La Torre Abominable Gordon R Dickson Libro

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La Torre Abominable - Gordon R Dickson (DE HOMBRES Y DRAGONES nº1)The Dragon and the George - Spanish - Gordon R Dickson

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    LA TORRE ABOMINABLE GORDON R. DICKSON folio TIMUN MAS Este libro es para Bela de Eastmarch, quien, en su da, conoci algn que otro dragn. 1 A las diez y media en punto, Jim Eckert se detuvo frente al edificio Stoddard del campus del Centro Universitario Riveroak, donde Grottwold Weinar Hansen tena su laboratorio. Como era de prever, tampoco esa vez Angie Farrell estaba esperndolo en la acera. Era una clida y luminosa maana de septiembre. Jim permaneci sentado en el coche, tratando de refrenar su mal humor. Seguro que Angie no tena la culpa. Ese idiota de Grottwold habra inventado sin duda algo para mantenerla trabajando ms de la cuenta pese a que saba perfectamente que ella y Jim iban a ir a ver una casa en alquiler esa maana... o quiz justamente por saberlo. Era difcil no enfadarse con alguien como Grottwold, que, no contento con ser un intil, haba realizado continuados intentos de quitarle a Angie y quedrsela para l.

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    Una de las dos grandes puertas de la fachada principal del Stoddard Hall se abri para dar paso a alguien. Pero no era Angie, sino un fornido joven de poblados cabellos y bigote pelirrojos que llevaba en la mano una abultada cartera. Al ver a Jim en el coche, se acerc a l y se acod en la ventana abierta del asiento delantero contiguo a la acera. Esperando a Angie? pregunt. En efecto, Danny confirm Jim. Supuestamente tena que encontrarse conmigo aqu, pero por lo visto Grottwold la retiene todava. Es muy propio de l. Danny Cedark era profesor adjunto del Departamento de Fsica y, con Jim, el nico jugador de voleibol de primera categora del campus. Vais a ir a ver la caravana de Cheryl? Si es que Angie queda libre a tiempo respondi Jim. Oh, seguramente saldr de un momento a otro. Oye, queris venir los dos a mi apartamento maana por la noche despus del partido? Nada especial; slo pizza y cerveza y unos cuantos del equipo con sus mujeres y dems. Me parece perfecto dijo sombramente Jim, si Shorles no me manda ms trabajo a ltima hora. Gracias de todos modos y descuida: iremos si podemos. De acuerdo. Danny enderez el cuerpo. Entonces nos vemos maana en el partido. Luego se alej, y Jim retom el hilo de sus pensamientos. Se record que los dictados de la madurez le exigan no perder el control emocional por algo as, aunque debera darse prisa para ir al parque de caravanas, volver y comer antes de que Angie tuviera que incorporarse de nuevo a su trabajo a tiempo parcial como ayudante de laboratorio de Grottwold. No tena que perder de vista que la frustracin formaba parte de la vida. Deba aprender a vivir con el peso de la dependencia de directores de departamento egostas, sueldos insuficientes y una economa que estaba restringiendo los fondos del Centro Universitario Riveroak, al igual que el resto de centros de educacin, hasta el punto de que pareca que lo nico que caba hacer con un doctorado en historia medieval era utilizar el ttulo para lustrarse los zapatos antes de ir a solicitar un puesto como pen... Advirtiendo que, lejos de calmarlo, aquel repaso de situaciones que haba de soportar lo haba llevado a crispar los puos en torno al viejo volante del coche, que se empezaba a doblar, Jim cort en seco el curso de sus pensamientos. El Gorp no estaba en condiciones de aguantar un trato violento. Para tratarse de un Fiat de diez aos, era un pequeo coche fiable, pero nadie poda decir sinceramente que estuviera en buen estado. Por otro lado, como era comn en muchos jugadores de voleibol de primera, la carrocera de Jim s estaba en condiciones idneas para llevar a cabo una venganza. Si bien no acababa de llegar al metro ochenta de altura, incluso los profesionales solan equivocarse en nueve o diez kilos de menos al calcular a simple vista su peso, que en realidad era de noventa y cuatro kilos, en su mayora deudores de la osamenta y de la apretada musculatura. Por desgracia, aquel tipo de maquinaria fsica, agregado a la instintiva tendencia a reaccionar inmediatamente ante un desafo muy tiles en las canchas de voleibol con adversarios del calibre de aquellos con los que Jim vena enfrentndose en torneos desde haca varios aos, pero quiz no tanto en lo que a relaciones sociales se refera, le daba pie a pensar que tena fundados motivos para estar preocupado por s mismo. Si algo tena que agradecerle al cielo era tener a Angie a su lado. Lo ms extraordinario de ella era su capacidad para lograr concesiones de las personas sin enojarse lo ms mnimo con ellas, en situaciones en las que Jim habra jurado que stas estaban buscando conscientemente pelea. La manera como lo lograba era un misterio para Jim. Hasta donde alcanzaba su percepcin, lo nico que ella haca era explicar las cosas con imperturbable tono amistoso y entonces, sin ms, la otra persona abandonaba al punto su actitud hostil y adoptaba una posicin de afable colaboracin.

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    Angie era realmente bastante especial; sobre todo para la gente insignificante. No haba ms que ver la forma como manejaba a Grottwold... Jim adquiri de repente conciencia del tiempo transcurrido mientras permaneca sumido en tales reflexiones. Mir el reloj y torci el gesto. Eran casi las once menos cuarto. Aquello era demasiado. Si Grottwold no tena el buen juicio de dejarla marcharse, a esas alturas Angie debera haber abandonado el trabajo prescindiendo de lo que l dijera. Abri la puerta del coche y, justo cuando sala, una de las dos grandes puertas dio paso a Angie, que baj corriendo los escalones sin detenerse mientras se pona el abrigo marrn claro. Sus ojos castaos estaban brillantes y las mejillas, sonrosadas por la prisa. Aqu ests por fin dijo Jim, al tiempo que volva a entrar. Lo siento. Angie tom asiento en el Gorp y cerr la puerta. Grottwold est muy entusiasmado. Piensa que dentro de poco podr demostrar que es factible la proyeccin astral... Qu proyeccin? Jim puso en marcha el motor del Gorp y se alej de la acera. La proyeccin astral. La liberacin del espritu que permite que ste se desplace fuera del cuerpo. Lo que, junto a los resultados que viene obteniendo con la introduccin de datos en el circuito de retroalimentacin biolgica para reproducir determinados estados de ensoacin... No estars dejando que experimente contigo? Crea que habamos dejado sentada esta cuestin. No te enfades ahora le pidi Angie, No estoy dejando que experimente conmigo, sino ayudndolo con sus experimentos. No te preocupes, que no va a hipnotizarme ni nada por el estilo. Ya lo intent una vez. Jim abandon el recinto universitario por West Street y gir por la va de entrada de la autopista 5. Slo lo intent y acurdate de que fuiste t el que me hipnotiz... despus de que l te ense cmo hacerlo. Sea como fuere, no tienes por qu permitir que alguien vuelva a hipnotizarte. Ni yo, ni Hansen ni nadie. Desde luego acord Angie con afabilidad. Ya estaba otra vez aplicando sus tcticas, exactamente tal como haba estado rememorndolo antes, se dijo Jim. Ahora era l a quien acababa de dejar sin argumentos. Se haban acabado de improviso los motivos para prolongar la discusin y hasta se preguntaba si verdaderamente los haba tenido para iniciarla. Asimismo, se senta culpable por haberse irritado por algo que probablemente no tena, de entrada, tanta importancia. Bueno dijo, dejando la autopista en la salida que conduca al parque de caravanas del que le haba hablado Danny Cerdak, si nos alquilan esta caravana al precio que dijo Danny, podemos casarnos y quiz viviendo juntos podamos economizar de forma que no tengas que trabajar para Grottwold adems de hacer de profesora adjunta de ingls. Jim refren su entusiasmo Angie, sabes bien que eso no es posible. S podramos. No, no podramos. La nica razn por la que la cooperativa puede salir adelante cobrndonos ciento veinte dlares por persona al mes por comida y alojamiento es porque cocina su bazofia en

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    grandes cantidades y nos instala en dormitorios con literas. Cualquier vivienda que ocupemos por nuestra cuenta va a disparar nuestros gastos y no al revs. Yo no puedo preparar comidas a coste tan bajo como los de la cooperativa. No, no puedo dejar de trabajar con Grottwold. Pero, si tuviramos un hogar propio, al menos sentiramos que el esfuerzo merece la pena. De acuerdo, tenemos que conseguir una vivienda para los dos, pero no nos engaemos respecto a las consecuencias econmicas que eso pueda traer. Los primeros meses podramos vivir un poco as al estilo de acampada en la nueva vivienda. S, y cmo? Para cocinar y comer, necesitamos utensilios, y una mesa para comer. Tambin necesitamos otra mesa para poder corregir exmenes y preparar las clases de la facultad. Y sillas. Necesitamos como mnimo un colchn para dormir, y algo parecido a un armario para la ropa que no podamos colgar... Tienes razn. En ese caso buscar un trabajo complementario. No, de ningn modo. Yo tuve que dejar pendiente mi tesis. T vas a seguir escribiendo artculos para revistas acadmicas hasta que publiques algo. Veremos entonces si Shorles contina sin darte esa plaza de auxiliar! Al diablo dijo Jim. De todas formas lo ms seguro es que no me publiquen nada. Espero que no hables en serio! Por una vez, Angie dejaba entrever un asomo de ira. Bueno, no del todo reconoci Jim, algo avergonzado. La verdad es que esta maana, antes de ir a clase, tena buenas perspectivas con respecto a este ltimo artculo. Al profesor Thibault Shorles, director del Departamento de Historia, le agradaba que todos los profesores adjuntos que dependan de l asistieran a todas sus clases, adems de realizar el trabajo habitual de correccin de pruebas, reserva de libros de consulta para los estudiantes del curso y dems actividades que les eran propias. Era ste un pequeo capricho que aada ocho horas semanales al tiempo que de por s dedicaba Jim para ganar un sueldo de ciento setenta y cinco dlares al mes. Qu talante tena hoy? inquiri Angie. Has vuelto a preguntarle por la plaza de auxiliar? No estaba de humor. Quin? l o t? Jim disimul la rabia que lo quemaba por dentro. Shorles haba tenido una entrevista con Jim durante el encuentro de la Asociacin de Historiadores celebrado el ao anterior en Chicago y le haba prometido una plaza de reciente creacin que iba a agregarse al Departamento de Historia del que l era director en Riveroak. Con dicha perspectiva, Angie haba solicitado y, para alborozo de ambos, conseguido un puesto de profesora adjunta en el Departamento de Ingls. Ella todava trabajaba en su tesis doctoral en literatura inglesa, puesto que Jim iba tres aos ms adelantado en los estudios de postgrado cuando se conocieron en el estado de Michigan. Contando ambos con una colocacin en la misma institucin acadmica, haban pensado que tenan el futuro resuelto. Pero al llegar all Shorles sali con la noticia de que, debido a problemas presupuestarios de ltima hora, Jim no poda ocupar su plaza hasta el segundo trimestre, como muy pronto. Mientras tanto, l tena vacante un puesto de profesor adjunto... Jim no haba tardado ni un mes en averiguar la verdadera naturaleza del problema presupuestario. Al igual que los departamentos de muchos colegios superiores y universidades, el personal docente de historia del Centro Universitario Riveroak compona un hervidero de intrigas en lo que a poltica interna se refera. Haba dos facciones constituidas que se enfrentaban sistemticamente en todo. Estando al margen de las dos, Shorles se haba mantenido inclume durante aos por el procedimiento de azuzar su mutua rivalidad. Pero la adicin de un auxiliar en ese momento podra provocar una reorganizacin de las alianzas que trastocara el equilibrio de

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    poder. Por otra parte, el catedrtico Theodore N. Jellamine, el franco y campechano vicedirector del departamento, estaba plantendose la posibilidad de retirarse la primavera prxima. Su partida supondra la promocin de los cargos inmediatamente inferiores al suyo; y, al controlar a stos, Shorles podra entonces incorporar un nuevo auxiliar a la reciente balanza de poder por l mismo diseada. Lo siento, Angie se disculp Jim. He tenido que asistir a esa clase y me he pasado la santa hora fingiendo inters y pensando en los perjuicios que nos ha causado; y, cuando ha sonado el timbre, no me he atrevido a hablarle por miedo a propinarle un puetazo cuando volviera a responderme con otra negativa. Se produjo un momento de tenso silencio mientras el coche segua circulando; entonces Jim, que tena la mirada al frente, not una suave caricia en el brazo. Est bien le dijo Angie. Si te sentas as, has obrado correctamente. Ya tendrs otra ocasin de hablarle cuando ests ms sereno. Pasaron un rato sin hablar. Ah est anunci Jim, sealando a la derecha. 2 En el diseo inicial del parque de caravanas Bellevue no se haba tenido en cuenta la cuestin de la buena imagen de conjunto y ninguno de los propietarios que se haban hecho cargo de l en el transcurso de los ltimos veinte aos haba hecho nada para mejorar la impresin de dejadez que la simple vista produca. El actual propietario, un hombre de unos cincuenta aos, era tan alto y corpulento como Jim Eckert, pero la piel le colgaba ya en el alargado rostro. Los pliegues y arrugas de su cara eran tan numerosos como los que surcaban la holgada camisa de color azul de Prusia que llevaba sin remeter. Los descoloridos pantalones marrones se estrechaban con profundos frunces en la cintura bajo la presin de un delgado cinturn negro. Le ola el aliento como si acabara de comer queso rancio, un detalle ste de su persona que era imposible pasar por alto en el recalentado interior de la caravana que estaba enseando a Jim y Angie. Bueno dijo, abarcando con el gesto las paredes de la vivienda mvil, aqu la tienen. Los dejar para que la miren tranquilamente. Pasen por la oficina cuando acaben. Se llev consigo la pestilencia de su aliento, dejando la puerta abierta tras de s. Jim dirigi la mirada a Angie, pero sta estaba rozando con los dedos el desconchado barniz de la puerta de uno de los armarios de encima del fregadero. Est en bastante mal estado no? observ Jim. No caba duda de que lo estaba, como tambin resultaba evidente que la caravana se encontraba en la ltima fase de su vida como tal. El suelo se inclinaba de forma patente bajo el peso de Jim y tambin se hunda en el otro extremo del recinto, donde ahora se hallaba Angie. El fregadero estaba manchado y desgastado, los polvorientos cristales no encajaban bien en los marcos y las paredes eran demasiado delgadas para proporcionar un aislamiento idneo. En invierno sera igual que dormir en una tienda plantada encima de la nieve pronostic Jim. Se imagin el glido mes de enero propio del invierno de Minnesota, viviendo los dos a treinta y siete kilmetros de Riveroak, con el Gorp circulando con los neumticos rados y un motor exhausto. Pens en los cursos de verano de la universidad y en el sofocante calor de julio en Minnesota, los dos sentados all adentro con interminables exmenes por corregir. Angie no realiz, sin embargo, ningn comentario. Estaba abriendo y cerrando la puerta del recinto de la ducha y el lavabo. O, mejor dicho, intentando cerrarla, porque al parecer el picaporte no se acoplaba bien a la jamba. Bajo la chaqueta azul sus

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    hombros se vean esculidos y angulosos. Quiso sugerir la renuncia a esa opcin, regresar y volver a buscar en las listas de la Oficina de Alojamiento de Estudiantes un apartamento cercano a la universidad. Pero Angie no admitira tan fcilmente la derrota. La conoca. Adems, ella saba tan bien como l que era intil tratar de encontrar algo para vivir juntos que fuera asequible a sus bolsillos. La triste impresin que desprenda la destartalada caravana pareci filtrarse en su alma en las alas de un sombro viento de desmoralizacin. Por un momento sinti una especie de desesperada aoranza por el tipo de vida que haba existido en la Edad Media europea que haba sido objeto de sus estudios de medievalista. Una poca en que los problemas se materializaban en forma de adversarios de carne y hueso, en lugar de impalpables situaciones surgidas de oscuras luchas de intereses acadmicos. Un tiempo en el que, en caso de topar con un Shorles, uno poda enfrentarse a l con una espada y no con palabras. Era increble que tuvieran que padecer esas dificultades simplemente a causa de una situacin econmica y de la negativa de Shorles a alterar el equilibrio poltico de su departamento. Vamos, Angie dijo Jim. Podemos encontrar algo mejor que esto. Ella gir sobre s y bajo su oscuro pelo l advirti la inexorable determinacin expresada en sus ojos castaos. Dijiste que me dejaras decidir a m esta ltima semana. S... Llevamos dos meses buscando casa en las proximidades de la universidad, tal como t queras. Las reuniones del profesorado para el primer trimestre se inician maana y no nos queda ms tiempo. Podramos seguir mirando por la noche. Ya no. Y no pienso volver a esa cooperativa. Vamos a tener un hogar propio. Pero... mira a tu alrededor, Angie! dijo. Y est a treinta y siete kilmetros del campus. Al Gorp podra carsele una biela maana mismo! En tal caso, lo haramos reparar. Y vamos a arreglar tambin este lugar. Sabes que podemos hacerlo si nos lo proponemos! Habiendo cedido Jim, volvieron a la oficina del encargado del parque para cerrar el trato. Nos lo quedamos anunci Angie. Ya pensaba que les iba a gustar dijo el hombre al tiempo que sacaba unos papeles de un cajn del desordenado escritorio. Cmo se enteraron, por cierto? Ni siquiera haba puesto todava el anuncio. La inquilina anterior era cuada de un amigo mo explic Jim, un muchacho con el que juego a voleibol. Al tener que trasladarse a Missouri, nos inform que su caravana quedaba libre. El encargado asinti con la cabeza. Pues han tenido suerte. Les tendi los papeles. Me han dicho que los dos son profesores en la universidad, verdad? As es confirm Angie. Entonces, si son tan amables de rellenar estos formularios y firmarlos... Estn casados?

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    Pronto lo estaremos asegur Jim. Para cuando nos instalemos aqu seremos marido y mujer. Bueno, si an no estn casados, tienen que firmar ambos o, si no, uno de los dos ha de constar como subarrendatario. Lo ms fcil es que firmen los dos. Despus tendrn que abonar dos meses de alquiler, el primero y el ltimo, como depsito en previsin de desperfectos. En total son doscientos ochenta dlares. Angie y Jim pararon en seco de rellenar los formularios. Doscientos ochenta? pregunt Angie. Sabemos que la hermana de Danny Cerdak pagaba ciento diez al mes, da la casualidad. Conforme, pero tuve que subir el alquiler. Treinta dlares ms al mes? dijo Jim. Por eso? Si no les gusta contest el encargado levantndose de la silla no tienen por qu alquilarlo. Es comprensible admiti Angie que tuviera que incrementar un poco el alquiler, dada la manera como suben los precios en todas partes. Pero nosotros no podemos pagar ciento cuarenta al mes. Lo siento. Es una lstima, pero eso es lo que cuesta ahora. Yo no soy el propietario sabe? y no hago ms que cumplir rdenes. La cuestin haba quedado definitivamente zanjada. De nuevo dentro del Gorp, bajaron las ventanillas y Jim hizo girar la llave de contacto. El coche reaccion con un ronco sonido, y tomaron otra vez la autopista de vuelta a la universidad. El camino de regreso fue parco en conversacin. Da igual le rest importancia Angie mientras Jim aparcaba frente a la cooperativa y salan para ir a comer. Ya encontraremos algo. Esta ocasin surgi sin esperarla y lo mismo puede pasar en cualquier momento. Slo tenemos que seguir buscando hasta que se produzca. Ja, ja dijo Jim. La comida les levant un poco el nimo. En cierto modo explic Angie, ha sido por culpa nuestra. Habamos puesto demasiadas esperanzas en esa caravana, slo porque fuimos los primeros en enterarnos de que quedaba libre. A partir de ahora, no pienso dar nada por seguro hasta que no nos hayamos trasladado a vivir all. Lo mismo digo. Despus de comer, apenas les quedaba tiempo para estar juntos. Jim acompa en coche a Angie al Stoddard Hall. Saldrs a las tres? le pregunt. No permitirs que te tenga trabajando hasta ms tarde? No asegur ella, hablndole desde la acera por la ventanilla abierta. Hoy no insisti con tono ms suave. Estar esperndote cuando llegues. Perfecto convino Jim. Se qued mirndola mientras suba la escalera, antes de desaparecer por una de las dos inmensas puertas.

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    Luego dirigi el coche al otro extremo del campus y lo aparc en su plaza habitual detrs de la Facultad de Historia. Aunque no le haba dicho nada a Angie, en el transcurso de la comida haba tomado una firme resolucin: iba a plantearle claramente a Shorles la exigencia de la pronta adjudicacin de su plaza... entre el final del segundo trimestre y el inicio de los primeros cursos de verano, a ms tardar. Subi corriendo los tres tramos de la escalera posterior y enfil por el largo pasillo de suelo de mrmol donde tenan su despacho la mayor parte de los miembros del departamento. Shorles gozaba de una posicin superior al resto del personal, al tener una secretaria propia en la antesala de su oficina, que a la vez haca funciones de secretaria de todo el departamento. Jim entr por la puerta y la hall pasando a mquina algo que tena el sospechoso aspecto de ser el ltimo artculo de Shorles acerca de las races etruscas de la civilizacin moderna. Hola, Marge salud Jim. Est ah? Mientras hablaba, Jim dirigi la vista a la puerta que daba al despacho independiente de Shorles y, al verlo cerrado, previo cul sera la respuesta de Marge. Ahora mismo est ocupado contest Marge, una mujer de pelo rubio rojizo de unos treinta y cinco aos de edad. Est con Ted Jellamine, aunque no creo que tarden mucho rato. Quieres esperar? S. Tom asiento en una de las duras sillas para visitas que haba en la antesala, y Marge volvi a reanudar su trabajo. Los minutos discurran lentos. Transcurri media hora y luego un cuarto y, de repente, se abri la puerta, dando paso a Shorles precedido de su voluminosa barriga y seguido por Ted Jellamine vestido con botas camperas y chaqueta a cuadros. Mientras se encaminaban sin detenerse a la puerta exterior, Shorles se dirigi a su secretaria. Marge, no voy a volver esta tarde. Vamos al club de la facultad. Si llama mi mujer, dgale que puede localizarme all. Jim se haba puesto maquinalmente en pie al abrirse la puerta y haba hecho ademn de querer ir tras los dos hombres que atravesaban la sala. Shorles, que por entonces haba advertido su presencia, le dedic un animado saludo con la mano. Noticias excelentes, Jim! le dijo. Ted va a quedarse un ao ms! La puerta se cerr tras ellos. Jim la mir, aturdido, un instante y luego se volvi hacia Marge, que le devolvi una mirada comprensiva. Lo ha dicho sin pensar. Si no, no te habra comunicado la noticia a bocajarro lo disculp. Ja! contest con escepticismo Jim. Estaba radiante, recrendose sin ninguna consideracin! No. Marge acompa la negativa sacudiendo la cabeza. De veras que te equivocas. El y Ted son amigos ntimos desde hace aos, y Ted ha estado presionado para aceptar la jubilacin anticipada. Pero, como somos un centro privado sin incremento automtico de las pensiones, por el coste de vida, y con la inflacin de hoy en da, Ted quiere continuar trabajando si an tiene la posibilidad de hacerlo. Creme que su alegra era por Ted, por ver que poda seguir aqu, y que no ha pensado lo que eso significaba para ti. Ummm! se limit a comentar Jim antes de salir con paso airado. Tuvo que hacer todo el camino de vuelta al aparcamiento antes de recobrar lo bastante la calma como para mirar el reloj. Eran casi las dos y media. Dentro de media hora tena que recoger a Angie.

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    En ese corto espacio de tiempo no mereca la pena ponerse a trabajar en su ensayo, ni tampoco en las tareas que eran su responsabilidad como ayudante de Shorles... aunque lo cierto era que en aquel momento preciso tampoco se mora de ganas por hacer algo productivo destinado a Shorles. Subi al Gorp, cerr violentamente la puerta y puso en marcha el coche sin importarle la direccin que tomara con tal de alejarse del campus. Gir a la izquierda con High Street, luego de nuevo a la izquierda por Wallace Drive, y unos minutos ms tarde se encontr bordeando el ro Ealing por la Antigua Carretera del Ro, una va asfaltada de dos carriles que haba sido la ruta para ir a la ciudad vecina de Bixley, antes de que construyeran la autopista 5 en las onduladas tierras de cultivo de los alrededores como ruta alternativa. En la vieja carretera el trfico era normalmente muy fluido, y aquel da no era una excepcin. En los flancos haba adems pocas casas y campos de labranza, dado que el terreno era bajo y con tendencia a encharcarse. A medida que circulaba por ella sin ningn objetivo en concreto, Jim se dej imbuir paulatinamente por la paz que reinaba en la ribera del ro y fue recuperando la capacidad para el fro raciocinio. Al cabo de poco se hall en condiciones de reconocer que posiblemente Marge tena razn y que sin duda Ted Jellamine haba estado tan preocupado por su futuro y sus ingresos como lo estaba l mismo. La adopcin de este punto de vista supuso un alivio para Jim, dado que Ted Jellamine era el nico miembro del Departamento de Historia que le agradaba como persona. Era un individualista como l, y su rivalidad nicamente era atribuible a las circunstancias de sus respectivas situaciones. Aparte de esta migaja de consuelo, Jim no tuvo grandes dosis de dicha al considerar las cosas desde esta nueva perspectiva. Tal vez el responsable no fuera Ted, sino las restricciones econmicas que ejercan su presin sobre todos ellos. Con todo, Jim no pudo evitar lamentarse una vez ms porque la vida y los problemas que sta generaba no fueran ms concretos y susceptibles de ser afrontados de una forma ms directa. Mir el reloj y vio que eran las tres menos cuarto, hora de volver a recoger a Angie. Dio la vuelta en un cruce y se dirigi de regreso a la universidad. Por fortuna, haba estado conduciendo despacio en la carretera del ro y no se encontraba lejos de la ciudad. No estara bien hacerla esperar plantada despus de tanto insistir en que no permitiera que Grottwold la retuviera ms de la cuenta y lo hiciera aguardarla afuera. Tras detener el coche delante del Stoddard Hall con un par de minutos de antelacin, par el motor y se dispuso a esperar. All sentado, se puso a reflexionar en la mejor manera de comunicarle a Angie la noticia del ltimo revs. No era precisamente muy oportuno anunciarle algo as el mismo da en que se haban ido al traste sus esperanzas de alquilar la caravana. Por espacio de unos instantes consider la posibilidad de no mencionarle todava nada de lo ocurrido. Pero, claro, eso no dara buen resultado. Despus ella querra saber, y con razn, por qu no se lo haba dicho de inmediato. No iran a ninguna parte adoptando la costumbre de ocultarse las malas noticias movidos por una nocin errnea de consideracin hacia el otro. Al lanzar una ojeada al reloj, Jim advirti con asombro que haban pasado casi diez minutos mientras permaneca sumido en sus pensamientos. Despus de todo, Angie estaba demorndose ms de la cuenta. En su interior se dispar algn resorte, y de repente Jim sinti una furia ciega. Grottwold estaba recurriendo con demasiada frecuencia a sus tcticas dilatorias. Jim sali del Gorp, cerr la puerta y se dirigi a la escalinata del edificio. Al otro lado de las grandes puertas estaba la escalera principal, cuyos huecos escalones cubiertos de granito haban desgastado a lo largo de los aos, hasta hacer agujeros, los pies de un sinfn de estudiantes. Jim los subi de dos en dos. Tres pisos ms arriba y diez metros ms adelante por el pasillo de la derecha se encontraba la puerta de vidrio opaco de la seccin de laboratorio en la que Grottwold tena su cubculo de nueve metros cuadrados. Jim se dirigi hacia ella y, al ver la puerta cerrada, entr sin llamar.

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    De pie frente a una especie de panel de control que quedaba a la derecha de Jim, Grottwold se volvi con sobresalto ante la irrupcin de Jim. Angie estaba sentada al lado de la pared opuesta en algo similar al silln de un dentista, de cara a Jim, pero con la cabeza y la parte superior del rostro totalmente tapados por algo parecido al casco de un secador de pelo de una peluquera. Angie! espet Jim. La muchacha desapareci. Jim permaneci pasmado durante un interminable momento, mirando fijamente el silln y el casco vacos. No poda haberse ido. No poda haberse esfumado sin ms! Lo que acababa de ver era imposible. Continu inmvil, esperando a que sus ojos desmintieran lo que acababa de percibir y le devolvieran la imagen de Angie, sentada delante de l. Se ha transportado! Bruscamente extrado de su estado de aturdimiento por el grito estrangulado de Grottwold, Jim se encar al alto psiclogo que, anonadado a su vez y con el rostro extremadamente plido, contemplaba el silln y el casco vacos, pero de inmediato recuper el habla y la determinacin. Qu ha sido eso? Qu ha pasado? grit a Grottwold. Dnde est Angie? Se ha transportado! balbuci, sin apartar la vista del lugar que antes ocupaba Angie. Se ha transportado de verdad! Y yo que slo pretenda una proyeccin astral... Qu? gru Jim. Qu es lo que pretendas? Una proyeccin astral! Slo una proyeccin astral, nada ms! grit Grottwold. Solamente la proyeccin de su ente astral fuera del cuerpo. Ni siquiera trataba de que experimentara una proyeccin real. Lo nico que intentaba era conseguir el suficiente movimiento astral para registrarlo en los microampermetros conectados a los focos de impulso que utilizo como indicador de respuesta. Pero en lugar de ello se ha transportado. Ha... Dnde est ahora? tron Jim. No lo s! Te juro que no lo s! La voz del joven sonaba cada vez ms aguda. No hay forma de saberlo... Ms te vale averiguarlo! Que no lo s! Conozco la posicin del instrumental, pero... Jim dio tres pasos y agarr por las solapas de la bata de laboratorio al otro joven y, pese a ser ste ms alto que l, lo golpe con fuerza contra la pared situada a la izquierda del panel de instrumental. Hazla volver! Te digo que no puedo! chill Grottwold. Como no entraba dentro de mis clculos que pasara esto, no estaba preparado para las consecuencias! Para recuperarla, primero tendra que pasar varios das o incluso semanas indagando lo ocurrido. Despus tendra que encontrar alguna manera de invertir el proceso. Y, aun en el supuesto de que lo consiguiera, es posible que para entonces ya fuera demasiado tarde porque ella se habra desplazado en el espacio fsico al que se ha transportado! Los pensamientos giraban vertiginosamente en la cabeza de Jim. Era increble que l estuviera all escuchando las tonteras de Grottwold mientras lo mantena acorralado contra la pared... aunque, bien mirado, aquello resultaba mucho ms verosmil que el hecho de que Angie hubiera desaparecido realmente. Aun ahora no poda acabar de creer lo que haba sucedido.

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    Pero l haba visto cmo desapareca. Increment la presin en las solapas de Grottwold. Vamos, fanfarrn! lo inst. O la devuelves ahora mismo aqu, o empiezo a hacer pedazos contigo. Te digo que no puedo! Para... grit Grottwold al ver que Jim lo despegaba de la pared con intencin de volver a golpearlo contra ella... o de abrir con su cuerpo un boquete, en caso de ser posible. Espera! Tengo una idea. De qu se trata? pregunt Jim, vacilando pero sin soltarlo. Existe una posibilidad. Una posibilidad un tanto remota jade Grottwold. T tendras que colaborar, pero podra dar resultado. S, podra funcionar. De acuerdo! espet Jim. Desembucha rpido. Cul es? Podra enviarte tras ella... Grottwold call al or algo parecido a un grito de terror. Espera! Hablo en serio. Te digo que podra funcionar. Lo que pretendes es deshacerte tambin de m lo acus Jim, apretando los dientes. Quieres librarte del nico testigo que podra declarar contra ti! No, no! protest Grottwold. Esto va a salir bien. S que va a salir bien. Cuanto ms lo pienso, ms me convenzo de que funcionar. Y, si funciona, me har famoso. Grottwold dio la impresin de haber superado un tanto el estado de pnico anterior. Irgui el cuerpo y realiz una tentativa vana para zafarse de Jim. Sultame! pidi. Si no puedo usar mi instrumental, poca cosa podr hacer por Angie ni por nadie. Por quin me has tomado, eh? Por un asesino! contest ferozmente Jim. Bueno, piensa lo que te venga en gana! Me da igual lo que pienses. Pero sabes muy bien el afecto que yo senta por Angie. Yo tampoco quiero que le ocurra nada. Deseo volver a verla sana y salva tanto como t! Jim solt al investigador, pero mantuvo las manos cerca de l, listas para volver a agarrarlo. Adelante, pues dijo. Pero ve deprisa. Voy lo ms rpido que puedo. Grottwold se volvi hacia el panel de control, murmurando para s-: S, est dispuesto tal como pensaba. S..., s, no hay otra posibilidad... De qu hablas? inquiri Jim. Hansen le dirigi una mirada por encima de un huesudo hombro. No podemos hacer nada destinado a recuperarla hasta que sepamos adonde ha ido explic. Ahora bien, lo nico que yo s es que le he pedido que se concentrara en algo agradable y ella ha dicho que se concentrara en dragones. Qu dragones? Dnde?

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    Ya te he dicho que no s dnde! Podran ser los dragones de un museo o de cualquier otro sitio! Por eso tenemos que localizarla; y por eso mismo t tienes que colaborar, porque si no va a ser imposible. Bien, en ese caso dime qu tengo que hacer acept Jim. Simplemente sentarte en ese silln... Grottwold se interrumpi al tiempo que Jim daba un paso hacia l con amenazador ademn. Bueno, pues no te sientes! Renuncia a la ltima posibilidad que nos queda de recuperarla! Tras un instante de titubeo, Jim se volvi despacio, con actitud reacia, hacia el desocupado silln de dentista que haba indicado Grottwold. Ms vale que no te equivoques esta vez advirti. Se fue al silln y tom asiento con cierta aprensin. Y dime, qu es lo que piensas hacer? pregunt. No tienes por qu preocuparte! lo tranquiliz Grottwold. Voy a dejar los dispositivos de control tal como estaban cuando ella se ha transportado, pero voy a bajar el voltaje. Seguramente eso ha sido la causa de que se transportara: que haba demasiada potencia de fondo. La reducir, y de este modo vas a proyectarte en lugar de transportarte. Y eso qu significa? Significa que no te trasladars a ningn sitio. Te quedars aqu en el silln y slo tu mente se desplazar y proyectar en la misma direccin que ha tomado Angie. Ests seguro de eso? Por supuesto que s. Tu cuerpo permanecer aqu mismo, en el silln. Solamente tu entidad astral saldr al encuentro de Angie. Con ella tendra que haber pasado igual. Quiz se haba concentrado demasiado... No intentes echarle la culpa a ella! No, no es eso. Slo estaba... Sea como fuere, no olvides concentrarte t tambin. Angie tena experiencia en este tipo de ensayos y t no, as que tendrs que realizar un esfuerzo. Piensa en Angie. Concntrate en ella. Concntrate en ella en un lugar donde haya dragones. Conforme gru Jim. Pero y despus qu hago? Si lo haces bien, acabars hallndote en el sitio adonde ella se ha transportado. En realidad no estars all, por supuesto aclar Grottwold. Todo ser subjetivo. Pero sentirs como si estuvieras all, y, puesto que Angie ha partido conectada a la misma base instrumental, debera percibir la presencia de tu ser astral all, aun cuando no la noten los dems. De acuerdo, de acuerdo! convino Jim. Pero cmo la devolver aqu? Tendrs que conseguir que se concentre en regresar respondi Grottwold. Recuerdas cmo te ense a hipnotizarla? Me acuerdo, s! Pues trata de hipnotizarla otra vez. Tiene que perder totalmente la nocin de cuanto la rodea en su localizacin actual para poder transportarse hasta aqu. Slo tienes que someterla al influjo de tu voluntad y repetirle que se concentre en este laboratorio. Ten por seguro que cuando desaparezca habr vuelto aqu.

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    Y yo qu? inquiri Jim. Muy sencillo repuso Grottwold. Te bastar con cerrar los ojos para volver. Dado que tu cuerpo ha permanecido aqu, retornars automticamente en cuanto cese tu deseo de hallarte en otro lugar. Ests seguro? Naturalmente que lo estoy. Ahora cierra los ojos... No, no, tienes que ponerte el casco en la cabeza... Grottwold se acerc y baj l mismo el casco. Entonces Jim se vio rodeado de repente por una penumbra suavemente impregnada con el perfume de la laca de pelo de Angie. Ahora recuerda que debes concentrarte le lleg, distante, la voz de Grottwold por la abertura inferior del casco. Angie, dragones. Dragones, Angie. Cierra los ojos y piensa slo en esas dos cosas. Jim cerr los ojos y sigui las instrucciones. No not ningn cambio. Ya no oa nada bajo el casco y la oscuridad se haba intensificado. El aroma de la laca de Angie era irresistible. Concntrate en Angie, se deca. Concntrate en Angie... y en dragones... Lo nico que ocurri digno de mencin fue la sensacin de mareo producida por el olor de la laca. Le daba vueltas la cabeza. Se senta enorme y torpe, sentado bajo el secador de pelo con los ojos cerrados. Percibi un martilleo en las orejas que era el sonido de los latidos de su corazn, bombeando la sangre en las venas y arterias de su cuerpo. Era un pulso lento y pesado. Entonces perdi realmente la nocin del espacio y sinti como si se deslizara en el vaco y al mismo tiempo creciera hasta alcanzar la talla de un gigante. En su interior naci un impulso salvaje. Tena imprecisos deseos de levantarse y despedazar algo o a alguien. A Grottwold a ser posible. Sera un placer absoluto agarrar a ese engredo y arrancarle los brazos, las piernas... Una estentrea voz lo llamaba, pero, absorto en sus pensamientos, l no le haca caso. Slo le interesaba hincarle las garras a ese Jorge... Garras? Jorge? Qu era lo que estaba pensando? Ese descabellado experimento no estaba funcionando en lo ms mnimo. Abri los ojos. 3 Ya no tena el casco en la cabeza. Y la oscuridad perfumada de laca de pelo haba dado paso a un entorno de paredes de roca y un elevado techo tambin de roca iluminado por la vacilante luz rojiza de una antorcha sujeta a una arandela en la pared. Ya basta, Gorbash! tron la voz a la que haba estado tratando de no prestar odos. Despierta! Vamos, muchacho, tenemos que bajar a la caverna principal. Acaban de capturar a uno! A uno...? tartamude Jim. A un qu? A un jorge! Un jorge! Despierta, Gorbash! Una enorme cabeza con mandbulas tan grandes como las de un cocodrilo pero equipadas con unos colmillos de mayor tamao se interpuso entre los ojos de Jim y el techo.

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    Estoy despierto. Yo... De repente Jim sali de su estupor y, al darse cuenta cabal de lo que vea, exhal involuntariamente un grito-: Un dragn! Y qu diantre esperabas que fuera tu to abuelo por lnea materna, un lagarto de mar? O es que vuelves a tener pesadillas? Despierta. Soy yo, Smrgol. Smrgol! Vamos, despereza las alas y en marcha. Estarn esperndonos en la cueva principal. Tampoco se captura un jorge todos los das. Vamos. La colmilluda boca gir hacia el otro lado, alejndose. Jim pestae y, al desviar la mirada de la aparicin que se desvaneca, advirti una inmensa cola, una cola acorazada recorrida por una prominente hilera de picudas escamas, que aumentaba de tamao al aproximarse a l... Era su propia cola. Levant los brazos y los vio enormes. Tambin estaban recubiertos de duras escamas tupidamente imbricadas como en la cola, pero ms pequeas... y sus garras pedan a gritos una manicura. Mientras se observaba las garras, Jim adquiri conciencia del largo hocico que se prolongaba aparatosamente a partir del punto que antes haba ocupado su invisible nariz. Se lami los resecos labios, y una larga lengua bifurcada ondul brevemente en el aire cargado de humo. Gorbash! tron otra vez aquella voz. Enton-ces Jim volvi la vista y vio al otro dragn mirndolo severamente bajo un dintel de piedra que era, segn infiri, la entrada de la cueva donde se encontraba. Yo me voy. Ya me alcanzars si quieres... El otro desapareci, y Jim sacudi la cabeza con perplejidad. Qu estaba pasando all? De acuerdo con Grottwold, se supona que nadie ms podra ver-lo, y menos an los... Dragones? Dragones que hablaban...? Por no mencionar el hecho de que l, Jim Eckert, fuera asimismo un dragn... Eso era lo ms ridculo de todo. El, un dragn? Cmo poda ser l un dragn? Cmo iba a ser l un dragn, aun concediendo que existieran criaturas tales como los dragones? Todo aquello tena que ser fruto de alguna alucinacin. Ahora caa! Grottwold haba dicho que aquello que creera estar experimentando sera completamen-te subjetivo. Lo que en apariencia vea y oa no deba pasar de ser una especie de pesadilla que se superpona a la nocin del lugar real al que haba llegado y a las personas que en l se hallaban. Un sueo. Se pe-llizc. ... Y dio un brinco. Haba olvidado el detalle de que sus dedos aca-baban en garras. Unas grandes garras muy afiladas. Para estar soando, los elementos del sueo eran condenadamente reales! Pero, estuviera soando o no, todo cuanto le inte-resaba era encontrar a Angie y salir de all, regresar al mundo normal. El problema era dnde buscarla. Pro-bablemente lo mejor sera localizar a alguien a quien describir su aspecto y preguntarle si la haba visto. De-bera haberle preguntado a quienquiera que fuese que trataba de despertarlo, a quien haba percibido como un dragn. Qu era lo que haba dicho? Algo de capturar a un jorge...? Qu poda ser un jorge? O sera Jorge, con ma-yscula? Quiz si algunas personas adoptaban all la apariencia de dragones, para ellos los otros tendran el mismo aspecto de san Jorge, el azote de dragones. Aun as, el otro dragn haba hablado de un jorge. Tal vez los dragones llamaran con ese nombre a todas las personas normales, de lo cual se desprenda que lo que realmente haban capturado era...

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    Angie! exclamJim, atando repentinamente cabos. Se puso en pie apoyado en las cuatro patas y atra-ves pesadamente la cueva. Al asomarse a la entrada, vio un largo corredor alumbrado con antorchas, por el que bajaba una forma draconiana que iba empequeecindose rpidamente. Llegado a la conclusin de que aqul deba ser el... segn se haba autodenominado l mismo... to abuelo del cuerpo que l ocupaba, Jim se dispuso a seguirlo, apelando a su memoria para recordar el nombre que el otro haba usado como propio. Esprame, eh... Smrgol! lo llam. La figura del otro dragn dobl, sin embargo, un recodo y desapareci. Acelerando el paso tras l, Jim advirti que el pa-sillo era bajo, demasiado bajo para el tenue movi-miento de sus alas, que, segn vio de reojo, realizaban evidentes esfuerzos para desplegarse como reaccin refleja a su prisa. Al doblar la esquina a su vez, lleg a la gran entrada de una vasta cmara abovedada que pareca llena a rebosar de dragones, grises e impo-nentes bajo la luz de un buen nmero de antorchas sujetas a las paredes que proyectaban amplias som-bras en los elevados muros de granito. Sin mirar por dnde pisaba, Jim top bruscamente con la espalda de otro dragn. Gorbash! bram volviendo la cabeza aquel espcimen, que por su grito identific Jim como el to abuelo por lnea materna. Un poco de respeto, caramba! Lo siento! tron Jim. No estando todava acostumbrado a su voz de dra-gn, la disculpa son a sus odos como la explosin de un can. Pero, por lo visto, Smrgol no estaba ofendido. Est bien, est bien. No me has hecho dao asegur con igual potencia de voz. Sintate aqu, chico. Djale sitio a mi sobrino indic al odo al dragn que estaba a su lado. Qu? Ah, eres t, Smrgol! vocifer el otro dragn, volvindose a mirar antes de correrse ms de dos metros. Ya est, Gorbash, instlate como puedas. Ahora mismo bamos a iniciar la discusin referente al jorge. Jim se abri paso entre los dos, se sent y comen-z a intentar hallarle un sentido a lo que ocurra. Al parecer, todos los dragones de aquel mundo hablaban ingls moderno... O era sa una impresin ilusoria? Ahora que escuchaba atentamente el tumulto verbal que se generaba en torno a l, las palabras que perciban sus odos no parecan concordar con el sentido que su mente extraa de ellas. Acaso l mismo habla-ba el idioma dragn sin darse cuenta? Resolvi ar-chivar esa cuestin para someterla ms detenidamente a examen en otro momento. Mir en derredor. La gran cueva de piedra tallada en la que se encontraba le haba parecido a primera vista abarrotada de miles de dragones, pero, al mirar atentamente, la nocin de millares dio paso a la de cientos, los cuales se redujeron a su vez hasta alcanzar la estimacin aproximada, ms ajustada a la realidad, de cincuenta dragones de todos los tamaos. En lo to-cante a tamao, advirti complacido Jim, l no era precisamente de los ms pequeos. De hecho, con ex-cepcin de Smrgol, ninguno de los dragones que se hallaban cerca de l en ese momento podan compa-rrsele en dimensiones. Haba, no obstante, un autntico monstruo al otro lado de la sala, uno de los que parecan llevar la voz cantante, el cual gesticulaba de vez en cuando hacia un gran cubo de la talla de un dragn situado en el suelo a su lado, tapado con un tapiz profusamente trabajado que no tena aspecto de haber sido tejido por las garras de un dragn. En cuanto a la discusin, habra quedado mejor plasmada con la definicin de reyerta verbal. Todo apuntaba a que una discusin entre dragones consista en hablar todos a la vez. Las titnicas resonancias del tremendo volumen de sus voces parecan hacer temblar las paredes y el techo. Smrgol no perdi el tiempo para sumarse a la algaraba.

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    Cllate, Bryagh! espet al voluminoso dra-gn sentado junto al objeto tapado con el tapiz. Deja que hable alguien que ha tenido ms experiencia con los jorges y con el resto del mundo de arriba que la que sumis todos vosotros juntos. Cuando yo abat al ogro de la fortaleza de Gormely, ninguno de los dragones aqu presentes haba salido an del cascarn. Es que nos sobra acaso el tiempo para or otra vez tu batalla con ese ogro? bram el descomunal Bryagh. Esto es importante! yeme bien, gusano insignificante! tron Smrgol. Para vencer a un ogro se necesita cerebro, algo que te falta a ti. En mi familia s lo tenemos. En caso de aparecer otro ogro hoy en da, la de Gorbash y la ma seran las nicas colas que se veran arriba en la superficie durante los prximos ochenta aos! La disputa entre los dos fue apagando gradual-mente los gritos menos embravecidos que se proferan en la sala. Uno a uno, repar Jim, los dems dragones se callaron y se arrellanaron a escuchar hasta que nicamente se oyeron los improperios que se dedicaban mutuamente su to abuelo y Bryagh. ... Y bien, qu es lo que queris hacer entonces con l? preguntaba Bryagh. Yo lo atrap justo en-cima de la entrada principal de la cueva. Es un espa, eso es lo que es. Un espa? Y qu te hace pensar que es un es-pa? Los jorges no van a espiar a los dragones, sino que vienen en busca de pelea. En mis tiempos yo luch con muchos de ellos por ese motivo. Smrgol hinch el pecho. Pelea! se mof Bryagh. Has odo hablar alguna vez de un jorge que actualmente salga a luchar sin su caparazn? Desde el primer jorge que nosotros hemos conocido, cuando van en busca de pelea, llevan puesto su caparazn. Este estaba prcticamente pelado! Smrgol dirigi un artificioso guio a los dragones que tena cerca. Ests seguro de que no lo has pelado t mismo? espet. Acaso da esa impresin? Mira! Bryagh levant el tapiz del bulto cuadrado, dejan-do al descubierto una jaula. En su interior, tristemente agazapada tras los barrotes, estaba... ANGIE! grit Jim. Haba olvidado las tremendas posibilidades de su voz de dragn. O, ms bien, todava no haba tenido ocasin de probarlas. Haba llamado instintivamente a Angie con toda la capacidad que le permitan los pulmones, y un grito exhalado con la plena potencia de los pulmones de un dragn era realmente algo digno de orse.... siempre que uno llevara tapones en los odos y estuviera a una prudente distancia en la lnea del horizonte. Incluso la asamblea de enormes criaturas reunidas en la cueva qued conmocionada. En cuanto a Angie, o bien se haba cado de espaldas o se haba desmayado. El to abuelo de Gorbash fue el primero en reco-brarse del sobresalto. Diablos, muchacho! tron en el tono que ahora Jim reconoci como el que normalmente utilizaban los dragones para conversar. Tampoco tienes por qu reventarnos los tmpanos! Qu queras decir con eso de... anchi? Era slo un estornudo improvis rpidamen-te Jim. Tras esa explicacin se hizo un silencio de muerte en la sala, que finalmente quebr Bryagh.

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    Dnde se vio un dragn que estornudara? Que dnde? Dnde? buf Smrgol. Yo s s de un dragn que estornud. Eso fue antes de que t nacieras, claro est. El viejo Malgu, el to cuarto de la hermana de mi madre, estornud dos veces en un da hace ciento ochenta y tres aos. No me digas que nunca has odo que un dragn estornudase. Es propio de nuestra familia estornudar. Es una seal de que tenemos inteligencia. Eso es se apresur a corroborar Jim. Era una seal de que estaba pensando. Cuando se hace trabajar deprisa el cerebro, se produce picor en la nariz. T lo has dicho, muchacho! tron Smrgol, interrumpiendo el segundo lapso de dubitativo silen-cio que sigui a tal aclaracin. Apuesto a que era eso! ironiz Bryagh, vol-vindose hacia el resto de los asistentes. Todos conocis a Gorbash. Se pasa la mitad del tiempo arriba en la superficie mirando las musaraas y haciendo amistad con erizos y lobos y quin sabe qu ms! Smrgol lleva aos diciendo alabanzas de su sobrino pero, que yo sepa, Gorbash an no ha dado ni la ms mnima prueba de que tiene cerebro! Ms vale que te calles, Gorbash! Y por qu habra de callar? grit sin dilacin Jim. Tengo el mismo derecho a hablar que cualquie-ra de los presentes. Por lo que se refiere a esta... eh... este jorge que tenemos aqu... Matadlo! Quemadlo vivo! Organicemos una rifa y que se lo coma el que gane. Un sinfn de sugerencias de ese cariz interrumpie-ron sus palabras. No! los hizo callar con aire decidido. Es-cuchadme... No es la respuesta correcta intervino, enton-ces, Bryagh. Yo he encontrado a este jorge, y, si al-guien va a comrselo, se ser yo. Dirigi una feroz mirada en derredor. Pero tengo un plan mejor para este jorge. Propongo que lo amarremos a un poste afuera para que lo vean los otros jorges. Des-pus, cuando algunos de ellos vengan a rescatarlo, los atacaremos por sorpresa y los atraparemos a to-dos. Luego los venderemos a los dems jorges por una buena cantidad de oro. Al pronunciar Bryagh la palabra oro, Jim obser-v cmo se iluminaban los ojos de todos los dragones que haba a su alrededor; y l mismo not un furioso arrebato de avaricia ardiendo en sus venas. La nocin del oro reson en su cabeza como la imagen de un manantial de agua para un moribundo que agonizara de sed en el desierto. Oro... Como el oleaje de una lejana tempestad en el mar, en la cueva se elev un murmullo de aprobacin que iba intensificndose. Jim luch contra el ansia de oro que albergaba en su propio pecho de dragn y, una vez ahuyentada sta, sinti que el pnico se instalaba en su lugar. Tena que encontrar la manera de disuadirlos para que no se llevara a la prctica el plan de Bryagh. Por un momen-to, consider la descabellada posibilidad de coger a Angie, con la caja y todo, y echar a correr. Mientras re-flexionaba al respecto, dio en pensar que en fin de cuentas tal vez aqulla no fuera una salida tan desca-bellada. Hasta que no haba visto a Angie al lado de Bryagh y Bryagh tena aproximadamente el mismo tamao que l no haba adquirido conciencia de lo grande que era. Aun asentado en los cuartos traseros, tal como estaba ahora, su cabeza quedaba a ms de dos metros y medio del suelo, de lo que caba

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    deducir que a cuatro patas probablemente medira casi dos metros sin contar la cabeza, a los que habra que aa-dir una longitud igual a cuenta de la poderosa y flexi-ble cola. Si pudiera sorprender un momento a todos los dragones mirando hacia otro lado... Pero entonces cay en la cuenta de que no conoca el camino de salida de aquella red de cavernas subte-rrneas. Supona que la abertura que entrevea en el otro extremo de la cueva conduca a una galera que lo llevara a la superficie, o as pareca asegurarle un vago poso de la memoria de Gorbash. Aun as, no poda fiarse de los recuerdos subconscientes de aquel cuer-po que ahora habitaba, porque si erraba el camino y acababa acorralado con la espalda contra una pared o un pasadizo sin salida, los otros dragones eran capaces de despedazarlo; e, incluso saliendo con vida de aque-lla batalla, Angie se quedara sin la nica persona que poda rescatara. Tena que haber otra forma de me-diar en el curso de los acontecimientos. Esperad un minuto solicit. Un momento! Cllate, Gorbash! bram Bryagh. Cllate t! replic con igual contundencia Jim. Os he dicho que estaba pensando, y acabo de concebir la mejor idea hasta ahora expresada. Vio de soslayo que Angie se incorporaba dentro de la jaula con expresin aturdida y experiment un gran alivio. Aquello le infundi coraje y dobl el volu-men de su voz. El jorge que tenis aqu es una hembra. Puede que a ninguno de vosotros os haya parecido que se sea un detalle importante, pero yo que he estado en la superficie tan a menudo he tenido ocasin de apren-der un par de cosas. Los jorges hembras son a veces de especial valor... Al lado de Jim, Smrgol carraspe produciendo un sonido que recordaba al de un martillo neumtico re-piqueteando contra un sector de cemento particular-mente duro. Rotundamente cierto! tron. Podra ser incluso una princesa lo que aqu tenemos. Para m que tiene un aire como de princesa. En nuestros das la mayora de vosotros ignora qu son las princesas, pero en los viejos tiempos fueron muchos los dragones que vieron asombrados cmo los persegua toda una ban-da de jorges porque resultaba que la jorge que haban apresado era una princesa. Cuando venc al ogro de la fortaleza de Gormely, ste tena una princesa encerra-da con todo su grupo de jorges hembras. Y tendrais que haber visto a los jorges cuando recuperaron a esa princesa. Por lo tanto, si amarrramos a sta a un pos-te, podran enviar a todo un ejrcito contra nosotros para tratar de rescatarla... No, sera demasiado arries-gado. Quiz sera mejor no exponernos y comer... Por otra parte se apresur a decir Jim, si la tratramos bien y nos la quedramos como rehn, en-tonces podramos forzar a los jorges a hacer cuanto pi-diramos... No! bram Bryagh. Es mi jorge y no pien-so permitir... Por mi cola y mis alas! lo ataj Smrgol con la tremenda potencia de sus pulmones Somos una comunidad o una tribu de dragones de pantano? Si esta jorge es de verdad una princesa y puede servirnos para impedir

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    que esos jorges con coraza sigan persi-guindonos por toda la superficie de arriba, eso la convierte en propiedad de la comunidad. Oh s, toda-va veo en los ojos de muchos la sed de oro, pero pa-raos a pensar si el ansia de vivir no es acaso ms impor-tante. Cuntos de vosotros querran enfrentarse a un solo jorge enfundado en su caparazn que le apuntara directamente con su cuerno, eh? Ya se han dicho de-masiadas insensateces. El chico ha tenido una gran idea... Me sorprende que no se me hubiera ocurrido antes a m. Pero, claro, a m no me picaba la nariz y a l s. Voto porque mantengamos a la jorge como rehn hasta que el joven Gorbash haya ido a indagar el valor que tiene para los otros jorges. Qu decs? Lentamente al principio y con creciente entusias-mo despus, la comunidad de dragones vot afirmati-vamente la propuesta de Smrgol. Bryagh perdi com-pletamente el control, profiri juramentos casi a voz en grito durante cuarenta segundos seguidos y aban-don hecho una furia la reunin. Viendo que la diver-sin haba tocado a su fin, los restantes miembros de la comunidad comenzaron a retirarse. Vamos, muchacho dijo jadeando Smrgol al tiempo que se aproximaba a la jaula y la cubra de nue-vo con el tapiz. Recgelo. Con cuidado! Sin prisa, para no zarandear demasiado a la jorge. Ahora sige-me. La llevaremos a una de las cuevas de arriba, las que dan a la pared de afuera. Como los jorges no pue-den volar, no hay de qu preocuparse. Podemos inclu-so dejarla fuera de la jaula para que le d un poco la luz y el aire. Los jorges necesitan ventilacin. Cargando con la jaula, Jim sigui al anciano dragn por varios tortuosos pasillos hasta llegar a una pe-quea caverna con una estrecha abertura; estrecha, naturalmente, desde el punto de vista de un dragn. Smrgol obstruy con una piedra redonda la entrada por la que haban pasado y, tras dejar la jaula en el suelo, Jim se asom al ventanal con intencin de contem-plar el paisaje. La visin que se extenda ante s lo dej consternado: ms de treinta metros de pared cortada en vertical que acababa abajo en un lecho de puntia-gudas rocas. Bueno, Gorbash dijo Smrgol acercndose y enroscando con ademn amistoso la cola sobre los acorazados hombros del dragn ms joven, te has comprometido a realizar un trabajo. Y ahora, hijo, no quiero que te ofendas por lo que te voy a decir. Lo cierto es prosigui tras aclararse la garganta, y que quede entre nosotros, que t no eres muy inteligente que se diga. Todas esas excursiones a la su-perficie que solas hacer y tus relaciones con ese zorro, lobo, o lo que fuera ese amigo tuyo, no fue la clase de educacin apropiada para un dragn adolescente. Probablemente mi deber habra sido tratarte con ms rigor, pero como eres el ltimo de nuestra familia, yo..., bueno, pens que no te causara perjuicio al de-jarte disfrutar de un poco de diversin y libertad en tu juventud. Yo siempre te he respaldado delante de los otros dragones, por supuesto, porque los lazos de san-gre estn por encima de todo, pero la sagacidad no es precisamente tu fuerte... Puede que sea ms listo de lo que piensas re-plic Jim con ferocidad. Vamos, vamos, no seas susceptible. Esto es slo entre t y yo, en privado. No es ninguna desgracia que un dragn sea un poco cabeza dura. Aunque s representa una desventaja en este mundo moderno, ahora que los jorges han aprendido a desarrollar caparazones y largos y acerados

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    cuernos y aguijones. Pero la cuestin que quiero inculcarte es otra, una conviccin que de ningn modo admitira delante de cualquier otro dragn. Si queremos sobrevivir, tarde o temprano vamos a tener que llegar a algn tipo de entendimien-to con esos jorges. Esta guerra constante no parece disminuir sus efectivos y, en cambio, est diezmando nuestras filas. Ah, t no conoces el significado de esta palabra... Por supuesto que lo conozco. Me sorprendes, chico. Smrgol lo mir con asombro. Qu significa pues? Dmelo! La destruccin de una parte considerable de algo, eso es lo que significa. Por el huevo primigenio! Quiz tengas ciertas posibilidades despus de todo. Vaya, vaya. Lo que quera era resaltar la importancia de tu misin. No te sometas a riesgos, sobrino mo. T eres mi nico pariente vivo y, lo digo con todo el afecto del mundo, a pesar de toda esta musculatura tuya, cualquier jorge acorazado con un poco de experiencia podra hacerte pedazos aproximadamente en una hora. Eso crees? Entonces quiz sera mejor no dejarme ver... Eh, eh! No es preciso que te ofendas. En estos momentos, lo que me propongo es tratar de que esta jorge nos revele de dnde viene. Te dejar a ti solo para no asustarla ms de lo necesario. Si no habla, djala aqu, a buen recaudo, y ve volando a ver a ese mago que vive en el Agua Tintinera. Ya sabes dnde es, por supuesto: derecho hacia el noroeste desde aqu. Inicia las negociaciones por su mediacin. T slo dile que capturamos a esta jorge, el aspecto que tiene, y que queremos pactar las condiciones de una tregua con los jorges. Deja que l se ocupe de disponer el resto. Y, hagas lo que hagas Smrgol call un instante para mirar severamente a Jim a los ojos, no vengas a buscarme a la cueva de abajo para solicitar ms consejos. Vete sin ms dilacin. Ya tengo suficien-tes dificultades para mantener el control aqu con el prestigio que an conservo. Quiero dar la impresin de que eres capaz de llevar a cabo esta tarea por ti mis-mo. Entendido? Entendido dijo Jim. Bien. Smrgol se dirigi anadeando a la aber-tura al exterior. Buena suerte, muchacho! le de-se antes de salir volando. Jim oy el batir de sus grandes alas membranosas, que fue apagndose hasta hacerse imperceptible por la distancia. Despus se volvi hacia la jaula, retir el tapiz y descubri a Angie acurrucada en un rincn, lo ms alejada posible de l. Ya pas le dijo con apremio. Soy slo yo, Jim... Rode la jaula buscando algn punto por donde abrirla y en un abrir y cerrar de ojos encontr una puerta con un pesado candado, pero sin llave. A ttulo de experimentacin, agarr la puerta con una gran zarpa y uno de los barrotes de la jaula con otra, y tir. El candado vibr un segundo y se desintegr, el trave-sano de la jaula se rompi en pedazos y la puerta se abri de par en par. Angie dio un grito. Te digo que slo soy yo, Angie! insisti, molesto. Sal, vamos. En lugar de salir, Angie cogi uno de los pedazos del barrote roto y lo empu como una daga, apuntando hacia l el extremo quebrado en agudas astillas. Mantente alejado de m, dragn! lo amena-z. Como te acerques, te voy a dejar ciego! Te has vuelto loca, Angie? grit Jim. Te digo que soy yo! Acaso me ves como un dragn? De eso puedes estar seguro contest con fie-reza Angie.

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    De veras? Pero si Grottwold dijo que... En ese momento pareci como si el techo se des-plomara sobre su cabeza. ... Cuando recobr la conciencia, vio a Angie incli-nada sobre l con cara de preocupacin. Qu ha pasado? le pregunt entrecortadamente. No lo s repuso la joven. De repente te has cado. Jim..., eres realmente t, Jim? S respondi en un estado de estupor. ... dijo Angie. No alcanz a percibir lo que dijo. En su cabeza su-ceda algo singular, como un equivalente mental de visin de doble enfoque que sigue a veces a una conmo-cin cerebral. Tena la impresin de estar pensando con dos mentes a la vez. Porfi por limitarse a una nica va de pensamientos y logr recuperar la unidad mental. Al parecer, le bastaba con esforzarse un poco para superar la duplicidad. Me siento como si alguien me hubiera golpeado la cabeza con un garrote explic. S? Pero si no ha ocurrido nada! En la voz de Angie se trasluca angustia. Slo te has cado como si te hubieras desmayado o algo por el estilo. Cmo te encuentras ahora? Algo confuso respondi Jim. Pese a haber vencido enteramente el impulso de pensar en dos direcciones a la vez, continuaba te-niendo la conciencia de que algo, como una parte desgajada de su mente, se haba instalado en ella, contenido en un rincn. Resolvi no prestarle aten-cin, pensando que, si no le daba importancia, aquella sensacin desaparecera. En su lugar, se concentr en Angie. Y por qu ahora crees que soy yo y antes no? pregunt, sentndose sobre sus posaderas de dragn. Estaba demasiado alterada para reparar en que me llamabas por mi nombre contest la joven. Pero, como seguas utilizando el tuyo y despus has mencionado a Grottwold, de repente me he dado cuenta de que podas ser t, de que tal vez l hubiera tenido la idea de enviarte para rescatarme. Ideas l? Ja! He sido yo el que le ha exigido que te recuperara! Y l me ha asegurado que slo iba a proyectarme, y que probablemente nadie me vera, salvo t. Lo que yo veo es uno de los dragones de aqu. Te has proyectado, en efecto, aunque transfiriendo tu identidad al cuerpo de un dragn. De todas formas no comprendo... Espera un momento dijo Jim. Antes he pensado que deba estar hablando el idioma dragn. Pero, si as fuera, cmo es posible que t me entiendas? En principio, t tendras que hablar, como siempre, ingls. No lo s dud Angie. Lo cierto es que tam-bin entenda a esos otros dragones. Quiz todos ha-blen ingls... No..., no lo hablan. Escucha lo que te digo y, de paso, fjate tambin en los sonidos que pronuncias t misma. Pero si estoy hablando en la modalidad normal, coloquial... Angie

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    call, con una expresin de extra-eza en el rostro. No, tienes razn. Estoy articulan-do la misma clase de sonidos que t. O al menos eso me parece. Te parece. S corrobor con aire pensativo Angie, son los mismos sonidos, con la diferencia de que tu voz es aproximadamente cuatro octavas ms grave que la ma. Los dos debemos de estar utilizando la lengua corriente aqu. Lo extrao es que la usen tanto las perso-nas como los dragones. Muy extrao! recalc Jim. Por no decir imposible! Cmo hemos podido aprender nosotros todo el funcionamiento de una lengua, as sin ms? No tengo ni idea respondi Angie. Podra ser posible, en el caso de una transferencia subjetiva como la que hemos llevado a cabo nosotros para trasladarnos aqu. Tal vez las leyes universales sean distintas aqu y no quepa ms que el uso de un solo idioma, de tal forma que cuando hablamos en este mundo, o lo que quiera que sea esto, formulamos automticamente los pensamientos en ese idioma. No lo entiendo confes, ceudo, Jim. Supongo que yo tampoco lo entiendo. De todas maneras, da igual. Lo importante es que podamos comunicarnos. Cmo te ha llamado ese otro dragn? Gorbash. Por lo visto as se llama el hijo de su sobrina, el dragn cuyo cuerpo ocupo. l se llama Smrgol. Debe de tener casi doscientos aos y ejerce una gran autoridad sobre el resto de los dragones. Pero dejemos eso. Tengo que hacer que regreses y para ello debo hipnotizarte antes. Me hiciste prometer que no permitira que na-die me hipnotizara. Ahora es distinto. Estamos en una situacin de emergencia. Veamos... Dnde podras apoyar el bra-zo? Ah, s, en esa piedra. Acrcate all. Seal uno de los diversos cantos rodados sueltos que haba en la cueva, que tena la misma altura que la cintura de Angie. Ahora indic Jim cuando sta se hubo situa-do junto a la piedra pon el antebrazo encima como si fuera una mesa. Perfecto. Concntrate en regresar al laboratorio de Grottwold. Tu brazo es cada vez ms li-gero. Se eleva, se eleva... Y por qu tienes que hipnotizarme? Haz el favor de concentrarte, Angie. Tu brazo es cada vez ms liviano. Est levantndose. Se eleva, se eleva. Lo sientes ligero. Se eleva... No rechaz categricamente Angie, retiran-do el brazo de la piedra. No se eleva! Y no pienso dejarme hipnotizar hasta haber podido hacerme cargo de la situacin. Qu pasar si me hipnotizas? Estars en condicin de concentrarte por entero en volver al laboratorio de Grottwold y, por consiguiente, retornars all. Y qu ocurrir en tu caso? Oh, dado que mi cuerpo sigue all, en cuanto desee desaparecer de un sitio, como por ejemplo ste en el que nos hallamos ahora, el regreso se

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    producir automticamente. Pero eso se dara en el supuesto de que simple-mente fueras un espritu incorpreo. Ests seguro de que puedes retornar con tanta facilidad estando en otro cuerpo como el de este dragn? Bueno... Jim titube. Por supuesto que s. Por supuesto que no! discrep, algo enoja-da, Angie. Todo esto es por mi culpa. Por tu culpa? Vamos! Naturalmente que no. Grottwold es el... No insisti Ange. Yo soy la responsable. Que no! Puede que ni siquiera Grottwold sea el culpable. Tal vez su equipo tuviera alguna anomala que te ha mandado en cuerpo y mente a este sitio y me ha propulsado a m al cuerpo de este tal Gorbash en lugar de transportarme por entero. Su instrumental funcionaba perfectamente asegur Angie. l se ha limitado a actuar como de costumbre, experimentando sin saber qu hace. Por eso yo soy la nica culpable. Yo saba que l se comporta as, pero no te lo dije porque saba que necesitbamos esos ingresos complementarios; y ya sabes cmo reaccionas t. Cmo reacciono? Pues no lo s contest fe-rozmente Jim. Cmo reacciono? Me habras hecho una escena y te habras preocupado por lo que poda pasar... y no te habra falta-do razn. Pese a todos los ttulos que tiene, Grottwold se comporta con ese equipo como un nio con un juguete nuevo: jugando. Sea como fuere, ya est decidido. Bien dijo, aliviado, Jim. Vuelve a apoyar el brazo en la piedra y reljate... No me refera a eso! -protest Angie. Lo que quera decir es que por ningn concepto pienso regresar sin ti. Pero para volver yo, basta con que desee encontrarme en otro lugar! A ver, prueba. Jim lo prob. Cerr los ojos y se repiti que el ni-co sitio donde quera hallarse era en su propio cuerpo. Cuando abri los ojos, Angie lo observaba con las pa-redes de la caverna como teln de fondo. Lo ves? dijo Angie. Cmo voy a sentir genuinos deseos de irme si t continas aqu? -plante Jim. Para que verda-deramente quiera volver, primero tienes que haberte trasladado t, sana y salva, a nuestro mundo. Dejndote aqu solo, sin saber si lo consegui-ras o no, y no teniendo Grottwold ni la ms remota idea de cmo me mand aqu en primer lugar, de for-ma que quiz sera incapaz de volver a enviarme a esta dimensin? Ah, no! De acuerdo! Entonces dime t qu otra cosa podemos hacer.

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    He estado pensando anunci Angie. En qu? En el mago del que ha hablado el otro dragn, ese con el que tenas que iniciar las negociaciones para canjearme. Ah, s. Ahora bien, t y yo sabemos que esos jorges, las personas que segn parece hay aqu, no me conocen para nada. Lo primero que harn cuando el mago les comunique la noticia de que me han apresado es bus-car quin falta y, naturalmente, no echarn de menos a nadie. Entonces, no siendo yo una de los suyos, para qu van a querer entrar en negociaciones destinadas a recuperarme de manos de los dragones... y menos an avenirse a las concesiones que por lo visto quiere ob-tener de ellos tu to abuelo... Angie precis Jim, no es mi to abuelo. Es el to abuelo de este cuerpo en el que estoy. Da igual. La cuestin es que, una vez que hayan comprobado los jorges que yo no formo parte de su comunidad, no tendrn ningn inters en salvarme. Por lo tanto, cuando vayas a ver al mago... Un momento! Quin ha dicho que voy a ir a algn sitio y dejarte sola? Sabes tan bien como yo que eso es lo que tienes que hacer afirm Angie. Sabes que no tenemos ninguna otra alternativa. Pero cabe la posibilidad, aunque remota, de que ese mago pueda ayudarnos a regresar. Cuando menos, podras ensearle a hipnoti-zarnos a los dos a la vez, de modo que pudiramos vol-ver juntos, o algo... No s! Es la nica opcin de que disponemos, y t lo sabes igual que yo. Tenemos que aprovecharla! Jim abri la boca para argir algo, pero no lleg a pronunciar palabra alguna. Como de costumbre, ella haba puesto en prctica aquella forma de judo verbal que los dejaba a ambos en el mismo bando. Pero y si el mago no quiere colaborar? adu-jo dbilmente. Despus de todo, no tiene por qu ayudarnos. Tal vez, pero puede que hallemos la manera de convencerlo apunt Angie. Tenemos que encon-trarla. Jim volvi a abrir la boca y, una vez ms, la cerr sin haber dicho nada. As que ya puedes irte a buscarlo. Y, cuando lo encuentres, s sincero con l. Explcale claramente cul es nuestra situacin. Pregntale si puede ayudar-nos de alguna forma y de qu manera podemos co-rresponderle nosotros. No tenemos nada qu perder exponiendo sin ambages las cosas. Si bien aquello no le sonaba a Jim a una conclu-sin indiscutible como Angie daba a entender, no pudo menos que reconocer que ella estaba ganando. Y tengo que dejarte aqu mientras tanto? fue cuanto logr objetar. As es corrobor Angie. No me pasar nada. He odo lo que has dicho al final de la reunin en la cueva de abajo. Soy un rehn, demasiado

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    valioso para infligirle daos. Adems, por la forma como ha-blaba ese dragn anciano, el Agua Tintinera no debe de hallarse lejos. Seguramente puedes ir, hablar con el mago y volver en un par de horas. Es aproximada-mente medioda aqu, te has fijado? Puedes enterarte de lo que hemos de hacer y estar de vuelta antes de que anochezca. No. Jim sacudi la cabeza con terquedad. Si te hipnotizo, al menos t volvers a casa. Si empe-zamos a complicarnos por atolladeros como este del mago, quiz no regrese ninguno de los dos. No pienso hacer lo que dices. Pues yo no voy a prestarme a que me hipnotices replic Angie. No voy a dejarte aqu con la duda de que no puedas volver, o de que te ocurriera algo in-cluso peor. Qu vas a hacer, pues? Angie tena la habilidad, pens Jim, de taponar todas las salidas salvo la que ella quera que l adoptase. Conforme cedi por fin a regaadientes. Se dirigi al borde de la pared exterior y, una vez all, se detuvo en seco, vacilante. Qu sucede? pregunt Angie. Se me acaba de ocurrir dijo Jim con voz algo quebrada que, aunque evidentemente Gorbash sa-ba volar, puede que yo no. Podras intentarlo sugiri la joven. Sin duda recuperars instintivamente esa capacidad una vez que ests en el aire. No estoy tan seguro confes Jim, mirando las aceradas rocas que sobresalan a tantos metros ms abajo. De veras que no. Me parece que ser mejor desplazar esa piedra redonda e ir por la ruta interior. No te ha dicho el dragn viejo... cmo se llama...? Smrgol. No te ha advertido que no volvieras a la cueva de abajo? Y si te lo encuentras por el camino y ahora te dice que no vayas? Adems, cabe la posibilidad de que el Agua Tintinera est tan lejos que tengas que vo-lar necesariamente para llegar all. Cierto reconoci con voz cavernosa. Volvi a plantearse las alternativas y, no viendo otra, se estre-meci y cerr los ojos. Bueno... all va un conde-nado. Salt al vaco y comenz a agitar violentamente las alas. El aire silbaba a su alrededor, igual que lo hara tanto si volaba como si caa a plomo. Cuando tuvo el convencimiento de que estaba cayendo, en su cabeza se produjo una imprevista y muda explosin y enton-ces sus alas se desplegaron y comenzaron a hallar resistencia. Notaba el choque del aire bajo sus membra-nas oponindole la misma resistencia que el agua a un remero. Empez a sentir un atisbo de esperanza. De haberse precipitado hacia el suelo, a esas alturas proba-blemente ya habra topado con l. Aun as, caba la po-sibilidad de que sus esfuerzos no hicieran ms que demorar el descenso, alterando ligeramente la trayectoria vertical que de todos

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    modos concluira en la base de la pared. Incapaz de soportar por ms tiempo los interrogantes, abri los ojos y mir. 4 Una vez ms, al igual que cuando haba gritado al ver a Angie, haba subestimado las posibilidades de un dragn. El suelo no iba a su encuentro. Muy al contrario; all abajo adverta, bien distantes, escuetos retazos de bosque alternados con zonas descampadas. Se en-contraba como mnimo a una altura de seiscientos me-tros y todava continuaba remontndose. Par un momento, y sus alas se inmovilizaron au-tomticamente en posicin de planeamiento. Aun as, no perdi altura. Entonces cay de pronto en la cuen-ta de que estaba elevndose, aprovechando instintiva-mente el impulso ascendente del aire clido de una co-rriente trmica, a la manera como lo hacan quienes viajaban en globo o en planeador o las aves de gran en-vergadura en su propio mundo. Claro! Se reprendi mentalmente por no habrsele ocurrido antes. Las aves de grandes dimensiones eran ante todo animales planeadores, debido al gran esfuerzo que les requera volar. Ahora recordaba haber odo decir que la mayo-ra de los halcones y guilas pertenecientes a especies mayores rehusaban volar en los das en que no sopla-ba ni una brizna de viento. El mismo comportamiento tena que ser aplicable, y con ms motivo, a los dragones, debido a su enorme peso. Igual que el len, capaz de llevar a cabo una ve-locsima arremetida cubriendo una distancia corta, sin duda la poderosa musculatura de un dragn le posibi-litaba remontarse con rapidez en el aire, pero, llegado a cierta altura, deba limitarse a sacar partido de los vientos y corrientes trmicas disponibles. Al parecer, dicho aprovechamiento era un acto maquinal para el cuerpo de Gorbash. Comprob que, sin ser consciente de ello, se haba situado de tal forma que el sol quedaba a su derecha, entre el hom-bro y la cabeza, adoptando el pertinente rumbo no-roeste que lo alejaba del despeadero donde haba alzado el vuelo. A lo lejos, en la lnea del horizonte, se extenda, muy verde, el linde de un vasto bosque. Viendo que sin fatiga se acortaba constantemente la distancia que lo separaba de l, comenz a disfrutar de aquel viaje. Si bien no eran aquellas circunstancias precisa-mente idneas para entregarse al placer, y menos es-tando Angie prisionera en una cueva, Jim deba luchar tanto contra el bienestar que lo embargaba a su pesar, que opt por relajarse y ceder a su influjo. En primer lugar, el sol acababa de dejar atrs el cnit de un es-plndido da de finales de primavera o principios de otoo. El cielo, de un azul resplandeciente, estaba mo-teado aqu y all de la reducida cantidad necesaria de pequeas y vaporosas nubes que servan para resaltar la belleza del da en su conjunto. Gracias a la visin telescpica que, adems de la inclinacin a planear, al parecer tambin compartan los dragones con las grandes aves de presa y aun a seiscientos metros del suelo, perciba los pramos cubiertos de tojos, los bosquecillos de pinos y robles, todo el paisaje, imbuido de una especie de pureza virginal. Con el agudo sentido del olfato de Gorbash, Jim distingua incluso la tenue mixtura de olores vegetales que ascenda del suelo, y una ligera sensacin de ebriedad se apoderaba de l al aspirar los aromas.

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    Se senta pictrico de fuerza y poder, invadido de una euforia casi temeraria. De hecho, no le hubiera costado gran cosa volver y, en caso de ser necesario, enfrentarse al resto de la comunidad de dragones para liberar a Angie. El resabio de pensamiento duplicado instalado en un recoveco de su mente pareca curio-samente seguro de que ninguno de los dems poda igualarlo volando. Al considerar con asombro lo que ha-ba detrs de aquella impresin, record que Smrgol e incluso Bryagh haban mencionado el hecho de que Gorbash pasaba ms tiempo en la superficie de lo que era normal en un dragn. Acaso al haber per-manecido ms tiempo fuera de las cavernas y haber volado con ms frecuencia, Gorbash se hallaba en me-jores condiciones fsicas que los otros? Aqulla era una pregunta para la que careca de res-puesta, pero que trajo consigo toda la retahila de in-terrogantes suscitados por la increble aventura que vi-va. Ese mundo contena ms elementos irreales de los que poda concebir cualquiera que estuviera en su sano juicio. Los dragones, y ms an dragones con ca-pacidad de habla, eran algo inimaginable. Ahora bien, aquel mundo deba gobernarse por un conglomerado de leyes fsicas y biolgicas que hicieran posible todo aquello; y alguien con un doctorado en historia, que adems haba asistido a un buen nmero de cursos de ndole cientfica, debera ser capaz de deducir cules eran esas leyes y, una vez descubiertas stas, utilizarlas en provecho propio y de Angie. Aunque inicialmente l habra jurado que el idio-ma habra sido un obstculo de primer orden en ese otro mundo, la realidad apuntaba todo lo contrario. Cuanto ms pensaba en ello, ms se acrecentaba su certeza de que l, metido en ese cuerpo de Gorbash, no hablaba ahora ingls moderno... ni cualquier otra variante de ingls. Al parecer, hablaba la lengua de los dragones sin la ms mnima dificultad; si bien los ca-nales mentales que parecan traducir eso al ingls moderno al ingls coloquial moderno, para ser ms precisos eran, cuando menos, asombrosos. Como medievalista, Jim estaba capacitado para hablar y leer ingls antiguo y premoderno, y en su condicin de doctor lea y era capaz de hacerse entender en francs y alemn modernos. Al margen de esos idiomas, po-sea ciertas nociones de espaol moderno, saba algu-nas palabras de italiano moderno y era un buen cono-cedor de todas las lenguas romnicas en sus estadios medievales. Finalmente, lea con facilidad tanto el la-tn clsico como el eclesistico y poda interpretar un texto en griego clsico con la ayuda de un diccionario. En resumidas cuentas, posea un bagaje nada des-deable para cualquiera que se aventurara en uno u otro perodo de la Edad Media europea. Lo malo era que, por lo visto, nada de ello iba a servirle. No eran los saberes objeto de su mayor inters los que iban a serle de utilidad all, sino aquellos que no lo haban atrado tanto. De todas formas, todo entorno operati-vo tena que regirse por medio de un sistema lgico, y si mantena los ojos bien abiertos e iba hilando cabos... Sigui planeando sin detenerse, sumido en inten-sas cavilaciones. Estas, sin embargo, acabaron deri-vando en un crculo vicioso que no conduca a ningu-na parte. Reconociendo que sencillamente careca de los datos suficientes para llegar a alguna conclusin, renunci a pensar y volvi a contemplar el paisaje que se suceda bajo l. El bosque no estaba evidentemente tan cerca como haba credo al principio. Aun cuando verdade-ramente cubra terreno a una marcha considerable con una velocidad que calcul entre los ochenta y los ciento veinte kilmetros por hora la verde franja de rboles todava se

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    encontraba a lo lejos. Por otro lado, no tena la menor sensacin de cansancio. En realidad, se senta como si pudiera prolongar de modo indefinido el vuelo. Observ que, paradjicamente, no notaba el menor indicio de hambre, y ello lo llev a preguntarse qu comeran los dragones. No, se apresur a cortar con aprensin tal derrotero de pensamientos; no, de ninguna manera deban de comer seres humanos. Si se hubiera sido el alimento habitual de los dragones, ahora debera estar hambriento. Tal vez el mago pu-diera asistirlo en lo tocante a alimentos as como en los medios para poder regresar a casa en compaa de Angie. Ahora comenzaba a aproximarse por fin al bosque y ya distingua, destacadas unas de otras, las formas de los rboles. Los pinos, piceas y blsamos componan juntos una tupida espesura. Por primera vez, concibi una duda. Si tena que buscar por ese bosque a pie... Pero enseguida se tranquiliz. l no tena por qu conocer el emplazamiento exacto de Agua Tintinera, ya que de lo contrario Smrgol no habra especificado que se encontraba al noroeste. Tambin haba que te-ner en cuenta que, dada la pobre opinin que tena el anciano dragn respecto a la inteligencia de Gorbash, de haber sido un sitio difcil de localizar le habra dado unas explicaciones ms detalladas y se habra asegura-do de que su sobrino las haba asimilado bien. Posiblemente habra algo que pudiera distinguir desde el aire, pens Jim, al tiempo que iniciaba el descenso trazando una larga trayectoria curvada que acabara en las proximidades de las copas de los r-boles. De repente lo vio: un diminuto claro entre la espe-sura atravesado por un arroyo que se verta en cascada en su extremo superior. Junto al curso de agua haba un estanque con una fuente y una casita de tejado sin-gularmente estrecho y puntiagudo rodeada de csped y arriates de flores solamente interrumpidos por un camino de grava que comunicaba el lindero de la den-sa arboleda con la puerta principal de la casa. Al lado de sta, en la orilla del sendero, se alzaba una especie de letrero. Jim se pos en el camino provocando un ruido sordo. En el silencio que sigui a su brusco aterrizaje, oy ntidamente el sonido del agua de la fuente precipitn-dose y salpicando en el estanque. Era realmente como un tintineo, no el de un repique de campanas, sino se-mejante a las frgiles y distantes notas de las campa-nillas de un carilln de cristal sacudido por una leve brisa. Al murmullo, en extremo sedante, venan a su-marse los aromas que exhalaban los macizos de flores, de tal forma que de pronto Jim sinti como si se hu-biera sumergido en un lugar de ensueo donde nada era real y, por tanto, nada tena tampoco una especial importancia. Avanz lentamente por el sendero y se detuvo a leer el cartel de delante de la casa. El cartel en s era una tosca tabla pintada de blanco con trazos negros encima. La estaca en que se apoyaba surga de entre una exuberante profusin de steres, tulipanes, zin-nias, rosas y lirios, todos en flor en completo desajuste con su estacin normal de floracin. El tabln rezaba S. Carolinus en negras y angulosas letras. Jim se aproxim a la puerta y se par sobre un nico escaln de piedra que estaba pintado de rojo. Llam y no obtuvo respuesta.

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    A pesar de la apaciguadora influencia de la fuente y las flores, Jim tuvo un sentimiento de angustia. Tena que ser mala suerte llegar a la residencia de S. Caroli-nus justo cuando ste se encontraba ausente. Volvi a llamar, con ms contundencia esa vez. Oy un sonido de pasos apresurados en el interior de la casa y entonces la puerta se abri hacia adentro y un anciano de rostro enjuto con tnica roja, bonete negro y una fina barba bastante sucia asom la cabeza y lo mir con enojo. Perdone. Hoy no es mi da de dedicacin a los dragones! espet. Vuelva el martes. Acto seguido, retir la cabeza y cerr de un portazo. Jim permaneci inmvil un momento, hasta que su cerebro asimil la situacin. Eh! grit, aporreando la puerta con parte de su fortaleza de dragn. sta se abri con furia una vez ms. Dragn! exclam el mago con tono amena-zador. Te gustara convertirte en escarabajo? Tiene que escucharme insisti Jim. Ya le he dicho que ste no es el da en que atiendo dragones explic Carolinus. Adems, me duele el estmago. Entiende? Hoy no atiendo dragones! Pero si yo no soy un dragn! Carolinus se qued mirndolo durante un prolon-gado momento y luego se ech la barba hacia arriba con ambas manos en un gesto de exasperacin y, al caer sta, atrap unas cuantas hebras entre los dientes y se puso a masticar el pelo con furia. De dnde diantre pregunt ha sacado un dragn el cerebro para desarrollar la imaginacin ca-paz de sostener la ilusoria creencia de que no es un dragn? Contestadme, oh Poderes! La informacin es, si no fsicamente, s psicol-gicamente correcta -repuso una profunda voz de bajo que brot a su lado a una altura aproximada de un metro y medio del suelo, la cual produjo un gran sobresalto en Jim, que haba considerado la pregunta como una simple exclamacin. Es eso cierto? inquiri Carolinus, mirando a Jim con renovado inters. Escupi el par de cabellos que an le quedaban en la boca y dio un paso atrs, abriendo la puerta. Entra, Anomala... O tienes un nombre mejor por el que se te pueda llamar? Jim pas con apretura bajo el dintel y se hall en una sala que ocupaba la totalidad de la planta baja, abarrotada de muebles y extraos instrumentos de al-quimia dispuestos sin orden ni concierto. S. Carolinus cerr la puerta y fue a situarse delante de Jim. Este se sent sobre sus cuartos traseros, agachando la cabeza para no chocar contra el

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    techo. Bueno, mi verdadero nombre es James... Jim Eckert dijo. Pero parece que estoy habitando el cuerpo de un dragn llamado Gorbash. Y esto seal S. Carolinus, masajendose el vientre con una mueca de dolor te tiene inquieto, supongo. Cerr los ojos y aadi dbilmente-: Sabes de algo que remedie un constante dolor de es-tmago? Por supuesto que no. Contina. Me temo que no. Bien, lo cierto es que... Espere un momento. Usted habla dragn o soy yo el que est utilizando su idioma? En el supuesto de existir una lengua llamada dragn respondi malhumoradamente S. Caroli-nus, no cabe duda de que ests utilizndola. Si t hablaras en ella, yo la habra adoptado para hablar contigo, naturalmente. En realidad estamos hablando, y basta. Vas a mantener el hilo de la conversacin? Sigue exponiendo tu caso. Pero, lo que quera preguntar es si los dragones y las personas de aqu... los jorges, quiero decir... ha-blan el mismo idioma. Me refiero al hecho de que, al parecer, yo est hablando en su lengua y no en la ma... Y qu tiene eso de raro? replic Carolinus, cerrando los ojos. En el dominio de los Poderes slo existe una lengua posible, por definicin. Y si no te atienes a la cuestin que nos ocupa, dentro de cinco segundos te habrs convertido en escarabajo. Oh. De acuerdo. El caso es expuso Jim que no estoy tan interesado en salir de este cuerpo de dragn que ocupo como en regresar al lugar de donde he venido. Mi... eh... Angie, la chica con quien voy a casarme... S, s, el trece de octubre lo interrumpi Carolinus con impaciencia. Sigue. Pero... tan pronto? No pensbamos... Carolinus abri los ojos y no fue necesario que mencionara a los escarabajos para que Jim compren-diera de inmediato. Angie... se apresur a reanudar. Que est dnde? volvi a interrumpirlo Carolinus. T ests aqu. Dnde est Angie? En la cueva de lo