7/23/2019 Rodo - Jose Enrique Ensayo
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JOSÉ ENRIQUE RODÓ
[Uruguay, 1871-1917]
José Enrique Rodó en su niñez disfruta los privilegios de una familia acomoda
da de Montevideo. Cuando muere su padre, en 1885, tiene que ayudar a su
familia económicamente, así que obtiene un empleo en la oficina de un escri
bano. Es autodidacta; sin tener t ítulo universi tario, es designado profesor de
literatura a los veintiséis años de edad. Con amigos literarios funda en
1895
la
Revista Nacional de Literatura y Ciencias Sociales.
Rodó introduce su america
nismo literario en esta revista con la publicación de un ensayo sobre el pasado
literario platense,
Juan María Gutiérrez y su época.
En su estudio sobre Rubén
Darío, publicado en
1899,
muestra su adhesión al modernismo. Americanis
mo y modernismo: se logra una síntesis de la ética social y la estética en el
ensayo más famoso de Rodó,
Ariel
1900),obra que influye en toda una gene
ración de intelectuales de lengua española. En
Ariel
Rodó se identifica con el
papel del sabio mago, Próspero, personaje tomado de
La tempestad
de Shake
speare: se dir ige a lajuventud de América con su mensaje magistral.
Desde 1901Rodó participa en la causa política de José Battle y Ordóñez,
colaborando en su periódico,
El Día.
Tres veces entre
1902
y
1911
es elegido
diputado de la Cámara en Uruguay. Durante el desempeño del cargo político
redacta un informe reformista, Del trabajo obrero en el Uruguay (1908).
Entra en una polémica nacional en defensa de la tradición cristiana en el Uru
guay: de ahí nace su ensayo
Liberalismo y jacobinismo
(1906).
Publica una co
lección de ensayos.
El mirador de Próspero(1910),
cuyo título da eco a la figu
ra simbólica de la sabiduría en
Ariel.
En
El mirador de Próspero
se recogen dos
elegías, Bolívar y Montalvo , que son llamativas más bien por la elegancia
literaria que por el análisis.
La obra filosófica máxima de Rodó es
Motivos de Proteo (1909),
de la cual
hemos elegido la parte final. En esta selección sobresalen la parábola de la
pampa, la ejemplaridad de Dinamarca o de Holanda, y la descripción románti
ca del otoño; de tales lugares y paisajes Rodó extrae símbolos que implican
66
JOSÉ ENRIQUE RODÓ
67
valores filosóficos. La tesis central de
Motivos de Proteo
se resume en la predica
ó n
del cambio, según el modelo mítico de Proteo: el ideal, tanto para los
pueblos como para los individuos, esla renovación constante sin la pérdida del
rurácter intrínseco.
1)e la gran correspondencia que Rodó mantuvo con muchos de los intelec
males y escritores de lengua española más destacados de su época reproduci-
11111sos cartas: una es dirigida al historiador español Rafael Altamira y la otra
111ensador cubano Enrique José Varona. De su obra póstuma merece aten
dún la crónica de su único viaje a Europa, durante 1916-1917:
El camino de
Paros
Una antología interesante de enfoque temático es
Rodó: su americanis-
1970),
recopilada por Arturo Ardao. Las
Obras completas 1954, 1967)
de Rodó incluyen un estudio muy fino y útil escrito por el editor Emir Rodrí
jl.lll'Z Monegal.
A ENRIQUE JOSÉ VARONA*
MONTEVIDEO,
7 de mayo de
1900
Sr. Enrique José Varona.
l l u h ana
M uy
distinguido señor mío: La respetuosa admiración que su alta persona
lidad intelectual me ha impuesto siempre, y a la que concurren, no sólo los
Indiscutidos merecimientos de usted, sino también mis entusiasmos de
11mnicano por cuanto glorifica y enaltece a nuestra América, me mueve
111 a enviarle un ejemplar de mi último libro, que sea como el homenaje
cu que se haga sensible esa admiración muy sincera.
l c ngo, además, otro propósito al remitir a usted mi
Ariel.
Es, éste, l ibro
dl propaganda, de combate, de ideas. He querido proponer, en sus pági-
11.1s,a la juventud de América Latina una profesión de fe que ella pueda
h.ncr suya. Me han inspirado, para hacerlo, dos sentimientos principales:
111iamor vehemente por la vida de la inteligencia y, dentro de ella, por la
vida del arte, que me lleva a combatir ciertas tendencias utilitarias e iguali
t.uias; y mi pasión de raza: mi pasión de latino, que me impulsa a sostener
• José Enrique Rodó, A Enrique José Varona , en Ob ra s c ompl e ta s 2~ ed., editadas con introduc
i l 111, prólogos
y
notas por Emir Rodríguez Monegal, Madrid, Aguilar, 1967, pp. 1330-1331.
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JOSÉENRIQUEODÓ
la necesidad de que mantengamos en nuestros pueblos lo fundamental en
su carácter colectivo, contra toda aspiración absorbente e invasora.
¿Merece ser Ariel una bandera para la juventud intelectual americana?
Tal es mi duda que me siento inclinado a resolver negativamente, teniendo
en cuenta que no basta la bondad de las ideas para elprestigio de una obra
escrita, cuando le falta la autoridad de un nombre esclarecido y el encanto
avasallador de la forma. Por eso anhelo que otros tomen a su cargo la pro
paganda que yo sólo me he atrevido a iniciar, y sería grande mi satisfacción
siusted hablase a la juventud en elsentido en que yo he osado hablarle. Us
ted puede ser, en realidad, el Próspero de mi libro. Los discípulos nos agru
pamos alrededor de usted para escucharle como los discípulos de Próspero.
Acepte usted, con tal motivo, los más respetuosos sentimientos de su
sincero admirador q. b. s. m.
JoséEnrique Rodó
A RAFAEL ALTAMIRA*
LAVIDAINTELECTUALSDÉBILy dificil en esta América. Sin embargo, hay
un grupo que trabaja con fe. Comparando nuestra intelectualidad actual
con la de hace veinte años, elprogreso esenorme. Hoy seestudia, selee, se
toman mucho más en serio las letras. Lo que nos oprime esla falta de pú
blico, de ambiente. Sólo resisten a esta ausencia de estímulos los que tie
nen la vocación muy metida en el alma. La inteligencia abunda: hay ad
mirable vivacidad en la juventud. Además, hay entusiasmos generosos,
desinterés. Pero la política absorbe para sí toda la savia intelectual, y la
necesidad de ganarse la vida se lleva lo poco que queda ... Con todo, creo
que los adelantos conseguidos son muchos y que permiten esperar algo
muy superior a todo lo americano de otras épocas para tiempo no lejano.
La enseñanza esobjeto de mucha atención por parte de los gobiernos y del
pueblo. La superioridad intelectual, si no provecho, da a lo menos cierto
prestigio. En este sentido, Montevideo esuno de los centros más ocultos y
espirituales de América. Menos utilitario, menos mercantilizado que Bue-
*JoséEnriqueRodó, ARafaelAltamira ,nObrascompletas, 2~ed.,editadasonintroducción,
prólogosnotasporEmirRodríguezMonegal,Madrid,Aguilar,967, p.1359.
JOSÉENRIQUEODÓ
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nos Aires, sin duda por su relativa inferioridad material, lleva una vida algo
más estética y desinteresada.
El Ateneo, sociedad literaria que ha hecho mucho por nuestra cultura,
ha logrado levantar un magnífico edificio, debido exclusivamente a la gene
rosidad particular. Tratamos ahora de dar un alma a ese cuerpo, reaniman
do a la insti tución y convirtiéndola de nuevo en centro de nuestra vida in
telectual. Nos faltan revistas l iterarias de la índole de la que redacté yo en
compañía de algunos amigos hasta hace pocos años. Es posible que, bajo
los auspicios del Ateneo, pueda fundarse alguna.
En cuanto a mí, mi buena voluntad y mi entusiasmo serían dignos de
quien pudiera hacer algo más que yo, y mientras me quede alguna hora
tranquila en qué consagrarme a mis aficiones.
MOTNOS DE PROTEO*
[La pampa degranito]
ERAUNAINMENSAAMPAe granito; su color, gris; en su llaneza, ni una
arruga; triste y desierta; triste y fría; bajo un cielo de indiferencia, bajo un
cielo de plomo. Y sobre lapampa estaba un viejo gigantesco: enjuto, lívido,
sin barbas; estaba un gigantesco viejo de pie, erguido como un árbol des
nudo. Y eran fríos los ojos de este hombre, como aquella pampa y aquel
cielo; y su nariz, tajante y dura como un segur; y sus músculos recios como
el mismo suelo de granito; y sus labios no abultaban más que elfilode una
espada. Y junto alviejo había tres niños ateridos, flacos, miserables; tres .
pobres niños que temblaban, junto alviejo indiferente e imperioso, como
el genio de aquella pampa de granito.
Elviejo tenía en la palma de una mano una simiente menuda. En su otra
mano, el índice extendido parecía oprimir en elvacío del aire como en cosa
de bronce. Y he aquí que tomó por el flojo pescuezo a uno de los niños, y
k mostró en lapalma de la mano la simiente, y con voz comparable alsilbo
• JoséEnriqueRodó, MotivoseProteo (fragmento),nObras completas, 2 ~ed.,caps.cu
1VIII
editadasonintroducción,rólogosnotasporEmirRodríguezMonegal,Madrid,Aguilar,
%7,
pp.
489-495.
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JOSÉ ENRIQUE RODÓ
helado de una ráfaga, le dijo: Abre un hueco para esta simiente ; y luego
soltó elcuerpo trémulo del niño, que cayó, sonando como un sacomedia
do de guijarros, sobre lapampa de granito.
Padre -sollozó él-, ¿cómo le podré abrir sitodo este suelo es raso y
duro? Muérdelo , contestó con el silbo helado de la ráfaga; y levantó
uno de suspiesy lopuso sobre elpescuezo lánguido del niño; y los dientes
del triste sonaban rozando lacorteza de laroca, como elcuchilloen lapie
dra de afilar;y así pasó mucho tiempo, mucho tiempo, tanto que el niño
tenía abierta en laroca una cavidadno menor que elcóncavode un cráneo;
pero roía, roía siempre,con un gemido de estertor; roía elpobre niño bajo
laplanta de viejoindiferente e inmutable, como lapampa de granito.
Cuando elhueco llegó a ser lo hondo que seprecisaba, elviejolevantó la
planta opresora; y quien hubiera estado allíhubiese visto entonces una cosa
aún más triste, y es que el niño, sin haber dejado de serlo, tenía la cabeza
blanca de canas;y apartólo elviejo, con el pie, y levantó al segundo niño,
que había mirado temblando todo aquello. Junta tierra para la simiente ,
le dijo. Padre -preguntóle el cuitado-, ¿endónde hay tierra? La hay
en elviento; recógela , repuso; y con elpulgar y el índice abrió lasmandí
bulas miserables del niño; y le tuvo así contra la dirección del viento que
soplaba, y en la lengua y en las faucesjadeantes se reunía el flotante polvo
del viento, que luego elniño vomitaba, como limoprecario; y pasómucho
tiempo, mucho tiempo, y ni impaciencia ni anhelo ni piedad, mostraba el
viejoindiferente e inmutable sobre lapampa de granito.
Cuando lacavidadde piedra fuecolmada, elviejo echó en ellala simien
te, y arrojó alniño de sícomo searroja una cáscarasinjugo, y no vio que el
dolor había pintado la infantil cabeza de blanco; y luego, levantó alúltimo
de los pequeños, y ledijo, señalándole la simiente enterrada: Has de regar
esa simiente ; y como él le preguntase, todo trémulo de angustia: Padre,
¿endónde hay agua? Llora; la hay en tus ojos , contestó; y le torció las
manos débiles, y en los ojos del niño rompió entonces abundosa vena de
llanto, y elpolvo sediento la bebía;y este llanto duró mucho tiempo, mu
cho tiempo, porque para exprimir los lagrimalescansadosestabael viejoin
diferente e inmutable, de pie sobre lapampa de granito.
Las lágrimas corrían en un arroyo quejumbroso tocando el círculo de
tierra; y lasimiente asomó sobre elhaz de latierra como un punto; y luego
JOSÉ ENRIQUE RODÓ
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echó fuera el tallo incipiente, lasprimerashojuelas;y mientras elniño llora
ba, elárbolnuevo criabaramasy hojas,y en todo esto pasómucho tiempo,
mucho tiempo, hasta que el árbol tuvo tronco robusto, y copa anchurosa,
y follaje,y flores que aromaron el aire,y descolló en la soledad; descolló el
árbol aún más alto que elviejoindiferente e inmutable, sobre lapampa de
granito.
El viento hacía sonar lashojas del árbol, y las aves del cielo vinieron a
anidar en su copa, y sus floresse cuajaron en frutos; y elviejosoltó enton
ces alniño, que dejó de llorar, toda blanca lacabezade canas;y los tres ni
ños tendieron lasmanos ávidasa la fruta del árbol; pero elflacogigante los
tomó, como cachorros, del pescuezo, y arrancó una semilla,y fuea situarse
con ellosen cercano punto de la roca, y levantando uno de sus piesjuntó
los dientes del primer niño con el suelo; juntó de nuevo con el suelo los
dientes del niño, que sonaron bajo laplanta del viejoindiferente e inmuta
ble, erguido, inmenso, silencioso,sobre lapampa de granito.
[Sentido de esaparábolaJ
Esa desolada pampa es nuestra vida, y ese inexorable espectro es elpoder
de nuestra voluntad, y esos trémulos niños son nuestras entrañas, nuestras
facultadesy nuestras potencias, de cuya debilidad y desamparo lavoluntad
arranca la energía todopoderosa que subyuga almundo y rompe las som
brasde lo arcano.
Un puñado de polvo, suspendido, por un soplo efimero, sobre elhaz de
la tierra, para volver, cuando el soplo acaba, a caery disiparse en ella; un
puñado de polvo, una débil y transitoria criatura, llevadentro de sí la po
tencia original lapotencia emancipaday realenga, que no está presente ni
en los encrespamientos de lamar, ni en lagravitaciónde lamontaña, ni en
elgirar de los orbes; un puñado de polvopuede mirar a lo alto, y dirigién
dose almisterioso principio de las cosas,decirle: Si existescomo fuerza li
bre y consciente de tus obras, eres, como yo, una Voluntad; soyde tu raza,
soy tu semejante; si sólo existescomo fuerza ciegay fatal, si eluniverso es
una patrulla de esclavosque rondan en el espacio infinito teniendo por
amo una sombra que seignora a símisma, entonces yo valgomucho más
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que tú; y el nombre que te puse, devuélvemelo,porque no hay en la tierra
ni en el cielo nada más grande que yo.
[La voluntad colectiva. Un milagro del mapa]
Omnipotente fuerza, luz transfiguradoraen los hombres, no lo esmenos en
los pueblos.Allí,en elmapa que tengo frente a donde escribo,veo una man
cha menuda, que abre un resquicio para su pálido verde, entre la gran
mancha amarilla de Alemania y el celeste claro que representa el mar.
Esa mancha menuda esel más pasmoso toque de pincelque sehayaimpre
so sobre la superficie del mundo, desde que este cuadro infinito fue origi
nalmente pintado. ¿Sabeslasmaravillas de voluntad que significa para el
pueblo cuyaobra es, esa pinta humilde del mapa? ¿Sabeshasta qué punto
ellaes efectivamentesu obra?No yalariqueza, ni lafuerza, ni lalibertad, ni
lacultura; latierra, elsueloque pisa,elsolarsobre que estápuesta lacasa,el
limo en donde arraiga el árbol, elterrón que desmenuza la reja, son inven
ciones de su genio, artificiosidades de su industria, milagros de su querer.
Palmo a palmo, ese pueblo quitó su tierra a las aguas; ola por ola, rechazó
el embate del mar; día por día, sintió que faltaba para sus movimientos el
espacio; bajo sus pies, el sustento; en torno suyo, el hálito y el calor del
terruño; como despierta elhuérfano y busca en vano elregazo de lamadre;
y día a día, los rescatócon esfuerzosublime,día por día, tuvo tierra de nue
vo; como si, alamanecer de cadasol, hundiera elbrazo bajo el agua, y allá,
en el fondo del abismo, tomase a la roca por sus crestas, y la alzara de un
arranque titánico y lapusiese otra vez sobre elhaz de laonda... ¡Tierra del
suelo sin consistenciay del color sin contornos; baja, húmeda, lisa; tú eres
elmayor monumento que la voluntad del hombre tiene sobre elmundo
Pueblo manso y tenaz, grande en muchas tareas; tejedor y hortelano, pin
tor y marino; pueblo donde seda culto a lasflores, que manos blancasy ofi
ciosascuidan en competencia tras lasventanasde donde acasoseve, siacla
ra la bruma, partir las naves que van a tierras caras al sol, por ébano y
naranjasy fragantesespecias.Como lasvacasde tus establos,así tu voluntad
esfuerte y fecunda; en eldesvaídoazul de tus ojos hay reflejosde acero que
vienen de tu alma; nadie como tú, pueblo ni hombre, sedebió tanto a sí
JOSÉ ENRIQUE RODÓ
73
mismo; porque tal como el pájaro junta su nidamenta con las briznas de
heno, y las ramillas, y la tierra menuda, y de este modo va tejiendo, hebra
por hebra, su nido, de igualmanera juntaste tú ese flacobarro que huellas:
pueblo donde se ama a lasflores, donde el candor doméstico aguarda la
vueltadel trabajador en casaslimpiascomo plata, y donde ríosmorosos van
diciendo, si no elhimno, elsalmode la libertad.
[La personalidad en lospueblos]
Cuanto se dice la unidad consciente que llamamos personalidad en cada
uno de nosotros, ¿no puede extenderse, sin esencialdiferencia,el genio de
un pueblo, alespíritu de una raza, igualmente capacesdelnombre de
perso
nalidad? ¿No sereproduce en esos grandes conjuntos todo lo que laobser
vación del psicólogo halla en el fondo de nuestra historia íntima, y no se
dan en ellos también todos los grados de armonía y continuidad con que
cabe que se manifieste esta síntesisviva de la conciencia individual refleja?
¿No hay pueblos cuya personalidad, compacta y fortísima, se acumula en
una solaidea, en una solapasión, y para lo demás son sordos y ciegoscomo
elfanáticoy elobsesionado; otros, en cambio, cuya unidad personal esuna
complejidad concorde y graciosa;otros en que dos tendencias reñidas se al
ternan, o mantienen un conflicto perenne, como en los temperamentos
que llevan dentro de símismos la contradicción y la lucha; otros incohe
rentes, disueltos, descaracterizados por un anárquico individualismoque es
como la dispersión de su personalidad; otros que no la tienen propia y vi
ven de la ajena, en la condición del sonámbulo, bajo elinflujo de la admi
ración o del miedo; otros que, estáticos en la contemplación de su pasado,
parecen fuera de la realidad de la vida, como el que logra revivir con su
personalidad de otro tiempo merced a lafascinadaatención de lamemoria;
otros que, en su entusiasmo, furor o desconcierto, remedan la alteración
personal de la embriaguez; otros fáciles para modificar su personalidad
mediante su desenvolvimiento progresivo; otros propensos a inmovilizarla
en lacostumbre; otros, en fin, cuyo caráctersufre profunda desviacióndes
de cierto punto de su historia, como quien, volviendo de una honda crisis
moral, tornase en todo distinto de lo que era?...
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[Elgenio nacional}
Si a la continuidad de las generaciones se une lapersistencia de cierto tipo
hereditario, no ya en lo físico,sino también en lo espiritual, y una suprema
idea dentro de laque pueda enlazarse,en definitiva,la actividadde aquellas
sucesivasgeneraciones, elpueblo tiene una personalidad constante y firme.
Esta personalidad es su arca santa, su paladión, su fuerza y tesoro; es mu
cho más que elsuelo donde está asentada lapatria. Eslo que le hace único
y necesario al orden del mundo; su originalidad, dádiva de la naturaleza,
que no puede traspasarse a otro, ni recobrarse, siuna vez seha perdido, a
no ser abismándose en laprofundidad interior donde está oculta. Porque
toda almanacional esuna agrupación de elementos ordenada según un rit
mo que, ni tiene precedentes en lo creado, ni sereproducirá jamás, una vez
roto aquel inefable consorcio.
Mantener esta personalidad esla epopeya ideal de los pueblos. Veceshay
en que el carácter colectivo se eclipsay desaparece, no disuelto por la ab
sorción de la raza en otra más populosa o más enérgica, sino replegado
sólo bajo una personalidad de imitación y artificio. Como suele suceder en
los hombres, laverdad de lanaturaleza cede entonces sus fueros a un ama
neramiento que arraiga, más o menos someramente, en la costumbre. Tal,
por ejemplo, cuando la civilizacióndescolorida y uniforme del siglo
XVIII,
extendiéndose desde la corte de Francia, ahoga la originalidad, el genio
tradicional de cada pueblo; y así en usosy leyescomo en literatura, sustitu
ye un modelo de convención alespontáneo palpitar de lavida; hasta que
despiertan aquellas
vocesde las naciones
que oyó Herder, y la saviaestanca
da vuelvea subir por elárbol de cada terruño, y en todas partes el corazón
y la fantasíabuscan elmaterno calor de lamemoria.
Otras veces, aún no existe personalidad como en el temperamento del
niño, maraña de tendencias anárquicas; y gran impulso de proselitismo y
pasión, que representa lo que lacrisisde lapubertad, en los pueblos, levan
ta y fija para siempre la forma personal que no existía; como cuando a la
voz del Profeta las tribus nómadas deArabia se alzan de súbito a la digni
dad de la historia; o cuando la palabra de Lutero llega a países, aún sin
alma, del septentrión, y los sacude e inflama, y hace que su alma se anun
cie, y que estampen su sello en lacorteza de la tierra.
JOSÉ ENRIQUE RODÓ
[Cambiar sin descaracterizarse]
75
Pero sinabdicar de esa unidad personal; sin romper las arasdelnumen que
se llama
genio
de la raza, los pueblos que realmente
viven
cambian de
amor, de pensamiento, de tarea; varíanel rito de aquel culto; luchan con su
pasado, para apartarse de él, no almodo como elhumo fugaz, o la hoja y la
pluma más livianas que el viento, se apartan de la tierra, sino más bien a
la manera que el árbol seaparta de su raíz, en tanto que crecey va como
concibiendo y bosquejando la idea de la fronda florida que ha de ser su
obra y su cúspide.
No siempre, para juzgar si seráposible en cierto sentido o dirección este
desenvolvimiento, ha de darse paso a la duda, porque aparienciasdelpasa
do finjan una fatalidadineluctable y enemiga. No siempre elfondo de dis
posicionesy aptitudes de un pueblo debe considerarselimitado por la reali
dad aparente de su historia. Nuevas capacidadespueden suscitarsemientras
lavidadura y serenueva; unas veces,creándolas por sugestióny ejemplode
(itros,
y fundiéndose en lo íntimo a favorde un fuego deheroísmo y pasión
que encienda el almay ladisponga para operar en ella; otras veces,evocán
dolas de misterioso fondo ancestral, donde duermen y esperan como la
aurora en el fondo de las sombras, porque también en el almade los pue
blos hay de esas reservas ignoradas de facultades, de vocaciones, de aptitu
des,que aún no semanifestaronen acto, o que, no bien manifiestas,sesote
rraron, y tienden, lentay calladamente,alporvenir, por laoculta transmisión
de la herencia. De este modo, el genio poético y contemplativo del sajón
surge otra vez en la Inglaterra del Renacimiento, después de ahogado bajo
el terreo pie del normando conquistador.
Cambian los pueblos mientras viven;mudan, si no de ideal definitivo,de
finalidad inmediata; pruébanse en lides nuevas;y estos cambios no amen
guan elsellooriginal, razón de su ser, cuando sólo significanuna modifica
ó n del ritmo o estructura de su personalidad por elementos de su propia
sustancia que se combinan de otro modo, o que por primera vez sehacen
conscientes; o bien cuando tomado de afuera lo nuevo no queda como
costra liviana, que ha de soldarse alsoplo del aire, sino que ahonda y se
concierta con la vivaarmonía en que todo lo del almaordena su impulso.
Gran cosa es que esta transformación, subordinada a la unidad y persis-
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76
JOSÉ ENRIQUE RODÓ
tencia de una norma interior, severifiquecon el compásy ritmo del tiem
po; pero, lomismo que pasa en cadauno de nosotros, nunca ese orden es
tal que vuelvainútiles los tránsitosviolentos y los bruscos escapesdel tedio
y la pasión. Cuando el tiempo es remiso en el cumplimiento de su obra;
cuando lainerciade lo pasado detuvo alalmalargamente en la incertidum
bre o el sueño, fuerza es que un arranque impetuoso rescate el término
perdido, y que se alcey centellee en los aireselhacha capaz de abatir en un
momento lo que erigieron luengos años. Esta es la heroica eficacia de la
revolución, bélicaenviadade Proteo a lacasade los indolentesy alencierro
de los oprimidos.
[Cuadro de otoño]
El invierno, viejo fuerte, se acerca. Su impetuoso resuello llega en ráfagas
largas alambiente de esta tarde de otoño, y roba a todo lo que hay de mo
vible en elpaisajesu quietud o la suaveondulación con que se adormecía.
Ahora seinquieta, como malcontento de su lugar, cuanto es capaz de mo
vimiento: las ramas, sacudidas desde su raíz; las aspas del molino, que se
persiguen entre sí con furia vana; la cadena del pozo; las ropas tendidas a
secar en el cercado vecino; el polvo yacente, que se levanta en gruesas
nubes. Por el cielo vagan esos blancos vellones que elviento suele agitar,
como enseña, en sus combates. El balcón de la casade enfrente no seha
abierto. Tras suscristalesasomauna cara dulce y pensativa,más pálidaque
de costumbre. En cambio, de esa otra cara, casiinfantil, que, junto a la
enorme y bondadosa vaca, veo pasar todas las tardes, el soplo recio hace
brotar dos frescasrosas.
Sentado a laventana, empleo mi ocio en la contemplación. Mientras en
mi chimenea se abre un ojo de cíclopeque desde hace tiempo permanecía
veladopor su párpado negro, y junto a mími galgo ofrecesusorejas fríasy
sedosasa lascariciasde su amo, sefijami atención enuna muda sinfonía:la
de las hojas que, desprendidas, en bandadas sin orden de los árboles que
van dejando desnudos, pueblan el suelo y el aire, a lamerced del viento.
Me intereso, como en una ficción sentimental, en sus aciagas aventuras.
Ora sealzany van envuelo loco, ora, más alabrigo, ruedan solitariasbreve
trecho y quedan un momento, inmóviles, antes de trazar, lánguidamente,
JOSÉ ENRIQUE RODÓ
77
1
tr surco; ora se acumulan y aprietan, como medrosas o ateridas; ya se
despedazan y entregan en suicidio a la ráfaga, deshechas en livianopolvo;
y
giran sincompásalrededor de símismas,como poseídasdanzantes... Su
suerte varia espasto de mi fantasía, cosquilleode mi corazón. Me parecen
en ocasiones los despojos volantes de un sacrificiode papeles viejos, con
los que se avientan cartas de amores idos y vanidades de la imaginación,
obras que no pasaron de su larva. Las imagino después el oropel de una
corona destrozada de cómico. Seme figuran otras vecesmanos exangüesy
amarillas;manos de moribundo, que buscan vanamente tañer, en una lira
que no encuentran, una melodía triste que saben. Caen, caen sin tregua,
lashojas, y el almadel paisajeéntrase en tanto por las puertas del sentido,
alambiente de mi mundo interior. Me reconcentro, sin dejar de atender a
lasaladasmoribundas. Comienza a cantar, dentro de mí esaelegíamarchi
taque, en el pathos romántico, hay para la caída y murmullo de las hojas
secas.Abandono; voluptuosidad de melancolía; complacencia en lo amar
µ o
finoy suave... ¿Dónde está ahora, respecto de mí mismo, el objeto de
micontemplación? ¿Adentro?¿Afuera?.. Caen, caen sin tregua las hojas;y
por un instante siento que su tristeza demuerte secomunica a todo lovisi
ble y sube alcielo,y leentristece también y alcanzahasta la línea lejanaen
que una niebla tenue empieza a tejer su vestido de lino. Pero luego, muy
luego, la expresiónmortal que se había extendido en elpaisajecomo som
bra de nube, se concreta y fijanuevamente en las hojas, que son las que de
verasse van y perecen, y que no volverán nunca a su árbol... En lo demás
queda sólo una esfumadaaureola de esa tristeza, como dolor que nace de
simpatía.Las hojas son lo único que muere. El sentimiento de mi contem
plación de otoño no llega a producir en mi alma esa ilusión de sueño en
que la aparienciatristey bella cobra elimperio de larealidad y nos persua
de caside la universal agonía de las cosas.Sé que este desmayo de la vida
110 dura. La idea de la resurrección próxima y cierta vela dentro de mí,
romo en penumbra o lontananza, y mantiene mi sentimiento de la escena
en la clavede un recogimiento melancólico. No de otra manera, sobre el
desconcierto de las hojas caídasse yergue la armazón escueta de los árbo
les,firmey desnuda como lacertidumbre, y en elaceroclaro del airegraba
unapromesa, simpley breve, de nuevavida.
7/23/2019 Rodo - Jose Enrique Ensayo
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JOSÉ ENRIQUE RODÓ
[Final]
Este es mi espíritu cuando toca a su término la corriente de lasideas que
para pasar a tu espíritu tenía. El almadel paisajeme da elalmade la última
página; y como infusay concentrada en ella,el almade lasotras; y mi alma
misma sereconoce en la pintura de la naturaleza, y por la pintura ve, en
imagen, que el libro es su verbo fiel y tiene su acento. El libro y ella son
uno; un libro que seescribe, o es papel vano, o es un alma que teje con su
propia sustancia su capullo. Mientras vuela esta almamía en elviento que
remueve las hojas y conduce lasvoces de los hombres, mensajero del mun
do, lazo que no sepierde, yo quedaré aprestándome otra alma, como el
árbol otro follaje,y otra cosechala tierra de labor; porque quien no cambia
de almacon los pasos del tiempo, es árbol agostado, campo baldío. Criaré
almanueva en recogimiento, y silencio, como está elpájaro en lamuda; y si
llega a sazón, la juzgo buena para repartirla a los otros, sabrás entonces
cuál es mi nuevo sentir, cuál es mi nueva
verdad,
cuál esmi nueva palabra.
[1909]
FERNANDO ORTIZ
[Cuba, 1881-1969] .
A Fernando Ortiz Fernández sele ha nombrado en Cuba Nuestro Tercer
kscubridor despuésde Colóny deAlexandervon Humboldt, por susexten-
sosestudiosde la culturaafrocubanaen toda su diversidadsociológica,folcló
rica,histórica,musicaly lingüística.Siguiólos idealesde JoséAntonio Sacoy
José Martí en el pensamiento social antirracista, y tuvo la oportunidad de
expresarsu actitudexaltadaen lapolíticaalser elegidoen 1917 representante
laCámarapor elPartidoLiberal.Estaetapaestádocumentadaenlarecopila
ción de susdiscursos
En la tribuna
(1923). Sevioobligadoa salirdel paísen
1930
como consecuenciadesu oposiciónal dictadorMachado.
Otro dictador cubano, coronel Fulgencio Batista, le encarga en los años
cuarenta buscar la manera de minar las revueltas negras en La Habana: el
resultadoinesperadoeslainvestigaciónpor Ortiz de una de lasexpresionesde
resistenciade los subversivos-las letras del son afrocubano, origende tantos
(irros ritmos latinos-. Como consecuencia, nuestro musicólogo dedicó su
vidaal estudio y al apreciointernacionalde lamúsicafolclóricaafrocubana,la
nial gozó deun augede verdaderapopularidad.
FernandoOrtiz inicióy estimulólosestudiosnacionalesen Cubaa travésde
laRevista Bimestre Cubana, dirigidapor él,la SociedadEconómicadeAmigos
delPaís,laAcademiade laHistoria, laSociedaddel FolkloreCubano, y laSo
cicdad de Estudios Afro-Cubanos. Además, representó a Cuba en muchos
congresosinternacionalesde carácterantropológico, americanista,indigenista
>
africanista.Por ejemplo,fue elfundadordelInstituto InternacionaldeEstu-
diosAfro-Americanos,establecidoen1943enMéxico.
femando Ortiz inventó el término transculturación para designarla in
fluenciade lacultura africanay deotros continentes en laformaciónde lacul-
ura latinoamericana.Su curiosidadabarcómuchasdisciplinas:lahistoria Las
rebel iones
de losafro-cubanos,
1910); la biografiaintelectual
üosé Antonio Saco
v sus ideas cubanas,
1929); la lexicografia
Un catauro de cubanismos,
1923;
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