Lindsey, Johanna - La furia del amor

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    LA FURIADEL AMOR

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    Inglaterra, 1214

    Walter de Roghton estaba sentado en la antesala de la cmara del rey,donde le haban dejado esperando. Todava tena esperanzas de obtener laaudiencia que le haban prometido pero, a medida que los minutos ibanconvirtindose en horas y seguan sin llamarle ante la presencia real, cada vezse haca ms dudoso que pudiera ser esa noche. All se haban congregadotambin otros lores, otros optimistas como l, que queran obtener algo delrey Juan. Walter era el nico que no pareca nervioso. y sin embargo lo estaba,slo que consegua ocultarlo mejor que los dems.

    Lo cierto es que tena motivos para estar nervioso. Juan Plantagenet erauno de los reyes ms odiados de la Cristiandad, uno de los ms traidores y

    falsos. Un rey que no pestaeaba a la hora de colgar a nios inocentes paraescarmentar a sus enemigos. Como escarmiento no haba funcionado, perocomo atrocidad haba conseguido que los barones de Juan se volvieran anms contra l, temerosos y disgustados.

    se era el rey que haba intentado arrebatarle la corona en dos ocasiones asu hermano, Ricardo Corazn de Len, y en ambas se le haba perdonado latraicin gracias a la intervencin de su madre. Cuando, tras la muerte deRicardo, la corona pas a ser suya, mand asesinar al otro pretendiente a ella,su joven sobrino Arthur y que encarcelaran a la hermana de ste, Eleonor,durante ms de la mitad de su vida.

    Algunos se compadecan de Juan por haber sido el menor de los cuatro

    hijos del rey Enrique. Despus de haberlo dividido entre sus hermanosmayores, no haba quedado reino para Juan. Por eso le apodaban Juan sinTierra. Sin embargo, el hombre que se haba convertido en rey no despertabamucha compasin. No haba por qu apiadarse de alguien que haba logradola excomunin de su pas durante varios aos por su guerra contra la Iglesia,una proscripcin recientemente levantada. Desde luego haba muchos motivospara odiar a ese rey, y para temerlo.

    Walter se estaba poniendo nervioso pensando en las fechoras de Juan,aunque segua apareciendo tranquilo a los ojos de los dems. Se pregunt porensima vez si mereca la pena. Qu pasara si el plan que iba a proponerlefracasaba?

    Lo cierto era que Walter poda vivir el resto de sus das sin aparecer siquieraante el rey. Despus de todo, era un barn menor, no tena necesidad defrecuentar la corte real. Pero se era el problema: l no era importante... perolograra que eso cambiara.

    Las cosas podan haber cambiado unos aos antes, cuando descubr i a lasoltera adinerada perfecta y la cortej diligentemente, con el resultado de quese la rob un lord con un t tulo ms importante que el suyo. La muj er quehubiera debido ser su esposa, lady Anne de Lydshire, le hub iera aportadoriqueza y poder con las tierras de su dote. Pero, contrariando sus planes, lahaban desposado con Guy de Thorpe, conde de Shefford, con lo cual lasposesiones de De Thorpe se duplicaron y la familia de Guy pas a ser una de

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    las ms poderosas de Inglaterra.

    La mujer con la que finalmente se haba casado Walter result una malaeleccin bajo todo concepto, y no hizo ms que aadir sal a las heridas de su

    resentimiento. Las propiedades que haba aportado a su fortuna haban sidoaceptables para la poca pero, desgraciadamente, se hallaban en La Marche y,por consiguiente, las perdi cuando Juan fue despojado de la mayora de susposesiones francesas. Walter poda haber conservado las tierras si hubieraestado dispuesto a jurarle lealtad al rey francs, pero entonces hubieraperdido su torre del homenaje en Inglaterra. Adems, sus propiedades enInglaterra eran mayores.

    Por otra parte, su esposa no le haba dado hijos, slo una hija. Una intil,eso era esa mujer. Con todo, su hi ja Claire finalmente poda serle de utilidadahora que haba alcanzado la edad casadera de los doce aos.

    Por todo ello la visita de Walter al rey Juan cumpla dos objetivos: vengarse

    por el desaire de que haba sido objeto antao, cuando le desestimaron comopretendiente de Anne, y arrebatarle finalmente las propiedades, a ella y aShefford, casando a Claire con el nico hij o y heredero de ste.

    Era un plan brillante y bien rumiado. Circulaban rumores de que muypronto Juan iba a intentar apoderarse de las tierras angevinas que habaperdido tiempo atrs. Y Walter tena una zanahoria que b landir ante la nariz deJuan, si es que le daban la oportunidad de exponerle su plan.

    Finalmente se abri la puerta de la cmara y Chester, uno de los pocoscondes en los que Juan an confiaba plenamente, hizo pasar a Walter. Seapresur a arrodi llarse antes de que el rey le hiciera un impaciente ademncon la mano para que se aproximara.

    No estaban solos, como Walter haba esperado. Estaba presente la esposade Juan, Isabelle, y una de sus damas de honor. Walter nunca haba visto a lareina de tan cerca, y se qued aturdido mirndola con temor reverencial. Losrumores que circulaban acerca de ella eran ciertos: quiz no era la mujer msbella del mundo, pero s la ms bella de Inglaterra.

    Juan le doblaba con creces la edad, se haba casado con Isabelle cuandosta slo contaba doce aos. Y, aunque ya era una edad casadera, la mayorade los nobles que tomaban esposas tan jvenes optaban por esperar unosaos antes de consumar el matrimonio. No as Juan, porque Isabelle era muymadura para su edad y demasiado bella para que un hombre, cuyas correrasputaeras antes del matrimonio haban sido notorias, pudiera refrenarse.

    No tan alto como su hermano Ricardo, pero apuesto an a los cuarenta yseis aos, Juan era el moreno de la familia, con su cabellera negra salpicadaahora de canas, los ojos verdes de su padre y una complexin algorechoncha.

    Juan sonri con indulgencia cuando advirti la mirada de Walter y suincredulidad, una reaccin a la que estaba acostumbrado y que le complacaprofundamente. Se enorgulleca de la belleza de su joven esposa. Sinembargo, su sonrisa fue breve: la hora era tarda y no reconoca a Walter. Suedecn slo le haba dicho que uno de sus barones tena noticias urgentesque comunicarle.

    As que su pregunta fue escueta y tajante:

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    -Te conozco?Walter se ruboriz al tomar conciencia de que se haba distrado de su

    propsito, aunque fuera momentneamente.

    -No, m ajestad, nunca nos habamos visto, acudo muy raramente a la corte.Soy Walter de Roghton. Administro una pequea torre del homenaje del condede Pembroke.

    -Entonces, tal vez hubiera debido transmiti rme tus noticias el mismoPembroke...

    -No son de naturaleza que pueda confiarse a otros, milord, ni tampoco sonexactamente noticias -se vio obligado a admitir Walter-. Sin embargo, no sabade qu otra forma explicarle a vuestro edecn el motivo de mi visita.

    A Juan le ofendi el tono crptico de su rplica. l mismo era hombre desutilezas e insinuaciones.

    -No son noticias, pero es algo que debo saber. Bien, Y qu no puedes

    confiarle ni a tu seor feudal? -Juan esboz una sonrisa-. Hars bien en notenerme en suspenso por ms tiempo.-Podramos hablar en privado? -susurr Walter, mirando de nuevo a la

    reina.Juan hizo un mohn de disgusto, pero le indic a Walter el antepecho de la

    ventana en el extremo opuesto de la habitacin. Comentaba algunos asuntoscon su adorable y joven esposa, pero haba ciertas cosas que era mejor nodiscutir con una mujer cuya inclinacin a las habladuras era conocida.

    Juan llevaba una copa de vino en la mano. No le haba ofrecido nada aWalter. y su impaciencia era evidente.

    Walter fue al grano en cuanto estuvieron sentados uno f rente al ot ro en el

    amplio alfizar de la ventana.-Estis al corriente de los desposorios, contrados hace aos con labendicin de vuestro hermano Ricardo, entre el heredero de Shefford y la hijaCrispin?

    -S, creo haberlo odo mencionar, un emparejamiento que, absurdamente,obedeca ms a la amistad que al beneficio.

    -No exactamente, alteza -repuso Walter prudentemente-Tal vez no sepisentonces que Nigel Crispin regres de Tierra Santa con una verdaderafortuna...

    -Una fortuna?Aquello suscit el inters de Juan. Siempre haba carecido de fondos para

    gobernar correctamente su reino, ya que Ricardo haba vaciado las arcasreales con sus malditas cruzadas. Sin embargo, lo que un barn menor comoWalter considerara una fortuna no pareca susceptib le de ser tomado enconsideracin por un rey.

    -Qu significa una fortuna para t i? -pregunt-. Unos cientos de marcos yunos cuantos clices de oro?

    -No, alteza, ms bien el rescate de un rey multiplicado varias veces.Juan movi los pies, incrdulo. Cualquier rescate real que se mencionara

    en esos das slo poda referirse al que haban pedido a cambio de suhermano Ricardo cuando uno de sus enemigos lo haba hecho prisionero ensu vuelta a casa desde Tierra Santa.

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    -Ms de cien mil marcos?-Y fcilmente el doble, incluso -replic Walter.-Y cmo es que t lo sabes si an no haba llegado a mis odos?

    -Entre los ntimos de lord Nigel no es ningn secreto, se conoce incluso elheroico relato de cmo obtuvo esa fortuna salvando la vida de vuestrohermano. Aunque tampoco es algo que deseara airear, y es comprensible,habiendo como hay tantos ladrones por ah. Yo mismo lo supeaccidentalmente, cuando me enter de la parte de esa fortuna que haba sidodestinada a la dote de la futura esposa de Shefford.

    -Y cunto fue?-Setenta y cinco mil marcos.-Inaudito! -exclam Juan. -Aunque comprensible, dado que Crispin no es

    rico en tierras, mientras que Shefford s lo es. Crispin hubiera podido poseermuchas tierras si as lo hubiera querido pero, al parecer, no es hombre dado a

    las ostentaciones y es feliz con su pequeo castillo y algunas posesionesinsignificantes. En verdad que hay pocos que sepan lo poderoso que todasesas riquezas hacen a Crispin, y el inmenso ejrcito de mercenarios quepodra reunir si le fuera preciso.

    Juan no necesit escuchar nada ms.-Y si esas dos familias se unen en matrimonio, bien cierto es que sern ms

    poderosos incluso que Pembroke y Chester.Lo que no aadi es que podan ser ms poderosos an que l mismo,

    mxime cuando tantos de sus barones ignoraban sus peticiones de ayuda ose rebelaban contra l, pero Walter lo entendi perfectamente.

    -Entonces, comprendis la necesidad de impedir esa unin? -se aventur

    a preguntar.-Lo que com prendo es que Guy de Thorpe nunca me ha negado ayudacuando se la he solici tado, ha apoyado mis guerras con constancia, enocasiones incluso ha mandado a su hijo y a su bien abastecido ejrcito decaballeros para engrosar mis filas. Lo que comprendo es que Nigel Crispin,quien hasta ahora prcticamente no posea tierras, deber pagar losimpuestos correspondientes. Lo que comprendo es que si prohboforzosamente esta unin, entonces esos dos amigos -y pronunci esa palabracon una buena dosis de fastidio- tendrn motivos para unirse de todosmodos, pero contra m.

    -Pero y si algo o alguien que no fuerais vos impidiera esa unin? -pregunt

    maliciosamente Walter.Juan prorrumpi en una carcajada y atrajo una mirada breve y curiosa desu esposa desde el otro lado de la sala.

    -Pues que yo no padecera el menor remord imiento.Walter sonri serenamente, porque eso es lo que haba supuesto.-An sera ms beneficioso, alteza, que cuando Shefford busque una nueva

    prometida le sugirierais una con ttu los de propiedad al ot ro lado del Canal. Essabido que os manda caballeros para vuestras guerras en Inglaterra y enGales, pero os manda tropas de escuderos a las guerras francesas, porque ahno tiene intereses personales que defender. Sin embargo, si la esposa de suhijo tuviera ttulos ah, pongamos en La Marche, se interesara personalmente

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    en que el conde de La Marche no os molestara ms. Y la ayuda quetrescientos caballeros puedan prestaros ser ms valiosa que la de milmercenarios a los que se paga con dinero, en eso estaris de acuerdo.

    Juan le respondi con una sonrisa, porque lo que estaba diciendo eracierto. Un caballero leal y bien adiestrado era ms til que media docena demercenarios. Y trescientos caballeros bien adiestrados, que eran los queShefford poda reunir, podan signif icar la diferencia entre ganar o perder unabuena batalla.

    -Supongo que t tienes esa hija con tierras en La Marche. Me equivoco? -pregunt Juan, a modo de mera formalidad. Ya supona la respuesta.

    -Efectivamente, milord.-Luego no veo motivo alguno para no recomendrsela, si es que el cachorro

    de Shefford busca otra candidata.No era exactamente una prom esa, aunque por aquel entonces el rey Juan

    no tena fama de m antener sus promesas. No obstante, Walter estabasatisfecho.2

    Ya conocis mis sentimientos al respecto, padre. Resultara censurable quenombrara a varias herederas susceptibles de convertirse en mi esposa, hay unpar que incluso me gustaran y, sin embargo, vos me conminis a escoger a lahija de vuestro amigo que slo nos aportar monedas que no necesitamos.

    Guy de Thorpe contempl a su hijo y suspir. Wulfric haba nacido cuando

    ya llevaba muchos aos casado, cuando ya habia perdido la esperanza detener un hi jo. Sus dos hij as mayores se casaron incluso antes de que stenaciera. Guy tena nietos ma- yores que su propio hi jo. Siendo su nico hi jo -almenos su nico hijo legtimo- Guy no hallaba defecto alguno en l; no le dabams que mot ivos de orgullo, excepto por su testarudez y, con ella, supropensin a discutir con su padre.

    Como Guy, Wulfric era un hombre alto, con la musculatura templada por eladiestramiento en las artes de la guerra. Tambin tenan ambos el pelo negro ylos oj os azules del padre de Guy, pese a que los de ste eran de un azul msplido, mientras que los de Wulfric tenan un matiz ms oscuro, y la espesacabellera de Guy era ahora ms griscea que negra. La mandbula cuadrada y

    resuelta del joven era ms de Anne, y esa nariz recta y patricia tambinproceda de la familia materna. No obstante, Wulfric se pareca ms a Guy,aunque era ms apuesto; al menos las damas lo consideraban ms dignoobjeto de sus miradas.

    - Por eso has participado en todas las guerras habidas y por haber desdeque la chica ha cumplido la edad, Wulf? Para evitar la boda con ella?

    Wulfr ic tena el don de ruborizarse, yeso hizo. Sin embargo, se defendi.-La vez que la vi hizo que su halcn me atacara, todava tengo la cicatriz.

    Guy pareci asombrado.- Por eso te has negado siempre a acompaarme al castillo de Dunburh?

    Vaya, Wulf , pero si slo era una nia. No me dirs que le guardas rencor a una

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    Wulfric se sonroj ms, pero no por pudor sino de ira.-Era una autntica fiera, padre. Ciertamente, se comportaba ms como un

    chico que como una nia, retadora, blasfema y capaz de atacar a todo aquelque osara contradecirla. Pero no, no es por eso que no la quiero. Quiero aAgnes de York.

    -Por qu?Wulfric vacil ante la inesperada pregunta.-Por qu?-S, por qu? La amas acaso?-S que me gustara verla en mi cama, pero amarla? No, creo que no.Guy solt una risita, aliviado. -La lujuria no tiene nada de malo. Es una

    emocin sana, si dejas a un lado lo que los piadosos curas dicen al respecto.Un hombre puede considerarse afortunado si la halla en el matrimonio, y an

    ms afortunado si tambin encuentra amor. Pero t sabes tan bien como yoque ninguna de esas cosas son requisito para el matrimonio.-Pues entonces es que soy peculiar por preferir codiciar a mi mujer que a

    las fulanas que la sirven -sostuvo Wulfric resueltamente.Ahora le toc a Guy ruborizarse. Que no amaba a Anne, su mujer, no era

    un secreto para nadie. Le tena cario y le inspiraba mucho respeto, incluso elde mantener a sus amantes alejadas de los dominios de ella. A diferencia desu amigo Nigel, que haba amado profundamente a su esposa, y que hasta lafecha segua lamentndose de haberla perdido, Guy jams haba conocido esaemocin con mujer alguna. Ni siquiera pensaba que se hubiera perdido nada.No obstante, la lujuria... Haba tenido varias amantes a lo largo de esos aos,

    demasiadas para contarlas, y, si Anne no haba odo hablar de ellas, con todaseguridad su hijo s.Sin embargo, no haba reprobacin en los ojos de Wulfr ic. Frecuentaba los

    prostbulos desde que era un adolescente, de modo que no era quin paraarrojar la primera piedra. Por consiguiente, Guy no vea la necesidad deexplicarle los pormenores de cmo se satisface la lujuria, ya sea dentro ofuera del matrimonio. Lo que un hombre desea raramente es lo que le sirvenen bandeja. Pero as es la vida.

    En cambio, lo que dijo fue:-No voy a crearle dificultades a nuestra familia solicitando la anulacin del

    contrato de esponsales. Sabes bien que Nigel Crispin es mi mejor amigo.

    Tambin sabes que me salv la vida, cuando se me cay el caballo encima,aprisionndome, y yo no poda zafarme a pesar de que tena una cimitarrasarracena a pocos centmetros de mi cabeza. No poda hacer nada pararecompensarle por ello, ni l lo hubiera aceptado tampoco. Fue por gratitudque le ofrec lo ms preciado para m, t, a quien no engendr ms que hijas.La unin de nuestras famil ias era secundaria. l slo poda aportar unpequeo capital a nuestra unin, al menos entonces.

    -Entonces? Queris decir que ahora es importante? -replic Wulfric,burln.

    Guy suspir de nuevo.-Si el rey solicitara slo los cuarenta das de servicio que se le deben, no

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    sera importante, pero pide ms. Si le hubieras dado slo los cuarenta dasque se le deban no sera importante, pero le diste ms. Incluso ahora, acabasde regresar del combate y ya mencionas que quieres cruzar el Canal con el rey

    en su prxima campaa. Creo que ya est bien, Wulf. No podemos seguirsosteniendo a nuestra gente y al ejrcito del rey a la vez.-No me habais dicho que estbamos apurados -dijo Wulfric casi

    acusndole.-No quera preocuparte, estabas lejos, luchando en las guerras de Juan. Y

    no estamos apurados, pero la situacin es molesta. En estos ltimos diezaos han ocurrido demasiadas cosas que han m ermado nuestras reservas. Lavisita que el rey nos hizo el ao pasado, con toda su corte, nos perjudicbastante, aunque era de esperar, sucede lo mismo dondequiera que vaya, poreso no puede quedarse nunca mucho tiempo en el mismo sitio. Lascampaas de Gales an nos perjudicaron ms, los hombres tenan graves

    dificultades para encontrar una granja donde abastecerse, y los galeses seescondan en las montaas...Guy no aadi ms al recuento. La expresin de Wulfric se haba vuelto

    amarga al recordar lo ftil que resultaba luchar contra los galeses. No seenfrentaban a los ejrcitos en los campos de batalla sino que los diezmabanacechndolos en emboscadas. Wulf ric haba perdido a muchos de sushombres en Gales.

    -Lo que estoy diciendo, Wulf, es que lo que tu esposa nos aportar...Wulfric terci, testarudo, y le cort en seco.-Todava no es mi esposa.Y Guy prosigui como si no le hubiera odo, aunque aadi con mayor

    nfasis:-Tu esposa nos aportar lo que necesitamos precisamente ahora. Contamoscon alianzas poderosas. Tus cinco hermanas estn muy bien situadas.Tenemos muchas tierras, y cuando ests casado podremos comprar ms, sies preciso podremos edif icar ms castil los, hacer mejoras... Entindelo, Wulf,traer una fortuna, y con eso no se bromea, la necesites o no. -Guy tom unlargo sorbo de vino antes de abordar lo peor-. Adems, la has tenidodemasiado tiempo esperando y rechazarla ahora supondra un insulto grave,ya ha superado con mucho la edad casadera, por mor de tus demoras. En fin,ya est dicho. Ha llegado la hora de que vayas por ella y hagas lo que tienesque hacer. Dentro de una semana partirs hacia Dunburh.

    -Es una orden? -repuso Wulfric framente.-Si es preciso, que lo sea. No voy a incumplir el contrato, Wulf. Ahora ya esdemasiado tarde, tiene dieciocho aos. Seras capaz de avergonzarme?

    Wulfr ic slo fue capaz de replicar, aunque airado:-Est bien. Me casar con ella. Pero que llegue a vivir con ella est por verse.Y, con eso, sali ofendido de la sala. Guy le mir marcharse, y luego se

    qued contemplando el fuego en el gran hogar. Era tarde. Haba esperado aque Anne y sus doncellas se marcharan de la sala para hablar a solas conWulfric. Tal vez hubiera debido reclamar el apoyo de Anne.

    Wulfric jams discuta con su madre, no tanto como con su padre, encualquier caso. En realidad, ms pareca que le gustara ceder a los deseos de

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    su madre, tanto la quera. Y Anne todava estaba ms ansiosa que Guy porque se celebrara el matrimonio. Era ella la que le haba instado a hablar conWulfric antes de que ste encontrara otra guerra a la que sumarse. Sin. duda,

    movida por su deseo de ver cmo se volvan a llenar sus arcas. Aunque, almenos, hubiera podido lograr el consentimiento de su hijo, sin reparar en lomucho que l od iaba esa perspectiva. Guy suspir de nuevo y se pregunthasta qu punto le estaba haciendo un favor a la hij a de Nigel obligando a suhijo a casarse con ella.

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    El viaje hasta Dunburh duraba una jornada y media, incluso acompaadode una veintena de hombres armados y algunos caballeros. No los llevaba

    para su proteccin personal, sino , porque tendran que escoltar a una dama ysu comitiva de sirvientes en el camino de vuelta. Y en el reino de Juanabundaban los malhechores.

    Algunos de los propios barones de Juan, exil iados de sus tierras, habanemprendido su guerra particular en los caminos, atacando a los que angozaban del favor real. De modo que, aunque Guy no hubiera insistido en quese tomaran esas precauciones, Wulfric lo hub iera hecho de todos modos. Noiba a permit ir que su padre le acusara de negligente por haber perdido a sufutura esposa durante el camino, por m s que a l quiz le apeteciera.

    La futura esposa... El m ero recuerdo de esa esculida diabli lla le obl ig aahogar un gruido. Su medio hermano le mir alzando una ceja.

    Acababan de levantar el campamento del segundo da, emprendan denuevo el camino e iban a buen ritmo. Con tantos hombres a los que alojar, locual supona de por s una proeza, j uzg que lo ms adecuado sera acamparjunto al camino. Sin embargo, tendra que pensar en esos alojamientos parael camino de vuelta, porque ella pareca de las que reclaman una cama paradormir.

    -Todava no te has hecho a la idea de este matrimonio? -le preguntRaimund mientras cabalgaban uno junto a otro.

    -No, y me da la sensacin de que no lo lograr jams -admiti Wulfric-. Escomo si me compraran con dinero, y se es un sentimiento horroroso lo mirescomo lo m ires.

    Raimund buf.-Entonces fue nuestro padre el que hizo la oferta, no el de ella? Si hubierasido al contrario, podra estar de acuerdo. Pero siendo as...

    -Bah, no quiero hablar de ello!-No, ahora es mejor que lo rumies, dentro de poco vas a tener que tratar

    con ella directamente -apunt prudentemente Raimund-. Qu es lo que tantote humilla de esta boda, Wulf?

    Wulfric suspir.-Cuando era una nia no hall nada en ella que me gustara y s mucho que

    me disgust. No albergo muchas esperanzas de que estos aos la hayancambiado. Me temo que voy a odiar a mi mujer.

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    -Bueno, debo decir que no vas a ser el primero al que le ocurra -dij o

    Raimund chasqueando la lengua-. Si queras contraer un matrimonio plcido,tenas que haberte fijado en los villanos. Ellos s pueden escoger a sus

    parejas. Los nobles no pueden permitirse ese lujo.Haba una satisfaccin tan maliciosa en esas palabras que Wulfric le pegun leve puetazo a su hermano, que solt una carcajada.

    -No tienes por qu recordarme que t s escogiste esposa, y que la quieresmucho -gru Wulfric-. Y t no eres ningn villano -aadi.

    Raimund le sonri afectuosamente, ya que no eran muchos los quereivindicaran su nobleza con la conviccin con que lo haca Wulfr ic. La madrede Raimund s era una villana y le puso en la situacin poco envidiable de queno le aceptaran ni entre los nobles ni entre los villanos. Raimund haba sidoms afortunado que la mayora de los bastardos, porque Guy le habareconocido e incluso le haba acogido en su famil ia y le haba adiestrado como

    a un caballero. Cuando le hubo armado caballero, adems, le concedi unapequea propiedad que poda considerar suya.Gracias a esa propiedad haba podido casarse con la mujer que escogi

    para ser su esposa, la hija de sir Richard, Eloise. Richard era un caballero sintierra al servicio del mismo Guy, de modo que no esperaba tener laoportunidad de encontrar a un hombre con pudientes para casarlo con sunica hija, por lo que accedi encantado a la propuesta de Raimund. No,Raimund no envidiaba a su hermano por ser el nico hijo legtimo del conde.l l levaba una vida sencil la y le gustaba as. La vida de Wulf ric sera siempremucho ms complicada que la suya.

    -Cunto tiempo ha pasado desde que la conociste? -pregunt Raimund.

    -Casi una docena de aos.Raimund puso los ojos en blanco.-Por los clavos de Cristo, Wulf, y dices que no crees que haya cambiado en

    todo este tiempo? Que no le habrn enseado una conducta adecuada a supropio rango? Vers cmo incluso te pedir disculpas por lo que fuera quecausara tu disgusto. Por cierto, qu lo provoc?

    -Ella tena seis aos y yo trece, y yo saba muy bien quin sera ella para m,aunque ella no lo supiera. La busqu para conocerla y la encontr en lascaballerizas de Dunburh con dos mozalbetes de su misma edad. Ella lesestaba enseando un halcn gerifalte enorme, diciendo que era suyo. Inclusollevaba el pjaro posado en su brazo. Maldita sea, pero si era casi igual de

    grande que ella!Mientras le estaba contando la historia, evoc claramente el da en queconoci a su prometida. Iba desaseada, pareca haberse revolcado por lainmundicia y llevaba tiznado su descarado rostro. Sus piernas, largas para suestatura, se asomaban descocadas, ya que no iba vestida como debiera, sinoque llevaba unas mallas con jarreteras cruzadas y una tnica vasta muyparecida a la que llevaban los chicos que estaban con ella.

    En realidad, haba tenido dificultades para discernir cul de los tres era ella.Sin embargo, aquellos a los que haba preguntado detalles acerca de ella, lehaban advertido de su extraordinario atractivo. Al parecer, a los lugareos deDunburh, que a la hij a de su seor se le antojara ir por ah vestida de esa

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    manera les haca una gracia inaudita.

    Algunos villanos tambin vestan as a sus hijas, pero era porque lessobraban ropas masculinas y no podan permit irse comprar otras. Pero qu

    mujer siendo, adems, una dama, prefera vestirse de hombre pudiendo nohacerlo? Pues ella. Y con su largo pelo castao peinado para atrs y tan sucia,Wulfric nunca hubiera imaginado cul de los tres era ella.

    Alguien la llam por su nombre y entonces comprendi que era la quellevaba ese pjaro tan enorme apoyado en el brazo. El halcn ni siquierallevaba el capirote puesto y su pr imer impulso fue protegerla. Ella no tena niidea de lo peligrosas que eran las aves rapaces. Adems, era demasiado niapara que le permitieran siquiera aproximarse a ellas. Sin duda, se habaacercado a hurtadillas en ausencia del halconero.

    Entonces fue cuando la oy fanfarronear ante sus crdulos y jvenesamigos.

    -Ahora es mo -les deca-. Slo quiere comer de mi mano. Suyo? Wulfric nopudo contener un resoplido incrdulo. El sonido le llam la atencin a ella,pero slo despert su curiosidad. Al fin y al cabo, era demasiado joven paracomprender que l la haba llamado mentirosa.

    -Quin eres? -le espet de pronto.-Soy el hombre con quien te van a casar en cuanto cumplas la edad

    necesaria.l no alcanzaba a comprender qu la haba ofendido de sus palabras, que

    no eran ms que la verdad, pero la enfadaron mucho. La llamarada que cruzsus ojos verdes y los llen de destellos incandescentes expres la rabia que sehaba apoderado de ella.

    -Luego mont en clera y me llam mentiroso a m y media docena deinsultos ms que jams haba escuchado -le cont a Raimund-. Despus meorden, s, me orden, que me apartara de su vista.

    Raimund intent contener la risa, pero lo consigui a duras penas.-Vaya, Y todo eso una cra tan pequea?-Una diablilla tan pequea, s -replic Wulfric-. Cuando vio que no me iba la

    verdad es que estaba tan atnito que no poda ni moverme, sus ojos seconvirt ieron en dos pequeas rendij as y levant el brazo as, lo suficiente paraque el halcn se lanzara contra m. Levant la mano para protegerme, pero supico me atrap dos dedos y no haba forma de que los soltara.

    Raimund solt un dbil silbido.

    -Tuviste suerte de que no te arrancara un dedo.-Cuando por f in consegu quitrmelo de encima y lanzarlo cont ra la pared,tena una herida lo bastante grande para dejarme una cicatriz. No s si mat alpajarraco, pero esa pequea bruja seguro que pens que s, porque laemprendi a puetazos conmigo. Ya sabes que yo era muy alto para mi edad,y ella apenas me l legaba a la cintura. Pero me mordi y, cuando el dolor mehizo aullar, uno de sus golpes acert donde yo no hubiera querido y ca derodillas.

    Raimund sonri burln.-Bueno, como me consta que has dejado una larga retahla de prosti tutas

    satisfechas desde entonces, colijo que la herida no fue grave.

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    Wulfric le dirigi una mirada fulminante.-No tiene gracia, hermano. A m me dola y ella no paraba de pegarme.

    Adems, como haba quedado a su altura, sus puetazos llovan sobre mi

    cabeza. A punto estuvo de daarme un ojo. Me dej la cara llena demoretones.Fue incluso peor que eso, pero no le gustaba admitir lo. Se retorca de dolor

    por el golpe que le haba asestado en la ingle y la herida de su manosangraba. Pero ella le aporreaba con tal velocidad, como un torbell ino, que noconsegua cogerle las manos ni mantenerla apartada para conseguirreponerse, porque era una chiquilla endiabladamente escurridiza.

    Debera haberle dado la azotaina que mereca, pero jams haba pegado aun nio ni a nadie que fuera tan pequeo, y mucho menos una mujer. Sinembargo, en su intento de no hacerle dao a ella, se haba lastimado an msa s mismo. Al final la haba apartado de un fuerte empujn, y haba huido

    dando traspis.Afortunadamente, no haba vuelto a verla. Se haba cuidado bien de ello. Leocult la herida a su padre, pero perge una excusa para regresar a casa delord Edward, quien le haba criado desde que tena siete aos y donde habaconocido a su hermano y haba trabado amistad con l, al que tambin habanpuesto bajo la tutela de Edward Fitzallen. A partir de ese da, se habaasegurado de ausentarse del castillo de Shefford cada vez que esperaban lavisita de Nigel y su familia, y jams haba vuelto a acompaar a su padre aDunburh.

    -Debes tener en cuenta -observ Raimund, conciliador- que habrcambiado, que alguien debe de haberle enseado a comportarse como una

    dama.-S, lo s. Supongo que no volver a darme de puetazos, no se atrever.Pero cmo se le ensea a una muchacha a no ser una arpa cuando hanacido arpa?

    -Tal vez con palabras dulces y no dndole motivos para ser una arpa.Wulfric buf.-No me refera a cmo ensearle sino cmo podra alguien as aprender. Lo

    dudo seriamente. Puede que ahora parezca una dama, de acuerdo, pero metemo que seguir siendo la misma diabla. Y la primera vez que me mire conesos ojos verdes de gata entrecerrados.

    -Qu hars? Wulfric suspir.

    -Darme por enterado.4

    -Si no recuerdo mal, deberamos llegar al castillo de Dunburh dentro de unahora -observ Wulfric contemplando el paisaje-. Est detrs de este otero. Siatajamos por el bosque, avanzaremos ms rpido, porque el caminoserpentea a medida que va acercndose a Dunburh.

    Haba un sendero despejado que cruzaba el bosque y por el que, sin duda,otros haban pasado antes que ellos. En esa poca del ao, los rboles

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    del rayo y desaparecieron por entre los rboles de ambos lados del sendero.Tal vez fueran los de Dunburh y se dirigieran hacia el castillo, pensando queellos haban llegado en auxilio de los agresores, pero no pareca muy

    probable. No, porque la mujer segua ah y se estaba acercando a l.Ella hizo una reverencia que le abri la capa y dej un rico atavo aldescubierto. O sea que era una dama, bonita adems. Para entonces ya habacaptado toda la atencin de Wulfric. Estaba aterrada, su rostro estaba apenasrecuperando el color. Se le haba soltado el grin, de un pelo castaoarenoso y, cuando levant la vista para mirarle, sus ojos eran de un verde tanbrillante, que parecan cristales de olivina...

    Ojos verdes? Acaso... era ella? Su prometida ofrecindole una gratitudtan dulce y coqueta? No, seguro que no poda ser tan afortunado. No podahaber cambiado tanto y convertirse en esa preciosa muj er.

    Hasta su voz era ms suave:

    -Vuestra llegada no ha podido ser ms oportuna, seor, y os agradezcomucho que... -Pero no tuvo tiempo de acabar su frase ya que la apart de unempujn un mozalbete que mir a Wulfric y grit:

    -No os quedis ah sentados como una panda de int iles, corred tras ellos!Hay que apresarlos!

    Wulfric se puso tieso, ms ofendido de lo que recordaba haber estadojams. El osado m uchacho no poda tener ms de catorce aos y no vestamejor que cualquier miserable del pueblo. sos fueron los aspectos en losque repar Wulfric antes de decidir desmontar con intenciones de estrangularal bribonzuelo.

    No obstante, an no se haba levantado del sill n cuando oy al rapaz

    gruendo:-Incompetentes que se llaman a s mismos caballeros. Ofrecen ayuda, peroluego no la dan.

    Wulfr ic cont inu en la silla y avanz con el caballo. El estpido muchachono tena seso ni para. apartarse, pues qued quieto, de pie, desafiante, comoretando a Wulfric a que le atacara. Wulfric admiraba la valenta pero no laestupidez, y aquel chico tena que estar tarado para hablarle as a un caballeromontado. se fue l nico motivo que refren su mano; l no pegaba a nios,ni a mujeres, ni a idiotas de escaso juicio.

    -Hubierais preferido seguir como estabais, perdiendo la batalla? -le dijo-. Yopuse punto final al combate, nada ms.

    -Los dejasteis escapar! -le acus el mozalbete.-No soy un alguacil que tenga que perseguir malhechores y si dices unapalabra ms, me voy a comer tu lengua de cena.

    En ese momento la dama dio un paso al frente y le tendi una manoapaciguadora a Wulf ric.

    -Os lo ruego -le suplic-, no ms violencia. El chico deba de ser un sirviente,dado que ella intent protegerle. Y Wulfr ic estaba tan complacido de suintervencin, que hubiera hecho cualquier cosa por mostrarle su deferencia.

    -Como gustis, milady. Puedo devolveros a Dunburh? se es mi destino.Ella asinti tmidamente, pero pregunt:-Habis venido a ver a mi padre?

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    Wulfric le prodig una sonrisa radiante. Si albergaba an alguna duda de

    que aqulla fuera su prometida, ella acababa de disiparla.La aup a la parte delantera de su cabalgadura. Pesaba tan poco como una

    nia y ola a rosas estivales. Vaya, era un hombre de suerte.-En realidad estoy aqu para ver a lord Nigel, y a vos -le dijo cuando la huboaposentado.

    Ella se volvi para mirarle, con sus bellos ojos dilatados por la sorpresa.-A m? -Tal vez hubiera debido presentarme antes. -Sonri-. Soy Wulfric de

    Thorpe, y es un gran placer veros de nuevo, milady.El grito sofocado no sali de la garganta de ella, sino de alguien que estaba

    en el suelo. Wulfric intent averiguar quin se haba sentido tan turbado por suidentidad, pero slo vio a aquel chico medio tonto corriendo hacia el castillo.

    Frunci el entrecejo y pens que hablara con lord Nigel para que le dierauna leccin al mozalbete, cuando oy que la dama deca:

    -Pero si no nos hemos visto antes. Wulfric sonri para sus adentros.Magnfico. Ella no recordaba su desafortunado encuentro aos atrs y, com ol mismo iba a olvidarlo muy pronto, no tena sentido recordrselo.

    -Pues me he equivocado pero no importa, el placer sigue siendo mo,milady. Y estoy seguro de que desearis informar a vuestro padre de lo aquocurrido, igual que yo, as que dirijmonos hacia el castil lo -concluy.

    Tardaron unos minutos en llegar al trote. El escenario de la recienteescaramuza estaba lo bastante lejos del pueblo y del castillo como para quenadie oyera el batir de las armas. Intencionado? Eso pareca. Wulfric pensque ojal hubiera mandado a sus hombres en pos de los bellacos. Despusde todo, haban atacado a su prometida, aunque l no se haba dado cuenta

    hasta que ellos ya llevaban demasiada ventaja. Sin embargo, ya fuera conintencin o sin ella, nadie atacaba lo que perteneca a Wulfric sin cargar conlas consecuencias.

    En cuanto llegaron al castillo, la dama se apresur a excusarse y correrhacia el torren. l tena que hablar con el senescal de Nigel acerca de cmose iban a acuartelar sus hombres. No obstante, mand a algunos de sushombres a buscar huellas o rastros de los atacantes. No estara de ms ayudara lord Nigel a prenderlos.

    Dunburh no era como lo recordaba; en realidad era ms grande quecuando Wulfric lo haba visto por ltima vez. Una fortaleza realmente grandepara un barn menor como Nigel Crispin, pero en aquellos tiempos pocos

    hombres posean una fortuna como la de Crispin, ni siquiera los grandescondes de esas tierras.Haban aadido un grueso muro de proteccin, que doblaba el tamao del

    interior, aunque la vieja muralla segua en pie, y se haban erigido muchosedificios entre las dos. La verdad es que haba espacio suficiente para albergara un ejrcito sin estrecheces, permit ir que se entrenaran en dos explanadas detorneo e incluso que practicaran el ti ro con arco en una zona contigua.

    Wulfric estaba ansioso por reunirse de nuevo con su prometida y tener laoportunidad de conocerla mejor, as que se dirigi hacia el torren en cuantopudo. Segua sin poder creerse su buena suerte, que ella hub iera cambiadotanto. Efectivamente, alguien se haba ocupado de ella y le haba enseado a

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    comportarse como una lady. No poda imaginar mejor esposa que ella, de vozsuave, tmida y gentil.

    Era mucho ms hermosa que Agnes de York, su piel era ms suave y su

    provocativo rostro subyugaba. No haba despertado su lujuria como podrahaberlo hecho Agnes, pero no dudaba que lo hara. En pocas palabras, ella lehaba sorprendido y complacido tanto que no haba habido lugar para otrasemociones.

    Las escaleras interiores que conducan a la gran sala estaban bieniluminadas con la luz de las antorchas. La capilla tambin estaba arriba, en elrastri llo, y una amplia antecmara conduca hasta ellas. Otro tramo deescaleras segua hasta la cuarta planta de la torre.

    Con las prisas, Wulfric casi se dio de bruces con una figura pequea quesala de la capilla. Tard apenas un segundo en reconocerla y en notar cmola clera se apoderaba de nuevo de l. Puede que el sirviente no estuviera del

    todo en sus cabales -qu otra excusa poda tener para osar hablarle de esemodo a un caballero del reino?- pero era evidente que haba evitado el castigo,lo cual le sent muy mal a Wulfric.

    Por eso dijo despectivamente:-Qu? Rezando para que te perdonen por tener una lengua tan suelta?Pero el chico replic descaradamente:-Rezando para que te marches, aunque ya veo que mis plegarias no han

    sido atendidas.Aquello era demasiado. Cualquier sirviente recibi ra un par de bofetones por

    dirigirse con tanta insolencia a un noble del reino. Wulfric se dispona a hacerjustamente eso, pero el m ozo le ignor y se dio la vuelta para entrar en la sala,

    obviamente acostumbrado a decir lo que le placiera sin temor a ningunarepresalia.Airado, Wulfric le sigui. Lo perseguira hasta las cocinas, si era necesario,

    pero las personas que se hallaban en la sala repara- ron en su presencia yNigel le llam, obligndole a centrarse en la bienvenida de su anfitrin.

    No obstante, el ver a su prometida junto a su padre disip su enfado y sedirigi presto hacia el gran hogar para reunirse con ellos. sa era otra de laszonas que mostraba mejoras debidas al enriquecimiento de Nigel. Ah nohaba la solitaria silla de respaldo alto que sola reservarse para el seor delcastillo sino cuatro, todas forradas de espesas pieles que las hacan mscmodas, y en el centro de las cuatro una mesita baja labrada, con una

    bandeja con refrescos encima. Tambin haba escabeles y bancos dispuestosen lo que pareca la parte ms frecuentada del castillo.El fuego de la chimenea crepitaba dbilmente, dispensando una agradable

    bienvenida a los que venan de fuera, aunque en el resto de la sala tampocohaca fro. Las ventanas, a travs de las que entraba luz a raudales, estabantodas provistas de caros cristales que aislaban del f ro cortante. Los enormestapices que cubran las paredes de piedra tambin contribuan a crear esaatmsfera clida.

    Si b ien era una sala como cualquier otra, concebida para que la mayora delos habitantes del castillo se acomodaran en un mismo lugar, era mucho mslujosa y confortable que otras que l haba visto. El mismo rey podra envidiar

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    una cmara como aqulla, pens Wulfric, y se pregunt si Juan la habravisitado alguna vez. Lo ms probable era que no, ya que de lo contrario habrahallado razones para confiscarla.

    Eso no complaca a Wulfric, que serva lealmente a un rey que sin embargono le gustaba lo ms mnimo. Sus sentimientos no diferan de los del resto delos nobles del pas. Juan se haba granjeado la simpata de pocos y laenemistad de muchos, pero segua siendo su rey, y los hombres de honormantendran los solemnes juramentos que le haban hecho, al menos hastaque no pudieran soportarlo ms.

    Nigel sali a su encuentro a mi tad del recorrido y le llev junto al hogar.Pareca encantado con la llegada de Wulfric.

    -Mi corazn se regocija de que ests finalmente aqu, Wulfric, con motivo dela unin de nuestras familias. Tu padre me h izo saber que te dirigas hacianuestra casa, pero no te esperbamos tan pronto. De haberlo sabido hubiera

    advertido a mi hij a que se preparara convenientemente. Aunque veo que ya tehas encontrado con ella.Haban llegado a la chimenea, donde la mencionada dama estaba

    aguardndolos nerviosa. Wulfric se apresur a tranquilizarla, dirigindole unaclida sonrisa y besndole una temblorosa mano.

    -S, ya nos hemos visto, milord -le dijo a Nigel, con la mirada puesta en ladama-. Aunque no hemos sido presentados formalmente.

    -Yo no soy vuestra prometida, lord Wulfric. -Al pronunciar esas palabras, ladama se ruboriz. Debi habrselo dicho antes, en el bosque, pero su timidezse lo impidi. l era un hombre demasiado alto como para que ella searriesgara a molestarlo; adems, los hombres enfadados le causaban terror.

    Era evidente que l estaba confuso, y ella lo lamentaba tanto que aadirpidamente, a modo de explicacin-: Soy su hermana, Jhone.Ahora Nigel tambin pareca confundido.-Pero s has visto a Milisant, no? Has entrado en la sala con ella.Wulfric se volvi hacia la puerta. Haba entrado con ese... chico. No, por

    favor, no, se no poda ser ella. Eso signif icaba que no haba cambiado enabsoluto en todos esos aos... Signif icaba que, despus de todo, tendra quecargar con esa fierecilla, tal como haba temido.

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    -Ve por ella, Jhone, y cuida de que por una vez se vista adecuadamente.sa fue la orden que Nigel le dio a su hija, la hija que Wulfric haba credo

    equivocadamente que iba a ser suya. Era obvio que Milisant Crispin no iba abajar a la sala, apropiadamente vestida o no. Por una vez? Significaba queesa alocada no se vesta ni comportaba jams como la dama que se suponaque era?

    Wulfric refren su lengua para que no se le escapara ningn insulto queofendiera al mejor amigo de su padre, pero mantener la calma no era fcilcuando acababa de comprender que la mujer con la que estaba obligado acasarse era cualquier cosa menos femenina. Estaba furioso. Cmo era

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    posible que ese hombre permitiera que su hija mayor, nada menos que suheredera, anduviera por ah como una salvaje?

    Mientras aguardaban, Nigel intent entretenerle con historias del rey

    Ricardo, al que admiraba, y de las muchas guerras en las que l haba tomadoparte. Era un viejo caballero curtido por ms de una batalla. Cinco aos msjoven que el padre de Wulfric, era an joven cuando fueron juntos a lasCruzadas. Guy estaba ya casado y tena dos hijas cuando fueron a TierraSanta, pero Nigel slo dej atrs a su esposa. No haba tenido hijos hasta queregres a Inglaterra.

    Wulfric record vagamente que haba otra hija. Nunca haba prestadoatencin a ello, dado que no tena inters en la otra Crispin. Tambin sabaque la esposa de Nigel haba muerto pocos aos despus del nacimiento deMilisant, pero que la chica no tuviera una madre que le enseara las manerasde una dama no era excusa para que se hubiera convertido en lo que era.

    Otras damas moran al dar a luz y a sus hijas se las educaba adecuadamente.Se hizo un silencio embarazoso. Los sirvientes iban y venan. A medida quese iba acercando la hora de la cena, haban instalado unas mesas decaballete. No obstante, las dos mujeres seguan sin aparecer.

    Finalmente Nigel suspir y, an con una sonrisa incmoda, le dij o:-Tal vez debera hablarte de mi hija primognita. Sabes, Milisant no es como

    se espera que sea una joven de su edad.Aquello poda considerarse una descripcin comprensiva, pero Wulfric

    respondi:-Ya lo he comprobado. Nigel trag saliva.-Nunca he comprendido por qu, pero ella ha deseado siempre ser mi hijo

    y no mi hi ja. Eso no cambia las cosas, sigue siendo m i heredera, pero ella nolo ve as. A ella lo que le gustara es coger una espada y ser un caballero, sipudiera manejarla, claro. Monta en clera porque no tiene la fuerza quequisiera. Pero s consigue hacer otras cosas propias de hombres.

    Wulfric casi temi preguntar, pero tena que enterarse.-Otras cosas?-Caza, no como una dama sino como un verdadero cazador. Domina el

    arco, debo admiti rlo, m ejor que n ingn hombre. Ha planificado un sistema dedefensa de Dunburh por s sola, por si fuera necesario. Y, aunque nunca loser, ella afirma que podra defenderlo. Entabla amistad con ciertos animalesa los que ella considera imposibles de cazar; en realidad, siempre ha sido

    capaz de domesticar a los ms salvajes desde que era una nia.Wulfric arrug la frente al escuchar eso ltimo. As pues, era posible que lajoven Milisant fuera realmente la duea de aquel halcn, como ella habaafirmado aos atrs, y que lo hub iera adiestrado ella sola.

    -As que prefiere los quehaceres masculinos. Significa eso que se burla delos pasatiempos femeninos?

    -No slo se burla de ellos, sino que se niega a tener nada que ver con ellos -dij o Nigel con otro suspiro-. Seguro que ya has notado cules son susinclinaciones. No ser porque yo no haya intentado que lleve la ropa quedebera llevar por nacimiento. No le doy dinero para que se compre esasropas, pero encarga que se las hagan. Comercia con los villanos para que le

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    hagan la ropa que quiere. Si se las quito, consigue otras a cambio de carnefresca. Si tambin le quito sas, se procura ms. El verano que intent meterlaen vereda iba por ah medio desnuda.

    Hubiera sido una grosera preguntar cmo era posible que, sencillamente,no se le pudiera ordenar que hiciera lo qu le ordenaban. Wulfric tema que letuviera tan poco respeto a su padre que, aun as, le desobedeciera. Sinembargo, tena derecho a saber lo peor, uf!, qu poda ser peor que eso?

    -Es que no se da cuenta de que queda... ridcula, vestida de hombre?-Crees que le importa? En absoluto, su apariencia le trae sin cuidado. No

    tiene la vanidad que cabra esperar en una muj er.Wulfric suspir. Aquello no tena remedio y se vio obligado a preguntar:-Cmo es posib le que se haya llegado a este punto? Por qu no se la

    enmend hace tiempo, antes de que llegara a ser tan... poco femenina?Como haba supuesto, la pregunta caus desazn a Nigel.

    -S lo que sospechas y, s, fue culpa ma. Mi nica excusa es que no supeque Mili se estaba comportando de un modo inadecuado hasta que fuedemasiado tarde. Cuando mi esposa falleci, yo... yo perd la razn. Noatenda a nada, estaba como ausente. No s si puedes comprender el pozo enel que me hundi el dolor de la prdida, pero lo cierto es que recuerdo pocascosas de los prim eros aos tras su muerte.

    -Mi padre siempre ha dicho que la amabais muchsimo -seal Wulfric,incmodo, ya que el aspecto de Nigel era el de alguien que se est sumiendode nuevo en la pena.

    -S, la am, pero no supe cunto hasta que la perd. Mi hermano Albert, queDios le bendiga, viva con nosotros por aquel entonces. Le confi que cuidara

    de mis hijas, pero l tambin era viudo y... y como las maneras masculinas deMilisant le parecieron divertidas, no hizo esfuerzo alguno por intentarcambiarla.

    -Pero decs que vos estabais aqu...-S, pero raramente sobrio, muchacho -admiti Nigel-. Ya mis hijas les

    diverta confundi rme y fingir que eran la otra. De modo que, cuando vea aJhone, pensaba que era Milisant, y no me di cuenta de que algo iba mal hastaque era demasiado tarde. Cuando finalmente comprend en lo que se habaconvertido mi hija, sus costumbres ya estaban tan arraigadas que no huboforma de recuperarla.

    -Que no hubo forma? -inquir i Wulfric sintindose de pronto ms tenso.

    -Milisant es toda ardor, no como su hermana Jhone, que es un tanto tmida.Tiene la fiereza y el coraje de su madre. se es uno de los mot ivos por los quehe sido incapaz de tener mano dura con ella. Me temo que sabe que merecuerda mucho a su madre y se aprovecha de eso.

    -No es deber de un padre moldear a sus hij as igual que hace con sus hijosy, para ser justo -seal Wulfric-, nadie hubiera esperado que fuerais vos quienlo hiciera. Es que no haba aqu damas que pudieran ocuparse de ella?

    Nigel sacudi la cabeza.-Ninguna de alta alcurnia desde que falleci mi esposa. Slo las que

    pertenecen a los caballeros a mi servicio, aunque ninguna ha tenido lafortaleza de enfrentarse a mi hija. Cuando por fin empec a darme cuenta de

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    que Milisant no estaba recibiendo la educacin que le corresponda, la mandal castillo de Fulbray con la esperanza de que la esposa de lord Hugh tornarael asunto en sus manos. Pero para entonces ya era demasiado tarde, llevaba

    demasiado tiempo haciendo su santa voluntad y, tras unos aos de intentos,la mandaron de vuelta corno irrecuperable. Lo haban intentado todo y loscastigos benvolos no haban logrado nada.

    Wulfric se pregunt si aquel anciano se daba cuenta de que la mujer queestaba describiendo no era apta para ser una esposa, que ningn hombre enuso de razn querra a una mujer tan anormal... Vaya, eso era lo que iba alibrarle de esa boda. El propio Nigel se sentira obligado a liberarle de lapromesa de matrimonio. Slo tena que sealarlo, y eso hizo:

    -Os agradezco vuestra honestidad, lord Nigel, pero, considerndolo en suconjunto, creis que ser una buena esposa?

    Su decepcin fue profunda cuando Nigel le respondi con luna sonrisa.

    -S, no tengo la menor duda de que lo que necesita para moderar susmaneras y darse cuenta de que est en un error es un marido e hijos.-Cmo podis estar tan seguro?-Porque con su madre ocurr i exactamente lo mismo, y ella es hij a de su

    madre. He dicho que mi esposa tena una naturaleza indmita y, en honor a laverdad, cuando la conoc era una bruja orgullosa y airada, con una lenguaprfida capaz de levantar ampollas. Sin embargo, el amor la cambi porcompleto.

    Fue difcil contener el impulso de burlarse del anciano. Wulfr ic pregunt:-Suponis que me amar. Qu ocurrir si no es as? Nigel solt una risita

    nerviosa, con lo que le confundi an ms, hasta que dijo:

    -No veo nada malo en ti , ms bien al contrario. O me dirs que tienesdificultades con las mujeres? - Wulfric se sonroj y l prosigui-: Ya suponaque no. Y mi hija no ser distinta a las dems cuando, con el paso del tiempo,te conviertas en el centro de su vida. Lo cierto es que no confo en nadiecorno en el hijo de Guy para que cuide de mi hija mayor porque, si eres,corno tu padre, s muy bien que la tratars con respeto.

    Y eso fulmin la ltima esperanza que Wulfric albergaba de que Nigelinvalidara el acuerdo. Era un hecho: su destino iba a estar unido al de esafierecilla, por ser hijo de su padre, por no ser un caballero grosero comoalgunos, porque a di ferencia de tantos otros, l no atacaba a los dbiles,porque su padre le haba educado de otro modo.

    Se senta comprensiblemente amargado ante la perspectiva de tener queeducar a su propia esposa. Algo de esa sensacin sali a relucir en laobservacin que hizo a continuacin, a pesar de que intent mantener untono neutro.

    -Pero tendr que tratarla mientras tanto, lord Nigel, antes de que se opereese cambio tan esperanzador. Ella ignora vuestras rdenes. Qu os hacepensar que obedecer las mas?

    -Porque conmigo conoce el lmite de lo que puede transgredir sin sufrirrepresalias, pero contigo no tendr esa ventaja. No es ninguna tonta,muchacho, ni mucho menos. Slo es... un tanto extraa en su actitud y en loque considera importante, hasta el momento. Pero vers cmo sus

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    prioridades cambiarn en cuanto se case.

    El padre se mostraba muy optimista. No as Wulfric.

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    Jhone tard bastante en traer a su hermana de vuelta. Milisant poda habersubido las escaleras que conducan a la cmara de la torre que compartanpero, tal como haba sospechado Jhone, haba cruzado el corredor que ibahasta las escaleras de otra torre que la llevaran de nuevo abajo y lepermi tir an escaparse. Y Dunburh no era un lugar pequeo donde fuera fcilencontrarla si ella no lo deseaba.

    Por f in dio con ella en los establos, donde estaba tramando amistad con elsemental negro de Wulfr ic de Thorpe. No se trataba de uno de esos enormes

    caballos util izados en las batallas por su crueldad y su disposicin a pisoteartodo lo que hallara a su paso. Esos animales no eran buenos para viajarprecisamente por esas inclinaciones y, por ello, los caballeros que podandisponer de un animal ms cordial reservaban al otro nicamente para labatalla. Sin embargo, era un semental grande, y hasta entonces no se habamostrado muy amistoso.

    -No estars disponindole en contra de su propietario, verdad? -le preguntJhone a medida que se iba aproximando al establo.

    -Lo he pensado.Esa rplica hosca hizo sonrer a Jhone.-Pero has cambiado de opinin...

    -S, no quisiera que el caballo resultara herido, lo que sin duda ocurrir a siese bastardo no pudiera controlarlo. Est visto que repartir golpes y provocarel dolor ajeno forma parte de su naturaleza, como yo misma he podidocomprobar.

    -De eso hace mucho tiempo, Mili -le record Jhone dulcemente-. No era msque un muchacho, no un hombre hecho y derecho como ahora. Seguro queha cambiado.

    Milisant levant la cabeza, desafiante, con un destello fulgurando en susojos y terci, taxativa:

    -Lo has podido observar t misma ah abajo, en el sendero. Me hubierapegado si t no hubieras intervenido.

    -Pero l no saba que eras t.-Y cunto m s pequea que l soy, independientemente de quin o qucrea que soy?

    Jhone dif cilmente poda refutarle eso, as que observ:-Pero yo vi la incredulidad que se reflej en su cara cuando se dio cuenta de

    quin eras.-Perfecto -zanj Milisant-. As cuando vuelva a la sala ser para or que se ha

    anulado ese acuerdo absurdo.-De eso yo no estara tan segura -dijo Jhone mordindose el labio-. Tiene

    potestad para ello? Para romper un cont rato que contrajo su padre?Milisant frunci el entrecejo.

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    -No, supongo que no. Entonces tendr que asegurarme que sea pap el que

    lo rompa. Iba a hacerlo de todos modos, slo que no pensaba que iba a sertan pronto. -Solt un buf ido-. Y cmo iba yo a pensar en ello? En los ltimos

    seis aos pudo haber venido cuando le placiera y reclamarme, pero no lohizo. La verdad es que me haba olvidado completamente de l.Eso no era del todo cierto, y ambas lo saban. El corazn de Milisant estaba

    destinado a otro hombre y, por lo tanto, no podra casarse con l hasta que serescindiera el viejo acuerdo que la prometa con Wulfr ic de Thorpe. As que nohaba tenido ms remedio que pensar en su viejo prometido, aunque esospensamientos no fueran especialmente placenteros.

    -Tal vez haya tardado en aparecer, Mil i, pero aqu est. Qu hars si t ienesque casarte igualmente con l?

    -Antes me arrojara de lo alto de esa torre.-Milisant!

    -No he dicho que vaya a hacerlo, sino que lo preferira.Jhone no saba cmo hacerle todo aquello ms llevadero a su hermana ysu confusin le dola en lo ms hondo. Fue una crueldad por parte de DeThorpe haber esperado tanto, sin comunicacin alguna, sin haber ido ni unavez de visita para que se pudieran conocer mejor y hacerse a la idea de suunin.

    Haba pasado tanto tiempo sin tener not icias suyas que no era extrao queMilisant hubiera entregado su corazn a otro j oven caballero, al que ellaaprobaba y le gustaba mucho, uno al que no le importaba que no fuera comolas otras chicas. Incluso eran amigos, y Jhone saba por experiencia propiaque ser amiga de tu futuro marido cambia mucho las cosas y atena los

    miedos de la novia.Dos aos antes Jhone se haba casado con un joven que s haba ido avisitarla a menudo despus de prometerse cuando ella tena diez aos. As,haba tenido seis aos para conocerle y se haba sentido muy complacida a sulado. El dolor de haberle perdido an la entristeca, pues haba fallecido nomucho t iempo antes.

    No obstante, ella era la pequea, y se haba sentido extraa casndoseantes que Milisant; supona que, tambin para su hermana, todo aquello habaresultado un poco embarazoso y que como consecuencia de ello le guardabacierto rencor a su prometido. Aunque Milisant nunca lo haba admitido y, si lohaba sentido, lo haba ocultado muy bien.

    -De verdad piensas que pap acceder a anular el contrato ahora que elnovio ha venido por ti? Su ausencia ha dejado de ser una baza para turazonamiento.

    Milisant apoy la frente en el lomo del caballo con gesto abatido.-Acceder -dijo con voz tan baja que Jhone apenas la oy. Y luego aadi,

    en voz ms alta y levantando la mirada-: Tiene que hacerlo. No puedocasarme con ese bruto, Jhone! Me asfix iar, intentar dominarme. Que Wulfricde Thorpe se haya presentado f inalmente no excusa su tardanza, y fue sutardanza lo que hizo que yo buscara en otra parte!

    Eso pareca razonable, y adems era verdad. Milisant no haba pensado enromper el acuerdo. Haba odiado la perspectiva de ese matrimonio y haba

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    odiado a su prometido, pero se haba resignado a su destino; hasta que pasel tiempo y Wulfric segua sin aparecer ni mandar misiva alguna. Y su padresola concederle a Milisant lo que sta deseaba o, mejor dicho, a menudo se

    renda ante la imposibi lidad de que los deseos de ella fuesen ms acordes alos suyos.Sin embargo, por alguna razn Jhone tena la sensacin de que en esta

    ocasin las gestiones de Milisant con su padre no iban a tener xito. Losesponsales eran algo sagrado a lo que se comprometan los hombres, y erainadmisible que las mujeres los cuestionasen, dado que no se las consultabaa la hora de establecerlos. De alguna manera, Jhone saba que su hermanaera consciente de ello y que se era uno de los motivos de su ira.

    El ot ro motivo era, sin duda, el ataque en el sendero. Ah, la primeraemocin haba sido el miedo, pero el miedo tiende a convertirse en ira encuanto desaparece. Y quin habra esperado un ataque como se tan cerca

    de Dunburh? Milisant ni siquiera haba llevado sus armas consigo, pues suintencin era slo ir hasta el pueblo.-Le he contado a pap lo sucedido en el sendero -dij o Jhone-. Ha mandado

    a sir Milo a buscar rastros de esos hombres.-Bien -asinti Milisant-. Milo es un caballero eficiente, no como otros -aadi

    con un gruido.Jhone se abstuvo de hacer comentarios. -No consigo imaginar quines eran,

    ni por qu parecan tan interesados en atraparte.-T tambin lo notaste? -pregunt Milisant frunciendo el entrecejo

    pensativa-. Pens que eso de que queran atraparme eran imaginaciones mas.Jhone sacudi la cabeza.

    -No; es cierto, pero por qu?Milisant se encogi de hombros.-Por qu iba a ser? Para pedir un rescate. Con todas las mejoras que se

    han hecho en estos lt imos diez aos para reforzar las defensas de Dunburh,no creo que sea un secreto para nadie que las arcas de pap estnrebosantes. Y yo soy su heredera.

    Jhone solt una risilla.-S, pero quin dira que eres su heredera vindote?Milisant sonri.-Eso es verdad. En Dunburh hay mucho trfico de vendedores ambulantes y

    juglares y, ms an, de mercenarios en busca de trabajo. Cualquiera podra

    haber descubierto quin soy. Seguro que alguno de esos mercenarios a losque se le neg el t rabajo pens en secuestrarme como la manera ms fcil dellenarse los bolsillos.

    Jhone asinti pensativa. se pareca un motivo ms razonable.-Pero ahora tendrs que andarte con ms cuidado -le advirti-. Y eso

    significa que se acab lo de salir sola a cazar.-Si hubiera tenido m i arco a mano, Jhone, nunca se habran acercado tanto,

    lo sabes muy bien.Por m s cierto que eso fuera, no disuadi a Jhone de la necesidad de ser

    cautelosas.-En esta ocasin slo eran cuatro. La prx ima puede que sean ms. No te

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    har ningn mal dejar de cazar durante unos das, o llevarte a algunoshombres cont igo; al menos hasta que los hayan apresado.

    -Ya veremos -fue todo lo que Milisant prometi.

    Pero Jhone la conoca demasiado bien como para pretender que conamenazas su hermana hiciera las cosas como ella quera. Con Milisant serequeran tcticas ms suti les. De modo que no aadi nada a lo ya dicho, almenos de momento. Adems, todava tena que abordar el tema principal, larazn por la que la estaba buscando. Y tampoco saba cmo hablarle de esosin que Milisant se cerrara en banda. As pues, Jhone decidi cambiar de temay seal:

    -Stomper se pondr celoso si te ve mimar tanto a este semental en supresencia.

    Milisant sonri mientras se diriga hacia un caballo ms alto que estabaesperando pacientemente a que le prestaran atencin.

    -No; sabe muy bien que aunque comparta mis sentimientos no significa quehaya menos para l.Luego sali del establo para ir a ver al otro caballo, y el semental intent

    seguirla. Ella se detuvo y le susurr unas palabras dulces. Cuando ellaemprendi la marcha de nuevo, el caballo pareca haber comprendido quetena que quedarse.

    Jhone haba visto la misma escena muchas veces antes, puesto que, desdeque tena memoria para recordarlo, Milisant haba mostrado una afinidadespecial con los animales. Era casi como si la entendieran cuando se diriga aellos. Como si pudiera sentir su miedo y su dolor como propios, y que ellos lonotaran y se sint ieran consolados. Aunque se no era el caso, naturalmente;

    hubiera sido una tontera que ella se lo creyera. Lo que pasaba es que tenaempata con los animales. Los que se hacan amigos suyos no se sentanamenazados. Pero, incluso a los que cazaba, les peda perdn antes dematarlos y, con frecuencia, incluso les daba la oportunidad de eludir susflechas. Tal vez fuera porque ella siempre cazaba para comer, nunca comodeporte.

    Jhone tambin era emptica, pero no con los animales sino con laspersonas. Al menos, pareca poder sentir las emociones de los dems conmayor intensidad que los propios interesados. Por eso la i ra que sola serpropia de los hombres la asustaba tanto, porque la senta con tanta intensidadcomo si fuera suya, y eso la aterrorizaba.

    Por eso haba amado tanto a su esposo William, y le haba rogado a supadre que declinara las otras ofertas que pudieran hacer respecto a ella,porque no estaba preparada para unirse de nuevo en matrimonio. William nohaba sido un hombre airado. Su actitud haba sido tan jovial y despreocupadaque nunca se tom aba nada lo bastante en serio como para enfadarse. Y lahaba amado tanto que ella haba llorado mucho su prdida. Sera casiimposible encontrar otro hombre como l, y ella ni siquiera lo intentaba.

    Despus de acariciar y susurrarle al otro caballo, Milisant se dio la vuelta yse dirigi hacia la salida del establo. Finalmente Jhone dij o:

    -Pap me ha pedido que te llevara a la sala, adecuadamente vestida.Milisant se par en seco y solt un buf ido.

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    -Ponerme yo la cotarda (l )para se? El da que me la traigas de ortigas.Jhone se cubri la boca rpidamente, pero no antes de que Milisant viera su

    sonrisa.

    -Bueno, como se no tengo ninguno, pero tengo alguno de ms. Ya s quequemaste los ltimos que te mand hacer pap.-Pues te pones uno y te haces pasar por m. No pienso ir de buena gana a

    hablar con ese patn.1. En la Edad Media, cierto jubn o corpio usado por hombres y mujeres.

    (N. de la t)No era una sugerencia extraa. En el pasado, solan hacerse pasar la una

    por la otra. Era uno de sus juegos infanti les, a Jhone le gustaba muchoporque le daba la sensacin de que, cuando finga ser Milisant, tambinpareca investirse de su valor y osada, que a veces echaba de menos en s

    misma. Sin embargo, llevaban algunos aos sin hacerlo, y para recibir al DeThorpe... no, era imposible. Le daba demasiado miedo.-Mili, no puedo. Me vera temblar, y tu no quieres que se lleve esa impresin

    de ti, verdad? Adems, pap se dara cuenta, es justo lo que se esttemiendo.

    Milisant frunci el entrecejo.-Pues ve y dile que no me encuentras, que me he marchado del castillo. No

    veo motivo alguno para entrevistarme con el De Thorpe, ya que tengo laintencin de que se anule el acuerdo; en cuanto pueda hablar con pap asolas.

    -Pap se va a enfadar si regreso a la sala sin ti -predij o Jhone.

    -Pap se enfada muy a menudo conmigo. Pero nunca le dura muchotiempo.Jhone no estaba nada segura de que en esta ocasin tambin fuera as.

    Despus de todo, Wulfric de Thorpe no era un visitante como los dems. Supadre querra honrarle con las atenciones debidas al hijo de un conde, lasmismas que deba recibir un conde, casi las mismas que se le dispensaban aun rey. Y ella ni siquiera le haba dispuesto todava una cmara! Jhonepalideci al recordarlo y le dijo a su hermana a modo de conclusin:

    -Se lo dir, pero no le va a gustar nada. As que. no tardes mucho en hablarcon l, Milisant, y en templar los nimos.

    Sali del establo y dej a Milisant m irndola con severidad y murmurando:

    -Templar los nimos? Desde cundo hago yo otra cosa que inf lamarlos? -ylevant la voz para gritarle a su hermana-: T eres la que puede templarle, noyo!

    Pero Jhone ya no poda orla.

    7

    Milisant fue a la armera en busca de un arco -no iba a arriesgarse a entraren la torre a recoger el suyo- y se escurri por la puerta lateral desde dondepoda confundirse rpidamente con el boscaje. Todava tena el corazn en un

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    puo, y no precisamente por una emocin placentera.

    Una liebre sali al camino para saludarla y ella se detuvo a acariciarle elhocico. Tena varios amigos en esos bosques y los prados contiguos, cuya

    amistad se haba granjeado a lo largo de esos aos. A unos pocos se los haballevado al castillo, pero a la mayora no haba podido. Eran demasiados.Sin embargo, el animal not que estaba de mal humor y no tard en

    alejarse a la carrera. Ella suspir y reanud el paso con andares silenciosos.Cuando estuvo en la parte ms frondosa del bosque, se detuvo de nuevo, sesubi a un rbol y se instal sobre una robusta rama. Tena una amplia vistade los alrededores y los animales que an no haban encontrado unamadriguera donde hibernar. Pero no estaba de humor para matar nada. Slohaba llevado el arco para su propia proteccin, ya que saba que esosbosques eran la direccin hacia la que haban huido esos agresores.

    Ella tambin hua, intentando escapar de un recuerdo que, hoy haba

    regresado con mucha nitidez gracias a l. Hubiera podido ser un da como losdems, que ella no recordara, haca tanto tiempo y ella era tan joven, pero eldolor asociado con ese recuerdo lo haba vuelto indeleble.

    Les estaba mostrando a sus amigos, muy orgullosa, cmo haba logradoadiestrar a Rhiska. El halconero se haba rendido con Rhiska, porque era unhalcn hembra al que no haban educado cuando era una cra, y se negaba aadaptarse al trato humano. En realidad, estaba dispuesto a mandrsela a loscocineros, o al menos eso haba dicho (Milisant se dio cuenta despus de queeso haba sido una broma). Por eso tambin se senta orgullosa de haberlesalvado la vida al animal al domesticarlo .

    Pero entonces haba aparecido l, que atrajo la atencin del animal con un

    sonido y la mir como si hubiera hecho algo malo. Y como ella habaadiestrado a Rhiska sin que lo supiera el halconero, inmiscuyndose endominios en los que tena expresamente prohib ido el acceso, saba que shaba hecho algo malo, pero ignoraba cmo era posible que ese extranjero losupiera.

    Soy el hombre con quien te vas a casar en cuanto tengas la edadnecesaria, le haba dicho. Y no poda haberle dicho nada peor. l era bastanteapuesto. Cualquier otra chica se hubiera estremecido al or eso, pero Milisanthaba decidido precisamente esa semana que no iba a casarse jams.

    Unos das antes, uno de los villanos del pueblo le haba pegado una palizatan brutal a su esposa que sta haba muerto al da siguiente. Y los cuchicheos

    que el hecho suscit entre la gente causaron una terrib le impresin a la niaque entonces era Milisant. Se lo mereca, Estaba en su derecho de meter asu mujer en cintura, Se le ha ido un poco la mano. Quin va a cocinarahora para l? y Una mujer debe saber cmo impedir que su marido seenfade con ella.

    Para la mente infanti l de Milisant, la mejor manera de impedir todo eso erasencillamente no casndose nunca. Teniendo el problema una solucin tansimple, se preguntaba cmo no se les haba ocurrido a muchas mujeres ms.Todava no le haban hablado de Wulfric de Thorpe, todava no saba quehaba un contrato matrimonial que la obligaba a casarse con l. De modo quese crea a salvo de esos maridos de mano dura; hasta que l apareci ah,

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    afirmando con aquella arrogancia que iba a casarse con ella.

    Era un mentiroso, eso estaba claro, pero sus palabras la haban asustadoporque pareca muy seguro de s mismo. Adems, llevaba un mal ao, a lo

    largo del cual haba descubierto que la mayora de las cosas que le gustaban leestaban vedadas. Tambin fu e el ao en que descubri, o al menos lodescubrieron sus amigos, que tena un carcter terrible y que, en lo sucesivo,tendra que aprender a controlarlo. .

    El mentiroso tuvo ocasin de comprobarlo, pero cuando ella le orden quese marchara l se haba quedado tan campante. Eso fue la gota que colm elvaso. Iba a hacer que le echaran del castillo y que le cerraran las compuertasen las narices.

    Ella se movi para colocar a Rhiska en su percha y salir de las caballerizaspara llamar a un guarda armado que se encargara de aquel desconocido. Lapona furiosa que la hubieran ignorado. Despus de todo, ella era la hija del

    lord y ese hombre era un extrao. Pero Rhiska not su ira y reaccionabalanzndose contra el extrao.Milisant se llev una sorpresa, mayor an cuando aquel tonto levant una

    mano sin guante para protegerse del halcn. An no haba entrenado alanimal para cazar, y por eso an no saba que deba regresar cuando lellamaba. Sin embargo, todos los halcones son cazadores por naturaleza; sloque no suelen atacar a las personas. No obstante, Rhiska picote la mano delmuchacho Milisant dio un paso al frente para decirle al animal que le soltara,pero el chico reaccion atizando a Rhiska y lanzndolo contra la pared.

    El pjaro muri casi al instante. Milisant no necesit examinarlo para saberque estaba muerto, haba notado cmo se le escapaba el espritu de la vida y

    aquello le hizo perder los estribos. Se arroj sobre el muchacho, igual queRhiska, y quiso matarle.En realidad, no era consciente de lo que estaba haciendo, la pena la haba

    enloquecido; no se dio cuenta hasta que l la empuj y sali despedida contrauna de las perchas de los pjaros. Cay sobre un pie, oy el cruj ido de sutobillo y not que el dolor la cegaba. El dolor de un pie roto era peor quecualquier otro dolor, porque saba que esas roturas no se arreglan, que sequedaba una coja de por vida. Y con los cojos nadie tena piedad, losignoraban, los consideraban hasta tal punto inferiores que pasaban a sermenos que un villano, se convertan en mendigos.

    Pero no grit ni emiti sonido alguno, tal vez por la impresin. Nunca supo

    cmo haba soportado el dolor que le caus volver a poner el hueso en susitio, ni tampoco por qu lo haba hecho, salvo por la terrible perspectiva dequedarse coja para el resto de su vida.

    Sus dos amigos haban corrido en busca de ayuda para llevarla a la torre yel extrao se march. No haba vuelto a verle. Lo ms irnico era que, comoella no haba emitido sonido alguno, nadie pens que se hubiera herido degravedad, todo el mundo pens que era una torcedura que se iba a curarrpidamente.

    Slo se haba enterado Jhone, con quien haba compartido su temor aquedarse coja. Tambin se lo haban ocul tado al sanador del castil lo, porquesu respuesta hubiera consistido en hacerle una sangra con sus sanguijuelas.

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    Ni siquiera le haba examinado la lesin, pero saban que sa era la cura querecetaba para cualquier enfermedad. Sus malditas sanguijuelas estabanrechonchas.

    Milisant estuvo tres meses sin poder andar, tres meses sin quitarse la botacon la que se haba comprimido el tobillo. Se la haba puesto porque parecaque le aliviaba un poco el tormento, y luego no se la haba quitado.

    Incluso despus de que el dolor remitiera completamente, le daba miedodar un paso o examinarse detenidamente el pie. Slo fue porque Jhone sequejaba de que le daba patadas con esa bota cuando dorman por lo que,finalmente, Milisant se la quit y descubri que, despus de todo, no iba aquedarse coja.

    A partir de ese da, Milisant elev una oracin diaria para agradecer que supie hubiera sanado y no hubiera quedado coja. Hasta dos aos despus nosupo quin era aquel extrao, y que era cierto que estaba prometida a l. No

    haba mentido, aunque tampoco se haba granjeado precisamente sussimpatas matando a su Rhiska y dejndola a ella casi coja, todo haba quedecirlo. Le despreciaba a l y despreciaba la mera idea de verse forzada acasarse con l.

    Los seis aos transcurridos desde que se enterara de la verdad habaestado preocupada, y el ao siguiente, y el que vino despus. Pero cuandocumpl i los catorce empez a tranquilizarse. Wulfr ic no haba regresado aDunburh y al parecer no volvera jams. As que haba tomado la decisin decasarse con su amigo Roland en cuanto ste cumpliera la edad requerida.

    Su padre no tendra ms remedio que mostrarse razonable con eso. ConRoland podra ser feliz, estaba segura; ella le admiraba y adems eran buenos

    amigos. Pero con Wulfric... ni siquiera pensaba molestarse pensando en loinfeliz que poda llegar a ser con un bruto como aqul.Lo cierto es que era apuesto, lo haba sido de muchacho y como hombre

    an ms. Sin embargo, no poda compararse con Roland, que tena cara dengel y cuerpo de gigante; igual que su padre, al que Milisant haba conocidoen una ocasin en que este ltimo haba ido a visitar a Roland a Fulbray.

    A Roland y a ella los haban acogido en Fulbray. A la mayora de los chicoslos acogan en otra famil ia para converti rlos en unos caballeros, porque erasabido que en el seno de la propia famil ia sus criados y sus padres lesconsentan demasiado. Los futuros caballeros necesitaban endurecerse. A laschicas tambin las mandaban a educarse en otras casas, pero era

    simplemente por costumbre. Sin embargo, no todas las chicas iban acompletar su formacin fuera de su hogar.Roland la haba fascinado desde el primer momento, porque saba que

    tenan ms o menos la misma edad, en aquel momento ocho aos, aunque lera tan alto que le sacaba varias cabezas a los chicos con que se entrenaba. Yaprenda muy rpido, tena habilidad para todo lo que se propusiera. Alprincipio envidi la facilidad con que l aprenda todas esas artes que a ella lehubiera gustado aprender.

    As fue como le conoci. Milisant no se contentaba con quedarse en la torrecon las dems chicas, aprendiendo a coser, a bordar, a desenvolverse congracia en sociedad y todas esas cosas que no le interesaban nada. Lo que a

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    ella le apasionaba era lo que se aprenda en los campos y en el patio dearmas, la belleza de las flechas lanzadas con pulso certero, la precisin letalcon que una espada se abata sobre el adversario. Vea en todo ello un

    autntico provecho y la compensacin de los esfuerzos y la prctica, ladiferencia que estriba entre la vida y la muerte.Estuvo dos aos escondindose de Margaret, cuya ingrata tarea consistente

    en atraerla al redil donde se reunan las damas sola ser ftil . Aprendi ahacerse ella misma los arcos y las flechas gracias a las enseanzas de unmaestro arquero que pensaba que ella no era sino otro joven paje deseoso deaprender.

    Ella y Roland tenan algo en comn que los uni desde el principio y forjuna amistad entre ellos. Ambos eran muy distintos a los de su propia edad,Milisant por la forma en que se burlaba de los quehaceres de las damas, yRoland por su increble talla y sus excepcionales habilidades.

    Llevaba aos sin ver a Roland, desde la vez en que se detuvo a visitarla decamino a Clydon, donde iba a pasar unos das de reposo. A diferencia de ella,l segua en Fulbray, de donde no se marchara hasta que le invistierancaballero.

    Aunque tal vez ya fuera caballero y ella no se hubiera enterado. Solancartearse espordicamente, a pesar de lo mucho que les costaba escribir esascartas y an ms hacer que llegaran a su destino. Adems, ltimamente ellahaba dejado de escribirle; quera proponerle que se unieran en matrimonio yno estaba muy segura de cmo hacerlo.

    Le daba vueltas y ms vueltas a cul poda ser la reaccin de su padre anteel asunto, despus de que hubiera accedido a anular su contrato con el De

    Thorpe, cuando oy el galope de un caballo aproximndose. El j inete seacercaba lentamente al rbol al que ella estaba subida. El hombre no la vio,porque tena la mirada fija en el suelo. Tard un momento en reconocerlecomo uno de los caballeros que acompaaba a Wulfric.

    Se sorprendi al ver que se detena justo debajo de su rbo l. Luego oy:-De verdad piensas que esa rama puede soportar tu peso sin romperse?Milisant se puso tensa. Jams la haban descubierto, ni siquiera el

    halconero, que adiestraba a los halcones en esos bosques y que, por tanto,tena un buen motivo para mirar hacia arriba frecuentemente. y ese caballeroni siquiera la haba mirado. Fue entonces cuando el hombre levant la mirada,descubriendo unos ojos azul oscuro, no tan oscuro como los ojos de l,

    aunque se le parecan mucho.-No sois hermano de De Thorpe -aventur- puesto que es hijo nico. Soissu primo acaso?

    El desconocido se ech a rer.-La mayora de la gente no nos ve ningn parecido. Cmo lo has

    descubierto?Era cierto que no se parecan tanto. l era ms bajo que Wulfric, y ms

    delgado. Y tena el pelo castao claro, mientras que el de Wulfric era negro alade cuervo. Su rostro tambin era distinto: la mandbula de ste era menospronunciada, su nariz ms ancha, sus cejas rectas y pobladas y no curvas y enpunta como las de Wulfric.

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    -Tenis sus mismos ojos -respondi ella-, no tan oscuros com o los suyos,

    pero los mismos.l asinti.

    -Es cierto. Tenemos el mismo padre, aunque yo nac en el pueblo.As pues, era un bastardo, algo de lo ms comn. Algunos inclusoheredaban, en el caso de que no hub iera un heredero legtimo. De cualquiermodo, era su hermano, y Milisant se pregunt por qu no senta hacia ste elmismo desagrado que le inspiraba el otro. Tal vez porque ste parecarealmente agradable, con sus ojos achinados y su risa fcil. Lo cierto es queno era para nada amenazante, as que tal vez fuera verdad que no guardabantanto parecido entre s.

    -Qu hacis en estos bosques? -pregunt ella.-Buscando a los que son tan estpidos como para atacar a una dama.Obviamente se refera a Jhone, y los asaltantes de los que hablaba eran los

    que les haban atacado en el camino. Le habra pedido ayuda sir Milo? Nosaba qu le hubiera impulsado a hacerla, puesto que Dunburh contaba connumerosos caballeros y con casi una cincuentena de hombres armados.

    -No podras bajarte de ah antes de que se rompa la rama? -le sugiri.-No peso tanto como para romperla.-S, eres pequeo -admiti l, y aadi crpticamente-: aunque mayor de lo

    que pareces, a mi entender.-Por qu lo decs?-Porque, para ser un villano, tienes demasiado juicio, y ms si eres tan

    joven como pareces.Milisant confirm que no se haba dado cuenta de quin era ella, igual que

    su hermano, que no se enter hasta que se lo dijeron.-Y demasiado audaz, adems. Quin eres, pues, muchacho? Poseesacaso un feudo franco?

    -Preferira poseer un feudo franco a ser quien soy, seor. Soy la hija deNigel Crispin.

    l hizo una mueca y profir i un murmullo que l leg a odos de ella: PobreWulf. As que compadeca a su hermano porque un contrato le obligaba acasarse con ella, no? No se compadeca de ella, claro, por verse forzada acasarse con un b ruto insensible. Aunque, desde cundo el destino de lasmujeres era objeto de consideracin por parte de los hombres?

    Salt al suelo y se plant frente al caballo, que dio un paso atrs,

    espantado. Ella le puso la mano en el lomo y le dijo unas palabrastranquilizadoras en sajn antiguo. El animal se aproxim y frot su hocicocontra ella.

    El caballero parpade. Ella no se dio cuenta antes de levantar la vista ydecirle a modo de despedida:

    -S, vuestro hermano merece que le compadezcis puesto que, si me veoforzada a unirme a l, no tendr ni un instante de paz.

    Se dio la vuelta y, antes de desaparecer de nuevo en la espesura delbosque, oy:

    -Vais as de sucia para ocultaros mejor o porque sois de la opinin de quebaarse no es saludable?

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    Milisant se volvi hecha un basilisco. Como si lo que ella llevara puesto

    fuera asunto de los dems...-De qu suciedad hablis? -espet.

    l sonri y sus ojos se achinaron de nuevo.-De la suciedad de vuestro rostro y vuestras manos, mi lady, que cubre loque podra percibirse como la piel de una mujer. Ciertamente til para llamara engao a los que pudieran notar que sois una muj er, eso es verdad. Lohacis a propsito, pues? O es que ha pasado demasiado tiempo desde laltima vez que contemplasteis vuestro reflejo?

    Milisant rechin los dientes.-Mirarse en el espejo es la mejor forma de perder el tiempo, y, aunque no

    es asunto que os interese, me bao con mayor frecuencia que muchos,prcticamente una vez por semana!

    l ri.

    -Entonces ha de ser que ya os toca el bao.Ella se neg a frotarse la cara con la manga para ver si la llevaba sucia.Adems, estaba segura de que as era. En cuanto se quedaba un momentoquieta, Jhone se dedicaba a frotarle las manchas de la cara. Slo que noestaba acostumbrada a que se lo sealaran. Como si me importara!, bufpara sus adentros. Qu tontera tan femenina, eso de la presuncin y lavanidad!

    Y, aunque era cierto que le tocaba su bao semanal, no iba a drselo poruna cuestin de pr incipios. No hasta que Wulfric se marchara de Dunburh, queseguro sera mucho ms tarde de lo que ella deseaba. Si su hermano habareparado en que iba sucia, tambin poda notarlo l, tanto mejor para que

    aceptase anular el contrat de esponsales.Se alej sonriendo y dijo:-Preocupaos por vuestros hbitos higinicos, seor, porque me parece que

    no vais a quedaros lo suficiente para que podis disfrutar de un bao caliente.Y dicho esto regres con sigilo al bosque y desapareci de la vista.

    8

    Milisant empezaba a notar los efectos de haberse saltado la comida y lacena, pero la ansiedad le impeda visitar la cocina antes de hablar con su

    padre. Era un hombre de costumbres y sola retirarse cada noche a la mismahora, tuviera invitados o no. Y ella quera pillarle en el momento adecuado,cuando estuviera solo en su habitacin pero todava no se hubiera dormido.

    Se meti a hurtadillas en la recmara en la que dorman sus escuderos yesper a que salieran de la cmara despus de ayudarle a acostarse. No tuvoque esperar mucho rato. Los dos escuderos, que la reconocieron, se limitarona mirarla con curiosidad cuando cruz ante ellos y entr en la cmara de supadre.

    Las tupidas cortinas de la cama de su padre estaban corridas pararesguardarle de las corrientes de aire, y ella carraspe para advertirle de supresencia. No la inquietaba la posibil idad de que no estuviera solo. Su padre

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    nunca haba tenido amante alguna, al menos que ella supiera. Prefera dormircon los recuerdos de aquella a la que todava echaba de menos. Milisantlamentaba amargamente no haber conocido a su madre, una mujer capaz de

    inspirar una devocin como sa incluso despus de muerta. Ella slo contabatres aos cuando falleci, y recordaba vagamente su dulce fragancia y su vozapacible, capaz de ahuyentar todos los miedos.

    -Te estaba esperando -dijo l mientras descorra las cortinas y daba unosgolpecitos a un lado de la cama, indicndole que se sentara a su lado.

    Ella se aproxim lentamente, incapaz de descifrar por su tono cunenfadado estaba. Saba que no slo haba mandado a Jhone a buscarla,porque se haba pasado el d a dndoles esquinazo.

    -No ests demasiado cansado de hablar? -le pregunt, cautelosa,sentndose junto a l.

    -Las charlas contigo son siempre interesantes, Mili, porque nunca sabe uno

    lo que piensas. As que no, no estoy demasiado cansado para hablar cont igo.-Verdad que te parezco interesante? -dijo ella frunciendo el entrecejo-.Aunque asegurara que no crees que les ocurra lo m ismo a los dems.

    -Si pretendes que niegue eso, no lo conseguirs. Es verdad que los demste encuentran... ms rara que interesante. Tambin es cierto que no eres unailusa y no te engaas al respecto, de modo que no debera ofenderte saberlo.Si uno se esfuerza en ser distinto a como es, hi ja ma, tiene que asumir lasconsecuencias. La naturaleza humana se aferra a lo normal y tradicional ycuestiona, e incluso teme, lo que no lo es.

    -A m no me tienen miedo -replic ella, burlona.-Los que te conocen b ien no te temen, es verdad. Les pareces normal

    porque llevan tiempo sabiendo cmo eres. Y esa aceptacin te ha llamado aengao y has credo que podas seguir haciendo lo que te placieraindefinidamente. Pero eso, Mili, no es as.

    Ella percib i la tristeza que impregnaba su voz. Sin embargo, no se tomsus palabras a pecho. No pensaba cambiar de manera de ser slo porque aalgunos su conducta les pareciera extraa en una mujer. Se haba pasado lavida luchando contra esas restricciones y lmites. Por qu iba a dejar dehacerlo ahora? Aunque saba muy bien por qu su padre insista en quecambiara ahora. Era por Wulfric de Thorpe.

    Su padre prosigui en el mismo tono.-Ya eres lo bastante mayor, y sin duda lo bastante inteligente, como para

    comprender los beneficios que puede reportamos el compromiso.-En qu sentido? -pregunt ella.-En el sentido de que no te costara tanto ponerte ropas ms apropiadas

    para causarle una buena impresin a tu futuro marido. Tenerle complacido nopuede revertir ms que en tu propio bien. Sin embargo ni siquiera te hasdignado a aparecer. De verdad era necesario avergonzarme as ante el hijode mi amigo?

    -No, pap, sabes muy bien que no era sa mi intencin! -protest Milisant.-Pues se ha sido el caso -replic lord Nigel-. Tanto te hubiera contrariado

    tratar a nuestro husped con respeto?-Yo no le debo ningn respeto -murmur. Su padre frunci el entrecejo.

  • 8/7/2019 Lindsey, Johanna - La furia del amor

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    -Le debes todos los respetos. Es tu prometido y pronto ser tu marido.-Pues yo tengo otros planes.-Otros planes?

    se era el motivo por el que haba acudi