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    Observar: qu? y para qu?Algunas reexiones sobre las prcticas metodolgi-

    cas en el ejercicio etnogrco

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    EditorFabio Silva Vallejo

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    Oraloteca del Caribe

    Primera edicin

    200 ejemplares

    Santa Marta, Colombia

    Septiembre de 2012

    ISBN:

    Editor: Fabio Silva Vallejo

    [email protected]

    Diagramacin: Luis Felipe Mrquez LoraImpresin: Gente Nueva Editorial

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    ndiceA manera de presentacin. La antropologa: Una disciplina para quin?Una disciplina para qu?Por Fabio Silva Vallejo.................................................................................................................7

    La metodologa entre compromisos y diversidad en las dificultades del trabajo decampo dentro de un ejercicio etnogrfico con comidas popularesPor lvaro Acevedo Merlano....................................................................................................15

    Ser y estar: reflexiones del quehacer antropolgicoPor Patricia Anaya Ros.............................................................................................................25

    Etnografa de narrativas: una opcin metodolgica hacia las relaciones familiaresprcticasPor Adriana Marcela Montes Castilla......................................................................................35

    Reflexiones situacionales y metodolgicas de un ejercicio de campoPor Laura Cecilia Chaves Herrera............................................................................................51

    Con los nervios en los ojos: la observacin participante en espacios de violenciaPor Luis Martnez.......................................................................................................................67

    Anecdotario. Reflexiones de un trabajo de campo imperfectoPor Esperanza Ardila.................................................................................................................99

    Experiencias con el son de pajarito en Salamina (Magdalena): Un acercamientometodolgico a la antropologa de la msica

    Por Luz Mery Bernal Polo......................................................................................................105

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    Etnografa de un proceso social: La poblacin en situacin de desplazamientoforzado en Santa Marta

    Por Ronald Alfaro Garca ........................................................................................................119

    Metodologas y trabajo de campo: Se aprende y se desaprendePor G. Dayana Carreo Rangel..............................................................................................141

    Algunos apuntes sobre las modernas cienciasPor Jess Elas Daz Pieres y Daniel Borrero Camacho....................................................147

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    A manera de presentacin

    La antropologa:Una disciplina para quin?

    Una disciplina para qu?

    Por Fabio Silva VallejoDirector del Grupo de Investigacin Oraloteca

    Profesor-investigador Universidad del Magdalena, Santa Marta

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    Observar: qu? y para qu?Algunas reflexiones sobre las prcticas metodolgicas en el ejercicio etnogrfico

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    esde hace algn tiempo me vena rondando la idea de hacer una especie de bal-ance sobre las metodologas que se utilizaban en los trabajos de campo de mis

    estudiantes en los diferentes cursos que hay en nuestra carrera o en el trabajofinal de grado, y que consiste en hacer una monografa o tesina. Paralelamente, vena ob-servando el trabajo de los integrantes de mi grupo de investigacin llamado Oraloteca, elcual tiene como rea central la investigacin en oralidades y cultura popular en el Caribecolombiano. Mi pregunta central sobre estas observaciones se resuma en una: Hay unametodologa ptima que se aprenda a lo largo de la carrera, o en cada antroplogo o fu-turo antroplogo lo que hay es una serie de datos que enfrenta en las realidades del campoy que en ningn manual o trabajo acadmico aparece?

    Mi primera idea fue proponer un libro sobre metodologas, pero tambin mi primer de-sconcierto fue la manera extraa como los investigadores y tesistas de mi grupo escucha-ron la propuesta: No estoy preparada para hacer un libro de metodologas, exclam unade quienes yo estaba seguro era de las ms experimentadas en investigacin. Desde quautor o teora?, pregunt otro de mis ms experimentados investigadores. S tendremostiempo?, pues hay que revisar mucha bibliografa, exclam otro medio dudoso de digerirsiquiera mi propuesta.

    Pasaron unos das, y mientras la idea calaba en la mentalidad de cada uno de mis veintitan-tos investigadores, un estudiante de antropologa me abord y me pregunt: qu estudiaen ltimas la antropologa?. La verdad es que ahora que escribo estas notas no s si lecontest bien o mal. Primero, pens que por mucho tiempo me dijeron que la antropologaestudiaba al hombre, lo cual parece una tautologa: qu no estudia al hombre o qu no esestudiado por el hombre o qu no es estudiado para el hombre por el hombre? Despuspens en una de las definiciones ms usadas: la antropologa estudia la cultura. Pero re-cord de inmediato que la antropologa es la disciplina ms innovadora de todas, y como lamoda en occidente hoy es que la cultura es una cosa y maana ya no lo es, entonces pens

    en un escondedero fantstico: estudia las culturas (la pluralizacin es instrumento fun-damental para evitar enmarcaciones aunque ellas mismas sean su propio producto). Perode esta pregunta que parece tan inocente s podemos desprender una serie de reflexionesque tienen que ver con el incierto panorama de la disciplina. Y digo incierto, pues despusde algunos aos de enseanza veo con preocupacin que nadie se pone de acuerdo enmuchos de sus principios, y hay veces en que al igual que mi alumno me provoca irle apreguntar a algunos antroplogos qu es la antropologa.

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    Pero, qu tiene que ver el primer prrafo en donde le propongo a mi grupo la necesidadde escribir un libro de metodologa, con el siguiente en donde un alumno me pregunta

    qu es la antropologa?

    Creo que sobre estos dos interrogantes (el mo sobre las metodologas y el de mi estudi-ante sobre qu es la antropologa) ha girado y seguir girando la dinmica de la antro-pologa como disciplina. Estos dos interrogantes me sirven ahora para hacer la present-acin de nuestra primera reflexin grupal sobre las metodologas y, de paso, hacer lapresentacin de este libro.

    Primera reflexin: la teora antropolgica, una disciplina ingrata. No s cmo sean las

    otras disciplinas en lo que concierne a su conformacin terica generada y construidadesde los procesos histricos, pero creo que en la antropologa no hay ms ingratitud niaprovechamiento que en el uso de las categoras. A diferencia de las otras disciplinas, laantropologa termina siendo en nuestros pueblos (subdesarrollados, segn otros quetienen el poder de definir quin es y quin no lo es) una especie de la paradoja de Robes-pierre y su guillotina: le sirvi para quitarle la cabeza a sus enemigos pero tambin sirvipara quitrsela a l mismo. La antropologa sirvi para ayudar a nombrarnos subdesar-rollados y hoy con ella misma debemos demostrar que no lo somos, por lo menos en las

    formas de comparacin universal que se inventaron los que se inventaron la antropologa.Y claro, lo que nos llega a nuestras academias son simples rplicas de categoras que otrosse inventaron y que debemos acomodarlas a nuestras realidades; esto ha sido histrico:cultura, culturas, red, redes, esencias s, esencias no, esencias s pero estratgicas, iden-tidad no, identidad s pero mesurada, identidad no tanta, pues corren el riesgo de conver-tirse en nacionalismos extravagantes que pueden molestar al imperio o a los imperios.Y todo termina en recetas; las recetas son buenas, excelentes para nuestra condicin desubalternos; las recetas como las listas se incorporan, otros las piensan, nosotros nos lastomamos y as nos indigestemos no podemos, no debemos inventarnos nuestro propio

    Alka-Seltzer, pues hasta este debe ser entregado por ellos so pena de no ser reconocidosen la estpida y dogmtica aldea global a la que debemos llegar, pues es nuestra meta.

    No importa cmo llegar, lo que importa es llegar. Ms adelante retomar este aspectoen lo que llamo la colciencitacinde los saberes. Deca entonces que las categoras noslas daban como recetas, nos las dieron y probablemente nos la seguirn dando (esperoque algn da tengamos las nuestras y hasta nuestros propios antiindigestadores). La his-

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    toria de las categoras merece un libro como el del padre Flix Restrepo. El alma de laspalabras, en donde expliquemos nosotros -no los otros- de dnde vienen las categoras ypor qu significan lo que significan. Podramos decir que la historia de las categoras en

    antropologa es la historia de las dependencias conceptuales, tericas y metodolgicas:hoy amanecieron con ganas de cambiar la nocin de cultura por la de red y punto; hoyamanecieron con ganas de cambiar la nocin de conflicto por el de postconflicto y punto,se cambia aunque el conflicto no haya asomado ni siquiera sus patitas para terminarse.Amanecieron con ganas de hablar de decolonialidad y la anticolonialidad se vino al piso,al traste.

    No es elegante hablar de anticolonialismo en tiempos de los post (izo), y las luchas frontal-es de los Mart, de los Fann y de los Prada se convirtieron en meras citas de lo que ya no

    se debe hacer y se expurgaron como quien limpia una cabeza de un nio lleno de piojos.Pero las almas de esas acciones que se volvieron palabras ya no son vlidas y nuestrosreferentes terminaron siendo meta referentes. Es interesante ver cmo los post dizquerecuperaron a Fann por medio de su libro Los condenados de la Tierra, pero tambinno deja de ser interesante observar cmo no hay mayores alusiones a su primer captuloSobre la Violencia, es decir, Fann sirve hasta donde yo lo puedo interpretar o ms bienreinterpretar, pero desde el escritorio cmodo de una universidad o del tranquilo y pti-mo ambiente de nuestra casa, y el Fann que pide ms accin que palabras y no tantaspalabras y menos accin, ese se deja a un lado pues lo post elimina cualquier intervencinde los sujetos en la realidad y todo lo deja al texto, a la escritura y, claro, desde la escriturase pueden hacer miles y miles de revoluciones que al fin no entendern sino ellos mismos.Qu bien caen las palabras de Josep Fontana en la presentacin del libro de Guha! (Lasvoces de la Historia, 2002): Ningn discurso puede plantear una crtica a una cultura dom-inante mientras sus parmetros sean los mismos que los de esa cultura.

    Segunda reflexin: antropologas de la ficcin versus antropologas de la realidad. Siem-pre estar latente la encrucijada de la antropologa: para qu o para quin trabaja. Desde

    sus comienzos qued claro -y nos lo han enseado hasta el cansancio- el origen colonialde la antropologa. Es decir, somos hijos de una ciencia que contribuy y contribuye alproceso de colonizacin, eso nos ensearon y lo seguimos enseando y, desde luego, suproceso histrico no fue ajeno a esta condicin. Las llamadas teoras de la antropologano son ms que meros juegos acadmicos para incrustar la forma de ser de los pueblosprimitivos, como siempre lo anunci la antropologa europea que haca la diferencia conla sociologa. Entonces, la antropologa era para los pueblos salvajes, entre ellos Latino-amrica, y la sociologa era propia de los europeos y norteamericanos. Y en esas teoras seconfiguraron una serie de conceptos y preceptos que fueron formando un imaginario quefue calando y lentamente se convirti en realidad. El pensamiento y la actitud de pensar

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    son propios de los pases desarrollados. Lentamente, los pases que no entrbamos en esettulo nos fuimos quedando relegados y, al mismo tiempo, nos cremos el cuento de queel conocimiento es nico, universal y proviene nicamente de lo que Trouillot llama El

    Atlntico Norte. En ese galimatas, la antropologa proveniente del Atlntico Norte seconvirti en canon, y ese canon se enquist en cada una de las academias y en cada unode los antroplogos y antroplogas que salan prolficamente a recibir el elxir de la verdaden las academias de esa parte del mundo. Su praxis, que en un principio fue una estrategiade dominacin, ha sido transformada por la modernidad en discurso o discursos (paraser consecuente con mis notas iniciales). Ya no se domina con la mera presencia ejercidadesde la etnografa, ahora se domina con el mero relato ejercido desde la teora, relatoproducido desde las academias y, en muchos casos, desde departamentos ajenos a la mis-ma antropologa. Lentamente nos fueron constriendo los discursos, nos metieron en el

    absurdo de la aldea del conocimientoy la no menos absurda idea de laglobalizacin de lossaberes, las instituciones del Estado (las particulares mucho ms) cayeron arrodilladas atan novedosas ideas y buscaron afanosamente la acreditacin de nuestras academias,las internacionalizaciones de los currculos y el dilogo horizontal con el Atlntico Norte.Fue terreno abonado para la cultura de los prefijos: los post, lo de, los a, florecieroncomo yerba en nuestros campos y casi toda la antropologa se fue de boca buscando laacreditacin y un espacio en el inmaculado dilogo horizontal con el Atlntico Norte. El-los, redentores del conocimiento, aceptaron dicho dilogo y nos permitieron hablar desdelos textos, desde sus textos, desde sus fuentes, desde sus indexaciones y nos inundaronde postcolonialidad, de decolonialidad, de antropologas del mundo, y con eso creyeronpagar su deuda de siglos de soberbia.

    Para fortuna de nuestra Amrica la dispora no fue total, y algunos utilizaron la experien-cia para comprobar que, como dice Derek Walcott, Europa no es el tribunal de la cultura.Con algunos de ellos y muchos de los que se quedaron, nuestra antropologa viene abrien-do trocha entre las selvas de los discursos que la vuelven meras ficciones, y las selvas delas realidades que para algunos no son dignas de dilogos y no caben en los banales dis-

    cursos de la globalizacin. Para terminar esta segunda reflexin, no quisiera dejar pasarun bello ejemplo de cmo la resistencia funciona para los dos lados (para el deprimido ypara el opresor). Ante la crisis del conocimiento nico, el Atlntico Norte se inventa todoslos das estrategias de asimilacin, que ms tarde se vuelven de dominacin, es decir,lanza teoras con efecto de zorro vestido con piel de cordero. Hace unos das una buenaamiga me invit a algo que se llama pomposamente Saberes Asimtricos; ella nos visiten nuestro espacio de la Oraloteca con sus alumnos y qued gratamente impresionadacon lo que estbamos haciendo. Me escribi un correo en el que me dice que aplique a unevento de saberes asimtricos y oh, sorpresa! cuando miro los requisitos: el proponentedebe ser doctor de una universidad ejemplar. Me qued solo una inquietud: si esos son los

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    conocimientos asimtricos cmo sern los no asimtricos?

    Tercera reflexin: Sobre una prctica acadmica, de cmo no se debe actuar frente a la

    ilusin encantadora de la identidad. Creo que no est muy claro entre los programas de an-tropologa (y no s si en todos los programas que corresponden a las ciencias sociales) sihay chance para la simulacin, es decir, la posibilidad de probar que se est haciendo algocomo un profesional pero en realidad no lo est haciendo como un profesional sino comoun aprendiz. Y es que las prcticas acadmicas en antropologa siempre sern polmicas:cmo formar profesionales de la antropologa sin tener en cuenta, entre otras cosas, que sino lo hacemos estaremos formando antroplogos simulados ya que en ningn momentotienen ni un asomo de experiencia frente a las diferentes comunidades que seguramentems tarde sern su espacio laboral y, por lo tanto, estaremos contribuyendo a una escritor-

    izacinsistemtica de las prcticas antropolgicas.

    El siguiente caso me sucedi a m en una prctica. Lo pongo con nombres reales y espa-cios reales pues creo que lo que me pas fue real, con gente real, en un pas real y que loque estoy planteando son argumentos reales.

    Nos dieron con el ltigo de la identidad!

    Fue la expresin que exclam un estudiante medio asustado por el tratamiento que nosdieron en la comunidad de Palenque. Y claro, efectivamente, nos dieron no solamente conel ltigo sino con el mango que lleva el ltigo. Y el caso es interesante a la hora de hablarde identidad, patrimonio e intromisin. Como todas las lecturas, esta es la ma y, por ende,desde mi punto de vista, es decir, desde mis subjetividades: Las salidas para m tienen unnico sentido, el de formar futuros antroplogos: pero qu es formar antroplogos? Esformar individuos con nivel tico, y, cmo se logra ese nivel tico? Poniendo a los jvenesfuturos antroplogos en condiciones iguales con la comunidad: claro, en condiciones ig-uales ustedes son indgenas, negros o campesinos y yo soy estudiante; hasta ese momento

    no me importa estudiante de qu, lo que me importa es que es estudiante de algo formn-dose para algo, que trabajar posiblemente con algo que se llama comunidad. Ac est midiferencia con algunos antroplogos o profesores de antropologa: el antroplogo debeser el mismo (ticamente hablando, claro est) en una comunidad negra o en una comuni-dad indgena o en una comunidad de desplazados o en la comunidad que sea, no hay unatica para antroplogos que trabajan con negritudes, ni una tica para antroplogos quetrabajan con indgenas ni otra para los que trabajan con campesinos; es decir, una ticapara cada segmento tnico o social en que me encuentre. No. Hay una sola tica y esa esla que permite hablar de respeto por el otro. Pero claro, visto as es sencillo, pero visto encontextos reales deja de ser tan sencillo: Por un lado, hay una doble moral, se supone que

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    el antroplogo, gracias a su formacin, tiene ms claro el concepto y la realidad del otro,sin importar si el otro es su compaero de tesis que en determinado momento se volvien el otro, el que le va a arrebatar el contrato o el puesto. Y claro, en ese momento el

    otro se esencializa y asume un color o un prefijo que generalmente es etno, y sobre esacategora cae todo el peso de la historia de los discursos antropolgicos. En nuestro casonos cay no solamente el peso del discurso de las negritudes sino el peso monumental delpatrimonio universal con todos sus artificios, mentiras e imaginarios.

    El caso fue el siguiente: Organic una prctica de campo a San Basilio de Palenque, misprcticas, por lo general, duran de tres a cuatro das. Llevo muchos aos hacindolas,creo ciegamente en lo que plantea el profesor Vasco sobre los recorridos, sin ellos nohay etnografas y si no hay etnografas sobre qu vamos a hacer antropologa? La gente

    de San Basilio organiza todo, cuando llegamos (20 estudiantes, aproximadamente) nosquedamos en una casa del grupo que voy a llamar ac del patrimonio, la alimentacin ylos recorridos estn a cargo de la gente del grupo del patrimonio, visitamos a Doa Ruper-ta, la de los dulces, al seor Siquitos, al seor Cassiani, a las integrantes de las ambulan-cias, si tenemos suerte nos llevan a un lumbal, todo corre por cuenta de la organizaciny, por supuesto, tiene un precio, la verdad muy mdico, pero precio al fin y al cabo. Laprimera noche no pas nada, ni la segunda, pero en la tercera noche se alborot la guar-dia palenquera: haban robado a uno de mis estudiantes. Le haban robado una cmara,un dinero y otras cositas de valor. El rumor que corri ah mismo era que mi estudiantehaba desobedecido las reglas y se haba ido a fumar marihuana con otro combo, otrocuadro (como llaman ellos a sus grupos), a la una de la madrugada. La cosa no hubieratrascendido si no fuera por una carta que lleg unas semanas despus a la Facultad deHumanidades. En ella reprochaban mi conducta y me acusaban de desrdenes en la co-munidad, de alteracin de la tranquilidad cultural y de irrupcin en el orden patrimonial.No lo dijeron con esas palabras pero recuerden que es mi interpretacin. Dos cosas mesorprendieron de este pasaje de mi vida como profesor: la primera, la actitud de la comu-nidad o de la parte de la comunidad que ms usufructa su condicin de patrimonio de

    la humanidad. Ante la prdida de los objetos y la necesidad de limpiar su imagen, pues elrobo se haba hecho en San Basilio de Palenque, epicentro del patrimonio mundial, recur-rieron a las llamadas identidades estratgicas: el malo es el otro, nosotros somos la culturaviva, el transgresor es el mestizo. Si el estudiante hubiera fumado marihuana en el cuadrodel patrimonio, no hubiera pasado esto? Era un sistema de control cultural y econmicola acusacin? Qu significa patrimonial? (tiene un breve parecido a momificar), quinpatrimonializa y qu se patrimonializa?, parece ser una sencilla pregunta pero que no tieneun sencilla respuesta. La segunda cosa que me sorprendi de este acontecimiento fue laactitud que asumieron las directivas de mi Facultad. Al unsono pidieron abrir un discipli-nario contra m, pues haba dejado que un estudiante de antropologa fumara marihuana a

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    la una de la maana: por qu no estaba con l? Parece que era la pregunta que se hacanmis inteligentes directivos.

    Pero de nuevo, qu tiene que ver todo esto con una presentacin de un libro de metod-ologas, elaborado por un grupo de investigadores? (eso creemos que somos, aunque conel nuevo esquema de Colciencias, apenas somos simples monaguillos auxiliares de investi-gacin y no es que est mal). Mi idea central es que as como en el Derecho se necesita dejurisprudencia para desde ah hacer las leyes, en la antropologa colombiana debe hacerselo mismo para poder entender qu es nuestra antropologa. La antropologa debe dejar deser el mero discurso que reivindica lo bueno o sacraliza lo malo. Quin lleva un esquemaconceptual definido cuando entra a campo? Cmo memorizo los manuales metodolgicospara acomodarlos en mi realidad etnogrfica? Luego, las comunidades son paquetes que

    estn esperando al empaquetador para dejarse meter en una norma que diga va de achasta ac? Las metodologas no debieran ser la sumatoria de experiencias reales (no lasptimas academizadas) que realmente enfrentan a los sujetos en una relacin verdader-amente horizontal. La gente de San Basilio nos castig con el mismo instrumento quenosotros nos inventamos: los discursos. Las directivas de mi facultad actuaron como hanactuado la mayora de los antroplogos: con la doble moral. La doble moral que el Atln-tico Norte nos ense a aplicar, que nuestras culturas vienen aplicando en la santera, enel carnaval, en el rumor, en el crab-antics, en la patrimonializacin, en las identidades, enla consulta previa, etc.

    El conjunto de estos ensayos es un ejercicio que pretende poner en discusin, por lomenos, una parte de ese constructo que hemos llamado antropologa. Es un intento porteorizar sobre nuestras experiencias como antroplogos: Muchos de estos ensayos ni si-quiera tienen alusiones bibliogrficas, no es un olvido, era una necesidad para algunosde nosotros utilizar este espacio sin las restricciones obligatorias que desde la academiay la indexacin se imponen como camisas de fuerza para repetir lo que otros ya dijeron.La Oraloteca como laboratorio de antropologa no ha generado una metodologa, ha

    propuesto una ubicacin frente a su trabajo y una identificacin frente a las comunidades.La ubicacin es la de dejar hablar (la vieja propuesta de Garca Canclini), y se identificacon las comunidades en la medida en que trabaja desde la oralidad como instrumento deresistencia. Este primer acercamiento no es un manual de metodologa de la Oraloteca,sino una reflexin sobre el ejercicio de tratar de ser mediador de la comunidad.

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    La metodologa entre com-promisos y diversidad en las

    dicultades del trabajo de

    campo dentro de un ejercicioetnogrco con comidas pop-ulares

    Por lvaro Acevedo MerlanoAntroplogo egresado de la Universidad del Magdalena, su trabajo se enmarca enlas reas de la investigacin y el anlisis de procesos sociales y prcticas culturales.

    Su experiencia desarrollada durante los ltimos aos y la articulacin con el grupo deinvestigacin Oralidad, Narrativa Audiovisual y Cultura Popular del Caribe Colombiano,

    le ha brindado la oportunidad de acercarse a ejercicios investigativos relacionadoscon la antropologa de la alimentacin, las identidades regionales, medios de comuni-

    cacin, patrimonio cultural, etc. De igual forma, ha tenido la oportunidad de trabajaren temas relacionados con mecanismos alternativos de resolucin de conictitos. To-

    dos estos ejercicios los ha abordado desde las herramientas tericas y metodolgicasde la antropologa.

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    Observar: qu? y para qu?Algunas reflexiones sobre las prcticas metodolgicas en el ejercicio etnogrfico

    Antes de dar comienzo a esta breve reflexin producto de mi corta experiencia enterreno, debo aclarar que entiendo el trabajo de campo como un mtodo abierto deinvestigacin en terreno donde caben las encuestas, las tcnicas no directivas -fun-damentalmente, la observacin participante y las entrevistas no dirigidas- y la residenciaprolongada con los sujetos de estudio, la etnografa. Todo este conjunto de actividades sesuele designar como "trabajo de campo", y cuyo resultado se emplea como evidencia parala descripcin. (Guber, 2001: 7).

    Luego de llevar a cabo dicho trabajo de campo durante varios meses, y de haber realiza-do el ejercicio de escritura, puedo referirme a muchas de las cosas que en el pasado nopoda sealar, pues careca de la experiencia que brinda el estar en el terreno. Pero ahora,gracias al trabajo directo con las personas y al poder compartir sus realidades, comienzo

    a entender mejor el ejercicio etnogrfico y los recorridos que se deberan realizar. Comoel profesor Vasco lo afirma [] Los recorridos constituyen una forma de conocimiento,sean ellos fsicos o realizados con la mente, aunque ambos tipos no se dan por separado[] Cuando es etngrafo el sujeto que conoce, pero no vive la vida de la sociedad que in-vestiga, determina que el proceso de investigacin y conocimiento se construya aislado dela vida, cuando debera hacer parte de ella [] (Vasco, 2002: 467, 468). En el desarrollode este ejercicio, se presentaron constantes situaciones y reflexiones sobre la manera deinteractuar en el campo, y este apartado narro algunas de ellas durante esa experiencia.

    El trabajo de campo al que hago referencia, y el cual es causante de estas ulteriores re-flexiones, se llev a cabo en la ciudad de Santa Marta con las personas que viven del ejer-cicio de las ventas informales de comida popular. En este ejercicio fue necesario entablarcontacto con personas que desempeaban una gran diversidad de oficios relacionadoscon la comida popular, desde la venta ambulante de tintos, hasta la venta estacionaria dealmuerzos.

    Tambin se hace necesario aclarar que el concepto de venta estacionaria informal que aqu

    se nombra est orientado a todas aquellas ventas que, dentro de las dinmicas econmicasinformales, se encuentran ubicadas de manera permanente en el permetro correspondi-ente al espacio pblico. As tambin pueden existir ventas informales semiestacionarias,que a pesar de no permanecer todo el tiempo en un mismo lugar, s determinan una ubi-cacin ms o menos fija. Por otra parte, el concepto de ventas ambulantes hace referenciaa todas aquellas ventas que, por lo general, son informales, y se desplazan de un lugara otro de manera constante sin poseer un sitio medianamente fijo de trabajo, aunque suna ruta determinada, en algunos casos. Por ltimo, estn las ventas semiambulantes,

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    aquellas que la mayor parte del tiempo se encuentran en movimiento, pero que en algunosmomentos del da, algunos das, pueden detenerse temporalmente en algunos lugaresespecficos.

    En la bsqueda de vendedores que me ayudaran a conocer las realidades de las ventas in-formales de comida popular, me enfrent a una gran variedad de personalidades, gneros,edades, estados de nimo y temperamentos que como partes importantes de las subjetivi-dades de estas personas, condicionaron de manera directa las relaciones que se desarrol-laron durante el trabajo, entre yo como agente externo y los vendedores y vendedoras queme permitieron adentrarme en su cotidianidad.

    Ahora bien, a pesar de que el trabajo de un buen etngrafo requiere entablar relaciones

    con el otro, dejando por fuera los estatus para simplemente dialogar, fue difcil obviar lavariedad de actitudes que como investigadores tomamos al hablar con los hombres y mu-jeres con quienes trabajamos. Digo esto porque cuando en momentos en los que se desar-rollaron dilogos con personas que posean un carcter fuerte y dominante, por ejemplo,de manera involuntaria opt muchas veces por tener un perfil bajo, con el propsito deoptimizar las condiciones en las que se desarrollaba dicha charla o entrevista.

    Entendiendo el ejercicio etnogrco como un ejercicio de memoria

    Muchas de las entrevistas que se encuentran grabadas resultan ser solo la punta del ice-berg de muchas otras conversaciones que nunca saldrn de la clandestinidad de la memo-ria, pues detrs de toda entrevista existen cuatro o cinco conversaciones fundamentalesque se encargan de orientar las nociones al momento de analizar las entrevistas grabadas.Por esta razn, en un gran nmero de ocasiones apagu la grabadora voluntariamente conel nico objetivo de entrenar la memoria y guiarla hacia los acontecimientos que considerrelevantes para el presente trabajo, pese a la dificultad que esto encierra, pues [] Lamaterialidad del texto oral es ms transitoria: slo dura mientras las ondas de aire estn

    en movimiento, aunque puede perdurar impreso en el cerebro, en la memoria (Vasco,2002: 479). Con este ejercicio logr una mayor concentracin, pues el no querer olvidar lainformacin me llev obligatoriamente a repasar recuerdos sobre lo visto, lo escuchadoo saboreado. Esto ampli considerablemente el alcance, el tiempo y la profundidad dereflexin sobre los acontecimientos que se dieron durante el desarrollo del trabajo decampo. Este ejercicio de memoria se manifest de manera constante y diversa, a tal pro-fundidad que a pesar de abandonar fsicamente el terreno en algunos momentos, nuncalogr salir mentalmente del campo debido a que la condicin de antroplogo, en muchas

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    Observar: qu? y para qu?Algunas reflexiones sobre las prcticas metodolgicas en el ejercicio etnogrfico

    circunstancias, se encuentra tan adentro de la conciencia que no se puede dejar de serlo nien los momentos de ocio ms triviales, pues hasta en el simple hecho de tomar el desayu-no encontraba presentes reflexiones sobre las comidas populares.

    Sobre la etnografa

    En el marco de esta investigacin, la etnografa jug un papel fundamental como herra-mienta para acercarme a las realidades de los sujetos de investigacin, pues la etnografava a las fuentes primarias a la palabra directa, a la observacin de cada hecho, proceso yvariables para recomponer en el pensamiento el conjunto social. El trabajo etnogrficosupone entonces estar en trabajo de campo para poder detectar y describir lo observado(Padilla, 2006: 4). El ejercicio etnogrfico que desarroll incluy la mayor participacin de

    los sentidos posibles, en especial, la visin, el gusto y el olfato, pues todas las manifesta-ciones gastronmicas que logr captar a lo largo del trabajo de campo, desencadenaronun gran caudal de sensaciones percibidas por estos tres sentidos. Los sabores, olores ycolores no solo me generaron reacciones en la inmediatez, pues en muchas ocasiones lasconsecuencias de probar algn alimento o la combinacin de varios, las pude percibir dasdespus del momento de ser probadas.

    Respecto a los diferentes sentidos que utilic para la percepcin y posterior interpretacinde los elementos hallados en el trabajo de campo, considero que el sentido que me com-prometi con mayor intimidad respecto a la realidad vivida fue el sentido del gusto. Al mo-mento de valerme de este sentido en instantes en los que com durante varios ejerciciosde observacin participante, logr sentir una gran dificultad en el comer como ejercicioetnogrfico, no solo por el notable aumento de mi contextura fsica, sino por el particularsabor de algunos alimentos. Uno de esos ejercicios se dio en una ocasin durante misprimeros ejercicios de observacin.

    De modo anecdtico (fragmento del diario de campo)

    En uno de los primeros recorridos realizados por el centro de la ciudad, un poco impro-visado, motivado por la idea de probar los alimentos como parte de mi metodologa, meencontr con una fritanguera1, el mejor lugar para probar las tan famosas chinchurrias2.Pero para mi sorpresa me top con un poco de chinchurria de la gruesa, e impulsado por

    1. Una fritanguera puede entenderse como un lugar en donde se venden y consumen alimentos, principalmente vsceras fritasen aceite hirviendo, tales como la chinchurria, el bofe, el rin y la ubre, entre otras vsceras.2. La chinchurria o trenza es el intestino delgado o grueso de la vaca o del cerdo relleno de alios, y, en algunas ocasiones, conun poco del material original. Se come frito, y en la costa Caribe, a diferencia del interior de Colombia, lo trenzan, por lo quetambin se conoce como trenza. Existen dos clases de chinchurria, la delgada que es el intestino delgado, la ms comn; y lagruesa que est compuesta por el intestino grueso.

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    la curiosidad y el ejercicio etnogrfico, decid dar rienda suelta a los placeres del paladary probarla, con el nico fin de seguir incluyendo a los dems sentidos en mi experienciaetnogrfica, adems de estar impulsado por el hambre, claro est. Al primer bocado prob

    el sabor de aquello que ola a excremento, fue un sabor repulsivo, pero no poda devolverel alimento ni mucho menos, pues las personas que vendan, adems de los consumidoresque all se encontraban, no podan ver esa reaccin tan violenta. As que por respeto y tam-bin por el hambre, logr terminar de comer dicha chinchurria gruesa. En ese instante,slo el patacn3de guineo que la acompaaba pudo ayudarme a tragar la chinchurria. Fueaqu, en este instante, cuando comprend realmente qu tan comprometido me encontra-ba si decida degustar los alimentos que configuraban parte de la realidad que relatara enel manuscrito resultado de la investigacin.

    Pero a pesar de todas las dificultades y riesgos que acarre ese mtodo, decid continuare incluir como parte importante de mi metodologa de campo el constante consumo decomida por mi parte, de acuerdo a varias razones. En primer lugar, encuentro la necesi-dad de describir la realidad utilizando no solo mi observacin sino tambin mi olfato y misentido del gusto, con el propsito de adentrarme de manera ms ntima a la realidad quese manifest frente a m durante mi experiencia etnogrfica. As mismo, al querer abordara las personas que se desempean en la labor de vender comidas o bebidas populares demanera informal, result necesario ser partcipe en el ejercicio de la compra y consumode lo que en determinado puesto de comida se ofreca, ya que con mi consumo evit quelos vendedores disminuyeran la oportunidad de conseguir su sustento por el hecho debrindarme parte de su tiempo. Por lo tanto, para evitar esa situacin, me convert en unconsumidor constante con el objetivo de contribuir con su labor, al mismo tiempo que losvendedores contribuan con la ma.

    Por ende, el hecho de comprar y consumir los alimentos vendidos por las personas queentrevist, facilit su acceso y ameniz, en gran medida, los momentos de comunicacin.Adems, con algunos vendedores, las conversaciones solo se hacan efectivas desde el

    momento en el que yo consuma algn tipo del alimento que ofrecan.

    El desenvolverme de esta manera dentro del campo le agreg un valor extra a la imple-mentacin del sentido del gusto, ya que adems de ampliar el espectro de percepcin parala futura interpretacin de los datos, logr sumarle a mi trabajo una mayor intimidad alinvolucrarme fsicamente en los momentos donde com algn tipo de alimento. Ese con-stante comer result indispensable para lograr el abordaje de los sujetos de investigacinen los momentos de charlas o entrevistas.

    3. Rodajas de pltano o guineo que al sofrerlas en aceite pueden ser consumidas generalmente acompaadas con sal. El patacnes el acompaante por excelencia de la chinchurria y dems vsceras fritas.

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    El consumo permanente de alimentos fue un elemento constante durante todo mi trabajode campo, lo que, en muchas ocasiones, atent directamente contra mi bolsillo. Por otraparte, debo mencionar que la utilizacin desmedida del sentido del gusto referente al

    comer en el trabajo de campo, debe realizarse con suma moderacin, ya que podemosvernos comprometidos en nuestra salud, pues algunas combinaciones de alimentos quese encuentran en este tipo de trabajo, poseen caractersticas que pueden ser demasiadofuertes para la habitual digestin del investigador, lo que si no se tiene en cuenta puedecausar algunos problemas digestivos.

    En concordancia con lo anterior, es fundamental que el ejercicio etnogrfico conserve enlo posible la esencia de lo que en campo se conoce, escucha, observa y aprende. As pues,no considero coherente decir con mis palabras lo que fue gestado por las voces de aquel-

    las personas que confiaron en m para relatarme sus experiencias de vida, pues para ellosno se trata de una articulo o de alguna abstraccin antropolgica, se trata de sus vidas yrealidades. Por lo tanto, en el documento etnogrfico del que se desprenden estas reflex-iones se conservaron gran parte de los argumentos tal cual fueron narrados.

    Sobre la entrevista

    Aunque la observacin, la descripcin y la interpretacin por parte del investigador pose-an un lugar importante en el trabajo, considero que la forma ms eficaz de captar y com-prender de mejor manera la realidad de los actores que se encuentran sumergidos enel campo, es la entrevista abierta, entendida como una situacin cara a cara donde seencuentran distintas reflexividades pero, tambin, donde se produce una nueva reflexivi-dad. Entonces, la entrevista es una relacin social a travs de la cual se obtienen enuncia-dos y verbalizaciones en una instancia de observacin directa y de participacin (Guber,2001: 75). Debido a ello, es en esta interaccin, en el hablar, en donde se pueden percibiradems de las palabras en s, los gestos y las distintas variaciones emocionales que el su-jeto puede presentar durante el transcurso de la charla, ya que gran parte de esos gestos y

    emociones fueron tomados en cuenta al momento de interpretar la informacin obtenidade manera oral.

    Ahora bien, ninguna de las entrevistas realizadas las conceb en una sola direccin, pueshay que ser lo ms equitativo posible en el suministro de la informacin y tratar de quela entrevista como ejercicio de poder logre una equidad, ya que la informacin no tieneque ir necesariamente en un solo sentido investigadoinvestigador, pues al realizarla enambas direcciones y de manera honesta, no slo el investigador terminar la charla conuna gran cantidad de informacin del investigado, sino que el investigado a su vez poseer

    gran cantidad de informacin del investigador. Es en ese momento cuando el investigador,

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    considero, disminuir lo unidireccional en el ejercicio de entrevistar.La forma cmo se desarrollaron las entrevistas estuvo perfilada a la leve orientacin delas preguntas, pues formul pocas, solo las que sirvieran para guiar e indicar al entrevis-

    tado la temtica de la misma, para no sesgar con preguntas cortantes la naturalidad de lasecuencia que lleva una historia o una narracin, ya que luego de las primeras preguntas,el escuchar se hace ms importante que el preguntar. En este caso, las entrevistas querealic, todas despus de la primera pregunta, se transformaron en charlas amenas, sobretodo sinceras y respetuosas. La utilizacin de pocas preguntas enriqueci el dinamismo delas conversaciones, adems de conservar la naturaleza del relato.

    As mismo, a pesar de que mis descripciones y anlisis jugaron un papel importante al darcuenta de los contextos en los que surgen las voces de los entrevistados, considero que

    el lector debe dar mayor importancia a las voces mismas que se lograron captar en las en-trevistas, muchas con matices de protesta, pues son estas inconformidades codificadas encada conversacin lo que catalogo como un punto neurlgico de dicho trabajo. Adems, noedit la informacin que se encuentra en las entrevistas ni la consign en el escrito comosi fueran mis reflexiones sobre la realidad interpretada, ya que esa informacin provienede una voz, una voz que al hacerle ese proceso de edicin puede correr el riesgo de sersilenciada nuevamente y de forma ms imperceptible pero no menos subyugante. Por esoreitero que el ejercicio etnogrfico debe respetar a quienes dijeron y cmo lo dijeron, puesa pesar de que yo aparezca como autor de la monografa a la que se hace alusin, nuncaser el dueo de esas voces, puesto que los dueos de esas voces son quienes hablaron.

    Ser el antroplogo que se queda y no el que se va

    Muchos investigadores pueden alegar que algunos trabajos de campo acarrean mayorpertinencia, peligros y dificultades que otros, lo que en algunas circunstancias puede sercierto, ya que a simple vista no encierra la misma dificultad entrevistar a un desmovilizadoque a una seora que ha cocinado empanadas durante la mayor parte de su vida. Pero esto

    no quiere decir que un trabajo sea ms o menos relevante que el otro, y que a pesar de queuno requiera aparentemente un mayor riesgo que el otro, el compromiso no deviene de lacircunstancia en s misma, sino del propio investigador y de toda la problematizacin queeste logre construir a lo largo de su investigacin.

    El compromiso del antroplogo investigador, en la mayora de los casos, se encuentra me-diatizado por todas aquellas caractersticas que configuran el trabajo de campo respectoa esa misma condicin de investigador. Una de esas caractersticas hace referencia a laubicacin del investigador respecto al terreno donde decide adelantar el trabajo de campo,

    es decir, no resulta equivalente la realizacin de una investigacin en un lugar lejano al

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    sitio donde el investigador desarrolla su vida (el antroplogo que se va), a realizar una in-vestigacin en el lugar donde el investigador vive o reside (el antroplogo que se queda).Estas dos situaciones resultan propicias para su descripcin, ya que las caractersticas del

    trabajo de campo se encuentran orientadas, a mi modo de ver, a una de estas dos condi-ciones que permea la totalidad de la investigacin.

    En primer lugar, se encuentra el antroplogo que llega de su mundo a un lugar lejano einhspito para luego marchar al terminar su investigacin y, en segundo lugar, se halla alantroplogo que decide, por mltiples circunstancias, realizar su investigacin en el lugardonde reside. As, y de acuerdo con las caractersticas de mi trabajo como investigador,considero que hago parte de una de estas dos formas, que para mayor entendimientodescribir a continuacin.

    Del antroplogo que se va

    Es aquel antroplogo que se desplaza grandes distancias desde su lugar de origen hastael tan sagrado, anhelado, inexorable y lejano campo. Lejano porque al parecer, entre mslejano se encuentre el sitio para la realizacin del trabajo, ms antroplogo se puede llegara ser. Ahora bien, dicha lejana no resulta ser solo fsica, sino tambin epistmica, ya queese investigador deja su tierra pero tambin decide dejar un gran nmero de elementosque complementan su realidad, en donde la [] exterioridad, pues, obliga al etngrafoa abandonar el lugar donde desarrolla sus actividades acadmicas y donde vive, para ir alespacio donde sus objetos de inters residen (Vasco, 2002: 455). Estos elementos que seabandonan, generalmente son constituidos por emociones, sentimientos, amores, familia,negocios, amistades, intereses, etc. El hecho de que se encuentren separados del terrenoen donde se desarrolla la investigacin, despreocupa en cierta medida al investigadorrespecto a las consecuencias de sus acciones durante su trabajo, ya que es muy pocoprobable que dichas consecuencias lleguen a perturbar algn elemento de la realidad endonde vive, pues dentro de su mente l tiene presente que su residencia se encuentra bien

    y que tarde o temprano regresar a ese hogar de donde parti.

    Este es el antroplogo que se va, el que no se inmiscuye en el despus de la investigacin,ni se cuestiona sobre la consecucin de las relaciones entabladas durante su estada en elterreno, pues sus relaciones tienden a desaparecer al finalizar su trabajo. Aunque algunos,solo por compromiso tico, visiten nuevamente a las personas que fueron los sujetos de suinvestigacin, estas relaciones no gozarn de la misma intensidad ni del mismo compro-miso que posean cuando la investigacin se encontraba en curso. As, el antroplogo que

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    se va, hace eso, se marcha, y si su intervencin o participacin fue la responsable de algntipo de mella despus de su presencia, l no ser testigo de ello, pues ya no estar en eselugar, ya habr terminado su trabajo de campo y se encontrar en su realidad.

    Del antroplogo que se queda

    Mi realidad como antroplogo que se queda es un poco distinta a la del que se marcha, yaque aquel botn de escape no puede ser contemplado, pues an permanezco en el lugardel que nunca me he marchado. As mismo, dentro de esta condicin, los despus, a difer-encia de lo sucedido para el antroplogo que se va, s toman un inters inmediato, ya queluego de de que la investigacin termina yo contino caminando por las mismas calles quefueron mi terreno de campo.

    De igual modo, el abandono del trabajo de campo se convierte solo en un ejercicio mentaly a la vez nulo, pues durante el ejercicio etnogrfico, cuando una calle resulta ser un espa-cio de observacin, despus de la investigacin al caminar de nuevo por la misma calle nosoy capaz de mirarla sin pensar en ella como en un espacio de observacin etnogrfico, yaque para m, nunca dejar de serlo.

    Por otra parte, las redes de relaciones que se gestaron durante la investigacin no puedenser interrumpidas por mi desplazamiento fsico, pues continuar en dicho lugar de mane-ra permanente y frecuentando a las personas que en un tiempo posean el rol de sujetos deinvestigacin, informantes o colaboradores en mi trabajo de campo. Al igual que sucedecon el abandono del trabajo de campo, estas personas anteriormente vistas como infor-mantes, no desaparecern de mi realidad cotidiana, sino que se les sumar la condicin deconocidos o amigos en lo que a relaciones personales se trata.

    De modo que, respecto a mi convivencia en la ciudad, esas personas se convirtieron enparte constante de mi vida cotidiana como habitante de Santa Marta, afectando no solo

    mis relaciones generales dentro del andar en la ciudad, sino tambin la esfera de mi vidapersonal. En razn de esto, hay que tener muy en cuenta que todas aquellas relacionesque se entablen durante el desarrollo del trabajo de campo, son relaciones que perdura-rn hasta despus que concluya la investigacin, y, por tanto, a aquel sujeto que ofreceuna entrevista debe entendrsele, no como a un personaje temporal que suple una de lasnecesidades que encierra la realizacin de la investigacin, sino como a un actor perma-nente dentro de la obra que constituye la realidad del investigador.

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    Bibliografa

    Guber, Rosana. 2001. La etnografa, mtodo, campo y reflexividad. Grupo Editorial Nor-

    ma. Bogot.Padilla, Cristina. 2006. Ponencia para el VII Congreso Internacional de Sociologa Rural.

    Universidad de Guadalajara. Ecuador.Vasco, Luis. 2002. Entre selva y pramo. Viviendo y pensando la lucha india. Instituto Co-

    lombiano de Antropologa e Historia. Bogot.

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    Ser y estar: reexiones del que-hacer antropolgico

    Por Patricia Anaya RosAntroploga samaria, egresada de la Universidad del Magdalena. Desde los iniciosde su formacin universitaria se inclin por las actividades investigativas, haciendo

    parte del programa Semilleros de investigacin, al mismo tiempo que participando enel Grupo de Investigacin Oraloteca. Tiene experiencia en el trabajo de campo y susintereses investigativos han estado relacionados con los temas de memoria histrica

    y conicto armado colombiano. Ha realizado proyectos sobre temticas como el de-splazamiento forzado y organizacin social comunitaria.

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    Nada garantiza que el futuro ser mejor; podra ser inclu-so mucho peor: El futuro es una construccin que dependede las acciones, luchas y fuerzas relativas de los seres hu-

    manos en el presente (Wallerstein).

    En el ejercicio de realizar una investigacin en antropologa son muchos los aspec-tos que se presentan y que permiten la construccin del conocimiento. Es el casode las reflexiones que se crean desde la propuesta investigativa y su diseo, hastala realizacin del trabajo de campo. Por ello, este documento pretende plasmar una expe-riencia de investigacin llevada a cabo en un barrio de Santa Marta donde principalmenteviven personas desplazadas, mostrando a travs de l como todos los aspectos y dinmicasque viven estas personas en su entorno plantean deliberaciones internas en un investi-

    gador, antes, durante y despus de una investigacin.

    Sobre la presentacin y cambios en la propuesta de investigacin

    Iniciar con la ardua tarea de construccin de conocimiento a travs de la realizacin deltrabajo de campo, implica diversos aspectos, en especial la dificultad de construccin ylos subsiguientes cambios de la pregunta de indagacin, la cual a pesar de ser la columnavertebral de toda la investigacin va transformndose en busca de la coherencia, profun-didad, claridad y puntualidad.

    Ahora, no siendo suficiente la dificultad que se presenta al momento de realizar una pre-gunta que d cuenta de un contenido social que evidencie una posicin en cuanto a unaproblemtica determinada, aparece el reto de pensar los objetivos, aquellos que dem-ostrarn la importancia y pertinencia de la propuesta investigativa.

    Es as como cada vez que se termina con los acpites que se encargan del fundamentode los proyectos de investigacin, las complicaciones se hacen visibles y la inexperiencia

    de los estudiantes en el campo investigativo se hace ms notable, evidencindose de estamanera lo difcil que es realizar una investigacin en las humanidades y en las cienciassociales.

    Otro aspecto que muestra la dificultad al momento de la construccin, proyeccin e iden-tificacin de los alcances de una investigacin, es el fundamento terico que dar cuentade la habilidad del estudiante al momento de poner sobre papel lo que asimil del fun-cionalismo, estructuralismo, postestructuralismo y dems teoras antropolgicas y de lasciencias sociales. Pero no solo esto, es aqu en este punto donde empiezan a surgir los

    interrogantes sobre qu tan pertinentes son tanto las teoras como los autores que se

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    escogen para fundamentar e ilustrar las realidades por las que se est preguntando, acre-centndose con esto las dificultades para continuar con la escritura.

    De esta manera, es muy fcil que la articulacin de las herramientas conceptuales sea mscomplicada, convirtindose en uno de los aspectos de ms dificultad -este fue el caso de lapropuesta que fundamenta este documento de tesis-, logrando con esto un estancamientoal momento de continuar con los diversos acpites, ya que se debe tener mucho cuidadoen no acomodar la realidad a la teora que se escoge.

    La justificacin es otro aspecto generador de dificultad y complicacin, puesto que estemomento no deja de ser un espacio donde se saca a relucir el etnocentrismo y egocentris-mo, construyendo por medio de ellos la importancia y aportes de la investigacin para con

    la disciplina. Ahora, dichos aspectos se convierten en una gran dificultad para una personaque desde su formacin se acostumbr a que debe tener claridad sobre la importancia yrelevancia de lo que est realizando, pero esto debe ser dicho por las dems personas quetiene a su alrededor y no por la que los realiza, mostrando con ello respeto y humildad.

    Por ltimo, es de igual manera un proceso espinoso el construir la metodologa cuando seest acostumbrado a nombrar prcticamente en forma de inventario cules son las tcni-cas y herramientas que van a dar cuenta de las preguntas de investigacin, y cuando estasadems se convierten en una constante en todas las investigaciones. Por ello, no es muyextrao encontrarse con que se va a realizar observacin participante, entrevistas abiertase historias de vida, y que adems se va a llevar un diario de campo, utilizando las mismaspara mostrar cualquier problemtica social que se encuentre aterrizada en los distintoslugares del pas, sin tener en cuenta que las tcnicas no son neutrales (Vasco: 2002), y quepor el contrario, debe ser tenida en cuenta la historia que forja los contextos de los lugaresdonde se pretende llevar a cabo determinada investigacin.

    As, teniendo en cuenta estos aspectos, se fue construyendo la metodologa de la pre-

    sente investigacin, utilizando esas tcnicas y herramientas a las cuales recurre la granmayora de los investigadores, abandonando la forma como se haban organizado en lapropuesta investigativa, permitiendo as que el contexto y las dinmicas presentadas en lconstruyeran el orden en el desarrollo del trabajo de campo.

    El ejercicio de ser una antroploga

    Cuando llega el momento de empezar a realizar el trabajo de campo, esos miedos quefueron apareciendo a medida que se construa la propuesta de investigacin se hacen cada

    vez ms evidentes, pero es aqu el momento de aprender a convivir con ellos, para poder

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    lograr construir los aspectos que den cuenta de lo planteado antes de ir de lleno al lugardonde se escoge trabajar como estudiante de tesis.

    El llegar al lugar, -en este caso a El Milagro- sin ninguna experiencia de cmo poner enprctica lo aprendido en un saln de clases, despierta el sentido de autocrtica en cuantoa lo que se realiz durante los cinco aos de formacin antropolgica, siendo en este mo-mento cuando se recuerdan las salidas de campo que se tuvieron, y apareciendo al mismotiempo el cuestionamiento de la importancia y relevancia de estos ejercicios de campo. Ini-ciando de esta manera una deliberacin interna en cuanto a la forma como son diseadasy llevadas a cabo las salidas de campo que permiten al estudiante realizar ejercicios quese acerquen a lo que tendr que enfrentarse al momento de realizar su trabajo de tesis.

    Es as como no es de gran ayuda recordar que las salidas de campo eran ms parecidasa un paseo -a pesar que esta no sea su intencin pedaggica- cuando se conocan sitiosque en muchas ocasiones no se haba tenido la oportunidad de visitar. Pero al igual quemuchos aspectos en la vida, este detalle tena que ser dejado a un lado y empezar a convi-vir con l, para de esa manera continuar con el trabajo de campo.

    Despus de darse cuenta de que se llega al terreno prcticamente sin experiencia, con-tina en el listado de aspectos para explorar por parte del futuro antroplogo, el poneren prctica lo que se plasm en la propuesta de investigacin. Claro que es fcil decir sedebe hacer en campo lo que se elabor en la metodologa, no es ms. Sin embargo, cmopuede poner en marcha estos mtodos y tcnicas una persona que durante la carrera, sim-plemente utiliz la observacin y conversaciones informales con las personas, que eransustentadas como entrevistas abiertas? Qu pasa con las historias de vida, la cartografasocial, la entrevista y la observacin participante? (que fueron el listado de tcnicas quese plasmaron en la propuesta de investigacin). Este es el dilema de muchos estudiantesal momento de llevar a trmino la utilizacin de los mtodos y tcnicas de investigacinsocial.

    Ahora bien, a pesar de que estos aspectos hacen que el desarrollar el trabajo de campo seaun poco ms difcil, lo que sigue es ser el antroplogo, adems de crerselo, y empezar aconstruir de la mejor manera posible un lazo de confianza con las personas que habitanel lugar donde se realiza la investigacin, que es lo que realmente sustenta y ademspermite la continuidad de esta. As que las primeras visitas se convierten en una muestrade inexperiencia, pero a medida que transcurren los das, el llevar a cabo la utilizacin de

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    las tcnicas de investigacin se va haciendo ms fcil y digerible, aunque claro que todoesto con la ayuda de las personas que tienen una participacin directa en la investigacin.

    Cuando a partir de las visitas al lugar se logran establecer lazos de confianza, llega el mo-mento de sacar los instrumentos que hacen posible sustentar lo que se realiz en el traba-jo de campo, como es el caso de la grabadora y la cmara fotogrfica, siendo la utilizacinde estas uno de los aspectos ms generadores de cuestionamientos para una persona quepiensa que ambas logran convertir en objeto de estudio a las personas con las que se pre-tende una construccin de conocimiento. Esto se convierte en otra dificultad que se tieneque sortear para lograr la continuidad del trabajo de campo.

    Estos equipos de trabajo son utilizados luego de lograr un lazo de confianza con las perso-

    nas intervinientes en la investigacin, gracias a lo cual empiezan a brotar cuestionamien-tos para el investigador, puesto que se corre el riesgo de llegar a sentir que la utilizacin deellos puede ser un abuso de confianza y adems percibir que su utilizacin puede semejaruna visita a un zoolgico en donde estn en exhibicin animales exticos de los que escasi que obligatorio obtener un registro que demuestre que fueron realizadas visitas en ellugar, que permitan tener un recuerdo para la posteridad.

    Cuando ya es superado este impase, se evidencia otro aspecto que se debe sortear almomento de hacer antropologa, como es el hecho de darse cuenta de que no todo lo quese planea puede llevarse a cabo de la misma forma como se pens. Para este trabajo inves-tigativo de campo, el ejemplo que lo escenifica de mejor manera, es el haber pretendidoantes de su realizacin planear una organizacin comunitaria para el barrio de maneraformal. Tal es el caso de la junta de accin comunal, ya que tener un primer acercamientocon el barrio fue uno de los principales obstculos que se plantearon al momento de con-seguir la asistencia necesaria por parte de las entidades del Estado concernientes al temadel desplazamiento forzado. Pero a medida que el trabajo de campo avanzaba, y estaintencin fue saliendo a la luz, se fue evidenciando el desinters por parte de las personas

    del barrio, fundamentado en el hecho de haber fracasado en muchos intentos llevados acabo con anterioridad. Esto indic que las personas del barrio El Milagro tenan cosas msimportantes que hacer, como el sobrevivir da a da con sus familias, que estarle gastandotiempo a esta forma de organizacin.

    De esta manera, este aspecto tambin logr que se empezara a cuestionar la presencia enel barrio y adems a sentir un poco de incomodidad al continuar con el trabajo de campo,

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    sinsabor fundamentado en el hecho de que en algn momento la gente pudiera mostrarun rechazo ante la continuidad de la investigacin.

    Aparicin de crisis, cuestionamientos y dems

    La utilizacin de instrumentos como la grabadora de voz y la cmara fotogrfica fue elprimer generador de cuestionamientos al realizar el trabajo de campo que sustenta estedocumento de tesis, convirtindose as en la antesala de muchos ms que a continuacinsern mencionados.

    Es de gran dificultad el hecho de utilizar la grabadora de voz y la cmara fotogrfica du-rante la realizacin de una investigacin, puesto que el uso de estos instrumentos puede

    llegar a escenificar la relacin de la antropologa con el colonialismo y la intencin desaquear con informacin los lugares que se visitan. Sin embargo, todo depende del usoque se les d. Por ejemplo, en el caso de este documento de tesis, las fotografas hacenparte de l, por la insistencia de las personas con las que se trabaj en que se llevara unregistro fotogrfico.

    De esta manera, con el dilema de la utilizacin de estos aparatos, llega tambin el hechode empezar a construir los interrogantes adecuados que ayuden a responder la preguntade investigacin de una manera clara y puntual. Siendo ste el motivo para que salgan a laluz discusiones que se crean superadas, como es el caso de la objetividad y/o subjetividadcon la que debe ser manejada la investigacin. Puesto que al momento de tener conversa-ciones con las personas, miles son los temas que surgen y que en muchas ocasiones sonms relevantes para ellos. Es ac donde las palabras del profesor Luis Guillermo Vascohacen eco y se confirma el hecho de que el escribir debe brotar de la lucha (Vasco 2002:446), demostrando esto que se debe reformular la forma de estructurar los programas deciencias sociales, y antes de ver cualquier teora y construir proyectos de investigacin, sedebe conocer la realidad y observar el comportamiento concreto de la gente, permitiendo

    realizar investigaciones que ahonden en las problemticas ms relevantes para las perso-nas, surgiendo as en etngrafo solidario, tal y como es citado por Vasco cuando se refierea los planteamientos de Doumer Mamin quien expone que:

    De otra parte, ideolgicamente como solidarios, no podemos dejar deinsistir en el criterio investigativo, no acadmico, que sustenta este tra-bajo y que consiste en intelegir la vida de los pueblos y comunidadesignoradas u oprimidas, participando, no tanto de su vida general cuan-

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    to de su lucha, es decir militando y arriesgando con ello expectativas,desgracias y peligros. Investigando los problemas, las dificultades, lasexperiencias y las alternativas; no investigando inquiriendo a las comu-

    nidades como objetos, concepcin y actitud propia de ciertos cientistassociales, acadmicos de profesin, productores de abstracciones deslum-brantes para sus iguales o simple y llanamente peones de la integraciny la dominacin (citado en Vasco 2002; 450).

    Otro aspecto que se convirti en constante cuestionamiento al momento de realizar el tra-bajo de campo que sustent la escritura de esta tesis, fue el hecho de las visitas diarias allugar y el tener claridad que debieron existir momentos en los que las personas del barriose incomodaban con estas, despertando la idea de que sera muy gratificante el que algn

    da los sujetos que encarnan las problemticas que son de inters para los investigadoressociales -pescadores, desplazados y dems- en algn momento no decidieran colaborarcon estas investigaciones, y por el contrario expulsaran al investigador de sus lugares deresidencia, evidenciando con ello la incomodidad de tener que soportar a una personahusmeando diariamente en los aspectos que determinan y disean sus formas de vida; esdecir un chismoso que solo hace eso: chismosear y no ayuda concretamente en los lug-ares que se llevan a cabo las investigaciones, puesto que se debe tener en cuenta que losantroplogos no somos superhroes, ni salvadores de nadie.

    Ahora bien, una de las principales razones para todos estos cuestionamientos, era el sa-ber que se estaba trabajando con personas marcadas por una problemtica de extremagravedad, que necesitaban una solucin inmediata a una realidad concreta, ms que unapersona que por medio de la escritura evidenciara uno de los tantos aspectos que son con-secuencia del conflicto por el que pasa el pas. Cabe aclarar que con esto no se pretende re-currir al asistencialismo para resolver los problemas de las personas desplazadas, peroal mismo tiempo, no se puede negar un escenario determinado como es el caso de lastantas necesidades bsicas insatisfechas generadas por los cambios que se presentan con

    esta problemtica y que sera de gran ayuda si se pudieran crear espacios y situacionesque permitieran resolverlas.

    As, estos planteamientos y pensamientos fueron determinantes al momento de continuarcon la investigacin, la participacin en ella de las personas que habitan El Milagro y laestructura del texto final, al mismo tiempo que se convirtieron en motivo de estancamien-to al momento de empezar con la escritura de este documento de tesis.

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    Sobre la escritura de la monografa

    Con el ejercicio de la escritura fueron apareciendo ms cuestionamientos y anlisis del

    quehacer antropolgico y la importancia de tener claro que existen aspectos que no sehan superado a pesar de tener aos de debate. As, pretender que la escritura de la tesisfuera en conjunto con las personas de El Milagro fue prcticamente imposible y nueva-mente los planteamientos del profesor Vasco fueron importantes y relevantes para darsecuenta de que lo que se escriba debe evidenciar los resultados de la lucha que se llevaa cabo con la gente, lo cual requiere muchos aos y no es muy posible en un trabajo detesis de pregrado, trabajo con el cual se realiza un primer acercamiento con las personas,poniendo en prctica lo aprendido durante cinco aos, permitiendo realizar un ejercicio deidentificacin y descripcin de una problemtica determinada.

    Ahora bien, pese a todo lo que surgi durante la realizacin del trabajo de campo y laescritura, el ejercicio anteriormente expuesto se hizo con el mayor cuidado y con unagran intencin de participacin de las personas del barrio, permitiendo de esta maneraque muchas de las situaciones ac expuestas fueran consultadas y compartidas con ellos,utilizando adems frases y palabras expresadas tambin por ellos para la elaboracin dealgunos de los ttulos del documento.

    Todos estos aspectos que se presentan al momento de realizar una investigacin en lasciencias sociales, logran en muchas ocasiones ser determinantes al momento de culmi-narla satisfactoriamente, y, adems, conseguir un grave estancamiento al momento deiniciar y continuar con la escritura, pero es al mismo tiempo gratificante el darse cuenta deque as como existen diversas falencias en la disciplina que siguen vigentes y parecen serfrecuentes y constantes pese a que concurran diversas discusiones planteadas por recon-ocidos tericos, es al mismo tiempo una disciplina que se cuestiona e indaga de maneradetallada en su quehacer, as como averigua la importancia y relevancia del mismo.

    Por ltimo, es de gran relevancia tener claridad que en una disciplina de carcter reflexivocomo la antropologa, el ejercicio de creacin de conocimiento siempre va a girar en tornoal aprender y desaprender, convirtindose el trabajo de terreno en el escenario que propi-cia el espacio para que ello se pueda llevar a cabo. Tambin se evidencia de esa manerala importancia de la realizacin del campo, donde todos esos miedos y cuestionamientossalen a relucir, y donde igualmente cobran de la misma manera una importancia enormeal momento de entregar los resultados de la investigacin, puesto que ellos son los quepermiten despertar la sensibilidad del investigador, adems de estimular la ilusin de con-

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    struir nuevas formas de realizacin del trabajo antropolgico en el cual las relaciones depoder al momento de investigar desaparezcan, y exista una verdadera participacin delas personas con las que se trabaja al momento de la edificacin del conocimiento en las

    ciencias sociales.

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    Bibliografa

    Vasco, Luis Guillermo. 2002. Entre selva y paramo. Bogot. ICANH.

    Wallerstein, Immanuel. 1996. Abrir las ciencias sociales. Comisin Gulbenkian para la re-estructuracin de las ciencias sociales (Mxico: Siglo XXI).

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    Etnografa de narrativas: unaopcin metodolgica hacia lasrelaciones familiares prcticas

    Por Adriana Marcela Montes CastillaAntroploga egresada de la Universidad del Magdalena. Es investigadora del Grupo

    sobre Oralidad, Narrativa Audiovisual y Cultura Popular del Caribe Colombiano, Oralo-teca. Su formacin en investigacin social desde Semilleros de investigacin de la Uni-

    versidad del Magdalena a Joven investigadora de Colciencias 2011, le ha permitidoparticipar en el desarrollo de proyectos de investigacin bajo la temtica de memoria

    histrica del conicto armado en el Magdalena Grande, memoria y narrativas de lapoca de la marihuana y sobre conicto y relaciones familiares. Tiene publicaciones

    en la revista Galera 2008 y 2011, y en la revista Oraloteca N 3, 2011.

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    La antropologa, como una disciplina que centra su inters en la compresin del serhumano y su diversidad cultural, se ha valido de una serie de metodologas y tcni-cas de investigacin en la bsqueda de conocimiento sobre aspectos significativoscomo tradiciones, creencias, costumbres, cosmovisiones y representaciones, que suelenser reproducidas y dotadas de significado cotidianamente por las personas legatarias dedeterminada cultura.

    Estas metodologas y tcnicas planteadas como herramientas desde las cuales abordar demanera sistemtica la realidad social con determinado enfoque terico, se han convertidotambin en objeto de reflexin en la medida en que el quehacer antropolgico se ha am-pliado y diversificado, de tal modo que ya no se trata de un estudio exclusivo de los otros,diferentes, lejanos, exticos, sino que los problemas antropolgicos, sobre todo en Latino-

    amrica, se han enfocado en aquellos aspectos de la sociedad y cotidianidad en la que estinmerso el investigador y que por tanto lo convoca, le interesa, lo afecta.

    De modo que, ms all de ser una cuestin objetiva y predeterminada con rigidez y encondiciones ideales, la investigacin desde la antropologa demanda estrategias particu-lares en el desarrollo del trabajo de campo, ante resistencias y contingencias que desafanlos mtodos previamente planeados y las habilidades del investigador que debe hacerlesfrente y satisfacer los objetivos de su investigacin, sus propios procesos de formacin enla disciplina, siempre acompaados de cuestionamientos y autocriticas, pero sobre todo,debe dar cuenta, lo ms respetuosa y cercanamente posible, de las realidades y expectati-vas de aquellos con quienes se trabaja.

    Es as como, en el presento texto pretendo exponer la puesta en marcha de una seriede decisiones metodolgicas, y a la vez iniciar un ejercicio de reflexin sobre dichas de-cisiones y los consecuentes desafos, eventualidades y cuestionamientos que convergi-eron en el desarrollo de la investigacin desde la cual me propuse conocer y analizar lasrelaciones familiares prcticas en Santa Marta, desde las representaciones de hombres

    y mujeres, adultos y adolescentes, contenidas en sus narrativas autobiogrficas y sobreeventos de conflicto familiar.

    Ahora bien, el inters en el tema de investigacin propuesto surgi de algunas experi-encias previas y reflexiones personales, por una parte, desde mi acercamiento a temasrelacionados con el conflicto, la paz y la convivencia donde comenc a preguntarme cmopoda aterrizar dichos conceptos y discusiones sobre el conflicto a una esfera de lo intimoy lo cotidiano como es la familia, donde confluyen emociones, intereses y significados het-erogneos y a veces contradictorios de lo que para cada individuo es esta institucin. Puespara muchos la familia es sinnimo de clidas sensaciones de seguridad, de certidumbre,

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    de la sociabilidad con aquellos seres cercanos, queridos, que son en ocasiones tambinobjeto de reproche, de desaprobacin, y con quienes se entra en conflicto, mientras quepara otros tantos, no es ms que una ficcin social que slo deja el sinsabor de un ideal que

    se promulga y defiende sin un asidero o referente en la experiencia personal.

    Por otro lado, el encontrar en diversas publicaciones y estudios sobre la familia en la regindel Caribe colombiano, recurrentes afirmaciones que correspondan a una tipologa defamilia basada en imaginarios algo estticos, ideales y poco discutidos, en la que parecehaber quedado fosilizada desde la caracterizacin hecha por Virginia Gutirrez de Pine-da, pionera de los estudios sobre la familia en Colombia, al zonificar el pas en complejosculturales segn caractersticas etnicoraciales, ubicando la regin Caribe como parte delcomplejo cultural Negroide o Litoral Fluvio-Minero (1968: 138), me llev a interrogantes

    sobre cmo iniciar una reflexin que vea a la familia como algo ms que una institucincon una especfica y estructurada funcin social, y que a la vez permita dar cuenta deella como algo dinmico, en movimiento, indagando en lo que las personas sienten, re-flexionan y perciben de lo que para ellas es su familia? Cmo explicarla ms all de unaestructura predeterminada o una tipologa? Qu esperar al acercarse a la difcil empresade tomar la familia como objeto de anlisis? Cmo dar cuenta de las mil formas de hacery pensar en la familia? Cuestionamientos que resultaron claves a la hora de reflexionar enla delimitacin del objetivo y determinar la metodologa ms apropiada frente al desar-rollo de la investigacin sobre un tema tan clsico y del que tanto se ha escrito desde laantropologa como es la familia, esta institucin que, aunque construida socialmente, y portanto ficticia, es tambin real en tanto que reconocida colectivamente y legataria de unasfunciones socialmente asignadas (Bourdieu, 1997).

    Ms all de una tipologa de familia

    Para empezar, lo primero era indagar en los planteamientos y aproximaciones tericasy metodolgicas antecedentes sobre la familia en la regin Caribe, en los cuales result

    ser determinante una tipologa compartida con otras regiones con presencia de gruposnegros, caracterizada por vnculos conyugales basados en uniones de hecho, en las queel hombre es una figura movediza, con tendencia a mantener relaciones conyugales convarias mujeres a la vez, y cuyo principal inters es ostentar una descendencia numerosa,lo cual es un patrn de hombra socialmente reconocido. Esto hace que el ncleo familiarest centrado en la madre y en sus hijos, pues aunque la presencia del hombre es fuerteen los primeros momentos de la relacin, va cesando gradualmente, mientras que la mu-jer asume la responsabilidad de los hijos de este y de otros maridos, convirtindose enuna figura dominante en el hogar, junto a la abuela, personaje central dentro del conjunto

    familiar extenso.

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    De modo que, la figura del hombre en el conjunto familiar es minimizada casi por com-pleto, siendo comunes las sucesivas relaciones con otros hombres desde las que se creauna red de parentela extensa, vinculadas con padres sustitutos o padrastros eventuales

    con quienes los hijos muchas veces se enfrentan, aunque por lo general su presencia noresulta inconveniente para estos ltimos (Gutirrez de Pineda, 1968; 1987).

    Las caractersticas que definen esta tipologa son la base o punto de partida de la mayora,por no decir que de todos, los trabajos que han buscado dar cuenta de la familia en elCaribe colombiano, sea desde una propuesta que defina el autor como independiente einnovadora, como el caso de Peter Wilson, quien propone la dialctica entre la reputaciny la respetabilidad como principios bsicos de la estructura social del Caribe y presenteen el mbito familiar y domstico (Wilson, 1973: 156), o sea que se retome la tipologa de

    Gutirrez de Pineda para referirse a la estructura familiar, o de las relaciones de gneroque hacen parte de la misma (Amars et. al., 2004; Gutirrez, 1997; Solano, 2006; Viveros,2002).

    Aunque en algunos de estos aportes se menciona el cambio en aspectos de las estructurasfamiliares, en los tipos de uniones, y en la dinmica relacional dentro de la familia, ya seadebido a procesos de hibridacin cultural a travs de migrantes varones del interior delpas, o por el discurso de la individualidad que se ha ido instalando en la dinmica familiar,o debido a cambios de pocas, a las dinmicas sociales y econmicas que influyen en lamanera en que se asume ser padres y madres, as como las pautas con las que se cran alos hijos (Mosquera, 1999; Puyana: 2003). Estos cambios se toman como parte de la mis-ma tipologa que los absorbe y adeca a su estructura sin tener en cuenta las resistencias,acomodaciones, razones, emociones e intereses particulares de quienes estn inmersosen dichas relaciones, y que en ltima instancia son los que mantienen y perpetun, osimplemente dejan de lado y construyen nuevas relaciones familiares que a su vez van to-mando forma en la cotidianidad desde unos habitus y valoraciones social y culturalmenteestablecidos.

    Ahora bien, en la tipologa de familia y complejo cultural, basada en caractersticas etni-coraciales y en determinantes histricos que evocan un legado biolgico, cultural y tnico(Gutirrez de Pineda, 1975), puede perderse de vista el que la regin Caribe abarca exten-sos territorios con poblacin heterognea que no se reconoce como negra, que ademstiene continua relacin con personas de otras regiones que han llegado por causa de laviolencia o proyectos econmicos, como es el caso de santandereanos y paisas, y quemuchas de las personas que se autodenominan y reconocen negras tal vez no encuentranhorma en dicha tipologa a la hora de definir sus relaciones familiares.

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    As mismo, esta tipologa ha contribuido a legitimar como eufemismos representacionesque se formaron en torno a las poblaciones negras, y que son extensivas al territorio,como la marginalidad e ilegalidad (Wilson, 1973; Serje, 2005; Tovar, 2003; Gallego, 2002),

    construidas por la sociedad espaola que demarc a estas poblaciones como pecamino-sas y desviadas haciendo referencia a una sexualidad lujuriosa e inmoral, contraria a lasdisposiciones religiosas que se sancionaban como ideales y que fueron asumidas y repro-ducidas como una estrategia de identidad, pues su proceso de dominacin fue diferente alde los indgenas, ya que fueron en mayor medida objeto de barbarizacin (Gallego, 2002).

    An hoy, podemos afirmar, con el sealamiento que hizo Nina de Friedeman hace un pocoms de dos dcadas, que Infortunadamente sigue describindose la organizacin de losgrupos negros haciendo uso de conceptos estereotipados que dibujan la familia como

    inestable o desintegrada y con altos ndices de ilegitimidad (1993: 1), desconociendoque quienes definieron y escribieron la historia y en ella representaron a lo negro, lejosde ser personajes neutros tenan intereses propios segn la clase social que ocupaban, encuya formacin se incluan valores e ideales que usualmente defendan y empleaban encomparacin y oposicin a los referentes ajenos a los suyos, limitando la perspectiva y lacomprensin de las lgicas, los factores y condiciones de quienes optaban por formas devida alternativas y alejadas del control de los que tenan el poder, limitndose a reprobar ysancionar sus conductas (Borrego Pl, 1973; Snchez, 2004; Saether, 2005).

    Todo esto indica la necesidad de repensar y evaluar las fuentes histricas desde las cualesse han cimentado afirmaciones sobre la familia, que si bien pueden ser ciertas, son enun-ciadas con alguna intencionalidad que debe ser clara y ampliamente conocida antes quevalidada y convertida en paradigma.

    As pues, la ausencia del padre en el mbito domstico y su poca participacin en la crianzade los hijos, una de las caractersticas ms recurrentes en la tipologa de familia sealada,no es necesariamente una condicin natural en la familia del Caribe colombiano, sino que

    es una posicin que se asume ante condiciones y situaciones particulares, generalmenteconflictivas, en las relaciones familiares que se van construyendo.

    De modo que no se trata de un legado exclusivo de determinado grupo etnicoracial, puescomo explica Yolanda Puyana (2003), este es un rasgo ms extendido de lo que se cree,ya que en la ilustracin (siglo XVII y XVIII) se comenz a propagar un nuevo discurso delinstinto materno, con nuevas visiones sobre la niez, que justific la necesidad de que lamadre se encargara del cuidado y orientacin de los hijos, en lo que incidi el desarrollode la economa, la biologa y la demografa, que sirvieron de base y prepararon a un con-

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    texto social en el que la mujer y el hombre seran parte de una dicotoma que los separa yopone entre s al ubicarlos en espacios sociales diferentes con funciones opuestas.

    As, la mujer se define como ms cercana a la naturaleza, su papel se limita a la conser-vacin de la vida a partir de la maternidad y su espacio es el domstico y privado. Enoposicin, se origin la subvaloracin del papel del padre en cuanto a crianza y cuidadode la prole, en la medida en que el ideal de masculinidad giraba en torno a ser un buenproveedor, que deba desarrollar su virilidad y su capacidad de competencia al generarlos recursos necesarios para su subsistencia. De esta forma se da la construccin de unasubjetividad masculina que idealiza al hombre como fuerte, con capacidad de mando, conuna personalidad rgida y emociones que no se manifiestan abiertamente. Fue en mediode esta visin polar acerca del ser madre, padre, hombre y mujer que en el siglo XX se

    desarrollan las ciencias humanas (Puyana, 2003: 17-20).

    As mismo, Anne-Marie Losonczy (1997: 259) seala que la matrifocalidad no es un mod-elo de parentesco nico y exclusivo de los afroamericanos, por lo que no puede ser pre-sentado como la estructura del parentesco de la organizacin negra.

    De manera pues que el anlisis de los aspectos ms visibles sobre los que se fundamentala enunciacin de una tipologa de familia para la regin del Caribe colombiano, nos hamostrado la necesidad de abandonar el cmodo lugar que ofrecen dichas tipologas, puessirven de vehculo para reproducir y legitimar estereotipos e imaginarios dejando de ladolos cambios sociales y su influencia en las relaciones familiares, que son construccionesque toman dinmicas y significados disimiles a partir de las experiencias personales dequienes las viven.

    Son imaginarios y tipologas sobre la familia y las relaciones que en ella tienen lugar,incluyendo las relaciones de gnero, que lejos de ser naturalizadas, causan dolor a lasmujeres que lloran al saber que comparten su compaero con alguien ms (Cogollo et

    al., 2004: 204), y a los hombres que no pueden satisfacer su papel de cumplidor quebra-dor, siguiendo los trminos de Mara Viveros para designar a los hombres que cumplencon su obligacin de proveedor y que a la vez deben satisfacer los imaginarios socialesde hombre mujeriego. As, la forma material y simblica en que estn construidas lasrelaciones de gnero en el Caribe produce altos costos de sufrimiento cotidiano en am-bos gneros, que se agrava con los sufrimientos propios de precariedad y subordinacinhistrica (Ibdem.; Vivero, 2002).

    As, el aporte de Virginia Gutirrez de Pineda pudo haberse convertido tambin en ungran limitante, ya que se consolid como un cimiento seguro desde el cual construir con-

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    ocimiento sin advertir que los contextos sociales, los ideales y las misma relaciones famil-iares estn en constante movimiento y cambio, y que aunque pervivan caractersticas depocas pasadas en las formas de pensar y conformar familias, se debe tener cuidado para

    no caer en esencialismos y estereotipos que nublan el entendimiento sobre estos temastan complejos.

    Representaciones: narrativas autobiogrcas y eventos de conicto fa-miliar

    En este contexto, y ante el inters de encontrar una mirada alternativa que permitiera unacercamiento a nuevas formas de entender la familia desde aquello que las personas si-enten, piensan y consideran significativo, importante pero tambin inconveniente, a partir

    de sus propias experiencias como miembros de una familia independientemente de un es-quema de parentesco o de la tipologa que pueda definirla, surgi como objetivo de inves-tigacin analizar las representaciones de cmo se construyen y mantienen las relacionesfamiliares prcticas entre parientes vecinos, entre cnyuges y entre padres e hijos, a partirde las narrativas autobiogrficas y en relacin a los conflictos familiares, desde hombres ymujeres adultos y adolescentes en Santa Marta.

    Ahora bien, aunque ciertamente la familia est basada y es usualmente definida en rela-ciones de parentesco como filiacin, alianza y consanguinidad, estos vnculos no son lacondicin necesaria y suficiente de la unidad del grupo, como plantea Bourdieu (1991:283), sino que para las personas estas relaciones van adquiriendo significado e importan-cia en la medida en que van construyendo un entramado de relaciones familiares prcticas.E