Clarke, Arthur C. - Fuentes Del Paraiso

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    FUENTES DEL PARASOArthur C. Clarke

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    Ttulo original: The Fountains of ParadiseTraduccin: Edith ZillyPortada: Garcs/Bosch1.a Edicin bolsillo: Marzo, 19832.a Edicin bolsillo: Marzo, 1989 Arthur C. Clarke, 1979 Ultramar Editores, S.A., 1988Mallorca, 49. 3212400. Barcelona-08029ISBN: 84-7386-325-9. Depsito legal: NA-174-1989Impresin: Grficas Estella S.A., Estella (Navarra)Printed in SpainEdicin digital: Carlos PalaznRevisin: abur_chocolat

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    A la memoria, todava imborrable deLESLIE EKANAYAKE

    (13 julio 1947 - 4 julio 1977)nico amigo perfecto de toda una vida, en el cual secombinaron como en ningn otro la lealtad, la inteligenciay la compasin. Cuando tu espritu radiante y lleno deamor desapareci de este mundo, se apag la luz enmuchas existencias.

    NIRVANA PRPTO BHYAT

    La poltica y la religin son obsoletas; ha llegado el tiempode la ciencia y la espiritualidad.

    Sri Jawaharlal Nehru, ante la Asociacin de Ceiln para elAvance de la Ciencia; Colombo, 15 de octubre de 1962.

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    PRLOGO

    Entre el Paraso y Taprobane hay cuarentaleguas; desde all puede orse el sonido de lasFuentes del Paraso.Tradicional, recogido por el fraile Marignolli (1335 de la eraCristiana).

    El pas al que he llamado Taprobane no existe, pero coincide en un noventa porciento con la isla de Ceiln (ahora Sri Lanka). Aunque las notas aclaratoriasespecificarn qu sitios, sucesos y personalidades se basan en la realidad, el lectorno estar muy equivocado si calcula que el relato, cuanto ms improbable, ms se

    acerca a la realidad.En la actualidad se suele pronunciar el nombre "Taprobane" como "Taprobein",pero la pronunciacin clsica correcta es "Taprbani", como bien lo saba Milton, porsupuesto:

    Desde la India y la dorada ChersonessY sobre todo la isla hind de Taprobane(El Paraso Recobrado, Libro IV)

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    IEL PALACIO

    1KALIDASA

    La corona se haca ms pesada con cada ao transcurrido. La primera vez que elVenerable Bodhidharma Mahanayake Thero se la puso en la cabeza, con tan pocasganas, el prncipe Kalidasa se sorprendi ante su ligereza. Ahora, veinte aosdespus, el rey Kalidasa prescinda con gusto de aquella banda de oro incrustada depiedras, cuando la etiqueta de la corte as lo permita.

    Poca etiqueta haba all, en la ventosa cima de la fortaleza de roca, pues pocosembajadores o peticionarios solicitaban audiencia en su formidable altura. Muchos delos que hacan el viaje hasta Yakkagala retrocedan ante el ascenso final, entre lasfauces mismas del len agazapado que siempre pareca a punto de saltar desde lasuperficie rocosa. Ningn rey anciano podra sentarse en ese trono, que aspiraba alos cielos. Algn da Kalidasa estara demasiado dbil para llegar a su propio palacio.

    Pero no era probable que ese da llegara; sus muchos enemigos le ahorraran lashumillaciones de la vejez.Y esos enemigos ya se estaban reuniendo. Mir hacia el norte, como si pudiera

    ver los ejrcitos de su medio hermano, quevolva para reclamar el ensangrentadotrono de Taprobane. Pero la amenaza estaba an lejos, tras los mares hendidos porel monzn; si bien Kalidasa confiaba ms en sus espas que en sus astrlogos, letranquilizaba saber que en eso estaban todos de acuerdo.

    Malgara haba aguardado casi veinte aos, mientras haca sus planes y buscabael apoyo de reyes extranjeros. Mucho ms cerca, all mismo, un enemigo an mspaciente y sutil contemplaba impertrrito el cielo del sur. El cono perfecto de SriKanda, la Montaa Sagrada, pareca muy prximo en esa ocasin, erguido sobre la

    planicie central. Desde el mismo comienzo de la historia haba infundido unrespetuoso temor al corazn de cuantos lo vean. Kalidasa tena constanteconciencia de su presencia callada y del poder que simbolizaba.

    Sin embargo, el Mahanayake Thero no tena ejrcitos, no tena elefantes deguerra que gritaran y sacudieran colmillos de bronce al lanzarse a la carga. El AltoSacerdote era tan slo un anciano de tnica anaranjada, cuyas nicas posesionesmateriales consistan en una escudilla de mendigo y una hoja de palma paraprotegerse del sol. En tanto los monjes inferiores y sus aclitos cantaban lasescrituras a su alrededor, l permaneca sentado, en silencio, con las piernascruzadas y de algn modo interfera en el destino de los reyes. Era muy extrao.

    Ese da era tan despejado que Kalidasa poda ver el templo, empequeecido por

    la distancia hasta parecer una diminuta cabeza blanca de flecha, erguida en lacumbre misma de Sri Kanda. No pareca obra humana; ante ella, el rey recordaba lasmontaas an ms altas divisadas en su juventud, cuando fuera medio husped ymedio rehn en la corte de Mahinda el Grande. Todos los gigantes que custodiabanel imperio de Mahinda eran la base de tales crestas, formadas de una sustanciadeslumbrante y cristalina que no tena nombre en el idioma de Taprobane. Loshindes crean que se trataba de una especie de agua, mgicamente transformada,pero Kalidasa rea ante tales supersticiones.

    Ese resplandor marfilino estaba slo a tres das de marcha: uno, por la ruta real, atravs de bosques y arrozales; y dos ms por la escalera serpenteante que jamspodra volver a subir, porque en su extremo estaba el nico enemigo temible, el nico

    al que no poda vencer. A veces envidiaba a los peregrinos, cuando vea la fina lneade fuego dibujada por sus antorchas sobre la faz de la montaa. El ms humildemendigo poda saludar a la aurora sagrada y recibir la bendicin de los dioses; el

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    gobernante de toda esa tierra, no.Pero tena sus consuelos, siquiera por un tiempo. All, custodiados por fosos y

    murallas, estaban los estanques y las fuentes y el Jardn de las Delicias, en loscuales haba derrochado el tesoro de su reino. Y cuando se cansaba de ellos tenalas damas de la roca (las de carne y hueso, a quienes llamaba cada vez con menorfrecuencia) y los doscientos inmortales inmviles con quienes sola compartir sus

    pensamientos, pues no haba otros en los que pudiera confiar.Un trueno retumb a lo largo del horizonte occidental. Kalidasa volvi la espalda ala muda amenaza de la montaa para mirar hacia la distante esperanza de lluvia.Ese ao el monzn vena con retraso; los lagos artificiales que alimentaban elcomplejo sistema de irrigacin de la isla estaban casi vacos. A esa altura del ao,normalmente, se vea el centelleo del agua en el ms grande de todos ellos, al quesus sbditos, como l bien saba, llamaban an con el nombre de su padre:Paravana Samudra, el mar de Paravana. Haca slo treinta aos que estabaterminado, tras muchas generaciones de esfuerzo. En das ms felices, el jovenprncipe Kalidasa haba estado all junto a su padre, orgulloso, mientras se abran lasgrandes compuertas para que las aguas vivificantes fluyeran sobre la tierra sedienta.

    En el reino entero no haba una vista ms encantadora que el espejo, suavementerizado, de aquel inmenso lago creado por el hombre, cuando en l se reflejaban lascpulas y las espiras de Ranapura, Ciudad de Oro: la antigua capital que l habaabandonado en busca de sus sueos.

    Una vez ms retumbaron los truenos, pero Kalidasa comprendi que se tratabade una promesa vana. Aun all, en lo ms alto de la Roca del Demonio, la atmsferapenda inmvil y sin vida; no se perciba ninguna de esas sbitas rfagas queanunciaban la llegada del monzn. Antes de que al fin llegaran las lluvias, el hambrese agregara a sus problemas.

    Su Majestad dijo el cortesano Adigar, los enviados estn a punto demarcharse y desean presentar sus respetos.

    Ah, s, aquellos dos plidos embajadores del Occidente ultramarino! Lamentaraque se fueran, pues, en su abominable taprobani, le haban trado nuevas de muchasmaravillas, aunque dispuestos a admitir que ninguna poda igualar a ese palacio-fortaleza edificado en el cielo.

    Kalidasa volvi la espalda a la montaa coronada de nieve y al paisaje reseco,reverberante, para iniciar el descenso por los escalones de granito hacia la cmarade audiencias. Detrs de l el chambeln y sus ayudantes portaban presentes degemas y marfil para aquellos hombres altos y orgullosos, que esperaban paradespedirse. Pronto llevaran los tesoros de Taprobane por el mar, hasta una ciudadsiglos ms joven que Ranapura; y tal vez, por un tiempo, distraeran los sombrospensamientos del emperador Adrin.

    El Mahanayake Thero, con su tnica semejante a una llamarada naranjacontrastante con el blanco revoque del templo, caminaba lentamente hacia elparapeto septentrional. Muy por debajo se extenda el cuadriculado de arrozales,entre horizonte y horizonte; las lneas oscuras de los canales para irrigacin, elresplandor azul del Paravana Samudra y, ms all de ese mar Mediterrneo, lascpulas sagradas de Ranapura, que flotaban como burbujas fantasmales, deimposible enormidad cuando se calculaba la verdadera distancia. Llevaba treintaaos contemplando ese panorama siempre cambiante, pero saba que jamscaptara todos los detalles de su fugaz complejidad. Colores y lmites se alteraban encada estacin; ms an, con cada nube que pasaba. En el da en que l tambin

    pasara a mejor vida, pensaba Bodhidharma, aun entonces notara algo nuevo.Slo una cosa desentonaba en el exquisito diseo de ese paisaje. Por diminutaque se viera desde esa altura, la mole gris de la Roca del Demonio pareca un intrusode otros mundos. En realidad, la leyenda sostena que Yakkagala era un fragmento

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    del Himalaya que el dios-mono Hanuman haba dejado caer, en su prisa por llevarmontaa y medicinas a sus camaradas heridos, al acabar las batallas del"Ramayana".

    Desde esa distancia era imposible, por supuesto, distinguir con detalle la locurade Kalidasa, con excepcin de una difusa lnea que indicaba las murallas exterioresdel Jardn de las Delicias. Sin embargo, una vez que se experimentaba el impacto de

    esa Roca del Demonio, ya no se la poda olvidar. El Mahanayake Thero poda vercon la imaginacin, tan claramente como si estuviera all, las inmensas garras dellen que sobresalan en la misma faz del acantilado, mientras en lo alto se cernanlas fortificaciones por las cuales (era fcil creerlo), an caminaba el Rey Maldito

    Un trueno reson all arriba, elevndose rpidamente en un crescendo de talpotencia que pareci sacudir a la misma montaa. En una conmocin sostenida yconstante, cruz corriendo el cielo apagndose hacia el este. Por unos largossegundos retumbaron los ecos en el horizonte. Nadie hubiera podido confundiraquello con un anuncio de las lluvias venideras; estaban fijadas para dentro de tressemanas, y Control de Monzones nunca se equivocaba en ms de veinticuatro horas.Cuando las reverberaciones se apagaron, el Mahanayake se volvi hacia su

    compaero.Vaya con los corredores obligatorios para el reingreso! dijo, con un fastidioligeramente superior al que deba permitirse un exponente del Dharma. Tenemosla medicin?

    El monje ms joven pronunci algunas palabras ante su micrfono de pulsera yaguard una respuesta.

    S anunci, lleg a ciento veinte. Cinco decibelios ms que la ltimamxima.

    Enva la protesta de costumbre a los controles de Kennedy o de Gagarin, segncorresponda. Pensndolo mejor, qujate a los dos. Aunque no servir de nada, porsupuesto.

    En tanto segua con la vista el trazo humeante que se iba disolviendo poco a pocoen el cielo, el Bodhidharma Mahanayake Thero, octogsimo quinto de ese nombre,tuvo una sbita ocurrencia, nada propia de un monje. Kalidasa hubiera sabido cmotratar a los operadores de lneas espaciales que slo pensaban en los dlares porkilo puesto en rbita; algo que incluyera, probablemente, el empalamiento, elefantescon calzado metlico o el aceite hirviendo.

    Pero la vida, claro est, haba sido mucho ms simple dos mil aos atrs.

    2EL INGENIERO

    Sus amigos, cuyo nmero disminua de ao en ao, lo llamaban Johan. El mundo,

    cuando se acordaba de l, le deca Raja. Su nombre completo abarcaba quinientosaos de historia: Johan Oliver de Alwis Sri Rajasinghe.

    En cierta poca, los turistas que visitaban la Roca lo haban buscado con cmarasy tomavistas, pero en la actualidad exista toda una generacin que ignoraba porcompleto los das en los que l haba sido el rostro ms conocido del sistema solar.No lamentaba su pasada gloria, pues le haba proporcionado la gratitud de toda lahumanidad. Pero tambin haba trado consigo vanas lamentaciones por los erroresque haba cometido, y pena por las vidas despilfarradas, puesto que un poco ms deprevisin o de paciencia pudo haberlas salvado. Naturalmente, ahora resultaba fcil,con la perspectiva de la historia, comprender lo que se debi hacer para evitar laCrisis de Auckland o para reunir las reacias firmas del Tratado de Samarkanda. Era

    una tontera echarse en cara los inevitables errores del pasado, pero habaoportunidades en las que la conciencia le dola ms que las difusas punzadas deaquella vieja bala patagnica.

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    Nadie crey que su retiro pudiera durar tanto tiempo.Regresar antes de que pasen seis meses le haba dicho el presidente

    mundial Chu. El poder crea hbito.En m no haba sido su respuesta, bastante sincera.Pues el poder le haba llegado sin buscarlo. Y siempre fue muy especial, algo

    limitado: un podero de consejero, no de ejecutivo. Era slo Auxiliar Especial

    (embajador no oficial) de Asuntos Polticos, responsable directo ante el presidente yel consejo; su personal nunca excedi el nmero de diez once, contando aAristteles (su terminal an tena acceso a los bancos procesadores y de memoria deAri y se comunicaban varias veces al ao). Pero en los ltimos tiempos, el consejoaceptaba invariablemente sus sugerencias y el mundo le otorg gran parte del crditoque debieron recibir los annimos y desconocidos burcratas de la Divisin Paz.

    As, fue el embajador volante Rajasinghe quien obtuvo toda la publicidad,mientras iba de rebelin en rebelin, masajeando un ego aqu, desactivando unacrisis all y manipulando la verdad con consumada destreza. Sin llegar jams amentir, por supuesto; eso habra sido fatal. Sin la infalible memoria de Ari, nuncahubiera podido conservar el dominio de las intrincadas hebras que a veces deba

    devanar para que la humanidad pudiera vivir en paz. Cuando empezaba a disfrutardel juego por el juego mismo, ya era hora de renunciar.Eso haba ocurrido veinte aos antes, sin que jams lamentara su decisin.

    Quienes predijeron que el aburrimiento tendra xito all donde haba fracasado latentacin del poder, no conocan a este hombre ni comprendan sus orgenes. Habavuelto a los campos y bosques de su juventud, y viva a slo un kilmetro de laenorme roca sombra que dominara su infancia. Su casa, en realidad, estaba mscerca del ancho foso que rodeaba el Jardn de las Delicias, y las fuentes diseadaspor el arquitecto de Kalidasa chapoteaban ahora en el mismo patio de Johan, tras unsilencio de dos mil aos. El agua an flua por los conductos de piedra originales;nada haba cambiado, aunque ahora eran bombas elctricas las que llenaban las

    cisternas, all arriba en la roca, y no tandas de sudorosos esclavos.Asegurar para su retiro ese trozo de tierra, anegado de historia, haba dado a

    Johan ms satisfaccin que ningn otro acto en toda su carrera; con eso satisfacaun sueo que nunca crey ver hecho realidad. La tarea requiri de toda su habilidaddiplomtica, aparte de alguna delicada extorsin en el Departamento de Arqueologa.Ms tarde surgieron interrogantes en la Asamblea de Estado; por suerte, laspreguntas no recibieron respuesta.

    La longitud del foso lo aislaba de todos, salvo de los turistas y los estudiantes msdecididos; lo ocultaba un espeso muro de rboles, que deslumbraban con sus floresdurante todo el ao. Los rboles albergaban tambin varias familias de monos queconstituan un espectculo divertido, aunque a veces invadan la casa y huan concualquier objeto porttil que atrajera su atencin. Entonces se produca una pequeaguerra entre especies, con buscapis y gritos de alarma recogidos en grabaciones,que perturbaban a los humanos tanto o ms que a los simios. De cualquier modo,stos volvan muy pronto, pues haban aprendido tiempo atrs que nadie era capazde hacerles dao.

    Mientras uno de los ms desaforados crepsculos de Taprobane transfiguraba elcielo del oeste, un pequeo triciclo elctrico surgi de entre los rboles y avanzhasta las columnas del prtico estilo Chola autntico, del ltimo perodo Ranapura, y,por tanto, completamente anacrnico all. Pero slo el profesor Sarath lo habaadvertido, cosa muy habitual en l.

    En su larga y amarga experiencia, Rajasinghe haba aprendido a no confiar nuncaen sus primeras impresiones, pero tambin a no pasarlas por alto. Esperaba en parteque Vannevar Morgan fuera un hombre a la medida de sus xitos: grande eimponente. El ingeniero, en cambio, estaba bien por debajo de la estatura promedio;

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    a primera vista poda parecer hasta frgil. Sin embargo, ese cuerpo delgado era todofibra; el pelo, negro como la tinta, enmarcaba un rostro que no representaba, ni conmucho, sus cincuenta y un aos. El archivo videogrfico Biogr de Ari no le haca

    justicia; hubiera podido ser un poeta romntico, un concertista de piano o, tal vez, ungran actor, de los que hechizan a las multitudes con su talento. Rajasinghe sabareconocer el poder cuando lo vea, porque el poder haba sido su oficio; y era poder

    lo que tena ante s. Cuidado con los hombres pequeos, se deca con frecuencia,porque son los que mueven y agitan al mundo.Y con esos pensamientos surgi la primera chispa de aprensin. Casi todas las

    semanas llegaban viejos amigos y antiguos enemigos hasta ese lugar remoto, paraintercambiar noticias y reminiscencias del pasado. Reciba con agrado tales visitas,pues daban a su vida un esquema continuo. Pero siempre saba, con bastanteproximidad, cul era el propsito de la entrevista y qu temas se tocaran. En cambio,hasta donde Rajasinghe poda asegurar, l y Morgan no tenan intereses comunes,salvo los que cualquier hombre comparta con los dems en esa poca. No seconocan ni haban hablado nunca; en realidad, hasta el nombre de Morgan le fuedifcil de identificar. Y lo ms desconcertante era que el ingeniero deseara mantener

    en secreto este encuentro.Rajasinghe haba cumplido con tal peticin, pero con cierta sensacin deresentimiento. Ya no haba necesidad de secretos en su pacfica existencia; lo ltimoque deseaba era que algn misterio importante viniera a afectar su ordenada vida.Acab para siempre con Seguridad cuando retir, haca diez aos o quiz ms, a loshombres que componan su guardia personal. Sin embargo, lo que ms lepreocupaba no era ese pequeo misterio, sino su propio y total desconcierto. El jefede ingenieros del Grupo Tierra, del Cuerpo de Construcciones Terrqueas, no iba aviajar miles de kilmetros tan slo para pedirle un autgrafo o para pronunciar lasfrases hechas de todos los turistas. Seguramente lo traan razones muy especficasy, por mucho que Rajasinghe se esforzara, no lograba imaginarlas.

    Aun en su poca de funcionario pblico, Rajasinghe no haba tenido ningunaoportunidad de tratar con la CCT; sus tres divisiones. Tierra, Mar, Espacio,constituan, por enormes que fueran, la menor fuente de noticias entre lasorganizaciones especializadas de la Federacin Mundial. Slo cuando se producaalguna resonante falla tcnica o un conflicto abierto con uno u otro grupo histrico oambiental, slo entonces emerga la CCT de entre las sombras. La ltimaconfrontacin de este tipo se produjo con el Oleoducto Antrtico, aquel milagro de laingeniera del siglo XXI, construido para bombear el carbn fluidizado de los vastosdepsitos polares a las plantas de energa y fbricas de todo el mundo. En unarranque de euforia ecolgica, la CCT haba propuesto demoler la ltima seccinsuperviviente de la tubera para devolver la tierra a los pinginos. En seguidasurgieron gritos de protesta entre los arquelogos industriales, horrorizados ante talvandalismo, y entre los naturalistas, quienes sealaron que los pinginos adorabanaquella tubera abandonada. All encontraban alojamiento de una calidad de la quenunca hasta entonces haban disfrutado, y eso contribua a una explosindemogrfica ante la cual las ballenas asesinas apenas daban abasto. La CCT serindi por fin sin presentar batalla.

    Rajasinghe no saba si Morgan haba tenido algo que ver con aquella derrotamnima. Poco importaba, pues su nombre se asociaba con el triunfo ms grande dela CCT.

    Lo llamaban y con justicia, el Puente Supremo. Rajasinghe haba visto, como

    medio mundo, elevarse suavemente hasta el cielo la ltima seccin, que ya era por smisma una de las maravillas de la poca, mediante el Graf Zeppelin. Todas laslujosas instalaciones de la aeronave haban sido retiradas para economizar peso; sehaba vaciado la famosa piscina y los reactores bombeaban con bolsas de gas el

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    exceso de calor, para proporcionar el impulso suplementario. Por vez primera selevantaba un peso muerto superior a las mil toneladas, tres kilmetros orientados enlnea recta hacia el firmamento. Y todo ello (para desencanto de muchos), sin lamenor dificultad.

    Ningn barco volvera a pasar junto a las Columnas de Hrcules sin saludar alpuente ms formidable entre los construidos por el hombre hasta el momento, y tal

    vez tambin en el futuro. En la conjuncin del Mediterrneo con el Atlntico seelevaban las dos torres gemelas, las estructuras ms altas del mundo; una frente a laotra, con quince quilmetros de vaco entre ambas exceptuando el increble ydelicado arco del Puente de Gibraltar.

    Sera un privilegio conocer al hombre que lo haba concebido, aunque llegara conuna hora de retraso.

    Le ofrezco mis disculpas, embajador dijo Morgan, al bajar del triciclo.Espero que la demora no le haya causado inconvenientes.

    En absoluto; puedo disponer libremente de mi tiempo. Supongo que ya hacomido, verdad?

    S, cuando cancelaron la conexin con Roma. Entonces me sirvieron un

    almuerzo excelente.Mejor, probablemente, del que le hubieran servido en el hotel Yakkagala. Le hereservado un cuarto all para que pase la noche; est a slo un kilmetro de aqu, ytemo que deberemos aplazar nuestra conversacin hasta la hora del desayuno.

    Morgan pareci desilusionado, pero mostr su aquiescencia con un encogimientode hombros.

    Bueno, tengo trabajo de sobra para entretenerme. Supongo que el hotel tendrlas instalaciones completas para ejecutivos o al menos una de las usualesterminales.

    Rajasinghe se ech a rer.No le garantizo nada ms sofisticado que un telfono. Pero tengo una idea

    mejor. Dentro de media hora llevar a algunos amigos a la Roca. Dan un interesanteespectculo audiovisual sumamente recomendable; si quiere venir con nosotrosestar encantado.

    Not que Morgan, vacilante, buscaba una excusa corts.Muy amable de su parte, pero tengo que comunicarme con mi oficina, de veras.Puede utilizar mi terminal. Puedo asegurarle que el espectculo le parecer

    fascinante, y dura slo una hora. Ah, me olvidaba, usted no quiere que nadie sepa desu presencia aqu. Bueno, lo presentar como el doctor Smith, de la Universidad deTasmania. Estoy seguro de que mis amigos no lo reconocern.

    Rajasinghe no tena la menor intencin de ofender a su visitante, pero el brevedestello de irritacin de Morgan fue inconfundible. Los instintos del viejo diplomticose pusieron en marcha automticamente y archivaron la reaccin como referenciafutura.

    De eso estoy seguro dijo el ingeniero, y Rajasinghe not en su voz el tonoinconfundible de la amargura. Est bien, ser el doctor Smith. Y ahora, si mepermite utilizar su terminal

    Interesante, pens Rajasinghe. Mientras, condujo a su husped hasta la casa;probablemente no tena importancia. Hiptesis provisional: Morgan era un hombrefrustrado, tal vez hasta desilusionado. Era difcil comprender por qu, puesto que eraconsiderado uno de los lderes en su profesin. Qu ms poda desear?

    Caba una sola respuesta. Rajasinghe conoca bien los sntomas, siquiera porque

    en su caso la enfermedad se haba extinguido mucho tiempo atrs. "La fama es elacicate", recit, en el silencio de sus pensamientos. Cmo segua? "ltima debilidaden las mentes nobles Despreciar el placer por das laboriosos".

    S, eso poda explicar el descontento que sus antenas, an sensibles, haban

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    detectado. Y record de pronto que aquel inmenso arco iris entre Europa y fricareciba, invariablemente, el ttulo de El Puente; a veces, el Puente de Gibraltar peronunca el Puente de Morgan.

    Bueno, pens Rajasinghe para s, si es fama lo que busca, doctor Morgan, no lahallar aqu. Entonces, por mil yakkas, por qu ha venido a nuestra pequea ytranquila Taprobane?

    3LAS FUENTES

    Durante muchos das, elefantes y esclavos haban bregado bajo el sol atroz,transportando la interminable cadena de cntaros por la faz del acantilado.

    Est listo? preguntaba el rey, una y otra vez.No, majestad responda el artesano principal, el tanque no est lleno

    todava. Pero tal vez maanaY al fin haba llegado el maana; ahora la corte en pleno estaba reunida en el

    Jardn de las Delicias, bajo los toldos de telas coloreadas. Grandes abanicosrefrescaban al rey, agitados por suplicantes sbditos que haban sobornado al

    chambeln para obtener ese arriesgado privilegio. Era un honor que podaconducirlos a las grandes riquezas o a la muerte.Todas las miradas estaban fijas en la superficie de la Roca y en las diminutas

    siluetas que se movan en su cumbre. Flame una bandera; mucho ms abajo sonbrevemente un cuerno. En la base del acantilado, unos obreros manipulabanfrenticamente las poleas y las palancas. Sin embargo, pas mucho tiempo sin quenada ocurriera.

    En el rostro del rey empez a extenderse un gesto de malhumor; la corte enteraech a temblar. Aun los abanicos perdieron impulso por algunos segundos, slo paracobrar nueva velocidad al recordar sus operarios los azares de su tarea. En eso, ungrito enorme se oy entre los trabajadores, al pie de Yakkagala; un grito de triunfo y

    regocijo, que fue aproximndose a ritmo creciente, segn corra por los senderosbordeados de flores. Y con l llegaba otro sonido, no tan potente, pero que daba laimpresin de fuerzas irresistibles, contenidas, lanzadas hacia el objetivo.

    Una tras otra, surgiendo de la Tierra como por arte de magia, las esbeltascolumnas de agua saltaron hacia el cielo sin nubes. Al llegar a una altura cuatroveces mayor que la estructura del hombre rompieron en flores de roco. La luz delSol, al atravesarlas, creaba una neblina teida de arco iris, que aumentaba lo extraoy lo bello de la escena. Nunca ojos humanos en la historia de Taprobane haban vistotal maravilla.

    El rey sonri y los cortesanos se animaron a respirar otra vez. En esta ocasin,las tuberas enterradas no haban estallado bajo el peso del agua; a diferencia de sus

    infortunados predecesores, los albailes que las haban construido tendran tantasposibilidades de alcanzar la vejez como cualquiera de quienes trabajaban paraKalidasa.

    Casi tan imperceptiblemente como el sol del oeste, los chorros iban perdiendoaltura. Lleg un momento en que no alcanzaron sino la estatura humana: losdepsitos, tan penosamente llenados, estaban ya casi vacos. Pero el rey semostraba muy satisfecho; alz la mano y el nivel de agua de las fuentes descendi,para volver a elevarse como en una ltima reverencia ante el trono; al finsucumbieron en silencio. Por un rato hubo ondulaciones que iban y venan por lasuperficie de los charcos espejados; al momento volvieron a quedar inmviles comoespejos, enmarcando la imagen de la Roca eterna.

    Los obreros han trabajado bien dijo Kalidasa. Que se les deje en libertad.Hasta qu punto haban trabajado bien era algo que nadie comprendera, por

    supuesto, pues nadie poda compartir las solitarias visiones de un rey artista.

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    Kalidasa, al inspeccionar los jardines exquisitos que rodeaban Yakkagala, sinti lamayor satisfaccin que jams conociera.

    All, al pie de la Roca, haba concebido y creado el Paraso. Tan slo le restabaconstruir el Cielo, all en la Cumbre.

    4LA ROCA DEL DEMONIO

    Aquel astuto espectculo de luces y sonidos an tena el poder de conmover aRajasinghe, a pesar de haberlo visto diez veces y conocer de memoria cada arguciadel programa. Era, naturalmente, obligatorio para todos los visitantes de la Roca,aunque los crticos, como el profesor Sarath, se quejaban de que fuera historiapredigerida para turistas. De cualquier modo, era mejor la historia predigerida que lafalta de historia; eso tendra que servir mientras Sarath y sus colegas no dejaran devociferar sus desacuerdos sobre la verdadera secuencia de los acontecimientosocurridos all, dos milenios antes.

    El pequeo anfiteatro daba al muro oeste de Yakkagala, con las doscientasbutacas orientadas de tal modo que cada espectador pudiera ver las proyecciones de

    lser desde el ngulo correcto. La funcin comenzaba siempre a la misma hora,durante todo el ao: las diecinueve, cuando el ltimo resplandor del invariablecrepsculo ecuatorial se borraba en el cielo.

    Ya estaba tan oscuro, que la Roca misma era invisible; su presencia slo serevelaba como una enorme sombra negra que eclipsaba las tempranas estrellas. Depronto brot de la oscuridad el lento batir de un tambor apagado; despus, una vozserena y objetiva:

    sta es la historia de un rey que asesin a su padre y fue muerto por suhermano. En la sangrienta historia de la humanidad, eso no es nada nuevo. Peroeste rey dej un monumento imponente y una leyenda que ha perdurado por siglos

    Rajasinghe ech una mirada furtiva a Vannevar Morgan, que ocupaba un asiento

    a su derecha, entre las sombras. Aunque poda distinguir tan slo el perfil de susfacciones, not que el ingeniero estaba atrapado ya por el hechizo del relato. A suizquierda, los otros dos invitados, antiguos amigos de su etapa diplomtica,permanecan en idntico trance. Tal como l asegurara a Morgan, no habanreconocido al doctor Smith. En caso contrario, aceptaban la mentira cortsmente.

    Se llamaba Kalidasa; naci cien aos despus de Cristo, en Ranapura, laCiudad de Oro, durante siglos la capital de los reyes taprobanos. Pero una sombraempa su nacimiento

    La msica cobr mayor volumen al unirse flautas y cuerdas al palpitante tambor,para esbozar una hechicera y regia meloda en el aire nocturno. Un punto de luz seencendi en la faz de la Roca; luego se expandi abruptamente, y sucedi de pronto,

    como si una mgica ventana se hubiera abierto hacia el pasado, para revelar unmundo ms vivido y colorido que la vida misma.

    La dramatizacin era excelente, se dijo Morgan, contento por primera vez al haberpermitido que la cortesa se impusiera a su afn de trabajo. Vio la alegra del reyParavana cuando su concubina favorita le present a su primer hijo varn ycomprendi cmo esa alegra disminua cuando la reina en persona, slo veinticuatrohoras despus, daba a luz a un ms firme heredero al trono. Aunque primero por suedad, Kalidasa no sera el primero en la sucesin; as el escenario quedaba listo parala tragedia.

    Sin embargo, en los primeros aos de su infancia, Kalidasa y su mediohermano Malgara fueron los mejores amigos. Crecan juntos, sin mucha conciencia

    de sus destinos rivales ni de las intrigas que medraban a su alrededor. El primermotivo de ria nada tuvo que ver con los accidentes del nacimiento; fue slo unregalo, inocente y bien intencionado. A la corte del rey Paravana llegaban

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    embajadores que traan tributos de muchos pases: seda de Catay, oro de Indostn,pulidas armaduras de la Roma Imperial. Y un da, un simple cazador de los bosquesse aventur por la gran ciudad, portando un regalo con el que esperaba complacer ala familia real

    Morgan oy a su alrededor un coro de involuntarios oohh y aah, entre susinvisibles compaeros. Nunca le haban gustado mucho los animales, pero deba

    admitir que ese diminuto mono color de nieve, tan confiado en brazos del jovenprncipe Kalidasa, era realmente encantador. En aquella carita arrugada, dos ojosenormes miraban fijamente a travs de los siglos y a travs del abismo misterioso,aunque no del todo infranqueable, que separa al hombre de la bestia.

    Segn las crnicas, nunca se haba visto nada semejante; su pelaje era blancocomo la leche; sus ojos, rosados como los rubes. Algunos lo creyeron buenpresagio; otros lo consideraron de mal agero, pues el blanco es el color del luto y dela muerte. Y sus temores, ay, tenan buenos fundamentos.

    El prncipe Kalidasa amaba a su pequea mascota; la llam Hanuman, como elvaliente dios-mono del Ramayana. El joyero del rey fabric un pequeo carro dorado,en el cual Hanuman paseaba solemnemente por la corte, para diversin y deleite de

    cuantos lo observaban. Hanuman, a su vez, amaba a Kalidasa y no permita queninguna otra persona lo tocara. tena especial animadversin por el prncipe Malgara,casi como si presintiera la futura rivalidad. Y un da infortunado mordi al herederodel trono.

    La mordedura fue insignificante; sus consecuencias, inmensurables. Pocos dasdespus, Hanuman fue envenenado; rdenes de la reina, sin duda. Aquello fue el finde la niez para Kalidasa; dicen que desde entonces no volvi a sentir amor niconfianza por otro ser humano. Y su amistad para con Malgara se torn en amargaenemistad.

    Tampoco fue se el nico problema causado por la muerte del pequeo mono.Por orden del rey le construyeron una tumba especial, con la tradicional forma de

    campana que se daba a los templos o dagobas. Aqulla fue una orden excepcional,pues despert la instantnea hostilidad de los monjes. Las dagobas estabanreservadas para las reliquias de Buda, y aquello pareca un sacrilegio intencionado.

    En realidad, bien pudo ser sa la intencin del rey, pues Paravana haba cadobajo el imperio de un swami hind y se estaba volviendo contra la fe budista. Aunqueel prncipe Kalidasa era demasiado joven como para verse envuelto en ese conflicto,gran parte del odio despertado entre los monjes se volvi contra l. As se inici unodio que acabara desgarrando el pas en los aos venideros.

    Como en el caso de tantas leyendas registradas por las antiguas crnicas deTaprobane, pasaron casi dos mil aos sin pruebas de que la historia de Hanuman yel joven prncipe Kalidasa fuera algo ms que una encantadora leyenda. Al fin, en2015, un equipo de arquelogos de Harvard descubri los cimientos de un pequeotemplo, edificado en los terrenos del antiguo palacio Ranapura. El templo parecahaber sido destruido deliberadamente, pues todos los ladrillos de la estructura habandesaparecido.

    La acostumbrada cmara de reliquias, instalada en los cimientos, estaba vaca,obviamente asaltada varios siglos antes. Pero los estudiantes contaban conherramientas que ningn buscador de tesoros so en tiempos pasados: lainvestigacin con neutrino descubri una segunda cmara de reliquias, a muchamayor profundidad. La superior era slo una cobertura y haba cumplido con sufinalidad: la cmara interior an conservaba el tesoro de amor y odio que haba sido

    transportado por la corriente de los siglos hasta el lugar definitivo de reposo: elmuseo de Ranapura.Morgan siempre se haba considerado, y con motivos suficientes, bastante duro

    de corazn y poco sentimental, nada propenso a los arrebatos de la emocin. Sin

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    embargo, y para su total confusin era de esperar que sus compaeros no lonotaran sinti los ojos colmados de lgrimas repentinas. Era ridculo que un pocode msica almibarada y un relato sensiblero pudieran afectar as a un hombresensato! Nunca hubiera credo que el slo hecho de ver el juguete de un nio pudierahacerlo sollozar.

    En un sbito relampagueo de recuerdos que le devolvieron un momento

    perdido en cuarenta aos de pasado, comprendi por qu estaba tan conmovido.Volva a ver su querido barrilete, coleando y descendiendo sobre el parque deSydney, donde l haba pasado gran parte de su infancia. Poda sentir el calor delsol, el viento suave sobre su espalda desnuda; el mismo viento traicionero que cesbruscamente, haciendo que el barrilete cayera hacia tierra. Qued enredado en lasramas del roble gigantesco, al que se supona ms antiguo que el mismo pas; l,tontamente, tir del hilo, tratando de liberarlo. Fue su primera leccin sobre laresistencia de los materiales, y ya nunca la olvid.

    El hilo se rompi all donde estaba enredado y el barrilete sali dando tumbos,alejndose por el cielo estival; iba perdiendo altura poco a poco. El muchachito corrihasta el borde del agua, con la esperanza de que cayera en tierra; pero el viento no

    escuch sus plegarias.Pas largo tiempo sollozando ante los fragmentos deshechos. stos se alejaban ala deriva por el gran puerto, como un velero sin mstil, hasta perderse de vista rumboal mar abierto. Aqulla fue la primera de esas tragedias triviales que moldean la niezde un hombre, las recuerde o no.

    Sin embargo, lo que Morgan haba perdido entonces era slo un jugueteinanimado; sus lgrimas fueron ms de frustracin que de pena. El prncipe Kalidasatena causas mucho ms profundas para la angustia. Dentro del pequeo carrodorado, que an pareca recin salido de manos del joyero, haba un manojo dediminutos huesos blancos.

    Morgan se perdi una parte del relato siguiente; cuando los ojos se le aclararon

    haban pasado diez o doce aos y se desarrollaba una compleja lucha familiar:alguien estaba asesinando a alguien, aunque el ingeniero no pudo comprender dequines se trataba. Cuando ces el chocar de los ejrcitos y cay la ltima daga, elprncipe heredero Malgara y la reina madre tuvieron que huir de la India; Kalidasa sehaba apoderado del trono, y haba encarcelado a su padre en el proceso.

    Si el usurpador no lleg a ejecutar a Paravana, no fue debido a la devocin filial,sino a su creencia de que el viejo rey an posea ciertos tesoros secretos, queguardaba para Malgara. Mientras Kalidasa estuviera convencido de eso, Paravana sesaba a salvo; pero al fin se cans del engao.

    Te mostrar mi verdadera riqueza dijo a su hijo. Dame un carruaje y tellevar hasta donde est.

    Pero en su ltimo viaje, a diferencia del pequeo Hanuman, Paravana tuvo queutilizar un decrpito carro de bueyes. Dicen las crnicas que una de las ruedas,medio rota, cruji durante todo el trayecto; ese tipo de detalles suele ser verdad, puesningn historiador se tomara el trabajo de inventarlos.

    Para sorpresa de Kalidasa, el padre orden que el carro lo llevara hasta el granlago artificial que irrigaba la zona central de su reino, cuya construccin se haballevado a cabo durante la mayor parte de su reinado. Camin por la orilla del enormeembalse y contempl su propia estatua, dos veces mayor que l mismo, que lorepresentaba mirando sobre las aguas.

    Adis, viejo amigo dijo, y se dirigi a la imponente silueta de piedra, smbolo

    de su perdido poder y gloria, que sostena para siempre en sus manos el mapa deese mar interior. Protege mi heredad.Seguidamente, observado de cerca por Kalidasa y sus guardias, descendi por

    los peldaos sin detenerse siquiera al llegar al lago. Cuando el agua le lleg a la

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    cintura, recogi un poco entre las manos y la arroj por encima de la cabeza.Despus se volvi hacia Kalidasa con orgullo triunfal.

    Aqu, hijo mo grit, indicando con un ademn las leguas de agua pura yvivificante. Aqu, aqu est toda mi riqueza!

    Matadlo! grit Kalidasa, loco de rabia y desilusin.Y los soldados obedecieron.

    As Kalidasa se convirti en el amo de Taprobane, pero a un precio que pocoshombres estaran dispuestos a pagar. Pues, tal como anotan las crnicas, vivatemiendo al otro mundo y a su hermano. Tarde o temprano, Malgara volvera enbusca del trono que le corresponda por derecho.

    Durante algunos aos, Kalidasa tuvo su corte en Ranapura, como los muchosreyes que le haban precedido. Despus, por razones sobre las cuales la historiaguarda silencio, abandon la capital del reino, cambindola por el aislado monolito deYakkagala, a cuarenta kilmetros de all, en medio de la selva.

    Algunos pensaron que buscaba una fortaleza inexpugnable, donde estuviera asalvo de la venganza de su hermano. Sin embargo, en el ltimo momento desdesu proteccin; y si era tan slo una ciudadela, por qu rode a Yakkagala de

    inmensos jardines de placer, cuya construccin debi requerir tanto trabajo como losmismos muros y el foso? Sobre todo, para qu los frescos?Cuando el narrador plante esta pregunta, toda la cara occidental de la roca se

    materializ en medio de la oscuridad, no como era en la actualidad sino como debide haber sido dos milenios antes. Una franja, que empezaba a cien metros del sueloy cruzaba todo el ancho de la roca, haba sido alisada y cubierta con yeso. Sobre lse vean los retratos de varias hermosas mujeres, formando grupos, de tamaonatural y slo de cintura para arriba. Algunas, de perfil; otras, de frente, todasobedientes al mismo esquema bsico.

    Piel ocre, busto voluptuoso, vestidas slo con joyas o con las prendas mstransparentes. Algunas llevaban peinados muy altos y complicados; otras, al parecer,

    coronas. Muchas portaban cuencos de flores o mostraban un solo capullo, sujetodelicadamente entre los dedos. Aunque la mitad de ellas eran de piel ms oscura quesus compaeras y parecan doncellas de servicio, sus joyas y sus peinados no eranmenos complicados.

    En otros tiempos hubo ms de doscientas figuras. Pero las lluvias y los vientosde muchos siglos las han destruido, dejando slo veinte, que estaban protegidas porun saliente de la roca

    La imagen se agrand hasta un primer plano; una a una, las ltimassobrevivientes del sueo concebido por Kalidasa surgieron flotando de la oscuridad,a los compases trillados, pero singularmente adecuados, de la Danza de Anitra. Porborrosas que las hubiera dejado el clima, el deterioro y hasta los vndalos, no habanperdido nada de su belleza con el correr del tiempo. Los colores seguan frescos; nohaba podido desteirlos la luz de los quinientos mil soles del oeste. Diosas omujeres, mantenan viva la leyenda de la Roca.

    Nadie sabe quines fueron, qu representaban o por qu las crearon con tantotrabajo, en un lugar tan inaccesible. La teora favorita sostiene que eran serescelestiales, y que todos los esfuerzos de Kalidasa se encaminaban a crear unparaso en la tierra, con diosas que lo atendieran. Tal vez se crea un rey-dios, comolos faraones de Egipto; quiz por eso copi de ellos la imagen de la Esfinge, queguarda la entrada de su palacio.

    La escena cambi, convirtindose en una lejana vista de la Roca, reflejada en el

    pequeo lago extendido ante la base. El agua se estremeci, los contornos deYakkagala ondularon antes de disolverse. Cuando volvi a formarse, la roca estabacoronada por muros, fortificaciones y capiteles prendidos en lo alto de toda lasuperficie. Era imposible verlos con claridad, pues permanecan tentadoramente

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    fuera de foco, tal como las imgenes de un sueo. Nadie sabra jams cmo habasido el areo palacio de Kalidasa antes de que lo destruyeran quienes desearonextirpar hasta su nombre.

    Y all vivi, durante casi veinte aos, aguardando la fatalidad que sin duda lellegara. Sus espas debieron informarle que Malgara, con la ayuda de los reyes delIndostn meridional, reuna con paciencia sus ejrcitos.

    Y al fin lleg Malgara. Desde la cumbre de la Roca, Kalidasa vio a los invasoresque llegaban desde el norte. Quiz se crea inexpugnable, pero no se puso a prueba.Abandon la seguridad de la gran fortaleza y sali al encuentro de su hermano, enterreno neutral, entre los dos ejrcitos. Uno dara cualquier cosa por saber qupalabras intercambiaron en ese ltimo encuentro. Algunos dicen que se abrazaronantes de separarse; tal vez sea verdad.

    Al fin chocaron los ejrcitos, como las olas del mar. Kalidasa peleaba en su propioterritorio, con hombres que conocan el pas, y al principio pareca seguro de que lavictoria sera suya. Pero entonces ocurri otro de esos accidentes que determinan eldestino de las naciones.

    El gran elefante guerrero de Kalidasa, cubierto con los estandartes reales, se hizo

    a un lado para esquivar un sector de suelo pantanoso. Los defensores pensaron queel rey se bata en retirada y perdieron la moral; se desbandaron, segn dicen lascrnicas, como pelusa aventada por un abanico.

    Kalidasa fue encontrado en el campo de batalla; se haba dado muerte con supropia mano. Malgara fue rey. Y Yakkagala qued abandonada en la selva, para serdescubierta setecientos aos despus.

    5A TRAVS DEL TELESCOPIO

    Mi vicio secreto, lo llamaba Rajasinghe con irnica chispa, pero tambin conpena. Haca aos que no escalaba hasta la cumbre de Yakkagala, y aunque poda

    llegar por aire cuando lo deseara, la sensacin de conquista no era igual. Al llegarpor el medio ms fcil uno pasaba por alto los detalles arquitectnicos msfascinantes del ascenso; nadie poda comprender la mente de Kalidasa sin seguirsus pasos uno a uno, desde el Jardn de las Delicias hasta el palacio areo.

    Pero exista un sustituto por el cual un hombre envejecido poda hallarconsiderable satisfaccin: aos atrs haba adquirido un telescopio de veintecentmetros, compacto y potente; con l poda vagar por todo el muro oeste de laRoca, siguiendo el sendero por el cual haba llegado hasta la cumbre tantas veces,en tiempos pasados. Cuando espiaba por el binocular le era fcil imaginarse en elaire, tan cerca del granito que lo hubiera podido tocar con slo extender la mano.

    Al caer la tarde, cuando los rayos del sol poniente pasaban por debajo de la roca

    saliente que protega los frescos, Rajasinghe los visitaba para rendir tributo a lasseoras de la corte. Las amaba a todas, pero tena sus favoritas; a veces les hablabaen silencio, con las palabras y las frases ms arcaicas que conoca, muy conscientede que su taprobani ms antiguo estaba a mil aos en el futuro con respecto a ellas.

    Tambin le diverta contemplar a los vivos y estudiar sus reacciones mientrassuban por la roca, se tomaban mutuamente fotografas en la cumbre o admirabanlos frescos. Nadie tena idea de que los acompaaba un invisible y envidiosoespectador, que se mova sin esfuerzo junto a ellos como un fantasma silencioso, tanprximo como para ver cada expresin, cada detalle de la ropa. Pues el poder deltelescopio era tal que, si Rajasinghe hubiera podido leer los labios, habra conocidolas conversaciones de los turistas.

    Si aquello era espiar, se trataba de algo inocente; por otra parte, su vicio notena nada de secreto, pues le encantaba compartirlo con sus visitantes. El telescopioera una de las mejores introducciones a Yakkagala, y con frecuencia haba cumplido

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    otras funciones tiles. Rajasinghe adverta muchas veces a los guardias que alguienintentaba llevarse recuerdos, y ms de un turista atnito fue atrapado mientrastallaba sus iniciales en la faz de la Roca.

    Rajasinghe no sola utilizar el telescopio por la maana, pues a esas horas el solestaba al otro lado de Yakkagala y era poco lo que se poda ver sobre la cara ensombras. Y hasta donde le alcanzaba la memoria, nunca lo haba empleado tampoco

    despus del amanecer, cuando an estaba disfrutando la deliciosa costumbre localdel t en la cama, introducida haca tres siglos por los plantadores europeos. Ese da,empero, al mirar por la amplia ventana que le ofreca una vista casi completa deYakkagala, se sorprendi al ver que una diminuta silueta avanzaba por la cresta de laRoca, recortada en parte contra el cielo. Los visitantes nunca escalaban tantemprano; el guardia no abrira siquiera el ascensor hasta dentro de una hora.Perezosamente, Rajasinghe se pregunt quin sera el madrugador.

    Sali de la cama, se enfund en el colorido sarongy sali a la terraza, el torsodesnudo, para avanzar hasta la slida columna que sostena el telescopio. Porquincuagsima vez se dijo que el instrumento necesitaba una funda contra el polvo,en serio. Y volvi el tubo romo hacia la Roca.

    Bien podra haberlo imaginado!, se dijo con bastante placer, mientras buscaba lamxima potencia. Por lo visto, el espectculo de la noche anterior habaimpresionado a Morgan, como caba esperar. El ingeniero haba ido a ver con suspropios ojos, en el poco tiempo de que dispona, cmo haban hecho los arquitectosde Kalidasa para afrontar el desafo planteado ante ellos.

    Sbitamente, Rajasinghe not algo alarmante. Morgan caminaba a paso rpidopor el mismo borde de la mesetas, a pocos centmetros de la pendiente en pico, a laque pocos turistas se atrevan siquiera a aproximarse. Pocos tenan el valor desentarse en el Trono del Elefante, con los pies colgando en el abismo; pero ahora elingeniero se haba arrodillado junto a l, nada menos, y se sujetaba a la piedratallada con un brazo con toda tranquilidad para inclinarse hacia la nada, a

    inspeccionar la faz rocosa extendida hacia abajo. Rajasinghe, que nunca se habasentido muy feliz en las alturas, ni siquiera en las tan familiares de Yakkagala,apenas soportaba mirar aquel espectculo.

    Tras algunos minutos de incrdula observacin, decidi que Morgan deba seruna de esas escasas personas a quienes la altura no causa vrtigo. La memoria deRajasinghe, que segua siendo excelente, aunque se diverta jugndole malaspasadas, se esforzaba por traer algo a su conciencia. No haba existido una vezcierto francs que cruz las cataratas del Nigara sobre una cuerda tensa, y hasta sedetuvo en el medio para preparar la comida? l nunca hubiera podido creer esahistoria, de no existir pruebas documentales abrumadoras.

    Y en el caso presente haba otra cosa importante, algo que concerna a Morganen persona. Qu poda ser? Morgan, Morgan Rajasinghe no haba sabidoprcticamente nada de l hasta la semana anterior Eso era!

    Se trataba de una breve controversia que haba servido de diversin a los mediosperiodsticos por uno o dos das, y sa debi ser la primera vez que oy hablar deMorgan.

    El principal diseador del proyectado Puente de Gibraltar haba anunciado unainnovacin sorprendente. Como todos los vehculos lo cruzaran mediante controlautomtico, no haba ninguna razn para poner parapetos o barandas en los bordesde la ruta, y al eliminarlas se ahorraran varios miles de toneladas. Atodo el mundo lepareci una idea horrible, por supuesto; el pblico preguntaba a gritos qu pasara si

    fallaba el manejo automtico de algn vehculo y ste se diriga hacia el borde. Eldiseador tena respuestas para eso. Demasiadas respuestas, por desgracia.En el supuesto caso de que fallara el control mecnico, los frenos actuaran

    automticamente, como bien lo saba todo el mundo, y el vehculo se detendra en

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    menos de cien metros. Slo en los carriles ms prximos al borde exista algunaposibilidad de que el coche se precipitara al vaco, pero eso requera un fallo total dela gua, los sensores y los frenos, cosa que poda presentarse una vez cada veinteaos.

    Hasta all, todo estaba bien. Pero el jefe de ingenieros agreg una advertenciaaclaratoria. Tal vez no pensaba que la publicaran, o quiz bromeaba a medias. Pero

    dijo a continuacin que, si tal accidente se produca, cuanto antes se precipitara elautomvil en cuestin sin daar su hermoso puente, ms feliz sera l.No es necesario aclarar que, a fin de cuentas, el puente se construy provisto de

    un alambrado protector a lo largo de los carriles exteriores. Que Rajasinghe supiera,nadie se haba zambullido an en el Mediterrneo. Pero Morgan pareca un suicidadecidido a sacrificarse en aras de la gravedad, all en Yakkagala; de otro modo nocaba explicacin a sus acciones.

    Y ahora, qu estaba haciendo? Estaba de rodillas junto al Trono del Elefante,sosteniendo una pequea caja rectangular, cuya forma y tamao correspondan a losde un anticuado libro. Rajasinghe lo vea slo de cuando en cuando, y el modo enque el ingeniero lo empleaba pareca no tener sentido. Tal vez fuera algn tipo de

    artefacto analizador, aunque l no saba qu inters poda tener el ingeniero en lacomposicin de Yakkagala.Acaso pensaba construir algo all? No lo permitiran, por supuesto, y Rajasinghe

    no vea en semejante sitio ningn atractivo concebible; por suerte, en la actualidadescaseaban los reyes megalmanos. Y, por las reacciones de Morgan durante lanoche anterior, estaba seguro de que el ingeniero no haba odo hablar de Yakkagalaantes de llegar a Taprobane.

    En ese momento, Rajasinghe, que siempre se haba enorgullecido de suautodominio en las situaciones ms inesperadas y dramticas, solt un involuntariogrito de terror.

    Vannevar Morgan acababa de dar un tranquilo paso hacia atrs, en el acantilado,

    hacia el espacio vaco.

    6EL ARTISTA

    Triganme al persa dijo Kalidasa, en cuanto hubo recobrado el aliento.El ascenso desde los frescos hasta el Trono del Elefante no era difcil y resultaba

    perfectamente seguro, ahora que la escalera cavada en la roca desnuda haba sidoencerrada entre paredes. Pero cansaba; Kalidasa se pregunt por cuntos aos mssera capaz de cubrir el trayecto sin ayuda. Poda hacerse llevar por esclavos, peroeso no favoreca la dignidad de un rey. Y era intolerable que otros ojos contemplarana las cien diosas y sus cien doncellas, igualmente hermosas, que formaban el squito

    de su corte celeste.Por eso, de ahora en adelante habra siempre un guardia, noche y da, a la

    entrada de las escaleras, nico camino para bajar desde el palacio hasta el parasoprivado concebido por Kalidasa. Tras diez aos de esfuerzo, su sueo estaba yacompleto. Por ms que los celosos monjes, all en la cima de la montaa, afirmaranlo contrario, Kalidasa era al fin un dios.

    A pesar de los aos pasados bajo el sol taprobano, Firdaz era todava tan blancocomo los romanos; ese da, al inclinarse ante el rey, se le vea an ms plido eintranquilo. Kalidasa lo observ pensativamente, antes de esbozar una de sus rarassonrisas de aprobacin.

    Te has esmerado, persa dijo. Hay en el mundo un artista que pudiera

    hacerlo mejor?El orgullo se bati, obviamente, con la prudencia, antes de que Firdaz diera su

    vacilante respuesta.

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    Ninguno que yo conozca, Majestad.Y te he pagado bien?Estoy bastante satisfecho.Esa respuesta no era muy adecuada, pens Kalidasa, despus de las constantes

    solicitudes de ms dinero, ms ayudantes y costosos materiales que slo seconseguan en tierras lejanas. Pero no se poda pretender que los artistas supieran

    de economa; tampoco poda saber lo que el pavoroso costo del palacio y susalrededores haba representado para el tesoro real.Y ahora que has terminado tu obra aqu, qu deseas?Quisiera el permiso de Su Majestad para volver a Isfahn, y ver otra vez mi

    propio pueblo.Era la respuesta que Kalidasa esperaba, y lament sinceramente la decisin que

    deba tomar. Pero haba demasiados gobernantes en el largo trayecto hasta Persia,que no dejaran escapar de entre sus dedos codiciosos al magistral artista deYakkagala. Y las diosas pintadas en el muro occidental deban permanecer parasiempre inigualadas.

    Hay un problema dijo, con voz inexpresiva, y Firdaz palideci ms an,

    encorvndose ante aquellas palabras. Los reyes no necesitan explicar nada, pero enese caso se trataba de un artista hablando con otro. Me has ayudado aconvertirme en dios. Esa noticia ha llegado ya a muchos pases. Si abandonas miproteccin, otros te harn pedidos similares.

    El artista guard silencio por un instante; slo se oa el gemir del viento, que raravez dejaba de quejarse al encontrar ese obstculo inesperado en su camino. Al finFirdaz dijo, en voz tan baja que Kalidasa apenas pudo orle:

    Entonces, se me prohibe marchar?Puedes irte, y con riquezas suficientes para el resto de tu vida. Pero con la sola

    condicin de que jams trabajes para otro prncipe.Estoy dispuesto a prometerlo replic Fridaz, con un apresuramiento casi

    descorts.Kalidasa, tristemente, mene la cabeza.

    He aprendido a no confiar en la palabra de los artistas dijo, especialmentecuando ya no los tengo bajo mi poder. Tendr que obligarte a cumplirla.

    Para sorpresa de Kalidasa, Firdaz perdi toda su inseguridad; fue como si hubieratomado alguna gran decisin y estuviera finalmente en paz.

    Comprendo dijo, irguindose en toda su estatura.Luego, deliberadamente, volvi la espalda al rey, como si su real amo no existiera

    ya, y mir directamente al sol ardiente. Kalidasa record que el sol era el dios de lospersas; haba dioses peores. Las palabras que Firdaz murmuraba deban ser unaplegaria en su idioma. El artista miraba fijamente el disco cegador, como si supieraque sera su ltima visin

    Sujtenlo! grit el rey.Los guardias se precipitaron hacia adelante, pero ya era tarde. Aunque el

    arquitecto deba estar cegado, se movi con absoluta precisin. En tres pasos haballegado al parapeto y salt por encima de l. Cay silenciosamente en una largacurva, hasta los jardines que planeara durante tantos aos; no hubo eco cuando elarquitecto de Yakkagala lleg a la base de su obra maestra.

    Kalidasa se lament por muchos das, pero su pena se convirti en ira cuandointerceptaron la ltima carta del persa a Ishfahn. Alguien haba advertido a Firdazque lo cegaran cuando acabara su obra. Y eso era una maldita mentira. Nunca

    descubri la fuente del rumor, aunque no pocos hombres murieron lentamente antesde probar su inocencia. Le entristeca que el persa hubiera credo esa falsedad;habra debido saber que a un artista como l jams le hubiera robado el don de lavista.

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    Pues Kalidasa no era cruel ni ingrato. Su intencin haba sido cargar a Firdaz deoro, o al menos de plata, y enviarlo con sirvientes que lo cuidaran por el resto de suvida. Jams habra necesitado volver a usar las manos, y despus de un tiempo nolas hubiera echado de menos.

    7EL PALACIO DEL REY-DIOS

    Vannevar Morgan no haba dormido bien, cosa muy poco habitual. Siempre sehaba enorgullecido de conocerse a s mismo, de profundizar en sus impulsos yemociones. Si no poda dormir, quera saber por qu.

    Lentamente, mientras la primera luz anterior al alba brillaba trmula en el cieloraso de su habitacin, mientras escuchaba los gritos de campana de aquellos pjarosdesconocidos, empez a dominar sus pensamientos. Nunca habra llegado a seringeniero en jefe de Construcciones Terrqueas si no hubiese sabido planificar suvida para evitar las sorpresas. Aunque ningn hombre puede ser inmune a losaccidentes de la casualidad y el destino, haba tomado todas las precaucionesrazonables para salvaguardar su carrera y, especialmente, su reputacin. Su futuro

    era tan a prueba de riesgos como estaba en su mano hacerlo; aun si muriera depronto, los programas almacenados en los bancos de su computadora protegeran suapreciado sueo hasta ms all de la tumba.

    Hasta el da anterior no haba odo hablar de Yakkagala. En realidad, pocassemanas antes tena apenas una vaga conciencia de la existencia de Taprobane;pero la lgica de su bsqueda lo diriga inexorablemente hacia la isla. A esas horasya debiera haber partido, y en cambio su misin no haba comenzado todava. No leimportaba esa leve grieta en sus planes, pero s la sensacin de estar bajo el impulsode fuerzas que superaban su entendimiento. Sin embargo, en tal sobrecogimientohaba una resonancia familiar. La haba experimentado antes, cuando nio, alremontar su barrilete perdido en Kiribilli Park, junto a los monolitos granticos que en

    otros tiempos fueran los muelles del puerto de Sydney, demolido haca muchos aos.Aquellas montaas gemelas haban dominado su niez, moldeando su destino.Tal vez habra sido ingeniero de cualquier modo, pero el lugar de su nacimientodetermin que fuera constructor de puentes. Y por eso haba sido el primero enfranquear el espacio entre Marruecos y Espaa, tres kilmetros por encima de lasfuriosas aguas del Mediterrneo. Y en ese momento de triunfo no haba soadosiquiera en este otro desafo tanto ms estupendo que le deparaba el futuro.

    Si lograba el xito en la tarea que tena ante s, sera famoso por los siglosvenideros. Su mente, su fuerza y voluntad estaban ya forzadas al mximo; no tenatiempo para distracciones ociosas. Sin embargo, haba quedado fascinado ante laobra de un arquitecto ingeniero, fallecido dos mil aos antes y perteneciente a una

    cultura totalmente distinta. Adems, all estaba el misterio del mismo Kalidasa: culhaba sido su propsito al construir Yakkagala? Tal vez el rey fuera un monstruo,pero algo de su temperamento accionaba un resorte en los sitios secretos delcorazn de Morgan.

    El sol aparecera en menos de treinta minutos; faltaban an dos horas paradesayunar con el embajador Rajasinghe. Tena tiempo suficiente y tal vez safuera su nica oportunidad.

    Morgan no era propenso a perder el tiempo. En menos de un minuto tuvo puestoslos pantalones y el jersey, pero tard bastante ms en verificar cuidadosamente sucalzado. Aunque llevaba aos sin escalar en serio, siempre llevaba consigo un buenpar de botas fuertes y livianas; en su profesin le resultaban con frecuencia

    indispensables. Ya haba cerrado la puerta de su habitacin cuando se le ocurrialgo. Por un momento permaneci en el corredor, vacilando; al fin, con una sonrisase encogi de hombros. No costaba nada, y uno nunca saba

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    De regreso en su habitacin, Morgan abri la maleta y sac una caja pequea,plana, de forma y tamao similares a los de una calculadora de bolsillo. Verific lacarga de la batera, prob el control manual y lo abroch a la hebilla de acero de sufuerte cinturn sinttico. Ahora s, estaba listo para entrar en el reino embrujado deKalidasa y enfrentarse a cuantos demonios hubiera en l.

    El sol se elev, vertiendo un bienvenido calor sobre la espalda de Morgan,

    mientras atravesaba el hueco de las grandes murallas que formaban las defensasexteriores de la fortaleza. Ante l, cruzadas por un estrecho puente de piedra, seextendan las tranquilas aguas del gran foso, en una lnea bien recta que seprolongaba medio kilmetro a cada lado. Una pequea flotilla de cisnes naveg conesperanza hacia l entre los lirios, para dispersarse con un encrespar de plumas alver que no tena alimento que ofrecerles. Al otro lado del puente se alzaba unsegundo muro, ms pequeo. Morgan subi el angosto tramo de escaleras abierto enl y se encontr ante el Jardn de las Delicias y la misma faz de la Roca, que secerna por encima.

    A lo largo de un eje trazado en los jardines, las fuentes suban y bajaban juntas enun lnguido ritmo, como si respiraran lentamente y al unsono. No haba otro ser

    humano a la vista; todo Yakkagala estaba a su disposicin. La ciudad-fortaleza nohabra podido estar ms solitaria en los mil setecientos aos de sumisin a la selva,entre la muerte de Kalidasa y su redescubrimiento gracias a los arquelogos del sigloXIX.

    Morgan dej atrs la hilera de fuentes, sintiendo la llovizna contra la piel, y sedetuvo a admirar la alcantarilla de piedra, obviamente original y de hermosa talla, querecoga las aguas derramadas. Se preguntaba cmo habran hecho los antiguosingenieros hidrulicos para llevar el agua hasta las fuentes, y qu diferencias depresin podan soportar; aquellos chorros raudos y verticales debieron haber sidorealmente pasmosos para quienes los vieron por vez primera.

    Hacia adelante haba un empinado tramo de escalones granticos, tan estrechos

    que las botas de Morgan entraban en ellos a duras penas. Acaso tendran losconstructores de ese palacio extraordinario los pies tan diminutos? O se trataba deuna astuta trampa del arquitecto para desalentar a los visitantes hostiles? Sin dudasera difcil para los soldados lanzarse a la carga por esa cuesta de sesenta grados,con escalones que parecan diseados para enanos.

    Una pequea plataforma, otro idntico tramo de escalones, y Morgan se encontren una larga galera en suave ascenso, cortada en los flancos inferiores de la Roca.Estaba ya a ms de cincuenta metros por encima de la planicie circundante, pero unalto muro, revocado con suave yeso amarillo, le bloqueaba la vista. Sobre su cabezala roca sobresala tanto que era como caminar por un tnel, ya que arriba se vea tanslo una angosta franja de cielo.

    El revoque de la pared pareca completamente nuevo y sin desgaste; era casiimposible creer que los albailes hubieran abandonado la obra haca ya dos milaos. Sin embargo, aqu y all, esa superficie reluciente y plana como un espejo sevea herida por mensajes garabateados, con los cuales los visitantes haban apeladotambin a la inmortalidad. Muy pocas de las inscripciones estaban en alfabetos queMorgan pudiera reconocer; la ltima fecha a la vista era 1931; probablemente, apartir de entonces haba intervenido el Departamento de Arqueologa para evitar esevandalismo. La mayor parte de las inscripciones estaban hechas en fluido y francotaprobani; Morgan record, por el espectculo de la noche anterior, que en muchoscasos se trataba de poemas que retrocedan hasta los siglos II y III. Por algn

    tiempo, tras la muerte de Kalidasa, Yakkagala haba gozado de un breve perodo deatraccin turstica, gracias a las perdurables leyendas del rey maldito.A mitad de camino en aquella galera de piedra, Morgan lleg a la puerta del

    pequeo ascensor que llevaba a los famosos frescos, veinte metros ms arriba;

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    estaba cerrada. Ech la cabeza hacia atrs para verlos, pero la plataformapanormica de los visitantes pegada como un nido metlico a la cara sobresalientede la roca le ocultaba las figuras. Segn le haba dicho Rajasinghe, algunosturistas echaban un vistazo a la vertiginosa situacin de los frescos y decidancontentarse con fotografas.

    Por vez primera Morgan pudo apreciar uno de los principales misterios de

    Yakkagala. No se trataba del modo en que los frescos haban sido pintados (unoscuantos andamios de bamb podan solucionar el problema), sino del porqu. Unavez terminados, nadie hubiera podido verlos bien; desde la galera inmediata deabajo, estaban demasiado cerca; desde la base de la Roca hubieran parecido slodiminutos e irreconocibles parches de color. Tal vez, como alguien haba sugerido,tenan un significado puramente religioso o mgico, tal como esas pinturas de laEdad de Piedra, descubiertas en las profundidades de cavernas casi inaccesibles.

    Los frescos tendran que esperar a que llegara el encargado y abriera elascensor. Mientras tanto haba muchas otras cosas para ver; estaba slo a un terciodel trayecto hasta la cumbre, y la galera continuaba su leve ascenso, adherida a lacara de la Roca.

    El alto y revocado muro terminaba en un bajo parapeto; una vez ms Morganpudo ver el paisaje circundante. All abajo se extenda el Jardn de las Delicias; porvez primera repar, no slo en su enormidad no igualaba a la extensin deVersailles?, sino tambin en su hbil disposicin y el modo en que el foso y lasmurallas exteriores lo protegan de la selva.

    Nadie saba qu rboles, arbustos y flores haban brotado all en tiempos deKalidasa, pero la distribucin de lagos artificiales, canales, senderos y fuentes estabaexactamente como l la dejara. Mientras observaba aquellos bailarines chorros deagua, Morgan record sbitamente una cita incluida en el comentario de la nochepasada: Entre el paraso y Taprobane hay cuarenta leguas; desde all se puede orel sonido de las Fuentes del Paraso.

    Sabore mentalmente aquella frase: Las fuentes del paraso. Acaso Kalidasahaba tratado de crear, aqu en la Tierra, un jardn digno de los dioses parafundamentar sus pretensiones de divinidad? En ese caso, no era de extraar que lossacerdotes lo hubieran acusado de blasfemia y lanzado una maldicin sobre toda suobra.

    Al fin, la prolongada galera que haba rodeado toda la pared occidental de laRoca termin en otra escalera, muy empinada; sin embargo, aquellos escalones erande tamao mucho ms generoso. De cualquier modo, el palacio estaba an muylejos, pues los peldaos acababan en una gran meseta, visiblemente artificial. Eracuanto quedaba del monstruo gigantesco y leonino que en otros tiempos habadominado el paisaje, imponiendo el terror en el corazn de cuantos lo miraban. Puesall, saliendo de la faz rocosa, asomaban las garras de una bestia gigantesca,agazapada; tan slo las zarpas llegaban a la cintura de un hombre normal.

    No quedaba otra cosa, con excepcin de una nueva escalera de granito que subapor entre el montn de escombros que, en otros tiempos, seguramente fuera lacabeza de la criatura. Aun en ruinas, la idea era apabullante: quien se atreviera aintroducirse en la ltima fortaleza del rey deba pasar antes por unas fauces abiertas.

    La ltima ascensin por la cara del precipicio, que bajaba a plomo y hasta conuna ligera inclinacin hacia adentro, se efectuaba por una serie de escalerillas demano hechas de hierro, con barandillas destinadas a tranquilizar a los visitantesnerviosos. Pero Morgan ya haba sido advertido de que all el verdadero peligro no

    era el vrtigo, sino los enjambres de avispones que anidaban en las pequeascuevas de la roca; por lo comn eran pacficos, pero los visitantes ruidosos loshaban perturbado algunas veces, con resultados fatales.

    Dos mil aos antes, la cara septentrional de Yakkagala estaba cubierta de muros

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    y fortificaciones que proporcionaban un buen fondo a la Esfinge taprobana; tras esasparedes debi haber escaleras que llevaran hasta la cumbre. Pero el tiempo, el climay la mano vengativa de los hombres haban acabado con todo. Slo quedaba la rocadesnuda, tallada con miradas de ranuras horizontales y angostos salientes quesostuvieron los cimientos de un artesanado ya desaparecido.

    El ascenso termin bruscamente. Morgan se encontr en una pequea isla que

    flotaba doscientos metros por encima de un paisaje: rboles y sembrados en unaplanicie, exceptuando el lado sur, donde las montaas centrales quebraban elhorizonte. Estaba completamente aislado del resto del mundo, pero se senta dueode cuanto divisaba. Nunca, desde que se irguiera entre las nubes, a caballo entreEuropa y frica, haba experimentado tal xtasis areo. Aqulla era, en verdad, laresidencia de un rey-dios, y las ruinas de su palacio lo rodeaban por doquier.

    Un desconcertante laberinto de muros quebrados ninguno de los cuales lellegaba ms all de la cintura, montones de ladrillos arruinados por el tiempo ysenderos pavimentados de granito cubran toda la meseta, hasta el borde mismo delprecipicio. Morgan vio tambin una gran cisterna cavada profundamente en la rocaslida; presumiblemente haba cumplido la funcin de depsito de agua. Mientras

    hubiera provisiones disponibles, bastara un puado de hombres decididos pararesistir eternamente en ese lugar; pero si verdaderamente se haba intentado hacerde Yakkagala una fortaleza, sus defensas nunca haban sido puestas a prueba. Elltimo y fatal encuentro de Kalidasa con su hermano se produjo mucho ms all delas murallas exteriores.

    Morgan, olvidndose casi de la hora, vag entre los cimientos del palacio que enotros tiempos coronara la Roca. Trat de penetrar en la mente del arquitectobasndose en los restos de su obra. Por qu haba un sendero all? Ese tramo deescaleras truncadas, llevaba a un piso superior? Si ese hueco en la roca con formade atad era una baera, cmo se llenaba de agua y cmo se vaciaba? Suinvestigacin result tan fascinante que no prest atencin al creciente calor del Sol,

    a pesar de que abrasara desde un cielo despejado.Mucho ms abajo, el paisaje esmeraldino iba despertando a la vida. Como

    escarabajos de colores brillantes, un grupo de pequeos tractores robticos se dirigahacia los arrozales. Por improbable que pareciera, un til elefante estaba empujandoun mnibus volcado para volver a ponerlo en la ruta; obviamente, el vehculo sehaba salido de ella al tomar una curva a demasiada velocidad; Morgan crey or laaguda voz del conductor, encaramado justo detrs de las enormes orejas. Y un ro deturistas invada, como un ejrcito de hormigas, el Jardn de las Delicias, procedentesdel hotel Yakkagala; no podra disfrutar por mucho tiempo ms de su soledad.

    De cualquier modo, ya casi haba completado su exploracin de las ruinas,aunque habra podido pasar toda una vida investigndolas, por supuesto. Se sintifeliz al descansar un rato en un banco de granito de hermosa talla, en el bordemismo de la pendiente vertical que daba al cielo del sur, a doscientos metros dealtura.

    Morgan dej que sus ojos otearan la hilera de lejanas montaas an ocultas enparte por una neblina azul que el sol matutino no haba dispersado todava. Mientraslas observaba, ociosamente, sbitamente comprendi que aquella parte no era ungrupo de nubes. Ese cono difuso no era una efmera construccin de viento y vapor;no haba duda de su perfecta simetra, erguida entre sus hermanos ms pequeos.

    Por un momento, el impacto del descubrimiento vaci su mente de todasensacin, exceptuando el asombro y un respeto casi supersticioso. No se haba

    dado cuenta de que la Montaa Sagrada era tan claramente visible desde Yakkagala.Pero all estaba, emergiendo poco a poco de las sombras nocturnas, preparndose aenfrentar un nuevo da. Y tambin un nuevo futuro, si Morgan lograba lo que sepropona.

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    Conoca todas sus dimensiones, toda su geologa; haba trazado sus mapas conestereofotografas, la haba estudiado desde los satlites. Pero verla por vez primeracon sus propios ojos le daba una sensacin de nueva realidad; hasta ahora, todohaba sido teora. Y a veces ni siquiera eso. Ms de una vez, en las grises horas dela madrugada, lo haban despertado pesadillas en las cuales todo su proyectopareca una fantasa ridcula, que, en lugar de llevarlo a la fama, lo convertira en el

    hazmerrer del mundo. En otros tiempos, algunos de sus colegas haban llamado alPuente La locura de Morgan. Qu diran, entonces, de su ltimo sueo?Pero nunca, hasta entonces, lo haban detenido los obstculos creados por el

    hombre. El verdadero enemigo era la naturaleza: el adversario cordial que noengaaba, que siempre jugaba limpio, pero jams dejaba de sacar ventaja ante elms leve descuido, ante la menor omisin. Y todas las fuerzas de la Naturalezaestaban resumidas, para l, en ese lejano cono azul que conoca tan bien, pero quean deba caer bajo sus pies.

    Tal como Kalidasa lo haba hecho con tanta frecuencia desde ese mismo lugar,Morgan mir fijamente por encima de la frtil llanura, para calcular el desafo yestudiar su estrategia. Para Kalidasa, Sri Kanda representaba a un mismo tiempo el

    poder del sacerdocio y el poder de los dioses, ambos conspirando contra l. Ahoralos dioses haban desaparecido, pero los sacerdotes perduraban. Representabanalgo que Morgan no comprenda bien y a lo cual, por tanto, trataba con cautelosorespeto.

    Era hora de bajar; no deba retrasarse nuevamente, sobre todo por un fallo propio.Mientras se levantaba de la roca en la cual haba estado sentado, un pensamientoque vena preocupndolo desde haca varios minutos lleg al fin a la conciencia. Quextrao, haber construido un asiento tan ornamentado, con esos bellos elefantesesculpidos, al borde mismo del precipicio. Morgan no era capaz de resistir tal desafointelectual. Inclinado hacia el abismo, trat una vez ms de ajustar su mente deingeniero a la de un colega muerto dos milenios atrs.

    8MALGARA

    Cuando Malgara vio por ltima vez al hermano con quien haba compartido suniez, ni sus ms ntimos camaradas pudieron descifrar su expresin. El campo debatalla ya estaba en silencio; hasta los gritos de los heridos haban sido acallados porhierbas curativas o por espadas an ms potentes.

    Tras largo rato, el prncipe se volvi hacia la silueta de tnica amarilla que tena asu lado:

    Usted lo coron, venerable Bodhidharma. Ahora puede prestarle un ltimoservicio. Encrguese de que reciba los honores dignos de un rey.

    El prelado permaneci en silencio por un momento. Despus replic con vozsuave:Destruy nuestros templos y dispers a los sacerdotes. Si adoraba a algn

    dios, se era Siva.Malgara descubri los dientes en una fiera sonrisa que el Mahanayake recordara

    demasiado bien por el resto de su vidaReverendo seor dijo el prncipe, con una voz que destilaba veneno, era el

    primognito de Paravana el Grande; ocup el trono de Taprobane, y el mal que hayahecho muere con l. Una vez incinerado el cadver, usted se encargar de que lasreliquias sean debidamente sepultadas, antes de atreverse a poner nuevamente elpie en Sri Kanda.

    El Mahanayake Thero hizo una levsima reverencia.As se har segn sus deseos, Majestad.Y algo ms dijo Malgara, dirigindose ahora a sus ayudantes. La fama de

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    las fuentes de Kalidasa ha llegado al mismo Indostn. Las veremos una vez, antesde marchar sobre Ranapura.

    Desde el corazn de los jardines que tanto deleite le haban brindado, la pirafuneraria de Kalidasa se alz hasta el cielo sin nubes, perturbando a las aves depresa que haban acudido desde grandes distancias. Malgara, sombramentesatisfecho, aunque asaltado a veces por sbitos recuerdos, observ aquel smbolo

    de su triunfo que se remontaba hacia lo alto anunciando a todo el pas quecomenzaba el nuevo reinado.Como si prolongara la antigua rivalidad, el agua de las fuentes desafi al fuego y

    salt hacia los cielos antes de caer otra vez, rizando la superficie de los espejadosestanques. Pero al fin, mucho antes de que las llamas hubieran acabado su obra, losdepsitos empezaron a vaciarse y los chorros sucumbieron en ruina acutica. Antesde que volvieran a elevarse en los jardines de Kalidasa habra terminado el ImperioRomano, los ejrcitos del Islam cruzaran el frica, Coprnico destronara a la Tierracomo centro del universo, se firmara la Declaracin de la Independencia y el hombrepisara la Luna

    Malgara esper a que la pira se desintegrara en un ltimo aleteo de chispas.

    Cuando la ltima voluta de humo deriv contra la cara imponente de Yakkagala, alzlos ojos hacia el palacio construido en su cumbre y lo observ largo tiempo,meditando en silencio.

    Nadie debe desafiar a los dioses dijo al fin. Que sea destruido.

    9EL FILAMENTO

    Estuvo a punto de provocarme un ataque al corazn lo acus Rajasinghe,mientras serva el caf del desayuno. Al principio se me ocurri que quiz tenaalgn artefacto antigravitatorio, pero hasta yo s que eso es imposible. Cmo lohizo?

    Disclpeme respondi Morgan con una sonrisa. De haber sabido queestaba observando le hubiera advertido aunque todo fue completamenteimprovisado. Slo pensaba darle un vistazo a la Roca, pero me intrig ese banco depiedra. Quise saber por qu estaba en el mismo borde del precipicio y empec aexplorar.

    Eso no es ningn misterio. En otros tiempos haba una plataforma,probablemente de madera, que se extenda hacia fuera, y un tramo de escaleras quebajaban hasta los frescos desde la cumbre. Todava se ven los orificios donde estabasujeta a la roca.

    As lo descubr dijo Morgan, con un poco de rencor. Pude haber adivinadoque ya estara resuelto.

    Desde hace doscientos cincuenta aos, pens Rajasinghe. Aquel ingls loco yenrgico, Arnold Lethbridge, el primer Director de Arqueologa que tuvo Taprobane,se descolg por la faz del precipicio, exactamente como t. Bueno, exactamenteno

    Morgan acababa de sacar la caja metlica que le haba permitido realizar esemilagro. Los nicos rasgos distintivos era un par de teclas y un pequeo panel delectura; pareca, en efecto, algn tipo de aparato intercomunicador simple.

    Aqu est dijo, con orgullo. Si usted me vio hacer una caminata vertical decien metros, ha de tener una buena idea de cmo funciona.

    El sentido comn me dio una sola respuesta, pero ni siquiera mi excelentetelescopio pudo confirmarlo. Hubiera podido jurar que no estaba sostenido por nada.

    No es el tipo de demostracin que yo pensaba hacerle, pero sirve. Ahora voy ahacerle una exhibicin de vendedor. Quiere pasar un dedo por este anillo?

    Rajasinghe vacil; Morgan sostena el pequeo aro de la caja, que doblaba el

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    tamao de una alianza comn, casi como si estuviera electrizado.No me dar una descarga? pregunt.Una descarga no, pero si, tal vez, una sorpresa. Trate de alejarlo de m.Rajasinghe, con bastante cautela, sujet el anillo. Inmediatamente estuvo a punto

    de dejarlo caer, pues pareca vivo: tiraba hacia Morgan o, mejor dicho, hacia la cajaque el ingeniero sostena. En eso la caja emiti un leve sonido de ruedas en

    funcionamiento y Rajasinghe se sinti arrastrado por una fuerza misteriosa.Magnetismo, acaso? No poda ser; ningn imn se comportaba de ese modo. Suteora inicial, aunque improbable, era correcta; en realidad no caba otra explicacin:estaban enzarzados en un perfecto juego de nudos pero con una cuerdainvisible.

    Por ms que esforzara la vista no vea seales de cordeles o alambres queconectaran el anillo sujeto en su dedo con la caja que Morgan sostena como unpescador al recoger su pescado. Tendi la mano libre para explorar el espacioaparentemente vaco, pero el ingeniero se apresur a apartrsela con un golpe.

    Disculpe! dijo. Todo el mundo trata de hacer eso cuando se da cuenta delo que ocurre. Podra cortarse de un modo muy feo.

    Entonces es cierto que hay un alambre invisible. Qu astuto. Pero para qusirve, sino para juegos de saln?Morgan sonri ampliamente.

    No lo culpo si eso es lo primero que se le ocurre; a todos les pasa lo mismo.Pero no es as; la razn por la cual usted no puede ver esta cuerda es que su grosores slo de unos pocos micrones; mucho menor que el de una tela de araa.

    Por una vez Rajasinghe consider que se justificaba plenamente el uso de unadjetivo muy gastado:

    Es increble. De que se trata?Del resultado a que llegaron casi doscientos aos de fsica aplicada al estado

    slido. Por si le sirve de algo, le dir que es un cristal de diamante continuo, seudo-

    unidimensional. Aunque no se trata de carbn puro, en realidad. Hay varioselementos en cantidades nfimas, cuidadosamente controladas. Slo se puedeproducir masivamente en las fbricas orbitales, donde no hay gravedad que interfieraen el proceso de crecimiento.

    Fascinante susurr Rajasinghe, casi para s. Di varios tirones al anillo, paracomprobar que la tensin continuaba, que no era una alucinacin. Comprendo queha de tener todo tipo de aplicaciones tcnicas. Sera un magnfico rebanador dequeso.

    Morgan se ech a rer.Cualquier hombre puede cortar con l un rbol, en un par de minutos. Pero es

    difcil de manejar, y hasta peligroso. Tuvimos que disear aparatos especiales paraenroscarlo y desenroscarlo; se llaman hileras. ste opera por energa; lo hicimospara demostracin. El motor puede levantar unos doscientos kilos, y siempre leencuentro nuevas aplicaciones. La de hoy no ha sido la primera, puede estar seguro.

    Rajasinghe, casi contra su voluntad, quit el dedo del anillo. ste inici la cada,pero en seguida empez a balancearse sin sujecin visible, hasta que Morganoprimi un botn y la hilera lo recogi con un leve murmullo.

    No habr venido hasta aqu, doctor Morgan, slo para impresionarme con estanueva maravilla de la ciencia, aunque le confieso que estoy impresionado. Quisierasaber qu relacin tiene todo esto conmigo.

    Tiene mucho que ver, seor embajador respondi el ingeniero, con

    inesperada seriedad y formalismo. Est muy en lo cierto al pensar que estematerial tendr muchas aplicaciones; slo comenzamos a vislumbrar algunas deellas. Y una de esas aplicaciones, para bien o para mal, har de su tranquila isla elcentro del mundo. No, no slo del mundo, sino de todo el sistema solar. Gracias a

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    este filamento, Taprobane ser el umbral por el que entraremos a todos los planetas.Y un da, tal vez, a las estrellas.

    10EL PUENTE SUPREMO

    Paul y Maxine eran dos de sus mejores y ms antiguos amigos, aunque ambos,hasta ese momento, nunca se haban visto o hablado personalmente; por lo menosRajasinghe as lo supona. No haba muchos motivos para que no fuera as; en elexterior de Taprobane nadie haba odo hablar del profesor Sarath, pero todo elsistema solar hubiera reconocido instantneamente a Maxine Duval, ya fuera por surostro o por su voz.

    Sus dos huspedes estaban recostados en las cmodas poltronas de labiblioteca, mientras Rajasinghe permaneca ante la terminal principal de la mansin.Todos tenan la vista fija en una cuarta figura, que permaneca de pie e inmvil.

    Demasiado inmvil. Un visitante procedente del pasado, que ignorara porcompleto los diarios milagros electrnicos de la poca, habra podido deducir, trasalgunos instantes, que estaba frente a un maniqu de cera soberbiamente construido.

    Sin embargo, la observacin ms detallada revelaba dos hechos desconcertantes: elmaniqu era lo bastante transparente como para dejar traslucir dos faros potentes atravs de su cuerpo, y sus pies se difuminaban a pocos centmetros de la alfombra.

    Reconocis a ese hombre? pregunt Rajasinghe.No lo he visto en mi vida replic Sarath, de inmediato. Ser mejor que se

    trate de algo importante; me has hecho venir desde Maharamba cuando estbamos apunto de abrir la Cmara de las Reliquias.

    Y yo tuve que dejar mi trimarnjusto al comenzar las carreras del lago Saladinoagreg Maxine Duval. Su famosa voz de contralto dejaba notar el fastidio suficientepara poner en sulugar a cualquiera, salvo al curtido profesor Sarath. Y lo conozco,por supuesto. Acaso quieres construir un puente entre e1 Indostn y Taprobane?

    Rajasinghe se ech a rer.No; disponemos de una calzada perfectamente utilizable desde hace dos siglos.Y lamento haberos hecho venir. Aunque t, Maxine, me lo habas prometido desdehace veinte aos.

    Cierto suspir ella, pero paso tanto tiempo en el estudio que a veces olvidoel mundo real, ocupado por unos cinco mil queridos amigos y cincuenta millones derelaciones ntimas.

    En qu categora pondras al doctor Morgan?Lo he visto oh, tres o cuatro veces. Le hicimos una entrevista especial

    cuando terminaron el puente. Es un personaje muy impresionante.En labios de Maxine Duval, segn pens Rajasinghe, aquel era un verdadero

    tributo. Desde haca ms de treinta aos, esa mujer mantena el puesto derepresentante ms respetado en su exigente profesin, habiendo ganado todos loshonores que sta poda ofrecer: el premio Pulitzer, el Trofeo del Global Times, larecompensa David Frost constituan slo la punta visible del tmpano. Haca pocohaba vuelto a la actividad, despus de pasar dos aos como profesora invitada en laUniversidad de Columbia, en la ctedra de Periodismo Electrnico.

    Todo esto la haba hecho madurar, aunque sin aminorarle el ritmo. Ya no era lachauvinista, a veces feroz, que una vez comentara: Puesto que las mujeres sonsuperiores en lo referente a tener nios, es de suponer que la Naturaleza habrdotado a los hombres de algn otro talento para compensarles. Pero por el momento,no se me ocurre cul. Sin embargo, haca muy poco haba desconcertado a un

    desventurado presidente de cierta mesa redonda dicindole, en un audible aparte:Soy una mujerperiodista, qu diablos; no una persona periodista.

    De su femineidad nunca existieron dudas: se haba casado cuatro veces, y era

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    famosa por los operadores que elega para su equipo de exteriores. Cualquiera quefuese su sexo, tales operadores solan ser siempre jvenes y atlticos, capaces demoverse con rapidez a pesar de los veinte kilos que pesaba el equipo decomunicaciones. Los de Maxine Duval eran, invariablemente, masculinos y muyatractivos; en el ambiente circulaba un antiguo chiste, segn el cual suscamargrafos eran tambin camgrafos. Pero no haba rencor en la broma, pues

    aun sus rivales ms encarnizados dentro de la profesin queran a Maxine casi tantocomo la envidiaban.Lamento lo de la carrera dijo Rajasinghe, aunque debo sealar que el

    Merln III gan cmodamente sin ti. Ya vers que esto es mucho ms importante.Pero dejemos que Morgan hable por s mismo.

    Solt el botn de pausa del proyector y la estatua cobr vida instantneamente.Me llamo Vannevar Morgan. Soy ingeniero jefe de Construcciones Terrqueas,

    divisin Tierra. Mi ltimo proy