Memorias de La Hermana Lucia (Fatima) - P. Luis Kondor

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    MEMORIAS

    de la

    Hermana

    Luca

    10. edicin, septiembre 2008

    Portada: La Hna. Luca de Jess y del Corazn Inmaculado de Mara

    en visita a la Loca del Cabeo el 16 de mayo de 2000

    Detrs: La Baslica del Santuario de Ntra.Sra. de Ftima

    con las fotografas de los dos Pastorcitos despus de su beatificacin,

    el 13 de mayo de 2000.

    Secretariado dos Pastorinhos

    FTIMA PORTUGAL

    MEMORIAS

    DE LA

    HERMANA LUCA

    Volumen I

    Compilacin del P. Luis Kondor, SVD

    Introducin y notas del P. Dr. Joaqun M. Alonso, CMF (1981)

    4

    Imprimatur,

    Fatim, 13. 9. 2006

    Antonius, Episc. Leiriensis-Fatimensis

    5

    PRLOGO DEL EDITOR

    Esta dcima edicin (como ya las precedentes) del primer volumen

    de las Memorias de la Hermana Luca en lengua espaola

    est enriquecida en relacin a las ediciones anteriores. A las cuatro

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    primeras Memorias, escritas por mandato del Sr. Obispo de Leira,

    D. Jos Alves Correia da Silva, y a los Apndices I y II relatando las

    apariciones en Pontevedra y Tuy en cumplimiento de la promesa

    del 13 de julio de 1917: ...vendr a pedir la Consagracin de Rusia

    a mi Inmaculado Corazn y la Comunin reparadora de los Primeros

    Sbados se agrega el texto del importante documento titulado El

    Mensaje de Ftima con la tercera parte del Secreto, que Juan

    Pablo II encargara a la Congregacin para la Doctrina de la Fe hacerlo

    pblico despus de elaborar un justo y adecuado comentario.

    Con la publicacin de la tercera parte del Secreto recibido por

    los Pastorcillos el 13 de julio de 1917 (ver Apndice III), queda as

    recogido en este primer volumen todo el Mensaje de Ftima.

    Las cuatro primeras Memorias, adems de las apariciones del

    ngel y de Nuestra Seora, describen tambin cmo los Pastorcillos

    correspondieron hasta la heroicidad a las peticiones de Nuestra Seora

    y nos sealan a todos, y de modo especial a todos los nios, un

    camino seguro para alcanzar la santidad.

    Las llamadas Quinta Memoria (sobre su padre) y la Sexta

    Memoria (sobre su madre), escritas por la Hermana Luca, ya en

    el Carmelo de Coimbra, estn editadas en volumen separado, como

    Memorias de la Hermana Luca - II .

    La beatificacin de Francisco y Jacinta Marto (13 de mayo de

    2000) debe significar una nueva era para la Iglesia.

    Yo te bendigo, Padre, porque has revelado estas verdades a

    los pequeos. La alabanza de Jess toma hoy la forma solemne

    de la beatificacin de los Pastorcillos Francisco y Jacinta. La Iglesa

    quiere con este rito colocar sobre sus propios candeleros estas

    dos antorchas que Dios encendi para iluminar a la humanidad en

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    sus horas sombras e inquietas... Que el mensaje de sus vidas

    permanezca siempre vivo para iluminar el camino a los hombres.

    (Homila de Juan Pablo II en la Misa de la Beatificacin).

    6

    El contenido de estas Memorias justifica bien todo el esfuerzo

    empleado en la elaboracin de la nueva edicin.

    Con la benvola autorizacin del Sr. Obispo de Leira-Ftima

    utilizamos los manuscritos originales de las cuatro primeras Memorias.

    Aprovechamos los trabajos del Dr. P. Joaqun Mara Alonso

    CMF (1981) y contamos tambin con la ayuda del Dr. P. Luciano

    Cristino, Director de los Servicios de Estudio y Difusin del Santuario

    de Ftima.

    Aqu les dejamos, en nombre de todos los lectores y mo personal,

    la expresin de nuestro agradecimiento por su preciosa ayuda.

    As, en esta edicin, amado lector, se te da toda la garanta

    del pensamiento de la Hermana Luca mediante la esmerada y

    delicada traduccin del P. Joaqun M Alonso, hecha sobre las

    palabras originales, solamente corregidas en la ortografa y en la

    presentacin de los dilogos, esperando que ellas lleguen a lo

    ntimo de tu ser y ah se fijen en una laboriosa docilidad al Divino

    Espritu.

    Agradecemos al Seor esta gracia extraordinaria de poder tener

    en nuestras manos la obra completa del Mensaje de Ftima,

    que tanto ha de ayudar a conocer y a amar siempre ms a la

    Santa Madre de Dios y Madre nuestra.

    P. Luis Kondor, svd

    Vicepostulador de las Causas de Canonizacin

    de los Beatos Francisco y de Jacinta Marto

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    INTRODUCCIN A LAS MEMORIAS

    DE LA HERMANA LUCA

    Despus de haber presentado las Memorias de Luca en las

    principales lenguas europeas, incluida la espaola, exista una necesidad

    urgente de presentar una edicin dirigida a ese inmenso y

    admirado mundo de lengua hispana, que puebla las dos Amricas.

    Esta edicin, sin embargo, deba aprovechar las experiencias

    editoriales de todas las otras; y, en cuanto posible, superarlas en

    perfeccin en algunos puntos. He aqu los principales.

    Para nuestra traduccin espaola s hemos tenido en cuenta

    las anteriores, aun parciales; pero hemos realizado un nuevo intento

    de revisin completa y actualizada. La labor estaba facilitada,

    ya en gran parte, porque, si ya la sintaxis espaola y portuguesa,

    son tan semejantes, lo son mucho ms en la pluma de Luca, que

    haba asimilado bien el espaol, y hasta se deja influir en muchas

    ocasiones por sus modalidades lingusticas y fonticas. Escribiendo

    Luca sus Memorias en Espaa, en Pontevedra y Tuy, hablando

    ordinariamente espaol, ejerciendo un apostolado catequstico

    importante entre los rapaces de Tuy, a Luca se le adhirieron tantos

    y tantos espaolismos que afloran continuamente en sus escritos.

    Pero, precisamente por ello, era necesario poner mucha atencin

    para que, del entrecruzamiento de las dos lenguas, no resultaran

    muchos falsos entendidos, de que no se ven libres las anteriores

    traducciones que conocemos. Otras veces, la similitud entre

    las lenguas ha engaado a los traductores.

    Pero, adems de una cuidada traduccin, nos hemos empeado

    en una crtica revisin literaria. Nuestra traduccin deba ser,

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    primero, exacta; pero no rgida; literal, s en lo posible; y esto no

    es difcil en la mayor parte de los casos, pero siempre segn el

    genio, la flexin y la armonia de la lengua castellana. Deba, s,

    observar las reglas de la propia sintaxis gramatical del castellano;

    pero la fidelidad al pensamiento de la Hermana Luca deba permanecer

    intocable.

    Creemos haber conseguido nuestro propsito. Y nuestros lectores

    de habla hispana, de toda Amrica, pueden tener la certeza

    de hallarse ante un texto que reproduce fielmente, en castellano,

    los originales manuscritos de Luca.

    8

    Puesto que la Hermana Luca, en el perodo que escribe estos

    documentos, entre 1935 y 1941, slo gradualmente ha ido perfeccionando

    su ortografa, su sintaxis y su mismo estilo redaccional, y,

    desde luego, su propia caligrafa, es a nosotros a quien hay que

    atribuir muchas veces ciertas correcciones en todos esos puntos.

    El lector, sin embargo, puede estar seguro de que esas correcciones

    han sido hechas precisamente, no para alterar o deformar

    en lo ms mnimo el pensamiento original de la clebre y respetada

    autora, sino precisamente para ponerlo mejor en evidencia.

    Hemos de decir lo mismo de las divisiones introducidas y de

    sus ttulos. La Hermana Luca, no obstante la grande lucidez, orden

    y claridad con que escribe, no se cuidaba, naturalmente, de

    divisin alguna de partes, prlogos, nmeros y eplogos. Pero es

    tan ntido, decimos, su pensamiento, observa tal orden lgico y

    cronolgico en la redaccin de estos ya extensos escritos, que

    apenas nos hemos tenido que esforzar por encontrar esas divisiones

    para darles los ttulos convenientes. En cambio, el lector se

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    la nica que habla con Ella, y la que recibe un mensaje especial

    para ser comunicado en el futuro. Ella vive y sufre, a causa de las

    Apariciones, con sus primos; pero es la nica que habra de quedar

    por ms tiempo en este mundo para complir su misin.

    La Virgen, es verdad, le haba mandado aprender a leer. Sin

    embargo, slo despus de las Apariciones, comienza a ir a la escuela,

    en donde muy pronto, con su ingenio y memoria extraordinarios,

    aprende las primeras letras.

    Pero, pasadas las Apariciones, Ia situacin de Luca era,

    naturalmente, la de una vidente, con todos los riesgos que ello

    comporta. Haba que hacer algo con ella. Y una de las primeras

    preocupaciones del recin nombrado primer Obispo de la dicesis

    restaurada de Leira, fu atender a su educacin, y retraerla de los

    peligros que podra sufrir en aquel medio ambiente de milagrera y

    maravillosismo. Y, el da 17 de junio de 1921, por la maana, entraba

    como educanda en el Colegio que las Hermanas de Santa Dorotea

    tienen todava en El Vilar, hoy ya unido a Oporto.

    Recojamos un retrato fisionmico de la poca que responde

    perfectamente a fotografas conocidas: Cabeza alta y ancha. Ojos

    castaos, grandes y vivos. Cejas poco densas. Nariz chata, boca

    ancha, labios gruesos. Barbilla redonda. Cara algo ms que lo natural.

    Cabellos rubios y finos. De estatura, baja, pero alta para su

    edad (entonces: 13 aos y seis meses). Facciones bastas, pero

    rostro simptico. Aire de gravedad y de inocencia. Viva, inteligente,

    pero modesta y sin pretensiones. Manos gruesas, de trabajo, de

    tamao regular.

    La jovencita Luca entra en el Colegio de Oporto con catorce

    aos y tres meses. All recibe una educacin moral y religiosa excelente.

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    estuvieran presentes. Sabe describir los caracteres de sus primos,

    de sus confesores, de sus personajes en general, con rasgos

    que indican una penetracin sicolgica no comn. Se da perfecta

    cuenta de sus divagaciones, y sabe volver con gracia al punto de

    partida.

    Es verdad que, a veces, su estilo no poda menos de resentirse

    de sus lecturas piadosas, amenas y monjiles. Pero siempre triunfa

    su naturalidad, su viveza, su alegra. Quin no recuerda su

    despedida nocturna de los lugares amados de las Apariciones, en

    la vigilia de su marcha a Oporto? Cmo no admirar la gracia con

    que se fija en los zapatos de tal Cannigo con sus hebillas de

    plata? Cmo no sentirse arrebatado por la transcripcin de aquellas

    Cantigas de Serrana?

    Luca, desde luego, sabe decir lo que quiere, y lo dice como

    quiere. Y es tal la posesin interior que consigue realizar de lo que

    quiere escribir, que, en medio de unas ocupaciones serviles absorbentes,

    puede reanudar la escritura sin perder ni la narracin or12

    denada ni la lgica de sus reflexiones. Lo que no puede acontecer

    sino cuando se posee un gran equilibrio de alma.

    Luca, es verdad, se siente inspirada al escribir; y as lo dice

    en varias ocasiones... Pero, por favor, no hay que tomar esa palabra

    en su sentido riguroso, como lo ha hecho algn critico quisquilloso.

    En el gnero proftico, es la conviccin de que una presencia especial

    de Dios cae sobre ella en los momentos de redaccin. Se siente,

    pues, asistida por Dios al escribir. Pero una atenta lectura convence

    que Luca no toma esas expresiones rigurosamente. Es Luca

    misma quien respondiendo expresamente a ello, ha declarado: La

    palabra inspirados quiere decir que interiormente nos sentamos

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    movidos a ello.

    No se trata, pues, de una inerrancia, semejante a la de la

    Sagrada Escritura. Luca s se puede equivocar en la traduccin

    mstica de sus experiencias, a causa misma de la dificultad de

    interpretacin. Algunas veces, ella misma duda de si ser el Seor

    quien le habla; otras confiesa que es imposible revelar nada de lo

    percibido en la gracia mstica. De hecho, una crtica inteligente encuentra

    algunos errores de datos, de hechos, de circunstancias. Y

    aun en el trance mismo de asegurarnos que nos transmite las

    ipsssima verba, las mismas palabras de la Virgen, eso no significa

    otra cosa sino que, en efecto, pone en ello toda su sinceridad.

    De lo que siempre Luca est segura y as lo dice, es del sentido

    de lo que dice.

    En cuanto a fechas, es ya conocida la inseguridad de Luca.

    Unas veces porque, de pequeos, no saban ella y sus primos,

    contar ni los das, ni mucho menos los meses, no digamos los aos.

    As, Luca no se acuerda de las fechas de las apariciones del ngel,

    y tiene que recordarlas aproximadamente por las estaciones,

    que, stas s, se les grababan bien a los pequeos serranitos. Pero

    la principal razn de esta falta de memoria cronolgica est ciertamente

    en el carcter realista de los recuerdos de Luca, siempre

    dirigida a lo esencial.

    Por lo dems, el lector no debe olvidar, en la lectura de las

    Memorias de Luca, una regla general de interpretacin de las

    traducciones que los msticos hacen de sus experiencias de lo

    sobrenatural: se trata siempre de traducciones en las que no es

    necesario admitir que todo, literalmente, responde a las locuciones

    divinas. Lo que no quiere decir, por otra parte, que, si a alguno

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    hay que creer en torno a esos fenmenos maravillosos, es naturalmente

    a aquel que los experiment.

    Una ltima advertencia quisiramos todava hacer para que el

    lector entre mejor preparado en la lectura de estas pginas maravillosas.

    Es necesario distinguir entre aquello que la hermana Luca

    nos presenta como Mensaje del cielo y aquello que ella misma nos

    presenta como reflexin o interpretacin suya. Lo primero, aun

    dentro de las dificultades de la traduccin mstica, ofrece mayores

    garantas de veracidad que lo segundo. Hay que suponer que si,

    Dios ha presentado unos signos tan evidentes para hacer conocer

    su presencia en los hechos de Ftima, tambin ha intervenido de

    un modo especial para que Su Mensaje, a travs de la Virgen,

    fuera bien traducido por los videntes escogidos para ello. De una

    manera parecida a como decimos que si Dios ha entregado a su

    Iglesia un Mensaje de salvacin, hay que suponer que la ha dotado

    de un carisma de la verdad para que nos d ese Mensaje de

    una manera infalible.

    Pero Luca se presenta muchas veces como reflexionando

    sobre las palabras y los acontecimientos...; entonces, ciertamente,

    es un intrprete privilegiado, pero siempre y slo un intrprete.

    Por tanto, ya en este terreno, las palabras de la Hermana Luca no

    tienen por qu obtener aquella asistencia especial que reclamamos

    para el primer caso.

    3. EL GENERO LITERARIO MEMORIAS

    Los tres videntes de Ffima, recibieron, al parecer, el mandato

    en comn, de la Virgen de aprender a leer. Pero, segn una nueva

    promesa del cielo, la Virgen vino pronto para llevarse al cielo a

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    Francisco (4 de abril de 1919) y a Jacinta (20 de febrero de 1920).

    Ambos murieron sin haber tenido necesidad de aprender a leer ni

    escribir.

    Luca, por el contrario, quedaba en esta vida, como le dijo la

    Virgen para hacerme conocer y amar. Y Luca ha cumplido esto

    maravillosamente con sus muchos testimonios; pero, sobre todo,

    con sus escritos. Entre ellos, forman un grupo literario especial, y

    desde luego el ms importante de todos, las que llamamos Memorias

    .

    14

    Los escritos que felizmente va a tener en sus manos el lector,

    los llamamos Memorias, porque, efectivamente, es a este gnero

    literario al que ms se asemejan, no obstante su misma aparencia

    de Cartas, o aun, en ocasiones, de autobiografa.

    Desde luego que la Hermana Luca no tena pretensin alguna

    literaria al escribir estos admirables documentos. Ella escriba

    porque se lo haban mandado. Y puede afirmarse que la Hermana

    Luca nunca escribi nada por voluntad propia. Esto no quiere decir

    que, a veces, ella misma en el curso de su obra, no se sienta

    arrebatada por los asuntos mismos que toca, y d la impresin de

    que hace literatura. Pero ser siempre una literatura espontnea

    y clara en que la elegancia es una consecuencia y no una preocupacin.

    Ahora bien: mucho menos poda tener una preocupacin de

    gnero literario; no saba en absoluto lo que poda significar la palabra

    memoria, si no era como facultad del recuerdo. Ella misma

    nos dice, en alguna parte, que, no sabiendo cmo cumplir el mandato

    que haba recibido de escribir sobre la vida de Jacinta, se le

    ocurri hacerlo con toda naturalidad, dirigindose al Sr. Obispo,

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    como quien cuenta una historia con los recuerdos que conserva.

    Por tanto, no hay que tomar estos escritos como Cartas, aunque

    extensas, que escribe al Sr. Obispo de Leira. Eso fue una pura

    ficcin, en este caso literario, para salir del apuro. En realidad, lo

    que intenta Luca es escribir sus recuerdos. Y a esto se le llama

    con toda propiedad Memorias porque, efectivamente, se trata

    de un gnero literario en que el autor pretende comunicar sus recuerdos,

    referentes a s mismo (o a otros), a sus propios sucesos o

    a los sucesos acontecidos a otros.

    Sin embargo, no se trata tampoco hablando propiamente

    de Biografa o de Autobiografa. Luca no ha pretendido, ni

    poda pretenderlo, darnos ni una biografa de Jacinta, ni de Francisco,

    y naturalmente, nunca pretendi darnos una autobiografa

    . Se trata simplemente de una ordenacin de recuerdos en torno

    a los principales hechos de la vida de Jacinta y de Francisco, y

    esto, seguramente, an en contra de su propia voluntad.

    Pero la biografa y la autobiografa se distinguen de la Memoria

    en que sta no pretende comunicar ms que recuerdos,

    mientras que los otros gneros literarios pretenden algo ms com15

    pleto y sistemtico, y estn suponiendo algo ms que recuerdo, es

    decir, una investigacin de documentos auxiliares.

    Pero Luca, en estas Memorias, no ha necesitado ms que

    volver la mirada hacia el recuerdo. Y qu recuerdo! Porque, o se

    trataba de la vida de sus primos, y entonces se trataba de su propia

    vida; o se trataba de todo lo referente a las Apariciones de la

    Senhora, y entonces todo era contemplado, ms que como recuerdo,

    como presencia grabada a fuego sobre su alma.

    Es ella misma quien nos advierte que estas cosas quedan de

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    tal manera grabadas en el alma, que es imposible olvidarlas.

    Por eso estas Memorias de la Hermana Luca son ms bien

    una relectura de caracteres impresos para siempre en lo ms

    hondo del espritu de la autora. Ella, ms que recordar, parece

    que est viendo. Tal es la facilidad del recuerdo que se convierte en

    lectura interior.

    16

    El diario O Sculo, publicado el 15.10.1917, presentaba por primera vez la

    fotografa de los Pastorcitos y daba a conocer a todo el pas cosasespantosas:

    como el Sol bail al medioda en Ftima

    Los tres videntes, Francisco (9), Lucia (10) y Jacinta (7), en el lugar de lapequea

    encina sobre la cual se apareci la Santsima Virgen en los das 13, de mayoa

    octubre de 1917.

    Capillita construida por el pueblo en 1918, en el lugar de las apariciones.La imagen que desde el 13 de junio de 1920 se venera en la Capillita de las

    Apariciones. El 13.5.1946 fue coronada solemnemente por el CardenalMasella

    y en el interior de su corona se encuentra incrustada la bala que despusdel

    atentado del 13.5.1981 qued en el todoterreno del Papa.

    Los tres Pastorcitos junto al arco

    levantado en el lugar de las Apariciones

    el da 13.10.1917.

    Capilla construida en el lugar de la

    Aparicin de los Valinhos

    El Va Crucis hngaro en el camino

    de los Pastorcitos une la Cova da Ira

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    a los otros lugares de las Apariciones

    Ventana de la crcel de Vila Nova de

    Ourm hasta donde fueron llevados los

    Pastorcitos el 13.8.1917.

    Casa de los padres de Lucia Casa donde nacieron Francisco y

    Jacinta y donde falleci Francisco.

    Mara Rosa (1869-1942), madre de

    Lucia, con varios familiares y personas

    amigas.

    Familia de Francisco y Jacinta: madre

    Olimpia de Jess (+1956), padre

    Manuel Pedro Marto (+1957) y

    hermanos.

    Iglesia parroquial de Ftima en el

    tiempo de las Apariciones.

    Pila donde fueron bautizados Lucia,

    Francisco y Jacinta.

    Los tres Pastorcitos junto al crucero,

    en el atrio de la iglesia parroquial.

    Imagen de Nuestra Seora del Rosario

    en la iglesia parroquial

    P. Manuel Marques Ferreira, prroco

    de Ftima en el tiempo de las

    Apariciones (1914-1919)

    P. Faustino Jos Jacinto, prior de Olival

    Cannigo Manuel Nunes Formigo

    que, en 1917, hizo numerosos interrogatorios

    a los Pastorcitos

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    P. Cruz que oy la primera confesin

    de Lucia

    Los tres Pastorcitos en el patio de Francisco y Jacinta

    Lucia y Jacinta de visita a Reixida en

    septiembre de 1917

    Francisco

    Loca do Cabeo

    Monumento en la Loca do Cabeo que

    representa la tercera Aparicin del

    ngel

    Pozo de la familia de Lucia donde se

    dio la segunda Aparicin del ngel

    Monumento sobre el pozo de la familia

    de Lucia que representa la segunda

    Aparicin del ngel

    Pontevedra habitacin de Lucia

    donde el 10.12.1920, Nuestra Seora

    pidi la comunin reparadora de los

    primeros sbados

    Aspecto actual de la habitacin

    transformada en capilla

    Convento de las Doroteas en Tuy

    donde el 13.6.1929 Nuestra Seora

    pidi la consagracin de Rusia

    Visin de la Santsima Trinidad

    Para cumplir el encargo de Nuestra Seora, Pio XII consagr, el 31.10.1942,

    todo el gnero humano al Corazn Inmaculado de Mara

    En Roma, delante de la Imagen de la Capillita, Juan Pablo II, en unin con los

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    obispos de la Iglesia, renov la Consagracin del mundo y de Rusia alCorazn

    Inmaculado de Mara.

    D. Jos Alves Correia da Silva, obispo

    de Leira, recibi el texto con la tercera

    parte del secreto en 1944. En 1957 la

    envi a Roma al Santo Oficio

    Representacin de la tercera parte del secreto de Ftima segn lasindicaciones

    de la Hermana Lucia (Jlio Gil)

    El 13.5.2000, en Ftima, el Cardenal

    Sodano hace conocido el contenido de

    la tercera parte del secreto

    Pintura representando la Aparicin del 13 de junio de 1917 (Hermana M dela

    Concepcin ocd)

    El cuerpo incorrupto de Jacinta tras laapertura de su fretro el 12.9.1935

    Identificacin cannica de los restos

    mortales de Francisco el 17.2.1952

    Despus de beatificar a Francisco y Jacinta, Juan Pablo II visita las tumbasde

    los nuevos beatos

    Momento solemne de la beatificacin de Francisco y Jacinta el 13.5.2000

    Encuentro de Lucia con Juan Pablo II el 13.5.2000

    En el momento de la beatificacin la inmensa multitud aplaudecalurosamente a

    los nuevos beatos

    Carmelo de Coimbra donde vivi Luca

    del 25.3.1948 al 13.2.2005

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    Carmelo de Coimbra: Imagen del Corazn

    Inmaculado de Mara, ejecutada

    siguiendo las indicaciones de Lucia

    Lucia visita la casa familiar y los lugares de las Apariciones el 16.5.2000

    33

    PRIMERA MEMORIA

    Introduccin

    No es ciertamente lo primero que escriba Luca; pero s que era

    su primer escrito extenso. Antes de l, tenemos cartas, muchas cartas,

    interrogatorios, relaciones, etc. Pero, ahora nos encontramos ante

    un documento extenso e importante. Si Luca nunca escribi por voluntad

    propia, cmo naci este documento?

    El da 12 de septiembre de 1935 eran trasladados, desde Vila

    Nova de Ourm, al cementerio de Ftima, los restos mortales de

    Jacinta. Con esta ocasin se hicieron varias fotos al cadver; una de

    las cuales, el Sr Obispo envi a la hermana Luca, que entonces se

    encontraba en la Casa de Pontevedra.

    Agradeciendo el envo, y con fecha del da 17 de noviembre de

    1935, deca Luca, entre otras cosas: Agradezco con gran reconocimiento

    las fotografas; no podra decir cunto las aprecio, en especial

    la de Jacinta: hasta quera retirar de ella los paos que la cubran

    para verla toda entera..., estaba toda abstrada; tal era mi alegra de

    volver a ver la amiga ms ntima de mi infancia. Tengo la esperanza

    que el Seor para gloria de la Santsima Virgen le conceder la aureola

    de la santidad. Ella era una nia slo en los aos; en lo dems

    saba ya practicar la virtud y demostrar a Dios y a la Virgen Santsima

    su amor por la prctica del sacrificio... .

    Estos recuerdos tan vivos de Luca sobre su primita Jacinta, indujeron

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    al Sr. Obispo a mandarle escribir todo lo que recordase sobre

    ella. Y, en efecto, el escrito, comenzado en la segunda semana de

    diciembre, estaba terminado el da de Navidad de 1935. Es decir, en

    menos de quince das Luca redactaba este escrito, que conserva

    una unidad perfecta y que hace una semblanza de Jacinta, y su interior,

    en este escrito, queda iluminado con esa luz de Ftima, que es

    el Corazn Inmaculado de Mara.

    El contenido de mismo escrito nos da, sobre todo, una semblanza

    de Jacinta, tomada de los recuerdos de Luca. No era, por tanto,

    darnos una historia de las Apariciones. Estas aparecen como marco

    necesario en el que la figura de Jacinta se destaca.

    Y el estilo se vuelve siempre sencillo y familiar; y hasta diramos,

    en ocasiones infantil, porque el ambiente y el asunto as

    lo exigan. Luca nunca perdi el sentido realista de las cosas que

    trataba.

    34

    PRLOGO

    1. Oracin y obediencia

    J. M. J.

    Excmo. y Rvmo. Seor Obispo (1):

    Despus de haber implorado la proteccin de los Santsimos

    Corazones de Jess y de Mara, tierna Madre nuestra; de haber

    pedido luz y gracia a los pies del Sagrario, para no escribir nada

    que no fuera, nica y exclusivamente, para gloria de Jess y de la

    Santsima Virgen; y, a pesar de mi repugnancia por no poder decir

    casi nada de Jacinta, sin que directa o indirectamente hable de mi

    ser miserable, aqu estoy cumpliendo la orden dada.

    Obedezco, sin embargo, a la voluntad de V. Excia. Rvma., que

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    es, para m, la expresin de la voluntad de nuestro buen Dios.

    Comienzo, pues, este trabajo, pidiendo a los Santsimos Corazones

    de Jess y Mara que se dignen bendecirlo; y que acepten

    este acto de obediencia en favor de la conversin de los pobres

    pecadores, por los cuales esta alma tanto se sacrific.

    Bien s que V. Excia. Rvma. no espera de m un escrito acabado,

    ya que conoce mi incapacidad e insuficiencia. Ir, pues, contando

    a V. Excia. Rvma. lo que recuerdo sobre esta alma, de la que

    nuestro buen Dios me hizo la gracia de ser la ms ntima confidente;

    y de la que conservo la mejor aoranza, estima y respeto, a

    causa de la alta idea que tengo de su santidad.

    2. Silencio sobre algunos asuntos

    Excmo. y Rvmo. Seor: a pesar de mi buena voluntad en obedecer,

    pido que me concedis reservar algunas cosas que porque

    tambin dicen respecto a m deseara que slo fuesen ledas

    en los umbrales de la eternidad.

    V.Excia. Rvma. no extraar que pretenda guardar secretos y

    lecturas para la vida eterna. No es verdad que, en ello, tengo a la

    (1) D. Jos Alves Correira da Silva (1872-1957), primer Obispo de la Dicesis

    restaurada de Leira, a que pertenece Ftima.

    35

    Santsima Virgen como ejemplo? No nos dice el Sagrado Evangelio

    que Mara guardaba todas las cosas en su Corazn? (2) Y

    quin mejor que este Inmaculado Corazn nos podra descubrir

    los secretos de la divina Misericordia? Y, sin embargo, se los llev

    guardados, como en un jardn cerrado (3), para el palacio del Divino

    Rey.

    Todava me acuerdo de una mxima que me dio un venerable

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    sacerdote, cuando yo tena slo 11 aos. Fue, como tantos otros,

    a hacerme algunas preguntas. Entre otras, me interrog acerca

    de un asunto del que yo no quera hablar. Y despus de haber

    deshojado todo su repertorio de interrogantes, sin conseguir obtener,

    sobre tal asunto, una respuesta satisfactoria; y comprendiendo,

    tal vez, que tocaba un asunto demasiado delicado, el venerable

    sacerdote, bendicindome, dijo:

    Haces bien, hija ma, porque el secreto de la Hija del Rey

    (4), debe permanecer oculto en el fondo de su corazn.

    No entend por entonces el significado de estas palabras, pero

    comprend que aprobaba mi comportamiento, y como no las olvid,

    las comprendo ahora. Este venerable sacerdote era entonces

    Vicario de Torres Novas. Su Excia. no sabe bien cunto le agradezco

    estas palabras, pues hicieron mucho bien a mi alma (5).

    Entretanto consult un da a un santo sacerdote sobre esta

    reserva, porque no saba qu responder cuando me preguntaban

    si la Santsima Virgen me haba dicho algo ms. Este seor que

    era entonces Vicario de Olival, nos dijo: Hacis bien, hijos mios,

    en guardar el secreto de vuestras almas para Dios y para vosotros;

    cuando os hagan esa pregunta, responded: S, lo dijo; pero

    es secreto. Si os insistieran sobre ello, pensad en el secreto que

    os comunic la Seora y decid: Nuestra Seora nos dijo que no se

    lo comunicsemos a nadie, por eso no lo decimos; as, guardaris

    vuestro secreto al amparo de la Santisima Virgen.

    Qu bien comprend la explicacin y los consejos de este

    venerable anciano! (6).

    (2) Lc. 2,19 y 51.

    (3) Cant 4,12

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    (4) Cant 4,1-3.

    (5) P. Antonio de Oliveira Reis, entonces Vicario de Torres Novas (1962).

    (6) P. Faustino Jos Jacinto Ferreira (1924)

    36

    Estoy gastando demasiado tiempo en este preludio, y V. Excia.

    Rvma. se dir que no sabe a qu viene todo esto.

    Voy a comenzar a narrar todo lo que recuerdo de la vida de

    Jacinta. Como no dispongo de tiempo libre, durante las horas silenciosas

    de trabajo, con un trozo de papel y con el lpiz escondido

    debajo de la costura, ir recordando y apuntando lo que los

    Santsimos Corazones de Jess y Mara quisieran hacerme recordar.

    3. Dedicatoria potica

    Oh t que la tierra pasaste volando,

    Jacinta querida,

    en vivo dolor a Jess amando,

    no olvides la oracin que yo te peda.

    S mi amiga junto al trono de la Virgen Mara.

    Lirio de candor, perla brillante

    Oh! all en el Cielo donde vives triunfante,

    Serafn de amor,

    con tu hermanito, ruega por m a los pies del Seor (7).

    I. RETRATO DE JACINTA

    1. Temperamento

    Excmo. y Rvmo. Seor Obispo

    Antes de los hechos de 1917, exceptuando los lazos de familia

    que nos unian (8), ningn otro afecto particular me haca preferir

    la compaa de Jacinta y Francisco, a la de cualquier otra; por el

    contrario, su compaa se me haca a veces, bastante antiptica,

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    como los consegua. Algunas veces no poda atender los deseos

    de mi amiguita.

    Mis hermanas mayores eran, una tejedora y la otra costurera;

    pasaban los das en casa, y las vecinas pedan a mi madre poder

    dejar a sus hijos jugando conmigo en el patio de mis padres, bajo

    la vigilancia de mis hermanas, mientras ellas marchaban a trabajar

    al campo. Mi madre deca siempre que s, aunque costase a mis

    hermanas una buena parte del tiempo. Yo era entonces la encargada

    de entretener a los nios y de tener cuidado para que no cayesen

    en un pozo que haba en el patio.

    Tres grandes higueras resguardaban a los nios de los ardores

    del sol; sus ramas servan de columpio, y una vieja era haca

    de comedor. Cuando en estos das vena Jacinta, con su hermano,

    a llamarme para ir a su retiro, les deca que no poda ir, pues mi

    madre me haba mandado quedarme all. Entonces los pequeos

    se resignaban con desagrado, y tomaban parte en los juegos. En

    las horas de la siesta, mi madre daba a sus hijos el catecismo,

    sobre todo cuando se aproximaba la cuaresma, porque deca

    no quiero quedar avergonzada cuando el Prior os pregunte la doc38

    trina. Entonces todos aquellos nios asistan a nuestra leccin de

    catecismo; Jacinta tambin estaba all.

    2. Delicadeza de alma

    Un da, uno de aquellos pequeos acus a otro de haber dicho

    algunas palabras poco convenientes. Mi madre le reprendi

    con toda la severidad, dicindole que aquellas cosas feas no se

    decan, que era pecado y que el Nio Jess se disgustaba y mandaba

    al infierno a los que pecaban y no se confesaban. La pequeita

    no olvid la leccin. El primer da que asisti a la reunin de

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    nios, dijo:

    No te deja ir hoy tu madre?

    No.

    Entonces me voy a mi patio con Francisco.

    Y por qu no te quedas aqu?

    Mi madre no quiere que nos quedemos cuando estn stos.

    Dijo que nos furamos a jugar a nuestro patio. No quiere que aprendamos

    cosas feas que son pecado y no gustan al Nio Jess.

    Despus me dijo muy bajo al odo:

    Si tu madre te deja, vendrs a mi casa?

    S.

    Entonces ve a perdrselo.

    Y, tomando la mano de su hermano, se fue a su casa.

    Como ya dije, uno de sus juegos favoritos era el de las prendas.

    Como V. Excia. Rvma. sabe, el que gana manda al que pierde

    hacer la cosa que le parezca. A ella le gustaba mandar correr detrs

    de las mariposas hasta cazar una y llevarla. Otras veces mandaba

    tomar la flor que a ella le pareciese.

    Un da que jugbamos en casa de mi padre, me toc a mi

    mandarle a ella. Mi hermano estaba sentado junto a la mesa escribiendo.

    Le mand que le diera un abrazo y un beso, pero ella respondi:

    Eso no! Mndame otra cosa. Por qu no me mandas besar

    aquel Cristo que est all? (Era un crucifijo que estaba colgado

    de la pared) (9).

    (9) An hoy puede verse este crucifijo, en la Casa de Luca, en Aljustrel.

    39

    Pues s le respond, sube encima de una silla; trelo aqu,

    y de rodillas le das tres abrazos y tres besos: uno por Francisco,

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    otro por m y otro por ti.

    A Nuestro Seor le doy todos los que quieras. Y corri a

    buscar el crucifijo. Lo bes y lo abraz con tanta devocin, que

    nunca ms me olvid de aquello. Despus, mira con atencin al

    Seor y pregunta:

    Por qu est Nuestro Seor, as clavado en una cruz?

    Porque muri por nosotros.

    Cuntame cmo fue.

    3. Amor a Cristo Crucificado

    Mi madre, por la tarde sola contarnos cuentos. Y, entre los

    cuentos de hadas encantadas, princesas doradas, palomas reales,

    que nos contaban mi padre y hermanas mayores, nos narraba

    ella la historia de la Pasin, de San Juan Bautista, etc.

    Yo conoca, pues, la Pasin del Seor como una historia; y,

    como para m no era necesario or las historias dos veces, pues

    con solo orla una vez no se me olvidaba un solo detalle, comenc

    a contar a mis compaeros la historia de Nuestro Seor, como yo

    la llamaba, con todo detalle.

    Cuando mi hermana (10), al pasar junto a nosotros, se dio cuenta

    de que tenamos el crucifijo, nos lo quit y nos ri, dicindonos

    que no quera que tocsemos las imgenes de los santos. Jacinta,

    levantndose, fue junto a mi hermana y le dijo:

    Mara, no te enfades! Fui yo, pero no lo volver a hacer.

    Mi hermana le hizo una caricia y nos dijo que fusemos a jugar

    fuera, pues en casa no dejbamos nada quieto en su lugar.

    Y as nos fuimos a contar nuestra historia encima del pozo, del

    que ya habl; y porque estaba escondido detrs de unos castaos,

    de un montn de piedras y de un matorral, lo habamos de escoger,

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    unos aos ms tarde, como celda de nuestros coloquios, de

    fervorosas oraciones; y, tambin Excmo. y Rvmo. Seor Obispo,

    para decirle todo para llorar lgrimas a veces bien amargas.

    Mezclbamos nuestras lgrimas a sus aguas, para beberlas

    de nuevo de la misma fuente donde las derrambamos. No sera

    (10) Maria dos Anjos, la mayor de los hermanos (1986).

    40

    esta cisterna imagen de Mara, en cuyo Corazn secbamos nuestro

    llanto y bebamos la ms pura consolacin?

    Pero, volviendo a nuestra historia: al or contar los sufrimientos

    de Nuestro Seor, la pequea se enterneci y llor. Muchas veces,

    despus, me peda repertrsela. Entonces lloraba con pena y deca:

    Pobrecito Nuestro Seor! Yo no debo cometer ningn pecado.

    No quiero que Nuestro Seor sufra ms.

    4. Sensibilidad de alma

    A la pequeita le gustaba ir por las noches a una era que tenamos

    frente a casa, a ver la maravillosa puesta de sol y despus

    el cielo estrellado. Cuando haba noche de luna se entusiasmaba.

    Nos desafabamos a ver quin era capaz de contar las estrellas;

    decamos que eran las candelas de los ngeles. La luna era la de

    Nuestra Seora, y el sol la de Nuestro Seor. Por lo que Jacinta

    deca a veces:

    A m me agrada ms la candela de Nuestra Seora que no

    quema ni ciega; y la de Nuestro Seor, s.

    En verdad, el sol all, algunos das de verano, apretaba bien

    fuerte; y la pequeita como era de constitucin dbil, sufra mucho

    con el calor.

    5. Catequesis infantil

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    Como mi hermana era celadora del Corazn de Jess, siempre

    que haba comunin solemne de nios, me llevaba a renovar

    la ma.

    Mi ta llev una vez a su hija a ver la fiesta. La pequeita se fij

    en los ngeles que echaban flores. Desde ese da, de vez en cuando

    se separaba de nosotros, cuando jugbamos; tomaba una brazada

    de flores y vena a tirrmela.

    Jacinta, por qu haces eso?

    Hago como los angelitos: te echo flores.

    Mi hermana tena la costumbre, en una fiesta anual que deba

    de ser la del Corpus Christi, de vestir algunos angelitos, para que

    fuesen al lado del palio, en la procesin, echando flores. Como yo

    era siempre una de las designadas, una vez, cuando mi hermana

    41

    me prob el vestido, cont a Jacinta la fiesta que se aproximaba y

    cmo yo ira a echar flores a Jess. La pequeita me pidi entonces

    que intercediese ante mi hermana, para que la dejase a ella

    tambin. Mi hermana dijo que s. Le prob tambin un vestido, y en

    el ensayo, nos dijo cmo deberamos echar las flores al Nio Jess.

    Jacinta le pregunt:

    Y nosotras le veremos?

    S le respondi mi hermana, lo lleva el seor Prior.

    Jacinta estaba muy contenta y preguntaba continuamente si

    faltaba mucho para la fiesta. Lleg por fin el ansiado da, y la pequea

    estaba loca de contento. Nos colocaron a las dos al lado del

    altar, y durante la procesin al lado del palio, cada una con su cesto

    de flores. En los sitios sealados por mi hermana, yo tiraba a

    Jess mis flores. Jacinta estuvo todo el tiempo pendiente del Prior

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    y por muchas seales que le hice, no consegu que echase ni una

    sola flor; miraba continuamente al Sr. Prior, y nada ms. Al terminar

    la funcin mi hermana nos sac de la iglesia y pregunt:

    Jacinta, por qu no echaste las flores a Jess?

    Porque no lo vi.

    Despus, me pregunt:

    Tu viste al Nio Jess?

    No. Pero t no sabes que el Nio Jess no se ve, porque

    est escondido en la Hostia que recibimos cuando comulgamos?

    Y t, cuando comulgas, hablas con El?

    S.

    Y por qu no lo ves?

    Porque est escondido.

    Voy a pedir a mi madre que me deje ir tambin a comulgar.

    El seor Prior no te la dar, sin tener los diez aos.

    Pero t, an no los tienes y ya comulgaste.

    Porque saba toda la doctrina y t an no la sabes.

    Me pidieron entonces que se la ensease. As me constitu en

    catequista de mis dos compaeros, que aprendan con un entusiasmo

    nico. Cuando yo era preguntada, responda a todo; pero,

    al ensear, me acordaba de pocas cosas; por lo que Jacinta me

    dijo una vez:

    Ensanos ms cosas porque esas ya las sabemos.

    Les confes que no las saba sino cuando me las preguntaban,

    y aad:

    42

    Pide permiso a tu madre para ir a la iglesia y as aprenders

    ms.

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    Los dos pequeitos que deseaban recibir a Jess escondido,

    como ellos decan, fueron a hacer la peticin a su madre. Mi ta

    aunque dijo que s, los dejaba ir muy pocas veces, luego iban muy

    poco, pues deca que la iglesia estaba bastante lejos y que eran

    muy pequeitos para comulgar; el Prior no le dara la Sagrada Comunin

    hasta despus de los diez aos (11).

    Jacinta continuamente me haca preguntas sobre Jess escondido.

    Recuerdo que un da me pregunt:

    Cmo es que tantas personas reciben al mismo tiempo a

    Jess escondido? Es un bocadito para cada uno?

    No no ves que son muchas formas y en cada forma hay

    un nio?

    Cuntos disparates le habr dicho!

    6. Jacinta, la pastorcita

    Entretanto, Seor Obispo, llegu a la edad en que mi madre

    mandaba a sus hijos a guardar el rebao. Mi hermana Carolina (12)

    haba cumplido trece aos y era necesario que se pusiera a trabajar;

    por ello, mi madre me entreg el cuidado del rebao. Di la

    noticia a mis compaeros y les dije que ya no podra jugar ms

    con ellos. Ellos, como no les gustaba separarse, fueron a pedirle a

    su madre que les dejase venir conmigo, pero les fue negado. Tuvieron

    que aguantarse, aunque ellos venan casi todos los das, al

    anochecer, a esperarme al camino, y desde all, marchbamos a

    la era; dbamos algunas corridas, mientras esperbamos que

    Nuestra Seora y los Angeles encediesen sus candelas y las asomasen

    a las ventanas para alumbrarnos, como decamos. Cuando

    no haba luna, decamos que la lmpara de Nuestra Seora no

    tena aceite.

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    A los dos pequeos, les costaba mucho separarse de m. Por

    ello, pedan continuamente a su madre, que les dejase, tambin a

    ellos, guardar su rebao. Mi ta, tal vez para verse libre de tantas

    (11) Jacinta haba nacido el dia 11 de marzo de 1910. Tena, por lo tanto, en

    mayo de 1917, siete aos y dos meses.

    (12) Carolina era la que anteceda en edad a Luca. Falleci en 1994.

    43

    splicas, a pesar de que todava eran muy pequeos, les confi el

    cuidado de sus ovejas. Radiantes de alegra, fueron a darme la noticia,

    y a planear cmo juntaramos todos los das nuestros rebaos.

    Cada uno abrira el suyo a la hora que lo mandase su madre;

    el primero esperara al otro en el Barreiro. (As llambamos a una

    pequea laguna que haba en el fondo de la sierra). Una vez juntos,

    decamos cul sera el pasto del da; y para all bamos felices

    y contentos, como si fusemos a una fiesta.

    Aqu tenemos, Excmo. y Rvmo. Seor Obispo, a Jacinta, en su

    nueva vida de pastorcita. A las ovejas nos las ganbamos a fuerza

    de distribuir entre ellas nuestra merienda. Por eso, cuando llegbamos

    al pasto, podamos jugar tranquilos, porque ellas no se apartaban

    de nosotros. A Jacinta le agradaba mucho or el eco de la

    voz en el fondo de los valles. Por ello, uno de nuestros entretenimientos

    era sentarnos en un peasco del monte y pronunciar nombres

    en alta voz. El nombre que mejor eco haca, era el de Mara.

    Jacinta deca a veces, el Ave Mara entero, repitiendo la palabra

    siguiente slo cuando la anterior haba terminado su eco.

    Nos agradaba tambin entonar cantos; entre varios profanos

    de los que, infelizmente, sabamos bastantes, Jacinta prefera:

    Salve, nobre Padroeira, Virgem Pura, Anjos cantai comigo.

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    ramos, sin embargo, muy aficionados al baile; cualquier instrumento

    que oamos tocar a los otros pastores, nos haca bailar; Jacinta

    a pesar de ser tan pequea, tena para eso un arte especial.

    Nos haban recomendado que, despus de la merienda, rezramos

    el Rosario, pero como todo el tiempo nos pareca poco para

    jugar, encontramos una buena manera de acabar pronto: pasbamos

    las cuentas diciendo solamente: Ave Mara, Ave Mara, Ave

    Mara! Cuando llegbamos al fin del misterio, decamos muy despacio

    simplemente: Padre Nuestro!, y as, en un abrir y cerrar de

    ojos, como se suele decir, tenamos rezado el Rosario.

    A Jacinta le agradaba mucho tomar los corderitos blancos,

    sentarse con ellos en brazos, abrazarlos, besarlos y, por la noche,

    trarselos a casa a cuestas, para que no se cansasen.

    Un da, al volver a casa, se puso en medio del rebao.

    Jacinta para qu vas ah en medio de las ovejas? pregunt.

    Para hacer como Nuestro Seor, que, en aquella estampa

    que me dieron, tambin estaba as, en medio de muchas y con una

    en los hombros.

    44

    7. Primera Aparicin

    He aqu, Excmo. y Rvmo. Seor Obispo, poco ms o menos,

    cmo pasaron los siete aos que tena Jacinta cuando apareci

    hermoso y risueo, como tantos otros, el da 13 de mayo de 1917.

    Escogimos este da, por casualidad si es que en los designios

    de la Divina Providencia existe la casualidad, para apacentar nuestro

    rebao, la propiedad perteneciente a mis padres, llamada: Cova

    de Ira.

    Determinamos como de costumbre el lugar de apacentar, junto

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    al Barreiro, del que ya habl a V. Excia. Rvma. Tuvimos, por eso,

    que atravesar el erial, lo que nos hizo el camino doblemente largo.

    Por ello fuimos muy despacio, para que las ovejas fuesen pastando

    por el camino; y as, llegamos casi al medioda.

    No me detengo ahora a contar lo que pas en este da, porque

    V. Excia. Rvma. ya lo sabe todo, y sera perder tiempo. Como

    perderlo me parece, a no ser por obedecer, con todo lo que estoy

    escribiendo; yo no veo qu utilidad puede sacar de aqu V. Excia.

    Rvdma., a no ser el conocimiento de la inocencia de vida de esta

    alma.

    Antes de comenzar a contar a V. Excia. Rvma. lo que recuerdo

    del nuevo periodo de la vida de Jacinta, debo decir que hay algunas

    cosas, en las manifestaciones de Nuestra Seora, que habamos

    convenido no decirlas; y tal vez ahora me vea obligada a decir

    algo de ello, para aclarar dnde fue Jacinta a beber tanto amor a

    Jess, al sufrimiento y a los pecadores, por la salvacin de los

    cuales tanto se santific.

    V. Excia. Rvma. sabe bien que fue ella, quien no pudiendo contener

    para s tanta alegra, quebrant nuestro contrato de no decir

    nada a nadie. Cuando, aquella misma tarde, embebidos por la sorpresa,

    permanecamos pensativos, Jacinta de vez en cuando exclamaba

    con entusiasmo:

    Ay qu Seora tan bonita!

    Estoy viendo le dije que lo vas a decir a alguien.

    No lo dir, no; estte tranquila.

    Al da siguiente cuando su hermano corri a darme la noticia

    de que la noche anterior lo haba dicho en casa, ella escuch la

    acusacin en silencio.

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    Ves cmo yo saba que lo ibas a decir? le dije.

    45

    Yo tena dentro de m una cosa que no me dejaba estar callada

    respondi con lgrimas en los ojos.

    Bueno, ahora no llores, y en lo sucesivo no digas a nadie

    nada de lo que esa Seora nos dijo.

    Yo ya lo he dicho.

    Qu dijiste?

    Dije que esa Seora prometi que nos llevara al Cielo.

    Y enseguida fuiste a contar eso?

    Perdname; ya no dir nada a nadie.

    8. Meditacin sobre el infierno

    Cuando llegamos ese da con nuestras ovejas al lugar escogido

    para pastar, Jacinta se sent pensativa en una piedra.

    Jacinta ven a jugar.

    Hoy no quiero jugar.

    Por qu no quieres jugar?

    Porque estoy pensando que aquella Seora nos dijo que

    rezsemos el Rosario e hicisemos sacrificios por la conversin

    de los pecadores. Ahora cuando recemos el Rosario, tenemos que

    rezar las Avemaras y el Padrenuestro entero. Y qu sacrificios

    podemos hacer?

    Francisco penso enseguida en un sacrificio:

    Vamos a darle nuestra comida a las ovejas y as haremos el

    sacrificio de no comer.

    En poco tiempo, habamos repartido nuestro zurrn entre el

    rebao. Y as pasamos un da de ayuno ms riguroso que el de los

    ms austeros cartujos. Jacinta segua pensativa, sentada en su

  • 7/30/2019 Memorias de La Hermana Lucia (Fatima) - P. Luis Kondor

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    piedra, y pregunt:

    Aquella Seora tambin dijo que iban muchas almas al infierno.

    Pero qu es el infierno?

    Es una cueva de bichos y una hoguera muy grande (as me

    lo explicaba mi madre), y all van los que hacen pecados y no se

    confiesan; y permanecen all siempre ardiendo.

    Y nunca ms salen de all?

    No.

    Ni despus de muchos, muchos aos?

    No, el infierno nunca se termina.

    Y el Cielo tampoco acaba?

    46

    Quien va al Cielo nunca ms sale de all.

    Y el que va al infierno tampoco?

    No ves que son eternos; que nunca se acaban?

    Hicimos por primera vez en aquella ocasin, la meditacin del

    infierno y de la eternidad. Tanto impresion a Jacinta la eternidad,

    que, a veces, jugando preguntaba:

    Pero, oye, despus de muchos, muchos aos, el infierno

    no se acaba?

    Y, otras veces:

    Y los que all estn, en el infierno ardiendo, nunca se mueren?

    Y no se convierten en ceniza? Y si la gente reza mucho por

    los pecadores, el Seor los libra de ir all? Y con los sacrificios

    tambin? Pobrecitos! Tenemos que rezar y hacer muchos sacrificios

    por ellos.

    Despus aada:

    Qu buena es aquella Seora! Y nos prometi llevarnos

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    al Cielo!

    9. Amor a los pecadores

    Jacinta, tom tan a pecho el sacrificio por la conversin de los

    pecadores que no dejaba escapar ninguna ocasin. Haba all unos

    nios, hijos de dos familias de Moita (13), que pedan de puerta en

    puerta. Los encontramos un da que bamos con las ovejas. Jacinta,

    cuando los vio, nos dijo:

    Damos nuestra merienda a aquellos pobrecitos por la conversin

    de los pecadores?

    Y corri a llevrsela. Por la tarde me dijo que tena hambre.

    Haba algunas encinas y robles. Las bellotas estaban todava bastante

    verdes, sin embargo le dije que podamos comer de ellas.

    Francisco subi a la encina para llenarse los bolsillos, pero a Jacinta

    le pareci mejor comer bellotas amargas de los robles para hacer

    mejor los sacrificios. Y as, saboreamos aquella tarde aquel delicioso

    manjar. Jacinta, tom esto por uno de sus sacrificios habituales;

    coga las bellotas amargas o las aceitunas de los olivos.

    Le dije un da:

    Jacinta, no comas eso, que amarga mucho.

    (13) Pequea poblacin, al norte de la Cova de Ira, de la feligresa deFtima.

    47

    Las como porque son amargas, para convertir a los pecadores.

    No fueron solamente stos nuestros ayunos; acordamos dar a

    los nios nuestra comida, siempre que los encontrsemos y las

    pobres criaturas, contentas con nuestra generosidad, procuraban

    encontrarnos esperndonos en el camino. En cuanto los veamos,

    corra Jacinta a llevarles toda nuestra comida de ese da, con tanta

    satisfaccin como si no nos hiciese falta.

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    Nuestro sustento era entonces: piones, races de campnulas

    (es una florecita amarilla que tiene en la raz una bolita del

    tamao de una aceituna), moras, hongos y unas cosas que cogamos

    de las races de los pinos, que no recuerdo como se llamaban,

    y tambin fruta, si es que la haba ya en las propiedades de

    nuestros padres.

    Jacinta pareca insaciable practicando sacrificios. Un da, uno

    de nuestros vecinos ofreci a mi madre un campo donde apacentar

    nuestro rebao; pero estaba bastante lejos y nos encontrbamos

    en pleno verano. Mi madre acept el ofrecimiento hecho con tanta

    generosidad y nos mand all. Como estaba cerca una laguna

    donde el ganado poda ir a beber, me dijo que era mejor pasar all

    la siesta, a la sombra de los rboles. Por el camino encontramos a

    nuestros queridos pobrecitos, y Jacinta corri a llevarles nuestra

    merienda. El da era hermoso, pero el sol muy ardiente; y en aquel

    erial lleno de piedras, rido y seco pareca querer abrasarlo todo.

    La sed se haca sentir y no haba una gota de agua para beber; al

    principio, ofrecamos este sacrificio con generosidad, por la conversin

    de los pecadores; pero pasada la hora del medioda, no se

    resista ms.

    Propuse entonces a mis compaeros ir a un lugar cercano a

    pedir un poco de agua. Aceptaron la propuesta y fui a llamar a la

    puerta de una viejecita, que al darme una jarra con agua me dio

    tambin un trocito de pan que acept agradecida y corr para repartirlo

    con mis compaeros. Di la jarra a Francisco y le dije que

    bebiese:

    No quiero respondi.

    Por qu?

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    Quiero sufrir por la conversin de los pecadores.

    Bebe t, Jacinta.

    Tambin quiero ofrecer el sacrificio por los pecadores!

    48

    Derram entonces el agua de la jarra en una losa, para que la

    bebiesen las ovejas, y despus fui a llevarle la jarra a su duea. El

    calor se volva cada vez ms intenso, las cigarras y los grillos unan

    sus cantos a los de las ranas de una laguna cercana, y formaban

    un gritero insoportable. Jacinta, debilitada por la flaqueza y por la

    sed, me dijo con aquella simplicidad que le era natural:

    Diles a los grillos y a las ranas que se callen; me duele tanto

    la cabeza!

    Entonces Francisco le pregunt:

    No quieres sufrir esto por los pecadores?

    S, quiero; djalos cantar respondi la pobre criatura apretando

    la cabeza entre las manos.

    10. Resistencia de la familia

    Entre tanto, la noticia del acontecimiento se haba extendido.

    Mi madre empezaba a afligirse y quera a toda costa que yo dijera

    que era mentira lo que haba dicho. Un da, antes de salir con el

    rebao, quiso obligarme a decir que haba mentido, no escatim

    para ello, ni el cario, ni las amenazas, ni la escoba. No consiguiendo

    obtener otra cosa que mi silencio, o la confirmacin de lo

    que yo haba dicho, me mand abrir el rebao, dicindome que

    pensase bien durante el da que, si nunca haba consentido una

    mentira a sus hijos, mucho menos iba a consentir ahora una de

    aquella especie; que, por la noche, me obligara ir a ver a aquellas

    personas que haba engaado para confesar que haba mentido y

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    pedir perdn.

    Me fui con mis ovejas; mis compaeros en ese da ya me esperaban.

    Al verme llorar, acudieron a preguntarme la causa. Les

    contest lo que me haba pasado y aad:

    Ahora, decidme lo que voy a hacer; mi madre quiere que

    diga que he mentido. Y cmo voy a decirlo?

    Entonces, Francisco le dijo a Jacinta:

    Ves? T eres quien tiene la culpa. Para qu lo dijiste?

    La pobre nia, se puso de rodillas, con las manos juntas pidindonos

    perdn.

    Hice mal deca llorando pero nunca dir ya nada a nadie.

    Ahora preguntar V. Excia. que quin le ense a hacer este

    acto de humildad. No lo s. Tal vez el hecho de haber visto a sus

    49

    hermanos pedir perdn a sus padres la vspera de la comunin; o

    porque fue a Jacinta, segn me parece, a la que la Santsima Virgen

    comunic mayor abundancia de gracias y conocimiento de

    Dios y de las virtudes. Cuando algn tiempo despus, el seor

    Prior (14) nos mand llamar para interrogarnos, Jacinta baj la cabeza

    y con dificultad consigui su reverencia obtener de ella dos o

    tres palabras.

    Cuando nos marchamos despus, le pregunt:

    Por qu no queras responder al seor Prior?

    Porque te promet que no dira nada a nadie.

    Un da pregunt:

    Por qu no podemos decir que aquella Seora nos dijo que

    hicisemos sacrificios por los pecadores?

    Para que no nos pregunten qu sacrificios hacemos.

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    Mi madre se afliga cada vez ms con la marcha de los acontecimientos.

    Por lo que se esforzaba ms an en obligarme a decir

    que haba mentido. Un da se levant por la maana y me dijo que

    iba a llevarme a casa del seor Prior:

    Cuando lleguemos, ponte de rodillas, le dices que has mentido

    y pides perdn.

    Al pasar por casa de mi ta, mi madre entr unos minutos. Aprovech

    esta ocasin para contar a Jacinta lo que ocurra. Al verme

    afligida, dej caer algunas lgrimas y me dijo:

    Me voy a levantar y voy a llamar a Francisco; iremos a tu

    pozo a rezar. Cuando vuelvas, ve all enseguida.

    A la vuelta, corr al pozo y all estaban los dos rezando. Cuando

    me vieron, Jacinta corri a abrazarme preguntndome qu haba

    pasado. Se lo cont. Despus, me dijo:

    Ves? No debemos tener miedo de nada. Aquella Seora

    nos ayuda siempre. Es nuestra amiga.

    Desde que Nuestra Seora nos enseara a ofrecer a Jess

    nuestros sacrificios, siempre que pensbamos hacer algunos, o

    que tenamos que sufrir alguna prueba, Jacinta preguntaba:

    Le has dicho ya a Jess que es por su amor?

    Si le deca que no...

    Entonces lo dir yo.

    (14) El primer interrogatorio del Prroco, P. Manuel Marques Ferreira, fuehecho

    a fines ya de mayo de 1917.

    50

    Y, juntando las manos y levantado los ojos al cielo, deca:

    Oh Jess! es por tu amor y por la conversin de los pecadores.

    11. Amor al Santo Padre

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    Fueron a interrogarnos dos sacerdotes, que nos recomendaron

    que rezsemos por el Santo Padre.

    Jacinta pregunt que quin era el Santo Padre; y los buenos

    sacerdotes nos explicaron quin era y cmo necesitaba mucho de

    oraciones.

    En Jacinta arraig tanto el amor al Santo Padre, que siempre

    que ofreca un sacrificio a Jess, aada: Y por el Santo Padre. Al

    final del Rosario, rezaba siempre tres avemaras por el Santo Padre;

    y algunas veces deca:

    Quin me diera ver al Santo Padre! Viene aqu tanta gente

    y el Santo Padre no viene nunca! (15).

    En su inocencia de nia, crea que el Santo Padre poda hacer

    este viaje como las otras personas.

    Un da, mi padre y mi to (16) fueron avisados para que nos

    llevasen al da siguiente a la Administracin del Concejo (17). Mi to

    dijo que no llevaba a sus hijos, porque, deca:

    No tengo por qu llevar a un tribunal a dos criaturas que no

    son responsables de sus actos; adems ellos no aguantan a pie el

    camino hasta Vila Nova de Ourm. Voy a ver lo que ellos quieren.

    Mi padre pensaba de otra manera:

    A la ma, la llevo: que se las arregle con ellos; que yo de

    estas cosas no entiendo nada.

    Aprovecharon entonces la ocasin para meternos todo el miedo

    posible. Al da siguiente, al pasar por casa de mi to, mi padre le

    esper un momento. Corr a la cama de Jacinta a decirle adis. En

    la duda de no volver a vernos, la abrac y la pobre nia me dijo

    llorando:

    (15) Pablo Vl fu como peregrino a Ftima, el da 13 de mayo de 1967. Juan

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    guerra y crea muerto. Para distraerla empec a bailar con dos de

    sus hermanos; y la pobre criatura comenz a bailar y al mismo

    tiempo a limpiarse las lgrimas que le corran por la cara.

    Sin embargo, a pesar de esta inclinacin que tena por el baile,

    a veces le bastaba or cualquier instrumento que tocaban los otros

    pastores, para ponerse a bailar aunque fuera sola cuando se

    aproxim el da de S. Juan o el carnaval, ella misma nos dijo:

    Yo, ahora ya no bailo ms.

    Por qu?

    Porque quiero ofrecer este sacrificio al Seor.

    Y como ramos los cabecillas de los bailes de los nios,

    finalizaron los bailes que se acostumbraban a hacer en estas

    ocasiones.

    II. DESPUES DE LAS APARICIONES

    1. Oraciones y sacrificios en el Cabezo

    Mi ta, cansada de tener que mandar continuamente a buscar

    a sus hijos para satisfacer los deseos de las personas que queran

    hablar con ellos, mand que llevara a pastar el rebao su hijo

    Juan (18).

    A Jacinta le cost mucho esta orden por dos motivos: porque

    tena que hablar con toda la gente que la buscaba y por no poder

    estar todo el da conmigo. Sin embargo tuvo que resignarse. Y, para

    ocultarse de las personas que la buscaban, sola esconderse con

    su hermano en una cueva formada por unas rocas, situadas en la

    (18) Juan Marto, hermano de Francisco y de Jacinta (28.IV.2000),

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    falda de un monte que haba frente a nuestro pueblo (19); tiene encima

    un molino de viento. La roca queda en la falda que da al naciente;

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    Mara, sed la salvacin ma!

    Un da, durante su enfermedad, me dijo:

    Me agrada tanto decirle a Jess que le amo! Cuando lo digo

    muchas veces parece como si tuviera fuego en el pecho, pero no

    me quema.

    Otras veces deca:

    Me encantan tanto Nuestro Seor y Nuestra Seora, que no

    me canso de decirles que les amo.

    (20) P. Francisco Rodrigues da Cruz S.J. (1858-1948), cuya causa debeatificacin

    ha sido introducida.

    56

    4. Gracias alcanzadas por Jacinta

    Haba en nuestro pueblo una mujer que nos insultaba siempre

    que nos vea. Nos la encontramos cuando sala de la taberna; y la

    pobre, como no estaba en s, no se conform esta vez solamente

    con insultarnos. Cuando termin su tarea, Jacinta me dijo:

    Tenemos que pedir a Nuestra Seora y ofrecer sacrificios

    por la conversin de esta mujer; dice tantos pecados, que, como

    no se confiese, va a ir al infierno.

    Unos das despus pasbamos corriendo por delante de la

    casa de esta mujer. De repente, Jacinta se detiene y, volvindose

    atrs, pregunta:

    Oye. Es maana cuando vamos a ver a esa mujer?

    S.

    Entonces, no juguemos ms; hacemos este sacrificio por la

    conversin de los pecadores.

    Y, sin pensar que alguien la podia ver, levanta las manos y los

    ojos al cielo, y hace el ofrecimiento.

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    La mujercita estaba espiando por el postigo de casa; despus

    dijo a mi madre que le haba impresionado tanto aquella accin de

    Jacinta, que no necesitaba ms prueba para creer en la realidad

    de los hechos. Desde entonces no slo dej de insultarnos, sino

    que tambin nos peda continuamente que intercedisemos por

    ella a Nuestra Seora, para que le perdonase sus pecados.

    Nos encontr un da una pobre mujer, y, llorando, se puso de

    rodillas delante de Jacinta, pidiendo que consiguiese de Nuestra

    Seora ser sanada de una terrible enfermedad. Jacinta, al verla de

    rodillas, se afligi y le cogi las manos trmulas, para que se levantase.

    Pero viendo que no lo consegua, se arrodill tambin y rez

    con la mujer tres avemaras. Despus le pidi que se levantara,

    que Nuestra Seora haba de curarla; y no dej de rezar nunca por

    ella, hasta que, pasado algn tiempo, volvi a aparecer para agradecer

    a Nuestra Seora su curacin.

    En otra ocasin fue un soldado al que encontramos llorando

    como un nio; haba recibido orden de partir a la guerra y dejaba a

    su mujer enferma en la cama con tres hijos pequeos. El peda, o

    la salud de la mujer, o bien la anulacin de la orden.

    Jacinta le invit a rezar con ella el Rosario. Despus le dijo:

    57

    No llore; Nuestra Seora es tan buena, que seguro que le

    concede la gracia que le pide.

    Y no se olvid jams de su soldado. Al final del Rosario, siempre

    rezaba un avemara por el soldado. Pasados algunos meses,

    apareci con su esposa y sus tres hijos para agradecer a Nuestra

    Seora las dos gracias recibidas. A causa de unas fiebres que le

    haban dado la vspera de la partida, qued libre del servicio militar;

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    y su esposa, deca l, fue curada milagrosamente por intercesin

    de Nuestra Seora.

    5. Nuevos sacrificios

    Un da nos dijeron que vendra un sacerdote santo a interrogarnos,

    y que adivinaba lo que pasaba en el interior de cada uno,

    por lo que descubrira si era o no cierto lo que decamos. Entonces

    Jacinta llena de alegra deca:

    Cundo llegar ese Seor Padre que adivina? Si adivina,

    ha de saber bien que lo que decimos es verdad.

    Jugbamos un da sobre el pozo ya mencionado; la madre de

    Jacinta tena all, lindando, una via. Cort algunos racimos y nos

    los trajo, para que nos los comisemos; pero Jacinta no se olvidaba

    de sus pecadores nunca:

    No los comamos nos dijo, y ofrezcamos este sacrificio por

    los pecadores.

    Enseguida corri a llevar las uvas a unos nios que jugaban

    en la calle. A la vuelta vena radiante de alegra; aquellos nios que

    jugaban, eran nuestros antiguos pobrecitos.

    Otra vez, mi ta nos fue a llamar para que comisemos unos

    higos que haban trado y que, en realidad, abran el apetito a

    cualquiera; Jacinta se sent con nosotros, satisfecha, ante la cesta

    y cogi uno para empezar a comer, pero de repente, acordndose,

    dijo:

    Es verdad!, hoy an no hemos hecho ningn sacrificio por

    los pecadores. Tenemos que hacer ste.

    Puso el higo en la cesta, hizo el ofrecimiento, y nos fuimos

    dejando all los higos, para convertir a los pecadores. Jacinta repeta

    con frecuencia estos sacrificios, pero no me detengo a contar

  • 7/30/2019 Memorias de La Hermana Lucia (Fatima) - P. Luis Kondor

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    ms, porque no acabara nunca.

    58

    III. ENFERMAD Y MUERTE DE JACINTA

    1. Jacinta, vctima de la gripe epidmica

    Pasaban as los das de Jacinta, cuando nuestro Seor le

    mand la neumona que la postr en cama, con su hermano (21).

    En las vsperas de la enfermedad deca:

    Me duele tanto la cabeza y tengo tanta sed! Pero no quiero

    beber para sufrir por los pecadores.

    Todo el tiempo que me quedaba libre de la escuela y de alguna

    otra cosa que me mandasen hacer, iba junto a ellos. Un da,

    cuando pasaba hacia la escuela, me dijo Jacinta:

    Oye, dile a Jess escondido que le recuerdo mucho y le amo

    mucho.

    Otras veces deca:

    Dile a Jess que le mando muchos saludos.

    Cuando iba primero a su cuarto, me deca:

    Vete a ver a Francisco; yo hago el sacrificio de quedarme

    aqu sola.

    Un da su madre le llev una taza de leche y le dijo que la

    tomara.

    No quiero, madre ma respondi, apartando la taza con las

    manos.

    Mi ta insisti un poco, y despus se retir diciendo:

    No s cmo hacerle tomar alguna cosa con tan poco apetito.

    Despus que quedamos solas, le pregunt:

    Por qu desobedeces a tu madre y no ofreces este sacrificio

    al Seor?

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    Dejando caer algunas lgrimas, que tuve la dicha de limpiar,

    dijo:

    Ahora no me acord!

    Llam a su madre y, pidindole perdn, le dijo que tomara

    todo cuanto ella quisiera. La madre le trajo la taza de leche y la

    tom sin mostrar la ms leve repugnancia. Despus me dijo:

    Si t supieses cunto me cuesta tomarla!

    En otra ocasin me dijo:

    (21) Casi toda la familia menos el padre cae enferma de la peste, a finesde

    octubre de 1918.

    59

    Cada vez me cuesta ms trabajo tomar la leche y los caldos;

    pero lo hago sin decir nada, por amor a Nuestro Seor y al Inmaculado

    Corazn de Mara, nuestra Madrecita del Cielo.

    Ests mejor?, Ie pregunt un da.

    Ya sabes que no mejoro.

    Y aadi: Tengo tantos dolores en el pecho!, pero no digo

    nada; sufro por la conversin de los pecadores.

    Cuando un da llegu junto a ella me pregunt:

    Has hecho hoy muchos sacrificios? Yo he hecho muchos.

    Mi madre ha salido, y yo quise ir muchas veces a visitar a Francisco

    y no fui.

    2. Visitas de Nuestra Seora

    Por entonces, se recuper un poco; y a veces se levantaba y

    se sentaba en la cama de su hermano. Un dia me mand llamar,

    para que fuese junto a ella deprisa. All fui corriendo, y me dijo:

    Nuestra Seora. ha venido a vernos, y ha dicho que muy

    pronto vendr a buscar a Francisco para llevrselo al Cielo. A m

  • 7/30/2019 Memorias de La Hermana Lucia (Fatima) - P. Luis Kondor

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    me pregunt si todava quera convertir ms pecadores. Le dije

    que s. Y me contest que ira a un hospital, y que all sufrira mucho,

    por la conversin de los pecadores y en reparacin de los

    pecados cometidos contra el Inmaculado Corazn de Mara y por

    amor a Jess. Le pregunt si t vendras conmigo. Dijo que no.

    Esto es lo que ms me cuesta. Dijo que ira mi madre a llevarme y

    despus quedara all solita.

    Qued un rato pensativa y aadi:

    Si t fueses conmigo! Lo que ms me cuesta es ir sin ti. Tal

    vez, el hospital es una casa muy oscura donde no se ve nada y yo

    estar alli, sufriendo sola. Pero no importa; sufro por amor al Seor,

    para reparar al Inmaculado Corazn de Mara, por la conversin

    de los pecadores y por el Santo Padre.

    Cuando lleg el momento de partir para el Cielo su hermanito

    (22), ella le hizo sus recomendaciones:

    Da muchos saludos mos a Nuestro Seor y Nuestra Seora;

    y diles que sufrir todo lo que ellos quieran para convertir a los

    pecadores y para reparar al Inmaculado Corazn de Mara.

    (22) Francisco muere santamente, despus de confesarse y recibir elSantsimo

    Vitico, el da 4 de abril de 1919.

    60

    Sufri mucho con la muerte de su hermano. Quedaba mucho

    tiempo pensativa y, si se le preguntaba en qu estaba pensando,

    responda:

    En Francisco. Quin me diera verlo!

    Y los ojos se le llenaban de lgrimas.

    Un da le dije:

    A ti ya te queda poco para ir al Cielo, pero yo?

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    4. Regreso a Aljustrel

    Volvi an por algn tiempo a casa de sus padres. Tena una

    gran herida abierta en el pecho, cuyas curas diarias sufra sin una

    queja, sin mostrar las menores seales de enfado.

    Lo que ms le costaba eran las frecuentes visitas e interrogatorios

    de las personas que la buscaban, de las que ahora no

    poda esconderse.

    Ofrezco tambin este sacrificio por los pecadores deca

    con resignacin: Quin pudiera ir otra vez al Cabezo para poder

    rezar un Rosario en nuestra gruta! Pero ya no soy capaz. Cuando

    vayas a Cova de Ira, reza por m. Ciertamente nunca ms volver

    all deca llorando.

    Un dia me dijo mi ta:

    Pregunta a Jacinta qu es lo que piensa cuando est tanto

    tiempo con las manos en la cara, sin moverse; yo ya se lo he preguntado,

    pero sonre y no responde.

    Le hice la pregunta.

    Pienso en Nuestro Seor, en Nuestra Seora, en los pecadores

    y en... (nombr algunas cosas del secreto); me agrada mucho

    pensar.

    Mi tia me pregunt por la respuesta de su hijita; con una sonrisa

    lo tena todo dicho. Entonces dijo mi ta a mi madre:

    No lo entiendo; la vida de estos nios es un enigma.

    Y mi madre aada:

    Cuando estn solas, hablan por los codos, sin que la gente

    sea capaz de entenderles una palabra, por ms que escuchen; y

    cuando llega alguien, bajan la cabeza y no dicen nada. No puedo

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    el corazn. Permaneci mucho tiempo abrazada a mi cuello, y deca

    llorando.

    Nunca ms volveremos a vernos. Reza mucho por m hasta

    que yo vaya al Cielo; despus, cuando yo est all, pedir mucho

    por ti. No digas nunca el secreto a nadie, aunque te maten. Ama

    mucho a Jess y al Inmaculado Corazn de Mara; y haz muchos

    sacrificios por los pecadores.

    De Lisboa me mand todava decir que Nuestra Seora ya la

    haba ido a ver; que le haba dicho la hora y el da en que morira,

    y me recomendaba que fuese muy buena.

    EPILOGO

    Acabo, Excmo. Rvmo. Seor Obispo, de contar a V. Excia. Rvma.

    lo que recuerdo de la vida de Jacinta.

    Pido a nuestro buen Dios, se digne aceptar este acto de obediencia

    para encender en las almas llamas de amor a los Corazones

    de Jess y de Mara.

    Ahora pido un favor: es que, si V. Excia. Rvma. publica algunas

    cosas de las que acabo de contar, lo haga de modo que no hable

    de ninguna manera de mi pobre y miserable persona. (25)

    Confieso, de verdad, Excmo. y Rvmo. Seor Obispo, que si yo

    supiese que V. Excia. quemaba este escrito, sin siquiera leerlo, yo

    sentira mucho gusto, pues lo escribi nicamente para obedecer a

    la voluntad de nuestro buen Dios, para m manifestada en la voluntad

    expresa de V. Excia. Rvma.

    (24) Fue para Lisboa el 21 de enero de 1920. Muere el 20 de febrero de1920, a

    las diez y media de la noche.

    (25) Quien primero hace uso pblico de esta Memoria es el Dr. J. Galambade

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    Oliveira en su librito Jacinta (1a Edicin, mayo, 1938).

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    SEGUNDA MEMORIA

    Introduccin

    La Primera Memoria haba descubierto a los Superiores de Luca

    que sta guardaba celosamente todava muchas cosas, que slo

    revelara por obediencia. En abril de 1937, el P. Fonseca, escribiendo

    al Sr. Obispo, le deca: ... (la Primera Memoria) hace suponer que

    existen todava particulares interesantes relativos a la historia de

    las Apariciones... que estn todava ineditos. No sera posible o

    habra inconveniente en hacer que la Hermana Luca, con simplicidad

    religiosa y evanglica, para honra de Nuestra Seora, escribiese

    pormenorizadamente cuanto se acordase... ? Ah queda la idea; y si

    fuera aprovechable, slo V. Excia. Rvma. podr hacerla valer.

    Y, en efecto, don Jos, puesto de acuerdo con la Madre Provincial

    de las Doroteas, Madre Mara do Carmo Corte Real, dan la orden a

    Luca. Esta, con fecha 7 de noviembre de 1937, puede responder a

    don Jos: Comienzo hoy mismo, visto ser sa la voluntad de Dios.

    Este escrito, comenzado, pues, el da 7 de noviembre, sabemos que

    est terminado el da 21... Es decir: catorce das para redactar un escrito

    largo, y siempre en medio de ocupaciones caseras que no la dejaban

    reposar. Y se trata, decimos, de 38 folios escritos por las dos

    caras en letra bien seguida y cerrada y sin apenas correcciones. Esto

    quiere decir, una vez ms, la lucidez de espritu, Ia serenidad del alma,

    el equilibrio de facultades de la Hermana Luca.

    En esta Memoria, los temas eran ya sorprendentes: apariciones

    anglicas, gracias extraordinarias en su Primera Comunin; apariciones

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    del Corazn de Mara en junio 1917, y muchas circunstancias absolutamente

    inditas hasta entonces. La intencin de la Hermana Luca

    que tena en este escrito la sealaba as: La historia de Ftima tal

    cual ella es. No se trataba, por tanto como en la anterior Memoria,

    de unos recuerdos biogrficos, en que las Apariciones permanecan

    en la penumbra, sino de las mismas Apariciones, como primar plano

    intentado.

    Y en cuanto al espritu con que Luca escriba, nos lo expresa

    con estas palabras: Ya no tendr el gusto de saborear slo conmigo

    los secretos de tu amor; pero, en el futuro, otros cantarn conmigo las

    grandezas de tu misericorda... He aqu la esclava del Seor: que El

    contine servirse de ella como le pluguiere

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    PRLOGO

    J. M. J.

    Voluntad de Dios, t eres mi Paraso! (1)

    Excmo. y Rvmo. Seor Obispo:

    Heme aqu, con la pluma en la mano, para hacer la voluntad

    de mi Dios. Y, puesto que no tengo otros fines, comienzo con la

    mxima que mi santa Fundadora me dej en herencia; y que yo,

    en el curso de este escrito y a su imitacin, repetir muchas veces:

    Voluntad de Dios, t eres mi paraso!. Djeme, Exmo. Seor,

    penetrarme bien de todo el sentido de esta mxima, para que,

    en los momentos en que la repugnancia o el amor a mi secreto,

    me quisiere hacer omitir alguna cosa oculta, sea ella mi norma y

    mi gua.

    Se me ocurre preguntar para qu ir a servir este escrito hecho

    por m, que ni siquiera la caligrafa soy capaz de hacer bien.(2)

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    Pero no; no pregunto nada. S que la perfeccin de la obediencia

    no pregunta por razones; le bastan las palabras de V. Excia. Rvma.

    que me dice que: es para gloria de nuestra Santsima Madre del

    Cielo. En la seguridad, pues, de que sea as, imploro la bendicin

    y proteccin de su Corazn Inmaculado. Y, humildemente

    postrada a sus pies, me sirvo de sus santsimas palabras para

    hablar a mi Dios:

    He aqu la ltima de vuestras esclavas, oh Dios mo, que, en

    plena sumisin a vuestra voluntad santsima, viene a rasgar el

    velo de su secreto, y dejar ver la historia de Ftima tal cual es. Ya

    no tendr el placer de saborear a solas conmigo los secretos de tu

    amor; sino que, en el futuro, otros cantarn conmigo las grandezas

    de tu misericordia!

    (1) Se trata de una frase de la Fundadora de la Congregacin de SantaDorotea,

    Santa Paula Frassinetti.

    (2) La ortografa es, a veces, incorrecta, pero eso no atae a la claridad ni al

    peculiar estilo de sus escritos.

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    I. ANTES DE LAS APARICIONES

    1. Infancia de Luca

    Exmo. y Rvmo. Seor Obispo:

    El Seor puso sus ojos en la pequeez de su esclava, he

    aqu por qu los pueblos cantarn las grandezas de su misericordia

    . (3)

    Me parece, Exmo. Rvmo. Seor, que nuestro buen Dios se

    dign favorecerme cuando comenc a tener uso de razn, todava

    muy nia. Me acuerdo de tener conciencia de mis actos desde el

    regazo materno. Me acuerdo de ser arrullada y adormecerme al

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    son de varios cnticos. Y, como era la ms pequea de las cinco

    nias y un nio (4) que Nuestro Seor concedi a mis padres, me

    acuerdo que hubo entre ellos algunas pendencias porque todos

    queran tenerme en sus brazos y entretenerse conmigo. En estos

    casos, para que nadie saliese victorioso, mi madre me libraba de

    sus manos. Y si ella, por sus quehaceres, no poda, me entregaba

    a mi padre, el cual tambin me llenaba de mimos y caricias.

    La primera cosa que aprend fue el Ave Mara, porque mi madre

    tena por costumbre tenerme en sus brazos mientras enseaba

    a mi hermana Carolina, que era cinco aos mayor que yo. Mis dos

    hermanas mayores eran ya grandes y a mi madre, como yo era un

    papagayo que todo repeta, le gustaba que me llevasen a todos los

    sitios donde iban. Ellas eran, como se dice en mi tierra, las cabecillas

    de la mocedad. Y no haba fiesta ni danza donde ellas no estuviesen:

    carnaval, S. Juan, Navidad; era seguro: tena que haber

    baile. Adems de esto, estaba la vendimia y la recogida de las aceitunas,

    por lo que haba baile casi todos los das. En las fiestas

    principales de la Parroquia, como la del Sagrado Corazn de Jesus,

    Nuestra Seora del Rosario, San Antonio etc., haba siempre por

    la noche la rifa de los pasteles, y el baile no faltaba. Adems, estbamos

    convidadas para casi todas las bodas que se celebraban

    (3) Lc. 1,48.

    (4) Los hermanos se llamaban: () Mara de los Angeles, () Teresa, ()Manuel,

    () Gloria y () Carolina.

    68

    en los contornos, porque mi madre, cuando no era invitada para

    ser madrina, lo era para ser cocinera. En estas bodas, el baile

    duraba desde que se terminaba el banquete, hasta el otro da por

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    la maana. Mis hermanas, como tenan que tenerme siempre a su

    lado, me arreglaban tanto como a ellas mismas. Y como una de

    mis hermanas era costurera, no me faltaba ya el traje ms elegante

    usado por las campesinas de mi tierra en aquel tiempo: la

    falda plisada, el cinturn de encaje, con las puntas cadas para

    atrs, y el sombrero con sus cuentas doradas y las plumas de

    varios colores. A veces pareca que vestan a una mueca en lugar

    de a una nia.

    2. Diversiones populares

    En los bailes me ponan encima de un arca o de otra cosa alta,

    para no ser pisada por los asistentes, y desde all deba entonar

    varios cantos al son de la guitarra o del acorden. Para esto, mis

    hermanas me adiestraban, as como para bailar algn vals, cuando

    faltaba alguna pareja. Esto yo lo haca con una destreza nica, atrayendo

    as la atencin y los aplausos de los asistentes. No me faltaban

    premios y obsequios de algunos que queran dar gusto a mis

    hermanas.

    Los domingos por la tarde, toda esta juventud se reuna en

    nuestro patio: en el verano, a la sombra de tres grandes higueras;

    y, en el invierno, en un cobertizo que tenamos en el lugar donde

    est ahora la casa de mi hermana Mara, para pasar as la tarde,

    jugando y hablando con mis hermanas. En la Pascua se haca all

    la rifa de las almendras, tocndome la mayor parte de las rifas,

    porque algunos lo hacan as a propsito para ser agradables. Mi

    madre se pasaba estas tardes sentada a la puerta de la cocina que

    daba al ptio, desde donde poda ver lo que suceda: unas veces,

    con un libro en las manos leyendo; otras, hablando con algunas de

    mis tas que venan a pasar el rato con ella. Conservaba siempre

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    su seriedad habitual, y todos saban que lo que ella dijese era palabra

    sagrada que era preciso obedecer sin demora. Nunca vi que

    delante de ella alguien se atreviese a decir una palabra menos respetuosa

    o con menos consideracin. Se deca ordinariamente, entre

    aquella gente, que mi madre vala ms que todas las hijas. Recuerdo

    haber odo decir varias veces a mi madre:

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    No s qu provecho parece encontrar esta gente en andar

    hablando de las cosas de los otros; para m no hay nada como una

    lectura sosegada en mi casa. Estos libros traen cosas tan bonitas!

    Y la vida de los santos, qu belleza!

    Me parece que ya dije a V. Excia. Rvma. cmo pasaba los das

    de la semana rodeada de nios de nuestro pueblo; que las madres

    para poder ir al campo, le pedan a la ma poderlos dejar junto a m.

    Tambin me parece que en el escrito que envi a V. Excia. Revma.

    sobre mi prima, deca cules eran mis juegos y entretenimientos.

    Por ahora no me entretengo en ellos.

    As arrullada de mimos y caricias, llegu a mis seis aos. Y,

    para decir la verdad, el mundo comenzaba a sonrerme y sobre

    todo la pasin por el baile iba echando en mi pobre corazn hondas

    races. Y confieso que, si nuestro buen Dios no hubiese usado

    para conmigo su especial misericordia, por ah el demonio me hubiese

    perdido.

    Si no me equivoco, tambin le cont ya a V. Excia., en el mismo

    escrito, cmo mi madre acostumbraba a ensear la doctrina a

    sus hijos durante las horas de la siesta, en el verano. En el invierno,

    nuestra leccin era por la noche, al sentarnos, despus de la cena,

    junto al fuego de la cocina, mientras asbamos y comamos castaas

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