GREGOR VON REZZORI la hermana (foto de la obra del autor Flores en la nieve) Paul Celan (1920-1970),...

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GREGOR VON REZZORI: LA ESCRITURA, ÚLTIMO RECURSO DEL FRACASO

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GREGOR

VON REZZORI:

LA ESCRITURA, ÚLTIMO

RECURSO DEL FRACASO

GREGOR VON REZZORI: LA ESCRITURA, ÚLTIMO RECURSO DEL FRACASO

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«Mi único mérito es el de ser un sobreviviente. No sólo por ser un austriaco de la vieja

época, sino por ser, simplemente, un viejo. Soy austriaco de un modo bastante singular:

una mezcla compuesta por varios “troncos genealógicos”, por elementos étnicos muy

disímiles. Y rumano soy, entre otras cosas, por mi actitud frente al mundo: porque no creo

en nada, es decir: creo en todo.»

Gregor von Rezzori, entrevistado en 1994 por Catrinel Plesu (La risa: un arma contra

los demonios).

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ÍNDICE

BIOGRAFÍA ………. 4

ESCRIBIR COMO SALVACIÓN … 12

EL EPOCHENVERSCHLEPPER ………. 15

MEMORIAS DE UN ANTISEMITA … 18

LA HUELLA DE LO JUDÍO …… 22

EL VIRUS DEL ANTISEMITISMO .. 25

OBRAS DE REZZORI EN ESPAÑOL …….. 30

REZZORI EN INTERNET ……… 35

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Gregor von Rezzori,

escritor de ninguna parte.

Escritor, pintor, actor y lo que denominamos bon vivant,

Gregor von Rezzori (1914-1998) fue un personaje de las

novelas de Entreguerras. Lo podríamos encontrar en

algún relato de Roth, Zweig, Musil o Mann como el

aristócrata que se adapta a un mundo cambiado. Fue un

apátrida. Natural de Chernovitz, en la región de Bucovina

(parte del Imperio Austro-Húngaro, después Rumanía y

actualmente Ucrania) su cultura proviene de esta conocida

entonces como “pequeña Viena”. Emigró cuando su

familia, estirpe de funcionarios austro-húngaros, perdió

tras la Gran Guerra su forma de vida.

Inicia su carrera literaria en la Alemania nazi

escribiendo relatos ligeros y humorísticos que le granjean

cierto éxito. Influido por las obras de Nabokov, Musil,

Joyce, Mann o Céline, tras la guerra decide dedicarse a la

literatura en serio. En su juventud compartió el

antisemitismo común a casi toda la sociedad europea y así

lo plasmó. Chernovitz era una ciudad centro de una

importante comunidad judía. Desaparecería asesinada

durante el Holocausto.

Hoy día se reconoce la importancia como escritor de von

Rezzori; su expresión irónica; la visión de la realidad

decadente; la descripción certera de una sociedad

enferma. Jamás fue tenido en cuenta como un grande de

la escritura, desdeñado además por la crítica. Desde hace

algunos años la revisión de su obra desmiente este

postergamiento.

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Biografía

Gregor Arnulph Hilarius d’Arezzo nació en mayo de 1914 en lo que Stefan

Zweig definió como “un mundo de ayer”. Lo hizo en la actual Chernivtsi

(Bucovina, Ucrania), entonces en alemán Czernowitz o en yiddish Chernovitz,

una ciudad próspera parte del Imperio Austro-Húngaro1. Su padre era Hugo von

Rezzori d’Arezzo, un barón austriaco con ciertas deudas, ingeniero funcionario de

la administración imperial en la ciudad. Su

madre fue Claire von Franck-Schlackenwerth,

una mujer de ascendencia irlandesa y rumana.

Una hermana de Gregor, Ilse, falleció cuando

éste tenía 18 años, lo que le marcó. Gregor, al

que llamarán también Grisha desde su niñez,

fue educado al contrario de la moda imperante

entonces, la cultura francesa, viviendo en un

ambiente femenino y “a la inglesa”, con unos

valores más tradicionales pero cosmopolitas.

Su padre, declarado pangermanista, dedicaba

sus días a leer, la hípica, cazar, el brigde y los

largos paseos, gustos elitistas que heredará

Gregor.

Tras la Gran Guerra, Chernovitz y la Bucovina pasan a ser parte del Reino de

Rumania, nacionalidad que tendrá entonces la familia Rezzori. Las posibilidades

de que continuase la estirpe Rezzori al servicio de la administración se cerraron

por ser una familia de ascendencia austriaca en la nueva Rumanía. Encontramos

así una historia parecida a la de los Trotta en La marcha Radetzky o La cripta de

los capuchinos de Joseph Roth, incluyendo la ascendencia italiana de ambas

familias:

«Si no hubiera ocurrido la Primera

Guerra Mundial, mi vida habría tomado

un bien trazado curso: como mi padre,

mi abuelo y mi bisabuelo, me habría

convertido en funcionario de la

administración real e imperial del

Imperio Austro-Húngaro, trepado

discretamente, escalón por escalón, a

las alturas de una honrosa carrera y

alcanzado a su debido tiempo un retiro

relativo, dedicado principalmente a los

placeres de la pintura en acuarela.»

(Rezzori, Así me hice escritor).

1 La guía ha sido elaborada a partir del monográfico que la revista mexicana Crítica dedicó a von

Rezzori en julio de 2014. Consultable en http://revistacritica.com/tag/gregor-von-rezzori y

descargable en pdf en http://www.enriquevilamatas.com/pdf/RevistaCriticaJulio2014vonRezzori.pdf

Si no se dice lo contrario, todas las referencias de las citas que van al final de las mismas entre

paréntesis corresponden a esta obra.

Postal con imagen de Chernovitz en 1913

El padre de Gregor von Rezzori

posando en una cacería (foto de la

obra del autor Flores en la nieve)

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La Bucovina es un espacio en la vertiente norte de los Cárpatos y sus llanuras

contiguas. De 1775 a 1918 fue región del Imperio Austro-Húngaro,

posteriormente y hasta 1940 del Reino de Rumanía. En 1940 por el Pacto

Molotov-Ribbentrop pasó a ser de la Unión Soviética. Con la invasión nazi caerá

bajo administración rumano-alemana hasta finales de la guerra. En la actualidad

es parte de Ucrania tras la desmembración de la Unión Soviética en 1991.

Estudió en colegios de Brasov, Fürstenfeld y

Viena, donde en su universidad, tras probar con

Ingeniería de Minas, se graduará en Bellas Artes.

En 1930 marcha a Bucarest, viviendo allí hasta

1938 de escaparatista hasta que decide irse a Viena,

conociendo a una joven judía que le abrirá el

mundo cultural ya decadente de la ciudad

(inspiración del relato Juventud dentro de

Memorias). Allí es testigo del Anchluss y las

persecuciones antisemitas, como le narrará a su

amigo el escritor y director de cine Volker

Schlöndorff, en Viena ve desfilar a Hitler en coche

descapotable, aclamado por la ciudad:

«Todo lo que entonces se me ocurrió acerca de él fue que tenía el mismo aspecto que en

sus fotografías (…) Hubieran podido sacar a desfilar un retrato en tamaño natural. La

magia no estaba en la persona, estaba en la imagen.» (Schlöndorff, Un hombre sobrevuela

su vida).

Todavía en 1938 viaja con su

pasaporte rumano al Berlín nazi,

para probar suerte como

escenógrafo, guionista o

ayudante de producción. Al ser

ciudadano de un régimen aliado

–el del general Antonescu con

la Alemania de Hitler- pudo

vivir con relativa tranquilidad

los años de la guerra, trabajando

hasta mediados de los

Cincuenta como guionista en la

Nordwestdeutscher Rundfunk y

siendo autor de algunas

novelitas cortas sentimentales,

en principio confundido con una

tal “señorita von Rezzori” y

gracias a que su casera de la pensión donde vivía había pasado unos apuntes

manuscritos del autor a la revista Die Dame:

«Si la Segunda Guerra Mundial no me hubiera hecho abandonar mi país nativo, la

remota Bucovina, y llevado bajo una lluvia de bombas de lugar a lugar hasta la

igualmente lejana Hamburgo en el norte de Alemania, habría tenido la oportunidad de

aprender un oficio y ganarme la vida de un modo más convencional. Fue debido a que yo

Ilse, la hermana (foto de la

obra del autor Flores en la

nieve)

Paul Celan (1920-1970), un grande de las

letras que como Rezzori también nació en

Chernovitsi.

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estaba desocupado y aburrido que tomé una pluma y escribí un cuento. Alguien lo leyó,

le gustó y lo envió a un editor. Así me convertí en escritor.» (Rezzori, Así me hice

escritor).

Siguió escribiendo en la revista Berliner Illustrierte. Algunas voces posteriores

acusaron a Rezzori de condescendencia con el nazismo. En 1985 el escritor

húngaro Stephen Vizinczey publicaba una

reseña de La muerte de mi hermano Abel

de Rezzori donde le acusaba de

connivencia con el nazismo, preguntándole

de manera directa cómo se ganaba la vida

en aquella época. Está comprobado que

Rezzori se dedicó a escribir novelas

románticas para poder vivir y pagar la

pensión donde se alojaba. Despreciaba a

los nazis, de los cuales además sólo recibió

insultos. En el verano de 1938 unos

camisas pardas le insultaron en la calle por

“decadente”, en 1945 las autoridades nazis

le confiscaron un manuscrito en el que

trabajaba y ese mismo año quisieron enviar

a su madre al frente del Este como

“campesina” cuando la Bucovina fue invadida por los soviéticos y la población de

ascendencia alemana huyó.

En un diario no publicado del que se descubrieron algunas notas en 2004,

Rezzori daba su opinión de los alemanes durante los bombardeos de agosto de

1943. De esas palabras también deducimos que los alemanes en general no

tuvieran buena opinión del autor:

«En el fondo de sus corazones o por razones banales de su entendimiento, todas estas figuras vestidas de sport para afrontar su camino hacia la muerte, en pie o echadas en tumbonas de colores vivos y alegres y provistas de abrigos de piel, termos con bebidas calientes, cochecitos de niño y jaulas para pájaros, todas ellas, con sus cabezas entre los omoplatos y con la mirada fija puesta en el trayecto que marca el zumbido de los motores sobre los techos de los sótanos don­ de almacenan las patatas y que se sostienen con vigas gruesas como un brazo, todas ellas están convencidas en secreto de la profunda necesidad de la guerra, bien sea por motivos místico­metafísicos (vaya montón de vaguedades se vierten para su justificación), bien porque en ellas han arraigado las más eficaces de todas las palabras de la propaganda, y a saber: “Bueno, si perdemos esta guerra, entonces.....” (aunque nadie pueda decir para qué se ha empezado entonces) o bien porque el señor Jenofonte [Heráclito] afirmó que la guerra es la madre de todas las cosas (¡así que cuidado con aquel que se atreva a ponerlo en duda!). Se trata de un misterio. Incluso en el cuarto año de la guerra y muerto de miedo por la revancha que le espera, en el fondo de su alma un alemán no deja de ser un alemán. El casco de acero (equiparable en su eficacia frente al peligro de los bombardeos aéreos más o menos a los collares de coral de los maoríes frente a los terremotos) sobre estas cabezas de cabello rapado en punta resulta ser un símbolo: nada puede sentarle mejor, ninguna influencia forastera debe enturbiar la conjunción de lo no digerido y medio digerido, pomposo, supersticioso, arrogante, palurdo, inmaduro, pubescente, bochornoso, obsesivo, ambicioso y lerdo del espíritu alemán. Heil!» (Martí-Menzel, El último de los sonámbulos austrohúngaros)

El autor en Berlín en 1939 con 21 años

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Cuando los rusos

avanzaron hacia Berlín,

Rezzori temió por su vida.

Había vivido los intensos

bombardeos sobre Alemania

y ahora podía caer en manos

soviéticas, pasará entonces

al lado anglo-

norteamericano. Siendo

oficialmente apátrida no

será apenas molestado por

los Aliados. Aquella época

la recordará posteriormente

Rezzori por una insaciable

sed lectora ante la falta de

trabajo. En los refugios de los bombardeos leerá clásicos como los maestros rusos

Chejov, Tolstoi o Dostoiveski. También le interesará Goethe, Thomas Mann y en

especial Robert Musil (El hombre sin atributos será uno de sus libros de cabecera)

y Vladimir Nabokov, colaborando en la traducción alemana de Lolita. En este

escritor ve una influencia para su propia escritura:

«No leí a Nabokov hasta tarde. Pero cuando había empezado a escribir la primera

versión de “Abel…” leí “Pálido fuego” de Nabokov y dejé de escribir, porque me

pareció que ahí estaba ya el libro que yo quería escribir, y escrito de la mejor manera

posible. Más adelante, colaboré en la traducción de “Lolita” al alemán y me di cuenta

de que jamás alcanzaría la habilidad casi medieval de Nabokov.» (Rezzori, Así me hice

escritor).

Inmediatamente tras la guerra, trabajará

para la nueva radio creada por los

británicos en Berlín y además transmitirá

los Juicios de Nuremberg desde Radio

Hamburgo. Rezzori criticará estos juicios

como una gran farsa, puesto que defenderá

que el germen nazi seguía presente en la

sociedad alemana a pesar de la derrota

militar, pero no se hacía nada no obstante

la grandilocuencia de las sentencias de

algunos de los principales jerarcas

hitlerianos. En una entrevista hecha por

Bruce Wollmer en 1988 para la revista

Bom 24 explicará esta posición que sus detractores calificarían como ambigua,

con unas palabras que hoy parecen proféticas vistos los acontecimientos actuales:

«Quiero decir que se han empezado muchas guerras por causas justas, pero nunca tan

justas como la lucha contra el fascismo y contra Hitler. El problema era que uno también

era consciente de que no había sido erradicado, sólo pulverizado, disperso. Mi sensación

es que en lugar de preservar hoy en día la idea de un dictador satánico o de un grupo de

gente malvada –los acusados de Nuremberg, muchos de ellos- que desmoralizó a una

nación entera, hoy todo eso se ha pulverizado, y cada uno de nosotros carga dentro de sí

un poco de ese veneno [del nazismo]; en lugar de 18 millones de nazis, hay hoy en este

Practicando la equitación en los años 30

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mundo, quizá, 500 millones de nazis potenciales, si no es que más.» (Wollmer, Escribir

es buscar el misterio de vivir muchas vidas en una sola).

Rezzori consigue una posición económica consolidada en Alemania gracias a

sus colaboraciones en el cine, la radio (donde tendrá un programa de humor muy

escuchado), diversas revistas y, por primera vez, su trabajo de escritor agudo y

ocurrente. Al principio ser escritor es otro oficio más para ganarse la vida,

adquiriendo cada vez más y más nombre cuando vende como best sellers sus

Historias de Magrebinia, relatos breves costumbristas de un supuesto país entre

Oriente y Occidente de Europa, muy al estilo de las novelas románticas iniciales,

pero jamás pensó por aquel entonces en la literatura como un oficio permanente,

serio:

«Debo decir que cuando era joven jamás se me pasó por la cabeza que llegaría a ser

escritor. Estudié Ingeniería de Minas, imagínese. Llegué a la escritura por accidente y a

una edad madura. Nunca pensé que tuviera la necesidad de expresarme, pero es obvio

que, de una manera u otra, la tenía […] No tenía otra cosa que hacer, así que un día me

senté y escribí una historia. Alguien la cogió y la envió a una editorial. De inmediato

quisieron que escribiera otra, cosa que hice. Porque pensé, Dios mío, es una manera muy

agradable de ganar dinero.» (Wollmer, Escribir es buscar el misterio de vivir muchas

vidas en una sola).

En Alemania tiene éxito pero pronto le encasillan como escritor de folletines,

ligero, popular; un autor jocoso que se atreve incluso a contar chistes de alemanes

y judíos cuando tras lo ocurrido y debido a la culpa colectiva del país se era muy

cauto en ello:

«Como resultado –ya saben cómo son los alemanes-, a partir de ese momento me

clasificaron y pasé a ser “el magrebinio”. […] Fue un éxito rotundo. Jamás me lo quité

de encima; escribiera lo que escribiera después., se leía en la clave incorrecta, digamos;

la gente siempre esperaba que fuera satírico y contara chistes.» (Wollmer, Escribir es

buscar el misterio de vivir muchas vidas en una sola).

Su posterior Guía para idiotas a través de la sociedad alemana (1962)

consolida su total desprecio por la crítica literaria alemana y su encasillamiento

como escritor liviano. Rezzori confesará estar dolido por este encasillamiento,

teniendo en cuenta que la crítica alemana conocía su producción literaria

posterior. Así aparece en una entrevista concedida a Der Spiegel con motivo de la

publicación de su Murmuraciones de un viejo en 1994:

«Uno se rompe los dedos escribiendo e intenta producir literatura, y luego los

periodistas dicen: “Vaya, nos alegra saber que el viejo magrebinio sigue vivo […] ese

cuño resulta, a la larga, molesto. Es como con los chistes judíos: cuando alguien habla

yiddish, todo el mundo espera que diga algo cómico. Pero es algo que yo mismo me he

buscado. Todos piensan que a mí no se me puede tomar en serio.» (Saltz Wedel & Stolle,

Soy un diletante).

Harto de ello y divorciado de su primera esposa, Rezzori se marcha del país

definitivamente dedicándose a viajar por Europa y Estados Unidos; escribiendo

borradores; cultivando al tiempo una imagen de play boy cosmopolita y culto.

Hablaba alemán, rumano, italiano, polaco, ucraniano, yiddish, francés e inglés. En

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unos ingeniosos “aforismos del dandy” Rezzori explica las razones para cultivar

esa imagen elitista, reservada y al mismo tiempo sofisticada:

«Te tendrán por un bohemio debido a tu aparente indiferencia para con las opiniones de

los demás y por tu gusto en hacerte el diletante. En realidad, no hay nada que debas

convertir en objeto de tus reflexiones de un modo más hondo que la opinión que los demás

tienen de ti, ya que es esa opinión la que te hace. Presérvala tanto con tu actitud como con

tu traje, olvidándola tras acabar el aseo más esmerado.» (Rezzori, Monólogo del

desorientado).

Su imagen aparecerá en no pocas ocasiones en la prensa del corazón debido a

sus devaneos amorosos, cual galán cinematográfico. Criticará impenitentemente a

los alemanes. José Aníbal Campos, germanista y a su vez traductor de varios

libros de Rezzori, cree que la relación entre éste y Alemania es una constante en

su literatura, ambivalencia de amor y odio:

«Rezzori odiaba Alemania con la rabia del hombre profundamente ofendido, del hombre que

confiaba en que se le acogiera en su patria y luego quedó profundamente decepcionado. Sin

embargo, yo creo que en esto pasó por alto lo mucho que le debe a Alemania. Porque el

cuestionamiento crítico que siempre experimentó en este país fue un desafío y un estímulo

extremo para su creatividad.» (José Aníbal Campos, El odio como estímulo de la creatividad).

También tuvo duras palabras contra lo que quedaba de la aristocracia

centroeuropea –de la que él supuestamente provenía y de la que escribe- por

extinguirse sin luchar ni aportar en su defensa nada de valor, sólo pedantería. Fue

muy crítico con lo que definía como “nuevo americanismo”, traducido en la

superficialidad y el materialismo impuestos por Estados Unidos en la Europa

destruida por la guerra, a costa de una cultura milenaria perdida. Pensaba que ya

los nazis, en sus maneras y superficialidad, también habían estado

“norteamericanizados”:

«Bueno, mi agresividad no va dirigida contra Estados Unidos ni contra los

norteamericanos, sino contra el norteamericanismo, que es esencialmente un fenómeno

europeo. Personalmente me encanta y admiro Estados Unidos. Estados Unidos no ha

matado la cultura europea. La cultura europea tal vez se haya suicidado durante la

Primera Guerra Mundial.» (Wollmer, Escribir es buscar el misterio de vivir muchas

vidas en una sola).

Bromista fino e impenitente, en sus declaraciones y obras será sarcástico sobre

la comicidad de los, presuntos, valores étnicos de alemanes, rumanos, polacos,

ucranianos y judíos, tirando sus dardos a lo que consideraba mundos

absurdamente cerrados. Compendio de todo ello y de la mejor literatura es su obra

cumbre, La muerte de mi hermano Abel, publicada en 1976. También lo vemos en

Edipo en Stalingrado (1954) y por supuesto en Memorias de un antisemita

(1979).

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Desde los años Setenta publica novelas, redacta guiones para el cine e incluso

participa como secundario en algunas películas italianas, francesas y alemanas. Se

forjará un nombre como escritor en el mercado anglosajón, francés e italiano, pero

la crítica alemana siempre le seguirá

catalogando de “escritor de entretenimiento”

basándose en sus primeras obras, sin prestar

excesiva atención a su producción posterior.

Un ejemplo de estas críticas negativas la

tenemos en la que el escritor norteamericano

Michael Horowitz le dedicó:

«Resulta imposible aceptar a un hombre que

escribe para revistas masculinas de moda, que ha

creado una “Guía para idiotas a través de la

sociedad alemana” y que a su primera novela,

“Llama que se consume”, puso el subtítulo de

“Historia de amor y de penas de una virtuosa del

violín húngara próxima al climaterio”. Un ser

humano que, en las entrevistas, declara el humor

macabro como principal rasgo de su carácter,

para el que gigoló sería la profesión soñada y

que menciona sus pies planos como su mayor

defecto (…) no puede ser un autor al que se pueda

tomar en serio.» (La mirada de la crítica).

No obstante, Rezzori recibió varios premios literarios como el prestigioso

Fontaine (1959). Tras asentarse definitivamente en Donnini (Toscana) junto a su

segunda mujer, la baronesa Beatrice Monti della Corte (en la foto anterior junto a

él), el autor ya se dedica de forma única a escribir, recluyéndose en su obra para

buscar su identidad en el tiempo, huyendo “de la estupidez” de la sociedad de

masas postmoderna que le toca vivir, a caballo entre el deseo y el temor:

«En cuanto se forma una masa de personas, necesariamente se convierte en un cuerpo de

estupidez. Lo extraño es que desprecio a las masas, pero amo al prójimo. Es paradójico,

pero realmente lo amo. Siento simpatía por todas las personas que conozco. De manera

esencial. Pero en conjunto, las desprecio.» (Wollmer, Escribir es buscar el misterio de

vivir muchas vidas en una sola).

«En la antigua sociedad aristocrática podía considerarse la vanidad como el punto donde

apoyar la palanca del comportamiento humano, algo con lo que había que contar y sobre lo

que se debía especular. En la era del florecimiento burgués, pasó a ser la envidia. En el

ajiaco social en fermentación en el que vivimos es, sencillamente, el miedo. Si quieres

ejercer poder sobre las demás personas –y necesitas ese poder para poder ser lo que

eres–, debes, ante todo, no tener miedo. Es, al mismo tiempo, el mayor lujo que esta época

puede garantizar.» (Rezzori, Monólogo del desorientado).

«Protégete de la historia. De la masa humana que ves deslizarse cuesta abajo por la

pendiente, cada grupo y cada tribu acarreará consigo sus muertos y, para protegerse y

defenderse, los apilará a su alrededor.» (Rezzori, Monólogo del desorientado).

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Grandes aficionados al arte, Rezzori y su mujer –galerista en Milán- serán

dueños de una magnífica pinacoteca. Entre la escritura, la vida contemplativa en

Donnini, conversaciones con amigos y los escasos viajes para dar conferencias o

asistir a charlas transcurren los últimos años de Rezzori. Fallece en 1998, la

casualidad quiso que un 23 de abril,

Día Internacional del Libro, a los 84

años. En su testamento creó la

Fundación Santa Maddalena de

Donnini, un retiro para aprendices

de escritores, becados en la que fue

su casa. La baronesa Beatrice puede

continuar así con una vida

intelectual plena, no atiende

solicitudes de aspirantes a becados,

sino que ella misma otorga las

invitaciones a quien estima

oportuno, un gesto muy aristocrático

en los que siempre aparece como

condición: “Estancia máxima de dos

meses. Cenar todas las noches con

la anfitriona correctamente

vestido”. Por allí han pasado

escritores como Claudio Magris,

John Banville o Emmanuel Carrère,

entre otros.

El funcionamiento de la Fundación es una señal de distinción y dandismo –

alguien diría esnobismo- de otro tiempo, de ese mundo del ayer en el que vivió y

sobre el que escribió Gregor von Rezzori. Los caminos de la vida son curiosos y

la literatura le otorgó a través de su talento lo que el destino le había arrebatado

como descendiente de un barón austriaco: una reconocida fama.

«Trato de convencerme de que la escritura no fue el último recurso del fracaso. Pero

para probar que fue una vocación, no tengo más recurso que escribir» (Rezzori, Así me

hice escritor).

Acceso al estudio de Rezzori en Donnini

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Escribir como salvación

En entrevistas, artículos propios o aquellos libros donde más aparecen hechos

autobiográficos, Rezzori explica que su dedicación a la escritura pasó de ser una

forma de ganarse la vida –con sus iniciales best sellers, las Historias de

Magrebinia o la Guía para idiotas- a un modo de reflexionar sobre su época y

conocer al propio yo –la producción posterior y sobre todo Edipo en Stalingrado,

Un armiño en Chernopol, La Muerte de mi hermano Abel, Memorias de un

antisemita o Flores en la nieve-. Al fin y al cabo, como confesó en alguna ocasión

ya casi al final de su vida:

«Uno apenas hace otra cosa salvo escribir sobre sí mismo. De dónde, si no, va a salir el

material.» (Saltz Wedel & Stolle, Soy un diletante).

Antes de ser escritor nuestro autor fue un lector empedernido, devoró ya en su

juventud tardía a los grandes de las letras, de los que seguirá enamorado y será su

guía durante el resto de su existencia. A estos clásicos les deberá el dedicarse de

lleno a la literatura, aunque el compararse con ellos le haga unas veces ser muy

premioso en su escritura y otras le dejen paralizado:

«En mis horas de ocio leo laboriosamente a Proust y al colega Goethe, especialmente

cuando me alecciona con algunas de sus sabias máximas. En esos casos me complace

preguntarme: ¿De dónde ha sacado eso este tipo grandioso? Pero alimentarse tanto con

esa comida de los dioses puede constituir un mal. Sólo leo diez páginas de El hombre sin

cualidades, de Musil, y no soy capaz de escribir una frase en dos meses.» (Saltz Wedel &

Stolle, Soy un diletante).

Como en Memorias, Rezzori busca a través de su literatura la identidad propia,

sin encontrarla o al menos no haciéndolo de manera unívoca, sino múltiple:

«¿Quién soy yo? A nadie le gusta llamarse burgués, a no ser que uno lo sea. Pero yo no

soy un burgués. ¿Qué otra cosa? Me siento como extraviado en el vestuario de un teatro:

bajo montones de disfraces polvorientos y raídos. Podría ataviarme con cualquiera de

ellos; sin embargo, ninguno encajaría conmigo. Conmigo no encaja ningún nombre

conocido ni ninguna pose aceptada.» (Rezzori, Monólogo del desorientado).

Siempre escrita en alemán, aunque renegase de lo alemán, la obra del autor no

anhela su pasado ya que no le ha dado tiempo a impregnarse de él, pero tampoco

era tan joven para olvidarlo. Quiere conocerse a través de su obra, en Memorias

sus personajes, como el autor, también buscan una identidad perdida, robada de

sopetón por los cambios del tiempo. Conocerse a través de la literatura, como le

confesará a Bruce Wollmer:

«Supongo que en realidad, lo sepas o no, escribir es un intento de encontrar una

identidad. Conocer el secreto del “Yo” que jamás se pierde, a pesar de todos los cambios

que sufre a lo largo de una vida. Ahí tiene el tema secreto de todo escritor de ficción. La

búsqueda de una voz. También la búsqueda del misterio de la transformación, el de vivir

muchas vidas en una sola vida. Las posibilidades que ofrece lo que hago, de escribir

autobiografías hipotéticas, son infinitas.» (Wollmer, Escribir es buscar el misterio de

vivir muchas vidas en una sola).

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Rezzori tuvo en los años Cincuenta un programa en la radio alemana donde

relataba sus “historias magrebinias” haciendo reír y caracterizando a base de

tópicos a sus personajes, hechos arquetipos. Allí comprobó cómo lo que quería

decir era percibido de una forma completamente distinta por sus oyentes, al igual

que había sucedido con su literatura, y se convenció de que el poder de la palabra

nunca es unidireccional, sino que juegan por igual el emisor y receptor del

mensaje, entendido de formas dispares. En Edipo en Stalingrado, donde un

narrador omnisciente reflexiona sobre las vicisitudes del protagonista, es donde

encontramos más claramente esta confusión:

«Hemos tocado aquí un punto tan

difícil que deberá usted permitirme

que le dedique un par de ideas más a

este asunto. Se trata, nada menos,

que de la inutilidad última del

lenguaje […] ¿Es que tengo que

decirle lo desgarrador que resulta el

esfuerzo de expresarse, el tormento

de la incapacidad para hacerse

entender…?» (Rezzori, Edipo en

Stalingrado, pp. 60-61).

Y en una entrevista declaraba que…

«Al hablar, la relación entre dos personas se hace más estrecha, ya que el idioma encierra

y supera lo que es extraño y ajeno para ambos. Para eso existe el lenguaje, para superar

ese extrañamiento. Y como todos los dones de Dios, también tiene sus lados oscuros. Los

malayos dicen que en realidad los monos podrían hablar, pero se niegan a hacerlo porque

eso complicaría su existencia.» (Plesu, La risa: un arma contra los demonios)

Compartiendo algo de la literatura de Musil, Joyce o Céline, autores muy

admirados por Rezzori, encuentra su leitmotiv para escribir en el desgarro

personal y los sentimientos negativos. Tal es por ejemplo el antisemitismo en

Memorias, motor de la narración. Las historias de Rezzori siempre tienen algo de

tragicomedia al estilo clásico. Se pueden iniciar con optimismo y humor, incluso

los personajes nos parecen grotescos y hasta divertidos. Con el discurrir de la

narración las tramas y desenlaces suelen ser trágicos, nos dejan un poso de tristeza

como comprobamos en Memorias. Los extremos como semilla de la creación

literaria de Rezzori:

«He llegado a la conclusión de que sólo puedo escribir por amor o por odio. Por un

sentimiento directo. Lo necesito. Cuando amo, la escritura se vuelve –debido a que soy

sentimental hasta la médula- demasiado dulzona. Es como tocar el violoncelo. Las

mejores cosas se forjan con el odio. Cuanto más nostálgico se vuelve el mundo que me

rodea, más furioso me pongo esa nostalgia.» (Wollmer, Escribir es buscar el misterio de

vivir muchas vidas en una sola).

Rezzori y Johanna von Koczian en la

película Bezaubernde Arabella

(19159)

GREGOR VON REZZORI: LA ESCRITURA, ÚLTIMO RECURSO DEL FRACASO

14

«En literatura, y en esta época en particular, es necesaria una cierta barbarie. También

en aras de la honestidad. No se puede ser suave, o sabe Dios qué más, en una época

como la nuestra. También hay en ella una pulsión de iconoclastia que es un aspecto muy

del expresionismo alemán posterior a la Primera Guerra Mundial.» (Wollmer, Escribir es

buscar el misterio de vivir muchas vidas en una sola).

Pero escribir como

medio de salvación,

primero para tener un

trabajo después para

conocerse, le supuso a

Rezzori un arduo y

prolongado esfuerzo como

era en todo. Antes de

publicar la obra definitiva,

destruía muchos

borradores, se quejaba de

las traducciones al inglés o

italiano de sus obras porque creía que no recogían la literalidad de sus palabras ni

lo que realmente quería expresar, algo difícil cuando en sus obras intercala frases,

dichos y personajes de las que él mismo queda como uno de los pocos testigos de

su existencia. Schlöndorf, describía así el proceso creativo del autor cuando

publicó su monumental La muerte de mi hermano Abel:

«A lo largo de veinte años fui testigo de cómo sufría con su novela. Llenaba páginas

tras páginas de garabatos escritos entre las líneas, de correcciones radicales en los

márgenes, las copiaba, las descartaba nuevamente, las reiniciaba y corregía de nuevo,

hasta que al propio lector del manuscrito le retumbaba la cabeza. Por fin pudo

acabarla, y se publicó en medio de la mayor indiferencia para ser luego olvidada, reducida

considerablemente, reeditada, traducida al inglés, simplificada en su versión

estadunidense, siendo todavía una work in progress. Nosotros, los amigos, lo animábamos,

pero sin saber cómo ayudarle, siempre al margen, sin saber qué hacer.» (Schlöndorf, Un

hombre sobrevuela su vida).

Rezzori cautiva pronto cuando se empieza a leerle. Nos sumerge siempre en

otras épocas que parecen de fantasía, nos sumerge también en aquellas cosas que

nos hace humanos sin distinción de procedencias: las pasiones, las emociones y,

por qué no decirlo, también los prejuicios y el miedo eterno al fracaso. Javier

Marías, que publicó en su editorial Reino de Redonda, Un forastero en

Lolitalandia, dedica al respecto del autor apátrida estas palabras:

«No me toca a mí hacer clasificaciones. Para mí Rezzori es un escritor de primera –o a

veces segunda– fila (pero la segunda es magnífica, si reservamos la primera a

Shakespeare, Proust, Conrad, Montaigne y así). Y goza de mi especial simpatía porque es

un autor que nadie parece “reclamar”. Su principal lengua era el alemán, pero no me da

la impresión de que en Alemania ni en Austria lo consideren “suyo”. Ni, por supuesto, en

ningún otro país. Es eso, un escritor indudable pero “vagamente” europeo; un apátrida,

alguien no imbuido de su propia importancia ni con ínfulas de nada. Lo cual es

enormemente de agradecer. Escribía maravillosamente y sus libros tienen siempre interés.

E insisto: al no habérselo “apropiado” ningún país, es sólo de sus lectores. Casi como un

personaje de ficción. Quizá lo mejor que le puede ocurrir a un escritor.» (Los autores

Con su hijo Ezzelino von Wedel

GREGOR VON REZZORI: LA ESCRITURA, ÚLTIMO RECURSO DEL FRACASO

15

opinan. Encuesta sobre Rezzori coordinada por Christian Martí-Menzel y José Aníbal

Campos).

El Epochenverschlepper

Este complicado vocablo alemán define la literatura de Rezzori. Es traducido

de manera aproximada como tener al pasado como una dolencia crónica, una

enfermedad que se va acarreando con el paso del tiempo y para la que no existe

medicación ni remedio. Para el mismo autor el epochenverschlepper es:

“El solapamiento anacrónico de elementos de la realidad, que pertenecen

específicamente a una época anterior, con la época siguiente.” (Martí-Menzel, El último

de los sonámbulos austrohúngaros).

El epochenverschlepper, la “dolencia del pasado”, se refleja en las obras de

von Rezzori, según declaró en su autobiográfica Murmuraciones de un viejo

(1994):”[Soy] un literato del siglo XIX en el umbral del siglo XXI”. Esta

“dolencia del pasado”, de una historia tejida del extinto Imperio Austro-Húngaro a

los albores del nazismo, que tanto caracteriza la literatura de Rezzori y que vemos

en Memorias a través de las reflexiones de los personajes, es lo que el escritor,

crítico y conocedor de la obra de Rezzori, Karl-Markus Gauss, cree la clave en el

trasfondo de la escritura de aquél:

«Un narrador que continuó tejiendo el mito de la Europa de los Habsburgo y jamás

edulcoró la realidad social de aquella monarquía multiétnica y multinacional. Un

embaucador que admitía haber llenado el mundo con las distintas leyendas de su vida»

(Gauss, El Epochenverschlepper).

Para Rezzori esta “dolencia del pasado” no significa que el individuo tenga que

olvidar y muchos menos que esté obligado a no recordar de dónde proviene, sus

raíces. Todo lo contrario, la memoria es parte indivisible de cada uno, puesto que

a pesar de vivir la actualidad, lo hacemos desde una perspectiva heredada o

experimentada. Schlöndorff, describía esta “dolencia” de Rezzori:

«Una y otra vez observa, lo mismo en Austria que en Prusia, un hecho que lo falsifica

todo: que vivimos el aquí y el ahora, ciertamente, pero que nuestros valores, nuestro

comportamiento, hasta el decorado de nuestras viviendas o de nuestras mentes pertenecen,

en cambio, al ayer, o a un día anterior, o a uno incluso más distante. Por eso, tras la

explicación radical se oculta a menudo la obediencia anticipada del súbdito, tras la

reconstrucción que pretende superar el pasado no se esconde otra cosa que la voluntad de

restaurar los años fundacionales del imperio, o tras el milagro económico sólo se agazapa

el ímpetu de los camisas pardas que pretendieron conquistar el mundo. Es, sobre todo, lo

que aprendemos en la escuela lo que contribuye a ese proceso de arrastre del pasado»

(Schlöndorff, Un hombre sobrevuela su vida).

Por cercanía de temas y lugares, Rezzori parece una continuación de la

literatura centroeuropea de Entreguerras, aunque hay una diferencia fundamental

respecto a otros autores como por ejemplo Joseph Roth o Stefan Zweig, víctimas

del nazismo. La visión de la “dolencia del pasado” de Rezzori no es de anhelo ni

crítica, tampoco un lamento por lo dejado atrás o una diatriba contra el cariz de la

GREGOR VON REZZORI: LA ESCRITURA, ÚLTIMO RECURSO DEL FRACASO

16

historia. Es una descripción aséptica del narrador a la que está abocado quiera o

no:

«Independientemente de que uno lo quiera o no, el escritor es un testigo y, casi siempre,

una herramienta del espíritu de su época.» (Plesu, La risa: un arma contra los demonios).

Rezzori además abominaba de utilizar un recuerdo falso como argumento en la

obra literaria tiempo después de los acontecimientos supuestamente descritos. En

eso pensaba que se debía ser respetuosamente verosímil, todo lo contrario era

engañar al lector, como le explicaba a Bruce Wollmer:

«Sé que hay algo que me causa una profunda desconfianza. En la moda, en las maneras

de vivir, en la gente que intenta revivir trozos de historia, los años veinte y treinta en

particular, épocas que no entienden. Al ser nostálgicos de los años veinte y treinta, son

nostálgicos de aquello que dio forma al fascismo. Sea lo que fuere que hagamos, no sólo

se guía por nuestra plenitud sino por las tendencias del Zeitgeist [expresión alemana para

designar “el espíritu de una época”], por cosas, que quedan fuera de nuestro control. No

sabemos qué nos pasa. Una prueba sencilla de ello es que si coges un periódico alemán

de, digamos, 1934, y lees un artículo escrito por el doctor Goebbels, no creerías lo que

lees. Las estupideces que dice. Y –lo sé porque lo viví- la gente lo leía como si fuera la

Biblia.» (Wollmer, Escribir es buscar el misterio de vivir muchas vidas en una sola).

Rezzori describe aquel

mundo perdido sin

tapujos. Nos adentra en la

sociedad de Entreguerras,

a través de su habitual

ironía, donde no

observamos nada apenas

envidiable, sólo la miseria

moral, la decadencia

ética, el antisemitismo

como enfermedad, la

bajeza de los personajes,

alguno de ellos totalmente

estrambótico. Es el estilo

particular del autor que reconocemos en Memorias y en sus obras. Estaba

convencido de que tras la Gran Guerra a lo largo del siglo XX se fue perdiendo

algo que ya no se pudo rescatar: la cultura europea de la que por supuesto lo judío

había sido parte esencial:

«Me siento profundamente afligido, digamos escéptico –y no creo ser el único-, cuando

me doy cuenta de que estamos en un lugar podrido. Somos [los europeos] un pueblo

podrido; nuestra cultura está podrida. Profundamente podrida. Y para mí, la prueba está

en que siempre que nos ponemos en contacto con otro pueblo, éste termina destruido.»

(Wollmer, Escribir es buscar el misterio de vivir muchas vidas en una sola).

Esta putrefacción de la cultura europea perdida, muy en especial la

centroeuropea heredera del Imperio Austro-Húngaro y de la que Rezzori es

cronista (un concepto el de putrefacción que utilizó literalmente W.G Sebald

sobre el tema en Pútrida patria). Esta desaparición lenta viene acompañada, para

Rezzori, por otra nueva aculturación dominante que ocupa los espacios

GREGOR VON REZZORI: LA ESCRITURA, ÚLTIMO RECURSO DEL FRACASO

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extinguidos: el americanismo materialista como forma de vida. El autor no critica

al way of life norteamericano que le ha proporcionado prosperidad –también

desigualdad- sino que Europa entera acogiese tras la guerra lo peor de esta cultura,

tiempos modernos:

«Lo que yo llamo norteamericanización habría sucedido incluso sin Norteamérica. La

avaricia por el dinero, el poder de la tecnocracia, la ciencia mal entendida y demás; todo

eso habría sucedido incluso sin el ejemplo de Estados Unidos. Lo que se ha perdido es la

compasión y la capacidad de soñar. Los norteamericanos, siguen teniendo la capacidad

de soñar aunque sean también alegres sonámbulos. Pero nosotros ya no somos capaces.

Estamos despiertos. Demasiado despiertos. Europa está en silencio y existe de forma

abstracta, según reglas abstractas.» (Wollmer, Escribir es buscar el misterio de vivir

muchas vidas en una sola).

Después de que Rezzori fuese ciudadano de varios estados (Imperio Austro-

Húngaro, Rumanía, Alemania) y al final un apátrida o como le calificó Tilmán

Spengler “un cosmopolita oriundo de la Bucovina” (La mirada de la crítica), hace

que su región natal adquiera en su obra un aura cuasi legendaria. Se conforma

como un territorio irreal donde todo y nada es posible, es decir se juntan

modernidad y tradición, diversas culturas se enfrentan o se soportan. Las historias

de Rezzori son la crónica de ello, un túnel del tiempo. Para el escritor Emmanuel

Carrère, que durante un tiempo vivió en la antigua residencia para escritores de

Rezzori en Donnini, Memorias es el testimonio de la evaporación para siempre de

un mundo, el del autor:

«Un libro que, gracias a Dios, reveló ser todo menos antisemita. Gregor von Rezzori evoca

en él su infancia en los márgenes orientales del imperio austrohúngaro, antes de la

Primera Guerra Mundial. Es un libro fascinante que, al mismo tiempo, revive un mundo

desaparecido que a nosotros, ahora, nos parece increíblemente lejano, y lo es, también, por la

libertad y la lucidez de la que hace gala su autor al mirar a la infancia y la adolescencia

que vivió.» (Los autores opinan. Encuesta sobre Rezzori coordinada por Christian Martí-

Menzel y José Aníbal Campos).

Las consecuencias del “dolor del pasado”, de los cambios dramáticos con la

desaparición de un mundo ya inexistente, lo comprobamos de forma gráfica

observando lo ocurrido en Chernovitz, lugar de nacimiento de Rezzori. Antes de

la II Guerra Mundial la mitad de la población, que alcanzaba los 800.000

habitantes, era ucraniana, un tercio rumana y el resto una amalgama de etnias

alemana, judía, polaca, húngara y rusa. Un crisol de culturas mal avenido, como

leemos en Memorias. La guerra supuso la deportación y exterminio de la

población judía por sus vecinos o soldados rumanos y alemanes. Se calcula que la

mitad de la población judía de la Bucovina fue asesinada, unas 50.000 personas.

Después, con el avance y ocupación soviética de 1944 serán los rumanos y

alemanes los que huyan o sean deportados al Gulag siberiano o Kazagistán,

mientras aumentó la población ucraniana y rusa hasta los cerca de 243.000

habitantes de hoy2, una cuarta parte del total de principios del siglo XX. “Dolor

del pasado”, epochenverschlepper.

2 Fuente: Wikipedia (consultada el 22-9-16) https://es.wikipedia.org/wiki/Chernivtsi

GREGOR VON REZZORI: LA ESCRITURA, ÚLTIMO RECURSO DEL FRACASO

18

Memorias de un antisemita

Estamos posiblemente en lo que para el escritor alemán Heiko Postma es «el

homenaje más preciso a los judíos que un goy de la época posterior a Hitler haya

producido» (La mirada de la crítica).

Memorias de un antisemita fue escrito en 1979. Ya había escrito Edipo en

Stalingrado (1954) y la Muerte de mi hermano Abel (1976), obras que le

consagrarían como un gran narrador. Memorias es un conjunto de cinco relatos

cortos con un marcado carácter autobiográfico del propio Rezzori, que narra

“dejando hablar” a sus personajes y con mucha ironía, burla incluso en los

momentos trágicos. Es el estilo del Rezzori más reconocible, una cantera de

erudición, datos, descripciones de ciudades, lenguajes, dichos, lugares y por

supuesto escudriñar el interior de los personajes desde el amor al odio, del

antisemitismo al miedo, de la inocencia a la pura maldad.

Los protagonistas de las narraciones, jóvenes de familias acomodadas con

mucho tiempo libre, se enmarcan en lugares y hechos que Rezzori ha vivido,

conoce, desde los años inmediatos posteriores a la Gran Guerra a su actualidad de

los años Setenta. Pero dos elementos aparecen siempre: el antisemitismo casi

cultural, educacional, de los protagonistas -reflejo del de un joven Rezzori- y a la

vez las relaciones cercanas e irresistibles de aquéllos con personajes judíos,

fundamentalmente mujeres, que al final hacen replantear ese antisemitismo casi

congénito y siempre absurdo. Pero Rezzori escribe de las causas, la situación

anterior al Holocausto y no sobre el mismo.

Para Rezzori la Shoá supuso la pérdida de un componente esencial del viejo

mundo europeo respecto al nuevo. La cultura judía sin la cual no se entiende la

cultura europea y que fue liquidada por la barbarie antisemita:

Sinagoga de Chernovitz a principios del siglo XX

GREGOR VON REZZORI: LA ESCRITURA, ÚLTIMO RECURSO DEL FRACASO

19

«La idea de un suicidio cultural es justo lo que hay debajo de la superficie de “Memorias de un

antisemita”. Al leerlo, uno se da cuenta de que el asesinato de los judíos en Europa, el

Holocausto, no sólo fue un asesinato, fue el suicidio de un mundo. A pesar del antagonismo y

rechazo entre la aristocracia y los personajes judíos, existía una relación necesaria, una simpatía

controvertida. Ambos compartían un mundo que ahora ha desaparecido. Tal vez era sólo que ese

mundo se desvaneció, pero los judíos han perdido algo rico e insustituible también. La diferencia

moral es, por supuesto, que nadie dio a los judíos una opción en la materia”. (Wollmer, Escribir

es buscar el misterio de vivir muchas vidas en una sola).

Como en otras obras (Un armiño en Chernopol o Edipo en Stalingrado, por

ejemplo) asistimos a un viejo mundo y una sociedad que está cambiando con

rapidez hacia otro nuevo tiempo, del que todavía no se sabe nada cierto pero se

barrunta confuso y violento. Los totalitarismos se asientan, todo se tambalea. Al

autor en sus relatos no le interesa dar explicaciones políticas del nazismo, etc…

sino plasmar una época de la que fue testigo, personajes que existieron, conocer a

su misma persona. Rezzori tampoco tiene en cuenta las consecuencias, lo que

pasó después, salvo para dar alguna pincelada dramática al antisemitismo que

retrata y nos pone en alerta. En un estilo que recuerda al Imre Kertész de Sin

destino ni lector ni personajes saben lo que el futuro espera (el horror) y viven

aquel presente aún lleno de rechazo y violencia. Como ocurre con Kertész,

asistimos en no pocas ocasiones a escenas delirantes de toque surrealista. Así se

recuerda que en un final abrupto de época lo grotesco, aunque trágico, también

sale a relucir.

En el primer relato, Skuchno, el protagonista, que como Rezzori es un joven

rumano de etnia alemana, viaja a casa de sus tíos en Chernovitz –como sabemos

localidad natal del autor-. De una familia venida a menos pero con prestigio en la

ciudad, los tíos son unos convencidos antisemitas que desprecian a sus vecinos

judíos por el hecho de serlos. El joven sin embargo inicia una relación de amistad

con Wolf Grossman, hijo del prestigioso médico judío de la ciudad, sin que sus

parientes sepan casi nada al respecto.

En segundo lugar tenemos La juventud donde Rezzori presenta a otro joven

protagonista de 19 años que llega a Bucarest en los años Veinte para ganarse la

vida, no está claro si se trata del mismo joven del primer relato, pero sus

características son similares: de procedencia alemana, huye de un padre despótico,

aristocrático, estirado y anclado en el pasado anhelante del Imperio Austro-

Húngaro. Después de deambular por las calles de Bucarest y conocer a diversos

personajes étnicos y arquetípicos, establece una relación amorosa turbulenta con

una mujer judía, comerciante ya viuda.

El tercer relato es La pensión Lowinger. El autor se sitúa de nuevo Bucarest,

pero avanza en el tiempo hasta los años Treinta. El protagonista es otro joven, un

dandy de una familia alemana antaño acaudalada pero en dificultades, sin trabajo

ni expectativas –remedo del joven Rezzori a su llegada al Berlín de la época-. Se

aloja en una modesta pensión regentada por una familia judía, los Lowinger. Allí,

aparte de esta familia, conocerá a otros alquilados, incluyendo una joven maestra

judía de origen sefardí, la señorita Alvaro alojada por temporadas en la pensión y

que viaja ocasionalmente a un Berlín donde los nazis han llegado ya al poder.

La cuarta narración, Lealtad, está ambientada en la Viena de la anexión nazi (el

Anchluss hitleriano de 1938 que juntó Austria al III Reich). De nuevo un joven

GREGOR VON REZZORI: LA ESCRITURA, ÚLTIMO RECURSO DEL FRACASO

20

rumano de etnia alemana viaja y se aloja en casa de una pariente acomodada en la

ciudad. Proviene y ha sido criado en un ambiente aristocrático y cerrado (Rezzori)

pero conoce a una vecina llamativa: una atractiva chica judía que poco a poco le

abre los ojos a un mundo desconocido para él como es el de la Viena

culturalmente efervescente donde hasta un casi adolescente Von Karajan se abre

camino. Sin embargo, la tragedia nazi está a punto de cernirse y los judíos pronto

peligrarán.

Hay que resaltar que este relato, Lealtad, se publicó como un relato corto en el

New Yorker en 1969. Es cuando Rezzori empezó a ser reconocido en el mundo

anglosajón como un buen escritor centroeuropeo.

Para terminar, único narrado en tercera persona de forma omnisciente, el relato

Pravda se sitúa en Roma durante los años Setenta. Un hombre de mediana edad

recuerda su breve matrimonio con Ruth, una mujer judía que tuvo que sobrevivir

en Alemania a la persecución siendo amante de un SS, con el que tendrá un hijo.

Esta última pieza es la más breve de las cinco, juega el papel de declaración final,

de moraleja del autor: desconcierto ante su propio antisemitismo, al mismo tiempo

indiferencia por no sentirse culpable por ello. El protagonista de este relato no

entiende que Auschwitz ha sido en parte consecuencia de los prejuicios o la apatía

de personas como él.

«Soy el mejor

psiquiatra de mí

mismo. Además, no se

puede exigir mucho de

mí: un hijo de

sonámbulos, que

creció en un mundo

soñado, en ocasiones

de pesadilla, estaba

predestinado a perder

toda noción de

realidad, tanto de lo

que sucedió antes

como durante su

existencia. Realidades como Auschwitz y Treblinka son difíciles de conciliar con lo que tú

llamas “realidad”» (Rezzori, Pravda, p. 595)3.

Al describirnos con minuciosidad un mundo que ya no existe, mediante

alocuciones y vocablos propios de las distintas comunidades del Este europeo

antes de que el nazismo y la guerra las arrasaran, Rezzori hace del libro una

ventana abierta única a la historia y el conocimiento del cosmos judío y del

antisemitismo de la época. Esta muestra de erudición de Rezzori se observa en la

traducción del mexicano Juan Villoro, que en una entrevista elegía Memorias de

un antisemita como la obra más difícil y al mismo tiempo rica:

«Memorias de un antisemita es un libro de carácter proustiano, que desafía

enormemente el estilo literario. Fue un reto entrar en la recuperación de ese mundo, la

Bucovina del periodo entre guerras, y evocarla a partir de un idioma distante. Los

3 Todas las citas a los relatos de Memorias de un antisemita corresponden a la edición de Rezzori, La

gran trilogía, Barcelona, Anagrama, 2009.

GREGOR VON REZZORI: LA ESCRITURA, ÚLTIMO RECURSO DEL FRACASO

21

términos de cacería, las variedades de la comida, las peculiares formas del habla, debían

entrar sin pérdida en mi versión. Dediqué seis meses enteros a esa tarea. Es la

traducción que más esfuerzo me ha costado y la que me parece más lograda»4.

El propio Rezzori y la crítica pusieron Memorias como parte de una trilogía

consagrada a la niñez y juventud del autor, real y figurada a partes iguales, en su

Bucovina natal y después Rumanía. Efectivamente, tanto en Un armiño en

Chernopol (1958) como Flores en la nieve (1989) aparecen escenarios y

personajes que nos son comunes en Memorias, fuera de la nostalgia pero desde el

recuerdo. Por ello en 2009 la editorial Anagrama decidió volver a traducir y

publicar las tres obras bajo el título de La gran trilogía, cuyos ejemplares se

encuentran en la actualidad agotados y que cuenta con un excelente prólogo de

Claudio Magris.

4 Pollack, S. (2009). Los hijos solitarios de un padre disperso: las traducciones de Juan Villoro.

Letras Hispanas: Revista de literatura y de cultura, 6(2), 1-5.

GREGOR VON REZZORI: LA ESCRITURA, ÚLTIMO RECURSO DEL FRACASO

22

La huella de lo judío A lo largo del libro, Rezzori diserta sobre personajes y costumbres judías,

apareciendo los más rancios tópicos antisemitas (físico predeterminado, deicidas,

usureros) y los más actuales (capitalistas explotadores, bolcheviques, intelectuales

peligrosos, engañadores). El antisemitismo de los protagonistas tiene más de

herencia y costumbre heredada que de convicción propia ante los hechos que se

les presentan y las personas que conocen.

Los pogromos y el antisemitismo anterior al Holocausto fueron la atroz

antesala, consentida por casi todas las sociedades europeas, de un futuro aún más

espeluznante y cuya magnitud horroriza. Cuando el protagonista del relato La

juventud agrede a su amante judía, Rezzori es perspicaz y nos muestra lo que tiene

de simbólico, una violencia grupal consentida al final por la inmensa mayoría de

la sociedad, lo que desgraciadamente será profético. Esta mujer queda paralizada

no ante la violencia, sino ante el consentimiento de los demás, que aceptan y

amparan su vejación injusta:

«Cerró los ojos, como si la hubiera cegado. Cuando los abrió su semblante se

había apagado, inexpresivo. Sin embargo estaba marcada, tenía una huella

invisible, la mácula de algo más allá de todo entendimiento, una realidad

abrumadora ante la cual no quedaba más que resignarse. No había sufrimiento

individual capaz de marcar un rostro de tal forma. Su rostro inexpresivo era, a fin

de cuentas, el de la humanidad que encara el sufrimiento inexorable, sin

remedio.» (Rezzori, La juventud, p.486).

En Memorias se confrontan dos realidades judías muy diferentes. La de

individuos o comunidades independientes de los sthetls (villas o pueblos del Este

europeo anteriores al Holocausto con numerosa población de judíos) que

prosperan sobretodo en estos núcleos rurales con trabajos tradicionales del campo.

Después tenemos

la existencia de los

judíos

emancipados, en

principio

asimilados a las

sociedades donde

se insertaban, que

vivían de manera

significativa en las

grandes ciudades,

en su mayor parte

de profesiones

liberales.

En el caso de los primeros, los judíos que como en la comunidad de

Chernovitz del relato Skuchno han decidido mantener su identidad, conservan sus

propias costumbres religiosas y culturales (la ropa, comida, religión, festividades,

etc…). Por su parte los judíos asimilados que viven en grandes ciudades como

Viena o Bucarest se diferencian en poco o nada respecto al resto de la sociedad.

Calle Selari, las tiendas judías del Bucarest

de principios del siglo XX

GREGOR VON REZZORI: LA ESCRITURA, ÚLTIMO RECURSO DEL FRACASO

23

Visten igual, ejercen la medicina, la abogacía o el comercio, mantienen fuertes

relaciones con el resto de la comunidad, no profesan la religión o incluso son de fe

cristiana, como en el relato La pensión Lowinger. En otras ocasiones eran parte de

la vanguardia cultural y social con su creatividad y arte, así como capacidad de

mecenazgo. Es lo que vemos en Lealtad.

El contexto que describe Rezzori en Memorias es complejo, coexisten varias

realidades y por ejemplo en algunos relatos aparecen también una población judía

en grandes ciudades, pero no asimilada y que vive en barrios propios. Será el caso

del barrio de Vacaresti del relato La juventud donde encontramos judíos

ortodoxos, asimilados y sionistas. Estos barrios son calificados de ghetto por parte

de los protagonistas (de nuevo en La juventud).

La presencia de la centenaria lengua yiddish (dialecto entre el alemán y el

hebreo propio de las poblaciones judías del Este, en contraposición del ladino de

origen castellano de las comunidades mediterráneas) es otra seña de identidad en

los relatos de Memorias, un ejercicio de erudición considerable y de cercanía a la

realidad de las sociedades que describe el autor. Desde su juventud Rezzori estaba

familiarizado oyendo esta lengua, otra más de las que se hablaban en su

multiétnica Chernovitz natal, así se refleja en casi todos los casos donde salen a

relucir expresiones yiddish propias, dichos y giros gramaticales cuyo contenido

sólo cobra sentido en este contexto, en esta sociedad.

Frente al mundo del pasado aristocrático austrohúngaro en descomposición que

nos presenta Rezzori, del que provienen los protagonistas, los judíos suelen

representar la modernidad. El autor siempre les relaciona con productos de ella

como suelen ser los primeros automóviles, el cine (Skuchno) o el arte abstracto

(La juventud). Por el contrario, los personajes protagonistas son nostálgicos de su

estado anterior, participan en actividades elitistas como las cacerías o las carreras

de caballos. Los judíos que aparecen en Memorias conocen la obra de Freud (La

juventud) y en cuanto a la filosofía, siguen a Spinoza y el racionalismo que

reniega de Dios. El joven judío del relato Skuchno es culto, conoce por ejemplo a

Heine, al que los nazis prohibirán por ser judío, que ensalza el carácter germánico

(con el poema Lorelei). Frente a él tenemos al protagonista de la narración,

supuesto germanófilo militante, alemán étnico, pero es un enorme ignorante. Los

padres del chico judío están divorciados y la madre vive en Viena de su trabajo.

Así, en Memorias Rezzori resalta la intelectualidad del judío frente al bajo

nivel cultural del resto de la sociedad, incluyendo esas presuntas élites

aristocráticas que protagonizan sus relatos de la que él mismo formaba parte.

Stiassny, un enigmático personaje que vive alquilado en la casa de los tíos del

protagonista de Skuchno, le alecciona a éste sobre el binomio contrario judíos-arte

frente a alemanes-tradición:

«Uno debe reconocer que el joven Goldmann hace algo extraordinario, pero

precisamente esa perfección, esa exactitud despiadada que rebaja y excluye sin

miramientos a todo lo que no tiene el mismo acabado, que convierte a la mediocridad en

un crimen, esa perfección tiene algo frío y desalmado […] Uno se convierte en algo a lo

que se han dedicado muchas generaciones anteriores, nada fuera de lo común, pero que

otorga una seguridad y una confianza en uno mismo que escapan dolorosamente al

artista.» (Rezzori, Skuchno, pp. 428-429).

GREGOR VON REZZORI: LA ESCRITURA, ÚLTIMO RECURSO DEL FRACASO

24

Pero esa intelectualidad judía aparece no pocas veces como evolución del

cliché de vagos y aprovechados. Los judíos viven rodeados de libros, tienen una

gran inteligencia que les permite saber de todo, al mismo tiempo cuestionarlo todo

como puede ser la irracionalidad del nacionalismo, racismo o el patriotismo

excluyente, tal y como vemos en la casa de los Goldman (Skuchno) o en La

pensión Lowinger.

En el arte y la música que aparecen en la obra de Rezzori encontramos otras de

las actividades en la que judíos son retratados como expertos, tanto en lo más

clásico como en la vanguardia de la época que representaba el jazz. Los

protagonistas arios, por el contrario, carecen de conocimientos musicales y ello

les atormenta. Como curiosidad, aparece el personaje Herbert Von Karajan en el

relato Lealtad, una promesa entonces de la música, pero Rezzori le somete a otro

joven superior a él, un compositor judío llamado Walter Heilbronner, ¿Una crítica

del autor al polémico director de orquesta? ¿Una licencia maliciosa?

GREGOR VON REZZORI: LA ESCRITURA, ÚLTIMO RECURSO DEL FRACASO

25

El virus del antisemitismo

Rezzori nunca escondió que durante su infancia y juventud en Chernovitz

(Chernopol para él) y aún después durante sus viajes a la cercana Rumanía,

Alemania y Austria, el antisemitismo era un prejuicio incorporado a su forma de

ser, al igual que a la de toda la sociedad por mucho crisol de culturas que

conviviesen en la ciudad (la idea de convivencia pacífica de culturas, como en el

Toledo medieval más allá de algunos intercambios, es de publicistas turísticos).

En el libro los personajes principales tienen como parte de su esencia aristocrática,

incluso perteneciendo a familias venidas a menos, al antisemitismo. Una posición

de indiferencia, desprecio o superioridad social –acrecentada por el hecho de ver

prosperar a ciudadanos judíos como ocurre en el relato Infancia- que Rezzori creía

que terminaba ahí, ya que el más peligroso antisemitismo vino de otras capas

sociales:

«Estoy convencido de que la aristocracia como clase jamás odió a los judíos. Al

contrario, los judíos eran objeto de burla o desprecio, pero muchos otros grupos lo eran

aún más. En cuanto a campesinos y judíos, la historia es un tanto diferente. Lo que

quiera que produzca un campesino, lo hace con las manos y finalmente se pudre. Mata el

cerdo, pero no puede guardarlo más de una semana o algo así. Los judíos, por el

contrario, tenían algo que aumentaba de valor con el tiempo: dinero. Por eso fue fácil

que los campesinos creyeran que los judíos eran el mal, los explotadores.» (Wollmer,

Escribir es buscar el misterio de vivir muchas vidas en una sola).

La convivencia de “diferentes etnias y clanes” en lo que era su Bucovina natal

(exportable a otras regiones del extinto Imperio Austro-Húngaro) era un

soportarse mutuamente gracias a la existencia de un Estado que en no pocas

ocasiones permitió abrir la válvula incontrolada de la violencia en forma de

pogromos, con el fin de calmar los instintos más bajos de una comunidad. El

Holocausto no está presente en las letras, pero se vislumbra y Rezzori juega con el

lector, que conoce lo que acabó ocurriendo con los judíos europeos que describe

aquél. En palabras del crítico Tilman Spengler:

«Hannah Arendt tuvo que analizar la figura de Eichmann como el personaje de un drama

para descubrir el carácter banal del mal. Rezzori, con guiños aparentemente divertidos,

describió el mismo patrón básico en las obviedades de la sociedad en la que se crió. Para él

el antisemitismo no era una enfermedad con evolución clínica, sino un tradicional fallo en

el tejido que, por desgracia, tiene lo necesario para convertirse en una corriente de

moda.» (La mirada de la crítica).

Es pues un mundo anterior al Holocausto, pero a veces tan inmediatamente

anterior que ya se ha iniciado con las primeras medidas antijudías (Juventud). A

todo ello se suma el pangermanismo antisemita, tan en boga en aquella época y

otro caldo de cultivo del nazismo. Tenemos los ejemplos en algunos relatos de

Memorias cuando aparecen las fraternidades estudiantiles alemanas (Skuchno) o

las asociaciones patrióticas, como la Kyffhauser (infancia). Hoy sabemos, basta

con leer a Sebastian Haffner (Memorias de un alemán) que esas organizaciones

pseudoculturales o pseudosociales fueron las primeras comunidades donde los

jóvenes conocieron el radicalismo, donde van a florecer los futuros nazis.

GREGOR VON REZZORI: LA ESCRITURA, ÚLTIMO RECURSO DEL FRACASO

26

¿Era antisemita Rezzori? Para el ensayista y editor Karl-Markus Gauss,

Memorias está basada claramente en su experiencia personal, no es tampoco un

ejercicio de constricción o desagravio respecto a los judíos, sino que Rezzori

describe el ambiente antisemita que fue caldo de cultivo del Holocausto, todo ello

con un humor negro que ironiza por igual sobre el judío que sobre el antisemita de

turno:

«Rezzori se

propone nada

menos que

presentar el

antisemitismo

heredado de su

familia, el mismo

que, durante

mucho tiempo,

no percibió

como un

resentimiento

propio. Lo

“excitantemente

desagradable”

del libro reside

en narrar de forma jocosa, con ininterumpido placer de vivir y sin ápice de mala

conciencia, las enmarañadas circunstancias en las que se vio atrapado el narrador en su

primera juventud» (Gauss, El Epochenverschlepper).

Rezzori se crio y mamó esa sociedad que alumbró al nazismo, viviendo y

buscándose la vida en ella en condiciones favorables o adversas. En su madurez

reflexionaba sobre esa época y se sinceraba sobre las esperanzas de

transformación de la sociedad, de un nuevo mundo por venir:

«En el ambiente de los años 30 que todos creíamos, incluso sin una ideología articulada.

Todos creíamos en un nuevo mundo que estaba por venir. La tecnología prometida.

Utopía. Mira las pinturas de Kupka en ese momento. Viste Metropolis en todas partes. Y

Metropolis no es pensable si no se crean un nuevo hombre y una nueva mujer, una nueva

humanidad. En los años 20 y 30 que éramos optimistas increíbles, ya ves, que fueron

luego decepcionado amargamente.» (Wollmer, Escribir es buscar el misterio de vivir

muchas vidas en una sola).

El antisemitismo que describe Rezzori es el de la indiferencia ante lo que

ocurrió con los judíos, una indiferencia que entronca con la idea del suicidio

cultural europeo tras la Gran Guerra de 1914-1918. En Memorias vemos como los

protagonistas participan de la sustitución de una nueva forma de vida por otra,

quizás más “americanizada” y en cualquier caso muy apegada a la modernidad

judía: aparecen los primeros coches (Daimler, Ford…); la mujer se va

independizando de la figura del hombre protector; los cabarés y clubes están

atestados de hombres y mujeres en busca de fiesta y relaciones esporádicas (en La

pensión Lowinger el protagonista admira a Josephine Baker, símbolo de una

modernidad irreverente y que al menos no era judía…); el progreso de la ciencia

se enfrenta a los valores tradicionales; el asentamiento del capitalismo trae el

consumismo como religión y la frustración real ante la mala situación económica.

Sin embargo todos los protagonistas, con su indiferencia y ese poso de

El autor señala el lugar donde quería ser enterrado en Donnini (fuente:

http://www.penultimosdias.com/2014/05/13/traduciendo-a-gregor-von-rezzori-en-

su-propia-casa-ii/)

GREGOR VON REZZORI: LA ESCRITURA, ÚLTIMO RECURSO DEL FRACASO

27

sentimiento antijudío en sus pensamientos profundos, les imposibilitan mover un

dedo en su ayuda. No crean Auschwitz, pero lo permiten, como en la posición

ambivalente del protagonista de Lealtad –título que ya de por sí es simbólico-

sobre denunciar a sus conocidos judíos, incluyendo su amante:

«En ocasiones me sentía tentado de hacer algo monstruoso, como informar de las

reuniones –cada vez más secretas- en el apartamento de Minka y entregarlos a todos a la

horca. Pero quizá resultaba más siniestro que no lo hiciera, que no hiciera nada en

absoluto, ni a favor ni en contra de ellos, que tomara los sucesos como si ésa fuera,

fatalmente, la única forma en que podían ocurrir. Sí, era repugnante; tenía que aceptarlo,

pero así era el mundo. No todos los hombres son buenos, algunos son brutales, otros

envidiosos, otros coléricos o misóginos y al fin de cuentas las víctimas no son siempre

dulces corderitos» (Rezzori, Lealtad, pp. 580-581).

Rezzori conocía el yiddish y las costumbres judías, sus personajes también

cuentan chistes judíos de la época. En la actitud desenfadada de muchos

personajes judíos se entronca con los mitos antisemitas más corrientes a lo largo

del tiempo, por ejemplo los protagonistas de casi todos los relatos de Memorias

andan permanentemente en busca de amor con mujeres judías, presentadas como

irremediablemente atractivas, llenas de lascivia. Para el joven que alquila una

habitación en la pensión Lowinger:

«El nivel de las charlas en la pensión Löwinger era pedestre, para decirlo de manera

suave. No se mostraba la menor consideración hacia las damas de la familia (en

realidad ni siquiera se las trataba como damas, quizás por ser judías). Desde hacía

mucho estaban acostumbradas a que se hablara en su presencia con desvergonzado

desparpajo de todo lo que tuviera que ver con el cuerpo, en especial con el sexo.»

(Rezzori, La pensión Lowinger, p. 495).

Frente a la imagen del judío asimilado vanguardista, moderno, en Memorias

quedan atrás los modos de vida de carácter aristocrático; las cacerías, la hípica

(como en los shossea de Bucarest); las fiestas privadas en mohosos palacios o las

etiquetas estrictas. Precisamente de este mundo provenía el autor, siempre crítico

con el futuro que le espera a la humanidad tal y como respondía en una entrevista

a Catrinel Plesu:

«Me confronto una y

otra vez, sobre todo en

los últimos tiempos,

con el total absurdo de

la existencia, con lo

grotesco de la

humanidad en su

condición de especie

zoológica. En realidad

tenemos una función

parecida a la de los

microbios, la

destrucción del

planeta: y eso es lo que

hacemos» (Plesu, La

risa: un arma contra

los demonios). Escritorio del autor en Donnini

GREGOR VON REZZORI: LA ESCRITURA, ÚLTIMO RECURSO DEL FRACASO

28

Rezzori fue acusado por parte de la crítica literaria alemana de complicidad con

el nazismo. En la época en que vivió en Berlín prosperó, no hace falta recalcar que

precisamente durante el régimen de Hitler. Una de las mayores críticas que se le

hicieron es que sus libros, ambientados en la época anterior o durante el nazismo,

no recogen apenas alusiones al mismo ni condenas. Rezzori, en su libertad como

creador literario, lo explicó en varias ocasiones. Él escribía y describía a la

sociedad que conocía, centrándose en la pequeña burguesía y la aristocracia,

cómplices y muy culpables en la llegada al poder de Hitler. Sus personajes son los

hijos de esa burguesía acomodada o media pasaron en masa a las filas pardas. Por

su parte, otros personajes pertenecen a la antigua aristocracia alemana, en especial

la prusiana, que despreció el peligro que suponía dar el poder a los aduladores y

botarates nazis.

En Edipo en Stalingrado el protagonista Traugott von Yassilkovski medra en

una sociedad berlinesa ajena por completo a los que ocurre en el exterior. Y

estamos en 1938-1939. En sí ello ya es una crítica, como explicaba el crítico y

escritor Volker Schlondorff en un epílogo en el Edipo, válido también para los

protagonistas de Memorias de un antisemita:

«Rezzori, quien ya por entonces escribía para la industria cinematográfica alemana, les

niega a sus héroes esa agradable dramaturgia que convierte en destino la vida más

banal, y que continúa viviendo hoy día en nuestra televisión consumista. No, su héroe,

tras tanta juventud gastada en francachelas y fornicaciones, no habrá de probarse en el

campo de batalla, no va a hacer como cualquier héroe de Hollywood, que se redime a sí

mismo en el último acto, no sencillamente, desaparece en Stalingrado: a él no se le

concede ninguna imagen de la batalla, ni un momento de sufrimiento o de sacrificio. Los

otros, sin embargo-quienes, como en los cuentos de hadas, no han muerto-, siguen

viviendo hoy. Los Lehnhoff y los Döndorff siguen viviendo en Hamburgo donde les

endosan su concepto de cultura, marcado por la aristocracia de la Prusia Oriental, a la

burguesía culta y desorientada del milagro económico»5.

Pero nadie podía alegar que desconocía los planes de los alemanes respecto a

los judíos ya en fechas anteriores a la guerra. Como se recrea en un diálogo en La

pensión Lowinger entre el señor Lowinger, padre de la de familia que regenta la

citada pensión en Bucarest, y algunos alquilados entre los que hay judíos, rusos y

miembros de la minoría alemana pertenecientes a esa pequeña burguesía o

aristocracia descrita por Rezzori:

«-Por el contrario, creo, o mejor dicho sé, pues lo visto, que los nazis se aprovechan del

llamado “problema” judío para encubrir cosas peores.

El semblante de Olschansky era despiadado; su nariz y su barbilla puntiagudas tenían un

aire de perversa y burlona superioridad.

-Usted habla del “presunto” problema judío y, en la misma tesitura de “cosas peores”

que son encubiertas. ¿Cree usted que el problema judío es sólo un pretexto o algo que

realmente debe ser solucionado?

-Se trata de un problema válido en la medida que a una pequeña minoría de otro credo

se la responsabiliza de mil años de errores históricos alemanes. Y por si fuera poco, los

5 Gregor von Rezzori, Edipo en Stalingrado. Madrid, Sexto Piso, 2011, pp. 314-315.

GREGOR VON REZZORI: LA ESCRITURA, ÚLTIMO RECURSO DEL FRACASO

29

alemanes pretenden que sólo alcanzarán el futuro glorioso que les había prometido y

sólo cumplirán sus expectativas si se soluciona el “problema” judío.

-Lo cual significa nuestro exterminio- dijo en voz baja el señor Löwinger.

-¡Así es! –exclamó el profesor Dreher, ex caballo de circo…» (Rezzori, La pensión

Lowinger, p. 509).

Rezzori vivió en carne propia el peligro al final de la guerra, fue obligado a

alistarse en el frente huyendo de un Berlín bombardeado, concretamente en las SS

de la ciudad de Stargard, para así no despertar sospechas en las autoridades como

apátrida. Fue rechazado por as SS precisamente por ser apátrida y jamás participó

en acción alguna. Su vida peligró aún más con el avance de los Aliados.

GREGOR VON REZZORI: LA ESCRITURA, ÚLTIMO RECURSO DEL FRACASO

30

Otras obras de von Rezzori

(en español) Gregor von Rezzori, El expreso de Oriente, Ediciones B, 1992 [1953]

Traducido por Luis Andrés Bredlow, profesor en la Universitad de Barcelona,

El expreso de oriente es la segunda obra de Rezzori al español décadas después

de la primera (El húsar de Chernopol en 1964 por Seix Barral). El narrador, un

hombre de unos 65 años alter ego del autor, se encuentra en un hotel de

Venecia, odiando la nostalgia de épocas mejores pero preso del encanto

simbólico de un folleto sobre el Expreso de Oriente, mítico y aristocrático tren

que desde 1883 unía París con Estambul, los recuerdos de la juventud. Por ello

abandona Nueva York, donde ha vivido tantos años y hecho mucho dinero,

además de casado con una de las mujeres más elegantes de Estados Unidos,

lanzándose a la aventura de reencontrarse a sí mismo en Europa.

A través de las imágenes del folleto el hombre mayor recuerda lo que fue y

pudo ser, recrea su vida y avatares que le llevaron por tantos países en otros

tantos trenes del recuerdo, incluyendo alusiones a la Guerra Civil Española. Encontramos a un Rezzori

que inicia la literatura que le caracterizó desde su salida de Alemania: una descripción de mundos

inexistentes de los que sus protagonistas fueron testigos; preguntarse sobre la condición humana, la

mentira y la delgada línea entre el héroe y el canalla.

Gregor von Rezzori, Edipo en Stalingrado, Sexto Piso, 2011 [1954]

Junto a la Gran Trilogía y La muerte de mi hermano Abel, estamos ante la

novela más acabada del autor, puro Rezzori. Más de 50 años después de ser

escrita, con notable éxito en el mercado anglosajón, Francia e Italia, llegó a

España de la mano de la editorial Sexto Piso, traducida por José Aníbal

Campos. De nuevo una oda a un extraño mundo, unos personajes que

mantienen su elitismo mientras todo se desmorona, donde Rezzori tira de

memoria y recuerdos propios.

Estamos en el Berlín de los años Treinta, Traugott von Yassilkovski,

miembro de la baja aristocracia prusiana que quiere prosperar en la sociedad,

es un asiduo del Charley, un antro frecuentado por clientes variopintos con

dos objetivos: ser reconocidos socialmente y pasarlo bien. Otra de sus clientas

será una niña de papá, la “rubia de raza” con la que Traugott acabará casado.

Mientras suponemos que el nazismo y los inicios de la guerra están

arrasándolo todo, Rezzori no los menciona en ningún momento, el mundo aristocrático e elitista de

Traugott y compañía se mantiene, prospera incluso, a la espera de que al final la fortuna cambie. El

narrador Rezzori introduce largas reflexiones interpelando al lector, muy

interesantes, al hilo del argumento:

«Puede usted no creer, estimado amigo, en la heroicidad del señor Von

Yassilkovski; pero ése sería su error, y lo siento mucho por usted. A su

pobreza de alma le está vedada la capacidad para seguir la senda heroica de

los de su estirpe. Sin embargo, esa senda se extiende ancha y clara ante

nosotros, etapa tras etapa, haciendo justicia en su curso a la categoría de los

mitos que han inspirado un saber primigenio en torno a los misterios de la

vida de los elegidos.» (p. 311).

Gregor von Rezzori, Un armiño en Chernopol, Anagrama, 1993 [1958]

Publicada ya anteriormente por Seix Barral en 1964 bajo el título El húsar

GREGOR VON REZZORI: LA ESCRITURA, ÚLTIMO RECURSO DEL FRACASO

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de Chernopol (traducción de Carmen Castañeda). El subtítulo es “Una novela magrebinia”, con lo cual ya

imaginamos que es un relato costumbrista ambientado en aquella región fantástica de la Europa del Este

ideada por Rezzori, pero al mismo tiempo basada en sus experiencias personales. Con esta novela Rezzori

ganó el prestigioso Premio Fontane de 1959. Reeditada por Anagrama en 1993 y traducida de nuevo por

Daniel Najmías para La gran trilogía en 2008 con algunos cambios sustanciales. Un armiño en

Chernopol es una descripción del Chernovitz natal de Rezzori, su sociedad y personajes del período de

Entreguerras.

El narrador y su hija regresan a esta ciudad de la Tuscovina (remedo de Bucovina) con ocasión de un

funeral. Allí se despliega el recuerdo de niñez de una época que ya ha evolucionado, cambiando por

completo a la ciudad y a sus habitantes, dibujados magistralmente por Rezzori de forma grotesca, satírica:

el señor Tarangolian, gobernador del lugar, y el húsar Tildy, un militar y quijotesco caballero de otro

tiempo, siempre al servicio de sus trasnochados ideales. Él es «el armiño que muere cuando se le mancha

la piel» que aparece en el título del libro.

Como en otras obras, el autor introduce sus reflexiones para el lector a través del narrador, reflexiones

ya sean sobre ese pasado desaparecido o cuestiones morales diversas, como dice el señor Tarangolian:

«¡Ah, desde ya os lo digo, mis queridos amigos, aprended a amar la destrucción!»

Gregor von Rezzori, Viva María. Los muertos a sus lugares, Seix Barral, 1969 [1966]

Rezzori participó como actor secundario en la película de Louis Malle ¡Viva

María! de 1965, una coproducción franco-estadounidense con Brigitte Bardot,

Jeanne Moreau y George Hamilton como protagonistas. El argumento de esta

comedia cuenta la historia de María, hija de un terrorista irlandés, que se

encuentra con otra María, cantante ligera, en un imaginario país de América

Latina en 1907. Accidentalmente ambas inventarán el striptease

Rezzori escribió un diario durante el rodaje en México, publicándolo un año

después. Aparecen anécdotas y momentos divertidos del mismo, aderezados

por la maestría en el arte de contar historias y la utilización del humor por

parte del autor. Rezzori, galán impenitente, “revoloteó” alrededor de la

entonces estrella y sex-symbol Brigitte Bardot, pero sus resultados fueron más

bien pobres, según confesó no sin cierto resentimiento treinta años después:

«No hubiera tenido posibilidad alguna. BB era una persona maravillosa, inteligente y bellísima, no era

como una muñequita, como Claudia Schiffer. Y se movía como una gacela. Casi me araña cuando en

algún momento le dije que dejara esa tontería de adoptar a cualquier perro sano y a cualquier gato que

merodeara cerca de ella. Su amor a los animales iba de la mano con la negligencia para con su hijo. Y

sus amantes eran totalmente intercambiables. Deberían haber tenido asas para que fuera más fácil

tirarlos.» (Saltz Wedel & Stolle, Soy un diletante).

Gregor von Rezzori, La muerte de mi hermano Abel, Sexto Piso, 2016 [1976]

Para muchos críticos literarios es su obra más acabada. La muerte de mi

hermano Abel es parte de una historia en dos volúmenes, la segunda se iba a

titular Caín pero quedó inconclusa. Este año 2016 vio por fin su traducción al

español gracias a la editorial Sexto Piso y al traductor especializado en

Rezzori, José Aníbal Campos. Su publicación en Estados Unidos en 1985

catapultó al reconocimiento tardío a Rezzori. En Alemania, publicada por

primera vez en 1976, la novela pasó casi desapercibida.

José Aníbal Campos define la obra como un Decamerón del siglo XX

(Gregor von Rezzori: el Dichter de la ceja escépticamente levantada). Un

triple juego de narradores: el real Gregor von Rezzori, el escritor que aparece

en la narración, Aristides Subicz, al que un editor acaudalado le pide que

escriba una novela de pocas páginas cuando él ya tiene una de miles fruto del

trabajo veinte años, así como una especie de alter ego contrario de Subicz

llamado Schwab. Todo parece un ajuste de cuentas del protagonista con la época y su maldad, además de

la herencia de ambas. Lo que Rezzori califica al principio de «el que escribe se venga». Sin embargo es

GREGOR VON REZZORI: LA ESCRITURA, ÚLTIMO RECURSO DEL FRACASO

32

un ajuste de cuentas sin orden, las reflexiones y argumentos brotan de aquí y allá de manera

desconcertante a través del supuesto diario de Subicz, encontrado muchos años después y que son en

realidad unas hojas manuscritas sin mucho sentido pero donde se refleja la perversidad de un tiempo del

que Rezzori da magistralmente testimonio:

«Busco la otra mitad de mi vida en los residuos, en el eco —mejor dicho— de esa época a la que esa vida

perteneció. Y aquella época puede identificarse en este eco, de un modo cada vez más claro, bajo la

forma de un estilo. O con mayor precisión, desde el punto de vista de la historia del arte: la época que

desarrolló el Art Déco a partir del Art Nouveau, el tiempo de flirteo y noviazgo de Europa con América

(del matrimonio sería testigo más tarde, pero sólo como invitado tras la valla). Busco una Europa que

todavía era europea». (p. 30).

Paradójicamente, excepto en Estados Unidos el libro pasó casi desapercibido en Europa –a pesar de

tratar sobre la decadencia europea posterior a la guerra-. Años después, el escritor y periodista Ignacio

Vidal-Folch recordaba la mala venta del libro en Francia:

«Paseaba por las librerías de París y le pregunté a Colette qué tal suerte estaba corriendo el libro. Ella

me dijo: “el autor apareció en Bouillon de Culture –la emisión literaria de la televisión francesa-. Era un

caballero viejo. No era simpático. Así pues, no se vende ni un libro»6.

Gregor von Rezzori, El rey sin trabajo, Península, 1989 [1981]

Otra de las “historias magrebinias” de Rezzori, uno de sus relatos cortos

cómicos de corte costumbrista escrito en los años Cincuenta. La traducción

es de José Antonio Alemany. Se trata de un cuento en siete capítulos sobre

un rey de un lejano país imaginario –ya podemos intuir que en la frontera

entre la Europa Oriental y la Occidental- que por avaricia se come toda la

plata de la vajilla y ordena entonces a todo el mundo comer con las manos.

Poco después también perderá su corona al caer a la olla de la comida y tras

ella irá él.

Un cuento “magrebinio” descabellado y divertido, no exento de crítica

social y política, aunque lo presente en una realidad fantástica, aderezada con

la habitual ironía de Rezzori. Casi treinta años después el autor recuperó lo

más jocoso de sus personajes “magrebinios” en una edición al español

raramente disponible.

Gregor von Rezzori, Flores en la nieve, Anagrama, 1996 [1989]

Este libro lleva por subtítulo Retratos de una autobiografía que nunca

escribiré y ya podemos suponer que es una de las obras más íntimas, llena de

alusiones a su propia vida, del autor. Se evoca el recuerdo de sus padres y una

hermana ya fallecida, desde una niñez perdida a la madurez nostálgica.

Rezzori no abandona el tono irónico y el humor, no exento de momentos

tristes, como si fuera una tragicomedia protagonizada por Bill Murray, donde

los personajes son al menos excéntricos, por no decir grotescos.

El libro arranca en un arrebato de violencia que golpea un pacífico silencio

anterior: una bandada de pájaros que sobrevuela su Bucovina natal, aunque no

diga que estamos ahí, es tiroteada por cazadores, quedando tendidos en el suelo

algunos de ellos, como flores en la nieve. El antisemitismo también está

presente en el relato, como no podía ser de otra manera tratándose de la época

inmediatamente anterior a la destrucción de los judíos europeos. Rezzori

termina con un brillante epílogo al respecto que suena a profecía que se cumplirá, como sabemos. Está en

la Chernovitz de su niñez:

6 Ignacio Vidal-Folch, Las flores ensangrentadas de Rezzori. ABC Cultural, 27-3-1999, p. 30. Consulta

Internet: 27-9-2016.

GREGOR VON REZZORI: LA ESCRITURA, ÚLTIMO RECURSO DEL FRACASO

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«Por casualidad pasa por allí un muchacho de la fraternidad alemana Arminia, con el cuello almidonado

y la gorra colocada con arrogancia en la cabeza; en una banda que le atraviesa el pecho ostenta los

colores de su fraternidad. A la vista del rumano hace ademán de husmear con desprecio a través del

esparadrapo que cubre una reciente cuchillada que afea su rostro. Su gesto manifiesta sin ambigüedad

que él no ve en el rumano más que a un pueblerino y un adversario en potencia, por más que los dos se

sienten en los mismos bancos en la universidad. Es el pretexto para una discusión que fácilmente podría

llegar a las manos. Pero su atención es desviada hacia la presencia de un judío jasídico con caftán

negro, de pálida tez de erudito y largos papillotes enroscados en tirabuzones bajo el gorro forrado de

piel de zorro; ambos reconocen al instante que su pulsión agresiva ha encontrado en el judío su

verdadero blanco. Por el momento se contentan con proferir burlas e injurias, y dirigirle gestos

obscenos. De momento, pues la escena se desarrolla en 1930. La gran señal aún no ha sonado. Pero va a

hacerlo pronto, y engendrando todas sus diabólicas consecuencias»7.

Gregor von Rezzori, Sobre el acantilado y otros relatos, Sexto Piso, 2014 [1991]

Libro que comprende tres relatos cortos de Rezzori escritos en diferentes

épocas y donde el autor se desprendió algo de las descripciones minuciosas

que nos tiene acostumbrados para centrarse en tramas bastante inquietantes.

Las traducciones son de José Aníbal Campos.

El cisne es una pequeña novela que trata de la iniciación de dos jóvenes

aristócratas a los que sus campesinos piden que maten a un cisne salvaje.

Todos los personajes son tratados por Rezzori de forma irónica y personal.

Poco a poco, sin apenas darse cuenta, el mundo donde todos viven va

cambiando irremisiblemente hacia la violencia y la guerra. En Sobre el

Acantilado tenemos la historia de un artesano, un escultor de imágenes de

vírgenes dentro de una atmósfera de no disimulada sexualidad. El acantilado

encarna esos abismos a los que en ocasiones nos vemos abocados a mirar,

sortear o saltar esperando no caer. El último relato es póstumo, publicado tras

el fallecimiento de Rezzori, muy desacreditado por la crítica especializada

como un “mero divertimento”8 y donde un viejo en la Italia de finales de los Sesenta se engancha a un

programa de televisión presentado por una bella periodista y donde la realidad es lo que aparecerá en la

pantalla, trasiego de la estupidez de la sociedad de masas con los medios de comunicación actuales.

Gregor von Rezzori, Un forastero en Lolitalandia, Reino de Redonda, 2012 [1993]

En su momento, al escritor Javier Marías le llamó la atención este relato

corto de Rezzori, escrito como reportaje para la revista Enquire en los años

Ochenta y decidió publicarlo en su editorial con traducción de Christian Martí-

Menzel. Se ofrece un recorrido a lo largo de los Estados Unidos que visitó en

sus viajes Vladimir Nabokov (Humbert Humbert) acompañado del más famoso

de sus personajes: Dolores Haze, Lolita. El libro supone el viaje en busca de una

verdad. Entre Nabokov y Rezzori hay ciertos paralelismos, aparte de la

admiración del segundo por el primero, principalmente la pérdida irremediable

del mundo que los vio nacer y crecer. Rezzori era lanzado:

«Me invadió el deseo de cruzar esos interminables espacios habitados, según

me imaginaba yo, por búfalos y rascacielos, pieles rojas en mustangs,

gángsteres con sus mujerzuelas, negros tocando jazz en sus saxofones y también

por Buster Keaton.»9

La edición de esta curiosa obra, pequeña con sólo 40 páginas, es muy cuidada. Zadie Smith y el

propio Javier Marías son los encargados de escribir prólogo y epílogo que sitúan a obra y autor en su

tiempo. Una auténtica rareza que nos demuestra el genio de Rezzori a la hora de describir lugares y

personajes pintorescos.

7 Gregor von Rezzori, Flores en la nieve. En La gran trilogía, Barcelona, Anagrama, 2009, pp. 886-887.

8 http://cultura.elpais.com/cultura/2014/08/22/babelia/1408716015_756663.html

9 Gregor von Rezzori, Un forastero en Lolitandia. Madrid, Reino de Redonda, 2012, p. 37.

GREGOR VON REZZORI: LA ESCRITURA, ÚLTIMO RECURSO DEL FRACASO

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Gregor von Rezzori, La gran trilogía, Anagrama, 2009.

Bajo el título La gran trilogía, la editorial Anagrama volvió a reunir en un

tomo nuevas revisiones y traducciones de Un armiño en Chernopol (trad.

Daniel Najmías), Memorias de un antisemita (trad. Juan Villoro) y Flores en

la nieve (trad. Joan Parra). El escritor, ensayista y amigo del autor, Claudio

Magris, es el encargado de escribir un prólogo sobre Rezzori y su obra.

Estamos ante un contundente tomo con la historia de Europa Central durante

los años de Entreguerras -y aún después- de la primera hasta la última página,

de la mano pseudoautobiográfica y los recuerdos de Rezzori. Historia y

memoria son pues los hilos conductores que dan sentido y unen los relatos en

esta trilogía.

Esta trilogía, aunque hay que recordar que Rezzori nunca pensó juntar las

tres obras dentro de una misma temática, comparte actores y ambientes comunes en casi todos los libros

del autor. Encontramos similitudes de argumentos, girando estos en torno a personajes desarraigados y al

recuerdo, el espíritu del epochenverschleppen o dolor del pasado que ya conocemos. Este espíritu entre

melancolía y olvido se resume, por ejemplo, en las palabras que el narrador ficticio introduce en el

prólogo de Un armiño en Chernopol: «Nadie hace otra cosa jamás que ir al encuentro de la propia

muerte […] Pues todos están perdidos en su soledad, los hombres y las ciudades.»10

Gregor von Rezzori, Caín. El último manuscrito, Sexto Piso, 2016 [2001.

Póstumo].

Rezzori dejó inconclusa una segunda parte de La muerte de mi hermano

Abel titulada como Caín. Editado al castellano en octubre de 2016 por Sexto

Piso, de nuevo con excelente traducción de José Aníbal Campos, en el libro

encontramos los mismos personajes y circunstancias del primero como el

escritor Aristides Subicz, incapaz de acabar su novela y testigo a su vez de una

época confusa y violenta que documental como un notario de la realidad.

De nuevo Rezzori introduce una crítica a las clases medias que

posibilitaron el nazismo, en la persistente herencia de este tras haber finalizado

la guerra, el triunfo del capitalismo y consumismo de corte norteamericano en

una Europa que ha perdido sus valores morales e históricos a lo largo del siglo

XX, desgarrada por la guerra y atroces sufrimientos. Todo ello queda de nuevo aderezado por la elegancia

de la escritura de Rezzori y su hondo sentido del humor, trágico pero lleno de ironía. También por el

tratamiento de los personajes que simbolizan todos ellos (Aristides, Schwab, Christa, Scherping, etc…)

las virtudes y defectos en esa Europa decadente y ruinosa de la posguerra donde se ambienta el peso del

libro.

10

Gregor von Rezzori, Un armiño en Chernopol. En La gran trilogía, Barcelona, Anagrama, 2009, p. 28.

GREGOR VON REZZORI: LA ESCRITURA, ÚLTIMO RECURSO DEL FRACASO

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Rezzori en Internet11

Rezzori en la Wikipedia:

https://es.wikipedia.org/wiki/Gregor_von_Rezzori

José Aníbal Campos y Juan Villoro, «Reír entre las ruinas» en Letras Libres

(2014):

http://www.letraslibres.com/mexico-espana/gregor-von-rezzori-reir-entre-las-

ruinas

José Aníbal Campos, «Traduciendo a Gregor von Rezzori en su propia casa» en

El Trujumán. Revista Diaria de Traducción, 2014:

http://cvc.cervantes.es/trujaman/busqueda/resultadosbusqueda.asp?Ver=50&Pag

ina=1&Titulo=Traduciendo%20a%20Gregor%20von%20Rezzori%20en%20su

%20propia%20casa&OrdenResultados=2

José Aníbal Campos, «Gregor von Rezzori y el “americanismo”» en Nexos

(2016):

http://www.nexos.com.mx/?p=30007

Especial sobre Gregor von Rezzori en la revista Critica (2014):

http://revistacritica.com/contenidos-impresos/vigilia/un-armino-en-chernopol-

de-gregor-von-rezzori-andrea-landolfi

Reseña de José María Guelbenzu de La gran trilogía para La Revista de Libros

(2009):

http://www.revistadelibros.com/articulos/gregor-von-rezzori-la-gran-trilogia

Reseña de Juan Villoro de La muerte de mi hermano Abel para Babelia (El

País). 2016:

http://cultura.elpais.com/cultura/2016/01/07/babelia/1452185592_781577.html

Reseña de Rafael Narbona de La muerte de mi hermano Abel para El Cultural

(El Mundo). 2016:

http://www.elcultural.com/revista/letras/La-muerte-de-mi-hermano-Abel/37567

11

Todos los enlaces han sido revisados el 7-11-2016.

GREGOR VON REZZORI: LA ESCRITURA, ÚLTIMO RECURSO DEL FRACASO

36

Memorias de un antisemita en Radio Sefarad:

http://www.radiosefarad.com/memorias-de-un-antisemita-de-gregor-von-rezzori/

Ernesto Hernández Busto, «Lotos alucinantes. Lectura de Gregor von Rezzori” en

Crítica (Revista Cultural de la Universidad de Puebla). 2014:

http://revistacritica.com/contenidos-impresos/ensayo-literario/lotos-alucinantes-

lectura-de-gregor-von-rezzori-por-ernesto-hernandez-busto

Karina Sosa Castañeda, «Reminiscencia: Gregor von Rezzori» en blog Des/linde.

2016:

http://des-linde.com/2016/01/reminiscencia-gregor-von-rezzori/

Carlos Losilla, «Gregor von Rezzori y el tiempo del Barroco» en blog O. 2015:

http://abcdefghijklmn-pqrstuvwxyz.com/gregor-von-rezzori-y-el-tiempo-del-

barroco/

Frédéric Beaumont, «Nostalgie habsbourgeoise et bucovine interethnique chez

Joseph Roth et Gregor von Rezzori» en ROCSIR, Revista Romana de Studii

Culturale (pe Internet), 1-2, 2004:

https://www.academia.edu/236613/_Nostalgie_habsbourgeoise_et_Bucovine_inte

rethnique_chez_Joseph_Roth_et_Gregor_Von_Rezzori_

Fundación Santa Maddalena (Donnini. Retiro para escritores dirigido por Beatrice

Monti della Corte, viuda de Gregor von Rezzori):

http://new.santamaddalena.org/

Premio Gregor von Rezzori (Festival del Escritor. Florencia desde 2007):

http://www.premiovonrezzori.org/

Artículo sobre los judíos de Chernovitz:

http://sefarad-asturias.org/wp/?p=996