aArthur P. Jacobs, “tengo que considerar [elfinal ] como una tentación diaból ica. Meopongo a él desde cualquier punto de vista”.

    En Planeta de los Simios también se tratael espinoso asunto de la experimentaciónbiomédica con animales intel igentes ysensibles. Uno de los temas centrales de lanovela de Boul le es que los simios emplean loshumanos en investigaciones anatómicas,especialmente para desarrol lar una cirugíacerebral más avanzada. Este aspecto quedaensombrecido en el largometraje, aunqueresulta patente en la lobotomización que sufreuno de los astronautas americanos. Elmeticuloso John Chambers consultó manualesde medicina y cirugía y logró plasmar de formacientífica y real ista la cicatriz de una lobotomíaen la sien del actor. Un pequeño detal le, perofiel al espíritu perfeccionista de Chambers.

    En un sentido profundo, Planeta de losSimios es una lúcida reflexión sobre el serhumano y sus contradicciones. Como hapuesto de manifiesto la escritora Sandy Rankin,el fi lm representa el deseo de un mundomejor. Una patria de identidad, en la que elhombre no esté en contra del mundo, ni elmundo en contra del hombre. Tal vez así,tampoco se estará en contra de lo que nosresulta extraño, cuya alegoría son los simios.Amenazados permanentemente por ladeforestación de los bosques y la invasiónhumana, los grandes simios ocupan un lugarmuy especial en nuestro corazón y en nuestramente. Según Donna Haraway, de laUniversidad de Cal ifornia, tienen una relaciónprivilegiada con la naturaleza y la cultura paralos occidentales, al ocupar las zonas l imítrofesde ambos conceptos. Los estudios científicos ylos relatos sobre antropoides nos ayudan aconstruir l ímites teóricos entre naturaleza“salvaje” y cultura “civil izada” y debatir lapermeabil idad de tales fronteras. Los primatesson nuestros hermanos evolutivos,

    compañeros de viaje en un planeta sujeto a lapermanente amenaza de la extinción. Elverdadero equil ibrio consiste en conservar larica biodiversidad de este singular hogarconstruido de océanos y continentes, para noser extraños en nuestro propio mundo.

    ***

    Lecturas Relacionada

    Boul le, Pierre. El Planeta de los Simios.Punto de Lectura, 2001

    Eileen Jones, Jeannette. "Gorilla Trails inParadise": Carl Akeley, Mary Bradley, and the

    American Search for the Missing Link. Universityof Nebraska – Lincoln, 2006. Disponible en elenlace:

    http://digitalcommons.unl .edu/cgi/viewcontent.cgi?article=1 027&context=historyfacpub

    Greene, Eric. Planet of the Apes asAmerican Myth: Race, Politics, and Popular

    Culture. Hanover, NH: Wesleyan UP, 1 998.

    The Forbidden Zone. Página coninformación diversa sobre El Planeta de losSimios. http://www.theforbidden-zone.com/

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    Volcado de memoriaMiguel Ángel García Rodríguez

    La imparable evolución informáticaconsiguió logros extraordinarios y terminaríapor transformar totalmente a la sociedad. Unode el los, el denominado popularmentevolcado de memoria que la empresa Lifecomllevaba a cabo, permitía trasvasar toda lainformación del cerebro, como los recuerdos yel pensamiento, a un soporte informático. Unavez al l í, se recreaba un mundo perfecto que,aunque los usuarios sabían que era artificial ,esa sensación desaparecía a los pocos días.

    Al inicio sólo se permitía real izar elvolcado de memoria a los mayores de ochentaaños; con el lo mataban dos pájaros de un tiro:se lograba la inmortal idad y también seel iminaba de raíz el problema del pago depensiones a la cada vez más longeva terceraedad.

    Más tarde, ante las reiteradas demandas,la edad para poder real izar el volcado se fuerebajando, terminado por desaparecer. Asípues, con el atractivo de un mundo perfectovirtual , la gente fue poco a poco volcándoseen soporte informático, quedando cada vezmenos personas en el mundo real . Finalmente,el último hombre en el planeta, ante lainsoportable vejez y soledad, decidió volcarsetambién él .

    Pero, ¿quién se encargaba ahora dequitar el polvo a los ordenadores? ¿Quién seencargaba de reparar las piezas informáticasdefectuosas donde se encontraba elpensamiento de mil lones de personas?

    Gradualmente el óxido se fue comiendolos circuitos, chips y discos duros. Hasta que,finalmente, un contundente mensaje aparecióen el monitor de Lifecom: Error del sistema...

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    LaiscoderCándido Macarro Rodríguez

    Jonás, intentaba contactar en tuenti conla peña, pero, cuando pinchaba el enlace, loúnico que aparecía en la pantal la de su portáti lera : “ES LA HORA” en letras muy grandes queparpadeaban a gran velocidad. Los putoshackers…

    Lo intentó varias veces con el mismoresultado.

    Fuera, en la cal le, se oía tumulto.

    Decidió enviar SMS. Buscó en su agendaa los destinatarios, pero cuando se dispuso aenviarlos se percató de que no tenía cobertura.Jonás sintió verdadera angustia al sentirse sóloe incomunicado.

    De nuevo, intentó conectarse con elportáti l . De nuevo el mismo mensaje. Bueno,ya no era exactamente el mismo. Debajo de lafrase intermitente ahora aparecía una cuentaatrás: 1 00, 99, 98… Los números le atraíancomo la bombil la a los mosquitos.

    De fuera, le l legó a través de la ventanacerrada, un grito desgarrador que le hizolevantarse a mirar por el la. Horrorizadocontempló a 5 chicos de su edad golpeandocon enormes piedras a una anciana. Otrogrupo daba caza a un abuelo, incapaz decorrer.

    No podía apartar la vista de los números.45, 44, 43… Algo extraño estaba ocurriendo.Esos números… 20, 1 9 ,1 8…   Oía voces, peroahora en su cabeza. 1 1 ,1 0 ,9… Mátalos,mátalos… 8, 7, 6… acaba con el los, 5, 4, 3….Estaba preparado. …..3… matar….2…matar…1………………………

     

    De repente, el automático saltó y todoslos aparatos de apagaron. Jonás se recuperabaa duras penas del shock, consciente de lo quehabía estado a punto de hacer, pero ¿y losdemás?

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    El viajeAna Belén Sánchez

    El ing-des adjunto, como eran conocidoslos ingenieros de desplazamiento en elFinding, recorrió los estrechos pasil los de lanave supervisando, como era su rutina, quetodo siguiera en orden. Se tomaba su trabajoen serio; no en vano l legar a formar parte delProyecto Signal había requerido muchossacrificios. Su labor consistía en verificar elcorrecto flujo de energía negativa y minimizarlos elevados riesgos que pudieran producirsecon la manipulación de la sustancia, capaz degenerar esta energía: la antimateria.

    Se acercó a su compañera para elintercambio regular de datos. Ya se conocíanlo suficiente como para permitirse ciertacamaradería, pero él no le perdonaba eldesdén con que trataba a aquel los queconsideraba inferiores a el la. El concepto dedesplazamiento interestelar alterando laconstante espacio-tiempo, acortándolo en laparte delantera de la nave y alargándolo por laparte posterior, no era algo fácil de asimilarpara todas la mentes, pues había de suponer lainmovil idad de la nave, mientras todo eluniverso se movía a su alrededor.

    La ing-des superior ladró una orden a unpobre técnico de desplazamiento que pasabapor al l í. Los datos no cuadraban, y demasiadaenergía en la parte frontal podría l levar aldesastre. Había demasiada tensión. El final dela primera parte de la misión estaba próximo aconcluir, y se esperaba l legar al objetivo en unperiodo espacio-temporal inminente. Si enalgún momento la misión requería precisiónen los cálculos, era precisamente aquel . Fue elIngeniero adjunto el que descubrió el error alrevisar los cálculos: la ingeniera superior sehabía equivocado. Aunque no era algo de loque a el la se le pudiera informar. Se l imitó acorregir los requerimientos, y procedió ainformar al personal que el fal lo había sidosolucionado.

    El relevo vino después, cuando lasituación empezaba a tornarse demasiadofrustrante. Decidió relajarse subiendo a la

    plataforma de observación. Hacía ya variasdécadas que la humanidad había descubiertoaquel la extraña señal . Ningún dispositivo decaptación había podido determinar conexactitud el origen y significado de esta señal .Pero esta era la primera vez, tras varios años decomplejas investigaciones, modestos triunfosy estrepitosos desastres, que se conseguíagenerar antimateria suficiente como paraaproximarse lo suficientemente de aquelpunto en el extremo más alejado del universo,de donde surgía aquel la desconocida señal . Elviaje requería incontables ciclos de sueño yuna fortaleza de ánimo necesaria para soportartodos los rigores que requerían la convivenciaen los habitáculos de la nave, y la exigencia dela alta concentración mental que el trabajodiario requería. El personal de la nave habíasido exquisitamente seleccionado y formado,y absolutamente nada había sido abandonadoal azar.

    La plataforma de observación seencontraba semidesierta. Pequeñosgrupúsculos de gente se reunían y disolvíancon cierta celeridad. El ingeniero adjunto solonecesitaba unos minutos de soledad, aunquesabía que era algo difícil de conseguir enaquel la nave, donde lo cotidiano eran lasapreturas y una convivencia feroz. Pero ahoralo estaba. Algo pasaba. Era fácil de percibir.

    La plataforma de observación, diseñadaa modo de recreo del personal , no era,evidentemente, una plataforma deobservación verdadera. Aunque pudieraconstruirse una que permitiera unaobservación verídica, no habría forma real dever lo que ocurría fuera de la nave, o estaríatan distorsionado, que no sería precisamentealgo que pudiera destinarse al ocio delpersonal . Consistía en una recreación de lasgalaxias y sistemas, que eran observadosdesde un punto de vista de un observadorextraestelar. Pero los diseñadores de talportento habían subestimado la capacidad detolerancia rutinaria del personal : después de

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    tantos ciclos, resultaba aburrido.

    Después de meditarlo largamente, y apesar de saber que no era el mejor momento,el ing-des decidió aventurarse a visitar alastrofísico adjunto segundo, quehabitualmente le tenía informado de todas lasmenudencias de los nuevos descubrimientos.Tal como esperaba, el astrofísico adjuntosegundo, no se alegró de verle. Se percibíacierta presión en la plataforma de anál isis,reunía más personal del que acostumbraba aver. El comandante superior, que se habíadignado a visitar la plataforma de anál isis, veíamermado su poder en cierta medida, pues noera capaz de imponer serenidad entre elpersonal fuera de turno, y aquel los que notrabajaban, incluso los que tocaban a sueño, sehabían amontonado y dispersado sobre lasdiversas plataformas, en busca de información.

    —Nos encontramos ahora en uno de los“pl iegues del universo”, para que tú meentiendas —explicaba el Astro-Físico—; noconseguimos entenderlo bien, ni determinarde qué se trata, pero parece que la señal nosenvuelve y por detrás de esta, percibimoscomo una especie de real idad distorsionada.Necesitamos acercarnos más para estudiardetenidamente con qué tipo de fuerza, omagnitud nos estamos enfrentando.

    El ing-des nunca había conseguidoentender del todo al astrofísico, pero se hacíael entendido.

    —¿Y cuál es el siguiente paso?—preguntó.

    —Esperamos órdenes de la tierra. Llevarátiempo.

    Pero el comandante superior, no esperó.Lanzó la orden de avanzar hacia la señal .

    —No podemos establecerconcretamente dónde está la señal , pues enreal idad sabemos que esta por aquí pero nosabemos exactamente de dónde viene—continuaba expl icando el astrofísicosegundo, que en real idad se sentía encantadode tener una pequeña audiencia en momentostan trascendentes—. Lo que sí sabemos es quelas mediciones que estamos real izando segúnnos acercamos al foco, son imposibles. Y noson errores, lo hemos comprobado.

    El ing-des no lo había percibido, pero la

    plataforma de anál isis de datos estaba arebosar. Reconoció a sus compañeros, los quedebieran estar trabajando ahora mismo. Laingeniera de desplazamiento superior habíaperdido todo rastro de despotismo, y su carareflejaba consternación. Se dirigió hacia el la.Una sensación de inseguridad se apoderó deél . La ingeniera le respondió incluso antes deque él preguntara:

    —No podemos movernos en ningunadirección. Los apl icadores de dirección hanreventado… y la nave parece desplazarse…sinningún control por nuestra parte.

    —¿Hacia dónde vamos? —Notó que lainseguridad se desvanecía. Ahora solo sentíaangustia.

    —No lo sabemos. Estamos intentandoresolverlo, pero…

    Lo que había interrumpido a la ingenieraera el si lencio total , el pánico general y unainquietante sensación de velocidad yaplastamiento. Pasó pronto, pero no el miedo.Alguien l lamaba al orden y la calma; a pesar detodo, no eran personas comunes: habíanrecibido preparación para afrontar situacionesextremas.

    El ing-des volvió con el astrofísico.

    —¿Qué es lo que ocurre? —Lo preguntócon una exigencia que en otras circunstanciasno habrían sido toleradas.

    El astrofísico le miró con indignación,pero le respondió.

    —¿Qué crees que hacemos? ¡Intentamosaveriguarlo! La entropía es máxima, y sinembargo estamos seguros de que no estamosante un agujero negro.

    El astrofísico primero requirió lapresencia del segundo. Habían descubiertoque la señal se había hecho más corta, yrepetida en frecuencias constantes. Ademásde eso, se había convertido en una señalinterpretable: ¡era un mensaje!

    Los ingenieros de sistemas buscaron entodos sus códigos conocidos, a fin de descifrarla señal . El comandante superior revindicabasu poder dando órdenes, a veces innecesarias,pues todo el personal tenía claro su labor. Losfuera de servicio encontraron su lugaradecuado, entre no estorbar y no perderdetal le de los acontecimientos. Cuando los

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    códigos fueron interpretados, se decidióanal izarlos en la plataforma de observación,que en ninguna otra ocasión estuvo tanconcurrida. Lo que pudo verse en el visor noera lo esperado, pero si lo habitual : lo quedurante incontables ciclos de sueño se habíapodido ver en la plataforma de observación,podía verse ahora, es decir una visiónextraestelar del universo, pero en un tamañomás cercano a lo que sería la percepciónhumana, y en el centro la fácilmentereconocible figura del Finding flotando en elespacio.

    —¡No es una señal ! ¡Es un espejo! —gritóun técnico de desplazamiento. Y la ingenierade desplazamiento superior le miró condesdén.

    Los astrofísicos no lo entendían. ¿Quéhabía al l í que absorbiera determinadas señalesque el universo emitía y que de alguna maneralas devolviese? Y de forma reproducible, pero¿cómo?, ¿y cómo podían estar al l í simplementevisionando ese rebote?

    Pero ya todos habían centrado suatención en el visor: en él se podía observarcómo la nave de pronto chocaba con algoinvisible, aplastaba imperceptiblemente sucasco en un principio, para después estal larpor la parte frontal transmitiéndose laimplosión a la parte posterior. No dio tiempo apensar. El terror ya había paral izado casi todoslos corazones que aún latían. Solo alguna queotra mente fría, repasando conocimientos,pudo entender antes de perderse que lo queestaban viendo no era un reflejo, solo era unareproducción de un evento inevitable.

    ***

    Seis meses después, la nave n.º 3 delproyecto de investigación Signal I I flotaba asuficiente distancia de aquel la extraña cicatrizen el tejido espacio-tiempo, desde dondemeses antes aparentemente había brotado laextraña señal , y había tenido lugar elaccidente. Ahora, la señal apenas eraperceptible.

    El investigador principal miraba a lapantal la ensimismado. Por fin habíaencontrado lo que estaba buscando. Lamemoria de su mentor quedaría l ibre de todamofa. Sin embargo, solo podía sentir unextraño vacío interno. Recordaba a su famil ia,ahora tan lejana. Miró a su mano derecha,

    como tres meses antes hiciera su hija con tantaatención, tratando de anal izar sus formas.Sonrió al pensar en los esfuerzos de su hijapara entender lo que él intentaba expl icarle:

    “Pero entonces, ¿somos como dibujosanimados?”, le decía la chiquil la. “No puedeser, papi”, y se movía lentamente abriendo losbrazos y trazando círculos irregulares, dándolea entender que el mundo era mucho másamplio de lo que él decía.

    Ninguno de el los le había perdonadoque se fuera y les dejará en busca de “su”verdad.

    —Pues parece que la “pantal la de cine”tiene una pequeña grieta. —Uno de susalumnos interrumpió sus pensamientos. Lodecía con cierta sorna, pero los ojos y la sonrisadel joven denotaban la euforia y entusiasmodel momento.

    —Por fin tenemos pruebas —musitó elinvestigador principal . Su humor no era tanexcelente. No todo el mundo aceptaría laverdad. El dinero invertido, las luchas ydebates, las humil laciones recibidas... Para él ,los datos del hológrafo eran indiscutibles, perosiempre habría alguien que los rebatiría. Máslucha. Empezó a pensar en su exposición almundo: comenzaría citando a un físico quevivió siglos atrás, y que proponía que eluniverso era plano, y continuaría aludiendo alfamoso mito de Platón y su caverna, sobrecomo somos en real idad sombras en la pared,un reflejo y por último expondría su teoríasobre desde donde provenía la proyecciónque daba forma al universo.

    Dirigió su mirada al estudiante, y porprimera vez sonrió:

    —Sí, somos dibujos animados.

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    La nave de la discordiaMauricio del Castil lo

    13.VII.2385. En algún tiempo próximo lanave va a reventar.

    No se necesita ser muy observador paranotar eso. Los ojos de Viktor, nuestro supuestolíder, evidencian el caos. Cree tener la últimapalabra en cuanto a qué debemos hacer parabajar la intolerancia dentro de la nave, pero susdecisiones no han sido correctas en ningúncaso.

    Viktor dice también que lo que sucedano es en ninguna medida responsabil idad deél . De modo que en eso estamos: Viktor y elresto de nosotros metidos hasta el cuel lo en unconfl icto sin responsables. La cosa es losuficientemente seria para sacarnos los ojosentre nosotros, y yo no puedo soportar estemaldito ambiente.

    Los supuestos líderes se excitan consalvaje rabia al tener entre sus manos el poderpara decidir la suerte del rebaño, así tenganque volar en pedazos al resto de las ovejas.Viktor ve la posibil idad más improbable encada situación, lo cual es, con certeza, la razónde que sea un imbécil de primera. Así es él :completamente cegado por la misión a la quefuimos encomendados. No cabe duda de quese trata de un hombre que mira al mundo através de un solo ángulo.

    Sanyó, nuestro segundo hombre almando, es sincero, pero muchas veces raya enel cinismo. Él y Viktor parecen haber nacidopara odiarse mutuamente. En Sanyó, el ordenes algo elemental , como el comer, dormir yfornicar. Terminantemente rehusaba aceptarque alguien omita sus comentarios u órdenes.Al fin optamos por no discutir más con él sobreel lo. Fuera de los problemas espaciales, nadaparece importarle.

    Alguien al lá en la agencia debió advertirque ambos hombres no estaban preparadospara despegar en la misma nave y convivirentre el los. Eso suena fácil , pero Viktor y Sanyóeran dos hombres más que aptos paraemprender este tipo de viajes y sobrevivir.

    En cuanto a Hugo, es lo que se dice unretraído, un hombre incapaz de comprender elcomportamiento de los hombres de la Tierra.Ha estado toda su vida surcando los confinesdel universo, y no tiene la más mínimahabil idad para dirigirnos la palabra. Ledecimos en broma «El Fantasma». Su presenciaes sólo un susurro, una bagatela, un rumor…Únicamente lo he visto tres veces en estos dosmeses. Se muestra renuente a sal ir, y lo únicoque contesta por él es una voz simulada: «ElDoctor Correa no se encuentra disponible eneste momento. Vuelva a…». No lo juzgo, peroquisiera que por unos momentos no pensaratanto en Narabedla y su estrel la tipo G, ydecidiera tomar más en cuenta los problemasque se suscitan en la nave.

    El único que no se ha vuelto unneurótico es TIBO; es lo que podría de decirseun «sabelotodo», en el más amplio sentido dela palabra. Viktor se desconcierta cada vez quelo oye hablar con su tono de voz, cargada derazonabil idad sobrenatural ; no es un hombrecomo nosotros, es una máquina jugando a serun hombre. TIBO es un cruce entre la Capil laSixtina y el último acontecimiento tecnológicoantes de zambull irnos en el l lamado fenómenode la Singularidad. Lo ve todo, está presenteen cualquier lugar de nave, con un ojo avizorde cristal luminoso.

    En real idad, cada uno en su campo,todos nosotros somos los hombres máscompetentes. Yo soy el hombre encargado demediar entre TIBO y la tripulación. Soy comouna jodida especie de Henry Kissinger delespacio.

    ***

    15.VII.2385. Ayer no tuve ganas de dictara mi diario de viajes, debido a que tuve unadiscusión con Sanyó. Dentro del jardínhidropónico conservamos con muchadel icadeza una bel la flor de jazmín la cual semantiene a temperatura de 23° centígrados.Sanyó odia la flor: «Mueve de aquí a tu plantade maricones. Afectas el crecimiento de mi

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    hierba». Lo mandé directo al carajo; no mesentía de humor para comportarme como uncachorrito ante él . Viktor dice que lo mejor esque seamos firmes y al mismo tiemporesponsables. Es obvio que a Sanyó esto letiene sin cuidado, y su indiferencia aumentacuando está completamente drogado.

    Al comenzar las primeras horas de lajornada, descubrí que el jazmín había muerto acausa de la alta temperatura de 33 gradoscentígrados. No tengo que señalar al malditoculpable.

    Hugo apareció hoy por primera vez endos meses expl icándome algunasobservaciones que había captado en eltelescopio mil imétrico. Lo ignoré, sin el uso deuna voz simulada.

    ***

    16.VII.2385. Viktor es sin duda el jefe delequipo de expedición hacia Narabedla. Si nome desagradara tanto estar encapsulado diríaque es un buen jefe, mas no un buen líder.¿Qué quiere decir esto? Es un excelente pilotoy un gran técnico a bordo, pero no tiene ideade cómo manejar a un grupo con diversascaracterísticas y personal idades: un geólogocínico, un astrónomo antisocial y uninformático que no le agrada que lo fastidien.

    Supongo que falta TIBO, el tripulantemás importante de esta expedición. TIBOpuede presumir de únicamente concentrarseen l levarnos a Narabedla en una piezacompleta. Yo me encargo que no le sucedanada malo; soy su doctor de cabecera en esteviaje.

    Sin embargo no puedo dejar de pensaren aquel las cuestiones que no quieroresponderle. «¿Por qué usted, doctor Yul ieski,ha dejado de hablarle al doctor Penn?»Siempre optó por cambiar de tema al pedirle larevancha en las damas. El repara con su voz ydice: «Perfecto, doctor. ¿Rojas o negras?»

    Sé que lo tratamos como un aparatosobredesarrol lado, pero cuando midamos losniveles de oxigeno en la atmosfera deNarabedla y resulté óptimo para albergar a 8mil mil lones de sufridos seres humanos, lotrataré como un adulto que ha convertido elagua en vino.

    ***

    17.VII.2385. Soñé con Selma. En parte

    tuve cierta proporción de eso debido alprograma de sueño inducido. Esta tecnologíaes capaz de inyectarme el deseo que misubconsciente me dicte. Reconozco que soytambién capaz de provocar mis deseosconscientes y lograr soñar lo que yo quiera. Alprincipio desconfié de él , pero una vez que teconectas, el flujo se convierte en interminable.Debido a la poca falta de privacidad dentro dela nave para masturbarme y mil cosas más quesólo yo puedo —y pretendo— hacer, el sueñoinducido es una buena opción.

    El sueño que programé era hacer el amoren una pradera verde en el primer día deprimavera. Subí una pequeña col ina,totalmente desnudo, con la brisa de un vientofresco y tranquilo chocando en mi pecho.Cuando alcancé la cima observé su cuerpotendido en el pasto. Estaba profundamentedormida, con sus rosados pezones y su vel lopúbico al alcance de mi sexo. (Ah, Selma,alguna vez me preguntaste qué tenía quéhacer una mujer para l lamar la atenciónsuficiente de un hombre. No se me ocurrió unarespuesta súbita, y eso te pareció pocointrépido. Después de unos segundos se meocurrió decir: «Olvida el sentido común. Lodemás se da por sí solo». Buena respuesta,señalaste.)

    Soplé su oído para despertarla como sedebe soplar una flor de diente de león. Abriósus ojos, sin mover siquiera una extremidad.Simplemente sonrió y contempló el cielo azuly las algodonadas nubes bajo la sombra de unroble.

    El la estiró sus brazos hacia míacompañado de un ronco suspiro. El cabel lo ylos labios eran del mismo color rojo, con unbril lo que me pareció excelso. Me vi atraídohacia el la, como un autómata. Todo su cuerpomanaba calor y humedad. De pronto estabaencima de el la, con mi mano derechamasajeando su pecho izquierdo. El la comenzóa jadear, con los ojos cerrados. Los dos nosdejamos arrastrar…

    Cuando el programa terminó, no pudedejar de pensar en algo. Con un algodón mefroté las sienes a fin de quitar las marcas de loselectrodos. Miré el espejo del baño,confundido. Los sensores de TIBO meescucharían.

    —TIBO, en mi sueño… —comencé, sin

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    atreverme a proseguir. No me atrevía aconfesarle estás cosas, a pesar de que él mismolas monitorea por si surge un trauma neuronalo emocional . Alguien importante en el centroespacial me dijo que TIBO era un confidenteexcepcional .

    Recordé ese hecho y me decidí:

    —En mi sueño yo proporcionó placer ami pareja, pero siento que no recibo la mismaacción. Es algo frustrante, si sabes a lo que merefiero.

    —Los sueños son la real ización frustradade un deseo reprimido, doctor Yul ieski —dijo,con una voz neutral y sin emociones—. Peroaquí, dentro de la nave, están condicionadostodos sus símbolos con el fin de que tengavoluntad en sus sueños, sin esperar que sussímbolos lo hagan por usted. El los se atienen asu voluntad, doctor. Una orden que contradigaeso puede desencadenar una postura egoísta.

    Sacudí un poco la cabeza y traté deanal izar esa respuesta. No estaba bien, algo detodo aquel lo no me agradaba.

    TIBO sabe interpretar muy bien elsi lencio de uno:

    —No espere de los demás, doctor. Ese esmi consejo. Use su voluntad para influir en sussueños, pero no exija. Estimúlelos.

    ¿Qué trata de decirme con eso? ¿Que noestoy a la altura de Selma? ¿Soy undesconsiderado? Alguien debe tener la culpapor haberme metido con estos lunáticos.

    Extraño a Selma y no veo el momento deestar con el la otra vez.

    ***

    21 .VII.2385. El doctor Cambray de la baselunar me recomendó, semanas antes del viajea Narabedla, que escribiera este diario, con elfin de comparar mis apuntes con lasobservaciones de TIBO. No sé si los demásl leven uno, pero esta petición de alguna formame pone en una especie de responsabil idad yconfianza que los demás dudo tengan.

    Supongo que el doctor Cambray observóalgunos apuntes míos durante mis prácticas.La agencia se interesa mucho por individuosque reflejen entereza y mucha paciencia. Ytienen razón: no pienso causar más discordiaentre mis compañeros y seré lo más imparcial yjusto posible para no perjudicar a ninguno.

    Hugo l leva más de tres días encerrado ensu habitación. Al principio se rehusaba sal ircon sendos y corregidos gritos. No contestaahora, pero en el transcurso del día de hoyTIBO ha anunciado que los signos vitales deHugo se encuentran bien.

    Víktor ha decidido no molestarlo y TIBOnos informará en cuanto se presente algoimprevisto. Por lo pronto hemos pasado unasemana real sin ningún confl icto, aguardandoy pensando dentro de nuestroscompartimentos privados, justo antes delPrimer Salto.

    ***

    22.VII.2385. TIBO ha descubierto undesperfecto en los reflectores refractarios.Desconoce las causas, pero todo se debe a unamala conexión. Los sistemas tradicionales denavegación dependían de controladoreshumanos en estaciones terrestres o lunares. Enlos modernos sistemas de navegaciónautónoma (léase TIBO), el rumbo del vehículoespacial se calcula y corrige usando imágenesde asteroides y estrel las captadas por elsistema de cámaras a bordo, las cuales secombinan con el sistema de navegación, entreel los los reflectores situados dentro del chorroque sale por la tobera y así controlar losdesvíos de la trayectoria trazada por TIBO.

    Viktor y TIBO charlaron sobre el lo.

    —Lo que me estás diciendo es imposiblede corregir —dijo Viktor, con impaciencia—.No puede ser arreglado manualmente, nosasariamos en cuanto pongamos una solapunta de las pinzas ahí dentro.

    —¿Cuándo dejaron de funcionar, TIBO?—pregunté—. Quiero decir, ¿la avería tuvoorigen en su fabricación o fue gradual?

    —Según mis cálculos, todo pareceindicar que el desperfecto ocurriógradualmente. Pero no hay ningún indicio dedesperfecto desde el despegue en la baselunar.

    —Entonces pudiste advertir desde unprincipio que los reflectores no ajustarían latrayectoria, TIBO. ¿Qué sucede con…?

    —Fue provocado por alguien—interrumpió—. Lo hizo de tal forma que nopudiera yo detectar la avería.

    —Ese alguien debe conocer muy bien la

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    nave —dije—. Apuesto que sí.

    Observé a Viktor. Inmediatamentefrunció el ceño.

    —¿Por qué me miras a mí?

    —Eres ese hombre, Viktor. No hay nadiemás.

    —Ya puedes dejar de culparme. Yo nofui. —Se serenó por un momento—. Hay cosasmás importantes que atender.

    Tenía razón. Desvié mi mirada y meconcentré en TIBO.

    —¿Alguna otra teoría, TIBO?

    Se l imitó a decir:

    —Ninguna otra, doctor Yul ieski. Nopuedo anticipar acciones humanas queinterfieran en el vehículo. Esto fue hechosúbitamente.

    Viktor y yo nos miramos por unosmomentos.

    —No pudo ser ese loco de Hugo—comentó Viktor en voz baja—. Llevaencerrado más de cuatro días.

    —TIBO, ¿cuántas veces ha sido abierta lacompuerta en la habitación del doctor Correa?

    —37 veces durante el viaje, muchas deel las en un breve lapso. La última ocurrió haceuna semana.

    —Esa fue la última vez que lo vi —dije—.Me preguntó algo acerca de unasobservaciones en el telescopio mil imétrico.Creo que no quise escucharlo.

    —Entonces está descartado —concluyóViktor.

    Sonrió maliciosamente, como sirecordara un hecho que lo divirtiera. Noquedaba otro sospechoso excepto Sanyó. Laidea no lo enfurecía, le agradaba.

    —Aún podemos seguir la ruta —observóTIBO—, pero al cabo de poco tiempo es mejorque hal lemos la forma en la que fue saboteadaa la nave para poder corregir el rumbo en dadocaso que la luz de la estrel la de Narabedla sevea distorsionada por la gravedad de losastros.

    Cuando se lo fuimos a decir a Sanyó seha puso furioso ante esta observación; no creeque seamos justos con él . Su argumento de

    siempre es que esto sea perjudicial para lamisión. Los trucos verbales de Sanyó se basanen que él no conocía nada del funcionamientode la nave. Vaya, ni siquiera tenía idea de cómocambiar los malditos globos incandescentes. Yno dejaba de reír, de probarnos que éramosunos idiotas, que no tenemos idea de cómofuncionaba la nave.

    —Ninguna opinión que me dieras tú—dijo Sanyó con desprecio— me es buena.Pues bien, de modo que la nave se jodió. ¿Porqué no se meten a ese atol ladero y lo arreglanen lugar de apuntarme con el dedo? ¿No lesgusta lo que digo? Claro, supongo que no lesinteresa mi opinión sino mis propósitos.Aunque haga el esfuerzo de entrarlos enrazón, realmente no es asunto mío lo quehagan unos idiotas a bordo.

    Cuando cerró la boca, señalé:

    —Sabes, Sanyó, podrías cooperar máscon nosotros, y mis sospechas