Aragon en El Centro de La Historia

download Aragon en El Centro de La Historia

of 475

Transcript of Aragon en El Centro de La Historia

  • 7/26/2019 Aragon en El Centro de La Historia

    1/474

    Departamento de Educacin,Cultura y Deporte

  • 7/26/2019 Aragon en El Centro de La Historia

    2/474

    LA CORONA DE ARAGNEN EL CENTRO

    DE SU HISTORIA1208-1458

    La Monarqua aragonesa y los reinos de la Corona

    Zaragoza y Monzn 1 al 4 de diciembre de 2008

    NGEL SESMA MUOZ(Director cientfico)

    Departamento de Educacin,Cultura y Deporte

  • 7/26/2019 Aragon en El Centro de La Historia

    3/474

    Gobierno de Aragn

    Diseador: David Mazagatos

    Edita: Gobierno de AragnDepartamento de Educacin, Cultura y Deporte

    ISBN: 978-84-8380-198-7

    Dep. Leg.: Z-3.485/09

    Realizacin: ARPIrelieve, S.A.

    COLECCIN ACTAS, 74

  • 7/26/2019 Aragon en El Centro de La Historia

    4/474

    NDICE

    Presentacin, por J. NGEL SESMA MUOZ ............................................................................. 5

    LA ESTRUCTURA INTERNA DE UNA MONARQUA PLURAL

    Monarqua, Iglesia y Nobleza en la Corona de Aragn o la gestin de lacomplejidad, por CARLOS LPEZ RODRGUEZ ...................................................................... 13

    La monarqua y las ciudades desde el observatorio de la f iscalidad,por MANUEL SNCHEZ MARTNEZ ................................................................................................... 43

    La metamorfosis del Estado feudal. Las estructuras institucionales de laCorona de Aragn en el periodo de expansin (1208-1283),

    por CARLOS LALIENA CORBERA ....................................................................................................... 65

    Los ejrcitos del rey en la Corona de Aragn (siglos XIV-XV),por JORGE SIZ SERRANO ................................................................................................................... 97

    Consejeros influyentes y personas de confianza en el entorno cortesano delos reyes de Aragn (siglos XIII-XV), por GERMNNAVARRO ESPINACH ............ 129

    LA IMAGEN DEL REY

    El perfil trascendental de los reyes aragoneses, siglos XIII al XV:

    Santidad, franciscanismo y profecas, porNIKOLAS JASPERT ..................................... 183Tradiciones e idiosincracias. Las relaciones entre Catalua y Aragn en lahistoriografa (siglos XI-XIII), por STEFANO MARIA CINGOLANI .............................. 219

    LOS REINOS

    La corte napoletana di Alfonso il Magnanimo: il mecenatismo regio,por ROBERTO DELLE DONNE .............................................................................................................. 255

  • 7/26/2019 Aragon en El Centro de La Historia

    5/474

    La conservacin de la memoria: archivos regios, por ALBERTO TORRA PREZ 271

    Ritos y gestos de la realeza en las cuatro grandes crnicas,

    por RAFAELNARBONA VIZCANO ..................................................................................................... 285El entorno femenino de los reyes de Aragn,

    por MARA DEL CARMEN GARCA HERRERO ................................................................................ 327

    La formacin bajomedieval del sistema aragons de Fueros y Observancias,por JESS MORALES .............................................................................................................................. 351

    La organizacin central de la Corona de Aragn cismarina,por FLOCEL SABAT ............................................................................................................................... 393

    Forme della rappresentanza nel regno di Sicilia: circolazione di modelliistituzionali nella Corona dAragona, por BEATRICE PASCIUTA ............................ 415

    Parlamento e luogotenenza generale. Il regno di Napoli nella CoronadAragona, por FRANCESCO SENATORE ...................................................................................... 433

  • 7/26/2019 Aragon en El Centro de La Historia

    6/474

    PRESENTACIN

    La cultura occidental ha tenido siempre clara la idea de continuidad y de quelo que somos en cada momento se apoya en lo que fueron e hicieron nuestros pre-

    decesores. La historia es acumulativa y esencialmente inmutable; nada podemoshacer por cambiar lo sucedido, ni es factible borrar aquello que hoy no pareceoportuno o nos incomoda, pero tambin, como la vida para Garca Mrquez, lahistoria no es slo lo que ocurri, sino lo que se recuerda y cmo se recuerda. Lossucesos del tiempo pasado, aunque no alterarse ni eliminarse, s pueden rememo-rarse y analizarse de diferentes maneras y con diferentes objetivos; por eso cadageneracin evoca y celebra unos acontecimientos y olvida otros. Junto a la inmu-tabilidad de lo que fue convive la variedad de interpretaciones y la iluminacin osombreado de figuras y hechos. Es el juego apasionante entre el pasado y el pre-

    sente, la historia como experiencia y la historia como esperanza.En el ao 2008 se cumplieron el octavo centenario del nacimiento de Jaime I y

    el 550 aniversario del fallecimiento de Alfonso V, monarcas aragoneses de obligadapresencia en nuestras vivencias histricas; entre ambos acontecimientos transcurreun cuarto de milenio de la historia de la Corona de Aragn. Son fechas y cifrasredondas que deben invitar a la conmemoracin y a la reflexin; es un largo perio-do del pasado al que solemos asomarnos para buscar nuestras races y sobre el quelas proyecciones de sucesivos presentes han actuado no siempre con prudencia.

    En la primera fecha, 1208, se anunciaba, aunque entonces no se poda prever

    en qu circunstancias, el largo reinado de Jaime el Conquistador, que se prolon-gara hasta el ltimo cuarto del siglo XIII. En su dilatado gobierno, se manifies-tan paradojas tan sealadas como que de una situacin de profunda crisis polticaa su arranque, cuando con apenas cinco aos, le encaramaron al trono de Aragny Catalua, vacante por la muerte de su padre en la batalla de Muret, se pas a lagran conquista emprendida por el joven rey por tierras musulmanas y, con ella, elasentamiento definitivo de una monarqua que, al aglutinar los reinos de Aragn,Mallorca y Valencia y el principado de Catalua, rebasaba el nivel peninsular y sesituaba junto a las principales dinastas de la Cristiandad Latina. Finalmente, una

  • 7/26/2019 Aragon en El Centro de La Historia

    7/474

    vez fortalecido el poder real, asentado en tan extensos territorios, fue el propiomonarca quien procur, a travs de sus reiterados testamentos, la fragmentacin

    de sus dominios para dotar de reinos y posesiones a sus hijos, aun a costa de debi-litar la corona y romper una unidad que pareca consolidada.

    El relativo fracaso de sus intentos y las acciones emprendidas por sus sucesores,con la intervencin de una sociedad mltiple y en constante transformacin, consi-guieron articular un proyecto poltico de gran dinamismo, no slo en lo puramente

    poltico e institucional, sino tambin en lo econmico, social y cultural. La Coronade Aragn as configurada, que en lo fundamental una a Aragn, Catalua, Mallor-ca y Valencia, constituy el modelo bsico para la formulacin de una forma estatalmedieval, que basaba su esencia en conservar y enriquecer la identidad de cada una

    de las partes que la constituan, al tiempo que se protega y fortaleca la unin en tor-no a la monarqua, que era en definitiva lo que les imprima carcter y potencia.

    La monarqua, cabeza y centro indiscutible del sistema, velaba por mantenerel equilibrio del conjunto y de cada una de las piezas, lo que dio lugar durante loscasi dos siglos que se mantuvo con pleno vigor a que, con cierta audacia y enor-mes muestras de sentido comn y pragmatismo, se introdujeran novedades paramantener estable un sistema de gobierno compartido entre el rey y las fuerzassociales, integradas por elementos de los grupos tradicionales de la nobleza y elclero junto con los representantes de la sociedad surgida del desarrollo urbano y

    las actividades mercantiles o artesanales. La paulatina construccin de un entra-mado institucional a dos niveles, global de la Corona que favoreca la cohesingeneral en torno al monarca, y particular para los territorios, desplegado de mane-ra sincrnica y simtrica en cada uno, que giraba alrededor de las institucionesrepresentativas (Cortes y Diputacin) surgidas para dotar de personalidad y auto-noma, permitiendo el mantenimiento de cdigos legales, lenguas, monedas,

    pesos y medidas propios, la fijacin de fronteras econmicas y territoriales en elinterior y, en definitiva, el nacimiento de movimientos de tipo nacional, sinnecesidad de romper la cohesin y unidad que defina la Corona.

    La segunda fecha, 1458, trmino final de nuestro itinerario, corresponde a lamuerte de Alfonso el Magnnimo, que no slo cierra el proceso de expansin medi-terrnea iniciado en Sicilia, continuado en Cerdea y culminado con la conquista delreino de Npoles llevada a cabo por el propio Alfonso, sino que marca el fin defini-tivo de esa poca vigorosa en la que se haba desarrollado la comunidad de interesesy proyectos compartidos en el seno de la Corona. La voluntad de conservar la uni-dad, que se haba mostrado fuerte incluso en momentos de graves tensiones como loslevantamientos unionistas o el interregno, manifest su agotamiento durante el rei-nado de Juan II, que tuvo que hacer frente a la guerra civil catalana, donde las deci-

    6 PRESENTACIN

  • 7/26/2019 Aragon en El Centro de La Historia

    8/474

    siones separatistas ponan el punto final a la secular convivencia y anunciaban laquiebra del sentimiento secular de solidaridad mantenido por los tres reinos y el prin-

    cipado. Despus del reinado de Alfonso V los motivos y objetivos que mueven a ara-goneses, valencianos y catalanes divergen y hasta se enfrentan; slo la profunda cri-sis econmica padecida por la sociedad del principado y las posibilidades de solucinque poda significar la nueva unin dinstica establecida entre las monarquas deCastilla y Aragn con el matrimonio de Isabel y Fernando, mantendr vivo el capa-razn institucional heredado de tiempos anteriores y cuyo modelo, en parte, sirvi

    para establecer las bases del estado hispnico. La antigua unidad volver a surgir dos-cientos aos despus con motivo de la guerra de Sucesin que concluir con la lle-gada de Felipe V al trono de Espaa, a comienzos del siglo XVIII; la postura adop-tada por aragoneses, catalanes, mallorquines y valencianos formando el bando

    contrario a la dinasta Borbn, supuso que tras las derrotas sufridas se anularan ofi-cialmente los ltimos vestigios que quedaban de la Corona de Aragn.

    Para contribuir al doble ejercicio de conmemoracin y reflexin, desde el Gru-po de Investigacin CEMA de la Universidad, con el patrocinio del Departamen-to de Cultura del Gobierno de Aragn, propusimos una revisin actual de LaCorona de Aragn en el centro de su historia, 1208-1458, articulada en unaserie de congresos. El primero, cuyas actas ahora publicamos, tuvo lugar los das1 a 4 de diciembre de 2008 en Zaragoza y Monzn, dedicado a La monarquaaragonesa y los reinos de la Corona; el segundo, que se celebrar en noviembrede 2009, completar el programa con los aspectos econmicos y sociales. Un ter-cero, previsto para finales de 2010 abordar el anlisis del Interregno y de la solu-cin adoptada en Caspe.

    Con este proyecto se trata de congregar a expertos que renueven con sus refle-xiones los temas que hoy nos parecen fundamentales para trazar la trayectoria deesa Corona, apartando todo lo posible los viejos clichs y las pasadas concepcio-nes arrastradas desde hace demasiado tiempo y todava mantenidas por los malen-tendidos nacionalismos. Quiz la imagen ms expresiva de nuestra intencin sea la

    de abrir las ventanas para que el aire fresco haga volar los papeles que no tienen elpeso suficiente para seguir siendo vlidos. Y esto lo queremos hacer en la Univer-sidad y ante los alumnos, porque el momento actual creemos que as lo exige.

    Tengo la sensacin, como muchos colegas nacidos a mediados del siglo pasado,que se ha perdido una gran parte del entusiasmo vivido en los aos setenta y ochen-ta, cuando cremos haber desterrado definitivamente la vieja historia vaca y sin com-

    promiso, y en su lugar podamos concebir la historia como ciencia, pero no comomera ciencia del pasado cargada de erudicin, sino como la ciencia del hombre quesirviera para averiguar el funcionamiento y organizacin de las sociedades que nos

    MONARQUA, IGLESIA Y NOBLEZA EN LA CORONA DE ARAGN 7

  • 7/26/2019 Aragon en El Centro de La Historia

    9/474

    precedieron, sus xitos y fracasos, para as comprender mejor nuestro presente y ayu-dar en la construccin del futuro con ms experiencia y amplias esperanzas de pro-

    greso. Vana ilusin que poco a poco se ha ido apagando a nuestro alrededor.Por supuesto que los responsables de tal desilusin somos nosotros, y no tan-

    to por no haber sido capaces de contagiar ese sentimiento y esa profunda necesi-dad a nuestros sucesores, que en parte lo hemos hecho y afortunadamente todavahay alguna mirada brillante entre nuestros antiguos alumnos y todava, todos losaos, hay buenos bachilleres que se dejan vencer por su vocacin por la historia,a pesar de la sonrisa irnica de sus profesores de ciencias y el disgusto de sus

    padres, sino porque no hemos conseguido transmitir a la sociedad la idea de quela historia es, como la poesa, un arma cargada de futuro, que su fin no es defen-

    der y conservar el orden establecido, sino agitarlo y hacerlo evolucionar, que nosirve para ampliar el repertorio de mitos heredados del pasado, sino para destri-parlos y evitar que se creen otros y que tampoco es un pasatiempo para entretenery dar satisfaccin a afanes culturales de fin de semana. La historia sirve para ense-ar a pensar, despertar el espritu crtico y conseguir por lo menos leer los peri-dicos todos los das con independencia; el estudio y conocimiento de la historiadebiera ser la autntica base de la educacin para la ciudadana.

    Pero a la sociedad actual, al menos la de antes de la crisis de estos ltimosmeses, no parece interesarle la historia que plantea los cambios sociales y analiza

    los comportamientos socioeconmicos que han hecho evolucionar a la humani-dad, la que aborda los grandes debates ideolgicos que han servido para configu-rar el mundo que ahora tenemos, la que muestra la realidad de unas diferencias enel reparto de los papeles adjudicados a grupos o pueblos y los esfuerzos para pro-curar el cambio que equilibre las desigualdades, frente a las resistencias para evi-tarlo. La historia que la sociedad del bienestar al parecer necesita, y como un pro-ducto ms de consumo se pone en el mercado, es la que huye de problemas y seconvierte en historias, a ser posible del propio pueblo, con ideologas simplesrodeadas de graves apariencias, o la simple reposicin de las ideas gastadas y las

    gestas legendarias de un pasado que refleja muy distorsionadas las imgenes pro-yectadas por un presente interesado. Todo amable y divertido, con poca letra ymucha accin, precocinado y listo para ser deglutido, nada que haga pensar, nadaque estimule el raciocinio, sino las convicciones.

    Quiz las nuevas sensaciones provocadas por la crisis poltica, social y econ-mica que nos est sorprendiendo haga que nuestra sociedad tan alegre y confiada ensu superioridad, vuelva a darse cuenta de sus limitaciones y recurra a la experiencia.Quiz sea todava posible, como tantas veces ha sucedido en la historia, que la con-ciencia social innata en el ser humano y la pasin por conocer y entendernos a noso-

    8 CARLOS LPEZ RODRGUEZ

  • 7/26/2019 Aragon en El Centro de La Historia

    10/474

    tros mismos, superen los obstculos puestos desde las instancias de decisin y poderpara evitarlo; que resurjan la desobediencia y el rechazo contra los falsos mensajes

    de progreso que slo buscan la preservacin de lo establecido y que triunfe la luchacontra lo que se opone a que los individuos dispongamos de instrumentos de crticay comprensin. Los brillantes e iluminadores combates por la historia del siglo

    pasado, han pasado ahora a convertirse en argumentos para combatir la historia(las humanidades en general), desdibujando, cuando no anulando, su enseanza ysustituyendo el superior ejercicio del conocimiento y la reflexin por el de hacer,impulsar las destrezas y habilidades a costa de la capacidad de razonar; regresar, endefinitiva, al homo habilis, aunque sea con tecnologa punta.

    Y aqu est nuestra vieja institucin universitaria, que no se resiste todo lo que

    debera ante la prdida de su espritu antiguo, y se adapta con demasiada facilidada las exigencias de unas demandas exteriores, formalistas y economicistas, dondelos proyectos y el futuro se plantean siempre en la dimensin de la oferta y lademanda, abrazando ese libre mercado que la realidad actual parece demostrarque no es la panacea, y nos hace renunciar a los conceptos de estudiantes, cuyafuncin es estudiar y aprender, y conocimiento, para pasar a los de clientes y mer-cado. Y esto lo hace la universidad a pesar de la larga experiencia que arrastra enlos ms de ocho siglos de vida, en los que tuvo que luchar para mantener su inte-gridad cientfica y la pureza de sus objetivos contra el poder del emperador, del

    papa, de la burguesa, de las imposiciones ideolgicas excluyentes y totalitarias, yde cuantas fuerzas externas quisieron dominarla y domesticarla.

    Pero junto a la experiencia hay que conservar la esperanza. Las sesiones delcongreso se celebraron en una vieja y venerable, aunque rejuvenecida por dentroy por fuera, aula magna repleta de jvenes que acudieron dispuestos a escuchar yaprender; nos acompaaron las ms altas autoridades polticas y acadmicas, que

    patrocinaron el trabajo realizado por profesores de las universidades de Zaragoza,Barcelona, Lrida, Valencia, Palermo, Npoles y Bochum, por investigadores delConsejo Superior de Investigaciones Cientficas y los principales tcnicos del

    Archivo de la Corona de Aragn. Por eso sent al iniciar el congreso y siento aho-ra al concluir esta presentacin, una sensacin de confianza, idntica a la quetodos los aos al comienzo de cada curso se nos renueva a los profesores ante unanueva generacin de jvenes ilusionados con estudiar historia, emocin que esmuy necesaria a los que tenemos ya cierta experiencia.

    J. NGEL SESMA MUOZCatedrtico de Historia Medieval

    Universidad de Zaragoza

    MONARQUA, IGLESIA Y NOBLEZA EN LA CORONA DE ARAGN 9

  • 7/26/2019 Aragon en El Centro de La Historia

    11/474

  • 7/26/2019 Aragon en El Centro de La Historia

    12/474

    LA ESTRUCTURA INTERNADE UNA MONARQUA PLURAL

  • 7/26/2019 Aragon en El Centro de La Historia

    13/474

  • 7/26/2019 Aragon en El Centro de La Historia

    14/474

    1. J. VICENS VIVES,Juan II de Aragn, Barcelona, 1953, pp. 223-224. Dado el carcter de estaponencia, he procurado aligerar al mximo el aparato bibliogrf ico, bien conocido por lo dems. LosProfs. ngel Sesma y Carlos Laliena me invitaron a participar en esta reunin con una cortesa exqui-sita, imposible de rechazar, y su estmulo me permiti reflexionar, espero que de manera fructfera, enel marco de las propuestas de este Congreso. Esta ponencia se ha beneficiado de los comentarios ysugerencias del Prof. Antoni Furi. Vaya para todos ellos mi agradecimiento.

    MONARQUA, IGLESIA Y NOBLEZAEN LA CORONA DE ARAGN O LAGESTIN DE LA COMPLEJIDAD

    CARLOS LPEZ RODRGUEZArchivo de la Corona de Aragn

    En diciembre de 1460, tras la detencin del prncipe de Viana y pese a la con-mocin que este hecho caus en Catalua, el rey Juan II march a Zaragoza a

    pasar las Navidades y comunic a sus hombres de confianza su intencin de vacaren otros asuntos antes de pasar a ocuparse de los negocios del Principado. Su bi-grafo, Jaume Vicens Vives, a pesar de su no disimulada admiracin por el genio

    poltico del personaje (menos por su condicin moral), se indigna con esta torpe-

    za y le llama miope1

    Tanta era la ceguera del monarca, ya por entonces con cata-ratas? Tanta fue la incompetencia de este rey, acaso el ms maquinador de todoslos monarcas aragoneses, enfrentado en esos das a una crisis de dimensiones enapariencia formidables, como para dejar pendiente durante semanas, por incuria oerror de clculo, los graves asuntos de estado que tanto parecan apremiar?

    Ciento veinte aos antes, en 1341, cuando las relaciones con el rey de Mallor-ca estaban ya muy deterioradas, relata Pedro el Ceremonioso en su crnica queaplaz la recepcin de una embajada de aquel reino para emprender en la Vall-digna una partida de caza de jabal, que por aquellos aos escaseaba en sus domi-

    nios, Slo fue una artimaa? O mera irresponsabilidad? Para Zurita, hostil alrey, fue una hbil estratagema Pero entonces, por qu el Ceremonioso incluy ensu crnica esta ancdota insignificante, que recuerda bien y con detalle, y en la

  • 7/26/2019 Aragon en El Centro de La Historia

    15/474

    cual se explaya? Segn opina Soldevila, tampoco muy entusiasta de la tica delCeremonioso, lo hizo para que las gentes admiraran sus artificios, aunque este

    caso diga poco a su favor

    2

    Por qu no creer en su sinceridad y pensar que, entretantos asuntos como se traa entre manos, consider que la embajada no urga ybien poda posponerse al solaz que le producira unos das de caza?

    La respuesta quiz la encontremos en un episodio ocurrido un siglo despus.En junio de 1450, la ciudad de Barcelona envi unos embajadores ante la corte deAlfonso el Magnnimo en Npoles para tratar asuntos de cierta importancia, entreotros la restitucin de su seoro sobre el castillo de Montcada y las villas deTerrassa y Sabadell. Ellos desembarcaron el 3 de julio pero hasta el da 16 elmonarca, que estaba fuera, no regres a Npoles. Se entrevistaron en varias oca-

    siones con el rey y le expusieron algunos puntos de su embajada. Durante suestancia, consiguieron varios privilegios, pero no resolver el asunto principal queles haba llevado. El 10 de septiembre, el rey los recibi en el Castel Novo y les

    prometi que, cuando regresara de la Torre del Greco, proveera en la cuestin deaquellas localidades. Pero el 18 de octubre se quejaban los embajadores a los con-sejeros de Barcelona. Les confesaban que el rey haba vuelto pero que no tomabaninguna decisin. Y aadan que por los grandes negocios que el rey tiene y porlas muchas embajadas que son en esta ciudad, tanto de la tierra como de otras par-tes, con gran dificultad se puede hablar con su majestad, mayormente porquedurante la maana, despus de or misa, no tiene tiempo de tratar negocios con lasgentes que le necesitan, sino tan solo unas dos horas, y despus de almorzar se cie-rra en un jardn, de modo que nadie puede tratar de negocios con su seora.Mientras tanto, los mensajeros barceloneses haban tenido ocasin de asistir a larecepcin con grandes honores del almirante Bernard de Vilamar, vencedor delos venecianos; a la propia entrada triunfal del rey Alfonso, que acababa de con-seguir varias victorias militares y diplomticas; al bautizo de la nieta del monar-ca, e incluso a la presentacin de una delegacin de las Cortes de Catalua, con-siderada hostil a la ciudad de Barcelona. Los embajadores estuvieron en Npoleshasta finales de noviembre. Entonces, el rey, aunque estaba descontento con Bar-

    celona, firm el documento de restitucin del seoro. A su regreso, el consejomunicipal decidi hacer donacin a don Alfonso de una joya de gran valor, comoagradecimiento y para que conservase su amor hacia aquella capital.3

    14 CARLOS LPEZ RODRGUEZ

    2. Crnica de Pere el Cerimonis, cap. III-12, en la edicin de F. Soldevila,Les quatre grans cr-niques, Barcelona, 1971, con sus comentarios en la n. 2 a este captulo; los de J. Zurita enAnales dela Corona de Aragn, lib. VII, cap. LV.

    3. Jos M. MADURELL MARIMN,Mensajeros barceloneses en la corte de Npoles de Alfon-so V de Aragn (1435-1458), Barcelona, 1963, pp. 42-59, y docs. 234, 243, 280 y 298, especialmente.

  • 7/26/2019 Aragon en El Centro de La Historia

    16/474

    As que de este episodio resulta que los enviados de la ciudad que sin duda erala ms importante de los dominios ibricos del rey de Aragn tuvieron que hacer

    audiencia durante cinco meses y desembolsar grandes cantidades a los consejerosreales (ms la promesa encubierta de un regalo regio, a modo de precio) parapoder ser atendidos, tal era la multitud de asuntos que el rey y sus consejeros ten-an que atender, rivalizando con embajadas extranjeras, pero tambin de otras ciu-dades, adems de nobles y eclesisticos procedentes de todos los dominios del reyde Aragn, pendientes unos y otros de arreglar en la Corte sus asuntos o los de susrespectivas localidades y provincias, y obtener del monarca las gracias y provi-siones que necesitaban.

    Este jardn o vergel donde todas las tarde se encerraba el rey y que en 1450

    permaneci inaccesible para los embajadores barceloneses era el de la amantedel Magnnimo, la bella Lucrecia. Sin embargo, un ao ms tarde, all mismorecibi el monarca a Antoni Vinyes, el nuevo enviado de la capital catalana, nouna, sino varias veces. Con l a solas, estuvo tratando largo y tendido de los gra-ves asuntos de la ciudad, ya por entonces dividida entre la Biga y la Busca. Elrey se mostr bien alegre y dispuesto a or al embajador, con quien habl congran delectacin. Esto ya haba ocurrido unos aos antes, en 1443. Entonces,Alfonso V se haba reunido con Vinyes, a solas y a puerta cerrada, un lunesdurante tres horas, y el viernes de esa misma semana durante toda la tarde, entreotras entrevistas. En 1438, el Magnnimo dio audiencia privada a los embaja-dores de la ciudad, que encontraron al monarca estar informado de todo, pesea pasar muy a menudo diez, quince y veinte das de caza, por lo que los envia-dos barceloneses de 1444 pretendieron aprovechar una de estas escapadas parair a visitar Roma.4

    All, en la Corte, para negociar de manera constante con los reyes, acudennobles y eclesisticos, de cuyas vicisitudes tenemos menos noticias. Conocemoslo que les ocurri a los mensajeros barceloneses, gracias a su nutrida correspon-dencia (y a la paciencia del benemrito erudito Jos Mara Madurell, que las reco-

    pil y public). Pero todos ellos, cmo negociaron y qu consecuencias hubopara la vida poltica de la poca? Es lo que aqu trataremos de dilucidar. Es cosasabida que la Corona de Aragn tuvo algunas peculiaridades en las relacionesmantenidas entre la monarqua y sus vasallos nobles, eclesisticos y populares. Loque debemos hacer es aislar esas peculiaridades, explicar sus causas y determinarcmo influyeron en la evolucin histrica de esta formacin poltica.

    MONARQUA, IGLESIA Y NOBLEZA EN LA CORONA DE ARAGN 15

    4. Ibdem, docs. 366, 176, 136 y 186, respectivamente.

  • 7/26/2019 Aragon en El Centro de La Historia

    17/474

    1. LA COMPLEJIDAD DE LA CORONA DE ARAGN

    Al tratar una vez ms sobre la monarqua, la nobleza o la Iglesia en la Corona

    de Aragn, inserta como lo estuvo en el Occidente medieval cristiano y sometida,por tanto, al desarrollo histrico general, lo que nos debiramos preguntar es poraquello que caracteriza y singulariza a esta formacin social frente a sus coetne-as, desde el punto de vista de sus protagonistas o de lo que nos es dado conocerde ellos, es decir, tal como lo percibieron aquellos reyes, nobles y eclesisticos,ante quienes la realidad se presentaba en toda su compleja variabilidad, multipli-cidad y simultaneidad de relaciones polticas poco formalizadas, sin posibilidadde reducirlas a una visin unitaria y exclusiva, como muy frecuentemente parte la

    bibliografa, pues nuestra concepcin cartesiana y racionalista de la sociedad

    (tambin de la Historia) se oponen frontalmente a la visin medieval, acaso mspropicia en este punto a aceptar lo real en su complejidad.

    Una materia tan vasta como la que se anuncia en el ttulo de esta intervencinparece difcilmente abarcable en una sola ponencia. Los tres objetos de su enun-ciado son en esencia los sujetos polticos principales de cualquier sociedad medie-val, por lo que su exposicin, aunque solo sea en sntesis, implica condensar losejes de la historia de la Corona de Aragn en apenas unos pocos folios, lo que esa todas luces excesivo. Y ms an con un abanico cronolgico tan amplio, puesentre 1137, fecha de la primera unin dinstica entre Aragn y Catalua, y 1479,

    fecha en que culmina la segunda unin dinstica entre Castilla y la Corona de Ara-gn, la sociedad de estos territorios, y en general la europea, ha cambiado. Perofijmonos ya en que, al establecer los lmites cronolgicos que interesan a la his-toria de esta Corona, de algn modo estamos anunciando el sujeto principal deella, que son las dinastas reales que la rigieron. No es este el nico dato que nos

    permitir situar a la monarqua en el centro de los procesos polticos que aqu seexponen, como enseguida veremos.

    A nadie se le escapa, pues, que la sociedad poltica de mediados del siglo XII,cuando se produce la unin dinstica de Aragn y Catalua y apenas es ms que

    eso, una alianza dinstica por consolidar, no es la misma que la de los siglos XIVy XV, cuando la Corona de Aragn se convierte en una unidad poltica sustantiva,

    por debajo de su aparente fragmentacin en reinos y territorios, e incluso por enci-ma de la desagregacin temporal, ms o menos prolongada, de alguno de elloscomo Mallorca o Sicilia. Los problemas polticos y geoestratgicos a los que tuvoque hacer frente Alfonso II fueron diferentes de los que se le plantearon a Juan II,al margen de las numerosas continuidades desde el punto de vista econmico,social, cultural y tambin poltico. Ni tan siquiera territorialmente coincidan losdominios de uno y otro monarca. As que la primera impresin del observador ha

    16 CARLOS LPEZ RODRGUEZ

  • 7/26/2019 Aragon en El Centro de La Historia

    18/474

    de recaer necesariamente en la complejidad de la Corona de Aragn. Y lo quenos interesa aqu es la gestin de esta complejidad, es decir, el modo en que la

    monarqua se enfrent a ella con un cierto xito. De aqu el ttulo de esta ponen-cia, que tomo de una afortunada expresin del Presidente del Gobierno de Ara-gn, Sr. Marcelino Iglesias, en su discurso durante el acto de constitucin delPatronato del Archivo de la Corona de Aragn el 20 de enero de 2007, al referir-se a las enseanzas que aquella Corona ofrece para la gestin de la complejidaden un Estado plural. En definitiva, los historiadores, o al menos a los aficiona-dos a las materias histricas, podemos tomar en consideracin esta reflexin de un

    poltico, es decir, de alguien acostumbrado al ejercicio del Poder y, por tanto,familiarizado con sus dificultades y sus oportunidades.

    Complejidad, aado, en todos los rdenes: en la composicin social de las cla-ses y estamentos; en el mundo institucional o jurdico; complejidad poltica, porlas caractersticas inherentes a una monarqua feudal; complejidad cultural, puesfuera del marco comn que ofrece la Cristiandad latina, dominios tan diferentesentre s como Aragn, Catalua, Cerdea o Sicilia no forman propiamente unacomunidad cultural unitaria; complejidad tambin religiosa, por la convivencia delas minoras juda y, ms particularmente, musulmana, Pero todas, al fin y alcabo (incluida esta ltima peculiaridad), son comunes a las sociedades de la Cris-tiandad latina medieval. Slo que en el caso de la Corona de Aragn viene acen-tuada por una ltima caracterstica que es, acaso, la ms sealada: su complejidadterritorial. Es, en efecto, la que increment exponencialmente los problemas quese plantearon a los monarcas aragoneses (y a sus historiadores). Pues no slo deb-an enfrentarse, como los otros soberanos, a una complicada estructura social olegal por ejemplo, con la coexistencia de leyes y jurisdicciones (seoriales, ecle-sisticas, municipales, corporativas,) sino que esta estructura legal diversa eradiferente de un territorio a otro. Como lo era la composicin y caracterizacin desus clases sociales, por muy relacionadas que estuvieran y por muchas similitudesque mantuvieran. Y as sabemos que la nobleza catalana, aragonesa, valenciana,mallorquina, siciliana o sarda difera en el detalle de sus bases econmicas, mili-

    tares, rgimen legal, privilegios, estructura piramidal, hasta el punto de que enAragn se divida en dos brazos mientras que se agrupaba en uno slo en Catalu-a o Valencia, donde justamente era este uno de sus rasgos distintivos. Diversidadde los reinos incluso en lo que afecta a las circunstancias en las que estos se inte-graron en la Corona de Aragn, lo que determinara tambin su posicin en el con-

    junto: al ncleo formado por la unin dinstica de Aragn y de Catalua se sumanterritorios por conquista militar a los musulmanes (Valencia y Mallorca), porinfeudacin del Papa seguida de una larga guerra (Cerdea), por adhesin (Sici-lia), o por conquista feudal (Npoles), entre otros. Para enfrentarse a esta realidad

    MONARQUA, IGLESIA Y NOBLEZA EN LA CORONA DE ARAGN 17

  • 7/26/2019 Aragon en El Centro de La Historia

    19/474

    compleja, los monarcas aragoneses ni siquiera podan dictar leyes generales vli-das para todos sus territorios, sino que tenan que ir aprobndolos en cada uno de

    ellos (y an as, a veces con escasa eficacia), y disponan slo de unos rganoscentrales ms bien reducidos, aunque competentes (su Casa, su Consejo, su Can-cillera, su Tesorero, y unos pocos oficiales ms, englobados en lo que se llama laCorte real). Gracias a ellos, los soberanos aragoneses pudieron ejecutar una pol-tica comn especialmente en su dimensin internacional, aunque sumamenteadaptable a las circunstancias locales en el gobierno interno- para todos los domi-nios que les estaban sometidos, por encima de lo que podan ser intereses dispa-res o incluso contrapuestos de sus sbditos.

    Monarquas o estados compuestos hubo muchos en la Edad Media, algunosmuy poderosos, como la Unin de de Krewo (1385) o la de Calmar (1397), o elfracasado estado borgon, pero ninguno tuvo una formacin tan temprana ni fuetan duradero, y pocos consiguieron establecer tan slidas relaciones entre susmiembros ni intervenir de forma tan cohesionada en su accin exterior. Sinembargo, el caso de la Corona de Aragn sigue siendo mal conocido por la histo-riografa europea, a pesar de que plantea problemas muy interesantes desde el

    punto de vista constitucional de la sociedad medieval y de su proyeccin en laEdad Moderna. Claro que la estructura compuesta no es un caso nico en la Euro-

    pa de aquella poca. Hasta cierto punto, es una situacin frecuente, pues la histo-ria medieval europea es un continuo tejer y destejer de uniones dinsticas. Lo que

    no resulta ya tan comn es la duracin de esta estructura compuesta, su estabili-dad y el hecho de que, en realidad, con relativa prontitud la Corona de Aragn

    sus territorios nucleares, al menos se comportara como una unidad poltica enel orden interno y, en el internacional, con una notable coherencia que le permitisuperar coyunturas extraordinariamente graves sin perecer, sino transmutndose

    por elevacin en una segunda y en una tercera unidad dinstica, las constitutivasde la Monarqua Hispnica, que habra de pervivir por siglos.

    Situmonos, pues, en la perspectiva de este Congreso, es decir, la de la Coro-na de Aragn en el centro de su historia. Por qu sobrevive la unin tctica de

    dos pequeos principados feudales como Aragn y Catalua, cuya soberana erams bien dudosa, ubicados en las pobres y montaosas estribaciones de los Piri-neos, marginales como son respecto de los grandes centros polticos europeos, ydestinados, por su situacin geogrfica y escasez de recursos, a caer en la esferade influencia de sus vecinos, las poderosas monarquas castellana y francesa?Tenemos el ejemplo bien ilustrativo del Reino de Navarra (y antes el del propioReino de Mallorca). Pero la unin coyuntural de Aragn y Catalua con objetivosmuy inmediatos (aquel reino con el de mantener su independencia frente a Casti-lla, y el Principado para la promocin jerrquica del conde de Barcelona) sobre-

    18 CARLOS LPEZ RODRGUEZ

  • 7/26/2019 Aragon en El Centro de La Historia

    20/474

    vivi a las consecuencias de Muret, a las de los testamentos de Jaime I o a las delos tratados de Anagni, pero tambin a las grandes crisis econmicas y sociales de

    la baja Edad Media, lo que muestra la fuerza a largo plazo de este proyecto pol-tico. Sobrevivi tambin a los reiterados planes de reparto, alentados por lamonarqua francesa durante centurias, que fueron algo ms que una mera estrata-gema tctica as las consider Vicens Vives5 como se demostr durante la gue-rra civil catalana (y volvi a demostrarse en el siglo XVII durante la guerra delssegadors). Desclot (y siglos ms tarde grandes historiadores como dAbadal oHillgarth) insiste en esta circunstancia geoestratgica de calado: los dominios delos reyes de Aragn se ubican entre dos de las monarquas ms poderosas delmundo, la de Francia y la de Castilla. Que el cronista tena razn y perspicacia, sedemostrara con el tiempo, pues su rivalidad fue una de las claves de las relacio-

    nes internacionales de los siglos XVI y XVII. La Corona de Aragn no slo sesobrepuso a vecinos tan peligrosos, sino que adems se convirti en uno de losactores ms dinmicos (y persistentes) del Mediterrneo Occidental y, en ciertomodo, acab imponiendo en un primer momento sus propias directrices polticasa Castilla tras la unin dinstica. Cierto es que en los intersticios de las grandesmonarquas solan prosperar estos estados intermedios, pero por lo general tuvie-ron poco futuro (como Navarra, Flandes, el incipiente estado borgon, Saboya ytantos ms). En parecidas circunstancias, otros territorios que basculaban entre lasgrandes potencias de la poca, como los italianos (all siempre con Francia impli-

    cada de un modo u otro, a pesar de sus problemas internos) tendieron a la des-composicin de sus regmenes polticos, a su disgregacin territorial y a una ines-tabilidad interna secular, lo que no fue incompatible con su florecimientoeconmico o cultural. Sin embargo, el caso de la Corona de Aragn fue diferente.

    Cmo fue posible que esto no sucediera con esta monarqua integrada porterritorios dispersos e invertebrados, sino que, por el contrario, irrumpa con fuer-za en dos momentos clave de la historia europea, como son las Vsperas Sicilia-nas y la conquista de Npoles (que anticipa la poltica de Fernando el Catlico),y adems en uno de sus escenarios estratgicos, como es Italia? Indudablemente,

    operan una multitud de causas, que se han argido una y otra vez. Por ejemplo,los intereses de los mercaderes catalanes; o la ambicin de una nobleza aguerriday codiciosa (y no demasiado rica). Sin embargo, siendo causas necesarias, no sonsuficientes como respuesta, pues no son especficas de la Corona de Aragn. Tam-

    bin han actuado en otras formaciones polticas que no tuvieron su larga duracin,ni su expansin territorial, considerable para lo que entonces poda una potencia

    MONARQUA, IGLESIA Y NOBLEZA EN LA CORONA DE ARAGN 19

    5. J. VICENS VIVES,Juan II de Aragn cit., pp. 264-265.

  • 7/26/2019 Aragon en El Centro de La Historia

    21/474

    europea. No ocurri, por ejemplo, con dinmicas comunidades mercantiles (comoFlorencia), las ciudades flamencas o las hanseticas, pero tampoco con la noble-

    za francesa, tan belicosa como la aragonesa, y mucho ms rica y poderosa, peroque no pudo construir y mantener de modo duradero un imperio, bien que modes-to, disperso en torno al Mediterrneo, con los medios de comunicacin de la po-ca. Ni tampoco sobrevivieron, en otro escenario pero con el mismo enemigo, los

    proyectos de un imperio angevino ni el de la Casa de Borgoa, quizs el que mejoraunaba intereses mercantiles y aristocrticos.

    2. ESPECIFICIDAD DE LA CORONA DE ARAGN

    Fijemos nuestra atencin en los rasgos especficos de la Corona de Aragn. A

    los efectos de esta ponencia, destacaramos tres. En primer lugar, ya lo hemosavanzado, la estructura territorialmente compuesta de la monarqua, que ha reci-

    bido muchos nombres historiogrficos:6 unin dinstica, confederacin, pluralis-mo coordinado, monarqua plural,Volveremos sobre este punto, que es capital.En segundo lugar, resalta la temprana constitucin de una monarqua limitada, enun proceso paralelo al acaecido en toda Europa, aunque quiz ms intenso, puesfue la Corona de Aragn, junto con Inglaterra, una de los pocas formaciones don-de el parlamento (los parlamentos, en nuestro caso, lo que apela a la compleji-dad territorial de esta monarqua) se convirti en un sujeto poltico7 (aunque el

    alcance de su poder sea una cuestin de amplio debate historiogrfico), hasta elpunto de que se ha denominado al sistema que articul como pactismo, termi-no que ha conocido una fortuna excepcional, acaso por circunstancias ajenas a lahistoriografa. Y aadamos que si es cierto que fue una monarqua limitada por lalucha con los estamentos (sobre todo, la nobleza), tambin lo es que se trat deuna lucha asimismo limitada, porque al fin y al cabo el rey era la clave de bve-da de todo el edificio poltico estamental.

    Finalmente, llama la atencin la estabilidad de la Casa reinante. Se ha resal-tado una y otra vez que el hecho poltico central de la Corona de Aragn radi-

    ca en ser una unin dinstica entre reinos inicialmente independientes entre sque solo comparten su supeditacin a un mismo monarca. Ahora bien, la suce-sin ininterrumpida de una dinasta en el trono, sin graves problemas suceso-rios, como mnimo desde Alfonso II a Martn I (es decir, durante cerca de dos-cientos cincuenta aos), y an despus de resuelto el Interregno durante otro

    20 CARLOS LPEZ RODRGUEZ

    6. P. CORRAO, Stati regionali e apparato burocratici nella Corona dAragona (sec. XIV e XV),enXVIII Congreso de Historia de la Corona de Aragn, Valencia, 2005, vol. I, pp. 99-143.

    7. G. GALASSO, Storia dEuropa, Roma, 2001, pp. 270-271.

  • 7/26/2019 Aragon en El Centro de La Historia

    22/474

    siglo ms, no ha podido pasar sin efectos de algn tipo, en especial una vezsuperadas las vacilaciones inherentes a los inicios de rgimen que se produje-

    ron en los primeros reinados. Hasta tal punto esta estabilidad ha consolidado ala Corona y a los territorios a ella ligada, que durante el Interregno los domi-nios permanecen firmemente unidos y decididos a resolver juntos el problemasucesorio, e incluso apenas resuelto el Compromiso de Caspe se produce laincorporacin efectiva y definitiva de Sicilia, que se haba mantenido expec-tante. Pero, adems, desde las tensiones surgidas entre Jaime I y el infantePedro, que no llegaron tan lejos como en otros territorios, acaso por la oportu-na muerte del Conquistador, estn ausentes de la Corona de Aragn las carac-tersticas guerras civiles dinsticas, que tanto abundan en los reinos medieva-les: la de los hijos sublevados contra sus padres, las luchas fratricidas por el

    poder, las de ramas colaterales o las deposiciones del monarca. Los contadosconatos que hubo no alcanzaron las tremendas dimensiones que tuvieron enotras monarquas o pasaron sin consecuencias de peso. La sucesin a la Coro-na fue por lo general ordenada, an careciendo de un derecho sucesorio claro,incluso cuando lo hizo colateralmente. La guerra contra el rey de Mallorca o laque brevemente enfrent a Jaime II con su hermano Federico en aplicacin delos acuerdos internacionales no pueden ser consideradas propiamente comotales. La rebelin de la Unin a raz del intento del Ceremonioso de transmitirsus derechos a Constanza, por citar un caso relevante, se resolvi por partida

    doble: con la derrota de los sublevados y con el nacimiento del infante Juan. Enrealidad, esta guerra culminaba el enfrentamiento entre el rey y las Unionesaragonesa y valenciana iniciada medio siglo antes.

    Sin embargo, una monarqua compuesta y dispersa como la aragonesa, conterritorios de personalidad muy acusada, hubiera sido, en principio, terreno abo-nado para conflictos dinsticos muy graves y continuos. No ocurri as, ni con laCasa de Barcelona ni con la de Trastmara. Ni siquiera en la siempre sublevadaCerdea la oposicin anti-aragonesa fue encarnada por una rama colateral de ladinasta (sino que lo fue por una casa autctona). El infante Juan de Navarra,

    durante su breve virreinato del reino de Sicilia, rechaz tajantemente esa posibili-dad. La situacin durante el Interregno es ms confusa, porque falta precisamen-te la figura del monarca, pero an as la solucin adoptada fue excepcional en elconjunto de Europa. Salvadas las naturales tensiones y unos pocos hechos dearmas, el Compromiso de Caspe evit una larga y devastadora guerra dinstica,como tan a menudo sucedi en Castilla. La guerra civil de los catalanes es un casodistinto, pues tampoco es una sublevacin propiamente dinstica: los reyes intru-sos se suceden sin un gran arraigo en Catalua, y es esta gran traicin a la Casareal legtima una de las causas del fracaso de los sublevados.

    MONARQUA, IGLESIA Y NOBLEZA EN LA CORONA DE ARAGN 21

  • 7/26/2019 Aragon en El Centro de La Historia

    23/474

    La dinasta, por tanto, (y en esto la Trastmara, gracias a la inteligencia de Fer-nando I, no hace ms que continuar la lnea de la Casa de Barcelona) consigui

    identificarse profundamente con el territorio, pues es ella la que lo ha creado engran parte, hasta el punto de que cada uno de los dominios se ha identif icado a suvez profundamente con su rey, que es el mismo para todos ellos. La de la Coronade Aragn no es, pues, una monarqua catalana o aragonesa ampliada, ni bajo lahegemona de un territorio (como ocurri con otras monarquas compuestas), sinoque, merced a la suma de todos ellos, adquiere la masa crtica necesaria para daral conjunto una dimensin suficiente para intervenir con decisin en la escenainternacional y, al mismo tiempo, dar garantas a cada uno de ellos, es decir, acada una de las oligarquas regionales que lo dominan, de sobrevivir con inde-

    pendencia.

    Estos tres factores (monarqua limitada, estructura territorial compuesta, esta-bilidad y prestigio de la dinasta) van estrechamente ligados. La debilidad inicialde los monarcas feudales aragoneses desde Alfonso II a Jaime I, en tanto que acto-res polticos frente a una poderosa nobleza, a la Iglesia y a las ciudades, les impi-di fusionar (o les pareci ms conveniente no hacerlo) los territorios y dejarloscomo meras denominaciones administrativas (al estilo de lo que ocurri en Casti-lla). Tras la gran ampliacin del siglo XIII con las conquistas de Mallorca y Valen-cia (que, en teora, hubiera podido dar lugar a una fusin de todos los reinos si elsoberano hubiera tenido el poder suficiente), la personalidad jurdica de los terri-torios haba sido sancionada con la promulgacin de sus respectivos cdigos legis-lativos, recopilados y aprobados en un corto perodo de tiempo: el de Vidal deCanyelles para Aragn en 1247, los Fueros de Valencia en 1250, y la aprobacinen las Cortes de Barcelona de 1251 de la compilacin de los Usatges como legis-lacin general del Principado de Catalua.8

    Esto oblig a sus monarcas a hacer de la necesidad virtud. En su crnica,Pedro IV atribuye a Alfonso IV una muy conocida rplica a su mujer, la castella-na Leonor, cuando esta le reprochaba su debilidad ante la actitud de las autorida-

    des municipales valencianas encabezadas por Guillem de Vinatea en 1332: Rei-na, reina, nuestro pueblo es franco, y no subyugado como lo est el pueblo deCastilla, pues ellos nos tienen a Nos como seor, y Nos a ellos como buenos vasa-llos y compaeros.9No sabemos si estas palabras fueron ciertas o exactas. Lo queahora nos interesa resaltar es que de ellas se enorgullece, por boca de su padre, el

    22 CARLOS LPEZ RODRGUEZ

    8. E. GUINOT, La Corona de Aragn en los siglos XII y XIII, enLa Corona de Aragn (siglosXII-XVIII), Valencia, 2006, pp. 51-53.

    9. Crnica de Pere el Cerimonis, cap. I-48.

  • 7/26/2019 Aragon en El Centro de La Historia

    24/474

    mismo monarca que llev al lmite la tensin con los estamentos a causa de susfranquezas, el que sufrira las consecuencias de los excesos de la Unin, cuyos

    privilegios anulara. Por conviccin u obligacin, los reyes aragoneses se vieronforzados a moverse en aquella compleja estructura poltico-institucional, que limi-taba su poder y cuyos engranajes tuvieron que dominar con singular maestra siqueran ejercer su autoridad. Incluso tras su aplastante victoria sobre la Unin, y

    pasada la represin que le sigui inmediatamente, el Ceremonioso tuvo que adop-tar el camino que Ramon dAbadal llam de la transaccin y la resignacin.10

    De la lectura de la correspondencia privada cruzada entre Fernando I y su primo-gnito, el infante Alfonso cartas cerradas que no estaban destinadas a tener

    publicidad, y que por eso mismo reflejan ms fidedignamente los sentimientos eideas ms ntimos de sus autores sorprende la soltura con la que muy pronto se

    desenvuelven en los intrincados mecanismos legales y polticos de sus nuevosdominios y la insistencia por parte del monarca y sus hijos en respetar los fuerosy leyes de la tierra, y sus costumbres, si bien con una interpretacin favorable a laautoridad de la Corona, lo que es natural, pues una lectura partidista a favor de lasoligarquas ya la hacan a su vez los estamentos y las instituciones locales.11

    Como sabemos, ms que en otros estados, la historia de la Corona de Aragnes la historia de sus reyes, pues son ellos (con su casa y sus oficiales) los que cons-tituyen la espina dorsal de esta formacin poltica, hasta el punto de darle el nom-

    bre con el que hoy se la conoce (pues los territorios carecen de uno que los deno-mine en conjunto y slo lo hacen en relacin a su sumisin al rey de Aragn). Yla historia de estos reyes es tambin, ms an que en otros lugares, la de la luchade la monarqua frente a los otros actores polticos (la nobleza, la Iglesia y las ciu-dades). Siempre est en el centro del juego poltico (como, por lo dems ocurreen toda Europa), pero adems es la instancia que domina ese juego, a pesar detodos los reveses y todas la dificultades que le surgen, a pesar de las limitacioneslegales, a pesar de las resistencias de los privilegiados y de los conflictos armadoso sublevaciones, por lo general de dimensiones inferiores a los que tuvieron queenfrentarse otras monarquas y de un alcance menor (pues, cuando concluyeron,

    ninguna acab con la deposicin efectiva del rey, o con su confinamiento, destie-rro o muerte, como tantas veces pas en Europa). En los tres siglos de historiamedieval de la Corona, por encima de los mltiples acontecimientos locales, slohay unas pocas coyunturas sensibles en las que la esta formacin poltica o su

    MONARQUA, IGLESIA Y NOBLEZA EN LA CORONA DE ARAGN 23

    10. R. DABADAL, Pedro el Ceremonioso y los comienzos d ela decadencia poltica de Catalu-a, enHistoria de Espaa, dirigida por R. Menndez Pidal, vol. XIV, Madrid, 1958, p. CLXXXIII.

    11. C. LPEZ RODRGUEZ,Epistolari de Ferran I dAntequera amb els infants dArag i la rei-na Elionor (1413-1416), Valencia, 2004.

  • 7/26/2019 Aragon en El Centro de La Historia

    25/474

    rgimen estuvieron realmente en peligro, y menos an fueron las ocasiones en queesta amenaza de colapso deriv del enfrentamiento con los estamentos: la derrota

    de Muret, la invasin francesa en tiempos de Pedro el Grande (acaso la ms crti-ca), las guerras de la Unin, la invasin castellana en tiempos de Pedro I el Cruel,el Interregno, la derrota de Ponza, la guerra civil catalana. Sobrevivi a todos ellasy, a la larga, sali de cada crisis ms robustecida: a la severa derrota de Muretsigui, slo quince o veinte aos ms tarde, la conquista de Mallorca y Valencia;la invasin francesa se sald con la derrota gala y la consolidacin aragonesa enel Mediterrneo, a pesar del retroceso que para la monarqua haba supuesto larevuelta de la Unin y las consecuencias de los tratados de Anagni; las guerras dela Unin (que marcaron el punto ms bajo de la relacin del rey con los estamen-tos) se cerraron con la victoria monrquica y el sometimiento definitivo de la

    nobleza rebelde (y eso an contando con la paradjica derrota poltica del Cere-monioso); la guerra de los Dos Pedros, que puso en evidencia las limitaciones dela Corona, acab con la muerte de Pedro el Cruel y la neutralizacin por un siglode la hegemona castellana en la Pennsula; del Interregno, la Corona de Aragnsali fortalecida en sus vnculos inter-territoriales y con la isla de Sicilia agrega-da por siglos al dominio hispnico; Alfonso el Magnnimo convirti su derrota dePonza en un xito diplomtico que le abri en unos pocos aos las puertas de

    Npoles; la guerra civil catalana concluy con el fracaso de los sublevados en losalbores de la robusta Monarqua Hispnica. Cierto es que el resultado de los acon-

    tecimientos no se produjo inmediatamente, pero ocurre que el tiempo dinstico (aligual que el eclesistico) es un tiempo largo, y no como el del hombre laico con-temporneo, a corto plazo.

    3. LA MONARQUA COMPUESTA COMO RESPUESTA

    Pese a estos xitos, cuyo alcance ha sido muy discutido pero que quedan pues-tos de manifiesto en la continua agregacin de dominios al ncleo originario, loque se ha llamado imperio o expansin catalano-aragonesa, la historia de la

    Corona de Aragn se nos presenta como la de una monarqua pobre y limitada,obligada a pactar constantemente con los estamentos en lo que se percibe comouna rmora para la accin poltica de sus soberanos, por ejemplo para su capaci-dad financiera, en exceso dependiente de la voluntad de sus sbditos y carente derentas que pudiesen competir con las de otros monarcas. Como es bien sabido, en1281 lo reconoci amargamente Pedro el Grande: El rey de Castilla nos tienevoluntad contraria; es, como sabis, ms poderoso que Nos () y ni Nos ni nues-tros predecesores reunimos ni tuvimos nunca tesoro. Lo reconoci Desclot,cuando escribi de ese mismo rey que era uno de los ms pobres reyes del mun-

    24 CARLOS LPEZ RODRGUEZ

  • 7/26/2019 Aragon en El Centro de La Historia

    26/474

    do, de tierras y de haber. Lo propal Dante y su famosa stira: Lavara povertde Catalogna. Lo confes Pedro IV en su famosa carta al infante Pedro de 1357:

    no soy rey que disfrute de tesoro ni de grandes rentas () tenemos que sacarlode nuestras gentes, que en tiempos pasados, en nuestras guerras y nuestros que-haceres, nos han ayudado mucho.12 La inferioridad de los monarcas de Aragn en

    potencia demogrfica, econmica y militar qued puesta de manifiesto muchasveces. Uno de los casos ms sangrantes fue con ocasin de la guerra de los DosPedros. Sin embargo, esta inferioridad qued de sobra compensada por la supe-rioridad poltica que, al final, le permiti la victoria, entre otras cosas porque laretaguardia del Ceremonioso se mantuvo cohesionada detrs de su soberano (a

    pesar de las reticencias de sus vasallos y los resquemores que pudieran quedar traslas recientes guerras de la Unin) frente a la desunin de los castellanos, inmer-

    sos en su propia guerra civil, que finalmente costara la vida a Pedro el Cruel. Fuela estrategia del Ceremonioso, como lo dej escrito en su Crnica o en la expre-siva carta al infante Pedro ya mencionada. Y fue certera, a pesar del duro juiciodel gran historiador Ramon dAbadal, porque la coron la victoria. En parte, estacohesin de la retaguardia de la que se enorgullece el Ceremonioso se debi a quelos Cortes recuperaron la iniciativa poltica y a travs de ellas, naturalmente, los

    brazos, que adems consolidaron el organismo estamental de las Diputaciones consu hacienda propia. Algo parecido ocurri con Alfonso V durante la guerra de

    Npoles. Como escribi Alain Ryder, sus dificultades financieras, (producidas

    por una estructuras hacendsticas que, desde nuestro punto de vista contempor-neo, pueden parecer tan arcaicas, lentas y poco productivas que le obligaron adepender de la negociacin con los estamentos y del crdito) fueron muy grandes,

    pero las de sus enemigos fueron an mayores, como tambin lo fueron los pro-blemas polticos en su retaguardia en comparacin con los del Magnnimo (y apesar de la agitaciones, en todos sus niveles, en los reinos ibricos de la Corona).13

    Y otro tanto ocurri en tiempos de Juan II, enfrentado nada menos que al granLus XI, la Araa universal. En el balance final de su reinado, fue su derrotafrente a Juan II y sus ardides, culminada por Fernando II, el nico fracaso de con-

    sideracin de aquel monarca francs.Ciertamente, cuando carecan de problemas internos, los vecinos y rivales de

    la Corona de Aragn eran por lo general capaces de movilizar muchos ms recur-sos, porque sus dominios eran ms grandes y poblados, sus estructuras polticas y

    MONARQUA, IGLESIA Y NOBLEZA EN LA CORONA DE ARAGN 25

    12.Epistolari de Pere III, a cura de R. GUBERN, Barcelona, 1955, doc. XX.

    13. Tesis que sostiene en sus dos grandes trabajos,El Reino de Npoles en la poca de Alfonso elMagnnimo, Valencia, 1987; yAlfonso el Magnnimo, rey de Aragn, Npoles y Sicilia (1396-1458),Valencia, 1992.

  • 7/26/2019 Aragon en El Centro de La Historia

    27/474

    administrativas ms vigorosas, y estaban en zonas ms ricas o centrales de la eco-noma europea. Pero, en conflictos de larga duracin, el mantenimiento del orden

    interno durante mucho tiempo en una sociedad como la feudal no era nada fcil,ni siquiera para los reyes ms poderosos, en Francia, en Castilla o en Inglaterra.Cmo fue posible conseguir en la Corona de Aragn una cohesin de la sociedad

    poltica de la que carecieron sus oponentes? Y eso con la dificultad aadida de quese trataba de una sociedad poltica compuesta, disgregada en varios territorios,que a su vez combinaba diversos niveles (centrales, regionales, locales), y por logeneral poco unitaria fuera de unos pocos miembros del crculo ms inmediatoque rodeaba permanentemente al rey en su Corte.

    La respuesta parece residir en que fue precisamente la estructura compuesta de

    la Monarqua aragonesa una de las claves de su supervivencia. Se adaptaba mejora las circunstancias sociales de la Baja Edad Media y su organizacin feudal quelas monarquas unitarias que por entonces daban sus primeros pasos, sin tenertodava desarrollada toda la panoplia de recursos coercitivos de los que se valdr-an ms tarde. La celebracin de las asambleas parlamentarias fue muy tempranaen los dominios de la Corona, justamente a causa de la debilidad de los monarcasy de la consolidacin institucional de los reinos que gobiernan. Con independen-cia de los antecedentes ms o menos lejanos, y antes de su gran consagracin en1283, las Cortes se renen de manera peridica desde 1218 en Catalua; desde1236 en Aragn, y desde 1261, muy poco despus de la Conquista, en Valencia.Tanto en Cerdea como en Sicilia y en Npoles, el dominio aragons se inicia conla convocatoria de esta institucin, que parece consustancial a la organizacin dela monarqua aragonesa aunque no le sea exclusiva. A diferencia de las castella-nas, la nobleza y la Iglesia continuaron interesadas y muy activas en sus sesiones.Con independencia del autntico alcance del poder de las Cortes (sujeto a inter-

    pretaciones de los contemporneos y no digamos ya de los historiadores) y muypronto para el conjunto de la Europa Occidental (pues los representantes de lasciudades no asisten hasta 1232 a la Dieta alemana, hasta 1265 al parlamentoingls, y hasta 1302 a los primeros Estados generales franceses), la monarqua

    aragonesa qued ms o menos limitada por el poder institucionalizado de los esta-mentos privilegiados reunidos en Cortes, que consolidaron una organizacin pol-tica y una personalidad jurdica propia en cada uno de los territorios. Sin embar-go, este proceso aceler la institucionalizacin de la monarqua, al vehicular laarticulacin poltica de la sociedad mediante un entramado institucional fuerte-mente ligado a los reyes y establecer mecanismos de consenso y participacin

    poltica de las oligarquas. Por eso, cuando el soberano quiere asegurarse la cola-boracin de sus sbditos, los convoca a Cortes, concebidas como instrumentos deuna monarqua limitada de hecho, y quiz no tanto de derecho, de modo que estas

    26 CARLOS LPEZ RODRGUEZ

  • 7/26/2019 Aragon en El Centro de La Historia

    28/474

    asambleas, en aquel mundo con rudimentarios mecanismos para el ejercicio efec-tivo del poder, se constituyeron tambin en un eficaz instrumento al servicio del

    poder del rey. As hay que entender la frmula quod omnes tangit ab omnibusapprobari debeat, que en el siglo XV el jurista Pere Belluga interpret a la per-feccin para la conveniencia del Prncipe. En su opinin, aunque habitualmentedicho principio sea cierto, algunas veces, sin embargo, los negocios de las Cortesse cierran sin la aprobacin ni consenso de algunos, pero estos quedan obligados,

    por el hecho de haber sido consultados, a los acuerdos y a los donativos que seaprueben. Por eso, las leyes dictadas en las cortes con el consejo de los prceres,deca Belluga, son de mayor eficacia que las dictadas slo por el prncipe, e inclu-so tambin que las dadas en las cortes sin ser paccionadas.14

    Cuaj de este modo una estructura poltico-jurdica-administrativa compuestaque, slo para entendernos, denominaremos federal, caracterizada por su flexi-bilidad frente a la rigidez de las incipientes monarquas unitarias coetneas, cuyosrecursos, aparatos burocrticos y capacidades reales eran, durante los siglos XIIIal XV, todava inferiores al poder que de derecho se atribuan y a su eficacia paraimponer su dominio en el conjunto de los vastos territorios que les estaban some-tidos. Por eso, peridicamente, cuando un conflicto afectaba al centro de su siste-ma poltico, tenan hundimientos o colapsos, de los que estuvo libre la Corona deAragn. Ha pervivido una cierta idea en la historiografa de que esta Corona per-tenece a un modelo dbil de Estado, por su carcter pactista, frente a la monarquaautoritaria, basada en un concepto absolutista, como la castellana.15 Es cierto, perotambin que el rey de Aragn tena una capacidad para hacerse obedecer en cual-quier punto de sus reinos superior a la del rey de Castilla, como se puso de mani-fiesto durante las alteraciones y las devastadoras guerras nobiliarias de la bajaEdad Media castellana, de la cual se libraron sus vecinos aragoneses (pues aqulas guerras y bandos nobiliarios, que existieron, no alcanzaron la extensin, inten-sidad ni virulencia de aquellos).16 A pesar, incluso, de la reducida extensin deldominio real aragons frente a los estados de la Iglesia y de la nobleza; a pesar,incluso, de su autoridad mediata en gran parte del territorio. La sociologa moder-

    na ha discutido mucho sobre la mayor potencia de un poder suave (pero no blan-

    MONARQUA, IGLESIA Y NOBLEZA EN LA CORONA DE ARAGN 27

    14. P. BELLUGA, Speculum Principum, Pars, 1530, Rbrica 45,De inequalitate vocum, In Quam-vis [1]; y Rbrica 2,De inventione Curiae et Principis potestate in legibus condendis.

    15. Por ejemplo, en M. A. LADERO QUESADA, El ejercicio del poder real: instituciones e ins-trumentos de gobierno, enXV Congreso de Historia de la Corona de Aragn, Zaragoza, 1996, vol. I-1, pp. 71-140.

    16. Expusimos esta idea en C. LPEZ RODRGUEZ, Nobleza y poder poltico en el Reino deValencia (1416-1446), Valencia, 2005.

  • 7/26/2019 Aragon en El Centro de La Historia

    29/474

    do ni dbil, como lo demostr el Ceremonioso), basado en la negociacin y el pac-to, sobre un poder duro, fundamentado en el autoritarismo y con menor base

    social, cuyos efectos pueden ser ms inmediatos e intensos, pero menos durade-ros. Fue esto lo que hizo a los sicilianos preferir de modo reiterado el poder sua-ve de los lejanos reyes aragoneses al poder duro de un rey francs en su pro-

    pia tierra (y permitieron as la presencia de Aragn en el Mediterrneo central).

    Ciertamente, la historia de la Corona de Aragn es incomprensible o slo par-cialmente comprensible si no se contempla desde la perspectiva de los territorios,

    porque cada uno tiene sus propias dinmicas sociales y estructuras institucionales,pero tambin lo es si se hace slo desde ellos. La capacidad del poder radica pre-cisamente en esto, en tener una visin ms general de la realidad en su compleji-

    dad (y, por tanto, en su capacidad para movilizar recursos de todo tipo y de todoslos lugares con el fin de concentrarlos all donde se necesiten) frente a la menordisposicin para ello de quien tiene una visin ms parcial, en trminos polticos,culturales, sociales o territoriales. En el caso de las administraciones hacendsti-cas regionales de la monarqua, por ejemplo, nunca pudieron constituir un siste-ma autnomo de gestin. Mantenan fluidas relaciones con los rganos centralesde la Corona, sobre todo la Tesorera general, donde realmente se fraguaba la pol-tica financiera y patrimonial, solo parcialmente supeditada, eso s, a las negocia-ciones y presiones de las fuerzas sociales locales.17 En el fondo, algo parecido ocu-rri con las haciendas de los reinos (e incluso con las de los municipios reales,

    pues los continuos requerimientos del monarca fueron la primera entre las causasdel desarreglo financiero de estas administraciones, adems de su corrupcin).

    El rey, pues, es la nica instancia de poder, junto con la Iglesia, que est pre-sente, en persona o por representacin a travs de sus lugartenientes generales uotros grandes oficiales, en todos y cada uno de los territorios, y la nica que pue-de movilizar recursos en uno u otro, o en todos simultneamente (aunque le seamuy trabajoso y comprometido). No una familia nobiliaria, ni un estamento, ni un

    parlamento ni una diputacin. Slo el rey (y el papa, en otro orden de cosas) pue-

    de actuar a la vez en todos los territorios, negociar con sus oligarquas, conocersus necesidades, intervenir en la justicia y en la legislacin. Es tambin quien diri-ge la accin exterior, la defensa del reino y encarna a la comunidad poltica fren-te a otros soberanos. Es precisamente el monarca, en tanto que rey de Aragn,quien define el territorio y por tanto, constituye el sujeto poltico principal de esaagregacin de territorios de la Corona que, en el lmite, eran capaces de sobrevi-

    28 CARLOS LPEZ RODRGUEZ

    17. Lo tratamos con ms extensin en C. LPEZ RODRGUEZ, La Tesorera General de Alfon-so V el Magnnimo y la Baila General del reino de Valencia, enHispania, LIV, (1994), pp. 421-446.

  • 7/26/2019 Aragon en El Centro de La Historia

    30/474

    vir individualmente fuera del dominio de la dinasta (como ocurri temporalmen-te en varias ocasiones) sin acabar por ello con esta formacin, pues tanto la per-

    sona del monarca como la misma idea de la Corona poda residir en cualquierterritorio, sin perder su poder ni sus preeminencias. Eso no pasaba en las monar-quas unitarias como Castilla, Francia, o Inglaterra. Por esta razn, en la Coronade Aragn no existi propiamente, en lo poltico (menos en las relaciones econ-micas o sociales), una dinmica territorial centro/periferia ntida, sobre todo a par-tir de la conquista del reino de Valencia, que consolid los intereses comunes dearagoneses y catalanes, y demostr a todos las ventajas de una relacin internafuerte.18 Y aunque haya reinos que parezcan relegados como Mallorca o Cerdea,la realidad es bien distinta, pues no puede decirse que las vicisitudes de sus res-

    pectivas conquistas desempearan un papel secundario en la vida poltica de la

    Corona. Los reyes pudieron sentir predileccin por un territorio u otro, o reclutarsu personal de confianza y de su Casa ms entre los naturales de uno u otro domi-nio, segn sus gustos, o bien las elites de un reino pudieron sentirse ms o menosatrados por servir en la corte real, segn sus particulares intereses y segn laspocas, pero el conjunto de la Corona no estuvo sometido a un territorio (comoocurri con la Unin de Calmar, aquejada de la hegemona danesa, lo que fue lacausa de su extincin). Por lo general, se afirm el principio de que los of icios delos reinos quedaban reservados a los naturales. No existi, en consecuencia, unaclara capitalidad poltica (al estilo de otras monarquas que tambin tuvieron un

    fuerte desarrollo burocrtico, como la francesa o la inglesa), salvo en el perodofinal, muy especial por muchas razones, del reinado del Magnnimo durante suestancia en Npoles. Alfonso V pudo soar con un imperio mediterrneo, como se

    plasma en el friso del arco del triunfo que da entrada al Castel Nuovo. Pero su tras-lado a aquella ciudad en realidad evidencia de una manera plstica que, en efec-to, la Corona no necesitaba de un centro territorial consolidado y necesario (comoen Francia) pues, ms an que el centro del poder era el rey con su Corte.

    Esta estructura compuesta (federal, para entendernos) estuvo sometida,como es natural, a fuerzas centrfugas y centrpetas que operaron en todos los

    niveles y sobre todos los actores (administracin fiscal y de justicia, poltica ecle-sistica, relaciones con las nobleza, la Iglesia, o las ciudades). Pero la compen-sacin de las unas por las otras, con variaciones segn las pocas y las materiasconcretas, fue la consecuencia de la gran adaptabilidad de este peculiar sistema

    poltico a la variable realidad social y econmica, combinando los intereses de lasoligarquas locales y regionales de los territorios con las necesidades unitarias de

    MONARQUA, IGLESIA Y NOBLEZA EN LA CORONA DE ARAGN 29

    18. P. CORRAO, Stati regionali cit., pp. 114-115.

  • 7/26/2019 Aragon en El Centro de La Historia

    31/474

    la poltica exterior y de las acciones militares, monopolizadas por el rey. Le sirvia la Corona de Aragn para sobrevivir en el marco de la Europa fragmentada de

    la Baja Edad Media, pero no le permita conseguir la masa crtica suficiente pararivalizar con las grandes monarquas del Renacimiento (una vez que estas cohe-sionaron en torno a ellas a sus respectivas sociedades), aunque algunos de susmecanismos se transfieren eficazmente a la Monarqua Hispnica: el sistema devirreinatos y esta combinacin, tan difcil de mantener equilibrada, de centraliza-cin del poder a nivel global por parte de la monarqua con la descentralizacinde su ejercicio en el gobierno interno de los reinos entregado a las oligarquasregionales, un pacto (y subrayamos este trmino) que se demostr muy duraderoy que slo se rompi en circunstancias muy extraordinarias, porque su cumpli-miento beneficiaba a ambas partes. Era este uno de los tres modos que Maquia-

    velo aconsej para conservar un estado habituado a vivir en libertad y con leyespropias (los otros dos eran aniquilarlo o residir en l): dejar que viva con sus leyes,obteniendo de l tributos y creando en su interior una oligarqua que hiciera per-durar su fidelidad, pues siendo tal gobierno una creacin del prncipe, saben queno se puede sostener sin su amistad y podero, con lo que harn todo lo posible

    por mantener su dominacin.19 Como escribi Joanot Martorell en Tirant loBlanc, ms vale tener a los vasallos ricos que no al Fisco () que el Prncipe deun reino rico no puede ser pobre.20 Era esta la idea que antes expresaron reyescomo Alfonso IV, Pedro el Ceremonioso o Martn I, para quienes sus sbditos eran

    el pueblo que gozaba de ms franquezas y libertades en el mundo, por las graciasde sus prncipes. Y esto compensaba con creces, en opinin de un entusiasta delos monarcas aragoneses como Muntaner, la pobreza de la tierra. De hecho, elconsenso de los estamentos con el rey cristaliz y se rehizo constantemente des-de mediados del siglo XIV mediante la aprobacin de las ayudas y subsidios enCortes, que se cubrieron crecientemente con la emisin de deuda pblica, consig-nada sobre los impuestos indirectos, desviando en beneficio propio buena partedel esfuerzo fiscal de la poblacin.

    As pues, si se compara su evolucin con las de las monarquas europeas, se

    encontrarn muchos paralelismos: en la fiscalidad, en las relaciones sociales, enla evolucin econmica, en el desarrollo institucional, en el proceso de limitacinde la monarqua por los parlamentos, en la relacin rey-burguesa, etc. Pero resal-tan tambin sus peculiaridades. Entre ellas, este mayor desarrollo de la adminis-

    30 CARLOS LPEZ RODRGUEZ

    19. N. MAQUIAVELO,El Prncipe, cap. V, Quomodo administrandae sunt civitates vel principa-tus qui antequam accuparentur suis legibus vivebant.

    20. J. MARTORELL, Tirant lo Blanch i altres escrits de Joanot Martorell, ed. M. de Riquer, Bar-celona, Clssics Catalans Ariel, 1982, cap. CXLIII.

  • 7/26/2019 Aragon en El Centro de La Historia

    32/474

    tracin territorial en la Corona de Aragn, producto de una monarqua limitadatras sus conflictos con los estamentos, y que es expresin tambin de una socie-

    dad poltica ms compleja, fruto de un proceso de creacin realizado por agrega-cin de territorios ms que por asimilacin (lo que revela ms la falta de capaci-dad que una idea de tolerancia), donde los consensos se generan de un modo mscomplejo, pero tambin ms firme, como supieron ver moralistas y juristas (Eixi-menis o Belluga, entre otros muchos). Esta monarqua no es ni plural ni federal,y ah est su originalidad. Pues, fuera del Imperio la pluralidad del poder monr-quico era una idea radicalmente ajena a ese poder (y de hecho pocas veces mate-rializada desde la baja Edad Media: quiz slo lo fue en la monarqua dual delImperio austro-hngaro). Ni tampoco era federal o confederal, puesto que el

    poder central no era el producto de la suma de los poderes de los estados miem-

    bros de la Corona, que no participan en tanto que tales estados en la toma de deci-siones a nivel global. Ni tampoco hay propiamente un trasvase de soberana de losmiembros a favor del poder central, pues en este caso la soberana no resida enlos territorios (una idea por completo moderna), sino en el rey, que es nico paratoda la Corona, y cuyo poder deriva de Dios y de su derecho de conquista, y node un transmisin del poder efectuada en el seno de una confederacin o federa-cin de monarcas. Despus de coronado en Zaragoza, cuenta Pedro IV en su Cr-nica que envi sus oficiales (vegueres, subvegueres, bailes, y otros) a Catalua,con sus nombramientos, pero algunas ciudades y villas catalanes no les quisieron

    obedecer, porque decan que antes tena que ser conde que rey y que no haba jura-do todava los usos y constituciones del Principado, por lo que no estaban obliga-das a observar sus mandatos. El rey tuvo que escribirles de nuevas cartas msexpresas y con gran reprensin, por lo que las villas, atemorizadas, obedecieron alos oficiales reales.21

    4. CONSECUENCIAS DE LA COMPLEJIDAD

    Hasta ahora, hemos insistido en las peculiaridades de la estructura compuesta,

    por lo dems bastante conocida, constituida por la Corona de Aragn, y hemosavanzado algunas explicaciones a su supervivencia. Pero, cules fueron sus con-secuencias en el gobierno y en las relaciones con los estamentos?

    Una vez que se consolid esta monarqua compuesta, como cada territorio tenasu propia organizacin poltica y sus propias dinmicas sociales, su estructurafederal o confederal (trminos que son manifiestamente anacrnicos, como

    MONARQUA, IGLESIA Y NOBLEZA EN LA CORONA DE ARAGN 31

    21. Crnica de Pere el Cerimonis, cap. 2-16.

  • 7/26/2019 Aragon en El Centro de La Historia

    33/474

    vemos, pero que utilizamos por comodidad) dificult que los problemas de unopasaran a los de otro, e hizo de eficaz cortafuego para evitar la propagacin de con-

    flictos entre los miembros de la Corona. La Unin aragonesa pas al reino deValencia, pero no al Principado. Su carcter y composicin fueron, adems, distin-tos en uno u otro reino. La decadencia poltica de Catalua fue simultnea a una delas coyunturas ms expansionistas de la Corona de Aragn en su conjunto. Las ban-deras nobiliarias valencianas no contaminaron a las de la nobleza catalana o ara-gonesa, o por lo menos no lo hicieron con la intensidad que se vivi en aquel rei-no. Los conflictos agrarios cataln o el mallorqun no se traspasaron al campoaragons o valenciano. Ni la sublevacin de los catalanes arrastr tras de s al res-to de territorios. La crisis de Barcelona fue compatible con el florecimiento deValencia. Esta organizacin poltica tambin permiti a los reyes disponer de un

    eficaz contrapeso en sus relaciones con las diferentes oligarquas y un amplio mar-gen de maniobra en las negociaciones con ellas. El monarca y sus consejeros erande los pocos (si no los nicos) que tenan una visin de conjunto de los aconteci-mientos de toda la Corona y de la marcha de la situacin internacional o de las rela-ciones con el Papado, as como del curso de las negociaciones, pblicas o secretas,con otros actores, lo que le permita mayor maniobrabilidad frente a la menor redde recursos y a la visin parcial de los problemas que tenan las elites de cada terri-torio. Cuando en 1452, el Magnnimo entr en Npoles para celebrar la Navidad,al finalizar una expedicin de caza, salieron a recibirle una gran multitud de

    embajadores de muchas partes del mundo, prncipes, condes, duques, barones yhombres de honor. El monarca vio entonces a Antoni Vinyes, el embajador deBarcelona, y le pidi noticias. A lo cual respondi Vinyes que era l quien espe-raba saber de su seora, que de muchas partes del mundo era informado.22 Lomismo podra haber dicho cualquiera de los notables que reciban al rey.

    Obligados por su monarqua limitada, las circunstancias forzaron a los reyes auna actuacin pragmtica y por lo general poco dogmtica. Los soberanos apura-ron al mximo este poder limitado y sacaron ms partido de l que otros monar-cas (como los castellanos) de su terico poder absoluto. Este pragmatismo (o rea-

    lismo poltico) est detrs del comportamiento de los monarcas con el papado, porejemplo. La Corona de Aragn se form en el siglo XIII, durante el gran siglo del

    papado, entre las batallas de Muret y la del Coll de Panissars, entre dos reyes quemurieron uno en defensa de herejes y el segundo fuera de la Iglesia (un hecho decapital importancia poltica, pese a los intentos del cronista Desclot por maqui-llarlo en el ltimo captulo de su obra) y que, en su enfrentamiento con el papa,

    32 CARLOS LPEZ RODRGUEZ

    22. Jos M. MADURELL MARIMN,Mensajeros barceloneses cit, doc. 382.

  • 7/26/2019 Aragon en El Centro de La Historia

    34/474

    llevaron ambos a la Corona de Aragn a los momentos ms crticos de existencia.Quiz esto explique que, en lo sucesivo, los reyes aragoneses (a diferencia de los

    Capeto, los Hohenstaufen u otras casas reinantes), se abstuvieran de atacar alpapado, aunque se opusieran a su poltica, como puede comprobarse con la res-petuosa actuacin de Jaime I durante el Concilio de Lyon de 1274, o en la indife-rencia mantenido durante la mayor parte del Gran Cisma.23 El pragmatismo inspi-ra numerosas acciones de los reyes aragoneses. Un pragmatismo que aconsej aPedro IV para buscar el apoyo de los aragoneses cuando se coron posponiendo alos catalanes, pero que ms tarde se invirti. Un pragmatismo que llev al rey aservirse de los catalanes contra aragoneses y valencianos en las guerras de laUnin, y de stos contra aquellos durante la guerra civil catalana. Un pragmatis-mo regido por la prudencia y la bsqueda del equilibrio poltico que, a pesar de

    todos los excesos, puede seguirse en numerosos episodios de la crnica de Pedro IV,y que se perpetu de unos reyes a otros. Ya en el prlogo de su Crnica, el Cere-monioso se vanaglori de sus propias virtudes, aunque las atribuy por falsamodestia a la Providencia de Dios: su prudencia, su sutileza, su saber, el buen dic-tamen de su consejeros, la multitud de naciones a l sometidas, la astucia de su

    pueblo. El mismo pragmatismo que empuj al Ceremonioso a incorporar a nume-rosos roselloneses a su Consejo, para atrarselos despus de la conquista del rei-no de Mallorca, hizo que Fernando I y Alfonso V aceptaran en su servicio a losantiguos urgelistas, o que el Magnnimo se mantuviera neutral en las banderas

    nobiliarias valencianas del siglo XV. Un pragmatismo que supo adaptar a la reali-dad los principios ideolgicos romanistas de la superioridad del monarca y su

    potestad absoluta que inspiraban la actuacin de los reyes desde Jaime II. Unpragmatismo que, por serlo, precedi a su teorizacin en la pluma brillante deMaquiavelo y de su obra El Prncipe, donde pueden encontrarse muchos de losconsejos aplicados ya por los soberanos aragoneses, con ms xito que otrosmonarcas coetneos. Un pragmatismo que, en ltima instancia, tena un objetivoinmediato, claro y distinto: la perpetuacin de la Casa real en el trono de Aragn.

    Ahora bien, una actuacin de este tipo, de carcter pragmtico para mantener

    un equilibrio muy difcil entre las partes, necesita de un conocimiento adecuadode la realidad de los territorios mediante un flujo de informacin constante ysiempre disponible. De otro modo, las decisiones del poder podan tomar unadireccin totalmente inadecuada, como suceda a menudo por las dificultades decomunicacin. Fue esto lo que movi a un monarca pobre y no demasiado pode-

    MONARQUA, IGLESIA Y NOBLEZA EN LA CORONA DE ARAGN 33

    23. J. VINCKE, Estado e Iglesia en la Historia de la Corona de Aragn de los siglos XII, XIIIy XV, enActas del VII Congreso de Historia de la Corona de Aragn, Barcelona, 1962, vol. I, pp.267-285.

  • 7/26/2019 Aragon en El Centro de La Historia

    35/474

    roso como era Jaime II a desarrollar un sofisticado sistema de transmisin, trata-miento, conservacin y recuperacin de la informacin, que pudiera orientar ade-

    cuadamente la accin de los reyes. Fund, por esta razn, el Archivo Real en1318, ubicndolo en su palacio de Barcelona, despus de haber comenzado su rei-nando acumulando las escrituras de sus predecesores y las suyas propias en undepsito situado en la casa de la Orden del Hospital de esa ciudad.24 Introdujoadems muchas reformas burocrticas, que iniciaron el proceso de estataliza-cin de la Monarqua, con la intencin de transformar la Corona de Aragn deuna mera agregacin dinstica de territorios, tal como la haba recibido de sus pre-decesores, en una entidad poltica sustantiva (aunque descentralizada). Con nimotan slo de ilustrar este punto, debe recordarse que el 14 de diciembre de 1318,apenas tres meses despus de concluidas las obras de habilitacin del Archivo en

    el palacio real, se promulg el estatuto por el cual los reinos de Aragn y Valen-cia, el condado de Barcelona y el dominio directo y los derechos pertenecientes alrey (obsrvese este detalle) en el reino de Mallorca y en los condados de Rosellny Cerdaa, en el Conflent, en el Vallespir y en los vizcondados de Omelads yCarlat habran de estar siempre unidos bajo un mismo dominio.25 Este estatuto o

    privilegio fue jurado a partir de entonces por todos los reyes aragoneses, por lomenos hasta Alfonso el Magnnimo. Paralelamente, continu funcionando el sis-tema de captacin y transmisin de la informacin a travs de la Cancillera, conel respaldo del Archivo Real, y de sus hijuelas valenciana y aragonesa ya en el

    siglo XV. Por eso, los mensajeros barceloneses encontraron a Alfonso el Magn-nimo siempre muy bien informado, a pesar de su largo absentismo. Por eso, no esde extraar que Maquiavelo fuera un destacado funcionario de la Cancillera flo-rentina, como tambin lo fueron Alfonso de Borja, papa Calixto III, en la arago-nesa, y su sobrino Rodrigo de Borja, luego papa Alejandro VI, en la pontificia.

    Este pragmatismo de los monarcas, la actuacin casustica a la que les obliga elmargen de maniobra y el juego poltico que la estructura compuesta del dominio

    permite, explica tambin la proyeccin que adquiere en la Corona de Aragn elcarcter y la personalidad concreta de sus reyes (y de sus esposas), as como la

    importancia que se dio a la formacin del prncipe heredero, quien desempe unpuesto importante en la organizacin del estado. Para ello, se le asoci al ejerciciodel poder, y tuvo un papel capital en el desarrollo del rgimen de Procuracin, lue-go de Gobernacin General y finalmente de las Lugartenencias Generales, que

    34 CARLOS LPEZ RODRGUEZ

    24. R. CONDE Y DELGADO DE MOLINA, Reyes y archivos en la Corona de Aragn. Sietesiglos de reglamentacin y praxis archivstica (siglos XII-XIX), Zaragoza, 2008.

    25. Archivo de la Corona de Aragn, Real cancillera, Reg. 217, fols. 224-225.

  • 7/26/2019 Aragon en El Centro de La Historia

    36/474

    hicieron posible la extensin del poder real, por delegacin, en todos los territorios.Al heredero, por su parte, le dio la posibilidad de adquirir una experiencia que le

    sera gran utilidad cuando fuera entronizado. Un proyecto educativo de este tipoparece inspirar, por ejemplo, a Fernando I respecto de su primognito Alfonso,como deja ver la correspondencia cruzada entre ambos, ya mencionada. Este pro-ceso formativo tuvo consecuencias positivas. Una observacin ecunime de laactuacin de los reyes aragoneses nos permitira destacar que, desde la desgracia-da actuacin de Pedro el Catlico, y con independencia de la valoracin moral odel balance poltico de la obra de cada uno de ellos, no hay reyes incompetentes,ineficaces, o corrompidos en el trono aragons, al contrario de lo que ocurri entantas monarquas europeas, donde los logros de algunos soberanos fueron dilapi-dados rpidamente por herederos depravados o que, simplemente, no supieron

    estar a la altura de las circunstancias. Por el contrario, en la Corona de Aragn, lahistoriografa no deja por lo general de reconocer el genio poltico de sus sobera-nos, incluso con aquellos que concitan una crtica poltica profunda o una reproba-cin moral mayoritaria, como Pedro IV o Juan II. Una de las actuaciones ms dis-cutibles fue la de Juan I, el Cazador (no lo fue ms que otros parientes suyos), elAmador de gentileza, pero tambin mal llamado el Descurat, sin que su incu-ria, ms bien opinable, llegase a los niveles de muchos reyes europeos coetneos.

    5. LA CORTE COMO MERCADO O LA GESTINDE LA COMPLEJIDAD

    En sntesis, para valorar las dimensiones de los conflictos a los cuales elmonarca tuvo que enfrentarse (y el nimo con que los abord), hay que hacerlodesde su punto de vista, es decir, desde la complejidad resultante del conjunto delos reinos que le estn sometidos, y no desde la valoracin que hacan las autori-dades o las fuerzas locales o regionales (y, por tanto, desde el reflejo que han deja-do en la documentacin). Con la Corona de Aragn, las visiones historiogrficasexcesivamente sistmicas o formalizadas, que tienden a buscar un orden lgico o

    una lnea evolutiva claramente definida en medio de aquel conjunto catico demltiples relaciones simultneas y poco formalizadas, choca con su realidad tre-mendamente casustica y mutable, para entender la cual en muchos casos estabanmejor preparados los monarcas que sus historiadores.

    Es ese pragmatismo al que obliga la gestin de la complejidad (inspirado porla estructura compuesta de la monarqua, con cuya visin de conjunto y capacidadde actuacin global en una realidad cambiante no puede competir ninguna de lasinstancias polticas de la Corona) el que est detrs de algunas de las ambigeda-des y paradojas que ha detectado la historiografa dedicada a este sujeto poltico:

    MONARQUA, IGLESIA Y NOBLEZA EN LA CORONA DE ARAGN 35

  • 7/26/2019 Aragon en El Centro de La Historia

    37/474

    las discusiones sobre si se trata de una monarqua limitada o si los estamentos ape-nas cuentan; si el sistema es pactista, o incluso constitucionalista, o autoritario; si

    el monarca infringe las libertades del reino o se apoya en ellas; el alcance de esaextraa combinacin de victorias militares y derrotas polticas de sus reyes y vice-versa, La ambigedad es la principal caracterstica de la Corona de Aragn, fru-to de su complejidad y de la casustica, siempre mutante, que preside las relacio-nes entre la monarqua y los estamentos privilegiados. De ah tambin lairreductibilidad de la estructura poltica de la Corona de Aragn a un nico prin-cipio rector (el pactismo, por ejemplo). Esta complejidad, ambigedad y mutabi-lidad de las relaciones polticas ofrece un terreno abonado a la monarqua paraejercer su papel arbitral entre las clases y grupos sociales, lo que le proporcionauna posicin preeminente de la que los reyes supieron sacar partido, pese a las

    limitaciones legales que pudieran objetarse a su poder.

    Por qu ocurri as? Para contestar, haremos una breve incursin sobre lasconcepciones polticas vigentes entre los juristas aragoneses de la poca, quealcanzaron su mxima expresin a mediados del siglo XV, en la pluma de uno desus ms brillantes escritores, el abogado valenciano al servicio del MagnnimoPere Belluga, autor de la obra Speculum Principum, acabada en 1441.26 En resu-men, dice este autor, al menos en los reinos hispnicos, el poder del rey no pro-cede del pue