Gladys Carmagnola · 2017. 3. 19. · 9 D espedida A Gladys Carmagnola (Guarambaré, 2 de enero de...

206
www.sepy.org POESÍA CUENTOS Y RELATOS ARTÍCULOS Y ENSAYOS CRÍTICAS LITERARIAS Gladys Carmagnola ISSN 2311–0570 EDICIÓN Nº 9 AÑO 2 SEPTIEMBRE 2015 Sociedad de Escritores del Paraguay

Transcript of Gladys Carmagnola · 2017. 3. 19. · 9 D espedida A Gladys Carmagnola (Guarambaré, 2 de enero de...

  • www.sepy.org

    POESÍA

    CUENTOSY RELATOS

    ARTÍCULOSY ENSAYOS

    CRÍTICAS LITERARIAS

    Gladys Carmagnola

    ISSN 2311–0570

    EDICIÓN Nº 9AÑO 2

    SEPTIEMBRE 2015

    Sociedad deEscritoresdel Paraguay

  • 2

  • 3

    COMISIÓN DIRECTIVASOCIEDAD DE ESCRITORES DEL PARAGUAY

    SEP 2014–2016

    Presidentes honorarios: Carlos Villagra Marsal

    Gladys Carmagnola Dirma Pardo Ramiro Domínguez

    Presidente: Feliciano Acosta Vicepresidente: Alejandro Hernandez y von Eckstein Tesorero: Gabriel Ojeda Secretaria: María Eugenia AyalaSecretaria de Actas: Estela Franco Vocal 1: Juan de Urraza Vocal 2: Oscar Pineda Vocal 3: Víctor–jacinto Flecha Vocal Suplente: Rodney Zorrilla Vocal Suplente: Julio Sotelo Síndico: Lisandro Cardozo Síndico Suplente: Susana Gertopan

  • 4

    SOCIEDAD DE ESCRITORES DEL PARAGUAY –SEPsociedadescritoresparaguay@gmail.comwww.seppyblog.blogspot.comwww.sepy.org

    Especial agradecimiento a PORTAL GUARANIpor su apoyo para esta publicación digital.

    Dirección editorialAlejandro Hernández y von Eckstein

    Corrección Cintia Cañete

    Diseño gráfico y diagramaciónMirta Roa Mascheroni

    En portada: Ramiro Domínguez (Foto de Carlos Roa)

    Edición al cuidado de los autores

    Septiembre 2015

    ISSN: 2311–0570Asunción –Paraguay

  • 5

    EDICIÓN Nº 9Año 2 –septiembre 2015

    Asunción, Paraguay

  • 6

    Prólogo ........................................................................ 9

    POESÍA

    Delfina Acosta La ley de la palabra ................................................... 13Estela Asilvera Felicidad ................................................................... 15Gladys Carmagnola Reencuentro .............................................................. 18 Con tus mismas palabras ........................................... 20Moncho Azuaga Actos y entreactos .................................................... 22 Odiseo, 2015 DC ....................................................... 24Mabel Coronel Cuenca Acaso estoy muerta ................................................... 26Biera Cubilla Te pedí que te quedaras ............................................. 28Susy Delgado Purahéi mombyrymi ................................................. 32 Kuruguaty ................................................................. 34Renée Ferrer Habitar el cuerpo ....................................................... 38

    Índice

  • 7

    Habitar mi lugar ............................................................. 40 Habitar el sueño..........................................................41 Habitar la palabra....................................................... 42Víctorio Suárez Corazón...................................................................... 45Ulisses Viveros Contratiempo............................................................. 47 Linda y vacía.............................................................. 47 Candor y tinieblas....................................................... 48 Costumbre.................................................................. 48 Aunque vuelva a nacer............................................... 48

    NARRATIVA

    Feliciano Acosta Ynambu’i ..................................................................51Princesa Aquino Augsten Tus manos .................................................................54Lisandro Cardozo Las cicatrices perduran .............................................58Alejandro Hernández y von Eckstein Juntos por siempre ....................................................66Oscar Pineda Amaniyá ....................................................................72Leni Pane Las mariposas ...........................................................86Augusto Roa Bastos La Balandra ...............................................................95Lourdes Talavera La Madre del cielo en luna llena............................ 111

  • 8

    Juan de Urraza El fondo para el viaje en el tiempo ..........................115Javier Viveros Una de Nollywood .................................................. 127Tadeo Zarratea La caída del Mariscal .............................................. 134

    ENSAYO

    Ramiro Domínguez Cervantes Olvidado: El Lenguaje Popular Paraguayo ................................................................ 145Natalia Echauri Ciudadanos del Mundo ........................................... 157Victor–Jacinto Flecha Historia y literatura ................................................. 163Tadeo Zarratea La función del idioma guaraní en la guerra del Paraguay contra la Triple Alianza ........................... 183

    CRÍTICA LITERARIA

    José Vicente Peiró Barco En el parque de Gaudí de Milia Gayoso Manzur ... 199

  • 9

    Despedida

    A Gladys Carmagnola (Guarambaré, 2 de enero de 1939 – Asunción 9 de julio de 2015)

    En la década del 60 conocí a Gladys Carmagnola en la Universidad Católica. No sabía que ella escribía hasta que encontré en una librería su “Lazo Esencial”, un pequeño libro que me impactó. Fue tanta la impresión, que dije que el día en que publicara mis primeros versos, lo haría en ese tamaño y forma. Y así lo hice cuando publiqué años después mi primer libro Ñe´e ryrýi.

    La obra de Gladys era sencilla, clara y precisa, escribiendo tanto para el público adulto como para el infantil, en donde entrelazaba sus versos con juegos y carruseles.

    Celebraba la lluvia, el sol, la luna, la amistad, la primavera… “¿Por qué no celebrar el aire que me resta? ¿Por qué no celebrar algún poema? Ella celebraba todo… celebraba la vida.

  • 10

    También gustaba de reunirse con sus amigos y colegas escritores en largas tertulias, leyendo poemas o simplemente conversando. Era en esos encuentros donde su generosidad salía a relucir, no dudando en regalar alguno de sus libros. Como muestra de ello, atesoro en un lugar preferencial de mi biblioteca, un ejemplar de “Poema de la celebración”.

    Muchas fueron las horas compartidas que volaban como golondrinas al viento, en especial cuando coincidíamos siendo jurados de algún premio literario donde ella se desempeñaba con mucha solvencia profesional, contagiando su alegría y su afable sonrisa.

    Es que Gladys era así, contagiando siempre a su paso su optimismo musical y su alegría poética, hasta que una tarde, un 9 de julio, subió a su barca para emprender la travesía rumbo a “Puerto Esperanza” para inundarlo de música y poesía.

    Feliciano Acosta Alcaraz

    Presidente SEP

  • 11

    poesía

  • 12

  • 13

    POESÍA

    Delfina Acosta

    La ley de la palabra

    Una hormiga poetisa alzó la vozy dijo a la comunidad un día:Convengamos hermanas en que el airese llena con poesía pero a vecesde los brotes de hojas salen versosque son como la arena y que se metenen los ojos del ciervo y los irritan.

    Y hay versos que cargamos diariamentecomo las propias migas y nos cansanmientras a su colmena las abejasalegres llegan. ¡Ah... tener sus alas!Y la comunidad oyó atenta.

    Y un búho en un iluminado olmopor la faz de la luna la escuchaba.

  • 14

    REVISTA SEP DIGITAL

    La ley de la poesía se resumeen que ella vuele, sentenció la hormiga.Y el viejo bosque y sus discretas bestiassoñaron esa noche que eran versos.

  • 15

    POESÍA

    Estela Asilvera

    Felicidad

    Me duró solo segundos,minutos fragmentados,nada en el universo.No puedo comparar esta alegría,este gozo que deja su estela de plenituden esas líneas rectas, curvas, redondasque generan letras, que el intelectolas lee, las entiende.

    Leí, no solo aquello que me escribiste,te leí a vos mismo,te conocí un poco másy completamente.Cada párrafo,gritaba la profundidadde tus pensamientos,agua mansa,

  • 16

    REVISTA SEP DIGITAL

    fuente cristalinade donde puedo bebermea mí misma, zambullirme,ser libertad absoluta.

    Te leí despacio,un café a mi lado,en soledadte trajo cerca de mí,me mirastecon los mares calmos de tus ojosy me sonreíste.Te tomé de la manobesé tus dedos maravillososy te atraje hacia mipara darte un abrazouno de esos que tanto te gustan

    Te susurré la palabra pequeña,inocente, constelada de ternuray cargada de un cariño bien

    ...gracias...

    Me regalaste tus manos,atadas a las mías y dijiste:

  • 17

    POESÍA

    –Niña, todo está bien y te fuiste.Sonreía solacon las hojas de tu vida y la míay, sorbo a sorbo, el café exquisitose volvía eterno,absolutamente eterno...

  • 18

    REVISTA SEP DIGITAL

    Gladys Carmagnola

    Reencuentro

    a Carlos Villagra Marsal

    Yo (también peregrina), habitantede un hermoso país de flor y fuego,albergo, como tú,una patria de voces y silencios,áspera y dulce como la guayaba,de aroma de jazmines y madero.

    Patria de voces puras,de adjetivos sencillos, simples verbos;de sustantivos parcos; comedidos–andamiaje aborigen: rudo, escueto–y patria de quebrachos desgajadosy de cañaverales de silencio

  • 19

    POESÍA

    regados por el vil brebaje amargoy viscoso del miedo.

    (Palomar, campanarios y sonidos–ansia testimonial de un hemisferio)Antigua voz ocultaque todo ser humano lleva dentroes la que escapa hoy a los caminosde tajy, yerba mate y cocoteropara decirte sólo una palabrabreve, imperturbable ante el horror del vértigoy fiel –como se dice sólo han sidoalgunos pocos perros.

    Sus dos sílabas purasen las que crees tú, en las que creo,viven aún aquí, en esta tierraque nos une a los dos como en un besoy han de darnos la voz en esta horaimpostergable ya para el reencuentro.

  • 20

    REVISTA SEP DIGITAL

    Con tus mismas palabras

    a Lidia Lancieri de Ferrón

    ¿Dónde estarás,inolvidable dueña de mi infancia?¿Dónde están tus oídos, que he dañadocon mis yerros, torpezas e ignorancia?¿En dónde está tu voz, que aún recuerdomejor que cualquier regla de gramática–aquélla con la cual, para mí solatodo el amor del mundo conjugabas?

    Ahora cuando el viaje que transitono lleva ya a tu casaentiendo que es ésa tu sonrisala que falta en el aula.(Es otra auladonde el tiempova dejando severas enseñanzasy donde es imposible en eufemismosdisimular las marcas).

  • 21

    POESÍA

    ¿Dónde estarás?¿Existe algún lugar, en algún mapadonde no viva el tiemponi medien las distancias,donde puedas tomar entre tus manosmi manoy dibujemos juntas el mañana?

    Si te encuentras allídonde sólo el amor tiene importancia,deja a tus ojosresbalar su ternura en estas páginasy oye cómo te digo que te quierocon tus mismas palabras.

  • 22

    REVISTA SEP DIGITAL

    Moncho Azuaga

    Actos y entreactos

    (De los teatros prohibidos)

    Y engañan con su lengua,La sazonan de aceites y especias.De azúcares exóticosY frutas y salsas nativasY así la carne de la sierpees blanda y gustosay seduce y convence y la digestión es suaveindolora la política,y la Corte una fastuosa antesala de la mentira.Todo el artificioDe luz, de sonidos,

  • 23

    POESÍA

    De máscaras simulanel deseo y el espectáculo ofrecidogarantiza el aplauso,si no fuera por ese intersticiodonde el ojo se avergüenzade la sutil locura del infierno y sus vicios.En el barro el ofidio oculta su venenoy al calcañar inocente aproxima la mordeduraque la carne presienteMas todos sonríen,lloran,Y nadie, por los aplausos,escucha el grito.

  • 24

    REVISTA SEP DIGITAL

    Odiseo, 2015 DC

    Odiseo vuelve a Itaca y no encuentra a nadie.Penélope está en un sex–shopen Nueva York Y en toda la región se habla y se llora en lengua bárbara, rezan en alemánLos ancianos ya no comen sino un pan durísimoque le rompe los dientes y se adquiere con boletas del FMI.Una flota de invasores a cambio de Troya se adueñaron de las islas y de la Historia.Los griegos trabajan como esclavosen los suburbios de RomaAlgunos huyeron al Áfricay otros en las montañas preparan lanzas, proclamas,poemas para la insurrección .Los mares, bellos como siempre,

  • 25

    POESÍA

    coronados de buques de guerra han ahogado a los diosesY la deuda es la nueva Helena que secuestró un extraño guerrerovestido de negro, a quien llaman Paris el galo.Odiseo enfrentará a sus enemigoso cansado de andarolvidará todo el canto de HomeroY se echará como un desconocido,jubilado turista,en las playas serenas,vendiendo recuerdos a orillas del mar.

  • 26

    REVISTA SEP DIGITAL

    Mabel Coronel Cuenca

    Acaso estoy muerta

    Rodeada de buitres,con trajes negroshechos a medida,–para la ocasión funesta–en un pestañeo vi rostrosmascarados por igual;oía llantos de pájarosy susurros de mariposas,oculta entre los buitresuna sola abeja reina:te has tardado tantoque tu obrera yace muerta.Me he mirado atentamentesin saber si yo dormía,soñaba con un campo verdedonde una rosa allí vivía,girando sobre el eje al oriente

  • 27

    POESÍA

    tan sólo me decía:¿Acaso estoy muerta para que tanta gentedejara sus huertos en pleno díay decidiera acompañarmecon sus cánticos y flores?.

  • 28

    REVISTA SEP DIGITAL

    Biera Cubilla

    Te pedí que te quedaras

    Te pedí que te quedaras,pero creo que no me escuchaste,te pedí que no dejaras de amarmey toda solicitud fue en vano. El peor dolor que existees aquel de saberte míoy al instante perderte para siempre,tenerte físicamente,allí,al lado míopero con tu mente y tu corazón distantes,perdidos en una muda letanía,ayer mío, hoy ya no.

    Sin descanso te busqué.Me detuve a preguntar,

  • 29

    POESÍA

    a mirar mil rostros diferentes,ninguno era el tuyo,ni siquiera tu rostro era tuyo.Ese rostro familiar se tornó irreconocible.Ya no estabas, te perdiste,me prometiste que no lo harías. Las manos que daban sostén,se encontraban egoístamenteen tus cansados bolsillosque guardaban los secretosde un pasado difícil de olvidar. Estuviste en coma por unas semanas,perdiste la memoria de lo que te hizo daño.Me amaste sin miedo, sin condiciones,te amé sin temor, sin imposiciones,nos amamos como dos locos.“Dos locos enamorados”. Hoy no recuerdo si fuimos más locosque enamorados o más enamoradosque locos, pero te amé con locura,y eso fue suficiente. No te quise perder, creo que te lo dije,creo que te lo reiteré dulcemente,

  • 30

    REVISTA SEP DIGITAL

    e hiciste una vana promesa que no pudiste sostener.Y no te perdí, nunca te tuve. Pero estoy de luto,lloro una pérdida irrealde un amor utópico,de un limbo atrapante,de una magia inolvidable,de un amor único,que apenas fue y se extinguió. La mente juega trucos peligrosos,esta vez el contraproducente pensamientoagotó todas las instancias del corazón. Y estás a mi lado, y estás lejos,y te tengo, pero nunca fuiste mío;aun así tu boca fue mi alimento,tu piel, mi tacto;tu mirada, el reflejo de la mía;tu voz, el susurro en el silencio atrapante.

    Y aun así fue real, no tengo cómo probarloexcepto por aquello loco que nos permitimos sentir

  • 31

    POESÍA

    ese trágico amor exquisito que no tenía mayor horizonteque el desastre inminente.Pero, ¡sí que te disfruté! Te encierro en un rincón de mi mentey vuelvo a la etapa de coleccionar retazos de tu rostro:Para imaginarte, imaginarme, imaginarnos,siendo demasiado, todo, bastante, mucho, lo suficiente;para ser felices y para rompernos en diez mil pedazosal separarnos. Te dejo ir, amor, por nuestro bien.Es necesario retomar aquella cordura que nos abandonóhace ya casi un tiempo indeterminable.Te dejo partir; el limbo ya no nos pertenece,ya no le pertenece a nadie ni a nosotros,porque sin nosotros,el limbo no existe.

  • 32

    REVISTA SEP DIGITAL

    Susy Delgado

    Purahéi mombyrymiElla empezó a cantarbajito, lentamentecomo buscando alguna vieja canción olvidadatal vez alguna de esasque cantaba la abuela.Juntó las hojas secaslas migajaslos papelesy limpió su mañanacomo se limpia a una criaturay sus manos rezaron a los dioses que nunca existieronal recuerdo lejano y perdidode un regazopor un pequeño espacio tibiouna mañana de jazmines dulcesuna vieja canción olvidada

  • 33

    POESÍA

    Che yvotymi mombyrypéina ndéve apurahéi…

    Ella debió subir una larga escalerahasta tocar el último escalónrecostado en el aire temblorosodonde el niño posabasus piecitos rosados, vacilantesmientras su cuerpodesafiaba el precario equilibrio alzándose hacia el cielo infinitoy sus manosirremediablemente lejosde las manos de ellaalitas extendidas, indomablesdibujaban el paisaje invisibleel paisaje inasibleel paisaje infinito de la libertad.

    Entonces ella supoque el tiempo de aquel canto

    purahéi mombyrymiipúva he’ë asy

  • 34

    REVISTA SEP DIGITAL

    se había apagadodefinitivamente. ……………………………………………………..

    Kuruguaty*

    Kuruguaty Curuguatyoñembyasy se dueleojahe’o… y llora…Kuruguaty Curuguatyipu asy suena doliente ñane kytî nos hiereñande piro nos despellejañande reity nos echañande juka. nos mata.

    Kuruguaty Curuguatyaña raity nido del diablotekovaieta ijaty hague de esa gente de vida maligna oñuâ tapicha mboriahu que abrazó a esa gente pobreoity ñuhâme los empujó a la trampaoñemboharái hekomíre jugó con sus vidas

  • 35

    POESÍA

    ikéra yvotýre. con sus sueños. Jatevu Garrapatasmbói chini víboras cascabelkáva pochy avispas rabiosasyryvu cuervosmboriahu ro’óre okarúva que comen carne de pobresaña rymba animales del diabloaña ruvicha. caciques del diablo.

    Kuruguaty Curuguatyoñembyasy se dueleojahe’o lloraosapukái gritaokorói rei pyhare pytépe. clama vanamente en medio de la noche.Kuruguaty Curuguatyhuguy syry, sangrando vaomboykuepa mojando vañane retâ nuestra patriandahuguypái no acaba de sangrarhuguy, sangrahuguy, sangrahuguy syry… sangrando está…

    *Lugar de la matanza de once campesinos que reclamaban tierras, ocurrida el 15 de junio de 2012.

  • 36

    REVISTA SEP DIGITAL

    Amali Amalí

    Amangy Aguaceroamandy agua–lluviaamandáu agua–nieveAmali. Amalí.Pukavy ojekáva Sonrisa que se abreomombáy omomýi despierta se mueveomboi desnudaomokyrÿiva cosquilleako’ë. el alba.

    Yvytu piro’y Brisa frescaoñuâ ojapichýva que abraza y acariciapire. la piel.

    Purahéi apysë Canto que asomaokapu estallaopopo saltaojeroky bailatorymi. alegrecito.

    Eirete Mielyryjúi espumamandyju algodónguyrami pajarito

  • 37

    POESÍA

    Amangy, Aguaceroamandy agua–lluviaamandáu agua–nieveAmali. Amalí.

  • 38

    REVISTA SEP DIGITAL

    Renée Ferrer

    Habitar el cuerpo

    Primer poema de la serie “Habitar”

    Habitar el exilio de mi cuerpo,los ojos, puente abierto,donde habitan los otroscaminantes también del mismo exilio.

    Habitar la casa, el cosmos,el planeta;pernoctar en las venas,las arterias,las torvas cavidades,las dichosas,

  • 39

    POESÍA

    en el gris luminoso del cerebro,el corazón de fuego,los huesos que me escalan o desciendo,la piel consustanciada con la tuya.

    Habitar el exilio de mi cuerpo,reducto palpitante,tren viajero,maleta que transporta los goces,los dolores,los recuerdos;alojarme en el cuerpoy recorrermesaciando esta nostalgia de regreso.

    Ingresar en la luz deshabitándome.

  • 40

    REVISTA SEP DIGITAL

    Habitar mi lugar

    Habitar mi lugar.un sitio que sea nuestroen donde podamos mantener el fuego,el viento alborotando los cabellos,los sonidos del mundotañendo las cuerdas dormidas,y el reflojo de pueblos trashumantes en busca de un sitiodonde plantar un nido.

    Cuidadoras del fuegosomos todaspor imperio del mito.

    ¿Dónde están los fogonesde las desheredadas de la selva?,¿dónde la llama que las define?,caminantes sin rumbodonde plantar la espiga.

  • 41

    POESÍA

    Busca en el centro de tu corazónuna planicie agresteen la cual ellas puedanencender el fuego que les pertenece.

    Habitar el sueño

    Dejando el cuerpo dormidohabitar el sueño,partir hacia el espacio ignoradoo presentido,hacia la congregación de los espíritusy los diferentes rostros de la luzo las sombras;libres todos de las ataduras de la sangre,la barrera de los cinco sentidos,las angustias,la ambición,los deseos.

    Explorar los confines de mundos trashumantes,las rutas desconocidas de múltiples galaxias y la nuestra,

  • 42

    REVISTA SEP DIGITAL

    el consejo del sabio,el susurrante aleteo de los ángelesen las regiones ignotas del desconocimiento,y cultivaren el almácigo del asombrola posibilidad de abolir los defectos.

    Desde esa otra dimensión volver volviendoa arroparse en los baluartes del cuerpoy despertaragradeciendo al Altísimola devolución del alma.

    Habitar la palabra

    Habitar la palabra,el no lugar de las cosas,el fructífero vacío,y volver adonde aún no existeel orden ni el caosni lo que antecede,solo ella

  • 43

    POESÍA

    a punto de ser pronunciadapor primera vez:resplandeciente.

    Habitar el momento anterior a la palabra,la inminencia del ser.

    Cuanto existe y nos rodea se disuelve,la materia es solo el esqueleto de las cosas,y nosotrosun precipitado corazón sin historiatributario de un silencio cósmico.

    Habitarlacomo si no existiera lo existente,y todo estuviera por hacerse aún a partir del verbocomo en el principio.

    Habitar la palabra,olvidándose del mundo, de las coordenadas habituales

  • 44

    REVISTA SEP DIGITAL

    ignorantedel remoto fulgor de las estrellasque nos hablan.

    Ni tumulto de fuego,ni estrépito en disenso,menos aún esa vorágine de datos y teorías,o golpes de aldaba precipitándonos en el desconcierto con certeza.

    Habitar la hermosa ausenciay sentir el polen de la calma primigeniafecundando la piel,la irrestricta latitud del universo.

  • 45

    POESÍA

    Víctorio Suárez

    Corazón

    Ya no quería que vuelvas.Pero esta desolación de la tardeen que se aquietaron hasta las hojassólo queda una pared de ladrilloun cuadrado embutidoque aprisionay cae como gota de silencio.En mi alma debilitadala sangre corre como un latido que golpeay se arrastrahaciendo oír apenasla fuerza del corazón.Se va apagando el fuegola mente se distraedeja su rastro de polvo enmudecido.

  • 46

    REVISTA SEP DIGITAL

    En frente la bellezael desconocido resplandorque destila más allá de las nubesbajo el cielo templado e infinito.Los dedos desfallecenel sueño es rotundoy esperaconduce hacia la otra orilladonde la paz es imperecederaigual a los besos que germinanpura luzojos sin memoriasuspiros extasiados.No pude evitar tu llegada.Me dejas hablar de nuevoaunque los dos estamosa punto de partir.

  • 47

    POESÍA

    Ulisses Viveros

    Contratiempo

    ¡Qué irónica entrega este infausto querery tonto contratiempo de tristeza sin fin!Un páramo humano se ha tornado mi ser por darte toda el alma aferrándome a ti.

    Linda y vacía

    Sola, escultural, vil estatua viviente:brotaste con imagen de ángel mortal, de mirada celestial y relleno inerte;tu ponzoña bendita fue pura y letal.

  • 48

    REVISTA SEP DIGITAL

    Candor y tinieblasMe liberó de las tinieblasel candor de su miraday fue así que desde entoncessoy adicto a recordarla.

    CostumbreLa distancia que se mide con los pasosno es precisamente la que nos separa. Pedazo humano de mi soledad:piénsame de vez en cuando, no pierdas la costumbre.

    Aunque vuelva a nacerComo los astros en la eterna cumbreen mí reinarán tus primeras caricias,aquellos brotes de pasión y lumbre,quimeras fugaces y ansias marchitas.

  • 49

    cuentosy relatos

  • 50

  • 51

    CUENTOS Y RELATOS

    Feliciano Acosta

    Ynambu’i

    Kuarahy iñakãsëmívo ararapópe. Ynambu’i oheja hupa, ojetyvyrovyro ha osë ñúre oñehembi’u reka.Oturuñe’ë ha heko tujápe oguata, oveveroky jepi hína.

    Peichahágui ohecha tatatî po’i opu’ãva javorai’ígui.

    Sapy’aitérõ çuarã tata oñekumberéi ha ikonikoni ñúre.

    Ynambu’i itarovaite, opere, osapukái hatã hatãve.

    ¿Moõpa peime che irûnguéra? –he’i iñe’ë rasë ryapu sorópe.

    Pykasu mombyrýgui ohendu Ynambu’i rasë ñembyasy ha oveve, pya’e pya’eháicha oveve hapichápe omoirû.

    Oveve Ynambu’i ári ha yvatégui iñe’ëme he’i:

    –Eveve yvate che irû, pya’éke eveve yvate, yvateve ha ojupi ha oguejy osapukái jeyjeývo chupe.

  • 52

    REVISTA SEP DIGITAL

    Arai ovu, ojepyso, ojave yvýre ha iñe’ pyrusúpe yvatégui he’i:

    Ani nde py’a tarova Ynambu’i, ñamboguéta agâite –ha oñohë y sakã, omboguarara ama.

    Ñu hendýva, pya’ete ogueve, otimbo, opyta.

    Ynambu’i ipepo pererépe oipeju tatatî ñu rovágui oipe’a.

    Arai omono’õ tatatî rembyre ha ogue, oguete ñu.

    Ynambu’i

    Cuando el sol asoma en el horizonte. La perdiz deja su nido, se sacude y sale al campo en busca de comida.Silba y como de costumbre camina y de vez en cuando

    vuela bajito.

    De repente ve un hilito de humo que se levanta de un pequeño matorral.

    Rápidamente el fuego lame y zigzaguea en el campo.

    La perdiz enloquece, aletea, grita cada vez más fuerte.

  • 53

    CUENTOS Y RELATOS

    Compañeros, ¿dónde están? –dice con una temblorosa y rota voz.

    La paloma desde lejos escucha el lastimero llanto de la perdiz y vuela, vuela lo más rápido posible para acompañar a su prójimo.

    Voló sobre la perdiz y desde lo alto con su peculiar voz le dijo:

    –Vuela alto, compañero, rápido vuela alto, lo más alto posible y sube y baja gritándole una y otra vez.

    La nube se infla, se extiende, se aproxima a la tierra y desde allí con su ronca voz le dice:

    –No te desesperes pequeña perdiz, apagaremos enseguida –Y derramó agua clara, ruidosa lluvia.

    El campo en llamas rápidamente se apaga y humea.

    La perdiz con aleteos sopla el humo del campo.

    La nube recoge el resto de humo y se apaga definitivamente el fuego del campo.

  • 54

    REVISTA SEP DIGITAL

    Princesa Aquino Augsten

    Tus manos

    Definitivamente sentía tus caricias. Tus labios rozaban los míos y la pasión cegaba mi razón. Porque el tormento de esta relación me mantenía encadenada, aún más que la mano que Guy de Maupassant describiera en su relato:”Alrededor de la muñeca una enorme cadena de hierro, remachada, soldada a aquel miembro…”Las mías eran invisibles, pero absolutamente más fuertes, porque estaba encadenada al tiempo que transcurría entre una caricia y la otra.

    Tus manos, aquellas que decías que podían tener mil usos, desde ser base de la regla convencional, de “la mano derecha”, hasta la herramienta misma del placer infinito y del finito, la obtención del placer físico.

    Tus manos las que me sostienen en su concavidad y me llenan de dulces brisas los sentidos. Las que me conmovieron e hirieron de muerte. No solo el gesto obsceno proviene de ellas, el puño que destroza y los

  • 55

    CUENTOS Y RELATOS

    dedos que leen también. Porque son instrumentos de medida y de lectura, como de amor y de tortura. Y éstas fueron finalmente tan frecuentes que de pronto no me asombra saber, que tras la pantalla que antes reflejó tus manos seductoras, estimulando cada tecla con las setenta y cuatro cartas de amor apasionado que me enviabas, está hoy ese resto, ese amasijo de muñones que intentan sin éxito apretar las teclas.

    Porque supe luego que fui solo una más de las mujeres seducidas y atormentadas por tu prosa, una más de las que creía en tus escritos y una más de las que con gusto, luego de saberlo todo hubiese sido capaz de cercenar tus dedos en recuerdo de tan cruel engaño.

    Y como abogada no me extrañó esa nota:

    “Leo Testut, no te sorprendas, leo Testut que también es Testut y es Leo. Coincidencias, simples coincidencias de la lengua. Qué extraño resulta un nombre convertido en verbo. Y decido allí, tras la lectura de tu última carta en coincidencia exacta con el hueso carpiano, el PIRAMIDAL, cortar de raíz el objeto de mi tormento.

    Sé que tanto la bailarina, como otras, fueron receptoras de las mismas cartas. Y hoy que tengo que realizar esta operación de manos, decido que también las tuyas se beneficien con mi arte.

    Recuerdo que el primer año que cursé la materia de Anatomía Humana, el compendio de Testut me apasionó de tal modo, sobre todo en lo referente a los miembros.

  • 56

    REVISTA SEP DIGITAL

    “La mano: unida al antebrazo en la zona conocida como muñeca, cuyos huesos forman el carpo”. Porque eso éramos en tus manos, muñecas. Simples muñecas con las que jugabas a tu antojo. Hoy no recibo ninguna carta, no hay ningún mensaje en la computadora. Hoy estoy triste. Pero al día siguiente mi tristeza mutaba en júbilo tras tu carta.

    “El Cairo, es muy tarde, tendré que ser breve. Amor, no podía dejar pasar un segundo más sin escribirte. En la distancia cuento las gotas de sudor, para medir el tiempo en que pueda quebrar el aire vecino a tus oídos, para que se estremezcan tus sentidos, de la misma manera que yo con imaginarte atormento los míos. Querida mía cuánto anhelo el tiempo de los dulces trinos y reposar en paz al lado tuyo.

    Quien te ama apasionadamente y no te olvida. A.R”

    Y siguen mis suspiros y me ilusiono y floto… Él me escribió, dice que no puede olvidarme, florezco, brillo, resplandezco. Él me escribió y yo revivo.

    Huesos de la mano, carpo, metacarpo, falanges. Falanges que forman dedos, Pulgar o gordo, Índice o dedo acusador, tercer dedo Corazón o dedo grosero. Era tu preferido, frecuentemente bromeábamos con éste, para terminar hablando del Anular, el que porta el anillo de matrimonio. El sello de nuestro amor, el símbolo de lo eterno. El círculo. Porque hasta ese dedo llegaban los escritos. Solo hoy luego de saberlo todo llegué al que nos faltaba, el dedo Meñique, el pequeño, como tú. Aunque

  • 57

    CUENTOS Y RELATOS

    más que Meñique, Alfeñique de Puebla, fenómeno sincrético de dulce y calavera.

    ¡Cuánto me hiciste sufrir! Pero ya no más, ni a mí, ni a nadie. Me importa poco lo que opinen luego las demás, en mi caso fue una tarea liberadora. La medicina cura y yo creo haberte curado y haberme sanado a mí y a cuantas torturaste con tus pasiones fingidas, en esos interminables mensajes de e–mail.

    Podría simplemente odiarte, pero preferí tallar tus manos y extirpar el cáncer de amores enfermos. No te culpo, tampoco me culpes. Es la primitiva lógica de los barbaros. “Ojo por diente”, diría Bareiro Saguier. Yo no respondo.

    Estoy en paz, tus manos ya no son tus manos.

    Quien te ama apasionadamente y no te olvida. P.A.

    Espanto, esa es solo una palabra. La imagen de su rostro al ver sus manos con los dedos mutilados, no está del todo contenida en ella.

    Mayo 2014

  • 58

    REVISTA SEP DIGITAL

    Lisandro Cardozo

    Las cicatrices perduran

    Volví esa tarde de lo que pareció un largo viaje. Había pasado mucho tiempo desde la mañana en que tuve un altercado con mi padre, un enfrentamiento que nos alejó definitivamente. Él murió de un colapso hace más de dos años.

    Recogí unas flores de santarrita que colgaban sobre una muralla en una cuadra de mi viejo barrio, donde era como un niño que descubría cosas nuevas en un bazar. Había cambiado más de lo que recordaba de mi infancia: Las calles parecían más estrechas, las viejas casas desaparecieron y los patios de tierra colorada ahora tenían baldosas desteñidas por el sol.

    No quería caer en sentimentalismos, pero aún así recordé la escuelita, el parquecito de hamacas rotas, el zaguán de la casa donde vivíamos con mi familia un prolongado alquiler hasta que enfermó gravemente mi padre y tuvimos que mudarnos a una pieza más modesta.

  • 59

    CUENTOS Y RELATOS

    Mi padre era un oscuro empleado de depósito de materiales de construcción, que se debatía cotidianamente entre la miseria y el alcohol.

    Qué se habrá hecho de Josefina, la chiquilina de cabellera larga y zapatos siempre blanquísimos. Tal vez ya tenga hijos, una casa digna. Recuerdo que tenía un hermoso cuerpo, perfectos dientes, la mirada tierna y los pies planos.

    Las flores que traía eran para mi madre, a quien iba a visitar al cementerio. Ella, por mucho tiempo no me había perdonado la pelea con mi padre. Sin querer culparla ahora, ella no contribuyó en nada para que yo espete al viejo, que en el fondo era bueno, aunque pusilánime. Las permanentes peleas entre ellos, de a poco fueron minando mi concepto de respeto.

    Tardé años en conseguir este permiso en mi lugar de reclusión. No bastaron el buen comportamiento que tuve, las notas al director, ni las coimas a los celadores. Sólo después de un cambio total en la estructura carcelaria se volcó la suerte a mi favor.

    Viene a cuento el motivo de mi encierro, porque la historia que quiero contar es a consecuencia de ello. Debo confesar por enésima vez que fui víctima de un complot entre la amante de un coronel y su tío. La descubrí a ella en la cama con su primo y creyó que cometería la imprudencia de delatarla. Yo era ordenanza del coronel, y Fátima –así se llamaba– manipuló algunos contactos en la policía y me

  • 60

    REVISTA SEP DIGITAL

    hicieron responsable de un robo de joyas de la esposa de mi jefe.

    Encontraron algunas de las cosas robadas en mi casa, y no paré hasta llegar a la celda 72, de uno de los pabellones más tenebrosos de Tacumbú.

    Obviamente no recibí nunca la visita de mi padre. Mi madre tenía que acatar su orden, por temor. Ella me envió algunas cosas por una vecina que iba a visitar a su marido. El coronel Ingolotti, ya retirado seguramente, cierta vez me hizo saber que a pesar de todo, creía en mi inocencia. Eso abrió una brecha de luz en mi azarosa vida, pero pronto me di cuenta de que fue una ilusión que solamente yo mantuve por años.

    Tenía en el bolsillo la vela y la orden de salida que decía “se le concede permiso por doce horas, por buen comportamiento’’. Tenía algún dinero que fui acumulando con los años, como las ganas de salir y caminar en libertad por el barrio, por la ciudad. Aunque esto se hacía difícil, por ahora, pues no tenía abogado, no sabía en qué instancia estaba mi expediente, ni suficiente dinero para apurar mi proceso. Coloqué las raídas flores en una lata de conserva, sobre otra puse la vela, y la llama bailoteó en el viento.

    Sobre un montículo de tierra floja estaba colocada la cruz con el nombre de mi madre y dos fechas. Abajo decía ¨”Muerta de pena”. La sepultura fue erosionando con las lluvias y se podía adivinar el cajón que le consiguieron los vecinos.

  • 61

    CUENTOS Y RELATOS

    Recé largo rato arrodillado y no extrañé la soledad y silencio que ahí había.

    ¿Qué se habrán hecho de nuestras pocas pertenencias? Algún día he de ir a buscarlas y rescatar algunos recuerdos muy queridos. La dueña de casa seguramente se apropió de ellas en pago de alquileres atrasados, y lo que no le interesaba lo desperdigó en la basura que siempre acumuló en el fondo del patio.

    Recuerdo la foto en ropa de marinero, otras en un acto cultural de la escuela. También había una foto carné que me había sacado para ir al colegio.

    Me imaginaba libre, pudiendo viajar en colectivo, ir a la costanera, pescar una tarde de domingo, tomar alguna cerveza con nuevos amigos en nuevo barrio, un trabajo decoroso. ¿Pero adónde ir, me dije, si no vuelvo a la cárcel, que es el lugar que mejor conozco?

    Ya que estoy afuera, me dije, debería aprovechar para ir a buscar a esa mujer causante de mi desgracia y la hago pagar por todo lo que yo sufrí en estos años. Conozco la casa que le construyó el coronel Ingolotti, sé donde trabaja, la hora que sale, por qué calles camina. Lo que me falta es un arma para asegurar el éxito.

    Hubiera bastado un estoque, que lastimosamente dejé en mi celda. No podría pasar por el control con él en la cintura.

    Esa arma que yo mismo había fabricado me salvó en muchas oportunidades. Como aquella vez que me

  • 62

    REVISTA SEP DIGITAL

    quisieron matar porque no me acoplé al motín que pedía mejores condiciones de vida para los internos. A mí no me importaba lo que planteaban, por ello no me sumé y me acusaron de traidor, que ni siquiera me preocupé de negar. Sin embargo, me guarecí en mi celda, cuchillo en mano. Quemaron mi colchón, algunas ropas que tenía colgadas en un armario, pero no me tocaron.

    Salí del cementerio y entré en un copetín que encontré a mi paso, donde se enfriaban algunas empanadas; pedí milanesa, y la dueña me dijo que tardaría, pues en ese momento salía la chica para la carnicería. No podía esperar tanto. Salí y caminé al azar, hasta llegar a una avenida. Encontré un bar abierto, pedí una gaseosa, un bife a caballo y todos los condimentos disponibles, además de abundante pan. Hacía tiempo que no comía tan bien.

    De a poco, a mi alrededor se iba poblando de gente. Terminé lo que había en mi plato y en un descuido guardé un cuchillo en el bolsillo, tras envolverlo con dos servilletas de papel.

    Pagué y salí con paso vivo y me perdí en la primera esquina. No era la primera vez que robaba, porque en la cárcel, para sobrevivir, a veces había que hacerlo, y se aprendía rápidamente.

    Caminé mucho para darme ánimo y no echarme atrás, hasta que la noche fue cerrándose sobre mí. Llegué poco antes de las ocho a la esquina de la casa. Me ubiqué en un lugar adecuado para observar todo el movimiento.

  • 63

    CUENTOS Y RELATOS

    No conté con que ella tendría un amigo, novio o marido que le trajera en auto. Descendieron ambos y entraron riendo y cuchicheando, cómplices. Me pareció que estaba más gorda y con cabello más largo.

    Permanecí en la oscuridad, acariciando mi cuchillo, que tenía más punta que filo.

    Con los años aprendí a tener paciencia, a vivir una rutina desesperante, que se desarrollaba entre la claridad de la mañana y terminaba con alguna película vieja en la televisión, después del noticiero. Luego solamente los grillos y algunas voces o gritos en la inmensa oscuridad. A ello seguían los infernales ruidos de los cerrojos, gritos de órdenes en los distintos pabellones.

    Eran las nueve, y fui por ella. Salté la muralla baja, rodeé la casa, que tenía ventanas vidriadas que facilitaron mi trabajo. Vi que en la cocina freía algo. En la sala vi una enorme fotografía de la pareja con un hijo pequeño, y me dio lástima la cara de buen tipo que tenía el hombre.

    La puerta de la cocina estaba abierta. La sorpresa de la mujer fue grande cuando me vio entrar cuchillo en mano. Gritó y retrocedió unos pasos hacia el corredor. Le ordené que se quedara, que se tranquilizara. Había música en la sala. Ella me reconoció inmediatamente y comenzó a temblar, poniéndose pálida como papel, sudando profusamente a pesar del fresco. Me acerqué y la miré a los ojos. No hubo necesidad de palabras mías. Me pidió todo tipo de perdón y me rogó que no le haga daño, y tampoco a su familia.

  • 64

    REVISTA SEP DIGITAL

    —Vos no dudaste en incriminarme —le dije—. Ahora me decís que eras muy joven y no querías que te mate el coronel. Pero vos no tuviste en cuenta mi edad ni lo que yo perdería.

    El marido, atraído por las voces, fue a la cocina con un arma en la mano. De un salto tomé a Fátima por el cuello y la atraje hacia mí. Estaba muy nervioso y no podía prever qué resultado tendría lo que estaba ocurriendo. Ella, una vez más, mintió y gritó histérica que yo había entrado para robar. La hice callar cuando presioné un poco más el cuchillo.

    —Me estoy tomando la revancha contigo —le grité en el oído.

    Cuando el marido quiso saber que ocurría, le expliqué brevemente lo que había pasado hace muchos años.

    Primero leí en su rostro la expresión de sorpresa, luego la indignación y, finalmente, un profundo desprecio. El revólver fue cediendo hasta casi caérsele de la mano. Se recostó en la mesa y miró la oscuridad por la ventana. No podía creer lo que estaba escuchando de mi boca y la pobre argumentación de ella, queriendo ocultar su verdadero pasado.

    Esa noche volví a la cárcel a presentarme al oficial de guardia, en el portón principal. Él miró la lista de los que habían salido con permiso, y mi nombre no figuraba.

    —Pero vos me conocés —le dije—, allá tengo mis cosas y quiero volver a continuar mi vida aquí.

  • 65

    CUENTOS Y RELATOS

    No negó que me conociera, pero me reiteró que no podía entrar a esa hora, si no estaba mi nombre en la lista. Me pidió que me retirara y que volviera al otro día para hablar con el Jefe de Guardia, aunque tenía el papel firmado por el director.

    Dormí en un banco de plaza, sin saber adónde ir en definitiva. Una vez que amaneció, fui de nuevo a la casa de Fátima. Llegué en el momento en que un camión militar era cargado precipitadamente por unos soldaditos. Eran algunas cajas, atados de ropa y muebles.

    Desde la ventana miraban un hombre y un niño de unos cuatro años, que lloraba desconsoladamente. Luego salió Fátima y les miró largamente, como queriendo grabar esa escena. Lloraba cuando abordó el camión, que fue echando humareda, hacia el centro.

    Pasé una vez más frente a la casa, que parecía desierta. No escuché voces, ni música, ni nadie reía ya. El cuchillo que traía lo arrojé en el patio y me fui caminando sin rumbo.

  • 66

    REVISTA SEP DIGITAL

    Alejandro Hernández y von Eckstein

    Juntos por siempre

    —Verónica, se está tomando muy a pecho la situación de este paciente cuyo estado sólo un milagro puede revertir —dijo, suponiendo mi inconciencia, el médico a la enfermera que con esmero me había atendido los últimos cuarenta días—. Vaya a descansar. Por si no se percató su turno ha terminado hace un par de horas.

    —No se preocupe por mí, doctor. En cuanto a los milagros…

    La conversación fue interrumpida y el sonido persistente del monitor y el de otros equipos a los que estaba conectado pasó a segundo plano, ante el alboroto de sirenas y correr de médicos por el pasillo contiguo a la habitación.

    —Doctor, ha ingresado a Urgencias una paciente con muerte cerebral —dijo una enfermera que ingresó bruscamente a la habitación.

  • 67

    CUENTOS Y RELATOS

    —¡La sigo de inmediato! —respondió el médico dejando mi historial sobre la cama—. Verónica… quédese aquí. Ya sabe qué hacer.

    El doctor salió presuroso de la habitación mientras Verónica, siguiendo el protocolo para estos casos, me preparaba para el eventual transplante.

    Minutos después el teléfono de la habitación sonó y mis ojos se cerraron.

    —¡Ey! ¡Cabezón! Siempre supe que te gustaba vaguear… pero cuarenta días en cama… ¿No te parece mucho?

    —¿Paty? ¿Qué haces acá? —pregunté sorprendido al ver a mi amiga sentada en la cama donde me encontraba.

    Paty era una de las pocas personas a las que podía llamar amiga con mayúsculas.

    Nuestra amistad surgió una fría y luminosa mañana de junio luego de sentarme junto a ella, en uno de los pupitres delanteros del 4º grado “D” de la escuela de mi nuevo barrio.

    Ingeniosa, inteligente y cómplice, Paty siempre fue esa clase de hermana del corazón para quien los secretos no existían. Todo compartíamos. Hasta el sarampión tuvimos al mismo tiempo.

    —¿Por qué no me dijiste que estabas internado, la semana pasada cuando me llamaste por mi exposición?

  • 68

    REVISTA SEP DIGITAL

    ¿Creías que no me enteraría? —me regañó, aunque sonriendo angelicalmente.

    —Es que te escuché tan feliz por el éxito de tu exposición pictórica en Paris y la posible gira por Alemania que no me atreví a contártelo… ¿Pero quién te avisó?

    —Entre nosotros no puede haber secretos que duren… y más cuando presentimos que el otro está en problemas. ¿Acaso yo te conté cuando perdí casi todo en aquel incendio de mi departamento en Buenos Aires? O ¿la vez que casi muero en la avalancha de nieve mientras esquiaba en Innsbruck? Sin embargo tú estuviste junto a mí como por arte de magia.

    —Tienes razón, es como si estuviéramos conectados por un hilo invisible… Imagínate si nos hubiéramos casado como te empecinabas en decir cuando teníamos 11 años —dije riendo como no lo había hecho en mucho tiempo.

    —Y mira que si hubiese pasado de seguro me hubiese ahorrado unos cuantos golpes de la vida… pero la culpa no fue mía. Tú siempre fuiste un pícaro con las mujeres —dijo golpeando levemente mi brazo con su puño.

    —Sí, Greta… vuelves a tener razón —dije con disgusto.

    —Disculpa, no fue mi intención hacerte recordar. Yo me refería a Verónica, tu enfermera.

    —No te preocupes. Si todo sigue como hasta ahora, pronto no importará su desagradable recuerdo ya que no tendré a este tonto corazón que se acongoje… Disculpa,

  • 69

    CUENTOS Y RELATOS

    ¿dijiste Verónica? ¿Qué tiene que ver la enfermera en esta conversación? ¿La conoces?... ¡Sabía que alguien tenía que avisarte!

    —En verdad, no la conozco en persona. Pero sí hable con ella al día siguiente a nuestra conversación. Después de colgar el teléfono tuve la intuición que algo ocultabas. Así que después de pasar la noche en vela, decidí llamar al número del que me habías llamado y ella atendió. Tú estabas dormido y Verónica al notar mi pesar me contó todo lo que acontecía, incluyendo lo preocupada que estaba porque tu situación era muy delicada y esa mañana se habían enfrentado a la negativa de los familiares de un posible donante compatible. Gracias a esa conversación tomé conciencia de lo importante que es la donación de órganos y lo egoísta que puede ser el ser humano en esos casos. Así que hice lo que debía al respecto, cancelé la gira, guardé mis cuadros en mi departamento de París y compré el pasaje para el primer avión que venía para esta ciudad.

    —Exponer en Berlín fue tu sueño desde que pintábamos con temperas en la clase de dibujo. No debiste…

    —¿Sigues con la costumbre de interrumpir a tus mayores? Recuerda que soy cuatro meses mayor —dijo sonriente volviendo a fingir un regaño.

    —Está bien, maestra ciruela. ¿Qué quiere enseñarme ahora?

  • 70

    REVISTA SEP DIGITAL

    —Nada, simplemente quiero entregarte un regalo —dijo, dándome una caja azul un poco más grande que mi puño cerrado.

    Impaciente abrí el paquete.

    —¿Qué es esto? No… ¡No puedo aceptarlo!

    —Ya no lo necesitaré y tú reemplazaste el tuyo por uno de granito luego que Greta destrozó tus ilusiones dejándote en pampa y la vía. Es hora que te des una nueva oportunidad. Acaso ¿no eres tú el que siempre dices que siempre me salgo con la mía? … Si bien los sueños de esa chiquilla de 11 años no se cumplieron, ¿qué mejor manera de estar juntos por siempre?

    Con una extraña y cálida sensación que desde mi pecho irradiaba a todo mi cuerpo, aturdido y con la voz pastosa desperté. El persistente y monótono sonido del monitor volvió a hacerse presente e inundaba toda la estancia, aunque esta vez se escuchaba más acompasado y rítmico.

    Verónica, que dormitaba sentada en una silla junto a la cabecera de mi cama, despertó abruptamente y al notar que estaba despierto su rostro se iluminó.

    —Lo conseguimos —susurró mientras acomodaba mi almohada y sábanas—. Unos minutos más y se nos muere. En el momento justo encontramos un donante compatible… Una mujer… que fue atropellada al bajar de un taxi aquí frente al hospital.

  • 71

    CUENTOS Y RELATOS

    —¿Quién… era?... ¿Cómo… se llamaba?... —pregunté balbuceando.

    Verónica palideció y fingió no escuchar mis palabras mientras hacía que revisaba los equipos que seguían conectados a mí.

    —¿La donante era… Paty? ¿Patricia Sandoval? —Volví a preguntar sin obtener respuesta, salvo un par de lágrimas que rodaron sobre las mejillas de la sorprendida joven.

    —¡Ay amigo! ¡Amigo! no preguntes lo que ya sabes y que no te responderá alguien que en demasía se preocupa por ti y te ama… Creo que será más difícil de lo que pensé enseñarte a usar mi corazón —dijo Paty con su enorme y angelical sonrisa rebosante de felicidad antes de transformarse en un estallido de luz.

  • 72

    REVISTA SEP DIGITAL

    Oscar Pineda

    Amaniyá

    Cuento que forma parte del libro “15 CUENTOS OCURRENTES, RECURRENTES Y OCURRIDOS”, publicado

    por la editorial Servilibro con el apoyo del FONDEC (Fondo Nacional de la Cultura y las Artes)

    La anciana avanzaba rengueante, poco a poco, casi como arrastrándose, más cerca del suelo que de su altura natural, apoyada con las dos manos en su cayado de ramas retorcidas. Las múltiples arrugas que surcaban su rostro, los ojos hundidos aunque brillosos, los pómulos prominentes y huesudos, el pelo completamente blanco como las nieves eternas, los pocos dientes amarillentos y muy salientes, la comisura de los finos labios apuntando hacia abajo y el mentón temblando a cada movimiento, daban a la mujer un matusalénico aspecto, como de haber vivido más de cien años o de haber vivido siempre.

  • 73

    CUENTOS Y RELATOS

    Siguió avanzando, traqueteando, tropezando a cada tanto con un brazo o una pierna, o con el torso blindado de algún conquistador moribundo, en cuyo caso, lo pasaba por encima apoyándose en el pecho o en la barriga del ya casi cadáver. Poco a poco fue llegando al centro mismo del campo donde estaban tendidos más de cien españoles y un número casi igual de indígenas, todos muertos de manera terrible en medio de una batalla campal donde ninguno de los dos bandos dio ni pidió cuartel. El paso a la otra vida de manera brava y valiente era uno de los modos aceptados por las reglas caballerescas de los aventureros y guerreros de ambas orillas del océano. En lo alto, ya los buitres, los urubúes, comenzaban a revolotear su conocida danza circular de carroñeros, convencidos que debajo de esas humaredas y fuerte olor a pólvora quemada, un buen menú de carne y sangre humana los esperaba tentador.

    Amaniyá, que así se llamaba la valetudinaria, llegó hasta el punto que estaba buscando y no se impresionó en lo más mínimo, como sabiendo ya lo que iba a encontrar. Allí yacía con la vista perdida pero presa de un gran terror, que fue lo último que sintió en la vida, y con manchones de sangre que salían de la frente,don Juan de Ayolas, capitán español, lugarteniente de don Pedro de Mendoza, Primer Adelantado del Río de la Plata, y fiel súbdito de la Corona de España. El cuerpo, de buena complexión física, con su peto guarnecido, las espadas y el arcabuz que tomó para defenderse se hallaban tendidos en el centro mismo del campamento, con la pierna derecha completamente extendida y la izquierda vuelta hacia un costado de modo

  • 74

    REVISTA SEP DIGITAL

    antinatural. La mano izquierda abierta, retenía a medias una buena espada toledana, con pomo trabajado, recuerdo de su bravía tierra, pero era en la diestra que, aún muerto, tenía cerrada con formidable fuerza, la que sujetaba aquello que la anciana venía a buscar.

    Tan diferente había sido todo sólo tres días antes…

    —¡Avancen! ¡Por España! —gritaba un jovial don Juan de Ayolas, mientras con su ejemplo inspiraba a la tropa que lo seguía en ese confín calcinante del mundo que era el extenso y semidesértico Chaco Boreal. Los árboles, bajos y espinosos, las alimañas por montones, y las serpientes no muy grandes pero de las más venenosas que se puedan encontrar en toda la creación, conjuntamente con una temperatura que parecía no bajar de los 40 grados, y los mosquitos de todo tipo, diminutos torturadores de la paciencia humana, eran capaces de desinflar hasta al más animado de los conquistadores. Los petos y los cascos metálicos se calentaban al sol mientras achicharraban tanto cerebro como corazón que eran supuestamente lo que tenían que proteger. Solo la tremenda codicia de los hombres venidos de allende los mares, los ojos brillosos de tanto querer ver oro y a montones, los hacía perseverar en la dificultosa y por momentos imposible empresa. Más de uno pensó que la situación era ideal para volverse loco, para que el quicio se tome unas merecidas vacaciones. Cuando armaban los campamentos por la noche, las sabandijas no los dejaban dormir y apenas se levantaban en la mañana tenían que cuidar cuando se calzaban las botas porque casi siempre era el lugar elegido

  • 75

    CUENTOS Y RELATOS

    por alguna escurridiza viborita o una peluda araña para pasar la noche. ¡Solo los fuertes pueden aguantar esto!, se jactaban, mientras que sus espíritus eran aniquilados un poco más cada día que pasaban en ese infierno en la tierra. Algunos hasta comenzaron a alucinar y en sus sueños febriles diurnos y despiertos comenzaron a ver el campo rodeado de oro, árboles que daban frutos de oro, hermosas doncellas que servían en copas de oro, ríos de oro líquido, granizadas de oro en hielo, semillas que daban cosechas de oro, montañas de cimas de oro, nubes de oro gaseoso… La fiebre ilusoria del conquistador no tenía límites en su fantasía enfermiza, enfermante, delirante... codicia delirante, delirio codiciante…

    Eran unos cien, y todos estaban armados hasta los dientes. Sofisticados arcabuces, ballestas suizas, puñales venecianos, espadas toledanas, sables de caballería, petos de hierro y cascos del más duro metal, y hasta dos pesadas culebrinas, con abundante pólvora y balines, acompañados de cien indios conocedores de la región, los hacían sentirse seguros al formar una perfecta compañía de infantería pesada, envidia de cualquier ejército europeo de la época. Como los indígenas de la región no conocían las armas de fuego, la superioridad en combate de los europeos era casi absoluta. Hacía solo unos pocos días que habían dejado a los barcos en el puerto de Candelaria, sobre el río Paraguay, donde había quedado Domingo Martínez de Irala al mando de una fuerte dotación de marinos y cañones prestos a responder a cualquier llamado de auxilio, cosa que de momento imaginaban completamente innecesaria.

  • 76

    REVISTA SEP DIGITAL

    Buscaban las tierras del mítico rey blanco, el que en unas sierras ciclópeas que se extendían de sur a norte, en dirección al poniente de su posición actual, tenía cúmulos de oro y piedras preciosas.

    Fue en la zona de Tataré, un punto del que sólo se tenía el nombre y nada más, donde el bravo capitán español, fue informado por Kalatú, su guía principal, que no debían continuar por ese sendero que tenían adelante, ese que se internaba por un monte al que llamaban Mamoreí – Candú, que tan refrescante se veía a eso del mediodía. Las razones esgrimidas, eran que estaba embrujado, que casi todos los que entraban en él ya nunca salían, que los pocos que salían se habían vuelto locos, que se contaban historias fantásticas del lugar, que era cien veces mejor dar un rodeo de pocos kilómetros.

    —¡Bah! —dijo sonriente y jactancioso un bravo don Juan de Ayolas—. Más locos de lo que estamos, ya no podremos estar, y ¡Ay! de quién se atreva a desafiarnos, con las armas que llevamos y los fuertes y valientes hijos de España que las cargan.

    —Pero, mi señor —Kalatú, intentaba como sea convencerlo de que desviando sólo un poco se podía continuar el camino sin mayores problemas—, todo allí está hechizado, uno cae allí cautivado, por fuerzas de Añá, que nadie puede entender…

    —¡Basta infiel! —tronó Ayolas—. ¿Cuándo se dijo que los bravos de España, se amilanan ante unos pocos arbustos bajos y espinosos? ¡Nunca!, Y hoy, ¡por el

  • 77

    CUENTOS Y RELATOS

    Cantábrico y Briviesca te aseguro, que no será ese día! —luego dirigiéndose a sus lugartenientes gritó con voz de mando—: ¡García! ¡Mendoza!

    —Ordene, señor capitán —formularon los interpelados, quienes se aproximaron corriendo para presentarse ante su superior.

    —Proseguiremos por el sendero de la derecha sin interrupciones.

    —Pero, señor Capitán, los indios se inquietan mucho por tener que pasar por allí —objetó García.

    —No me importa. ¿Acaso Cortés se sintió intimidado ante Tenochtitlán? Pues no, así que ordena a la mesnada que prosigamos y a los indios que se rehúsen que los obliguen a punta de arcabuz, que para algo somos aquí los dueños y señores y cuanto hacemos y decimos no es para otra cosa que para mejor provecho nuestro y para mayor gloria de España, nuestro Rey y nuestro Dios.

    —A su orden, señor capitán —Y ante tan imperativo mandato, y como soldados que eran García y Mendoza, no tuvieron otra salida más que obedecer y hacerlo con presteza como se estila entre hombres de armas.

    El grupo continuó camino por el estrecho sendero que se habría a sus pies. Los árboles por momentos parecían más grandes de lo que al principio se veían y el sol adquiría raros matices nunca antes vistos. Nadie decía nada porque

  • 78

    REVISTA SEP DIGITAL

    no querían importunar al hijodalgo de España y porque casi todos pensaban que era parte de las alucinaciones que a veces se presentaban en esos desolados rincones, bajo las temperaturas extremas que experimentaban. Eran todos hombres tan curtidos, que la media docena de ampollas que cada uno tenía en los pies y las ronchas que algunos aguantaban bajo sus petos, eran parte integral de la vida cotidiana.

    La caminata continuó por horas y horas y hasta don Juan de Ayolas se preguntó si cómo es que tan pequeño bosque, que sólo parecía tener, no más de trescientos metros de largo, en la realidad no terminase nunca. Se preguntó si es que no se habían desorientado y si es que estaban caminando en círculos. El sol no ayudaba mucho porque parecía encontrarse siempre en el mismo lugar. Y el hijodalgo tampoco quería preguntar porque siempre se sintió un buen oficial de infantería y el perderse en algo poco más de un yuyal sería la burla de todos sus camaradas desde Gibraltar hasta los Pirineos, y desde Gran Canaria hasta Formentera, y no pensaba convertirse en un hazmerreír, ni que su alto nombre circule como prostituta barata en cuanta taberna de baja estofa haya por Europa.

    De pronto el sol se comenzó a mover, rápidamente y en pocas horas, mientras continuaban la marcha se hizo la noche. Armaron las carpas y quedaron a pernoctar. Todos tuvieron sueños insólitos, de muerte violenta, y de una hermosa mujer vestida de negro que echaba agua de un cántaro, pero extrañamente, en el lugar parecía no haber alimañas de ningún tipo, ni arañas, ni moscas, ni

  • 79

    CUENTOS Y RELATOS

    mosquitos, ni siquiera hormigas. Solo había vegetación abundante y ningún animal. La brisa de la noche nunca vino y el cielo se mantuvo sin luna, ni estrellas, por lo que la oscuridad era muy acentuada. Al amanecer levantaron el campamento y se dispusieron a seguir camino. A eso del mediodía, sin salir aún del bosque y cuando el calor arreciaba una vez más a la mesnada, vieron una choza a la vera del sendero, poco más allá una roca oscura de poca altura que tenía el acceso a una cueva que iba hacia abajo, hacia un punto subterráneo.

    Ayolas se aproximó a la choza y en el interior vio a una anciana que parecía estar en trance o muerta. No le hicieron caso y se fijaron en la cueva que estaba al lado. En el interior de la misma parecía correr un pequeño arroyo subterráneo que formaba en su punto más bajo un estanque tenuemente iluminado. El agua era fresca y parecía bastante buena por lo que la tropa llenó sus cantimploras y demás recipientes del vital líquido. El estanque que se formaba en un lugar de la roca, siempre parecía estar como iluminado, a pesar de hallarse rodeado de piedra sólida. Ayolas pensó que en alguna parte de la cúpula se formaría alguna abertura o grieta que permitiría entrar a la luz. Como el bosque no terminaba, ordenó varías patrullas para que hiciesen una inspección detallada de la zona, mientras mandaba al resto armar el campamento y disponía el baño general de la tropa en el agua encontrada. Con el baño y el agua refrescante, la modorra se apoderó de los soldados y los oficiales y hasta don Juan de Ayolas, seducido por la situación, ordenó pasar allí la noche y continuar camino al

  • 80

    REVISTA SEP DIGITAL

    día siguiente. Cuando cayeron las sombras, los españoles se dieron cuenta asombrados que el estanque seguía como encendido a pesar de la noche que ya se cernía. Ayolas pensó que algo raro había allí y ordenó que se investigara el origen de la misteriosa luz. Pronto, varios soldados marinos muy buenos en el nado, encontraron una pequeña gruta en el interior del estanque y dentro de ella una piedra que parecía despedir luz propia. Ayolas ordenó que la quitaran del lugar y se la trajeran. Los soldados cumplieron la orden y el capitán al poco tiempo tuvo ante sí el más extraordinario diamante natural con partes de oro que haya visto mortal alguno. Era tan grande que ocupaba una buena porción de la palma de la mano y su peso también era el equivalente a tres piedras del mismo tamaño.

    —¡Por la gloria de España! ¡Que joya! ¡Debe valer millones! —dijo un sorprendido Juan de Ayolas, a quien le brillaban los ojos, mientras se le hacía agua la boca como a un hambriento frente al manjar más extraordinario de su vida—. Por fin nuestro largo y arduo viaje está comenzando a darnos dividendos. Lo llevaremos y se lo presentaremos personalmente a nuestro Rey, don Carlos V. Aunque no encontremos nada más, esto ha de valer tanto como toda una flota de bergantines con sus bagajes de viaje.

    Estaba en esto cuando de pronto la choza de al lado se abrió y una voz gutural, como de ultratumba pero que provenía de la anciana se dejó oír con absoluta claridad.

    —No deben llevar el corazón de Candú, la diosa del estanque. Beban su agua y márchense, pero no lleven el

  • 81

    CUENTOS Y RELATOS

    corazón. La malaventura caerá sobre ustedes si es que llevan el corazón de Candú.

    Don Juan de Ayolas se aproximó a la choza y alumbró, con un farol a la anciana a quien aún en la oscuridad parecían brillarle los ojos.

    —Anciana, no molestes, no te das cuenta que esto es para mayor gloria de España.

    —No dejen que la codicia les ciegue, eso tiene otro valor diferente al que creen ustedes.

    —¡Basta mujer! No quiero escuchar más —dijo llevando la piedra a su mano derecha.

    —¡No! —dijo la anciana mientras se incorporaba con sorprendente agilidad y se abalanzaba sobre el conquistador intentando todavía, aún con la fuerza, que el mismo no llevara la preciada joya.

    A Ayolas, soldado acostumbrado al combate cuerpo a cuerpo, no le costó mucho deshacerse de la anciana que fue a parar al suelo semimuerta, luego de recibir un buen golpe con los guanteletes de hierro del capitán. Desde allí con la voz entrecortada y la boca llena de sangre se oyó todavía, como en un murmullo quedo, la profecía siniestra.

    —La muerte caerá sobre ti y los tuyos… —Y luego se desvaneció.

    —¡Bah! Vieja bruja, no sabes que todo aquí es nuestro y podemos disponer de ello como mejor nos plazca —

  • 82

    REVISTA SEP DIGITAL

    respondió Ayolas, más para sí mismo y para sus soldados mientras se retiraba.

    Luego dirigiéndose a la mesnada continuó.

    —Soldados, hoy por fin, luego de tantos días de infortunios, la suerte está comenzando a cambiar. Riquezas y glorias les prometo. Con un poco más de esfuerzo volveremos a España cargados de oro y respeto. Yo mismo me prometo una quinta frente al Mediterráneo en Miraven. Pasaremos la noche aquí y mañana nos iremos.

    Una gran bulla se dejó escuchar en ese paraje escondido. Todos estaban felices y medianamente convencidos de que la diosa fortuna por fin empezaba a sonreírles. Lo que no sabían es que la fortuna es una caprichosa divinidad bicéfala y que a veces muestra una cara llena de presentes y otras veces la otra que trae la muerte.

    Al día siguiente levantaron el campamento, y a pesar de los sueños raros que turbaron una vez más las horas de sombra, todos se levantaron con mucho espíritu y animados para las más difíciles empresas. Casi todos tenían el convencimiento de que ese día encontrarían la salida del bosque y más tarde o más temprano todos volverían ricos, prósperos y famosos a sus tierras. Nadie se percató de la anciana que había desaparecido de la tienda, como si fuera que la tierra se la había tragado.

    Continuaron camino y durante toda la jornada nuevamente no hallaron la salida del bosque, a veces

  • 83

    CUENTOS Y RELATOS

    parecía verse una tenue luz al final del sendero que era seguido con avidez por los conquistadores, para de vuelta encontrarse con que sólo era un claro más en medio o en un costado de esos matorrales encantados.

    La noche fue cayendo, y con bastante desesperación tuvieron que hacer el campamento en uno de esos claros. En pocas horas, el denuedo de los soldados fue mermando paulatinamente, hasta el punto en que al llegar las primeras sombras, la desesperación se podía percibir claramente en el campamento. No había corriente de aire, pero en cambio la luna irradiaba una suave claridad sobre el campo. Fue hacia la medianoche, cuando se escucharon chillidos de entre la maleza, que despertaron a todos. Los retenes de guardia no supieron contestar de qué se trataba. El que cuidaba la entrada del sendero, en medio de tremendo grito, cayó dramáticamente atravesado por una flecha. Ayolas ordenó a sus hombres ubicarse en posición de combate porque parecía que se trataría de un ataque. En ese momento cayeron en cuenta de que los indios, sus animales de carga, los habían abandonado. Es una trampa, pensó, se pusieron los petos, cargaron las pesadas culebrinas en las pequeñas cureñas móviles, y esperaron el ataque. Pasó un momento hasta que de pronto cayó un fuerte viento que apagó la fogata. Todos se asustaron. De pronto un griterío infernal y se produjo un ataque de cientos de indios que salían de todos lados. Los españoles respondieron con fuego de sus arcabuces y culebrinas, y flechas de sus ballestas y arcos. Las alabardas colocadas como parapetos protegían medianamente el perímetro.

  • 84

    REVISTA SEP DIGITAL

    El combate fue feroz, las balas parecían traspasar a los indígenas sin producirles absolutamente nada. Los mismos atacaban con los ojos en blanco, como en trance, con una rara espuma que les salía de la boca y no terminaban de venir nunca. La muerte estaba por todos lados. Don Juan de Ayolas se hizo fuerte en el medio del campamento rodeado de sus valerosos oficiales españoles que poco a poco fueron cayendo todos. Agarró un arcabuz y disparó sobre una sombra. El disparo atravesó limpiamente al atacante y fue a incrustarse en un árbol que estaba más allá. De pronto los pocos que quedaban se dieron cuenta que las armas de fuego parecían no hacer nada en los atacantes. Don Juan de Ayolas se fue quedando solo. A su costado, García fue alcanzado por una flecha que le atravesó la sien, y un poco más adelante Mendoza, fue rebanado de vientre, de un lanzazo. Ya no quedaba nadie. Ayolas se aferró a la piedra preciosa con su derecha, mientras que en la otra mano sostenía su toledana del más fino acero. De pronto vio que una sombra avanzaba. Era un indio de estatura enorme, le lanzó una estocada y fue como tratar de cortar el aire, sin embargo, un segundo después parecía que el mismo sintió el golpe. En eso, un español que estaba moribundo en el suelo, disparó sobre la humanidad del indígena, tratando una vez más de proteger a su comandante, la bala traspasó el cuerpo del salvaje como cuando un dardo traspasa una tela y fue a alojarse en la frente del aguerrido capitán español, quién en ese momento, con la vista dolorosamente perdida, se dio cuenta que la profecía de la anciana se había cumplido. Se desmoronó sobre su pierna izquierda,

  • 85

    CUENTOS Y RELATOS

    que hizo un giro antinatural y terminó rompiéndose con el sobrepeso del hijodalgo de España que antes de llegar al suelo ya estaba muerto.

    La anciana, por fin consiguió llevarse el corazón de Candú, la diosa del estanque. Mientras se dirigía a su antigua choza cargaba con ella la mano que aún aferraba con fuerza la piedra preciosa de gran tamaño. La muñeca cortada seguía goteando la roja sangre del bravo oficial ibérico. Ayolas y los demás compañeros, o lo que quedaba de ellos, fueron encontrados, por indios amigos de los españoles, en 1539, un año después de estos hechos, en un campo lejos del bosquecito encantado, cerca del puerto de Candelaria. Al cuerpo que había pertenecido al capitán español parecía faltarle su mano derecha. Todos aseguraron en ese momento que Ayolas había vuelto a Candelaria, que ya no encontró a los suyos y que cerca de allí, él y sus hombres fueron emboscados y muertos por indios enemigos, y así esta versión pasó a ser la historia oficial. El Mamoreí – Candú , el bosquecito encantado, su gruta y la anciana Amaniyá ya nunca fueron encontrados y hasta hoy en día, aquellos que recorren el Chaco, al mediodía, cuando el sol es más fuerte, creen ver un monte de arbustos que aparece y desaparece con solo un pestañeo… Casi todos aseguran que son alucinaciones visuales causadas por el calor del impertinente sol… unos pocos, todos ellos disparatados, afirman que Mamoreí – Candú, y su custodia de siglos, Amaniyá, siguen escondidos en algún lugar del Chaco que nadie sabe, guardando eternamente el corazón de la diosa del estanque…

  • 86

    REVISTA SEP DIGITAL

    Leni Pane

    Las mariposas

    —¡Me voy!

    —¡No volveré!

    Dio un portazo y se fue.

    Isabel lloró largo rato

    ¿Dónde estaba aquel amor que soñó de adolescente y creyó que se hizo realidad?

    Al encontrar a Ramiro, había creído que había vivido en una perenne oscuridad, porque al conocerlo el fue como la luz, la luz de su vida.

    Se unió a él por amor, por amor dejó su casa, sus padres y hermanos, lo atendió con amor y ahora que estaba embarazada, pesada y decaída, él se iba.

    ¿Adónde se iba? ¿Podría seguirle con un hijo en el vientre? ¿En esa ciudad desconocida para ella, en ese

  • 87

    CUENTOS Y RELATOS

    barrio alejado y marginal donde Ramiro la trajo y donde no conocía a nadie ni nada?

    —No salgas de la casa, solo sal conmigo y para ir hasta el supermercado. No hables con nadie este barrio es peligroso.

    El supermercado estaba a dos cuadras de la casa pero ese día no pudo ir.

    Durmió mal. Ramiro había pasado la noche fuera de la casa. Supuso una infidelidad. En la mañana no había tenido fuerzas ni para levantarse de la cama, así que cuando Ramiro volvió a la casa y no encontró comida ni arreglo alguno, empezó a gritar desaforadamente la inutilidad de la mujer. Isabel se defendió, lo acusó de mentirosa y artera fidelidad. El hombre reaccionó y se ofendió. Tomó el saco que había bajado sobre una silla y salió dando un portazo

    ¿Realmente no volvería?

    ¿Y si decidía ir a buscarlo?

    ¿Adónde?

    Ñande rù Guasu, el Padre (*), meditó y luego de hacerlo, organizó la tierra.

    Había venido del poniente caminando hacia el oriente abriendo un sendero en la selva.

    En ese tiempo, aún no había mujeres en la tierra pero encontró una, al borde del sendero, dentro de una vasija

  • 88

    REVISTA SEP DIGITAL

    de barro. Ñande rù Guasu, la tomó y la mujer y quedó encinta.

    Decidió entonces, Ñande rù Guasu plantar maíz. Hizo un rozado, quemó el monte y sembró avatí. Mientras él arrojaba las semillas, las plantas germinaban de inmediato y crecían las espigas. Concluida la siembra regresó a su casa. Al rato, dijo a su mujer:

    —Anda a traer el maíz, y haz una comida con él.

    La mujer le contestó:

    —¿Cómo si recién lo has sembrado ya debo ir a recoger el maíz?

    Ñande rù se enojó muy grande por la incredulidad de su mujer y decidió abandonarla. Tomó su vestimenta y adornos y se dirigió hacia el Yvy Marane`y, antes de irse le dijo a la mujer :

    —Si eres capaz de llegar hasta mí, te perdonaré tu incredulidad

    La mujer lloró mucho por el abandono de Ñande rú Guasu y luego tomando su canasto–yapepó, decidió ir junto a él.

    Esperó todo el dìa el regreso de Ramiro. Lloró la ausencia, la soledad y el desamparo y así se quedó dormida.

    La mañana se presento gris y fría. Se sentía mejor y más animada. Así que tomó una taza de café con leche, se

  • 89

    CUENTOS Y RELATOS

    abrigó, tomó su cartera, unos pocos guaraníes que tenía para ir al supermercado, cerró todas las puertas, llaveó la de la calle y salió. Caminó varias cuadras, que le eran conocidas pues había salido a caminar con Ramiro. Siguió caminando sin rumbo buscando un lugar donde pudiera estar su marido. Después de una hora de caminar se dio cuenta que estaba perdida. Recordó el nombre de la calle de su casa, pero no la de la calle transversal.

    —Señor, ¿me podría decir dónde está la calle Buenaventura Ríos?

    —No soy de este lugar —le respondió el primero al que preguntó

    Isabel no perdió la calma y buscó una señora a la que le hizo la misma pregunta. Esta le contestó:

    —Ay, che ama, no sé. Pero andá hasta la comisaría que queda aquí a la vueltita nomás y ellos te van a poder informar mejor.

    ¡Cierto! Se dijo Isabel nadie mejor que ellos para informarle sobre la calle y también sobre su marido. La mujer no le había dicho dónde quedaba la Comisaría sino que había gesticulado con la mano izquierda por lo que presumió que quedaba en esa dirección.

    De nuevo caminó varias cuadras y no daba con la mencionada comisaría.

    Se dio cuenta que estaba perdida. Eso la asustó y empezó a sentirse mal. Estaba sola. Así que para calmarse

  • 90

    REVISTA SEP DIGITAL

    empezó a hablarle al hijo que estaba dentro de ella. Al fin y al cabo era una persona chiquita, muy chiquita pero persona como ella.

    —Hijo —le dijo—, estoy perdida y cansada. ¿Adónde voy?

    Le pareció que el hijo se movía dentro de ella como si asintiese o acompañase.

    —Cuando nazcas llenaré todos los días tu pieza de las más hermosas flores como aquélla —Y entró en el jardín de una casa que tenía la puerta abierta y arrancó una rosa de tenue color rosado, al mismo tiempo que una furtiva avispa le picó en la mano.

    Un gran dolor hizo que saliese apresuradamente de la propiedad y se sentase en la vereda. Inmediatamente vio cómo la mano se coloreaba y alrededor de la picazón crecía la piel con dolor, calor y sopor. Estaba mareada así que buscó una sombra y vio una puerta abierta, un corredor y un cartel que decía “Clínica”.

    En esa época todo el mundo era selva, sólo había pequeños senderos y muy confusos, pero el hijo que llevaba adentro en el vientre, Kuarajhy, conversaba con ella. Y Kuarajhy conocía el sendero que había que seguir para llegar junto a su Gran Padre en el Oriente en el Yvy Marâne`y. Así, guiada por Kuarajhy, la madre caminaba y caminaba por los senderos en los cuales había muchas flores. Kuarajhy le pedía constantemente

  • 91

    CUENTOS Y RELATOS

    que las arrancase para llevárselas a su padre. La madre se hallaba cansada, ya tenía el canasto lleno de flores, cuando vio en el sendero, por el que iba la más hermosa de todas las flores. Era un mburucuyá. Kuarajhy dijo a su madre, entonces:

    —¡Mamá! Esa flor es la más hermosa de todas, ¡arráncala!

    Iba a hacerlo la madre cuando en ese momento le picó una avispa y la madre se enojó y regañó a Kuarajhy:

    —¡Todavía no vives y ya me hacés hacer estas cosas!

    Se enojó mucho Kuarajhy porque su madre le regañó, y cuando llegaron a un cruce de senderos, la madre le preguntó cuál de ellos debía seguir, Kuarajhy no le contestó. Entonces ella tomó uno de ellos y se perdió.

    Caminó mucho, y muy cansada llegó a una choza donde vivía la abuela de los Añag. La vieja le dio alojamiento.

    Se despertó de su desmayo en una cama de hospital y una anciana vestida de bata blanca le dijo:

    —Soy la doctora Emilia Alcaraz y estás en una Clínica Ginecológica. Estas embarazada, mi hija, de casi nueve meses. ¿De dónde sos?

    Isabel le contó a la doctora de su relación con Ramiro y cómo había llegado allí.

    —¿Tenés familiares aquí?

  • 92

    REVISTA SEP DIGITAL

    —No —le dijo Isabel—, todos están en la campaña.

    —¿Tienen algún teléfono para llamarlos?

    —No.

    Allí se le iluminó el rostro a Isabel: el celular de Ramiro ¿cómo no se le había ocurrido llamarlo?

    —Pero Ramiro, mi compañero, sí tiene. El número es este —Y le pasó un papelito con el número escrito por el mismo Ramiro.

    La doctora llamó al celular.

    —No contesta —dijo—. Llamaremos mas tarde.

    —Ahora descansá. Te pondré esta inyección.

    Isabel agradeció su bienaventuranza de encontrarse justo frente a la Clínica y se durmió.

    Durmió muchas horas, cuando despertó tenía dolores.

    Quiso ir al baño y un raudal de sangre salió de su vientre.

    Gritó y cayó al suelo.

    —Rápido a la Sala de Partos —gritó la doctora Alcaraz.

    —Llamen también al señor Ortiz o a la señora y díganle que ya va nacer la criatura y que vengan para recibirla. Díganle también que completen el depósito en el banco o no habrá mercadería.

  • 93

    CUENTOS Y RELATOS

    Al caer la tarde los Añag fueron llegando a la casa y la vieja les contó que había una mujer escondida dentro de la vasija, así que la mataron y la comieron. La Jaryi, que tenía pocos dientes, quiso comer la cría de la mujer, pero no pudo porque no lograron clavarle, ni golpearla ni asarla porque saltaba de un lado a otro. Entonces la vieja decidió criarla.

    Creció Kuarajhy, con la convicción, de que la Jaryi de los Añag era su abuela.

    En la misma choza donde vivía, estaban en un rincón, dispersos, los huesos de su madre y sobre ellos siempre había mariposas de todos los colores.

    La hermosa niña, de rubios cabellos, le llamó a la abuela, que acaba de salir del consultorio con el último paciente, para mostrarle el dibujo que había hecho.

    —Son las mariposas que están siempre en el jardín —dijo la niña.

    —¡Qué lindo, mi cielo!

    —Abuela —le dijo la niña—, en la escuela me preguntan por mi mamá. ¿Cómo era?

    —Mi cielo, te quería mucho, mucho, pero Dios se la llevó y te dejó conmigo para que te cuide.

    —¿Y vos la querías también?

  • 94

    REVISTA SEP DIGITAL

    Y se quedó mirando el rostro de la abuela sin encontrar respuesta.

    (*) Deidad de la cosmogonía guaraní y del ciclo de los dos hermanos (los gemelos).

  • 95

    CUENTOS Y RELATOS

    Augusto Roa Bastos

    La Balandra

    (Circular perpetua)

    Una balandra cargada de tercios de yerba, de las tantas que se estaban pudriendo al sol de (desde) la Revolución, fue autorizada a partir. La condición era llevar al expulso Pedro de Somellera. Embarcóse con toda su familia, sus muebles europeos, enormes baúles. Jaulones colmados de centenares de monos, animales de toda especie, aves y bichos raros. Otros más, algunos cabecillas porteños que no habían cesado de conspirar para atraer una nueva intervención de Buenos Aires contra el Paraguay, también fueron metidos con barras de grillos entre los quintales de yerbas y las jaulas. Lo mismo el cordobés Gregorio de la Cerda.

    La balandra partió semihundida a socolladas. Zoológi-co, jardín de plantas, sobornal de animales. En las barran-cas del puerto se apiñaba una multitud de damas patricias y de mezclilla. Habían acudido a despedir al omni compadre

  • 96

    REVISTA SEP DIGITAL

    llevando la tracalada de ahijados. Capelinas, sombrillas de todos colores se agitaban en la ribera. Al soltar amarras la balandra, soltaron el llanto las comadres. Escenas de des-esperación. Rasgáronse las túnicas de seda, levantábanse las polleras para secarse los mocos y las lágrimas, rivali-zando con las monas y guacamayas viajeras en lamenta-ciones y chillidos.

    A la Cerda lo expulsé un tiempo después, cuando retorné por segunda vez a la Junta. Para el caso da lo mismo que lo enviemos ahora provisoriamente en la balandra junto con Somellera y sus demás socios anexionistas.

    No cesaron por ello los trabajos clandestinos para recuperar el poder mediante una contrarrevolución. En la mañana del 29 de septiembre de 1811 una compañía del cuartel al mando del teniente Mariano Mallada salió arrastrando dos cañones, tocando cajas y alborotando las calles a los gritos de ¡Viva el rey! ¡Viva nuestro gobernador Velazco! ¡Mueran los traidores revolucionarios! Era la trampa fraguada por los idiotas de la Junta. Simulacro de un motín restaurador. Muchos españoles picaron el cebo; algunos mordieron el anzuelo. En ese momento salieron del cuartel los efectivos de reserva, y apresaron a los alborotadores.

    Por la estúpida manera en que fue ideada y ejecutada la tramoya de la insurrección, quedó la asonada en nada. Avisado de urgencia dejé la chacra y bajé a la ciudad. En la plaza comenzaba la representación. Llegué cuando fusilaban y colgaban de la horca a un criado de Velazco,

  • 97

    CUENTOS Y RELATOS

    Díaz de Bivar, y a un pulpero catalán de apellido Martín Lexía. ¡Bajen esos cadáveres y basta de sangre!, grité a trueno pelado. La soldadesca, excitada ya por el husmo a sangre, amainó. En medio de la plaza, erguido en mi caballo empapado de sudor, mi presencia impuso respeto.

    Cesó en el acto la inepta farsa, cuya maquinación ciertos folicularios se avanzaron después a querer atribuírmela. Yo la hubiera hecho en grande. La hice en grande después. No esa ridícula mojiganga de un ejército entero lanzado para asesinar a un pulpero y a un caballerizo del ex gobernador.

    Descolgaron a los ahorcados ante el horror general. De pronto la turbamulta de españoles, armados de palos y viejos arcabuces, reventó en una nueva batahola, esta vez de entusiasmo. Exaltada alegría. Todos se deshacían en alabarme y reconocerme como a su libertador. Las mujeres y ancianos lloraban, me bendecían. Algunos de ellos se arrodillaron y quisieron besarme las botas. ¡Bonito triunfo de los a–céfalos de la Junta! ¡Montar esa grotesca martingala en la que yo aparecía como salvador y aliado de los españoles! ¿No era esto lo que desde un principio persiguieron?

    La parodia de la Restauración favoreció finalmente a la causa de la Revolución, ocultándola en sus comienzos en una nube de humo. Por el momento convenía que Yo, su director y jefe civil, apareciera como el árbitro de la conciliación frente a las fuerzas en pugna para la institucionalización del país. He de hacerlo, proclamé, sobre la base de coincidencias mínimas, de modo tal que

  • 98

    REVISTA SEP DIGITAL

    ninguno de los partidos o facciones pierdan su identidad e individualidad (Al margen: esto sí era una media verdad; en cuanto a “coincidencias mínimas”, no había ninguna; la entera verdad habría sido decir “connivencias mínimas”). Yo las iba a usar sobre el tablero de acuerdo con la estrategia pausada e inflexible que me había impuesto. El azar comenzaba a colaborar conmigo. Ya había sacado de en medio al alfil de Somellera, al caballo de la Cerda y a otros peones porteños, que de paso habían dejado peladas las arcas del Estado. Ya no me detendría hasta el jaquemate con o sin bombilla. Claro, ustedes no conocen el regio juego del ajedrez, pero conocen a la perfección el plebeyo juego del truco. Hagan de cuenta que dije: Hasta no tener en la mano el As de Espada y hacer saltar la banca.

    La mayor parte de los españoles ricos fueron a parar con sus huesos en la cárcel. Hombre de orden, no era Yo el que había dado esta orden de desorden. El rescate de los prisioneros debía contribuir al menos con una buena suma de doblones para el fisco; amén de otras confiscaciones, expropiaciones y multas que las circunstancias lo exigieran en justa restitución.

    Mientras los frailes increpaban a los oficiales de la Junta y del cuartel, según reconoció el plumífero Pedro de Peña en sus apuntes al otro felón–escriba Molas, a mí me colmaban de bendiciones. Yo era el magnánimo Doctor que los frailes habían alumbrado y amamantado en la Pía Universidad de Córdoba.