Tu Obra Vol II 4

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Volumen 2, Nr 4 Tu Obra Matthew Henry 2 La música en el Apocalipsis 10 El problema del sufrimiento y del mal José Nuñez 11 Koinonía Rubén Chacón V. 6 14 + 14 + 14 + 14 en Mateo 1 Christian Chen 7 Predicando a una cultura secular Timothy Keller 8 Si el señor no me hubiera ayudado, yo estaría habitan- do en la región del silencio. Salmo 94.17

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Boletín cristiano de edificación y enseñanza de la Biblia

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Volumen 2, Nr 4

Tu Obra

Matthew Henry 2

La música en el Apocalipsis 10

El problema del sufrimiento y del mal José Nuñez 11

K o i n o n í a R u b é n C h a c ó n V .

6 14 + 14 + 14 + 14 en Mateo 1 C h r i s t i a n C h e n

7

Predicando a una cultura secular Timothy Keller 8

Si el señor no me hubiera ayudado, yo estaría habitan-do en la región del silencio. Salmo 94.17

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C .H. Spurgeon describió al comentario de las Escri-turas más popular en lengua inglesa, Comentario

Matthew Henry, como “profundamente espiritual, celestial, y muy provechoso”. (Comentando y Comentarios, pag. 10). Escrito en un período de diez años, el merecidamente famoso comentario ocupó las mejores horas de este santo predica-dor—hasta dos meses antes de su muerte el 22 de junio de 1714. En ese momento había terminado el libro de los Hechos (catorce pastores completaron los libros de Ro-manos a Apocalipsis como un tributo amoroso a su esti-mado amigo). Sería imposible sobrestimar el beneficio de la pluma de Matthew Henry a las posteriores generaciones de cristianos, particularmente predicadores. Jorge Whitefield pagó siete pounds (el equivalente a 15 ó 16 semanas de sala-rio para un trabajador) por un juego de sus co-mentarios. Los leyó con una Biblia inglesa y un Nuevo Testamento griego desde las cinco hasta las seis o siete de la mañana y otra vez una o dos horas por la tarde. Siguió esa práctica hasta que hubo leído el co-mentario cuatro veces. “Siempre he estado so-bre mis rodillas para estudiar y orar sobre es-tos libros”, dijo luego. En su diario privado consigna Whitefield, “Cuán dulces mis horas en privado leyendo y orando sobre los Comentarios del Sr. Hen-ry” (citado por Arnold Dallimore en George Whitefield, Vol. 1, pag. 82). El escritor de himnos Isaac Watts expresó su deseo que las congregaciones dejen que los pastores jóvenes les sea permitido leer una porción de los Co-mentarios de Henry desde los púlpitos cada domingo (La vi-da de M. Henry, J.B. Williams, pag. 236). El pastor avivacionista William Romaine, en el siglo XVIII dijo, “No hay ningún comentario de la Biblia, antiguo o mo-

derno, que sea en ningún aspecto semejante al del Sr. Hen-ry” (ibíd., pag 237) Spurgeon recomendaba que cada ministro leyera completa-mente y cuidadosamente la obra de Matthew Henry al menos una vez, y urgía a los recién graduados seminaristas a hacerlo en los primeros doce meses de su primer ministerio (Comentario y Comentarios, pag. 11). El fallecido Dr. Wilbur M. Smith, cuya biblioteca personal superaba los 25.000 volúmenes, escribió que los comentarios de Henry son “el comentario devocional más grande jamás escrito en lengua inglesa” y “la obra que indudablemente ejerció más influencia sobre los ministros del Evangelio más que cualquier otro comentario en nuestra lengua”. (Charlas de la Biblioteca de un Ministro, pag. 159).

Matthew Henry fue el padre de 10 hijos (tres de los cuales murieron en la infan-cia) y pastoreó una iglesia de 350 miem-bros, sin un asistente; aparte de eso pre-dicaba y supervisaba un circuito de igle-sias rurales (algunas de las cuales esta-ban tan lejos como 40 km de la suya), ministraba a iglesias de Londres y murió a los 54 años. ¿Cómo hizo un hombre para publicar cinco sendos volúmenes expositi-vos de los primeros 44 libros de la Biblia en un período de 10 años de vida—volúmenes que perduran y son atesorados trescientos años después? Es una pregunta para hacernos pensar ¡Qué maravilloso se-

ría si la respuesta inspirara a algún pastor diligente a un más intenso estudio de la Biblia en el año!

DELEITÉMONOS EN LA BIBLIA

No está totalmente aclarado cuándo Matthew Henry comenzó (Continúa en la página 3)

Matthew Henry

1662-1714

Prolífico autor y pastor

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a escribir sus comentarios expositi-vos. Lo que sí sabemos que no los escribió para que se publicaran. “Siempre supe”, se confiesa en el prefacio del primer volumen, “el poco tiempo que tuve en mi estudio debido a mi constante preparación para el púlpito—para bosquejar exposiciones de algunas partes del Nuevo Testamento, no para mi

uso, sino para entretenerme, por-que no conocía nada mejor en qué

usar mis pensamientos y tiempo libre. Cada hombre que estu-dia, tiene algún tema favorito, que es su delicia sobre cual-quier otro”. (Énfasis en el original). ¡Esta última oración trae convicción! Imagínese un predica-dor, diciendo que luego de estudiar para el púlpito, su tiempo libre para entretenerse fue estudiar más de la Biblia, simple-mente porque fue su deleite. Desde un punto de vista es difícil imaginarlo ¿no? De otro punto de vista (nuestra perspectiva ante el trono del Maestro), no es del todo difícil de imaginar que yo pudiera decirlo. Incline su pensamiento hacia esto y pregúntese lo que signifi-caría si amar al Señor con toda su mente (Mt 22.37) ¿Qué po-dría significar para la salud espiritual y el bienestar de la Igle-sia en Argentina si cien de nosotros a quienes se les confió el guiar el rebaño de Dios a pastos más tiernos? Quizá haya cien de esos hombres en esta generación—hombres que se dediquen nuevamente en este año al estudio devocional de la Biblia para hacer visible su crecimiento a la gente. Pablo señaló este progreso perceptible cuando amones-tó a Timoteo, “ocúpate en estas cosas; permanece en ellas, para que tu aprovechamiento sea manifiesto a todos” (1 Tim 4.15). “Permanecer en ellas”, significa literal-mente “estar en ellas”. Que seas absorbido por ellas. Estar in-merso en ellas. Preocúpate con las cosas que el Espíritu Santo inspiró en los escritos sagrados. De este modo nuestro “aprovechamiento”, nuestro “trazar la Escritura”, nuestro “avance” serán manifiestas a todos. Alguien ha dicho que un líder es alguien que se para enfrente de la gente y se queda ahí subiendo los estándares por los que será juzgado. ¡Que gran anhelo tenemos al ver a nuestra gente consumida con la Pala-bra de Dios! Pero ¿Cómo harán progresos? Siendo guiadas levantando los estándares por los cuales tendremos que dar cuentas.

DEMANDA DE NOSOTROS MÁS AMOR ¿Cuánto amamos la Palabra de Dios? Me pregunto si estoy sólo al lamentarme de no amar suficientemente mi Biblia. ¡Cómo desearía volver a mi niñez para enfocar mi alma en

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abrazar las Escrituras y no en pequeñeces! El diario de Matthew Henry nos permite vislumbrar el alma de un niño que registra sus reacciones infantiles ante un sermón predi-cado por su padre: “Amo la Palabra de Dios. La estimo sobre todas las cosas. Siento mi corazón inclinado a ella. La deseo como el ali-mento de mi alma, y me deleito tanto al leerla como escu-charla; y mi alma puede testificar sujeción en alguna medi-da. Pienso que amo la Palabra de Dios por su pureza. Amo a los ministros y mensajeros de la Palabra. Frecuentemente la leo. Me regocijo en el buen éxito de ella. Todas fueron dadas como marcas del verdadero amor a la Palabra en un sermón que escuché del Salmo 119.140”. (La vida de Matt-hew Henry, pag. 6) ¡El futuro comentarista tenía once años cuando escribió esas palabras en su diario! Cuando tenía 18 años escribió una reminiscencia personal de sus primeros años titulada “Misericordias recibidas”. Enumera veintiséis misericor-dias, incluyendo las siguientes: 15. Que he nacido en un lugar y un tiempo donde hay luz del evangelio; que he tenido las Escrituras, y medios de en-tenderlas, por exposiciones diarias y muchos buenos libros; y que he tenido un corazón para darlo al placer y al estudio de ellos. 18. Que he tenido una educación religiosa, los principios de la religión inculcados con la misma leche de mi madre, y que de niño he sido enseñado con el conocimiento de Dios. 21. Que he tenido preciosas y dulces oportunidades y me-dios de gracia, domingos, sermones… (La Vida de Matt-hew Henry, pag. 15) Nada puede compensar los años perdidos en las locuras de juventud ¿Por qué no debemos vivir y amar de tal modo que los niños y niñas que crecen en nuestros hogares estén per-suadidos desde su juventud que no hay nada más valioso en esta vida que se compare con la Palabra de Dios al tenerla como objeto supremo de nuestros más fervientes afectos? ¿Por qué no debemos negarnos a nosotros mismos? ¿Por qué no demandamos más de nosotros para trazar un camino al pequeño Matthew Henry que está durmiendo en nuestro hogar esta noche? Somos de los pocos privilegiados quienes, como los levitas, han sido separados del común de la gente y se les ha confia-do los oráculos de Dios. No hay tantos hombres así en la tierra. Como mucho, serán miles. Entre los billones de per-sonas que habitan la tierra en este punto de la historia, ¡Solamente somos miles! ¿Estoy agradecido que me cuento entre esos pocos? Recuerde que pesa una sentencia de parte de Dios sobre

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I g l e s i a q u e p a s -t o r e ó H e n r y

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aquellos que sabiendo la revelación de Dios, sin embargo no le glorificaron como Dios “ni le dieron gracias” (Romanos 1.21) ¿Somos verdaderamente agradecidos por el conoci-miento único de Su revelación escrita que es la esencia de nuestro llamamiento? Dios estaba contrariado con Salomón porque “su corazón se había apartado de Jehová Dios de Israel, que se le había aparecido dos veces” (1 Reyes 11.9). El privilegio de las apariciones lo hacía un hombre marcado a la vista de Dios. Nuestros corazones no se apartan del Señor a los ídolos, pero ¿en qué se deleitan? Hay libros que deben ser escritos por causa del Señor. Algunos de no-sotros debemos escribirlos. Hay poemas para ser escritos e himnos compuestos para la gloria de Dios. Alguno de nosotros debe de glorifi-car a Dios haciéndolo. Hay errores que deben ser refutados y escritos sobre posiciones doctrinales que deben ser puestas en papel. Hay que hacer un duro trabajo de ejercicio intelectual en esta generación. Algunos de nosotros tiene que tener una mente que ame a Dios lo suficiente como para pensar críticamente. Hay doctrinas que deben ser sistematizadas. Una luz santa debe echarse sobre los dichos oscuros del Señor. Temas de-ben ser trazados. ¿Dónde están los hombres que llevaron a cabo estas tareas con un corazón humilde, una mente despier-ta en amor humilde al Señor Jesús? ¿Por qué no tu? ¿Qué ra-zones tenemos, compañeros predicadores, para no hacer de la Palabra de Dios el verdadero deleite y gozo de nuestros cora-zones? Tal vez ninguno de nosotros tenga los dones de Matt-hew Henry, pero ¿Por qué no deberíamos tener su corazón? ¡Para tenerlo, necesitamos guardar mejor nuestros corazones! Felipe Henry, el piadoso pastor y padre de Mateo, a veces ex-clamaba, “Una vez que el corazón anda suelto un poco por el mundo, Oh, es asunto difícil encontrarlo otra vez!” (La vida del reverendo Felipe Henry, pag. 119)

PROBARNOS A NOSOTROS MISMOS POR LAS MAÑANAS Aquí hay una prueba práctica. ¿A qué horas salimos de la ca-ma en las mañanas? Matthew Henry se deleitaba en levantar-se temprano. “No pierdan las mañanas”, aconsejaba a otros. Frecuentemente estaba en su estudio a las cinco, y a veces a las cuatro, empleaba esas tempranas horas de estudio en es-cribir. A las siete u ocho de la mañana guiaba a la familia en adoración y luego desayunaban. Regresaba al estudio hasta

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T U O B R A

el mediodía. En las tardes visitaba a los hermanos y atendía otros asuntos. Por las noches, a no ser que fuera invitado a predicar, lo que sucedía hasta siete veces por semana, volvía a su estudio. “No hay lugar como mi estudio”, recordaba, “no hay compañía como los buenos libros, especialmente el libro de Dios”. Una vez, cuando él y su esposa estaban esperando toda la noche el nacimiento de uno de sus hijos, pasó parte del tiempo escribiendo. “Entre las dos y tres de la mañana, mientras mi esposa se recuperaba de una enfermedad, me

retiré a mi estudio para buscar a Dios a favor de ella y mis niños. Deseoso de redimir el tiempo, le hice un poco de tiempo a mi ex-posición”. (La vida de Matthew Henry, pag 175-177) En caso de que se estén pregun-tando si este hombre dormía, Henry llamaba al sueño “el don de Dios a aquellos que ama”. “Pero”—advertía—“aquellos que aman el sueño más que sus

labores cuando debieran amar al sueño para poder realizar sus tareas, se exponen al pecado”. Del mismo modo, su pro-pio deseo era “cerrar el día con—vuelve al descanso, O al-ma mía; para comenzar el día –vuelve al trabajo, O alma mía”. (La vida de Matthew Henry, pag 176) Ningún hombre puede legislar por otro en este tema. Nuestros ministerios son diferentes. Nuestras edades, fuerza física, fa-milias y hábitos de trabajo difieren. Así y todo, un hombre puede hundirse en los hábitos del sueño, especialmente cuan-do no tengan ningún razón para levantarse temprano en la mañana. Algunos ministros que pastorean iglesias pequeñas pueden tener mañanas ininterrumpidas. La cantidad de estu-dio y comunión de primera mano que se puede hacer en esas condiciones es incalculable. El predicador inglés Alejandro Maclaren, cuyos escritos aún siguen inspirando e instruyen-do, le dijo a un grupo de estudiantes y futuros pastores: “¡Le agradezco a Dios que estuve atascado en un lugar oscuro y pequeño al comenzar mi ministerio!; porque eso es lo que echa a perder a la mitad de ustedes. De repente ustedes son elevados a posiciones de prominencia, desperdiciando su tiempo en minucias y reunioncitas… en lugar de estar en ca-sa leyendo sus Biblias y acercándose a Dios. Le agradezco a Dios por los primeros años de penuria y oscuridad!” (Citado por Warren Wiersbe en Caminando con los Gigantes, pag. 37). ¿Qué podría hacer un hombre humilde que camina con

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hacemos caso a la obra de nuestro Maestro”. Sin importar si lo que estudiamos sea publicado (¡aunque ciertamente será publicado!) el aprovechamiento de nues-tras almas será inmenso. Henry le escribió a un hombre que le había recomendado editar sus comentarios, “El trabajo ha sido, y aún es para mí un pago en sí mismo, y el placer (Nota del traductor: de escribir aunque nadie lo leyera algu-na vez) recompensa todos los desvelos”.

RENDIRNOS EN FORMA RENOVADA Es significativo que en el día de año nuevo de 1704, pocos meses antes de comenzar a escribir sus comentarios, Matt-hew Henry renovó su rendición al Señor. “Hago pacto de redimir mi tiempo, y a ti Oh Dios, consagrar este año y to-das sus horas. El Señor me permita llenarlo con el bien de acuerdo a lo que el día requiera. Me comprometo a seguir al Espíritu de Dios en todos mis afectos”. (La vida de Matt-hew Henry, pag 85, 86) Aunque Matthew Henry escribía para su propio beneficio, sus amigos le pidieron por varios años que publicara su obra. Sus sugerencias ocuparon su pensamiento en oración por algún tiempo, hasta que en la noche del 12 de noviem-bre de 1704 concluyó que era su deber servir al Señor de este modo. “Esta noche, después de mucho pensar en mi corazón, y mucho orar, comencé mis notas sobre el Antiguo Testamen-to. No es probable que deba vivir para terminarlas, o si de-bo vivir, que sea un servicio público…Aún con las fuerza del Señor; y espero que para su gloria, me dispongo a hacerlo; que pueda intentar algo, y usar mi tiempo en este buen propósito; y que el Señor haga uso de mi, y voy con temor y temblor, ejercitándome en cosas demasiado altas para mí.. El Señor me ayude a emprender esto con gran humildad “ (La vida de Matthew Henry, pag. 302, 303) Año nuevo, 1705, lo encontramos renovando su rendición a Dios. Sus votos son demasiado largos para este apartado, pero incluyen su compromiso a usar su conocimiento en Pa-labra de Dios para bien. “Sé que es la voluntad de Dios que deba ser útil, y por su gracia lo seré.

Dios y pastorea una pequeña iglesia con un tema como “La Majestad y las Glorias de Cristo”, o un libro como Efesios, si pasara las primeros tres horas de sus mañanas, durante tres o cuatro días a la semana, en una comunión devocio-nal reverente, precisa, opuesta al estudio técnico y sin vi-da? Ese hombre necesitaría acostarse temprano (como lo hacen los campesinos miembros de su iglesia) levantándose temprano en la mañana con un corazón para encontrarse con Dios. Guillermo Gurnall hacía justamente eso y nos dio 1.200 páginas a dos columnas, de una incomparable y rica meditación sobre once versículos solamente (Efesios 6.10-20). Spurgeon denominó a ese libro titulado El cristiano en su completa armadura, “un libro incomparable y sin precio” y “el mejor semillero del pensamiento en toda nuestra bibliote-ca”. Juan Newton dijo que si tuviera que leer un libro además de la Biblia, escogería el libro de Gurnall. (N. del Traductor:. Si usted lee inglés, puede conseguir este libro en el Semi-nario Bautista Internacional de la ciudad de Buenos Ai-res). Este no es un ruego verborrágico ¡Pero sí es un ruego por el gran amor que pudiera producir si alguien escuchara! Recuer-den que la Palabra viviente es inseparable del Verbo viviente. Si amamos la Palabra escrita, amamos al Verbo viviente. Cuando tenemos comunión con la Palabra viviente, tenemos comunión con el Verbo viviente. Meditar en la Palabra vi-viente, es meditar sobre el Verbo viviente. La Palabra vivien-te y las palabras que salen de Su boca son una. Amar a esas palabras es amarlo a El. Tal amor tiene un amor expulsor. Hace que la fascinación con las cosas menores que distraen al predicador, desaparezcan. Ayudaría al hombre a que controle el televisor. Hará que el deporte esté en su justo lugar como algo ocasional. Le pondrá fin a los entretenimientos y diversiones autos indulgentes. ¡Somos indudablemente la generación de predicadores más atrapada en la diversión en la larga historia de la Iglesia! ¿Cuál será nuestro legado si no leemos nuestras Biblias con la misma devoción de cuando fuimos salvos? Los co-mentarios de Matthew Henry sobre Génesis 1.15 (“y que sean para luminares”) prueba nuestro mal uso del tiempo: “Cuán desagradecidos e inexcusables somos, si, cuando Dios estableció esas luces para que trabajen para nuestro benefi-cio, nosotros dormimos o descuidamos el tiempo de trabajar, siendo negligentes de la obra a la que hemos sido enviados, y ¡por la que Dios puso esas luces para nosotros! Las luces del cielo fueron puestas para servirnos, y lo hacen fielmente, bri-llando a su tiempo, sin fallar: pero están puestas en este mundo para servir a Dios; ¿nosotros cumplimos, de igual manera, para lo que hemos sido creados? No, nuestra luz no brilla ante Dios como estas luces brillan ante nosotros, Ma-teo 5.14. Quemamos las velas de nuestro Maestro, pero no

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K oinonía es la palabra griega que se traduce generalmente por “comunión”. Aparece 19 veces como sustantivo (koinonía) y 8 veces como verbo (koinonéo). Ambos términos pro-

vienen de otra palabra griega “koinonós”, que se tradu-ce por “compañero” y “participante”. Por lo tanto, sinóni-mos de “comunión” son “compañerismo” y “participación”. El diccionario de sinónimos agrega, además, los términos: Amistad, camaradería, fraterni-dad, familiaridad, intimidad, confraternidad y herman-dad. Esta “comunión”, que es fruto y obra del Espíritu Santo (2 Co. 13:13; Flp. 2:1), expresa tanto nuestra relación con Dios como con los hermanos. Con respecto a Dios, el apóstol Juan declara que nuestra comunión (koinonía) verdaderamente es con el Padre, y con su Hijo Jesucristo (1 Jn. 1:3). Según Pablo, los creyentes fuimos llamados por Dios a la comunión (koinonía) con su Hijo Jesucristo nuestro Señor (1 Co. 1:9). Esta co-mún unión con el Hijo llega a ser tan profunda que nos permite participar (koinonía) de sus mismos padeci-mientos (1 P. 4:13; Flp. 3:10). Pero no sólo de sus pa-decimientos, sino también de sus bendiciones. En efec-to, dice Pablo que la copa de bendición que bendeci-mos en la mesa del Señor es la comunión (koinonía) de la sangre de Cristo, esto es, la manera divina en que los creyentes participamos de los beneficios de la san-gre de Cristo. Asimismo, el pan que partimos es la co-munión (koinonía) del cuerpo de Cristo, es decir, es nuestra participación en el cuerpo de Cristo, del cual ahora formamos parte (1 Co. 10: 16-17). Con respecto a la koinonía entre los hermanos, es inte-resante notar que la comunión no es, según el Nuevo Testamento, algo puramente romántico o abstracto. Todo lo contrario. La koinonía se expresaba en accio-nes muy concretas. Por ejemplo, Macedonia y Acaya, dice Pablo, tuvieron a bien hacer una ofren-da (koinonía) para los pobres de la iglesia en Jerusalén (Rom. 15:26). Según Pablo, es lo que correspondía hacer, por cuanto los gentiles habían sido hechos parti-cipantes (koinonéo) de los bienes espirituales de los creyentes judíos (Rom. 15:27). Los creyentes, por tan-to, expresan su comunión de la siguiente manera: Com-partiendo (koinonéo) para las necesidades de los san-tos (Rom. 12:13). Por eso, las iglesias de Macedonia pidieron con muchos ruegos que los apóstoles les con-

cediesen el privilegio de participar (koinonía) en este servicio para los santos (2 Co. 8: 4) ¡Aleluya! ¡Qué co-munión! De la misma manera, Pablo, escribiendo a los gálatas, les exhorta: “El que es enseñado en la palabra, haga partícipe (koinonéo) de toda cosa buena al que lo instruye” (6:6). Por eso, la iglesia en Filipos participó (koinonéo) con Pablo en razón de dar y recibir (Flp. 4:15). El escritor a los Hebreos termina diciendo: “Y de hacer bien y de la ayuda mutua (koinonía) no os olvi-déis; porque de tales sacrificios se agrada Dios” (13: 16).

KOINONÍA

Ruben Chacón V.

12 Acciones

“¡Así que sé fuerte y valiente!” No tengas miedo ni sientas pánico frente a ellos, porque el Señor tu Dios, él mismo irá delante de ti. No te fallará ni te abandonará.” Deut 31.6 (NIV) Aquí te damos 12 ideas para tener valor y coraje al demostrar tu fe: 1. Viví tu fe con toda tu mente, tu corazón y tu espíritu, no

importa lo que cueste. 2. Admite tus errores. 3. Hacé lo correcto, aunque los otros no lo hagan. 4. Hablá con alguien que no conoces. 5. Decí “no” cuando tratan de convencerte de algo que no

deberías hacer. 6. Decí l a verdad y aceptá las consecuencias. 7. Defendé a alguien que no es popular. 8. Enfrentá un miedo y reconócelo. 9. Sacrificáte por alguien a quien no amás o alguien que te

necesita. 10. Sé el único. 11. Compartí honestamente lo que está en tu corazón (tus senti-

mientos, tus miedos y tus errores). 12. Levantá tu voz por lo que creés, aunque sepas que serás

rechazado o ridiculizado. Conclusión: “Pues no me avergüenzo de la Buena Noticia acerca de Cristo, porque es poder de Dios en acción para salvar a todos los que creen…” Romanos 1.16 (NIV)

Para demostrar cora je

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Volumen 2, Nr 4 Página 7

A l estudiar el capítulo 1 de Mateo, muchas personas intentan dejar de lado los prime-

ros 17 versículos, porque no los entienden; pero, en ver-dad, allí hay oro y perlas escondidas. En estos versículos, descubrimos que de Abraham a David hay 42 generacio-nes, lo que corresponde a 14+14+14 (Mat.1:17). Si es-tudiamos la historia del pueblo de Israel, veremos que 17 reyes se sentaron sobre el trono de David, sin embargo, el Espíritu Santo solamente reconoció 14 de esos reyes; por eso tenemos 14-14-14. ¿Por qué así? Porque, si su-mamos todas las letras de la palabra David en hebreo, tenemos el resultado exacto de 14. ¿Qué significa el nú-mero 14? En la Biblia, éste siempre habla de la cruz; nuestro Señor murió en la cruz un día 14. Si usted calcula el inicio del año de acuerdo al calendario judío, 1,2,3,4 ... si cuenta hasta el 14, en ese día nuestro Señor murió por nosotros. El número 14 siempre habla de la cruz. Hoy el Señor Jesús es el rey en nuestros corazones, es el rey en el reino de los cielos, es el rey en la iglesia según el modelo de David. ¿Y cuál es el modelo de David? ¿Cómo David se convirtió en rey? Pasó primero por los sufrimientos y después alcanzó la gloria; pasó primero por la humillación y después fue exaltado. En el lenguaje del Nuevo Testamento, David pasó primero por la cruz, después ganó la corona. Nuestro Señor es el rey, pero ¿cómo Él llegó a ser rey? Primeramente murió en la cruz por nosotros y después se sentó en el trono. Agradecemos a Dios porque descubrimos que nuestro rey es diferente de todos los otros reyes; podemos reco-

nocerlo sin ningún problema. Si visitáramos Inglaterra, veremos que la reina inglesa usa una linda corona de di-amantes, es una corona gloriosa. De la misma forma, si visitáramos cualquier otro reino y estudiamos la historia de esos reinos, veremos cómo esos reyes llegaron al tro-no. Incluso, si estudiamos el evangelio de Mateo, vere-mos que nuestro rey fue coronado con espinas. Nunca cometeremos un error al intentar identificar a nuestro rey: si vemos un rey con una corona de espinas, sabre-mos que Ese es el rey del reino de los cielos, Ese es nues-tro rey, es su rey, es mi rey. Es por esa razón que tene-mos 14+14+14; esa corona de espinas habla de la cruz, habla de 14+14+14.

Christian Chen es un hermano chileno comprometido con su iglesia local.

14 + 14 + 14 en Mateo 1 Christ ian Chen

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Traducido por Marijo Hooft

E ste artículo resume cuatro ideas que, según mi ex-periencia, son la clave de una predicación eficaz en una cultura secular. Si deseas comunicar el evange-lio tanto a los cristianos como a los no cristianos

que hay en tu medio, te animo a incorporar estos cuatro ele-mentos a tu propia predicación. Predica a los cristianos y no cristianos a la misma vez El evangelio es la base de la justificación y también de la san-tificación. Gran parte de la literatura de “iglecrecimiento” presupone que no podemos ministrar a los cristianos y no cristianos a la vez. Según este punto de vista, los mensajes “evangelísticos” apelan a los no cre-yentes pero aburren a los creyentes, y los mensajes “de enseñanza” ape-lan a los cristianos pero confunden u ofenden a los que no lo son. Eso significa que una iglesia tiene que disponerse para tener un enfoque o el otro, y como resultado puede limitar-se en su fidelidad a la Biblia así co-mo también en sus resultados. Algunas iglesias han tratado de re-solver este problema mediante la distinción de “servicios para el bus-cador”, que se brindan en un día di-

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ferente a aquellos servicios orientado al discipu-lado. Pero este enfoque no está exento de proble-mas: muchos buscadores se quedan más de la cuenta en los servicios planeados para ellos, y nunca reciben un material más desafiante. Y co-mo la mayoría de los que asisten a los servicios para buscadores son generalmente cristianos, los creyentes también se quedan varados en un cris-tianismo elemental. Yo creo que el problema es teológico, no meto-dológico. De hecho, es imposible combinar a los cristianos con los no cristianos de una forma co-herente a menos que el predicador y los líderes entiendan que el evangelio no es solo la manera en que las personas son justificadas, sino también la forma de ser santificadas. La actitud típica hacia el evangelio es verlo como el ABC de la doctrina cristiana, o meramente la verdad mínima requerida para ser salvos, pero se considera que para crecer en la vida cristiana se necesitan prin-cipios bíblicos más “avanzados”. Si ese fuere el caso, entonces de veras no podríamos enfocarnos en el evangelismo y la formación espiritual a la misma vez. Sin embargo, Martín Lutero com-prendió que el evangelio no era solo la manera de recibir salvación sino además la forma de avan-zar en cada etapa de la vida cristiana. Por eso la primera de las noventa y cinco tesis de Lutero

fue: “Toda la vida es arrepentimiento”. Jonathan Edwards en sus Afecciones Religisas [Religious Affections], sostiene que las creencias y comportamientos están inextricablemente ligados y que cualquier fracaso en los cristianos es debido a la incredulidad. El antídoto a la incre-dulidad es un relato fresco del evangelio. La predicación, por lo tanto, no es o para evangelismo o para edificación, porque todos nosotros tenemos el mismo proble-ma subyacente. Si un sermón es Cristocéntrico en su exposi-ción y aplicación, y si está orientado a desmantelar los siste-

mas de incredulidad del corazón humano y volver a relatar y aplicar el evangelio sobre esa incredulidad, entonces será iluminador para los no creyentes aun-que originalmente apuntaba a los cre-yentes.

CÓMO FUNCIONA Vivimos en una sociedad en la que las personas son completamente escépticas a toda clase de verdad. En contraste con las eras pasadas, en la cuales se aceptaba la verdad revelada o se honraba la razón y la verdad científica, mucha gente hoy simplemente no puede recibir un conjun-to de enseñanzas sin ver cómo “funciona” el cristianismo, cómo se cor-poriza en la vida real.

(Continúa en la página 9)

Predicando a un

cultura secular

Tim ot hy Kel ler

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Esto tiene implicancias para todos nosotros. Para los cristia-nos que están rodeados de la cultura secular, es importante oír al predicador lidiar sabia y astutamente con los proble-mas que los no creyentes tienen a diario. Esto les ayuda a resolver sus propias dudas y además es un “entrenamiento” excelente para cuando ellos mismos tienen que compartir su fe. Los programas de evangelismo de los tiempos pasa-dos no siempre preparaban adecuadamente a los cristianos para tratar con el amplio espectro de dificultades intelectua-les y personales que la gente atraviesa hoy respecto de la fe cristiana. De una manera similar, cuando el predicador se dirige a los creyentes, los no creyentes que están presentes llegan a entender cómo el cristianismo se aplica a las situaciones de la vida real. Por ejemplo, si tú estás predicando un sermón sobre el materialismo, y directamente aplicas el evangelio al materialismo de los cristianos, estás haciendo algo que interesa y beneficia también a los no cristianos. Muchos de los que escuchan tenderán a tomar decisiones de fe en un terreno más pragmático. En vez de examinar la fe de una manera intelectual algo distante, es más probable que to-men un compromiso de fe a través de un proceso de peque-ñas decisiones, “probándolo” y viendo cómo se aplica en los problemas de la vida real.

PRÁCTICAS DE PREDICAR A LA CULTURA SECULAR Algunos consejos prácticos para predicar: + Resuelve todos los problemas con el evangelio. De esta manera, los no creyentes escuchan el evangelio cada sema-na y los creyentes tratan sus cuestiones y problemas con la belleza del evangelio. + Ten cuidado con las suposiciones. No supongas que toda la gente tiene las mismas premisas. Evita exhortar el punto D si está basado en A, B y C, sin referirte primero a A, B y C. Constantemente fundamenta con declaraciones acerca de la autoridad de la Biblia o las razones de por qué cree-mos. + Involúcrate en la apologética. Trata de dedicar uno de los tres o cuatro puntos principales del sermón a los no cre-yentes. Mantén en tu mente una lista de las objeciones co-munes que la gente tiene hacia el cristianismo. Muy fre-cuentemente el texto del sermón tiene alguna implicancia sobre cómo atender esas objeciones. + Brinda aplicaciones para ambas partes. Cuando das las aplicaciones del sermón, dirígete tanto a los no cristianos como a los cristianos, casi en un diálogo con ellos. Por ejemplo: “Si estás comprometido con Cristo, debes estar pensando esto, pero el texto brinda una respuesta a ese te-mor”, o “Si no eres cristiano o no estás seguro de lo que crees, entonces seguramente pienses que este pensamiento es muy cerrado, pero el texto se refiere precisamente a es-to”. + Sé auténtico. La gente joven, urbana y secular en particu-

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lar es extremadamente perceptiva a todo lo que huele a arti-ficio u ostentación escénica. Ten cuidado con los sermones –o cualquier otra cosa en el servicio de adoración- que sea demasiado perfecta, demasiado controlada o luzca “enlatada”. + Está atento al lenguaje alienante. Los oyentes secula-res se desconectan cuando perciben que el predicador utili-za lenguaje no inclusivo en cuanto al género o hace comen-tarios cínicos acerca de otras religiones o utiliza jerga reli-giosa, un lenguaje que solo los cristianos entienden. + Espera y aun respeta la duda. Siempre trata con respe-to las dudas de la gente en cuanto al cristianismo. Cuídate de ni siquiera dar la impresión de que el cristianismo no admite dudas o que las personas poco inteligentes son las que dudan de su veracidad. Es importante reconocer la pre-sencia de dudosos, y decir a los efectos prácticos: “Sé que esta doctrina cristiana puede sonar escandalosa”. + Dirígete a la comunidad más amplia. Sé consciente en tu postura y predicación de las necesidades y preocupaciones de la comunidad más amplia, no solo de la comunidad cris-tiana. Muestra de qué manera la gracia de Dios favorece a los pobres, marginados y extranjeros. Celebra las obras de justicia y misericordia y la ciudadanía que tienen en común en la ciudad. + Echa mano a las referencias culturales. Los vecinos de Manhattan no conocen ni confían demasiado en la Biblia, de modo que es importante que yo sepa sus referencias cul-turales, leer lo que ellos leen y responder a las preguntas de la Biblia que ellos se están haciendo. Yo documento y re-fuerzo abundantemente mis puntos principales corroboran-do opiniones de los mismos libros y periódicos que los neo-yorquinos leen. A menudo puedo demostrarles cómo la Biblia se refería a esos mismos temas mucho tiempo antes que el autor contemporáneo lo hiciera. + Lee todo el espectro. Si lees solo una perspectiva de un tema, tenderás a ser ingenuo y estar más confiado de lo que deberías. Si lees una segunda perspectiva contradictoria que deconstruye el primer punto de vista, tenderás a volverte cínico y desanimado. Pero si lees un espectro de cuatro o cinco perspectivas diferentes, encuentras tu propia visión y voz y a menudo obtienes ideas creativas. Yo leo con regula-ridad diferentes opiniones e imagino cómo sería tener una conversación sobre el cristianismo con ese autor. Timothy Keller es pastor de la iglesia Presbiteriana Re-dentor, New York.

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la música. "Las palabras son teológica-mente correctas, ¿pero dónde está la melo-día?", pregunta Michaels. El mensaje evangélico, y la vida cristiana, traen una musicalidad muy especial, que demuestra su autenticidad. Es la música de la salva-ción por gracia y del reino de Dios y su justicia. El evangelio debe dar el tono musical para toda nuestra existencia. Pablo Richard (1994:147-148) interpreta el "cántico nuevo" como la canción de protesta, resistencia y esperanza de la co-munidad de fe en la tierra, en consonancia y sintonía con los coros celestiales. Para Richard, los 144 mil son los mártires ya glorificados. El cántico "representa la con-ciencia, la identidad y la espiritualidad de este pueblo organizado en la tierra que resiste a la Bestia. Para resistir necesita aprender este cántico...". Es "un secreto que ellos descubren en el cielo... Los que resisten a la Bestia en la tierra necesitan cantar el cántico de los mártires en el cie-lo". En cambio, los adoradores de la Bes-

tia "entregan su subjetividad a ésta y son transformados en objetos marcados". Los 144 mil pueden cantar, porque son sujetos..." (p.147). Aquí tenemos dos comunidades contrapuestas, marcadas por dos sellos distintos y marchando hacia dos destinos totalmen-te opuestos. Apocalipsis 18:22-23 describe la condición final en que terminará Babilonia: Jamás volverá a oírse en ti / la música de los cantantes / y de arpas, flautas y trompetas. / Jamás volverá a hallarse en ti / ningún tipo de artesano... / Jamás volverá a brillar en ti / la luz de ninguna lámpara. / Jamás volverá a oírse en ti / la voz del novio y de la novia, / Porque tus mercaderes / eran los grandes de la tierra... Babilonia, la ciudad sin música, ha terminado siendo un ce-menterio de todo lo humano, la ciudad de la muerte, la ciudad sin amor y romance, sin trabajo y creatividad, sin cantantes y músicos. En eso termina el camino de los que aceptan la mar-ca de la bestia. ¡Qué diferente el destino final de los que siguen al Cordero! Los cánticos de 14:3 y 15:2-4 son esa música del cielo que será nuestro deleite eternamente, y que Dios nos permite es-cuchar por anticipado. Desde el monte Sión, el Cordero anun-cia la venida de la Ciudad de la vida y de la luz, de la eterna creatividad, del amor y, sobre todo, de la música. Habrá gui-tarras además de violines y, como ha insistido Karl Barth, escucharemos no sólo a Bach sino a Mozart, y por qué no, a "Cielito Lindo" y "las Mañanitas", y un buen mariachi mexi-cano! Esa es la bella ciudad, armoniosa y melodiosa, que des-cribirán los capítulos finales del Apocalipsis. Juan Stam es un pastor retirado de origen estadou-nidense que se nacionalizó costarricense.

N o nos debe sorprender el que en los capítulos 12 y 13 no sonaba ni una nota de música. La bestia puede imponer, por la fuerza, una uniformidad monótona y una sumisión servil, pero no puede

llenar la vida humana de armonía y melodía. No es casuali-dad que en los pasajes sobre el dragón y sus colegas, nunca oíamos música. Apenas aparece el Cordero, y suena de nuevo la música: Juan vio al Cordero y sus seguidores, y en seguida están tocando arpas y entonando un cántico nuevo. Y debemos notar que esa música venía de la misma presencia de Dios. Es maravilloso cuando podemos decir, "¡Oí un sonido que venía del cielo!" (14:2) Con una bellísima frase, el capítulo siguiente elabora esa sencilla declaración: estos músicos tocan "arpas de Dios" (15:2, katharas tou theou; "las arpas que Dios les había dado" NVI). Es Dios quien pone la músi-ca en el corazón de los músicos y pone el arpa (o una guita-rra) en sus manos. En esa expresión encontramos una intui-ción fundamental para toda la estética cristiana. Todos los dones artísticos, musicales y visuales y demás, son regalos de la gracia de Dios (cf. Ex 31:1-6; 35:30-36:1). Lo que distingue a los 144 mil, como señala Michaels (1997:168; cf. Balz Sch II:149), es su capacidad para apren-der una canción. Los sellados de Dios se conocen por su música. Tienen un oído musical para las melodías del cielo. La bestia apaga toda la musicalidad de la vida; el evangelio nos pone a cantar. Ahora nuestro estilo de vida es el de vivir "cantando con gracia en nuestros corazones al Señor" (Col 3:16 RVR; cf. Ef 5:19). Una gratitud evangélica (eujaristia) pone en nuestras vida la música del cielo, el "nuevo cánti-co" de la salvación. Ramsey Michaels (1997:168b) hace una aplicación práctica de este pasaje. Se puede cantar un himno, observa, con to-das las palabras correctas, pero desentonar tristemente con

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La música en el

Apocalipsis

Juan Stam

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de algo. Dios no nos protege contra el dolor, sino que, en cambio, participa en el mismo dolor y finalmente lo redime. Eso puede sonar simplista o demasiado ingenuo frente a la muerte y el mal reales, pero no lo es. Vemos una ilustración poderosa de esto en la reacción de Jesús a la muerte de Lázaro. Fundamentalmente, los evangelios nos presentan la

historia así: Las hermanas de Lázaro, Mar-ta y María, envían un mensaje a Jesús diciéndole que "el hombre a quien tú quie-res" está gravemente enfermo. Sin embar-go, curiosamente, Jesús no se apresura ni parte inmediatamente para ver a Lázaro. En cambio se queda dos días más donde está, hasta que Lázaro muere, y entonces se pone en camino para verle. Cuando llega cerca de la casa de Lázaro, Marta le sale al encuentro y le dice: "¡Si tú hubieras estado aquí, mi hermano no habría muer-to!". Básicamente su cuestión es: "¿Dónde estabas? ¿Por qué no viniste a curarlo?" Pero Jesús no responde a su pregunta, sino que en cambio le asegura que Lázaro vivi-rá de una manera más profunda.

Marta entonces va a llamar a su hermana, María. Cuando María llega, repite las mismas palabras, idénticas, que Mar-ta había dirigido a Jesús: "¡Si tú hubieras estado aquí, mi hermano no habría muerto!" Sin embargo, viniendo de la boca de María, estas palabras significan algo diferente, algo más profundo. María estaba formulando la pregunta univer-sal y atemporal sobre el sufrimiento y la aparente ausencia de Dios. Su pregunta ("¿DÓNDE ESTABAS CUANDO MI HERMANO MURIÓ?") formula la cuestión de todos noso-tros: ¿Dónde está Dios cuando los inocentes sufren? ¿Dónde estaba Dios durante el Holocausto? ¿Dónde está Dios cuando muere un hermano de cualquiera de nosotros? Pero, curiosamente, Jesús no entretiene la pregunta en plan teórico; en cambio, se siente consternado y pregunta: "¿Dónde lo habéis puesto?" Y cuando ellos se ofrecen para acompañarle, Jesús comienza a llorar. Esa es

(Continúa en la página 12)

¿ Cómo puede existir un Dios todopoderoso y super-cariñoso si hay tanto sufrimiento y tanto mal en

nuestro mundo? Quizás sea esa la cuestión religiosa más difícil de todos los tiempos. ¿Por qué Dios no actúa frente al sufrimiento? ¿Por qué suceden cosas malas, al parecer sin respuesta por parte de Dios? En su famoso libro "Después de Auschwitz" Ricardo Rubenstein se pregunta cómo es aún posible para un judío creer en Dios después del holocausto. ¿Cómo pode-mos creer en Dios frente a su aparen-te inacción ante el sufrimiento y el mal? Ha habido incontables intentos de responder a esta cuestión , más todavía desde dentro de la experien-cia atormentada de los que sufren. Ha habido también muchos intentos de ofrecer una especie de explicación teórica aceptable. Por ejemplo, Harold Kushner ("Cuando Ocurren Cosas Malas a Gente Buena"), escribiendo como rabino judío, trata de responder a la cuestión defendiendo el amor y la bon-dad de Dios a costa de su poder. Esencialmente, Kushner cree que Dios nos ayudaría si pudiera, pero… Dios no es poderoso del todo. Pero replicamos: El sufrimiento inocente existe no porque Dios no pueda pararlo. Moviéndonos dentro de la teología cristiana, Peter Kreeft, C.S. Lewis y Teilhard de Chardin, entre otros, han escrito libros penetrantes y lúci-dos sobre esta cuestión. Los cristianos creen que lo que finalmente está en juego es la libertad humana y el respe-to que Dios le tiene. Dios nos da la libertad y (a diferencia de la inmensa mayoría de los humanos) rehúsa violarla, aun cuando el hacerlo pareciera beneficioso. Eso nos deja a veces en un inmenso sufrimiento, pero, como nos revela Jesús, Dios es más un Dios que redime que un Dios que acude en auxilio

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El problema del sufrimiento y del Mal

Jos é N u ñ e z

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su respuesta al sufrimiento: Él asume parte en la impoten-cia, desamparo y dolor de la gente. Después, resucita a Lá-zaro de la muerte. Y lo que observamos en este pasaje del evangelio ocurrirá de la misma manera entre Jesús y su Pa-dre, en Getsemaní y en el calvario. El Padre no le salva a Jesús de la muerte en cruz, incluso cuando se burlan y mo-fan de él. En cambio el Padre permite que muera en la cruz, pero después lo resucita. La lección de estas dos muertes y resurrecciones se pudiera formular de esta manera: El Dios en quien creemos no interviene necesariamente ni nos rescata del sufrimiento y de la muerte (aunque se nos invita a rogar por ello). En cambio, después redime nuestro sufri-miento. La aparente indiferencia de Dios ante el sufrimiento no es tanto un misterio que deja aturdida nuestra mente, cuanto un misterio que tiene sentido solamente si te entre-gas y abandonas a un cierto nivel profundo de confianza. El perdón y la fe funcionan de la misma manera. Tienes que tirar al aire los dados con confianza. Nada más puede darte una respuesta satisfactoria. Y no digo esto de forma superfi-cial, como si fuera yo un charlatán. Conozco demasiadas personas que han sido heridas, brutal e injustamente, de tal forma y de tantas maneras que se les hace difícil aceptar que haya un Dios Todopoderoso que se preocupa de los humanos. Pero algunas veces, la única respuesta a la cuestión del sufrimiento y del mal es la que Jesús dio a María y a Marta – impotencia compartida, aflicción compartida y lágri-mas compartidas, sin intento alguno de tratar de explicar la aparente ausencia de Dios, sino suscitar en nosotros una confianza callada de que, ya que Dios es supercariñoso y todopoderoso, al final todo acabará bien y algún día el abrazo de Dios redimirá nuestro dolor.

(Viene de la página 11)

Editor: José Nuñez Diéguez

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Martínez, Pcia de Buenos Aires

Argentina

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