Cosa nostra john dickie

2005

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Cosa Nostra relata la fascinantehistoria secreta de la mafia siciliana,la sociedad criminal más famosa,más impenetrable y peorcomprendida del mundo.

La mafia ha recibido muchosnombres desde que fuera creadahace ciento cuarenta años: la Secta,la Hermandad, la HonorableSociedad y, hoy, Cosa Nostra. Sinembargo, mientras cambiaban losnombres y los tiempos, susmétodos, sangrientos y sutiles, hanseguido siendo los mismos. Ahora,por primera vez, Cosa Nostra

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reconstruye la historia completa dela mafia siciliana, desde susorígenes hasta la actualidad, desdelos huertos de limones y las minasde azufre de Sicilia a las calles deManhattan.

Cosa Nostra es la crónica definitiva,rica en detalles y personajes y conel pulso narrativo de las mejoresnovelas negras.

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John Dickie

Cosa NostraHistoria de la mafia siciliana

ePub r1.0ultrarregistro 30.09.14

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Título original: Cosa NostraJohn Dickie, 2004Traducción: Francisco RamosDiseño de cubierta: Víctor Igual, S. L.

Editor digital: ultrarregistroePub base r1.1

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Agradecimientos

Cualquiera que conozca mínimamentelas investigaciones académicas sobre laMafia siciliana realizadas más o menosen los últimos quince años, reconoceráen estas páginas la gran deuda que hecontraído con los más destacadosexpertos italianos en este ámbito.Espero que comprendan que si hedecidido no mencionarlos en el texto, hasido solo para evitar sobrecargar allector no italiano con más nombres delos estrictamente necesarios para narrarla historia. Lo que primero despertó en

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mí la ambición de escribir el presentevolumen fue el deseo de reproducir laemoción intelectual que yo mismo habíasentido al leer las obras de AlessandraDino, Giovanna Fiume, Diego Gambetta,Rosano Mangiameli, Francesco Renda,Paolo Pezzino, Umberto Santino yespecialmente Salvatore Lupo, cuyaStoria della mafia representa en muchosaspectos la inspiración más importantede lo que he escrito aquí. También mehe beneficiado sobremanera de laposibilidad de haber podido discutireste proyecto personalmente en variasocasiones con Salvatore Lupo yGiovanna Fiume. Tengo la ilusionada

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esperanza de que juzguen que losresultados de mi trabajo merecen lapena.

Reunirme con los jueces antimafiaAntonio Ingroia, Guido Lo Forte,Gaetano Paci y Roberto Scarpinato hadejado una impresión en mí y en el libromuchísimo mayor de lo que semanifiesta explícitamente en el texto.Francesco Petruzzella y MargheritaPellerano, del Palacio de Justicia dePalermo, se mostraron indefectiblementeconsiderados cuando les pedí ayuda.

Nino Blando merece mi especialgratitud, ya que me proporcionóexcelente compañía, ideas

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fundamentales y una guía indispensableen el recorrido sobre el terreno quehicimos en enero de 2003. Tambiéndebo dar las gracias a los padres deNino por una maravillosa jornada enGangi, a Ina y Tullio por la acogida queme dispensaron en Brancaccio, y aPippo Cipriani por disponer de unaparte de su tiempo mucho mayor de laque yo tenía derecho a esperar enCorleone, donde Rosanna Rizzo tambiéntuvo la amabilidad de compartirconmigo el fruto de sus investigacionesy de su experiencia. Y sencillamente nohabría sido posible escribir este librosin la hospitalidad de varios otros

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amigos en Italia: Marina y Lorenzo enMilán; Hugo, Stefania y Savina enRoma, e Igor y Alessandro en Palermo.Debo asimismo mi agradecimiento aNick Dines y Antonio Orlando por suayuda de última hora con algunasilustraciones, así como a AlessandroFucarini, de la agencia Labruzzo, cuyassoberbias fotografías merecen unaexposición de mucha mayorenvergadura.

Muchos de mis amigos leyeronpartes del libro en diferentes etapas, y alhacerlo me ayudaron a emprender undifícil viaje tratando de alejarme de lasconvenciones de los trabajos

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académicos para acercarme a un estilomás legible. Los aquí mencionados yano necesitarán jamás demostrar supaciencia de ninguna otra manera: Prue,Lucy, Clara, Rob, Rebecca, Doug,Emma, Nick, Sham, Claire, Dad, SarahM., Dave, Jackie, Tonnno, Jay, ClaireH., Sam, Andrew H., Caz, Cat, tío John,Andy, Sarah, Charles, Irina, Rosie, Rosay Naomi. Tanto con Radoyka Miljeviccomo con Robert Gordon tengo unadeuda especial por haber tenido que leerun borrador definitivo completo con muypoca antelación. Sarah Penny examinólas pruebas con ojo astuto. Asimismotuve la suerte de poder contar con la

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pericia de Mark Donovan, ChristopherDuggan, Lucy Riall, Melvyn Stokes yMichael Woodiwiss. Gaia Servadio,Pino Adriano y David Critchley tambiénme proporcionaron información valiosa.

Ombretta Ingrasci realizó unfantástico trabajo localizando lasilustraciones. Su consejo y sus críticasdurante el proceso de redacción tambiénhan resultado inestimables. Recomiendoal lector que esté atento a la apariciónde su fascinante trabajo sobre lasmujeres y la Mafia.

Desde que me senté por primera veza trabajar en esta obra he mantenidoconversaciones casi constantes con John

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Foot. Cualesquiera que sean susdefectos, el libro es mucho mejor de loque habría sido sin su contribución y suapoyo.

El departamento de italiano delUniversity College de Londres y elconsejo de redacción de Modern Italymerecen también mi gratitud porhaberme permitido disponer de tiempopara escribir. El personal amable yprofesional del Departamento deHumanidades 2 de la British Librarymerece un gran aumento de sueldo.

Ha sido un verdadero placer trabajarcon mis editores en Hodder: RolandPhilipps, Helen Garnons-Williams y

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Rupert Lancaster. Helen merece unespecial agradecimiento por algunasperspicaces intervenciones en una fasecrucial del desarrollo de la obra. Todoslos miembros del equipo de Hodder hansido un modelo de agradableprofesionalidad. Catherine Clarke, mialquímica agente de Felicity Bryan, meha ayudado a hacer que todo el procesoresulte divertido.

Todas las traducciones son mías amenos que se afirme otra cosa.

Va por Oscar y Beth.

Se han hecho todos los esfuerzosrazonables para mencionar la propiedad

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del material protegido por derechos deautor incluido en el presente volumen.Cualquier error que se haya podidoproducir es involuntario y se corregiráen posteriores ediciones si se notifica deél al autor.

Quisiera dar las gracias a lassiguientes personas e instituciones porautorizarme a reproducir fragmentos dediversas obras publicadas: RubbettinoEditore, por Commissione parlamentared’inchiesta sul fenomeno della mafia esulle altre associazioni criminalisimilari, Mafia, politica, pentiti; EnricoDeaglio, por la entrevista con AndreaCamuflen en Diario; R.C.S. Libri

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S.p.A., por Giovanni Falcone yMarcelle Padovani, Cose di CosaNostra, y por Saverio Lodato, Ventianní di Mafia; Tullio Pironti EditoreS.r.l., por Lucio Galluzzo, FrancoNicastro y Vincenzo Vasile, ObiettivoFalcone; Edizioni La Zisa S.r.l., porAlessandra Dino, Mutazioní.Etnografía del mondo di Cosa Nostra, ypor Dino Paternostro, L’antimafiasconosciuta. Corleone 1893-1993;finalmente, Editori Ruiniti, por CorradoStajano, Mafia. L’atto d’accusa deigiudici di Palermo.

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Nota del autor

Como enseguida se pondrá demanifiesto, es inevitable que estaspáginas aludan a graves acusacionesrelacionadas con ciertos individuos. Porconsiguiente, es fundamental que nadielea el libro sin tener en cuenta lasconsideraciones siguientes.

Las familias de la Mafia y lasfamilias de sangre son entidadesdistintas. El hecho de que uno o variosmiembros de cualquier familia de sangremencionada en este libro se hayaniniciado en la Mafia no implica de

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ningún modo que sus parientes pornacimiento o por matrimonio esténtambién afiliados a dicha organización,trabajen en favor de sus intereses osepan siquiera que sus parientes están ohan estado afiliados. De hecho, dadoque la Cosa Nostra es una organizaciónsecreta, una de sus normas es la de quesus miembros no deben contarles a susparientes consanguíneos nada sobre losasuntos que se traen entre manos. Por lamisma razón, tampoco debe inferirse afortiori que cualesquiera descendientesde personas actualmente fallecidassobre las que en este libro se planteansospechas de complicidad con la Mafia

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sean de forma alguna cómplices ellosmismos.

A lo largo de toda su historia, tantola Mafia siciliana como laestadounidense han establecidorelaciones con determinadas personasconcretas, hombres de negocios,políticos y miembros de organizacionessindicales. Igualmente, la Mafiasiciliana y la estadounidense hanestablecido relaciones con empresas,sindicatos, partidos políticos o distintosgrupos dentro de dichos partidos. Lasevidencias históricas de las quedisponemos sugieren firmemente que unade las principales características de

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dichas relaciones es su diversidad. Porejemplo, en los casos en que se paga ala Mafia dinero a cambio de protección,las organizaciones e individuosinvolucrados pueden ser víctimas deextorsión completamente inocentes, obien colaboradores conscientes con elcrimen organizado. Los comentariossobre tales organizaciones e individuosrealizados en este libro no pretenden enmodo alguno prejuzgar la naturalezaespecífica de ningún caso concreto eneste sentido. Tampoco debe inferirseque las organizaciones e individuos queen un momento dado han tenido unarelación con la Mafia sigan teniéndola

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en la actualidad. Por otra parte, loescrito en estas páginas tampoco debellevar a ninguna conclusión sobreorganizaciones o individuos cuyosnombres, por mera coincidencia,resulten ser iguales a los mencionadosaquí.

Este libro, como muchos otrosestudios sobre la Mafia, identifica unapauta histórica generalizada según lacual los miembros de la Mafia hantendido a escapar a la justicia con mayorfrecuencia de la que cabría esperar.Dentro de esta pauta general, losdistintos casos individuales presentancaracterísticas muy diversas, y de

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ningún modo existen siemprefundamentos que permitan sospechar uncomportamiento delictivo oincompetente por parte de los miembrosde las fuerzas del orden, la judicatura,los testigos o los jurados. Enconsecuencia, no debe inferirse talcomportamiento delictivo oincompetente a menos que se afirme demanera explícita.

A lo largo de la historia muchaspersonas han negado la existencia de laMafia o han tratado de minimizar suinfluencia. Muchísimas de ellashablaban y actuaban totalmente de buenafe. Del mismo modo, son muchas las

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personas que han expresado dudassinceras, razonables y a vecescompletamente justificadas sobre lafiabilidad de las evidenciasproporcionadas por determinadospentiti («arrepentidos») concretos de laMafia, o por todos los pentiti engeneral. Salvo que se afirmeexplícitamente lo contrario en estaspáginas, no debe inferirse en absoluto lacomplicidad de una persona con laMafia basándose meramente en el hechode que se sepa que niega o minimiza laexistencia de la organización o expresadudas como las mencionadas sobre lospentiti.

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En los casos, como los citados enestas páginas, en que los miembros de laMafia se han reunido en hoteles,restaurantes, tiendas u otros lugarespúblicos, no debe concluirse en absolutoque los propietarios, la dirección o elpersonal de los establecimientosmencionados sean en modo algunocómplices de la Mafia, o conscientes dela reunión, del carácter criminal de losparticipantes en ella o de la naturalezadelictiva de los negocios allí tratados.

Por razones prácticas no ha sidoposible entrevistar a todas las personasque todavía viven y cuyas palabras secitan aquí reproduciéndolas de diversas

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fuentes escritas tales como entrevistaspublicadas en libros y periódicos. Encada uno de estos casos el autor ha dadopor supuesto que los textos publicadosen tales libros y periódicos se habíantranscrito con exactitud y buena fe.

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Prólogo

Dos historias, dos días de mayo,separadas por un siglo de distancia.Cada una de ellas —la primera, unaficción melodramática; la segunda, unatrágica realidad— revela algoimportante sobre la Mafia siciliana, yacerca de por qué ahora puedeescribirse por fin la historia de la Mafia.

La primera historia se presentó al mundoen el Teatro Costanzi de Roma el 17 demayo de 1890, en lo que muchaspersonas consideran el estreno

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operístico de mayor éxito de todos lostiempos. La Cavalleria rusticana(«Caballerosidad rústica») de PietroMascagni ponía una resonante melodíaal servicio de una sencilla historia decelos, honor y venganza entre loscampesinos de Sicilia. Fue recibida condesbordante entusiasmo; hubo treintallamadas a escena, la reina de Italiaestuvo presente y al parecer aplaudiódurante toda la velada. La Cavalleria seconvirtió rápidamente en un éxitointernacional. Unos meses después deaquella noche en Roma, Mascagniescribía a un amigo diciéndole que suópera en un acto le había hecho, a sus

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veintiséis años, rico para toda la vida.Todo el mundo conoce al menos

algún fragmento de la música de laCavalleria rusticana, y todosidentificamos su relación con Sicilia. Suintermezzo constituye la banda sonorade la famosa cabecera a cámara lenta deToro salvaje, la disección realizada porMartin Scorsese del machismo, elorgullo y los celos del mundoitaloamericano. La ópera también haceacto de presencia en el filme de FrancisFord Coppola El padrino, parte III. Ensu escena culminante, un asesino de laMafia disfrazado de sacerdote acechafurtivamente a su víctima en el suntuoso

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Teatro Massimo de Palermo mientras laCavalleria se representa en escena. Elhijo de don Michael Corleone actúacomo tenor en el papel de Turiddu. Alfinal de la película, el intermezzoreaparece de nuevo acompañando lasolitaria muerte del anciano padrinointerpretado por Al Pacino.

Pero lo que no resulta tan conocidode la Cavalleria es que su historiaconstituye la forma más pura y anodinade un mito sobre Sicilia y la Mafia, unimito que durante casi un siglo y mediofue algo así como la ideología oficial dela Mafia siciliana. Se creía que la Mafiano era una organización, sino un

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desafiante sentimiento de orgullo yhonor, profundamente arraigado en laidentidad de todo siciliano. La nociónde la «caballerosidad rústica» se oponíafirmemente a la idea de que la Mafiapudiera tener una historia digna de talnombre. Hoy resulta imposible contar lahistoria de la Mafia sin reconocer elpoder de ese mismo mito.

La segunda historia nos lleva a unacolina situada junto a la carretera queconduce a Palermo desde el aeropuertode la ciudad. Son casi las seis de latarde del 23 de mayo de 1992, yGiovanni Brusca, un barbudo hombre de

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honor joven, bajo y fornido, vigila uncorto tramo de autopista situado justoantes del desvío que lleva a la pequeñapoblación de Capaci. En ese punto, sushombres, utilizando un monopatín, hanllenado una tubería de desagüe con trecepequeños barriles cargados con casicuatrocientos kilos de explosivos.

Unos metros detrás de Brusca, otromafioso de más edad fuma y habla porsu teléfono móvil. De repente se calla yse inclina hacia delante para observar lacarretera por un telescopio instaladosobre un taburete. Al ver un convoy detres automóviles acercarse al punto encuestión, susurra «Vai!» («¡Adelante!»).

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Pero no ocurre nada. «Vai!», insta denuevo.

Brusca ha notado que el convoyviaja más despacio de lo esperado.Aguarda durante unos segundos queparecen interminables, permitiendoincluso que los automóviles dejen atrásuna vieja nevera que él había puesto enla cuneta como señal. Solo cuando oyetras él un tercer «Vai!», casiaterrorizado, acciona el interruptor.

Se produce una profunda y rápidasucesión de detonaciones. Una explosióncolosal revienta el asfalto, lanzando porlos aires al primer automóvil, queaterriza a sesenta o setenta metros de

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distancia, en un olivar. El segundoautomóvil es un Fiat Croma blindado decolor blanco; el motor explota, y elvehículo, destrozado, se hunde en elprofundo cráter. El tercero sufre daños,pero se mantiene de una pieza.

Las víctimas de la explosión eran eljuez Giovanni Falcone —célebre por sulabor de investigación antimafia— y suesposa (en el Fiat Croma blanco), juntoa tres miembros de su escolta (en elprimer automóvil). Al asesinar aFalcone, la Mafia siciliana se libraba desu enemigo más peligroso, auténticosímbolo de la lucha contra laorganización.

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La bomba de Capaci llevó a Italia aun punto muerto. La mayoría de lositalianos recuerdan exactamente dóndeestaban cuando oyeron la noticia, einmediatamente después de sabersevarios personajes públicos declararonque sentían vergüenza de ser italianos.Para algunos la tragedia de Capaciconstituyó la suprema demostración dela arrogancia y el poder de la Mafia.Pero el atentado marcó también lamuerte del mito cristalizado en laCavalleria rusticana: la ideologíaoficial de la Mafia estaba ahora enbancarrota. No es casualidad que laprimera historia creíble de la Mafia

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escrita en italiano se publicara solodespués de Capaci.

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Mayo de 1992. Una incrédula opinión públicaitaliana asimila la noticia de que el juezGiovanni Falcone, el mayor enemigo de laCosa Nostra, ha sido asesinado. Escribir lahistoria de la Mafia siciliana resultaríaimpensable sin las investigaciones de Falcone.[Reproducida con permiso de La Repubblica,Roma, y la British Library (NewspaperLibrary).]

* * *

El pequeño relato sobre un triánguloamoroso que configura la Cavalleriarusticana alcanza su punto culminante

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en la plaza de un pueblo sicilianocuando el curtido carretero Alfiorechaza la bebida que le ofrece el jovensoldado Turiddu. No se formula ningunaacusación explícita, pero los doshombres saben que ese pequeño desairetendrá consecuencias mortales, puestoque a Alfio le han dicho que Turiddualberga intenciones deshonestas conrespecto a su esposa. En ese breveencuentro está comprimido todo unsistema de valores primitivo. Amboshombres saben que se ha ofendido suhonor, que tienen derecho a la vendettay que un duelo es la única manera desaldar la deuda. Como dicta la

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costumbre, los dos se abrazan y Turidduaprieta la oreja derecha de Alfio entresus dientes como señal de que haaceptado el desafío. Con lágrimas en losojos, Turiddu le da un beso dedespedida a su madre y abandona laescena para ir al encuentro de Alfio enun huerto cercano. Luego se escucha a lolejos el grito de una mujer: «¡Hanmatado a Turiddu!». Y cae el telón entrelos consternados lamentos de loscampesinos.

Mascagni, que era de la Toscana,todavía no había estado nunca en Siciliacuando puso música a la historia de laCavalleria. En los ensayos, el tenor

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cambió el texto de su aria inicial porquelos libretistas, ambos de la aldea natalde Mascagni, no habían logrado hacerque sonara lo bastante siciliano. Peroeso importaba poco. En 1890 Sicilia —o al menos cierta imagen de ella—estaba de moda. Lo que el público delTeatro Costanzi esperaba —y lo que sele dio— era la pintoresca islaexactamente tal como se la presentabanlas revistas ilustradas: una tierra exóticade sol y pasión, habitada poramenazadores campesinos de tez oscura.

En 1890 la Mafia era ya unasofisticada organización criminal conpoderosas conexiones políticas y

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alcance internacional. En la capitalsiciliana, Palermo, los políticos localesparticipaban en fraudes bancarios ybursátiles, además de robar los fondosasignados al gobierno municipal; entreellos había mafiosos. Pero la imagenpredominante de la Mafia era muydistinta. El público de Mascagni veía aTuriddu, y especialmente al carreteroAlfio —pese a todo el patetismo ruraldel relato—, no solo como dossicilianos típicos, sino también comodos típicos mafiosos, ya que en generalse consideraba que el término mafia nohacía referencia a una organización, sinoa la mezcla de pasión violenta y orgullo

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«árabe» que supuestamente dictaba elcomportamiento de los sicilianos. Paramuchos, mafia aludía a una primitivaconcepción del honor, a un rudimentariocódigo de caballerosidad al queobedecían los atrasados habitantes delcampo siciliano.

Pero no se trataba únicamente de unmalentendido propagado por losarrogantes italianos del norte. Siete añosdespués del asombroso éxito de la óperade Mascagni, un precoz sociólogosiciliano, Alfredo Niceforo, escribíaL’Italia barbara contemporanea, unestudio de las «atrasadas razas» del surde Italia. Niceforo daba un matiz

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peyorativo a algunos lugares comunessobre la mente siciliana característicosdel más puro estilo de la Cavalleria:«el hombre siciliano… llevaeternamente en su sangre la rebelión y lapasión ilimitada de su propio ego; enuna palabra, al mafioso». Niceforo, laCavalleria rusticana y una gran parte dela cultura italiana de la época confundensistemáticamente a los sicilianos con laMafia. Desde entonces, variasgeneraciones de observadores, seansicilianos, italianos o extranjeros, hancometido el mismo error, difuminandocualquier distinción clara entre la Mafiay lo que un escritor y viajero inglés de

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la década de 1960 denominara la«mentalidad primaria» del «inconscientesiciliano».

La cultura siciliana se confundiódurante demasiado tiempo con lamafiosità («mafiosidad») y esaconfusión sirvió a los intereses delcrimen organizado. No hace falta decirque resultó de gran ayuda para laorganización ilegal conocida como laMafia que la gente creyera que noexistía. «No hay ninguna sociedadcriminal secreta —se razonaba—; esano es más que una teoría deconspiración soñada por gente que noentiende el modo de pensar de los

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sicilianos.» Innumerables escritores hanretomado el mismo argumento erróneo:que varios siglos de invasiones habíanhecho que los sicilianos recelaran de losforasteros y, en consecuencia,prefirieran resolver sus disputas entreellos antes de involucrar a la policía o alos tribunales.

El hecho de difuminar la distinciónentre la Mafia y los sicilianos tambiénpodía hacer que las acciones legalescontra la organización parecieraninútiles. Si la culpa era de lasupuestamente primitiva mentalidadsiciliana, ¿cómo podía perseguirsejudicialmente a la Mafia sin sentar en el

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banquillo a la isla entera? Como dice elrefrán italiano: Tutti colpevoli, nessunocolpevole; si todo el mundo es culpable,entonces nadie lo es.

Durante un siglo y medio la Mafiatuvo un gran éxito a la hora de vendertoda esta serie de falsedades, cuyoefecto más insidioso era simplementecrear confusión y sembrar la duda.Como resultado, la existencia de laMafia siguió sin ser nada más que unasospecha, una teoría, un punto de vista;lo cual se dio hasta una fechasorprendentemente reciente. Y la idea deescribir una historia de la «mentalidadmafiosa» a menudo parecía vana, apenas

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más útil que escribir una historia de laelegancia gala o de la flema británica.

* * *

Debemos a Falcone y sus colegas quehoy el mito de la «caballerosidadrústica» por fin se haya disipado. Lahistoria de la bomba de Capaci empezóa principios de la década de 1980,cuando en casi dos años murieronasesinadas nada menos que milpersonas: hombres de honor, parientes yamigos, policías y transeúntes inocentes.Se les tiroteó en la calle o se les llevó a

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escondites secretos para estrangularles;sus cuerpos se disolvieron en ácido, seenterraron en hormigón, se tiraron al maro se cortaron en pedazos y se echaron alos cerdos. Fue el conflicto mafioso mássangriento de la historia, pero no era unaguerra, era una campaña de exterminio.Los responsables fueron una alianza demafiosos agrupados en torno a loslíderes de la Mafia de Corleone, queutilizaron a escuadrones de la muerteclandestinos para dar caza a susenemigos y establecer un poder pocomenos que dictatorial en toda la Mafiasiciliana.

Entre las víctimas de la matanza

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estaban dos hijos, un hermano, unsobrino, un cuñado y un yerno de unhombre de honor muy bien relacionado,Tommaso Buscetta. Los periódicos lecalificaban de «capo de dos mundos»debido a que tenía intereses en amboslados del Atlántico. Cuando loscorleonesi lanzaron su ataque, ningunode sus mundos siguió siendo ya seguropara él. Buscetta fue detenido en Brasil.Tras ser extraditado a Italia, intentósuicidarse ingiriendo la estricnina quesiempre llevaba consigo. Perosencillamente sobrevivió. Después derecuperarse, Buscetta decidió que iba acontar todo lo que sabía de la

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organización secreta en la que se habíainiciado cuando tan solo contaba condiecisiete años. Y era con GiovanniFalcone, y solo con él, con quien queríahablar.

Falcone era el brillante hijo de unafamilia de clase media de la entoncesdecadente área de la Kalsa, en la zonacentral de Palermo. En una ocasión dijoque había respirado el «olor a Mafia»desde que era un muchacho. En el clubjuvenil católico local había jugado altenis de mesa con Tommaso Spadaro,quien posteriormente se convertiría enun notorio mafioso y traficante deheroína. Pero la familia de Falcone lo

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aisló de aquellas influencias,educándolo según un código basado enel deber, la Iglesia y el patriotismo.

Los primeros pasos de Falconecomo juez de instrucción tuvieron lugaren el tribunal de quiebras, dondedesarrolló sus habilidades siguiendo lapista de oscuros historiales financieros.Dichas habilidades se convertirían en elprimer ingrediente de lo que pasaría aconocerse como el «método Falcone» deinvestigación sobre la Mafia. Este seaplicó inicialmente a un importante casode tráfico de heroína producido en 1980,después de que Falcone fuera trasladadoa la oficina de investigación criminal de

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Palermo. En 1982 Falcone obtuvo 74condenas en dicho caso, un éxitoprodigioso en una isla donde losdiversos métodos empleados paraaterrorizar a testigos, jueces y juradoshabían hecho fracasar innumerablesprocesos anteriores.

Buscetta permitió a Falcone accederpor primera vez a la Mafia sicilianadesde dentro. «Para nosotros fue comoun profesor de idiomas que te permite ira Turquía sin tener que comunicarte congestos», explicaría Falcone[1]. A travésde muchas horas de entrevistas conBuscetta, Falcone y su equipoadquirieron amplios conocimientos

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sobre la organización, y fueronestableciendo con paciencia lasconexiones entre rostros, nombres ycrímenes. Obtuvieron así un cuadrocompletamente nuevo de su estructura demando, sus métodos y su mentalidad.

Resulta difícil comprender hoycuánto era lo que no se sabía de laMafia antes de que Tommaso Buscettase sentara frente a Giovanni Falcone. Laprimera revelación fue el nombre quedaban a la organización sus propiosmiembros: la Cosa Nostra. Hastaentonces, incluso los pocosinvestigadores y policías que se habíantomado en serio ese nombre habían dado

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por supuesto que solo se aplicaba a laMafia estadounidense.

Buscetta también le habló a Falconede la estructura de mando piramidal dela Cosa Nostra. Los soldados, queconfiguran el nivel más bajo, se hallanbajo la supervisión, en grupos más omenos de diez, de un capodecina («jefede decena»). Cada capodecina esresponsable ante el jefe electo de unabanda o «familia» local, al que asistenun lugarteniente y uno o más consiglieri(«asesores»). Tres «familias» conterritorios colindantes se agrupan en unmandamento («distrito»). El jefe decada mandamento es un miembro de la

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comisión, el «parlamento» o «consejode dirección» de la Cosa Nostra para laprovincia de Palermo. En teoría, porencima de este nivel provincial existe unorganismo regional compuesto por jefesmafiosos de toda Sicilia. Pero en lapráctica Palermo domina la Mafiasiciliana; casi el 50 por ciento de lasaproximadamente cien familias deSicilia tienen su territorio en Palermo ysu provincia, mientras que el jefe de lacomisión de Palermo ejerce el liderazgode la Mafia siciliana en su conjunto.

En la época de las revelaciones deBuscetta, unos cinco mil hombres dehonor eran miembros de una misma

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organización criminal. Los asesinatosmás significativos —de policías, depolíticos o de otros mafiosos— teníanque ser aprobados y planificados en elmás alto nivel para asegurarse de queeran compatibles con la estrategiaglobal de la organización. Con el fin decrear estabilidad, la comisión tambiénestablecía las normas que regían lasdisputas dentro de las «familias» ymandamenti sobre los que presidía.Este nivel de disciplina interna asombróa los investigadores.

El «capo de dos mundos» tambiénconocía muy bien la Cosa Nostraestadounidense. Le explicó a Falcone

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que la Mafia siciliana y la Mafianorteamericana, a la que la primerahabía dado origen, tenían una estructurasimilar. Pero eran organizacionesdistintas; ser miembro de laorganización en Sicilia no significabaque uno también pasara a serlo enEstados Unidos. Los vínculos másfuertes entre ambas eran los lazos desangre y las relaciones comerciales,antes que los derivados estrictamente delas propias organizaciones.

Otros hombres de honor siguieron elejemplo de Buscetta, acudiendo alEstado en busca de protección frente alos corleonesi y sus escuadrones de la

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muerte. Junto con su estrechocolaborador, Paolo Borsellino, Falconeverificó meticulosamente sustestimonios y reunió 8.607 páginas deevidencias que integrarían el alegatofiscal del famoso «macrojuicio»celebrado en un palacio de justiciaespecialmente construido en Palermo,una especie de búnker a prueba debombas.

El 16 de diciembre de 1987,después de un proceso que duróveintidós meses, el juez del macrojuiciodeclaró culpables a 342 mafiosos, a losque condenó a un total de 2.665 años decárcel. Casi igualmente importante

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resulta el hecho de que lo que losescépticos habían tildadodesdeñosamente de «teorema deBuscetta» sobre la estructura de la CosaNostra resistiera un estricto examenjudicial.

No obstante, la confirmación legaldefinitiva del teorema de Buscettahabría de esperar hasta enero de 1992,cuando, contrariamente a las esperanzasy expectativas de la Cosa Nostra, elTribunal de Casación —el tribunalsupremo italiano— confirmó losveredictos iniciales. Fue la peor derrotajurídica que había sufrido jamás laMafia siciliana. En respuesta, los

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corleonesi lanzaron a sus escuadronesde la muerte tras los jueces deinstrucción. Falcone fue asesinado alcabo de unos meses de pronunciarse elveredicto. Menos de dos meses despuésde la muerte de Falcone, la incredulidady la indignación recorrieron una vez mástoda Italia cuando Paolo Borsellino ycinco miembros de su escolta fueronasesinados mediante una enormeexplosión provocada por un cochebomba frente a la casa de su madre.

Las trágicas muertes de Falcone yBorsellino tuvieron profundos efectoscuyas consecuencias se dejan sentirtodavía hoy. El primero de ellos fue

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sencillamente reforzar el hecho de quelos magistrados antimafia habíanobtenido una victoria trascendental: laexistencia de una organizacióndenominada la Cosa Nostra habíadejado de ser solo una teoría.

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El mafioso que reveló los secretos de la CosaNostra al juez Falcone: Tommaso Buscetta (ala derecha), con su tercera esposa y su suegro,en una fotografía tomada en Brasil en 1971 o1972. [Copyright desconocido.]

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Si la Cosa Nostra existe, entoncestambién ha de tener una historia; y sitiene una historia —como solía decirFalcone—, ello significa que tuvo unprincipio y que también tendrá un fin.Gracias al trabajo de Falcone,Borsellino y sus colegas, así como aldesmoronamiento de todo el conjunto defalsedades inherentes al concepto de la«caballerosidad rústica», loshistoriadores pueden hoy investigarsobre la historia de la Mafia con mayorconfianza y perspectiva que nunca.

Cuando la realidad de la CosaNostra emergió a través del testimonio

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de Buscetta y del macrojuicio, algunoshistoriadores, la mayoría de ellossicilianos, siguieron el ejemplo de losjueces de instrucción; empezaron arebuscar en archivos olvidados y adesenterrar nuevas evidencias. Poco apoco fue abriéndose todo un nuevoámbito de estudio. Luego, en 1992,cuando el veredicto del Tribunal deCasación confirmó el «teorema deBuscetta» —y al hacerlo desencadenólos asesinatos de Falcone y deBorsellino—, escribir la historia de laMafia se convirtió rápidamente enmucho más que un objetivo meramenteacadémico; ahora formaba parte del

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urgente imperativo de conocer aquellaamenaza mortal para la sociedad y dedemostrar a los restantes juecesantimafia que no estaban solos en sulucha.

Al año siguiente se publicó en Italiala primera historia de la Mafia siciliana.En 1996 fue actualizada, y desdeentonces aún se han hecho nuevosdescubrimientos. El impulso de contar lahistoria de la Mafia ha progresadoparalelamente al deseo de combatir a laCosa Nostra a raíz de las atrocidades de1992. En Sicilia esa historia ha servido.

También es posible que sirva paraalgo contar la historia de la Mafia al

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resto del mundo fuera de Italia. Estelibro constituye la primera historia de laMafia siciliana, desde sus orígenes hastanuestros días, escrita inicialmente en unlenguaje distinto del italiano. Presentalos descubrimientos de las más recientesinvestigaciones, y relata la historia de laMafia tal como lo hacen actualmente losespecialistas italianos en el tema.Asimismo contiene algunos hallazgoscompletamente nuevos. La novedadsurgida en estos últimos años ha sidouna descripción histórica de la Mafiasiciliana mucho más completa de lo quese juzgaba posible aun en épocasrecientes. El retrato que solía dibujarse

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utilizando los difusos trazos de la jergasociológica —«mentalidades»,«funciones paraestatales», «mediadoresviolentos»— hoy alude a personas,lugares y fechas reales, y a crímenestambién reales. Y cuanto más claro sehace este retrato, más perturbadorasresultan sus consecuencias: unasociedad secreta, que ha hecho delasesinato su auténtica razón de ser, y queha tenido un papel fundamental en elmodo en que Italia se ha gobernadodesde mediados del siglo XIX.

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Introducción

El término mafia es hoy uno más de unalarga lista de vocablos —como pizza,espagueti, ópera y casino— que elitaliano ha dado a muchas otras lenguasde todo el mundo. Se aplicanormalmente a criminales de ámbitosgeográficos totalmente alejados deSicilia y de Estados Unidos, que son loslugares donde está establecida la Mafiaen sentido estricto. Mafia se haconvertido en una especie de etiquetacomún que define a toda una panoplia debandas —china, japonesa, rusa,

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chechena, albanesa, turca, etc.— quetienen poco o nada que ver con laorganización siciliana originaria.

Existen otras organizacionescriminales establecidas en otrasregiones del sur de Italia, y a todas ellasse les atribuye en ocasiones elcalificativo de mafia: la Sacra CoronaUnita, en Puglia (el talón de la «bota»italiana); la ’Ndrangheta, en Calabria (eldedo), y la Camorra, en la ciudad deNápoles y sus alrededores (la espinilla).Todas estas otras organizacionescuentan con su propia y fascinantehistoria —una de ellas, la Camorra, esincluso un poco más antigua que la

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Mafia—, pero aquí solo aludiremos aellas cuando resulte pertinente para lahistoria de la Cosa Nostra siciliana. Larazón es sencillamente que ninguna otrasociedad ilegal italiana resulta ni delejos tan poderosa y tan bien organizada,o ha llegado a tener el éxito de la Mafia.No es casualidad que haya sido estetérmino siciliano el que se hayaconvertido en el más ampliamenteutilizado.

Este libro sigue un enfoque selectivoen cuanto que abarca estrictamente lahistoria de la Mafia de Sicilia. Algunosde los más famosos mafiososestadounidenses —hombres como Lucky

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Luciano y Al Capone— aparecerántambién en estas páginas, ya que no esposible contar la historia de la Mafiasiciliana sin relatar al mismo tiempo lahistoria de la Mafia norteamericana a laque aquella dio origen. Estados Unidosha resultado un entorno próspero para ladelincuencia organizada durante losúltimos dos siglos, pero solo unafracción del crimen organizadoestadounidense ha formado parte de laMafia. En consecuencia, la Mafianorteamericana se sitúa aquí en sucorrecta y más reveladora perspectiva.Solo cuando se contempla desde la costade la pequeña isla triangular del

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Mediterráneo empieza a tener sentido lahistoria de la Mafia en Estados Unidos,al menos en sus primeras etapas.

La Mafia de Sicilia busca el poder yel dinero cultivando el arte de matargente y salir impune, y organizándose deuna forma única que combina losatributos de un Estado paralelo, unnegocio ilegal y una sociedad secretasometida a juramento como lafrancmasonería.

La Cosa Nostra es como un Estadoya que aspira a controlar un territorio.Con el acuerdo de la Mafia en suconjunto, cada «familia» mafiosa (eltérmino italiano utilizado a lo largo de

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gran parte de la historia de la Mafia esel de cosca) ejerce un gobierno paralelosobre los habitantes de su territorio. Laextorsión es para una familia mafiosa loque los impuestos para un gobiernolegítimo. Aunque hay una diferencia: quela Mafia trata de «gravar» todaactividad económica, sea legal o ilegal,y tenderos y ladrones pagan al alimón loque se conoce como el pizzo. Unmafioso puede muy bien acabarprotegiendo tanto al propietario de unconcesionario de automóviles como a labanda de ladrones de coches que viven asu costa. Así, el único grupo que estáabsolutamente garantizado que se

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beneficia de cualquier acuerdo deprotección es la propia Mafia. Como unEstado, la Mafia también se arroga elpoder sobre la vida y la muerte de sussúbditos. Pero la organización no es ungobierno alternativo; su existencia sebasa en infiltrarse en el Estado legítimoy distorsionarlo para sus propios fines.

La Cosa Nostra es un negocioporque trata de obtener beneficios,aunque sea por medio de laintimidación. Pero raramente obtienegrandes márgenes de sus actividades«gubernamentales». La mayoría de losingresos procedentes de la extorsióntienden a reinvertirse para mantener su

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capacidad homicida, comprando aabogados, jueces, policías, periodistas,políticos y trabajadores eventuales, yapoyando a los mafiosos que han tenidola mala suerte de ir a la cárcel. La CosaNostra asume esos costes fijos con el finde construir lo que algunos«mafiólogos» denominan su peculiar«marca» de intimidación. Esta marcamafiosa puede materializarse en todaclase de mercados, como el del fraudeen la construcción o el del contrabandode tabaco. Por regla general, cuanto mástraicionero, violento y provechoso seaun mercado —el caso más evidente es eldel tráfico y venta de narcóticos—, más

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se beneficiarán los mafiosos que entrenen dicho mercado de contar con elrespaldo de una marca mundialmenteconocida y absolutamente fiable de atrozintimidación.

La Cosa Nostra es una exclusivasociedad secreta porque necesitaseleccionar con gran cuidado a susafiliados e imponer restricciones a suconducta a cambio de los beneficios queles reporta su afiliación. La principalexigencia que la Cosa Nostra plantea asus miembros es la de que seandiscretos, obedientes y despiadadamenteviolentos.

La historia de esta organización

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resulta fascinante en sí misma. Pero suhistoria no puede tratar únicamente dela Mafia, de los actos de los hombres dehonor. Antes que Falcone y Borsellino,hubo muchas otras personas quemurieron luchando contra la Mafia.Algunas de ellas son personajes deldrama que aquí se relata, puesto que unaparte fundamental de la historia de laMafia es el relato de la lucha de laorganización contra los sicilianos yotros que se opusieron a ella desde elprincipio. La historia de la Mafia abarcatambién a las personas que, por toda unaserie de motivos que van desde el temorracional hasta la complicidad

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deliberada, pasando por el cinismopolítico, han favorecido la causa de laorganización.

Pero incluso una historia de la Mafiaque incluyera todas estas cosas dejaríatodavía muchas preguntas sin responder.Dado que todo el mundo fuera de Italiasabe qué es la Mafia, o al menos creeque lo sabe, parece incomprensible quehubiera que esperar a 1992 para que seviera confirmada toda la verdad sobre laMafia siciliana. ¿Cómo es posible queuna organización ilegal fuera tanpoderosa y resultara tan difícil deconocer durante tanto tiempo? Parte dela explicación reside en la falta de

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evidencias. La Mafia sobrevivió yprosperó intimidando a los testigos, yconfundiendo y corrompiendo a lapolicía y los tribunales. Con demasiadafrecuencia, en el pasado las autoridades—y, siguiendo su ejemplo, loshistoriadores— hubieron de limitarse acontar los cadáveres y a preguntarse quéextraña lógica subyacía a todo aquelderramamiento de sangre.

El problema tenía raíces muyprofundas; de hecho, llegaba hasta elmismo corazón del sistema de gobiernoitaliano. Cuando menos, durante elúltimo siglo —e incluso más— elEstado italiano se ha mostrado

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extremadamente pasivo en lo relativo ala Mafia siciliana. En las escasasocasiones en que la información sobre laMafia llegó a penetrar en lasinstituciones del gobierno, de inmediatofue olvidada de nuevo. Pero inclusocuando se recordó durante algún tiempo,tampoco se le supo dar un buen uso.Italia perdió una y otra vez laoportunidad de averiguar algunas de lasverdades que los jueces Falcone yBorsellino revelaron finalmente a costade su vida. La Mafia era un secreto avoces. Por esa razón, el repetido fracasode Italia a la hora de comprender laMafia ha propiciado una historia mucho

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más rica de lo que hubiera sido el casosi todo se hubiera reducido a unaconspiración de capa y espadaprotagonizada por unos cuantosindividuos empeñados en mantener laverdad oculta. Y también por esa razón,este libro, además de ser una historia dela Mafia, es asimismo una historia delfracaso de Italia a la hora decomprender y combatir algo que en todomomento fue visible.

Hay un montón de ejemploscontemporáneos que sugieren que elprofundamente arraigado problema de laMafia en Italia sigue vivo todavía hoy.En el momento de redactar estas líneas,

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Giulio Andreotti, siete veces primerministro italiano y senador vitalicio,acaba de ser condenado por hacer que laMafia matara a un periodista que leestaba haciendo chantaje (el soplónTommaso Buscetta, el antiguo «capo dedos mundos», ha sido un testigo clave enel juicio). Giuffrèti ha apelado alTribunal de Casación. Otro célebre casorelacionado con la Mafia es el queafecta al ejecutivo publicitario que en1993 fundó Forza Italia, el partidopolítico del actual primer ministro ymagnate mediático Silvio Berlusconi.Un reciente desertor de la Mafia hadeclarado que hubo reuniones de alto

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nivel con el fin de establecer un pactoentre la Cosa Nostra y Forza Italia. Sinembargo, dichas acusaciones han sidorotundamente desmentidas, y noconviene sacar conclusionesprecipitadas sobre estos juiciosconcretos, ninguno de los cuales haalcanzado todavía un veredictodefinitivo. Pero aparte de hacernosfruncir el entrecejo, también planteanpreguntas históricas acerca de cómo selas arregló Italia para verse en esasituación.

Los historiadores que primerotrataron de responder a esas preguntas araíz de las evidencias presentadas por

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Buscetta no tardaron en hacer unextraordinario descubrimiento que nohizo sino hacer más profundo el misteriode por qué Italia no había sido capaz decomprender antes a la Mafia. Enrealidad Buscetta no era ni mucho menosel primer hombre de honor quequebrantaba el famoso código desilencio de la Mafia conocido como laomertà; ni siquiera era el primero acuyo testimonio se había dadocredibilidad. Ha habido soplones de laMafia casi desde que hay mafiosos.Además, desde el primer momentoexistía un diálogo furtivo, y a menudoíntimo, entre los hombres de honor y

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quienes ostentaban el poder: policía,magistrados, políticos, etc. Loshistoriadores pueden ahora escuchar aescondidas algunos pasajes de esediálogo; eso lo hace fascinante eincómodo de oír, puesto que revela elalcance de la complicidad del Estadoitaliano con los asesinos.

Aun después del descubrimiento deaquellos primeros desertores de laMafia seguía existiendo el profundoproblema de cómo interpretar lo quehabían dicho; policías y jueces habíanestado luchando con ese problema desdelos comienzos de la historia de la Mafiay hasta el mismo macrojuicio de Falcone

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y Borsellino. ¿Por qué iba a creer nadiea unos profesionales del crimen quetenían un montón de razones paramentir? Las evidencias proporcionadaspor los soplones de la Mafia a menudose descartaban considerándolassencillamente demasiado poco fiablespara poder ser utilizadas en lostribunales; o, para el caso, en un libro dehistoria. Los testimonios de los hombresde honor, aunque sean pentiti, resultansiempre difíciles de interpretar. Dehecho, incluso el propio término pentitoresulta engañoso; el verdaderoarrepentimiento en un hombre de honorconstituye un fenómeno relativamente

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raro. A lo largo de toda la historia de laorganización, los miembros de la Mafiageneralmente han dado sus testimoniosal Estado como un modo de vengarse deotros mafiosos que les han traicionado yque les han derrotado en una guerra. Lasconfesiones se producen cuando a losperdedores no les queda otra arma.Buscetta era uno de esos perdedores, yen consecuencia, al igual que en el casode otros pentiti, su testimonio resultaparcial.

Hay sin embargo otro aspecto que sedebe tener en cuenta en las evidenciasde Buscetta, algo que hacía de ellas algomás que una versión subjetiva de los

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acontecimientos, convirtiéndolas, encambio, en una auténtica piedra deRosetta de los testimonios mafiosos.Buscetta explicó exactamente cómopiensan los hombres de honor, puestoque reveló tanto las extrañas reglas quesiguen como las razones por las quesuelen quebrantarlas. El propio «capode dos mundos» sentía todavía el poderde tales reglas, y negó siempre quehubiera dejado de ser un hombre dehonor para convertirse en un pentito. Lagran lección de Buscetta tanto para losjueces como para los historiadores esque hay que tomarse en serio las reglasde la Mafia, lo que en absoluto significa

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dar por supuesto que siempre seobedecen.

Tommaso Buscetta nunca dejó desubrayar la importancia de una reglaconcreta dentro de la Cosa Nostra. Es larelativa a la verdad. Gracias a él hoysabemos que para los mafiosos laverdad constituye un bien especialmenteprecioso y peligroso. Cuando un hombrede honor es iniciado en la Mafiasiciliana, una de las cosas que jura es nomentir jamás a otros mafiosos, sean o node su misma «familia». Enconsecuencia, cualquier hombre dehonor que mienta puede encontrarsefácilmente con que tiene todos los

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números para acabar en un baño conácido. Pero al mismo tiempo, unamentira bien disfrazada puede ser unarma muy poderosa en la permanentelucha por el poder dentro de la CosaNostra. El resultado es evidente: unaaguda paranoia. Como explicaba elpropio Buscetta: «Un mafioso viveaterrado ante la posibilidad de serjuzgado, no por las leyes de loshombres, sino por las maliciosashabladurías internas de la Cosa Nostra.El temor a que alguien pueda hablar malde él es constante»[2].

En tales circunstancias no resultasorprendente descubrir que todos los

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hombres de honor se muestranprodigiosamente hábiles a la hora demantener la boca cerrada. Antes deconvertirse en testigo del Estado,Buscetta había compartido tres años lamisma celda con un hombre de honorque recientemente había cumplido laorden de matar a un tercer mafioso, unamigo íntimo de Buscetta. Duranteaquellos tres años los dos enemigos nointercambiaron una sola palabra hostil, eincluso compartieron la cena deNavidad. Buscetta sabía que sucompañero de celda había sido yacondenado a muerte por la Cosa Nostra,aunque se ignora si este era también

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consciente de que se había ordenado suejecución. Tras su liberación, fue«debidamente» asesinado.

Los hombres de honor prefieren nodecir nada a nadie que no sepa yapreviamente de qué están hablando; secomunican a través de códigos, señales,fragmentos de frases, miradasimperturbables y significativossilencios. En la Cosa Nostra nadiepregunta ni dice nada más de loabsolutamente necesario; nadie se hacejamás preguntas en voz alta. El juezFalcone observaba que «lainterpretación de signos, gestos,mensajes y silencios constituye una de

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las principales actividades de unhombre de honor»[3]. Buscetta se mostróparticularmente elocuente a la hora deexplicar qué se siente al vivir en esemundo:

En la Cosa Nostra hayobligación de decir la verdad,pero también existe una granreserva. Y esta reserva, lo queno se dice, actúa como unamaldición irrevocable sobretodos los hombres de honor.Hace todas las relacionesprofundamente falsas yabsurdas[4].

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Por la misma razón por la que semuestran tan renuentes a hablarabiertamente, cuando los hombres dehonor se cuentan cosas, lo que dicennunca es palabrería. Si, por ejemplo, elmafioso A le dice al mafioso B que él hamatado al empresario X o que elpolítico Y está a sueldo de la CosaNostra, probablemente es cierto, ycuando no lo es, se trata de una mentiratáctica que a su modo resulta tansignificativa como la propia verdad. Asípues, desde Buscetta se ha dejado de vera los mafiosos como testigosinherentemente poco fiables. Interpretarlos testimonios de los mafiosos, sean o

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no «arrepentidos», se considera ahoraque facilita la posibilidad de estableceruna pauta que diferencie las verdades delas mentiras tácticas, y de encontrarotras evidencias que corroboren dichapauta. Esto tiene importantesconsecuencias para la historia de laMafia. Dicha historia se basa en todaslas fuentes habituales: archivospoliciales, investigacionesgubernamentales, noticias de prensa,memorias, confesiones, etc. Pero comouna especie de filigrana grabada consangre en muchos de esos documentos,tanto si reproducen directamente laspalabras de hombres de honor como si

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solo contienen sus desdibujadas huellas,están presentes los signos del mortíferojuego de la verdad que es la vida en elseno de la Mafia.

Dado que resulta inevitable que encualquier historia persista siempre unelemento de incertidumbre, y nodigamos en una historia que se aventuraen el intrincado mundo de la Mafiasiciliana, este libro no puede decir laúltima palabra sobre la culpabilidad ola inocencia de los personajes cuyosavatares aparecen en él; la historia de laMafia no es un juicio retrospectivo.Pero tampoco es un conjunto de merasconjeturas. Aunque sería a la vez

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equivocado y fútil tratar de encerrar enuna cárcel imaginaria a personajeshistóricos muertos hace mucho tiempo,lo que sí podemos hacer es percibir elacre «olor a Mafia» —como reza laexpresión italiana— que todavíadesprenden.

La historia de la Mafia cuenta, pues,con muchos personajes y numerososestratos. En consecuencia, los distintoscapítulos de este libro narrarán distintasclases de historias. Se moverán entre lossoldados y los capos, pero tambiénpenetrarán en los márgenes de la Mafiapara hablar de sus víctimas, susenemigos y sus amigos, desde los más

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pobres hasta los más poderosos de lasociedad. En uno o dos de los capítulos,y debido a la falta de evidenciashistóricas, la Mafia aparecerá como loque a menudo parecía ser en aquelmomento: una maléfica presenciaespectral.

Antes de hablar de la génesis de laMafia, esta historia nos da una idea decómo es actualmente la vida en el senode la Cosa Nostra, con el código dehonor que obedecen los hombres queson miembros de la organización. Variosdesertores recientes nos hanproporcionado una buena perspectivaacerca de cómo piensan y sienten hoy

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los mafiosos, lo que sencillamente noresulta posible para períodos anteriores;y obviamente sería simplista utilizar loque sabemos sobre cosas tales como elactual código de honor para llenar lasinevitables lagunas de la historia de laMafia. En cualquier caso, a medida quese avanza en dicha historia, lo que se vahaciendo cada vez más evidente es quela famosa organización criminalsiciliana ha cambiadosorprendentemente poco desde suscomienzos, hace unos ciento cuarentaaños. Nunca hubo una Mafia buena queen un momento determinado se volvieracorrupta y violenta. Jamás hubo una

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Mafia tradicional que luego se hicieramoderna y organizada, y adoptara unamentalidad empresarial. El mundo hacambiado, pero la Mafia siciliana se halimitado a adaptarse, y hoy en día es lomismo que ha sido siempre desde sunacimiento: una sociedad secretasometida a juramento, que busca elpoder y el dinero cultivando el arte dematar gente y salir impune.

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Hombres de honor

Innumerables películas y novelas hancontribuido a prestar un siniestroglamour a la Mafia. Esas historiasmafiosas resultan tan irresistiblesporque dramatizan lo cotidiano,añadiéndole la escalofriante emociónque surge cuando se mezcla el peligrocon la astucia carente de escrúpulos. Elmundo de la Mafia cinematográfica esun mundo en el que los conflictos quetodos tenemos —entre los interesesenfrentados de la ambición, laresponsabilidad y la familia— se

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convierten en cuestión de vida o muerte.Resultaría hipócrita, además de

erróneo, decir que la Mafia presentadaen la ficción es sencillamente falsa; noes solo eso, también es idealizada. Y alos mafiosos, como a todos los demás,les gusta ver la tele e ir al cine paracontemplar esa versión idealizada desus propios dramas cotidianosrepresentada en la pantalla. TommasoBuscetta era fan de El padrino, si bienconsideraba que la escena del final en laque los otros mafiosos besan la mano deMichael Corleone resultaba pocorealista. Las exigencias enfrentadas quesubyacen tras las motivaciones de un

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personaje de ficción como el MichaelCorleone interpretado por Al Pacino —ambición, responsabilidad, familia—son de hecho las mismas que constituyenel eje fundamental de la vida de losmafiosos reales.

Pero lo que evidentemente sí esdistinto es que nada del glamour del cinepuede sobrevivir a un encuentro con lahorripilante realidad de la Cosa Nostra.Otra diferencia menos obvia, aunque enúltima instancia más importante, es quemientras que la historia de MichaelCorleone trata de los peligros moralesde un poder que no tiene restricciónalguna, los auténticos mafiosos

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sicilianos sienten verdadera obsesiónpor las reglas del honor que limitan susacciones. Un hombre de honor puedeeludir, manipular y reescribir talesreglas, pero siempre es consciente deque estas configuran el modo en que suscolegas lo perciben. Eso no significaque los valores del honor mafiosotengan mucho que ver con lo queconvencionalmente se considera«honorable». En la Cosa Nostra el honortiene un significado concreto queinforma incluso las acciones másexecrables de sus miembros, tal comoviene a demostrar el inquietante caso deGiovanni Brusca, el hombre que apretó

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el detonador de la bomba de Capaci.Brusca era conocido en los círculos

de la Cosa Nostra como loScannacristiani («el matacristianos»).En Sicilia, cristiano significasencillamente «ser humano»; en la Mafiaequivale a «hombre de honor». Bruscaformaba parte de un escuadrón de lamuerte que actuaba bajo las órdenesdirectas del capo de capos, el líder del o s corleonesi, Totò el Corto Riina.Tras el atentado de Capaci, GiovanniBrusca no se mantuvo ocioso. Mató aljefe de la «familia» Alcamo, que habíaempezado a cuestionar la autoridad deRiina. Unos días después, varios

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miembros del grupo de Bruscaestrangularon a la compañeraembarazada del mismo hombre. LuegoBrusca mató a un empresario y hombrede honor espectacularmente rico que nohabía utilizado sus contactos políticospara proteger a la Mafia delmacrojuicio.

Pero lo que vendría a continuaciónaún sería peor. Lo Scannacristiani eraamigo de otro hombre de honor, SantinoDi Matteo, cuyo hijo pequeño,Giuseppe, solía jugar con Brusca en eljardín familiar. Así era al menos antesde que Santino Di Matteo decidierarevelar al Estado diversos secretos de la

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Cosa Nostra; fue el primer mafioso queexplicó a las autoridades cómo se habíallevado a cabo el asesinato de Falcone.La respuesta de Brusca fue secuestrar alpequeño Giuseppe Di Mateo en unagincana y mantenerlo cautivo en unsótano durante veintiséis meses.Finalmente, en enero de 1996, cuandoGiuseppe tenía catorce años, Bruscaordenó que lo estrangularan y quedisolvieran su cuerpo en ácido.

Lo Scannacristiani fue capturado el20 de mayo de 1996 en el campo, cercade Agrigento. Cuatrocientos policíasrodearon la casa rectangular de dospisos donde se ocultaba. Alrededor de

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las nueve de la noche, un grupo detreinta agentes irrumpieron en lavivienda rompiendo las puertas y lasventanas. Encontraron a Brusca y sufamilia sentados a la mesa viendo unprograma de televisión sobre GiovanniFalcone (hacía solo dos días que sehabía cumplido el cuarto aniversario desu muerte). En el dormitorio la policíaencontró un armario lleno de ropa deVersace y Armani, además de una granbolsa roja que contenía unos quince mildólares en moneda italiana yestadounidense, dos teléfonos móviles yvarias joyas, entre las que se incluíanrelojes Cartier. Sobre la mesa del

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comedor hallaron una pistola de cañóncorto; era de plástico y pertenecía alhijo pequeño de Brusca, Davide.

Hoy Brusca está colaborando con lajusticia. Según su propia confesión,inquietantemente imprecisa, ha matado«a muchas más de cien, pero menos dedoscientas personas». Esto es lo quedice sobre el asesinato de Giuseppe DiMatteo:

Si hubiera tenido unmomento para reflexionar, unpoco más de calma para pensar,como hice con otros crímenes,quizá habría habido una

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posibilidad entre mil, entre unmillón, de que hoy el chicoestuviera vivo. Pero ahora seríainútil tratar de justificarlo.Sencillamente en aquel momentono lo pensé detenidamente[5].

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«El matacristianos»: Giovanni loScannacristiani Brusca poco después de serdetenido, en mayo de 1996. Brusca fue quienapretó el detonador de la bomba que mató aljuez Falcone. [Olympia, Milán.]

Lo terrible de la Mafia siciliana esque los hombres como loScannacristiani no son desequilibrados.Ni sus acciones resultan en absolutoincompatibles con el código de honor ni,en realidad, con el hecho de ser espososy padres a ojos de la Cosa Nostra. Hastael día en que decidió convertirse entestigo de cargo y contar su historia,nada de lo que hizo Brusca, incluyendomatar a un niño no mucho mayor que su

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hijo, era considerado intrínsecamentedeshonroso por los mafiosos.

Después de la bomba de Capacihubo más mafiosos que se convirtieronen testigos de cargo, y algunos de esos«arrepentidos» justificaron su decisióndiciendo que los asesinos como loScannacristiani habían traicionado losvalores tradicionales, el código dehonor. Tommaso Buscetta habíautilizado el mismo razonamiento,argumentando: «no fui yo quien dejó laCosa Nostra, sino la Cosa Nostra la queme dejó a mí». Pero se trata de unaendeble justificación históricamentehablando, ya que en el seno de la Mafia

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la traición y la brutalidad han sidocompatibles con el honor desde elprincipio. Giovanni Brusca representaun caso más típico de lo que algunosdesertores de la Mafia han hecho creeral mundo.

Esta nueva oleada de pentitiposterior a Capaci ha permitido a losinvestigadores corroborar lasevidencias sobre la cultura interna de laMafia que habían sido proporcionadaspor la anterior generación de desertores,incluyendo al propio Buscetta. Lo quehoy resulta evidente es que el código dehonor es mucho más que una lista dereglas. Convertirse en hombre de honor

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equivale a adquirir una identidadcompletamente nueva, entrar en ununiverso moral distinto. El honor de unmafioso es la marca de esa nuevaidentidad, de esa nueva sensibilidadmoral.

Tommaso Buscetta le esbozó porprimera vez el código de honor de laCosa Nostra a Falcone ya en 1984. Lehabló del rito de iniciación de laorganización, en el que el candidato amiembro sostiene una imagen en llamas—normalmente de la Madonna o de laAnunciación— mientras jura lealtad ysilencio hasta la muerte. Diversosrumores sobre la existencia de este

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pintoresco ritual se habían descartadopreviamente considerándolos merofolclore, y todavía hay partes de lasevidencias proporcionadas por Buscettaque parecen ir en contra del sentidocomún. Sin embargo ha quedado muyclaro a partir de los testimonios deBuscetta, de lo Scannacristiani y deotros que los mafiosos se toman estascosas muy en serio, como cuestiones dehonor.

El ritual de iniciación muestra que elhonor constituye un estatus que hay queganarse. Hasta que se convierte en unhombre de honor, el aspirante a mafiosoes minuciosamente vigilado,

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supervisado y sometido a prueba;cometer un asesinato constituye casisiempre un requisito previo para seradmitido. Durante este periodo depreparación se le recuerdaconstantemente que hasta que no supereel ritual de afiliación es una nulidad, «uncero a la izquierda». Y cuando llega lainiciación, esta constituye a menudo elmomento más importante en la vida deun mafioso. La quema de la imagensagrada simboliza su muerte comohombre común y corriente, y surenacimiento como hombre de honor.

En la iniciación el nuevo mafiosojura obediencia, el primer pilar del

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código de honor. Un hombre de honor essiempre obediente a su capo; jamáspregunta por qué. Una manera deentender las consecuencias de estaobligación tiene que ver con algo quetambién constituye una pruebafundamental para el código de honor ensu conjunto: el asesinato de mujeres yniños. Esta ha sido siempre una cuestióndelicada para la Mafia siciliana; dehecho, los mafiosos han afirmado confrecuencia que jamás tocan a las mujeresy los niños. Hay que decir que muchoshombres de honor se aferran todo lo quepueden a ese principio. Ciertamente, laCosa Nostra no va por ahí mandando

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matar a bebés por las buenas o por lasmalas, sobre todo porque hacerlodañaría su imagen y le haría perder aalgunos de sus más cercanos partidarios.

Sin embargo Giuseppe Di Matteo noera ni mucho menos el primer niño acuya vida habían puesto findeliberadamente los hombres de honor.Eliminar a mujeres y niños solo seconsidera deshonroso cuando esinnecesario, pero puede resultarnecesario cuando está en juego lasupervivencia de un mafioso; ysimplemente por ser miembro de laCosa Nostra, un mafioso pone a menudoen peligro su vida.

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Como casi todos los asesinatos de laMafia, el de Giuseppe Di Matteo secometió después de que se decidieracolectivamente que era necesario. Lamuerte del chico formaba parte de unaestrategia adoptada por algunos de loslíderes de la Cosa Nostra frente a lasfamilias de los desertores que estabanponiendo en peligro a toda laorganización. Una vez tomada taldecisión, se habría consideradodeshonroso no ponerla en práctica.

Aquí es donde entra en juego laobediencia. El mafioso que de hechoejecutó la decisión y estranguló aGiuseppe Di Matteo siguiendo las

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órdenes de Brusca explicaríaposteriormente su manera de pensar anteun tribunal:

Si alguien quiere hacer unabuena carrera [en la CosaNostra] ha de estar siempredisponible… Yo quería hacercarrera, y lo acepté desde elprimer momento porque me pusemuy contento. En aquella épocayo era un soldado de la CosaNostra, obedecía órdenes, ysabía que estrangulando a unniño podría hacer carrera.Estaba muy contento[6].

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El honor se acumula a través de laobediencia; a cambio de lo que ellosdenominan «disponibilidad», cadamafioso individual puede aumentar susreservas de honor y, con ello, obteneracceso a más dinero, información ypoder. Pertenecer a la Cosa Nostraofrece las mismas ventajas que lapertenencia a otras organizaciones,incluyendo el cumplimiento de laspropias aspiraciones, un eufóricosentimiento de categoría y camaradería,y la posibilidad de delegar laresponsabilidad, moral o de otra clase,en los propios jefes. Todas estas cosasson ingredientes del honor mafioso.

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El honor implica también laobligación de decir la verdad a los otroshombres de honor y, en consecuencia, elmodo de hablar notoriamente elíptico delos mafiosos. Giovanni Brusca relataque cuando visitó a varios mafiososestadounidenses en New jersey, se sintióhorrorizado al ver lo habladores que semostraban sus anfitriones encomparación. Se celebró una cena paradarle la bienvenida; al llegar alrestaurante, Brusca se asombró de verque todos los mafiosos habían llevado asus queridas y de que charlaranabiertamente acerca de a qué «familias»pertenecían los diversos gángsteres. «En

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Sicilia a ninguno de nosotros se leocurriría hablar así en público. Nisiquiera en privado. Todo el mundosabe lo que necesita saber.» Bruscaafirma que se sintió tan turbado quepidió excusas y se marchó. «Es unamentalidad distinta —concluiría acercade su experiencia norteamericana—.Viven a la luz del día. Solo cometenasesinatos en circunstanciasexcepcionales. Jamás llevan a cabomatanzas como las que tenemos enSicilia[7]».

El deber del mafioso de decir laverdad constituye en parte una manerade fomentar la clase de confianza mutua

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que tanto escasea entre los delincuentes.Esta necesidad de confianza explicatambién los componentes del honormafioso relacionados con el sexo y elmatrimonio. Los gángsteres reciéniniciados juran no ganar dinero con laprostitución, y si se acuestan con lamujer de otro mafioso, se enfrentan a lapena de muerte. Además, si un mafiosoapuesta, es mujeriego y hace alarde desu riqueza, es probable que se leconsidere poco digno de confianza y,por lo tanto, prescindible. Seguir estasreglas constituye una manera importantede demostrar a los demás hombres dehonor que pueden confiar en uno. Por la

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misma razón, el alto mando de la Mafiaconsidera una virtud ensuciarse lasmanos, y el machismo patriarcal de lavieja escuela constituye una partefundamental de la cultura de laorganización. Así, por ejemplo, hayacontecimientos sociales quenormalmente giran en torno aactividades característicamentemasculinas, como partidas de caza ybanquetes.

El honor también tiene que ver conla lealtad. Ser miembro de lo que losmafiosos solían denominar la«honorable sociedad» comporta nuevaslealtades que resultan más importantes

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que los vínculos de sangre. El honorimplica que un mafioso debe anteponerlos intereses de la Cosa Nostra a los desu parentela. Enzo Brusca, hermano delo Scannacristiani, trabajó para laorganización y tomó parte en asesinatos,pero jamás se convirtió en hombre dehonor. Tal como convenía, no hacíapreguntas. Todo lo que sabía de susparientes de la Cosa Nostra provenía derumores y de los medios decomunicación; así, por ejemplo, durantemucho tiempo ignoró que su padre era eljefe del mandamento local. Enconsecuencia, aunque Enzo Bruscaformaba parte del operativo de la Mafia

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y era miembro de la misma «familia»que los hombres de honor, eso no ledaba derecho a estar al corriente de losnegocios de dicha «familia».

No sucede lo mismo en el casocontrario, ya que un jefe de la Mafiatiene pleno derecho a controlar la vidapersonal de sus hombres. Así, porejemplo, un mafioso necesitará confrecuencia el permiso de su capo paracasarse. Es fundamental que cadamafioso en particular se muestre sensatoa la hora de elegir a su pareja conyugaly se comporte de manera honorable ensu matrimonio. Los mafiosos necesitanaún más que otros maridos ser amables

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con sus esposas, sencillamente porqueuna esposa de mafioso enfadada podríacausar un gran perjuicio a toda la«familia» si habla con la policía. Losmiembros de la Cosa Nostra deben tenerespecial cuidado a la hora de preservarel prestigio de sus mujeres; unaimportante razón por la que existe eltabú del proxenetismo es la deasegurarse de que las esposas de loshombres de honor, tal como explicaba eljuez Falcone, «no se ven humilladas ensu propio entorno social». Los mafiosossuelen casarse con las hermanas e hijasde otros hombres de honor, mujeres quehan vivido toda su vida en un entorno

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mafioso y, en consecuencia, resulta másprobable que tengan la clase dediscreción o sumisión que laorganización requiere de ellas. Lasmujeres también pueden respaldaractivamente el trabajo de sus hombres,si bien en un papel subordinado, ya queno se las puede admitir oficialmente enla Mafia; el honor constituyeexclusivamente una cualidad masculina.No obstante, el honor de un mafiosoconfiere prestigio a su esposa, y el buencomportamiento de esta redunda en elnivel de honor de él.

El juez Falcone comparó en cierta

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ocasión el hecho de entrar en la Mafiacon una conversión religiosa: «Unojamás deja de ser sacerdote. Ni tampocomafioso». Los paralelismos entre lareligión y la Mafia no acaban aquí, engran medida debido a que los hombresde honor son creyentes. El capo deCatania Nitto Santapaola había hechoconstruir un altar y una pequeña capillaen su finca; según un pentito, eso noimpidió que en una ocasión tambiénhiciera agarrotar y echar a un pozo acuatro muchachos por atracar a sumadre. El actual capo de capos,Bernardo el Tractor Provenzano, secomunica desde su escondite mediante

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pequeñas notas, algunas de las cualeshan sido recientemente interceptadas ysiempre contienen bendiciones einvocaciones a la protección divina,como «Por voluntad de Dios deseoservir». Un antiguo capo que dirigía unescuadrón de la muerte como loScannacristiani solía rezar antes deemprender cualquier acción: «Dios sabeque son ellos quienes desean hacersematar y que yo no tengo ninguna culpa».

Sentimientos como estos son enparte el resultado de la tolerancia haciala Mafia mostrada durante mucho tiempopor la Iglesia católica. Los clérigos hantratado a menudo a hombres cuyo poder

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se basaba en el asesinato rutinario comosi fueran pecadores de la misma raleaque todos los demás. Han pasado poralto la mala influencia de la Mafiaporque esta parecía compartir losmismos valores de deferencia,humildad, tradición y familia que laIglesia. Han aceptado donativosprocedentes de actividades criminalespara sus procesiones y organizacionesbenéficas. Se han mostrado satisfechosde ver las cosche (el plural de cosca)disfrazadas de confraternidadesreligiosas, y de confiar laadministración de fondos benéficos adignatarios que tenían las manos

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manchadas de sangre. Algunoseclesiásticos incluso han sido asesinosellos mismos. La historia de lasrelaciones de la Iglesia con la Mafiaestá llena de episodios así.

Pero eso no significa, como algunosquisieran afirmar, que la Mafia sea pocomás que una rama de la Iglesia católica.La religión de un mafioso no tiene nadaque ver con la Iglesia en cuantoinstitución. De hecho, el secreto de lareligión en la Mafia es que esta sirve alos mismos fines que el código de honor;expresa meramente lo mismo en unlenguaje distinto. En la Mafia, lareligión genera un sentimiento de

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pertenencia, de confianza y un conjuntode reglas flexibles con términosprestados del credo católico,exactamente tal como hace el código dehonor remedando los términoscaballerescos que todavía utilizaba lanobleza en los comienzos de la Mafia.

Al igual que el honor, en la Mafia lareligión ayuda a los mafiosos a justificarsus actos ante ellos mismos, ante losdemás y ante sus familias. A losmafiosos suele gustarles pensar quematan en nombre de algo superior aldinero y el poder, y los dos términos quenormalmente sacan a relucir son los dehonor y Dios. De hecho, la religión

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profesada por los mafiosos y susfamilias es como tantas otras cosas en eluniverso moral del honor mafioso, encuanto que resulta difícil saber dóndetermina la auténtica —aunqueequivocada— creencia y dónde empiezala cínica falsedad. Comprender cómopiensa la Mafia significa entender queen la mente de todos sus miembros lasreglas del honor se confunden con unacalculada falsedad y un despiadadosalvajismo.

A s í , honor se traduce en estecontexto como un sentimiento de valíaprofesional, un sistema de valores y elsímbolo de la identidad de grupo de una

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organización que se considera a símisma por encima del bien y del mal. Ycomo tal, nada tiene que ver con lastradiciones sicilianas, la caballerosidado el catolicismo. Se exprese en términosreligiosos o en el lenguajeseudoaristocrático del «honor», elcódigo está ahí para asegurar que todoslos aspectos de la vida del mafioso sehallen completamente subordinados alos intereses de «lo nuestro».

Cuando funciona bien, el códigoproduce un orgulloso sentimiento decompañerismo. El mafioso de CataniaAntonino Calderone hablaba en nombrede toda la organización cuando decía:

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«Nosotros somos mafiosos; los demásson solo hombres». Pero por esa mismarazón un mafioso sin honor no es nadie;es un hombre muerto. Para un miembrode la Cosa Nostra, ser derrotado en unade las guerras internas de laorganización y perder el honor puedenser exactamente lo mismo.

No resulta sorprendente, pues, que ladecisión de quebrantar el código dehonor y convertirse en testigo de cargoresulte traumática para algunosmafiosos. Tal decisión significaabandonar tanto una identidad como undenso entramado de amistades y lazosfamiliares; significa tratar de hallar el

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modo de aceptar una vida basada en elasesinato; significa incurrirautomáticamente en una condena amuerte. Giovanni Brusca sostiene quetuvo que reunir más valor paraconvertirse en testigo de cargo del quenecesitaba para matar.

Nino Gioè era el mafioso que legritó «Vai!» a Brusca cuando este teníaque accionar el detonador de la bombade Capaci. Poco después de sercapturado y encerrado en una celda deaislamiento, en el verano de 1993, Gioèempezó a sentir la presión acumulada delos largos años vividos según las reglasde la Cosa Nostra. Sabía que la policía

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había escuchado algunas de susconversaciones, y que probablementehabía suministrado pruebas que irían encontra de otros hombres de honor;inconscientemente había quebrantado elmás sagrado de los principios de laCosa Nostra. Sentía crecer el receloentre los mafiosos encerrados en lasceldas de la misma ala. A medida que lapresión aumentaba, comenzó a hacerseevidente; Gioè se dejó crecer la barba yempezó a descuidar la limpieza de suropa. Se espera que los hombres dehonor mantengan la compostura en lacárcel; por ello, el declive de su aspectono hizo sino aumentar entre quienes le

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rodeaban los temores de que estuviera apunto de venirse abajo y contar alEstado todo lo que sabía. Pero lejos deello, el 28 de julio de 1993, Gioè utilizólos cordones de sus zapatillas de tenispara colgarse en su celda. Aunque esmuy raro que los hombres de honoracaben con su propia vida, la nota desuicidio de Gioè puede servir comoresumen último de lo que significa viviry morir bajo el código de honor:

Esta noche encontraré la pazy la serenidad que perdí haráunos diecisiete años [al iniciarseen la Cosa Nostra]. Cuando las

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perdí, me convertí en unmonstruo. He sido un monstruohasta que mi mano ha cogido ellápiz para escribir estas líneas…Antes de irme, pido perdón a mimadre y a Dios, puesto que suamor no tiene límites. El restodel mundo jamás podráperdonarme[8].

La cuestión histórica que planteaeste retrato de la vida en el seno de laCosa Nostra es sencilla: ¿ha sidosiempre así? La respuesta, igualmentesencilla, es que nadie lo sabrá nunca concerteza. Puede que los pentiti hayan

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hablado con la policía en numerosasocasiones, pero cuando lo han hecho,han tendido a hablar sobre crímenesconcretos y no acerca de cómo era esode ser un mafioso. Pero lo que sísugieren las evidencias es que en todomomento ha existido algo parecido a esecódigo de honor. Al fin y al cabo, si nohubiera existido, la Mafia no habríasobrevivido durante tanto tiempo; dehecho, puede que incluso ni siquierahubiera surgido.

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1

La génesis de laMafia

(1860-1876)

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LOS DOSCOLORES DE

SICILIA

Palermo se convirtió en ciudad italianael 7 de junio de 1860, cuando, según lostérminos establecidos en el alto el fuego,dos largas columnas de tropasderrotadas abandonaron discretamentela urbe por el límite oriental y rodearonlos muros de la ciudad para ir a esperara los barcos que les llevarían de regresoa Nápoles. Su retirada representaba laculminación de uno de los más famosos

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logros militares del siglo, una hazaña depatriótico heroísmo que asombró alresto de Europa. Hasta aquel día, Siciliahabía sido gobernada desde Nápolescomo parte del reino borbónico queabarcaba la mayor parte del sur deItalia. Entonces, en mayo de 1860,Giuseppe Garibaldi y unos milvoluntarios —los famosos CamisasRojas— invadieron la isla con elpropósito de unirla a la nueva nación deItalia. Bajo el liderazgo de Garibaldi,sus harapientas pero entusiastas fuerzasdesorientaron y derrotaron a un ejércitonapolitano muy superior en número.Palermo fue conquistada después de tres

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días de intensas luchas en las callesdurante las cuales la armada borbónicabombardeó la ciudad.

Con Palermo liberada, Garibaldidirigió a sus hombres —cuyo númeroiba en aumento, hasta convertirse en unejército con todas las de la ley— haciael este, rumbo a la península italiana. El6 de septiembre el héroe sería recibidoen la propia Nápoles por una multitudenfervorizada, y el mes siguienteentregaría sus conquistas al rey de Italia.Tras negarse a recibir recompensaalguna, regresó a su hogar, en la isla deCaprera, con poco más que su poncho,algunos productos de primera necesidad

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y unas cuantas semillas para su huerto.Pronto un plebiscito confirmaría queGaribaldi había convertido Sicilia y laItalia meridional en parte integrante dela nación italiana.

Incluso sus propios contemporáneosconsideraron las hazañas de Garibaldi«épicas» y «legendarias». Pero estaspronto empezarían a parecer taninsustanciales como un sueño dado loatormentada y violenta que resultaría serla relación de Sicilia con el reino deItalia. La montañosa isla tenía una largareputación de polvorín revolucionario.Garibaldi había triunfado en granmedida debido a que su expedición

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había desencadenado otra revuelta,frente a la cual el régimen borbónico notardó en venirse abajo. Ahora resultabaevidente que la revuelta de 1860 habíasido solo el principio de los problemas.La incorporación de 2.400.000sicilianos a la nueva nación trajoconsigo una epidemia deconspiraciones, robos, asesinatos yajustes de cuentas.

Los ministros del rey, en su mayorparte hombres del norte de Italia, habíanconfiado en encontrar socios degobierno en las capas superiores de lapoblación siciliana, personas queparecían ser como ellos, terratenientes

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conservadores con sentido del buengobierno y deseos de un progresoeconómico ordenado. Pero lo que habíanencontrado en lugar de ello —solíanquejarse— parecía más bien el rostro dela anarquía: revolucionariosrepublicanos fuertemente vinculados abandas semicriminales; aristócratas yeclesiásticos nostálgicos del antiguorégimen borbónico o que aspiraban a laautonomía de Sicilia; políticos localesque mataban y secuestraban en una luchapor el poder con rivales igualmentepoco escrupulosos. Hubo una enorme yairada resistencia popular a laintroducción del servicio militar

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obligatorio, hasta entonces desconocidoen Sicilia. Mucha gente también parecíapensar que la revolución patriótica lesdaba derecho a no pagar ningúnimpuesto.

Los sicilianos que habían invertidosus ambiciones políticas en larevolución patriótica se enfurecieronante lo que veían como una arrogantenegativa del gobierno a permitirlesacceder al poder; un poder quenecesitaban para hacer frente a losproblemas de la isla. En 1862 el propioGaribaldi se sentía tan decepcionadopor el Estado de la nueva Italia, queabandonó su retiro y utilizó Sicilia como

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base para iniciar otra invasión a lapenínsula. Su objetivo era esta vezconquistar Roma, que permanecía bajola autoridad del Papa. Pero un ejércitoitaliano le detuvo en las montañas deCalabria, e incluso fue tiroteado yresultó herido en un pie. Roma no seconvertiría en la capital de Italia hasta1870.

El gobierno italiano respondió a lacrisis provocada por la nueva invasiónde Garibaldi declarando la ley marcialen Sicilia, estableciendo con ello unapauta que se repetiría en añosposteriores. Poco dispuesto o incapaz delograr el apoyo político de Sicilia, el

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gobierno probó una y otra vez lasolución militar: columnas de tropasmóviles, asedios de ciudades enteras,detenciones masivas, encarcelamientossin juicio, etc. Pero la situación nomejoraba. En 1866 se produjo otrarevuelta en Palermo, similar en algunosaspectos a la que había derrocado a losBorbones. Tal como habían hechodurante el ataque de Garibaldi en 1860,las partidas revolucionarias bajaron a laciudad desde las colinas circundantes.Hubo rumores —que jamás pudieronconfirmarse— de que los rebeldespracticaban el canibalismo y se bebíanla sangre de sus víctimas; la respuesta

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fue de nuevo la ley marcial. La revueltade 1866 sería aplastada, pero haríanfalta otros diez años de disturbios yrepresión para que Sicilia se amoldara aformar parte de Italia. En 1876, porprimera vez, los políticos de la islaentraron en un nuevo gobierno decoalición en Roma.

Un constante contrapunto a la luchadesarrollada en Sicilia entre 1860 y1876 era la impresión que causaba elesplendor de la isla en los visitantes quellegaban a ella tras la unificaciónitaliana. El entorno de Palermo,extraordinariamente bello, no podía pormenos que impresionar a los recién

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llegados. Un garibaldino que veíaPalermo por primera vez desde el marcontaba que parecía una ciudadconstruida para adaptarse a laimaginación poética de un niño. Susmurallas estaban rodeadas por unafranja de olivares y limonares, tras losque se alzaba un anfiteatro de cerros ymontañas. La misma simplicidad seapreciaba en el trazado de la ciudad;Palermo contaba con dos callesprincipales, rectas y perpendiculares,que se encontraban en las Quattro Canti(«cuatro esquinas»), una plazaconstruida en el siglo XVII. En cada unade dichas esquinas, una elaborada

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fachada de balcones, cornisas yhornacinas simbolizaba los cuatrobarrios de la ciudad.

Pese a los daños causados por elbombardeo borbónico, en la década de1860 Palermo ofrecía numerososatractivos para residentes y visitantes,de los que quizá el más destacado era sufamoso paseo marítimo. Durante losaparentemente interminables veranos, yuna vez que el intenso calor del día sehabía disipado, los refinadospalermitani daban paseos en carruaje ala luz de la luna por el puerto,perfumado por sus árboles en flor, oprobaban helados y sorbetes varios

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mientras se paseaban acompañados delsonido de sus melodías operísticasfavoritas, interpretadas por la bandamunicipal.

En los estrechos y tortuososcallejones que partían de las callesprincipales alejándose del puerto, lospalacios aristocráticos se disputaban elespacio con mercados, talleres deartesanos, cuchitriles y no menos de 194lugares de culto. Los visitantes deprincipios de la década de 1860 solíanquedar impresionados al ver el númerode monjes y monjas que poblaban lascalles. Palermo parecía también unaespecie de pétreo palimpsesto de

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culturas que abarcaba varios centenaresde años. Como en el resto de la isla, sesuperponían los diversos monumentosdejados por innumerables invasores, yaque, empezando por los antiguosgriegos, prácticamente todas laspotencias mediterráneas, desde losromanos hasta los Borbones, habíanhecho suya Sicilia. A muchos la isla lesparecía una fabulosa exposición deanfiteatros y templos griegos, villasromanas, mezquitas y jardines árabes,catedrales normandas, palaciosrenacentistas, iglesias barrocas, etc.

Sicilia se concebía también en doscolores. Había sido el granero de la

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antigua Roma. Desde entonces, y durantecientos de años, el trigo cultivado eninmensas propiedades pintó de amarillodorado las imponentes montañas delinterior. El otro color de la isla tenía unorigen más reciente. Cuando los árabesconquistaron Sicilia, en el siglo IX,llevaron consigo nuevas técnicas deregadío e introdujeron el cultivo decítricos, cuyas arboledas tiñeron lafranja costera septentrional y oriental dela isla con sus hojas de color verdeoscuro.

Fue durante los agitados años de ladécada de 1860 cuando la clasedominante del reino de Italia oyó hablar

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por primera vez de la Mafia de Sicilia.Sin tener una idea clara de lo que era,los primeros que estudiaron el problemasupusieron que debía de tratarse de algoarcaico, un residuo de la Edad Media,un síntoma de varios siglos de malgobierno extranjero que habíanmantenido la isla en una situación deatraso. En consecuencia, su primerareacción instintiva fue buscar el origenen el amarillo dorado de las montañasdel interior, en las antiguas propiedadesproductoras de cereales. Pese a sudesolada belleza, el interior de Siciliaera una metáfora de todo lo que Italiadeseaba dejar atrás. Las grandes

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propiedades las trabajaban rebaños defamélicos campesinos que eranexplotados por amos brutales. Muchositalianos esperaban y creían que laMafia era solo un síntoma de aquellaclase de atraso y pobreza, y que estabadestinada a desaparecer tan pronto comoSicilia saliera de su aislamiento y sepusiera a la altura de los tiempos. Huboalgún optimista que incluso declaró quela Mafia desaparecería «con el silbidode la locomotora». Este tipo de creenciaen el carácter ancestral de la Mafianunca ha muerto del todo, sobre todoporque muchos hombres de honor se hanencargado de resucitarla. También el

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propio Tommaso Buscetta creía que laMafia se había originado en la EdadMedia como una forma de resistenciafrente a los invasores franceses.

Pero los orígenes de la Mafia no sonantiguos. La organización se inicióaproximadamente en la misma época enque los acosados funcionarios delgobierno italiano oyeron hablar de ellapor primera vez. La Mafia y la nuevanación de Italia nacieron juntas. Dehecho, el modo en que surgió y segeneralizó el término mafia resultabastante curioso, sobre todo porque elmismo gobierno italiano que descubrióel nombre también tuvo un importante

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papel a la hora de nutrir a laorganización que lo llevaba.

Como tal vez se corresponde con elpropio ingenio diabólico de la Mafia, sugénesis implica no solo una historia,sino también un entramado de ellas.Desenredar todas esas tramas narrativasy exponerlas en los próximos capítulosrequiere cierto dominio de la cronologíapara poder avanzar y retroceder en elturbulento período de 1860 a 1876,además de realizar una breve incursiónen el medio siglo anterior a esa época;se requiere asimismo recoger lostestimonios de las personas implicadasen la historia, las personas que

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participaron y presenciaron loscomienzos de la Mafia.

Por razones que más adelante seharán evidentes, para empezar es mejorno centrarnos en el término mafia, sinoen «qué» era lo que la Mafia hacía ensus comienzos, y también —y no menosimportante— «dónde» lo hacía, puestoque si la Mafia no era una organizaciónancestral, entonces su lugar denacimiento tampoco fue el amarillodorado del interior. La Mafia surgió enla zona que hoy en día sigue siendo suregión vital; se desarrolló donde seconcentraba la riqueza de Sicilia, en elverde oscuro de la franja costera, entre

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modernas empresas de exportacióncapitalistas establecidas en los idílicosnaranjales y limonares de las afueras dePalermo.

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EL DOCTOR GALATI YEL LIMONAR

Los métodos de la Mafia seperfeccionaron durante un periodo derápido crecimiento de la industria de loscítricos. Ya a finales de la década de1700 habían empezado a apreciarse loslimoneros como cultivo de exportación.Luego, a mediados del siglo XIX, unlargo periodo de expansión de loscítricos hizo que la franja verde oscurode Sicilia se ensanchara. Dos pilares delmodo de vida británico desempeñaronun importante papel en esta expansión.

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Desde 1795, la Royal Navy hacía tomarlimón a las tripulaciones de sus barcoscomo remedio para el escorbuto. En unaescala mucho menor, en la década de1840 se inició la producción comercialde otro cítrico, el aceite de bergamota,utilizado para aromatizar el té de lavariedad Earl Grey.

Las naranjas y limones sicilianos seenviaban a Nueva York y a Londres,mientras resultaban prácticamentedesconocidos en las montañas delinterior de Sicilia. En 1834 seexportaron más de cuatrocientas milcajas de limones; en 1850 la cifraaumentó a 750.000. A mediados de la

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década de 1880 llegaba cada año aNueva York la asombrosa cantidad de2.500.000 cajas de cítricos italianos, lamayoría de ellas procedentes dePalermo. En 1860, el año de laexpedición de Garibaldi, se calculabaque los limonares de Sicilia eran loscampos de cultivo más rentables de todaEuropa, superando incluso a las huertasde frutales de los alrededores de Paris.En 1876 el cultivo de cítricos superabaen más de sesenta veces el rendimientomedio por hectárea del resto de la isla.

Las plantaciones de cítricos delsiglo XIX eran negocios modernos queexigían un elevado nivel de inversión

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inicial. Había que limpiar el terreno depiedras y hacer bancales, construiralmacenes y carreteras, levantar murosde protección para proteger los cultivostanto del viento como de los ladrones,cavar canales de regadío e instalarcompuertas. E incluso, una vez que sehabían plantado ya los árboles, hacíanfalta unos ocho años para que estosempezaran a dar frutos. Los beneficiosllegaban varios años después.

Además de exigir una fuerteinversión, los limoneros son tambiénextremadamente vulnerables. Incluso unabreve interrupción del suministro deagua puede tener efectos devastadores.

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El vandalismo, ya sea contra los árboleso contra sus frutos, constituye un riesgoconstante. Fue esta combinación devulnerabilidad y elevados beneficios laque creó el entorno perfecto para losnegocios de protección de la Mafia.

Aunque había limonares en muchaszonas costeras de Sicilia, la Mafia hasido, hasta una fecha relativamentereciente, un fenómeno centrado casiexclusivamente en la región«occidental» de la isla. De hecho, surgióen el área inmediatamente circundantede Palermo. Dicha ciudad, que en 1861contaba casi con doscientos milhabitantes, era el centro político,

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legislativo y bancario de Siciliaoccidental. Circulaba allí más dinero enlos sectores de la propiedad y la rentaque en ningún otro lugar de la isla.Palermo era el centro de los mercadosmayoristas y de consumo, además decontar con el principal puerto. Era allídonde se compraban, vendían yalquilaban gran parte de las tierras decultivo de la provincia circundante, eincluso de otras provincias. Asimismo,Palermo establecía la agenda política.La Mafia no nació, pues, de la pobreza yla desolación, sino del poder y lariqueza.

Los limonares de las afueras de

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Palermo constituyeron el escenario queenmarcó la historia de la primerapersona acosada por la Mafia que dejóuna detallada descripción de susdesdichas. Se trataba de un respetadocirujano, Gaspare Galati. Casi todo loque se sabe del doctor Galati comopersona —en especial sobre su coraje—surge del testimonio que más tarderemitiría a las autoridades, queposteriormente confirmarían laautenticidad de lo que había escrito.

En 1872 el doctor Galati pasó ahacerse cargo de una herencia ennombre de sus hijas y de la tía maternade estas. La parte fundamental de dicha

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herencia era el Fondo Riella, una granja—o «jardín»— frutícola de limoneros ymandarinos, de cuatro hectáreas deextensión, situada en Malaspina, a soloquince minutos a pie de los límites dePalermo. El «fondo» era una empresamodélica; sus árboles se regabanutilizando una moderna bomba de vaporde tres caballos que requería de unoperario especializado. Pero cuandoasumió el control, Gaspare Galati era yabien consciente de que la enormeinversión de la empresa corría peligro.

El anterior propietario del FondoRiella, el cuñado del doctor Galati,había muerto de un ataque al corazón

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después de recibir una serie de cartasamenazadoras. Dos meses antes de sumuerte había sabido por el operario dela bomba de vapor que el autor de lascartas era el vigilante del «fondo»,Benedetto Carollo, que se las habíadictado a alguien que sabía leer yescribir. Puede que Carollo fuerainculto, pero desde luego eraespabilado; Galati explica que semostraba tan arrogante como si el dueñode la granja fuera él, y era de dominiopúblico que se quedaba con el 20-25por ciento del precio de venta de losproductos, e incluso robaba el carbóndestinado a la máquina de vapor. Pero

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era la manera de robar de Carollo lo quemayor preocupación causaba en elcuñado del doctor Galati, ya que estademostraba que conocía muy bien elnegocio de los cítricos y que pretendíadejar el Fondo Riella completamenteexhausto.

Entre las huertas sicilianas dondecrecían los limones, y las tiendas delnorte de Europa y América donde losconsumidores los compraban,intervenían un montón de representantes,mayoristas, envasadores y transportistas.La especulación financiera lubricabacada una de las etapas del proceso,empezando cuando los limones todavía

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colgaban de los árboles; como unamanera de compensar los costesiniciales y repartir el riesgo de una malacosecha, las empresas de cítricosnormalmente vendían su producciónmucho antes de que los frutos estuvieranmaduros.

El cuñado del doctor Galati habíaseguido también esta práctica común enel Fondo Riella. Sin embargo, aprincipios de la década de 1870, cuandolos intermediarios adquirían opcionesde compra sobre la producción de lagranja, luego se encontraban con que loslimones y mandarinas que ya habíanpagado empezaban a desaparecer de los

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árboles. El Fondo Riella no tardó enadquirir entonces una pésima reputacióncomercial. No parecía haber ningunaduda de que el vigilante Carollo era elresponsable de los robos, y que laintención del joven era hacer bajar elprecio de la empresa para luego podercomprarla.

Tras asumir el control de la fincaRiella, el doctor Galati decidióahorrarse problemas y arrendarla a otrapersona. Pero Carollo tenía otra idea enmente. Cada vez que los posiblesarrendatarios iban a visitar el «fondo»,el vigilante les dejaba bien claras susintenciones mientras les mostraba la

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finca: «¡Por la sangre de judas que estejardín jamás será arrendado nivendido!». Aquello fue demasiado parael doctor Galati, que despidió a Carolloy contrató a un sustituto.

Pero el doctor Galati no tardaría ensaber cómo se sentía el joven vigilanteal ver que «le quitaban el pan de laboca», tal como le oyeron decir. Demanera desconcertante, algunos de losamigos íntimos del doctor Galati,hombres que no tenían razón alguna parasaber nada de su negocio, acudieron a élaconsejándole discretamente quereadmitiera de nuevo a Carollo. Noobstante, el doctor se mantuvo firme.

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Alrededor de las diez de la nochedel 2 de julio de 1874, el hombre al quehabía contratado el doctor Galati paraque sustituyera a Carollo como vigilantedel Fondo Riella recibió variosdisparos en la espalda cuando circulabapor uno de los largos caminos quediscurrían por entre los limoneros. Susatacantes habían construido un bancal depiedra en una arboleda vecina parapoder dispararle desde fuera del murode protección, un método que sería muyutilizado en muchos de los primerosgolpes de la Mafia. La víctima moriríaen el hospital de Palermo al cabo deunas horas.

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El hijo del doctor Galati acudió a lacomisaría de policía local para informarde que su familia sospechaba queCarollo estaba detrás del asesinato. Elinspector, ignorando aquella pista,arrestó a dos hombres que no teníanrelación alguna con la víctima. Al nohallarse ninguna prueba que lesincriminara, posteriormente seríanliberados.

Pese a esta falta de apoyo por partede la policía, el doctor Galati contrató aotro vigilante. Entonces él y su familiarecibieron una serie de cartas en las quese decía que había cometido un error aldespedir a un «hombre de honor» como

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Carollo y contratar a un «abyecto espía»en su lugar, amenazándole con que, si noreadmitía a Carollo, le aguardaba elmismo fin que a su vigilante, aunque «deuna manera más bárbara». Un añodespués, cuando el doctor Galati yahabría descubierto exactamente a qué seenfrentaba, podría explicar aquellanueva terminología: «En el lenguaje dela Mafia, un ladrón y un asesino es un“hombre de honor”, y una víctima es un“abyecto espía”»[9].

El doctor acudió de nuevo a lapolicía con las cartas amenazadoras,siete en total. Le prometieron queCarollo y sus cómplices, entre los que

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se incluía un hijo adoptado, seríanarrestados. Pero el inspector —elmismo hombre que previamente habíaconducido la investigación por una pistafalsa— no se mostró tan entusiasta.Hubieron de pasar tres semanas antes deque detuviera a Carollo y a su hijo, eincluso entonces estos fueron liberadosdos horas después con el pretexto de queno tenían nada que ver con el crimen.Galati se convenció de que el inspectorestaba conchabado con los criminales.

Mientras luchaba por salvar suempresa, el doctor Galati empezó ahacerse una idea de cómo funcionaba laMafia local. La cosca tenía su sede en la

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vecina aldea de Uditore y actuaba tras lafachada de una organización religiosa.Un sacerdote y excapuchino conocidocomo el padre Rosario dirigía unapequeña comunidad en aquella aldea,denominada los «Terciarios de SanFrancisco de Asís», aparentementededicada a la caridad y a ayudar a laIglesia en su obra. El padre Rosario, unhombre que había sido espía de lapolicía bajo el antiguo régimenborbónico, era también capellán deprisiones, circunstancia queaprovechaba para llevar y traermensajes de los reclusos.

Sin embargo el padre Rosario no era

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el jefe de la banda. El presidente de los«Terciarios de San Francisco de Asís»,y capo mafioso de Uditore, era AntoninoGiammona. Este había nacido en el senode una paupérrima familia campesina, yhabía iniciado su vida laboral comopeón. Su ascenso a la riqueza y lainfluencia coincidió con lasrevoluciones que acompañaron a laintegración de Sicilia en la naciónitaliana. Las revueltas de 1848 y 1860 ledieron la oportunidad que necesitabapara mostrar su valor y hacer amigosimportantes. En 1875, a los cincuenta ycinco años de edad, Giammona era unhombre de una elevada posición; según

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informes del jefe de la policía dePalermo, tenía propiedades valoradas enunas ciento cincuenta mil liras. Existíanfuertes sospechas de que habíaejecutado a varios fugitivos de lajusticia a los que primero había dadocobijo. La policía creía que habíajuzgado necesaria su muerte cuandoestos habían empezado a robar apropietarios locales estando bajo suprotección. Asimismo se sabía queGiammona había recibido una suma dedinero junto con instrucciones derealizar misteriosos negocios de partede un criminal de los alrededores deCorleone que había huido a Estados

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Unidos para escapar a la justicia.El doctor Galati resumía el carácter

de Antonino Giammona como «taciturno,orgulloso y cauto». Hay buenas razonespara creerle, ya que los dos hombres seconocían; varios miembros de la familiaGiammona eran clientes del doctorGalati, y en una ocasión este le habíaextraído al hermano de Giammona dosbalas de mosquete que tenía alojadas enel muslo.

La Mafia de Uditore basaba supoder en extorsionar a los propietariosde los limonares. Podía obligar a losterratenientes a aceptar a sus hombrescomo administradores, vigilantes o

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intermediarios. Su red de contactos concarreteros, mayoristas y estibadorespodía amenazar la producción de unagranja, o bien asegurar que llegara sanay salva al mercado; cuando se aplicabacon astucia, la violencia permitía a laMafia crear cárteles y monopolios enminiatura. Una vez se hacían con elcontrol de un «fondo», los mafiosospodían robar tanto como quisieran, yafuera pellizcando un cómodo«impuesto» parasitario, o comprando aun precio artificialmente bajo.Giammona no solo acosaba al doctorGalati; estaba orquestando una campañaconcertada para controlar la industria de

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los cítricos de toda el área de Uditore.Ahora que estaba advertido del

hecho de que la Mafia también teníainfluencia sobre la policía local, eldoctor Galati decidió presentar suspruebas sobre el asesinato directamentea un juez de instrucción. Su resoluciónse vio reforzada al ver que la policía ledevolvía solo seis de las siete cartas deamenaza que había recibido, y que sehabía «perdido» precisamente la másexplícita. El juez de instrucción le dijoal doctor Galati que tal incompetenciaresultaba frecuente en aquella comisaría.

Llegaron nuevas cartas de amenaza;se daba al doctor Galati una semana de

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plazo para sustituir a su nuevo vigilantepor un «hombre de honor». Pero eldoctor se sentía ahora fortalecido por elhecho de que sus quejas hubieranllevado a la destitución del inspector depolicía del que sospechaba que estabaconfabulado con la Mafia. Asimismo eldoctor razonaba que no era probable quela Mafia corriera el riesgo de asesinar aun hombre con tierras y posición comoél, de modo que decidió ignorar elultimátum. Justo después de cumplirse lafecha límite, en enero de 1875, su nuevovigilante recibió tres disparos a plenaluz del día. Benedetto Carollo y otrosdos antiguos trabajadores del «fondo»

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fueron arrestados como sospechosos.Aquel ataque significó el primer

golpe de suerte para el doctor Galati.Antes de que el vigilante perdiera elconocimiento a causa de las heridas,pudo ver e identificar a sus atacantes. Alprincipio, postrado en el hospital, senegó a responder a las preguntas de lapolicía. Pero luego, cuando la fiebresubió y su muerte parecía inminente,requirió la presencia del juez deinstrucción e hizo una declaración: loshombres que le habían disparado eranprecisamente los tres que acababan deser arrestados.

Alentado por el juez, el doctor

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Galati trató personalmente al vigilanteherido, atendiéndole día y noche. Nuncasalía sin su revólver, y mantenía a suesposa y sus hijas en casa. La salud dela familia había empezado a resentirseal seguir llegando nuevas cartasamenazadoras. En ellas se le decía aldoctor que él, su esposa o sus hijaspodían ser apuñalados, quizá al salir delteatro, lo que evidenciaba que losautores sabían que Galati tenía un abonode temporada. El doctor supo quetambién había un espía de la Mafia en laoficina del juez, puesto que los mafiososle hacían saber que tenían acceso a losdetalles de sus declaraciones. Sin

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embargo aquellas últimas cartasparecían mostrar indicios dedesesperación, lo que aumentó laesperanza del doctor Galati de que, conun juicio en perspectiva y un testigodispuesto a declarar, Benedetto Carolloestuviera por fin acorralado.

En aquel momento el vigilanteherido que estaba al cuidado del doctortomó cartas en el asunto. En cuanto seencontró lo bastante bien como parapoder moverse, fue a ver a AntoninoGiammona para hacer las paces. Acontinuación se le invitó a celebrar elacuerdo con un banquete, tras el cual elvigilante cambió su declaración, y el

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proceso contra Carollo se vino abajo.Sin esperar siquiera a despedirse de

sus parientes y amigos, el doctor Galaticogió a su familia y huyó a Nápoles,dejando atrás su propiedad y una lista depacientes que había tardado un cuarto desiglo en consolidar. Lo único que pudohacer después fue enviar unmemorándum al ministro del Interior enRoma, en agosto de 1875. En élexplicaba que Uditore era una aldea desolo ochocientas almas, pero que soloen 1874 sabía de al menos veintitréspersonas que habían sido asesinadas —entre las que se contaban dos mujeres ydos niños— y de otras diez que habían

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sufrido graves heridas. No se habíahecho nada para investigar aquelloscrímenes. Se estaba librando una guerrapara controlar la industria de cítricos dela zona, mientras las fuerzas de lapolicía permanecían impasibles.

El ministro del Interior ordenó aljefe de la policía de Palermo queinvestigara el asunto. A continuación seasignó el caso Galati a un joven ycompetente oficial. De susinvestigaciones resultó que, al igual quesu predecesor asesinado, el segundovigilante sustituto era un personajetemible. Aunque el doctor Galati no losabía o no quería admitirlo, lo más

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probable era que los dos vigilantes quehabía contratado estuvieran tambiénafiliados a la Mafia. Probablemente leestaban utilizando en una guerra entrecosche mafiosas rivales.

La Mafia de Uditore respondió a lasnuevas investigaciones haciendo alardede sus amigos. Benedetto Carollosolicitó un permiso para cazar en elFondo Riella; su compañero en lajornada de caza iba a ser un juez delTribunal de Apelación de Palermo. Unaserie de terratenientes y políticos sealinearon con Antonino Giammona. Losabogados prepararon una declaraciónafirmando que Giammona y su hijo

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habían sido hostigados meramenteporque «vivían por sus propios mediosy no se dejaban robar ni amenazar». Alfinal, la única respuesta que lasautoridades pudieron lograr fue unaamonestación policial y unaintensificación de la vigilancia.

Es evidente que los problemas deldoctor Galati no eran culpa únicamentede una pandilla de criminales; se debíantambién, en gran medida, al hecho deque no podía confiar en la policía, en lajudicatura o siquiera en otrosterratenientes como él. Su historiadesentraña, pues, otra importante tramaen la historia de los orígenes de la

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Mafia. Como se pondrá de manifiestomás adelante, los orígenes de laorganización se hallan estrechamenterelacionados con los de un Estado muypoco fiable: el Estado italiano.

La extorsión, el asesinato, el dominioterritorial, la competencia y lacolaboración entre bandas, e inclusociertos indicios de un código de«honor»; emanan de las memorias deldoctor Galati las suficientes pistas comopara llegar a la conclusión de quemuchos de los componentes esencialesde los métodos de la Mafia seempleaban ya en los limonares

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sicilianos en la década de 1870. Peroeste caso también evidenciaba elcomponente más distintivo de todos: elritual de iniciación de la Mafia.

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INICIACIÓN

Aunque la policía no logró entregar a lajusticia a los mafiosos de Uditore tras elmemorándum del doctor Galati sobresus desafortunadas relaciones con lacosca de Antonino Giammona, el caso sísacó a la luz los primeros signos de quela Mafia era una organización secretaunida por un juramento de sangre. Hayque señalar que no solo los hombres queestaban al mando de AntoninoGiammona pasaban por un ritual deiniciación, sino que este eraprácticamente idéntico al que todavíarealizan actualmente los hombres de

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honor. Cuando el doctor GiuseppeGalati envió su memorándum al ministrodel Interior, en 1875, provocó que esteúltimo pidiera un informe al jefe de lapolicía de Palermo. Fue en dichoinforme donde el jefe de la policíareveló por primera vez la existencia deun ritual de iniciación mafioso. La fuentede esta revelación era fiable;probablemente provenía de los propiospolicías, los cuales, cono resultaevidente por la historia del doctorGalati, mantenían una estrecha yambigua relación con la Mafia ya desdesus mismos comienzos.

Según el informe del jefe de la

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policía, en la Mafia de la década de1870 cualquier hombre de honor quefuera a iniciarse era llevado enpresencia de un grupo de jefes ysubjefes. Uno de aquellos hombrespinchaba entonces al aspirante a mafiosoen el brazo o en la mano, y le pedía queuntara una imagen sagrada con la sangreque emanaba de la herida. Luego setomaba el juramento de lealtad mientrasla imagen se quemaba y se esparcían suscenizas, simbolizando con ello laaniquilación de todos los traidores.

Un enviado especial del gobiernoque viajó a Sicilia respondió al jefe dela policía en nombre del ministro:

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«¡Enhorabuena! Ahora las autoridadeshan abierto un nuevo e intrincado campode investigación». Sin duda el enviadohabría quedado sorprendido si hubierasabido que su «campo de investigación»seguiría siendo enorme e intrincadotodavía un siglo después, cuando enmayo de 1976 Giovanni loScannacristiani Brusca fue «iniciado»(de hecho, la palabra que utiliza elpropio Brusca es combinato, un términoitaliano vago y corriente que significa«combinado» o «concertado»). El ritualrealizado por Brusca resultaasombrosamente parecido a la versiónde 1875, y esa semejanza favorece una

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mejor comprensión de cómo y por quétenía sentido para la Mafia ser unaorganización secreta ya desde susmismos comienzos.

El hombre que más tarde haría volaren pedazos al juez Falcone en Capaci seinició muy joven, a los diecinueve añosde edad. El hecho de que su padre fueraun capo le había ayudado a avanzar conrapidez, y de hecho tenía ya un asesinatoa sus espaldas. Un día Brusca fueconducido a una casa de campo con laexcusa de que iba a celebrarse allí unode los periódicos banquetes de laorganización. Se hallaban presentesmuchos hombres de honor, incluyendo el

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capo de capos, Totò el Corto Riina, aquien el joven llamaba ya padrino.Algunos de los hombres empezaron apreguntarle a Brusca: «¿Cómo tesentirías si mataras a un hombre, sicometieras un crimen?». Aquelloparecía bastante extraño; él ya habíamatado, y sin embargo le preguntabancómo se sentiría. Él no lo sabía, pero elritual de iniciación había empezado ya.

En un momento determinado, losdemás se reunieron en una habitación,dejando fuera a Brusca. Cuando lellamaron, un rato después, vio que supadre se había retirado y que los otrosgángsteres se habían sentado en torno a

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una gran mesa redonda en cuyo centrohabía una pistola, una daga y unapequeña estampa de un santo. Loshombres de honor empezaron abombardear a Brusca con preguntas: «Siacabas en la cárcel, ¿serás fiel, y no untraidor?», «¿Quieres formar parte de lasociedad llamada Cosa Nostra?».

A medida que iba ganandoconfianza, Brusca empezó a respondercon entusiasmo: «Me gustan esasamistades, me gustan los crímenes».

Luego, uno de los hombres de honorle cogió de un dedo y le pinchó con unalfiler; Brusca untó con la sangre laimagen del santo, que luego sostuvo con

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las manos en forma de cuenco mientrasel propio Riina le prendía fuego. Elpadrino pronunció estas palabras: «Sitraicionas a la Cosa Nostra, tu carne sequemará como este santo»[10], mientrascubría la llama con sus propias manospara evitar que el iniciado dejara caer laestampa.

Entre los estatutos de laorganización que Riina le expuso aBrusca aquel día se hallaba el hoycélebre relacionado con la presentación.No se permitía a nadie presentarse comomafioso, ni siquiera ante otro hombre dehonor. En lugar de ello, había de ser untercero, que también hubiera sido

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iniciado, quien debía presentarlos aambos utilizando una fórmula parecida a«Es un amigo nuestro» o «Los dos soislo mismo que yo». Esa fue incluso lafrase pronunciada por Riina cuando, unavez que el padre de Brusca fuereadmitido en la habitación para lasoportunas felicitaciones, «presentó» apadre e hijo como hombres de honor.

Las reglas sobre las presentacionestal como le fueron explicadas a Bruscarevelan algunas interesantes diferenciascon respecto a la versión originalcontenida en el informe del jefe de lapolicía en 1875. Un siglo antes de queBrusca fuera iniciado, los mafiosos

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utilizaban un sistema de reconocimientomutuo mucho más elaborado, un diálogocodificado que empezaba con unaconversación sobre un «dolor demuelas»:

A: ¡Por la sangre de Cristo!¡Cómo me duele esta muela!(señalándose uno de los caninossuperiores).

B: A mí también.A: ¿Desde cuándo te duele?B: Desde el día de Nuestra

Señora de la Anunciación.A: ¿Dónde estabas?B: En Passo di Rigano.

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A: ¿Y quién estaba allí?B: Buena gente.A: ¿Quiénes eran?B: Antonino Giammona,

número uno; Alfonso Spatola,número dos, etc.

A: ¿Y cómo hicieron la malaobra?

B: Lo echaron a suertes, yganó Alfonso Spatola. Cogió unsanto, lo tiñó con mi sangre, melo puso en la palma de la mano ylo quemó. Luego echó al aire lascenizas.

A: ¿A quiénes te dijeron queadoraras?

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B: Al sol y la luna.A: ¿Y quién es tu dios?B: Un «Aire».A: ¿A qué reino perteneces?B: Al dedo índice[11].

Passo di Rigano, aquí mencionado,es otra aldea de las afueras de Palermo.Las referencias «al sol y la luna», al«Aire» y al «dedo índice» sonclaramente referencias a la «familia» dela Mafia en la que había iniciado elmafioso B.

Esta original ceremonia dereconocimiento resulta más engorrosa ymenos fiable que la versión

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contemporánea explicada a GiovanniBrusca (uno se pregunta, por ejemplo,cómo los dos gángsteres saben cuál deellos se supone que debe tomar lainiciativa). Sea como fuere, por primeravez este extraño diálogo confirma algomuy sencillo y muy importante sobre losprimeros tiempos de la Mafia: se tratabauna organización tan extensa que susmiembros no siempre se conocían.Mafia era algo más que un término paradesignar a un conjunto de bandas localesaisladas o una red de criminalesenfrentados entre sí.

Más que ningún otro aspecto de laMafia, el ritual de iniciación refuerza

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los mitos generalizados sobre lasupuesta antigüedad de la organización.En realidad es tan moderno como todolo que tiene que ver con la Mafia, y escasi seguro que originariamente se tomóprestado de los masones. Lassociedades secretas masónicas,importadas a Sicilia desde Francia através de Nápoles en torno a la décadade 1820, se hicieron rápidamente muypopulares entre los ambiciososadversarios de clase media del régimenborbónico. Obviamente, dichassociedades tenían rituales de iniciación,y algunas de sus salas de reuniónestaban decoradas con dagas

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ensangrentadas a nodo de advertencia alos posibles traidores. Una sectamasónica conocida como los«carbonarios» (término derivado deli t a l i a n o carbonari, «carboneros»)aspiraba a la revolución patriótica. EnSicilia tales grupos se convirtieron aveces en facciones políticas e incluso enbandas criminales; un informe oficial de1830 habla de un círculo carbonariodedicado a monopolizar los contratosdel gobierno local.

Convertirse en una singularorganización secreta que utilizaba esaclase de ritos masónicos ofrecíanumerosas ventajas a la Mafia. Crear

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una siniestra ceremonia, y unaconstitución cuyo primer artículoestablecía el castigo a los traidores,ayudaba a crear un clima de confianza,ya que constituía una delicada manera defijar el precio de la traición entre unoscriminales que normalmente no dudaríanni un momento en traicionarsemutuamente. De ese modo, los elevadosriesgos implicados en las actividades deextorsión se verían reducidos para todoaquel que se uniera a la organización. Esprobable que el ritual resultaraespecialmente eficaz a la hora demantener a raya a los miembros másjóvenes y agresivos. La sociedad secreta

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también ofrecía un sistema de garantíasmutuas frente a las bandas vecinas quepermitía a cada cosca operar conrelativa tranquilidad en su propioterritorio. Había asimismo grandesventajas frente a los criminales externosa la organización, que habían de contarcon la aprobación de la Mafia parapoder actuar o enfrentarse a suoposición unitaria. Muchas actividadesilegales, como el robo y el contrabandode ganado, comportaban la necesidad nosolo de atravesar territorios controladospor otras bandas, sino también deencontrar socios comerciales fiables alo largo de toda la ruta. Ser miembro de

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la organización ofrecía las garantíasrequeridas por todas las partesimplicadas en dichas actividades.

En 1875, cuando el ministro delInterior italiano supo del encuentro deldoctor Galati con la cosca de Uditore, lahistoria de la génesis de la Mafia casi sehabía completado. Sin embargo todavíafalta por explicar de dónde venía laMafia. Queda aún mucho por descubrirsobre el «taciturno, orgulloso y cauto»Antonino Giammona, y ello requiereretroceder algo más en la décadaanterior a la historia del Fondo Riella.

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EL BARÓN TURRISICOLONNA Y LA

«SECTA»

A principios del verano de 1863 —tresaños después de la expedición deGaribaldi—, un noble siciliano, quepoco después escribiría el primerestudio sobre la Mafia, fue objeto de unintento de asesinato muy bien planeado.Nicolò Turrisi Coloniza, barón deBuonvicino, regresaba una tarde aPalermo de visitar una de sus fincas. Lacarretera por la que viajaba, flanqueadade limoneros, discurría por los

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prósperos campos situados justo al ladode las murallas de la ciudad. En unpunto situado entre las aldeas de Noce yOlivuzza, cinco hombres, disparando enla cuneta desde distintas posiciones,derribaron a tiros a los caballos delcarruaje antes de apuntar a su ocupante.Turrisi Colonna y su cochero seapresuraron a sacar sus revólveres ydevolver los disparos, al tiempo quecorrían a ponerse a cubierto. El ruidoatrajo a uno de los propios vigilantes deTurrisi Colonna. Tras escucharse elbramido de su escopeta, entre el follajede la cuneta surgió un grito de dolor.Los aspirantes a asesinos desistieron y

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se llevaron a rastras a su compañeroherido.

Un año después de ser atacado,Turrisi Colonna escribió un estudiotitulado Pubblica Sicurezza in Sicilianel 1864. Aquel fue el primero de losnumerosos libros publicados tras launificación italiana que hicieron de laMafia siciliana objeto de análisis,controversia y confusión. Con la ventajade la visión retrospectiva aportada porel trabajo del juez Falcone, hoy loshistoriadores saben muy bien a quiénesdeben creer de entre todos los queparticiparon en aquellos primerosdebates sobre la Mafia. Y precisamente

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Turrisi Colonna proporciona unaversión creíble y especialmente biendocumentada.

Parte de la razón por la que TurrisiColonna resulta ser tan buen testimoniose deriva de su estatus social y delimportante papel que desempeñó en losdramas de principios de la década de1860. Tenía un historial impecablecomo patriota italiano. En 1860, ygracias a sus esfuerzos como líder de lanueva Guardia Nacional de Palermo,Turrisi Colonna contribuyó a que larevolución no desembocara en laanarquía. Cuando escribió su libritosobre la delincuencia, en 1864, era ya

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miembro del Parlamento italiano. Muchodespués, en la década de 1880, TurrisiColonna sería alcalde de Palermo endos ocasiones. Todavía hoy se honra sumemoria con un busto de mármol en lasala de juntas del Palazzo delle Aquile,la sede del ayuntamiento de Palermo.Sus severos rasgos aparecen adornadoscon una de aquellas barbas —pareceresueltamente pegada bajo la nariz—que para sus contemporáneos definían aun hombre como «augusto» y «estadista»aún más claramente que las medallasque ostentaba su pecho.

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Nicolò Turrisi Colonna, barón de Buonvicino yenigmático experto en la «secta». Su busto sealza en el Palazzo delle Aquile, sede delayuntamiento de Palermo. [John Dickie.]

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Turrisi Colonna mostraba unaecuanimidad equiparable a su estatus.Cuando escribió su opúsculo, en 1864,la cuestión de la ley y el orden constituíaun candente tema de actualidad políticaen Italia. El gobierno sostenía que laoposición conspiraba contra el nuevoEstado italiano y estaba empeñada enprovocar desórdenes para favorecer susobjetivos. Los políticos de la oposiciónafirmaban que el gobierno estabaexagerando la crisis de la ley y el ordenen un intento de colgarles la etiqueta decriminales. Turrisi Colonna adoptó unapostura mesurada que seguramente nodebió de agradar a ninguno de los dos

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bandos; señaló que los criminalesorganizados constituían una poderosafuerza en Sicilia, y lo habían sidodurante muchos años, pero tambiénargumentaba que las duras medidas delnuevo gobierno no habían hecho sinoempeorar la situación.

El estudio de Turrisi Colonna sebasaba en una sombría observación: losperiódicos estaban llenos de noticias deextorsiones, robos y asesinatos —explicaba—, pero solo se informaba deuna parte de los delitos cometidos en losalrededores de Palermo debido a que elproblema iba mucho más allá de ladelincuencia ordinaria:

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No debemos seguirengañándonos. En Sicilia existeuna secta de ladrones cuyosvínculos se extienden por toda laisla… La secta protege a todoslos que tienen que vivir en elcampo, como los granjerosarrendatarios y los pastores, y esprotegida por estos. Daprotección a los comerciantes ala vez que obtiene su ayuda. Lapolicía causa poco o ningúntemor a la secta, puesto que estaconfía en que no tendrá problemaalguno en escabullirse decualquier persecución policial.

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Tampoco los tribunales causantemor a la secta; esta se jacta delhecho de que raramente seproducen evidencias quepermitan su procesamientogracias a la presión que ejercesobre los testigos[12].

Aquella secta —suponía TurrisiColonna— tenía unos veinte años deantigüedad. En cada zona reclutaba a susafiliados de entre los campesinos máslistos, los vigilantes que custodiaban lasfincas de los alrededores de Palermo, ylas legiones de contrabandistas queentraban cereales y otros artículos

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fuertemente gravados a través de lospuestos aduaneros de cuyos ingresosdependía la ciudad. Los miembros de lasecta tenían señales especiales queutilizaban para reconocerse cuandotransportaban ganado robado por elcampo hasta diversos mataderos de laciudad. Algunos de dichos miembros seespecializaban en robar ganado; otros,en transportar a los animales y quitarleslas marcas de identificación, y otros, enorganizar mataderos ilegales. En algunoslugares la secta estaba tan bienorganizada, recibiendo inclusoprotección política de diversasfacciones de mala reputación que

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dominaban el gobierno local, que podíaaterrorizar a cualquier ciudadano.Incluso algunos hombres honestos seveían en la necesidad de acudir a lasecta con la esperanza de que estaaportara al campo algo parecido a laseguridad.

Favorecida por su odio a la brutal ycorrupta policía borbónica, la sectahabía ofrecido sus servicios a losrevolucionarios de 1848 y 1860. Comomuchos hombres violentos, losmiembros de la secta tenían interés en larevolución porque esta ofrecía laposibilidad de abrir las cárceles,quemar los archivos policiales y matar a

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policías y soplones aprovechando laconfusión. La secta confiaba en que ungobierno revolucionario garantizaría unaamnistía a las personas «perseguidas»por el antiguo régimen, formaría nuevasmilicias que necesitarían reclutascurtidos y daría trabajo a los héroes dela lucha para derrocar el antiguo orden.Pero la revolución de 1860 había traídomuy pocas de esas ventajas, y larespuesta indiscriminadamente severadel nuevo gobierno italiano a la oleadade crímenes que sobrevino no hizo sinoaumentar el deseo de la secta de causarproblemas.

No sería hasta cuatro meses después

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de la publicación del informe de TurrisiColonna cuando la secta adquiriría sunombre actual, al escribirse por primeravez la palabra mafia. Y dado lo queactualmente sabemos de la Mafia, ladescripción de la secta por TurrisiColonna resulta sorprendentementefamiliar. Menciona, por ejemplo, elmismo tipo de parodia de tribunal que sepuede encontrar en muchasdescripciones posteriores de los asuntosde la Mafia; los miembros de la secta sereúnen para decidir el destino de algunode sus miembros que ha roto las reglas,con el resultado final de una condena amuerte. Turrisi Colonna pasa luego a

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describir el código de silencio y lealtadde la secta en términos que concuerdanextrañamente con los actualesconocimientos:

En sus reglas, esta malévolasecta ve en cualquier ciudadanoque se acerque a un carabinero yhable con él, o siquiera cruceuna palabra o un saludo con él,un villano al que hay quecastigar con la muerte. Esehombre es culpable de unhorrendo crimen contra la«humildad».

La «humildad» implica

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respeto y devoción hacia lasecta. Nadie debe cometerningún acto que pueda perjudicardirecta o indirectamente a losintereses de los miembros.Nadie debe proporcionar a lapolicía o a los juzgados datosque ayuden a descubrirabsolutamente ningún crimen[13].

El de humildad —umiltà en italianoo umirtà en siciliano— es un términoque llama de inmediato la atención. Enla actualidad se considera que es elorigen más probable de la palabraomertà, que define el código de silencio

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de la Mafia y la obligación de no hablarcon la policía que aquella impone atodos los que se hallan bajo su esfera deinfluencia. Obviamente la omertàconstituía en sus inicios un código desumisión.

Turrisi Colonna aconsejaba algobierno que no respondiera a la secta«con el patíbulo y la tortura». En lugarde ello, ofrecía algunas reformas muybien pensadas que confiaba en quecambiarían el modo de actuar de lasgentes de Sicilia, proporcionándoles «unsegundo bautismo, un bautismo civil».El equilibrio, astucia y honestidad quedemostraba Turrisi Colonna en esta

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descripción de la secta era equiparablea su caballerosa reserva. Era demasiadomodesto incluso para mencionar elintento de asesinato que él mismo habíasufrido el año anterior; al fin y al cabo,aquel había sido solo uno más de losnumerosos episodios violentosproducidos en la campiña quecircundaba Palermo en los difíciles añosque siguieron a la expedición deGaribaldi. La discreción de TurrisiColonna se traduce en que no sepamosquién le tendió la emboscada y por qué,o qué fue de los atacantes, aunqueactualmente hay sobradas razones parasospechar que posiblemente no vivieron

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mucho tiempo.

* * *

Doce años después, el 1 de marzo de1876, Leopoldo Franchetti y SidneySonnino, dos acaudalados y brillantesjóvenes intelectuales judíos de laToscana, llegaron a Palermo con unamigo y su criado para llevar a cabo unainvestigación privada sobre el estado dela sociedad siciliana. Por aquel entonces—el año anterior había sido el delmemorándum del doctor Galati—, eltérmino mafia llevaba ya una década en

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boca de todo el mundo, pero habíatodavía una gran confusión con respectoa lo que significaba, si es que de hechosignificaba algo en absoluto. (Existíaincluso cierta incertidumbre a la hora deescribirlo; en el siglo XIX, mafiaaparecía a veces escrita con una sola«f» y otras con dos, sin que hubieraninguna diferencia de contenido).Franchetti y Sonnino no albergabandudas de que la Mafia constituía unapeligrosa forma de criminalidad, ypretendían disipar la imprecisión de lasdistintas opiniones que la rodeaban.

El día después de su llegada aSicilia, Sonnino escribió a un amigo

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pidiéndole que le preparara cartas depresentación para Nicolò TurrisiColonna, barón de Buonvicino y expertoen la secta:

Aquí dicen que estávinculado a la Mafia. Pero esono nos importa. Queremos oír loque tenga que decir… Tencuidado de no contarle a nadielo que te he dicho sobre el barónTurrisi Colonna y sus supuestosvínculos con la Mafia. Algunosamigos suyos podrían escribirlecontándoselo, lo cual nos haríaun flaco favor[14].

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Hay un montón de evidencias quesugieren que Turrisi Colonna, autor delanálisis de la secta, era en realidad unestratégico protector político delmafioso más importante e implacable dePalermo. Los rumores sobre susrelaciones con la Mafia estaban en bocade todos; incluso los miembros de supropio grupo político expresaban susinquietudes sobre él en Roma.

En 1860 Turrisi Colonna habíanombrado capitán de su unidad de laGuardia Nacional a un destacadomiembro de la secta. Elegido por suautoridad y su experiencia militar,anteriormente había dirigido una de las

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bandas revolucionarias quedescendieron sobre Palermo de lacampiña circundante al estallar larevolución patriótica. El hombre encuestión era un astuto matón llamadoAntonino Giammona, el mismo AntoninoGiammona que posteriormenteorquestaría la campaña para arrebatar elFondo Riella de manos del doctorGalati. Turrisi Colonna fue asimismouno de los terratenientes querespaldaron a Giammona cuando elMinisterio del Interior investigó lasacusaciones de Galati, y fueron tambiénlos abogados de Turrisi Colonna los queprepararon la argumentación de la

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defensa de Giammona. Según el informedel jefe de la policía de 1875, losrituales de iniciación de la Mafia teníanlugar precisamente en una de las fincasdel barón.

En tres entrevistas distintas conFranchetti y Sonnino, realizadas en1876, Turrisi Colonna se mostró tanlúcido como siempre en materiaeconómica. Además de su interés por lasecta, era un granjero y agrónomo deideas avanzadas, con una larga lista depublicaciones académicas sobre laindustria de los cítricos en su haber.Pero al tratar de cuestiones criminalesse mostró extrañamente evasivo. Dos

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años antes, cuatro de sus hombreshabían sido detenidos en su finca deCefalù. Ante Franchetti y Sonninodefendió su inocencia, como habíahecho también en el momento de ladetención. Los terratenientes como él —se quejaba— no eran sino las víctimas;allí fuera, en sus fincas rurales, se veíanobligados a pactar con los bandidos, yaque, de lo contrario, no podían protegersus valiosos cultivos y árboles. No hizomención alguna de ninguna secta.

Cuando más tarde Franchetti ySonnino entrevistaron al jefe de lapolicía de Palermo, le encontraronbastante pesimista respecto a la

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posibilidad de procesar a los hombresde Turrisi Colonna, ya que el baróntenía las conexiones políticas necesariaspara socavar el juicio. Otrosentrevistados cambiaron rápidamente detema cuando se les pidió su opiniónsobre el barón.

Turrisi Colonna encarna los enigmasde los años violentos que vieronaparecer a la Mafia. Probablemente suopúsculo sobre la secta de 1864 sebasaba en fuentes internas; quizá inclusoen lo que le contó el propio AntoninoGiammona. Cuando lo escribió, esposible asimismo que confiaragenuinamente en que la unificación con

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Italia pudiera normalizar Sicilia. Puedeque fuera víctima de intimidación porparte de la Mafia, y que deseara unnuevo Estado fuerte y eficaz que ayudaraa los terratenientes como él a poner alos mafiosos en su sitio. Quizáconsideraba que había de colaborar demala gana con hombres como Giammonaa corto plazo, mientras aguardaba a queel gobierno italiano extirpara laviolencia de la sociedad siciliana. Siera así, se trataba de esperanzasperdidas mucho antes de que fueraentrevistado por Franchetti y Sonnino en1876.

Una interpretación menos generosa

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es la de que Turrisi Colonna jamás fueuna víctima. Puede que su relación conGiammona se basara más en ladeferencia que en la intimidación. Talvez Turrisi Colonna fue simplemente elprimero de los numerosos políticositalianos cuyas declaraciones sobre laMafia no se corresponderían con susactos. Pese a toda la sofisticación de suestructura y el insidioso control de sucódigo de honor, la Mafia siciliana nosería nada sin sus vínculos con políticoscomo Turrisi Colonna. En últimainstancia, tendría poco sentido que laorganización corrompiera a policías yjueces si los dignatarios ante los que

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esos funcionarios responden siguieranresueltos a sostener el Estado dederecho de manera imparcial. Y en ellibro de contabilidad de la Mafia, unpolítico amigo resulta más valiosocuanto más creíble sea. Si dichacredibilidad tiene que construirse a basede retumbantes discursos contra elcrimen, o con eruditos diagnósticossobre el estado de la ley y el orden enSicilia, que así sea.

La Mafia trata con los políticos enuna moneda que raramente se refleja enlas actas parlamentarias y en los librosde leyes. Antes bien se estampa en eloro sólido de los pequeños favores:

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filtraciones de noticias sobre contratospúblicos o sobre ventas de terrenos,investigadores con exceso de celoobligados a proseguir su carrera fuerade la isla, puestos de trabajo para losamigos en la administración local, etc.Así, de cara al público puede queTurrisi Colonna tuviera un interéscientífico e imparcial en la secta,observándola desde las alturas de suprestigio intelectual y social. Pero enprivado, lejos del ámbito del debateabierto, la estrecha relación conhombres como Antonino Giammonaconstituía un elemento fundamental parasus intereses comerciales y su respaldo

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político.Sea lo que fuere lo que hubiera entre

el capo mafioso Giammona y el político,intelectual y terrateniente TurrisiColonna, la revuelta que tuvo lugar enPalermo dos años después de lapublicación del opúsculo del barónprobablemente marcó una importanteetapa en su relación. En septiembre de1866, diversas bandas armadasprocedentes de las aldeas circundantesmarcharon de nuevo sobre la ciudad. LaGuardia Nacional de Turrisi Colonna,capitaneada por Antonino Giammona, seenfrentó a la revuelta. AunqueGiammona, al igual que muchos otros

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hombres violentos, había coqueteadocon la revolución en el pasado, ahoraera consciente de que el Estado italianoera un organismo con el que podía hacernegocio. Diversos miembros clave de lasecta, como Giammona, estabanempezando a dejar atrás su pasadorevolucionario, y al hacerlo, la secta seincorporaba al torrente sanguíneo de lanueva Italia. Al igual que otrosdestacados defensores del orden, TurrisiColonna fue entrevistado durante unainvestigación del gobierno sobre losdisturbios de 1866, y no tuvo ningunaduda en utilizar el nuevo término mafiapara referirse a algunos de los

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alborotadores que habían provocado larevuelta: «Los juicios no se puedenconcluir porque los testigos no sonsinceros. Solo empezarán a decir laverdad cuando termine la pesadilla de laMafia»[15]. Era evidente que TurrisiColonna había decidido que mafiaaludía únicamente a criminales que él noconocía personalmente.

La cuestión que sigue abierta es la decómo se inició esa «pesadilla de laMafia». En 1877 los dos hombres queentrevistaron a Turrisi Colonnapublicaron los resultados de su propiainvestigación sobre Sicilia en un

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sustancial informe en dos partes. En laprimera parte, Sidney Sonnino, unpersonaje profundamente melancólicoque más adelante llegaría a ser primerministro de Italia, analizaba las vidas delos campesinos sin tierra de la isla. Laparte del informe correspondiente aLeopoldo Franchetti lleva el anodinotítulo de «Condiciones políticas yadministrativas de Sicilia». Sin embargotiene una calidad excepcional. Se tratade un análisis de la Mafia del siglo XIXque en el XXI sigue considerándose unaobra de referencia sobre la materia. A lalarga, Franchetti influiría en elpensamiento sobre la Mafia más que

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ninguna otra persona hasta la época deljuez Giovanni Falcone, más de cien añosdespués. «Condiciones políticas yadministrativas de Sicilia» constituye laprimera explicación convincente acercade cómo la Mafia empezó a existir.

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LA INDUSTRIA DE LAVIOLENCIA

La investigación realizada por LeopoldoFranchetti y Sidney Sonnino tenía ciertosabor inglés. Ambos hombres erangrandes admiradores del liberalismobritánico, y el segundo de ellos, cuyonombre completo era Giorgio SidneySonnino, debía su segundo nombre a sumadre inglesa. Cuando viajaron aSicilia, entraron en una tierra en la quela inmensa mayoría de la poblaciónhablaba un dialecto que no entendían. Enel medio universitario y elegante que

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Sonnino y Franchetti dejaban atrás, laisla seguía siendo un lugar misteriosoconocido sobre todo por antiguos mitosgriegos y siniestras noticias de prensa.En consecuencia, habían previsto lasconsiderables tensiones y peligros de suviaje con la determinación propia de losexploradores que parten hacia tierrasdesconocidas. Entre el equipo quellevaron consigo en su viaje, en laprimavera de 1876, había rifles derepetición y pistolas de gran calibre, yademás cada uno de ellos llevaba cuatrocuencos de cobre. El plan era llenar loscuencos de agua y sumergir en ellos laspatas de sus catres de campaña con el

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fin de mantener alejados a los insectos.Dado que en el interior de la isla lascarreteras eran escasas o inexistentes,los dos investigadores solían viajar acaballo, eligiendo su ruta y a sus guíasen el último momento para evitarataques de bandoleros.

Franchetti en particular estaba lejosde ser un ingenuo cuando viajó a Sicilia;dos años antes había recorrido yagrandes áreas del sur de Italia en unaexpedición similar. Pero lo que encontróen la isla le hizo sentirse abrumado por«un profundo afecto» hacia su rifle, quellevaba atravesado en la silla de montar.«La pesadilla de una misteriosa fuerza

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maligna oprime esta desnuda y monótonatierra», escribiría más tarde. Solo enfecha reciente se han publicado las notasque Franchetti tomó durante el viaje; dosde las numerosas historias que emanande dichas notas pueden servir paraexplicar la conmoción que le supuso suencuentro con Sicilia.

Franchetti explica que el 24 demarzo de 1876 él y Sonnino entraron enla ciudad de Caltanissetta, en la zonacentral de la isla. Dos días antes unsacerdote había sido asesinado a tirosen la cercana aldea de Barrafranca, unreducto mafioso, según las autoridadesque les informaron de lo ocurrido. A

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sesenta metros del lugar donde elsacerdote yacía moribundo seencontraba un testigo, un inspector delgobierno procedente de la ciudadseptentrional de Turín, recién llegado aSicilia, y cuya tarea consistía ensupervisar la recaudación del impuestosobre la harina molida. El honestofuncionario corrió junto al sacerdote yllegó justo a tiempo de escuchar susúltimas palabras, acusando a su propioprimo de ser el asesino.

Profundamente conmocionado, elinspector fiscal saltó sobre su caballo ysalió disparado a avisar a loscarabineros. Luego fue a dar la noticia a

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la familia de la víctima. No queriendoaumentar su dolor contándoles de golpelo que sabía, les pidió que leacompañaran junto al sacerdote, quenecesitaba su ayuda. Por el camino lesdio la noticia con mucho tacto.Agradeciéndole su delicadeza, losfamiliares le dijeron que aquel asesinatoera la culminación de una rencilla queduraba ya doce años entre el cura y suprimo. El propio sacerdote era unhombre rico, con una temible fama deviolento corrupto.

Veinticuatro horas después, lapolicía local arrestó al inspector fiscal,le metió en una celda y le acusó del

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crimen. Entre los testigos que leseñalaban se encontraba el primo delcura. Pero el pueblo de Barrafranca,incluyendo a la familia del sacerdoteasesinado, guardaba silencio.Felizmente para el inspector fiscal, lasautoridades públicas de Caltanissetta seenteraron del asunto; cuando finalmentefue liberado, el verdadero asesino seapresuró a desaparecer.

Una semana después de enterarse deeste episodio, Franchetti Sonninollegaron a Agrigento, una ciudad de lacosta meridional de Sicilia famosa porsus antiguos templos griegos. El libro denotas de Franchetti cuenta otra historia

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que conoció allí, la de una mujer quehabía cobrado quinientas liras de lapolicía a cambio de información sobredos criminales; estos estabanconchabados con un jefe local, unhombre que tenía una considerableparticipación en contratos públicos deconstrucción de carreteras. Pocodespués de que la mujer aceptara eldinero, su hijo regresaba a la aldeadespués de haber pasado diez años en lacárcel. Llevaba una carta de la Mafialocal en la que se le explicaba lo quehabía hecho su madre. Cuando seenfrentó a ella y le pidió dinero paracomprarse ropa nueva, la evasiva

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respuesta desencadenó una furiosabronca que provocó que el hombre sefuera hecho una furia. Poco despuésvolvió acompañado de su primo, y entrelos dos le dieron diez puñaladas a lamadre, seis el hijo y cuatro su primo.Luego arrojaron su cuerpo a la calle porla ventana antes de entregarse.

En su recorrido por Sicilia,Franchetti y Sonnino también seencontraron con la aparentementeirremediable confusión que había creadoel término mafia durante los diez añostranscurridos desde que se escucharapor primera vez. Todas las personas alas que los viajeros entrevistaron

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durante los dos meses que estuvieron enSicilia parecían entender de maneradistinta la nueva palabra de modo quetodo el mundo parecía acusar a otro deser un mafioso. En algunos lugarestambién las autoridades se mostrabanconfusas. Como dijo sin convicción unteniente de carabineros: «La Mafia esalgo extremadamente difícil de definir;tendrían que vivir en Sambuca parahacerse una idea».

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Sidney Sonnino (sentado), Leopoldo Franchetti(a la derecha) y su compañero de viaje EncaCavalieri en vísperas de iniciar su expedición aSicilia, en 1876. [Reproducida con la amable

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autorización del barón Alessandro de RenzisSonnino.]

Cuando posteriormente publicó sushallazgos, Franchetti explicó lo perplejoque se había sentido al descubrir que lasituación era más preocupante no en eldesarbolado y amarillo interior de laisla, donde la mayoría de la gente habríaesperado encontrar atraso ydelincuencia, sino en los campos decítricos de los alrededores de Palermo.Aparentemente, aquel era el centro deuna próspera industria de la que loshabitantes locales se sentían muyorgullosos: «Se contempla cada árbolcomo si fuera un raro espécimen de

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planta». Esas percepciones iniciales —escribía Franchetti— pronto se veríanmodificadas por las espeluznanteshistorias de asesinato e intimidación dela zona: «Después de cierto número deesas historias, la fragancia de la flor delnaranjo y el limonero empieza a oler acadáver». La presencia de una violenciaendémica en un entorno tan modernocontradecía una de las creencias másapreciadas de los gobernantes de Italia:que el progreso económico, político ysocial iban siempre de la mano.Franchetti empezó a preguntarse si losprincipios de justicia y libertad quetanto valoraba «podían no ser nada más

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que discursos planeados para disfrazarmales que Italia no puede curar; unacapa de lustre para dar brillo a losmuertos»[16].

Era un espectáculo confuso ydesolador. Pero Leopoldo Franchetti eraintelectualmente tenaz además devaliente; creía de forma apasionada enuna implicación práctica en losproblemas de la nación. Una especie devergüenza patriótica bullía en su interiorante la idea de que los extranjerosparecieran conocer Sicilia mucho mejorque los italianos. Cubriendopacientemente todo el territorio yestudiando su historia, Franchetti superó

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sus dudas y su confusión, y elaboró unadescripción de los negocios de la Mafiaque resulta extremadamente sistemática.Sicilia no era caótica; bien al contrario,tras sus problemas con la ley y el ordensubyacía una racionalidad bien moderna.La isla —argumentaba Franchetti— sehabía convertido en la sede de «laindustria de la violencia».

* * *

La descripción de Franchetti de lagénesis de la Mafia se inicia en 1812,cuando los ingleses, que ocuparon

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Sicilia durante las guerras napoleónicas,iniciaron el proceso de abolición delfeudalismo en la isla. El sistema feudalse basaba en una forma de propiedadconjunta de la tierra: el rey daba tierrasen fideicomiso a un noble y susdescendientes; a cambio, el noble poníasu ejército privado al servicio del reycuando surgía la necesidad. Dentro delterritorio del noble, denominado feudo,su palabra era la ley.

Hasta la abolición del feudalismo, lahistoria de Sicilia vino configurada porlas luchas entre una larga serie demonarcas extranjeros y los señoresfeudales. Los monarcas trataban de dotar

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de más poder al centro; los señoresfeudales se resistían contra la injerenciade la monarquía en la gestión de suspropiedades. En este tira y afloja,quienes normalmente tenían ventaja eranlos nobles, sobre todo porque lamontañosa geografía de Sicilia y supésima infraestructura de transportes ycomunicaciones hacía imposible que elgobierno central hiciera su labor sindejar que los señores feudales sesalieran con la suya.

Los privilegios señoriales eran muydiversos y duraderos. Así, por ejemplo,una costumbre que dictaba que losvasallos debían saludar a su señor

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feudal con un beso en la mano solo seríaabolida oficialmente por Garibaldi en1860. El título de «don»,originariamente atribuido a los noblesespañoles que habían gobernado Sicilia,se seguiría aplicando a cualquierhombre de elevada posición socialdurante muchos años (se trata decostumbres generalizadas en Sicilia, yno solo de hábitos propios de la Mafia).

De manera inmediata, la abolicióndel feudalismo no hizo sino cambiar lasreglas del tira y afloja entre el centro ylas provincias (el poder de losterratenientes tardaría mucho endesaparecer; así, la última de las

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grandes propiedades no se desintegraríahasta la década de 1950). A pesar deello, de alguna manera cuando terminóel feudalismo se pusieron en marchatambién las fuerzas del cambio alestablecerse los requisitos legalesprevios para la creación de un mercadode la propiedad. En pocas palabras,ahora podían comprarse y vendersetrozos de las antiguas fincas. La tierraque se compra en lugar de heredarsetiene la peculiaridad de que requiereque se pague un precio por ella; se tratade una inversión a la que hay que dar unuso rentable. De este modo, elcapitalismo había llegado a Sicilia.

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El capitalismo se basa en lainversión, y la anarquía pone lainversión en peligro. Nadie quierecomprar maquinaria nueva o más tierrapara plantar cultivos comerciales allídonde existe un fuerte riesgo de que lasmáquinas o las cosechas sean robadas osean objeto de actos vandálicos porparte de los competidores. Al suplantaral feudalismo, se suponía que el Estadomoderno ostentaba el monopolio de laviolencia, así como del poder parahacer la guerra y castigar a loscriminales. Cuando el Estado modernomonopoliza la violencia de ese modo,contribuye a crear las condiciones en las

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que puede florecer el comercio. Es solocuestión de tiempo que las ruinosas eindisciplinadas milicias privadas de losseñores desaparezcan.

Franchetti sostenía que la clave deldesarrollo de la Mafia en Sicilia era queel Estado había fracasadoestrepitosamente a la hora de poner enpráctica ese ideal. Era un Estado pocofiable, ya que a partir de 1812 no habíalogrado establecer su monopolio del usode la violencia. El poder fáctico de losseñores era tal que podía llegar apresionarse a los tribunales y policíasdel Estado central para que hicieran loque el señor local deseaba. Y lo que era

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aún peor, ya no solo eran los señoresquienes se creían con derecho a utilizarla fuerza. En palabras de Franchetti, laviolencia se había «democratizado». Aldeclinar el feudalismo, todo un abanicode hombres de distinta raleaaprovecharon la oportunidad paraabrirse camino a tiros y puñaladas através de la economía en desarrollo.Algunos de los matones privados de losseñores feudales actuaban ahora en supropio interés, deambulando por elcampo en forma de bandas decontrabandistas que contaban con laprotección de los terratenientes ya fuerapor temor o por complicidad. Los

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formidables administradores llamadosgabelloti, que a menudo teníanalquilados ellos mismos parte de lasfincas de los terratenientes, también eranaficionados a utilizar la violencia paradefender sus intereses. En la ciudad dePalermo, las sociedades de artesanosexigían el derecho a llevar armas parapoder vigilar las calles (y de paso forzarlos precios al alza o realizar actividadesde extorsión).

Cuando se establecieron lasmodernas instituciones de gobiernolocal en las ciudades de las distintasprovincias sicilianas, una serie degrupos que representaban en parte

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bandas criminales armadas, en parteempresas comerciales, y en partecamarillas políticas, se apresuraron aorganizarse para sacar tajada. Losfuncionarios se quejaban de que lo queellos calificaban de «sectas» o«partidas» —a veces se tratabameramente de una familia extensaequipada con armas de fuego— estabanhaciendo que muchas zonas de Siciliaresultaran ingobernables.

El Estado también estableció sustribunales, pero pronto se encontró conque estos se hallaban sometidos alcontrol de cualquiera que se mostrara losuficientemente duro y bien organizado

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para imponer su voluntad. Incluso lapolicía se volvió corrupta. En lugar deinformar de los robos a las autoridades,a menudo mediaban o imponíanacuerdos entre las víctimas y los autoresdel delito. Así, por ejemplo, en lugar detener que hacer pasar el ganado robadopor una larga cadena de intermediarioshasta los mataderos, los cuatrerospodían limitarse sencillamente a pedirleal capitán de la policía local quemediara. Este podía arreglar que losanimales robados le fueran devueltos asu propietario original a cambio de unasuma de dinero que iba a parar a manosde los ladrones. Naturalmente el capitán

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se quedaba con un porcentaje de loacordado.

En una infernal parodia de laeconomía capitalista, la ley se parcelabay privatizaba exactamente igual que latierra. Franchetti consideraba queSicilia era víctima de una formailegítima de competencia capitalista. Eraun mercado violento en el que soloexistía una frontera teórica entre laeconomía, la política y el crimen. En esasituación, las personas que aspiraban aregentar un negocio no podían confiar enque la ley les protegiera a ellos, ni a susfamilias, ni sus intereses económicos. Laviolencia constituía un activo esencial

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de cualquier empresa; la capacidad deutilizar la fuerza era tan importantecomo la de tener capital que invertir. Dehecho, Franchetti creía que en Sicilia lapropia violencia se había convertido enuna forma de capital.

Para Franchetti, los mafiosos eranempresarios de la violencia,especialistas que habían desarrollado loque hoy se calificaría como el modelode negocio más sofisticado del mercado.Bajo el liderazgo de sus capos, lasbandas mafiosas «invertían» violenciaen diversas esferas comerciales con elfin de obtener dinero de la extorsión ygarantizarse sus propios monopolios.

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Era lo que Franchetti denominaba la«industria de la violencia». En suspropias palabras:

[en la industria de la violencia]el capo mafioso… actúa comocapitalista, empresario yadministrador. Unifica laadministración de los crímenescometidos… regula la manera enque se divide el trabajo y lasobligaciones, y controla ladisciplina entre los trabajadores.(La disciplina resultaindispensable en esta como encualquier otra industria si se

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espera obtener beneficiosabundantes y constantes). Latarea del capo mafioso consisteen juzgar según lascircunstancias si los actos deviolencia deben suspendersedurante un tiempo, o bienmultiplicarse y hacerse másferoces. Tiene que adaptarse alas condiciones del mercadopara elegir qué operacionesllevar a cabo, a qué personasexplotar y qué forma deviolencia utilizar[17].

En Sicilia los hombres con

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ambiciones comerciales o políticas seveían enfrentados a dos alternativas: obien armarse ellos mismos, o bien —loque era más probable— comprar laprotección de un especialista enviolencia, es decir, un mafioso. SiFranchetti viviera hoy, quizá diría quelas amenazas y el asesinato formabanparte del sector servicios de laeconomía siciliana.

Parece que Franchetti se veía a sí mismocomo una especie de Charles Darwin deun ecosistema de delincuencia, y comotal nos proporciona una buenaperspectiva de las leyes del rico hábitat

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delictivo siciliano. Pero al hacerlo,también logra que Sicilia parezca unaabsoluta anomalía. En realidad todocapitalismo tiene en sí algo de ilegítimo,especialmente en las primeras etapas.Incluso la sociedad británica queFranchetti tanto admiraba había tenidosus empresarios violentos. En Sussex, enla década de 1740, por ejemplo, hubobandas semimilitarizadas que obtuvieronenormes beneficios para sí mismas ypara sus contactos con el contrabando deté. Provocaron una crisis en la ley y elorden al corromper a funcionarios deaduanas, enfrentarse directamente a lastropas y llevar a cabo atracos a mano

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armada como actividad complementaria.Un historiador ha definido la Inglaterrade la década de 1720 como algoparecido a una república bananera, conunos políticos que eran maestros en lasartes del clientelismo, el nepotismo y elsaqueo sistemático de las arcaspúblicas. El análisis de Franchettitambién se ve limitado por el hecho deque él no creía que la Mafia fuera unasociedad secreta juramentada.

La publicación de Inchiesta inSicilia fue acogida con una mezcla dehostilidad e indiferencia. Muchossicilianos que reseñaron la obra lerecriminaron al autor que se dejara

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llevar por ignorantes prejuicios. Enparte, esta mala acogida fue culpa delpropio Franchetti. Por un lado, suspropuestas para resolver el problema dela Mafia eran descabelladas yautoritarias: no había que permitir a lossicilianos intervenir en absoluto en elcontrol policial de su isla. Franchetticreía incluso que las opiniones de lossicilianos estaban tan pervertidas quellegaban a darle un «valor moral» a laviolencia y consideraban éticamentemalo ser honesto. No parecía darsecuenta de que la gente muchas vecessecundaba a los mafiosos sencillamenteporque se la intimidaba y no sabía en

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quién confiar.Así, aquella descripción pionera de

la «industria de la violencia» no causóel impacto esperado en vida deFranchetti. Tras publicar susinvestigaciones en Sicilia, este pasó aocupar un escaño de diputado, pero sucarrera política no lograría despegar. Alfinal le acabaría matando aquel mismolúgubre patriotismo que le habíaimpulsado a investigar a la Mafia en1876 (incluso sus amigos creían quehabía algo sombrío y excesivo en elamor que sentía por su país). Durante laPrimera Guerra Mundial, Franchetti sesintió atormentado por la idea de que en

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aquella hora de suprema necesidad parasu patria no se le hubiera llamado adesempeñar algún alto cargo. En octubrede 1917, cuando llegó la noticia de lacatastrófica derrota italiana en la batallade Caporetto, se deprimió tanto que sepegó un tiro.

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«LA LLAMADAMAFFIA»: CÓMO LA

MAFIA TOMÓ SUNOMBRE

En el dialecto de Palermo, el adjetivomafioso antaño significaba «hermoso»,«atrevido», «seguro de sí mismo».Cualquiera que mereciera el calificativode mafioso estaba dotado, pues, de algoespecial, de un atributo denominadomafia. Un mafioso era alguien quegustaba y que se pavoneaba de ello.

El término mafioso empezó a tenerconnotaciones criminales a partir del

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enorme éxito de una obra de teatroescrita en dialecto siciliano, I mafiusi dila Vicaria («Los mafiosos de la [cárcelde] Vicaria»), representada por primeravez en 1863. Los mafiusi son una bandade reclusos cuyos hábitos, vistosretrospectivamente, resultan muyfamiliares. Tienen un jefe y un ritual deiniciación, y en la obra también se hablamucho de «respeto» y de «humildad».Los personajes utilizan el término pizzupara referirse a los pagos a cambio deprotección, tal como hacen los mafiososactuales (el término significa «pico» ensiciliano). Al pagar el pizzu, se permiteque alguien «moje el pico». Aunque esta

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acepción de pizzu inició su vida comoargot carcelario, es casi seguro que seincorporó al habla normal gracias a laobra. Así, un diccionario siciliano de1857 menciona únicamente la acepciónde «pico», mientras que otro, de 1868,explica ya el significado alternativo de«dinero procedente de la extorsión».

El hecho de que la acción de Imafiusi di la Vicaria se desarrolle en lacárcel de Palermo también concuerdacon lo que sabemos acerca de dichacárcel, que no tardaría en verconfirmado su carácter de escuela denegocios, núcleo de pensamiento,laboratorio lingüístico y centro de

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comunicaciones del crimen organizadosiciliano. Un observador de la época ladenominaba «una especie de gobierno»de las bandas criminales.

I mafiusi di la Vicaria es en esenciauna fábula sentimental sobre laredención de los criminales. Estaprimera representación literaria de laMafia es también la primera versión delmito de la Mafia buena, una Mafiahonorable que protege a los débiles. Eljefe de la banda impide que sus hombresse metan con los prisioneros indefensos,y se arrodilla para rezar y pedir perdóndespués de que haya sido asesinado unhombre que había hablado con la

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policía, al parecer por error. En undesenlace muy poco plausible, el capodeja la banda y se une a un grupo deautoayuda para trabajadores.

No se sabe casi nada de los dosautores de I mafiusi, aparte de que eranmiembros de una troupe de actoresitinerantes. La leyenda teatral sicilianadice que I mafiusi se inspiró en lainformación que les había facilitado eldueño de una taberna de Palermoimplicado en el crimen organizado. Sesupone que el personaje del jefe de labanda se basa en este gángster de la vidareal. No hay manera alguna de confirmaresta historia, por lo tanto, I mafiusi está

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destinada a seguir siendo un enigmáticodocumento histórico.

En la obra, el término mafiosi seutiliza una sola vez, precisamente en elt í t ul o : I mafiusi di la Vicaria(probablemente se introdujo en el últimomomento para ayudar a dotar a la piezadel sabor local que esperaba el públicode Palermo); por su parte, el términomafia no aparece en absoluto. Encualquier caso, fue a raíz del gran éxitode I mafiusi cuando los términos mafiay mafioso empezaron a aplicarse acriminales que parecían actuar demanera similar a los personajes de laobra. Desde el escenario, la nueva

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acepción de dichos términos se filtróhasta la calle.

Pero no bastaba una obra de teatropara dar su nombre a la Mafia. No cabeduda de que el barón Turrisi Colonnaconocía I mafiusi cuando escribió suinforme a finales de 1864, ya queincluso el propio hijo y heredero del reyde Italia había viajado a Palermo paraver una representación de gala en laprimavera de aquel mismo año. Sinembargo, Turrisi Colonna se refería soloa «la secta», y no hablaba de Mafia nide mafiosos. Los criminales y matonesque conocía no se calificaban a símismos de mafiosos ni se referían a su

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secta como «la Mafia».De hecho, fue solo en el momento en

que las autoridades italianas supieron dela existencia de la Mafia cuando eltérmino se incorporó al uso general y seconvirtió en parte significativa de lapropia historia de la secta. Aunque fue Imafiusi di la Vicaria la que empezó adar a la palabra mafia su acepcióncriminal en las calles de Palermo, seríael gobierno italiano el que convertiría eltérmino en objeto de debate nacional.

La historia de cómo se hizo tal cosarevela lo tortuoso y violento queresultaba gobernar Sicilia en los añosinmediatamente posteriores a la heroica

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expedición de Garibaldi de 1860.Muchos sicilianos creían que el reto degobernar su isla había llevado algobierno italiano a abandonar porcompleto sus principios progresistas.Quienes criticaban al gobierno aducíandos casos en concreto: la denominada«conspiración de los acuchilladores» yla tortura de Antonio Cappello. Fueroncasos como estos los que despojaroncompletamente de credibilidad alEstado e hicieron que muchos sicilianosse mostraran extremadamente renuentesa confiar en él para ningún asunto; y nodigamos cuando se empezó a quejar dela Mafia.

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Quizá el más extraño crimen en lalarga historia de fechorías de Palermofue el que la prensa bautizó como la«conspiración de los acuchilladores».La tarde del 1 de octubre de 1862, enuna operación sincronizada llevada acabo en una reducida zona de Palermo,surgieron varios matones de entre lassombras para acuchillar a doceciudadanos elegidos al azar, uno de loscuales falleció posteriormente aconsecuencia de las heridas. La policíasolo pudo capturar en el acto a uno delos agresores, limpiabotas y buhonero,que también constaba en los archivoscomo espía de la policía bajo el antiguo

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régimen borbónico. Su confesióncondujo a la detención de los otros once«acuchilladores», que habían sidocontratados para hacer su trabajo.

Aquellas agresiones provocaron unagran consternación en Palermo. Cuandotuvo lugar el juicio de losacuchilladores, a principios de 1863, seprodujo un enorme interés público. Solose sentaron en el banquillo los docehombres que habían llevado a cabomaterialmente los ataques. El juezcondenó a muerte a los tres cabecillas;los demás fueron condenados a trabajosforzados.

Sin embargo el tribunal mostró una

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curiosa falta de interés en descubrirquién había financiado la conspiración yqué objetivos perseguía. Uno de losacuchilladores había nombrado a unnoble siciliano apellidado Sant’Elia,próximo a la familia real italiana, comola persona que se hallaba detrás delcomplot; pero jamás fue siquierainterrogado. Los periódicos de laoposición mostraron su desdén; unasevidencias lo suficientemente sólidascomo para condenar a muerte a trespobres desgraciados al parecer no seconsideraban lo bastante firmes comopara desencadenar una investigaciónpreliminar sobre un miembro del nuevo

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establishment italiano (resultabaasimismo que Sant’Elia era el jefe deuna logia masónica).

Siguieron produciéndose otrasagresiones con arma blanca similares alos acontecimientos del 1 de octubre de1862. Era evidente que quienquiera quehubiera provocado la conspiracióntodavía no había logrado su objetivo. Seinició una segunda investigación, peroesta vez se consideró al noble italiano elprincipal sospechoso, y su palacio fueregistrado. Como respuesta, lasautoridades se apresuraron a cerrarfilas, y el rey eligió deliberadamente aSant’Elia para que le representara en las

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celebraciones de Pascua de Palermo. Elcaso fue perdiendo impulso, lasagresiones cesaron y finalmente losinvestigadores abandonaron Sicilia.

Sigue siendo un misterio sirealmente era Sant’Elia quien estabadetrás de la conspiración de losacuchilladores, aunque actualmente laponderación de las evidencias parecesugerir que no. Lo que sí es cierto es quela conspiración vino desde lasinstituciones. O bien fue ideada por lospolíticos de Palermo como una forma deconvencer al gobierno nacional de quepusiera mayor poder en sus manos, obien sucedía que el gobierno nacional

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estaba utilizando tácticas terroristaspara tratar de sembrar el pánico, acusara la oposición de los crímenes y generarun clima propicio a la represión.Posteriormente, en la historiografíaitaliana estas actividades pasarían aconocerse como la «estrategia detensión».

Un año después de los primerosapuñalamientos se produjo otro episodioque provocó nuevas sospechas conrespecto a las autoridades. El climapolítico de la época —finales de 1863— resultaba extremadamenteexacerbado incluso en relación con lohabitual en la Sicilia inmediatamente

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posterior a la unificación, debido a labrutal campaña que se estaba llevando acabo para detener en toda la isla a unnúmero aproximado de veintiséis milpersonas entre soldados desertores yhombres que habían eludido el serviciomilitar. A finales de octubre, unperiodista de la oposición empezó ainvestigar la noticia de un joven que eraretenido contra su voluntad en elhospital militar de Palermo. Elperiodista encontró al obrero AntonioCappello postrado en la cama, con másde ciento cincuenta pequeñasquemaduras de forma circular en todo sucuerpo. Los médicos afirmaron que las

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quemaduras formaban parte deltratamiento de Cappello, y aquella teoríatan poco plausible se veríaposteriormente respaldada por unainvestigación judicial.

La verdad era que Cappello habíaentrado en el hospital completamentesano. Tres médicos militares del nortede Italia le habían privado de alimento,golpeado y torturado poniéndole en laespalda botones de metal al rojo vivo.Su objetivo era hacerle confesar que eraun desertor.

Al final Cappello logró convencer alos médicos de que era sordomudo denacimiento y de que no estaba fingiendo

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serlo para eludir el servicio militar.Poco después de su liberación, el 1 deenero de 1864, por las calles dePalermo circulaban fotos de su cuerpotorturado con un pie redactado por elperiodista en el que se acusaba algobierno de bárbaro. Al cabo de tressemanas, y a instancias del ministro dela Guerra, el médico de la cárcel fuecondecorado por el rey con la Cruz delos Santos Mauricio y Lázaro. A finalesde marzo se anunció que no seprocesaría a los torturadores.

Durante una década y media tras launificación de Italia, las autoridades seinclinaron en repetidas ocasiones por

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una respuesta ciegamente represivafrente a la indisciplinada isla, solo paravolver a duras penas a principiosdecentes que luego eran incapaces demantener, o para hundirse en lacomplicidad con sombríos personajeslocales. Este vaivén les ayudó aconseguir una extraordinaria hazaña enlo que a imagen política se refiere; elEstado italiano logró parecer brutal,ingenuo, hipócrita, incompetente ysiniestro, todo al mismo tiempo.

Resulta difícil no mostrar ciertacomprensión por la difícil situación delgobierno al enfrentarse a una serie detareas enormes: construir un nuevo

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Estado prácticamente de la nadaafrontando a la vez una guerra civil en elsur del país, la agobiante deuda pública,la perspectiva de un ataque por parte deAustria, y una población en la que másdel 95 por ciento hablaba toda una seriede dialectos y lenguas distintas delitaliano. Para un gobierno tanhambriento de credibilidad, la idea deque pudiera existir una diabólicaconspiración secreta contra él era comoel maná. Y ese fue precisamente elprimer uso escrito que se dio al términomafia por parte de una de las personasque dentro del gobierno postulaban laexistencia de una conspiración.

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El 25 de abril de 1865, dos añosdespués de la tortura de AntonioCappello, el recién nombrado prefectode Palermo, el marqués Filippo AntonioGualterio, envió un alarmante informesecreto a su jefe, el ministro del Interior.Los prefectos como Gualterio eranfuncionarios clave en el nuevo sistemade administración italiano;representaban los ojos y los oídos delgobierno en las ciudades, conresponsabilidad de vigilar a laoposición y supervisar el mantenimientode la ley y el orden. En su informeGualterio hablaba de «una grave yduradera falta de entendimiento entre el

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país y las autoridades». Esta fractura setraducía en una situación que permitía«la llamada Mafia, o asociacióncriminal, actuar con mayor audacia»[18].Durante las periódicas revoluciones demediados del siglo XIX en Palermo —escribía Gualterio—, la Mafia habíadesarrollada el hábito de ofrecer supoder a distintos grupos políticos comouna manera de aumentar su influencia, yahora estaba de parte de cualquiera quese opusiera al gobierno. Así pues, con elinforme de Gualterio, los rumores sobrela Mafia que circulaban por las callesde Palermo llegaron por primera vez aoídos de los gobernantes de Italia.

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El prefecto Gualterio se mostrababastante explícito a la hora de señalarqué buena ocasión ofrecía la Mafia paradesencadenar una represión. El gobierno—explicaba— podía enviarlegítimamente el ejército para afrontaraquella emergencia criminal, y de pasodar un golpe mortal a la oposición; o almenos eso esperaba. Como resultado delinforme de Gualterio, quince milsoldados pasaron casi 9 meses tratandode desarmar a la población, arrestar aquienes habían eludido el serviciomilitar, dar caza a los criminales en fugay perseguir a la Mafia. Los detalles deesta campaña militar (la tercera en muy

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pocos años) no son importantes para loque aquí nos interesa, baste con decirque fracasó.

Gualterio formaba parte de quienespostulaban la existencia de unaconspiración; pero no era un fantasioso:no hizo aparecer la Mafia de la nada conel solo propósito de justificar larepresión. En algunos aspectos suanálisis de «la llamada Maffia» seguíala misma argumentación que el deTurrisi Colonna. El crimen organizadoera parte integrante de la política de laisla. El oportuno «error» de Gualterioconsistía simplemente en afirmar quetodos los villanos estaban en el mismo

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bando del espectro político: el de laoposición. Como demostraríaposteriormente la revuelta de 1866,algunos de los mafiosos másimportantes, como Antonino Giammona,ahora ya no eran revolucionarios, sinopartidarios del orden.

Desde el día del informe deGualterio, el término mafia se incorporórápidamente al uso generalizado y almismo tiempo se convirtió en objeto deuna furiosa controversia. Por cadapersona que utilizaba la palabra mafiapara referirse a una conspiracióncriminal había otra que sostenía que eltérmino no representaba nada más

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amenazador que una formapeculiarmente siciliana de confiadoorgullo. Gualterio fue, pues, el quelevantó aquella misma nube de polvo —el desconcierto sobre lo que significabael término mafia— con la que seencontrarían Franchetti y Sonnino en susviajes por Sicilia una década después;una nube de polvo que solo lograríadispersar finalmente el juez GiovanniFalcone.

Al dar su nombre a la Mafia enaquellas circunstancias, Gualteriorealizó una contribución fundamental ala imagen de la organización, ya quedesde entonces tanto la Mafia como sus

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políticos han afirmado con frecuenciaque Sicilia ha sido maltratada ymalinterpretada. El gobierno —sequejan— ha inventado la idea de que laMafia es una organización criminalcomo pretexto para oprimir a Sicilia;otra versión más de la teoría de la«caballerosidad rústica». Una de lasrazones por las que tales protestas hanlogrado cierto apoyo durante los últimosciento cuarenta años es que en ocasioneshan sido fundadas. Los funcionariositalianos se han visto constantementetentados a etiquetar de mafioso acualquiera que se mostrara endesacuerdo con ellos.

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Cuando el gobierno italiano haactuado de esa manera hipócrita, no hahecho sino reforzar la reputación de laMafia. Así, cuando Gualterio dio sunombre a la Mafia, inconscientementepuso en marcha lo que se podríadenominar la estrategia deposicionamiento «de marca» de la Mafiafrente a su principal competidor.Después de Gualterio, cada medida defuerza que fracasaba a la hora deenjuiciar a la Mafia —cualquiera quefuera el significado que el gobierno lediera a este término— servía en cambiopara socavar aún más la confianza en elEstado y, en consecuencia, para

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aumentar la verdadera reputación de laMafia no solo por ser inteligente ymostrarse inmune al enjuiciamiento, sinotambién por ser más eficaz e incluso más«justa» que el Estado.

Habría de pasar más de un siglodesde el informe de Gualterio para quealguien escribiera perceptivamentesobre la adecuación de la Mafia a supropio nombre. El autor en cuestiónsería el novelista Leonardo Sciascia,cuyo relato breve de 1973 Filología sedesarrolla en un entorno contemporáneoy adopta la forma de un diálogoimaginario entre dos sicilianosanónimos sobre el significado de la

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palabra mafia. El más culto de los dos,evidentemente un político, pretendesobre todo exhibir su erudición, citandouna lista de un siglo de definicionescontradictorias en los diccionarios, yexplicando que probablemente eltérmino mafia se deriva del árabe. Conla característica indecisión de uncaballero erudito —uno se lo imaginacomo un hombre corpulento de sesenta ytantos años, ataviado con un arrugadotraje—, se niega a optar por unsignificado concreto de la palabra. Elhombre más joven es mucho máspráctico; la imagen que se forma en lamente del lector es la de un personaje

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rechoncho, de mediana edad y rostroanodino cubierto por unas modernasgafas de sol. Pese al respeto queevidentemente siente por su compañerode discusión, no puede disfrazar elhecho de que todo ese debate académicono hace más que ponerle nervioso. Élprefiere oír que mafia no define sino laviril arrogancia de alguien que sabecómo velar por sus propios intereses.

Al final, evidentemente, resulta quelos dos personajes del relato deSciascia son mafiosos, y que su diálogoes un ensayo para el caso de que tenganque comparecer ante una comisión deinvestigación parlamentaria. El hombre

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de más edad dice que se siente tanseguro que incluso pedirá a la comisiónque le deje hacer su «pequeñacontribución»; «una contribución a laconfusión, ya me entiendes». En algúnmomento a partir de 1865 —sugiereSciascia—, el nombre de mafia seconvirtió en una pequeña broma de lapropia Mafia siciliana a costa delEstado.

* * *

Si hemos de creer a las fuentes —y en lahistoria de una sociedad secreta como la

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Mafia ese «si» resulta inevitablementede gran importancia—, entonces la sectasurgió en los alrededores de Palermocuando diversos bandidos violentos einteligentes, miembros de las«partidas», gabelloti, contrabandistas,ladrones de ganado, vigilantes de fincas,granjeros y abogados unieron sus fuerzaspara especializarse en la industria de laviolencia y compartir un método paraadquirir poder y riqueza que seperfeccionó en el negocio del cultivo delimones. Luego aquellos hombresextendieron sus métodos entre losmiembros de sus familias y suscontactos comerciales. Cuando pasaron

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alguna temporada en la cárcel, loextendieron también entre los otrosreclusos. Esta secta se convirtió en laMafia cuando el nuevo Estado italianohizo los primeros torpes intentos dereprimirla. Así, a mediados de ladécada de 1870 como muy tarde, ycuando menos en la zona de Palermo,los componentes más importantes delmétodo de la Mafia se hallaban yafirmemente establecidos. La Mafiacontaba ya con los ingresos de laextorsión y con poderosos amigospolíticos, y tenía asimismo su estructuracelular, su nombre, sus rituales y a unEstado poco fiable como competidor.

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El gran imponderable es si en estemomento de la historia había una solaMafia o muchas de ellas. No está clarocuántas de las «mafias» a las quealudían las autoridades en distintaspartes de Sicilia en las décadas de 1860y 1870 no eran sino bandas autónomas;puede que se limitaran a copiar unosmétodos que ya se habían generalizado,o que realmente se reconocieran comoparte de la misma fraternidad que elcapo de Uditore Antonino Giammona. Elproblema estriba en cómo interpretar losdocumentos históricos. Las autoridadessolían aludir a la Mafia, pero no todo loque calificaban de «mafia» formaba

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parte, ni mucho menos, de la verdaderaMafia. Es evidente que algunos policíasse mostraban demasiado entusiastas a lahora de tergiversar los hechos para queencajaran en las historias deconspiración que sus amos políticosnecesitaban esgrimir contra sus rivales.

La descripción de la secta quehiciera en 1864 el barón TurrisiColonna tiene una gran importancia enesta cuestión debido a su estrecharelación con la Mafia, y Turrisi Colonnahablaba inequívocamente de una sola«gran secta». Pero también es posibleque tal creencia se derivara de superspectiva basada en Palermo, y que no

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sea válida para el resto de la Siciliaoccidental. Existen también, a manera decontraste, numerosos informes policialesdel período 1860-1870 que hablan debandas distintas enfrentadas entre sí enmuchas ciudades y pueblos. Sin embargono constituyen un indicio fiable de quehubiera distintas mafias; las disputasaludidas podían haberse generadofácilmente en el seno de una mismaorganización, del mismo modo que hoyen día la Cosa Nostra tiene sus guerrasinternas.

Independientemente de cómo seinterpreten todas estas evidencias, supropia existencia plantea una cuestión.

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Si la Mafia existía ya en las décadas de1860 y 1870, y si los historiadoresactuales han sido capaces de encontrarevidencias de ello, entonces toda lainformación necesaria para conocer laMafia y enfrentarse a ella debía dehaber estado al alcance de las gentes dela época. En 1877 Italia contaba con elopúsculo de Turrisi Colonna, lainvestigación parlamentara sobre larevuelta de 1866, el informe deFranchetti sobre la «industria de laviolencia», el memorándum del doctorGalati al ministro del Interior, y muchasmás cosas. La cuestión es, entonces, porqué nadie fue capaz de detener a la

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Mafia. Parte de la respuesta es que elEstado italiano sencillamente teníademasiados problemas que abordar almismo tiempo. Pero la razón principalresulta mucho más sórdida, ya que 1876marca precisamente el momento en elque la Mafia se convirtió en parteintegrante del sistema de gobiernoitaliano

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2

La Mafia penetra enel sistema italiano

(1876-1890)

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«UN INSTRUMENTO DEGOBIERNO LOCAL»

Las evidencias de las desgracias deldoctor Galati a manos de la Mafia deUditore no se dejaron arrinconadas, yaque fueron añadidas a los documentosincluidos en una investigaciónparlamentaria a gran escala sobre la leyy el orden en Sicilia, creada en elverano de 1875, aunque no haríapúblicas sus conclusiones hasta enero de1877. La historia de la investigaciónparlamentaria —la primera queabordaba explícitamente la cuestión de

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la Mafia— muestra lo que sabían losgobernantes italianos del problema de laMafia en Sicilia. También forma partede un drama político de mucha mayorenvergadura que tuvo lugar entre 1875 y1877, ilustrando cómo el sistemapolítico italiano no solo no fue capaz decombatir a la Mafia en sus primerosaños, sino que además contribuyóactivamente a su desarrollo.

El mapa de la política italiana tras launificación era parecido al plano dePalermo en aquella época: un laberintode pequeños callejones dentro de lossencillos contornos de las callesprincipales. Durante una década y media

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a partir de la unificación, Italia estuvogobernada por una vaga coalicióndenominada «la derecha», cuyo núcleoestaba integrado por terratenientesconservadores del norte del país. Laoposición, un grupo aún más vagodenominado «la izquierda», y cuyosprincipales reductos se hallaban en elsur de Italia y en Sicilia, era favorable aun mayor gasto público y a una mayordemocracia. Pero las diferencias entrelas dos coaliciones eran tanto culturalescomo políticas. A menudo la derechatenía la impresión —no del todo sinrazón, cabría añadir— de que muchosmiembros parlamentarios del sur de

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Italia y de Sicilia debían su elección auna política caciquil y a una maquinariaelectoral que sobornaba a lospartidarios e intimidaba a los oponentes.A la izquierda, por su parte, la derechale parecía arrogante e hipócrita; habíatraicionado los ideales que habíanconducido a la fundación del Estadoitaliano y había ignorado abiertamente alSur.

La historia de la investigaciónparlamentaria se inicia en 1874, en unmomento en el que la coalición de laderecha empezaba a tener gravesproblemas. Sicilia —donde lospartidarios de la derecha siempre habían

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sido escasos— constituía la causaprincipal de las dificultades delgobierno. En 1874, y por varias razones(la primera de las cuales era la políticafiscal), Sicilia se estaba alejandocompletamente de la influencia políticade la derecha. En las elecciones denoviembre de aquel año, cuarenta de loscuarenta y ocho distritos electoralessicilianos devolvieron a losparlamentarios de la oposición a losescaños del Parlamento nacional deRoma. Un experto en la «secta», NicolòTurrisi Colonna, se hallaba entre losprincipales gestores de la campañaelectoral de la izquierda. Y le ayudaba

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en su tarea Antonino Giammona, su capomafioso favorito y el perseguidor deldoctor Galati. Giammona contaba con ungrupo de seguidores que pusieron unoscincuenta votos directamente bajo sucontrol, lo cual sucedía en una época enla que solo el 2 por ciento de lapoblación tenía derecho a sufragio ynormalmente bastaban unos centenaresde votos para hacerse con un distritoelectoral.

En Roma, tras las elecciones denoviembre de 1874, la derecha seaferraba al poder. Tanto durante lacampaña electoral como después deella, recurrió a una táctica que ya había

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utilizado anteriormente: sacar a relucirla cuestión de la delincuencia paradesacreditar a la oposición. En un tonomás estridente que nunca, la derechaacusó a los parlamentarios sicilianos dela izquierda de tratar de socavar launidad del país, de ser unos corruptos,de utilizar a bandidos para obtener votosy de ser unos mafiosos.

Como parte de esta estrategia, pocodespués de las elecciones el gobiernopropugnó algunas leyes extremadamenterepresivas; se proponía que lossospechosos de pertenecer aorganizaciones criminales y sus amospolíticos pudieran ser encarcelados sin

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juicio previo por un período de hastacinco años. Se presentaron un montón depruebas convincentes, recogidas de losprefectos, los jueces de instrucción y lapolicía, ante el comité encargado deexaminar el proyecto de ley. Se señalóque durante el año 1873 se habíaproducido un asesinato por cada 44.674habitantes en la región septentrional deLombardía, mientras que en Sicilia lacifra era de un asesinato por cada 3.194habitantes. Los informes oficialesindicaban que la Mafia se extendíaahora por toda la Sicilia occidental eincluso había penetrado en algunasciudades del este, como Messina, un

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importante puerto de la industria de loscítricos. Las opiniones de los prefectosestaban divididas con relación a si laMafia era o no una organización unitariay acerca del papel que desempeñaba enella la mentalidad siciliana. Pero lamayoría de ellos tenían claro que laorganización basaba su poder en losnegocios de extorsión y en laintimidación de los testigos, y que entrelas personas que reclutaba se incluíansicilianos de todas las clases sociales.El prefecto de Agrigento, en el sudoestede Sicilia, creía que los mafiososconstituían una «categoría» especial dehombres:

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La categoría de mafioso seadquiere mostrando evidenciasde coraje personal: llevar armasprohibidas, batirse en duelo porcualquier pretexto, apuñalar otraicionar a alguien, fingir que seperdona una ofensa con el fin devengarse de ella en otromomento o lugar (tomarvenganza personal por losagravios recibidos es la primeraley canónica de la Mafia),mantener absoluto silencio conrespecto a tal o cual crimen,negar ante todas las autoridadesy magistrados que se sepa nada

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de ningún crimen que se hayavisto cometer, prestar falsotestimonio con el fin de procurarla absolución de los culpables,estafar de la manera que sea[19].

El sobrio y bien informadocorresponsal del Times en Roma leyóparte de este material y concluyóalarmado que la Mafia era «una sectaintangible cuya organización es tanperfecta como la de los jesuitas o losfrancmasones, y cuyos secretos resultanaún más impenetrables»[20].

Al presentar todas estas evidencias ypropugnar sus nuevas leyes contra el

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crimen, lo que hacía la derecha era unadesesperada tentativa para dar laimpresión de que representaba a ungobierno antimafia que se enfrentaba auna oposición promafiosa. A laizquierda, en cambio, le parecía que laderecha se había pasado de la raya. Nosolo eran los hombres como TurrisiColonna quienes constituían el objetivodirecto de las propuestas del gobierno,sino que también se sintieronamenazados por ellas muchosterratenientes sicilianos quesimplemente eran víctimas de la Mafia.Desde la unificación, estos habíanestado esperando en vano que el

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gobierno les ayudara a escapar de lasgarras del crimen organizado. Peroahora que su paciencia se había agotadopor completo y habían votado a loscandidatos de la oposición, seencontraban con que se habíanconvertido en potenciales objetivos dela policía. Se había creado el caldo decultivo para una confrontación políticaentre los dos bandos.

Dicha confrontación se produjodurante un tenso debate en el Parlamentoen torno a las reformas propuestas quese desarrolló a lo largo de diez días enel mes de junio de 1875. Cuando seinició la discusión, un parlamentario

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siciliano tras otro se levantaron paradefender la reputación de la isla.Algunos negaron la existencia de laMafia; esta —afirmaban— constituía unmero pretexto para denigrar a laoposición. Señalaban los venenososprejuicios antisicilianos exhibidos porun prefecto que afirmaba, en un informeque se había filtrado a la opiniónpública, que los sicilianos eran gentes«moralmente pervertidas» que solopodían ser gobernadas por la fuerza.

Al final hubo una intervención quehizo estallar la polémica; gracias a ella,el debate sería recordado como elmayor alboroto producido desde la

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fundación del Parlamento en 1861.Durante los primeros discursos, variosoradores de la izquierda empezaron apreguntar en voz alta por qué un hombresentado en sus propios escaños no habíaintervenido todavía. Alto y delgado, conanteojos y una incipiente calvicie, DiegoTajani, parlamentario del sur de Italia,había sido fiscal jefe del Tribunal deApelación de Palermo entre 1868 y1872, y, en consecuencia, sabía muchoacerca de cómo la derecha habíagobernado Sicilia. Los parlamentariosde la izquierda le consideraban su armasecreta contra el gobierno, y suscomentarios pretendían hacerle decir lo

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que sabía. Como exfuncionario público,Tajani se mostraba renuente a hablar delas tareas que había desempeñado en elpasado. Pero al final, espoleado tantopor los comentarios de sus colegas delos escaños de la izquierda como porlos intentos del gobierno de adjudicarsela preeminencia moral en la cuestión dela delincuencia, se levantó para dirigirsea la cámara[21].

El discurso de Tajani empezó conuna burla dirigida a los hombres de laizquierda que se sentaban junto a él:negar la existencia de la Mafia —lesdijo— era como negar la existencia delsol. Luego se dispuso a lanzar pullas

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mucho más afiladas contra la derecha.Con lo que uno de los periódicosprogubernamentales calificaría de «fríasonrisa» en los labios, Tajani revelóque, tras la revuelta de 1866, la derechahabía instado a la policía a colaborarcon la Mafia. Los mafiosos —alegó—obtendrían libertad de acción a cambiode proporcionar información a lasautoridades sobre los criminales ajenosa la organización y sobre cualquiera queel gobierno considerara subversivo.

Tajani había estado implicadopersonalmente en los casos másescandalosos, centrados en la figura deGiuseppe Albanese, el jefe de la policía

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de Palermo, nombrado en 1867.Albanese no tenía ningún escrúpulo enconfesarse admirador de un funcionarioborbónico que había «hecho que laMafia se interesara en mantener la paz»;era lo que un contemporáneo calificó deenfoque «homeopático» de la ley y elorden. Este implicaba hacer amigosentre los mafiosos, utilizándoles comocaptadores de votos y agentes de policíaextraoficiales, y ayudándoles encontrapartida a mantener a raya a susrivales.

En 1869 —explicó Tajani— el jefede policía Albanese había sidoapuñalado por un mafioso en una plaza

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de Palermo. Resultó que la agresión sedebía a que había estado tratando dechantajear a su agresor. Albanesetambién estaba relacionado con unabanda criminal que había entrado en lasoficinas del Tribunal de Apelación, ydesde allí había excavado un túnel pordebajo de una calle principal para robaren una entidad de ahorro y llevarse unaserie de objetos preciosos del museo dePalermo. Posteriormente todos aquellosobjetos serían hallados en casa de unhombre que trabajaba en el despacho deAlbanese, en la jefatura de policía.

Tajani aseguró al Parlamento que eljefe de policía Albanese representaba

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algo más que un caso aislado de agentede policía corrupto. En 1869, en eltranscurso de su labor como fiscal jefe,Tajani había descubierto que enMonreale, cerca de Palermo, se habíancometido crímenes con la aprobacióndel comandante de la Guardia Nacional.Poco después de que se supiera lanoticia, dos criminales que al parecerestaban dispuestos a proporcionarevidencias sobre el caso fueron víctimasde una emboscada y asesinados. Elpropio Albanese, a pesar de ser jefe dela policía, no solo desalentó lainvestigación acerca de cómo y por quéhabían muerto los dos hombres, sino que

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incluso le dijo al magistradoresponsable que habían sido «razones deorden público [las que] habían inducidoa las autoridades a ordenar su muerte».En 1871, y a instancias de Tajani, seacusó a Albanese del asesinato de lossoplones del caso Monreale. Y fueprecisamente el hecho de que Albanesefuera liberado por falta de pruebas loque hizo que Tajani dimitiera en señalde repulsa y se presentara a laselecciones bajo el estandarte de laizquierda.

Antes de que Tajani pudierafinalizar su discurso ante el Parlamento,fue airadamente interrumpido por

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Giovanni Lanza, un hombre sexagenariode aspecto demacrado. Lanza había sidoprimer ministro y ministro del Interioren la época de la supuesta política deconfabulación con la Mafia. Hijo de unherrero, hombre austero y hecho a símismo, encarnaba las pretensiones desuperioridad moral de la derecha sobrela izquierda. Pero apenas habíaempezado a descargar su ira enrespuesta a las acusaciones de Tajanicuando sus palabras se vieron ahogadaspor una oleada de gritos, abucheos ysilbidos. Lo que había empezado comouna sesión algo ruidosa degeneró en elcaos, y los partidarios de ambos

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hombres empezaron a darse empujones ya intercambiar insultos. Tajanipermaneció inmóvil, con su fría sonrisafija en el rostro mientras contemplabacómo cuatro de los amigos de Lanzasacaban al exprimer ministro de lacámara para protegerle. El alboroto sepropagó a los pasillos del Parlamento yhubo que suspender la sesión.

Solo al día siguiente Tajani pudollevar su discurso a su escuetaconclusión: «La Mafia de Sicilia no espeligrosa o invencible por sí misma. Espeligrosa e invencible porque constituyeun instrumento del gobierno local». Trashaber recuperado la calma, Lanza

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presentó una propuesta de investigaciónsobre aquellas acusaciones, pero eldaño político al gobierno ya estabahecho. La plataforma en favor de la ley yel orden de la derecha se había venidoabajo. Nadie podía creer ahora que elParlamento se hallara dividido entrepolíticos promafia y antimafia.Resultaba más fácil para ambos bandosolvidarse del asunto. Así, cuando seaprobaron las leyes represivas (queestaban destinadas a convertirse en letramuerta), tanto la izquierda como laderecha acordaron lo que para lospolíticos de todas partes constituye elmedio preferido de suavizar cualquier

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cuestión polémica: crear una comisiónde investigación parlamentaria. LaMafia figuraba en el ámbito de lainvestigación, pero esta incluía tantosotros temas relacionados con lasociedad siciliana que casi erainevitable que los verdaderos contornosdel asunto de la Mafia acabaran pordesdibujarse.

No resulta sorprendente que los dosintelectuales «británicos» Franchetti ySonnino no confiaran en la capacidad depenetración de la investigaciónparlamentaria y posteriormentedecidieran realizar en cambio su propiainvestigación privada. Las personas con

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las que hablaron Franchetti y Sonnino,una vez que la investigaciónparlamentaria hubo terminado de reunirevidencias en Sicilia, confirmarían laversión de los hechos que Tajani habíadado al Parlamento. Hoy se sabetambién que cuando la orden de arrestode Tajani pesaba sobre él, el jefe depolicía Albanese huyó de Sicilia, y solologró persuadirle de que regresara elentonces primer ministro Lanza, quien lerecibió en su casa y le garantizó elrespaldo del gobierno. También se creeque se estaba preparando un intento deasesinato de Tajani justo antes de queeste presentara su dimisión.

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Los nueve miembros de la comisiónde investigación parlamentariarecorrieron Sicilia en el invierno de1875-1876. En cada una de laspoblaciones que visitaron se les dio unacalurosa acogida —las bandasmunicipales o militares solíanacompañarles hasta sus hoteles—, ymantuvieron entrevistas en losayuntamientos. Varios senadores yparlamentarios utilizaron sus entrevistascon los comisionados como unaoportunidad para justificar el problemadel crimen: «¿Qué es la Maffia,entonces? En primer lugar, hay unaMafia benigna. La Maffia benigna es una

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especie de espíritu de desafío… Así queyo también podría ser un mafiosobenigno. Por supuesto, no lo soy. Perocualquiera que se respete puedeserlo»[22]. También proporcionaronevidencias otros políticos menoscínicos, abogados, agentes de policía ymiembros de la administración, ademásde ciudadanos normales y corrientescomo el doctor Gaspare Galati.Montones de testigos hablaron del papelde la Mafia en la industria de loscítricos y en las revueltas de 1860 y1866. En conjunto, todos aquellostestimonios proporcionaban un confusopanorama, aunque profundamente

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preocupante, de crimen organizado ycorrupción política. Los políticositalianos disponían ahora todavía de másevidencias sobre la Mafia.

Los trabajos de la investigaciónjamás se publicaron. Cuando llegó elmomento de que la comisión presentarasus conclusiones al Parlamento, aprincipios de 1877, la coalición de laderecha había caído. Ahora no existía yala menor voluntad de hacer un usopolítico de la cuestión de la Mafia. Ni laderecha ni la izquierda tenían demasiadointerés en conocer seriamente el crimenorganizado en Sicilia (y de ahí tambiénel escaso eco que tuvo en la misma

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época el trabajo de Franchetti sobre laindustria de la violencia).

El informe final de la comisiónparlamentaria se presentó ante unaCámara de Diputados casi vacía. Laconclusión a la que llegaba era taninsulsa como errónea; se definía a laMafia como «una forma de solidaridadinstintiva, brutal y sesgada entreaquellos individuos y grupos socialesinferiores que prefieren vivir de laviolencia que del arduo trabajo. Esta lesune contra el Estado, la ley y losorganismos regulares»[23]. En resumen,se minimizaba convenientemente a laMafia considerándola una pandilla

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desorganizada de malhechores pobres yperezosos, enemigos del Estado antesque «instrumentos del gobierno local».Así pues, en 1877 los políticos italianosdisponían de la mayoría de losconocimientos sobre la Mafia quenecesitaban para combatirla, perotambién tenían todas las razones quenecesitaban para olvidar lo que sabían.La primera etapa del proceso depenetración de la Mafia en el sistemaitaliano se había completado.

* * *

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La segunda etapa se inició al formarseun gobierno de coalición de laizquierda, en marzo de 1876. A él seunieron, cautelosamente, losparlamentarios sicilianos que habíansido elegidos en la oposición en 1874.El nuevo ministro del Interior eraGiovanni Nicotera, un abogado quehabía luchado con Garibaldi y queconocía mejor que nadie la políticacaciquil de la Italia meridional por lasencilla razón de que él mismoconstituía su principal exponente.Nicotera se propuso convertir eledificio del Ministerio del Interior, en lapiazza Navona, en una formidable

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máquina recolectora de votos para laizquierda: los partidarios de laoposición fueron eliminados del censoelectoral o acosados por la policía; sepusieron fondos y empleos públicos adisposición de los candidatos amistosos,etc. En noviembre de 1876 Nicoteramanejó las elecciones con tanto éxitoque la izquierda obtuvo 414 escañosparlamentarios, dejando solo 94 a laderecha. Él mismo, en su distritoelectoral de Salerno, obtuvo 1.184votos, frente a un solo voto de suadversario; cabe esperar que al menosse permitiera abstenerse a los miembrosde la familia del pobre hombre.

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Nicotera abordó con el mismoentusiasmo la cuestión del crimen. En1876 el estado de la ley y el orden enSicilia seguía siendo intolerable. Paraempezar, se había producido unaembarazosa situación de ámbitointernacional. El 13 de noviembre eljoven gerente inglés de una compañíaazufrera, John Forester Rose, fuesecuestrado en las afueras de la ciudadminera de Lercara Friddi. Segúninformó el Times, la víctima recibió untrato correcto hasta que se realizó elpago del rescate y fue liberado, aunqueposteriormente la prensa estadounidensedijo que la esposa de Rose había

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recibido sus dos orejas por correo antesde decidirse a pagar. En cualquier caso,lo que sí resultó evidente es que lossecuestradores tenían informadores enlos círculos acomodados quefrecuentaba Rose, y que el rescate sepagó a través de un intermediario de laMafia.

Nicotera sabía que tenía que haceralgo. Estaba claro que en política no eraningún ingenuo; entre las fuentes deapoyo con las que contaba en su propiofeudo se incluían los francmasones, y sesospechaba que también la Camorra, elequivalente napolitano de la Mafia. Perono conocía bien Sicilia, ni contaba allí

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con una base de poder. En consecuencia,al asumir el cargo se sintió sinceramenteasombrado cuando sus funcionarios lehablaron de los vínculos de la Mafia conlas personas más poderosas de Sicilia yde su extensa influencia en la policía yla magistratura, lo que le llevó a laconclusión de que las clases másacomodadas de Sicilia estaban«fuertemente comprometidas con laMafia».

Un mes después del secuestro deRose, y sin molestarse siquiera enproponer leyes autoritarias en la líneaque había deseado la derecha dos añosantes, Nicotera nombró un nuevo

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prefecto de Palermo, tan duro como elanterior, y le dio instrucciones de llevara cabo nuevas medidas enérgicas, tanbrutales como las anteriores, parareprimir el crimen. Así, tal como habíaocurrido bajo el gobierno de la derecha,se rodearon de noche poblacionesenteras y se realizaron deportacionesmasivas de sospechosos. Tal comohabía hecho bajo el gobierno de laderecha, la policía se confabuló conalgunos criminales en contra de otros. Yal igual que sucedió con ese mismogobierno, la represión levantó gritos deprotesta entre algunos políticossicilianos —incluyendo al amigo de la

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«secta», el barón Turrisi Colonna— porlos medios ilegales empleados por lapolicía. Y también tal como había hechoLanza, su predecesor derechista,Nicotera utilizó la represión para atacara cualquiera que considerara subversivoy para someter a sus potenciales aliados.Cuando un terrateniente siciliano del quese sospechaban fuertes vínculos con laMafia escribió un artículo de periódicoen el que criticaba la campaña antimafiade Nicotera, el hermano del director delperiódico fue arrestado, y solo seríapuesto en libertad después de prometerque cambiaría la línea pococooperadora de la publicación.

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No obstante, y a diferencia de lascampañas de represión de la derecha, lade Nicotera se reveló fructífera. Ennoviembre de 1877, un año después desu triunfo electoral, el ministro pudoanunciar la completa derrota de los«bandidos» que habían aterrorizado lacampiña siciliana desde 1860. Incluso elhombre que había secuestrado alinfortunado Rose fue abatido a tiros. Elsecreto de Nicotera era que habíaofrecido un acuerdo implícito a lospolíticos de Sicilia: el gobierno lesdaría un trato favorable a cambio de queentregaran a los bandidos. En este caso,por «bandidos» había que entender a los

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mafiosos que creaban problemas algobierno o que no contaban con laadecuada protección política. Se pedía alos políticos que se aseguraran de quesus amigos de la industria de laviolencia redujeran los delitos talescomo el secuestro a nivelespolíticamente aceptables. Solo seabordarían los aspectos más flagrantesde la profundamente arraigada cuestióndel crimen en el proceso de hacerfinalmente gobernable la isla. Parademostrar que el acuerdo había sidoaceptado, setenta ayuntamientos de laprovincia de Palermo enviaron cartas ypeticiones en apoyo de Nicotera y de la

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policía. Aquella cálida demostración delealtad probablemente fue orquestadapor el prefecto de Nicotera, pero almenos vino a mostrar que, diecisieteaños después de que Garibaldiinvadiera la isla en nombre de la naciónitaliana, finalmente se configuraba unaespecie de consenso político entre Romay Sicilia.

Un mes después de proclamar lacompleta derrota del «bandidaje»siciliano, Nicotera fue destituido delcargo. Su desvergonzado autoritarismole había convertido tanto en una amenazacomo en un objetivo fácil para loslíderes de otras facciones rivales de la

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izquierda. Hasta ese momento su redhabía arrastrado a algunasorganizaciones criminales de tipomafioso, y las actuaciones contra dichasorganizaciones no se interrumpieron conla marcha de Nicotera. Durante los añossiguientes se produjeron variosimportantes juicios resultantes dediversas investigaciones sobre gruposcomo los Stuppagghieri(«Detonadores») de Monreale, los«Hermanos» de Bagheria, la FontanaNuova de Misilmeri y una banda deextorsionistas de Palermo. (La historiade esta última organización, ladenominada Fratellanza —o

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«Hermandad»— de Favara, se abordaráen el próximo apartado).

El panorama del crimen organizadoque surgió a partir de aquellos juiciosera tan sombrío como previsible.Aparecieron algunos pentiti, de los queuno o dos fueron asesinados. Pero porcada testigo cuya credibilidad se veíapóstumamente confirmada de ese modohabía otro que resultaba hallarsedemasiado próximo a las autoridadespara ser fiable, y otro más que al finalcontaba con importantes amigospolíticos que le protegían frente a unposible procesamiento. Mientras quealgunos agentes de policía mostraban un

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excesivo celo en su búsqueda deevidencias sobre sociedades secretas,otros se hallaban ellos mismosvinculados a bandas criminales.Consecuentemente, los veredictosvariaron desde la completa absolución,como en el caso de los Stuppagghieri,hasta las doce penas de muerteimpuestas en 1883 a la cosca de lapiazza Montalto, situada en el límitesudeste de Palermo. Los pocossospechosos de alto nivel arrestados porsus presuntos vínculos con el crimenorganizado salieron indemnes. Muchosmafiosos no se vieron afectados por larepresión en la medida en que gozaban

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de la adecuada cobertura política.Mientras los juicios se sucedían uno

tras otro, a finales de la década de 1870y principios de la de 1880, se hizoevidente que el acuerdo impulsado porNicotera estaba marcando un punto deinflexión. Los gobiernos de Roma seresignaban a trabajar con políticossicilianos que tenían el respaldo de laMafia. Los mafiosos iban poco a pocoformando parte de una nueva normalidadpolítica. Los hombres de honor creabansus negocios de extorsión y otrosintereses comerciales, pero tambiénaprendían que las amistades políticas sehabían hecho más importantes que nunca

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para su supervivencia. Por su parte, alos políticos sicilianos se les daba laoportunidad que la derecha les habíanegado durante tanto tiempo; ahorapodían lanzarse al ruedo nacional, almisterioso baile de socios de coaliciónque determinaba cómo se distribuían elpoder y los recursos desde Roma.También existía la ventaja añadida deque la izquierda gastaba mucho másdinero público que la derecha enSicilia: en carreteras, puentes, puertos,hospitales, escuelas, saneamiento,deschabolización y asilos. Todo ellorepresentaba potenciales fuentes derenta y de poder tanto para los políticos

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como para los criminales. Así, losmafiosos se encontraron con que laizquierda estaba dispuesta a utilizarloscomo un «instrumento de gobiernolocal» tal como había hecho la derecha,aunque de una manera ligeramentedistinta: mientras que la derecha habíatratado de gobernar Sicilia a tiros, laizquierda prefería el soborno. Bajo elgobierno de la izquierda, la Mafia y lospolíticos con los que esta tratabaempezaron a meter las manos cada vezmás profundamente en los chanchullosde Roma.

El acuerdo de Nicotera creó, pues,una pauta para gobernar Sicilia que se

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mantendría más o menos en vigordurante los cuarenta años siguientes. Dehecho, aún hoy la Mafia aspira a ser un«instrumento de gobierno local» comolo fue bajo el gobierno de la izquierda.Y en la actualidad, al igual que duranteel período crítico de 1875-1877, no sonlos hombres de honor quienes establecenla agenda política; solo muy raramentetienen la inclinación o el poder decambiar el rumbo de la política italiana.Se limitan a adaptarse a lascircunstancias haciendo tratos conpolíticos de todos los colores.

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LA HERMANDAD DEFAVARA: LA MAFIA EN

LA REGIÓN DELAZUFRE

A principios del siglo XIX empezaron aaparecer manchas de un tono amarillentomás enfermizo en medio del amarillocereal de las tierras altas del interior deSicilia. La isla tenía en la práctica unmonopolio natural de un elemento queconstituía una de las materias primasesenciales de la revolución industrial, elazufre, utilizado en la producción degran cantidad de materiales, desde

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fungicidas y fertilizantes hasta papel,pigmentos y explosivos. Las llanuras yladeras de las provincias de la franjasudoeste y central de Agrigento yCaltanissetta se abrieron para dejar aldescubierto el preciado elemento queyacía en gruesas vetas bajo lasuperficie. Era como si una enfermedadgeológica congénita empezarafinalmente a manifestar sus síntomas. Enlas regiones mineras podía verse amenudo un extraño humo azulado queemanaba de los calcaroni, enormesmontículos enterrados de mineral deazufre que se quemaban lentamenteliberando un líquido pardusco. Los

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humos envenenaban los campos de losalrededores y arruinaban la salud dehombres y animales. Y la vida en lasminas de azufre resultaba aún másinfernal que el paisaje; los hundimientoseran frecuentes y el menor incendioproducía una humareda letal de dióxidode azufre. En 1883 murieron un centenarde hombres, y aquel no fue en absolutoun año atípico.

Las minas de azufre de Siciliarepresentaban un constante motivo deescándalo nacional, y no solo por susriesgos físicos. Lo que más preocupabaa la opinión pública italiana era lacuestión de los niños, algunos de solo

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siete u ocho años, a los que secontrataba para formar pequeñosequipos que se dedicaban a trasladar laroca desde el lugar de extracción hastalos calcaroni. Aquellos niños llevabanuna vida desgraciada. Su miserable pagaiba a parar directamente a sus padres; amenudo ellos no veían más que un rarocigarro o una copa de vino comorecompensa a sus esfuerzos. Losenormes cestos de roca que acarreabanacababan por deformar sus cuerpos. Ylo que era aún peor, algunosobservadores preocupados hablaban conpesimismo de sus «salvajes instintos demaldad e inmoralidad»; en las minas de

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azufre la pederastia era un malendémico.

En marzo de 1883, en Favara, unapoblación situada en el corazón de laregión del azufre, no lejos de la costasudoeste de Sicilia, un trabajador delferrocarril acudió a la policía diciendoque le habían invitado a unirse a unasociedad republicana secreta llamada laFratellanza (la «Hermandad»). Laproposición se la había hecho unconstructor, el cual le dijo que lasociedad empleaba unas señalesespeciales de reconocimiento que habríade utilizar si quería evitar ser atacadopor otros miembros. El ferroviario se

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sintió amenazado e imaginó que detrásde aquella asociación había propósitoscriminales.

La evidencia presentada por aquelferroviario vino poco después de variassemanas de tensión y violencia enFavara. El problema empezó la tarde delprimero de febrero, cuando un hombrefue abatido a tiros por dos encapuchadosdelante de una taberna en la que seestaba celebrando un bautizo. La policíasupuso que el asesinato era laconclusión de una pelea que habíatenido lugar en la taberna, e interpretó elhecho de que absolutamente ninguno delos invitados supiera identificar a los

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asesinos como un signo de complicidad.Todos los participantes en lacelebración fueron detenidos.

Los rumores que corrían en Favara,sin embargo, afirmaban que la víctimaera miembro de una organizacióncriminal. Y aquellos rumores se hicieronaún más creíbles al día siguiente,cuando se encontró muerto a un miembrode una banda rival en las afueras de lapoblación. Le habían disparado por laespalda y le faltaba la oreja derecha.Favara se encontró de pronto al bordede una guerra civil. En los díassiguientes varios hombres de las dosfacciones recorrieron la población en

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grupos, armados y en estado de alerta.Pero luego, de forma igualmenterepentina, la tensión se disipó y laamenaza de una guerra entre las dosbandas no llegó a materializarse. Solocuando el ferroviario contó su historia lapolicía pudo empezar a reconstruir loque había sucedido.

Entre marzo y mayo de 1883 searrestó a más de doscientas personas enFavara y sus alrededores. Uno de loslíderes de la Hermandad fue capturadoprecisamente en el momento en queestaba iniciando a dos «hermanos»encapuchados. Resulta extraño queincluso tuviera en su poder una copia

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escrita de los estatutos de la asociación.Tras su detención confesó, explicandoque los miembros echaban a suertesquién había de cometer cualquierasesinato que los líderes juzgarannecesario para los intereses de laHermandad. Luego vinieron másconfesiones. Se recuperaron esqueletosocultos en grutas remotas, pozos secos yminas de azufre abandonadas. Tambiénse encontraron nuevas versiones de losestatutos y un diagrama de laorganización de la Hermandad.

El juicio de la Hermandad tuvo lugaren 1885, en la iglesia de Santa Ana, enAgrigento, especialmente acondicionada

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para el caso. Ciento siete hombres,encadenados en cuatro grupos, sesentaron en el banquillo. En el juiciomuchos de ellos negaron los cargos,afirmando que habían confesado bajotortura. Pero la táctica no funcionó. Los«hermanos» fueron condenados yencarcelados, un raro ejemplo de éxitoen la lucha contra una organizacióncriminal.

El caso de la Hermandad de Favaraproporcionaba a la policía unaperspectiva única acerca del tipo deorganización mafiosa que se desarrolló,a partir de Palermo, en las regionesazufreras de Agrigento y Caltanissetta.

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Pero tan significativo como losdescubrimientos de los investigadores,que estos probaron ante el tribunal,resultaba el hecho de que fueranincapaces de ver la profunda influenciade la Hermandad en la sociedad que lesrodeaba. Hoy los historiadores creenque la Hermandad era una organizaciónmucho más sofisticada y peligrosa de loque las autoridades juzgaron. Y si laMafia ha sobrevivido durante tantotiempo en la región del azufre, como loha hecho en el resto de la Siciliaoccidental, se debe en parte —como enel caso de la Hermandad de Favara— almodo en que continuamente se la ha

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subestimado.En realidad la Hermandad tenía solo

unas semanas de vida cuando la policíasupo de su existencia. Se había formadocuando los capos de las dos faccionesde Favara se reunieron para tratar de laescalada de violencia desencadenada enla población a raíz del asesinato delbautizo. Curiosamente, dados losintereses en juego y la violencia delconflicto, los dos bandos no soloacordaron la paz, sino que tambiéndecidieron unirse y formar una solaorganización.

Las reglas de la Hermandad eranmás antiguas que la propia asociación,

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ya que las dos bandas que se unieronpara formarla las seguían ya conanterioridad. Y para cualquiera queconozca la historia del doctor Galati y laMafia de Uditore, resultanextraordinariamente familiares. El ritualde iniciación, por ejemplo: a los nuevosmiembros se les pinchaba en el dedoíndice para poder empapar una estampasagrada con la sangre. Mientras sequemaba la estampa, el iniciado recitabaun juramento: «Juro por mi honor queseré fiel a la Hermandad, como laHermandad me es fiel a mí. Tal como sequeman este santo y estas pocas gotas demi sangre, así también yo verteré toda

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mi sangre por la Hermandad. Tal comoestas cenizas y esta sangre jamás podránvolver a su estado original, tampoco yopodré abandonar jamás laHermandad»[24]. Dado que laorganización contaba con unosquinientos miembros reclutados envarias poblaciones azufreras cercanas aFavara, también hacía falta un ritual dereconocimiento. Al igual que en laversión de Palermo, este empezaba conuna pregunta sobre un dolor de muelas yluego se pasaba a un intercambio defrases muy similar. (Un informe delfiscal jefe de Palermo al ministro deJusticia, fechado en 1877, afirmaba que

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el ritual se conocía en toda la isla).La estructura de la Hermandad

incluso presenta similitudes con laestructura de la Cosa Nostra queTommaso Buscetta describiría porprimera vez un siglo después. Losmiembros de la Hermandad se dividíane n decine, es decir, en grupos de diez.Cada decina tenía un jefe al que soloconocían sus miembros, pero cuyaidentidad resultaba desconocida para elresto de los «hermanos», con laexcepción de uno solo de los capos.

Los investigadores descubrierontambién que la organización considerabael vínculo entre sus miembros más

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sagrado que los lazos familiares. Unmiembro de la Hermandad de Favara,Rosario Alaimo, explicó a la policíaque los «hermanos» le habían hechoacudir a una taberna para explicarle quesu sobrino era un traidor; luego le dierona elegir entre matar a su sobrino o morirél mismo. Al aceptar la primera opción,el temor le impulsó a demostrar suresolución con un brindis: «El vino esdulce, pero la sangre de un hombre esmás dulce todavía». Unos días despuésayudó a atraer a su sobrino a una trampapara que otros «hermanos» pudieranmatarle. Como prueba de su confesión,Alaimo condujo a la policía hasta un

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castillo en ruinas donde estaba oculto elcuerpo de su sobrino. Luego, trasregresar a su celda, se ahorcó. Se dijoque deseaba que su propio fin reflejaralo más fielmente posible el modo en quehabía sido asesinado su sobrino: agarrote.

Aún hoy la Mafia tiene un grancuidado en el manejo de las relacionesconsanguíneas entre sus miembros. Dadoque el parentesco puede ayudar a lacohesión de una «familia», es frecuenteque se incorpore a sobrinos, hermanos ehijos a la organización. Pero el afectopor un pariente también puede resultardesestabilizador si interfiere con el

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primer deber de obediencia al capo. Enconsecuencia, a veces se obliga a losmafiosos a mostrar de forma dramáticadónde reside en última instancia sulealtad. Si eres un mafioso y tienes unhermano que también es un hombre dehonor y quebranta las reglas, bienpudiera ser que se te ofreciera la mismacruda disyuntiva que los «hermanos» leofrecieron a Alaimo: o tú le matas a él omoriréis los dos. En tales casos ha deverse que la empresa es lo primero.Para algunos hombres de honor, laeliminación de un miembro de la«familia» puede convertirse incluso enmotivo de orgullo. Como alardeaba el

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cautivo mafioso Salvatore TotuccioContorno en la década de 1980, «soy elúnico que puede mancharse las manoscon mi propia sangre»[25].

La semejanza entre las reglas de laHermandad y las adoptadas por lascosche de los alrededores de Palermoresultaba asombrosa incluso en 1883.Pero su trascendencia parece haberescapado en gran medida a los jueces ycriminólogos de la época. Favara yPalermo se encuentran en costasopuestas, separadas por cien kilómetrosdel montañoso interior de Sicilia, consus pésimas carreteras. Que las mafiasde dos lugares tan distintos compartieran

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las mismas reglas probablemente loexplique el hecho de que, antes de 1879,algunos de los «hermanos» másdestacados habían sido confinados enprisiones insulares como la de Usticajunto a mafiosos de Palermo. Fue en lacárcel donde aquellos hombres oyeronhablar por vez primera de la Mafia y,posiblemente, fueron iniciados en laorganización. Y una vez liberados,mantuvieron vínculos con mafiosos deotras partes de Sicilia. Formar parte deaquella Mafia originaria equivalía aunirse a una banda local, pero tambiénera un pasaporte para un mundo másextenso de conexiones criminales.

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Los fiscales del caso de laHermandad de Favara creyeron que losrituales que mantenían unida a laorganización eran meramente«primitivos». Sugirieron que losprincipales motivos de la existencia dela Hermandad eran los burdos instintosde vendetta y de omertà. Un magistradohabló incluso del «bárbaro misticismo»de la ceremonia de iniciación,calificando de «canibalismo puro» elbrindis que Alaimo había hecho despuésde haber aceptado ayudar a matar a supropio sobrino.

Términos como «primitivo» y«atrasado» marcan una de las grandes

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lagunas en el conocimiento de la Mafiapor parte de la Italia del siglo XIX, talcomo se pondrá de manifiesto en elpróximo apartado. En este casocontribuyeron a alejar la atención de loque casi con certeza constituía elverdadero y tácticamente astuto papel dela Hermandad en la economía local delazufre. De los 107 hombres juzgados porser miembros de la banda, 72 trabajabanen la industria azufrera. Además demineros, había capataces e inclusopropietarios de minas de poca monta.Esos intereses mineros compartidosprobablemente expliquen por qué lasdos bandas rivales lograron unirse para

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formar la Fratellanza: la racionalidadeconómica triunfó sobre el deseo devenganza. El juicio también puso aldescubierto la red de protectores de laHermandad: terratenientes, nobles yexalcaldes tuvieron que someterse ainterrogatorio. Pero nadie pensó enpreguntar exactamente por qué aquellosnotables trataban de proteger a los«primitivos».

Pese a su carácter infernal, las minasde azufre de Sicilia se gestionaban deuna manera casi tan sofisticada como loslimonares. Los niños a los que se tratabapoco menos que como bestias de cargaconstituían el último eslabón de una

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larga cadena de contratistas ysubcontratistas. Los terratenientesarrendaban los derechos mineros aempresarios; estos contrataban acapataces a comisión; los capataces, porsu parte, contrataban a agrimensores,vigilantes y mineros. A medida que lacadena se hacía más larga, los riesgosde tratar con una mercancía que secomercializaba en los mercadosinternacionales se iban diluyendo.

Los propios mineros —losdenominados «picadores»— cobraban atanto la pieza. Eran ellos quienescontrataban a los equipos de niños.Formaban una cuadrilla de hombres

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duros y pendencieros conocidos por suscriminales arrebatos alcohólicos. Paralos estándares de la época y del lugar,estaban lejos de ser pobres; antes alcontrario, venían a ser como una especiede empresarios. Algunos de ellosincluso tenían a su cargo a otros tres ocuatro mineros. A muchos les gustabahacer gala de su estatus social tanduramente conseguido. Unaobservadora, una mujer británica casadacon un terrateniente de la región delazufre, escribió, hablando del típicopicador: «Es muy ambicioso en sumanera de vestir, y suele vérsele losdomingos ataviado con fina tela negra,

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botas altas de charol y una larga capacon capucha de fino paño oscuro forradade verde»[26] (se ignora si la capuchaque ostentaban los «hermanos» tenía unsignificado ritual, o constituía unsímbolo del estatus de picador, o ambascosas).

El del azufre era un negocio muycompetitivo para todo aquel queparticipara en él. Y al igual que en lamayor parte de la Sicilia occidental, laviolencia podía proporcionar unaventaja sobre los competidores. En cadauno de los niveles de la jerarquía queiba desde el terrateniente hasta elminero, la capacidad de usar la fuerza

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de una forma organizada y tácticamenteastuta constituía un activo económicoclave. Empresarios, gerentes, capataces,vigilantes y picadores podían formarcárteles para echar a sus rivales. Comolos limonares de los alrededores dePalermo, las minas de azufre eranterreno abonado para las organizacionescriminales.

Cuando se observa sin los prejuicios«primitivistas», el caso de laHermandad de Favara tambiénproporciona una primera pista de lo quesignifica ser un «padrino» de la Mafia.No es un hecho fortuito que el asesinatoque en última instancia condujo a la

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fundación de la Hermandad se llevara acabo en un bautizo. Matar a un hombreen un bautizo representaba una ofensacalculada dirigida no solo contra unafamilia, sino contra toda una bandaenemiga. De ahí que el asesinato tuvierauna réplica igualmente calculada y a lasegunda víctima se le cortara la orejadespués de haberle disparado por laespalda.

En Sicilia, como en una gran partedel sur de Italia, los bautizos no eran tanimportantes por el propio bautismo delniño como por el hecho de que laceremonia equivalía también a dar labienvenida a un nuevo padrino a la

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familia. Bautizar al niño convertía alpadre y al padrino en compari, es decir,«compadres». Era un compromisosolemne; incluso los hermanos que seconvertían en compadres tenían quedejar de utilizar el tuteo familiar parapasar a tratarse de usted. Durante elresto de su vida cada uno de los doscompadres estaría obligado a respondera los requerimientos del otro, fueran deltipo que fueren. Los campesinos ymineros del azufre explicabannumerosos relatos espeluznantes sobrela terrible venganza que Juan el Bautista,el santo patrón de los compari, tornaríasobre cualquier hombre que traicionara

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a su compadre.La institución conocida como

comparatico, o «compadrazgo»,constituía una especie de cementosocial: ampliaba los vínculos familiaresen el seno de la sociedad, alentando lapaz y la cooperación. Dos hombres quese llevaran a matar podían decidirenterrar sus diferencias y convertirse encompari con el fin de evitar una disputaviolenta que no haría sino perjudicar asus dos familias. Un trabajador podíareclutar a un hombre más influyentecomo padrino de su hijo, ofreciéndoledeferencia y lealtad con la esperanza deobtener futuros favores a cambio. Elegir

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a un padrino poderoso para tu hijo podíasignificar conseguir un empleo en lamina de azufre, o algo de tierra paracultivar, o un préstamo o un donativo.

Pero convertirse en padrino a vecestenía también un lado oscuro. Laexpresión siciliana fari u compari(«actuar como compadre») significabatambién ser cómplice, ayudar a alguien acometer un acto ilegal. Si bien elvínculo entre los compari podía ayudara mantener unida la sociedad, tambiénpodía unir a los hombres en un pactocriminal. Los mafiosos solían fortalecerlos vínculos existentes entre ellosconvirtiéndose en compadres. A los

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hombres de honor de mayor categoría seles denominaba en ocasiones «padrinos»remedando el prestigio que revestía esetítulo en la sociedad. Aún hoy, igual queu n compare supervisa el bautismo delbebé, también el padrino de la Mafiapreside la iniciación de un joven recluta,su renacimiento como hombre de honor.

Desde el primer momento la Mafiaha sido una organizaciónextremadamente sofisticada en sumanera de infiltrarse en los principalessectores de la economía siciliana; perono lo ha sido menos en su modo deadoptar y adaptar cualesquiera fuentesde lealtad propias de la cultura siciliana

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que pudiera utilizar para sus propiosfines criminales. En otras palabras, laMafia es cualquier cosa menos atrasada.

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PRIMITIVOS

En la época en la que se descubrió laHermandad de Favara, la Mafia habíadejado los titulares de los periódicos yhabía entrado en el ámbito más serenodel debate académico. El fiscal jefe delcaso de Favara envió un informe sobrelas acciones de la Hermandad a unarevista académica, Archivio diPsichiatría Scienze Penali edAntropología Criminale. Dicha revistala dirigía el destacado criminólogoCesare Lombroso, el intelectual italianomás famoso de su época en todo elmundo. El libro que le había valido su

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reputación era L’uomo delinquente,publicado inicialmente en 1876. En élafirmaba que se podía identificar a loscriminales por ciertas deformidadesfísicas: orejas con forma de asa de jarra,frente baja, brazos largos, etc.Denominaba a tales signos físicos«estigmas criminales». Lo que estosdemostraban, según Lombroso, era quelos malhechores constituían en realidadanacronismos biológicos, retrocesosaccidentales a un estadio anterior de laevolución humana. De ahí que separecieran a los «primitivos» pueblosno europeos, e incluso a los animales.Lombroso suponía confiadamente que

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los no europeos se situaban en unpeldaño inferior de la escala deldesarrollo racial y, en consecuencia,eran intrínsecamente criminales.Llevando al límite su propia lógica,Lombroso creía también que todos losanimales eran criminales.

El carácter disparatado de lo queLombroso denominaba su «antropologíacriminal» resulta hoy considerablementemás evidente que entonces. Los italianoseran los preocupados ciudadanos de unfrágil y nuevo Estado, y desde launificación habían sido las víctimas deuna alarmante oleada de crímenes.Como resultado, muchos de ellos

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consideraron tranquilizadoras las ideasde Lombroso. La consecuencia de suteoría era que el hecho de que hubieratantos malhechores no era culpa deItalia; la biología se convertía en unbuen chivo expiatorio. Además deofrecer consuelo público, las numerosasediciones de L’uomo delinquente (y susecuela aún más racista, La donnadelinquente) proporcionaban a loslectores de Lombroso una lascivaemoción con sus copiosas ilustracionesde orejas de criminales, genitales dedelincuentes, etc. Ante las grandesaudiencias que acudían a susconferencias en la Universidad de Turín,

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Lombroso —un hombre rechoncho, listocomo una ardilla— demostraba lapresencia de los estigmas de ladelincuencia en los cuerpos decriminales vivos.

El pensamiento de Lombroso sobrela Mafia era algo más enrevesado de lohabitual; la atribuía a toda una serie decausas, incluyendo la raza, el clima, la«hibridación social» —sea esta lo quefuere—, y el hecho de que losmonasterios habían fomentado laociosidad al repartir comida gratis.Hubo un montón de críticos que seapresuraron a señalar que sus teoríaseran contradictorias y no contaban con

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el respaldo de evidencia alguna. Peromuchos de aquellos críticos tambiénsubestimaban seriamente a la Mafia. Elcrimen —sostenían— tenía causassociales. Era la pobreza la que llevaba alos campesinos y trabajadores a formarsociedades secretas. Es cierto que laMafia era primitiva, pero era primitivasocialmente. Existía porque Siciliaseguía estancada en la Edad Media.Algunos pensadores de izquierdas veíanla Hermandad de Favara como unaespecie de sindicato muy rudimentario.Y confiaban en que la modernizacióneconómica y el avance de la clasetrabajadora pronto pondrían fin a todos

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los síntomas de atraso como la Mafia(esta ilusión eclipsaría el pensamientode la izquierda sobre la Mafia durantevarias décadas más).

En la década de 1880, los nuevosideales de la criminología científica y elprogreso social inspiraron a una nuevageneración de policías que empezaban aacumular una considerable experienciaen la lucha contra el crimen organizado.Uno de aquellos policías, por lo demásseguidor de Lombroso, era GiuseppeAlongi. Su libro La mafia nei suoifattori e pelle sue manifestazioni,publicado en 1886, daba una granimportancia a la psicología étnica de los

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sicilianos. Estos manifestaban «unegoísmo sin límites», «una exageradapercepción de sí mismos», «unacapacidad para un desprecio y un odioviolentos y tenaces, que son implacableshasta que se logra la vendetta»[27].Alongi no creía que tales personasfueran capaces de crear una granorganización criminal que tuviera reglasfijas. La Mafia —sostenía— no era másque una etiqueta que abarcaba una seriede cosche dispares y autónomas situadasen barrios y pueblos concretos. LaHermandad de Favara era un ejemplo deello. Puede que Alongi estuviera en locierto al descartar la teoría de que la

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Mafia representaba una conspiracióncentralizada. Pero casi con la mismacerteza se equivocaba al desechar laposibilidad de que muchas coschelocales formaran parte de una red demayor envergadura.

Pese a sus prejuicios primitivistas,Alongi era un astuto observador delestilo de vida de las familias que sebeneficiaban del constante goteo deingresos procedentes del crimen en lasáreas de actividad mafiosa. Veía que eldinero se gastaba de manera ostensibleen las poblaciones de los alrededores dePalermo. Los hombres llevabansombreros, botas y guantes caros, y

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exhibían gruesas cadenas de reloj yanillos de oro. Los domingos, lasmujeres se ponían vestidos de seda ysombreritos de plumas. En los días defiesta se consumía gran cantidad decarnes y postres. Las familias de losmédicos, los profesionales y losburócratas no podían competir con laelegancia en el vestir que mostraban susinferiores sociales.

Alongi observaba asimismo que alos prestamistas les iba muy bien. Comoseñalara el doctor Galati hablando de lacosca de Uditore una década antes, sololos capos de la Mafia se hacíanauténticamente ricos: «La mayoría de

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ellos despilfarran el fruto de sus robos.Se lo gastan en darse la gran vida, y seentregan al libertinaje, a la glotonería ya toda clase de vicios»[28]. SegúnAlongi, el exceso de aquel estilo de vidano se reflejaba en el modo en que lospropios hombres de honor hablaban y secomportaban:

Esas gentes son imaginativas,y sus aldeas, calurosas; sulenguaje cotidiano es melifluo,exagerado, lleno de imágenes.Pero el lenguaje del mafioso esbreve, sobrio, cortante… Laexpresión lassalu iri («déjalo

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correr») tiene un significadodesdeñoso, con estasconnotaciones: «Mi queridoamigo, el hombre con el quetratas es un imbécil. Elegirlecomo enemigo no hace sinocomprometer tu dignidad»…Otra expresión —be’lassalustari («déjalo estar»)— pareceidéntica, pero tiene elsignificado opuesto. Se traducepor «Ese hombre merece unabuena lección. Pero ahora no esel momento. Esperemos. Luego,cuando menos se lo espere, ya lecogeremos»… El auténtico

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mafioso viste con modestia.Afecta una afabilidad fraternalen su actitud y en su manera dehablar. Finge ser ingenuo, estarestúpidamente atento a lo que ledices. Soporta con pacienciainsultos y bofetadas. Y luego,esa misma noche, te mata[29].

El libro ayudó a Alongi a hacer unaexcelente carrera profesional. Suinsistencia en que la Mafia era unabanda primitiva y el hecho de que semostrara tan reticente con respecto a susconexiones con políticos, policías yjueces probablemente tuvo algo que ver

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con su éxito.

* * *

La fascinación de Italia por sus«primitivos» tenía también un lado másdébil, aunque, en última instancia, mássiniestro. Durante más de cuatro décadasantes de la Primera Guerra Mundial,Giuseppe Pitrè, un médico enjuto yerudito, recorrió Palermo y susalrededores en un destartalado carruajeque también hacía las veces de oficina,ya que su interior se hallabapermanentemente abarrotado de papeles

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y notas. A su paso iba recogiendodichos, fábulas, canciones, costumbres,ritos y supersticiones campesinas. Pitrè,a quien le gustaba considerarse a símismo un «demopsicólogo», elaborabaun vasto retrato de la mentalidadcolectiva siciliana. El resultado de ellofue un inestimable —aunque sensiblero— archivo de un mundo «primitivo» enextinción. Casi todo lo que la gente hapensado acerca del folclore sicilianodesde finales del siglo XIX —y casitodos los estereotipos sobre el caráctersiciliano— tiene su origen en dichoarchivo.

He aquí cómo definía a la Mafia en

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1889 este profesor de«demopsicología»:

Mafia no es ni una secta niuna asociación, no tiene reglas niestatutos. El mafioso no es unladrón o un criminal… Mafia esla conciencia del propio ser, unaexagerada noción de la propiafuerza individual… El mafiosoes alguien que siempre desea dary recibir respeto. Si alguien leofende, no acude a la ley[30].

Cuando la Cavalleria rusticanaalcanzó su asombroso éxito al año

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siguiente de que Pitrè publicara estaspalabras, puede que sintiera un orgulloperfectamente justificado. La ópera quevendió al mundo el mito de lacaballerosidad rústica se basaba en unabreve historia y en una obra en un actode un destacado autor siciliano de laépoca, Giovanni Verga, quien a su vezse había basado en gran medida en eltrabajo de Pitrè. Aunque filtrada a travésde las palabras de otros hombres, laSicilia a la que Mascagni puso música, ylegó a la posteridad, es en buena medidala Sicilia de Pitrè.

Pitrè se convertiría en un talismánpara los gángsteres sicilianos y sus

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abogados durante mucho tiempo; sucómoda definición de la Mafia fueincluso citada ante los tribunales amediados de la década de 1970 por untemible capo de Corleone, LucianoLeggio. No es probable que el propioPitrè fuera miembro de la Mafia; sinembargo, en la época en la que serepresentó por primera vez laCavalleria rusticana, en 1890,trabajaba en el gobierno local dePalermo en estrecha colaboración conun miembro del Parlamento del queproclamó efusivamente que era «unauténtico caballero… un administradorextremadamente recto y honesto». Aquel

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«honesto administrador» fue en realidadel mafioso más célebre del cambio desiglo, un hombre que desmentíacualquier posible relación de la Mafiacon el atraso: don Raffaele Palizzolo.Cuando la opinión pública llegara asaber más sobre don Raffaele,descubriría también lo profundamenteque la Mafia había llegado a extender supoder en el sistema de gobierno italiano,y ello en la misma época en la que elpaís se dedicaba a convencerse a símismo de que los hombres de honor noeran más que primitivos.

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3

Corrupción en altoscargos

(1890-1904)

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UNA NUEVA CASTA DEPOLÍTICOS

Don Raffaele Palizzolo solía recibir asus clientes por la mañana en suresidencia de Palermo, en el PalazzoVillarosa, situado en la via RuggieroSettimo. Se le acercaban llevándoleflores u otros regalos, mientras élpermanecía sentado en su lecho con unamanta sobre los hombros. Algunosbuscaban un empleo en el municipio.Otros podían ser jueces o agentes depolicía que querían un traslado, unapromoción o un aumento de sueldo. O

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también podían ser sospechosos quenecesitaran una licencia de armas oprotección del acoso policial;concejales que aspiraban a un puesto deinfluencia en una comisión o un comité,o bien estudiantes de enseñanza superioro universitarios que pretendían que seignoraran las malas notas quecomprometían sus futuros progresos.

Don Raffaele no se mostrabaarrogante y escuchaba a todo el mundocon indulgencia; charlaba, preguntabapor los parientes, ofrecía apoyo,prometía ayuda. Las audienciasproseguían mientras él se lavaba, rizabacuidadosamente hacia arriba los

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extremos de su garboso mostacho, y seembutía en la larga y ceñida chaquetacon doble hilera de botones que todavíahoy se conoce como «redingote».

Por la tarde Palizzolo cuidaba de susintereses y concedía favores. Erapropietario de tierras y arrendador,concejal de la administración local ydiputado provincial, albacea benéfico ybancario. Gestionaba el fondo deseguros médicos de la marina mercantey presidía la administración delmanicomio. Como miembro delParlamento era un firme partidario delgobierno, quienquiera que estuviera enel poder.

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Las recepciones matutinas dePalizzolo, que se celebraron a lo largode sus cuarenta años de trayectoriapolítica, tenían un estilo peculiarmentedesvergonzado. Pero este tipo declientelismo en política no tiene en símismo nada de exclusivamente mafioso,ni de exclusivamente siciliano. Losmismos mecanismos básicos seencuentran todavía hoy en muchoslugares de Italia, por no hablar de otrospaíses del mundo: se intercambian votospor favores, los políticos y funcionariosdel Estado se apropian de los recursospúblicos —empleos, contratos,licencias, pensiones, becas, etc.— y los

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reinvierten privadamente en sus redes deapoyo personal o clientelas.

Patronazgo, clientelismo ycorrupción no son lo mismo que Mafia.De hecho, la Mafia no habría llegado aexistir si no hubiera habido un Estadomoderno que cuando menos tratara deimponer —aunque fuera torpemente— elimperio de la ley en Sicilia. En otraspalabras, la Mafia no brota de maneranatural cuando se da previamente unlecho de sordidez. Hay un montón delugares del mundo donde existecorrupción política y no todos ellosproducen organizaciones como la Mafia.Ni tampoco el clientelismo en política

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significa necesariamente que las grandescuestiones como la economía, lademocracia y la política exterior nosirvan para nada. Dicho esto, hay queañadir que sin duda Palizzolo estabaconchabado con la Mafia, y no se puedecomprender el poder de esta sin conocerla política clientelista de la que aquel seconvertiría en el mayor exponente de suépoca.

El clientelismo resulta costoso.Hasta 1882 sus costes eranrelativamente moderados; soloalrededor de un 2 por ciento de lapoblación, todos ellos adultos varones ydueños de propiedades, tenían derecho a

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participar en el proceso políticoitaliano. El electorado de cualquierdistrito dado podía muy bien estarintegrado por solo unos centenares depersonas. En tales circunstancias, elpaquete de cincuenta votos controladopor Antonino Giammona podía marcaruna diferencia fundamental. Pero en1882 las cosas cambiaron cuando seamplió el sufragio hasta incluir a unacuarta parte de la población adultamasculina. Se acercaba la era de lapolítica de masas. De repente laselecciones se hicieron más caras. Erauna época de riesgos y oportunidadestanto para los políticos como para los

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mafiosos.Don Raffaele Palizzolo aceptó el

reto y dedicó su vida a hacer favores. Suhistorial era largo y tortuoso: estafó aorganizaciones benéficas, protegió yutilizó a bandidos, testificó en favor demafiosos, etc. Sus dominios tenían sucentro neurálgico en el pueblo deVillabate, en las afueras de la ciudad,pero se extendían hacia el sudeste,llegando hasta Caccamo, TerminiImerese y Cefalù. Era el protector de lacosca de Villabate, el invitado de honorde sus banquetes, el hombre que lesayudó a convertir su territorio en unaimportante terminal en las rutas de robo

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de ganado que llevaban desde lasgrandes propiedades del interior haciaPalermo. También contaba con unafuerte red de apoyo en la ciudad y susalrededores, lo que le valió para salirelegido tres veces como parlamentarioen representación de aquel distritodurante la década de 1890.

Las licencias de armas constituyenun buen ejemplo de la cadena de favoresque vinculaba a hombres como Palizzoloy la Mafia. Estas solo podían obtenersecon las referencias de un ciudadanoprominente, como un político, lo querepresentaba una oportunidad obvia paratratar de ganarse sus favores. Durante la

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carrera electoral este pacto resultabaaún más sistemático. Con una orden delministro del Interior el prefecto podíaretirar todas las licencias de armas. Elpropósito declarado de esta norma eraevitar que la contienda política derivaraen violencia, pero el verdadero objetivoera influir en el voto. Solo las cartas derecomendación del candidato favorecidopor el gobierno central permitirían ladevolución de las licencias. Lospolíticos vendían dichas cartas a cambiode fondos electorales, votos o favores.

La fragmentación del sistemapolítico italiano era el gran aliado dedon Raffaele. Durante una gran parte de

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la historia de Italia apenas ha habidolíneas divisorias claras entre uninestable mosaico de camarillas ygrupos de interés. Y esto ha sido asídesde los estratos superiores hasta losinferiores del Estado, tanto en losayuntamientos de las ciudades como enlas asambleas nacionales. En medio deesta fragmentación ha habido diversasminorías estratégicamente situadas quehan logrado ejercer una gran influencia.Y en la mayoría de los casos la Mafia ysus políticos han constituido una de esasminorías estratégicamente situadas.

En las circunstancias normales definales del siglo XIX, Italia no contaba

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con la determinación política ni lacapacidad de vigilancia necesarias paradesenmascarar a los personajes comodon Raffaele. Los gobiernos decoalición del país, permanentementesacudidos por las disputas, duraron solounos meses en cada ocasión con elapoyo de los parlamentarios sicilianos.Pero en la década de 1890 Italia se vioafligida por una crisis tan grave quedurante un tiempo parecía que el paísiba a descomponerse. La confusiónpolítica iba a traer la amenaza más seriaa la que se había enfrentado la Mafiadesde su nacimiento.

En 1892 las dos principales

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instituciones crediticias italianascerraron sus puertas. Más tarde, aquelmismo año, se sabría que la BancaRomana, uno de los bancos que teníanautorización para acuñar moneda, habíaestado falsificando en la prácticamillones de liras, ya que se encontraronbilletes «auténticos» con los números deserie duplicados. El dinero secanalizaba hacia algunos de los másdestacados políticos del país, que loutilizaban para financiar sus campañas.La debilidad de la lira precipitó unamasiva exportación de moneda metálica;las monedas de plata e incluso debronce se hicieron tan escasas que las

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sociedades de ayuda mutua y lasasociaciones de tenderos del norte deItalia se vieron obligadas a emitir suspropias fichas. Con la economía ya en elpunto más bajo de un largo ciclorecesivo, parecía que todo el sistemafinanciero estaba a punto dederrumbarse. En enero de 1894 sedeclaró en Sicilia la ley marcial con elfin de aplastar las violentasconfrontaciones entre trabajadores yterratenientes. Posteriormente, aquelmismo año, se ilegalizó el PartidoSocialista.

El gobierno, al mando de su primerpresidente siciliano, Francesco Crispi,

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respondió a la crisis de la peor maneraposible: organizando una descabelladaacción para mayor gloria colonial enEtiopía. El resultado era inevitable. Enla batalla de Adowa, en marzo de 1896,una fuerza de diecisiete mil quinientossoldados italianos y askaris reclutadossobre el terreno fue destruida por unejército etíope mucho mejor armado ydirigido, con más de ciento veinte milefectivos. Fue la peor derrota jamássufrida por una potencia colonialeuropea. El 50 por ciento de lossoldados italianos resultaron muertos,heridos o capturados y luego ritualmentecastrados.

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El país salía de una crisis para caeren otra. En mayo de 1898 se declaró laley marcial incluso en Milán, la capitaleconómica del país, y al menos ochentapersonas murieron a manos del ejército.El monasterio de los Capuchinos deMilán, donde se creía que se ocultabanlos rebeldes, fue bombardeado concañones. Cuando se disipó el humo solose encontró a algunos frailes, junto conunos cuantos mendigos que esperabanpara recibir su comida.

Un mes después de losacontecimientos de Milán se nombróprimer ministro a un militar. El generalLuigi Pelloux, que había servido al rey

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como soldado prácticamente desde queera un muchacho, tiene hoy muy malareputación por el hecho de que elperiodo durante el que ocupó el cargo seasocia a un intento de aprobar unpaquete de reformas extremadamenteautoritarias, que habrían recortado lalibertad de prensa, habrían prohibidolos sindicatos en los servicios públicosy habrían permitido al gobierno enviar alos sospechosos al exilio interior sinjuicio previo. A pesar de ello, para losestándares de la época Pelloux no era unciego reaccionario. Su gobierno habíasido nombrado con el propósito degestionar el regreso a algo parecido a la

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normalidad después de los que habíansido los años más turbulentos de labreve historia del Estado italiano. Partede este programa consistía en lanzar unataque contra la corrupción en Sicilia.Así fue como en agosto de 1898 elgeneral Pelloux nombró a un nuevo jefede policía en Palermo, con instruccionesde hacer frente a la Mafia. En 1900 eljefe de la policía describía con estaspalabras a los partidarios políticos deRaffaele Palizzolo:

[son] los mafiosos, los hombrescon historiales criminales, deesos que constituyen un

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permanente peligro para laseguridad pública porque sededican a toda clase de crímenescontra las personas y laspropiedades. Ninguno de ellosahorra amenazas, violencia eintimidación para obligar ahonestos electores a votar por sucandidato… Con este fin utilizanlos mismos métodos que usa laMafia para imponer vigilantes alos propietarios de las granjasfrutícolas y extorsionar tributos alos ricos terratenientes[31].

Palizzolo se habría ganado su lugar

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en este libro solo por haber sido elprimer representante de una nueva castade políticos mafiosos. Pero además seconvirtió en el objeto del mayor juicioantimafia de la época; con don Raffaele,la Mafia volvió a los titularesnacionales por primera vez enveinticinco años. Mucho menosconocido que Palizzolo —aunqueigualmente importante para la historia dela Mafia— era su adversario, el jefe dela policía de Palermo nombrado por elgeneral Pelloux. Se llamaba ErmannoSangiorgi, y solo en fecha reciente suhistoria ha salido de los archivos.

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EL INFORMESANGIORGI

Entre los innumerables documentos queactualmente alberga el Archivo PúblicoCentral de Italia, en Roma, se encuentraun expediente de acceso restringido quecontiene un informe remitido alMinisterio del Interior, en variasentregas, entre noviembre de 1898 yenero de 1900. El informe fue elaboradopor Ermanno Sangiorgi, jefe de lapolicía de Palermo, y se dirigía alprincipal juez de instrucción de laciudad como parte de los preparativos

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para un juicio. Leer hoy sus amarillentas485 páginas manuscritas es como irvislumbrando los contornos de unavasija enterrada con las sondas ycepillos de un arqueólogo, solo paradescubrir al final que lo que se haexhumado es una bomba sin estallar.

El informe se inicia con la primeradescripción completa de la Mafiasiciliana jamás realizada. Las anterioresevidencias sobre la Mafia del área dePalermo se habían producido siempre enfragmentos dispersos. Pero aquí lainformación es explícita, detallada ysistemática. Se detalla el plan deorganización de las ocho cosche

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mafiosas que controlaban las afueras ylas ciudades satélite del norte y el estede Palermo: Plana dei Colli,Acquasanta, Falde, Malaspina, Uditore,Passo di Rigano, Perpignano y Olivuzza.Se nombra al jefe y al subjefe de cadacosca y se incluyen detalles personalessobre muchos de los miembros de base.En total se proporciona el perfil de 218hombres de honor, hombres que poseíantierras, que trabajaban en los campos decítricos o los vigilaban, que interveníanen la comercialización de la fruta. Elinforme habla del ritual de iniciación ydel código de conducta de la Mafia.Expone sus métodos comerciales, cómo

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se infiltra y controla las huertas, cómofalsifica dinero, comete robos,aterroriza y mata a testigos. Explica quela Mafia cuenta con fondos centralizadospara sustentar a las familias de loshombres encarcelados y para pagar a losabogados. Cuenta cómo los jefes de lascosche mafiosas trabajan juntos paragestionar los asuntos de la organizacióny controlar el territorio.

Este diagrama de la Mafia resultabastante impresionante, ya que coincidecasi exactamente con lo que TommasoBuscetta le revelaría al juez Falconevarias décadas después. No hayilustración más fascinante del

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prolongado fracaso de Italia a la hora desaber ver la verdad sobre la Mafia. Peromás fascinante resulta aún la sensaciónde que este documento aparentementegris —cuya referencia documental es«DGPS, aa.gg.rr. Atti speciali (1898-1940), b. 1, f. 1»— podía habercambiado la historia. Podía haber hechotanto daño a la Mafia como elmacrojuicio de Falcone en 1987. Si elinforme hubiera logrado su objetivo, laMafia habría sufrido una devastadoraderrota solo unas décadas después de suaparición.

El autor del informe, ErmannoSangiorgi, era un policía de carrera,

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adusto y resuelto. Los periódicos de laépoca dicen que en Palermo era unpersonaje inconfundible. Aunque estabamás cerca de los sesenta que de loscincuenta y sus cabellos habíanretrocedido hasta la coronilla, sullamativa barba rubia apenas empezabaa encanecer. Su acento delatabaclaramente que era originario de laregión de la Romagna, en la zonaseptentrional central de Italia. Sangiorgiera y sigue siendo una figura casidesconocida, por lo que se dispone demuy poca información sobre él. Peroentendió la Mafia siciliana mejor quenadie. Fue a Sangiorgi a quien se pidió

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que dirigiera la operación contra lacosca de Uditore cuando el doctorGalati le explicó su historia al ministrodel Interior en 1875. Y fue tambiénSangiorgi quien dirigió la redada de laHermandad de Favara en 1883. Sunombramiento como jefe de la policíade Palermo en agosto de 1898representaba la culminación de sucarrera, además de la oportunidad deutilizar toda la experienciapacientemente acumulada para doblegara la organización criminal secretasiciliana.

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El único retrato conocido del jefe de la policíade Palermo Ermanno Sangiorgi, reproducido enun periódico en 1901. Sangiorgi sabía más quenadie sobre la Mafia de la primera época.[L’Ora, 3-4 de mayo de 1901, reproducidocon autorización de la Biblioteca Nazionale,Roma.]

Sangiorgi redactó su informeprestando especial atención a losdetalles y con no poco apasionamiento.

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Abordaba frontalmente el escepticismoy la complicidad de las instituciones, yconsideraba que estaba cerca de lograrun juicio histórico. Elaboró su informeen una época en la que resultaba difícil,aunque de ningún modo imposible,condenar a los mafiosos por crímenesconcretos, o incluso llamar a capítulo acosche aisladas como la Hermandad deFavara: había que convencer a lostestigos para que se decidieran a contarla verdad, había que mantener con vidaa los soplones de la Mafia el tiemposuficiente para que llegaran a testificar,había que proteger a jueces y jurados delas represalias y aislarlos de posibles

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sobornos, etc. Sangiorgi se enfrentó atodos esos problemas, pero sabía que elauténtico desafío residía en condenar ala Mafia per se y en poder fundamentarel proceso en los negocios de extorsióny los contactos políticos que sustentabansus métodos.

Por esa razón, aspiraba a utilizar uninstrumento jurídico concreto: una leyque proscribía las asociacionescriminales. Aunque esa ley no preveíapenas especialmente duras, una condenabasada en su informe tendría unaprofunda trascendencia política.Demostraría la teoría aparentementedescabellada de que existía una

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sociedad secreta criminalextremadamente sofisticada que habíaextendido su influencia por toda laSicilia occidental, llegando incluso alextranjero. En pocas palabras, siSangiorgi tenía éxito, nadie podríavolver a negar jamás que la Mafiaexistía.

Pero Sangiorgi fracasó. Si suinforme constituye una asombrosaprueba de que en 1898 los gobernantesde Italia sabían exactamente qué era laMafia, por la misma razón su fracaso, yel modo en que su preciosoconocimiento llegó a ser olvidado,representa una inquietante lección

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acerca de cómo el sistema político delpaís ha contribuido a que la Mafiasobreviviera hasta el día de hoy.

Sangiorgi no solo era un buenpolicía, también tenía unas buenas dotesde narrador. Entre los cientos denombres, las docenas de declaracionespresenciales cuidadosamentecontrastadas, su trabajo policial revelapoco a poco un intrincado esquema decrímenes, una serie de relatosentrelazados de asesinato y engaño queilustran la brutalidad y la laberínticacomplejidad de la influencia de la Mafiaen todos los niveles de la sociedadsiciliana. El jefe de policía incluso tiene

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momentos de auténtico brío narrativo.La mayoría de las historias de

Sangiorgi se sitúan en la parteoccidental de la Conca d’Oro, la«cuenca dorada» que rodea las afuerasde Palermo. Esta zona es famosa por subelleza y fertilidad desde la épocaromana. En 1890 la revistaIllusstrazione Italiana la describíacomo un lugar en el que «la imaginaciónse enciende y alza el vuelo», «una visióncompletamente oriental, unencantamiento». Allí estaba la prueba deque «la poesía florece generosa yabundante en el pueblo siciliano». Laelite adinerada de Palermo edificaba sus

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segundas residencias entre los limonaresde la Conca d’Oro. La primavera era laestación de la villeggiatura, cuando losricos abandonaban sus hogares en laciudad y se marchaban a sus enormesvillas, situadas en medio de exóticosjardines y atendidas por ejércitos decriados. A finales de siglo, ochentabarones, cincuenta duques y setentapríncipes de Palermo alternaban con larealeza y los plutócratas europeos en lasvillas, clubes, teatros, salones ybulevares de la ciudad. En la época delnombramiento de Sangiorgi como jefede la policía de Palermo, la altasociedad había hecho de la capital

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siciliana uno de sus centros turísticosfavoritos, una especie de Parísmarítimo. En su empeño por descubrirlos secretos de la Mafia, Sangiorgisiguió a los hombres de honor por lostortuosos canales estigios queconectaban a las personas normales ycorrientes de Palermo con la doradavida de esa alta sociedad de Sicilia,internacionalmente célebre.

* * *

Gran parte de la obra de Sangiorgigiraba en torno a un misterioso asesinato

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que había estado afligiendo a la policíade Palermo durante todo un año antes desu llegada. Los periódicos lo llamaban«el caso de los cuatro hombresdesaparecidos», y se enmarcaba en untípico negocio limonero, el FondoLaganà, situado no muy lejos delcementerio de Arenella, una aldeaencajada entre la reverberante siluetadel monte Pellegrino y el mar, justo alnorte de Palermo. Era un lugar en el quedespués de anochecer se podían oírclaramente incluso los gritos de lospescadores en la playa, a cientos demetros de distancia. Al otro lado de lacarretera frente a la principal

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edificación del «fondo», se encontrabauna tienda donde se hacía pasta enturnos de noche. Cerca había un puestoocupado las veinticuatro horas del díapor vigilantes de aduanas. Sin embargonadie confesó haber notado nada fuerade lo habitual en septiembre y octubrede 1897, hasta que cierto olor delató queallí había algo que no iba bien. Elinconfundible hedor dulzón de la carneputrefacta había estado flotando durantevarios días sobre los muros del FondoLaganà antes de que los vigilantes deaduanas alertaran tímidamente a lapolicía. Y cuando esta irrumpió en el«fondo», lo que descubrieron fue una

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fábrica de asesinatos de la Mafia. Lasparedes interiores de la construcciónagrícola, apenas poco más que una cajade ladrillo con una sola estancia estabanllenas de agujeros de bala ysalpicaduras de sangre. El atroz olorprovenía de una estrecha y profundagruta cercana. Se llamó a los bomberospara que descendieran hasta el fondo.Allí encontraron restos humanos enavanzado estado de descomposición quehabían sido enterrados en cal viva. Enun periodo de seis semanas cuatrohombres habían muerto a consecuenciade múltiples heridas de bala en el FondoLaganà.

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El caso de los cuatro hombresdesaparecidos seguía sin resolversecuando Sangiorgi llegó a Palermo, enagosto, para iniciar sus tareas como jefede la policía. A su llegada también sehabía desencadenado una guerra entremafias; hombres de temible reputacióneran hallados muertos en los caminos ycalles de la Conca d’Oro, mientras queotros desaparecían sin dejar rastro. Losdetectives que estaban al mando deSangiorgi tenían sus fuentes, pero sabíanmuy poco acerca de cómo se trazabanlas grandes líneas de la batalla, orespecto a si la guerra y los cuatroasesinatos del Fondo Laganà estaban

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relacionados. Entonces, como ahora, nosolo resultaba difícil obtenerinformación sobre los asuntos de laMafia, sino que además existía unaextraordinaria distancia entreinformación y pruebas; el problema alque se enfrentaban las autoridades era elde cómo convencer a las fuentes de quese convirtieran en testigos. Por esarazón, en su informe Sangiorgi nonombra a la mayoría de las personas quele proporcionaron su información.Aterrorizada por la demostradacapacidad de la organización paracastigar a cualquiera que proporcionaraevidencias a la policía, y sospechando

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que la Mafia tenía agentes entre lospolicías y los fiscales, la gente solo seatrevía a hablar extraoficialmente. Elviaje de Sangiorgi hacia los secretos delFondo Laganà solo pudo iniciarsecuando se encontró con una valerosaexcepción a esa regla.

El 19 de noviembre de 1898Sangiorgi hizo que sus detectives seentrevistaran con Giuseppa Di Sano.Como parecen sugerir las posterioresnoticias de prensa, Giuseppa era unamujer rolliza y robusta llena de coraje ysin demasiada imaginación. En cualquiercaso, ella es en muchos aspectos lacallada heroína del informe de

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Sangiorgi. La historia que explicó sehabía iniciado dos años antes de queproporcionara sus evidencias a esteúltimo, y nueve meses antes de losasesinatos del Fondo Laganà.

Por aquel entonces ella luchaba parallegar a fin de mes vendiendo alimentosy otros productos en el barrio inmediatoal parque del Giardino Inglese. Perotambién tenía otras preocupacionesaparte de las muchas habituales. El jefelocal de los carabineros visitaba sutienda con demasiada frecuencia; esdecir, con más frecuencia de laestrictamente necesaria para recoger lasprovisiones de alimentos y vino para su

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cuartel. Obviamente cualquier negocioera bienvenido. Pero lo que preocupabaa Giuseppa era el chismorreo; por elbarrio corría el rumor de que el oficialestaba tratando de persuadir a su hijaEmanuela, de dieciocho años, de que seliara con él. Y ello representaba un granproblema para una mujer que regentabaun pequeño negocio en una comunidadque no era conocida precisamente porsus buenas relaciones con las fuerzas dela ley y el orden. Había que atajar losrumores, y había que hacerlo sin que eloficial se ofendiera.

Pero los problemas de Giuseppa noacababan aquí. El dueño de una

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curtiduría local había estado enviando asus hijos a buscar provisiones, y estosintentaban pagar siempre con billetes ymonedas que ella sabía que eran falsos.También sabía que el empresario y sushijos tenían amistades peligrosas.Cuando ella rechazaba cortésmente eldinero, los hijos del dueño de lacurtiduría insistían. Finalmente, unbillete de gran valor llegó a manos de sumarido. Con los oídos todavíazumbándole por la discusión, Giuseppalo devolvió para zanjar el asunto. Peroel dueño de la curtiduría se quitó elproblema de encima pagando solo partede la deuda, alegando que sus hijos no

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sabían que el dinero era falso.Fue entonces cuando se produjo el

episodio más inquietante. A finales dediciembre de 1896, las mujeres delbarrio empezaron de repente a mirar dereojo a Giuseppa y a evitar ir a sutienda. Finalmente, un ama de casa quesí entró en ella se quejó en voz alta delas «mujeres mezquinas» del barrio.Giuseppa le instó a que le explicaraexactamente a qué se refería, suponiendoque tenía que ver con su hija. Pero ellale replicó en tono cortante que hablabade las espías de la policía. Giuseppaquedó perpleja y temerosa. Estabaocurriendo algo que resultaba mucho

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más amenazador que los rumores obresu hija o incluso que la disputa sobre eldinero falso.

El 27 de diciembre entraron en latienda dos hombres de aspectosospechoso, uno de ellos de apenasveinte años. En la calle, frente a laentrada, había un muro que circundabaun limonar. Ese muro tenía ahora unpequeño agujero abierto a no demasiadaaltura del suelo. PosteriormenteGiuseppa caería en la cuenta de que losdos hombres estaban comprobando si elagujero ofrecía una clara línea de tiro alinterior de la tienda. Recordaría que elmayor de los dos se detuvo el tiempo

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suficiente para decir en voz alta, y sinque viniera a cuento: «Si yo hago algoestúpido, siempre estará mi madre paracuidar de mí, de mi esposa y de mishijos»[32].

Una frase tan oscura solo podíainterpretarse de una manera: como unaamenaza. La ansiedad de Giuseppa seconvirtió en alarma.

A las ocho de la tarde del mismodía, un desconocido pálido y delgadoentró en la tienda y pidió medio litro defuel. Tras recoger su recipiente sedirigió hacia la puerta. Luego alzó elbrazo derecho e hizo un gesto señalandohacia el otro lado de la calle. Se

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dispararon dos tiros a través del agujerodel muro. Giuseppa fue alcanzada en elhombro y el costado. Cuando cayó alsuelo, su hija Emanuela corrió aayudarla. Entonces sonó un tercerdisparo que alcanzó a Emanuela,causándole instantáneamente la muerte.

Cuando el jefe de policía Sangiorgipidió a Giuseppa Di Sano que accedieraa ser entrevistada, estaba investigandoun antiguo crimen cuyos culpableshabían sido ya capturados. Pero, talcomo suelen tener que hacer a menudolos investigadores antimafia, Sangiorgiestaba reinterpretando el antiguoepisodio, buscando cabos sueltos, y

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encajándolo en una intriga de mayorenvergadura. De manera crucial para elprogreso de las investigaciones deSangiorgi, Giuseppa se mostró dispuestaa declarar que el asesinato de su hijahabía sido cosa de la Mafia. Suspalabras permitirían a Sangiorgiconvertir aquel caso aislado en unaevidencia de que la Mafia era de hechouna organización criminal con suspropias reglas, su propia estructura y —lo que es más importante— su propiomodo de matar. Las fuentes de Sangiorgien el mundo del hampa le explicarontambién que la hija de Giuseppa fue laprimera —y accidental— víctima de una

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serie de traiciones y asesinatosperpetrados por hombres de honor en laConca d’Oro. La secuencia se habíapuesto en marcha dos semanas antes delasesinato, cuando los carabineroshicieron una redada en una fábrica demoneda falsa cerca de la tienda deGiuseppa, deteniendo a tres hombres. LaMafia se olió un soplo. Se iniciaronpesquisas por parte de un hombre dehonor, Vincenzo D’Alba, cuyo hermanoera uno de los mafiosos detenidosdurante la redada. Este no tardó muchoen reunir las diversas pruebas: GiuseppaDi Sano había provocado elresentimiento del hampa local por el

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asunto de los billetes falsos; ella y suhija se mostraban amables con loscarabineros, y lo que es más importante,el cuñado de Giuseppa había instaladouna prensa de husillo en el tallermecánico que servía de tapadera a losfalsificadores.

Todo parecía apuntar en la mismadirección. Antes incluso de presentarsus conclusiones en la reunión de lacosca, Vincenzo D’Alba dioinstrucciones a su madre para queorquestara una campaña de rumoresentre las mujeres de la zona. Supropósito era arruinar tanto el negociode Giuseppa como su reputación: cuanto

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más impopular es uno, menos se le echaen falta, y menos probable resulta que seinvestigue su muerte concienzudamente.El 26 de diciembre de 1896, GiuseppaDi Sano fue condenada a muerte por lacosca mafiosa de Falde por un crimencontra la omertà que ella no habíacometido. Veinticuatro horas después,D’Alba y su cómplice trataron deejecutar la sentencia, pero solo lograronmatar a la hija de Giuseppa.

Era Vincenzo D’Alba quien habíaacudido a la tienda de Giuseppa tantopara comprobar la línea de tiro desde ellimonar de enfrente como para proferirsu abstrusa amenaza. Y ello porque un

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golpe de la Mafia no afecta solo a losaspectos prácticos que conlleva ponerfin a la vida de alguien, sino que tienetambién algo de brutal y lacónico teatro.La gente del barrio sabría quiéncontrolaba el limonar de enfrente, y elagujero en el muro estaba allí para quese viera. La noticia de la amenaza deVincenzo D’Alba se habría propagadocon rapidez. Este fue a la tienda el díaplaneado para el asesinato tanto paramostrar su rostro como para preparar elterreno para el ataque. Aunque ningúnfortuito transeúnte habría podido ver alos dos asesinos a través del agujero delmuro, probablemente su identidad no

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constituiría un gran misterio para lacomunidad. Aquel asesinatodeliberadamente público desafiaba acualquiera que hubiera visto lo ocurridoa acudir a la policía. La cosca de Faldeexhibía así su dominio del territorio.

Y probablemente necesitaba hacerlo.Sangiorgi supuso que el eco de lapérdida de las instalaciones defalsificación de moneda se habíaextendido mucho más allá de la cosca deFalde, en cuyo territorio se hallabaubicada la falsa ceca. Del mismo modoque los falsificadores necesitaban deuna amplia red para poner encirculación su «dinero», así también los

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ingresos de la operación se repartíancon otras cosche. Como resultado, laredada había dañado el prestigio de lacosca, y esta debía demostrarrápidamente al resto de la organizaciónque todo seguía estando bajo control.

Cuando la Mafia mata, lo hace ennombre de todos sus afiliados. Haceconsultas, monta juicios, busca elconsenso, trata de justificar sus actosante sus partidarios y demuestra quecumple sus obligaciones. Eso es lo queel jefe de policía Sangiorgi pretendíaprobar utilizando las evidencias deGiuseppa Di Sano. Los actualesinvestigadores antimafia suelen decirlo

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de una manera más cruda: la Mafia matacomo lo hace un Estado; no asesina, sinoque ejecuta.

El testimonio de Giuseppa resultaríauna evidencia crucial de que la Mafiarepresentaba mucho más que unamentalidad. Incluso la persecución quehabía sufrido desde aquel terrible día dediciembre de 1896 habla por sí misma:

Es casi como si yo fuera laculpable. Todo el mundo meesquiva o me mira con cara dedesprecio. Ahora hay muy pocaspersonas que vengan a comprar ami tienda. Las únicas que lo

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hacen son las personas honestasque no son sensibles a lasinfluencias de la Mafia. Así, eldesastre que sufrí no solo meperjudicó directamente,físicamente (con un coste enormeen facturas médicas), y ha hechoalgo más que abrir una heridaincurable en mi corazón al matara mi pobre hija de dieciochoaños. A todo eso hay que añadirahora el perjuicio económicoque ha comportado lapersecución de la Mafia. Esta seniega a perdonarme por unaofensa que jamás cometí[33].

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Una semana después de dictar estaspalabras a los detectives, Giuseppa mirópor la ventana de su tienda y vio quehabía aparecido un nuevo agujero en elmuro de enfrente. El Estado paralelo dePalermo estaba de nuevo tomandomedidas para contrarrestar la amenazaque suponía el jefe de policía Sangiorgi.

* * *

El asesino de la hija de Giuseppa DiSano había dejado un inquietante cabosuelto que llevaría a Sangiorgi a

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descubrir cómo halló la muerte elprimero de los cuatro hombresdesaparecidos del Fondo Laganà. Loscuriosos preparativos de VincenzoD’Alba no lograrían evitar que fueraenjuiciado. A los pocos días delasesinato, su joven cómplice, GiuseppePidduzzo Buscemi, fue interrogado porla policía. Buscemi, a quien Sangiorgidescribe como un joven impertinente,había preparado su coartada como haríacualquier mafioso. Pero tambiéncontribuyó a su propia liberacióndiciendo que había visto a VincenzoD’Alba pálido y tembloroso en unestanco de la via Falde diez minutos

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antes del crimen. Como resultado deesta pista D’Alba sería arrestado, y, conel testimonio en contra de Giuseppa,declarado culpable y condenado a veinteaños de cárcel. Para Sangiorgi, latraición de D’Alba por parte deBuscemi constituía una violaciónsorprendente —y, por ende, muysignificativa— de la omertà

Cualesquiera que fueran las fuentesde Sangiorgi dentro de la Mafia, estas ledijeron que la escandalosa conducta dePidduzzo Buscemi había enfurecido alos mafiosos más próximos a VincenzoD’Alba. Antonino D’Alba, primo deVincenzo —un tabernero cuarentón y un

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influyente hombre de honor conantecedentes como perista—, denuncióla violación de la omertà por parte dePidduzzo ante otros importantes capos,que acordaron celebrar un juicio. Perola apelación a la justicia mafiosa deAntonino D’Alba acabaría por acarrearsu propia muerte; él sería el primero delos cuatro hombres desaparecidos.

El juicio mafioso de PidduzzoBuscemi no se celebraría hastaseptiembre de 1897, ya que se pospusohasta que este volviera de permiso delservicio militar. De pie ante los caposreunidos, Buscemi todavía vestía eluniforme del X Regimiento de

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Bersaglieri, con su extravagantesombrero de ala ancha con una plumanegra. Cuando se le pidió que explicarapor qué había dado pruebas a la policía,el joven soldado afirmó con tranquilidadque lo había hecho para alejar lassospechas de la Mafia comoorganización, y que en todo momentohabía tenido la intención de cambiar mástarde su historia con el fin de ayudar asu cómplice y confundir a losinvestigadores. Curiosamente —descubriría Sangiorgi— el mafiosotribunal consideraría convincente aquelendeble testimonio y absolvería aBuscemi.

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Era evidente que estaba en juegoalgo más importante que el código de laMafia. Y como sucede con frecuencia enlas guerras mafiosas, ese algo era elterritorio. Entre los «jurados» presentesen el juicio al joven Buscemi se hallabael capo de la cosca de Acquasanta,Tommaso D’Aleo, un hombre fornidocon bigote de morsa que sospechaba queAntonino D’Alba había planeadoapoderarse de un negocio de protecciónde dos ricos intermediarios deproductos derivados del limón; inclusose había hecho explotar una bomba en elbalcón de la residencia de estos.Asimismo resultaba que Tommaso

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D’Aleo era el padrino de PidduzzoBuscemi. Es casi seguro que este estabautilizando al joven soldado para llevar aD’Alba a una posición en la que pudieraser asesinado.

Poco después de que PidduzzoBuscemi fuera absuelto, se convocó otrojuicio en secreto; la justicia mafiosapuede ser muy rápida cuando hace falta.Antonino D’Alba fue declarado culpablein absentia. Se le condenó a muerte y seorganizó cuidadosamente su ejecución.Esta vez no iba a ser un asunto públicocomo el tiroteo de Giuseppa Di Sano, yaque el castigo a D’Alba era una cuestióninterna de la organización.

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Unos días después de que el juiciomafioso le hubiera absuelto de haberviolado el código de la omertà,Pidduzzo Buscemi, ataviado todavía consu elegante uniforme, visitó la tabernaque regentaba D’Alba. Le encontrólimpiando un tonel y le invitó a salir alcírculo de luz que formaba una farola dela calle para discutir sus diferencias. Laconversación fue breve. Buscemi le dijoque quería restablecer su honor, dañadopor las acusaciones de D’Alba, y le retóa un duelo.

D’Alba aceptó. Pero, como esposible que él mismo sospechara, se leestaba conduciendo a una trampa. Según

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el testimonio de su hijo pequeño talcomo lo registró Sangiorgi, la tarde deldía siguiente, 12 de septiembre de 1897,el capo Tommaso D’Aleo y otromafioso fueron a la taberna de D’Alba,donde comieron, charlaron y sequedaron un buen rato. Cuando tuvieronque pagar la factura, que ascendía a 3,25liras, lo hicieron con un billete de cien;se trataba de un gesto de recelo yhostilidad cuidadosamente planeado. Alas seis y media de la tarde, D’Albavolvió de un establecimiento cercanoadonde había acudido para cambiar elbillete de cien liras. Se despojó de susdos anillos de oro, de su alfiler de

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corbata también de oro, y de otrosobjetos de valor, que ocultó en una tazade café colocada en un estante. Luegocogió su revólver y se marchó.Tommaso D’Aleo y los otros gángsteresle siguieron.

A Antonino D’Alba jamás se levolvió a ver con vida. La fábrica derumores de la Mafia hizo correr el bulode que se le había visto en el norte deÁfrica. Alguien incluso envió desdeTúnez a su padre una cartasupuestamente suya. Pero cuando llegóesa carta la policía ya había descubiertoque en realidad un grupo de mafiososhabía acribillado a tiros a D’Alba en el

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Fondo Laganà la misma noche de sudesaparición.

* * *

Mediante sus concienzudas entrevistascon soplones de la policía y su pacienterevaluación de las evidencias, Sangiorgiestaba empezando a obtener unpanorama completo acerca de cómooperaba la Mafia, de cómo sus másacres conflictos no representabanmeramente el producto de un sentimientode orgullo ilegal, sino que de hechocomportaban leyes, procedimientos

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legales y un sistema de controlterritorial. La siguiente etapa de suinvestigación pasaba directamente delFondo Laganà a la vida privada de lasfamilias más ricas y conocidas deSicilia: los Florio y los Whitaker. Comodescubriría Sangiorgi, aquellas dosopulentas dinastías convivían con laMafia de dos formas completamenteopuestas: una de ellas, cínica; la otra,más resignada y engañada. Pero ambasserían cómplices de la perpetuación delpoder de la Mafia.

Cuando los reyes y príncipes europeosvisitaban Palermo, cosa que hacían con

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frecuencia, había un lugar en el quesiempre eran bien recibidos: una lujosavilla situada en un parque privado deOlivuzza, en la Conca d’Oro,perteneciente a Ignazio Florio hijo. En1891, a los veintitrés años de edad,Ignazio heredó la mayor fortuna deItalia. Se decía que solo en Palermodieciseis mil personas «comían de supan». Los Florio tenían cuantiososintereses en el azufre, la maquinarialigera y pesada, la pesca del atún, lacerámica, los seguros, las finanzas, elvino de Marsala y, sobre todo, eltransporte marítimo. La firma de Florioera la principal accionista de NGI

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(Navigazione Generale Italiana), laprincipal compañía de transportemarítimo de Italia y una de las mayoresde Europa.

Pero cuando Ignazio hijo accedió asu herencia, la fabulosa riqueza de lafamilia había empezado a desmoronarsedesde dentro. NGI había engordadogracias a contratos públicos ysubvenciones arreglados por loscontactos políticos de su padre,cuidadosamente cultivados. Pero ahorase hacía cada vez más evidente lo pococompetitiva que era. Además, el centrode gravedad político y económico delpaís se desplazaba inexorablemente

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hacia el norte, a las ciudades deGénova, Turín y Milán. La influencia delos Florio se diluía cada vez con mayorrapidez. Antes de cumplir los cuarentaaños, Ignazio hijo había perdido elcontrol de una fortuna cuya creaciónhabía requerido tres generaciones. En1908 se vio obligado a vender laparticipación de la familia en NGI; sepuede tomar perfectamente esta fechacomo el hito que marcaría el fin de labelle époque de Palermo, iniciada en1891, cuando Ignazio se convirtió enjefe de la familia. Durante aquel períodola alta sociedad siciliana orbitó en tornoa la estrella moribunda del dinero de

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Florio. La prensa denominaba entoncesa Palermo «Floriópolis», pero aquellafue su última etapa de florecimientocomo gran ciudad europea.

Ignazio Florio hijo era un hombresofisticado, agraciado y arrogante.Llevaba tatuada en el brazo la figura deuna mujer japonesa. Su ropa proveníacasi exclusivamente de marcaslondinenses: corbatas de Moulengham,sombreros de Locke & Tuss o trajes deMeyer & Mortimer (el sastre delpríncipe de Gales). Por las mañanasadornaba su solapa un clavel de vivoscolores; por las noches, una gardenia.En 1893, tal como hiciera su padre,

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Ignazio consolidó su estatus socialcasándose con una mujer de título. A suprometida, Franca Jacona di SanGiuliano, se la consideraba una de lasmujeres más hermosas de Europa. Unosmeses después de la boda, durante elprimer embarazo de Franca, Ignazioviajó a Tunicia para realizar un safarique requirió de los servicios decincuenta porteadores y decenas decamellos. A su regreso, Franca encontróropa interior femenina en el equipaje.Un collar de gruesas perlas aplacó suira. Ese mismo ritual de penitencia serepetiría muchas veces durante sumatrimonio; se dice que Franca llegó a

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acumular treinta kilogramos de joyas.Pese a las transgresiones de su

esposo, Franca asumió rápidamente elpapel de reina de la alta sociedad dePalermo. Ejerció el mecenazgo artístico.Sus ojos verdes, su tez olivácea y suestilizada figura fueron celebrados porel poeta Gabriele d’Annunzio. Provocóun pequeño escándalo al permitir alartista de moda Giovanni Boldinidibujar sus piernas. Icono delmodernismo, llevaba collares de perlasque le llegaban casi hasta las rodillas.Para Franca Florio el dinero eraostentación. Hasta el final de su vida semostró tenazmente inconsciente del

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empeoramiento de la situaciónfinanciera de la familia. Cuando se vioamenazada por los signos delenvejecimiento, en la década de 1900,viajó a París para someterse a una de lasprimeras operaciones de cirugía estéticaque prometían un rostro «de porcelana».

El informe de Sangiorgi relata queuna mañana, en las primeras semanas de1897, los criados de Ignazio y FrancaFlorio les despertaron muy temprano.Ignazio se sintió indignado al descubrirque durante la noche habían robado dela villa varios objetos de arte. Sinembargo, quien más ofendido se mostrópor aquel latrocinio sin precedentes no

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fue el commendatore Ignazio Floriohijo, sino el hombre al que estereprendió furiosamente diciéndole agritos que arreglara el asunto, sujardinero. Francesco Noto, un hombrecalvo y fornido con un mostachoextremadamente rizado, no habríaaceptado aquella clase de reprimenda denadie que no fuera Florio. Y elloporque, como sabía muy bien Ignaziohijo, el jardinero era en realidad el capode la cosca mafiosa de Olivuzza. Suhermano pequeño y lugarteniente, Pietro,también estaba empleado en la villacomo guardia de seguridad. El hecho deque tuvieran empleos tan humildes no

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debe engañarnos con respecto a lainmensa importancia estratégica ysimbólica que representaba proteger lavilla de la familia más rica de Sicilia, eleje de la alta sociedad de Palermo. Loshermanos Noto eran los verdaderosobjetivos del robo en la villa deOlivuzza, y sabían muy bien quién lohabía cometido.

El jefe de policía Sangiorgi encontróla razón del robo remontándose unassemanas atrás, cuando la niña de diezaños Audrey Whitaker fue raptada porunos mafiosos siguiendo órdenes de loshermanos Noto. Audrey había estadocabalgando en La Favorita, el

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aristocrático parque situado en elextremo noroeste de Palermo donde losricos ociosos cazaban codornices oasistían a carreras de caballos yconcursos hípicos. Cuatro hombressurgieron de entre los arbustos y seabalanzaron sobre el mozo al que lafamilia había confiado la protección dela niña, al que golpearon y ataron a sucaballo mientras se llevaban a Audrey.Su padre, Joshua (más conocido porJoss), recibió una cortés demanda derescate por valor de cien mil liras.

Sangiorgi no necesitaba que leexplicaran quiénes eran los Whitaker. Lafamilia pertenecía a la principal dinastía

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empresarial inglesa establecida enSicilia (la comunidad británica dePalermo había establecido fuertes raícesdespués de que las fuerzas de SuMajestad ocuparan la isla durante lasguerras napoleónicas). Como sus amigoslos Florio, los Whitaker participaban enel negocio del vino de Marsala. Y juntocon los Florio, también fueron invitadosa Londres con motivo del funeral de lareina Victoria, en 1901.

La extensa familia Whitaker prestabaasimismo un fuerte barniz británico algrand monde de Palermo. Fueron ellosquienes introdujeron en Sicilia lasrecepciones al aire libre, en las que se

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servían extravagantes manjares en unamarquesina adosada a la parte trasera dela villa. Los Whitaker también fundaronuna organización benéfica para niñosabandonados, una sociedad protectorade animales, así como los clubes defútbol y de criquet de Palermo. Lamadre de la pequeña Audrey, Effie,cultivaba una imagen excéntrica.Recorría Palermo en su carruaje con unloro en el hombro, al que se alimentabacon semillas de girasol depositadas enuna cajita de plata y cuyos excrementosse recogían con una espátula también deplata. La otra pasión de Effie era el tenissobre hierba. En el jardín de los

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Whitaker había tres pistas, denominadasInferno, Purgatorio y Paradiso. Laposición social del visitantedeterminaba en gran medida en qué pistase le permitía jugar. En el transcurso delos partidos se dejaba volar librementeal loro de Effie. Fue precisamentedurante uno de esos partidos cuando elhermano adolescente de Ignazio Florio,Vincenzo, que no compartía lasensiblería británica con los animales,disparó al mimado pájaro cuando estabaposado en un árbol.

El secuestro de Audrey Whitaker noera el primer problema que había tenidola familia con la Mafia, ya que los

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Whitaker no estaban tan bienrelacionados como los Florio. De joven,el hermano de Joss, Joseph (llamadoPip), había recibido una serie de cartas,marcadas con las dos tibias y lacalavera del símbolo pirata, en las quese le pedía dinero. Sus maestros deHarrow sin duda se habrían sentidosatisfechos de su valiente reacción: «Yosabía muy bien quién era el jefe de laMafia local —recordaría más tarde—,de modo que le envié un mensajediciéndole que las cartas habían sidodepositadas en la comisaría de policíadando su nombre para el caso de que yofuera asesinado. Después de esto no

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volví a tener más problemas»[34]. Unosaños después, la cuñada de Joss estabapaseando por el jardín de la villafamiliar cuando alguien arrojó una manocortada por encima del muro exterior,que cayó a sus pies. Esta vez larespuesta de la familia fue máscomedida: guardaron silencio sobre elincidente por si se trataba de unaamenaza. Por entonces los mafiosos«protegían» ya algunas de laspropiedades de la familia.

Joss Whitaker optó por adoptar lamisma postura tras el rapto de su hija.Pagó el rescate de inmediato y negó quetodo el episodio hubiera ocurrido jamás.

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La pequeña Audrey volvió a casa a lospocos días.

Las misteriosas fuentes de Sangiorgino solo le revelaron el secreto delsecuestro de Audrey Whitaker, sino quetambién le contaron que la enormecuantía del rescate causó fricción en lacosca de Olivuzza. Dos de susmiembros, los cocheros Vincenzo LoPorto y Giuseppe Caruso, no seconformaron con su parte del botín ydecidieron dar una arriesgada respuesta:un sfregio. Como explica Sangiorgi, eltérmino sfregio constituye un importanteelemento de la terminología mafiosacuyo significado alude a dos cosas

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estrechamente relacionadas: significa«costurón», es decir, una cicatriz grandey muy visible, y lo que es másimportante, significa asimismo«afrenta», una acción insultantedestinada a desprestigiar a alguien.Dado que para la Mafia el control delterritorio lo es todo, el sfregio másosado posible consiste en causar dañosa una propiedad protegida por otromafioso. En palabras de Sangiorgi, «unode los cánones de la Mafia es el respetopor la jurisdicción territorial de otrohombre. Burlarse de tal jurisdicciónconstituye un insulto personal»[35].

Fueron Lo Porto y Caruso quienes

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robaron los objetos de arte de la villa deFlorio. El robo era un sfregio dirigidocontra los líderes del clan de Olivuzza.La reprimenda que Ignazio hijo le dio aFrancesco Noto era el verdadero objetode aquella acción. Citando de nuevo aSangiorgi: «El objetivo que se habíanpropuesto los dos cocheros, humillar asu jefe y a su subjefe, se había logrado».

Los hermanos Noto reaccionaronante aquel sfregio con ejemplarpaciencia. Primero se aseguraron de quese reparara el daño causado a sureputación a los ojos de Ignazio Florio.Prometieron a los dos ladrones una partemayor del dinero ganado con el rapto de

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Whitaker, e incluso una recompensa sidevolvían el botín del robo de losFlorio. Así, unos días después, aldespertarse por la mañana, la familiaFlorio se encontró con otra sorpresa,esta vez agradable: todos y cada uno delos objetos desaparecidos habían sidodevueltos exactamente al mismo sitio dedonde se habían robado.

Una vez restauradas las propiedadesde los Florio, su jardinero y su vigilantese hallaron en condiciones de actuarcontra Lo Porto y Caruso. El asesinatode cualquier hombre de honor constituyeun acto potencialmente desestabilizadorque afecta a toda la organización

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mafiosa. La implicación de la familiaFlorio en el caso acentuaba aún más suimportancia. En consecuencia, cuandolos Noto denunciaron en secreto a LoPorto y Caruso ante otros capos, elresultado de ello fue una vista en la queparticiparon los capos de las ochocosche. Esta se celebró en el territoriode Falde y no en los dominios de Notoen Olivuzza, lo que constituía otrademostración de que la decisión teníaconsecuencias para toda la organización.Era evidente que los Noto deseaban algomás que un veredicto de culpabilidad;como afirma Sangiorgi, aspiraban a quese produjera un consenso lo más amplio

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posible en favor de una condena amuerte. Y consiguieron lo que buscaban;para evitar las sospechas y hacer que losasesinatos fueran lo más eficientesposible, las penas de muerte no seejecutarían hasta unos meses después.

Cuando llegó el momento de llevar acabo las ejecuciones, el 24 de octubrede 1897, se hizo acudir a los doscocheros al Fondo Laganà con elpretexto de que iban a tomar parte en unrobo. Allí se encontraron con un pelotónde ejecución representativo integradopor hombres de honor de cada una de lasd i s ti nta s cosche. Quienes primerodispararon a Lo Porto y Caruso fueron

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los mismos hombres que les habíanacompañado hasta allí; los otrosmafiosos esperaron a que se hubieranpuesto en pie de nuevo para acabar conellos. Luego arrojaron sus cuerposacribillados a la gruta. Encima de elloscaería el cuarto y último cadáver: el deotro joven mafioso ejecutado en el«fondo» por haber robado a su jefe. Unasemana antes había recibido variosdisparos en la cabeza cuando se sentaba,según creía, a jugar una partida decartas.

* * *

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Para Sangiorgi, una cosa era relatar unahistoria de ejecuciones colectivas ynegocios de protección que explicabacómo los cuatro hombres desaparecidoshabían acabado en el Fondo Laganà, yotra muy distinta demostrarlo ante untribunal y convertir esa historia en unaprueba de la existencia de lo que éldenominaba la «oscura fraternidad».Necesitaba más testigos. Pronto sepresentarían otros dos; y,significativamente, ambos serían denuevo mujeres.

Cuando las esposas de los doscocheros descubrieron que eran viudas,

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otros mafiosos les contaron la historiade que sus maridos habían muertoheroicamente, asesinados por una bandarival por haberse negado a tomar parteen un plan para raptar al hermano deIgnazio Florio, Vincenzo, el adolescente«cazador de loros». En otras palabras,se les dijo a las viudas que sus espososhabían muerto al servicio de los Florio,y no por haber robado en su villa.

Aquella ficción la descubriría unassemanas después la madre de Ignazio, laformidable baronesa Giovanna d’OndesTrigona. El 29 de noviembre de 1897 —no mucho después de que el hedor acarne en descomposición procedente del

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Fondo Laganà hubiera llevado aldescubrimiento de los cuerpos en elpozo—, la baronesa abandonó la villade los Ebrio en Olivuzza para dirigirse aun convento de monjas del que erabenefactora. Por el camino vio que laviuda de Vincenzo Lo Porto se acercabaa su carruaje. La mujer pidió ayuda a labaronesa para criar a su hijo. Pero susesperanzas se esfumaron de golpe alescuchar la respuesta de la baronesa:«No me haga perder el tiempo. Sumarido era un ladrón, que robó en micasa junto con Caruso»[36].

Cuando las dos viudas sepresentaron para contar lo que sabían,

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para Sangiorgi se hizo inmediatamenteevidente que la baronesa conocía toda lahistoria que había tras el robo. Creíaque Lo Porto y Caruso habían recibidosu merecido. En aquel momento sepuede decir sencillamente que sabía mássobre los mafiosos asesinados que suspropias viudas. Y también estaba mejorinformada que la policía, que porentonces ya había encontrado loscuerpos, pero que sabía bien poca cosamás sobre el caso de los cuatro hombresdesaparecidos. La probable implicaciónde ello está clara: a toda la familiaFlorio se le había explicadodiscretamente que los dos hombres que

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habían robado los objetos de arte de sucasa habían tenido el desagradable finalque su infamante conducta merecía.Dado que se había restablecido el ordena través de canales privados, a losFlorio ni se les había pasado por lacabeza informar a la policía. De hecho,es posible incluso que su papel en losasesinatos hubiera ido más allá.Sangiorgi no conocía el contenido de laconversación de Ignazio hijo con sumafioso jardinero a la mañana siguientedel robo. Es legítimo preguntarse, pues,si en realidad Ignazio no habríainsinuado cuál creía él que debía ser eldestino apropiado para los culpables.

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El jefe de policía Sangiorgi se basaen las declaraciones de las viudas de losdos cocheros para relatar esta historiacon su habitual sobriedad y atención delos detalles. Asimismo, recalca queresultaría provechoso que los fiscalesinterrogaran a la baronesa Florio. Era sudeber hacerlo. Pero es difícil noimaginar una sonrisa de amarga ironíaen su rostro al hacer esa sugerencia:

La señora Florio es unadama noble, pía y religiosa. Esdifícil decir qué es mayor: lasinmensas riquezas de las quedispone o las ilustres virtudes de

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su mente extremadamente noble yde buena cuna. Por esa razón, sise la invita a testificar bajojuramento, es probable que nodesee o no pueda ocultar a lajusticia su encuentro con laviuda[37].

No había esperanza alguna de que secumpliera el deseo de Sangiorgi; elpoder de la familia Florio la situaba porencima de la ley. Sangiorgi contabaahora con tres testigos dispuestos adeclarar, las tres mujeres, las tresafligidas por la muerte de un serquerido, pero ninguna de ellas decisiva

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para su intento de probar lo que erarealmente la Mafia.

* * *

Sangiorgi siguió enviando nuevasentregas de su informe a finales de 1898y durante los primeros meses de 1899.En cada fase de su trabajo la Mafiatomaba contramedidas. El hermano deuno de los cocheros asesinados por elrobo a los Florio fue empujado alsuicidio por las sospechas de que habíacolaborado con las autoridades. Unsoplón de la Mafia, probablemente la

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principal fuente interna de Sangiorgisobre los cadáveres del pozo, emigrópara protegerse utilizando un pasaporteque le había proporcionado la propiapolicía. Sería en vano; un asesino leencontró en Nueva Orleans y leenvenenó. Sangiorgi confesaba supreocupación por las posibilidades dellevar la investigación a una conclusiónfructífera en los tribunales. Se quejabade que el juez de instrucción que llevabael caso era un hombre de «carácterpusilánime, extremadamente sujeto ainfluencias». Mientras tanto, la guerrainterna de la Mafia proseguía aintervalos irregulares. Los asesinatos y

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desapariciones continuaban, y de vez encuando surgían noticias fragmentariasdel hampa sobre negociaciones,cambiantes alianzas y treguas fallidas.

Entonces, el 25 de octubre de 1899,se presentó la gran oportunidad deSangiorgi. Un conocido hombre dehonor fue capturado con las manos en lamasa en el escenario de un tiroteo. Lapretendida víctima del ataquesobrevivió, y sorprendentemente resultóser nada menos que el antiguo «caporegional o supremo» de la Mafia, comole denominaba Sangiorgi. FrancescoSiino, un huesudo cincuentón, capo de lacosca de Malaspina y próspero

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comerciante de cítricos, había estadohasta hacía poco en la cúspide delorganigrama que la policía habíaelaborado a partir de fuentesconfidenciales.

Sangiorgi aprovechó la oportunidadcon rapidez y astucia, intentando denuevo ejercer presión en el elementoque ahora sabía que constituía elpotencial punto débil de la Mafia: susmujeres. Mantuvo oculto a Siino, e hizocorrer la noticia de que el capo heridoestaba al borde de la muerte. Luegoenfrentó cara a cara a la esposa de Siinocon el sicario al que había detenido.Ella no pudo contenerse y empezó a

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gritarle: «¡Infame! ¡Infame!», un insultohabitual en la Mafia, cuyo significadosuele ser «traidor, escoria deshonrosa».Allí mismo le acusó a él y a suscómplices de toda una serie deasesinatos. Era el comienzo de sucolaboración con la justicia. FrancescoSiino no tardó en saber que su esposahabía hablado con Sangiorgi, y tambiénél empezó a hablar de lo quedenominaba «la compañía de amigos».Sangiorgi tenía el pentito que necesitabapara fundamentar su acusación.

Las entrevistas con el nuevo desertorpermitieron a Sangiorgi comprenderpoco a poco la guerra de la Mafia desde

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dentro, y lo que no es menos importante,le permitieron demostrar que dichaguerra no era solo una caóticaescaramuza entre distintas bandas, sinoel resultado de una fractura en una únicaorganización. Sangiorgi empezó acomprender que incluso cuando está enguerra, la Mafia tiene sus normas, sulenguaje, su diplomacia e incluso sumemoria histórica.

El poder de Francesco Siino en elseno de la Mafia se había desvanecidoya cuando la policía supo de su posiciónde «capo regional o supremo». Ya noera él quien representaba la riqueza einfluencia dominantes, y con ellas, el

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centro de gravedad de la Mafia, sino unaalianza entre las «familias» de Passo diRigano, Piana dei Colli y Perpignano. Elpatrón de aquella alianza tenía unnombre familiar: don AntoninoGiammona, el «taciturno, orgulloso ycauto» mafioso que había ascendido alpoder bajo la protección del barónNicoló Turrisi Colonna en la década de1860 y que estaba detrás de lapersecución al doctor Gaspare Galati enla de 1870. Ahora, en 1898, Giammonatenía una gran casa en la via Cavallacci,en la misma aldea de las afueras dePasso di Rigano en la que había nacidosetenta y ocho años antes. Su hijo

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ejercía como capo responsable de losasuntos cotidianos de la zona. Pero,según Sangiorgi, el anciano seguíasiendo la «mente ejecutiva» de la Mafia:«Él ejerce la dirección a través de unconsejo basado en su amplia experienciay su largo historial delictivo. Dainstrucciones sobre el modo de ejecutarcrímenes y montar defensas,especialmente coartadas»[38]. Lacontinuada influencia del ancianoGiammona era una prueba de que losmafiosos no eran solo efímeros matones.Por entonces hacía ya cuatro décadasque la «oscura fraternidad» se habíaconvertido en un rasgo bien arraigado de

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la sociedad de Palermo.Las raíces de aquella irregular

guerra mafiosa de 1897-1899 seremontaban a la redada policialrealizada en las instalaciones defalsificación de moneda de la cosca deFalde, la misma redada de la que sehabía culpado a Giuseppa Di Sano afinales de 1896. Fue precisamente donAntonino Giammona quien trató decontrolar los efectos secundarios deaquella pérdida. En enero de 1897 seconvocó una cumbre de los capos de laso c h o cosche: Piana dei Colli,Acquasanta, Falde, Malaspina, Uditore,Passo di Rigano, Perpignano y Olivuzza.

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Como era habitual, Francesco Siinopresidió la reunión. Pero esta vez lacaída de los ingresos de la Mafia habíaprovocado un malhumor generalizado.Giammona percibió la débil posición deSiino y decidió manipular la situaciónen su propio beneficio. Al darse cuentade que se cuestionaba su autoridad,Siino se levantó: «¡Bien! ¡Dado que yano se me respeta como es debido, dejoque cada grupo piense y actúe por símismo!»[39]. Los reunidos pasaronentonces a delimitar la zona deinfluencia de cada grupo. Pero no muchodespués de aquel encuentro losGiammona empezaron a realizar

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simbólicas incursiones de tanteo en elterreno de Siino, en lo que constituíancalculados actos de falta de respeto. Sinembargo Siino no se dejó provocar. Losdos bandos en conflicto sabían queresultaba arriesgado que se lesconsiderara los iniciadores de unenfrentamiento.

Hizo falta la intervención de unacalorado joven para acelerar las cosas.El sobrino de Francesco Siino, Filippo—según Sangiorgi, «un joven muyimpetuoso, impertinente y audaz»—, erasubjefe de Uditore. En un momento dadoempezó a enviar cartas amenazadoras alanciano Giammona. Como respuesta, se

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convocó una reunión de unos cuarentamafiosos veteranos en el edificio dondeestaba instalada la prensa de aceitunasde don Antonino. Aunque no se dijonada de manera explícita, el viejo capodejó claro a quién pensaba que habíaque culpar de las cartas. Fuera de lareunión, otro capo le sugiriódiscretamente a Francesco Siino quedebía llamar a capítulo a su sobrino.

En lugar de ello, los Siino sevengaron cortando unas cuantaschumberas de las tierras de Giammona.Estas cactáceas de frutos carnososapenas tienen valor por sí mismas, perosu destrucción constituía un claro

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sfregio. La respuesta de Giammona fueproporcional: hizo destrozar variasplantas de una finca vigilada por eljoven Siino, quien respondió atacandode nuevo una propiedad de Giammona.

Don Antonino Giammona se hallabaahora en una encrucijada táctica. Eljoven Filippo Siino carecía depropiedades a su nombre. Sangiorgiexplica que, en el ritualizado lenguajed e l sfregio, una segunda represaliacontra la finca del joven subjefeprotegido se interpretaría como unaofensa a su propietario, y no a suvigilante. Y resultaba evidente que noera ese el mensaje que querían transmitir

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Giammona y sus aliados. Una ofensa aun terrateniente podía acarrearproblemas a toda la organización. Enlugar de ello, los Giammona prefirieroncausar daños en las tierras arrendadaspor Francesco Siino, el antiguo jefesupremo, lo que de todos modosrepresentaba una manifiesta escalada dela disputa. Por tercera vez, el«impetuoso» Filippo Siino destruyóvarias plantas en tierras de Giammonacomo represalia. Los Giammonaconcluyeron entonces que había llegadoel momento de hacer la guerra.

El conflicto fue mal para los Siinodesde el principio. Perdieron hombres y

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terreno en toda la Conca d’Oro mientraslos Giammona y sus aliados lesarrebataban sus empleos de vigilantes enlos limonares. El momento decisivo seprodujo al anochecer del 8 de junio de1898, cuando el «impetuoso» FilippoSiino fue interceptado y asesinado atiros en la calle por cuatro sicarios deGiammona a los que alguien había dadola oportuna señal desde el propio campode Siino.

Sangiorgi supo también de lasvíctimas inocentes de la guerra, unanueva confirmación —si es que hacíafalta alguna— de que los mafiosos nosolo mataban a los suyos. En cierta

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ocasión se envió a varios asesinos deGiammona en persecución de un sicariode Siino especialmente temido; alcruzarse casualmente con su hermano, lemataron en su lugar. Cuando huían por laruta de escape que habían previsto, unjoven vaquero de diecisiete años,Salvatore Di Stefano, les vio. Al cabode un mes volvieron tranquilamente paraevitar que testificara contra ellos. Losasesinos encontraron a Salvatoreregando, descalzo y con los pantalonesarremangados. Improvisando, learrojaron a un pozo y pusieron loszapatos en el borde para hacer quepareciera un accidente, que fue

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precisamente lo que creyó la policía.Cuando se produjo el asesinato del

infortunado vaquero, Francesco Siinohabía hallado refugio en Livorno, en laToscana, donde tenía diversos contactosen la industria de los cítricos. Esta vezse le unieron tres de los sobrinos que lequedaban, quienes abandonaron susestratégicos empleos en los limonares.El poder de Siino se derrumbaba. Trasaquella racha de asesinatos, la policíaconfiscó los permisos de armas de lasfamilias más destacadas de la Mafia,incluyendo los Giammona y los Siino.La respuesta de la organización fuerecurrir a las instancias más elevadas de

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la política y la alta sociedad. Una seriede distinguidos personajes públicos —parlamentarios (incluido don RaffaelePalizzolo), empresarios e incluso unaprincesa— colaboraron a la hora defacilitar las referencias necesarias paraque se devolvieran los permisos. Lospropios Giammona contaron con elpatrocinio de un viejo amigo de lafamilia: el hijo de un experto en la«secta», el barón Nicoló TurrisiColonna. Los Siino, en cambio,buscaron en vano alguien que hablara ensu favor. Entre los sectores de laburguesía de Palermo más amistosos conla Mafia se había corrido la voz de que

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los Siino habían sido expulsados de la«honorable sociedad», y estos se vieronabandonados a su suerte.

Sangiorgi nos cuenta que endiciembre de 1898, Francesco Siino, denuevo en Palermo, reunió a sus hombrespara exponerles la situación: «Hemoscontado a los nuestros y hemos contadoa los suyos. Nosotros sumamos cientosetenta, incluyendo a los cagnolazzi[“perros salvajes”, los jóvenes matonesaún no iniciados]. Ellos son quinientos.Tienen más dinero. Y tienen contactosque nosotros no tenemos. Así que vamosa hacer las paces»[40]. Se negoció unatregua en otra reunión de capos

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veteranos, celebrada esta vez en unacarnicería de la via Stabile. Luego Siinopartió de nuevo hacia Livorno, junto contoda su familia. Había sido vencidotanto militar como políticamente. A losGiammona solo les quedaba ahoraaplastar los núcleos de resistencia quequedaban.

Si Siino se hubiera quedado enPalermo jamás se habría convertido enel testigo que tan desesperadamentenecesitaba Sangiorgi. Pero al otoñosiguiente se le convocó a una últimavisita, justo el tiempo suficiente paraque la facción de Giammona prepararaun atentado contra su vida.

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Y Sangiorgi tuvo su oportunidad.Finalmente había llegado el momento dedejar de redactar su informe y empezar apracticar detenciones.

* * *

La noche del 27 de abril de 1900,Sangiorgi ordenó una redada de todoslos mafiosos enumerados en su informe.Para evitar filtraciones, a los policías ycarabineros que participaron en laoperación no se les informó de cuál ibaa ser su misión aquella noche hasta el

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último momento. Treinta y tressospechosos fueron arrestados deinmediato, y durante los mesessiguientes se detendría a muchos más.En octubre de 1900 el prefecto dePalermo informaba de que Sangiorgihabía reducido a la Mafia al «silencio yla inactividad».

Como veterano luchador antimafia,Sangiorgi siempre había sabido lodifícil que resultaría que susinvestigaciones dieran resultados. Sabíatambién que necesitaría apoyo políticosi pretendía tener alguna posibilidad deéxito. Las diversas entregas de suinforme se habían dirigido a las

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autoridades fiscales de Palermo, perotambién quería que el gobierno, en lapersona del general Luigi Pelloux,supiera lo que había descubierto, demodo que se aseguró de que Pellouxrecibiera una copia de cada una de lasentregas a través del prefecto dePalermo. En noviembre de 1898Sangiorgi redactó una carta introductoriaa su informe, que iba dirigida alprefecto, pero que en realidad estabadestinada al primer ministro:

Necesito especialmente surespetada y legítimaintervención, sus buenos oficios

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ante las autoridades judiciales.Y necesito su apoyo en lasrelaciones con el gobierno. Ellose debe a que, lamentablemente,los jefes de la Mafia actúan bajola salvaguardia de senadores,parlamentarios y otrospersonajes influyentes que lesprotegen y defienden, y que son,a su vez, protegidos y defendidospor los mafiosos[41].

La Mafia había creado un sistema decomplicidad que la protegía de laspersonas como Sangiorgi, un sistemaque se extendía desde los adinerados

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Florio hasta las mujeres del barrio delGiardino Inglese que boicotearon latienda de Giuseppa Di Sano. Para podercombatir eficazmente dicho sistema,Sangiorgi necesitaría el respaldo de ungobierno decidido. Perodesgraciadamente para Sangiorgi y paraSicilia, la ventana que representaba laoportunidad política de dar un golpedecisivo a la Mafia se cerró en el mismomomento en que sus muchos meses detrabajo parecía que empezaban a darresultados.

La crisis de finales de la década de1890 que había llevado al generalPelloux al poder en Roma representó su

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último acto en el verano siguiente a laredada de Sangiorgi contra lossospechosos de pertenecer a la Mafia.En julio de 1900 el rey pagó lacorrupción y la inepta brutalidad de susgobiernos cuando un anarquista le matóa tiros junto al palacio real de Monza.Por entonces la economía estabaremontando y la crisis llegaba a su fin.Un mes antes de la muerte del rey sehabía establecido un gobierno másprogresista tras la renuncia del generalPelloux; con él se fue también el apoyoen Roma al jefe de la policía dePalermo.

El primer síntoma de la oposición a

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Sangiorgi era simplemente la lentitudcon la que avanzaba el caso. El fiscaljefe de la ciudad estaba resultandopuntilloso en exceso. Él era el hombre alque se había dirigido oficialmente elinforme de Sangiorgi. Sin embargo, trascada nuevo arresto, la oficina del fiscalenviaba de nuevo todo el sumario al juezde instrucción que trabajaba conSangiorgi para que se pudieranactualizar las pruebas. Hubo que esperara mayo de 1901 —un año después de lasprimeras detenciones— para que seiniciara el juicio de Sangiorgi. De entrevarios cientos de miembros de la Mafia,solo ochenta y nueve se sentaron en el

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banquillo acusados de pertenecer a laorganización criminal que habíacometido los asesinatos de los cuatrohombres desaparecidos. El fiscal jefe noconsideró que las pruebas fueran lobastante contundentes como para llevara juicio a los demás. La más notable delas personas liberadas fue don AntoninoGiammona; una vez más, el capomafioso más conocido salió en libertady pudo vivir en paz los años de vida quele quedaban.

Sangiorgi no se queja en ningúnmomento del fiscal jefe, un napolitanollamado Vincenzo Cosenza. Pero pareceprobable que, al enviar una copia de su

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informe al gobierno de Roma,pretendiera específicamente que se lediera respaldo frente al fiscal. No sehabría sorprendido, pues, si hubierasabido que en el mes anterior al iniciodel juicio, y casi dos años después deque Sangiorgi le hubiera enviado laprimera entrega de su informe, Cosenzahabía escrito al nuevo ministro delInterior declarando: «Durante el cursode la realización de mis tareas jamás hetenido noticia de la Mafia»[42]. Cabesospechar que el fiscal jefe Cosenza erael componente clave en el sistema que laMafia había creado para protegerse dela ley. Y tal vez sea un síntoma de su

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éxito el hecho de que hoy se sepa tanpoco de él. Así como el jefe de policíaSangiorgi es un oscuro héroe de lahistoria de la Mafia, probablemente elfiscal jefe Cosenza sea un oscurovillano.

Cuando finalmente se inició, enmayo de 1901, el juicio para el queSangiorgi había estado trabajandodurante tanto tiempo se siguió conentusiasmo, tanto por parte de lasenormes multitudes que llenaban la salacomo por los extensos reportajespublicados en la prensa. Todo Palermovio desarrollarse ante sus ojos el trabajodel jefe de la policía. El testigo estrella

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era el antiguo «capo supremo»Francesco Siino. Resulta imposiblesaberlo con certeza, pero es probableque Siino intuyera el cambio en el climapolítico, se diera cuenta del probablerumbo que iba a seguir el juicio, ydecidiera hacer una oferta de paz a susantiguos colegas de la Mafia. Desde laespecie de jaula donde se les retenía,los acusados observaron con silenciosaintensidad cuando Siino se dispuso adeclarar ante el tribunal. Este negó quejamás le hubiera hablado a Sangiorgi deuna organización criminal como tal.

Siguieron más testigos. Un hombreque poseía tierras junto a los Giammona

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afirmó que «siempre han sido generososcon todos los que han hecho negocioscon ellos. Nadie puede decir de ellossino cosas buenas»[43]. Joss Whitakerfue llamado al estrado y negó que su hijapequeña Audrey hubiera sido raptadanunca. Ignazio Florio hijo ni siquiera sedignó a acudir al tribunal; se limitó aenviar una declaración negando quejamás se hubiera producido discusiónalguna con los hermanos Noto enrelación con el robo en su villa deOlivuzza. Un empleado de la residenciade los Florio testificó asegurando que elvigilante (y subjefe mafioso) PietroNoto era un «auténtico caballero» que

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disfrutaba merecidamente del respeto delos Florio; en varias ocasiones estosincluso le habían confiado el transportede las joyas de Franca, valoradas enochocientas mil liras.

Al menos hubo un testigo que nofalló a Sangiorgi. Pese a las amenazas alas que se enfrentaba —se había vistoobligada a huir en plena noche de sutienda—, Giuseppa Di Sano reunió unavez más todo su coraje y contó lahistoria del asesinato de su hija.También las viudas de los dos cocherosmostraron su valor en el estrado.

Las decenas de abogados de ladefensa se superaron mutuamente en sus

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filigranas oratorias cuando llegó elmomento de presentar los alegatosfinales. Las acusaciones contra un grannúmero de mafiosos ni siquiera se habíapermitido que llegaran a los tribunales—señalaban—; ¿acaso eso nodemostraba la debilidad generalizada delas pruebas acusatorias? ¿Qué clase deorganización criminal podía ser esa —argumentaban—, si sus miembros seveían involucrados constantemente ensangrientas disputas entre ellos? Uno delos abogados argumentó con elocuenciaque el término mafia procedía del árabema-af: que significaba meramente «unconcepto exagerado de la propia

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identidad individual»; aquella actitudera un vestigio de la Edad Media, ytodos los sicilianos la tenían en una uotra medida. Aparte de esto, lassesiones se veían interrumpidasregularmente por los lobunos aullidos deuno de los acusados, que había alegadotrastorno mental.

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Los acusados en el juicio de 1901 basado en elinforme del jefe de policía Sangiorgi sobre laMafia. Dibujo publicado en un periódico de laépoca. [Colección privada.]

En junio de 1901, solo treinta y dosde los mafiosos de Sangiorgi —

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incluyendo a los hermanos Noto, al hijode Antonino Giammona y a Tommasod’Aleo— fueron condenados por formarparte de una organización criminal.Dado el tiempo que habían pasado ya enprisión preventiva, la mayoría de ellosfueron liberados de inmediato. ParaSangiorgi, aquella era una victoria tanmísera que más bien parecía unaderrota. Cuando le entrevistaron sobreel caso, no pudo por menos que traslucirsu amargura, algo muy poco habitual enél: «No podía haber resultado de otromodo teniendo en cuenta que la genteque denunciaba a la Mafia por la nocheluego la ayudaba y defendía a la mañana

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siguiente»[44].Dados los mediocres resultados del

juicio de Sangiorgi, habría hecho faltaun decidido esfuerzo político para tomarnuevas medidas contra la Mafia y susistema de protección. Pero la políticaitaliana estaba volviendo a lanormalidad tras los dramas de la décadade 1890. Para los políticos de Roma,combatir a la Mafia se había convertidode nuevo en un incómodo estorbo alprincipal objetivo del gobierno:establecer precarios pactos entre lasdistintas facciones. Había que conseguiraliados donde hiciera falta. Si estosprovenían de la Sicilia occidental, y

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especialmente si estaban próximos allobby naviero de los Florio, resultabacontraproducente hacer preguntas sobresus amigos indeseables. El InformeSangiorgi se relegó a los archivos.

* * *

Pero el caso de los cuatro hombresdesaparecidos no fue el único hilo quesiguieron las investigaciones del jefe depolicía Sangiorgi. Cuando el generalPelloux le había enviado a Palermo, enagosto de 1898, también le había dadoinstrucciones de que examinara los

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asuntos de un individuo especialmenteprominente: don Raffaele Palizzolo.

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EL ASESINATO DENOTARBARTOLO

El marqués Emanuele Notarbartolo diSan Giovanni fue el primer «cadávereminente» de la Mafia, su primeravíctima entre la elite social de Sicilia.En todo el siglo que siguió a sunacimiento, la Mafia no mató a nadiemás de la talla de EmanueleNotarbartolo. Este fue uno de los másdestacados ciudadanos de Sicilia, ydurante tres años, en la década de 1870,ejerció como alcalde de Palermo, en unperíodo que vendría marcado por su

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inquebrantable honestidad; de hecho, seconvirtió en enemigo de la Mafiahaciendo frente a la corrupción en elservicio aduanero. Luego fue nombradogobernador del Banco de Sicilia, cargoque conservaría hasta 1890. Laintegridad y energía con las que seaplicó a su tarea acabarían costándole lavida. Su asesinato en 1893, y lasensacional serie de juicios que sederivaron de él durante la décadasiguiente, dividieron en dos a lasociedad siciliana y asombraron a laopinión pública de toda Italia al revelarla relación de la Mafia con políticos,funcionarios legales y policías. El juicio

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de Sangiorgi fue un drama local cuyaimportancia no captó la prensa nacional;el caso Notarbartolo, por el contrario,representó el primer circo mediático entorno a la Mafia.

Muchos años después, el hijo deNotarbartolo, Leopoldo, un oficial de lamarina, escribió una conmovedorabiografía de su padre. En ella narrabacómo se inició su propio papel en latragedia de Notarbartolo en los terriblesdías que siguieron al asesinato. Abatidopor la pena, y asaltado por afectuososrecuerdos, Leopoldo —por entonces unteniente de solo veintitrés años—

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examinaba los tres meses anteriores, quehabía pasado de permiso con su familia,buscando algún indicio de quién podíahaber matado a su padre. Su mentevolvía una y otra vez al tiempo quehabían pasado juntos en la finca familiarde Mendolilla. Aquella propiedadsimbolizaba los valores de su padre, sucapacidad de esfuerzo. Había sido surefugio de los problemas de la ciudad,situada a cuarenta kilómetros alnoroeste. Y ahora sería su monumento.

Emanuele Notarbartolo habíacomprado Mendolilla cuando Leopoldoera poco más que un bebé. Por entoncesera un lugar yermo; sus áridas 125

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hectáreas se alzaban abruptamente sobrela orilla izquierda del Torto desde untriángulo rocoso de tierra donde soloflorecía la adelfa silvestre (el Torto esel característico río siciliano: untorrente en invierno y un barranco seco ypedregoso en verano). La únicaconstrucción de la finca era una chozade piedra situada a dos horas a caballode la estación de tren más cercana. Loscaminos de la zona, extraordinariamentemalos, estaban plagados de bandidos.

Mientras fue creciendo, Leopoldopudo ver cómo su padre transformabaMendolilla en una granja modélica. Pesea su agotadora labor en el Banco de

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Sicilia, Emanuele Notarbartolodedicaba a la granja todo su tiempolibre y todo el dinero que le quedaba desu salario una vez descontada la queconstituía su primera prioridad: laeducación de sus hijos. Realizaba sustareas con espíritu de pionero,negándose a ser un propietarioabsentista como hacían muchos de suscolegas de Palermo. Se negabaasimismo a emplear trabajadores de lacercana población de Caccamo, unnotorio reducto mafioso. Fue ganándosepoco a poco la confianza de loscampesinos locales, a los que contratópara la construcción de un dique en la

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orilla del río, donde plantó olmoescocés y cactus. La fuerte pendienteque descendía hasta el Torto seestabilizó con zumaque, un arbusto defuertes raíces que en primavera cubría laladera de pequeñas flores amarillas; enverano los campesinos recogían lashojas, que luego se secaban y cortabanpara ser utilizadas en las curtidurías dePalermo.

La propiedad disponía de aguaprocedente de varias fuentessubterráneas descubiertas en variospuntos de la granja. Se plantaronlimoneros, olivos y viñas. El aceite y elvino se almacenaban en una amplia

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bodega situada bajo la nueva vivienda,construida en el punto más alto de lapropiedad. Todos los ladrillosempleados hubieron de sertransportados en mula desde la estaciónde Sciara. Justo antes de morir,Emanuele Notarbartolo estabatrabajando en los planos de una capillaque pensaba construir para suscampesinos. Mendolilla venía a ser lamaterialización local de una visiónutópica. Era este un sueño que losconservadores ilustrados comoNotarbartolo querían reproducir portoda Italia. Eran conscientes de lapobreza y la inestabilidad del nuevo

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país, del desorden que reinaba en unagran parte de la campiña del sur deItalia, pero a la vez temían el conflictosocial que estaba provocando laindustrialización en la Europaseptentrional. Como resultado,aspiraban a un capitalismo rural máspaternalista, a una vía más segura haciala modernidad. Para Notarbartolo, pues,Mendolilla era algo más que unainversión, representaba una escuela detrabajo duro y de lealtad tanto para losestratos inferiores de la sociedad comopara sus clases medias.

El 13 de enero de 1893, comorecordaría Leopoldo, su padre y él

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habían pasado el que sería su último díajuntos, cabalgando por toda lapropiedad y recorriendo todos susrincones. Desde que dejara su puesto enel Banco de Sicilia, su padre habíadispuesto de más tiempo para dedicarloa sus tierras. Aquella noche se sentóante su enorme mesa cuadrada paraanotar lo que había visto durante el día.Mientras él trabajaba, Leopoldo abrióocioso un cajón y se encontró con unagran caja de estaño que contenía balasde revólver y un montón de paquetes decartuchos de rifle. «Parece lasantabárbara de un barco de guerra»,dijo.

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Su padre sonrió, dejó su pluma yempezó a enseñarle las medidas deseguridad que había en la estancia. Eltecho estaba hecho de ladrillos ignífugosy sustentado por vigas de acero. Lapuerta, excepcionalmente pesada,disponía de una moderna cerradurainglesa. Una de las ventanas dominabaun amplio sector del campo circundantey otra permitía controlar la únicaentrada al corral. «Cuando estoy aquí —concluyó— no temo a nadie. Con misarmas y un compañero valiente y fiablepuedo defenderme contra veintecriminales». Mendolilla era una utopíaque había de ser firmemente defendida.

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Hizo una pausa. Luego, encogiéndose dehombros, añadió: «De todas formas,todo esto son tonterías. Si quierenhacerme daño, lo harán a traición, comohicieron la primera vez»[45].

Aquella frase se grabaría en lamemoria de Leopoldo. Su padre serefería a una ocasión, en 1882, en quehabía sido raptado por unos bandidos encircunstancias misteriosas. Era aquelepisodio el que había hecho deEmanuele Notarbartolo una persona tanpreocupada por su propia seguridad.Entonces le habían retenido durante seisdías en una diminuta cueva en lascolinas mientras se negociaba el rescate

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y la entrega. Pagar el dinero constituía laúnica alternativa al crudo asalto frontalque las autoridades amenazaban conrealizar. Unos días después de laliberación de su padre, el cabecilla delos secuestradores fue hallado muertojunto a la carretera de Caccamo, convarios disparos en la espalda. Losdemás serían capturados después de quela policía recibiera un chivatazoanónimo y tras un tiroteo en una villavacía perteneciente a una baronesa enVillabate, la ciudad satélite de Palermocélebre por estar infestada de mafiosos.El misterio del secuestro no seresolvería jamás, pero Emanuele

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Notarbartolo tenía fuertes sospechassobre sus autores. Tiempo después,recordando los terribles días quesiguieron a la muerte de su padre,Leopoldo empezaría a preguntarse si elsecuestro y el asesinato no guardabanalguna relación.

Fue en el puerto de Palermo menosde una semana después —el 18 de enero— cuando Leopoldo vio a su padre porúltima vez. Posteriormente se recordaríaa sí mismo a bordo del buque de vaporque iba a Nápoles, la primera etapa deun viaje que le llevaría a Venecia, desdedonde embarcaría rumbo a EstadosUnidos. Los últimos tres meses que

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había pasado con su familia habíanrepresentado su primera estanciaprolongada en casa desde que partierapara estudiar en la academia naval.Había sido también la primera vez queél y su padre habían podido relacionarsede igual a igual, de hombre a hombre,compartiendo puntos de vista sobrenegocios, sobre política y sobre sustrayectorias profesionales. Mientras elbarco soltaba amarras, Leopoldopermaneció de pie en la popa.Escudriñó el concurrido puerto hastaque su mirada descubrió la familiarsilueta de su padre erguido en unabarquita. Solo fue un breve vistazo;

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luego la barca se deslizó entre dosbarcos de mayor tamaño y desaparecióde su vista.

* * *

Al mediodía del 1 de febrero de 1893,después de un viaje de dos horas acaballo desde Mendolilla, EmanueleNotarbartolo subió a un compartimentovacío de primera clase del tren dePalermo, detenido en la estación deSciara. Solo entonces pudo relajarse. Enlos diez años transcurridos desde elsecuestro se había mostrado muy

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cauteloso —nunca viajaba por el camposin llevar una pistola—, pero jamás sehabía oído de bandidos que asaltaran untren, de modo que se descolgó el rifle ylo depositó con cuidado en la red delportaequipajes que había sobre sucabeza. Luego puso encima la gabardina,el sombrero y el cinturón antes desentarse a mirar por la ventana,aguardando a que le viniera el sueño o aque apareciera el suave azul oscuro delmar Tirreno cuando el tren girara haciael oeste para seguir la costa.

Notarbartolo estuvo solo hasta lasiguiente estación, Termini Imerese. Allíle vieron medio recostado en un extremo

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del compartimento, como si hubieraestado durmiendo y la parada le acabarade despertar. El tren salió de TerminiImerese a las seis y veintitrés, treceminutos después. No mucho antes de quepartiera, subieron dos hombresataviados con abrigo negro y bombín.

El ayudante del jefe de estación diola señal de partida. Mientras losvagones empezaban a moverse, observóatentamente los compartimentos deprimera clase, ya que un amigo suyo,ingeniero de ferrocarriles, viajaba enuno de ellos. Pero hubo alguien quellamó su atención en el compartimentoinmediatamente anterior al de su amigo.

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Era un hombre bien vestido, fuerte yrobusto. Bajo el sombrero mostraba unrostro ancho y pálido, con gruesas cejas,ojos oscuros y bigote negro.Conmocionado por la actitud y elaspecto siniestros de aquel hombre, elayudante del jefe de estación explicaríaposteriormente que parecía sumido enturbios pensamientos.

Solo la autopsia y el estado en elque se encontraba el compartimentocuando el tren llegó a Palermopermitirían reconstruir los últimos yterribles momentos de EmanueleNotarbartolo. Cuando el tren entró en eltúnel situado entre Termini y Trabia, fue

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atacado por dos hombres: uno armadocon un estilete; el otro, con una daga dedoble filo y empuñadura de hueso.Medio conmocionado al versedespertado bruscamente de su sueño, serevolvió y dio un salto para evitar ladescarga de los golpes. Algunos de ellosfallaron, realizando profundos cortes enel asiento y el reposacabezas.Notarbartolo tenía casi cincuenta ynueve años, pero era un hombre de granenvergadura y además había sidosoldado. Mientras el estruendo del trenal atravesar el túnel sofocaba sus gritos,logró coger una de las armas. Luego seabalanzó desesperadamente hacia su

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rifle, que seguía en el portaequipajessituado sobre su cabeza. Sintió que lahoja de un cuchillo le penetraba en laingle. Luego su mano y la red delportaequipajes quedaron destrozadas anavajazos. Apoyó la palma de la manoen la ventana, dejando una sangrientahuella. En aquel momento, uno de loshombres le sujetó por detrás, mientras elotro le asestaba cuatro profundaspuñaladas en el pecho. En total,Notarbartolo fue apuñalado veintisieteveces.

El tren se dirigía hacia la estaciónde Trabia. Cubiertos de sangre y casi sinaliento por la pelea, los asesinos

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bajaron del portaequipajes laspertenencias de Notarbartolo y leregistraron buscando cualquier cosa quepudiera permitir una fácil identificación:el reloj de oro con el blasón de lafamilia, la cartera con las tarjetascomerciales y el permiso de armas, etc.Todavía no había oscurecido, pero losasesinos, en lugar de darse a la fuga a laprimera oportunidad, durante la breveparada en la estación de Trabia selimitaron a quedarse agazapados bajo laventana. El lugar en el que teníanprevisto deshacerse de su víctima sehallaba solo a otros dos minutossiguiendo la vía férrea. Una vez que el

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tren hubo abandonado la estación,apoyaron el cuerpo contra la puerta, yluego lo arrojaron fuera mientrascruzaban el puente de Curreri. Sinembargo no lo lanzaron con la suficientefuerza para caer en el barranco queatravesaba el puente, desde dondehabría sido arrastrado hasta el mar. Enlugar de ello, tropezó en el parapeto y sequedó junto a la vía.

Los dos hombres se bajaron en lasiguiente estación, dejando tras de sí elcompartimento vacío y lleno desalpicaduras de sangre.

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* * *

En el invierno de 1899-1900 la ciudadde Milán tuvo algunos visitantesinusuales. Encorvados y embozadospara protegerse del frío, varias docenasde hombres de corta estatura y de pelonegro como el cuervo, ataviados congorros, deambulaban por las brumosascalles de aquella ciudad del norte deItalia luchando por alimentarse con lamiseria que las autoridades lesproporcionaban para su manutención.

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Eran los testigos sicilianos del juiciopor el asesinato de Notarbartolo. Losdos extremos de Italia se encontraban enel tribunal regional de Milán. El juradohubo de escuchar muchos de lostestimonios a través de intérpretes.

El primero de los escándalos querodearon al asesinato de Notarbartolo lorepresentó el hecho de que hicieron faltacasi siete años para que el caso llegaraa los tribunales. Las razones de esaextraordinaria demora se revelaríandramáticamente ante el jurado. Peromientras tanto, aun antes de que seiniciara el juicio, había quedado yaclaro que el robo no podía haber sido la

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motivación de los asesinos. Era evidenteque estos tenían detrás una ampliaorganización, que incluía a cómplicesentre el personal del ferrocarril.También había surgido un posiblemotivo, que prometía vincular el caso ala corrupción política y financiera. Nomucho antes del asesinato deNotarbartolo, una investigación habíaencontrado pruebas de gravesirregularidades en el Banco de Sicilia,donde su sucesor ocupaba el puesto degobernador. El dinero del banco sehabía utilizado para proteger lacotización bursátil de NGI, la compañíanaviera de los Florio, durante unas

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delicadas negociaciones contractualescon el gobierno. Era una sencilla estafa.Se concedieron créditos aintermediarios que se dedicaron acomprar acciones de NGI, las cuales sedepositaron luego en el banco comogarantía de dichos créditos. Losverdaderos prestatarios, entre los que seincluían el gobernador del banco eIgnazio Florio, se mantuvieron en elanonimato, contraviniendo así lasregulaciones bancarias.

El mismo método fraudulento seutilizó luego como una forma másdirecta de ganar dinero por parte deotras personas vinculadas al banco. Si el

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valor de las acciones subía, elprestatario podía salir del anonimato,pedir al banco que las vendiera yquedarse con los beneficios. En el casode que su valor bajara, el banco tendríaque quedarse con las accionesdevaluadas y sin nadie a quien acudir ala hora de reclamar la devolución deladelanto. Por lo tanto, los prestatariosanónimos nunca podían perder y elBanco de Sicilia nunca podía ganar. Lainvestigación también levantó lasospecha de que la Mafia estuvierainfiltrada.

En las semanas anteriores alasesinato, mientras se filtraban las

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noticias sobre la investigación bancaria,había corrido el rumor de una posiblereincorporación de EmanueleNotarbartolo al Banco de Sicilia. Sedecía que el propio Notarbartolo habíaejercido su influencia para instigar lainvestigación de los asuntos del banco.Numerosos personajes notablesrelacionados con la institución teníanmucho que perder si se restauraba elantiguo rigor financiero. ¿AcasoNotarbartolo había sido asesinado paraproteger aquellos intereses corruptos enel banco?

El tufillo a escándalo en altos cargoscreó un considerable interés público en

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el caso Notarbartolo cuando se iniciaronlas sesiones del tribunal regional deMilán, el 11 de noviembre de 1899.Pero solo dos ferroviarios se sentabanen el banquillo. Pancrazio Garufi era elguardafrenos del último vagón. Parte desu trabajo consistía en comprobar queno cayera nada del tren, pese a lo cualdeclaró no haber visto nada extraño. Lapolicía afirmaba que los asesinos nohabrían arrojado el cuerpo deNotarbartolo del tren sin asegurarseprimero de que Garufi mirara a otrolado. Aún más sospechoso resultaba elrevisor, Giuseppe Carollo. Eraimprobable que fuera uno de los

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asesinos porque una de sus tareas erarecorrer el andén en cada paradadiciendo en voz alta el nombre de laestación. Pero los asesinos no habríansubido al tren sin billete, perpetrado unhorrible asesinato y aguardado en elcompartimento junto al cadáver enTrabia si primero no hubieran estadoseguros de que había alguien —Carollo,alegaba el fiscal— cuya labor consistíaen evitar que su trabajo se vieraperturbado.

Los primeros cinco días del juicioresultaron confusos. Los dosferroviarios vacilaban, teníaninexplicables lapsos de memoria, se

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contradecían. Incluso negaronconocerse, cuando vivían a cincuentametros de distancia. El revisor Carollo,que había cambiado su versión variasveces, causaba una impresiónespecialmente mala. Un corresponsal enel juicio le describió como de ojosinquietos, enmarcados en un «rostrodemacrado y amarillento cuyosmúsculos formaban un hocico zorruno».Para la mayoría de los observadoresprofanos parecía una tarea imposibledecidir si los dos eran asesinos,cómplices o solo testigos inocentes quetemían las posibles consecuencias deincriminar a alguien mucho más que la

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cárcel.El contraste no pudo ser más

acentuado cuando el hijo de la víctima,Leopoldo Notarbartolo, subió al estradoel 16 de noviembre. Erguido en toda suestatura en la tribuna de los testigos,vestido con su uniforme de la marina,mantenía la cabeza tan alta que parecíaque mirara al tribunal desde lo alto desu nariz, asombrosamente larga; esta,como sus ojos oscuros con grandespárpados, era un rasgo heredado de sumalogrado padre. Declaró con vozprofunda, con una tranquila y prontaseguridad que los observadores alprincipio encontraron desconcertante.

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Luego, poco a poco, su honestidad y sufranqueza causaron una profundaimpresión. Lo que dijo LeopoldoNotarbartolo dejó estupefacto altribunal, hizo de él una celebridad yconvirtió el caso en uno de los másfamosos juicios de toda la historia deItalia. «Creo que el asesinato fue unavendetta, y que el único hombre queodiaba a mi padre es el commendatoreRaffaele Palizzolo, el parlamentario. Yole acuso de ser el instigador del crimen,de haber ordenado ese y otrosasesinatos.»[46].

Luego Leopoldo empezó a esbozarel retrato de don Raffaele Palizzolo y a

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contar la historia de su larga batalla consu padre. Ambos hombres se habíanconocido de jóvenes, ya que Palermo esun sitio pequeño. La animadversiónentre ellos había estallado poco despuésde que Notarbartolo se convirtiera enalcalde, en 1873, cuando obligó aPalizzolo a devolver el dinero que sehabía llevado de un fondo destinado asubvencionar comida para los pobres.

Como alcalde, Notarbartolo tenía uncontacto regular con la fiscalia pública,la cual sospechaba que Palizzolo era elprotector de un conocido bandolero;parecía que don Raffaele había utilizadosu influencia en unas recientes

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elecciones celebradas en Caccamo. Laenemistad entre Notarbartolo y Palizzolose convirtió en algo personal. Siempreque podía, Notarbartolo evitaba loslugares frecuentados por Palizzolo.Detestaba sus maneras afeminadas, sucobardía y su zalamería. Y en lasocasiones en las que no podía evitar lacompañía de Palizzolo, Notarbartolo nohacía ningún esfuerzo por ocultar surepugnancia.

Era también Palizzolo la personaque Emanuele Notarbartolo sospechabaque estaba detrás de su secuestro en1882. La villa vacía en la que fueroncapturados algunos de sus

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secuestradores se hallaba en unas tierrasque lindaban con la propiedad de aquel;ambas fincas estaban en Villabate, elfeudo de su cosca favorita. El propiosecuestro había tenido lugar cerca deCaccamo, un lugar dominado por otracosca patrocinada por Palizzolo.

En la época del secuestro, elescenario del conflicto entre los doshombres se había desplazado al Bancode Sicilia; Notarbartolo era entonces eldirector de la institución, mientras quePalizzolo era un destacado miembro delequipo de gobierno. El relato que hizoLeopoldo de la época de su padre en elbanco no decepcionó a quienes

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esperaban oír algún escándalo derivadodel juicio. Explicó que su padre habíalibrado una batalla perdida para impedirque el Banco de Sicilia siguierautilizándose como una gran máquina defavores y como el más potenteinstrumento clientelista de toda la isla.Se descubrió que se habían prestadograndes sumas de dinero —que no sehabían recuperado jamás— a niños,conserjes, barqueros, difuntos ypersonas inexistentes.

Durante toda la década de 1880Notarbartolo se esforzó en limpiar losasuntos del banco, mientras Palizzolo seconvertía en una constante molestia. El

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marqués trató de propugnar diversasreformas en la constitución del bancoque redujeran la influencia de lospolíticos, que representaban las dosterceras partes del equipo directivo. En1889 envió al gobierno de la nación uncrítico informe confidencial sobre elfuncionamiento del banco, acompañadode un ultimátum: o se aceptan misreformas, o dimito. Pero las cartasfueron robadas de la oficina del ministrode Agricultura, Industria y Comercio.Unas semanas después alguien lasmostró en una reunión del consejodirectivo del banco celebrada enausencia de Notarbartolo, que se

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encontraba en Roma en viaje denegocios. En la reunión se aprobó unvoto de censura contra él. Aunque jamásllegó a probarse nada, las sospechas entorno al robo de las cartas se centraronen Palizzolo. El día que desaparecieronlos documentos se había enviado a sucasa un paquete certificado procedentede una dirección falsa en Roma. Elpaquete estaba lacrado y llevaba el sellode un determinado sastre romano;Palizzolo era uno de sus clientes.

Toda aquella situación colocaba algobierno ante un dilema: o apoyaba alconsejo directivo del banco, cada vezmás dominado por mangantes y con una

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clara complicidad en el robo de lascartas, o respaldaba a un gobernador deprincipios, competente, peropolíticamente poco fiable. Después devacilar durante varios meses, elgobierno acabó por elegir la primeraopción. Se invitó a dimitir aNotarbartolo. Se disolvió el consejo deadministración del banco, pero luego sevolvió a reelegir a la mayor parte de losantiguos miembros. Tras la obligadarenuncia de Notarbartolo, la corrupciónse cernió sobre el banco para organizarla estafa de las acciones de NGI. Laposterior investigación revelaría quePalizzolo era uno de los prestatarios

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anónimos implicados.Leopoldo concluyó su testimonio

ante el tribunal de Milán con unasolemne denuncia del modo como sehabía llevado la investigación delasesinato de su padre: «Yo les expliquérepetidamente todo esto a lasautoridades. Y sin embargo jamás seinterrogó a Raffaele Palizzolo. Quizátenían miedo»[47].

Las noticias sobre la declaración deLeopoldo Notarbartolo en Milánprovocaron consternación en loscírculos políticos de Roma. En el juiciose había pretendido sacrificar a un donnadie para disipar la creciente demanda

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de justicia que se había creado en tornoal caso Notarbartolo. Pero ahora donRaffaele Palizzolo se había convertidode repente en un elemento enormementeembarazoso desde un punto de vistapolítico. Este escribió una carta a laprensa, afirmando que siempre habíamantenido una buena relación de trabajocon Notarbartolo. Luego, al ver que enRoma la atmósfera se iba enrareciendo asu alrededor, volvió apresuradamente aPalermo.

La inmunidad parlamentaria dePalizzolo ante la justicia fue revocadacuando el primer ministro, el generalLuigi Pelloux, organizó una votación

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rápida en la Cámara de Diputados. Dadoque corrían rumores de que elcontrovertido parlamentario se disponíaa huir al extranjero, se suspendieron lascomunicaciones telegráficas entreSicilia y la península para que nopudiera conocer la noticia de lavotación. Como las autoridades dePalermo seguían vacilando, Pelloux dioautorización directa al jefe de policíaSangiorgi para que fuera a detener aPalizzolo aquella misma noche. Losagentes le encontraron descansando enel mismo lecho en torno al que solíanreunirse sus protegidos cada mañana.

Unos días después, en Palermo,

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treinta mil personas se manifestaron ycolocaron una corona de flores en unnuevo busto de Emanuele Notarbartoloque se había erigido sobre un pequeñoaltar corintio en la plaza de Politeama.Parecía que Palizzolo estaba acabado.«La Mafia está agonizando», comentabaun analista.

Leopoldo Notarbartolo utilizaba la salade justicia de Milán como una tribunaque representaba su oportunidad deexponer todo el asunto ante la mirada dela opinión pública: el asesinato de supadre, los errores de la investigación,Palizzolo y el escándalo de las acciones

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de NGI. Uno de los aspectos másllamativos de su testimonio era el hechode que él no era testigo de la acusación.En Italia las víctimas pueden presentarreclamaciones civiles por daños durantelos juicios penales, e incluso puedendesempeñar un importante papel en laargumentación de la acusación. El jovenoficial de la marina era uno de aquellos«demandantes civiles». Tenía buenasrazones para tratar de reforzar laacusación, ya que estaba convencido deque los fiscales que se suponía quepreparaban la acusación contra losasesinos eran cómplices deencubrimiento. Sus sospechas se

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centraban sobre todo en VincenzoCosenza, el mismo fiscal jefe dePalermo que posteriormente haría todolo posible para socavar la acusación deSangiorgi contra la Mafia de la Concad’Oro.

Durante los seis años transcurridosdesde el asesinato de su padre,Leopoldo había realizado una gran laborde investigación por su propia cuenta. Yconstantemente había chocado con laoposición y la indiferencia. En 1896 unviejo amigo personal y político de supadre, Antonio di Rudini, se convirtióen primer ministro del país. Leopoldofue a verle, le reveló sus sospechas

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sobre Palizzolo y le pidió ayuda. Rudinino se mostró nada comprensivo: «Sirealmente cree usted que lo hizo él, ¿porqué no contrata a algún mafioso buenoque le mate en su nombre?»[48].

Habría que esperar al sucesor deRudini, el general Luigi Pelloux (otroamigo de la familia Notarbartolo), parapoder contar con el impulso políticonecesario para celebrar alguna clase dejuicio, aunque fuera un juicio en el quesolo se inculpara a dos ferroviarios. Porinfluencia de Pelloux, el juicio porasesinato se trasladó de Palermo aMilán, donde había menos posibilidadesde que se intimidara a los testigos.

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Tras el testimonio de LeopoldoNotarbartolo el juicio de Milánprosiguió, y empezaron a ponerse demanifiesto las razones de la demora enllevar el caso a los tribunales. Un testigotras otro fueron alimentando elescándalo. El comandante local delejército en Milán ordenó a sus oficialesque no asistieran al juicio debido altorrente de revelaciones subversivas queeste ponía de manifiesto. El ministro dela Guerra, que había sido comisario realde Sicilia, declaró que «las pruebas decargo del asesinato de Notarbartolo seprepararon con extrema negligencia, conextremo descuido; de hecho, ello se

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realizó de una manera culpable». Unosdías después, el propio ministro se vioobligado a dimitir cuando un periódicopublicó una carta suya pidiendo a lasautoridades judiciales que liberaran a unmafioso políticamente influyente, atiempo para ayudar a un candidato delgobierno durante unas elecciones.

Desde el momento en que seidentificó el cuerpo que yacía junto a lavía férrea sobre el barranco de Currericomo el cadáver de EmanueleNotarbartolo, por todo Palermo habíaempezado a correr el rumor de quePalizzolo estaba detrás del asesinato.Sin embargo, en el tribunal se supo que

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el principal juez de instrucción dePalermo en aquel momento había sidotrasladado, al parecer porque habíasugerido que el rumor podía tener algúnfundamento.

Un inspector de policía, al que sehabía pedido que se hiciera cargo delcaso, había ocultado pruebas, entre lasque se incluían un par de calcetinescubiertos de sangre. Asimismo habíaconducido la investigación por una seriede pistas patentemente falsas, cada unade las cuales se basaba en hipótesis queplanteaban dudas sobre la reputación delbanquero asesinado. En Milán, ante elaplauso de los presentes en la sala, el

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inspector fue detenido en el mismotribunal. Resultaría ser un estrechoaliado de Palizzolo, que había actuadocomo su «agente» electoral.

El nombre de uno de los hombresque Leopoldo Notarbartolo creía quehabían sido los autores materiales delcrimen también salió a la palestra enMilán. El ayudante del jefe de estaciónde Temini Imerese —el que habíavislumbrado al personaje siniestro en elcompartimento de Notarbartolo— fuellamado al estrado. Tras repetir surelato de lo ocurrido aquella noche defebrero de 1893, dijo que no habíapodido identificar al hombre en una

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rueda de reconocimiento.Entonces, el abogado que

representaba a la familia Notarbartoloempezó a sondearle: ¿acaso no eracierto que sí había reconocido alhombre, pero que le había dicho a lapolicía que tenía miedo de declararlo enpúblico por la Mafia? El testigo empezóa temblar, pero mantuvo su versión. Acontinuación se le encaró con uno de lospredecesores de Ermanno Sangiorgi enla jefatura de la policía de Palermo: elhombre que había llevado a cabo larueda de reconocimiento. El ayudantedel jefe de estación enrojeció y empezóa retorcerse nerviosamente. Su turbación

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provocaba cierta simpatía entre lospresentes en la sala debido a queresultaba evidente que se trataba de unhombre honrado que temía por su vida.Finalmente se derrumbó, y dijo apenasen un susurro: «Confirmo todo lo que éldice; es verdad; era el mismo hombre».

El hombre al que había identificadoera Giuseppe Fontana, de cuarenta ysiete años de edad, y oriundo deVillabate. El antiguo jefe de policíaresumió al tribunal el historial delsospechoso. Era miembro de la coscamafiosa de Villabate. Solo unos añosantes había sido absuelto del cargo defalsificación de dinero gracias a los

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contactos que había podido movilizar.«Creo que también en este juicioFontana ha contado con la protección deuna mano mágica, poderosa ymisteriosa.»[49]

Apenas se hicieron estasrevelaciones en Milán, se dio la ordende arrestar a Fontana, que se apresuró aocultarse. Corrió el rumor de que habíabuscado refugio en casa de un príncipe yparlamentario cuya propiedad protegía.El príncipe fue interrogado por el jefede policía Sangiorgi, quien le insinuóque se le podía acusar de ocultar a uncriminal. El príncipe informó de ello aFontana, quien dictó las condiciones

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bajo las que se entregaría. Sangiorgiaceptó a regañadientes. El corresponsald e l Times en Italia se mostrabaescandalizado por el trato:

Fontana fue trasladado aPalermo en el carruaje delpríncipe, acompañado por losabogados del príncipe,interrogado en la residenciaprivada [de Sangiorgi] en lugarde ser conducidoignominiosamente a la comisaríade policía, se le permitió haceruna visita de despedida a sufamilia, y, sin ser siquiera

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esposado, se le condujo con todaconsideración… a la cárcelprincipal, donde se le asignó unaconfortable celda. Sin embargose trata de un hombre en cuyohistorial figuran cuatroasesinatos y varias tentativas deasesinato y de robo, cargos todosellos de los que ha sido absueltopor «falta de pruebas», o enotras palabras, debido a laimposibilidad de inducir ajueces y testigos a sobreponerseal terrorismo de la Mafia[50].

Giuseppe Fontana estaba dejando

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muy clara su postura al entregarse deaquel modo. El suyo era un mundo derelaciones entre hombres. En dichomundo las instituciones como el Estadocarecían de valor. Su arresto era unacuestión personal entre él y un respetadoadversario, el jefe de policía ErmannoSangiorgi.

Con Palizzolo y Fontana detenidos,el juicio de Milán se suspendió hasta el10 de enero de 1900 para permitir quese llevaran a cabo nuevasinvestigaciones. La maratón judicial nohabía hecho más que empezar.

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* * *

Incluso después de las revelaciones deMilán, a Palizzolo no le faltaron losamigos mientras estuvo bajo custodia.De hecho, a punto estuvo de evitar serllevado a juicio.

En junio de 1900 la gente dePalizzolo le presentó para la reelecciónen su distrito parlamentario de la zonacentral de Palermo. Frente al juicio deMilán, la Mafia necesitaba toda la ayudapolítica que pudiera conseguir. Por otra

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parte, al disminuir la influencia sicilianaen el ámbito político nacional, la NGItambién necesitaba a sus viejos amigos.Si Palizzolo resultaba elegido, se leotorgaría de nuevo la inmunidadparlamentaria. El dinero de los Floriofinanció la campaña electoral, e inclusola madre de Ignazio, la baronesaGiovanna d’Ondes, añadió su firma auna asociación de damas en apoyo dePalizzolo fundada por las hermanas deeste. Pero ese respaldo local no erasuficiente; el gobierno apoyaba a suadversario y don Raffaele no teníaasegurada la victoria.

Los partidarios de Palizzolo en la

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judicatura casi lograron que el caso nollegara a los tribunales. El fiscal jefeCosenza redactó un informe dondesugería que no había pruebas suficientespara iniciar un juicio. Solo la presióndirecta del rey le forzó a modificar susconclusiones, aunque siguióconsiderando las pruebas«insignificantes».

Antes de que iniciara el segundojuicio, la causa de Fontana también sevio ayudada por la muerte —de cirrosishepática— del sospechoso revisorGiuseppe Carollo.

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* * *

El segundo juicio se celebró en el queprobablemente era el tribunal másimponente de toda Italia, un palacio deBolonia cuyo atrio y cuya fachada noblehabían sido diseñados por Palladio. Sulujoso interior era barroco y la enormesala de audiencias estaba revestida demadera oscura finamente tallada.Bolonia era una ciudad políticamenteconservadora, que no mostraría sussimpatías por nadie que tratara de

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aprovecharse de las implicacionessubversivas del caso.

Don Raffaele Palizzolo fue uno delos primeros testigos que subieron alestrado desde la especie de jaula dondese mantenía a los acusados. El tiempoque había pasado bajo custodia le habíaenvejecido; parecía delgado y canoso, yla piel le colgaba de su prominentemandíbula. Pero seguía vistiendo coninmaculada elegancia y examinaba susnotas a través de un elegante binóculo.

Declaró durante dos días adoptandoun aire trágico, apoyado en el respaldode la silla, salpicando su testimonio desollozos y gestos agitados, y con una voz

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que alternaba entre un lastimosomurmullo y un desafiante bramido:

Miembros del jurado, estoyseguro de que no han descubiertoen mí el menor indicio deferocidad innata. Lo que habránvisto en cambio… son lasmarcas indelebles del tratobárbaro e inhumano al que hesido injustamente sometido porel odio faccionario, la venganzay la ira, que han hecho un pactocon el temor de los fuertes y lacobardía de los débiles. ¡Quehable, pues, la humanidad

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despreciada y ultrajada!… Estoysolo, soy pobre y no pertenezcoa ninguna facción partidista. Midifunto padre me dijo con suúltimo beso: «Defiéndete, ydefiende el honor de tufamilia»[51].

Agotado por la tensión de sudeclaración, don Raffaele sucumbió auna epistaxis crónica.

Giuseppe Fontana, el hombreacusado de ser el autor material delasesinato de Notarbartolo, se mostró tansereno y conciso en el estrado comoprolijo había sido don Raffaele. Se

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presentó tranquilo y acicalado. Vestidocon un traje azul oscuro, parecíajustamente el honesto empresario decítricos que afimiaba ser. Losperiodistas presentes en la salaobservaron su poderoso físico y lososcuros huecos de sus ojos, «como dosprofundos agujeros abiertos en un bustomodelado en arcilla». Fontana tenía unaforma característica de hacer pausaspara reflexionar, con la cabeza haciaatrás y los labios apretados, antes deproseguir su declaración con tranquilaconfianza. A veces parecía como si loque explicaba tuviera que ver con otrapersona y no con él. Incluso logró

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provocar las risas de los presentes en lasala cuando dijo, con una sonrisa, que sirealmente hubiera sido un capo de laMafia, como afirmaba la acusación,habría enviado a uno de sus hombres acometer el asesinato en lugar de hacerloél mismo.

Fue una actuaciónextraordinariamente lograda. Comomiembro de la organización militar de laMafia, Fontana estaba mucho másexpuesto que el patrono político de sucosca. Incluso los políticos dispuestos adefender a Palizzolo como uno de lossuyos se ponían nerviosos ante laposibilidad de tener que jugarse parte de

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su credibilidad política protegiendo a unmatón.

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Los medios de comunicación se interesan porla Mafia. «Una emocionante sesión del juicio

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por el asesinato de Notarbartolo en Bolonia. Elacusado, Palizzolo, habla en su propia defensa»,1 9 0 1 . [Biblioteca Nazionale Braidense,Milán.]

Gran parte de la atención deltribunal se centraba en la coartada quedurante tanto tiempo había ayudado aFontana a evitar ir a juicio. Este habíapresentado un montón de documentosempresariales que mostraban que el díadel asesinato él estaba en Tunicia. Conno poco valor, en la primavera de 1895Leopoldo Notarbartolo había viajado alnorte de África para seguir la pista delmafioso (de hecho, Sangiorgi creía queallí había una cosca operativa). Los

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sicilianos con los que se encontróLeopoldo en Hammamet y susalrededores confirmaron la coartada deFontana «con la uniformidad de unfonógrafo». Pero tras haber comparadometiculosamente los registros de losgiros postales de Tunicia con los dePalermo, Leopoldo y sus abogadosplanteaban dudas sobre la coartada. Erabastante posible que uno de loscómplices de Fontana hubiera enviado yrecibido los giros postales quesupuestamente probaban que en elmomento del asesinato él se encontrabafuera de Sicilia.

Por otra parte, había quien había

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visto al mafioso en momentos y lugaresclave, como la propia noche delasesinato en Altavilla, donde los dossospechosos con bombín se habíanbajado del tren. En el tribunal, sinembargo, los testigos que anteriormentehabían afirmado haber visto a Fontana lodesmintieron de forma inquietante ycontradictoria.

La respuesta de Palizzolo alinterrogatorio vino a demostrar lacreencia popular de que una excusa esmejor que muchas. Pese a la evidenteinverosimilitud de su versión, donRaffaele se retrató a sí mismo como lavíctima de un complot político, y negó

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hasta la más trivial de las afirmacionesde la acusación. Lejos de ser el líder dela Mafia —dijo—, era una de susvíctimas. Fontana y él negaronconocerse mutuamente. Sin embargoresultó que el intermediario de Palizzoloen la estafa de las acciones de NGI eratambién el socio comercial de Fontana,un hombre que, por otra parte, habíaproporcionado grandes evidencias enapoyo de la coartada tunecina.

Un testigo cuya declaración se siguiócon particular interés fue GiuseppePitrè, el famoso experto en folclore. Elprofesor de «demopsicología» hizo unaentusiasta descripción del carácter de

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Palizzolo: el acusado era un estrechocolega suyo en la administración local.Pitrè afirmó que el hecho de quePalizzolo hubiera escrito una novela ensu juventud revelaba que poseía «unamente noble, consagrada a la virtud ycontraria al vicio». Cuando se le pidióque definiera la Mafia, Pitrè explicó quesu origen se hallaba en la palabra árabemascias, que definía una exageradaconciencia de la propia personalidad, lavoluntad de no dejarse intimidar, y queen las clases sociales más bajas podíaconducir a la actividad delictiva.

El jefe de policía ErmannoSangiorgi adoptó un enfoque menos

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académico cuando le llamaron alestrado. La Mafia —explicó— era unaorganización criminal jurada, basada enel negocio de la protección. Sus basesse hallaban en toda Sicilia occidental, eincluso en otros países. En aquellaépoca Sangiorgi padecía un fuerteresfriado, y para muchos de lospresentes en la sala su voz roncaresultaba casi inaudible. Los abogadosde la defensa contraatacaron señalandoque el reciente juicio de Palermo apenashabía mostrado indicios convincentesque respaldaran su teoría.

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* * *

El jurado de Bolonia se retiró aconsiderar su veredicto sobre elasesinato de Notarbartolo a las diezmenos cuarto de la noche del 30 de juliode 1902. La expectación creada eraproporcional a la envergadura deljuicio. Este había durado cerca de oncemeses. El sumario ocupaba cincuentagruesos volúmenes. Habían declarado503 testigos, ya fuera en persona omediante declaración jurada. Entre ellos

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se incluían tres exministros delgobierno, siete senadores, oncediputados y cinco jefes de policía. Lastranscripciones del juicio registrabancincuenta y cuatro «tumultos». En seisocasiones hubo de desalojarsecompletamente la sala para restablecerel orden. Varias veces los abogados deambas partes hubieron de ser separadosantes de que llegaran a las manos. Unode los jueces que presidían el juiciomurió durante su transcurso, y hubo quereemplazar a dos jurados por problemasde salud. Los numerosos abogados deambas partes realizaron verdaderasproezas de oratoria forense; uno de los

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abogados de la familia Notarbartolopronunció un discurso de conclusión queduró ocho días; otro habló durantecuatro días y medio.

La noche de aquel 30 de julio fueuna de las más calurosas del año. Laslámparas de gas que ardían en laabarrotada sala hacían la atmósferairrespirable. Fuera, las calles estabanllenas de gente. El tribunal estabaprotegido por media compañía deinfantería, cincuenta policías, y cuarentay cinco carabineros, muchos de loscuales formaban una fila alrededor delbanquillo con las bayonetas caladas.Durante la elaboración del sumario se

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había propagado el rumor de un posiblecomplot mafioso para matar a uno de losabogados de los Notarbartolo.

A las once y veinticinco de la nocheel jurado volvió a la sala. El presidente,un maestro de escuela elemental, se pusoen pie y se llevó la mano al corazón. Suvoz traslucía una evidente emocióncuando respondió a las preguntas deljuez: «¿Es el acusado Raffaele Palizzoloculpable de haber hecho que otroscometieran el asesinato delcommendatore EmanueleNotarbartolo?».

La respuesta afirmativa fue acogidacon aplausos y gritos de asombro.

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Fontana también fue declarado culpablede haber ejecutado el asesinato deNotarbartolo.

Cuando el juez hubo pronunciado lassentencias —treinta años de cárcel paracada uno de los acusados—, Palizzolopidió hablar: «Les han engañado, lojuro, tal como he dicho desde el primerdía. Soy inocente. Hay un Dios que mevengará. No con ustedes, el jurado, sinocon quienes me han asesinado sabiendoque soy inocente»[52].

Fontana contribuyó con un «¡Yotambién soy inocente, por la tumba de mimadre!» Luego se los llevaron a ambos.

Los abogados de la defensa

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abandonaron el tribunal en medio de losensordecedores silbidos del públicopresente en la sala. También hubo gritosde apoyo tanto para LeopoldoNotarbartolo como para sus abogados:«¡Viva el jurado!, ¡Viva la justiciaboloñesa! ¡Viva el demandante civil!».Les fue imposible abrirse paso entre elgentío para dirigirse a sus hoteles, ytuvieron que buscar refugio en elcercano bufete de uno de los abogados.Allí, en respuesta al clamor de lamultitud, hubieron de salir al balcónpara expresar su agradecimiento.

En Palermo la escena difícilmentepodría haber resultado más distinta.

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Ante las oficinas de telégrafos y losperiódicos se habían congregadoenormes multitudes. Cincuenta minutosdespués de recibirse la noticia, lasediciones especiales ya estaban en lacalle. Por entonces las multitudes ya seiban disolviendo en silencio. Al díasiguiente, en algunos escaparates dePalermo aparecieron letreros querezaban: «La ciudad está de duelo». Eljefe de policía Sangiorgi explicaría quelos letreros habían sido impresos ydistribuidos por mafiosos. L’Ora, unperiódico propiedad de Ignazio Florio,declaró su perplejidad por el veredicto,preguntándose qué pruebas concretas

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había de la culpabilidad de Palizzolo.En un artículo extremadamente

citado en la prensa de toda Italia,también el Times manifestaba susorpresa:

En vista de las confusasdeclaraciones de unos testigosintimidados y del testimoniofavorable sobre el carácter dePalizzolo proporcionado porvarios magnates sicilianos, seesperaba que el juradoaprovecharía la falta de pruebasmateriales de la culpabilidad delos acusados para otorgarles el

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beneficio de la duda[53].

Sin embargo —concluía el artículo— «se ha hecho una gran justicia, y seha hecho valerosamente».

El tono de algunos periódicos era decelebración. «¡Gloria y honor a los docehombres del jurado!», proclamaba LaNazione. El socialista Avanti! saludabala derrota de «una de las más bárbaras yponzoñosas formas de delincuencia: laMafia». Sicilia seguía dividida por elcaso. El Giornale de Sicilia, que a lolargo de todo el juicio habíacontemplado favorablemente la causa deLeopoldo Notarbartolo, calificaba el

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resultado de un duro golpe contra «elprincipal paladín de la Mafia: el poderpolítico». Muchos periódicos se unieronal boloñés Resto del Carlino alexpresar su satisfacción por el hecho deque hubiera prevalecido la justicia, perotambién a la hora de extraer una sombríalección de la probada complicidad delas autoridades en la protección de losculpables: «Esperemos que todoshayamos aprendido algo de estemonstruoso caso judicial, y que nuncavolvamos a ver nada semejante bajo elcielo italiano».

Seis meses después el Tribunal de

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Casación de Roma declarócompletamente nulo el juicio de Boloniapor una deficiencia técnica.

Se había llamado a declarar a untestigo secundario. No bien huboacabado de prestar juramento se leordenó retirarse, mientras los abogadosdiscutían acerca de si debía o nodeclarar. Al día siguiente subió denuevo al estrado, pero hizo sudeclaración sin renovar el juramento.Comprensiblemente, LeopoldoNotarbartolo consideraría que todo elepisodio había sido deliberadamenteorganizado para proporcionar unmecanismo de seguridad a la defensa.

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En Sicilia el veredicto de Boloniahabía generado una respuesta políticacoordinada. Por iniciativa del«demopsicólogo» Giuseppe Pitrè, secreó un comité «Pro Sicilia» paraexpresar la «indignación pública» por lacondena de Palizzolo, que seconsideraba un ataque a la isla en suconjunto. Doscientas mil personasfirmaron para manifestar su apoyo.

Periódicamente, cada vez que lascosas les desfavorecían en el ámbitonacional, la Mafia y sus políticosrecurrían a este tipo dereivindicaciones, e incluso empezaban aarmar bulla en torno a la independencia

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siciliana. Esta táctica aspiraba a atraerlos poderosos sentimientos«sicilianistas» de la isla. No cabe dudade que durante los juicios deNotarbartolo hubo en la prensa algunasintervenciones cargadas de prejuicios:«Sicilia es un cáncer en el pie de Italia»,proclamaría un analista. Por otra parte,aquellos eran también los años en losque algunos académicos sostenían quelos italianos del sur constituían una razaatrasada de cabeza extrañamenteconfigurada y una proclividad innata alcrimen.

Pero todavía más importante fue elhecho de que lo que Palizzolo

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denominaba su «martirio» generara unapotente coalición de políticaconservadora e intereses comercialesagrupada bajo el comité «Pro Sicilia»,que era mucho más que una meratapadera de la Mafia, y más incluso queuna mera extensión del lobby de NGI. Elcaso Palizzolo se había producido en unmomento en el que los políticosderechistas sicilianos habían dejado detener influencia en Roma. Ahora elgobierno progresista incluso le hacíaguiños al Partido Socialista. «ProSicilia» era, pues, la reacción de losconservadores sicilianos a lo quepercibían como una impotencia. El

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grupo de presión no duró mucho, pero sílogró hacer que el gobierno leescuchara. Un grupo de esa clase podíarepresentar un elemento importante encualquier gobierno de coalición. Y laanulación del juicio de Bolonia bienpudiera haber sido una oferta de paz alos poderes organizados en torno a «ProSicilia».

* * *

El nuevo juicio se inició en Florencia el5 de septiembre de 1903, más de unadécada después del asesinato cometido

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en la línea Termini-Palermo. Ahora soloFontana y Palizzolo se sentaban en elbanquillo (a los absueltos en Bolonia,incluyendo el guardafrenos del tren, nose les requirió que se enfrentaran denuevo a los cargos). Pese a ello, eljuicio de Florencia duró solo dossemanas menos que el anterior, al que seasemejó en muchos aspectos.

Los abogados de LeopoldoNotarbartolo llamaron a nuevos testigos,potencialmente muy importantes. MatteoFilipello tenía fama de ser el mediadorentre Palizzolo y la cosca de Villabate.En 1896 había resultado herido en unadisputa surgida, según se creía, a raíz

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del reparto del dinero pagado por elasesinato de Notarbartolo. Los primerosrumores que circularon por Palermo lehabían situado ya como uno de losasesinos.

A Filipello hubo que amenazarlo conuna posible detención antes de queaceptara desplazarse para acudir a lavista. Una vez en Florencia, fuearrestado por intimidar a otro testigo, yfingió que estaba perdiendo la razón. Eldía anterior al de su previstacomparecencia en el tribunal,desapareció. Le encontraron colgado delpasamanos de su pensión, situada junto ala basílica de la Santa Croce.

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«Suicidio», concluyó la investigación.En aquel momento la opinión

pública se mostraba cada vez másescéptica y aburrida. Habían pasadocasi cuatro años desde las abrumadorasrevelaciones de Leopoldo Notarbartoloen Milán. Al principio el caso habíagenerado un enorme debate públicosobre la Mafia. Se publicaron algunosvaliosos análisis, entre ellos los de dosinspectores de policía sicilianos. Peropor cada estudio provechoso sobre lafamosa organización criminal aparecíanotros dos o tres que no hacían sinoañadir confusión al asunto. Seguíahabiendo muchas voces —incluyendo

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las de prestigiosos testigos— quenegaban que la Mafia existiera. Esta noera sino un exagerado sentimiento deorgullo personal, un producto del modoen que se había oprimido a los isleños alo largo de su historia. Otros sugeríanque se trataba simplemente del términosiciliano utilizado para designar un tipode hampa que podía hallarse encualquier ciudad moderna tanto deEuropa como de Estados Unidos.

Sorprendentemente, incluso algunospartidarios de Leopoldo Notarbartolo enBolonia sostenían esa argumentación. EnSicilia occidental —afirmaban— nohabía sino cosche aisladas que a veces

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compartían a un mismo protector. «¿Quées la Mafia hoy? ¿Es, como algunoscreen, una organización con jefes ysubjefes? No. Eso solo existe en lossueños del excéntrico jefe de lapolicía.»[54] Había razones evidentespara afirmar tal cosa, ya que habría sidomuy imprudente basar íntegramente lasposibilidades de una condena en el casoNotarbartolo en los fallidos esfuerzos deSangiorgi por llevar a juicio a toda laMafia como tal. Pero aquellaargumentación vino a añadir más leña alfuego del debate.

Así, pese a la notoriedad de losjuicios de Milán y de Bolonia, el de

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mafia seguía siendo un concepto difusoe informe. La confusión que rodeaba a laMafia estaba destinada a arraigar,disminuyendo de paso el riesgo de unaoleada de indignación pública,políticamente perturbadora, derivada deuna posible absolución.

Aprovechando el ensayo general quehabía supuesto para ellos el juicio deBolonia, en Florencia los abogadosdefensores se las ingeniaron muchomejor. Don Raffaele abandonó laoratoria sensiblera de sus anterioresdeclaraciones y adoptó la actitud sumisade un inválido al que un carabinero tuvoque ayudar a subir al estrado.

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El juicio no logró alcanzar la mismanotoriedad que había tenido en Bolonia,ni provocar la misma sensación de quetodas las contradicciones y confusionesde los testigos de la defensa venían asumarse para probar la culpabilidad. El23 de julio de 1904, por una mayoría deocho votos contra cuatro, el juradoabsolvió a los acusados por falta depruebas. Al escuchar el veredicto,Palizzolo se desmayó.

* * *

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Pese a la sorprendente y rápida mejorade su salud en la semana posterior aljuicio, don Raffaele volvió adesmayarse el primero de agosto,cuando descendía por la pasarela delbarco en el puerto de Palermo ya comoun hombre libre. El comité «Pro Sicilia»había alquilado un buque de vapor de laNGI para que le trajera triunfante deregreso de la península.

Era la culminación de varios días decelebraciones. El periódico L’Ora,propiedad de los Florio, declaró que eljurado florentino había librado a laciudad de una pesadilla. Los partidariosde Palizzolo llevaban retratos suyos en

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la solapa. Se había pospuesto lafestividad de la Madonna del Carminepara permitir que el héroe pudieraparticipar en ella. Cuando Palizzolorecuperó el conocimiento, fueacompañado hasta su casa por unamultitud tumultuosa y alborozada. Alllegar, encontró su residencia adornadacon letreros luminosos que rezaban:«¡Viva Palizzolo!». Cuando se asomó albalcón, una banda interpretó un himnoespecialmente compuesto para celebrarsu victoria.

Un panegirista se encargó detrasladar al papel todo aquel clamor:

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Tras cincuenta y seis mesesde angustioso martirio, RaffaelePalizzolo ha salido triunfante,bañado por la luz de sudeslumbrante halo de dolor y devirtud. Dolor y virtudconsagrados por la sublimeabnegación que ha mostrado a lolargo de cinco años de tormentossin precedentes. Para pasar sustristes horas de prisión enhomenaje a Sicilia, la maltratadaSicilia, trenzó el dolor y lavirtud como flores salpicadas delágrimas en guirnaldas de durosufrimiento[55].

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El comedimiento raramente ha sidouna de las virtudes del lobby mafioso.Muchos sicilianos, aun entre aquellosque consideraban que las pruebas contradon Raffaele no resultaban suficientespara merecer una condena, sintieronrepugnancia.

Pero el júbilo no duró demasiado.En las elecciones parlamentarias denoviembre el mártir de Bolonia sufrióuna estrepitosa derrota. Pese a su triunfojudicial, ahora estaba demasiadocomprometido, y sus amigos máspoderosos le abandonaron. Lasaudiencias en la cabecera de su lecho sereanudaron, ya que Palizzolo mantuvo su

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cargo en la administración local; perosus días de rey del clientelismo sicilianohabían terminado.

Poco después de la apoteosis dePalizzolo, Leopoldo Notarbartolo viajódiscretamente de regreso a Palermo abordo del vapor postal. Solo un pequeñogrupo de amigos fueron a recibirle,humildes y silenciosos. Hubo lágrimasal reencontrarse con su hermana. Asumirel legado de la lucha de su padre contraPalizzolo le había costado mucho, yhabría que vender la finca de Mendolillapara pagar las costas legales.

Durante los años siguientes, lacarrera naval de Leopoldo le llevó

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felizmente lejos de la isla. Llegó aalcanzar el rango de almirante, pero surecuerdo desapareció de la memoriapública. Desde el mismo día de laabsolución de Palizzolo había decididono perder la fe en el progreso, nosucumbir a una resignada visión delmundo como un lugar maligno y caótico.La única forma de continuar su lucha porla justicia, a la que había dedicado losmejores años de su vida, era relatar lavida de su padre. Sus largos viajes pormar le permitirían disponer de tiempode sobra para escribir una biografia quesubestimaría sistemáticamente su propiopapel en el drama desarrollado entre

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1893 y 1904. Sin duda su padre habríaaprobado su modestia. En 1947, tras unalarga y dolorosa enfermedad, Leopoldomurió sin dejar hijos en Florencia, suciudad de adopción. Su esposapublicaría la biografía dos añosdespués.

Giuseppe Fontana también abandonóSicilia después del juicio. Llevándoseconsigo a sus cuatro hijas pequeñas,emigró a Nueva York, donde proseguiríasu carrera de extorsiones y asesinatos enel nuevo enclave de la Mafia.

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4

Socialismo, fascismo,Mafia

(1893-1943)

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CORLEONE

En línea recta, hay solo unos treinta ycinco kilómetros entre Palermo yCorleone. Sin embargo, cuando AdolfoRossi recorrió el trayecto, el 17 deoctubre de 1893 —ocho meses despuésdel asesinato de Notarbartolo—, elpequeño tren tardó sus habituales cuatrohoras y cuarto en recorrer suserpenteante camino a través de lasdesarboladas montañas. Gran parte delpaisaje que atravesaba el tren seguíatodavía reseco por el estío siciliano;blancuzco y rocoso, solo de vez encuando se veía salpicado por alguna

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atalaya en ruinas o por el verde oscurode los pocos olivares y limonaresdispersos.

El periodista Adolfo Rossi trabajabapara el periódico liberal romano LaTribuna. No hacía mucho que habíavuelto de Estados Unidos, ya que habíapasado doce años recorriendo elcontinente americano en busca defortuna. Al final de su periplo se habíaconvertido en el director de IlProgresso ItaloAmericano, el principalmedio de comunicación de la crecientepoblación italiana de Nueva York. Rossivolvió a Europa con un apasionadoentusiasmo por la apertura y el

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dinamismo de la vida en EstadosUnidos, y afirmaba que, en comparación,Italia parecía tan cerrada y estáticacomo un cementerio.

En el mismo compartimento deRossi viajaba otro hombre procedentede la península italiana, un joven oficialdel ejército. Los dos se pusieron ahablar de la cuestión que estaba en bocade todos: las desesperadas condicionesde vida de los campesinos sicilianos.Rossi dejaría constancia escrita de lacaracterística historia que le contó eloficial:

Me duele ver algunas de las

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escenas con las que uno seencuentra cuando vive aquí comoyo. Recuerdo que un calurosodía de julio había emprendidouna larga marcha con mishombres. Nos detuvimos adescansar junto a un corraldonde estaban repartiendo lacosecha de grano. Yo meacerqué a pedir un poco de agua.Acababan de hacer larepartición, y el campesino sehabía quedado con apenas unmontoncito. Todo lo demás habíaido a parar a su amo. Elcampesino permanecía inmóvil

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con las manos y la barbillaapoyadas en el mango de unalarga pala. Al principiocontempló su parte como si sehubiera quedado estupefacto.Luego miró a su esposa y a suscuatro o cinco hijos pequeños,pensando en que, después de unaño de esfuerzos y privaciones,lo único que le había quedadopara alimentar a su familia eraaquel montón de grano. Habríaparecido un hombre esculpido enpiedra de no ser porque de cadauno de sus ojos se deslizó unafurtiva lágrima[56].

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Durante casi dos décadas, losreformistas italianos habían estadodenunciando en vano la difícil situaciónde los campesinos del interior deSicilia: desnutrición, analfabetismo,malaria, deudas esclavizantes,espantosas condiciones de trabajo,explotación respaldada por la violenciamafiosa, robos justificados porabogados comprados, etc.

En Corleone los campesinos decíanque los amos honestos eran tan raroscomo las mariposas blancas. Muchos delos dieciséis mil habitantes de lapoblación eran obreros cuya pobreexistencia dependía de las grandes

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granjas cerealícolas que se extendíanhacia las colinas allí donde acababansus estrechas calles, sus diminutasplazas y sus iglesias barrocas. Corleoneexistía para alimentar a Palermo, perono siempre era capaz de dar de comer asu propia población. Un viajero inglésde la década de 1890 halló la ciudadhabitada por «mujeres pálidas yanémicas, hombres de ojos hundidos,niños anormales y andrajosos quemendigaban pan, gruñendo con vozronca como viejos cansados aburridosdel mundo»[57].

Rossi había ido a Corleone aentrevistar a un hombre que había

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dedicado toda su vida a cambiar aquellasituación, un hombre que se convertiríaen un símbolo tanto del combate contrala privación como de la lucha contra laMafia.

La pobreza de los campesinos delinterior siciliano tenía causas muysimples. Los grandes terratenientes deCorleone y otras poblaciones similaressolían permanecer en Palermo yarrendar sus fincas, mediante contratos acorto plazo, a una serie deintermediarios o gabelloti. La breveduración de los arrendamientos setraducía en el hecho de que los gabelloti

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tenían que sacarles rápidamente eldinero a los campesinos. El gabellotosolía ser el típico hombre hecho a símismo de carácter brutal, ya que aquelera un trabajo que no podía realizarsesin hacer enemigos. Con frecuencia losgabelloti tenían que protegerse a símismos y a sus propios bienes,especialmente el ganado, frente a losbandidos y cuatreros, y no era raro quese asociaran con dichos bandidos o quecontrolaran sus actividades. Tambiénera frecuente que necesitaran amigos enlos negocios legales, puesto que laabolición del sistema feudal y lasperiódicas subastas de propiedades de

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la Iglesia o del Estado habían dejadouna maraña de papeleo que seremontaba a varias décadas atrás.

Los gabelloti constituían una figuratan importante en la violenta economíasiciliana que a menudo se daba porsupuesto que ser mafioso y ser gabellotoeran una misma cosa. Pero sería másacertado decir que el hecho de unirse ala Mafia permitía a un gabelloto hacermejor su trabajo. Por una parte, la Mafiatenía contactos en Palermo, donde sehacían muchos de los contratos dearrendamiento. Por otra, la pertenencia ala organización ofrecía el poder militarnecesario para combatir a los

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campesinos indisciplinados.A ese poder hubo de recurrirse

precisamente cuando, en el otoñoanterior al viaje de Adolfo Rossi aCorleone, los oprimidos campesinos delas regiones occidental y central deSicilia empezaron a formar, como porarte de magia, unas nuevasorganizaciones denominadas Fasci(«fascios»). Aparte del nombre, dichosfascios no tenían nada que ver con elmilitarista y antidemocráticomovimiento fascista que fundaría BenitoMussolini una generación después.Fascio significa simplemente «haz», yen este sentido representa una imagen de

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la solidaridad. Los fascios sicilianoseran hermandades que agrupaban a loscampesinos contra los terratenientes ylos gabelloti.

Durante unos meses del año 1893 elmovimiento de los fascios hizo deCorleone el foco de atención de todo elpaís. El fascio local, fundado y dirigidopor Bernardino Verro, fue uno de losprimeros grupos de la isla, y también delos mejor organizados. El año anteriorVerro era solo un humilde burócratamunicipal que ni siquiera habíaterminado su educación, ya que habíasido expulsado de la escuela secundaria.Había miles de funcionarios anónimos

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como él en toda Italia, hombres que seveían obligados a recurrir alclientelismo para obtener empleosadministrativos que apenas les daban losuficiente para alimentar a sus familias.Pero Verro se rebeló, enfurecido por lasinjusticias que presenciaba a sualrededor.

Cuando se convirtió en el líder delfascio de Corleone, Verro fue despedidode su trabajo por sus ideas políticas.Pero por entonces ya le daba igual.Ahora se dedicaba a pronunciarinflamadas arengas a los campesinos ensu propio dialecto, con ejemplos quetomaba de las fábulas que conocía. Con

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utópico fervor, predicaba lacooperación, la disciplina y losderechos de la mujer. El futuro —explicaba— era socialista; el sistemacapitalista era poderoso porque el poderdel amor había disminuido, pero seacercaba el momento en que toda lahumanidad se fundiría en un amorosoabrazo. Viajando en mula desdeCorleone, Verro difundió su mensaje portodas las poblaciones vecinas. Allídonde hablaba se creaban nuevosfascios. Verro y los líderes delmovimiento venían a ser apasionadosevangelistas laicos. «Como auténticoshermanos», cuando se encontraban se

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besaban en la boca.Era a Verro a quien el periodista

Adolfo Rossi había ido a entrevistar aCorleone. En el momento en que Rossihizo su viaje por el interior de Sicilia,Verro se había convertido en el líder dela primera huelga campesina masiva detoda la historia de Italia, un líder quehablaba de igual a igual con los másdestacados políticos y funcionarios, unhombre que había logrado que casitodos los sectores de la sociedaditaliana mostraran sus simpatías hacialos campesinos a los que dirigía. Elencuentro entre Rossi y Verro dio lugara uno de los pocos retratos de primera

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mano del líder del fascio. La entrevistamuestra la influencia de los prejuiciosque el periodista había adquirido en elNuevo Mundo, así como supredisposición a responder a la visiónsentimental de Sicilia predominanteentre sus lectores italianos. Pese a ello,sin embargo, revela muchas cosasacerca de cómo eran realmente Verro ylos fascios.

Otras personas que conocieron aVerro le describen como un hombrebruto, enérgico y de mal genio, con unadevoción absoluta por su causa. Rossi,en cambio, contemplaba todo lo extrañocon mirada colonial: «El presidente del

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fascio es un hombre joven de veintisieteo veintiocho años. Hay un genuino toqueárabe en su rostro, su barba y,especialmente, sus ojos grandes ysaltones».

El héroe de la lucha contra la Mafia deCorleone, Bernardino Verro. Este busto seinstaló encarado hacia la calle en la que habíamuerto. En 1925 fue robado. [Archivio diStato, Palermo. ]

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En cualquier caso, la esperanza y elentusiasmo de Verro se traslucían en susrespuestas a las preguntas de Rossi:«Nuestro fascio cuenta con unos seis milmiembros, hombres y mujeres…Nuestras mujeres han comprendido tanbien las ventajas de la unión de lospobres que ahora les enseñan elsocialismo a sus hijos»[58] Rossitambién supo captar la astucia políticade Verro. Las demandas planteadas enCorleone se habían convertido en unmodelo para todos los fascios de la isla.Eran claras y moderadas, y se reducían ala exigencia de nuevos contratos queestipularan un reparto justo de la

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producción entre el propietario y loscampesinos que alquilaban pequeñasparcelas de tierra. Incluso muchosconservadores lo consideraban unacuerdo justo y eficiente, y la mayoríade los terratenientes de Corleone lohabían aceptado. «Los más ricos aún nohan cedido —le explicaba Verro a Rossi—. No tanto por razones económicascomo por resentimiento. No quieren queparezca que han cedido ante losfascios.»[59]

Verro mostró con orgullo a Rossi laenorme sala abovedada que servía decuartel general del fascio. En unextremo, sobre una mesa, había un busto

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de terracota de Marx, flanqueado porsendos retratos de los héroes patrióticosMazzini y Garibaldi. Debajo de la mesase veía toda una exposición de armasantiguas: sables, mosquetes y un trabuco.

Rossi entrevistó a algunos de loscampesinos que se encontrabanpresentes. Le explicaron que losmiembros que sabían leer y escribirmantenían al día a los analfabetos sobrelas noticias del resto de la isla. Losmiembros que habían sido soldadoshabían formado una banda uniformadadedicada a interpretar cancionespatrióticas, así como el canto a lostrabajadores que era el himno de los

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fascios. Rossi les preguntó a loscampesinos qué era para ellos elsocialismo: «¡Revolución!», fue una delas respuestas; «Unir todas laspropiedades y comer todos lo mismo»,respondió otro campesino; «Yo tengocincuenta años —explicó un tercero—, ynunca he comido carne.»[60]

Rossi guardó para el final lapregunta más delicada, la que mayorcuriosidad suscitaba entre sus lectores:la relación entre los fascios y el crimen.Los italianos recordaban el papel quehabían desempeñado diversas bandas depistoleros en los numerosos episodiosrevolucionarios de la reciente historia

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siciliana; aunque poco comprendida, laMafia era ampliamente temida. Losterratenientes sicilianos pretendían quelos fascios no representaban más que elúltimo disfraz de los salvajes pícaros ysaboteadores de la isla. «¿Qué posturahan adoptado con respecto a laspersonas con historial delictivo?», lepreguntó a Verro. La respuesta fueenérgica y optimista:

Hay solo unas pocas, y hansido condenadas por cosassecundarias como robar en loscampos, de modo que lasaceptamos en el fascio como una

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manera de mejorarlas. Desdeque se inició el fascio, el índicede delincuencia ha bajado.Apenas hay ya disputas, puestoque cualquier cuestión seresuelve a través del fascio; amenudo actuamos como jueces oárbitros. Los verdaderosdelincuentes son algunos de losterratenientes, usureros yantiguos protectores debandoleros, que violan a lascampesinas jóvenes y destruyena los trabajadores. ¡Si supiera loque llegan a hacer impunementeesos matones! ¡Aquí todavía

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estamos como en la EdadMedia![61]

Era evidente que a Rossi aquello lellegó al alma y ahora tenía ya la sencillahistoria que había ido a buscar aCorleone. Para los foráneos como él, aveces parecía como si nada hubieracambiado en el campo siciliano desde laépoca de los romanos, cuando losesclavos trabajaban en los campos detrigo. En consecuencia, a su regresocontó a sus lectores una fábula debuenos y malos enmarcada en una tierraremota e intemporal:

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En esta isla, en medio dezonas paradisíacas, hay otras queparecen más bien propias deÁfrica, donde miles de esclavostrabajan unas tierras quepertenecen a un puñado degrandes señores. De hecho, estánpeor que los antiguos esclavos,que al menos tenían el panasegurado[62].

En cuanto a Verro, aparecíaretratado como un noble bárbaro, unaespecie de Espartaco moderno.

Leyendo el relato de Rossi, uno sesiente tentado a pensar que su ociosa

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afición a ciertas ideas estereotipadassobre Sicilia bien pudo haberle costadola historia de su carrera, ya que no supopercatarse de lo complicado que resultaser un héroe en la Sicilia occidental.Así, Rossi ignoraba que solo seis mesesantes alguien había despertado a Verroal amanecer arrojando un puñado degravilla a la ventana de su casa, en lavia San Nicolò. Tal como habíaconvenido, se vistió rápidamente ysalió. Le llevaron un corto trecho através de calles estrechas hasta la casade un hombre al que conocía, gabellotode una propiedad de las afueras de laciudad. Allí le hicieron pasar a una

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habitación, donde encontró a un grupode hombres alrededor de una mesa encuyo centro había tres rifles y un trozode papel con una calavera dibujada.

El que presidía la reunión empezóexplicando que el propósito de esta eraexaminar la propuesta de admitir aVerro en aquella sociedad secreta,cuyos miembros se denominaban a símismos fratuzzi («hermanos»). Cuandole invitaron a hacerlo, el iniciado Verroexplicó que el movimiento social quehabía fundado en Corleone aspiraba adefender los intereses de las oprimidasmasas proletarias. Satisfecho con laexplicación, el jefe advirtió de los

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peligros que amenazaban a cualquierhombre que no guardara el secreto de lasociedad.

Se pidió a Verro que repitiera eljuramento de lealtad de los fratuzziantes de levantar la mano derecha paraque le pincharan en el dedo pulgar conun alfiler. Luego se untó con su sangre eldibujo de la calavera, que acontinuación se quemó. A la luz de lasllamas, Verro intercambió un besofraternal con todos los mafiosos uno auno. Después le dijeron que para darse aconocer como miembro de los fratuzzitenía que tocarse los incisivos yquejarse de dolor de muelas. Ahora

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formaba parte de la cosca mafiosa deCorleone.

Al convertirse en mafioso, BernardinoVerro se distanciaba de lo que era lanorma entre los líderes de los fascios, yel hecho de dejar constancia escrita decómo lo había hecho le convertía en uncaso único entre los iniciados en laMafia de su época. Pero a pesar de ello,la historia de Verro —que solo saldría ala luz después de su asesinato— resultaextremadamente significativa. Durantemucho tiempo los escritores deizquierdas la trataron con perplejoescepticismo, y no solo porque la

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mayoría de la gente no creía queexistiera nada parecido a un ritual deiniciación mafioso. Durante los más desesenta años que siguieron al auge delmovimiento de los fascios, los mafiososintimidarían y asesinarían ainnumerables socialistas, comunistas ylíderes sindicales; tantos, de hecho, quellegó a parecer que el verdaderoobjetivo de la Mafia era derribar ysometer a la clase obrera organizada delcampo. Y sin embargo allí, en losmismos orígenes del socialismocampesino italiano, aparecía un héroesocialista confabulado con la Mafia.

La iniciación de Verro resulta fácil

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de explicar desde la perspectiva de lacosca de Corleone. Los hombres dehonor jamás navegan contra corriente —su propósito es mantener siempre elrumbo que desean—, y en 1892-1893 lasituación resultaba sumamenteimpredecible. Los fascios podían acabarconvirtiendo a los campesinos en unanueva fuerza en el campo siciliano,modificando las condiciones deposesión y de trabajo de la tierra; o bienpodían fracasar y ser reabsorbidos porla exclusivista política local. Losgabelloti afiliados a la Mafia no sabíana ciencia cierta si debían oponerse a losfascios o utilizarlos para obtener

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mejores condiciones de arrendamientode los terratenientes. Al acercarse a loslíderes de los fascios, la Mafia tratabade asegurarse de que podría mantener suinfluencia fuera lo que fuese lo quedeparara el futuro.

La Mafia mantiene una posturabasada en una tranquila falta deescrúpulos frente a las ideologíaspolíticas. La organización no tiene ideaspolíticas rectoras, sino únicamentetácticas. Su principal valor es eloportunismo. Por esa razón, ningúnmovimiento social o político, sea delcolor que fuere, nace inmune a lainfluencia de la Mafia. La falta de

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escrúpulos de la Mafia incluso seextiende a sus propias tradiciones. Lainiciación no constituye un rito tansagrado como creen muchos, incluidosnumerosos mafiosos. Siempre queresulte más barato, menos arriesgado ymás efectivo ofrecer a alguien laposibilidad de afiliarse que comprarle ointimidarle, los principales caposaceptarán representar el convenienteritual.

Como resultado de ello, los fascioshubieron de tener constantemente lapreocupación de evitar la infiltraciónmafiosa. Algunos grupos locales inclusoestablecieron en sus estatutos la

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prohibición de afiliarse para mafiososconocidos. Y entre las razones de ellono es la menor el hecho de quedeterminados elementos del gobierno sehabrían sentido muy complacidos depoder tener un pretexto para reprimir alas organizaciones campesinas alegandoque no eran más que bandas criminales.Al final, una investigacióngubernamental revelaría que los fascioshabían logrado en gran medida elpropósito de mantener sus filas libres demalhechores.

Pese a ello, en algunos lugares comoCorleone la relación entre los líderes delos fascios y la Mafia alcanzó una

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temible intimidad. Los jefes campesinosy los capos mafiosos competían en elmismo mercado político por hacerse conlas mentes y los corazones de la gente.Los campesinos querían forzar lanegociación de mejores condiciones, yalgunos de ellos estaban dispuestos ahacerlo a través de quienes másrendimiento les dieran, fueran mafiososo socialistas.

La versión de Bernardino Verro sobre lahistoria de su iniciación en los fratuzzisolo se conocería después de su muerte.La cadena de acontecimientos se habíapuesto en marcha durante el invierno de

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1892-1893. En aquel momento selibraba una discreta campaña deintimidación y provocación contra losfascios. Se agredía a activistas y seincendiaban almiares para que se echarala culpa de ello a los socialistas,aumentando de ese modo lasposibilidades de una represión militar.Había acoso policial y se arrestaba a loslíderes de los fascios bajo falsasacusaciones. Algunos campesinostambién respondían con vandalismo a laintransigencia de los terratenientes.Verro y los otros líderes de los fasciossabían que había políticos en Roma queesperaban la oportunidad de mandar

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tropas a Sicilia. Muchos de dichoslíderes creían que antes o despuésresultaba inevitable un enfrentamientoviolento con el Estado. Algunas vocesdentro del movimiento expresaban laposibilidad de una insurrecciónsocialista armada para adelantarse a larepresión.

Fue durante aquellos tensos mesescuando Verro escuchó insistentesrumores de que tenían intenciones dehacerle desaparecer. Para protegerse, seaseguró de no ir nunca solo por lascalles de Corleone. Una noche, vio —yesquivó— a tres desconocidos que leaguardaban cerca de su casa. Luego, un

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hombre de Corleone se acercó a élvarias veces, expresándole su simpatíapor el movimiento campesino ytranquilizándole con respecto a suseguridad personal. Le explicó que losterratenientes habían ordenado suasesinato, pero que en Corleone habíauna sociedad secreta que estabadispuesta a protegerle. Dicha sociedadincluso deseaba ofrecerle su ayuda y laposibilidad de afiliarse a ella. Lo únicoque le pedían era que cambiara suactitud hostil frente a ciertos personajeslocales de grandes cualidades y notablevalor.

Verro decidió aceptar la oferta.

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Como muchos otros sicilianos,probablemente tenía solo una ideaimprecisa de lo que era realmente laMafia; quizá una especie de logiamasónica, o incluso algo más vago einformal. Comprensiblemente, laposibilidad que la Mafia de Corleoneofrecía a Verro de salvar su vidacontribuyó a que se decidiera a afiliarse.Pero la decisión de Verro tambiénobedecía a un contexto más amplio.Durante aquellos mismos tensos mesesde principios de 1893 se produjerondiversos contactos exploratorios entrehombres de honor y líderes delmovimiento socialista en el ámbito

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regional. Ambos bandos mostrarongrandes reservas. Si había de producirseuna revolución, la organización de cadazona tendría que evaluar de qué bandolucharía. ¿Era mejor respaldar a unEstado italiano distante y frágil, oinfiltrarse en el campesinado socialista?Por su parte, los líderes campesinosempezaron a preguntarse si la alianzacon la Mafia no representaba un precioque valía la pena pagar para conseguirla victoria en la inminente lucha. Quizáuna fe utópica en el poder delsocialismo incluso les daba esperanzasde que la Mafia pudiera ser asimilada yneutralizada.

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A finales de abril Verro y otros dosdestacados miembros de la organizaciónque aglutinaba a los fascios se reunieroncon varios capos de la Mafia dePalermo. La propuesta era que, en elcaso de que se produjera una revolucióncampesina, esta estuviera encabezadapor «doscientos mil leones», que noeran otros que los mafiosos y susalborotadores (toda la discusión parecióestar presidida por un nivel deexageración digno de Homero). No seavanzó mucho de cara a lograr unacuerdo, aunque las distintas versionesdifieren acerca de por qué no sealcanzó: o bien los mafiosos llegaron a

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la conclusión de que el Estado italianoal final se revelaría más fuerte que losfascios, o bien los líderes campesinossospecharon que la Mafia trataba detenderles una emboscada de acuerdo conla policía y los terratenientes.

Bernardino Verro no tardaría enarrepentirse de haber ingresado en lacosca de Corleone. Los fratuzziinvadieron la «Nueva Era», un club queél había fundado como centro deactividad republicana y socialista. Allíintrodujeron los juegos de naipes,utilizando las apuestas para poner encirculación dinero falso. Para Verro sehizo evidente que tanto él como el fascio

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de Corleone corrían el riesgo de versedesacreditados y calificados decriminales por la policía, de modo quese alejó del club «Nueva Era». Pero ladistancia que separaba a los mafiosos ylos activistas campesinos de Corleonese hizo aún mayor cuando los primerosse apoderaron de unas tierras que habíanquedado sin cultivar a consecuencia deuna huelga organizada por el fascio.Verro abandonó enseguida todaesperanza de que los fratuzzi y loscampesinos pudieran establecer unpacto, y pasaría el resto de sus díastratando de enmendar el error dehaberse afiliado a la Mafia; un error que

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acabaría costándole la vida.El 3 de enero de 1894 los halcones

de Roma y Sicilia finalmente se salieroncon la suya; cincuenta mil soldadosimpusieron la ley marcial y ladisolución de los fascios. La crisishabía estallado el pasado diciembre,cuando los fascios organizaron huelgastributarias y exigieron la disolución delos corruptos consejos locales, lo queconstituía un desafío directo a losintereses políticos vitales de la Mafia.El nivel de violencia empezó aaumentar. Los peores incidentesocurrieron cuando los soldadosdispararon directamente a los

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manifestantes; murieron ochenta y trescampesinos. En algunos lugares seprovocaron disturbios deliberadamentecuando varios desconocidos dispararonal azar desde los tejados o las ventanas;con decisiva astucia, los mafiososseguían ahora su decisión de respaldar alos terratenientes y al Estado en lugar dea los fascios. La disciplina que Verrohabía logrado infundir a los campesinosde Corleone supuso que ese fuera uno delos pocos lugares en los que no huboderramamiento de sangre.

Bernardino Verro trató de huir deSicilia, pero el 16 de enero de 1894 fuearrestado a bordo de un barco que se

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dirigía a Túnez y conducido ante untribunal militar. Se le acusó deconspiración para provocar unarevuelta, incitación a la guerra civil,violencia y destrozos. Durante el juicio,las autoridades prohibieron el acceso delos principales periódicos de la isla.Verro fue declarado culpable ycondenado a doce años de cárcel. Ladureza de la pena sorprendió incluso amuchos conservadores. En 1896, sinembargo, fue inesperadamente liberadogracias a una amnistía. Pese a ello,durante la década siguiente, su vida sedividiría entre el activismo político, lacárcel, el exilio y la persecución por

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parte de las autoridades.

* * *

En el verano de 1907 Verro salió de lacárcel tras haber cumplido una segundacondena. (Había sido condenado pordifamación después de que un periódicoque él había fundado revelara que undestacado miembro de la política localle había facilitado una mujer alsubprefecto, una joven cuyo maridoestaba en la cárcel; los testigos clave dela defensa se retractaron, y Verro fuecondenado a dieciocho meses de

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prisión).Cientos de campesinos socialistas

del interior acudieron a Palermo pararecibirle el día de su liberación.Llevando banderas y estandartes,llegaron a primera hora de la mañana enun tren especialmente fletado desdeCorleone. La banda municipal, ataviadacon camisas rojas, encabezó un desfileque recorrió las calles. Mujeres vestidascon el tradicional traje campesinodesfilaron bajo un estandarte querezaba: «Sección femenina deCorleone». Fuertemente protegidas,recorrieron la via Maqueda hasta lacárcel de Ucciardone, donde recibieron

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a Verro con vítores, abrazos y lágrimas.Tras una reunión de la cámara laboralde Palermo, le llevaron triunfalmente deregreso a Corleone.

En ese momento, trece años despuésde la represión de los fascios, la moraldel movimiento campesino estaba másalta que nunca. En Roma ocupaba elpoder un gobierno de talante másprogresista. El año anterior a laliberación de Verro, una nueva leyposibilitó que las cooperativasobtuvieran préstamos del Banco deSicilia en representación de loscampesinos; el dinero se emplearía enarrendar tierras directamente de sus

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propietarios. En Corleone Verro asumióde inmediato la dirección de unacooperativa constituida precisamentecon ese fin. Pero esta contaba tambiéncon el potencial de constituir el armamás potente contra la Mafia. El objetivoera dejar a los intermediarios, losgabelloti, fuera de la economía rural.Verro sabía que la lucha que seavecinaba probablemente sería violenta;dos hombres que colaborabanestrechamente con él habían sidoasesinados en su ausencia. Tambiénsabía que los fratuzzí de Corleonetenían una cuenta personal que saldarcon él, y además seguía cargando con el

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mortificante secreto de su iniciación.Al principio los fratuzzi se

mostraron cautelosos. Inicialmentetrataron de sobornar a Verro para queimpidiera que la cooperativa siguieraquedándose con sus contratos dearrendamiento. Aunque la Mafia logróinfiltrarse en muchas organizacionescampesinas de toda Sicilia occidental,Verro resistió, y en 1910 su cooperativase había hecho cargo de nuevehaciendas, liberando de paso acentenares de trabajadores de unascondiciones próximas a la servidumbrefeudal.

Pero la cooperativa de Verro se

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enfrentaba también a la oposiciónpolítica de una entidad crediticiacatólica, la Cassa Agricola San Leoluca,que en sí misma constituía un signo deun cambio fundamental que estabaaconteciendo en toda Italia. Cuando secompletó la unificación italiana en 1870con la ocupación de Roma, el Papadeclaró que la Iglesia había sido«expoliada», se encerró en el Vaticano ydio instrucciones a los fieles de que notomaran parte activa en la vida políticadel nuevo país ateo. Solo hacia finalesdel siglo XIX los católicos, con laaprobación del clero, empezaron aintervenir en la política. Lo que les

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arrastró a la esfera pública fue lanecesidad de proteger a los fieles delcredo materialista y subversivo delsocialismo.

Los mafiosos siempre habían tratadocon los sacerdotes del mismo modo quecon los políticos: de hombre a hombre ydevolviendo favor por favor. Y ahora laIglesia y la Mafia tenían también unfondo ideológico común en su odio alsocialismo. Los sacerdotes y creyenteslegos que regentaban la Cassa AgricolaSan Leoluca son personajes oscuros, yse sabe poco de la Iglesia de Corleone.Pero es posible hacerse una idea de laatmósfera reinante entre el clero local

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gracias a la carta que un canónigoescribió a su arzobispo en 1902,pidiéndole que prohibiera a los curas deCorleone llevar pistola «tanto de díacomo de noche». La cooperativacatólica empleaba a los fratuzzi paravigilar las tierras que arrendaba. La fasemás mortífera de la lucha de Verrocontra la Mafia estaba a punto deempezar.

En 1910 Bernardino Verro convocóuna huelga tributaria para protestar porun corrupto alcalde católico. Laadministración municipal se colapsó.Durante la subsiguiente campañaelectoral, Verro pronunció un discurso

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denunciando a la «Mafia afiliada a loscatólicos». La reacción fue inmediata.La tarde del 6 de noviembre Verroestaba esperando en la farmacia paravotar el fin de la huelga cuando alguienle vació los dos cañones de su escopetaa través de la ventana. Su sombrerosalió volando y Verro resultó herido enla muñeca, pero, sorprendentemente, porlo demás salió ileso. Parece ser que elpropósito del agresor se vio frustradopor el brillo y los reflejos de losarmarios de la farmacia. Cuando Verrose apresuró a salir para ver siidentificaba a su presunto asesino, seencontró cara a cara con un conocido

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mafioso, que mostró sorpresa al ver queseguía vivo. «Como verá, esta vez suschicos solo han hecho un poco dehumo», le dijo Verro.

Aunque en público mantenía unaactitud valerosa, en privado Verroestaba aterrado. Empezaba a descubrirhasta dónde llegaban los contactos de laMafia; sus vínculos con losparlamentarios locales, la judicatura y elclero. Las balas que le habíandisparado, decía, apestaban a «Mafia eincienso». Se vio obligado a abandonarde nuevo su querida Corleone. Aunquedenunció a quienes creía que habíantratado de matarle, el caso no prosperó,

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pues los testigos no se atrevían apresentarse.

En la primavera de 1911 Verroescribió a un amigo, desesperado alsaber que habían abatido a tiros a sucamarada Lorenzo Panepinto, el lídercampesino de Santo Stefano Quisquina,en la puerta de su casa:

¿Has visto lo que le hanhecho al pobre Panepinto? Losclericales-mafiosos gabelloti sehan alzado contra lascooperativas. La verdad es tanterrible que casi enloquezco dedesesperación. Cada vez que

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miro la herida de mi muñecaizquierda veo dos cadáveres enla cicatriz: uno es el mío y elotro es el de mi buen amigo ycamarada Panepinto. He tenidoque dejar Corleone, donde laMafia me ha declarado traidor.¿Qué alternativa me queda?¿Convertirme yo también en uncriminal y tomar venganza conplomo y dinamita? ¿O esperar aque me maten como uncondenado de permiso?[63]

Los problemas siguieron acosando aVerro. El tesorero de la cooperativa

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campesina de Corleone fue detenido porfraude, y declaró falsamente que habíaseguido órdenes de Verro (hay firmesevidencias que sugieren, en cambio, queel tesorero contaba con el respaldo delos fratuzzi). Aunque en la actualidad nohay ningún indicio de que Verro fueraculpable de haber obrado maldeliberadamente, sí parece que mostrócierta ingenuidad y laxitud a la hora desupervisar las cuentas de la cooperativa.El caso es que fue arrestado y pasó casidos años en prisión preventiva.

Cuando Verro fue finalmenteliberado, en 1913, todavía pesaba sobreél la acusación de fraude y a sus

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enemigos les pareció que era un hombrevencido. Para sobrevivir, se vioobligado a vender vino y pasta. Pero suintención era sencillamente esperar alimpiar su nombre antes de volver a lapolítica. Los campesinos, que manteníanintacta su fe en él, le suplicaron queencabezara la lista socialista en laselecciones locales. Ahora por fin teníanderecho a voto; el sufragio universalmasculino, que había sido aprobado en1912, representaba una oportunidad sinprecedentes para luchar por la justicia yla igualdad por medios democráticos.Verro conocía los peligros a los que seenfrentaba; él mismo solía decir a sus

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amigos que la Mafia acabaría matándoleal ver que no podía derrotarle de otromodo. Aun así, consideró su deberaceptar los ruegos de los campesinos.En 1914 resultó elegido alcalde deCorleone por aplastante mayoría.

En 1914 y principios de 1915 lavida política de Verro estuvo dominadapor la Primera Guerra Mundial. Como lamayoría de los socialistas —y, dehecho, también la mayoría de lositalianos—, Verro se opuso a laintervención italiana en la guerra. En lasdos últimas décadas el pueblo deCorleone había estado a punto deasegurarse un futuro más justo en tres

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ocasiones. En 1894 sus fascios fueronreprimidos por la ley marcial; en 1910la intriga y la violencia dieron jaque asus cooperativas, y ahora, justo en eladvenimiento de una democracia deamplia base, el reclutamientoobligatorio vendría a frustrar susesperanzas. Finalmente Italia entró enguerra en mayo de 1915.

Pero esos meses también fueronimportantes en la vida personal deVerro. Después de años de vivir solo, elactivista itinerante había sentado lacabeza, y su compañera (la pareja eraideológicamente opuesta al matrimonio)dio a luz a una hija, a la que llamaron

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Giuseppina Pace Umana («Josefina PazHumana»). En el otoño de 1915 lacelebración del juicio por fraude quetanta inquietud causara en Verroempezaba a acercarse. Tras hablar conlos abogados implicados, se sentíaoptimista acerca de sus perspectivas desalir airoso.

La tarde del 3 de noviembre de 1915Verro abandonó el ayuntamiento deCorleone bajo un cielo que oscurecíacon rapidez. Cuando doblaba la esquinapara enfilar la via Tribuna empezó adiluviar. Justo cuando llegaba a untramo de cuatro escalones queabarcaban todo el ancho de la calle en

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su parte más alta, una bala disparadadesde un establo le alcanzó bajo la axilaizquierda. Se tambaleó, se giró y sacó supistola Browning. Solo pudo disparar untiro inútil antes de que su arma seencasquillara. Luego le alcanzaron otrascinco balas disparadas desde dosángulos distintos. Probablemente yahabía muerto cuando se desplomó bocaabajo sobre el barro.

Entonces uno de los asesinos saliótranquilamente de su escondite y, alparecer, se arrodilló apoyándose en laregión lumbar de la espalda de Verro.Apuntó su pistola a la base del cráneode su víctima y disparó otras cuatro

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veces. Luego puso el cañón en la sien deVerro y apretó de nuevo el gatillo. Elestado del cadáver había de servir deadvertencia a otros.

Corleone, 1915. Foto policial del cadáver deBernardino Verro yacente en el lugar en dondefue abatido. Algunos de los disparos que le

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mataron se efectuaron desde el portal de laizquierda. [Palladium/Tipografia FerdinandoCortimiglia, Corleone.]

* * *

En casi todos los periódicos de ámbitonacional la información sobre aquelasesinato tan manifiestamente salvaje selimitó a unas pocas líneas. Las noticiasdel combate en el frente occidental, enSerbia, y en las fronteras nororientalesde Italia dominaban el interés de lanación.

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Durante muchos años, tras elmacrojuicio de Sangiorgi en 1900 y laabsolución de Palizzolo y Fontana en1904, en Italia resultó enormementedifícil que la lucha contra la Mafiasuscitara el menor interés. La opiniónpública del país se había vueltoresignada y escéptica; la gente acogíalas noticias sobre el crimen organizadoen Sicilia con apatía y desagrado. Sedaba por sentado que la muerte delalcalde de Corleone era un asunto de laMafia, y que, muy probablemente, nadieiba a responder de él.

Ni siquiera las notables evidenciassurgidas en el juicio ayudaron a atraer la

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atención pública que el caso merecía.Entre los documentos personales deVerro, la policía descubrió untestimonio de su propia mano, que veníaa añadir una nueva capa de intriga a unavida que reflejaba plenamente unperíodo dramático de la historiasiciliana. Era la confesión póstuma deVerro. En ella explicaba toda la historiade su iniciación a los fratuzzi —unsecreto que nunca antes había divulgadoa nadie—, y daba una descripcióndetallada de cómo operaba la Mafia deCorleone. Los policías que descubrieronel documento manifestaron su plenaconvicción en la absoluta integridad y

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devoción a la causa de Verro; creían quesi hubiera revelado lo que sabía de laMafia, habría sido asesinado muchoantes.

Como cabía esperar, y pese alcarácter abiertamente público delasesinato, nunca se condenó a nadie; eljuicio acabó a los pocos días, cuando elfiscal jefe retiró las pruebas, afirmandoque a su entender no se sostenían. Lasuspensión del juicio logró, una vezmás, que no se creyera a un testigofidedigno de la realidad de la«honorable sociedad».

Lo s fratuzzi tenían un montón derazones para asesinar a Bernardino

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Verro. La cuestión es por qué lohicieron cuando lo hicieron. Más tarde,la policía conjeturaría que la Mafiatemía que Verro aprovechara el juiciopor fraude para revelar lo que sabía dela organización. También es posible quel a cosca hubiera supuesto que la guerraen curso amortiguaría la publicidad queiba a rodear al asesinato. Durante añoslos fratuzzi habían tratado sin éxito deasimilar a Verro, de corromperle, dederrotarle políticamente, de sobornarley de intimidarle. Aparentemente, en1915 solo les quedaba un medio.

Aunque dicho medio sea el máspoderoso de los que tiene, la Mafia no

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puede sencillamente asesinar a quienquiera sin disponerse a afrontar lasconsecuencias de ello. Todo asesinatoimplica una serie de riesgos calculados,y el de un hombre poderoso como Verro,que contaba con tantos y tan apasionadospartidarios tanto en Corleone comofuera, representaba una empresaespecialmente arriesgada. Al parecer, ytrágicamente, en este caso la Mafia hizobien sus cálculos.

Pero Verro estaba lejos de ser elúltimo mártir del movimientocampesino. Tras las dos guerrasmundiales se produjeron sendas oleadasde asesinatos políticos perpetrados por

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la Mafia. Las tácticas adoptadas contralos fascios de Corleone habrían deemplearse de nuevo; cada vez que la«honorable sociedad» no lograrainfiltrarse en las organizacionescampesinas, o crear otras alternativasmás influenciables, se enfrentaría a ellasmediante el terror. Entre las víctimaspolíticas de la Mafia de la época en laque cayó Verro se encontraron tambiéncinco valientes sacerdotes cuyosnombres merecen ser recordados: donFilippo Di Forti, asesinado en SanCataldo, en 1910; don Giorgio Gennaro,en Ciaculli, en 1916; don CostantinoStella, en Resuttana, en 1919; don

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Gaetano Millunzi, en Monreale, en1920, y don Stefano Carona, enGibellina, también en 1920. El nuevocatolicismo socialmente comprometidono fue ajeno por completo a la realidadde la Mafia, y como resultado de ellopagó con su sangre.

En 1917 los campesinos deCorleone erigieron una estatua enmemoria de Bernardino Verro en lapiazza Nascè, donde los trabajadores sereunían cada mañana con la esperanzade ser contratados por algún gabellotopara una jornada. En ella serepresentaba a Verro subiendo por lavia Tribuna hasta el punto en el que se

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había producido su asesinato. En 1925la estatua fue robada; jamás se encontró.En 1992 un valeroso alcaldeizquierdista de Palermo erigió otraestatua como parte de sus esfuerzos porincorporar al tejido de la ciudad elrecuerdo de las fechorías de la Mafia.Tras ser objeto de actos vandálicos endiversas ocasiones, el monumento seríafinalmente destruido en junio de 1994.La Mafia había llegado al extremo deperseguir a sus víctimas aun más allá dela tumba.

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EL HOMBRE CON PELOEN EL CORAZÓN

En enero de 1925, en el Parlamentoitaliano, el primer ministro BenitoMussolini se levantó y asumiópersonalmente la responsabilidad de laviolencia de sus bandas fascistas, tras locual inició el proceso de represión detoda la oposición. El Partido Fascista deMussolini ya no representaba ungobierno; ahora constituía un régimen.Un año después, el nuevo dictadorexhibía su autoridad inaugurando unaguerra contra el crimen organizado en

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Sicilia.El asedio de Gangi, la ceremonia de

apertura de aquella guerra, se inició lanoche del primero de enero de 1926,mientras caía una fuerte nevada sobrelos montes Madonie. Los díasanteriores, policía y carabineros, engrupos móviles de cincuenta personas,habían ido estrechando poco a poco elcordón policial, arrestando a todos lossospechosos de colaboración con losbandidos. Tanto el cordón policial comoel frío obligaron a los propios bandidosa retroceder hasta Gangi, donde se sabíaque tenían su cuartel general. La policíaocupó las colinas y otros puntos

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estratégicos cercanos. Se cortaron laslíneas telefónicas y telegráficas.Camiones y carros blindadosbloquearon las carreteras de acceso a lapoblación. Luego, un gran número depolicías, acompañados de unos cuantoscamisas negras, ascendierontrabajosamente por la empinada yestrecha carretera que llevaba a lapropia Gangi.

Hasta entonces Gangi había parecidoinexpugnable en su altivo aislamiento,dominando el paisaje de toda la Siciliacentral desde su privilegiada posiciónen los montes Madonie; en un día claroincluso se puede divisar la amenazadora

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silueta del Etna al este, al otro lado dela isla. Los lugareños solían referirse alos bandidos como «el prefecto» o «eljefe de la policía». Tan poderososhabían llegado a ser que incluso habíanlogrado persuadir al alcalde de querechazara una subvención del gobiernopara alumbrado público argumentandoque en realidad los empinadoscallejones de la población eran másseguros a oscuras.

Ahora aquel laberinto estabaintensamente iluminado y atestado dehombres uniformados que registraban yocupaban las casas, realizando docenasde detenciones. Muchos de los hombres

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que buscaban se habían escondido encuartos secretos obra de un constructorlocal especializado en la colocación deparedes y techos falsos. Solo unos pocosgangitanos se arriesgaban a aventurarseentre la nieve para llevar mensajes yvituallas a los hombres escondidos. Elresto se acurrucaba en sus casas con laspuertas y ventanas cerradas a cal ycanto.

El primer bandido que se entregósalió de su escondrijo la mañana del 2de enero. Gaetano Farrarello, el «Reyde los Madonie», tenía sesenta y tresaños y huía de la justicia desde el día enque había matado a su esposa y al

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amante de esta. De eso hacía ya más dela mitad de su vida. Había tardadovarios años en construir una extensa redde robo de ganado, gestión depropiedades y extorsión, y en crearse laprotección política necesaria para actuarsin que las autoridades le molestaran.Hizo saber que no se entregaría a ningúnpolicía, sino únicamente al alcalde.

En el ayuntamiento, el oficial quemandaba las fuerzas de asedio se limitóa sentarse y esperar que Farrarelloapareciera. Se encontró con un hombrealto, con un porte de una dignidad casimilitar y una barba patriarcal que lellegaba hasta la cintura. El bandido

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depositó su ornamentado bastón sobre lamesa y realizó una estudiadadeclaración: «Mi corazón estátemblando. Es la primera vez que mehallo en presencia de la ley. Me entregopara restaurar la paz y la serenidad deestas personas que se han visto tanatormentadas»[64]. Varios días después,Ferrarello se suicidaría en la cárcelarrojándose por el hueco de unaescalera. Al parecer, no hubo nadie másimplicado en el incidente.

La operación prosiguió. No sepermitió a nadie entrar o salir de Gangimientras la policía realizaba una seriede maniobras destinadas a humillar a los

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bandidos ocultos. Se les confiscó elganado; se sacrificó a los mejoresanimales en la plaza del pueblo, y luegose pusieron a la venta a preciossimbólicos. Se tomaron rehenes,incluyendo a mujeres y niños. Lospolicías dormían en las camas de losbandidos y, según insistentes rumores,abusaban de sus mujeres. Luego seordenó al pregonero de la poblaciónrecorrer las calles vacías tocando unpesado tambor colgado de la cintura.

¡Ciudadanos de Gangi! SuExcelencia Cesare Mori,prefecto de Palermo, ha enviado

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el siguiente telegrama al alcaldecon la orden de hacer públicaesta proclama:

Ordeno a todos los fugitivosde la justicia en este territorioque se entreguen a lasautoridades en el plazo de docehoras desde el momento en quese lea este ultimátum. Una vezhaya expirado el plazo, setomarán las medidas másseveras contra sus familias, susposesiones y cualquiera que lesayude de la manera que sea[65].

Cesare Mori era el hombre que

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había elegido Mussolini para dirigir suguerra contra el crimen organizado. Elultimátum constituía un gestocaracterístico que convertíamanifiestamente la operación de Gangien una confrontación de hombre ahombre con los criminales.

Mori había permanecido en Palermodurante el asedio, velando para que laprensa aprobara su «hercúlea labor». El10 de enero, con los bandidos todavíaescondidos, viajó a Gangi paraproclamar la liberación de la poblaciónen persona. La plaza se habíaengalanado convenientemente y la bandainterpretaba marchas militares. Había

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carteles que reproducían el mensaje defelicitación de Mussolini a su prefecto:«Le expreso mi más cordial satisfaccióny le insto a continuar hasta realizar sulabor sin reparar en nadie, sea alto obajo. El fascismo ha curado a Italia demuchas de sus heridas. En Siciliacauterizará la llaga del crimen; con unhierro al rojo si hace falta»[66].

Si hay que creer a la prensacontrolada por los fascistas, luego sepronunciaron discursos desde el balcóndel ayuntamiento. El joven jefe fascistade Palermo Alfredo Cuco, un pequeño yarrogante oftalmólogo vestido concamisa negra y gorro de aviador, se

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dirigió a los líderes invitados, que a suvez se hicieron eco de los sentimientosdel Duce. Finalmente Mori se adelantó.Acababa de cumplir los cincuenta ycuatro años, y mostraba unos rasgos bienconservados, aunque algo afilados, unacomplexión imponente y una vozprofunda. Se sentía orgulloso de losmotes que había adquirido durante losaños transcurridos luchando contra elcrimen en Sicilia: el «prefecto dehierro», el «hombre con pelo en elcorazón». Las pesadas botas militares yla larga y gruesa banda que habíadecidido llevar sobre su inmaculadotraje aspiraban a reforzar el mismo

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mensaje: ahí estaba un hombre deacción, un enemigo personal de loscriminales. Aquel mismo día uno de losbandidos que todavía seguían ocultoshizo llegar una amenaza de muertecontra él.

El discurso de Mori fue, como decostumbre, mucho más directo que losque le habían precedido. Habló a lossicilianos en lo que él consideraba queconstituía su rudimentario lenguajemoral:

¡Ciudadanos! No me rendiré.El gobierno no se rendirá.Tenéis derecho a ser liberados

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de esos villanos. Y lo seréis. Laoperación proseguirá hasta quese haya redimido a toda laprovincia de Palermo.

Por mediación mía, elgobierno cumplirá con su deberhasta el final. Vosotros debéiscumplir con el vuestro. No tenéismiedo de las pistolas. Pero síteméis que se os asocie a lapalabra «poli». Debéisacostumbraros a pensar en laguerra contra los criminalescomo el deber de todo ciudadanohonesto.

Sois buenas gentes. Vuestros

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cuerpos son sanos y fuertes.Tenéis todos los atributosanatómicos viriles que hay quetener. Por lo tanto sois hombres,y no ovejas. ¡Defendeos!¡Contraatacad![67]

Las palabras de Mori suenan comosi se dirigieran a los oídos de alguienque se hubiera criado en una granja deanimales. Hay dudas de que realmentepronunciara el discurso que publicaronlos periódicos. Pero en cualquier caso,este tipifica la actitud del hombreelegido para representar las fantasíasautoritarias del fascismo en Sicilia. El

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asedio terminó unos días más tarde; sehabía arrestado a ciento treinta fugitivosde la justicia y unos trescientos de suscómplices.

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El «prefecto de hierro» del fascismo, CesareMori. [Rubettino, Soveria Mannelli (CZ).]

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* * *

Militarista, decisivo, duro, espectacular;el asedio de Gangi se recuerda más omenos como quería que se recordara lapropaganda fascista, en sintonía con elmodo en que esta diseñó su guerracontra el crimen organizado. Cuando losdesertores de la Mafia empezaron ahablar con Giovanni Falcone, en ladécada de 1980, se hizo evidente quelos propios mafiosos tenían similaresrecuerdos de los años del fascismo. El

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hombre de honor de Catania AntoninoCalderone, que se convirtió en pentitoen 1986, reveló que, más de cuarentaaños después de su caída, el régimenfascista de Benito Mussolini conservabauna profunda huella en la memoriapopular de la Mafia:

[Bajo el fascismo] cambió lamúsica. Los mafiosos lo pasaronmal. Muchos fueron enviados auna prisión insular de la noche ala mañana… Mussolini, Mori, lagente encargada de la justicia,fueron quienes lo hicieron:condenaron a los mafiosos a

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cinco años de exilio interior sinjuicio, el máximo. Y cuandoacabaron esos cinco añospublicaron un decreto y lescondenaron a otros cinco. Así,sin más. ¡Un decreto! Otroscinco años… Después de laguerra la Mafia ya casi noexistía. Todas las familiassicilianas se habían roto. LaMafia era como una planta quedeja de cultivarse. Mi tío Luigi,que había sido un jefe, unaautoridad, se vio obligado arobar para ganar unmendrugo[68].

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Calderone era solo un muchachitocuando su tío Luigi sufría aquellasindignidades. Aunque las historias quele contaron de joven tenían lacaracterística simplicidad de todos losrecuerdos familiares, no cabe duda deque poseían una base de verdad. Laenérgica campaña fascista iniciada conel asedio a Gangi permitió pasar a laofensiva a algunos policías ymagistrados que habían acumulado añosde experiencia en la lucha contra lascosche. La Mafia sufrió lisa yllanamente; muchos hombres de honorfueron a la cárcel, con o sin juicio, y elresto de la organización entró en una

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especie de hibernación.El fascismo afirmó que había

resuelto el problema de la Mafia. Noobstante, como tantas otras cosas de lasque decía Mussolini, aquella resultó seruna presunción falsa. Y aunque elcontrol que ejercía el Duce sobre lainformación hace que todavía hoyresulte difícil para los historiadoresdiscernir la verdad, la verdaderahistoria del «hombre con pelo en elcorazón» —el más temido enemigo de laMafia— resulta ciertamente más oscurae intrigante de lo que sugieren tanto lapropaganda fascista como las memoriasde la Mafia.

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* * *

Los padres de Cesare Mori soloreconocieron su existencia cuando estetenía ya siete años; hasta entonces habíaestado en un orfanato en Pavía, cerca deMilán. Para un muchacho brillante queno era nadie, sin ningún contacto, en laItalia de finales del siglo XIX el ejércitoy la policía figuraban entre los pocoslugares en los que podía hacer carrera.Los archivos secretos del Ministerio delInterior sobre Mori dan fe de suinexorable ascenso y no dejan lugar a

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dudas sobre su pujante ambición nisobre su coraje. En 1896 se le concedióuna medalla por perseguir y dar caza aun proxeneta al que había vistoatracando a un joven soldado con unrevólver mientras una prostitutaintentaba apuñalarle por la espalda.Aquel sería el primero de sus numerososencuentros cara a cara con el crimenviolento.

Los informes de los superiores deMori sobre todos los aspectos de sutrabajo son entusiastas: «Es enérgico,decidido y prudente. Conoce bien todoslos aspectos de su trabajo,especialmente las tareas de vigilancia

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política, puesto que conoce las doctrinasde todos los partidos y los hábitos y elcomportamiento de los políticos»[69].Mori había sido designado ya para unascenso cuando, en 1903, en Rávena,cacheó a un poderoso concejal local delque sospechaba que llevaba encima unpuñal (Sicilia no era el único lugar en elque la política municipal podía resultaruna ocupación peligrosa). Aconsecuencia de ello se organizò unacampaña de prensa contra él. Larecompensa por la puñetería de Mori fueun traslado a Castelvetrano, en Sicilia.A partir de ese momento su vida seentrelazaría con la historia de la Mafia.

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La violencia electoral tácitamentegestionada por las autoridades, el robode ganado y el crimen organizado;durante la mayor parte de los catorceaños siguientes Mori tuvo asignadas lastareas habituales de las fuerzas delorden en la campiña de Siciliaoccidental. Y se aplicó a ellas conincansable vigor. Regularmente loslugareños presentaban acusacionescontra él por abuso de autoridad. En1906 fue ascendido al cargo desuperintendente. Tres años después fueascendido de nuevo tras matar a unbandido durante un largo tiroteo. En1912 se distinguió una vez más por

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acorralar a una banda de extorsionistasque habían exigido dinero a unparlamentario.

En Italia la labor policial se hallabasiempre muy politizada. Las propiasopiniones políticas de Mori —que eramonárquico conservador— resultaban lobastante convencionales como parapoder subordinarlas a sus ambiciones.Esto significaba conformarse a lasexpectativas de los poderosos de turno,tanto en Roma como en el ámbito local(al menos cuando ambas podíanreconciliarse). En Sicilia Mori habíaseguido una línea favorable al grupo deintereses más poderoso: los

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terratenientes.Cuando empezó la Gran Guerra,

Mori era subjefe de policía en la ciudadde Trapani, en el extremo occidental dela isla. Durante la guerra no hubo ningúncombate militar en Sicilia, pero todo loque ocurrió después de que Italia seuniera a la contienda, en mayo de 1915,contribuyó a empujar a la isla a unabismo de violencia. Más decuatrocientos mil sicilianos —una cifrasuperior a la de la población total dePalermo— fueron llamados a filas.Como había venido ocurriendo desde lafundación del Estado italiano, miles dereclutas evitaron la leva huyendo a las

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colinas. El bandidaje a gran escalareapareció en el interior desde elmomento en que aquellos fugitivosempezaron a recurrir a la delincuenciapara sobrevivir. Sin los brazosnecesarios para sembrar y cosechar elgrano, las grandes haciendas empezarona convertirse en pastos para la cría deanimales. La demanda de caballos,mulas y carne para el frente también setradujo en un incremento de los preciosdel ganado. Aumentaron los crímenesviolentos al converger diversas fuerzasque competían por aprovecharse de lasituación; aumentó drásticamente el robode ganado, y eran frecuentes los

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conflictos sangrientos originados porcontratos para alquilar, gestionar o«proteger» tierras. En algunos lugares laisla llegó a una situación próxima a laanarquía.

Mori se mostró implacable en lalucha contra los cuatreros que infestaronla campiña siciliana durante la GranGuerra. Las patrullas montadas quemandaba cubrían todo el territorio, atodas horas y en todas las condicionesmeteorológicas. Asediaba a losaldeanos para obligar a salir a losfugitivos, y en alguna ocasión incluso sedisfrazó de monje para sorprender a susenemigos.

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En 1917 Mori fue trasladado fuerade la isla para convertirse en jefe depolicía de la ciudad industrialseptentrional de Turín, en el mismomomento en que una desastrosa derrotamilitar en Caporetto amenazaba concolapsar el país. Mori se enfrentó a lostrabajadores socialistas militantes de laciudad con su habitual resolución, ymuchos de ellos fueron asesinados. Tresaños después, en Roma, Mori ordenó asus hombres que cargaran contra unamanifestación de estudiantes dederechas; el resultado fueron de nuevomuertos y heridos.

Fue en los años inmediatamente

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posteriores a la Primera Guerra Mundialcuando la naciente democracia italianaentró en lo que resultaría ser una crisisterminal. Los viejos políticosclientelistas ya no parecían capaces decontener las demandas enfrentadas desocialistas, católicos y nacionalistas(estos últimos soñaban con una «raza»italiana consagrada a una guerraimperial). En 1918, mientras seafianzaba una desesperada crisiseconómica, cientos de miles de soldadosdesmovilizados empezaron a volver acasa. Muchos estaban decididos a forzarun cambio, fuera hacia la izquierda ohacia la derecha. El ejemplo de la

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revolución rusa entusiasmaba a muchostrabajadores y campesinos. A algunosles daba la impresión de que lapenínsula se estaba haciendoingobernable; la revolución, o la guerracivil, parecían inminentes.

Sicilia no contaba con un fuertemovimiento obrero como el Norteindustrial, pero en 1919 y 1920 la islaparecía estar consumida por el caos, adiferencia de todo lo que habíapresenciado desde el períodosubsiguiente a la expedición deGaribaldi en 1860. Los reclutas quevolvieron a Sicilia reabrieron la luchapor el control de la tierra; los problemas

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que los fascios habían tratado deabordar inicialmente en la década de1890 no habían desaparecido. Ahora losexcombatientes consideraban quemerecían tierras a cambio de susacrificio; en algunos lugares ocuparonfincas por la fuerza. En Roma variosgrupos políticos armaron bulla en tornoa la cuestión de ayudar a los veteranos aadquirir parcelas y legalizar lasocupaciones forzosas de tierras sincultivar. Algunos terratenientes,sintiéndose abandonados por Roma,empezaron a recurrir a la violencia paradefender sus propiedades. La Mafiaadoptó frente a las cooperativas

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campesinas las mismas tácticas quehabía desarrollado al enfrentarse almovimiento de los fascios:alternadamente, se infiltraba,engatusaba, corrompía, y cuando todoesto fallaba, aterrorizaba y asesinaba.

Fue aquella también una época denumerosas guerras mafiosas. Una de lasinfluencias más desestabilizadoras fuesencillamente el retorno, entre losveteranos, de jóvenes ambiciosos ycurtidos en la batalla pertenecientes alos estratos en los que la Mafia solíareclutar tradicionalmente a susmiembros. Habían perdido laoportunidad de participar en la

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especulación, y ahora estaban ansiosospor hacer sentir su presencia, ya fuera enla Mafia o en bandas autónomas. Morihablaba de una «granizada» de guerrasentre mafiosos después de la guerra:«No había reglas, ni respeto por nadie».

El movimiento fascista fue fundado enMilán, en septiembre de 1919, por elperiodista y soldado veterano BenitoMussolini. Este pretendía instituir una«trincherocracia», es decir, traer ladisciplina patriótica y la agresión delfrente y aplicarlas a la atrofiadademocracia italiana. Al año siguiente,mientras la oleada de militancia obrera

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de la posguerra retrocedía, diversosescuadrones de fascistas empezaron aconstruir su movimiento agrediendoferozmente a huelguistas y socialistas entoda la Italia septentrional y central. Deese modo se atrajeron el favor deterratenientes e industriales que estabandecididos a acometer contra elmovimiento obrero mientras este sehallaba en retirada. La policía local yotros funcionarios solían hacer la vistagorda ante los tiroteos, el vandalismo ylas peligrosas dosis de aceite de ricinoque los escuadrones fascistasadministraban a sus víctimas.

En la ciudad centroseptentrional de

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Bolonia había un hombre que no estabadispuesto a tolerar las actividades de lasbandas de camisas negras que creían quesu lucha por salvar a la patria de laamenaza roja les situaba por encima dela ley. En 1921 Cesare Mori, el chicodel orfanato, alcanzaba la cima de sucarrera al ser nombrado prefecto deBolonia. Allí trató a aquella supuesta«juventud nacional» del fascismo talcomo había hecho con otros grupossubversivos. Y Mori fue fiel a su tareahasta que los camisas negras de variaspoblaciones cercanas se concentraron enBolonia y acamparon alrededor de sucuartel general, donde dramatizaron su

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protesta al estilo fascista orinando todosjuntos en los muros de la prefectura. Elgobierno dio marcha atrás y Mori fuetrasladado. Aquel episodio dejaría unposo de acritud entre Mori y los líderesde los escuadrones fascistas.

Aunque el Partido Nacional Fascistano contaba con una gran fuerza numéricaen el Parlamento, su estrictaorganización y su predisposición aasumir riesgos le dieron ventaja sobreunos políticos divididos y vacilantes. Enoctubre de 1922 la «marcha» deMussolini sobre Roma desafió al Estadoa que le cediera el poder o aplastara sumovimiento por la fuerza. Como

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respuesta, fue invitado a formar ungobierno de coalición, y durante las dosdécadas siguientes se convertiría en ellíder de su país.

Cuando el fascismo llegó al poder,en 1922, los líderes de los escuadronesse vengaron de Mori, al quearrinconaron completamente. Su carrerahabía encallado por la sencilla razón deque había apoyado a los amos políticosequivocados. Difícilmente se le podíaculpar por ello, ya que pocas personasfuera del Partido Nacional Fascistahabrían podido predecir que los camisasnegras tomarían el poder. En un esfuerzopor reflotar sus ambiciones, Mori no

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tardó en hacer las paces con el fascismoy empezó a movilizar su red de amigospoderosos. Hizo saber su admiraciónpor Mussolini, y afirmó que, de hecho, alo largo de toda su carrera él habíaactuado «a la manera fascista». Inclusoinsertó referencias halagadoras alfascismo en su libro Tra le zagare oltrela foschia, cuyo empalagoso título dejatraslucir su lado más teatral. Pero antesde que Mori pudiera reanudar sucarrera, el fascismo hubo de tomar ladecisión de enfrentarse a la Mafiasiciliana.

En Sicilia, como en el resto del sur de

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Italia, el fascismo nunca fue unmovimiento popular. La políticasiciliana, con sus clientelas ycamarillas, era una cuestión menosideológica que en el norte. Tampocoabundaba la demanda de rompehuelgas,ya que la Mafia desempeñaba esa laborcon bastante eficacia. Pero una vez queMussolini tomó el poder, todos losgrupos de intereses de la isladesarrollaron una repentina afición porlas camisas negras y la imitación delsaludo romano. También los mafiosos sesubieron al carro victorioso del Duce;así, por ejemplo, el prefecto calificabade «mafioso-fascista» al grupo

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dominante en el ayuntamiento de Gangi,mientras que otro informe llamaba«Mafia fascistizada» a la faccióndominante en San Mauro.

En un nivel personal, el Duce erapopular en Sicilia; pero su movimientocarecía de una base de apoyo firme, porlo que inicialmente hubo de contar conaquellos nuevos amigos. Durante untiempo pareció que el fascismo iba aadoptar el tradicional método degobernar Sicilia delegando el poder enlos gerifaltes locales y fingiendo noenterarse de que eran los mafiososquienes gestionaban sus campañaselectorales. Así, un príncipe sobre el

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que existía la creencia generalizada deque tenía vínculos con la Mafia llegó aser ministro en el gabinete de Mussolini.

Pero aquella resultaría una luna demiel bastante breve. En sus primerosdías el fascismo no tardó en atraer sobresí la acusación de que hacía oídossordos a las necesidades económicas deSicilia, mientras que, al mismo tiempo,algunos veteranos militantes fascistascausaban alarma en ciertos círculossicilianos al proclamar la necesidad deuna cruzada contra la Mafia, al igual quecontra los terratenientes y políticos quela protegían. En abril de 1923 uno deaquellos militantes escribía a Mussolini

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formulándole una petición:

El fascismo aspira a barrertoda la corrupción que envenenala política y la administracióndel país. Aspira a quebrantar lassombrías facciones y losagusanados conciliábulos queinfestan el sagrado cuerpo de lanación. Y no puede descuidareste terrible foco de infección.Si queremos salvar a Sicilia,debemos destruir a la Mafia…Entonces podremos plantarnuestras tiendas en la isla, yestas serán más sólidas que las

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que plantamos en el norte aldeshacernos del socialismo[70].

Este estrafalario lenguaje oculta unasencilla fórmula. La Mafia (fuera lo quefuere) podía servir en Sicilia al mismopropósito que había servido elsocialismo en el norte: podía constituirun enemigo conveniente para elfascismo. Con el tiempo Mussolini haríasuya esta estrategia. Su movimiento decamisas negras se autodefinía como unantídoto al viejo mundo del clientelismoy los compromisos poco escrupulosos.Dado que los mafiosos solían tenervínculos con los políticos, una cruzada

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contra el crimen organizado permitiría alos fascistas golpear al mismo tiempo aalgunos de los principalesrepresentantes del sistema liberal. Nopodía haber mejor manera de acentuar laimagen de firmeza y eficiencia delfascismo.

En mayo de 1924 Mussolini viajópor primera vez a Sicilia, arribando alpuerto de Palermo en el acorazadoDante Alighieri con una escolta deaviones y submarinos. En la provinciade Trapani el Duce se enteró de loslogros de Cesare Mori antes y durante laguerra, y de lo serio que era allí elproblema de la Mafia. Una delegación

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de veteranos le informó de que enMarsala se habían cometido 216asesinatos solo en un año, también leexplicó que la Mafia era la principalrazón por la que el fascismo no habíaarraigado en la isla.

Cuando el séquito de Mussolinirecorría la población de Piana deiGreci, cerca de Palermo, su alcalde, elmafioso don Francesco Cuccia,haciendo gestos de desprecio a losguardaespaldas del primer ministro, lesusurró al oído en tono zalamero: «Estáusted conmigo, está bajo mi protección.¿Para qué necesita a todos esos polis?».El Duce no respondió, y durante todo el

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día estuvo de un humor de perros poraquella insolencia. Su visita a la isla fueabruptamente interrumpida. La falta deetiqueta de don Francesco Cucciapasaría a la leyenda como el catalizadorde la guerra de Mussolini contra laMafia. Unas semanas después delregreso del Duce a Roma, todos losesfuerzos de Mori se veríanrecompensados al ser trasladado denuevo a Trapani.

Aquel mismo año 1924 losacontecimientos acaecidos en la capitalitaliana vendrían a agravardrásticamente la frialdad de lasrelaciones entre el fascismo y Sicilia.

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Poco después del viaje del Duce a laisla, algunos de sus matonessecuestraron y asesinaron al líder delPartido Socialista. La opinión públicaitaliana se escandalizó y los aliadospolíticos del fascismo empezaron adistanciarse. La mejor manera de que unlíder nacional caiga en desgracia antecierta clase de políticos sicilianos esque pierda poder. Y en el verano de1924 Mussolini parecía estar haciendoprecisamente eso.

Sin embargo la inercia de laoposición permitió al Duce estabilizarpoco a poco la situación y, acontinuación, actuar abiertamente para

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poner fin a la democracia en Italia. Conla mente puesta de nuevo en Sicilia,ahora estaba preparado para poner enpráctica su estrategia.

Las elecciones locales de agosto de1925, las últimas antes de ladesaparición de la democracia,representaron también los últimosvítores para los dignatarios políticossicilianos. Demasiado tarde, cuando laderrota a manos de Mussolini era yainevitable, declararon su oposición alfascismo y descubrieron la causa de lalibertad.

Entre ellos estaba Vittorio EmanueleOrlando, exprimer ministro y el más

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poderoso de los políticos sicilianos delviejo orden, cuya base de poder sehallaba en una zona fuertementeinfestada por la Mafia. Poco antes de lavotación, Orlando pronunció un discursoen el Teatro Massimo de Palermovalorando la intención manifestada porel gobierno de combatir a la Mafia:

Si por «mafia» entiendentener un exagerado sentido delhonor; si entienden serfuriosamente intolerante con laintimidación y la injusticia, ymostrar la generosidad deespíritu necesaria para

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enfrentarse a los fuertes y sercomprensivos con los débiles; sientienden mostrar una lealtad alos amigos más fuerte quecualquier otra cosa, más fuerteincluso que la muerte; si por«mafia» entienden esta clase desentimientos, esta clase deactitudes —aun cuando a vecespueden ser exagerados—,entonces yo os digo que de loque están hablando es de losrasgos característicos del almasiciliana. ¡Y entonces yo medeclaro mafioso y estoyorgulloso de serlo![71]

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Era una miserable táctica que solovenía a hacerle el juego a Mussolini.Con el propio Estado liberal en peligrode muerte, a Orlando no le quedaba másque el viejo ardid de confundirdeliberadamente la Mafia con la culturasiciliana. Su descarado guiño a loscapos ha pasado a la historia como unode los momentos más denigrantes de lalarga y desvergonzada cohabitaciónentre los asesinos y los representanteselectos del pueblo. Mucho más tarde,Tommaso Buscetta afirmaría que elpropio Orlando era un hombre de honor.

Había llegado el momento de iniciarel ataque de Mussolini a la Mafia, y fue

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a Mori a quien este acudió para imponerla autoridad fascista en la indisciplinadaisla. El 23 de octubre de 1925 Mori seconvirtió en prefecto de Palermo, conplenos poderes para atacar a la Mafia y,con ella, a los enemigos políticos delrégimen. El prefecto inició de inmediatolos preparativos para el que sería elprólogo de su campaña: el asedio aGangi.

* * *

Cesare Mori se enorgullecía de muchascosas. Entre ellas ocupaban un lugar

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prominente sus creencias sobre el modode pensar y actuar de los sicilianos,creencias forjadas por sus años deexperiencia en Trapani: sencillos,dogmáticos y toscos; esas constituiríanlas bases de su campaña contra laMafia.

Pude penetrar en la mentesiciliana. Y encontré que esamente, bajo las dolorosascicatrices que le han dejadosiglos de tiranía y opresión, amenudo era infantil, sencilla yamable, apta para teñirlo todo degenerosos sentimientos, e incluso

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inclinada a engañarse a símisma, a esperar y a creer, ydispuesta a poner todo suconocimiento, su afecto y sucooperación a los pies de quienmuestre el deseo de realizar ellegítimo sueño de la gente dejusticia y redención[72].

La clave del éxito de la Mafia —afirmaba— estaba en su capacidad deadoptar una actitud destinada aaprovecharse de esa vulnerabilidad ycredulidad que constituían el núcleo delcarácter siciliano. La Mafia —creíaMori— no era una organización. Pero a

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fin de poder mantener la ley y el orden,la policía y el sistema judicial podíanmuy bien suponer que lo era. Enrealidad se la describía mejor como«una peculiar forma de ver las cosas».Lo que unía a los mafiosos era unaafinidad natural, antes que cualquier ritode iniciación o vínculo formal.

Mori basó todo su programarepresivo en esos fundamentos tanmanifiestamente poco prometedores. Enpocas palabras, había que hacer ver a laimpresionable masa de los sicilianos, dela manera más realista posible, que elEstado era aún más duro que loshombres de honor. El Estado fascista

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había de ser más «mafioso» que lapropia Mafia. Y el teatro constituiría laesencia de los esfuerzos de Mori paraestablecer la ley y el orden en Sicilia.La operación de Gangi se concibió coneste espíritu, como una manera deinspirar respeto en aquellas sencillasalmas que todavía estaban bajo el yugode los criminales.

Cuatro meses después del asedio deGangi, Mori utilizó de nuevo las mismastácticas contra don Vito Cascio-Ferro,un famoso mafioso que había iniciado sucarrera en 1892 infiltrándose en elfascio de Bisacquino, no lejos deCorleone. Desde entonces se había

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aventurado incluso en Estados Unidos yhabía hecho su fortuna pasando ganadode contrabando con una pequeña flota debarcos. Se decía que cuando don Vitorecorría su montañoso reino, en lacúspide de su carrera, los funcionariosde las ciudades que visitaba leesperaban a la entrada de la poblaciónpara besarle la mano. El primero demayo de 1926 Cesare Mori se disponíaa hablar ante una multitud congregada enterritorio de Cascio-Ferro. Mientras elsiroco llenaba la plaza de fina arena delSahara, el «prefecto de hierro» empezócon un juego de palabras tan llamativocomo tremendista: «¡Me llamo Mori, y

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voy a hacer morir a unos cuantos! ¡Elcrimen ha de desaparecer como estepolvo arrastrado por el viento!».

Unos días después, la fuerza policial«interprovincial» antimafia que Morihabía creado empezó a rodear un áreaque incluía Bisacquino, Corleone yContessa Entellina. Se detuvo a más deciento cincuenta sospechosos, entreellos a don Vito. Su ahijado acudió alterrateniente local en busca de apoyo,pero obtuvo una resignada respuesta:«Los tiempos han cambiado». Era el findel reinado de don Vito. Poco despuésse desenterró una vieja acusación deasesinato que pesaba sobre él. Durante

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el juicio, celebrado en 1930, el mafiosoadoptó una actitud condescendiente,mientras su abogado ensayaba sindemasiado entusiasmo un conocidoargumento. Citando el honorablecomportamiento de su cliente en todacircunstancia, afirmó que «debemosconcluir o bien que Vito Cascio-Ferrono es un mafioso, o bien que la Mafia,como han señalado con frecuencia losestudiosos, es una llamativa actitudindividualista, una forma de desafío queno tiene nada de malvado, de innoble ode criminal»[73]. Al parecer, cuando eljuez le condenó a cadena perpetua elsiroco soplaba de nuevo. Don Vito

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murió en la cárcel, en 1942.

Evidentemente Mori consideraba quesus dramáticas técnicas funcionaban, nosolo con los sicilianos que se sentíanintimidados por la Mafia, sino tambiéncon los propios mafiosos. Poco despuésde haber detenido a don Vito Cascio-Ferro, en mayo de 1926, invitó a todoslos vigilantes de las haciendas de laprovincia de Palermo a unademostración de lealtad organizada. Mildoscientos de ellos se congregaron enformación militar en una pequeña colinacerca de Roccapalumba. Los dos únicosinvitados que no pudieron acudir

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enviaron sendos certificados médicosjustificando su ausencia. Mori revisó lastropas antes de pronunciar su discurso; apartir de ahora iban a proteger laspropiedades privadas en nombre delEstado y no de la Mafia. Un capellánmilitar dijo misa en un altar al aire librey recordó a los vigilantes que estaban apunto de hacer un juramento de lamáxima seriedad. Mori invitó amarcharse a cualquiera de los presentesque no estuviera dispuesto a jurar sulealtad, y luego dio la espalda a suaudiencia; nadie se movió. Cuando el«prefecto de hierro» se volvió de nuevo,leyó el juramento. Los vigilantes

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respondieron al unísono: «¡Sí, lo juro!».Mientras formaban una fila para firmar,sonaba música militar e himnosfascistas.

Al año siguiente los temiblesvigilantes de los cultivos de cítricos dela Conca d’Oro realizaron un ritualparecido. Al finalizar, y como símbolode su nueva lealtad, se les entregaronunas insignias de metal —del estilo delas de los boy scouts— en las que seveían dos rifles cruzados sobre un fondode flores de azahar.

Habría que decir que esta ofensivapropagandística venía respaldada poruna realista estrategia política destinada

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a conquistar a los terratenientes para elrégimen. Sin duda los dueños de algunasgrandes propiedades apreciaban losesfuerzos fascistas para acobardar a losarrogantes vigilantes y gabelloti.Muchos de los éxitos de Mori, como laoperación de Gangi, se lograron por elmétodo eminentemente tradicional depresionar a los terratenientes para queestos traicionaran a los criminales a losque hasta entonces habían amparado. Demanera más general, el objetivo delprefecto era impresionar a la poblaciónmediante la fuerza antes que por lajusticia. El resultado fue la represiónindiscriminada con la que los isleños

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estaban ya tan familiarizados. En menosde tres años desde el inicio de lacampaña de Mori se arrestó a unas oncemil personas, cinco mil solo en laprovincia de Palermo. Es imposible quetodas ellas fueran hombres de honor, osiquiera miembros de grupos debandidos. Incluso uno de los propiosjueces implicados en la guerra antimafiaconsideraba que se había detenido ahombres honestos además de acriminales.

A aquellas enormes redadas lessiguieron juicios no menos enormes. Losmás prominentes se celebraron en unaatmósfera de intimidación. Mori censuró

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las noticias de prensa sobre eldesarrollo de los procesos, y se esforzóen crear la sensación de que defender aun mafioso equivalía a serlo uno mismo.Con frecuencia se produjeron lascondenas que el fascismo necesitaba.Así, el Duce pudo anunciar orgullosoante el Parlamento que el capo que lehabía faltado al respeto en Piana deiGreci había sido condenado a una largapena.

Uno de los éxitos más sonados deMori se produjo gracias al simple robode un asno en Mistretta. El casoproporciona un buen ejemplo de lasambigüedades de la represión fascista

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del crimen organizado. El robo del asnopuso en marcha una larga cadena depistas policiales que a la larga llevaronal registro del despacho de un ricoabogado defensor y político, AntoninoOrtoleva. Allí se descubrieron noventacartas sospechosas en las que se hablabade transacciones relacionadas con«sillas de montar» y peticiones derecomendación para «jóvenesestudiantes» de toda Sicilia. La policíaconsideró que se trataba de alusionescifradas a robos de animales ycriminales arrestados; pero en realidadla clave de interpretación no estaba nadaclara, y es posible que las cartas

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hicieran referencia a la gestión deoscuros favores cotidianos, a manejospolíticos comunes, antes que al crimenviolento organizado. Pero la policía deMori no se planteó estas dudas,afirmando que Antonino Ortoleva eranada menos que el jefe de la «Mafiainterprovincial».

Poco después esa versión se veríarespaldada cuando un hombre queafirmaba haber sido miembro de labanda envió una carta de confesión alsubprefecto de Mistretta. Desde 1913 —decía— se había reunido regularmenteun tribunal mafioso en el despacho deOrtoleva. Allí, bajo la presidencia de

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este último, los líderes mafiosos —uncírculo integrado por otrosprofesionales y unos veinte matones—decidían el destino de cualquiera quesupusiera un obstáculo para susnegocios. Poco después el soplón fuetiroteado en medio del campo.

En total, en agosto de 1928 se juzgóa 163 miembros de la «Mafiainterprovincial». Ortoleva no acudió alas audiencias preliminares alegandoque estaba enfermo. Entonces el juezordenó que dos médicos le examinaran.Su conclusión fue inequívoca: «Ortolevatiene una constitución normal; sutemperatura es normal; no existen

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irregularidades en su sistemarespiratorio y cardiovascular; susórganos nerviosos y sensoriales sonnormales, como también su estadomental y su inteligencia»[74]. Dos díasmás tarde fue hallado muerto en sucelda.

No se sabe si hubo algún actodelictivo implicado en la muerte deOrtoleva. Pero lo cierto es que este notuvo la oportunidad de dar su versión dela historia, o de implicar a otros.Ortoleva podía haber sido el capo de laorganización establecida en torno aMistretta o simplemente un cliente delos criminales, empujado, más o menos

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en contra de su voluntad, a favorecer losintereses de estos. Puede que hubierasido asesinado para impedir queimplicara a personas de más altaposición cercanas al régimen.

Hay muchas otras cosas quepermanecen oscuras en relación con la«Mafia interprovincial». Aunquemuchos de los acusados en el caso no sededicaban a nada bueno, se ignora sirealmente constituían una Mafiaorganizada y exclusiva según el modelode las cosche de la Sicilia occidental ycentral. Bien pudiera ser que se trataraúnicamente de los perdedores en unaguerra entre facciones locales (si bien,

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en la década de 1980, AntoninoCalderone, el mismo pentito que tandolorosos recuerdos conservaba de laépoca fascista, se referiría a undescendiente de uno de los principalesacusados de Mistretta como miembro dela Cosa Nostra).

Pese a todas estas dudas, en el climaideológico de finales de la década de1920 solo cabía un veredicto posiblepara un caso así. El valorpropagandístico que comportabadesmantelar una gigantesca conspiraciónmafiosa centralizada era demasiadoelevado; en consecuencia, cientocincuenta hombres fueron

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convenientemente condenados porpertenecer a una organización criminal.

* * *

No a todos los mafiosos les fue mal bajoel fascismo. Fuentes oficialesnorteamericanas calculan que quinientosde ellos escaparon de las garras de Moriemigrando a Estados Unidos; como sepondrá de manifiesto en los próximoscapítulos, estos hallarían un acogedorrefugio en la Norteamérica de laProhibición. Otros descubrieron que elpuño de hierro de la represión fascista a

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menudo ocultaba la palma de una manountada por la corrupción. GiuseppeGenco Russo, el capo de Mussomeli, enla Sicilia central, sobreviviría a laoperación de Mori para convertirse enuno de los más destacados hombres dehonor de la posguerra. Durante lasdécadas fascistas de 1920 y 1930acumuló un historial criminal queconstituye un verdadero arquetipo delmafioso. Fue repetidamente acusado derobo, extorsión, asociación criminal,intimidación, violencia y homicidiomúltiple. Pero una y otra vez se retiraronlos cargos o fue absuelto por «falta depruebas», la fórmula utilizada cuando

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los testigos estaban demasiadoatemorizados para comparecer. GencoRusso incluso cayó en una de lasredadas de Mori cerca de Agrigento,pero solo pasó tres años en la cárcel. Enresumen, pues, la tan cacareada guerradel fascismo contra la Mafia dejó aGiuseppe Russo casi indemne. Lo másque se puede decir es que la crecienteatención de que fue objeto por parte delas fuerzas del orden le supuso unamolestia, y la «vigilancia especial» a laque se le sometió entre 1934 y 1938 sinduda obstaculizó sus operaciones. En1944 se declaró oficialmente«rehabilitado» a Genco Russo. Pero

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obviamente no lo estaba.

* * *

El término mafia se acuñó para definir auna organización criminal, pero tambiénpara utilizarlo como arma política, comouna acusación que lanzar a losadversarios. Cesare Mori reconocía estaverdad. «El calificativo de mafiososuele aplicarse absolutamente de mala fe—escribió—. Se usa en todas partes…como medio de realizar venganzas, dedesahogar rencores, de derribar a los

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enemigos.»[75] Sus palabras resultabansorprendentemente poco sinceras. La«cirugía» que Mori aplicó al crimenorganizado mostró que el fascismollevaba hasta sus últimas consecuenciasel viejo método de difamar a laoposición.

La ironía última de la campaña deMori era que el mismo «prefecto dehierro» era también culpable de utilizarel calificativo de mafioso en sus propiosintereses. En enero de 1927, cuando elPartido Fascista fue objeto de purgas,Mori logró anular la influencia en Romade su rival, el jefe fascista de PalermoCucco —el oftalmólogo que había

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compartido el estrado con él en Gangi—; el instrumento de su ira fue laacusación de que Cucco había ayudado aalgunos jóvenes a fingir enfermedadesoculares para evitar ser reclutados. Perolas difamaciones de Mori no sedetuvieron aquí; Cucco no tardaría enser acusado de fraude y de pertenecer ala Mafia. Hasta 1931 no conseguiríalimpiar su nombre.

Pese a todas las camisas negras,insignias y eslóganes nacionalistas, la«operación Mori» fue tan ambivalentecomo todos los intentos anteriores dereprimir a la Mafia, ya que combinabala brutalidad con la hipocresía. A largo

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plazo, la reputación del Estado enSicilia no podía por menos que salirperjudicada, y los resultados de laguerra del fascismo contra la Mafiaestaban destinados a no perdurar; laMafia fue reprimida, pero noerradicada.

El 23 de junio de 1929, después demás de tres años y medio como prefectode Palermo, Cesare Mori recibió unbreve telegrama del Duce en el que se lecomunicaba que su tarea habíafinalizado. Los cambios en el equilibriode poderes del partido y del régimenhabían socavado su respaldo. En sudiscurso de despedida a la federación

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fascista de Palermo, Mori probó amostrarse modesto:

Queda el hombre, elciudadano Mori, el fascistaMori, el luchador Mori, elhombre Mori, vivo y vital. Hoyemprende su camino hacia elhorizonte que se abre a todos loshombres, a todos los hombres debuena voluntad. Tengo miestrella. Y la miro fielmenteporque brilla, y seguirábrillando, a lo largo de uncamino de trabajo y deber. Meguiaré por la luz de la Patria.

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Allí, amigos míos, nosencontraremos de nuevo[76].

En realidad Mori estaba resentidopor su destitución. A su regreso a Roma,el régimen evitó cuidadosamente darlela posibilidad de que creara problemas.El antiguo «prefecto de hierro» seentregó entonces a la confección de unególatra y ampuloso relato de su «luchamano a mano» con la Mafia. «Loshombres de acción hacen que las cosassucedan, pero no las juzgan… De laspalabras pasé inmediatamente a loshechos.» La prensa fascista apenas sehizo eco de su publicación.

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Evidentemente había fascistas quetodavía no habían olvidado el día en queorinaron en las paredes de la prefectura,en Bolonia.

Durante la década de 1930 la tesisoficial fue que la tarea de Mori se habíacompletado. El fascismo habíaderrotado a la Mafia; había resuelto elproblema de una vez por todas. Elsucesor de Mori ordenó a la prensa queminimizara las noticias sobre crímenes.Ya no habría más redadas ni juiciosejemplares. Resultaba mucho más fácil ymenos llamativo limitarse a enviar a lossospechosos al exilio interior sin pasarpor un adecuado proceso legal, al fin y

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al cabo así era como las autoridades sehabían enfrentado a la Mafia durante lamayor parte de la era prefascista. Grisesfuncionarios fascistas se sucedíanrápidamente unos a otros en los pasillosde los edificios públicos de Palermo.Con la atención del régimen centrada enotra parte, Sicilia se hundió en unaciénaga de corrupción y enfrentamientoentre facciones.

La muerte de Mori, en 1942, pasóprácticamente inadvertida. Al añosiguiente el régimen fascista se vinoabajo, y toda su labor se deshizo. Parala Mafia, la salvación vendría deEstados Unidos, ya que, en las mismas

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décadas en las que en Sicilia hubo deenfrentarse al socialismo, el fascismo yla guerra, la organización se convertiríaen parte de la vida norteamericana.

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5

La Mafia se estableceen Estados Unidos

(1900-1941)

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JOE PETROSINO

Entre 1901 y 1913 emigraron alrededorde un millón cien mil sicilianos, algomenos de la cuarta parte de la poblacióntotal de la isla. De ellos,aproximadamente ochocientos mileligieron Estados Unidos como destino.Inevitablemente algunos eran hombresde honor, criminales inteligentes ydespiadados que trataron de establecerregímenes de protección y desarrollarotras actividades delictivas entre suscompañeros inmigrantes y a lo largo delas rutas comerciales que unían las dosorillas del Atlántico.

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Durante la mayor parte del siglo XIXhabía sido frecuente que los hombresque huían de Sicilia buscaran refugio enEstados Unidos. El comercio delimones, con una fuerte infiltraciónmafiosa, conectaba Palermo con NuevaYork. En las décadas de 1880 y 1890 lapolicía norteamericana había vinculadoa la Mafia algunas muertes violentasproducidas en la comunidad italiana.Entre ellas fue particularmente notableel asesinato del jefe de la policía deNueva Orleans, David Hennessy, en1890, que desencadenó el linchamientode los sicilianos sospechosos. Pero solotras la gran oleada migratoria producida

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a partir de 1900 el tráfico criminal entreEstados Unidos e Italia, en ideas,recursos y personas, se convertiría enparte fundamental de las actividades dela Mafia.

Existen dos fábulas sobre la llegadade la Mafia a Norteamérica. La primeranació en la época de la masivaemigración siciliana. Tras un famosoasesinato relacionado con la Mafia yproducido en 1903, el New York Heraldproclamó alarmado: «“La bota” [esdecir, Italia] le endosa sus criminales aEstados Unidos. Las estadísticasdemuestran que la escoria de la Europameridional se vierte en las puertas del

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país, en hordas rapaces, desalmadas ytransgresoras»[77] A los neoyorquinos laMafia les parecía una especie deinvasión, una plaga nacida en lasrebosantes entrañas de los barcos devapor. O bien —en lo que constituía unavariación de la misma versión— setrataba de una conspiración criminalinternacional dispuesta a propagarse porel territorio virgen de Estados Unidos.

La segunda fábula es más reciente; lapusieron de moda, en las décadas de1960 y 1970, los descendientes de losinmigrantes italianos, ahora yacompletamente integrados en lasociedad norteamericana. Estos

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recrearon la llegada de la Mafia aEstados Unidos como un relato que casidaba la vuelta a la fábula de la«invasión criminal». Los campesinossicilianos que cruzaron el Atlánticoestaban empapados de las tradiciones dela antigua «caballerosidad rústica».Enfrentados al sucio salvajismo delcapitalismo y la maquinaria política dela gran ciudad, hubieron de adaptar losrecursos culturales que habían traídoconsigo de su tierra natal. La Mafianació cuando los antiguos valoressicilianos de la familia y el honortoparon con el lado oscuro del «sueñoamericano»; al menos eso era lo que

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decía la historia.En realidad la Norteamérica y la

Sicilia urbanas no eran tan radicalmentedistintas como podría hacernos creercualquiera de esas dos fábulas.Corleone, por ejemplo, no eraprecisamente una aldea rural. Bien alcontrario, constituía una de las muchas«agrociudades» donde predominaban laeconomía de mercado, el clientelismopolítico y la violencia organizada.Aunque eran pobres, supersticiosos yoprimidos, los campesinos de Corleoneno eran los inocentes personajes quesugería el periodista italiano AdolfoRossi cuando viajó a la isla para

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entrevistar a Bernardino Verro yescribir su retrato sentimental de losfascios. La clase trabajadora de Siciliasabía lo importante que podía ser, encuanto a su sustento, mostrarse leales ala facción adecuada de su ciudad, esdecir, la facción capaz de dar trabajo,tierras y caridad. Muchos no se hacíanilusiones con respecto a lo que costabasubir en la política y en los negocios. Lamayoría aspiraba a acumular dinero ycontactos en Estados Unidos, y luegoregresar a Sicilia. Los emigrantes de laisla no eran como los refugiados judíosque escupían en el muelle de Riga antesde zarpar rumbo a un futuro

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completamente distinto al otro lado delAtlántico.

Ni la política siciliana ni lasofisticada industria de la violencia dela isla tenían nada de anticuado. Lossicilianos de todas las clases sehallaban perfectamente preparados paravivir en las florecientes ciudadesestadounidenses. Quisieran o no, una vezcruzado el océano se sentían como en supropia casa. Su acceso inicial a lasociedad estadounidense solíaproducirse a través del sistema delpadrone («patrón»). Para conseguir unempleo —normalmente en el sector dela construcción—, uno tenía que

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convertirse en cliente de un patrón, quea veces empleaba la intimidación paramonopolizar un sector del mercadolaboral. Los patrones inclusoadelantaban a los emigrantes más pobresel precio del billete de barco, que luegodeducían de sus salarios cobrandoelevados intereses. El mundo delinmigrante recién llegado a EstadosUnidos era, como Sicilia, un mundodonde el poder no estaba en lasinstituciones, sino en individuos duros ybien relacionados.

En los barrios italianos de NuevaYork también la política solía tener unaspecto familiar para los sicilianos. Los

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patrones cultivaban los distritoselectorales de la ciudad con el fin derecoger votos para la organización delPartido Demócrata (la célebre«Tammany Hall»). Y lo hacíanrelacionándose con cualquier posiblefuente de influencia y clientelismo en suzona, incluidas las bandas criminales.En Estados Unidos, como en Sicilia,solía combatirse la militancia obreraorganizada con una mezcla decorrupción y violencia.

Elizabeth Street era el corazón de lacomunidad siciliana de Nueva York. En1905 vivían allí —en la que ellosd e no mi na b a n Elisabetta Stretta—

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alrededor de ocho mil doscientositalianos, la inmensa mayoría de ellossicilianos. Esta concentración depersonas constituía un territoriocomparable en tamaño a muchas de lasagrociudades del interior de Sicilia. Elcine ha hecho bastante buen trabajo a lahora de recrear el aspecto de lugarescomo Elizabeth Street a principios delsiglo XX, con sus abarrotados bloquesde pisos; sus fábricas, caracterizadaspor la explotación de los trabajadores, ysus calles, flanqueadas por los repletoscarros de los vendedores ambulantes.(Las industrias de exportación italianasprosperaron gracias a que hubieron de

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suministrar a los emigrantes en EstadosUnidos los productos alimenticios conlos que estos se habían criado).

En la época de la gran afluenciaitaliana, los estadounidenses observabanel crecimiento de los barrios deinmigrantes con una mezcla de alarma ycompasión. Como escribió un reformistaen 1909, refiriéndose a Elizabeth Street:

Había allí miríadas de sereshumanos, ahogándose en cajasdispuestas como gavetas en unescritorio, con agujeros paraobservar las cajas opuestas y elruidoso [tren] «elevado».

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Quienes estaban en casa seasomaban a las ventanas con lasmínimas ropas decentes,mientras los abarrotados ydesnudos cañones de ladrillo,adoquines y asfalto eran unhervidero de niños que buscabanaire y diversión[78].

El recuerdo de la pobreza en lasagrociudades sicilianas y la perspectivade un futuro mejor hacía aquellascondiciones tolerables para los reciénllegados a Nueva York.

Pero ni los bienintencionados relatoscontemporáneos como estos ni las

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imágenes que actualmente ofrece el cinelogran captar plenamente el dinamismoeconómico de la denominada PequeñaItalia. Cuando Adolfo Rossi viajó porprimera vez a Estados Unidos, en 1878,el barrio de Mulberry Bend era unsuburbio irlandés. Rossi recordaría los«horripilantes y sucios cuchitriles» de lazona, «construidos en su mayoría demadera». Luego, durante los años delgran éxodo transatlántico, se convirtióen comisario de inmigración delgobierno italiano, encargándose deinformar sobre el destino de lositalianos emigrados a Estados Unidos.En 1904 volvió de nuevo a Manhattan,

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donde pudo informar complacido deque, desde la fundación de la PequeñaItalia, los precios y alquileres de lasviviendas habían subido, la calidad dela construcción había mejoradoostensiblemente, y los propios italianoseran los principales inversores en elmercado inmobiliario. Los reciénllegados de la península, especialmentelas mujeres, también habían descubiertouna pasión especial por la educación. Entodo lo que podían, los italianosemigrados a Estados Unidosaprovechaban la oportunidad demejorar.

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La Pequeña Italia en los primeros años delsiglo XX. [Copyright desconocido.]

Fue en este dinámico entorno —a lavez extremadamente siciliano yextremadamente norteamericano— en elque se trasplantó la Mafia. Laorganización no se propaga ni de lejoscon la rapidez con la que suele suponerla gente. Cuando viaja, lo hace de dosmaneras básicas. La primera es rápida yflexible, y normalmente se relaciona conuna iniciativa comercial concreta, comoel tráfico de una droga específica. Conla aprobación y la ayuda de los caposdel lugar de origen, los mafiososindividuales pueden llevar la «marca»

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de la Mafia a donde quieran,estableciendo de paso avanzadillascomerciales más o menos transitorias.

Pero los hombres de honor no sonsolo empresarios, sino también losadministradores de un Estado paralelo.Hay muchas cosas que poner en marchapara difundir el sistema de controlterritorial de la Mafia, a través de lascosche, fuera de Sicilia occidental:negocios de protección, contactospolíticos, el acuerdo entre coschevecinas, una actitud amistosa por partede ciertos elementos de la prensa, lapolicía y la población local, etc.Exportar esta forma privatizada de

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gobierno es, cuando menos, lento.Incluso en la propia Sicilia occidental elalcance del dominio de la Mafia varíade un sitio a otro; y después de unosciento cuarenta años de historia, laMafia solo cuenta con unos cuantosenclaves aislados en la penínsulaitaliana. El fértil terreno delictivo deEstados Unidos fue uno de los rarosentornos en los que pudo transferirse enmasa el método de la Mafia. La historiade dos italianos, Joe Petrosino yGiuseppe Piddu Morello, presta unespecial relieve a la llegada de la Mafiaa Estados Unidos.

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* * *

En un comunicado interno dirigido alcomisario de la policía de Nueva York,fechado el 19 de octubre de 1908, sepuede leer:

Señor:

En cumplimiento de lasdisposiciones del párrafo 3 de laNorma 30 de las Normas yReglamentos del Departamentode Policía, solicitorespetuosamente que se meconceda permiso para aceptar un

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reloj de oro que me ha ofrecidoel gobierno italiano.

Respetuosamente,

JOSEPH PETROSINO

Com. Rama ItalianaOficina de Detectives

Y en un memorándum sin fecha,remitido por el cónsul estadounidense enPalermo al mismo comisario de lapolicía de Nueva York, se lee:

Petrosino se registró bajo elnombre de Guglielmo De Simonien el Hotel de France de

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Palermo. El 12 de marzo de1909 estaba de pie junto a labase de la estatua de Garibaldi,en la piazza Marina, esperandoel tranvía, cuando dos hombresle dispararon cuatro tiros. Tresde ellos le alcanzaron, y murió alinstante. Fue alcanzado en ellado derecho de la espalda,atravesándole ambos pulmones,y en la sien izquierda. Petrosinoiba desarmado. En su maleta, enel hotel, se encontró un revólverSmith & Wesson. Cerca de laescena se encontró un pesadorevólver belga con uno de los

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cañones descargado.

Finalmente, un memorándum delDepartamento de Policía de NuevaYork, fechado el 11 de mayo de 1909,reza:

Recibido del comisario depolicía, reloj y cadena de orodel teniente Petrosino, un par degemelos de oro, bastón, dosmaletas con efectos personales,paquete de cartas, y un chequepor valor de 12,40 dólares.Firmado, Louis Salino[79].

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A las seis de la mañana del 14 deabril de 1903, Francis Connors, unamujer rolliza de mediana edad que sedirigía al trabajo, pasó frente alestablecimiento New York Mallet &Handle Works, situado en el número 743de la calle Once Este, cerca de laesquina con la avenida D. Un abrigollamó su atención. Había sido colocadosobre un deteriorado barril de azúcarque estaba cerca del asfalto, junto a unmontón de madera. Al levantar elabrigo, descubrió un pie derecho y unamano izquierda. Cuando miró en suinterior, pudo ver que contenía el cuerpode un hombre, vestido con todas sus

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ropas, doblado con la cabeza metidaentre las rodillas y con un grueso sacode arpillera arrollado en torno al cuello.Los gritos de la señora Connorsatrajeron al lugar a dos agentes depolicía. El cadáver todavía estabacaliente.

Posteriores análisis revelarían quela víctima tenía dieciocho heridas dearma blanca poco profundas en elcuello, y un corte en la garganta tanancho y profundo que casi le habíaseccionado la cabeza. El hombre ibavestido de manera digna. Llevaba lasdos orejas perforadas. Poco antes de sumuerte había comido bien: patatas,

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judías, remolacha, ensalada yespaguetis. En el fondo del barril seencontró una capa de serrín de casi diezcentímetros de espesor, que conteníapieles de cebolla y las colillas mordidasde unos puros largos y baratos de origenitaliano.

El misterio «del cuerpo del barril»,como se apresuraron a titularlo losdiarios neoyorquinos, despertó enEstados Unidos el temor a una invasiónde hordas criminales procedentes de «labota». Pero tras esas temibles historias,el caso ofrece intrigantes indicios sobrela realidad de la presencia de la Mafiaen Norteamérica en la época del gran

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éxodo siciliano. Asimismo, marca unhito en el camino a la fama de un policíaitaloamericano llamado Joseph(Giuseppe) Petrosino. También esposible que condujera directamente a sumuerte, seis años después, en la piazzaMarina de Palermo, en el queconstituiría uno de los asesinatos másfamosos en toda la historia de la Mafia.

Al día siguiente del descubrimientodel cadáver del barril, la policía arrestóa nueve miembros de una banda mafiosade falsificadores y extorsionistas.Durante un tiempo estos habían sidoobjeto de vigilancia por parte de loshombres del servicio secreto

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estadounidense, ya que se sospechabaque estaban importando monedafalsificada en latas de aceite de olivacon doble fondo. El dinero se distribuíaa otras ciudades de la costa atlántica através de una red de agentes.

La tarde antes del crimen se habíavisto a la víctima entrar y salir de unacarnicería situada en el número 16 deStanton Street, que constituía uno de lospuntos de encuentro de la banda. Pocodespués entró en un bar que tenía unpequeño restaurante al fondo. Al ver queno volvía a salir, se suspendió lavigilancia por aquella noche. El barpertenecía a un hombre de treinta y

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cuatro años procedente de Corleone,Giuseppe Piddu Morello, del que sesabía que era el jefe de la banda.

Cuando Morello fue arrestado, en elcélebre distrito neoyorquino de Bowery,iba armado y llevaba en los bolsillospuros idénticos a los hallados en elbarril. En su bar había serrín en el suelo,que contenía pieles de cebolla y colillasde puro. No fue difícil identificarle, yaque en la mano derecha solo conservabael dedo meñique. Al ser interrogado senegó a responder, e incluso se negó aexplicar a sus interrogadores cómohabía perdido los otros dedos.

El barril en el que se encontró el

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cuerpo proporcionó más pistas sobreMorello. Una marca grabada en su parteinferior —W & T 233— condujo a losdetectives, a través de las grandesrefinerías de azúcar de la orilla de LongIsland del East River, hasta el mayoristade comestibles Wallace & Thompson,situado en el número 365 de WashingtonStreet, en Manhattan. Este solo tenía uncliente siciliano, Pietro Inzerillo, otromiembro de la cosca de Morello. En lapastelería y cafetería de Inzerillo,ubicada en el número 226 de ElizabethStreet, se encontraron otros dos barrilescon la misma marca.

El descubrimiento e identificación

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de la víctima corrió a cargo deldetective sargento Petrosino, un hombrebajo y fornido, de extraordinaria fuerza,rostro picado de viruela y nariz amorfa(Ernest Borgnine interpretaría a estepersonaje en 1960, en el decepcionantefi lme Paga o muere). Nacido en unambiente pobre cerca de Salerno, en elsur de Italia, en 1860, Petrosino habíaemigrado a Estados Unidos cuando eratodavía un muchacho. Aprender a leer yescribir en varias escuelas públicas deNueva York fue su primer paso paramejorar su posición social en relacióncon la de sus padres. Trabajó debarrendero, y luego de capataz de una

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cuadrilla de «estibadores de gabarra»,como se denominaba a los hombres quemanejaban las barcazas de fondo planoque se llevaban la basura de la ciudad.En aquella época la policía seencargaba de supervisar la recogida debasuras en Nueva York. Petrosino llamóla atención de un agente local, que le diola oportunidad de convertirse en policíauniformado.

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Joe Petrosino, azote de la Mafia en la NuevaYork de principios del siglo XX. [Copyrightdesconocido.]

El lento ascenso de Petrosino en lasfilas del Departamento de Policía de

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Nueva York se aceleró en el cambio desiglo, cuando el número de inmigrantesitalianos, y también de delincuentes,aumentó de forma drástica. De hecho, yahabía llamado la atención al alertar deque una banda de anarquistas en sumayor parte italianos de Paterson, NewJersey, planeaba asesinar al presidenteWilliam McKinley. Sin embargo suadvertencia se ignoró. El 6 de diciembrede 1901 McKinley fue asesinado a tiroscuando inauguraba la ExposiciónPanamericana de Buffalo.

Unos días después deldescubrimiento del cuerpo del barril,Petrosino recorrió cincuenta kilómetros

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por la orilla oriental del río Hudsonhasta los grises bloques de Sing Sing.Sus contactos en la Pequeña Italia lehabían sugerido que Giuseppe Di Primo,un hombre condenado a tres años decárcel por falsificación, podría ayudarlea poner nombre al cadáver. Seentrevistó con Di Primo en una celdaque había sido construida setenta añosantes con piedra labrada por los internosen la cantera de la prisión; la celda erahúmeda, fría y diminuta: tenía 2,10metros de hondo y solo 1,97 del suelo altecho, y por otra parte medía únicamente97 centímetros de ancho. Sing Singmerecía su terrible reputación.

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Cuando Di Primo vio el retrato delfallecido, le identificó de inmediatocomo su cuñado, Benedetto Madonia.Desolado por la noticia y desesperadopor las condiciones de Sing Sing, DiPrimo confesó que tanto él comoMadonia formaban parte del mismogrupo de falsificadores que el hombredel meñique, Piddu Morello. Madoniaera uno de los agentes empleados por labanda para poner en circulación losdólares falsos. Había ido a ver aMorello para que este le devolvieraalgo perteneciente a Di Primo. Era laúltima vez que le había visto con vida.

Cuando Joe Petrosino volvió a la

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ciudad, dispuso que la viuda deMadonia identificara el cadáver. Elfallecido había sido hallado con unaleontina en el chaleco, pero no habíareloj alguno. Su viuda pudo describir elreloj perdido: tenía una locomotoragrabada en su base.

Uno de los miembros de la bandaarrestados, un hombre de veinticuatroaños, de estatura descomunal y cuello detoro, llamado Tomasso Petto y conocidocomo el Buey, llevaba en el bolsillo unrecibo de una casa de empeños delBowery. El recibo estaba fechado elmismo día en que se había descubiertoel cadáver del barril. Cuando la policía

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fue a recuperar el objeto empeñado seencontró con el reloj con el dibujo de lalocomotora. Ahora existían firmessospechas de que el Buey era el hombreque había perpetrado el asesinato.

Las investigaciones del casollegaron a los tribunales el primero demayo de 1903. A ninguno de losmiembros de la banda se le habíasometido a los habituales y pocopacientes métodos de interrogatorio delDepartamento de Policía de NuevaYork. Solo se presentaron ocho de lasdieciséis personas convocadas paraformar parte del jurado. El hijo de lavíctima fue el primero en subir al

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estrado para identificar el reloj. Uno delos detectives que participaron en elcaso recordaría más tarde lo quesucedió a continuación:

Lo miró, y estaba a punto dehablar cuando se produjo unnervioso arrastrar de piesacompañado de siseos en toda lasala, que estaba llena dehombres de tez morena. Uno deellos se puso en pie de un salto yse llevó los dedos a los labios.Ahora el joven Madonia ya noestaba seguro de que aquel fuerael reloj de su padre[80].

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Bajo idéntica presión, la viuda deMadonia tuvo un lapso de memoriaparecido.

Di Primo fue conducido desde SingSing para prestar declaración. Lapolicía alegaba que durante un tiempohabía existido encono entre él y el Buey.Pero Di Primo afirmó alegremente queeran buenos amigos. Era evidente que,después de reflexionar, había decididocumplir su condena en Sing Sing ensilencio. El caso se vino abajo.

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Giuseppe Piddu Morello, capo mutilado de laMafia estadounidense. Foto publicada en laprensa en la época del «cadáver del barril»,1903. [New York Herald, 16 de abril de 1903,reproducida con autorización de la General

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Research Division, la New York PublicLibrary y las Fundaciones Astor, Lenox yTilden.]

* * *

Lo que Petrosino y sus colegasdescubrieron sobre la banda de Morellopuede compararse con lo que hoy sesabe de la Mafia en su país de origen. Aalgunos de los hombres arrestados aconsecuencia del asesinato del barril seles definía como importadores de vino,aceite y otros productos agrícolas de la

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isla. El comercio de cítricos, aceite,queso y vino proporcionaba unaexcelente tapadera para los criminalesen sus viajes a través del Atlántico, ytambién dentro en Estados Unidos. Esasmercancías ofrecían también a losmafiosos la oportunidad de obtenerdinero mediante la extorsión y crearmonopolios como hacían en Sicilia.

Evidentemente, tanto en Nueva Yorkcomo en Sicilia las licencias de armasrepresentaban un punto de fricción entrelas bandas y las autoridades. Losmiembros de la banda de Morello quefueron arrestados en abril de 1903estaban en posesión de permisos

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perfectamente legales para llevar armasde fuego dentro de los límites de laciudad. Dichos permisos habían sidoconcedidos por el subcomisario depolicía por recomendación del capitánde la circunscripción local. El titular deuno de aquellos permisos solo llevabaveintiocho días en Estados Unidos.Resultaba evidente que los vínculoscriminales a través del Atlántico erantan fuertes que un mafioso podía partirconfiado de Palermo sabedor de quepoco después de pasar por la oficina deinmigración de Ellis Island llevaríaencima un arma legal. En una situaciónalgo embarazosa, el comisario de

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policía revocó 322 permisos de armasde fuego poco después de que estoshechos se publicaran en el New YorkHerald.

Existen firmes evidencias de laexistencia de estrechos vínculos entrelos mafiosos de Estados Unidos y los deSicilia. Uno de los miembros de labanda de Morello, al que Petrosinohabía estado buscando para interrogarledurante las investigaciones del «cadáverdel barril», era don Vito Cascio-Ferro,al que más tarde metería en la cárcel el«prefecto de hierro», Cesare Mori.Antes del asesinato del cadáver delbarril, había huido de Sicilia para evitar

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la vigilancia policial especial que se lehabía impuesto a raíz de las sospechasde su implicación en un secuestro,aunque posteriormente afirmaría quehabía ido a Estados Unidos pornegocios, como importador de limones.Luego escapó a la redada del «cadáverdel barril» huyendo a Nueva Orleans,hogar de unos doce mil sicilianos y confuerte presencia de la Mafia, antes deregresar una vez más a Sicilia. En 1905se unió a la banda de Morello otronuevo emigrante, Giuseppe Fontana, elmafioso recientemente absuelto delasesinato de Emanuele Notarbartolo.

La composición de la banda de

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Morello puede revelar importanteinformación sobre el nivel decoordinación entre los hombres de honoren Sicilia. Morello era de Corleone;Cascio-Ferro, de cerca de Bisacquino;ambos del interior, del sur de Palermo.Fontana era de Villabate, más cercana ala capital. Otros miembros procedían dePartinico, más hacia el oeste. En otraspalabras, se trataba de hombres dehonor de cosche sicilianas distintas. Labanda de Piddu Morello constituíaclaramente una avanzadilla comercialpara los hombres de honorparticularmente emprendedores de todala provincia de Palermo y fuera de ella.

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Los negocios en Estados Unidos seestaban convirtiendo en objeto deinterés para toda la Mafia siciliana.Además, la percepción de unos interesescomunes entre los hombres de honor eralo bastante fuerte como para que lascredenciales criminales adquiridas enlos diversos rincones de la Siciliaprovincial se reconocieran y apreciaranal otro lado del Atlántico.

La banda de Morello basaba supoder en Nueva York en los mismosprincipios de control territorial quecualquier cosca siciliana: negocios deprotección y clientelismo, relacionescon la policía para asegurarse

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inmunidad judicial, etc. Lascomunidades de inmigrantes tambiénpropiciaban la recogida de sólidospaquetes de votos; al carecer de unauténtico interés o no comprendersiquiera la política de su nuevo país,muchos inmigrantes se sentíansatisfechos de poder cambiar sus votospor pequeños favores de un patrón.

Había, no obstante, algunasdiferencias importantes entre losentornos en los que trabajaban losmafiosos en su lugar de origen y enNueva York. El problema al que seenfrentaba el sistema de dominioterritorial de la Mafia era que la

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estadounidense era una sociedad másmóvil y diversa, con una larga tradiciónpropia de delincuencia y corrupción. Lapoblación de Elizabeth Street, como lade otros barrios de inmigrantes, estabasometida a un flujo constante. La genteiba y venía del Viejo Mundo; muchosrecién llegados se desplazaban a otraszonas de Estados Unidos; otros, almejorar su nivel de vida, se alejaban aotras zonas más salubres, en Harlem,Brooklyn e incluso más allá.

Los mafiosos tenían que mostrar enel Nuevo Mundo la misma movilidadque la población italiana de la quepretendían vivir. Morello había viajado

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por Estados Unidos antes deestablecerse en Nueva York; su bandacontaba también con otra base en lacomunidad siciliana de East Harlem.Nicola Gentile, un joven sicilianoiniciado en la Mafia en Filadelfia, en1905, se desplazó entre cosche mafiosasde ciudades distintas varias veces en sucarrera (Gentile será el protagonista delpróximo apartado). Tenía tratos conhombres de honor en Manhattan yBrooklyn, Pittsburgh, Cleveland,Chicago, Milwaukee, Kansas City, SanFrancisco y Canadá. Lo que describe enlos años anteriores a la Primera GuerraMundial es una red criminal firmemente

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arraigada en las comunidades sicilianasde toda Norteamérica, pero que apenastenía influencia fuera de dichascomunidades.

Era en Nueva York donde esa redbuscaba sus líderes; esta ciudad tenía,con mucho, la mayor poblaciónsiciliana, y asimismo representaba laprincipal terminal de bienes y personasprocedentes de la isla. El mismomafioso —un testigo tan fiable como sepuede ser en tales casos— afirmaba quePiddu Morello fue el jefe supremo detoda la rama norteamericana de la Mafiahasta 1909.

Cualquiera que fuese el estatus de

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Morello en la Mafia siciliana de ámbitonacional, eso no hacía que su situaciónen Nueva York resultara más fácil. En laépoca del asesinato del «cadáver delbarril», la cosca de Morello encontrósus barrios delimitados por pandillasque se regían por reglas diversas,hablaban un dialecto italiano diferente, oincluso procedían de un paíscompletamente distinto. En lugar de laconstante consulta que tenía lugar entrel a s cosche afiliadas a la mismaorganización en Sicilia, los mafiosos deNueva York se enfrentaban a un hampamás parecida a la diplomaciainternacional.

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Para cuando la cosca de Morelloestableció sus actividades en la PequeñaItalia ya hacía años que el mercadocriminal de Nueva York se habíaconvertido en el escenario de una ferozcompetencia. A finales de siglo losbloques de pisos de Manhattanconstituían un mosaico de territoriospara bandas de jóvenes matones bienvestidos, como la Gas House Gang, losGophers, los Hudson Dusters y los PearlButtons. En 1903 la banda Five Pointsde Paul Kelly controlaba la zona situadaentre el Bowery y Broadway que incluíala Pequeña Italia. Kelly, que en realidadse llamaba Paolo Antonio Vaccarelli,

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había nacido en Nápoles, y habíaadquirido su nuevo nombre de aspectoirlandés durante una breve carrera en elboxeo. Hombre atildado y de voz suave,se dice que tenía bajo su mando a milquinientos matones, la mayoría de ellositalianos, pero entre los que se incluíantambién algunos judíos, irlandeses y deotras procedencias. La organización deKelly abarcaba la prostitución, el juego,la protección, la propiedad inmobiliariay la maquinaria política. Aunque élmismo nunca se presentó comocandidato electoral, apoyaba a Tim DryDollar Sullivan, el indiscutible líderdemócrata de Lower East Side. Los

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políticos nacidos en Estados Unidos,especialmente los de origen irlandéscomo Sullivan, eran los únicos queparecían capaces de crearse una base depoder que permeara los diversossuburbios étnicos.

Si la Mafia siciliana hubieradeseado conquistar Nueva York talcomo sugerían los periódicos de laépoca, habría tenido que llegar a laciudad medio siglo antes. Desde su baseen las comunidades sicilianas, losmafiosos tenían los recursos y lahabilidad necesarios para ganarse unsitio en la competitiva hampaneoyorquina. Pero se encontraron con

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que resultaba imposible dominarla.

La Mafia siciliana de Estados Unidostambién tuvo que enfrentarse alproblema de controlar lo que podríamosdenominar su «marca de fábrica». Fueprecisamente Norteamérica la queconvirtió el sello mafia en el másconocido dentro del crimen organizado.Varios casos célebres como el del«cadáver del barril» empezaron adifundir por todas partes la marcamafia. No obstante, en este mismoproceso dicha marca escapó al controldel grupo de firmas sicilianas localesque originariamente comerciaban bajo

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ese nombre. De manera parecida a comohoy en día, por ejemplo, la palabratúrmix ha venido a ser sinónimo de«batidora eléctrica», la prensanorteamericana acabó por aplicar eltérmino mafia a todas las formas decrimen organizado de ámbito italiano y,más tarde, a cualquier actividaddelictiva realizada por bandas (lo cual,en cierto sentido, constituyó un notablelogro para los sicilianos, que eran unosrecién llegados en un mercado yarelativamente evolucionado).

La llamada Mano Nera («ManoNegra») viene a ilustrar también estainflación de marca producida en Estados

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Unidos. El caso del «cadáver del barril»atrajo la atención de la prensa sobre unaoleada de extorsiones a italoamericanosricos. El New York Herald publicabatitulares como «Los italianos de NuevaYork guardan silencio aterrorizados porel largo brazo de la Mafia», o«Montones de empresariosneoyorquinos son chantajeados por laMafia». El 3 de agosto de 1903 —unosmeses después del descubrimiento delcadáver del barril—, Nicola Cappiello,un próspero contratista de obras deBrooklyn, recibió la siguiente nota(escrita en italiano), en la que aparecíadibujado el símbolo pirata con la

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calavera:

Si no viene a vernos a laesquina de la calle Setenta y dosy la Decimotercera Avenida, enBrooklyn, mañana por la tarde,su casa será dinamitada, y ustedy su familia, asesinados. Elmismo destino le aguarda en elcaso de que revele nuestrasintenciones a la policía.

MANO NEGRA[81]

En todo el sur de Italia este tipo decartas se denominaban lettere di

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scrocco («cartas gorronas»), ya que losautores solían quejarse de su pobreza ala vez que formulaban sus amenazas. Setrata de un método empleado en laindustria de la violencia aun antes deque surgiera la Mafia. Así pues, lahistoria de Cappiello respondía a unapauta bien arraigada en el Viejo Mundo.Dado que este se negó a cooperar, sesucedieron nuevos mensajes. Lacantidad exigida ascendía a diez mildólares. Entonces, tres viejos amigosdel empresario, junto con un extranjero,fueron a visitarle y se ofrecieron aactuar de mediadores ante losextorsionistas por mil dólares.

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Cappiello decidió aceptar la propuesta,pero unos días después de haberentregado el dinero los mismos hombresvolvieron a pedirle más. Temiendo quele despojaran de toda su fortuna,Cappiello acudió a la policía. Sus«amigos» fueron arrestados ycondenados.

El nombre de Mano Negra estabadestinado a prosperar más que la propiabanda concreta que lo empleóinicialmente. Poco a poco fueaumentando el número de misivas dechantaje así firmadas. Evidentemente, laamplia cobertura informativa de laprensa fue la primera en dar la idea a

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los criminales. El nombre se propagó deNueva York a Chicago, San Francisco yNueva Orleans, hasta convertirse,durante un tiempo, en un término inclusomás popular que el de mafia a la hora dealudir al crimen organizado de ámbitoitaliano.

La Mano Negra se convirtió en unaespecie de moda delictiva. Además delas bandas profesionales, tambiénenviaban cartas firmadas por la ManoNegra vecinos celosos, rivalescomerciales, trabajadores en apuros ybromistas. En Sicilia esta clase de uso yabuso de una «marca» criminalempleada por la Mafia habría resultado

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impensable. Las cosche mafiosas, quetenían un espía en cada calle, protegíanbrutalmente su monopolio utilizando laintimidación.

* * *

A pesar del fracaso a la hora de obtenercondenas, el caso del «cadáver delbarril» convirtió a Joseph Petrosino enun héroe a ojos de los neoyorquinos, unaespecie de «llanero solitario» del barriode Mulberry Bend. La propia historia desu vida era una parábola de lacapacidad redentora de la sociedad

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estadounidense, que le había permitidopasar de ser un pobre dago[82] aconvertirse en un detective célebre.¿Quién mejor que él para patrullar porlos oscuros y abarrotados bloques depisos y las explotadoras fábricas dondese ocultaban los nuevos inmigrantes detez morena procedentes de «la bota»?

Petrosino fue el responsable delenvío de cientos de criminales italianosde regreso a la península, así como delencarcelamiento de muchos otros. Suascenso en las filas del Departamento dePolicía de Nueva York continuóimparable. En enero de 1905 fuenombrado jefe de la nueva rama italiana

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de las fuerzas del orden. Poco despuésse convertiría en el primeritaloamericano que alcanzaba el rangode teniente. En 1907 se casó conAdelina Salino en la vieja iglesia de SanPatricio, situada en Mott Street, en elcorazón de la Pequeña Italia.

Al año siguiente se asignó aPetrosino la tarea de vigilar la visita deRaffaele Palizzolo a Nueva York. Elhombre absuelto de haber ordenado lamuerte de Emanuele Notarbartolo veníaa dar las gracias a quienes, según sedecía, habían contribuido a su causa conveinte mil dólares. Entrevistado por unreportero del New York Herald, don

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Raffaele declaró que el principalobjetivo de su visita era «infundir en suscompatriotas sicilianos los principios deuna buena ciudadanía». Cuando se lepreguntó si tenía algo que ver con laMafia, soltó una carcajada.

Por entonces la reputación dePetrosino se había extendido. Loscriminales recién llegados del sur deItalia solían pedir que se les llevara a lacomisaría de policía y allí hacían quealgún amigo les hablara del poli del quetantas cosas habían oído. En el otoño de1908 el valeroso teniente recibió unamedalla de oro del gobierno italiano porsu participación en el arresto de un

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destacado gángster napolitano.Sin embargo, y a pesar de aquella

medalla de oro, tanto Petrosino comosus superiores estaban cada vez máscansados de que las autoridadesitalianas no pusieran freno a loscriminales y anarquistas que partían delas costas italianas con rumbo a EstadosUnidos. En febrero de 1909, Petrosinose convirtió en el jefe de una nueva ramadel servicio secreto del departamento depolicía. Su primera misión fue viajar aItalia para crear una red de informaciónindependiente sobre los gángsteres conhistoriales delictivos en Sicilia. Dada ladificultad de lograr que se condenara a

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los mafiosos, Petrosino confiaba enutilizar la información recogida en laisla para expulsar de Estados Unidos almayor número posible de ellos comoinmigrantes ilegales.

El 21 de febrero de 1909 Petrosinollegó al puerto de Génova, en el norte deItalia. Viajando luego hacia el sur, sedetuvo en Roma para reunirse convarios funcionarios, y en lasproximidades de Salerno para visitar asu hermano. El 28 de febrero el azote dela Mano Negra aterrizó en Palermodispuesto a enfrentarse a la Mafia en sulugar de origen.

Su cadáver volvería a Nueva York

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el 9 de abril a bordo del Slavonia, de lacompañía Cunard. Habían pasado casicuatro semanas desde su asesinato, yaque la salida del barco se habíaretrasado debido al mal tiempo. Losrestos de Petrosino fueron trasladadosen solemne procesión hasta su piso,situado en el número 233 de LafayetteStreet. Cinco pelotones de la policíamontada y una guardia de honoracompañaron al coche fúnebre, cargadode coronas enviadas por diversoscuerpos oficiales tanto de Sicilia comode Nueva York. Inicialmente el plan eradejar el ataúd abierto mientras estuvierade cuerpo presente, pero el

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embalsamamiento había fallado, y lo quese hizo fue colocar una fotografía en latapa. El New York Herald calculó quehabían acudido unas veinte mil personasa presentar sus respetos. Tambiénmanifestó sus sospechas de que eltrabajo de embalsamamiento se hubierahecho mal deliberadamente, en unaespecie de insulto final de la Mafiasiciliana a su víctima. El 12 de abrilotra gran procesión trasladó a Petrosinopor las calles hasta la iglesia de SanPatricio, en Mott Street, donde secelebraron sus funerales.

Petrosino murió porque subestimógravemente el poder y la crueldad de la

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Mafia de Sicilia. Su experiencia en lascalles se había forjado en Nueva York, ymostraba hacia su antigua patria lacaracterística actitud condescendientede los emigrados. Cuando fueentrevistado sobre la Mafia durante lasinvestigaciones del «cadáver delbarril», sus comentarios estuvieronteñidos de prejuicios y de folclore:

Prácticamente todo el quellega aquí procedente de Siciliaestá aquejado de estaenfermedad moral. Eshereditaria e imposible deerradicar. La Mafia es una

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organización poco organizada,pero el mismo espíritu deoposición a toda forma de ley y atoda forma de autoridad esinstintiva absolutamente en todoslos que están vinculados a ella.En Sicilia las mujeres y losniños trabajan duro en loscampos, y los hombres sepavonean de un lado a otro conuna escopeta al hombro[83].

La misión supuestamente «secreta»de Petrosino en Italia había sidopreviamente anunciada en la prensaneoyorquina. Cuando llegó a Palermo,

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rechazó la oferta de una escolta armada.La única protección que considerónecesaria fueron los dólares que pagó enforma de sobornos. Utilizaba losmétodos que tan fructíferos se habíanrevelado en Estados Unidos, tratandoaudazmente de establecer contactopersonal con los criminales y mafiososen las calles. Evidentemente eso mismoera lo que hacían los policías sicilianos,pero a estos jamás se les habría pasadopor la cabeza hacerlo de manera aislada.Además, tras la muerte de Petrosino sedescubrió que había dejado su revólveren la habitación del hotel.

La policía de Palermo sospechaba

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que existía una relación entre la muertede Petrosino y la banda del «cadáver delbarril». Dos de sus miembros habíanregresado a Sicilia al mismo tiempo queel detective, manteniéndose en contactocon Piddu Morello por medio detelegramas cifrados. La teoría era queMorello y Giuseppe Fontana le habíanpedido a Vito Cascio-Ferro queorganizara el asesinato en su nombre.Cuando este último fue detenido, se leencontró una foto de Petrosino. Sinembargo había una coartada: elcolaborador político de don Vito, unparlamentario, declaró que el mafiosoestaba en su casa cuando dispararon al

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policía. Para gran indignación de laprensa norteamericana, el caso jamásllegaría a los tribunales.

Muchos años después, cuando unasentencia de cadena perpetua habíalogrado ya poner fin a su carrera bajo elfascismo, Cascio-Ferro seríaentrevistado en la cárcel. Entoncesafirmaría haber matado a un solohombre en toda su vida, «y lo hicedesinteresadamente». Se interpretó queaquella críptica frase aludía al másfamoso de los asesinatos a los que sehabía asociado su nombre, el de JoePetrosino. La consecuencia sería quizáque había perpetrado el asesinato como

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un favor a sus colegas norteamericanos.No obstante, esta «confesión» nosignifica necesariamente que élcometiera el crimen: es posible que setratara sencillamente de un intento deusurpar la gloria debida al trabajo deotro mafioso. Sea como fuere, y al igualque el caso del «cadáver del barril», elasesinato de Joe Petrosino sigueclasificado como no resuelto.

* * *

Como la mayoría de los emigrantesitalianos a Estados Unidos, los

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miembros de la banda de Morelloprobablemente no tenían intención dequedarse definitivamente. Sin embargo,y también como muchos de esos mismosinmigrantes, sus más destacadosrepresentantes acabarían quedándose endicho país durante el resto de su vida, sibien para algunos de ellos eso nosupondría demasiado tiempo. Inzerillollegó a abrir otra pequeña pastelería,pero poco después fue asesinado a tiros.Di Primo, que fue un prisionero modeloen Sing Sing, no tardaría en ser puestoen libertad. Petto el Buey se trasladó aBrowntown, en Pennsylvania; la nochedel 25 de octubre de 1905 fue alcanzado

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por cinco disparos de escopeta en elpatio trasero de su propia casa, yPetrosino sospechaba que el autor habíasido Di Primo. Giuseppe Fontanadesapareció poco después del asesinatode Petrosino.

Otros miembros de la banda tendríantambién un papel en el escenario delcrimen organizado de Nueva Yorkdurante varias décadas. El mismo añode la muerte de Petrosino, PidduMorello fue juzgado por dirigir unnegocio de falsificación en East Harlemy condenado a veinticinco años decárcel en la penitenciaría federal deAtlanta, lo que le valió perder su puesto

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de jefe de la organización.En 1916 los otros miembros de la

Mafia de Morello libraron una guerracontra los napolitanos de Brooklyn; elhermano de Piddu fue asesinado a tirosen una emboscada frente a una cafeteríade Navy Street, en dicho barrio. Perolos napolitanos fracasaron en su intentode arrebatar a Morello el monopolio deun elemento clave de la dieta italiana, laalcachofa, cuyo comercio estabacontrolado por el hermanastro de Piddu,Ciro Terranova, que sería el «rey de laalcachofa» hasta la década de 1930. Labanda de Morello salió victoriosa de laguerra cuando los líderes napolitanos

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fueron arrestados y, para su sorpresa,encarcelados por el asesinato.

Piddu Morello sería liberado pocodespués. Al parecer, se le vio en Siciliaen 1919, tratando de obtener el apoyo delos hombres de honor de su antiguapatria debido a que su sucesor comocapo supremo le había condenado amuerte. Sus esfuerzos diplomáticosparecen haber tenido éxito, ya quesobreviviría para luchar tres añosdespués junto al hombre que le habíacondenado. Pero por entonces el paisajedel crimen organizado en EstadosUnidos se había alterado radicalmente.

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LA NORTEAMÉRICA DECOLA GENTILE

El punto de inflexión más importante dela historia del crimen organizado enEstados Unidos no fue una ejecución,una reunión de gángsteres veteranos o lallegada de algún «supercapo» de Sicilia,sino la aprobación de la denominada«Prohibición», o «ley seca». En enerode 1919, y tras el estímuloproporcionado por una ridícula protestacontra los cerveceros de origen alemándurante la guerra, se aprobó laDecimoctava Enmienda a la

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Constitución estadounidense, queprohibía la «producción, venta otransporte de licores embriagadores».Más tarde, aquel mismo año, la LeyVolstead se encargó de materializar laaplicación de la DecimoctavaEnmienda. De golpe, una de lasindustrias más lucrativas del país sepuso en manos de criminales. Desde lasmaterias primas, la producción, elenvasado y el transporte hasta laspropias mesas de los bares clandestinos,los gángsteres empezaron a obtenercolosales beneficios libres de impuestosgracias a las bebidas alcohólicas. Secalcula que la ley seca introdujo 2.000

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millones de dólares en la economíailegal hasta su derogación en 1933.

Al mismo tiempo, y sencillamenteporque a muchos estadounidensesnormales y corrientes les gustaba echarun trago de vez en cuando, y noentendían por qué no podían hacerlo, losgángsteres se convirtieron en losmejores amigos de los consumidores. Laelevada tasa de mortalidad entre loscontrabandistas de licores no hizo sinoañadir algo de glamour a su trabajo.«Solo se matan entre ellos», era laopinión común. Los inmensos beneficiosobtenidos de las bebidas alcohólicas,así como la benigna actitud de la

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opinión pública frente a su producciónilegal, también contribuyeron a rebajarel umbral de la corrupción. La policía,los políticos y los jueces se llevaron suparte del pastel.

La batalla campal que representó laley seca en el mundo del hampa hizo queEstados Unidos olvidara la fascinaciónpor la Mafia y la Mano Negra que habíaexperimentado en el cambio de siglo.Sencillamente no resultaba viable tratarel contrabando de licores como si fuerael fruto de una invasión de dagos. Lamasiva afluencia de poblaciónprocedente de Europa se viointerrumpida por la Primera Guerra

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Mundial. Cuando volvió la paz, unaserie de leyes vinieron a cerrar lo que alos estadounidenses les gustaba llamarla «puerta de oro» a los recién llegados,o al menos a aquellos que no contabancon los canales clandestinos abiertospara los mafiosos. Los clásicos años delgangsterismo del período deentreguerras representaron una épocadominada en la mente de la opiniónpública por «gángsteres» y «matones»de una pluralidad de etnias, y no por«mafiosos» y «hombres de honor»italianos.

Hasta la década de 1950 la opiniónpública norteamericana no volvería a

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confundir de nuevo la Mafia con elcrimen organizado en sí mismo. Lapublicación en 1969 de El padrino, deMario Puzo, vendría a consolidar laerrónea percepción pública de que lasorganizaciones estadounidenses eraníntegramente un producto importado deSicilia. Los datos de la época de la leyseca desmienten claramente estapercepción: en el área metropolitana deNueva York, el 50 por ciento de loscontrabandistas de licores eran judíos,frente a solo un 25 por ciento deitalianos.

No obstante, en las comunidadesitalianas de las ciudades de todo

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Estados Unidos existía ya unaorganización mafiosa específicamentesiciliana bien arraigada cuando seaprobó la ley seca. El mejor testimoniode su historia en las décadas de 1920 y1930 es Nicola Gentile, un hombrenacido en Sicilia, pero iniciado en laMafia en Filadelfia, en 1905. Se leconocía como «Nick» o «Cola» segúnen qué orilla del Atlántico se encontrara.En 1963 Gentile, que por entonces seacercaba a los ochenta años y vivíaretirado en Roma, tomó una resoluciónsin precedentes: decidió escribir suautobiografia. Luego se la entregó,parcialmente dictada, a un periodista

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que le ayudó a llenar las lagunas con unaserie de entrevistas. Gentile sería elprimer hombre de honor siciliano quenarraría su historia de ese modo.

Existe un persistente misterio entorno a las razones que llevaron aGentile a tomar aquella decisión. Comoocurre siempre en Italia, probablementeel contexto político tuvo algo que ver enello. Pero es probable que los motivosmás sencillos, los que dio el propioGentile, sean también los másimportantes. Se describe a sí mismocomo un hombre viejo y amargado.Todos sus hijos se habían establecido endistintas carreras profesionales, pero se

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avergonzaban de los orígenes criminalesde su bienestar y rehuían al hombre quehabía pagado su educación y sus casas.

El relato de Cola Gentile constituyeun ambiguo intento de justificar su vida,tanto ante sí mismo como ante losdemás. Se esfuerza, no siempre conéxito, en presentarse como un «hombrede honor» en lo que él afirma que es elauténtico sentido de la expresión, el dealguien que siempre ha buscado elcamino de la paz y la justicia dentro dela organización. Existen evidenciasanecdóticas que sugieren que Gentilellevaba ya bastante tiempo tratando depresentarse bajo este favorecedor

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aspecto. Hay un hombre que afirmahaber pasado toda una tarde hablandocon él en 1949; de hecho, recuerdabastante afectuosamente haber sidotratado con condescendencia porGentile, que durante todo el rato sehabía dirigido a él medio en bromacomo duttureddu («profesorcito»). Elhombre en cuestión —en aquella épocaun joven estudiante— afirma que elveterano hombre de honor le explicó loque él entendía por ser un mafiosomediante una historia hipotética:

Duttureddu, si yo vengo aquídesarmado, y usted saca una

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pistola, me apunta, y dice:«¡Cola Gentile, ponte derodillas!», ¿qué haré yo? Puesarrodillarme. Eso no significaque usted sea un mafioso porquehaya obligado a Cola Gentile aponerse de rodillas. Significaque es un cretino con una pistolaen la mano.

Ahora bien, si yo, NicolaGentile, vengo desarmado, yusted está desarmado también, yyo le digo: «Mire, Duttureddu,me encuentro en esta situación.Tengo que pedirle que se pongade rodillas». Usted me pregunta:

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«¿Por qué?». Yo le digo:«Duttureddu, permítame que selo explique». Y logroconvencerle de que tiene queponerse de rodillas. Cuandousted se arrodilla, eso meconvierte en un mafioso.

Si usted se niega a ponersede rodillas, tengo que dispararle.Pero eso no significa que yohaya ganado; he perdido,duttureddu[84].

Al parecer, Gentile tenía problemaspara soportar siquiera un hipotéticoretrato mental de sí mismo sin una

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pistola en la mano.El duttureddu era Andrea Camilleri,

actualmente un fenómeno literario enItalia. Sus novelas de crímenes, escritasen una prosa rica y suave,dialectalmente modulada, dominan lalista de best-sellers de dicho país. Nohay forma alguna de confirmar por otrafuente independiente hasta qué punto esfidedigno el recuerdo de Camilleri deaquel encuentro. Pero en cualquier casoeste capta hasta qué punto el viejogángster Cola Gentile, pese a susesfuerzos por parecer noble, se muestrahonesto en relación con la violenciaimplícita en su trabajo. Así, en su

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autobiografia admite que «No puedesconvertirte en un capomafia sin serferoz».

Al mismo tiempo que Nick Gentilerelataba tranquilamente su historia enRoma, en Estados Unidos se establecíaun precedente similar. Joe Valachi, unmafioso norteamericano que temía quesus antiguos cómplices le mataran en lacárcel, hablaba con los agentesfederales. Valachi fue el primero queexplicó al mundo que los mafiosos deEstados Unidos tendían a referirse a suorganización con la expresión «CosaNostra». Cuando Valachi declaró anteun subcomité del Congreso sobre el

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crimen organizado, en 1963, se viorodeado de una intensa publicidad.Robert Kennedy, que había sidonombrado fiscal general por su hermanoel presidente, calificó la declaración deValachi como «el mayor avance hasta elmomento de los servicios de inteligenciaen el combate contra el crimenorganizado y la estafa en EstadosUnidos». The Valachi Papers fue unéxito de ventas.

Sin embargo, y como señalarondesde el primer momento losobservadores más cautelosos, Valachino tenía ningún peso en la Mafiaestadounidense; era un mero soldado de

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a pie que seguramente no intervino enlas discusiones de más alto nivel. Por elcontrario, Cola Gentile, el triste ysolitario padrino de las afueras deRoma, se movía en los círculoscriminales más elitistas. Durante lasdécadas de 1920 y 1930 colaboróestrechamente con los capos másfamosos: Joe the Boss Masseria, AlCapone, Lucky Luciano, VincenzoMangano, Albert Anastasia, VitoGenovese , etc. Sorprende que eltestimonio de Cola Gentile, en italiano,permanezca aún sin traducir a otraslenguas y siga siendo desconocido paracasi todo el mundo fuera de Italia.

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La historia de Gentile se desarrolla enun entorno que vino configurado por latransformación de los emigrantessicilianos comunes y corrientes enestadounidenses, aunque al mismotiempo, y paradójicamente, estos seconvertían también en italianos. Esnotorio que en Italia el sentimiento deunidad nacional es relativamente débil.Las confusas masas procedentes dePalermo, Nápoles y Parma llegaban aEllis Island hablando dialectosmutuamente incomprensibles. Paramuchos de ellos «Italia» no era más queuna abstracción. Fue al encontrarse conlos recién llegados de otros países

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cuando empezaron a concebirse a símismos como italianos por primera vez.Se adaptaron a las costumbres de suantiguo país, o bien se adhirieron a otrasnuevas, como la celebración del día deColón, para expresar su recién adquiridaidentidad italiana.

Los criminales italoamericanospasaban por un cambio similar, pero ensu caso la asimilación era un asunto mássangriento y más maquiavélico. En 1920había un millón de personas de origenitaliano solo en Nueva York. No hacefalta decir que únicamente una pequeñaparte de ellos eran criminales. Pero lacreciente riqueza de la comunidad

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ofrecía una plétora de actividadeseconómicas ilegales, al tiempo queestrechaba el contacto entre losgángsteres originarios de distintas partesde Italia. Las loterías callejeras eran tanpopulares en los barrios italoamericanoscomo lo habían sido en cientos depoblaciones italianas. También la dietade la Italia meridional daba susbeneficios; así, se podía emplear laamenaza de la violencia parabeneficiarse del tráfico de productosalimentarios que, como el aceite deoliva, procedían de Europa; o también, ycada vez más, de la costa oeste delpropio Estados Unidos, como las

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alcachofas de Ciro Terranova.Los italianos se habían convertido

asimismo en el grupo étnico másnumeroso de los muelles neoyorquinos.En 1880, el 95 por ciento de losestibadores de la ciudad eran irlandeses;en 1919, el 75 por ciento eran italianos.Estos últimos predominabanespecialmente en East Side y enBrooklyn. El barrio de Red Hook, enBrooklyn —cien por cien italiano—, fuela sede de una organización durante todoel período de entreguerras e inclusodespués. El sistema que funcionaba enlos muelles era omnímodo, brutal y muylucrativo. Los funcionarios de la

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Asociación Internacional de Estibadoresintimidaban a los trabajadores paraasegurarse de que su organización teníael monopolio de la afiliación, ysobornaban a los directivos de lasnavieras y de las empresas deestibadores para asegurarse también elmonopolio de los puestos de trabajodisponibles. La protección política seaseguraba a través del Club Demócratade la Ciudad, fundado a finales de ladécada de 1920, que era poco más queuna organización mafiosa. Elcontrabando, el robo y la extorsión eranendémicos. Muchos de los funcionariosde la Asociación Internacional de

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Estibadores procedían de un mismogrupo reducido de familiasconsanguíneas. Asimismo contaban conel respaldo de un régimen de protecciónextraordinariamente implacable dirigidopor hombres como Albert Anastasia yVincenzo Mangano.

Cola Gentile nació en un pueblo minerocerca de Agrigento. Cuando llegó aEstados Unidos, en 1903, tenía solodieciocho años, y era un joven curtidocon un alto concepto de su propia valía,es decir, la clásica materia prima paraun mafioso. Se trasladó a Kansas, dondeempezó a trabajar como viajante de

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tejidos. Su producto se basaba en untimo: los rollos de tejido que él vendíacomo lino en realidad no tenían nada dedicho material, salvo una pequeñamuestra.

A través de su trabajo Gentileestableció contactos en numerosasciudades estadounidenses, ganándoseuna reputación de chico listo capaz decuidar de sí mismo y de sus amigos. Alos veintiún años de edad fue iniciadoen la Mafia, concretamente enFiladelfia. Tres años después regresaríaa su aldea natal, en Sicilia, como unhombre de dinero y de prestigio. Allí secasó y tuvo un hijo antes de regresar a

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Estados Unidos para proseguir sucarrera en la organización. Su mujer y suhijo permanecerían en la isla.

En 1915 Gentile se trasladó aPittsburgh, donde reclutó a un grupo ded i e z picciotti («matones jóvenes»)leales solo a él mismo e independientesdel capo local, que serían el instrumentode su auge. Descubrió que en Pittsburghla Mafia estaba subordinada a unanumerosa banda de italianosprocedentes de Calabria y de Nápoles,cuya base de poder se hallaba en elcomercio de frutas y verduras al pormayor. Incluso el capo de la Mafiarecaudaba el dinero de la extorsión de la

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comunidad siciliana en nombre deaquellos «camorristas», como losdenominaba Gentile despectivamente(aludiendo a la Camorra de Nápoles,una fraternidad criminal algo menosorganizada).

La reputación de Gentile enPittsburgh se extendió con rapidez. Él yuno de sus hombres causaron sensaciónal ejecutar a un hombre en un bar llenode gente en el centro de la ciudad.Estimulado por el éxito de la operación,Gentile decidió aprovecharse de lasumisión del capo siciliano ante loscamorristas. Sus picciotti se pusieronmanos a la obra, y una serie de rápidos y

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eficientes asesinatos no tardarían enllevar a los hombres de la penínsulaitaliana a la mesa de negociaciones,donde se reunieron los líderes de losdos bandos bajo la presidencia deGentile. Este humilló a los camorristasamenazándoles abiertamente con unaguerra total si ofendían siquiera fuera aun siciliano más, tras de lo cual sesometieron mansamente al lídersiciliano. «Desde aquella noche seacabó la Camorra en Pittsburgh y laspoblaciones de alrededor», concluyóGentile. Poco después hizo matar a tirosal capo de la Mafia de Pittsburgh, al querepatrió a Sicilia en un lujoso ataúd.

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Así, Cola Gentile se había convertido enel jefe de los criminales italianos de laciudad, y de paso había realizado supropia y temprana contribución a laamericanización y a la italianización dela Mafia.

Uno de los aspectos más notables dela carrera de Nick Gentile es sumovilidad geográfica. En numerosasocasiones pasó de una cosca a otra:primero Filadelfia y Pittsburgh; luegoSan Francisco, Brooklyn y Kansas City,y después nuevamente Brooklyn. Gentilealude a esos grupos como borgate, untérmino italiano que define los arrabalescomo los de la periferia de Palermo que

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fueron la cuna de la organización.Cada vez que cambiaba de borgata,

Gentile necesitaba una carta derecomendación de alguno de losprincipales capos de su lugar de origen,en la provincia de Agrigento. Dichascartas o telegramas solían adoptar laforma de referencias personales, comosi estuvieran destinadas a la obtenciónde un puesto de trabajo normal ycorriente. Era evidente que la Mafiaitaliana era lo bastante importante parasu nueva y rica filial estadounidensecomo para que se hiciera necesaria estavalidación de sus afiliados. Los juecesde instrucción italianos tienen firmes

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evidencias de que este sistema dereferencias funcionó como mínimo hastaprincipios de la década de 1980.

Gentile proporciona una fascinantedescripción del modo en que loshombres de honor de todo EstadosUnidos coordinaban sus actividades enlos años anteriores a la Prohibición. Lascondenas a muerte de los caposdisidentes se emitían desde una borgataa todas las demás de la zona. Un selecto«consejo» integrado solo por losprincipales capos tomaba las decisionesmás importantes, mientras que una«asamblea general», de mayorenvergadura, elegía a los capos y

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debatía las propuestas de acuerdos paramatar a mafiosos. En tales reunionespodía llegar a haber hasta cientocincuenta hombres, entre los capos y susséquitos, procedentes de todo EstadosUnidos. Gentile se muestra reticente acalificar tales reuniones de «tribunales»,al tiempo que adopta una actitudbastante crítica a la hora de describirlos «procedimientos judiciales» que seseguían en la asamblea general: «Estaestaba compuesta de hombres que erancasi todos analfabetos. La elocuenciaera la habilidad que más impresionaba ala sala. Cuanto mejor sabía hablar uno,más se le escuchaba, y más capaz era de

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llevar a la masa de palurdos por dondequería»[85].

Nueva York tenía una posiciónpredominante en la red de borgate. Elcapo de la Mafia de dicha ciudad casisiempre era también el capo supremo detodos los capos. Sus lugartenientes amenudo podían resolver cualquier casoantes de que este llegara a las grandescumbres, que, en consecuencia, solíanutilizarse meramente para anunciar susintenciones.

En la autobiografía de Gentile sepueden leer entre líneas las tensiones desu oficio. Ocasionales rachas de malasalud y de agotamiento nervioso le

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obligaban a regresar a su tierra natalpara recargar las pilas. No obstante,aquellos viajes no eran siempresosegados; en cierta ocasión, en 1919,tuvo que huir de la justicia después deque fuera tiroteado un hombre de unafacción política rival. Durante los mesesque permaneció oculto recibió a algunosvisitantes de Estados Unidos. Se tratabade Piddu Morello y algunos miembrosque quedaban de la banda a la que elteniente Joe Petrosino había consideradoresponsable en 1903 del asesinato del«cadáver del barril». Estos habían sidocondenados a muerte por el nuevo capode Nueva York y buscaban

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desesperadamente la mediación deGentile, quien, por su parte, a base degran esfuerzo y coraje había adquiridola reputación de ser una especie deintermediario ambulante, un hombrecapaz de solucionar peligrosas disputas.La diplomacia era precisamente una delas principales razones de superegrinación por todo Estados Unidos.En esta ocasión se perdonó finalmente ala mayoría de los miembros de la banda,pero solo porque el propio capo deNueva York fue asesinado y sustituidopor un mafioso regordete y achaparrado,Joe Masseria, al que se acabaríaconociendo simplemente como Joe the

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Boss.Al verse recluido en Sicilia, Gentile

no pudo sacar partido del whisky quehabía acaparado justo antes de laaprobación de la ley seca. Pese a ello,no tardaría en obtener su parte de losinmensos flujos de dinero generados porla industria de la bebida. En Kansas Citydirigía una empresa dedicada alsuministro de material de barbería, peroaquel negocio era una tapadera que, enrealidad, le daba acceso a grandescantidades de alcohol con el pretexto deque era para fabricar aftershave.Gentile participaba asimismo en elcomercio de dextrosa, un producto

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necesario en las destilerías ilegales.

La ley seca trajo el contrabando delicores, y este hizo salir a la palestra alos más duros y brillantes jóvenesgángsteres de todas las etnias. Vistadesde una perspectiva más amplia de laque podía permitirse Nick Gentile, ladelincuencia relacionada con la ley secano constituye un asunto exclusivamenteitaloamericano. En cualquier caso, y conla excepción de unos pocos veteranos,los más famosos contrabandistas delicores y gángsteres italoamericanos dela década de 1920 y principios de la de1930 eran jóvenes y habían nacido o se

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habían criado en Estados Unidos. Suauge coincidió con la italianización y laamericanización de la Mafia.

Salvatore Lucania era originario dela población minera de Lercara Friddi.Dejó Sicilia en 1905, a los nueve añosde edad, y cuando creció únicamente eracapaz de pronunciar con dificultad unaspocas palabras de su dialecto natal. Alos dieciocho años fue declaradoculpable de su primer delito grave, laposesión ilegal de narcóticos, de los queera consumidor además de camello. Laley seca convertiría a Lucania, másconocido como Charles Lucky Luciano,en uno de los gángsteres más famosos de

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todos los tiempos. Tanto su apodo(lucky significa «afortunado») como lascicatrices de su cuello,desconcertantemente pronunciadas,databan de una ocasión en la quealgunos de sus primeros rivales leacuchillaron y le dieron por muerto.Desde el primer momento Luciano supomezclarse con facilidad con criminalesde otros entornos, trabajando en estrechacolaboración con hombres como MeyerLittle Man Lansky.

Francesco Castiglia, conocido comoFrank Costello —uno de los socios deLuciano—, es otro buen ejemplo. Nacióen 1891 cerca de Cosenza, en la

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«puntera» de la «bota» italiana, unaregión en la que la Mafia siciliana nuncaha reclutado a sus miembros. La familiade Costello le llevó a East Harlemcuando tenía cuatro años de edad. Suprimer tropiezo con la ley —poragresión y robo, en 1908— no le llevó aprisión porque era su primer delito. En1914, en cambio, fue condenado a unaño de cárcel por llevar un arma oculta.Tras quedar en libertad, se casó con unamujer que no era de origen italiano, einiciò una carrera criminal basada enuna serie de relaciones amistosas condiversos políticos. Junto con su sociocomercial, Henry Horowitz, creó la

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empresa Horowitz Novelty Company,dedicada a fabricar muñecas, hojas deafeitar y toda una serie de aparatosrelacionados con el juego, llegando aconvertirse en el rey de las tragaperrasde Nueva York.

El gángster más famoso de todos, AlCapone, constituye también un casoparadigmático. Nacido en Williamsburgde padres napolitanos, fue miembro dela banda Five Points —como lo fueraLuciano— antes de trasladarse aChicago para ejercer de pistolero yescalar la cumbre del hampa de dichaciudad a mediados de la década de1920. De su organización en Chicago

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formaban parte italianos, pero tambiénestadounidenses como Murray theCamel («el camello») Humphreys y SamGolf Bag («bolsa de golf») Hunt. (Esposible, pues, que el hampanorteamericana no resulte tansombríamente fascinante como laversión siciliana, pero no cabe duda deque produjo apodos más estrafalarios).Capone exhibía una afición por lasmujeres y un gusto por la publicidad quehabrían resultado impensables en losmafiosos sicilianos.

Como hombre de negocios, Caponeera más un creador de contactos que el«director general» del crimen imaginado

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por tantas películas sobre su vida. Sumétodo consistía en establecer acuerdospuntuales al 50 por ciento con hombrescomo el vendedor de camiones LouisLipschultz para distribuir licor, o comoFrankie Pope para gestionar el antro dejuego Hawthorne Smoke Shop, o comoLouis Consentino para dirigir el HarlemInn, un prostíbulo de dos plantas situadoen Stickney.

Pero probablemente Capone sea másconocido por haber ordenado la célebrematanza del día de San Valentín de1929, aunque jamás logró probarse suimplicación. Siete miembros de unabanda rival fueron asesinados en el

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garaje donde esta tenía su cuartelgeneral, situado en el número 2122 deNorth Clark Street, en Chicago. Losmatones de Capone, disfrazados depolicías, fingieron una redada y lesobligaron a alinearse contra la pared.Entonces llegaron otros cuatro hombresarmados con metralletas para llevar acabo la ejecución. Entre las sietevíctimas (una de ellas era un dentistaque simplemente disfrutaba estando encompañía de gángsteres) y los seispresuntos asesinos no había ningúnitaliano.

Serían los hombres como Luciano,Costello y Capone, con fuertes vínculos

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fuera de las comunidades siciliana eitaliana, quienes acelerarían el procesode americanización en el seno de laorganización mafiosa al terminar la leyseca. Cola Gentile, una vez más,proporciona una perspicaz explicaciónde cómo ocurrió.

Sin embargo, y como todas lasautobiografias de los hombres de honor,la de Gentile debe tratarse con cautela.La mayor parte de la vida de un mafiosose emplea en tratar de dar sentido a losfragmentos de información que lleganhasta él desde el interior de laorganización. Los capos a menudologran ejercer su dominio simplemente

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mostrándose inescrutables, es decir,gracias al cuidado que ponen encontrolar quién llega a saber qué. Poresa razón, ningún mafioso logra tenernunca un mapa completamente fiable decualquier situación dada. La memoria deGentile está condenada a sufrir enalgunos momentos de ese juego desilencios y adivinaciones. Asimismo, semuestra deliberadamente selectivo enrelación con ciertos aspectos de suhistoria; por ejemplo, apenas dainformación sobre los hombres de honorestablecidos en Sicilia y sus contactosen Estados Unidos.

Pese a todos sus viajes, Gentile no

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dejó de moverse en un mundoextremadamente siciliano. Por esa razónno siempre fue capaz de calibrar elpoder de los mafiosos en un mundo demayor envergadura, el del crimenorganizado. Veamos un ejemplo.Anthony D’Andrea era el capo de laMafia de Chicago en la época en la quese estableció la ley seca. Nick Gentile,que le conoció, le describe como un sertemido en todo Estados Unidos. Sinembargo D’Andrea perdió la batalla porel control del distrito decimonoveno dela ciudad frente a un patrón irlandés. Alfinalizar la Primera Guerra Mundial, eldistrito en cuestión había llegado a ser

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en un 70 por ciento italiano, tras haberestado dominado previamente poralemanes e irlandeses. Pese a supreponderancia numérica, en unacampaña electoral realizada en 1921, ymarcada por las palizas y los atentadoscon bomba, el patrón irlandés salióvictorioso por 3.984 votos frente a3.603. D’Andrea sería asesinado a tirospor uno de sus propios hombres tresmeses después. La única medida delpoder de Gentile era la inherente a laMafia, pero nada garantizaba enabsoluto que los capos sicilianos comoD’Andrea salieran airosos en las luchasentre bandas.

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Gentile adolece también de unaperspectiva algo distorsionada cuandomira hacia Sicilia. Palermo, quedominaba la Mafia siciliana, es menosimportante para él que Agrigento o quela minúscula población costera deCastellammare del Golfo. Los mafiososque iban a hacer fortuna a Norteaméricasolían proceder de núcleos pobres yreducidos como esos, mientras que lospoderosos palermitanos solían tenermenos incentivos para marcharse.

Pese a todas estas limitaciones, y alhecho de que muchos de los detalles desu relato no pueden confirmarse porninguna fuente independiente, lo que

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resulta significativo son los rasgosgenerales de la interpretación que haceGentile de un periodo crucial en lahistoria de la Mafia. Él comprende lasleyes del movimiento de la organizaciónen Estados Unidos porque su éxito y susupervivencia dependen de ello. Perosobre todo, y más que muchoshistoriadores, Gentile posee unasofisticada percepción del modo en quela Mafia traza una y otra vez una fronterasencilla pero importante: la Mafia comoinstitución depende de la línea que hayentre «nosotros», los hombres de honor,y «ellos», los inferiores, la gente normaly corriente.

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La perspectiva de Gentile resultaparticularmente reveladora cuandoaborda un momento en la historia de laMafia que hoy en día ha pasado a formarparte del folclore norteamericano: la«guer ra castellammarese» de 1930-1931, así llamada porque uno de los dosbandos estaba dominado por mafiososoriginarios de Castellammare del Golfo.Gran parte de lo que hoy se sabe sobrelos líderes de la Mafia en los últimosaños de la ley seca proviene de losrelatos acerca de dicha guerra debidos aValachi y a otros gángsteresestadounidenses, aunque hay muchosaspectos que aún siguen siendo oscuros.

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El relato de Gentile, cuando no se haignorado, ha sido seriamentesubestimado. Él creía que la clave delas intrincadas maquinaciones de laguerra castellammarese era el modo enque se había manipulado la línea quesepara la Mafia del mundo exterior. Aligual que los demás artículos delreglamento de la Mafia, la crucialfrontera entre «nosotros» y «ellos»nunca es absoluta, sino siempre táctica.Los mismos principios se aplicaban enSicilia; pero una importante razón por laque en Estados Unidos las cosas erandistintas es que al otro lado de lafrontera había otros gángsteres, hombres

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de distintas procedencias étnicas, perocon organizaciones parecidamentepoderosas tras ellos. Resumamos lavisión, particularmente siciliana, deGentile acerca de cómo se desarrolló laguerra castellammarese.

El líder militar de loscastellammaresi era SalvatoreMaranzano, un mafioso refugiado de larepresión fascista que no había llegado aNueva York hasta 1927. El otro bandoestaba liderado por Joe the BossMasseria, al que en aquel momento seconsideraba capo de capos. Una de lasprimeras víctimas de la guerra entreambos fue un mafioso de la generación

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anterior, Piddu Morello —el hombre delmeñique, líder de la banda del «cadáverdel barril»—, asesinado a tiros enagosto de 1930, en su despacho de EastHarlem. Gentile, que regresó de una desus visitas más prolongadas a Sicilia elmes siguiente, no puede o no quiereaclarar las razones del asesinato deMorello. Todavía hoy se ignoran losmotivos.

Cola Gentile relata que, a su regresoa Estados Unidos, una asamblea generalde la Mafia celebrada en Boston leeligió para que dirigiera una delegaciónque había de parlamentar con el lídercasteIlammarese Maranzano. La misma

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asamblea general depuso a Joe the BossMasseria, el oponente de Maranzano, ypuso en su lugar a un líder interino paraque ejerciera como capo de capos. Elobjetivo era poner fin a un conflicto quedesestabilizaba la organización en suconjunto.

En las guerras mafiosas, a cortoplazo, un poder militar superior suelevencer a la protección política y elestatus en el seno de la organización.Pero las bandas basadas solo en lafuerza no perduran. La campaña deMaranzano partía de la idea de que estelograría estabilizar su autoridad trasalcanzar la victoria militar. Se negó a

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recibir a la delegación de Gentile,probablemente por la sencilla razón deque en aquel momento este no soloestaba ganando la guerra, sino quizáincluso la batalla política. Al continuarlos asesinatos, y morir civiles atrapadosen los tiroteos, se ejerció una granpresión política sobre Joe the Boss.Según Gentile, el jefe de la policía ledijo explícitamente que o ponía fin alderramamiento de sangre, o se exponía aperder su apoyo.

Al final Maranzano aceptó recibir ala delegación de paz de Gentile, yordenó que se condujera al grupo a unavilla situada a 135 kilómetros de Nueva

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York. Cuando salió a recibirles,apareció rodeado de hombresfuertemente armados y con dos pistolasal cinto, lo que indicaba que seconsideraba a sí mismo un líder militarantes que un hombre de negocios.Gentile lo compara con Pancho Villa yse refiere a los castellammaresi como«exiliados» o «bandidos», pero noporque procedieran de Sicilia o separecieran a los guerrilleros mexicanos,sino porque constituían una alianza demafiosos reclutados en toda la estructurade las diferentes borgate de NuevaYork. La táctica de Maranzano consistíaen hacer aliados entre los enemigos de

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J o e the Boss Masseria siempre quepodía.

La delegación de paz permanecióretenida en el refugio de Maranzanodurante cuatro días y cuatro noches.Gentile ni siquiera estaba seguro de quepudiera salir vivo. Pero mientras estuvoallí se convenció de que otros miembrosde su equipo negociador se habíanpasado al bando de loscastellammaresi, lo cual era indicio deque la Mafia estaba pasando de unapostura de neutralidad a una de clarorespaldo a Maranzano. Lo único quetenía que hacer el líder castellammareseera dar largas. Al final se dejó marchar

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a la delegación de paz sin haber resueltoel conflicto.

La ofensiva militar de Maranzanovino acompañada en todo momento deuna campaña propagandística. Sequejaba de que Joe the Boss era undictador que había condenado a muerte atodos los castellammaresi. Como enSicilia, los mafiosos solían afirmarenérgicamente que sus actos erancompatibles con las propias costumbresde la Mafia. La organización tiene suspropias leyes, pero dentro de ella todoel mundo es un abogado de tres al cuartodeseoso de interpretar dichas leyes en supropio beneficio. Maranzano también

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recriminaba a Masseria que hubieraadmitido a Al Capone —un no sicilianomanchado por el proxenetismo— en laMafia.

El papel desempeñado por Caponeen el clímax de la guerracastellammarese resulta fundamental enla versión de Gentile. Scarface Al —afirma Gentile— no fue en realidadmiembro de la Mafia hasta mediados dela década de 1920. Joe the Boss leadmitió como parte de una tentativa paradesestabilizar la autoridad del entoncescapo de la organización en Chicago.Capone, que era leal a Masseria enNueva York y no al capo de Chicago,

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estaba autorizado a utilizar a sus propioshombres para intentar hacerse con elliderazgo de la ciudad. Gentile noespecula sobre el alcance exacto delpoder de Al Capone en Chicago enrelación con el resto del hampa de laciudad, amplio y multiétnico. Lo que lepreocupa, como siempre, es el mapa delpoder dentro de la organización. Unavez asegurado el estatus de Scarface Alen Chicago, este empezó a ejercer suinfluencia también en Nueva York.Gradualmente, en el transcurso de laguerra castellammarese, para Capone sefue haciendo cada vez más evidente queJ o e the Boss había sido vencido y

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superado en Nueva York de una formatan decisiva que incluso sus propioslugartenientes se mostraban cada vezmás inquietos.

La primera fase de la guerracastellammarese llegó a su fin en elrestaurante Scarpato’s, situado en ConeyIsland, el 15 de abril de 1931. Allí Joethe Boss estuvo comiendo a placer juntocon uno de sus lugartenientes, LuckyLuciano, y luego se puso a jugar acartas. Cuando Luciano se levantó parair al servicio de caballeros, un grupo deasesinos a los que este había dadoinstrucciones irrumpieron en el local ymataron a tiros a Masseria. Más tarde un

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fotógrafo de prensa puso un as deespadas en la mano de la víctima paradar un toque irónico a la escena. ColaGentile sospechaba que Capone yLuciano habían decidido conjuntamenteque Masseria era demasiado débil paratraer la paz tan necesaria para lacontinuidad del negocio.

Tras haberse librado de su propiocapo, Luciano trató de hacer las pacescon Maranzano y los castellammaresi.Al Capone auspició una reunión paradiscutir las implicaciones de la victoriade Maranzano. Gentile apenas cuentanada de dicha reunión, aparte de quehabía una «confusión indescriptible». Al

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final Maranzano consiguió lo quequería: el puesto de capo de capos. Conel objetivo de celebrar sunombramiento, organizó un banquetepara el que hizo imprimir unos tíquets alprecio de seis dólares cada uno. Luegole envió un millar de ellos a Capone,quien mostró su deferencia mandándolea su vez un cheque por valor de seis mildólares. Otros capos hicieron gestossimilares. Pero aún se esperabarecaudar más tributos. En la sala dondese celebró el banquete, en el centro de lamesa, ostentosamente decorada, secolocó una enorme fuente en la que losinvitados depositaron montones de

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billetes de banco. Gentile calculaba queMaranzano recaudó cien mil dólares enaquella velada «benéfica».

Poco después, el 10 de septiembre,el capo recién coronado sería apuñaladoy asesinado a tiros en su despacho dePark Avenue a manos de una banda degángsteres no italianos que se hicieronpasar por funcionarios de Hacienda. Leshabía contratado Luciano. La guerracastellammarese terminaba, así, almorir sus dos principales combatientes.

La leyenda del hampa señala elasesinato de Maranzano como elmomento en el que Lucky Luciano«modernizó» la Mafia. Este último ha

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quedado retratado en algunas versionesde la historia como una especie de«consultor empresarial» del crimen, elcerebro comercial artífice de unareestructuración total de la Mafia basadaen nuevas bases corporativas. Algunostestimonios afirman que, tras elasesinato de Joe the Boss, Maranzanotrató de imponerse como un dictador. Larespuesta de Luciano fue matarle einstituir una forma de liderazgo más«democrática». Estableció una comisiónde gobierno integrada por todos loscapos de las «familias» neoyorquinasmás uno foráneo (Gentile sugiere que enaquella época ya existían las cinco

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«familias»).La mayoría de los gángsteres que

recordarían posteriormente la guerracastellammarese afirmarían asimismoque, dos días después de la muerte deMaranzano, fueron eliminados en todoEstados Unidos cuarenta o, segúnalgunos, hasta noventa mafiosossicilianos por orden de Luciano. Fue lacélebre purga que pasaría a conocerseen Norteamérica como de losgreaseballs o de los MoustachePetes[86]. Al parecer, la modernizaciónde la Mafia implicaba exterminar aaquellos sicilianos obsoletos. Elproblema de esta hipótesis es que no

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existe absolutamente ninguna evidenciadocumental de que se produjera un granexterminio de mafiosos en todo el paísen la época del asesinato de Maranzano.Es evidente que los jóvenes gángsteres alos que se les contó la historia delasesinato de veinte, cuarenta o noventasicilianos no leían los periódicos. Larepetida historia de la purga de losMoustache Petes no es, pues, más queun mito.

La idea de que la Mafia siciliana sehabía quedado «anticuada» constituyeasimismo otro falso conceptoobstinadamente repetido. Cualesquieraque fuesen las aptitudes criminales que

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J o e the Boss había traído consigo dePalermo a Nueva York, estas habíanresultado lo bastante modernas comopara permitirle crearse una trayectoriaque duraría más de dos décadas.Maranzano, el vencedor a corto plazo dela guerra castellammarese, habíallegado en una fecha mucho másreciente. Pero su asombrosamenterápido ascenso al poder en EstadosUnidos da testimonio tanto de lainfluencia que los asuntos sicilianostenían todavía en la ramanorteamericana de la Mafia, como de lafacilidad con la que algunos MoustachePetes eran capaces de adaptarse a los

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desafíos que planteaba la GranManzana. En otras palabras, la hipótesisque enfrenta a los «modernizadores»gángsteres estadounidenses con los deorigen italiano, los conservadoresgreaseballs, no acaba de encajar con losacontecimientos producidos en 1930-1931.

La interpretación que hace Gentiledel final de la guerra castellammaresees distinta, pero resulta másconvincente. La idea de crear unacomisión de gobierno no fue de Luciano,sino que se había propuesto ya durantela «confusión indescriptible» de lareunión que siguió al asesinato de Joe

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the Boss Masseria. Gentile no parececonsiderar que dicha comisiónconstituya una innovación especialmenteradical, ya que era evidente que antes dela Primera Guerra Mundial secelebraban ya en Estados Unidosreuniones consultivas de los principalesmafiosos. Los hombres de honorreajustan constantemente las reglas yestructuras de la organización, y esprobable que la invención de lacomisión representara solo otro ejemplode dichos reajustes.

A los ojos de Gentile, Masseria yMaranzano no eran ni más ni menosdictatoriales o anticuados que los capos

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anteriores. En Sicilia suele calumniarsea los capos mafiosos antes y después deser eliminados; estos mueren porque sondemasiado codiciosos, demasiadoautoritarios, demasiado débiles odemasiado anticuados. O eso, al menos,es lo que dicen sus asesinos. Algunajustificación hay que dar a unasejecuciones que, en realidad, casisiempre se deben a los mismos viejosmotivos del poder y el miedo.Asimismo, a los vencedores de lasguerras mafiosas les gusta presentar suacceso al poder como el comienzo deuna nueva era. Parece ser que tambiénfue este el caso de la Nueva York de

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1931.Nick Gentile era demasiado astuto

para creerse esta clase de propagandainterna. Él afirma que fue solo despuésde la muerte de Maranzano cuandoLuciano entró realmente en la jerarquíade la Mafia como tal, convirtiéndose enuno de los miembros de la comisión.Obviamente, Luciano ya era un hombrepoderoso mucho antes de eso, así comoun elemento clave en la base de poderde Joe the Boss Masseria. Enconsecuencia, y al igual que Caponeantes que él, Luciano representaba unafuerza externa reclutada para actuarcomo factor decisivo en una lucha de

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poder desarrollada dentro de losconfines, relativamente estrechos, de laorganización. Los contactos de Luckycon el universo, mucho más amplio, delcrimen organizado judío e irlandésconstituyeron el recurso clave que élaplicaría dentro de la Mafia.

Pese a lo anterior, se puedeconsiderar que la muerte de Maranzanoseñala el punto en el que la Mafiaestadounidense dejó de ser unaorganización siciliana para convertirseen una organización italoamericana. Ypor esa misma razón, a partir de ahora laMafia norteamericana solo aparecerá enestas páginas cuando sus asuntos afecten

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a los acontecimientos de Sicilia. Contodo, la americanización de la Mafia noconstituyó una transformación drástica,una ruptura definitiva con las manerastradicionales del Viejo Mundo. Laconstitución étnica de la Mafia se hizoalgo más variada, dado que se absorbióa los napolitanos y a otros italianosmeridionales. Las dos organizacionesfueron separándose poco a poco, aunquelos estadounidenses siguieronreconociendo siempre el prestigio de laMafia original y siguieron existiendofuertes vínculos familiares ycomerciales entre las dos orillas delAtlántico. Después de 1931 el núcleo de

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la Mafia norteamericana siguió siendoétnicamente siciliano, y en algunoslugares el dominio siciliano ni siquierase puso en cuestión. En Buffalo, porejemplo, Stefano Magaddino, originariode Castellammare del Golfo, disfrutó deun reinado asombrosamente prolongado,ya que fue capo desde la década de1920 hasta su muerte, en 1974. Losmétodos sicilianos seguiríancaracterizando a la Mafiaestadounidense mucho después de ladesaparición de los jóvenes pistolerosde la época de la ley seca: Luciano,Capone y otros similares.

Y sobre todo, los mafiosos tanto de

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Sicilia como de Estados Unidossiguieron concibiéndose a sí mismoscomo entes aparte del resto de los sereshumanos, e incluso de los demáscriminales. Norteamericano o siciliano,ser un hombre de honor equivale aactuar más allá de las concepcionessociales de lo correcto y lo equivocado.

* * *

Cuando finalmente se abolió la ley seca,Estados Unidos llevaba ya cuatro añosmetido en la Gran Depresión. El crimenorganizado sobrevivió a esos cambios

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gracias en no poca medida a la industriadel juego. También Nick Gentileparticipó en el nuevo boom: se convirtióen socio de una casa de juego de laPequeña Italia, en Manhattan. Pero elfinal de la Prohibición tambiéncomportó el endurecimiento de la actituddel país frente al crimen organizado. Yasea en Estados Unidos, ya sea en Sicilia,la Mafia no existiría si no fuera por susvínculos en la esfera pública. En laconvención nacional del PartidoDemócrata celebrada en Chicago en1932, Frank Costello compartió unasuite del lujoso hotel Drake con el líderdel distrito undécimo de Manhattan,

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mientras que Lucky Luciano compartióotra con el líder demócrata del distritosegundo de Nueva York. Pero adiferencia de la Italia anterior a laSegunda Guerra Mundial, EstadosUnidos era una democracia. EnNorteamérica la competencia por elpoder era más abierta, lo que hacía queresultara casi tan fácil hacer carrera enpolítica lanzando cruzadas contra elcrimen organizado como utilizando lacapacidad de compra de votos de losgángsteres. Las películas de Hollywoodde la década de 1930 reflejan bastantefielmente el cambio producido en lasactitudes públicas y las tácticas

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políticas estadounidenses tras el final dela Prohibición. En lugar de las películassobre gángsteres de principios de ladécada, como Hampa dorada (LittleCaesar, 1930) y Scarface (1932),Hollywood empezó a producir filmesque ensalzaban las hazañas de losagentes de las fuerzas del orden. JamesCagney, que había interpretado a unmatón en Public Enemy (1931), seríareclutado por el FBI en G-Men (1935).En Nueva York, en 1933, fue elegidoalcalde Fiorello La Guardia, quienprocedió a retirar de la ciudad lastragaperras ilegales de Costello. (Este,sin embargo, apenas se inquietó; se

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limitó a trasladarlas a Nueva Orleans,donde el senador Huey Long le invitó ainstalarse y compartir los beneficios deljuego).

El nombramiento de Thomas E.Dewey como fiscal especial de NuevaYork, en 1935, constituiría unacontecimiento aún más preocupantepara el crimen organizado en dichaciudad. Dewey se presentaría en dosocasiones —aunque sin resultado—como candidato republicano a lapresidencia apoyándose precisamente ensus cacareados éxitos contra losgángsteres. En 1941, no obstante,llegaría a ser gobernador del estado de

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Nueva York.Aquella campaña antigángsteres tuvo

algunas víctimas eminentes. ArthurDutch Schultz Flegenheimer, uno de loslugartenientes de Luciano y el rey de lasloterías ilegales de Harlem, se veíasometido a presión por todas partes. Seenfrentaba a crecientes medidas legales,además de tener que defenderse de lasacusaciones de evasión de impuestos deDewey. Sus protectores políticosnecesitaban más dinero para responderal desafío de los candidatos reformistas.Iba perdiendo cada vez más el controlsobre quienes gestionaban las loteríascallejeras cuando fue asesinado a tiros

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en el restaurante Palace Chop House deNewark, en octubre de 1935. LuegoDewey acorraló al propio LuckyLuciano, que sería condenado a una penade treinta a cincuenta años de cárcel porprostitución (en el próximo capítulotrataremos de ello con más detalle). Elfiscal de distrito de Brooklyn —y futuroalcalde de Nueva York— WilliamO’Dwyer incluso envió a Louis LepkeBuchalter, conocido extorsionista de laindustria textil, a la silla eléctrica; seríael primer gángster célebre ejecutado porel estado.

Una nueva campaña en la luchacontra el tráfico de narcóticos pondría

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fin a la carrera de Gentile en EstadosUnidos. En 1937 fue arrestado poragentes federales en Nueva Orleans portomar parte en la organización de unared de traficantes de drogas que seextendía desde Texas hasta Nueva York.Según su versión, después de consultar asu capo en Brooklyn se fugó y huyó aSicilia para no volver. Pero es posibleque la historia no termine aquí. Unmafioso que se convirtió en testigo decargo en la década de 1980 declaró quelos capos de Palermo le habían pedido asu propia «familia» de Catania queasesinara a Gentile como un favor a losnorteamericanos, y añadió de paso que

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este había huido de Estados Unidosdespués de hablar con la policía. Pero lapetición no halló eco alguno: «Dejarontranquilo al pobre hombre. Al final de suvida había caído tan bajo que solosobrevivía gracias a la caridad de losvecinos, que le daban algún que otroplato de pasta»[87]. Probablemente nosabremos nunca si realmente fue lacompasión la que salvó la vida de ColaGentile.

La Segunda Guerra Mundial vino adar un respiro a los gángsteresestadounidenses después de losproblemas de mediados de la década de1930. Alejó la atención de la prensa de

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la delincuencia y creó nuevasoportunidades para obtener beneficios,ya que los norteamericanos se mostraronespecialmente renuentes alracionamiento de la gasolina. Asimismo,aunque de manera mucho más dramática,la guerra resultó ser también lasalvación para la Mafia siciliana.

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6

Guerra yrenacimiento(1943-1950)

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DON CALÒ Y ELRENACIMIENTO DE LA

«HONORABLESOCIEDAD»

Se dice que la mañana del 14 de julio de1943 un caza estadounidense sobrevolóVillalba a baja altura. Como es lógico,hizo salir a la calle a los habitantes de lapoblación. Mientras el avión pasabarugiendo casi a la altura de sus tejados,pudieron ver, adherida al fuselaje, unabandera de color dorado con una gran«L» en el centro. Al pasar sobre la casadel cura de la parroquia, monseñor

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Giovanni Vizzini, el piloto dejó caer unpequeño paquete. Este, sin embargo, fueinterceptado por un soldado italiano,que se lo llevó al comandante local delos carabineros.

Cuatro días antes se había iniciadola «Operación Husky»; ciento sesentamil soldados aliados habíandesembarcado en una extensa franja dela costa sudeste de Sicilia, y acontinuación otros trescientos milcombatientes norteamericanos ybritánicos. Esta enorme fuerza estabaahora desplegándose por toda la isla.Los británicos se dirigían al nordeste,hacia Catania, Messina y la península;

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los estadounidenses avanzaban hacia elnorte y el oeste. Era la primera vez quelos aliados invadían el territorio de unapotencia del Eje.

Villalba, en el mismo centro deSicilia, apenas constituía un objetivoestratégico importante. No era más queun conjunto de casuchas labriegasconocido principalmente por suslentejas, un importante componente de ladieta de los pobres. La empinadacuadrícula de callejuelas estrechas ypolvorientas que configuraba la aldea sehabía construido en el siglo XVIII paraproporcionar mozos de labranza a lagigantesca propiedad de Miccichè, que

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se extendía en todas direcciones al piede la población. La vida en Villalbagiraba alrededor de la diminuta piazzaMadrice, en la que había dos bares, unaoficina del Banco de Sicilia y unaiglesia.

Pero el avión de caza volvió al díasiguiente, ostentando todavía su inusualbandera. Se lanzó otro paquete, que estavez sí llegó a manos de la personacorrecta. El envoltorio de nailon llevabaescritas unas palabras en siciliano: zuCalò («tío Calò»), que no era otro queel capo mafioso don Calogero Vizzini,el hermano mayor del cura. El paquetelo recogió el mayordomo de Vizzini, que

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se lo llevó a su amo. Dentro había unpañuelo de seda de color dorado conuna gran «L» negra en el centro.

Aquella misma noche —continúa lahistoria— un jinete salió de Villalba conun mensaje para un tal zu Peppi, deMussomeli. El mensaje decía así: «Elmartes día 20 Turi partirá hacia la feriade Cerda con los terneros. Yo saldré elmismo día con las vacas, los bueyes y eltoro. Prepara la leña para la fruta yorganiza los corrales para los animales.Di a los otros capataces que sepreparen»[88].

La carta estaba cifrada en un códigoque tenía la característica simplicidad

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de los viejos tiempos. El destinatario, zuPeppi, era el tío Giuseppe Genco Russo,capo de Mussomeli, al que se leinformaba de que Turi (otro mafioso)conduciría a las divisiones motorizadasnorteamericanas (los «terneros») hastaCerda. Mientras, don Calogero Vizzinipartiría el mismo día junto con el gruesode las tropas (las «vacas»), los tanques(los «bueyes») y el comandante en jefe(el «toro»). Los mafiosos al mando deGenco Russo habían de preparar elcampo de batalla (la «leña») yproporcionar refugio a la infantería (los«corrales»).

La tarde del 20 de julio tres tanques

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ascendieron con gran estruendo hasta laspuertas de Villalba. La torreta delprimero de ellos exhibía la mismabandera dorada con la gran «L» enmedio. Un oficial norteamericanoapareció por la escotilla. En un acentosiciliano diluido por sus años deestancia en Estados Unidos, preguntórespetuosamente por don Calò. Lanoticia llegó hasta la residencia delcapomafioso, al que faltaban cuatro díaspara cumplir los sesenta y seis años. Alsaber de la llegada de losestadounidenses, atravesó la poblaciónarrastrando los pies, en mangas decamisa y con unas gafas de sol de carey,

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mientras sus tirantes se esforzaban enmantener un par de arrugados pantalonessujetos sobre la inverosímilprotuberancia de su barriga. Cuandoalcanzó a los norteamericanos, lesofreció con un gesto el pañuelo de sedaque había recogido su mayordomo. Juntocon su sobrino —que hablaba inglés,puesto que hacía poco que habíaregresado de Estados Unidos—, subió altanque y se alejó de la aldea.

Mientras tanto, los mafiososempezaron a insinuar a los habitantes deVillalba cuál era el significado deaquellos prodigios. Les explicaron quedon Calò tenía contactos de alto nivel en

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el gobierno estadounidense, que sehabían puesto en contacto con él a travésde Charles Lucky Luciano, de ahí la «L»de la bandera. Luciano había salido dela cárcel antes de tiempo a cambio dehacer que la Mafia colaborara en lainvasión. No solo eso, algunos decíanque el famoso gángster siciliano ibadentro del tanque que se había llevado adon Calò. Debido a su gran autoridad, ypor consejo de Lucky Luciano, se habíaelegido al propio capo de Villalba paradirigir el avance estadounidense.

Seis días después don Calò regresóa Villalba en un gran coche americanocon su misión cumplida. Un movimiento

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de pinza perfectamente ejecutado habíaconducido a los terneros, las vacas y losbueyes a Cerda, completando de esemodo la conquista de la Sicilia centralpor los aliados. Ahora don Calò, con elrespaldo de los estadounidenses, estabalisto para devolver a la Mafia a su lugaradecuado en la sociedad siciliana traslos oscuros días del fascismo.

La mayoría de los sicilianos conocen lahistoria de don Calò y el pañuelodorado, y muchos de ellos todavía lacreen. Las interminables versiones delepisodio lo han cubierto de una gruesacapa de apócrifa convicción,

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difuminando sus detalles en algunoslugares o creando intrincados remolinosde pura invención en otros. Actualmente,sin embargo, la mayoría de loshistoriadores niegan la veracidad de esafábula.

Los acontecimientos de la vida deLucky Luciano, por intrigantes queresulten, ciertamente no sostienen esaleyenda. En el otoño de 1933 Lucianodirigía una banda conjunta italojudía enun intento de establecer un controlcentralizado de los burdelesneoyorquinos. Pero la tentativa resultóun fracaso comercial. Cuando lasmadamas se quejaron de que la carga de

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los «tributos» resultaba excesiva y susmárgenes comerciales desaparecían,tropezaron con la muda y musculosapared de los matones de Luciano. Elresultado fue una «evasión deimpuestos» generalizada en toda la«industria». Las acciones aisladas deintimidación no pudieron hacer nadapara impedir la caída de los ingresos dela banda extorsionista.

Esta fallida aventura comercial tuvocatastróficas consecuencias jurídicastambién para Luciano. En febrero de1936 él y los demás miembros de subanda fueron arrestados por agentes almando del fiscal especial Thomas E.

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Dewey. Los testimonios de variastrabajadoras de la industria del sexoresultaron cruciales para obtener unacondena. En junio del mismo añoLuciano iniciaba una condena de treintaa cincuenta años en la penitenciaria demáxima seguridad del estado de NuevaYork, en Dannemora. Era la sentenciamás dura impuesta hasta entonces enNorteamérica por prostitución forzosa.

La suerte de Luciano empezó acambiar cuando Estados Unidos entró enla Segunda Guerra Mundial. En febrerode 1942 el vapor Normandie, un lujosobuque que había ostentado el récord dela travesía más rápida del Atlántico,

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sufrió un incendio cuando estabaamarrado en el río Hudson que acabópor hacerle volcar. Probablemente fueun accidente, pero en aquel momentonadie estaba seguro de ello. Para evitarfuturos actos de sabotaje, la inteligencianaval empezó a requerir la ayuda de losgángsteres que controlaban los muelles.Sus primeros contactos fueron conJoseph Socks Lanza, el capo del enormemercado del pescado de Fulton. Estearregló tarjetas sindicales falsas paralos agentes de la marina con el fin deque pudieran llevar a cabo susinvestigaciones en el puerto. Porrecomendación de Lanza, también se

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reclutó a Luciano para que colaboraraen la extensión de la operaciónantiespionaje. Lucky fue trasladado deDannemora a una prisión más cercana (yconfortable) para que los funcionariosde inteligencia pudieran entrevistarsecon él. En los muelles corría el rumor deque los gángsteres norteamericanoshabían eliminado ya a variossospechosos de ser espías alemanessiguiendo órdenes de la inteligencianaval.

Esta fue, casi con toda certeza, laúnica colaboración de Lucky Lucianocon el gobierno federal estadounidense.No hay evidencia alguna de que Luciano

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estuviera en Sicilia durante la guerra, nitampoco de que hubiera un acuerdo paraponerle en libertad a cambio de lograrel respaldo de la Mafia siciliana a lainvasión aliada. Solo en 1946 Lucianosería puesto en libertad, expulsado deEstados Unidos y enviado a Italia. Peroincluso entonces la liberación deLuciano no tuvo necesariamente nada desospechoso, ya que por entonces diezaños representaban todavía el períodomás largo que nadie había pasado en unacárcel estadounidense por aquel delitoconcreto. Además, el hombre que dio laaprobación final a la decisión no fueotro que el gobernador del estado de

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Nueva York, y azote de Luciano,Thomas E. Dewey.

No hubo, pues, ninguna intriganorteamericana para reclutar a la Mafiacomo colaboradora en la invasión deSicilia. Sencillamente porque resultamuy poco probable que los aliadosconfiaran el secreto de la OperaciónHusky, por entonces el más ambiciosoataque de la historia, a una pandilla dematones.

Sin embargo la leyenda de don Calòy el pañuelo dorado persiste. En juniode 2000 un periodista del periódicoromano La Repubblica entrevistó a lafuente originaria de dicha historia,

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Michele Pantaleone, un conocidoescritor y político de izquierdas que porentonces tenía noventa años de edad. Elperiodista le dijo a Pantaleone que undestacado historiador había expresadosu escepticismo sobre la historia. «¿Ypor qué no va y lo cuenta en Villalba?—fue su respuesta. ¡Le escupirían a lacara! Vino un jeep americano, se llevó aCalogero Vizzini del pueblo, y volvió atraerle once días después.»[89] Pese a suvaguedad en algunos detalles, cuandomenos las palabras de Pantaleoneostentan la autoridad de la experiencia.La residencia de la familia Pantaleonese alza en la parte baja de la piazza

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Madrice de Villalba. Michele habíatenido que lidiar con el mismo don Calòen persona, y además estaba presentecuando llegaron los norteamericanos.

Las persistentes dudas sobre lo queocurrió aquel día en Villalba resultansignificativas por sí mismas, yconstituyen solo una pequeña muestra dela incertidumbre que rodea a muchosaspectos de la historia de la Mafiadesde la Segunda Guerra Mundial. Paramuchos italianos, los que ostentan elpoder siempre están envueltos en unaura de recelo. Y en alguna parte de esaaura la gente afirma que se recorta lasilueta de políticos, jueces y

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empresarios corruptos, logiasmasónicas, servicios secretos,subversivos derechistas, policías ymilitares, la CIA, y, por supuesto, laMafia. La desconfianza ha contaminadola democracia italiana desde su mismonacimiento, inmediatamente después dela Segunda Guerra Mundial. Muchossicilianos —de hecho, muchos italianos— o bien no saben a quién creer, o biendeciden creer a quien más les gusta.Elaborar teorías sobre conspiracioneses un deporte nacional al que lositalianos denominan dietrologia(literalmente «detrasología»). Quizá laleyenda de don Calò y el pañuelo

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dorado constituya el primer ejemplo dee s a dietrologia, ya que trata deconvencernos de que el gobiernoestadounidense estaba «detrás» delresurgimiento de la Mafia sicilianadespués de la caída del fascismo; enotras palabras, trata de echar la culpa aotro.

El argumento más convincente encontra de la leyenda de Villalba essencillamente que la Mafia sicilianaresulta una criatura demasiado complejacomo para resucitarla con una simpleintriga. La verdadera historia del retornode la organización al poder reparte laculpa de su resurgimiento de una manera

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más equitativa que la fábula del pañuelodorado. Es una historia que trata sobredon Calogero Vizzini, los serviciossecretos estadounidenses y la violenciapolítica. Pero sobre todo trata de cómola Mafia utilizó sus tradicionales puntosfuertes —la capacidad de establecercontactos y la brutalidad— para hacerseun lugar en el sistema democráticoitaliano cuando este iba poco a pococonfigurándose después de la guerra.Dadas las oportunidades que ofrece lahistoria, la Mafia siciliana resultabastante capaz de determinar su propiodestino.

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Otro historiador de Villalbaproporciona una descripción de aquelfamoso día de 1943 que, casi concerteza, se halla más cerca de la verdad.Dice sencillamente que don Calòencabezó un comité local de bienvenidapara recibir a una patrulla aliada cuyocomandante había pedido hablar conquien mandara en el pueblo. Unos díasdespués el viejo capo fue proclamadoalcalde. En este sentido la historia dedon Calò resulta bastante típica. EnVillalba, como en cualquier aldea, lagente dio una calurosa bienvenida a losinvasores porque estaba cansada de las

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privaciones que habían comportado elfascismo y la guerra. Además, EstadosUnidos les gustaba; muchos emigrantessicilianos —a los que ellosdenominaban americani— habían vueltodel Nuevo Mundo con dinero ahorrado,una educación y gustos modernosadquiridos en sus viajes; y por otraparte, un buen número de soldadosestadounidenses procedían de familiassicilianas que habían emigrado a laMerica.

A medida que avanzaban a través deSicilia, los soldados aliados destituíansumariamente a los alcaldes fascistas delas poblaciones que liberaban, como

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Villalba, y los reemplazaban porhombres que a veces no debían suposición más que al visto bueno de unintérprete siciliano-americano. Parallenar el vacío de poder, numerososcentros rurales que llevaban dosdécadas sin políticos a menudo acudían,o se veían obligados a acudir, a loshombres de honor locales; al fin y alcabo, muchos hombres de respetopodían presentarse también comovíctimas de la represión fascista.

Don Calò debía su nombramientocomo alcalde a los buenos oficios de laIglesia católica además de al ejércitoestadounidense. En el caos que siguió a

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la caída del fascismo en Italia, losnorteamericanos solían acudir a losprincipales eclesiásticos para pedirlesconsejo acerca de las personas en quienpodían confiar. Y don Calò fue una delas personas que recomendaron. Teníaun largo historial de colaboración conun fondo social católico y además en sufamilia había sacerdotes: dos de sushermanos eran curas, uno de sus tíos eraarcipreste y otro era obispo de MuroLucano.

Según el propio relato que haría donCalò del día en que tomó posesión comoalcalde de Villalba, fue llevado ahombros por todo el pueblo. Afirma

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también haber actuado comopacificador: solo su intervención salvó asu predecesor fascista de ser linchado.Lo que sí se sabe con certeza es que laceremonia oficial del nombramientocontó con la asistencia tanto de unteniente norteamericano como de unsacerdote en representación delobispado de Caltanissetta. Segúnalgunas fuentes, el viejo mafioso seencontró en una situación embarazosa alescuchar que sus amigos gritaban:«¡Viva la Mafia! ¡Viva el crimen! ¡Vivadon Calò!». Se cree que su primeraacción como ciudadano principal de lapoblación fue eliminar de los archivos

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judiciales de Caltanissetta, y de loscuarteles de la policía y los carabineros,los expedientes de las anterioresacusaciones contra él (latrocinio,asociación ilícita, robo de ganado,corrupción, quiebra fraudulenta,extorsión, fraude con agravante yasesinatos por encargo). Don Calò habíaborrado su pasado, pero todavía lequedaba mucho que hacer antes de quesu futuro, y el de la Mafia, estuvieranasegurados.

* * *

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El 17 de agosto de 1943, treinta y ochodías después de los primerosdesembarcos, el general sir HaroldAlexander telegrafió a Churchilldiciéndole que Sicilia estaba yaíntegramente en manos aliadas (porentonces la invasión del territorioitaliano había precipitado ya la caídadel dictador fascista Benito Mussolini,depuesto y arrestado el 25 de julio).Durante los seis meses siguientes la islaestaría bajo el mando del AMGOT(siglas inglesas del Gobierno MilitarAliado de los Territorios Ocupados). Yfue ya bajo el AMGOT cuando la Mafiarealizó sus primeros intentos de

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determinar la forma política de Siciliamientras esta salía de la guerra.

Al AMGOT no le faltaría trabajo. Afinales del verano de 1943 la isla sehallaba en un estado lamentable. Inclusoantes de la Operación Husky, muchos desus cuatro millones de habitantes vivíanen la penuria. Ahora las provisiones dealimentos escaseaban y la infraestructuradel ferrocarril había quedado destrozadapor las bombas. El índice dedelincuencia se disparó. Varios presoshabían escapado en la confusión de lainvasión, y el mercado negro, que ya sehabía generalizado durante los últimosaños del fascismo, se convirtió para

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muchos en el único medio desupervivencia. En octubre se descubrióque en Palermo se había saqueado elalmacén de las cartillas deracionamiento, y circulaban al menosveinticinco mil cartillas ilegales. Losaliados ordenaron la expropiaciónforzosa de todo el cereal. Tanto lospequeños agricultores como los grandesterratenientes prefirieron evitar esaobligación, con lo que el mercado negropasó a gozar de un considerablerespaldo popular. Tal como habíaocurrido tras la Primera GuerraMundial, el bandidaje volvió de nuevoal campo siciliano.

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Poco después de que pasaran lastropas estadounidenses, la policíaempezó a detectar claros signos deimplicación de la Mafia en la oleada decrímenes. Un informe enviado al cuartelde la policía de Palermo enumeraba unaserie de poblaciones en las que losmafiosos habían tomado el poder:

En Villabate la Mafia hatomado el control delayuntamiento; el alcalde es elcarnicero Cottone, un hombrecon antecedentes penales… Serumorea que, tras la llegada delas tropas norteamericanas, los

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mafiosos de Marineo, Misilmeri,Cefala, Diana, Villafrate yBolognetta saquearon las granjasde la propiedad de Stallone… seapoderaron de las armas ymuniciones que habían dejadolas tropas alemanas que habíanacampado allí… Ayer, unoscriminales atacaron elayuntamiento de Gangi. Se creeque ha habido violencia contra elbarón Sgadari, el barónMarciano y el barón Lidestri,que habían colaborado en eldescubrimiento de una inmensasociedad criminal que en 1927

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actuaba en las [montañas]Madonie[90].

Obviamente los mafiosos buscabanvenganza por las derrotas que les habíainfligido el «prefecto de hierro».

Difícilmente se podía culpar a lasautoridades aliadas por aquellosepisodios. Sin embargo estaban lejos deser completamente inocentes delresurgimiento de la Mafia como fuerzapolítica. Aun antes de la invasión deSicilia tanto los británicos como losestadounidenses sabían con certeza de laexistencia de la Mafia, y habían previstorecabar información de los hombres de

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honor locales de cara al gobierno de laisla tras su liberación. Un documentosecreto de la Oficina de GuerraBritánica anterior a la invasiónenumeraba una lista de destacadosresidentes que podrían resultar útiles.Ello delata una actitud laxa ante lasrelaciones con los mafiosos. A un talVito La Mantia se le denomina el «jefede la cosca mafiosa… Un antifascistaque, si sigue vivo, podría proporcionarinformación importante. No es culto,pero sí influyente»[91].

Durante los seis meses de gobiernodel AMGOT se prohibió la actividad decualquier partido político en Sicilia. Los

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oficiales británicos y estadounidenses seencontraron con que la creación de ungobierno interino sumiso en los pueblosy ciudades constituía una desagradabletarea. Los grupos antifascistas sicilianosrepresentaban una incógnita, y nosiempre ofrecían de manera evidente unanueva elite gobernante. La opinión delos aliados era que se debía evitar lainfluencia izquierdista a toda costa. Ycomo siempre, la Mafia y sus políticosestaban dispuestos a actuar como«instrumentos de gobierno local»fiables. Fue, pues, durante el periododel AMGOT cuando se produjeron loscontactos regulares entre la

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estadounidense Oficina de ServiciosEstratégicos (la OSS, precursora de laCIA) y los principales mafiosos. JosephRusso, originario de Corleone y a lasazón jefe de la sección de Palermo dela OSS, ha dicho recientementehablando de los capos: «Yo llegué aconocerlos a todos. No hizo falta muchotiempo para cimentar de nuevo susolidaridad»[92].

También la ingenuidad tuvo su papelen el resurgimiento de la Mafia comofuerza política bajo el gobierno delAMGOT. Los británicos considerabanque su imperio ofrecía una fórmula paraencontrar a personas fiables entre los

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autóctonos. En Sicilia, como en todaslas zonas del globo pertenecientes aldominio colonial británico, losterratenientes y aristócratas ejerceríansu autoridad en nombre de Londres (y deWashington). Pero Sicilia no era laIndia. A finales de septiembre de 1943los aliados nombraron alcalde dePalermo a Lucio Tasca Bordonaro. Eraun caballero hacendado exactamente deltipo en el que los británicos creían quepodían confiar. Sin embargo vivía «enolor de Mafia»; Nick Gentile afirmaríamás tarde que Tasca Bordonaro era enrealidad miembro de la «honorablesociedad». En toda Sicilia se nombró a

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personajes de características similares.Al igual que sus colegas, TascaBordonaro creía que el fin de la guerracomportaría una nueva lucha por elcontrol de la tierra. Y su respuesta fuedirigir la primera organización políticaactiva de la Sicilia ocupada: elmovimiento separatista siciliano. Losseparatistas querían que Sicilia seconvirtiera en un país libre cobijadobajo el ala del águila norteamericana.De ese modo —esperaban los hombrescomo Tasca Bordonero— podíapreservarse la autoridad de la vieja elitey mantener a raya a los temidosizquierdistas. Los terratenientes

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separatistas tenían a un aliado natural ensu causa: los mafiosos que vigilaban yadministraban sus propiedades,obteniendo a cambio protecciónpolítica.

En enero de 1944 se restauraron laslibertades políticas como preparaciónpara la reintegración de Sicilia algobierno italiano, y una tumultuosa vidapolítica floreció en la isla. Fue entoncescuando uno de los líderes delmovimiento separatista pronunció unrevelador discurso en el reductomafioso de Bagheria. AndreaFinocchiaro Aprile era un frenéticoorador de labios finos que tenía el

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hábito de hablar de «Winnie» Churchilly «Delano» Roosevelt como si charlaracon ellos por teléfono cada día. EnBagheria dejó claro a quién más incluíaen su círculo de íntimos conocidos: «Sila Mafia no existe, habría queinventarla. Yo soy amigo de losmafiosos, aunque personalmente estoyen contra del crimen y la violencia»[93]

(el desertor de la Mafia TommasoBuscetta afirmaría posteriormente queFinocchiaro Aprile era miembro de supropia familia mafiosa).

En febrero de 1944 terminó elcontrol del AMGOT, y Sicilia pasó aestar bajo la autoridad de un nuevo

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gobierno, establecido en la porciónmeridional liberada de la penínsulaitaliana. Por entonces, tanto los mafiososcomo los separatistas habían logradocrear la impresión generalizada de queellos eran los sobrinos mediterráneosfavoritos del Tío Sam. Para muchosparecía que el futuro de Sicilia iba aadoptar la forma de un protectoradonorteamericano autónomo y un feudo dela Mafia.

* * *

Con el ala política de la Mafia alineada

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abrumadoramente en torno a la causaseparatista, el ala militar se viorequerida a enfrentarse a una nuevaamenaza de la izquierda. En el otoño de1944 el ministro de Agriculturacomunista de la nueva coalición degobierno italiano propugnó algunasreformas radicales que abrirían unnuevo y sangriento capítulo en lahistoria del renacimiento de la Mafia.Las reformas aspiraban nada menos quea dar una solución definitiva a lacuestión agraria, que desde hacía más deun siglo era origen de malestar en lacampiña meridional. Las medidasmostraban la influencia de Bernardino

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Verro y los fascios; los campesinos ibana obtener una mayor proporción delproducto de la tierra que trabajaban yarrendaban, y además se les daríapermiso para formar cooperativas yapoderarse de las tierras mal cultivadas.El ministro de Agricultura incluso tratóde prohibir que hubiera intermediariosentre los terratenientes y loscampesinos, lo que constituía un claroataque a los gabelloti.

El débil Estado italiano no estaba ensituación de imponer las nuevas normascon rapidez, pero los campesinos lasinterpretaron como una señal de quequienes ostentaban el poder finalmente

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estaban dispuestos a satisfacer su anhelode tierra y justicia. Los terratenientes,por su parte, sintieron que sus temoresrelativos al peligro rojo estaban a puntode materializarse. Así, y tal como habíanhecho tras la Primera Guerra Mundial,los propietarios acudieron a losmafiosos para enfrentarse a loscampesinos con la fuerza.

Una vez más, fue un episodio famosoacaecido en la Villalba de don Calò —aunque esta vez verdadero— el queinauguró una nueva fase en elresurgimiento de la Mafia. Como en elcaso de muchos otros mafiosos, laprincipal preocupación de don Calogero

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Vizzini en 1944 era la tierra; en su caso,la propiedad Miccichè, en losalrededores de Villalba. Para podercontrolarla, había de echar a un enemigoespecialmente fastidioso, MichelePantaleone, el mismo hombre queposteriormente escribiría la historia delcaza estadounidense y el pañuelodorado. Pantaleone procedía de unafamilia local de profesionales cuyatradición republicana les situaba en lafacción opuesta a los católicos Vizzini.Don Calò se había esforzado enpersuadir a Michele Pantaleone de quese casara con su sobrina Raimonda, peroaquel romance dinástico provinciano no

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prosperó (Pantaleone sabía muy bienqué peligrosas obligaciones comportaríatal unión con los Vizzini). Para donCalò, aquel fracaso de la diplomaciamatrimonial ya era bastante malo. Peroaún resultó peor el hecho de quePantaleone se hiciera socialista. Eljoven rebelde había llamado la atenciónsobre la cuestión de la propiedad deMiccichè en la floreciente prensaizquierdista, y estaba tratando de utilizarsu influencia en los grupos izquierdistasde Villalba. Por su parte, don Calòordenó destrozar los cultivos de lastierras de la familia Pantaleone, eincluso hubo un intento fallido de atentar

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contra la vida de Michele.Puede que dicho intento fuera solo

una advertencia, ya que el capomafiosoestaba a la vez movilizando a suscontactos. Con espíritu pacificador,había ofrecido un trato al PartidoComunista de Italia (PCI) en la capitalprovincial, Caltanissetta: él les ayudaríaa crear una filial en Villalba a cambiode que se nombrara secretario a uno delos vigilantes de su propiedad. Loscomunistas rechazaron prudentemente laoferta.

Con la ecuanimidad que convenía asu cargo, don Calò siguió utilizando susarraigados vínculos con los

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terratenientes conservadores. LucioTasca Bordonaro, el líder separatistanombrado alcalde de Palermo bajo elgobierno de la AMGOT, era un estrechoaliado (ambos tenían tierras cercanasentre sí). El 2 de septiembre de 1944, ypor invitación de don Calò, AndreaFinocchiaro Aprile —el «amigo» de«Winnie», «Delano» y la Mafia—pronunció uno de sus incendiariosdiscursos en Villalba, prometiendoriquezas para todos si Sicilia conseguíala independencia.

La temperatura de la poblaciónaumentaba, pero Michele Pantaleone lahizo subir aún más invitando a hablar al

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líder comunista regional Girolamo LiCausi. El Partido Comunista deCaltanissetta, preocupado quizá por laposibilidad de que Pantaleone crearaproblemas a sus hombres, se puso encontacto con Vizzini. Pero el viejo capoles tranquilizó, al fin y al cabo estabaofreciéndoles su hospitalidad personal.No habría problemas en tanto noabordaran cuestiones locales. El 16 deseptiembre de 1944 llegó a Villalba uncamión en el que viajaban Li Causi y suscamaradas.

Don Calò empezó por dirigirsecortésmente a los recién llegados:«¿Puedo tener el honor de ofrecerles un

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café?». Percibiendo la amenaza deaquella bienvenida, los militantesizquierdistas siguieron al ancianomientras este atravesaba la plazaarrastrando los pies para dirigirse a unbar. Mientras caminaban observaron quealguien había pintado gruesas crucesnegras en los carteles que anunciaban sumitin público. Don Calò trató de razonarcon los visitantes mientras se tomabansu café y se fumaban un cigarrillo.Villalba era como un monasterio —dijo—; no convenía perturbar sutranquilidad. Pero si insistían en hablar,entonces debían ser corteses. Cuandodon Calò terminó su pequeña charla, los

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activistas se dirigieron hacia la plaza,dispuestos a la confrontación.

Aparte de algunos comunistas ysocialistas locales, la mayoría de loshabitantes de Villalba habíanconsiderado que sería más prudenteescuchar los discursos detrás de lascontraventanas cerradas de sus casas.Cuando los militantes salieron del bar,vieron a un grupo de hombres de donCalò que permanecían de pie,observando fijamente, con los brazoscruzados y una sonrisa socarrona en elrostro. Entre ellos estaba el sobrino dedon Calò, que hacía poco habíasucedido a su tío en la alcaldía. El

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propio don Calò salió del bar paraunirse al grupo.

Pantaleone se encaramó a una mesay presentó al principal orador. El lídercomunista Girolamo Li Causi no era unhombre al que se pudiera intimidar. Solohacía unas semanas que había regresadoa su isla natal después de una ausenciade veinte años, la mayoría de los cualeslos había pasado como preso políticobajo el régimen de Mussolini y comolíder de la resistencia contra los nazis enMilán. Era un orador tranquilo ycarismático; mezclando el dialecto consu italiano, habló de los abusos a losque los industriales y terratenientes

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sometían a los trabajadores. Losmilitantes que estaban allí con élafirmarían más tarde haber escuchadovoces de asentimiento desde detrás delas contraventanas: «¡Tiene razón! ¡Loque dice va a misa!».

Don Calò se inquietaba. Sindesanimarse, Li Causi empezó a hablardel modo en que los campesinos deVillalba eran engañados por «unpoderoso arrendatario», una referenciaapenas disfrazada al viejo capo. «¡Esoes mentira!», gritó el capomafioso. Deinmediato la gente empezó a abandonarla plaza. Un anciano le dijo a don Calòque dejara oír al orador; al fin y al cabo

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—añadió— eran tiempos de libertadpolítica. Fue derribado a porrazosmientras sonaban los primeros tiros.Luego estalló el caos.

Sorprendentemente, mientras lasbalas pasaban silbando a su alrededor,Li Causi permaneció en el estradotratando de calmar la situación yofreciéndose a entablar un debateabierto con cualquiera que discrepara.El sobrino de don Calò lanzó unagranada. Cuando explotó, Li Causi cayóherido en la pierna. Pantaleone se hizocargo de la situación, arrastrando allíder comunista a un lugar seguro ydisparando su pistola al aire para cubrir

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su retirada. Posteriormente seencontrarían más de una docena deagujeros de bala en la pared situadadetrás del punto en el que Li Causi habíapronunciado su discurso. Catorcepersonas resultaron heridas.

Don Calò ordenó calmarse a sushombres y se ofreció a ayudar a repararel camión de los izquierdistas, que habíaresultado dañado por una granada. Unosdías después envió a un emisario a pedirdisculpas a Li Causi, que yacía en elhospital. Todo ello no representaba másque gestos vacuos, el tiroteo de Villalbahabía logrado ya su propósitointimidatorio. Al cabo de seis meses, la

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base del poder local de don Calò se vioasegurada cuando este se convirtió enadministrador de la propiedad deMiccichè.

El incidente de Villalba saltó a lostitulares en toda la Italia liberada, ycontribuyó a hacer famoso a donCalogero más que ninguna otra de susfechorías. Este no se mostróespecialmente preocupado; de hecho, elmodo en que evitó pagar lasconsecuencias judiciales de sus actos nohizo sino aumentar su reputación.Moviendo los hilos convenientes, se lasarregló para disfrutar de largos períodosde libertad condicional mientras el caso

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avanzaba lentamente. Solo en noviembrede 1949, don Calò, junto con su sobrino,sería declarado culpable de herir a LiCausi y condenado a cinco años decárcel. Pero se limitó a darse a la fugahasta que pudo conseguir una nuevalibertad condicional en el curso de unaapelación. En 1954 se confirmó lasentencia, pero se le otorgó unaamnistía. El juez admitió que «losindicios le señalaban como jefe de laMafia», pero decidió ahorrarle la cárcelen atención a su edad y a la falta deanteriores condenas.

Los acontecimientos de Villalbainauguraron una larga época de ataques

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mafiosos a activistas políticos,sindicalistas y campesinos normales ycorrientes que duraría hasta principiosde la década de 1950. Hubo docenas deellos que no tuvieron la misma suerte deLi Causi y Pantaleone. A cada uno delos asesinatos le seguiría el conocidoresultado judicial: los presuntosasesinos serían puestos en libertad porfalta de pruebas. En algunos pueblos yciudades el movimiento campesino fuesencillamente sometido por el terror.

* * *

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La gran pregunta sobre don CalogeroVizzini es si era tan predominante dentrode la Mafia como famoso fuera de ella.¿Es posible que Villalba, la capital delas lentejas, fuera también realmente elcuartel general de la «honorablesociedad»?

Los agentes secretosnorteamericanos ciertamente parecenhaber tratado a don Calò como jefesupremo de la Mafia. Cuando se abrió elconsulado estadounidense en Palermo,en febrero de 1944, contaba con lacolaboración de la OSS en todo lorelacionado con los servicios deinteligencia. Pero la OSS, a su vez,

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contaba en parte con la colaboración dela Mafia, y especialmente de don Calò.Durante un tiempo, el jefe de la oficinade la OSS en Palermo, Joseph Russo, sereunía con él y con otros capos «almenos una vez al mes». A Vizzini se leconocía con el nombre clave de BullFrog («Rana Toro») en lascomunicaciones secretas. Russo cuentaque los mafiosos necesitaban «apoyomoral» y neumáticos de camión, quenecesitaban para hacer «sus buenasobras, su beneficencia; fuera esta lo quefuere».

Aunque los intercambios fueran tantriviales como afirma Russo, e incluso

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en el caso de que don Calò estuvierafanfarroneando ante la OSS con respectoa su verdadero poder en la isla, nodebemos suponer que losacontecimientos ocurridos en la pequeñaVillalba tuvieron una importanciasecundaria. Ya en 1922, elsemianalfabeto don Calò, que teníaextensos intereses en la minería delazufre, había viajado a Londres paramantener conversaciones de alto nivelde cara a la creación de un cártelangloitaliano del azufre capaz de hacerfrente a la competencia norteamericana.La pequeña delegación siciliana incluíaa un futuro magnate de la industria

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química italiana.Los contactos eclesiásticos y

políticos de don Calò también leproporcionaron una formidable base depoder. En los años inmediatamenteposteriores a la Operación Husky, un talAngelo Cammarata ocupó los cargos deprefecto de Caltanissetta, administradorde las propiedades pertenecientes a ladiócesis de dicha población, comisariode abastos de Sicilia y comisario para lareforma agraria. Se trataba de unpersonaje próximo tanto al obispo comoa don Calò.

También ciertos cambioseconómicos que escaparon al control de

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la Mafia desempeñaron un papel enfavor de don Calò. La guerra y elfascismo habían hecho que el ganado ylos cereales adquirieran mayorimportancia para la economía sicilianadurante la primera mitad del siglo XX.En el difícil año de 1944 la provinciainterior de Caltanissetta producía lamayor parte del maíz de todas lasprovincias occidentales de Sicilia. Elnegocio del cultivo comercial del limón,tan fundamental para las cosche dePalermo, había quedado paralizadodebido a una crisis de las exportaciones.El estatus de don Calò dentro de laMafia probablemente refleja un

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desplazamiento transitorio del equilibriode poder en la economía criminal: de lacapital y sus alrededores a la campiña.

No es que don Calò permanecierasiempre en las colinas. De vez encuando recalaba también en el hotelSole, situado en el corso VittorioEmanuele de Palermo, donde hacia elfinal de su vida se le podía verprotegido por dos jóvenes gorilasvestidos de pana.

Fue, sin embargo, la influenciapolítica de don Calò la que contribuyóde manera más significativa alresurgimiento de la Mafia, ya que esteparticipó estrechamente en el

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establecimiento de un pacto favorable ala Mafia en la Sicilia de posguerra. Enel marco de dicho pacto se daría ladesaparición del separatismo y elsurgimiento de un nuevo partidopanitaliano dispuesto a utilizar a laMafia de la manera tradicional: comoinstrumento de gobierno local.

En septiembre de 1945, un añodespués del tiroteo de Villalba, donCalò fue el único mafioso que estuvopresente en una reunión secreta delíderes separatistas en la que se decidióorganizar una insurrección armada. Erauna decisión nacida de la desesperación.El apoyo estadounidense a los

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separatistas se había evaporado tras elfinal del AMGOT. Ahora tenían quecompetir con un nuevo y fuerte partidonacional: la Democracia Cristiana (DC).Al propugnar acertadamente unaasamblea regional para Sicilia en lugarde la plena independencia, la DC habíaatraído a una buena parte delmovimiento separatista. Don Calòestaba en aquella reunión debido a quepor mediación suya los separatistaspodían conseguir la ayuda de lasgrandes partidas de bandidos quetodavía deambulaban por el campo. Sinembargo las fuerzas insurrectas seríanfácilmente derrotadas.

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Tras la debacle separatista, donCalò se convenció cada vez más de queera la DC, y no los separatistas, la querepresentaba el mejor vehículo para susintereses. Sería este un cambio gradual,aunque decisivo, tanto en sus lealtadescomo en las de la Mafia. Algunospolíticos de la DC estaban destinados aconvertirse en mediadores favoritos delcrimen organizado siciliano en Romadurante más de cuatro décadas.

La DC, no obstante, estaba lejos deser una mera fachada de la Mafia. En elnacimiento de la República italiana,representaba los valores de la familia,la propiedad privada y la paz social; en

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Sicilia atraía especialmente a loscampesinos con pequeñas parcelas detierra temerosos del comunismo.Asimismo, la DC tenía la enormeventaja de contar con el apoyo delVaticano y cuando se inició la guerrafría, en 1947, pudo contar también conel respaldo norteamericano frente alPartido Comunista de Italia, el máspoderoso de los partidos comunistas deEuropa occidental. Ese mismo año, laDemocracia Cristiana, que era el partidolíder, excluyó a los partidosizquierdistas de la coalición nacional degobierno. En la primavera de 1948 Italiacelebró sus primeras elecciones

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parlamentarias desde que Mussoliniestableciera su régimen. El resultado fueel triunfo de la DC. La DemocraciaCristiana ostentaría el poder en Italiaininterrumpidamente durante loscuarenta y cinco años siguientes.

Eran las artes tradicionales de lapolítica basada en los favores las queconstituían el núcleo del atractivo que laDC tenía para la Mafia. La DC sicilianallegó a abarcar una miríada de faccioneslocales basadas en el clientelismo. Loslíderes de dichas facciones podíanofrecer exactamente la clase derelaciones personales que preferían losmafiosos. Los intercambios entre

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políticos y criminales, que tan difícilesse habían hecho bajo el fascismo,podían ahora finalmente restaurarse; alfin y al cabo, y como dice el refránsiciliano, «una mano lava la otra».

La alianza entre hombres de honor ypolíticos de la DC era un secreto avoces. Al aproximarse la trascendentaljornada de la votación, en 1948, donCalò y su compare, el capo deMussomeli, Giuseppe Genco Russo,asistieron a un suntuoso almuerzoelectoral celebrado en Villa Igea, unhotel de Palermo que había sido uno delos antiguos palacios de la familiaFlorio. Los dos mafiosos se sentaron a

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la misma mesa que algunos de lospersonajes más brillantes del partido.En 1950, cuando se casó el hijo mayorde Genco Russo, don Calò fue uno delos testigos de la ceremonia, comotambién lo fue el presidente de laasamblea regional siciliana, que eramiembro de la DC. Esa clase deencuentros nada tenían de vergonzantesni de secretos. Durante este período,cuando los políticos y los capos sereunían, con frecuencia procuraban quese les viera juntos, ya que de ese modose anunciaba la solidez de la alianzaentre el poder extraoficial de la Mafia yel poder oficial de los nuevos gerifaltes

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de la política.Sería también la DC la que, en 1950,

pondría fin a la cuestión agraria enSicilia. El modo en que lo hizoconstituye un ejemplo característico desus métodos; la redistribución de laspropiedades que quedaban se confió aun ente semiautónomo que se convertiríaen una máquina clientelista para lospolíticos locales de la DC. Lacorrupción era endémica: una terceraparte del presupuesto se dedicaba agastos de administración. Paralelamente,muchos terratenientes cedieron a loinevitable y empezaron a deshacerse desus tierras. A menudo se las vendieron a

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mafiosos, entre ellos a don Calò, queluego obtuvieron enormes beneficiosrevendiendo parcelas a los campesinos.

En 1950 el gobierno anunciótambién un amplio programa deinversiones para mejorar la atrasadaeconomía del sur de Italia, que resultaríaser un importante punto de inflexión enla historia de la Mafia. A partir de esemomento, si la organización deseabaacceder a las principales fuentes deriqueza de la isla, habría de acudir a lospolíticos profesionales, y no a losterratenientes. La restauración delsistema democrático en Italia —y delpapel de la Mafia como Estado

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extraoficial en Sicilia— estaba a puntode completarse.

Aun así, y pese a todas estas evidencias,se desconoce cuál era el alcance exactodel poder de don Calò en la «honorablesociedad». Algunos mafiososchaqueteros negarían posteriormente quehubiera habido nunca un capo supremode toda Sicilia. De hecho, incluso sedice que don Calò y su sucesor,Giuseppe Genco Russo, irritaron a otroslíderes mafiosos a causa de su destacadapresencia mediática. «¿Has visto a GinaLollobrigida en el periódico de hoy?»,solía decir cierto mafioso, aludiendo a

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la notoria vulgaridad y fealdad deGenco Russo.

No sabemos cuán centralizadaestaba la Mafia tras la liberación. Sepuede suponer prudentemente que, alcomienzo de su renacimiento despuésdel fascismo, lo primero que hicieronlos capos mafiosos fue restablecer lascomunicaciones entre ellos. Luegobuscaron información directa de loslugares en los que se tornaban lasdecisiones políticas, y uno o varioslíderes con habilidades diplomáticaspara equilibrar sus propios interesesenfrentados. Don Calò se hallaba en muybuena posición para desempeñar aquel

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papel de transición.Obviamente él jamás habría

admitido eso. En una entrevista deprensa publicada poco antes de sumuerte, el astuto y viejo capo hacía unadescripción más bien modesta de sutrabajo: «El hecho es que toda sociedadnecesita una categoría de persona cuyatarea consiste en resolver las situacionescuando estas se complican. En generalestas personas son representantes delEstado. Pero en los lugares en donde elEstado no existe, o no es lo bastantefuerte, hay individuos particularesque…».

Intrigado, el entrevistador deslizó la

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palabra mafia.«La Mafia —murmuró don Calò con

una sonrisa—. ¿Pero de verdad existe laMafia?»[94]

Don Calò murió tranquilamente enbrazos de su sobrino el 10 de julio de1954. Según informó la prensa, susúltimas palabras fueron: «¡Qué hermosaes la vida!». Se dice que dejó unafortuna de mil millones de liras, aunqueno hay forma alguna de confirmar estedato; la auténtica medida de las riquezasde la Mafia durante la mayor parte de suhistoria está destinada a seguir siendo unmisterio. En el lujoso funeral de donCalò, gran número de dignatarios

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políticos y criminales siguieron a uncoche fúnebre tirado por cuatro caballosenjaezados con plumas negras. Elayuntamiento de Villalba y la sedecentral de la DC se cerraron durantetoda una semana. En la puerta de laiglesia se colgó la siguiente elegía:

Humilde con los humildes,Grande con los grandes,Mostró con sus palabras y

sus hechosQue su mafia no era

criminal.Que representaba el respeto

a la ley,

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La defensa de todos losderechos,

La grandeza de carácter:Que era amor[95].

En vida de don Calò, los campesinosde Villalba solían recitar un pareadomucho más realista sobre él: Cu avidinari e amicizia, teni ’nculu lagiustizia («Quien tiene dinero y amigos,se pasa la justicia por el culo»).

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Esquela de don Calò Vizzini. El texto empiezadiciendo: «En vano el odio y la envidiamezquinos lanzaron sus últimas puyas sobre elataúd aun antes de que se cerrara la tapa. Puesen esta postrera hora de llanto el amor probóser más fuerte y habló con voz rotunda a todoslos hombres honestos de la bondad de sucarácter y la nobleza de su corazón». Y

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concluye: «Mostró con sus palabras y sushechos que su mafia no era criminal. Querepresentaba el respeto a la ley, la defensa detodos los derechos, la grandeza de carácter:que era amor». [Dario Flaccovio Editore,Palermo, reproducida con autorización de laBritish Library, YA1990.a.12670.]

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LOS GRECO

El futuro de la Mafia a largo plazo noestaba, sin embargo, en la pequeñaVillalba, sino en los tradicionalesreductos mafiosos de los alrededores dePalermo. La recuperación de la Mafiade la paliza que le había infligido el«prefecto de hierro» Cesare Mori sedebió en gran parte al hecho de que susmétodos estaban bien arraigados en esasáreas. Y dichos métodos funcionaban enbuena medida porque, en una sociedadinestable, permitían a los hombres dehonor proporcionar riqueza y prestigio asus familias.

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Los años 1946 y 1947 presenciaronuna guerra mafiosa especialmentesalvaje en la aldea frutícola de Ciaculli,situada frente al mar, en la ladera de unaelevada cordillera justo al este dePalermo. Como descubriríaposteriormente una investigaciónparlamentaria sobre la Mafia, la guerraenfrentó a dos familias consanguíneas,de cuya lucha surgirían algunos de losmás poderosos mafiosos de las décadassiguientes. A primera vista, la guerra deCiaculli de 1946-1947 parece sacadadirectamente del folclore siciliano.Representa con exactitud lo que losprofanos suelen esperar cuando la Mafia

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anda de por medio: deudas de honor,que precipitan a las familias en unaespiral de rencillas. Parece un caso másde «sangre lavada con sangre», por citarun dicho siciliano repetido hasta lasaciedad.

Ha habido un apellido que se haganado el respeto incondicional de lazona de Ciaculli durante generaciones:Greco. En 1946 había hombres con eseapellido gobernando tanto en Ciacullicomo en otra aldea vecina, Croce VerdeGiardini. Probablemente los dos clanesGreco tenían un antepasado común en lapersona de Salvatore Greco, calificadoen el Informe Sangiorgi de capomafia de

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Ciaculli a finales del siglo XIX. Como sipretendieran mostrar los estrechosvínculos que las unían, las dos ramas dela familia elegían los nombres de sushijos entre una reducida franja deopciones; así, se contaban entre ellostres Francescos, tres Rosas, tresGirolamas, cuatro Salvatores y cuatroGiuseppes. Los apodos resultaban, pues,esenciales. Las buenas relaciones entrelas dos familias se habían cimentadocuando el capo de Ciaculli se habíacasado con la hermana del capo deGiardini.

La guerra que enfrentó a los Grecosde Giardini con los de Ciaculli empezó

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de verdad el 26 de agosto de 1946. Lasvíctimas fueron los dos patriarcas de larama de Ciaculli de la familia, doshermanos de cincuenta y nueve y setentay siete años de edad. La ferocidad delataque a los dos veteranos mafiosos —se utilizaron metralletas y granadas— nodejaba lugar a dudas sobre suimportancia.

Una vez más, nadie fue condenadopor el doble asesinato. Pero en Ciacullitodo el mundo sospechaba que el capode Giardini, otro Greco, era quien habíaorganizado el ataque; a este se leconocía como Piddu el Teniente debidoa su historial militar. Los Greco de

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Ciaculli reaccionarían a sus sospechasunos meses más tarde. Dos de loshombres de Piddu el Teniente cayeronvíctimas de la escopeta siciliana decañón corto conocida allí como lupara.En represalia por aquel acto devenganza, la cosca de Giardini secuestróa dos de sus enemigos. Jamás se hallaríaotra cosa que sus ropas (los sicilianosdenominan a esta clase dedesapariciones asesinatos de luparabianca, o «escopeta blanca»).

La lucha entre los dos clanes Grecollegó a su punto culminante con untiroteo a gran escala producido en laplaza de Ciaculli el 17 de septiembre de

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1947. Primero, un importante miembrode la cosca de Giardini fue abatido poruna ráfaga de ametralladora.Observando en un balcón había dosmujeres Greco: Antonina (de cincuenta yun años) y Rosalia (de diecinueve), laviuda y la hija de uno de los capos deCiaculli asesinados el año anterior.Cuando se dieron cuenta de que elhombre que había debajo no habíamuerto a consecuencia de las heridas,bajaron a la calle y le remataron concuchillos de cocina (resultaexcepcionalmente raro que las mujerestomen parte de ese modo en los aspectosmilitares de la actividad de la Mafia).

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Antonina y Rosalia fueron entoncestiroteadas por el hermano y la hermanade su víctima; Antonina resultó herida, ysu hija, muerta. A continuación suatacante murió a tiros a manos del hijode Antonina, de dieciocho años de edad.

Los capos de Palermo empezaron apresionar a Piddu el Teniente para quepusiera fin a la carnicería. Losincidentes espectaculares como labatalla de Ciaculli atraían una atenciónno deseada de la opinión pública haciatodo el sistema de la Mafia en suconjunto. Es más, con la muerte de losdos veteranos hermanos Greco deCiaculli se esperaba que Piddu el

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Teniente asumiera ahora laresponsabilidad de velar por elbienestar de las dos ramas de la familiaen disputa. Su prestigio entre los caposdependería en parte de cómo afrontaraesa responsabilidad.

Piddu buscó la ayuda del capo de lacercana Villabate, un capo temido yespecialmente respetado debido a losvínculos de su familia con algunosimportantes mafiosos de EstadosUnidos. Era este un período en el que lariqueza relativamente extravagante demuchos hombres de honornorteamericanos les otorgaba un granprestigio en Sicilia. Un signo de su

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influencia es el hecho de que fue más omenos en esa época cuando se importóde Estados Unidos el término familiapara referirse a unas organizacionesmafiosas (cosche) cuyos miembros notienen por qué estar en absolutoemparentados. Joe Profaci, nacido enVillalba, era un gángster de los muellesde Brooklyn al que Joe BananasBonanno mencionaría posteriormentecomo el jefe de una de las cinco«familias» neoyorquinas. En la época dela guerra de los Greco, Profaci residíaen Sicilia, y parece ser que desempeñóun papel clave a la hora de traer la paz aCiaculli.

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Piddu el Teniente siguió el consejoque le ofrecía Profaci. A dos de sussobrinos huérfanos se les dio trabajo enla granja frutícola que él regentaba (lagranja producía mandarinas, productopor el que es famoso Ciaculli). Losprimos Greco que habían estado enguerra no tardaron en convertirse encopropietarios de un negocio deexportación de cítricos, además desocios de una compañía de autobuses.La paz aumentó el prestigio de Piddu elTeniente. Su relación con la Mafia deVillabate se formalizó cuando su hijo secasó con la hija del capo de esta últimapoblación.

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La policía apenas tenía idea de quéera lo que había causado elderramamiento de sangre producidoentre los Greco. Desde el dobleasesinato inicial, un muro de omertàhabía bloqueado sus investigaciones.Los contactos policiales en Ciacullidecían que el tumulto se había originadopor un deseo de venganza derivado deuna disputa entre primos acaecida sieteaños antes en la fiesta de la Cruz. Lafiesta se celebraba cada año en Ciaculliel primero de octubre. Ese día, en 1939,seis hombres jóvenes de Giardiniacudieron a Ciaculli para ver la cruzexpuesta a la adoración de los fieles.

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Dos de ellos eran hijos de Piddu elTeniente. Siguiendo el ejemplo de loshabitantes locales, entraron en la iglesiay cogieron un banco para sentarse.Entonces se entabló una disputa por elbanco con unos muchachos de Ciacullide parecida edad, entre ellos un primode los dos Greco de Giardini. Alregresar a casa más tarde, aquellamisma noche, el grupo de Giardini seencontró de repente frente a unoscuantos Greco de Ciaculli armados conpistolas y cuchillos. El hijo de Piddu elTeniente, Giuseppe, de diecisiete años,resultó muerto de un disparo; su primode Ciaculli resultó herido, y moriría en

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la cárcel cuatro años después por causasnaturales mientras aguardaba el juicio.

De modo que una rencilla familiar—según los rumores que circulaban enCiaculli— era el origen de la guerra queexplotaría en 1946. Pero actualmente loshistoriadores se muestran bastanteescépticos con respecto a esta teoría. Nose duda de lo que realmente ocurrió; loque se pone en cuestión es si realmentese habría permitido que una riña deadolescentes se convirtiera encatalizador de una hecatombe que podíaponer en peligro los intereses de laMafia en toda el área oriental dePalermo. También resulta sorprendente

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que seis de las víctimas de la guerra noostentaran el apellido Greco. Lo queestaba en juego era el control delnegocio de la fruta en una época en laque la Mafia empezaba a emerger trashaber quedado aplastada bajo la bota deMussolini. En otras palabras, se tratabaprobablemente de una guerra entrecosche —o entre facciones de unamisma cosca—, motivada por el poder yel dinero, y no entre familias de sangre ymotivada por el honor y la venganza.

Lo que se deduce de ello es quePiddu el Teniente se guardó la muerte desu hijo en 1939 y la utilizó más adelantepara justificar su calculada tentativa de

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controlar toda el área de Ciaculli yGiardini en 1946-1947. Una vez huboasesinado a los capos de Ciaculli, pusoen marcha la fábrica de rumores de laMafia para que difundiera la historia dela guerra como si todo hubieraempezado con la disputa de unos primosadolescentes por un banco de iglesia,como si todo fuera una cuestión desangre. Cuando se ve que un capo cuidade su parentela, su honor como mafiosoy su prestigio en la comunidad se venreforzados; pasa a conocérsele comoalguien cuya amistad merece la penacultivar. Al hacer ver que estabadefendiendo agresivamente a su propia

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familia, Piddu el Teniente lograba depaso aumentar su reputación comercial.

En otras palabras, lo más probablees que otra vez se estuviera utilizandouna nueva versión del mito de la«caballerosidad rústica» como uninstrumento en favor de los intereses dela Mafia. Hay un precedente de esaclase de engaño en la propia Ciaculli.Ya en 1916 el cura de la aldea fueasesinado a tiros. Los Greco, comomiembros destacados de la hermandadreligiosa de Ciaculli, organizaron elfuneral y asumieron en él un papelprominente. Al mismo tiempo hicieroncorrer el rumor de que el cura era un

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donjuán que había muerto a manos de unmarido de cuyos cuernos eraresponsable. Parecía, pues, un crimen«típicamente siciliano» de pasión yhonor familiar. En realidad, el cura, unhombre honesto y valeroso, había estadotratando de sacar a la luz los turbiosmanejos de los Greco en laadministración de diversas propiedadeseclesiásticas y fondos benéficos.

Gracias a esa manipulación de laverdad, cuando los Greco de Giardinisalieron victoriosos de la guerra de1946-1947, sin duda pudieroncontemplar con mayor tranquilidad supapel en ella. Piddu el Teniente podía

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decirse a sí mismo que habíareconciliado sus deberes de padre consus deberes de capo. Pero esterepresenta solo un ejemplo del cuidadocon el que los mafiosos gestionan ladelicada interrelación entre el negocio yla familia. Gran parte de ese cuidado semanifiesta en una serie de reglas. Lasdiversas normas sobre el lugar de losmiembros de la familia en laorganización mafiosa se elaboran,tergiversan, quebrantan y rehacenconstantemente; no se puede admitircomo miembros de una «familia»mafiosa dada a más de dos hijos delmismo padre; los hijos de padres

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mafiosos que hayan sido asesinados enuna lucha de poder tienen prohibidoafiliarse a la organización por miedo aque traten de buscar venganza.

Siguiendo las reglascuidadosamente, los hombres de honorpueden convertir a sus familias desangre en dinastías mafiosas. Los Grecoconstituyen el mejor ejemplo de ello.Uno de los hijos de Piddu el Teniente,Michele, tenía poco más de veinte añosde edad en la época de la guerra de1946-1947. Treinta años después,Michele Greco se convertiría en capo decapos. Representaba el arquetipo de uncapo mafioso: serio, taciturno, proclive

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a hablar únicamente con máximas yparábolas alusivas, etc. Las personasmás influyentes de la sociedad, desdebanqueros hasta aristócratas, acudían asu finca invitadas a cazar y a comer. Lapropiedad contaba también con unarefinería de heroína, y en una notableocasión, durante la guerra mafiosa de1982, decenas de mafiosos —prácticamente toda la «familia» PartannaMondello de la Cosa Nostra— seríanasesinados allí después de hacer unabarbacoa. Michele Greco vestía conropas caras y estilo clásico,comportándose con una dignidad casieclesiástica; de hecho, su apodo era el

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Papa. Pero sus maneras no se debían areticencia o afectación, sino queformaban parte de un conjunto dehabilidades profesionales que susantepasados habían ido transmitiendodurante casi un siglo.

La guerra de los Greco de 1946-1947 vino a pacificar Ciaculli. Pero lacalma no volvería al resto de la islahasta que Salvatore Giuliano, el últimobandido, fuera abatido a tiros.

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La puerta del Fondo Favarella, en Ciaculli,donde Michele el Papa Greco producía a la vez

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mandarinas y heroína. Las raíces de la Mafia, ysu historia reciente, han de buscarse tras losmuros de las huertas de cítricos de losalrededores de Palermo. [John Dickie.]

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EL ÚLTIMO BANDIDO

Desde sus comienzos en las décadas de1860 y 1870, la Mafia siempre tuvo unarelación íntima y ambigua con losbandidos; la «honorable sociedad»utilizaba y protegía a los bandidoscuando lo necesitaba, y luego los vendíaa la policía en el momento en que seconvertían en un obstáculo. Esta pauta serepitió por última vez en la década de1940 con Salvatore Giuliano, el bandidomás famoso y sanguinario de todos. Perola historia de Giuliano constituye algomás que la terrible coda de la historiadel bandolerismo siciliano; representa

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asimismo la culminación delresurgimiento de la Mafia tras haberestado sometida al puño de hierro delfascismo, y posiblemente tambiénseñalara el comienzo de la connivenciadel Estado democrático italiano condiversos actos terroristas dirigidoscontra sus propias gentes.

En el punto culminante de sucelebridad, Salvatore Giuliano se hizotan accesible a los periodistas gráficoscomo escurridizo a las autoridades. Enconsecuencia, sus rasgos resultantodavía instantáneamente reconociblesen Italia. En una de sus fotografías másfamiliares aparece mirando directamente

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a la cámara, con los pulgares metidos enel cinto del que cuelga su pistolera y lachaqueta echada hacia atrás a la alturade las caderas, dejando al descubiertouna camisa ancha con el cuellodesabrochado. Giuliano tenía lo que sedenominaba un semblante abierto. Segúnun cálculo reciente, desde su muerte sehan escrito cuarenta y una biografiassuyas, más que de ninguna otra personade la historia italiana de posguerra. Ycada una de ellas prometía revelarfinalmente los secretos ocultos trasaquel rostro ancho y agraciado.

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El último bandido, el fotogénico SalvatoreGiuliano. [Olympia, Milán.]

Pero pese a todos esos libros, seríael cine el que mejor captaría la verdadfundamental de que, en la historia de

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Giuliano, no es lo mismo ver queentender. La obra maestra de FrancescoRosi Salvatore Giuliano se realizó en1961, una década después de la muertedel bandido. Se rodó en las montañas delos alrededores de Montelepre queconstituían el reducto del bandido; losextras eran campesinos de la mismazona; una mujer que había perdidorecientemente a su hijo interpretó a lamadre de Salvatore en la escena en laque identificaba su cadáver; Rosiincluso utilizó el auténtico rifle deSalvatore. Todo este cuidado porasegurar la autenticidad del filme haceque aún resulte más sorprendente el

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hecho de que el propio protagonista soloaparezca de espaldas o enfocado desdeun ángulo oblicuo; cuando aparece, sufamoso rostro queda oculto tras unosprismáticos o por el chal de su madre.El bandido aparece casi siempre delejos, ataviado con un abrigo blanco,como si fuera una especie de hueco en elcentro de la imagen, una pantalla vacíaen la que cada uno de los otrospersonajes puede proyectar su propiaversión de la historia. La verdad deGiuliano —sugiere Rosi— no está en lafigura del propio bandido, sino enalguna parte del entramado derelaciones entre los bandidos, los

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campesinos, la policía, el ejército, lospolíticos y los medios de comunicación.Y en el centro de ese entramado sehallaba la Mafia.

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Cartel de la obra maestra de Francesco RosiSalvatore Giuliano, de 1961, que muestracómo se reproduce en el filme la escena de lamuerte de Giuliano, en realidad un montaje delas autoridades. [S.A.C. spa, Milán.]

* * *

Salvatore Giuliano era el menor de loscuatro hijos de una familia campesina deMontelepre, en las montañas situadas aunos quince kilómetros al oeste dePalermo. De niño sentía adoración portodo lo norteamericano; aquel amor porEstados Unidos sería también uno de los

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pocos rasgos constantes de susrománticas y confusas creenciaspolíticas.

La carrera de Giuliano en elbandolerismo se inició en el otoñoposterior a la invasión aliada. Teníaveintiún años y trabajaba de mozo enuna compañía eléctrica cuando loscarabineros le pillaron con un saco decereal del mercado negro. Se escapópegando tiros y huyó a las montañas,dejando tras de sí a un carabineromuerto sobre el pavimento.

Tres meses después ametralló a laque sería la segunda de sus numerosasvíctimas entre las fuerzas del orden. Una

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docena de miembros de su familiafueron arrestados bajo la sospecha deocultarle. Pero en 1944, y gracias a suayuda, organizaron una fuga de la cárcelde Monreale que aumentaríaenormemente su prestigio, además deproporcionarle el núcleo de su banda.

Durante el año siguiente Giulianodirigió su banda a la manera clásica; lamayoría de los miembros se juntabanpara llevar a cabo operaciones en elmercado negro, robos o secuestros, yuna vez hecho el trabajo, se diluían entrela gente. Su líder, que poseía un toscoencanto y un don especial para lapublicidad, se las ingenió para rodearse

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de un aura estilo Robin Hood. Pero laintimidación y el soborno resultabanmucho más efectivos que los mitosmelodramáticos a la hora de garantizarel silencio y la colaboración de los quele rodeaban. Su despiadada ejecución decualquiera del que sospechara unatraición desmiente la imagen de«príncipe de los ladrones»; se hacalculado que sus víctimas alcanzaron laasombrosa cifra de 430.

También las relaciones de Giulianocon la Mafia obedecen a un patrónclásico; sin la protección de loshombres de honor no habría podidosobrevivir aquellos primeros años y

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convertir su banda en la más famosa deSicilia. Cuando secuestraba a alguien,los parientes del cautivo sabían quetenían que dirigirse al capo local, quienles garantizaría el retorno delsecuestrado sano y salvo a cambio deuna parte del rescate. En otras palabras,la Mafia «gravaba» tanto al líderbandolero como a las personas a las queeste acosaba.

Posteriormente, uno de los másestrechos colaboradores de Giulianorevelaría que había pasado por un ritualde iniciación de la Mafia. El soplónmafioso Tommaso Buscetta afirmaríaque, cuando le presentaron a Giuliano,

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le dijeron «lo mismo». De ser cierto,eso no significa necesariamente que elbandido formara parte integrante de laorganización; resulta más probable queiniciarle hubiera sido una forma dereforzar su lealtad y de vigilar susactividades.

Lo que distingue al último bandidode sus predecesores es el hecho de quese implicara en diversas ideologíaspolíticas. Los separatistas fueron losprimeros en tratar de reclutarle para sucausa. En la primavera de 1945Giuliano se reunió con varios líderesseparatistas, entre los que se encontrabael hijo de Tasca Bordonaro, el exalcalde

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de Palermo bajo el AMGOT. El bandidopidió diez millones de liras a cambio deunirse al futuro ejército separatista.Finalmente se logró que bajara a unmillón, más el rango de coronel y lapromesa de armas y uniformes. Al igualque otros líderes bandoleros, Giulianotuvo su papel en la fracasada revueltaseparatista, atacando cinco cuarteles decarabineros. Su actividad criminalrutinaria no cesó por ello, y la bandaatracó asimismo un tren de la líneaPalermo-Trapani. Sin embargo, y pese alos esfuerzos de Giuliano, en otraspartes la acometida de la revueltaseparatista fue aplastada.

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Daba la impresión de que el declivedel separatismo iba a dejar a Giulianopolíticamente huérfano. En 1946 parecíaque las cosas se le complicaban, ya queel Estado estaba organizando finalmenteuna eficaz respuesta militar a las bandas,mientras que, al mismo tiempo, la Mafiaempezaba a abandonar a los forajidosque había protegido. Uno tras otro, losbandidos morían o eran capturados. Amenudo eran los contactos entre lapolicía y los mafiosos los que llevabana los arrestos. Como había sido tanfrecuente en el pasado, se dibujaba unoportuno vínculo entre los bandidos alos que se podía sacrificar y los

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mafiosos que pretendían mantenersecerca del poder político. La policíaencontró muertos a algunos de loslíderes bandoleros, eliminados pormanos desconocidas. En lascomunidades de la Sicilia occidental, laMafia, una vez más, se hacía pasar poruna fuerza «del orden».

Giuliano respondió públicamente ala crisis con su habitual desenvoltura,anunciando que había puesto precio a lacabeza del ministro del Interior. Perotenía que hacer nuevos amigos políticossi pretendía lograr su propósito de serindultado cuando Sicilia alcanzara unasolución política definitiva. Y decidió

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ofrecer sus pistolas en la lucha contra elcomunismo. Por mediación de unperiodista estadounidense, envió unacarta al presidente Truman en la que sequejaba del «intolerable aullido de losperros comunistas», y anunciaba sucompromiso de combatir a la amenazaroja. Los resultados de las elecciones ala nueva asamblea regional siciliana deabril de 1947 fueron un duro golpe paraGiuliano, como para muchas otraspersonas. Los partidos de izquierda,unidos en un Bloque Popular, realizaronun enorme avance: obtuvieron cerca del30 por ciento de los votos y seconvirtieron en la principal coalición.

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Aquel sería el desencadenante quellevaría al llamado «Rey deMontelepre» a cometer el más infame desus crímenes.

El nombre de Salvatore Giulianoquedaría asociado para siempre en lamemoria de los italianos a un lugar:Portella della Ginestra. Hoy, ningún otroenclave siciliano parece tan inhóspito yangustiado por la violencia como estetrozo de campo abierto situado en elextremo de un valle entre Piana degliAlbanesi y San Giuseppe Jato. Fue allídonde en 1947 se congregaron loscampesinos para celebrar el primero demayo. Familias enteras, ataviadas con

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sus mejores ropas, se reunieron parahacer un picnic, cantar y bailar; habíanadornado sus burros y carros con cintasy banderas. Aquella había de ser unacelebración de las libertades recobradastras la caída del fascismo.

A las diez y cuarto de la mañana elsecretario del Bloque Popular en Pianadegli Albanesi se incorporó rodeado debanderas rojas para dar comienzo a losactos. Pero se vio interrumpido por unruido fuerte, como de explosiones. Alprincipio mucha gente creyó que setrataba de fuegos artificiales queformaban parte de la celebración. Peroentonces las balas disparadas por los

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hombres de Giuliano empezaron aalcanzar sus objetivos. Diez minutos defuego de ametralladora disparado desdelas laderas circundantes dejaron oncemuertos, entre ellos Serafino Lascari, dequince años; Giovanni Grifó, de doce, yGiuseppe Di Maggio y Vincenzo LaFata, ambos de siete. Treinta y trespersonas resultaron heridas, incluyendoa una niña de trece años a la que unabala destrozó la mandíbula.

El impacto de la matanza en lascomunidades locales sería profundo yduradero. Cuando Francesco Rosi fue arodar la secuencia de Portella dellaGinestra para su película Salvatore

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Giuliano, pidió a mil campesinos quevolvieran al lugar y representaranexactamente lo que habían vivido ellos,sus parientes y amigos catorce añosatrás. Los acontecimientos casiescaparon entonces al control deldirector. Cuando empezaron los efectosde sonido que imitaban los disparos, lamultitud cayó presa del pánico y en suafán por escapar acabó derribando unade las cámaras; las mujeres searrodillaron para rezar; los hombres searrojaban al suelo desesperados. Unamujer anciana, vestida completamentede negro, se plantó delante de la cámaray repitió con un desgarrador gemido:

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«¿Dónde están mis hijos?». Dos de elloshabían muerto a manos de Giuliano y subanda.

* * *

Pese a la indignación pública frente alos horrores de Portella della Ginestra,el «Rey de Montelepre» siguió enlibertad durante otros tres años. Tras lamatanza, la lava hirviente del conflictosocial en la Sicilia de posguerra se fueendureciendo poco a poco para darlugar a un nuevo paisaje políticodominado por los democratacristianos.

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Fueron aquellos cambios políticos, antesque la furia y la aflicción suscitadas porlas acciones de Giuliano, los quehicieron que este empezara a parecer unabsurdo anacronismo. Las victoriaselectorales conseguidas por la DCfueron eliminando poco a poco lanecesidad de aquella estrepitosa clasede terror anticomunista.

Giuliano prosiguió sus ataques a losactivistas e instituciones campesinos,pero los miembros de su banda fueroncayendo gradualmente en manos de lasautoridades, a menudo con la ayuda deinformación facilitada por la Mafia. Almismo tiempo, las acciones de Giuliano

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se hacían más difíciles de interpretar. Enel verano de 1948 mató a cincomafiosos, incluido el capo de Partinico.No se sabe exactamente por qué, pero encualquier caso no resulta sorprendenteque mucha gente identifique este hechocomo el momento en el que se decidió lasuerte del bandido. Aun así, un añodespués seguía siendo lo bastantepoderoso como para asesinar a otrosseis carabineros en una emboscada enBellolampo, justo en las afueras dePalermo.

Todas las investigaciones sobrePortella della Ginestra avanzaronpenosamente en medio de las

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especulaciones sobre la posibilidad deque alguien —posiblemente el ministrodel Interior— pudiera haber ordenado aGiuliano que llevara cabo la matanza. Elpropio bandido escribió una cartaabierta asumiendo toda laresponsabilidad de los asesinatos ynegando que hubiera nadie más detrás.Afirmaba que solo había ordenado a sushombres que dispararan a la gente porencima de su cabeza, y que las muertesse habían producido por error.Mencionaba el hecho de que hubieranmuerto niños como una evidencia de quehabía sido un accidente: «¿Creenustedes que tengo una piedra en vez de

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corazón?». Pero los ochocientoscasquillos de bala hallados en la escenaresultan suficientes por sí solos paraconstatar la terrible vacuidad deaquellas palabras.

Hablando en Portella della Ginestra,en el segundo aniversario de la matanza,el líder comunista siciliano Girolamo LiCausi, que se había convertido ensenador después de sobrevivir a lagranada de don Calò en Villalba, exigiópúblicamente a Giuliano que dieranombres. Aquella petición desencadenóun extraordinario debate público, y LiCausi incluso recibió una respuestaescrita del líder bandolero: «Solo los

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hombres que no tienen vergüenza dannombres. No un hombre inclinado ahacer justicia por su propia mano; queaspira a mantener alta su reputación enla sociedad, y que valora este objetivomás que su propia vida».

Li Causi respondió recordando aGiuliano que casi con toda seguridadsería traicionado: «¿No comprende queScelba [el ministro del Interior, deorigen siciliano] va a hacer que lematen?».

Giuliano respondió de nuevo,dejando entrever los poderosos secretosque guardaba: «Sé que Scelba quierehacerme matar; quiere hacer que me

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maten porque soy una pesadilla que leamenaza constantemente. Puedo asegurarque ha de responder de acciones que, derevelarse, destruirían su carrera políticay acabarían con su vida»[96]. Nadiesabía a ciencia cierta cuánto de todoesto había que creer.

En el verano de 1950 los cómplicesde Giuliano ya capturadoscomparecieron finalmente ante lajusticia en Viterbo, cerca de Roma, en eljuicio que se suponía que iba a despejartodos los interrogantes. Pero apenas sehabía iniciado el proceso, el misterio noharía sino aumentar al encontrarse elcadáver de Giuliano en el patio de una

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casa en Castelvetrano, fuera de sumontañoso reino.

El filme Salvatore Giuliano seinicia con unas imágenes —meticulosamente basadas en la realidad— en las que aparece el cuerpo muertodel bandido tendido boca abajo en elpequeño patio de Castelvetrano. Llevacalcetines y sandalias, y una camisetamanchada de sangre; se ve también unpequeño reguero de sangre seca en elsuelo, debajo de él. La mano derecha, enla que se aprecia un anillo de diamantes,se extiende en dirección a una metralletaBeretta. En realidad, la secuencia estárodada con cierta ironía; como Rosi

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sabía muy bien, la «verdadera» escenade la muerte de Giuliano era tan falsacomo su versión cinematográfica.Cuando la prensa acudió a fotografiar elcuerpo del bandido, los carabinerosafirmaron que lo habían matado en unviolento tiroteo. Pero un valerosoperiodista de investigación no tardó enrevelar que la versión oficial no era másque una ficción, con un artículo cuyotitular rezaba: «Lo único cierto es queestá muerto». Una vez desacreditada laversión oficial de su muerte, surgió otramucho más probable: Giuliano fueasesinado en la cama, probablemente amanos de su primo y lugarteniente

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Gaspare Pisciotta, en realidad un agentede los carabineros; luego estostrasladaron su cuerpo al patio parafotografiarlo con el fin de dotar deverosimilitud a su encubrimiento. Quéera lo que pretendían encubrir es algoque, en cualquier caso, habría de seguirsiendo un misterio. Pero lo que estáclaro es que Giuliano fue asesinadocuando muy probablemente podría habersido capturado, y que sin duda habíapolíticos, policías, carabineros ymafiosos para quienes muerto resultabamucho menos peligroso.

En el tribunal de Viterbo losmiembros de la banda de Giuliano

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contribuyeron a alimentar aún más lafiebre de recelo de la opinión pública.Se dijo de nuevo que el ministro delInterior, Mario Scelba, había estadoimplicado en la conspiración para llevara cabo la matanza de Portella dellaGinestra. Las acusaciones solían servagas o contradictorias —era evidenteque trasladar la responsabilidad a lospolíticos o a los policías beneficiaba alos intereses de los bandidos—, pero ala vez constituyeron, no obstante, unalarmante y desconcertante espectáculo.Al final el juez concluyó que ningunaautoridad superior había ordenado lamatanza y que la banda de Giuliano

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había actuado de manera autónoma. Supropósito había sido castigar a losizquierdistas locales por los resultadosde las recientes elecciones.

El veredicto dejó a poca gentesatisfecha sencillamente porque habíademasiadas piezas que no encajaban enel rompecabezas. Aunque resultaría fútiltratar de resolver hoy los misterios querodean a Portella della Ginestra y aSalvatore Giuliano, sin duda vale lapena enumerar algunas de lasevidencias. Ya desde la misma muertede Giuliano los «detrasólogos» hanintentado elaborar un panoramacoherente basándose en estos y otros

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datos:

Varios testigos recordaban queGiuliano recibió una carta justoantes de que llevara a cabo laatrocidad de Portella dellaGinestra. Después de leerla, ladestruyó cuidadosamente y les dijoa los hombres de su banda:«¡Muchachos! ¡La hora de nuestraliberación está cerca!»; luego lesanunció el plan para atacar lacelebración campesina. Nadie hadescubierto nunca quién envióaquella carta.Tras la matanza de Portella della

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Ginestra, el jefe de la policía deSicilia se reunió con variosimportantes mafiosos de Monrealeen su casa de Roma. Allí leentregaron una declaración escritade Giuliano que, según parece, estehabía enviado a la residencia delfiscal jefe del Tribunal deApelación de Palermo, un hombreque también es posible quemantuviera contactos con Giuliano.Esa declaración jamás se encontró.El propio jefe de la policíamantuvo una correspondenciaregular con Giuliano a través de losmismos canales mafiosos. Al

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menos en una ocasión se reunió conel líder bandolero; compartieronpanettone y dos clases distintas delicor.

El único hombre capaz de revelar laverdad sobre Portella della Ginestra —yposiblemente dispuesto a hacerlo— eraGaspare Pisciotta, el atildado primo quehabía traicionado y probablementeasesinado a Giuliano por indicación delos carabineros. Mientras estuvo en labanda, dispuso de un pase, firmado porun coronel de los carabineros, que lepermitía moverse libremente por toda laisla. Incluso había visitado a un médico

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bajo la supervisión de otro oficial, yaque padecía de tuberculosis. Durante eljuicio de Viterbo, Pisciotta habíaproclamado: «Formamos un solocuerpo: bandidos, policía y Mafia; comoel Padre, el Hijo y el Espíritu Santo».

Al finalizar el juicio, Pisciotta fuecondenado a cadena perpetua por suparticipación en los hechos de Portelladella Ginestra. Mientras estaba en lacárcel —dedicando su tiempo a escribiruna autobiografía y a hacer bordados deseda—, se hizo evidente que lasautoridades empezaban a dar máscrédito a algunas de sus declaraciones;habría un nuevo juicio en el que se le

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acusaría de la muerte de Giuliano, altiempo que se iba a acusar de perjurio yde otros cargos a la policía y loscarabineros. Pisciotta se puso encontacto con un juez de instrucción, y ledijo que pensaba revelar mucho más delo que había dicho hasta entonces.

La mañana del 9 de febrero de 1954Pisciotta se preparó una taza de café, enla que vertió lo que él creía que era sumedicina para la tuberculosis. Tardó unahora en morir, mientras su cuerpo seagitaba atormentado por las violentasconvulsiones de la cabeza a los pies queconstituyen el síntoma característico delenvenenamiento por estricnina. Su

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autobiografía desapareció.Pisciotta fue envenenado en la cárcel

de Ucciardone, en Palermo, launiversidad criminal de la Mafia desdemediados del siglo XIX. Resultainconcebible que se le asesinara sin laaprobación, cuando menos, de la«honorable sociedad». Cualquiera quefuese la implicación de la Mafia en lasintrigas que había detrás de los hechosde Portella della Ginestra y de la bandade Giuliano, fue esta organización la quese aseguró de que jamás se descubrieratoda la verdad.

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7

Dios, hormigón,heroína y Cosa

Nostra(1950-1963)

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LOS PRIMEROS AÑOSDE TOMMASO

BUSCETTA

Fue en los años que siguieron a laSegunda Guerra Mundial cuandoprobablemente la Mafia sicilianaempezó a referirse a sí misma como«Cosa Nostra». Y bien pudiera ser queeste nombre, el más reciente de los de laorganización, se importara deNorteamérica. Se ha propuesto lahipótesis de que el término se originó enlas comunidades de inmigrantessicilianos de Estados Unidos: era «cosa

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nuestra» porque la organización noestaba abierta a los criminales de otrosgrupos étnicos. Pero dado que la Mafiano deja constancia escrita de sus densasy crípticas conversaciones internas, nohay forma alguna de comprobar dedónde proviene «Cosa Nostra». Y enrealidad, aunque así fuera, tampoco seganaría mucho con ello, ya que para laMafia siciliana los nombres no sonimportantes. Probablemente la mayoríade los mafiosos preferirían que «sucosa» no tuviera nombre alguno, que suexistencia pudiera revelarse levantandouna ceja o con una mirada acerada. Encualquier caso, y al igual que sucediera

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con las otras denominaciones que hanido yendo y viniendo con los años (la«hermandad», la «honorable sociedad»,etc.), la aparición del término «CosaNostra» no señaló ningún cambio real enla estructura o en los métodos de laorganización.

El propio Tommaso Buscetta creíaque «Cosa Nostra» era un nombreantiguo. No hay evidencias de queestuviera en lo cierto, y probablementesu hipótesis no ostente mayor autoridadque su creencia en los orígenesmedievales de la Mafia. Puede queBuscetta fuera un mal historiador, perodesde luego fue un buen testigo, y los

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testimonios y recuerdos que dejóabarcan más de medio siglo. Fuedespués de la Segunda Guerra Mundialcuando Buscetta entró en la historia dela Mafia. Entre 1945 y 1963 —eldramático año en el que tanto él comomuchos otros importantes mafiosostuvieron que huir al extranjero—, asistióen primera fila a varios acontecimientosde profundo alcance en el seno de laCosa Nostra. Entre 1950 y 1963 seestableció un nuevo órgano de gobierno—la comisión o cúpula— y serestablecieron las relaciones con laCosa Nostra estadounidense, que seinvolucró fuertemente en el tráfico de

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heroína a través del Atlántico. Fue enesos años cuando la Cosa Nostradescubrió lo que se convertiría tanto enuna nueva fuente de ingresos como en unvínculo en sus relaciones con el sistemapolítico: el hormigón.

Las opiniones de Buscetta nosiempre resultan completamente fiables.Para empezar, él recordaría la décadade 1950 como «los buenos tiempos» dela Cosa Nostra, cuando reinaban elrespeto y el honor, en lugar de la codiciay la violencia; pero como se haráevidente más adelante, nada más lejosde la verdad. Por otra parte, Buscettapasó buena parte de su carrera criminal

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alejado de Sicilia. En consecuencia, lahistoria de la Mafia siciliana nocoincide con lo que Buscetta contó nicon lo que vivió. Pese a ello, y dado quea partir de ahora Buscetta reapareceráen estas páginas una y otra vez, esimportante hacerse una idea tanto delhombre como del mafioso.

Hay una razón por la que sabemos tantode la vida sexual de Tommaso Buscetta.El primer hombre de honor que leexplicó las reglas de la Cosa Nostra aljuez Giovanni Falcone fue también elprimero en quien los periodistasitalianos pudieron comprobar la

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veracidad de una teoría que lesresultaba especialmente apreciada: quelos mafiosos representaban el mejorejemplo del arquetipo del sensual machomediterráneo. Los famosos rasgos deBuscetta —sus labios gruesos ycarnosos, sus ojos redondos y tristes—hacían de él el personaje más adecuadopara representar ese papel.

En cierta ocasión, en 1986, elperiodista y presentador de televisiónmás conocido de Italia, el genialnarrador Enzo Biagi, viajó a NuevaYork para entrevistar al capo mafiosomás famoso de Sicilia. Para lograrlohubo de afrontar una complicada

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operación en el marco del programa deprotección de testigos de la DEA (launidad de lucha contra la droga de lasfuerzas del orden estadounidenses): unencuentro en el hotel St. Moritz, enCentral Park, con un jefe de seguridadconocido solo como «Hubert»; un largoviaje en coche al norte del estado deNueva York; un cambio de automóvil, yun exhaustivo cacheo. La recompensa deBiagi fue pasar varios días con Buscettaen un aislado refugio provisional. Trasganarse la confianza del mafiosocharlando de la familia y de fútbol(Buscetta era de la Juventus), Biagisoltó la pregunta que ardía en deseos de

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hacer al legendario «capo de dosmundos», asesino múltiple confeso ycustodio de algunos de los más oscurossecretos de la historia de Italia:«¿Recuerda cuándo hizo el amor porprimera vez?».

Buscetta se alegró de responder a loque el desenfadado Biagi denominaba«gallismo meridional». Al fin y al cabo,no hacía mucho que el mafioso habíaestado rememorando recuerdosmuchísimo más estresantes en la vastasala de audiencias, a prueba de bombas,de la cárcel de Ucciardone, en Palermo.Las preguntas que había tenido queafrontar allí tenían que ver con el tráfico

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de drogas internacional y elderramamiento de sangre, y el públicolo formaban los mafiosos que habíanmatado a seis miembros de su familia enel lapso de tres meses. En comparación,pues, hablar de sus conquistas sexualescon Biagi era como un paseo a la orilladel mar. Y también significaba abordaruno de sus temas favoritos, su propiomagnetismo: «La Madre Naturaleza medio carisma, tengo algo especial».Aquella era su explicación (no del todoconvincente) al hecho de que los otroshombres de honor sintieran tantaveneración por él.

El caso es que Tommaso Buscetta

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perdió su virginidad a los ocho años.Fue la primera y única vez que practicóel sexo con una prostituta; la mujer encuestión también regentaba un puestocallejero de venta de aceitunas, queso yanchoas, y a cambio de sus favores lepidió únicamente una botella de aceitede oliva. Desde entonces, los amoríosdesempeñarían un importante papel en lavida de Buscetta. Tuvo tresmatrimonios, salpicados de constantesinfidelidades: el primero lo contrajo alos dieciséis años, el segundo coincidióparcialmente en el tiempo con elprimero, y el tercero fue con la hija deun destacado abogado brasileño

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veintidós años más joven que él. Entotal, Buscetta tuvo seis hijos. Por otraparte, era también algo muy pocohabitual: un padrino «moderno», almenos en lo que se refiere a su manerade vestir. Una fotografía suya, tomada enBrasil en 1971 o 1972, poco después deque conociera a la que sería su terceraesposa, le muestra sonriente, y ataviadocon zapatos y pantalones de color beigey una camisa de volantes desabrochadahasta la altura del plexo solar, revelandoun delicado colgante. Inclusoexperimentó con la cirugía plásticaoperándose la nariz (eso mucho antes deque las autoridades norteamericanas

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pidieran a los cirujanos que alteraran suaspecto para su propia protección).

Aunque Buscetta se sintierasatisfecho de presentarse como un típicoespécimen de macho mediterráneo, locierto es que en ese aspecto norepresentaba al característico Hornomafiosus. Echar una cana al airediscretamente no representa ningúncrimen para los hombres de honor, perociertamente maltratar a una esposa sí. Elhistorial conyugal de Buscetta le creóproblemas dentro de la Cosa Nostra. Enla década de 1950 fue suspendido de laorganización durante seis meses a causade sus infidelidades. En 1972 fue

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extraditado de Brasil y encerrado en lacárcel de Ucciardone, en Palermo,donde se enteró de que el jefe de su«familia» había tratado de expulsarledefinitivamente de la Cosa Nostra porhaber faltado al respeto a sus dosprimeras esposas.

Buscetta nació en 1928 en lasafueras de Palermo, al este de lapoblación, en el seno de una familia queno tenía ninguna relación con la Mafia.Aunque era el menor de diecisiete hijos,no fue precisamente un golfillo que seviera empujado a delinquir a la fuerza opor no tener ninguna otra oportunidad enla vida. Su padre regentaba un taller,

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que empleaba a quince personas,dedicado a la fabricación y venta deespejos decorativos. Sin embargo, y aligual que muchas otras familiassicilianas, los Buscetta lo pasaron maldurante la guerra, y el adolescenteTommaso se convirtió en estraperlista.Asimismo, empezó a robar gasolina,mermelada, mantequilla, pan y salami alos alemanes, creando de paso unaamplia red de contactos en el hampapalermitana. Una vez que los aliadoshubieron liberado Sicilia, Buscetta seunió a un grupo de unos cincuentajóvenes granujas que fueron a Nápoles aluchar contra los nazis, en parte por

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espíritu de aventura, y en parte por laesperanza de obtener un botín. Al cabode dos o tres meses de sabotajes yemboscadas en la península italiana,regresó a Sicilia con su reputaciónenormemente reforzada. Fue entoncescuando empezaron a acercarse a él unos«hombres cautos y misteriosos que seexpresaban por medio de alusiones,matices e indirectas»; él percibía que leobservaban, que le evaluaban. Uno deellos en particular —barnizador demuebles— sondeaba sus opinionessobre la policía y los jueces, lamoralidad familiar y la lealtad a losamigos.

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En 1945, aquel barnizador, un talGiovanni Andronico, le propusofinalmente entrar a formar parte de la«familia» mafiosa de Porta Nuova. Unavez se hizo la propuesta al capo, empezóa circular una nota con el nombre deBuscetta por todas las familias de lazona de Palermo a fin de que estaspudieran emprender sus propiasinvestigaciones sobre su fiabilidad ycomprobar que ni él ni nadie de sufamilia tenía relación alguna con lapolicía. Una vez completadas dichasinvestigaciones, sería el propioAndronico el que pincharía a Buscettaen el dedo con un alfiler durante la

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ceremonia de iniciación.La «familia» de Porta Nuova a la

que se unió Buscetta era relativamentepequeña —agrupaba a unos veinticincohombres de honor—, pero muy selecta.Entre sus miembros descubrió que habíacuatro especialmente notables: el titularde la franquicia siciliana de una famosamarca de cerveza, un parlamentariomonárquico, un especialista enpsiquiatría y Andrea FinocchiaroAprile, el «amigo» de la Mafia queejercitaba sus ardientes dotes retóricasen la causa del separatismo siciliano.(Esta historia, como algunas de las otrasque relata Buscetta sobre este período,

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no ha podido corroborarse con otrasfuentes, y, en consecuencia, debetratarse con cierta reserva; en cualquiercaso, todas ellas dan una idea del estilodel personaje). En 1947 le presentaron aotra figura famosa: Salvatore Giuliano,el último bandido. El joven Buscetta sesintió impresionado por la presencia deGiuliano, por la «luz especial» queparecía emanar de él. Parece ser que elmafioso se mostró bastante menosimpresionado por otro hombre de honoral que conoció al principio de sucarrera: Giuseppe Genco Russo, capode Mussomeli y colega de don CalòVizzini, el hombre al que otros mafiosos

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llamaban «Gina Lollobrigida» por suafición a aparecer en los medios decomunicación. Para un sofisticadourbanita como Buscetta, Genco Russoencarnaba la atrasada vida del interiorsiciliano; aunque por entonces era unrico terrateniente y un político de la DC,seguía guardando la mula dentro decasa, mientras que su lavabo seguíaestando fuera de ella (en realidad erapoco más que un agujero en el suelo, conuna piedra por asiento, y desprovisto deparedes y de puerta). Este último detallechocó especialmente a Buscetta, ya que,como recordaría posteriormente conhorror, de hecho Genco Russo utilizó

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dicho «lavabo» delante de él durante laconversación entre ambos.

Buscetta no tardó en empezar aviajar. Sus primeros cinco años en elextranjero, de 1949 a 1952, los pasó enArgentina y Brasil. En 1956 volvió deuna nueva estancia en Argentina conplanes para reanudar el contrabando detabaco, al que ya había demostrado seradepto. Pero el Palermo que encontró asu regreso empezaba justo entonces aquedar sepultado bajo una capa dehormigón, y esa capa sellaría una nuevaclase de pacto entre el crimenorganizado y el poder político.

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EL SAQUEO DEPALERMO

El denominado «saqueo de Palermo» —el boom inmobiliario de finales de ladécada de 1950 y principios de la de1960— todavía inspira ciertosentimiento de melancolía entre sushabitantes. Para hacerse una idea de esamelancolía basta con dirigirse hacia elnoroeste por la principal arteria de laurbe partiendo de Quattro Canti, el crucedonde confluyen los cuatro barrios de laciudad barroca. Caminar por la viaMaqueda, pasando frente a los

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gigantescos leones de bronce quecustodian el Teatro Massimo, paracontinuar luego por la via RuggeroSettimo, equivale a recorrer el caminoque siguió la expansión de Palermo afinales del siglo XIX. Más tarde, la viaRuggero Settimo se convierte en unaamplia avenida, la via Libertà, dondelos burgueses de la época de Florio, tanpreocupados por la moda, se pasearonen sus carruajes y se construyeronespléndidas residencias modernistas. Enla parte sur de la via Libertà, justo antesde llegar al Giardino Inglese, la calle seabre para dar lugar a la piazzaFrancesco Crispi, su centro, hoy

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dominada por gigantescas vallaspublicitarias. Casi ocultas por las vallasse aprecian las puntas y volutasoxidadas de una elegante verja de hierroforjado, un marco extrañamentegrandioso para el destartaladoaparcamiento descubierto que haydetrás. Esa verja es, de hecho, lo únicoque queda de lo que fuera una de lasjoyas del Palermo de la época de losFlorio.

Allí se alzaba antaño la VillaDeliella, rodeada de palmeras. Suatalaya, sus estrechas ventanas, su granbalcón y sus tejados de suave pendientese diseñaron como un suntuoso

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homenaje al estilo arquitectónico de laToscana renacentista. El 28 denoviembre de 1959, sábado, sepresentaron en el ayuntamiento losplanes para derribar la Villa. Fueronaprobados a tiempo para que pudierainiciarse la demolición aquella mismatarde, y al acabar la semana, una de lasmás bellas casas de la era modernistahabía quedado reducida a escombros. Elmes siguiente la Villa Deliella habríacumplido los cincuenta años, y, enconsecuencia, habría quedado protegidapor la ley italiana. Pero la pérdida de lavilla representa solo una tragedia menorde las muchas que en conjunto

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configuran la historia del saqueo dePalermo.

Al terminar la Segunda GuerraMundial, Palermo seguía siendo enesencia la misma ciudad que había sidoen la época de los Florio. Más allá de lavia Libertà empezaba la Conca d’Oro,con sus villas y sus limonares. TodaPalermo estaba rodeada por la campiña.Pero a pesar de su belleza, era unaciudad desesperadamente necesitada derenovación. El bombardeo aliado era enparte responsable de ello; se calcula quehabía dejado sin hogar a unas catorcemil personas, muchas de las cualesvivían en chozas en medio de los

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escombros del casco antiguo, donde seconcentraban los daños producidos porlas bombas. La presión para que seconstruyeran más viviendas no hizo sinoaumentar en la década de 1950, alproducirse una afluencia de poblaciónrural que aspiraba a ocupar los nuevosempleos públicos surgidos ahora quePalermo volvía a ser capital y sede delnuevo gobierno regional. Entre 1951 y1961 la población se incrementó en un20 por ciento, llegando a los seiscientosmil habitantes.

El hecho de que en la posguerra seprodujera un boom inmobiliario erainevitable, como lo fue en gran parte de

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Europa. También lo era que las elevadas—y a menudo poco realistas—expectativas de un desarrollo urbanoplanificado se vieran frustradas en una uotra medida. Pero los resultados de laexpansión de Palermo en las décadas de1950 y 1960 fueron mucho peores de loque nadie podía haber previsto. Cuandoterminó el boom inmobiliario, una buenaparte del centro de la ciudad seguíaestando en ruinas; gran parte del restoeran barrios de chabolassemiabandonados, y algunas de las máshermosas residencias privadas —tantobarrocas como modernistas— habíansido demolidas. La frondosa periferia

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había desaparecido bajo una capa dehormigón, y la mayoría de los limonaresde la Conca d’Oro habían sucumbido alas excavadoras. Antes de esatransformación resultaba difícil detectarlos signos del hampa de la ciudad en suentramado de calles y edificios. Pero elsaqueo de Palermo convirtió cadapalacio barroco demolido, cada barriode viviendas de mala construcción, cadabloque de pisos con ciertasaspiraciones, en un monumento a lacorrupción y la delincuencia.

La historia del saqueo de Palermo,sin embargo, es esencialmente políticaantes que arquitectónica, y como tal

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tiene su origen en otra ciudad. Cuandolos italianos se quejaban de que laMafia estaba «dirigida desde Roma»,estaban expresando una versiónsimplista de una indudable verdad. Lospolíticos, contratistas y mafiososresponsables del saqueo de Palermoconstituían el extremo de una cadena quellevaba directamente a la sede central dela Democracia Cristiana, en la piazzadel Gesù, en Roma. Fue allí donde seinventó una forma completamente nuevade gobierno clientelista para la erademocrática.

El primer eslabón de la cadena eraAmintore Fanfani, un pequeño y

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orgulloso profesor de universidadoriginario de Arezzo, en la Toscana.Cuando se convirtió en líder de la DC,en 1954, propuso una modernizacióntotal del partido con el objetivo deconcentrar mayor poder en sus propiasmanos. La DC dominaba el gobierno delpaís, pero a su vez era susceptible a lainfluencia de otras fuerzas externas: porencima, el Vaticano y los titanes de laindustria italiana; por debajo, loscaciques conservadores que leproporcionaban votos en los pueblos yciudades. Resultaba difícil garantizar lapretensión de la DC de contar con elapoyo de esas fuerzas externas. Para

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tratar con ellas cuando menos en pie deigualdad, Fanfani creía que el propiopartido debía convertirse en unamoderna organización de masas y en unafuerza por derecho propio.

En Sicilia, como en gran parte delsur de Italia, la revolución de Fanfanisignificó dos cosas. En primer lugar, enel partido surgió una nueva clase depolíticos radicales: los denominados enla jerga política «jóvenes turcos»[97]. Yen segundo término, esos mismoshombres colonizaron todos los cargosque pudieron en el gobierno local onacional, los entes públicos y lascompañías nacionalizadas. Así, en la

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nueva DC los viejos y carismáticosnotables hubieron de llegar a un acuerdocon los sórdidos burócratas jóvenes ydinámicos que se proponían «ocupar elEstado» en nombre de su partido y de símismos. Los «jóvenes turcos»convirtieron los recursos públicos enrecursos de la DC.

El principal «joven turco»responsable de llevar a cabo elprograma de Fanfani en la isla, ysiguiente eslabón en la cadena decorrupción que unía Roma con el saqueode Palermo, era Giovanni Gioia. Este notenía notoriedad pública —TommasoBuscetta se limita a decir de él que tenía

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un «carácter glacial»—, y nuncadesempeñó cargo alguno en elmunicipio, pero aun así resultafundamental en la historia de la ciudaddurante aquellos años. Quienes leconocían le llamaban «el Virrey», yconsideraban que tenía el poderexclusivo de decidir quién sería elalcalde de la ciudad. A los veintiochoaños de edad, en 1954, Gioia seconvirtió en secretario de la DC para laprovincia de Palermo y, lo que no esmenos importante, jefe de la Oficina deOrganización del partido, encargada dela supervisión de los afiliados. Desdeentonces Gioia, o alguno de sus

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seguidores, controlarían la Oficina deOrganización durante casi un cuarto desiglo. Y sería desde este puesto clavedesde el que el glacial Gioiareinventaría la maquinaria políticasiciliana.

Al amparo de las reformas deFanfani se establecieron por primera vezfiliales locales de la DC por toda Italia;así, por ejemplo, en Palermo habíacincuenta y nueve. Aparentemente, elobjetivo era que la DemocraciaCristiana llegara a toda la comunidad,reclutando de ese modo a nuevosmiembros. Los seguidores de Fanfanilanzaron nuevos eslóganes proclamando

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el final de la «política de losmaccheroni», como se denominaba alintercambio de votos por favores. Lamecánica de esta modernización políticaera sencilla; la nueva estructura de laDC significaba que los miembros concarnet elegían a los líderes del partidoy, asimismo, votaban a unos delegadosque a su vez elegirían a los candidatoselectorales. Al menos esa era la teoría.En la práctica, y en Palermo, el poder noestaba en manos de los afiliados, sino enlas de Gioia. Con este en la Oficina deOrganización de la DC se inscribíacomo afiliados a amigos, parientes,personas fallecidas y a gente cuyos

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nombres se elegían al azar en la guíatelefónica. Cuantos más miembros teníauna sección local del partido, másdelegados podía enviar a los congresos.En otras palabras, cuantos másmiembros podía exhibir un jefe localcomo Gioia, más poder podría ofreceral jefe de una facción nacional de la DCcomo Fanfani. Consecuentemente, elprodigioso aumento del número deafiliados en la isla proporcionaría a laDC siciliana, y a Fanfani, unadesproporcionada influencia en la DCnacional (de hecho, el pequeño profesoruniversitario fue seis veces ministro).

Pero todo este poder que el «Virrey»

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Gioia había obtenido dentro de laDemocracia Cristiana de Sicilia no teníavalor alguno en sí mismo, solocompensaba si el partido podíadistribuir los puestos de trabajo,permisos, becas y otros valiosos activosderivados del control de laadministración local y regional. Sehabía preparado así el escenario para elsaqueo de Palermo y para la apariciónen escena de sus dos principalesvillanos, Vito Ciancimino y Salvo Lima,ambos elegidos al ayuntamiento de laciudad por primera vez en 1956, yambos partidarios de Gioia. Serían ellosquienes convertirían la política de los

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maccheroni en la política del hormigón.En cuanto a su carácter, Ciancimino

y Lima eran casi diametralmenteopuestos. El primero era hijo de unbarbero de Corleone. Era arrogante,grosero, brillante y ambicioso. Sus fotosde la época del saqueo de Palermomuestran a un hombre con cara de ratavestido con un elegante terno, unallamativa corbata, los cabellos alisadoshacia atrás y un bigote fino y negro.Lima, hijo de un archivero municipal,era licenciado en derecho y habíainiciado su vida laboral en el Banco deSicilia. De ojos saltones y cabellospulcramente cortados, tenía de

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regordete, refinado y delicado lo queCiancimino de flaco, ordinario ydesagradable.

El «agresivo malversador de Corleone» VitoCiancimino (con un cigarrillo en la boca),vinculado al «saqueo de Palermo» a manos dela Cosa Nostra. [Labruzzo, Palermo.]

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A pesar de militar ambos en lafacción de Fanfani de la DC, Cianciminoy Lima mantenían diferentes relacionescon la Mafia. De ahí que TommasoBuscetta tuviera una visión distinta delos dos. A Ciancimino le recordaríacomo un «agresivo malversador deCorleone», que solo miraba por suspropios intereses y los de los hombresde honor de su ciudad natal. Buscetta —que era un viejo enemigo de loscorleonesi— siempre canalizaba haciaLima los votos que él controlaba. Nuncase llamaron por su nombre de pila y losdos eran hombres de pocas palabras,pero su relación comercial se basaba en

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lo que Buscetta denominaba «respetomutuo y sincera cordialidad».Conocedor de la pasión que Buscettasentía por la ópera, Lima se asegurabade que tuviera siempre entradas para elTeatro Massimo.

Entre Ciancimino y Limaconvirtieron el aparentemente humildecargo municipal de director de ObrasPúblicas en la más descarada y lucrativamaquinaria clientelista de toda Italia.Entre 1959 y 1963 —los años en los quela fiebre de la construcción fue másintensa, y los años en los que primeroLima y luego Ciancimino ocuparon elcargo de director de Obras Públicas—,

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el ayuntamiento concedió el 80 porciento de un total de 4.205 licencias deedificación a solo cinco hombres. Enaquella época el grueso de la economíade Palermo dependía de la construcciónfinanciada con fondos públicos. Por lotanto, una enorme proporción de lariqueza de la ciudad se canalizó a travésde aquellos cinco personajes.

Pero como cabría esperar, estos noeran precisamente grandes magnates dela construcción de talla nacional. Enrealidad eran unos don nadie. Sesuponía que la Dirección de ObrasPúblicas solo concedía licencias aingenieros civiles cualificados para

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realizar el trabajo. Pero alguien habíaencontrado un reglamento que seremontaba a 1889, antes de que existierala moderna titulación de ingeniero civil;según dicho reglamento, las empresas alas que se concedía una licencia deconstrucción tenían que contar con un«maestro de obra» o un «contratistacapacitado». El ayuntamiento tenía listasde tales personas, elaboradas conformeles había ido dando su aprobación a lolargo del tiempo; y los cinco principalestitulares de licencias en el sistema Lima-Ciancimino figuraban en una lista que seremontaba con anterioridad a 1924. Peroademás todo parece indicar que los

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títulos que se mencionaban eran falsos.Parece ser que uno de los cinco hombresno era más que un comerciante decarbón. Otro resultó ser un antiguoalbañil, que posteriormente trabajócomo portero y conserje en un bloque depisos cuya construcción supuestamentehabía supervisado. Cuando se leentrevistó, se limitó a decir que habíahecho lo que tenía que hacer para podertirar adelante, y que había firmado laslicencias a favor de algunos «amigos».

Si se contempla desde el punto devista de esos «amigos», antes que desdeel de los políticos, el saqueo de Palermose inició ya en los propios solares, con

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los mafiosos vigilando ahora las obrasen construcción igual que antaño habíanvigilado los limonares, ya que elvandalismo y el robo podían interrumpiruna obra si el capo local así lo decidía.La segunda capa de la influenciamafiosa estaba integrada por una densafila de pequeños subcontratistas queproporcionaban trabajadores y material.Aun en el caso de que Lima yCiancimino no hubieran existido, en estenivel los políticos y las empresas deconstrucción habrían tenido que llegar aun acuerdo con la Mafia. En un nivelsuperior se hallaban los grandesempresarios de la construcción, hombres

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vinculados a corruptos entramados deamigos, parientes, clientes y adláteres;entramados que se van haciendo másespesos cuanto más profundiza uno enellos, vinculando a políticos locales,funcionarios municipales, abogados,policías, contratistas, banqueros,empresarios y mafiosos.

En el centro de esos entramadosestaban Gioia, Lima y Ciancimino. Elmétodo de los «jóvenes turcos» era unaforma de caos cuidadosamenteorquestado, tal como demuestra lahistoria del plan de desarrollourbanístico de Palermo.

Este inició su andadura en 1954.

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Cada vez que parecía estar a punto deconcluirse, en 1956 y 1959, sepresentaban cientos de enmiendas enrespuesta a solicitudes de ciudadanosparticulares, muchos de los cualesresultaban ser políticos de la DC,mafiosos o parientes y socios suyos. Elplan se aprobó definitivamente en 1962.Pero para entonces la Dirección deObras Públicas había otorgado yanumerosas licencias de construcciónbasándose en la versión de 1959, y sealzaban bloques de pisos en muchas delas áreas que se suponía que el plantenía que regular. Aun después de 1962,las personas que tenían acceso a Gioia,

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Lima y Ciancimino podían lograr que elplan se modificara a su favor, o que seperdonaran retrospectivamente lasviolaciones de la ley de planificación.Solo en un caso se ordenó la demoliciónde una estructura construida ilegalmente,pero no hubo ninguna empresa que seatreviera a presentarse a la adjudicacióndel contrato.

Hay que decir que estos métodos nocarecen de cierta genialidad. El planurbanístico, como los reglamentos queestablecían a quién se podían concederlos permisos, aspiraban a evitar laconstrucción ilegal. Sin embargo, bajola batuta de Lima y Ciancimino esas

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medidas solo servían para situar conmás firmeza en manos de los políticos elpoder de construir ilegalmente. Se tratade una amarga paradoja que a lositalianos les resulta demasiado familiar:cuanto más severa es una norma, másalto es el precio que un político puedeexigir por hallar la forma de saltársela.

Luego estaba también el factor«miedo». El caso de Pecoraro da unaidea del temor que Ciancimino, el«agresivo malversador de Corleone»,era capaz de suscitar. En agosto de 1963Lorenzo Pecoraro, socio de una empresade construcción, envió una carta alprincipal juez de instrucción de Palermo

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acusando a Ciancimino de corrupción.El caso se derivaba de un incidente porel que Ciancimino había negadoilegalmente una licencia de construccióna la empresa de Pecoraro, mientras queal mismo tiempo se concedía un permisopara construir en un solar adyacente aotra empresa, Sicilcasa, pese al hechode que su propuesta quebrantaba envarios sentidos la regulaciónurbanística.

La empresa de Pecoraro respondióal bloqueo de su proyecto tratando deacercarse a Ciancimino a través de unintermediario, el capo mafioso de lazona en la que deseaba construir. Tal

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acercamiento pareció dar resultado, yaque Ciancimino prometió conceder lalicencia. Pero entonces se produjo unretraso causado por una huelga deempleados municipales. Cuando estafinalizó, y por razones que aún hoy sedesconocen, Pecoraro había perdido elfavor del mafioso. Asimismo,Ciancimino había cambiado de táctica;se dijo a los ejecutivos de la empresa dePecoraro que solo tendrían su licencia sipagaban un cuantioso soborno aSicilcasa.

En su carta al juez de instrucciónPecoraro mencionaba a un testigo que lehabía dicho confidencialmente que

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Ciancimino era socio de Sicilcasa ensecreto. También afirmaba tener unacinta grabada de Ciancimino en la quese jactaba de que Sicilcasa le habíaregalado un piso. En otra cinta quetambién poseía —sostenía Pecoraro—se podía escuchar a un notarioconfesando que él era el canal a travésdel cual los enormes sobornos que sepagaban por las licencias urbanísticasiban a parar a la Dirección de ObrasPúblicas de Ciancimino. Por otra parte,entre los acontecimientos del casoSicilcasa y la carta de Pecoraro al juez,el capo mafioso y tres socios deSicilcasa habían sido detenidos y

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acusados de asesinato.Pese a todas estas evidencias, el

juez al que Pecoraro había remitido suinforme no halló base suficiente para unjuicio. Solo al año siguiente el caso sesometería al examen de una comisión deinvestigación parlamentaria. Perocuando eso sucedió, Pecoraro envió unacarta a la comisión en la que afirmabaque sus anteriores acusaciones contraCiancimino habían sido el «resultado deuna información errónea». Además —añadía—, los rumores que acusaban aCiancimino de corrupción los habíanoriginado personas que tenían rencillaspersonales y políticas con él.

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Ciancimino —concluía Pecoraro habíasido «siempre un ejemplo de decencia yhonestidad». El asunto terminó aquí.

Ciancimino y Lima fueron lospolíticos de la DC más infames de suépoca, y los que más rápido viajaronrumbo a la riqueza y la influencia por unnuevo y tortuoso camino. Durantedécadas una horda de políticosfavoritistas convertirían la DC sicilianaen un laberinto de clientelas, camarillas,facciones, contrafacciones, alianzasencubiertas y disputas abiertas; unlaberinto que incluso los másexperimentados periodistasdesesperaban de descifrar. A finales de

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la década de 1960, uno de ellos fue aentrevistar a lo que él calificaba comoun destacado «personaje» de la DC. Alentrar en el nuevo piso del político enPalermo, el periodista encontró

… un interior de mármol,cuadros de grandes maestros,muebles de todos los estilos,espléndidos objetos antiguos deoro en perfectas condiciones;vitrinas con joyas, monedas yreliquias arqueológicas;inestimables crucifijos de marfilen promiscua compañía conbarrigudos budas de jade. Me

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quedé estupefacto, como si mehubiera tropezado con elabultado botín de un corsario. Elpersonaje en cuestión estaba allí,vestido con una larga bata,amartelado con sus jefes decampaña, que habían acudido detoda la zona. Era el mismohombre al que yo había conocidoen los comienzos de su carrerapolítica, cuando era tan pobrecomo Job. Y no podía dejar depreguntarme qué sortilegio habíahecho brotar del suelo aquel ríode oro en torno a él[98].

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El poder que, junto con otros,Ciancimino y Lima fueron los primerosen crearse en la década de 1950perduraría durante décadas. Cianciminosolo fue arrestado en 1984, y no seríafinalmente condenado hasta 1992,cuando se convertiría en el primerpolítico procesado por colaborar con laMafia. El 12 de marzo de ese mismoaño, Salvo Lima —por entoncesmiembro del Parlamento europeo—cayó víctima de un sistema judicial unpoco menos lento: fue asesinado a tiroscerca de su casa de Palermo, en elresidencial barrio costero de Mondello.No se sabe con certeza si Lima era

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realmente un hombre de honor, comoafirman algunos pentiti de la Mafia.Buscetta lo consideraba poco probable,pero afirmaba que el padre de Limahabía sido miembro de la principal«familia» de Palermo. De lo que nadieduda es de que fueron sus antiguosamigos quienes pusieron finabruptamente a su carrera política.

* * *

Como siempre, las historias sobre laMafia plantean ciertas cuestiones sobreItalia en su conjunto; en este caso,

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acerca de por qué la opinión públicaitaliana no se sintió lo bastanteindignada por lo que estaba ocurriendoen Sicilia (y en gran parte del sur delpaís) para que hubiera gente que tratarade hacer algo al respecto. Ni que decirtiene que las razones de ello serelacionan con el poder y con el dinero.

Los años más frenéticos del saqueode Palermo coincidieron con el«milagro» económico de Italia. Afinales de la década de 1950 yprincipios de la de 1960 la economía dela nación se precipitó en una era demasiva producción industrial. Losvastos fondos que iban a parar a manos

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de los «jóvenes turcos» del sur del paísprocedían de los crecientes beneficiosde las fábricas de Génova, Turín yMilán, en el norte. Pero la gran empresano se mostraba especialmente inclinadaa protestar por el despilfarro. Muchasde las mayores empresas deconstrucción tenían sus propietarios enel norte. Asimismo, la industriaseptentrional necesitaba que el mercadode consumo de la Italia meridional seviera incentivado por el gasto público.Gran parte del dinero que se repartíacon tanta indolencia en Palermo yNápoles volvía a la península paracomprar radios, neveras, motos y

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coches. Como ventaja política añadida,el electorado democratacristiano del surtambién ayudaba a mantener a raya a loscomunistas. Durante décadas muchositalianos preferirían seguir el principioexplicitado por un destacado periodistade derechas en el decenio de 1970:«Tápate la nariz y vota DC».

Y además, obviamente, a través detodos los cambios acaecidos en lasdécadas de 1950 y 1960, la DC pudocontar en todo momento con el apoyo dela Iglesia. El cardenal arzobispo dePalermo entre 1946 y 1967 (fecha de sumuerte) fue Ernesto Ruffini, un hombreque llevó a la Iglesia de Sicilia al punto

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culminante de su culpable ceguera frentea la realidad del crimen organizado y laconnivencia política. Ruffini procedíade Mantua, en el norte del país, pero eramás siciliano que nadie en lo que serefería a su obstinado amor por la isla.Allí —imaginaba— la fe era algo másprofundo que la creencia individual;tenía sólidas raíces en las costumbrescampesinas, desde donde llegaba hastala vida política. Sicilia era lo que másse acercaba en el mundo al ideal de unasociedad totalmente cristiana. Sersiciliano y ser creyente eran dos cosasque resultaban inseparables. Si lositalianos tenían la misión de llevar al

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mundo el mensaje de la Iglesia, entoncesel pueblo siciliano tenía en Italia unamisión especial; cuando el Norteindustrial parecía sucumbir almaterialismo, la feliz isla de la fe habíade dar ejemplo y erigirse en fortalezacontra el Diablo, Marx y los masones.En resumen, pues, Ruffini tenía una ideadel mundo absolutamente fabulosa.

El cardenal arzobispo sentía unhonesto terror por el comunismo, ydesechaba la existencia de la Mafiacomo una invención de las tácticasintimidatorias del comunismo. Ya en1947, cuando la banda de SalvatoreGiuliano había ametrallado a las

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familias campesinas de Portella dellaGinestra, el cardenal había escrito alPapa para explicarle que, aunque«ciertamente no podía aprobar laviolencia» de ningún bando, «eraninevitables la resistencia y la rebeliónfrente al comunismo y susintimidaciones, sus mentiras y susengañosas intrigas, y sus teoríasantiitalianas y anticristianas»[99]. En laselecciones generales de 1953 anuncióque constituía una «grave obligación» delos creyentes estampar su cruz junto alsímbolo de la DC en la papeletaelectoral. Es más, dejar de votar contrala «inminente amenaza planteada por los

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enemigos de Jesucristo» era nada más ynada menos que un pecado mortal. Noobstante esta advertencia, y a pesar delos cinco años de gobierno de la DC enRoma, el porcentaje de votos obtenidospor la DC en Sicilia descendiódrásticamente, pasando de algo menosdel 48 por ciento a poco más del 36 porciento. Era evidente que la isla estaballena de mortales pecadores.

Era aquel el principio de un períodode rápidos cambios sociales que a unhombre con las opiniones de Ruffinisolo pudieron parecerle una largaoleada de catástrofes. La «galopanteapostasía» del comunismo se extendió

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por algunas regiones de Italia en unadensa red de cooperativas deproducción y de vivienda. Luego, laexpansión económica de la década de1950 y principios de la de 1960desgarró a un gran número decampesinos del sur del tejido local de sureligión, enviándoles a trabajar a losedificios en construcción y las fábricasde Génova, Turín y Milán. Y ni siquierala censura del gobierno y de la Iglesiapudieron impedir que Hollywoodeducara a los jóvenes en la inmoralidady el consumismo.

Y lo que era aún peor, laDemocracia Cristina, la vanguardia

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elegida por la Santa Iglesia en sucruzada contra la izquierda atea, noparecía estar cumpliendo su noblemisión. La desorganización del partido,sus fieras luchas fratricidas y sudespreocupado manejo del dineropúblico incluso se estaban convirtiendoen objeto de cautelosas críticas porparte de algunos de los principaleseclesiásticos. Es más, tras el revés delas elecciones de 1953, la DC se vioforzada a contar con otros aliados máslaicos situados tanto a su derecha comoa su izquierda con el fin de mantenerseen el poder. Algunas de las faccionesdel partido trataban de alejar al Partido

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Socialista de su alianza con loscomunistas, y de hecho los socialistaspasaron a formar gobierno con la DCpor primera vez en 1963. Al mismotiempo, lo que la Iglesia denominaba«agnósticos» y «liberaloides» del libremercado estaban cobrando fuerza en elseno de la DC en la medida en que estase enfrentaba a la realidad de gestionaruna economía capitalista moderna.

Ninguno de esos acontecimientosalteró el respaldo de Ruffini a la DC, nisu lucha vitalicia para mantener a rayaal mundo contemporáneo. Pero no podíaignorar eternamente a la Mafia. Eldomingo de Ramos de 1964 el cardenal

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Ruffini redactó una epístola pastoral,titulada «El verdadero rostro deSicilia», que sería la primeradeclaración pública explícita y oficialde la jerarquía eclesiástica sobre laMafia; y ello, noventa y nueve añosdespués de que se utilizara el términomafia por primera vez. «El verdaderorostro de Sicilia» denunciaba unadiabólica conspiración mediática paradifamar a la isla. Era una conspiraciónque tenía tres puntas de lanza. Las dosprimeras eran las figuras más celebradasasociadas a Sicilia en las décadas de1950 y 1960: Danilo Dolci, conocidocomo el «Gandhi siciliano», cuya

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campaña en favor de la no violenciahabía llamado la atención sobre lasprivaciones sufridas por lascomunidades de pescadores y decampesinos de la Sicilia occidental; y elaristocrático novelista Giuseppe Tomasidi Lampedusa, autor de El gatopardo(1958), un retrato sensual ydesconsolado de la historia de la isla.La tercera punta de lanza de la ofensivamediática contra Sicilia era la Mafia, lacual —afirmaba Ruffini— norepresentaba nada más serio que elmismo tipo de crímenes que podíanencontrarse en otras partes de Italia y entodo el mundo.

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El cardenal Ernesto Ruffini legitima a unpolítico respaldado por la Mafia, Salvo Lima.

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Palermo, 1957. [Labruzzo, Palermo.]

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JOE BANANAS SE VA DEVACACIONES

Giuseppe Joe Bananas Bonanno fue detodos los capos de las cinco «familias»mafiosas de Nueva York el que disfrutódel reinado más largo. Nació en 1905,en el pequeño pueblo costero deCastellammare del Golfo; escapó de laItalia mussoliniana en la década de1920; luchó junto a SalvatoreMaranzano, castellammarese como él,contra Joe the Boss Masseria, y luego,tras la pacificación de la Mafianeoyorquina en 1931 a manos de Lucky

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Luciano, fue nombrado capo de su«familia». Desde entonces, y durantemás de tres décadas, Joe Bananasdirigiría el clan Bonanno desde su sedeen Brooklyn. Mientras él ocupó el cargola suya fue la más siciliana de las«familias» neoyorquinas. El dialecto dela isla era la lengua preferida en ella, yde hecho el propio Bonanno tuvosiempre dificultades con el inglés. Juntocon los Magaddino de Buffalo, conquienes Joe Bananas tenía vínculos desangre, la «familia» Bonanno mantuvosiempre estrechos vínculos con la Mafiade Castellammare del Golfo.

En 1983 Joe Bananas publicaría A

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Man of Honour («Un hombre dehonor»), un relato autobiográfico escritopor un «negro» y plagado de absurdasreferencias autojustificativas a «miTradición», expresión con la que alude ala Mafia. Uno de los capítulos másinteresantes del libro es el que habla decómo, en el mes de octubre de 1957, elcapo de Brooklyn viajó por todo lo altodurante varias semanas, regresando allugar de origen de su «tradición». Elrelato de lo que él denomina susvacaciones en Sicilia está repleto de laretórica habitual sobre la clásica culturasiciliana de la familia y el amor propio.Era la vuelta de Bonanno a sus raíces, a

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un pequeño mundo que habíaabandonado en su búsqueda de lalibertad y del éxito. Al llegar, expresósu admiración por el «arte de vivir» y la«exuberante afabilidad» de los italianos.De manera bastante más intuitiva,calificó de «vergonzoso» el aparato degobierno italiano, y un buen ejemplo deello se produjo cuando aterrizó en elaeropuerto de Roma, donde tuvo laagradable sorpresa de ser recibido abombo y platillo por el ministro deComercio Exterior de la DC, otro nativode Castellammare. «¡Anda que no seasombrarían mis amigos del FBI poresta principesca bienvenida!», parece

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que fue el comentario de Bonanno.Aunque no hay ninguna confirmaciónindependiente de esta anécdota, nadieque conozca la DC siciliana sesorprendería en absoluto si fuera cierta.Una vez en Palermo, el padrino visitantefue llevado de la mano por unadelegación de dignatarios y hombres dehonor que le mostraron con orgullo lasnuevas y espléndidas autopistas yedificios de oficinas que proliferabancomo setas por toda la ciudad. Quizá noresulta sorprendente el hecho de queaquella temprana visión del saqueo dePalermo no figurara entre los momentosmás interesantes de sus vacaciones.

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Aunque leyendo las patrañas dellibro de Bonanno uno jamás se loimaginaría, lo cierto es que susvacaciones en Sicilia representarían unpunto de inflexión para la Cosa Nostra aambos lados del Atlántico. En primerlugar, porque fue entonces cuando losmafiosos estadounidenses adjudicaron asus primos sicilianos la concesión de lasoperaciones relacionadas con el tráficode heroína. En segundo lugar, y nomenos importante, porque durante esemismo viaje la Mafia siciliana creó unacomisión a imagen y semejanza de lainstituida en Nueva York al final de laguerra castellammarese. Ambos hechos,

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íntimamente relacionados, prepararon elescenario en el que se desarrollaría eldrama de la historia de la Mafia durantelas cuatro décadas siguientes. Se puedesituar el origen de todo lo que ocurriríahasta la asombrosa violencia de ladécada de 1980 y principios de la de1990, y aun después, en el momento dela visita de Joe Bananas.

La información que ha llegado hastanosotros acerca de lo que sucediórealmente durante aquel viaje es parcial,pero enormemente sugerente; encualquier caso, resulta muy delicado darsentido a las evidencias, comprender nosolo el «qué», sino también el «porqué».

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Es esta una de las raras ocasiones en lasque los historiadores de la Mafiaitalianos han considerado imperativoañadir toda una serie de fundamentadassuposiciones al entramado de los hechosinequívocos de los que se dispone. Loque sigue es, pues, una mezcla deconocimiento y suposición, una mezclacreada con un propósito fundamental:penetrar en la política de la CosaNostra. El término política es aquíimportante y no se emplea en un sentidolaxo, ya que si el engranaje de laimplicación de la Cosa Nostra en laheroína era una cuestión comercial, lacreación de la comisión venía a ser el

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equivalente mafioso de una políticaconstitucional. A los no italianos ya noles escandaliza que se aluda a losmafiosos como empresarios; la imagendel capo mafioso visto como el siniestrodoble de un presidente de empresaconstituye hoy un clichécinematográfico. Y ello a pesar de quefuera de Italia los escritores todavía semuestran renuentes a dignificar lasmaquinaciones de unos ladrones yasesinos con el término política. Noobstante, y como han comprobado muybien durante décadas quienes seesfuerzan en comprender la Mafiasiciliana en su lugar de origen, utilizar

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cualquier otro término equivale asubestimar gravemente a la Cosa Nostra,puesto que la Mafia siciliana tiene unapolítica en un sentido muy literal. Comosubrayan constantemente los actualesjueces que la investigan, la Cosa Nostrajamás será derrotada a menos que secomprenda que constituye un Estadoparalelo, un organismo político que aveces se opone, a veces subvierte y aveces habita en el organismo delgobierno legítimo.

Durante la etapa de Palermo de suexcursión siciliana, en un copiosoalmuerzo de cinco horas celebrado en elrestaurante portuario Spanò, Joe

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Bananas se reunió con TommasoBuscetta, o al menos eso parece según laversión de los acontecimientos de esteúltimo. En aquella época Buscetta —elfuturo «capo de dos mundos», desertor e«historiador» de la Mafia— no era másque un prometedor soldado de Palermo.En consecuencia, la reunión en Spanòcomprensiblemente causó mucha mayorimpresión en él que en Joe Bananas, queni siquiera se molestaría en mencionarlaen sus recuerdos de vacaciones.Buscetta, en cambio, expresaríaefusivamente el «encanto» que sintió almantener una conversación íntima con unhombre al que describiría como

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«distinguido, elegante y dotado de unainteligencia especial». Era evidente queBuscetta había encontrado un modeloque imitar.

Aparte de la diferencia de estatusque había entonces entre Buscetta yBonanno, existen muchas otrasdivergencias en las versiones de ambos.Cuando Buscetta se puso a contar suhistoria, era un pentito que vivía alamparo de un programa de protección detestigos; cuando Joe Bananas contó lasuya, en 1983, estaba, como máximo,semirretirado. Por esa sencilla razónBuscetta resulta, con mucho, el máscreíble de los dos (aunque también

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cabría decir que las autoridadesestadounidenses se tomaron A Man ofHonour lo bastante en serio como parallevar a su autor ante un jurado deacusación).

Resulta llamativo, aunque apenassorprendente, que ambos mafiososdejaran exactamente la mismasignificativa laguna en sus relatos: eltema de los narcóticos. Joe Bananassostenía que jamás había tenido nadaque ver con las drogas, las cuales —protestaba— eran completamente ajenasa su «tradición». Buscetta se mofaba dela mera idea de que la visita de Bonannoa Sicilia hubiera tenido nada que ver

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con la heroína. Ambos hombres mentíandescaradamente, pero ambos lo hacíande una manera más interesante de lo quea primera vista podría parecer. No setrataba solo de dos criminales mintiendopara tratar de protegerse.

No cabe duda de que Buscettaresultaba un mentiroso más interesanteque su modelo italoamericano. Hasta sumuerte seguiría negando que jamáshubiera ganado dinero con las drogas.Pero contradiciéndose a sí mismo,también afirmaría que «No hay nadie enla Cosa Nostra que no esté conectadocon el tráfico de narcóticos». Esasdeclaraciones ostentan todos los rasgos

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distintivos del tipo de mentira táctica alque los hombres de honor sicilianos sontan especialmente adeptos. En realidadlos signos de ello son tan claros queprobablemente resultan deliberados.Buscetta estaba asegurándose de quecualquiera que supiera cómo interpretarsus palabras —el juez Falcone, porejemplo— pudiera comprenderperfectamente tanto que estabamintiendo como que no estaba dispuestoa decir nada más sobre lo queevidentemente constituía un temaimportante. Era una mentira tan grandeque tenía que crear un cordón sanitario asu alrededor para impedir que infectara

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la credibilidad de las otras cosas quetenía que decir.

Todo este embuste se había hechonecesario debido a que, en la época enla que Joe Bananas bajó las escalerasdel avión en Palermo, en EstadosUnidos la Cosa Nostra se hallaba en unaencrucijada. Se puede decir que encierto sentido tenía que decidir cuánilegal deseaba ser. La Mafiaestadounidense siempre se ha movidocon mayor libertad en aquellosmercados —como con los licores bajola ley seca o las loterías ilícitas— quesolo son «un poquito ilegales», y que, enconsecuencia, no es probable que

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pongan en una situación embarazosa asus amigos políticos. El juego es otroejemplo de ello; las décadas de 1940 y1950 fueron años en los que el crimenorganizado hizo fuertes inversiones enLas Vegas, la desértica meca del juegoestadounidense. Los mismos principiosde semiilegalidad se aplican a laintervención de la Mafia en lasrelaciones laborales. Esta ofrecía susservicios a los empresarios para romperhuelgas, o colaboraba con los sindicatospara extorsionar a trabajadores yempresarios a la vez. En cualquier caso,la Cosa Nostra apenas se apartaba de lasombra protectora de las instituciones

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legales y los poderosos grupos deintereses de las altas esferas.

Pero las drogas eran harina de otrocostal. En 1950 llegaron a oídos deEstes Kefauver, senador demócrata porTennessee, las alarmantes advertenciasque había hecho la Oficina Federal deNarcóticos acerca de la redinternacional de tráfico de drogas de laMafia. Al año siguiente, las audienciasdel «Comité Especial del Senado paraInvestigar el Crimen en el ComercioInterestatal», dirigido por Kefauver, setransmitirían por televisión, y losnorteamericanos podrían ver a docenasde mafiosos acogiéndose a la Quinta

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Enmienda a la hora de responder a laspreguntas del senador. Frank Costello,el antiguo contrabandista de licores yrey de las tragaperras de Nueva York,no permitió que la cámara mostrara nadade él por encima de los hombros; peroel «baile de manos» que acompañó a laastuta explicación que dio de susintereses comerciales se convertiríapara muchos televidentes en elemblemático recuerdo de aquellassesiones.

A raíz de las audiencias del comitéde Kefauver, Estados Unidosredescubrió su miedo a la Mafia; unmiedo que ya había poseído a la nación

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casi medio siglo antes, en los días delasesinato del «cadáver del barril» y delteniente Joe Petrosino. Pero esta vez eltemor y la fascinación que despertaba laMafia se veían alimentados por el miedoa las drogas. Esto trajo consigo unmontón de discursos políticamentemotivados y un pequeño boom editorial;un escritor, inspirándose en Kefauver,calificaba a la Mafia de «la mayoramenaza a la moral de toda la historia»y «la principal fuente de toda ladelincuencia mundial». Se habíainiciado el largo romance de laposguerra entre Estados Unidos y laMafia.

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A pesar de todas las exageraciones ypuras fantasías del nuevo temor a laMafia de Norteamérica, y pese al hechode que J. Edgar Hoover, director delFBI, seguía negándose a creer que laMafia siquiera existiera, los efectos delas audiencias de Kefauver para loshombres de honor fueron bastantegraves; llevaron a la administraciónfederal a aprobar la Ley de Control deNarcóticos en 1956, y estipularon unapena máxima de cuarenta años de cárcelpara los delitos relacionados condrogas. Según estimaciones policiales,en la época en la que Joe Bananas viajóa Sicilia para «relajarse» —como él

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decía—, uno de cada tres miembros dela «familia» Bonanno había sidoarrestado con cargos relacionados conlos narcóticos. A las demás «familias»neoyorquinas les fue aún peor; el clanLucchese, por ejemplo, sostenía quehabía perdido al 60 por ciento de supersonal.

Como explicarían posteriormentetanto Buscetta como Bonanno, enrespuesta a aquellas medidas los líderesde la Mafia norteamericana prohibieronel tráfico de drogas (también afirmaríanambos que solo los otros mafiososquebrantaron la prohibición, lo cualresulta totalmente improbable). Hay

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muchas otras fuentes que confirman queciertamente se tomó esa medida, y todasy cada una de dichas fuentes señalantambién que la norma se infringió demanera rutinaria. En realidad se tratabade una fachada destinada a dar laimpresión de que la organización sehabía distanciado de aquella «basura».Pero solo podía ser una medidaprovisional.

Para empeorar aún más las cosas, en1956-1957 la más importante baseinsular utilizada por la Cosa Nostra enel tráfico de narcóticos —la islacaribeña de Cuba— empezaba a escapartambién a su control. El corrupto y

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brutal dictador Fulgencio Batista yZaldívar se desmoronaba frente a lafamosa guerrilla de Fidel Castro yErnesto Che Guevara en Sierra Maestra.En 1958 Estados Unidos finalmente leretiró la ayuda militar a Batista, y enenero del año siguiente Castro entrabaen La Habana.

No hace falta, pues, mucha cienciapara imaginar por qué Joe Bananas fue adescansar a Sicilia en 1957. Suorganización necesitaba tres cosas paraproteger sus intereses en el narcotráfico:una fuente de mano de obra fiable, unsocio al que ceder la «concesión» de unnegocio que se había vuelto demasiado

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perjudicial para gestionarlodirectamente, y una nueva base para eltransbordo de mercancías.

En la década de 1950, el control delterritorio por parte de la Cosa Nostraera mucho más completo en Sicilia queen Estados Unidos; de ahí el deleite deBonanno al verse recibido a bombo yplatillo. Pero los atractivos de Italia noterminaban con su gratamente«vergonzoso» aparato de gobierno; elpaís contaba también con uninsignificante índice de consumo dedrogas, por lo que no había el menorinterés político en abordar el problema.Además, dado que los hombres de honor

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sicilianos ya recorrían todo elMediterráneo a causa del contrabandode tabaco, no sería demasiado problemapara ellos recoger la heroína refinada enel sur de Francia cuando estuvieran allí.Por otra parte, en aquel momento habíauna nueva oleada de inmigrantessicilianos que ponían rumbo al oestecruzando el Atlántico, y que llevabansus pertenencias en baúles queconstituirían el vehículo perfecto para eltransporte de la droga. La única razónpor la que Joe Bananas no se habíatomado antes sus vacaciones era que lasaudiencias de Kefauver habían hechoque se rompieran los contactos de alto

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nivel entre las dos Mafias.Durante cuatro días del mes de

octubre de 1957, Joe Bananas presidióuna serie de reuniones entre mafiosossicilianos y estadounidenses celebradasen el Grand Hotel des Palmes, enPalermo. Dicho hotel —en aquellaépoca el más espléndido de la ciudad—había sido antes una de las residenciasurbanas de la «familia» Whitaker, ytenía fama por haber sido allí dondeRichard Wagner había compuesto suúltima ópera, Parsifal, en el invierno de1881-1882. Actualmente el Hotel desPalmes es el lugar donde se alojan lamayoría de los periodistas italianos

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cuando viajan a Palermo para cubrir laúltima atrocidad o el último juicio de laMafia.

Aunque no disponemos de ningunadescripción de primera mano delcontenido de aquellas reuniones, yaunque la policía apenas se tomó interésen lo que ocurría en el hotel, la lista dehuéspedes resulta muy instructiva. Entrelas personas a las que se vio entrar ysalir de la suite de Bonanno se hallabans u consigliere, Camillo CarmineGalante, y otros destacados miembrosde la «familia» Bonanno, de Brooklyn,incluyendo a Giovanni John Bonventre yal lugarteniente del capo, Frank

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Garofalo, que estaba en Castellammaredel Golfo desde el verano. Ladelegación estadounidense incluíatambién a destacados miembros de la«familia» Magaddino, de Buffalo, asícomo a Lucky Luciano, que vivíaexiliado en Nápoles después de habersido expulsado de Estados Unidos en1946. La más importante presenciasiciliana era la del jefe de la «familia»en Castellammare del Golfo, unMaggadino, como los parientes de JoeBananas en Buffalo. Los demás teníantambién fuertes vínculos transatlánticos.

Algunos han sugerido que quizáBuscetta también estuviera presente. De

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hecho, este negaría rotundamente —y,por lo tanto, sospechosamente— que lareunión hubiera tenido lugar. Peroestuviera alli o no, el caso es que losnombres de quienes sin duda asistierondan una idea bastante clara de la clasede reunión de la que se trataba: elencuentro en el Hotel des Palmesreforzaba el vínculo entre las másnorteamericanas de las cosche sicilianasy las más sicilianas de las «familias»norteamericanas. En otras palabras, nofue una conferencia entre la Mafiaestadounidense y la Mafia sicilianacomo tales. Fue una convencióncomercial antes que una cumbre

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diplomática. Y el negocio del que setrató fueron las drogas.

En 1957 la implicación de la Mafiasiciliana en el tráfico de drogas enEstados Unidos no era ninguna novedad.Ya en la década de 1920 se traficabacon morfina oculta en cajas de naranjasy limones. Nick Gentile menciona cómose ocultaban las drogas en los envíos dequeso, aceite, anchoas y otros productossicilianos. La empresa importadoraMamma Mia, del capo neoyorquino JoeProfaci, era una de las numerosastapaderas comerciales para el tráfico denarcóticos. Pero el número de arrestos eincautaciones producidos en los años

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posteriores a las vacaciones de JoeBananas en la isla revelarían unmarcado incremento de la participaciónsiciliana y una cooperación mucho másestrecha entre las dos orillas criminalesdel Atlántico. Los efectos de lasdecisiones que se tomaron entre lasalfombras rojas y los espejos de marcodorado del Hotel des Palmes resultan,pues, mensurables. Tal como señalaríaposteriormente un abogadoestadounidense, todos los participantesen la reunión eran «ases de losnarcóticos»; la heroína se convertiría enel nuevo «deporte» transatlántico de loshombres de honor.

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Había un invitado al Hotel des Palmesque parecía estar más bien fuera delugar. Era Giuseppe Genco Russo, el«Gina Lollobrigida» que en ciertaocasión vaciara sus tripas delante de unjoven e incrédulo Tommaso Buscetta. Enla época de la reunión en el Hotel desPalmes, Genco Russo había sucedido adon Calò Vizzini como máximaautoridad de la Sicilia central y ahoradisfrutaba de la inmerecida reputaciónde ser el «capo de capos» de toda laMafia siciliana. Pero por entonces —ycomo Buscetta se encargaría de dejarclaro— tal cargo no existía, y de haberexistido, no habría sido ocupado por un

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hombre de honor de la aisladaMussomeli. Probablemente GencoRusso estuvo en el Hotel des Palmessolo porque uno de los mafiosos allípresentes era pariente suyo, ya que notenía suficiente poder en Palermo —y nodigamos en Nueva York— paracontribuir demasiado a lasconversaciones celebradas en el hotel.Sin embargo, desde esta perspectivasemidistante fue capaz de identificar elproblema político subyacente a laspropuestas comerciales de Joe Bananas.En medio de la cháchara de la reuniónse le oyó decir: Quannu ci sunu troppicani sopra un ossu, beato chiddu chi pò

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stari arrassu («Cuando hay demasiadosperros detrás de un solo hueso, es mejorquitarse de en medio»). En lenguajeprofano aquello significaba que elacceso al mercado estadounidense de laheroína a la escala imaginada por JoeBananas estaba destinadoinevitablemente a crear rivalidades.

Y fue precisamente para gestionaresas rivalidades comerciales para loque se creó la comisión. AunqueTommaso Buscetta mantendría un pococreíble silencio sobre el tema de losnarcóticos, sí entraría en detalles, encambio, al hablar de cómo evolucionó laidea de una comisión. Así, explica que

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tras la caída del fascismo y hasta 1957,las comunicaciones en el seno de laCosa Nostra siciliana eran intensas perofragmentadas. Pequeños grupos dehombres de honor particularmenteinfluyentes, procedentes de distintas«familias», solían reunirse para tratar dediversos asuntos en su habitual lenguajetelegráfico y alusivo; las decisiones setomaban siempre con lentitud, tras largasrondas de consultas.

La propia decisión de crear lacomisión se tomó de esta maneraindirecta. Fue en el almuerzo celebradoen el restaurante Spanò donde Buscettaoyó por primera vez a Joe Bananas

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sugerir la creación de una comisión alos tres o cuatro sicilianos que sesentaban junto a él, y probablementepropuso la idea a muchos otros durantesu estancia. A todo el mundo pareciógustarle. Una vez se alcanzó un consensode la forma habitual, el propio Buscettase puso manos a la obra para convertirla sugerencia de Bonanno en unarealidad que funcionara. Le ayudaron enello dos jóvenes mafiosos quedesempeñarían un papel fundamental enla futura historia de la Cosa Nostra:Gaetano Tano Badalamenti, subjefe deCinisi, cuya cosca se hallabaestrechamente vinculada a la «familia»

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de Detroit, y Salvatore Pajarito Greco—así llamado por su pequeña ydelicada complexión—, uno de losGreco de Ciaculli que habíansobrevivido a la guerra de 1946-1947.Los tres se convertirían en grandestraficantes de narcóticos.

Fue el grupo de trabajo«constitucional» integrado por estos treshombres —Buscetta, Badalamenti yPajarito Greco— el que estableció lasnuevas reglas básicas de la Cosa Nostra.Cada una de las provincias de Siciliatendría su propia comisión (hasta 1975no se crearía una comisión regional, ointerprovincial, para toda la isla). En la

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provincia de Palermo había demasiadas«familias» —alrededor de cincuenta—para que resultara viable tener un cuerpoconsultivo en el que estuvieranrepresentadas todas ellas. Así pues, seestablecería un nivel intermedio, elmandamento (distrito), en el que seunirían tres «familias vecinas»; entreestas tres «familias» se elegiría a unsolo representante de cada mandamento,que ocuparía un puesto en la comisión.Para evitar que se concentrara unexcesivo poder en manos de unas pocaspersonas, se prohibió que nadieasumiera a la vez el papel de capo de la«familia» y representante en la

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comisión. Y la función fundamental de lacomisión sería decidir sobre losasesinatos de los hombres de honor.

La comisión de Palermo no era,pues, una junta directiva del tráfico deheroína internacional. En realidad setrataba de un mecanismo representativocuidadosamente diseñado, una criaturapolítica antes que comercial. Y comotal, no tenía nada de intrínsecamentenuevo. Hoy sabemos por el informe deSangiorgi que ya a finales del siglo XIXlas cosche de la zona de Palermo teníanrondas de consulta oficiales y un sistemade juicios unificado. De este modo, ypese a lo que creían tanto Buscetta como

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Bonanno, la comisión no constituía unacompleta novedad de la historia de laMafia. Más bien representaba una nuevasolución a un problema tan viejo con lapropia organización: cómo combinar elcontrol territorial con el comercioilegal. Dicho esto, no cabe duda de quela creación de la comisión tendríaconsecuencias políticas trascendentales,ya que el poder de decidir sobre la viday la muerte de otros mafiosos dejabaahora de estar en manos de los capos delas «familias».

La cuestión es: ¿por qué en esemomento?, ¿por qué precisamente elengranaje de la implicación siciliana en

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el negocio de las drogas llevó a lacreación de un aparato constitucional tanelaborado? La respuesta que han dadolos historiadores italianos lleva almismo núcleo de las relaciones entre losnegocios y la política en el seno de laCosa Nostra. Y la mejor manera deexplicarla es, una vez más, haciéndolo através de los ojos de Tommaso Buscetta,ya que en esta cuestión, como en muchasotras, Buscetta representa un testimoniocrucial, aunque no del todo objetivo,pero que de hecho resulta crucialprecisamente por eso mismo.

Buscetta describe alegremente lacomisión como «un instrumento de

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moderación y de paz interna», «unabuena manera de reducir el temor y losriesgos que todos los mafiososafrontan». Esta descripción se hallabastante en sintonía con su visión de lavida en la Mafia en su conjunto.Buscetta concibe la Cosa Nostra comouna noble hermandad, antes que comouna jerarquía; en su mente, los hombresde honor son todos iguales, y el vínculoque les une es el respeto mutuo antes quela obediencia a un capo. «Todossentimos que formamos parte de unaelite muy especial», afirma. Se trata deuna visión nostálgica que encaja con laimagen que Buscetta trata de dar de sí

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mismo: la de una especie de emisarioitinerante del hampa. Y como tal, resultatan cautivadora, y tan poco plausible,como un anuncio electoral. En realidadBuscetta tenía razones estratégicas bienprácticas para querer que la comisiónadoptara la forma que adoptó; razonesque se explicarán mejor si observamossu trayectoria.

Dentro de la Cosa Nostra se puedehacer carrera en dos frentes: la políticay los negocios. Un hombre de honorpuede ascender en la escala interna delestado paralelo, convirtiéndose encapodecina, en consigliere, en capo, yasí sucesivamente; o puede potenciar sus

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propios intereses comerciales más alláde su «familia» o territorio concretos,recorriendo el mundo para explotar lasincomparables posibilidades queofrecen las redes criminales mafiosas.Buscetta, pese al enorme respeto del queera objeto en la Cosa Nostra, jamáspasó del rango de soldado, mientras queviajó extensamente a lo largo de toda suvida criminal; constituye, pues, elejemplo perfecto del mafioso que siguela segunda vía, como lo es también,pongamos por caso, Cola Gentile, elhombre de honor siciliano-americano decomienzos del siglo XX.

Lucky Luciano representa un caso

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interesante, ya que siguió ambas vías endiferentes etapas de su vida. Antes deser encarcelado por proxenetismo en1936, su autoridad era meramenteterritorial; dirigía lo que se podríadenominar una banda «de poder», ungrupo delictivo dedicado a la extorsiónde los negocios tanto legales comoilegales de un área concreta. Tras serexpulsado de Estados Unidos en 1946,Luciano no se estableció en Palermocomo parecería lógico en un mafiosonacido en Sicilia. En lugar de ello, sedirigió a Nápoles, en la península,donde organizó todo tipo de tráficoilegal, incluyendo el de narcóticos.

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Durante el resto de su vida se integraría,por lo tanto, en lo que podríadenominarse el modelo de la banda«empresarial», dedicada al tráficoilegal, pero carente del poder decontrolar el territorio. Un matónnapolitano de segunda fila se encargaríade demostrar en cierta ocasión estehecho de forma dramática, abofeteandopúblicamente a Luciano, que no pudohacer nada para vengar el sfregio.

La cuestión es que, al ser un hombrede honor que estaba más próximo almodelo de la banda «empresarial» queal de la banda «de poder», que resultabaser más un empresario de los narcóticos

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que un estadista de la extorsión,Buscetta tenía especial interés endebilitar el poder de los jefes de las«familias» y en obtener más autonomíacomercial para los hombres de honorindividuales. Con el aumento del tráficode heroína entre Europa y Norteamérica,los ambiciosos jóvenes traficantes dedroga como Buscetta, Badalamenti yGreco no deseaban que el control de loscapos ligados a las bandas «de poder»cortara sus alas comerciales. Lacomisión se creó —con el apoyo de JoeBananas— como un nuevo mecanismode gobierno de la Mafia. Pero elpropósito de sus «padres fundadores»

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no era centralizar el control de laorganización, sino aplicar una serie dereglas generales que dieran mayorlibertad a los mafiosos individuales. Sesuponía que la comisión hacía de laMafia algo más parecido a la asociaciónde hombres de honor autónomos queBuscetta consideraba que debería ser.

Lo que ocurrió, sin embargo, fue quea principios de la década de 1980 lacomisión se metamorfoseó exactamenteen lo contrario de lo que esperabaBuscetta; y en última instancia seconvertiría, en manos de los corleonesi,en el instrumento de una dictadura. Peroantes de que pudiera darse esta ironía

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histórica, habría otra que afectaría a losplanes de Joe Bananas de utilizar a laMafia siciliana como una sumisa manode obra en el negocio de la heroína de laCosa Nostra estadounidense. InclusoBuscetta, un hombre con grandessimpatías hacia la Mafianorteamericana, creía que en lasdécadas de 1950 y 1960 los mafiososestadounidenses solían despreciar a suscolegas del Viejo Mundo, a quienestrataban como los «primos pobres» y dequienes se mofaban llamándoles zips[100]

por lo rápido que hablaban en siciliano.Pero una vez se les permitió participaren el tráfico de heroína en Estados

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Unidos, los zips no se mostraron tanobedientes como cabía esperar. Y en ladécada de 1970 serían ellos quienesdirigirían el negocio de narcóticos de laantaño poderosa «familia» Bonanno.

Pero cuando se fundó la comisión,en 1957, todo esto formaba parte aún deun futuro lejano. Cuando Joe Bananassubió al avión que había de llevarle deregreso a Nueva York, la luchaconstante por reconciliar los negocios yla política en el seno de la Cosa Nostrasiciliana entró en una nueva y turbulentafase. Solo seis años después de sufundación, la comisión seríatemporalmente disuelta en circunstancias

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dramáticas.

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La «primera» guerramafiosa y susconsecuencias(1962-1969)

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LA BOMBA DECIACULLI

Situado junto a una carretera queasciende a través de los huertos demandarinos de Ciaculli, se halla unmonumento que conmemora una de laspeores de las numerosas atrocidadesperpetradas por la Cosa Nostra. Quizáapropiadamente, el monumento noresulta de especial atractivo: una altacuña de mármol rosa coronada por sieteestrellas de metal que cuelgan de unasvolutas de alambre. En el mármol estángrabados los nombres de cuatro

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carabineros, dos ingenieros militares yun policía. Una ojeada a la lista revelaque el escultor cometió un pequeñoerror al iniciar su trabajo. Debajo delprimer nombre —teniente decarabineros Mario Malausa— se puedenver los restos del nombre de otrohombre de rango inferiorcuidadosamente eliminado. De maneraabsurda, aunque en cierto modoconmovedora, alguien debió deseñalarle que las jerarquías de la vidamilitar deben preservarse incluso en lamuerte.

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El monumento a las víctimas de la bomba deCiaculli. Su inscripción nos suena hoy a falso:«Del gobierno regional siciliano, en memoriade los hombres abatidos por la Mafia enCiaculli y de su sacrificio, que transformó elaborrecimiento público en un movimiento deredención cívica». [John Dickie.]

El monumento se halla en undiminuto jardín desde el cual las vistasresultan tan imponentes comoinquietantes. Allí en Ciaculli, quizá másque en ninguna otra parte de Siciliaoccidental, el poder de la Mafia resultavisible en el paisaje. Si uno se colocade espaldas al mar, puede ver las hilerasde mandarinos ascendiendo hacia lasarqueadas estribaciones del monte

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Grifone. Si se gira para mirar el campohacia abajo desde la base delmonumento, descubre unos pequeñospozos cuadrados que alimentanestrechos canales: las arterias de loshuertos de cítricos, los puntos depresión que antaño explotara la Mafiapara ejercer su control territorial. Desdeeste punto se contemplan las hileras deárboles que descienden hacia Ciaculli yCroceverde Giardini, los feudos de lasdos ramas de la dinastía Greco que seenfrentaron en 1946-1947. Villabate,donde ha habido permanentemente unacosca desde los mismos orígenes de laMafia, se alza al pie de la colina. Al

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oeste de Villabate se encuentraBrancaccio, un nuevo distrito industrialque en la práctica constituye una especiede «ciudad sin ley». El cuartel decarabineros de Brancaccio es una villaconfiscada a la Mafia local. Tanfortificada estaba la villa que la policíamilitar casi no tuvo que hacer nada másque colocar el rótulo en la puerta cuandose la quedó. Más allá de Brancaccio yVillabate se aprecia el mar en segundoplano, cubriendo una extensión mayor dela que se puede abarcar con una solamirada. Palermo se halla siguiendo lacosta, más hacia el oeste; sus brazos dehormigón se extienden hacia el este

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abarcando lo que antaño fueron lospueblos y aldeas independientes de susalrededores. Cuando un periodista lepreguntó a un desertor de la Mafia deBrancaccio cómo había que enfrentarsea la Cosa Nostra, su respuesta fue muysencilla: le dijo que apostara tropas enlas dos carreteras que conducen aCiaculli y luego empezara a disparar.«Todos están allí», añadió.

Además de ofrecer una buena vistade un paisaje que la Mafia hacontribuido a configurar, el monumentode Ciaculli señala también un punto deinflexión en la historia de laorganización. Lleva grabada la fecha del

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30 de junio de 1963. A media mañanade ese día, un hombre telefoneó alcuartel de la policía de Palermodiciendo que alguien había dejado uncoche abandonado en sus tierras, justodonde hoy se alza el monumento. Elautomóvil, un Alfa Romeo Giulietta,tenía un neumático deshinchado y laspuertas se habían quedado abiertas. Deinmediato quedó claro lo que aquellopodía significar; a primera hora de lamañana de aquel mismo día habíaexplotado un coche bomba —otroGiulietta— en Villabate, matando a unpanadero y a un mecánico deautomóviles. Respondiendo con

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celeridad a la llamada, la policía y loscarabineros ascendieron con dificultadpor lo que entonces era una pista llenade baches hasta llegar al cocheabandonado. En el asiento trasero,claramente visible, había una bombonade butano con el extremo quemado deuna mecha adherido a su parte superior.Al verlo, aseguraron el área circundantey llamaron a los ingenieros del ejército.Un par de horas más tarde llegaron dosexpertos en desactivación deexplosivos, cortaron la mecha ydeclararon que ya no había peligro enaproximarse al vehículo. Pero cuando elteniente Mario Malausa abrió el

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maletero para inspeccionar sucontenido, provocó la detonación de laenorme cantidad de TNT que había en suinterior. Él y otros seis hombres saltaronen pedazos por una explosión quechamuscó y devastó los mandarinos delos campos circundantes en un radio decientos de metros.

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Los restos del Alfa Romeo Giulietta robadoque explotó en Ciaculli en junio de 1963, ymató a siete personas. [Copyrightdesconocido.]

Obviamente, antes del 30 de junio de1963 ya había habido derramamiento de

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sangre en las calles de Palermo. En1955-1956 dos «familias» mafiosas seenzarzaron en un brutal conflicto cuandoel mercado mayorista de la ciudad setrasladó del territorio de una de ellas alde la otra. Pero la mayoría de losespectadores resultaron relativamenteilesos. Como comentó entonces unperiódico romano conservador:«Cuando no pasa de ahí, la eliminaciónmutua es un método que reportabeneficios para el orden público dePalermo… Los últimos restos delcrimen siciliano están destruyéndose a símismos por propia iniciativa».

Pero tras la bomba de Ciaculli nadie

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podía encogerse de hombros yargumentar que «solo se matan entreellos» o que la Mafia estaba en susúltimos estertores. Los periódicos localificaron acertadamente del peorcrimen desde los días del «últimobandido», Salvatore Giuliano. Larespuesta policial fue inmediata; lanoche del 2 de julio las poblaciones deVillabate y Ciaculli fueron rodeadas ysus calles iluminadas con bengalas;cuarenta personas fueron arrestadas y seconfiscaron gran cantidad de armas.Aquello sería solo el principio de lo quese convertiría en la mayor redada desospechosos desde los tiempos del

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«prefecto de hierro». Tres días despuésde la tragedia de Ciaculli, bajo un solabrasador, alrededor de cien milpersonas, incluido el ministro delInterior, siguieron el cortejo fúnebre conlos ataúdes —prácticamente vacíos—de las siete víctimas hasta la catedral dePalermo. La presión política para que setomara en serio el problema de la Mafiase hizo irresistible.

El coche bomba de Ciaculli marcóun punto de no retorno histórico. Hastaentonces, cada nueva generación deitalianos parecía condenada a«descubrir» la Mafia como si nuncaantes nadie hubiera oído hablar de ella.

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El discurso de Tajani al Parlamento en1875, el asesinato de Notarbartolo en1893, la «cirugía» fascista del «prefectode hierro»; con cada asesinatomonstruoso o crisis política habían dereunirse de nuevo todos losconocimientos sobre el problemapartiendo de cero. Y cada vez, mientrasla apatía, el escepticismo político y lacomplicidad criminal se reafirmaban,dichos conocimientos se desmoronabande nuevo convirtiéndose en ruinasincoherentes. Tras la bomba de Ciaculli,sin embargo, Italia empezó a recordar ytambién, aunque de manera lenta,dolorosa y confusa, a aprender.

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La atrocidad del 30 de junio de 1963representó también un punto de inflexiónpara la propia Cosa Nostra. Por unaparte, puso fin a lo que ha pasado aconocerse como la «primera guerramafiosa», cuya propia denominaciónrevela cuán limitada es la memoriahistórica de Italia. Por otra, la represiónque desencadenó provocó un éxodo dehombres de honor no solo por todaItalia, sino también por todo el globo.Sin embargo, hasta hoy nadie sabe aciencia cierta quién dejó allí aquelGiulietta la mañana de 1963. Hasta hoynadie ha sido juzgado nunca por elasesinato de los siete funcionarios cuyos

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nombres están grabados en mármol rosamás arriba de Ciaculli. Sin embargo hayun hombre sobre el que perdura lasospecha de que fue el responsable delcrimen: Tommaso Buscetta.

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¿COMO CHICAGO ENLOS AÑOS VEINTE?: LA

PRIMERA GUERRAMAFIOSA

A finales de 1962 y principios de 1963,las explosiones, las persecuciones enautomóvil y los tiroteos se convirtieronde repente en algo habitual en Palermo.Los periódicos decían, con inconscienteironía, que la capital siciliana se habíaconvertido en una especie de Chicago enlos años veinte. A primera vista laguerra de 1962-1963 ciertamente da laimpresión de responder al cliché de

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Chicago, ya que parece sacada de una delas aburridas historias de gángsteres quellenan las secciones dedicadas alsubgénero policíaco de los «crímenesauténticos» en las libreríasnorteamericanas. En otras palabras, laprimera guerra mafiosa recuerda a loshabituales ciclos de asesinatos «ojo porojo». Pero los conflictos internos de laMafia jamás resultan así de predecibles,ya que en la Cosa Nostra el engaño y lapolítica son tan importantes como laspistolas y las bombas. De hecho, es muyposible que la primera guerra mafiosafuera la más astutamente librada detodas.

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Al menos uno de los elementos delcliché de Chicago puede descartarse deinmediato. A menudo se creía que,teniendo en cuenta quiénes eran losprincipales combatientes, la primeraguerra mafiosa fue una lucha entre la«antigua» y la «nueva» Mafia, unadisputa entre venerables caposterratenientes y audaces matones jóvenesprematuramente enriquecidos gracias alas drogas y al hormigón. En un bando—se afirmaba—, estaba SalvatorePajarito Greco, el hijo del capo deCiaculli asesinado por Piddu elTeniente Greco en 1946. En otraspalabras, Pajarito era un retoño de la

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dinastía más reverenciada de la CosaNostra. Frente a esta «sangre azul»mafiosa se alzaba Angelo La Barbera, elcapo de Palermo centro. Angelo y suhermano Salvatore habían salido de lanada; su padre vendía leña parachimeneas. Inicialmente criminalescallejeros, fueron escalando posicionesdentro de la organización y tuvieron unimportante papel en el saqueo dePalermo. El territorio de Angelo LaBarbera abarcaba una gran parte delárea que rodea la via Libertà, donde seconcentró en un principio el saqueo;asimismo, este mantenía una buenarelación de colaboración con Salvo

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Lima, el «joven turco» de la DC.Vale la pena echar un vistazo más

detallado a la figura de Angelo LaBarbera para ver si, como parece, erarealmente un «nuevo» mafioso. Desdeluego que hay algo poco habitual en él;cuando estuvo encerrado en una cárcelinsular, unos años después de losacontecimientos de principios de ladécada de 1960, permitió que unaperiodista italiana establecida en GranBretaña, Gaia Servadio, le realizara unaserie de fascinantes entrevistas.

Servadio se sintió impresionada deinmediato por el astuto semblante, lapulida elegancia y los «dientes lobunos»

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de La Barbera. Pero el hombre que seocultaba tras aquella apariencia físicamantuvo siempre una actitud esquiva.Servadio es tan cautivadora y perspicazcomo valerosa; no hay que culparla,pues, si su retrato de La Barbera apenaspuede calificarse de «íntimo». No esprobable que ningún gángster al que seestá juzgando por asesinato —como erael caso de La Barbera en el momento delas entrevistas— tienda a prodigarsedemasiado; eso es comprensible. Perouno sospecha que hay otra razón másprofunda por la que la pluma deServadio no logró captar la identidadpersonal de Angelo La Barbera,

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probablemente este no tuvierademasiada identidad personal quecaptar.

El mafioso se mostraba tan rígido yenvarado en su comportamiento como uncortesano de la China imperial. Todo loque Servadio observó en La Barberaresultaba amanerado; andaba con pasolento y mesurado y despreciabaabiertamente cualquier esfuerzo físico;mostraba una especie de generosidadimpasible; y habitualmente se refería así mismo en tercera persona. Por otraparte, era también lo que suentrevistadora denominaría un«consumado hipocondríaco» (las

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afecciones médicas constituyen unabuena táctica dilatoria en los tribunales).Aunque no hay forma de saberlo concerteza, da la impresión de que todo suamaneramiento lo había aprendido de unrepertorio clásico en la organización.Solo cabe preguntarse en qué medida elmodo de comportarse de La Barbera noimitaba el porte del «taciturno,orgulloso y cauto» Antonino Giammonaallá en la década de 1870. Por muy«nuevo» mafioso que fuera,probablemente Angelo se aseguró deadaptarse al viejo estilo de la Mafia.

Lo que no tiene definitivamente nadade nuevo es el modo en que la Cosa

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Nostra actúa como escalera de ascensosocial para los jóvenes duros de losbarrios pobres, como Angelo LaBarbera. La Mafia ha constituidosiempre una meritocracia de laviolencia. En realidad, en la primeraguerra mafiosa hubo sangre azul y chicosde la calle en ambos bandos. Uno de losaliados de Pajarito Greco era LucianoLeggio, hijo de una humilde familiacampesina que fue ascendiendo en laorganización hasta llegar a controlar la«familia» de Corleone a finales de ladécada de 1950. En el bando de LaBarbera estaba Pietro Torretta, antiguomiembro del grupo de bandoleros de

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Salvatore Giuliano y a la sazón capo deUditore (el mismo territorio quegobernara Antonino Giammona un sigloantes). De hecho, ya en 1898 semencionaba a un Torretta en el informedel jefe de policía Sangiorgi. Así pues,ninguno de los dos bandos de la primeraguerra mafiosa tenía mejor pedigrí queel otro. La historia de una «nueva»Mafia que cuestionaba a la «antigua» —un producto del subgénero policíaco delos «crímenes auténticos»— no hacesino proporcionar un mapa engañoso delperfil de la contienda.

Y lo mismo cabe decir de susorígenes. La primera guerra mafiosa se

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desencadenó cuando alguien incumplióun trato sobre drogas. En febrero de1962 los hermanos La Barbera y losGreco eran miembros de un consorcioque financió un cargamento de heroínaque, procedente de Egipto, se envió a lacosta sur de Sicilia. Luego se mandó aun hombre de honor, Calcedonio DiPisa, a supervisar la posteriorreexpedición del cargamento a NuevaYork a bordo del transatlánticoSaturnia. Pero los mafiosos deBrooklyn que recogieron la droga seencontraron con que los paquetes querecibieron no contenían la cantidad deheroína esperada. El camarero del

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Saturnia, a quien Di Pisa había confiadola droga, fue torturado, pero no revelónada. Las sospechas empezaron a recaerentonces en el propio Di Pisa. En unareunión de la comisión convocada paradecidir sobre el caso, Di Pisa fueabsuelto de haber robado la droga. Perolos La Barbera dejaron clara sudisconformidad con la decisión.

El 26 de diciembre de 1962 Di Pisafue asesinado a tiros en la piazzaPrincipe di Camporeale, en la lindeoccidental de Palermo. Acababa deaparcar su coche y se dirigía hacia unestanco cuando dos hombres ledispararon con una treinta y ocho y una

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escopeta de cañones recortados. Prontoserían atacados también otros miembrosde la «familia» Di Pisa. Luego, en enerode 1963, empezaron las represalias,cuando Salvatore La Barbera fuevíctima de un asesinato «de escopetablanca»; lo único que se encontró de élfue su Alfa Romeo Giulietta quemado.Su hermano y capo Angelo tambiéndesapareció, aunque en este caso parareaparecer en Roma, donde dio unaconferencia de prensa; era una manerade decirles a sus amigos que seguía vivoy, a la vez, convertirse en un objetivodemasiado público para que susenemigos pudieran matarle fácilmente.

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Angelo La Barbera estaba decididoa continuar la guerra tras la muerte de suhermano. El 12 de febrero un cochebomba cargado con una enorme cantidadde explosivo —otro Giulietta—destruyó la casa de Pajarito Greco enCiaculli. Pese a haber resultado ileso,Pajarito respondió de manera no menosespectacular. A las diez y veinticinco dela mañana del 19 de abril, un Fiat 600de color beige se detuvo frente a lapescadería Impero, situada en la viaEmpedocle Restivo. Algunas de lasnumerosas amas de casa que transitabanpor la calle a aquella hora recordaríanmás tarde haberse extrañado por un

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momento al ver que, pese a que caía unaligera llovizna, el coche llevaba lacapota abierta. Pero antes de quetuvieran tiempo de seguir reflexionandosobre ello, dos hombres se levantaronsobre los asientos y dispararon unaráfaga de ametralladora contra lapescadería. Dos hombres resultaronmuertos, entre ellos el propiopescadero, del que se creía que era unasesino a sueldo de La Barbera; otrasdos personas resultaron heridas, una deellas un transeúnte. Quienquiera quefuese quien se encontraba en la tienda enese momento —probablemente AngeloLa Barbera—, estaba claro que

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esperaba problemas, ya que losocupantes respondieron al fuego conrevólveres y escopetas. Más tarde,mientras la policía encontraba unarsenal de armas de pequeño calibre enla tienda destrozada, varios activistascomunistas provistos de megáfonosrecorrieron en coche toda la zonaexigiendo medidas.

El siguiente en caer sería un aliadode los Greco. El capo de Cinisi fueasesinado junto a la puerta de hierro desu limonar con una bomba colocada,inevitablemente, en un Alfa RomeoGiulietta. Este elegante coche familiarde cuatro puertas era uno de los

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emblemas del milagro económico deItalia: «esbelto, práctico, confortable,seguro y manejable», tal comoproclamaba su publicidad. Pero amedida que fueron estallando cochesbomba en Palermo, el Giulietta pasó asimbolizar algo mucho más peligroso y,al parecer, atávico.

Los investigadores supondrían mástarde que aquel nuevo ataque con unGiulietta en Cinisi constituía un último ydesesperado intento de Angelo LaBarbera de demostrar que todavía podíallegar hasta sus enemigos. Si era así, locierto es que no funcionó. La Barberaquedaría finalmente fuera de combate en

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las primeras horas del 25 de mayo de1963. Lo que más sorprendió a laopinión pública italiana del tiroteo delque fue objeto no fue su ferocidad —doscoches se detuvieron junto a él y susocupantes le dispararon varioscargadores—, ni el extraordinario hechode que La Barbera sobreviviera, pese aresultar herido en el ojo izquierdo, elcuello, el pecho, la espalda, la pierna yla ingle, ni siquiera que los médicos leencontraran una bala alojada en lacabeza de un ataque anterior (quizá,después de todo, su «consumadahipocondría» no sería totalmenteinjustificada). Lo sorprendente del

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incidente era más bien el lugar dondehabía ocurrido: La Barbera fue tiroteadoen el viale Regina Giovanna, una callesituada en una zona residencial deMilán, la floreciente ciudad del nortedel país donde se construían losGiulietta. Los titulares del Corrieredella Sera destacaban la sorpresa de laciudad, calificando su postura decomportamiento «típicamente siciliano»:«La guerra entre cosche mafiosas setraslada a Milán. Un siciliano,acribillado con seis balazos, declara ala policía: “¡Yo no sé nada!”». Si laMafia se extendía fuera de Sicilia, lacuestión pasaba a formar parte de la

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agenda política nacional.Si la primera guerra mafiosa

realmente no hubiera sido más que lahabitual cadena de asesinatosperpetrados en represalia por otrosasesinatos, en una especie de «Chicago»sacada de los estereotipos de los relatospolicíacos sobre «crímenes auténticos»,la contienda habría terminado cuandoAngelo La Barbera fue detenido en unhospital de Milán, toda la publicidadgenerada por la guerra se habríaapagado, y la bomba de Ciaculli —queestalló solo un mes después de que sedisparara a La Barbera en Milán—jamás habría existido. Pero la brutal

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coda de esta guerra revela el hecho deque se trataba de un asunto más sutil. Yla mayor parte de sus sutilezas tienenque ver con Tommaso Buscetta.

* * *

Hay dos versiones sobre el papel deBuscetta en esta guerra mafiosa. Laprimera es producto de la labor de lapolicía de la época, y probablemente sebasa en soplones anónimos de la Mafia;la segunda es la del propio Buscetta,escrita más de dos décadas después delos hechos. En términos generales, la

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versión oficial resulta más creíble. Lade Buscetta, por su parte, se debe tratarcon tanta cautela como todas las partesde su testimonio que no han sidoverificadas en los tribunales. Porejemplo, difumina el tema de las drogasy minimiza su propio y agresivo papelen la evolución de las hostilidades, perocomo siempre, el «capo de dos mundos»también añade perspicacia e intriga a lahistoria.

Las fuentes oficiales sobre laprimera guerra mafiosa sitúan a Buscettaen el bando de La Barbera cuandoestalló el conflicto. Bien pudiera haberestado en la pescadería ametrallada por

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los hombres de Greco, que ciertamentevisitaba con frecuencia. Pero parece serque cuando empezó a dar la impresiónde que los Greco iban a alzarsevictoriosos, tanto Buscetta como el capode Uditore Pietro Torretta decidieroncambiar de bando; es muy raro que elorgullo impida a los mafiosos quepierden tratar de subirse al carro delvencedor.

No obstante, y según la versiónoficial, cuando Angelo La Barbera fuetiroteado y arrestado en Milán, elresultado fue un vacío de poder en la«familia» que este dirigía, la de Palermocentro. Tanto Tommaso Buscetta como

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Pietro Torretta se considerabanconjuntamente los sucesores naturales deAngelo La Barbera; Torretta propusoocupar el puesto de capo de Palermocentro, y que Buscetta fuera sulugarteniente. Pero los Grecoconsideraban que este último era unhombre al que resultaba peligrosoascender. La prolongada disputa fuereavivando poco a poco las hostilidadesentre Buscetta, Torretta y los Greco.Buscetta y Torretta fueron los primerosen actuar, tendiendo una emboscada ados de sus enemigos en casa delsegundo. Acababa de iniciarse, pues,una nueva oleada de violencia cuando,

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el 30 de junio de 1963, el enésimoGiulietta atiborrado de TNT matóaccidentalmente a los siete miembros delas fuerzas del orden cuyos nombresaparecen grabados en el monumento deCiaculli. El objetivo al que ibadestinada la bomba eran, una vez más,los Greco; pero un pinchazo impidió alos asesinos llevar a cabo el atentado.Se ignora si aquellos asesinos eranBuscetta y Torretta en persona, osimplemente hombres de honor queactuaban a sus órdenes.

De manera predeciblemente diversa,en su propia versión de la primeraguerra mafiosa Buscetta se presenta

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como un mediador imparcial y un buenamigo tanto de Pajarito Greco como deSalvatore La Barbera, aunque se muestrabastante menos amable con el hermanopequeño de Salvatore, el capo AngeloLa Barbera, al que culpa de la escaladadel conflicto, llamándole «altivo yarrogante». Buscetta admite haberaceptado matar a Angelo La Barbera,pero afirma que alguien se le adelantóllevando a cabo el tiroteo de Milán. Enrealidad todavía no se sabe a cienciacierta si estuvo o no implicado.

El aspecto fundamental de la historiade Buscetta es que este le echa toda laculpa de haber iniciado la disputa a otro

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hombre, Michele el Cobra Cavataio, elnuevo capo de la «familia» que habíaperdido frente a los Greco en la guerrapor el mercado mayorista a mediados dela década de 1950. Fue Cavataio —nosdice Buscetta— quien perpetró elasesinato que desencadenó la guerra enprimera instancia: el tiroteo deltraficante de droga Calcedonio Di Pisadelante del estanco. La teoría deBuscetta es que el Cobra mató a Di Pisasabiendo que se culparía de ello a losLa Barbera y que como resultadoestallaría una guerra con los Greco. Ytambién era Cavataio —siempre segúnBuscetta— el responsable de la bomba

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de Ciaculli. La primera guerra mafiosa,en esencia, fue el resultado de unatrampa destinada a enfrentar mutuamentea los La Barbera y los Greco.

Leyendo estas dos versionesopuestas, uno empieza a entender porqué es tan poco frecuente que las guerrasmafiosas acaben en juicios que lleguen abuen puerto. Pero lo que también se haceevidente es que resulta irrelevante tratarde averiguar quién mató a quién, o en ellenguaje de la literatura barata «estiloChicago», de «revelar finalmente laterrible verdad» sobre los extravagantestiroteos y atentados con bomba de 1962-1963. Es más importante darse cuenta de

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que ni siquiera los mafiosos implicadossabían realmente lo que estabaocurriendo. Tanto la versión de Buscettacomo la oficial ponen de manifiesto queuna de las razones por las que los caposmafiosos reflexionaron tanto antes deaprobar a un nuevo capo para Palermocentro era sencillamente que estabantratando de averiguar qué demonios eralo que había ocurrido. La primera guerramafiosa, como muchas otras, fue comouna gigantesca novela policíaca.

Pero también hubo política en lasombra. Buscetta afirma engañosamenteque la comisión se inventó para queactuara como una especie de Parlamento

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de delincuentes; la presenta como unainstitución imparcial destinada a aportarluz y equidad a la penumbra y la perfidiade los asuntos de la Cosa Nostra. Pero asu manera, la comisión representaba uninstrumento de lucha dentro de laorganización tanto como los Giuliettacargados de TNT. Estaba destinada aimponer unas normas generales en todala Cosa Nostra que hicieran las cosasmás fáciles para los mafiosos de las«bandas empresariales», dedicados altráfico de heroína transatlántico. Pero lacomisión no tardó en convertirse en unnuevo poder en sí misma. Así, porejemplo, estaba empezando a actuar

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como una especie de sociedad anónimapara los traficantes de heroína; o almenos eso es lo que se deduce del hechode que tanto los La Barbera como losGreco —mafiosos de bandos opuestosde la ciudad— financiaranconjuntamente un cargamento de estadroga en 1962. En consecuencia, lacreciente influencia de la comisiónestaba entrando en conflicto con elpoder consolidado de las «familias»individuales.

Buscetta creía que detrás del CobraCavataio y de La Barbera había unaalianza de capos del noroeste dePalermo, resentidos por el creciente

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poder de la comisión y la influencia dela que, consecuentemente, disfrutabanlos hombres de honor del sudeste de laciudad como Pajarito Greco. Tras laintriga y la confusión, la verdaderacausa fundamental de la primera guerramafiosa fue un problema tan viejo comola propia Mafia, el mismo problema queesta había tenido que abordar cuandosus principales intereses estaban en loslimonares y el ganado antes que en laconstrucción y la heroína, a saber, elconflicto entre su papel de gobiernoparalelo y los intereses comerciales desus miembros, entre la estructuraterritorial de las cosche y las

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extremadamente lucrativas redes decontrabando que trascendían el mapa delos dominios de las «familias».

Verdad, territorio y negocio son treselementos que siempre han estadopresentes en las guerras mafiosas. Y enla década de 1960 cualquier cosa queocurriera en la Cosa Nostra sicilianatenía también ramificacionesdiplomáticas. Aproximadamente en laépoca en la que se inició la primeraguerra mafiosa, la Cosa Nostraestadounidense se estaba viendosometida a una presión sin precedentespor parte de la administración Kennedy.Robert Kennedy se había labrado su

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perfil político gracias a su escrupulosalabor en el Comité de ActividadesSindicales Delictivas del Senadoestadounidense. Como fiscal general,parte de su cometido consistía enenfrentarse al hampa. Bajo la batuta deKennedy, las condenas de gángsteres porparte de la Sección del CrimenOrganizado y la División Tributaria deEstados Unidos se triplicaron entre 1961y 1963, y casi se duplicaron en 1964. Laley tributaria, el famoso instrumentoutilizado para atrapar a Al Capone tresdécadas antes, seguía siendo la principalarma contra el crimen organizado.

En 1962, encarcelado y enfrentado a

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la silla eléctrica, el soldado de la«familia» Gambino Joseph Valachiempezó a hablar. No es que hiciera unadeclaración especialmente convincentecuando compareció ante el Comité deActividades Delictivas, y de hechomuchas personas se mostraronescépticas con respecto a lo que dijo.Pero al menos logró que el FBI de J.Edgar Hoover se tomara en serio porprimera vez la cuestión del sindicato delcrimen. En 1959 la oficina del FBI enNueva York tenía a 400 agentesinvestigando el comunismo enNorteamérica y solo a cuatro trabajandoen el crimen organizado. Valachi

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provocó un cambio de prioridades; en1963 la oficina de Nueva York tenía a140 personas en su equipo de luchacontra las bandas, y en 1964, unosmicrófonos ocultos colocados por elFBI grabaron al jefe del sindicato decamioneros Jimy Hoffa en una serie deintercambios comerciales con la Mafiade Detroit.

Inevitablemente, la campaña deKennedy contra el crimen organizadohizo disminuir la influencia de la Mafiaestadounidense en Sicilia. Comoresultado, los capos sicilianos cuyosintereses se centraban en la dimensiónterritorial de los negocios de la Cosa

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Nostra probablemente calcularon queera un buen momento para saldar cuentascon los traficantes de droga en lacomisión, ahora que su protecciónnorteamericana se había debilitado.

Probablemente también resulta muysignificativo el hecho de que la primeraguerra mafiosa se produjera solo unosmeses después de que Lucky Lucianomuriera de un infarto mientras esperabael avión de su biógrafo en el aeropuertode Nápoles. Se sabía que Lucky teníaestrechos vínculos con los La Barbera, yasimismo había fuertes sospechas de quedicha relación se basaba en el negociode los narcóticos. Cuando Luciano

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murió, dejó a Angelo La Barberaenfrentado a la tarea de demostrar tantoa las «familias» como a la comisión quesu poder en el seno de la Cosa Nostra sebasaba en algo más que sus amigosnorteamericanos. Pese a todos losGiulietta repletos de TNT, fracasó.

En 1968 Angelo La Barbera fuecondenado a veintidós años por suparticipación en la primera guerramafiosa. En 1975 el representante de la«nueva» Mafia murió de una de lasmuertes más tradicionales de la«antigua»: fue apuñalado en el patio dela cárcel.

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* * *

Cualquiera que sea la verdad quesubyace a las intrigas de la primeraguerra mafiosa, los resultados de labomba de Ciaculli que señaló su finfueron espectaculares. Hubo cerca dedos mil detenciones. «La policía parecíahaberse vuelto loca», comentaríaBuscetta. Frente a aquella reacción, laMafia adoptó el más sencillo de losmétodos de autodefensa: ocultarse. En elverano de 1963, la comisión se reunió ydecidió disolverse. Las «familias» sedispersaron; según un pentito, en

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Palermo ni siquiera se recaudaba eldinero de la protección. Durante losaños siguientes, los crímenesrelacionados con la Mafia se redujeroncasi a cero. Varios capos destacadoshuyeron al extranjero. Pajarito Greco fueprimero a Suiza y después a Venezuela,mientras que los viajes de TommasoBuscetta le llevaron a Suiza, México,Canadá y, más tarde, Estados Unidos.

Como había hecho Lucky Lucianocuando fue expulsado de ese mismo paísen 1946, muchos hombres de honorsicilianos se limitaron a cambiar laorientación de su carrera dentro de laorganización; de ser criminales

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relacionados con bandas «de poder» —estadistas del gobierno paralelo de laMafia—, pasaron a convertirse enlíderes de bandas «empresariales»,empresarios paramilitaresinternacionales. Y al hacerlo, el sistemapolítico italiano pasó a convertirse denuevo en el principal actor en la historiade la Mafia.

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LA ANTIMAFIA

Los años inmediatamente anteriores a labomba de Ciaculli representaron unaépoca deprimente para cualquiera queestuviera dispuesto a alzar su voz contrala Mafia. Con la Iglesia y la DCempeñadas en negar no solo la gravedaddel problema, sino incluso su mismaexistencia, fueron pocas las voces querompieron el silencio. La másimportante de ellas fue una vozcolectiva; la lucha por revelar la verdadde la Mafia durante la década de 1950estuvo encabezada por un periódicoindependiente de izquierdas, L’Ora. La

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publicación había iniciado su andaduraa comienzos de siglo como órgano deexpresión de los intereses de los Florioen Sicilia. Luego, en las décadas de1950 y 1960, y principios de la de 1970,creó una astuta mezcla de rabiosaactualidad deportiva y chicas en biquinicon sofisticados artículos sobreliteratura, música y arte. Sin embargofueron los valerosos reportajes deinvestigación de L’Ora sobre el crimenorganizado y la corrupción los queconstituyeron a menudo su principalatractivo para el comprador. Cuando en1958 publicó los nombres, los interesescomerciales y los contactos políticos de

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varios destacados capos de la Mafia,sus oficinas fueron objeto de undevastador ataque con dinamita. PeroL’Ora se negó a doblegarse y prosiguiósu campaña. (A principios de la décadade 1970, dos periodistas del diario,Mauro De Mauro y GiovanniSpampinato, pagarían su trabajo con supropia vida).

Inspirándose en el ejemplo de lassesiones del comité de Kefauver sobreel crimen organizado en Estados Unidos,en la década de 1950 el PartidoComunista Italiano empezó a exigir unainvestigación parlamentaria sobre laMafia siciliana. El atentado en las

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oficinas de L’Ora no hizo sino aumentarel ímpetu de aquella exigencia; noobstante, dicho ímpetu nunca seríasuficiente mientras la Mafia siguierasiendo exclusivamente propiedadpolítica de la izquierda. Todavía en1959 un joven ministro del Interior de laDC desechaba la necesidad de unainvestigación parlamentaria, y culpabade los crímenes mafiosos a la tendenciade los isleños a «tomarse la justicia porsu propia mano debido a un equivocadosentido del honor».

Pero por entonces el panoramapolítico de Italia estaba cambiando; laDC se hallaba dividida, y algunas de sus

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facciones empezaban a ver al PartidoSocialista como socio de una posiblecoalición. Los socialistas eran losenemigos históricos de la Mafia ya queno habían olvidado la matanza desindicalistas y otros militantes en losaños de posguerra. Este nuevo escenariopolítico propiciaba, pues, que lasexigencias de una investigaciónparlamentaria sobre la Mafia pudieranhallar eco en las filas de la DC. Enseptiembre de 1961 la AsambleaRegional Siciliana consiguió su primergobierno de «centro-izquierda»,integrado por la DC y por lossocialistas, y que contaba además con el

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apoyo puntual de los comunistas. Aprincipios del siguiente año, laAsamblea votó unánimemente a favor depedir al Parlamento italiano que crearauna comisión de investigación sobre laMafia. Incluso los propios políticos dela organización votaron a favor de lapropuesta, ya que la investigación seconsideraba entonces algo tan inevitableque oponerse a ella a esas alturas habríaresultado tan inútil como sospechoso.

A medida que el centro de gravedadpolítica del país se desplazaba poco apoco hacia la izquierda, las voces quese habían alzado contra la Mafia sehacían más fuertes. Una de ellas era la

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de Leonardo Sciascia, un profesororiginario de la pequeña y anodinapoblación de Racalmuto, en la regiónazufrera de los alrededores deAgrigento. En 1961 se publicó su novelaIl giorno della civetta, un elegante ycrudo relato sobre la frustradainvestigación de un detective de unasesinato relacionado con la Mafia. Ilgiorno della civetta —una obra deficción, hay que recalcarlo— fue elprimer libro que puso rostro a la Mafia,y palabras en su boca, en el inolvidablepersonaje de don Mariano Arena.

Hoy sabemos que el mismo año enque se publicó la novela de Sciascia se

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celebró una reunión de la comisión de laCosa Nostra en la provincia de Palermopara tratar de la respuesta de laorganización al reciente interés delEstado italiano en la cuestión de laMafia. Allí se decidió mantener losasesinatos en un mínimo absoluto hastaque los políticos perdieran dichointerés. Pero la tregua solo pudomantenerse durante un año antes de quelas tensiones latentes sobre los negociosy el territorio condujeran al estallido dela primera guerra mafiosa en diciembrede 1962. La nueva oleada de asesinatosvendría a dar aún mayor ímpetu políticoa los planes de llevar a cabo una

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investigación parlamentaria.Menos de una semana después de la

explosión del coche bomba de Ciaculli,la comisión de investigaciónparlamentaria inició finalmente sustrabajos. Era la primera investigaciónoficial sobre la Mafia desde 1875,aunque la situación política era ahoramucho más favorable a la realización deuna investigación seria de lo que lohabía sido el año de las revelaciones deTajani en el Parlamento sobre laconnivencia policial con los criminalesen Palermo. El Partido Socialistaempezaba a gobernar con la DC, dandoal nuevo gobierno una orientación

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guiada por la reforma y la transparencia,tal como parecía demostrar el apoyo a lainvestigación parlamentaria de todo elespectro político. Por su parte, lasexpectativas de la sociedad eranelevadas: la opinión pública parecíadispuesta a pedir responsabilidades alos políticos por el modo comorespondieran a la crisis. Así, la«Antimafia» —como pasaría aconocerse la nueva comisión deinvestigación— inició su marcha a pasoligero. En el plazo de un mes habíahecho ya varias importantesrecomendaciones, entre ellas —porprimera vez en la historia de Italia— la

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de que se aprobaran leyes penalesespecíficamente dirigidas contra laMafia. La democracia italiana parecíaestar finalmente dispuesta a enfrentarseal crimen organizado en Sicilia.

Por desgracia habría sido demasiadofácil contar la historia de la Antimafiacomo la de un gigantesco anticlímax. Laindignación que siguió a la bomba deCiaculli en 1963 se desvaneció muypronto. Con la Mafia casi silenciada,hubo pocas atrocidades que incentivaranla labor de la Antimafia. El inicialimpulso de la comisión de investigaciónno tardaría en convertirse en un lentocaminar que se prolongaría durante no

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menos de trece años. La Antimafiaperduraría hasta convertirse en lainvestigación parlamentaria más largade toda la historia italiana, llegando aparecer más que la respuesta a unaemergencia, una parte aburrida ypermanente de la vida política italiana.

El interés en la labor de la Antimafiareviviría periódicamente después dealguna revelación particularmentesensacional, pero una y otra vez sefracasaría a la hora de traducir dichasensación en medidas políticas efectivaso acciones judiciales. Incluso la leypenal aprobada en 1965 como resultadode las recomendaciones de la Antimafia

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resultó en parte contraproducente. Dichaley estipulaba que los sospechosos depertenecer a la Mafia podían serobligados a vivir lejos de su hogar. Lamedida era un intento de romper loscontactos entre los mafiosos y lasociedad que les rodeaba, como si laMafia estuviera causada por unaemanación insalubre del suelo de Siciliaoccidental. Docenas de hombres dehonor fueron repartidos por toda lapenínsula italiana al amparo de aquella«residencia obligatoria», con elresultado imprevisto de que la Mafiaganó nuevas bases para sus operacionesen toda la extensión de Italia.

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Cada nueva filtración o escándalosurgidos de la Antimafia sobre algúnpolítico bien relacionado parecían verseobstaculizados por desmentidos ydemandas por difamación. Asimismo, yen pocas palabras, resultabaextremadamente difícil que lasevidencias concretas de connivenciadirecta entre determinados políticos y laMafia llegaran a cumplir los requisitosexigidos por la ley penal en cuanto apresentación de pruebas. VitoCiancimino —el «joven turco» de la DCen manos de la Mafia de Corleone— sevio obligado a dimitir a raíz de lasrevelaciones hechas públicas por la

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Antimafia en 1964. Pero reapareció en1970, cuando, increíblemente, seconvirtió en alcalde de Palermo. Elescándalo nacional que se produjoentonces desembocó de nuevo en surenuncia. En 1975 envió un largo escritoa la Antimafia, defendiéndose de lasacusaciones. En su frase inicial, que seprolongaba sin pausa alguna a lo largode una página entera, se quejaba de la«denigrante publicidad», «los corruptossofismas», el «rencor personal», la«servil demagogia» y la «afrenta a latradición jurídica romana» de las que él,un hombre que se había «sacrificado porla sociedad», había sido objeto[101].

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Ciancimino seguiría actuando entrebastidores en la política de Palermohasta ser finalmente detenido en 1984.

Parte del problema de la Antimafiaera la rotación del personal. Cuando en1972 se nombró a un nuevo presidentede la comisión, este confesó que todo loque sabía de la Mafia provenía de lalectura de la obra de Mario Puzo Elpadrino. Pero esta falta de continuidaden los integrantes de la Antimafia noconstituía más que un síntoma de suprincipal defecto: la arraigada divisiónen distintas facciones de la vida políticaitaliana. Aparte del legado del fascismoy del hecho de que Italia estuviera en

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primera línea en el frente de la guerrafría, existían también otras fisuras,especialmente entre las cosmovisionescatólica y laica, y entre las diferentesregiones del país. Lejos de «viajar todosen el mismo barco», el estado italianoparecía estar integrado más bien por unaflotilla de botes, pilotado cada uno deellos según una carta de navegacióndistinta y compitiendo con los demáspara acceder a los vientos másfavorables, pero temeroso al mismotiempo de quedar aislado de las otrasnaves. Como todas las instituciones delgobierno, la comisión de investigaciónparlamentaria sería objeto de aquellas

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luchas entre facciones, en las que cadagrupo trataría de sentar a sus propiosmiembros a la mesa de la Antimafia. Larazón de ello era que el término mafiaseguía siendo la misma arma políticaque había sido siempre desde que seincorporara a la lengua italiana allá en1865. Y era un arma que ningún partidoo facción, y menos que nadie la DC,estaba dispuesto a dejar en otras manos.

Entre los miembros de la comisiónAntimafia se hallaban algunas figurasdestacadas como Franco Cattanei, de laDC, y Girolamo Li Causi, del PartidoComunista (el veterano de la resistenciaque en 1944 había sobrevivido a la

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granada de don Calò Vizzini en la plazade Villalba). Eran los políticos comoellos quienes trataban de convertir a laAntimafia en una expresión imparcialdel interés nacional. Pero su tarea noresultaba fácil. En 1972 se constituyó unnuevo gobierno en el que se otorgaronsendos cargos ministeriales a dos«jóvenes turcos» de Palermo cuyosvínculos con la Cosa Nostra habíarevelado la Antimafia; Salvo Lima fuenombrado subsecretario del Ministeriode Hacienda, mientras que Giovanni elVirrey Gioia pasó a ser titular delMinisterio de Correos yTelecomunicaciones. Uno de los

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partidarios de este último incluso fueincorporado a la comisión Antimafia; elhombre en cuestión no solo habíadeclarado públicamente que la Mafia noexistía, sino que él mismo había sidoinvestigado por la comisión en una etapaanterior. El resultado fueron cincomeses de continua crispación política,durante los cuales el trabajo de laAntimafia se vio completamenteinterrumpido. Pero este es solo unejemplo del modo en que la corrosivadivisión en facciones del sistemaitaliano socavaba la unidad y laautoridad de la respuesta del país a laMafia.

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Cuando la Antimafia concluyófinalmente sus trabajos en 1976, sulegado más sustancial era una montañade papeles. Entre los «tomos» y las«partes» que integraban ladocumentación que recopiló, losinformes provisionales, el informeconcluyente y los votos particulares (yaque no hubo consenso político en laslecciones que había que extraer), laAntimafia legó casi cuarenta gruesosvolúmenes a las pocas bibliotecas quedisponían de espacio suficiente paraalbergarlos. Cualquiera que tenga lapaciencia de leer, por ejemplo, lahinchada prosa del informe provisional

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de 1972 (de 1.262 páginas) podráhacerse una idea bastante buena delpanorama de la Mafia. El informe habladel uso sistemático por parte de laorganización de una «violenciasanguinaria sin precedentes», de suparasitaria relación con las empresas yde sus vínculos con la administraciónlocal y nacional; además explica que lascosche que gobiernan distintas zonastienen un «acuerdo tácito» que no sequebranta ni siquiera cuando se produceuna lucha implacable entre ellas. Lospapeles de la Antimafia constituyen unavasta y rica fuente de material para loshistoriadores. Tan vasta y rica, de

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hecho, que sus miles de páginasacabaron por sofocar el «polvorín» derevelaciones sobre connivencia políticaque uno de los primeros presidentes dela comisión prometió que surgirían. Fue,pues, durante los largos años de laAntimafia cuando la Italia de posguerrasupo por primera vez lo que era elhastío de la Mafia.

No cabe duda de que los resultadosde la comisión Antimafia representanuna enorme decepción si se comparancon sus expectativas en 1963. Pero almenos hizo que en Italia la concienciapública sobre el tema de la Mafiaaumentara de manera sustancial. Algunas

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de las revelaciones derivadas de lasinvestigaciones quedarían grabadas enla memoria colectiva, como el caso dela población de Caccamo, en cuya salaconsistorial, junto al asiento del alcalde,había permanentemente una sillaespecial reservada para el capo de laMafia. A raíz de la comisión deinvestigación, y gracias al trabajo deautores bien documentados comoMichele Pantaleone (el izquierdista quehabía tenido que vérselas con don Calòen su Villalba natal), los estudios sobrela Mafia empezaron a contar con unpequeño —aunque sólido— número delectores en Italia, como sigue siendo el

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caso actualmente. En parte comoresultado de ello, dejó de haber tantospolíticos que tuvieran la cara dura —ola «cara de bronce», como se dice enitaliano— de negar que la Mafiaexistiera en absoluto. La organizaciónhabía dejado de constituir un temaexclusivo de la izquierda. En conjunto,pues, la Antimafia aumentó ligeramenteel precio (en términos de pérdida decredibilidad e influencia nacional) quese arriesgaban a tener que pagar lospolíticos que se confabularan con laMafia. No era mucho para trece años detrabajo. Pero era algo, y ese algo sehabía logrado democráticamente.

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«UN FENÓMENO DECRIMINALIDAD

COLECTIVA»

Ciento diecisiete de los participantes enla primera guerra mafiosa fueronjuzgados en Catanzaro (Calabria), en1968. Cuando se dictó la sentencia, endiciembre de aquel mismo año, estaresultaría un anticlímax judicial en lamisma medida en que la Antimafia habíarepresentado un anticlímax político. EnCatanzaro, un pequeño puñado demafiosos fueron condenados a largaspenas; la más extensa fue la del capo de

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Uditore Pietro Torretta, condenado aveintisiete años por el asesinato de doshombres en su casa; Angelo La Barberafue condenado a veintidós años y medio,y Pajarito Greco y Tommaso Buscetta,ambos juzgados in absentia, a diez ycatorce años respectivamente. Pero lamayor parte del resto de los acusados obien fueron absueltos, o bien fueroncondenados solo a penas breves porpertenecer a una organización criminal.Dado el tiempo que habían pasado ya enprisión a la espera del juicio, la inmensamayoría fueron puestos en libertad deinmediato.

La sentencia de Catanzaro suele

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considerarse uno de los mejoresejemplos de lo indefenso que se haencontrado siempre el sistema judicialitaliano a la hora de enfrentarse a ladelincuencia mafiosa. Parece en muchosaspectos una desalentadora repeticióndel juicio de 1901 basado en el InformeSangiorgi. Sin embargo hay unadiferencia: en este caso no hay ningunasospecha de connivencia entre lajudicatura y la Mafia. De hecho,Catanzaro representa un ejemplo de loobjetivamente difícil que resultabaconstruir un panorama legalmenteconvincente de la Cosa Nostra antes deque Tommaso Buscetta decidiera

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colaborar con la justicia. En Italia, comoen otros países, los jueces elaborandocumentos públicos en los queexplican sus decisiones. La sentencia deCatanzaro, de 476 páginas, proporcionauna fascinante visión del pensamientoque subyace a un gran caso judicialrelacionado con la Mafia, y asimismorevela lo escurridiza que resultabajudicialmente la Cosa Nostra aun cuandoel sistema jurídico italiano funcionarabien.

Gran parte del trabajo que hicieronlos miembros de la Cosa Nostra paraevitar ser condenados en Catanzaro sehabía llevado a cabo ya bastante antes

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de que el caso llegara a los tribunales.Como ocurriera en la época deSangiorgi, la policía se encontró con queen las primeras etapas de lainvestigación surgían testigos dispuestosa declarar desde lo más profundo delentorno mafioso, pero en posterioresetapas, cuando el miedo hacía mella enellos, finalmente se retractaban.

Un ejemplo sorprendente es el deGiuseppe Ricciardi, que sufrió una largaserie de injusticias a manos de loshermanos La Barbera. Primero matarona su padre, un hombre de honor. Luegole intimidaron para que les vendiera laempresa de transportes del padre a

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precio de saldo. Posteriormente leutilizaron —sin su conocimiento— paraconducir a dos de sus enemigos a laestación de Brancaccio, en territorio delos Greco; allí Ricciardi vio cómoTommaso Buscetta se los llevaba a losdos a punta de pistola para no volver aaparecer jamás. No mucho después derelatar todos estos hechos a los jueces,Ricciardi se retractó por completo,ofreciendo una desesperada retahíla deexplicaciones para su cambio deopinión: él no conocía a nadie, estabaenfermo, había perdido un puesto detrabajo bien remunerado solo por serhijo de su padre, tenía miedo de todo y

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de todos, y solo quería llevar una vidatranquila. Se quejó de que la policía lehabía arrancado su anterior historia agolpes, pero luego retiró incluso esaacusación, que el juez considerabainfundada. Acusar a esos tristesindividuos de ocultar pruebas constituyeuna nimia compensación para losinvestigadores.

Como le ocurriera a Sangiorgi másde sesenta años antes, la acusación deCatanzaro se vio obligada a basarse enfuentes anónimas para delinear un mapade los contornos de la guerra mafiosa;dichas fuentes eran vitales a la hora deproporcionar un marco que diera sentido

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a algo que de otro modo habría parecidouna secuencia aleatoria de crímenes.Cuando llegó el juicio, no podíadisfrazarse el hecho de que las pruebasresultaban endebles con relación alnúmero de acusados y a la gravedad delos cargos. En consecuencia, laacusación formuló una petición explícitapara que se tuvieran en consideraciónotra serie de aspectos. Los antecedentespenales de los acusados, su temiblereputación, los indicios de la existenciade un plan deliberado para invalidar laspruebas e intimidar a los testigos: todoello apuntaba a un patrón, y dicho patrónera la organización conocida como

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Mafia.Apenas puede culparse a los

abogados de la defensa por argumentarque no había suficientes pruebasconcretas que hicieran de aquel patrónalgo más que una mera hipótesisjurídica. Afirmaron que en realidad esepatrón se lo habían inventado losabogados de la acusación como unaforma de subsanar las evidentes lagunasque presentaban las evidencias. ¿Y si laMafia no fuera una organización, sinouna actitud de hostilidad a la leygeneralizada en toda Sicilia?

La corrupción, la connivencia y laintimidación explican muchas de las

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absoluciones por falta de pruebas quelos mafiosos exhibían en sus currículos.Pero la sentencia de Catanzaro sobre laprimera guerra mafiosa muestra que elnúcleo de los problemas a los que seenfrentaba el sistema judicial erasencillamente el propio enigma de laMafia. Tanto el juez de la audienciapreliminar, donde se realizó unaevaluación previa de las evidencias dela acusación, como el del propio juiciodescartaron la teoría de que la Mafiafuera una organización piramidalcentralizada. Pero al hacerlo, perdieronla posibilidad de captar el hecho de quela Cosa Nostra podía estar organizada

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sin constituir necesariamente una rígidaburocracia del crimen. Los juecestambién desecharon cualquiersugerencia de que la Mafia tuviera«normas» y «criterios» comunes paratodos sus miembros. La farragosasentencia final del magistrado quepresidió el juicio concedía que, enefecto, se podía considerar que la Mafiaera «una actitud psicológica o laexpresión típica de un exageradoindividualismo», pero señalaba que esosfactores sociales constituían solo elfondo de lo que en realidad era «unfenómeno de criminalidad colectiva».La imagen que tenía en mente no era la

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de una organización criminal, sino la demuchas organizaciones independientes,ya fueran cosche locales o redes detraficantes. En resumen, pues, el sistemajudicial italiano iba estando cada vezmás cerca de aceptar el hecho de que laMafia era una cosa y no una idea, peroera todavía una cosa demasiado vagapara caer atrapada en las redes legales.

* * *

A las siete menos cuarto de la tarde del10 de diciembre de 1969, cinco hombresvestidos con uniformes de policía

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robados irrumpieron en un edificio deoficinas de una planta situado en el vialeLazio de Palermo y empezaron aametrallar a sus ocupantes. Se inicióentonces un violento tiroteo durante elcual resultó muerto uno de los atacantes;sus compañeros lo cargaron en elmaletero de uno de los coches que teníanpreparados para huir antes de darse a lafuga. Detrás dejaron a cuatro de susenemigos muertos, a otros dos heridos, ymás de doscientos casquillos de bala.En cuanto llegó, la policía advirtió deinmediato cuál de los fallecidos era elprincipal objetivo del ataque; leencontraron junto a su característico

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Colt Cobra. Se trataba de MicheleCavataio, el mafioso al que Buscettahabía culpado de desencadenar laprimera guerra mafiosa.

Era evidente que la matanza delviale Lazio, con sus metralletas y suscoches preparados para la fuga, era obrade unos gángsteres notablementemodernos. Y se había producido en unedificio de oficinas de nuevaconstrucción situado en un ostentosobarrio residencial surgido durante elsaqueo de Palermo. Pero el asesinatodel Cobra era una ejecución colectivaexactamente igual a las realizadas en esamisma zona por los hombres de honor

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mencionados en el informe del jefe depolicía Sangiorgi setenta años antes.Posteriormente varios pentiti hanrevelado que los asesinos disfrazadosde policías eran representantes de varias«familias» mafiosas de la ciudad dePalermo y de fuera de ella.

De hecho, hoy resulta evidente queel ataque producido en el viale Lazio afinales de 1969 era el último acto de laguerra de 1962-1963, lo cual vino aañadir credibilidad a la versión de loshechos de Buscetta. Según algunospentiti, el asesinato de Cavataio fueinstigado por Pajarito Greco, que habíapasado a suscribir la teoría de Buscetta

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sobre el origen de la primera guerramafiosa. Su propuesta de matar al Cobrafue aceptada por un improvisado grupode capos destacados (la comisión no sereconstituiría hasta poco después). Fueasí como, con el respaldo cómodo de lasentencia de Catanzaro, el «fenómeno decriminalidad colectiva» —que losjueces tanto se habían esforzado endefinir— decidió dejar atrás losproblemas de mediados de la década de1960 y volver al trabajo.

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La matanza del viale Lazio, el 10 de diciembrede 1969, que señaló el retorno de la Mafia a la

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acción tras la atrocidad de Ciaculli. [Labruzzo,Palermo.]

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Los orígenes de lasegunda guerra

mafiosa(1970-1982)

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EL AUGE DE LOS«CORLEONESI»

1. LUCIANO LEGGIO(1943-1970)

Como suele ocurrir con la mayoría delas películas norteamericanas sobre laMafia, El padrino de Francis FordCoppola tuvo una escasa acogida porparte de la crítica cuando se estrenó enItalia, en 1972. Un crítico la calificó de«síntesis de todos los lugares comunessobre los gángsteres italoamericanos».Se trata de una opinión queposiblemente le deba algo a un cierto

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resentimiento italiano por el modo enque, a través de Hollywood, EstadosUnidos se ha apropiado de la Mafia. Elmismo crítico consideraba«ofensivamente estúpido» el episodiosiciliano de El padrino, y en esteaspecto tenía razón, las secuenciassicilianas de los padrinos de todos losfilmes norteamericanos sobre la Mafiaresultan innegablemente burdas. En unade las escenas, por ejemplo, el MichaelCorleone interpretado por Al Pacinodeambula por las calles de la poblacióncuyo nombre ostenta. Sorprendido al vera las viudas vestidas de negro y losanuncios de funerales pegados en las

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paredes, se pregunta en voz alta adóndehan ido los hombres. «Están todosmuertos —le responde uno de susguardaespaldas locales—, por lavendetta», y recalca el término como sise tratara de alguna perversa fuerza dela naturaleza, una variante de la pestenegra que solo aniquilara a los hombressicilianos.

En la época en la que MichaelCorleone realizó su imaginaria visita ala aldea natal de su padre, el tifusconstituía un peligro mayor para lapoblación que los crímenes de la Mafia.En el verano de 1947, por ejemplo, unascuarenta personas sucumbieron a la

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enfermedad. Corleone, con sus calles ysu sistema de alcantarillado dañados porel paso de los tanques estadounidenses,seguía siendo un lugar de extremadapobreza. Aunque en aquellos años elíndice de homicidios no alcanzaba losapocalípticos niveles sugeridos por Elpadrino, sí era, no obstante,llamativamente alto. Así, en 1944 huboonce asesinatos; en 1945, dieciséis; en1946, diecisiete; en 1947, ocho, y en1948, cinco. Como en el resto de Siciliaoccidental, aquellos eran los años delresurgimiento de la Mafia y de su brutalrespuesta a la renovada militanciacampesina. Sin embargo, en Corleone,

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contempladas retrospectivamente, lasestadísticas sobre asesinatos hanadquirido un significado especialmentesiniestro debido al hecho de queincluyen los primeros crímenescometidos por Luciano Leggio, unmafioso que llegaría a ejercer unainfluencia dominante en el seno de laCosa Nostra. Siguiendo el ejemplo deLeggio, su pupilo favorito Totò el CortoRiina, corleonese como él, orquestaríauna matanza de hombres de honor sinprecedentes; una matanza que pasaría aconocerse como la segunda guerramafiosa de 1981-1983. Bajo la batuta deRiina, los corleonesi establecerían una

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dictadura en la organización, y alhacerlo, casi pondrían fin a su historia.Aún hoy el sucesor de Riina como capode capos es un hombre nacido enCorleone e instruido por LucianoLeggio. Así, y por mera casualidad,cuando el autor de El padrino, MarioPuzo, hubo de elegir el lugar denacimiento de don Vito Corleone (cuyoverdadero apellido era Andolini), fue aescoger precisamente la población quemás tarde habría de dar al mundo losmás temidos y poderosos hombres dehonor de toda la historia de laorganización.

Las fotografías más conocidas de

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Luciano Leggio datan de unacomparecencia ante los tribunales enPalermo, en 1974. Es difícil alobservarlas no sacar la conclusión deque el mafioso decidió adoptar para laocasión un aire basado en el donCorleone de Marlon Brando. Y con sucigarro, su amplia y fuerte mandíbula ysu porte arrogante parece que en efectolo consigue, ya que se puede observaralgo más que un ligero parecido físicoentre los dos. En realidad el rostro deLeggio era ya famoso antes de que seestrenara El padrino. El análisis que deél hiciera la comisión Antimafia,publicado el mismo año en que apareció

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la película, no es un documento queprecisamente tienda a extenderse enaspectos tan frívolos como la aparienciafísica. Y sin embargo no puede dejar deobservar el «rostro grande, redondo yfrío» de Leggio, ni su «irónica ydesdeñosa» mirada. Si elcinematográfico don Vito era el rostrode la Mafia según la imagen que estatiene de sí misma —juiciosa y centradaen la familia—, entonces los rasgos deLuciano Leggio, por contraste, eran elemblema de un terror caprichoso.Mientras que los pesados párpados deBrando dotaban a su personaje de unareserva casi noble, los penetrantes ojos

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de Leggio sugieren que era tanimprevisible como malévolo. Un pentitodijo una vez que Leggio «tenía unamirada que provocaba temor inclusoentre nosotros los mafiosos. Bastaba conque hubiera la más mínima cosa que leinquietara, y aparecía una extraña luz ensus ojos que hacía callar a todos los quele rodeaban… podías sentir la muerteflotando en el aire»[102]. Era un hombreque en cierta ocasión, y según el mismopentito, había matado a un mafioso y asu amante, y después había violado yasesinado a la hija de esta, de quinceaños de edad.

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Luciano Leggio en los tribunales, en la décadade 1970, adoptando una pose que parecedeberle mucho a Marlon Brando en suinterpretación del ficticio don Corleone.[Labruzzo, Palermo.]

Pero al igual que tantas otrasbiografiar auténticas de mafiosos, la

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historia de Luciano Leggio, si se narradesde una perspectiva psicológica, nohace sino caer en el estéril cliché delgangsterismo. Aunque Leggio inspiraraun gran temor, la razón de que él y susseguidores llegaran a ser tan poderososdentro de la Cosa Nostra no era queestuvieran hechos de una pasta que leshiciera más temibles que a los demás,sino más bien el hecho de quereinventaron las tácticas de la Mafiacreando una nueva combinación demétodos antiguos. Los corleonesidesarrollaron un sistema para dominarla Mafia siciliana que se adaptaba alnuevo clima surgido en los años de la

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Antimafia, cuando el Estado y la opiniónpública adquirieron una mayorconciencia del problema y el negocio delas drogas vino a añadir nuevastensiones a la estructura tradicional delas «familias». En cierto sentido, loscorleonesi pasaron a ser para la CosaNostra lo que esta era para Sicilia: unsecreto y mortal parásito. Paracomprender cómo evolucionaron esastácticas, merece la pena seguir el rastrodel auge de los corleonesi desde losprimeros asesinatos de Leggio, en ladécada de 1940.

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* * *

Luciano Leggio nació en 1925 en unambiente pobre. Cuando la «honorablesociedad» resurgió tras la invasiónaliada de 1943, Leggio, que entonces erasolo un ladrón de poca monta, fuereclutado por Michele Navarra, unmédico de cabeza redonda que eratambién el capo de Corleone. (Hay unalarga tradición de médicos mafiososcomo Navarra, que ejercía la medicinageneral en Corleone; en 1946 se

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convertiría en director del hospitaldespués de que su predecesor fueraasesinado por un desconocido). Graciasal patrocinio de Navarra, cuando solotenía veinte años Leggio consiguió unempleo como vigilante en una fincacercana a Corleone. Ya desde antes delasesinato del líder de los fasciosBernardino Verro, este tipo de puestosestaban dominados por la Mafia deCorleone y se utilizaban para hacercontrabando, robar, intimidar a lostrabajadores y extorsionar a losterratenientes.

En 1948, probablemente siguiendoórdenes de Navarra, Leggio cometió uno

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de los más notorios asesinatos políticosde los años de posguerra, con el quedaría a los campesinos de Corleone unnuevo mártir socialista al que llorar. Latarde del 10 de marzo —la fecha no escasual, ya que las primeras eleccionesparlamentarias de la República italianaeran inminentes— Leggio se llevó alsindicalista y veterano de la resistenciaPlacido Rizzotto fuera de la ciudad apunta de pistola, luego le obligó aarrodillarse antes de dispararle tresveces a quemarropa en la cabeza. Losrestos de Rizzotto, junto con otros dosesqueletos humanos, se encontrarían alcabo de dieciocho meses en una cueva

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de seis metros de profundidad. Solounos trozos de ropa y un par de zapatoscon suela de goma permitieron a sumadre identificarle. Leggio jamás seríacondenado por el crimen, pese a ladeclaración de dos hombres que lehabían ayudado a realizar el secuestro yque dijeron a las autoridades dóndepodían encontrar el cadáver de lavíctima. Placido Rizzotto nunca hatenido una tumba, pero hoy se alza unbusto suyo, inaugurado en 1996, frente alayuntamiento de Corleone.

Leggio huyó poco después delasesinato de Rizzotto. Fue capturado en1964, desapareció de nuevo en 1970 y

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fue encarcelado por última vez en 1974.Fue un fugitivo de la justicia durantetanto tiempo que adquirió el apodo dePimpinela Escarlata de Corleone. Peroestaba lejos de ser el apuesto personajeque parecería sugerir este paralelismoliterario; sufría de problemas depróstata crónicos, así como deespondilosis, una inflamación de lacolumna vertebral que le obligaba allevar un aparato ortopédico de cuero.Debido a su mala salud, en realidad granparte del tiempo que estuvo «huido» lopasó en costosas clínicas y balnearios.Hay que decir que no tenía nada deextraño que un mafioso desapareciera

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del mapa durante un tiempo, incluso elgordo y anciano padrino don CalòVizzini lo había hecho. Pero la vida decasi permanente ocultación de Leggioiba a crear escuela. Todos loscorleonesi serían pimpinelas escarlatas,invisibles no solo para las fuerzas de laley y el orden, sino también para losmafiosos rivales. Esta invisibilidadformaría parte de un nuevo modelo depoder mafioso; a partir de entonces, elcapo dejaría de recibir a sus súbditos enla mesa de un café de la plaza local. Laúnica señal manifiesta del poder de loscorleonesi sería su salvajismo.

En 1956 Leggio, todavía oculto

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oficialmente, puso en marcha un negociode cría de ganado como tapadera de suverdadera actividad, que era elcontrabando de ganado vacuno. Estasería la base de su desafío a la autoridadde su propio jefe, Michele Navarra.Primero, Leggio intimidó a uno de loshombres de Navarra para que renunciaraa su parte en la empresa de ganado.Luego, cuando uno de los principaleslugartenientes de Navarra compró unastierras adyacentes a las suyas, Leggio leconvirtió en el objetivo de una campañade actos vandálicos. Predeciblemente,en junio de 1958 Leggio cayó en unaemboscada preparada en su propia

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granja por asesinos de Navarra. Peroparece ser que estos recelaron tanto desu reputación de buen tirador queabrieron fuego desde demasiado lejos,lo que permitió a Leggio repeler elataque, que solo le costó una rozaduraen la mano.

Sería la última oportunidad para elmédico. Dos meses después, Navarraregresaba en coche a Corleone deLercara Friddi acompañado de otromédico, un hombre completamenteinocente. Al doblar una curva seencontraron con el Alfa Romeo 1900 deLeggio, que bloqueaba la carretera.Cuando la policía y los periodistas

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llegaron a la escena, poco tiempodespués, se encontraron con que alguienhabía arrojado el coche de la víctimapor la cuneta; las docenas de agujerosde bala que mostraba le otorgaban unrevelador interés fotográfico «estiloChicago». Aquel sería el primerasesinato mafioso de Corleone queacapararía los titulares de la prensadesde la desaparición de PlacidoRizzotto, una década antes. Y la fama deLeggio se extendería mucho más allá dela pequeña población siciliana.

La maniobra contra Navarra fue unacto de extraordinaria osadía. Elmalvado doctor de Corleone

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representaba la clase de estabilidad yprotección política que la Cosa Nostratanto valora. Aparte de susresponsabilidades médicas, erapresidente de la federación decampesinos de Corleone, administradordel sindicato de agricultores e inspectordel plan de seguros de enfermedad parala región; colocó a sus amigos en unmontón de influyentes organismossemipúblicos, y uno de sus hermanosdirigía la compañía regional deautobuses que el propio Navarra habíainiciado con vehículos militaresabandonados en 1943. El médico deCorleone controlaba un significativo

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paquete de votos favorables a la DC,tenía el respaldo de los demás caposmafiosos de la región, y en su clan secontaban hombres de honor con unaconsiderable experiencia, además decontactos en Estados Unidos. Incluso sele había concedido el título de cavalierepoco antes de ser asesinado a tiros, yello pese a haber tenido que sufrir unperíodo de exilio interior por lassospechas relativas a su implicación enla muerte de Rizzotto. No es extraño,pues, que los campesinos de la región lel lamaran U patri nostru («NuestroPadre»). Los mafiosos raramente tieneninterés en permitir que un asesino de a

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pie como Leggio venga a trastornar unprestigio tan pacientemente acumulado yprovechoso.

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Funeral celebrado en «la Lápida», en el que selleva a enterrar a varios seguidores de MicheleNuestro Padre Navarra tras un tiroteo con loshombres de Luciano Leggio en el centro de la

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población. Corleone, 1958. [Copyrightdesconocido.]

Tras asesinar a Navarra, la banda deLeggio no tenía otra alternativa queaprovechar el impulso de su ofensiva; enaquel momento, supervivencia y victoriaeran una misma cosa. Un mes después dela muerte del doctor, tres de sus mástemidos soldados fueron asesinados atiros en una batalla en la queparticiparon decenas de pistoleros y quese libró en el mismo centro de Corleone;varios transeúntes resultaron heridos,incluyendo niños. Corleone llegaría aadquirir entonces el sobrenombre de laLápida. En octubre de ese mismo año,

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1958, L’Ora publicó a toda plana uninforme sobre las actividades de Leggiobajo un titular que contenía una solapalabra: «Peligroso». Tres días despuéslas oficinas del periódico serían objetode un atentado con bomba.

El espectacular golpe de Leggiocontra los capos establecidos deCorleone constituía algo poco habitual,pero que no carecía ni mucho menos deprecedentes. En cierto sentidorepresentaba una confirmación de algoque probablemente se había idorepitiendo a lo largo de toda la historiade la Mafia. Aunque la influenciapolítica es importante, el poder último

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en el seno de la organización radica ensu ala militar antes que en su alapolítica. La predisposición a pagar acorto plazo el precio político de utilizaruna violencia desmesurada —comomostró Leggio en 1958— se convertiríaen un rasgo distintivo de las tácticasadoptadas por los corleonesi a partir deaquel momento.

Los tiroteos y los secuestros seprolongaron en Corleone durante cincoaños. Los advenedizos de Leggio sehallaban a punto de alcanzar la victoriatotal sobre el establishment de Navarracuando, el 30 de junio de 1963, el cochebomba de Ciaculli generó una oleada de

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detenciones masivas e interrumpiótemporalmente casi toda la actividad dela Mafia en Sicilia occidental. El propioPimpinela Escarlata al final seríaarrestado en Corleone en 1964, en unacasa propiedad de una solterona demediana edad a la que se habíaconsiderado fuera de toda sospecha porla sencilla razón de que había sido laprometida del malogrado sindicalistaPlacido Rizzotto.

Cuando finalmente se juzgó a sesentay cuatro de los participantes en la guerraentre los leggiani y los navarriani, en1969, todos fueron absueltos.Sorprendentemente, y pese a llevar casi

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un cuarto de siglo como asesino de laMafia, Leggio solo tenía una condena ensu historial delictivo por haber robadounas cuantas gavillas de maíz. Elinforme final de la comisión deinvestigación parlamentaria Antimafiacriticaría posteriormente aquellasentencia, culpando de ello al modo enque Leggio y sus hombres habíanintimidado a los testigos, y la«inconsciente» tendencia del juez amostrarse inusualmente riguroso a lahora de evaluar las pruebas de laacusación. Parece ser que Leggiotambién había hallado el modo dedestruir pruebas materiales en algún

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momento del período transcurrido entrelas investigaciones y el juicio; en laescena del asesinato de Navarra sehabían encontrado fragmentos del pilototrasero de un automóvil, que en aquelmomento se habían identificado comoprocedentes de un Alfa Romeo como elque tenía Leggio; cuando se abrió labolsa que contenía aquella evidenciapara volver a inspeccionarla, muchosmeses después, se descubrió que losfragmentos se habían sustituido por otrosprocedentes de una marca de cochedistinta. La acusación recurrió lasentencia absolutoria, pero cuandoLeggio fue condenado a cadena perpetua

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en un segundo juicio, habíadesaparecido de nuevo.

La actividad de la Mafia se reinicióen serio en 1969, tras la absolución deLeggio y sus hombres. Y cuando esoocurrió, se hizo visible la existencia deun nuevo mapa de poderes en el seno dela organización. Entre el grupo depistoleros disfrazados de policías quehabían ejecutado a Michele el CobraCavataio en el viale Lazio seencontraban dos de los principalesasesinos de Leggio: Calogero Bagarella(el hombre que resultó muerto en elataque y cuyo cuerpo cargaron suscompañeros en el maletero del coche

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preparado para la fuga) y Bernardo elTractor Provenzano (el hombre que enel momento de escribir estas líneas es elactual capo de capos). El estatus queentonces poseía Leggio en el seno de laCosa Nostra se vio confirmado cuando,poco después, se constituyó de nuevo lacomisión. Como medida provisional,esta inicialmente solo estaba integradapor tres miembros. El primero de ellosera Gaetano Tano Badalamenti, unimportante traficante de droga consólidos vínculos al otro lado delAtlántico y uno de los tres hombres del«grupo de trabajo constitucional» quehabían elaborado el reglamento de la

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comisión. El segundo era StefanoBontate, conocido como el Príncipe deVillagrazia, capo de la mayor «familia»de Palermo y vástago de una prestigiosadinastía mafiosa (su padre había sidouno de los portadores del féretro de donCalò Vizzini). El tercero era el propioLuciano Leggio, aunque con frecuenciale representaba en las reuniones sulugarteniente de confianza Totò Riina,apodado u Curtu («el Corto»).

La composición de este triunviratoconstituía un signo de que la nuevacomisión iba a ser un organismo distintodel creado inicialmente tras la visita deJoe Bananas a Sicilia en 1957. La norma

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que impedía que los jefes de las«familias» tuvieran un asiento en lacomisión había desaparecido. En esemomento los tres miembros deltriunvirato eran sin duda los máspoderosos hombres de honor de laprovincia de Palermo, y, enconsecuencia, de toda la Mafia siciliana.La comisión ya no actuaba como unmero contrapeso a la autoridad queejercían los jefes de las «familias»locales sobre los hombres de honorindividuales, como deseara Buscetta en1957. De hecho, lo que estaba haciendoactualmente era reactivar y reorganizar alas «familias» desde arriba. Cuando la

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comisión pasara a ser plenamenteoperativa, en 1974, la Cosa Nostraasumiría una estructura de mando másjerárquica, la misma que TommasoBuscetta le describiría al juez Falcone yque hoy sigue estando vigente.

La cuestión es cómo Luciano Leggio,procediendo como procedía de laatrasada Corleone, llegó a hacerse unsitio entre la elite de Palermo.Ciertamente, y pese a la notoriedad quele han otorgado tanto Leggio comoMarlon Brando, Corleone no es la«capital» de la Mafia. Pero el caso esque, mucho antes de ser detenido porprimera vez en 1964, Leggio era ya algo

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más que el jefe de la «familia» deCorleone; había extendido su influenciaallí donde realmente importaba: enPalermo.

Palermo era el lugar donde Leggiopasaba la mayor parte del tiempo quepermanecía oculto; el mercadomayorista de carne de la ciudad eradonde su pequeña empresa detransportes llevaba el ganadoilegalmente sacrificado; era en Palermodonde el «agresivo malversador deCorleone» Vito Ciancimino se abríapaso a codazos hacia el poder en elayuntamiento; era en Palermo dondeLeggio tenía una empresa que alquilaba

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tragaperras que expedían regalossorpresa y que estaban llenas decigarrillos de contrabando; Leggiomantenía asimismo estrechas relacionescon gángsteres que fueron losprincipales implicados en la primeraguerra mafiosa: La Barbera, Buscetta,Greco, Cavataio, Torretta; Palermo eradonde la Mafia tenía sus raíces, dondetodavía se concentraba el poder en elseno de la «honorable sociedad».Palermo habría de ser, pues, el trofeo dela segunda guerra mafiosa.

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LA CRISIS ESPIRITUALDE LEONARDO VITALE

La historia de la Mafia siciliana no secompone solo de alta política, grandesnegocios y guerras. La década de 1970fue también el escenario de dostragedias —que relataremos en esteapartado y en el próximo—, las cualesnos hablan de las intensas inquietudescotidianas que afectaban a los hombres,mujeres y niños que vivían en lo másprofundo del sistema mafioso.

Alrededor de las once de la nochedel 29 de marzo de 1973, Leonardo

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Vitale se dirigía al cuartel local de labrigada móvil de Palermo para declararque estaba atravesando una crisisespiritual y tenía la intención decomenzar una nueva vida. Teníaentonces treinta y dos años, y era unhombre de honor de la «familia»mafiosa de Altarello Di Baida, en la queostentaba el rango de capodecina. Enpresencia de unos agentes mudos deasombro, Vitale admitió dos asesinatosconsumados, un intento de asesinato, unsecuestro y un montón de delitosmenores. Asimismo, dio los nombres delos culpables de otros homicidios.Explicó cómo se organizaba una

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«familia» mafiosa, quiénes eran losmiembros de su propia «familia», yreveló la existencia de la comisión.Aunque dentro de la organizaciónocupaba un nivel demasiado bajo parasaber quién formaba parte exactamentede la comisión, sí explicó que en ciertaocasión el corleonese y miembro deltriunvirato Totò el Corto Riina habíaacudido a dirimir una disputa entre sufamilia y la vecina. Cuando la noticiallegó a la prensa, Vitale fue apodado «elValachi de las afueras de Palermo». Unavez más, y mucho antes que TommasoBuscetta, un pentito había reveladosecretos de la Mafia a cualquiera que

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estuviera dispuesto a escucharlos.Tres semanas después de que Vitale

se hubiera entregado, un juez deinstrucción invitó a un equipo depsiquiatras forenses a la cárcel deUcciardone, y les dio instrucciones deque averiguaran si el pentito estaba lobastante cuerdo como para resultar untestigo creíble en un juicio. De hecho, sehabían evidenciado ya algunos signos deque su estado mental era frágil.Anteriormente, aquel mismo año, cuandohabía estado retenido durante unasemana en la isla de Asinara bajo lasospecha de haber tomado parte en unsecuestro, se había cubierto con sus

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propios excrementos. Vitale les explicópor qué a los psiquiatras:

Hacer algo así me ayudó aentender de algún modo… aentender que algo así no es malo,pero otras cosas son malas. Algoasí no puede hacer daño a lagente, pero otras cosas sonmalas… las que yo hacíaantes[103].

El gesto de Vitale de embadurnarsede heces resultaba mucho más elocuenteque sus palabras, ya que era un hombrede pocas luces. Pero a pesar de sus

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dificultades de expresión, la historia quecontó a los psiquiatras forensesproporciona una de las más reveladorasperspectivas sobre el coste emocionalde pertenecer a una organización queactúa en un reino de silencio y demuerte.

El hombre más influyente en la vidade Vitale, el hombre en el que buscó elafecto que le faltó tras el fallecimientode su padre, fue su tío, que también seconvirtió en su capo. «Él lo era todopara mí», diría Vitale. La inquietud quemás influyó en su vida giraba en torno asu incierta masculinidad: «Yo creía queera un pederasta, y siempre he tenido

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que cargar con ello». A los catorce añosde edad dejó de ir a misa porqueculpaba a Dios de los «malospensamientos» que atravesaban sumente. Se convirtió en mafioso —explicaría— «como protesta contra mipropia naturaleza, porque Dios me habíadado aquellos complejos. Una protestacontra Dios, por el complejo de no serun hombre»[104].

Pero no fue culpa de ningún«complejo» que el destino de LeonardoVitale se decidiera ya cuando solo eraun muchacho. En la familia Vitale elsistema de valores de la Mafia se habíaido transmitiendo de generación en

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generación, y probablemente él eradescendiente de un asesino que habíasido absuelto de trabajar para donRaffaele Palizzolo allá en la década de1890. Siguiendo la tradición familiar,cuando el tío de Leonardo percibió laadmiración que el joven sentía por él,empezó a poner a prueba su temple,diciéndole en cierta ocasión: «¿Ves mismanos? Pues están manchadas de sangre,y las manos de tu padre aún estaban másmanchadas que las mías». Su tío le pidióque demostrara su «valor», primeromatando un caballo, y luego, a losdiecinueve años, matando a un hombre;para ello le llevaron en un pequeño Fiat

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500 que adelantó a la víctima, y acontinuación él le disparó con unaescopeta apostado en el asiento trasero.La recompensa de Leonardo fue que sutío le llevó a cazar alondras, después delo cual sería iniciado en la «familia» deAltarello Di Baida. En lo que hoyidentificamos como una variante consabor histórico del habitual ritual deiniciación, le pincharon en el dedo conla espina de un naranjo amargo, un árbolcuyo fruto ha sido apreciado por suzumo desde la época de los árabes.

Envenenando a perros guardianes,quemando automóviles, destrozandoárboles frutales, matando a un ladrón de

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limones, enviando cartas amenazadorascon calaveras dibujadas, poniendobombas en despachos, destrozandomaquinaria en los solares deconstrucción y dedicando mucho tiempoa haraganear, durante los trece añossiguientes Leonardo Vitale participó enel negocio cotidiano de la extorsión,actuando como «recaudador» delterritorio de su «familia» a las órdenesde su tío. En 1969 Vitale subió decategoría al matar a otro mafioso. Comoconsecuencia de ello, su tío empezó arevelarle más secretos de laorganización, hablándole de laexistencia de la comisión, que había

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ordenado su más reciente asesinato, asícomo el del periodista de L’Ora MauroDe Mauro, que desapareció en 1970.Vitale fue ascendido y se convirtió encapodecina, lo cual no significaba grancosa para él aparte de quedarse con unaparte mayor del botín.

Vitale explicó a los psiquiatras quehabía dejado atrás su antiguo Yo y susinquietudes revelando los secretos de laMafia. Era —decía— como si suscrímenes los hubiera cometido otrapersona. Había reencontrado a Dios, supaz interior, y con ella, el definitivoconvencimiento de que en realidad noera un pederasta. Pero a medida que iba

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contando más detalles de su historia alos psiquiatras, se percibía que suestado de ánimo se hacía más depresivoe impredecible. Un día apareció concortes en los brazos que se había hechoél mismo; luego empezó a ir sin zapatosy con una larga barba, declarando: «¡Unloco, yo era un loco!». Los juecesempezaron a preguntarse si todavíaexperimentaba la crisis espiritual que lehabía llevado a desertar de la Mafia, osi le habían presionado para que sefingiera demente con el fin de socavar sutestimonio. Cuando concluyó el examenpsiquiátrico, Vitale fue declarado«semidébil mental»; pero los expertos

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también decidieron que su enfermedadno afectaba a su memoria, ni, enconsecuencia, a la credibilidad de sutestimonio. La propia reacción escritade Vitale a cómo le clasificaron lospsiquiatras resulta desgarradora en sutensa lucidez:

Semidebilidad mental =enfermedad psíquica. Mafia =enfermedad social. Mafiapolítica = enfermedad social.Autoridades corruptas =enfermedad social. Prostitución= enfermedad social, sífilis,condiloma, etc. = enfermedad

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física que influye en la psiquedel enfermo desde la mismainfancia. Crisis religiosa =enfermedad psíquica que sederiva de esas otrasenfermedades. Esos son losmales de los que yo, LeonardoVitale, resucitado en la fe delverdadero Dios, he sidovíctima[105].

El caso llegó a juicio en 1977. Delos veintiocho acusados, solo Vitale y sutío fueron condenados. La«semidebilidad mental» y elcomportamiento errático de Leonardo

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habían sido suficientes para debilitarfatalmente la base de la acusación. Siaquellas absoluciones resultaban, pues,comprensibles, no puede decirse lomismo del modo en que la profunda eimportante perspectiva queproporcionara Vitale de la naturaleza dela Mafia resultaría a continuacióncompletamente ignorada por lasautoridades. Leonardo Vitale fuecondenado a veinticinco años de cárcel.Tras pasar la mayor parte de su condenaen instituciones mentales, sería puestoen libertad en junio de 1984. Pocodespués, gran parte de lo que habíadicho ya en 1973 se vería confirmado

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cuando Tommaso Buscetta se convirtióen testigo de cargo. El domingo 2 dediciembre de 1984 Vitale volvía demisa con su madre y su hermana, cuandoun individuo no identificado le disparódos veces en la cabeza. Más tarde, aquelmismo año, Giovanni Falcone y PaoloBorsellino presentaron sus evidenciasen apoyo del «teorema de Buscetta»como preparación para el macrojuicio.Iniciaban el documento contando lahistoria de Leonardo Vitale, una historiaque concluían con las siguientespalabras: «Cabe esperar que al menosdespués de su muerte se dé a Vitale elcrédito que merecía».

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MUERTE DE UN«FANÁTICO

IZQUIERDISTA»:PEPPINO IMPASTATO

En la década de 1970 —conocida comolos «años de plomo»—, la democraciaitaliana tuvo que enfrentarse a su épocamás oscura desde la caída del fascismo.Una vez más, conocer la Mafia y lucharcontra ella no constituía una de lasprincipales prioridades de la nación. El12 de diciembre de 1969, dos días mástarde del ataque a Michele el CobraCavataio que señaló la reanudación de

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la actividad de la Cosa Nostra despuésde los tranquilos años de mediados de ladécada de 1960, estalló una bomba enun banco de la piazza Fontana, en elcentro de Milán; dieciséis personasresultaron muertas y varias docenasheridas. Tres días después, unanarquista inocente al que se habíadetenido para interrogarle con relaciónal atentado de la piazza Fontana murió alcaer por la ventana de un cuarto piso enel cuartel de la policía de dichaciudad[106]. Al poco tiempo empezaron asurgir evidencias que vinculaban agrupos neofascistas con la matanza, yque asimismo conectaban a diversos

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elementos de los servicios secretositalianos con dichos neofascistas. Losgrupos de izquierdas más combativosadoptaron el eslogan: «Fue una matanzaestatal». Pero no eran ni mucho menoslos únicos que creían que se estabatramando un complot para acabar con lademocracia. No cabe duda de que talcomplot existía; la única cuestión, quetodavía sigue abierta, es hasta qué puntose había extendido en el seno de lasinstituciones. Se trataba de una«estrategia de tensión»; un programa deatentados terroristas destinados apreparar el terreno para un golpe deEstado de la derecha.

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La estrategia de tensión era unarespuesta directa a lo que se percibíacomo una amenaza de la izquierda. Losaños 1967-1968 presenciaron unaoleada de protestas estudiantiles que lareacción policial, a menudoexcesivamente contundente, no hizo sinoradicalizar. Más grave aún resultaba laserie de huelgas y manifestacionesiniciadas en el «otoño caliente» de1969; por un momento pareció que elmovimiento obrero estuviera a punto desituarse más a la izquierda que elPartido Comunista.

El atentado de la piazza Fontanaanunciaba un nuevo período de

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inestabilidad política y violencia.Durante aquella década, y aun después,seguirían nuevos actos terroristas con elsello de la derecha. La peor de lasatrocidades sería el asesinato de ochentay cinco personas por una bombacolocada en la sala de espera desegunda clase de la estación de Bolonia,en agosto de 1980. Pero la violenciapolítica no se limitaba ni mucho menos ala extrema derecha. A mediados de ladécada de 1970, mientras la crisiseconómica mundial contribuía a reprimirla militancia laboral, el grupo departidos situados a la izquierda delPartido Comunista de Italia —con

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elevados ideales, pero extremadamentebeligerantes— empezaron a darse cuentade que la revolución no estaba a lavuelta de la esquina, como habían creídoa finales de la década de 1960. Para unapequeña minoría de aquellos militantesde izquierdas, la acción armada,orientada a exacerbar el conflicto socialy preparar el terreno para unainsurrección obrera, constituía larespuesta apropiada a la reducción delas huelgas y las «matanzas estatales».Las Brigadas Rojas propugnaban «unataque al corazón del Estado», y afinales de la década de 1970 yprincipios de la de 1980 organizaron

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prominentes asesinatos de policías,jueces, empresarios, periodistas eincluso miembros del Partido Comunistasospechosos de colaborar con el«Estado de las multinacionales».

La implicación de la Mafia en laestrategia de tensión y en lasconspiraciones de la derecha desde1969 constituye uno de los temasfavoritos de los «detrasólogos». Hay dehecho uno o dos vínculos inequívocos.En diciembre de 1970 un príncipeneofascista ocupó el Ministerio delInterior en un intento de desencadenar ungolpe de Estado; se retiró pacíficamenteal cabo de unas horas, y la opinión

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pública no se enteró del incidente hastaunos meses después. Posteriormente,Tommaso Buscetta y otros pentitirevelarían que se había pedido a loslíderes de la Mafia que participaran enel golpe a cambio de la revisión deciertos veredictos judicialesimportantes. Buscetta y Pajarito Grecoincluso cruzaron el Atlántico para tratardel tema con Leggio y los demás en unaserie de reuniones celebradas enCatania, Roma, Milán y Zurich duranteel verano de 1970. Parece ser quemuchos de los principales capos noacababan de decidirse por aceptar o nola propuesta. Un pentito observaría con

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aspereza que en aquel momento sejugaba el mundial de fútbol, y que amedida que Italia iba progresando a lolargo del torneo hasta jugar con Brasilen la final, muchos hombres de honor semostraban más interesados en ver lospartidos en televisión que en reunirsepara tratar de la revolución fascista.Finalmente la Mafia aceptó participar enla revuelta, pero al parecer ello se debióal deseo de vigilar de cerca losacontecimientos antes que al hecho deque hubiera compromiso alguno con lacausa. La represión de la Mafia a manosdel «prefecto de hierro» Cesare Morihabía dejado un poso de desconfianza

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entre la extrema derecha y la CosaNostra.

Aparte del abortado golpe de Estadode 1970, se sabe también que la Mafiaayudó a los terroristas de extremaderecha a poner una bomba en un trenque circulaba entre Milán y Nápoles el23 de diciembre de 1984, de la queresultaron muertas dieciséis personas.Tales episodios han contribuido aalimentar las especulaciones acerca dela posibilidad de que la propia CosaNostra fuera una mera herramienta delas sombrías figuras que recorrían lospasillos de los ministerios en Roma, yde que por encima de los más altos

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escalones de la organización se hallarala mano rectora de un misteriosotitiritero moviendo sus hilos. Estoconstituye casi con toda certeza unamera fantasía. La historia de la CosaNostra sugiere que, cuando esta hacolaborado con subversivos violentosde la derecha, probablemente lo hahecho solo poniendo sus propiascondiciones, con la esperanza deobtener concesiones precisas. Larevisión de veredictos judicialesprobablemente representa un arquetipode lo que la Mafia deseaba conseguircon cualquiera de tales acuerdos.

Detrás del derramamiento de sangre

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y las conspiraciones de finales de ladécada de 1960 y principios de la de1970, estaban produciéndose en elsistema judicial italiano una serie decambios menos llamativos que tendríanuna profunda influencia en la futurahistoria de la Mafia. En Sicilia, como enmuchas otras partes de Italia, losmagistrados de la vieja guardia eraninstintivamente conservadores, y algunosde ellos se hallaban en estrechavinculación con la clase política através de sociedades masónicas y lazosfamiliares. Aun en el caso de que aescala individual ninguno de ellos seconfabulara directamente con la Cosa

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Nostra, como organismo no era probableque aquellos hombres —y todos lo eran— tuvieran el ánimo requerido paraenfrentarse al crimen organizado en susmás altos niveles.

Pero entonces, en la década de 1960,la extensión de la enseñanza superior auna parte mayor de la poblaciónaumentó también el número deaspirantes a la judicatura. Al mismotiempo, esta obtuvo finalmente su propioórgano rector, y con él, un grado deindependencia del gobierno superiorincluso al de otros países europeos.Hacia finales de la década, unaorganización denominada Magistratura

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Democrática encabezó un movimientode los jueces más jóvenes en favor deuna reforma del esclerótico sistemajudicial. Parte de la nueva generación demagistrados aspiraba a poder llamar alorden a toda una serie de delincuentesde cuello blanco: contaminadores,especuladores inmobiliarios, políticoscorruptos, etc.

A medida que el poder de los juecesfue aumentando, estos también se fueronpolitizando y organizándose enfacciones políticamente alineadas. Enparte como resultado de ello, lasospecha de que se iniciabaninvestigaciones, e incluso se dictaban

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sentencias, por motivos políticospartidistas, se convirtió en un motivo dequeja cada vez más frecuente. Pese aesto, los grandes éxitos en la luchacontra la Mafia de los años venideroshabrían resultado impensables sin estalenta transformación del sistema judicialitaliano. Se trataba, no obstante, decambios que tardarían años en tenerefectos en la batalla contra la CosaNostra.

* * *

Durante la década de 1970 hubo veces

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en que pareció que la democraciaitaliana no sobreviviría al ataquecombinado de la estrategia de tensión yel terrorismo de izquierdas. El momentomás preocupante se produjo el 16 demarzo de 1978, cuando las BrigadasRojas secuestraron a la figura másinfluyente de la Democracia Cristiana,el exprimer ministro Aldo Moro, en unataque en el que resultaron muertos suchófer y todos los miembros de suescolta. Durante cincuenta y cinco díasItalia contuvo el aliento, mientras lospolíticos de todos los partidos discutíansi era mejor mantenerse firmes frente alas demandas de los secuestradores o

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negociar para tratar de salvar la vida delpolítico. Finalmente, el 9 de mayo,Moro sería asesinado y su cuerpoabandonado en el maletero de unRenault rojo en una callejuela de Romasituada a solo unas docenas de metrosde las sedes centrales tanto de la DCcomo del PCI.

Comprensiblemente, estasemergencias terroristas contribuyeron asofocar la preocupación por elresurgimiento de la Mafia y por sucotidiano régimen de terror en Siciliaoccidental. No hay ilustración más clarade ello que una noticia que apareció elmismo día en el que se encontró el

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cadáver de Moro en Roma. El periódicomilanés conservador Corriere dellaSera informaba brevemente de unincidente ocurrido en Cinisi, unapequeña población de la costaoccidental de Sicilia, lejos del «corazóndel Estado». El titular era: «Fanáticoizquierdista destrozado por su propiabomba en la vía férrea».

El «fanático izquierdista» eraGiuseppe Peppino Impastato. Pero sumuerte, a los treinta años de edad, no fueel resultado de un ataque terroristafallido, ni tampoco de un suicidio, comose afirmaría más tarde. PeppinoImpastato fue asesinado por la Mafia de

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Cinisi, aunque haría falta casi un cuartode siglo y una tenaz campaña de susamigos y parientes para que se le hicierajusticia. Para que el lector empiece acomprender por qué este hecho resultahistóricamente significativo, basta conque eche un vistazo a la fotografíapublicada en el presente volumen en laque aparecen un grupo de «hombres derespeto» de Cinisi, una foto tomada aprincipios de la década de 1950.Peppino es el menor de los dos niñosvestidos con pantalón corto, el que cogecon su mano izquierda la derecha de supadre.

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Cinisi, 1952. Peppino Impastato, queposteriormente se convertiría en un mártir dela lucha contra la Cosa Nostra, es el menor delos dos niños, a la izquierda de la imagen.[Reproducida con la amable autorización deGiovanni Impastato.]

El niño de la foto se convertiría enun militante de izquierdas; un rebeldeinteligente, en ocasiones torturado, quededicó la mitad de su vida a la causa de

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la lucha contra el capitalismo y laopresión. Como muchos jóvenesitalianos de la época, participabaapasionadamente en lo que hoy nosparecen arcanas disputas sectariasrealizadas en una árida jerga marxista;discutía de todo desde su posturaideológica, desde la guerra de Vietnamhasta el nudismo; pasaba de unminúsculo partido revolucionario oiniciativa a otro, oscilandoconstantemente entre la euforia y ladesesperación (ya que las relacionespersonales y amorosas le resultabandifíciles). Pero si en el caso de Peppinola política constituye un ingrediente

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esencial de su historia, aún másimportante resulta el hecho de que surebelión se viviera en el seno de uno delos entornos familiares más saturados deMafia que es posible imaginar. El padrede Peppino era mafioso, un miembro debajo rango de la «familia» de Cinisi. Enla familia consanguínea extensa habíaasimismo otros hombres de honor, comolos había habido durante décadas. Larebelión de Peppino contra este entornofamiliar resultaba insólita.

Los miembros supervivientes de lafamilia Impastato recordaríanposteriormente cierto momento de 1963como el primer signo de la revuelta de

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Peppino contra la cultura mafiosa en laque había estado inmerso durante todasu infancia. Cuando Peppino teníaquince años, Cesare Manzella, elentonces capo de Cinisi —que tambiénera su tío por matrimonio— fueasesinado utilizando un Alfa RomeoGiulietta cargado de TNT durante laprimera guerra mafiosa. El adolescentePeppino se sintió horrorizado. Comotodo el pueblo sabía, se encontraronpartes del cuerpo de su tío colgadas enlimoneros situados a cientos de metrosdel cráter abierto donde había estado elcoche. Impastato le preguntó a otro tíosuyo: «¿Qué debió de sentir?». La

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respuesta —«Todo ocurrió en uninstante»— hizo bien poco para calmarla ansiedad del muchacho.

Cuando tenía diecisiete añosPeppino era ya un activista, dirigíamítines y coeditaba una hojainformativa, El Ideal Socialista. Suenfrentamiento con la Mafia fueinmediato, directo y asombrosamentevaliente en una población en la que laeliminación criminal del movimientocampesino de izquierdas en los años deposguerra constituía todavía un recuerdoreciente. En 1966 escribió un artículotitulado «Mafia: una montaña demierda». Después de leerlo, uno de sus

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muchos parientes mafiosos advirtió a supadre: «Si fuera hijo mío, cavaría unazanja y le enterraría»[107]. Acontinuación se prohibió a Peppinoentrar en casa de sus padres.

Cinisi, la aldea natal de PeppinoImpastato, no constituía precisamenteuna avanzadilla menor en el imperio dela Cosa Nostra. En la década de 1960fue uno de los más importantes centrosde actividad mafiosa de Siciliaoccidental. El nuevo aeropuerto dePalermo —obviamente un punto claveen las actividades ilícitas y lasoperaciones de contrabando— se habíaconstruido allí, a finales de la década de

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1950. De los ocho mil habitantes deCinisi, el 80 por ciento tenían parientesen Estados Unidos. No es casualidadque la población fuera uno de losprincipales centros de almacenaje ydistribución del tráfico de heroínatransatlántico. El capo de Cinisi, donTano Badalamenti, tenía fuertes vínculosfamiliares con el hampa de Detroit,contaba con bases para sus operacionesde tráfico de droga en Roma y Milán, ycontrolaba toda una serie de empresasde construcción. Asimismo ejercía unaenorme influencia en el seno de la CosaNostra. Había ayudado a TommasoBuscetta a elaborar las reglas de la

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primera comisión en 1957, y sería unode los miembros del triunviratoestablecido en 1970. Según un pentito,tras asumir su puesto en el triunvirato, suprimera medida fue ordenar que sedisparara a un criminal napolitano depoca monta, se trataba del hombre queunos años antes había abofeteado aLucky Luciano en un hipódromo deNápoles. Así, ocho años después de lamuerte de Luciano, Badalamenti pudoinformar a sus contactos de la CosaNostra estadounidense de que el insultohabía sido vengado. Cuando sereconstituyó plenamente la comisión, en1974, sería Badalamenti quien la

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presidiría.

* * *

La revuelta de Peppino vino a ahondarunas fisuras que ya existían previamenteen la familia Impastato. Su madre,Felicia Bartolotta Impastato, había dedarle de comer a escondidas. Ella sehabía unido a la Mafia por sumatrimonio, pero no tenía parientes desangre que fueran hombres de honor. Elpadre de Peppino era un hombredominante y con dificultades deexpresión, que solo permitía a su esposa

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que se juntara con otras esposas de laMafia. Además, descargaba en ella el«deshonor» y la inquietud que suincapacidad para controlar a su propiohijo le había acarreado. «Aquello erauna dictadura. Desesperación… temor.Cuando le oía entrar en casa me meaba»,recordaría más tarde. Aunque Feliciatenía demasiado miedo para asistir a losmítines de Peppino, trataba de persuadira su hijo de que moderara el tono de sucampaña: «Mira, Giuseppe, yo tambiénestoy en contra de la Mafia. Pero ¿acasono ves cómo es tu padre? ¡Ten cuidado,hijo mío!»[108].

Pese a las amenazas de la Mafia y

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los temores de su madre, Peppino siguióadelante. En palabras de su madre,luchaba por «cosas justas y necesarias»,cosas que casi siempre chocaban con losintereses de la organización. Participóintensamente en una campaña en apoyode los campesinos cuyas tierras iban aser expropiadas para que se construyerauna tercera pista en el aeropuerto.Asimismo, luchó junto a los obreros dela construcción explotados porempresarios protegidos por la Mafia. Amediados de la década de 1970, dedicógran parte de su tiempo a la lucha contralo que el Partido Comunista de Italiadenominaba su «compromiso histórico»:

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la decisión de respaldar a los gobiernosde la Democracia Cristiana cuandojuzgara que estos iban en una direcciónprogresista. Los izquierdistas loconsideraban una traición, si bien se leha dado cierta justificaciónargumentando que el «compromisohistórico» salvó a Italia del destino deChile, donde en 1973 el sangrientogolpe de Estado de Pinochet derrocó aun gobierno democrático. Cualesquieraque fueran los aciertos y errores de laestrategia moderada del PCI en el restode Italia, en Sicilia occidental elcompromiso con la DC equivalía, a losojos de Peppino y de sus camaradas, a

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colaborar con la Mafia.Peppino también se mostraba

riguroso en su crítica ideológica a loshippies, que habían establecido laprimera comuna de Italia en una cercanavilla abandonada de los Florio;consideraba desalentador que hubieranrenunciado a la política en favor delnudismo y el cannabis. En 1977 fundóuna diminuta emisora local de radio,Radio Aut, cuya emisión más destacadaera un programa nocturno de música ysátiras dirigidas contra la «Mafiópolis»y su «Mafiacipalidad» (o lo que es lomismo, Cinisi y su municipalidad oayuntamiento, dominado por la DC). Los

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sketches del programa ridiculizaban a lafamilia mafiosa local y sus turbiosasuntos parodiándola en versionesgrotescas de la Divina Comedia deDante o en escenas de western; así, alcapo Tano Badalamenti se le parodiabaabiertamente con el personaje de TanoSeduto («Tano [Toro] Sentado»). En unartículo de periódico, Peppino se referíatambién a Badalamenti como «un rostropálido aficionado al tráfico de droga yal uso de la escopeta de cañonesrecortados». En la primavera de 1978Peppino colaboró en el montaje enCinisi de una exposición fotográficatitulada «La Mafia y el paisaje», donde

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se mostraban los daños causados por laconstrucción de una carretera ilegal. Enla misma época fue elegido candidato enlas elecciones locales. Existe unaescalofriante foto en la que aparecenvarios hombres de honor examinandodetenidamente uno de los paneles de laexposición sobre «La Mafia y elpaisaje»; se tomó un día antes de quePeppino fuera asesinado.

Peppino Impastato sabía el riesgoque corría. Su madre le había advertidode que los mafiosos eran «animales»,para quienes «apagar una vela nosignificaba nada». Probablementecalculó que el hecho de que su padre

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fuera un hombre de honor le protegeríaen cierta medida. Hoy sabemos que, enefecto, su padre asumió considerablesriesgos para proteger a su hijo de lavenganza de Badalamenti. Luego, enseptiembre de 1977, murió atropelladopor un automóvil. Durante muchos añosla familia creyó que su muerte habíasido accidental, aunque actualmente hallegado a la conclusión de que se tratóde un asesinato. Cualquiera que sea laverdad, el caso es que la muerte de supadre dejó a Peppino sin protección. Enel funeral Peppino se negó a dar la manoa los mafiosos que acudieron a presentarsus respetos, lo que equivalía a un

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rotundo insulto. Tampoco durante losmeses siguientes disminuyó la intensidadde su campaña. Casi con toda certezasabía que iba a ser asesinado.

La noche del 8 al 9 de mayo de1978, Peppino fue secuestrado cuandovolvía de Radio Aut y trasladado en supropio coche a una destartalada chozade piedra situada a unos metros de la víadel ferrocarril Palermo-Trapani, junto ala valla que rodeaba el aeropuerto. Allífue golpeado y torturado antes de serarrojado a la vía con varios cartuchosde dinamita sujetos al torso.

A primera hora de la mañanasiguiente, los trabajadores del

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ferrocarril informaron de que se habíadañado una sección de la vía decincuenta centímetros. Cuando loscarabineros llegaron a la escena,encontraron el coche de Peppino, suszuecos Scholl blancos y sus gafas juntoal agujero abierto por la explosión. Losfragmentos de su cuerpo y de sus ropasse habían esparcido por un radio detrescientos metros; solo resultabanreconocibles las piernas, parte delrostro y algunos dedos. La muerte dePeppino representaba un horroroso ecodel modo en que había muerto su tío elmafioso en 1963; aquel mismo asesinatoque le había llevado a preguntar: «¿Qué

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debió de sentir?», y a iniciar su rebelióncontra la Mafia.

* * *

El 6 de diciembre de 2000, veintidósaños después, una comisión deinvestigación parlamentaria publicaríaun informe sobre el modo en que lasautoridades habían manejado la muertede Peppino Impastato. El informeconcluía que la investigación se habíarealizado de una manera insensible ydescuidada, que, en la práctica, venía aapoyar los esfuerzos de los asesinos

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para hacer que la muerte de Peppinopareciera un ataque terrorista suicida.Los amigos y la familia de Impastatohabían proclamado siempre que aquelloera una tapadera.

Increíblemente, pese a la conocidacampaña de Peppino contra la Mafia,pese al hecho de que Cinisi fuera unnotorio reducto mafioso, pese a lasamenazas de las que habían sido objetolos activistas, y pese al hecho de queincluso los propios carabineros habíandeclarado anteriormente que Peppino ysus camaradas eran «incapaces» decometer actos terroristas, los encargadosde realizar las investigaciones que

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siguieron a la muerte del izquierdista nisiquiera consideraron la posibilidad deque pudiera haber sido asesinado, y aúnmenos de que lo hubiera sido a manosde hombres de honor. Los testigospresentes en la inspección inicial de laescena, incluyendo el empleado de lafuneraria que fue a recoger lo quequedaba del cuerpo de la víctima, estánseguros de que había claros rastros desangre dentro de la choza en la quePeppino fue torturado. Dado que esta notenía ninguna abertura encarada a la víadel tren, aquellos rastros de sangre nopodían haber llegado allí comoresultado de la explosión. Y sin

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embargo el primer informe del casorealizado por los carabineros nomenciona ni siquiera la existencia de lachoza, a pesar de que el coche dePeppino se encontró junto a ella.

A la mañana siguiente de la muertede Impastato, los carabineros hicieronuna redada en Radio Aut y en lasviviendas de sus amigos y parientes. Lacasa de su madre se registró antesincluso de comunicarle que su hijo habíamuerto. En casa de su tía encontraronuna carta de puño y letra de Peppinoescrita unos meses antes; en ellamencionaba su «fracaso como hombre ycomo revolucionario» e insinuaba la

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posibilidad de quitarse la vida. Estesería el escaso fundamento de laconclusión del «terrorista suicida» a laque llegaba el informe inicial sobre elincidente. La misma historia se filtró deinmediato a la prensa. En los díassiguientes, al revelarse las evidenciasde las manchas de sangre en la choza, seprodujeron nuevas filtracionesengañosas a los periódicos. Un artículoanónimo publicado en el Giornale diSicilia sostenía que la sangre eramenstrual y que procedía de unascompresas que se habían encontradocerca. En realidad no se había halladocompresa alguna. Los amigos de

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Peppino acudieron al lugar y pasaron undía entero de inconcebible angustiallenando varias bolsas de plástico controzos del cuerpo de la víctima que lasautoridades se habían olvidado derecoger. Asimismo, en la chozaencontraron una piedra cubierta desangre; cuando la llevaron a analizar aun forense independiente, la sangreresultó ser del mismo grupo que la delizquierdista.

En los días siguientes las casas delos amigos de Peppino fueron objeto demisteriosos robos. En Cinisi corría elrumor de que Peppino tenía un dossiersobre la Mafia local y sus vínculos

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políticos y comerciales —él mismo lohabía insinuado—, pero jamás seencontró tal dossier. La tensión aumentó;en el cortejo fúnebre de Impastato, milactivistas y amigos suyos llevaronpancartas en las que se leía: «Peppinoasesinado por la Mafia», «Seguiremosadelante con las ideas y el coraje dePeppino». Más tarde, algunos de ellosse reunieron ante la casa de don TanoBadalamenti, gritando: «¡Carnicero!».

La investigación parlamentaria delaño 2000 constituye un lastimosocatálogo de omisiones y sospechas. Elhermano de Peppino declaró ante lacomisión que antes del asesinato las

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relaciones entre la Mafia local y loscarabineros parecían ser buenas: «Amenudo les veía [a los carabineros]paseando del brazo de TanoBadalamenti y sus secuaces. No sepuede tener fe en las institucionescuando se ve a los mafiosos del brazode los carabineros»[109] La comisión deinvestigación concluía que aquello eraun síntoma de la manera en que, enlugares como Cinisi, las autoridadestradicionalmente habían procurado vivircodo a codo con el poder extraoficial dela Mafia.

Cualesquiera que fueran las razonesdel modo en que se manejó la

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investigación en sus primeras etapas, locierto es que, para cuando hubo otrosjueces de instrucción más competentesque se hicieron cargo del caso, laspistas ya se habían difuminado. Así,estos no pudieron sino concluir, en1984, que Peppino realmente había sidoasesinado por la Mafia, pero que no eraposible identificar a los culpablesconcretos.

El caso se reabriría ocho añosdespués como resultado de la campañade varias personas cercanas a Peppino,especialmente su madre, su hermano y elhistoriador Umberto Santino. Peroincluso entonces, en 1992, los

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investigadores hubieron de concluir queno había suficientes pruebas para unjuicio. Finalmente, diversos nuevostestimonios de pentiti harían que donTano Badalamenti fuera llamado a juicioen 1999; por entonces ya estabacumpliendo una larga condena en unapenitenciaría de New Jersey por tráficode drogas. Mientras se realizaba eljuicio, y mientras la comisiónparlamentaria investigaba el caso, unintenso filme sobre la historia dePeppino Impastato ganó el León de Oroen el Festival de Cine de Venecia; seti tulaba I cento passi («Los cienpasos»), porque esa era la distancia

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exacta entre la casa de Peppino y la deTano Badalamenti.

Finalmente, en abril de 2002, donTano fue condenado a cadena perpetuapor haber ordenado el asesinato. Lareacción de Felicia Bartolotta Impastatoante el veredicto fue de una extremadignidad:

Jamás he tenido ningúnsentimiento de vendetta. Loúnico que he hecho es pedirjusticia por la muerte de mi hijo.Tengo que confesar que, despuésde tantos años de espera, habíaperdido la fe, y no creí que

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llegaríamos a este punto. Ahorasiento un gran contento, una gransatisfacción. Siempre supe loque había ocurrido. Badalamentisolía llamar a mi marido Luigipara quejarse de Peppino y mimarido le rogaba que no mataraal chico[110].

Estas palabras revelan laastronómica distancia que existe hoyentre la madre de Peppino y el mortalentorno doméstico de honor y omertà enel que durante tanto tiempo estuvoconfinada. Su experiencia haproporcionado una perspectiva crucial

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sobre el papel de las mujeres en la CosaNostra, ya que es precisamente a travésde las mujeres de las familias próximasa la organización como los valores de laMafia —el código de honor, eldesprecio por la ley, la tolerancia frentea la violencia— se enseñan a los másjóvenes y se transmiten de generación engeneración. Entrevistada en 2001, lamadre de Peppino dejó claro loimportantes que eran las mujeres para laMafia y lo orgullosas que se sentíanalgunas mujeres de Cinisi de llamarsemafiosas; tal como oyó decir a una deellas: «Mis hermanos nacieronmafiosos. Hay quien nace estúpido y hay

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quien nace mafioso. ¡Pues mis hermanosnacieron mafiosos!».

Hoy, quienes hacen campaña contrala Mafia ya no se encuentran tanaislados y tan distanciados de lasautoridades como Peppino Impastato.Sicilia cuenta actualmente con toda unaconstelación de asociaciones antimafia.Felicia Bartolotta Impastato, como suhijo, se ha convertido en uno de lossímbolos de este amplio movimiento.Sin embargo, el propio hecho de queSicilia necesite todavía de los símbolosque estas personas representanconstituye un signo revelador de sudesgracia. Y resulta difícil concluir que

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la justicia que dichas personasfinalmente han conseguido después de uncuarto de siglo sea una auténtica justicia.

Las mujeres del entorno de la Mafia puedenplantear una amenaza a la organización:Serafina Battaglia fotografiada durante el juiciode los dos mafiosos sospechosos (aunque

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posteriormente absueltos) de haber matado a suhijo. Anteriormente ella había instado a esteúltimo a vengar el asesinato de su esposo, quetambién había muerto en una disputa mafiosa.Década de 1960. [Labruzzo, Palermo.]

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HEROÍNA: LA «PIZZACONNECTION»

Los capos que empezaron a salir de lacárcel tras los veredictos judiciales de1968-1969 habían perdido un montón dedinero. Las minutas de los abogados ylos gastos derivados delencarcelamiento habían vaciado susarcas. El hombre de honor de CataniaAntonino Calderone, que posteriormentese convertiría en testigo de cargo ydeclararía ante el juez Falcone en 1987,conservaría un vívido recuerdo deaquellos tiempos difíciles. Así,

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recordaría que Totò el Corto Riinahabía llorado al ver que no podíacostear que su madre fuera a visitarlemientras se hallaba en espera de juicio.Pero Calderone recordaría también lorápido que cambió la situación una vezque la Mafia reinició de nuevo suactividad: «Todos se hicieronmillonarios. De golpe, en un par deaños. Gracias a las drogas». La historiade la Cosa Nostra en la década de 1970es la de una avalancha de beneficiosderivados de la heroína. Y sería esaavalancha la que al final desencadenaríael conflicto más sangriento de toda lahistoria de la organización.

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No es que en 1970 todos losmafiosos de Palermo fueran pobres. LosGreco, la «familia real» de la CosaNostra, se hallaban en una situación másque desahogada. En Cinisi los negociostransatlánticos de don Tano Badalamentino se habían visto afectados en absolutopor las consecuencias de la primeraguerra mafiosa. Pero muchos de losotros capos necesitaban dinerourgentemente, y los corleonesi más quenadie. Así fue como pasaron a dedicarseal secuestro como medio de satisfacersus necesidades básicas y de acumularcapital. Los principales objetivos eranlos hijos de los más destacados

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empresarios de Palermo, y losbeneficios así obtenidos se convertíanen capital generador de negociosilegales. La década de 1970 presencióun boom del contrabando de tabaco,centrado en Nápoles. Mientras que en ladécada de 1950 Tommaso Buscettahabía pasado solo unos centenares decajas de cigarrillos entre Sicilia y lapenínsula italiana, ahora loscontrabandistas napolitanos y sus sociossicilianos cargaban buques enteros. Unjefe de la Camorra, Michele Loco MikeZaza, admitiría posteriormente haberestado pasando cincuenta mil cajas decigarrillos al mes. Un número cada vez

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mayor de mafiosos se sentirían atraídoshacia Nápoles para participar de losbeneficios.

Pero incluso las inmensas gananciasdel tabaco se verían pronto superadas enimportancia por las de la heroína. Elpresidente de Estados Unidos, RichardNixon, anunció una «guerra contra ladroga» poco después de su investiduraen 1969. Pero como la mayoría de talesguerras, en última instancia esta serevelaría contraproducente. Al provocarel cierre de las refinerías corsas deMarsella, la administración Nixonproporcionó a Sicilia la oportunidad deconvertirse en la nueva base de

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refinado, una fase fundamental en ellargo viaje de la droga desde loscampos de adormidera de OrientePróximo y Extremo Oriente hasta lascalles de las ciudades estadounidenses.En 1957 un traficante de drogas y armasturco que había sido el principalproveedor de morfina en bruto a lasrefinerías marsellesas se dirigiódirectamente a la Cosa Nostra. Pocodespués empezaron a aparecerlaboratorios de refinado de heroína entoda Sicilia occidental, dondeinicialmente trabajaban químicosrefugiados procedentes de Marsella. En1977, cuando entraron en

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funcionamiento las refinerías sicilianas,las cifras de la adicción a la heroína enEuropa occidental y Norteaméricaregistraron un enorme aumento. Entre1974 y 1982 —los años en que la Mafiaconsolidaría su dominio del mercado—,la cantidad de heroína incautada en todoel mundo se incrementaría en casi seisveces y media.

Pero los mafiosos de Sicilia no secontentaban con limitarse a refinar eimportar heroína; con la colaboración desus colegas de Estados Unidos, tambiénaspiraban a controlar su propia red dedistribución. Tommaso Buscetta habíaestablecido su primera pizzería ya en

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1966, gracias a un préstamo de lafamilia neoyorquina Gambino. A finalesde la década de 1970, a nueve de cadadiez inmigrantes sicilianos ilegalesdeportados de Estados Unidos se leshabía descubierto trabajando enpizzerías. La importación y producciónde alimentos italianos tenía una granimportancia para la Mafianorteamericana ya desde comienzos desiglo. No resulta sorprendente, pues, queel suministro de ingredientes a la red derestaurantes que brotaban por todo elterritorio estadounidense estuvieramonopolizado por empresas protegidaspor la organización. El caso de la

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denominada Pizza Connection, queestalló en Estados Unidos en 1986,revelaría que muchos de aquellosnegocios comerciaban con algo más quelas inigualables pizza «margarita» o«cuatro quesos». Las pizzeríasintegraban la red de distribucióninternacional de heroína de la Mafia.

Se calcula que en 1982 los mafiosossicilianos controlaban el refinado,transporte y gran parte de la distribucióndel 80 por ciento de la heroínaconsumida en el nordeste de EstadosUnidos. Los beneficios canalizadoshacia Sicilia —sobre los que, porrazones obvias, jamás dispondremos de

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un cálculo definitivo— serían sin dudadel orden de unos cientos de millones dedólares anuales. A finales de la décadade 1970 la Cosa Nostra se haría másrica y poderosa de lo que había sidonunca.

L a Pizza Connection implicabaasimismo un nuevo equilibrio depoderes entre los dos brazos de la CosaNostra. Los sicilianos, los zips —comoles llamaban envidiosamente loshombres de honor estadounidenses demenor rango—, habían dejado deconstituir solo mano de obra barata paralos capos norteamericanos. Losgángsteres estadounidenses de mayor

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rango ya no podían permitirse adoptar sutradicional actitud condescendientefrente a los sicilianos, como hiciera, porejemplo, Joe Bananas Bonanno en susvacaciones allá en 1957. Con sunúmero, su organización y su acceso aunas reservas de heroína aparentementeilimitadas, los sicilianos gozaban ahorade una considerable autonomía enEstados Unidos.

Knickerbocker Avenue, en elterritorio de la «familia» Bonanno, enBrooklyn, se convirtió en una coloniasiciliana y una terminal de llegada deheroína. Un agente de la DEA que seinfiltró en la «familia» mafiosa de

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Filadelfia, descubrió lo siguiente:

Brooklyn era la Mafiasiciliana, que era distinta de laitaloamericana Cosa Nostraestadounidense. Había una claradiferencia… Brooklyncontrolaba toda la heroína deEstados Unidos… Los sicilianosutilizaban a los italoamericanospara distribuir la heroína[111].

Pero los zips no solo habíanestablecido una banda «empresarial» enEstados Unidos, sino que tambiénestaban realizando serias incursiones en

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las bandas «de poder» de la CosaNostra norteamericana. El agenteespecial del FBI Joseph D. Pistone(alias Donnie Brasco), que estuvoinfiltrado en la «familia» neoyorquinaBonanno entre 1975 y 1981, grabó unaangustiosa conversación entre doshombres de honor estadounidenses quehabían oído que algunos de lossicilianos iban a ser nombradoscapitanes:

—Esos tíos [los zips] tratande controlarlo todo. Nopodernos hacerlos capitanes.Perderíamos nuestra fuerza.

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—… esos putos zips no vana retroceder ante nadie. Dales elpoder, y si no te joden ahora, tejoderán dentro de tres años. Teenterrarán. No puedes darles elpoder. Les importa una mierda.Les da igual quién sea el jefe.No tienen respeto[112].

En 1979 un hombre de honorsiciliano ciertamente llegó a controlarcompletamente la «familia» Bonanno dela Mafia neoyorquina durante dos años.Se dice que lo único que le hizorenunciar finalmente fue lo difícil que leresultaba hacer negocios en inglés.

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Pero los mafiosos sicilianos ynorteamericanos no eran siemprerivales, ni mucho menos, en la industriade la heroína. De hecho, muchos deellos eran parientes. Un mafioso quebuscara socios y empleados deconfianza para su negocio de drogassolía acudir en primer lugar a su familiaconsanguínea, preferiblemente aaquellos de sus miembros que le dabanla garantía extra de ser tambiénmiembros de la Mafia. Cuando el tráficode heroína alcanzó su máximaintensidad, en la década de 1970,muchos hombres de honor se hallaban enla afortunada posición de contar ya con

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negocios familiares transatlánticos quepodían adaptarse fácilmente al tráfico decualquier mercancía ilícita quenecesitaran. Esto resulta especialmentecierto en el caso de aquellaspoblaciones costeras que tendían amantener los más estrechos vínculos conEstados Unidos. Un ejemplo evidente esel de Cinisi, hogar de don TanoBadalamenti; otro es el de la cercanaCastellammare del Golfo, lugar deorigen de sagas criminales siciliano-americanas como la de los Magaddino yla de los Bonanno. También Palermoposeía tales vínculos. SalvatoreInzerillo, capo de la venerable «familia»

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de Passo di Rigano y destacadotraficante de heroína, era primo de CarloGambino, que dirigiría la más poderosade las cinco «familias» neoyorquinashasta su muerte en 1976. Clanes comolos Inzerillo, los Badalamenti y losMagaddino viajarían incesantemente deuno a otro lado del Atlántico, mientrasque, una generación tras otra, nodejarían de producirse matrimoniosentre primos de Estados Unidos ySicilia. El transoceánico árbol familiarde los Inzerillo exigiría la máximaatención del juez Falcone ante aquel«increíble enredo de parentescos».

El tráfico de drogas se basa en los

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contactos, en la capacidad de reunir atoda una serie de especialistas, desdelos inversores hasta los proveedores dela morfina en bruto, pasando por lostécnicos en el refinado de la droga, lostransportistas, los camellos de pocamonta que la venden en la calle o losfinancieros con la pericia necesaria parablanquear los beneficios y mantenerlosfuera del alcance de la Guardia diFinanza (la policía fiscal italiana). Esasredes son internacionales y se extiendendesde lo más alto hasta lo más bajo dela sociedad. Y no equivalen a la Mafia.

Los mafiosos han traficado condrogas desde que el tráfico de drogas

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existe. Pero la Mafia como tal jamás hasido una organización dedicada altráfico de heroína. En palabras deBuscetta: «En el tráfico de narcóticostodo el mundo era autónomo. Quien másoportunidades económicas tenía, mástrabajaba». Por «tener oportunidadeseconómicas» hay que entender aquí lacapacidad de establecer redes decontactos con especialistas ajenos a laorganización.

Obviamente hay límites a eseprincipio de autonomía, y todo lo quehace un hombre de honor puede tenerconsecuencias políticas en el seno de laCosa Nostra. Una «familia» tiene

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derecho a gravar cualquier actividadeconómica realizada en su terreno, o acobrar un impuesto a cualquiera de sushombres de honor que participe enempresas que no estén directamente bajosu control. La forma más fácil para uncapo mafioso de sacar beneficio de lasdrogas es «proteger» a los traficantes.Este método tiene la ventaja añadida demantener el tráfico de narcóticos alejadode la «familia»; dado que losespecialistas que el negocio requiere noestán obligados por la omertà, suponenun mayor riesgo debido a que resultamás probable que cuenten demasiadascosas a la policía si son detenidos.

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Pero cuando los beneficios son tangrandes que generan rivalidades entrelas «familias», es probable que lacomisión se implique en el asunto. Ycuando se implica la comisión, estaabsorbe el negocio en cuestión en laestructura de la Cosa Nostra; vendría aser el equivalente delictivo de hacer unaempresa de titularidad pública. Tener aun equipo de capos de alto rangogestionando un negocio constituye unmodo de asegurarse de que todos sabenlo que ocurre, y de que todos obtienenuna parte de los beneficios.

Un ejemplo característico es el delcontrabando de tabaco a través de

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Nápoles a mediados de la década de1970. La comisión empezó a actuarcomo un consorcio o una sociedadanónima comprando los cargamentos detabaco a través de Michele Loco MikeZaza, exactamente tal como había hechocon el tráfico de heroína antes de laprimera guerra mafiosa. En 1974 Zaza yvarios otros destacados camorristiincluso fueron iniciados en la CosaNostra como una manera de ganárselos ymantenerlos bajo control. Sin embargola comisión no monopolizó —ni podíamonopolizar— todo el contrabando detabaco ni el tráfico de heroína de laMafia. Para empezar, porque

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representaba a la provincia de Palermo,antes que al conjunto de la isla. Granparte del negocio de la heroína escapó,pues, al radar de la comisión ypermaneció alejado de su control. Elresultado sería la misma mezclainestable de negocios, política y receloque había desembocado en la primeraguerra mafiosa.

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BANQUEROS,MASONES,

RECAUDADORES DEIMPUESTOS Y

MAFIOSOS

Los ingresos derivados de las drogasprocedentes de Estados Unidospermitieron instalar grifos de oro en lasmodestas viviendas campesinas,financiaron la construcción de bloquesde pisos y villas junto al mar, vaciaronlas estanterías de las florecientesboutiques de lujo de Palermo, y sereinvirtieron en empresas legales e

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ilegales en Italia y el resto de Europa.Los dólares de la heroína también sefiltraron al sistema financiero local (enla década de 1970 hubo toda una seriede bancos privados y entidades deahorro cooperativas locales queduplicaron su parte en el mercadosiciliano de inversiones), y fueronabsorbidos por las estructurasdominantes del sistema bancarioitaliano, donde se mezclaron con losbeneficios de la corrupción política.Siguiendo el camino del dinero, losmafiosos llegaron más alto que nunca enel escalafón social.

Giovanni Falcone llegó al Palacio

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de Justicia de Palermo en 1978. En elplazo de dos años, el denominado«método Falcone» produjo resultadosespectaculares en un caso que afectabaal propio corazón del negocio de drogastransatlántico de la Cosa Nostra, y en elque estaban implicados el capo de Passodi Rigano, Salvatore Inzerillo; losllamados «Gambino de Cherry Hill», enBrooklyn; el magnate de la construccióny principal contribuyente de Sicilia,Rosario Spatola, y el antiguo miembrodel triunvirato mafioso Stefano Bontate;todos ellos formaban parte de unaextensa red de alianzas matrimoniales.Falcone colaboraba asimismo con

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varios jueces de Milán en relación conun caso de fraude y asesinato queamenazaba con revelar lo peor de lasociedad italiana en forma decorrupción, influencia mafiosa yconspiraciones antidemocráticas en losmás altos niveles de las institucionespolíticas y financieras.

El caso se centraba en el banqueroMichele Sindona. A principios de ladécada de 1970 Sindona era elpersonaje financiero más influyente deItalia. Dirigía uno de los mayoresbancos de Estados Unidos, controlabalas inversiones extranjeras del Vaticanoy era uno de los principales

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contribuyentes a la financiación de laDemocracia Cristiana. Aparte de eso,existían firmes sospechas de queblanqueaba dinero de la Cosa Nostra.Pero en 1974 su imperio financiero sederrumbó en medio de una serie deacusaciones de fraude, y él huyó aEstados Unidos. Desde allí, en 1979,encargó a un mafioso que matara a tirosal abogado encargado de liquidar susnegocios en Italia. Al verse acorraladopor las autoridades de ambas orillas delAtlántico, Sindona pidió ayuda a losmismos mafiosos implicados en elcírculo de tráfico de heroína Inzerillo-Gambino-Spatola-Bontate para que

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organizaran su falso secuestro a manosde un inexistente grupo terrorista deizquierdas llamado «Comité ProletarioSubversivo por una Vida Mejor». Pasócasi tres meses en Sicilia en manos delos «terroristas», después de los cualeshizo que le anestesiaran y le dispararanen el muslo izquierdo como evidenciade que habían intentado matarle. Elverdadero objetivo del secuestro eraenviar notas amenazadoras apenasveladas a los antiguos aliados políticosde Sindona con la esperanza de queestos todavía pudieran arreglárselaspara salvar sus bancos, y, enconsecuencia, el dinero de la Cosa

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Nostra. Pero la conspiración fracasó.Sindona fue «liberado» por sus captoresy luego se entregó al FBI. Moriría en lacárcel, en 1986, después de habertomado café en el que alguien habíaechado cianuro.

En el verano de 1982 otrodeshonesto banquero italiano, RobertoCalvi, fue encontrado colgado bajo elpuente de Blackfriars, en Londres. Lacarrera de Calvi parece calcada a la deSindona: rápido ascenso, estrechosvínculos con el Vaticano, financiaciónde los partidos políticos gobernantes ycolapso financiero, seguido de undesesperado intento de salvarse

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haciendo chantaje a diversos políticos.Habría que esperar a abril de 2002 paraque se confirmara —al menos en lamente de las autoridades italianas— queCalvi no se había quitado la vida comoinicialmente se había creído, sino que enrealidad «le suicidaron», como sueledecirse en estos casos convirtiendo elverbo «suicidar» en transitivo. En elmomento de escribir estas líneas parecebastante probable que se juzgue a uncapo mafioso cercano a los corleonesipor haber ordenado presuntamente sumuerte. La tesis de la acusación, basadaen las declaraciones de un pentito de laMafia, es que Calvi blanqueaba dinero

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de las drogas para los corleonesi delmismo modo que Sindona lo hacía parael grupo Inzerillo-Gambino-Spatola-Bontate, y que fue asesinado porquetambién él había resultado poco fiable.Se prevé que el hombre de honor encuestión negará los cargos.

Ambos «banqueros de Dios» eranmiembros de una logia masónicaconocida como «Propaganda 2», o«P2». En marzo de 1981 los jueces deMilán que investigaban el falsosecuestro de Sindona descubrieron unalista de 962 miembros de P2 en eldespacho de su gran maestre, LicioGelli. Entre quienes habían realizado el

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juramento se encontraban todos los jefesde los servicios secretos, cuarenta ycuatro miembros del Parlamento y unmontón de destacados empresarios,figuras militares, policías, funcionariospúblicos y periodistas. La investigaciónparlamentaria sobre la P2 concluyó queel objetivo de la logia había sidocontaminar la vida pública y socavar lademocracia, si bien no todos susmiembros eran conscientes de esepropósito no declarado, ya que, casi contoda certeza, el gran maestre habíaestado guardando documentos secretossobre diversos miembros con el fin dehacerles chantaje. Todavía hoy no está

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claro cuál fue el alcance exacto de lainfluencia de la logia P2.

Más fácil de definir resulta larelación entre la Mafia y otros gruposmasónicos. A partir de la década de1970, algunos destacados hombres dehonor se afiliaron a diversas logiascomo medio de entrar en contacto conempresarios, burócratas y políticos. Talcomo explicaba un pentito, «Gracias alos francmasones puedes establecer unamplio contacto con empresarios, conlas instituciones, con los hombres queejercen un tipo de poder distinto delpoder punitivo que tiene la CosaNostra»[113].

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Un ejemplo demuestra lo insidiosaque puede resultar la influencia de estasredes. La investigación parlamentariasobre el caso Sindona descubrió que elcirujano plástico que había anestesiadoy herido al banquero durante su falsosecuestro era, según su propiadefinición, un «masón internacionalsentimental», con estrechos vínculostanto con los mafiosos como con el granmaestre de la P2. Durante diecinueveaños fue también el médico residente delcuartel de la policía de Palermo, y esposible que tuviera amigos en elgobierno estadounidense.

Sería un error suponer que los

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masones «de cuello blanco» eranquienes llevaban la iniciativa en estaespecie de baile corrupto con losmatones de la Cosa Nostra. Paraempezar, para cualquiera que fueramiembro de las dos sociedades secretasno existía conflicto alguno de lealtades.Tal como explicaba un pentito, losintereses de la Cosa Nostra siempre vanprimero: «El juramento [masónico] esuna ficción puesto que nosotros solohemos hecho un juramento querespetamos: el que hacemos a la CosaNostra»[114].

Se sabe que los dos hombres másricos de Sicilia en las décadas de 1960

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y 1970 habían hecho ambos juramentos,el masónico y el mafioso. Eran losprimos Salvo, Nino e Ignazio. NinoSalvo era un tosco y sociable hombre dehonor de la «familia» de Salemi, en laprovincia de Trapani. En 1955 se casócon una mujer cuyo padre regentaba unade las pequeñas empresas querecaudaban los impuestos enrepresentación del gobierno, ya que enSicilia tanto los impuestos directoscomo los indirectos se pagaban a travésde empresas privadas, en un sistema queel principal historiador de Palermo hacalificado de «una infernal máquinadevoradora de dinero». Junto con su

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suegro y su más refinado primo Ignazio,Nino pasaría a constituir un cártel queen 1959 conseguiría el derecho arecaudar el 40 por ciento de todos losimpuestos de Sicilia. En 1962, con laayuda del «joven turco» Salvo Lima, laempresa de los primos Salvo seadjudicó el contrato para recaudar losimpuestos de Palermo, un negocio quepor sí solo generaba una cifraequivalente a más de dos millones dedólares anuales (de la década de 1960)en beneficios. Su control sobre lossistemas de recaudación de impuestoscrecería aún más a mediados de ladécada, y duraría hasta principios de la

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de 1980. Mientras que en otras partes deItalia los negocios similaresgeneralmente obtenían un beneficioaproximado del 3 por ciento de lo querecaudaban, los Salvo sacaban unconstante 10 por ciento. Además, losprimos complementaban sus ingresosmonopolizando subvenciones de laUnión Europea y el gobierno italianodestinadas a las necesidades de laindustria agraria, que venían a añadirseal botín que sacaban de la recaudaciónde impuestos.

Lógicamente este nivel de robo nopodría haberse mantenido sin contar conun amplio y sólido respaldo político,

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especialmente en la Asamblea RegionalSiciliana. De hecho, el cortocircuito decorrupción existente entre los Salvo, laMafia y diversos sectores de la DCenvenenaba todo el sistema políticoitaliano. Ya era bastante malo que losfondos de los Salvo fueran a parar a lospolíticos a cambio de su respaldocuando había que renovar los contratospara recaudar impuestos o rechazar losperiódicos intentos de poner estevalioso servicio bajo control público.Pero aún había algo más que eso. En laAsamblea Regional, como en losayuntamientos de toda la isla, muchospolíticos eran en realidad reclutados y

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elegidos por la Mafia de acuerdo conlos principales gerifaltes de la DC.

En 1982 el juez Falcone sometió losnegocios de los primos Salvo a unaauditoría, lo que constituía un gestoinaudito de «lesa majestad». Su frontalconfrontación con la Cosa Nostra, noobstante, apenas estaba empezando.Pero para entonces el boom de losnarcóticos había empezado ya asumergir a la Mafia siciliana en uncharco de sangre más profundo quenunca.

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EL AUGE DE LOS«CORLEONESI»

2. HACIA LA«MATTANZA» (1970-

1983)

La segunda guerra mafiosa de 1981-1983 se conoce en Italia como lamattanza, un término que proviene de laindustria pesquera (significaespecíficamente «matanza de atunes»).A menos que uno vaya a presenciar unamattanza en la antigua pesquería de losFlorio, en Favignana, el mejor modo dehacerse una idea del poder de esta

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metáfora es ver el modo en que RobertoRossellini registró el impacto de unaauténtica mattanza en el rostro de suamante y célebre actriz Ingrid Bergman,en la secuencia más famosa de su filmede 1950 Stromboli.

Bergman representa a una refugiadalituana que se casa con un pobrepescador siciliano para escapar de uncampo de internamiento. La durarealidad de la vida de su marido sedesarrolla plenamente ante sus ojoscuando los pescadores de atunes llevana sus capturas a una tranquila bahía,forman un círculo con sus barcos yentonan un rítmico y lúgubre canto

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mientras jalan las redes llenas deenormes y maltratados peces hacia lasuperficie. Luego Bergman parece entraren estado de shock al ver que los atunesson apaleados e izados a bordo de lasembarcaciones con unos temiblesarpones en forma de ganchos,convirtiendo el agua en una mezcla desangre, vísceras y espuma.

La salvaje matanza mafiosa de 1981-1983 no vino por sorpresa. Tres añosantes de que se iniciara la carnicería,los carabineros disponían ya de undetallado mapa del frente de batalla y deun informe sobre las tácticas de losfuturos vencedores, los corleonesi. En

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abril de 1978 Giuseppe Di Cristina, unhombre de honor, concertó en secretouna entrevista con un capitán decarabineros en una aislada cabaña. DiCristina era un soplón de rango bastantemás elevado que el pobre LeonardoVitale. Por una parte, era el capo deRiesi, en la Sicilia centromeridional.Por otra, probablemente había sidotambién uno de los hombres de honorque, disfrazados de policías, habíanllevado a cabo la matanza del vialeLazio en 1969; su presencia en aquellaejecución colectiva de tantatrascendencia simbólica pretendíademostrar que esta obedecía al deseo de

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la Cosa Nostra en pleno, y no solo a lade Palermo. Di Cristina, pues, formabaparte del núcleo del sistema mafioso. Ysin embargo los carabineros presentesen la entrevista declararían que parecíaun animal acorralado.

El hombre que inspiraba tanto temoren Di Cristina era Luciano Leggio.Como explicó el mismo Di Cristina,Leggio era entonces multimillonario. Elantiguo Pimpinela Escarlata de Corleonehabía estado cuatro años en la cárcel,pero había seguido dirigiendo losnegocios desde detrás de los barrotes através de sus «vicarios», el Corto Riinay el Tractor Provenzano. Di Cristina

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calculaba que cada uno de estos dospersonajes, conocidos como «lasbestias», era responsable al menos decuarenta asesinatos. Las fuentes de rentade Leggio incluían los secuestros,realizados en la península italiana. En1973 Eugene Paul Getty III, de diecisieteaños y nieto de uno de los hombres másricos del mundo, fue raptado en Roma.No sería liberado hasta cinco meses mástarde, después de que se hubieraentregado un rescate cuya cuantíarondaba los dos millones y medio dedólares; previamente se había enviadouna oreja y un mechón de pelo delmuchacho a un periódico como prueba

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de que los secuestradores iban en serio.Según Di Cristina, todo fue obra deLeggio.

Pero más significativa aún que lasrevelaciones de Di Cristina sobreLuciano Leggio sería la descripción quehizo de las divisiones políticas en elseno de la Cosa Nostra. La organizaciónestaba escindiéndose en dos facciones.El líder indiscutible de la primera eraLeggio. Frente a él estaba la facciónencabezada por don Tano Badalamenti,el Tano Sentado de Cinisi (y, por cierto,también «compadre» de Leggio).

Lo que había descubierto Di Cristinaera que los corleonesi habían

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emprendido una estrategia a largo plazoencaminada a acorralar a la facciónopuesta. Estaban reclutando partidariosuno a uno entre las «familias» quedominaban las pequeñas poblaciones dela provincia de Palermo y del resto deSicilia. Como leal seguidor del antiguomiembro del triunvirato Stefano Bontate—un elemento clave en la facción deBadalamenti—, Di Cristina representabauno de los últimos obstáculosprovinciales que los corleonesi teníanque eliminar antes de poder completarsu plan de ataque con un asalto a lapropia Palermo. (Dado que estaba tanpróximo a Bontate, Di Cristina se

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mostró mucho menos comunicativo a lahora de hablar de la facción deBadalamenti, y no mencionó que estaincluía también a dos de los másimportantes traficantes de heroína de laCosa Nostra: el capo de Passo diRigano, Salvatore Totuccio lnzerillo, yasimismo —todavía acechante en lacárcel— Tommaso Buscetta).

Como casi todos los mafiosos quehan hablado con la policía en diferentesmomentos a lo largo de la historia de laorganización, a Di Cristina le quedabanpocas opciones. Leggio mandaba unescuadrón de la muerte de eliteintegrado por catorce hombres, con

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bases no solo en Sicilia, sino también enNápoles, Roma y otras ciudadesitalianas. Además, los corleonesi sehabían infiltrado en las «familias» desus enemigos (posteriormente sedescubriría que también estaban creandosu propio ejército secreto iniciando ahombres de honor sin informar a losotros líderes). La única esperanza de DiCristina era que los carabinerospudieran actuar primero contra loscorleonesi, quizá capturando aProvenzano, que era un fugitivo de lajusticia desde hacía quince años. DiCristina les dijo a los carabineros que elTractor había estado hacía muy poco

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cerca de Bagheria, viajando en unMercedes blanco que conducía el jovenGiovanni lo Scannacristiani Brusca.Los Brusca de San Giuseppe Jato secontaban entre los más antiguos aliadosde Leggio, y constituían la piedraangular de la facción corleonese en laprovincia de Palermo. No es casualidadque el Corto Riina fuera el padrino de loScannacristiani cuando este fueiniciado en 1976.

Di Cristina concluía su charla conlos carabineros en un tono reflexivo: «Afinales de la semana que viene meentregarán un coche blindado… Yasabe, tengo unos cuantos pecados

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veniales en mi conciencia. Y tambiénalgunos mortales»[115]. Unas semanasmás tarde sus pecados le pasaronfactura, y fue asesinado a tiros en Passodi Rigano, en las afueras de Palermo. Dehaber sabido cómo interpretarla, loscarabineros habrían podido anticiparcómo iba a evolucionar la próximaguerra a partir de la muerte de DiCristina, puesto que Passo di Rigano erael feudo de Salvatore Totuccio Inzerillo,un destacado miembro de la faccióncontraria a los corleonesi. Difícilmentepodía haber un sfregio más evidente: elasesinato de un capo perpetrado sinpermiso en el territorio de otro.

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Al funeral de Di Cristina asistieronmiles de personas, prácticamente toda lapoblación de Riesi. Aproximadamente ala misma hora, los carabineroselaboraban un lúcido informerecalcando la importancia de sutestimonio:

La informaciónproporcionada por Di Cristinarevela una verdad oculta yrealmente paradójica: revela laescalofriante realidad de que,paralelamente a la autoridad delestado, existe un poder másincisivo y eficiente que actúa, se

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mueve, hace dinero, mata, eincluso dicta sentencias, todoello a espaldas de lasautoridades[116].

Pero no habría ninguna acciónjudicial derivada de dicho informe.

* * *

Desde Di Cristina, y desde la mattanza,ha habido más desertores de la Mafiaque han ayudado a reconstruir laevolución de los acontecimientos

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políticos dentro de la organización quellevaron a la segunda guerra mafiosa.Los corleonesi empezaron a maniobrarpara establecer su dominio sobre laCosa Nostra muy poco después de quela organización empezara a operar denuevo bajo el triunvirato Bontate-Badalamenti-Leggio, en 1970.Militarmente fuertes, perofinancieramente débiles en esa etapa,Leggio y sus «bestias» convirtieron elsecuestro en un gesto orientado no solo aredistribuir la riqueza, sino también amostrar su poder. Una de sus víctimasfue el hijo de don Ciccio Vassallo, elprincipal magnate de la construcción en

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la época del saqueo de Palermo. TantoBadalamenti como Bontate eran figuraspróximas a Vassallo, pero ninguno delos dos pudo hacer nada para que seliberara al rehén. Cuando, al cabo decinco meses, las negociaciones dieronfruto y se pagó el rescate, el Corto Riinadistribuyó el dinero entre las «familias»más necesitadas del área de Palermo;los corleonesi actuaban ya pensando alargo plazo, invirtiendo en sus aliadosen el seno de la estructura política de laCosa Nostra, antes que en nuevasaventuras empresariales.

En 1975 Riina infligió unahumillación aún más hiriente a Stefano

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Bontate cuando secuestró y mató alsuegro de Nino Salvo, uno de los primosque dirigían el imperio privado derecaudación de impuestos de Sicilia.Pese a todas sus conexiones políticas, suriqueza y su pedigrí como hombres dehonor, ni Bontate ni Salvo pudieronrecuperar jamás el cadáver del anciano.Riina simplemente negó haber tenidonada que ver con el rapto. Sin embargo,y como posteriormente explicaríaBuscetta, el Corto estaba lanzando unaindirecta «como una casa». Otrosmafiosos, observando no solo el poder yla arrogancia de este, sino también laimpotencia de Badalamenti y de Bontate,

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y su ceguera ante aquella indirecta,sacaron las convenientes conclusionescon respecto a qué lado habían deponerse si estallaba la guerra.

En 1977 los corleonesi expulsaron adon Tano Badalamenti de la CosaNostra. Se le acusaba de haberseenriquecido con dinero procedente delas drogas a espaldas de los otros capos,o al menos esa fue la explicación quedivulgó la comisión. Aquella constituíauna extraordinaria demostración delcontrol que ejercían ahora loscorleonesi en el seno de la comisión,que había estado presidida por el TanoSentado de Cinisi desde su

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restablecimiento en 1974. Aunque habíasido expulsado, Badalamenti conservabatodavía una formidable base de poder enCinisi y sus alrededores a pesar de quevivía en Estados Unidos, a miles dekilómetros de allí; pero la humillaciónque le habían infligido los corleonesimostraba que su poder en lasinstituciones de la Cosa Nostra habíaterminado. El sustituto de Badalamenticomo jefe titular de la comisión fueMichele el Papa Greco, hijo de Piddu elTeniente, lo que constituía el signo deuna firme alianza entre la más poderosadinastía mafiosa de las afueras dePalermo, los Greco, y los arribistas de

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la pequeña ciudad de provincias deCorleone, una unión en la queprobablemente estos últimos eran lossocios más poderosos. Sería esta laalianza que iría a la guerra en 1981.

El asesinato de Giuseppe Di Cristinapermitió a los corleonesi establecer suautoridad en la provincia deCaltanissetta, en la Sicilia central. Unosmeses después mataron a PippoCalderone, que en 1975 había sido elartífice de la llamada «región», elórgano de gobierno de la Mafia para elconjunto de Sicilia. La «familia» deCalderone, la de Catania, se puso enmanos de un aliado de los corleonesi

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que también era uno de sus principalesproveedores de drogas y armas: Nino elCazador Santapaola. Con el Cazadorocupando ese puesto, la mayor parte dela estructura de la Cosa Nostra fuera dePalermo se hallaba ahora bajo el controlde los corleonesi.

En algún momento de esta etapa, elliderazgo de la facción de Leggio pasó amanos de su discípulo el Corto Riina,ayudado de cerca por el TractorProvenzano. Un posterior desertor de laMafia que conocía bien a Riinaexplicaría que su talante dócil y humildecontrastaba con el del imprevisibleLeggio: «Jamás le he visto enfadado».

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Se trataba de una práctica engañosa, quetrataba de transmitir a sus seguidores:«Siempre tenía la sonrisa en los labios.Riina elegía a personas así, y lesenseñaba que tenían que sonreír; aunquehubiera un terremoto»[117].

En cierto modo, Bontate, Inzerillo yBadalamenti seguían teniendo muchomás poder que los sonrientescorleonesi. Todos ellos eran capos de«familias» bien conectados con EstadosUnidos y traficantes de drogasespectacularmente ricos, capaces deobtener protección política en los másaltos niveles. Asimismo, Bontaterepresentaba el más importante elemento

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de unión entre la Mafia y el mundo delas sociedades secretas masónicas. Sinembargo, en esos momentos gran partede su poder residía fuera de la CosaNostra. Los corleonesi, en cambio,habían quedado al margen del flujoprincipal del tráfico de drogastransatlántico. Pero a medida que suestrategia había ido evolucionando conlos años, habían ido cultivando conpaciencia el poder dentro de laorganización. Habían invertidosecretamente dinero y honor en hacersecon el control de las «familias» y de lacomisión, en dominar las bandas «depoder» en lugar de obtener enormes

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beneficios a corto plazo con lasactividades de las bandas«empresariales». Y al adueñarse de lacomisión, los corleonesi se habíanhecho con el control del aparato dedecisión colectiva de la organización, susistema judicial, su oficina depropaganda, y lo que es más importante,su maquinaria militar. Si consideramosque la Cosa Nostra es una especie deestado, entonces se puede decir que loscorleonesi estaban preparados para darun golpe militar.

Tommaso Buscetta salió de la cárcelen 1980. Antes de reunirse con su jovenesposa en Sudamérica, pasó varios

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meses en Palermo, recorriendo unmundo de lujo y poder faraónicos queestaba a punto de anegarse en sangre.Durante un tiempo se alojó en uncomplejo hotelero propiedad de losprimos Salvo; allí Nino le pidió queactuara como contrapeso de Riina, peroBuscetta atisbó lo que se cernía en elhorizonte y mantuvo su plan demarcharse al extranjero. Tambiénconvivió con Bontate e Inzerillo, aquienes encontró insensibles a lainminencia de una carnicería ycompletamente absortos en el negociode la heroína, que en aquel momento sehallaba en su punto culminante. Cada día

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aparcaban ante la villa de Inzerillo entrecincuenta y cien automóviles, querepresentaban el vaivén de las hormigasobreras del tráfico de drogas: lossoldados de la Mafia, los encargados derefinar la heroína y los transportistas.«Ellos [Bontate e Inzerillo] hablaban devillas junto al mar y en la montaña, demiles de millones de liras, de yates y debancos; todo ello como si hablaran de iruna mañana a comprar comida.»[118]

Buscetta se resistió a las invitacionespara que se quedara y participara de lasvacas gordas. Al marcharse, susanfitriones se permitieron el lujo dedarle quinientos mil dólares como

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regalo de despedida, o al menos esodice él. En enero de 1981 el «capo dedos mundos» cogió un avión rumbo aBrasil con la intención de no volverjamás.

* * *

L a mattanza que había predichoGiuseppe Di Cristina, y para la que loscorleonesi llevaban tanto tiempopreparándose, se inició por fin el 23 deabril de 1981. La primera víctima fueStefano Bontate, el «Príncipe deVillagrazia». Regresaba de su fiesta de

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cumpleaños conduciendo su nuevo yreluciente Alfa Romeo rojo, ediciónlimitada, cuando, aprovechando unsemáforo en rojo, una ráfaga deametralladora le dejó irreconocible.Dos semanas y media después SalvatoreInzerillo tuvo el mismo destino.También hacía poco que le habíanentregado un Alfa Romeo, en este casoblindado. Pero sus asesinos le mataroncuando salía de casa de su amante yantes de que pudiera entrar en elautomóvil.

Los dos asesinatos que inauguraron la segundaguerra mafiosa, la mattanza, en abril y mayo de1981.

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Stefano Bontate, Príncipe de Villagrazia.[Labruzzo, Palermo.]

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Salvatore Inzerillo, capo de la «familia»palermitana de Passo di Rigano y primo del

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capo neoyorquino Carlo Gambino. [Labruzzo,Palermo.]

Con Tommaso Buscetta y TanoBadalamenti en Brasil y Estados Unidosrespectivamente, al matar a Bontate eInzerillo los corleonesi sencillamenteacababan de decapitar a la facción rival.La audacia del ataque parecíaimpresionante. La mayoría de losobservadores esperaban una fierareacción del grupo de Bontate-Inzerillo.Pero lo que vino a continuación seríasimplemente la ejecución masiva de suspartidarios, dejando completamentedesorientado al bando perdedor. Lo queel juez Falcone calificaría de un

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«ejército fantasma» de asesinoscorleonesi, reclutados en las pequeñaspoblaciones de la provincia de Palermo,aparecía de pronto en la ciudad, matabay luego se desvanecía. Un mes despuésde la muerte de Inzerillo, TommasoBuscetta telefoneó a Palermo desdeBrasil para hablar con un empresario dela construcción próximo tanto a aquelcomo a Bontate. El hombre le pidió aBuscetta que volviera y organizara laresistencia contra los corleonesi. Peroel «capo de dos mundos» tenía mejorescosas que hacer que entregar su vida auna causa desesperada. Tal como habíanhecho en Corleone allá en 1958 con el

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asesinato del doctor Michele Navarra,l o s corleonesi oponían una aplastantefuerza militar a la riqueza y la influenciapolítica. No había color.

En las semanas y meses quesiguieron, doscientos hombrespertenecientes a la facción de Bontate-Inzerillo fueron asesinados en laprovincia de Palermo, contandoúnicamente los cadáveres que serecuperaron antes o después; a elloshabría que sumar los desaparecidos,víctimas de los asesinatos de «escopetablanca». Solo el 30 de noviembre de1982, doce hombres de honor murierona tiros a diferentes horas y en distintas

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partes de la ciudad. La mayoría de losenemigos de los corleonesi fueronasesinados antes de que supieransiquiera que estaban en peligro,traicionados por hombres de su propia«familia» que se habían unido en secretoa la facción rival; algunos de ellosincluso fueron eliminados por suspropios hombres y presentados comoofrendas sacrificiales a los victoriosos.Las «familias» y mandamenti de loslíderes asesinados fueron entregados deinmediato a personas leales a loscorleonesi.

L a mattanza se extendió incluso aEstados Unidos. Supuestamente, John

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Gambino fue enviado de Nueva York aPalermo para que averiguara qué estabaocurriendo. Volvió con instruccionesmuy claras; había que hacer todos losesfuerzos posibles para encontrar yeliminar a Tommaso Buscetta, y todoslos mafiosos sicilianos de la facciónderrotada que trataran de escapar a lamuerte cruzando el Atlántico debían serasesinados. Poco después, el hermanode Inzerillo fue encontrado muerto enMont Laurel, New Jersey, con cincobilletes de dólar en la boca y otro en losgenitales.

Pero los corleonesi no soloexterminaban a sus enemigos, sino que

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también mataban a cualquier hombre dehonor cuya absoluta lealtad estuviera enduda siquiera fuera remotamente.Asimismo practicaban una estrategia deextraordinaria brutalidad con losmiembros de la facción de Bontate-Inzerillo que se ocultaban. Cualquieramigo, pariente o socio comercial quepudiera ofrecerles refugio era abatido.

El caso más emblemático es el deSalvatore Contorno, un fiel soldado deBontate que escapó de maneraespectacular a una emboscada conmetralletas cuidadosamente coordinaday realizada en la calle principal deBrancaccio, un barrio del este de

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Palermo. Allí perecieron la increíblecifra de treinta y cinco de sus parientes.Contorno empezó entonces a facilitarinformación a la policíaextraoficialmente. Cuando oyó queBuscetta se había convertido en testigode cargo, en el verano de 1984, no podíacreerlo hasta que le llevaron a que vieracara a cara al «capo de dos mundos». Enaquel encuentro Contorno se arrodillóante Buscetta y recibió su bendiciónantes de tomar la decisión de declararante el juez Falcone. Su testimonioresultaría casi tan importante para elmacrojuicio como el del propioBuscetta.

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La mattanza parecía no tener fin; dehecho, jamás tuvo un final claro, ya quecuando el Corto Riina hubo acabado consus enemigos y con quienes les dabancobijo, se volvió contra aquellos de susaliados que habían empezado a darmuestras de pensar de maneraindependiente. La víctima másprominente de esta nueva fase deasesinatos sería Pino el Zapato Greco,subjefe de la familia de Ciaculli y elprincipal asesino corleonese en lasprimeras etapas de la mattanza. ElZapato era uno de los pistoleros quehabían asesinado tanto a Bontate como aInzerillo. Luego había matado también al

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hijo adolescente de este último despuésde que el muchacho hubiera juradovengar la muerte de su padre. En la CosaNostra corría el rumor de que el Zapatole había cortado un brazo al chico antesde matarle para demostrar la futilidad decualquier rebelión contra el poder de loscorleonesi. En el otoño de 1985 elZapato sería asesinado a tiros por suspropios hombres siguiendo órdenes deRiina.

Las tácticas que los corleonesidesarrollaran durante más de tresdécadas habían dado fruto; acababan deestablecer una dictadura sobre elconjunto de la Cosa Nostra basada en un

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arrollador programa de ejecuciones. Yal hacerlo no habían traicionado elsistema de valores de la Cosa Nostra,como muchos desertores afirmaríanposteriormente; lejos de ello, habíanrevelado su misma esencia.

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10

Terra infidelium(1983-1992)

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LA MINORÍA VIRTUOSA

Un historiador británico ha hablado delas «minorías virtuosas» del Estadoitaliano. Unos pocos países son lobastante afortunados como para poderdar ciertas cosas casi por descontadas,como la noción de que todo el mundo esigual ante la ley, o de que el Estadodebe servir a los intereses de todos susciudadanos antes que a los amigos y lafamilia de quienquiera que ejerza elpoder en aquel momento, ya sea en unministerio nacional o en un hospitallocal. Con demasiada frecuencia, enItalia —pero no solo en Italia— hay una

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minoría virtuosa, de todas lasextracciones sociales y de todas lasconvicciones políticas, que tiene queluchar día a día por esos valores. No setrata evidentemente de que la mayoría delos italianos sean corruptos, o de que lavida pública italiana esté podrida porcompleto; como sin duda ocurre en lamayor parte de las sociedades de todo elmundo, la mayoría sencillamente seadapta para sobrevivir en el entorno enel que se encuentra.

Las minorías virtuosas de Italiararas veces han parecido estar tanacosadas como durante la década de1980. La oleada terrorista remitía poco

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a poco, el movimiento obrero iba enretirada, disminuía el apoyo al PCI yempezaba a cobrar impulso un nuevoboom económico; pero al mismo tiempola sordidez impregnaba más que nuncael tejido de la sociedad. El PartidoSocialista, ahora un socio permanente enlas coaliciones de gobierno, casi habíaabandonado sus objetivos reformistas yluchaba por «ocupar el Estado» talcomo lo había hecho la DC desde ladécada de 1950. Eran los años de lo quelos italianos denominaban la«partidocracia», cuando todos losempleados públicos, desde losdirectivos de los bancos nacionalizados

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hasta los conserjes de las escuelas,parecían haber sido elegidos basándoseen su afiliación al partido gobernante.Para las empresas de algunas ciudades,adjudicarse un contrato público de laclase que fuera comportabainevitablemente el pago de algunacomisión a los encargados de lasfinanzas del partido.

En medio del constante regateo entrelas diversas facciones del Parlamento, ycon una opinión pública cada vez másresignada y desilusionada, era pocoprobable que la clase política italianade la década de 1980 cambiara susecular hábito de tratar a la sociedad

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siciliana como si esta no fuera más queuna pandilla de políticos mal avenidos alos que comprar. Por desgracia sería esamisma clase política la que se veríallamada a enfrentarse a la Cosa Nostraen un momento en el que esta se habíahecho más rica y sedienta de sangre quenunca.

La Mafia siciliana siempre ha hechosalir a la luz lo peor y lo mejor delEstado italiano, tanto a sus más arterosvillanos como a los más virtuososmiembros de las minorías virtuosas. Elaño antes de su muerte, GiovanniFalcone concedió una serie deentrevistas a un periodista francés en las

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que explicaba claramente que él no eraningún Robin Hood suicida: «Soysimplemente un servidor del Estado enterra infidelium»; es decir, en «tierrade infieles». En un país que ahoraocupaba el respetable puesto de quintaeconomía industrial del planeta, Siciliaseguía siendo todavía una especie deFar West fuera del alcance del Estadode derecho.

Falcone representaba en muchosaspectos el mascarón de proa de lasminorías virtuosas de Italia, y no es caeren la hagiografía decir que mostraba susvirtudes de una forma pura: coraje,obviamente, pero también devoción a su

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trabajo y una legendaria capacidad deesfuerzo. Falcone era tambiénrigurosamente honesto y correcto en sutrato con la gente, un rasgo que a vecespodía hacerle parecer rígido yantipático. Pero más que una faceta desu carácter, se trataba de un calculadomecanismo de defensa tanto para élcomo para quienes le rodeaban.Cualquiera que pudiera acceder al juezcon regularidad, incluso los máshonrados de sus amigos, representaba unposible canal a través del cual la CosaNostra podía acercarse a él.

Francesco La Licata, un periodistaque solía entrevistar a Falcone,

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experimentó ese acercamiento en supropia carne. Su insólito encuentro conla Mafia se inició una mañana cuandotomaba café en un bar y alguien lepreguntó: «¿Se acuerda de mí?». EraGregorio, un hombre del mismo barrioen el que se había criado La Licata, yque ahora vivía en los márgenes delcrimen organizado. «Vamos a dar unavuelta en coche —le sugirió—, y asípodremos charlar de cómo eran lascosas cuando éramos niños.» Receloso,La Licata aceptó subir al Volkswagenrojo de Gregorio, pero apenas se hubosentado pudo observar la culata de unapistola que sobresalía de un bolsillo del

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asiento. «Hay unas personas que quierenhablar con usted. Pero no se preocupe.Todo va bien», le dijo Gregorio con unasonrisa.

Durante el trayecto, La Licata tratóde calcular cuál era la probabilidad deque le asesinaran. Tras un cambio deautomóvil, se internaron en lo másprofundo de un limonar situado en lo quequedaba de la Conca d’Oro. Allí lecondujeron ante un capofamiglia, al quereconoció por una foto policial. Esteempezó a hablarle: «Por favor,excúsenos por el modo en que le hemosinvitado aquí. Pero como usted sabe,estoy huyendo de la ley. Nos hemos

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estado informando sobre usted.Sabernos que es un tipo fiable y quehace su trabajo honestamente»[119].Luego el mafioso se lanzó a un tortuosoy sensiblero discurso en su propiadefensa. Mientras tanto, La Licatatrataba de prestar atención a lo que ledecía a la vez que lanzaba nerviosasmiradas a las profundas aguas de unacisterna situada cerca de donde estaban.

Finalmente el capo llegó a dondequería: «Sabemos que usted puedehablar con el juez Falcone. Tiene quedecirle cómo están las cosas, que solosomos hombres de familia víctimas deuna vergonzosa calumnia. Lo único que

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tiene que decirle a él es lo que yo acabode decirle a usted»[120]. Era el clásicomovimiento de apertura de la Mafia;establecer una conexión de este tiposiquiera fuera vagamentecomprometedora con un juez podía abrirla vía al intercambio de favores, alchantaje o a la intimidación.

La Licata sabía que negarse enredondo a actuar de mediador podíafácilmente tener resultados fatales.Pensando frenéticamente y hablando conmesurada cortesía, explicó quecualquiera que se pusiera en contactocon Falcone en nombre de un mafiosoera probable que fuera sometido a

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investigación; sugirió que, en lugar deello, el capo podía dar su versión através de una entrevista de prensa. «Noestoy autorizado —fue la respuesta—.Nosotros no hacemos esa clase decosas.» La segunda sugerencia de LaLicata —un comunicado enviado aFalcone y a la prensa a través de susabogados— tuvo mejor acogida: «¡Bienpensado! ¡Buena idea! De ese modoFalcone no se ofenderá. Tiene muy malcarácter».

En el espacio de aquella breveconversación, La Licata había salidoairoso tras poner la mano en el fuegopor la reputación de rigurosa honestidad

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y correcto proceder de Falcone; lo queel mafioso llamaba su «mal carácter».Sintiéndose como si hubierasobrevivido a un desastre, el periodistafue conducido de nuevo sano y salvo albar de donde había salido unas horasantes. Pasarían varios años antes de quele contara a Falcone la historia de surapto. A modo de respuesta, el juez leconfirmó que, en efecto, le habríasometido a investigación. Los doshombres se hicieron amigos.

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CADÁVERESEMINENTES

Emanuele Notarbartolo, el banquero yexalcalde de Palermo apuñalado hastamorir en un tren en 1893, y JoePetrosino, el policía neoyorquinoasesinado a tiros en Sicilia en 1909; ensu primer siglo de existencia la Mafiasiciliana solo mató a dos personajesdestacados, dos hombres cuyo estatus enel mundo de los negocios, la política, laadministración, el periodismo, lajusticia o las fuerzas del orden lescualificaba de cadaveri eccellenti. En

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cambio, desde finales de la década de1970, a medida que el poder de loscorleonesi ha ido en aumento, ha habidodocenas de tales «cadáveres eminentes».Algunos de ellos eran amigos que nohabían respetado su pacto con los capos,pero la inmensa mayoría han sidoenemigos de la Cosa Nostra. A partir de1979 la violencia se convirtió en la notadominante del dueto de la Mafia con elmundo superior de las instituciones. Ydicha violencia iría ín crescendocuando Falcone y otros miembros de laminoría virtuosa realizaran avances sinprecedentes en la lucha para derrotar ala Cosa Nostra.

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Visto retrospectivamente, el primersigno de aquella nueva agresividad seprodujo en 1970 con la desaparición delperiodista de investigación de L’OraMauro De Mauro. Todavía no está claroqué había descubierto; quizá evidenciasdel tráfico de heroína o del golpe deestado neofascista el año en que se pidióa la Cosa Nostra que tomara parte en él.En 1971 el fiscal de Palermo PietroScaglioni fue asesinado a tiros cuandoacababa de visitar la tumba de su madre.En aquella época había considerablessospechas en torno a Scaglioni (paraempezar, solía jugar al póquerregularmente con Vito Ciancimino); por

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esa razón, en algunos círculos su muertese consideró de inmediato un asuntointerno de la Mafia. Incluso el asesinatoen 1977 de un coronel de loscarabineros cerca de Corleone podíaconsiderarse todavía una anomalía. Peroen 1979 la nueva pauta que marcaba lastácticas de la Mafia se hizo yainequívoca. Aquel año, como si tratarade mostrar el alcance de su ataque a lasinstituciones, la Cosa Nostra mató a unperiodista (el responsable de sucesosdel Giornale di Sicilia), a un político(el líder de la DC de Palermo), a unpolicía (el jefe de la brigada móvil dePalermo) y a un juez (Cesare Terranova,

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el hombre que había dirigido lasinvestigaciones sobre la primera guerramafiosa). El mensaje de la Mafia estabaclaro, por muy prominente que fuera,cualquier figura pública que seinterpusiera en el camino de aquelestado dentro del Estado que era laorganización sería asesinado.

La reveladora temeridad ybrutalidad con que se perpetraronmuchos de esos asesinatos por parte del o s corleonesi entrañaba también supropio mensaje implícito. Terranovamurió en la calle ante su casa dePalermo; pese al riesgo de ser vistos,los tres asesinos hicieron más de treinta

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disparos de pistola y de rifle, e inclusose tomaron el tiempo necesario paraacercarse al magistrado y rematarle. Unay otra vez, en torno a los cadávereseminentes se desparramaban los cuerposde vigilantes, chóferes, familiares,amigos y transeúntes. La Cosa Nostraesgrimía así su fuerza salvaje. Al añosiguiente, 1980, hubo otros trescadáveres eminentes: el capitán de loscarabineros de Monreale, el presidentede la Región Siciliana y el fiscal jefe dePalermo. Este último fue abatido a tirosen el propio centro de la ciudad, delantemismo del Teatro Massimo (lo quevendría a ser el equivalente siciliano de

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llevar a cabo una ejecución, porejemplo, en la londinense PiccadillyCircus); este asesinato fue ordenado dehecho por Bontate e lnzerillo paramostrar que también ellos podían dejarcadáveres eminentes con el mismoabandono que los corleonesi.

El año 1981 marcó el inicio de lamattanza, con su espectáculo casi diariode asesinatos, cuyos cadáveres sedejaban cerca de los cuarteles depolicía o simplemente se quemaban enla calle. Una de las víctimas másdestacadas de la Mafia cayó en el puntoálgido de la carnicería. Pio La Torre eraun activista campesino que hablaba

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claro y directo, y que había llegado aconvertirse en parlamentario comunista,líder del PCI en Sicilia y uno de losmiembros más dinámicos de la comisiónde investigación Antimafia. En abril de1982 cayó víctima de una emboscadacuidadosamente planeada, de nuevo enuna concurrida calle de Palermo.

La respuesta del Estado italiano fueenviar al general Carlo Alberto DallaChiesa a ocupar el cargo de prefecto dela capital siciliana. Dalla Chiesa teníaun largo historial de lucha contra laMafia, e incluso estaba destinado enCorleone cuando Luciano Leggio iniciósu ascenso. Pero más importante aún es

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el hecho de que el general acababa deconvertirse en un héroe nacional graciasal éxito de su lucha contra el terrorismode izquierda. Antes de partir haciaSicilia, dejó claro a sus patronospolíticos de Roma que no teníaintenciones de mostrarse blando con elala política de la Mafia. A los pocosmeses de su llegada a Palermo, un grupode pistoleros integrado por unos docemafiosos bloquearon la carretera al pasode su automóvil en la via Carini, y leametrallaron a él, a su joven esposa y asu escolta. Al día siguiente alguiengarabateó en un muro junto a la escenadel crimen: «Aquí murió la esperanza de

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todos los sicilianos honestos». Elfuneral fue televisado en directo en todaItalia, y todo el país pudo ver cómo lamultitud airada arrojaba monedas a losministros del gobierno que asistieron alacto.

Los políticos no habían sido capacesde dar a Dalla Chiesa los poderes queeste quería, y una crítica campaña deprensa había creado la clara impresiónde que estaba aislado, tal como habíaexplicado su hijo cinco días antes delasesinato:

Durante la lucha contra elterrorismo mi padre estaba

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acostumbrado a tener lasespaldas cubiertas, a contar conel respaldo de todos los partidospolíticos constitucionales,empezando por la DC. Esta vez,en cuanto llegó a Palermocomprendió que una parte de laDC no estaba dispuesta acubrirle. Más aún, se mostrabaactivamente hostil[121].

Con aquel tibio respaldo al generalDalla Chiesa, la Cosa Nostra se sintiócon derecho a tratar su nombramientocomo otro gesto vacuo más, y a calcularque el precio político de asesinarle

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sería consecuentemente bajo. Resultaríatentador calificar las tácticas de laMafia a principios de la década de 1980de terroristas, si no fuera por el hechode que los terroristas suelen verse a símismos como representantes de losoprimidos, como solitarios combatientesque se enfrentan a un poderoso Estadocon las únicas armas de las quedisponen los débiles y desesperados. LaCosa Nostra, en cambio, con su nuevariqueza derivada de la heroína y suantiguo historial de impunidad, selimitaba sencillamente a no tomar enserio al Estado italiano. Más que de unacampaña de terror, se trataba aquí de

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una campaña de desprecio.Pronto se añadirían otros nombres a

la lista de cadáveres eminentes.Contemplando retrospectivamente aquelcatálogo de atrocidades, uno empieza ahacerse idea de cómo se sentían enaquel momento un creciente número desicilianos, de su exasperada esperanzade que finalmente uno de aquellosasesinatos marcara un punto deinflexión, señalando el momento en elque el Estado italiano encontrara ladeterminación necesaria paraenfrentarse a la amenaza de la Mafia.Ciertamente hubo ocasiones en las queel Estado respondió. Tras la muerte del

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general Dalla Chiesa se aprobó por finuna ley propugnada por el lídercomunista asesinado Pio La Torre;según dicha ley, por primera vez pasabaa ser delito la pertenencia a una«organización de tipo mafioso»,definida como una organización criminalbasada en la intimidación sistemática, laomertà, y la infiltración en la economíaa través de actividades de extorsiónrealizadas sobre una base territorial (enEstados Unidos se habían aprobado yamedidas similares en 1970). La leytambién permitía al Estado confiscar lasganancias ilícitas de un mafioso. Eran,pues, nuevas armas de enorme

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importancia en la lucha por llevar a laCosa Nostra ante la justicia. Pero losmensajes de los políticos siguieronsiendo ambivalentes. Nunca fue «elEstado italiano» como tal el que seenfrentó a la Cosa Nostra. Jamás hubopunto de inflexión. La batalla contra laMafia continuarían librándola unaheroica minoría de jueces y policías,respaldados por otra minoría depolíticos, miembros de laadministración, periodistas y ciudadanosnormales y corrientes.

El 29 de julio de 1983 la CosaNostra puso un coche bomba en elcentro de Palermo para matar al

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superior de Falcone, el juez deinstrucción jefe Rocco Chinnici; sus dosguardaespaldas y el conserje del bloquede pisos donde vivía también murieronen la explosión. La primera guerramafiosa había llevado a los periodistasa buscar paralelismos entre Palermo y elChicago de la ley seca; ahora Beirutparecía ser la única ciudad comparablea la capital siciliana. Un policíaanónimo describía a L’Ora ladesesperación de los investigadores:

Estamos en guerra, pero parael Estado y las autoridades deesta ciudad, de esta isla, es como

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si no pasara nada… Losmafiosos disparan conmetralletas y TNT. Nosotrossolo podemos responder conpalabras. Hay miles de ellos, ysolo unos centenares denosotros. Nosotros establecemosespectaculares controles en elcentro de la ciudad, mientrasellos se pasean tranquilamentepor Corso dei Mille, Brancaccioy Uditore[122].

La muerte de Chinnici condujo a uncallado acto de extraordinario heroísmo,típico del modo en que una minoría

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heroica libraba su batalla contra laMafia. La noticia del fallecimiento deChinnici tuvo un profundo efecto enAntonino Caponnetto, un pálido y tímidomagistrado siciliano aficionado a criarcanarios. Caponnetto tenía un empleoseguro y prestigioso en Florencia yestaba a punto de jubilarse. Sinembargo, a los pocos días de la muertede Chinnici envió una solicitud paraocupar el puesto del juez asesinado.Como explicaría posteriormente: «Fueun impulso que vino en parte del espíritude servicio que siempre ha motivado mitrabajo. Pero en parte vino también demi identidad siciliana»[123]. Cuando

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entró en su nuevo despacho, en elPalacio de Justicia de Palermo, encontróun telegrama de felicitación sobre suescritorio. Se suponía que había dedecir «Le deseo éxito», pero había sidoalterado para que, en lugar de ello,dijera «Le deseo la muerte». Caponnettopasaría los siguientes cuatro años ymedio viviendo en una diminutahabitación del cuartel de carabinerospor su propia seguridad.

En cuanto llegó, Caponnetto reunió aun pequeño equipo de magistrados quellegarían a infligir colosales golpes a laMafia siciliana. Su idea, prestada de lacampaña contra el terrorismo de

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izquierda, consistía en formar un«consorcio» de jueces especializadosantimafia que compartieran toda lainformación, reduciendo, enconsecuencia, el riesgo de represalias.Caponnetto eligió a un equipo capaz decrear un panorama «orgánico ycompleto» del problema de la Mafia; elconsorcio estaba integrado por GiovanniFalcone, Paolo Borsellino, Giuseppe DiLello y Leonardo Guarnotta. En laatmósfera de callada determinacióncreada bajo el liderazgo de Caponnetto,pusieron manos a la obra.

La opinión pública solo llegó a serconsciente del impresionante éxito del

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consorcio cuando Caponnetto dio unaconferencia de prensa en el Palacio deJusticia, el 29 de septiembre de 1984. Elveterano magistrado dio entonces lanoticia de que Tommaso Buscetta, el«capo de dos mundos», estabacolaborando con la justicia; comoresultado de ello se habían emitido 366órdenes de detención. Incluso al«agresivo malversador» VitoCiancimino se le había notificado queestaba sometido a investigación, ya queBuscetta había revelado que estaba enmanos de los corleonesi(posteriormente, Ciancimino y los dosprimos Salvo, los magnates del sistema

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privado de recaudación de impuestos deItalia, serían arrestados). Muchos de losacusados eran ya prófugos de la justicia,pero a la policía de Palermo todavía lefaltaban esposas para capturarlos atodos. Con una amplia sonrisa en su finorostro, Caponnetto explicó así elsignificado de las evidenciasacumuladas:

Lo que aquí tenemos no essolo una diversidad de casosmafiosos. Es la Mafia como talla que va a ir a juicio. Por lotanto, no sería precipitado decirque esta es una operación

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histórica. Finalmente hemoslogrado penetrar en el mismocorazón de la estructura de laMafia[124].

El enorme juicio al que aludíaCaponnetto aspiraría a demostrar latesis de que la Mafia constituía una solaestructura unificada; el «teorema deBuscetta», como pasaría a denominarlola prensa. Aquello representaría unarevolución copernicana en elpensamiento sobre la «honorablesociedad».

Lo s corleonesi respondieron a lanoticia de la deserción de Buscetta con

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ataques a los pentiti y a sus parientes.Leonardo Vitale, el capodecina quehabía acudido a la policía durante sucrisis espiritual, fue abatido a tiros endiciembre, como también lo fue elcuñado de Buscetta (hay que decir queItalia no contaba con nada parecido a unprograma de protección de testigos). Ycuando la policía estaba a punto deacorralar a los capos que todavíaseguían ocultos, la Cosa Nostra se vengóde inmediato. A finales de julio de 1985Beppe Montana, el oficial de la brigadamóvil responsable de dar caza a losmafiosos fugitivos, fue asesinado a tirosen el barrio marítimo de Porticello. A

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pesar de que en aquel momento seencontraba fuera de servicio, Montanaestaba utilizando su pequeña motorapara espiar las residencias veraniegasde los mafiosos. Había corrido el rumorde que la policía había decidido nocoger vivos a dos destacados asesinosde la Mafia. Al matar a Montana, laCosa Nostra daba su cruenta respuesta aaquel desafío: los asesinos usaron balasde expansión. A la novia de Montana,que estaba a solo unos metros del lugaren donde este fue asesinado, se leperdonó la vida para que tuviera quecorrer de casa en casa tratandofrenéticamente de encontrar un teléfono,

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mientras las calles se vaciaban y laspersianas se bajaban. No podía haberimagen más clara del temor y la omertàque se habían apoderado de Siciliaoccidental.

Montana era el tercer hombre de suunidad que moría asesinado. Elsindicato de policía se quejaba de queen Sicilia el Estado solo se dejaba veren los funerales de los policías quemataba la Mafia. Pero los problemas dela policía no hicieron sino aumentarcuando capturaron a un joven futbolistasemiprofesional y pescador de erizosque se creía que había sido el vigía delos asesinos; mientras estaba detenido

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fue torturado y golpeado, y para cuandolo llevaron al hospital era ya demasiadotarde. Después de que los intentos detapar el asunto fracasaranestrepitosamente, la muerte delsospechoso fue acogida con furia. Elministro del Interior reaccionó coninusitada diligencia y desmanteló elgrupo de policías y carabineros quehabían sido responsables de la mayoríade los éxitos en la lucha contra la CosaNostra durante los años anteriores.

Menos de veinticuatro horas despuésde que se anunciara la decisión delministro, otro oficial de alto rango de labrigada móvil, Ninni Cassará, murió

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víctima de una emboscada. La violenciade su muerte resultaba espantosa inclusoen comparación con la norma habitual enPalermo en la década de 1980. Unpelotón de entre doce y quince asesinosocuparon el edificio situado frente a lavivienda de Cassará y abrieron fuegocuando este bajaba de su cocheblindado. Su esposa solo pudo verimpotente desde el balcón cómoacribillaban a su marido con más dedoscientas balas. Con él murió elpolicía Roberto Antiochia, de veintitrésaños de edad, quien, sabiendo lovulnerable que resultaba su superior,había vuelto antes de tiempo de sus

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vacaciones para ofrecerle protección.Solo unos días antes Cassará habíaconcedido una entrevista en la que habíadicho: «Cualquiera que se tome en seriosu trabajo acaba asesinado antes odespués».

La sensación de aislamiento quesentía la policía dio lugar a unaexplosión de rabia. Los miembros de labrigada móvil amenazaron con solicitarun traslado en masa. Se quejaron de lafalta de testigos que se presentabanvoluntarios, y empezaron a echar a lagente que acudía a la comisaría pararenovar el pasaporte; a un ciudadanoque telefoneó para hacer una consulta

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rutinaria se le respondió simplemente:«¡Vete a la mierda!». En el funeral deAntiochia, la presencia del ministro delInterior y del presidente de la Repúblicacasi provocó una revuelta policialdelante de la catedral de Palermo, deochocientos años de antigüedad. Loscolegas del agente muerto escupieron alos dos estadistas, insultándoles a gritos:«¡Bastardos! ¡Asesinos! ¡Payasos!».Luego estalló una refriega entre labrigada móvil y los carabineros. Unagente aireó su furia ante un periodista:

¡Estamos hartos! Nonecesitamos funerales de Estado.

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Siempre las mismas caras, lasmismas palabras, las mismascondolencias… Al cabo de dosdías la opinión pública seapacigua… y todo sigue comoantes. Y mientras, nosotroshaciéndonos matar comogilipollas porque nos atacantanto la Mafia como nuestroslíderes[125].

Jamás ha habido indicio alguno deque los dos estadistas contra los que lapolicía decidió desahogar su rabiafueran culpables de complicidad con laCosa Nostra. Pero, sin embargo, el

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mensaje estaba claro: no era Italia laque luchaba contra la Mafia; era unaasediada minoría unida por un fuerteespíritu de equipo y por su sentido deldeber.

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MIRANDO LA CORRIDA

Giovanni Falcone y Paolo Borsellinoeran viejos amigos en la época en la quepreparaban la acusación del macrojuicio(aunque su trabajo no incluía laposibilidad de ejercer la abogacía enlos tribunales). Tenían casi la mismaedad y se habían criado en el mismopequeño barrio del centro de Palermo,en el seno del mismo tipo de familia declase media; el padre de Falcone eraquímico, y el de Borsellino,farmacéutico. Ambos hombrescompartían la misma devoción por eldeber y la misma fe inquebrantable en la

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justicia. Pero eran muy distintos y teníandiferentes creencias políticas. Sinafiliarse jamás a ningún partido político,Falcone simpatizaba con la izquierda.Borsellino, en cambio, se había unido dejoven a un grupo neofascista yconservaba una fe católica mucho másfuerte que su colega. Ambos jueces seresistieron siempre rigurosamente acualquier insinuación de partidospolíticos que trataran de capitalizar sureputación.

Falcone y Borsellino también teníandistintas actitudes frente a la ciudad enla que vivían y trabajaban. Falcone,quizá en sintonía con su personalidad

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más retraída, se mostraba más pesimistacon relación al grado en que Palermorespaldaba su trabajo. Cada día acudía asu trabajo en un convoy de cuatro cochesblindados que se desplazaban a granvelocidad, llenos de agentes conmetralletas y chalecos antibalas, altiempo que un helicóptero vigilaba laruta. A juzgar por las cartas al directorpublicadas en aquella época en elGiornale di Sicilia, algunos de loshabitantes de Palermo consideraban quela congestión de tráfico creada poraquellos convoyes representaba unproblema mucho más serio que la Mafia.Falcone se sentía especialmente molesto

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cuando uno de sus conciudadanosescribía para sugerir que se le deberíaobligar a vivir en las afueras.Borsellino, un hombre más extrovertidoy con una saludable vena hedonista, semostraba más optimista: «¡Nos estándando ánimos!».

Ambos hombres sacaban fuerzas dela creciente voz del movimientoantimafia de Sicilia. Los estudiantesorganizaban manifestaciones contra laCosa Nostra en las calles de la ciudad.El movimiento incluso había creado uncentro de estudios bautizado como«Peppino Impastato». En esos momentosSicilia contaba, en la persona de

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Salvatore Pappalardo, con un cardenalprimado que no tenía miedo de utilizarla palabra mafia o de denunciar lainacción del Estado frente a lasmatanzas; debido a ello, en 1983, lamisa de Pascua celebrada por elcardenal en la cárcel de Ucciardone fueboicoteada por los reclusos. Peroalgunos clérigos de base se mostrabanaún más enérgicos en su oposición a laMafia.

Incluso dentro de la propiaDemocracia Cristiana aumentaban lasfuerzas favorables al cambio. LeolucaOrlando, alcalde de la DC de Palermo—elegido en julio de 1985—, y

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destacado adversario de la Mafia, seaseguró de que el ayuntamiento estuvierarepresentado en el macrojuicio comoacusación particular. El mandato deOrlando presidía lo que pasaría aconocerse como la «primavera dePalermo», que supuso un estimulantecontraste con el triste invierno deconnivencia que se había apoderado dela mayor parte del ayuntamiento dePalermo desde la Segunda GuerraMundial. Sin embargo, la actitud de lamayoría de los palermitanos ante labatalla de los jueces seguía siendo deuna nerviosa neutralidad; como diríaFalcone: «Me parece que la ciudad está

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mirando desde la ventana, esperando aver cómo acaba la corrida».

El macrojuicio se inició el 10 defebrero de 1986, y duraría casi dos añosenteros. Al iniciarse el proceso, unatensa calma se adueñó de Palermo. Losasesinos de la Cosa Nostra teníanórdenes de permanecer ocultos mientrasel drama pasaba de las calles a unenorme búnker de hormigón iluminadocon luz artificial que lindaba con lacárcel de Ucciardone y que albergaba lasala especialmente construida para elcaso. El búnker mostraba que el rechazopúblico a todos los cadáveres eminenteshabía forzado por fin al Estado italiano

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a realizar una demostración tangible desu compromiso de enfrentarse a la CosaNostra. Pero ni mucho menosrepresentaba una imagentranquilizadora; un periodista dijo queparecía que una gigantesca naveespacial judicial hubiera aterrizado enPalermo. La sala principal era de colorverde y tenía forma octogonal, contreinta cubículos situados en superímetro exterior para albergar a los208 acusados más peligrosos. Del totalde 474 hombres que se enfrentaban adiversos cargos, 119 seguían enparadero desconocido, destacando entreellos las «bestias» de Luciano Leggio, el

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Corto Riina y el Tractor Provenzano. Elpropio Leggio, vestido con chandal azuly bambas blancas, fue el primero enhablar; desde el cubículo 23 anunció quese encargaría de su propia defensacontra la acusación de que había estadodirigiendo la facción corleonese desdela cárcel.

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Un día en el tribunal para los acusados delmacrojuicio, 1986. [Olympia, Milán.]

Cuando empezó el juicio, losperiodistas sondearon a la opiniónpública. En las calles de Palermomuchas personas se mostraban renuentesa hablar. Algunas se manifestaban

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abiertamente en contra del juicio,diciendo que, ahora que la Mafia sehabía puesto a la defensiva, habíaaumentado el paro. La mayoría eranescépticas: «Es una farsa. Solo cogerána los que se han puesto demasiado enevidencia. Los grandes políticos seránlos que decidirán cómo acabará eljuicio». Buscetta había dejado claro queél no creía que Italia estuvierapreparada todavía para oír todos sussecretos, y se guardaba para sí lo quesabía sobre los vínculos de la Mafia conlos más altos hombres de Estado. Muchagente pensaba que los mafiosos quehabían perpetrado la mattanza no eran

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más que matones, y que la verdaderaMafia la integraban quienes movían lascuerdas desde mucho más arriba.

Pero las dudas sobre el macrojuiciono se limitaban a los sondeos de opiniónpública. Algunos de los más reflexivoslíderes de opinión de Siciliasencillamente no acababan de ver laverdadera trascendencia del juicio. Paraempezar, las propias dimensiones delcaso resultaban desconcertantes. Elcardenal Pappalardo, por ejemplo, localificaba de «espectáculo opresivo».En una discutida entrevista concedidajusto antes de que se iniciara el proceso,el cardenal parecía haber retrocedido

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con respecto a la anterior firmeza de suactitud frente a la Mafia. Así, declaróque el aborto mataba a más personas quedicha organización, y mostraba supreocupación por el efecto que toda laatención de los medios de comunicaciónsobre el juicio tendría en la imagen dePalermo. Al preguntarle si él sedefiniría como un prelado antimafia,respondió significativamente con unaevasiva: «No se puede construir nadacon una actitud puramente negativa. Nobasta con ser antialgo».

Muchas personas compartían eltemor de que el macrojuicio constituyeraun intento de impartir justicia al por

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mayor, y de que resultara imposibleevaluar cuidadosamente la culpabilidado inocencia de cada uno de losacusados. Algunos sospechaban que laescala del juicio no reflejaba otra cosaque el tamaño del ego de los jueces.

También las evidenciasproporcionadas por los pentitiplanteaban dudas. Muchos espectadoresmostraban su preocupación por lafiabilidad de sus testimonios. En 1985una destacada personalidad de latelevisión había sido víctima de ungrave error judicial derivado de lasfalsas pruebas proporcionadas por unpentito de la Camorra napolitana. Para

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muchos observadores, utilizar eltestimonio de Tommaso Buscettapresentaba los mismos riesgos, aunque amucha mayor escala.

Durante los meses del macrojuicioquedó muy poco margen para laneutralidad. El teorema de Buscettacontradecía toda una serie depresupuestos profundamente arraigadossobre la Mafia y sobre lo quesignificaba ser siciliano. Captar lasconsecuencias de ello llevaría a dar unpaso de gigante en la comprensión de laorganización. Pero era un paso queincluso algunos de los más directosenemigos de la Mafia sencillamente no

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podían dar. Un famoso y sorprendentenombre vendría a simbolizar lo difícilque resultaba para muchos sicilianosaceptar lo que hacían Falcone yBorsellino, y verles como la soluciónantes que como parte del problema:Leonardo Sciascia.

Sciascia era el novelista que tantohabía hecho para llamar la atenciónpública sobre la Mafia a finales de ladécada de 1950 y principios de la de1960. Todavía hoy la mayoría de los noitalianos acuden precisamente a novelascomo Il giorno della civetta cuandodesean saber algo sobre la organización.Durante más de tres décadas, todo el

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mundo de Sciascia, sus obras, su sentidode la propia identidad siciliana, lehabían enfrentado a la Mafia. Pordesgracia, en enero de 1987 esasmismas fuerzas le condujeron al ladoequivocado de una ciudad dividida ydesconcertada por el macrojuicio.

A los once meses de iniciarse elproceso, Sciascia escribió un artículo ene l Corriere della Sera que vendría asocavar fatalmente su reputación deadversario de la Mafia. El artículo seinspiraba en dos acontecimientosrecientes: la publicación de un librosobre la cruzada del «prefecto dehierro» contra el crimen organizado

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durante la época fascista, y el ascensode Paolo Borsellino (que acababa de sernombrado responsable de la oficina deinstrucción de Marsala, en el extremooccidental de Sicilia, donde loscorleonesi contaban con estrechosaliados). Sciascia argumentabaapasionadamente que el macrojuicioamenazaba con pisotear las libertadesciviles tal como lo había hecho elfascismo. Arremetía contra un clima —hoy lo llamaríamos «políticamentecorrecto»— en el que cualquier crítica alos jueces antimafia se trataba como sifuera un signo de complicidad con loscapos. Y concluía su polémico artículo

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acusando a Borsellino de arribista: «Nohay nada mejor para destacar en lamagistratura que tomar parte en losjuicios antimafia».

El arrebato de Sciascia causó unaprofunda conmoción en Italia, donde lagente tiende a buscar en los escritores eintelectuales la clase de liderazgo moralque con demasiada frecuencia lospolíticos no son capaces deproporcionar. Y era un papel queSciascia se tomaba muy en serio; a sumanera, se veía como una voz de larazón en terra infidelium, tan solitario yracional como los detectives de susnovelas que trataban sin éxito de

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quebrantar el muro de la omertà. Razónde más para que Borsellino se sintieraprofundamente herido por el artículo delCorriere della Sera; además —decía—,Sciascia había sido como un padreintelectual para él. Posteriormente,algunos de los políticos de la Mafiahallarían un cínico placer en citar laspalabras del novelista contra losmagistrados a los que él mismo habíainspirado.

En la época en la que redactó suataque a los jueces antimafia, el autor deIl giorno della civetta estabamortalmente enfermo. Durante muchosaños de soledad había dedicado todas

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las sutilezas de su arte a comprender laspautas del pensamiento mafioso, y ahorase resentía de toda la retórica antimafiaque tanto abundaba. Pero la polémica deSciascia era algo más que el arrebato deun hombre díscolo y moribundo. Era lavoz de la desconfianza que variasgeneraciones de sicilianos parecíansentir tanto frente a la Mafia como frenteal Estado italiano.

Sciascia era el hijo autodidacta deun hombre que había trabajado en lasminas de azufre de la provincia deAgrigento. De niño había presenciadolas hipócritas brutalidades del régimenfascista, y había visto a la Mafia matar a

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líderes sindicales en las minas de azufredespués de la guerra. En su opinión laorganización era una rama extraoficialde la policía italiana; tanto el Estadocomo la Mafia tenían los mismosreflejos represivos. La lección tanto desu propia vida como de la historia deSicilia era que la isla no podía esperarnada más que problemas de lasautoridades. El pesimismo de Sciasciacon respecto al Estado italiano separangonaba con su fatalismo enrelación con Sicilia. Durante muchotiempo había creído que en sus orígenesla Mafia no había sido una organizaciónconsciente de serlo, sino un estado

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mental que actuaba como una especie decárcel aun para las más racionales delas mentes sicilianas:

Cuando clamo contra laMafia eso también me hacesufrir, ya que en mi interior,como en el de cualquiersiciliano, todavía sigue vivo elresiduo de un sentimientomafioso. Así, cuando luchocontra la Mafia estoy luchandotambién contra mí mismo; escomo una escisión, como undesgarro[126].

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Afortunadamente para la isla,Caponnetto, Borsellino, Falcone ymuchos como ellos no se sentíanafligidos por el «desgarro» de Sciascia,y tenían una idea muy distinta de lo quesignifica ser siciliano.

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EL RESULTADO DELMACROJUICIO

El veredicto del macrojuicio se anuncióel 16 de diciembre de 1987. De los 474acusados, 114 fueron absueltos, y a losculpables se les condenó a un total de2.665 años de cárcel. El mensajecontenido en estas cifras estaba claro: eltribunal respaldaba el «teorema deBuscetta», pero era evidente que noimpartía aquella justicia al por mayorque muchos defensores de las libertadesciviles habían temido. Incluso LucianoLeggio fue absuelto por falta de pruebas,

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ya que no había sido posible demostrarque, aun estando entre rejas, habíaseguido dando órdenes.

En los días que siguieron a lasentencia, los periódicos que apoyabana los jueces proclamaron el final delmito de que la Mafia era invencible yconstituía una parte inseparable de lacultura siciliana. Se trataba de unareacción prematura, inspirada más porla esperanza que por la convicción. Lasentencia del macrojuicio habría desometerse a largos procesos deapelación antes de convertirse en firme,y la confirmación del veredicto estabalejos de ser la conclusión más

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previsible. Leonardo Sciascia, por suparte, se mantenía en sus trece y seguíasiendo incapaz de aceptar el «teoremade Buscetta»: «Mi opinión ha sidosiempre que la Mafia es en realidad unaconfederación de mafias». Dos añosdespués se iría a la tumba negándose aadmitir hasta el final la esperanza de queél o Sicilia pudieran alguna vez dejaratrás la Mafia.

Falcone interpretó el veredicto comouna prueba de que «respetando lasreglas de la democracia podernos lograrimportantes resultados contra el crimenorganizado». Sabía que se habían hechoya notables progresos en la lucha contra

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la Mafia. Antes incluso de que finalizarael macrojuicio, las investigacionessobre la Cosa Nostra habían dado yalugar a otros dos procesos a gran escala,y ahora había tres macrojuicios enmanos del consorcio de Caponnetto. Unnuevo e importante pentito, AntoninoCalderone, estaba proporcionandoevidencias destinadas a desembocar enun cuarto macrojuicio, y en marzo de1988 se realizarían ciento sesentadetenciones. Los jueces de otrasciudades sicilianas también estabaniniciando procesamientos relacionadoscon la organización. Sin embargo,Falcone se esforzaba en recalcar que el

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macrojuicio no era más que un buenpunto de partida en la batalla contra laCosa Nostra.

Quizá se habría mostrado máspesimista si hubiera sabido lo queposteriormente revelarían los pentiti:«Estábamos seguros de que elmacrojuicio no sería más que un farol, yla sentencia final no aceptaría el“teorema de Buscetta”»[127]. Dentro dela Cosa Nostra corría el rumor de que elmacrojuicio era solo una fachadapolítica creada como respuesta a lossangrientos años transcurridos desde larnattanza. En el primer juicio habríacondenas, pero estas serían paulatina y

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discretamente revocadas en lasapelaciones, y al final se restableceríala normalidad.

Durante un tiempo pareció que esosería exactamente lo que iba a pasar.Dado que el sistema judicial italianotardaba tanto en llegar a una sentenciadefinitiva, se habían aprobado leyes queimpedían que los acusados pasarandemasiado tiempo en prisión preventivaa la espera del resultado definitivo de sucaso. Y debido a su complejidad, loscasos relacionados con la Mafiaresultaban especialmente largos. De ahíque los acusados de la organización sehallaran entre los principales

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beneficiarios de dichas leyes: acomienzos de 1989, solo sesenta de los342 hombres condenados en diciembrede 1987 seguían estando entre rejas.

En 1990 el Tribunal de Apelaciónde Palermo revocó algunas de lascondenas del macrojuicio, y —demanera crucial— se abstuvo derespaldar el elemento fundamental delteorema de Buscetta, por el cual losmiembros de la comisión, en virtud desu posición, eran culpables de haberordenado los importantes asesinatosperpetrados por la Cosa Nostra. El casopasó entonces a la sección primera delTribunal de Casación, presidida por el

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juez Corrado Carnevale, quien habíaadquirido el apodo de «matasentencias»debido a su afición a absolver a losmafiosos basándose en defectostécnicos. (En octubre de 2002, elTribunal de Casación anularía unasentencia que condenaba al juezCarnevale por «cooperación externa enel delito de asociación mafiosa»; hayque concluir que simplemente —como élmismo sostuvo en todo momento— selimitaba a aplicar la ley de maneraexcesivamente puntillosa).

Desde el interior del propio sistemajudicial hubo una insidiosa oposición aFalcone. Tras la sentencia del

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macrojuicio, el fundador del consorcioantimafia, Antonino Caponnetto, decidióregresar a Florencia. Falcone, que lloróen la fiesta de despedida de Caponnetto,era el candidato obvio a ocupar supuesto como jefe de la oficina deinstrucción. Pero al final de una sórdidahistoria de politiqueo, intrigas depasillos y celos profesionales, apenasvelados por los ataques al «culto a lapersonalidad» que supuestamente seestaba creando en torno a Falcone, elpuesto fue para Antonino Meli, unhombre al que le faltaban dos años parajubilarse y que jamás había llevadoningún caso relacionado con la Mafia.

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Falcone no solo se sintió humillado ydesolado, sino que además estabaatemorizado. «Soy hombre muerto», lesdijo a sus amigos. Era demasiadoconsciente de que la Cosa Nostrainterpretaría cualquier indicio de que elEstado no le respaldaba como una señalde que ahora era vulnerable.

Sin que la opinión pública llegara asaberlo, Meli se dedicó a repartir loscasos de la Mafia entre diversos juecesde manera aparentemente aleatoria, acargar a los miembros del consorcio decasos sin relación alguna con laorganización, a añadir nuevos miembrosal consorcio sin consultar a nadie sobre

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su idoneidad, y a dividir los casos de laMafia y distribuir sus partes entreinvestigadores de diferentes ciudadessicilianas. Nadie ha dudado jamás de laintegridad de Meli, pero su métodosimplemente iba en contra del principiofundamental de trabajo de Falcone: laCosa Nostra era una sola organización,que requería una respuesta judicialcoordinada.

Contemplando estos acontecimientoscon alarma desde su nuevo puesto enMarsala, a la larga Borsellino sintió lanecesidad de hacer públicas suspreocupaciones: «Tengo ladesagradable sensación de que alguien

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desea que el reloj ande hacia atrás»,declaró. Aquello provocó una inmediatareacción política, y el Consejo Superiorde la Magistratura (CSM) —el órganode gobierno del poder judicial italiano—, tras reunirse en sesión especial,decidió investigar las afirmaciones deBorsellino. Falcone escribió paraexplicar que bajo la dirección de Melilas investigaciones antimafia se habíanvisto interrumpidas. A medida que elcontenido de las sesiones del CSMsobre el asunto —supuestamenteconfidencial— se filtraba tanto por lospartidarios como por los detractores deFalcone, y a medida que saltaban las

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habituales acusaciones de partidismopolítico y «culto a la personalidad», seiba perdiendo toda referencia a lo querealmente importaba. Falcone ofreció yluego retiró su renuncia. Al final deaquel largo y desmoralizador alboroto,el CSM ordenó sin demasiadaconvicción a ambas partes quearreglaran sus diferencias, lo que dejabaa Falcone en una posición aún másdébil. El Palacio de Justicia de Palermopasaría a conocerse como «Palacio dePonzoña».

La historia de los problemas deFalcone a manos de algunos de suscolegas de la magistratura después del

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macrojuicio constituye una deprimentemuestra de lo solipsistas que puedenllegar a ser las instituciones públicas enItalia. A ojos de muchos políticos y desus aliados en la judicatura, el consorcioantimafia no se veía como uninstrumento más o menos útil para hacerlo que supone que hace el sistemajudicial: proteger a los inocentes ycastigar a los culpables que hay ahífuera en el mundo real; lejos de ello, seveía más bien como otro «centro depoder» más desde el que ejercerinfluencia sobre los rivales dentro delEstado. Al tratar de defender el imperiode la ley, Falcone y Borsellino a veces

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daban la impresión de ser como entestridimensionales que se vieranobligados a explicar su pensamiento alos habitantes de un mundobidimensional; los dos magistradospodían hacer todo lo posible porexplicar la tercera dimensión de lalegalidad, pero la propia noción de quetal dimensión existiera resultaba casi deltodo incomprensible para unos hombrescuyas únicas coordenadas eran lamezquindad política y las sutilezaslegales.

En junio de 1989 los renovadostemores de Falcone respecto a suvulnerabilidad se verían confirmados al

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encontrarse una bolsa de deporte marcaAdidas llena de explosivos entre lasrocas próximas a la casa que él y suesposa habían alquilado en la playa,justo al lado de Palermo. De manerapoco característica en él, declaróabiertamente que creía que habíapolíticos desconocidos cercanos a laCosa Nostra implicados en laplanificación de aquel atentado contra suvida. Durante los meses siguientes losasuntos del «Palacio de Ponzoña» sellevarían de nuevo ante el CSM, despuésde que Falcone fuera víctima de unacampaña de cartas anónimasdifamatorias probablemente escritas por

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uno de sus colegas. La principalacusación era que había utilizado a undesertor de la Mafia para librar unaguerra sucia contra los corleonesi. Elmes de enero siguiente Leoluca Orlando,el alcalde antimafia de Palermo, quehabía llegado al extremo de aliarse conlos comunistas en un intento de cambiarel clima de la administración municipal,fue finalmente derrocado por los líderesde la DC en Roma, que le considerabandemasiado independiente políticamente.Las perspectivas para Falcone, y para elmovimiento antimafia, parecían bastantedesoladoras.

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Septiembre de 1989: Giovanni Falcone (con lamano en el bolsillo de la americana) llega a laescena de lo que se denomina una «vendettatransversal» (en la que se asesina a la familia deun mafioso como represalia). En este caso lasvíctimas eran la madre, la hermana y la tía deFrancesco Marino Mannoia, un desertor de laMafia. [Labruzzo, Palermo.]

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* * *

Sin embargo, en febrero de 1991,Falcone, que tan a menudo había sidovíctima del oportunismo político, seríapor una vez su beneficiario. Fue aquelun momento en el que el destino delmovimiento antimafia sufrió un cambiodrástico. Tras la caída del muro deBerlín, en 1989, el témpano de lapolítica italiana de posguerra empezó afundirse. El PCI se disolvió y luego sereconstituyó como un partido

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socialdemócrata; ahora los italianostenían muchas menos razones para«taparse la nariz y votar DC». Estaúltima parecía también más vulnerableen su reducto del nordeste de Italia; allíla estridente Liga Norte corroía elrespaldo al partido católicodenunciando la corrupción en Roma y enel sur del país. Se respiraban aires dereforma. Una oleada de crímenes, asícomo la indignación de algunos sectoresde la opinión pública tras elmacrojuicio, proporcionaron al nuevo yambicioso ministro de Justicia socialista—anteriormente crítico con los juecesantimafia— la oportunidad que deseaba

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para aumentar su prestigio comodefensor de la ley y el orden. Invitó aFalcone a ocupar el cargo de director deAsuntos Penales de su ministerio, con laresponsabilidad de coordinar la luchacontra el crimen organizado a escalanacional.

Pese a los serios recelos de algunosde sus colegas, Falcone aceptó elpuesto. Y en poco más de un añoaprovechó el inesperado cambio declima político para variarcompletamente la suerte de la luchacontra la Mafia. Su principal objetivofue la creación de dos organismosnacionales que todavía hoy constituyen

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los pilares de la respuesta de Italia alcrimen organizado; por un lado, la DIA(Dirección de Investigación Antimafia),que une los esfuerzos de loscarabineros, la policía y otros cuerposde seguridad del Estado en la luchacontra las organizaciones de tipomafioso (una especie de FBI italiano);por otro, la DNA (Dirección NacionalAntimafia), una fiscalía antimafianacional, que coordina a veintiséisfiscalías de distrito antimafia situadas endiversas ciudades importantes de todo elpaís, cada una de las cuales estáobligada por ley a llevar una base dedatos informatizada sobre el crimen

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organizado. Así, desde el centro, enRoma, Falcone lograba realizar lo quele habían impedido hacer en Palermo:crear una visión unificada no solo de laCosa Nostra, sino de toda el hampaitaliana.

Pero todavía estaba por decidir elresultado definitivo del macrojuicio.Totò el Corto Riina tomó medidas paraasegurarse de que el recorrido del casoa través del prolongado proceso deapelaciones no estuviera exento desangre. En septiembre de 1988 fueronasesinados a tiros el juez del Tribunalde Apelación de Palermo Antonio Saettay su hijo mentalmente discapacitado. En

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agosto de 1991 el fiscal del Tribunal deCasación Antonio Scopelliti moriría amanos de la Mafia calabresa (la’Ndrangheta) por encargo de la CosaNostra. (Tres semanas después, losmafiosos también mataron a tiros aLibero Grassi, un empresario dePalermo que encabezaba una campañapública contra las actividades deextorsión, que por entonces se calculabaque proporcionaban unos ingresos dealrededor de veinticinco mil millones dedólares a las organizaciones criminalesde toda Italia).

Estos asesinatos contribuyeron aaumentar el respaldo político a las

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reformas de Falcone. En cierto modoeran un signo de fracaso, un signo de queel desprecio de los corleonesi por elEstado italiano finalmente habíaempezado a volverse en su contra. Yasimismo contribuyeron a lograr que,como deseaba Falcone, el llamado juez«matasentencias» Corrado Carnevale nollegara a presidir la crucial vista delmacrojuicio en el Tribunal de Casación.De ahí que el 31 de enero de 1992,después de dos meses de sesiones, esteúltimo revocara el veredicto delTribunal de Apelación sobre elmacrojuicio y confirmara los tresprincipales argumentos de la acusación

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original de Falcone y Borsellino: que laCosa Nostra existía y era una solaorganización unificada, que todos losmiembros de la comisión eranconjuntamente responsables de losasesinatos perpetrados en nombre de laorganización, y que las evidenciasproporcionadas por los desertores de laMafia eran válidas. El «teorema deBuscetta» era ahora un hecho y loslíderes de la Cosa Nostra se enfrentabana cadenas perpetuas irrevocables.

Después de ciento treinta años, elEstado italiano finalmente habíadeclarado que la Mafia sicilianarepresentaba un organizado y mortífero

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desafío a su propio derecho a gobernar;era la peor derrota en toda la historia dela organización criminal más famosa delmundo. Y ahora que todos esperabanque Falcone dotara a la nueva fiscalíanacional de la capacidad de rematar lafaena en Sicilia, en todo el país eincluso en el ámbito internacional, dabala impresión de que no podíansobrevenir sino nuevas derrotas para laMafia. Falcone parecía disponer detodos los poderes que necesitaba parainiciar la redención definitiva de laterra infidelium.

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Bombas e«inmersión»(1992-2003)

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LA VILLA DE TOTÒRIINA

La Escuela Agrícola de Corleone es uncurioso edificio que se parece muy pocoa lo que cabría esperar de unainstitución educativa pública. Deconstrucción relativamente nueva, contres altas torres y situada en una calleresidencial, cuenta con aparcamientosubterráneo, ascensores, aireacondicionado y calefacción integral, yun cuidado jardín pavimentado. Su partefrontal está recargada de ostentosametalistería, con balcones, verjas

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decorativas, una imponente puerta yvarias farolas. Dentro, pupitres, pizarrasy ordenadores contrastan con los suelosde mármol negro y rojo, las pesadaspuertas de madera maciza y las paredesestucadas. En realidad, el IstitutoProfessionale di Stato per l’Agricolturade Corleone no inició su vida como unaescuela, sino exactamente como lo queparece ser: una lujosa villa construidapor un gerifalte local, un tal Totò elCorto Riina.

Nadie le ha preguntado nunca aRiina para qué quería una casa quejamás llegaría a ocupar. Pero esprobable que fuera allí donde tuviera

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planeado congregar a su extensa familiacuando su larga carrera llegara al final.Era el lugar de retiro que Riina se habíaconstruido con la esperanza de quepodría arreglárselas para que lasentencia del macrojuicio se revocara yél pudiera volver a casa a disfrutar delfruto de su trabajo. Así, aunque es fácilreírse del llamativo aspecto de la villade Riina, resulta a la vez difícil nosentirse impresionado por la confianzaque revela, por la propia incapacidad deRiina para entender siquiera que elEstado pudiera tener algún derecho aimpugnar una fortuna ganada condécadas de asesinatos.

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Afortunadamente la confianza deRiina ha resultado equivocada. A finalesde 1995, al capo de capos se le habíaconfiscado un total de aproximadamente225 millones de dólares, principalmenteen propiedades, aunque es casi seguroque esta extraordinaria cifra norepresente toda la fortuna del CortoRiina. Su villa de Corleone fueconfiscada en 1992, y luego, en 1977,entregada a la ciudad tras una demandacivil contra la familia interpuesta por unvaliente y joven alcalde antimafia. Elpueblo de Corleone sabía bien lo quehacía al convertir la villa de Riina enalgo tan normal y corriente como una

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institución educativa pública. La CosaNostra trata toda la riqueza pública, pormuy esencial que sea —fuentes,carreteras, hospitales, escuelas—, comoun posible botín. Como resultado,durante generaciones ha negado a todaslas familias sicilianas que no caíandentro de su órbita esas banales, aunquecruciales, vías de progreso. Y cuando elEstado hace, de este modo, cosas buenasy normales con antiguas propiedades dela Mafia, no solo está perjudicandofinancieramente a los hombres de honor,sino que golpea directamente en elcorazón a la justificación que estos dana lo que hacen, puesto que, rodeados de

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traición y muerte, en última instancia seaferran a la creencia de que todo lohacen por sus seres queridos.

Desde que Buscetta se convirtiera entestigo de cargo, en 1984, Riina habíaprometido a sus hombres que si laintimidación y la corrupción no lograbandetener la oposición judicial a la CosaNostra en Palermo, entonces suscontactos políticos la detendrían enRoma. El problema al que se enfrentabapara cumplir esa promesa era que larelación de la Cosa Nostra con la DCestaba cayendo en picado. Lasatrocidades perpetradas en la década de1980 habían desembocado directamente

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en una serie de leyes antimafia que laCosa Nostra deseaba revocarurgentemente. Riina necesitaba ahorainfluir en las directrices políticas delgobierno, y no solo conseguir favorespuntuales entre bastidores. Pero cuantosmás «cadáveres eminentes» había, másrenuentes se mostraban los políticos aexponerse por defender a la Mafia.

El problema alcanzó su puntoculminante cuando Falcone fue a Romaen 1991. Los mafiosos interpretaron sutraslado a la capital como un signo deque pronto sería absorbido por elcenagal de la política italiana,desacreditado y reducido a la

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impotencia. Pero los éxitos de Falconeen el Ministerio de Justicia resultaríanun asombroso revés para talesexpectativas. Era aquel un espectáculoespeluznante para los mafiosos, queestaban acostumbrados a ver a lospartidos gobernantes como sociospasivos de desgobierno; pero he ahíahora al mortal enemigo de la CosaNostra configurando las políticas delucha contra la delincuencia de unministro de Justicia socialista al amparode un gobierno presidido por un primerministro democratacristiano. Entremuchos otros cambios, el año 1991presenció la aprobación de nuevas leyes

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para evitar el blanqueo de dinero,permitir el uso de escuchas telefónicascon los mafiosos y dotar al gobierno delpoder de disolver los ayuntamientosinfiltrados por el crimen organizado.

Por preocupantes que resultarantodos estos acontecimientos para laCosa Nostra, a las bases de laorganización se las llevó a creer que el«matasentencias» juez Carnevaleconstituía la última garantía de que alfinal las aguas volverían a su cauce. Enconsecuencia, el fallo del Tribunal deCasación, en enero de 1992, representóun terrible golpe tanto para los planes deRiina sobre el futuro de su familia como

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para su prestigio dentro de la CosaNostra. Era la prueba definitiva de queel capo más poderoso de toda la historiade la Mafia había hecho a laorganización políticamente huérfana.

Lo que estaba en juego ahora era lapropia supervivencia de Riina. Comoexplica el juez de instrucción Guido LoForte: «En la Mafia no puedes presentartu renuncia. Simplemente te eliminan. Elcaso [para Riina y sus hombres] era obien aceptar su propia eliminación, obien tratar de reafirmar su poder a ojosdel conjunto de todos losmiembros»[128]. Riina eligió reafirmarsu poder mediante una asombrosa

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escalada del conflicto entre la CosaNostra y el Estado italiano. La Mafianecesitaba influir más que nunca en elproceso político, pero solo le quedabaun medio de hacerlo: la violencia. Habíaque bombardear el Estado hasta que seretractara en aquello que más importabaa Riina y sus secuaces: el fallo delmacrojuicio y la ley de 1982 quepermitía a las autoridades confiscar lasriquezas de la Mafia. Se dice que Riinadeclaró: «Debemos hacer la guerra parapoder forjar la paz». Las condenas amuerte de Falcone y Borsellino dictadaspor la comisión —pendientes desdehacía tiempo— se reactivaron a los

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pocos días de que se pronunciara lasentencia del Tribunal de Casación.

Aquellos años 1992 y 1993 —losinmediatamente posteriores a lahistórica decisión del Tribunal deCasación— serían los más dramáticosen toda la historia de la Mafia siciliana.La confrontación de Riina con el Estadose tradujo en una campaña de atentadosterroristas a gran escala en toda lapenínsula italiana. Esta acción militarsin precedentes terminaría en unaderrota tan grave que pondría en duda lapropia supervivencia de la organizaciónpor primera vez desde los tiempos deMussolini. Y de hecho, tanto la Cosa

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Nostra como Italia están viviendotodavía hoy las consecuencias delfracaso de los planes de jubilación deRiina.

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DESPUÉS DE CAPACI

«¡Vito, mi Vito! ¡Ángel mío! ¡Se te hanllevado! ¡Jamás podré volver a besarte!¡Jamás podré volver a abrazarte! ¡Jamáspodré volver a acariciarte! ¡Eres solomío!»

En los funerales de Estadocelebrados en honor de las víctimas delatentado de Capaci, sería la pequeña ypálida viuda de Vito Schifani, Rosaria,la que prestaría una desgarradora voz asu propia desolación y a la rabia de todauna ciudad. Su marido, junto con suscolegas los agentes Antonio Montinaro yRocco Di Cillo, iba en el coche que

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sufrió de pleno el impacto de laexplosión que mató al juez Falcone. Depie tras el atril y mirando a losfeligreses, ante las cámaras de variascadenas de televisión nacionales, clamó:«¡A los hombres de la Mafia —quetambién estáis aquí en esta iglesia—quiero deciros algo! ¡Haceos cristianosde nuevo! ¡Os lo pido por Palermo, unaciudad que habéis convertido en unaciudad de sangre!». Antes incluso de queel cardenal hubiera terminado de decirmisa, los familiares y colegas de lospolicías fallecidos se levantaron paraimpedir que ningún dignatario seacercara a los cinco ataúdes. «¡Son

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nuestros muertos, no los suyos!», se oyódecir a uno de ellos. Rosaria Schifani,que seguía llorando desconsoladamente,dejó deslizarse entre sus dedos unabotella de agua que alguien le habíadado, que se estrelló contra el suelo;aparentemente sin darse cuenta, imploróuna vez más ante los reunidos:«¡Hombres de la Mafia, os perdono!¡Pero tendréis que arrodillaros!»[129].Sus palabras se repetirían una y otra vezen los informativos de televisión.

La presión moral ejercida sobre lospolíticos italianos para demostrar queno tenían complicidad alguna en elasesinato de Giovanni Falcone en

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Capaci se hizo irresistible. En los díasque siguieron al funeral, algunas de laspersonas que habían soportado la densalluvia llenando las calles adyacentes ala iglesia de San Domenico, que habíancontemplado los ojos llorosos de otrosciudadanos desconocidos y habían vistoreflejada en ellos la misma resolucióndesesperada, empezaron a poner sugranito de arena para tratar de que suaflicción se tradujera en un cambio. Entodo el centro de la ciudad empezaron acolgar de las ventanas sábanas quellevaban pintados eslóganes como estos:«Falcone vive», «Palermo pidejusticia», «Echad a la Mafia del

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gobierno», «Basta de asesinatos en estaciudad». Incluso hubo un «Comité deSábanas» que se convertiría en una delas numerosas nuevas organizacionespopulares antimafia. Las palabras deRosaria Schifani —«¡Mafiosos,arrodillaos!»— aparecían impresas enlas camisetas que llevaban losintegrantes de una cadena humana querecorrió toda la ciudad un mes despuésdel atentado. Un árbol situado ante lacasa de Falcone —por una triste ironía,este vivía en una calle a la que habíadado nombre Emanuele Notarbartolo—se convirtió en un santuario, adornadocon flores, fotografías y mensajes.

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Inconcebiblemente, el 19 de julio de1992, la Cosa Nostra demostró que elEstado ni siquiera era capaz de protegeral hombre que había pasado a ocupar elpuesto de Falcone, Paolo Borsellino. Laexplosión que acabó con su vida y conla de cinco miembros de su escolta pudooírse en media ciudad. Tres díasdespués de la muerte de Borsellino, RitaAtria, una adolescente de una «familia»mafiosa que había empezado a declararante el juez cuando su hermano y supadre habían sido asesinados, saltó alvacío desde el balcón de la viviendadonde se la mantenía oculta en Roma. Sunota de suicidio decía simplemente que

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ya no quedaba nadie que la protegiera.Fue aquel un verano en el que, comoescribiría un activista del movimientoantimafia, Palermo parecía una especiede tragedia sangrienta y mal escrita:«Queremos salir del teatro, peroestamos encerrados».

Pese a su asombro y suconsternación, muchos palermitanosseguían encontrando fuerzas paraprotestar. Entre las muchas imágenesinolvidables que dejarían las numerosassentadas y manifestaciones de aquelperíodo está la de un niño que tomóparte en una marcha que fue desde elcentro de la ciudad hasta el lugar en el

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que había muerto Borsellino; llevaba unpequeño cartelón que por delantellevaba escrito: «Quiero ser digno deFalcone», y por detrás: «Quiero serdigno de Borsellino». Durante unosextraordinarios meses, la minoríavirtuosa hizo suya Palermo y convencióa una gran parte de su población de laurgencia de la causa antimafia.

La situación de Sicilia era unaemergencia nacional. Se envió a sietemil soldados a la isla para que relevarana la policía de las tareas más rutinarias,con el fin de que esta pudiera participaren una gigantesca batida en busca deRiina y su banda de asesinos. Los

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oficiales de las fuerzas del orden que nohabían sabido proteger a los dos juecesfueron cesados. El jefe de la fiscalía dePalermo, un hombre que había tenidovarios altercados con Falcone, pidió eltraslado. En otro acto más deexcepcional coraje personal, unmagistrado de Turín, Gian CarloCaselli, se ofreció a cubrir el puestovacante en Palermo y dar un nuevoimpulso a la lucha contra la CosaNostra, lo que daría lugar a docenas dearrestos. Se aprobó una ley paraproteger a los pentiti, y posteriormentese les daría la posibilidad de cambiarde identidad. Se pusieron en

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funcionamiento la DIA y la DNA, lasnuevas instituciones antimafia diseñadaspor Falcone. Se autorizó a la policía ainfiltrarse en la Mafia utilizando falsasoperaciones de tráfico de drogas o deblanqueo de dinero. Y lo más importantede todo, se estipularon nuevascondiciones penitenciarias más duraspara los mafiosos a fin de que nopudieran seguir dirigiendo sus imperiosaun estando entre rejas, como había sidola norma en el pasado.

Sin embargo, y como suele ser tanfrecuente en la historia de la CosaNostra, todos estos éxitos no estuvieronexentos de contradicciones. El sistema

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político que en 1992-1993 parecía haberhallado finalmente la resoluciónnecesaria para abordar el problema dela Mafia, por otra parte se disolvía alcalor de un monumental escándalo decorrupción. Este se inició en febrero de1992, cuando un político socialista deMilán fue descubierto cuando trataba dedeshacerse de treinta millones de lirasprocedentes de sobornos tirándolas porla taza del váter. La «Operación ManosLimpias», como pasaría a denominarse,se extendió rápidamente a otros partidosy otras ciudades en la medida que losinvestigadores revelaron un arraigadosistema de tráfico de influencias que

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vinculaba a empresarios, políticos yfuncionarios de la administración. La«partidocracia» se desmoronaba. Afinales de 1993, la tercera parte de losmiembros del Parlamento italianoestaban siendo investigados porcorrupción, y los dos principalespartidos gobernantes —la DC y lossocialistas— habían dejado de existir.Incrédulo, y a menudo divertido, elpueblo italiano contempló cómo sedesarrollaba una revolución a través desus televisores.

En algunos sectores de la CosaNostra, el clima predominante, aunquenada tenía de revolucionario, sí estaba

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experimentando un profundo cambio.Presintiendo lo que se les venía encimatras la sentencia definitiva del Tribunalde Casación sobre el macrojuicio,muchos hombres de honor habíanempezado a entregarse a la policía aunantes del atentado de Capaci. Nuncaantes había ocurrido nada parecido. Alver que Riina no mostraba signo algunode querer cambiar de táctica tras losasesinatos de Falcone y Borsellino,todavía hubo muchos más mafiososdispuestos a convertirse en testigos decargo. Gaspare Mutolo había sidoiniciado por el propio Riina en 1973 yse había convertido en un destacado

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traficante de heroína. Fue él quien, en1992, explicó a los jueces que la CosaNostra había subestimadocompletamente el daño que podíahacerle Falcone desde su puesto en elMinisterio de Justicia, y que había sidoel veredicto del Tribunal de Casación,en enero, el que había desencadenadolos asesinatos de Falcone y Borsellino.Los magistrados tenían ahora una ideamuy clara de la manera de pensar deRiina.

Pero sería la informaciónproporcionada por un mafioso quequería escapar a la venganza de Riina laque conduciría directamente a la captura

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del propio capo de capos en enero de1993. El primer problema era identificara Riina; la última foto que se tenía de éldataba de 1969. Pero un hombre dehonor al que se había capturado,Balduccio Di Maggio, identificó aljardinero de Riina, a su hijo y a suesposa en un vídeo de una villa que loscarabineros tenían vigilada porque sesabía que era frecuentada por unmiembro de la comisión. A la mañanasiguiente, temprano, había ya unescuadrón de elite preparado cuandoRiina abandonó la villa en un discretoturismo familiar. Cuatro hombres seabalanzaron tanto sobre él como sobre

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su chófer en un semáforo de la piazzaEinstein. Riina, que no ofrecióresistencia, mostró claros signos detemor, que solo se disiparon cuando sele dijo que era prisionero de loscarabineros, y no de sus enemigosmafiosos. Al día siguiente, su mentor ypadrino, Luciano Leggio, murió de uninfarto en una cárcel sarda.

Finalmente Italia podía poner unrostro al temible nombre de Totò Riina.Una revista reprodujo sus rasgos toscosy ojerosos en la portada bajo el rótulode «El Diablo». Pero el Corto fingióincredulidad ante aquella satánicaimagen pública. Cuando se vio cara a

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cara con Tommaso Buscetta en lostribunales, Riina se negó a dirigir lapalabra a su acusador basándose en susinfidelidades matrimoniales: «En mipueblo, Corleone —declaró—, vivimosde forma moralmente correcta».

Pero más desconcertantes aún que elcircense espectáculo de Riina eran laspreguntas que su captura había dejadosin responder. El capo era un fugitivo dela justicia desde finales de la década de1960. En aquel tiempo se había casado,había tenido hijos, había recibidocuidados médicos para su diabetes,había enviado a sus hijos a la escuela yhabía ejercido un férreo control sobre

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una vasta organización criminal. Inclusola villa en la que Riina había pasadooculto los últimos cinco años de su vidaestaba nada menos que en Uditore, lamisma mafiosissima borgata que habíasido la sede de la cosca de AntoninoGiammona allá en la década de 1870.¿Cómo era posible que Riina hubieralogrado evitar su captura durante tantotiempo? Por otra parte, se proyectabauna inquietante sombra sobre laoperación que finalmente había llevadoa su arresto, ya que su villa de Palermose había dejado sin vigilancia el tiemposuficiente para que un grupo de mafiososla limpiaran, llevándose dinero,

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documentos, cuentas e incluso losabrigos de piel de su esposa. Los juecesque finalmente fueron a inspeccionar lapropiedad se encontraron con que habíasido completamente redecorada.Actualmente está en curso unainvestigación para tratar de averiguarcómo se permitió que eso ocurriera.

Tras el arresto de Riina, la jefaturade la Cosa Nostra pasó a manos de sucuñado y antiguo socio LeolucaBagarella. Pero después de casi veinteaños de dominación del Corto Riina, laCosa Nostra no respondió bien alcontrol de Bagarella. Inclusoe mp e d e r n i d o s corleonesi como

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Giovanni lo Scannacristiani Brusca, ala sazón capomandamento por derechopropio, consideraron inquietante elcambio:

Después de la detención deRiina ya no había la mismacalma que antes… Los diversoscapos empezaron a dirigir suspropios mandamenti como lesparecía, por sí mismos. Ya noexistía la misma homogeneidadque antes, cuando había, bueno,lo que se podía llamar el«paterfamilias», el capo detodos[130].

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Lo que no cambió, sin embargo, fueel completo respaldo del núcleo duro delos corleonesi a lo que había pasado adenominarse «estrategia de matanzas».En una reunión se oyó decir al TractorProvenzano: «Todo lo que ha hecho eltío Totò [Riina] sigue vigente; no vamosa detenernos». Un mes después delarresto de Riina, e invocando una normade la Cosa Nostra que estipula que losmafiosos tienen la libertad de organizarcualesquiera actividades extrainsularesque deseen, independientemente de lavoluntad del resto de la organización,Bagarella, Brusca y otros capos de altorango de Palermo y Trapani se reunieron

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para ventilar diversas propuestas acercade cómo continuar la guerra contra elEstado. Según la versión de Brusca, seacordó de inmediato organizar un ataquea Maurizio Costanzo, un destacadopresentador de programas de entrevistasque había expresado su deseo de que unmafioso que estaba en el hospital conuna falsa enfermedad contrajera untumor auténtico. Asimismo, trataron dela posibilidad de poner una bomba bajola torre inclinada de Pisa, de envenenarlos productos de bollería para niños delos supermercados, y de llenar lasplayas de Rimini de jeringas infectadascon el VIH. En cada uno de esos casos

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se advertiría del peligro con tiemposuficiente para evitar muertes, ya que lacuestión era crear alarma pública yllevar al Estado a la mesa denegociaciones.

Al final se decidió no molestarsecon las sutilezas de aquellos ataques«ficticios». El 14 de mayo de 1993, enRoma, una bomba estalló cuando seacercaba el coche del presentador detelevisión Maurizio Costanzo; por unaextraordinaria suerte, este resultó ileso.El 27 de mayo explotó un coche bombaen la via dei Georgofili, en el corazónde Florencia; cinco transeúntesresultaron muertos, y otros cuarenta,

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heridos. El 27 de julio, en Milán, unnuevo atentado con bomba en la viaPalestro dejó otras cinco víctimas. El 31de octubre alguien puso otra bomba enla via dei Gladiatori de Roma, cerca delestadio olimpico; se había programadopara que estallara al final del partido defútbol entre el Lazio y el Udinese, con elpropósito de matar al mayor númeroposible de carabineros. Pero eldetonador falló.

Fue durante aquel mismo año 1993cuando se hizo evidente que la CosaNostra, en directa confrontación con elEstado, se había ganado asimismo laenemistad de la Iglesia. En noviembre

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de 1982, en plena mattanza, Juan PabloII había visitado Sicilia sin mencionar niuna sola vez la palabra mafia. En mayode 1993 el Papa volvería a viajar a laisla en la que constituía su primeravisita después de la muerte de Falcone yBorsellino. En vísperas de su viaje, detres días de duración, el periódico delVaticano, el Osservatore Romano,invitó a la viuda de Borsellino, Agnese,a escribir una carta abierta. En dichacarta la viuda recordó el cristianismo«sencillo y profundo» de su marido, ypidió que se rezara para que la Iglesia«no comprometiera las auténticasenseñanzas de Cristo con ninguna clase

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de connivencia». A esta le seguiría otracarta de un grupo de intelectualescatólicos, publicada en el Giornale diSicilia, que resultaba aún másinequívoca, denunciando «losescandalosos vínculos existentes entreciertos representantes de la Iglesiacatólica y determinados exponentes delpoder de la Mafia».

Dos días después el pontífice eligióel dramático escenario del Valle de losTemplos de Agrigento —donde se alzanantiguos e inestimables monumentosgriegos enmarcados en un paisajearruinado por la construcción ilegalrespaldada por la Mafia— para

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desechar el sermón que tenía preparadoy lanzarse a una atronadora eimprovisada condena de la «culturamafiosa… una cultura de muerte,profundamente inhumana,antievangélica». Visiblementeemocionado, pidió a los mafiosos que seconvirtieran: «¡Un día vendrá el juiciode Dios!». La respuesta de la CosaNostra vendría el 27 de julio, cuandoexplotaron sendas bombas en lasiglesias romanas de San Giovanni enLetrán y de San Giorgio en Roma,afortunadamente sin víctimas. El 15 deseptiembre, en el barrio de Brancaccio,en la zona oriental de Palermo, el padre

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Pino Puglisi, el más destacadorepresentante de la asediada tradiciónde los sacerdotes antimafia, fueasesinado a la puerta de su casa.Posteriormente uno de sus asesinosconfesaría que el padre Puglisi le habíasonreído justo antes de que le disparara:«Lo estaba esperando», le dijo.

En su salvaje reacción al fallo delTribunal de Casación, en enero de 1992,era evidente que a la Cosa Nostra ya nole preocupaba perpetuar las dudasacerca de si existía o no. Pero a la vezestaba cargándose su propio sistemasalvavidas, sus vínculos políticos, laseudorreligión que muchos de sus

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miembros profesaban, y la propianoción de que resultaba inseparable dela cultura siciliana. Como consecuenciadirecta de ello, los desertores de laorganización empezaron a contarse porcentenares; en 1996, por ejemplo, elnúmero de pentiti alcanzó la cifra de424. Atrapados en la disyuntiva entre elabominable régimen de los corleonesien la Cosa Nostra y una vida deaislamiento bajo las nuevas y severascondiciones penitenciarias, hubo inclusohombres de honor de alto rango,miembros del núcleo duro de loscorleonesi, que empezaron a colaborarcon la justicia.

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Un ejemplo servirá entre otrosmuchos. Salvatore Cancemi era uncapomandamento que estaba en lacomisión cuando esta aprobó la decisiónde matar a Falcone y a Borsellino.Había sido también vigía del grupo quepuso y detonó la bomba de Capaci. Peroal final algo empezó a cambiar en suinterior el día en que oyó a Riinaexplicar sus planes para encargarse delimparable número de desertores: «Elproblema son esos pentiti, ya que si nofuera por ellos, ni siquiera el mundoentero unido podría tocamos. Por esotenemos que matarles y eliminar a susparientes hasta el vigésimo, empezando

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por los niños a partir de seis años». Sinembargo no sería hasta el veranosiguiente, en mitad de la campaña deatentados de 1993, cuando Cancemi sedirigiría a la puerta de un cuartel decarabineros para entregarse.Posteriormente también entregaría sufortuna, que según sus propiasestimaciones ronda los cincuentamillones de euros. Cuando se reencontrócon Tommaso Buscetta en un juicio (losdos estaban en la misma «familia», y sehabían hecho amigos estando en lacárcel, en la década de 1970), confesóque él personalmente había ejecutado laorden de Riina de estrangular a dos de

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los hijos de Buscetta. Entonces elhistórico desertor de la Mafia le abrazóy le dijo: «No podías rechazar la orden.Te perdono porque sé lo que significaestar en la Cosa Nostra».

Armados con las evidenciasproporcionadas por los nuevos pentiti,los investigadores averiguaronrápidamente quiénes habían llevado acabo los asesinatos de Falcone yBorsellino, los atentados con bomba enla península italiana, el asesinato delpadre Puglisi y muchos otros crímenes.Lo s corleonesi seguían sembrando elterror en la Cosa Nostra para desalentarcualquier oposición a su estrategia de

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matanzas. Pero uno a uno irían cayendoante el arma definitiva en el arsenal deun mafioso: la traición al Estado.Leoluca Bagarella fue capturado enjunio de 1995 en un piso del centro dePalermo; era el segundo capo de caposarrestado en menos de tres años. Yluego, en mayo del año siguiente —cuatro meses después de que el pequeñoGiuseppe Di Mateo fuera estrangulado ydisuelto en ácido por orden suya—, loscarabineros irrumpieron en la casa,cerca de Agrigento, donde se ocultabaGiovanni lo Scannacristiani Bruscajunto con su familia. Para cuando tuvolugar la detención de Brusca, la

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estrategia de matanzas ya se habíaabandonado y la Mafia siciliana sehallaba inmersa en la peor crisis de suhistoria. La Cosa Nostra estaba, por fin,al borde de la derrota.

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«TÍO GIULIO»

A través de su salvaje respuesta a lasentencia definitiva del Tribunal deCasación sobre el macrojuicio, la CosaNostra había puesto en peligro su propiofuturo. Sin embargo, a finales de ladécada de 1990, y durante varios años,la opinión pública italiana se mostraríamucho más interesada en el pasado de laorganización, ya que los dramas de1992-1993 amenazaban con revelar unsiniestro legado de connivencia entrepolíticos y mafiosos. Para algunos,parecía que la oscura verdad de lahistoria italiana iba a surgir finalmente

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bajo la luz de los fluorescentes delbúnker judicial de Palermo. Allí, enseptiembre de 1995, iría a juicio,acusado de colaborar con la Mafia, elhombre que durante un cuarto de siglohabía sido el político más poderoso delpaís: el «brujo» de la DC, GiulioAndreotti, siete veces primer ministrode Italia. La prensa se referiríahabitualmente a aquel proceso como el«juicio del siglo».

El drama de Andreotti se inició el12 de marzo de 1992 con el asesinato deSalvo Lima. Resulta sumamentesignificativo el hecho de que la primerapersona que cayó en la guerra de Riina

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contra el Estado italiano, unas semanasantes de que se asesinara a Falcone y aBorsellino, no fuera un juez o unmiembro de las fuerzas del orden, sinoun político democratacristiano. Lima —el ex-«joven turco» de la DC que habíasido responsable del saqueo de Palermoy que solía conseguirle entradas para laópera a Tommaso Buscetta— fuevíctima de una ejecución de aterradoraeficiencia. Se trasladaba a Palermodesde su casa de Mondello, la ciudadsatélite costera de Palermo, cuando elparabrisas y uno de los neumáticos de sucoche recibieron el impacto de losdisparos realizados por el pasajero de

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una motocicleta que pasaba. Las últimaspalabras de Lima fueron: «¡Vienen otrav e z ! ¡Madonna santa! ¡Vienen otravez!». Salió del coche y echó a correr,pero apenas pudo avanzar unos treintametros antes de que el asesino, esta veza pie, le alcanzara, le disparara por laespalda y luego le rematara de un tiro enla nuca.

Posteriormente un pentito explicaríapor qué creía que se había asesinado ala «eminencia gris» de la DC siciliana:

Lima había garantizado quetodo se arreglaría en Roma… Larazón del asesinato de Salvo

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Lima fue que no había cumplidolas promesas hechas en Palermo,no se las había arreglado paraque se cumplieran. Durante untiempo, Salvo Lima, al menossegún lo que yo he oído, enrealidad estuvo instando a lagente a que no sepreocupara[131].

Ese «todo» que Lima habíaasegurado que se arreglaría en Roma noera otra cosa que la sentencia delmacrojuicio. No sabemos a cienciacierta si realmente había hecho aquellairreflexiva promesa de manera explícita.

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Pero lo importante es que Riina habíahecho creer a su gente que se habíandado tales garantías. Muchos de lospentiti que surgieron durante la campañade terror de 1992-1993 confirmarían laestrecha relación de Lima con la Mafia.Desde los días de los hermanos LaBarbera, a finales de la década de 1950,Lima había sido el intermediario entre elhampa siciliana y el gobierno local ynacional. Así, en la mente de loshombres de honor, el funeral de Limaera también el funeral del pacto entre laCosa Nostra y la DC que se habíaestablecido en la época de don CalòVizzini y el bandido Salvatore Giuliano.

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El día después del entierro de Limaapareció una viñeta en la portada de LaRepubblica, el diario de mayor tirada detoda Italia, que daba a entender que elsensacional asesinato tenía un clarocontenido político. En la viñeta aparecíaun hombre de traje oscuro boca abajo,con los brazos y las piernas extendidos,de cuya pronunciada joroba sobresalíael mango de una lima. Cualquier dudasobre la identidad del hombre ladisipaba una grande e inconfundibleoreja caída dibujada justo encima de suhombro izquierdo: era Giulio Andreotti,que por entonces llegaba al final del quesería su último mandato como primer

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ministro. El juego de palabras de laviñeta, que apenas resultaba más difícilde descubrir que la figura de Andreotti,estaba en la «lima». Lo que se sugería,pues, era que el auténtico objetivo delataque a Salvo Lima era el primerministro Giulio Andreotti. En otraspalabras, la viñeta decía que la CosaNostra había apuñalado a un amigo porla espalda.

Cuando murió, Lima se dirigía alhotel Palace, donde tenía que acabar depreparar los detalles de una granrecepción en honor de Andreotti. Desde1968, cuando Lima se convirtió enparlamentario y se enemistó con el

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Virrey Giovanni Gioia, su enorme grupode seguidores sicilianos marcharon bajola bandera de la facción de Andreotti enel seno de la DC. Antes de esa fecha,Andreotti había estado ocupandodiversos cargos de gobierno de maneracontinua desde finales de la década de1940, pero la obtención del apoyo deLima en Sicilia marcaría el momentodecisivo de su fortuna política. Si Limano hubiera estado detrás, probablementeAndreotti jamás habría llegado a serprimer ministro; pero con Lima a sulado, se convertiría en el político másinfluyente del país. No podría formarseningún gobierno sin su aprobación.

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El siete veces primer ministro de Italia GiulioAndreotti (con gafas) fotografiado con suamigo Salvo Lima, que fue durante décadas elengranaje de unión entre la Mafia y la política.[Labruzzo, Palermo. ]

Un gran número de notables de laDC se mantuvieron alejados de Palermo

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el día del funeral de Lima, comohicieron los líderes de los otrospartidos, el presidente de la República ylos presidentes de las dos cámaras delParlamento. Algunos periódicos lointerpretaron como un signo de que lasinstituciones públicas se aseguraban deno dar la impresión de que considerabanal polémico Lima como uno de lossuyos. En realidad el asesinato no habríapodido producirse en un momentopolíticamente más delicado. El 5 deabril estaba previsto que se celebraranelecciones generales, unos comicios quetodo el mundo sabía que probablementeresultarían decisivos para configurar la

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Italia posterior a la guerra fría. Seestaba realizando una amplia campañapara que Andreotti se convirtiera en elnuevo jefe del Estado, el próximopresidente de la República. Eracomprensible, pues, que este fuera elfoco de atención de los medios decomunicación cuando se presentó en elentierro de su amigo. Normalmenteimperturbable e irónico, apareció pálidoy visiblemente conmocionado. Ante lascámaras de televisión, defendió conrotundidad la reputación de Sicilia: «Laisla no es la Mafia». En diversasentrevistas ofreció una confusaexplicación del asesinato de Lima, una

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mezcla de «detrasología» y una nuevavariación del mito de la Cavalleriarusticana. Al igual que Sicilia —argumentó—, Lima era la víctima de unacampaña de difamación: «Losdifamadores son peores que losasesinos. O al menos son igual de malos.Mi amigo Salvo Lima fue calumniadodurante décadas». Los ataques a lareputación de Lima —afirmó— eran elpreludio de un asesinato políticamentemotivado, cuyo propósito podía ser muybien preparar el terreno para un golpede Estado totalitario. Al preguntarle sicreía que el asesinato podía haber sidouna advertencia dirigida a él, Andreotti

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respondió que no lo sabía: «A menudolas cosas que ocurren en Sicilia resultancasi incomprensibles».

La cuestión de cuánto de«incomprensible» tenía en verdad paraAndreotti lo que ocurría en Sicilia notardaría en convertirse en el tema centralde un sensacional proceso celebrado enel búnker judicial de Palermo. Un añodespués de la muerte de Lima, y con elpaís en ebullición tras los asesinatos deFalcone y Borsellino, y la explosión delescándalo de corrupción de «ManosLimpias», la fiscalía de Palermo pidióautorización al Senado italiano parainiciar acciones penales contra Giulio

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Andreotti «por haber contribuido de unaforma no ocasional a proteger losintereses y alcanzar los objetivos de laorganización criminal conocida comoCosa Nostra». Conmocionado por lamuerte de Falcone y Borsellino,Tommaso Buscetta se unió a otrospentiti más recientes que habíanempezado a hablar de los vínculospolíticos de la Mafia. En susdeclaraciones había dos nombres que serepetían una y otra vez: Salvo Lima yGiulio Andreotti.

Las acusaciones contra Andreottieran graves. Se alegaba que el políticomás poderoso de Italia durante las

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décadas de 1970 y 1980 habíamantenido reuniones de negocios cara acara con mafiosos del calibre de StefanoBontate, Tano Sentado Badalamenti yMichele el Papa Greco. Stefano Bontate—se afirmaba— incluso le habíaregalado un cuadro. La mayor parte dela atención de los medios decomunicación se centraba en laacusación de que Andreotti habíabesado a Totò el Corto Riina durante unencuentro secreto. Se decía asimismoque dentro de la Cosa Nostra erafrecuente referirse a Andreotti como el«tío Giulio». Y lo que era másimportante, se afirmaba que este había

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tratado de conseguir que el«matasentencias» juez Carnevalepresidiera la sesión definitiva delmacrojuicio. La acusación concluyó suargumentación afirmando que Andreotti«en un oscuro delirio de poder, habíahecho un pacto con la Mafia», pero quesu fracaso a la hora de cumplir laspromesas que había hecho a los hombresde honor dio lugar a que estos sevolvieron primero contra su aliado,Salvo Lima, y luego contra él; algunospentiti dijeron que Riina estabaplaneando matar a Andreotti o a uno desus hijos.

En octubre de 1999 Andreotti fue

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declarado inocente. Se consideró quelas declaraciones de los desertores de laMafia resultaban demasiado vagas ycontradictorias para sustentar unacondena en firme. Pero la explicaciónque dieron a su decisión los jueces delproceso difícilmente puede interpretarsecomo una clara reivindicación de lamoral de Andreotti, y más bien planteauna serie de preocupantes preguntassobre el pasado de Italia.

La defensa del siete veces primerministro italiano era, en esencia, que élno tenía ningún interés directo en losasuntos de la Mafia, que había dejadoque su «calumniado» lugarteniente Lima

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siguiera con los asuntos de la políticalocal mientras él pasaba a la escenanacional e internacional, inocente delpeligroso entorno criminal en el que semovía Lima y otros de su ralea. En otraspalabras, que, como él mismo habíadicho, uno de los hombres de Estadomás inteligentes y poderosos de Italiaencontraba Sicilia «incomprensible».

Los jueces consideraban esa defensapoco verosímil, e incluso, en algunosaspectos concretos, mendaz. Limaaparecía mencionado docenas de vecesen los papeles de la comisión deinvestigación Antimafia. El fallo de losjueces determinaba que, tanto antes

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como después de que entrara en lafacción de Andreotti, en 1968, Limahabía hecho alarde ante un estrechocolaborador de este último de surelación nada menos que con TommasoBuscetta. En 1973 Andreotti se habíadesvivido por ayudar al «banquero deDios» Michele Sindona a salvar susbancos y escapar de los cargosjudiciales que pesaban sobre él tanto enItalia como en Estados Unidos. Otraevidencia más de la falta de escrúpulosde Andreotti podía encontrarse en elhecho de que el «agresivo malversadorde Corleone» Vito Ciancimino sehubiera unido a su facción en 1976. Los

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jueces declaraban que Andreotti «sehabía mostrado indiferente repetidasveces a los lazos que notoriamente levinculaban [a Ciancimino] a laestructura criminal».

El tribunal hallaba otra evidencia dedeshonestidad por parte de Andreotti enlos dos primos recaudadores deimpuestos, Ignazio y Nino Salvo, ambos«insertados orgánicamente en la CosaNostra», según declaraban losmagistrados. (Nino murió de muertenatural durante el macrojuicio; Ignaziofue condenado a una pena leve, pero enseptiembre de 1992 sería asesinado atiros por orden de Riina por no haber

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sabido proteger a la Cosa Nostra deljuez Falcone). La afirmación deAndreotti de que no conocía a losprimos Salvo resultaba«inequívocamente desmentida» por lasevidencias; durante el juicio, porejemplo, se presentaron fotografías enlas que aparecían todos ellos juntos. Losjueces sugerían que la interpretaciónmás favorable de la renuencia deAndreotti a admitir su trato regular conlos Salvo era que estaba tratando deproteger su imagen. Pero no seinterpretaba el carácter escurridizo dealgunos aspectos de la defensa delpolítico como una evidencia que

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justificara el argumento de la acusaciónde que este colaboraba de manerasistemática y deliberada en favor de losintereses de la Cosa Nostra.

Tras una apelación de la fiscalía, elveredicto de inocencia se veríaconfirmado en mayo de 2003, y a finalesde julio se depositaría en la cancilleríade Palermo la explicación de losmagistrados de esta segunda absolución.Según los extractos publicados en laprensa nacional —las únicas partesdisponibles en el momento de escribirestas líneas—, los jueces declarabanque Andreotti se había «puesto adisposición de diversos mafiosos de

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forma auténtica, estable y amistosa hastala primavera de 1980». Antes de esafecha mantenía «relaciones amistosas ydirectas [con hombres de honor]propiciadas por sus vínculos con SalvoLima y los primos Salvo». Había unarelación «basada en el intercambio y enun apoyo electoral generalizado a lafacción de Andreotti [de la DC]». Apartir de 1980 el político habíamostrado «un compromiso cada vez másincisivo con la causa antimafia», hastael punto de que incluso había puesto enpeligro su vida y la de su propia familia.(Como el propio Andreotti ha señaladocon frecuencia, por ejemplo, cuando

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Falcone trabajaba en el Ministerio deJusticia, en 1991 y 1992, él era primerministro).

El punto de inflexión en la relaciónde Andreotti con la Cosa Nostra, enopinión de los jueces del Tribunal deApelación, se produjo al iniciarse laépoca de los «cadáveres eminentes», yconcretamente con el asesinato delpresidente de la DC de la Regiónsiciliana, Piersanti Mattarella, en enerode 1980. Mattarella, a quien los juecesdefinieron como «heroico», intentó daruna nueva transparencia a lasoperaciones de su partido y a la vidapública en Sicilia. Desde la perspectiva

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de la Cosa Nostra, lo más preocupantesobre Mattarella era su tendencia aliberar el sistema de concesión de loscontratos municipales de la influencia dela mafia. Cuando Andreotti —según losjueces— se enteró de que existía un planpara asesinar a Mattarella, se reunió conBontate y otros hombres de honor dealto rango y les instó a que no lollevaran a cabo. Tras la muerte deMattarella, Andreotti se reunió de nuevocon Bontate, solo para que este le dijerade manera inequívoca que la CosaNostra se consideraba fuera de suinfluencia. Según la sentencia de losjueces, Andreotti no informó en ningún

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momento de nada de todo aquello a lasautoridades, ni para tratar de salvar aMattarella, ni para llevar a sus asesinosante la justicia. Cuando un periodista lemencionó estas conclusiones, Andreottisubrayó la necesidad de situarlas en elcontexto general de la sentencia de losmagistrados.

Lo que salvó a Andreotti de sercondenado por sus relaciones con laCosa Nostra fue el hecho de que enItalia existe una ley de prescripción, ylos hechos habían sucedido hacíademasiado tiempo. Los juecesúnicamente comentaban que Andreottihabría de «responder ante la historia»

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por lo que había hecho. El exprimerministro respondió diciendo que «loúnico que me interesa de un juicio es elresultado final. Y en este caso elresultado final es positivo. En cuanto alo demás, amén». A sus abogados lesquedaba ahora la tarea de considerar siapelaban o no ante el Tribunal deCasación en un intento de salvar sureputación.

Estas dos sentencias judicialesindican fehacientemente que, lejos deresultarle incomprensible, Andreottientendía Sicilia lo suficientemente biencomo para mantenerse fiel a sus aliadospolíticos aun siendo consciente de al

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menos algunas de las maldades queestos estaban cometiendo. Resultaextremadamente preocupante para lademocracia italiana que durante tantotiempo tantos electores estuvierandispuestos a depositar su confianza enun hombre sobre el que, aun antes de esejuicio, existían fuertes sospechas de queutilizaba a la Mafia, a la maneratradicional, como un instrumento degobierno local.

En el momento de escribir estaslíneas, Andreotti ha sido declaradoculpable en la apelación de otro juicioindependiente del anterior, y condenadoa veinticuatro años de cárcel por haber

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ordenado a la Mafia que matara a unperiodista que le hacía chantaje en 1979.El exprimer ministro, ahora senadorvitalicio, no irá a la cárcel a menos quesu condena sea ratificada por elTribunal de Casación, ante el que se hapresentado una apelación. Muchosobservadores que han estudiado laspruebas consideran poco probable quese confirme el veredicto deculpabilidad[132].

Los años del juicio de Andreotti hansido años de silencio para la CosaNostra. Italia se vio despertada de suletargo por las atrocidades cometidas a

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principios de la década de 1990. Luegose apaciguó con la captura de Riina, deBagarella y de Brusca. Y ahora parecehaberse echado de nuevo a dormir trasla absolución de Andreotti. Cuando nose producen asesinatos prominentes,Sicilia parece estar muy lejos de Miláno de Roma. Pero en su silencio la CosaNostra ha empezado a reestructurarse. Ydesde que se capturara a loScannacristianí, parece que Italia sehaya propuesto dejar que se le escape delas manos una oportunidad históricapara derrotar a la Mafia.

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EL TRACTOR SALE AESCENA

Bernardo Provenzano ostenta un récord.Lleva huido de la justicia, buscado porasesinato, desde el día en que tomóparte, en Corleone, el 10 de septiembrede 1963, en el ataque a uno de lossoldados que todavía le quedaban a«Nuestro Padre» Michele Navarra. Másde cuarenta años, pues, como fugitivo dela justicia. Y al igual que Riina antesque él, es casi seguro que Provenzano hapasado la mayor parte de ese tiempo enSicilia occidental. Su rostro es conocido

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en Italia sobre todo por un retrato robotde la policía, ya que la última foto suyamuestra a un inquieto joven de veintiséisaños con el cabello lleno de brillantina(se tomó en septiembre de 1959). Nohay ejemplo más evidente de lo quesignifica en la práctica el controlterritorial de la Mafia que la continuacapacidad de Provenzano para evitar sercapturado.

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La última fotografía conocida, tomada en 1959,del hombre que hoy dirige la Cosa Nostra,Bernardo el Tractor Provenzano. Al lado, unretrato robot policial del aspecto que podríatener en la actualidad. [Copyrightdesconocido.]

Durante una gran parte de las cuatroúltimas décadas, el papel de Provenzanoen la Cosa Nostra ha sido gravemente

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subestimado, y en un tiempo incluso secreyó que había muerto. De hecho, supropio apodo, el Tractor, es un signo delo mal que se le ha juzgado. El mundosupo de él gracias al testimonio deAntonino Calderone, uno de los másdestacados pentiti de la década de1980, quien, desde su distanteperspectiva en Catania, al este de laisla, consideraba que Provenzano erapoco más que un implacable asesino,mucho menos astuto que el Corto Riina.Otros desertores de la Mafia mejorinformados han modificado ahora esaimagen; los corleonesi suelen referirseal Tractor más frecuentemente como el

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Contable o zu Binnu («tío Berna»).Dicen que Provenzano tiene una mentecomercial y política mucho más astutaque Riina. Gioacchino Pennino, médico,político de la DC, persona mundana yhombre de honor, que se convirtió entestigo de cargo en 1994, afirmaba quehabía sido principalmente Provenzanoquien había patrocinado con sus armasla carrera política del «agresivomalversador» Vito Ciancimino. Encierta ocasión, en 1981, el propioPennino había expresado en voz alta suintención de abandonar el grupo deCiancimino en el ayuntamiento dePalermo. El tío Berna le mandó llamar,

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y sin oír siquiera sus explicaciones, ledijo claramente que se quedara quieto ycallado.

Durante muchos años Provenzanoactuó a la sombra de Riina. Mientraseste último estaba ocupado en su guerracontra el Estado, Provenzano cultivabadiscretamente las redes de amistadescomerciales y políticas que siemprehabían proporcionado a la Mafiasiciliana sus principales ingresos. Iniciósu carrera comercial como cobrador deuna casa de préstamos creada porLuciano Leggio para blanquear el dinerodel narcotráfico, y que desde entoncesse ha especializado en la sanidad, la

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construcción y la gestión de residuos.Como la mayor parte de la economíasiciliana, se trata de negocios en los quepredomina el sector público, y enconsecuencia, empresas bienrelacionadas con los políticos.

Pero el tío Berna obviamente estálejos de ser un personaje pacífico.Como miembro veterano de la comisiónha acumulado in absentia variascadenas perpetuas por algunos de losasesinatos de «cadáveres eminentes»,incluyendo los de Falcone y Borsellino,así como por haber planificado lacampaña de atentados realizada en 1993en toda la península italiana. A

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principios de la década de 1990Provenzano se hizo cargo personalmentede una guerra entre la Cosa Nostra y unanueva federación de bandas establecidaen el sur y el este de Sicilia, y formadaen su origen por hombres de honorexpulsados de la organización; sedenominaban la stidda, que significa ala vez «estrella brillante» y «malasuerte». Muchas de las víctimas de lacampaña de Provenzano —trescientosen tres años solo en la provincia deAgrigento— eran pistolerosadolescentes comprados por los stiddaripor poco dinero.

Desde que se convirtiera en capo de

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capos tras la captura de LeolucaBagarella, en 1995, Provenzano hacambiado la estrategia de la CosaNostra. Los jueces califican su tácticade «inmersión» debido a que suprincipal objetivo es mantener a la CosaNostra por debajo del radar de la arenapública. Como consecuencia, desde queProvenzano asumiera el cargo no se hanproducido nuevas muertes derepresentantes destacados del Estado.Los asesinatos —significativamente,casi todos de empresarios— seproducen lejos de las grandes ciudades.Incluso los pequeños delitos handescendido drásticamente en Palermo y

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Catania bajo el mandato de Provenzano.Roberto Scarpinato, un juezespecializado en las relaciones entre elcrimen organizado, los negocios y lapolítica, sostiene que el tío Berna hasabido captar una regla fundamental dela sociedad posmoderna: «Lo que noexiste en los medios de comunicación noexiste en la realidad».

Antiguos mafiosos que conocían aProvenzano han dicho que tiene un estilode dirección mucho más conciliador queRiina, y que se muestra mucho másdispuesto a compartir beneficios. Dentrode la Mafia se le asocia al dicho mangiae fai mangiare («come y deja comer»).

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Algunas de las cartas comerciales delcapo de capos que se han interceptadodan una idea de su planteamiento: «Porúltimo le diré que estoy a su enteradisposición. Le deseo lo mejor y lesenvío mis más afectuosos recuerdos austed y a su padre. Que el Señor lebendiga y le proteja». La Cosa Nostrasigue siendo una organizacióncentralizada, pero ha dejado de ser ladictadura en la que se había convertidobajo el mandado del Corto Riina. Laprioridad de Provenzano es la pazinterna.

La Cosa Nostra del tío Bernatambién ha vuelto a cultivar su

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fundamental negocio de la protección.La presión sobre los negocios legalespara que paguen el pizzo ha aumentadonotablemente en los últimos años. Lasactividades de protección se prestanmuy bien a la estrategia de inmersión, yaque raramente requieren el uso de lasanción última y más llamativa delasesinato; un incendio, una paliza o unaserie de robos repetidos suelen bastarpara convencer a cualquiera que seresista a rascarse el bolsillo.

La protección representa asimismoel tradicional medio básico de la Mafiapara acceder a los contratos de obraspúblicas. En julio de 2002 la autoridad

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reguladora nacional de obras públicasitaliana hizo públicas una serie deevidencias que demostraban que elsistema de licitaciones, establecido paraevitar la corrupción, estaba siendosistemáticamente subvertido en Sicilia.El fiscal jefe de Palermo estimaba queel 96 por ciento de los contratos estabanamañados.

Actualmente una gran parte del gastopúblico de Sicilia lo proporciona laUnión Europea desde Bruselas, antesque el gobierno italiano desde Roma. Ladenominada «Agenda 2000» es el plande la Unión Europea para fomentar eldesarrollo en las zonas más pobres del

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continente. El plan regional para Siciliaprevé invertir 7.586 millardos de eurosen el plazo de seis años, entre 2000 y2006, con vistas a «reducir de manerasignificativa y sostenible las carenciassociales y económicas, incrementar lacompetitividad a largo plazo y crear lascondiciones para un acceso libre ycompleto al empleo basándose en losvalores medioambientales y la igualdadde oportunidades». Naturalmente lanueva y «sumergida» Cosa Nostra nocomparte esta visión de lo que sería uncrecimiento equilibrado y sostenible deSicilia, al menos si nos atenemos a lasiguiente conversación grabada en el

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verano de 2000: «Están aconsejando atodo el mundo que no haga ruido nillame la atención porque vamos a metermano en todo eso de la Agenda 2000».Vale la pena recordar que cuando SalvoLima fue asesinado a tiros, hacía doceaños que era miembro del Parlamentoeuropeo.

En Sicilia ya no hay refinerías deheroína. La tendencia más reciente esque la droga se fabrique en los mismoslugares donde se cultiva la adormidera.Pero la isla sigue siendo un importantepunto de acceso al mercado deNorteamérica. Tras haber eliminado alos principales traficantes de drogas en

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l a mattanza de 1981-1982, loscorleonesi dieron inmediatamente a lostraficantes que quedaban lo que ellosdenominaban una «licencia» para actuaren representación suya. Hay evidenciasde vínculos relacionados con el tráficode narcóticos entre la Mafia siciliana ylas nacientes organizaciones criminalesde la Europa del Este. Los serviciossecretos italianos y rusos se enteraronde la celebración de un primer encuentroentre hombres de honor de alto rango ymiembros de la mafia rusa en Praga, en1992. Al parecer, posteriormenteprodujo una segunda reunión —de nuevorelacionada con el tráfico de drogas y de

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armas— en Suiza, en la que tambiénestuvieron presentes mafiososestadounidenses.

Los beneficios de todas esasactividades ilegales resultan ahoramucho más fáciles de disfrazar,blanquear, trasladar e invertir que en laépoca de Stefano Bontate, Totò Riina ylos «banqueros de Dios». La Mafiasiempre ha sabido recurrir a expertos,ya sea en el comercio de los cítricos oen las finanzas internacionales. Y ahora,más que nunca, los hijos e hijas de loshombres de honor reciben la educaciónnecesaria para llegar a convertirse enabogados, banqueros o agentes de la

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propiedad.El mayor logro de Provenzano ha

sido poner fin a la marea de desertoresde la Cosa Nostra. La política deexterminar a los pentiti y a sus familiasha cesado con el fin de alentar a quienesse han convertido en testigos de cargo aretractarse y volver al redil. Al mismotiempo, Provenzano ha vuelto a situar elcuidado de sus presos en el lugardestacado que tradicionalmente ocupabaen la lista de prioridades de la CosaNostra. Durante el caos de mediados dela década de 1900, muchos hombres dehonor que estaban en prisión preventivadejaban de recibir sus salarios. Se

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puede tener una idea de cómo los caposempezaron a responder a la crisis apartir de los siguientes extractos decartas escritas desde la cárcel por elcapo de Brancaccio, que había sidocapturado, a uno de sus lugartenientes:

Hay veinte de nuestroshombres arruinados por culpa delos juicios. Y no tienen mediospara enfrentarse a la situación.La tarea es conseguir tres ocuatro pisos a cada uno para queellos y sus familias puedan tenerun futuro económico seguro.

Los tíos que están en la

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cárcel siempre me preguntan porqué se ha interrumpido la pagamensual desde que mearrestaron… Quiero decir quedos millones [de liras]mensuales no son casi nada…Yo solía pagar cinco millones…Le insto a hacer como mínimo lomismo que yo hacía… Cuandoyo estaba huido ingresábamosuna cantidad básica dedoscientos millones al año, yaparte, entre mil y mil quinientosmillones extras… Losconstructores que están activoshan tenido que construir esos

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pisos… Si alguien se retrasa esnecesario hacérselo pagar.Cualquiera que se aproveche delos tíos que están entre rejas esuna escoria deshonrosa[133].

Bajo el mandato de Provenzano, elfondo común para presos de la CosaNostra, que se financia con un impuestosobre los ingresos de toda laorganización, ha sido reactivado. Enconsecuencia, y como dice el destacadojuez Guido Lo Forte: «Entre losbeneficios ofrecidos por el Estado y losgarantizados por la Mafia, actualmentelos presos están eligiendo estos

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últimos».Durante la crisis de mediados de la

década de 1990, cuando parecía que laCosa Nostra estaba próxima a laderrota, los padres mafiosos semostraban renuentes a permitir que sushijos fueran admitidos en laorganización. Ahora se han reanudadolas iniciaciones, aunque de manera másselectiva que antes; en un intento deprotegerse contra futuros pentiti, hoy seprefiere a los jóvenes procedentes defamilias con un largo historial mafioso.Como dice el juez Scarpinato: «Loslazos familiares son un anticuerpo parala colaboración con el Estado».

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Provenzano se ha rodeado de unageneración de capos mayores que losjóvenes asesinos que Riina solía tenercomo sus más estrechos colaboradores,cuyo ejemplo más emblemático es el deGiovanni lo Scannacristiani Brusca.Los jueces de instrucción se refieren aveces a la comisión de Palermo, ahoradirigida por Provenzano, como el«Senado», debido a la edad de susmiembros, que, salvo contadasexcepciones, rondan los sesenta años.Una vez más, es el temor a futurospentiti el que ha impulsado este cambio.Los hombres de honor de mayor edadtienden a tener una visión más a largo

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plazo, tienen hijos en los que pensar y unpatrimonio que transmitirles.

Las comunicaciones entre las«familias» y mandamenti también se hanhecho mucho más compartimentadas,con solo unos pocos hombres de honorescogidos que actúan como canales decomunicación. Parece ser queactualmente es una práctica común quelos hombres de honor oculten sucondición incluso a otros mafiosos.

La respuesta de Provenzano a lacrisis provocada por los desertores desu organización ha funcionado. Desde1997 solo ha habido un importantehombre de honor que se haya convertido

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en testigo de cargo (más adelantehablaremos de él), y al mismo tiempolos legisladores han tratado de imponercontroles más estrictos sobre el uso depentiti. El pentitismo, como se ledenomina, ha seguido siendo un armaespecialmente polémica en el arsenal delos jueces. El veredicto del primerjuicio de Andreotti vino a reforzar losargumentos de quienes consideran a lospentiti intrínsecamente poco fiables.Durante el proceso se produjo unacontroversia cuando un pentito clavemató a otro gángster mientras se hallababajo protección policial. Desdeentonces los beneficios que los jueces

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pueden ofrecer a los desertores de laMafia a cambio de información se hanrecortado. Además, cualquier evidenciaque proporcionen los pentiti más de seismeses después de su captura ahora seconsidera inválida; el problema es queseis meses no es un plazo muy largopara que un hombre de honor déinformación detallada sobre toda unavida de actividad criminal día tras día.

Provenzano ha establecido una Paxmafiosa mientras su organizaciónreconstruye las redes de apoyo dañadasdurante la década de 1980 y principiosde la de 1990. Dado que las pistolas dela Cosa Nostra se han silenciado durante

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un tiempo, se ha escuchado incluso aalgunos analistas sugerir que la Mafiaestá moribunda, que el nuevo mundo deinternet y la globalización resultademasiado moderno para que loentienda un matón semianalfabeto comoProvenzano. Pero durante el último sigloy medio, la Mafia ha respondido a todoslos grandes desafíos de la modernidad:el capitalismo, el surgimiento delEstado-nación, la democracia, el auge ycaída de las grandes ideologías delsocialismo y el fascismo, la guerraglobal, la industrialización y ladesindustrialización. Nada de lo que lossiglos XIX y XX pudieron proyectar

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contra la Mafia siciliana ha sido capazde detenerla. No tiene mucho sentidosugerir que, librada a sus propiasfuerzas, la Cosa Nostra no logre tambiénhacer frente a los desafíos del siglo XXI.La organización jamás decaerá pordecisión propia. El juez Scarpinato ladescribe como un «cerebro colectivo,capaz de aprender de sus errores, deadaptarse y de contrarrestar las distintasmedidas utilizadas para combatirla»[134].

El destino de este «cerebrocolectivo» sigue estando en el aire. Larespuesta de las fuerzas del ordenitalianas a la Cosa Nostra es hoy máscoordinada y eficiente que nunca. Así,

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por ejemplo, en julio de 2002, utilizandomicrobalizas GPS colocadas en losautomóviles de diversos sospechosos, lapolicía arrestó a la que se afirma queera la comisión en pleno de la CosaNostra para la provincia de Agrigento:quince hombres, entre ellos un médico,un noble y un miembro del gobiernoprovincial. Al parecer se habían reunidopara elegir a un nuevo capo.

Sin embargo, y como ha ocurridocon tanta frecuencia en el pasado, eldestino de la Mafia siciliana dependerámenos de las fuerzas del orden que de lapolítica, entendiendo por esta tanto elequilibrio de poderes interno de la

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organización como su relación con losrepresentantes electos del pueblo.Bernardo Provenzano se enfrenta a unatarea política crucial. Tiene que hallarel modo de saldar el conflicto deintereses entre los capos que están enlibertad y los líderes históricos de loscorleonesi, hombres como Riina yBagarella, que no han aceptado sertestigos de cargo y que llevan ya unadécada cumpliendo penas irreversiblesde cadena perpetua bajo un durorégimen penitenciario. Los capos delexterior necesitan la paz y la«inmersión» para llevar a cabo unaestrategia de reconstrucción a largo

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plazo. Los del interior necesitan conurgencia que se modifiquen las leyes,sobre todo la reforma de las condicionespenitenciarias —la conocida como «Ley41 bis»— que impiden que siganoperando desde la cautividad, perotambién una serie de cambios en lasleyes que permiten la confiscación delas propiedades mafiosas, e incluso unarevocación de los precedentes sentadosen el macrojuicio; todo ello quizá através de leyes retrospectivas quedebiliten el valor de las evidenciasproporcionadas por los pentiti. En otraspalabras, las exigencias quedesencadenaron el ataque al Estado de

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las décadas de 1980 y 1990 aún no hansido satisfechas.

Y ahora, una década después de lamuerte de Falcone y Borsellino, y de losatentados en la península italiana,algunos observadores temen que la CosaNostra haya encontrado a alguien en elgobierno dispuesto a darle lo quequiere.

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EL MAYORDOMO Y ELPUBLICISTA

Antonino Giuffrè, conocido comoManuzza («Manita»), jefe en funcionesd e l mandamento de Caccamo de laCosa Nostra, fue capturado el 16 deabril de 2002. El apodo de Giuffrè sederiva de la deformidad de su manoderecha, que quedó mutilada en unaccidente de caza. Se dice que desdeentonces ha aprendido a cargar ydisparar una escopeta solo con la manoizquierda. En la granja abandonadadonde se ocultaba (junto con una pistola

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cargada, seis mil euros en efectivo yunas estampas del padre Pio, el SagradoCorazón y la Virgen) había una bolsa dela compra llena de cartas dirigidas aBernardo Provenzano. Al parecer,algunos empresarios incluso escribían altío Berna para pedirle favores en papelde carta con el membrete de la empresa.

En junio, considerando que habíasido traicionado por su jefe, Giuffrèempezó a declarar ante los jueces deinstrucción: «Yo era el principalcolaborador de Provenzano, y mi trabajoconsistía en tratar de llevar a cabo unareestructuración de la Cosa Nostra a unaescala enorme». Pero su afirmación más

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llamativa fue que en 1993 laorganización había mantenido«contactos directos» con representantesde Silvio Berlusconi, el famoso ybronceado magnate mediático italianocon sonrisa de cantante melódico.

Como el lector recordará, aquelmismo año, 1993, fue el de la campañade atentados de la Cosa Nostra en lapenínsula italiana. Y también fue el añoen que Berlusconi planeaba formar unnuevo partido político para responder ala crisis desencadenada por lasinvestigaciones sobre corrupción de«Manos Limpias». El tema de la reuniónentre la gente de Berlusconi y la Cosa

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Nostra —afirma Giuffrè— era laposibilidad de establecer una alianzaentre la Mafia y el futuro partidopolítico de aquel, que no tardaría en serbautizado como Forza Italia.

Al año siguiente Berlusconi condujoa la victoria en las elecciones generalesa una coalición. Pero dicha coaliciónresultó ser frágil, y se desmoronó antesde que finalizara 1994. Luego, en mayode 2001, un año antes de la captura deGiuffrè, Forza Italia obtuvo un grantriunfo electoral y Berlusconi seconvirtió en primer ministro, respaldadopor una sólida mayoría parlamentaria.Este hombre, al que le gusta que le

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llamen il Cavaliere («el Caballero»), estambién el más rico de Italia, con unafortuna estimada en diez mil trescientosmillones de dólares en la época de laselecciones de 2001; entre muchas otrascosas, posee las tres mayores cadenasde televisión privadas del país, ademásde un imperio editorial. Nadie, desdeMussolini, había llegado a tener tantopoder sobre Italia o, de hecho, sobreSicilia, ya que la coalición encabezadapor Forza Italia ocupa los sesenta y unescaños parlamentarios de la isla.

Existen numerosos indicios de que,desde 1994, los hombres de honor hanestado dando directrices a su gente para

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que vote la candidatura de Forza Italia.Teniendo en cuenta el modo en que laMafia ha tendido a operar durante elúltimo siglo y medio, no hay nadanecesariamente sorprendente oescandaloso en ello; los políticos en elpoder son inevitablemente los másvulnerables a la presión del crimenorganizado. Se sabe que debido a sucreciente desencanto de la DC en ladécada de 1980, la Cosa Nostra estabaal acecho de un nuevo vehículo políticopara sus intereses. A finales de ladécada de 1980 se hicieron propuestasen ese sentido al Partido Socialista.Luego, a principios de la de 1990, el

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Corto Riina empezó a tratar de laposibilidad de un nuevo movimientoseparatista siciliano con sus contactoscomerciales y políticos entre losmasones: «La Cosa Nostra estáreviviendo el sueño de hacerseindependiente, de convertirse en líder deuna parte de Italia, un Estado propio,nuestro»[135], declararía un desertor poraquel entonces. Hoy se cree que, a losojos de los capos de alto rango de laCosa Nostra, el surgimiento de ForzaItalia en 1993-1994 ofrecía una soluciónaún mejor, una estrecha relación con elpartido destinado a ocupar un papel tanfundamental en la escena política

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nacional como antaño lo había ocupadola DC.

Hay muchas razones para mostrarsecauteloso ante las declaraciones deManita, y para evitar sugerir cualquierequivalencia entre el papel de ForzaItalia en Sicilia y la Cosa Nostra. Nadieen Italia afirmaría en serio queBerlusconi sea un mafioso o que susvictorias electorales sean un reflejodirecto de la influencia de la Mafia. Laslecciones que nos da en este sentido lahistoria de la organización son bastanteclaras; ni siquiera en su apogeo, en lasdécadas de 1970 y 1980, la Cosa Nostrallegó a controlar ni de lejos el número

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de votos suficiente para lograr unavictoria tan aplastante de su partidopolítico favorito. El triunfo deBerlusconi se debió más bien aldescontento provocado por susantecesores, a una eficaz campañaelectoral y a sus promesas relativas algasto público.

Las acusaciones de Manita Giuffrèpodrían resultar solo fantasías, o quizámera propaganda triunfalista dirigidapor los líderes de la Cosa Nostra a susmiembros. Los abogados defensorescalifican lo que ha declarado este últimopentito de «antología de rumores». Perolos jueces de instrucción de Palermo sí

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se toman en serio lo que dice Giuffrè, yaque —sostienen— puede revelar eldesenlace de una extraordinaria historiade hace casi tres décadas quepotencialmente vincula a uno de los másestrechos colaboradores de SilvioBerlusconi directamente con la CosaNostra.

En 1974 Berlusconi buscaba unmozo de cuadra y mayordomo para sufinca de Arcore, cerca de Milán. Pidióconsejo entonces a Marcello Dell’Utri,quien, tras una ascensiónprodigiosamente rápida en el mundobancario siciliano, se había trasladado aMilán recientemente para convenirse en

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el factótum comercial de Berlusconi.(Posteriormente Dell’Utri se convertiríaen el director de Publitalia, elextremadamente rentable brazopublicitario del imperio empresarial deBerlusconi; sería a él a quien se leocurriría la idea de Forza Italia en1993). Dell’Utri recomendó para elpuesto de mayordomo a un compatriotapalermitano, Vittorio Mangano, que loocupó durante dos años. Mangano hamuerto de cáncer hace poco, unos díasdespués de haber sido condenado acadena perpetua por dos asesinatos.Resulta que el «mayordomo» era unhombre de honor de la «familia»

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mafiosa de Porta Nuova.La historia del mayordomo y el

publicista es actualmente objeto de unjuicio que se arrastra desde hace tantotiempo en el tribunal regional dePalermo que la mayor parte de laopinión pública italiana se ha olvidadode él (hay que señalar que Berlusconi noestá implicado aquí como acusado, sinocomo testigo). La acusación sostiene quefue el temor de Berlusconi ante laposibilidad de que sus hijos fueransecuestrados lo que llevó a Dell’Utri abuscar protección en Mangano.Dell’Utri responde a tales acusacionesdiciendo que inicialmente desconocía

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los antecedentes penales de Mangano, yque le despidió en cuanto se descubrióla verdad. La acusación, en cambio,afirma que ese momento, en 1974, marcóel comienzo de una larga relación entreDell’Utri y la Mafia siciliana, unaafirmación que este niega rotundamente.Siempre según la acusación, Dell’Utriha admitido haberle dicho a un sociocomercial que él había actuado demediador entre Berlusconi y la CosaNostra para evitar que su jefe fueravíctima de un secuestro; pero ahora élafirma que solo fue una bravata sinfundamento.

Hay una larga lista de cargos

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presentados contra Dell’Utri que sebasan en sus presuntos tratos regularescon hombres de honor. Se afirma, porejemplo, que Dell’Utri blanqueó dinerodel narcotráfico, e incluso que en 1980Stefano Bontate estuvo considerando laposibilidad de iniciarle en la Mafia.También se alega que Dell’Utri actuó demediador entre la Cosa Nostra ydiversas empresas del grupo deBerlusconi; por una parte, presuntamenteaseguró la correcta transferencia dediversos pagos de protección deempresas de Berlusconi que operaban enSicilia; por otra, según se afirma,gestionó inversiones de la Mafia en

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otras empresas, también propiedad deBerlusconi, con sede en Milán. Tras lamattanza de principios de la década de1980, se alega que el Corto Riinamonopolizó las relaciones de la Mafiaen manos de Dell’Utri con la esperanzade beneficiarse, a través de este, de laestrecha relación de Berlusconi con elPartido Socialista.

La acusación afirma también que aprincipios de la década de 1990Dell’Utri trató de obtener medianteextorsión el 50 por ciento de un contratode patrocinio entre una marca decerveza y el propietario de un club debaloncesto de Trapani. Presuntamente

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amenazó al propietario cuando este senegó a pagarle: «Le aconsejo que vuelvaa pensarlo. Tenemos los hombres y losmedios necesarios para convencerle deque cambie de idea». Dell’Utri, queniega esta acusación, asimismo estáacusado de tratar de persuadir a dosdesertores de la Mafia para quedesacreditaran a los jueces deinstrucción y a otros tres pentiti; elsupuesto plan era «revelar» un complotficticio de los jueces para incriminar aBerlusconi y al propio Dell’Utri. Ladefensa niega rotundamente estaacusación, al igual que las demás[136].

El caso Dell’Utri es largo y

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complejo; su resultado dependerá decómo los jueces valoren unas evidenciasque se remontan hasta principios de ladécada de 1970, y que van mucho másallá de las acusaciones de AntoninoGiuffrè. Obviamente el tribunal tambiénestá evaluando dichas acusaciones, ybien pudiera ser que al final del procesose declaren carentes de fundamento.Pero inevitablemente han alimentado laespeculación sobre un veredicto que,sea el que fuere, resultará crucial. Si sedeclara inocente a Dell’Utri, muchagente sacará la conclusión de que —como ha sucedido con tanta frecuenciaen el pasado— se han utilizado las

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acusaciones de complicidad con laMafia como un arma política, siendo losverdaderos objetivos en esta ocasiónBerlusconi y Forza Italia. Tal resultadosupondría un grave perjuicio para lacredibilidad tanto de los jueces como delos pentiti. Si Dell’Utri es culpable, suestrecha y notoria relación comercial ypolítica con Silvio Berlusconi plantearáinevitablemente una serie de preguntas,cuando menos sobre el juicio de esteúltimo. Si lo que dice Giuffrè es cierto,entonces también lo es que en 1993 laCosa Nostra, a través de MarcelloDell’Utri, trató de obtener garantías deque Forza Italia, cuando estuviera en el

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gobierno, daría prioridad a lasprincipales demandas de la Mafia: lassentencias del macrojuicio, la ley deconfiscación de las riquezas de la Mafiay las duras condiciones penitenciariasde la «Ley 41 bis». Sobre esta base,algunos activistas antimafia podríanconcluir, acaso precipitadamente, que elvenerable acuerdo entre la Mafiasiciliana y el sistema político italiano seha renovado una vez más. Como mínimo,si Dell’Utri es condenado, es probableque la cuestión de si Berlusconi conocíao no los tratos de su publicista con loshombres de honor salte a la agendapolítica, y probablemente también a la

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judicial.Pero aun cuando las afirmaciones de

Giuffrè sobre un «contacto directo»entre Forza Italia y la Mafia en 1993resulten infundadas, y aunque Dell’Utrisea absuelto, a la Cosa Nostra no lefaltaban razones para alegrarse cuandoForza Italia llegó al poder, en 2001,debido a la declarada hostilidad deBerlusconi hacia unos jueces queconsidera ambiciosos y políticamenteparciales. Su relación con los tribunales,junto con las acusaciones de sobornar afuncionarios de Hacienda, llevar falsacontabilidad y cometer fraude, hanestado muy presentes en las noticias de

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actualidad. En el momento de escribirestas líneas, Berlusconi acaba deconseguir que se apruebe una ley queproporciona inmunidad jurídica a lascinco principales figuras de lasinstituciones italianas, incluido elprimer ministro, mientras ejerzan elcargo. El primer efecto de dicha ley hasido interrumpir un juicio en el que elpropio Berlusconi estaba acusado depagar enormes sobornos a diversosjueces con el fin de obtener una decisiónfavorable en una disputa sobre ciertaprivatización. El punto de vista deBerlusconi es que hay una serie dejueces «rojos» que están llevando a

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cabo una campaña concertada paradesacreditarle, utilizando los mismosmétodos que, según afirma, utilizaronpara destruir otros partidosdemocráticamente elegidos durante lasinvestigaciones de «Manos Limpias».

Esta es una de las razones por lasque la principal prioridad del gobiernode Forza Italia es la reforma del sistemajudicial. El programa de medidasanunciado por el ministro de Justicia,Roberto Castelli, sostiene que «en losúltimos años determinados elementos dela judicatura han tratado de ocupar unterreno que pertenece a la política» yhan intentado «convertir la justicia en un

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espectáculo». El plan del ministroconsiste en «restituir la responsabilidadde la política judicial, especialmente enel área del derecho penal, a la órbita dela soberanía democrática». Losdetractores de Berlusconi temen que elverdadero objetivo sea poner la justiciabajo el control del gobierno.

En su lucha contra los jueces,Berlusconi se centra sobre todo enMilán, donde están concentrados susintereses comerciales, antes que enPalermo. No obstante, su políticajudicial puede tener importantes efectos—incluso involuntarios— en el otroextremo de la península italiana. Es

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probable que varias medidas vengan aobstruir las investigaciones sobre lasoperaciones financieras de la CosaNostra, especialmente una ley que harámucho más difícil utilizar pruebasrelacionadas con cuentas en bancosextranjeros en juicios de ámbitonacional.

Además de estas reformas legales, ala Mafia le resultan también bastanteapetitosos los planes de Berlusconirelativos al gasto público en Sicilia, enparticular el proyecto de construir unpuente que una la isla con la penínsulaitaliana. Al parecer, se oye decir amenudo a Provenzano: «¡Coño! ¡Si

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construyen un puente todos saldremosganando!». Aunque la Cosa Nostrasiempre se ha mostrado entusiasta frenteal gasto público, esté quien esté en elgobierno, los detractores de Berlusconiafirman que algunas de las cosas que losmiembros de su equipo han estadodiciendo tienen el efecto de ofrecer unincentivo al tío Berna. En agosto de2001 Pietro Lunardi, ministro deInfraestructuras, provocó una auténticatormenta cuando señaló que Italia teníaque «aprender a vivir con la Mafia; cadauno debe abordar el problema delcrimen a su manera».

Algunos miembros del partido de

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Berlusconi incluso han expresadohostilidad hacia los pentiti, a quienesacusan de ser meros instrumentos enmanos de unos jueces politizados o deactuar conforme a un plan secreto paradesestabilizar el sistema políticoitaliano. Con el pretexto de tener unsistema penitenciario más humano, otrospolíticos de los partidos de la coalicióngobernante han propuesto la idea deofrecer condiciones penitenciarias másllevaderas a los mafiosos a cambio deque se «disocien» de la Cosa Nostra,pero sin necesidad de que se conviertanen testigos de cargo. Hay razones paracreer que al ala de Provenzano dentro de

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la organización le gustaría mucho llegara un acuerdo con tales condiciones.Pietro Aglieri, un capo que estáestudiando teología en la cárcel y delque se sabe que se halla muy próximo aProvenzano, escribió en marzo de 2002a los fiscales antimafia pidiendo unanegociación; su propuesta era que loshombres de honor tuvieran condenasmenos severas a cambio de reconocertanto la existencia de la Cosa Nostracomo la autoridad del Estado italiano.Los jueces consideran que la propuestaes una trampa. Creen que Provenzanodesea resolver el conflicto de interesesinterno de la Cosa Nostra haciendo

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concesiones meramente simbólicas a lasautoridades. Aunque en el mundo de laMafia los símbolos son importantes, elprobable resultado final de la«disociación» sería simplemente que laMafia continuaría con sus operaciones«sumergidas», sabiendo confiada que sehabía convencido a la opinión públicade que la organización era cosa delpasado.

Independientemente de lasintenciones del gobierno de Berlusconi,de lo que no cabe duda es de que a laCosa Nostra le gusta una gran parte delruido que llega de Roma desde lasúltimas elecciones generales. Pero los

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capos de mayor rango parecen haberconvencido a las bases de laorganización, y quizá incluso a símismos, de que tienen derecho a esperaralgo más que ruido de un gobierno deForza Italia, de que se han hechopromesas en firme y de que el programade reformas legislativas del gobiernoservirá para resolver las divisionesinternas de la Mafia.

Como consecuencia, los detractoresde Berlusconi están vigilandoatentamente su gobierno para detectar elmenor indicio de concesiones a lasprincipales demandas de la CosaNostra. Resulta tranquilizador

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comprobar que hasta la fecha no hahabido ninguna. De hecho, siempre haexistido la posibilidad de que los caposse vieran decepcionados en susexpectativas de poder sesgar el procesode decisión política para adaptarlo a suspropios fines. Los mafiosos tienen ungran interés en encontrar políticositalianos bien predispuestos, pero eso nosignifica necesariamente que entiendanla política italiana. Lo que es posibleque algunos de ellos no sepan apreciares que incluso un hipotético primerministro cuya absoluta prioridad fuerahacerle el juego a la Mafia siciliana —ynadie cree ni por un momento que ese

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sea el caso de Silvio Berlusconi—tendría que enfrentarse a obstáculos casiinsuperables. El espíritu de Falcone yBorsellino está presente en leyes comola «41 bis», y doblegarlas exigiría pagarun precio político terrible. Cualquierpartido gobernante que trataraabiertamente de desmantelar los pilaresde las leyes antimafia italianas estaríaofreciendo un colosal trofeo a susadversarios, así como —y no menosimportante— a sus socios de coalición.(El gobierno italiano es un gobierno decoalición, y la rivalidad entre los sociosde gobierno es casi siempre tan ferozcomo la lucha entre los partidos del

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gobierno y la oposición).Sea lo que fuere lo que alentara a

algunos capos a confiar y esperar tantocuando Forza Italia llegó al poder en2001, el caso es que la Cosa Nostra estáempezando a sentirse decepcionada poruna coalición de gobierno que, segúnimagina, acertada o equivocadamente,contiene ciertos elementos proclives a laorganización. Para empezar, lapropuesta de la «disociación» no se hamaterializado. Se cree que tal«disociación» es una idea de BernardoProvenzano para llegar a uncompromiso, tanto entre la Cosa Nostray el Estado como entre los mafiosos

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encarcelados y los que están en libertad.En julio de 2002, Leoluca Bagarella, elhombre que fue capo de capos entre1993 y 1995, y al que se considerahostil a cualquier clase de compromiso,demostró que se le estaba acabando lapaciencia; aprovechó unacomparecencia judicial para lanzar unaadvertencia, diciendo que los presos dela Mafia que viven bajo el duro régimenpenitenciario de la «Ley 41 bis» estaban«cansados de ser utilizados, humillados,oprimidos y tratados como mercancíapor los distintos partidos políticos». Unhombre como Bagarella jamás sepermitiría despotricar así sin un

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objetivo concreto. Los observadores dela Mafia interpretaron sus palabrascomo una amenaza, muy bien calibradaen su imprecisión, y dirigida tal vez adeterminados miembros desconocidosde la coalición de gobierno, o quizá algobierno en general. En la clásicamanera mafiosa, quien de verdad tuvieraque entenderla, sin duda la entendería.En cualquier caso, en octubre de 2002 eljefe de los servicios secretos italianosadvirtió de que existía un «riesgoconcreto» de que la Cosa Nostra, en sudecepción, desencadenara una nuevaoleada de asesinatos.

El final de 2002 presenció una

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crucial decisión en la lucha contra laMafia, cuando el gobierno Berlusconiconvirtió la «41 bis», que en realidadera un decreto que se renovabaanualmente, en una auténtica leypermanente. Un senador de Forza Italia,que desde hacía tiempo abogaba paraque la «41 bis» se inscribiera de una vezpor todas en los libros de leyes,comentó que el Parlamento había dado«la única respuesta posible a lasinquietantes declaraciones deBagarella». A ojos de personajes comoeste último, y por muy engañados quepudieran estar, ahora Forza Italia habíaincumplido de manera escandalosa su

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compromiso más importante. No habríaque esperar mucho tiempo para ver cuálera el sentimiento de la Cosa Nostrafrente a ese revés. Poco después de lavotación parlamentaria sobre la «41bis», los jueces contemplaron alarmadoscómo, durante un partido de fútbolcelebrado en el estadio de Palermo,aparecía una pancarta que rezaba:«Todos unidos contra la “41 bis”.Berlusconi ha olvidado a Sicilia». Lainterpretación más general era que setrataba de una advertencia dirigida a lospolíticos sicilianos. Es posible, pues,que la Pax mafiosa esté a punto determinar. Pero la paradoja de estos

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momentos de tensión en Sicilia es que,si la Cosa Nostra empieza a disparar denuevo, casi con toda certeza esoconstituirá un signo de que se hallacerca de la derrota. De modo que nosorprende lo que ha dicho hace poco alrespecto el pentito Salvatore Carcemi:«Encuentro este silencio más alarmanteque las bombas».

En abril de 2000, a los setenta y dosaños de edad, Tommaso Buscetta murióde cáncer en su norteamericana patria deadopción. En los cuarenta años que pasóen la Cosa Nostra, y los dieciséis quededicó a tratar de destruirla, se calcula

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que adoptó unos doscientos seudónimos.Unos meses antes de su final, en suúltima entrevista en profundidad,Buscetta reflexionaba sobre suextraordinaria vida. Las esperanzas quealimentaran él y Giovanni Falcone en1984 no representaban ahora más que unamargo recuerdo:

Al final de mi primeraentrevista, Giovanni Falcone yyo nos engañábamos pensandoque esta vez la Mafia seríaderrotada. Que no volvería ahaber Mafia en nuestra tierra.Ahora… tengo que admitir que

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mi predicción eraequivocada[137].

La Cosa Nostra —concluía Buscetta— ha vencido: «La Mafia es innata entodos los sicilianos».

Así, en su pesimismo, el hombre quetan extraordinaria contribución hicierapara revelar la falsedad de que la Mafiay el carácter siciliano eran una mismacosa terminaba su vida reiterando esamisma falsedad.

Ciertamente corren tiemposinquietantes para los enemigos de laMafia. Pero aún no ha llegado elmomento de secundar el fatalismo de

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Tommaso Buscetta. Incluso en un paístan amnésico como Italia, resulta pocoprobable que sus revelacionescompartan el mismo destino que elInforme Sangiorgi. El mito de la«caballerosidad rústica» ha muerto. Elsecreto que la Mafia siciliana logróguardar durante tanto tiempo, el secretode su propia existencia, ha dejado deserlo, y ha dejado de serlo para siempre.Pero durante todo este tiempo otrasfuerzas mucho más formidables que elmito han mantenido el poder de laorganización. Los próximos añosprometen revelar qué va a ser de laCosa Nostra. Nadie fuera de la

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organización conoce la profundidad dela escisión entre los capos encarceladosy los que están en la calle, ni nadieconoce tampoco la fuerza relativa decada una de las dos facciones. Puedeque ambas se unan en una nuevaofensiva contra los jueces y unavenganza contra los políticos que, segúnimaginan, les han defraudado. O puedeque se hundan en una guerra civil,llevando al conjunto de la organizaciónal borde de la destrucción. O también esposible que Bernardo Provenzano logreapaciguar o aislar a los caposencarcelados. Si lo hace, la Cosa Nostraproseguirá su callada reestructuración y

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forjará un nuevo pacto con elementosdel Estado, dispuesta a entrar en unanueva fase de su salvaje historia; unahistoria que podía, y debía, haberacabado hace ya mucho tiempo.

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Bibliografía

GENERAL

Estudios generales

Los siguientes libros han sido miscompañeros constantes durante laelaboración del presente volumen:

Aymard, M., y Giarrizzo, G., eds., LaSicilia, Turín, 1987.

Cancila, O., Palermo, Bari, 2000.Gambetta, D., The Sicilian Mafia,

Londres, 1993.Lupo, S., Storia della mafia, Roma,

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1993 y 1996.Mangiatneli, R., La mafia tra stereotipo

e storia, Caltanissetta, 2000.Pezzino, P., Una certa reciprocita di

favori: mafia e modernizzazioneviolenta nella Sicilia postunitaria,Milán, 1990.

——, Mafia: industria della violenza,Florencia, 1995.

Renda, F., Storia della mafia, Palermo,1997.

Santino, U., La mafia interpretata,Soveria Mannelli, 1995.

——, Storia del movimento antimafia,Roma, 2000

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Testimonios de pentiti

Brusca, G., y Lodato, S., Ho uccisoGiovanni Falcone, Milán, 1999.

Buscetta, T., y Arlacchi, P., Addio CosaNostra, Milán, 1994.

Calderone, A., y Arlacchi, P., Gliuomini del disonore, Milán, 1992.

Cancemi, S., Riina mi fece i nomi di…,Bolsena, 2002.

Commisione parlamentare d’inchiestasul fenomeno della mafia e sullealtre associazioni criminalisimilari: Mafia, politica, pentiti:la relazione del presidenteLuciano Violante e le deposizioni

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di Antonio Calderone, TommasoBuscetta, Leonardo Messina,Gaspare Mutolo, SoveriaMannelli, 1993.

Fuentes documentales

La mayoría de las fuentes documentalesse mencionan más adelante, bajo losepígrafes de las correspondientes partesdel libro. Sin embargo, los documentosde la primera comisión de investigaciónparlamentaria han sido importantes enmuchos períodos de la historia de laMafia siciliana:

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Commissione parlamentare d’inchiestasul fenomeno della mafia in Sicilia,Documentazione allegata allarelazione conclusiva dellaCommissione parlamentared’inchiesta sul fenomeno dellamafia in Sicilia, 34 vols., Roma,1976-1985 [a partir de ahoramencionada como Documentazioneallegata] . Testo integrale dellaRelazione della Commissioneparlamentare d’inchiesta sulfenomeno della mafia, 3 vols.,Roma, 1973.

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Periódicos y revistas

Avanti! (Milán)Corriere della Sera (Milán)Diario (Milán)Domenica del Corriere (Milán)Giornale d’Italia (Roma)Giornale di Sicilia (Palermo)Illustrazione Italiana (Milán)L’Ora (Palermo)La Nazione (Florencia)New York Herald (Nueva York)Il Precursore (Palermo)La Repubblica (Roma)Resto del Carlino (Bolonia)Sicilia Nuova (Palermo)

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Torrealta, M., Ultimo, Milán, 1995.——, La trattativa, Roma, 2002.Tranfaglia, N., La sentenza Andreotti,

Milán, 2001.

Webs y enlaces de interés

Los siguientes sitios de Internet se hallanentre las mejores fuentes de informaciónsobre los acontecimientoscontemporáneos:

Page 1863: Cosa nostra   john dickie

http://www.antimafiaduemila.comEl sitio web de la revista Antimafia

2000.

http://www.interno.it/dip_ps/dia/home.htmIncluye los informes semestrales de la

Direzione Investigativa Antimafiaal Parlamento.

http://www.centroimpastato.it/index.php3El sitio web del Centro Siciliano di

Documentazione «GiuseppeImpastato», dirigido por UmbertoSantino y Anna Puglisi.

Las actas de la vigente comisiónparlamentaria de investigación sobre la

Page 1864: Cosa nostra   john dickie

Mafia se encuentran en los siguientessitios:

http://www.liberliber.it/biblioteca/i/italia/verbali_della_commissione_parlamentare_antimafia/htmlhttp://www.camerait/_bicamerali/antimafia/home.htm

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JOHN DICKIE (Dundee 1963). Autor,historiador y Profesor de EstudiosItalianos en el University College deLondres. Creció en Leicestershire, yestudió en la Loughborough GrammarSchool and Pembroke College, deOxford (número uno en lenguasmodernas), y se graduó y doctoró en la

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Universidad de Sussex. Desde 1993imparte clase en el University College.

Dickie es autor de varios libros:Darkest Italy. The Nation andStereotypes of the Mezzogiorno, 1860-1900 (Nueva York, 1999), Cosa Nostra:Historia de la mafia siciliana (2004),Delizia! The Epic History of Italiansand their Food (2007), Una catastrofepatriottica. 1908: il terremoto diMessina (Roma, 2008) y BloodBrotherhoods: the Rise of the ItalianMafias (2011).

Define sus investigación como«representaciones del sur de Italia,

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nacionalismo italiano e identidadesnacionales, historia cultural de la Italialiberal, teoría cultural y crítica, crimenorganizado, comida italiana».

En 2005, el Presidente de la RepúblicaItaliana lo invistió Commendatoredell’Ordine della Stella dellaSolidarietà Italiana (Comendador de laOrder de la Estrella de la SolidaridadItaliana).

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Notas

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[1] Falcone y Padovani, p. 41. (Véanseen la Bibliografía, al final del libro, lasreferencias completas de las obrascitadas en las notas). <<

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[2] Buscetta y Arlacchi, p. 20. <<

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[3] Falcone y Padovani, p. 49. <<

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[4] Buscetta y Arlacchi, p. 155. <<

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[5] La Repubblica, 15 de septiembre de1998. <<

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[6] Dino, Mutazioni, p. 78. <<

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[7] Brusca y Lodato, p. 84. <<

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[8] Bianconi y Savatteri, pp. 280-284. <<

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[9] Carbone y Grispo, vol. 2, p. 1.002.<<

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[10] Brusca y Lodato, p. 33. <<

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[11] Crisantino, pp. 85-86. <<

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[12] Turrisi Colonna, p. 43. <<

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[13] Turrisi Colonna, p. 47. <<

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[14] Sonnino, Lettere, p. 231. <<

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[15] Da Passano, pp. 130-132. <<

Page 1884: Cosa nostra   john dickie

[16] Todas las citas de este párrafoproceden de Franchetti, Condizioni, pp.3-4, 56. <<

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[17] Franchetti, Condizioni, p. 98. <<

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[18] Alatri, p. 95. <<

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[19] The Times, 21 de junio de 1875. <<

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[20] The Times, 9 de junio de 1875. <<

Page 1889: Cosa nostra   john dickie

[21] El discurso de Tajani está en AttiParlamentari: Camera dei Deputati,Sessione 1874-1875, Discussioni, 11-12 de junio de 1875. <<

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[22] Pezzino, «Stato: nascita e sviluppodel paradigma mafioso», Una cercareciprocità, p. 112. <<

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[23] Carbone y Grispo, vol. 2, p. 1.137.<<

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[24] Colacino, p. 180. <<

Page 1893: Cosa nostra   john dickie

[25] Falcone y Padovani, p. 31. <<

Page 1894: Cosa nostra   john dickie

[26] Caico, pp. 176-177. <<

Page 1895: Cosa nostra   john dickie

[27] Alongi, La maffia, pp. 55, 58. <<

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[28] Carbone y Crispo, vol. 2, p. 1.008.<<

Page 1897: Cosa nostra   john dickie

[29] Alongi, La maffia, pp. 72-73. <<

Page 1898: Cosa nostra   john dickie

[30] Pitrè, vol. 2, p. 292. <<

Page 1899: Cosa nostra   john dickie

[31] Cancila, p. 237. <<

Page 1900: Cosa nostra   john dickie

[32] Archivio Centrale dello Stato,Informe Sangiorgi, p. 117. <<

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[33] Informe Sangiorgi, pp. 120-121. <<

Page 1902: Cosa nostra   john dickie

[34] Trevelyan, Princes Under theVolcano, p. 223. <<

Page 1903: Cosa nostra   john dickie

[35] Informe Sangiorgi, p. 38. <<

Page 1904: Cosa nostra   john dickie

[36] Informe Sangiorgi, p. 137. <<

Page 1905: Cosa nostra   john dickie

[37] Informe Sangiorgi, p. 137. <<

Page 1906: Cosa nostra   john dickie

[38] Informe Sangiorgi, p. 193. <<

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[39] Informe Sangiorgi, p. 37. <<

Page 1908: Cosa nostra   john dickie

[40] Informe Sangiorgi, pp. 335-336. <<

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[41] Informe Sangiorgi, p. 1. <<

Page 1910: Cosa nostra   john dickie

[42] Barone, «Egemonie urbane», p. 317.<<

Page 1911: Cosa nostra   john dickie

[43] Giornale di Sicilia, 20-21 de mayode 1901. <<

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[44] Resto del Carlino, 30-31 de octubrede 1901. <<

Page 1913: Cosa nostra   john dickie

[45] Notarbartolo, p. 276. <<

Page 1914: Cosa nostra   john dickie

[46] Avanti!, 18 de noviembre de 1899.<<

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[47] Avanti!, 18 de noviembre de 1899.<<

Page 1916: Cosa nostra   john dickie

[48] Notarbartolo, p. 339. <<

Page 1917: Cosa nostra   john dickie

[49] Avanti!, 24 de noviembre de 1899.<<

Page 1918: Cosa nostra   john dickie

[50] The Times, 22 de diciembre de1899. <<

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[51] Avanti!, 28 de septiembre de 1901.<<

Page 1920: Cosa nostra   john dickie

[52] Giornale d’Italia, 1 de agosto de1902. <<

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[53] The Times, 1 de agosto de 1902. <<

Page 1922: Cosa nostra   john dickie

[54] Marchesano, pp. 294-295. <<

Page 1923: Cosa nostra   john dickie

[55] Lupo, Storia della mafia (ed. 1996),p. 133. <<

Page 1924: Cosa nostra   john dickie

[56] Rossi, L’agitazione, pp. 81-82. <<

Page 1925: Cosa nostra   john dickie

[57] Paton, Picturesque Sicily, p. 179. <<

Page 1926: Cosa nostra   john dickie

[58] Rossi, L’agitazione, p. 82. <<

Page 1927: Cosa nostra   john dickie

[59] Rossi, L’agitazione, p. 84. <<

Page 1928: Cosa nostra   john dickie

[60] Rossi, L’agitazione, pp. 86-87. <<

Page 1929: Cosa nostra   john dickie

[61] Rossi, L’agitazione, p. 84. <<

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[62] Rossi, L’agitazione, pp. 125-126.<<

Page 1931: Cosa nostra   john dickie

[63] Paternostro, p. 166. <<

Page 1932: Cosa nostra   john dickie

[64] Spanò, p. 44. <<

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[65] Spanò, p. 43. <<

Page 1934: Cosa nostra   john dickie

[66] Sicilia Nuova, 10-11 de enero de1926. <<

Page 1935: Cosa nostra   john dickie

[67] Petacco, Il prefetto, p. 100. <<

Page 1936: Cosa nostra   john dickie

[68] Calderone y Arlacchi, pp. 14-15. <<

Page 1937: Cosa nostra   john dickie

[69] Porto, p. 22. <<

Page 1938: Cosa nostra   john dickie

[70] Lupo, «L’utopia totalitaria», p. 394.<<

Page 1939: Cosa nostra   john dickie

[71] Giornale di Sicilia, 28-29 de juliode 1925. <<

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[72] Mori, The Last Struggle, p. 22. <<

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[73] Marino, I padrini, p. 113. <<

Page 1942: Cosa nostra   john dickie

[74] Raffaele, p. 205. <<

Page 1943: Cosa nostra   john dickie

[75] Mori, Con la Mafia, p. 84. <<

Page 1944: Cosa nostra   john dickie

[76] Archivio di Stato di Pavia. <<

Page 1945: Cosa nostra   john dickie

[77] New York Herald , 26 de abril de1903. <<

Page 1946: Cosa nostra   john dickie

[78] Gildeer, p. 34. <<

Page 1947: Cosa nostra   john dickie

[79] Reid, pp. 131, 139, 143. <<

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[80] Carey, p. 120. <<

Page 1949: Cosa nostra   john dickie

[81] Nelli, The Business of Crime, p. 75.<<

Page 1950: Cosa nostra   john dickie

[82] Término despectivo inglés que seaplica sobre todo a italianos yespañoles, con connotaciones parecidasal castellano «sudaca». (N. del T.) <<

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[83] New York Herald, 26 de abril de1903. <<

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[84] Deaglio, «Se vince lui». <<

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[85] Gentile, Víta di capomafia, p. 91. <<

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[86] Greaseball es un término inglésdespectivo que designa a los extranjerosde origen mediterráneo o hispano,mientras que Moustache Pete aludíaespecíficamente en aquella época a laspersonas de origen italiano. (N. del T.)<<

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[87] Calderone y Arlacchi, p. 158. <<

Page 1956: Cosa nostra   john dickie

[88] Pantaleone, Mafia e política, p. 63.<<

Page 1957: Cosa nostra   john dickie

[89] La Repubblica, Palermo, 11 de juniode 2000. <<

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[90] «MAFFIA, Aug.-Dec. 1943», AlliedCommission Control, 10106/143/28Bob. 689C Scat. 140; citado en Adriano,p. 4. <<

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[91] Sicily Zone Handbook, parte 3. <<

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[92] «Allied to the Mafia». <<

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[93] Romano, Storia della mafia, p. 302.<<

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[94] Montanelli, pp. 282-283.<<

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[95] Marino, I padrini, p. 246. <<

Page 1964: Cosa nostra   john dickie

[96] Citado en Renda, SalvatoreGiuliano, pp. 101-102. <<

Page 1965: Cosa nostra   john dickie

[97] Derivado del movimiento políticoturco del mismo nombre de principiosdel siglo XX, el término se refiere ensentido amplio a cualquier gruposurgido en el seno de un partido políticoque propugne innovaciones o cambiosradicales en la línea del partido. (N. delT.) <<

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[98] Farinella, p. 25. <<

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[99] Citado en Stabile, La Chiesa, p. 365.<<

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[100] Del inglés zip: «ir zumbando»,«pasar volando». (N. del T.) <<

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[101] Commissione parlamentared’inchiesta sul fenomeno della mafia inSicilia, Documentazione allegata, vol.5, pp. 375-642; p. 375, fechada el 29 deoctubre de 1975. <<

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[102] Calderone y Arlacchi, p. 91. <<

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[103] Galluzzo, Nicastro y Vasile, p. 106.<<

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[104] Galluzzo, Nicastro y Vasile, p. 107.<<

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[105] Stajano, p. 14. <<

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[106] El suceso inspiraría la célebre obrateatral de Dario Fo Muerte accidentalde un anarquista. (N. del T.) <<

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[107] Vitale, p. 53. <<

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[108] Bartolotta Impastato, p. 30. <<

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[109] Russo Spena, p. 170. <<

Page 1978: Cosa nostra   john dickie

[110] La Repubblica, 11 de abril de2002. <<

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[111] La Repubblica, 11 de abril de2002. <<

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[112] Sterling, p. 295. <<

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[113] Pistone, p. 388. <<

Page 1982: Cosa nostra   john dickie

[114] Leonardo Messina, en Commissioneparlamentare d’inchiesta, Mafia,politica, pentiti, p. 523. <<

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[115] Stajano, p. 23. <<

Page 1984: Cosa nostra   john dickie

[116] Stajano, p. 19. <<

Page 1985: Cosa nostra   john dickie

[117] Gaspare Mutolo, en Commissioneparlamentare d’inchiesta, Mafia,política, pentiti, p. 1232. <<

Page 1986: Cosa nostra   john dickie

[118] Buscetta y Arlacchi, p. 219. <<

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[119] La Licata, p. 77. <<

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[120] La Licata, p. 77. <<

Page 1989: Cosa nostra   john dickie

[121] Lodato, p. 107. <<

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[122] Lodato, p. 132. <<

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[123] Caponnetto, p. 24. <<

Page 1992: Cosa nostra   john dickie

[124] La Repubblica, 30 de septiembrede 1984. <<

Page 1993: Cosa nostra   john dickie

[125] La Repubblica, 8 de agosto de1985. <<

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[126] Sciascia, La Sicilia, p. 74. <<

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[127] Leonardo Messina, en Commissioneparlamentare d’inchiesta, Mafia,politica, pentiti, p. 542. <<

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[128] Lo Forte, entrevista con el autor. <<

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[129] La Repubblica, 26 de mayo de1992. <<

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[130] Dino, Mutazioni, p. 183. <<

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[131] Entrevista a Gaspare Mutolo, enCommissione parlamentare d’inchiesta,Mafia, politica, pentiti, pp. 1.255,1.288. <<

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[132] En efecto, Andreotti sería absueltodefinitivamente en 2004. (N. del T.) <<

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[133] Dino, «La mafia del Gattopardo», p.206. <<

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[134] Scarpinato, entrevista con el autor.<<

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[135] Leonardo Messina, en Commissioneparlamentare d’inchiesta, Mafia,politica, pentiti, p. 522. <<

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[136] Los cargos mencionados en estepárrafo son los que aparecen publicadose n La Repubblica,http://www.repubblica.it/online/fatti/utri/accuse/accuse.html;creo que este artículo es un resumenacertado e imparcial. <<

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[137] Buscetta y Lodato, p. 14. <<