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ALETHEIA ONTOLOGÍA HERMENÉUTICA UNIFICADA Fco. Javier [email protected] Creative Commons 1

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ALETHEIAONTOLOGÍA HERMENÉUTICA UNIFICADA

Fco. [email protected]

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PRÓLOGOPARTE I: ALETHEIA Y LA FILOSOFÍAA) INTRODUCCIÓN AL PROYECTO ALETHEIA

1. PRESENTACIÓN DE LOS POSTULADOS EPISTEMOLÓGICOS.2. CONTEXTO HISTÓRICO, CULTURAL Y FILOSÓFICO.

B) INTRODUCCIÓN A LA FILOSOFÍA3. ¿QUÉ ES FILOSOFÍA?4. EL FIN DE LA FILOSOFÍA.

PARTE II: ONTOLOGÍA FUNDAMENTALA) SER Y DIALÉCTICA

1. EL SER Y LA NADA.2. DESARROLLO SISTEMÁTICO DE LA DIALÉCTICA.

B) LA ESTRUCTURA DE LO REAL3. NIVELES DE REALIDAD.4. ESTRUCTURA PRIMARIA DE LOS SERES VITALES.

C) EPISTEMOLOGÍA5. APRIORISMO COGNITIVO DIALÉCTICO.6. TEORÍA DEL CONOCIMIENTO.7. GENEALOGÍA COGNOSCITIVA.8. EPISTEME.

PARTE III: ONTOLOGÍAS REGIONALESA) TEOLOGÍA

1. LO SAGRADO Y SUS DIVINIDADES.2. NECESIDAD Y OBJETO DE LAS CIENCIAS VITALES.

B) CIENCIAS VITALES3. CIENCIAS TELEOLÓGICAS (CATEGORÍAS ANÍMICAS).4. CIENCIAS TELEONÓMICAS (CATEGORÍAS ESPIRITUALES).5. CULTURA Y COMUNICACIÓN.

PARTE IV: MÁS ACÁ DE LA METAFÍSICAA) ¿QUÉ NOS CABE ESPERAR?

1. ESTRUCTURACIÓN ARQUEOLÓGICA DEL SABER.2. ARTE.3. RELIGIÓN.4. ANTINOMIAS METAFÍSICAS.

B) OTRO MUNDO ES NECESARIO5. EL FIN DE LA ERA METAFÍSICA.6. LA REGENERACIÓN HUMANA.7. QUÉ HACER CON LO QUE HICIERON DE NOSOTRXS.8. ANARQUISMO ONTOLÓGICO.9. SER DEL DEVENIR.

EPÍLOGO1. MEDITACIÓN Y ENTENDIMIENTO.2. LA VENGANZA DE LO POÉTICO.3. AGRADECIMIENTOS.

NOTAS Y RECURSOSAPÉNDICE I. ESENCIA Y SUSTANCIA EN EL VALLE DEL GUADALQUIVIR.APÉNDICE II. LA EMERGENCIA EMERGENTE.

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PRÓLOGO.......... 11

PARTE I: ALETHEIA Y LA FILOSOFÍA

A) INTRODUCCIÓN AL PROYECTO ALETHEIA

1. PRESENTACIÓN DE LOS POSTULADOS EPISTEMOLÓGICOS.......... 161.1. Hechos, fenómenos e interpretaciones........... 181.2. Desarrollo evolutivo del pensamiento.......... 201.3. Ciencia, Filosofía, Arte y Religión.......... 22

2. CONTEXTO HISTÓRICO, CULTURAL Y FILOSÓFICO.......... 232.1. Filosofía primera.......... 242.2. Topología del pensamiento actual.......... 262.3. Aletheia y la diferencia ontológica.......... 28

B) INTRODUCCIÓN A LA FILOSOFÍA

3. ¿QUÉ ES FILOSOFÍA?.......... 313.1. Metafísica como especulación teorética.......... 323.2. Ontología como estudio científico de lo real.......... 343.3. Epistemología como estudio científico sobre los principios del conocimiento.......... 363.4. Teología como estudio científico de las ontologías regionales.......... 363.5. Onto-teología y Teología ontológica.......... 38

4. EL FIN DE LA FILOSOFÍA.......... 404.1. Estatuto científico de las disciplinas filosóficas.......... 414.2. Tareas del pensar.......... 43

4.2.1. La comprensión como cinetismo racional.......... 444.2.2. La contemplación como dinamismo sensorial.......... 45

4.3. Teosofía como ser-aquí-ahora-posibilidad-real.......... 45

PARTE II: ONTOLOGÍA FUNDAMENTAL

A) SER Y DIALÉCTICA

1. EL SER Y LA NADA.......... 481.1. El problema de la fundamentación.......... 521.2. Fundamento, no-fundamento y anti-fundamento.......... 571.3. Diferentes tipos de fundamento.......... 601.4. Fundamentos ontológico, teológico y epistemológico.......... 62

2. DESARROLLO SISTEMÁTICO DE LA DIALÉCTICA.......... 652.1. Orden cósmico.......... 67

2.1.1. Causa y efecto como ley del cambio.......... 69

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2.1.2. Dualismo fenoménico energía-materia.......... 712.1.3. Realidad trascendental no-dual.......... 72

2.2. Equilibrio armónico de los opuestos.......... 742.2.1. Naturaleza de la dialéctica.......... 75 2.2.2. Principio cinético de perfección.......... 772.2.3. Principio dinámico de regulación.......... 78

2.3. El ser y el uno.......... 782.3.1. Hermenéutica del ser.......... 792.3.2. La falacia metafísica.......... 822.3.3. Esencia y sustancia.......... 862.3.4. Reinterpretación conceptual.......... 87

B) LA ESTRUCTURA DE LO REAL

3. NIVELES DE REALIDAD.......... 903.1. Ser y realidad.......... 913.2. Realidad y posibilidad.......... 91

4. ESTRUCTURA PRIMARIA DE LOS SERES VITALES.......... 924.1. Cuerpo, mente y consciencia.......... 934.2. Monismo gnoseológico.......... 954.3. Mecanicismo, teleología y teleonomía.......... 97

C) EPISTEMOLOGÍA

5. APRIORISMO COGNITIVO DIALÉCTICO.......... 1015.1. La sensación y los sentidos.......... 1025.2. El proceso mental......... 1035.3. Experiencia como simbiosis elemental.......... 1045.4. Voluntad y razón.......... 107

6. TEORÍA DEL CONOCIMIENTO.......... 1086.1. Empirismo y ciencia.......... 1096.2. Lenguaje de la Naturaleza.......... 1126.3. Los primeros principios.......... 1146.4. Lógica como racionalidad científica.......... 115

7. GENEALOGÍA COGNOSCITIVA.......... 1177.1. Propedéutica.......... 1187.2. Epistemología, Ontología y Teología.......... 1207.3. Revolución científica y paradigma.......... 122

8. EPISTEME.......... 1258.1. Episteme matemática de la Naturaleza.......... 1268.2. Episteme lógico-científica de la naturaleza.......... 127

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PARTE III: ONTOLOGÍAS REGIONALES

A) TEOLOGÍA

1. LO SAGRADO Y SUS DIVINIDADES.......... 1301.1. El hecho vital.......... 1321.2. El ente ontológico.......... 1331.3. Verdad y perfección.......... 134

2. NECESIDAD Y OBJETO DE LAS CIENCIAS VITALES..........1352.1. Auto-conocimiento como consciencia.......... 1372.2. Estudio de las categorías anímicas y espirituales.......... 1382.3. Evaluación de la trascendencia.......... 140

B) CIENCIAS VITALES

3. CIENCIAS TELEOLÓGICAS (CATEGORÍAS ANÍMICAS).......... 1423.1. Cosmología.......... 144

3.1.1. El Big-Ban y los agujeros negros.......... 1463.1.2. Lo incondicionado y su eternidad.......... 148

3.2. Astrología.......... 1503.2.1. El Sol y la Luna.......... 1513.2.2. Determinismo teleológico.......... 152

3.3. Psicología.......... 1543.3.1. Alma, espíritu y ser-aquí-ahora.......... 1563.3.2. Mente, consciencia y "no-ser".......... 1593.3.3. Límite y trascendencia.......... 161

3.4. Antropología.......... 1633.4.1. La condición humana.......... 1653.4.2. Determinismo y libertad.......... 1673.4.3. Diversidad y naturaleza.......... 168

4. CIENCIAS TELEONÓMICAS (CATEGORÍAS ESPIRITUALES).......... 1714.1. Linguística.......... 172

4.1.1. Pensamiento y lenguaje.......... 1744.1.2. Determinismo teleonómico.......... 1764.1.3. Concepto y metáfora.......... 1784.1.4. La razón dinámica y su temporalidad.......... 180

4.2. Ética.......... 1824.2.1. Axiología ética e ideología moral.......... 1834.2.2. Teoría y praxis.......... 1854.2.3. La posibilidad del punto medio.......... 1864.2.4. Alegría y serenidad como virtudes del ánima y el ego.......... 1874.2.5. Cosmopolitismo y democracia.......... 188

4.3. Política.......... 1904.3.1. Derechos vitales y justicia social.......... 192

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4.3.2. Economía de recursos renovables.......... 1934.3.3. Ciencia y Tecnología.......... 1954.3.4. Atomización del Poder y la responsabilidad.......... 1954.3.5. Biopolítica, revuelta y Revolución.......... 197

4.4. Estética.......... 1994.4.1. El fenómeno humano.......... 2004.4.2. Relación con la verdad y la perfección.......... 2004.4.3. Pulsiones, emociones y sentimientos.......... 2014.4.4. Libertad intelectual, cultura libre y paideia.......... 2024.4.5. Mente sana in corpore sano.......... 204

5. CULTURA Y COMUNICACIÓN.......... 2055.1. Comunicación dialógica.......... 207

5.1.2. Sujeto y subjetividad.......... 2075.1.2. Intersubjetividad.......... 209

5.2. Estatuto teológico de la Sociología.......... 2105.2.1. El círculo del conocimiento.......... 2125.2.2. Hermenéutica antropológica.......... 213

5.3. La triada mítica de la Cultura metafísica.......... 2155.3.1. Las religiones teístas.......... 2175.3.2. Historia Universal del Hombre.......... 2195.3.3. La Civilización Occidental.......... 221

5.4. Los pilares de la Cultura ontológica.......... 2225.4.1. Historia de las Culturas.......... 2245.4.2. Sociología universal.......... 226

PARTE IV: MÁS ACÁ DE LA METAFÍSICA

A) ¿QUÉ NOS CABE ESPERAR?

1. ESTRUCTURACIÓN ARQUEOLÓGICA DEL SABER.......... 2281.1. Ciencias Naturales.......... 2301.2. Ciencias Vitales.......... 2311.3. Ciencias Técnicas.......... 2321.4. Aplicaciones artísticas.......... 234

2. ARTE.......... 2352.1. Expresión comunicativa.......... 2372.2. Creatividad e imaginación.......... 2382.3. La acción estética y su objeto.......... 239

3. RELIGIÓN.......... 2403.1. Teología racional.......... 2423.2. Amor incondicional.......... 2443.3. Mama Natura.......... 2453.4. Los Elementos.......... 246

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4. ANTINOMIAS METAFÍSICAS.......... 2474.1. La muerte.......... 2474.2. El tiempo y el espacio.......... 2504.3. Miedo e ignorancia.......... 2524.4. La locura.......... 2524.5. El sueño.......... 2544.6. Dolor y placer.......... 2554.7. Experiencia mística y sublimación.......... 2584.8. Drogas y auto-transformación.......... 2604.9. La ambivalencia del destino.......... 263

B) OTRO MUNDO ES NECESARIO

5. EL FIN DE LA ERA METAFÍSICA.......... 2655.1. Crisis del Capitalismo y fascismo imperialista.......... 2665.2. Catástrofes naturales y destrucción civil.......... 2695.3. Crisis axiológica.......... 2715.4. Regulación cósmica.......... 273

6. LA REGENERACIÓN HUMANA.......... 2756.1. Ecosistema y sostenibilidad.......... 2766.2. Paz entre Culturas.......... 2776.3. No-violencia como no-cooperación.......... 2786.4. Lucha por la supervivencia racional en la caída del Sistema.......... 280

7. QUÉ HACER CON LO QUE HICIERON DE NOSOTRXS.......... 2847.1. Radicalidad humana.......... 2857.2. Deconstrucción metafísica.......... 2867.3. Reinvención del lenguaje.......... 2887.4. Desobediencia.......... 289

8. ANARQUISMO ONTOLÓGICO.......... 2908.1. El carácter trascendental de la praxis libertaria.......... 2938.2. Sabidurías antiguas.......... 2958.3. Comunismo libertario y Anarquía.......... 2988.4. Decrecimiento y Era cuántica.......... 299

9. SER DEL DEVENIR.......... 3019.1. Potencia de la diferencia.......... 3039.2. Dialéctica del caos.......... 3049.3. Antagonia.......... 306

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EPÍLOGO

1. MEDITACIÓN Y ENTENDIMIENTO.......... 3082. LA VENGANZA DE LO POÉTICO.......... 3093. AGRADECIMIENTOS.......... 310

NOTAS Y RECURSOS

A) NOTAS1. ACLARACIONES.......... 3122. REFERENCIAS.......... 312

B) RECURSOS3. BIBLIOGRAFÍA.......... 3124. OTROS MATERIALES.......... 315

APÉNDICE I. ESENCIA Y SUSTANCIA EN EL VALLE DEL GUADALQUIVIR.......... 316APÉNDICE II. LA EMERGENCIA EMERGENTE.......... 318

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PRÓLOGO

No escuchándome a mí, sino al lógos, es sabio reconocer que uno es todo. (Heráclito, El nacimiento de la filosofía en grecia, Teresa Oñate).

Me llamo Francisco Javier Ariza Lama, tengo 32 años y he nacido en Andalucía. Tras algunos años estudiando filosofía emprendo la iniciativa del proyecto Aletheia, Ontología Hermenéutica Unificada con la ilusión de aportar mi granito de arena en la evolución del pensamiento hacia una emancipación postmetafísica, y también con el objetivo general de aportar conocimiento inmaterial a la colectividad, apoyando así una liberación global de los seres humanos, posibilitando un verdadero progreso de la mentalidad "occidental" por medio del respeto y la solidaridad. El proyecto nació hace 3 años, coincidiendo con mi retirada del campo académico y enlazada con mi aterrizaje en los movimientos sociales alternativos, momento anímico que se ha visto interpelado en dicho proceso por algunas experiencias "dionisiacas" que me han orientado a profundizar en las cuestiones que se preguntaban por el ser, o mejor dicho, por el ser del ente, y particularmente por el ser del ente que supuestamente soy "yo".

El deseo central del proyecto es la elaboración colectiva (o individual en última estancia) de un tratado sistemático sobre el ser del ente (teología) que aporte la posibilidad de guiar la acción humana hacia una superación óptima del nihilismo metafísico que inunda nuestra Cultura, contextualizándolo como una recuperación del rumbo perdido, o cabe la posibilidad, como una afirmación más positiva de la propia naturaleza humana. Es por ello que en 2013 aparece este borrador (por segunda vez), el cual sigue interpelando a su auto-modificación por medio de la participación colectiva responsable, apoyando la cultura libre mediante una praxis reflexiva. Como objetivo se marca la elaboración de dicho texto desde el carácter más poético de la filosofía, tratando de validar las afirmaciones ontológicas de los movimientos antagónicos y tratando de legitimar sus prácticas libertarias, proporcionando un corpus teórico-práctico para la vigente lucha de clases que se da en el terreno axiológico, ejerciendo como armazón anímico óptimo para la guerra social en curso, construyendo dinámicas que colaboren al empoderamiento de nuestro multiverso de posibilidades naturales.

El objetivo a corto plazo es completar el borrador en 2012 recogiendo las aportaciones de la primera promoción (otoño 2012), promocionarlo de nuevo mediante internet a principios de 2013 y completarlo antes del verano 2013 junto a nuevas aportaciones. Mediante la web o el blog se articulará la participación entre lxs interesadxs, haciendo una promoción especializada a nivel universitario, e intentando realizar contactos a lo largo y ancho de la red, posibilitando una libre comunicación con el mayor número posible de amantes de la filosofía. La mayoría de lxs académicxs contactados en las universidades españolas y latinoamericanas han mostrado su rechazo al proyecto, bien guardando silencio o bien apelando por la "profesionalización especializada" de la filosofía bajo itinerario curricular "académico", incluyendo algunxs académicxs no interesados en la temática del proyecto. Desde aquí decimos algo simple: no representais la filosofía. Sólo algunas personas han mostrado su interés por ayudar, a las cuales agradezco enormente su atención, restando dramatismo a los resultados finales de dichas colaboraciones. Por último nos quedaría la edición en papel, más complicada, pero dando por segura la edición digital bajo licencia CC (propia web/blog, scribd, etc). Se mantiene la vista lejana sobre la posibilidad de financiación colectiva solidaria mediante "crowfounding" en "verkami" o "goteo", o contactando con editoriales alternativas, considerando siempre la difícil conclusión editorial del propio proyecto.

Quiero aportar en este prólogo algunos comentarios que apoyen el inicio de la presentación sobre las características generales del proyecto, y presentando también algunos matices que nos ayuden a comprender mejor su sentido menos aparente. Se recomienda leer este libro ejerciendo una moderada suspensión del juicio de valor, practicando simplemente una leve epohé sobre los contenidos conceptuales de las palabras que aquí aparecen, aunque nos suenen demasiado familiares, postulando poco a poco un pre-juicio positivo que nos oriente a lo largo del escrito, y que

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quizás no haya sido con el que partamos. Considero prioritario cierta claridad expresiva como cortesía filosófica, procurar un lenguaje popular es clave, apelando por la sencillez de la que carecen los catedráticos de biblioteca. Por supuesto desobedecemos la propiedad intelectual y rechazamos el aburrimiento lógico de los formalismos académicos. Nos intentamos apoyar en la medida de lo posible en la veracidad histórico-cultural de las informaciones bibliográficas, pero sin caer en constantes legitimaciones elitistas (nuestro conocimiento vale en relación a la verdad y no al rédito social, lo diga yo o lo diga Foucault). También se tiene prevista la creación de un pequeño glosario para neofitxs, el cuál aparecería en el apartado de notas y recursos o a directamente a pie de página, apoyando y completando la lista de referencias como materiales de auto-formación.

Como notas introductorias sobre la filosofía poética que concierne al proyecto Aletheia y a los acontecimientos ontológicos en general comenzaremos afirmando que el conocimiento absoluto no es fin sino medio, haciendo gala de la importancia relativa que en última instancia tienen proyectos de índole teórica. Es por ello que comprendemos que la revolución de la conciencia tampoco es fin, sino medio para la transformación radical de la sociedad humana como Cultura, especialmente de la nuestra, la occidental, elaborando la crítica que proceda sobre la tradición judeo-cristiana que sostiene este catastrófico sistema ideológico obsoleto e inerte. Atendiendo a la diversidad natural del pensamiento ontológico que puebla el mundo intentamos comprender la apriorísitica interculturalidad (no multiculturalidad) entre sujetos dinámicos e interactivos, apelando siempre al sentido común que proporciona la racionalidad dialógica. Suavemente nos dejaremos influir por lo desconocido que no infrinja las reglas lógicas del pensamiento científico, y permitiremos la permeabilidad de nuestra cultura respecto a los adelantos y complementos que nos aporten los denominados "extranjeros salvajes", ya sean de una isla perdida o de la cara norte de una montaña. Agradecemos enormente la experiencia mostrada por la tradición y sus transmisiones populares, y mostramos nuestro afecto sobre algunos personajes individuales sin devenir iconoclastas. Tenemos muchísimos aportes importantes siempre que la perspectiva ontológica sea transversal a la investigación, sabiendo encontrar lo que buscamos, recogiendo siempre la información concreta de que disponemos aquí-ahora, intentando comprender e interpretar hermenéuticamente las diferentes historias/sentidos que coexisten, metodología que nos permite hilar ejes de pensamiento que son desarrollados colectivamente, dejando a un lado lo específicamente de unxs y lo de otrxs, lo que fue antes o lo que será después. Agradezco a todxs lxs que se esfuerzan en pensar filosóficamente, aparezcan o no en estas desdibujadas líneas; a ellos mi reconocimiento fraternal.

"Lo impensado es lo que, de un extremo al otro de la historia del pensamiento, ha quedado siempre sin interrogar: la diferencia entre el ser y el ente. Es necesario pensar el olvido de aquello que no ha sido nunca pensado".(La experiencia dionisiaca del mundo, Sánchez Meca).

Ante todo nos encontramos ante la necesidad de enmarcar la importancia del pensamiento reflexivo crítico, evitando la deriva post-moderna como fin de la modernidad (2º modernidad, Giorgio Marramao) y orientándonos hacia una radicalización progresiva del pensamiento contemporáneo en su camino a lo-totalmente-otro (postmetafísica como verdadera superación de la modernidad como consumación metafísica). Me preocupa la incapacidad del relativismo actual frente a la muerte de Dios. Orientamos nuestro proceso racional hacia la praxis política, contra el capitalismo salvaje y el imperialismo metafísico, intentando construir una transición armónica desde el nihilismo (autónomo o heterónomo, voluntario o impuesto) hasta las orillas de la afirmación práctica libre, consciente y por ende responsable, sublimando así el espíritu por medio de la cultura como palimpsesto infinito. Es precisamente por ello por lo que nombramos a este proyecto de la manera que lo hacemos, haciendo referencia a la prioridad de pensar el acontecimiento desde una perspectiva ontológica, declinando así numerosos títulos alternativos posibles. Centramos nuestra atención en el camino, no como objeto sino como verbo, acción de caminar trascendentalmente juntos (inmanencia), regenerando en la práctica lo que de corrupto hay en las ideas humanas como razón pura. Partimos de una perspectiva apocalíptica de nuestros tiempos tecnocráticos; ya otro mundo no es posible sino súbitamente necesario, pues el miedo de otras épocas fue no ser esclavos, pero la amenaza actual interpela a convertirnos en

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robots.

"Porque el ámbito del bien ontológico y la verdad ontológica no pertenece ni al poder de los dioses poderosos ni de los hombres poderosos, sino a la anterioridad ontológica del ser-pensar y el deseo racional de lo otro divino, cuya presencia simbólico-racional declina la ontología del límite a través de las epifanías vivas de todos los seres y sus sistemas hasta llegar a la absoluta obscuridad de una luz cegadora, aquella en que arde de amor el extasiado. (...) Por eso no son el mismo el bien ontológico y el bien moral, ni son la misma verdad, ni son la misma la verdad ontológica y la verdad lógica, ni la justicia ni la belleza ontológicas son morales, antropológicas ni universalizables. No son relativas ni globales porque son superiores a los conceptos: son acciones ontológicas excelentes y posibilitantes".(El nacimiento de la filosofía en grecia, Teresa Oñate).

Para ello se construye Aletheia, Ontología Hermenéutica Unificada, una ontología basada en el acontecimiento teológico (acontecer del ser en el ente) que sirva de soporte a una modalidad hermenéutica de ser y comprender, formalidad materializada flexiblemente desde el vacío de la nada y sus posibilidades de ser, adjetivándola de unificada por su carácter científico, fortaleciendo la abierta univocidad construida en el afecto al conocimiento cuántico de la Física contemporánea. Este "tratado" de filosofía pudiera suponer la primera piedra del último libro de "Filosofía" (supuestamente objetiva, pensamiento del fundamento), filosofía mítica en su transición al pensamiento científico y crítico. Para ello resulta imprescindible, por un lado, confirmar el excelente status que concedemos a la mecánica cuántica como filosofía científica de primer nivel; por otro confirmar que ello nos brinda una excelente oportunidad, pues ilumina el camino hacia la posibilidad de una ontología unificada desde la filosofía comparada y no desde el objetivismo de la razón pura como metafísica (la muerte del cogito), teniendo como referencia el campo unificado cuántico que está construyendo la ciencia (tras descubrir el bosón de Higgs "sólo falta" el gravitón). Por último trataremos de superar el relativismo postmoderno y su posibilidad de un nihilismo positivo, comprendiendo el "debolismo" de Gianni Vattimo (y lo laureado de su persona desde el stablishment académico) como el fracaso de la razón en conjunto (de las razones "malas" y también de las "buenas"). Podemos decir que la postmodernidad, en sus "estertores filosóficos", arrastra con todo lo afirmativo ontológico de la Ilustración. Por supuesto que los metarelatos han muerto, y se agradece, pero el ser humano está perdido diciendo Adiós a la verdad (*en referencia al texto de Gianni Vattimo). Hemos pasado del fundamento absoluto de la metafísica al no-fundamento absoluto del narciso postmoderno. La Ilustración, metafísicamente interpretada, supone la muerte de Dios pero proclama la aparición de la Razón como nuevo fundamento absoluto. La postmodernidad nos ayuda mucho y supone un avance cognitivo, pero no podemos desechar nuestras orientaciones teológicas, menos aún fundar una moral desde el no-fundamento absoluto del relativismo contemporáneo. Desde Aletheia se reconoce una verdad lógica y una verdad ontológica, pero no se aprecia una dicotomía transversal a la verdad. La verdad existe, la intuyo, la pienso, y además me conmueve.

"La gran tarea que la política parece tener por delante y a la cual la filosofía puede y debe ayudar a pensar, es la conformación de una nueva esfera pública como un auténtico espacio simbólico pluralista y disonante, capaz de operar una radical reconversión de la lógica del conflicto a través de la confrontación de universales de valor existencialmente vivividos y filtrados por la experiencia de los sujetos y los grupos humanos. Este modo de vinculacón de las identidades a partir del descubrimiento de su mismo carácter relacional y contingente en un espacio simbólico, donde valores distintos y hasta inconmensurables, puedan superar su dura apariencia de esquemas cerrados y ser comparados, favoreciendo incluso la posibilidad de una contaminación fecunda entre ellos, es acaso la única manera de evitar que el trágico conflicto de valores que llega a ser dramático en ocasiones, pueda degenerar en una violencia auto-destructiva".(Ontología del declinar: diálogos con la hermenéutica nihilista de Gianni Vattimo A parte rei).

Por un lado recomiendo profundizar en el conocimiento cuántico de la Ciencia contemporánea, repasando explicaciones sobre el bosón de Higgs. Esta particula (para mí divina) explica el origen de la masa, por lo que niega de un plomazo la existencia extrínseca de fundamento (Dios teísta). Además es una auto-creación de materia, la materia está ahi, pero se transforma en sus interacciones con dicho bosón, lo que niega una creación de la materia ex-nihilo (aparición súbita de la nada). Además profundiza y aporta nuevos elementos a la teoría de campo unificado,

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acercando un poco más la mecánica cuántica a la superación del paradigma de Einstein y su relatividad, y superando por ende a la termodinámica como paradigma de lo macro (nos vale pero no explica el nivel cuántico). "Sólo queda" encontrar el gravitón como elemento cuántico que explica la fragilidad de la gravedad. Un profesor que ha participado afirma que nada dice la ciencia sobre la filosofía, y razón lleva: nunca la descripción del ente nos habla del ser del ente. Pero que nada diga la ciencia a la filosofía no significa que la filosofía no deba escuchar la ciencia. La ciencia si nos dice lo que no puede ser pensado. La ciencia no puede afirmar la filosofía pero sí puede negarla. Ahí la crisis filosófica contemporánea: la ciencia ha superado el paradigma filosófico de los fundamentalismos absolutos, y además niega el paradigma postmoderno del no-fundamento. La ciencia contemporánea va en estos momentos por delante de la filosofía, y eso está creando falta de respuesta ante el caos axiológico que sigue provocando la metafísica, ahora más que nunca. La mecánica cuántica es más que simple física, pues incorpora obligatoriamente a la filosofía como orientación científica. En estos momentos sabemos que Dios (fundamento extrínseco) no puede existir, y además sabemos que lo real como verdad apunta a una auto-fundamentación débil (no mecánica) de la existencia (el bosón de Higgs, además de aportar masa, adquiere masa él mismo!). Y además la posibilidad de un campo cuántico que unifique el universo debe orientar a la filosofía hacia una ontología fundamental no basada en el absoluto sino en la posibilidad teleonómica (cultural, ni mecánica ni teleológica). Es ahí donde aparece aletheia como afirmación ontológica de la posibilidad trascendental-inmanente de que el espíritu no sea una parcialidad del todo (Dios metafísico) sino el todo en sí mismo (inseparabilidad de la materia respecto de la energía).

"El objetivo de la interacción de las filosofías debería ser desarrollar un sistema intelectual comprensivo en el cual todos los elementos de nuestra total experiencia sean entrelazados, en el cual sea generado un patrón consistente y a pesar de todo abierto e inclusivo, en el cual lo que parece foráneo se establezca dentro de un todo o ser omniinclusivo, sin desarraigarlo de lo que pueda ser su espacio ontológico y psico-cultural; el fin último de semejante esfuerzo es comprender el ser y las formas de su auto-expresión, incluyendo el fenómeno humano."(Filosofías en interacción: la posibilidad de una ontología unificada, Ramakant Sinari).

Hemos localizado una de las problemáticas principales: las relaciones entre verdad y fenómeno, que refieren en sí mismo a la relación entre ser y verdad, o entre ser y ser del ente que somos y que son. Evidentemente nos preguntamos también por la realidad, o mejor dicho por lo real. Para ello intentamos reciclar lo que queda de la ilustración y lo que de nuevo y valido tiene la post-modernidad, limando las asperezas que puedan generar violencia ideológica y construyendo la moral a través de una genuína ontología hermenéutica, refrescada por lo que de medicina anti-metafísica tienen las sabidurías antiguas y sus culturas animistas, las cuales aún en pleno siglo XXI somos incapaces de comprender gracias a la opacidad del materialismo intelectual que nos imponen nuestros "iluminados" responsables. Identificamos como una de las mayores incomprensiones de nuestra cultura la turbia relación que subyace al conflicto histórico entre las diferentes racionalidades, evidenciando la aporética visión de la metafísica en relación al necesariamente supuesto fundamento, ente por el cual se lucha por implantar un fascismo globalizado, generando un lógico "conflicto de civilizaciones metafísicas". Por ello nos sentimos obligados a incorporar la posibilidad del no-fundamento del ser o del ente, y la posibilidad del ser (en su relación dialéctica con la nada) como anti-fundamento (fundamento anti-absolutista), que representa la postura de nuestra interpretación. En ello nos detendremos con suficiente tiempo y en su momento adecuado, en su tempo todo encuentra su camino. De momento abrimos el horizonte para ventilar el pensamiento, para poder caracterizar al fundamento desde su intrínseca diversidad: fundamento ontológico, teológico, epistemológico, y por último fundamento lógico, el cual identificamos con la metafísica y su imposibilidad científica. Comenzamos a contemplar una comprensión inversa a la metafísica tradicional, vislumbrando un ser contradictorio, tan contradictorio como puede serlo el fundamento ontológico o el principio de anarquía. Nos acompaña el Yin-Yan, nos abrazamos a la ley del cambio, gozamos lo artístico de una moralidad inmoral que nos ayude a luchar contra los impedimentos ideológicos que nos oprimen desde dentro y nos reprimen desde fuera.

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Algo nuevo está en vías de empezaralgo de lo que no vemos más que un ligero trazo de luzen el bajo horizonte... (Michel Foucault)

Me pregunto... ¿es posible estudiar el ser al margen del ente? De momento sólo puedo responder ambiguamente: vamos a estudiar el ser al margen del ente pero desde/a través de éste. Rechazamos los extremos metafísicos del fundamento lógico y del no-fundamento absoluto, afirmando nuevamente la ontología cuántica de las posibilidades. En este motivante camino disponemos de la filosofía, que representa la síntesis únicamente superable por la acción estética, por el carácter poético de lo artístico, por la cultura y no por el resultado objetivo. Lucifer representa la apotheosis de la filosofía no como ontología fundamental sino como ontologías regionales. La filosofía es anti-metafísica porque es pro-poética, porque no se queda embelesada en el absoluto, sino que camina constantemente en lo regional, en lo bueno de la postmodernidad, en Nietzsche, en Hartmann, en Derrida, en Deleuze, en lo ex-céntrico en general; ni nacemos en el concepto ni morimos en él; por ello el juego, la risa y la burla serán nuestra venganza.

"Conozco mi suerte. Alguna vez irá unido a mi nombre el recuerdo de algo monstruoso, de una crisis como jamás la hubo antes en la Tierra, de la más profunda colisión de conciencias, de una decisión tomada, mediante un conjuro, contra todo lo que hasta este momento se ha creído, exigido, santificado. Yo no soy un hombre, soy dinamita. Y a pesar de todo esto, nada hay en mí de fundador de una religión; las religiones son asuntos de la plebe, yo siento la necesidad de lavarme las manos después de haber estado en contacto con personas religiosas. No quiero «creyentes», pienso que soy demasiado maligno para creer en mí mismo, no hablo jamás a las masas. Tengo un miedo espantoso de que algún día se me declare santo; se adivinará la razón por la que yo publico este libro antes, tiende a evitar que se cometan abusos conmigo. No quiero ser un santo, antes prefiero ser un bufón. Quizá sea yo un bufón. Y a pesar de ello, o mejor, no a pesar de ello –puesto que nada ha habido hasta ahora más embustero que los santos–, la verdad habla en mí. Pero mi verdad es terrible: pues hasta ahora se ha venido llamando verdad a la mentira. Transvaloración de todos los valores: ésta es mi fórmula para designar un acto de suprema autognosis de la humanidad, acto que en mí se ha hecho carne y genio".(Ecce Homo, Nietzsche).

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PARTE I: ALETHEIA Y LA FILOSOFÍA

A) INTRODUCCIÓN AL PROYECTO ALETHEIA

1. PRESENTACIÓN DE LOS POSTULADOS EPISTEMOLÓGICOS.

Comenzamos presentando los postulados epistemológicos de los que parte nuestra investigación, llevando a cabo una leve introducción de los objetivos generales y matizando la metodología construida a lo largo del proyecto.

Definimos el proyecto como una actualización sistemática y cualitativa del conocimiento filosófico existente, intentando posibilitar una comprensión científico-simbólica de las principales cuestiones filosóficas, centrándonos en la diferencia ontológica, en el estudio del ser al margen del ente, y en las respectivas implicaciones consecuentes sobre nuestras concepciones acerca de la realidad. Esta investigación trata de proseguir los estudios de la tradición filosófica occidental, especializándonos en la tarea de esclarecer el qué, cómo y por qué de un fundamento para la existencia, abriéndonos a la posibilidad de un no-fundamento radical; para ello interpretamos la posibilidad de una relación simbiótica entre las verdades lógica y ontológica. De esta manera podemos llevar a cabo lo que supondría una reconstrucción de la filosofía de la naturaleza, apoyándola en una ontología asentada sobre el conocimiento epistemológico. Embarcando en el pensamiento postmetafísico estamos en condiciones de confeccionar una adecuada crítica histórica de nuestras culturas particulares y nuestras Culturas "civilizadas", poniendo atención en los mensajes embotellados que llegan desde los mares "trágicos" del vacío y la nada.

Para ello disponemos de varias herramientas; con éstas hemos conformado también algunas convicciones leves. Por el momento aporto un conocimiento básico pero de calidad, necesario para adentrarnos en cuestiones filosóficas, suficiente para simplemente poder encarar las dificultades que nos propone el estudio analítico de la diferencia ontológica entre ser y ente. Todxs somos muy ignorantes; lo que ocurre es que no todxs ignoramos las mismas cosas (Einstein). Nos apoyamos en amplias y flexibles comprensiones, sólo sabemos que no sabemos nada (Sócrates). Estamos seguros de ansiar una óptima capacidad crítica y reflexiva, especialmente frente a postulados metafísicos como el antropocentrismo, el endocentrismo o el etnocentrismo. Como hemos avanzado antes, considero necesario trabajar en la realización de la epohé como suspensión temporal de los juicios de valor, para ir construyendo lo que pudieramos considerar como un pre-juicio positivo (Gadamer). "No podemos plantar vinos nuevos sobre odres viejas".

Abrazamos la hermenéutica como analítica circular basada en la sincronía del pensamiento consciente, no olvidando nunca que todos los fenómenos espirituales se anclan en un determinado contexto anímico y material. Ante dudas y tempestades recurrimos con todo derecho a la intuición silenciosa, preponderando la verdad unitaria sobre la diversidad de los métodos empleados. Meditamos, tratamos de vaciar la mente y oxigenar la razón pura, no para ventilarla y reconstruirla sino para que se pudra, para que se deteriore y pierda el mayor vigor posible, tratando de entender y así transformar nuestra realidad cotidiana (Krishnamurti) desde el intercambio dialógico que nos posibilita una cultura libre, razonable, flexible, consciente, responsable, autónoma. Entonamos nuestra responsabilidad y nuestra libertad frente a las interacciones con la Naturaleza y con nuestra naturaleza común. No rechazamos nuestras limitaciones, tampoco las enaltecemos, pero nos apoyamos en ellas para seguir creciendo, convencidos de la inherente posibilidad dionisiaca de trascendencia psíquica-inmanente del fenomenismo lógico de la razón pura como estaticidad mental. Así podemos enlazar simbiosis cognoscitivas entre los diferentes saberes empíricos, científicos y artísticos, encuadrando la inteligencia como la capacidad de adecuar los medios a los fines (Hartmann), y en última instancia fusionar e indiferenciar entre éstos y aquellos. De importancia vital será comprender la importancia de la acción expresiva respecto del canon dialógico que impone la existencia colectiva, enfatizando los fenómenos de comunicación intersubjetiva frente a los resultados objetivos producidos por éstas,

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afirmando siempre el ser como cultura-proceso. Nos hacemos eco de que apresar profundamente la dificultad es lo difícil (Wittgenstein), por lo que no dudamos en mostrar las limitaciones del proyecto, siempre enmarcado dentro de las ambiciosas aspiraciones que nos proponemos, reconociendo siempre la necesidad de profundizar temáticamente mientras especializamos nuestra formación interdisciplinar, enfocando la filosofía como una "especialización en lo general", como una metodología atractiva para aprehender a señalar la Luna con y desde todo nuestro encanto.

¡Ya no estamos indignadxs, somos pequeñas bombas de odio! Tenemos el corazón en un puño, vivimos la angustia de la sin-razón fascista y la consecuente resignación nihilista de la población ignorante que la sufre, sufrimos la cotidianeidad metafísica, pero no perdemos la ilusión por encontrar las claves para una vida virtuosa colectiva en conexión con la naturaleza. No nos conformamos con encontrar dichas claves, pues Culturas anteriores ya nos dieron muchas pistas: lo necesario ahora es crear la bio-energía suficiente para ponerlas de nuevo en valor. Para la transformación de la Cultura necesitamos de la transformación personal, de la transformación de nuestra cultura particular, de nuestra forma de ser y hacer, la del ser-ahí, sin abandonar las prácticas políticas que forjan la Cultura del grupo para ser-en-el-mundo de una manera más placentera moralmente. Nos nutrimos de teorías eclécticas que funden el estatuto científico de la ontología sobre pilares seguros, "absolutos abiertos y flexibles, absolutos débiles y contradictorios", posibilitando la construcción armoniosa de las ontologías regionales (teología) desde una perspectiva netamente antimetafísica, vislumbrando la ansiosa tarea de iluminar la oscuridad que enreda las ciencias vitales en estos tiempos de ignorancia y odio.

No vamos mal encaminados y así lo atestigua la mecánica cuántica. Impera la prioridad de regenerar la conciencia humana mediante comprensiones ontológicas de la realidad en que vivimos, interpretando de manera ontológica las sensaciones de lo real y el trasfondo vacío que se abisma cuando nos asomamos al pozo de nuestra libertad. No se impone el Derecho como "socialización metafísica de la violencia", sino el derecho/responsabilidad de anclar epistemológicamente los derechos vitales respecto de las posibilidades que nos ofrece naturaleza divina. El misticismo no existe, sólo existen la luz y la oscuridad como caminos que se cruzan. No los desenredemos, aventurémonos sin miedo. Lo que si existe es la ignorancia, lo no conocido aún, se expresa en diferentes niveles, siempre está ahí, en mayor o menor medida, te persigue, hay que luchar consigo mismo si nos alcanza.

(La metafísica) "Necesita terminar su andadura trasladando la causalidad del sujeto agente potencial y productor de las síntesis imaginarias técnicas y políticas, al campo mismo de la physis, desembocando en el macro-mito genésico como fundamento del racionalismo tecnocrático, y marco de sentido de la racionalidad epistémica, subordinada al mito".(El nacimiento de la filosofía en grecia, Teresa Oñate).

Obvio que necesitamos analizar a fondo el conflicto de racionalidades que vive el ser humano: presupuesto del FMI, 70% armamento 10% Cultura. Tenemos el horizonte de comprender la crisis axiológica en que vive el mundo, lleno de genocidio, lleno de autocracias teocráticas absorbidas por el Poder-Dinero. La barbarie sigue como una ola transformándose y adaptándose sobre sí, con tintes ya de ecofascismo planificado, y con más peligro aún pues recoge los frutos de un dominio domesticador que cumple ya más de 20 siglos. Necesitamos reorientar la praxis humana por medio de la deconstrucción del pensamiento, deconstrucción de la conciencia metafísica, deconstrucción de la nefasta cultura consecuente y de su falsa conciencia (cogito). Tenemos un apoyo fraternal en las sabidurías antiguas y sus Culturas ontológicas, de tradición animista, que nos conmueven hacia una progresiva radicalización de nuestra naturaleza como lo absolutamente otro también aquí-ahora.

Hemos elegido 3 postulados elementales en los que apoyarnos de primera mano, intentando relajar la guardia de la defensa enemiga, ese formalismo positivista que sólo vive y crece en un precario desarrollismo empírico. Estos postulados epistemológicos epresentan para mí el amplio horizonte de las posibilidades, de la suma, del complemento, de lo que quiere ser-vacío, la nada en perfección. Estos postulados, como una digna trinidad, facilitarán la comprensión de las múltiples triadas en las que se descompone nuestro mundo simbólico, referenciando símbolos

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como la estrella de David (Rosenzweig), el yin-yan u otros como la obra "hombre de Vitrubio" (*Da Vinci). El caso es que nos decantamos por la posibilidad de comprender la jerarquía de la realidad por medio de símbolos, aceptando una ley universal como madre de las oposiciones naturales existentes, una doble determinación como auto-determinación del kosmos sobre sí mismo (hilozoísmo). En la mesa tenemos la posibilidad del fundamento, del no-fundamento y la del ser como anti-fundamento; pero también tenemos otras muchas triadas que forman parte de la estructura primaria: cuerpo-mente-conciencia, ser-dialéctica-ente, mecanicismo-teleología-teleonomía, gnoseología-cognición-cognoscitividad, alma-espíritu y ser-aquí-ahora. Todo necesita ser desgranado poco a poco, rumiado en la siesta, no sin antes comprender la radicalidad del planteamiento que nos proponemos, en pos de esclarecer enigmas clave como pueden ser los vínculos que relacionan existencia y libertad.

En la construcción poliédrica de nuestro mundo simbólico queremos interpretar el círculo con los hechos, los fenómenos y las interpretaciones, que a su vez representan los principios del mecanicismo como circularidad primaria. Relacionamos el triángulo con el desarrollo lineal del espíritu-mente, contrapuesto a la espiral que supone la evolución consciente por medio de la cultura, representada en este caso por medio del cuadrado como ciencia, filosofía, Arte y Religión. De momento sólo sobran pre-juicios, y aquí-ahora vamos a construir los nuestros de manera colectiva, poniendo el conocimiento científico al servicio de una óptima y gozosa emancipación libertaria. Ahora, sin prisa y con calma, vayámonos adentrándonos en el barro midiendo cautelosamente nuestro voluntario caminar.

1.1. Hechos, fenómenos e interpretaciones.

Primeramente evidenciamos que es posible el conocimiento científico, pues existe periodicidad en la Naturaleza. Pero ahora toca preguntarnos por los postulados epistemológicos de los que partimos; es decir, dando por evidente el conocimiento aunque sea mínimamente parcial de algo que es, nos preguntamos como recibimos y estructuramos el conocimiento actual, el que tenemos ahora mismo, conocimiento del que parte nuestra investigación. En una primera división básica hablamos de niveles mediante los cuales estructuramos lo que llamamos conocimiento, desde la existencia concreta hasta la abstracción simbólica que posibilita el raciocinio humano y el estatuto científico de la lógica. Estos niveles ayudan a presentar el estudio de los principios del conocimiento, que serán desarrollados ampliamente en sus apartados correspondientes. Toca comenzar por el punto de partida epistemológico básico, del cual argumentamos su desarrollo pero del que lógicamente sólo podemos apuntar en resumidas cuentas, complementando su cientificidad a lo largo del proyecto. Comenzamos a introducirnos en nuestra forma de relacionarnos con el conocimiento y sus posibilidades, inclusive la de cuestionarmos su propia existencia, la del conocimiento mismo (no-fundamento absoluto). Hemos elegido 3 niveles conceptuales cuasi sociológicos: hablamos de hechos (físico-químicos), de fenómenos (de conciencia) y de interpretaciones (razón, tendencia a la objetivización del conocimiento). También pudieramos relacionarlos matizadamente con los niveles lacanianos de lo real, lo imaginario y lo simbólico, lo que a su misma vez nos ayudará a poder vislumbrar la realidad como "fraccionalidad porcentual", ampliando la perspectiva de las dialécticas metafísicas, y sin caer en psicosis paranoides de que todo es número. Si aún estamos con ello recomiendo la crítica aristotélica a los pitagóricos, aparece en su libro mal llamado "Metafísica".

Definimos hecho empírico como el fenómeno físico-químico de transformación material que se produce en un espacio-tiempo. Por ejemplo, el compost es producido gracias a determinadas reacciones químicas que se dan en la materia bajo ciertas condiciones físicas. Lo que se produce y escapa a la conceptualización es un hecho empírico. Debe quedar claro que lo no conceptualizable no lo es por imposibilidad de abarcar cuantitativamente sino por imposibilidad de ontizar cualitativamente lo no ontizable, lo que conformaría el patrimonio del ser y la nada. Este primer nivel será relacionado con todos los primeros niveles de las triadas cognoscitivas que vamos a crear, como la gnoseología respecto de la cognición (fenómenos de conciencia) o la cognoscitividad (interpretación). El hecho empírico representa el movimiento de todo lo que es. Vamos a comprender en su apartado correspondiente que el

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espacio y el tiempo son nociones impuestas por el sujeto (Kant, Bergson, Deleuze), lo cual es confirmado por el principio cuántico de incertidumbre de Heisenberg: imposibilidad de medir objetivamente el espacio y el tiempo en el mismo momento, se adquiere siempre al menos con un margen de error determinado, margen que representa el segmento de incertidumbre del espacio-tiempo, representación filosófica de una cierta "nada" como trasfondo (no olvidemos que las partículas tienen más vacío que "materia").

Definimos fenómeno de conciencia como síntesis mental que se aparece a la conciencia en forma de imágenes simples, relacionándose con el subconsciente, o haciéndonos eco de Guattari, con esa regionalidad de la conciencia que escapa a la mediatez, atendiendo a la influencia que ejercen las determinaciones mental sobre dicha región. Como hemos dicho, podemos relacionar los fenómenos a la cognición, atribuyéndole un estatuto apriorístico de logos que desarrollaremos más adelante, explicando ampliamente el proceso por el cual la mente ontiza las sensaciones que le llegan de los sentidos, tratando de independizar unas de otras, dando carácter óntico a la sensación bajo un determinado formato mental, lo cual afirmamos ya como inmanente pero no como absoluto (las ontizaciones mentales apriorísticas son parte de los procesos naturales del pensamiento). Los fenómenos de conciencia son fenómenos simples, y las interpretaciones no serían más que una complejización y puesta de en relación de los diferentes fenómenos simples que manejamos.

Por ello definimos interpretación como fenómeno complejo de conciencia formado a partir de imágenes mentales (fenómenos simples), nueva síntesis cognoscitiva (tendencia a la objetivización) como resultado del carácter ontológico de la sensorialidad (gnoseología) por medio de la cultura de la conciencia (fenómeno simple). No se produce algo, sino que se asimila, se suma cualitativamente. Las interpretaciones no son objetos sino herramientas, no son fines en sí sino medios teóricos que muestran la capacidad lógico-racional del ser humano como voluntad exegética, voluntad para la comprensión del ser como símbolo "oculto" de la naturaleza. La postmodernidad entiende metafísicamente el "no hay hechos sino interpretaciones", llevando el absoluto al otro extremo, al que niega la verdad. Ontológicamente dicha interpretación filosófica de los principios del conocimiento refiere a que el conocimiento es medio y no fin, por lo que no puede nunca conformar el absoluto. Y desde una perspectiva más radical pudiéramos comprender que los primeros principios del kosmos (lo que para mí conforma una especie de "multi-absoluto" que representa la nada y sus relaciones con el ser) no pueden ser aprehendidos por el concepto (interpretación), ejerciendo una crítica radical de la propedéutica científica, pues no niega su posibilidad material sino su posibilidad formal: nos impide recaer de nuevo en el absoluto abstracto y teleológico que orienta todos los fenómenos de este mundo hacia un mismo destino. Aunque Nietzsche afirme que "tener experiencias es fabular" no niega el conocimiento científico, sino su pretensión de absolutismo formal. Nietzsche no niega la ciencia simplemente porque sus primeros principios se asientan sobre la unidad de todo lo que es, lo que evidentemente no puede recaer sobre el azar.

Estos niveles de conocimiento interactúan dialécticamente (la dialéctica no son 2 elementos sino 3, proceso en el cual el 3º se identifica con el 1º impidiendo la estaticidad y determinando un movimiento continuo). La dialéctica pone en relación a los participantes mediante sus recíprocas determinaciones, suponiendo una cierta autonomía elemental que posibilita un análisis más especializado, más concreto, interdependiente, pero sobre todo englobándolas dentro de un proceso de circularidad hermenéutica (modal) de la naturaleza (relación nada-ser-nada como dialéctica primaria, aportación capital de este proyecto que merece atención). Sin perdernos en nuestro placentero paseo por el conocimiento y siguiendo al trote, podríamos reconocer cognoscitivamente una dialéctica primaria como hecho: física-química-física como representación de la energía-materia-energía; una dialéctica apriorística como fenómeno: fenómeno-hecho-fenómeno; y una dialéctica lógico-racional (reflexión comprensiva) como interpretación: interpretación-fenómeno-interpretación. Esto pudiera determinar una dialéctica general desde una perspectiva metafísica, atribuyéndole al carácter teórico una cierta jerarquía teleológica. Pero lógicamente no habría fundamento para la evolución, la cual es posibilitada únicamente gracias al carácter contradictorio de las síntesis existentes, lo que

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nos obliga a postular la supremacía contradictoria de los fenómenos simples sobre los fenómenos complejos (interpretación racional), y primariamente dictaríamos la supremacía de los hechos por encima de los fenómenos particulares y las interpretaciones colectivas. Hecho-fenómeno-interpretación muestra que la llegada y la partida se identifican, por lo que partiendo de la conciencia del cogito sería interpretación-fenómeno-hecho. ¿Qué es lo que no cuadra? Que el hecho empírico habita la diferencia ontológica y es inalcanzable desde la mente y la razón, por lo que la única dialéctica posible respecto del conocimiento sería fenómeno-interpretación-fenómeno, entendiendo fenómeno como la aprehensión del hecho por parte de la mente, lo que abre la posibilidad de trabajar las posibilidades mentales con vista a la ampliación del flujo sensorial posible, y así posibilitar un desarrollo evolutivo ilimitado gracias a la supremacía contradictoria del mundo sensorial sobre la síntesis temporal que supone la racionalidad y la mente como su herramienta. Volvemos a fenómenos cuánticos que confirman dichas posibilidades: la teoría del color de Goethe, relacionando percepción subjetiva y creación de imagen mental, reafirmando "el espíritu crea el mundo" de Budha, o el "todo depende del observador" de Einstein. Es imprescindible guardar la calma y no acelerar el paso, pues se requiere de mucha paciencia para auto-construir caminos, obviando que lo fácil es negar nuestra responsabilidad y lo cómodo es transitar los límites que los demás han creado. ¿Estamos todxs? Seguimos...

Este postulado implica principalmente que para nosotrxs la realidad no comienza en la naturaleza (innatismo metafísico) sino en la Naturaleza (cultura), apoyándonos en las comprensiones husserlianas de que la conciencia siempre es conciencia de algo. Gracias a ello podemos negar el antropomorfismo lógico de la metafísica y la moral vegetativa que nos propone. Con esto comenzamos alimentando las concepciones sartreanas de que la conciencia sería más bien la nada y no algo concreto (conSciencia). Rechazamos aquí-ahora la dialéctica platónico-hegeliana que nos lleva a la síntesis absoluta, comenzando a apostar un absoluto temporal, contradictorio, fléxible, débil, frágil, compartido, militante, vital. Así abrimos nuevas vías de ser y hacer, de pensar, vías para detenernos y reflexionar, para sentir. Así vivimos plenamente, aunque pronto necesitaremos afirmarnos a través de la muerte como posibilidad.

1.2. Desarrollo evolutivo del pensamiento.

Reconozco la delicadeza de este postulado y no rechazo la especial aversión que se le puede aplicar desde la ontología más crítica, por lo que pido una especial epohé. Por otro lado es obvio no sólo su carácter necesario sino que evidenciamos su existencia, la cual es innegable. Por medio de esta conceptualización recogemos el carácter ascendente del desarrollo evolutivo particular del ser humano, o al menos identificamos la teleología espiritual con la tendencia hacia el conocimiento. Reconocemos parcialmente la existencia humana como teleológica, no sólo por su biología sino también por su cognoscitividad cultural. Quiero acordarme así de la triada aristotélica potencia, forma, acto. Estamos reconociendo que hay algo en el ser humano que huele a síntesis, algo que puede apestar hegelianamente, pero siempre es bueno comprobar si los malos olores están alrededor o más bien en nuestra nariz. Si la interpretación representa la síntesis racional, lógicamente el espíritu (como particularidad) representa una especie de síntesis cognoscitiva. Ello nos ayuda a ir vislumbrando un concepto de espíritu no como contradicción que termina disolviéndose en la síntesis del absoluto, sino más bien como una síntesis superable por medio de la dialogía comunicativa que posibilita la interpretación, la cual siempre es y será más contradictoria que el propio espíritu.

De Hegel nos valen muchísimos apuntes, es uno de los mejores conocedores de la teología como sustancia. Sin adelantarnos en exceso ya podemos ir dibujando al ser no como la síntesis de las contradicciones (metafísica) sino las contradicciones de la síntesis (ontología). Comenzamos a postular un absoluto contradictorio, no dogmático, que ofrece amplias posibilidades evolutivas, y que podemos ir relacionando con la nada, el ser y la dialéctica, pero que por ahora se vela confuso. Por el momento nos vale con reconocer la evolución histórico-cultural del sujeto, fundamentada en la simple evidencia de nuestra forma biológica y en que existen ascensiones cognitivas de carácter teleológico que podemos identificar con la gradualidad porcentual e identidad frente a las posibilidades del ser.

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Debemos acordarnos de la suspensión del juicio que requieren ciertas investigaciones. Aún ignoramos las relaciones entre los conceptos que estamos empezando a crear, pero poco a poco se irán desenredando gracias a nuestro delicado trabajo. Una buena disposición sería tener limpia la habitación antes de meter los muebles. Comprendemos al espíritu como linealidad, y también reconocemos cierta linealidad en la conciencia, por lo que comienzan su aparición las preguntas sobre el espíritu y la conciencia, y la teleología en sí misma, las cuales serán ampliamente trabajadas en apartados posteriores. Por el momento apuntamos que la linealidad espiritual se representa como mente particular, como una materialidad que se trabaja y evoluciona, como un intentar tener el hacha afilado, olvidando el resultado de los cortes; al igual que el resultado de esta investigación, que no puede estar al margen de una fuerte capacidad crítica y auto-crítica. Tampoco hemos identificado la parcialidad teleológica del espíritu con un desarrollo social determinado, sino más bien estaríamos por algo intermedio: los individuos afectan al grupo pero el grupo también afecta al individuo, que puede detener su evolución consciente sin que por ello suponga un descenso comprensivo de la conciencia. Por ejemplo, un estadio depresivo puede ser preámbulo de despegue espiritual y no tiene por qué interpretarse como un retroceso. Tampoco rechazamos la posibilidad de que una persona, dentro de una etapa determinada de su vida, pueda desarrollar una moral inadecuada a su naturaleza muy por encima del cultivo de las virtudes, siempre que entendamos las etapas dentro de un proceso general más amplio de emancipación por medio del conocimiento de la verdad. El capitalismo desarrolla los bajos instintos más que el intelecto, y mediante la cultura puede llegar a domeñar la conciencia particular y también la colectiva, desembarcando en lo que entendemos como nihilismo. Por todo ello y más afirmo que no es posible fundamentar una teleología universal del ser humano, lo que no impide reconocer cierta teleolología dentro de una Cultura determinada. Desde la ontología tratamos de trabajar la idea de unidad desde lo inmaterial, rechazando las jerarquías que proponen una hipóstasis general del fenomenismo cultural.

Gracias a Nicolai Hartmann y al concepto de teleonomía desarrollado por Jaques Monod podemos comprobar que es posible superar la concepción absolutista de la teleología sin desecharla, posibilitando la libertad desde la cultura como movimiento fenoménico de transformación; de momento contemplamos cierta autonomía elemental en dichas determinaciones. Interpretamos la cultura como la negación de una teleología universal absoluta, lo que tampoco implica el rechazo a una teleología universal flexible, interpretada, dialógico, comunicativa, orientativa, la cual lógicamente tendría determianciones modales y no fenoménico-materiales. Evidenciamos que hay sujetos más avazados que otros, y también afirmamos por consecuencia que existen Culturas más avanzadas que otras, al menos en aspectos concretos; y lo más importante es su contingencia histórica, posibilitando también que lo pretérito pueda ser más avanzado en cualquier aspecto que la contemporaneidad ulterior. Mucho conocimiento teórico no equivale a una buena práctica; la Cultura judeo-cristiana lo demuestra, pues pese a su conocimiento teórico sobre física, química, matemáticas o biología no consigue transformarlo en sabiduría práctica, chocando siempre con las mismas piedras, y optando por negar los obstáculos en vez de enfrentarlos con las herramientas que ahora disponemos. Dentro de una Cultura siempre nos toparemos con la contradicción que suponen los fenómenos culturales. Es por ello que debemos considerar como errónea la suposición que interpreta la muerte de una determinada Cultura debido a la aparición de una nueva Cultura emergente, sino que interpretamos que todas las Culturas mueren por el efecto de auto-asfixia, por propia corrupción, abatida por las contradicciones culturales que alberga en su interior, y no como consecuencia del fenomenismo externo.

Estamos interpretando ya el espíritu como una moneda que tiene dos caras: una óntico, relacionada con la mente como conciencia; otra ontológica, relacionando la sensorialidad con la consciencia. Evidenciamos la linealidad ascendente de la conciencia como conocimiento, reconocemos que tiene una parte óntica (espíritu) que aumenta cada día; es por ello que identificamos los niveles de conciencia como niveles espirituales. Es obvio que la consciencia es ascendente y nunca descendente (nunca tenemos menos consciencia que ayer); simplemente nos estancamos en segmentos evolutivos con múltiples posibles a desarrollar, caminos que no siempre llegan a buen puerto. La linealidad posibilita que haya Culturas más avanzadas que otras, podemos comprobarlo en la actualidad. La transformación de

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la conciencia no se produce en el fenómeno de la Cultura (conquista material del conocimiento teórico) sino mediante el fenómeno de la cultura (aplicación práctica de dichos conocimientos). Todo ello nos lleva a comprender que el avance de la conciencia, ya sea particular o colectiva, tiene carácter cualitativo y no cuantitativo, produciéndose en los niveles trascendentales e inmanentes del sujeto. Con esto sigue emergiendo la necesidad de reconceptualizar conceptos clave como conciencia, espíritu, ser, etc. El carácter cualitativo de la cognición (fenómeno) prevalece sobre la acumulación cognoscitiva (interpretación). No hay sociedad más mítica (dogmática) y mística (ignorante) como la Metafísica en su esplendor actual, puro fascismo, ignorancia como materialismo intelectual. Adelantamos que desde la ontología se entiende la metafísica como una "enfermedad o afección mental producida por falacias lógicas del pensamiento". Entre las muchas comprensiones paradójicas de la metafísica encontramos la teleología universal, que supone la negación de la cultura, de los niveles de conciencia e incluso de la propia transformación personal. Es por ello que este proyecto basa parte de su esfuerzo en la prioritaria deconstrucción de la conciencia metafísica y su moribunda Cultura.

1.3. Ciencia, Filosofía, Arte y Religión.

Consideramos a la ciencia, la filosofía, el arte y la religión como los 4 ámbitos constitutivos de la existencia humana, representando la diversidad natural de los fenómenos culturales que se aparecen a nuestra conciencia. Como primera definición de cultura referiremos a la ontización apriorística (fenómeno) que resulta de la interacción entre sujeto y realidad, entre Naturaleza y naturaleza. Al fenomenismo "temporalmente establecido" en estos 4 campos lo llamamos Cultura, que engloba la praxis del sujeto y sus allegados interactivos, lxs cuales forman una Comunidad. Estos 4 ámbitos representan los pilares cognoscitivos que sustentan cada Cultura particular o colectiva, sin la necesidad de orientarse hacia un fenomenismo universal teleológico.

Utilizando notas teosóficas sobre el símbolo piramidal reconocemos:La Ciencia como representación del conocimiento "objetivo" (general) de la Naturaleza.La Filosofía como representación del conocimiento "subjetivo" (particular) de la naturaleza.El arte como representación de las interacciones naturales que proporciona la contemplación.La religión como representación de los fenómenos culturales que proporciona la comprensión.

Estas comprensiones nos acercan al principio hermenéutico de interpretación circular, que comprende al pensamiento en su contexto cultural, analizando sus respectivos patrones axiológicos, introduciéndose en la complejidad de los fenómenos culturales. También nos topamos con el principio de libertad intelectual debido a la evidente infinitud de los fenómenos culturales, y por ende de posibles Culturas. Es imposible que pueda existir la propiedad intelectual respecto de las interacciones naturales, ya que constituyen trascendentalmente la existencia vital, determinando las posibilidades fenoménicas inmanentes del intelecto. La interpretación metafísica de la propiedad intelectual se basa en la falacia lógica que interpreta al intelecto como conciencia ontizada, independencia respecto de la Naturaleza. Desde la ontología, además de negar dicha independencia, estudiaremos la comunicación dialógica como intersubjetividad natural basada en las interacciones culturales, comprendiendo entre otras cosas el carácter anónimo de la sabiduría en general y su infinitud radical ontológica.

Con estos postulados cognoscitivos de carácter epistemológico estamos en condiciones de comenzar a intentar un desglose óptimo de una supuesta fundamentación ontológica del ser del ente como posibilidad real de ser-aquí-ahora, atribuyéndole un carácter ontológico a la existencia vital que la metafísica tradicional niega, presentando el proyecto de Aletheia como respuesta a la necesidad filosófica de comprender los principios que posibilitan el conocimiento y la inherente posibilidad del conocimiento verdadero, o al menos parcialmente verdadero, los cuales evidenciamos por medio de los fenómenos culturales que produce el conocimiento científico y la intersubjetividad dialógica que brinda al ser humano. Por analogía comenzamos a comprender que la verdad y la perfección existen, expresándose en

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niveles de identidad modal respecto del ser: "no me parezco más o menos al ser sino que el ser está más o menos en mí; en última instancia soy más o menos aquí-ahora". Necesitamos caminar cautelosamente, no estamos cambiando un pilar del edificio, sino que construimos desde abajo reciclando nuestros propios escombros.

2. CONTEXTO HISTÓRICO, CULTURAL Y FILOSÓFICO.

La investigación llevada a cabo en este proyecto parte de la inquietud por comprender el significado ontológico de la verdad, apoyándonos en el concepto presocrático "aletheia". El estudio comienza en la realidad de las sensaciones para más tarde viajar a las sensaciones de realidad, que se erigen dialécticamente como eterno retorno del punto de partida. La hermenéutica como lógica de la interpretación representa la circularidad gnoseológica, cognitiva y cognoscitiva, convirtiendo al conocimiento en un todo indivisible; teoría y práctica son una y la misma. El conocimiento también es uno aunque sea complejo, interdisciplinar y siempre limitado.

Los postulados cognoscitivos o epistemológicos de los que parte la investigación están basados en el existencialismo físico-químico del ser-ahí como realidad llena de sensaciones. Nos proyecta la certeza de que es posible el conocimiento científico, pues existe periodicidad en la Naturaleza. También tenemos voluntad por comprender en profundidad la naturaleza humana en pos de fundar flexiblemente una moral sostenible. Viajamos en la intución de que hay algo científicamente cognoscible que determina la realidad de los sentidos, por lo que nos urge la necesidad de estudiar el ser al margen del ente, sin por ello atribuirle al ser el ejercicio de fundamento. Nos entusiasmamos en la contemplación lógicamente sensorial de que mi existencia es pura casualidad. Soy prescindible, y si soy algo (fenoménico) lo soy todo (inmanencia trascendental), no puedo ser parcialidad independiente (dicotomía metafísica).

Nos acompañan una multitud de apuntes interesantes, conocimientos colectivos que aportan seguridad al armazón que estamos construyendo. Nos preguntamos y tratamos de responder diferentes cuestionamientos que históricamente se ciernen sobre el ser y el ente, sobre la dialéctica, sobre lo real como lo que no cesa de no escribirse y de no captarse objetivamente, sobre lo imaginario como matriz simbólica, sobre lo simbólico como lo socio-político. Me interrogo por la organísmica, por la teoría general de sistemas abiertos (biología molecular), por las anotaciones teleonómicas de Monod, Bertalanffy y Piaget; pero también por la negentropía, por la teoría del caos, por lo que supone para la física cuántica la información recientemente adquirida sobre el bosón de Higgs; me inquieto por la explicación racional de los fenómenos que se producen en el mundo, los cuales me afectan en lo abstracto y en lo concreto. También me planteo la superación de la onto-teología desde una verdadera teología ontológica, que no se fundamente en el ser sino en las limitaciones dialécticas entre ser y ente. Para ello cuestionaré mi propia educación desde las concepciones de Ivan Ilich, desdramatizando el academicismo bibliotecario perdido y fortaleciendo la formación auto-didáctica, intentando plantear el proyecto como proposición de guía para la imaginación, sin cohibir el propio y libre curso de la imaginación. Quiero escribir una ressta teológica recordando a Sto. Tomas, quiero reunirme con la humanidad en un panteísmo flexible, el cual posibilite una diversidad espiritual de forma natural y artística. Conservo ideas ilustradas sobre la verdad, la razón y sus límites. Sabemos que la ciencia no nos dará la felicidad, pero nos ayuda a conocernos como intermedio hacia una posible felicidad más intensa, más verdadera. Nos acompañan las enmiendas postmodernas, las cuales incorporamos para conocer mejor la realidad social de occidente, pero sobre todo tratar de librarnos del posible relativismo de algunas de sus comprensiones por medio de un pensamiento ya no metafísico.

Nos conmueve el deseo de trazar un mapa de la realidad interna de los seres vitales. Buscamos la felicidad como proceso evolutivo, no como desarrollo estático. Basamos la no existencia de Dios en la ausencia de fundamento lógico, elevando la capacidad racional y axiológica como verdadera salvación del género humano ante el vacío que nos propone la nada como trasfondo trágico de la existencia. Aletheia refiere a dicho mapa.

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Dividimos nuestra cartográfica excursión en 3 etapas: partida desde el valle, cima montañosa y descenso analítico:

- Ontología fundamental. Nos encontramos en el punto de partida, en el valle epistemológico de los postulados cognoscitivos (filosofía). Desde dicho prejuicio positivo nos dirigiremos directamente a la cima de la montaña (el ser y la nada como lo real), sin caminatas analíticas, intuición pura como hipótesis. Cuando hagamos cima descansaremos, y disfrutaremos los manjares de tan "utópico" lugar. Cuando descrubamos que a la cima llegaron otrxs viajerxs, lo utópico se irá diluyendo paulatinamente, y será momento de trabajar en el trazo concreto de los puntos de partida que hay en el valle (epistemología). Consideramos la cima como el lugar adecuado desde el que analizar el valle de partida, pues la elevación y distanciamiento posibilitan eficacia y sencillez, considerando la cortesía que ello supone.

- Ontologías regionales. Una vez trazado el mapa epistemológico, nos orientamos a la elección de los mejores caminos para la ascensión y su descenso. Intentamos elegir el más corto, confortable y eficaz, aunque siempre hay alternativas. Una vez que comenzamos el descenso vamos completando todo tipo de anotaciones interesantes para el éxito posterior de otrxs viajerxs. Informamos sobre las diferentes zonas, referenciando los refugios y sus poblaciones. Serán consejos de vital importancia para un diseño óptimo de la topología montañosa.

- Más acá de la metafísica. Hemos completado el descenso. Estamos en disposición de marcar los mejores puntos de partida en el plano, y animamos a subir a lxs inquietxs viajerxs que se acumulan en el valle. Nuestra capacidad crítica nos ayuda a desmontar los mitos y las compresiones erróneas que desaniman a la gente. Aconsejamos ir a la montaña con nuestro mapa, pero no desanimamos a las que pretenden subir con otros mapas o incluso sin ellos, apoyándose en la guía del corazón y el conocimiento colectivo. Concluiremos en el bello recuerdo del momento en que hicimos cima (i was culture, i was here-now!), renombrando la ilusión utópica como estafa de los especuladores que ofrecen mapas erróneos a precios elevadísimos.

Antes de comenzar realizaremos una breve introducción sobre la montaña a la que nos enfrentamos. Primero analizaremos el tipo de cima que pretendemos coronar (filosofía primera); luego describiremos los refugios y pobladorxs más ilustres (actualidad del pensamiento epistemológico, ontológico y teológico); y más tarde finalizaremos explicando que supone la montaña como símbolo para viajerxs que la adoran y la conocen bien. Para complementar la información y aumentar la consciencia sobre la ambición del proyecto aconsejamos el visionado activo de algunos documentales que me ayudaron especialemente en la concepción de este proyecto, los cuales me siguen ayudando a comprender la cima en su continua reconquista. Para el valle epistemológico recomendamos Zeitgeist, sobre cognoscitividad epistemológica en general; para la cima ontológica recomendamos ¿Y tú qué sabes? (whats you know?), un documental popular sobre mecánica cuántica; y para el descenso práctico recomendamos De la servidumbre moderna, análisis del capitalismo y proclama política anarquista. Estos documentos te harán más amena la lectura, te abrirán nuevos focos energéticos de pensamiento, y también en ellos podrás apoyarte en caso de pérdida temporal. Concluyendo que la mejor solución cuando necesitas ayuda es o buscarla o pedirla y no paralizarse o esperar que otrxs la ofrezcan. Suerte! Y que el azar te beneficie...

2.1. Filosofía primera.

Creo que actualmente la conceptualización de la filosofía primera refiere a una problemática principal a la que trata de responder positivamente Enmanuel Levinas : ¿Es fundamental la ontología? (*Heideggeriana.com). Y en caso de afirmación, otra pregunta a la que trato de responder orientado a la superación de la ontoteología: ¿forma parte la epistemología de la ontología fundamental? Quizás no se advierte su importancia a primera vista, pero nos conmuveve la construcción de una fuerte teología ontológica en la que cimentar una praxis revolucionaria radical libre de su tradicional carácter apofántico (parcialmente fundamentador, portador de la verdad). Intentaremos desglosar la problemática en la parte I, y responder en la parte II a estas importantísimas cuestiones.

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(9 puntos sobre filosofía primera).1. Que lo divino sea plural.2. Que sea plural e inmanente a la physis, que por eso es physis: vida espontánea y autolegislada; esencial, soberana.3. Que lo divino es a la vez transfenoménico, o sea: no sólo físico o móvil, sino principalmente extático y correlato del ser del lenguaje. Por lo que se sienta, entonces, la inmanencia y transcendencia simultánea de los principios.4. Que lo divino suprasensible de lo sensible es lo máximamente cognoscible, no como objeto, sino como causa, límite y ley constituyente de la racionalidad del hombre.5. Que lo divino es acción viva y no mero concepto cuantitativo con extensión lógica.6. Que es eterno pero no omnipotente, ni autosuficiente, pues depende siempre y en cada caso de que se den las condiciones materiales subordinadas o potenciales de su vida, manifestación, y transmisión.7. Que la legislación ontológica descubierta por la filosofía como ciencia de la verdad instituye su no disponibilidad o instrumentabilidad, pues sólo el riguroso pensar crítico racional descubre lo primero, precisamente merced a una ontología del lenguaje donde se manifiesta en todas las dimensiones matemáticas del límite intensivo-diferencial.8. Que es, finalmente, en el ámbito de consideración ontológico-modal propio del sistema-unidad de los primeros principios (el cual, desde luego no puede abrirse sin el tratamiento extático de la modalidad que subordina la modalidad dinámica, abriendo el lugar del acontecer linguístico de las acciones comunicativas excelentes dianoéticas) donde la topología delos theia aristotélica alcanza en el límite supremo al Dios Supremo de lo plural divino.9. Que el Dios Supremo, alcanzado sólio por este lado del límite, resulta absolutamente desconocido, para el noein del hombre por el otro lado del mismo límite, aún cuando sin él nada puede pensarse, por no poderse distinguir siquiera lo necesario de lo contingente.(El nacimiento de la filosofía en grecia, Teresa Oñate).

Partiendo de una comprensión básica del concepto de filosofía, en el cual profundizaremos después, la adjetivamos de "primera" haciendo hincapié en su carácter jerárquico sobre otras filosofías "secundarias", enfatizando lo que tiene que ser pensado como prioridad, como la diferencia entre ser y ente, entre causas y consecuencias, entre la existencia fenoménica y sus determinaciones trascendentales. La filosofía primera se dedica al estudio analítico de los primeros principios (arché, archais) y su naturaleza (physis), investiga la relación entre logos y methodos, y se pregunta por lo infinito (apeiron). La filosofía primera es genuínamente ontología, de la cual deriva la epistemología y también la teología. Vamos a comprobar más adelante como la epistemología es la base humana para la ontología y la teología. Entiendo que Aristóteles comprende la teología racional como filosofía primera, pues no se queda en la respuesta sobre el ser sino que desciende a explorar sus implicaciones.

"Lo que parecen tener en común cualesquiera de las diversas sabidurías entre sí, ya se trate de una sophia relativa a la praxis de la polis como cción política ciudadana, ya se trate de la praxis teórica relativa a la physis como acción investigadora del orden estructural, reside en el descubrimiento y establecimiento de la paz del cosmos-orden, debida a la prudencia del saber de los límites: dónde están los límites, cuáles son esos límites, cómo hay que comportarse con ellos y cómo hay que tratarlos en tanto que límites".(El nacimiento de la filosofía en grecia, Teresa Oñate).

Decimos que se ocupan del arché como principio, como ley. El arché condiciona y determina, pero no engendra. Es trans-fenoménico, posibilita. Es la estructura de la realidad. Sin arché no hay ciencia ni teoría. Es lo inmortal, estructura de lo mortal (*Heráclito). También nos preguntamos sobre el apeiron relacionado a Anaximandro, nos preguntamos sobre el logos en Heráclito. Nos hacemos eco del concepto presocrático de physis como hilozoísmo clásico, visión del kosmos como un organismo vivo, no como una máquina (física moderna). Nos preguntamos por la physis, pero no nos preguntamos qué es sino cómo es (*Seminario El nacimiento de la filosofía en grecia, Teresa Oñate).

Para responder a ello, Platón y Heidegger han creado una teoría del ser, Aristóteles una teoría del ente, Descartes una teoría de la verdad, Kant y Hegel una teoría de la conciencia, Marx y Nietzsche encontraron determinaciones materiales apriorísticas, y Zubiri apuesta por un realismo radical. Fueron y son muchas las personas que trabajan en

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esto; es valida cualquier aportación científica que nos ayude a encontrar lo que buscamos, debemos sacar el máximo provecho a nuestro conocimiento actual, sin olvidar que nos interesa más el ser del devenir que el devenir del ser (Aristóteles vs el antropomorfismo metafísico en el que deriva la dialéctica platónica).

"Se ha de señalar en el renacimiento contemporáneo del Aristóteles griego y pagano, precristiano, un vector esencia y efectivamente decisivo de la actualidad hermenéutica de los presocráticos. Lo cual equivale en realidad a descubrir y comprender el doble aspecto de este aserto de ida y vuelta, pues sin Aristóteles no sería posible ni la actualidad de la racionalidad hermenéutica contemporánea transformada paulatinamente por su descubrimiento, ni la actualidad del pensamiento presocrático al que ésta se remite como a su referencia y proveniencia esencial, a fin de reproponer y recrear el sentido inmanente de la inocencia del ser del devenir. (...) Lo que no puede ser compatible con el carácter inmutable-necesario del ser es la tesis monista numérica de implicación infinitista, excluyentemente contradictoria respecto de la indivisibilidad diferencial del límite, que es correlato de la unidad y corresponde a la mismidad del noein".(El nacimiento de la filosofía en grecia, Teresa Oñate).

2.2. Topología del pensamiento actual.

Aquí unas breves pinceladas sobre la actualidad del pensamiento, enfatizando su carácter ontológico y post-metafísico. En la topología del pensamiento actual, el siglo XX ha supuesto un gran avance cognoscitivo respecto del anclaje inmaterial que arrastra tradicionalmente la metafísica, especialmente gracias a la atomización comunicativa que supone el acceso generalizado a la cultura. También el constante deterioro de la Cultura occidental va mostrando las dificultades de nuestro leproso caminar, recibiendo más claramente que nunca nuestras propias interferencias.

Para no evitaros el trabajo necesario de la propia búsqueda e investigación sobre las cuestiones que nos interesan y que aquí tratamos de trabajar recomiendo encarecidamente una ampliación de nuestros horizontes cognoscivos y también cognitivos en relación a las posibilidades realizadas que se dan en el pensamiento práctico, siendo recomendable un acercamiento (al menos leve e introductorio) acerca de las diferentes interpretaciones filosóficas que nos ha ofrecido este último siglo. Múltiples son las referencias y múltiples los lugares donde podemos acceder a ello. No pretendo realizar una relectura de la historia del pensamiento, me interesa lo que me interesa y a ello me dedico con esmero; luego es despues del aquí-ahora. Por nuestra parte hemos tomado buena nota de ello a través de una enciclopedia llamada Historia de la Humanidad, de Arlanza ediciones, consultando el libro número 29: La cultura del XX (aptdo. filosofía occidental). Aquí podemos encontrar notas sobre Vitalismo, Fenomenología, Teoría de los valores, Existencialismo (ontológico y humanista), Estructuralismo, Marxismo (e interpretaciones), Filosofía del lenguaje, Hermenéutica, Filosofía de la ciencia, Subjetivismo finisecular y Post-estructuralismo.

Por otra parte también hemos consultado un interesante y pedagógico libro titulado Teorías de la verdad en el siglo XX, escrito y coordinado por María Frapolli y Juan Antonio Nicolás, en el que aparecen multitud de referencias sobre dicha temática, habiéndonos parecido más interesantes las notas extraídas acerca de las teorías fenomenológicas, las teorías hermenéuticas y las teorías intersubjetivas. Repito que no es mi intención sistematizar el pensamiento contemporánea, primero constatando mis propias limitaciones, segundo preguntándome sobre el sentido que ello tiene respecto a nuestro intereses concretos, tercero negando la necesidad radical de un supuesto conocimiento metrético-enciclopédico de la filosofía.

Actualidad del pensamiento presocrático en 7 factores, El nacimiento de la filosofía en grecia, Teresa Oñate.- Ruptura con la metafísica de la Historia.- Giro estético con estatuto ontológico.- Giro noético-espiritual.- Debate oralidad-escritura.- Crítica política post-moderna de los metarrelatos.

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- Cultura del ocio, el sentido y el placer contra cultura del trabajo y el sacrificio.- Renacimiento contemporáneo del Aristóteles griego y pagano.

Difícil tarea la de etiquetar el pensamiento cuando se comprende la realidad como un haz de sensaciones. Para mí vitalismo trascendental representa un concepto que refiere al carácter cualitativo del pensamiento por medio de su radicalidad sensorial, derivando en un panteísmo cuántico como ontología de las posibilidades, potenciando la filosofía de lo kaotiko-kuántiko, inmanencia de aletheia frente al Dios óntico-extrínseco. Esto me ayuda a elaborar una crítica de la postmodernidad que trate de acotar su inherente relativismo. Realmente la teoría postmoderna no está mal, y viene construyéndose colectivamente, siendo ya en parte post-metafísica, pero encierra algunas contradicciones que necesitan ser comprendidas para superar su propio relativismo y su inconexión con lo real (lo real como verdad). Que muera Prometeo no significa que Narciso sea el Rey: las dicotomías extremas son metafísicas. La postmodernidad explota en el relativismo que supone una no comprensión adecuada de la muerte de Dios, provocando un individualismo hedonista apoyado en un liberalismo absoluto, potenciando las maldades de la razón ilustrada y propiciando una vez más la mutación (también en parte ilustrada) del Dios judeo-cristiano e islámico en el Dios-Poder-Dinero que proclama la globalización liberal del capitalismo imperialista. Este súbito politeísmo de valores nos está llevando a una quiebra moral y económica sin precedentes, la cual se ve venir desde hace mucho tiempo. De "Dios no existe" a "Yo soy Dios" creo que es caminar demasiado, o mejor dicho supondría no haber andado casi nada; ante todo preferiría que nos quedemos con que no existen Dioses. Por otro lado es agradable que la postmodernidad nos abra a otras culturas, practicando una diversidad espiritual que nos alimenta más y mejor que la metafísica tradicional, además de suponer una importante mejora ética, política y estética.

"Siempre la misma sabiduría de la diferencia: la lethe de aletheia. La comprensión de la unidad de copertenencia expropiadora e intensiva que se abre vibrando en la respectividad tensional de la alteridad de los contradictorios, y de golpe se despliega, se dispara y se lanza hacia el encuentro de su otro. O bien se pliega, se oculta, en la serenidad del comprender sabio de esa difracta unidad del límite, igual que se despliega en los límites de cada mundo. Una sabiduría de la unidad-límite de la diferencia que se afirma en la cópula: que el ser es el devenir, que lo simple indivisible es pluralidad originaria".(El mapa de la postmodernidad y la ontología estética del espacio-tiempo, Teresa Oñate).

Ante todo, y reconozco que es duro incluso para mí, es tener que comprender que la existencia pueda no tener un fundamento estable, no sólo mi existencia sino la del mismísimo ser, que pareciera aún más grave. Para intentar comprender estas dificultosas cuestiones sólo nos acompaña el acontecimiento, que como ha reconocido Deleuze se ha convertido en nuestra prioridad filosófica contemporánea y postmetafísica, teniendo a la muerte como el acontecimiento por excelencia. Yo mantengo que, identificando aletheia con el acontecimiento en general, el acontecimiento por excelencia no es sólo la muerte sino también la fascinación que produce la vida, aunque es fácil reconocer que paradójicamente sea la comprensión de la muerte como posibilidad real y no la vida el punto de partida hacia una felicidad libremente intensa. Recuerdo a Punset cuando dice que el mayor descubrimiento del ser humano es comprender que hay vida, no después de la muerte sino antes.

"A raíz del quiebre de una idea de historia pensable en términos de un sentido unificado, se asiste a un tiempo en el que la experiencia histórica misma se redefine. Abandona los presupuestos que iluminaran otras épocas y se vuelve necesarias nuevas formas de conceptualizar el sentido histórico; formas que deben poder dar cuenta del sentimiento posthistórico más representativo del presente. Los genocidios del siglo XX tuvieron un papel central en el resquebrajamiento de nociones iluministas como sujeto, progreso, emancipación o libertad, y siguen siendo acontecimientos que desafían el pensamiento y a la posibilidad de representación histórica".(El fin de la historia y subjetividad postmoderna, Natalia Taccetta).

Abriendo el expectro tomamos de Alan Badiou la identificación de la metafísica como el "no-ser" en tanto que ser; o sea, ese ponerle nombre a lo que no puede tener. De Zizek recojo ese imaginario lacaniano transformado en límite

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variable, llenando de vida el ciberespacio. Pienso que una reinterpretación adecuada de la dialéctica puede liberarnos del no-fundamento y del fundamento absolutos. Sigo estirándome para alcanzar ambas posiciones, y daré todo cuanto tengo por conservarlos al final de este estudio. No me sacia la postmodernidad porque no alcanza la cognoscibilidad del ser ni tampoco fundamenta el ente; la soledad del individualismo; la reconozco como una situación metafísica, herrancia en el sin-sentido. No me satisface. Me acerco a la posición de Giacomo Marramao como modernidad inacabada, como 2º modernidad, propagando cierto universalismo frente a las diferencias inmorales, y criticando el relativismo sociopolítico, tradición de Rawls y Habermas. También apoyo a Marramao cuando se posiciona en contra de la filosofía como disciplina académica, o cuando comprende la actualidad como vacío simbólico de la política, época de las pasiones tristes (miedo, esperanza). Por último me gusta que señale el tema de la identidad como conflicto prioritario que afrontar.

También la mecánica cuántica está reclamando su atención en la actualidad, erigiéndose como base firme ante las especulaciones monoteístas de gran parte de la población, rebajando los mitos al nivel de magazine sentimental, aunque parece que la población en general no está por la labor de ejercer sus responsabilidades, negando la libertad moral y el trabajo cooperativo que requiere el pensamiento emancipador. Repito y no me canso que la posibilidad de teorizar unificadamente el kosmos está a la histórica vuelta de la esquina, por lo que tenemos que proclamar el conocimiento como bandera de la evolución, dejándonos de apoyar en los crueles mitos que mantienen ciegos a las personas y que tanta productividad están ofreciendo a las plutocracias establecidas. Cuando los sistemas productivos asimilen las mejoras cuánticas de la incompleta termodinámica de lo macro disfrutaremos de posibilidades tecnológicas que ahora no podemos alcanzar, debido a la estrechez mental de la comunidad y al énfasis positivista que propugna la ciencia judeo-cristiana.

Volviendo de nuevo al contexto general me pregunto, ¿es el todo cognoscible? ¿es simplemente cognoscible algo? Gadamer dice que todas las comprensiones son linguísticas. Alejandro Escudero afirma que primero Heidegger y después Gadamer se equivocan. Éstos sostienen que la comprensión del ser es linguística. Alejandro Escudero dice que "a partir del ser (como inagotable acontecer) se comprende linguísticamente el ente", eludiendo el lenguaje "del" ser. Yo creo que ambos poseen razones parciales, comprendiendo que toda comprensión del ente supone una pre-comprensión del ser como posibilidad realizada en el ente. Y es precisamente que comprendiendo linguísticamente el ente estamos sacando a luz la parcialidad fundamental misma del ente, sin forzosamente apuntar a un absoluto o al ser como fundamento. Tan importante paradoja la afrontaremos con firmeza, intentando mantenernos como una balanza, sobreviviendo únicamente en equilibrio.

2.3. Aletheia y la diferencia ontológica.

"Según lo dicho sólo necesitamos pues habituarnos nuevamente a traducir la palabra griega aletheia, en lugar de por verdad en el sentido de rectitud, por la palabra alemana unbervorgenheit (no-ocultamiento). Éste es (se dice con benevolencia), el mérito del tratado de Ser y Tiempo, que a través de él esta traducción literal de aletheia nuevamente se puso en circulación".(Doce tesis acerca de la verdad. Heidegger, Jorge Acebedo).

Fundamentar ontológicamente el ser del ente, y por ende el ente como posibilidad, es una tarea difícil y ambiciosa, pero sobre todo es lógica y coherente. Aletheia representa el acontecimiento como pre-comprensión del ser, erigido en postulado práctico. Dicha búsqueda de fundamento (temporal) para el ente, en mi caso, viene provocada por la comprensión básica del carácter ontológico de aletheia como concepto presocrático de verdad. Aletheia tiene múltiples características y matices, representado por un amplio poliedro de imágenes mentales. La comprensión de dicho concepto posibilita un criterio hermenéutico de interpretación diferente respecto de las dicotomías metafísicas y sus paradójicos enigmas. Desde la ontología estudiamos las relaciones trascendentales que mantienen las diferentes autonomías simbióticas, llegando a nexos que la metafísica no alcanza siquiera en su planteamiento estructural. La ontología relaciona el cielo y la tierra, relaciona nuestra realidad interna con nuestro cuerpo y también con el

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entorno.

"A-létheia: la alfa inicial ha sido caracterizada por la gramática, surgida de un pensar griego tardío, como alfa privativa. Pero la privación no debe ser entendida como un modo de la negación. Al contrario, ella hace posible la afirmación iluminante de lo que es. Es la positividad de un no la que se impone, no una simple ausencia".(Acerca de la palabra Aletheia, María Crespín).

Aquí hacemos una interpretación quizás no tan técnica como la desarrollada por María Crespín (a-letheia) pero recogiendo ampliamente la fuerte carga simbólica y cultural que se le atribuye en la grecia antigua. Mostramos ahora algunas pinceladas que nos ayudan a dibujar una comprensión general del concepto aletheia: Verdad como desvelamiento de lo divino. "Ale" como acción de desvelarse, desvelo como acción de permitir. "Theia" como lo divino (theos). Theos no como Dios sino deidad, como modalidad de acontecer del ser (o más bien la nada como vacío). Requeriríamos profundizar en el tema mediante un texto de Heidegger titulado Aletheia mediante el que conversa con Parménides y Heráclito. También referencia dicha temática María Zambrano en su Filosofía y poesía, y encontramos valiosas referencias en El nacimiento de la filosofía en grecia de Teresa Oñate. Como amplioes el tema referenciamos el texto Ontología y diferencia: filosofía en Deleuze de Fco. José Martínez, donde también aparece remarcado el carácter netamente ontológico y anti-metafísico de la verdad como acontecimiento, como aletheia. Por último no dejo de recomendar las Doce tesis acerca de la verdad. Heidegger, de Jorge Acebedo.

"Traducimos habitualmente alétheia por verdad, que el término verdad es la versión latinizada de la palabra griega alétheia, la traducción del griego a lo romano según una muy determinada comprensión del ser: la de su olvido. Este olvido ontológico se refleja en una errada y vacía relación con el ser. Al mismo tiempo el lenguaje que nombra lo que es en tanto que es, se desvirtúa, cae fuera de su elemento y ya no habla. La palabra al perder su referencia al ser, se pierde a sí misma".(Acerca de la palabra Aletheia, María Crespín).

Una apreciación interesante sobre la acción de permitir:Todas las interacciones naturales tienen carácter ontológico, pero no todas tienen carácter fenoménico. La acción de "permitir ser" supone la evidencia de que la conciencia existe, de que existe un mundo simbólico que co-pertenece al fenomenismo material. La acción de "permitir ser" es una acción interna, una acción consciente de la conciencia. Dicha comprensión se relaciona con el concepto oriental de no-acción como no-acción fenoménica, no salirse de la naturaleza, no interrumpir el curso caótico de la energía mediante síntesis forzadas, posibilitando en última instancia una no-cooperación con la metafísica. La existencia de la cultura y sus transformaciones naturales determinan un apriorismo práctico de la conciencia, fundamentando y aportando validez al pensamiento en sí mismo, no como resultado objetivo sino como metodología. Pensamiento como acción sublime de la conciencia, pensar como consciencia, así ser es pensar (en referencia a Parménides).

Existen varias implicaciones derivadas de dicha comprensión de verdad como acontecimiento ontológico:Ser como acción modal (ser), no como ente (Ser). Identidad respecto del ser como gradación de la verdad. No esencia de la verdad, sino verdad de la esencia (Heidegger). No poseemos la verdad sino que la verdad nos posee en mayor o menor medida. Preponderancia cualitativa de la evidencia sobre la adecuación especulativa de la metafísica, y por ende, de la verdad sobre el método. Posibilidad inherente de ser-aquí-ahora-posibilidad-real, vinculación primaria y apriorística del ente con el ser mediante su ser (ser del ente). Aletheia nos enfrenta ya a la auto-fundamentación (temporal, parcial, débil) del ser de ente, de la que deriva el ente como posibilidad de ser. No vamos a fundamentar al ente sino su posibilidad óntica, apoyándose en el estatuto científico que construimos tras la analítica del dasein (ser del ente). Dicha analítica como estudio de las relaciones entre la nada y el ser propicia la posibilidad del auto-fundamento ontológico, prescindiendo del ser como fundamento y aportando base firme al ser del ente como libertad cultural del ente. Para afrontar con éxito la investigación que se nos viene encima se requiere la entrada en escena de la diferencia ontológica.

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"Con Nietzsche el querer es ya abiertamente la verdad y la ley del pensar".(La experiencia dionisiaca del mundo, Sánchez Meca).

Aletheia como concepto que comprende la diferencia ontológica. La diferencia ontológica representa la jerarquía y determinación de la causa sobre los efectos. Se asienta en la diferencia radical entre ser y ente. Estudiar la diferencia ontológica supone estudiar el ser al margen del ente. Pero mantenemos que esto sólo es posible hacerlo a través del ente: el único ser que puedo pensar es "el ser del ente". La metafísica, por medio de su fundamento lógico, estudia el ser desde el ente para y por el ente, provocando aberraciones morales y erigiendo al Ser como ente supremo. La diferencia ontológica conlleva una resolución de las aporías epistemológicas de la metafísica, posibilitanto el conocimiento de los principios y su carácter hermenéutico (modal); fundamentando la libertad cultural como interacción responsable con la Naturaleza y nuestra naturaleza; mostrando la verdad y la perfección como gradación real del ser del ente; fundamentando el carácter moral y político de los seres humanos, prolongándose en el carácter estético externo (arte) e interno (religión). Me posiciono contra la posibilidad de estudiar el ser al margen del ente, afirmando que sólo es posible estudiarle a través del ente, afirmando así el insalvable principio de incertidumbre de Heisenberg. Somos ente y ser del ente, pero no ser del ente exclusivamente. No es posible escapar a la determinación material, la razón pura es una ilusión. Heidegger no puede criticar a Nietzsche porque estudie el ser del ente y no el ser al margen del ente, pues no existe otra posibilidad; lo contrario es metafísica de toda la vida, lo diga Descartes o lo diga Heidegger. Así doy la razón a Derrida y su afirmación de que Heidegger escribe una teología sin Dios, cayendo nuevamente en la ontoteología. En cierto aspecto la ontoteología es insalvable como afirma Derrida, aunque yo me posiciono ante la posibilidad de cazar el universal científico (leyes) como determinación del ser del ente, lo que permitiría una analítica de los primeros principios (ontología) y un posterior estudio de la conciencia como sustancia (teología, estudio científico del ser del ente). Por último relacionamos a la epistemología con una teoría general del ente (ciencias positivas).

La diferencia ontológica representa la comprensión de la realidad dialéctica de la conciencia, que continuamente se bate entre la nada y el ser, suponiendo la negación del fundamento teísta que sustenta la teoría metafísica, pues la ontología consigue cerrar el círculo del conocimiento aquí-ahora, mostrando la imposibilidad de la existencia de un ente jerárquico extrínseco que determine la naturaleza. A lo largo de las muchas tesis que forman aletheia vamos a comprobar como la metafísica queda siempre al margen de la realidad, parasitando y viviendo exclusivamente del olvido temporal del ser. La metafísica habita en su posibilidad natural, la cual vamos a identificar sociológicamente como el "no-ser": existe como posibilidad real (el no-ser no existe pues todo es nada-ser) pero representa los niveles ínfimos, lo más precario e indigno, lo mezquino y ruín. Podemos profundizar en dicha temática por medio de los excelentes textos titulados Filosofía y diferencia ontológica (Alejandro Escudero) y Entidad y diferencia ontológica (Enmanuel Severino), ambos disponibles en la red bajo formato PDF.

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B) INTRODUCCIÓN A LA FILOSOFÍA

3. ¿QUÉ ES FILOSOFÍA?

Entendemos por filosofía la evidente capacidad lógico-reflexiva que muestra la conciencia humana. Reflexibidad como acción pensante, dinamismo de la conciencia como logos entre instinto y mente, entre sensorialidad e idea, ejerciendo la preponderancia de la modalidad racional sobre la mente-razón como objeto. Filosofía como capacidad cognoscitiva que relaciona consecuencias y causas, liberando la capacidad cognitiva para optimizar las relaciones fenomenológicas. Representa la voluntad de conocer a través del conocimiento empírico y su interpretación científico-simbólica, posibilitando una contemplación sensorial de lo que es. Pensamiento como mezcla entre arte, cultura y lógica científica, llegando a ser praxis estética de ámbito linguístico. Se ha definido la filosofía como matemática cualitativa, haciendo referencia al "sólo sé que no sé nada". También se le ha llamado empirismo trascendental. Deleuze la comprende como planteamiento de problemas y creación de conceptos. Platón dice que es preparación para la muerte, Spinoza que es preparación para la vida. También nos hablan de la filosofía otrxs muchxs autorxs, entre ellxs María Zambrano, motivada en trazar caminos hacia la fraternidad con lo poético.

La filosofía es por necesidad. Si ser es pensar, la filosofía representa la existencia de un raciocinio intrínseco. Existe determinación sobre los seres vitales en forma de leyes naturales jerárquicas, por lo que necesitamos comprender la realidad para integrarnos en ella con armonía; somos Naturaleza, somos Comunidad. La filosofía trata de encontrar una propedéutica científica para conocer los distintos niveles de realidad, ejerciendo de logos entre los diferentes saberes; se guía por medio de la intuición como cinetismo primario hacia el conocimiento de la naturaleza, por voluntad y por necesidad. Gracias a las determinaciones naturales comprendemos que es posible fundamentar la moral en las interacciones apriorísticas del ser humano con la Naturaleza. La filosofía investiga la libertad como determinación positiva que permita una praxis responsable frente al todo, superando el absolutismo teleológico y reflexionando sobre nuestras propias creencias como representación del auto-conocimiento que tenemos de nosotrxs mismxs; es por ello que suele decirse que la filosofía es tonta, loca o extranjera, siempre punzante y molesta, malentendida y denostada por el ignorante, reprimida y vigilada por el establishment ideológico. El poder la detesta porque cuestiona mitos y opiniones, no casa con la ortodoxia como recta opinión de la razón pura y su estaticidad mental. La filosofía como ontología representaría la irracionalidad racional del ser humano, frente a la racionalidad irracional que venimos sufriendo como apuesta metafísica.

El objetivo de la filosofía es el conocimiento científico del ser por medio del conocimiento empírico del ente (Naturaleza). Su objetivo es fundar el estatuto científico de la lógica simbólica por medio de la lógica matemática. Busca la comprensión de los primeros principios para conocer los principios del conocimiento. Estudia la unidad por medio de la diversidad. Más que materialismo idealista sería idealismo materialista; la filosofía es como una dialéctica que se da en la conciencia. Estudia los fenómenos elementales en sus diferentes autonomías, incluidos los seres vitales como fenómenos complejos. Analiza la praxis humana como cultura y trata de conocer cómo se expresan los límites fenómenicos, incluida la posible trascendentalidad inmanente de éstos. Busca el saber no para vivir (punto de partida) sino para vivir bien (punto de llegada), (*Aristóteles). Recordemos que la filosofía es medio y no fin (*reconocido ampliamente, desde el hermetismo hasta Lyotard, Hegel se opone); la filosofía es eficacia práctica de inteligencia teórica; es la vigilia del mortal contra la ensoñación nihilista, (*Heráclito); filosofía como voz del ser (*Heidegger); interpretación de interpretaciones (*Nietzsche). Necesitamos desglosar el abanico filosófico, profundizar en sus ramificaciones, y ya de camino podríamos repicar las raíces que se hayan podido salir del tiesto; por ejemplo a Hegel y Marx pudieramos considerarlos desde una determinada perspectiva como dos caras de la misma moneda, sólo diferenciando entre metafísica idealista (Espíritu Absoluto) y metafísica materialista (Proletariado).

"Materialismo o cinetismo lógicos, en una palabra, caracterizan, de acuerdo con Aristóteles, el platonismo pitagórico de los

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Académicos, los rivales de la sofística e inseparables de ella como los contrarios lo son entre sí".(El nacimiento de la filosofía en grecia, Teresa Oñate).

¿Cuál es el sentido de la filosofía? Se pregunta por lo uno y lo múltiple, por lo mismo de lo otro, por la ley del cambio, y por la ley del kosmos (*Seminario El nacimiento de la filosofía en grecia, Teresa Oñate). La filosofía se relaciona con el anhelo más profundo de la hermenéutica: descubrir las relaciones entre la comprensión de los símbolos y la comprensión de sí mismo (*Existencia y hermenéutica, Paul Ricour). La filosofía se interroga sobre qué está antes, si el huevo o la gallina. Esta problemática la desarrollaremos en el apartado Naturaleza de la dialéctica, orientando el debate hacia la resolución del conflicto entre Hegel (lo primero es el Espíritu) y Engels (lo primero es la Naturaleza). Como hemos dicho anteriormente atribuimos razones parciales a ambos, precisamente porque se equivocan en el planteamiento dicotómico de sus respectivas metafísicas. En Hegel podemos profundizar por medio de su Enciclopedia de las ciencias filosóficas, libro que incluye tratamientos sobre lógica, filosofía de la naturaleza y filosofía del espíritu. También disponemos de la Reconstrucción de la filosofía de John Dewey. Disponemos de montañas informativas. También Gustavo Bueno nos habla de las diferencias entre ciencia como saber de primer grado que nos habla del ente y filosofía como saber secundario que nos habla del ser del ente.

"La postmetafísica se encuentra, entonces, en una relación diversa con el pasado que se abre hacia la posibilidad y la pluralidad del futuro anterior inexplorado. No puede, por tanto, sumarse a la hilera de los discursos superadores de la tradición; sino que viene a expresar y experimentar, por el contrario, una disrupción, un disenso y una alteración sin medida respecto del paradigma de la historia continua que se desplaza y salta ahora hacia el afuera de otros lugares y otros tiempos históricos, mientras se orienta a dis-locar, de-limitar y re-pensar lo posible de los pasados inscritos en lo dicho y pensado de las tradiciones llegadas, históricamente, hasta nosotros".(El nacimiento de la filosofía en grecia, Teresa Oñate).

3.1. Metafísica como especulación teorética.

La metafísica es el estudio del ser partiendo del ente-conciencia. No estudia el ser a través del ente sino por y para el ente. Es el estudio de la conciencia como sustancia, como punto de partida de la realidad y de su posible conocimiento. Representa la razón pura como el idealismo absoluto, y deriva en la estaticidad atemporal de la mente. Representa la testaruda y persistente ontización del ser. La metafísica estudia la esencia como conjunto de sustancias, afirmando que la primera y única realidad es la conciencia particular (ideología mental). Teología metafísica como estudio del Ser-ente (Dios). Bergson afirma que la metafísica representa el estudio de la conciencia y la intuición. Kant y Hegel la plantean como lógica trascendental. El cardenal Mercier apunta al objeto formal de la metafísica como estudio de la sustancia de las cosas en experiencia; sustancia como esencia y existencia, sustancia como propiedad trascendental, y sustancia como determinación. La metafísica se presenta como interpretación maníquea (dualista) del ser, del ente y la realidad. Aquí estamos tratanto de describir las características principales que se le atribuyen, base donde construir nuestra crítica de la metafísica como uno de los ejes transversales del proyecto.

La metafísica no comprende la diferencia ontológica, y por ende ignora el carácter ontológico de la conciencia, mostrando imposibilidades lógicas ante la fundamentación de la praxis humana como moral y la comprensión del arte como lo poético inalcanzable. Muere en su consumación (Heidegger), confundiendo ser y ente, libertad y no-ser. La metafísica representa el sueño del miedo, es sólo sentimiento, miedo por la ignorancia del ser. Nihilismo, la hibris de la mente apolínea, lo anti-dionisiaco (Nieztsche). La metafísica es morirme (anónimo). Se presenta como una ilusión de independencia, provocada por la incomprensión de las determinaciones naturales, por la incomprensión de la unidad inmanente que se da en lo trascendental y su diversidad fenoménica. Invierte las determinaciones de la esencia sobre la sustancia, potenciando la acumulación frente a la calidad. No es filosofía, es representación, adecuación (Heráclito y Parménides vs Pitágoras), es expresividad sentimental (filosofía del lenguaje).

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"Todas las complejas y variantes construcciones del movimiento órfico pueden resumirse, por eso, en un solo grito que sirve para reconocerlas y hermanarlas allí donde se den : el grito de un hombre que clama ante lo divino inmanente de los límites, descubierto por la filosofía en el ser de la naturaleza y en el ser del lenguaje: ¡Yo también soy de raza divina! (Orfeo)".(El nacimiento de la filosofía en grecia, Teresa Oñate).

Hemos recordado que la metafísica muere en su consumación, pues está llena de antinomias, tiende a desaparecer por su carácter aporético. Desde la racionalidad ontológica la teología recupera el análisis de la conciencia como sustancia tras el estudio de lo real como esencia, pero niega la posibilidad científica de hacerlo a la inversa. La metafísica es contraria al posible estatuto científico de la ontología, posibilidad que desarrollaremos más adelante. Si el ser vital es físico-químico, lo meta-físico es aporético desde una perspectiva onto-lógica. Desde una perspectiva hermenéutica de la ontología podemos comprender el no-fundamento de la posible existencia de un ente jerárquico de carácter fenoménico. También comprenderemos las consecuencias morales que conllevan dichas antinomias, como concluir que Dios es un hombre blanco. Marx y Engels nos hablan de la metafísica en su trabajo La ideología alemana. También Hartmann trata los prejuicios de la metafísica occidental en su trabajo Cómo es posible una ontología crítica.

"Platón es el mitólogo del mito. Y supone la más fantástica y violenta reacción de las sociedades tradicionales del poder, las creencias y la imaginación mítica humana, al límite racional descubierto por la filosofía: el de lo otro no-humano indisponible y constituyente del hombre. Todo Platón responde al paradigma mitológico-tecnológico o mitológico-racionalista, que opone a los obstáculos de los desajustes políticos, éticos, y artísticos, del programa estatal, la férrea educación comunista de la clase dirigente y la condena de las paideías poéticas".(El nacimiento de la filosofía en grecia, Teresa Oñate).

Tras profundizar en la falacia metafísica nos adentraremos paulatinamente en las contradicciones que produce dicha falacia. Vamos a identificar la metafísica como fascismo psíquico y espiritual; fascismo como concepto que recoge el desarrollo práctico del ideario metafísico en su consumación. Desglosaremos el por qué de la anteposición metafísica del "yo" al todo, imposibilitando las relaciones naturales interactivas y la posibilidad de fundamentar los principios del conocimiento, sufriendo ante la incomprensión de la diversidad fenoménica que ofrece la Naturaleza. La metafísica siempre está en peligro de extinción; vive clandestina y enmascarada aprovechando el vacío que produce la confusión entre ser y ente; como matriz del capitalismo muestra la necesidad radical de un continuo crecimiento, pues no tiene un desarrollo autónomo sino parasitario, sólo la encontramos donde la vida se ha debilitado y se ha generado miedo y malas comprensiones. Pero no desaparece sola, no se aleja por voluntad propia, sino lo contrario; si no se combate crece, si no se le ataca tendremos que defendernos. Necesitamos de un método científico que verifique, o al menos no falsee, el carácter ontológico de la realidad, para posteriormente estar en condiciones de comprender dónde estan las limitaciones lógicas de infringe la falacia metafísica. Una vez que comprendamos las falacias de la razón pura aumentará la posibilidad de resistencia y combate de la ontología frente al "no-ser" y la estaticidad mental que preconiza.

De esta manera, la imposibilidad metafísica nos arroja a las cuestiones fundamentales de la ontología. ¿Tiene razón Wittgenstein en que lo que fundamenta no puede ser fundamentado? Nuevamente, ¿es fundamental la ontología? ¿Puede auto-fundamentarse la ontología al margen del ente, o sea, ontológicamente? ¿Cómo? ¿Por medio del ser, por medio del ser del ente, por medio de la dialéctica? Si el ser no es un fundamento para el ente, ¿puede serlo la dialéctica? ¿Cómo relacionamos ser del ente y dialéctica? Es evidente que no podemos responder a ello todavía, pero nos seguimos encaminando y seguimos preparando un planteamiento suficientemente óptimo del problema como para asegurar una mínima cota de éxito. Prioritariamente nos conviene aclarar de manera simple qué características tiene la filosofía en su diversidad semántica y funcional, pudiendo apostar poco a poco por una desparición radical de la metafísica y el fascismo, y así poder construir una alternativa ontológica firme basada en el pensamiento científico. Más tarde llegará el momento de analizar la problemática desde perspectivas más concretas, desarrolladas más

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ampliamente en la parte que a ello hemos dedicado.

(La metafísica como filosofía metrética) "Es la táxis tecno-lógica que partiendo del ideal de un orden inteligible originario ajeno al dolor y la muerte, produce, super-pone e impone sistemas normativos de exacto funcionamiento y cálculo conceptual prospectivo-medible al supuesto des-orden de la naturaleza. El legislador y tecnólogo pertenecen a la misma sintaxis: la producción del orden por instauración de la ley que genera lo que antes no había y hay despues: el objeto regulado. En tal institución racional encuentra la episteme escatológica la salvación y purificación del alma del hombre, por lo que la misma racionalidad técnica se convierte así en objeto rentable, destinado a dominar la violencia del cuerpo y de la phýsis o materia viva".(El nacimiento de la filosofía en grecia, Teresa Oñate).

3.2. Ontología como estudio científico de lo real.

Para comprender si la ontología es fundamental o no se requiere del despliegue elemental de la problemática; este apartado nos servirá de orientación contextual frente a la investigación que se avecina. Lo que si podemos hacer y debemos es seguir desplegando el tablero de juego en todas sus posibilidades, orientados por la nada y por la triada ser (realidad radical, lo real), ser del ente (realidad trascendental) y ente (realidad fenoménica). Nos hacemos eco de la crítica de Alejandro Escudero, que afirma que el ser es anti-dialéctico, algo que me cuesta comprender, ya que si el ser no es dialéctica al menos participa como elemento dialéctico. Nos conmueve constantemente la necesidad de logos entre nada y ser, y ser y ente, no podemos olvidar dicho imperativo, incluso debemos apoyarnos en ello cuando se presente la oportunidad, aportándole temporalmente su merecido carácter evidente, y además científicamente lógico, ya que el límite que se vislumbre une y separa a la misma vez.

Entendemos que la ontología es el estudio del ser al margen del ente-conciencia (mente). Estudia cómo es el ser, y qué determinaciones implica sobre la realidad fenoménica. Representa el estudio científico de la naturaleza (physis), de los primeros principios (arché, archais) y del infinito (apeiron). La ontología supone determinaciones para la teología racional (nous) por medio de un fundamento temporal y flexible (logos). ¿Fundamenta el ser a la realidad o es la realidad la que fundamenta el ente? ¿La realidad funda el ser o es el ente el que funda la realidad? Existen diferentes zonas y niveles donde por el momento podemos movernos. Es importante comprender esto para entender la jerarquía trascendental de la diferencia ontológica en detrimento de la tiranía arbitraria del Dios metafísico.

"Saber de la verdad ontológica en su copertenencia con la verdad óntica, a la vez distinta e inseparable" (Aristóteles).

La epistemología funda los principios del conocimiento por medio de un supuesto fundamento ontológico. El estatuto científico de la ontología es fundado por el conocimiento que el politeísmo racional de las sabidurías antiguas transmite sobre filosofía primera como diferencia ontológica entre lo real y la realidad. Nos posicionamos junto a Alejandro Escudero y su afirmación de que la ontología tiene fundamento ontológico, frente a Heidegger y la posibilidad de un fundamento óntico para la ontología. Solucionando dicha problemática podremos encarar la diferencia ontológica desde el lenguaje, afirmando llegado el momento que el lenguaje no es la morada del ser, aportando más razón a Zubiri en su discusión con Heidegger, alegando antropologismos de éste.

"Siguiendo estas directrices, tal vez, será posible transformar la filosofía en un saber del ser, en una exploración (crítica) del plano ontológico a partir de las internas rupturas en el plano óntico y del plano óntico (o sea, en la comprensión de los fenómenos); unas rupturas (acaecidas en medio de los saberes ónticos: la ciencia, la técnica, la moral y la políticas, el arte y la religión) que cuando irrumpen dan lugar al conjunto de problemas concretos que definen una época y que reclaman el trabajo filosófico de exploración de posibilidades de reconfiguración de lo óntico y en lo óntico".(Ser y tiempo: una obra interrumpida, Alejandro Escudero).

Volvemos a la sentencia "lo que fundamenta a su vez no puede ser fundamentado" (Wittgenstein). Aquí tenemos una

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de las expresiones clave sobre la falacia metafísica. Esta regla conlleva lógicamente a una imposibilidad de fundamentación debido a los límites humanos; sin embargo el kosmos no es humano, la diferencia ontológica apunta por ahí, por lo que la ontología perfectamente pudiera auto-fundamentarse "al margen del ente" y su fundamento lógico; así tendría su fundamento ontológico: lo ontológico apunta al auto-fundamento. Al contrario de la metafísica, la ontología no requiere de ningún último fundamento arbitrario, supuestamente cognoscible pero no inteligible. Mediante la ontología el fundamento primero y último es inteligible gracias a la lógica matemática y simbólica, las cuales parten de las intuiciones de la conciencia, representando la cognoscibilidad del ser por medio de los sentidos.

Otra cosa es hablar del tipo de fundamento que estamos trabajando, del fundamento ontológico. Recordando la epohé que requiere el proyecto Aletheia afirmaremos que la posibilidad de un fundamento dialéctico (lo que llamaremos un anti-fundamento) no implica los absolutismos atribuibles a la metafísica: desde una perspectiva ontológica se comprende como un absoluto abierto, flexible, débil, temporalmente óntico, no alcanzable mediante el concepto, sólo identificable en el acontecimiento como desvelo. La metafísica requiere de un único fundamento externo; por contra la ontología posibilita una auto-fundamentación del ser en la dialéctica, fundación intrínseca y múltiple por medio de las variables interdependientes que interactúan con el ente: el ser se funda por la posibilidad material del ente. Recordar que hablamos siempre de fundamentación en sentido descendente y de fundación en sentido ascendente. Afirmar también que si los primeros principios están aquí-ahora y son cognoscibles e inteligibles, más allá sólo hay más de lo mismo, sucesión infinita hasta la eternidad. Es por ello que sólo es posible comprender la contariedad natural de la metafísica por medio de la ontología. La metafísica, en contra de la naturaleza de la Naturaleza, es ontización del ser; la ontología, más bien, practica la ontologización del ente. Estamos comprendiendo el no-fundamento de la existencia de Dios; por ende no es que ya no vayamos a esperar a Dios, sino que lógicamente tenemos la certeza de que es imposible que exista, y menos aún que quiera venir a visitar la Tierra. La salvación, si algún día se produce, no puede ser de otra manera que por medio de una cultura biosférica sostenible sustentada en el aquí-ahora de la ontología y de su consecuente teología política. En el apartado Ser y dialéctica entrará la nada en juego, elemento clave en la estructura ontológica de lo real y que afirma y niega constantemente la realidad y sus posibilidades.

"Se trata siempre, en el concreto ejercicio de la filosofía (el cual sólo es posible en el seno de un mundo y en medio de un preciso repertorio de saberes), de pensar el ser de los entes sin los entes, esto es: sin erigirlos en modelo o pauta del aparecer, de la fenomenalidad. Tal es el reto de intentar una fundación ontológica de la filosofía primera que proporcione un marco en el que pueda crecer un pensamiento vivo. Un reto que pasa, entre otras muchas cosas, por aclarar el enigma de que el ser sea causa sin, por ello, ejercer nunca de fundamento".(Una confrontación incesante: ontología y metafísica, Alejandro Escudero).

Por todo ello y más reconocemos que el famoso tratado de Aristóteles no puede llamarse "metafísica", atribuyendo dicha interpretación a la tradición judeo-cristiana en su status de stablishment cognoscitivo. Aristóteles no estudia theos como Dios sino como lo divino aquí-ahora bajo influencias culturales del politeísmo pagano de los presocráticos. Ontológicamente sólo podemos llamar metafísica al estudio de la conciencia como sustancia (teología), lo cual viene lógicamente detrás (derivado) de la comprensión del ser: meta-física, lo que se estudia detrás de la ontología. Pero ontológicamente la metafísica es teología, una herrante teología: onto-teología. Así comprenderíamos por qué Aristóteles también identifica la teología racional con la filosofía primera, atribuyéndole carácter de necesidad al conocimiento ontológico del ente (ser del ente), afirmando así la inseparabilidad del ser del ente del estudio del ser. El "estagirita" hace especial hincapié en la importancia de la epistemología como punto de partida, por ello trata de construir una teoría del ente para comenzar con éxito el camino hacia el ser, y dedica un estudio concienzudo sobre el enlace entre lo fenoménico y lo trascendental (biología). Por contra la metafísica tradicional trata de estudiar la esencia como compuesto de esencias, falacia errante de consecuencias espantosas e indeseadas. Siendo así sólo nos queda transformar la metafísica en teología racional desde una severa exégesis escatológica, atribuyéndole un estudio racional de lo divino como sustancia (teología), eliminando la antinomia cognitiva que

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conlleva el concepto meta-física. Por último confirmar que los escombros de la metafísica no son reciclables, no queda abierta ninguna posibilidad de nombrar lo innombrable, solamente restando la posibilidad de encuentro intercultural por medio de un panteísmo tolerante, lo cual explicaremos en el apartado de religión.

3.3. Epistemología como estudio científico sobre los principios del conocimiento.

En principio entendemos la epistemología como estudio del ente en cuanto ente, ejerciendo como filosofía del conocimiento. Se dedica al estudio empírico y científico de la Naturaleza. La epistemología trata de analizar las sensaciones y la fenomenología mental para una investigación sobre los principios del conocimiento, y por ende la posibilidad de conocimiento verdadero en mayor o menor grado. Se centra en la investigación analítica sobre la cognición humana (posibilidad del conocimiento), sobre la teoría del conocimiento como filosofía de la ciencia y sobre la capacidad cognoscitiva (posibilidad de conocimiento verdadero y limitaciones del mismo), además de tratar sobre la validación de una propedéutica científica adecuada. Evidentemente hay episteme porque es posible la comprobación periódica de la physis (*Seminario El nacimiento de la filosofía en grecia, Teresa Oñate).

La epistemología como disciplina teorética se relaciona con la ontología cimentando su estatuto científico. Sin embargo la metafísica no requiere de la epistemología como base, pues su especulación es puramente formal, sin materialidad alguna. Es precisamente ese continente supuestamente innato lo que nos encaramos a desenmascarar, atribuyéndole a la epistemología su estatuto científico fundamental junto a la ontología, posibilitanto el estudio de la dialéctica onto-epistemológica necesaria para fundamentar una más verdadera teología ontológica. Sólo el estudio del ser nos permitirá corroborar el estatuto fundamental de la ontología y también de la epistemología. Es precisamente por el abandono epistemológico que la metafísica se convierte en onto-teología y olvido del ser, por otra parte su única posibilidad aparente.

El problema de Dios representa el problema del conocimiento. Necesitamos fundar los principios del conocimiento por medio del fundamento lógico-formal que supone la comprensión de su posibilidad intrínseca, la que tiene el conocimiento científico en sí mismo, apoyándonos como guía en la evidencia de su posibilidad realizada, ya que es aparentemente obvio que el conocimiento existe, en mayor o menor grado, más o menos matemático. Es imposible que el maniqueísmo metafísico pueda fundar el conocimiento desde la dualidad característica entre sujeto y objeto. Aristóteles comprende que resulta imprescindible el estudio unitario de las ciencias teóricas, proponiendo las matemáticas, la física y la teología como filosofía primera. Esto simplemente debe valernos para valorar el carácter unívoco-modal que se le atribuye al conocimiento, carácter que también requiere nuestra metodología analítica. Estamos apenas comenzando a reinterpretar conceptos y a perfilar los límites de sus respectivas autonomías mediante el análisis de las relaciones recíprocas que mantienen.

El escepticismo cognoscitivo es una característica importante de la metafísica, forma parte del nihilismo general que provocan las falacias lógicas. Se confirma que sin la posibilidad gnoseológica del conocimiento es imposible fundar una praxis humana moral de carácter ético. La imposibilidad lógica conlleva un auténtico caos trascendental, el cual podemos comprobar diariamente en nuestra vida cotidiana observando como el sistema capitalista-metafísico requiere del fascismo para seguir sobreviviendo, y aún así la gente robotizada sigue obedeciendo a sus leyes físicas y psíquicas. Por todo ello y más necesitamos fundar la posibilidad gnoseológica de la experiencia cognitiva orientados por la inteligencia sentiente de Zubiri, entre otrxs. Tendremos en cuenta la oposición crítica de Nieztsche sobre la conceptualización tradicional de experiencia.

3.4. Teología como estudio científico de las ontologías regionales.

En este apartado trataremos de contextualizar la teología en el marco de las disciplinas filosóficas o ciencias

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teoréticas, en relación a la ontología y a la epistemología. Es el siguiente capítulo en el que analizaremos la problemática que surge en torno a la ontoteología como metafísica, aclarando la posibilidad de elaborar una genuína teología ontológica basada en un fundamento temporal, débil y flexible. Si todo apunta a que el ser es causa y no fundamento, pero existe la posibilidad del conocimiento ejerciendo de auto-fundamento temporal mismo de mi existencia concreta (ser-ahí), significa que el modo en que conozco (hermenéutica, modalidad del ser) se presenta por ende como posible fundamento de la posibilidad misma de mi existencia. Así la dialéctica se va postulando como fundamento flexible para el ente y su libertad de conciencia. Pero esto apenas ha comenzado y ya se presenta complejo.

Retomamos que sin epistemología no sería posible el estudio del carácter ontológico de la existencia. Comprendemos que el estatuto científico de la ontología representa la jerarquía de determinaciones del ser sobre la realidad o realidades, entre ellas la del ente. Así la teología sería el estudio de la jerarquía de determinaciones de lo real sobre el ente-conciencia como realidad, reactualizando la epistemología en un inmanente proceso dialéctico (carácter hermenéutico de la epistemología). Así la Teología no sería más que una proyección artística del pensamiento y la cultura, con base científica, compatible frente a su estatuto lógico-filosófico, mostrando armonía dialéctica entre teleología y teleonomía, posibilitando una moral política y estética acorde al ser y la nada.

Quiero pensar que antiguamente comprendían Theología como ciencia de theos, estudio de lo sagrado y sus divinidades. Ello me permite interpretarla como ciencia que estudia el carácter ontológico del ente-conciencia, que no es más que las sustancias que se encuentran determinadas por la esencia; ciencia analítica de las particularidades mentales del espíritu, de su materialidad intelectual. Se presenta como relación entre el ser que determina y el ente posibilitado, dedicándose por ende al estudio de la verdad y la perfección como grado de identidad entre ser y realidad de la conciencia (consciencia de la propia realidad). También podemos entender la Teología como culminación de la propedéutica científica en su proyección artístico-cultural, fundando la lógica como la ciencia humana por excelencia, representando la ciencia matemático-simbólica (conceptual), base científica para el estudio de la dialéctica (logos) y analítica de la experiencia sensorial de nuestro ser-aquí-ahora (nous). Por ello atribuimos a la Teología el estudio del nous (conocimiento divino) y las ontologías regionales como categorías. El conocimiento último (sobre el ser) no es fin sino medio para el conocimiento divino como ser-aquí-ahora, como "arte del acontencimiento". Toda filosofía es en última instancia teología, pues no se conoce por conocer (ontología y epistemología) sino para conocer lo verdadero (teología), lo que en última instancia sólo a mí me interpela. Es entonces cuando comenzamos a vislumbrar que nuestra conceptualización del espíritu es clave en la vertebración del estatuto científico de la teología. Desde una perspectiva ontológica vamos a interpretar al espíritu como síntesis en vez de antítesis o contradicción (en contra del absoluto hegeliano como síntesis de las contradicciones). Concluimos iniciando la comprensión del ser como contradicción, antítesis de la síntesis espiritual y sus determinaciones mentales. Algo huele a nada. Aunque el viejo mundo parece no derrumbarse, confirmamos que sus cimientos están podridos.

Hemos reconocido que el problema de Dios se reduce al problema del conocimiento. Sin epistemología no hay ontología ni teología. Nos guía la intuición sensible, y nos acompañan la inducción como lógica simbólica y la deducción como lógica matemática: subimos con la imaginación pero bajamos por suelo firme. Abrimos la Teología como un tablero de ajedrez posibilitando su desglose categorial. Mientras tanto el conocimiento dialéctico nos permite discernir entre oposición (complemento, autonomía simbiótica) y contrariedad (antagonismo en el espacio-tiempo). Shakespeare nos interroga: ¿ser o no ser? Yo creo que ésa no es la cuestión; ser más o ser menos, ésa sí es la cuestión. Sólo en caso de equiparar el "no-ser" con la "nada" estaríamos en lo cierto, pues tradicionalmente "ser" y "no-ser" representan la dicotomía clásica de la metafísica; pero ontológicamente ésta se derrumba por la inconsistencia de sus falacias, especialmente mediante la comprensión hermenéutica de que el "no-ser" se integra dentro del ser como posible estaticidad de la mente-conciencia (razón pura como espiritualidad metafísica). Nos alineamos en la no-

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existencia del "no-ser" como algo diferente al ser, atribuyendo a la conceptualización de "no-ser" lo equivalente al grado de ser más ínfimo y mezquino. En ello profundizaremos con detenimiento, pues refieren a comprensiones clave. Adelanto que fundamentar que el "no-ser" convive entre las posibilidades del ser supone el fin de la filosofía tal y como la conocemos en el mundo occidental (metafísica: filosofía eidética, idealismo absoluto, teorética especulativa, no epistemo-lógica sino simplemente lógica, al margen de la episteme empírica como contenido). La metafísica finaliza tal cual finalizaría (imagino) en culturas anteriores o finalizará en culturas del futuro: por auto-asfixia espiritual. El orden metafísico es ilusión céntrica, la hermenéutica ontológica es sensación periférica. Antagonia emitiendo...

Partimos del valle, conocemos gran parte, pero sólo desde la cima podemos vislumbrar el camino más corto, una vez sorteadas las vicisitudes del camino. Tras introducir nociones básicas sobre los puntos de partida, comenzaremos a trazar el mapa desde la cumbre (ontología fundamental) hasta el valle (epistemología), y no al revés (adecuación metafísica o independencia de la lógica simbólica). Una vez en el valle estudiaremos todas las anotaciones que hicimos por el camino (ontologías regionales), anotaciones importantes para aumentar las posibilidades de éxito para alcanzar la cima. El carácter teológico y artístico de la naturaleza humana se representa por medio de nuestra intrínseca voluntad de querer encontrar el camino más corto a la cima, ayudándonos de las anotaciones que hicieron otrxs viajerxs con anterioridad.

3.5. Onto-teología y Teología ontológica

Llega el momento en que vamos a sumergirnos más profundamente en la diferente interpretación que existe de la "diferencia ontológica" entre la metafísica como onto-teología y la ontología como teología racional, tradicionalmente llamadas ciencias del espíritu por algunos pensadores hermenéuticos alemanes del siglo XIX.

Básicamente ya hemos hablado de que la filosofía primera abarca desde los primeros principios de la naturaleza hasta los primeros principios del ente, respresentados por el estatuto científico de una ontología basada en el conocimiento epistemológico, y de una teología que se apoya sobre ambas cayendo como una plomada, acoplándose epistemológicamente a las ontologías regionales del ser (ser del ente). De momento puede ser erróneo profundizar en exceso sobre por qué la metafísica es ontoteología, explicación que dejamos cuasi íntegra para el apartadado de "la falacia metafísica". Es ahí donde tendremos espacio y tiempo para desglosar el supuesto fundamento último en el que se apoyan 2000 años de Cultura teísta judeo-cristiana. Ahora considero más necesario que terminemos de preparar el tablero para la segunda parte del proyecto, donde tocará enfrentarnos al ser, a la nada, a la dialéctica y también por ende a lo real y sus posibles realidades.

La ontología postmoderna trata de concebir una realidad sin fundamento, en la que el ser ejerce como causa evitando la imposible fundamentación (postmodernidad como no-fundamento). Pese a las contradicciones que ello acarrea, consideramos óptimo evitar calificar de fundamento lo que de momento no parece tener (ser), sin rechazar por contra la posibilidad de fundamento (más o menos flexible, temporal) de lo que parece sí tener (posibilidad de conocimiento del ente). Recordamos que estamos trabajando en última instancia la posibilidad de fundamento del ser del ente y no del ente, sino la posibilidad del "ente" desde su ser, sin que el ser ejerza de fundamento. Es por ello que para contextualizarlo mejor debemos esperar a que la dialéctica entre en juego como fundamento ontológico; ni fundamento lógico ni como no-fundamento, sino como lo que llamaremos un anti-fundamento, apoyándonos en nuestra particular percepción de la nada. Esta ontología del anti-fundamento proclama la necesidad de estudiar la diferencia ontológica realizando un análisis del ser al margen del ente, evitando caer en lo llamamos ontoteología, que no es más que pensar el ser desde el ente (adecuación del ser al ente). Hay que analizar el dasein, pero no extirpándolo forzosamente de su materialidad óntica (*Alejandro Escudero frente a Heidegger, Ser y tiempo: una obra interrumpida). Por otro lado lógicamente el ser no puede ser pensado, pues es principio de lo pensado,

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imposibilitando un fundamento último de la existencia, el cual no rechazamos ni rechazaremos al final de la investigación. Menos aún puede ser pensada la nada, pero hay algo entre la nada y el ser que nos dona la posibilidad de la consciencia de sí. Por ello hablamos de que sí puede ser pensado el ser por medio del ente (ser que atraviesa el ente para volver a velar, mostrándose siempre parcialmente como acotencimiento). Es por ello que concluimos que sí es necesario realizar una analítica del dasein (tarea primera y última en la dialéctica hermenéutica) pero no es posible realizarla completamente al margen del ente, pues existe un límite vital (diferencia ontológica). Puede pensarse el ser del ente de un modo científico-simbólico pero no empírico, rozando siempre los límites de lo poético, apoyándonos en una praxis cultural de carácter artístico. Llegando a este punto del camino nos acordamos de Wittgenstein: de lo que no se puede hablar es mejor callar; la metafísica nombra lo innombrable. Debemos seguir contextualizando los elementos que participan en la realidad filosófica de nuestro conflicto, para que una vez expuestos temáticamente, comencemos la operación quirúrgica que necesitan nuestras comprensiones metafísicas, nuestra falsa conciencia de ser, dirigiéndonos primero al corazón del problema (ontología y epistemología) y más tarde a los órganos derivados (teología). Por último también tendremos tiempo de repasar la estética consecuente y pautar las curas y revisiones ajustadas a cada paciente.

A mí me enoja mucho que la postmodernidad de Gianni Vattimo y amigos apoya a Heidegger en su crítica de Nietzsche como metafísico. Creo que el libro Nietzsche de Heidegger (*heideggeriana.com) es muy cuestionable, y por ello considero a Heidegger más metafísico que Nietzsche, pues Nietzsche al menos ofrece las posibilidades para un pensar ya no metafísica, precisamente no antropologizando en la proposición de la voluntad de poder como una especie de anti-fundamento, fundamento y anti a la misma vez. Es Heidegger el que insiste en encerrarse en la conciencia para lograr el acontecimiento, "antropologizando" y no llevando a su radicalidad su propio pensamiento, especialmente cuando interpela sobre la prioridad de pensar la verdad de la esencia y no la esencia de la verdad (atendiendo al posible extravío como sustancia metafísica). La analítica del dasein es clave, pero el ente nos acompaña en todo momento, y la ciencia bien lo afirma.

"Teología rigurosamente racional es para el Estagirita, explícitamente, la Filosofía Primera, y no otro nombre sino éste, el de Teología, es el defendido por Aristóteles para la ciencia de los primeros principios y causas del ente en cuanto ente y lo que le corresponde de suyo".(El nacimiento de la filosofía en grecia, Teresa Oñate).

Continuando con la imposibilidad de separarnos del ente en su totalidad, nos hacemos eco de las posiciones existentes al respecto. Como hemos reconocido antes, la metafísica va del ente al ser por medio de procedimientos formalmente lógicos, lo que entendemos como adecuación del conocimiento, donde la ciencia y la experiencia brillan por su ausencia. Por otro lado tenemos el ser que acontece en el ente (ser del ente). El ente, mediante el acontecer del ente, lo que hace no es fundamentar el ser sino auto-fundamentarse como ente, floreciendo la posibilidad natural de fundamentar el ser del ente en el acontecer del ser (aletheia como auto-fundamento) y no en el ser. Con ello concluiríamos que una de las interpretaciones más completas sobre la ontoteología son las de Derrida, comprendiendo, 1) que Heidegger escribe una teología sin Dios, cayendo en la ontoteología, pues parece lógico que la base para la analítica del dasein es una pre-comprensión del ser como pre-analítica de la analítica del dasein (*Ser y tiempo: una obra interrumpida, Alejandro Escudero) + (*Leibniz frente a Locke: antes de entender algo ya está el entendimiento mismo); y 2) que la ontoteología no es superable sino inevitable por parte del pensamiento, llegando a posiciones cercanas a la ontoteología kantiana. Con esta información reformulamos nuestra crítica: la ontoteología es superable porque puede evitarse en el pensamiento; pero no se evita negando la conciencia apriorística sino a través de ésta: es el acontecimiento el que atraviesa la conciencia-mente barriendo cualquier posibilidad de fundamento lógico-óntico-absoluto, lo que ayuda al pensamiento a trascender temporalmente como consciencia de sí (conciencia del límite). Es únicamente así como es posible fundamentar la teología y fundar el estatuto científico de las ciencias vitales (renovación de las tradicionales Ciencias del espíritu). Dos de los artículos trabajados que más ampliamente retratan dicha problemática son La constitución ontoteológica de la metafísica, de Heidegger, y Ontoteología de kant

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en el argumento de los posibles, de Irene Borges.

"La afirmación del superhombre no hace más que repetir y producirse en la dirección de la autoafirmación que la vida se da eternamente a sí misma. Por eso termina diciendo Zaratustra que el instante de ese acto de amor fati no es un momento del tiempo, sino que es eternidad, la eternidad de la vida afirmándose a sí misma en el instante en el que, con nuestra afirmación, nos identificamos con ella. Esto significa que el sentido del instante en el que el hombre comprende su temporalidad auténtica no es, como cree Heidegger, el de una diferencia de mi existencia frente al curso vulgar de los acontecimientos del mundo. Es, al contrario, la mayor atenuación que pueda pensarse de la separación entre yo y mundo. Esto pone claramente a la vista una diferencia insalvable entre los pensamientos de Heidegger y Nietzsche: mientras el objetivo del primero es determinar la existencia auténtica como realización de la libertad individual (un proyecto de innegable inspiración cristiana), en Nietzsche lo que se trata de averiguar es cómo renaturalizar al hombre mediante su reinserción de nuevo en la totalidad natural (un proyecto movido por la voluntad de un retorno al paganismo antiguo)".(La experiencia dionisiaca del mundo, Sanchez Meca).

Nos encontramos en posición de reconocer la posibilidad de una teología netamente ontológica, asentada en el acontecimiento como posible fundamento temporal, débil, flexible, no lógico (metafísica) sino onto-epistemológico (trascendentalidad inmanente del acontecimiento). La teología ontológica será tratada a lo largo del escrito, pero especialmente en la parte III: ontologías regionales. Estamos presentando su carácter poético y filosófico, relacionándola al politeísmo pagano como teología racional, recordando el aforismo heraclíteo de "todo lo gobierna el rayo", queriendo yo aquí-ahora entender la teología como el acontecimiento filosófico del pensamiento, eso que mezcla y difumina la relación entre lo apolíneo y lo dionisiaco, ese límite que une y separa al mismo tiempo, algo requerido por la hermenéutica para determinar los límites lógicos del pensamiento y posibilitar una trascendencia sensorial desde la frágil experiencia que permite el acontecer del ser. Con esto comenzamos a confirmar la válvula poética de escape que tiene la teología, no asentada en el ser como fundamento absoluto sino auto-asentada en la cultura y en la naturaleza humana como fundamento ontológico (dialéctico, contradictorio, anti-fundamental). Esta perspectiva teológica abre también las puertas a la biología contemporánea, a la categorialidad que nos propone la teoría general de sistemas abiertos (vitales), al reconocimiento de la diferencia ontológica, y por supuesto nos abre a la sociología y a una posible transformación radical de la conciencia social.

"El prós hen referencial asimétrico con polos de unidad referencial no relativos, consiente a Aristóteles algo decisivo en orden a la alteración y crítica proscución del platonismo: descubrir una causalidad modal-final reflexiva o intensivo-extática (y no ya material-cinética), que siendo anterior ontológicamente a la causalidad modal dinámica, resulta ahora sí, perfectamente adecuada a los primeros principios de la vida, por acceder a la comprensión-expresión de las acciones y transmisiones comunicativas propias de las comunidades de seres vivos animados, la participación en la vida política y cultural activa de la ciudad, y la investigación-transmisión educacional de los saberes".(El nacimiento de la filosofía en grecia, Teresa Oñate).

4. EL FIN DE LA FILOSOFÍA.

Theoria significa contemplar lo divino. Prosiguiendo a otrxs yo también veo algo divino: el fin de la Filosofía como especulación metafísica y no de la filosofía como reflexión ontológica (tarea del pensar). Veo el fin de la Filosofía como especulación eidética, reflexión teorética al margen de la experiencia y el conocimiento empírico (razón pura); veo el fin de la metafísica como adecuación teórico-especulativa sobre los primeros principios, aplicando al ser los supuestos principios hallados en el ente-conciencia como aparente punto de partida del conocimiento. La metafísica basa sus juicios sobre una falacia lógica del pensamiento, lo que abre la posibilidad ontológica de la naturalidad del "no-ser" como posible estaticidad temporal de la mente. El "no-ser", teniendo principalmente carácter eidético, sólo puede existir en la mente humana, como nivel ínfimo de ser-aquí-ahora. A la praxis catastrófica que posibilita la metafísica la identificamos culturalmente como "no-ser", aunque comprendemos la imposibilidad real de "no-ser", pues todo es ser, y por ende todas las interacciones son naturales (ya sean prácticas o teóricas), ajustándose por ende a

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las leyes fenoménicas del ser. Es por ello que entendemos que el "no-ser" (teoría metafísica y praxis derivada) no acaba nunca definitivamente, pues es una posibilidad real producida por una malinterpretación de la autonomía de la mente frente a los sentidos, deveniendo en independentismo eidético (razón pura, estaticidad de la mente y por ende moral). En este caso la posibilidad shakesperiana de que el "no-ser" refiera a la nada no correspondería a la tradición metafísica.

Insistimos en ver el fin de la Filosofía como metafísica por medio de la fundamentación ontológica de la dialéctica (auto-fundamento dialéctico), que incluye y supone una comprensión de la diferencia ontológica como límite que une y separa, y también colabora en el alumbramiento de la falacia metafísica. No es el fin de la filosofía, sino la confirmación de su evidente posibilidad científica, basado en la inherente capacidad lógico-reflexiva de la conciencia como fundación de los principios del conocimiento. La filosofía, como proceso basado en la intrínsica racionalidad del pensamiento, siempre determina cualitativamente a la Filosofía como objeto estático (dogma de la razón pura). El fundamento ontológico posibilita la delimitación filosófica de los campos (ontología, epistemología y teología) y el motor dinámico de las relaciones entre dichos ámbitos (dialéctica como tareas del pensar). Uno de los textos capitales que toca dicha temática con interesante tono es El final de la filosofía y la tarea del pensar, de Heidegger, disponible en heideggeriana.com.

"La muerte de Dios significa que no sólo los valores que había hasta ahora caen víctimas de su desvalorización, sino que desaparece la necesidad de valores del tipo de los que había hasta ahora y, sobre todo, que se hunde el lugar en el que tales valores eran situados hasta este momento, o sea, lo suprasensible. El nihilismo como historia de la posición y desvalorización de los valores revela que la esencia del ente está justo en la construcción y reconstrucción de las perspectivas metafísicas y de las concepciones filosóficas que una y otra vez son superadas. Por tanto, la superación del nihilismo no consistirá simplemente en poner valores nuevos y distinto de los tradicionales. Con ello se permanecería sin más en la corriente del nihilismo. Hay que refundarlos en un nuevo principio, en la voluntad de poder que los pone y los quita y de ese modo los supera".(La experiencia dionisiaca del mundo, Sánchez Meca).

Ser es pensar (en el pensamiento de Parmenides). Determinar las tareas del pensar significa elevar el pensamiento a su estatuto ontológico. Se trata de determinar cuál es la modalidad más perfecta del pensamiento y cuáles son sus relaciones interactivas primarias. Por otro lado nos preguntamos, ¿representa este proyecto filosófico la materialidad consecuente de tantas causas anteriores que se esforzaron y se siguen esforzando para comprender la compleja relación simbiótica entre ser y realidad? Respondemos afirmativamente que este proyecto, como resultado lógico de la auto-fundamentación (dialéctica) del acotencimiento (ser del ente), posibilita una base estable desde la que construir el estatuto científico de la Ontología. Todxs estamos invitadxs a participar en la comprensión del sentido de nuestra existencia vital individual y colectiva, incluyendo la posible ausencia de sentido como un sentido especial de nuestra existencia.

4.1. Estatuto científico de las disciplinas filosóficas.

Venimos considerando como disciplinas filosóficas a la ontología, a la epistemología y a la teología (ontológica). El estatuto científico de éstas representa la fundamentación ontológica del ser del ente por medio de la auto-fundamentación dialéctica de lo real (relación del ser y la nada), manteniendo al ser como causa de la diferencia ontológica, comprensión de la cual deriva el concepto aletheico de verdad como acción modal. Esto supone la comprensión del carácter ontológico de las realidades particulares, que posibilita la fundación de los principios gnoseológicos de la conciencia, que por ende posibilitan conocer la estructura apriorística de los seres vitales. El todo comienza a desvelarse como un armazón bien solapado y sin fisuras, comprensión que nos aporta interpretaciones ontológicas necesariamente posibles para entender en profundidad la falacia metafísica, realzando su carácter contradictorio (no complementario) frente a las leyes naturales. Es por ello que decimos que la filosofía como metafísica (Filosofía "en mayúsculas") ha muerto. Si antes ya murió Dios (Nietzsche) y el Hombre (Foucault), ahora le

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llega el turno a la "Filosofía". Sin embargo la filosofía como acción pensante, no nace ahora como una iluminación teísta o de creación "ex-nihilo", súbita, sino que permanece inmanente en su dialéctica eterna; ahora simplemente le corresponde reaparecer con fuerza como símbolo justo de reinserción natural frente a la barbarie del fascismo global de las oligarquías tecnocráticas. Éste quizás no sea el último libro de Filosofía (estatuto científico de la ontología), pues ello debe ser tarea colectiva y muy riguroso trabajo, pero sí lo quiero considerar un germen importante para la proliferación de libros de filosofía que trabajen en apuntalar la importancia capital de construir un estatuto científico sólido para la acción política antagónica, que aunque no requiere de una fuerte teorización (corazón como motor incesante de la libertad), si encuentra limitaciones serias para sumar fuerzas debido a la ignorancia y el miedo generalizado de la población, y a la falta de cultura general a la que nos aboca la plutocracia gobernante.

Venimos apuntando la importancia de anclar fuertemente la posibilidad del conocimiento, pues es en dicha nebulosa laguna donde germina el pensamiento metafísico y sus fundamentos extrínsecos y antropomórficos. La fundación ontológica de los principios del conocimiento permite, por un lado comprender la Naturaleza, y contemplar así su naturaleza; y por otro lado permite comprender la naturaleza y contemplar así su Naturaleza. Es entonces cuando el pensamiento representa la dialéctica como esencia de la libertad y de la belleza dinámica de acontece a lo largo y ancho de la existencia vital, pensamiento que se ayuda en la estructura lógico-simbólica (científica) de la filosofía en sus diferentes campos (ontología, epistemología y teología). Más tarde aparecerá la sociología, y tendremos que analizar críticamente su grado posible de cientificidad frente a la naturalidad artística de una praxis contemplativa. De momento debemos serguir construyendo poco a poco los robustos pilares que sustentarán una genuína filosofía científica y antagónica, basándonos en el aquí-ahora como muerte lo extrínseco, de lo aporético, de lo antropomórfico, de lo independiente, etc...

Wittgenstein dijo que si alguna vez se escribiera un verdadero libro de ética todos los demás se auto-destruirían. Lo mismo ocurre entre ontología y metafísica: si fundamos la teoría del ente como posibilidad ontológica de ser la metafísica pasaría a ser puro relato sentimental orientado por el miedo y la ignorancia que provocan sus falacias lógicas. Lo mismo piensan los filósofos analíticos y del lenguaje. Es esta precisamente la tarea en la que me embarco o embarcamos lxs interesadxs, sabiendo que este libro es incompleto, imperfecto, y siendo consciente de la necesidad que tengo o tenemos de profundizar temáticamente mediante conocimientos más especializados. Estamos interpretando a la filosofía como teología, pensamiento envuelto como necesidad humana, corriente energética que adjetivaremos de theológica (que tiende al conocimiento de la verdad), aportando sentido al carácter abierto y participativo de este proyecto, auto-sostenido en su apuesta por la cultura-libre. Ello siempre y cuando nos planteemos como prioridad la comprensión de la diferencia ontológica y la falacia metafísica (negación de la diferencia ontológica), pues representa la orientación filosófica de Aletheia como proyecto que parte del acotencimiento del ser para tratar de llegar a una "ligera" fundamentación del ente basada en la modalidad del ser (dialéctica) y no en el ser mismo, pues ello quizás pueda llegar a ser más bien la nada.

Este proyecto se auto-invita a interactuar interdisciplinarmente, intentando potenciar su carácter comunicativo. Esto no es metafísica o no quiere ser metafísica, y al menos es a lo que aspira, rechazando siempre a la metafísica como fantasma que planea continuamente sobre las comprensiones ontológicas, carroñeando como olvido del ser, fenómeno basado en la posibilidad natural de la metafísica como materialización pútrida de los malentendidos acerca de la conciencia y su intrínseca libertad ("no-ser"). Si alguna comprensión se debilita, la idea parasitaria se lanza sobre su víctima para sumar fuerzas; es así como actúa la metafísica, y ello lo traspolamos sin esfuerzo al Poder cotidiano que venimos sufriendo desde largo tiempo. Resulta curioso y algo paradójico comprender que la metafísica sea precisamente lo menos espiritual, y que se reduciría a lo que entendemos por misticismo, a todo el mundillo de lo ex-nihilo, de las creaciones súbitas y repentinas así de la nada como si nada, que a su misma vez representan precisamente la negación de todo lo que no sean los 5 sentidos, separándo la intuición de sus evidencias naturales (intuición como 6º sentido), y sobre todo alejándose del sentido común, convirtiéndolo en el menos común de los

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sentidos. Parafraseando aquí-ahora entiendo la metafísica como racionalidad irracional, interpretando la ontología como una irracionalidad racional, lo que puede ayudarnos a comprender mejor que no sea "pienso luego existo" (Descartes) sino "existo luego pienso" (E. Punset).

La emergencia del proyecto como búsqueda y más que posible consecución "limitada" del estatuto científico de las disciplinas filosóficas urge más que nunca, principalmente debido a la masacre que en la actualidad provoca el pensamiento metafísico y su catastrófica praxis: nos encontramos en un planeta jerarquizado por el teísmo mercantil, en el que el Poder ya no esconde su deseo autocrático de imponer su voluntad bajo medios militares, si es que la población se despierta de su sueño dogmático. Mis profundas condolencias para todas las víctimas de la tiranía humana, a todxs lxs esclavizados por la represión o por la ignorancia (opresión), incluyendo a animales, plantas y montañas, haciendo un llamamiento especial para la lucha contra la globalización del fascismo, tomando todos los medios que tenemos a nuestro alcance, incluida la violencia libertaria de emancipación contra los culpables del genocidio actual, contra la estructura concretamente principal del sistema. Es en el apartado de "Lucha por la supervivencia" en el que diferenciaremos entre la violencia de dominación como terrorismo y la violencia de liberación como praxis natural frente al autoritarismo totalitario, el cual se erige como sabotaje salvaje "no-violento", acción que representa una auto-afirmación ontológica.

4.2. Tareas del pensar.

Una vez que analizamos el estatuto ontológico de la filosofía como acción reflexiva del pensamiento toca determinar cuál es la modalidad de pensamiento más verdadera, más ontológica, más hermenéutica, en relación al "ser es pensar" de Parmenides, fortalecido por el contemporáneo "existo luego pienso", que se basa en la negación del carácter ontológico del propio resultado del pensamiento y su pretensión de objetividad. Nos referimos ahora a que resulta más importante el cómo del pensamiento que el propio qué de éste. Es precisamente que nos posicionamos intencionadamente en la interpretación ontológica de Parménides, pues no negamos la modalidad cartesiana como análoga del ser es pensar parmenídeo.

"En el Manifiesto defiendo la idea de que en el fondo hay necesariamente una voluntad sistemática de la filosofia, aun si la apariencia exterior de los textos de filosofía puede a veces dar la impresión contraria. La filosofía no existe sino cuando propone una composibilidad de sus condiciones, la vocación sistemática es inevitable y forma parte de la esencia misma de la filosofía. De modo evidente, si por sistema se entiende sistemas teológicos, sistemas arquitectónicos con una piedra angular, etc., puede decirse que tal figura es inadecuada. Pero si se entiende, por un lado, la necesidad absoluta de que el sistema completo de las condiciones de la filosofia sea configurado en su propuesta, y por otro lado, el hecho de que existe la necesidad de un lazo argumentativo, de un lazo de conexión, cualquiera que sea el modo, que teja, recomponga y una la disposición conceptual, entonces en este sentido la filosofia es sistemática, y es una misma cosa decir que la filosofia no es sistemática, o que no existe".(Manifiesto por la filosofía, Alain Badiou).

Dice Ortega que vivir es no filosofar, y que filosofar es no vivir; y le atribuyo mucho razón. Trata de mostrar por un lado la dicotomía fenoménica de la existencia entre sensación y pensamiento, y por el otro la autonomía simbiótica de dichos elementos, ensamblado en un proceso dialéctico y unitario de carácter trascendental e inmanente. Afirmamos que no existe la independencia en la Naturaleza, ni la dicotomía en la naturaleza; percibimos solamemte dialogía, caos natural como alternancia armoniosa entre fenómenos opuestamente complementarios; cambio y transformación continua. Tenemos a la metafísica como caos trascendental frente a la ontología como caos fenoménico. Si ser es pensar y la dialéctica se conforma mediante el ser, desde una perspectiva hermenéutica el pensar es dialéctica. Entendemos así al pensamiento como dialéctica entre comprensión cognoscitiva de los fenómenos por medio del raciocinio y contemplar los fenómenos cognitivos del mundo sensorial.

"La reflexión es una intuición ciega si ella no es absolutamente mediatizada por aquello que Dilthey llamaba las expresiones en las

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cuales la vida se objetiviza; es la apropiación de nuestro esfuerzo por existir y nuestro deseo de ser a través de las obras que testimonian este esfuerzo y este deseo. La filosofía de la reflexión se posiciona en contra de la filosofía de la conciencia." (Existencia y hermenéutica, Paul Ricoeur).

Analicemos ahora la comprensión y la contemplación como el filosofar y el vivir de Ortega. O comprendemos abstrayendo conceptos eidéticos, o contemplamos los fenómenos sensoriales concretos que perciben nuestros sentidos y son filtrados por nuestra mente. Nos hacemos eco del imaginario lacaniano como dialéctica del pensamiento, o de la asimilación y la acomodación en Piaget; y también comenzamos a relacionar filogénesis a teleología y a comprensión, y ontogénesis a teleonomía y contemplación. Si regamos la creatividad se pueblan los jardines de la imaginación, la nada y el ser en su "lógica" hacen el resto.

"Así pues, de estos procesos unos pueden ser llamados movimientos, y otros acciones. Pues todo movimiento es imperfecto: así el adelgazamiento, el aprender, el caminar, la edificación; éstos son en efecto, movimientos, y, por tanto, imperfectos, pues uno no camina y al mismo tiempo llega, ni edifica y termina de edificar, ni deviene y ha llegado a ser, se mueve y ha llegado al término del movimiento, sino que son cosas distintas, como también mover y haber movido. En cambio haber visto y ver al mismo tiempo es lo mismo y pensar y haber pensado. A esto último llamo acción (enérgeian), y a lo anterior movimiento (kínesin)".(Metafísica, Aristóteles).

4.2.1. La comprensión como cinetismo racional.

Entendemos la comprensión como cinetismo cognoscitivo del instinto racional. Tendemos a conocer la realidad porque de algún modo formamos parte constituyente de ésta, y también tendemos a conocerla en su multiplicidad de posibilidades debido a nuestra proyección intrínseca hacia la verdad. Podemos comprender que somos sujetos arrojados con libre elección ante la necesidad de supervivencia vital. Por ello afirmamos la comprensión como necesidad, como determinio primario, atribuyendo así a la naturaleza humana su carácter theológico, que muestra la tendencia natural al conocimiento del mundo como verdad. Concluimos que la comprensión supone la posibilidad del conocimiento verdadero, fractando simbólicamente los niveles de conciencia como niveles de comprensión de lo real.

Antes hemos atribuida cierta razón a Zubiri frente a Heidegger cuando aquel critica a éste por afirmar que el lenguaje es la morada del ser. Heidegger también afirma que la comprensión del ser se da en el lenguaje. A Heidegger le da la razón Krishnamurti cuando habla de que entender es transformar lo que es. Comprender forma parte elemental básica de la dialéctica del conocimiento, comprender forma parte del conocimiento como reflexión hermenéutica. Pero ello no implica que el ser "sólo" se de en el lenguaje; también se da en la antropología y en la psicología alejándose de la razón linguística. Alejandro Escudero niega frente a Heidegger que el auto-comprenderse sea el fenómeno básico. Seguimos apuntando en la dirección de un fundamento frágil que posibilite pero que determine más allá de la teleología, incorporando la libertad como una posibilidad real y no cuantitativo-conceptual.

Heidegger nos habla de la comprensión como proceso apriorístico, y Zubiri nos refiere a la comprensión como posibilidad del ser. Siguiendo lo anterior volvemos a posicionarnos con Zubiri, pero matizadamente, pues volvemos a encontrarnos la típica problemática del huevo y la gallina. La comprensión es apriorística desde la perspectiva del conocimiento, pero no es apriorística en la conciencia, es una posibilidad de ésta respecto del conocimiento. Por otra parte es más que una posibilidad y es en parte apriorística, pues resulta una posibilidad inmanente, una posibilidad que se da en su propia auto-afirmación, constituyendo una estructura trascendental donde acogemos los diferentes fenómenos. Sí podemos reconocer que existe en nosotros una comprensión apriorística de la realidad como continuación material del acontecimiento original. Comprensión y contemplación como lo uno y lo mismo refieren a una especie de pre-comprensión dada por la contemplación primaria de lo real. Lógicamente antes de comprenderse el acontecimiento éste tiene que darse.

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Comprenderemos mejor el comprender cuando comprendamos lo que vamos a comprender ahora: la contemplación.

4.2.2. La contemplación como dinamismo sensorial.

Contemplación como dinamismo cognitivo entre mente y sentidos. Como hemos afirmado la contemplación de las sensaciones posibilita una determinada pre-comprensión primera, la cual enriquece contemplaciones posteriores, suponiendo a su vez una inmanencia dialéctica (logos). Hemos reconocido también el carácter original de la contemplación frente a la comprensión, remarcando así que el fenómeno básico de la conciencia es el acontecimiento y no la comprensión del cogito. La contemplación ejerce la comprobación empírica del conocimiento científico, ejerciendo como punto de inicio y llegada de la lógica dialéctica que aquí se nos presenta. Recordamos que el espíritu que comprende es el que ejerce el papel de síntesis objetivizante, y no de contradicción. Seguimos afirmando que la síntesis refiere más a la mente como filtro y que la contradicción refiere más a la consciencia como sensorialidad.

Comprensión como acción fenoménica que interactúa con la naturaleza, contemplación como pasividad ante la Naturaleza (acción ontológica de permitir, no-acción oriental). La prevalencia de la comprensión sobre la contemplación es materialismo, la prevalencia de la contemplación sobre la comprensión es idealismo. Activo o pasivo, los dos son principios autónomos que se relacionan simbióticamente. La comprensión tiene su trascendentalidad en la necesaria temporalidad de ontizar lo ontológico para sobrevivir en el caos fenoménico que supone la Naturaleza. La contemplación tiene su trascendentalidad en la necesaria atemporalidad de ontologizar lo óntico, obedeciendo a la jerarquía de la nada como no-fundamento respecto del ser como fundamento. Cuando contemplamos aplicamos a la comprensión de los fenómenos una perspectiva anti-fundamental, en la Naturaleza podemos observar el carácter efímero que inunda el mundo sintético.

Trataremos de asegurar una base epistemológica sólida determinando las posibilidades sobre el conocimiento de lo real como realidades en su unidad estructural. Es por ello que apreciamos antinomias linguísticas en la disputa entre Hegel y Engels sobre la dialéctica, las cuales trataremos de resolver en el apartado Naturaleza de la dialéctica. Atribuiremos razones parciales a ambos, ya que la contemplación en su proyección primigenia hacia el todo permite comprender la naturaleza humana como animalidad theológica, por lo que originalmente no sería la voluntad de la fe de comprender (metafísica) sino el cinetismo gnoseológico del anima, mostrando que hay vida antes que idea, mostrando por derivación que uno de los mayores descubrimientos del ser humano es que hay vida antes de la muerte (*E. Punset). Dice Leibniz frente a Hobbes que antes de entender algo ya nos espera allí el entendimiento. Yo me pregunto, ¿es posible que exista el entendimiento sin lo entendido? Estamos desempolvando la copertenencia entre la nada y el ser, entre el ser y el ente, entre la contemplación y la comprensión, entre el Espíritu absoluto de Hegel y la Naturaleza en Engels, volviendo a afirmar frente a Hegel que el absoluto es una contradicción y no una síntesis (karma como ley del cambio).

4.3. Teosofía como ser-aquí-ahora-posibilidad-real.

Cuando hablamos de teosofía quiero entender la teosofía como la teosofía quiere entenderse a sí mismo, como sabiduría divina, como amor a lo divino por medio del conocimiento de la verdad. Theo-sophia: theo como espiritualidad religiosa, sophia como sistema filosófico radicado en las matemáticas. Podemos considerar a la teosofía como un método integral de investigación. Se identifica con el saber (en modo) absoluto pues no puede ofrecerse terminado, sino que concluye en las ciencias especializadas. No es ciencia, no es dogma. Es un conocimiento superior al de las ciencias materiales o positivas. Conocimiento como acción de identidad respecto a la diferencia ontológica y su compleja dialéctica. La teosofía no es metafísica porque apuesta por lo divino de la esencia y no por la sustancia, es modalidad de acción, de ser y hacer, y no estaticidad conceptual iluminada. Es simbología metafórica frente al logicismo conceptual, representa la contemplación como arte teológico. Ante todo representa la transmisión cultural

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de las sabidurías antiguas animistas y paganas, por eso siempre se ha relacionado con los enigmas de la Atlántida y la posibilidad de una religión primigenia.

La doctrina secreta (Libro de Dzyan) es el tratado estudiado por H. P. Blavatsky, del que recoge sus más importantes aportaciones filosóficas. De manera similar al hermetismo antiguo o a otras muchas sabidurías ontológicas dicho trabajo intenta sistematizar cualitativamente el kosmos tratando de abarcar al todo como uno. Las implicaciones de la teosofía vienen con nosotros y nos ayudan a construir un armazón cósmico simpatizante de lo caótico y lo cuántico. Por el momento nos quedamos con su energía, con su intención de purificar el alma para aliviar el cuerpo, posibilitando una interpretación de la gnosis como una especie de budismo esotérico. Nos quedamos con la apuesta que la teosofía hace sobre la existencia de la glándula pineal, lo que aportaría base empírica a la intención primaria de la fenomenología husserliana, además de valernos para comparar su devacán como tierra de dioses con nuestro ser-aquí-ahora-posibilidad-real. La posibilidad-real no es más que el acontecimiento como afirmación ontológica.

Hay enigmas sin resolver en los asuntos teosóficos, al menos para mí. No alcanzo a comprender que vayamos a tener futuramente una doble espina dorsal, ignoro que estemos en la 4º etapa de las 7 que tiene el kosmos, etc. No puedo afirmarlo ni negarlo, pero mi ignorancia no es agresiva, y con gusto sumaré cualquier conocimiento que aporte beneficios vitales a nuestra precaria existencia. Otra cosa es que ahora mismo no sea determinantemente relevante respecto de nuestras investigaciones. Mejor nos conformamos hablando de la teosofía como sublimación del intelecto. Dicha sublimación no se produce en la idea como comprensión, sino en las contemplaciones sensoriales del uno. El intelecto (consciencia) refiere al acontecer del ser, al espíritu-anima como uno. Por eso decimos teosofía como ser-aquí-ahora-posibilidad-real, refiriendo a una identidad de gradación elevada entre consciencia (nous) y ser por medio del acontecer de este último, acercándonos así a la conceptualización relativa a la perfección como verdad. Repetimos que una posible inteligencia se presenta como capacidad de adaptar los medios a los fines (*Hartmann vs la interpretación metafísica de inteligencia como resolución de conflictos), pero desde Aletheia apostamos por una inteligencia que difumina y confunde los medios y los fines, potenciando la modalidad de la existencia al margen de sus resultados objetivos.

La teosofía puede y tiene que interpretarse por su carácter ontológico, pues resulta paradójico y extremadamente sencillo interpretarlo de manera metafísica, pues realmente dicha interpretación carece de sentido. La interpretación metafísica de la teosofía sigue siendo metafísica, no teosofía, la cual tiene pleno carácter ontológico (gnosis, conocimiento como auto-conocimiento). Lo que antinómicamente existe es metafísica teosófica como posibilidad ilógica (falacia). Buen ejemplo de dichas mal-comprensiones es que uno de los libros consultados sobre teosofía estaba editado por la "biblioteca del más allá", cuando precisamente la teosofía es una filosofía intelectual basada en la sensorialidad del más acá. Otra cosa es lo que algunos hagan en nombre de dichos principios. Ahí la realidad afecta transversalmente a la praxis humana, desde las críticas hacia los supuestos de que se construyen ejércitos espirituales por medio de academias teosóficas hasta las matanzas que se han hecho en nombre del comunismo. Yo me quedo con la teosofía que me dice que yo soy mi propio maestro y mi propio dios, que niegue la religión pero no la religiosidad; me quedo con la teosofía que afirma que un niño aprende más en la calle que en la escuela, la que me aconseja que no me drogue para conservar mejor mis capacidades psíquicas, o la teosofía que me dice "mata el amor a la vida, pero si lo matas procura que no sea por la sed de vida eterna, sino para substituir lo pasajero por lo perdurable". Además la Sociedad teosófica se auto-afirma como sublimación de la tolerancia. Por ello y varias cosas más la teosofía es merecedora a priori del estatuto de inocente ante problemáticas oscuras.

Por supuesto que existen posibles críticas a los aspectos más místicos de la filosofía teosófica, haciéndonos eco de las posibles derivas del pensamiento y sus desembocaduras en los mares de la metafísica más rancia. Es interesante tener en mente las críticas que aparecen hacia Orfeo y el orfismo como remitologización de la filosofía, como recuperación de antiguas religiones y las edades del hombre, como aportación de las religiones orientales y como apoderación de

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Apolo y Dionisos (El nacimiento de la filosofía en grecia, Teresa Oñate). Se requiere paciencia y capacidad crítica ante las posibles ignorancias y malentendidos que pueden producirse a la hora de trabajar unas temáticas tan espinadas, lo cual nos interpela hacia las tradiciones antiguas, hacia el hermetismo como filosofía del conocimiento de dios o a su esfuerzo de conocer a dios por medio del conocimiento y la piedad. Y también disponemos de la masonería y el rosacrucismo; todas apelan a lo mismo pero no todas acceden del mismo modo. Lucifer sí nos representa! Adoro al portador de la luz y de la belleza de Venus (*luciferina como partícula que se ilumina en algunos animales; venus es el primer y último planeta que se ve durante el día). ¿Representa Lucifer el super-ser-humano? Bueno, al menos nuestro alter-ego (*superhéroes de barrio, blog de Leónidas Martín). El puerto en el que desembarcamos se asemeja a la ecosofía de Felix Guattari como fuerza potencial de lo débil. El misticismo y la ignorancia son el enemigo, la capacidad crítica es nuestra única salvación. Yo he participado en un curso de filosofía de la academia teosófica Nueva Acrópolis, y todavía no he podido constatar en profundidad las duras críticas que dicha academia recibe en internet. Yo de momento me mantengo en medio, sin afirmar ni negar, la epohé me dura, ustedes podeis construir vuestra propia opinión conociendo el fondo del conflicto.

"Yo os enseño el superhombre. El hombre es algo que debe ser superado. ¿Qué habéis hecho para superarlo?Todos los seres han creado hasta ahora algo por encima de sí mismos: ¿y queréis ser vosotros el reflujo de ese gran flujo y retroceder al animal más bien que superar al hombre?¿Qué es el mono para el hombre? Una irrisión o una vergüenza dolorosa. Y justo eso es lo que el hombre debe ser para el superhombre: una irrisión o una vergüenza dolorosa. Habéis recorrido el camino que lleva desde el gusano hasta el hombre, y muchas cosas en vosotros continúan siendo gusano. En otro tiempo fuisteis monos, y también ahora es el hombre más mono que cualquier mono".(Así habló Zaratustra, Nietzsche).

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PARTE II: ONTOLOGÍA FUNDAMENTAL

A) SER Y DIALÉCTICA

1. EL SER Y LA NADA.

Entramos de lleno al corazón del proyecto Aletheia. En este apartado vamos a desarrollar el argumento capital de la investigación, del que resultan las implicaciones teológicas que van a determinarnos, y que en parte ejercen como vector que diseña los postulados iniciales de los que hemos partido, afianzándolos mediante una óptima lógica científica. De las tres disciplinas filosóficas que discernimos en nuestro analítica fundamental entendemos que la ontología y la epistemología conforman lo que denominamos ontología fundamental, refiriendo a la epistemología su estatuto fundamental en su copertenencia ontológica, estatuto en el que nos apoyamos para fundar los diferentes saberes especializados sobre la Naturaleza en su carácter óntico. Más tarde estudiaremos la teología como ontologías regionales, concluyendo así el puente que une al ser y la nada con el ente por medio de la modalidad unitaria dialéctica, la cual termina idenficándose con nuestra conceptualización tradicional de consciencia (logos). Entonces corresponde profundizar con atención y cautela extrema en la difuminada conceptualización que a priori tenemos sobre el ser en general, tratando de discernir y estructurar las relaciones jerárquicas entre principios y consecuencias, entre las causas y sus derivaciones. Pero antes de comenzar dicho análisis sobre los primeros principios explicaremos por qué vamos a interpretar a la ontología (y también a la epistemología como "experiencia" ontológica) como ontología fundamental.

"¿No reposa el primado de la ontología entre las disciplinas del conocimiento en una de las más luminosas evidencias? Todo conocimiento de las relaciones que reúnen u oponen a los seres unos a otros, ¿no implica de antemano la comprensión del hecho de que estos seres y relaciones existen? Articular la significación de este hecho -retornar al problema de la ontología- implícitamente resuelto por cada cual, incluso en forma de olvido, tal es, según parece, edificar un saber fundamental sin el cual todo conocimiento filosófico, científico o vulgar sería ingenuidad". (¿Es fundamental la ontología? Enmanuel Levinas).

Nos preguntamos si la ontología representa la posibilidad científica de conocimiento inmaterial en la que apoyar el conocimiento (más) especializado del ente, pudiendo sostener un conocimiento al menos débil sobre lo que entendemos por conciencia (ente) y por consciencia (ser del ente). No debemos olvidar que estudiar el ser al margen del ente no es finalidad sino medio para trabajar el ser del ente en general, incluyendo las concreciones sensoriales del espíritu como particularidad. Estudiar la nada no es coherente, menos aún atribuirle contenido: lo pensable es aquí-ahora, el ente y su ser concreto. Reconocemos la imposibilidad de concretar empíricamente el conocimiento del ser en general, considerándolo como una tarea banal desde la perspectiva de nuestras propias limitaciones como entidad mental; sólo podemos conocer empíricamente la sensorialidad concreta del espíritu como Naturaleza "material", lo que de momento incluso resulta una afirmación arriesgada. Es mediante la inteligencia aplicada a la lógica científica donde pensamos que puede estar la clave para proyectarnos hacia lo que no percibimos mentalmente mediante el concepto. Sería precisamente lo inmaterial o trascendental de nuestra propia sensorialidad lo que guía la intuición inmanente de que existe una más amplia realidad que la que muestra superficialmente nuestra mentalidad concreta, nuestra realidad. Es ahora que entran en juego Leibniz y los estoicos: ¿es el todo racional? Y también Kant: ¿dónde están los límites del conocimiento? A ello respondemos una vez más mediante la transversalidad dialéctica de la existencia ontológica, interpretando ahora gracias a la tradición filosófica en general una aparente dicotomía entre lo cognoscible y lo inteligible, difuminando sus límites mediante lo que caracterizamos como entendimiento. Interpretamos lo cognoscible como la "experiencia" o "conocimiento" sensorial que tenemos del ser en sus ramificaciones concretas, e interpretamos lo inteligible como la "experiencia" o "conocimiento" simbólico (lógico-científico) que tenemos del ser mediante abstracciones conceptuales. El entendimiento resultaría de la armoniosidad

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dialéctica que propicia la relación simbiótica entre lo cognoscible y lo inteligible. Desarrollando estos elementos básicos sobre el tablero interpretamos entonces que la diferencia ontológica sería la imposibilidad material (concreta) de conocer el ser empíricamente, concluyendo que el ser es sólo es inteligible por la conceptualización siempre limitada y que sólo es cognoscible como ser del ente, como acontecer del ser en el ente. La diferencia ontológica se afirma como límite que une y separa al mismo tiempo.

Desde dicha comprensión seguimos vigilando y tratando de cubrir las posibles fisuras que vamos dejando en nuestro proceder, persiguiendo en última instancia la construcción de una ontología que sirva de fundamento (temporal) no para el ser sino para el ente. Es importante comprender que no nos conmueve la inquietud de que la existencia cósmica tenga sentido, sino que nos preocupa que nuestra existencia concreta carezca de sentido en general, considerando ontoteología ese interés por atribuir al ser nuestro propio sentido particular. No negamos que el trasfondo trágico de la nada, pero afirmamos que la libertad en sí ya es un sentido particularmente específico para cada ser humano. Pero continuemos a paso lento y agarraditos de la mano.

Dicha diferencia ontológica promueve la imposibilidad de concretar el ser, dando la razón a Heidegger cuando elimina toda caracterización adjetiva al ser, llegando a equipararla con la nada, problemática tratada a continuación. Antes de ello debemos determinar los límites de la racionalidad como problemática del fundamento en general. Tenemos lo cognoscible concreto de la Naturaleza, y tenemos lo inteligible abstracto de la naturaleza, afirmando que es esta posiblidad simbólica la que nos permite contextualizar los límites de la racionalidad sin sobrepasarla. Aquí-ahora nos afirmamos en la imposibilidad de la metafísica en general como ontización del ser, como etiquetación conceptual de lo que no puede ser etiquetado, comprendiendo que una ontología que aspire a conocer al ser al margen del ente no sería más que volver a caer en la trampa de querer sobrepasar nuestra limitación mental, nuestro apriorismo óntico, desarrollando nuevamente la metafísica como onto-teología y mediante fundamentos lógico-especulativos hasta el Ser supremo, pues afirmamos la imposibilidad de superar los límites de la racionalidad (diferencia ontológica). Nos afirmamos en nuestro límite, la vida se afirma en la posibilidad de su muerte, la nada es la posibilidad real de la libertad: maravilloso exponente de dicha Cultura lo encontramos en el arte flamenco. Es precisamente lo cognoscible-sensorial lo que nos permite contextualizar sin cercenar ónticamente, sin conceptualizar como racionalidad irracional, extrema, "pura", permitiendo ondulaciones basculantes de la consciencia como ser-aquí-ahora, afirmandonos en niveles de consciencia, siendo más o siendo menos. Se nos aparece la posibilidad de que alguien sea más consciente de su ser (y por ende del ser en general) que otra, por ende afirmando también el conocimiento por medio de nuestra ignorancia (no-violenta!), gradaciones medibles regidas por los criterios de verdad (potencia-acto) y perfección (forma) como "identidad" ontológica del ente respecto del ser por medio de su propio ser, convirtiendo la vida en el juego en que se ganan bonus cuanto menos ente se es, cuanto menos conservamos estática nuestra mente y en última instancia la moral.

Es ahora cuando llega la afirmación más arriesgada del proyecto, la que vamos a desarrollar ampliamente en estos apartados: aceptamos de momento la contradicción que supone afirmar que gracias a la diferencia ontológica existe un fundamento "ontológico" para el ente basado en la posibilidad de su propio ser como ser del ente. Nos apoyamos en lo inmaterial intermedio que existe entre el ser (no tiene fundamento) y el ente (si tiene fundamento, aunque temporal, débil, basculante, ni óntico ni absoluto). ¿Es la ontología fundamental? Sí rotundo: la posibilidad del conocimiento científico es evidente. ¿Es una contradicción conceptualizar un fundamento como ontológico? Es posible. ¿Es el ser contradictorio? Sí; es por ello que el fundamento para el ente tiene que ser contradictorio (temporal, débil, fundamento y no-fundamento a la vez), pues tiene carácter onto (relativo al ser) lógico (relativo a las reglas que rigen lo óntico). Es por ello que el ente no tiene un fundamento absoluto, sino que la posibilidad de un fundamento temporal me ayuda a explicar y comprender la multitud de posibilidades ontológicas que tengo para el ente, sin por ello fundamentar absolutamente desde el dogma mi materialidad concreta. Ya estamos en condiciones de considerar la metafísica como falacia mental que parasita en la ignorancia y en el miedo que produce la evidente ausencia de

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fundamento para el ser (y por ende la carencia de fundamento absoluto para el ente que supuestamente somos). La metafísica representa un miedo pavoroso frente a las responsabilidades que implica la libertad. Desdramatizando trampoco nos preocupemos si van quedando pequeñas fisuritas; es precisamente por ello que desarrollamos en el proyecto una completa sistematización que posibite organizarse para comprender el multiverso de posibilidades que nos ofrece la existencia ontológica desde una perspectiva transversal y de conjunto.

Todo lo dicho no impide que "entre nosotrxs" (allá cada uno con sus percepciones identitarias) tratemos de buscar un concepto que nos permita caracterizar al ser como no fundamental, pero que incluya la no negación de posible fundamento temporal para el ente. Ni apostamos por el fundamentalismo metafísico ni apostamos por el fundamentalismo del no-fundamento absoluto, pues el ser de alguna manera copertenece a la nada, si no nada sería. El no-fundamento absoluto es negado cotidianamente por la posibilidad del conocimiento científico, y el no -fundamento anda negando la posibilidad del conocimiento atribuyendo características al ser que desmentimos desde el ente, al menos desde una parcialidad (la materialidad, lo empírico) de la que el ser tiene que dar cuenta de alguna manera; es en el conocimiento lógico de la matemática donde encontramos la posibilidad de fundamento formal-abstracto y no materialmente contreto: el fundamento lógico sobrevive temporalmente como paradigma formal, y avanza materialmente de negación en negación. Desde dicha perspectiva nos referimos a la nada como carácter contradictorio del ser, como fundamento y no-fundamento a la vez, que a la vez nos habra la posibilidad de pensar el fundamento de lo otro, lo que no soy Yo-ente (mi ser, el ser del ente que soy "yo"). En fin, algo que permita una fundamentación ontológica de la consciencia, de la consciencia de mi ser. Afirmo entonces que el ser no es más que un anti-fundamento, pues no es un fundamento pero posibilita una parcialidad fundamental para el ente por medio de su propio ser, que siendo diferente a el ser copertence a él de manera indivisible, explicación en la cual nos adentramos a continuación atribuyéndole gran importancia dentro del tratado filosófico que nos estamos atreviendo a construir.

En la ontología de la alteridad de Paul Ricoeur encontramos el problema planteado de manera similar. El apuesta por la ontología como matriz de la hermenéutica, radicalizada en la existencia y la libertad. Ya encontramos aquí una apuesta más sobre la copertenencia interdependiente entre ambos elementos, entre lo material y lo inmaterial, entre el cuerpo y la consciencia. Ricoeur afirma que el cogito cartesiano no puede ejercer de fundamento, pues parte de una ilusoria independencia precariamente científica. Ni tampoco podemos afirmarnos anti-cogito, pues entonces todo se reduciría a "juegos de lenguaje". Es por ello que él apuesta por una ontología como "tierra prometida" para una filosofía que comienza en el lenguaje y la reflexión, y que sólo se percibe antes de morir, casi en el morir mismo; yo añado en la consciencia de ser-para-la-muerte. Ricoeur apuesta por una ontología del sí, por una trascendentalidad del acto frente a la auto-fundamentación última del sujeto. También se afirma a través de la articulación discursiva del lenguaje negando una heterogeneidad radical sin intersecciones y negando la uni-totalidad del saber absoluto (*Sentido y estatuto de la ontología hermenéutica, Juan Manuel Navarro).

Todavía, antes de considerar el carácter especulativo del discurso ontológico, conviene atender la necesidad de una precisión, pues acaso suene extraña la tesis de que ser es poder. Extraña quizá suene, y sin embargo tal tesis ontológica ha estado actuando en las distintas hermenéuticas. Su acción es reconocible por doquier: en la ya mentada «iniciativa», en el fenómeno de la «innovación» semántica y en «el enigma de la creatividad humana», en la ficción y la redescripción de la realidad; en la imaginación, que, en su capacidad productivo-poética, se muestra como «fiínción general del posible práctico»; en lo imaginario y su fuerza subversiva; en fin, en la existencia como libertad, por no referirnos al orden de «lo político». «Una hermenéutica» de las diferentes dimensiones y maneras en que se ejerce el poder remite como a su condición ontológica de posibilidad a la referida tesis: «el ser como poder-ser».(Sentido y estatuto de la ontología hermenéutica, Juan Manuel Navarro).

Por todo ello incorporamos aportaciones de Alejandro Escudero que me parecen ahora de vital interés, teniendo a las comprensiones de Heidegger como principal damnificado: primero, la necesidad de fundar la ontología ontológicamente, aunque de manera temporal, débil, flexible, para no caer en la ontoteología, frente a la fundación

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óntica por la que apuesta Heidegger; segundo, dando también la razón a Derrida cuando dice que Heidegger hace ontoteología escribiendo una teología sin Dios, afirmando que la ontología fundamental no es una analítica del dasein sino que sería una pre-analítica sobre la analítica del dasein (análisis de la posibilidad del propio dasein). Otra perspectiva sería pensar que Heidegger trata de poner en alza la analítica del dasein como acontecimiento, como acontecer del ser en el ahí; así estaríamos más de acuerdo. Por otra parte decimos que el ser como ontología fundamental se estudia a través del ente (analítica del daseín, analítica del ser del ente) pero no desde el ente (partiendo de la conciencia-mente de éste). Esto potencia la confusión de atribuir fundamento al ser desde el propio ente, desde lo empírico. ¿Por qué nombro aquí a Heidegger como damnificado? Porque además de las múltiples aporías en las que concluye éste, él culpa a Nietzsche calificándolo de metafísico precisamente por estudiar el ser del ente, mismamente lo que él hace, pues lógicamente es lo único posible. Conclusión sobre Heidegger: no se puede estar en misa y replicando, y ante ello nos quedamos con el silencio de Wittgenstein. Lo importante ahora es que no nos estanquemos en lo concreto de las palabras de uno y otro. Nos alejamos del extremismo dicotómico como metafísica: es lo mismo que hacer un juicio sobre si Heidegger era nazi o no, pues evidentemente fue parcialmente nazi, alegrándonos precisamente de que el Heidegger que ha sobrevivido es el Heidegger filósofo y no el Heidegger que trabajó para el Reich, apologizando incluso contra su maestro Husserl y varios más de su quinta: este Heidegger cuenta gusanos desde hace tiempo, el otro parece seguir en su esplendor. Volvamos al tema.

Con esta introducción hemos abierto ciertas problemáticas y apuntamos a posibles soluciones que se irán materializando más adelante. Podemos posicionarnos ya sobre el ser del límite o el principio de variación en dicho límite, haciéndonos eco de los comentarios de Eugenio Trías y Alejandro Escudero (*Espacio y tiempo en la filosofía del límite, Alejandro Escudero). Por el momento apuntar contra la metafísica, en vista de aliviar nuestras posibles preocupaciones e inquietudes acerca del fundamento que aquí se propone, que todos los fundamentos parcialmente ónticos desaparecen en el ser que proponemos como anti-fundamento. Más adelante tendremos la obligación de concretar que grado de flexibilidad tiene el fundamento dialéctico que proponemos para el ente, lo cual lógicamente se relacionará con nuestra cultura. Nos quedamos ahora con la imagen de la espiral como símbolo del anti-fundamento, conceptualización que abre la posiblidad de un desarrollo evolutivo armonioso y natural. Incorporamos unas notas sobre Alan Badiou y Slavoj Zizek que nos ayuden a complejizar el próximo apartado, abriendo la lata para el estudio de la nada y el ser como problemática principal de la ontología en vistas a una posible auto-fundamentación del ser del ente como acontecimiento.

Alain Badiou apunta también refiere al ser como acontecer, mostrando al ente como consistencia y al ser como inconsistencia. Apuesta por una ontología que no confunda el ser con el ente y propicie una teoría del sujeto más allá del lenguaje. La metafísica identifica matemáticas y conciencia, lo que proyecta una fundamentación lógica de un supuesto Ente Supremo suma-de-todos-los-entes. Esta confusión entre ser y ente convierte a las matemáticas en Dios, olvidando que el número es continente y contenido (Aristóteles vs los pitagóricos). Es así como Badiou interpreta la metafísica como "no-ser", pues ésta trata de especular superando los límites del propio pensamiento, trata ilusioriamente de pensar lo que no puede pensarse, tratando de llenar de contenido lo que no tiene siquiera continente. Por ello, junto al budismo zen, apologiza sobre la contigencia absoluta del acontecimiento-verdad, y nos habla junto a Lacan de que la verdad hace agujeros en el saber, interpretando la verdad como ese anti-fundamento que pulveriza continuamente cualquier fundamento óntico que trate de erigirse como absoluto regidor de los saberes especializados.

Por otro lado Slavoj Zizek, personaje donde los haya, también nos abre la realidad en tres siguiendo a Lacan: lo real, lo imaginario y lo simbólico. Para Zizek el imaginario de alguna manera ejerce de límite que une y separa a la vez. Éste trata la variabilidad del límite en la auto-afirmación del ciberespacio, en su afirmación de que la vida (como consciencia) va más allá del ente material, apuntando a la red como símbolo de lo simbólico, como tablero de juego inmaterial de nuestra época. Interpretaría que llevar dicha posibilidad al extremo degeneraría en una forma renovada

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de metafísica, haciéndonos eco del riesgo cibernético que asumimos.

Entremos de lleno en el problema de la fundamentación desde una determinada pre-comprensión ontológica de la problemática en curso: por un lado percibimos intelectivamente una modalidad dialéctica de ser entre la nada y la posibilidad de "algo" a lo que identificamos con el "ser". Esa misma posibilidad de "algo" es la que se presenta al ente como acontecimiento, no fundamentando el ente sino su posibilidad en sí mismo, derecho de auto-afirmarse. Así de temporal, contradictorio, débil y antitético se perfila el "fundamento" que estamos construyendo; "fundamento" por otra parte en que se reafirman las Culturas que identifican la nada con la energía y la materialidad del ser como posibilidad sintética de la energía.

1.1. El problema de la fundamentación.

Vamos a sumergirnos en la problemática esencial de la filosofía, la cual se basa en el problema de la fundamentación para el ente. Para no andar errando se requiere poner en valor los actores principales que conforman este apasionante conflicto: el ser y la nada; éstos nos presentan el camino hacia la comprensión del ser del ente como acontecimiento, comprensión que posibilite una adaptación óptima a las diferentes particularidades de cada ente. Queremos desprendernos de los absolustimos y sus dogmas, pero apostamos por conocer lo más profundo de nuestras leyes sin rechazarlas, siempre respetando las posibilidades del conocimiento y sus determinaciones, y por su puesto sin negar nuestro responsable grado de libertad.

Visto lo visto hasta ahora debemos introducir la nada como una conceptualización válida frente al apartente carácter contradictorio del ser, que se erige así como posibilidad de fundamento dialéctico (ontológico) para el ente. De momento no hablamos de su materialidad concreta sino de su ser, del ser del ente que soy "yo". Debemos quedarnos con la conclusión de que el ser no refiere directamente al fundamento sino que el "fundamento" para el ente vamos a encontrarlo en la dialéctica (modalidad ontológica) que atraviesa la existencia, interpretación que lógicamente requiere de una argumentación racional convincente, además de identificar el ser del ente como dialéctica, como modalidad de relación entre la nada y el ser. Heidegger nos sirve como tablero de juego donde desplegar las matizaciones que nuestra comprensión ontológica aplica a sus interpretaciones, para más tarde intercalar aportaciones más concretas.

Especialmente concreto es el artículo de Heidegger sobre La proposición del fundamento (*heideggeriana.com), en el cual el filósofo de la selva negra concluye negando la lógica metafísica de Leibniz. El problema surge en la afirmación de que "nada es sin fundamento", sentencia a mi entender bastante ambigua, pues deja la puerta abierta a ciertas piruetas circenses de carácter ontológico con las que yo me atrevo a subvertir el sentido. Por un lado se afirma que todo tiene fundamento, pues nada es sin fundamento. Pero si ejercemos una simpleza lógica desmesurada, yo (ingenuo de mí) puedo entender que nada (la nada) es sin fundamento. Quizás un análisis hermenéutico de la historiografía conflictual me niegue la razón, pero explico mi válida y sobre todo lógica interpretación. La lógica científica de Leibniz dice que nada (óntico) es sin fundamento, o sea que todo tiene fundamento. ¿Por que no puede ser que nada (ontológico) es sin fundamento, igualando nada (es/=) sin fundamento? No veo el problema, no acusamos a Leibniz de ello, sino que masticamos la proposición desde sus posibilidades lógicas. La nada no puede ser óntico, pues lo óntico siempre es algo. La nada obligatoriamente refiere a la nada ontológica, lo naturalmente opuesto al todo, que por otro lado tiene que incluir a lo óntico, si no no sería el todo, pues es evidente que algo a lo que llamamos "materia" existe, y no afirmamos que la materia existen sino que algo existe; ello lo tocaremos en su momento. Entonces la nada ontológica no es más que lo otro del fundamento, contraponiendo lo ontológico sin fundamento a lo óntico fundamentado. Pero esta sentencia tampoco obliga a que el fundamento sea óntico, pues no afirma nada parecido: quedémonos entonces con que la nada ontológica es lo opuesto a lo otro de lo "fundamentado", lo que tiene fundamento y no lo que es fundamento en sí. Espero que os haya convencido porque la explicación ha

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terminado; si hay más dudas que antes, mejor. Ahora matizamos nuestra posición mediante una caracterización más amplia de la nada y también del ser.

Entiendo la nada como una nada ontológica y a la que me gusta llamar nada "cuántica" refiriendo a su existencia como multiverso de posibilidades potenciales, fuente de la que emana todo ente (fotones de la energía oscura, por ejemplo), comprendiendo que no se puede pasar de la nada al todo sin que exista un puente fundamental que relacione a la nada respecto de la posibilidad del todo. Imperativamente hay copertenencia entre la nada y el ser, precisamente porque la nada no es absoluta, y el ser menos aún. Es aquí donde aparece la luz. ¿Pero qué puñetas es el ser? Me pregunto yo no sin razón. Pues aparentemente el ser es lo opuesto a la nada, pero más profundamente diríamos que es lo opuesto al ente, teniendo a lo que entendemos por "ser" como puente entre la nada y el "algo"; dicha afirmación vincula directamente al ser con la dialéctica, pero, ¿los identifica mutuamente? El ser y la nada no son lo mismo, pues lógicamente no puede ser lo mismo nada y algo, y por supuesto si no hubiera nada nunca podría haber algo, ni siquiera su posibilidad. Lo que si creo es que internamente el ser y la nada deben identificarse, procurando dialécticamente una escalera que conduzca al ente.

Con esto, por un lado complejizamos la diferencia ontológica, pues si el ser es algo, ¿por qué no puede ser alcanzable? Pero por otro lado la afirmamos más ontológicamente que nunca, pues determinamos cuasi imperialmente que la nada ontológica no es ni siquiera pensable/imaginable por el ente. ¿Entonces qué "algo" sería el ser? El ser simplemente sería la condición de posibilidad de que algo sea. ¿Y entonces que es la nada? Pues simplemente la condición de posibilidad de que nada realmente es. Con ello identificamos el ser y la nada como uno sin que realmente sean lo mismo, los reconocemos en sus autonomías respectivas, descubriendo que lo que tradicionalmente hemos entendido por ser no es más que la condición de posibilidad de ser-"algo". Esta diferencia dialéctica es la base de la escalera categorial-dialéctica que rige todo lo que existe y también lo que no existe :por ejemplo un caballo con alas no existe materialmente como ente, pero existe ontológicamente como intrínseca posibilidad de ser: por eso es que puedo imaginarlo, pero lo que no puedo imaginar es nada.

Tenemos como "absoluto" frágil a la dialéctica primaria de la nada con su intrínseca condición de posibilidad para ser "algo", a lo que llamamos "ser". El ente nos espera al final del camino, al que accederemos por medio de la posibilidad dialéctica de ser "algo". Finalmente lo que único que percibimos con clarividencia es que se produce una auto-fundamentación de la posibilidad en sí de ser "algo" sin por ello fundamentar que algo realmente-completamente llegue a ser. Con esto podemos identificar la nada con el no-fundamento y al ser con la posibilidad de auto-fundamento (ontológico) y no fundamento (lógico). Podemos llegar a la conclusión de que el ser conforma la dialéctica junto a la nada, negando así por contra el no-fundamento absoluto, pues precisamente es posible un "fundamento" (temporal) porque la nada no es la madre del ser sino que ambas autonomías copertenecen, convirtiendo a la dialéctica en el temporal, débil y basculante fundamento del ente, pues lo auténticamente real es la modalidad en que se aparecen la nada y el ser como condición de posibilidad de lo que es. Imaginemos una escalera de escalones dobles, o por ejemplo una escalera tan pequeña que podemos subir cómodamente los escalones de dos en dos. El problema real es que incluso afirmando algo simbólicamente aún seguimos convencidos de una separación real entre el ser y la nada, cayendo en la falacia mental de pensar lo no pensable. Pero entonces, ¿cómo es posible siquiera imaginar la nada? No es posible, pero si es posible imaginar-contextualizar el ser gracias a que la dialéctica entre la nada y el ser es transversal a la existencia del todo, mostrándose también en el ser del ente y por ende en el ente concreto que soy "yo". Es por todo ello que vamos a entenderlo todo mucho mejor conforme trabajemos los niveles siguientes, los que están más cercanos, que son los formados entre el ser, la dialéctica y el ente. Lo importante es ir comprendiendo al ser como anti (ser abrazado dialécticamente a la nada) fundamento (ser abrazado a la dialéctica de la conciencia como posibilidad de que el ente sea temporalmente).

Llegando a este punto reconocemos la complejidad linguística del asunto, requiriendo caminar ahora sobre un frágil

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y acristalado suelo a través del cual percibimos fiordos sin fondo. Ontológicamente mostramos la escalera como "nada" en el nivel superior, "ser" en el nivel intermedio, y en el nivel inferior encontramos la dialéctica posibilitada entre dicha dialéctica primaria (nada-ser): la dialéctica que se produce entre ser del ente (nada del ser) y el ente como tal (ser de la nada). El auto-fundamento sería el ser del ente como representación de la nada, y lo fundamentado "temporalmente" sería el "ente". Entonces, ¿dónde estaría la sublimación de la inteligencia humana? En comprender que sólo podemos imaginar el ser a través del ente sensorial, borrando de un plumazo de nuestra estructuración categorial primaria a la nada en su independencia y primacía respecto del ser, mostrando que la única estructura real posible para el ente es la que forman el "ser" en el nivel superior (incluyendo la nada) como condición de posibilidad de que "algo" sea, ejerciendo de causa y no de fundamento; en un nivel intermedio encontramos el ser del ente como dialéctica (conceptualizada en su momento como consciencia) y ejerciendo como verdadero auto-fundamento, pues abraza la condición de posibilidad (ser) y la posibilidad temporalmente realizada (ente); por último el "ente" en el nivel inferior como resultado de la mezcla entre lo posible y lo necesario (cuerpo), ni fundamentado absolutamente ni auto-fundamentado como ente, sino que adquiere sentido sólo en relación a su propio ser. Así podemos elaborar una compleja jerarquía entre el anti-fundamento (nada y ser), el fundamento onto-lógico (dialéctica como lógica del ser y la nada, como lógica de lo anti, representada por medio del ente como su propio ser) y el ente, al que únicamente quedaría atribuirle un fundamento teo-lógico que se reduce a epistemología dialéctica.

La última operación quirúrgica importante que aplicamos al pensamiento fundamental es que "dialéctica" representa un concepto que recoge las relaciones simbióticas apriorísticas entre los diferentes elementos, por lo que la dialéctica representa la naturaleza de las relaciones que se dan entre la nada y el ser. Esto supone que dicha naturaleza representa la modalidad transversal e inmanente que debe ser identificada por nosotrxs lxs entes como lo entendido tradicionalmente como consciencia. Sin por ello proyectar nuestras conceptualizaciones a niveles superiores pensamos que lo que históricamente llamamos consciencia no es más que dialéctica, pero nuestra imposibilidad de pensar la nada nos "obliga" o "permite" llamarlo "conciencia", conceptualización que recoge la radicación de la consciencia en el cuerpo y en la mente: conciencia como el ente conformado por el cuerpo y la mente y consciencia como cultura sensorial de la conciencia. En apartados posteriores vamos a profundizar, por un lado en la no-existencia del fundamento lógico (metafísica), y por el otro en la existencia de un fundamento epistemológico para el cuerpo-mente como base desde la que proyectarnos ontológicamente hacia la consciencia de ser-nada.

Complejo, pero estamos asfaltando este empedrado camino a lo largo de las páginas, poniendo un énfasis especial en no extraviarnos o caer en alguna trampa, teniendo siempre presente los orígenes del conocimiento y su fundamento epistemológico. En caso de pérdida siempre podemos apoyarnos en la afirmación lógica y evidente de que el conocimiento científico existe, simple y llanamente porque puedo comprender que comprendo, demostrando una vez más la dialéctica transversal que atraviesa la existencia óntica; además existe periodicidad en la Naturaleza.

¿Puede lo que fundamenta ser a su vez fundamentado? Wittgenstein responde que no. Yo respondo que sí. Es precisamente por lo que la dialéctica representa el fundamento ontológico como auto-fundamento, como unidad en la diversidad, sin que por ello requiera del ser como fundamento. Es la magia del fundamento ontológico, que se niega y se afirma a la vez. La nada es eterna y es el todo, es auto-fundamento puro: de ello no se puede pensar nada pues el pensar porque lo linguístico incorpora lo óntico. Sólo puede sentirse en el cambio. El ser se auto-fundamenta en su afirmación como posibilidad, sólo en su posibilidad como determinación pero no en su "objetividad" material. Dicha "objetividad" material ("ente") es arrojada como a priori; el ser es causa de ello, pero no ejerce de fundamento. El ser del ente o acontecimiento representa la realización de la posibilidad que nos brinda el ser, pero de nuevo no se responsabiliza de la fundamentación del ente, sino que se auto-fundamenta como posibilidad a través del ente, por medio de él. El ser del ente y el ser en general son dos caras de la misma moneda, precisamente porque el ser no es diferenciable de la materia; es la nada como energía la que puede diferenciarse del ser como materia. La nada es inmanente al ser del ente, pues el acontecimiento se encuentra imposibilitado para fundamentar el ente. El ser

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posibilita la materia (ente). El ente no es más que temporalidad sintética de la energía: hoy aquí, mañana allí. El ser del ente como auto-fundamento aporta sentido libre y responsable a la existencia particular del ente. Es por ello que decimos que el fundamento ontológico que supone el acontecimiento como ser del ente representa un fundamento para el ente de carácter temporal, flexible, débil, contradictorio, etc. La nada representa la indeterminación, lo que muestra que todo lo óntico es contingente, puede ser así y también de diferentes maneras.

El silencio es pensar el vacío. El vacío es ser puro, igual a sí mismo, sin diferencia, vacío perfecto, la nada. El devenir no es más que la desaparición del ser en la nada y viceversa. No se puede llenar de contenido lo que no tiene continente. Quizás tenga razón Nietzsche idenficando experiencia y fabulación. Es precisamente la metafísica la que por medio del fundamento lógico equipara confundiendo al ente con el ser, añadiendo contenido a lo que no tiene. La ontología supone una novedad: pensar el ser al margen del ente. No al margen de la posibilidad material del ente sino al margen de su resultado objetivo y sus características empíricas. La ontología piensa el ser y la nada desde el ser del ente, ser el cual incluye al ente como materialidad y como mentalidad sensorial en los acontecimientos ontológicos que se aparecen a la conciencia. Así la ontología tiene por objeto el pensamiento de las posibilidades no realizadas, ampliando así los límites de la ciencia como epistemología. La ciencia tiene su fundamento de posibilidad en las matemáticas como ley; el ente tiene su fundamento ontológico (temporal) en el ser del ente; el acontecimiento se auto-fundamenta afirmándose en su propia posibilidad realizada. La mecánica cuántica sigue poniendo base firme a la ontología como pensar no-metafísico, rompiendo definitivamente la dualidad sujeto-objeto, negando el innatismo o enfatizando la subjetividad como percepción a priori (teoría del color en Goethe).

No dudemos en releer párrafos anteriores y reelaborar nuestras comprensiones acerca del problema de la fundamentación. Ni existe ni es posible desde lo unitario-inmanente y su eternidad (es y no puede ser de otra manera) un fundamento absoluto para el ente ni tampoco para la ciencia. La razón pura es una ilusión. Las matemáticas, desde una perspectiva científica de campo, es simbiótica de la física, y por ende de la química y en última instancia de la biología (todos los pensamientos tienen un pensador). Tampoco la nada es un fundamento absoluto, pues entonces nada sería. Existe un fundamento "absoluto" por inmanente y eterno, que obligatoriamente tiene que ser auto-fundamento, pues es causa primera. Ese imperativo primario y apriorístico refiere a la relación dialéctica entre la nada como principio activo (energía) y el ser como principio pasivo (materialidad del ser como a priori). No existe jerarquía de la nada sobre el ser, pues nada sería. El ser como principio representa la materialidad de las posibilidades realizadas. El ente es apriorístico, reconocemos la inmanencia fundamental de su carácter empírico causado por el ente, pero ello no es absoluto. Lo único absoluto es la nada como acontecer en ese ente resultado del ser como materialidad de la posibilidad cultural realizada. El ser se relaciona con el ente, de ahí la metafísica como posibilidad de falacia lógica del pensamiento. La nada se relaciona con el ser del ente: el eterno retorno refiere al acontecimiento como negación de todos los fundamentos que el ente atribuye al ser. La conciencia en su consciencia es auto-gobierno, pues no requiere del ser para ser fundamentado sino que se auto-fundamenta por medio de su nada. Es por ello que el fundamento que el ser ofrece al ente es sólo temporal, no-absoluto, por lo que hablamos de debilidad, flexibilidad, precariedad, inestabilidad, etc., reconociendo en última instancia el no-fundamento del ente ni de la ciencia objetiva. Vamos a seguir desglosando la categorización en los próximos apartados.

Epistemológicamente hablamos de la ontología como estudio de la nada y el ser como dialéctica; hablamos de la teología como estudio del acontecimiento, del ser del ente, de la consciencia como conciencia (cuerpo+mente) consciente (sensorialidad intelectiva); por último hablamos de la epistemología como el estudio de los principios del conocimiento, los límites de éste y la posibilidad de conocimiento verdadero. La episteme sería lo temporalmente objetivizado. Se cierne una crítica científica muy profunda liberándola de su objetivismo absolutista, confirmando la posibilidad de asentar la ciencia y su conocimiento sobre dicha temporalidad ontológica. El conocimiento existe, la ciencia avanza, pero lo hace negando el conocimiento anterior (Gastón Bachelard). La nada no niega la ciencia, sino que la libera de la garra metafísica del absoluto permitiendo su progreso. Un brindis!

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"Así se da la cuádruple sabiduría-demencia de Apolo-Dionisos, a la vez como la raíz del cuidar, dejar-ser, albergar, reunir, y afirmar de las ciencias, las artes, la política, la música, la poesía y la sabiduría apolíneas de lo mismo; y del dejarse alterar, ir al encuentro, desnudarse, metamorfosearse, despedazarse, abrirse y olvidarse, de la sabiduría erótica y mistérica dionisíaca".(El nacimiento de la filosofía en grecia, Teresa Oñate).

La relación que estamos dibujando entre la nada y el ser nos propicia mayores posibilidades de éxitos ante problemáticas históricas. Nos hacemos eco de que ninguna cualidad es atribuible a la nada, pero afirmamos que si podemos atribuir cualidades temporales al ente. El ser no tiene cualidad pues es posibilidad cuántica, es continente y no contenido (ente). Por medio del acontecimiento afirmamos dicha posibilidad sin por ello ontizar el ser ni reificar el ente. Desde una comprensión hilemórfica el ente "fundamenta" su estatuto epistemológico en contra de las comprensiones tradicionales de la metafísica que refieren al cuerpo (materia) como no-ser. La diferencia ontológica refiere al ser del ente como límite. El acontecimiento ontológico se presenta como eje basculante de la realidad del ente, relacionando su materialidad concreta con su determinación de posibilidad, que es el ser. El ser del ente une al ser y al ente pero también los separa por medio de la nada. Así gráficamente podemos imaginar como el acontecimiento representa una cuerda que une al ser del ente, pues la nada y también el ser del ente como nada se afirman ejerciendo su actividad, se afirman por sí mismo, se auto-afirman. El ente encuentra su posibilidad en el ser y su absoluta inconsistencia por medio de su ser concreto como afirmación de la nada. Afirmamos junto a Jaspers la existencia de niveles de consciencia, entendiendo la consciencia como grado sensorial de la mente. A mayor amplitud mental mayor flujo sensorial, y a mayor flujo sensorial más todo se es; cuando más todo se es, más se es ser y más aún se es nada. De ahí que el ser del ente ejerza como límite móbil afirmando las comprensiones de Eugenio Trías y Alejandro Escudero. Comprendemos entonces a la conciencia como forma en la que se aparece lo real (la nada) al ente (cuerpo-mente) por medio del acontecimiento como representación dialéctica de la relación nada-ser. La conciencia es el logos, lo bautizo como "ente ontológico". La consciencia sería ese acontecer de la nada a la conciencia, posibilitado y determinado por el grado de sensorialidad de la conciencia. Ser-aquí-ahora representa el acontecimiento como ser del ente. Deleuze nos habla de la prioridad de pensar el acontecimiento, y caracteriza a la metafísica como simulacro del acontecimiento. Estamos construyendo un fundamento precario y provisional que interpreta la historia universal como historia de la contingencia (*Ontología y diferencia en Deleuze, Fco. José Martínez).

"La tesis es ésta: que la univocidad ontológica del ser esencial es la causa primera de la unidad sintética de los seres compuestos sensibles e inteligibles, y el límite de la homonimia del ser, en el caso de los entes naturales".(El nacimiento de la filosofía en grecia, Teresa Oñate).

La dialéctica es interdependencia y categorialidad. También la teoría general de sistemas (abiertos) requiere de interdependencia y categorialidad. Una vez que desglosemos la naturaleza primaria de la dialéctica estaremos dispuestos para categorizar teológicamente el ser del ente, el cual propiciaría base firme para la construcción de una teoría general de sistemas abiertos que permita el progreso científico de la biología contemporánea. La ontología fundamental permite el progreso del conocimiento teológico y científico, aportando un fundamento a la epistemología temporalmente no-falsado. La teología supone una continuación de la ontología, refiere al estudio de la categorialidad trascendental-inmanente de los fenómenos. "El ser del dasein no es el ser en general, pero sus sentidos son iguales", apunta Felipe Marzoa. Heidegger apunta a la auto-comprensión como fenómeno básico del dasein, desvelando una vez más el vínculo entre ser y ente. El problema es que termina separando el ser del ente (dasein) del ente, caracterizando el ser del ente como fundamento del ente, encadenándose a una dialéctica platónica de carácter metafísico. Por otro lado adjetiva el ser del ente como resolución anticipante, angustia y silencio como voz de la conciencia). Interpreto la resolución anticipante como intuición, silencio y conciencia como vacío, y angustia, ¿por qué angustia? Supongo que por la inestabilidad del fundamento para el ente, o de que Heidegger, al igual que Deleuze, consideran la muerte como el acontecimiento que rige nuestra cultura (ser-para-la-muerte). Desde el pensamiento ontológico tenemos que comprender la muerte en relación a la vida y viceversa, equiparando el

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acontecimiento de sentir y pensar frente al acontecimiento de la vida. Esto tiene relación con la disputa entre Platón y Spinoza, cuando el primero interpreta la filosofía como preparación para la muerte y el segundo lo interpreta como preparación para la vida.

Aletheia nos propone una interpretación ontológica determinada pero no dogmática sino anti-dogmática, anti-autoritaria en última instancia. Es por ello que a menudo pienso sobre los focos morales de cohesión de la humanidad, apostando fuerte por un panteísmo generalizado, posibilitando un politeísmo racional flexible dónde puedan incorporarse los corpus filosóficos de las tradiciones teístas. Además en todas las religiones teístas encontramos brazos esotéricos que nos llevan al politeísmo antiguo, es ahí donde orientamos nuestra voluntad y una profunda escatología exegética; o sea, un llegar a la raíz pagana de cada religión teísta. En un panteísmo generalizado encuentran también su lugar las reducidas categorías sociológicas de la metafísica (agnosticxs, atexs y creyentes). Estas etiquetas son metafísicas porque son independientes, y además refieren sólo a la creencia teísta. Según Aletheia yo soy creyente (en lo divino, en el ser del ente como afirmación ontológica de la nada), por otro lado soy ateo porque no creo en el teísmo, y también soy agnóstico porque pienso que el principio del kosmos es increado y no puede pensarse, no es óntico. Por último afirmo que a veces no soy ateo sino que soy teo, theos, lo divino aquí-ahora, contigencia sublime. Por ello se recomienda hablar bien, o al menos tomar conciencia de lo que se dice. Lxs agnósticxs tienen parcialmente razón pues existe una imposibilidad clara de fundamentar absolutamente el ente; lxs atexs también tienen su parte de razón negando la posibilidad de un fundamento óntico para el ente y menos aún para el ser; por útlimo lxs creyentes también tienen su parte de razón, pues se reconoce la existencia de "fundamento" (temporal-inestable) para el ente. Pronto hablaremos de los tipos de fundamento, presentaremos 3 tipos de fundamento que refieren al ser (ontológico), al ser del ente (teológico) y al ente (epistemológico), comprendiendo que las matemáticas representan el fundamento lógico, el cual por sí mismo no puede llegar hasta el conocimiento del ser. En todo caso lo importante es rechazar el nihilismo metafísico al que nos fuerzan los dogmas religiosos, ejerciendo una tolerancia racional y devaluando las identidades estables y su auto-referencialidad.

Concluimos nuestra problemática fundamental abriéndonos al conocimiento simbólico que nos aportan las históricas triadas que se han ido construyendo, conocimiento válido en nuestra apertura a las posibilidades ontológicas, en las cuales no entra el misticismo metafísico ni su abanico de fundamentos óntico-absolutos. Allá cada uno con sus posibilidades de pensamiento y también con sus derivas. Me gusta pensar la nada junto al ser y al ser del enteo, al ser junto al ente y su ser; me gusta alma, espíritu y ser-aquí-ahora; me gusta la gnoseología junto a la cognición y la cognoscitividad; en fin, me gusta la filosofía como ontología, teología y epistemología. También me gusta Lacan cuando habla de lo real, de lo simbólico y de lo imaginario. Y me gusta pensar lo real, lo trascendente-inmanente y la materialidad fenoménica. Por último me gusta pensar en círculos concéntricos que se cruzan; me gusta pensar en el multiverso de posibilidades cuánticas; me gusta pensar que tengo una casa en mi cuerpo y que mi conciencia es privada: yo elijo cuales son las cosas que quiero pensar y creer, y me abro a las cosas que yo quiero sentir. Mi conciencia sólo puede tener éxito en el éxito de las demás, mi felicidad es la felicidad del otro, pues además de lo que hay en común está la amenaza metafísica (materialismo intelectual) como carencia de libertad. Mi libertad termina en la libertad del otro, pero no desde una visión negativa como guerra metafísica entre entes sino desde una perspectiva positiva como alteridad, en la libertad del otro está mi libertad como ausencia de amenaza metafísica. Todo sucumbe a la dialéctica. Sólo queda amarrar lo poco que se desea conservar, la onda y la anti-partícula frente a la partícula, lo necesario y lo posible frente a lo contingente, los hechos y los fenómenos frente a las interpretaciones.

1.2. Fundamento, no-fundamento y anti-fundamento.

Tras la tempestad informativa que supongo ha supuesto el apartado anterior no debemos tener prisa a la hora de enfocar concienzudamente los pormenores y entresijos de la dialéctica, a la que vamos a dedicar un amplio apartado. Considero importante afianzar ahora las conceptualizaciones que hemos hecho sobre el inestable fundamento del

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ente, sobre la nada como no fundamento y sobre el ser como anti-fundamento, dejando para más adelante un análisis más completo sobre los diferentes tipos de fundamento que pueden manejarse científicamente. Recordar que el apartado anterior ha sido de vital importancia, requiriendo de una comprensión óptima en pos de facilitar la incorporación y asimilación de nuevos apuntes relativos a la problemática del fundamento en general.

Para profundizar en la posibilidad de fundamento podemos partir de la sentencia de Leibniz, esta vez sin subvertir su significado, identificando el "nada (óntico) es sin fundamento" al "todo (óntico) es con fundamento". Entendemos que la posibilidad misma de la ciencia apunta hacia la existencia de fundamento. Pero, ¿qué tipo de fundamento es el que tiene el ente? ¿Y qué fundamento busca la ciencia para sí mismo? Hemos hablado de un fundamento débil, negando la posibilidad de un fundamento óntico o absoluto. Hemos reconocido al ser como causa (condición de posibilidad) pero no como fundamento, y hemos hablado de que la dialéctica como acontecer sí ejerce como auto-fundamento del ser del ente, lo que implica un "fundamento" parcial del ente. Disponemos entonces de un fundamento ontológico, que identificamos con la condición de posibilidad del ser frente a la nada; de un fundamento teológico para el ser del ente; y de un fundamento epistemológico para el ente, para el cuerpo-mente y no para la consciencia (acontecimiento). El cuerpo-mente representa la parcialidad óntica del ente (conciencia) frente a su parte ontológica (consciencia). Por último hemos desechado el fundamento lógico que postula la metafísica, pues no se relaciona en modo alguno con la radicalidad empírica de la experiencia, absolutizando los números y vaciándolos de vida, convirtiéndose como dice Aristóteles en pura especulación teorética y adecuación del conocimiento.

Es bueno matizar y asegurarnos sobre una posible confusión que puede surgir en nuestras argumentaciones. En el artículo Filosofía y diferencia ontológica Alejandro Escudero nos habla de que el ser es causa pero no fundamento, lo cual podemos ratificar desde nuestras limitadas comprensiones. Lo único que debemos tener claro es que cuando hablamos de ser también hablamos de la nada, afirmando que lo que realmente no es fundamento es la nada, que precisamente es sin fundamento (no-fundamento). Cuando hablamos del ser hablamos de la condición de posibilidad de que algo sea, hablamos de la materialidad como apriorismo, atribuyéndole al ser la posibilidad de una síntesis temporal. Decir rotundamente que el ser no es fundamento puede llevarnos a la aporía de negar el conocimiento científico. Aceptamos que el ser no es fundamento y sí causa (primera junto a la nada), pero no debemos olvidar que es precisamente causa del "fundamento"; o sea, reconocemos al ser "fundamento" de la posibilidad de "fundamento", como semilla del fundamento. ¿Una semilla es una planta? Dejo la pregunta abierta para mostrar el carácter contradictorio del ser en su relación con el ente y con su ser. Lo que no está tan claro es que el ser sea anti-dialéctico, pues por su carácter ontológico conforma la dialéctica junto a la nada. El ente venera al ser como su posibilidad, que a la misma vez es la posibilidad de la ciencia. En el acontecimiento lo que acontece es la diferencia ontológica, es la nada pulverizando la relación entre ser y ente, renovando el estatuto contingente de las entidades.

Queda clara que la nada es sin fundamento, lo que termina eliminando cualquier tipo de posibilidad de fundamento óntico-absoluto para el ente (el Dios teísta no existe, es un imposible lógico). Sin embargo las matemáticas demuestran la existencia de un fundamento, al menos parcial. No podemos negar eso, pues negaríamos la posibilidad misma del conocimiento. La dialéctica como modalidad intrínseca de la existencia muestra que todos los elementos están encadenados jerárquicamente desde la nada hasta lo "aparentemente" más óntico. La jerarquía estaría formada en su nivel superior por la dialéctica primera entre la nada y el ser, luego la dialéctica secundaria reflejaría la relación entre el ser y la consciencia o ser del ente (o acontecimiento, o ser-aquí-ahora), teniendo por última dialéctica la relación simbiótica entre la consciencia y el cuerpo-mente (conciencia como ente). Dicha jerarquía finaliza en la lógica matemática, que representa el fundamento lógico de la epistemología. Pero repetimos que dicho fundamento lógico no alcanza el ser sino que es condición para la ciencia. Conclusiones: debemos seguir matizando los conceptos sin perder de vista la existencia como jerarquía modal dialéctica, considerando que el ser y la nada representan el anti-fundamento por su amor al cambio, interpretando el ser como fundamento ontológico (condición de posibilidad), convirtiendo la vida en un juego de armoniosa auto-afirmación continua en el cual lo teológico (nada

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del ser) y lo epistemológico (ser de la nada) se alternan por medio del ser como fundamento ontológico. Esto vamos a explicarlo mejor en el próximo apartado. La apreciación clave se basa ahora en comprender que el fundamento ontológico (ser) posibilita la auto-fundamentación teológica (consciencia), dejando el fundamento epistemológico para el ente (cuerpo-mente) como síntesis temporal (conciencia). Las matemáticas representarían la síntesis más absoluta, lo más objetivo que existe a nuestro alcance, aportando fundamento lógico (lógica matemática) a la epistemología (lógica simbólica).

Comprendiendo que mis explicaciones son limitadas, y que siendo éste un borrador pudieran habérseme colado algunas falacias argumentativas, intento ilustrar más objetivamente mediante una tabla simbólica nuestra interpretación acerca de las comprensiones relativas a la jerarquía hermenéutica (modalidad dialéctica) del ser y la nada respecto del resto de elementos que participan en la problemática del fundamento. Esta tabla va a ser desarrollada ampliamente a lo largo del libro, mediante generosa abundancia datos e informaciones simbólicas que colaboran aportando más cohesión y orientando el conocimiento hacia un sentido más simbiótico e interdisciplinar. Valoro que la tabla que muestro a continuación representa la síntesis más aproximada de las más relevantes aportaciones que mi humilde persona regala a la filosofía y al mundo del pensamiento en general, considerándola como base simbólica para la construcción de una verdadera cultura ontológica capaz de superar el nihilismo mediante la extirpación quirúrgica de los pilares metafísicos que sustentan nuestra enferma "civilización occidental", posibilitando una revolución de la conciencia no-violenta que nos permita aumentar nuestras posibilidades de éxito en la lucha definitiva contra el fascismo.

Dialéctica como modalidad hermenéutica de la existencia

Nada Ser Ser-aquí-ahora Ente Lógica matemática

Anti-fundamento Fund. ontológico Fund. teológico Fund. epistemológico Fund. lógico

Dialéctica nada-ser Dialéctica ser-nada Ser-acontecimiento Acontecimiento-ente Razón (moral)

Metafísica (*) Ontología Teología Epistemología Cienc. especializadas

Nada (vacío) Condición posibilidad Consciencia Conciencia Condición posibilidad

(*) Metaf. (impensable); Ontol. (impensado); Teol. (pensable); Epist. (pensado); Cienc. especializ. (formalizado).

Identificamos ser del ente, acontecimiento, consciencia y ser-aquí-ahora. El ser es condición de posibilidad del ente. Las matemáticas son condición de posibilidad del conocimiento pues representa la base material del conocimiento. Parcialmente somos seres matemáticos, razón como ratio. Supremacia de lo anti sobre el fundamento, supremacía de la energía sobre la materialidad. La anti-partícula aporta significado a la partícula, de hecho pueden aniquilarse. "El ser es noción primera, por tanto indefinible; el obrar también es noción primera, por tanto indefinible" (anónimo). Lo cognoscible y el obrar se conocen por medio de su ser (a través del ente y no desde el ente).

Debemos celebrar los descubrimientos que se han producido en el colisionador de hadrones (boson de Higgs) y los que se producirán (gravitón como boson cuántico de la fuerza fundamental gravitatoria, el cual se requiere en la teoría de campo unificado). La mecánica cuántica sigue firme ante la busqueda científica del uno, y puede considerarse en nuestra época histórica que la mecánica cuántica se presenta como la filosofía científica más avanzada y la que en estos momentos enarbola más enérgicamente la bandera del conocimiento verdadero. La física de partículas ha aportado un conocimiento sobre el ente que apunta hacia el ser del ente: la "materia" es apriorística, no es creada ex-nihilo sino que siempre estuvo ahí, modificando sus valores por las interacciones que se producen en el campo de Higgs (lo tradicionalmente comprendido como éter). El boson de Higgs es la partícula elemental que aporta masa al resto de partículas y también se aporta masa a sí mismo temporalmente, pues además es su propia

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anti-partícula. No engendra la materia sino que la determina condicionándola, es condición de posibilidad de la materia y se identifica temporalmente con el ente. ¿Nos suena familiar? Es por ello que hay muchos interesados en que la partícula de Higgs sea llamada la partícula de Dios. Me niego: el boson de Higgs es la partícula divina, es anti-fundamento, es rotura de la simetría, y participa del auto-fundamento en un proceso cultural que se relaciona con la nada. El bosón de Higgs es el "acontecimiento" que en 2012 inagura la era cuántica predicha por las sabidurías antiguas de la Cultura maya-méxica, y que se afirma como posibilidad real y racional debido al contexto histórico en que se enmarca, atravesando la actualidad como crisis axiológica de las civilizaciones teístas.

Completamos este apartado con unas pinceladas de nuestrxs amigxs orientales, lxs cuales llevan muchos siglos hablándonos de las temáticas que ahora interesan en occidente, que interesan o que no tenemos más remedio que pensarlas, viendo como se cierne la violenta caída de la metafísica y su Cultura. Nietzsche nos habla de que la metafísica nos domina en el lenguaje, en la comprensión linguística de lo real. La filosofía del Tao así lo afirma cuando nos pregunta si un puño es un sustantivo o un verbo, a lo que responde preguntando qué pasa cuando el puño (aparentemente sustantivo) se abre. El Tao comprende lo real como proceso y no como entidades. Las filosofías orientales en su tradicionalidad conjunta afirma lo real sin fundamento, interpretando la realidad fenoménica como contingencia. No por ello desestiman el cuerpo y el espíritu, sino que lo consideran vehículo hacia lo superior y atemporal; es por ello que el cultivo del cuerpo y la mente es tan importante para las culturas orientales. El Tao es sabiduría práctica, el te refiere a la sublimación de la praxis, al ser-aquí-ahora.

Podemos encontrar muchas similitudes entre la filosofía del Tao y la filosofía presocrática recuperada por Nietzsche. Todas estas filosofías afirman que tener experiencias es fabular, negando el fundamento absoluto para el ente. Los upanishadas del hinduismo también nos hablan de Brahman como maya (lo fenoménico) y moksha (lo trascendental-inmanente). Nos hablan de la verdad lógica como contingencia. Comprenden a maya (la materia) y rupa (la forma) como lo mismo. El budismo nos plantea sus verdades, y afirma ontológicamente la cultura como posibilidad de sublimación práctica (noble óctuple sendero). La meditación no es comprensión sino contemplación, no es un proceso que busque la actividad mental-racional sino la sensorial, suavizando la mente y acercándola al todo original. El budismo mahayana nos habla de la filosofía como guía y no como sistema. Es interesante como nos habla de que la verdad y el sentido están más allá del nirvana, caracterizando una existencia más solidaria frente a la tradición del canon pali, que habla del nirvana como objetivo. La nada como trasfondo trágico de la existencia humana simboliza el punto de partida de la libertad creativa, la forma es el vacío. También se afirma el hilemorfismo (Aristóteles, Spinoza) afirmando la indivisibilidad del cuerpo y la mente e identificando a la mente con la forma. El éxtasis es el acontecimiento, ese acontecer de la nada a la consciencia que provoca el vacío de la mente, la liberación de las imágenes sensoriales. La Cultura Zen (mahayana, taoismo, confucianismo) busca una iluminación natural sin exterminio de las pasiones. Predican la no-violencia como no-interferencia, como no-esfuerzo, como no-acción, como judo psicológico. Así se comprende la educación no como un buscar sino más bien como un conservar. Quietamente sin hacer nada, vacío y maravilloso, vida espontánea que sigue adelante sin titubear, en la falta de finalidad y de afectación. No hay religión externa sino religiosidad interna, no se confunde el dedo con la luna. (* El camino del Zen, Alan Watts).

Así podemos dar por introducido el contexto en el que desglosaremos la problemática sistemática de la dialéctica como orden cósmico. Antes completaremos este bloque de apartados concretando los diferentes fundamentos que estamos construyendo y que nos servirán para categorizar más complejamente nuestra realidad teológica.

1.3. Diferentes tipos de fundamento.

Ahora debemos seguir construyendo las comprensiones que nos permiten las interpretaciones concluidas mediante explicaciones temáticas, primero tratando los diferentes tipos de fundamento que validan nuestros conocimientos, y

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más adelante caracterizándolos más ampliamente de cara a poder enfrentar con mayor éxito los conflictos que surgen en las comprensiones relativas a la dialéctica, al orden cósmico en general y al conocimiento epistemológico del mismo. Sigo intentando optimizar el orden temático para facilitar mayor cohesión interna del proyecto y permitir fácilmente las nuevas incorporaciones que se sumen, evitando posibles anacronismos lógicos, aunque siempre existe la libre posibilidad de avanzar o retroceder en la lectura según necesidades (avanzar saltando sólo lo recomiendo en caso de extrema necesidad). De todas formas considero que estamos en la cima de la montaña, donde lógicamente debemos desplegar un esfuerzo extra que asegure un óptimo trabajo y un mejor resultado, aprovechando la oportunidad que nos brinda el haber llegado con cierto éxito a un lugar como el que estamos contemplando, al cual no tantas personas se atreven a subir.

Mediante las diferentes argumentaciones que venimos realizando nos enfrentamos a la posibilidad de vislumbrar un resquicio natural que fundamente nuestra existencia vital como posibilidad auto-afirmada, sublimando nuestra inmaterialidad sensible. Partiendo de las matemáticas como fundamento lógico (y por ende posibilidad epistemológica) nos lanzamos a la conquista de la máxima autonomía que nos permite dicha ontización objetiva. Por otro lado el ser en su oposición a la nada posibilita la existencia de un fundamento temporal e inestable. Sólo el ser del ente es auto-fundamento como primacía activa de la nada frente al ser. De la verdad al método y del método a la verdad, siempre jugando al ratón y al gato, o mejor dicho al burro y la zanahoria. Seguimos presentado los principales elementos que participan en la formación de las posibilidades fundamentales, elementos que refieren a la filosofía como ontología, teología y epistemología. Sus campos cognoscitivos son interdependientes, relación en la que vamos a profundizar trabajando el criterio inmanente que posibilita las posibilidades. Antes de pasar a analizar por separado sus diferentes autonomías consideramos de vital importancia concluir definitivamente la imposibilidad de un fundamento lógico para el ente y menos aún para el ser. Ello no significa que la metafísica muere aquí, pues ésta no se detiene nunca, vive parasitando en la posibilidad de olvidar el ser y confundirlo con el ente; durante esta investigación seguimos siguiendo muy de cerca nuestras posibilidades metafísicas como enajenación temporal de la mente, por lo que debemos mantenernos ojo avizor, y tenemos que castigarla fuertemente en el apartado La falacia metafísica. Las explicaciones más ilustrativas contra la metafísica nos la ofrece la crítica aristotélica a la filosofía pitagórica, recordando que el número es vida, y Husserl nos ilumina hablándonos de que la conciencia siempre es conciencia de algo. Esto nos vale para pensar y comprender que la lógica es continente pero no contenido. También recuerdo el consejo de Alejandro Escudero, que me recuerda que las ciencias especializadas siempre nos hablan del ente pero nunca atribuyen contenido al ser. Respecto a ello particularmente no considero a la mecánica cuántica como una ciencia especializada sino como una filosofía científica de primer nivel, extremadamente cualitativa en su ramificación filosófico-religiosa, convirtiéndose así en un conjunto de saberes interdisciplinados sobre el espíritu.

"Dios ha muerto": preocupa bastante pues ello parece arrastrarnos a la contingencia, al absurdo expresado por Shopenhauer, conclusiones también apoyadas por sectores amplios de la filosofía oriental. Pero todxs sabemos que no todo es contigencia, hemos aprendido que la cultura transforma y guía, y todos hemos llegado a comprender que si metemos nuestra cabeza en el agua y no la sacamos a tiempo moriremos por la falta de oxígeno. Esto nos lleva a mezclar el absurdo y la razón en una relación no-jerárquica sino simbiótica, llegando a pensar en la inseparabilidad consciente entre fundamento y anti-fundamento, tomando la vida como dijimos antes como el juego del burro y la zanahoria, haciéndonos eco de, por un lado el deseo de afianzar la existencia bajo pilares seguros, y por otro la comprensión de que alcanzarla es imposible, o al menos alcanzarla entera y para siempre de una manera conceptual-objetiva. Así la autonomía del kosmos determina la posibilidad de que el sujeto sea "libre". Al menos hemos llegado a una conclusión que seguiremos trabajando: el fundamentalismo extremo es nefasto, y me refiero nuevamente tanto al fundamentalismo absoluto que ontiza el ser como al no-fundamento absoluto que reifica el ente.

"Para Aristóteles el híbrido platónico de la dóxa alethés no tiene estatuto ontológico sino lógico".(El nacimiento de la filosofía en grecia, Teresa Oñate).

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Antes de presentar los diferentes tipos de fundamento que comprendemos en relación a las posibilidades dialécticas del ser y la nada, reconoceremos a las matemáticas como fundamento lógico de la materialidad fenoménica. Este fundamento lógico propicia una base segura a la epistemología en sus investigaciones ontológicas. Recordamos que la lógica como parcialidad matemática de la existencia nos acompaña en la posibilidad de fundamento en todo momento como a priori, articulándose dialécticamente con los saberes no especializados, con los saberes filosóficos (onto-lógico, teo-lógico, epistemo-lógico). Por eso Teresa Oñate nos habla de la filosofía como matemática cualitativa. Lo que rechazamos rotundamente es fundamentar el ser o la nada (metafísica) por medio de especulaciones teoréticas que desechen la experiencia sensorial. Aristóteles reconoce que la metafísica tiene fundamento lógico, pues absolutiza las matemáticas reificándolas e identificándolas con el ser, aportando carácter óntico a lo que no tiene contenido. Las matemáticas por sí misma no alcanzan al ser, sino que requieren de la nada para degustarlo temporalmente, sólo puede degustarse en la aceptación no frustrada de los propios límites.

Por otro lado hay personas que objetan la imposibilidad de la existencia de un fundamento ontológico tachándolo de contradictorio. A ello responderemos en el próximo apartado, pero lo introduzco preguntándome, ¿acaso no es la existencia contradictoria? Me gusta recordar las excelentes aportaciones de Lacan respecto a esto, ofreciéndonos aire fresco con la banda mobius y al nudo borromeo. Sugestiones haberlas haylas. Aristóteles sigue afirmando la contingencia del ente, pero dice que el absurdo sólo vale para el ente. También nos llegan muchas sugestiones del arte contemporáneo, de la filosofía dada en sus múltiples derivaciones. Recuerdo una película alemana llamada La 3º generación, film alemán sobre la contigencia y el absurdo en el que aparecen muchas alusiones al libro de Shopenhauer Voluntad y representación. Dice Fernando Savater en Voces del pensamiento que a Shopenhauer le angustia la contingencia del ente y la falta de sentido (absoluto). Él (Shopenhauer) imagina que algún día alguien verá esa rueda infinita y sin salida que es la vida como algo positivo. Aparece Nietzsche. Y es ahora que toca profundizar y caracterizar ligeramente los diferentes fundamentos, afrontando el fundamento teológico como la analítica del acontecimiento que Deleuze proclama como prioridad histórica, matizando la analítica del dasein en Heidegger y limando sus asperezas onto-teológicas.

1.4. Fundamentos ontológico, teológico y epistemológico.

Dejando a un lado por el momento la imposibilidad de fundamento lógico absoluto para el ente y el ser reconocemos nuevamente que los 3 fundamentos que ahora presentamos no carecen de consistencia lógica, incorporándolas en su seno para fortalecer la construcción de una compleja comprensión ontológica de nuestra existencia vital. Tampoco debemos olvidar que mediante nuestras aportaciones estamos solucionando la problemática que analiza la filosofía contemporánea sobre la mobilidad del límite, la cual debe quedar iluminada en este apartado, no negando que necesitará ser desarrollada más ampliamente en el apartado correspondiente a la dialéctica. Es por ello que, respecto a Engels, rechazamos un estudio superficial de la "dialéctica de la Naturaleza", requiriendo íntegramente un estudio especializado sobre la "naturaleza de la dialéctica". Afirmamos el no-fundamento de la nada como trasfondo trágico de la existencia, e interpretamos que únicamente mediante una comprensión ontológica de la existencia pudiera superarse el miedo a la muerte en que nos imbuye Dios y su cultura teísta. Digo trasfondo trágico pues es en la nada donde se frustran los deseos metafísicos de inmortalidad material. Pues aunque Breivik en su juicio diga que los marxistas son débiles por no creer en la vida de ultratumba, son precisamente los fundamentalistas del más allá los que no aguantan la responsabilidad de la vida finita, tomando la vía fácil del suicidio en nombre del fundamento lógico absoluto, considerando el suicidio como la opción más débil de las que barajamos en la vida (*según el budismo, cuando una persona se suicida incluso requiere de un nuevo karma, generando un nuevo comienzo en el ciclo de las reencarnaciones, comprendiendo que ese espíritu se ha perdido definitivamente para la humanidad).

También hemos hablado de que el ser no es fundamento sino germen del fundamento, siendo etiquetado por nosotrxs como anti-fundamento, pues incorpora a la nada en su carácter dialéctico, conceptualización del ser como límite que

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une y separa a la vez, obedeciendo en el sí mismo a su inherente modalidad dialéctica en interacción con la nada. Es por ello que la ontología como fundamentalidad de la lógica simbólica refiere al mayor logro y más digna tarea que puede encarar la actividad humana y su cultura, reconociendo la nada trágica de la existencia sin rendirse por ello, suponiendo metafóricamente la posibilidad gozosa de golpear el techo de nuestras limitaciones existenciales. Realmente no es tan trágico ser "libre". La dialéctica también refiere a la modalidad constitutiva del ser y el existir. Es mediante el acontecimiento que el ente tiene la posibilidad de concebirse como conciencia, y a su vez comprender este acontecimiento como relación con el ser y la nada.

Rotundamente afirmo que tanto la vida, como el ser, como la nada, como el ente o la conciencia, o cualquier cosa que podamos imaginar, son pura y absoluta contradicción, gracias al trasfondo modal que la dialéctica implica. Y explicaremos a lo largo de todo el proyecto que es precisamente la metafísica, como dicotomía e ilusión independentista, la modalidad de pensar y hacer que considera el todo como suma de elementos individuales, propiciando un caos axiológico debido a la imposibilidad de relacionar mutuamente las diferencias que evidencia la Naturaleza, volcando la inmensidad de sus contradicciones en el basurero intelectual que supone la conceptualización de un Dios teísta. Pese a todo ello, no cesa mi amor por la persona de Jesús como revolucionario radical, y también de su amigo el enorme filósofo Pablo de Tarso.

Si el ser no fuese dialéctico sería independencia, y lógicamente yo soy, aunque sea en mínimas ocasiones, al menos riendo y llorando. Hemos reconocido al ser como condición de posibilidad de todo lo que es, y es precisamente por ello que la ontología es la ciencia que se ocupa de estudiar las posibilidades no realizadas; la ontología estudia al ser como condición de posibilidad de la materialidad fenoménica ("entidades"). El ser (y su relación con la nada) como anti-fundamento es lo que identificamos con lo real, lo que idenficamos con la verdad, con la perfección y con la esencia inmanente. Por último recordamos que la función del ser es relacionar la nada con la posibilidad del algo, que no es más que el abanico de posibilidades posibles de la materialidad fenoménica.

Es por ello que el ser como dialéctica (junto a la nada) representa el fundamento ontológico, incorporando en sí lo onto (ser) y lo lógico (matemáticas como a priori de la materialidad fenoménica). ¿Y por que tenemos aquí el fundamento (débil) para el ente? Pues precisamente por lo que nos muestra la posiblidad del Boson de Higgs: por la lógica de que la dialéctica nos brinda la posibilidad de que algo sea contradictorio internamente, que se afirme y que se niegue a la vez, produciendo lo mágico y lo divino, que no es más que la interdependencia que mantienen los diferentes elementos que conforman el universo, interpretando la dialéctica como ese auto-afirmarse continuo del ente respecto a la nada y viceversa, constante hacer y desacer del todo en el uno y viceversa, germen de nuestra condena a ser no libres (estaticidad óntica) sino libertarios (dinamismo ontológico). Esta auto-fundamentación ontológica del ser como posibilidad del ente representa el punto más conflictivo de esta apartado, por lo que vamos a caracterizarlo ampliamente en el apartado de la dialéctica, identificando a la dialéctica y su naturaleza como "naturaleza de la consciencia", dejando el estudio de la conciencia como síntesis entre consciencia (dialéctica) y cuerpo-mente a la disciplina filosófica teológica. El ser se auto-fundamenta como condición de posibilidad y es fundado por el ente en la posibilidad realizada de su materialidad fenoménica. El ser del ente tiene fundamento teológico, que es otra especie de auto-fundamento, pues en este caso es la nada la que se afirma a sí misma como posibilidad. El caso es que el ser del ente y no el ser el que ejerce de anti-fundamento, pues es precisamente la nada lo único que no puede ser fundado, pues tiene neto carácter ontológico. La nada es anti-fundamento, el ser es condición de posibilidad del fundamento, el ser del ente es auto-fundamento como posibilidad realizada (acontecimiento), y el ente no tiene el fundamento temporal (ser) que le permite su ser (ser del ente como nada). El ser del ente es auto-fundamento pues se afirma a sí mismo negando al ente pero afirmando también en sí mismo al ser.

La teología representa el acontecimiento como auto-fundamento, como decimos mezcla de la consciencia como dialéctica ser-nada y el cuerpo-mente como ente. Repetimos junto a Spinoza que cuerpo-mente son inseparables, al

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menos desde una perspectiva ontológica. Es desde una perspectiva epistemológica que podemos apreciar la autonomía de uno y otro. El ente en general tiene fundamento epistemológico, pues se asienta en la lógica de la materialidad fenoménica y se disuelve en su ser. Dicha relación es estudiada por la epistemología como conocimiento científico basado en la matemática como posibilidad (conocimiento simbólico más allá de lo empírico). Es por ello que dedico estos comentarios a esas personas que humilde y honestamente creen en Dios pensando que al menos ahí arriba "hay algo". Confirmado, hay algo, pero ni es Dios ni está arriba; y es precisamente que hay algo (dentro de tí) que ejerce como causa para que no haya nada fuera (ni por encima ni por debajo) de tí. Ánimo, júntate con tus iguales sensibles y lucha por lo que crees, y no te dejes engatusar por los malvados que quieren representarte e intermediar entre tú y lo divino del aquí-ahora.

La teología se dedica al estudio de las posibilidades realizadas (theos, lo divino). En esta categoría introducimos la sustancia, lo apriorístico, lo inmanente-individual, lo inmaterial-particular, etc. Muchxs le han puesto nombre; a las mónadas de Leibniz siempre les tuve especial aprecio, no se por qué, supongo que por el amor a Leibniz y a la belleza áurea de su pensamiento (descubrimiento junto a Newton del cálculo infinitesimal). No se preocupen si parecen escuetas las argumentaciones explicativas que por el momento aparecen, pues son ampliadas a lo largo del escrito, pudiendo llegar incluso a cansar levemente. Pido disculpas por mis limitaciones, pero también el lenguaje incluye limitaciones inherentes, por eso a veces necesitamos cerrar los libros y abrir el corazón.

Por último interpretamos el fundamento epistemológico, no por ello el menos importante ni el más sencillo de comprender. Es precisamente en el ámbito epistemológico donde debemos terminar de extirpar toda la pudrición que nos causa la metafísica y su nefasta razón pura. Las matemáticas representan la tendencia de lo material a la objetividad, muestran el otro extremo de la nada, las matemáticas son una afirmación ontológica del "algo", lo cual entrecomillamos para no olvidar el trasfondo no-fundamental de la existencia en general. Lo más objetivo que existe es la lógica matemática, que siendo una construcción humana en funcionamiento delata sus inherentes limitaciones, lo que nos lleva definitivamente a cuestionar la verdadera existencia de la materia, o al menos nos enfrenta a la conceptualización metafísica de ésta. Las matemáticas muestran que hay "algo" a lo que podemos llamar "ente", pues esta ciencia representa la ley del espacio y su materialidad apriorística. El fundamento epistemológico es la causa que posibilita la siempre débil existencia de las ciencias especializadas, las cuales nunca podrán ser absolutas, necesitando siempre de la interdisciplinaridad que aporta la filosofía para concluirse como interpretación científico-simbólica no falsada. Entonces nos preguntamos, ¿existe el cuerpo? ¿qué són los cuerpos? ¿podemos tocarnos unxs a otrxs? A eso responde mejor la física cuántica (*Whats you know?). Simplemente recordaremos de cara a profundizar en sus respectivos apartados que los átomos (materialidad) tienen más vacío que masa.

Es por eso que la episteme refiere a las ciencias especializadas, que pese a su debilidad avanzan y siguen proporcionando herramientas útiles para proseguir nuestro camino particular hacia la felicidad. Y digo particular porque es precisamente una falacia positivista el que la ciencia pueda darnos algún día la felicidad colectiva en bandeja, pues debemos recordar que nada nos dice la ciencia sobre el ser, sino que constantemente trata de perfilar parcialidades relativas al ente: la epistemología y la ontología son medio y no fin, medio hacia la teología. La teoría del color del Goethe, entre otras muchas teorías científicas que existen (mecánica cuántica en general), enfatiza precisamente la dificultad contradictoria de afirmar rotundamente la posibilidad del conocimiento empírico. Es por ello que esta categoría recoge conceptos como lo fenoménico o lo simbólico (Lacan), resaltando siempre la debilidad de las afirmaciones referentes a este ámbito.

Por último cerrar con comentarios aclaratorios sobre la mobilidad del límite, la cual debe quedar bien amarrada en la variabilidad ontológica del ser del ente como auto-fundamento que niega y afirma a la vez (acontecimiento como consciencia dialéctica). Éste límite a su vez refiere al ser como fundamento ontológico pues éste no es negado sino afirmado, lo negado es la supremacía de su independencia como ente absoluto. El límite varía, es móbil, precisamente

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porque ejerce de puente desde el ser hasta el ente y viceversa, posibilitando que se sea más o menos óntico o más o menos consciente, que se sea más consciente o menos de lo real (ser/nada), comprendiendo al ser-aquí-ahora como la ontologicidad más elevada a la que puede aspirar un ente. Ni podemos ser algo sin conciencia al estilo puro ser (al margen del cuerpo y la mente) ni podemos absolutizar lo aparentemente objetivo. Y es precisamente en estos parámetros donde encontramos la modalidad sensorial de nuestra existencia, que no es más que lo que estamos entendiendo como "ser del ente". Dentro de la variabilidad que maneja el ser del ente (los acontecimientos son particulares y nunca colectivos, pues se dan en la consciencia), éste en su generalidad debemos entenderlo como "acontecimiento" óntico de lo ontológico (la nada aparece al ente a través de sí, negando al ente). Deleuze nombra la muerte como el acontecimiento por excelencia; yo prefiero nombrar como acontecimiento apoteósico a la vida como verdad poliédrica (aletheia), la cual lógicamente incluye a la tan necesaria muerte óntica como parte del proceso ontológico de transformación permanente que supone la existencia dialéctica.

Nada Ser Ser del ente Ente Matemáticas

No-fundamento Auto-fundamento Anti-fundamento Sin-fundamento "Fundamento"

No-fundamento Fund. ontológico Fund. teológico Fund. epistemológico Fund. lógico

Conclusiones:La nada representa el no-fundamento, puede pensarse sólamente como afirmación de sí misma por medio de la negación del ser. El ser conforma junto a la nada la modalidad unitaria del kosmos. El ser representa la condición de posibilidad de la materialidad fenoménica. El ser representa el fundamento ontológico no como fundamento óntico sino como fundamento simbólico (causa pero no fundamento). El ser sólamente es condición de posibilidad, es auto-fundamento porque encierra en sí mismo su condición inherente de posibilidad. El ser es afirmado (fundado) por el ente. El ser del ente no es auto-fundamento sino anti-fundamento, pues representa la negación de la supremacía del ser como posibilidad del fundamento. Simplemente niega su atemporalidad afirmando su temporalidad, por lo que el ser del ente permite un fundamento temporal e inestable al ente, interpretando la materialidad fenoménica como dialéctica entre el ser y el ser de los entes. El ente no tiene fundamento lógico, pues el ente es biología y la matemática no alcanza el conocimiento ontológico por sí misma sino que requiere de la epistemología para alcanzar la ontología. Por todo ello podemos relacionar a la nada con la física, al ser con la química, al ser del ente con la biología y al ente con la matemática. Voilá la dialéctica y la cultura.

2. DESARROLLO SISTEMÁTICO DE LA DIALÉCTICA.

Una vez contextualizados los elementos básicos que conforman el carácter ontológico de la realidad como lo real, es momento de profundizar en la modalidad que condiciona y determina las relaciones simbióticas interdependientes entre dichos elementos, a la que venimos caracterizando como dialéctica. Una vez analizada la naturaleza dialéctica desarrollaremos un estudio contradictoriamente "sintético" sobre lo real, siempre en la medida de lo posible, intentando enfatizar la leve pero existente autonomía de las realidades parciales que participan de lo real (fenómenos), sin por ello apologizar dicotómicamente ni absolutizar el concepto. Una vez que tengamos esos datos podemos dedicarnos a reforzar la epistemología radicalizando su estatuto científico, punto de partida del que zarparemos en busca de las ontologías regionales. Pero quedándonos en la dialéctica, dividiremos este breve estudio sobre 3 ideas principales: modalidad ontológica de la dialéctica como orden cósmico: diferencia ontológica como ley de lo real; análisis sobre la naturaleza de la dialéctica como relación simbiótica de los opuestos; investigación conceptual sobre la modalidad unitaria del ser-aquí-ahora y de la falacia metafísica.

La inquietud principal de los seres racionales (filosóficos) es la teología, que comprende el estudio del ser del ente como relación entre ser y nada, entre el ente y su ser, dando por resultado ese fenómeno extraño al que llamamos

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consciencia o ser-aquí-ahora. Para ello la filosofía necesita, primero construir una base epistemológica estable basada en la posibilidad de conocimiento verdadero, y segundo necesita conocer al ser y al ser del ente, no qué son (lógicamente) sino cómo son (ontológicamente). Partiendo desde postulados epistemológicos que consideramos evidentes y científicamente no falsos encaramos el estudio de una ontología orientada hacia la teología, considerando tarea imposible y contradictoria aquella que trata de pensar la nada. Una vez que comprendamos qué leyes primarias rigen el ser y la conciencia estamos capacitados para re-entender científicamente la epistemología como puente seguro hacia el estudio de las ciencias vitales. Es importante no olvidar que toda filosofía se reduce en última instancia no a la pregunta sobre el ser sino a la pregunta por mi propia existencia consciente, por nuestro propio ser (acontecimiento del ser-aquí-ahora). El ser es inteligible por medio de la cognoscibilidad empírica del ente (materialidad) de los fenómenos (lo real como temporalmente objetivado por la mente como concepto). El olvido de la circularidad hermenéutica de la dialéctica representa el olvido del ser. La metafísica crea cosmogonías teístas con la ilusoria intención de cerrar el círculo como existencia lógica, pero desde una confrontación fraticida entre las polaridades que mantienen la balanza en equilibrio, batalla inútil que se reduce a una aspiración imposible: la síntesis absoluta de los contrarios mediante el concepto universal.

Nuestro objetivo inmediato no es dicha síntesis sino que tratamos de aunar la suma de verdades parciales que vayan completando el poliedro de la verdad que representa al ser como nada y también como consciencia y como ente, sin por ello absolutizar las diferentes parcialidades: Dios tampoco es la suma de las partes; nuestras interpretaciones siempre son limitadas, aproximadas. Necesitamos fundar el estatuto científico de la ontología, practicando una metodología epistemológica que integre lógica matemática y conocimiento científico (simbólico) de los primeros principios (física, química, y biología por necesidad). Esta síntesis cognoscitiva posibilita lo que entendemos por lógica simbólica, herramienta necesaria para la investigación teológica, dotándola de un escape artístico inalcanzable. Es probable que cometamos errores conceptualizando en exceso, pero partimos del deseo compartido de alcanzar unos mínimos conceptuales que nos permitan luchar contra la ignorancia metafísica y su "innato escepticismo". Más tarde no dejaremos sin estudio la posible autonomía temporal que le atribuimos a los conceptos, permitiendo una flexibilidad que recupere el carácter poético de las Culturas ontológicas (no metafísicas).

La Naturaleza obedece la (su) naturaleza. La naturaleza es el Todo-uno. La Naturaleza es el Uno-todo. Todo y Uno representan lo fenoménico. El todo y lo uno representa lo ontológico, lo trascendental, lo inmanente. La metafísica representa la inversión de la diferencia ontológica, convirtiendo en última instancia al todo en un esclavo del Uno, elevando el carácter óntico de las entidades sobre su carácter trascendental-inmanente. La primera falacia lógica que conlleva es la ilusoria separación radical frente a la Naturaleza, de ahí que la metafísica sirva de revitalización continua de las filosofías individualistas, incluida la postmodernidad. Es muy importante aceptar que no existe la independencia en la Naturaleza, sólo una difusa autonomía simbiótica la cual estudiaremos en profundidad más adelante. Dicha autonomía de los opuestos como orden de la nada y el ser, y por ende de la consciencia y la conciencia-ente, posibilita el conocimiento parcial, primero contemplando lo que es, segundo comprendiendo lo que no es, tercero re-contemplando lo que sigue siendo. Entonces partimos con nuestra investigación hacia el análisis de las relaciones entre 4 conceptos cuasi transversales al pensamiento filosófico: energía, materia, tiempo y espacio. Consideramos junto a Kant, Bergson y Deleuze entre otrxs que el tiempo y el espacio son nociones impuestas por el sujeto. Los diversos conceptos creados por la razón nos ayudan a progresar en el camino del conocimiento parcial pero verdadero (parcialmente verdadero y verdaderamente parcial), aumentando la identidad entre ser y conocimiento, comprendiendo que hay cosas incomprensibles que nos permiten contemplar mejor.

Desde una interpretación cognoscitiva moderada que pueda ejercer de postulado flexible interpretaremos que:a) La energía representa la autonomía de la nada como cinetismo primario respecto del ser apriorística condición de posibilidad de la materialidad fenoménica.b) La "materia" representa la autonomía temporal del ser y el ente respecto al ser del ente (nada). Es por ello que

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hablar de la "materia" es afirmar la temporalidad sintética de la energía como posibilidad apriorística. La "materia" se relaciona con la nada como contradicción (negación de la síntesis).c)El tiempo representa la autonomía de la energía en la consciencia y en el pensamiento como contemplación.d) El espacio representa la autonomía del fenómeno en la conciencia y en el pensamiento como comprensión.

Resaltamos aquí la problemática que al respecto aparece entre Heidegger, Hartmann y Zubiri. Heidegger dice que el ser se funda en el tiempo, Zubiri que el tiempo se funda en el ser (oblicuidad). Zubiri apuesta contra Heidegger por una reificación del ser (distinción entre ser y realidad), por una inteligización del logos (inteligencia sentiente vs lógica de la inteligencia). ¿Qué es la realidad? Hartmann la comprende como síntesis de lo posible y lo necesario, y Zubiri nos recuerda que la realidad no es semántica sino sintáctica. Nuevamente contra Heidegger afirma que el ser está en el brillo de la realidad y no en el lenguaje como su morada. Sigue afirmando Zubiri que el ser es ulterior a la realidad, es una actualización de la realidad en el mundo, es oblicuidad, es co-sentir. Yo prefiero no pelearme con un lenguaje que no es el mío, aunque apunto en la dirección de Zubiri frente a los posibles antropologismos de Heidegger. Además frente a la problemática de esclarecer la dialéctica nos viene mejor un lenguaje más ontológico, lenguaje presocrático si es posible, haciéndonos eco de una conceptualización flexible que trata de recoger la particularidad apriorística de los fenómenos. Junto al simbolismo científico presocrático tenemos que recuperar la poesía ontológica del Tao y de las sabidurías antiguas en general, sin olvidar que tenemos aliados de primera categoría en la ciencia contemporánea, retorno trágico de lo divino por medio de una cuántica actualidad. Comencemos sin prisa a encarar el estudio sistemático del arjé como principio dialéctico del kosmos y también del ser humano.

2.1. Orden cósmico.

Llamamos orden cósmico a las leyes naturales que rigen el universo, las cuales identificamos con el objeto de la filosofía primera desde una perspectiva ontológica y hermenéutica: no estudiamos qué es el ser sino cómo es, en qué modalidad fluye. Partiendo de la evidencia estudiamos el movimiento y la armonía como conjunto sistémico de variables interdependientes. Tenemos la posibilidad de analizar la Naturales gracias al (aparente) conocimiento empírico de sus ciclos periódicos; a dicho conocimiento accedemos primero desde la intuición cognoscible y más tarde desde una comprensión inteligible que se relaciona con la lógica matemática, la que nos permite poder contemplar mejor el carácter ontológico del mundo sensorial: conocemos para conocer mejor, más allá (superación) del ente pero sin olvidar sus determinaciones (a través de él y de sus posibilidades).

Las diferentes autonomías que participan en el kosmos nos posibilitan un estudio más ordenado y cómodo de las características elementales que adjetivan las "entidades" ontológicas que conforman del universo. También la mecánica cuántica sigue trabajando en la unificación de las 4 fuerzas fundamentales en el campo de Higgs (nuclear fuerte, nuclear débil, electromagnética y gravitatoria). La simbología linguística nos posibilita la realización de una primera división conceptual del carácter ontológico del kosmos como investigación sobre la filosofía primera. Siempre pensando en una formalidad triangular transversal a la modalidad dialéctica se nos presenta una triada elemental por el ser, la consciencia como acontecimiento y el ente, incorporando una perspectiva analítica de lo real y sus posibles realidades.a) El ser representa lo necesario: es y no puede ser de otra manera. Lo identificamos con lo real (gnoseología).b) El ser del ente representa lo posible: necesidad hipotética. Lo identificamos con el imaginario (cognición).c) El ente representa lo contigente: es y podía no ser. Lo identificamos como lo simbólico (cognoscitividad).

Estamos llevando a cabo la fundamentación ontológica (auto-fundamentación) de la dialéctica por medio de las diferentes propiedades trascendentales que simbólicamente atribuimos a los principios opuestos que conforman dicha dialéctica como modalidad de ser. La inmanencia dialéctica de todo lo que es posibilita comprender la inmanencia

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ontológica que atraviesa las entidades. Wittgenstein dice "lo que fundamenta no puede ser a su vez fundamentado"; ahí la falacia metafísica. Dicha erroneidad lógica conlleva a una jerarquía sinfín arbitrariamente finalizada en Dios, el ente jerárquico por excelencia. El principio, lógicamente, es increado, y además no engendra sino que determina. La auto-fundamentación del ser supone cerrar el círculo dialéctico de la naturaleza, determinando la posibilidad de cerrar el círculo del conocimiento por medio de la conciencia como capacidad simbólica de conocer. Entendiéndolo así, la metafísica (razón pura) queda al margen del mundo. Dios solamente existe en la absolutización del fundamento lógico que propicia las matemáticas; no muere, vive en las falacias mentales. Admitimos una vez más que el ser es causa y no fundamento, dejando claro que la nada es sin fundamento y que el ser simplemente es condición de posibilidad, tiene estatuto ontológico y no lógico. Sin cerrar nuestro horizonte de comprensión prefiero enfatizar, desde la parte animal-consciente que me toca, la posibilidad de un fundamento ontológico y teológico, contradictorio en sí, temporal, débil, inestable e incluso ilusiorio, pero afirmándose simbólica como "fundamento" gracias a la naturaleza humana racional y su divinidad.

Aceptamos que el ser es causa y no fundamento: damos la razón a Wittgenstein; la dialéctica se auto-fundamenta continuamente en su afirmación precisamente dialéctica por eterna e inconmensurable: entonces le quitamos la razón a Wittgenstein. Nos basamos en la pura formalidad lógica de la no contradicción frente a las leyes universales, apuntando directamente al pensar de la necesidad sobre el motor primero increado y que continuamente se auto-crea como afirmación continua de su posibilidad. Además es obvio que todas las definiciones ontológicas que comenzamos a manejar derivan de un primer punto: la modalidad hermenéutica, lo que nos sitúa en la transversalidad del pensamiento ontológico frente a los elementos que participan en el complejo orden que acoge las diferentes realidades, pudiendo iluminar con estos términos los aspectos cualitativos más importantes de la existencia, como son la conciencia (cuerpo y mente) en su intencionalidad original (consciencia), la cultura, la libertad o la praxis artística como auto-poiesis: en resumen, generalidad del acontecimiento en sus diferentes modalidades, identificándose siempre gracias a la sensorialidad a lo unitario de lo increado. Es importante recordar que dentro del orden que profesan la unidad y la diversidad debemos andar con cautela para no invertir sus relaciones simbióticas, comprendiendo que una cosa es la unidad del pensamiento óntico, de lo pensado, de lo objetivado mediante el concepto, y otra diferente la unidad ontológica que atraviesa lo empírico: buscamos la inteligencia universal como puente para lo ontológico-diverso de los sentidos, lo cual no impide que la unidad esté en lo sensorial y no precisamente en la razón como absolutización del ente, pues precisamente los objetos objetizados son pura contingencia. Lo interesante de la diversidad cultural es que puede ser así y también de otra manera, lo que la relaciona de lleno con la libertad, la responsabilidad, el conocimiento o la praxis artística. La dialéctica no son entidades en guerra como piensa la metafísica sino precisamente esa fusión continua de horizontes que perturba constantemente los límites de la razón. Más allá uno puede perderse fácilmente si es que no se ha perdido aún...

"Este es un tema filosófico de raíz clásica: Aristóteles define el movimiento como paso de la potencia al acto, y cuando decía esto, venía a decir (de acuerdo con Bergson) que en todo proceso de transformación lo que cambia siempre retiene algo de lo que era ytiene algo de lo que va a ser, y esto, la parte actual, es lo que hace pensable el movimiento. Sólo podemos pensar la potencia en virtud del acto, es decir, el acto es superior lógicamente a la potencia, y en este sentido es anterior lógicamente".(Lógica del sentido, Gilles Deleuze).

La armonía supone la existencia de jerarquía en forma de leyes categóricas (hermenéuticas, ontológicas, modales). Dichas comprensiones postulan varios axiomas: uno, la evidencia de una ley universal que rige el kosmos; dos, la existencia de un aparente dualismo dialéctico que se presenta ante nosotrxs como posibilidad de ser conocido; tres, la interdependencia simbiótica de las diferentes autonomías como cohesión unitaria de lo real y sus realidades posibles. A todo ello apunta el conocimiento filosófico de los presocráticos. Nos hablan de la physis como espontaneidad autolegislada, afirman que el limite constituye, que el principio es increado (*Seminario). Anaximandro nos recuerda que el orden del tiempo es el arje, no el apeiron (*Seminario). En el libro mal-llamado metafísica y que debiera llamarse ontología (incorporando la epistemología y la teología) Aristóteles realiza una exahustiva crítica de Pitágoras

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y Platón por sus afirmaciones de la racionalidad matemática del universo y de que todo es número. El estagirita nos recuerda la relación entre número e idea/forma y apela al hilemorfismo afirmando el olvido pitagórico-metafísico de que el número es vida. Las matemáticas como fundamento lógico son finitas si abandona a la epistemología, y tienen su posibilidad de sublimación frente a lo empírico por medio del infinito aúreo de Leibniz y su número irracional. Absolutizar la Matemática como "Ser" supone negar la simbiosis interdependiente que éste mantiene con la nada. Las matemáticas nos hablan de la lógica de lo óntico-fenoménico, ese es su campo y no la ontología del ser, aunque co-participe con el ser. Por ejemplo las matemáticas nos valen para lo macro, al igual que la termodinámica; pero para lo micro se encuentran más limitadas, afirmando lo micro como la vida en su reducto originario. La matemática no puede crear, sólo verificar una parcialidad del fenómeno y de forma limitada debido especialmente a las limitaciones del propio observador pensante. El principio cuántico de incertidumbre me recuerda esa problemática fundamental de la matemática como imposibilidad de medir el espacio y el tiempo a la vez y fijar así la posición fija de un átomo (átomo como "algo"). Desde una perspectiva formalmente lógica no pueden entenderse las relaciones dialécticas en su carácter de inmanencia, recordando el carácter extrínseco de la dialéctica metafísica que ilusoriamente se absolutiza mediante auto-síntesis.

Hemos hablado del tao (camino, modo) como orden dialéctico del kosmos. Hemos hablado de brahman como orden del universo mediante sus mitos sapienciales de maya (lo fenoménico) y moksha (lo inmanente-trascendental). El budismo nos habla de las leyes del karma y el dharma. También la cábala como hermética de la tradición hebrea simboliza su conocimiento del uno mediante su árbol de la vida, el cual está compuesto de 10 círculos (*Podeis consultar las propiedades en wikipedia). También la kabalística nos recuerda que el conocimiento absoluto no es objeto sino medio, cofirmando que el orden cósmico como absoluto apunta a la dialéctica y no al Ente Supremo. Los pitagóricos también nos aportan sus comprensiones simbólicas del orden del universo desde una perspectiva lógico-matemática mediante la sublimación de los símbolos matemáticos, como por ejemplo la construcción de su tetraktys a base de 9 triángulos que conforman uno sólo: primero aparece Dios en la cúspide, a continuación la pareja de opuestos, más tarde la triada y por último los 4 elementos (los 10 elementos del universo). También conocían los pitagóricos el número irracional. El número irracional ejerce de límite constituyente entre formalidad matemática y materialidad ontológica, pues tiene su limitación en el número infinito pero se conforma segura en su proyección ontológica. Contemplando un girasol observamos la perfecta comunión aurea que existe entre ontología y epistemología. Contemplando un girasol puede derrumbarse el viejo mundo.

El camino (Tao) perfecto carece de dificultad.Salvo que evita elegir y escoger.Sólo cuando dejas de sentir agrado y desagradocomprenderás todo claramente.Por la diferencia de un peloquedan separados cielo y tierra.Si quieres alcanzar la sencilla verdadno te preocupes del bien y del mal.El conflicto entre el bien y el mal es la enfermedad de la mente.(Hsin-hsin Ming, El camino del Zen, Alan Watts).

2.1.1. Causa y efecto como ley del cambio.

Necesitamos comenzar a concretar más nuestras comprensiones sobre la materialidad del orden cósmico, la cual debemos expresar claramente en sus afirmaciones fenomenológicas, sin por ello olvidar el carácter ontológico de lo trabajado hasta ahora, lo cual ha concluido en el no-fundamento de la nada como telón de fondo y en la posibilidad de fundamento parcial-temporal del ente debido a la autonomía del ser respecto de la nada, incluyendo así la

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posibilidad de una ciencia limitada, o más bien de una propedéutica científica óptima. Hemos partido del intelecto y de su sensorialidad para poder analizar el carácter ontológico de la existencia, al que hemos denominado ser, y reconocemos la posibilidad del ente como flexibilidad inestable que nos permite trazar la ruta empírica propicia para descender a la tierra y a su aparente estabilidad. Mediante la lógica como ciencia netamente humana vamos a tratar de conceptualizar los principios recogidos por la filosofía primera. Es una fórmula simple, fácilmente comprensible por su evidente sencillez. Si existe movimiento (cambio, transformación) y existe armonía (ley jerárquica), la filosofía primera del kosmos representa la ley universal del cambio, también llamada ley de la causa y el efecto (karma). Toda causa conlleva un efecto, y lógicamente existe una causa de todos los efectos, una causa principal que además se cause a sí misma continuamente. Esta es la ley del cambio, la transformación continua de la energía como jerarquía que rige regulando, condicionando, determinando pero no engendrando, no creando ex-nihilo, la cual tiene neto carácter ontológico, y la cual no se encuentra impedida de ser comunicada mediante el conocimiento parcial y la praxis cultural transformadora.

Este kosmos como ley del cambio es formalmente muy bien conceptualizado por el budismo, movimiento filosófico que se hace eco de las limitaciones linguísticas frente al uno-modal. El taoísmo y su yin-yan representan un referencia fundamental a la hora de enfocar el orden cósmico que rige el universo y la vida. Estamos acercándonos a las comprensiones hilozoistas (kosmos como organismo vivo) de la sabiduría de la grecia antigua. También podemos recoger el carácter estoico del ser humano y de sus universos, e incluso podemos percibir las intenciones holísticas del mecanicismo clásico por medio de Leibniz y Spinoza. Nos orientamos fuertemente a la construcción simbólica del kosmos como mecanicismo teleonómico, conceptualización en la que profundizaremos en su apartado respectivo. De momento nos vale saber que todo está lleno de lo divino (*Tales de Mileto, tradición hermética, animismo en general).

Esta fórmula confirma dos cosas. Por un lado sentencia el carácter cultural de la existencia vital como interacción apriorística con la Naturaleza, que conlleva una libertad responsable respecto de las leyes naturales como causa-efecto. Por otro lado afirma que la existencia resulta de posibilidades realizadas, y no como determinación teleológica absoluta; nos orientamos entonces hacia el estudio de las relaciones simbióticas entre teleología y cultura. Precisamente la Dialéctica del amo y el esclavo resulta una bonita teoría, pero limitada, carente científicamente hablando, incluso falaz como representación exponencial metafísica, pues parte del postulado de la teleología absoluta, en la que Marx también se apoyará para encumbrar el proletariado. La cultura no nace ex-nihilo, es apriorismo inmanente, siempre estuvo, siempre está y siempre estará: es un palimpsesto infinito. La metafísica se encuentra imposibilitada para la comprensión natural de la cultura y la naturaleza humana (como simbiosis entre teleología y cultura). La metafísica no llega a comprender la ley de la causa y el efecto, imposibitando una existencia libre basada en las leyes jerárquicas de la Naturaleza. Carece de fundamento moral que relacione cielo y tierra. No reconoce la existencia vital como cultura, no reconoce las transformaciones evidentes y científicas de la naturaleza, y así "lógicamente" tampoco puede reconocer la libertad. Y es muy importante concebir aquí el no-respeto absoluto sobre la interpretación metafísica de la existencia, en la cual se asienta el fascismo como posibilidad natural y alternativa a disposición humana. Si no, ¿como se explica el fascismo institucionalizado europeo conseguido por los partidos políticos ultra-derechistas? Ya no es sólo una opción más que puedo elegir, sino que además se elige en nombre de la verdad. 20 siglos de cultura metafísica hacen mella en el intelecto social. Perdonalos señor, que no saben lo que hacen... y por ello tendrán su merecido (causa-efecto).

Despedirnos recordando la concepción hermética del movimiento como principio del cambio, como equilibrio de los opuestos, afirmando que el vacío no existe, que todo está en movimiento, todo es revolución y renovación. Esto es el caos anarquista. Lo que vivimos en la actualidad es el caos que nos propone la metafísica, caos como guerra de los entes.

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2.1.2. Dualismo fenoménico energía-materia.

Seguimos concretazándonos sin prisa pero sin pausa, comprendiendo que uno de los axiomas más importantes de la ontología es que no existe la independencia en la Naturaleza. Desde la comprensión animista y las sospechas cuánticas podemos afirmar la existencia de un monismo físico-químico o trascedental-inmanente que inunda el todo. Pero gracias a la autonomía dialéctica de los opuestos también podemos afirmar la existencia de un aparente dualismo fenoménico-material con carácter autónomo. Recordamos que nos avocamos a la conclusión de que los dualismos metafísicos son erróneos, distorsionan la realidad y está científica demostrado que son comprensiones falsas, lo que iremos esclareciendo simbólicamente a lo largo del escrito mediante una óptima argumentación racional de carácter científico.

La nada es el vacío perfecto, todo es energía. Aunque en el ámbito fenómenico también tiene su realidad la "materia", como temporalidad sintética de la energía, lo cual también es incorruptible en su radicalidad ontológica (modalidad hermenéutica de la dialéctica). El ser es trascendentalidad, y su inmanencia tiene carácter físico-químico. En la realidad fenoménica encontramos la posibilidad de estudiar, gracias a la racionalidad, la dialéctica del ser y la nada o de la conciencia y el ente como relaciones simbióticas entre sus carácteres físico (energía) y químico (materialidad, posibilidad realizada de síntesis). Es la primera separación simbólico-racional que podemos prácticar lógicamente en el ser. Es falso por tanto el dualismo que constituye la realidad fenoménica y sus determinaciones trascendentales, adjetivado aquí de dicotomía metafísica. Sus posibilidades (de la realidad fenoménica) parten de dichas autonomías temporales, posibilitando fenómenos doblemente determinados, por su carácter físico y también por su carácter químico, determinación de ida y vuelta. El físico refiere a la cualidad del ente, el químico a su carácter cuantitativo. Más bien la materia sería la forma contingente de una energía concreta, contigente porque la síntesis supone una cierta resistencia a la energía. Seguimos reafirmándonos en la concepción hilemórfica de la materia por parte de Aristóteles (materia como potencia-forma), donde la potencia es energía y la forma es posibilidad sintética inherente (no síntesis ex-nihilo sino agrupación temporal e inestable de la energía). Aquí encontramos el razonamiento ontológico que comprende nuestra radicalidad simbiótica entre alma (anima) y espíritu (ego), lo que no niega posibilidad autónoma del espíritu como dualismo cognitivo entre cuerpo (sentidos) y mente. Esta es la categorialidad teológica de la dialéctica física-química que determina el monismo gnoseológico como naturaleza humana, como condición humana, siendo precisamente la compresión hilemórfica de la materia (inseparabilidad materia-forma) lo que nos permite afirmar junto a Spinoza la inseparabilidad entre cuerpo y mente (ente como síntesis temporal).

Reconocemos que la materia es hilemórfica: potencia y forma, energía temporalmente sintetizada. Es por ello que los animistas atribuyen alma también a los minerales, pues lo divino sería el carácter energético de los entes, la bio-energía que todxs llevamos dentro, incluidas las montañas. Lo único que conviene aclarar es que la energía no es determinación absoluta, ya que el ser se auto-afirma continuamente en su propia posibilidad, requiriendo ambos (el ser y la nada como energía) de su opuesto para ser (dialéctica como modalidad del continuo acontecer). Concluimos que la consciencia en su auto-afirmación está formada por una dialéctica energética representada por las autonomías de la energía primaria por un lado (nada) y el apriorismo de su temporalidad sintética por el otro (ente). Aquí la muestra científica de la existencia de un logos natural que relaciona fenómeno (siempre de conciencia) y trascendentalidad inmanente (consciencia de lo real en su temporalidad fenoménica).

Es la física de partículas la que nos recuerda que debemos entrecomillar el concepto de materia, pues en los átomos hay más vacío que masa, o nos habla de la masa como energía potencial, además de interpretar el bosón de Higgs como causa de la transformación continua que determina la "materia" (*teoría de cuerdas y supercuerdas). Teresa Oñate nos habla en su seminario de que la materia es extensión cuantitativa, que no tiene enlaces, frente a la interpretación de espíritu como intensión cualitativa, expresión linguística (modal) que fluye sin esfuerzo.

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"El análisis aristotélico de la causalidad se reduce en último extremo a dos aspectos: el pasivo, constituido por la materia, y el activo, constituido por el agente, la forma y el fin. Por tanto, algo será conocido científicamente cuando se conozcan su dos aspectos, pasivo y activo".(Historia de la filosofía antigua, Salvador Mas).

Si todo es energía y la materia es apriorismo cognitivo nos estamos topando con la limitación humana que representa la diferencia ontológica: la determinación lógica de la conciencia como mente. La mente es a priori, pero el absoluto -modal (hermenéutico) no es concepto. Algo interno nos invita siempre a seguir, pero la materialidad fenoménica nos recuerda trágicamente su imposibilidad, nos recuerda nuestros límites. Una vez más se recuerda que somos posibilidad realizada, lo cual debieramos aprovechar al máximo. La diferencia ontológica nos ayuda a seguir descubriendo las falacias lógicas de la metafísica, la cual también presupone, 1) la independencia de materia y energía, y 2) la supremacía de la materia sobre la energía; a falta de un error grave, dos, los cuales vamos desglosar ampliamente en sus categoriales afecciones (apartado La falacia metafísica). Pero aclaramos urgentemente una contradicción aporética en referencia a las conclusiones metafísicas, y es que es precisamente la confusión metafísica entre ser y ente posibilita sociológicamente que el pensamiento materialista (metafísica) se auto-considere como idealismo que rechaza el mundo material, propiciando así la supremacía clásica del tiempo (posible realización de la idea universal) sobre el espacio (imposibilidad universal de su posible idea), y por ende identificando a la materia con el "no-ser" ("no-ser" como lo contrario a la idea, o sea, el cuerpo, lo que es dado como determinación). De ahí el tremebundo énfasis del fascismo metafísico por negar la incorruptibilidad del cuerpo, y más aún su sublimación por medio del orgasmo.

"Por eso repetirá Aristóteles una y otra vez a lo largo de los lógoi Metafísicos que ha de distinguirse rigurosamente entre el uno katá posón (desde el punto de vista de la cantidad) y el uno katá poión (desde el punto de vista de la cualidad), y que de no hacerse así, se seguirán aporías irresolubles".(El nacimiento de la filosofía en grecia, Teresa Oñate).

En estas delicadas posiciones en las que nos movemos debemos tomar atención a todas las fisuras por las que nos puede penetrar la falacia metafísica. La metafísica es el anti-cielo, que no nos engañen sus palabras. Es por ello que desde el postmodernismo occidental se sigue teniendo "miedo" del conocimiento de las sabidurías antiguas. Una cosa es misticismo (metafísica como Cultura de la síntesis ex-nihilo) y otra cosa es conocimiento simbólico-racional, en mayor o menor grado de cientificidad modal. Lo primero no conviene descuidarlo, lo segundo e interpretando la vida como simbiosis debe ser nuestro objeto: la filosofía como propedéutica científica (simbólica, más allá de lo empírico-matemático pero incorporándolo). La filosofía al igual que la ciencia representan el absoluto del conocimiento cuando van de la mano de la poesía ontológica. No son finalidad sino medio. Más que camino es modo de caminar. El camino existe, pero su meta nada nos aporta. Interpretando entonces al hermetismo desde una perspectiva ontológica y no metafísica comprendemos mejor su paradigma cuando afirma que "nada bueno hay en la tierra, nada malo hay en el cielo. El bien existe sólo en dios, en ninguna otra parte. El bien es voluntario, el mal involuntario. Nada en el cielo es esclavo, nada en la tierra es libre". De hecho esta auto-proclamada filosofía del conocimiento de dios (religio mentis) se orienta al hilozoísmo afirmando que dios está en la materia.

2.1.3. Realidad trascendental no-dual.

No existe la "Realidad" sino lo real como logos que atraviesa como condición de posibilidad las diferentes realidades posibles o realizadas. Lo real como lo categorialmente jerárquico, verdadero y perfecto en su modalidad hermenéutica. La unidad dialéctica como conjunto de autonomías simbióticas se aparecen a la mente como todo-uno. El concepto realidad no-dual refiere a la imposibilidad gnoseológica de separar la física respecto de la química, imposibilidad de concebir la energía al margen de la materia, del tiempo respecto del espacio, del alma respecto del espíritu. Los sentidos y la mente como dualismo cognitivo posibilitan la re-unificación cognoscitiva como modalidad

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dialéctica del conocimiento. Del Todo-uno hemos pasado al Uno-todo para volver al Todo-uno. Gracias a las determinaciones gnoseológicas y cognitivas de la conciencia podemos dividir el todo en autonomías simbióticas, pero ello no conlleva invertir los principios jerárquicos de la Naturaleza concluyendo que el conocimiento tenga origen óntico (innatismo metafísico).

La realidad no-dual representa la determinación gnoseológica del ser humano y la limitación cognitiva de éste respecto del ser (diferencia ontológica), la cual no puede ser superada, sino constituyente a través de ella. La conciencia encuentra su fundamento ontológico en la gnoseología primaria, reconociento de que el conocimiento último no es conceptual sino movimiento sublime, no es simbólico ni matemático sino sensorial. La diferencia ontológica como límite colabora así en representar la dialéctica del conocimiento como viaje de lo empírico a lo científico para volver a lo empírico, de lo cognoscible-sensorial a lo inteligible-racional para volver a lo cognoscible-sensorial; contemplación-comprensión-contemplación. Todo lo cognoscible es parcialmente inteligible y todo lo inteligible es parcialmente cognoscible: así de débil es el fundamento y también así de verdadero; la diferencia ontológica vista así posibilita comprender la dinámica cognitiva de los entes, algo que dialécticamente no puede regirse por la jerarquía de un arbitrario Uno-óntico edificado por la razón pura y su estaticidad mental. Me viene a la cabeza la imagen de una bomba de agua que se quema por trabajar en vacío.

Realidad no-dual significa realidad dialéctica, indiferenciación. Esta determinación gnoseológica no permite separar las autonomías por vía sensorial sino mediante el intelecto como conciencia reflexiva y no como consciencia ontológica temporal, sino gracias a la lógica matemática y su evolución simbólica. El acontecimiento supone en este caso la negación de las dualidades. Del Todo-uno de los sentidos al Uno-todo fenomenológico que se aparece a la conciencia (ente). Advertimos que la conciencia es el elemento clave del conocimiento en su ejercicio de logos; de momento seguimos diferenciando entre consciencia (acontecimiento) y conciencia (ente como cuerpo-mente), dejando a la epistemología la relación entre leyes matemáticas y materialidad corporal como posibilidad realizada.

En el desarrollo metafísico de su falaz existencia ésta requiere de una jerarquía óntica (individual); de ahí que hayamos explicado la histórica preponderancia en el pensamiento metafísico de un sólo principio, anteponiendo la física sobre la química, la energía sobre la materia, el tiempo sobre el espacio, etc... La comprensión ontológica de la realidad como no-dual niega dicha jerarquía individual posibilitando una articulación dialéctica en todos los niveles del ser (ontologías regionales). En una jerarquía dialéctica es imposible conocer la energía sin la materia, o el tiempo sin el espacio; pero tampoco es posible conocer el tiempo y el espacio sin la energía y la materia. La metafísica comprende la jerarquía natural como independiente, jerarquía de uno en uno, aislando los fenómenos de su trascendentalidad inmanente, y por supuesto malentendiendo todos los aspectos filosóficos derivados de la afirmación de la existencia vital. La comprensión ontológica posiblita la auto-fundamentación de los opuestos en sus respectivas autonomías como posibilidades que se auto-afirman, esclareciendo al fin el fundamento moral que se funda en el carácter científico de la praxis política y en la expresión estética de su poiesis. Lo que ya hemos reconocido sigue siendo de vital interés, basándonos en la importancia de comprender que la metafísica invierte la categorización jerárquica del carácter ontológico de la existencia, provocando que el fundamento lógico (creado aquí, no ahora sino siempre en el pasado) se torne como Uno-óntico-jerárquico, convirtiéndose en un metron aplicable a la totalidad de lo real, lo que tristemente se declina desastroso como bien explicaremos después. Pero lo digno de ser enfatizado una vez más es que es precisamente la metafísica como desastre cotidiano la que vuelve a confundir en todo lo alto al ente con la idea (la metafísica sube como ente y desciende como idea universal): es esta nueva transformación la que permite encumbrar falazmente a la energía o el tiempo respecto de la materia o el espacio, creando al no-ser ex-nihilo, así como de la nada.

"Puesto que algunas cosas existen y dejan de existir sin generación ni corrupción, por ejemplo los puntos, si existieran verdaderamente, y en general las formas... y no todo tiene materia, sino tan sólo las cosas sujetas generación y a cambio recíproco.

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Pero las que sin cambiar existen o dejan de existir, no tienen materia".(Metafísica, Aristóteles).

Tras partir del valle epistemológico del dualismo cognitivo energía-materia, reconocemos parcialmente la realidad como realidad fenoménica (*emergente, Zeitgeist). Esta realidad refiere a la química, a la materia y al espacio.Tras llegar al ámbito inteligible de la unidad gnoseológica, reconocemos radicalmente la realidad como realidad trascendental (*simbiótica, Zeitgeist). Esta realidad refiere a la física, a la energía y al tiempo. Esto no nos impide comprender la realidad de manera dialéctica, representada siempre como fenomenología triangular (lo real, lo imaginario y lo simbólico), a imagen del nudo borromeo.

Nos toca cuestionarnos la realidad. ¿Realidad o realidades? ¿Qué son el tiempo y el espacio? ¿son disociables uno del otro respecto del conocimiento de la realidad? Responderemos simplemente que dichos conceptos son útilmente creados por la conciencia para re-conocer la energía como movimiento y la materia como armonía. El tiempo fue, es y será, y refiere a la energía de la conciencia (consciencia temporal); el espacio es aquí, ahí o allí, y refiere a la materialidad de la conciencia (cuerpo-mente). La dicotomía autónoma como posibilidad de la cognición humana es apriorística, determina posibilitando el estudio del todo en sus partes. La gnoseología determina la imposibilidad de desorientarse (siempre que la mente lo permita y no desoriente en exceso). El auto-conocimiento es el camino que nos lleva desde el conocimiento empírico-fenoménico de la Naturaleza hasta el conocimiento científico-trascendental de la naturaleza y viceversa. Las ideas no se comen, las manzanas sí. Y eso no nos aleja del pneuma como aliento energético del kosmos.

2.2. Equilibrio armónico de los opuestos.

Estamos reconociendo el fondo de la existencia en su realidad dialéctica, entendiendo dialéctica como modalidad que posibilita la relación simbiótica entre las diferentes autonomías que conforman lo que entendemos por lo real y sus realidades. Es por ello que evitaremos llamar a la dialéctica lucha de contrarios, pues el carácter opuesto-cooperativo resalta mejor la complementariedad de los elementos naturales. Estamos en condiciones de afirmar que no existe contrariedad violenta entre los opuestos naturales, sino armonía como modalidad unitaria de éstos, siendo cada elemento también en su opuesto (*la ausencia es, Seminario El nacimiento de la filosofía en grecia, Teresa Oñate). La metafísica, por el contrario, comprende a la inversa la jerarquía de la nada, el ser y el ente produciendo un caos cognoscitivo de carácter axiológico, que atribuye a los elementos naturales un carácter contradictorio y excluyente del cual carecen.

En la Naturaleza existen complementos, la naturaleza es cooperada, tiene modalidad unitaria. La metafísica presenta la naturaleza como lucha de contrarios la cual tarde o temprano tuvo su comienzo, y de igual manera tendrá su desenlace final, aportando exclusividad a los elementos, abogando por una existencia lineal que llega hasta la síntesis hegeliana de las contradicciones. La única contrariedad aparente que existe en la naturaleza y también en la filosofía resulta de las incompatibilidades entre metafísica y ontología; la metafísica, como "no-ser" (estadio ínfimo de ser), es contraria al ser ontológico y a su vitalidad inherente. La ontología, en cambio, plantea la existencia como circularidad dialéctica, simbiosis entre las polaridades. Dicha armonía no produce estaticidad como piensa la metafísica si no que engloba periodos activos y pasivos, posibilitando el carácter armónico de la relación. Comprobaremos como podemos equilibrarnos en una vía del medio no-sintética-estática, haciéndonos eco de los a priori categoriales que existen como libertad de interacción cultural. En la categoría de la ética ya es posible conceptualizar una temporalidad más o menos sintética desde una perspectiva racional; la libertad es considerada determinación linguística, como veremos más adelante, por lo que es en la categoría determinada por ésta donde aparece la posibilidad de elegir y por ende construir nuestra moral.

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En la dialéctica no participan sólo 2 elementos (uno contra otro) como piensa la metafísica. La dialéctica es un proceso en el que participan 3 elementos, en el cual el primero se identifica con el último como principio activo; proceso por el cual el punto de partida se relaciona con el de llegada por medio de su inherente dinámica dialéctica como actividad-pasividad-actividad. Hegel decía tesis, antítesis y síntesis. La frescura de la ontología concibe el espíritu como síntesis y el ser como contradicción, afirmando el proceso como síntesis (incluye la tesis) y antítesis, posibilitando la continuidad de movimiento siempre actualizado (*No te bañarás dos veces en el mismo río, Heráclito). Tesis como aprehensión de la realidad por medio de los sentidos (Zubiri); síntesis como capacidad mental, espíritu como particularidad temporal; antítesis como contradicción, como ser y también la nada, como posibilidad dialéctica del movimiento eterno, atribuyendo a la cultura su carácter apriorístico y reconociendo la naturalidad de los ciclos alternas entre pasividad y actividad. Así seguimos apuntando hacia la necesaria afirmación del ser-aquí-ahora (consciencia) como contradicción (alma) y no como síntesis (espíritu), lo que supondría armonía trascendental (libertad en sí) y caos fenoménico (libertad de conciencia).

A lo largo del libro la cultura saldrá fortalecida como apriorismo en contrariedad a la comprensión hegeliana de ésta y también de la historia como espontaneidad creadora del espíritu (dialéctica del amo y el esclavo). Entendemos cultura como contradicción apriorística de la cognoscitividad en que partimos, la cual se opone como principio y fin al pensamiento como síntesis espiritual. Negamos la teleología absoluta pero requerimos de ella para determinar a la cultura y así tener libertad y la misma vez disfrutar de la posible creación de sentidos. Concluimos afirmando la dialéctica síntesis-antítesis. Pero, ¿qué es la dialéctica? Decía un pensador que probablemente podríamos eliminar la palabra dialéctica de las frases en las que aparece y no cambiaría nada en su sentido, haciendo eco de la vacuidad y relativismo del concepto. Yo le atribuyo una razón parcial, pues si la dialéctica es naturaleza, y la naturaleza lo es todo, todo es dialéctica. Más que vacuidad de contenido sería repetición innecesaria, tautología.

El ser es y el no-ser no es, dijo Parménides. Entonces el cambio es. El taoísmo y el yin-yan representan el conocimiento simbólico (científico, no matemático sino lógico-simbólico) de la dialéctica como modalidad unitaria y ley del cambio. Todo lo gobierna el rayo, Heráclito. Mediante la luz muestra la oscuridad. Ni el idealismo absoluto de Hegel ni el idealismo materialista de Marx logran incorporar unitariamente los opuestos, pues se asientan en una visión teleológica de la existencia cósmica y humana. Aunque de ambos incorporamos una muy digna herencia, reconocemos vital importancia a su pensamiento y a sus bastas determinaciones sobre el siglo XX y XXI.

Estamos caracterizando una dialéctica como movimiento y armonía, como transformación alterna con relativos periodos de calma, alternancia entre actividad y pasividad. Nos encontramos positivamente influenciados desde las aportaciones más filosóficas de la biología contemporánea, la cual sigue reclamando un corpus filosófico-científico donde anclar sus raíces y desplegar sus holísticas posibilidades. De momento nos vale con recordar a Piaget y su alternancia entre asimilación y acomodación, o también la homeostasis como tendencia al equilibrio. Todo sigue apuntando a la dialéctica como límite dinámico que encierra su propio principio de variación.

2.2.1. Naturaleza de la dialéctica.

Camino arriba y abajo, uno y el mismo.(Heráclito, El nacimiento de la filosofía en grecia, Teresa Oñate).

Hemos introducido levemente qué es la dialéctica desde una perspectiva ontológica. Ahora toca preguntarnós cómo es, respuesta que pone base firme a nuestras aspiraciones teológicas y la posibilidad del consecuente estatuto científico para el estudio de la consciencia como logos. Partimos de Engels tomando algunas notas de Hegel. Primero aclararemos los conceptos capitales de ambas interpretaciones, aunque profundizaremos en sus respectivos apartados. Según lo expuesto hasta ahora entendemos que "Naturaleza" y "espíritu" son lo mismo, al igual que

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"naturaleza" y "Espíritu". Evidentemente "naturaleza" y "Espíritu" determinan trascendentalmente las posibilidad fenoménicas de la Naturaleza-espíritu, pero entendidos como ser diremos que la realidad no es posterior al ser sino lógico-evidentemente coetánea, la energía es primaria y la materialidad es apriorística. No olvidemos que no hay física sin química y viceversa. Para no antropologizar no es lógico caracterizar el todo como Espíritu, ya que el Espíritu representa las particularidades posibles, por lo que mejor hablamos de espíritu, y así lo interpretamos dentro de sus propias posibilidades. Entonces aportamos a Hegel y Engels razones parciales, pero incompletas por absolutistas, tomando las referencias de la teleología en Hegel y la materialidad cultural en Engels. Pero sobre todo es mejor que nos apoyemos en las comprensiones ontológicas del antiguo Oriente, especialmente en el yin-yan taoísta que tan sugestivamente nos interpela siempre.

"La razón es muy diversa. Comienza por ser una razón trágica que brota de la asumpción de la muerte, la finitud, la reconciliación y la comprensión de lo que no hay ni habría sin el límite de la muerte y el dolor. Es decir: la diferencia, la pluralidad, la renovación de la vida; la determinación, la inteligibilidad, la fragilidad, etc. Se trata, pues, de una racionalidad que atiende a lo otro, la ausencia, lo que es pero no está ahora. O, para decirlo mejor: que no se cree sólo lo que ve porque interpreta lo que ve, ya que, en realidad, no ve lo otro sino que escucha lo otro, por pertenecer a la palabra, a la comprensión y a la afirmación del sentido; al lenguaje que percibir o hacer audible lo invisible".(El nacimiento de la filosofía en grecia, Teresa Oñate).

Si la realidad es dialéctica el final es el principio, no hay separación ni pausa alguna, sino indivisibilidad como la inherente al círculo. Dialéctica como relación entre lo necesario, lo posible y lo casual (contingencia). Física-química como dialéctica primaria, ser-ente como dialéctica apriorística, consciencia-mente-sentidos como dialéctica posible. Cada una disfruta su autonomía siempre dentro de la simbiosis generalizada. Dialéctica como movimiento y armonía, la materia no permanece ni tampoco muere; existe cambio e impermanencia, lo único infinito es el cambio. La realidad trascendental representa la ley, la realidad fenoménica representa el cambio. Existe unidad trascendental y diversidad fenoménica: hasta los dedos de una mano son diferentes, dijo Budha. Por ende la metafísica se identifica con el caos trascendental y la permanencia fenoménica, y la ontología se identifica con la unidad trascendental y el caos fenoménico. La vida es proceso, es dialéctica, es potencia, forma y acto (Aristóteles). La Naturaleza, aunque a trompicones, avanza.

Hemos dicho que los opuestos se relacionan por copertenencia. Existen elementos opuestos naturales, dialécticos, complementarios, no exclusivos; y también existe la fuerza del "no-ser" como herrancia violenta, que siendo una posibilidad natural (el ser es y el no-ser no es, Parménides) carga los elementos de contrariedad, rompiendo la armonía como equilibrio dialéctico. La metafísica interpreta la dialéctica como una lucha exclusiva por la jerarquía en la cual un elemento termina venciendo eternamente sobre otro volviendo así al "estado original". La ontología comprende que dos elementos opuestos se encuentran en armomía cuando se dan en el mismo plano de existencia, en la misma categoría. Son relaciones simbióticas, principios activos y pasivos, apuntando hacia la falacia metafísica que interpreta históricamente el principio activo como jerarquía absoluta o dominante.

Una de las claves de la dialéctica está en comprender que un elemento no se funda en su opuesto sino siendo en su también en su opuesto, se auto-funda como opuesto, como gradación entre uno y otro: no hay independencia, sino alternacia interdependiente. Los mitos de salvación (frente a los mitos sapienciales) son representaciones simbólicas de las falacias lógicas, producidas en su mayoría por una aparente incompresión de la dialéctica de lo real. Realmente la fluencia de los polos es armónica, pues un elemento es en la inmanente posibilidad de lo contrario en otro momento (*vs Hegel, Seminario El nacimiento de la filosofía en grecia, Teresa Oñate). Si hace frío es porque hizo o hará calor. Si siempre hiciera frío nunca haría calor. Una de las dicotomías metafísicas más míticas es la que fundamenta el mal en la antinómica dialéctica bien-mal, sin comprender que la complacencia es un elemento destructivo opuesto la maldad, y que particpa en esta relación como exceso de bien ajeno en deterioro de uno mismo, entonces la metafísica niega las gradaciones o niveles del ser del ente como puntos intermedios del proceso dialéctico,

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por lo tanto no comprende, por ejemplo, el bien como armonía entre el mal y la complacencia. Que el mal sea una posibilidad natural no conlleva su fundamentación como posibilidad ética, y menos aún moral. De aquí podemos derivar la comprensión del mito derecha-izquierda, el cual trata de legitimizar el fascismo como posibilidad ética (armonía derecha-izquierda como ideología socialdemócrata). Dicen que como existe la izquierda, debe existir la derecha, que entre ellos hay auto-regulación; pero necesitamos comprender que la existencia del "no-ser" no implica que contemplemos éste como posibilidad ética, repetimos. Esto explica la aberrante legitimación "social" de la que están disfrutando las organizaciones de extrema derecha en su posibilidad de representación institucional. La social-democracia como izquierda-derecha no nos representa.

Lógicamente nos faltaría una pieza referente a la jerarquía categorial de los elementos naturales, la cual se hace evidente en la Naturaleza. Comprendemos entonces que un elemento es activo o pasivo según desde la categoría que se mire, ya que la existencia es multi-determinación, llena de relaciones simbióticas e interdependencia incondicional. Existe por ejemplo determinación entre sol (activo) y luna (pasivo), lo que no niega la determinación entre luna (activo) y humanos (pasivo). Lo vamos a comprender bien cuando nos detengamos en el estudio de las ontologías regionales y su categorialización del espíritu y su ánima (alma, "Espíritu"); entonces será el momento en el que estemos en disposición de interpretar con más profundidad la comprensión ontológica que conlleva el yin-yan como fenomenismo simbólico de carácter ontológico-trascendental-inmanente.

La metafísica, como negación de las transformaciones culturales, representa la incomprensión de la dialéctica como proceso, ya que niega la autonomía simbiótica de los elementos que la componen. La metafísica intenta fundamentar la realidad saltando de ente en ente, devorando a ciegas y acumulando víctimas a su paso, sin-sentido, sin-razón. Los pasados son presentes, vs la historia lineal hegeliana (*Seminario El nacimiento de la filosofía en grecia, Teresa Oñate). Esta conceptualización dialéctica nos posibilita colocarnos junto Hartmann cuando reconoce a Aristóteles como filósofo dialéctica, frente a los clásicos que lo ven como sistemático o Jaeger que lo interpreta como histórico-evolutivo. En el fondo todos tienen un poco de razón, culpa de la dialéctica que atraviesa nuestras temporales autonomías.

Ahora toca introducir los conceptos que comprenden la dialéctica como juego y alternacia entre actividad y pasividad, profundizando en los dos elementos que conformarían la dialéctica como naturaleza: elemento activo como principio cinético de perfección (PCP) y elemento pasivo como principio dinámico regulador (PDR). Entre dichos principios se encuentra el movimiento físico y la armonía química del universo como posibilidad de ser-autonomía, que por ende incorpora inherentemente la posibilidad o la responsabilidad de mi propia libertad, por lo que ser esclavos de conciencia sería de alguna manera actuar de mala fe, como decía Sartre.

2.2.2. Principio cinético de perfección.

Principio cinético de perfección (PCP) es el concepto que representa al elemento activo que participa en la modalidad dialéctica, conformada junto al principio pasivo. En sus diferentes planos de existencia cagorial representa la física, la energía, la nada respecto del ser, el tiempo, el alma, los sentidos, etc... Se fundamenta por la evidencia del cambio como movimiento original.

Lo adjetivamos de cinético por su carácter primario, pues el principio activo es el generador de la energía, donde todo culmina y vuelve a comenzar construyendo así su sentido. También lo adjetivamos de perfección en referencia a su carácter teleológico, es reactualización continua, emergencia continua de cambio, movimiento inmanente.

Lo relacionamos con los conceptos de instinto, voluntad de poder, eterno retorno, etc... Desde dicha perspectiva podemos profundizar en las sentencias de Heráclito; la guerra es la madre de todas las cosas; todo fluye, nada

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permanece. Dicha conceptualización quiere ver reflejada la nada sobre el ser, el trasfondo trágico de la existencia y su no-fundamento frente al ser y su posibilidad de fundamento.

Por el momento podemos apoyarnos en dicha conceptualización, la cual será desarrollada y complementada desde una visión unificada de la filosofía, cumpliendo así los objetivos del proyecto Aletheia.

2.2.3. Principio dinámico de regulación.

Por el contrario el principio dinámico de regulación (PDR) se presenta como elemento pasivo de la modalidad dialéctica, representando al ser frente a la nada, al ente frente al ser del ente. En sus diferentes planos de existencia hace referencia a la química, la materia, el espacio, el espíritu frente al ánima, la mente frente a los sentidos, etc... Se fundamenta en la evidencia de la armonía, evidencia de que hay ley, que hay unidad de fondo.

Lo adjetivamos como dinámico por la inmanencia de su carácter regulador frente al cinetismo activo. Representa la forma de la potencia que llega al acto, participa en las conformaciones de la energía como temporalidad sintética, es condición de posibilidad de la síntesis.

Lo relacionamos con la mente y sus límites fenoménicos. También lo relacionamos con la razón, que no con la racionalidad (cinética). PCP y PDR como yin-yan de la naturaleza, y por ende, de la Naturaleza. PCP y PDR como caracterización simbólica de los opuestos dialécticos; relación simbólico-conceptual con el espíritu y sus determinaciones trascendentales: simbología del yin-yan como categorización de las ontologías regionales.

Aunque la profundización en la naturaleza de la dialéctica de la Naturaleza haya sido leve y simple, con ello debe ser suficiente por el momento para ir encajando formalmente las piezas desde sus respectivas autonomías no-independientes, profundizando en las relaciones que conforman la naturaleza como dialéctica. Ahora nos encontramos posibilitados para una exitosa inmersión en la unidad trascendental del ser y en la posibilidad de falacia lógica.

2.3. El ser y el uno.

Este capítulo representa uno de los pilares básicos de Aletheia como proyecto, y en general de la filosofía (Aletheia como empresa para la construcción del estatuto científico de la filosofía). Aquí comenzamos el análisis sobre el carácter unitario del ser, planteado como enigma capital de la filosofía, al cual ya hemos de alguna manera dado respuesta, o al menos hemos introducido sus carácteres principales. Aquí dejamos atrás la dialéctica primaria entre ser y nada, y tampoco presentaremos de nuevo a la consciencia como dialéctica que se auto-afirma en su propia posibilidad. Ahora nos ocupamos del ser como germen constitutivo, como auto-fundamento, pero no relacionándolo con el ente y su fundamentalidad sino diferenciándolo respecto de la unidad metafísica (metafísica como identificación del ente con el ser). Las investigaciones que estamos llevando a cabo ejercen de fundamento ontológico que posibilita el conocimiento y funda epistemológicamente la posibilidad de conocimiento verdadero. Desde la perspectiva ontológica practicamos una superación radical de la metafísica, adentrándonos en las posibilidades filosóficas del pensamiento no-ontoteológico, pensamiento fundado en el ser del ente y no en el ente. El ser y el uno representa la problemática radical entre metafísica y ontología. Desde sus respectivas posiciones ambas eligen un camino diferente con una metodología también diferenciada. Todo parte en las diferentes interpretaciones de la conciencia como enlace cognitivo (metafísica) o enlace gnoseológico incluyendo a la consciencia y su diferencia ontológica (ontología).

Llamamos ser a la estructura inmaterial en la que se aparece la realidad de la conciencia, la realidad del ente. Hemos

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reconocido que el ser no engendra sino que determina las posibilidades materiales (fenoménicas). La pregunta por el ser no es qué es (dialéctica de la Naturaleza, logos, teología de la nada) sino cómo es (condición de posibilidad, naturaleza de la dialéctica, physis, ontología, consciencia como dialéctica). La metafísica interpreta el ser como Ser-ente, y al uno como Uno-Ente. La ontología interpreta el ser como modalidad de la acción, y el uno como carácter unitario de la modalidad óntico-vital. Relacionamos la calificación de hermenéutica a la modalidad unitaria del ser. Pienso que Hegel representa dignamente el pensamiento metafísico cuasi en plenitud, representando en cierto modo una culminación platónica que impide un desarrollo teórico más profundo: la metafísica muere en su consumación, representada por la absolutización de sus falacias lógicas. Muere en su consumación tecnológica como herrancia moral. Estamos viviendo en la actualidad el fin de la metafísica como crisis axiológica, pérdida del control, mundo sin control: el capitalismo no comprende la posibilidad de una mecanización interna como auto-control, no es posible, seguiría siendo una gran contradicción. De hecho estoy en contra de la interpretación heideggeriana de la voluntad de poder en Nietzsche como consumación metafísica y superación, algo que entiendo severamente contradictorio, pues es Hegel quien verdaderamente representa la consumación y muerte del pensamiento metafísica, enloqueciendo respecto de las irresolubles aporías que la modalidad vital confronta respecto del supuesto Espíritu Absoluto. Por otra parte reconozco que la profundidad del pensamiento de Hegel aún no ha sido quizá descubierto por mí.

"Todo el sistema universal de Hegel se despliega alrededor de esta intuición básica de la que obtiene su fuerza, su unidad y su certeza. Todo es desarrollo de ese Espíritu Absoluto, desde el puro ser pasando por la materia, donde se aliena, hasta llegar a la vida, en que se realiza".(Vida y obra de Hegel, Alberto Vanasco).

Otra problemática ligada directamente al ser y el uno son el "no-ser" y la diversidad fenoménica. Sólo es comprensible la naturaleza desde una perspectiva ontológica, lo que significa que sólo desde la ontología como naturaleza podemos superar la metafísica, gracias a la comprensión de los fenómenos metafísicos y su inherente falacia lógica. Desde una perspectiva ontológica el "no-ser" no existe (en relación a la afirmación parmenídea "el ser es y el no-ser no es"); dicha comprensión es clave frente a la fundación de los principios del conocimiento: ser y "no-ser" como estadio ínfimo de consciencia conviven en la mente humana, son posibilidades reales. Todo es ser. Lo único que no es sería la nada, e incluso así resuenan tampores de contradicción en mi pecho y mi cabeza, pues la energía es más o menos "algo" desde una perspectiva autónoma. Pero no nos adelantemos. Sólo confirmar una vez más que el problema de Dios se reduce al problema del conocimiento.

"La unidad modal propia del arché presocrático que como uno de lo múltiple, mismo de lo otro y ley del cosmos, explica, para las tradiciones de la filosofía anteriores a Platón la inteligibilidad de la phýsis y la dimensión necesaria, eterna o divina de lo contingente, corruptible y móvil".(El nacimiento de la filosofía en grecia, Teresa Oñate).

En los próximos apartados del ser y el uno estudiaremos la modalidad unitaria del ser, dialéctica entendida como hermenéutica superando su concepción filológica y desarrollándola como sistema integral de conocimiento (al puro estilo teosófico). Afrontaremos el carácter hermenéutico de la naturaleza como causa y germen fundadamental (participa de la fundamentación posibilitando) de la diversidad de la Naturaleza; analizaremos las antinomias de una comprensión óntica del ser (falacia metafísica); comenzaremos la deconstrucción metafísica reinterpretando los conceptos capitales que posibilitan una teología racional: esencia y sustancia; y finalizaremos dando unas pinceladas sobre el contexto ontológico en el que nos encontramos actualmente, matizando algunas conceptualizaciones que nos ayuden a seguir reorientando el proyecto en su propio sentido. Adentrémonos en el desguace del ser...

2.3.1. Hermenéutica del ser.

Entendemos por hermenéutica del ser a la investigación sobre la unidad modal del ser. La palabra hermenéutica

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refiere a la modalidad dialéctica de la existencia, al contexto y a las leyes en las que se aparece la realidad de la conciencia, modalidad que determina las realidades ónticas posibles o posibilitadas. Dicha interpretación sublima de algún modo la hermenéutica clásica llevándola más allá de su ámbito filológico sin violar su estatuto linguístico, y sin por ello librala de la tarea de interpretación, pues es precisamente la concepción hermenéutica que aquí se defiende. Una hermenéutica radicalizada en la ontología concebida como método de conocimiento integral, base para la interpretación científica de los fenómenos. Volvemos a recordar que nuestro mundo es la consciencia como dialéctica en torno al ente que somos. Nuestra preocupación es el ser del ente, ese ser-aquí-ahora que naturalmente y sin esfuerzo podemos llegar a ser. Y hemos argumentado que nuestra máxima aspiración es la contextualización del ser en dicha estructura categorial y dialéctica, dejando la nada al margen por su imposibilidad analítica, y por eso mismo ejerciendo de punto de tensión respecto a la debilidad de los fundamentos formalmente lógicos.

Entre tanto hablamos de la hermenéutica como modalidad que refiere a la capacidad lógico-artística de interpretación simbólica, relacionándola también con el ámbito cognoscitivo y sociológico, incluyendo el estudio de la/s historia/s, la interpretación de textos sagrados, etc: es por ello que aparece también en el apartado de cultura y comunicación. La hermenéutica comprende a la Naturaleza como la totalidad de las entidades naturales, Naturaleza como Universo, y a la naturaleza como enlace inmaterial de carácter ontológico. La hermenéutica también reconoce la diferencia ontológica como determinación real de las realidades, culminando en la comprensión del no-fundamento teísta. La hermenéutica no es relativismo postmoderno. El relativismo postmoderno cree que la verdad es relativa, que no existe, que es una convención social. Entonces yo me pregunto, ¿es relativa a algo o no existe? No puede ser y no-ser. La verdad es relativa a algo, y no es relativa a las diferentes realidades, pues precisamente la verdad representa el uno-modal, el logos entre realidades. Apologizar sobre la verdad es tautológico pues la verdad se auto-afirma constantemente en todo momento en todos los lugares. Sin la verdad ni es posible la ciencia ni tampoco la hermenéutica como ciencia aplicada.

Afirmamos que lo eterno y lo inmutable es la ley de la causa y el efecto, cambio como impermanencia fenoménica; ésta es la relación que descubrimos entre nada y ser, considerando a ambos como lo eterno por necesario, haciéndonos eco en la creencia kantiana de Dios como necesidad. Para superar la ontización de lo absoluto lo llamamos verdad o lo divino y no Dios, conciendo de nuevo al panteísmo como punto de encuentro inter-religioso. Cuando hablamos de ser como conjunto reconocemos a la nada y a la dialéctica de la consciencia (ser del ente). Por último también hablamos de ente cuando hablamos de ser, diferenciando desde la ontología entre condición de posibilidad y posibilidad realizada (diferencia ontológica). Comprendo que pueda ser aporético comenzar a caracterizar tanto al ser, pero una vez reconocidos los límites racionales disminuyen las posibilidades de cometer algún error lógico-racional o interpretativo. El carácter hermenéutico del ser y también del ente proclama que la última realidad (transfenoménica, inmanente) tiene carácter ontológico-modal (hablando de la dialéctica y no exclusivamente de la nada), y que ésta ejerce su jerarquía determinando las posibilidades reales de las realidades posibilitadas por los entes (fenómeno de conciencia como "realidad" del ente). Lo que significa que el ser como realidad ontológica es acción y no quietud, es verbo y no sustantivo, condiciona pero no engendra: no es Ser-Uno óntico y numérico sino ser-uno modal y unitario. El ser no crea, evoluciona constantemente, está en cada átomo, no es sustancia sino esencia, es lo eternamente volviendo a ser, permanente ser del devenir. También tenemos que reconocer que contemplamos mejor al ser desde la comprensión del "no-ser" como posibilidad por medio de dialogismos racionales, dilucidando gran parte de los aspectos ontológicos del ser desde la superación comprensiva de la falacia lógica de la metafísica como "no-ser", la cual nace en la suprema ontización de la conciencia en detrimento de su mágico carácter ontológico-modal.

"Las dos entidades, el sujeto potencial y la acción esencial, tienen la misma esencia, comunican por la esencia, pero una es potencialmente como alma estructura y unidad sintética del cuerpo, inseparable de éste y corruptible: alma individual de la entidad material o sujeto. Mientras la otra es actualmente indivisible, eterna, inmaterial o sin potencia, como principio simple activo de la unidad de las potencias del alma, y está separada del cuerpo por el alma. Así pues en la referencia sólo modal, a sí

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misma, a su propia esencia causa, que es la misma esencia pero con la diferencia modal ontológica que separa lo incorruptible de lo corruptible".(Metafísica, Aristóteles).

Dijimos anteriormente que la conciencia ejerce su función principal como enlace-logos de carácter ontológico. Hasta la mecánica cuántica reconoce ya a la conciencia mediante el concepto de colapso como desequilibrio inherente a la simetría (contradicción, reset de la realidad fenoménica), en el cual profundizaremos en su respectivo apartado. Contra la metafísica afirmamos que el ser es acción, y que la conciencia siempre es conciencia de algo, contradiciendo el innatismo metafísico. Las afirmaciones de Husserl sobre la intencionalidad de la conciencia son clave para la auto-fundamentación dialéctica de la consciencia como acontecimiento, y también para la fundación de la conciencia como logos teológico entre ser-aquí-ahora y cuerpo-mente, perspectiva que nos permite comprender que la conciencia es continente y no contenido, concluyendo en todo momento en la negación de cualquier tipo de innatismo óntico que afirme el sentir metafísico. La conciencia, como explicaremos bien, sería más bien una determinanción gnoseológica de las posibilidades cognitivas, de ahí el carácter teológico de sus apariencias ónticas y a veces incluso antropologizadas (cognición mental). La conciencia sería más bien la nada (Sartre), praxis del vacío mental; pero para entendernos mejor nosotrxs profundizamos diferenciando entre consciencia (dialéctica ser-nada, acontecimiento, ser del ente) y conciencia: ente conformado por el cuerpo-mente, conceptualización que nos permite comprender el fundamento lógico de la metafísica: metafísica como falacia mental, aporta contenido a la mente pero ésta es continente y no contenido, el contenido es el mundo sensorial.

Están los imposibles lógicos (un círculo cuadrado) y los posibles lógicos (un caballo con alas). La metafísica representa la posibilidad ilógica de fundar los principios del conocimiento en la absolutización de la mente como Conciencia frente al cuerpo sensorial. Vamos a comprender las imposibilidades de la conciencia como absoluto, y descubriremos que el carácter óntico de la conciencia (mente) representa las posibilidades de lo tradicionalmente entendido como "no-ser", concluyendo que éstas sólo se dan en el ámbito de la racionalidad, pudiendo concluir que desde una perspectiva ontológica amplia el "no-ser" es una ilusión de la mente humana, falacia de proyectar nuestra realidad sobre el mundo (ontoteología). El "no-ser" sólo existe en la mente humana como posibilidad secundaria, como co-posibilidad de una libertad responsable plenamente vivida, pues entendemos que el ser es auto-oposición. Reafirmamos que el "no-ser" es posibilidad y no necesidad, negando la identidad que la metafísica realiza entre posibilidad y necesidad, entre ente y ser. Este libro trata de mostrar como existen posibilidades de ser-aquí-ahora por necesidad posible, por lo que entendemos que el "no-ser" debe ser rechazado naturalmente como opción linguísitico-ética no deseada por sus consecuencias dolorosas y la pérdida considerable de vida que supone, identificando dicho supuesto no-ser como tristeza, angustia, dolor y muerte, sin por ello negarle su estatuto ontológico (no al del "no-ser" sino al ser-metafísica).

Cuando todos reconocen la belleza como bella, ya hay fealdad;cuando todos reconocen la bondad como buena, ya hay mal."Ser" y "no ser" surgen recíprocamente;lo difícil y lo fácil se realizan recíprocamente;lo largo y lo corto se contrastan recíprocamente;lo alto y lo bajo se ponen recíprocamente;antes y después están en recíproca consecuencia.(Tao Te Ching, El camino del zen, Alan Watts).

El ser es Naturaleza y conforma la naturaleza (dialéctica) junto a la nada, el ser lo es todo, es todo-uno. Fundamentamos la libertad por medio de la autonomía temporal del "no-ser" como posibilidad de la mente humana (estaticidad, razón pura). La libertad se presenta como la contrariedad natural frente al "no-ser": representa una lucha violenta debido a que la estaticidad de la razón pura es resistencia ante la inercia libertaria; violencia que se da en la

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comprensión linguística de lo real, determinaciones que conforman la conciencia particular y la sociedad como expresión de la conciencia colectiva. La libertad frente al "no-ser" que nos propone la metafísica se presenta como responsabilidad frente al "no-ser" como libre arbitrio. La ontología es irracionalidad racional, por lo que intentamos mantener cierto orden dentro del relativo caos dialéctico-trascendental. La metafísica es racionalidad irracional, trata de absolutizar el orden fenoménico mediante la negación de la trascendentalidad ondulatoria de lo real. Cuando estudiemos el proceso de auto-conocimiento que se da en la conciencia aportaremos sentido ontológico a la libertad desde el marco de una existencia real.

Apuntar algunas sugestiones que nos llegan desde variados puntos del tiempo y el espacio. Nos apoyamos firmemente en las comprensiones orientales del ser como uno modal, especialmente en las implicaciones que derivan de una interpretación unitaria del yin-yan. Eterno retorno en Nietzsche recordando a Heráclito, potencia de la diferencia en Deleuze, the temporal autonomy zones o caos never died en Hakim Bey, todo apunta al uno ontológico como representación del caos anarquista. El caos nunca murió ni morirá jamás. La teosofía afirma que siempre está ahí, representado por la energía como misterioso poder de la evolución. Por ende interpreta el alma como un espejo concavo, concluyendo bajo influencia platónica que es movimiento que se mueve a sí mismo.

Así es la vida:siete veces abajo,¡ocho veces arriba!(Poema popular, El camino del zen, Alan Watts).

Adentrémonos para desglosar la falacia lógica metafísica como base argumentativa de la confusa identidad entre ser y ente, y de sus derivadas y numerosas implicaciones, como por ejemplo la dicotomía entre un supuesto ser y un supuesto no-ser. No dudamos en incorporar la frescura que nos ofrece las aportaciones de Zubiri y su aprehensión apriorística de la realidad como actualización de la intencionalidad husserliana de la conciencia, la cual simplemente basta para tumbar el viejo mundo.

2.3.2. La falacia metafísica.

Aunque hemos presentado ampliamente a la metafísica como ontoteología nunca son suficientes las explicaciones que nos ayudan a seguir luchando contra la cangrenosa forma de existir que nos han impuesto durante siglos, primero por la dominación física y luego por la psíquica, por lo que no debemos escatimar en explicaciones razonables referentes a un peligro tan grande y continuamente acechante como lo es el pensamiento metafísico. Por todo ello y más identificamos a la metafísica u ontoteología con la falaz teoría que comprende a la conciencia como principio del conocimiento y epicentro de lo real. Nos referimos a la praxis ejercida en el espacio-tiempo bajo el criterio de dicha falacia lógica, sus consecuencias como fenomenismo material. La teoría metafísica es falacia lógica que determina una afección mental, pero la metafísica no es sólo teoría sino también práctica. El fenómeno metafísico como "no-ser" se da exclusivamente en la mente humana. La práctica metafísica es determinada ilusoramiente por la idea, pero la praxis metafísica tambien representa interacciones naturales, los fenómenos metafísicos también son ser, son fenómenos verdaderos, también se hacen eco de la diferencia ontológica. Es por ello que afirmamos que la falacia metafísica es la idea por la cual los criterios mentales determinan a la conciencia y no al revés (perspectiva ontológica). Lo que la metafísica produce son disfunciones naturales, disonancias posibles, pues existe un vínculo formalmente lógico entre razón pura y praxis metafísica; por ejemplo, es una posibilidad natural chocar nuestra cabeza contra la pared hasta sangrar, simplemente debemos tomarlo como una posibilidad indeseable frente a múltiples posibilidades mucho más placenteras y coherentes con la (mi) naturaleza. La falacia metafísica es una abstracción de la conciencia que trata ilusoramiente de independizar la mente respecto de los sentidos; de ahí la negación metafísica del instinto natural intentando relacionar cuerpo y no-ser.

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"Que lo pensado no es-existe y lo que es-existe no es pensamiento, pues la palabra-lenguaje, no es y si fuera existirían hombres que vuelan o carros que corren sobre el mar: las cosas existentes son visibles y audibles, y en general sensibles, al menos todas las que son externas a nosotros... pero la palabra no es objeto real sino un medio de expresión".(El nacimiento de la filosofía en grecia, Teresa Oñate).

El "no-ser" como ilusión metafísica es lo que entendemos por razón pura. Ésta trata de negar que las sensaciones conformen el contenido ontológico de la conciencia por medio de la mente (gnoseología), proclamando la supremacía de la racionalidad matemática representada en la mente frente a la sensorialidad consciente. La conciencia metafísica queda subyugada por las determinaciones mentales de la razón pura e "independizada" de su radicalidad dialéctica, negando la sensorialidad del mundo natural y las interacciones que éste posibilita (cultura) en pos de la elevación independiente de la mente-idea como principio del conocimiento (innatismo metafísico del cogito cartesiano). Niega la intencionalidad primaria de la conciencia como consciencia sensorial (gnoseología) transformando el carácter ontológico de ésta en carácter óntico-fenoménico (olvido del ser). Supone la negación de la diferencia ontológica, produciendo interacciones trascendentales caóticas e imposibilitando el auto-conocimiento natural. La falacia metafísica produce estaticidad mental, saturación de la mente, estrechamiento del filtro, entorpecimiento del flujo sensorial. Esta praxis aberrante produce una barbarie horrorosa, es lo que se viene llamando en sus derivaciones prácticas como fascismo puro y duro, permanencia fenoménica como resistencia a la naturaleza de la propia Naturaleza. Fascismo como ignorancia y miedo en acción (Goethe). La ontología, basada en la intencionalidad natural de la conciencia como consciencia sensorial se conmueve sin esfuerzo en la modalidad unitaria del todo.

Desglosemos en profundidad la falacia lógica para desmontar su argumento. La razón pura afirma "pienso luego existo". De momento tenemos aquí la interpretación metafísica del ser es pensar de Parménides, convirtiéndolo finalmente en ser es pensamiento objetivizado, idea (carácter óntico-fenoménico, concepto universal). Realmente no se si Parménides aquí me traicionará finalmente, pues mi posible interpretación sobre Parménides es limitada. La metafísica procede analógicamente afirmando que si yo como conciencia soy el principio del conocimiento, procedo formalmente concluyendo que allá sólo sería posible que hubiera más de lo mismo (como yo pero perfecto). Por medio de la consideración de la supremacía del carácter óntico de la conciencia terminamos identificando al ente con el ser, invirtiendo por ende cualidad y cantidad, olvidando el ser como negación de la diferencia ontológica, básicamente porque la metafísica niega el carácter ontológico de la conciencia como cualidad: niega la consciencia como posibilidad natural-inmanente de la conciencia. Así el ente perfecto que jerarquiza el circo entero es la suma cuantitativa de todas las partes ónticas (sustancias) que representan la idea universal. Lo llaman Dios ontizando el concepto theos, de neto carácter ontológico (no Dios sino lo divino). El camino de Dios es el camino de los entes como teleología absoluta, lo cual nombramos haciéndonos eco de su desastrosa praxis y más horrendas consecuencias como "la guerra de los entes". La metafísica sería ""la guerra de los entes" representando una especia de anarquía trascendental (en contra del caos fenoménico de la anarquía, el "todo fluye y nada permanece" heraclíteo). La metafísica pulveriza el uno por medio de una politeísmo axiológico construido en base al deseo de permanencia fenoménica. En este caso es muy sugestiva la imagen de un motor funcianando sin agua; la pregunta es ¿cuánto tiempo durará antes de quemarse? Eso es la vida metafísica.

Sigamos los problemas formales de su lógica falaz. La guerra de los entes representa la ascensión de los entes, la cual se produce "sumando entes" cuantitativamente. Los entes suman entes subordinándose entre ellos, yo sumo entes poniendo a los demás al servicio de mi concepto universal. Ilusoriamente trato de engrosar mi libertad sumando la de los contrarios, pues antinómicamente la metafísica reconoce (aunque a disgusto) que realmente existen entes contradictorios que no encajan en el concepto universal como razón pura: para dicho materialismo intelectual es "lógico" que un blanco es diferente a un negro o un amarillo o un marrón. Yo soy blanco y no puedo ser negro. Como la ley que rige el universo es el Yo-Conciencia-Dios, yo soy la verdad y el resto es mentira; lo sumo o por la razón o por la fuerza (sumo su libertad mediante el dominio físico o psicológico) y tiro porque me toca; así hasta el infinito del sueño americano (morir de asfixia espiritual).

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La suma de los entes del Yo-Conciencia se produce mediante la fuerza de la violencia, como herramienta natural, que si está en la Tierra es porque Dios nos la cede para crear su reino, propiciando una interpretación metafísica de la evolución, haciendo prevalecer la guerra fenoménica en la Naturaleza sobre la teleología trascendental cooperativa de todo lo que es, ontizando así la teleología, añadiendo contenido innato a la conciencia. Violencia física es represión, violencia psíquico-linguística es opresión mental: es la falsa conciencia metafísica (mente) la que produce presos de conciencia. No se puede negar en pleno siglo XXI que la violencia extrema de la metafísica está íntimamente ligada en la actualidad a la resolución absoluta de las contradicciones desde una perspectiva hegeliana. Otro problema; si esto es así resulta que Dios no es la suma de todas las partes, pues debería ser la suma de todas las partes que se correspondan con el concepto universal, blancas en el caso de la ideología judeo-cristiana, eliminando la contradicción que ha resultado (concepto metafísico de inteligencia como resolución de conflictos; ontológicamente añadiríamos resolución de conflictos "mediante la fuerza de la síntesis"). De ahí que la metafísica invierta esencia y sustancia: Dios es el conjunto de sustancias que representan el concepto universal. Tras la mutación del Dios judeo-cristiano en occidentalidad global capitalista (Dios-Poder-Dinero) ahora la sustancia se ha concretado un poco más: en el siglo XXI Dios es Poder-Dinero. Da igual si eres blanco, negro, amarillo o vistes con turbante: si eres capaz de negar tus principios trascendentales en base a la construcción de una moral productivista de síntesis por medio del ejercicio violento de la fuerza, adelante, formas parte de la élite, incluyendo desde el jefe al obrero que sostiene el peso de dicha estructura. La metafísica construye su sociedad tecnologizada y elitista por medio de "la guerra de los entes" como representación del ideario metafísica y su sueño americano. La metafísica como negación de la ley del cambio postula leyes universales de carácter fenoménico. Lo que se ha llamado el reino de Dios sería una lista de prohibiciones sin final, acotando el estrecho camino que te lleva al Dios-Dinero, subsumiendo en la fe toda la miseria que "el gran camino" produce a su paso.

Las religiones teístas, que tan bien se llevan con el poder, con el dinero y con el capitalismo en general, suponen la negación de la cultura, la libertad y la moral, aspectos constitutivos de la existencia racional. Es la propia religión teísta la estructura de pensamiento donde el capitalismo y el imperialismo más violento tienen sus condiciones de cultivo más favorables. La metafísica es condición de posibilidad para que el imperialismo y su capitalismo salvaje se encuentren legitimados por la socialdemocracia. Respecto del conocimiento de las diferencias entre ontología y metafísica entendemos que la evidencia representa una intuición de carácter ontológico, frente a la adecuación como representación de especulativa de la razón pura. El "no-ser" como razón pura representa la diacronía del ente, imperativo teleológico absoluto del ente; la ontología por contra comprende que el ente posee naturalidad en su propia temporalidad, lo que significa que la permanencia fenoménica no es natural, no es natural la atemporalidad fenoménica, la atemporalidad trascendental de los fenómenos si es natural: la Naturaleza obedece la ley del cambio como naturaleza. El pensamiento ontológico es como un reloj de arena para el ente: la mente como falsa conciencia metafísica no puede absolutizar ilusoriamente su independencia al margen de los sentidos, por lo que el pensamiento ontológico sería un continuado vuelco del reloj de arena del ente, afirmando su propia posibilidad pero impidiendo por medio del acontecimiento la atemporalidad mental y fomentando siempre las transformaciones ideológicas de la moral, construyendo patrones axiológicos asentados en la cultura y la libertad, ya que la ontología como fundamental representa en sí una axiología natural inmanente, transversal al pensamiento y a la acción cooperativa para/con la Naturaleza. La metafísica es un reloj de arena que requiere de una deconstrucción escatológica para poder darle movimiento a sus vuelcos. Es evidente que las enfermedades psicosomáticas deterioran la vida. La razón pura representa la saturación de la mente, estaticidad forzada del ser como movimiento, lo contrario al vacío de la mente budista. La metafísica es resistencia al cambio; es en última instancia depresividad insoportable y angustia: de ahí la sociedad judeo-cristiana en que vivimos.

Ser o no ser representa una oposición ontológica. Ser más o ser menos representa una oposición teológica. No sé en que pensaba Shakespeare, pero en el caso de que su afirmación fuera de carácter teológico (en relación al ente y su ser) estaría cometiendo un grave antropologismo, callendo nuevamente en la ontoteología tradicional. La metafísica es

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un antropologismo sentimental frente al carácter ontológico de la filosofía como ciencia del ser (conocimiento simbólico y no meramente matemático), como ciencia de las posibilidades. Shakespeare puede librarse, pero no se libra Wittgenstein. Como ya dijimos es falaz considerar que lo que fundamenta no puede ser fundamentado, pues acarrea la negación de la auto-fundamentación e impide una categorización de la existencia racional. La metafísica, mediante su lógica cuantitativa va saltando (conquistando) de ente en ente mediante un camino lineal-ascendente-acumulativo-infinito que arbitrariamente finaliza en el Ente-Conciencia-Superior-Último-Ser-Uno llamado... tambores... voilá... Dios: el basurero de las contradicciones científicas de la metafísica. Aunque curiosamente Dios nunca llega, ya que lógico-evidentemente la arbitrariedad no existe en la Naturaleza. La metafísica se auto-imposibilita para fundar el conocimiento recurriendo a lo no-racional ni cultural ni nada que huela a transformación natural (lógica de lo ex-nihilo).

Seguiremos tratando la falacia metafísica en sus regionalidades, ya que se presenta como una disfunción paralela al pensamiento científico y parásita en las grietas de ésta, falacia que a su misma vez es transversal al pensamiento metafísico; pensamiento del cual un día partimos, a veces hemos visitado, pero al cual no queremos llegar de nuevo nunca más. También vamos a purificar el concepto de theos en el apartado de Teología, que mediante una perspectiva ontológica fundamenta la diversidad de la Naturaleza en la unidad trascendental de la naturaleza. La libertad sería la posibilidad de oposición temporal (dialéctica) del pensamiento a los sentidos, significando un salto cualitativo en el camino hacia el ser como auto-conocimiento. Así muere el escepticismo, el relativismo, el andar a ciegas golpeándonos con todo. Fundamos el ser por necesidad en su modalidad dialéctica unitaria junto a la nada y mediante su carácter ontológico-legislador de las posibilidades fenoménicas, y así la metafísica queda al margen del mundo. No es que Dios exista o no, sino que muere en su no-fundamento para existir, y vive en las falacias mentales del miedo y la ignorancia. La auto-fundamentación del ser dicta que allá está la nada, lo que no tiene contenido y no puede ser pensado, no puede ser ontizado en imágenes mentales. Es aquí en el ser donde siempre abunda más de los mismo: sensorialidad científica y no dogma eidético. El arbitrio ha muerto, se desvela el carácter libertario de la amoralidad (cambio) como moral ontológica (ley).

Muchas contradicciones acarrea la falacia metafísica. Ya Kant realizó su Crítica de la razón pura atribuyendo a la metafísica una inherente imposibilidad científica. La filosofía analítica la relega a su actual estatuto sentimental. La profesora Oñate nos recuerda en su seminario (*) a Parménides y Aristóteles por medio del "el ser no puede ser uno e inmovil". Comprendiendo la metafísica entendemos la interpretación de las teorías de Darwin como " la guerra de los entes", arrivando a la actual sociedad tecno-militarizada. La metafísica tiene su consumación en la tecnología como duplicación del humano enalteciendo a la copia en vez de al original, y también tiene su consumación en el suicidio como expresión de la voluntad metafísica de no-vivir-más. Recuerdo unas líneas de Joaquín Ferrer auto-afirmándose en la metafísica y en sus falaces comprensiones, mostrando la estructura de comprensión desarrollada a lo largo de este apartado. Este seguidor del tomismo aristotélico habla de libertad moral bajo el principio de dignidad (Kant), diciendo "la persona posee, en efecto, un grado de independencia y distinción respecto al cosmos muy superior a la de cualquier otra realidad intramundana; los animales y las plantas no obran por sí mismas" (*Fundamento ontológico de la persona: inmanencia y trascedencia, Joaquín Ferrer). Dejando a un lado la crítica de su contenido enfatizamos que dicha interpretación se basa en la relación de identidad de 3 elementos totalmente desdibujados no carentes de ideología. La libertad es una determinación linguística (libertad de conciencia), la dignidad es un concepto ético y político, y la independencia siempre es ilusioria. Más autonomía sí, pero las plantas y animales también obran por sí mismo; es más, son entes más ontológizados que nosotros los humanos. ¿Cómo pueden identificarse libertad, dignidad e independencia? Partiendo únicamente del cogito y su razón pura.

Ahora vamos a trabajar con las determinaciones trascendentales que jerarquizan nuestra realidad óntica solapando los fenómenos: esencia como fenomenología del ser y sustancia como fenomenología del ente.

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2.3.3. Esencia y sustancia.

Entendemos por esencia a la apriorística intencionalidad de la conciencia (aprehensión física de la realidad, Zubiri). Este concepto recoge el carácter modal y ontológico de la Naturaleza que identificamos con la dialéctica entre el ser y la nada. Como posibilidad determinada encontramos la sustancia, concepto que comprende a la conciencia como "entidad" de carácter ontológico; sustancia como logos entre ser y ley matemática de la realidad fenoménica. Desde la perspectiva ontológica entendemos que la realidad vital está compuesta por la esencia unitaria (naturaleza) y por la sustancia como particularidad (Naturaleza, cuerpo-mente). El ser del ente representa el acontecer de la esencia en la sustancia.

Hemos dicho que la metafísica es la inversión de la jerarquía natural, tratando en este caso de legislar la esencia ontológica desde el fenomenismo de la sustancia. Pero la sustancia son posibilidades realizadas determinadas por la inmanencia unitaria de la sustancia (hay muchas conciencias particulares pero la consciencia es una y es todo). El único problema que detectamos antes es la metafísica identifica concepto universal y conciencia-sustancia, por lo que la caracterización fenoménica de la sustancia verdadera tiene que negar las diferencias sustanciales respecto al resto, en la búsqueda y construcción del reino de Dios por medio de las sustancias que se identifican con el concepto universal. La metafísica comprende a Dios como Sustancia divisible en esencias; esencias que no están en todos los entes, pues hay diferentes esencias, por lo que las esencias de Dios son las que conducen a la Sustancia. La metafísica carece de vínculo naturalmente racional que relacione esencia y sustancia, por lo que "naturalmente" no comprende la diversidad fenoménica que posibilitan la esencia y la sustancia en sus determinaciones ontológicas.

Por el contrario, desde una perspectiva hermenéutica entendemos esencia como la determinación trascendental e inmanente de las leyes que determinan la causa y el efecto como ley del cambio (karma budista). La esencia es la modalidad desvelada del ser que se aparece en los seres vitales, acontecer de la nada como consciencia, disolución de la conciencia particular en la consciencia del uno, en contra de la disolución inversa que proclama la metafísica, recordando la crítica de Nietzsche a Wagner. Es por eso que dando la razón a Heidegger debemos preguntarnos por la verdad de la esencia (grado de identidad entre ser y sustancia, ser también como nada y como ser del ente) y no por la esencia de la verdad como sustancia metafísica. La teología estudia la conciencia como sustancia, sustancia como categorización teológica (ciencias vitales), determinando la esencia el carácter ontológico de la sustancia. Desde esta perspectiva los seres vitales representaríamos la dialéctica esencia-sustancia-esencia. La metafísica representa la ilusoria supremacía de la teología sobre la ontología, ya que identificando ser y ente absolutiza este último e invierte la jerarquía dialéctica entre esencia (principio activo) y sustancia (principio pasivo). Es importante recordar la crítica y deconstrucción realizada de la dialéctica platónico-hegeliana, afirmando que la tesis representa la falacia metafísica, representa la razón pura como punto de partida del conocimiento, recordando la conclusión de que la dialéctica transversal al todo es antítesis-síntesis-antítesis, partiendo en la intencionalidad original y concluyendo en la consciencia de la propia intencionalidad original, posibilitando el movimiento y la armonía.Existe determinación primaria (teleológica) de la esencia (alma) sobre la sustancia (espíritu), y existe determinación apriorística (teleonómica) de la sustancia sobre la esencia. Esto se relaciona directamente con el hilozoísmo, la mecánica cuántica o las mutaciones biológicas. Que exista una determinación de vuelta (sustancia sobre esencia) no implica la inversión de las determinaciones dialécticas de dicha jerarquía. Debemos conformarnos con saber que nosotrxs somos kosmos, que todo es kosmos. Nos hacemos eco de las meditaciones sobre la esencia en Zubiri o el hilemorfismo aristotélico que afirma Cardenal Mercier en su Ontología cuando habla de sustancia.

"Pues bien, comprender esta condición de no-fundamento de la existencia, o sea, anticipar la muerte como nuestra no-realidad más constitutiva es lo que nos hace libres, porque podemos elegir entre las posibilidades como verdaderas posibilidades, en cuanto que todas están suspendidas sobre esa posibilidad inexorable general e insuperable que acabará con todas, y que es la muerte".(La experiencia dionisiaca del mundo, Sánchez Meca).

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Nos queda por estudiar, entre variadas cosas, el aspecto gnoseológico de la conciencia como enlace entre lo ontológico y lo óntico, entre la esencia y la sustancia: desglosar esa intencionalidad primaria de la fenomenología husserliana. Trataremos de profundizar en el aspecto anti-ontoteológico de la conciencia original (gnoseología) comprendiendo el punto de partida del conocimiento en la sensación de realidad y reconociendo el estatuto cognitivo de la capacidad lógico-reflexiva de la conciencia (realidad de la sensación). El aspecto gnoseológico de la conciencia trata de salvaguardar un óptimo funcionamiento del instinto y la mente como autonomías cognitivas. Pero antes de enfrentar la realidad realizaremos una reinterpretación conceptual que trate flexiblemente de conceptualizar los contenidos trabajados hasta ahora desde una perspectiva más sintética si aún cabe.

2.3.4. Reinterpretación conceptual.

Nos encontramos ante la necesidad de reinterpretar los conceptos básicos que participan de la fundamentación ontológica de la real. Iremos desarrollando el resto de los conceptos que vamos a necesitar conforme vayan apareciendo, deconstruyéndoles su carácter metafísico y potenciando su perspectiva ontológica. Estos trabazones aportan cohesión al proyecto, y espero que las reconceptualizaciones que hemos realizado sobre la esencia y la sustancia nos orienten como pre-comprensión positiva hacia el carácter ontológico del mundo eidético con el que estamos trabajando. Recomendamos en este apartado la profundización conceptual ontológica por medio del libro "Metafísica" de Aristóteles, en el que aparecen desarrollado multitud de conceptos que participan de la estructura elemental de lo real y sus realidades.

Ley de la Causa y el efecto o Ley del Cambio (Karma): relación dialéctica entre nada (principio activo) y ser (principio pasivo) como ley que rige el kosmos y su existencia concreta, representada como conjunto de variables interdependientes de carácter físico-químico. Simbiosis que posibilita la auto-fundamentación del ser como condición de posibilidad.

Dialéctica: modalidad (hermenéutica como circularidad modal) de lo real (la nada y el ser). Derivación lógico-científica del ser como necesidad posible de consciencia (ser-aquí-ahora). Ley de la causa y el efecto como contenido, dialéctica como continente.

Diferencia ontológica: jerarquía legislatoria de la causa sobre los efectos. Límite que une y separa a la vez. Atribuye carácter ontológico a la causa y óntico-fenoménico a la consecuencia. Concepto que comprende las limitaciones de la cognición humana respecto de su aspecto gnoseológico, limitación de la Naturaleza frente a la naturaleza.

Espacio y tiempo: representación vital de la dialéctica. Son los conceptos que necesariamente creamos para comprender el trasvase ontológico-óntico que se produce en la conciencia. Conceptos autónomos respecto de su opuesto en el ámbito cognoscitivo pero inseparables en su apriorismo cognitivo. Espacio como elemento pasivo, tiempo como elemento activo.

Naturaleza y naturaleza: Naturaleza como posibilidad fenoménica, naturaleza como ley trascendental (ser, dialéctica, physis). La naturaleza posibilita y aporta sentido (telos) a la Naturaleza. La naturaleza tiene carácter primario, la Naturaleza es apriorismo. Las dos ejercen su apriori, pero sólo la naturaleza es primaria (animismo, énfasis en la unidad trascendental sobre la diversidad fenoménica).

Ser y "no-ser": ser como modalidad ontológico-dialéctica entre la nada que se da en el ser del ente y la conciencia como ente. El "no-ser" sólo existe como fenómeno de conciencia, como falacia mental, como posibilidad fenómenica construida por la mente humana (ilusión mental como afección racional). Resulta falsa la dicotomía entre ser y un supuesto "no-ser", suponiendo una verdadera auto-oposición del ser (ser más o menos, variabilidad del límite) frente

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a la nada. Ser como condición de posibilidad del ente y también del ser-aquí-ahora trascendentalidad, acontecer como consciencia. La falacia metafísica y su carácter fenoménico representan el no-ser, representan la conciencia como ente-mente. El pensamiento sería la interacción dialéctica entre sensación-mente y consciencia. La metafísica como "no-ser" representa la razón pura, ilusoria independencia del carácter óntico de la conciencia (mente) frente a la sensorialidad consciente. El ser lo es todo, e incluye el "no-ser" como posibilidad natural reconociendo la posibilidad del accidente, accidente como fenómeno anti-natura. Es aquí que deconstruimos una de las falacias lógicas más importantes del "pensar" metafísico, pues el ser lo es todo, es trascendentalidad pura, y el no-ser es un fenómeno accidental, posible gracias a la determinación teleonómica (libertad) y su posibilidad de apostar temporalmente por el libre arbitrio. El "no-ser" es un concepto humano, el humano es ser, pero el ser no es humano. Cuando decimos "no-ser" nos referimos a las accidentales e ínfimas situaciones a las que llegamos por medio de la metafísica, nivel precario de comprensión realmente ontológica del existir, posibilidad real de no-ser-aquí-ahora, no-ser trascendental. El "no-ser" es una posiblidad accidental dentro de la contigencia general de la mente y las supuestas entitades que toman a ésta como fundamento seguro, en contrariedad con lo que sería una posibilidad necesaria de la temporalidad que atraviesa los fenómenos de conciencia como camino del conocimiento verdadero.

Fenómeno: diferenciamos 3 tipos de fenómenos relacionados con los 3 ámbitos que determinan la posibilidad del conocimiento: gnoseología (ser), cognición (ser-aquí-ahora) y lo cognoscitivo (posibilidad del "no-ser" como temporalidad del error). La gnoseología refiere al hecho físico-químico (fenómenos sensoriales); la cognición refiere a los fenómenos simples, imágenes mentales (fenómenos mentales o simples); y lo cognoscitivo refiere a los fenómenos complejos que se aparecen a la conciencia como conjunto de fenómenos simples (fenómenos de conciencia). La mente como filtro sensorial determina los fenómenos simples que se aparecen a la conciencia en su proceso de complejización (búsqueda de relaciones), pues los fenómenos de carácter gnoseológico representan un haz de sensaciones, multisensaciones interdependientes que la mente no alcanza a ontizar y escapan por su neto carácter ontológico: la mente alcanza una limitada veracidad sobre dichos fenómenos, está en disposición como máximo de alcanzar una no-falsedad de sí. Estas supuestas autonomías han sido mostradas al comienzo como hechos, fenómenos (adquiridos en la contemplación) e interpretaciones (adquiridos mediante comprensión).

Verdad y perfección: dichos conceptos refieren al grado de identidad entre ente y ser (en su relación dialéctica con la nada), entendiendo el "no-ser" como ínfimo escalón (mínima verdad, mínima perfección) y el ser-aquí-ahora como consciencia elevada, consciencia como sublimación de la conciencia, como sublimación del instinto y los sentidos por medio de una mente sana. Se desechan valores absolutos o estáticos debido a la determinación de la diferencia ontológica y su consecuente limitación fenómenica de las entidades. Perfección como realización de su propio fin (Aristóteles). Cardenal Mercier nos habla de perfección relativa (relación ser-ente) y perfección absoluta (modalidad cósmica nada-ser).

Autoridad: expresión ontológica (acontecer) de la jerarquía de la naturaleza sobre la Naturaleza, y no al revés (metafísica). La Naturaleza sólo representa una autoridad autónoma en relación a las determinaciones jerárquicas de la naturaleza por medio de la cultura.

Sentido: modalidad de la conciencia, telos como cultura. Orientación energética (alma) del espíritu. Esencia de la sustancia.

Accidente: Interacción cultural con la Naturaleza por medio del "no-ser" como modus operandi de la falacia metafísica. Accidente como error posible del ente y su carácter ontológico por medio de una limitada interpretación de su intrínseca responsabilidad frente a la aparente libertad. El accidente como decimos representa el ejercicio irresponsable de la libertad como infinitud del libre arbitrio. La metafísica en sí es una accidente, posibilidad natural pero de carácter accidental, no deseado, lo contrario a la necesidad, contra-punto de la libertad responsable y su

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bondad. Yo puedo matar a un animal (accidente posible) pero esto no es necesario, prefiero plantar tomates (contingencia agradable, posibilidad natural de la consciencia, cultura libertaria). Así podemos profundizar a través de las diferencias entre ontología y metafísica, comprendiendo que el "no-ser" es accidental en sí, es absolutización de la contingencia, pues atribuye cualidad a lo que no tiene, pudiendo concluir en la identificación de lo posible necesario como contingencia y lo posible innecesario como accidente, contextualizándolo lógicamente dentro de los parámetros contextuales que puede alcanzar la racionalidad humana y su autonomía respecto del fundamento inestable de la ciencia.

"Y al oponerse así a la imagen dogmática del pensamiento, propia de la tradición filosófica, Nietzsche reivindica todo un nuevo concepto de filosofía como ejercicio práctico de valoración y de interpretación, filosofía crítica orientada a fijar el sentido y el valor que son determinados por la fuerza y por relaciones de fuerza. (...) El sentido de algo está en su relación con la fuerza que se apodera de él, y, por tanto, el valor de algo está en la jerarquía de las fuerzas que se expresan en la cosa como fenómeno complejo".(La experiencia dionisiaca del mundo, Sanchez Meca).

Seguiremos deconstruyendo conceptos por necesidad conforme vayamos enfrentándonos a las diferentes aporías que provoca la falacia metafísica en el pensamiento como conjunto, descifrando sus determinaciones cotidianas y tratando de construir una comprensión óptima acerca del ser y lo real.

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B) LA ESTRUCTURA DE LO REAL

3. NIVELES DE REALIDAD.

Hemos concluido que lo real tiene carácter unitario, atribuyéndole dicha realidad a la dialéctica que conforman el ser y la nada. Lo real determina y categoriza a las realidades posibles. Hemos comprendido que lo real como dialéctica es inteligible por medio de las autonomías simbióticas que la conforman: energía (nada) y "materia" (ser). Son estas autonomías las que desglosamos a continuación para una comprensión óptima de la fenomenología dialéctica del ser y de su posible cognoscibilidad por medio del ente y su fenomenología de conciencia. Dichas autonomías están relacionadas por medio de los principios dialécticos, representados como principio cinético de perfección (realidad trascendental) y principio dinámico de regulación (realidad fenoménica).

En la realidad dialéctica que concebimos podemos diferenciar 3 elementos constituyentes: primero, el ser como determinación primaria, como lo real; segundo, la consciencia como determinación apriorística como posibilidad trascendental e inmanente (en relación con la nada); y tercero, el carácter óntico de la Naturaleza, las posibilidades fenómenicas del ser y la conciencia como cuerpo-mente particular. Vamos a estudiar dos aspectos constitutivos de lo real y sus realidades: por un lado, la determinación del ser sobre el ente ontológico, sobre la consciencia como conformador de la conciencia (junto a cuerpo y mente); por otro lado analizaremos la determinación apriorística de las posibilidades fenoménicas, las posibilidades corporales y mentales, incluyendo los fenómenos complejos de la conciencia (mente como fuente de fenómenos simples, imágenes oníricas). Desestimamos por el momento la opción de trabajar más a fondo la noción de lo real, pues puede considerarse como tratada en el apartado que ha correspondido al ser y la nada. En estos momentos poco más podemos añadir sobre lo real.

Nos afirmamos en un realismo radical junto a Zubiri y su noología. También nos afirmamos en la necesidad categorial de lo que es, de su realidad temporal, afirmando por ende la inexistencia del no-ser. Aristóteles nos recuerda que sólo lo particular es real, paradigma que seguimos apoyando, pues la idea universal no es fin en sí misma sino medio frente a la praxis sensorial. En este caso y recogiendo la triada resultante entre ser, ser-aquí-ahora y ente interpretamos dicho conjunto de relaciones con la triada simbólica de Jaques Lacan: relacionamos lo real con el ser, lo imaginario con el acontecimiento y lo simbólico con el ente, entendiendo el acontecer como una inherente contradicción al ser y sus entes-realidades, contradicción acertádamente representada por la banda mobius (anti-fundamento). La relación entre ser, ser-aquí-ahora y ente también ha sido acertadamente simbolizada por medio del nudo borromeo. Por último relacionamos al ser (y la nada) con el alma, la gnoseología o la noesis; al ente con el espíritu, la cognoscitividad o la noergia; y al ser del ente como ser-aquí-ahora, como lo cognitivo o el noema.

Lógicamente la metafísica se encuentra imposibilitada para contemplar lo real en su conjunto (realidad como realidades), pues no comprende las transformaciones fenoménicas de la Naturaleza que posibilitan el ser y la nada como ley trascendental del cambio (teleología y cultura). La metafísica es la negación de la cultura, niega todo proceso natural, aniquila los grados y niveles basándose en las dicotomías radicalmente contrarias, convirtiendo la existencia vital en lo que venimos llamando "la guerra de los entes". La metafísica interpreta parcialmente la realidad óntica mediante su falaz absolutización respecto del ser; digamos que sólo comprende la parcialidad cuantitativa de la existencia, sacralizando así la ciencia matemática, pero malinterpretando el sentido general, difuminando el contexto hermenéutico cooperativo, pues trata de aplicar una ideología metrética a las cualidades que interactuan mediante las tranformaciones naturales. La ontología, al contrario, concibe gracias a la dialéctica una realidad ontológicamente categorial, jerarquizada desde la nada hasta las leyes cuantitativas de la materialidad fenoménica del ser, representadas simbólicamente por medio de las ciencias matemáticas como conocimiento lógico-formal del ente (el conocimiento simbólico-material lo aportan la física, la química y la biología). Desde dicha comprensión se interpreta lo real como resultado de la relación dialéctica entre la nada y el ser, se interpreta la realidad trascendental

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(inmanente, no metafísica) como resultado de la relación dialéctica entre el ser y la consciencia como acontecimiento de la nada, acontecer de la inmanencia transformadora, e interpretamos la realidad fenoménica como resultado de la relación dialéctica entre el ente-conciencia (cuerpo-mente en su estatuto epistemológico y no formalmente lógico) y las leyes cuantitativas de la existencia (materialidad matemática como formalidad lógica del ente). En el apartado epistemológico referente al Lenguaje de la Naturaleza nos adentraremos en la filosofía matemática con el objetivo de concretizar su estatuto científico dentro de la formalidad que ofrece la teoría del conocimiento.

3.1. Ser y realidad.

Nombramos realidad trascendental a la relación que mantienen el ser y la consciencia como acontecer de la nada. Reconocemos que el ser y la consciencia son como uno, propiciando un límite dinámico que relaciona ser y ente pero también los diferencia (gnoseología frente a la cognición como diferencia ontológica), fundamentando el conocimiento cognitivo en la posibilidad de conocer al ser y la nada desde las autonomías que nos ofrecen la consciencia y el ente como co-partícipes de la unidad del todo, descubriendo y alumbrando las diferentes autonomías interdependientes que conforman conciencia/realidad como simbiosis, como logos óntico-ontológico, oposición entre mente como deseo de fundamento y consciencia como deseo de negación de éste.

El ser como determinación jerárquica de carácter ontológico no se identifica con una posibilidad realizada sino que condiciona la posibilidad como posibilidades posibles, no crea sino simplemente evoluciona como devenir inmanente. El ser determina la realidad porque el ser conforma lo real junto a la nada, incluye en sí todas las posibilidades desde su carácter ontológico-cuántico. Comprendemos la realidad trascendental como determinación físico-energética del ser sobre la conciencia posibilitando la necesaria aparición de la consciencia como logos entre ser y ente, representando dicho peldaño dialéctico por medio del ser-aquí-ahora-posibilidad-real. Por ello comprendemos la conciencia como una evolución natural del ser en su eterna auto-fundamentación teleonómica, en su enterno posibilitar lo posible, en referencia también al hilozoísmo, al universo como organismo vivo. El ser encierra en sí mismo la potencialidad de las posibilidades posibles para el ente.

Esta realidad de la que aquí estamos hablando puede relacionarse con la realidad simbiótica que nos propone Zeitgeist en su segundo documental (*Zeitgeist addemdum), caracterizada por la univocidad simbiótica de todo lo que es. Por contra ahora presentamos lo que para dicho documental representa la realidad emergente, la materialidad cultural de lo que es como autonomía, como particularidad, como diferencia, como Naturaleza. No debemos olvidar que cuando hablamos de ser y realidad hablamos de lo real y su/s realidad/es trascendentales, pues el ser del ente acontece al ente particular "particularizándose". El acontecimiento nunca es colectivo: el mismo acontecimiento acontece de distinta manera en cada sustancia como síntesis cuerpo-mente-consciencia. Ahora hablaremos de realidad y posibilidad, de la sustancia como realidad al ente concreto como posibilidad potencial realizada. Es la cultura la que nos muestra que las posibilidades potenciales del ente siempre están ahí, colapso que se produce en el acontecer de la nada en la consciencia.

3.2. Realidad y posibilidad.

Llamamos realidad fenoménica a la relación que guarda la realidad trascendental con las leyes materiales de la existencia óntico-fenoménica (matemáticas). Entendemos entonces dicha realidad como síntesis temporal entre consciencia (ontología dialéctica) y materialidad corporal (matemáticas como base epistemológica del ente), dando como resultado lo que entendemos como conciencia (mente como a priori entre consciencia y sensación). Esto permite contemplar la vida como una posibilidad realizada, como posibilidad potencial realizada referente a la necesaria aparición aparición del ente ontológico (conciencia incluyendo su posibilidad consciente) como hecho vital de síntesis físico-química. El espíritu es la síntesis y no la contradicción. La vida como posibilidad sintética entre

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cuerpo, mente y consciencia supone la afirmación plena de la trascendentalidad que la cultura tiene en su autonomía (teleonomía), lo que no nos impide reconocer la limitación cuantitativa que supone la mente como símbolo matemático, como razón/ratio. Seamos lo que seamos la mente viaja con nosotros, para mal y también para bien; ya que es una condición insalvable aprovechemos para que esté de nuestro lado.

Recordar que para nosotrxs el ser representa la condición de posibilidad y el ente representa la posibilidad realizada. Entre lo necesario (ser) y la posibilidad (ente) se encuentra lo necesario-posible: el ser del ente como acontecer de la nada. Este es el logos de la realidad fenoménica. La realidad fenoménica no es sólo la estructura matemática, sino que tiene estatuto epistemológico, debido principalmente a la matemática no existe al margen de lo real que sustenta dicho conocimiento simbólico (número como concepto). La base simbólica de la matemática en su estatuto linguístico-comprensivo no puede fundar por sí misma la realidad. La realidad como fenómeno de conciencia (realidad fenoménica) tiene estatuto epistemológico, interpretando la epistemología como la suma de la parcialidad matemática de la materialidad fenoménica y el acontecer empírico-sensorial en la conciencia por medio de las imágenes mentales. El ente no encuentra su sentido en el ser. Ahí encuentra la posibilidad de su ser. Su sentido precisamente lo encuentra en su ser concreto como trascendentalidad inmanente, que imbuye de sentido y movimiento (orientación energética) al ente que es. Semánticamente el ser del ente como sentido simbolizaría la no-posibilidad de un sentido absoluto. Estamos tan condicionados a ser sumisos a un fundamento absoluto extrínseco que no podemos valorar bien las posibilidades libertarias que nos propicia que Dios haya muerto. Dios a muerto, pero ahora vive en nosotrxs para siempre.

La Naturaleza y la conciencia posibilitan numerosas formas materiales, a lo que denominamos realidad fenoménica, diversa porque la determinación trascendental tiene carácter modal y no numérico-cuantitativa. El ser representa la determinación primaria, la realidad trascendental como consciencia (ser-aquí-ahora) representa un a priori para la conciencia (cuerpo-mente), y la realidad fenoménica representa la expresividad material diversa de los fenómenos posibles, su potencial realización mediante lo concreto, realidad condicionada por la conciencia-ente como mentalidad matemática. La conciencia conlleva la posibilidad inherente del auto-conocimiento como consciencia (lo necesario-posible), representando así la determinación teológica hacia el conocimiento que conforma la condición humana, procurándole disfrute sensorial por medio de la cultura y sus transformaciones. Que yo me esté comunicando con ustedes es una posibilidad fenoménica realizada por medio de la teleonomía: en vez de escribir pudiera estar comiendo, bebiendo o bañándome, etc. Todas ellas formas legítimas frente a la teleología. La estructura de lo real y sus realidades estarían conformadas por lo primario (nada y ser), lo apriorístico (consciencia como lo necesario-posible) y lo posible (materialidad fenoménica de la cultura y su libertad para elegir responsablemente).

La metafísica como inversión de la jerarquía categorial entre ser y ente absolutizado por la matemática representa la ilusoria voluntad ideológica (fe) de estaticidad fenoménica absoluta, lo que acarrea un caos trascendental extremadamente ruinoso, llegando incluso a causar la muerte en las múltiples consecuencias negativas que tiene negar el propio cuerpo y su sensorialidad consciente, siendo la más tristemente común el suicido, ya sea por consciencia de la afección mental (depresión) o por la negación de los límites fenoménicos del cuerpo mediante la praxis moral que determina la razón pura (fundamentalismo ideológico del materialismo intelectual).

4. ESTRUCTURA PRIMARIA DE LOS SERES VITALES.

Entendemos naturaleza humana como estructura primaria de los seres humanos, lo que más tarde vamos a idenficar con la "condición humana", enfatizando así el carácter teleonómico (cultural) del espíritu y no meramente teleológico. Aquí afrontaremos la investigación de la naturaleza humana en su nivel primario (gnoseología vital), dejando la analítica fenomenológica de los elementos que conforman la determinación trascendental (naturaleza) de la realidad fenoménica (condición) para un apartado específico de la categoría antropológica en el bloque que conforma nuestra

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"resta teológica", en respuesta a Santo Tomas de Aquino.

El ser y la nada representan para nosotrxs la unidad de dichas determinaciones trascendentales como conjunto de variables interdependientes que resultan de las interacciones simbióticas de carácter físico-químico. Los elementos primarios que constituyen el ámbito vital son el cuerpo y la conciencia, entendiendo conciencia como oposición mente-consciencia. Al ser un proceso dialéctico entre cuerpo-mente (hilemorfismo) y consciencia, dividimos la estructura primaria de forma triangular: el cuerpo como materialidad cuantitativa del espíritu (sensorialidad empírica), la mente como inmaterialidad cuantiva del espíritu (abstracción matemática), y la consciencia como inmaterialidad energética la nada frente al ser epistemológico (alma, ser-aquí-ahora). Estas 3 realidades que conforman el nudo borromeo de la realidad en el ente epistemológico: lo real, lo imaginario o trascendental-inmanente y lo simbólico-fenoménico; podemos relacionarlas con 3 proposiciones interesantes rescatadas de la antigua grecia: el ser como lo uno de lo múltiple, la consciencia como lo mismo de lo otro (lo otro del ser es la nada), y la conciencia (cuerpo-mente) como lo múltiple de lo uno (posibilidad realizada ni verificada ni falsada).

Todo quedará mejor amarrado tras comprender el proceso gnoseológico fundamental que nos brinda la posibilidad genésica de la intuición, fenomenología gnoseológica en la que se relacionan ser, consciencia y cuerpo-mente mediante lo que denominamos dialéctica primaria del conocimiento: posibilidad del conocimiento, lo que se convertirá en posibilidad de conocimiento verdadero basado en la dialéctica apriorística del posible dualismo cognitivo que nos proponen el instinto y la razón. Entonces concluiremos interpretando la modalidad unitaria del ser y la nada como determinación cinética y gnoseológica del sujeto. Y por último vamos a deducir la jerarquía categorial que relaciona mecanicismo, teleología y teleonomía como representación filosófica de las interacciones fundamentales que conforman el universo.

4.1. Cuerpo, mente y consciencia.

Son variadas las interpretaciones sobre los elementos primarios que representan la síntesis que conforma el ente vital. También existen variados lenguajes para expresarlo, diferentes conceptualizaciones con numerosos matices. Aquí se elige la más sencilla, basada en la ontología del ser y en el carácter hermenéutico de la dialéctica que envuelve las autonomías, construyendo una interpretación compleja del ser humano como conjunto de variables interdependientes. Dichos elementos pueden relacionarse con la gradualidad determinada por el acontecer, estructurando así los diferentes tipos de espíritu como niveles de conciencia (niveles espirituales identificables al cuerpo, a la mente y a la consciencia).

Por un lado tenemos al cuerpo, que representa el espíritu vegetativo. Este fenómeno se constituye como determinación fenoménica y trascendental que representa la materialidad empírica del ser como posibilidad realizada, siendo representado ontológicamente por la potencia de los sentidos. Por otro lado tenemos a la mente, forma que representa el espíritu sensitivo. La mente determina fenoménicamente la trascendentalidad de los sentidos, desarrollando junto a los sentidos una dialéctica cognitiva apriorística. Mente como particularidad del espíritu, como matematicidad del ente-conciencia que representa además las determinaciones matemáticas de las transformaciones materiales de los cuerpos. Por último tenemos la consciencia como posibilidad de ser-aquí-ahora, como acontecer, como ser del ente, como acto-consciencia, como representación del posible espíritu racional (ni primario ni apriorístico sino posible). La consciencia es determinación trascendental sobre los fenómenos mentales y su carácter sensorial. Consciencia como alma, meta y origen del espíritu.

También relacionar estos 3 elementos con otras triadas dialécticas, por ejemplo la que conforman el principio cinético de perfección (cuerpo y mente) con el principio dinámico de regulación (consciencia); o la dialéctica formada por la tesis antitética de la sensorialidad del cuerpo, la síntesis mental como espíritu y la antítesis consciente del alma como

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cultura (ley del cambio). Recordamos que la identificación de triada con dialéctica se debe a la equiparación del punto de llegada con el punto de partida, caracterizando así la especifidad auto-fundamental de dicha dialéctica frente a las posibilidades metafísicas y su fundamento extrínseco.

Desde una perspectiva hermenéutica podemos aglutinar multitud de apuntes históricos que refieren al esclarecimiento de dichas relaciones. Kierkegaard nos habla de alma, cuerpo y espíritu (nosotrxs identificaríamos alma-consciencia, cuerpo y espíritu-mente). La teosofía, apuntando en la misma línea, se desvela culturalmente de una manera más autónoma y categorialmente diferenciada, hablando de 7 principios constitutivos del ser humano, de los cuales 3 son espirituales y 4 son de carácter físico: cuerpo físico, vida, cuerpo astral, centro de los deseos, mente, alma y espíritu. También podemos encontrar en muchas religiones a la trinidad como dogma, incluida el cristianismo. Y no hablamos aquí de una jerarquía independiente sino netamente simbiótica, reconociendo así en nuestra profundización psicológica que nos afirmamos en la no-dualidad que relaciona consciencia y subconsciente, simbolizando dicha reciprocidad dialéctica mediante la lacaniana banda de mobius.

Aclarar que cuerpo y mente tienen carácter químico respecto al caracter físico de la consciencia en su relación con la nada. Desde la ontología entendemos que la mente representa una particularidad inseparable del cuerpo y los sentidos. Existe determinación primaria del cuerpo (sentidos) sobre la mente como intencionalidad original; por otro lado existe determinación apriorística de la mente sobre la consciencia; y por último existe una posible determinación de la consciencia sobre la mente (teleonomía, cultura, racionalidad), permitiendo una fluencia más armoniosa y natural de las sensaciones a través del filtro matemático que representa la mente. Debemos reconocer la grave limitación frente a las sensaciones y su carácter ontológico respecto de la mente como tamiz matemático-simbólico. Comprendemos que el cuerpo representa la potencia de la mente, y la mente representa la forma de la consciencia, por lo que la consciencia representaría el acto sensorial del cuerpo. Todo queda en el "círculo familiar". Hemos reconocido al espíritu-mente como espíritu-síntesis, comprendiendo que la estaticidad mental (razón pura) representa lo que pudiéramos entender como "no-ser" respecto del dinamismo ontológico de la consciencia como alma-contradicción, que representa la exaltación plena del mundo sensorial mediante su actividad contemplativa y su no-acción (fenoménica), su acción de permitir.

Aunque profundicemos más tarde sobre la cognición apriorística humana, podemos introducir ya un vislumbramiento de la mente como filtro por el que se suceden las sensaciones (etiquetadas como fenómenos simples llamados imágenes), puente que nos dirige hacia la consciencia como fenómeno complejo que recogen la sensorialidad como interacción primaria de carácter ontológico. No olvidar que estamos comprendiendo conciencia-ente como oposición entre mente óntica y consciencia ontológica (relacionada al cuerpo y su sensorialidad desde una perspectiva gnoseológica y cognitiva). La conciencia como pensamiento lógico-científico es la herramienta con la que mantener limpio el filtro mental, intentando conquistar siempre la mayor amplitud posible, higiene táctica que nos ayuda a conservar la máxima pureza del mundo sensorial, posibilitando la necesaria aparición del acontecimiento. Digamos que la mente tiende a representar un transformador que aminora las cargas sensoriales que se aparecen a la consciencia.

No debemos bajar la guardia, estar alerta nos ayuda a mantenernos en forma sobre las relaciones que estamos conceptualizando en estos últimos apartados, pues con ello vamos vertebrando la posibilidad de una verdadera teología como ciencias vitales. A la sensorialidad corporal la relacionamos con lo real; a la mente con el espíritu (carácter óntico de la conciencia); y a la consciencia (conciencia ontológica) podemos identificarla como reencuentro anímico del espíritu con su radicalidad ontológica. La consciencia como trascendencia ontológica del ente podemos identificarla con la inmanencia dialéctica de la nada respecto de las posibilidades del ser, el cual a su vez determina limitando las posibilidades fenoménicas del cuerpo y la mente. Nos atrevemos a confrontar dicha problemática concluyendo algunos apuntes muy interesantes que se relacionan directamente con fenómenos enigmáticos que todos

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aparentemente comprendemos, como son los que desde Aletheia consideramos como acontecimientos humanos por excelencia: el orgasmo, la muerte, el placer de la sublimación y el dolor de la angustia.

Principio cinético de perfección (pcp, principio activo o positivo) del cuerpo: el orgasmo.Principio dinámico de regulación (pdr, principio pasivo o negativo) del cuerpo: la muerte.Principio cinético de perfección de la mente: lágrimas de placer.Principio dinámico de regulación de la mente: lágrimas de dolor.Principio cinético de perfección de la consciencia: ser-aquí-ahora.Principio dinámico de regulación de la consciencia: hipóstasis mental (razón pura, "no-ser").Nota: Es por ello que relacionando consciencia y sensorialidad corporal descubrimos la íntima relación que mantienen el orgasmo con el ser-aquí-ahora y la muerte con la razón pura.

El Dios que todos llevamosel Dios que todos hacemos,el Dios que todos buscamosy que nunca encontraremosTres dioses o tres personasde un solo Dios verdadero.(Antonio Machado, De la muerte de Dios o el silencio de la filosofía, Iván Silén).

4.2. Monismo gnoseológico.

La gnoseología representa el estatuto ontológico primario en el que se asienta la posibilidad del conocimiento. Hemos reconocido anteriormente que el problema de Dios nos lleva nos lleva directamente a plantearnos el problema del conocimiento en su misma posibilidad, y dicha posibilidad nos dirige hacia una analítica del ámbito gnoseológico como postulado constitutivo de los principios del conocimiento. La fundamentación ontológica (auto-fundamentación) del ser en su posibilidad dialéctica también se asienta en la cognición como estatuto autónomo "óntico" apriorístico que posibilita el conocimiento "parcialmente" verdadero. Hablamos de conocimiento como posibilidad en referencia a la posibilidad de conocer una parcialidad de lo real, y hablamos de conocimiento verdadero como conocimiento científico (no verdadero sino no-falso), haciéndonos eco de la imposibilidad de fundar un conocimiento netamente verdadero debido al trasfondo incierto que constituye lo real como nada. La gnoseología es el mayor de los enigmas para la metafísica, la cual se encuentra imposibilitada ante la fundamentación del conocimiento debido precisamente a la negación de dicho ámbito constitutivo (metafísica como fundamento lógico del conocimiento, absolutización de la matemática frente a lo real-ontológico-simbólico). Afirmamos entonces la metafísica como negación de la relación naturalmente dialéctica (inmanente) entre ser y "entidad". A ello refiere Heidegger como olvido del ser, olvido del carácter gnoseológico de la conciencia (radicalidad de la conciencia en la consciencia). La metafísica propone la independencia del yo-conciencia frente al todo-uno en referencia a la supuesta ausencia del logos gnoseológico que relacione al ente con su radicalidad real, naufragando en la arbitraria hegemonía que la mente ejerce sobre el cuerpo en la batalla dicotómica que aparece en el ámbito "óntico" (autónomo) de la cognición.

Postulando la comprensión de que la conciencia siempre es conciencia de algo (consciencia como intencionalidad) afirmamos junto a Zubiri que la existencia del yo-conciencia comienza en la aprehensión física de la realidad, identifica su realidad como proyección primaria hacia el mundo sensorial, afirmando que la conciencia comienza en la unidad que supone el todo-uno. La metafísica proclama que la conciencia óntica es el principio del conocimiento, confundiendo conciencia con mente ("falsa conciencia" metafísica), jerarquizando lo real y sus realidades desde la constitución falaz que sustenta la idea pura innata como concepto universal (Dios como absoluto). "Pienso luego existo" según la metafísica, "existo luego pienso" visto desde una perspectiva ontológica (Eduard Punset). La mente

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determina las sensaciones primarias como fenómenos simples que se aparecen a la conciencia, la cual los interrelaciona dichas imágenes creando fenómenos complejos, fenómenos de conciencia. La conciencia, para la cual son inseparables los sentidos (mundo sensorial) de la mente, ejerciendo de garante y constante optimizador que trata de asegurar un rendimiento adecuado de la mente, analizando y tratando de mejorar los fenómenos simples creados por ésta y que suponen la base radical de los fenómenos de conciencia y la consecuente posibilidad de interpretación cognoscitiva. A nuestra intencionalidad primaria postulada por la fenomenología husserliana podríamos llamarla sensación de realidad, a nuestra síntesis apriorística podríamos llamarla fenómeno mental o imagen onírica (fenómeno simple), y a nuestra contradicción cognoscitiva la conoceremos como realidad de la sensación, interpretación abierta sujeta a una permanente revisión analítica, negando su absolutización y su posible atemporalidad como estaticidad mental (materialismo intelectual o ideológico). Así conformamos la comprensión ontológica de la dialéctica gnoseológica del conocimiento, la cual ejerce como germen y posibilidad de la autonomía temporal de las síntesis cognitivas, ya sean empíricas o simbólicas. Evidentemente los sentidos no pueden engañarnos, pues es la mente la responsable de las apariencias fenoménicas. Entonces nos enfrentamos a la pregunta de siempre: ¿quién vigila al vigilante? Ahí el papel que le damos a la conciencia como consciencia temporal que aprehende el mundo sensorial al margen de las determinaciones ideológicas de la mente: no eliminamos la mente sino la purificamos de su supuesto innatismo metafísico, ejerciendo una necesaria epohé como reducción fenomenológica.

Así arrivamos a la inteligencia sentiente de Zubiri o a la entelequia aristotélica de Averroes. Para comprender mejor el estatuto gnoseológico que atribuimos a los seres vitales recomendamos la profundización a través de Nieztsche (espíritu como lenguaje cifrado del cuerpo) o Deleuze (materialismo gnoseológico), los cuales aparecen óptimamente desarrollados en el libro que Diego Sanchez Meca dedica al pensamiento nieztscheano (La experiencia dionisiaca del mundo), en especial en los capítulos 3 (Nieztsche) y 8 (Deleuze). También recomendamos la analítica temática que realiza José Benavente sobre el pensamiento de Nicolai Hartmann en su libro Hartmann y el problema del conocimiento.

Proseguimos ahora interpretando que la circularidad hermenéutica que germina en el ámbito gnoseológico imposibilita la estaticidad atemporal de la mente, afección que refiere precisamente a la enfermedad provocada por la metafísica como imposibilidad radical de conocer, comprender y contemplar lo real a través de sus realidades. Relacionamos al innatismo que proclama la metafísica con la falsa conciencia, conciencia secuestrada y puesta al servicio de la mente como autocracia cognitiva, clamando ésta por ende su ilusoria independencia. En epistemología desglosaremos más a fondo el proceso mental en sus relaciones dialécticas con los sentidos y la razón como cognoscibilidad interpretativa, posibilitando una profundización teológica que comprenda la conciencia como oposición natural entre mente y cuerpo-consciencia (ente ontológico como logos inherente al conocimiento de lo real como posibilidad). Mediante dicha circularidad no sólo conprendemos la posibilidad del conocimiento (sensación de realidad) sino que estamos en condiciones de analizar y contemplar la verdad y la perfección en sus diferentes gradaciones (realidad de la sensación "siempre parcial e inacabada"). Lo gnoseológico es cognoscible sensorialmente (cognición) e inteligible fenoménicamente mediante interpretación racional (cognoscitividad). El ser como lo real es inteligible pero sólo el ser del ente es cognoscible, implicando una interpretación abierta de la cognición sensorial de la cultura como ejercicio artístico de la mente, librándola del yugo estático que produce el pensamiento metafísico. Ahí la diversidad antropológica principal, movimiento y armonía entre lo artístico-cultural y el pensamiento, lo que asienta la radicalidad de la libertad inherente que constituye la conciencia.

Concluimos en la afirmación de la gnoseología como monismo dialéctico, afirmando el monismo gnoseológico en base a la radicalidad real de la energía como esencia cósmica (monismo físico, realidad no-dual). Sólo existe una forma de conocimiento "verdadero" posible o validado temporalmente como no-falso aquí-ahora: de la sensación (sentidos) a la idea (mente) que vuelve de nuevo al mundo sensorial por medio de la auto-conciencia como conciencia de sí (conciencia de su propia mentalidad sensorial). No existe independencia entre cuerpo y mente, sino

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interdependencia simbiótica sólo percibida por medio del ejercicio de la racionalidad. Cuerpo y mente como sensación de realidad se oponen a la conciencia como realidad de la sensación, como interpretación que aspira a ser actualización constante de la sensación de realidad por medio de la consciencia temporal de ser-nada. Se puede ser racionalmente irracional (metafísica) pero preferimos ser irracionalmente racionales (ontología). El pensamiento como consciencia representa el logos natural entre la realidad eidética mental a la que nos aboca el espíritu-síntesis y su radicalidad sensorial como contradicción anímica. Avanzamos cognitivamente mediante intuiciones anímicas, y afianzamos cognoscitivamente la ciencia mediante deducciones espirituales.

"Como es sabido, Bergson contrapone a la metafísica de la sustancia su concepción del flujo o impulso vital desde el que comprende el devenir de la vida como energía creadora, sustituyendo el dinamismo de ésta a las viejas esencias estáticas de la metafísica. Su método es la intuición, una operación que permite dividir los mixtos que nos ofrece la experiencia y apreciar las diferencias de grado. Se trata siempre, según Bergson, de dividir un mixto siguiendo sus articulaciones naturales. Y es frente a este método frente al que la estupidez de la inteligencia tradicional proclama que todo es equivalente".(La experiencia dionisiaca del mundo, Sánchez Meca).

Por último nos quedaría preguntarnos el por qué de la intuición, el por qué de la intencionalidad primaria de la conciencia. A mí me vale la obvia evidencia del uno interno, de la posibilidad de auto-conocimiento. Al mundo de la filosofía le vale la husserliana afirmación que la conciencia siempre es conciencia de algo (no existe la conciencia como vacío). A la ciencia formal no se qué le sirve para validar dicha comprensión, pero la teosofía (y también Descartes) nos hablan de la glándula pineal como elemento original que posibilita la recepción material de la energía: la glándula pineal se conforma como una "arenilla dorada" que reposa sobre una membrana continuamente sacudida por las ondas energéticas que recibe del "todo-exterior". También se apoyan para dicha conclusión en que el deterioro mental de la conciencia refiere a la ausencia general de dicha "arenilla dorada". No puedo aportar mucho más, diríjanse a wikipedia para consultar posibles referencias que estudien el tema desde una perspectiva lo más científicamente posible.

4.3. Mecanicismo, teleología y teleonomía.

Al igual que muchas triadas simbólicas propuestas hasta ahora nosotrxs trambién interpretamos el todo mediante una triada especial, quizás una de las más importantes desde la perspectiva ontológica del proyecto Aletheia. Fragmentamos las realidades de lo real dividiendo en 3 niveles la jerarquía de determinaciones de la nada y el ser sobre el ente como suma de cuerpo y espíritu, interpretando dialécticamente las realidades posibles que determina la consciencia como acontecimiento. Podríamos relacionar dicha interpretación con el símbolo de la estrella de Rosenzweg (estrella judía de David), comprendiendo dicha jerarquía de determinaciones en sus relaciones internas, atribuyendo al círculo la representación del mecanicismo cósmico (la nada y el ser), interpretando el triángulo que mira al cielo como representación de la teleología espiritual (espíritu como cuerpo-mente), y valorando el triángulo que mira a la tierra como una representación teleonómica de la consciencia, suponiendo una afirmación radical de la cultura como sensorialidad transformadora constitutiva del ser-aquí-ahora. También quiero comprender así la obra de Da Vinci Hombre de Vitrubio, indenticando las características fundamentales de los 3 elementos con el círculo, el triángulo y el cuadrado (en dicha obra no aparece el triángulo, pero es así como interpreto yo la imagen humana que aparece, naturaleza humana como espiritualidad teleológica opuesta a la condición humana como afirmación de su culturalidad).

Mecanicismo como determinación primario de lo real y sus realidades (dialéctica entre la nada y el ser). No hacemos referencia al mecanicismo clásico sino a un mecanicismo simbiótico frente a otras determinaciones interdependientes, mecanicismo que terminará adjetivándose como teleonómico (hilozoísmo de la grecia antigua). La mecánica cuántica, como perspectiva ontológica de la ciencia física se posiciona en contra de la mecánica clásica que preconiza la metafísica (Dios como motor inmóvil, Descartes o Leibniz). El concepto de mecanicismo recoge la circularidad infinita

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de la auto-fundamentación ontológica (dialéctica) de lo real como multiverso u holoverso. Nada escapa a las variables interdependientes que rigen el kosmos: afirmamos que éstas son absolutas sin por ello atribuirles un contenido específico; sólo afirmamos que lo real es como es y no puede ser de otra manera. Representa el cinetismo primario, movimiento que se mueve a sí mismo, posibilidad germinal de todo lo que es, incluido el hecho vital. Nos hacemos eco del concepto de accidente en Aristóteles, el cual refiere a la posiblidad de un mecanicismo teleológico, pero sobre todo nos quedamos con el posicionamiento en contra del estagirita y Sto. Tomás frente al mecanicismo clásico (extrínseco) de Descartes o Leibniz. Aportaremos algunos contenidos de interés referentes al mecanicismo cósmico de nuestro universo en los apartados referentes a cosmología y astrología.

"En conclusión, el universo no es más que un movimiento de continua huida de sí mismo para reencontrarse de nuevo en la producción inagotable de lo múltiple y de lo diferente".(La experiencia dionisiaca del mundo, Sánchez Meca).

Teleología como determinación apriorística, como filosofía del espíritu, como determinación de la síntesis vital. Este concepto recoge las determinaciones mecánicas del ser sobre el espíritu como materialidad fenoménica de lo real (realidad particular o realidades). Los entes tienden, por determinación astrológica mecánica, a la realización de su telos como determinación energética de la materialidad apriorística. Dicha regulación apriorística representa la forma de la potencia. Reconocemos la linealidad cuantitativa del espíritu-mente, parcialidad sintética de la conciencia que posibilita el ascenso cualitativo de la consciencia sin por ello darlo por hecho teleológicamente. Volveremos a hablar sobre teleología en el apartado de psicología y antropología, identificando ésta con las determinaciones anímicas (categorías anímicas o teleológicas del espíritu). Cardenal Mercier identifica la teleología con la causa formal, relacionando ésta con el principio de perfección de una sustancia (*Ontología, Cardenal Mercier). Ahora nos toca orientarnos en la comprensión del por qué de los saltos evolutivos, tratando de negar la hegeliana absolutización teleológica del sujeto y acercándonos a la arqueología del sujeto que nos propone Sigmund Freud.

Teleonomía como concepto desarrollado por Pittendrigh, Mayr, Jaques Monod y la biología contemporánea en general. Aquí representamos dicha comprensión como culturalidad espiritual de la conciencia (consciencia, sensorialidad, transformación). Mecánicamente sería posible el conocimiento, se nos ofrece la posibilidad como vínculo gnoseológico primario; teleológicamente encontramos el conocimiento cognitivo como posibilidad de conocer "verdaderamente"; y teleonómicamente tratamos de ejercitarnos en dicha tarea como posibilidad realizable mediante lo concreto. La modalidad dialéctica que atraviesa la existencia estructura las interacciones primarias y apriorísticas mediante una jerarquía categorial (simbiótica, interdependiente) de las diferentes determinaciones, la cual posibilita que la existencia vital esté basado en el entrelazamiento físico-químico. La teleonomía como culturalidad apriorística muestra la imposibilidad de independencia sintética respecto de la Naturaleza, ejerciendo como fundamento linguístico de la libertad y por ende fundando la posibilidad del "no-ser" como estaticidad mental (afección metafísica). La teleonomía representa la negación de la metafísica y su imposibilidad de conocimiento verdadero. La metafísica no es ciencia sino ausencia del pensamiento como movimiento, como pensar, como transformación eidética, por lo que no puede dar cuenta de la culturalidad que constituye la realidad. Reforzaremos la visión de teleonomía desde sus contenidos teológicos, confirmando que la cultura es apriorística y no espontánea o de carácter óntico, negando la teoría hegeliana que aparece en su libro Dialéctica del amo y el esclavo (cultura como creación ex-nihilo producida por la dicotómica separación entre "el amo y el esclavo", entre los que no tienen miedo porque poseen la verdad y los que sí lo tienen porque no la poseen). Es importante recordar que el mecanicismo (la nada) no conforma constitutivamente al ser humano, sino que el ser humano se constituye como determinación primaria teleológica (categorías teológicas anímicas) y como determinación apriorística teleonómica, incorporando en sí la nada mecanicista (categorías teológicas espirituales).

Es así como concluimos interpretando la filosofía de lo real como mecanicismo teleonómico: el kosmos se auto-

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transforma por medio de la temporalidad material sintética que poseen las diferentes realidades, las diferentes y supuestas "entidades" que conforma la energía en su inherente posibilidad sintética. Recordando a Mercier diríamos causa material, causa formal y causa eficiente (Ontología, Cardenal Mercier).

"Conservación y aumento caracterizan los rasgos fundamentales de la vida, los cuales se pertenecen mutuamente dentro de sí. O sea, la conservación de vida se encuentra al servicio del aumento de vida. Toda vida que se limita únicamente a la mera conservación es ya una decadencia. (...) Steigerung significa aquí que no hay un término al que la voluntad de poder tienda como a un punto de llegada fijo. En la expresión voluntad de poder, poder no significa algo distinto de voluntad, porque al no ser un mero tener indefinido, es un dar órdenes que dispone de sí y de las cosas para el objetivo que se ha asignado".(La experiencia dionisiaca del mundo, Sánchez Meca).

Vamos comprendiendo el por qué de la necesaria limitación fenoménica de la conciencia humana respecto del carácter ontológico del ser y la nada (diferencia ontológica), primero como determinismo teleológico del espíritu (en apartados anteriores hemos hablado de orgasmo y muerte), más tarde como determinismo teleonómico del alma (en apartados anteriores hemos hablado de placer y dolor). Estos 4 límites reguladores conformados por las diferentes determinaciones aportan cohesión al ser-aquí-ahora como posibilidad, afirmando trágica pero libertariamente la diferencia ontológica del ente respecto de lo real, negando así el deseo metafísico de fundamento absoluto. Estas relaciones que estamos descubriendo también nos permite/posibilita comprender al corazón como circularidad del alma y la respiración como circularidad del espíritu (posibilidad bioenergética basada en el auto-conocimiento como contemplación sensorial y vacío mental). Por el momento tenemos las herramientas necesarias para afrontar con éxito el estatuto científico de la epistemología como estudio del campo que abarca los principios que posibilitan el conocimiento y que además posibilitan un conocimiento parcialmente verdadero (nunca absoluto). Para ello ha sido clave realzar el estatuto ontológico de dicha posibilidad por medio del vislumbramiento de nuestra inmanencia gnoseológica como inherente pertenencia al todo sensorial.

Mostrar aquí algunas referencias que contribuyan a profundizar en nuestras comprensiones acerca de la triada filosófica que flota inmanente como fondo cósmico. Antes hemos hablado de las triadas simbólicas sin mencionar una de las que más nos interpela a los que forzadamente formamos parte de la cultura judeo-cristiana; hablamos de la trinidad como dogma cristiano. He encontrado unas notas que expresan de una manera adecuada el trasfondo filosófico de dicha trilogía referente al padre, al hijo y al espíritu santo: se interpreta que el "padre" es increado e ingendrado, que el "hijo" no es creado sino engendrado eternamente, y que el "espíritu santo" no es ni creado ni engendrado, sino que procede eternamente del "padre" y del "hijo" o sólo del "padre". Voilá las similitudes con el mecanicismo, la teleología y la teleonomía que aquí estamos exponiendo. También me pregunto en referencia al sufismo islámico, ¿por qué la kaaba o casa de Dios es cuadrada y no redonda ni triangular? ¿Por qué accederíamos a lo sagrado caminando alrededor de dicho cubo? Dejo la cuestión flotando en el aire, allá cada cual con sus interpretaciones.

Bajándonos a la ciencia queremos acercarnos a las múltiples sugestiones que nos ofrece Hartmann y la biología contemporánea (La ontología de Nicolai Hartmann en la encrucijada del pensamiento biológico contemporáneo, José Luis Fliguer). Considero este artículo fundamental dentro de la documentación que se propone como recomendable frente a una investigación que atraviesa la gran envergadura de nuestro proyecto. Aquí se plantea el problema de la finalidad exclusiva frente a los requerimientos de la teoría general de sistemas (abiertos) mediante el planteamiento de la organísmica, que abre la puerta a la superación del mecanicismo y el vitalismo por medio de la posible categorización de lo real y sus realidades, siempre planteado desde la alometría (ser vital como sistema abierto, categorialmente interdependiente). Aquí se entiende las categorías como leyes generales que marcan el a priori del desarrollo posible. Se aportan matices que diferencian el "proyecto" de las diferentes entidades, interpretando segun Mayr que las piedras refieren a procesos telemáticos, los seres vivos en general refieren a procesos teleonómicos, pero que sólo el ser humano es capaz de relacionar sus procesos telemáticos y teleonómicos a la teleología. Piaget nos habla

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de una causalidad circular (auto-regulación teleonómica) que se relaciona a ley superior de equi-finalidad en Bertalanffy. Dicha interdependencia entre teleología y teleonomía nos aboca al mundo categorial, entendiendo que las categorías superiores determinan el contenido de las categorías inferiores, y que las categorías inferiores refieren al contenido de las formas superiores. Además Piaget nos aporta importantes conocimientos que tratan de matizar los conceptos de teleología y teleonomía, haciendo referencia a la filogénesis, a la ontogénesis, a la acomodación o a la asimilación, atribuyendo a la epistemología el estudio de los aspectos cognitivos y de la ciencia en general.

Él no pretende para si sus perfecciones.Ama y nutre todas las cosas,pero no las señorea.El Tao, sin hacer nada,no deja nada sin hacer.(Lao Tzu, El camino del zen, Alan Watts).

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C) EPISTEMOLOGÍA

5. APRIORISMO COGNITIVO DIALÉCTICO.

El carácter intencional de la conciencia en su estatuto gnoseológico causa y fundamenta (temporalmente) la posibilidad del conocimiento autónomo de manera empírica y científica mediante la primaria aprehensión física de la realidad de la que nos habla Xabier Zubiri. Dicho carácter gnoseológico determina el apriorismo cognitivo de los sentidos y la mente en sus respectivas autonomías, representando así la posibilidad de un conocimiento parcialmente verdadero aunque sea de manera temporal. Dicha oposición apriorística de carácter dialéctico representa la autonomía de los sentidos como sensación de realidad (conocimiento empírico), y también la autonomía de la mente-conciencia como realidad de la sensación (conocimiento científico), entendiendo la realidad como una parcialidad de lo real.

En sus funciones autónomas los sentidos se asientan sobre el estatuto ontológico que propicia la intencionalidad de la conciencia como representación de la energía primaria que nos conmueve en el todo, aportándonos conocimiento empírico; por otro lado tenemos a la mente como receptor sensorial de la conciencia, la cual posibilita fenómenos simples (ontización apriorística del ser); y por otro lado tenemos la conciencia como reflexividad cognoscitiva, que forma fenómenos complejos orientados hacia la primaria intencionalidad de la conciencia como sensorialidad consciente, que apoyándose en la mente propicia la posibilidad de construir lo que entendemos por conocimiento científico como conceptualizaciones simbólicas referentes al uno-modal (ley o conjunto de leyes). Dentro de la circularidad hermenéutica que determina la dialéctica modal que atraviesa la existencia y por ende el conocimiento interpretariamos también la consciencia como sensación de realidad, en relación a la base sensorial del conocimiento simbólico; es la consciencia como posibilidad inherente al ente la que ejerce como intelectualidad auto-determinándose como mente, como prejuicio positivo, como criterio temporal de "verdad", pero no subyugándose mediante las amenazas de la razón pura sino reactualizando armoniosamente su interdependencia frente a los sentidos. La metafísica sería lo contrario: mente eidética que subyuga la conciencia en su voluntariosa absolutización del "concepto universal". Por un lado lo real como consciencia sensorial desmiente la fundamentación formal meramente lógica del ser. Y por otro lado la flexibilidad de la mente ontológica demuestra la posibilidad necesaria de jugar en equipo para poder alcanzar una parcialidad de lo real como conciencia (ente, conjunto de fenómenos, realidad particular). La consciencia como reificación de la conciencia "óntica" permite que la realidad mental sea inteligible y que la realidad sensorial sea cognoscible, confirmando que aunque el ser sea inteligible este conocimiento sólo es puente hacia el conocimiento sensorial del todo por medio de lo particular-cognoscible y de su carácter gnoseológico (cultura del ser-aquí-ahora).

"El entendimiento está antes que lo entendido", apunta Leibniz contra Locke. Se destila un ligero olor a metafísica. El entendimiento no está ni antes ni después que lo entendido, sino que interactúan coetáneamente desde la jerarquía dialéctica de las determinaciones ontológicas, precisamente porque lo entendido es posibilidad cognoscitiva de la cognición gnoseológica. En resumen, no hay dicotomía gnoseológica respecto de las cogniciones autónomas ni de los fenomenos cognoscitivos. Eso nos ayuda a interpretar el bajo nivel de "entendimiento" que hay en lo "entendido", mostrando la oposición ontológica entre ambos, respetando siempre que el entendimiento es inmanente y lo entendido simplemente fenoménico, pero siempre afirmando intempestivamente que no existe el entendimiento al margen de lo entendido (la conciencia siempre es conciencia de algo, la conciencia "pura" no existe, el innatismo es sólo una ilusión).

Dichas interpretaciones nos permitirán postular un concepto válido de experiencia (débil, humilde, honesta, temporal, inestable y por supuesto subjetiva) que integre la autonomía participativa de los diferentes elementos mediante su relación dialéctica. Las autonomías cognitivas de la mente y los sentidos determinan una identidad

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flexible en sus derivados cognoscitivos, afirmándose siempre en la negación de cualquier posible absolutización atemporal de no importa qué fundamento. Esa "objetivización" temporal, inestable y subjetiva la conocemos históricamente los que por voluntad (sensorialidad) y razón (mente-conciencia): es su interdependencia dialéctica inmanente la que conforma el acontecimiento de la consciencia.

5.1. La sensación y los sentidos.

En este apartado investigamos sobre la autonomía de la sensación y los sentidos respecto de la mente, autonomía de lo empírico respecto de lo científico. Primero definimos sensación como vibración energética emitida por el dinamismo cambiante del todo físico-químico y percibida por medio de los sentidos. Es por ello que antes introduciamos diversas afirmaciones intuitivas e intelectivas sobre la veracidad no falsa de dicha evidente necesidad, incluyendo la posibilidad de profundización científica mediante el estudio de la glándula pineal. Si nada escapa a la energía, el todo es un haz de sensaciones (*teoría cuántica de cuerdas y supercuerdas). La sensación de realidad como aprehensión física rebela nuestra relación primaria e inmanente de unión con el todo (ser-arrojado, cosa-realidad). Afirmamos que el fenómeno primario que conmueve las realidades refiere al carácter real de las pulsiones, interpretando el orgasmo como afirmación reina de dicho carácter primario de las pulsiones.

Cada uno de los diferentes sentidos recepciona (trata de ontizar) una caracterísitica del impulso energético. Comprendiendo la nada como trasfondo del ser dicho proceso supondría por ejemplo entender el mar como conjunto de aguas individuales, una sin-razón fácil de comprender, pero no nos queda otra si queremos avanzar. Es obvio y formalmente lógica la comprensión de que la intuición existe como carácter ontológico como carácter ontológico de los sentidos, como 6º sentido, como éter hablando en relación a los elementos, recogiendo todo el exceso sensorial que desechan los sentidos orgánicos e interpretando dicho mundo sensorial como un todo indivisible, considerando el mar y el agua como partes de un todo indivisible. Además desde el verano de 2012 tenemos la confirmación de la existencia del campo de Higgs, comprensión que nos ayuda en la construcción conceptual de un supuesto todo inmanente preponderante frente a las supuestas sustancias elementales. Entendemos que ni los sentidos reciben la totalidad del mundo sensorial ni que la mente recepciona la totalidad de la carga sensorial de los sentidos, de ahí que exista algo a lo que Freud llama subconsciente, donde deambulan las sensaciones percibidas y no etiquetadas, atrapadas en el tramo que va de los sentidos a la mente. La mente elige las sensaciones convenientes a su observación particular y las etiqueta en relación a su contenido ideológico (imágenes, fenómenos simples), poniéndolas a disposición de la conciencia para formar fenómenos complejos, los cualés ejercen una determinación de vuelta sobre la mente y su atención sobre los sentidos. Alcanzando mayor profundidad aunque sin la necesidad actual de llegar hasta ella nos hacemos eco de las interpretaciones teosóficas que afirman la existencia de 7 sentidos, interpretando la concentración como 6º sentido y a la trinidad como el 7º.

La conciencia se encarga de relacionar los fenómenos simples que construye la mente en su relación natural con el potencial gnoseológico primario que atribuimos a las sensaciones, desarrollando la capacidad de interpretación que ofrecen los fenómenos complejos, tratando así de recoger los matices cercenados por la mente y su ideología temporal. La conciencia se encargaría de reificar los fenómenos simples que nos aportan las imágenes mentales, relacionando dichas "entidades" con su radicalidad sensorial ontológica. Aquí el pensamiento ejerce de logos conformando y relacionando los fenómenos complejos, aquellos que estamos entendiendo como fenómenos de conciencia. Es precisamente la metafísica la que considera erróneamente a la ideología mental (fenómenos simples) como fenómenos de conciencia, produciendo la consecuente ontización de la conciencia como razón pura, postulando la existencia del concepto universal mediante la negación de la verdadera complejidad a la que nos aboca el raciocinio y su racionalidad. Por ello estamos en condiciones de bautizar a la conciencia como ente ontológico, afirmando su carácter óntico (mente, fenómenos simples) pero realzando por encima de éste la placentera posibilidad de ontologizar dichas imágenes mentales por medio de la investigación de sus relaciones respecto a la radicalidad

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sensorial de dichos fenómenos simples, afirmando el mundo de los fenómenos complejos de la conciencia como el mundo de la racionalidad y el pensamiento, como el mundo de la filosofía, la ciencia y el arte, pues el ente ontológico representa la culminación dialéctica entre sensación de realidad (intencionalidad primaria) y realidad de la sensación (conciencia como oposición entre mente y consciencia sensorial). Concluimos entonces la interpretación de la ontología como oposición entre cuerpo, mente y consciencia, e interpretamos la metafísica como independencia mental bajo el yugo matemático (fundamento lógico de la razón pura).

El proyecto Aletheia como intento de sistematización cualitativa del conocimiento científico (tratado de filosofía no-enciclopédico) requiere de una profundización especializada en las diferentes temáticas que afrontamos, por lo lógicamente las puertas del conocimiento quedan abiertas propiciando una reorientación continua del carácter global del proyecto, reforzado por los avances y sugestiones continuas que nos llegan desde la mecánica cuántica y su teoría del campo unificado. Para ello me esfuerzo en ofrecer en la medida de mis posibilidades y ateniéndome a mis propias limitaciones una serie de referencias y comentarios que carecen de dogmatismo, que intentan abrir las posibilidades sin determinar sus resultados objetivos; de hecho lo venimos haciendo desde el comienzo del escrito. En relación a la temática de este apartado recomendamos la profundización mediante las interpretaciones de Gilles Deleuze y del pintor Francis Bacon sobre "lógica de la sensación", sin olvidar nuestra biblia particular: la Metafísica de Aristóteles. Yo personalmente seguiré profundizando en una afirmación que me sorprende mucho y de la que no tengo ahora referencias sobre su fuente original, comprensión que afirma en relación a la aparición de la consciencia particular desde una perspectiva biológica que somos seres embrionarios (no completamente conscientes) hasta los 24 años.

Pronto nos preguntaremos sobre qué es el empirismo, comenzando a comprenderlo ligeramente y de manera flexible y no literal como conocimiento sensible por medio de los sentidos. Todo apunta al 6º sentido como logos lógico-sensorial de la conciencia que trata de producir la suficiente concentración de la mente para que ésta se realice en su propio vacío. Cuando hablamos de concentración evidentemente no nos referimos a la memorización teórico-conceptual de multitud de fenómenos sino al desarrollo práctico del aspecto no-fenoménico de la mente, posibilidad de flexibilizar la mente como realización del vacío, posibilitando una concentración para el estudio en conjunto del ente. Por otro lado también vamos a trabajar el concepto de experiencia (leve, temporal, inestable, atribuyéndole el mismo estatuto que al fundamento que soporta el ente) desde la capacidad cognitiva y sus derivadas posibilidades lógico-simbólicas e interpretativas (cognoscitivas), proceso en el que participan la intuición, la deducción o la inducción (creatividad racional hipotética), invalidando la adecuación como imposibilidad científica del pensamiento metafísico, relegándola al status de expresión sentimental. Y cuando la sensorialidad se deja gobernar por la lógica mental de la razón pura, zas; se corta el hilo de la vida. Recordamos que la metafísica como inversión gnoseológica de la naturaleza (innatismo) difumina y malinterpreta nuestra comprensión del mundo (olvido del ser), negando nuestra autonomía cognitiva e imposibilitando nuestra capacidad cognoscitiva, torpedeando la construcción de una relación natural entre seres vitales que aporte cohesión y sentido a nuestro particular divagar cósmico.

5.2. El proceso mental.

Denominamos proceso mental a la acción apriorística de ontización (separación, selección, "desgarramiento") realizada por la mente con el fin de estructurar (filtrar) la información percibida por medio de los sentidos. La mente, en su continua ontización de lo ontológico, agrupa las diferentes sensaciones formando fenómenos simples (imágenes del "subconsciente"). La conciencia ejerce las relaciones entre fenómenos simples (mente) y el potencial primario de las sensaciones (sentidos) formando fenómenos complejos (consciencia) que tratan de construir relaciones entre dichas imágenes y su radicalidad sensorial, dando como resultado al pensamiento como hermenéutica, como capacidad interpretativa que relaciona los fenómenos complejos. Existe una dialéctica gnoseológica primaria entre las sensaciones o mundo energético-sensorial y los sentidos (sensación de realidad); también existe una dialéctica cognitiva apriorística entre los sentidos y la mente (de lo ontológico a lo óntico, de lo concreto a lo abstracto, de las

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impresiones al concepto); y por último existe una posibilidad dialéctica de carácter cognoscitivo entre la consciencia y el conjunto formado por la mente-sentidos en su camino de vuelta al todo (realidad de la sensación, de lo óntico a lo ontológico). La mente representa la síntesis espiritual, y la consciencia y los sentidos representan la contradicción anímica del ser-aquí-ahora como acontecimiento, percibiendo la limitación metafísica de Hegel cuando identifica "Espíritu Absoluto" como síntesis de las contradicciones espirituales.

La metafísica eleva el carácter óntico de la conciencia (mente) sobre el carácter ontológico de ésta (consciencia), imposibilitando la relación natural entre los fenómenos y su trascendentalidad inmanente. Así no es posible el conocimiento, y menos el conocimiento verdadero como realidad, entendiendo realidad como conocimiento parcial de lo real. En el apartado teológico sobre el ente ontológico estudiaremos la relación entre limitación fenoménica y posible trascendentalidad inmanente de dicha limitación, posibilidad fundamentada por la radicalidad dialéctica de la gnoseología primaria. Sobre estas comprensiones como base estamos forjando el concepto ontológico de razón, concepto denostado y trivializado hasta su deformación por el pensamiento metafísico. La metafísica, que antepone el carácter óntico de la conciencia sobre la radicalidad ontológica de ésta, provoca la estaticidad mental (afección metafísica) representando la saturación de la conciencia, postulando una razón estática, ideológica y conservadora basada en el miedo que produce la ignorancia del ser y la ausencia de fundamento que determina la nada como verdadero trasfondo de lo real, asfixiándose en la ilusoria independencia únicamente sostenible mediante la fe como negación de las contradicciones vitales. Ante esto la ontología desarrolla un concepto de razón basado en la posibilidad natural de una síntesis temporal determinada por las basculaciones dialécticas de la consciencia como oposición no-violenta entre sensación de realidad y realidad de la sensación.

Desde la ontología comprendemos el concepto budista del vacío de la mente como lo contrario a la saturación ideológica de la metafísica (materialismo intelectual). La autonomía cognitiva de la mente ejerce como fundamento de la posibilidad lógica del pensamiento, de la posibilidad de un pensamiento científico, afirmando que la mente no es contenido sino continente. La consciencia sería una libre y natural fluencia de las sensaciones captadas por los sentidos, representando el estadio sublime de la mente en su amplitud óptima de flujo, liberada de los filtros ideológicos de la razón pura, la cual niega la naturaleza y su fenomenología de carácter ontológico. La posibilidad de comprender ontológicamente la conciencia conforma la razón como temporalidad, como ser-aquí-ahora-consciencia, minimizando así la imperancia óntica de la mente como razón pura.

5.3. Experiencia como simbiosis elemental.

Una vez desarrolladas las autonomías de los sentidos y la mente podemos dibujar un difuminado concepto de experiencia, débil, humilde, honesto, flexible, temporal, inestable, como simbiosis elemental basada en la relación entre fenómenos simples y fenómenos complejos. La experiencia como fenómeno de carácter ontológico es creada por la conciencia como síntesis temporal que identifica a los fenómenos complejos con su radicalidad sensorial por medio de los fenómenos simples. La experiencia representa la ontización ni primaria ni apriorística sino posible del conocimiento, punto de partida del pensamiento como cultura del conocimiento. Llamamos experiencia a los nuevos fenómenos simples (más verdaderos) que nos llegan a la conciencia tras la deconstrucción de los fenómenos complejos, relacionándolos así con su radicalidad sensorial: no nos referimos entonces ni a los fenómenos complejos ni a la capacidad cognoscitiva de la conciencia para interpretar dichos fenómenos sino a la deconstrucción llevada a cabo por la conciencia tras el despliegue inicial de la sensorialidad consciente, propiciando así una cognitividad mental renovada que se vuelca sobre su contenido sensorial y que sirve de base temporal para las interpretaciones cognoscitivas de los fenómenos complejos (fenómenos de conciencia). Lógicamente estamos afirmando que la cognitividad mental apriorística conforma en cierta manera la experiencia, pero lo único que queremos que quede claro es que nos hacemos eco de las trampas construidas por la metafísica como razón pura, por lo que también debemos evitar confundir interpretación con experiencia. Nos afirmamos en que la experiencia no es síntesis

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apriorística, sino posibilidad de la conciencia posibilitada por la consciencia, comprendiendo así la metafísica como negación de la posibilidad de experiencia, asumiendo la derivada ilusión de una mente aislada tanto de los sentidos como de su posible sublimación por medio de la consciencia. Reconozco que afirmarnos en la experiencia supone atribuir contenido a lo que aparentemente no tiene, pero es precisamente la autonomía cognitiva la que nos permite llevar a cabo dicha operación comprendiendo su verdadero estatuto, no absolutizando el ser pero tampoco absolutizando la nada.

"Preguntar por la verdad de nuestra experiencia es preguntar, pues, sobre todo, cómo la apariencia y el error son posibles. Con nuestra razón creativa hemos configurado un entramado de esquemas y de conceptos con los que hemos sido capaces de construir la regularidad de un mundo de acontecimientos previsibles y de leyes estables. Pero este entramado de conceptos no es otra cosa que el resultado final de múltiples interpretaciones de estímulos corporales por parte de dispositivos pulsionales de muchos individuos. Nuestras creencias, valores, apreciaciones, todo lo que contiene nuestra concepción general del mundo y a partir de lo que se estructura el tejido de nuestra experiencia no son originariamente más que creaciones de la razón fabuladora a instancias de determinados impulsos que inventan causas a modo de interpretaciones de estímulos corporales. Las representaciones mismas del espacio y el tiempo las producimos nosotros".(La experiencia dionisiaca del mundo, Sánchez Meca).

Sabemos que Nieztsche tiene razón, y por supuesto nos hacemos eco de ello primordialmente por medio de las Culturas orientales, desde el taoísmo hasta el zen pasando por el budismo, comprendiendo que es cuasi ilusorio el conocimiento estático de la fenomenología material, lo que conllevaría una cierta absolutización de una determina razón. No te bañarás dos veces en el mismo río, nos recuerda Heráclito. Pero precisamente afirmamos que la nada es activa frente a la pasividad del ser en pos de posibilitar la temporalidad sintética de todo lo que posiblemente puede existir, no rechazando por ende la posibilidad de aportar cierta parcialidad verdadera a la experiencia como nexo conceptual con la intuición del uno. No absolutizamos la experiencia pero tampoco absolutizamos la ausencia total de experiencia. Sólamente queremos afirmar que la experiencia tiene una validez temporal que colabora en nuestro camino hacia el conocimiento. Anteriormente hemos reconocido que existe teleología del espíritu y que ésta se expresa en los niveles de conciencia, afirmando que la consciencia de la propia conciencia siempre va en aumento, nunca en detrimento, aceptando que dentro de un nivel su desarrollo es variable, aceptando ondulaciones de la consciencia dentro de unos márgenes simbólicos. Por ello estamos adjetivando la naturaleza de theológica haciéndonos eco de su inmanente tendencia cultural hacia el conocimiento, sin por ello afirmar que dicha ascensión obedezca a procesos mecánicos; esto representaría el fin de la historia como salvación metafísica. Es obvio que sin el conocimiento científico no podría comprenderse lo real ni sus realidades particulares y viceversa, sólo pudieran intuirse sin llegar nunca a establecer unos cimientos sólidos desde los que proyectarnos hacia nuestras posibilidades de sublimación tanto física como psíquica. Reconocemos una parcialidad verdadera de la razón precisamente como racionalidad, como proceso y no como resultado objetivo, verdaderamente temporal e inestable, y basándonos en ello relacionamos al ser con lo inteligible por medio de la temporalidad de la razón y su cognoscibilidad por medio de la sensorialidad atemporal de los sentidos. Sea como sea tratamos de participar junto a Zubiri de una noología radical, idenficando a la noesis con los sentidos, al noema con la síntesis temporal coordinada por la mente y a la noergia como proceso que se da en la conciencia.

"Por eso, esta filología como arte de leer bien el cuerpo deja planteadas, sobre todo, las siguientes tres condiciones de su adecuado ejercicio: en primer lugar, el de la comprensión de los productos de la experiencia como traducciones impropias de nuestros impulsos; en segundo lugar, puesto que es el cuerpo el que en último término interpreta, se plantea el problema de la salud y la enfermedad como determinantes de la calidad y el valor de la interpretación; por último, en el ejercicio mismo de la práctica filológica como cometido principal del filósofo, es preciso explicitar cómo funciona y se aplica el criterio de honestidad filológica".(La experiencia dionisiaca del mundo, Sánchez Meca).

El pensamiento y la inteligencia están basados en la experiencia cognitiva, comprendiendo que ésta sólamente conforma una parcialidad más o menos verdadera, la cual colabora en la estructuración de una visión poliédrica de lo

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real y sus realidades (aletheia como poliedro de la verdad). El pensamiento refiere a la determinación cognitiva de la conciencia como cognoscitividad, trabajando en la limpieza, el mantenimiento óptimo y la posible ampliación del flujo mental en relación con las tareas del pensar: la comprensión activo-cinética y la contemplación pasivo-dinámica. La inteligencia representa la capacidad racional de análisis lógico sobre la sensorialidad mental que llega a la conciencia en forma de fenómeno complejo; es decir, la inteligencia refiere a la capacidad de relación entre diversos fenómenos complejos que a su vez son relacionados con la radicalidad sensorial de los fenómenos simples. Pensamiento e inteligencia son conceptos que representan la autonomía de la conciencia respecto de los sentidos y la mente.

Hemos reconocido nuestro posicionamiento junto a Zubiri y su inteligencia sentiente, especialmente cuando éste se posiciona frente a Fichte identificando a la consciencia como principio del conocimiento. Sólo se encuentra lo que se busca, afirmación que muestra las determinaciones insalvables de la conciencia sobre la mente. Dichas comprensiones nos ayudan a comprender a Deleuze cuando afirma que la inteligencia no es la solución de problemas sino la creación de preguntas acertadas. O también colabora en matizar la afirmación de Hartmann cuando nos habla de que la inteligencia es la capacidad de adaptar los medios a los fines, en contra de la interpretación metafísico-fascista de la inteligencia como resolución de conflictos. Yo matizo y potencio la comprensión de la inteligencia como identificación de medios y fines, haciéndome eco de que el conocimiento no es fin sino medio, cerciorándonos de las afirmaciones teosóficas que nos recuerdan que el objeto del ser humano es el acto y no el pensamiento, por noble que éste pueda llegar a ser.

"Siguiendo de cerca ciertas ideas de Bergson, Deleuze denuncia la complicidad del concepto tradicional de inteligencia con el predominio exclusivo de las representaciones espaciales y, por tanto, la imposibilidad de pensar en términos de duración: Bergson cuestiona el orden de las necesidades, de la acción y de la sociedad, que nos inclina a retener de las cosas sólo lo que nos interesa; cuestiona el orden de la inteligencia en su afinidad natural con el espacio; y cuestiona el orden de las ideas generales que acaban por recubrir las diferencias de la naturaleza".(La experiencia dionisiaca del mundo, Sánchez Meca).

Las interacciones fundamentales que determinan la experiencia y colaboran en la construcción del conocimiento como capacidad de interpretación son 3 principalmente: primero tenemos a la intuición como nexo ontológico con el uno; luego tenemos la deducción como proceso lógico-matemático descendente (verdad superior engloba verdades inferiores); y por último comprendemos la inducción como lógica ascendente basada en la creatividad hipotética que propicia la lógica simbólica (verdades inferiores buscan una verdad superior). La deducción busca la confirmación empírica de la evidencia, y la inducción busca la confirmación científica del hecho empírico. La metafísica como adecuación del conocimiento supone una imposibilidad científica, ayudando a confundir la contemplación del mundo sensorial con la contemplación ideológica de la mente, independizando ésta y eliminando el nexo natural con el todo, produciendo incomprensión acerca de la realidad y sus fenómenos culturales.

Como bien apunta Teresa Oñate en su seminario sobre el nacimiento de la filosofía en grecia la inducción es limitada sin el uno como nexo, afirmando así al nous como intuición intelectual frente a Kant, que afirma que sólo existen intuiciones sensibles. Averroes también construye el proceso de conocimiento en 3 pasos: sentir, imaginar y captación de los universales, afirmando que no hay ciencia de lo universal sino sólo de lo concreto. Al fin y al cabo sólo nos queda comprender que el conocimiento se basa en sensibilidad y linguisticidad, entendiendo el mundo como una continua divergencia y convergencia de los distintos saberes.

"El nuevo pensamiento crítico sustituye, en definitiva, las categorías y las clasificaciones estáticas (fijadas en la identidad que se deriva de la repetición de lo mismo, de lo semejante y de lo idéntico), por la diferencia y la repetición del pensamiento sin imagen, siempre dinámico, un pensamiento del acontecimiento puro tal como Deleuze se esfuerza en describirlo en Lógica del sentido. (...) En definitiva, la interpretación , como desciframiento, explicación o traducción de signos a partir de las relaciones de fuerza que lo

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sostienen, es inseparable de ese esfuerzo de invención que Deleuze caracteriza como arte de adivinar las superficies: La interpretación adivinatoria consiste en la relación entre acontecimiento puro (todavía no efectuado) y la profundidad de los cuerpos, las acciones y las pasiones corporales de donde resulta".(La experiencia dionisiaca del mundo, Sánchez Meca).

5.4. Voluntad y razón.

Hemos descrito ya la autonomía cognitiva de los sentidos y la mente, dibujando la experiencia como relación dialéctica de la conciencia con ambas autonomías. Ahora derivamos de la autonomía del instinto y la mente los conceptos de voluntad y razón desde un plano cognoscitivo.

Desde la perspectiva que poco a poco estamos construyendo entendemos por voluntad el fenomenismo cognoscitivo resultante de la autonomía que goza la cognición sensorial, interpretando dicha voluntad como orientación energética del instinto. La voluntad intuye sin comprender oponiendo la práctica a la teoría. Por otro lado entendemos la razón como representación cognoscitiva de la autonomía que goza la cognición mental, basándonos en la temporalidad lógico-formal que propicia la conciencia, entendiendo a la razón como comprensión al margen de la intuición, oponiendo así la teoría a la práctica.

Desde dicho paradigma queremos comprender la voluntad de poder nietzscheana no como un antropologismo ontoteológico sino como apercibimiento que descubre las determinaciones inmanentes que colaboran en la construcción de la mente y la conciencia, entendiendo dicho principio como filosofía del ser humano y no como antropologización del kosmos. Nietzsche, frente a la crítica de Heidegger a éste, habla de lo que puede ser hablado y no por ello recae en la ontoteología metafísica, pues el primero habla clara y esplícitamente sobre el eterno retorno como motor de lo real, eterno retorno que propicia una voluntad de poder-ser en el ámbito humano, adjetivando así lo único que puede ser caracterizado. Incluso atribuimos cierta razón a Shopenhauer cuando habla de voluntad como representación del mundo, pues aunque la metafísica no quiera es la voluntad la que domina el pensamiento y nunca al contrario, colaborando a comprender el estatuto sentimental de la razón puro como resultado del miedo a la ignorancia y la falta de fundamento absoluto para el ente. Es por ello que volvemos a repetir que la ontología es irracionalidad racional frente a la metafísica como racionalidad irracional. No es posible la independencia de la mente como falsa conciencia respecto de su radicalidad sensorial, dicha independencia es pura ilusión. Y es precisamente por ello que la metafísica en última instancia se asienta en el concepto de fe, fe como voluntad de negar lo real y su trasfondo trágico-libertario como actividad de la nada frente a la pasividad del ser. Existo, y ya que tengo que existir disfruto de la posibilidad que se me ofrece, que es el pensamiento como pensar, como acción, como verbo y no como ilusiorio innatismo que trata de negar la responsabilidad que me aporta dicha capacidad, capacidad de elegir libremente, entendiendo dicha libertad de elección como obligación que clama a la responsabilidad de mis actos y sus consecuencias sobre mí y el entorno que me rodea.

Estamos interpretando que la metafísica comprende la voluntad como fenómeno, relacionando fe con idea, con concepto universal, con la ilusión de una razón pura, suponiendo una negación del carácter ontológico del instinto, de la mente y también de la conciencia, tratando de construir un muro que diferencie lo cognitivo de lo gnoseológico (sensorialidad del instinto) y de lo cognoscitivo (racionalidad). La estaticidad mental que propone la metafísica trabaja en el intento de absorber las funciones propias del instinto, trasformando la voluntad en esfuerzo ideológico de la mente (lo que entendemos ontológicamente por fe), provocando una afección que deteriora el funcionamiento natural de la conciencia como falseador de todos los fundamentos eidéticos que tratan de erigirse como regidor absoluto de lo real. Dicho proceso forzoso termina convirtiendo la axiología ontológica propia de la racionalidad consciente en ideología fenoménica, en materialismo intelectual, confundiendo lo temporal (razón) con lo permanente (racionalidad) y por ende lo permanente (racionalidad) con lo temporal (razón), frenando y deteriorando el desarrollo evolutivo natural, y atribuyendo un estatuto cognoscitivo al ser humano que lo iguala al mundo animal.

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Es por ello que la metafísica, además de que trata de erigirse como verdad del mundo, se interpreta bajo la obligación moral de combatir violentamente todo lo que no sea metafísica, identificando a la racionalidad y la diversidad vital como enemigos públicos.

Desde la ontología no queda otra que interpreta la posibilidad temporal de la razón como una manifestación más o menos objetiva de la voluntad, obligándonos siempre a seguir pensando y a seguir ampliando la realidad de nuestra conciencia particular. La razón conlleva inherentemente el dinamismo interno como pensamiento mismo, haciéndonos eco de las afirmaciones de Gaston Bachelard cuando habla de materialismo racional, identificando al materialismo con el empirismo y al idealismo con el racionalismo. Esto le lleva a comprender efectivamente que la ciencia no produce verdad como piensa la metafísica, sino que propicia cierta capacidad para preguntar mejor. Desde posiciones similares Felix Guattari niega la comprensión metafísica del inconsciente como algo a reprimir, sino que lo interpreta como procesual y no estructural, afirmando que la subjetividad no es algo dado sino formado.

Ahora hemos confrontado razón como racionalidad frente a voluntad desde un plano cognoscitivo en directa relación con sus determinaciones cognitivas, propiciando que en el apartado linguístico profundizemos un poco más en el concepto ontológico de razón (objetiva, resultante) que aquí estamos construyendo: razón dinámica como razón temporal, más en sintonía con una epistemología cognoscitiva que con sus determinaciones cognitivas. También poco a poco vamos vislumbrando una conceptualización más ontológica de lo que entendemos por capacidad crítica, comenzando a comprender ésta como capacidad racional de oposición cognoscitiva, complementariedad dialógica e intersubjetiva del conocimiento. La capacidad crítica refiere más al desvelamiento de la veracidad parcial que encierran las diversas realidad que al descubrimiento de falacias lógicas con la pretensión absolutista de negar todo el proceso cognoscitivo. Es precisamente así como entendemos la metafísica, como ataque voraz a todo lo que no es razón pura. Es por ello que existe un periódico español de tendencia metafísica que se auto-denomina "La razón", que debiera llamarse filosóficamente "La razón-pura", pues dedica sus páginas al acoso y derribo de todo lo que no se presenta como monopensamiento fascistoide. Gracias a la construcción ontológica de una perspectiva hermenéutica estamos apreciando como todo se ordena hacia la integración de la diversidad todo bajo las verdades superiores que propicia el uno-modal que determina la transversalidad dialéctica de lo real.

No aceptamos las conclusiones metafísicas ni aplicamos una exclusión cognoscitiva a la diversidad de la Naturaleza que nos rodea, lo que mecánicamente nos conllevaría a la sin-razón del escepticismo y a su consecuente imposibilidad de avance hacia un conocimiento real de la conciencia como realidad particular, actividad prioritaria en la lucha contra el fascismo pero no contra el fascismo institucional sino contra las semillas fascistas que germinan en nuestro interior y que cooperan con la permisividad de un posible fascismo institucional: sólo puede aceptarse la indignidad que en última instancia se atrinchera en nuestro interior. Es por ello que muchos progresistas siguen proclamando en su lucha contra el mal gobierno su dolor por la pérdida del estado de bienestar, ese estado que se nutre del subdesarrollo de gran parte de la población mundial.

6. TEORÍA DEL CONOCIMIENTO.

"Lo propio de la filosofía moderna fue el desarrollo del método científico y la aplicación de sus resultados al desarrollo de la técnica y de la industria. Ante esta evolución, el pensamiento de Hegel representaba un elemento de discontinuidad, pues subordinaba decididamente la racionalidad analítica, empirista, técnica y lógica a una razón más amplia, y restablecía una serie de filosofemas que la ciencia moderna rechazaba: finalismo en la naturaleza, correspondencia de realidad y razón, primacía de un saber discursivo y dialéctico sobre el saber lógico-matemático, valoración del lenguaje natural como fuente de verdad y de ciencia, relación teórica y no operatoria con lo real material, etc".(Teoría del conocimiento, Sánchez Meca).

La teoría del conocimiento refiere al estudio epistemológico del logos que relaciona a la conciencia-razón (temporal)

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con el ser y la nada. Dicha relación-logos refiere al objeto y las funciones de la epistemología una vez construidos los pilares ontológicos que sustentan la ciencia como posibilidad de conocimiento temporal más o menos verdadero. Nos reafirmamos junto a Gaston Blanchard que la ciencia no es objeto sino medio, no produce saber sino que persigue mejorar la forma de cuestionarnos nuestras propias realidades. La teoría del conocimiento no se ocupa de la posibilidad del conocimiento, la cual ha sido desarrollada mediante el estatuto ontológico de la intuición gnoseológica, sino que se ocupa de la posibilidad del conocimiento verdadero mediante inducciones cognitivas que reafirman la posibilidad de conocimiento científico como deducción cognoscitiva, como unión fraternal entre lógica matemática y lógica simbólica. La teoría del conocimiento como epistemología trabaja la relación entre la ontología fundamental y sus regionalidades teológicas, ejerciendo de puente científico transitable en ambos sentidos.

"Se dice a menudo que el hacer de los filósofos cae en dos grandes categorías generales. La primera se interesa por las áreas individuales del conocimiento y la experiencia; en nuestro caso el área de interés es la ciencia. Aquí la tarea del filósofo es analizar cuestiones conceptuales y metodológicas. (...) Pero los filósofos realizan asimismo otro tipo de trabajo. Su segunda tarea general es investigar cómo encajan las diversas áreas individuales del conocimiento y la experiencia, dónde podrían residir sus límites, para obtener una visión del conjunto".(Introducción a la filosofía de la ciencia, K. Lambert y G. Brittan).

A continuación estudiaremos los elementos que participan en la construcción de un conocimiento temporal y parcialmente verdadero (o mejor dicho no-falso por el momento), representado por los fenómenos complejos que a lo largo de las historias han conformado la conciencia colectiva. Ahora dejamos atrás la ontología del conocimiento gnoseológico para seguir nuestro paulatino descenso a la tierra. Encaramos la matización de las relaciones que mantienen conceptos tradicionales como conocimiento empírico o conocimiento científico, y estudiamos el desarrollo evolutivo de éstos desde una perspectiva hermenéutica, enfatizando la forma metodológica de conocimiento sobre sus posibles resultados objetivos. También vamos a desglosar la filosofía del conocimiento matemático como base y demostración de la posibilidad científica, y también trabajaremos su relación respecto de la física y la química, propiciando así la posibilidad de una lógica simbólica de carácter científico. Por último profundizaremos en las posibilidades formales que nos ofrece la conciencia como "entidad", siempre afirmando la temporalidad no-falsa de lo que comprendemos como episteme simbólica, la cual se apoya científicamente en la sofisticación alcanzada por la episteme matemática.

"Se dice con razón que las convicciones no tienen derecho alguno de ciudadanía en la ciencia. Sólo cuando se resuelven a descender a la modestia de una hipótesis, de una previa posición para una prueba, de una ficción normativa, puede concedérseles la entrada y un cierto valor dentro del imperio del conocimiento (en todo caso bajo la limitación de permanecer bajo vigilancia policial, bajo la policía de la desconfianza). Pero esto, si se considera más exactamente, ¿no quiere decir que sólo cuando la convicción deja de serlo le es permitido conseguir su acceso a la ciencia? ¿No comienza el cultivo del espíritu científico cuando uno no se permite ya más convicciones?... Así es probablemente".(El gay saber, Nietzsche).

6.1. Empirismo y ciencia.

Desde la perspectiva científica que estamos construyendo lenta pero eficazmente entendemos básicamente por empirismo al conocimiento adquirido por medio de los sentidos, el cual se asienta como hemos reconocido anteriormente en una comprensión de la radicalidad sensorial del proceso cognitivo por medio de su estatuto gnoseológico. Interpretamos el conocimiento empírico como hecho físico-químico percibido por los sentidos, que se presenta a la conciencia como fenómeno simple por medio de los fenómenos simples que permite la mente. Al enfrentar por oposición al empirismo con el conocimiento científico (simbólico-intelectual), estamos reconociendo que en el conocimiento empírico participa la mente como filtro apriorístico y fuente natural de las imágenes que más tarde pululan de manera colectiva en la conciencia, comprendiendo así junto a Felix Guattari la inherencia del

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subconsciente en la formación de la conciencia, no como un factor extrínseco a "regir/controlar" sino con la intención de armonizarlo dentro una totalidad procesual del conocimiento.

Hemos afirmado ya que no negamos la existencia de una intencionalidad modal determinante en la selección de fenómenos simples por parte de la mente, sin por ello afirmar lo trascendente por encima de lo inmanente, sino comprendiendo que no hay algo al margen de su opuesto, confirmando placenteramente que no puede existir trascendencia sin inmanencia, posicionándonos junto a la filosofía como libre-pensamiento en su negación de una divinidad extrínseca a nosotros. Por ende comprendemos que la mente-conciencia no asegura por sí misma el conocimiento científico (innatismo), atribuyéndole a dicho conocimiento un carácter procesual de auto-construcción continua, por lo que concluimos que el conocimiento empírico es un conocimiento siempre emergente, ni estático ni objetivo, en oposición a la ciencia que tiende a la atemporalidad y a una cierta y limitada objetividad nunca realizable de modo absoluto.

Por todo ello y más entendemos la ciencia como conocimiento conceptual del ser por medio de la capacidad lógica que propicia la conciencia, basándose en la posibilidad cognoscitiva de la abstracción de los "universales" que atraviesa la diversidad de lo concreto. Recordamos que en el proceso en el que construimos nuestra realidad de la sensación la conciencia emerge como relación simbiótica entre el instinto y la mente bajo una modalidad unitaria, ya que las sensaciones de los sentidos son inseparables de los filtros mentales respecto de la cognoscitividad atribuida a la conciencia. Dicho apriorismo determina al conocimiento científico como conocimiento simbólico de las leyes naturales, conocimiento fundado por la periodicidad de la Naturaleza y asentado como posibilidad real en su dialéctico fundamento gnoseológico (posibilidad del conocimiento) y cognitivo (posibilidad de conocimiento parcialmente verdadero o no-falso momentáneamente). Repetimos la obvia evidencia intelectual que existe ciencia porque existe periodicidad en la Naturaleza; la física y las ciencias especializadas no son una ilusión de nuestras limitadas mentes.

La ciencia refiere al conocimiento radical de la realidad, refiere al conocimiento de las relaciones dialécticas (ontología fundamental) y categoriales (ontologías regionales). La ciencia es un conocimiento ciertamente objetivo de la realidad, atemporalidad parcial basada en la exactitud matemática que conforma la materialidad fenoménica y su legislatorio carácter químico (la matemática se opone a la física por medio de la química). Dicha base matemática de la materialidad fenoménica se proyecta hacia la auto-fundamentación de las posibilidades reales por medio de las interacciones que mantiene ésta con la física y química, las cuales se convierten en conocimiento temporalmente objetivo por medio de la entidad capaz de conocer, entrando así la biología en juego como apriorismo cognoscitivo y negando de camino la dicotomía metafísica tradicional entre sujeto y objeto. Esto mismo afirma la mecánica cuántica por medio del reconocimiento de la conciencia, lo afirma Einstein (todo depende del observador) y también Buda (el espíritu crea el mundo), y también lo afirma de manera sublime uno de los intelectos más brillantes que nos ha ofrecido la humanidad: Goethe por medio de su teoría del color.

Dividimos el conocimiento epistemológico para reconocer la autonomía de las sensaciones y la mente respecto de la conciencia, pero concluimos que la ciencia es conocimiento empírico-simbólico, afirmando la radicalidad de ésta en el conocimiento sensorial de lo real por medio de las realidades abstractas de la conciencia. Esto significa que la ciencia tiene radicalidad empírica, y que el empirismo en parte no se encuentra al margen de la síntesis cognoscitiva que determina la conciencia del observador. Si la ciencia es trascendentalidad intelectual, el empirismo es inmanencia sensorial. La única diferencia es que el conocimiento empírico no se da en el mismo nivel que el científico, por ello sólo son apreciables dichos fenómenos (empíricos y científicos) por medio de sus respectivas determinaciones onto-epistemológicas. El empirismo es contenido, la ciencia es continente: lógica, propedéutica, methodos epistemológico. Las matemáticas demuestran que todo lo empírico es científico, pero no todo lo científico es empírico, admitiendo que la lógica refiere a la capacidad lógico-intelectiva del ser humano. Admitimos también que parcialmente las realidades

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son número, pero no puede aplicarse dicha determinación de igual forma a lo energético-sensible. Nos afirmamos en que no todo lo científico es empírico confirmando que la ciencia sólo es parcialmente empírica; lo abstracto sólo es verificable por medio de sus parcialidades concretas, lo que determina concluyendo que la ciencia no produce verdad sino que busca preguntar mejor: la ciencia no sería más que la construcción de un criterio de falsación de las afirmaciones que se presentan como verdad, relacionando así su carácter ontológico a las contradicciones que conlleva la nada como principio activo. Por último entenderíamos que las matemáticas representan la parcialidad lógica de las relaciones fenoménicas, quedando a la física y a la química el intento de apropiación cognoscitiva de lo real como lo energético-sensible.

Decimos que la realidad última se conforma alrededor de lo sensorial, entendiendo lo sensorial como lo energético, como lo real. La objetividad temporal del conocimiento científico erigida jerarquía cognoscitiva representa la determinación de la mente por medio de la consciencia y no por medio de la conciencia eidética (razón pura, falsa conciencia), apoyando de esta manera la construcción de una modalidad de conciencia orientada hacia la obtención de la máxima pureza del mundo sensorial que fluye armoniosamente atravesando el vacío mental que posibilitan los acontecimientos de la consciencia. Ahí el límite vital y nuestra propia posibilidad de superación, lo que venimos entendiendo como diferencia ontológica en el ámbito epistemológico, como eterno retorno de las imposibilidades cognoscitivas, sin por ello imposibilitar una realización vital plena en lo gnoseológico por medio de lo cognitivo. Todo lo cognoscible es inteligible, y viceversa de manera matizada, pues como hemos expuesto con anterioridad no se conoce de igual manera lo inteligible (unidad trascendental inmanente) que lo cognoscible (diversidad fenoménica): lo inteligible sólo es cognoscible por medio de sus parcialidades, afirmándonos en nuestra comprensión de que el "modo absoluto" no es cognoscible "absolutamente", imposibilitando así una fundamentación lógica de lo real, lo que por ende nos lleva a entender la verdad de manera poliédrica, aportando así un sentido coherente al concepto de perfección como gradación identitaria de la verdad-real respecto de las realidades particulares de la/s conciencia/s ónticas (mentalidades eidéticas, conceptualizaciones). Interpretamos que es en la consciencia como representación de lo real donde se produce el éxtasis de la auto-transformación, el ser del devenir, lo que estamos identificando como acontecimiento, como aletheia, como desvelamiento por medio de la acción, como acontecer, haciéndonos eco de que la intencionalidad primaria siempre mantiene su caótica pureza, afirmándose como objetivo supremo de la conciencia particular, suponiendo una meta-vuelta a empezar hacia lo que nos orientamos por "necesidad posible", abandonando precisamente el concepto metafísico de Dios como la "posible necesidad" respecto de la ignorancia intelectual de lo real de la que partimos.

Es precisamente la metafísica como hipóstasis ideológica de la conciencia la representación fenoménico-material de la imposibilidad misma de una fundamentación científica de la propia ciencia por medio de un fundamento formalmente lógico relacionado a la carencia de conocimiento empírico subjetivo, produciendo mediante las falacias de dicho pensamiento una horrenda identificación netamente contradictoria entre ciencia y concepto universal de carácter absoluto, postulado erigido a posteriori como razón pura. Es por ello que la metafísica afirma que todo es número, que todo es concepto y que existe una Verdad objetiva última (Dios), argumento que venimos deconstruyendo y que vamos a seguir discutiendo a lo largo de nuestra lucha teórica contra el pensamiento único y su moral fascista. Siguiendo nuestra propedéutica científica para el cuestionamiento de la realidad totalitaria que proclaman las Culturas teístas toca ahora preguntarnos sobre las relaciones que mantienen las 3 ciencias o ámbitos de estudio que aportan contenido a las variables interdependientes que conforman lo real: nos referimos a las matemáticas como lenguaje de la Naturaleza, y a la física y la química como lenguaje de la naturaleza Una vez desarrollado el estatuto científico de lo que venimos entendiendo por lo real (modalidad dialéctica de la existencia) estaríamos en condiciones de afrontar la evolución que supone dicha concepción conforme al resto de ciencias, especialmente a la biología, la cual requiere imperiosamente una perspectiva holística que integre la complejidad de los seres vivos como sistemas abiertos.

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Solo resta por preguntar, para que este cultivo pueda comenzar, si no ha de haber ya una convicción, y por cierto tan imperiosa e incondicional que se sacrifiquen por ella todas las restantes convicciones. Se ve que también la ciencia se apoya sobre una fe, no existe ciencia alguna «libre de presupuestos». La pregunta de si es necesaria la verdad, no solo tiene que responderse afirmativamente ya con anterioridad, sino que ha de afirmarse hasta el extremo de que con ello se expresa al mismo tiempo el juicio, la fe y la convicción de que «nada es más necesario que la verdad y todo lo demás, con relación a ella, tiene solamente un valor secundario».(El gay saber, Nietzsche).

6.2. Lenguaje de la Naturaleza.

Naturaleza y naturaleza son como uno, se encuentran en el mismo plano de existencia, juegan en sus propias posibilidades, cada una relativa al estilo de sus herramientas. Cada una tiene su lenguaje. La Naturaleza representa el carácter fenoménico de la naturaleza, y tiene a la ciencia matemática como lenguaje, representando así la materialidad de la existencia. Por otro lado la naturaleza tiene a la física y la química como lenguaje posible en el que conocer y expresar los primeros principios que conforman lo real (ser y nada), sustentando así la posibilidad de enlazar las entidades vitales por medio de la biología. Cuando tratamos de clasificar las ciencias estamos tratando la problemática desde un punto de vista didáctico, sin por ello tratar de independizar los ámbitos de conocimiento unos de otros. Es por ello que haciéndonos eco de la interrelación apriorística que mantienen los diferentes saberes interpretamos que de una determinada perspectiva las leyes matemáticas también representan la autonomía de la química respecto de la física, determinando así inmanente y culturalmente las posibilidades fenoménicas. Por ello podemos confirmar que las matemáticas representan el determinismo material de las posibilidades culturales resultantes, que no de la cultura en sí misma, interpretando las transformaciones culturales como un juego dialéctico de carácter físico-químico, cualidad y no cantidad calculada, no formalidad lógica de las posibilidades cuantitativas de lo sintético-material. Entonces las matemáticas se erigen como punto de partida hacia el conocimiento de la naturaleza; es por ello que Aristóteles pone tanto énfasis en la necesidad de fundar una epistemología científica que oriente al panteísmo pagano de sus antecesores.

No toda realidad fenoménica es número. Si no la lógica simbólica sería una ilusión. Ya hemos postulado anteriormente que los números son conceptos subjetivamente construidos y referencia constante a una supuesta independencia apriorística del todo mediante sus partes. Desde una epistemología ontológica entendemos que el número en sí representa la corporalidad percibida del ente, su aparente materialidad. Las matemáticas serían entonces un puente necesario hacia lo trascendental (carácter físico-energético) e inmanente (carácter químico-corporal), pero no iendo más allá de lo fenoménico, no pudiendo equipararse con la física, evitándose la absolutización matemática y formalmente lógica de la física. También de alguna manera la absolutización matemática representa la ilusoria superioridad potencial de lo químico-material respecto del carácter físico de lo real, convirtiéndose así en una forma metafísica más de negar el movimiento transformador original.

Creemos que la importancia y el éxito de las matemáticas residen en la copertenencia de ésta respecto de la física y la química, una copertenencia pacífico y no imperialista. Las matemáticas representan una parcialidad física y una parcialidad química, pero no pueden aportar contenido innato a lo que es continente. Es parcialidad dialéctica, adn apriorístico de la materialidad fenoménica, ya ni siquiera de la materialidad química, la cual escapa a la percepción humana. Todo lo epistemológico es número, pero es número en parte, conviviendo pacíficamente con la radicalidad ontológica que parcialmente conforma la epistemología (parcialidad ontológica fundamental). La metafísica comprende el número como eidós absoluto, ontizando así a la nada por medio del "Ser", ontizando así a la consciencia por medio del "Ente-Yo", teniendo el eidós como criterio matemático regidor de la racionalidad, subyugando así la sensorialidad por medio de la ideología construida como razón "Pura" (innatismo). Es por ello que comprendemos que el simbolismo de las matemáticas en relación a lo real y a la conscienca refiere a la representación de la mente como criterio cuantitativo de interpretación del carácter fenoménico de la realidad de la conciencia. Se erige así el número

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como criterio conceptual formalmente lógico para la recepción de una parcialidad del mundo sensorial por medio de lo que llamamos imágenes, que al igual que la conciencia siempre refieren a algo. Siempre que hablamos de las matemáticas es en relación a la física y la química; siempre que hablamos de la mente es en relación de la sensorialidad y de la conciencia. Rechazamos entonces radicalmente la falacia metafísica que identifica número y absoluto. Para ello nos apoyamos en las refutaciones del estagirita contra la filosofía metrética de los pitagóricos, afirmando que el número es vida, siempre refiere a algo, por lo que no puede ser esencia o principio.

La falacia metafísica que identifica número y absoluto refiere a Dios como el Ser, como síntesis absoluta, y entendiendo al Yo-Conciencia como porción numérica de dicho Uno. Esto deriva en consecuencias "lógicas" que interpretan inversamente la jerarquía de lo real, entendiendo a la sustancia como ontización de la esencia, entendiendo en última instancia a la "Realidad" como una ontización de lo real, "Realidad" que en podemos identificar como moral metafísica. Desde esta perspectiva las matemáticas representan la fuerza de la fe metafísica como voluntad ideológica de la mente estática, la cual despliega su aparente infinitud en la construcción utilitaria de las herramientas que considere oportunas, no importa lo crueles que puedan ser los medios y los fines, pues la última responsabilidad de tan oscura voluntad puede atribuírsele a Dios, el cuál ha legado al ser humano dichas posibilidades con el objetivo innato de volver a él mediante la implantación del Reino y su consecuente Salvación. Es curiosamente paradójico reconocer que en última instancia las religiones teísticas representan la mismísima negación de la posible trascendencia de los seres vitales, pura negación del mundo espiritual, ya que su realidad cuantitativa no es trans-fenoménica e inmanente sino estríctamente fenoménica-conceptual (materialidad de la razón pura). Hace falta volver a la tierra, escuchar nuestros cuerpos, trabajar en palabras de Michel Onfray la "física de la metafísica", resultando más imprescindible que nunca una deconstrucción radical de las afecciones metafísicas que afectan al funcionamiento de la mente en sus relaciones con la conciencia.

Por ende y prosiguiendo la óptima crítica axiológica de la moral tecnológica afirmamos que la metafísica se encuentra imposibilitada para comprender el carácter ontológico del arte, obviamente visible en el ámbito de la música, lo que conlleva a una relativización cultural propia del nihilismo consumado/consumido. Sin embargo desde una perspectiva onto-hermenéutica la música representa una de las más elegantes evidencias de la trascendentalidad inmanente que conforma la existencia vital, ya que aúna armónicamente la realidad fenoménica (estructura matemática como cadencia métrica) y la realidad trascendental-inmanente (teoría física de la melodía y praxis química del instrumento). Es una afirmación coherente decir que la música es en última instancia sentimiento, pero esto no puede entenderse desde la lógica metafísica, la cual potencia de manera suprema la métrica sobre el continente. No es difícil de comprender que para la metafísica el arte refiere al objeto y no al método, podemos comprobarlo en nuestra vida cotidiana. Tenemos que abrirnos a la creación artística, a la creatividad y a la imaginación, y entender la matemática también como lo artístico, entendiendo lo artístico en sí como nexo que relaciona lo empírico-fenoménico con lo científico-trascendental, con lo espiritual, con la sensorialidad concreta del momento. El arte es la más hermosa evidencia del límite que une y separa a la vez, de la existencia de una modalidad unitaria identificada como logos.

Por último afirmamos que la música muestra el trasvase que se da en la realidad desde lo óntico a lo ontológico y viceversa, propiciando relaciones cinéticas y dinámicas en relación a los límites naturales. Existe también una representación matemático de dicho nexo-límite-logos: encontramos nuestra respuesta y también apoyo en el número irracional, representación de la proporción aurea como nexo lógico entre matemáticas y física, pudiendo concluir que simplemente contemplando un girasol puede derrumbarse el viejo mundo de los vestigios metafísicos. Desde posiciones hermenéuticas es plausible desde el ámbito cognoscitivo y en relación a la lógica matemática el estudio racional de la lógica simbólica como ciencia base de la epistemología. Ello conlleva la posibilidad y la responsabilidad deontológica de seguir trabajando permanentemente la relación entre lógica matemática y lógica simbólica, buscando que verdades inferiores se engloben en verdades superiores y viceversa, ensamblando el

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conocimiento como medio y no como fin, como caja de herramientas y no como objeto de Arte, todo gracias a la alternancia armoniosa de la inducción y deducción lógicas.

No quisiera pasar por alto una vez más las determinantes limitaciones cualitativas y cuantitativas de las interpretaciones que vengo exponiendo a lo largo del escrito, por lo que brindando mi humilde elegancia ofrezco a continuación y en la medida de mis posibilidades dos referencias que pueden ayudarnos a construir un pensamiento más autónomo, sin por ello tenernos que identificar exclusivamente con el pensamiento sintético completo de sus autores, entendiendo que ponerle nombre al conocimiento es algo que históricamente sigue provocando mucha risa en las Culturas orientales. Como decía trato de completar mis lecturas sobre matemáticas con un artículo de Victor Manuel Alarcón titulado Antropología cultural y creación matemática (a parte rei). También recomiendo trabajar el apartado sobre matemáticas del libro Introducción a la filosofía de la ciencia, de K. Lambert y G. Brittan.

6.3. Los primeros principios.

Desde la perspectiva hermenéutica que estamos construyendo poco a poco entendemos que la física y la química simbolizan los primeros principios del ser y la nada, conformando así lo que entendemos por lo real. El ensamble simbiótico y científico formado por las matemáticas, la física y la química derivan en la posibilidad biológica, en la posibilidad de acotar un campo científico para el estudio de la materialidad corporal, la cual representa un enlace cognoscitivo entre lo real y sus realidades posibles realizadas. Dichas variables interdependientes conforman lo que entendemos como lenguaje de la naturaleza, incluyendo incluso una parcialidad biológica referente a su propia fundamentalidad ontológica, teniendo como hemos dicho a las matemáticas y a su tendencia objetivista-conceptual como lenguaje de la Naturaleza, la cual no absolutizamos como fundamento lógico del ser sino que la adherimos a la propedéutica científica en general, coelaborando las comprensiones que tenemos de lo real y sus realidades. Estos principios tienen carácter dialéctico, y aportan carácter ontológico a la conciencia como logos "entidad-alteridad", conciencia como el yo (ente) y también el otro (ser del ente), posibilitando el conocimiento científico de las realidades particulares como mezcolanza entre lo fenoménico y su trascendentalidad inmanente.

De esta manera nos posicionamos en la comprensión del lenguaje de la naturaleza como estudio de las variables cualitativas de la existencia, dejando a las matemáticas las variables cuantitativas. Hemos tomado como punto de partida los movimientos de transformación y la armonía jerárquica de las leyes naturales; también reconocemos los conceptos de tiempo (necesidad conceptual en relación al conocimiento físico) y espacio (necesidad conceptual en relación al conocimiento químico). Entonces el estatuto de la biología se sustenta en el estudio científico de los fenómenos materiales (corporales) entre ente y consciencia, entre la síntesis temporal que posibilita la contradicción y la contradicción atemporal que condiciona las posibilidades de síntesis. Por último concluir esta introducción entendiendo que sin la intuición aprehensiva físico-química de lo real no existiría ni el conocimiento corporal como biología ni el cálculo cuantitativo de las matemáticas, pero ello no evita renocer la amplia autonomía de las matemáticas respecto de la física, la química y por ende la biología, erigiéndose ésta como uno de los pilares fundamentales del conocimiento epistemológico. Recordando a Aristóteles reconocemos que hay ciencias que no permiten la sutileza matemática, supongo en alusión de la física, la química y la propia biología.

La ciencia matemática representa el arje como principio del conocimiento, pues este representa una parcialidad fundamental respecto de la epistemología, ocupándose especialmente del conocimiento cuantitativo de las posibilidades fenoménicas. La física y la química representan los archáis, encontrándose en el ámbito del conocimiento en un mismo nivel categorial que las matemáticas, aunque éstas son cinéticas respecto del dinamismo matemático. Dichos archáis simbolizan la realidad trascendental (física) y su carácter inmanente (química). La biología es el desarrollo del kosmos como posibilidad realizada, ocupándose de la materialidad corporal de los seres vitales, de la conciencia como logos que se ejerce (auto-ejerce) como vehículo del nous. La biología es, en resumen, la

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ciencia trascendental que estudia la materialidad fenoménica de la conciencia, por ello abarca desde el conocimiento material del cuerpo hasta las investigaciones sobre los parámetros que determinan su desarrollo evolutivo. Estructuramos así la diferencia ontológica en una triple dialéctica inmanente: 1) dialéctica físico-química (nada y ser); 2) dialéctica físico-química y matemática (realidad trascendental); 3) dialéctica físico-química-matemática y biológica (realidad fenoménica). Estas relaciones interdependientes conforman la determinación de lo real (dialéctica) sobre la/s conciencia/s como realidad/es. Dichas relaciones dialécticas no tienen carácter fenoménico, determinan posibilitando, recordando así que el ser no es fundamento sino más bien anti-fundamento, reconociendo la supremacía cinética de la nada y su acontecimiento frente a las posibilidades de fundamento temporal por parte del ser. Como resultado comprendemos a la síntesis vital desde una perspectiva ontológica de la biología como potencia físico-química, forma matemática y acto anímico-espiritual, mostrando así la interrelación entre los diferentes estamentos que estructuran y cohesionan la categorialidad de las posibilidades fenoménicas.

La metafísica relega a posibilidad accidental la trascendentalidad inmanente de la química, produciendo una jerarquía violenta del primer principio, culturalmente relacionado con el monopolio del tiempo como determinación física de la realidad. Es por ello que no comprende las transformaciones que se producen en la Naturaleza, le faltan elementos para juzgar ni siquiera parcialmente, llegando a negar incluso lo innegable: el fenómeno de la muerte espíritu. En su empedernida filosofía del Uno Absoluto e Inmóvil no contempla los principios dinámicos de regulación como oposición real de los principios activos. Ellos se lo pierden.

6.4 Lógica como racionalidad científica.

Venimos construyendo un dignísimo estatuto de la racionalidad científica, por lo que ahora correspondería identificar a la lógica como la ciencia humana que estudia y trabaja la propedéutica del conocimiento ontológico general y teológico en particular. Identificamos lógica y racionalidad científica, reconociendo la lógica matemática y también la lógica simbólica. Enaltecemos el fundamento formal que la lógica supone para la epistemología sin por ello absolutizarla. Reconocemos una parcialidad fundamental de la lógica, pero no reconocemos a la lógica como fundamento formal del ser. Estamos fundando la lógica como racionalidad y no como razón (objetiva), estamos asentando nuestras metodologías en el pensamiento como posibilidad de ser, como acción de pensar. El estatuto científico de la lógica se asienta entonces sobre la radicalidad matemática de los fenómenos por un lado (lógica matemática) y por sus posibilidades simbólicas por otro (lógica simbólica). Entendemos que la afirmación de la lógica en sí misma como posibilidad realizada como posibilita el conocimiento científico, y posibilita la contemplación de la inmanencia trascendental por medio de la comprensión matemática de la realidad fenoménica (multiverso de las posibilidades).

La lógica traza un puente desde lo cognitivo ontológico hasta lo cognoscitivo óntico, dialéctica entre lo óntico y lo ontológico y viceversa, lógica matemática y lógica simbólica. La lógica muestra la evidencia de la intelectualidad inherente al pensamiento racional y científico. La lógica en última instancia es pura filosofía pues se consuma en el conocimiento teológico, regional, concreto, sensorial; es epistemología como lógica matemática (deducción), teología como lógica simbólica (inducción); tiene a la lógica matemática como paradigma y a la lógica simbólica como revolución científica.

"La determinación del universal no depende de un interminable proceso de observaciones empíricas, sino de la claridad en sí del concepto en cuanto tal, esto es, de que el concepto sea un universal verdadero. Se plantea así el muy debatido problema de la inducción; tal y como la entiende Aristóteles la inducción no reune casos particulares para abstraer a partir de ellos una ley general, sino que parte de un caso particular que ya representa por sí mismo una universalidad".(Historia de la filosofía antigua, Salvador Mas).

Como venimos afirmando durante nuestro escrito entendemos que la metafísica no refiere a una imposibilidad lógica

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(por ej.: un círculo cuadrado) sino que refiere a una posibilidad ilógica: el no-ser como falacia; por ej.: un caballo con alas. Con esto no avalamos a la metafísica, sino que reconocemos el absurdo que resulta de añadir contenido a las posibilidades no realizadas. Primero la metafísica es una afección mental, es la confusión entre ente y ser, olvido del ser del ente, negación del acontecimiento. Segundo la metafísica termina consumándose como imposibilidad lógica (círculo cuadrado), pues lógicamente no existe un camino inteligiblemente transitable entre la concepción formal del ente y la supuesta existencia de un ente jerárquico absoluto (Verdad, Perfección, Inmóvil, etc.). La diferencia ontológica colabora en la no absolutización de los formalismos lógicos, aportando a su vez un estatuto sólido auque parcial a la lógica por medio de la racionalización científica de las propedéuticas culturales.

La lógica no es el contenido de la cultura (materialismo intelectual metafísico) sino su continente (racionalidad científica al servicio de la sensorialidad ontológica). El simbolismo de la lógica matemática ejerce como fundamento epistemológico de la existencia, suponiendo la imposibilidad lógica de que Dios exista: la posibilidad lógica en sí mismo representa la negación de Dios; no hay respuesta posible (si Dios existe o no) pues no hay pregunta científicamente elaborada; la lógica entonces ejerce el arte del pensamiento como re-interpretación cognoscitiva, que no es primaria ni apriorística, sino posibilitada por la cultura, por el movimiento y la superación constante de los paradigmas cognitivos y también cognoscitivos. Mediante el dinamismo lógico de la conciencia comprendemos las conceptualizaciones matemáticas y contemplamos sus concreciones materiales enérgico-sensoriales. Por el contrario venimos repitiendo que la metafísica centra sus enfuerzos en la fundamentación absoluta de la Sustancia, lo que "lógicamente" deriva en la trascendentalidad formal que Kant y Hegel atribuyen a la lógica. Absolutizar las matemáticas conlleva a la ontoteología, que no es más que la metafísica de toda la vida, del Yo al todo y no al revés. Es por eso que última instancia la moral metafísica recae sobre el sentimentalismo kantiano del deber, de conceptos abstractos como la dignidad humana, de ausencia de responsabilidad ética en las decisiones, de la aceptación en última instancia de la ideología de la razón puro como criterio regidor. Y es por ello que recordamos a Lacan frente a Freud cuando afirma que "la razón, aunque en voz baja, es la que tiene la palabra", identificando así a la metafísica con la falsa conciencia, relacionada a su vez con las angustias de Dorian Grey frente a su retrato, frente a su conciencia.

"El lenguaje se ha creado dentro de un proceso progresivo de creatividad artística en virtud del cual una determinada voluntad de poder reduce la pluralidad a unidad sometiendo una multiplicidad de elementos y aspectos a un esquema o una forma. El lenguaje no es una estructura formal a priori, eterna, inmutable e independiente de su historia. Es el tejido básico espiritual en el que se incrustan los juicios de valor, las estimaciones primeras, la actitud ante el mundo y ante la vida de unos individuos determinados y que se van transmitiendo a través de generaciones a medida que otros individuos la incorporan en virtud del proceso de socialización".(La experiencia dionisiaca del mundo, Sánchez Meca).

Reconociendo nuevamente mi humildad, mis limitaciones cognitivas y cognoscitivas, y también mis deseos de un verdadero progreso colectivo apunto unas pinceladas que colaboren en el afianzamiento de comprensiones científicas propias, pues son dichos nudos los más seguros a la hora de realizar las particulares deconstrucciones de la conciencia, una ayuda insoslayable frente a las revoluciones de conciencia a la que nos vemos abocados. Recordamos el carácter artístico de la lógica, incluso de la lógica matemática: Aristóteles con la silogística o la regla de tres, Fibonacci con su serie (proporción aurea), Cantor con su teoría de conjuntos, etc. Simbólicamente es vital el principio de no contradicción frente al de verificación, pues la ciencia no produce verdad sino que busca preguntar mejor (E. Blanchard). "Una cosa no puede ser su contrario sincrónicamente pero sí diacrónicamente" (Teresa Oñate). En el libro sobre Teoría del conocimiento de Diego Sanchez Meca podemos encontrar didácticas aportaciones sobre los diferentes trabajos de lógica, por ejemplo el Tractatus de Wittgenstein. En el libro Historia de la lógica de Arthur Prior podemos encontrar algunos capítulos dedicados a la lógica oriental, sintetizando algunos de los parecidos y desencuentros entre la lógica oriental y la lógica occidental. Aún no he profundizado lo que quisiera en Deleuze y su Lógica del sentido, en el que trata y diferencia entre una génesis estática del sentido y otra de carácter dinámico,

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influendo dicho trabajo en su re-posicionamiento frente al psicoanálisis. Por otro lado Paul Ricour nos habla en su Existencia y hermenéutica sobre el símbolo, caracterizándolo como "estructura de significación en que un sentido directo, primario, literal, designa por exceso otro sentido indirecto, secundario, figurado, que no puede ser aprehendido más que a través del primero; el enlace/circunscripción de las expresiones de doble sentido constituye propiamente el campo hermenéutico". Tampoco conozco todavía el Diccionario de símbolos de Eduardo Cirlot, del que seguro podríamos sumar algo en nuestro largo camino. Sin olvidar la consulta de los apartados referentes a la lógica que aparecen en la Introducción a la filosofía de la ciencia de K. Lambert y G. Brittan. Ahora impulsémonos hacia la comprensión de lo comprendido, y veámos de que manera nos organizamos de una manera más general, ya no en el logos cognitivo-cognoscitivo sino formalmente cognoscitivo, relativo a las múltiples interpretaciones que van resultando de nuestras diferentes analíticas.

7. GENEALOGÍA COGNOSCITIVA.

Entendemos que la epistemología fusiona sus horizontes con la ontología por medio de la gnoseología. Esta fundamentalidad onto-epistemológica posibilita la construcción de una teoría del conocimiento que abarca lo cognitivo y también lo cognoscitivo, determinando las posibles estructuraciones de las ciencias y la competencia autónoma e interdisciplinar de sus diferentes ámbitos de estudio. Una vez tratadas las principales problemáticas relativas a la cognición encaramos ahora lo que pudiéramos entender como filosofía de la interpretación, enfatizando el carácter hermenéutico de la posibilidad científica en general, siempre desde lo abierto y en contra de los dogmas absolutos. Tratamos de interpretar el proceso que da como resultado la cognoscitividad, lo temporalmente establecido como paradigma científico. Entendemos que el conocimiento científico es una posibilidad, no lo entendemos como a priori, lo que muestra la determinación causal del conocimiento científico erigiéndose como propedética en detrimento de sus resultados objetivos. Es en el apartado de epistemología donde estamos pautando las posibilidades del conocimiento científico, integrando toda la fuerza de los elementos participantes, cada uno respecto de sus potenciales autonomías y desde una simbiosis común. Es por ello entendemos lo cognoscitvo como algo genealógico, diferenciándo así su mediatez de lo trascendental-gnoseológico y de lo fenomenológico-cognitivo.

Desde dicha perspectiva entendemos la genelogía cognoscitiva como un estudio de la propedéutica del conocimiento científico, teniendo su objeto en la propia práctica científica. Dicha forma de proceder se basa en la radicalidad comprensiva, en el plano reflexivo y también en la contemplación como posibilidad necesaria vinculada con la intención primaria. Genealogía entonces como afirmación de la jerarquía cognoscitiva en el camino del conocimiento racional, partiendo en la epistemología científica para llegar al grado más elevado como acción estética (teología), evidenciando la existencia de niveles de conciencia referentes a dicha jerarquía. Dichos niveles de conciencia que se dan en la relación entre lo gnoseológico y lo cognitivo (y por ende lo cognoscitivo) podemos relacionarlos epistemológicamente con lo que venimos entendiendo como paradigmas, los cuales no descienden cualitativamente sino que son "continuamente" superados por una reactualización del conocimiento científico aún más englobante, más cualitativamente verdadera que la anterior. Precisamente que el fin sea la contradicción de la nada y no el ser como síntesis posibilita una perfección eterna del conocimiento científico, pues precisamente el concepto, lo simbólico, no es fin sino medio, no es matemáticas sino física y química.

La capacidad cognitiva de los sentidos y la mente fundamenta la posibilidad cognoscitiva de la conciencia y de la complejidad de sus fenómenos, fundada precisamente por la posibilidad temporal de la razón, o mejor dicho de la racionalidad, del raciocionio como capacidad de pensar, favoreciendo el desarrollo evolutivo del conocimiento científico y subyugándolo bajo paradigmas heréticos fundados "lógicamente" por la ideología de la razón pura, la cual refiere al yugo de la mente-concepto sobre la sensorialidad consciente, determinando así lo que estamos interpretando como la clásica falsa conciencia. La racionalidad refiere a lo cognitivo, a lo mental en su armonía con lo sensorial y por ende lo corporal, de ahí la temporalidad de lo que denominaríamos razón. Lo que refiere a la

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conciencia es el pensamiento, es la acción de pensar, la comunicación dialógica, la interacción cultural en la Naturaleza, la vitalidad divina atemporal, afirmándonos mediante nuestra modalidad de existir que nuestra limitada objetividad científica es temporal, pero ello no conlleva impedimento ninguno frente al crecimiento relativo a la conciencia por medio de su propia consciencia.

Bajo este contexto vamos a adentrarnos en analizar la propedéutica científica como estudio del proceso linguístico que se da en la conciencia como lógica para la interpretación de símbolos y creación de conceptos. Ante todo descubrimos dicha posibilidad propedéutica como proceso racional que trabaja y ejercita la comprobación empírico-científica de los fenómenos respecto a un criterio de verdad fundado en la physis como naturaleza de lo real. Dicho carácter hermenéutico de la existencia conlleva una interpretación responsable de la jerarquía del conocimiento, asentada especialmente en su propia temporalidad, haciéndonos eco de las determinaciones del raciocinio. Responsablemente y de manera temporal afirmamos la geneología del conocimiento cognoscitivo como: 1) teoría lógico-matemática del ente (epistemología), 2) teoría del ser en relación a la nada (ontología), 3) teoría de la conciencia, del ensamble de cuerpo, mente y consciencia (teología).

Por último, desde la levedad de lo cuasi enciclopédico analizaremos el cambio de paradigma que supone el acontecimiento ontológico como revolución científica, enmarcada dentro del pensamiento post-metafísico y sus implicaciones cuánticas. Hemos partido de aletheia como postulado conceptual radicalizado en la sensorialidad de la consciencia y llegaremos a aletheia como acontecimiento ontológico, como acontecer de la nada en la realidad temporal de la conciencia, cinetismo de la nada frente al dinamismo del ser y sus posibilidades, en último instancia eterno retorno, fin y vuelta a empezar.

7.1. Propedéutica.

Hablamos de propedéutica como metodología para la contemplación (observación pasiva) y la comprensión (cinetismo analítico y conceptual) de los fenómenos de conciencia. Reconocemos el dinamismo dialéctico entre lo empírico y lo científico, entre lo concreto y lo abstracto, entre la práctica y la teoría. Interpretamos dicha propedéutica como paradigma trascendental e inmanente de carácter hermenéutico (modal, methodos) y no como paradigma fenoménico (razón pura u "objetiva"). Es por ello que dijo alguien que la libertad es la madre del orden y no la hija: lo científico es la modalidad de proceder en/hacia el conocimiento, no su resultado aparentemente objetivo y temporal. Mediante la trascendentalidad de los fenómenos de conciencia comprendemos la posibilidad de que la realidad (o mejor dicho lo real) sea inteligible cuasi íntegramente (como unidad) pero no de manera óntico-absoluta sino temporal (ontológico-modal, hermenéutico), partiendo de la cognoscitividad los sentidos y su recepción mental, y culminando en la capacidad lógico-reflexiva de la conciencia para replegarse sobre sí mismo y contemplar su copertenencia al todo-uno, posibilitando una praxis moral responsable frente a las interacciones culturales. La conciencia está sujeta a una posible reactualización siempre emergente y englobante respecto del conocimiento establecido como paradigma, que en la superación ontológica (acontecimiento) de su propia comprensión trata de reajustarse a su nueva modalidad contemplativa, y por ende trata de ajustarse a su nueva (y más amplia) libertad.

La propedéutica científica que aquí presentamos refiere a la heurística como disciplina que trata de establecer las reglas de la investigación científica. Nuestra metodología de carácter ontológico, nuestra hermenéutica, parte de la posibilidad primaria del conocimiento gnoseológico y el apriorismo cognitivo, dialéctica que venimos anunciando entre sensación de realidad y realidad de la sensación. El instinto evidencia, la mente deduce, la conciencia induce. La posible infinitud del conocimiento se basa en el estatuto artístico de la teología como comunicación intersubjetiva, como praxis dialógica frente a la Naturaleza y su naturaleza, posibilitando una comprobación científica por medio de los fenómenos empíricos. El reajuste conceptual es continuo, y es medio para la praxis y el acontecimiento. El ser humano es deseo y voluntad eterna para la reificación del cuerpo, espiritualización anímica constante; ahí nuestra

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trascendencia y también nuestra inmanencia, nuestro límite y también nuestra lanzadera, nuestra "prisión" y también nuestra "evasión". La ontología, al contrario de la metafísica, cierra el círculo del conocimiento: por un lado la ontología como auto-fundamentación dialéctica de las posibilidades temporales óntico-sintéticas; por otro lado la epistemología como materialidad fenoménica de lo real como realidades; y por último la teología como posibilidad del auto-conocimiento como praxis artística. Dicha praxis artística, al igual que el número irracional, representa el pórtico de entrada hacia el infinito pero también su obligatoria vuelta al más acá.

Reafirmando nuevamente nuestro apoyo al conocimiento intelectual a través de símbolos interpretamos ahora los 3 niveles de conocimiento que consideramos mantienen una relación jerárquica que determina las simbiosis elementales que conforman la existencia de lo real. Recordamos mediante una nueva triada:

- Gnoseología primaria: autonomía del todo ontológico (nada) frente a las posibilidades ónticas (ser); imposibilidad primaria de separación consciente entre mente y sentidos, entre las sensaciones y los fenómenos simples como imágenes mentales. Representa el fundamento clave de la diferencia ontológica entre la nada como trasfondo trágico de la existencia (alma, acontecimiento, consciencia) y la conciencia como mente (espiritualidad particular, espíritu).- Cognición apriorística: autonomía de la mente respecto de los sentidos (y la consciencia) y viceversa. Este proceso dialéctico se aparece a la conciencia en sus carácteres autónomos, posibilitando la praxis lógica como arte cognoscitivo que trabaja en la optimización de los flujos sensoriales que atraviesan la mente. La gnoseología representa el enlace primario al uno, la cognición refleja la diversidad fenomenológica del todo.- Cognoscitividad posible (propedéutica): intelecciones lógicas de la conciencia como fenómenos complejos; ello propicia un ejercicio adecuado para el vacío de la mente, para la eliminación de los innatismos absolutistas y su formalidad lógica, reajustando y programando la mente para que posibilite el acontecer de la nada consciencia conciencia. Es por ello que la ciencia es en última instancia simplemente propedéutica científica, forma de proceder, metodología (methodos, camino), teniendo dicha modalidad de caminar como ontología hermenéutica, modalidad de la conciencia consciente de sí y a su vez del todo, comprendiendo la lógica como continente y no como contenido o fundamento formal. La ciencia no refiere a la razón (episteme, dinámica y temporal) sino a la racionalidad (epistemología theológica, cinetismo atemporal en/hacia el conocimiento).

Partiendo de la sólida parcialidad verdadera con carácter meramente formal que nos aporta la lógica matemática trataremos de desarrollar la lógica simbólica, construyendo una praxis metodológica que nos permita avanzar en el conocimiento de lo real y sus posibles realidades, siempre desde la relación entre empirismo y ciencia, entre práctica y teoría, entre comprensión creativa y contemplación imaginativa. Juzgando desde la inestable temporalidad que nos acompaña durante todo nuestro escrito puede interpretarse aquí-ahora una posible propedéutica científica basada en el carácter hermenéutico de los siguientes factores:

1º Epohé: suspensión temporal del juicio de valor, escepticismo inicial basado en la nada de la conciencia (ignorancia como punto de partida).2º Conocimiento empírico de los sentidos como afirmación intuitiva en sí misma y conocimiento matemático de la mente como posibilidad de autonomía realizada. La deducción silogística como lógica matemática.3º Principio de no-contradicción o no-falsación como lógica simbólica hacia lo hipotético. Es el momento de la creatividad, de la inducción, siempre determinadas por la consciencia del sí mismo (y por ende del todo-uno).4º Comprensión científica y contemplación empírica de los fenómenos de conciencia.5º Comprobación por medio de la praxis intersubjetiva como temporalidad de la razón.6º Posibilidad de juicio de valor ontológico, inestable, temporal, no absoluto, etc. (condición de posibilidad de la moral y la comunicación). Ser es elegir.7º Pre-juicio trascendental como pre-juicio fenoménico positivo, como paradigma temporal. Suspensión de la epohé desde el dinamismo dialéctico que posibilita la conciencia como conocimiento en el plano reflexivo. Revalorización de

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la posibilidad gnoseológica primaria y su vitalismo intencional, abandono de la ignorancia primitiva y el escepticismo. Superación de la metafísica como negación de las posibilidades del conocimiento. Entonces la capacidad crítica se encuentra representada como ley del cambio aplicada al conocimiento y a sus posibilidades metodológicas de reactualización continua. La capacidad crítica es capacidad de deconstruir para construir, es oposición y no burda destrucción excluyente.

No debemos olvidar que comprendemos el hecho vital como síntesis, y que entendemos a la consciencia como contradicción, como acontecer de la nada a la conciencia como realidad concreta. ¿Por qué el acontecer de la nada se muestra como contradicción? Precisamente porque es la nada la que niega el fundamento en el cual erigimos nuestra realidad particular, nuestra conciencia. El acontecer de la nada es como un viento que siempre trata de destruir nuestra cabaña, pero tenemos que comprender que nuestro éxito no reside en el simple esfuerzo de tratar que nuestra cabaña no caiga, sino en nuestra capacidad de reconstruirla una vez tumbada, siempre teniendo diferente resultado, siempre mejor reconstruida. Así superamos la falacia metafísica del absoluto hegeliano como supuesta perfección última de la razón pura de Occidente. También en el conocimiento podemos representar dicha dialéctica: contradicción (ontología del todo, sensorialidad), síntesis (fenómeno vital, mente, espíritu), contradicción (nada, alma, consciencia). Nos quedamos con la alternancia taoísta de los opuestos en Heráclito, nos quedamos con la voluntad en Nieztsche y también con el materialismo histórico de Marx una vez liberado de sus determinaciones teleológicas, entre muchas otras ideas que colaboran para establecer el estatuto ontológico de lo que estamos considerando como pensamiento científico. Tenemos una percepción de la síntesis como inmanente re-actualización de la tesis, fenómeno representado por la temporalidad de la razón y por la fluidez que se asienta como vacío de la mente, como libertad de pensamiento. En oposición a dicha interpretación de la síntesis tenemos a la consciencia como representación ontológica de la sensorialidad como contradicción de la síntesis, contradicción de la mente como razón objetiva, como conciencia mental, acercándose así la contradicción al determinismo primario que nos propone la naturaleza del ser como ley del cambio. Concluimos que lo cualitativo del mundo sensorial se opone naturalmente y de forma no violenta a la mente y a su carácter cuantitativo, sin por ello devaluar la autonomía que la mente nos ofrece a priori.

Ni creemos en el escepticismo ni tampoco en el agnosticismo, creemos o queremos creer o nos abrimos a lo gnóstico. Y como las referencias eruditas y la opulencia académica son para los que no tienen cofianza en los pilares de su frágil moral aquí os ofrezco referencias que a todxs nos pueden resultar de interés, incluido a mí, que soy un poco más enciclopédico y tiendo a disfrutar el néctar de las flores sin comprometerme demasiado a su polinización. El método de Edgar Morín por ejemplo, mix entre filosofía y ciencia, relacionando el problema del conocimiento con el conocimiento de la naturaleza y reconociendo contra la ciencia tradicional la complejidad que comporta lo real. Por supuesto algunos aportes fundamentales en nuestra investigación los aportan el racionalismo crítico de Karl Popper o el concepto de paradigma de Hans Khun, sin olvidar la hermenéutica de Gadamer, su prejuicio positivo o la fusión de los horizontes. También encontramos el prejuicio en Kant, el juicio de valor como tribunal de la razón, o su Crítica del juicio. Y también recomiendo encarecidamente el trabajo de Paul Ricour que aparece en la lista de textos trabajados para la forja del proyecto Aletheia, refiriéndonos en este caso a su Existencia y hermenéutica.

7.2. Epistemología, Ontología y Teología.

Gracias a la elaborada construcción que estamos llevando a cabo de una propedéutica científica, una propedéutica lógico-simbólica frente a lo formalmente matemático, estamos en condiciones de interpretar la genealogía del conocimiento cognoscitivo, del conocimiento temporal con cierta tendencia a la objetividad (ciencia como temporalidad racional). Ya hemos apuntado y volvemos a repetir que la ciencia como concepto nunca puede presentarse como absoluto, pues el continente para ser requiere de contenido, de lo concreto, de lo sensorial. Hemos reconocido que dicho proceso propedéutico y su carácter científico "finalizan" (y vuelven a comenzar) en la verdad como antítesis teleonómica, que gracias a la modalidad dialéctica de los planos trascendental e inmanente del existir

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se conmueve eternamente como ser del devenir, como cambio constante. Relacionamos dicha propedéutica con el simbolismo de los mapas, en plural, mapa como guía, como consejo y no como dogma, y entre los muchos mapas que estamos creando los seres humanos hay uno que especialmente nos llama la atención por su sinceridad, honestidad y densidad de conocimiento filosófico, refiriéndonos en este caso al budismo y a sus 4 verdades, su noble octuple sendero o el perfeccionamiento del pensamiento y conocimiento de lo real mediante la meditación contemplativa. Es desde esta perspectiva holística que se plantean gran parte de soluciones alternativas a las sin-razones de la moral metafísica.

Los 3 elementos que constituyen la genealogía cognoscitiva de los seres humanos representan la jerarquía procesual que relaciona la simbiosis ontológica entre los diferentes ámbitos filosóficos de saber. Identificamos aquí los 3 campos filosóficos de saber como epistemología, ontología (fundamental, general) y teología (ontologías regionales). La pirámide es clara: la epistemología es la base del conocimiento, es el estudio de la posibilidad del conocimiento; eso no niega el vínculo original con el uno, base de la intuición o intuición en sí. Cuando hablamos desde la ciencia, desde lo cognoscitivo en su genealogía, estamos proponiendo partir desde las matemáticas, aceptando por un lado las limitaciones perceptivas (subjetivas) de los contenidos matemáticos, pero sublimando por el otro su formalidad atemporal como parcialidad continental de lo real, apuntando a relaciones necesarias entre física y química. Y por otro lado recordar que la ontología como conocimiento de lo real desde lo científico (conceptual) de lo que entendemos como verdad y perfección, no es fín en sí mismo, pues obviamente es siempre un conocimiento limitado, requieriendo de las concreciones sensoriales para aprehender lo verdadero y lo siempre tendente a la perfección. Es por ello que considero la teología como el telos de la existencia humana, trascendentalidad que incorpora la cultura como inmanencia, por lo que en la categoría antropológica hablaremos de la condición humana como naturaleza theológica, que tiende al conocimiento de la verdad no mediante el concepto (ontología fundamental) sino mediante la praxis sensorial culturalmente concreta (teología). De ahí que el fin particular de nuestras existencias no sea comprender lo real sino avanzar hacia el conocimiento de sí como conocimiento de lo real y también de sus posibles realidades, posibilitando así la confluencia armónica de las diferentes realidades bajo la modalidad dialógica de lo real. Contrario al pensamiento metafísico demuestro racionalmente que la última pregunta no es sobre el absoluto sino precisamente sobre lo no-absoluto, relacionado directamente con lo particular, con la cultura, con lo teleonómico, con las dinámicas de transformación que nos conmueven.

Entonces desde dicha perspectiva entendemos a la epistemología como base del conocimiento, como punto empírico de partida para las percepciones matemáticas, para el cálculo de la periodicidad de la naturaleza, principalmente compleja por la operación que divide el todo-tiempo en el tiempo-partes. Aún así se erige formalmente y representa la posibilidad de análisis cuantitativo de la realidad material, de los fenómenos empíricos y su carácter matemático. Abarca el conocimiento de la realidad fenoménica posibilitando la elaboración de una posible, temporal e inestable teoría del conocimiento. Venimos defendiendo junto a Bachelard una perspectiva científica que avance frente a las contradicciones, que no produzca saber sino que pregunte cada vez mejor, posibilidad de apreciar sutílmente la naturaleza por medio de la Naturaleza, a través de ésta y no al margen de ésta, no al margen del ente. Reconociendo que no es posible lograr el estatuto científico de la epistemología sin la intuición ontológica como guía, confirmamos que cognoscitivamente la epistemología representa los principios del conocimiento verdadero frente a la ontología como conocimiento de los principios del ser y posibilidad misma del conocimiento (gnoseología).

Ontología como logos del conocimiento, ontología como nexo unitario gnoseológico, como intuición primaria. Estudio del ser y la nada como lo real: no es el ser humano la medida de todas las cosas sino la relación que mantienen la nada (trascendentalidad) y el ser (inmanencia). Representa el enlace entre lo fenoménico (epistemología) y lo trascendental-inmanente (teología). Representa el análisis cualitativo o científico-simbólico de la realidad trascendental como lo real, como energía (física) y su posible necesidad de temporalidad sintética (carácter químico de la "materia"). Abarca el estudio de la realidad trascendental en su neto carácter ontológico; el carácter óntico de la

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realidad trascendental (mente-conciencia) corresponde a la teología. Recordar que cuando hablamos de "realidad" o "materia" siempre lo hacemos en sentido pedagógico y no literal, reconociendo que el trasfondo "trágico" que aporta la nada como energía sólo permitiría hablar en última instancia de lo real, pero por otro lado reconociendo las posibles necesidades que requiere la copertenencia dialéctica de la nada respecto de la autonomía del ser en sus diferentes realizaciones. Concluimos que el ser y el ser del ente es lo real, y que el ente como conciencia es una realidad, todas diferentes. Es también que pedagógicamente hemos hablado de una realidad fenoménica y una realidad trascendental, de una realidad emergente y otra de carácter simbiótico, entendiendo en última instancia la omnipotencia de lo real como condición primaria de todas las realidades posibles.

Tras construir las herramientas y los medios necesarios para poder conocer la realidad de la conciencia, de nuestra propia conciencia, conciencia del ente que parcialmente soy, llegamos a la teología como cima del conocimiento, pues como decimos la última cuestión consciente de la existencia es la pregunta por la conciencia propia y no por el ser genérico que nos posibilita. Es decir que la última inquietud humana no reside en encontrar nuestras formalidades teleológicas sino descifrar que podemos bien-hacer con la cultura, su libertad y su consuente responsabilidad.

El conocimiento del ser y la nada es anterior al conocimiento de las posibilidades teológicas, es por ello que nuevamente nos afirmamos en que la naturaleza humana es theológica, no simplemente teleológica sino teleonómica (telos + cultura), enfatizando así el ensamblaje trascendental que determina la condición humana. La teología como "saber del saber", como saber del saber epistemológico y ontológico, como representación de la praxis artística lógico-simbólica y su carácter teleonómico (cultural). La lógica simbólica representa la aplicación científica-ontológica de las matemática por medio de la lógica matemática y su carácter epistemológico, ejerciendo como logos entre realidad trascendental y realidad fenoménica, teniendo a theos como consciencia de la propia conciencia: ni conciencia ni consciencia sino consciencia de sí, pues la consciencia sin más no es más que sustancia metafísica, un concepto inadecuado, relacionando esto con la imposibilidad de estudiar el ser al margen del ente (la nada sólo puede comprenderse a través del ser). La inmanencia divina de todo lo que es se presenta entonces como posibilidad de ser-aquí-ahora-Naturaleza-natural, ser-aquí-ahora-realidad-real, ser-aquí-ahora-posibilidad-real. El cinetismo primario posibilita un reajuste continuo gracias a las contradicciones y a su posible superación, dinámica inmanente e incesante hacia el conocimiento concreto infinito del ser-consciencia, representada popularmente en las interacciones dialécticas entre el gato y el ratón o el burro y la zanahoria. Lo que vamos entendiendo como ser del devenir (Aristóteles frente al devenir del Ser teísta).

Esto demuestra que el acontecimiento como acontecer de la nada al ente se presenta sin presentarse, está y aparece cuando se le permite, se desvela sin avisar, sólo puede esperársele en el momento adecuado y en su tempo justo, pero quizás no aparece, no tiene ninguna obligación de aparecer, es pura posibilidad. Pero no es ni mucho menos una "creación ex-nihilo", la metafísica se equivoca, los milagros teístas no pueden existir, son imposiblidades lógicas que violan sistemáticamente las leyes naturales.

7.3. Revolución científica y paradigma.

Identificamos el proyecto Aletheia con las múltiples expresiones que coexisten sobre la revolución de la conciencia como rencuentro con el ser propio, con el ser-aquí-ahora, consciencia de la conciencia, proponiendo como paradigma la fundamentación ontológica (dialéctica) de lo real y fundando científicamente su estatuto epistemológico, ontológico y también teológico, conllevando la deconstrucción de la falacia metafísica como hipóstasis secularizada del viejo mundo.

Interpretamos que históricamente existe solapamientos culturales del conocimiento sobre lo real y sus posibles realidades, parcialmente al menos dentro de la particularidad de cada Cultura. La cultura y su fenomenología como

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causa-efecto confirma que no existe la independencia en la Naturaleza, que todo resultado aparente refiere a procesos concretos de transformación, que todo encuentra su sitio dentro de un conjunto simbiótico de variables interdependientes. La conceptualización que adjetiva dicho desarrollo como histórico-evolutivo refiere a la sincronía ontológica del conocimiento en sí como posibilidad y también a su carácter diacrónico desde una perspectiva óntica del conocimiento, integrando en sí los saltos evolutivos como pequeñas revoluciones del pensamiento, una hermenéutica bien simbolizada por medio de una espiral que avanza. Dicha interpretación tiene numerosas y jugosas explicaciones, especialmente determinantes frente a la concepción teísta de la historia como salvación.

Llamamos revolución científica a la conquista cognoscitiva de un nivel de conocimiento científico superior y por ende englobante de lo empírico anterior pero a su misma vez excluyente del paradigma lógico-científico anterior, exponiendo racionalmente sus limitaciones falaces. Llamamos paradigma al concepto que comprende el nivel cognoscitivo sobre lo real y sus posibles realidades que posee cada Cultura como conjunto de conocimientos. Digamos que occidente como Cultura metafísica trata de imponer su paradigma científico a las culturas no teístas que pueblan los "mundos periféricos". El paradigma científico como tal representa socialmente el abanico trascendental de las posibilidades fenómenicas de un individuo o de una suma de individuos, entendiendo al grupo mediante las nociones de Spinoza, individuos que trabajan la complementación solidaria. Sólo comprendiendo falazmente dichas afirmaciones puede comprenderse la Historia Universal como fenomenología trascendental de carácter teleológico (estilo metafísico-hegeliano). Sólo tenemos la posibilidad científica de interpretar hermenéuticamente el carácter axiológico de las diferentes Culturas y de sus interacciones culturales, afirmando el genocidio que supone la metafísica frente a la diversidad cultural de la Naturaleza en general y de las colectividades humanas en general, incluyendo las particularidades de cada individuo, llegando a afirmarmos incluso en algunas conclusiones de Stirner aparecidas en El único y su propiedad.

Algunas Culturas entienden la revolución científica de la conciencia particular como una especie de reencarnación espiritual sin tener que llegar al misticismo transmigratorio. Respecto a esto podemos hablar desde la teosofía de un agotamiento creativo del propio espíritu, requiriendo la profundización en estamentos más elevados de la propia personalidad, afirmando así lo popularmente conocido como crecimiento interno, maduración. Un nuevo paradigma que engloba una mayor amplitud interpretativa posibilita un mayor número de posibilidades fenoménicas. Es por ello que la caída del viejo régimen hablando en terminos de paradigma permite el desarrollo de la multiculturalidad procesual respecto de los ámbitos constitutivos de nuestra existencia, apareciendo en la actualidad multitud de alternativas referentes a una nueva alimentación, una nueva forma de comprender la salud, la sexualidad, el trabajo, las artes o el tiempo libre. La trascendentalidad que propicia la apertura del ser evoluciona como mera simplicidad, cada vez más cercana a la sencillez que preconiza la modalidad unitaria, el socrático "sólo sé que no se nada" pero desde una perspectiva hedonista de la austeridad cínica.

Para mí Aletheia no ofrece un nuevo paradigma, sino que colabora en el fortalecimiento de un paradigma transversal a la existencia humana, un paradigma a favor de la vida, del amor, del placer y de una libertad responsable, paradigma que siempre existió y que continua fortaleciéndose hoy día tras momentos oscuros de la humanidad, especialmente impulsado por el apogeo cuántico del conocimiento científico. Nuestro paradigma representa una comprensión ontológica y postmetafísica que revoluciona científicamente no sólo los paradigmas metafísicos, los cuales quedan ampliamente pulverizados, sino que también colabora en la deconstrucción de los mitos que sigue escondiendo nuestra "progre" Cultura postmoderna, propugnando un cambio radical en el modalidad racionalidad que no se asiente en las dinámicas de acción-recompensa, viajando desde la soledad de lo irracionalmente racional (razón pura) a la orgía orgásmica de lo racionalmente irracional (raciocinio dialéctico). Reconocemos en las contradicciones de la nada una posibilidad de avance y no de bloqueo, entendiendo que la ontología al igual que la ciencia en general se construye desde las contradicciones del paradigma anterior, históricamente metafísico y ahora como postmodernidad, como consumación de la metafísica y muerte de Dios, como relativismo axiológico como

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ceniza metafísica de la que brota la nueva conciencia, postmetafísica, cuántica y libertaria. Todo ello colabora en las construcciones políticas que llevaremos a cabo, orientándonos ahora hacia la comprensión del anarquismo como una filosofía de la contradicción, una filosofía de lo "anti" que naturalmente se posiciona en contrariedad con los dogmas de la cultura metafísica. Por eso el grupo anarquista Eskorbuto habla de anti-todo: lógicamente refiere a anti-todo-metafísico, evidenciando que ni se puede ni se quiere ser anti-todo literalmente, pues la vida en sí es una afirmación. Así también el caos metafísico empieza a identificarse con una aparente ausencia de ley fenoménica pero a la misma vez se identifica con la inmanencia trascendental de la modalidad unitaria, pudiendo y deseando construir una moral no-metafísica basada en la libertad responsable que posibilita la cultura.

Resulta imprescindible la negación de los absolutos metafísicos (Dios, Razón Pura, Libertad, Poder, etc.), únicamente sublimando la inmanencia modal del omnipotente acontecer de la diferencia ontológica. El ser del devenir demuestra que la meta está en el sí mismo del ser como nada y no en sus aparentes entidades resultantes, en su cinetismo primario y en su simbiosis dialéctica, movimiento constante de cambio determinado por la inherente dinámica que conlleva la diferencia ontológica entre ser y ente-conciencia (o mente-espíritu particular). Aquí se encuentra el límite trágico griego. Los fenómenos culturales representan la impermanencia fenoménica de los paradigmas como temporalidad de la razón, confirmando que dicho caos fenoménico trascendentalmente legislado propicia el perfeccionamiento de las posibilidades como acontecer, como eterno retorno, como voluntad de voluntad, como voluntad de poder-ser-aquí-ahora, enfatizando ante todo la inmanencia del carácter ontológico de las posibilidades. La teleología del espíritu como síntesis posibilita la linealidad, y la teleonomía de la consciencia que estamos presentando como contradicción (cultura) posibilita los saltos evolutivos del pensamiento y el conocimiento consecuente, avance en espiral como decíamos antes. Es por ello que la medida natural de la evolución se mide en revoluciones. No sería un quiero y no puedo (metafísica) sino un constante quiero y no puedo todo fenoménico a la vez, pero sí lo puedo "todo" (como posibilidad) desde una perspectiva trascendentalmente inmanente.

Concluir apoyando la afirmación de Zeitgeist sobre la no-existencia del conocimiento empírico-estático, reconociendo la importancia formal de la ciencia matemática en sus diferentes aplicaciones simbólicas, representando una base sólida sobre la que construir un conocimiento fenoménico de la Naturaleza no meramente lógico sino integral, sumando el conocimiento trascendental de la naturaleza (auto-conocimiento) al conocimiento lógico del ente. En relación al paradigma científico suscribimos las aportaciones de Thomas Kuhn cuando habla de un primer paso como establecimiento del paradigma, de un segundo paso como desarrollo normal de la ciencia, de una tercera etapa como momento de crisis, de una cuarta como revolución científica y de una quinta y final instauración del nuevo paradigma. Todo comienza a engarzar bien. Es importante recordar a Bachelard cuando afirma que la ciencia progresa superando obstaculos epistemológicos; que se conoce en contra del conocimiento anterior; que supera lo que en el espiritu obstaculiza la espiritualización, considerando por obstáculos a la opinion y a la observación básica. Ello encuentra su superación en el razonamiento y la experimentación, concluyendo en que la ciencia no produce verdad sino que busca preguntar mejor. Y yo supongo que es aquí donde se produce el coito entre filosofía y ciencia. La mecánica cuántica comprende lo real desde una perspectiva holística, pivotando el conocimiento en última instancia en lo que entendemos como conciencia; de ahí el principio de incertidumbre o el concepto de conciencia como colapso, como reseteo, como contradicción creo yo. Buda dice que el espíritu crea el mundo; Einstein que todo depende del observador; Goethe también enfatiza el caracter subjetivo de la percepción por medio de su teoría del color. Me pregunto en que paradigma estamos y a cual aspiramos. Al igual que Nietzsche pienso que estamos en el paradigma metafísico de las dicotomías, y que ya es hora de proceder hacia la construcción linguística de lo que pudiera ser un super-ser-humano, un ser humano simplemente no metafísico, ontológico, holístico, dionisiaco, para así regresar al carácter cuántico de la vida cotidiana.

Con todo se habrá comprendido cómo yo quiero pasar acto seguido más adelante, a saber que siempre existe además una fe metafísica en la que se apoya nuestra fe en la ciencia, que también nosotros, los que hoy estamos en el camino de conocer, nosotros

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ateos y antimetafísicos, encendemos también nuestro fuego en la lumbre que ha encendido la fe de milenios, esa fe cristiana, que fue también la fe de Platón de que Dios es la Verdad, que la Verdad es divina… Pero ¿qué ocurre, cuando esto precisamente se hace cada vez más increíble, cuando ya no se presenta nada divino, de no ser el error, la ceguera, la mentira…, cuando el mismo Dios se nos presenta como la mayor mentira?(El gay saber, Nietzsche).

8. EPISTEME.

Con el concepto de episteme nos referimos al conocimiento científicamente establecido, "verificado", o mejor dicho parcialmente verificado por la no-falsación del paradigma científico. El conocimiento práctico, si es infinito, es imposible que alguna vez pueda llegar a ser absolutamente verificado, pero si puede ser regionalmente verificado o no-falsado por medio de la teoría y su carácter de no-contradicción lógica, por lo que no nos afirmamos en una verdad humana absoluta que no refiera a la nada del ser: todo lo que es es en el ser desde una perspectiva humana, ya sea como afirmación o como negación de éste, recordando el panteísmo de Spinoza. Aplicamos al conocimiento una racionalidad utilitaria, medio y no fin, filosofía como caja de herramientas, negando el saber por el saber (metafísica) y potenciando el saber por el vivir bien, recordando las comprensiones ontológicas y culturales en Aristóteles. De camino negamos a los anti-posibilidad de aborto por medio de su lema derecho a vivir, pues desde una perspectiva del conocimiento como herramienta de sublimación sería más correcto afirmar nuestro derecho a no simplimente vivir sino además tratar de vivir bien, adaptando nuestra herrancia cotidiana al conocimiento científico, refieriendo al carácter cualitativo de la elección posible de ser-aquí-ahora.

Pienso que la episteme abarca desde lo empírico-matemático a lo científico-simbólico enfocado desde una perspectiva genérica, en relación íntima con la ontología y determinando a la teología y por ende a la biología. Episteme como reconocimiento del carácter sintético del paradigma, aunque sea de manera temporal, posibilitando un desarrollo cognoscitivo que fomente el conocimiento evolutivo-trascendental como acontecimiento y procurando la emergencia armoniosa de nuevos paradigmas aplicados a las reactualizaciones constantes de lo real y por ende sus realidades. Cerrar el círculo del conocimiento nos brinda la posibilidad de conocer las realidades del todo-uno, las realidades de lo real, pues posibilitamos una comprobación empirica indirecta (parcial) del total de las relaciones trascendentales mediante la praxis contemplativa que aplicamos sobre lo científico desde una perspectiva de unidad, estudiando las interacciones intersubjetivas para conocer lo "objetivo" como representación paradigmática. Comprobaremos que la comunicación requiere de su estatuto lógico-científico que posibilite contemplar libremente la relación entre Naturaleza y naturaleza.

Episteme como pre-juicio temporal, temporalidad inestable que posibilita un pre-juicio fenoménico positivo, no violento, ignorancia no agresiva, apertura del ser hacia lo no-conocido-aú, actitud que no frena el conocimiento sino que lo fomenta mediante la ampliación de las posibilidades, implementando nuestra creatividad imaginativa mediante lógicas de no-falsación, recordando a Karl Popper. La razón pura como estaticidad eidética de la mente representa un pre-juicio fenoménico negativo, que se cierra a lo nuevo y fresco aferrándose al miedo que provoca la posibilidad de dicho vacío temporal, dirigiéndonos claramente a un caos trascendental que supone confundir linguísticamente fenómeno y trascendencia, además de confundir esclavitud y libertad desde una perspectiva ético-moral.

Entendemos que el conocimiento objetivo es parcialmente verificado, que no existe un conocimiento objetivo absoluto en el campo de la teología, que es precisamente la realización de lo concreto. Lo que si existe son conocimientos científicos regionales cada vez más completos, más cualitativamente engoblantes y más interdisplinados que nunca, ciencias que sólo pueden plegarse hacia sí mismas desde una formalidad limitada y limitante, limitación que no impide las sublimaciones temporales que felizmente acontecen en el ámbito de las matemáticas, de la física, de la química o de la propia biología. Lo que no es objetivo son sus relaciones simbióticas, ya que el ser (y también la nada)

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es physis, es dialéctica, es modalidad unitaria, propiciando un conocimiento siempre emergente que no invalida lo anterior sino que lo engloba cualitativamente. La negación del absoluto es la negación de lo objetivo, lo que no impide su temporalidad como posibilidad constitutiva. La infinitud ontológica del conocimiento refiere entonces a la posibilidad de reconocer al ser por medio de su dinamismo empírico, fenomenología relacionada a la conciencia gracias a la apertura de la mente hacia el cuerpo y su sensorialidad. El empirismo, al igual que la teología, es conocimiento no-falsado, nunca presentado en modo absoluto ya que la teleología theológica (teleonomía) considera su fin último como praxis artística y no como teoría conceptual, asentándose en los postulados de la racionalidad lógica como pensamiento-movimiento, lo que desde ninguna circunstancia posible impide el avance hacia el conocimiento sino que lo potencia generosamente.

En la lógica aristotélica una expresión es apodítica si se refiere a una proposición demostrable, que es necesaria o evidentemente cierta o válida, o por el contrario que es forzosamente falsa o inválida. (...) Las proposiciones apodícticas difieren de las asertóricas, que meramente aseveran que algo es o no, y de la proposiciones problemáticas, que expresan únicamente la posibilidad que algo sea verdad. Por ejemplo "Dos por dos es igual a cuatro" es apodíctica. "Chicago es más grande que Omaha" es asertórica. "Una empresa puede ser más rica que un país" es problemática. (...) En la lógica aristotélica, "apodíctico" se opone a dialéctico, de la misma forma que una prueba científica difiere de algo probable o razonable. Kant diferencia apodíctico de problemático y de asertórico en su Crítica de la razón pura diciendo: la modalidad de los juicios es una función muy especial de los mismos que se caracteriza por no contribuir en nada al contenido del juicio (pues fuera de la cantidad, cualidad y relación, nada queda ya que constituya el contenido del juicio), y referirse tan sólo al valor de la cópula, en relación con el pensar en general. Problemáticos son aquellos juicios en los cuales el afirmar o negar se admite sólo como posible (voluntario). Asertóricos, cuando es considerado como real (verdadero). Apodícticos son aquellos en los cuales se advierte como necesario.

(Artículo de la enciclopedia popular Wikipedia).

8.1. Episteme matemática de la Naturaleza.

En referencia a la ética utilitaria que aplicamos al conocimiento interpretamos la ciencia matemática como parcialidad real de la Naturaleza, derivando una episteme lógico-cuantitativa frente al simbolismo de la lógica relativa a la física, la química o la biología. Las matemáticas fomentan el conocimiento sobre la Naturaleza desde una perspectiva temporal que aspira mediante su formalidad a cierta atemporalidad científica, especialmente en ciencias como la geometría o la aritmética. El conocimiento matemático requiere siempre en última instancia de la observación empírica, pero tiene cierto carácter científico-formal pese a que el conocimiento parte de lo sensorial. La lógica matemática representa el conocimiento científico de la realidad fenoménica, frente a la lógica simbólica como conocimiento científico de la realidad trascendental e inmanente. La lógica matemática engloba forzosamente las interacciones físicas y químicas que engloba dicha realidad fenoménica. Las matemáticas por sí solas sólo son conocimiento parcial de parcialidades, no pueden responder por sí mismas sobre los primeros principios que conforman lo real.

La lógica matemática representa los conceptos "universales", el conocimiento como síntesis. Recordamos que sin la sensación de realidad no hay matemática (el número es vida). Pero también reconocemos la lógica matemática como punto de partida del conocimiento, como mesura de las periodicidades naturales, base de la epistemología como lógica simbólica y de las ciencias "especializadas". ¿Puede decirse que un triángulo es conocimiento atemporal? Considero que un triángulo es una idea muy válida y que su formalidad le atribuye atemporalidad, pero no es más que un concepto, una herramienta que permite realizar cálculos o un ente que se adapta bien a la percepción que tenemos de la realidad empírica de las formas. No nos cansaremos de afirmar la imposibilidad de absolutizar las matemáticas, por mucho que lo digan los metréticos Hegel, Platón o Pitágoras. La metafísica aplica una racionalidad matemática al mundo simbólico que revierte en un caos serio, imposibilitando la confluencia entre trascendencia e inmanencia, separándonos de la posibilidad de ser-aquí-ahora por medio de la libertad y la cultura, confundiendo por ende síntesis y contradicción, confundiendo esencia y sustancia, hasta finalizar confundiendo al ser con Dios.

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Precisamente hablamos de cómo las matemáticas conforman lo real por medio de las expresiones musicales, participando con su autonomía en el ensamble entre física y química. Por ejemplo en el sonido de una guitarra física y química son los actores principales representando a la potencia de los dedos y a la tensión sonora de las cuerdas, pero ambas se despliegan de manera estética por medio de las matemáticas, lenguaje que relaciona las múltiples posibilidades y sus consecuentes realidades. Y precisamente también muestran las matemáticas su disolución en el más acá respecto de las autonomías física y química, como bellamente lo muestra por medio del número irracional y sus proporciones aureas (escala de Fibonacci). Dicha posibilidad matemática muestra como el límite une y separa a la vez, condición que determina las posibilidades conformando trascendentalmente, sin por ello engendrar contenidos atemporales (interpretación del número como absoluto). Mirando a un girasol o una caracola podemos comprender que los dioses extrínsecos son imposibles, pues la divinidad del todo reside en el aquí y ahora y en su sincronía inmanente con el uno. Sin gran esfuerzo y haciendo justicia identificamos proporción aurea y belleza natural.

Para complementar los apuntes sobre filosofía matemática podemos consultar el artículo de Victor Alarcón en la revista electrónica de filosofía llamada A parte rei, texto titulado Antropología cultural y creación matemática. Desde una perspectiva más formal podemos consultar el libro Introducción a la filosofía de la ciencia, de K. Lambert y G. Brittan, en el que aparece dedicado un capítulo completo a las matemáticas. Por supuesto recomendar para cualquier consulta la Historia de la lógica de Arthur Prior, El arte de la lógica de Louis Couturat, o el clásico Principia mathemática de Bertrand Russell.

8.2. Episteme lógico-simbólica de la naturaleza.

Hemos identificado anteriormente la ciencia con lo simbólico, elevando a la lógica como posibilidad de conocer científicamente la naturaleza de la Naturaleza, y por ende conocer a la Naturaleza de una manera integral. Comprendemos la episteme simbólica como conocimiento científico conformado por el corpus ontológico que conforman la física, la química, las matemáticas y también la biología. Dicho conocimiento refiere a la auto-fundamentación dialéctica de lo real como fundamento y anti-fundamento a la vez: la nada del ser como lo real de la realidad, teniendo el desarrollo del ser como realidad o realidades de lo real. Y por ende el conocimiento simbólico también refiere al auto-conocimiento consciente por medio de lo sensorial y sus fenómenos mentales. Obligatoriedad de comprender desde ya que nuestra interioridad refiere a lo posibilidad de un conocimiento simbólico (integral) y no meramente matemático: además de formalidad somos materialidad. Debemos intentar no confundir el ser con fundamento absoluto sino sólamente temporal, reconociendo que aporta intrínsecas posibilidades de originar derivados fundamentos temporales, con posibilidad incluso de coexistencia junto a otros fundamentos temporales, teniendo todos los fundamentos temporales en común su omnipotencia formal anti-fundamental, refiriendo por un lado directamente a la imposibilidad humana de un fundamento absoluto pero dejando abierto por el otro la posibilidad temporal del fundamento como desarrollo de la racionalidad lógica.

La lógica simbólica parte de lo empírico-fenoménico del ser postulando el carácter científico de la biología como estudio de la materialidad del ser realizada. Si la consciencia es vacío y el mundo sensorial es el todo, el conocimiento comienza en el todo (fenoménico) y no en la nada (trascendental), reconociendo el carácter conceptual del conocimiento formal. Por medio de la praxis conocemos nuestro cuerpo, vehículo en el que están las claves del alma y viceversa, todo es uno, dos formas de conocer y afrontar la realidad inseparables una de la otra. Desde la tierra nos impulsamos hacia el cielo al igual que la célula se desarrolla desde su adn. Gracias a la lógica simbólica podemos comprender a lo finito en lo infinito, pero no al revés. Y comentamos esto pues precisamente el pensamiento metafísico representa a Dios como concepto finito (ente o sustancia que excluye el no-ser), posibilitando la ignorante osadía de querer que lo finito sea más omnipotente que lo infinito. Coherentemente identificamos metafísica con enfermedad mental, simple afección tal vez que provoca el miedo como consecuencia de la ignorancia como causa, incomprendiendo la naturalidad de la ignorancia como posibilidad intrínseca del saber y del avanzar.

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El pensamiento metafísico en su desarrollo se identifica con el fascismo, razón (teoría) pura (práctica), mono-pensamiento, racionalidad anal, lo que mediante silogismo significa que la metafísica sólo debe ser tolerada socialmente como teoría ética (allá cada cual con su conciencia) y no como praxis moral, pues atendiendo a que el mal genera mal (afirmación ontológica de la cultura y los niveles de conciencia) no puede permitirse colaborar en la violencia contra la Naturaleza por medio de la negación de su propia naturaleza. La metafísica sólo puede existir como paso libre y natural desde la ignorancia hacia el saber, respetada como proceso de vida referente a la deconstrucción de la propia Cultura esclavizada en su desarraigo empírico, sin por ello proclamarle un estatuto natural en el desarrollo humano. De hecho debe colaborarse en la extirpación social de los males metafísicos por medio de la comunicación racional, dialógica y también sentimental, abarcando la integralidad holística de las interacciones culturales.

La metafísica es parasitaria, pues continuamente se esconde en los rincones oscuros de la conciencia, agazapada esperando su oportunidad de crecimiento, comprendiendo que no germina sino que siempre se constituye como una posibilidad intrínseca dispuesta a desarrollarse y colonizar el vehículo corporal al completo, pues no sólo toma el poder del barco sino también de la tripulación. Es por ello que siempre reside en las creencias menos expuestas al público, creencias que pocas veces se exiben en público y menos aún son tratadas de explicarse científicamente a los demás. Nunca y de ninguna manera se abren hacia lo colectivo, siempre la metafísica es una teoría del individuo que resta en el individuo, pues precisamente choca con los intereses colectivos, como ya sabemos negando que todas las interacciones naturales están relacionadas entre sí y que en última instancia el todo es uno. La metafísica más que castigo necesita un tratamiento de apoyo, lo divino y también los males posibles están en el todo; cada uno que desarrolle su amor y su odio respecto de sus posibilidades. Habrá que pensar cómo hacer con los pacientes terminales afectados de autoritarismo extremo que tanto daño hicieron, siguen haciendo y probablemente seguirán haciendo mientras se lo permitamos.

La ignorancia no tiene que ser mala ni agresiva, refiere a la ignorancia sobre el carácter científico de la existencia, sobre la posibilidad de conocer la modalidad unitaria como fuente eterna de energía. Este conocimiento como episteme simbólica está basado en los principios matemáticos que conforman la percepción mental de los sentidos, apoyado por el argumento racional de lo científico. Pero es precisamente la mente la que a priori da forma a lo sensorial, no hay escapatoria a la mente, así que hay que sumarla como amiga cueste lo que cueste. Esto no impide la naturalidad de que se interrelacione lo científico y lo hipotético, que la mente viaje, sea creativa o de imaginación extrema; de todas formas nuestra inteligencia lógica legislará la eficacia del proceso, las posibilidades realizables y las imposibilidades lógicas.

La ciencia que de lejos más ha avanzado en los últimos tiempos sigue siendo la física desde una perspectiva cuántica. En su voluntad de unificar todas las variables interdependientes en un mismo campo está consiguiendo resultados excelentes, especialmente por medio del colisionador de handrones. Tras el boson de Higgs se proyectan hacia el conocimiento del bosón del campo gravitatoria, el llamado gravitón, bosón que explique la fragilidad gravitatoria desde una perspectiva no simplemente mecánica. Dicha construcción cuántica unificada bajo la teoría de supercuerdas relaciona las interacciones fundamentales, y trata a su vez de deconstruir las 4 leyes de la termodinámica, las cuales sólo nos siguen valiendo para el mundo de lo macro. El mundo cuántico avanza imparablemente no sólo como ciencia sino también como filosofía, aportando conocimiento cualitativo que orienta las comprensiones que construimos acerca de la nada y el ser. Trata de relacionar verdad lógica y verdad ontológica, por eso no es simplemente ciencia sino también filosofía, acercándose así a las Culturas cuánticas, Culturas sustentadas en el conocimiento ontológico de lo real, especialmente bajo el auge actual de los saberes orientales.

También la conciencia tiene su lugar en la mecánica cuántica, como colapso, como ruptura de la simetría, como contradicción cinética que determina el principio de incertidumbre. Recordamos así las mónadas de Leibniz

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reconocidas por Spinoza, o nos ilustramos bajo el conocimiento de la célula como autonomía primera, adn como inherente teleonomía. Así nos abrimos a una perspectiva más integral sobre los procesos naturales, sobre la ósmosis por ejemplo, o sobre la segregación de endorfinas, o sobre la reproducción de las plantas estoloniferas o rizomatosas, evidenciando el deseo de atomización corporal, deseo bioenergético de poder-ser-aquí-ahora.

Escudriñando holísticamente las posibilidades del conocimiento seguimos abriéndonos hacia todas las hipótesis creativas que sigan trabajando la unidad del todo. Al igual que en apartados posteriores terminaré concluyendo la identificación de agua y espíritu, sin argumentarlo aquí-ahora, también identifico ya al boson de Higgs con las propiedades que aquí estamos atribuyendo al ser y a la nada, identificando la modalidad dialéctica con el campo de Higgs, con el campo unificado, con el caos energético. En pocas palabras conforma el todo, lo real, explica el origen de la materia científicamente, aquí y ahora y no gracias a Eva y Adán, se auto-aporta masa, es su partícula y también su anti-partícula, aporta masa al resto, es extremadamente volátil, se relaciona a la ligereza favoreciendo la fluencia de las unidades pequeñas de masa y ofrece resistencia a las de mayor masa, vela por la atomización de la materia de alguna manera, fomentando el movimiento, el cambio, la transformación, por lo que yo me declino por denominarla la partícula divina, pero nunca la partícula de Dios.

Y finalizando con más hipótesis creativas acerca de la modalidad unitaria del existir la teosofía nos habla del mundo sagrado, de la atomística, tratando de trazar conceptualizaciones acerca de la estructuración científica de los primeros principios, sin cerrarnos por ello a modalidades científicas de otras Culturas las cuales diverjan de nuestras concepciones iniciales. La no-contradicción, la falsación y no la verificación son la bandera que enarbola las posibilidades de avance en el conocimiento simbólico de la realidad. Sin justificarnos más ante el posible escepticismo nos hacemos eco de las interpretaciones teosóficas que afirman la existencia de 6 categorías de átomos eternos, los cuales podemos relacionar con las 6 primeras categorías del espíritu, dejando al margen la fenomenología política y estética como materialidad espiritual; la existencia de 9 substancias, las cuales podemos relacionar con las 8 categorías espirituales más la intersubjetividad como praxis artística, fenomenología de la cultura, lo que terminaremos etiquetando como genuína sociología; la existencia de 24 cualidades, las cuales podemos relacionar con el resultado de la multiplicación entre las 8 categorías espirituales y los 3 planos de conciencia (alma, espíritu y ser-aquí-ahora); y por último la existencia de 5 nociones, las cuales pueden relacionarse con los 5 elementos naturales como materialidad fenoménica, relacionado a su vez a los 5 sentidos como sensorialidad. Necesitamos abrirnos a las perspectivas integrales, adaptarlas a nuestro progreso y disfrutar el jugo que nos pueda ofrecer. Siempre puede desecharse por caduco o apoyarse en ello de manera parcial. Y sobre todo debemos construir nuestro propio pensamiento, desde abajo hacia arriba por medio de la cultura, el conocimiento, la libertad y el arte, abrazados al vacío, cayendo siempre juntxs para posiblemente volvernos a levantar.

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PARTE III: ONTOLOGÍAS REGIONALES

A) TEOLOGÍA

1. LO SAGRADO Y SUS DIVINIDADES.

"Común a todos es el pensar. Es necesario que los que hablan con inteligencia se apoyen en lo común a todo, como la ciudad en su ley, incluso mucho más firmemente, pues todas las leyes humanas se alimentan de una sola, la divina; ella domina tanto cuanto quiere, y basta para todo y sobra".(Heráclito, El nacimiento de la filosofía en grecia, Teresa Oñate).

Desde la perspectiva hermenéutica que estamos construyendo entendemos la teología como estudio de lo sagrado y sus divinidades, como estudio científico de theos (lo divino-inmanente). Hablamos aquí de divinidad como cualidad ontológico-modal de todo lo que es, afirmando la modalidad del todo como divinidad y no interpretando theos como lo Divino (Dios), no como ontización de lo ontológico (metafísica). La teología como propedéutica científico-artística investiga las determinaciones y posibilidades del ente ontológico, trata de descubrir las posibilidades no realizadas, frente a la epistemología como estudio de las posibilidades realizadas. La ontización de la conciencia que trabaja la epistemología tiene carácter temporal, es siempre emergente, lo que determina por ende las interpretaciones teológicas de la cultura. Pero la cultura, al contrario de la razón temporal epistemológica y su voluntad de objetivación, tiene carácter trascendental-inmanente, posibilitando un desarrollo evolutivo eterno y dinámico por medio de la praxis artística. El estudio teológico representa las investigaciones posibles sobre la síntesis que representa el hecho vital y las contradicciones representadas por el acontecer del ser-aquí-ahora respecto a dicha síntesis espiritual (seguimos identificándonos en la interpretación de la conciencia como síntesis y de la consciencia como contradicción). Por último hablamos de teología como estudio de lo sagrado, como análisis científico de la verdad y la perfección en sus diferentes expresiones graduales.

"El concepto de «Dios» fue inventado como antítesis de la vida: concentra en sí, en espantosa unidad, todo lo nocivo, venenoso y difamador, todo el odio contra la vida. El concepto de «más allá», de «mundo verdadero», fue inventado con el fin de desvalorizar el único mundo que existe, para no dejar a nuestra realidad terrenal ninguna meta, ninguna razón, ningún quehacer. El concepto de «alma», de «espíritu», y, en fin, incluso de «alma inmortal», fue inventado para despreciar el cuerpo, enfermarlo —volverlo «santo»—, para contraponer una espantosa despreocupación a todo lo que merece seriedad en la vida, a las cuestiones de la alimentación, vivienda, régimen intelectual, asistencia a los enfermos, limpieza, clima. En lugar de la salud, la «salvación del alma», es decir, una folie circulaire [locura circular] que abarca desde las convulsiones de penitencia hasta las histerias de redención. El concepto de «pecado» fue inventado al mismo tiempo que su correspondiente instrumento de tortura, el concepto de «libre albedrío», para obnubilar los instintos, con el propósito de convertir en una segunda naturaleza la desconfianza con respecto a ellos".(Ecce Homo, Nietzsche).

Cuando hablamos de teología también hablamos de lógica simbólica, de episteme simbólica (científica) de la physis y de la fenomenología espiritual determinada por ésta. El ser posibilita la temporalidad epistemológica por medio de la temporalidad constitutiva del ente, la cual posibilita la formalidad matemática que representa a la epistemología como postulado lógico de la ontología. Hablando del ser como fundamento ontológico hablamos de que el ser se fundamenta a sí mismo en su existencia en sí, se auto-fundamenta como germen temporal de las posibilidades sintéticas. La teología, determinada por el acontecer de la nada a la conciencia, representa el enlace entre el ser (y el ente) y la nada, la cual se aparece como consciencia, como negación de la síntesis, como contradicción de la linealidad y de las absolutizaciones atemporales del ente. La teología también se auto-fundamenta en sí pero de otra manera, pues considerando los contenidos ónticos se centra y se afirma sobre la modalidad que determina la nada como ser del ente. Afirmando el carácter contradictorio de lo divino reconocemos el estatuto científico de la teología

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precisamente ahondando aún más en el carácter ontológico de la epistemología, pues la teología más que nunca (y al igual en última instancia que el resto de "ciencias") no es ciencia sino propedéutica científica, la cual adquiere su inmanencia artística por medio de la diversidad transformadora de los fenómenos culturales. Podemos reconocer entonces la fundación de la teología en sí por medio de las ciencias vitales como estudio de las posibilidades no realizadas, precisamente refieriendo al estudio de las posibilidades alternativas al ente con deseos absolutistas. Es un estudio del todo-real (multi-realidad) y de las relaciones recíprocas entre "realidad" trascendental-inmanente y fenoménica, encontrando su consumación artística en lo que más tarde presentaremos como una sociología teológica y hermenéutica.

"En ninguna parte he despreciado a quienes creían en los espíritus, el alma inmortal, el soplo de los dioses, la presencia de los ángeles, los efectos de la oración, la eficacia del ritual, la legitimidad de los hechizos, los contactos con los loa, los milagros de la hemoglobina, las lágrimas de la Virgen, la resurrección de un hombre crucificado, las virtudes de los cauríes, los poderes chamanísticos, el valor de los sacrificios de animales, el efecto trascendente del nitro egipcio, las ruedas de oración. En el chacal ontológico. En ninguna parte. Pero en todos lados he podido comprobar cómo fantasean los hombres para no enfrentarse con lo real. La creación de mundos subyacentes no sería tan grave si no se pagara un precio tan alto: el olvido de lo real, y por lo tanto la negligencia dolorosa del único mundo que existe. Cuando la creencia se desprende de la inmanencia, de sí misma, el ateísmo se reconcilia con la tierra, el otro nombre de la vida".(Tratado de ateología. Física de la metafísica, Michel Onfray).

Leído lo leído requerimos especialemente en referencia a la palabra teología una suspensión del valor metafísico que se le atribuye a dicho concepto. Yo no sé si interpreto bien el theos clásico o no, pero lo que sé es que los paganos no comprenden la existencia de un dios extrínseco y menos antropomórfico, menos aún extracósmico. Si hablamos de categorialidad hermenéutica o de espiritualidad tenemos que hablar de ontologías regionales, palabra que implica la negación de las voluntades absolutistas de la metafísica tradicional como ontoteología. Que quede claro que la metafísica es ontoteología y no genuína teología de carácter pagano-racional. Hace poco descubrí un filósofo hedonista que me está gustando mucho, Michel Onfray, pero me enoja que hable afirmativamente del hedonismo espiritual como ateológico. Suscribiendo al máximo nivel sus comprensiones entiendo que la teología es el campo científico que representa el estudio de la cultura como espiritualidad, pudiendo así hablar de teología como ciencias vitales, como categorías, consumando así junto a la sociología el carácter dialéctico y abierto de una genuína ontología hermenéutica, unificada en el modo y no en las síntesis resultantes que posibilita la temporalidad constitutiva del ente y del propio ser en relación al cinetismo activo de la nada. Dicha comprensión implica la interpretación de la naturaleza humana (o de la condición humana en referencia a la inmanencia cultural) como teológica, que tiende al conocimiento de la verdad y a la perfección, pero no de manera teleológica sino teleonómica, que llega a la verdad por medio de la cultura y no por medio de un supuesto innatismo que nos ofrece la razón pura, no absolutizando sus resultados y basándose en la modalidad hermenéutica como indistinción entre medios y fines, afirmando la ciencia como proceso y no como producción de verdad.

Por el contrario debemos seguir deconstruyendo las afecciones del pensamiento como metafísica, la cual comprende mediante su falacia lógica y ontológica (negación de la diferencia ontológica) a la teología como estudio de la Sustancia (absoluta) y su jerarquía óntico-categorial (escalera que va desde el Yo-Conciencia a Dios por medio de la Voluntad-Fe), negando así toda religiosidad trascendental posible de los entes, negando así el carácter teológico de los entes que aquí se defiende junto a paganos y animistas. Afirmamos una vez más que el libro de Aristóteles no puede llamarse Metafísica: es una contradicción; y si fuera así, lógica y coherentemente referiría no hacia lo superior de la física sino a lo inmediatamente subordinado (conciencia como sustancia y no como esencia). La metafísica sólo comprende lo fenoménico como lo absoluto-matemático, negando la parcialidad espiritual de la conciencia y encontrándose imposibilitada para contemplar la trascendentalidad-inmanente de las posibilidades realizadas del ser como temporalidad, imposibilidad de contemplar nuestras propias posibilidades natural, negando por ende el vasto acontecer de la nada en la mente-conciencia como aletheia.

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1.1. El hecho vital.

Nos sumergimos de lleno en la teología interpretando los elementos constitutivos de lo divino, principalmente 3: el cuerpo, la mente y la consciencia, los cuales conforman lo que entendemos por conciencia y que vamos a bautizar "el ente ontológico" por su capacidad de identificarse con los 3 planos diferentes de realidad que existen: el cuerpo sensorial como realidad trascendental-inmanente, la mente como realidad fenoménica (concepto eidético) y la consciencia como lo real (acontecer de la nada en el ser). Al cuerpo lo relacionamos con el hecho vital, a la mente con el ente ontológico y a la consciencia con la verdad y la perfección. Recordemos que cuando decimos mente nos referimos al carácter óntico de la conciencia, al concepto, a la idea, y cuando decimos consciencia nos referimos al carácter ontológico del ente-conciencia, a su trascendentalidad-inmanente siempre a través del cuerpo (y por ende la mente), lo que supone comprender la conciencia como síntesis temporal entre cuerpo, mente y consciencia, sin por ello absolutizarse necesariamente sobre los acontecimientos revolucionarios que sobrevienen.

Comprendemos entonces desde dicha perspectiva el hecho vital como fenómeno de síntesis temporal entre física, química y biología, entre ontología, epistemología y teología, entre consciencia, cuerpo y mente, entre energía, "materia" y temporalidad sintética de la energía como posibilidad. El hecho vital como síntesis temporal es un fenómeno posibilitado por las reacciones químicas posiblemente realizadas en el agua sintetizando temporalmente trascendentalidad e inamencia. Mediante dicha comprensión del hecho vital posibilitamos la relación dialéctica de los primeros principios por medio de las matemáticas como conocimiento lógico-racional, no proclamando la jerarquía sustancial de la física sobre la química ni de las matemáticas sobre éstas. Consideramos al dinamismo pasivo de la química como clave de la existencia vital, y al cinetismo físico como naturaleza anímica del espíritu, como modalidad de todo lo que es.

Nombramos a la Naturaleza (espíritu) como hecho vital para reconocer la radicalidad procesual de las posibilidades sintéticas en la naturaleza, en lo que estamos comprendiendo como anima (alma). Estamos interpretando el hecho vital como síntesis temporal entre espíritu-mente y las contradicciones anímicas del instinto sensorial. Nos afirmamos como posibilidad realizada por la dialéctica que relaciona los opuestos. Esto no implica una connotación negativa en modo alguno sobre el concepto de síntesis, liberándolo del absoluto hegeliano, evitando también una posible jerarquía violenta de la contradicción o la cultura sobre la naturaleza y su autonomía teleológica. Por ello fundaremos el principio de la libertad de conciencia mediante la categoría espiritual linguística, como comprensión teleonómica, enfatizando la inseparabilidad de responsabilidad y libertad, o de medios y fines como hablábamos antes.

Antes de que tratemos descifrar las propiedades cualitativas del ente ontológico afirmamos nuestro total reconocimiento a la religiosidad espiritual como ámbito constitutivo del ser humano junto a la ciencia, el arte y la filosofía. Heredamos el paganismo de la tradición reforzado siempre desde las reactualizaciones emergentes de las libertades comunicativas actuales, celebrando el apogeo de las sabidurías orientales que poco a poco se van cirniendo sobre Europa de forma fantasmagórica. Dicho ámbito constitutivo del ser humano por supuesto goza de su apartado en este libro, junto al arte en la sección más acá de la metafísica, que junto a Michel Onfray pudiéramos llamar física de la metafísica, o que más científicamente pudiéramos interpretar como química de la física, negando de un plumazo dos mil años de autocracia ideológica que suponen la moral judeo-cristiana. El caso es que en dicho apartado apologizaremos sin fe ni convicción que al igual que identificamos las propiedades que atribuimos al ser con el boson de Higgs el agua cumple las propiedades que atribuimos al espíritu como hecho vital, como posibilidad realizada de la vida. Sin pararnos demasiado reconocemos en la estructura del agua el carácter dialéctico de su composición, entendiendo el hidrógeno como un principio cinético y al oxígeno como un principio dinámico, síntesis entre movimiento y armonía, entre generación y corrupción, entre el aquí y el ahora. Donde hay agua hay vida y no hay vida sin agua. ¿Somos 70% agua? El agua va donde la requieren (ósmosis) venciendo incluso la ley de la gravedad. El agua te da la vida pero también puede quitártela. Recomiendo las interpretaciones de Masaru Emoto cuando habla de

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la espiritualidad del agua, de la aprehensión energética de sus moléculas, dándo por obvio la belleza estética de su carácter fenoménico.

1.2. El ente ontológico.

Desde la radicalidad ontológica de nuestra perspectiva hermenéutica omprendemos como principio y fin del conocimiento a la sensación de realidad que se da en la conciencia como contradicción, intencionalidad husserliana de la fenomenología o proyección original hacia el todo-uno. Parafraseando a Ortega, la sensación de realidad es vivir, la realidad de la sensación es filosofar; o mejor dicho la sensorialidad es mi circunstancia y mi realidad soy yo como pensamiento, y si no salvo mis circunstancias no me salvo yo. Pero entre las contradicciones de los sentidos y las de la consciencia como nada ontológica aparece la síntesis como logos: se aparece la mente como fenomenología que representa el caracter óntico apriorístico de los fenómenos de conciencia (imágenes). Llamamos ente ontológico a la conciencia como relación existente entre la ontización apriorística de lo ontológico que se aparece a la conciencia como mente (ente) y la cualidad ontológica de ésta (consciencia), determinada por su radicalidad sensorial primaria (constitución ontológica del ente como cuerpo sensorial). Así por un lado el ente ontológico se muestra como espíritu sintético, y por otro lado se muestra como alma (consciencia), como contradicción, como acontecimiento.

El ente por medio de su faceta de mente-conciencia se ocupa de la realidad de la sensación, del pensamiento, de la relación entre fenómenos complejos e imágenes simples. El ente como conciencia ontológica o sensorial (consciencia) se ocupa de la sensación de realidad que posibilitan la originalidad primaria de los sentidos. Corroboramos las afirmaciones de Spinoza sobre la indivisibilidad de cuerpo y mente, lo que supone la existencia de la mente como limitación fenoménica trágica, postulado capital de la diferencia ontológica entre ser y acontecer. El ente ontológico representa el logos que relaciona realidad fenoménica y realidad trascendental por medio de la modalidad unitaria del ser (lo real), transversal a la existencia del todo en su estar-siendo. La consciencia propicia que la mente resetee sus creencias como contradicción que acontece a la síntesis negando sus pretensiones absolutistas, colaborando en la ampliación del flujo mental forzanzo nuestra reapertura al mundo sensorial de los sentidos.

Concretando nuestra descripción de la conciencia entendemos las diversas facetas atribuibles al ente ontológico. Reconocemos como tarea de la conciencia la responsabilidad de seleccionar los fenómenos simples de la mente para formar fenómenos complejos (fenómenos de conciencia), y trabajar "verificando" la radicalidad sensorial de las imágenes o fenómenos simples mediante el acontecer sensorial de la consciencia. Es precisamente en la conciencia donde se produce el fenómeno linguísitico de la libertad como determinismo teleonómico, comprensión que analizaremos profundamente en apartados posteriores. Lo importante ahora es amarrar la comprensión de que la concienca es cuerpo, es mente y es consciencia como simbiosis interdependiente que tiene la verdad y la perfección como teleología y también como teleonomía.

"Las acciones expresivas condicionantes diferenciales, ofrecen a Aristóteles la posibilidad de acceder a una causalidad modal de plenificación e intensificación inmaterial con alcance de reunión participativa comunitaria, y placentera trasmisión comunicativa virtualmente eterna: la que es característica de los absolutos discontinuos sincrónicos, tales como el placer, el instante, el ver, el contemplar noético, el ser feliz, el enseñar, el tocar bien la citara, el amar... y todas aquellas actividades intensivas se incrementan modalmente en su propia expresión reflexivo-transmisiva haciéndose más duraderas y mejores gracias al gozo y retorno del que disfrutan todas las potencias energéticas simples, siendo capaces de multiplicarse sin dividirse y de trasladarse de unos lugares a otros sin corromperse".(El nacimiento de la filosofía en grecia, Teresa Oñate).

Podríamos concluir ampliando el horizonte comprensivo, relacionando la conciencia a la mónada de Leibniz, o relacionando ésta con el colapso cuántico, con la ruptura de simetría, con el principio de incertidumbre, etc. Podríamos pensar la conciencia desde el cuerpo como célula, como autonomía primaria. Y también podríamos pensar

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la dialéctica como modalidad y como límite variable que afirma la diferencia ontológica, responsabilizando a la consciencia de las posibilidades de ser más aquí-ahora o ser menos. No se nos caen los anillos sacralizando la conciencia como multi-posibilidad, comprendiendo al ente como la mezcla entre lo necesario y lo posible. Potenciamos la divinidad de nuestra naturaleza ontológica, exaltación humano del micro-cosmos, reconociendo nuestras limitaciones y también su posibilidad inmanente de trascendencia, reconociendo la faz mortal de todo lo que está sujeto al cambio y la inmortalidad del modo en que acontece la nada en el ser y viceversa. Y por último recordamos junto al hermetismo y a Tales que todo está lleno de lo divino, que está lleno de almas, pero interpretando que lo omnipresente es la energía y el cambio y no las entidades, que lo omnipotente es el alma y no los diferentes espíritus particulares, integrando siempre a lo finito dentro de las posibilidades de lo infinito.

1.3. Verdad y perfección.

La ley de la causa y el efecto como determinio jerárquico no-violento posibilita una transformación progresiva de las entidades por medio de la cultura, fenomenología que se rebela a la conciencia como verdad y perfección graduales. Lo verdadero y perfecto se muestra por su modalidad de ser y sólamente corresponde a la relación entre la nada y el ser, entre la estaticidad de la ley como criterio regidor y la mobilidad de su dinámica causa-efecto, dinamismo móbil de la eternidad como transformación constante. Dicha naturalidad dialéctica posibilita el estudio de la verdad como gradación elevada del ser en su relación con la nada; o sea, ser más o ser menos, desde el "no-ser" como afección metafísica, como nihilismo, como relativismo escéptico, al ser-aquí-ahora como elevación del ente por medio de su propio ser. La vida es proceso, la existencia es transformación, avanzamos frente a las contradicciones. Por supuesto nos afirmamos en la diferencia autónoma de la verdad lógica frente a la ontológica, pero sobre todo firmamos su simbiótica copertenencia, aún más si cabe afirmando que la verdad lógica sólo tiene sentido en relación a la verdad ontológica, pues la formalidad lógica de la verdad en sí carece de fundamento absoluto.

Parafraseando a Spinoza declaramos que "todo lo que es es en el ser" (incluido el "no-ser" como posibilidad metafísica) y fuera de él nada es (contra la pretensión metafísica de dicotomizar mediante la dialéctica platónico-hegeliana). La metafísica sólo puede comprenderse como estaticidad de la mente ("no-ser", ser menos, en estado ínfimo e irrisorio), muerte del espíritu por asfixia mental, por saturación de ésta. Reconocemos que el "no-ser" es real, existe convivencia entre el "no-ser" y el ser, relacionando al "no-ser" como decimos con el estado mezquino del ser: así el "no-ser" no sería más que una posibilidad entre otras muchas ofrecidas por el ser, simbólicamente interpretado desde la ontología como la mismísima frontera entre la vida y la muerte, opción altamente rechazable desde el panteísmo generalizado que profesa nuestra espiritualidad hedonista. El "no-ser" se desvela entonces como lo contrario a la perfección procesual de la cultura, como imperfección trascendental, lo que no supone lógicamente la existencia de la perfección en relación al fenómeno en sí, sino abriéndonos a su modalidad de acontecer, la que indudablemente relacionamos con el ser de las entidades.

La teología es la ciencia artística que también se ocupa de la perfección estudiando los grados de identidad entre ente y ser, comprendiendo que la perfección modal se encripta como temporalidad del ente en referencia al ser general y al su ser propio en particular. Dicha comprensión de la perfección en relación a la sublimación artística de la propedéutica científica nos dirige directamente a relacionar dicha perfección con la verdad y viceversa, confundiendo sus horizontes mediante la dialéctica unitaria que las envuelve, afirmando que sólo desde la teología matizamos la autonomía de la verdad como identidad energética respecto de la nada y la autonomía de la perfección como belleza matemática del ser. La verdad y la perfección como unidad son inversamente proporcionales al "no-ser" y su imperfección. Que el "no-ser" conviva entre las posibilidades del ser también nos desvela que los opuestos no sólo son en su aparición sino también en su ausencia, en la latencia de sus propias posibilidades, no que nos recuerda que la metafísica siempre esperará su posibilidad de crecer, por muy escondida que parezca estar, por muy reprimida que se suponga siempre constituirá una opción más de la conciencia, opción que representa el miedo y la ignorancia.

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Concluimos que la modalidad unitaria en la que se dan los diferentes planos de conciencia representa el alma como acontecer de lo real y contradicción de la síntesis espiritual. El "no-ser" o la falacia lógica de la metafísica convive entre las posibilidades del ser como verdad mínima y nula perfección, mostrando la posibilidad del ser-aquí-ahora como verdad y perfección en estadios elevados, posibilidad hedonista y espiritual frente a la racanería de la razón pura. Somos determinación teleológica primaria y determinación teleonómica a priori, identificando en última instancia la cultura con el telos del espíritu, fusionando los horizontes entre medios y fines, posibilitando la fundación del ser por medio del ente sintético y su teleología espiritual, y también mediante la intuición ontológica del uno como transformación cultural, que no es más que lo que venimos caracterizando como acontecimiento ontológico, entendiendo la verdad como eterna poesía...

"La interpretación tradicional de la verdad adolecería de radicalidad suficiente en cuanto ubica el problema, así y definitivamente, en un fenómeno que, sin duda, es importante, pero que es secundario: el enunciado. Allí se instala y de ahí no se mueve. Pero el enunciado es un modo derivado de la interpretación. Y la interpretación, a su vez, es un modo derivado del comprender. Tampoco es, pues, la interpretación, el fenómeno más radical en lo que a la verdad se refiere".(Doce tesis acerca de la verdad. Heidegger, Jorge Acebedo).

Algo queda no suficientemente pensado en la ilustración: la verdad como desvelamiento y no como rectitud de la razón lógica. La filosofía y la ciencia afirman la existencia de la verdad y la posibilidad de conocerla en mayor o menor grado. La sabiduría no puede decir "adiós a la verdad", parafraseando al limitado Gianni Vattimo y a su relativismo postmoderno, los cuales consideran la verdad como convención social. Me identifico mucho más con la filosofía que sigue buscando vías para acceder a la verdad ontológica sin aferrarse a las verdades lógico-formales.

"La transcendencia no es solamente la posibilidad interna de la verdad ontológica e indirectamente también, por tanto, de la óntica, sino precisamente la condición de posibilidad de ese y también, es decir, de la conexión entre ambas, más aún, de la posibilidad de esa distinción entre ser y ente, sobre la base de la cual podemos hablar de ontología. Esa diferencia la llamamos diferencia ontológica".(Doce tesis acerca de la verdad. Heidegger, Jorge Acebedo).

2. NECESIDAD Y OBJETO DE LAS CIENCIAS VITALES.

Estamos argumentando desde una perspectiva hermenéutica el cómo la ontología posibilita la teología por medio de la epistemología, la cual se fundamenta como acontecimiento, tiene su necesidad en la cultura y en la moral, y tiene su objeto en la calidad de las interacciones, sociología artística como finalidad. Las ciencias vitales tienen su necesidad en la necesaria posibilidad del auto-conocimiento y de su proceso cognoscitivo hasta el ser-aquí-ahora. Las ciencias vitales lógicamente requieren el estudio de la naturaleza como jerarquía dialéctico-categorial que dinamiza la existencia de las entidades. En la teología y en especial en las ciencias vitales (ontologías regionales) tienen su punto de encuentro las matemáticas, la física, la química y también la biología, teniendo al saber teológico como saber práctico e interdisciplinar, haciéndonos eco de la categorialidad necesaria que requiere la teoría general de sistemas abiertos. Lo importante como bien remarca Alejandro Escudero es considerar la categorialidad como pieza fundamental de una genuína ontología hermenéutica, categorialidad olvidada por la reciente tradición del siglo XX.

Las ciencias vitales tienen su objeto en la comprensión de las ciencias categoriales teóricas y la contemplación de las ciencias categoriales prácticas, las cuales refieren a la conciencia en su carácter óntico y también en su carácter ontológico. Las ciencias teóricas se ocupan del alma, de la unidad, de las determinaciones teleológicas; por contra las ciencias prácticas se ocupan del espíritu-mente, de la diversidad cultural, de las determinaciones teleonómicas. La teología, por medio de dichas ciencias, muestra su capacidad para desarrollar una evaluación de la trascendencia inmanente que acontece en las entidades mediante la apertura del ser, teniendo a las interacciones culturales como praxis dialógica, intersubjetividad basada en la propedéutica científica, hermenéutica y por ende dialéctica, las cuales

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relacionan entre sí nuestras comprensiones mentales y posibilitan la contemplación sensorial del ser-aquí-ahora como acontecimiento.

Podemos concluir entonces que la necesidad de las ciencias vitales se basa en el estudio de las posibilidades culturales que despliega el conocimiento como auto-conocimiento, como camino natural del conocimiento, posibilidad de estudio edificada por medio la teleología como determinación anímica que tiene reactualiza su ser mediante la teleonomía espiritual, praxis cultural y artística actualizada, transformada. La posibilidad teológica de las ciencias vitales es requerida y demandada por la biología contemporánea. Las practicadas teorías que aquí se proponen cumplen los requisitos estructurales necesarios para el estudio de los sistemas abiertos, de los sistemas vitales. Es precisamente que la categorialidad que aquí exponemos choca con la idea de una ateología, pues la conciencia no es sólo continente (consciencia) sino que también tiene contenidos (fenómenos mentales de conciencia).

Cabe articular otra opción –pendiente, eso sí, de ser desarrollada, argumentada, explicada-: “dividir” o “repartir” la totalidad de lo óntico según ámbitos del saber: el saber científico, el saber técnico, el saber moral, el saber político, el saber artístico y el saber religioso; desde esta óptica algo es “científico” o “artístico” no porque tenga tales o cuales propiedades esenciales ni porque sea subsumible bajo tal o cual género o clase sino porque, únicamente, ha ingresado en el ámbito de la ciencia o del arte y por eso comparece como tal. Cada uno de estos ámbitos del saber o formas de comprensión solicita y admite una indagación “ontológico regional”. (La teoría de las categorías en una ontología hermenéutica, Alejandro Escudero).

Lo original de la categorialidad que aquí se presenta es que comprendemos que dicha categorialidad interdependiente refleja las relaciones que mantienen los diferentes saberes humanos y sociales, identificando de manera hermenéutica categorías y ciencias humanas (vitales, sociales, culturales, etc.), enfatizando siempre la sublimación de la modalidad de aparición respecto de sus objetividades posibles. Reconozco en Nicolai Hartmann gran parte del conocimiento categorial por el aquí apostamos, pero interpreto sus categorías, al igual que las kantianas y las aristotélicas, limitadas respecto a las nuevas demandas de nuestro tiempo. Además por supuesto considera vital la perspectiva de unidad fundamental que atraviesa nuestra interpretación categorial, la cual no simplemente requiere de imaginación y creatividad sino que especialmente requiere reflexión y experimentación, requiere mucha cientificidad en sus metodologías aplicadas.

"El análisis de la estructura ontológica del mundo para Hartmann se hace inteligible a partir de un análisis categorial que permite desplegar al ser real en estratos. La descripción de estos estratos surge del tratamiento aporético de las formulaciones de la metafísica tradicional que, según su diagnóstico, cometen el error de transformar en fundamento ontológico absoluto a categorías que responden a datos fenomenológicos rastreables en regiones específicas del ser (das Sein) y sus modalidades (Sosein)". (La ontología de Nicolai Hartmann en la encrucijada del pensamiento biológico contemporáneo, José Luís Fliguer).

Suscribimos cierto paralelismo que bien pudiera ser resuelto por medio de una buena charla y de consecuentes aclaraciones filosóficas y de lenguaje. Las categorías de Hartmann son las siguientes, entre paréntesis las que aquí se proponen, dentro de las cuales serían subsumibles las del querido Nicolai: causalidad (cosmología), simultaneidad (astrología), determinación orgánica (antropología), determinación psíquica (psicología), espíritu personal (linguística), determinación del valor (ética), autonomía frente a voluntad (política) y social (estética). En ambas existe mutua dependencia e implicación, y desde aletheia podemos experimentar como son agrupables por parejas e incluso en dos grupos. Pero vayamos despacio para poder llegar lejos. Resulta clave una valoración positiva del pensamiento de Nicolai Hartmann, no sólo por sus aportes categoriales sino también por el discernimiento de otras determinaciones que conviven con la teleología, abriendo el campo a la entrada de la teleonomía por medio de la biología contemporánea, potenciando así las comprensiones categoriales y organológicas, enfatizando dichas relaciones desde el carácter científico que para la biología tienen los procesos de filogénesis y ontogénesis, trabajado por Piaget entre otrxs.

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2.1. Auto-conocimiento como consciencia.

Hemos afirmado que la lógica matemática posibilita comprender la realidad fenoménica y que la lógica simbólica permite contemprender la realidad trascendental e inmanente (lo real). Llamamos teología al estudio del carácter trascendental de la realidad fenoménica, analítica del acontecer de lo real a la realidad eidética de la conciencia (mente). Es por ello que la teología encuentra sus propias limitaciones para ser verificada científicamente a la manera tradicional (separabilidad y aislamiento científico que termina culminando en el positivismo metafísico). Desde la circularidad hermenéutica la teología requiere en última instancia una no-falsación de su forma de acceso a los contenidos espirituales, una verificación formal del methodos (camino) pero no en el sentido de matematicidad de lo real sino matematicidad de la realidad de la conciencia como punto de enlace entre la intuición del uno y la experimentación cultural. Por eso la teología refiere más a un medio que a un fin, por ende trabajando en la construcción de una propedéutica del conocimiento científico que determine las interpretaciones posibles de los fenómenos culturales como ciencias vitales, camino del ser-aquí-ahora hacia la nada de su propio ser, hacia el animismo espiritual del ente que aparentemente soy yo. Caminante no hay camino, se hace camino al andar...

La conciencia comprende conceptualmente mediante la mente y contempla sensorialmente por medio de los sentidos. Dicho proceso muestra las tendencias naturales de la conciencia hacia su finalidad teleológica y hacia su libertad responsable de carácter teleonómico, ambas determinaciones imprescindibles frente a la posibilidad del conocimiento entendido como auto-conocimiento. Así matizamos el concepto metafísico de auto-conocimiento liberándolo de la estaticidad mental que la razón pura le atribuye, impidiendo y anulando la posibilidad de percibir lo real como lo trascendental-inmanente. Comprendemos la mente como una ontización apriorística que se da en la conciencia, motivo por el que insistimos en mostrar que la conciencia siempre es conciencia de algo, pues ésta es inseparable de su radicalidad mental y sensorial (cuerpo); de hecho la mente como apriorismo cognitivo es inseparable de la sensorialidad primaria y su carácter gnoseológico. La metafísica representa la jerarquía de la mente sobre los sentidos; la ontología subvierte dicha jerarquía por medio de la conexión ontológica existente entre consciencia y sensorialidad (primacía del carácter ontológico de la conciencia frente a su cáracter óntico-mental). Por ello concluimos que lo buscado es el vacío de la mente y no la razón pura, contemplando la posibilidad armoniosa que libera los flujos sensoriales, potenciando así el carácter cualitativo de las sensaciones que se aparecen a la conciencia.

La metafísica como negación de la espiritualidad anímica y de lo cultural representa la negación del auto-conocimiento como posibilidad teleonómica (incluye la teleología). Sólo puede negarse la verdad o el conocimiento (como auto-conocimiento) desde un relativismo escéptico como reactualización de las afecciones metafísicas. La profesora Teresa Oñate nos recuerda en su seminario El nacimiento de la filosofía en grecia que hay auto-conocimiento porque hay límite. Resaltar también las comprensiones budistas acerca del tema cuando afirman que "la concentración puede producir saber o poder, pero no conocimiento interior, pues dicho conocimiento interior no es producido, sino que surge naturalmente por medio de la observación pasiva".

Si la conciencia pudiera ontizarse completamente las relaciones naturales carecerían de formalidad lógica. Repetimos que la independencia en la Naturaleza es una mera ilusión provocada por el miedo que causa la ignorancia que del ser acumulamos. Es mucho más lógico y científico que el ser exista como posibilidad que se auto-fundamenta en vez de que exista un ente jerárquico arbitrario que ejerza de fundamento extrínseco, además de que tenga la osadia infame de "fundamentar" sólo una parte de la Naturaleza (la metafísica excluye lo no relativo-directo al Yo-Conciencia). Desde la metafísica se niega todo lo que no es metafísica, negación psíquica como opresión y negación física como represión. Dios no muere por inercia (Dios como falacia metafísica) sino mediante la lógica como estaca. El espíritu necesita comprender la realidad fenoménica para poder conocerse a sí mismo, necesita un espejo donde mirarse, estudiar el ser (que incluye al ser del ente) al margen de los deseos absolutistas de la entidad mental y su carácter fenoménico. Por el contrario la consciencia como representación dinámica del espíritu-mente muestra el

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inherente carácter ontológico (alma) que tiene dicho espíritu-mente, ejerciendo de logos en las relaciones entre fenómeno y trascendentalidad aquí-ahora (inmanente). Así aparece el concepto de categoría, que viene a representar la autonomía de los diferentes niveles de consciencia respecto de la comprensión teleológica del alma y la contemplación teleonómica del espíritu.

Obviamente negamos la comprensión metafísica que trata de mostrar el auto-conocimiento como estaticidad mental, como stand by vegetativo. Dicha comprensión arcaica choca de lleno con las nuevas comprensiones de carácter ontológico, especialmente con la conceptualización de alteridad, de Paul Ricour o de muchxs otrxs. El caso es reconocer el auto-conocimiento como única posibilidad de conocimiento integral del otro, integralidad del todo por medio del uno, integralidad nunca abarcable desde el formalismo matemático de la ciencia metafísica y positivista (dos caras de la misma y nula cientificidad, una por la absolutización matemática y otra por el enaltecimiento de las independencias cognoscitivas del saber junto a las irracionales consecuencias que conlleva. Por medio de la cultura hablamos del auto-conocimiento como la escultura de sí que practicamos, recordando a Michel Onfray. O podemos clarividentemente identificarnos con el auto-aprendizaje del que nos habla el gran Iván Ilich. El caso es comprender la auto-comprensión como pieza clave que posibilita la construcción de una voluntad ontológica con la que poder-ser-aquí-ahora, trascendentalidad inmanente que también encontramos en la comprensión hermética de que dios está en el todo e incluso en la materia.

2.2. Estudio de las categorías anímicas y espirituales.

Si la filosofía saca a la luz las condiciones de posibilidad de la comprensión del ente y lo que se muestra lo hace siempre “categorizado” (revestido o investido “categorialmente”) entonces una “teoría de las categorías” forma parte de esa explicitación. En definitiva –y es la idea principal que pretendemos lanzar aquí-: una hermenéutica filosófica que no renuncie a su profunda vocación ontológica está obligada a proponer una “teoría de las categorías” –sea en los términos que hemos apuntado o en otros que se demuestren más rigurosos y acertados. Las notables dificultades de esta tarea constituyen un poderoso acicate y un magnífico aliciente para intentarlo.(La teoría de las categorías en una ontología hermenéutica, Alejandro Escudero).

Entendiendo categorialidad como estructura trascendental e inmanente entedemos categoría como concepto que comprende la jerarquía ontológica (simbiosis dialéctica) del ser y la nada respecto de la fenomenología del espíritu-conciencia. Cuando hablamos de jerarquía hablamos de la omnipotencia del cambio y la transformación como movimiento armonioso regulado por variables interdependientes que determinan lo fenoménico desde lo trascendental inmanente. Movimiento como ley del cambio, armonía como autonomía interdependiente, circularidad como dialéctica. También apuntamos a dicha jerarquía simbiótica como dialéctica de oposición gnoseológica y cognitiva, orientándonos de nuevo a lo gnoseológico por medio de nuestra capacidad cognoscitiva. Existe una oposición cognitivo-teleológica como determinación descendente (determinación de la categoría superior sobre la categoría inferior) y existe oposición cognoscitivo-teleonómica como determinación ascendente (determinación de la categoría inferior sobre la categoría superior).

Ellas abarcan las determinaciones a priori del ente según las distintas maneras como es posible referirse a él y decir algo de él en el lógos. (Heidegger, La teoría de las categorías en una ontología hermenéutica, Alejandro Escudero).«El ente siempre es categorialmente algo que se muestra como esto o aquello …».«Como tales, las categorías son las “raíces” de los caracteres del “como-algo” …».Una vez han sido ubicadas es menester poner sobre el tapete su definición: ¿qué son las “categorías”? Las categorías son agrupaciones de “rasgos”, es decir: tipos de propiedades y relaciones. (La teoría de las categorías en una ontología hermenéutica, Alejandro Escudero).

Identificamos dichas categorías como ciencias vitales, estratos conformados e identificados con las ciencias anímicas o

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teóricas y las ciencias espirituales o práctico-artísticas. Es lo que tradicionalmente viene nombrándose como ciencias del Espíritu; lo que escatológicamente nos llevaría a comprender al Espíritu como ser-aquí-ahora-consciencia-real (espíritu en alma). Pero desde Aletheia preferimos nombrar los contenidos teológicos (regionalidades del ser) como ciencias vitales, en clara referencia a la vida como Naturaleza y cultura frente a los posibles desvíos especulativos de la razón pura. Tenemos en oposición armoniosa a las ciencias del Alma frente a las ciencias del espíritu, siempre escrito en minúsculas haciendo referencia a las particularidades constitutivas de la mente-conciencia. Atendiendo a las falacias hegelianas no debemos confundir al Espíritu absoluto (Dios) con la consciencia ontológica, pues el primero se proclama como síntesis y la segunda se desvela como contradicción. Para evitar posibles malentendidos las llamaremos Ciencias Vitales, pues refieren a la totalidad fenomenológica de los seres vitales como genealogía, ámbito de saber donde preferimos descartar los conceptos mayúsculares (Espíritu, Dios, Conciencia, etc...).

"Para Hartmann, las mencionadas categorías se corresponden con el modo de ser así (Sosein) de las cosas y no con las condiciones de posibilidad del sujeto de la experiencia cognitiva. (...) La aplicación de las etapas de su método: fenomenología, aporética y teoría, conduce a Nicolai Hartmann a la elaboración de una nueva ontología en la cual las entidades reales se presentan en estratos organizados jerárquicamente, debido al novum ontológico que otorga su especificidad a cada nuevo nivel emergente". (La ontología de Nicolai Hartmann en la encrucijada del pensamiento biológico contemporáneo, José Luís Fliguer).

Estamos interpretando una primera división categorial en 2 grupos: ciencias teóricas, telológicas o del alma y ciencias prácticas, teleonómicas o del espíritu. Las ciencias anímicas o teleológicas centran su estudio en la analítica de la modalidad unitaria: cosmología, astrología, psicología y antropología conforman dicho grupo, el cual representa las determinaciones primarias. Por otro lado tenemos las ciencias espirituales o teleonómicas, las cuales centran su estudio en la analítica la diversidad de los fenómenos culturales: linguística, ética, política y estética conforman dicho grupo, el cual representa las determinaciones apriorísticas. La cultura ejerce de logos entre teleonomía y teleología por medio de la libertad como intuición que nos conmueve en el todo-uno. Es por ello que tenemos que otorgar a la cultura un estrato científico de materialidad simbólica que represente la comunicación dialógica entre entidades, pudiendo por medio de una óptima propedéutica científica construir el estatuto científico que merece la Sociología como 9º ciencia vital, ciencia asentada en la capacidad lógico-simbólica especificamente constitutiva del ámbito humano). Tampoco debemos olvidar que la ciencia en general y especialmente la teología refieren al conocimiento objetivo como cualidad temporal, enalteciendo la praxis artística de las interpretaciones y rechazando los dogmas absolutistas de las ciencias exclusivamente formales: ello pretende la metafísica aplicando a lo vital una racionalidad matemática utilitaria, que es precisamente la racionalidad que ontológicamente se aplica al conocimiento, y por ende a su tecnología derivada; es por ello que para Heidegger la metafísica representa la tecnologización del mundo. Sin embargo desde la ontología hermenéutica edificamos el estatuto científico de todos los ámbitos posibles de saber, siempre desde la praxis cultural y no sólo como mundo teórico. Especialmente nos esforzaremos por sublimar la cultura y la comunicación por medio de su estatuto ontológico, el cual presentamos como sustentado en una propedéutica lógico-científica, propedéutica que nos permite referenciar las identidades entre fenómeno y trascendencia.

De momento no rechazamos las determinaciones categoriales apriorísticas que puedan aportar Aristóteles, Kant o Hartmann; lo único que no rescatamos por el momento son sus conceptualizaciones fenoménicas que refieren a los contenidos formales de dichas categorías. Lo importante es quedarnos con la trascendentalidad inmanente que destila la categorialidad del espíritu. También la profesora Oñate nos habla en su seminario de las categorías señalando el carácter unitario de los fenómenos. Es esa latencia inmaterial del uno la que merece ser resaltada a lo largo de estas líneas.

Ni las ciencias teleonómicas ni tampoco las ciencias teleológicas permiten la sutileza matemática, pues no refieren a la materia y sus leyes sino a la energía como nada ontológica y como devenir constante. Esto supone un fundamento lógico y también simbólico que posibilita el carácter libertario de la conciencia como libertad de conciencia, libertad

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de creencia y de pensamiento, lo que no implica la incompatibilidad respecto de la unidad y su determinismo teleológico, ya que el ser se muestra por medio de lo concreto, en la diversidad y no en la unidad ontológica, suponiendo un complemento afirmativo que refuerza dicha comprensión.

Dicho criterio hermenéutico para la comprensión ontológica de la jerarquía dialéctica que atraviesa las categorías ofrece la posibilidad de comprender los significados ofrecidos por la sabiduría taoísta por medio de la simbología del yin-yan: éste representa sutílmente la categorialidad dialéctica del ser en general por medio de las ciencias vitales, de las ciencias teleológicas y de las ciencias teleonómicas, y así sucesivamente hasta la corrupción del carácter óntico del ser mediante su disolución en la nada. El taoísmo y también el budismo aportan comprensiones intelegentes desde una perspectiva ontológica, sobre los primeros principios y sobre la posibilidad teológica en general: linguística, ética y moral, política o estética entre otros muchos ámbitos de saber; karma y dharma, noble óctuple sendero, práctica meditativa o la propia simbología del yin-yan. Desarrollando dicha interpretación comenzamos por la afirmación del postulado básico como ley de la causa y el efecto: la forma (ley) prevalece sobre el contenido (cambio). Así sublimamos el taoísmo como sabiduría no-dual de la unidad que determina la diversidad espiritual; el taoísmo representa la determinación teleológica de las categorías, comprendiendo la teleonomía como el camino hacia el ser (tao, camino, methodos, propedéutica).

Centrándonos en la parte estético-simbólica de las comprensiones ontológicas que implica el yin-yan ofrecemos unas leves pinceladas analíticas sobre las analogías que descubrimos entre nuestra propuesta categorial y la propuesta taoista: comprendemos el círculo como auto-fundamentación del ser como posibilidad sintética frente a la nada etérea (estudio cosmológico del ser); comprendemos la línea irregular que divide el círculo como interdependencia entre física y química, entre energía y temporalidad material (estudio astrológico del ser); entendemos los dos círculos pequeños como psicología (bajo determinación astrológica), representando la autonomía cognitiva de los sentidos respecto de la mente y viceversa, representación del posible dualismo cognitivo; y por último la antropología es representada por los colores blanco y negro, expresión de la diversidad fenoménica natural. Y bajo la misma estructura representamos las categorías teleonómicas: linguística como círculo; línea irregular como ética (dialéctica ético-moral); circulitos como política (tensión natural entre lo individual y lo colectivo); y los colores blanco-negro como estética (materialidad fenoménico-cultural de la praxis política).

2.3. Evaluación de la trascendencia.

Requerimos una hermenéutica científica que enfoque íntegramente la categorialidad de la conciencia, para así poder comprender su verdad relativa al ser y a la nada ontológica, pudiendo contemplar su grado de perfección respecto de las interacciones culturales de los fenómenos. Estamos interpretando que el objetivo de las ciencias vitales se alza en última instancia como estudio teleonómico, estudio de la cultura y la posibilidad trascendental de dicha inmanencia, y también evaluación de ésta, auto-evaluación por ende. Dicho formato trascendental posibilita una interacción libre y natural entre entidades, fomentando la comprensión de la diversidad natural de los fenómenos, resaltando la unidad que palpita en la diversidad. El conjunto de interacciones teológicas como ciencias vitales tiene su necesidad, tiene su objeto, tiene el auto-conocimiento como bandera del conocimiento, se estructura categorialmente de manera dialéctica, y todo ello puede y debe evaluarse.

La evalución de carácter artístico que aquí proponemos valora la trascendencia anímica que atraviesa la inmanencia de la cultura y la libertad, resultando estudios analíticos que tratan de mesurar el cómputo de relaciones fenoménicas desde dicha perspectiva unitaria. Aquí aparece la novena ciencia vital como Sociología, la cual goza de un estatuto igualmente científico que la propedéutica científica que determina las investigaciones teológicas, sublimándose artísticamente en la fenomenología intersubjetiva. Importante afianzar llegados a este nivel la compresión anti-metafísica de la conceptualización de trascendencia que aquí estamos manejando. Podemos encontrar el concepto de

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trascendencia a lo largo de la historia: lo encontramos en Fichte, en Shelling, en Scherleiermacher, en Dilthey, Kant, Hegel, Nietzsche, Jaspers, Heidegger, y muchxs otrxs. Pero el criterio capital nos lo aporta la coherencia científica de Aristóteles: trascendencia sí, pero inmanente aquí-ahora.

"La verdad ontológica y la verdad óntica guardan entre sí una relación original, correspondiente a la diferencia entre ser y ente. No se trata de dos reinos que simplemente queden uno junto a otro mediante ese y, sino que el problema es la específica unidad y diferencia entre ambos en esa su co-pertenencia".(Doce tesis acerca de la verdad. Heidegger, Jorge Acebedo).

La cultura representa las interacciones apriorísticas que se dan entre el cinetismo anímico de la conciencia y la Naturaleza como materialidad dinámica. Es una posibilidad necesaria la evaluación trascendental de la cultura. Y también podemos evaluar la trascendencia de una Cultura colectiva, por qué no. El estudio de la cultura se asienta en la teleonomía del espíritu, y el estudio de la Cultura se asienta en la teleología del alma en relación al conjunto de espíritus libres, bautizando como sociología al estudio de la identidad entre Cultura y verdad-real, y así obtener como resultado el grado de perfección de ésta respecto de la Naturaleza. Procediendo científicamente conquistamos conceptos temporalmente válidos por su inherente disposición a ser superados sin violencia. Se aconseja importante no olvidar que la ciencia del positivismo y la metafísica (para mí lo mismo) se concentra alrededor de la dualidad sujeto-objeto, fundándose entonces en una aparente objetividad que no es tal, negado ya por el principio cuántico de incertidumbre entre otras argumentaciones científicas, potenciando que la ontología se concentre como camino hacia la objetividad óntica del conocimiento sabiendo de dicha limitación anti-absolutista, teniendo brava consciencia de la imposibilidad científica que acarrea la nada ontológica.

Por consiguiente la sociología contrapone la praxis espiritual como fenómeno empírico a la teoría del alma como paradigma científico. Ese es su objeto y también su necesidad moral. La sociología valora la moralidad colectiva, la relación teológica del grupo respecto a lo sagrado (el ser y la nada) y lo divino (el acontecimiento). Es por ello que desde la sociología estudiamos la Cultura en sus 4 campos constituyentes: ciencia, filosofía, arte y religión, bellamente representado por el simbolismo teosófico de la pirámide. La sociología valora tanto el grupo como al propio individuo, ya que el grupo es considerado grupo de individuos, grupo de iguales solidarios como diría Spinoza, círculo de espíritus libres como diría Nietzsche, siempre enalteciendo la singularidad del individuo sobre la posible unidad fenoménica del conjunto. Por último afirmar la cultura y la comunicación como los pilares constitutivos de la sociología, elementos que relacionan las determinaciones teleonómicas con sus inherentes determinaciones teleológicas.

Nuestra conclusión respecto a la metafísica es clara: la razón pura muestra ampliamente su incapacidad para evaluar la trascendencia ontológico-inmanente de las diferentes entidades, pues no es posible lógicamente llevarlo a cabo desde sus falaces postulados. Malinterpreta la libertad simbiótica convirtiéndola en libertad infinita, potenciando la ilusión de independencia que tan vivamente late como afección mental. Es lo que entendemos por falsa conciencia, representando la supremacía de la mente eidética sobre la consciencia, yugo de la idea sobre la sensorialidad corporal. La metafísica es la negación de la dialéctica como logos divino, como enlace entre ser y nada (y entre ente y ser del ente); es en última instancia la negación de la mismísima cultura como fenómenos de transformación. Es la negación de la posibilidad de trascender mismamente, de la espiritualidad anímica, del poder-ser-aquí-ahora, del conocimiento, ¡de todo lo libre y lo bello! Niega la inmanencia ontológica vital, niega las relaciones, la transformación, niega la supremacía de la causa sobre el efecto: así no se puede llegar más que a la muerte misma.

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B) CIENCIAS VITALES

3. CIENCIAS TELEOLÓGICAS (CATEGORÍAS ANÍMICAS).

Comprendemos y estructuramos las ciencias vitales como ciencias teleológicas, anímicas o teóricas, y como ciencias teleonómicas, espirituales o prácticas. Preferimos etiquetar a dichas ciencias en su conjunto como ciencias vitales en detrimento de la ambigua etiqueta de ciencias del Espíritu, imposibilitando la falacia metafísica del absoluto gracias al reconocimiento del ser-aquí-ahora como ser-espíritu-alma, enfatizando la radicalidad del espíritu en el alma y no en un ente espiritual absoluto (Dios). Las ciencias teleológicas se encargan del estudio de la unidad trascendental del ser y las ciencias teleonómicas se ocupan de la diversidad fenoménica que la cultura propicia en las entidades. El ser determina el alma como realidad trascendental (teleología) y al espíritu como logos entre dicha realidad y su consecuente materialidad fenoménica (teleonomía).

Interpretar la nada ontológica como realidad última (lo real) implica comprender el ser como dialéctica de lenguajes y relaciones que estructuran y determinan las realidades posibles de los entes. Hemos reconocido las matemáticas como lenguaje de la Naturaleza fenoménica, y también hemos reconocido la física y la química como lenguaje de la naturaleza trascendental: sólo nos queda reconocer la biología como posibilidad realizada respecto de la simbiosis existente entre ambos lenguajes: lenguaje de dicha síntesis temporal, comprendiendo lenguaje como modo de acontecer y síntesis como temporalidad simbiótica entre un elemento teleonómico emergente (Naturaleza) y su intrínseca posibilidad teleológica de ser (naturaleza). Fenoménicamente somos algo (posibilidad real de ser), pero trascendentalmente somos todo, somos el conjunto de posibilidades que en sí aglutina el ser, teniendo a la nada como tranversalidad inmanente inherente al ser.

Interpretamos la Cosmología como estudio científico sobre el funcionamiento dialéctico del ser respecto de la nada, intengrando las inherentes posibilidades del ser como materialidad óntico-sintética de carácter temporal. Representa la episteme simbólica sobre las variables interdependientes que conforman el kosmos como todo-uno. Se fundamenta en la comprensión del lenguaje de la naturaleza (física y química), y se funda en la contemplación empírica que supone la evolución constante de nuestro universo y la materialidad de su ser, teniendo las galaxias como materialidad astrológica. Hemos basado la auto-fundamentación del ser como posibilidad óntica en una doble dialéctica que nos muestra el sentido simbiótico de dicha determinación trascendental e inmanente: dialéctica entre lo físico, lo químico y lo matemático, y dicha dialéctica frente a la determinación biológica (matemáticas en relación a la biología como posibilidad de síntesis físico-química de carácter temporal. En la jerarquía categorial representamos a la física y la química como determinación cognitiva descendente, como deducción, como verdad superior que trata de englobar verdades inferiores, y representamos a las matemáticas como determinación cognoscitiva ascendente, como inducción, como verdad inferior que busca integrarse en verdades superiores. Es por ello que afirmamos la existencia de una jerarquía cognitiva de carácter teleológico (uno como intuición frente al concepto matemático) y también una interdependencia cognoscitiva de carácter teleonómico, simbiótico, intersubjetivo, que desembarca en el carácter estético de la sociología (y en última instancia de la re-creación matemática).

Interpretamos la Astrología como estudio científico sobre el dinamismo de los astros como posibilidad realizada, como materialidad trascendental e inmanente del ser. Abarca el estudio de las implicaciones energéticas de la materia como temporalidad sintética, acercándonos a la perspectiva cuántica que proporciona la teoría de cuerdas y supercuerdas. Este análisis matemático-cuantitativo de la cualidad físico-química como kosmos es limitado, reconociendo que la esencia primigenia no es número sino dialéctica, comportando de esta manera el conflicto fundamental de la ciencia visto desde una perspectiva metafísica (ciencia como producción de verdades objetivas). El conocimiento simbólico del ser es base epistemológica que obedece a su finalidad teleológica por medio de la cultura como teleonomía, haciendo eco de la coherente necesidad de que las matemáticas sean medio y no fin (innatismo), de que el

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conocimiento no sea formalmente teórico sino neta sabiduría práctica. La equi-finalidad teológica (teleológica y teleonómica) supone comprender el carácter matemático de la realidad fenoménica y contemplar el carácter físico-químico de la realidad trascendental por medio de la posibilidad biológica realizada.

Interpretamos la Psicología como estudio científico de la conciencia como fenómeno vital de síntesis, ocupándose de la relación entre sentidos, mente y consciencia, incluyendo el "no-ser" (afección metafísica, confusión entre ser y ente) como ignorancia de la supremacía de la consciencia sensorial sobre la mente eidética. La psicología representa las determinaciones inmateriales de la física, la química y las matemáticas sobre la antropología como posibilidad fenoménica realizada. Así la psicología junto a la antropología conformaría el corpus fundamental de lo que entendemos por biología, radicando las comprensiones trascendentales de la psicología en la inmanencia antropológica del ente. Reconocemos la existencia de una dialéctica simbiótica entre ambas, ya que no existe conciencia sin vehículo-cuerpo y no existe sensorialidad corporal sin conciencia. Apostamos por una psicología como cognición antropológica, teniendo la antropología como capacidad cognoscitiva de la psicología, tratando de llegar al ser por medio del ser del ente y no simple y formalmente desde el propio ente. Apuntar también que relacionamos a la psicología con la física del ente biológico y la antropología con la química de dicho ente, teniendo a las matemáticas como parcialidad de lenguaje donde pivota la dialéctica del conocimiento. Es por eso que atribuimos un estatuto trascendental a la biología que junto a la física, la química y la matemática determina la inmanencia de las interacciones culturales del espíritu, determinando por consiguiente las posibilidades ónticas de la conciencia.

Interpretamos la Antropología como estudio científico de la materialidad apriorística que acarrea el fenómeno biológico (trascendental) de síntesis. Antropología como estudio de la materialidad psicológica de la conciencia. La psicología estudia el ente ontológico como "propiedades físicas del ente" y la antropología estudia el hecho vital como "propiedades químicas del ente"; realmente ninguna viene antes que la otra, pero una tiene mayores posibilidades de objetividad científica que otra (prevalencia de la unidad teórica sobre la diversidad práctica, prevalencia del continente respecto de su contenido). Esto significa que atribuimos la cualidad activa dialéctica a lo anímico y lo teleológico frente al dinamismo pasivo de lo espiritual y lo cultural. Que quede claro que existe dialéctica entre ambas, horizontalidad y ausencia de jerarquía absoluto de un principio sobre otro; eso nos muestra la simbología del yin-yan. Defendemos la antropología que aquí presentamos como la culturalmente llamada antropología filosófica, frente a la sociología como antropología cultural. También confirmamos que el concepto antropología refiere al ser humano como evolución vegetal y animal, incluyendo en sí a todos los fenómenos vitales de la evolución como desarrollo del todo-uno, hermanando así a nuestra antropología filosófica con la etología como estudio de los seres vivos. De camino y por concluir apuntar que es por eso mismo que la sociología debe alejarse de la razón pura para deconstruir la historia universal mediante los estudios etnológicos en general, valorizando en mayor medida las comprensiones que radican en la diversidad cultural de los grupos frente a los fenómenos unitarios de la historia lineal que postula la razón pura y la dialéctica hegeliana.

Como teorética simbólica empezamos a contemplar una multiplicidad de relaciones matemáticas posibles entre las diferentes ciencias: todas ellas modeladas por comprensiones inestables y subjetivas, pero formalmente validas frente a la temporalidad del ser-aquí-ahora como proyección de las posibilidades. Primeramente podemos considerar la Cosmología, la Astrología y la Psicología como estudio del ser al margen del ente, teniendo la antropología como posibilidad para la fundación dicho estudio por medio de la sensorialidad corporal. También la Antropología ejerce junto a la Psicología de fundamento que posibilita el conocimiento teleonómico del espíritu, ejerciendo como determianciones teleológicas frente al ente y su espiritualidad práctica. Repetimos que ello no significa que la psicología sea previa a la antropología (Hegel) ni al revés (Engels), siempre que comprendamos que somos astros evolucionados mediante determinaciones físico-químicas, autónomas y bioenergéticas. La verdad es la modalidad unitaria, lo dialéctico no refiere a lo dicotómico-jerárquico sino a la interrelación entre planos de existencia superpuestos. Frente al mecanicismo astrológico de la física clásica enfrentaríamos la teleología teleonómica de las

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entidades psico-antropológicas, engarzando así con la comprensión hilozoista del universo como organismo vivo, abierto, permeable, cinético y dinámico. En estas categorías encontramos el engranaje de la diferencia ontológica: dialécticas interdependientes que ordenan y estructuran la realidad como conjunto de determinaciones simbióticas, jerarquizadas por la nada y el ser como eternidades mutables que acontecen en su opuesto produciendo orden no-violento, enfatizando la ley y también el cambio, uno y lo mismo.

Reconocemos la inmaterialidad cosmológica como horizonte de fusión entre ontología y teología, entendiendo dicha categorialidad cosmológica como determinación primaria de la materialidad astrológica, interpretando dicha temporalidad sintética de carácter astrológico como determinación apriorística. Cosmología y Astrología representan la dualidad de determinaciones que constituyen la posibilidad biológica en general. Estamos posibilitando el estudio del ser al margen del ente de manera integral y holística comprendiendo que la cosmología es inseparable de la astrología o que la psicología es inseparable de la antropología. Pero estamos posibilitando también el estudio parcial psicológico al margen de lo antropológico (pero partiendo de éste lógicamente, negando cualquier tipo de innatismo o dominación de un propiedad sobre otra). Dicha posibilidad analítica de las autonomías respectivas supondría un viaje desde la cognición antropológica a la gnoseología psicológica, y de igual manera relacionaríamos astrología y cosmología. Considero que es coherente, lógico y evidente pensar un enlace apriorístico transitable entre la comprensión del fenómeno y la contemplación de su trascendentalidad inmanente, ejerciendo su autonomía en el tiempo siempre respecto del espacio, autonomía energética respecto de la materia, autonomía de la inmanencia trascendente respecto del fenómeno abstracto, de los sentidos respecto de la mente, etc. Esto mismo es lo que desde ya podemos ir comprendiendo como determinaciones apriorísticas de la diferencia ontológica, entendiendo que aunque dicho límite simbólico se encuentre en un ámbito trascendental-ontológico tiene la capacidad de atravesar la realidad teológica del ente, haciendo eco de su inmanencia trans-fenoménica gracias a la conciencia.

3.1. Cosmología.

"La Mecánica Cuántica se ocupa del comportamiento de la materia y la radiación en las escalas atómica y subatómica. De esta forma procura describir y explicar las propiedades de las moléculas, los átomos y sus constituyentes: electrones, protones, neutrones, y otras partículas más esotéricas como los quarks y los gluones. Esas propiedades incluyen las interacciones de las partículas entre sí y con la radiación electromagnética. El comportamiento de la materia y la radiación en la escala atómica presenta aspectos peculiares; de acuerdo con ello las consecuencias de la Mecánica Cuántica no siempre son intuitivas ni fáciles de entender. Sus conceptos chocan con las nociones que nos resultan familiares porque derivan de las observaciones cotidianas de la naturaleza en la escala macroscópica. Sin embargo, no hay razones en virtud de las cuales el comportamiento del mundo atómico y subatómico deba seguir las mismas pautas que los objetos de nuestra experiencia diaria".(Introducción a la Mecánica Cuántica, Julio Gratton).

Nos adentramos ya en las descripciones introductorias que vamos a realizar de cada ciencia vital, relacionándola con el estatuto científico de la ontología como fundamentalidad epistemológica, resultando así una teología que se desarrolla dentro de parámetros científicos, comprendiendo que lo científico refiere a la forma de proceder y no tanto a la aparente objetividad resultante. Recordado esto nos embarcamos en investigar la Cosmología como estudio científico del funcionamiento del ser como posibilidad inherente auto-determinada de ser-materialidad. En la teología comenzamos a dejar la ontología de la nada a un lado, centrándonos en las propiedades trascendentales del ser como posibilidad óntico-autónoma. Vamos a comprobar que la fundación del ser implica una inmanencia primigenia del auto-fundamento dialéctico: lo que se fundamenta de alguna manera se auto-afirma en sí, se auto-fundamenta. Ello limita la investigación lógico-empírica de las posibilidades del ser respecto de la nada, orientando nuestro análisis hacia el ser como posibilidad que se realiza a sí mismo por medio de la materialidad apriorística de lo real: no olvidemos que la nada sólo representa el principio activo, sin obligatoriedad por ello de erigirse como absoluto.

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Por el contrario sería idiota querer estudiar la génesis material de todo lo que es, pues lógicamente siempre fue, no hay génesis, no hay creación ex-nihilo pues entonces un principio jerarquizaría la realidad al estilo metafísico, interpretando entonces la relación entre el ser y la nada como una lucha a vida o muerte, haciendo gala de la dialéctica platónico-hegeliana. No parece tan idiota e incluso reconocemos la viabilidad y alto interés que tiene el estudio de la génesis parcial del ser desde la perspectiva de nuestro universo actual, centrándonos en la gran explosión como génesis sin por ello negar las múltiples posibilidades de que existan otros universos. Para ello debemos estudiar los elementos que participan del conjunto y sus relaciones interactivas, comprendiendo simbólica y postularmente el funcionamiento dialéctico del kosmos como una especie de fuegos artificiales sumidos por el caos del todo-nada: colisión, corrupción y generación explosiva a diestro y siniestro. Estos análisis se encuentran directamente vinculados al estudio del mecanicismo, la teleología y la teleonomía, entendiendo que la ley de la causa y el efecto integra las 3 variables en una modalidad unitaria interdisplinar. Por eso hablamos de hilozoísmo, que no es más que un mecanicismo teleonómico que incluye en sí la teleología. A ello nos acerca actualemente la mecánica cuántica y sus experimentadas conclusiones sobre la modalidad de ser del kosmos. Ni el hilozoísmo ni la mecánica cuántica implican la asimilación del efecto boomerang de los universos, reconociendo y apoyando la actualidad de las posibles alternativas: de hecho la galaxia aumenta su velocidad de alejamiento en vez de disminuirla, simbolizando el kosmos como un juego de petacos.

Siguiendo la sistematización cualitativa que estamos intentando llevar a cabo entendemos la Cosmología como estudio de los elementos que conforman el kosmos, pero vistos ya desde su autonomía y no formalmente ni exclusivamente desde la unidad formal que nos propone la ontología fundamental mediante el desarrollo sistemático de la dialéctica, algo que superamos incorporándolo transversalmente en nuestra propedéutica científica. Hemos reconocido 2 elementos que interactúan constituyendo lo que entendemos por ser: uno es la energía o la nada como representación del vitalismo anímico del espíritu, el otro es su propia temporalidad "sintética", la posibilidad del espíritu de ser mente-conciencia (racionalidad fenomenológica). Es por ello que tendríamos obligatoriamente que comprender la materia como temporalidad sintética de la energía, reconociendo que realmente en última instancia sólo existe la energía, afirmando el ser como todo-uno única y exclusivamente por medio de la nada, apoyándonos científicamente en la teoría cuántica de cuerdas y supercuerdas. Deducimos por ende la necesidad de enfatizar la importancia de estudiar dichos elementos en su simbólica autonomía, omnipotencia activa de la energía y materialidad incorruptible del ser como posibilidad intrínseca de ser-materialidad-concreta, estudiando por tanto las variables físico-químicas que determinan las relaciones entre ambos principios elementales.

Recordamos la relación identaria entre teleología y teoría frente a la teleonomía como praxis, colaborando en una interpretación de la Cosmología como ciencia puramente teórica que enlaza la ontología y las ciencias vitales, la fundamentalidad dialéctica con lo astronómico. Una vez trabajado el ensamble teórico del universo y sus posibilidades comprendemos que la teología completa su ciclo en el análisis científico de la cultura, teniendo a las ciencias teóricas como herramienta que guía nuestros análisis prácticos de la espiritualidad cultural, categorías que posibilitan dicho conocimiento por medio de la praxis artística que determinan dichas comprensiones teóricas. Además dicho ensamble cooperativo combate fuertemente por la deconstrucción espiritual que supone la ontología frente al fracaso metafísico. Llegados a este punto tenemos que superar la ausencia de Dios, superar la idea absoluto, el concepto universal, todo lo que nutre el desmesurado elitismo de la razón pura.

Nos encontramos a las puertas de un nuevo mundo auto-legislado, en la que todas las partes somos importantes por nuestra mera existencia vital antes incluso que racional. Nos encaminamos al conocimiento del carácter cosmológico de la naturaleza cósmica del ser, precisamente lo que trascendentalmente modela la condición humana, apoyados por el carácter astrológico de la Naturaleza. La dialéctica es transversal, sube y baja para volver a subir infinitas veces, eternamente siendo, unificando fenomenológicamente las posibilidades del ser en un único plano de existencia: la nada como trasfondo caótico del ser.

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"Por lo tanto, la espuma cuántica está en todas partes: dentro de los agujeros negros, en el espacio interestelar, en la habitación donde usted está sentado, en su cerebro. Pero para ver la espuma cuántica, uno tendría que amplificarla con un (hipotético) supermicroscopio, mirando el espacio y lo que contiene a escalas cada vez más pequeñas. Uno tendría que pasar desde la escala de usted y yo (cientos de centímetros) a la escala de un átomo (10-8 centímetros), a la escala de un núcleo atómico (10-13 centímetros), y seguir luego bajando por otros veinte factores de 10, hasta 10-33 centímetros. En las primeras escalas «grandes», el espacio parecería completamente liso, con una cantidad de curvatura muy definida (aunque minúscula). Sin embargo, a medida que la amplificación microscópica se aproximase, y luego llegase, a la escala de 10-32 centímetros, uno vería que el espacio comienza a retorcerse, ligeramente al principio, y luego cada vez más fuertemente hasta que, cuando una región de un tamaño de 10-33 centímetros ocupa por completo el ocular del supermicroscopio, el espacio se habría convertido en espuma cuántica probabilística".(Agujeros negros y tiempo curvo, Kip S. Thorne).

3.1.1. El Big-Ban y los agujeros negros.

Resaltar ante todo la limitada especialización de mi saber respecto de las ciencias en general, hablando siempre desde la humildad de mi sofística voluntad, tratando de abarcar cosas apenas levemente introducidas. Así gozo de una nueva excusa para recordar el carácter abierto, participativo y transformador del proyecto sistemático que estamos desarrollando. Incorporándonos de nuevo al desarrollo cosmológico del ser en su regionalidad cosmológica hemos dicho que estudiar la posibilidad genésica del ser (y la nada) es inviable lógicamente, pues lo infinito no es producido, siempre fue, es y será. Pero sí reconocemos la posibilidad de un estudio completo de una parcialidad circular, lo cual es extrapolable por medio de la espiral que supone la auto-fundamentación, huyendo siempre de la arbitrariedad metafísica. Es posible estudiar el carácter ontológico de las galaxias y el universo desde la temporalidad que nos ofrece el conocimiento fenoménico temporal de los astros, posibilitando e iduciendo a estudiar la circularidad que deviene de manera infinita como corrupción y generación de universos. Ello supondría la desaparición definitiva (aunque paulatina) del "no-ser" como afección metafísica, encumbrando un ser cada vez más alto y estable por medio de los estadios elevados de los que goza el ser-aquí-ahora.

Es por ello que consideramos al big-ban como un suceso "parcial" de carácter "genésico" que representa simbólicamente una unidad de sentido, pues representa la auto-fundamentación cíclica del ser posibilidad material realizada, posibilitada que se muestra en la comprensión astrológica del universo y en la contemplación cosmológica del propio kosmos. El estudio del big-ban refiere al análisis de un fenómeno cíclico que se repite constantemente, que es traspoblable mediante lógica simbólica a otros espacios y a otros tiempos posibilitando un conocimiento formal aunque limitado de carácter teórico, intelectual, conceptual, que se contrapone en la espiral cognoscitiva de avance a la sensorialidad cognoscible del ser-aquí-ahora como intuición primaria. Poco más podemos aportar que no sea aportado por los físicos, reconociendo ahora sin complejo alguno mis limitaciones expositivas al respecto. Lo único que puedo hacer es lo que disimuladamente vengo haciendo: reconocer la imposibilidad de abarcar en primera persona la responsabilidad de este ambicioso trabajo, proyectándonos hacia el futuro por medio de la recomendación de otros textos u otrxs autorxs en lxs que profundizar.

Sí quiero enfatizar el fenómeno de los agujeros negros, comprendidos como los grandes elementos dinámicos del kosmos, que representan plenamente la auto-legislación cósmica de las propias transformaciones. Es coherente estudiar las relaciones lógico-científicas que se desarrollan entre los agujeros negros y el big-ban, teniendo en cuenta que cada vez nos desplazamos más rápidamente en el universo, lo que invalida que la teoría de que el big-ban se de bajo teleología absoluta, posilitando lo multiple en el universo y en el mismo ser (universos paralelos, multiversos, holoversos). Podemos relacionar al fenómeno del big-ban con las determinaciones que implican los agujeros negros, pues cinéticamente son movimiento y dinámicamente son armonía. Los agujeros negros representan la ontización más poderosa de carácter astrológico: si hay entes supremos son éstos, es obvio. Lo importante es apuntar junto a la teosofía la evolución del kosmos frente a la creación ex-nihilo que nos propone la metafísica, negando las

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cosmogonías teístas. Particularmente interesante nos parece la cosmogonía hindú de Brahma, considerando el hinduísmo como amalgama de Culturas paganas y metafísicas, ofreciendo una cualitativa comprensión ontológica (conceptualización de Brahma) bajo parametros parcialmente metafísicos (resultante ley de castas, por ejemplo). En las leyendas de Becquer descubrí una interpretación que reconozco me impresionó frente a las comprensiones teístas de la metafísica occidental: Brahma respira, crea mundos y los destruye. No me impresionó tanto leer sobre las mezclas de ingredientes posibles de las que el mundo ha podido resultar.

Si queremos especular aún más podríamos profundizar en la cosmogonía platónica, sobre la situación previa del kosmos ante de la creación, podemos profundizar en su tetraedro o en la relación de los 4 elementos con el éter, aunque yo preferiría avanzar de manera científica y con el apoyo de una creatividad que se mantenga dentro de las posibilidades racionales que nos propicia una lógica simbólica matemáticamente trabajada. Frente al big-ban o los agujeros negros tenemos la posibilidad de profundizar en como condicionan los agujeros negros a las galaxias, en la energía negra u obscura o sobre los llamados agujeros blancos, por ahora sólo hipotéticos creo. Todo una novedad astrológica y también cosmológica resulta el descubrimiento de la radiación de Hawking, comprensión relacionada a la mecánica cuántica que sirve de avance para la investigación cuántica de la gravedad, precisamente el campo más desconocido desde dicha comprensión unitaria del kosmos. Creo que históricamente la filosofía siempre ha sido la bandera de la ciencia, pero hay que ser humilde y reconocer que en la actualidad es (y tiene que ser) la ciencia la bandera de la filosofía. La indiferencia entre fines y medios muestra la radical indiferencia entre ciencia y filosofía, entre resultado y forma de proceder. Me recomiendo a mí mismo profundizar en un artículo pdf disponible en la red que ha aparecido levemente referenciado: Agujeros negros y tiempo curvo, el escandaloso legado de Einstein, de Kip S. Thorne, con prólogo de S. Hawking. También existen multitud de pdfs disponibles sobre la teoría de la relatividad o los principios de la mecánica cuántica, los cuales debieran comenzar a ser considerados de interés general.

Desde el proyecto Aletheia comprendemos que la vida no es un camino sino que es caminar ontológicamente, por lo que consideramos lógicamente que el big-ban y los agujeros negros son lo mismo sincrónicamente (energía unitaria), posibilidad cognoscitiva de unidad basada la autónoma diacronía que muestra la temporalidad sintética de la energía (materialidad espacial). De hecho se afirma la posibilidad de un agujero negro en el centro de la galaxia. Que casualidad que no sea en la periferia o fuera. Obviamente nos conmueve tanto la corrupción como la generación energética y también material; somos todo y somos nada. Estamos capacitados lógicamente para la comprensión y contemplación de los carácteres autónomos, estudiando sus relaciones simbióticas e interdependientes desde la perspectiva de un mecanicismo teleonómico, integrando lógicamente a la teleología en lo teleonómico.

Concluimos identificando a la nada y el ser con el kosmos y los universos posibles, relacionados por la circularidad infinita que identifica a ambas unificándolas bajo la modalidad dialéctica que se expresa como acontecer permanente del ser en la nada y viceversa. Dicha interpretación del kosmos y del universo puede relacionarse con el panteísmo y el deísmo, el cual se constituiría forzosamente desde nuestro entender como vitalismo cuántico, recogiendo el potencial primario del alma y el dinamismo apriorístico del espíritu como racionalidad. El panteísmo o deísmo tiene que convertirse en el punto de encuentro de las realidades posibles, tanto de creyentes teístas que deconstruyan exegéticamente su pensamiento hasta la posible apertura de las posibilidades teológicas. Por contra debo comprender que una misma comprensión ontológica de la unidad trascendental compartida generalmente acarrea una diversidad fenoménica expresiva que pertenece a la libertad de conciencia de cada individuo. La humanidad es una siempre y cuando se identifiquen las modalidades de exitencia bajo paradigmas de diversidad cultural radicada tanto en la no-dualidad ontológica entre la nada y el ser como en la diferencia ontológica que une y separa al ente con el ser, límite limitante comprendido como acontecimiento.

Por último despojamos las vestiduras metafísicas que podamos tener a través del principio antrópico. Lógicamente todas las teorías sobre el universo deben responder afirmativamente sobre nuestra existencia, pero nuestra existencia

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no tiene obligatoriamente que responder sobre las teorías posibles que se den sobre el universo. Lo aporético puede encontrarse en que la vida como posibilidad sintética es constitutiva de cualquier universo, se produzca o no. Y pienso que esto impide el innatismo palpitante de nuestras proyecciones teísticas. Cambiando el tercio, ¿habéis visto las películas Cube e Hipercube (Cube 2)? Molan paranoicamente; por lo visto hicieron después Cube Zero, última película aunque precedente semánticamente hablando.

3.1.2. Lo incondicionado y su eternidad.

Recibiendo y orientando el conocimiento epistemológico del kosmos hacia las respectivas ciencias especializadas dejamos a un lado las determinaciones específicas que nos ofrecen las ciencias naturales para profundizar ahora en el aspecto lmás filosófico, más radical, representado desde la cosmología como la problemática del ser como auto-fundamentación. Reconocemos que lo incondicionado y su eternidad son sinónimo de auto-fundamentación, lo incondicionado y su eternidad no son determinaciones específicamente relativas al ser: lo incondicionado (o doblemente condicionado) y lo eterno (ser del devenir) son determinaciones relativas de la dialéctica o, lo que es lo mismo, de la relación cinético-dinámica que mantienen la nada y el ser. Ya hemos hablado que desde un determinado punto de vista todo es auto-fundamentado en la existencia como afirmación de la posiblidad realizada, lo que no implica que dichas fundamentaciones sean absolutas, menos aún fundamentarse absolutamente desde uno mismo. Es importante comprender que lo único absoluto es la modalidad dialéctica del acontecer, ni es absoluta la nada ni el ser, ni el ser del ente como acontecimiento concreto ni el ente concreto junto a su corporalidad. Por lo que en este caso hablamos de fundación del ser haciendo referencia al conocimiento de la realidad como todo-uno que nos permite la sensorialidad consciente, orientando la comprensión de que el ser englobe el conjunto de posibilidades ónticas. Si el ser es inteligible científicamente y cognoscible empíricamente aquí-ahora aunque de manera indirecta, más allá sólo puede existir más de lo mismo; la metafísica "vive" al margen del mundo real, es una enfermedad parasitaria que absorbe la energía del ser-aquí-ahora para poder sobrevivir como aislamiento e ilusión de razón pura.

Planteamos la dialéctica entre la nada y el ser como algo incondicionado y eterno (lo tradicionalmente entendido como ser más o menos absoluto) en oposición a algo condicionado y temporal (entidad). Lo infinito puede abarcar lo finito, pero no al revés; las galaxias tienen límites, al igual que los universos, pero las tendencias absolutas no puede tener límites lógicos más allá de su auto-sometimiento (ley del cambio por ejemplo). El ser es finito pero la nada, sin ser absoluta, se relaciona con el carácter infinito de la dialéctica, representando el principio activo frente al ser como límite dinámico. Lo condicionado es indisoluble de su condición incondiciona, pero no al revés. Ello no implica que lo finito sea determinación trascendental o teleológica. El ser se expresa por medio de la corporalidad material de los entes, pero su inherente posibilidad de ser es algo representa su carácter incondicionado, trascendental, teleológico, señalando así la importancia que reside en la diferencia ontológica como anti-absolutización de las posibilidades ónticas. Tomando el hecho vital como posibilidad teleonómica reconocemos que lo óntico tiene carácter ontológico, y que lo ontológico no es que tenga carácter óntico, sino que se funda por medio de éste sin por ello absolutizarlo. Ahí la diferencia ontológica: el ser es necesario, es y no puede ser de otra manera, pero el ente es posibilidad, pues es pero pudiera ser de otra manera.

Así comprendemos que el apeiron (lo infinito) no es el arjé (principio matemático) ni los archáis (principios físico-químicos) sino la modalidad mediante la que ambos principios se relacionan (logos, dialéctica). Y también sería el momento de pensar un poco más la problemática entre Zubiri y Heidegger, en relación a ser y tiempo o a tiempo y ser. ¿El ser funda el tiempo o el tiempo funda el ser? En la apartado de antinomias metafísicas afrontaremos la pregunta de qué es el tiempo, siguiendo nuestro intento de esclaracer la física de la metafísica en palabras de Michel Onfray. Pienso que ni el ser funda el tiempo ni que el tiempo funda el ser. Me parece adecuado pensar que el tiempo es un concepto creado por el ser humano para estructurar la fenomenología del propio ente respecto del ser pero también respecto a la nada. El tiempo no lo funda el ser sino el ente en su relación con el propio ser y también con su

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ser propio, con el ser del ente. El tiempo nos aporta conocimiento matemático-diacrónico formal sobre el ente, pero también nos habla de la nada y su acontecer como fue (memoria), es (ser-aquí-ahora) o será (expectativa). El tiempo es la mesura que utilizamos para valorar la alternancia y el acontecer de la nada en el ser y viceversa, pero ello no convierte al tiempo en trascendentalidad, ya que el tiempo no sería más que un elemento interno de la dialéctica al igual que el propio espacio. Concluimos que el tiempo es un concepto dialéctico más en relación con la nada que con el ser, y el espacio es también un concepto dialéctico más relacionado al ser. Medimos la nada por el antes, el ahora y el después, y al ser aquí, ahí o allí siempre por medio del ente y nunca en sí mismo. Ello conlleva un cierto realismo radical unitario frente a las posibles autonomías, no sé si en relación óptima con la noología de Zubiri. Lo que si suscribo es que lo primero es la aprehensión sensorial de lo real, y luego de ello derivan las posibilidades ónticas del ser.

La interpretación metafísica invierte las comprensiones naturales produciendo falazmente una entidad jerárquica suprema que rige el carácter ontológico de la Naturaleza. La ley de la causa y efecto comprende la causa como modalidad y el efecto como fenomenismo consecuente: ésta es la dialéctica ontológica que orienta y da sentido al kosmos. La metafísica representa la jerarquía de Dios como Conciencia-Absoluta, apuntando a la ausencia total de relaciones, además de simbolizar la mismísima negación de la ley del cambio, de la cultura y las transformaciones naturales, que engloba todas las transformaciones fenoménicas, negando incluso la trascendentalidad inmanente de la propia mentalidad por medio del acontecimiento. La metafísica representa lo absoluto, el absoluto caos trascendental, el "no-ser" como nivel más ínfimo del ser, como afección metafísica de la conciencia: la metafísica es querer dejar de ser y no poder...

Anteriormente hemos hablado de la proporción aurea (serie de Fibonacci) como muestra del engranaje que forman la matemática, la física y la química, afirmando la matematicidad formal del infinito por medio de los números irracionales. Lo mismo ocurre con el cálculo infinitesimal propuesto por Leibniz o Newton. La matemática sólo apuntan al infinito de manera formal, afirmándolo como posibilidad matemática, pero ello no puede explicarse o comprenderse más allá de la física y o la química. Es por lo mismo que las sabidurías antiguas no se ceban en venerar a las diferentes entidades o cuerpos celestes, sino que adoran más a las divinidades como entidades abstractas que representan determinaciones ontológicas dignas de sublimación, como bien afirma la teosofía. La metafísica está incapacitada para abordar científicamente las problemáticas cosmológicas en general, pues reconocen una jerarquía óntica que empíricamente no puede superar el plano astrológico (no hay entes más primarios que los astros o los entes galácticos en general). Su mal comprensión de las relaciones óntico-ontológicas no propician una buena base para las posibles proyecciones analíticas, tanto desde la astrología como ni siquiera desde la psicología o la mismísima antropología, elementos todos interrelacionados a lo hora de trabajar una posible parcialidad cosmogónica (génesis de nuestro universo). Es por eso que la mayor parte de la tradición teísta se empeña en venerar a los fenómenos celestes, encumbrando por encima de su trascendentalidad cosmológica a los astros que alegóricamente simbolizan la cruz del sol, los 3 reyes, etc. En la primera parte del documental Zeitgeist encontramos explicaciones coherentes acerca de la radicalidad pagana de las religiones teístas, lo cual considero de un extremado interés para la elaboración sociológica de nuestras interpretaciones respecto a la exégesis escatológica que algunos movimientos debieran comenzar cuanto antes para no confluir en una gran guerra mundial de Poderes metafísicos o para no proseguir con la globalización de guerras civiles que asola el mapa terrestre.

Con esto sería suficiente para que Dios desapareciera del cielo, teóricamente, aunque en la tierra parece querer aferrarse a pesar de las contradicciones prácticas que nos muestra nuestra impotencia ante la crisis sistémica que nos están imponiendo, lo que afecta principalmente a la sociedad y sólo colateralmente al liberalismo imperialista y a su consumación tecno-capitalista. La crisis axiológica de la clase media europea se verifica por el aumento de la ultra-derecha en Europa y por el no reconocimiento de la crisis como estafa plutocrática de nuestros supuestos representantes democráticos. Es una pena que todo lo construido hasta ahora por el Stablishment metafísico tenga que

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perecer bajo las llamas para de nuevo disfrutar la posibilidad de renacer libremente.

3.2. Astrología.

Hemos dicho que la cosmología representa el estudio científico de la fundación del ser desde su carácter modal (variables interdependientes como auto-fundación dialéctica), lo que nos recuerda que teológicamente debemos centrarnos más en el ser que en la nada ontológica, y por ende cosmológica, especialmente cuando incorporamos la nada en el ser y el ente por medio del teológico ser del ente. La astrología se centraría por contra en el estudio científico de la materialidad apriorística de dicho ser; o sea, de los astros como primeras entidades realizadas. Postulamos que lo primario es la energía, que lo apriorístico es la materia y que el hecho vital como síntesis representa la posibilidad por medio de su realización concreta. La astrología estudia el universo como entidad desde la autonomía y la relación de los astros entre ellos y también en relación a los seres vitales, representando el estudio de una parcialidad completa del kosmos en su materialidad físico-química, la cual determina trascendental e inmanentemente a dichos seres vitales. Los astros son el resultado del determinismo químico que comporta el ser frente a la nada (materialidad apriorística) y su energía prevalece por la determinación física de la nada ontológica frente al ser (teleología primaria, ley trascendental frente al inmanente cambio teleonómico).

Tenemos la astrología como estudio intermedio entre psicología y cosmología, materialidad que engrana la inmaterialidad del ser y la nada con la inmaterialidad del ente, ejerciendo como fundación cosmológica del fundamento psicológico. Investiga sobre las relaciones ontológicas entre las entidades materiales que se agrupan en torno a nuestro universo, incluyendo el análisis de las autonomías físico-químicas respectivas. Emprenderemos primero el abarcable estudio de las autonomías simbólicas que afectan directamente a la vida del planeta Tierra: la luna y el sol. Todo ello haciendo gala de la levedad ignorante que puebla mi cabeza respecto a la especificidad técnica que requieren dichos ámbitos de saber. Estos comentarios tienen que entenderse como levedad filosófica que tiene por objetivo el enaltecimiento de la unidad ontológica por encima de cualquier posible absolutización óntica, ya sea conceptual o materialmente empírica. Dicha perspectiva reconocida posibilita que dichas determinaciones de carácter astrológico (y también cosmológico) aparezcan reflejadas como determinismo teleológico, aglutinando el conjunto de determinaciones que conforman la diferencia ontológica como determinación psico-antropológica respecto de la praxis linguística que conlleva la cultura. La astrología como teleología supone enlazar lo mecánico del kosmos con la teleonomía del individuo por medio de sus propiedades psico-antropológicas (biológicas). Concluimos ahora que dentro de una perspectiva general que abarque el conjunto de las ciencias vitales la teleología supone las determinaciones teleológicas de la cosmología y la astrología sobre la psicología y la antropología, considerando a éstas como límite que une y separa a la vez: límite porque la constitución biológica del ente responde tanto a la teleología astrológica (y cosmológica) como a la teleonomía linguística del espíritu. No queda más que sublimar nuestra corporalidad como acontecer de lo teleológico en lo teleonómico y viceversa.

No existe el vacío pues la energía impregna el todo como el éter a los elementos. El vacío literal no existe, pues en el "vacío" hay mucha materia. La metafísica interpreta el vacío como la omnipotencia de la idea sobre la corporalidad, posicionándose como innatismo. Sin embargo la ontología comprende el vacío como el nivel superior del ser en su identificación con el cinetismo activo de la nada ontológica: el ser se auto-afirma también en la nada como su modalidad intrínseca de ser y de diferenciarse del ente y su voluntad absolutista de síntesis. Cuando identificamos a la nada con el vacío nos referimos al vacío apriorístico de contenido, de absolutismo telológico-mecánico, de innatismo alguno, apostando racionalmente por un vacío cuántico de las posibilidades, determinación necesaria para que las entidades sean determinadas trascendentalmente de igual manera en que nosotrxs lo percibimos: por medio del acontecimiento, por medio del logos. Gracias al excelentísimo estatuto científico que esta construyendo la mecánica cuántica estamos casi absolutamente determinados ya a continuar las hipótesis que claman sobre la unidad ontológica del todo por medio de la diversidad óntica de las particularidades concretas. Tenemos que sumergirnos en

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involucrarnos en el estudio de la relación de fuerzas que conmueve nuestro existir, no queda otra.

Respecto al mundo astrológico de los horóscopos sigo recomendando la primera parte de Zeitgeist, tratando siempre de relacionar cualquier contenido que añadamos a uno de nuestros grandes deseos: la exégesis escatológica que nuestra cultura occidental debe emprender frente al teísmo cristiano que cuasi nos constituye. Por supuesto que recomiendo el conocimiento simbólico de las diferentes tradiciones que han profundizado sobre astrología y astronomía y que también se interesan por los seres vitales. En internet disponemos de multitud de información sobre el zodiaco, el horóscopo chino o la astrología maya-méxica. Y también podemos encontrar prácticas relacionadas con el tarot budista (osho), algo más apartado de lo estrictamente astrológico pero similar en su forma de proceder, lo que me ha fascinado recientemente por las comprensiones simbólicas que pone en juego en relación a la moral cotidiana.

3.2.1. El Sol y la Luna.

Disponemos de la Astrología y la Astronomía como estudio elemental del funcionamiento del universo como consecuencia cosmológica (multiverso, holoverso), teniendo a la galaxia y al sistema solar como materialidad ontológica del universo. Éstas son las entidades principales que dinamizan el universo como kosmos, y que consecuente nos determinan de manera teleológica, formalidad mecánico-descendende que determina nuestras posibilidades ónticas, entendiéndonos como pequeños astros evolucionados. En niveles inferiores a los agujeros negros y otros centros cinéticos encontramos las secundarias determinaciones del sol y la luna sobre la tierra y los seres vitales, no olvidando nunca que nuestro estudio postula que todo existe como desarrollo evolutivo del mundo astral: éramos polvo de estrellas con Karl Sagan y lo seguimos siendo más que nunca tras el batacazo metafísico del capitalismo y la globalización robótico-fascista que trata de acontecer.

Mediante la astrología estudiamos las determinaciones teleológicas que el sol y la luna ejercen sobre la tierra y los seres vivos. Postulamos que, si el ser es auto-fundamentación como posibilidad que representa la circularidad dialéctica infinita de todo lo generado, el mismo argumento que fundamenta la posibilidad gnoseológica ejerce de fundamento para la totalidad de las relaciones ontológicas; por lo que una vez más aplicamos dicho criterio a este conjunto de opuestos, realizando un pre-juicio positivo basado en el cinetismo del elemento activo y en la capacidad reguladora del dinamismo pasivo, identificando éstos con el sol (activo) y la luna (pasivo). Así tendríamos una miniatura de la guerra que pudieran estar librando nuestra galaxia frente a los agujeros negros, especialmente a uno enorme que pudiera estar determinándonos desde su céntrica posición.

El sol representa el elemento dialéctico activo, ejerciendo de "pequeño agujero negro" del sistema solar, determinando el movimiento y posibilitanto la armonía entre las diferentes autonomías astrales. A la misma vez nuestra galaxia se mueve en nuestro universo, y nuestro universo probablemente viaja por el kosmos. El sol representa entonces la física frente a la químicalidad lunar. La existencia de multitud de lunas confirma que la materialidad química abarca la totalidad del kosmos y su contenido, simbolización de la incorruptibilidad material, no contradiciendo la inmaterialidad del principio activo. Lo importante es no querarquizar arbitrariamente el principio activo sobre el pasivo, entendiendo que lo absoluto es la modalidad interactiva como acontece todo lo que es, tanto la onticidad posible del ser como el carácter netamente ontológico de la nada como caos energético, como movimiento que se mueve a sí mismo eterna e infinitamente.

El sol representa la generación energética continua, la luna representa la temporalidad sintética de dicha energía. La luna ejerce su interdependencia teleonómica entre física y química, al igual supongo que existe simbiosis entre el sol y las lunas, la terrestre en nuestro caso. Repetimos que todo en última instancia es energía, pero no podemos quedarnos ahí anclados, pues el ser afirma la posibilidad de una materialidad temporal. Tal determinación no es en sí trágica en sentido literal sino libertaria, trágico-emancipadora por medio del acontecimiento, pues la única obligación es

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responsabilizarnos de nuestras elecciones. Tales tenía razón, todo está lleno de lo divino. La materia no tiene energía sino que es energía potencial en continua transformación (no te bañarás dos veces en el mismo río, Heráclito). Pero no nos volvamos histéricos ni lloremos nuestra sin-razón original, pues todo esto no contradice que la materialidad pueda referir a la teleología, que nuestra existencia pueda construir un sentido ético desarrollable moralmente, pues la única determinación de interés aquí y ahora es que dicha materialidad temporal también está constituida por la teleonomía que impone la autonomía de la Naturaleza frente al caos energético, posibilitando el carácter teleonómico-cultural del propio mecanicismo teleológico (hilozoísmo). Dicha comprensión nos libera y nos permite celebrar la muerte de Dios nietzscheana; eso sí, después de guerrear con la metafísica que llevamos dentro. Concluimos entonces que la energía y la materia son como una (hilemorfismo aristotélico), reconociendo la inseparabilidad de la potencia respecto de la forma, de la energía respecto de la materia, aunque desde nuestra capacidad cognitiva puedan construir su autonomía apoyándose en los conceptos de tiempo y espacio.

La astrología supone el estudio de la galaxia como conjunto de relaciones dialécticas, entre las que el sol y luna son consideradas de vital importancia para nuestra interpretación cósmica sobre nosotrxs mismxs. Avanzamos desde la fuerza que nos otorgan los fundamentos epistemológicos en su hermandad con la formalidad matemática, arrivando al conocimiento teológico, posibilitando comprender lo abstracto en la contemplación de lo concreto. Es por ello que a la psicología le corresponde el estudio de las determinaciones ontológicas que el sol y la luna ejercen sobre nuestra psique, entendiendo la antropología como estudio científico de las determinaciones fenoménicas de dichos astros sobre nuestra corporalidad concreta, comprendiendo el sol y la luna como implicaciones astrológicas que afectan de manera transversal al desarrollo cultural del espíritu y su fenomenología. Es por ello que requerimos de una digna astronomía que trabaje cualitativamente el carácter cuantativo-espacial de nuestra galaxia y el universo, astronomía tan digna como la herencia recibida por la Cultura maya-méxica, por medio de su cronología y su astrología, por sus afirmaciones sobre la circularidad del planeta, sobre los detalles astronómicos y los posibles eventos, sobre los calendarios y sobre las posibilidades que nos acompañan en el final de esta desastrosa etapa. Estamos dispuestos a celebrar el final del mundo y la noche que le seguirá, y también estamos dispuestos a seguir profundizando: lxs interesadxs podemos profundizar en el tema por medio de la jerarquía celeste que nos propone la astrología hermética.

3.2.2. Determinismo teleológico.

Afrontamos ahora un concepto muy importante dentro de la superestructura que conforma aletheia como acontecimiento ontológico de la verdad, conceptualización que comprende el carácter teleológico (aunque parcial) de la existencia, basado en la determinación astrológica del universo que pesa sobre las entidades vitales. Teleología como inherencia de la finalidad como trascendentalidad, como afirmación de la naturaleza primaria de los seres vitales, teniendo lo teleonómico-cultural como apriorismo. Identificamos principalmente la determinación teleológica como determinación primaria del sol y la luna respecto de las posibilidades en el ámbito vital. Hemos relacionado la realidad trascendental como determinación teleológica de la cosmología y la astrología sobre el ente ontológico y sus propiedades biológicas (psicología y antropología), interpretando como consecuencia la realidad fenoménica como determinación teleonómica de la psicología y la antropología sobre las posibilidades linguísticas de la praxis artísitica que acontece en las ciencias espirituales.

Entendemos simbólicamente la teleología como diacronía y linealidad de la conciencia, representada por medio del espíritu-mente, respecto de la teleonomía como sincronía de la conciencia, representada por el alma-consciencia y su sensorialidad corporal. Aclarar que el ser se auto-determina mecánicamente como posibilidad, de manera teleológica y trascendental, y que lo primario y lo apriorístico sólo son abarcables en sus autonomías gracias a la conciencia racional del ser humano; así evitamos caer en la falacia metafísica invertidora de la jerarquía natural recordando una vez más que somos posibilidad realizada, erigiendo la diferencia ontológica como pivote del conocimiento. Basamos la

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teleología en las determinaciones anímicas del espíritu, pues evidenciamos la parcialidad lineal de la conciencia (mente-espíritu) como linealidad acumulativa y progresiva que nunca desciende pues se haya envuelta en el ámbito de la transformación fenoménica constante, mentalidad lineal que no se agazapa frente a la espiral evolutiva sino que desarrolla el montante de circunstancias que posibilitan dicha evolución. Determinación teleológica como regularidad objetiva hacia su fin, desarrollo de las entidades en relación con la cultura, no cayendo desde el extremo contrario tan típico de la postmodernidad en la interpretación de la cultura como absoluto, conllevando el olvido de la verdad ontológica, pues debemos seguir identificando el absoluto como la modalidad del existir y el acontecer, reconociendo la contradicción evolutiva que representan el alma y la sensorialidad como consciencia de poder-ser-aquí-ahora-real. Todas las contradicciones metafísicas aparecidas a lo largo de las categorías que aquí proponemos se relacionan y confluyen en la perspectiva metafísica de la sociología, momento en el que trataremos de analizar los fenómenos que más fielmente pensamos que representan nuestra Cultura metafísica occidental, apoyándonos como siempre en la posible cientificidad simbólica que inspiran los símbolos matemáticos, interpretando la triada ideológica que conforma la metafísica como fascismo.

La dinámica potencia-forma-acto muestra que la circularidad trascendental de la dialécta no imposibilita una linealidad finita dentro de lo infinito, sino que lo imposibilitado es su absolutización. Más que imposibilitar ejerce incluso de fundamento parcial-temporal, pues sabemos bien a estas alturas que la película no termina en el acto, sino que éste goza de una re-potenciación continua, posibilitando así la auto-fundación dialéctica del proceso por medio del acontecer y su carácter teleonómico. Es por ello que es importante comprender la fundamentación como deducción teleológica (sentido descendente) y la fundación como inducción teleonómica (sentido ascendente). Podemos relacionar el proceso potencia-forma-acto con mecanicismo-teleología-teleonomía; así relacionaríamos el punto de llegada con el de partida, y al paso intermedio le atribuimos un estatuto ontológico de enlace trascendental y al mismo tiempo inmanente. La dialéctica es modalidad unitaria absoluta, plano existencial en el que todo acontece: pase lo que pase el ser y la nada siempre serán como uno, se conforman unitariamente como dialéctica, y el universo por ende también representa materialmente al uno-modal. También podemos extrapolar dicha forma de proceder de manera lógico-científica respecto de las relaciones que mantienen las categorías entre sí, enfatizando el orden trascendental que determina la jerarquía del ser, siempre relacionando la llegada con el nuevo punto de partida, sincronizando así el conjunto de saberes autónomos desde lo que venimos construyendo como genuína hermenéutica ontológica, presentándose a sí mismo como afirmación comunicativa, como satélite en el que pivotan todas las interpretaciones posibles.

Dicho satélite comprende el conjunto de determinaciones simbióticas que conforman y simbolizan las ciencias vitales, desde sus aspectos teleológicos hasta las implicaciones teleonómicas más concretas, entendiendo respecto a la unidad teológica de las ciencias vitales que las dos primeras (cosmología y astrología) se presentan como formalidad teorética, y que las dos últimas (política y estética) se presentan como desarrollo moral, centrando el engranaje capital del ente ontológico entre sus determinaciones anímico-biológicas (psicología y antropología como teleología) y sus determinaciones espirituales y simbólicas (linguística y ética como teleonomía). También podemos descubrir gran variedad de relaciones dialécticas entre dichos ámbitos del saber; ya lo hemos comentado, contemplando la posibilidad de relacionar dichas ciencias en 2 grandes grupos, en 4 y también en 8, como aquí las presentamos, siempre desde el enfoque de una pedagogía popular y no un innatismo matemático de carácter pitagórico. La dialéctica entre teleología y teleonomía atraviesa las ciencias vitales, por lo que abre las posibilidades a redescubrir con imaginación y de manera creativalas posibles determinaciones ontológicas aún no desveladas en la conciencia.

Por todo ello y más concluimos otra vez en el reconocimiento de que la parcialidad lineal de la conciencia es posible lógicamente como fenómeno cognitivo del espíritu-mente. Ahora entonces tocaría completar nuestro conocimiento sobre teleología estudiando precisamente la teleonomía, su bella opuesta, que aporta matices importantes para no transformar la teleología en absoluto (falacia metafísica). De momento quedarnos con la omnipotencia de los sentidos

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y el alma (mecanicismo teleonómico) respecto a la onticidad posible de la mente (posible absolutismo de la teleología). Así se nos presenta la diferencia ontológica, enfatizando la contradicción entre cinetismo y regulación dinámica, convirtiendo la potencia y el acto en principio y fin de la existencia gracias a la síntesis teleológica de la forma en su ejercicio como enlace. Atribuimos una veracidad más estéticamente bella a Engels en su dialéctica de la Naturaleza, afirmando la incorruptibilidad de la materia frente a la intución absoluta y universal del uno proclamada por Hegel. Aunque éste confunde el absoluto no confunde realmente el espíritu, por ello es uno de los filósofos más importantes de la historia occidental, postulando la apertura de nuestra proyecto a una suma de verdades parciales que traten de conformar una verdad poliédrica más verdadera, pero aún así nunca absoluta.

Afirmamos que todo lo empírico es científico, pero no todo lo científico es directamente empírico. La nada ontológica no es empíricamente cognoscible pero si es inteligible como lo opuesto al ser. Por eso no sería mala idea identificar precisamente a la nada como no-ser, evitando así la caracterización de lo que es imposible establecer proposiciones afirmativas. Eso no jerarquiza en absoluto una autonomía sobre otra, sino que determina las funciones y capacidades de cada parcialidad dialéctica, reconociendo el cinetismo primario de la energía frente al dinamismo apriorístico de la materia. Que comprendamos el ser posibilita la contemplación de la nada mediante la armonía física del acontecimiento ontológico. Es una cuestión de abstracción lógica y simbiosis cognoscitiva la que determina las posibilidades de una apertura ontológica del ser respecto de su trasfondo "trágico". Las categorías anímicas son inteligibles como ontología del alma, pero sólo mediante las categorías espirituales se lleva a cabo la cognoscibilidad del ser mediante el fenomenismo espiritual de la mente. Por igual, un cierto carácter dialéctico es inteligible como idea en afirmativo, pero es sólamente cognoscible en el fenomenismo de su opuesto aconteciendo precisamente como contradicción, opuesto en el cual también es, precisamente mostrándose como imposibilidad de síntesis absoluta. Esto nos ayuda a desenmarañar antinomias respectivas al ser y al tiempo o también respecto a la cientificidad epistemológica.

Terminar reconociendo al estatuto científico formal de las matemáticas su importancia vital como puente formal hacia la felicidad epistemológica, posibilitando el tránsito armonioso desde el espíritu-mente y su carácter óntico-cuantitativo al alma-sentidos y su ontología cualitativa, colaborando en la comprensión del hecho vital como posibilidad sintética y en la contemplación de los fenómenos de conciencia más allá de la formalidad propiamente definitoria de la ciencia matemática. La matemática viene con nosotros hacia la sublimación del aquí-ahora, su posible absolutización frente a la física y la química se queda en casa. La vida es un camino que hay que recorrer, nuestra voluntad física y nuestra racionalidad psíquica se abren paso en un camino matemático. Ante la posibilidad natural de las afecciones metafísicas del pensamiento como representación del estadio ínfimo del ser (miedo e ignorancia) tenemos la necesidad vital de tratar de perpetuarnos en la consciencia del ser-aquí-ahora respetando así el telos transformador de nuestra naturaleza teológica culturizando inmoralmente al propio espíritu.

"En el pensamiento de la voluntad de poder llega a su acabamiento el pensamiento metafísico mismo. Esto quiere decir que a la época moderna, como época final, le corresponderá la decisión histórica de si esta época será simplemente la conclusión de la historia occidental o también la contrapartida de un nuevo inicio. Recorrer el curso de los pensamientos que conducen a Nietzsche a la voluntad de poder significará entonces ponerse bajo la mirada de esta decisión histórica. No obstante, incluso así, esto sólo puede producir una reflexión que ayuda a saber lo que acontece en la historia, lo que la sostiene e impulsa, lo que desencadena los hechos contingentes, lo que dentro del ente es, en el fondo, aquello que es".(La experiencia dionisiaca del mundo, Sánchez Meca).

3.3. Psicología.

Entramos de lleno en un campo en el que categorialmente pivotan gran parte de las problemáticas filosóficas a las que desde Aletheia tratamos de dar una respuesta científica, especialmente frente a la catastrófica realidad en la que trata de hipostasiarnos el pensamiento metafísico en su desarrollo moral. Comenzando dibujando la psicología como

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estudio científico del carácter ontológico de los entes vitales, basándonos en el análisis de la conciencia como ente (mente) ontológico (consciencia y sensorialidad). Dicha ciencia abarca una parcialidad del conjunto de las determinaciones teleológicas de la cosmología y la astrología, teniendo otro elemente de tensión en la la teleología antropológica. Ya hemos comprendido la posibilidad de relacionar lo cosmológico con lo psicológico (inmaterialidad ontológica de la nada) y a la astrología con la antropología (materialidad trascendental del ser), relaciones cuyo nexo vinculante aparece por medio de la dialéctica mecanicismo-teleología-teleonomía. Es imprescindible comprender que comprender y contemplar refieren a la acción: es la falacia metafísica la que malinterpreta la acción pensante como teorético-estática. Además la categorialidad que presenta nuestra teología muestra como el conocimiento es solapado, simbiótico y multidisciplinar, apologizando así la complejidad de marcar límites fenoménicos entre los distintos saberes.

Volviendo a la psicología queremos entender ésta como investigación sobre las autonomías que conforman la globalidad del mundo psicológico, estudiando la energía en el ente vital y también su materialidad temporal de carácter químico, especialmente en su relación con lo antropológico. Representa el análisis inmaterial del ser, dejando a la antropología el estudio de la materialidad, no refieriéndonos exclusivamente a lo vital del cuerpo en sí sino relativa también y especialmente al ser como conjunto de determinaciones trascendentales representadas por medio de la biología. La materialidad vital no sería estudiada sólamante por la antropología (filosófica) sino también por la antropología cultural, relacionando el fenomenismo corporal con los fenómenos construidos en la conciencia por medio de la cultura y por las ciencias especializadas, teniendo a la sociología como estudio de la estructura eco-nómica de la Cultura como sociedad solidaria de iguales, reviviendo de camino un poco más a Spinoza.

La psicología y la antropología conforman el estudio científico del alma, enlace entre el estudio científico del ser como condición de posibilidad (cosmología y astrología) y el estudio científico de la praxis espiritual (ciencias teleonómicas). La psicología se especializa en el estudio de los elementos que interaccionan en la conciencia desde un punto de vista inmaterial: investigación sobre el alma, el espíritu y el ser aquí (espiritualmente) ahora (anímicamente), dejando a la antropología el estudio analítico de la corporalidad de la conciencia. Analiza el ser-aquí-ahora como acontecimiento, como ser del ente, como comprensión de la radicalidad anímica del espíritu por medio de su acontecer a la corporalidad óntica del ente. Posibilitamos la contemplación de dicho fenómeno mediante la Naturaleza y sus interacciones culturales, situándonos en el umbral de la sociología como intersubjetividad, profundizando por ende en las relaciones entre mente y consciencia, entre el ente y su carácter ontológico, marcando nuestros límites fenoménicos y sus inherentes posibilidades trascendentales en la inmanencia del aquí-ahora.

Desde una perspectiva secundaria la psicología estudia los fenómenos que interactúan con nuestra naturaleza anímica y espiritual, como son la memoria, la bioenergía, la posibilidad de revivir almas anteriores mediante el recuerdo, la inmortalidad del alma o la mortalidad del espíritu. También se ocupa de la depresión como distorsión entre mente y consciencia: consciencia de la estaticidad mental como afección metafísica que provoca un desfondamiento violento relacionados con comprensiones relativas a la libertad responsable que proclama el ser-aquí-ahora. Dicha depresión o desfondamiento muestra la incapacidad temporal del espíritu para ser-aquí-ahora por medio de la cultura, viéndose tremendamente limitado en la acotada y pequeña parcela de la razón pura, expresándose metafóricamente como asfixia del espíritu bajo soledad carcelaria. Por último también se dedica a la investigación sobre la imaginación y la creatividad relacionándose así con la estética y el arte en general, estudios que basculan armoniosamente entre el pasado y el futuro como memoria y expectativa, interpretando éstos como materialismo e idealismo, basculando también sobre el ánimo y la psique como una "subconciencia" que no es más que consciencia desconocida, y analizando el ego como personalidad o el alter-ego como ego cósmico, como umbral de posibilidades, como horizonte de fusión.

Mereciera nuestra teología una amplia participación de psicólogxs y antropologxs especializados en filosofía, con el

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fin de esclarecer aún más las relaciones teleológicas y trascendentales entre psicología y antropología (la popularmente conocida como "filosófica"), las cuales teleonómicamente enlazan con la cultura linguística y su libertad responsable. Es por ello que sin adscripciones al conjunto de los saberes teoréticos nos gustaría recomendar el libro Dianética, el poder de la mente sobre el cuerpo, de R. Hubbard. Dicho autor y dicho libro forman parte del movimiento católico de la cienciología, considerado secta en Francia. Ello no significa que no haya herramientas que nosotrxs podamos considerar temporalmente útiles. Es más, desde mis posiciones libertarias no renuncio al saber transmitido por organizaciones teosóficas consideradas como secta por lxs propixs anarquistas, refiriéndome en este punto a Nueva Acrópolis, academia de filosofía en la que participe durante 6 meses y de la que podeis informaros ampliamente en internet. De todas manera tenemos también mucho trabajo "aquí en la tierra", por ejemplo mediante la profundización en la ontogénesis y la filogénesis que nos propone Piaget, entre otrxs. Por último, para lxs más holísticxs, se requiere profundizar en caminos alternativos para la sanación del cuerpo y la mente y para la armonización con nuestro entorno material y sentimental, refieriéndonos en este caso concreto a las constelaciones familiares, teorías surgidas en Europa (creo que el pionero teorético fue un alemán) pero practicadas durante muchísimo tiempo en América Latina, donde aún hoy día sigue funcionando y conformando el tratamiento integral de las comprensiones indígenas y su tradición naturalista.

Ni que decir tiene que ya se ha desbordado el crecimiento de todas las terapias alternativas a la metafísica que se centran en un tratamiento integral de lo que abstractamente llamamos ser humano, viviendo en nuestros días un apogeo considerable de técnicas que tratan de mejorar nuestra salud mental-corporal desde perspectivas holísticas, llámese homeopatía, osteopatía, risoterapia, aquaterapia, interacciones con animales, estancias rurales, meditación, yoga, reiki, en general todas aquellas técnicas no metafísicas que hemos heredado de la tradición y que creativamente estamos potenciando en el ocaso de la postmodernidad como segunda modernidad, época que marca la caída del pensamiento metafísico por consumación cibernética y que será ampliamente celebrada en el solsticio invernal de 2012 simbolizando una nueva revolución paradigmática, ésta vez caminando hacia posiciones holísticas e integrales.

3.3.1. Alma, espíritu y ser-aquí-ahora.

Aquí nos encontramos ante el kit de la cuestión teológica, construyendo ontológicamente los contenidos científicos que atribuimos a la conciencia y a su ejercicio como logos que une y separa a la vez. Desglosando la estructura trascendental de la conciencia realizamos una ruptura radical con el pensamiento metafísico, abriéndonos como decimos desde una perspectiva holística e integral a la ontología de los seres vitales por medio de la teología racional. Es aquí donde cae la metafísica por medio de la caída del absoluto hegeliano. Construyamos aquí-ahora afirmativamente. Estos 3 conceptos nos ayudan a comprender el carácter hermenéutico (por trascendental y unitario) de la existencia vital por medio de su diversidad fenoménica concreta. El alma es el elemento primario que nos relaciona directamente con el todo-uno, representado por la intuición ontológica. El espíritu es el elemento apriorístico que posibilita el conocimiento y que nos relaciona trascendentalmente con la diversidad fenoménica, con el cuerpo y con la cultura. El ser-aquí-ahora sería el elemento posibilitado como conocimiento verdadero, relacionado directamente a la fusión temporal del espíritu en el alma, reconociendo por tanto su radicalidad anímico-sensorial, comprendiendo entonces la unidad en la diversidad espiritual; al contrario de la metafísica, que cercena la diversidad axiológica por medio de la unidad fenoménica.

El alma y el espíritu representan el carácter ontológico de los sentidos y la mente, y éstos representan el fenomenismo de aquéllos. El ser-aquí-ahora se representa como acontecimiento que tiene lugar en la consciencia, por lo que podemos identificar relaciones entre ánima (energía), ego (materia) y alter-ego como ser-aquí-ahora (materialidad energética, bioenergía sintética). Reconociendo que somos posibilidad astrológica entendemos el espíritu como hecho vital y como síntesis cuerpo-mente. Recordemos la imposibilidad de comprender la síntesis como absoluto, pues todo afirma su temporalidad y nada argumenta su estatuto fundamental estático-absoluto. La diferencia ontológica nos

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brinda la posibilidad de estudiar al ser (contradicción) al margen del ente (síntesis), pero dicho análisis no puede ser más que a través del ente que somos temporalmente, entendiendo la contradicción como lo primario y la síntesis como apriorismo. Relacionamos entonces la comprensión con la síntesis cognoscitiva y a la contemplación con las contradicciones cognitivas entre mente y sensorialidad. Ante todo importa tener claro el mapa psicológico del ser: dialéctica entre alma (sensorialidad cognitiva), espíritu (mentalidad cognoscitiva) y consciencia (conciencia gnoseológica). El fin es el principio, el show debe continuar, tiene obligatoriamente que hacerlo, que ser así.

Aquí no sólo apologizamos sobre la inmortalidad del alma sino que además nos afirmamos en la mortalidad del espíritu, sin por ello tener que obligatoriamente caer en comprensiones metafísicas estilo rencarnación pitagórica por ejemplo. Pudieramos apostar por una reencarnación al estilo budista, comprendo yo como reencarnación espiritual, interna, evolución particular por medio del agotamiento creativo de la actualidad espiritual del ente. Sea lo que fuere pensamos sólo en el fin de la particularidad: el espíritu-mente y su fenomenismo; sólo pervive el alma como energía unitaria en su eterna transformación (animismo): inmortalidad del alma como ser del devenir, pues puede finalizar el devenir temporalmente en el aquí-ahora, pero dicho devenir nunca cesa de ser. Es por ello que se entiende que los muertos sólo están medio muertos (muerte espiritual pero no anímica), al igual que muchos vivos (ausencia anímica del espíritu). Sólo se muere completamente en el olvido, que representa la negación de nuestra radicalidad energética, ausencia de enlace entre ente y ser. Por eso uno de los mayores problemas en la Culturas ontológicas son la soledad y el aislamiento social, precisamente porque es la colectividad lo que aporta sentido a las particularidades. La corrupción sería la transformación energética de la materia como síntesis que tiende a desaparecer: esto para la metafísica supone una muerte total sólamente refutable mediante la predicación de una vida más allá de lo terrenal, sólo interpretable desde la inquebrantable fe de que ello existe aunque no tenga ninguna racionalidad que lo posibilite científicamente. Para la ontología supone una muerte parcial, igualmente practicable en vida por su opuesto: los hay medio muertos pero también los hay medio vivos, me los cruzo a diario e incluso aparecen frecuentemente en televisión.

Existe teleología del espíritu por medio de su radicalidad anímica pero existe teleonomía del ser-aquí-ahora por medio de la cultura, al igual que percibimos el carácter teleonómico-mecánico del kosmos (hilozoísmo, universo como organismo vivo). Considerando estos 3 niveles como modalidad unitaria de las entidades vitales obtenemos la autonomía de los 3 elementos ontológicos (alma, espíritu y ser-aquí-ahora) como 3 categorias de auto-conocimiento, los cuales son conceptualizados como los 3 grados espirituales dialéctica y categorialmente jerarquizados. Repetimos de nuevo que la metafísica invierte dicha jerarquía natural conllevando lógicamente al caos trascendental por medio de la esclavitud fenoménica.

Primero tenemos el espíritu vegetativo, referente a la autonomía del alma respecto del espíritu, que ejerce las funciones vitales básicas: predominio de la teleología sobre la teleonomía (estudiar la teleonomía vegetal es estudiar su teleología cuasi absolutista, pues la consciencia esta en sus niveles inferiores debido a la ausencia de una enfatizada cultura sin por ello negarla; mejor dicho podríamos concluir que no hay indivisibilidad autónoma remarcable entre teleología y teleonomía, sin por ello negar (repetimos) la ausencia de cultura en el mundo vegetal (constatamos por ejemplo las interacciones simbióticas entre especies que se da en el huerto, por ejemplo). Incluso negándome un poco más admito lo sugerente que me resulta ver a una hiedra escalar una pared: por supuesto que existe culturalidad, pero goza de mayor interés desde la perspectiva humana el estudio de la culturalidad consciente, libre y responsable, dejando a un lado si es posible la primaria voluntad de supervivencia. Segundo tenemos el espíritu sensitivo, que refiere a la autonomía del espíritu frente al alma como impulso apriorístico. Además de prácticar las funciones vitales básicas interactuamos mediante fenómenos culturales autónomos, pero sin llegar a la cultura libre (consciente): es lo que llamamos animalidad, donde aún está ausente la libertad de conciencia o al menos se expresa en niveles bajos. Tercero y último tenemos el espíritu racional, que refiere a la autonomía del ser-aquí-ahora como alma respecto a las particularidades del espíritu (ser-aquí-ahora como contradicción del espíritu, como animicidad que contraresta la

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síntesis). Dicha racionalidad refiere directamente a la cultura, la libertad, la autonomía, la consciencia, la transformación, el auto-conocimiento, etc. Esto no significa que el alma sea superior o inferior al espíritu, sino que representa su condición de posibilidad reconociendo que no hay particularidad sin unidad y viceversa, que no hay posibilidad trascendental sin realización inmanente de dicha posibilidad. Cognoscitivamente el espíritu particular supone el enlace entre la naturaleza como alma y la Naturaleza como inherente poder-ser-aquí-ahora-real por medio del acontecer de la nada en el ente. Así el ser-aquí-ahora no es más que el reconocimiento espiritual de su inherente radicalidad anímica.

"El espíritu sigue una línea paralela a la materia, y la evolución espiritual marcha en armonía con la física", remarca la teosofía. Igualmente remarcan 7 planos de conciencia y 7 sentidos, o nos hablan de la reencarnación como un propósito cuplido, interpretando 3 tipos de encarnaciones de corte budista: divina, voluntad y albedrío como auxilio a otrxs, relacionando dichas reencarnaciones con una ley de doble evolución, y relacionando también dicha conceptualización con el entendimiento de la reencarnación como posibilidad de agotar la creatividad de un determinado nivel espiritual. Nos hemos afirmado mediante 3 niveles de conciencia; también Kierkegaard se identifica con 3 niveles: estético, ético y religioso. Por otro lado Aristóteles afirma un doble alma, frente al triple alma que proclama la antiguedad; la teosofía y los vedas afirman que se puede conseguir el tercer estadio anímico: poder (posibilidad) sobre todas las cosas. También se habla de la incompatibilidad entre el yo-material (óntico) y el yo-espiritual (ontológico): uno tiene que desaparecer comprendiendo que el yo-material es un mito metafísico según las comprensiones de las Culturas animistas u ontológicas.

Profundizaremos más religiosamente sobre el hecho vital como posibilidad del fenómeno de síntesis físico-química en apartados posteriores, adelantando que estamos relacionando de alguna manera dicha síntesis con el agua (H2O), en el que el hidrógeno representaría el cinetismo y el oxígeno representaría la regularización dinámica, principios que caracterizan lo que aquí entendemos por espíritu (espiritualidad particular), por lo que llegaremos a identificar simbólicamente agua con espíritu. Todo ello conlleva reinterpretaciones acerca de nuestra conceptualización sobre la bioenergía, la respiración, la mirada como puerta del alma (teosofía) o la sexualidad de la conciencia en su ímpetu de fusión mediante el deseo (aforismo film Martin H). El Aura sería la temporalidad energética, la energía particular del espíritu. Todo depende del observador (Einstein), inconsistencia de la dualidad metafísica sujeto-objeto. El espíritu crea el mundo (Budha). El espíritu como chispa del fuego, gota del océano (teosofía).

Imprescindible comprender que el espíritu no nace en el ser, sino que se hace en él mediante la cultura: es gnoseología primaria, cognición apriorística y sobre todo posibilidad cognoscitiva como sublimación racional. Llegamos al ser-aquí-ahora por medio de las evoluciones espirituales que viajan de lo vegetativo (ignorancia intelectiva original) hacia lo racional (conciencia), a lo que accedemos desde el animalismo mental y su capacidad cognitiva. Aquí encontramos el significado ontológico de lo que las Culturas orientales identifican como reencarnación: cumplimiento de ciclos espirituales por medio de la voluntad de poder-ser-aquí-ahora; algo que lógicamente muestra las incoherencias de la interpretación teísta de dicho concepto como innatismo estático (metempsicosis pitagórico-platónica).

Hay ciertas claves a conservar imperiosamente, las cuales se encuentran sublimemente representadas a través del simbólico nudo borromeo que nos presenta J. Lacan, aprovechando nuestra oportunidad de relacionar las múltiples triadas que estamos desarrollando con lo real, lo imaginario y lo simbólico. El nudo borromeo nos habla de la triada, y la banda de mobius nos habla de la dialéctica, nos habla de como la espiral teleonómica rompe la sencilla linealidad teleológica, sin por ello excluirla. Todo está lleno de alma como nos recuerda el hermetismo, principio y causa incorpórea del movimiento en la región sublunar. En el alma beben los espíritus como los animales en el río, sólo hay una forma de caminar hacia el ser-aquí-ahora, aunque caminos hay muchos, recordándonos que la materia representa el principio pasivo del kosmos, desde la teosofía es cambio eterno ( isis). Seguro que M. Blavatsky pudiera

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aportarnos mucho al respecto mediante su Isis sin velo.

3.3.2. Mente, consciencia y "no-ser".

La psicología tiene como función principal el estudio científico de los sentidos, la mente y la consciencia, analizando sus determinaciones como relaciones interactivas. Tras la investigación del mundo sensorial y la dinámica mental encaminamos el estudio hacia la relación entre mente y consciencia, como problemática principal postulada por la falacia metafísica. De dicho conocimiento deriva nuestra comprensión del "no-ser" como distorsión entre mente y consciencia, como afección metafísica, como violencia estática de aquélla (mente) respecto a ésta (consciencia), ontizando por ende la conciencia como razón pura.

Entendemos la mente como un mecanismo teleológico apriorístico que estructura el proceso de ontización del mundo sensorial desde una perspectiva cuantitativo-conceptual el mundo sensorial que perciben los sentidos, relacionándose así con la filosofía matemática. La mente no es el pensamiento, sino el boulevard por el que transitan las sensaciones hasta llegar a la consciencia, circularidad eléctrica que se proyecta en su abertura voluntariosa del vacío interno. Más bien la mente representa una dinámica que polariza los contenidos sensoriales, dándoles forma como fenómeno simple (imagen mental onírica). Las pulsiones de la realidad y sus contradicciones se oponen respecto de la mente y sus ontizaciones sintéticas apriori. Imaginemos un partido de tenis: los jugadores son los sentidos y la consciencia; la mente es el terreno de juego: contra más larga e intensa sea la bola mejor para el disfrute y sus resultados. La metafísica sería querer jugar juntitos a la red por el miedo a que la pelota salga y finalice el juego. La ontología descubre lo que la metafísica rechaza descubrir: que cuando sale la pelota rápidamente la devuelve un recogepelotas que está allí desde siempre haciendo lo mismo: el juego no sólo no finaliza sino que además fomenta un juego alegre y deshinibido. Respecto de las relaciones que se nos aparecen como "inconsciente" o "subconsciente" podemos estudiar a Freud, pero también a Sartre y su mala fe (falsa conciencia) o la tradición del siglo XX que tanto está aportando en la mejora de las prácticas psicoanalíticas, llámese Lacan, Foucault, Deleuze o Felix Guattari.

Entendemos consciencia como el estar proyectado hacia lo sensorial, forzando la apertura mental para re-optimizar siempre la armonía del flujo sensorial (sentidos) y perceptivo (proyección de la consciencia hacia lo sensorial). Llamamos consciencia al estado natural que representa la acción pensante como interpretación cualitativa del mundo sensorial por medio de la mentalidad cuantitativa. La conciencia ontológica (dinámica) utiliza los fenómenos simples de la mente para elaborar fenómenos complejos que se apoyen en el mundo sensorial y acepten su radicalidad en éste. La consciencia es la contradicción que nos proyecta hacia lo sensorial, es dinámica del pensamiento en sí, no del concepto como complejidad fenoménica. Si el conocimiento es imparcialidad inarbacable debido a nuestros límites fenoménicos (verdad como poliedro), el pensamiento como consciencia sería la suma paulatina de parcialidades verdaderas que nutren esa proyección original de la que venimos hablando, conformando así poco a poco verdades que engloben lo anterior por medio de la evolución de la conciencia y sus comprensiones, evolucionando así hasta el ser-aquí-ahora como temporalidad consciente elevada no expresada en el concepto sino en la sensorialidad concreta.

Decimos que la consciencia representa el estado de proyección natural hacia el exterior como viaje que se da en la estructura ontológica de los fenómenos: lo que hemos entendido como contemplación refiere a la acción, principalmente a la acción de permitir la expresión energética de los fenómenos que abordamos. Es por eso mismo que sociológicamente la hermenéutica trata de no deformar las expresiones linguísticas en su estado original, introduciéndonos en el contexto en que se dan los fenómenos limitando así la proyección anacrónica posible de contenidos actuales. La experiencia consciente supone la posibilidad de estudiar al ser (sensorialidad) al margen del ente como temporalidad (la mente y su capacidad eidética de síntesis) pero a través de éste (materialidad energética) como atemporalidad inmanente que ni se crea ni se destruye sino que continuamente se transforma. Realmente no nos engaña ni la consciencia ni los sentidos, sino que nos engañan los tumores que aparecen en la mente como

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afección metafísica, lo que supone limitar y determinar negativamente el flujo natural de las imágenes oníricas y también de la complejidad conceptual. Dicha tumor que ocupa parcialmente la mente frenando así el flujo sensorial se representa por medio de la conciencia en su proceso de auto-comprensión como mente eidética, como razón pura, como falsa conciencia: es ahí donde comienza el "no-ser" como enfermedad de la mente, provocando una hipostasis de la conciencia que frena y deforma su espiral evolutiva. No dudamos de que la intuición es el principio del conocimiento apoyándonos en Descartes, pero dicha falsa conciencia de la que venimos hablando se presenta de manera sublime por medio del famoso aforismo de éste que proclama "pienso luego existo", el cual se presentaría de manera ontológica como "siento luego existo" (Victoria Camps) o "existo luego pienso" (Punset).

Hemos reconocido que el estado consciente del ente ontológico como logos representa la dialéctica cognitiva que se da entre el mundo sensorial de los sentidos (sensación primaria de realidad) y la racionalidad lógica de la conciencia posibilitada por la consciencia (realidad apriorística de la sensación). Dicho proceso se desarrolla a lo largo de las vías mentales, las cuales determinan las posibilidades de la conciencia. Por ende la mente estática (permanencia eidética) reduce considerablemente las posibilidades sensoriales de la consciencia. Remarcar una vez más que llamamos consciencia a la modalidad ontológica en la que se da la conciencia, diferenciándose de la mente como ontización apriorística, simbolizando ésta como una determinación insalvable pero siempre incorporable positivamente al conjunto, sin denostarla ni sublimarla, sino conservarla como entidad ontológica que es en referencia a la consciencia y a su propio estatuto ontológico. La función básica de la consciencia no es más que procurar la mayor amplitud posible de flujo mental llegando al deseado vacío mental como máxima amplitud de onda, para que así los contenidos sensoriales pierdan la mínima carga posible frente a la resistencia de los filtros mentales.

Defendemos una vacío ontológico de la mente frente al vacío vegetativo que nos propone la metafísica. La mente no hay que destruirla, ella no forma parte de los "Poderes de la Razón Pura", simplemente abarca como posibilidad el encontrarse secuestrada temporalmente y de manera cuasi extrínseca por el concepto universal. La metafísica representa la tumoración producida en las autopistas mentales; la ontología propicia que se realicen armoniosamente las funciones del pensar y el sentir por medio del ego y la mente, procesos que por ejemplo pueden apoyarse en la meditación bipassana y otras muchas alternativas prácticas que coexisten en la actualidad. Así abrimos la posibilidad constitutiva de la memoria y la expectativa, de la asociación de ideas mediante impresiones, o del recuerdo como idea que se ofrece de nuevo a la memoria sin impresiones, recordando a la teosofía y también a J. Locke. Así nos abrimos también al concepto de reminiscencia, a la percepción intuitiva aparte y fuera de nuestro cerebro físico, a las visiones "anormales" como el delirio y la locura que tanto nos recuerda a Foucault. Nos oponemos a la metafísica y la negación que ésta hace de la complejidad del mundo en que vivimos, de lo que somos o de lo que somos capaces de hacer. No es nuestra imaginación, y además conceptualizamos nuestro mundo de manera más cualitativa que el vuestro. Nos negamos a jugar en vuestro tablero, la vida es mucho más que simples casillas. La reminiscencia se apoya en la ciencia afirmando que la memoria es física y pasajera, sujeta a la fisiología de los individuos, o auto-afirmándose como memoria del alma, como certeza de haber vivido y tener que vivir de nuevo.

Es importante apreciar que tenemos cierto rechazo a identificar a la nada ontológica como literal no-ser, pues no queremos desviar la atención sobre la afección metafísica como posibilidad natural, rechazando la supuesta independencia que la metafísica atribuye al no-ser. Y tampoco queremos crear una lucha violenta inexistente entre ser y literal no-ser como nada, pues se llevan mejor de lo que nosotrxs pensamos. Por ello seguimos entendiendo "no-ser" (siempre entre comillas, pues no tiene existencia real sino eidética) en referencia a la razón pura como nivel más ínfimo del ser, apoyándose en la negación sistemática del carácter ontológico de la existencia consciente, suponiendo una ausencia de relaciones absoluta que no pudiera provocar más que escepticismo estático y por ende ignorante. La ilusoria universalidad del pensamiento metafísico jerarquiza la consciencia bajo el yugo eidético de la mente como razón pura, que falazmente interpreta su independencia respecto de la Naturaleza, ontizando por consiguiente la naturaleza humana, lo que conlleva la negación de la identificación que aquí hacemos entre naturaleza humana y

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condición, fomentando dicha negación el predominio de la sustancia sobre la esencia, posibilitando el consecuente olvido del ser. El "no-ser" como posibilidad de ser lo mínimo indispensable supone un alejamiento del orden natural, de nuestra naturaleza divina, del conocimiento y de lo sagrado que aparece en el poder-ser-aquí-ahora como acontecimiento. Alejamiento provocado por la aparente existencia de un mundo de ideas y conceptos puros universalmente estables y de validez atemporal, apoyado en la supremacía de Dios y su ratio matemática "absoluta". El "no-ser" supone relegar la racionalidad al estadio sensitivo, donde la racionalidad consciente tiene dificultades para el desarrollo y aún menos posibilidades de evolucionar. Concluimos en la relación de la razón pura con el ilusorio innatismo que propugna la falacia metafísica.

La posibilidad de ser-aquí-ahora evidencia intempestivamente que la vida es circularidad que incluye teleología (espíritu) y teleonomía (espíritu en alma: ser-aquí-ahora), y que hermenéuticamente relaciona al todo con el uno. La inversión metafísica entre sustancia y esencia basada en la jerarquía óntico-arbitraria de Dios no se sostiene por incapacidad lógica. Dios no ha muerto, sino que nunca existió como posible realidad: Dios como concepto es el basurero donde acumular todas las contradicciones de la teoría metafísica, algo que lógicamente es un insulto al pensamiento como raciocinio. Aunque creo que soy muy animal, esto no impide que sea humano, demasiado humano. Y como humano que soy me encuentro parcialmente determinado por las convenciones sociales, por los complejos psico-culturales que acarrea la vida junto a las sociedades metafísicas, resaltando dicha problemática como contradicción natural del espíritu frente a la propia posibilidad de hipóstasis de la razón pura, ya sea en mí o en otrxs. También R. Hubbard nos habla en su Dianética de la mente reactiva, de la que también nos hablan Nietzsche y Deleuze a su manera, esta vez como conciencia reactiva. El caso es impregnar nuestras interpretaciones de una cientificidad lo suficientemente flexible como para fomentar la elevación de la consciencia hasta niveles elevados, siempre en proceso constante, siempre en elevación constante, siempre descendiendo temporalmente como consecuencia del acontecer, del reseteo de la conciencia, de la aprehensión trágica de los propios límites.

3.3.3. Límite y trascendencia.

Tras analizar las diferentes autonomías que conforman la teleología psicológica del ente ontológico nos referimos en este apartado de la limitación fenoménica que representa la mente y la posibilidad inherente de trascendencia inmanente por medio de la sensorialidad consciente. Repetir concienzudamente lo afirmado hasta ahora: no hay trascendencia sin la materialidad inmanente del aquí-ahora. Nos toca valorar cuáles son las limitaciones vitales y qué posibilidades se nos ofrecen para su armoniosa y no forzada trascendencia por medio de los acontecimientos ontológicos del ser-aquí-ahora. Hemos atribuido a la conciencia dos carácteres: la esencia como inmanencia trascendental y la sustancia como fenomenismo sintético realizado. La conciencia tiene a la mente como limitación fenoménica (apriorismo óntico de las imágenes mentales como fenómenos simples) y tiene al mundo sensorial de los sentidos como trascendentalidad de la mente fenoménica por medio de la consciencia (posibilidad teleonómica para la contemplación natural de los fenómenos complejos). El apriorismo de la limitación mental es el fundamento que alimenta la diferencia ontológica, enfatizando la imposibilidad de invertir la jerarquía ontológica de la nada y el ser respecto del ente y sus posibilidades fundamentales. Hemos comprendido con anterioridad la diferencia ontológica: ahora nos centramos en la variabilidad de dicho límite, en la basculación de las posibilidades, en el desarrollo del aquí-ahora frente a las temporalidades objetivas de la matemática y el ente. La gnoseología funda la posibilidad de trascendencia como sincronía, superando el fenomenismo del espacio-tiempo y de la metafísica en general.

Entendemos limitación fenoméncia como determinación de la mente sobre las posibilidades sensoriales, y entendemos trascendentalidad como libre-determinación de las pulsiones sobre la consciencia gracias a la amplitud mental. Las limitaciones son teleológicas, la trascendencia es inmanencia teleonómica. Todo ello posibilita forjar una abstracta naturaleza humana como condición, la que vamos a construir en su respectivo apartado. Concretamos que el ser vital tiene una limitación químico-fenoménica que inherentemente conlleva la posibilidad de trascendencia física en el

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aquí-ahora por medio del vacío mental. Lógicamente se relacionan dichas limitaciones con el clásico límite trágico griego, reconociendo su importante inspiración tanto en el pensamiento de su época como en su renacimiento post-metafísico que acontece desde el siglo XIX a nuestros días (y los que seguirán). De hecho resulta coherente interpretar el libro de Aristóteles supuestamente llamado Metafísica como un intento de fundar el ser por medio de una teoría del ente (epistemología), como afán por conocer científicamente los límites "trágicos" vitales y poder proyectarse así hacia una teología racional desde postulados lógico-científicos. Es claro que Aristóteles es todo menos metafísico; otra cosa sería trabajar desde las interpretaciones teístas que históricamente acompañan y "tutelan" el conocimiento que legamos del "estagirita".

El límite nos constituye. Nuestra hermenéutica se basa en la antropología existencial, como el ser-para-la-muerte de Heidegger. Nos acercamos así a la vida como proyección, proyección desde la angustia que aparentemente impregna el vacío, forjando poco a poco la comprensión de la nada como posibilidad de posibilidad (Kierkegaard). No viendo angustia como depresión y falta de sentido sino como condición de posibilidad de lo nuevo por construir, relacionándonos así a las múltiples interpretaciones "positivas" de la angustia como inherente posibilidad de despegar (encontramos interpretaciones variadas en P. Ricour, J. Dewey, Goethe o Muller). Dicho límite que aquí estamos postulando en armonía con la tradición de los saberes de la grecia presocrática posibilita la trascendencia por medio de la contemplación sensorial del todo-uno (auto-conocimiento, iluminación budista, desvelamiento, acontecimiento). Contemplación como aprehensión natural de las sensaciones en la modalidad unitaria, posibilitada por la esencia ontológica de la conciencia. Decimos carácter unitario como radicalidad de los fenómenos en el todo-uno, unidad modal que consecuentemente se expresa por medio de la diversidad fenoménica, reconociendo la radicalidad de la mente-espíritu en el alma, concluyendo en la comprensión de que el instinto y la mente son como uno, pero que ejercen su autonomía gracias a la conciencia como despliegue reflexivo, propiciando la contemplación de nuestra propia sensorialidad corporal.

Nos recuerda Teresa Oñate en su seminario que "cuando la muerte se pone en escena la imaginación produce conceptos". Tenemos que pensar obligatoriamente tanto el límite como la trascendencia, lo que nos lleva a contextualizar aún más si cabe la prioritaria investigación analítica de la inmanencia del acontecimiento del poder-ser-aquí-ahora-real como acontecer, como ser del devenir. Así abrimos nuestro ser a una trascendentalidad de carácter físico, como la que apunta X. Zubiri, a una trascendentalidad cercana a las comprensiones budistas de Jaspers. La transcendencia o trascendencia (poco me importan las diferencias cuando sé lo que comprendo y quiero expresar) no puede situarse al margen del ente que somos, pues entonces sería inalcanzable y la intuición del uno no sería más que mera ilusión. Va a ser que no.

Hemos venido refiriéndonos a ciertos límites que nos parecen simbólicamente importantes. Hablamos del ego o el espíritu como consciencia del límite mental. Hablamos de alter-ego o ser-aquí-ahora como consciencia que trasciende los límites mentales (más bien sería lo que fuerza la apertura mental hasta un estado en que posibilite una nueva evolución, una reactualización conceptual). El límite sería un apriorismo cognitivo, y la trascendencia sería una posibilidad (cognoscitiva) necesaria (referente a lo gnoseológico). Centrándonos en los límites de la conciencia recordamos que dijimos antes que metafísica es querer dejar de ser y no poder. Por ello mismo desde el ser como autogestión dialéctica podemos contemplar 4 límites naturales que compactan las posibilidades del ser-aquí-ahora, aportándole una cohesión que determina la coherencia fenoménica del espíritu. Debido a que no podemos acceder al mecanicismo de la nada ontológica debido a la diferencia ontológica hablamos entonces del ente ontológico, de la conciencia, reconociendo que el espíritu tiene 2 limitaciones fenoménicas y 2 limitaciones trascendentales que determinan y concluyen su inmanencia. Hablamos de limitaciones fenoménicas positiva y negativa (orgasmo y muerte del ente conformado como cuerpo-mente) y de limitaciones trascendentales e inmanentes positiva y negativa (lágrimas de placer y dolor como transformación espiritual). Hemos identificado anteriormente la limitación trascendental negativa como desfondamiento del espíritu, como angustia-base para la proyección, como pánico

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primigenio al vacío que precede la posibilidad de poder-ser-aquí-ahora-trascendencia-inmanente.

Concluimos que "no hay nada más revolucionario que reconocer nuestra propia ignorancia, pues evidencia nuestros límites y también la inherente posibilidad de trascenderlos". Para la teosofía lo místico no existe; lo místico es un concepto metafísico aplicado al conocimiento ontológico que tan ideológicamente trata de ignorar la metafísica. La metafísica no es mística (aunque lo parece) sino mítica (doxa de la razón pura, idealismo absoluto). Si todo es cognoscible e inteligible como estamos demostrando, lo místico no existe como tal, sólo existiría lo aún-no-conocido, la exploración de las posibilidades que nos brinda la alteridad como hermenéutica antropológica, acercando así nuestra sociología al pensamiento de P. Ricour. Hemos pincelado brevemente lo que desde Aletheia interpretamos como ámbito psico-anímico del espíritu. Se requiere seguir profundizando colectivamente y de manera interdisciplinar. Nos espera ahora la antropología como antropología filosófica, como etología, como estudio de la materialidad constitutiva que conlleva la unidad anímica y teleológica. En este ámbito desglosamos lo que necesariamente se está constituyendo como naturaleza humana, adjetivada de condición por el énfasis que en nuestra interpretación hacemos del proceso cultural como teleonomía.

"En efecto, no basta con entender la profundidad vertiginosa del rayo de Zeus, que enlaza el cielo y la tierra en el resplandor del aión, tal y como nos ha iniciado Heráclito a comprender, porque también de la mano de Heráclito hemos dado la vuelta al límite y hemos sentado la inocencia y locura del azar de su otra cara; de la otra cara de la sabiduría última, que no está legislada, que no tiene o está sujeta por ningún sujeto detrás, que la pusiera, que pusiera el límite poniéndose antes de él. Hay que decir, por eso, que las dos máscaras divinas del dios que quiere y no quiere seguir llamándose Zeus, son Apolo y Dionisos. El rayo y el bramido animal de la tormenta, junto con el resplandor del día-noche y la lluvia mojando la tierra".(El nacimiento de la filosofía en grecia, Teresa Oñate).

3.4. Antropología.

Dice Javier San Martín que la negación antropológica de la filosofía es la negación filosófica de la antropología. Aporto gran razón en parte por tautología, entendiendo también que la negación filosófica de la antropología (metafísica como filosofía de Dios) supone la negación antropológica de la filosofía (la cuestión primera sería Dios y no mi propio ser). Quiero enfatizar lo que afirma la sentencia anterior confirmando que la última cuestión existencial no es el ser sino el ser-aquí-ahora, lo referente a mi persona y a mi ser, y no a lo que determina como absoluto al conjunto general de las posibilidades posibles: lógicamente no nos detenemos en el conocimiento del cielo (saber por saber) sino que además de éste perseguimos el conocimiento de la tierra (saber para vivir bien). Conocer los límites del kosmos es comprender nuestros límites, pero tenemos que centrarnos en el estudio del acontecimiento, pues es éste el que nos habla de nuestro propio ser, de nuestra naturaleza teológica y de nuestra culturalidad constitutiva.

Antropología ya decimos como antropología filosófica cercana a la etología, ciencia del fenómeno vital como temporalidad sintética (psicología como contradicción). Es importante potenciar la relación que tiene lo antropológico o lo humano como lo vital en general, comprendiendo la evolución humana como desarrollo de las posibilidades vitales, por lo que la antropología abarcaría todos los géneros vitales (diversidad fenoménica) por medio de su modalidad unitaria (desarrollo en sí del hecho vital). La antropología refiere al estudio científico de las posibilidades fenoménicas del ente ontológico como ser vital, supone un estudio ontológico de la materialidad del ser, comprendiendo el desarrollo evolutivo vegetal, sensitivo y racional de las diferentes entidades vitales. Recordamos que identificamos nuestra antropología con lo académicamente llamado antropología filosófica, e identificamos la antropología cultural como sociología (cultura y comunicación), ya que el fenómeno de la cultura en sí mismo es transversal a las ciencias teleonómicas.

Como hemos reconocido en el comienzo de este apartado interpretamos que si la conciencia es auto-conocimiento (gnosis) y la filosofía supone el estudio de la conciencia como ser (ontología) y como ente (epistemología) resultaría

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que toda filosofía tiene en última instancia carácter antropológico, coincidiendo así con nuestro enfoque existencial de la teología. Es por ello que caracterizamos la naturaleza humana como teológica, que tiende al conocimiento no del ser sino (además y en última instancia) de sí mismo (ser del ente que soy "yo"). La psicología sería el estudio de las relaciones inmateriales y la antropología conformaría el ámbito de estudio de las determinaciones materiales respecto de lo inmaterial-psicológico. Dicho estudio está basado en el cinetismo primario del instinto y en el dinamismo apriorístico de la mente, representándolos fenoménicamente como principios activos y principios pasivos. Actividad y pasividad como ontización ontológica de carácter psicológico, teniendo al hombre y a la mujer como ontización ontológica de lo antropológico. Profundizaremos en los matices hombre-mujer en el apartado de diversidad y naturaleza, siempre con delicada cautela, evitando la indeseable dicotomía de lo masculino y femenino desde una perspectiva absoluta, sin cercenar las posibilidades de una sexualidad integral, tomando esta distinción como metafórica, sin tener que llegar a la autocracia empírica que separa penes de vaginas. Tenemos que entender que el sol no es masculino sino activo, al igual que el hombre; y entender obligatoriamente que la luna no es femenina sino que representa el principio dialéctico pasivo-regulador, al igual que la mujer. Cabe entender que el ser se auto-sostiene entre la dialéctica de actividad física y pasividad química, lo que supondría como límite lo que decimos antes: la discriminación de la materialidad corporal entre lxs que tienen penes o tienen clitorix, pues la trascendentalidad activa y pasiva no es óntica (hombre-voluntad y mujer-razón) sino ontológica (hombre y mujer como voluntad, hombre y mujer como razón). Dicho razonamiento especialmente potenciado frente al escepticismo metafísica que nos rodea posibilita la homosexualidad como diversidad natural, lo que a su vez supone una apertura a las posibilidades de expresión social y material de nuestra propia temporalidad sintético-material y su sexualidad. Es precisamente la transexualidad el tema más espinoso de los que abarcan la diversidad, pues desde Aletheia comprendemos la libertad moral, pero no participamos de la idea de transformar nuestro cuerpo por determinaciones sociales o deseos metafísicos.

La antropología relaciona biología con filosofía del ser humano. Viaja desde el conocimiento matemático del cuerpo y sus posibilidades empíricas hasta la naturaleza ontológica de los seres vitales, investigando sobre relaciones entre determinio teleológico y libertad teleonómica, y estudiando la diversidad natural de las entidades desde la unidad psicológica. Reconocemos nuevamente el estudio antropológico como desarrollo evolutivo del ser vital, ya que el conocimiento racional requiere de lo sentitivo y de su radicalidad vegetal. Al ser humano atribuimos la bella posibilidad de cerrar el círculo de la existencia cósmica, y también le aplicamos la finitud como ser vital más débil del kosmos debido a la posibilidad mental de la que éste exclusivamente goza: posibilidad de no-ser-aquí-ahora por medio de la razón pura. Como hemos apuntado con anterioridad restamos interés al estudio exclusivo de la cultura vegetal y sensitiva desde la perspectiva ontológica de la unidad, ya que pensamos que dialécticamente la racionalidad incluye la unidad que atriviesa al resto de géneros (mineral, vegetal y animal), lo que no contradice la necesidad de conocer de forma especializada el mundo vegetal y animal, propiciando así una alteridad más concreta. Concluimos que tanto lo vegetal, lo animal y lo racional refieren tanto a la teleología como a la teleonomía. La cultura es ontología práctica; es por ello que es precisamente en el ámbito humano donde se construye una conexión consciente de ésta respecta de nuestra trascendentalidad teleológica.

Es momento de abarcar uno de los enigmas capitales de la filosofía: la naturaleza humana como condición humana, enfatizando la determinación cultural del espíritu frente a la simple teleología anímica de carácter absolutista. Estamos capacitándonos para reconocer las implicaciones linguísticas de las comprensiones expuestas anteriormente, especialmente las de voluntad y razón (temporal) como determinación de la voluntad de poder comprender, provocando nuevas implicaciones éticas, políticas y estéticas. Estas pinceladas van a conformar lo que hemos bautizado como naturaleza theológica, en la cual toca adentrarnos para seguir cultivando la comprensión y la contemplación de la voluntad de poder-ser-aquí-ahora-real, posibilidad-real, y por ende posible-realidad-temporal.

Es por ello que erigimos la hermenéutica como modalidad más apropiada de contextualización respetuosa con el

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habitat en que realiza sus investigaciones analíticas. Tan transversal es la hermenéutica en la sociología como en la antropología filosófica, tanto en la etología como en la antropología cultural. Es hora de una biología filosófica junto a Hans Jonas, relacionando gnosis, ética y ciencias naturales (incluyendo la biología). Al menos necesitamos dicha perspectiva holística e integral frente al estudio científico de procesos complejos como la filogénesis o la ontogénesis. Tiene consecuencias horrendas cerrarnos en pleno siglo XXI al estatuto trascendental e inmanente de las determinaciones biológicas.

3.4.1. La condición humana.

"Ley es también obedecer la voluntad del uno".(Heráclito, El nacimiento de la filosofía en grecia, Teresa Oñate).

Nos planteamos la naturaleza humana como animalidad teológica, comprendiendo ésta por su tendencia al conocimiento como del ser (y la nada) como verdad. Presenta el conocimiento científico como propedéutica modal, y el auto-conocimiento como finalidad teleonómica que permanentemente se reactualiza. En la naturaleza humana como condición humana se trabaja en la dialéctica entre homos practicus y bios theoricos. Consideramos al ser vital como simbiosis dialéctica de ambos principios, la teleonomía como cultura pero también la teleología como sentido u orientación energética del kosmos. Se organiza en torno a las interacciones entre lo fenoménico diverso y lo unitario trascendental-inmanente. En el ser vital la independencia es mera ilusión, la autonomía simbiótica es realidad apriorística, y el todo-uno representa la unidad primaria. Simplemente contemplando la célula como primera autonomía (adn) devería valernos para validar nuestro enfoque.

Históricamente se llevan a cabo numerosos debates ante la problemática que ahora enfrentamos. Concepciones de la naturaleza humana de Roger Trigg o La naturaleza humana de Jesús Mosterín sirven como reflejo de las inquietudes que compartimos como seres culturales. También en Youtube podemos visualizar un intersante debate que se produjo entre Noam Chomsky y Michel Foucault sobre dicha temática. Además disponemos de innumerables etiquetas que versan sobre dicha problemática en su vertiente práctica, entendiendo Aristóteles nuestra naturaleza como animalidad política o Sto. Tomás de Aquino como animalidad social. Zubiri habla del hombre como animal de realidades. Nuestro trabajo intenta superar las interpretaciones parciales potenciando la perspectiva unitaria que palpita biológicamente, teológicamente, por ende comprendiendo nuestra naturaleza desde una perspectiva aún si cabe más integral.

La naturaleza humana se desvela por la realización temporal del poder-ser-aquí-ahora-real. Éste confirma la articulación dialéctica existente entre las determinaciones trascendentales (teleología) y las interacciones culturales (teleonomía). Es en lo que de inmediato nos tendríamos que sumergir: la relación entre determinismo y libertad. Nuestra radicalidad animal y nuestra temporalidad sintética nos imponen la existencia como deseo de supervivencia, que se eleva en grados armoniosos debido a la integración del ser humano en el todo-uno que supone la Naturaleza, mediante una incorporación libre, racional y consciente como resultado de la superación (parcial al menos) del miedo y la ignorancia. La libertad que posibilita el fenómeno de la cultura como apriorismo teleonómico posibilita a su misma vez (como oposición) el fenómeno del "no-ser" como olvido del ser-aquí-ahora, como afección que resta potencial y dinamismo, representándonos el "no-ser" como lo opuesto a la consciencia de sí mismo, alejamiento e independencia de la idea respecto del cuerpo.

Hemos reconocido que podemos y tenemos necesariamente que considerar la naturaleza humana como desarrollo evolutivo de lo vegetal (determinismo teleológico) y también de lo animal (instinto de supervivencia) que se realiza mediante la racionalidad práctica (determinismo teleonómico). Dicho esquema lo representamos con un triángulo; en la base tenemos el ánima y el ego, y en la cúspide tenemos el alter-ego: las plantas circularían entre polos sin

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interrupción aparente debido a la ausencia de un espiritu predominante (sólo alma-ser, ausencia notable de ego, teleología dominante), los animales también circularían sin aparentes restricciones pero el ego ya conforma un poco más las posibilidades anímicas, especialmente mediante la acción-reacción ante el miedo (ánima-ego-ser, dominancia teleonómica sobre la teleología), y el ser humano cierra el círculo del conocimiento por medio de la cultura y su libertad teleonómica (ánima-ego-ser en relación armoniosa entre teleología y teleonomía). Todos los seres vitales son, pero los humanos son conscientemente. Esto no nos privilegia, sólo nos responsabiliza bajo fundamentos morales de los que debiera beneficiarse en primera instancia el conjunto de seres vitales y no nuestra especie en exclusividad. El estadio vegetal representa el letargo de la consciencia, el estadio sensitivo representa el despertar de la consciencia y el estadio racional representa la consciencia como auto-legislación del ser-aquí-ahora-real o en-realidad ("en" resaltando el carácter práctico de nuestra realidad, de nuestra conciencia como proyección primaria). Animo a profundizar en los mundos vitales atendiendo a las interpretaciones que se abran a una perspectiva biológica integral, conceptualizando unitariamente desde el deseo animal hasta el desarrollo radicular de las plantas, desde su fisiología hasta la socialidad animal, integrándonos el conjunto de seres vitales como unidad trascendental. Sólo todxs juntas podemos devenir en super-ser-humano, haciendo realidad el eterno sueño de incorporar el conjunto de propiedades vitales desde una "mística" trascendental, o como afirma Nietzsche eliminando la falsa dicotomía entre sensibilidad e inteligencia. Rebelión en la granja, dioniso contra el crucificado; ¿se me entiende?

La teleología determina el principio cinético de perfección como reajuste progresivo a dicha perfección como horizonte de la cultura, siempre temporal por la constitucionalidad cultural de los seres vivos. La temporalidad de todas las síntesis posibles se apoya en las tranformaciones apriorísticas que produce la teleonomía cultural. La circularidad gnoseológica y cognitiva determina la temporalidad de la razón cognoscitiva, interpretando la consciencia como un logos entre lo gnoseológico, lo cognitivo y lo cognoscitivo, en la que lo único absoluto es la interdependencia, el cambio y la transformación. A dicha racionalidad ontológica no se llega desde el concepto tradicional de voluntad, como bien apuntan Nietzsche o Deleuze frente a Hobbes, Shopenhauer o Hegel. No he tratado aún las posibles aportaciones que Sartre nos hace en su Crítica de la razón dialéctica. El caso es que voluntad y razón son como uno, al menos así habló Zaratustra, o así tendría que hablar forzosamente si quisiera trascender lo irrisorio.

"El delirio báquico y orgiástico revela un fondo pulsional enormemente caótico, donde se revuelven multitud de instintos, pasiones, gustos, preferencias. Todo eso es lo que el hombre dionisíaco debe dominar y reconducir a unidad. Y digo dominar y no reprimir porque la mesura que revela el gran estilo clásico, como imagen del superhombre, no es jamás la negación de la sensualidad, sino la victoria de un poder que conserva la vitalidad de los sentidos y sabe producir con ella bellas armonías, formas, ritmos, etc. El superhombre y su creatividad, como el contrapunto del ascetismo platónico, cristiano y shopenhaueriano del hombre nihilista, son una fiesta en la que la voluptuosidad y la sensualidad están presentes de manera sublimada. Esto significa que , en vez de eliminar lo sensible, que es lo propio del nihilismo, se apuesta por un reforzamiento y mutuo potenciamiento de la unidad indisoluble de lo sensible y lo inteligible".(La experiencia dionisiaca del mundo, Sánchez Meca).

Si reconocemos la naturaleza humana como teológica y reconocemos la actualidad como olvido del ser silogísticamente deducimos un paulatino devenir teológico, que frente a la aberración antinatural del sistema actual potencia nuestra animalidad pasional de carácter antagónico. Estos apuntes sobre la naturaleza humana contienen implicaciones éticas como la pregunta por lo bueno y sus virtudes, e implicaciones estéticas que nos hablan de lo bello. También nos adentra en un mundo lleno de bioenergía y autogestión, posibilidades que evidencian nuestra autonomía energética y material como ente ontológico. Aplicamos dichos criterios de comprensión a los fenómenos circulares de nuestro cuerpo: respiración, digestión, vómito, regeneración, circulación de la sangre, bombeo del corazón, etc. Las ciencias teleonómicas muestran la circularidad de la praxis espiritual, y su importancia reside en que son realmente necesarias para cerrar el círculo del conocimiento, atendiendo también a la categoría comunicativa y su carácter estético-cultural. Lo importante es afirmar junto a P. Ricour que la naturaleza o la esencia no es un a

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priori teleológico sino que es a posteriori (teleonómico, relativo a la cultura). Por lo que pudieramos hablar mayormente de "condición humana" frente a "naturaleza humana", preferiblemente para evitar malentendidos relativos al innatismo metafísico. De momento nos vale una interpretación del genoma humano como autonomía condicional a desarrollar, llegando sus implicaciones desde una perspectiva unitaria de la naturaleza incluso a la economía o la geopolítica. Sólamente necesitamos abrir el abanico de las posibilidades y dejarnos llevar.

"Todos los seres tienen por naturaleza (katá phýsin) algo divino".(Ética a Nicómaco, Aristóteles).

3.4.2. Determinismo y libertad.

El carácter antropológico de la condición humana muestra la dialéctica de oposición natural entre el determinismo teleológico de la psicología y la libertad teleonómica de la praxis espiritual. Definimos dicha dialéctica como simbiosis entre una determinación negativa de mis posibilidades fenoménicas (teleología) y una determinación positiva de mis posibilidades trascendentales (teleonomía); esto no torpedea la evolución mediante el auto-conocimiento sino que estructura el desarrollo espiritual y reduce las posibilidades de la razón pura. Teleología física y teleonomía química son leyes que conforman la jerarquía ontológica de las realidades particulares de cada conciencia. La teleología descience, la teleonomía asciende, la teleología deduce, la teleonomía induce, ejerciendo de logos que identifica la realidad fenoménica como dialéctica entre determinación y posibilidad. La teleología sin teleonomía es lo contrario a la conciencia de sí mismo; la teleonomía sin teleología es un caos trascendental, ausencia de sentido y libertad infinita. Es curioso comprobar que precisamente el escepticismo que impregna las religiones teístas se apoya ontológicamente en la ausencia de una religiosidad verdadera, de una espiritualidad particular y responsable, por contra obvio y evidente debido a la inexistencia de un vínculo natural entre cielo y tierra. Por ello es coherente interpretar el fascismo actual como lo hace Carlos Taibo, como darwinismo social militarizado, para seguir perfilando la crítica a la metafísica acorde a las implicaciones actuales, y postularla ontológica y definitivamente como lo contrario a la vida.

La naturaleza humana como (contradictoria) síntesis espiritual ejerce el enlace entre la teleología psicológica y la libertad lógico-linguística. Lo que sí se produce en la categoría antropológica es la intuición evidente de la cultura como fundamento de la libertad, pues opone una determinación positiva al negativismo de la teleología absoluta. Aquí tenemos una muestra más de la perfecta vertebración del ser y las consecuentes ciencias vitales en su lógica dialéctica, ya que la antropología (como materialidad química) participa en las relaciones entre teleología psicológica y libertad linguística (ambas de carácter físico), suponiendo la corporalidad fenoménica de la cultura por medio de la afirmación categorial de sí misma como posibilidad biológica realizada. Esta articulación nos confirma que el fenómeno de la libertad consciente se desvela en la categoría linguística como determinio teleonómico, apoyado por la condición biológica del ente vital, lo que limita la práxis a las categorías espirituales. Esto significaría la renuncia consciente al deseo de transformar nuestras propiedades biológicas (operaciones de sexo, cirugía, implantes, etc.). Cada uno allá con sus complejos.

"Así, bastaría con leer la multitud de textos en los que Nietzsche caracteriza la experiencia de lo dionisíaco como lo opuesto a una experiencia de fusión, de abandono, de inmersión en las fuerzas de la naturaleza".(La experiencia dionisiaca del mundo, Sánchez Meca).

Relacionándonos a la tradición nos acordamos de los determinismos que se contraponen en Las antinomias de la libertad que nos propone Hartmann, hablándonos de un determinismo negativo y un determinismo positivo, o hablándonos de las 4 antinomias como providencia, deber, teleología y causalidad. También podemos ver en los audiovisuales de Feinmann (filosofía aquí ahora, Youtube) las implicaciones que al respecto nos aporta la Crítica de la razón dialéctica formulada por Sartre. En cualquier caso nos identificamos con la conceptualización de Hartmann hace la libertad refiriéndose a ese salirse (voluntad) del mecanicismo instintivo de la acción-reacción.

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La articulación dialéctica entre teleología y la teleonomía nos muestra como la ley de la causa y el efecto determina el al espíritu, teniendo éste la capacidad de transformar la realidad fenoménica por medio de la cultura. Por ello sentenciamos que no todo es fenoménico pero todo sí tiene carácter trascendental (lo finito en lo infinito y no al revés). La conciencia se encuentra determinada por su propia intencionalidad como proyección desde la nada hacia el todo, posibilitando la comprensión de nuestra ignorancia cognoscitiva original. Es normal pensar entonces que el espíritu como síntesis nace de alguna manera en la ignorancia teleonómica y tiende a cumplir sus objetivos en el autoconocimiento teleológico. Eso no significa que no goce de las herramientas necesarias en cada momento para la realización de su telos particular; más bien lo contrario: actuamos por una sobreabundancia de ser, la voluntad y la intuición nos guían. Somos o tenemos la capacidad de ser, pero no ininterrumpidamente desde los inicios. Lo que es lógico, evidente y además coherente respecto a nuestra perspectiva es considerar que la formación o educación de un niño sólo demanda que por favor no jodamos lo que lxs niñxs traen de serie. Recordemos que el ser humano es un ser embrionario hasta los 24 años aproximadamente; hasta esa edad debiéramos centrar nuestros esfuerzos en conocer nuestras posibilidades trascendentales, el resto sería coser y cantar, comprendiendo junto a Hartmann que la moral como ética aplicada se reduce a la libertad, y proclamando junto a Nietzsche la inocencia de la vida frente al sentimiento teísta de culpabilidad.

Es en la categoría antropológica es donde irrumpe con fuerza el fenómeno de la cultura, determinando la materialidad trascendental del ente ontológico. Pese a ello es en la categoría linguística donde se produce el fenómeno de la libertad como libertad de conciencia o libre-pensar. Entre ambas categorías se articula la dialéctica entre teoría teleológica y praxis teleonómica, aportando solidez y cohesión al ser como jerarquía modal sobre el ente. Por el momento sólo precisamos unas notas que vayan orientando nuestro conocimiento espiritual desde el criterio antropológico. Por ejemplo podemos apuntar la trascendentalidad cultural que supone en el mundo vegetativo y sensitivo la relación teleonómica con los efectos solares o la búsqueda de la humedad. O también podemos concluir apuntando la innegable evidencia del apriorismo espiritual en vegetales o animales, además del carácter no meramente lógico sino científico de la afirmación de que no hay dos flores iguales ni dos burros iguales.

3.4.3. Diversidad y naturaleza.

La antropología se ocupa del estudio científico de la diversidad fenoménica que posibilita la dialéctica teleología-teleonomía, relativa a la hermenéutica trascendental y su modalidad unitaria. Analiza la diversidad fenoménica como Naturaleza desde una perspectiva trascendental e inmanente en oposición a la investigación psicológica de la unidad como naturaleza. Recordamos que la pregunta por la physis (naturaleza) no es qué es sino cómo es: es modalidad ontológica frente a la materialidad fenoménica de la causa-efecto o cambio. La antropología y la biología serían de alguna forma eco-logía, refiriéndonos a la materialidad modal teleológica frente a la teleonomía como eco-nomía, como praxis espiritual. Cuando hablamos de espíritu hablamos fenoménicamente de diversidad, diversidad como lo otro de lo mismo. El fenómeno es pero también pudiera ser de otra manera, y entre estas posibilidades naturales está la posibilidad de equivocarnos. Así aparece el "no-ser" como razón pura, concepto al que aplicamos el grado más ínfimo y ruín del ser, identificable con la racionalidad irracional, inteligencia bajo mínimos.

Pero aunque decimos que de alguna manera el "no-ser" es como una cierta ausencia temporal del ser, la única posibilidad científica es comprender dicha afección mental como una posibilidad más a la accedemos desde el ser, esta vez como olvido y abandono de éste. Evidentemente el ser es uno ontológicamente hablando en su relación con la nada y carece de opuesto óntico, ya que el ser mismo es auto-oposición frente al ente, se identifica de alguna manera con el ente pero no viola la diferencia ontológica. Ello permite el no florecimiento cotidiano de la idea metafísica mediante un cultura mental de carácter hermenéutico, afirmando en favor de los animales que el "no-ser" como razón pura sólo puede desvelarse a la mente humana; es una posibilidad sólo realizable en ésta pues cohabita entre las posibilidades que realiza nuestra libertad bajo su propia responsabilidad. Por otra parte el ser es y no puede ser de

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otra manera. La conciencia como logos entre lo óntico y lo ontológico se perfila como enlace entre lo uno-modal y lo múltiple-fenoménico.

"Pero de entenderse mejor a Parménides se entenderá mejor también a Heidegger y, desde luego, a Aristóteles, cuyo vínculo profundo con el eléata sólo se percibe a partir de la asumpción del politeísmo pagano de Aristóteles y de la comprensión de que su radical pluralismo ontológico no excluye sino que necesita acceder a la homonimia unívoca de la entidad y la esencia en el plano modal de las entidades primeras causales, sin las cuales no habría más que accidentes".(El nacimiento de la filosofía en grecia, Teresa Oñate).

La psicología se ocupa de estudiar las determinaciones del principio cinético activo y el principio dinámico pasivo sobre la materialidad antropológica. Ésta se ocupa de las determinaciones transcendentales que dicha materialidad ejerce sobre el entendimiento linguístico. Lo que exponemos a continuación comprende como falaz la dicotomía metafísica hombre-mujer o lo masculino-femenino desde perspectivas absolutistas, pues ya en el fenómeno vital está presente la dialéctica activo-pasiva como determinación trascendental de los fenómenos biológicos. La proposición que opone hombre a mujer es verdadera, representada por la oposición entre pene y vagina o de igual manera la que opone espermatozoides a óvulo. La proposición que opone masculinidad a feminidad o actividad a pasividad desde una perspectiva fenoménica y no trascendental (o sea, absoluta) parte de los postulados de la razón pura, posibilitando una comprensión rígida y antinatural de la sexualidad humana encuadrada dentro de la comprensión metafísica general anti-dialéctica y anti-categorial (Dios como independencia ultra-anti-simbiótica). Llamar a algo masculino o femenino desde una perspectiva fenoménica implica ontizar lo ontológico, ontizar la actividad y la pasividad por medio del hombre o la mujer, propedéutica tradicionalmente falaz y muy habitual del pensamiento metafísico de nuestros días, especialmente activos contra el aborto. Sólo se considera masculino o femenino lo materialmente relacionado con la corporalidad de unxs y otrxs. Yo no digo que un hombre no sea masculino o una mujer no sea femenina, sino que cabe la posibilidad de que el hombre también sea femenino y viceversa, haciéndonos eco de que la determinación es trascendental y no fenoménica. Así posibilitamos naturalmente la evidencia de la homosexualidad no como un fenómeno cultural (que quizás también) sino como el desarrollo de posibilidades biológicas inherentes. La transexualidad referiría por ende a la socialización de la propia sexualidad, implicando la interacción de múltiples factores externos que determinan al ente, su subjetividad y también su intersubjetividad, añadiéndole así a la transexualidad un neto carácter cultural que en su afirmación potencia la libertad de conciencia del individuo.

Lo único que lógicamente nos presenta contradicciones fundamentales sería la oscura voluntad de transformar nuestro cuerpo mediante la técnica cuando no hace referencia a la supervivencia vital o a la mejora de su funcionamiento y sus capacidades (más bien es lo contrario, perjudica y torpedea al cuerpo en su funcionamiento natural). No parece excesivamente lógico tratar de transformar nuestra corporalidad trascendental desde la voluntad fenoménica. En este caso habría que investigar que nos dicen las teorías queer al respecto, aunque yo me posiciono ya ante los cambios de sexo, las cirugías estéticas, los implantes de silicona y en general contra todos los tipos de burka, ya sean cristianos o islámicos. Me explico más juiciosamente: querer ser un hombre cuando me ha tocado ser mujer sólo puede referir a lo social desde perspectivas que niegan el innatismo (así que es allí donde debe ser abordado, en su ámbito, donde se da el fenómeno), siempre entendiendo al ser humano desde la libertad sexual, cultural y social de hacer con su cuerpo lo que le plazca, incluso inmolarse clamando al cielo si se tercia. Todo está permitido desde la libertad y el respeto. La cultura es libre y como libre yo puedo ponerme un pene en la cabeza, pero me cuesta trabajo peinar mi bello pelo por lo que desecho la opción. ¿Se me entiende? Una vez más dioniso contra el crucificado. Lo único relativamente posible como verdad es transformar nuestra Naturaleza para reducir el dolor que provoca la muerte, "alargando" por consiguiente la sensación de la vitalidad o simplemente aliviando nuestra muerte. También es lícito querer mostrar mediante un pendiente nuestro conocimiento del cuerpo humano, su plasticidad y maleabilidad natural, y por supuesto la trascendentalidad de su carácter estético-religioso (tatuajes y perforaciones en la antiguedad, por ejemplo). Otra cosa ya son los esperpentos televisivos.

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Ni que decir tiene que no consideramos nazi el pensamiento del padre Nietzsche. Recuerdo las palabras de Hakim Bey en su Taz afirmando que Nietzsche ha sido una de las únicas voces que defienden una hibridación racial que supere el problema del racismo. No veo eso yo una propuesta para llevar al III Reich. Por contra y abriéndonos holísticamente podemos contemplar una multiplicidad fenoménica que clama no sólo contra el racismo sino también contra el machismo metafísico. Reconozco que me impresionó agradablemente contemplar la naturaleza intima del periodo menstrual que viven las mujeres por medio del documental La luna en tí. Envidio de alguna manera no tener la posibilidad de relacionarme así con la luna, con el mar, con la sangre como afirmación dionisiaca de la vida. No por ello voy a operarme, pues sería faltar a la comprensión de que los fenómenos son medio y no fin, posibilitando que mi propio cuerpo (el que me ha tocado) me permite llevar a cabo la sublimación modal que se da en los procesos menstruales. Lo que nunca seré es madre, lo acepto, tampoco voy a compensarlo con el servicio militar.

La problemática hombre-mujer es tremendamente aporética desde la interpretación metafísica, pues la sexualidad (linguística, comprensión de la existencia y en concreto de nuestra corporalidad) no pertenece a la determinación teleológica de la antropología (materialización de los principios cinético y regulador) sino a la teleonomía de la praxis espiritual ejercido desde la libertad del ser-aquí-ahora: es una posibilidad determinada por los postulados antropológicos, no superable por la linguística. Todas las personas son cinéticas y reguladoras en uno u otro grado, pero materialmente se dividen en hombres y mujeres, sin que por ello se les adjudique una identidad linguística-comprensiva rígida, ya que esta es fundamentada linguísticamente a posteriori, sin por ello confundir determinaciones trascendentales con determinaciones fenoménicas. Así desechamos una vez más la metafísica como teleología absoluta, como afección que infatigablemente nos persigue. Por lo tanto lo "LGTB" sería una representación fenoménica más entre las posibilidades que nos ofrecen las determinaciones trascendentales de la antropología: las identidades sexuales flexibles no sólo se hacen culturalmente, sino que además pueden nacer así de manera teleológica, lo que no conlleva obligatoriamente la necesidad de intentar que la categorialidad linguística determine fenoménicamente las determinaciones trascendentales de la antropología. La homosexualidad es tan natural como tener espermatozoides u óvulos, ya que el ser es auto-oposición dialéctica y no jerarquía del principio principal. Pero debemos comprender que nosotrxs no somos el ser. Concluir que lo natural sería disfrutar de lo que nos ofrece nuestro cuerpo y nuestra mente individual, compartiendo nuestro saber hacer colectivamente, aceptándonos como somos o como pudiéramos ser, pero lo relativo a nosotrxs como seres antropo-psicológicos y no al mundo de los complejos sociales. Desechamos así la pantomima a la que nos aboca la Cultura metafísica y reforzamos la libertad sexual de la conciencia "circular": aquella que no tiene límites ni fronteras en torno a las posibilidad afectivo-sexuales.

Pincelar brevemente algunas inquietudes que me resultan acerca de las implicaciones trascendentales que antropológicamente nos ofrece nuestra corporalidad biológica. Me pregunto, ¿se identifica la linealidad teleológica del principio activo con el carácter ontológico del orgasmo masculino? ¿se identifica la circularidad teleonómica del principio pasivo con el carácter ontológico del orgasmo femenino? El eco responde. Concluir respecto a lo anterior que trascendentalmente todxs somos bisexuales, de amplio espectro sexual, fenoménicamente cada unx que haga lo que quiera. "Tú eres lesbiana porque nunca conociste a un gay como yo", dijo el calenturiento poeta. ¿No es acaso la masturbación una expresión más de la auto-conciencia? Eco. Nos hemos centrado en los problemas humanos y parece que hemos dejado un poco de lado el mundo animal y el especismo de nuestra Cultura metafísica. Aquí podemos encomendarnos a los excelentes trabajos del querido Jesús Mosterín sobre las neuronas espejo, sobre la compasión, sobre la racionalidad como fundamento temporal del derecho, y en definitiva sobre el respeto al mundo animal. Disponemos también de la mucha y buena información que mueven los colectivos veganos y anti-especistas, los cuales realizan un trabajo meritorio en favor de la liberación animal y de una genuína y holística cultura vegetariana. Queda claro que "alimentación (básica) vital" no significa "carnicería animal", como tan claramente pretenden afrontarlo nuestros gobernantes y mercaderes, y también la "sociedad del bienestar".

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4. CIENCIAS TELEONÓMICAS (CATEGORÍAS ESPIRITUALES).

Una vez levemente desglosadas las ciencias teleológicas es momento de avanzar en nuestros objetivos de una teología hermenéuticamente unificada, esta vez adentrándonos en los entresijos de la cultura y la libertad. Entendemos por consecuencia las ciencias teleonómicas como el estudio científico de la diversidad fenoménica del ser como espíritu-mente, investigación que parte en el conocimiento empírico de la praxis. Dichas ciencias aplicadas las adjetivamos como teleonómicas por la determinación que suponen las interacciónes culturales como apriorismo fenoménico de la Naturaleza (Dharma). La teleonomía ejerce de enlace entre el determinio teleológico y la libertad de conciencia como auto-determinación. Relacionamos teleonomía con propedéutica epistemológica y creación linguística, identificando al espíritu con el mundo sensorial que nos presenta la cultura y su apriorismo. Necesitando de la intersubjetividad para cerrar el círculo del conocimiento entendemos por comunicación el estudio de la relación identitaria entre ciencias teleonómicas y ciencias teleológicas, pudiendo evaluar por ende la trascendencia espiritual de la cultura.

La teleonomía está directamente relacionada al espíritu y su libertad como determinación cultural. Hemos reconocido anteriormente 3 tipos de espíritu, pero hemos concluido que sólo los seres humanos pueden completar el círculo del conocimiento como realización del auto-conocimiento, proceso llevado a cabo por medio de su racionalidad sensitiva. En el mundo vegetal se relacionan armoniosamente la teleología y la teleonomía, tomando la vida como se presenta y no deformando en absoluto su naturaleza primaria y apriorística. En los animales convive el miedo posibilitado por la ausencia de unidad trascendental consciente, pero su desarrollado instinto posibilita una más o menos armoniosa autonomía entre cultura y telos biológico. Es en el ser humano donde la racionalidad y el deseo pueden llegar a ser plenamente conscientes, conviviendo libertariamente con la posibilidad metafísica de "no-ser" posibilidad real. Por ello concluimos en considerar como base del conocimiento a los fenómenos teleonómico-culturales que acontecen como consciencia de libertad, posibilidad ontológica realizada como evolución natural hacia la verdad como unidad trascendental e inmanente.

No me atrevo ahora a sobrejuzgar el origen de la cultura en la Dialéctica del y amo y el esclavo en Hegel. Me parece entender que éste se realiza en un nivel elevado de creatividad imaginativa, pero que desgraciadamente no corresponde demasiado a la realidad ontológica en que vivimos. Digo que no quiero sobrejuzgar porque considero que no conozco en profundidad la obra de Hegel, el cual me parece un filósofo bastante inteligente pero semánticamente algo equivocado. Anque desconfío de mi conocimiento cognoscitivo de lxs demás no desconfío de la comprensión que tengo sobre determinadas cuestiones muy concretas. Creo que Hegel afirma en la Dialéctica del amo y el esclavo que de la dicotomía entre amo y esclavo nace la cultura como capacidad del esclavo, supongo que fenoménicamente hablando, pues la cultura fue, es y será al margen del ser humano. Pero es que fenoménicamente es lo mismo, pues no existe trascendentalidad sin inmanencia. En resumen no es posible validar ninguna dicotomía como atemporal. También la cultura como fenómeno trascendental y la Cultura como cognoscitividad existieron antes del cristianismo. Conclusión: agradezco si alguien puede aclararme el kit de las contradicciones que aquí tan inocentemente tienen atrapado a Hegel, o por contra culpando mi interpretación simplista de la densidad de este enorme filósofo.

Toca centrarnos en el estudio autónomo de las ciencias prácticas o espirituales. Entendemos la linguística como ciencia práctica que estudia la relación dialéctica entre los fenómenos de conciencia (pensamiento como creación-producción linguística). Investiga sobre la propedéutica científica del pensamiento, y analiza la dialéctica entre determinismo teleológico y libertad de creación fenoménica. A dicha propedéutica apriorística la llamamos lenguaje. La linguística supone un estudio del lenguaje en su dimensión óntica (concepto como matematicidad metafórica) y también en su dimensión ontológica (metáfora o poeticidad constitutiva del lenguaje). La linguística se presenta como relación entre pensamiento y lenguaje, erigiéndose como racionalidad lógica, como dinamismo ontológico de temporalidad poética. La linguística como ontología hermenéutica imposibilita la metafísica como razón pura o mente

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estática, pues ésta anda confundiendo "no-ser" con libertad.

Entendemos que la ética acontece teológicamente como investigación científica sobre las posibilidades linguísticas, sobre las posibilidades de los diferentes sentidos posibles, los cuales aparecen representados como comprensiones existentes de la realidad. Se presenta como un estudio teórico de las posibilidades fenoménicas del ser, las cual identificamos en su aplicación práctica con la moral. Tras la aparición del fenómeno cultural de la libertad en la categoría linguística, dicho fenómeno irrumpe plenamente en el campo de la eticidad: naturaleza, pensamiento y sensación de libertad son uno. Ya en la ética estamos en disposición, mediante la racionalidad consciente, de armonizar los extremos dialécticos por la vía del medio, por medio de la ecuanimidad, gracias a la contemplación del espectro de posibilidades que ofrece el ser. Es por ello que los extremos dialécticos desaparecerán en las categorías política y estética, pues la vía del medio ejerce una determinación teleonómica natural hacia la unificación teleológica de la praxis espiritual. Identificamos ética y moral como una: una es la teoría de la otra como praxis; cinetismo activo frente a dinamismo pasivo. La ética también abarca el estudio de las virtudes anímicas y espirituales, y también las implicaciones políticas y estéticas que conlleva la determinación ideológica temporal de la moral y su axiología ética.

Entendemos que la política ejerce un estudio científico sobre los recursos organizativos que posibilitan una autogestión no simplemente sostenible de las interacciones humanas con la Naturaleza sino que las lleva a cabo por medio del desarrollo de un genuíno hedonismo espiritual. Es lo que entendemos por eco-nomía eco-lógica, modalidad de gestión de los recursos naturales de los cuales también nosotros formamos parte. Llevaremos a cabo una investigación sobre los principios que posibilitan la libertad simbiótica de las entidades vitales. Tecnología como conocimiento empírico aplicado (técnica) orientado a la economía política (tecnología al servicio de la necesidad científica), posibilitando una evolución en las limitaciones fenoménicas vitales que interfieran en nuestra espiritualización (recordando a Blanchard). El Poder representa el Stablishment metafísico; desde la ontología nos conmueve más el poder como posibilidad de ser-aquí-ahora. También consideramos de interés político el estudio y la posiblemente necesaria evaluación de las interacciones culturales como posibilidad del desarrollo evolutivo de la organización política colectiva por medio del enaltecimiento de las autonomías simbióticas.

Entendemos la estética como ciencia aplicada, o sea praxis artística de base científica, que se ocupa de la diversidad fenoménica de las entidades vitales, analizando las determinaciones trascendentales y fenoménicas de la praxis particular, posibilitando mediante la intersubjetividad una vuelta práctica a las teorías anímicas (circularidad entre estética, comunicación y ciencias teleológicas). Representa el estudio del fenómeno vital como particularidad y también como Cultura (determinaciones culturales de la estética colectiva). Estética como relación identitaria con la verdad y la perfección como diversidad fenoménica de la unidad trascendental. Arte y religión como cultura del sentimiento y las emociones (estética aplicada a la linguística y la ética). Estudio de la imposibilidad estática de los fenómenos culturales de carácter estético (negación del fascismo metafísico-teísta). Investigación sobre las posibilidades pedagógicas de la paideía libertaria, el cultivo de la mente como naturalidad intelectual y el cultivo del cuerpo y su corporalidad trascendental por medio de una alimentación sana complementada con deporte. Respiremos profundo y sintamos los dedos de los pies, la vida nos espera.

4.1. Linguística.

“El lenguaje no es su esencia la exteriorización de un organismo, tampoco la expresión de un viviente. De ahí el que no ha de pensarse con justeza esencial desde su carácter de signo, desde su carácter de significación".(Carta sobre el humanismo, Heidegger).

Desde la perspectiva hermenéutica que estamos construyendo respecto al acontecimiento como teología entendemos que la linguística refiere a la aplicación científica que abarca la relación cognoscitiva entre instinto, mente y

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conciencia. Esta categoría espiritual se construye por el proceso que va desde las imágenes de la mente y su carácter apriorístico-cultural (sensaciones ontizadas como fenómenos simples) hasta el fenómeno de conciencia y la cognoscitividad, que representa el conocimiento complejo de las sensaciones etiquetadas a priori. Los sentidos refieren a la contemplación de las sensaciones, el pensamiento refiere a la actividad comprensiva lógica y el lenguaje se nos presenta como fenomenismo simbólico inherente al propio pensamiento pensamiento, haciendo bueno el "todo lo pensado y pensable se da en el lenguje". No se si es la morada del ser o más bien la nada. El caso es que la linguística como ámbito teológico de saber práctico se encuentra transversalmente atravesado por el fenómeno de la libertad y la posibilidad metafísica de "no-ser" (o ser-menos respecto del desarrollo de las propias posibilidades).

La linguística representa la conciencia como logos, dialéctica entre elementos que conforman los fenómenos propios de la conciencia, reconociendo la propia limitación de éstos respecto del conocimiento del ser. Los fenómenos en su calidad de ontización ontológica apriorística sólo se identifican con el ser por medio de su fundamento temporal, el cual depende directamente de la aprehensión sensorial que se aparece a través de la mente. La diversidad concreta la conocemos empíricamente, pero el ser como diferencia ontológica sólo puede captarse linguísticamente, intelectivamente frente a las concreciones empíricas de los sentidos. La metafísica sería lo contrario, asfixiante torpedeo de la mente sobre el flujo sensorial, ahogando la conciencia por medio del deterioro producido. La armonía mental requiere de la liberación propia respecto de la razón pura, de la propia absolutización ideológica del ser, flexibilizando los filtros de censura a lo nuevo-diferente y a lo científico que regula las comprensiones apriori.

La linguística se identifica con la hermenéutica desarrollándose así como verdadero logos entre la síntesis conceptual y la contradicción sensorial, entre la interpretación de sentido y sus relaciones simbióticas. Determina teleonómicamente la temporalidad de la razón, entendiendo la racionalidad como la flexibilidad constitutiva de razón como parcialidad ontológica y no como absoluto óntico. La linguística refiere al comprender, la filología nos permite elaborar un lenguaje de carácter científico (referente a su propia propedéutica creativa) orientado hacia las comprensiones globales que nos mueven, lenguaje que por medio de la etimología se desvela como tradición comprensiva determinada. De ahí la importancia que para Nietzsche tiene la deconstrucción metafísica, proceso que libra su crucial batalla en el ámbito de lo linguístico, del lenguaje como estructura simbólica en la que se da la metafísica y en general se encuadra cualquier comprensión sistemática.

"Desocultación-ocultación no son opuestos, ni se excluyen. Tampoco se complementan. Son uno y lo mismo y determinan el modo en que está presente lo presente. El lenguaje es el ámbito-inadmisible para la lógica, donde el ser se manifiesta ocultándose. El lenguaje dice el ser como desocultación, ocultación. Por eso es alétheia".(Acerca de la palabra aletheia, María Crespín).

La opción directa para liberar la mente es determinar ésta por medio de la posibilidad cognoscitiva de estudiar el ser y su sensorialidad consciente al margen de la pretensión de objetividad de los fenómenos mentales pero a través de dicha relación apriorística de lo óntico con lo ontológico. Dicho proceso lo entendemos como autoconocimiento, basándose en el proceso posiblemente necesario que se da en la categoría linguística, el cual trabaja como determinio teleonómico sobre las posibilidades de comprender el ser-aquí-ahora por medio del acontecimiento como naturaleza teológica. La metafísica representa el estudio del ser desde el ente tomando como referencia las pretensiones de objetividad de la supuesta razón como conciencia universal, lo que supone la inversión jerárquica de la sensación de realidad, precisamente lo que lleva a cabo Descartes por medio del "pienso luego existo", produciendo la estaticidad ideológica y su consecuente imposibilidad evolutiva. Recordamos que desde la ontología sería más bien "existo luego pienso" (Eduard Punset) o "siento luego existo" (Victoria Camps).

La retórica es un arte que interactúa con los posibles usos del lenguje, a lo se arrodilla Wittgenstein no sin reticencias estructurales de aparente simpleza. Existen límites trascendentales y teleológicos que determinan el lenguaje y su cultura. Heidegger afirma el lenguaje como morada del ser; Zubiri califica esto de antropologismo. Entiendo que

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antropologismo en cuanto referencia a la pretensión de exclusividad del ser del ente que constituye al ser humano. También entiendo que Heidegger, aunque sospechoso de una novedosa ontoteología, esta vez refiere a las propiedades linguísticas que conforman una posible comprensión del ser, sin por ello afirmar una superioridad humana de la que quizás el haya podido apologizar (no me extrañaría pues llego a decir que sólo se podía pensar en alemán). Pero en este caso quiero suscribir dicho pensamiento, pues si la cultura y la libertad son apriorísticas, la racionalidad se presenta de forma autónoma precisamente en el ámbito linguístico, posibilitando basculaciones armoniosas desde la ignorancia natural hasta el conocimiento de lo divino como verdad y perfección, pivotando lógicamente sobre el engranaje dialéctico que nos proporciona la teleonomía como simbiosis entre teleología y libertad, proceso realizado como pensamiento y también como lenguaje. La ontología aplica la deconstrucción de la conciencia metafísica en la categoría linguística, pues es aquí donde la comprensión tiene su radicalidad genésica. Lo que puede ser tachable de antropologismo es la inversión jerárquica del ser sobre el ente, pero creo que Heidegger con esta proposición sólo refiere al ámbito humano: interpreto que refiere a que nosotrxs lxs humanxs llegamos al ser como teleología por medio de la categoría linguística como teleonomía, o al menos eso es lo que yo quiero entender. Para evitar malentendidos concluir reconociendo que el autoconocimiento tiene que culminar en el espíritu racional, el cual tiene su radicalidad en el espíritu vegetativo; por esto también enfatiza el budismo la protección y el respeto de la Naturaleza en relación a las evoluciones espirituales.

"Aristóteles, por el contrario, advirtió en la Dialéctica la impiedad antropomórfica de una racionalidad-irracional, demasiado ufana del más rentable de los fracasos: la que abandonaba la pregunta por el ser siempre a medio camino, sin re-conocer o dejarse alcanzar por los límites constituyentes del pensar; esto es: sin poder darse la vuelta en los límites, que le habrían permitido acceder a otros lugares racionales donde hallar el ser del lenguaje como principio radical indisponible del pensar".(El nacimiento de la filosofía en grecia, Teresa Oñate).

4.1.1. Pensamiento y lenguaje.

Hemos comprendido que el enlace entre determinio y libertad se produce en la categoría linguística mediante lo que entendemos como determinio teleonómico, basado en la dialéctica entre el pensamiento que mediante su estatuto ontológico avanza hacia lo óntico-fenoménico del lenguaje. No existe jerarquía, sino dialéctica cinético-dinámica entre sensación de realidad y realidad de la sensación, modalidad hermenéutica en estado puro. El pensamiento representa el cinetismo de la conciencia como gnoseología cognitiva; por otro lado el lenguaje representa la conciencia como pensamiento objetivado, haciendo válida la fenomenología husserliana mediante la afirmación de que la conciencia siempre es conciencia de algo (fenómenismo cognoscitivo como lenguaje temporal). Es en el pensamiento donde aparecen las imágenes mentales convertidas en fenómenos simples por medio del lenguaje, que representa la modalidad comprensiva de los fenómenos complejos. Es en la comprensión de la realidad donde ejercemos cualitativamente nuestra libertad y donde auto-determinamos nuestra propia contemplación de los fenómenos.

Sin profundizar demasiado en la posibilidad metafísica de Parménides por el momento validamos su ser es pensar, entendiendo que el pensamiento en su carácter ontológico representa la contemplación de los sentidos por parte de la conciencia, y que el lenguaje en su carácter fenómenico representa la comprensión mental de la propia conciencia y de su sensorialidad. Es por ello que interpretamos, al igual que el padre Parménides, que ser ante todo es acción (dialéctica) y no lenguaje (concepto universal metafísico); el ser se nos muestra como acción pensante y racionalidad (continente científico y no contenido adecuado). El lenguaje como química representa la síntesis apriorística como comprensión; el pensamiento y su radicalidad gnoseológica primaria representan la posibilidad cognoscitiva de volvernos hacia las contradicciones del ser por medio de la contemplación sensorial. El pensamiento posibilita el autoconocimiento como reflexión sobre los propios filtros mentales y sus creencias establecidas, entiendiendo el lenguaje como comprensión del mundo y comprendiendo la posibilidad metafísica de hipóstasis de dicho lenguaje. De ahí que Nietzsche dedique parte de su crítica metafísica a transmitir como la metafísica nos impone sus

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determinaciones comenzando mismamente por el lenguaje, por la comprensión del mundo y su existencia. Por eso afirmq que tenemos un lenguaje basado en la comprensión metafísica del ser, que a su vez se basa en el olvido de éste (olvido de éste en relación a su diferencia ontólogica y a la propia nada). Ello propicia inversiones importantes de significado, como la traslación semántica del ser desde theos (ontología) a Dios (metafísica).

Interpretamos que el lenguaje refiere a la ontización del pensamiento y su carácter ontológico. Como dijimos anteriormente, la retórica es un juego linguístico, añado que sin final, permanente, constante y eterno. El concepto puro no existe, pues ejerce la contradicción (como nada ontológica) su jerarquía dialéctica. El concepto del que parte el conocimiento simbólico (como posibilidad en sí de la lógica simbólica) radica en la comprensión sintética del conocimiento matemático (lógica matemática). El conocimiento simbólico de origen empírico-matemático interpreta que dicha conceptualización capital refiere al ser (dialéctica) como ley (física) de la causa y el efecto (física). También la materia es incorruptible en su carácter ontológico, como apunta Spinoza, conformando así la modalidad del kosmos junto a la energía. El espíritu y la mente lo relacionamos con el apriorismo material, lo que afirma el carácter ontológico del lenguaje como temporalidad de la razón, posibilitando una transformación racional de superación emergente, reconociendo así las limitaciones metafísicas de una ilusoriamente definitiva ontización de la conciencia.

"Por tanto, la pregunta ¿qué es lo verdadero? Debe quedar sustituida por estas otras: ¿quién busca la verdad? ¿qué quiere quien afirma tal o cual cosa como verdad?. Pues pensar depende de las fuerzas que se apoderan del pensamiento. Pensar como actividad es siempre una segunda potencia del pensamiento, no el ejercicio natural de una facultad, sino un acontecimiento extraordinario en el pensamiento mismo y por el pensamiento mismo".(La experiencia dionisiaca del mundo, Sánchez Meca).

Para engranar la dialéctica del conocimiento con las interacciones culturales concluiremos representando a la dialéctica como pensamiento (cinetismo gnoseológico primario), lenguaje (dinamismo cognitivo apriorístico) e intersubjetividad (comunicación como posibilidad cognoscitiva de la cultura). Ya estamos capacitados para afrontar el mayor reto que afronta la filosofía: la pregunta por la libertad que constituye apriorísticamente al espíritu. Hemos reconocido anteriormente que el conocimiento termina en el ser-aquí-ahora y no exclusivamente en el ser, posibilitando así un desarrollo evolutivo ilimitado. Afrontando conscientemente la dificultad de la cuestión encontramos la vital ayuda de las antinomias de la libertad en Nicolai Hartmann, las cuales han aportado sus cimientos a la construcción de nuestra perspectiva libertaria. Enfocaremos la libertad como determinismo teleonómico, recordando aquello de que todxs conocen la libertad pero que nadie puede explicarla; ahora osaremos hacerlo guiándonos también en las aportaciones de Sartre en su proclama de responsabilidad. Después nos adentraremos en las posibilidades cognitivo-linguísticas que ofrece la conciencia como mente conceptual y como consciencia metafórica. Por último concluiremos estudiando las contradicciones cognoscitivas de dichos procesos: ontologización de la razón-lenguaje como temporalidad dinámica.

El primer Wittgenstein, más metafísico que ontológico, predica que los límites del lenguaje son los límites del mundo. Evidentemente esto recuerda al cogito en sus posibles absolutizaciones, aunque la voluntad de enaltecer así la racionalidad es plausible. No pienso que los límites del lenguaje son los límites del mundo pero si pienso que el lenguaje es el medio para comprender el mundo, lo que significa que en el lenguaje moran las posibilidades de ser-aquí-ahora. Lo que si es claro que el mundo empapa también lo que no es lenguaje (humano) por medio de lenguajes superiores (no humanamente conceptuales), reconociendo que lo absoluto no es síntesis sino contradicción. El segundo Wittgenstein nos habla de los usos y juegos del lenguaje, una perspectiva más ontológica que la primera. Así abrimos la puerta al carácter ontológico (temporal) del lenguaje como razón dinámica, nos abre a nuevas posibles interpretaciones de la tradición, a lo no comprendido aún en nuestra propia vida, sin por ello absolutizar al lenguaje como herramienta cognoscitiva. Concluimos parafraseando al alemán que el lenguaje como filología refiere a las proposiciones descriptivas y que el pensamiento como linguística refiere a las proposiciones semánticas.

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En el hermetismo encontramos la palabra como logos, como instrumento del pensar que interpreta lo que le pensamiento quiere. Entiende la palabra como imagen y pensamiento de Dios; nosotrxs la entendemos generalmente como imagen y pensamiento pero más concrétamente como realización fenoménica del ser mediante el ente como a priori. También afirmo que cuando la hermética habla de Dios no creo que refiera a nuestro concepto occidental, queriendo yo entender a dicho Dios como lo genuínamente divino, pues el hermetismo en general deviene claramente una filosofía pagana, animista y atea en referencia a los teísmos de nuestra era. El pensamiento es más amplio que la palabra y el propio lenguaje. También el hermetismo antiguo nos habla del pensamiento como nous que ve todas las cosas frente a los ojos y su limitada visión de lo corpóreo. También el nous tiene jerarquía: Nous divino como conocimiento del carácter mismo del pensamiento de lo divino; Nous de la eternidad como conocimiento extensivo y funcionamiento de la obra divina; Nous cósmico como Naturaleza; y Nous humano como mundo.

4.1.2. Determinismo teleonómico.

Determinismo teleonómico: aquí una de las conceptualizaciones capitales de nuestro humilde trabajo, representando la simbiosis que relaciona la cultura y la libertad frente a la teleología. Presentado así continuamos entendiendo el determinismo teleonómico como concepto que recoge el dinamismo de oposición entre determinio teleológico y la libertad cultural de poder-ser-aquí-ahora como posibilidad de la racionalidad linguística. Este logos al que adjetivamos de teleonómico refiere a la cultura como fenómeno de transformación natural, interacción de la causa física con el efecto químico. La armonía de esta relación se apoya en la oposición de determinaciones que tienen como resultado una especie de libertad condicional, que recogería el deber teleológico y el derecho teleonómico. Entre los extremos de la determinación teleológica absoluta y el libre albedrío como "no-ser" (ilusoria independencia) encontramos una dinámica de oposición en la cual se armoniza la libertad como responsabilidad de elección, limitada, determinada, condicionada, la cual no imposibilita la trascendentalidad de la propia existencia fenoménica, tumbando de un golpe el gran mito del liberalismo. Armonía entre la determinación teleológica como modalidad unitaria y la determinación teleonómica como diversidad fenoménica; dialéctica una vez más interdependiente, autónoma y simbiótica. Por ello concluimos que el concepto de determinismo teleonómico hace referencia a la cultura como posibilidad libertaria, no como libertad óntica sino como liberación ontológica; por lo que seguimos relacionando telos del espíritu (naturaleza humana) con cultura (condición humana): circularidad, transformación y emergencia como cambio constante de la materia, apologizando siempre sobre la impermanencia imperiosa de lo fenoménico.

Hemos explicado brevemente el concepto de teleonomía en el apartado de Mecanicismo, teleología y teleonomía, durante el desarrollo sistemático de la dialéctica. Para ello nos nutrimos fuertemente de las aportaciones encontradas en el excelente artículo de José Luís Fliguer La ontología de Nicolai Hartmann en la encrucijada del pensamiento biológico contemporáneo (pdf disponible en internet). También recibimos aportaciones por medio de las también hartmanianas Antinomias de la libertad, en la que nos habla de un determinismo "positivo" referente a las elecciones culturales frente al determinismo "negativo" de la teleología. Aristóteles afirma que la visión negativa del límite se presenta como la enfermedad de la libertad, y Nietzsche lo concibe como la enfermedad de la esclavitud; pienso que ambos llevan razón pues refieren a los mismo: no hay libertad sin responsabilidad, y la no-libertad-responsable representa la esclavitud. De momento nos quedamos con la simbología que nos aporta la estrella de Rosenzweg (estrella judía o estrella de David) representando de manera sublime como se muestran dialécticamente ambas determinaciones respecto de las posibilidades cósmicas, identicando teológicamente la teleología como categorialidad anímica y la teleonomía como categorialidad espiritual.

Entendemos la ley (teleología) de la causa y el efecto (teleonomía) como cinetismo teleológico y dinamismo teleonómico. Existe determinación teleológica y elección teleonómica, por lo que todo conforma un mismo determinio dialéctico sobre la conciencia. En resumen: sartreanamente condenados a ser libres. La teleología determina las

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posibilidades fenoménicas del ser, y la teleonomía determina las posibilidades trascendentales del ser-aquí-ahora, mostrando la contradicción sensorial del espíritu-mente como ser del devenir, haciendo referencia a la trascendentalidad de la cultura. Si sólo hubiera teleología no habría libertad, y si sólo existiera la teleonomía la libertad sería infinita. La relación simbiótica de ambos principios posibilita el fundamento moral para una libertad moderada, parcial, finita, responsable, simbiótica, autónoma que no independiente, potenciando lo trascendental e inmanente frente a la libertad cuantitativo-fenoménica. Dicha libertad racional tiene su ser en la cualidad de la elección, no en la suma cuantitativa de elecciones, basándose en la posibilidad natural de poder elegir libremente ser-aquí-ahora. Contraponemos este argumento a la falsa abundancia electiva que nos propone el liberalismo capitalista.

La libertad es fundamentada por la naturalidad del vacío mental como intencionalidad primaria de la conciencia. La libertad metafísica se basa en la razón pura como idea, promoviendo una jerarquía de la sustancia sobre la esencia representada por medio de la inversión jerárquica desde el todo-uno ontológico hasta el Uno-Todo fenoménico (metafísica como jerarquía fenoménica del Uno sobre el Todo como suma de las Partes). Desde la ontología se comprende la libertad como intencionalidad consciente de la propia radicalidad sensorial, por lo que se requiere cierta dignidad en el cuerpo y en la mente para elaborar flujos armoniosos (ratio essendi y ratio cognoscendi, Kant). Nuestra perspectiva libertaria y emancipatoria refiere a la libertad como esencia de la verdad, como afirmación hermenéutica de sí misma, como libertad de conciencia (libertad linguística). La libertad posibilita la perfección temporal como actualización emergente constante de la metodología científico-artística, teniendo el ser-aquí-ahora como una posibilidad cualitativa, desmitologizando de camino la interpretación heideggeriana-metafísica de Nietzsche y su voluntad de poder como ontoteología, lo que podemos constatar en el Nietzsche de Heidegger, obra a la que encomendaré futuramente mi crítica en busca de una verdadera justicia filosófica, pues considero que más metafísico es Heidegger que Nietzsche, adelantando ya que propondremos a Nietzsche como padre del anarquismo ontológico (si la "Asociación de la anarquía ontológica" me lo permite). Es precisamente la resolución no-metafísica de la voluntad de poder en Nietzsche la que posibilita comprender que el Poder (metafísico) no hay que conquistarlo sino destruirlo, interpretando así la praxis libertaria como una (bio) política anti-power, erigiéndose trascendental y ontológicamente como anti-fenomenismo metafísico.

Debemos valorar que la existencia de la libre elección bajo determinaciones absolutamente teleológicas posibilita la existencia natural de lo que llamamos "no-ser", identificable con el libre albedrío que en nuestros días posibilitan los catastróficos gobiernos que aparentemente "nos representan". Si el "no-ser" no fuera una posible elección del ser caeríamos de nuevo en la falacia metafísica, dicotomizando lo real e interpretando por consiguiente la libertad como infinitud. El "no-ser" se opone a la libertad como no-libertad (responsable, consciente, consecuente), representa la imposibilidad de elegir ser-aquí-ahora, pues no es posible desde dicha perspectiva. Es por eso que afirmamos que el "no-ser" sólo existe en la mente humana, pues está ligado íntimamente con la errónea interpretación del fenómeno de la libertad como teleonomía. Por lo que concluimos afirmando la jerarquía del ser sobre el "no-ser" como posibilidad, entendiendo que el "no-ser" existe sólo y exclusivamente como fenómeno teleonómico y nunca teleológico, pues se basa en la ilusoria ausencia de determinación cultural, confundiendo libre albedrío y teleología: la falsa libertad metafísica relaciona "no-ser" y teleología del ser, afirmándose "intelectualmente" como identidad absoluta entre "Ente" y "Ser".

Encontramos múltiples y bellas representaciones conceptuales de las determinaciones culturales que conforman los mundos espirituales. Especialmente sugestivo nos parece la proposición budista de una praxis cultural basada en el noble óctuple sendero, lo cual nos recuerda los 10 mandamientos cristianos que Jesús se supone que pronunció mediante su sermón del monte. Respecto de la subjetividad constitutiva de las interpretaciones culturales encontramos un punto de fusión de horizontes linguísticos entre "Oriente" y "Occidente", especialmente cuando Budha afirma que el espíritu crea el mundo y Einstein reconoce que todo depende del observador. ¿Por qué debiéramos creer lo dogmático, de las proposiciones carentes de racionalidad, ciencia y experimentación? El caso es concluir en la

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posibilidad de una libertaria trascendencia que tenga como determinación teleonómica su propia inmanencia apriorística, pudiendo afirmarnos junto a Nietzsche y Kierkegaard en dicha transcendencia como superación del tiempo y el espacio, posibilitando una existencia cuántica más allá del cubículo tridimensional de la metafísica.

El "no-ser" como metafísica representaría el pensamiento no-científico, desarraigado violentamente del conocimiento sensorial de los sentidos y de su débil experiencia (aunque parcialmente verdadera). Por ende representa la ignorancia de la intencionalidad primaria de la conciencia, erigiéndose falazmente sobre dicha intencionalidad primaria mediante la ilusión de un "Yo-primigenio" (cogito), desechando una comprensión ontológica de la esencia como intencionalidad primigenia y la sustancia como onticidad mental apriorística. Desde la ontología posibilitamos la culminación del auto-conocimiento como circularidad hermenéutico-libertaria de la comunicación consciente, posibilitando a su vez la intersubjetividad como característica fundamental del raciocinio humano. El estatuto científico de la comunicación dialógica determina la razón como temporalidad sintética, incidiendo en la dinamización ontológica del mundo eidético del espíritu-mente, potenciando dicha temporalidad mediante la propedéutica por la cual verdades superiores engloban verdades inferiores gracias a la contemplación lógico-trascendental de los fenómenos empíricos; todo ello de manera armoniosa, constante y emergente: puro acontecimiento como acontecer, como ser del devenir.

Abrámonos a lo holítico y a lo integral preguntándonos el determinio teleonómico que para las Culturas tienen el frío o el calor, frío como ausencia de calor, calor como ausencia de frío. ¿Por qué los agujeros negros desprenden tanto calor? ¿No simbolizan el calor el cinetismo activo y el frío el dinamismo pasivo? ¿Qué relaciones cognitivas guardan el color rojo y el color azul? Suscribo al poeta cuando afirma "Cielos que respiran, espíritus que truenan, creo que estoy enloqueciendo". Ya hemos recomendado el estudio que Sartre realiza de la libertad en su Crítica de la razón dialéctica (a lxs interesadxs, yo todavía no la manejo bien). También en referencia al apartado que aquí tratamos Jesús Mosterín nos habla de la cultura humana. Jaques Monod, Bertanlanffy o Piaget nos hablan de la cultura como retroalimentación o de la teleonomía como equifinalidad. Muy recomendable es seguir profundizando en el concepto de teleonomía por medio de Piaget, especialmente cuando habla de que en la categorialidad que requieren los sistemas vitales (abiertos) las categorías superiores representan la forma de los contenidos inferiores, y que las categorías inferiores representan los contenidos de las formas superiores. Importante concluir que para Piaget la teleonomía no es un programa sino que refiere a la auto-regulación, más autonomía que ilusoria independencia innata.

De alguna manera ya Kant supera el determinismo teleológico que imposibilita la libertad, afirma Hartmann en sus antinomias. Aurelio Fernández nos habla en su artículo Las antinomias de la libertad en Nicolai Hartmann que desgraciadamente Kant termina perdiéndose y Hartmann concluye envolviéndose en un manto religioso poco atractivo. ¿Significa que aún hoy no podemos conceptualizar la libertad desde un punto de vista filosófico? Nuestra perspectiva afirma que no sólo es posible sino que además resulta imperativamente necesario. Y también recibimos el testigo de la tradición que científicamente demanda a la filosofía una categorialidad teológica basada en la fundamentalidad no-absoluta de los saberes ontológicos. Me cuesta entender que en pleno siglo XXI sigan danzando las cruces por las calles bajo una pretensión absolutista que instaura el miedo y la ignorancia en la población precisamente por medio de lo absolutamente negado, de la mismísima cultura. Podríamos preguntarle a Foucault como funciona la cultura metafísica, como se conforma y como se propaga por medio del bio-Poder, el cual desglosaremos internamente en el capítulo que versa sobre La triada metafísica.

4.1.3. Concepto y metáfora.

Estudiamos aquí los conceptos que representan la ontización de la capacidad cognitiva, relacionando al concepto con la mente y a la metáfora con los sentidos. Aletheia como proyecto trata de sublimar sus comprensiones por medio de

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una genuína filosofía poética, en referencia a una propedéutica científica como herramienta para la conceptualización metafórica de lo real y sus posibles realidades materiales. Hemos comprendido lo real como un haz de sensaciones que escapan al determinio de la mente. La mente sólo puede recoger una parcialidad del mundo sensorial en forma de imágenes. Las imágenes como resultado sensorial tras la filtración mental suponen la ontización apriorística del conocimiento (fenómenos simples). Es en el ámbito cognoscitivo donde se proyectan ambas formas de conocimiento como posibilidad dialógica, basada en las interacciones culturales con la Naturaleza. Desde las autonomías cognitivas se prolongan dos formas de conocer cognoscitivamente la realidad: una por medio del concepto, referente a las comprensiones mentales, y otra la metáfora, referente a la contemplación sensorial. Nos seducimos con Heidegger cuando afirma que la filosofía (el concepto) dice el ser, y que las artes poéticas nombran (metafóricamente) lo sagrado. Con esto no queremos problematizar una supuesta dicotomía cognoscitiva. Ambas formas de lenguaje forman parte de la misma linguística, aquella que comprende que lo real escapa al lenguaje. Así reconocemos junto a Nietzsche que el concepto no es más que una metáfora exitosa.

Partiendo de los vínculos cognitivos entre concepto y metáfora en relación al conocimiento y su complejidad, decir que entendemos el concepto como el apriorismo óntico de la mente, de lo eidético-temporal, fundamento de la posibilidad cognoscitiva. El concepto representa el dinamismo mental que tiene por objetivo comprender el fundamento del ser (ontización de lo ontológico) y su inteligibilidad. Por otro lado, la metáfora representa el cinetismo sensorial que tiene por objetivo contemplar la fundación del ser-aquí-ahora (reificación, ontologización de lo óntico). La diferencia ontológica posibilita una dialéctica entre lo posible y lo realizado, entendiendo lo realizado como una síntesis temporal. Éste sería el carácter atribuible a las imágenes mentales: los fenómenos simples son la primera isla que encontramos en el caos fenoménico que resulta de la nada originaria; lo que no implica denostar al concepto frente a la metáfora, sino que posibilita la potencialización cualitativa de éste como logos sintético (razón) entre sentidos y consciencia. Identificando al concepto con el apriorismo mental, fundamentamos en su autonomía la posibilidad de creación de fenómenos complejos, que representan a los conceptos junto con sus respectivas cualidades sensoriales que les atribuye la consciencia. Así fusionamos metáfora y concepto en base a una superación cojunta de los límites del lenguaje. El concepto permite comprender que la metáfora representa los límites del lenguaje respecto de la comprensión del ser, ya que el ser no es síntesis (ente) sino contradicción (dialéctica entre ser y nada). Concluimos en la necesidad conceptual de un lenguaje metafórico, poético, conscientes de nuestra imposibilidad de aprehender lo real por medio de la palabra.

Los fenómenos de conciencia serían entes dinámicos y autónomos que posibilitan una comprensión más compleja de la realidad natural que los conceptos de la razón pura, los cuales tratan ilusamente de no relacionarse con su radicalidad gnoseológica. Si la comprensión mental es apriorística, y la sensorialidad de los sentidos es primaria, la consciencia representa la posibilidad de transformar las propias comprensiones sintéticas por medio de las contradicciones que provoca la contemplación sensorial de los sentidos, acorde y en relación directa a la temporalidad sintética de los conceptos. El pensamiento sería el enlace cognitivo que capacita a la conciencia para reflexionar sobre la veracidad sensorial de las imágenes creadas apriorísticamente por la propia mente. En dicho proceso participa la gnoseología como sensorialidad primaria de los sentidos, la cognición como autonomía apriorística de la mente, y lo cognoscitivo como posibilidad de ser-consciencia-sensorial. Esta forma de pensar significa auto-oposición entre concepto como fenómeno simple y metáfora como fenómeno complejo, como comprensión poética de lo real por medio de las realidades particulares, pues este fenomenismo incorpora su sensorialidad ontológica (lo metafórico como lo que apunta hacia la superación de los límites del lenguaje). Por lo que sentenciamos flexiblemente que el lenguaje sería la herramienta del pensamiento, y el concepto y la metáfora serían las herramientas del lenguaje, donde el concepto representaría lo sustantivo-numérico de la Naturaleza y la metáfora representaría lo adjetivo-modal de la naturaleza.

¿Es el concepto matemático un concepto verdadero? Pienso que el concepto matemático es el concepto más perfecto,

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entendiendo la limitación intrínseca de los conceptos como comprensión de lo real, como conocimiento, como medio. Me explico: ¿puede ser un concepto verdadero? Error o pregunta mal formulada. Los conceptos son más o menos perfectos pues la vida se presenta como gradualidad ontológica, y comprender forma parte del conocimiento, por lo que las matemáticas se erigen como base del conocimiento empírico y epistemológico (científico). Pero no por ello los conceptos son verdaderos, pues la verdad es ontológica. Aquí aparece la verdad lógica, que se relaciona con la lógica matemática como parcialidad verdadera sólo realizable en lo ontológico, eliminando una supuesta dicotomía de verdades. La proporción aurea (número pi) no existe en sí misma como idea, sino sólo y exclusivamente existe a través de la Naturaleza; como idea es una abstracción de la conciencia, una separación eidética no diréctamente empírica. Para mi no existe problema de los universales; el problema lo tienen los que quieren universalizar los conceptos de un modo absoluto, teleológico, eliminando de un plomazo la geo-culturalidad comprensivo-intelectual de las palabras. El concepto como lo comprendido por Aristóteles: lo mucho, lo común, lo común a muchos (y precisamente no por ello verdadero, pues que sea común a muchos no supone que sea común a todo). Ya lo dijo Tales: el kosmos es inteligible pero no por medio del concepto. Aristóteles sentencia: no todo es número-concepto; y por ello afirma que la poesía trágica tiene más verdad que la historia. De hecho no se como Kant y Zubiri nos hablan de la noesis, el noema y la noergia, pero yo apuesto por relacionarlo a lo que venimos defendiendo, identificando a la noesis con el vínculo primario gnoseológico, al noema con la cognición apriorística (imágenes simples como metáfora) y a la noergia con la posible cognoscitividad (fenómenos complejos como conceptualización).

Entonces concluimos que los conceptos son entidades que tratan de atrapar el carácter unitario de los fenómenos por medio de la complejización de lo simple, teniendo a la metáfora como particularidad concreta y empírica del fenómeno. Es por ello que hilo muy delgado une concepto y metáfora. Concepto como comprensión fenoménica de lo real por medio de la realidad, y de la metáfora como contemplación trascendental de la realidad por medio de lo real. El conocimiento parte de las limitaciones del ente vital, y se proyecta hacia el conocimiento del todo por medio de los sentidos; es por ello que atribuimos a la metáfora más veracidad que al concepto respecto al conocimiento del ser-aquí-ahora (ser inteligible por el concepto, ser-aquí-ahora cognoscible por la metáfora). A mayor comprensión del concepto, mayor posibilidad de trascendencia contemplativa. Y es así como vamos interpretando la dialéctica del pensamiento como eternidad del ser-aquí-ahora y su naturaleza dialógica, atribuyendo al lenguaje propiedades expresivas intrínsecamente poéticas. Sobre el concepto y la metáfora también nos ilustra cualitativamente María Zambrano en su Filosofía y poesía, y también Heidegger en su texto Holderlin y la esencia de la poesía. Aprovechémoslo.

4.1.4. La razón dinámica y su temporalidad.

Aproximándonos un poco más a la racionalidad que venimos desarrollando vamos a entender la razón como entidad dinámica que basa la temporalidad de su conocimiento en su radicalidad sensorial, postulando un ser del devenir contradictorio que emerge siempre superando cualitativamente la síntesis anterior, no como síntesis sino precisamente como contradicción negadora de la pretensión absolutista de dicha síntesis. Sería vital apuntar la importancia capital de que la razón como entidad sintética se asienta sobre la racionalidad como modalidad ontológica del existir humano. La razón temporal representaría la consciencia sobre la temporalidad de la propia conciencia como realidad particular; es la consciencia (ontológica) y no la conciencia (óntica) lo que es atemporalidad. Atendiendo al carácter estático de la razón como síntesis (ontización apriorística) en un mundo dinámico (ontológico-hermenéutico), y también atendiendo a la teleología del espíritu, concluiríamos que la razón se encuentra en continua transformación racional, emergencia verdadera más que verdad en sí, por y para la verdad como veracidad, hacia la verdad como movimiento veraz que tiende a la perfección. Lo único que nos diferencia del resto de seres vitales es que vegetales y animales no culminan el proceso consciente de meta-origen, no se conectan racionalmente a su originalidad teleológica, determinados por la cultura, por las propiedades meramente fisiológicas, bajo la consecuente imposibilidad de desarrollar una espiritualidad de carácter teológico. Y decimos que no se

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conectan racionalmente pues especialmente en las plantas no existe dicotomía entre ser y estar, mientras que en los animales si se expresan dichas autonomías, pudiendo hablar ya de un espíritu sensitivo como de una autonomía particular que tiende ontológicamente al uno.

"Y es ahora en el primado de la razón poética, de la acción y la expresión no cinéticas y el acontecer extático del sentido donde puede localizarse otro factor de actualidad del pensamiento presocrático de gran calado, pues sin contar con él tampoco podríamos abrirnos a las dimensiones simbólicas del pensar griego inagural".(El nacimiento de la filosofía en grecia, Teresa Oñate).

La razón dinámica se asienta en postulados lógico-científicos. Estamos reorientándonos continuamente por lo único aparentemente estático y objetivo, y que además representa formalmente lo científico como posibilidad: la lógica matemática en sus implicaciones fenoménicas, las que consideramos de vital importancia para afrontar el valle epistemológico como posibilidad científica de proyectarnos hacia la ontología y hacia la teología particular. Las matemáticas y su lógica derivada son el tablero donde se juega la vida. La razón dinámica tiene su modalidad en la racionalidad como lo trascendental y en el concepto como síntesis fenoménica: temporalidad como determinación de lo primario ontológico sobre lo apriorístico óntico. La idea de la razón pura supone la ilusoria independencia de la razón como apriori respecto de su racionalidad primaria, negando que la razón es posibilidad y que lo realmente transversal es la racionalidad activa. Los únicos conceptos puros (o más puros) son los conceptos matemáticos; los cuales, refiriendo a los fenómenos y su carácter químico-cuantitativo, no pueden alcanzar el grado de verdad que alcanzamos con la sensorialidad ontológica de la consciencia. Es por ello que no negamos la verdad lógica, sino que simplemente la consideramos ontológica en su relación con lo real, con la materialidad cultural de la Naturaleza.

Racionalidad y razón, dos cosas diferenciadas, una apuesta por la cualidad y otra se basa en la cantidad. Ambas deben trabajar en equipo. Cualquier desequilibrio hunde la razón. Por ello la metafísica representa la racionalidad irracional como racionalidad del humano-animal, frente a la ontología como representación de la irracionalidad racional como animal-humano, contrarrestando así la hipóstasis de la razón pura como mente estática. Desde Aletheia apostamos fuertemente por un vitalismo responsable de los seres humanos, denostando hasta el extremo la avaricia que actualmente muestra la población, especialmente los Poderosos metréticos que dirigen el Stablishment.

Dinamismo de la razón como acción racional, como contemplación de las contradicciones que emergentemente superan la síntesis temporal, como contemplación metafórica de las comprensiones conceptuales. Representa la armonía entre diversidad y unidad, unidad en la diversidad y no diversidad en la unidad (metafísica de las religiones teístas como uniformidad fenoménica y materialismo intelectual). Dialéctica cognoscitiva concepto-metáfora relativa a la dialéctica cognitiva entre realidad de la sensación y sensación de realidad. Por medio de la intuición primaria (intencionalidad de la conciencia) comprendemos la trascendentalidad del ser, para luego poder contemplar su expresión fenoménico-sensorial en el aquí-ahora. Razón dinámica como simbiosis linguística entre el cinetismo racional y el dinamismo temporal de la razón como mente-concepto.

Hemos referenciado lo mucho que aporta a este proyecto las aportaciones generales que María Zambrano nos ofrece en su Filosofía y poesía, especialmente apologizando sobre uno de los pilares fundamentales de su filosofía, como es la posibilidad necesaria de una razón poética. Nos apoyamos aquí también en uno de los pilares fundamentales de la filosofía de Heidegger, como es la temporalidad constitutiva del ente. Eliminamos junto a Felix Guattari y Jaques Lacan las posibles dicotomías entre conciencia y subconciencia, atendiendo ahora la réplica de Lacan a Freud cuando el francés afirma que la razón, aunque en voz baja, es la que tiene la palabra. Por último tomamos aquí las validísimas aportaciones que Paul Ricour construye alrededor de la filosofía como reflexividad semática, ofreciendo conceptualizaciones muy válidas frente a las interpretaciones que aquí estamos tratando de construir. La hermenéutica de Paul Ricour nos sumerge en lo filológico, en el lenguaje, en lo simbólico, en lo reflexivo, en lo semático, descubriendo las interrelaciones que conmueven dichas autonomías. Nuestra racionalidad hermenéutica

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como razón dinámica o temporal se apoya en dichas interpretaciones, potenciando bajo sus palabras el sentido actual de nuestro deseo. Especialmente cuando afirma respecto del símbolo (para nosotrxs una magnífica representación de la razón dinámica o temporal) que refiere a toda estructura de significación en que un sentido directo, primario, literal, desigua por exceso otro sentido indirecto, secundario, figurado, que no puede ser aprehendido más que a través del primero; el enlace/circunscripción de las expresiones de doble sentido constituye propiamente el campo hermenéutico (Existencia y hermenéutica, Paul Ricoeur). Por último concluimos respecto a la racionalidad hermenéutica que aquí venimos defendiendo lo que el filósofo francés afirma en el mismo texto cuando nos habla de que la reflexión es una intuición ciega si ella no es absolutamente mediatizada por aquello que Dilthey llamaba "las expresiones por las cuales la vida se objetiviza"; es la apropiación de nuestro esfuerzo por existir y nuestro deseo de ser a través de las obras que testimonian de este esfuerzo y este deseo.

Mediante el trabajo lógico-linguístico y la construcción teológica de sentido libertario estamos dándole forma a un criterio interpretativo unitario, vía satélite de carácter ontológico-hermenéutico, el cual se encuentra íntimamente ligado a la sensorialidad científica del ser. Este criterio interpretativo "vía satélite" determina la comunicación dialógica, implicando repercusiones hermenéuticas que trataremos en el apartado cultural-comunicativo (sociológico) de Hermenéutica antropológica.

4.2. Ética.

Una vez desarrollado el determinismo teleonómico en el ámbito linguísitico podemos representarnos el tablero de juego donde evoluciona culturalmente el espíritu particular, oponiendo analíticamente el determinio teleológico de las ciencias teóricas. La ética sería el estudio lógico, científico y artístico que relaciona las posibilidades culturales con su télos, con su finalidad, aportando un sentido cohesionado a los fenómenos de nuestra personalidad particular. La ética comprende la linguística como una reflexión cognoscitiva consciente, atribuyéndole la aparición fenoménica de lo que entendemos por libertad (determinismo teleonómico), que a su vez no es más que la mismísima afirmación de la cultura como fundación de ésta. La ética parte del determinismo linguístico racional, desde la razón-lenguaje, oponiendo constantemente a ésta la transversalidad del raciocinio y la sensorialidad como temporalidad de la síntesis. Es por ello que también tocará estudiar las implicaciones éticas sobre la comunicación dialógica y su estatuto propedéutico, comprendiendo por un lado que lo normal es que la metafísica, la cual parte de una falacia linguística, reduzca de forma tan considerable las posibilidades éticas del ser humano; y comprendiendo por el otro que no debemos olvidar que lo inmanente siempre es la jerarquía dialéctica de las categorías, y por ende su interdependencia simbiótica.

Comprendemos la ética como realidad trascendental frente a la moral como aplicación fenoménica de ésta. Comprendemos que ambas son determinadas por la corporalidad sensorial y la supervivencia, y por ende comprenden la política como economía (forma de adaptarse a la Naturaleza como integralidad ecosistemática). Ética y moral no serían una sino como una, física y química del pensamiento y la eticidad. La reflexión ética produce fenómenos morales que, al igual que la razón, están limitados trágicamente por su temporalidad intrínseca. Sin embargo la moral representa la materialización aquí-ahora del pensamiento ético, suponiendo la cristalización de dichas reflexiones, las cuales, como interacción fenoménica intersubjetiva, se encuentran solapadas con la categoría política, concluyendo que la moral siempre es política, bio-política; es por ello que decimos que lo personal es político, pues la moral personal interactúa, para bien o para mal, con el resto de entidades con las que convive.

La categoría linguística proyecta la libertad y la cultura no como lo posible-necesario (cognoscitividad) sino como lo necesario-posible (cognición), como un a priori del que partir. En el ámbito de la eticidad como acción racional ya es posible relacionar cognoscitivamente la armonía dialéctica, posibilitando una fusión temporal de los opuestos ontológicos. Es importante no caer de nuevo en la estaticidad metafísica, en los contrarios extremos irreconciliables,

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negando la jerarquía arbitraria de la síntesis sobre la contradicción: la metafísica como estatuto de posibilidad del "no-ser" significa la estaticidad que provoca la lucha violenta de contrarios. Que el "no-ser" sea una posibilidad de la mismísima libertad ("no-ser" como enfermedad la libertad) no implica que sea la opción más adecuada para vivir en armonía con la Naturaleza, pues realmente no es del todo natural, ya que la inercia cinética primaria nos arrastra, si lo permitimos, a la sensorialidad del todo, desechando la especulación eidética sobre un último fundamento óntico de carácter extrínseco. Es por ello que, como consecuencia de la moral metafísica, aparece el fenómeno del accidente, que representa la praxis de la razón pura como "no-ser-aquí-ahora". La esencia del ser es primaria, la sustancia del ser-aquí-ahora es apriorística y la ausencia del ser-aquí-ahora como "no-ser" representa simple y llanamente la posibilidad de "no-ser-libre".

Es por eso que negamos el supuesto carácter fascista que el III Reich interpreta en la voluntad de poder de la que apologiza Nietzsche. Ya venimos descubriendo que todos los fenómenos que se nos aparecen a la conciencia pueden interpretarse tanto de manera ontológica (perspectiva del ser-aquí-ahora) como de manera metafísica (perspectiva de la razón pura), caos trascendental que se debe a que la falacia metafísica es estructural, sistémica, pues aparece en la negación del mismísimo determinio teleonómico en su categorialidad linguística. Es por ello que la metafísica parasita en las realidades, esperando su momento de miedo e ignorancia para crecer. Frente al fascismo afirmamos que la metafísica como voluntad de Poder refiere a la violencia ideológica de la fe como " no-ser", y afirmamos también que Nietzsche (en el conjunto de su pensamiento como libertario) refiere a la voluntad ontológica de poder como inmanencia trascendental de la posibilidad de ser-aquí-ahora, especialmente añadiría "al margen de Dios". Así derivamos en la negación de la "ética" metafísica y su tecnologización utilitaria de la amistad, convirtiendo todo en un medio para su fin-Poder.

La ética se entiende como teoría de los valores y como moralidad aplicada, enfatizando la naturaleza práctica de la ontología ética. Junto a Aristóteles hablamos no de saber por saber, sino saber para saber hacer, enfatizando la finalidad práctica (teleonomía) de la teleología; no vivir por vivir sino para vivir bien (más que el "derecho a vivir" de los antiabortistas sería el "derecho a vivir bien" de lxs cuanticxs). La ética abarca la moralidad de las interacciones culturales con la Naturaleza, fundamentando dicho proceso en la capacidad teórico-reflexiva del pensamiento lógico. Se ocupa de sus implicaciones directas, incluyendo el estudio de lo bueno y lo bello, y de las virtudes humanas. Lo importante aquí es afirmar la incorruptibilidad de la moral frente a la ética al igual que afirmamos la incorruptibilidad de la materia frente a la energía: no estamos afirmando la incorruptibilidad de su objetividad sino la inmanencia de su trascendentalidad. Es por ello que el próximo apartado profundizaremos en que una moral ontológica, hermenéutica, cultural o libertaria no refiere a una supuesta amoralidad metafísica (lo que es lógicamente imposible) sino que refiere a una inmoralidad como negación de las absolutizaciones morales que preconiza la metafísica como amoralidad (ilusorio libre albedrío).

No nos queda más que recomendar dos pedagógicos libros que he trabajado gustosamente durante mi corta y aislada experiencia universitaria. Uno es Paradigmas, fronteras y problemas de la ética, de Carlos Gómez y Javier Muguerza; el otro es una antología titulada12 textos fundamentales de la ética en el siglo XX, de Carlos Gómez, en el que aparecen textos de G. Moore, Wittgenstein, Scheler, Sartre, Bloch, Ricoeur, Foucault, Aranguren o el propio Javier Muguerza.

4.2.1. Axiología ética e ideología moral.

La leyes naturales determinan lo que hemos conformado y entendido como naturaleza humana, como condición humana, la cual proyecta sus apriorismos teleológicos y sus posibilidades teleonómicas sobre la praxis ética (moral). La naturaleza teológica de los seres vitales determina la posibilidad de reflexión ética como praxis linguística libertaria, armonizando eidéticamente los opuestos y sintetizando temporalmente la base moral donde se proyecta la

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consciencia del ser-aquí-ahora. La ética corresponde a la teoría, a lo inmaterial, oponiéndose a la materialidad práctica de la moral. La moral engloba el conjunto de interacciones culturales de una persona particular con el todo: moral como Cultura individual; es por ello que la moral representa un puente natural entre ética y política, enlace que relaciona la teoría de los valores con la economía como representación de las interacciones políticas individuales y colectivas. Los valores y su carácter trascendental pertenecen a la reflexión ética, y la ideología y su carácter fenoménico pertenecen a la materialidad moral. La ética determina la temporalidad de la moral como síntesis ética, lo que posibilita enfatizar la moralidad (carácter ético de la moral) en detrimento de la moral como síntesis ideológica de posible pretensión absolutista.

Debemos amarrar bien el carácter ontológico de la ética como reflexión y también el carácter óntico de la moral como ideología temporal. La metafísica, en su inversión jerárquica del sentido natural, opone una absolutización moral frente a la reflexividad hermenéutica de la ontología ética, provocando así un estancamiento de las posibilidades en el campo de la eticidad. Es por ello que interpretamos la moral metafísica como amoralidad, pues niega la relación trascendental entre ética y moral, entre lo ontológico y lo teológico, entre lo teleológico y teleonómico, derivando así en una moral en la que la reflexión ética se encuentra ausente, basándose en un aparente y superficial libre albedrío. Por contra, la ontología como ley del cambio y la consecuente teología como razón dinámica posibilitan una moralidad en continua transformación, radicándose sensorialmente en la temporalidad de los conceptos propiciados por la mente y la conciencia, desarrollando en su esplendor una moral basada en la reflexividad ética y en la propia linguisticidad semántica de dicha capacidad reflexiva, apostando así fuertemente por una moral que tiene por objeto la negación de las posibles pretensiones absolutistas de la moral, especialmente frente a la moral metafísica. Es así como la praxis libertaria del caos encuentra la inmoralidad como su propia moral, afirmando la reflexividad ética transformadora sobre los resultados objetivos de no importa cual moral.

La ética investiga la determinaciones del lenguaje sobre la moral. Trata de conocer la parcialidad racional de la conducta humana. Relaciona lo natural con lo bueno, afirmando que lo bueno es obedecer la voluntad de la naturaleza, eliminando el esfuerzo por medio de la consciencia y la bioenergía que ésta nos aporta. El estudio de lo bueno se identifica con el análisis de lo natural en la conducta humana. Lo bueno (y natural) es la armonía trascendental de los opuestos; lo bello es la armonía fenoménica de los opuestos; lo bueno es el uno-todo; lo bello es el todo-uno. Y frente a las dicotomías que afirman la maldad frente a la bondad podemos afirmar a la bondad como el equilibrio dialéctico existente entre la complacencia (determinismo absoluto) y la maldad (ausencia de determinismo). Con ello sólo queremos cerrar la puerta a las trampas que trantan de colarse en forma de supuesta dicotomía natural, especialmente a la dicotomía que predica la supuesta oposición natural del fascismo frente al carácter libertario del género vital. Y también acorde a dichas determinaciones desarrollaremos la posibilidad práctica del punto medio como implicación derivada de una teoría racional, ontológica y hermenéutica de los valores.

El ensamble teórico-práctico de la ética (la cual incluye la moral como aplicación ética y materialidad a priori) posibilita la transformación del pensamiento por medio de la racionalidad que encierra el propio lenguaje, teniendo a dicha racionalidad linguística como temporalidad constitutiva del ente-conciencia. El pensamiento ético es teoría, el lenguaje moral es praxis. La intencionalidad de la conciencia demuestra que la moral fenoménica es, en última instancia, el espíritu hegeliano como síntesis de las contradicciones, conceptualizaciones que se encuentran trascendentalmente determinada por la reflexión ética (contradicciones de la síntesis), proceso que transforma la moral sin por ello abolir la propia moralidad como estructura modal.

La metafísica, representando la inversión jerárquica que tanto enfatizamos, prioriza la legislación moral de la reflexión ética, subyugando la capacidad racional a su nivel sensitivo, lo que venimos entendiendo como materialismo intelectual (zeitgeist) de la razón pura. La metafísica es una enfermedad mental, afección que invierte libertad ética y determinación moral, provocando el deterioro del dinamismo existencial de la vida, hipostasiando la tumoración

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mental como jerarquía ideológica. La modalidad unitaria de la ética como dialéctica trascendental posibilita transformaciones armoniosas de la moral, siendo consciente de sus limitaciones fundamentales precisamente por medio de su temporalidad constitutiva. El ser humano es axiología, lo que determina la temporalidad de su ideología moral. Aquí la muerte de la razón pura como ideología estática. La ética como eticidad vive eternamente en su modalidad racional, la moral como temporalidad objetivada sólo nace predispuesta a morir.

Disponemos de múltiples referencias en las que ahora no vamos a profundizar haciendo gala de mis propias limitaciones cognoscitivas y espaciales, pero que siempre gustosamente ofrezco a lxs interesadxs. Aristóteles nos habla de una ética teleológica (finalidad), Kant nos habla de una ética deontológica (deber) y Max Scheler nos habla de la ética en la cual nosotrxs como proyecto nos identificamos: axiológica (relativa al valor). Dichas éticas corresponden respectivamente a la naturaleza, la religión y el conocimiento. El caso es que parafraseando a Kant y su Crítica del juicio afirmamos que sean cuales sean los imperativos categóricos que tratemos de establecer éstos, como juicios subjetivos de valor, deben asentarse en juicios científicos (temporalmente objetivos). Repetimos que no puede producirse una absolutización moral desde la comprensión de su inherente temporalidad constitutiva frente a la atemporalidad ética de la reflexión y el pensamiento. Al igual que hablamos de diversas éticas podemos hablar también de diversas racionalidades, como la racionalidad panteísta o religiosa, racionalidad hedonista, científica, simbólica, tecnológica o utilitaria. Es ésta última la que la metafísica aplica de manera sistemática, sentenciando que todo es medio para los fines de la razón pura. Desde dicha perspectiva es difícil comprender el noble óctuple sendero de lxs budistas como moralidad ontológica basada en la culturalidad natural.

Sigue siendo Nietzsche quién nos guía en la incertidumbre que nos rodea, proclamando siempre la inocencia de la vida frente al sentimiento de culpa que tan fielmente expresa la estaticidad moral de la metafísica. Nos posicionamos junto al loco demasiado humano más allá del bien y del mal, pudiendo encarar cualitativamente la ya cercana exposición de una violencia libertaria, una violencia más allá de la metafísica y su fe, más allá de una simple supervivencia animal, centrándose en la responsabilidad de la supervivencia sensitiva y racional, guerra social frente a la tecnologización robótica de la Razón Pura. Ya decía Goethe que la maldad es ignorancia en acción. Es por ello que los sujetos metafísicos son tan poco susceptibles a transformarse, expresando su depresividad violenta como defensividad ante todo lo que supone cambio, negando todo lo que en última instancia refiera a la nada ontológica como vacío existencial. Desdramatizando la moral como objetividad resultante afirmaremos que de momento no necesitamos la pureza moral que requiere la palingenesia como superación hermética de los 12 vicios (ignorancia, aflicción, incontinencia, deseo, injusticia, codicia, mentira, envidia, fraude, ira, imprudencia y malignidad), aunque se agradece mucho atender a las numerosísimas intuiciones del uno que conforman nuestra cotidianeidad.

4.2.2. Teoría y praxis.

Ética y moral como teoría y praxis, teniendo el pensamiento y el lenguaje también como teoría y praxis, como dos caras de la misma moneda. Pensamiento como reflexón ética, lenguaje como praxis moral, son uno y lo mismo: pese a las dicotomías metafísicas. La sensación de realidad como intencionalidad primaria, y la realidad de la sensación como pensamiento, como reflexión teórica, como auto-conciencia, como desdoblamiento y como posicionamiento moral desde el lenguaje y sus comprensiones, hasta llegar de nuevo al colapso de la síntesis por medio de la sensación de realidad.

Pensamiento como capacidad teórica para comprender la realidad trascendental. Acción como interacción práctica para contemplar la realidad fenoménica de los sentidos (no-acción como acción cualitativa de permitir la fluencia natural en el vacío como ser-nada y a la vez ser-todo). Reflexión ética como oposición cognoscitiva entre teoría y praxis, estudio y resolución de las aporías linguísticas (antinomias de la moral). Lenguaje como materialidad del pensamiento, como elección linguística, como a priori de la conciencia como mente, que junto al pensamiento

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conforma la dialéctica cognoscitiva. La moral se materializa en la praxis por medio del lenguaje, logos entre pensamiento y acción. El lenguaje, al igual que la conciencia, es intencional, hace referencia a las propias comprensiones éticas. El lenguaje representaría entonces la materialidad posible de la elección racional que produce el pensamiento, y ejerce de moralidad lógica en sus interacciones con la Naturaleza.

"Toda esta contraposición entre razón y pensamiento impone así una nueva imagen del pensamiento que recupera la relación presocrática entre pensamiento y vida, en la forma de una coacción de ésta sobre aquel que lo obliga a pensar y lo enfrenta continuamente con las convenciones vigentes".(La experiencia dionisiaca del mundo, Sánchez Meca).

Debemos mantenernos ojo avizor ante la peligrosidad de la que nos advierte Jesús Mosterín en su teoría de la racionalidad cuando afirma que la práctica presupone la teoría pero no al revés. De esta interdependencia simbiótica que conforman pensamiento o acción, o teoría y praxis, también nos habla Ortega y Gasset, oponiendo el filosofar al vivir y viceversa, dialéctica que representamos por medio del bios theoricos y el homos practicus. Es por ello que Diego Sánchez Meca, haciéndose eco de la importante problemática que aquí se conjura, dedica un capítulo completo en su pedagógico ensayo Nietzsche, La experiencia dionisiaca del mundo acerca de la complejidad del Pensamiento sin imagen y nueva imagen del pensamiento, postulando la crítica a la metafísica y construyendo un pensamiento sin imagen desde una perspectiva ontológica, nueva imagen del pensamiento a la que se han sumado innumerables filósofxs en el siglo XX y a la que se seguirán sumando muchxs más en este siglo XXI.

"Según Nietzsche, Heráclito es el pensador trágico, es aquel para quien la vida es radicalmente inocente y justa. Comprende la existencia a partir de un instinto de juego, hace de la existencia un fenómeno estético, no es un fenómeno moral o religioso. Por tanto, concluye Deleuze, a la construcción nietzscheana (en el plano teórico) de un pensamiento de la afirmación de lo múltiple, corresponde, en el plano práctico, una ética de la alegría de lo plural y lo diverso".(La experiencia dionisiaca del mundo, Sánchez Meca).

4.2.3. La posibilidad del punto medio.

El carácter dialéctico de la reflexión ética posibilita la fusión temporal de los horizontes opuestos con naturalidad, movimiento y armonía de la elección racional libre y responsable. La fusión de los opuestos en el término medio no implica estaticidad, ya que tienen su determinación primaria en la temporalidad de la síntesis, potenciando así la autonomía simbiótica de los opuestos en detrimento de una lucha violenta entre contrarios irreconciliables, los cuales sí pudieran provocar cierta estaticidad más o menos permanente o supuestamente absoluta. Recordamos que es precisamente así como la metafísica y su fascismo tratan de legitimarse en oposición a un supuesto caos ontológico insoportable e intolerable.

El punto medio no comienza en la reflexión ética y su carácter teórico, sino que es posibilitado por primera vez en el ejercicio práctico de la moral, mediante la síntesis temporal concreta que representa la materialidad de las interacciones entre pensamiento y lenguaje. La moral, como síntesis ética, representa la materialidad de la cultura. La política y la estética, como categorías determinadas por las implicaciones morales, representan desde ámbitos diferenciados la misma temporalidad sintética de ésta, moralidad que determina teleonómicamente a la ética por medio del propio lenguaje. En las categorías espirituales tenemos la posibilidad de reinsertar libremente a la Naturaleza conforme a su naturaleza, sin esfuerzo ni violencia. El punto medio representa el grado mayor de armonía dentro del dinamismo de los opuestos; nos recuerda a la homeóstasis como tendencia natural al equilibrio, como adaptación dinámica al cambio. Es por ello que afirmamos que en el ámbito del conocimiento existe también una cierta tendencia al término medio como regulación cognoscitiva, sin por ello denostar las autonomías cognitivas de los opuestos, sin dejar de lado sus carácteres circulares e interdependientes, y sin por ello negar en última instancia el carácter trascendental e inmanente de dicha dinámica simbiótica.

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La libertad de elección y el punto medio se nos develan por medio de la categorialidad de la ontología ética, entendiendo que la reflexión ética representa la plenitud sublime de la conciencia, pues bebe de la linguística y da de comer a la moral, sentenciando que la conciencia de libertad ética refiere a la libertad de conciencia linguística. Sería una forma de elegir, o Dios o libertad, pero no ambos. La metafísica es un imposible lógico en sí, es una falacia. Ló unico lógico de la metafísica es su propia existencia como herrancia ontológica, herrancia en sentido negativo, tropezando violentamente a su paso con todo lo que cruza. El punto medio representa la temporalidad moral del ser, por lo que debiéramos percibir su importancia, y tolerar favorablemente las interpretaciones que tratan de relanzar los enlaces entre los diferentes opuestos. Por ejemplo María Zambrano nos habla de la comunión existente entre filosofía y poesía, buscando el termino medio como una ecuanimidad no-estática sino dinámica, teniendo consciencia de los polos, situándonos entre el exceso y el defecto, procurando así una perfección temporal física y también moral. Y sin perder de vista la amenaza metafísica apostaríamos más por un vitalismo racional que no por un racionalismo vitalista, extremo, carne de cañon ante las voluntades absolutistas de la Razón pura. Mejor quedarnos más acá, junto a la posibilidad racional que nos brinda nuestra corporalidad sensitiva. ¿Se me entiende? Yin-Yan en estado puro.

Detallamos ahora desde una perspectiva más holístico-integral las relaciones posibles dialécticas que autónomamente se dan en las categorías anímicas y espirituales:Cosmología: kosmos como tensión dinámica de carácter físico-químico entre variables interdependientes.Astrología: oposición entre el cinetismo activo del sol y el dinamismo regulador de la luna.Psicología: oposición entre instinto (alma) y razón (espíritu).Antropología: oposición entre corporalidad masculina (espermatozoide) y corporalidad femenina (óvulo).Linguística: oposición entre pensamiento y lenguaje (cultura y libertad como determinismo teleonómico).Ética: oposición entre lenguaje y moral (ámbito de la eticidad).Política: fusión temporal de la oposición entre el orden teleológico y la libertad teleonómica.Estética: fusión temporal de la oposición entre lo religioso, lo filosófico, lo científico y lo artístico.Por ende la Sociología como Cultura antropológica (Cultura y comunicación) representa el estudio de la identidad entre teleonomía espiritual y teleología anímica.

Existe transversalidad dialéctica como cohesión inmanente de la estructura jerárquica de las categorías. Encontramos la tensión de los opuestos como columna vertebral de la teología. Nos movemos entre posibilidades posibles, entre lo real y sus múltiples realidades, entre la teleología y la teleonomía, entre la ética y la moral, entre seguir escribiendo y reposar aquí-ahora. O seguir de nuevo...

4.2.4. Alegría y serenidad como virtudes del ánima y el ego.

Una vez que fusionamos los opuestos éticos por medio de la moral no sólo está cristalizando el pensamiento sino que también se materializan las virtudes de dichos opuestos, la sublimación que se da en los polos como expresión del límite. El análisis axiológico que venimos haciendo refiere a lo bueno como lo verdaderamente natural y lo bello como la relación fenoménica entre la entidad posible y lo bueno-teleológico (grado de perfección). Virtudes hay muchas, pero hay dos que pensamos constituyen el carácter esencial de la sustancia, que son las virtudes relativas al instinto y la mente como expresión de la conciencia. Hablamos de la alegría como virtud anímica y de la serenidad como virtud espiritual.

Reconocemos dos autonomías simbióticas referentes a la dialéctica del ser, una cinética y otra dinámica: instinto como alma y razón como espíritu representan las autonomías simbióticas vitales. La alegría representa la virtud del instinto; la serenidad representa la virtud de la mente. Alegría como expresión de la comprensión; serenidad como expresión de la contemplación. Alegría como bandera del alma; serenidad como bandera del espíritu. Ya nos dice Nietzsche desde su perspectiva vitalista que la alegría es la máxima virtud, la expresión de la superación de lo formalmente

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humano por medio de la praxis concreta de la multiposibilidad. También el budismo nos habla de la serenidad como virtud mental, ejercitada mediante la meditación como sublimación de la cultura, como no-acción o acción ontológica de permitir la fluencia natural de lo real por medio de sus onduladas realidades. También Confucio y Aristóteles nos hablan de virtudes, pero ahora queremos permanecer en la modalidad que relaciona ánima y espíritu, alegría y serenidad.

¿Qué es la felicidad entonces? La felicidad es el concepto formal que engloba la armonía entre las virtudes opuestas. Todas las virtudes secundarias derivan de la alegría o la serenidad, pues representan la sublimación trascendental de la armonía dialéctica. Las virtudes derivadas se desvelan como suma de parcialidades que van conformando una felicidad más compleja. El hermetismo nos habla de las 10 virtudes como conocimiento de Dios, conocimiento de la alegría, templanza, fortaleza, justicia, generosidad, verdad, bien, vida y luz. Es en el ámbito de la eticidad donde la felicidad se torna como libre obediencia a la voluntad ontológica de la Naturaleza. También encontramos variadas notas sobre la felicidad en el libro recomendado anteriormente sobre Paradigmas, fronteras y problemas de la ética, escrito por Carlos Gómez y Javier Muguerza.

La belleza se relaciona con lo bueno, buena es la realidad que sin distorsiones se adapta a lo real. La belleza, como dice Punset, es una especie de ausencia de dolor, entiendo yo ausencia de dolor como fluencia armónica del fenomenismo material. Pues por otro lado la teosofía nos habla de que la mirada más bonita es la mirada que ha sufrido; interpretamos una mirada impregnada del saber-hacer, impregnada de conocimiento práctico de la vida. Tan bella es la mirada de M. Blavatsky como la propia vida, tan bella como la proporción aurea que encontramos en la Naturaleza, como expresión sublime del deseo de superar sus propios horizontes frente a la abundancia intensiva de la intrínseca naturaleza.

"La felicidad no es la virtud, sino una actividad del alma conforme a la virtud, y si las virtudes son varias, conforme a la mejor y más excelente, y además en una vida entera".(Aristóteles, Historia de la filosofía antigua, Salvador Mas).

4.2.5. Cosmopolitismo y democracia.

Entendemos que de alguna manera la ética ontologiza la moral, y ésta ontologiza su carácter estético por medio de lo cosmopolita, como concepto que recoge la conducta natural del ser humano como parte consciente del todo-uno. Interpretamos la reflexividad ética de la moral como inercia humana hacia la integración libre por medio de la diversidad natural. Resaltamos el carácter unitario del kosmos como valor ético humano, basado en la comprensión de la interdependencia de todo lo que es y la contemplación de su autonomía.

Interpretamos el cosmopolitismo como finalidad de la cultura y el conocimiento, como modalidad de los aconteceres concretos. Cosmopolitismo como punto de llegada y no de partida: piensa globalmente y actua localmente, racionalidad global por medio de lo concreto-diverso. No existe el innatismo cosmopolita, existe el desarrollo evolutivo del telos hacia el uno por medio de la intencionalidad consciente. No estamos hablando de una multi-culturalidad abstracta y postmoderna, sino de principios de interculturalidad, teniendo el respeto hacia la vida como auténtico vector de las relaciones culturales. La meta no es comprender al ser en su modalidad unitaria, sino comprender cómo las entidades son por medio de sus fenómenos sensorialmente concretos, relacionándolas con el ser por medio de su diferencia ontológica, mediante el acontecer de la nada, evitando la metafísica Razón Pura y su ilusoria independencia. Que la pregunta última sea por la conciencia no significa que represente el estudio de los primeros principios (contra la interpretación metafísica), pues, cuando fijamos base firme en la epistemología, sólo necesitamos trasladar la tirantez desde la intuición ontológica hasta la ciencia epistemológica, la cual determina conforme a la propia diferencia ontológica las conclusiones espirituales concretas de la conciencia.

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Defendemos aquí un cosmopolitismo basado en el mestizaje cultural, en la hibridación racial nietzscheana, no en la síntesis tecnológica cibernética, sino en la temporalidad sintética que suda, que llora y que ríe, que ríe alegremente. Caminamos hacia el origen, hacia la igualdad animal, hacia el respeto vegano, hacia el amor a las plantas y también al mundo mineral. No queremos abstracciones universalistas o generalizaciones culturalistas, y como antes dijimos no queremos la globalización como multiculturalismo forzado, como pérdida de las raíces ontológicas de la propia Cultura como linguisticidad inalienable. Interculturalidad transversal si nos vale, pues respeta el proceso que requiere una posible apertura del ser mediante su alteridad constitutiva. Desechamos la amistad utilitaria que nos propone la metafísica, no queremos guerra fría entre conciencias, basta de pactos de no-agresión basados en el miedo y la ignorancia.

Estamos desglosando el carácter ético del pensamiento, en el cual advertimos una tendencia moral al reconocimiento de lo diverso (cosmopolitismo). Lo consideramos parte de la axiología trascendental (ética) pues se posiciona como a priori espiritual (relación del todo con el uno). Puesto que lo apriori es el respeto a las autonomías que conforman el todo, sería contrario a la moral (que se asienta en la teoría ética) contradecir los principios éticos (en los cuales se asienta la praxis moral). Quiero decir con esto, y solucionar así una antinomia histórica y fundamento falaz del fascismo, que la democracia no es una posibilidad más entre las muchas posibilidades políticas que existen en la Naturaleza (en referencia a las monarquías de origen animal), sino que la democracia se fundamenta como posibilidad necesaria en la trascendentalidad del pensamiento ético, presentándose como apriorismo frente a las diferentes moralidades e ideologías.

La radicalidad democrática no es política sino estructura apriorística ética de la política, fundamentada ontológicamente en la jerarquía categorial del espíritu. Por mucho que discutamos sobre el espíritu, nunca se desligará del alma. La metafísica denosta la democracia porque ella misma (la metafísica) representa la ausencia de reflexión ética. Su "ética" no sería ética, sino directa y únicamente moral (razón pura como materialismo intelectual). El lenguaje lo construyen las matemáticas, y así conforma el corsé metrético del pensamiento y su carácter ontológico, y por ende encorseta la mismísima posibilidad de auto-conocimiento. Sigo manteniendo que la metafísica supera la explotación del hombre por el hombre llegando a la explotación del hombre por la "Razón Pura", subyugación del hombre por la "Idea Universal", lo que puede comprobarse lúcidamente en la conclusión de que pocos de los Poderosos de este sistema pueden realmente hacer algo para evitar la caída de la civilización occidental: la historia de la metafísica como olvido del ser ha producido la generación más ignorante de la historia, lo que tengo el dudoso honor de comentar. El ser humano, poseído por la enfermedad metafísica, corre el riesgo de olvidar el antídoto, y puede perderse sin el trabazón cultural que posiblemente permitiera la transmisión del conocimiento. El mundo seguirá siendo horroroso hasta que las personas no trabajen para cambiarlo, también en su interior. Confiemos también en el empoderamiento particular que se cuece, aunque a fuego lento, en época de alineación planetaria.

Es por todo ello y más que la profesora Oñate nos habla en su seminario El nacimiento de la filosofía en grecia que sólo la amistad representa un vínculo más fuerte que la propia política, pues es en la afinidad psico-afectiva donde se fusionan los horizontes, y no en los conceptos universales que tanto manejan políticamente los predicadores unionistas. Comunidad ética y política como comunidad teosófica, como comunidad cosmopolita, bajo la sublimación de la tolerancia y donde los enemigos son el dogma y su autoritarismo. Felízmente contemplamos como sigue floreciendo la vida rural por medio de la paulatina desintegración de las ciudades, o al menos percibimos una ruralización de la vida urbana, propiciado tal vez quizás de manera algo engañosa debido a la actual crisis económica. El caso es que hay movimiento, se siguen auto-construyendo sociedades biosféricas basadas en los principios de la permacultura, y siguen floreciendo las eco-aldeas y los asentamientos en los valles de las montañas. Y se llega actualmente a una complejidad organizativa de la integralidad vital para nada denostable por parte de las emergentes cooperativas integrales o eco-redes. Se alinean los planetas, se alinean las conciencias, pues el caos nunca murió.

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Dios derrama su amor desde el todo a las partes,pero el alma humana ha de hacerlodesde el individuo hacia el todo.La afirmación de sí suscita el despertar de la concienciaa la manera de una piedrecilla arrojada a un estanque:desde el centro agitado de las aguasemerge, así, un estrecho círculo,al que seguirá luego otro más anchopara expandirse en otro y otro más...Parientes, vecinos, amigosserán por ellos abrazados y el abrazose extenderá después a su país,así como, tras éste, a otros países,para abrazar por fin a todo ser humano.(Paradigmas, fronteras y problemas de la ética, Carlos Gómez y Javier Muguerza).

4.3. Política.

Siguiendo con nuestra sistematización teológica entendemos por Política a la propedéutica científica de carácter artístico que refiere a la organización de la vida humana bajo el principio de supervivencia individual, y por ende colectiva. O más ampliamente podemos entenderla como la forma en la que nos adaptamos al entorno natural que nos rodea, incluyendo la multiplicidad de relaciones materiales que se dan. Las moralidades individuales conforman la moralidad colectiva determinando la modalidad de adaptación a la Naturaleza, que sería lo que entendemos por eco-nomía, enfatizando así la racionalidad ética como transversalidad del proceso. Diferenciamos esta economía general, que engloba derechos, justicia, ciencia o autonomía, respecto del aprovechamiento sostenible de los recursos renovables (lejos de la explotación sostenible), al cual podríamos llamar economía de recursos (renovables), especialmente haciendo énfasis en la autonomía energética. Al igual que la astrología determina la teleología psicológica, la ética determina la teleonomía política. Política como "epidermis de la Cultura", como representación de la moral colectiva. Por medio de la política la colectividad trabaja el lenguaje, siendo dicho lenguaje la síntesis de la generalización de las comprensiones colectivas, la cual está basada en la suma de los individuos libremente asociados. Ni que decir tiene que si las personas más consecuentes y comprometidas con una verdadera ontología ética no hubieran ejercido su autonomía política el mundo hubiera explotado ya bajo el autoritarismo cibernético de la Razón Pura. Nuestro más sincero agradecimiento a todxs lxs que valientemente resisten frente a la Cultura metafísica.

Política como derecho, pero no fenoménico-establecido (violencia del derecho) sino derecho a poder elegir ser-aquí-ahora en realidad por medio de la cultura y el conocimiento. Hablamos aquí de derecho trascendental a ser cósmico. La metafísica se presenta como imposibilidad de elegir ser-aquí-ahora, por ausencia de la posibilidad consciente. Así comprendemos la no-satisfacción natural de la sociedad capitalista del bienestar-consumo como representación fiel de una falsa abundancia, basada en la escasez de lo necesario y en la creación de necesidades superficiales y temporalmente efímeras. Derecho a la autogestión natural por medio de una economía radicada en el límite, derecho a la libertad de conciencia, derecho a vivir dignamente en el conjunto comunitario. Derecho no abstracto, no universalista sino concreto, que geopolíticamente se expresa de manera diversa pero que tiene de común el derecho a la vida, derecho que se da en la conciencia y no en los papeles de las administraciones. Derecho natural a ejercer nuestros derechos vitales.

El pilar más importante de la política se encuentra en la libertad y la cultura como fundamentos morales de las diferentes construcciones éticas. Mediante la libertad de conciencia y su naturaleza autónoma llegamos a la categoría política como organización de lo propio y lo común (como prolongación de lo propio), y como protección del ser frente a la metafísica fascista del "no-ser" como razón pura. Todo ello apunta hacia lo micro y su voluntad particular,

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referente a la siempre posible atomización del poder y por ende la responsabilidad. La ley es interna y no externa, la metafísica se equivoca. La libertad no es la hija del orden sino la madre, dice Proudhon ilustrándonos de manera sublime. Se da una actividad política constante entre lo macro y lo micro; lo macro tiende a la absolutización conceptual, lo micro trabaja en las concreciones sensoriales; lo macro es lo cuantitativo y lo micro lo cualitativo; lo macro no es malo sino que lo micro es mejor, es lo que tiene que marcar el ritmo de lo macro y no al revés, eliminando cualquier vestigio metafísico del concepto universal como representación de la razón pura. Es por ello que después nos adentraremos en las posibles interpretaciones de lo que viene denominándose bio-poder ontológico (frente al bio-Poder metafísico de la conciencia universal) o bio-política ontológica (frente a la bio-Política del Poder).

Vislumbramos relaciones entre la ética como axiología, la moral como ideología y la política como implicación moral colectiva. Que la moral individual sea previa a la colectiva tiene dos implicaciones importantes: una, el todo fenoménico como suma de fenómenos particulares (suma de culturas individuales como Cultura colectiva); otra es que la libertad individual es anterior a la colectiva pero no contraria, sino mismísimo fundamento de ésta. El único garante de la libertad colectiva es la propia libertad individual, armonizando la naturalidad de las minorías y protegiendo la modalidad unitaria ontológica en la que se dan. La libertad individual (evidentemente no sólo la mía) supone la colectiva, pero no al revés. Sólo tenemos que contemplar la contradicción que supone en nuestros días que la supuesta libertad colectiva sea ejercida por la violencia del derecho en su negación de las libertades individuales. Ya no gobiernan las personas, gobierna la razón pura, el ideal de Poder, en nuestros días culturalmente representado como Plutocracia, como gobierno de los grupos de Poder que de manera sublime representan los ideales de la Razón Pura como Reino del Dios-Dinero.

De vital importancia resulta el debate sobre el mito de la derecha y la izquierda, el cual ha retomado en nuestros días el filósofo español Gustavo Bueno. Mi opinión filosófica, la cual está encargada de no juzgar los contenidos sino el continente en el que supuestamente aparecen los fenómenos, me dice que la derecha y la izquierda (como alternancia socialdemócrata) se justifican metafísicamente como lucha "evolucionista" de contrarios, lo cual se erige como falacia tras los argumentos que presentamos a lo largo del texto, especialmente respecto de la interpretación formulada sobre la naturaleza dialéctica de la existencia. Es por eso que la filosofía socialdemócrata se asienta en la falaz interpretación política de que la alternancia armoniosa de la izquierda y la derecha beneficia un desarrollo evolutivo de los Estados-Nación. No existe tal dicotomía en la categorialidad política, no es posible dicha polarización en el ser humano. El fascismo es la posibilidad natural más deleznable entre las que tenemos a disposición, sin por ello identificarla como una posibilidad más que nos ofrece el abanico político. Es por ello que hacemos el esfuerzo de comprender que la democracia en sí, como forma política que garantiza las libertades individuales por medio de su ejercicio cotidiano, no es una posibilidad política sino que representa la trascendentalidad de carácter ético que determina las posibilidades políticas, garantizando así el derecho a una vida digna de todos sus participantes. Por eso sufrimos ante el horrendo espéctaculo metafísico que niega en nuestros días el propio sentimiento sobre el ideal democrático.

También hablan de izquierdas y derechas por la división que antiguamente se hacía entre el pueblo y los poderosos, algo que me parece también sucedio en la revolución francesa. Más holíticamente pienso que la derecha y la izquierda refieren a las dos partes diferenciadas del cerebro: la parte lógica y la parte sensorial; ahí me encaja más, pues la metafísica refiere a una praxis determinanda por el miedo animal y la ignorancia, frente a la ontología como serenidad lógica y contemplativa. El caso es que el fascismo debe ser perseguido hasta reducirlo a posibilidad natural no realizada. Violentamente o no dependerá de la resistencia que ejerzan ante la posibilidad de una vida sostenible insertada en el entorno natural.

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4.3.1. Derechos vitales y justicia social.

La política como economía humana general o forma de adaptación libre al ecosistema se funda por varios elementos constituyentes. El elemento capital por el que vertebramos dicha estructura lo entendemos por derecho vital, acarreando determinaciones para la existencia de justicia en el ámbito particular y colectivo. Consideramos como derecho fundamental de los seres vitales la posibilidad de ser-aquí-ahora, derecho de la consciencia al auto-conocimiento (libertad de conciencia), y derecho a la autogestión como realización particular del espíritu en la totalidad que conforma la Naturaleza. Dicho derecho que aquí postulamos no se funda violentamente mediante leyes fenoménicas, sino que representa una ley trascendental, lo que la capacita para violar las posibles absolutizaciones del derecho fenoménico. El derecho vital engloba el derecho fenoménico, pero no al revés; es ahí donde señalamos sin por ello tener obligatoriamente que mirar el dedo. El derecho a vivir dignamente (ser-aquí-ahora) es un derecho intrínseco inviolable, lo que no quita que sea unx mismx el garante de dicha constitucionalidad particular.

Minerales, vegetales, animales y humanos forman la materialidad vital de la tierra. La dependencia humana respecto al resto de elementos es evidente: somos los últimos en llegar y seremos los primeros en marcharnos. El resto de seres vitales representan la ausencia del "no-ser", el cual sólo puede aparecerse en la conciencia humana como mente eidético-especulativa-afectada-tumorada. Lo primario es la energía y su temporalidad, el movimiento armónico del ser como dialéctica. Dicha determinación convierte a los minerales en un elemento apriorístico en el que se apoya nuestra posibilidad vital como evolución astrológica. El mundo vegetal representa la síntesis primaria de los seres vitales como posibilidad realizada (posibilidad espiritual vegetativa); los animales representan la síntesis apriorística como posibilidad realizada (posibilidad espiritual sensitiva); y los seres humanos representan la síntesis posible como posibilidad realizada (posibilidad espiritual racional). Somos posibilidad realizada no de manera teleológica sino teleonómica, podríamos no existir y el kosmos sería igual de bello. Todxs juntxs conformamos la realidad vital, la cual ejerce su derecho a ser-aquí-ahora por medio de la voluntad del uno y por una posible racionalidad consciente (ésta exclusivamente en el ámbito humano), la cual abarca desde la teleología mineral o vegetal hasta la teleonomía de animales y humanos. La posibilidad de ser-aquí-ahora como racionalidad consciente tiene su precio: el único elemento que puede "no-ser" es la mente humana, precisamente la que puede ser libre de los determinios de la acción-reacción. Nos acompañan el elan vital de Bergson o la nuda vida de Agamben.

Si el "no-ser" aparece como posibilidad natural de la mente humana significa que nunca será definitiva la desparición de la metafísica, lo que conlleva una actitud reaccionaria obligada ante el fenomenismo del pensamiento único. La justicia social engloba el conjunto de medidas que garantizan el derecho individual y por ende colectivo a ser-aquí-ahora-realidad como persona y como grupo. No tratamos de violar la libertad de conciencia del individuo metafísico respecto de su intrínseca posibilidad de "no-ser", pues ésta se da como posibilidad en la mente humana; sólo fomentamos la inmoralidad fenoménica y además con neta afirmación: comprendiendo la síntesis ("no-ser" como idea) podemos contemplar su contradicción (sensorialidad del ser-aquí-ahora).

La metafísica como supuesta independencia de la mente-conciencia en el camino del conocimiento conlleva colocar al ser humano como medida de todas las cosas (humanismo). Estas derivaciones falaces conducen a la existencia de un Dios como Yo-Conciencia pero perfecto, eterno e inmóvil (metafísica parmenídea), absoluto en resumidas cuentas. Y ante las contradicciones, la síntesis de la fuerza como herramienta legada de la Naturaleza. Ahí la violencia inherente a la metafísica y su proceder. El fin justifica los medios, por lo que los seres vitales debieran o tienen que estar al servicio del Yo-Conciencia-Dios, sin importar su género vital. La consumación metafísica como nacional-socialismo humanista está condenada a vivir en las tinieblas desde una perspectiva cuántica de la cultura ontológica, siempre amenazada por el brote incesante de la vida. El humanismo, para llegar a ser ontológico, necesita de una fuerte escatología hasta llegar a deseable ampliación de los propios horizontes desde la comprensión de lo vital en su conjunto. Atendiendo a las limitaciones formales no nos detendremos en las argumentaciones que Aristóteles nos

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muestra en relación a la imposibilidad parmenídea de que el ser sea uno e inmóvil, al igual que tampoco nos detenemos en los aportes sobre humanismo que podemos encontrar en Sartre y su El existencialismo es un humanismo, o en la respuesta que Heidegger hace a éste por medio de su Carta sobre el humanismo.

Concluimos que para convivir naturalmente entre entes vitales no se requiere de una jerarquía teleológica, sino de una autonomía teleonómica basada en la interpendencia simbiótica de los entes vitales, también respecto de su propia naturaleza ontológica. Esto conlleva la elección racional de la alimentación vegana, o al menos la tendencia pasional hacia la liberación animal. Existe también la posibilidad de una alimentación no vegana, pero basada en el reciclaje humano de las sobre-poblaciones animales que pudieran darse, o simplemente bajo una producción ecológica de posibilidades, como el consumo no-violento y trueque de los bienes básicos (huevos, leche, etc.). Realmente éste es un tema espinoso que requiere del diálogo racional para su óptima comprensión. No paramos de interrogarnos sobre nuestras posibles contradicciones. Sobre pobreza y soberanía alimentaria, sobre eco-fascismo y mundo transgénico nos habla de manera muy pedagógica el documental We feed the world. También nos inquieta la regulación de la natalidad. Enma Goldmann relacionaba el descenso de la natalidad como una posible emancipación de la mujer, otrxs piensan que recursos haberlos hailos, que es cuestión de organizarnos. Los temas sobre la mesa. Incluso la teosofía nos habla de que no es bueno acariciar a los animales, argumentando que absorven vitalidad y magnetismo, que es contra-natura, y que es nocivo para la evolución animal. Lo que no deja lugar a dudas es la prioritaria concienciación sobre una amplia cultura vegetariana en la que coinciden todas las ontológicas.

4.3.2. Economía de recursos renovables.

Economía de recursos renovables como economía basada en el aprovechamiento sostenible de los recursos naturales necesarios para lograr nuestra autogestión individual y colectiva como conjunto de la especie humana, y por ende como género vital. La política, como gestión de dichos recursos (economía) supone la organización particular y colectiva de las actividades básicas que tratan de cubrir necesidades vitales. Primero la autogestión particular de las personas, y por ende la autogestión de la sociedad, hasta llegar a la durabilidad del propio género humano. Sólo falta la autogestión humana como Cultura, pues vegetales y animales nunca conocieron otra cosa. Autogestión sostenible para finalizar la explotación de la Naturaleza por el hombre y por la mismísima idea univeral, inclusive para evitar la posible explotación del hombre por el hombre al margen de la Naturaleza (Capitalismo verde). El único problema es que el hombre también es Naturaleza, por lo que no hay sostenibilidad posible mediante cualquier sofisticada estrategia de sistemática explotación. Afortunadamente los movimientos decrecentistas se están preocupando de la desmantelización sistemática de la metafísica y su economía de materiales, la que tan bien descrita aparece en el pedagógico cortometraje llamado La vida de las cosas, el cual creo podéis encontrar en Youtube. Los recursos no renovables, no ecológicos, no son viables frente a la deseada sostenibilidad medioambiental.

La economía de recursos comprende la autogestión como austeridad natural. La economía es cualidad y no cantidad (economía metafísica de materiales); lo que cuenta es la eficacia tecnológica y la relocalización de la cotidianeidad, directamente proporcional a la huella ecológica que dejamos a nuestro paso. La economía que no se basa en lo renovable está condenada a su desaparición, ya que lo infinito comprende a lo finito pero no al revés. La metafísica es anti-humana por ser lo contrario a la economía natural: realmente el capitalismo es anti-económico. El sistema monetario se basa en la escasez de recursos y en la abundancia de materiales (falsa abundancia capitalista). Un sistema injusto no puede generar justicia sino violencia. El monetarismo supone la consumación metafísica: Dios huye de la tierra del pan para exiliarse en la Reserva Federal y el FMI, símbolo de la explotación del hombre por la idea de Poder-Dinero, de la que supuestamente se aprovechan las personas que violentamente se esfuerzan en matener la jerarquía de dicha idea. Desde la teología que ontológicamente estamos construyendo preferimos disfrutar nuestro tiempo en una economía local, una bio-economía, más cercana a la permacultura como integralidad cotidiana del mismísimo existir. Nuestra libertad no se compra, no nos conformamos con comer yoghures "bio". Nuestro deseo de

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sostenibilidad y de soberanía alimentaria también lo saciamos en el conocimiento, plasmado en el decrecimiento por medio de múltiples particularidades que se expresan bajo una Cultura común. Recomendamos aquí Apuesta por el decrecimiento de Serge Latouche, o las múltiples conferencias audiovisuales de que disponemos en la red sobre Carlos Taibo.

Una gestión óptima de los recursos renovables multiplica las posibilidades naturales de la libertad humana, permitiendo regularmente la posibilidad de ser aquí-ahora como autogestión económica. La economía como base de la autogestión de la especie tiene obligatoriamente que basarse en la sostenibilidad energética. Dicha autonomía se postula en el conocimiento empírico de los recursos y en el conocimiento científico de sus posibilidades tecnológicas, las cuales tienen que orientarse a la satisfacción de las necesidades biológicas. Lógicamente esto no está en el programa metafísico del capitalismo imperialista. Y muchos menos la no-explotación de los recursos minerales, vegetales y sensitivos, incluido el ser humano en su diversidad antropológica y cultural. Evidentemente no nos encaminamos a la desaparición del planeta sino al de la especie humana, o a gran parte de su conjunto; quizás sólo sea una drástica reducción de sus posibilidades; lo que es obvio es que si deterioramos el planeta descienden nuestras posibilidades, y si desenraizamos nuestra Cultura ontológica por medio de la razón pura aún será mucho peor. Es precisamente lo que ocurre en nuestra época, que nada guía el timón, que Dios ha muerto, y los pasajeros se lanzan por la borda desbocados por el miedo y la ignorancia.

La crisis actual de la economía capitalista resulta consecuente por la crisis axiológica de la civilización metafísica. La economía, como nivel primario de la organización política colectiva, confirma que si la economía está en crisis el resto de niveles también lo está, por simple determinación jerárquica y ausencia de posiblidad teleonómica de reinserción. Se trata de una crisis sistémica, la cual significa que el derrumbe de las contradicciones capitalistas (corriente marxismo frío) debe ser el momento que que apuntille la acción revolucionaria (corriente marxismo cálido). Una vez que se derrumba la economía aparece toda la pudredumbre corrupta que esta ilusión conlleva en su interior, ramillete florido de miserias morales escrupulósamente retransmitidas por los media en prime time. Recomiendo encarecidamente el visionado de algunos documentales que han forjado el armazón de nuestra perspectiva. En concreto me refiero ahora a De la servidumbre moderna, un documental creo francés disponible en la red, y Zeitgeist, recordando la sublime introducción de Krishnamurti respecto de la crisis de conciencia.

Dos son las miserias principales que nos acechan actualmente. La primera, el fenómeno del dinero como materialidad fenoménica de la sustancia metafísica aplicada a la economía; podemos vivir sin monetarismo, aunque antes reciclaremos la plusvalía capitalista mediante la socialización de dicha economía, por medio de la expropiación y su acción directa. La segunda es la superficial concepción del trabajo humano, convertido en empleo por la varita metafísica. El derecho al trabajo refiere al derecho de la propia cultura, el derecho a la integralidad cotidiana, no al derecho de tener un empleo alienado que me libre de ser clase baja. Las contradicciones entre capital y trabajo son más fuertes que nunca, pero ya no siguen siendo la base de la actual lucha de clases, más teórica que práctica, lo cual significa ineficacia del movimiento social. Toca mojarse y trabajar mucho, practicidad inteligente. La teoría nos ahorra muchos problemas, por la práctica aniquilamos los absolutos. La sociedad presente y futura debe construirse en torno al decrecimiento o a sinergias similares, promoviendo como autonomía prioritaria la soberanía alimentaria de los pueblos como representación de la diversidad etnológica. Sabemos que el factor trabajo determina las condiciones de la economía, por lo que se presenta como el reto prioritario, el cual se ve cualitativamente reforzado por la resistencia fiscal al Estado capitalista que promueve la antagónica autonomía libertaria, desde la evasión directa y la ocupación expropiatoria hasta el consumo 0 o empleo 0 referente a la "huelga humana".

Practicidad inteligente, bloqueo, sigue resonando. Dinero como sustancia metafísica; lo encontramos en el concepto de mercancía que nos propone Marx. Muerte al absoluto, viva lo local: empoderamiento y decrecimiento político. Además de Serge Latouche, Carlos Taibo u otrxs muchxs susceptibles de aparecer en la larga lista del conocimiento,

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nos hacemos eco de la importantísima actividad pedagógico-económica que desarrolla la organización Attac. Por último agradecemos a la socióloga Aurelia Prevost las notas que me ha pasado sobre Inmanuel Wallerstein y su teoría del sistema-mundo.

4.3.3. Ciencia y Tecnología.

Habiendo fundado ya el estatuto científico-artístico de la posibilidad de conocimiento verdadero, decimos que ésta como ciencia y arte determina la prolongación técnica de la acción humana racional (teconología). Ciencia como determinación teleológica, tecnología como aplicación teleonómica; ontológicamente son como una y lo mismo. Tecnología como prolongación de las interacciones humanas aplicadas a la economía de recursos y a las necesidades básicas vitales. Ejerce como ciencia aplicada, como optimización científica constante del aprovechamiento natural no-violento. La tecnología como aplicación científica conforma uno de los pilares políticos, que representa las relaciones entre ciencia y política. Supone la posibilidad de superar limitaciones fenoménicas dolorosas, llegando a una supervivencia que posibilite la felicidad como poder-ser-aquí-ahora. Sin embargo la tecnología metafísica nos ha convertido en imbéciles, nos ha robado la integralidad de lo cotidiano, nos ha convertido en seres obedientes que persiguen con fe su caramelo, además de deteriorar violentamente el equlibrio natural.

La tecnología como ingeniería científica está separada de la razón pura como especulación eidética. La ciencia es el conocimiento radical (causal) de las realidades objetividas (entes, conciencia). La tecnología es la aplicación práctica de dicho conocimiento por medio de la creatividad y la imaginación como derivación estética consecuente. La Naturaleza tiende a la perfección, nosotrxs tendemos a la Naturaleza. La tecnología también se relaciona con la ética por medio de la cibernética como proyección ética de la tecnología. Ante todo lo que queda claro es que si la ciencia está enferma (metafísica), la tecnología es inútil.

Ya nos dijo Heidegger que la tecnificación del mundo representa la consumación de la metafísica. Ahora Dios se llama iPhone. Desde la ontología no aplicamos una ética utilitaria respecto del ser humano, eso es metafísica. El utilitarismo no puede más que recaer en la tecnología como expresión autónoma relativa a necesidades vitales. Es por ello que la ingeniería y el diseño representan un juego, a la vez utilitario y a la vez artístico, entre la Naturaleza y su naturaleza. Las respuestas las tiene la Naturaleza, las preguntas (naturaleza) las ponemos nosotrxs. También en Zeitgeist podemos ojear las posibilidades sobre ingeniería aplicada a la sostenibilidad energética que propone el Proyecto Venus.

4.3.4. Atomización del Poder y la responsabilidad.

Hemos entendido la libertad como dialéctica de determinaciones. Por un lado tenemos la determinación teleológica del ser y por el otro la determinación teleonómica de la cultura. Ya hemos expuesto como la autonomía simbiótica de los fenómenos culturales posibilitan una libertad determina o responsable, algo parecido a una libertad bajo fianza inmaterial. La libertad se relaciona entonces con la política por medio del concepto de autonomía simbiótica; interpretación que comprende, por un lado la libertad de la conciencia como trascendentalidad, la cual aparece en la categoría linguística y que toma forma en la eticidad, y por el otro la libertad fenoménica como posibilidad de autogestión económica, complementándose ésta en el ámbito estético como cultura libre o integral.

La autonomía simbiótica de los seres vitales fundamenta la responsabilidad de la propia conciencia y su libertad como atomización del Poder (y por ende la responsabilidad). Atomización del Poder como anti-Poder, como unidad del poder en minúsculas, recordando a Teresa de Calcuta cuando afirma "no puedo hacer cosas grandes pero sí muchas pequeñas". Unidad del poder en el carácter unitario de las posibilidades naturales de ser-aquí-ahora, que lógicamente se expresan en la diferencia ontológica y en su consecuente libertad de conciencia. La resistencia política ante la

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metafísica sería como juntar todxs nuestras posibilidades de ser-aquí-ahora como lucha contra el "no-ser". La atomización del Poder metafísico no interpreta que el Poder deba ser conquistado, sino destruido por la unidad modal colectiva, una especie de interiorización del gobierno como auto-gobierno (la crítica de Dios nos vale para la crítica política del Estado). Todxs somos infraestructura, la única superestructura es lo real, parafraseando las afirmaciones de Gramsci. La democracia y su categoría ética determinan las posibilidades políticas como anti-metafísicas, llevando por bandera la contradicción político-trascendental que representa el antipower: unidad del poder ser-aquí-ahora como realidad colectiva basada en el ejercicio integral de las libertadas cotidianas. No a la permanencia fenoménica, y por ende recitamos un gran no a la permanencia del Poder, más aún si lo ejerce sin consentimiento y con violencia. Estamos capacitadxs para discernir entre lo bueno y lo malo, es la hora de la justicia revolucionariamente celestial. Como dice la teosofía no queremos ni líderes ni ejércitos espirituales. El camino nos lo sigue mostrando la Naturaleza, en este caso observando la fisiología vegetal de la castañuela (juniperus rotundus) y su proceso reproductivo.

Conciencia de la causa y el efecto como límite, ahí la cuestión. El poder como posibilidad del ser-aquí-ahora en la elección determinada y libremente concreta funda una política colectiva basada en el respeto de las autonomías, que a su vez se basan en la responsabilidad de cada unx por y para el todo. La democracia representa la radicalidad vital de la unidad del poder, ejercida responsablemente mediante la libre y autolegislada participación en lo colectivo por medio de lo individual y lo particular. La democracia y su responsabilidad determinan la política como participación directa en los asuntos comunes, afirmando que la libertad individual se asienta como derecho del individuo a ser-aquí-ahora (madre del orden), y entendiendo por ende que la libertad colectiva se asienta en las libertades individuales. Es por ello que la modalidad asamblearia toma tanta forma en los movimientos anti-autoritarios, tomando el consenso como proceso que culturalmente derroca el mecanismo y la tiranía de la votación. Decimos no a la dictadura de la mayoría basándonos en la posibilidad de autolegislación de las propias minorías o sociedades biosféricas, apostando por un cooperativismo integral y revolucionario asentado en las eco-redes particulares. Platón y muchos seguimos comprendiendo nuestro fracaso (de mentalidad comunista) cuando entendemos la gratuidad no puede imponerse.

La problemática de los nacionalismos e independentismos se basa en las paradojas políticas de la metafísica sobre el fenómeno de la libertad. La ontología contempla cada fenómeno vital desde su derecho de autonomía, al contrario que la metafísica, interpretación que contempla una jerarquía de la idea universal que aplica al conjunto como suma de particularidades, convirtiendo a los seres vitales en medio para su propio fin. Un sentimiento patriótico es políticamente bueno o malo sólo y exclusivamente en relación a otra identidad similar con la que compite. Un nacionalismo no existe en sí mismo, pues todas las pretensiones absolutistas de la identidad responden como una metafísica de la presencia. La entidad no existe, por lo que yo puedo identificarme como español sólamente frente a otra entidad. Es una falacia asentar las afirmaciones nacionales en el sí mismo. ¿Cómo valorar entonces los deseos culturales de una identidad política concreta? Pues en relación a la fundada atomización del Poder de la que venimos hablando. ¿Qué significa esto? Que un sentimiento de identidad sólo es bueno cuando persigue la atomización del Poder, cuando se presenta como deseo de la minoría sobre la mayoría. Considerando que la responsabilidad de la sociedad debe caer en última instancia sobre las conductas particulares concluimos que nos queda mucho por hacer para llegar a auto-organizarnos en nuestro propio barrio (afirmativamente, no sólo como resistencia sino también como creación). La república, al igual que el franquismo, pasarán a la historia como pre-historia, pero siempre disfrutaremos más releyendo manifiestos sobre la educación pública que Mein Kampf o el libro del neonazi noruego Breivik. Es por ello que apoyo la independencia de vascos y catalanes, pues lo interesante aquí es el deteriro prioritario que requiere la Constitución capitalista y fascista (metafísica) del Estado español.

Hemos diferenciado dos tipos de nacionalismos: el ascendente, que tiende a englobar fenoménicamente (Cultura) a un mayor número de personas, como empecinarse en que los catalanes y vascos sean españoles; y el descendente, que tiende a englobar fenoménicamente (Cultura) a un menor número de personas (pueblo kurdo, pueblo saharaui,

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pueblo palestino, pueblo checheno, etc.). El nacionalismo puede ser relacionado con el romanticismo: el nacionalismo ascendente representa el romanticismo metafísico (de Hegel, p. ej.); y el nacionalismo descendente representa el romanticismo ontológico (de Goethe, p. ej.). El comunitarismo del romanticismo ontológico es lo que mantiene el fervor de las identidades regionales en España. Como antes he afirmado valoro positivamente el incipiente enaltecimiento de las identidades regionalistas que vivimos en España en detrimento del centralismo imperialista del Estado en su renacimiento del espíritu franquista. En el apartado de lucha por la supervivencia afrontaremos la compleja visión ontológica sobre la praxis revolucionaria de liberación emancipatoria en su relación con la violencia, en el que afirmamos el carácter cualitativamente bueno del boicot al "no-ser" como no-violencia práctica, apostando por la violencia contra la maquinaria capitalista. ¿Qué consideramos maquinaria? Ahí la cuestión sobre los grados de objetivación ideados por la razón pura. Prioritariamente reconozcamos que la metafísica es sinónimo de catástrofe y atrocidad: tan normal hoy en día es ver a alguien quemar un cajero automático de un banco porque éstos le roban como ver que alguien mata a 77 personas en una isla porque ninguno piensa como él.

4.3.5. Biopolítica, revuelta y Revolución.

Los procesos naturales que auto-transforman constantemente la Naturaleza tienen carácter teleológico y también teleonómico. Los procesos teleológicos son lineales, fundados en las determinaciones primarias. Los procesos teleonómicos son circulares, son posibilidad fundada en las determinaciones apriorísticas. Atribuimos carácter telelógico a la revolución y carácter teleonómico a la biopolítica, considerando la revuelta como enlace entre ambas. La revolución nos guía, la biopolítica nos reorienta sobre el tablero de juego, y la revuelta expresa el grado de identidad entre ambas. Identificamos también a la biopolítica con la gnoseología, evidenciando el constitutivo carácter político del existir. Identificamos la revuelta con lo cognitivo, con el reset o el colapso que se produce en nuestra forma de concebir las posibilidades cognoscitivas. La revolución supone la posibilidad cognoscitiva que nos guía como pre-juicio de valor, la cual sólo es posible desde la modalidad unitaria que atraviesa la revuelta como prolongación biopolítica. Algo así como la noesis, el noema y la noergia. Consideramos la vida digna como la forma de trabajar políticamente la intuición del uno.

Los 3 niveles que conforman la auto-transformación de la conciencia refieren a la biopolítica (transformación primaria), la revuelta (transformación apriorística) y la revolución (posibilidad realizada). La biopolítica representa la autogestión particular por medio de la cultura; la revuelta representa la autogestión de lo local por medio de la Cultura particular; y la revolución representa la autogestión de lo global por medio de la intersubjetividad dialógica (Cultura colectiva). La biopolítica es lo genuínamente político, la construcción política de la moral. La revuelta no es más que expresión fenoménica biopolítica, interacción entre moral y Naturaleza. La revolución es el reino de lo posible, siempre alimentada por la revuelta, y en última instancia por la suma biopolítica de particularidades. La revolución no puede guiar ni la revuelta ni la biopolítica más que teleológicamente, pues es en la revuelta y en el ámbito biopolítico donde sublimamos la cultura por medio de sus intrínsecas antítesis, siempre aportando matices nuevos a los posibles conceptos universales como el de revolución.

Biopolítica como interacción individual respecto de la Naturaleza. Autogestión particular como derecho vital básico, lo cual conlleva responsabilidad. Todas las interacciones políticas son biopolíticas, que generan revueltas y éstas a su vez producen revoluciones. Todas las interacciones repercuten en la Naturaleza, por lo que concluimos que lo personal también es político. Y eso pasa por ser libre y a su vez tomar conciencia de la intrínseca posiblidad de "no-ser-aquí-ahora". En el ámbito biopolítico se producen los procesos de empoderamiento, produciendo contra-Poder frente a la inercia física de la mayoría (los conceptos universales). Es precisamente por ello que podemos hablar de bio-poder como posibilidad de empoderamiento y de bio-Poder como razón pura (concepto universal) que atraviesa a los individuos que conforman la Cultura metafísica, transmitiendo y normalizando el "no-ser" a través de las múltiples aportaciones particulares. Desde la ontología centramos nuestros esfuerzos en el bio-poder como bio-

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energía, como fuente de las posibilidades que debemos proteger, enalteciendo la sublimación cultural que simbólicamente nos sugiere los débiles aunque persistentes aleteos de la mariposa.

Revuelta como interacción particular (individual o grupal) respecto de la Cultura establecida. Concepto que recoge el carácter inmoral de la moralidad humana respecto de la realidad fenoménica y su posibilidad de permanencia. Representa la contradicción biopolítica respecto de la revolución como concepto universal o sencillamente de la metafísica como razón pura. El caso es contradecir las pretensiones absolutistas. Es por ello que podemos perfectamente identificar los acontecimientos del ser del ente con la revuelta y no con la revolución, señalando así el lugar donde se materializa moralmente la eticidad linguística que biopolíticamente nos constituye. Revuelta como caos fenómenico que enfatiza la unidad trascendental, como impermanencia de lo estructural-fenoménico, como negación de la pretensión de permanencia, como anti-Power, teniendo la anaideia cínica como actitud irreverente hacia lo establecido. Nos situamos entonces en la praxis ontológica como transformación, transformación como inmanencia revolucionaria.

Revolución como interacción colectiva contra la Cultura establecida, basada en las libertades colectivas y su inherente praxis dialógica. Concepto que recoge la modalidad unitaria y teleológica de la ética humana respecto de los derechos vitales que conforman la vida digna que defendemos. Revolución como búsqueda de la emancipación comunitaria, de la liberación colectiva, como suma de revueltas relacionadas por su carácter unívoco (modalidad unitaria). La trascendentalidad del fenómeno revolucionario no está en la revolución (realidad fenoménica) sino en la biopolítica como revuelta (realidad trascendental, contradicción como dinámica de avance). Es por ello que se producen revueltas dentro de la misma revolución, ante el stablishment y ante las pretensiones absolutistas posibles de dicho proceso revolucionario. Es por ello que nos afirmamos en el materialismo histórico pero no podemos afirmarnos mediante la metafísica del proletariado. Y también es por ello que no podemos quedarnos en las revoluciones nacionales, sino que biopolíticamente tenemos que caracterizar dichos procesos como revoluciones sociales que tiendan a la integralidad revolucionaria, luchando en el ámbito linguístico y no simplemente en el desarrollo moral de las posibilidades éticas.

Tras esta leve aunque pedagógica introducción no nos queda más que exponer alguna inquietud al respecto. Consideramos prioritario comprender la diferencia entre nihilismo y ataraxia, pues la postmodernidad de alguna manera confunde semánticamente los términos difuminando la interesante relación entre ambas. Cuando hablamos de nihilismo hablamos de relativismo axiológico, del no saber distinguir entre el bien y el mal, por ejemplo. El nihilismo no es más que simple bio-Poder, un obedecer por inercia, por miedo, por ignorancia y por pereza a lo fenoménico establecido. El nihilismo es praxis metafísica del "no-ser". Por ello no nos preocupa tanto la muerte de Dios como el vacío que deja la desaparición de tan inmenso monopolio cognitivo, cayendo por ende en una obligada época reinada por el relativismo axiológico, ya sea desde el renovado fascismo ideológico o desde posiciones postmodernas supuestamente progresistas. La ataraxia es más bien lo contrario, no se da mucho y pienso se aparece únicamente como sublimación intelectual temporal. La vida contemplativa tiene su auténtico valor simplemente en la temporalidad de su propia sublimación; no es un fin en sí, sino un medio para llegar a dicha temporalidad como ser-aquí-ahora. No creemos en una ataraxia que retira de la vida política a lxs supuestxs intelectuales. Lógicamente constatamos que la filosofía como actividad ataráxica promueve una equidistancia cognitiva respecto a las creencias en las que se radica el pensar mismo.

Como conclusión relacionamos el nihilismo como una perspectiva metafísica de la voluntad nietzscheana de poder, un querer y no poder mantenido única y exclusivamente por medio de la fe. Y relacionamos la ataraxia como una afirmación vital elevada de carácter inmaterial, relacionándose así con el acontecer de la nada a la conciencia, ese salirnos temporalmente del fenomenismo semántico establecido. Por todo ello y más no es lo mismo contemplar las revueltas que tuvieron lugar en Grecia en 2008 con las revueltas que tuvieron lugar en Londres hace poco, teniendo a

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las revueltas de 2005 en París como algo más cercano a Londres que a Grecia. En todas se destroza semánticamente en contra del Stablishment, pero unxs destrozan tiendas de telefonía como símbolo de bloqueo y otrxs parten los cristales para robar los móviles, matizando así una diferencia biopolítica importante. Unxs se afirman hermenéuticamente y otrxs demandan una alienación digna. De hecho la violencia en sí es una forma institucionalizada de comunicación entre individuos y grupos, la cual se ha generalizado pero que pocas veces se ejerce de manera conscientemente revolucionaria. Es por ello que no debemos dejarnos confundir por las pretensiones absolutistas de las ideas universales, denostando así los media como auténtica portavocía del bio-Poder del que nos advierte Foucault. ¿Se me entiende? Más Dionisos y menos Apolo.

4.4. Estética.

Entendemos que la Estética como categoría espiritual representa la relación trascendental del ente con el todo. Representa la materialidad diversa que nos posibilita la modalidad unitaria, nuestra forma espiritual. Realzamos el carácter químico de las interacciones humanas respecto de la Naturaleza, y resaltamos el carácter óntico de la conciencia como religiosidad moral. Con ello no apologizamos sobre la moralidad religiosa (materialismo intelectual) sino precisamente por una religiosidad moral, una moral de principios éticas trabajada constantemente a nivel linguístico, posibilitando una moral autónoma, religiosa como consecuente que es con sus propias comprensiones, forjando así fuertemente el estatuto ético y moral del individuo, la cual basada en la cultura y en la libertad tiene que hacer gala de su intrínseca responsabilidad.

Esta categoría trabaja sobre el fenómeno humano como materialidad del ser. Dicho fenómeno lo hemos desglosado anteriormente como ciencia, filosofía, arte y religión. Entonces como decimos la estética representa la trascendentalidad de la diversidad fenoménica que representan estos 4 campos. Así la estética se constituye como mezcolanza sintética entre propedéutica científica, entre pensamiento filosófico, entre expresión artística y junta a la religiosidad como carácter vital, como afortunado carácter axiológico del ser humano.

Concebimos por ende la estética como estudio de las relaciones entre fenómeno y ser por medio de la verdad y la perfección. Representa una valoración de la materialidad de la propia auto-conciencia, una valoración de las sensaciones apriorísticas que llegan a la conciencia por medio de la mente (emociones) formando fenómenos complejos desde su radicalidad sensorial (sentimientos) que a su vez están disponibles para la racionalidad lógica de la conciencia. Estética como conjunto de determinaciones ético-políticas: cultura libre, libertad intelectual, libertad de conocimiento relativo al ser como posibilidad de mayor verdad y perfección temporales. Interpretamos la moralidad aplicada a la estética como paideia (cultura del conocimiento dialógico), teniendo al deporte como cultivo del cuerpo y la mente, al arte como cultura de la conciencia y el intelecto, y a la religión como cultura de la moral y el sentimiento.

Desde aquí estamos ampliando la concepción de la estética más allá de las teorías que fomenta el arte en general. Desde una perspectiva holística e integral concebimos la estética como la cuarta categoría espiritual y la octava vital, superando aunque incorporando los ensambles teóricos construidos alrededor del arte. Por ejemplo la proporción aurea puede constituir una inquietud estética, pues no es simple teoría formal alrededor del arte, sino que relaciona su radicalidad ontológica con la constitución interdisplinar del conocimiento estético en general. Me recomiendo a mí mismo, pues aún no he tenido tiempo de trabajar textos interesantes relativos a este proyecto, algunos libros que también recomiendo a lxs interesadxs: en uno el interesantísimo filósofo Santayana nos habla estéticamente de El sentido de la belleza; en otro Adorno nos presenta su Teoría estética. Ahora seguiremos encarando el rumbo hacia la sociología y también a las posibilidades que nos brinda la caída de la metafísica, o que nos brinda como dice M. Onfray la física de la metafísica.

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4.4.1. El fenómeno humano.

Distinguimos entre fenómeno vital como síntesis físico-química, y fenómeno humano como sujeto práctico-moral, como materialidad de la síntesis ético-linguística. Entendemos entonces fenómeno humano como materialidad del ser, resaltando el carácter químico de la síntesis como materialidad de la relación entre espíritu y Naturaleza: relación concreta del ente con el todo. Pensamos que la modalidad unitaria determina la diversidad fenoménica del ser humano como fenómeno estético. Dicha diversidad cubre los diferentes niveles de la existencia, aplicando la trascendentalidad axiológica a todas las categorias espirituales. En la conciencia no está todo sino la nada como todo-uno: vacío de la mente, lo contrario al innatismo de la razón pura.

Podemos comprender la diversidad fenoménica natural en relación a las 8 categorías espirituales y al logos posible que las enlaza cognoscitivamente (sociología), las cuales abarcan los 4 campos antes señalados y los 3 niveles de conciencia: los 4 campos son ciencia como cosmología-astrología, filosofía como psicología-antropología, arte como linguística-ética y religión como política-estética; y los 3 niveles refieren al alma (ciencias teleológicas), al espíritu (ciencias teleonómicas) y al ser-aquí-ahora como espíritu-alma (sociología como interpretación teleonómica de la teleología). Todos los fenómenos de conciencia tienen cabida en dicha clasificación, pues aunque se multiplican las posibilidades fenómenicas hasta lo inabarcable, la modalidad unitaria nos ayuda a simplificar la comprensión.

Lo trascendental son las 9 categorías incluyendo la sociología; lo fenoménico son los 3 niveles de conciencia aplicados a los 4 campos culturales. Lo trascendental aquí es la jerarquía dialéctica del ser (teleología), teniendo a lo fenoménico como sustrato cultural (teleonomía). Para completar nuestro conocimiento sistematizado sobre las ciencias vitales y amarrar mejor nuestras flexibles comprensiones expondremos un cuadro que visibilice mejor la jerarquía dialéctica que conforma las determinaciones consecuentes en el ente, colaborando en la aclaración y el alumbramiento de las relaciones dialécticas en sus múltiples posibilidades.

Lo importante aquí es entender el fenómeno humano como fenómeno estético apriorístico que señala a la religiosidad trascendental de lo fenoménico. Como hemos dicho el fenómeno vital como hecho vital tiene carácter físico-químico, pero el fenómeno humano representa la interdisplinaridad categorial de la teología espiritual, la cual se muestra inconclusa en la categoría estética, teniendo nuestra potencialidad estética como medio político de expresión y medio sociológico de comprensión linguística y también teleológica (en relación a las categorías anímicas).

4.4.2. Relación con la verdad y la perfección.

El fenómeno humano se relaciona primariamente con la verdad, como carácter físico de la existencia trascendental, y se relaciona apriorísticamente con la perfección, como materialidad química de la existencia fenoménica. El fenómeno humano se relaciona con el fenómeno de la auto-conciencia por medio de la cultura; y puesto que existen niveles de conciencia, existen niveles de verdad y perfección en las relaciones interactivas entre auto-conciencia (naturaleza) y Naturaleza. Dichos niveles de verdad y perfección son relativos, pero no a los universales particulares de cada uno sino a la universalidad no-absoluta (dialéctica) de la relación entre el ser y la nada; es respecto al ser y la nada como dialéctica que la verdad y la perfección son relativas, sin por ello caer en el relativismo axiológico contemporáneo. La categoría estética representa el fenómeno humano como relación del ente con el todo, y esto conlleva un grado de verdad y de perfección, que es lo analizado por la 9º categoría: sociología como comunicación dialógica e intersubjetividad, como fundación de las ciencias vitales mediante la dialéctica entre ciencias teleonómicas y ciencias teleológicas. De momento nos quedamos con que ahora mismo nuestras vidas poseen verdad y perfección en niveles determinados; representando dichos niveles el grado de identidad del ente respecto del ser en su relación dialéctica con la nada.

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El fenómeno humano se presenta entonces como materialidad sintética del ser humano, superada sóla por el fenómeno del auto-conocimiento. El ser humano se relaciona con la verdad por medio del auto-conocimiento trascendentalidad inmanente, y también se relaciona con la perfección por la cualidad de sus interacciones naturales, siendo la Naturaleza la que nos orienta como síntesis temporal (más) verdadera y (más) perfecta. Entonces verdad sería ser-aquí-ahora-perfección, fenómeno que se da temporalmente en las realidades como materialidad de la praxis, basado en el movimiento transformador que propicia lo real. Repetimos que el concepto theos no entiende al Dios personal sino a lo divino impersonal y ontológico que se presenta por medio de la materialidad del ser, lo que equivale lógica y coherentemente a la inseparabilidad trascendental entre verdad y perfección, concluyendo que es imposible separar lo divino de la cultura (trascendentalidad) de su materialidad fenoménica (inmanente). De ahí que la metafísica represente la búsqueda feaciente de Dios (separación de lo divino) como olvido del ser, entendiendo ser como unidad entre lo divino y su materialidad cultural. Por eso mismo comprendemos la realidad como no-dual, realidad que refiere a lo real (dialéctica entre nada y ser) y a sus múltiples realidades posibles (realidad/es de la/s conciencia/s particular/es).

Estamos centrando y seguiremos centrando nuestros esfuerzos en la realización de una óptima exégesis escatológica de las religiones teístas, especialmente interesante ahora pues se precisa recuperar el denostado concepto de religión, apuntando a la religiosidad como actividad consciente y no como universal de la razón pura. Entendemos religión como concepto estético que comprende el fenomenismo del ser humano respecto de la verdad y la perfección. Diferenciamos entre la religiosidad moral de las personas como principio axiológico y la moralidad colectiva (religión fenoménicamente establecida), la cual subordina la libertad de conciencia particular por medio de las ideas universales (inversión metafísica de la jerarquía natural). No negamos la posibilidad de la Cultura como temporalidad cultural, como el cristianismo o los partidos políticos, sino que diferenciamos entre lo primario (naturaleza y cultura) y lo apriorístico (Naturaleza y Cultura), entendiendo que naturalmente lo trascentental permanece, pero lo fenoménico no; todo (fenómeno) fluye, nada (fenoménico) permanece, reviviendo a Heráclito. Conclusión: religiosidad constitutiva pero religión lo menos posible, pues representa siempre la amenaza absolutista a la que tratamos de derrocar.

Recibimos las sugestiones que Xabier Zubiri nos lanza hablando de religación entre Dios y el hombre, pero entendemos que la única religación posible es la que se da entre todas las posibilidades del ser-aquí-ahora, religando así únicamente lo divino aquí-ahora y no una supuesta obligatoria relación con entidades extrínsecas, extracósmicas o antropomórficas. Por último apuntar la importancia que para el ser-aquí-ahora como cultura tiene la religación con nuestro pasado, en forma de memoria y tradición, entendiendo la memoria como registro radical de la cultura, sublimando trascendentalmente la causa-efecto como condición de posibilidad y sublimando fenoménicamente la imperiosa necesidad de una memoria histórica, particular y también colectiva, registro de nuestra cultura individual y nuestra Cultura comunitaria.

4.4.3. Pulsiones, emociones y sentimientos.

El fenómeno humano como relación del ente con el todo-verdad-perfecta que conforma lo real es inseparable de las emociones y los sentimientos como fenomenismo provocado por la intencionalidad primaria de la conciencia y su apriorismo mental. En la conciencia los sentidos (cuerpo) y la mente son como uno (recordando a Spinoza), son inseparables. Esto conlleva comprender por un lado las emociones como apriorismo de la carga sensorial de las imágenes metales (fenómenos simples), y por el otro que los sentimientos serían la posibilidad de relacionar dichas emociones con la capacidad lógica de la consciencia (fenómenos complejos). Tendríamos entonces a las pulsiones como cinetismo primario relacionado a la constitución gnoseológica, tendríamos las emociones como dinamismo apriorístico relacionado a la constitución cognitiva, y tendríamos por último a los sentimientos como síntesis temporal posible relacionado a la cognoscitividad de los fenómenos complejos de la conciencia.

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Dejando a un lado el carácter primario de las pulsiones nos centramos en tratar los niveles más complejos, entendiendo las emociones y los sentimientos como fenomenismo trascendental humano, suponiendo la materialidad apriorística que refiere a las sensaciones primarias y su carácter ontológico. La metafísica niega la posibilidad del sentimiento como vínculo con la sensorialidad, lo que supone la gestión errónea de lo emocionalmente a priori, que precisamente es lo sistemáticamente comprendido por la metafísica como "no-ser": ésta es la lucha histórica de la metafísica contra el ser, y que obviamente es como querer tapar un volcán en erupción para evitar que salga lava. La metafísica no es más que sentimiento irracional, son emociones bajo ausencia lógica, descenso humano a la racionalidad sensitiva alejándose de lo sensitivamente racional propiamente humano. La razón pura rellena la ausencia lógica y el sentimiento es completado por medio de la fe como fuerza ideológica, como moral del sacrificio y el sufrimiento.

Observamos que el sentimiento sólo existe allá donde hay consciencia, lo demás simplemente son emociones, a lo sumo cabalgando en grupo guiadas por la jerarquía eidética de los universales, representando el carácter metrético (ratio) de la fe como voluntad irracional. Desde la perspectiva hermenéutica del fenómeno humano como circularidad estética los sentimientos se relacionan con la voluntad como capacidad cognoscitiva. El ánimo permanece, la mente como idea no: el cuerpo muere y el corazón sigue latiendo. Todos los fenómenos de conciencia representan de una forma u otra lo que entendemos por sentimiento. Es por ello que los vegetales no desarrollan lo sentimental-afectivo precisamente por la ausencia de racionalidad, posibilitando un desarrollo mayor en los animales desde la lógica de la acción-reacción, que termina imponiéndose como sobredeterminación (racionalidad limitada, sensitiva y no formalmente lógica).

La filosofía se ocupa de la lógica, la poesía del sentimiento. Existen determinaciones simbióticas entre lógica y cultura, uno y lo mismo visto desde la hermenéutica antropológica como modalidad del ser-aquí-ahora. Sentimiento como expresión de la voluntad racional. La metafísica, como voluntad irracional, no es más que sentimiento, no es más que burda poesía; es sentimiento iluso (supuesta independencia) e irracional (sensitivo), pues la razón pura como ausencia de pasividad reflexiva no llega a contemplar los sentidos en sus emociones mentales. Es por ello que la metafísica es el virus de la mente, enfermedad únicamente subsanable por medio de la contemplación lógico-sensorial. Concluimos que la metafísica ni es filosofía (pues carece de lógica) ni es en última instancia poesía (pues no dice nada acerca de lo sagrado), sino más bien es novela sentimental, relato de ficción que mediante la fe intenta abarcarlo todo, dejando como siempre sus pies (su falacia) al descubierto.

Hume, como buen materialista, apuesta por una moralidad emotivista. Como buen materialista observa que algo es bueno o malo por los sentimientos que provoca; es precisamente lo que ocurre en la conciencia particular. Supongo que el escepticismo metafísico que empapa el radicalismo material le impide observar que una cosa es la conciencia particular y otra cosa es lo real como trasfondo unitario, como verdad. Aunque supongo que desde dicha perspectiva no es posible siquiera planteárselo. Placer supone el consumo capitalista al nihilismo, pero en ello no podemos basar nuestra moralidad, sino desembocaríamos en el "hedonismo" postmoderno, acercándonos cada vez más a una vida robotizada y superficial en la que reina la falsa abundancia. De todos modos seguimos prefiriendo junto a Nietzsche pensar en la inocencia de la vida frente al sentimiento de culpa que propagan las religiones teístas. En la actualidad simplemente nos invade la nostalgia como tristeza por la pérdida de la vida que supone lo que ven nuestros cansados ojos, aburridos del triste espéctaculo y no resignándonos al nihilismo y a la inacción que amenaza con paralizarnos.

4.4.4. Libertad intelectual, cultura libre y paideia.

Consideramos estos fenómenos estéticos como desarrollo natural de la libertad de conciencia, como libertad ético-linguística, como libertad de comprensión. La libertad intelectual hace referencia al pensamiento ético; la cultura libre hace referencia a la praxis moral; y la paideia refiere a la política como arte de potenciar la ética sobre la moral,

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prolongándose naturalmente hacia el auto-conocimiento, precisamente lo contrario al dogma autoritario que nos propone la moral de las religiones teístas. Aquí descubrimos la relación tan íntima que guardan política y educación, y como pequeño ejemplo pensemos en lo que la metafísica fascista está atacando la educación en valores, teniendo lo público como un valor más entre los muchos que se mezclan por medio de la interculturalidad. También la cultura libre, como pivote de la biopolítica, es seriamente atacada por la actual metafísica. Tampoco la libertad intelectual se salva por el esfuerzo de los media y las leyes que aplican a internet, aunque ésta también sabe defenderse, no sóla sino junto a la cultura libre y su inherente carácter pedagógico como paideia natural.

La libertad intelectual como concepto estético se basa en la modalidad del conocimiento como auto-conocimiento. Ello supone la modalidad estética del conocimiento, intersubjetivo por naturaleza, posibilitado por los a priori que estamos descubriendo. Interpretamos que el conocimiento científico (simbólico-objetivo) tiene carácter trascendental en su modalidad unitaria, lo que deriva en la comprensión de que la propiedad intelectual, como propiedad que atribuimos al "no-ser", es simple y llanamente una violación de los derechos vitales, una desradicalización de la cultura por medio de los universales, pues potencia la imposibilidad de ser-aquí-ahora mediante la ontización (privatización) de lo divino; que lógicamente se desvanece en su trascendentalidad cuando es separado del todo-uno, negando así la radicalidad semántico-cultural que constituye los fenómenos posibles. También dicha discusión sobre la libertad intelectual puede plantearse alrededor del subconsciente, teniendo como objetivo prioritaria el derrocamiento del supuesto innatismo en el que tranquilamente se asienta la metafísica.

La libertad intelectual se basa en la conciencia como vacío de la mente, que a su vez se fundamenta en la intencionalidad primaria de la conciencia. Primero aparece la libertad en los sentidos por medio de la consciencia, y por ende se produce la liberación progresiva de la mente gracias al aumento del flujo sensorial. Siempre en aumento, nunca en detrimento; afirmamos que es imposible descender en la conciencia, lo que no imposibilita que una determinanda temporalidad mental ejerza contraproducencia respecto de la conciencia (dominancia temporal de la falacia eidética sobre la consciencia, enajenación temporal pero ya como contradicción y no como nueva síntesis). No puedo ser listo y después tonto, o inteligente y después torpe; sólo puedo desarrollar posibilidades, pero una vez que aumenta la consciencia sensorial las posibilidades anteriores se diluyen abrumadas por un nuevo y refrescante abanico de posibilidades. La libertad de conciencia determina que la propiedad no puede existir más allá de la propia integridad, o sea, integridad del cuerpo y la mente particular. La posibilidad de la propiedad intelectual se encuentra formalmente imposibilitada por la ausencia de intersubjetividad como pieza necesaria para cerrar el círculo del conocimiento (constitucionalidad hermenéutica del conocimiento científico). No hay auto-conocimiento sin intersubjetividad, sin alteridad, sin interacción dialógica con la Naturaleza, debido a nuestras limitaciones fenoménicas. La metafísica como propiedad intelectual supone la negación de las transformaciones teleonómicas del espíritu, independizando ilusamente los procesos creativos y llegando a practicar una sedición violenta del conocimiento natural, basada en el intento de ontización de lo ontológico-modal.

Poco más hablaremos de la Cultura libre, pues la cultura es constitutivamente libre, referiéndonos entonces de manera tautológica con dicha conceptualización. Cultura libre como fenomenismo trascendental de la libertad intelectual que constituye al ser humano. La cultura es libre cuando es consecuencia de la propia cultura y no de la razón pura (cultura heterónoma, moral heterónoma); en contra de lo que piensa la metafísica la Cultura no puede ser causa de la cultura sino al revés. La cultura libre se basa en las comprensiones ontológicas de la unidad trascendental y de su consecuente diversidad fenoménica natural. Concluimos que la cultura libre representa la impermanencia de la Cultura particular y colectiva (caos fenoménico consecuente por la unidad trascendental inmanente), teniendo el auto-conocimiento como espiritualidad libre, culturalidad del ser-aquí-ahora. Por todo ello nos vemos obligados a identificarnos con las producciones Creative Commons, ejerciendo así una verdadera protección del patrimonio intelectual (la Cultura se defiende compartiéndola). También relacionamos dicha libertad cultural con el software libre (linux, ubuntu, etc.), o con la paideia como pedagogía libertaria que respeta los procesos particulares de vida.

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Por último (y no por ello menos importante...) concebimos como parcialidad ontológica de carácter estético a la paideia como educación libre, como actitud pedagógica libertaria, pedagogía de la sugestión, conocimiento por y para el auto-conocimiento; saber para saber hacer, culturalidad práctica como transformación permanente. Interpretamos la educación como simple cultivo de la salud fisiológica y mental, sin por ello legislar los contenidos morales, pues se fomenta la autonomía moral y la diversidad cultural del conocimiento como praxis trascendental. Todo ello lo relacionamos con una especie de ecologismo social integral, vitalidad religiosa mediante el amor, potenciando las interacciones axiológicas que se dan en el proceso de auto-conocimiento por medio de la cultura y el pensamiento reflexivo.

Venimos comprendiendo que poco podemos aportar después de la explosiva atomización que se está produciendo en el ámbito estético, erigiéndose en nuestros días como bandera de la resistencia intelectual frente a los despropósitos de la Cultura metafísica. Nos afiliamos a la pedagogía progresista de John Dewey haciéndonos eco de las contradicciones que resalta la Escuela de Franckfurt con La sociedad administrada o Ivan Ilich con La sociedad desescolarizada. También nos sugiere pensar la interpretación de F. Savater hace cuando afirma que la educación es cercenar parcialmente, tomando el ejemplo de la necesidad de soporte que la hiedra tiene para desarrollarse óptimamente. Por contra la pedagogía libertaria tan desarrollada en latinoamérica (proyecto Pesta como buena referencia) nos habla como dijimos anteriormente del respeto sobre los procesos particulares de vida, teniendo a la familia como ámbito público. Supongo que la metafísica no está de acuerdo. Recomiendo el excelente documental La educación prohibida, en la que se exponen de manera pedagógica los principios que sustentan la filosofía de la educación libertaria que desde la ontología hermenéutica se propone.

Coincidimos en la necesaria capacidad autodidacta de las personas, negando el absolutismo cognoscitivo que se le aplica a la universidad. Muchos son los que denostan esta supuesta "Institución del Conocimiento", muchos son los que han rechazado su paso por ella y no por ello pierden la equidistancia entre cielo y tierra, acordándonos así de Shakespeare y otrxs muchxs. Hay muchos tipos de educación, procesos que se relacionan por su modalidad unitaria como rechazo de la educación metafísica (materialismo intelectual). También está la educación en casa, para lo que podríamos tener en cuenta los matices psicológicos que pudieran aportar Lacan y Freud sobre la educación familiar: el primero habla del clivaje que se da entre papa-ley y mama-deseo; el segundo nos relata su complejo de Edipo. El caso sería mantener nuestra interpretación holística e integral de cada temática, como por ejemplo la alquimia, que se presenta como disciplina integral de conocimiento divino; es sobre dicha modalidad que podemos encontrarnos libremente. Actualmente resulta imprescindible simplificar las cosas y adaptarlea a generaciones venideras. Hacer por ejemplo como hizo Isaac Luria, que trabajó la Cábala y puso sus esfuerzos en transmitir dicho conocimiento de una manera sencilla, valor no precisamente en auge en la época que nos toca vivir.

4.4.5. Mente sana in corpore sano.

La categoría estética como materialidad fenoménica de las relaciones interactivas se expresa por medio de la diversidad fenoménica que posibilita la cultura. El cultivo teleonómico del fenómeno humano se basa apriorísticamente en la voluntad de supervivencia, lo que implica un cultivo espiritual como protección radical del cuerpo y la mente, como posibilidad de ser-aquí-ahora-consciencia. Es en el cuidado del cuerpo y la mente donde se identifican la cultura libre y la libertad intelectual, precisamente donde la paideia encuentra su sentido trascendental.

Una mente sana se asienta en la cultura del conocimiento y el diálogo, en el cultivo de la conciencia y el intelecto. En el deporte fortalecemos nuestras conexiones mentales, promovemos la sostenibilidad biológica y el bienestar placentero de los sentidos. Además el deporte puede ser sublimado en relación a los sentimientos que posibilita la consciencia. El deporte es un elemento capital en la dinamización social de las Culturas ontológicas, pues desarrolla cuerpo, mente y consciencia por medio de la alegria y la serenidad. El deporte también nos manifiesta la relación

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entre cuerpo, mente y consciencia visto desde el punto de que el acto de jugar trata de armonizar Naturaleza y naturaleza, trata de identificar Naturaleza-ente con naturaleza-sentido, coordinar mente con instinto (por ejemplo encestar en una canasta). Deporte como relación entre los a priori trascendentales y sus posibilidades fenoménicas, como ontologización del cuerpo y la mente.

Ya se dice que lo importante es participar, de la espiritualidad anímica, de la experiencia del cuerpo-mente como unidad. Desde el hedonismo espiritual que nos caracteriza nos interesa la producción de endorfinas que se produce por medio de los deportes placenteros, especialmente la risa y el sexo, teniendo el baile como excelente expresión de lo divino. Pero en la actualidad el cuerpo sano se queda a un lado por la omnipotencia metafísica de la mente-conciencia, lo que tristemente contemplamos a través de la paupérrima alimentación que llevamos a cabo. Aberrante superficialidad con sabor a plástico, deslocalizando las redes productivas en favor de una alimentación de masas de carácter marcadamente especista. Intolerable, insostenible, inaguantable. No a la robotización de la alimentación, no a los transgénicos, si a la radicalidad vital, a lo dulce y a lo amargo, a lo verdaderamente gustoso, y en última instancia sí a la muerte como límite, tratanto de eliminar así el miedo a la muerte que propaga la cultura metafísica y su intrínseca superficialidad banal. Aún recuerdo las palabras del director de Nestle como epílogo del documental We feed the world, apologizando sobre el agua como bien de consumo (privado), sobre transgénicos o sobre la alienación robótica del tecno-trabajador contemporáneo. Basta de mente mal-sana in corpore mal-sano.

"Nietzsche parte de que la exuberancia de fuerza corporal y de vitalidad es el estado más positivo, como lo demuestra el ejemplo del artista que crea la obra de arte clásica, ya que esa fuerza vital puede espiritualizarse, sublimarse y canalizarse hacia la creación de una cultura siempre más elevada. La civilización europea, en cambio, se ha desarrollado desde la suspicacia y la desconfianza hacia lo vital, desde el desprecio ascético de los estados corporales en los que la vitalidad exuberante de una fuerza acumulada y acrecentada se despliega dejando que se desborde su sobreabundancia de poder y , por miedo a estos estados, ha revalorizado y promovido los estados opuestos, es decir, el debilitamiento, la culpabilización, el desprecio de uno mismo, la humildad, la castidad, la abnegación, etc".(La experiencia dionisiaca del mundo, Sánchez Meca).

5. CULTURA Y COMUNICACIÓN.

Ante todo comenzar refieriéndonos al título que presenta este apartado, que postula los fenómenos culturales (culturalidad) como determinación de lo racional (comunicación) y sus posibilidades de conocimiento colectivo simbólico (Cultura). Es por ello que primero trabajaremos la modalidad dialógica de la comunicación, y más tarde los aspectos teológicos de la práctica sociológica. Ahora presentamos las determinaciones de la cultura que se dan como inmanencia trascendental sobre los procesos comunicativos que constituyen a la persona.

Esbozado el estudio científico de las categorías anímicas y espirituales, nos proponemos el análisis del estatuto científico de la pieza clave que logra cerrar el círculo del conocimiento en el aquí-ahora, siempre al margen del innatismo metafísico y sus significaciones sentimentales. La intersubjetividad se presenta como la posibilidad necesaria para cerrar el círculo del conocimiento, viajando desde las sensaciones de la mente subjetiva hasta las interacciones naturales entre racionalidades (que no razones, que no entre objetividades), por medio del proceso consciente de auto-conocimiento y cultura (comprobación empírico-simbólica de lo otro racional en lo uno sensorial y viceversa). Reconocemos entonces la intersubjetividad como comunicación dialógica en relación a las interacciones entre sensorialidad y racionalidad, atribuyéndole por ende carácter teleonómico.

Una vez comprendida la posibilidad de la comunicación en sí misma, podemos acercarnos mediante bosquejos a lo que entendemos por Cultura, para lo cual, en relación al criterio hermenéutico de comprensión ontológica, creamos la Sociología como estudio de la antropología cultural en su diversidad semántica (ciencia, filosofía, arte y religión). Entendemos así que la Cultura no es más que la materialidad de las intersubjetividades de una comunidad, y es por

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ello que su fenomenismo es temporal pero su trascendentalidad unitaria no; ésta persiste como telos. Desde la sociología analizamos el impacto cultural de la dialéctica entre teleología espiritual (linealidad) y teleonomía anímica (circularidad), lo que convierte a la sociología en una contemplación anímica (circular) de los fenómenos espirituales (lineales). Naturalmente comprendemos la posibilidad de la diversidad cultural y reconocemos su carácter unitario en la modalidad dialéctica entre Cultura (fenómenos subjetivos) y cultura (trascendentalidad intersubjetiva).

Estudiamos el fenómeno de la cultura como teleonomía: palimpsesto infinito, telos del espíritu, mundo cuántico de las posibilidades, mundo en el que caben muchos mundos. Ello lo relacionamos, por una parte con el sujeto como potencia (sentidos), por otra con su subjetividad como forma (mente-espíritu) y por último con la intersubjetividad como acto (cultura consciente). Tras la investigación sobre el ser y la nada, la realidad de los fenómenos y los principios del conocimiento estamos en disposición de estudiar la circularidad intrínseca que cohesiona el proceso del conocimiento. Dicha dialéctica entre consciencia y sensorialidad por medio de la mente nos permite regular las comunicaciones dialógicas desde la presencia conceptual de lo que entendemos como naturaleza humana, que arqueológicamente bautizamos como hermenéutica antropológica, criterio satélite que propicia una cultura basada en la autonomía teleológica, concluyendo que teológicamente hermenéutica antropológica y teleonomía son una y la misma cosa.

Construyendo los postulados científicos básicos en los que se asienta el criterio interpretativo de los fenómenos culturales que aquí se propone nos iniciamos en la estructuración del estudio de las Culturas (antropología cultural) bajo dichas determinaciones. Cultura como estudio simbólico de una comunidad en sus aspectos cosmo-linguísticos (ciencia), astro-éticos (filosofía), psico-políticos (arte) y antropo-estéticos (religión). Son múltiples las relaciones recíprocas que podemos descubrir entre las diferentes ontologías regionales, pues todas beben de la misma fuente, la que tiene al caos natural como orden absoluto. Astrología y ética se relacionan mostrando que el pensamiento en última instancia tiene que responder a la pregunta por mi ser concreto y no por el ser en general, atendiendo a que el ser es medio y no fin, interpretando que la última pregunta es sobre el astro que somos y no sobre el kosmos. También relacionamos psicología, política y arte reafirmando la negación del innatismo, interpretando a su misma vez el arte como determinación política del sujeto frente al grupo que se da por medio de la cultura. Lo que conlleva, como hemos visto anteriormente en las ciencias teleonómicas, matizar el Arte como arte, potenciando así su carácter ontológico. De ahí la reificación que el dadaísmo lleva a cabo en el proceder de sus obras. Para finalizar concluimos que a mayor escala podemos entender Cultura como estudio colectivo de lo científico (cosmología y astrología), lo filosófico (psicología y antropología), lo artístico (linguística y ética) y lo religioso (política y estética). Clarificaremos la arqueología del saber en próximos capítulos, mostrando la hermenéutica dialéctica transversal al ser y al obrar; ahora nos quedamos con los fenómenos culturales y sus posibilidades comunicativas en relación a las ciencias vitales.

Mucho se ha desarrollado la sociología desde finales del siglo XIX en Alemania. Para enriquecer nuestro debate proponemos los pensamientos de Max Weber, o la habermasiana Teoría de la acción comunicativa, pedagógicamente expuesta por Sánchez Meca en su Teoría del conocimiento. Este introduce el concepto de interés, en relación con la fenomenología y su intencionalidad consciente. También habla de Marx y el trabajo, y también habla de lenguaje junto a Adorno, Horkheimer y Gramsci. Pues es ahí donde se han producido interesantes debates, posicionándonos más junto a Adorno que junto a Habermas, especialmente cuando el primero realiza su Crítica de la Cultura, llevando a cabo dicha crítica desde el arte, con una introducción de gran interés. Ontológicamente propone el alma del arte frente a la diversidad relativista actual, tratando de llevar a cabo lo que pudiéramos denominar "expropiación de la conciencia". En ello colabora junto a su amigo Horkheimer, pudiendo encontrar un buen desglose de sus pensamientos en el libro citado anteriormente de Sánchez Meca.

"Asumir la hermenéutica como una ontología de las ciencias sociales pasa, lógicamente, por una definición de la discursividad sociológica, es decir, de la teoría. Sin embargo, las dificultades para definir qué es la teoría social son múltiples, podemos

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comprenderla de acuerdo a varios criterios: de acuerdo a su alcance, a su intencionalidad, a su relación con la praxis, etc. Trabajamos en estas páginas con la definición de Jeffrey Alexander, para quien las teorías sociológicas no son sólo intentos de explicar el mundo sino esfuerzos por evaluarlo, para comprender más amplias cuestiones de sentido. Como son formulaciones existenciales y no solo científicas, invariablemente tienen enormes implicaciones políticas".(Hermenéutica como ontología de las ciencias sociales, Diego Larrique).

5.1. Comunicación dialógica.

Hablamos de comunicación dialógica como intersubjetividad basada en la subjetividad del sujeto. Atribuimos a la comunicación dialógica la posibilidad de su estatuto científico-artístico como propedéutica comunicativa basada en el conocimiento lógico-cognoscitivo, relacionado directamente a la propedéutica como praxis lógico-artística. Dicho proceso se fundamenta en la racionalidad humana, y posibilita la fundación ulterior de lo que entendemos por Cultura, objetivando ésta temporalmente sólo con fines pedagógicos. Dicho estatuto científico y artístico refiere a la hermenéutica antropológica como criterio satélite que rige la teología, por ende la comunicación y por último la Cultura.

Es obvio y evidente que la interacción comunicativa existe en la Naturaleza, pero la comunicación dialógica refiere exclusivamente a la praxis liberada por el raciocionio y su capacidad intelectual, posibilidad completada por el desarrollo y la evolución biológica de los seres vitales. Insistimos en recordar la atemporalidad cinética de lo racional, y por ende la temporalidad dinámica de la propia razón. La gnoseología refiere al ente vital primario y su sensorialidad, representando la conceptualización de sujeto; la cognición refiere al ente vital apriorístico y su espiritualidad, representando la conceptualización de subjetividad; la cognoscibilidad refiere a la posibilidad de armonizar las interacciones entre subjetividad y sujeto, representando la conceptualización de intersubjetividad.

Es en la intersubjetividad, que hace referencia a los fenómenos empíricos y trascendentales del ser, donde encontramos la fusión de horizontes que propone Gadamer como posibilidad, posibilidad subjetiva de objetividad parcial, limitada y siempre temporal. La "objetividad" de la subjetividad no es más que la consciencia de la propia subjetividad, la cual puede comprobarse empírica y trascendentalmente por medio del todo. Ni podemos obtener la objetividad deseada ni deseamos la objetividad al precio de estancar el conocimiento y la vida misma. El criterio satélite es como el fundamento del ser, temporalidad inestable superada por las emergencias ontológicas de la nada representadas mediante el acontecimiento. Ni dualidad sujeto-objeto, ni objetividad, ni independencia posible. Todo depende del observador (Einstein), el espíritu crea el mundo (Budha).

La Cultura como materialización colectiva de las culturas particulares requiere de un estudio científico de los fenómenos que participan en la comunicación y de sus inherentes relaciones interactivas. Dichos elementos de base teleonómico-química y con proyección físico-trascendental conforman lo que entendemos por estudio sociológico de la cultura (particular y colectiva). Concretando nuestro análisis terminaremos identificando dicho estudio con la investigación identitaria entre fenómeno teleonómico y verdad-perfección como teleología del ser. Sociología entonces como estudio de las relaciones entre sujeto, subjetividad e intersubjetividad, regido bajo la interpretación que relaciona teleonomía de la cultura (como espíritu) con la teleología teórica (como alma), analizando la cohesión científica de dicha propedéutica comunicativa respecto de la dialéctica entre teleología espiritual (todo) y teleonomía anímica (uno).

5.1.2. Sujeto y subjetividad.

Nos referimos al sujeto y a su subjetividad como elementos necesarios que posibilitan el fenómeno de la comunicación intersubjetiva, como representación del matrimonio que se da entre subjetividad y sujeto en el proceso de auto-conocimiento. Aunque parezca aparentemente paradójico, necesitamos de las interacciones culturales con el entorno

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para conocernos a nosotrxs mismxs. Entendiendo al sujeto y su subjetividad como lo necesario, que engloba lo primario (sujeto) y lo apriorístico (subjetividad), entendemos la intersubjetividad como posibilidad necesaria, pues no contemplamos ésta como una opción entre otras, sino como una necesidad de conocer nuestra naturaleza desde nuestra Naturaleza, incluyendo el conocimiento de la Naturaleza de lo otro (que en última instancia es lo mismo, lo otro de lo mismo). Desglosemos poco a poco...

Conceptualizamos sujeto a grandes rasgos como fenómeno astrológico determinado cosmológicamente. Entendemos el sujeto como materialidad primaria de la síntesis, representada por la ontología de los sentidos. Sujeto como cuerpo físico que no refiere al dinamismo teleológico del espíritu (subjetividad) sino al cinetismo original de la síntesis energética temporal (mecanicismo): el sujeto no refiere a lo teleológico (subjetividad espiritual) ni a lo teleonómico (intersubjetividad cultural), sino que refiere a lo mecánico (sujeto como sensorialidad acción-reacción). Sujeto como elemento capital que refiere a la intencionalidad primaria de la conciencia como sensación de realidad, ser arrojado como ser-ahí, ser límite y a la vez ser uno.

La subjetividad representaría el fenómeno antropológico-diverso determinado psicológicamente. Subjetividad como inmaterialidad apriorística de la síntesis, representada por la constitución ontológica de la mente. Subjetividad como mente, apriorismo de la ontización teleológica, espiritualidad diversa que relaciona sujeto e intersubjetividad. Dinamismo necesario ante la posibilidad de cerrar el círculo del conocimiento por medio de las interacciones culturales de la subjetividad. Subjetividad como teleología del espíritu, por lo que consideramos a Hegel como uno de los mayores conocedores de la parcialidad teleológica del espíritu, lo que no impide atribuir a éste algunas confusiones capitales que conforman la falacia metafísica como identificación entre síntesis y absoluto, situando en el ámbito interno las transformaciones de la Naturaleza. Aquí encontramos el innatismo de la "Razón Pura" en su esplendor, invirtiéndo semánticamente la lógica cultural por medio de la espiritualidad subjetiva. Pienso luego existo es una sublime representación, cuando interpretado ontológicamente sería más bien al revés, como defiende E. Punset.

Estas determinaciones apoyan radicalmente la comprensión de que el todo (intersubjetividad como el todo sociocultural) no es algo teleológico (absoluto metafísico) sino que tiene carácter teleonómico (suma de subjetividades). La actualidad presente no se ajusta a las transformaciones culturales y a su guía por medio de la teleología del ser. La aplicación teleológica que la metafísica ejerce sobre la cultura produce la absolutización de la razón pura como "no-ser", en detrimento de un análisis crítico que oriente la cultura en las ideas que ésta misma posibilita naturalmente, por lo que concluimos que todo lo construido puede y debe ser deconstruido con la misma facilidad, en ausencia de resistencia ante la posibilidad responsable que nos aguarda: poder-ser-aquí-ahora como límite que une mente y consciencia, logos entre las múltiples realidades posibles y lo real-unitario.

Podemos relacionar los 3 elementos comunicativos con los 3 tipos de tiempo que tenían los griegos, en los cuales profundizaremos en el apartado de las antinomias culturales de la metafísica, despejando la relación enigmática entre lo interno sincrónico y lo externo diacrónico. Relacionamos al sujeto con el tiempo cósmico, con lo mecánico como antes hablábamos, pues los entes están sujetos primariamente al ser como ley, siendo eternos en su simple posibilidad sintética. Relacionamos a la subjetividad como la diacronía, pues el ente y su carácter matemático no son más que una proyección hacia el exterior, una forma lógica (y no ontológica) de percibir la realidad; de ahí la comprensión adecuada de lo dialéctico, que es precisamente el ser-algo en su opuesto, superando así la paradoja que enlaza lo interno y lo externo, negando la falsa dicotomía sujeto-objeto, considerando lo interno como una reflexión de lo inteligible-externo y considerando lo externo como una vivencia de lo cognoscible-interno. Únicamente así posibilitamos comprender la intersubjetividad como tiempo psicológico-sincrónico, entendiendo la radicalidad antropológica del espíritu-mente mediante la sincronía biológica del sujeto y su corporalidad sensorial.

Nos quedamos con: sujeto como tiempo cosmológico (cósmico); subjetividad como tiempo astrológico (diacrónico);

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intersubjetividad como tiempo psicológico (sincrónico). Por tanto nos encontramos ante la necesidad de comprender la intersubjetividad como una vuelta a la sensorialidad del sujeto, circularidad ontológica y hermenéutica, negando en su afirmación dialéctica a la metafísica como aislamiento subjetivo que siempre circula sobre sí mismo como una bomba que trabaja en vacío. Esto no es más que falsa conciencia, a propósito de la refinación bohemia de un sector actual de la burguesía respecto de la new age y el cambio climático, incluyendo su consumo bio en corporaciones transnacionales o la práctica de yogui que destensa el mundo empresarial.

Sólo nos queda la alteridad, la tierra prometida de una genuína ontología hermenéutica, siguiendo a Paul Ricoeur y otrxs muchxs. Nos queda el otro y no el "Otro", atendiendo a los matices que aportan Freud o Lacan respecto e esta problemática. Sólo nos queda afirmarnos en lo radicalmente contrario a la metafísica, lo ontológicamente otro (como diferencia radical).

5.1.2. Intersubjetividad.

Entiendo la intersubjetividad como interacción natural apriorística, entendiendo la radicalidad cultural que constituye a la persona. Es una interacción apriorística respecto del conjunto del conocimiento, pero es posible en referencia al sujeto como lo primario o a la subjetividad como lo verdaderamente apriorístico. Lo posible es cerrar el círculo del conocimiento, llevado a cabo única y exclusivamente por medio de la intersubjetividad. Cuando decimos que es una posibilidad necesaria refiere, por un lado a su necesidad como a priori cultural, y por otro a su posibilidad como cultura de la consciencia, como comunicación dialógica consciente. Entendemos que el fenómeno de la intersubjetividad refiere a la cultura como a priori, y ésta a su vez posibilita una comunicación consciente más allá de la acción-reacción, llegando a una circularidad cognoscitiva radicada en la cognición y sus aspectos gnoseológicos. Concluimos que el fenómeno de la comunicación representa la materialidad de los fenómenos culturales, y con ello nos seguimos orientando.

Interpreto la intersubjetividad como la relación que mantiene lo espiritual con lo anímico, simbiosis categorial que se da entre ambas; por ello tiene que existir cognoscitivamente una especialidad científica para su estudio, identificada históricamente como Sociología (Antropología Cultural). La intersubjetividad es una expresión espiritualizada de la propia consciencia: somos uno desde el todo, y ojo, no al revés (metafísica como uno-todo, diversidad monologizada, unificación fenoménica, civilización como ontización forzosa de la cultura). La intersubjetividad refiere a la contemplación, al entendimiento por medio de la lógica, a la dialéctica reflexiva del espíritu, a la meditación como cultivo del cuerpo y la mente, a la liberación del instinto, al método y a la capacidad crítica, a la praxis artística y a su sentimiento. La trascendentalidad teleonómica de la intersubjetividad supone el rebasamiento del espacio-tiempo por medio del ser-aquí-ahora. La posibilidad misma del auto-conocimiento está basada en la cultura como a priori, por lo que la intersubjetividad abarca las interacciones espirituales desde lo linguístico a lo estético, en relación con la teoría anímico-teleológica por medio de la sociología como 9º ciencia vital o teológica.

Una vez que desarrollamos una comprensión ontológica de los elementos que constituyen la comunicación como meta-origen del (auto)conocimiento de lo real (y sus realidades posibles) estamos en disposición de analizar sus consecuencias, entendiendo la Cultura como fenomenismo temporalmente establecido. Comprendemos dicha Cultura unívocamente desde la cultura, desechando por completo cualquier vestigio del innatismo de la razón pura. Es precisamente la praxis metafísica la que, por medio de sus falacias teóricas, aplica todo su esfuerzo en la permanencia fenoménica, teniendo al teísmo como corpus-sistema y a la misma vez realización consumada de toda su ideología. Relacionando la Cultura con sus 3 elementos comunicativos, analizaremos la Cultura metafísica como falacia del alma-sujeto (antropocentrismo), como falacia del espíritu subjetivo (endocentrismo) y por último como falacia del ser-aquí-ahora-cultura (etnocentrismo). Desde dicha perspectiva estamos sobradamente capacitados para ejercer una paulatina y rigurosa exégesis escatológica de las religiones teístas, proceso que colabora de manera determinante

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en la deconstrucción general de la metafísica que estamos llevando a cabo por medio de este interesante proyecto.

En conjunto con el corpus filosófico y metafórico de ímpetu unificador que las religiones promueven en general estamos construyendo los pilares de la Cultura ontológica, históricamente identificada con la religiosidad pagana, politeísmo que representa el único punto de fusión social posible, el cual se da por medio de un panteísmo generalizado y también mediante la libertad de conciencia. Panteísmo generalizado, hedonista, donde tiene la humanidad su punto de encuentro, apareciendo la intersubjetividad entre lo anímico-cuántico y lo espiritual-deístico (referido a la sublimación de la Naturaleza y no al teísmo de Dios). La Cultura ontológica no se basa en las falsas dicotomías míticas que la metafísica atribuye al ser y a la dialéctica, como por ejemplo sujeto-objeto o izquierda-derecha, lo cual trata sigilósamente de avalar el "no-ser" como posibilidad necesaria y no como posibilidad accidental que es. La Cultura ontológica tampoco se basa en aristotélicos contra platónicos o marxistas contra hegelianos, todo ese mundo de posibilidades ya está en nosotrxs, cinetismo armónico entre lo cuántico unitario y lo espiritual diverso.

5.2. Estatuto teológico de la Sociología.

Tras haber comenzado a mostrar las interacciones trascendentales e inmanentes que relacionan la cultura con la teleonomía espiritual respecto a la fenomenología de de "ser-en-el-mundo", profundizamos en la circularidad del conocimiento, partiendo de la transversalidad dialéctica que muestra la modalidad hermenéutica de la comunicación intersubjetiva, comprendiendo el apriorismo de la acción por (sujeto) y para (subjetividad) la Naturaleza, integrando al todo en un proceso simbiótico que posibilita los fenómenos simbólicos de la conciencia (intersubjetividad). La sociología, en su estudio de la comunicación intersubjetiva entre entidades (ya sea un indivio o una Cultura), se asienta en la culturalidad del espíritu afirmando la necesidad de interacción con el todo como posibilidad de veracidad "parcial", suponiendo que la consciencia como contradicción representa un reseteo actualizador de las percepciones subjetivas, aportándole a la intersubjetividad un estatuto no formalmente ontológico sino materialmente teológico, ámbito sujeto a transformaciones continuas, pues refiere a la culturalidad apriorística del ser y no a la ontología de la nada. La intersubjetividad, y por ende la sociología como estudio simbólico de ésta, además de ser una necesidad frente a la circularidad del conocimiento, conforma determinaciones que posibilitan su estudio fenoménico, relacionándolas directamente con las posibilidades epistemológicas de la ciencia. Sigamos caminando sigilósamente incorporando piezas al paso.

Entendemos por Sociología a la ciencia que estudia los fenómenos culturales que conforman la Cultura. La sociología apoya su estatuto científico en dos elementos radicalmente teológicos desde los que postula criterios interpretativos para un análisis ontológico de los fenómenos culturales. No hacemos referencia aquí a la pregunta sobre qué es sociología (lo cual también tratamos a continuación) sino cómo es la sociología, cómo se da o cómo se presenta, en qué necesidad se basa y por qué es posible. Es por ello que hemos dividido lo que es necesidad intersubjetiva respecto del objeto de análisis en los fenómenos culturales. Tras introducir brevemente los contenidos de la sociología, trabajaremos la circularidad del conocimiento (necesidad de la comunicación dialógica) y sus derivaciones posibles (criterio hermenéutico de interpretación cultural como metodología científica). El carácter ontológico de la teología nos muestra de nuevo que la praxis trascendental no es más que una identificación entre medios y fines, negando precisamente al ser (síntesis) como fin y a la consciencia como medio (contradicción), características fundamentales del pensamiento metafísico.

La sociología refiere a la Cultura como modalidad unitaria basándose en el estudio de los fenómenos culturales como un todo. Como ya hemos dicho refiere a un estudio anímico de la espiritualidad, un comprender lo concreto cultural desde lo abstracto; comprender desde la naturaleza humana como teleología y teleonomía; creación de conceptos relativos a la Cultura y sus fenómenos. Entendemos Cultura como expresión colectiva de los niveles cognoscitivos. Tras fundar la posibilidad de conocimiento verdadero, fundamos la posibilidad de estudiar la Cultura desde sus 4

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ámbitos principales: Cultura como análisis científico, filosófico, artístico y religioso de las comprensiones particulares y colectivas.

Conviene recordar una cosita sobre el sentido de las ciencias especializadas: si la unidad del ser como naturaleza es infinita, por contraposición la diversidad fenoménica también lo es. El conocimiento de la realidad se basa en la praxis cultural, por lo que también es infinito su conocimiento, precisamente porque lo supuestamente absoluto (dialéctica entre ser y nada) es contradictorio. Es así como vamos forjando un concepto de verdad poliédrica, que por un lado rebela las limitaciones del espíritu, y por otro desarrolla las posibilidades evolutivas eternas mediante las contradicciones primarias de la conciencia. Es por ello que comprendemos la sociología como la praxis artística e intelectual por excelencia, interacción que posibilita que todo se muestre tal como es: contemplación, no-acción fenoménica, sólo acción trascendental de permitir, de posibilitar el desarrollo de las posibilidades, ya que todo puede ser comprendido por medio del uno como modalidad del ser.

Sociología como estudio de la comunicación como fenómeno teleonómico basado en la libertad de conciencia. Conocimiento sujeto a una comprobación de lo no empírico por medio de lo empírico (de su modalidad en el aparecerse). Ahí también la infinitud del conocimiento, ahí su telos, el telos como infinitud teleonómica. La sociología es arte desarrollado mediante propedéutica científica. La posibilidad de cerrar el círculo del conocimiento en la praxis niega la posibilidad lógica de cerrar el conocimiento en la teoría (razón pura). El ser y el desarrollo de sus posibilidades representa la divinidad, y las trágico-sagradas limitaciones del espíritu harían una referencia a lo divino debido a la infinitud libertaria de los fenómenos culturales: no devenir del ser sino ser del devenir, telos en el sí mismo teleonómico, teniendo a lo divino como ser-aquí-ahora.

Desde el reconocimiento de la intersubjetividad como elemento clave en la fundamentación de la posibilidad de conocimiento "más" verdadero que la ignorancia actual o primigenia, trazamos una modalidad hermenéutica antropológica asentada en la relación entre comunicación y naturaleza humana teológica. Desde su estatuto científico estudiamos los fenómenos comunicativos en sus carácteres paradigmáticos, comprendiendo primero las limitaciones del conocimiento (sujeto y subjetividad) y su inherente posibilidad de trascendencia intersubjetiva (sensación del todo-uno mediante las interacciones comunicativas con la Naturaleza). Es por ello que la paideia como actitud pedagógico-libertaria ante la vida se relaciona directamente con la autonomía didáctica de la propia subjetividad, pues yo puedo interactuar como naturaleza con mi propia Naturaleza o al revés, sin por ello convertirlo en una proclama contra otras interacciones o en favor de una forzosa soledad; dicho fenómeno se da, por ejemplo, en la masturbación. De hecho apologizamos que lo más interesante de todo es interactuar con lo que es y no puede "no-ser", o al menos lucha por "no-ser", pues es lo que es verdad eterna en la temporalidad de su perfección, y que podría valernos aquí-ahora como concepto de belleza.

Gadamer nos expresa sus inquietudes acerca de la aporética relación entre el ser y el sentido del texto, el cual puede considerarse como el problema capital de la hermenéutica como método de interpretación. Necesitamos traducir el sentido y no sólamente las palabras o las proposiciones, atendiendo a los usos particulares (libres) del lenguaje, enfatizando su carácter ontológico. Por ello hablamos de la hermenéutica antropológica como inherente criterio comunicativo (y por ende interpretativo) basado en la modalidad unitaria dialéctica, atendiendo al carácter dinámico de la razón, enfatizando los elementos simbólicos que conforman la culturalidad intersubjetiva. Hablamos entonces desde una perspectiva ontológica de comunicación "satélite", un satélite llamado poder-ser-aquí-ahora-realidad-real. Así aportamos base firme a la compleja tarea que sustenta la capacidad crítica, entendiéndola como capacidad de oposición dialéctica de un conocimiento parcial a otro, ensamblando así los múltiples lados del poliedro. Gozosamente comprendemos también por qué la metafísica se ceba en la búsqueda constante de conocimientos que mutuamente se excluyen, rechazando la suma y el conjunto desde una guerra santa que mantiene el supuesto aislamiento de la razón universal. Es aquí donde a menudo se muestra la metafísica como capacidad destructiva de la fe, como fuerza

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ideológica y como violencia, de una evidente carencia racional.

Una vez amarremos los fundamentos de la posibilidad sociológica estaremos en disposición de construir una crítica ontológica de la Cultura metafísico-capitalista mediante el bisturí que supone la lógica simbólica. No escatimaremos en capacidad crítica frente a la supuesta modalidad vital que en nuestros días se muestra de manera imperial, como símbolo de la consumación tecnológica de la razón pura y de la consecuente asfixia espiritual. La metafísica sólo puede ser comprendida desde la ontología, de ahí que el estudio ontológico de la metafísica ya sea post-metafísica (recordando a Heidegger o Hartmann), comprendiendo la inclusividad ontológica que atraviesa las comprensiones linguísticas que aquí estamos construyendo.

Por último y en relación a la contextualización de la post-metafísica intentaremos acercarnos a las posiciones de Giacomo Marramao cuando habla de la post-modernidad como segunda modernidad, aportando un sólido estatuto científico-hermenéutico al pensamiento post-metafísico, alejado del relativismo axiológico que banaliza la relación dialéctica entre la nada y el ser como verdad, poliédrica, ontológica y no formalmente lógica. Dios muere en la modernidad abriendo la post-modernidad como consecuencia de tan grande caída, provocando la atomización axiológica que incesantemente brota del vacío ignorante que el Señor tal nos ha dejado. La post-metafísica como pensamiento de la cultura ontológica supone un levantamiento afirmativo de carácter hermenéutico frente a dicho vacío, superando la depresión inicial en la que nos sume el nihilismo relativista y produciendo el alzamiento temporal de nuestra potencialidad teológica.

5.2.1. El círculo del conocimiento.

Ya hemos aclarado que el problema filosófico de Dios se identifica con el problema gnoseológico del conocimiento como posibilidad. La ontología cierra el círculo del conocimiento entre sujeto (gnoseología), subjetividad (cognición) e intersubjetividad (cognoscitividad temporal), determinando el carácter teológico de la naturaleza humana como hermenéutica antropológica comunicativo-dialógica. Hemos articulado los procesos primarios que posibilitan el conocimiento, seguido de una estructuración apriorística de sus pretensiones de verdad respecto del conocimiento sobre la physis como naturaleza del ser, o mejor dicho, del ser como naturaleza.

Tras la elaboración científica de una metodología cognoscitiva basada en las autonomías cognitivas podemos abordar las limitaciones del espíritu-mente desde la trascendentalidad de los fenómenos intersubjetivos como comprobación de lo no-empírico mediante lo empírico. Que un fenómeno sea científico y temporalmente objetivo no significa que no sea parcial; puede ser una parcialidad completa o muy completa, por ejemplo las matemáticas. La parcialidad y el solapamiento temporal de los conocimientos es lo que convierte a la comunicación en un arte, pues parte de la lógica matemática (verdad lógica) para derivar en lo simbólico-sensorial (verdad ontológica), concluyendo en una meta que se identifica con el origen.

La conciencia como logos posibilita el conocimiento, pero no es conocimiento fenoménico en sí mismo (innatismo); es vehículo y no contenido. De ahí la imposibilidad de llegar a la verdad desde el sí mismo de la conciencia, dependiente siempre de la intuición sensorial, de su intencionalidad original, y por ende de la necesaria voluntad racional de comunicación. El estatuto científico de la teología como capacidad lógica real de comprender y contemplar nos permite comprobar y relativizar la materialidad de los fenómenos empíricos por medio de su carácter científico; dialéctica entre lógica matemática (estructura científica) y lógica simbólica (modalidad semántico-artística de la cultura). Comprendiendo lo fenoménico podemos contemplar lo trascendental: no sería co-existencia sintética de los opuestos sino alternancia dialéctica, siendo uno en su opuesto pero desde su propia particularidad (unidad en la diversidad y no al revés, una vez más frente a la metafísica).

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Reconocemos las 3 etapas constituyentes del conocimiento (gnoseología, cognición, cognoscitividad) en su relación con los 3 elementos constituyentes de la comunicación (sujeto, subjetividad e intersubjetividad dialógica), dialéctica que conforma y cohesiona la posibilidad científica de la sociología como estudio antropológico de la cultura (Cultura como antropología cultural). La etapa gnoseológica del sujeto refiere a la intencionalidad primaria de la conciencia, la cual se proyecta al todo como sensación de realidad. La etapa cognitiva de la subjetividad refiere al desgarro óntico que supone la mente como particularidad y posibilidad misma del conocimiento autónomo, puesto que deriva gnoseológicamente de la unidad ontológico-sensorial. Y la etapa cognoscitiva como dialogía refiere a la posibilidad de una liberación cultural por medio de la temporalidad fenoménica, posibilidad de elevación y trascendencia de los propios límites por la libre elección de insertarse desde lo particular (espíritu-mente) en lo trascendental inmanente (alma-sensorial) por medio de la reflexión consciente (realidad de la sensación como intencionalidad cinética hacia la sensación de realidad como dinamismo real). Todo ello derivaría en un obrar artístico como habitar el límite, haciéndonos eco de la propues de Eugenio Trías.

Concluir recordando que el conocimiento muere y nace en la praxis, no saber por saber sino saber para vivir, no simplemente vivir sino vivir bien, vivir con dignidad. También recordar el carácter trascendental de la praxis contemplativa: no refiere al cinetismo interactivo de la comprensión trascendental, sino que refiere dialécticamente al dinamismo ontológico-sensorial de la no-acción fenoménica, de la acción ontológica de permitir, de liberar las posibilidades, de vaciar la mente, de contemplar algo permitiendo que se muestre con naturalidad. La existencia del todo-uno es permanente, y no posibilita la independencia de la elección respecto de la sensorialidad del cuerpo-sentidos. Ni razón pura ni innatismo; esto es puro misticismo sentimental. La contemplación no es quietud (metafísica) sino dinamys de lo cinético (auto-conocimiento en lo otro, alteridad). No vivimos en Dios sino que lo divino vive en nosotrxs; no poseemos la verdad sino que la verdad nos posee temporalmente mostrándose como acontecimiento ontológico, como apotheosis de la perfección trascendental.

¿Qué supone la mirada? ¿Qué posibilidades nos ofrece? ¿Qué ontología tan sublime la envuelve, que me permite iluminar tus rincones oscuros? Le dice el poeta a su amada. La mirada como ventana del alma, haciéndonos eco de Madamme Blavatsky y la circularidad del conocimiento que la teosofía nos propone, fomentando la benevolencia con el ignorante, educando la mirada haciéndole ver lo invisible, afirmando que los ojos más bonitos son los que han sufrido, o que en el llanto hay una especie de miopía, quizás haciéndose eco de la nada contradictoria, o del colapso cuántico de la conciencia como contradicción. La muerte de Dios nos brinda una explosión atómica de posibilidades científicas, seamos valientes y responsabilicémonos de nuestro existir, de nuestro ser y nuestro hacer.

5.2.2. Hermenéutica antropológica.

Entendemos la hermenéutica antropología como modalidad unitaria y teológica de la naturaleza humana, que va desde la posibilidad del conocimiento mismo mediante la gnoseología y su capacidad cognitiva hasta la posibilidad de conocimiento científicamente verdadero (temporalmente válido, no-falsado-aún), mediante la capacidad cognoscitiva de la cultura humana y sus interacciones constitutivas respecto de la Naturaleza. Por lo que decimos que la hermenéutica antropológica refiere al carácter dialógico de la naturaleza humana como conocimiento, como dialéctica que avaza hacia la verdad. De ahí que se hable de la hermenéutica como punto de confluencia, de cohiné del pensamiento, punto de encuentro entre panteísmo, deidad y hedonismo espiritual (contra el burdo hedonismo metafísico).

Hermenéutica antropológica como filosofía de la reflexión y la alteridad, afirmándonos junto a Paul Ricoeur contra la filosofía metafísica de la conciencia. Hemos señalado anteriormente el objeto de la hermenéutica en el plano semántico, por lo que recomendamos el texto de Ricoeur Existencia y hermenéutica, con el que nos afirmamos pues ofrece posibilidades en vez de cerrarlas, porque amplia el horizonte de fusión frente a la Naturaleza y potencia la

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riqueza interior que de manera divina nos constituye. Hermenéutica vital como lo sagrado, sagrado por incorruptible. Hermenéutica como razón poética, como poesía ontológica. Hermenéutica filológica en el plano reflexivo, hermenéutica sociológica en el plano semántico. Lo particular es lo real, lo abstracto es posibilidad, también real como realidad posible.

Decimos que identificamos a la hermenéutica antropológica con la naturaleza humana y su carácter teológico, pues recibe de ésta sus determinaciones dialógicas. El ser humano es un animal theológico, pues necesita de la verdad para sobrevivir, relacionando naturaleza y comunicación, lo que por ende hace del ser humano un animal comunicativo, cultural, social. La comunicación como interacción dialéctica entre naturaleza y Naturaleza nos permite comprobar fenoménicamente al ser en su viaje de ida y vuelta a los sentidos, pasando por el auto-conocimiento como sensorialidad conceptual, como inteligencia sentiente o mejor dicho como sentimiento inteligente, evitando así la reificación atemporal que la metafísica aplica a la mente-conciencia. Dicha comprensión de los fenómenos comunicativos nos permite trazar la existencia posible de un criterio regidor de los procesos dialógicos, que nos permita comprender e interpretar los fenómenos culturales e integrarlos en el todo original. Este criterio adopta la formalidad modal de la comunicación "satélite": ser-aquí-ahora como acontecimiento, ser pivotando sobre la nada y no al revés (lucha metafísica de contrarios). Este satélite significa la fundación óntica de las posibilidades del ser por medio de la auto-fundamentación ontológica del ser (y la nada) como realidad dialéctica, criterio que rige el kosmos y por ende al sujeto vital y a la comunicación humana como posibilidad de comprender lo mismo por y para lo diferente.

En Existencia y hermenéutica de Ricoeur podemos encontrar como éste realiza un injerto de la hermenéutica en la fenomenología, posibilitando la reflexión ontológica. Heidegger apuesta por una hermenéutica corta como ontología de la comprensión; por contra Ricoeur suscribe una hermenéutica larga basada en la epistemología de la interpretación, abriendo el cofre teológico de las posibilidades, vacío temático en Ricoeur (y Gadamer) del que bien se hace eco Alejandro Escudero en su artículo La teoría de las categorías en una ontología hermenéutica (disponible en la red, PDF). También se enfatiza la problemática existente entre prejuicio y método para la comprensión, aporías resueltas desde la perspectiva "satélite" que estamos proponiendo. Potenciamos la hermeneusis como exégesis, como interpretación del simbolismo oculto. Por último enlazamos filología y hermenéutica, haciéndonos eco de la metodología creativa daliniana en su paranoia crítica, atendiendo al mundo freudiano de la subconsciencia como reino del interés perceptivo, elemento constitutivo de la subjetividad.

La hermenéutica antropológica comprende la vida como existencia comunitaria, como transformación que auto-transforma para volver a transformar, de fuera a dentro para volver a salir. La hermenéutica antropológica determina la sociología como estudio de las relaciones de identidad entre las prácticas culturales y dicho ratio-satélite, criterio interpretativo de unidad que determina la diferencia como posibilidad. Compara las ciencias teleonómicas en relación con las ciencias teleológicas, partiendo de la cultura como lo real y no innatamente al revés. Primero es imprescindible conocer empíricamente los fenómenos culturales (teleonomía) para poder analizar sus factores teleológicos; invertir el proceso es metafísica, jerarquizando la cultura desde las ideas de la razón pura: la sensorialidad primaria ya representa holgadamente a la intuición como nexo lógico-natural con el uno.

Por todo ello y más reconocemos nuevamente nuestra naturaleza teológica, y desde la hermenéutica antropológica que aquí estamos construyendo reconocemos la autonomía simbiótica como estatuto político, estético y por ende sociológico del ser humano. No oponemos el camino del conocimiento al camino de la felicidad, pues aunque identificamos la falsa felicidad con la falsa conciencia metafísica reconocemos que sólo hay un camino, que es el de la felicidad por medio del conocimiento. Lo demás no es camino, y lo peor es que no siquiera caminar. No relativizamos lo divino, enaltecemos la pluralidad cultural que posibilita la unidad ontológica, reconocemos la dialéctica como logos transversal al existir, al ser y al hacer, al ser y al pensar. Gozamos en el caos sublime (naturaleza) que ordena la

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Naturaleza. El caos ontológico es unidad, la unidad ontológica es cultura, la cultura es libertad, la libertad es caos fenoménico, libertad de conciencia.

Reconocer al ser humano como animal teológico nos permite seguir encontrando determinaciones práctico-culturales de la teoría teleológica. Por ejemplo identificamos la linguística con la praxis de la teoría cosmológica, que representa el carácter científico de la existencia; la ética con la praxis de la teoría astrológica, que representa el carácter filosófico de la existencia; la política con la praxis de la teoría psicológica, que representa el carácter artístico de la existencia; y la estética como praxis de la teoría antropológica, que representa el carácter religioso de la existencia. En la parte IV intentaremos sintetizar levemente la arqueología del saber por medio de una sistematización cualitativa de las diferentes posibilidades científicas, entablando entre ellas una jerarquía interdisciplinar que reconozca firmemente el límite de nuestras posibles pretensiones de absoluta objetividad.

5.3. La triada mítica de la Cultura metafísica.

En apartados anteriores hemos desglosado los rasgos generales de lógica falaz que practica la especulación metafísica, asentada en la comprensión que invierte la jerarquía natural entre naturaleza y Naturaleza, malinterpretando los elementos que participan, difuminando sus estrechas relaciones, convirtiendo la existencia en una catástrofe por medio de la fuerza ideológica de la razón pura como idea de Dios. Reconocemos la existencia metafísica como olvido del ser (Heidegger), o más bien olvido de la nada ontológica por una supuesta absolutización óntica del ser, ignorando la intencionalidad primaria de la conciencia hacia el todo sensorial, convirtiendo la nada de la conciencia en innatismo eidético universal. La metafísica practica un despojo total de las relaciones naturales entre ser y realidad, construyendo antinómicamente una cosmovisión arbitraria basada en el orden del ente absoluto (Dios), provocando paradojas irresolubles desde dicha perspectiva, generando disfunciones importantes en la estructuración categorial del espíritu.

Recordamos que la falacia metafísica se basa en la ignorancia de la intencionalidad de la conciencia. La metafísica no comprende que la conciencia sea cinetismo primario hacia el todo significando ontológicamente la nada, el vacío, posibilidad de posibilidades. Ante ello postula que la conciencia es el ente inmóvil primario que jerarquiza los a priori de la Naturaleza, derivándose falazmente la existencia arbitraria de un ente absoluto que legisle lo real desde el mono-pensamiento metafísico (supuesta única realidad posible). A la conciencia fundamentadora de la metafísica la llamamos "Razón Pura", enfatizando el mundo eidético que postula como contenido innato. Ese Yo-Conciencia (cogito) ignora su relación con el todo, tratando ilusoriamente de independizarse de éste, incluso de su propio cuerpo y su inherente sensorialidad, haciendo siempre referencia a la dominación violenta de la mentalidad ideológica, confundiendo de camino intuición original con innatismo de la conciencia. Como consecuencia dichas comprensiones provocan el desgraciado caos axiológico en que vive la población desde hace siglos, pues invierten la comprensión entre unidad de la naturaleza y diversidad de la Naturaleza, derivando en un burdo fascismo infumable.

La metafísica como falacia del pensamiento provoca principalmente 3 falsas conceptualizaciones, referentes a los 3 niveles categoriales de existencia ontológica que posibilita la dialéctica como modalidad unitaria. Histórico-culturalmente se han tratado como los 3 mitos de la cultura dominante. La razón pura como posibilidad accidental de "no-ser" especula sobre los 3 elementos que participan del ser: alma, espíritu y ser-aquí-ahora (espíritu-alma, espíritu en alma). La primaria falacia mítica de la cultura metafísica plantea que si el Yo-Conciencia es el principio del conocimiento de la realidad, debe haber un ente al final del que parta todo el conocimiento y todo el mundo conocido en su generalidad, omnipotencia que lo engloba todo; yo soy limitado, pero algo habrá igual que yo pero ilimitado, perfecto. Así la realidad sería el todo-partes de dicho ente, fundamentando el innatismo como identificación entre el Yo-Conciencia como parte de Dios. Esta primera falacia lógica se interpreta como mito antropocéntrico, pues coloca al ser humano como regidor del universo, sea como Dios o como "Parte" de éste.

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La ausencia lógica es transversal al pensamiento metafísico, pero aún se hace más patente en el 2º y 3º mito, donde la fuerza animal se encuentra con la ideología. Se postula que Dios es inalcanzable por ahora, pero no se descarta estar lo más cerca posible de Dios. El Yo-Conciencia comprende una jerarquía hacia Dios como suma de "Partes". Entonces todas estas "Partes" representan a Dios. Por otra lado hemos dicho que Dios no es todo, sino que es suma de partes. Puesto que el Yo-Conciencia es síntoma de ser-Parte, los entes diferentes a mí representan el "no-ser-Parte". Así se explica metafísicamente que algunos sean hijos de Dios y otrxs no. Puesto que la realidad es cuantitativa, es en detrimento de éstos donde se encuentra el ascenso en mi jerarquía, precisamente sumando "Partes", ya sean "Partes" oficiales o impurezas ("no-ser-Parte"). El caso es sumar en ascenso y englobar todo bajo la idea de razón pura, construyendo así el camino hacia el Reino de Dios, que discrimina entre los "no-ser-Parte", los ser-Parte y Dios como cima. Ahí la jerarquía metafísica de las civilizaciones teístas. Dios no es tonto y sabe que puede ser difícil doblegar al "no-ser" por medio de la teoría y la palabra, así que delega la violencia animal en el Yo-Conciencia como fuerza que representa la ideología de Dios. La primera diferencia que capta la mente humana es la diferencia de especie y también de género, lo que implica colocar a plantas y animales al servicio del humano, y después colocar también al sexo opuesto, todo al servicio del Yo-Conciencia más fuerte, más violento, más feacientemente ideológico. Es mediante la fuerza física de dominación como el Yo-Conciencia-(Hombre) domina violentamente a la Mujer-Diferencia. Es el mito endocéntrico. La fuerza ideológica de la razón pura se convierte así en el criterio regidor del libre albedrío que supuestamente representa lo terrenal. No olvidemos que este 2º mito responde al endocentrismo del Yo-Conciencia, representado como androcentrismo afirmando la dominación cultural que el género másculino impone sobre el género femenino.

Así es como se va construyendo el mito metafísico: Historia Universal del Hombre, a lo que el 3º mito incorpora los atributos geo-culturales de occidente, enalteciendo lo Blanco y Judeo-Cristiano, en nuestro caso, que ya vemos que no somos los únicos, atendiendo a la co-existencia metafísica junto al Islam y el Judaismo. Tras vencer ante el género opuesto en el camino jerárquico hacia Dios, ahora toca discernir que grupo dentro del género es el que más se identifica con Dios. Es el 3º mito: el mito etnocéntrico, pues refiere a la supuesta superioridad de una Cultura sobre otra, auto-proclamándose la Cultura que vence como criterio regidor de la Cultura de modo universal (pretensión absolutista), posibilitando la aparición de la idea de Civilización (en este caso Occidental). De hecho es en este mito donde se consagra la dominación violenta en nombre de Dios y su Reino, pues la metafísica necesita constantemente de la guerra contra la diferencia para mantener ideológicamente su frágil castillo de naipes. La metafísica representa la negación misma de la vida por el miedo que provoca la morticidad evidente del espíritu, produciendo una consecuente represión del cuerpo y también opresión de la conciencia.

Culturalmente interpretamos la metafísica desde este triángulo prismático; todos los fenómenos de la Cultura metafísica tienen un rasgo antropocéntrico, tienen su lado endocéntrico, y también siempre podemos encontrar su sesgo etnocéntrico, que últimamente se hace más palpable debido al auge fascista del imperialismo financiero dominante. Estos 3 mitos son destruidos desde una comprensión ontológica de lo real, derivando conclusiones contrarias a la metafísica que son excluyentes respecto a ésta. Los pilares de la Cultura ontológica han sido, están siendo y serán ampliamente trabajados por la racionalidad humana que aquí ejercemos: del antropocentrismo al somos-nada-todo; del endocentrismo al yo-soy-tú; y del etnocentrismo al yo-soy-misma-diferencia. Confirmar que en España nacemos en la ignorancia de la Cultura metafísica, y en eso estamos, algunxs más que otrxs. Ante las cotas metafísicas actuales, de principio todxs somos culpables. La educación debe basarse en el siglo XXI en la erradicación de la falacia metafísica como posibilidad necesaria que trabaja por un mundo mejor. Profundicemos un poco más sobre los 3 mitos metafísicos en sus respectivos apartados.

Seguimos abriendo los brazos a un panteísmo generalizado, a un deísmo ontológico, a un hedonismo espiritual. Nos abrimos a la religiosidad pero no a la institucionalidad de la religiosidad que constituye al fenómeno humano en su esteticidad. La religión siempre debe restar débil, flexible, abierta y no dogmática ni autoritaria, fomentando el anti-

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liderazgo, tan inestable como el fundamento del propio ente religioso. Nos abrimos a lo sagrado teniendo precisamente a las religiones teístas como lo verdaderamente profano. Ni filosofía teleológica de la Historia ni reino de Dios como Progreso, ni homosexualidad como enfermedad ni superioridad ontológica del hombre sobre la mujer. Ni metafísica barata de los curas ni tomismo extraviado precisamente de la mano de Dios, ni libertad que se funde en la dignidad deontológica que predica la casta sacerdotal. Recordando a Deleuze suscribimos que la metafísica no es más que fantasmagoría y simulacro, y al menos nosotrxs queremos mantenernos en vigilia frente a la ensoñación metafísica de la que nos advierte Heráclito. Ánimo, juntxs podemos.

5.3.1. Las religiones teístas.

"La crítica que Parménides de Elea dirige al antropomorfismo mitológico, continuando la tarea filosófica de su maestro Jenófanes, sí alcanza la esencia mitológica del mito en el centro, alcanzando al hombre en el centro, pues proyectar la temporalidad del mortal en la eternidad del ser-eterno: matar el ser y producir el ser, de acuerdo con los procesos genésicos del tiempo sucesivo que sub-ponen el no-ser (antes) del que saldría el ser (después); o subponen el Ser-Uno (antes) del que saldrían los múltiples (después), matando al padre dividido, y sustituyendo luego el siguiente al anterior, sustituido a su vez cuando le toque, inservible y olvidado por el que viene a ocupar el efímero lugar quizá unos días... constituye el mito esencial del hombre irracional-racional, es decir: el hombre del poder, el hombre del cálculo, en todas las sociedades ajenas a la experiencia del pensar, y sólo sometidas a la autoridad de las costumbres y su sanción binaria: integración o exhilio, en todos los órdenes de la identidad cósica, la esperanza, el castigo, y la administración de la sobrevivencia, sombríamente obsesionada por una amenaza de muerte sin márgenes".(El nacimiento de la filosofía en grecia, Teresa Oñate).

Las religiones teístas representan la fundación del mito antropocéntrico, postulando la existencia de un Dios antropomórfico y extrínseco (incluso extra-cósmico), que por deducción metafísica en los mitos posteriores se le aplican las cualidades de Hombre-Blanco. El teísmo se basa en la falacia del Yo-Conciencia como principio del conocimiento: el pienso luego existo del cogito. Dicho razonamiento ignora la intencionalidad primaria de la conciencia, lo que posibilita la falaz comprensión que basa la fundamentación de la realidad en un ente jerárquico absoluto, lo que ayudará a Hegel a construir un concepto de espíritu como contradicción, atribuyendo al ente jerárquico las propiedades de síntesis absoluta de todas las contradicciones posibles, hablando así de Reino de Dios como Fin de la Historia, entendiendo la Historia como metodología teleológica hacia Dios (fenomenología hegeliana del espíritu). El Yo-Conciencia interpreta al ente jerárquico como una perfección sintética de todas las virtudes celestiales, lógicamente superior y fundamentador de todo lo que existe supuestamente en la tierra. La vida se convierte en un camino hacia Dios; cuantas más cualidades sumemos más cerca estaremos de Él, seremos más en Dios. Pero la exégesis escatológica de las religiones teístas se cierne imparable ante el vacío inmenso que propicia la anunciada muerte de Dios, recordando junto a Aristóteles que la conciencia, al igual que el número, lo es siempre de algo, conciencia de vida, deconstruyendo así la radicalidad pitagórica en la que se asienta el pensamiento metrético de la metafísica.

De momento dicho planteamiento aporético rebela apriorísticamente 3 antinomias principales: la primera es que existe una ascensión infinita hacia Dios (es inalcanzable debido a nuestros límites) pero a su misma vez Dios representa el fin de dicha infinitud: Dios como síntesis significa el Fin; pues si no existiera tal fin la sucesión infinita no tendría un objetivo óntico definido. Surge la arbitrariedad en el fundamento de Dios como síntesis. La segunda es que si Dios tiene carácter cuantitativo (Sustancia) como suma de todas las cualidades (esencias), el mundo sería un todo-Partes de Dios como veníamos hablando en el apartado anterior. Esto lógicamente incluye al mal (que existe) entre las cualidades de Dios. Por lo que la metafísica y su manifiesta arbitrariedad derivan en la implicación de que no todo es Parte de Dios, sino que en el mundo conviven el ser y un supuesto "no-ser", identificando a dicho "no-ser" con todo lo que no refiere al Ser como Dios. Ello implica relacionar (desde Platón) al "no-ser" principalmente con el cuerpo-instinto (que niega constantemente la ideología de Dios) y también con la cultura (que constantemente quiere transformar la idea de Dios). La tercera antinomia que postula el mito teísta es la fuerza animal heredada de Dios para

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posibilitar un confortable camino teleológico hasta el Absoluto-Juicio-Final, lo que posibilita la interpretación de la construcción del Reino del Señor como lo que anteriormente hemos bautizado como "la guerra de los entes", proceso bárbaro que representa la praxis del Yo-Conciencia en su afán por sumar a su favor y en favor de Dios el supuesto "no-ser" que encontramos en la Naturaleza, "no-ser" como lo otro, lo que no es Dios, que es precisamente lo que ontológicamente identificamos con la libertad (sensorialidad consciente).

La doctrina del shock que predican algunos economistas americanos muestra que la solución metafísica ante la manifiesta imposibilidad de erradicar dicha cualidad mediante la fuerza sería directamente tratar de privar sensorialmente al sujeto mediante la tortura. No se sorprendan pero así de cruda y bárbara es la moral dominante aún en el siglo XXI. Lógicamente Dios no existe pues no tiene fundamento para existir, pero si existiera sería "lógicamente" fascista. Lo que no imposibilita comprender que el ejercicio de la libertad de conciencia determine sentimentalmente una imagen deística de Dios: allá cada cual, pero es falaz identificar la naturaleza con Dios, pues sus atributos son netamente contrarios, pero ello goza de su posibilidad ontológica gracias a la libertad intrínseca de la conciencia que nos constituye, encontrándose la humanidad como venimos diciendo en un panteísmo generalizado que atiende a la geo-culturalidad de cada territorio. La dignidad que reclamamos pasa por la libertad de conciencia, entidad a la cual sólo puede accederse desde el exterior por medio de los sentidos, por lo que podemos concebirlo como el ámbito exclusivamente privado en el ser humano. ¿Se me entiende? Pedagogía libertaria frente a la tortura.

Interpreto el sueño americano como fiel representación de la "guerra de los entes" postula una fervorosa lucha hacia la implantación del Reino Celestial. Negando que todo pueda ser Parte de Dios, se presupone la ilusoria separación entre espíritu y Naturaleza, anteponiendo por derivación el Yo-Conciencia al Todo, cuando realmente lo que sucede es que la Naturaleza trata de alejarse de su propia naturaleza. Es el mito antropocéntrico el que ya determina la discriminación negativa sobre el género femenino. En este discernir las Partes de Dios, primero triunfa el humanismo como jerarquía del ser humano sobre la Naturaleza, después triunfa el humanismo del hombre sobre la mujer, más tarde triunfa el humanismo del hombre blanco sobre el resto de hombres, lo que culmina en el triunfo del hombre blanco rico sobre el blanco pobre: la cúspide del Reino de Dios son el FMI y sus colegas!

Dicha conceptualización de Dios en detrimento del ser como diferencia ontológica representa la inversión de la jerarquía de la naturaleza sobre la Naturaleza, lo que deviene en una jerarquía de la Naturaleza basada en la negación feaciente de la naturaleza (caos axiológico metafísico). Invierte las relaciones de determinación de los 3 elementos que participan del ser: alma, espíritu y ser-aquí-ahora. La hermenéutica ontológica del ser procura una relación armoniosa entre dichos niveles evolutivos, posibilitando un alcance exitoso de la cima como sublimación sensorial del instinto, proceso determinado por la temporalidad ontológica del acontecimiento. La metafísica procura lo contrario y parcialmente lo consigue; para la metafísica la angustia de la muerte es la propia vida, lo vital en sí y su intrínseca ingobernabilidad, construyendo una habitáculo solitario para el espíritu, pues éste no puede ascender hasta Dios (Final inalcanzable), y tampoco se le tiene permitido descender ya que identifica el alma con el "no-ser", considerando la corporalidad sensorial como libre albedrío. La metafísica es la condena a la conciencia vegetativa, la perpetua y estática existencia como síntesis, la agonía del Yo-Yo-Yo. La única "esperanza" que para dicha forma de proceder queda es el día del Juicio Final, día de la consumación tecnológica de lo vital-ontológico, día por contra que nunca llega, pues lógicamente la arbitrariedad no existe en la Naturaleza. El espíritu queda confinado a la quietud dialéctica de la guerra y la barbarie cotidiana, en la soledad forzada por no buscada, en la locura como caos trascendental, en el mayor castigo según las Culturas animistas: el deterioro de las raíces culturales, el aislamiento social y su consecuente afección a la conciencia. Es muy fuerte que todavía jerarquice nuestra Cultura actual una ideología basada en la negación del propio cuerpo. Viendo la evolución actual y la respuesta de la población occidental ante el robo de recursos y libertades que acontece hoy día por medio de nuestros tecnocráticos gobiernos parece que mi amigo tenía razón diciendo que cada día que amanece aumenta el número de tontos.

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La metafísica, que no tiene ni pies ni cabeza, necesita de una profunda exégesis de su simbolismo conceptual, el cual lógicamente tiene que reencontrarse con su radicalidad pagano-politeísta, escatológica pedagógicamente presentada en la primera parte del documental Zeitgeist. Por ejemplo podemos observar fácilmente la identificación posible entre el paganismo y la triada cristiana del padre, el hijo y espíritu santo. Realizada dicha deconstrucción es posible aceptar su estatuto filosófico-metafórico como corpus trascendental de ímpetu unificador. Nos vemos obligados entonces a realizar el viaje que va desde la teología como religión a la teología racional como religiosidad, como espiritualidad libertaria, como theos, como ser-aquí-ahora-realidad-real. Recomiendo encarecidamente el pedagógico libro de Teresa Román titulado Sabidurías orientales de la antiguedad, texto en el que podemos encontrar un despliegue sistemático acerca de las sabidurías relacionadas con Egipto, con Mesopotamia, con Irán (zoroastrismo), con la India (hinduismo y budismo) o con China y Japón (zen). Consideramos especialmente interesante en relación con este apartado el estudio detenido de las diferencias que el hinduismo y la filosofía brahmánica mantienen respecto de las religiones teístas, pues aunque el hinduísmo sostiene una ley de castas (jerarquía de carácter teísta) considera a Brahma no como un Dios personal sino como la condición de posibilidad de todos los dioses, equivaliendo así de cierta manera a la ley budista del Karma.

Por contra requerimos una profundización cautelosa respecto de los fundamentalismos teístas, especialmente dañinos en el caso del chiismo islámico, encontrando en el sunismo una especie de moderación comedida. Para ello podemos apoyarnos en las colaboraciones linguísticas que nos aportan hermanxs musulmanes situados en la heterodoxia, como por ejemplo la corriente minoritaria llamada jariyi (más demócratas y tolerantes) o fenómenos temporales nacidos alrededor de la filosofía islámica, como pueden ser "los hermanos de la pureza, organización mística clandestina de origen chií. Estos últimos trataron de realizar una enciclopedia que abarcara el conjunto de sus tratados filosóficos, aportando conocimiento amplio sobre lógica, física, metafísica, astrología o mística. Lo más llamativo es que este grupo de cuasi pitagóricos estaba formado por personas de diferentes creencias religiosas, tomando parte del grupo incluso algunos ateos. En internet podemos consultar el tema; yo encontré una breve reseña en el libro pedagógicamente introductorio de lengua francesa titulado Philosophie pour les nuls. Si profundizamos llegaremos a conocer las ramas más abiertas de las diferentes religiones que conforman el Stablishment religioso, ya sea en el Islam, en el Judaísmo o en el Cristinismo. Tenemos mucho trabajo antes que la guerra desaparezca, pero celebramos que la resistencia ante los dogmas autoritarios nunca haya muerto, especialmente en el seno de los grupos más aferrados aparentemente a la sin-razón.

5.3.2. Historia Universal del Hombre.

Otro de los conceptos clave del pensamiento metafísico es el de Historia Universal como camino fenomenológico hacia el Reino de Dios, conclusión que finaliza en la comprensión falaz del absoluto hegeliano como síntesis de las contradicciones espirituales. Para llevar adelante su erróneo propósito, la metafísica niega lo más evidente de la existencia, que es la transformación natural que supone la cultura, negación misma de la vida y su sentido aquí-ahora, lo que implicaría en el carácter humano una racionalidad tecnológica aplicada a las relaciones naturales: el todo como almacén para construir el dichoso Reino. Todo ello hace buena gala de lo que comprendemos como endocentrismo, lo que supone una ilusoria independencia apriorística entre el Yo-Conciencia y el resto de la Naturaleza en su conjunto.

Dicha falacia convierte la existencia en aislamiento humano, y por derivación consecuente en aislamiento del género que representa al fuerza ideológica de la fe, en este caso el hombre (androcentrismo cultural como base del etnocentrismo blanco). Pero es de vital importancia comprender que el mito de la Historia Universal es endocéntrico y no etnocéntrico, pues ello permite comprender la prolongación de la praxis metafísica en otras razas y géneros, sin que ello implique comprender nuestra época histórica (historia de la metafísica) como dominio violento del androcentrismo blanco. Esto posibilita una perspectiva transversal para interpretar la Cultura como "guerra de los

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entes", en la que puede comprobarse como las razas se atacan entre ellas mismas también al margen de los blancos, o como los géneros se atacan entre ellos mismos al margen de los hombres, o las clases sociales se atacan también entre ellas mismas al margen de los ricos poderosos. Es increíblemente desoladora la sociedad en la que malvivimos. La ambición de Poder infinita que muestran el carnicero y el panadero nos está matando, recordando a Adam Smith o John Locke ("el hombre es el lobo del hombre"). Más increíble resulta la ausencia total de racionalidad de la Cultura metafísica, la cual fundamenta toda su praxis moral en la fuerza ideológica de la fe en Dios, proclamando que el fin justifica los medios (lo que posibilita el perdón de los pecados en nombre de la fe en Dios simplemente canjeados por no importa que fribolidad). El nazismo es comprensible desde esta perspectiva; que el fascismo amenace incansablemente con repetirlo es una posibilidad real confirmada más que nunca en nuestros días: de hecho amenaza Durao Barroso con dictaturas militares frente a los pueblos europeos que incansablemente se rebelan. Consecuencias inherentes al 3º mito metafísico: el etnocentrismo de la supuesta civilización occidental. De hecho antes estaba "mal visto" ser nazi; ahora ocupan escaños en los parlamentos (griego, hungaro, algunos nórdicos, etc., por no decir los partidos de Putin, Rajoy, Le Pen, etc.). Seguimos construyendo la historia de la misma manera que hace 2000 años, como metafísica, como olvido del ser-aquí-ahora, como fascismo imperial.

En esta guerra endocéntrica lo que cuenta es ser más Dios que ayer pero menos que mañana. La praxis metafísica ejerce mediante la fuerza la posibilidad de sumar la libertad de otros entes que representen supuestamente el "no-ser", el otro visto desde la ideología de Dios; sería como ponerlos a mi servicio y por analogía identificativa al servicio de Dios. Mediante la fuerza se impone el orden de Dios (razón pura) al supuesto libre albedrío terrenal, identificado éste como sensorialidad de la cultura. La fuerza que evidencian las leyes que rigen la Naturaleza es legada para el servicio de Dios, herramienta que hace posible la construcción del Reino de Dios y posibilita una veneración terrenal de los considerados "más fuertes", más efectivos por directos en el camino hacia el absoluto. En este caso se relaciona la ausencia lógica con la negación mísma de ésta, devaluando la racionalidad y situándola en su nivel sensitivo. Desde dicho nivel de conciencia no puede comprenderse la libertad más que como posibilidad de construir el Reino de Dios, lo que obliga a subsumir violentamente la diferencia insumable. Es por ello que concluímos que la Historia Universal del Yo-Conciencia (primero el Hombre-Blanco y después etnocéntricamente el Yo-Dinero-Poder, ya sea blanco, negro, amarillo, mujer o incluso homosexual) representa la explotación violenta de la vitalidad humana, animal y vegetal en su diversidad, especialmente cruel respecto de la mujer y otras razas diferentes a la "blanca dominante", grupos que han sufrido condena a la tortura y la pobreza durante siglos.

Es importante comprender que la metafísica es la negación misma de lo inmaterial, de la conciencia como consciencia y no como mente, de lo sensorial, del sentido y de la interpretación de la diversidad por medio de la unidad trascendental. Es por ello que pienso que lógicamente el idealismo absoluto precisamente está basado en el materialismo absoluto, pues para la metafísica realmente no existe más que lo que perciben nuestros sentidos; y es precisamente el materialismo absoluto el que nutre precisamente dicho idealismo radical, pues no quiere salir de los sentidos debido a la pereza que le supone descubrir la amplitud del mundo consciente, despertando así una inherente responsabilidad inmaterial. Todo ello sigue fundando la posibilidad necesaria del ser-aquí-ahora como oposición libertaria a la posibilidad natural (aunque accidental) de "no-ser". Somos dialéctica, somos uno, y por ende somos todo.

Vamos a comprobar como concluye la falacia metafísica en lo social por medio del mito etnocéntrico, que postula la prioridad de un grupo determinado que construya por medio de la feaciente lógica de la fuerza divina la tan ansiada e ilusa inmortalidad material del Reino de Dios, castillo de naipes erigido sobre las cenizas vitales del supuesto libre albedrío. Es en esta "guerra de los entes" en la que Dios ha muerto (Nietzsche), o en la que mejor dicho ha mutado: Dios-Poder en la tierra viaja desde la tierra del pan al lugar donde esté el Dinero y el Poder, sea negro, amarillo, marrón o vista chilava. De la Religión de Dios a la Religión del Dinero-Poder. De hecho Berlusconi propuso que Israel formara parte de la UE, lo que simbólicamente confirma dicha comprensión "ambigua" de la moral metafísica,

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mostrando así la estaticidad potencial de la razón pura.

Concluimos en la metafísica como olvido del ser-aquí-ahora, como olvido de la nada que acontece, como historidad fascista, como permanencia fenoménica, como materialismo intelectual, como Yo-Conciencia, como ilusa Razón Pura, como mezquindad, como auténtico y genuíno "no-ser". Desde la perspectiva que estamos construyendo bajo el proyecto Aletheia desechamos por inmaduro e irracional la praxis y el pensamiento metafísica, rechazamos la represión que aplica al cuerpo y la opresión que denosta la libertad de conciencia. Tenemos que huir de la metafísica como omnipotencia metrética aplicada a la vida, como hybris, como violencia, como desmesura, como extremado orgullo de sí mismo. Por contra nos preguntamos por las posibilidades escatológicas del proceder metafísico, encontrándonos aquí por ejemplo con el sufismo como misticismo islámica. La cultura nos conmueve, y por ello me pregunto, ¿por qué la kaaba, situada en la Meca y representando la supuesta casa de Dios en la tierra, es cuadrada? ¿Por qué se sublima la fe de los devotos en su caminar circular alrededor de ésta? Simbolismo metafórico que debemos analizar con presteza, atendiendo a la guerra santa entre Poderes que sufrimos cotidianamente.

5.3.3. La Civilización Occidental.

La catastrófica praxis metafísica propicia, como derivado "lógico" de los mitos anteriores, la posibilidad de concebir como seres superiores a un determinado grupo de personas formado por aquellos que se identifiquen especialmente con Dios y su Reino, postulando una superioridad cultural de dicho grupo sobre el resto. Esta idea se funda por los vencedores de la "guerra de los entes" como choque identitario de orgullos, que la que la síntesis vencedora que resulta conforma el grupo que se auto-proclama como máximo exponente de la ideología de Dios y propios ejecutores del proyecto de salvación terrenal, siempre en nombre de la fe como ausencia lógico-intelectual. Esta es la base de lo entendemos como mito etnocéntrico, que históricamente hacía referencia al Hombre-Blanco y actualmente hace referencia al Poder-Dinero. Así es como la metafísica construye paulatinamente lo que considera el Reino de Dios (Civilización Occidental) por medio de la fuerza física y la dominación psicológica, produciendo fenoménicamente un mundo de pobres que trabaja por el sustento de la riqueza de Dios.

Es fácil comprobar como la estructura lógica de las religiones teístas casa armoniosamente con la vasculación moderna de la identidad de Dios hacia la identidad con el Poder-Dinero. El Dinero representa la idea pura de Dios pero en la tierra, sustancia metafísica donde las haya (atendiendo a Marx y su concepto de mercancía). Es una prolongación lógica del cielo en la tierra: todas las cualidades de Dios están en el Dinero; el Dinero como materialización de la fuerza metafísica; Dinero como herencia de la jerarquía de Dios. Dios y Dinero representan la dominación eidética de la razón pura en la mente humana por medio de la teoría (Dios) y la práctica (Dinero). La metafísica como ilusoria independencia de la Naturaleza deviene "lógicamente" en imperialismo fascista como desarrollo de la mercantilización de la vida. Si no, ¿por qué dicen los protestantes que el tiempo es dinero? Supongo en relación a la supuesta constitucionalidad que el trabajo representa para el ser humano. Aún no he trabajado el libro de Max Weber sobre capitalismo y ética protestante, el cual nos puede iluminar algo más sobre dicha temática.

La metafísica occidental ha sometido al resto de Culturas por medio de la fuerza violenta de la fe ideológica. Esta superación cultural que postula la metafísica no tiene fundamento lógico, carece de razonamiento válido acorde a las posibilidades humanas, y mantiene la fuerza de dicha fe por medio del miedo y la ignorancia. Este rechazo radical a la responsabilidad natural de morir ejerce aún en nuestros días la dominación moral suficiente como para seguir vertebrando la cultura actual en pleno siglo XXI. El mismo etnocentrismo que nos llevó a "descubrir América" nos lleva hoy día a pasear al Centro Comercial, a consolarnos en el consumo de la falsa abundancia, por supuesto nunca rebelando externamente nuestra angustiosa, solitaria y depresiva existencia.

Para construir el Reino de Dios se requiere de especialistas, pues si Dios es suma de Partes no se requerirá de un saber

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general del todo sino de un saber específico de las Partes. Es por ello que la educación metafísica se basa en la especialización, primero porque así el ente es más productivo y menos problemático, y segundo que así el ente está más aislado respecto del ser y su teología, lo que también favorece la constancia en la producción a favor del Reino. De hecho el ideal metafísico desearía reproducir juventud fascista con mayor facilidad y rapidez, por ello determinadas organizaciones fascisto-religiosas fomentan esta filosofía de incremento productivo-militar de la natalidad, en pos del incremento cuantitativo de sus filas y potenciando así su empresa cotidiana orientada a la prosecución del Reino como terrenalidad de Dios. En esta suma de entes hasta llegar a Dios necesitan muchos muchos entes, todos los que vengan son bienvenidos, negros, amarillos o en sillita de ruedas (éstos últimos de cara a la galería como marketing social). La metafísica tiene la necesidad de utilizar entes como medio para su fin, lo que implica imponer a otrxs su cosmovisión, lo que más tarde deriva en dominación violenta en caso de negación voluntaria. La ontología plantea todo lo contrario, lo libertario por anti-dogmático, pues el mundo está lleno de posibilidades por explorar, ya que tenemos una amplia pluralidad de Culturas (ontológicas) de las que aprender.

Entendemos que no existe el supuesto choque de Civilizaciones, sino que concebimos la actualidad como una siempre emergente lucha de Poderes, ya sean financieros o simplemente religiosos. Lo que sí constatamos es la globalización de la guerra civil como conflictividad anti-imperialista que se da dentro de las propias civilizaciones, interpretando civilización como unificación fenoménica de distintas Culturas por medio de la violencia jerárquica de un grupo sobre el resto. Es por ello que de forma clarividente identificamos el American Dream como representación sublime del mito etnocéntrico de la civilización supuestamente occidental. Dicho nihilismo organizado también se muestra en el resto de Culturas monoteístas, ya sea en el Judaísmo o el Islam, o incluso en la parcialidad teísta ambigua que pudiera conformar al hinduísmo. Es por ello también que la teología de la liberación, como corriente progresista del cristianismo, ha aparecido más fuertemente en Culturas donde la radicalidad pagana es más fuerte, por ejemplo en América Central y del Sur.

Sobre el desarrollo del American Dream han dejado constancia numerosos autores y producciones, como el documental sobre transgénicos y mono-cultivos We feed the world, Un mundo feliz de Huxley, 1984 de George Orwell, Matrix, Fight Club o el Show de Truman como explosión del Big Brother. Ante tanta bazofia que nos propone la supuesta alternativa metafísica nos quedamos con la racionalidad de la mesura, por ejemplo la mostrada por Pascal y su cristianismo lógico, incluso amado por Nietzsche. Pascal afirmaba que "nuestra incapacidad de conocer la verdad es consecuencia de nuestra corrupción, de nuestra decadencia moral", o que "desviarse del término medio es desviarse de la humanidad". Nietzsche afirma que "el cristianismo no merece perdón por haber aplastado a personas como Pascal. ¿Qué es lo que combatimos en el cristianismo? El que quiera quebrar a los fuertes, aprovechar sus malos momentos transformando su orgullosa seguridad en inquietud y cargo de conciencia, hasta que los fuertes sucumban en los excesos del auto-desprecio". No es eso lo que buscamos desde la ontología hermenéutica unificada. Para concluir nos posiciamos junto a Averroes, que mediante su concepto de intelecto separa la filosofía y la especulación, considera la filosofía como formación obligatoria y resalta de la religión su carácter instrumental (para bien y para mal). Reconozcamos una vez más que lo revolucionario es reconocer la ignorancia como límite propio, propiciando así una ascensión celestial en el ámbito cognoscitivo, matando de camino la ilusión etnocentrista que constituye a la sin-razón metafísica.

5.4. Los pilares de la Cultura ontológica.

Tras haber desglosado los falaces y débiles pilares que sustentan el castillo metafísico de naipes nos centramos ahora en la cultura afirmativa consecuente que resulta de interpretar ontológicamente las determinaciones teológicas que conforman la modalidad existencial de los seres vitales. Desde la perspectiva hermenéutica que tratamos de desarrollar llamamos Cultura ontológica a la Cultura del ser o del alma (esencia como espíritu-alma), en contraposición a la Cultura metafísica como Cultura del espíritu (sustancia, mente-espíritu). Hemos reconocido

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ampliamente que la metafísica es la Cultura del "no-ser" como accidente, presentando una síntesis forzadamente absolutista frente a la ontología como inestabilidad contradictoria. La Cultura metafísica se basa en la conciencia como principio del conocimiento, y la Cultura ontológica se basa en los sentidos como principio del conocimiento. El principio del conocimiento no sería la reflexión eidética de la conciencia (realidad de la sensación) sino la intencionalidad de la conciencia en su proyección original (sensación de realidad). La metafísica supone entonces una cierta negación del conocimiento sensorial; la ontología no sólo no niega dicha forma de conocer sino que además lo antepone a la racionalidad lógica que tan falazmente trata de absolutizar la metafísica.

La Cultura ontológica se basa en la fundamentación ontológica de la dialéctica que venimos desarrollando (auto-fundamentación del ser en la nada y viceversa), basándose también en la jerarquía natural del ser sobre el espíritu y su posibilidad de trascendencia en el alma. El alma representa el ánima, el instinto, la sensorialidad; por contra el espíritu representa el ego, la mente, puente que enlaza la conciencia y los sentidos. El alter-ego representa el ser-aquí-ahora, sensorialidad consciente o mejor dicho consciencia sensorial que nos orienta como guía (satélite), representándonos el ser-aquí-ahora como radicalidad anímica del espíritu. Seguiremos desarrollando los fundamentos de la Cultura ontológica en el siguiente bloque (Qué nos cabe esperar?). Aquí hacemos especial hincapié en la crítica hermenéutica (deconstrucción ontológica) sobre la metafísica y su fenomenismo histórico-cultural. Por un lado nos hemos posicionado en contra de la falacia histórica de la existencia humana como absolutismo teleológico, postulando una pulverización de la Historia Universal (metafísica) por medio de una genuína historia ontológica de las Culturas, transformando el telos de finalidad en la teleonómica modalidad del aquí-ahora. Por otro lado postulamos una hermenéutica antropológica desde la que poder comprender el mundo y su constitutiva fenomenología, encontrando un vínculo natural entre Naturaleza y naturaleza, desarrollando el carácter unitario de nuestra modalidad vital, lo que implica una apertura al todo y a sus mundos posibles.

Pedagógicamente estamos tratando de sugerir debates, promover comprensiones abiertas y flexibles, postulando principios no absolutistas y mostrando referencias que guíen una comprensión más profunda y cohesionada de la que partimos actualmente. Por ello tratamos de trazar y construir puentes, siempre desde la perspectiva unitaria que enfatiza el proyecto Aletheia. Así tratamos de relacionar el paganismo de carácter animista que muestran las culturas antiguas con la conceptualización cognoscitiva que aquí proponemos sobre la cultura ontológica (o las Culturas ontológicas). Cultura que se asienta ante todo en la libertad de conciencia, entendiendo la conciencia como única privacidad constitutiva (trascendental) del ser humano. Desde la tradición ontológica tratamos de resaltar una sostenibilidad sistémica que pulverice el relativismo cultural de la metafísica, teniendo a la sociedad como un reflejo interno de nuestras comprensiones trascendentales. Por eso apoyamos el simbólico fin del mundo (metafísico), en el acontecimiento de los límites que se viene encima, abriendo nuestros brazos a la energía unitaria que nos inunda y nos conmueve, abriéndonos a la perspectiva holística e integral que nos propone la cultura ontológica. ¿Estamos preparados para conocer la verdad? Se pregunta la teosofía ante la tecnologización del mundo como consumación metafísica. La "guerra de los entes" no parece basarse en la verdad ontológica sino en la formalidad fenoménica de la verdad lógica (la metafísica paradójicamente es "sólo veo lo que creo", escepticismo como constitución). Por eso comprobamos tristemente como se rompen cada vez más los vínculos familiares y afectivos en nombre de la idea universal, denostando la tradicional estructuración social de carácter animista que tan bien relaciona a lxs jóvenes, a lxs adultxs y a lxs ancianxs (potencia-forma-acto en sociedad).

En esta guerra metafísica no luchan por uno mismo sino por el ideal de la razón pura. Pero constatamos eficazmente que no se puede luchar en un tablero de juego que nos perjudica por sus determinaciones trascendentales, formalidad de juego que nos pone la zancadilla antes de comenzar. Al Monopoly no se puede jugar de la misma manera que al Trivial Pursuit; cada uno tiene su dinámica preferida. Entonces por el momento apaguemos la tele y pensemos, dejemos de injerir el único somnífero que se toma por los ojos (*cita anónima). Reconstruimos constantemente la resistencia cultural a la metafísica, nuestra guerra anti-metafísica y libertaria se da a cada momento, a cada paso,

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haciéndose eco de la integralidad holística que nos constituye. No cooperamos con la metafísica, y nos afirmamos mediante el acontecimiento como negación radical de dicha pretensión absolutista y dogmática. Aunque con sus limites, reconocemos el avance cultural atómico-explosivo que supone la postmodernidad, pudiendo rescatar las virtudes que proclaman la muerte de Prometeo o el desarrollo espiritual de las culturas particulares, concibiendo si cabe a la postmodernidad o modernidad tardía o segunda modernidad como antesala postmetafísica, era decrecentista y cuántica que se adviene y que simbólicamente identificamos con el fin de ciclo que marca la cultura maya-méxica.

Nos encaminamos hacia la muerte definitiva de Dios (asesinato como bien constata Nietzsche), nos encaminamos hacia un pensamiento no representativo, hacia el silencio de la Filosofía y la palabra de las filosofías en interacción, hacia Dionisos como dios de las tinieblas, hacia la voluntad como fundamento temporal del poder-ser-aquí-ahora. Estamos obligados moral y naturalmente a realizar una apertura cognoscitiva a las Culturas orientales. Aquí la llevamos parcialmente a cabo por medio de los pedagógicas interpretaciones de Teresa Román (Sabidurías orientales de la antiguedad) y Alan Watts (El camino del zen), las cuales encogloban un estudio comparado entre oriente y occidente, centrándonos en el oriental concepto de sabiduría como praxis, radicalizando el pensamiento por medio del Tao Te Ching como camino, armonizando así las comprensiones del budismo mahayana y del propio origen y desarrollo de la cultura zen. Esta geo-culturalidad intelectual de carácter pagano tiene mucho que decir frente a la caída metafísica que se viene encima.

5.4.1. Historia de las Culturas.

Desde el pensamiento metafísico se comprende la historia como Historia: universal, unitaria, lineal, teleológica, que se desarrolla sin evolucionar pues recorre un tramo finito, que va desde el naufragio del nacimiento hasta la realización del Reino de Dios en la tierra, momento en que se producirá el ansiado Juicio Final. Desde la liberación ontológica del pensamiento se comprende la historia como historias: historia de las diferentes culturas que existieron, que existen y que existirán; concretas, diversas, evolución que avanza en su desarrollo proyectándose en el pasado mediante una circularidad sincrónica, teniendo a la constitutiva corrupción teleonómica como posibilidad de regeneración cultural inmanente. El materialismo histórico en su carácter ontológico (teología en Benjamin) colabora en la fundación del ser por medio de su intrínseca dialéctica entre mecanicismo, teleología y teleonomía, comprendiendo, flexibilizando y armonizando lo que de seguro será la superación cultural de los paradigmas actuales.

La metafísica interpreta la historia como fenomenismo unificado diacrónico, en el únicamente se aceptan los fenómenos acordes a la ideología teleológica, relegando al resto a la categoría de accidente (supuesto "no-ser" del cuerpo sensorial). La ontología interpreta la historia como fenomenismo cultural diverso en sincronía, reviviendo el pasado y contemplando siempre la multiplicidad de futuros posibles y realizables. La metafísica objetiviza la propedéutica histórica desde la razón pura y su carácter teleológico, proclamando la errónea superioridad de la subjetividad sobre el sujeto en su apriorística dialogía interactiva. La metafísica es una filosofía subjetiva (sentimental) en relación a la supremacía de la mente sobre los sentidos. La filosofía, como dialogía del conocimiento (pensamiento), refiere a la suma de subjetividades en el aquí-ahora, basando el estatuto científico de la intersubjetividad en la gnoseología del sujeto y la propia cognición subjetiva. La comunicación dialógica sería una prolongación lógica del conocimiento por medio del espíritu como praxis artística, no llegando a la verdad objetiva sino a verdades científicas parciales, temporalmente válidas (que no por ello verdaderas).

Historia de las Culturas metafísicas como verdadera pre-historia, recordando a Marx, considerando la posibilidad ontológica de una sóla historia como historia del ser y el acontecer, en la cual se aprecia el ser-aquí-ahora-realidad de cada momento. Sería como estudiar la historia al margen del ente, identificando la débil fuerza mesiánica que siempre nos acompaña al conjunto de fenómenos posibles, dando sentido a una verdadera posibilidad de historia unificada que sea transversal a todas las interacciones culturales. Se rechazaría por el momento el término

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Civilización en favor del término Cultura unitaria, haciendo hincapié sobre la necesidad de encontrarnos todxs en la modalidad ontológica unitaria del ser-aquí-ahora (radicalidad trascendental de la Cultura), en detrimento de la unificación fenoménica de nuestras Culturas (Civilización). El fenomenismo cultural encuentra su unidad en la propia diversidad, sujeto lógicamente a las determinaciones de la antropología por medio de la geo-política como expresión de la geo-culturalidad eco-nómica.

La Cultura representa el paradigma de comprensión trascendental de una comunidad. Dios se fundamenta en la razón pura del Yo-Conciencia, construyendo así la existencia metafísica. En la ontología el ser se auto-fundamenta en el aquí-ahora como ley del cambio, y por medio de la cultura y por ende la libertad se posibilita la aparición accidental de un supuesto "no-ser". En la metafísica la Historia toma al hombre como medida de todas las cosas; en la ontología la multiplicidad de historias toma la hermenéutica antropológica como medida de todos los fenómenos culturales, posibilitando la comprensión lógica de la diferencia (alteridad) desde la propia diferencia (contemplación de la propia corporalidad sensorial). Así es como la época metafísica forma parte de la historia del ser como olvido de éste, alejamiento, acercamiento al "no-ser" como olvido (o negación) del acontecer de la nada.

La Historia metafísica de Salvación no da respuesta a nuestras inquietudes teológicas. Sí encontramos la apertura hacia vías posibles por medio de la ontología como historia atómica de las Culturas. Al contrario del pensamiento metafísico desde la ontología no pensamos que la historia tenga principio o final, pues no nos asentamos en las falsas dicotomías propuestas hasta ahora, ya sean del cuerpo y la mente o del amo y el esclavo. Las únicas Lecciones sobre filosofía de la historia universal puede ofrecerlas la propia vitalidad y sus constitutiva sensorialidad, al margen de los absolutismos conceptuales que puede proponer la saga de los Iluminados, ya sea Hegel o se apode kaotikokuantiko. Poéticamente podemos aceptar junto a Fichte y Schelling el materialismo como edad del mundo, siempre que dichas afirmaciones sean interpretadas de una manera ontológica, entendiendo ahora que la edad del mundo es representada por medio de la separación dicotómica entre el materialismo e el idealismo que dialécticamente nos constituye. Deberíamos atender y profundizar sobre el pensamiento de Ortega y Gasset acerca de La historia como sistema, aunque reconocemos estar temporalmente abrumados por otros filósofos que han tratado el tema, especialmente Marx, Nietzsche y Heidegger.

Con franqueza no se si es Hegel el que habla de la historia de la filosofía como filosofía de la historia. Lo suscribo. El problema sería unificar universalmente una comprensión fenoménica de la historia de la filosofía. La ontología se apoya en el satélite conformado como poder-ser-aquí-ahora, hermenéutica antropológica que sin duda te permite comprender parcialmente la filosofía de la historia por medio de la atomización cultural que muestra la filosofía como riqueza del saber vivir. De momento podemos consolarnos con Felipe Marzoa y su Historia del conocimiento filosófico y científico. Lo que parece evidente es interpretar la historia metafísica de la Cultura judeo-cristiana como genuína prehistoria, epocalidad de la guerra de los entes y de su consumación tecnológica, comprendiendo la actual situación junto a Carlos Taibo como darwinismo militarizado. Por todo ello y más seguimos apostando junto a Teresa Oñate por un futuro anterior como contraposición a la metafísica linealidad histórica, postulando el materialismo histórico como una especie de diacronía fractada. Apostamos también hacia la atomización cultural de la ontología, recordando por ejemplo a los anteriormente referenciados Hermanos de la pureza, grupo místico chií organizado desde diversidad de creencias aparentemente incompatibles. Sin duda nos dirigimos hacia una espiritualidad progresiva hacia lo primitivo, como afirma la teosofía por medio de las posibles etapas de la existencia. Por último y para concluir nos recomendamos el acercamiento a Jesús Mosterín y a su pensamiento actual, especialmente en su conmovedor intento de sistematizar la historia de la filosofía como Historia universal del pensamiento, en el que el magnífico filósofo español trata también majestuosamente el pensamiento no-occidental de diferentes sabidurías orientales. Obra ésta que también se presenta como una especie de contra-historia de la filosofía (al estilo de Michel Onfray), pues por ejemplo aparece Jesús como un típico judío frente a Pablo de Tarso como gran filósofo. Celebramos la muerte del aburrimiento pues nos queda mucho por aprender y por construir.

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5.4.2. Sociología universal.

Como derivado lógico de la historia fenoménica de las Culturas aparece la posibilidad cognoscitiva de investigar sobre la hermenéutica antropológica transversal a dicha historia como estudio unitario de la trascendentalidad de los fenómenos culturales, lo que hemos bautizado como sociología universal, apoyados siempre en la flexibilidad e inestabilidad de nuestra posible veracidad. La sociología universal representa la materialización de la trascendentalidad unitaria que tienen en común las Culturas ontológicas. La metafísica interpreta la Cultura como unificación fenoménica de las realidades ónticas, interpretando la sociología (antropología cultural) desde la ideología de la razón pura, teniendo la estaticidad del espíritu como lucha contra el supuesto "no-ser" del cuerpo sensorial. Ello deriva en una moralidad política que construye las subjetividades desde la Cultura y no desde su fenomenismo radical (cultura), lo que produce una imposibilidad de salvación propia, siempre dependiendo del extrínseco Juicio Final, levemente saciado desde la integración civil de la comunidad (Civilización metafísica como sin-razón general que solivianta las pasiones particulares). La vida se convierte así en una inversión de la libertad y el placer por medio de la forzosa aparición de la soledad, el dolor, la angustia y el sacrificio, imposibilitando la liberación mental de la conciencia.

La Cultura ontológica pivota sobre la libertad de la conciencia, sobre el panteísmo generalizado que proponemos como flexibilidad cognoscitiva, fundamentada en la intencionalidad primaria de la conciencia hacia el todo, como determinación trascendental del sujeto sobre los a priori subjetivos. Se reconoce el carácter transformador de la cultura y su fenomenismo, fundando y celebrando fenómenos culturales basados en la diversidad fenoménica del ser-aquí-ahora, potenciando los procesos comunicativos derivados de las interacciones naturales. Es por ello que la Cultura ontológica abarca la amplitud del ámbito vital, interpretando al ser humano como auto-regulación consciente, en oposición al cinetismo de la Naturaleza como ecosistema del que participamos formando parte activa, del que no todxs somos dueñxs sino exclamando que la Naturaleza no tiene propiedad, pues es apriorísticamente libre como plena contradicción. Al contrario de nosotrxs que somos apriorísticamente "esclavos" de la mente como síntesis, recordando que la consciencia es una posibilidad y no un a priori, entendiendo por ende también el "no-ser" como posibilidad natural determinada por el apriorismo mental ("no-ser" como posibilidad exclusiva de la mente humana).

La conceptualización de sociología universal se basa en postulados científicos desde donde partimos hacia el análisis de la intersubjetividad, afirmando su radicalidad segura en la ciencia matemática y su objetividad formalmente lógica, gozando por ende de multiplicidad de posibilidades artísticas de expresión, siempre reconociéndose en las limitaciones fenoménicas de dichas determinaciones apriorísticas. La sociología universal como logos cosmopolita es siempre abierta y dinámica bajo la intuición del uno, siempre emergente en lo fenoménico, d e s v e l á n d o s e benjaminianamente como acontecimiento mesiánico del aquí-ahora, inundando la realidad de los sentidos por medio del conocimiento del ser y del acontecer de la nada como consciencia. La sociología universal conoce los fenómenos culturales desde la valoración que posibilita la identidad entre cultura del espíritu y ser anímico (ser-aquí-ahora-bio-energético). Así es como el innatismo de la Cultura metafísica desciende a segunda división, dejando de conformar apriorísticamente la mentalidad del sujeto, conviertiéndose así en una alternativa de la que imperiosamente tenemos que huir. Recuerdo ahora el film Apocalipto, en el que un indígena quiere rechazar el contacto con otro indígena impregnado por el miedo, interpretando éste como enfermedad voraz que devora el alma humano y del que uno tiene que protegerse para que no se asiente en el sí mismo.

A modo de conclusión general confirmamos que vamos a profundizar en la valoración axiológica de la Cultura metafísica y la Cultura ontológica en los próximos bloques, apuntillando comprensiones ontológicas acerca de las antinomias metafísicas, tratando de estructurar epistemológicamente los diferentes ámbitos de saber, concretándonos aún más sobre Arte y Religión. Aquí sólo contraponemos a la interpretación metafísica de la Cultura y la Historia una interpretación de la cultura de las historias, proclamando su pretensión de cualidad universal por medio de la

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modalidad ontológico-trascendental del ser-aquí-ahora como valor y no como unificación fenoménico-cuantitativa de carácter utilitario-funcional. Transformación y emergencia como uno y lo mismo, cultura que permanentemente transforma la Cultura, hondeando la bandera del mesianismo desde la propia temporalidad sintética. Rechazamos la sociología universal como fenomenismo ideológico de la razón pura en su eterna espera a la salvación teísta. Yo también estoy ungido! Déjenme auto-liberarme en paz! Yo no me fio de gente que dice que la muerte es el paraíso. A mí el valle del río Guadalquivir sí me parece un paraíso, precisamente porque puede comprenderse su ser y contemplarse su divinidad aquí-ahora. Y si Dios algún día lo arrasa mediante enormes rascacielos seguiremos resistiendo, pues siempre nos quedará la inmaterialidad ontológica que nos constituye, especialmente en estas tierras por medio de la geoculturalidad integral que nos aporta el flamenco como cultura del alma, la llama que de seguro nunca podrá destruir el espíritu.

Sabemos que Jesús no es metafísico. No tenemos certeza de que existiera, preguntaré a Michel Onfray. Pero poco me importa su estatuto. Nos interesa más como maestro de sabiduría. Nos interesa como profeta popular de las bienaventuranzas, reconociendo éstas junto a Tolstoi o Gandhi como una de las disciplinas principales del cristianismo. Todxs al monte!

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PARTE IV: MÁS ACÁ DE LA METAFÍSICA

A) ¿QUÉ NOS CABE ESPERAR?

1. ESTRUCTURACIÓN ARQUEOLÓGICA DEL SABER.

La fundamentación ontológica de la consciencia como dialéctica posibilita una nueva estructuración del saber, la que adjetivamos de arqueológica por su referencia al telos unitario del conocimiento como cultura, rechazando la metafísica como olvido de la nada ontológica. Se trata de re-estructurar de nuevo la radicalidad apriorística del conocimiento desde el raciocinio cognoscitivo que posibilita la auto-fundamentación dialéctica de la consciencia como acontecimiento. La necesidad de construir el estatuto científico de la ontología en relación al telos del conocimiento posibilita una revolución científica basada en la superación de las aporías existenciales que provoca la metafísica desde una perspectiva ontológico-hermenéutica, sacando a la luz la estructura trascendental e inmanente que relaciona los diferentes saberes y sus prolongaciones lógico-científicas. Esto es lo que llamamos fin de la Filosofía, de la que se desgaja el "no-ser" (metafísica) como especulación eidética del espíritu-mente, en favor del estatuto científico del pensamiento filosófico (ontología) como racionalidad intrínseca de la consciencia sensorial. Los diferentes saberes (ontologías regionales) fundan el carácter atómico del propio saber del saber (ontología fundamental).

Nos referimos a sabiduría como síntesis dinámico-temporal entre praxis y teoría que se asienta en la atemporalidad de lo unitario-ontológico. Contemplación de la diversidad fenoménica y comprensión de la unidad trascendental, incluida la razón como posibilidad de "no-ser". La sabiduría parte del conocimiento empírico para llegar a lo científico, concluyendo en una re-comprobación empírica que nos proyecta más perfectamente hacia lo científico. Sensación de realidad como hecho físico; mente-logos como fenómeno químico; fenómeno físico-químico de la consciencia y su sensorialidad como realidad de la sensación: ello vuelve sensorialmente sobre sí en una especie de desdoblamiento primigenio y permanente. Desde las perfecciones de la conceptualización matemática nos proyectamos hacia la comprensión de las relaciones químico-cuantitativas de la Naturaleza como a priori, lo que posibilita un estudio físico de los primeros principios como naturaleza, tratando de completar nuestro conocimiento biológico de las entidades vitales. La matemática comprende lo cuantitativo; la física y la química comprenden lo cualitativo; y la biología contempla las determinaciones cualitativas y cuantitativas que conforman el ente. Partimos de las matemáticas para llegar a lo físico-químico de la biología: dialéctica entre ser y sentido, comprendiendo el qué para contemplar el cómo.

La ciencia matemática como lenguaje ejerce de fundamento epistemológico, ocupándose del conocimiento supuestamente objetivo de la Naturaleza (materialidad), incorporando en su estudio lo empírico y lo simbólico. La epistemología realiza la fundación de la ontología (que no la fundamentación), ocupándose de las leyes fenoménicas como base formal de las realidades ónticas, las cuales se desarrollan ontológicamente en la gnoseología mediante su estatuto científico. La ontología como auto-fundamentación y la epistemología como posibilidad del conocimiento aportan fundamento (débil) a la teología como ontologías regionales, ciencias que se ocupan de la investigación sobre las determinaciones apriorísticas que la naturaleza ejerce sobre la Naturaleza (estudio de las categorías anímicas y espirituales en sus procesos dialógicos).

La metafísica como enfermedad producida por la posible estaticidad temporal de la mente tergiversa el carácter ontológico de las matemáticas interpretándolas como absoluto, razonamiento basado en el supuesto carácter óntico absoluto de la conciencia como principio del conocimiento (innatismo). La metafísica olvida que el número, al igual que la conciencia, hace referencia a la vida (hay vida sin comprensión matemática pero no hay matemáticas sin

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comprensión de la vida). Precisamente las matemáticas no son verificables por lo empírico sino por el significado simbólico de lo empírico; no se comprueba la veracidad de los resultados consecuentes sino el modo cuantitativo en que se dan, pues en última instancia la conceptualización recae en la subjetividad particular. Querer convertir las matemáticas en absoluto es querer jerarquizar la cualidad desde su cantidad, determinar el todo por medio de una de sus partes, provocando caos axiológico y trascendental debido a la inversión de la jerarquía ontológico-natural entre esencia-naturaleza (ser) y sustancia-conciencia (Naturaleza).

Hemos querido practicar una sencilla estructuración del saber gracias al desglose paulatino de las ciencias Naturales y las Ciencias Vitales, clarificando la necesidad de unas Ciencias Técnicas y de unas Aplicaciones artísticas, en relación a la apriorística praxis cultural. Las Ciencias Naturales o ciencias epistemológicas refieren a los campos constituyentes del ser: Matemáticas, Física, Química y Biología; esta última como determinación ontológica de la conciencia. Como ciencias ontológicas corresponden a esta categoría el estudio científico de la dialéctica, y por ende de la lógica, como propedéuticas científicas que investigan el problema del conocimiento como problemática fundamental entre metafísica y ontología. Es por ello que la dialéctica y la lógica no son en sí diferentes a la física, la química y las matemáticas, topándonos una vez más con las íntimas relaciones que mantienen epistemología y ontología desde una perspectiva hermenéutica. El segundo grupo lo conforman las Ciencias Vitales o ciencias teológicas, las cuales se encargan de las categorías anímicas y espirituales. En tercer lugar tenemos las Ciencias Técnicas o ciencias especializadas, las cuales engloban todas las ciencias de las que necesita el ser-aquí-ahora como conocimiento para la supervivencia y para el arraigo cultural. Por último las Aplicaciones artísticas corresponden al estudio ontológico de la praxis y sus posibilidades, derivando de dicho estatuto lógico-científico las diferentes artes como parcialidades comunicativas del ser-aquí-ahora que buscan y se orientan hacia la integralidad unitaria por medio de la fenomenología estética. En sus respectivos apartados las encuadraremos mediante una tabla que muestre pedagógicamente las relaciones que mantienen entre los diferentes saberes, aportando cohesión al saber mediante el reencuentro arqueológico de su propio telos. También realizaremos una exégesis escatológica de algunos símbolos sagrados y profanos que podemos encontrar pululando por nuestra cultura.

Ciencias Naturales Epistemología Ciencia

Ciencias Vitales Ontología Filosofía

Ciencias Técnicas Teología Arte

Aplicaciones Artísticas Sociología Religión

Coincidimos con Gustavo Bueno en que existen saberes de primer grado (epistemología) y saberes de segundo grado (ontología). Suscribimos un tercer grado (teología) y un cuarto grado (sociología como estudio científico de la comunicación cultural), concluyendo que la comunicación sólo es posible gracias a su estatuto artístico. Pudiéramos acercarnos a la restructuración del conocimiento que nos propone John Dewey, personaje de alto interés que junto a Santayana he conocido por medio los audiovisuales de Fernando Savater titulados La aventura del pensamiento, los cuales recomiendo una vez más como introducción sumamente pedagógica al pensamiento filosófico. Por supuesto tenemos a Hegel como gran catedral cristiana, representada por medio de su Enciclopedia de las ciencias filosóficas, de la cual puede aprenderse mucho desde una adecuada comprensión ontológica de la metafísica, esquivando así las zancadillas que metafísicamente nos pone el propio Hegel. Tampoco es que esté recomendando su lógica trascendental, sino que pienso que es posible aprender mucho, en qué te toca pensarlo a tí.

Dicen algunxs que nada puede decir la ciencia sobre la filosofía, que poco puede aportar ésta para resolver la problemática filosófica, entendiendo que no existe una especie de innatismo científico en la filosofía (quizás contra Hegel, Descartes u otrxs de su calaña). Ni razones le faltan. Pero también es verdad que no hay tal dicotomía humana en relación al conocimiento, pues desde una perspectiva ontológica y hermenéutica filosofía y ciencia son una y la

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misma cosa, pues ya sea deducción o inducción todo ello conforma el conocimiento de forma unitaria. Es por ello que la ciencia postmetafísica es filosófica y la filosofía postmetafísica es científica. Creo que el planteamiento cuántico de la contemporánea física de partículas aporta mucha información fresca a la filosofía, y no dudo de que la orientación científica de las investigaciones cuánticas viene sugerida por la riqueza filosófica de nuestros antecesores.

1.1. Ciencias Naturales.

Entendemos por Ciencias Naturales los saberes que comprenden el conocimiento empírico del ser (epistemología) y el conocimiento lógico-científico de éste (ontología). Dicho campo es considerado como la filosofía primera o estudio de los primeros principios, basándose en la formalidad epistemológica de la matemática y orientándose hacia lo simbólico de la ontología como física, como química, y como posibilidad biológica. Puesto que el conocimiento parte en la realidad sensorial y no en la conciencia, las ciencias por excelencia son las ciencias epistemológicas, en las cuales se asientan las determinaciones a priori del conocimiento y también las posibilidades consecuentes del conocimiento verdadero de lo real y sus posibles realidades. Este estudio se forja en paralelo respecto de la intuición del uno como investigación analítica sobre el ser ontológico de la nada (partiendo de la epistemología del ser como Naturaleza). Dicho estudio comparado comprende las ciencias ontológicas, las cuales se ocupan del conocimiento científico del ser, de la dialéctica y de su lógica (hermenéutica), las cuales pueden comprobarse de una manera indirecta mediante lo empírico-simbólico (dialogía intersubjetiva).

Las Ciencias Naturales se ocupan por un lado de la epistemología, y por el otro como decimos, en paralela sincronía, del conocimiento ontológico de la dialéctica como modalidad unitaria simbólica. Es por ello que correspondiendo con la triada constituyente del ser (alma, espíritu y ser-aquí-ahora como radicalidad anímica del espíritu) pueden vertebrarse las Ciencias Naturales, descubriendo una multiplicidad de relaciones basadas en la integralidad del conocimiento en su conjunto. Por una lado la epistemología: matemáticas, física y química; por otro lado la ontología: lógica, dialéctica y biología como posibilidad (ontologías regionales). En el próximo cuadro relacionamos limitadamente determinaciones que fundamentan y formas que fundan, autogestionando así la sostenibilidad del conocimiento en el aquí-ahora y en su voluntad de poder.

Gnoseología Alma Física Dialéctica

Cognición Ser-aquí-ahora Química Biología

Cognoscitividad Espíritu Matemáticas Lógica

Hablando de las ciencias epistemológicas decimos que las matemáticas representan el lenguaje de la Naturaleza como a priori de lo real (realidad particular como apriorismo): dicho conocimiento se considera prioritario pues ejerce como fundamento-base del conocimiento. La física y la química representan el lenguaje de la naturaleza como auto-fundamentación, no necesitando de las matemáticas como fundamento pero sí como fundación (conocimiento como posibilidad). Estas 3 ciencias son simbióticas, pues las matemáticas son un elemento constituyente del ser en su relación con la nada (como continente), identificándose sincrónicamente con su contenido físico-químico, momento en que se armonizan verdad lógica y verdad ontológica. Las matemáticas se presentan como ley, la física como cinetismo energético y la química como dinamismo material. La epistemología resalta el carácter unitario que conmueve dichas ciencias de manera interdependiente, pero es mediante el telos como cultura que nos orientamos a lo físico-químico representando una simbólica superación matemática, oposición dialéctica y simbólica a ésta, pues es lo físico-químico la que apunta a la trascendencia mientras que lo matemático significa el ancla que nos posibilita un ascenso seguro y sin sorpresas desagradables.

Respecto de las ciencias ontológicas apuntamos que en relación a las anteriores éstas ofrecen una ontologización de la

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epistemología, un estudio simbólico (ontológico) de las investigaciones empíricas que realiza la epistemología. Tenemos como ancla a la lógica, gracias a la base matemática, posibilitando la lógica matemática, representando así la posibilidad del conocimiento periódico (cuantitativo). Por otro lado tenemos la dialéctica como ciencia que estudia la simbiosis elemental entre física y química, pero analizado desde la perspectiva cinética de la nada, relacionando analógicamente la química con el ser como posibilidad opuesta a la nada, determinación a priori de la realidad como temporalidad sintética de la energía (concepto de materia sujeto a la teoría de cuerdas), representando la posibilidad del conocimiento verdadero, más científico que el conocimiento superado. Por último tenemos al a priori químico de la síntesis vital (biología), la cual se ocupa de la posibilidad de conocer al ser mediante la trascendentalidad que exhalan sus concreciones empírico-materiales, corporalidad sensorial que requiere un estudio integral de las posibilidades no sólo lógicas sino también dialécticas (categorialidad de la biología contemporánea).

Esta dialéctica científica de saberes nos propone, como hemos reconocido anteriormente a cargo de Gustavo Bueno, a la epistemología como saber de 1º grado y la ontología como saber de 2º grado, comprendiendo mejor el afán de Aristóteles para fundar el ser por medio de una teoría del ente (incluyendo la radicalidad ontológica de la biología). Al estagirita no se le escapa que dichos saberes son inseparables, pues al contrario de lo que piensa la metafísica, dichos saberes dialécticos necesitan de su oposición para ser pues nada es absoluto en sí, en contra de la falacia lógica que proclama el pensamiento metafísico, pues éste trata de inducir los contenidos de conciencia de manera innata, proponiendo realizar una ascensión teleológica por medio de los saberes especializados (base filosófica del positivismo). De hecho podríamos considerar que el estudio académico de la filosofía tiene que componerse radicalmente sobre dicha proposición arqueológica, conformándose como estudio generalizado de las relaciones entre las Ciencias Naturales y las Ciencias Vitales, lo que venimos llamando genuínamente como Ontología pura y dura, implicación que no imposibilita una parcial especialización en las Ciencias Vitales (desde la cosmología hasta la sociología como antropología cultural o como etología).

1.2. Ciencias Vitales.

Después de realizar un amplio desarrollo de éstas en el bloque de teología, apuntar sólo algunas cosas en referencia a su estructuración genérica respecto a otros saberes. Las ontologías regionales tienen su posibilidad de estudio en el conocimiento ontológico, vertebrando unitariamente las determinaciones de los 3 campos ontológicos, los cuales derivan de la posibilidad epistemológica primaria: entonces comprendemos las ciencias vitales como estudio ontológico de las determinaciones aprioristicas de la conciencia como ente vital. Lógica, dialéctica y biología como una frente a la teología, reconociendo así la diferencia ontológica de la fundamentalidad ontológica respecto de las posibles absolutizaciones teológicas (posibilidad accidental de "no-ser" como onto-teología).

Venimos defendiendo que dichas ciencias también engloban a la sociología como estudio de identidad entre teología (categorías espirituales) y el grupo formado por lógica, la dialéctica y la biología (categorías anímicas). Desde la ontología se comprende que el estudio posterior a la ontología es la teología, pero no porque ésta última sea más importante por ser última, sino porque requiere del conocimiento del ser para comprender lo concreto-derivado que realmente me concierne, mi respuesta particular a la gran pregunta podemos decir literariamente. Por lo que el libro de Aristóteles no se llamaría Metafísica (teología como saber de 1º grado sobre el principio del conocimiento) sino que simplemente se llamaría Física, haciendo referencia a la filosofía primera; incluso me atrevería a decir que pudiera rebautizarse como Dialéctica (Física y Química) basándome en el énfasis por comprender al ser como uno-esencia (y no como Dios-Parte-Sustancia), relanzando como uno de los principios aristotélicos capitales su comprensión hilemórfica de la materia.

La metafísica parte de la teología para llegar a una supuesta ontología (que no es más que onto-teología, metafísica de toda la vida), pero ante la ausencia de vínculos naturales termina sobreponiendo violentamente la teología sobre la

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ontología, negando a ésta última y denostándola, lógicamente atribuyéndole un estatuto a la ontología radicalmente contrario a la metafísica como supuesta verdad, como supuesta universalidad de la razón pura. Desde la ontología se comprende la filosofía primera como estudio de los principios del conocimiento, los cuales se asientan en la auto-fundamentación del ser y la nada al margen del ente teológico resultante, salvaguardando así la divina pureza de la diferencia ontológica. Eso significa que necesitamos partir de la ontología y de la epistemología, primero porque de sus principios parten el resto de saberes (teología, ciencias técnicas y artes); segundo porque la última pregunta que retumba en la conciencia y no es respondida por la ontología es la pregunta por el ser-aquí-ahora (acontecimiento teológico). La praxis metafísica como un "ir por la vida tropezando a cada paso" no comprende la imposibilidad de fundar el sentido de la existencia desde una teoría que postula una ausencia primaria absoluta de relación entre el ser y el ente, basando su derivado estatuto sentimental en la inducción que interpreta al ente superior como Ente-Dios (Yo-Conciencia pero Perfecto, ejerciendo así como supuesto principio del conocimiento). Resulta de gran dificultad que la metafísica supere por sí misma las limitaciones científicas de su propio proceder, a no ser que florezca de manera más autónoma la intuición del uno por medio de los acontecimientos teológicos particulares del ser-aquí-ahora como voluntad de poder.

Mediante los cuadros que nos siguen a continuación podemos representar simbólicamente el Yin-Yan como como teología basada en su intrínseca radicalidad ontológica (Tao, Camino).

Círcularidad Ontología Cosmología Linguística Ciencia

Irregularidad lineal Epistemología Astrología Ética Filosofía

Círculos opuestos Teología Psicología Política Arte

Oposición de color Sociología Antropología Estética Religión

Mostramos la estructuración dialéctica de las ontologías regionales por medio de las categorías de la realidad trascendental (anímicas) y categorías de la realidad fenoménica (espirituales), teniendo a la sociología como inherencia dialéctica de la interacción comunicativa entre lo empírico-espiritual y lo científico-anímico, cultura teleonómica frente a la teleología del ser.

Realidad Trascendental Realidad Fenoménica

Ontología Cosmología Linguística Ciencia Cosmología Astrología

Epistemología Astrología Ética Filosofía Psicología Antropología

Teología Psicología Política Arte Linguística Ética

Sociología Antropología Estética Religión Política Estética

Aún nos queda mucho por descubrir, relaciones insospechadas nos esperan al amparo de la unidad trascendental, sin por ello recaer en un nuevo y reformado pitagorismo, sabiendo reconocer tanto los límites de lo empírico como las limitaciones de lo simbólico.

1.3. Ciencias Técnicas.

Los saberes de 1º, 2º y 3º grado (epistemología, ontología y teología) conforman el grupo de las ciencias necesarias, frente a las que englobamos dentro del grupo de ciencias que posiblemente necesitamos para la consecución del ser-aquí-ahora como praxis teórica del conocimiento teológico, comprendiendo la técnica como prolongación tecnológica de los atributos humanos. Las denominamos ciencias técnicas en referencia a la praxis de prolongación

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tecnológica de las interacciones humanas desde el ámbito cognoscitivo, comprendiendo la tecnología como una posibilidad necesaria para el desarrollo de la cultura.

Por supuesto no hablaremos aquí de iPhones o Windows sino de los fenómenos básicos que se dan en todas las culturas con el afán de sobrevivir, ya sea realizar una instalación de agua, un aparato para cocinar o construir una casa para dormir. Después vendría el deleite tecnológico de la metafísica, del cual intentamos participar lo menos posible. Dicho deleite pudiera derivar naturalmente una vez satisfecha la sostenibilidad del género humano y una vez insertado en su ecosistema natural, pero nunca antes, que es precisamente donde reside la trivialización tecnológica de la metafísica, precisamente donde muestra que huye de al verdadera responsabilidad racional. Entonces hablamos aquí de técnica como desarrollo cultural de las posibilidades trascendentales que nos brinda nuestra corporalidad sensorial en interacción con la Naturaleza, denostando sobremanera toda la tecnología que proviene del desarrollo mental de la razón pura y que busca no "contaminarse" con las relaciones naturales. Tecnología pero no tecnológica por sí misma, sino en su aplicación concreta a los fenómenos, relacionándose así con la ciencia y organizando ontológicamente su jerarquía de prioridades. Concebimos que la tecnología no es sólo una cámara de seguridad o un rascacielos sino también un lápiz o un carrillo de mano, centrándonos en la trascendentalidad de la técnica relativa al desarrollo de las posibilidades humanas, siempre enfocado desde una perspectiva ontológica ya no metafísica.

Debido a la supervivencia racional respecto de las limitaciones fenoménicas se consideran ciencias técnicas a todas las ciencias que colaboran en la posibilidad de ser-aquí-ahora como consciencia, incluyendo en su seno la proyección artística de su propio carácter pragmático. Pragmático decimos pues es precisamente respecto de la tecnología que el ser humano desarrolla una racionalidad utilitaria, alumbrando precisamente al discernimiento entre necesidades y posibilidades, entre ser-aquí-ahora y razón pura. Desde el estudio comparado de dichos saberes frente a los saberes fundamentales, englobamos en este campo ciencias técnicas que conllevan en su a priori la posibilidad necesaria del arte como lógica de la praxis. Representan un enlace desde la lógica simbólica (la tecnología no es sólo lógica matemática como piensa la metafísica) hacia la dialogía posiblemente necesaria, hacia la interacción con la Naturaleza, convirtiendo su teoría en estatuto científico y su praxis en aplicación artística. Podemos concluir considerando a las ciencias técnicas como logos entre lógica y cultura, por ello fundamenta su posibilidad en la necesidad y no en lo accidental (metafísica como "no-ser").

Es importante afianzar bien que la técnica entendida desde una perspectiva ontológica refiere a la tecnología como una implicación directa que resulta de la interacción cultural (apriorística) con la Naturaleza. Esto provoca que el deleite tecnológico que nos propone la metafísica como supuestamente necesario para la vida (mobil, tele, dvd, adosado, coche, garaje, centros comerciales, etc.) no corresponde al estatuto de posibilidad necesaria que atribuimos a las ciencias técnicas. Esto serían aplicaciones artísticas, igualmente útiles que un cuadro o un florero, pues se puede vivir perfectamente al margen de todo esto. La diferencia está en que las aplicaciones artísticas corresponden constitutivamente a la praxis particular, a la cultura como libertad de conciencia, por lo que tenemos que ejercerla dentro de los parámetros responsables que permite la sostenibilidad de nuestra especie. Desenmascaramos así la bazofia tecnológica que trata de endosarnos la metafísica en pos de la construcción del Reino de Dios, comprobando tristemente como la tecnología hoy día está centrada en el desarrollo feaciente de la razón pura, constatando el aburrimiento generalizado que impregna la cotidianeidad de la sociedad capitalista, con todos sus boulevares comerciales, sus jerarquías y elitismos populistas.

Concluyendo en una concreción adecuada de las ciencias técnicas podemos aportar que éstas derivan de las ciencias necesarias orientadas a una especialización relativa a la biología, remarcando así su carácter de posibilidad necesaria, frente a lo que se presenta como posibilidad accidental metafísica. La medicina, la geografía, la informática, la pedagogía u otras muchas, son propedéuticas científicas de carácter artístico que culturalmente se presentan como posibilidades necesarias, relacionando su fenomenismo tecnológico a su posible trascendentalidad radical,

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desviándose siempre de los universales abstractos de la razón pura y su escepticismo relativista. La fisiología, la geología o la filología pudieran ser consideradas ciencias técnicas, aunque éstas mantienen una relación más íntima con las ciencias naturales, conformando así los subgrupos que derivan de los ámbitos principales. Reconozco sin pudor alguno que me veo muy limitado a la hora de enfocar límites concretos entre unas ciencias y otras, pero al menos tenemos claro cómo NO es la vida o el conocimiento, enfatizando que la prioridad es la deconstrucción metafísica que precede a las construcciones ontológicas colectivas.

Por último apuntar que las ciencias técnicas tienen su confluencia común en la ingeniería como especialización, propedéutica científica de carácter artístico en la que se apoya el desarrollo de la tecnología en general, tecnología como aplicación artística de carácter científico a un determinado ámbito, ya sea la medicina o la informática. En última instancia nos orientamos hacia una tecnología al servicio de la ciencia y el bienestar general. Así la ingeniería estaría destinada a la sostenibilidad de la sociedad en su conjunto vital y no simplemente a maximizar la plusvalía del mercantilizado mundo.

Y llegados a este punto requeriríamos echar mano del fuego para erradicar la bazofia tecnológica que inunda nuestras calles, nivelando la relación de fuerzas frente al Poder tecnológicamente consumado y en favor del renacimiento pagano de la técnica, más artesanal, más radicada en la cultura y en las necesidades terrenales. Así nos acercamos al ludismo y a la violencia libertaria que propondremos en el apartado Supervivencia racional en la caída del Sistema, orientada principalmente hacia el bloqueo de la producción capitalista, ya sea de mercancías o de supuestos saberes. La violencia respecto de las personas dependerá de la resistencia que muestren las razones puras particulares y su grado de tecnologización (al más puro estilo Robocop), reconociendo la peligrosidad social y la poca permisividad de la que deben gozar los seres humanos objetivizados por medio del pensamiento metafísico y su praxis fascista.

1.4. Aplicaciones artísticas.

Entendemos como aplicaciones artísticas a todas aquellas aplicaciones científicas que participan netamente de la teleonomía cultural de la praxis. Su teoría tiene carácter teológico frente al carácter ontológico de las ciencias técnicas. Digamos que las ciencias técnicas derivan más de los saberes espistemológicos y las aplicaciones artísticas derivan más de los saberes teológicos. Quizás lo que diferencia así a las aplicaciones artísticas de las ciencias técnicas es la necesidad de participación dialógica, postulando una apriorística interacción comunicativa. Ello nos permite comprender el arte sólo y exclusivamente desde una perspectiva hermenéutica, acercándonos a su radicalidad fenomenológica siempre al margen de posibles vestigios metafísicos.

Por ello románticamente pienso que las aplicaciones artísticas realmente refieren a las bellas artes, o finas, o poético-musicales, o llamémoslas como queramos, pero sólo y exclusivamente a estas artes, diferenciándose en el en sí de aplicaciones artísticas de las ciencias técnicas, como puede ser una operación del corazón o la construcción de un edificio. También diferenciándose de la propia categoría estética, que se relacionaría más con el arte cotidiando de la praxis, como el arte de cuidar el cuerpo, la mente, el medio en general, etc. Es por eso que la división de las campos es más ontológica que fenoménica, pues por ejemplo la arquitectura tiene una parte científica (relacionada también a la ingeniería) y tiene otra parte artística (diseño estético), mostrando la indivisivilidad integral y ontológica que conforma los saberes en general, ya sean más especializados o enfaticen más la interdisplinaridad que comentamos.

Lo importante sería amarrar la comprensión de que las artes conforman junto a las ciencia más teoréticas la estructuración ontológica de los saberes que aquí proponemos, considerando que artes como la música, la poesía o la pintura se conforman como parte importante de los saberes generales, argumentando su elevación ontológica sobre las comprensiones metafísicas, diferenciando entre aplicaciones artísticas como posibilidad necesaria (consciencia) y

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metafísica como posibilidad accidental ("no-ser" como ilusión de la razón pura). Son temas que requieren una profundización especializada, por lo que espero que nuestro proyecto interese y motive a participar a personas de muy diferentes ámbitos del saber, proponiendo como satélite la univocidad modal que a todxs nos conmueve.

Las aplicaciones artísticas no viven al margen de la tecnología, sino que aprovechan los recursos que ofrece para ponerlos al servicio de la técnica tradicional, enfatizando precisamente la radicalidad ontológica que siempre debe acarrear la tecnología en general. Podemos comprobar como se relacionan arte y tecnología por medio de la cibernética, campo que representaría la fusión temporal entre homos practicus y bios theoricos. Por ejemplo mediante los alimentos transgénicos también se vislumbran relaciones entre tecnología y arte: tecnología metafísica y arte de empobrecer nuestro cuerpo y nuestra mente por medio de una carente alimentación.

En los próximos apartados nos centramos en el estudio analítico del arte y la religión como pilares prácticos de la Cultura ontológica, dejando a un lado los ya trabajados pilares teóricos, que son la ciencia y la filosofía. Es importante seguir desarrollando la crítica metafísica (ahora desde la mercantilización del arte y la religión del monetarismo) para poder profundizar más tarde en las conceptualizaciones básicas que posibilitan una armoniosa deconstrucción metafísica de la conciencia (popularmente llamada revolución de la conciencia, transmutación axiológica Nietzscheana), incorporando en su inherencia dialéctica como proceso una construcción netamente afirmativo-vital del ser-aquí-ahora por medio de la axiología moral que propicia la libertad cultural. Trabajaremos estas comprensiones en el bloque Epílogo, pasando ahora a la investigación sobre el arte y la religión, pudiendo contemplar como consecuencia una posible resolución ontológica de los principales enigmas de la Cultura metafísica.

2. ARTE.

"Comparado con el arte de los griegos o con el del Renacimiento, el de Wagner se opone en todos sus aspectos a la expansión de la vida y atiende, por el contrario, a todas las debilidades nihilistas. Es, por eso, más bien un antiarte, un instrumento de difusión de la decadencia que encarna todo lo contrario de lo que debe ser el efecto del gran arte: favorecer la expansión de la vida reafirmando la autorregulación propia de un centro de gravedad que intensifica el sentimiento de vitalidad. La comprensión wagneriana de la redención en la música brota de una profunda insatisfacción ante la existencia comprendida como dolor".(La experiencia dionisiaca del mundo, Sánchez Meca).

El Arte y la Religión conforman la realidad fenoménica de la Cultura, no siendo más que la expresión fenoménica del conocimiento trascendental de la ciencia y la filosofía. Arte y religión representan parcialidades de la conciencia relativa a la praxis de la cultura y la estructuración estética de la propia Cultura; son ontologizaciones de lo óntico, reificaciones. Proponen una superación del concepto en base a las imágenes mentales de la consciencia, formalizando la posibilidad de una comunicación de radicalidad teológica mediante la hermenéutica unificada como "satélite". Estos dos campos son ámbitos trascendentalmente constitutivos del ser humano (categoría estética) pero aquí lo enfocamos como materialidad de la cultura, como moralidad estética, fenomenología del arte y la religión como posibles a priori.

Decimos entonces que diferenciamos entre arte y religión como elementos constitutivos de la Cultura y la existencia frente al carácter óntico de éstos, confusión que practica la metafísica convirtiendo el arte estático-objetivo (obra) en religión, y convirtiendo el carácter religioso a priori (categorialidad estética de la existencia) en arte (ante la evidente limitación del fundamento lógico). El Arte refiere a la diversidad fenoménica que constituye la cultura, la Religión refiere a la unidad trascendental que exhala la modalidad cultural. Los dos elementos tienen carácter estético, fundando una teoría y praxis de cada campo, pues los dos relacionan lo material con lo inmaterial, abriendo paso a la posibilidad científica de la sociología. En los próximos apartados intentamos aclarar un poco más en qué se basa el carácter estético de dichos elementos, derivando estudios más especializados sobre los elementos que conforman la integralidad de ambos campos, partiendo de su posibilidad necesaria como materialidad de lo inmaterial.

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"Entonces la poesía es huida y busca, requerimiento y espanto; un ir y volver, un llamar para rehuir; una angustia sin límites y un amor extendido. Ni concentrarse puede en los orígenes, porque ya ama el mundo y sus criaturas y no descansará hasta que todo con él se haya reintegrado a los orígenes. Amor de hijo, de amante. Y amor también de hermano. No sólo quiere volver a los soñados orígenes, sino que quiere, necesita, volver con todos y sólo podrá volver si vuelve acompañado, entre los peregrinos cuyos rostros ha visto de cerca, cuyo aliento ha sentido al lado suyo, fatigado de la marcha, y cuyos labios resecos de la sed ha querido, sin lograrlo, humedecer. Porque no quiere su singularidad, sino la comunidad. La total reintegración; en definitiva: la pura victoria del amor".(Filosofía y poesía, María Zambrano).

Centrándonos en el Arte al margen del trato a posteriori que dedicaremos a la Religión afirmamos el arte junto a Eugenio Trías como habitar el límite, entendiendo límite desde Aletheia como poder-ser-aquí-ahora, posibilitando teleonómicamente sin determinar teleológicamente. Entendemos el arte como un juego entre la posibilidad de síntesis temporal y la impermanencia fenoménica que impregna el fondo, desvelándose lo ontológico en lo óntico y viceversa, juego entre las posibilidades del ser y la nada. El arte lo es todo, pues todo en última instancia es praxis. Podemos apoyarnos en la teoría estética de Adorno o en los estudios sobre el color de Goethe o Kandinsky, pero en última instancia requerimos de la práctica para realizarnos como proyecto, como síntesis temporal posible. Es únicamente así como Santayana puede descubrir El sentido de la belleza, o como Heidegger puede vislumbrar El origen de la obra de arte.

Crear es resistir, resistir es crear. Pero Deleuze resalta la particularidad respecto de otras artes, comprendiendo la música como afecto frente al arte como precepto (conjunto de percepciones) o la filosofía como concepto. Crea y resiste Nietzsche por medio de sus reflexiones sobre arte clásico, al igual que lo hace Federico García Lorca cuando presenta sus romances. La música también es poesía, la poesía es ontología, teniendo a la métrica como fenomenología de las posibilidades, sin por ello erigirse ni mucho menos absoluta. El arte como juego es infinito, siempre por medio de la cultura y su aquí-ahora constitutivo. Su aquí-ahora como simbiosis atemporal entre física, química y matemáticas, culminando en la artística pasividad dinámica que nos posibilita la contemplación. Es sólo así que superamos la razón-concepto, es así que únicamente pueden superarse proyectos como Aletheia, no desde la cantidad sino desde la calidad, valor tan denostado y olvidado en las sociedades de la (falsa) abundancia. La venganza es poética como venimos sospechando.

Recordando la sentencia de Anaximandro meditamos sobre la poiesis como producción, la poesía como producto y la apotheosis como lenguaje sensorial. Antes hemos dicho que el Arte representa la ontologización de lo óntico, relacionando de alguna manera cultura y teleología (ésta última como sublimación de la cultura). Hablando de poesía podemos afirmar desde una perspectiva diferenciada que trata de ontizar lo ontológico, de sensibilizar lo insensible como dice Heidegger o también podemos afirmar junto a Paul Klee que la pintura no pinta, sino que hace visible. Aunque así percibo cierto riesgo a recaer en la metafísica como fundamento absoluto del arte, dominancia expresada duranta la muy larga noche del dogmático arte clásico y la filosofía metrética en general. Pese a ello se permite, no sin mantenernos ojo avizor. Afirmamos junto a Heidegger y su pregunta por el arte que existe una conexión intrínseca entre arte y verdad, pero para no recaer como decimos en la razón pura debemos enfatizar lo artístico del arte, potenciando la reificación que supone la cultura como praxis artística, suscribiendo junto a Gadamer que las artes son conductas linguísticas que se resisten a ser textualizadas.

El arte es en síntesis la forma del fenómeno; leemos en el artículo de Pelayo Pérez Ontología y gnoseología: una mirada fenomenológica. Y es precisamente la forma como modalidad lo que estamos tratando de resaltar aquí. Pero verificando una vez más mis actuales limitaciones no me queda más que recomendar la profundización en dicha temática por medio de las sencillas palabras que Alan Watts dedica a las artes en su pedagógico libro El camino del zen (especialmente en el apartado El zen y las artes, del que mostramos sólo una pincelada introductoria).

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"Esto no significa que las formas del arte Zen queden libradas al mero azar, como si fuéramos a sumergir una víbora en un tintero y luego la dejáramos culebrear sobre una hoja de papel. Más bien quiere decir que para el Zen no hay dualismo ni conflicto entre el elemento natural del azar y el elemento humano del control. Las potencias constructivas de la mente humana no son más artificiales que los actos que forman a las plantas y a los animales, de modo que desde el punto de vista del Zen no hay contradicción al decir que la técnica artística consiste en ejercer una disciplina espontánea o una espontaneidad disciplinada". (El camino del zen, Alan Watts).

2.1. Expresión comunicativa.

Viajando desde lo inmaterial del arte a la materialidad artística nos encontramos de nuevo entrelazados con los 3 niveles ontológicos que representan el alma, el espíritu y el ser-aquí-ahora. Lo primero sería reconocer la radicalidad gnoseológica de la acción estética como expresión comunicativa, dialógica, dialéctica. Lo segundo sería reconocer el desarrollo de los a priori espirituales respecto de la expresión dialéctica, como son la creatividad espiritual y la imaginación intuitiva. Lo tercero sería el estudio cognoscitivo de la posibilidad misma del arte como acción, su objeto que no su objetividad, aunque ésta última también entre en juego. Todo ello en contrariedad con el pensamiento metafísico y su errónea interpretación de la praxis como síntesis, pues es la ontología la que posibilita el arte como cultura en contra del Arte como Objeto, siempre limitado, completado y superado por su propio sentido artístico.

Si la comunicación dialógica tiene estatuto científico por posible necesidad y es a su vez una praxis artística, podemos considerar el arte como una posible cognoscitividad necesaria, pero considerando también lo artístico como referencia a la impermanencia de lo fenoménico, a lo estético, a lo cognitivo, siendo también de alguna manera una necesidad apriori, pues es el concepto representa la posibilidad cognoscitiva, pudiendo elevar su estatuto cognoscitivo al nivel de racionalidad lógico-sentimental, frente a la irracionalidad sensorial de la mente metafísico-estática. Consideramos entonces el arte como expresión comunicativa, en referencia al ejercicio libre de la cultura como práctica (necesidad) en su proyección artística (posibilidad teórica de la práctica, teleología de la teleonomía). La lógica, los sentimientos, lo racional, lo vital o lo espiritual son elementos que conforman y fundan el arte como expresión comunicativa, elevando su estatuto junto a la religiosidad (como veremos en su apartado respectivo) hasta las categoría teológico-estética.

La expresión comunicativa representa simplemente el enlace sintético entre la voluntad de la naturaleza (expresión) y la dialogía de la Naturaleza (comunicativa), determinando la fugacidad intrínseca que constituye al objeto artístico, gozando de su propia superación mediante la acción artística, reciclaje emergente continuo, síntesis siempre superada por una nueva contradicción que se reactualiza constantemente reseteando nuestra realidad. Trágicamente una obra de arte nace para ser superada en la propia acción de oponerse a ella conscientemente, no destruyéndola sino completándola siempre un poco más a través del sentido, acercando la cultura particular al telos común que nos une. Los objetos artísticos representan la materialización cultural de la propia conciencia, lo cual es lo único que permanece (como posibilidad de consciencia) frente al fenomenismo caótico de la Naturaleza.

La expresión comunicativa no es Arte sino arte. No es ni síntesis ni interpretación, no es un producto artístico. Expresión en el sentido ontológico de Spinoza o Deleuze, como praxis constitutiva respecto de la cultura como comunicación. Dicha expresión comunicativa no se muestra por medio de una supuesta historia universal sino a través de la fragmentaria historia de las artes, fragmentaria precisamente por la atomización cultural que nos constituye. Las expresiones comunicativas quedan registradas por medio del Arte que acompaña la cultura, la técnica y el hacer dejan huella, y esa huella es el Arte, el cual siempre tiene carácter residual, pero no en sentido pellorativo sino haciendo gala de la diferencia ontológica entre arte y Arte. Desde este trascendental planteamiento estamos en condiciones de comprender mejor a Mozart cuando afirma que la música no es el arte de combinar sonidos sino el arte de rimar con el silencio. Así atiende a la anterioridad ontológica del arte como esencia respecto del Arte como sustancia. Por ello también Wagner y Beethoven nos hablan de la armonía mental del silencio en el poema,

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enfatizando así la univocidad modal en la que se presentan los fenómenos culturales, inclusive la música y las artes en general.

"El devenir del mundo está orientado por lo que la fuerza es, a saber, expansión y búsqueda del poder máximo como supremacía sobre las demáss fuerzas que se le resisten. Y este impulso interior es el que Nietzsche advierte en esa constricción interna que se apodera del artista y, lo quiera éste o no, le obliga a la creación. Cuando Nietzsche describe los estados fisiológicos estéticos dice que son estados de extrema agudeza, excitabilidad y vivacidad de todos los sentidos, donde la percepción de las formas y de las relaciones, en vez de ser confusa, es rápida y muy clara. O sea, son estados de extrema lucidez y comunicabilidad. Pero a la vez habla de la embriaguez como el sentimiento que acompaña al acrecentamiento real de la fuerza, y no como una sensación puramente imaginaria de fuerza acrecentada".(La experiencia dionisiaca del mundo, Sánchez Meca).

2.2. Creatividad e imaginación.

La creatividad y la imaginación son las herramientas de las que se sirve la expresión comunicativa para llegar a ser culturalmente hablando acción estética, entendiendo el arte como la forma del acto. La expresión comunicativa se basa en estas dos virtudes, relacionables con la comprensión espiritual y la contemplación anímica. Dichas virtudes son voluntad orientada, sensorialidad consciente aplicada, alimentación simbiótica entre ambos principios: si más creatividad comprende el espíritu de más imaginación dispone el espíritu a la hora de cabalgar el alma mediante la imaginación, la cual vuelve siempre teleonómicamente a golpear ontológicamente el techo del espíritu, acto teleonómico que persigue teleológicamente su propia superación eternamente libertaria. Parece complejo pero no lo es tanto, simplemente que a veces me enredo, pero al menos las grandes contradicciones de la metafísica están siendo ampliamente superadas.

Como virtudes constitutivas del espíritu y el anima, al igual que la alegría y la serenidad, tenemos a la creatividad y a la imaginación: la creatividad refiere a las posibilidades espirituales y la imaginación a las posibilidades anímicas. Es por esto que relacionamos creatividad con mente e imaginación con consciencia, relacionando la sublimación del arte con la acción ontológica de permitir, con la no-acción (fenoménica) taoísta o con el vacío mental budista. La praxis artística comprende y refleja la dialéctica natural entre la capacidad creativa de la mente y el flujo sensorial de la imaginación, potenciando lógicamente por su telos la radicalidad anímica del espíritu. Mediante la auto-fundamentación dialéctica de los opuestos comprendemos que la creatividad hace referencia al desarrollo de la imaginación (comprensión) y que la imaginación evoluciona junto a la creatividad (contemplación).

Concluimos reconociendo que la temporalidad efímera del arte como fenomenología constituye junto a otros elementos la idea que estamos conformando de arte como regionalidad cognoscitiva, aceptando la validez temporal de las obras de Arte. La Gioconda es muy bonita, pero es especialmente bonita bajo su marco histórico; ahora me parece menos bonita, cuasi aburrida. Es en la trascendentalidad de la imaginación y en el fenomenismo creativo del espíritu donde se desvela el ser-aquí-ahora como temporalidad sintético-dialéctica, promoviendo lo que los antiguos griegos concebían como cultura trágica del límite, separando pero uniendo lo apolíneo y lo dionisiaco, sin por ello obligarnos a sacralizar los objetos del Arte. De hecho es la ontologización continua una de las artes más progresistas que podemos encontrar en la actualidad, partiendo del reciclaje para verter miradas oníricas o dadaístas sobre las pretensiones absolutistas que rodean al arte. Ahora me gusta la Gioconda de Banksi, con su máscara de gas incorporada.

Las pretensiones absolutistas del arte, ya sea clásico o contemporáneo, refieren al "no-ser" como accidente, pues aparentemente se muestran como no son, o siendo en otra cosa de lo que en realidad se es. Cada cosa en su sitio, cada conciencia en su tiempo, abriéndonos de manera no-violenta a la superación que sobre nosotrxs efectuarán las generaciones venideras. Apostemos por la atemporalidad que atraviesa la belleza de los cuadros. Belleza que

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suscribimos junto a Cardenal Mercier como cualidad de una obra que, por la acertada coordinación de sus diversas partes y de sus medios de acción, expresa y hace que se admire un tipo ideal con el que se compara. Realmente dicha interpretación peca de excesivo platonismo, denostando quizás la cultura en pos de la idea universal, pero nos vale constatar ahora que se aprecia la inmanencia semántica de lo trascendental como una superación de lo formalmente lógico y material. Constatamos que la metafísica también se hace eco de la diferencia ontológica, pero irresponsablemente trata de negarla basándose en el miedo y la ignorancia, surgiendo así la falacia metafísica como "pacto de silencio" alrededor de la muerte como representación/acontecer de la diferencia ontológica. De hecho el reconocimiento de la trascendentalidad como cultura que constituye las obras de arte es una de las razones por la que se abre paso el arte moderno frente a lo clásico, conllevando en sí el germen de una auto-superación paulatina de éste hasta llegar a la época contemporánea (y hasta el más allá, superando incluso el Reino de Dios o el bendito proletariado). Es obvio que las generaciones futuras nos tomarán por tontxs.

2.3. La acción estética y su objeto.

"Las formas artísticas del mundo occidental nacen de tradiciones espirituales y filosóficas, en las cuales el espíritu está divorciado de la naturaleza y baja del cielo a trabajarla como una energía inteligente sobre una materia inerte y recalcitrante. Por ello Malraux habla siempre del artista que conquista a su medio como nuestros exploradores y hombres de ciencia hablan también de conquistar montañas o el espacio. En oídos chinos o japoneses estas expresiones adquieren un sonido grotesco. Hay que tener en cuenta que cuando trepamos una montaña no sólo nuestras piernas sino la montaña misma es la que nos eleva, y que, cuando pintamos, el pincel, la tinta y el papel determina el resultado tanto como nuestra propia mano".(El camino del zen, Alan Watts).

La acción estética o sublime refiere a la praxis relativa al arte como cultura de la sublimación. Diferenciamos arte como acción estética (ontologización de lo óntico) frente al arte como materialización cultural (objeto resultante, ontización de lo ontológico). El arte es efímero por naturaleza debido a la trascendentalidad atemporal de la propia acción estética, la cual refiere a la temporalidad del fenómeno cultural posibilitado cognoscitivamente. El arte no es sólo efímero por su temporalidad conceptual sino también por su materialidad, la cual no escapa a las leyes físicas, por lo que podemos decir que la obra de arte representa el heideggeriano ser-para-la-muerte frente al ser-para-la-vida de la acción estética.

La acción estética no referiría entonces al Arte (Religión) sino al arte (praxis estética). La acción estética se diferencia de la acción racional en tanto que lo sensorial es base de lo racionalidad y posibilidad misma de un eterno retorno sensorial. La racionalidad se proyecta sobre la multiplicidad cultural de posibilidades, mientras que lo estético se expresa mediante la concreción de la posibilidad realizada, la cual anda moviendo continuamente las piezas del tablero racional; digamos que sofoca las posibilidades atomizándolas. Relacionamos como consecuencia a lo racional como cuantitativo de lo sensorial, y a lo sensorial como lo cualitativo de lo racional. Concluimos también que la irracionalidad (animalidad) racional (humana) supera cualitativamente la racionalidad (razón) irracional (pura, eidética), representando una vez más la racionalidad ontológica como una racionalidad estética o sensorial. En contra de lo que pudiera ser una inteligencia sentiente (metafísica en Zubiri) proponemos ontológicamente la sentimentalidad inteligente que propone la existencia estética de los seres vitales, lo que atómicamente permite comprender la belleza o la perfección como grado intelectual del sentimiento, de la emoción cognoscible.

"El poeta ha sabido desde siempre lo que el filósofo ha ignorado, esto es, que no es posible poseerse a sí mismo, en sí mismo. Sería menester ser más que uno mismo; poseerse desde alguna otra cosa más allá, desde algo que puede realmente contenernos. Y este algo ya no soy yo mismo".(Filosofía y poesía, María Zambrano).

Nos queda mucho que profundizar en este campo, pero ya gozando y no viéndolo como una obligación, no como un

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medio concreto para fin abstracto, sino entendiendo el arte como acción estética y no como objeto, acción expresiva como un fín en sí mismo. Esto puede olerse en Holderlin y la poesía, o en el tratamiento que Heidegger hace de éste en El origen de la obra de arte. El arte y la poesía se presentan una vez más como exaltación de la cultura y su inherente divinidad, haciendo gala de una fuerte constitución interdisplinar, generalidad condicional de las artes, constatando el deseo continuo de renovación y reciclaje, no denostando lo contigente sino expresándonos a través de ello. Sólo lo particular es real, retumba continuamente en nosotrxs la sentencia de Aristóteles. Así nos acercamos a la interpretación que sobre dicha temática construyen las culturas orientales, entre los cuales el zen representa una de las filosofías que más ha desarrollado la práctica artística, o al menos de la que más información hemos recogido en los diferentes textos tratados.

Reconociento el arte y la religión como dos de los cuatro pilares fundamentales permitimos la posibilidad de relacionar el arte con la política y la religión con la estética, pues el arte refiere a las determinaciones trascendentales de la religión, la cual ejerce sus determinaciones trascendentales sobre la posibilidad comunicativa de la sociología. La religión se interpreta como derivación artística de la comprensión conceptual, representando la materialización de los fenómenos artísticos en su dimensión estética (que no política, como actualmente lo hace inundando la vida en forma de materialismo intelectual). Es por esto último que Ernest Bloch pone tanto énfasis en negar el supuesto estatuto político de la teocracia (religión absolutizada) en El espíritu de la utopía, creando así red con la teología política de Walter Benjamin. Miles de caminos se abren al paso, miles son las elecciones, merece la pena pensar, sale muy rentable y además nuestra artisticidad sale ganando.

Los gansos salvajes no se proponen reflejarse en el agua;el agua no piensa recibir su imagen.(El camino del zen, Alan Watts).

3. RELIGIÓN.

Hemos recocido el arte y la religión junto con la filosofía y la ciencia como las 4 dimensiones constitutivas del ser humano y su culturalidad. Comprendemos la diferencia entre arte como acción cultural y Arte como fenómeno material. También hemos expuesto algunas nociones relativas a la dimensión estética de la religión. Y es que la categoría estética abarca desde la acción trascendental del arte hasta el fenomenismo cultural del espíritu. Por ello identificamos a la religión como relación fenoménico-cultural con el ser, como ámbito constituyente del ser-aquí-ahora, enfatizando más la religiosidad como praxis estética que la religión como teoría y fenomenismo unificado, ya sea de manera individual o colectiva.

Es por ello que desde la ontología se comprende la religión como teología racional, como estudio de la religación divina que atraviesa al ser humano, relación estética con la Naturaleza. Es por ello que postulamos como punto de encuentro un posible panteísmo deista generalizado que respete la libertad de conciencia, abriendo la puerta a la posible reinserción armoniosa de los conjuntos teístas en la cultura ontológica y común. Por contra la metafísica excluye la diversidad, lo que no se identifica con la razón pura es radicalmente rechazado. La ontología piensa la religión como religiosidad natural, como relación apriorística del ente con el ser, al contrario que la metafísica, que invirtiendo la jerarquía natural y eliminando el logos existencial que relaciona ente y ser interpreta la religión desde la idea-pura-dogma, necesitando del concepto de fe como basurero de las contradicciones lógico-científicas, que por ausencia racional distorsionan la contemplación ontológica de las posibles realidades que se dan en la conciencia. La religión sería racionalidad estética, teoría desde lo concreto, fenomenismo cultural de éste; pudiera ser una iglesia, no digo que no, pero admitiendo la libertad de conciencia, la temporalidad intrínseca de su razón o su ser como trascendentalidad ontológica y no como guetto ideológico-sedentario; lo que entendemos actualmente como secta, también atribuible a formaciones políticas actuales que se auto-consideran vanguardia.

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La religiosidad como praxis cultural hace referencia a los fenómenos estéticos, por lo que puede considerarse que la religión representa la moralidad del ser humano, basando la temporalidad de su materialidad en su propia radicalidad estético-trascendental. La categoría estética representa la naturaleza espiritual artístico-religiosa que se concreta en lo fenoménico por medio de dichas determinaciones, lo que implica una relación especial entre arte y religión, afirmando que el arte determina artísticamente la religión, y la religión determina la cultura como arte. Ya decimos que son múltiples las relaciones que pudieran descubrirse si seguimos profundizando por el camino de la unidad ontológica, progresando siempre en la comprensión dialéctica de los 4 ámbitos de saber que constituyen la Cultura, siendo dichos ámbitos uno y lo mismo en sincronía. Lo importante es diferenciar, por un lado entre arte y religión fenoménica (Cultura) y artisticidad y religiosidad (cultura estética): en la primera existe simbiosis categorial ajerárquica; en la segunda la simbiosis categorial es jerárquica: determinación artística de la estética en su carácter ético-linguístico sobre la estética religiosa como fenomenismo político-moral. Esta atemporalidad artística de lo estético-religioso determina la temporalidad no de la religiosidad estética (atemporal-inmanente) sino de la moral religiosa; lo que solemos entender por religión en su sentido negativo (Stablishment metafísico).

Y es por eso que aprovechando esta oportunidad debemos amarrar bien conceptos que han sido literalmente robados, amordazados y secuestrados por la Cultura dominante, sirviendo como germen que siembra el caos ante la supuesta incompatibilidad, por ejemplo, entre revolución y religión, o entre libertad responsable y goze sublime, o entre el hedonismo espiritual y el desarrollo de las posibilidades del cuerpo (sexo, drogas, etc.). Venimos a concluir que lo constitutivo del ser humano es su religiosidad estética y no su religión como Cultura particular, como cognoscitividad posible del individuo. Esto puede ser de una manera o de otra, nunca presentandose en modo absoluto. Por eso realmente lo clave desde la ontología es centrarnos en lo religioso-particular y no en la religión como unificación fenómenica normalmente sujeta a pretensiones absolutistas. La religión es como la realidad: sólo existen religiones/realidades particulares relativas a la conciencia de cada individuo, sujeto o ente; hay tantas religiones como realidades, lo que viene a confirmar que es falaz proponer conceptos como religión o realidad desde supuestas posiciones universales. De ahí que la religiosidad más ontológica es precisamente la anti-metafísica, inmoralidad que niega las pretensiones absolutistas de las religiones, especialmente vehemente contra la opulencia que muestran las religiones teístas. Confirmamos que sólo existe la religiosidad, sólo existe lo real; lo demás es posibilidad, vehículo, medio y no fin.

Necesitamos combatir intelectualmente a la metafísica, a las religiones teístas, al fascismo en general. Respecto de la religión nos inscribimos bajo las comprensiones de Ricoeur cuando habla de la religión como escatología de los símbolos sagrados, revelándose como analítica fenomenológica de los acontecimientos y su trascendentalidad constitutiva. Es por ello que nos permitimos hablar de deidades, pues el acontecimiento se da por medio de las entidades, por medio de las religiones, por medio de las realidades, sin por ello caer en la confusión entre ser y ente, tratando siempre de salvaguardar la trascendentalidad inmanente que nos constituye como diferencia ontológica, incorruptible frente a las pretensiones absolutistas del ente. El cristianismo, el judaísmo y el islam requieren una necesaria exégesis escatológica de su estatuto político en referencia a sus fundaciones filosóficas, radicadas como bien sabemos (y se sigue demostrando) en la cultura pagana y su visión de la Naturaleza como divinidad.

Finalizamos comprendiendo que el arte y la religión determinan el Arte y la Religión, entendiendo Arte como modalidad fenoménica de la praxis estética y Religión como religiosidad de la Cultura (ya sea individual o colectiva), haciendo referencia siempre a la radicalidad trascendental de los fenómenos culturales no sólo artísticos y religiosos, sino también filosóficos y científicos. ¿Qué sería el buen Arte? El arte que se expresa por medio de la modalidad unitaria trascendental, modo inmanente que se identifica no sólo con el ser sino también con la nada, presentándose siempre como revolución paradigmática, como renovación, como reactualización, siempre más verdadera y más perfecta en la trascendencia de su propia temporalidad fenoménica. Lo mismo vale para la Religión desde una perspectiva estructural. Me gusta pensar que la obra de Arte se inscribe en la cultura del ser-para-la-muerte, lo que

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quizás pueda llevarme a comprensiones dadaístas o al street-art en un futuro-anterior pero sobre todo inmediato. Tampoco por ello debemos de caer en la angustia, pues ni negamos ni imposibilitamos la belleza temporal de una posible síntesis no-absoluta gracias a la sublimación práctica. ¿Qué sería entonces la buena Religión? El Amor sería una buena respuesta, pero malgastada ya. Intentaremos llenarla de sencillez en la inherente complejidad de su ser racional, a lo que nos dedicaremos con presteza en próximos apartados.

De momento nos vamos orientando hacia las interpretaciones religiosas que propone el paganismo como politeísmo, que sería como dicen una especie de ateísmo religioso que antepone la religiosidad ontológica que nos constituye frente a la religión como fenomenismo unificado. Viendo el panorama que nos queda atribuimos a la sociología las propiedades adecuadas para un tratamiento semiótico de las sociedades en general por medio de la religión política que en torno a dicha sociedad se conforma. Y decimos religión política pues precisamente la metafísica trata de absolutizar la religión frente a la religiosidad elevando supuestamente el fenomenismo unificado (religión) a nivel político-moral, restringiendo así la libertad de conciencia e inscribiéndose como inversión jerárquica entre ética-estética (artisticidad y religiosidad) y moralidad política, cercenando por ende el desarrollo ético y linguístico del individuo bajo la aparente supremacía absolutista de la moral "Pura".

3.1. Teología racional.

Hemos practicado una bidisección en la teología diferenciando teología metafísica (ontoteología) y teología ontológica (ciencias vitales como categorialidad hermenéutica del espíritu). A la teología ontológica las llamamos ontologías regionales o ciencias vitales, las cuales derivan una interpretación teológica de los seres vitales radicalmente contraria a la del pensamiento metafísico, pues mientras que una parte en lo sensorial la otra parte en la razón pura, derivando fenómenos culturales accidentales que olvidan el ser. Entonces, atendiendo a la theología como ciencia de lo divino (logos ser-ente), llamamos teología racional al estudio científico del carácter ontológico de los entes, investigación en que se relacionan epistemología, ontología y teología desde una perspectiva integral. Necesitamos la integralidad del todo para posiblemente conocer al sí mismo como auto-conocimiento (no como sí mismo estático o "puro"). La metafísica tiene razón en que la teología es el estudio de la sustancia, pero también tiene razón Heidegger en que la metafísica es el olvido del ser, pues justamente representa la ignorancia del peldaño superior del conocimiento como diferencia ontológica, como conocimiento del ser en su auto-fundamentación dialéctica "al margen del ente". La esencia ontológica determina la sustancia teológica, por lo que también lleva razón Heidegger en que lo importante no es la esencia de la verdad (sustancia metafísica) sino la verdad de la esencia (gradualidad ontológica de la esencia como verdad).

(Sobre la Teología como filosofía primera) "El problema (para las tradiciones receptoras occidentales) estriba en que ésta, la ciencia más racional y de racionalidad superior, se estatuye, de modo crítico-confutativo a través de la recusación sistemática de la irracionalidad del monoteísmo excluyente materialista y mitológico, para trazar el sistema abierto de un politeísmo racional ontológico".(El nacimiento de la filosofía en grecia, Teresa Oñate).

La teología racional tiene por objeto (frente a la metafísica) realizar una adecuada y constante escatología de las religiones teísticas, llegando poco a poco a puertos flexibles como punto de encuentro, deismo generalizado o panteísmo, paganismo, politeísmo, siempre desde la libertad de conciencia del individuo y sin ninguna pretensión absolutista. La fe es pura metafísica, debe desaparecer de los mapas conceptuales en los que trabaja el intelecto, siendo superado en la práctica por el conocimiento científico. No se trata de ejercer fuerza eidética sobre la realidad, sino posibilitarle una relación óptima con lo real por medio del fluir contemplativo. Por supuesto si lo que queréis es creer en Dios como algo extrínseco y antropomórfico entonces requerís imperiosamente de la fe, de mucha fe. Preferimos la teología racional como hermenéutica, como filosofía reflexiva, como enlazamiento entre el deseo de ser y el esfuerzo por existir en palabras de Ricoeur, mostrando como dicha racionalidad teológica se muestra mediante el lenguaje

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como ontología hermenéutica.

La teología racional plantea la religiosidad como fenomenismo estético de la conciencia, algo dado sin esfuerzo (en boca de Jorge Bucay), considerando la racionalidad como la herramienta artística con la que interpretar dichos fenómenos, delegando la interpretación cultural a la sociología. La teología racional posibilita una religiosidad natural basada en el carácter ontológico de su existencia, en la temporalidad sagrada de su posibilidad sintética, en los elementos que conforman la naturaleza y por ende la Naturaleza, a los que nos orientamos y rendimos culto. La Religión es una representación del ser, de su verdad temporal y también de su perfección temporal, interpretando la trascendentalidad de la cultura por medio de la temporalidad fenoménica de ésta. La religión ontológica como moral supone la obediencia racional a la physis. Por contra la "salvación" metafísica trata ilusoriamente de determinar la physis desde la conciencia, comprendiendo la contemplación de los fenómenos culturales como estaticidad eidética (ideología), negando el dinamismo ontológico de la conciencia y su praxis cultural artístico-religiosa o libertaria, que en última instancia es lo mismo. Dicha comprensión crítica posibilita interpretar los dogmas culturales de la izquierda metafísica; especialmente espinoso es la cuestión de que todavía no comprendamos que la libertad de conciencia como religiosidad particular abarca también el fenomenismo cultural inmediato, por lo que la libertad religiosa requiere de un noble ejercicio de tolerancia, comprendiendo cada uno sus propios fenómenos culturales dentro de los márgenes de convivencia que posibilita el todo. Un edificio estropea la Naturaleza, da igual que su base sea cuadrada o en cruz: lo importante es el sentido de la Naturaleza; por ello es rechazable una cultura de la acumulación de Poder que produce pobreza general, y es plausible la religiosidad colectiva que se construye en relación a los criterios que respetan la Naturaleza.

Ampliamente nos habla Teresa Oñate sobre politeísmo racional no sólo en su libro sino también en su seminario audiovisual sobre El nacimiento de la filosofía en grecia, basándose especialmente en las aportaciones recogidas por Aristóteles sobre el pensamiento de "los físicos" que le precedieron. Por ejemplo se presenta a Anaxímenes como el primer teólogo racional politeísta estético, hablándonos éste del aire, el alma o la vida. También se adscribe al politeísmo racional el fresco dinamismo del pensamiento teosófico en su carácter gnóstico, afirmando la teología como contenido de las ciencias anímicas y suscribiendo la hermenéutica como modalidad pagana del ser. Estamos acercándonos así a la teología racional como análisis dialéctico que se ocupa por un lado del ser-aquí-ahora y por otro del "no-ser" metafísico como accidente posible. Ante la ausencia temporal metafísica la existencia se postula como una teosofía natural, una afirmación del ser en la praxis, una contemplación como auto-conocimiento, como circularidad hermenéutica, animismo del espíritu libertario, anarco-taoísmo o anarco-budismo, hippysmo punky en resumidas cuentas.

Hay que desmitificar la filosofía. Es lo mismo que criticar la nobleza del comunismo frente a la bazofia práctica llevada a cabo por medio de personajillos metafísicos, pues el comunismo no implica los totalitarismos desarrollados durante el siglo XX; de hecho el comunismo existe antes incluso que la "Historia". Una cosa es la trascendentalidad inmanente y otra cosa son los fenómenos posibles que resultan. El caso es que el comunismo libertario, al igual que la teosofía, trabaja en la hermandad entre lo uno y lo múltiple, entre la filosofía y la poesía, entre lo religioso particular y lo científico común. La teología que construimos también trabaja el concepto de lo bello, el orden y la perfección del fenómeno en palabras de Cardenal Mercier, orden (caótico) y perfección (temporal), eliminando posibles absolutismos. La teología trabaja el ensamble entre lo filosófico y lo poético, recordando a María Zambrano o al poema de Parménides, recordando el Tao y la poesía ontológica en general. También Aristóteles nos cuenta por qué la teología es filosofía primera, haciendo referencia a que la última pregunta no es sólo por el ser en general (filosofía) sino por la concreción de mi ser (poesía).

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3.2. Amor incondicional.

Identificamos religión como teología racional y praxis estética, separándola de la religión como fenomenismo estético temporalmente establecido, relacionando este último con el Arte como objeto. La religión como teología racional y como orientación estética por y para lo divino se eleva sobre 3 valores fundamentales los cuales representan la condición religiosa humana. El primer valor es el amor como necesidad práctica de la energía como unidad trascendental (amor incondicional); el segundo valor es el amor a la existencia concreta y diversa, representado en el amor a la Naturaleza fenoménica (mama natura); y el tercer valor sería el amor al logos que enlaza la diversidad con la unidad, fundamento de la existencia concreta y posible fundación de la existencia unitaria por medio de la cultura ("los elementos").

Entendemos amor desde una perspectiva ontológica como amor incondicional, como transversalidad energética, como lo transfenoménico, como una determinación primaria de lo a priori. Es el principio religioso por excelencia, el cual ejerce de vínculo con el uno por medio de la intuición que nutre la investigación teológica. Las culturas ontológicas comprenden al amor como nexo, como representación sublime del alma, como unidad trascendental que relaciona al ser con la nada. El amor incondicional sería la fuerza transversal que atraviesa y conmueve la existencia vital, fuerza como nexo intencional hacie el uno, haciendo de la cotidianeidad un ejercicio de sociología religiosa, una contemplación ontológica del mundo fenoménico. Entendemos la voluntad natural como praxis del amor, posibilidad cultural de la verdad y la perfección, en relación al amor que late en la naturaleza humana y en su condición teológica. El amor supone una reificación del ente por medio de su acontecer consciente, base del ser-aquí-ahora como voluntad de poder. Lo incondicional supone la omnipotencia energética primaria que sostiene a los fenómenos culturales apriorísticos, interpretando entonces la acción de amar como eternidad del infinito.

"No hay, pues, diferencia para Nietzsche entre esta experiencia de máxima afirmación que expresa el amor fati y la experiencia dionisiaca del mundo que dice sí a la vida sin excluir nada de ella, como aquello que se mantiene igualmente poderoso y feliz a través de todos sus cambios. La afirmación del superhombre no hace más que repetir y producirse en la dirección de la autoafirmación que la vida se da eternamente a sí misma. Por eso termina diciendo Zaratustra que el instante de ese acto de amor fati no es un momento del tiempo, sino que es eternidad, la eternidad de la vida afirmándose a sí misma en el instante en el que, con nuestra afirmación, nos idenficamos con ella".(La experiencia dionisiaca del mundo, Sánchez Meca).

El amor incondicional no es más que amor libre, amor sin fronteras, amor sin concesiones, amor radicado en la diferencia ontológica, pero no como entidad limitada sino como logos que une y separa a la vez. Es trascendentalidad inmanente al margen de la contingencia fenoménica. Si el conocimiento es medio, el amor es fin, amor libre, en libertad, libertario. Amor que se expresa gradualmente respecto a la integralidad de nuestro entorno, también consigo mismo. Amor libre como amor al prójimo, al margen de singularidades particulares. Amor como modalidad que sublima las interacciones comunicativas, comprendiendo en parte la sociología como estudio social de los niveles de amor que temporalmente nos constituye. Una cosa es el amor incondicional y otra cosa es la entidad material por medio de la cual desarrollamos nuestra capacidad de amar, sin por ello restar valor a dicha entidad-vehículo. Se puede entender que pueda amarse sólo a una persona, pero creo que es más correcto que se ama más a una persona que a las demás, sin por ello tener que dormir hoy en el sofá.

La metafísica ejerce una racionalidad instintiva, irracional, colocando al ser humano a la altura de los animales respecto de la capacidad de razonar. La razón pura interpreta el raciocinio como la dialéctica eidética que finaliza en la síntesis absoluta. La ontología, al contrario de la metafísica, eleva el instinto animal de los seres humanos a su estatus racional, diferenciándose mediante la lógica de la racionalidad sensitiva de los animales. Esto permite comprender más armoniosamente la evolución vital, interpretando al ser humano como la evolución más actual, contemplando la posibilidad de cerrar dicha circularidad mediante el cierre sobre sí como todo-uno (auto-conciencia

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humana del ser como "super-ser-humano"). Dicho instinto racional ontológico posibilita el desarrollo instintivo y la evolución mental por medio de la consciencia como sublimación espiritual, poniendo el alma como sustento de las capacidades particulares. Es por ello que la teología racional postula un instinto como continente (incondicionalidad del amor) frente a la mente-idea como contenido (amor limitado, "amor aquí pero no allí", al estilo Dios-Partes). Sólo desde la perspectiva ontológica el amor incondicional supone la posibilidad de liberación del instinto como amor incondicional por medio de la racionalidad.

Por supuesto no debemos confundir la incondicionalidad del amor con la fe, pues son dos cosas antagónicamente opuestas. La incondicionalidad del amor es libre fluir, la fe es esfuerzo ideológico, es voluntariedad frente a la involuntariedad del amor como incondicionalidad inmanente de la energía. Es por ello que filosóficamente hablamos de la medida del amor como un amor sin medida (recordando a Sto. Tomás), y que poéticamente podemos hablar de que lo cuerdo en el amor es la locura (recordando a nuestro paisano Antonio Machado).

3.3. Mama Natura.

Mama Natura como concepto ontológico que comprende a la Naturaleza (Madre Tierra) desde la modalidad unitaria que estamos construyendo, interpretando consecuentemente la co-existencia cósmica de minerales, vegetales, animales y humanos como integralidad sistemática. Mama Natura representa la universalidad de los entes, la reificación de todos los seres por medio de su trascendentalidad constitutiva, enfatizando la unidad del amor y reconociendo la rica diversidad de posibilidades culturales que nos lega la Naturaleza. Podemos concluir sin exageraciones que Mama Natura representa la totalidad material (como temporalidad sintética) de la energía, planeta Tierra como ontización ontológica de la materia en esta región del universo. Es por ello que una vez más hablamos de la posibilidad deísta del panteísmo como cohiné del pensamiento.

Mama Natura como estética ontológica, como amor a la Naturaleza, religiosidad colectiva en torno a la Naturaleza, unidad en la diversidad, modalidad unitaria en la que se muestra la diversidad. Culto al movimiento físico y a la amonía química, culto a su dialéctica cíclica. Mama Natura como amor a las contradicciones de la Naturaleza, incluida la muerte como corrupción y como posibilidad de renovación infinita, amor a nuestra condición teológica y a nuestra libertad teleonómica, a nuestra interactividad dialógica y a nuestra posibilidad contemplativa. Mama Natura como cultura sagrada y comunal. La Naturaleza como arte, como verdad de la esencia y como temporalidad perfecta. Siendo uno no somos todo, siendo todo no podemos ser más que uno.

Encontramos en el paganismo una relación con la Naturaleza como lo sagrado, relaciones impregnadas de animismo y geo-culturalidad. En la Pacha Mama indígena encontramos dicha representación del amor a la Naturaleza como lo sagrado. Aquí en occidente se presenta más por medio de prácticas relacionadas al ecologismo social. Es a raíz de la necesaria revolución integral que comienza a germinar en la praxis antagónica de los movimiento sociales que vuelven a sublimarse dicha conceptualizaciones ontológicas, reavivando los futuros posibles gracias al conocimiento y a la memoria. Tenemos una responsabilidad que mantener como dice Deleuze, responsabilidad ante la Naturaleza y su naturaleza.

Este es un apartado que lógicamente no conlleva la necesidad de desarrollarse en exceso, pues a estos niveles ya no necesitaríamos argumentar constantemente todas las evidencias naturales y anti-metafísicas. Quizá ayuden futuras aportaciones colectivas referentes a dicha temática, aunque por ahora nos centramos en mantener la orientación del proyecto atendiendo especialmente a los postulados capitales en los que se basa nuestra interpretación sistemática. Lo bueno, si es breve, dos veces bueno, pero si lo malo es breve al menos no es dos veces malo.

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3.4. Los Elementos.

Denominamos como elementos a los hechos químicos principales que participan en la composición de la Naturaleza. Dichos fenómenos no son cosmológicos (física primaria) sino astrológicos (química apriorística). Son elementos simbólicos autónomos que representan la materialidad de las leyes naturales y su carácter ontológico. Debido a la interdependencia entre los primeros principios y su dialéctica primigenia se considera a los elementos como fenómenos de carácter trascendental, pues además de derivar directamente de la constitucionalidad material de las posibilidades del ser suponen por ello una determinación astrológica de los seres humanos y sus límites fenomenológicos. Pudieramos concluir como introducción que representan la materialidad trascendental de los fenómenos vitales, resaltando especialmente su carácter simbólico como circularidad semántica que limita y constituye las posibilidades fenoménicas.

En la Naturaleza identificamos 4 elementos dinámicos de carácter astrológico, y un elemento cinético al que pudiéramos atribuir carácter cosmológico. Por supuesto partimos aquí de un romanticismo filosófico cercano al amor y al odio de Empédocles, tomándonos el tema como simbología no absolutista sino metafórica. Por un lado tenemos el apriorismo material de los 4 elementos dinámicos: agua, fuego, tierra y aire. Por otro lado tenemos la dialéctica primaria que une y separa dichos elementos, al que conocemos como éter. De los 4 elementos es el agua el más enigmático, pues incorpora en sí todas las cualidades que atribuimos al espíritu, podríamos decir que "calcadito" tal y como lo conocemos desde la ontología. Realmente dichas comprensiones no poseen en mi persona estatuto científico alguno mientras que no sean completadas por un conocimiento especializado, pero ello no implica una desaceleración en nuestra investigación sobre el ser, pues son realmente estas evidencias las que laten en nuestra sensorialidad consciente. Después, si queréis, podemos hablar de los fascinantes estudios de Masaru Emoto sobre la espiritualidad inherente de las moléculas de agua. Al fin y al cabo nuestras conceptualizaciones son siempre simbólicas, por lo que ¿por qué no podría identificarse el boson de Higgs con las cualidades que aquí atribuimos al ser? ¿Y por qué no pudiera representar el agua lo que desde Aletheia entendemos como espíritu?

Son muchos los elementos que se presentan como lo sagrado. Constatamos que las clasificaciones elementales y su caracterizaciones simbólicas no sugieren constantemente la emergencia trascendental de lo unitario. Ya sean los números sagrados de la teosofía: 7 (círculo?), 3 (triángulo?), 4 (cuadrado?); o la afirmación del aire como alma que hace Anaxímenes; o cómo nos habla Platón del tetraedro, o también Aristóteles; los elementos son piezas sugerentes con las que construir nuestros interpretaciones filosóficas desde una perspectiva sistemática. Aquí también relacionamos los 4 elementos con los campos que constituyen la Cultura: ciencia como agua, filosofía como aire, arte como fuego y religión como tierra, interpretaciones de sentido que corresponden con nuestra hipótesis de unidad trascendental. Si no existiera circularidad constitutiva como unidad, ¿cómo podría llegar a encenderse un cigarro con vapor de agua? Dicha experimentación química la han visto mis ojos.

Los elementos se presentan unitariamente como constitutivos. Dichos principios se expresan también geo-culturalmente, como teleología y como teleonomía que se entrelazan. ¿No determina el frío y la oscuridad del norte una vida más espiritual? ¿No determina el calor y la luz del sur una vida más anímica? Multiplicidad de relaciones serán descubiertas por las generaciones venideras, espero un poco más ávidas de conocimiento holístico que la mono-sociedad que pueblan los territorios geo-políticamente metafísicos. Posibilidades de conocimiento integral, haberlas haylas. Para concluir apuntamos sobre el éter como elemento que cohesiona los 4 elementos anteriores, posibilitando la inexistencia del vacío energético, comprendiendo entonces el universo como un espacio comprimido, limitado, interpretación contraria a la metafísica. Lógicamente si el kosmos se expandiera no podría explicarse su consistencia. De hecho sabemos que la energía impregna el todo, ya sea conocida o desconocida (oscura). Es la materia como temporalidad sintética la que pulula desarrollando sus posibilidades, estando aquí, ahí o allí, pero encontrándose siempre de forma potencial de igual manera que la energía, precisamente en la condición de posibilidad de la masa.

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"El fuego vive la muerte de la tierra y el aire vive la muerte del fuego; el agua vive la muerte del aire; la tierra, la del agua. Muerte del fuego es nacimiento del aire y muerte del aire es nacimiento del agua. La muerte de la tierra se vuelve agua y la muerte del agua se vuelve aire y la del aire, fuego, y a la inversa".(Heráclito, El nacimiento de la filosofía en grecia, Teresa Oñate).

Para terminar me gustaría apologizar un poco más acerca del agua como espíritu. Respecto a los estudios de Masaru Emoto me pregunto por la estructura del agua: H2O, lo que para mí representa una síntesis entre el cinetismo físico del hidrógeno y el dinamismo químico del oxígeno; generación y corrupción que se abrazan, simbiosis entre alma y espíritu, ser-aquí-ahora. Sobre el agua hablan los presocráticos en esta dirección, sobre el agua habla Lao Tse como círculo físico y espiritual, afirmando que nada iguala al agua haciendo el bien tanto como el mal, matando en su ausencia o en su exceso y sublimando las entidades en las que se da con mesura. Tiene una fuerza inmensa, pues asciende venciendo la ley de la gravedad, va donde la llaman (principio de ósmosis), es bioenergía, es lágrima, somos 70% agua. Blanca y en botella...

4. ANTINOMIAS METAFÍSICAS.

Respecto del conocimiento ontológico de lo real como auto-fundamentación (ser) y anti-fundamentación (nada) dialéctica, y por ende, respecto de la estructuración arqueológica de los diferentes saberes científicos, interpretamos como antinomias metafísicas a las paradojas del conocimiento que posibilita el alumbramiento de la falacia lógica metafísica, aporías resultantes de dicha interpretación errónea de la realidad y que ahora desglosamos desde una perspectiva ontológica y hermenéutica. Son amplias y variadas las contradicciones que resultan de la interpretación metafísica de lo real y sus posibles realidades, aunque aquí nos centramos en las inquietudes referentes que han pululado y pululan alrededor del pensamiento filosófica, especialmente relevantes por su relación directa con la constitución de la conciencia. Pasamos entonces al desglose de dichas aporías (*aporos, que no hay salida), de las sin-salidas a donde nos conduce el pensamiento metrético y teísta de la metafísica.

La fundamentación ontológica de la conciencia como dialéctica posibilita, por un lado la construcción de construcciones verdaderas, y por otro la deconstrucción de falacias lógicas que enferman el pensar humano y deterioran la sensorialidad malinterpretándola. Dichas falacias podemos entenderlas culturalmente como mitos de salvación (frente a los mitos sapienciales, antigua grecia por ejemplo), pues permanecen fenoménicamente por el miedo y la ignorancia de la moral dominante. Estos mitos son actuales, pues conforman nuestra Cultura Occidental, sociedad mítica donde las haya. Negamos de principio la "trascendentalidad" que se le supone a la metafísica, entendiendo dicha demagogia como lo puramente místico, fechorías falsables del "no-ser" accidental como praxis. "Lógicamente" para la metafísica lo místico es la Naturaleza, pues es lo que está fuera de alcance para la razón pura. ¿Cómo así puede comprenderse la muerte o el tiempo, el sueño o la locura? Desde una perspectiva ontológica es posible conocer al todo como uno y al uno como todo, por lo que pudieramos identificar como místico a lo ignorado todavía, a lo no conocido aún, ausencia temporal de lo inteligible debido a la posible insuficiencia racional y a la limitada cognoscibilidad sensorial. Es por ello que junto a Hartmann recordamos que la antinomia no se produce sólo en la lógica teórica sino también (y sobre todo) en la praxis moral.

4.1. La muerte.

Hay algo que conforma la mayor angustia existencial del ser humano, que es ese imperativo de dejar de vivir que algún día se produce de manera aparentemente extrínseca a nosotrxs. La muerte como acontecimiento (por excelencia según Deleuze) y como percepción humana se considera una de los problemáticas principales que prioritariamente tiene que desarrollar la filosofía, pues en su comprensión podemos basar nuestra existencia de la vida, y en su negación se cosecha más muerte aún. La metafísica como Cultura se erige sobre el miedo a la muerte que provoca la ignorancia apriorística del ser y el sentido trágico de la consciencia.

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La metafísica no comprende la dialéctica natural entre alma y espíritu, condenando al espíritu a la profunda soledad existencial. Esto significa muerte en vida para el espíritu, que además de cargar con su histórico y accidental fenomenismo material, se le imposibilita de una comunicación trascendental, se le "prohibe" una fluencia energética natural. Dicha soledad se traduce en, por un lado no poder alcanzar a Dios, y por el otro no poder acompañarse del cuerpo en nuestro viaje hacia la muerte, que precisamente es lo único que tenemos como a priori junto a la espiritualidad consciente como símbolo de la vitalidad. Al contrario de la ontología como Cultura del alma (cuerpo) la metafísica se presenta como Cultura del espíritu (mente), individualismo basado en la razón pura frente al comunismo ontológico de nuestra corporalidad sensorial, individualismo que bajo el disfraz capitalista se presenta como liberalismo económico-material.

La metafísica como impetuosa negación de la vida expresa justo lo que siente, comprendiendo supuestamente el ser desde las interpretaciones "lógicas" que formula la razón "pura". La metafísica clama por una supuesta vida post-terrenal, pues según la lógica matemática y su jerarquía químico-cuantitativa postulan un avance lineal y teleológico de la conciencia, finalizando dicha linealidad en el absoluto, que precisamente como no se produce en vida representa finalmente el ilusorio paraíso de la muerte. Es por ello que el pensamiento metafísico representa el cumplimiento de la obligatoria crueldad de temer a la muerte como imperativo legislador de la moral, algo por otra parte tan lógico y natural, lo cual no imposibilita por otro lado el disfrute de esta vida que ahora nos toca vivir desde el goce y el amor. O sea, todxs partimos del temor a la muerte pero no para quedarnos ahí, sino para afirmarnos dionisiacamente por medio de lo vital-ontológico-sincrónico. La muerte fenómenica como vida metafísica es un concepto espiritual basado en las ideas de la razón pura. Por contra, la ontología entiende la existencia como una, no se diferencia la vida de la muerte respecto del ser más que por el estadio dialéctico temporal, representando la vida el goce del cuerpo como materialidad de la Naturaleza, interpretando lo vital como la posibilidad de auto-conciencia frente a la muerte como ausencia de conciencia, interpretando la vida como ser que está aquí-ahora y la muerte como un ser que ya nunca más estará aquí (o allí) pero siempre ahora.

Es por ello que afirmamos la inmortalidad del alma frente a la mortalidad del espíritu. Inmortalidad del alma primaria y muerte apriorística del espíritu, lo que supone la posiblidad de la inmortalidad del alma en vida por medio de la ausencia de miedo a la muerte por parte del espíritu, suponiendo un reconocimiento formal de las limitaciones particulares frente al todo caótico que nos (auto)gobierna. Para la ontología la muerte fenoménica es una muerte parcial, la de nuestra materialidad, lo que implica la posibilidad de "morir" inmaterialmente en vida, posibilidad de convertirnos en simple materialidad. Desde las comprensiones ontológicas del animismo podemos comprender que la existencia es una debido a que la energía es una, diferenciándose entre sí por su propia temporalidad sintética. Dicha circularidad posibilita un enlace entre la posibilidad de existir y la muerte inherente que conlleva dicha posibilidad, proclamando por un lado la muerte del fenómeno vital y por otro lado liberando la trascendentalidad inmanente que dicha dialéctica posibilita. Estamos medio muertos al final del camino, pero nuestra energía se conserva siendo memoria en el tiempo, también pudiendo estar medio muertos en vida, aminorando y olvidando dicha trascendentalidad cósmica como sentido existencial (historia de la metafísica como olvido del ser en su relación con la nada). Y es precisamente lo olvidado lo que Heidegger piensa como constitutivo del ser humano y la vida en general: la propia temporalidad que nos constituye, posible ausencia del ser que dicta que lo anterior y lo posterior a la vida no nos pertenece, acercándonos así a la mitología griega como una de las muchas fuentes de inspiración. Por eso nos apoyamos en la memoria como revitalización energética de los (ante)pasados precisamente aún presentes (y quizás futuramente presentes, dependiendo de nosotrxs). ¿No resucita la música escuchándose?

Concluímos entonces en la memoria como poesía de la reminiscencia que nos conmueve en el todo. Ese todo se conforma por las relaciones simbióticas entre los diferentes elementos que lo conforman. Y dicha interdependencia elemental requiere una necesaria comprensión, comprensión de la dialéctica entre alma, espíritu y ser-aquí-ahora como elementos que son siempre en relación a los otros, que lo limitan constituyéndolo, formando parte del conjunto

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como en sí. Que muera el fenomenismo del espíritu significa que muere nuestra particularidad, nuestro cuerpo y nuestra mente, pero nada supone lógicamente la muerte de nuestro elementalidad constituyente que no corresponde a nuestra particularidad, que es el alma: el alma nos constituye pero no nos pertenece. Es por ello que las Culturas ontológicas interpretan la muerte desde la inmortalidad del alma, aludiendo a que lo que no muere es lo que une al mundo, lo que une al todo-diverso con el uno-modal, pudiendo basar la existencia en el ser (y la nada) y no en el ente supuestamente absoluto. La muerte es el fin de la vida, pues la vida se da en lo concreto. Pero la muerte no es una desaparición absoluta, es un volver al lugar del que un día nacimos. Es por ello que muchas Culturas ofrecen los restos humanos a los campos y a los animales carroñeros, para potenciar así una reintegración rápida y efectiva en el medio natural.

Como apuntes concretos apuntar que para nosotrxs el ser-aquí-ahora representa una temporal inmortalidad del alma, inmortalidad temporal en el sentido de que el miedo siempre está ahí, acechando y parasitando en su posibilidad continua de renacimiento. Con ello se identifican la mayoría de las Culturas ontológicas, especialmente las más populares: nirvana del budismo, devacán de la teosofía, dios águila de la cultura maya-méxica, etc.. relacionándose dicha fenomenología a la sublimación del instinto que proclama Nietzsche y otrxs muchxs especímenes onto-hermenéuticos. Sublimación del instinto como inmortalidad, encontrando así la determinación del destino como karma, teniendo al dharma como fluctuaciones de compensación, concluyendo en el karma como posible inmortalidad anímica y en el dharma como posible cese espiritual. De hecho el corazón sigue latiendo tras la muerte del cuerpo, mostrando sutílmente la inmanencia bioenergética del ente frente a su formalidad material.

Debemos comprender la muerte como una regulación pasiva de la Naturaleza que se produce por necesidad, recordando la sentencia de Anaximandro. La cultura griega de la antiguedad tiene al caos y a la muerte como fundamento de la vida por oposición natural, por posibilidad placentera, siendo una y la misma cosa desde la autonomía elemental a priori de la que goza cada cual, al igual que el "no-ser" se opone naturalmente (como posibilidad mezquina y ruín como mente eidético-estática) al resto de posibilidades que representan el ser. La trascendentalidad de la muerte física sólo puede darse desde la vida psíquica como auto-afirmación de inmortalidad, conectándo ésta a la circularidad dialéctica como existencia unitaria del kosmos: para poder vivir es preciso aceptar que moriremos. La metafísica por contra impide la fundamentación práctica de la vida cotidiana, por eso representa la permanencia teórica de la muerte (vida metafísica). No comprende (lógicamente) la muerte y por ende no puede contemplar (ontológicamente) la vida; tampoco comprende (lógicamente) la vida y por ende no puede contemplar (ontológicamente) la muerte.

"Si dejas que tu existencia se deslice en la cobardía y la ignorancia, con todas sus consecuencias, serán ellas las que retornen y serán ellas lo que ya era. Y si del próximo instante, y por lo tanto de todo instante, hicieras un instante supremo y registraras y conservaras sus consecuencias, será este instante el que retorne y el que habrá sido lo que ya era. Vale la eternidad: Pero ésta se decidirá en tus instantes y sólo en ellos, y a partir de aquello por lo que tú mismo tengas al ente y del modo en que te tengas en él: a partir de lo que quieras y puedas querer de tí mismo".(Heidegger, La experiencia dionisiaca del mundo, Sánchez Meca).

Todo ello sin caer en una metafísica de la subjetividad. Amarrando junto a Deleuze que la muerte es el acontecimiento por excelencia, lo que desde Aletheia entendemos que decir ontológicamente muerte es decir ónticamente vida y viceversa, entendiendo por aletheia el acontecimiento en general, ya sea la muerte o el orgasmo, pues todos los fenómenos son relativos a la generación y a la corrupción del ser. Da vinci afirma que quien no respeta la vida no la merece, muy en sintonía a la perspectiva que estamos construyendo. Ya si la vida dura 49 días se nos escapa de las manos, por lo que se requiere silencio ante lo no-conocido-aún, dándole primacía y confianza ante el conocimiento que nos pueda ofrecer El libro tibetano de los muertos. Lo que sí estamos en condiciones de reconocer es la apocatástasis que nos propone el hermetismo como especie de eterno retorno que niega la muerte como inconmensurabilidad del proceso continuo entre destrucción y renovación.

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Por último recomiendo encarecidamente el visionado del film Fight Club desde la perspectiva que construimos aquí, pudiendo verificar simbólicamente como dicha sublimación cinematográfica representa parcialmente el pensamiento de Nietzsche y la cultura trágica del límite. Mi teoría se basa en interpretar a Eduard Norton como ser humano, a Brad Pitt como super-hombre, al Fight Club como inmoralidad constitutiva, como sublimación corporal y también como proyecto "moral de los señores", culminando en la interpretación del proyecto Mayhem como experiencia dionisiaca del mundo. El film tiene sentencias de alto interés filosófico, como "la sociedad actual (como metafísica) es pura auto-masturbación mental", "la vida (ontológica) es una contemplación natural de todo lo que es", o especialmente llamativo es el diálogo entre ambos Pitt quema con aceite hirviendo a Norton para que éste se afirme dionisiacamente en sus propios límites, dolor y muerte de la que tenemos que tomar consciencia y no evadirnos; "el mejor momento de tu vida y tú te evades consolándote en paraísos superficiales!", haciéndose notoria la crítica al teísmo metafísica. El mismo proceso lo repite Pitt con un proletario nihilista por medio de una pistola sin balas. Me rindo ante el director y los actores, mi más sincera felicitación al conjunto. Menos radical pero también apuntando en la misma dirección representa El retrato de Dorian Grey como insuperabilidad notoria de esquivar las contradicciones de la conciencia, especialmente en relación a la propia muerte.

4.2. El tiempo y el espacio.

Pasamos ahora al desglose de una de las problemáticas capitales que hemos descubierto en el proceso de fundamentalidad de la ontológia. Metiéndonos de lleno afirmamos directamente que la metafísica no comprende el tiempo, y por ende malinterpreta el espacio. Ocurre que la metafísica en su arbitrariedad requiere de un principio singular; por ello resulta que el "Tiempo" ha jugado un papel jerárquico respecto del espacio como principio jerárquico metafísico.

Desde la mente humana tiempo y espacio son dos conceptos interdependientes impuestos por el sujeto (Kant, Bergson o Deleuze) ante la posibilidad del conocimiento. Ello no es incompatible con la visión de que el ser-aquí-ahora en su jerarquía ontológica muestre el tiempo como un tiempo diferente, posicionándose trascendentalmente sobre la materialidad fenoménica del espacio, lo que a su vez representa una atomización de la concepción que tenemos del espacio. El espacio es ontológico sólo en la relación que para nosotros tiene la posibilidad de trascendentalidad inmanente, pues ésta se produce siempre a través de la materialidad corporal que conformamos, la cual siempre está radicada aquí-ahí o allá. Y es precisamente por la sublimación del tiempo que el espacio se atomiza, pues el todo nos conforma como la suma de posibilidades que nos brinda el espacio. Por lo que determinamos que existe fenoménicamente interdependencia entre tiempo y espacio, y que existe jerarquía trascendental y no-violenta sino simbiótica del tiempo respecto del espacio, pues el tiempo refiere a la sensorialidad de la consciencia y el espacio refiere al cuerpo-mente. Lo que hace el tiempo es transformar la comprensión temporal del espacio, interpretando éste como atomización, como un estar en todos sitios a la vez gracias al tiempo-ahora.

El tiempo representa la energía, pues estuvo, está y estará. El espacio representa la materia, que también es incorruptible, y que representa el aquí, el ahí o el allí. La metafísica niega dicho status ontológico de la materia, necesitando de la arbitraria jerarquía del tiempo. Llegado a este punto se torna imprescindible analizar la disputa entre Zubiri y Heidegger acerca del tiempo. La comprensión de la muerte colabora en comprender al tiempo en toda su amplitud, mostrando que la conciencia se muestra parcialmente en el tiempo y no en el espacio, pero mantenemos la comprensión del carácter ontológico del espacio respecto de la posibilidad del ser-aquí-ahora como multiplicación explosiva de las posibilidades materiales que posibilita la cultura, pues el carácter cuántico de la consciencia representa la circularidad energética que atraviesa el kosmos, y por ende también la materia. Con unas profundas pinceladas que no impliquen el desarrollo de las condiciones especulativas de la razón será suficiente para comprender el carácter aporético de las interpretaciones metafísicas sobre el tiempo y el espacio.

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Siempre que nos reposicionamos ante lo real estamos partiendo de una temporalidad sintética interpretativa, de una pre-comprensión de lo real en forma de prejuicio (positivo o francamente ineludible). Nos posicionamos junto a la antigua grecia en sus unificada concepción del tiempo mediante 4 tiempos diferentes, el cuarto como modalidad ontológica que recoge a los tres anteriores. Teresa Oñate nos habla en su audiovisual (Youtube) sobre Actualidad de la ontología estética de los 4 tiempos como aidion (vida eterna), aion (instante, placer perfecto), kronos (tiempo inexorable de la muerte) y kayros (oportunidad y articulación de los 3 tiempos anteriores). Desde Aletheia como ontología hermenéutica unificada relaciones analógicamente dichos tiempos con los elementos que aquí hemos presentado, al igual que hicieron los romanos relacionando analógicamente el panteón griego con el suyo propio. Pensamos en posibles caracterizaciones de aidion como tiempo del ser en su incorruptible trascendentalidad material, condición de posibilidad de la materia; de aion como tiempo sincrónico, como animicidad; de kronos como tiempo diacrónico, como espiritualidad; y de kayros como tiempo del kosmos, como tiempo de la nada ontológica y el caos original que nos constituye.

Ya hemos afirmado con anterioridad que nos inscribimos en la posibilidad frente a Heidegger y Zubiri de que el tiempo (como conceptualización de las temporalidades autónomas) funda el ser, y por analogía el espacio funda el ente. No negamos dicha posibilidad sino que la suscribimos, especialmente enfatizando la co-pertenencia entre el tiempo y el espacio humanos, pues son conceptos que al igual que el "no-ser" accidental sólo pueden desvelarse por medio de la mente humana. El tiempo y el espacio sólo existe en la mente, son conceptos por medio de los que avanzamos en el conocimiento, pero reconociendo siempre la base inestable en la que se asientan. Si no, ¿por qué es precisamente que siempre se relacionan fenoménicamente los verbos ser y estar? Je suis, yo soy y yo estoy; I am, yo soy y yo estoy; ¿puedo ser sin estar? ¿puedo estar sin ser? Me temo que no. La autonomía simbiótica que constituye temporalmente las entidades es incorruptible.

"Incluso en el discurso de Zaratustra De la visión y el enigma el eterno retorno parece tener esa forma de una decisión existencial que exige el esfuerzo más elevado de la voluntad de poder para imprimir al devenir anónimo del mundo el carácter de lo eterno. Desde esta perspectiva, el eterno retorno se da a entender como un imperativo ético y práctico: vive de manera tal que tengas que desear vivir así siempre nuevamente, querer cada acto tan intensamente como si estuviese destinado, no a ser enseguida reemplazado por otro, sino a repetirse el mismo eternamente".(La experiencia dionisiaca del mundo, Sánchez Meca).

El tiempo y su autonomía respecto del espacio se comprende como la temporalización de los 3 estadios fenoménicos del ser y relacionados con el alma. Nos referimos al tiempo espiritual o fenoménico: diacronía, ausencia temporal anímica, tiempo de la mente; al tiempo del ser-aquí-ahora como sincronía, radicalidad anímica, tiempo sublime; y al tiempo del ser o del alma como eternidad. Esto nos permitiría comprender que la falacia metafísica como "no-ser" sólo se da en la mente humana, expresándose diacrónicamente mediante la supuesta linealidad sintética del absoluto, pues los animales no pueden escapar de su síncronia apriorística, pues su diacronía mental no representa una resistencia ante el instinto, sino más bien todo lo contrario. Dicho razonamiento podemos encontrarlo simbólicamente en los antiguos griegos de una u otra forma, desde una perspectiva integral como cultura.

Lo opuestos se co-pertenecen, en la sincronía está la diacronía y viceversa, afirma Teresa Oñate en su seminario (*). También en dicho seminario relaciona el olvido del ser heideggeriano de la metafísica con pensar que pasado y futuro no es ahora, aunque ambos sean presente. Respecto a la existencia de memoria y expectativa Anaximandro afirma que el pasado y el futuro no existen. Todas las aportaciones ontológicas que aquí tratamos unitariamente de reagrupar se orientan en la misma dirección.

"Diacronía cinética y sincronía extática se distinguen pues, entre sí, como lo parcial que cesa y se hunde al ser sustituido por lo siguiente en una temporalidad alterada de fases disyuntas sin retorno; y lo eterno inmanente que, sin excluir pretérito alguno, acontece y se expresa en la indivisa mismidad de su todo-instante durativo, cada-vez".

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(El nacimiento de la filosofía en grecia, Teresa Oñate).

La metafísica comprende el tiempo exclusivamente como diacronía, ni siquiera fractada, ni siquiera posibilitando los saltos evolutivos, representando la existencia solitaria del espíritu como cultura de la linealidad y el aburrimiento, concepto no necesario en las culturas ontológicas, por ejemplo en el animismo africano, para el cual no existe el aburrimiento desde la perspectiva integral del tiempo como temporalidades interdependientes. Es lógico que la metafísica no comprenda la sincronía, entendiendo el tiempo como una sucesión cuantitativa de momentos, en la que todo se convierte en producción del siguiente momento hasta el infinito arbitrario, tachando la pereza de la naturalidad animal como "no-ser", pero precisamente forjando la cualidad de la pereza debido a su interpretación de su existencia en la sin-razón. La soledad del espíritu imposibilita la conexión con la Naturaleza, y por ende la imposibilidad de vivir sincrónicamente la naturaleza del ser como ser-aquí-ahora.

4.3. Miedo e ignorancia.

La metafísica representa la incomprensión de la intencionalidad de la conciencia y por ende del ser como nada. Sus falacias lógicas provocan paradojas irresolubles como la muerte o el tiempo. Hemos reconocido que la base de la cultura metafísica es el miedo a la muerte, asentándose como angustia en la solitaria diacronía del espíritu. El miedo es la sensación mental que provoca la ignorancia del ser en su nivel esencial. El miedo representa el reflejo espiritual de la incomprensión del carácter ontológico de la existencia y su diversidad fenoménica.

El miedo es natural desde la perspectiva animal, refiriendo a la incapacidad para cerrar el círculo del conocimiento. La metafísica, en su inversión jerárquica de la Naturaleza, utiliza este miedo para ilúsamente tratar de transformar la ignorancia en innatismo, atribución de contenido a la naturaleza humana y su historia por medio de Dios. El miedo a la muerte refuerza el apego material, ese no querer envejecer tan típico de nuestra Cultura. El miedo es provocado por la ignorancia de las posibilidades libertarias de la conciencia, por lo que entendemos que el miedo se encuentra radicalmente en los principios del pensamiento metafísico en forma de falacia lógica del Yo-Conciencia estático y anti-intencional. Es lógico que si el fundamento trascendental está podrido la praxis resultante derive como caos trascendental, lo que implica la posibilidad que querer saciar ese deseo de no-existir por medio del consumo y la acumulación material, por medio del miedo a morir como ese "no responsabilizarme de mis posibilidades"; lo que inequívocamente también desorienta la orientación tecnológica de la ciencia y la consecuente pérdida económica de rumbo desnaturalización de las relaciones. Ampliando la comprensión podemos entender el miedo como origen de la propiedad privada, y podemos entender la violencia como el miedo a los ideales de los demás (Gandhi).

La Cultura ontológica comprende la muerte como posibilidad holística del límite trágico, por lo que el miedo se posiciona exclusivamente en el estadio sensitivo. La racionalidad posibilita la comprensión del ser como verdad temporal y la contemplación de las realidades de la conciencia como perfección también temporal (siendo en lo real), lo que libera al ser-aquí-ahora de las determinaciones metafísicas de la muerte, el tiempo, el miedo o la ignorancia. Ello propicia un desarrollo evolutivo óptimo basado en la relación armoniosa entre los diferentes elementos que componen la existencia. Por eso podíamos concluir afirmando que la conciencia de la propia ignorancia es uno de los fenómenos más revolucionarios que existen, pues determina nuestra finitud reconociendo la inherente posibilidad de su trascendencia en el aquí-ahora (inmanente).

4.4. La locura.

Hemos fundamentado la libertad de la conciencia en el carácter teleonómico de la existencia como cultura, y hemos fundado por ende el "no-ser" como posibilidad de la Naturaleza de "no-ser" temporalmente naturaleza (ilusión del libre arbitrio como falsa conciencia), lo que representa el estadio más deprimente del ser-aquí-ahora. Es

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imprescindible comprender en profundidad que el telos del "no-ser" no es la nada sino la posible absolutización del ente como supuesto ser, absolutizándose así incluso por encima de la propia nada ontológica, mostrándose como intento de auto-aniquilación de la propia Naturaleza, auto-asfixia paulatina hasta el suicio, pues lógicamente la naturaleza es incorruptible pero la Naturaleza no (somos nuestro propio fusible frente a la naturaleza ontológica que nos constituye).

El "no-ser" como enfermedad mental produce una relación no armoniosa entre la mente y los sentidos. La locura representa los efectos de la relación no armoniosa entre cuerpo y mente, entre sentidos y filtro mental, entre instinto y razón. La locura puede ser material provocada por disfunciones del cerebro; o puede ser psíquica-inmaterial, provocada por una disfunción esta vez del pensamiento. El "no-ser" como permanencia fenoménica y diversidad (caos) trascendental refiere a las causas principales de la locura energética, expresada en lo psicológico-inmaterial. Desde una perspectiva ontológica nos resulta sencillo comprender como la existencia metafísica en su empeño de no-vivir nos lleva a un callejón sin salida llamado locura paranoide. Llegados a este nivel y en nombre del control social que nos llevaría según la metafísica al Reino de Dios es cuando dicha falacia desiste en sus comprensiones lógicas y deriva invariablemente en la fuerza de la violencia como negación de la vida. Al margen de lo aportado aquí podemos consultar las aportaciones filosóficas que sobre la locura han aportado Foucault (Historia de la locura) y Schopenhauer (Doctrina de la locura). También podemos recoger aportaciones de Deleuze por medio de la conceptualización de delirio. Son amplios y variados los recursos disponibles en torno al tema tratado, pero no específicamente por mi parte.

Desde la ideología metafísica se interpreta la comprensión ontológica de la realidad como locura, pues considera por locura la comprensión de un vínculo natural con lo divino por medio del cuerpo. Debido a la insufiencia lógica de la metafísica para transformar la realidad comprensiva de la ontología recurre religiosamente a la opresión represiva de la diferencia en nombre del Reino de Dios como devenir del Ser monoteísta y absoluto. En resumidas cuentas la metafísica quiere erradicar una supuesta "locura" ideológica desde una ideología cercana a la locura trascendental. En la lucha contra la locura como "misticismo pagano" la metafísica cosecha a su paso un ostentoso deterioro de la mente humana, enfermando a la sociedad en niveles generales, oprimiendo la Naturaleza desde la ilusoria intención de transformar su supuesta naturaleza "impura". Esta condena metafísica a la errancia práctica produce la asfixia trascendental de la conciencia, y por ende posibilita la sumisión ante la razón pura como nihilismo.

La ontología comprende la locura respecto de la lucidez como dialéctica circular, interpretando la locura como el estadio ínfimo de lucidez, produciendo incomprensión del límite y miedo excesivo. Relacionando locura y sentimiento de culpa pensamos en Nietzsche y en su comprensión cristiana de sentimiento de culpa, contra el que éste opone una inocencia natural de la vida. Considerando que la razón pura convive en la conciencia con la intrínseca posibilidad de ser en el aquí-ahora, puede interpretarse el sentimiento de culpa como contradicción de la razón pura ante dicha posibilidad. Esta interpretación del sentimiento de culpa representa la toma de conciencia sobre nuestra errónea conducta, rebelando una actitud accidental de gran impacto anímico. Ahora podemos relacionar al sentimiento de culpa como el primer paso ante la locura metafísica en pos de su superación (fase depresiva como inundación de culpa); pero afirmamos que en la deconstrucción necesaria de la metafísica se encuentra la posiblidad renovada de construir afirmaciones vitales de carácter ontológico, re-naturalizando por ende el vacío que el asesinato de Dios nos ha dejado. Y es en este punto donde reencontramos a Nietzsche, que ante la posibilidad de sentirse culpable (destrucción negativa) postula una inocencia natural de la vida (construcción positiva) que no separe a la comprensión ontológica del cuerpo y los sentidos. Concluimos que la existencia metafísica acompaña al mundo en paralelo como si de un organismo parásito se tratara, intentando constreñir continuamente las interpretaciones naturales del cuerpo y la mente derivadas por la consciencia y su acontecer ontológico.

Resulta lógicamente falaz que la metafísica como inversión jerárquica de la naturaleza pueda interpretar la locura

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fenoménica (soledad del espíritu) como cordura trascendental (razón pura), y es por ello que persigue y perseguirá lo que no es metafísica. Desde la ontología contrariamos dicha interpretación, identificando locura fenoménica como yugo ideológico de la razón pura, condenando a los espíritus al ostracismo. Ello provoca un caos trascendental que lógicamente lleva a la locura del suicidio, del auto-aniquilamiento. Ontológicamente los espíritus existentes fluyen iendo y viniendo, interáctuando y comunicándose, posibilitando una armonía trascendental entre sentimiento y conducta que perfila un humilde pero radical concepto de lucidez. El pensamiento metafísico tiene secuestrado al mundo, y en el desarrollo falaz y arbitrario de su praxis coloca a las personas éticas (ontológicamente hablando) en el sitio que verdaderamente les corresponde bajo la perspectiva de los patrones de la Cultura dominante como Stablishment metafísico: los sistemas carcelarios (en plural) como "basurero ontológico".

Es por ello y por lo visto en el desarrollo filosófico del tema de la prisión en el siglo XX que la crítica de la locura va estrechamente unida a la crítica de la represión sistemática que sufren los seres humanos por medio de la opresión metafísica de la razón pura. Respecto de la locura y la psiquiatría se requiere una profunda crítica de los sistemas penitenciarios, de la metafísica carcelaria de las prisiones y los regímenes de aislamiento (fies), de los centros de retención para extranjeros ("cárceles para inmigrantes"). Como bien nos avisa Foucault el objetivo es vigilar y castigar, haciendo visible la falta de libertades ontológicas que conlleva la esclavitud moderna. Podemos redirigirnos llegados a este punto a la resistencia especializada que se está erigiendo en torno al pensamiento libertario contemporáneo en su carácter radicalmente metafísico, recordando por ejemplo panfletos recogidos de múltiples colectivos anti-carcelarios que muestran la resistencia organizada frente a la tortura en las cárceles o fancines anti-psiquiatría que trabajan en la percepción de la risperidona como herramienta de represión (*Colective Sans remede, París, tiene web, textos disponibles en francés).

4.5. El sueño.

Otra de las antinomias capitales de nuestra Cultura metafísica es el sueño, convirtiendo una fluencia natural de la psique en incómodas pesadillas. La metafísica es incapaz de rendir cuentas acerca de la existencia del mundo onírico, pues no contempla su estatuto ontológico. Es por ello que desde nuestra Cultura el tema de los sueños sea trabajado como "misticismo", aunque no tenga más remedio que reconocerlo mediante la ciencia y la evidencia. Podemos considerar a Freud como un elemento importante en el mundo del sueño y en la filosofía de la sospecha en general, que completan Marx y Nietzsche como crítica sistemática de la metafísica, poniendo una base más o menos estable que nos proyecta hacia un pensar ya no metafísico, sumando especialmente las aportaciones "sospechosas" (de la metafísica como estafa vital) de Heidegger. Gracias en parte a Freud y a las aportaciones francesas del siglo XX respecto de la psicología y el psicoanálisis podemos considerar la metafísica como una enfermedad de la mente humana producida por las falacias lógicas del pensamiento, postulando la existencia de la razón pura como un fraude a la vida.

Afirmamos que las actividades oníricas representan la actividad natural de la conciencia y su intencionalidad primaria, más fácilmente admirable cuando la mente, durante el sueño, trabaja a un ritmo menor. Ontológicamente consideramos que las sensaciones que provoca el descanso físico placentero son las causas principales que generan el fenomenismo onírico. La posibilidad de soñar supone la autonomía de los fenómenos de conciencia respecto de la mente. La mente participaría como forma del sueño, que en su permanente actividad determina conformando la tipología de imágenes de dicho fenomenismo trascendental. Podemos comprobar que en el sueño interactúa la sincronía de la consciencia con la diacronía de la mente, esta última menos fuerte que durante la vigilia, causa principal del olvido o la ignorancia parcial de la experiencia onírica. Y es por ello que entendemos la pesadilla como el aumento de la actividad mental sobre sus niveles normales durante el sueño, provocando una vigilia parcial durante el descanso (insomnio temporal). Durante el sueño se produce una intelección o clasificación (de carácter espiritual o mental) de las sensaciones (anímicas). La mente rebaja sus filtros y las sensaciones fluyen más fácilmente;

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la conciencia pone los contenidos y el cerebro el movimiento. Voilá! Así encontramos los elementos que constituyen la dialéctica que se da entre la vigilia y el sueño, entre el sueño placentero y la pesadilla, entre el deseo y la imaginación, conformando los numerosos reflejos oníricos que se suceden normalmente durante el sueño o también durante la meditación. Y durante la meditación digo pues la teosofía afirma que durante el sueño el espíritu duerme y el alma viaja hacia la luz astral, confirmando de alguna manera que lo onírico constituye de alguna manera nuestra percepción de la realidad, pues el logos unitario ejerce de intuición y voluntad primaria.

Desde la ontología el sueño se interpreta como la fluencia natural de los fenómenos de conciencia en su intencionalidad apriorística. Llevado a la vigilia fundamos la posibilidad de soñar despierto, una auténtica maravilla, donde el espíritu pierde la angostura de sus rincones oscuros alumbrándose con la luz del alma. La armonía entre consciencia y mente durante la vigilia es a lo que llamamos soñar despierto, pues refiere a la potenciación dialéctica de la imaginación creativa. Mediante la praxis de laboratorio es inteligible la comprobación que hacemos de la carga onírica de la conciencia: desde la perspectiva del ser (como dialéctica) al margen del ente (mente) nos fijamos con atención en las imágenes mentales que se aparecen a la conciencia justo antes del sueño, comprobando que la mente baja la guardia y las posiblidades lógicas fluyen creativamente desde la imaginación. La inexistencia concreta de imposibilidades lógicas durante el sueño nos confirma una vez más que lo que no puede lógicamente existir o no tiene fundamento para ello realmente no existe, pues todo existe precisamente en su propia posibilidad de existir. Lo que si existe es el "no-ser" como posibilidad accidental del ser, nada más. El "no-ser" representa el margen de error del que disponemos en nuestro proceso de auto-conocimiento, margen que sobrepasado puede llevarnos a la muerte física o psíquica, potenciando la interpretación teológica de la naturaleza humana como deseado olvido del "no-ser". Por último reflexionamos sobre la posibilidad de tener un sueño húmedo, lo que demuestra el poder de la conciencia sobre la mente y el cuerpo (posibilidad de orgasmo al "aparente" margen de la mente), pero sin olvidar el apriorismo mental de la conciencia (el orgasmo muestra la posible diacronía del sueño, la inmanencia del orden mental en las expresiones oníricas).

La interpretación de los sueños siempre ha sido un tema de especial interés para las personas interesadas por la psicología. Sobre ello han escrito Sigmund Freud o el teósofo Artemidoro de Daldía, también Jaques Lacan o Karl Jung. Paul Ricour también nos ofrece una metodología abierta para la interpretación de los signos oníricos. Y entroncando con el relativo escepticismo que Nietzsche postula sobre la experiencia recordamos y aceptamos su consejo: seguid soñando sabiendo que soñais!

4.6. Dolor y placer.

Otra de las múltiples antinomias históricas del pensamiento metafísico y por ende de nuestra Cultura occidental es la animalidad humana, de la que derivan dos principios que condicionan la conducta: el dolor y el placer. La inversión jerárquica de la razón pura independiza dichas autonomías, rompiendo el equilibrio natural que posibilita la circularidad dialéctica de los fenómenos, lo que implica la negación de su carácter ontológico. El dolor y el placer son fenómenos racionales que expresan el sentimiento animal, entendidos como una circularidad dinámica en la que los opuestos se armonizan en su otro, sin que por ello obligue a la presenia, posibilitando una armónica modalidad unitaria que naturalmente se oriente al placer, pero no negando el dolor sino reconociendo que no hay placer sin dolor y viceversa. Es desde dicha perspectiva que podemos posicionarnos en un cierto hedonismo espiritual, caracterizado así en contraposición al burdo hedonismo que promueve el metafísico Reino de Dios. Y reconociendo el hedonismo como elemento característico de las Culturas ontológicas abrimos la posibilidad de relacionarnos con la Contra-historia de la filosofía que interpreta Michel Onfray, entendiendo la historia metafísica de la filosofía como "olvido del hedonismo", fomentando así una reinterpretación (o primer contacto/conocimiento) de otros autores que han participado de dicha filosofía de vida. Éste nos habla de Lucrecio y el epicureismo, de Arsitipo de Cirenne, de Demócrito o de Diógenes de Sinope y los cínicos. La perspectiva hedonista del filósofo francés atraviesa gran parte de

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su obra, de la que recomendamos especialmente el Tratado de ateología y el Manual de anti-filosofía, además de los audiolibros que componen la Contra-historia de la filosofía.

La metafísica, en su deseo de ontización infinita de todo lo que es, independiza el dolor del placer, relacionando el dolor al cuerpo y el placer a la idea de Dios. Falazmente lógica se presenta la interpretación de la existencia terrenal como dolor, entendiendo a la razón pura como el verdadero placer. Es por ello que Dios casa tan bien con el dinero, dinero a su vez relacionado al bienestar material, posibilitando una mutación silenciosa entre Dios y Poder para el mantenimiento sangriento del Reino de Dios por medio del dinero como idea relacionada al placer de la idea en el exceso y al dolor del cuerpo en su defecto. Entonces ahora Jerusalen sería algo así como el FMI o cualquier entidad de éstas que representan tan fielmente la ideología de Dios y de su tecno-cuantitativo Reino; la tierra del pan es el Banco Mundial y el portal del niño Jesús es la Reserva Federal, o algo parecido. Para la idea de placer que deriva la razón pura el Poder cuantitativo-terrenal-acumulativo y el Dinero son uno y la misma cosa. La falacia metafísica comprende la existencia del cuerpo como dolor, lo que implica una lucha teísta que posibilite su negación en el estadio más elevado, ya que práctica y fenoménicamente es imposible que desaparezca. Estas comprensiones nos llevan lógicamente a la locura, y nos permiten comprender como dichas interpretaciones metafísicas son transversales al fenomenismo de nuestra Cultura. Por ejemplo me llamó la atención la camiseta de un peregrino (supuestamente católico, teísta) que crucé en Santiago, en la que decía "Sin dolor no hay Gloria" (interpretando dolor más como sufrimiento que como supuestos límites temporales del placer). Vamos comprendiendo mejor cómo es posible llegar a la sumisión de la conciencia por medio del fenomenismo establecido del Poder metafísico. Y también desde la ontología podemos ir relacionando en parte al dolor con el "no-ser", pues los dos existen por naturaleza, lo que implica que la vida pueda orientarse en favor del placer o en favor del ser-aquí-ahora.

Desde la ontología entendemos que la realidad humana nace en las sensaciones. Lo que se considere dolor o placer refiere a un ejercicio mental, a una conceptualización humana que determina su clasificación según la condición temporal de la conciencia. Lo que para unxs es dolor, placer, frío o calor, para otrxs puede ser otra cosa. Nuestra subjetividad como irrealidad parcial de nuestra realidad nos constituye, nos atraviesa y determina nuestras posiblidades. Se comprende que la armonía de la conciencia va más allá del dolor y el placer que posibilita la mente. Es la percepción mental la que debe condicionarse por la sensorialidad consciente para ser liberada, y recibir sin distorsiones los diferentes y graduales matices del dolor-placer que promueven los sentidos. No existe independencia entre dolor y placer, sino interdependencia simbiótica. Ambos guían la comprensión humana y posibilitan una contemplación más verdadera y perfecta de nuestra realidad como acercamiento ontológico a lo real. Debido a la limitación fenoménica humana del cuerpo y la mente podemos considerar el placer como ausencia de dolor físico y mental, interpretando la muerte como dolor físico y la angustia como dolor mental. Este contexto existencial conecta de forma natural el dolor y el placer, posibilitando transformar por medio de la cultura y la consciencia el placer físico en placer mental y viceversa, procurando siempre una supervivencia armoniosa y placentera, mínimamente dolorosa, condicionando positivamente el fenomenismo de la conciencia, eligiendo la vida frente a la muerte.

Como hemos reconocido anteriormente decimos que el dolor es posible, pero no es más necesario que el placer; aunque atendiendo a la teleonomía lógicamente cuanto más placer mejor, pero sin olvidar la naturalidad del dolor no como mera oposición al placer sino como límite constitutivo del placer como temporalidad. Los niveles de conciencia y cultura como auto-transformación se orientan hacia el placer como ser-aquí-ahora, y repelen natural y libremente a la razón pura como supuesto "no-ser", como nivel más ínfimo de la existencia vital, identificando angustia espiritual y dolor psicosomático, relacionando una y otra vez cuerpo y mente como unidad trascendente e imanente. Si existe camino theológico hacia la transformación que produce la auto-transformación y viceversa, ello es posibilitado por la cultura como apriorismo teleonómico. Si hay camino como cultura, lógicamente se deriva la posibilidad de los atajos, comprendiendo así que unxs alcancen sus objetivos antes que otrxs (sería algo así como el "juego de la oca", en la que determinadas casillas te catapultan hacia adelante). Lo que lógicamente es imposible es la iluminación arbitraria; en el

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juego de la vida no es posible hacer trampa engañando a la naturaleza. La cultura como interacción natural tiene carácter cuantitativo y también cualitativo, determinando la libertad de conciencia como punto de encuentro entre las múltiples posibilidades, dispuestas a ejercerse con más o menos éxito por medio de las elecciones concretas. Las diferentes experiencias que tenemos en el camino de la vida ralentizan o aceleran el desarrollo evolutivo de nuestras intrínsecas posibilidades de conciencia, orientándose hacia la naturaleza por medio del nexo ontológico del ser-verdad como unidad.

Resaltamos el carácter ontológico de los atajos culturales que nos orientan al placer. Por ejemplo:Para minimizar el dolor físico tenemos el descanso, los cuidados y la medicina natural.Para minimizar el dolor psíquico tenemos las lágrimas, el arte y el conocimiento.Para potenciar el placer físico tenemos la Naturaleza y la cultura en su juego con la naturaleza.Para potenciar el placer psíquico tenemos la comprensión del ser y la contemplación de lo divino, contemplación de la nada como caos ontológico que constituye la existencia.

Ya nos lo dijo Budha hace muchísimo tiempo: el dolor es inevitable, el sufrimiento no. Sufrimiento como soledad no buscada, como consecuente y forzoso aislamiento social. Necesitamos una interpretación hermenéutica de la conceptualización budista de deseo, interpretación contraria al mezquino deseo que nos propone el liberalismo como American Dream. Por supuesto apuntando hacia la liberalización sexual por medio del enaltecimiento del orgasmo como pulsión reina, acercándonos al pensamiento freudiano por medio del audiovisual Historia del Yo, o acercándonos a la Historia de la sexualidad gracias a Foucault. Por último apuntamos los matices trascendentales que determinan el aborto como acción social supuestamente no natural. Por supuesto entendemos junto a Gandhi que el aborto es un crimen. Pero ello son los principios teóricos que nos conforman a todxs. El problema es confrontar dicha teoría a la realidad, ofreciéndose el aborto como opción menos dolorosa de las posibles, lo que significa que la posibilidad de aborto se asienta en las condiciones materiales en las que se da dicho fenómeno. La interpretación de las condiciones mínimamente requeribles es un debate interesante, pero lo prioritaria es reconocer en contra de la metafísica (Pro-vida y otras organizaciones fascistas como la Iglesia católica o el Opus Dei) que el aborto se ha convertido en un derecho social como respuesta a la opresión que desde la Razón Pura como Poder se ejerce contra la población. Yo me posiciono contra el aborto, pero antes me posiciono contra el fascismo como causa, entendiendo por fascismo la política metafísica sino el conjunto general de su pensamiento. Desde luego si se usaran más condones habría menos abortos, pero cada cual allá con su conciencia y su falta de sueño por las noches.

La sublimación del instinto se produce mediante las transformaciones de la conciencia relativas al dolor-placer, que siempre se elevan mediante la cultura y su carácter teleonómico; aquí la teleología sólo es determinio circular primario del dolor-placer como enlace gnoseológico-sensorial. Una realidad fenoménica adecuada aumenta las posibilidades de sublimación de los sentidos, pues el ser-aquí-ahora no es primario (gnoseológico) ni apriorístico (cognitivo) sino posiblemente necesario (cognoscitividad volcada en lo cognitivo-sensorial) frente a la posibilidad accidental de "no-ser". Recordamos aquí los ratios de Kant como relación entre libertad-conciencia y viceversa. Hay fenómenos culturales que ayudan a profundizar en la realidad trascendental, como puede ser la dolorosa muerte de un ser querido, la cual abate y pone al sujeto frente a inquietudes existenciales. De hecho también vamos a dedicar un próximo apartado a las experiencias construidas en torno a la ingesta de psicotrópicos que agudizan el mundo sensorial y fomentan un pacífico enlace entre cognoscitividad y cognición gnoseológica. Antes de pasar a este apartado deberíamos profundizar algo más en lo que se ha culturalmente denominado como "experiencia mística", enmarcando la experiencia como posibilidad ontológica pero conceptualizándola al margen de la metafísica como sublimación del instinto, de lo qeu nos habla Platón entre otrxs muchxs. Analizamos a continuación dicho fenómeno "místico" desde una perspectiva ontológica, relacionando dicha experiencia con la sublimación que se produce del instinto mediante la corporalidad sensorial.

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4.7. Experiencia mística y sublimación.

Tras desglosar los fenómenos principales apriori que malinterpreta la metafísica, estamos en disposición de analizar otros fenómenos posibles que también son aporéticamente interpretados por nuestra Cultura metafísica, por su pensamiento y también por su praxis. Nos centraremos más en la perspectiva ontológca, pues "lógicamente" y en cadena desde la falacia metafísica van derivando otras muchas erróneas interpretaciones sobre el fenomenismo de lo real.

Está más o menos establecido que lo místico refiere a lo que escapa al dominio de lo racional, por lo que podemos ayudarnos por el momento con esta definición metafísica. Pero desde la ontología profundizamos comprendiendo que lo real es inteligible y cognoscible por medio de la racionalidad y su cognitividad sensorial, por lo que interpretamos lo místico como lo todavía ignorado, lo no conocido aún, lo otro hacia lo que nos orientamos, resaltando la alteridad y el misterio. Esta comprensión conecta lo conocido y lo no conocido aportando cohesión al conocimiento. La metafísica postula una ausencia de nexo entre lo conocido y lo ignorado, más allá del iluso y arbitrario salto de ente en ente hasta la idea pura; a lo ignorado la metafísica lo denomina como "no-ser" (en relación a la corporalidad sensorial). Por ello concluimos que el fenómeno místico posibilita la revolución de la conciencia, pues determina nuestra finitud ignorante y posibilita su trascendencia por medio del conocimiento natural. La ontología presenta el conocimiento como camino de auto-transformación, enfatizando la naturaleza teológica de los seres vitales.

Sobre la experiencia mística encontramos multitud de relatos, en todas las culturas, en todos los idiomas, reconociendo la constitucionalidad de dicha posibilidad entre la naturalidad de las opciones, entendiendo la sublimación sensorial que proponemos como una posibilidad necesaria, placentera y satisfactoria, que ilumina y posibilita los senderos del conocimiento. En nuestra Cultura disponemos de los comentarios de Platón o la teosofía, ésta última centrándose en el concepto de magia como conocimiento de las fuerzas sutiles de la naturaleza, teniendo un concepto de lo sobrenatural como proyección astral, como locomoción física. Al fin al cabo la sublimación es poesía, y lo poético nos conforma constitutivamente. En analogía a lo poético constitutivo se sucede el acontecimiento como sublimación temporal del instinto bajo una racionalidad que se abre a lo ontológico-incondicionado. Lo que precisamente acontece en menor o mayor medida es la experiencia mística como sublimación consciente, como ser-aquí-ahora.

Vamos concretándonos en torno a la experiencia mística como experiencia de sublimación sensorial, posibilidad racional que supone una transformación evolutiva de la propia racionalidad, aumentando las posibilidades de la conciencia debido a la mejora de sus capacidades. Consideramos la evolución de la conciencia como un salto cualitativo, entendiendo que nos encontramos en un circuito existencial cerrado (kosmos como todo-uno). La experiencia mística como concepto metafísico interpreta erróneamente el no-fundamento de la trascendentalidad espiritual, significando la metafórica ausencia de escalera para subir hasta su supuesto Dios. La metafísica como ausencia de vínculo natural niega la posibilidad de sublimación temporal del ente. Paradójicamente la metafísica (los supuestos iluminados) es precisamente la negación de la espiritualidad (sensorial) del ente, es precisamente la negación de la conciencia, pues confunde ésta con la mente.

Desde una perspectiva ontológica lo místico no existe, o metafóricamente representa la metafísica como lo no-racional, entendiendo el "no-ser" como ignorancia cognoscitiva natural de la que partimos. Ello supone la huída de lo vital en busca de la muerte, pura desviación mental del sentido original teleonómico (incluyendo a lo teleológico). Entonces necesitamos cambiar el concepto de misticismo por el de ignorancia racional apriori, afirmando que la realidad del todo es abarcable desde la consciencia sensorial y su consecuente y posible racionalidad científica. Todo lo sensible es directamente inteligible mediante abstracciones lógico-simbólicas, pero todo lo inteligible no es directamente cognoscible. Por eso precisamente la práctica científica no se basa en verificar (imposibilidad absoluta)

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sino en método de falsación de los fenómenos, entendiendo que lo "verdadero" es lo temporalmente no-falsado-aún, concluyendo que todo lo inteligible es cognoscible indirectamente por medio de las interacciones culturales dialógicas (el conocimiento no es verificado sino temporalmente válido). Que la contemplación de los sentidos sea principio y final en el proceso del conocimiento no excluye la racionalidad como nexo dialéctico sino que potencia la capitalidad de su estatuto como elemento necesario en el círculo del conocimiento, haciendo ésta referencia a la síntesis de las comprensiones que posibilitan el ser-aquí-ahora-sensorialidad. El ser sólo es verificable desde el amor incondicional como afirmación vital del ser; racionalmente el ser sólo puede ser no-falsado mediante la lógica que se apoya en lo sensible.

La sublimación del instinto acontece como apotheosis, como comprensión o alegría, como contemplación o como serenidad, como libertad de conciencia, como conciencia de libertad (recordando los ratios kantianos). El agua nos acerca a la sublimación, sacia la sed del espíritu, por eso bendecimos y dedicamos oraciones al agua que verdaderamente nos sacia la sed y no ese supuesto agua que nos promete la conquista del cielo si renunciamos a la radicalidad ontológica de nuestra intrínseca posibilidad de ser. Seguimos afianzando la conceptualización que venimos construyendo y afirmamos que debido a la posibilidad evolutiva que supone la experiencia de la propia ignorancia entendemos por sublimación a la ascensión racional de la conciencia en el conocimiento práctico del ser mediante la experiencia, lo que produce una sublimación del instinto como sensorialidad corporal de los sentidos.

Una expresión dionisiaca de lo apolíneo (supongo según Nietzsche), representando la concepción más elevada del ser humano, expresada en el placer físico y moral, en la inocencia de la vida como afirmación hermenéutica de principios. Pensamos en el éxtasis como orgasmo, en el éxtasis como estado de visión perfecta (afirmación teosófica). Interpretamos dicho acontecer sublime como potencialidad en armonía, inteligencia instintiva como forma y sensibilidad racional como acto. Sublimación como modalidad sensible del ser-aquí-ahora, naturalidad cíclica de la acción y la pasividad, cinetismo dinámico y vacío de la mente como libre fluencia de la sensación de realidad. La sublimación que se da mediante la física de la metafísica (en palabras de M. Onfray) representa la sensación de ser contradicción natural, no erigiéndonos como síntesis de disolución metafísica sino como vida energética sin límites basada en el intento de superación simbólica de los límites fenoménicos. Aquí encontramos la iluminación budista, el devacán teosófico como tierra de lxs diosxs, el águila como deidad de la Cultura maya-mexica, y en general encontramos ahí la Cultura de la sublimación, ya sea mediante las artes, el deporte o la meditación. El caso es preparar y desarrollar la materia (cuerpo y mente) para una óptima relación con la energía (ánimo).

Encontramos múltiples sublimaciones, también Teresa Oñate nos habla en su seminario (*) sobre la sublimación y el juicio en Jaeger y también nos habla sobre la sublimación y el nihilismo como oposición natural. Afirma el nihilismo como convertir al ser en nada. Entendiendo lo que quiero entender supongo que se refiere precisamente a lo contrario, que el nihilismo refiere precisamente en convertir en algo (ser) a la nada, oponiéndose así a la sublimación como conversión del ente (ser) en la nada, reificando sensorialmente el ente-conciencia. También podemos encontrar en libro de Salvador Mas sobre filosofía antigua las diferentes posibilidades de sublimar el dolor que encontramos en el mundo antiguo. Desde Andalucía reivindicamos la cultura del flamenco como sublimación artística del dolor, además de acercarnos al flamenco como cultura ontológica de primer nivel, enfatizando ante todo la animicidad del espíritu particular. Por último en libro de Sánchez Meca sobre Nietzsche titulado La experiencia dionisiaca del mundo encontramos un capítulo entero dedicado a la sublimación del instinto y a las conjeturas de la salud, apartado que recomendamos atendiendo siempre a la profundidad que alcanza el pensamiento de Nietzsche respecto a la vitalidad como afirmación dionisiaca. Sin olvidar que no sólo rechazamos desarrollar aquí los innumerables contenidos que recomendamos sino que rechazamos también que dicho criterio cuantitativo sea el que rige nuestro texto y sus interpretaciones, apologizando fervorosamente por el carácter cualitativo del pensamiento en detrimento de lo pedante-cuantitativo como sectarismo bibliotecario.

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4.8. Drogas y auto-transformación.

Queremos introducir en el proyecto Aletheia un comentario leve sobre las drogas y la auto-transformación como posibilidad natural, temporalmente potenciada por éstas. Temporalmente, repetimos. No hacemos apología de un uso irresponsable de las drogas, al igual que nos cuestionamos sobre si existe un uso razonable de las drogas, haciéndonos eco de los textos del colectivo Pirexia. Ni mucho menos negamos el deterioro que producen éstas en el cuerpo y la mente, pero en este apartado tomamos una perspectiva de las drogas como elemento dinámico que puede favorecer la armonía en la cultura y también en los procesos mentales cotidianos. Dicho comentario sobre las drogas parte del deseo que interpreta la vida como calidad en oposición a cantidad como visión metafísica. O quizás digamos más elegantemente que buscamos una relación óptima entre calidad y cantidad, apologizando en primera instancia por un cultivo ecológico del espíritu, o sea, al margen también de las drogas.

Pero ello también se opone con el hedonismo que impregna el aquí-ahora. La responsabilidad en el uso de drogas la relacionamos a la contemplación ontológica de éstas, considerando la Cultura metafísica como drogadicción irresponsable propiciada por la ausencia de conocimiento consciente sobre el balance de pérdidas y ganancias, sobre formas de consumir que disminuyan las pérdidas materiales y aumenten las posibilidades trascendentales. El pensamiento joven en su vertiente metafísica relaciona el consumo de drogas con el ocio fenoménico, neutralizando gran parte del potencial ontológico de la ingesta de drogas. Hay drogas y dosis adecuadas a cada tipo de persona y para cada momento anímico, dependiendo de cuales sean los objetivos perseguidos. Representan la posibilidad de potenciar el mundo sensorial como relajación de la mente, todo ello visto desde la perspectiva de la naturaleza humana teológica y desde la propia naturalidad de algunas drogas.

La multiplicidad de caminos que conducen al ser nos permite comprender la especificidad de las sustancias que tenemos a nuestro alrededor, a lo que aplicamos una racionalidad tecnológica. La ingesta de drogas es una posiblidad natural que tenemos a disposición, pero que en relación a la cultura nos advierte que la ingesta a de ser acorde al momento personal, de ahí que nos refiramos a las drogas mediante una ética utilitaria, siempre con el enfoque transversal del auto-conocimiento y la posibilidad de atajar las partes lineales (teleológicas) del camino orientado al ser como dialéctica. La droga es cualidad y no cantidad, lo que mayoritariamente no entiende la población. Al potenciar la propia personalidad resulta imposible crear un manual de instrucciones sobre las drogas; sólo puede aconsejarse sobre los a priori químicos y sobre las características físicas generales de cada droga. En el momento tóxico no es la teoría sino que es la propia conciencia la que se relaciona con el ser y su diverso fenomenismo mediante la sensorialidad teleonómica de la nada.

En occidente la gran masa utiliza las drogas de manera errónea, provocando consecuencias desagradables. Lo primero es que la metafísica es una afección mental que parasita en el pensamiento y deteriora la capacidad perceptiva de los sentidos, significando resistencia ante el ser como orientación práctica; por eso es difícil acceder al ser cuando la existencia se convierte en un andar tropezando continuamente con todo, provocando choques violentos en la conciencia y la mente. Desde una perspectiva ontológica algunas drogas posibilitan que dichos choques violentos sean interpretados como desvelos de la verdad, como expresiones más verdaderas y perfectas que nos ayudan a crecer mediante la comprensión y la contemplación. Por ejemplo los antiguos y no tan antiguos tomaban drogas y se acompañaban de buena cultura para mejorar el funcionamiento mental y elevar la consciencia por medio del conocimiento y su cultivo práctico. Nosotrxs actualmente tomamos drogas como deseo de escape de la garra metafísica, la que se relaciona con la opresión mental de la rutina y la supuesta falta de sentido existencial (o insuficiencia de las alternativas teístas). Lógico y evidente resulta la comprensión de que es mal enfoque ante las drogas, pues la metafísica como enfermedad mental representa el policía represor o el Estado Leviathan que habita dentro de nosotrxs, convirtiéndo en imposible la acción de huír de nosotrxs mismxs. No niego que las drogas manipuladas químicamente puedan resultar temporalmente cualitativas, pero las identifico parcialmente con la razón

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pura por el excesivo riesgo en que pone la vida, lo que contradice el sentido de la acción original. No niego el debate que aquí se abre, el que potencio como destrucción de tabúes, como acercamiento a la naturalidad de las posibilidades.

Anteponiendo que no hablo como estudioso académico y si como consumidor expongo en estas líneas algunas comprensiones generalizadas que tengo sobre las drogas que circulan actualmente alrededor de mi raciocinio. Considero que algunas drogas revitalizan el instinto y potencian la adoración de la modalidad unitaria; drogas energéticas como el alcohol, la cocaína o el éxtasis alimentan el alma, lo que no imposibilita una mala recepción por parte del espíritu: precisamente son estas drogas las popularmente peor usadas, pues frente al deterioro que producen no se opone una cosecha productiva en aras de una posible racionalización cualitativa, pues si lo que buscamos es un subidón sensorial sería para ampliar nuestros límites perceptivos cotidianos y no para acomodarnos en la irresponsabilidad del abuso rutinario. Por otro lado, el thc (cannabis y marihuana) se relaciona con psicotrópicos "alucinógenos" como los hongos, peyote o hayaguasca, drogas que trabajan potenciando la liberación mental acompañandose lógicamente de una mayor sensorialidad consciente. Estas drogas pueden practicar una evolución cualitativa de la conciencia siempre que se apoyen en un óptimo desarrollo de las capacidades culturales. No iluminan pese a la interpretación metafísica, ni hacen milagros o sanaciones, pero ayudan a contemplar mejor al ser en relación a nuestras propias posibilidades mentales, acercándose aún más al carácter poético del existir.

Durante mi estancia en Amsterdam he podido disfrutar de algunas experiencias agradables, y no tengo resistencia alguna en reconocer que gran culpa tiene esta etapa respecto del trabazón del proyecto Aletheia en sus errantes orígenes. Desde mi limitada experiencia enfatizo la consideración de que los psicoactivos revitalizan el instinto, pero de una forma más armoniosa y natural, menos violenta que el alcohol o la cocaína, por lo que prefiero considerarlas drogas espirituales en contraposición a las anteriores como drogas potenciadoras de lo anímico. No cabe duda de que desde una perspectiva ontológica tiene que considerarse el orgasmo como la droga más verdadera y perfecta en relación a nuestras capacidades naturales, pues es posible y necesaria, podemos disponer de ella de manera infinita, de forma individual y compartiéndose colectivamente. Es por ello que concluyo en identificar a la naturaleza como la mejor droga de las que a disposición tiene la Naturaleza, alejando todos los fantasmas que vierte la incapacidad crítica del enfoque vital metafísico.

Es importante pensar el deterioro apriorístico de las drogas y su posible beneficio, confrontado los prejuicios con los verdaderos perjuicios, y también contextualizando la integralidad de lo cualitativamente aprehendido y su consecuente provecho. En relación al tratamiento sistemático de las drogas encontramos las populares aportaciones de Antonio Escohotado en su enciclopedia sobre las drogas, y también encontramos algunas reflexiones en Aldous Huxley; pero realmente también encontramos muchísimos escritos y reflexiones sobre las drogas a lo largo y ancho del planeta. Encontramos muchísimas personas que mezclan música y drogas, o personas que no beben para olvidar sino para recordar (la radicalidad anímica del espíritu). Hay otrxs (teosofía) que nos hablan del no-consumo de drogas como verdadero atajo, afirmando que el alcohol y las drogas en general repercuten en el empeoramiento físico. La teosofía complementa afirmando que también el consumo de carne animaliza al ser humano, proponiendo un veganismo basado en el dinamismo teológico de la racionalidad (compasión).

Sin dar mucho la tabarra ni salirme del tema en cuestión quisiera comentar brevemente mi experiencia tóxica en relación a la sublimación del instinto y su posible-consecuente sublimación racional. He comprobado muchas veces que el thc (tetra-hidro-cannabinol) optimiza la contemplación natural de los fenómenos de conciencia, potenciando el dinamismo psíquico de los fenómenos simples y las imágenes oníricas, pues es en el momento ampliamente tóxico cuando la mente retrae sus filtros generando un mayor flujo sensorial. Realmente he tenido muchas mini-experiencias místicas con el cannabis o la marihuana, contemplando el acontecer de las innumberables imágenes oníricas antes de coger el sueño, pero nada comparable a mi primera ingesta de hongos alucinógenos, la cual

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multiplicó ampliamente (aunque sólo de manera irregularmente temporal) mi sensorialidad consciente, suponiendo un verdadero éxtasis místico. De dicha ingesta resultó una fuerte experiencia holística e integral en la que pude contemplar de manera cuasi orgásmica nuestra vinculación con el uno por medio del cuerpo, entendiendo la mente como vehículo formal al margen de contenidos innatos; y digo contemplar pues las comprensiones aún siguen llegando hoy, ya que además resulta difícil frenar mentalmente el flujo sensorial (comprensión) en el momento tóxico. De hecho comprobé las mínimas posibilidades de controlar el pensamiento cuando la mente está vacía: la diacronía de la recapacitación se torna incompatible con la belleza sensorial de la frescura que trae cada nuevo instante. La conciencia naturalmente va venciendo la resistencia mental y tiende a replegarse, a desdoblarse, y va permitiendo una fluencia sensorial más armónica y natural de la multiplicidad de formas y colores que dinamizan el ser-ahí; éstas son filtradas y recogidas por la mente, pero a unos niveles más flexibilizados en los que desaparece la represión violenta. Es normal que la gran mayoría del flujo se pierda en la resistencia de la mente, pues la falta de cultura mental nos condiciona negativamente. Se produce entonces una experiencia potencialmente mística, resultando inmediato el desvelamiento del ser como dialéctica (relación con la nada) y la contemplación de su modalidad unitaria por medio de la consciencia sensorial (mente clear o liberada).

En este momento holístico la verdad te posee y eres plenamente Naturaleza: contemplas el ser-naturaleza al margen del ente (aunque a través) con mayor facilidad. En este momento sólo te aterroriza lo exterior-metafísico, por ello resulta irascible el trato desagradable del entorno. La toxicidad, que dialécticamente va y viene como las olas del mar, muestra al cuerpo espiritual como receptáculo de las ondulaciones ontológicas del ser, experiencia que permite una tranquila pero leve racionalidad en los momentos más bajos dentro de la toxicidad temporal. La armonía entre los elementos se expresa por medio de los sentidos, que en su agudización sólo ofrecen dulzura al paladar de la conciencia. Conciencia de que ser es dejar ser, interpretando pensar como contemplación y no como comprensión, pues más que mostrarse la síntesis lo que se muestra es una inmanente y sagrada contradicción. Holísticamente desaparece el esfuerzo y el sacrificio, el camino se libera asentando las bases de una renovada sensorialidad lógica. Comprobamos que ser es pensar con la mente vacía, no permitiendo el asentamiento eidético metafísico que ocupa la recepción mental como un tumor que frena y estrecha la fluencia natural de las sensaciones, condicionando la axiología de la conciencia transformándola en permanencia ideológica (razón pura). Siempre recordaré haber sido actor de mi propia película de esta especial manera, como estar actuando dentro de ésta (desaparición de la dualidad sujeto-objeto), recordando la inocente nostalgia de cuando descendieron los efectos, recordándome la vuelta a la parcial existencia metafísica (dicotómica); a partir de ahí mi objetivo fue, es y será la posibilidad de contemplar naturalmente la energía inmanente al todo mediante las interacciones culturales que se dan entre fenómenos, recondando que la sublimación se da en la praxis linguísitica (armonía entre teoría y práctica). La segunda vez no fue para tanto, precisamente porque la dosis y el momento no fueron tan óptimos, y quizás porque la resistencia mental fue mayor, al igual que la expectativa (quizás excesiva), haciéndose eco del tambaleo que supuso la primera ingesta; aunque nunca olvidaré como de claramente percibí ese día en mis entrañas la energía que en plena y cerrada noche exhalaban los gigantescos árboles de Vondelpark.

Parafraseando al Che en contra de la metafísica sólo queda decir que prefiero morir a vivir arrodillado ante el aburrimiento que propicia la imposibilidad de sentido existencial. No por ello apologizo sobre las drogas, menos aún como evasión, sino que sólamente constato que la sociedad metafísica adolece de drogas naturales, y su compatibilidad simbólica respecto de la vida es para mí un arte, el arte de la balanza no sólo entre lo bueno y lo malo sino entre lo bueno y lo mejor, entre lo teórico y lo práctico, entre vivir suficiente y vivir dignamente. ¡Hasta la pregunta de si estudias o trabajas es pura metafísica! ¡Muerte a las dicotomías de la razón pura y al maniqueismo metafísico! Nada escapa a la auto-fundamentación dialéctica del ser (frente a la nada) como condición de posibilidad de la conciencia, entendiendo el Yin-Yan como símbolo galáctico del universo, como planeta tierra, como particularidad espiritual. ¿Se me entiende? Orgasmo contra el aburrimiento.

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4.9. La ambivalencia del destino.

Después de la excursión poética a través de mis vanidades personales retomamos el pulso normalizado de las antinomias metafísicas, esta vez para intentar aclarar el por qué de la errancia metafísica como ausencia lógica de simbolismo ontológico. Las antinomias metafísicas abarcan la totalidad de la praxis de la razón pura, pero consideramos que mediante la resolución de las más representativas aumentamos el éxito ante la posible deconstrucción personal de otras muchas prácticas que apuntan contra la naturaleza, proponiendo finalizar este bloque con las aporías de la interpretación metafísica del destino como teleología absoluta (y por ende negación de la cultura como posibilidad de transformación aquí-ahora).

La metafísica como existencia teleológica lineal que finaliza arbitrariamente en la Salvación del Juicio Final imposibilita el fenómeno de la libertad, construyendo únicamente pena y angustia existencial. La metafísica, en la no comprensión del carácter ontológico de la existencia, considera una predestinación del Ser sobre el ente, transformando las determinaciones prácticas en teoría conceptual. Me niego a profundizar más en la predestinación teísta que nos enseñaron en el colegio y el instituto, ni en el salvífico Reino de Dios que proclaman los periódicos y los telediarios. De hecho podemos relacionar perfectamente el Juicio Final metafísico con la palmadita en la espalda que da el FMI a los presidentes gubernamentales cuando llevan a cabo sin distorsiones insalvables los recortes económicos y sociales que actualmente se aplican a la globalidad de la ciudadanía europea. Refiero a distorsiones insalvables pues en Grecia aún no quemaron el parlamento, por ejemplo, aunque parece que no queda mucho.

Desde una perspectiva radicalmente contraria la ontología entiende la libertad como teleonomía apriorística, entendiendo la dialéctica de ida y vuelta que determina el destino. Dicha comprensión ambivalente del destino afirma que éste se conforma por medio de las determinaciones teleológicas (cosmológico-anímicas) en su interacción con las determinaciones teleonómicas (linguístico-espirituales). Por un lado estaría el destino biológico y por otro estaría el destino cultural, recordando las comprensiones de John Dewey sobre la naturaleza humana. Como destino teleológico recordamos a Sartre: condenados a ser libres. Como destino teleonómico recordamos a Budha: el camino es el destino.

"Pasado y futuro se comprenden a partir del presente como simple presencia. El futuro se determina en función de ideas relativas al pasado, que a su vez están determinadas por el presente. De este modo se destruye propiamente el futuro en su condición de tal, y no es posible una relación con la historia como advenimiento del destino".(La experiencia dionisiaca del mundo, Sánchez Meca).

Comprendemos y contemplamos así un destino dialéctico, simbiótico, interdependiente, armonía de copertenencia entre los destinos opuestos (teleología + cultura = teleonomía). Los astros determinan nuestras posiblidades fenoménicas y la capacidad ético-linguística determina nuestras posibilidades trascendentales. Los astros nos condicionan, pero mediante la cultura como posibilidad linguística podemos trascender la teleología y construir científicamente un sentido existencial. El apriorismo teleonómico regula y dinamiza el potencial teleológico primario. El universo y la naturaleza humana determinan la cultura, pero la libertad posibilita una relación voluntaria con la fuente primaria de las posibilidades. Mediante la modalidad unitaria del ser-aquí-ahora-realidad la conciencia ejerce una determinación de vuelta hacia el ser del kosmos, no deteriorando o frenando éste sino potenciándolo más aún; determinación mínima pero existente, temporal pero consciente y responsable.

Podemos relacionar entonces con dicha perspectiva ontológica la simbología de la estrella de la redención de Rozenweig, mediante la cual resultaría una acertada expresión de la dialéctica del ser y la nada como doble determinación, teleológica y cultural (teleonómica), representando así la dialéctica del destino (mezcolanza entre mecanicismo, teleología y teleonomía). Doble destino, ambivalencia constitutiva de los futuros presentes. Por un lado la cultura, por el otro la cosmología astrológica como teleología. Y es precisamente en relación a la teleología que cautelósamente aconsejamos partir de los prejuicios ontológicos que proponemos aquí a la hora de interpretar el

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sentido del Zodiaco, sus signos ascendentes o la mismísima carta astral, poniendo éstas en relación con la astronomía oriental o maya-méxica, tomando lo mejor de cada casa. Reconozco mi admiración especial al tarot budista, popularmente conocido como Osho.

Poco más resta decir por mi parte del destino que a cada momento se nos abre paso. Sólo queda afirmarme en el conocimiento de la tradición, en la comprensión pagana de las relaciones naturales y en la contemplación sensorial de los fenómenos culturales. Me alivia comprender que mi persona posee las capacidades óptimas para el desarrollo evolutivo de mi espíritu; me alegra reconocerme en la animicidad del espíritu. Me apoyo en mi destino astrológico y en la práctica cotidiana. Además por mis coordenadas de nacimiento recibo amplios y variados piropos: nací el 13 de octubre de 1980 en Sevilla; mi signo zodiacal es Libra, mi padre y mi madre son Libra; no recuerdo mi signo ascendente pero cualquiera es bueno para complementar una triada de balanzas; soy el mono en el horóscopo oriental, y soy el venado (ciervo) en el horóscopo maya. Quiero creer en la potencialidad holística que me (nos) conforma.

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B) OTRO MUNDO ES NECESARIO

5. EL FIN DE LA ERA METAFÍSICA.

Frente a la dialéctica platónica que nos ofrece la metafísica estamos construyendo la contrariedad antagónica de una fundamentación ontológica de la dialéctica, la cual marca el final de la era metafísica, época basada en la confusión entre ser como condición de posibilidad y ente resultante, con la consecuente herrancia humana que provoca la ruinosa interpretación del ser como "no-ser". Dicha época histórica se enmarca desde los comienzos de las religiones teístas hasta su asfixia final, hasta su caída por inanición, la cual aún trata de seguir arraigada pese a la muerte colectiva que a cada momento se produce con el aburrimiento socio-afectivo que sufrimos en la sala de espera de la Salvación y el Juicio Final. Mediante su falacia lógica la metafísica ha ejercido hasta nuestros días (y desgraciadamente seguirá hasta que se lo permitamos) una dominación violenta sobre las Culturas ontológicas como etnias o minorías sociales de pensamiento antagónico. El pensamiento post-metafísico postula el derrumbamiento del sistema eidético de la razón pura, abarcando desde nuestros días (Marx y Nietzsche incluidos) hasta la etapa afirmativo-ontológica como consumación práctica del pensamiento post-metafísico, representando la última fase del pensamiento netamente "anti" (anti-todo metafísico). Nos espera la era cuántica, época que identifica los fines con los medios, donde según Karl Kraus la meta es el origen; esto orienta nuestros cometidos teóricos actuales.

"En cuanto a Orfeo y el orfismo, se ha de decir, para empezar, que sus orígenes resultan tan obscuros, confusos y mezclados, como siempre claro y reconocible resulta su único fin escatológico y las características doctrinas que lo arropan: que el alma del hombre es inmortal y divina, que en este mundo está encerrada en la cueva terrestre del dolor, la lucha, la culpa, etc., y que mediante la ascética de una purificación que se prologará a lo largo de la metempsícosis o reencarnanciones en que tenga que cambiar de cuerpo tantas veces cuantas sea necesario, según el premio o castigo de ultratumba que haya recibido tras cada muerte por su pura armonía interna o por sus crímenes, logrará escapar del ciclo y ser dios: un dios inmortal, habitando en el paraíso de los bienaventurados, o sufrirá las terribles torturas del infierno".(El nacimiento de la filosofía en grecia, Teresa Oñate).

El pensamiento metafísico como praxis (accidental) de la razón pura ha llevado la ontización del ser hasta límites insospechados, desarrollando una jerarquía terrenal basada en el Poder y el Dinero como sustancias metafísicas supuestamente Verdaderas y Perfectas, consumadas mediante la racionalidad tecnológica que dicho pensamiento aplica a la totalidad de lo vital. Lo más increible es que todo ello se realiza por medio de la falacia lógica, que en su desarrollo autómata articula la colaboración involuntaria y progresiva de la totalidad de las personas enmarcadas en dicha Cultura por medio del bio-Poder que nos propone Foucault. Es un virus que anda infectando allí por donde pasa, convirtiendo en "policías de Dios" a todo ente que cae en sus garras, orientación práctica en torno a la construcción terrenal del ilusorio Reino de la Salvación.

La metafísica ha sido ampliamente criticada por Nietzsche y Heidegger. El primero se rebela contra el romanticismo metafísico por su deseo místico de disolución, deseo contrario a la vida, nihilismo puro, afan por no existir más. A ello lo llama Nietzsche pesimismo de la fuerza y auto-negación de la vida. El segundo considera la metafísica como consumación tecnológica del mundo y sus relaciones, tecnificación práctica que feaciente sigue en busca del teórico absoluto (filosofía hegeliana como consumación teórica de la metafísica). Concluimos entonces que la metafísica se consuma en la dominación de los seres vitales por medio de la Idea Pura, dominancia mental al margen de la sensorialidad y la consciencia. Es por ello que seguimos la estela de Walter Benjamin, forjando la posibilidad de deterner el tren de la historia.

La ontología supone la superación de la metafísica desde la comprensión de la intencionalidad de la conciencia, y por ende, desde la comprensión de la falacia metafísica que concluye arbitrariamente en Dios, postulando por añadido un

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conocimiento científico de los límites humanos y posibilitando la trascendencia desde el conocimiento que representa el ser-aquí-ahora. Mediante las transformaciones ontológico-evolutivas de la conciencia la metafísica va consumiéndose, agazapándose y deteriorándose, tendiendo a su desaparición por inanición, pero nunca se esfuma en su totalidad; requiere de vigilancia pues su naturaleza representa el estadio más ínfimo del ser: "no-ser" como posibilidad accidental del ser. De ahí que nunca debamos ceder en nuestra combatibidad. Y por ello desde esta perspectiva identificaremos la metafísica como pre-historia, como linealidad histórica que representa el innatismo como catástrofe y destrucción, apoyándonos en las aportaciones críticas sobre metafísica de la historia realizadas por Nietzsche, Heidegger o el mesiánico Walter Benjamin.

Una vez que el desarrollo material de la metafísica se topa con las limitaciones de la Naturaleza (la humana entre ellas, al margen del carbón, el petróleo o las catástrofes nucleares) el sistema comienza su auto-derrumbe paulatino por asfixia, representado por el reloj de arena que llega a su fin; reloj de arena como precio apriorístico a pagar por la desconexión temporal de la realidad vital. La consumación del humanismo en su huella ecológica supone la ilusoria dominación del ser humano sobre la Naturaleza, provocando por ende la ilusoria independencia del todo en nombre del Yo-Conciencia-Dios. La crisis capitalista como crisis de la economía productivista de materiales y de su imperialismo político representa la última bocanada violenta de ésta, gemido mezclado con los estertores de muerte de la civilización occidental, los cuales nos muestran como el sistema metafísico se encuentra en caída libre, devorando y aniquilando allí por donde sobrevive y también por donde va muriendo. Que el hombre ya sea explotado no sólo por el hombre sino especialmente por la ideología de la Razón Pura nos representa metafóricamente como ya incluso desertaron de la nave metafísica los pilotos que la conducían, rememorando el "Dios ha muerto" (asesinado) de Nietzsche en una nueva reactualización.

El fin de la metafísica representa el fin de la filosofía especulativa, y por ende representa la muerte antropocéntrica del Yo-Independencia, la muerte endocéntrica del Yo-No-Diferencia, y la muerte etnocéntrica del Yo-Salvación o Yo-Reino. Es lógico que relacionemos el fin de una etapa con el principio de otra, aunque afirmamos lógicamente que la etapa postmoderna no será tan corta como parece, lo que no imposibilita que entre todxs vayamos construyendo un antagónico sistema al que vascular paulatinamente (postmetafísica). La lucha contra la metafísica antes que colectiva es particular; el mundo no miente y muestra la realidad como suma de particularidades metafísicas, lo que requiere de una prioritaria deconstrucción radical de la conciencia individual. Dios carece de fundamento para existir: quedamos tú, yo y nuestra responsabilidad ante la Naturaleza y su naturaleza. Una vez desarrollada ampliamente la metafísica como teoría para "no-ser-aquí-ahora", vamos a entrar en el leve desglose del capitalismo económico como desarrollo práctico y en el imperialismo político como accidente resultante, identificando esta última etapa junto a Lenin como fase superior del capitalismo (consumación fascista).

5.1. Crisis del Capitalismo y fascismo imperialista.

Comprendemos que la metafísca es un sistema ideológico siempre temporal debido a la evidente ausencia de base axiológica (nivel ontológico de existencia). La metafísica postula la existencia de la Razón Pura como idea universal del Yo-Conciencia, basándose en la supuesta jerarquía de la formalidad matemática y sus leyes cuantitativas. Partiendo de estas teorías consideramos al Capitalismo como desarrollo teórico-material de la razón pura, posibilitando una racionalidad utilitaria que convierte la vida en Mercancía (Sustancia metafísica según Marx). La única forma "lógica" de "ordenar" lo terrenal sería mediante la jerarquía legislatoria de la fuerza del Poder y el Dinero como sustancias metafísicas fundamentales que representan la materialidad ideológica de la razón pura. Como consecuencia derivada dichas comprensiones posibilitan el estatuto metafísico del proceso en que se da la fuerza, al que podemos denominar imperialismo, considerándolo como decimos la etapa derivada o superior de la teoría metafísica que sustenta al capitalismo, entendiendo la materialización violenta del imperialismo como praxis capitalista de la ideología metafísica.

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La metafísica trata de fundamentar el capitalismo como teoría material basada en el liberalismo económico desde su ambigua vertiente humanista, que a su vez fundamenta al imperialismo como praxis de la razón pura, eidos universal al servicio de la fe teísta. El imperialismo funda el capitalismo como practicidad y articulación teórico-práctica, resolviendo por la fuerza de la negación las contradicciones naturales de la falacias teoréticas. Y es que es el capitalismo el que funda la metafísica desde sus conceptualizaciones sustanciales (Poder y Dinero) en analogía con la sustancia absoluta. La aparente abundancia que produce temporalmente el capitalismo por medio de la explotación imperialista ha posibilitado la expansión sociocultural de la metafísica, todo a costa de la ignorancia de los individuos que conforman la Cultura, permaneciendo en la mente como falacia hasta la consecución de su proyecto: afección y deterioro de la vida hasta llegar a la muerte. Metafóricamente la metafísica representa la bacteria, el capitalismo representa el virus, y el imperialismo representa la sintomatología como enfermedad establecida.

Sobre capitalismo e imperialismo son numerosos los estudios legados a lo largo de los últimos siglos. Un trabajo de especial interés es el texto de Max Weber relativo al impulso protestante del capitalismo por medio de sus concepciones éticas (el trabajo como constitucionalidad de la supuesta dignidad divina, modelo cuasi kantiano). También disponemos de innumerables críticas acerca del liberalismo económico y sobre los supuestos fundamentos de la filosofía individualista (también lo toca el audiovisual sobre Freud anteriormente recomendado La historia del Yo). Por último disponemos de un trabajo técnico realizado por Miguel Moro titulado Crisis y deuda externa: las políticas del Fondo Monetario Internacional. Sobre dicha temática son múltiples las voces que se alzan como resistencia.

Volviendo a la construcción de una visión crítica de la praxis metafísica proseguimos afirmando que el capitalismo no es más que burda productividad metafísica. Ya no sólo representa la explotación del hombre por el hombre sino también el expolio de la propia personalidad vital por medio de la idea "universalmente pura". Nuestra época histórica como fascismo institucionalizado hace referencia a la pérdida de control axiológico, de orden trascendental, convirtiendo la existencia en un auténtico caos, en el que lo más normal es que te reprima la policía hasta poder encarcelarte porque no eres Yo-Conciencia, siendo también "normal" que los tecnócratas (con el apoyo involuntario de la población) restrinjan tu derecho a los servicios sociales conquistados, como ir al médico o al colegio, recordando que encima nos obligan a aprehender lo que rápido deberíamos olvidar si queremos sobrevivir; ¡demasiadas barbaridades en la actualidad! como presenciar como te agreden por tu diferencia de pensamiento mientras espíritus "objetivados" por la razón "pura" hondean símbolos anti-vida. ¡Todo es posible en la guerra de los entes! Todo es susceptible de ser sustancia bajo el capitalismo. La vida se convierte en un vaivén de mercancías encaminadas a su propia corrupción. El imperialismo del American Dream representa a la perfección la consumación sangrienta de la metafísica, la tecnificación del mundo, el "no-ser" en estado puro. En la guerra de los entes como darwinismo social militarizado (acorde a la definición de Carlos Taibo) la fuerza suprime a la lógica, la vida es perseguida y castigada por la ilusoria capacidad de controlar la naturaleza, que ante su imposibilidad lleva a cabo un silenciamiento por medio de la negación. El miedo se acrecenta y la praxis se convierte en errancia cotidiana. El imperialismo es la pulsión que late en las reglas que rigen dicha guerra de los entes, por ello se muestra que su permanencia se basa en la fuerza violenta de la ideología ante la inherente posibilidad de muerte que continuamente le acecha.

Es así como llegamos a la institucionalización del fascismo como supuesto "estado bélico-institucional de excepción", suspensión del derecho social en nombre de la Razón Pura, coincidiendo con la no-fundamentalidad radical del derecho civil y aún menos penal. En estos parametros se mantiene la discusión entre Benjamin y el tecnócrata nazi Karl Schmitt, discusión que se prolonga hasta el Iustitium romano. También Giorgio Agamben, junto a los movimientos decrecentistas, toca el tema de la tecnocracia y el eco-fascismo al que nos acercamos. Todo ello sin olvidar la dictadura de la deuda y de los rescates, toda una estafa "soberana" que impertérrita comprueba la legalidad del robo y la corrupción. Es por ello que por un lado el Estado se desvanece por momentos (de cara a la regulación del mercado y a la privatización de recursos públicos) y por el otro se reinterpreta muy reforzado (como represión, como

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control y como disposición absoluta ante los deseos del capital, externalizando los costes e interiorizando las pérdidas relativas a la gestión del eterno estado de sitio). El liberalismo se basa en las intervenciones justas y necesarias que aseguran el control de la situación, para lo que se emplean los medios supuestamente necesarias que disponemos a nuestro alcance. El objetivo es acordonar el perímetro de seguridad que sustenta los intereses de la aristocracia corporativa (plutocracia), llegando si fuera menester a la aplicación sin concesiones de un paternalismo opresivo que mantenga la situación acorde a la perspectiva del dichoso Reino Salvador.

"No obstante, para Nietzsche, lo que más terminará caracterizando al Estado democrático burgués (que sucede al Estado absolutista fundado sobre valores religiosos) será su funcionalidad al servicio del despliegue tendencialmente universal de la economía capitalista hasta el punto de aparecer, ante todo, como el entramado institucional que garantiza la actividad empresarial y que es necesario al intercambio mercantil entre los grandes poderes económicos. (...) El Estado democrático moderno se configura bajo el dominio de una clase capitalista que es, como tal, apolítica (en el sentido que el término política tiene de construcción de una sociedad mediante la promoción de metas que refuercen el desarrollo máximo de sus posibilidades de existencia, su cohesión y su solidaridad), y que antepone sus particulares intereses económicos a cualquier otra finalidad subordinándolo todo a esos intereses".(La experiencia dionisiaca del mundo, Sánchez Meca).

Entendemos que el liberalismo económico, como desarrollo de la materialidad teórica del capitalismo, lleva inherente en sí una praxis imperalista. La teoría maximiza los beneficios, la práctica realiza dicho ejercicio por medio de la falacia teórica, externalizando los costes de producción y generando miseria local allá por donde pasa. La mercantilización de la vida se asienta sobre la violencia que ejerce el Derecho (de Dios) teóricamente establecido formando una barrera junto a la violencia directa que ejerce la trampa de dicho reglamento teórico. Es el imperialismo el que, por medio de la teoría capitalista, ejerce la tecnificación del mundo, impidiendo a los seres vitales conquistar su autonomía espiritual (ratios kantianos): si yo no dispongo de mi cuerpo es difícil que pueda disponer de mi espíritu, y viceversa. El imperialismo como pesimismo de la fuerza metafísica persigue no sólo los recursos productivos sino también lo improductivo que determina la producción: la conciencia. Es por ello que se denomina presxs de conciencia a lxs presos que sufren la ideología metafísica como política dominante; lo que se trata en estos casos es que dichos presxs (dichas personas) no logren su libertad espiritual por medio de la negación material de su autonomía, encerrándolxs entre cuatro paredes e incluso torturándolxs.

Pero nunca negaremos que no es imposible escapar del capitalismo metafísico mediante revoluciones paulatinas de conciencia encaminadas a la acción directa como no-cooperación con el "no-ser", las cuales nos ayudan a transformar nuestro enfoque metafísico de la existencia en una perspectiva ontológicamente vital. Es posible, y más aún en el mundo supuestamente "civilizado", escapar del sistema por medio de las grietas como representación del vacío lógico-vital de la falacia metafísica, posibilitando la navegación en sus lagunas y viviendo en lo posible al margen del "no-ser", sin dejar de boicotearlo en los cada vez menos amplios márgenes de libertad que aún permite la falsa democracia populista y su permanente estado de excepción legisladamente enmascarado llegando a una óptima institucionalización. También consideramos amplio margen de occidente respecto de las dictaduras brutales del África negra, entre otras muchas que pueblan el planeta, haciéndonos eco de que una cosa es ser esclavo y otra (no demasiado diferente) ser robot.

"Pero es cosustancial a toda política tiránica ejercerse en lo oculto, procurando que aquellos sobre los que se ejerce su violencia no la adviertan como tal, sino que la perciban como justamente lo que viene a satisfacer sus más profundas necesidades vitales. Otra de las necesidades de un sistema nervioso desequilibrado y, por tanto, demasiado fácilmente irritable, son los tranquilizantes. De ahí el arte como narcótico, un arte que atrae a los enfermos pues viene a satisfacer una exigencia de amortiguamiento del sufrimiento sentido como intolerable".(La experiencia dionisiaca del mundo, Sánchez Meca).

Encontramos actualmente multitud de audivisuales que navegan en nuestra dirección desde diferentes frentes

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tratando de sistematizar la problemática que aquí aparece levemente. Intentaremos por ello añadir sinopsis acerca de documentales como De la servidumbre moderna, Zeitgeist, Videocracy, Inside Job, La doctrina del shock, Debtocracy o Too big to fail.

5.2. Catástrofes naturales y destrucción civil.

El pensamiento metafísico desarrolla el liberalismo económico (capitalismo) como organización global, abarcando lo pequeño-local desde lo grande-internacional, ejerciendo el imperialismo como praxis universal frente a los pueblos "no-civilizados-aún"; éstas son las reglas que condicionan la guerra de los entes. Esta guerra ideológica, especialmente tenaz en el fundamentalismo cristiano, islámico y sionista, está provocando una auténtica masacre civil, en la que las etnias minoritarias están siendo aniquilidas bajo el yugo de la razón pura. Las religiones teístas requieren de una exégesis escatológica radical para poder comprender el escalofriante nivel de sus terroríficas atrocidades, convirtiéndose entonces en posibles vehículos hacia la fraternidad universal y la verdadera paz social por medio de la libertad de conciencia como libertad religiosa. Debido a la impermeabilidad resistente de la conciencia metafísica aconsejo extremar las precauciones en las relaciones con este tipo de sujetos, los cuales toman forma grupal como masa errante, debiendo aconsejar con cautela mediante la praxis transformadora y estudiando bien el momento del "ataque ideológico" que ayuda a la deconstrucción metafísica, convirtiéndolo en la medida de las posibilidades en dulce ironía cínica de perspectiva ontológica: necesitamos estudiar bien cuando dar los "latigazos" axiológicos a la conciencia metafísica, pues todo puede acabar en una guerra como la que vivimos actualmente, debido a la resistencia ideológica del sujeto y al más que posible recurrimiento a la fuerza violenta por su parte.

No tendríamos que desarrollar en exceso este apartado, pues constatamos diariamente su evidencia por medio de periódicos y telediarios. La metafísica y su marido capitalismo mantienen un imperalismo filial que está aniquilando la Naturaleza progresivamente, imponiendo una asfixia trascendental provocada por la ignorancia del ser y la nada, y por el consecuente miedo ideológico hacia la diversidad natural. Todo ello se traduce en las derivadas catástrofes naturales que se han sucedido durante el siglo XX y que siguen y seguirán produciéndose en nuestros días, provocando respuestas debido a la explotación violenta de la Naturaleza proclamada desde la revolución industrial. La matanza genocida de la Naturaleza conlleva el deterioro de los seres vitales hasta su destrucción, especialmente orientada a la desaparición masiva de humanos debido a que somos los seres más débiles de los tantísimos que poblan el planeta. Fuimos los últimos en llegar y seremos los primeros en marchar, considerando la dependencia existente tan alta que tenemos debido a la complejidad de nuestro organismo. Recomiendo aquí el documental Home, pues muestra levemente lo que estamos hablando, aparte de aportar una visualidad global del mundo natural pocas veces vista (son todas imágenes desde el aire. Por supuesto no me trago la falsa esperanza que claman los productores del documental, que son innumerables multinacionales que tratan de limpiar la sangre de sus manos.

La destrucción civil también es consecuencia de la paulatina desaparición de la amistad y el altruismo solidario. En la guerra de los entes "todo" es medio para el fin metafísico, representando claramente el egoísmo que encierra la filosofía individualista del liberalismo. Entonces la ética toma su disfraz utilitario, y rompiendo la circularidad intersubjetiva se construye en linealidad angustiosa que parece no tener fin, soledad en la cual se nos condena a vivir. La metafísica es demasiado cruel y destructiva como para dejarla campar a sus anchas; si ya se les apoya con recursos públicos es cuando se convierte en una broma de mal gusto. Desde una perspectiva ontológica se considera prioritariamente urgente la liberación de los pueblos oprimidos por medio de la cooperación pro-bloqueo de lo que se considera popularmente como primer mundo, empezando si podemos por las dictaduras más sangrientas, y teniendo siempre en cuenta que revolución es sinónimo de autonomía y no de tutela revolucionaria o tutela iluminada. De hecho y respecto a esto debemos observar la ausencia de supuestas guerras mundiales entre grupos de naciones frente a la atomización de guerras civiles que se produce en los Estados-nación que cooperan con la filosofía imperialista.

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La metafísica no comprende la diversidad de la Naturaleza mediante la unidad modal, ni tampoco comprende la autogestión natural a la que tienden por naturaleza las diferentes entidades. La metafísica confunde la modalidad trascendental con la unidad fenoménica permanente, consecuencia provocada por la falacia como causa de la inversión jerárquica. La ideología de la razón pura significa la permanencia estática de la moral, encontrándose imposibilitada entonces de comprender la jerarquía ética como axiología que representa la voluntad racional. Antropocentrismo, endocentrismo y etnocentrismo son los criterios que guían la irracionalidad de la razón pura estático-permanente, desarrollada en nuestros días hasta el estadio más elevado presentándose como eco-fascismo, en el que la consumación se equipara con la asfixia existencial. Esa quietud perseguida insaciablemente por la metafísica puede producirse como posibilidad supuestamente absoluta del "no-ser", presentado por ejemplo bajo las interpretaciones de Huxley y Orwell. El fascismo puede triunfar fuertemente todavía, de hecho sigue creciendo en Europa y EEUu, pero nunca será para siempre, recordando la cita de "se puede engañar a algunas personas de algunos pueblos durante algún tiempo, pero no a todo el mundo todo el tiempo".

El Dinero representa la sustancia que conlleva en sí las reglas metafísicas sobre el juego de la vida, como codificación ideológica meta-capitalista. El dinero planteado de manera especulativo-capitalista como idea derivada del concepto puro de Dios representa el ente ilúsamente perfecto en el actual pre-Reino celestial en el que vivimos actualmente. Su carácter teleológico-acumulativo casa perfectamente con la idea del Yo-Conciencia, con la Guerra de los Entes, con la idea de Poder, con la idea de Fuerza, con la idea de Reino, y con todas las ideas que puedan prestarse a ser sustancia ilusoriamente atemporal. La esclavitud humana hacia la razón pura que postula la metafísica es la causa principal de los problemas del mundo: catástrofes naturales y destrucción civil. Ya el sistema financiero y la Cultura establecida se encargan de disfrazar el desvelamiento de la pantomima imperialista, sin olvidar la connivencia de la población bajo una obediente sumisión, colaborando en el no afeamiento de la superficial e insípida cotidianeidad. La acumulación de Poder capitalista es directamente proporcional a la injusticia general que produce este sistema, determinando una trampa muy real que impide a la sociedad avanzar en su desarrollo evolutivo natural. Si la vida es una carrera, algunos van en coche y la mayoría vamos andando; así es difícil llegar a la meta que marcan los primeros. Llegado el momento del cansancio social se nos presentan dos opciones: o robamos el coche a los que nos quieran adelantar (vía socialista) para realizar más holgadamente el trayecto (sociedad del bienestar), o destruimos de una vez todos los coches (vía revolucionaria) y eliminamos así las barreras que nos separan, imposibilitando como consecuencia la acumulación de Poder y Capital. Quizás cuando estemos todxs juntxs nos queramos replantear si realmente queremos llegar a la meta o simplemente preferimos disfrutar del camino, cuestionándonos precisamente el sentido de todo lo supuestamente absoluto e inamovible.

Por todo ello y más nos cagamos en el American Dream como respresentación del miedo y la ignorancia, como catástrofe natural y como destrucción civil, como deseo irracional de perfección fenoménica estática (supuesto Reino fascista de Dios). Ni burka ni cirugía estética, ni fútbol-espectáculo ni reality-shows, abajo la religión pretendidamente absoluta, abajo la folklorización de la cultura, abajo la metafísica. De esta manera se presenta como indispensable la lucha orientada al deterioro y desestabilización de los sistemas carcelarios que nos vigilan y nos castigan, boicoteando al máximo de nuestras posibilidades la maquinaria metafísica y su permanente tortura en aras de la supuesta lucha contra el terror. Pues además de torturar en las prisiones tienen la poca verguenza de mercantilizar las prisiones para forzosamente vender la fuerza productiva de los neo-esclavos. Ni tortura en las cárceles ni regímenes de aislamiento para presxs (FIES), ni cárceles para inmigrantes (CIEs) ni cámaras de seguridad en las calles, ni megaconstrucciones ni superficies comerciales: requerimos urgentemente combatir emancipatoriamente la metafísica, clamando por el auge y la respuesta que la propia Naturaleza nos proporciona frente a los ataques metafísicos al medio ambiente y a las diferentes poblaciones culturales.

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5.3. Crisis axiológica.

El capitalismo y el imperialismo como metafísica han provocado la mayor crisis axiológica jamás conocida, pues no se mantiene por la esclavitud física de los perdedores sino por el auto-sometimiento psíquico a la que nos somete la moral dominante (Razón Pura). Es obvio que las dictaduras militares del imperialismo matan y mucho-demasiado, pero también la muerte está incluida en la teoría metafísica y su praxis capitalista cotidiana llevada a buen puerto por medio de los individuos automatizados. Relacionamos la crisis de valores y la ausencia de sentido general a la teoría y praxis metafísica, extendida y consumada cada vez más a nivel global, colaborando con un caos trascendental que lógicamente no puede más que llevarnos a una continua guerra social contra la opresión establecida en forma de ley institucionalizada.

La actualidad como cao axiológico provocado por la enfermedad mental llamada razón pura, la cual se asienta en las falacias lógicas del Yo-Conciencia, provoca una permanencia fenoménica e idelógica que no es más que locura colectiva generalizada. Es lógico interpretar dicha crisis no como económica, referente a limitaciones del sistema económico-capitalista, sino que más allá de su faz superficial refiere a una crisis radical, crisis del supuesto fundamento que violentamente sostiene el sistema metafísico (teoría capitalista y praxis imperialista). La ideología de la razón pura es incapaz de dar respuesta a los fenómenos vitales de la cultura y la libertad, por lo que partir de dichos postulados imposibilita una óptima compresión de la realidad; dicha imposibilidad es lo que entendemos como enfermedad mental o grave afección, representada por la falacia "pienso luego existo". Tampoco es contemplable una ecologización del capitalismo, pues en sí es una filosofía anti-ecológica; realmente el capitalismo incluso es anti-económico. No quita que sea preferible el que nos auto-explotemos mediante placas solares que mediante petróleo, pero dicha organización económica está condenada al fracaso, a lo sumo provocando una muerte más lenta mediante el denominado capitalismo verde y su falsa conciencia. Esto no es una crisis parcial o fenoménica sino sistémico-trascendental.

La metafísica es muerte del ente por asfixia. La unidad fenoménica estática deriva mediante su potencial caótico en la pluralidad axiológica en la que actualmente vivimos, eliminando de un plumazo las relaciones naturales básicas que mantienen los entes e institucionalizando un escepticismo relativista. La falta de un criterio de comprensión que nos permita interpretar acertadamente la realidad imposibilita una comunicación lógico-verdadera basada en la sensorialidad de la consciencia, la cual sólo deviene venciendo la resistencia de los filtros metafísicos de la mente. La conciencia trabaja en la oscuridad que provoca la soledad y va deconstruyendo los tumores ideológicos que deterioran el flujo mental minimizándolo.

En este punto siempre me ayudó la literatura denominada como "auto-ayuda". Estos materiales para el trabajo de conciencia y el auto-conocimiento parten casi siempre de una perspectiva más o menos ontológica, la cual suele identificarse fenoménicamente con la cultura budista (Jorge Bucay por ejemplo, proveniente de la Gestalt). Debido a la disfunción lógica de la metafísica y su inversión interpretativa aplicada sobre el fenómeno de la locura es lógicamente falaz determinar que las personas que derivan en la auto-ayuda requieren ayuda externa, negando por consecuencia la posibilidad vital de plenitud por medio del auto-conocimiento. La metafísica identifica inquietud espiritual (radical, no teísta) como actividad depresiva, proclamando la actividad de la psicología algo así como el arte de los encantadores de mentes o algún juego teísta similar. Lo que concluiría en la etiqueta ideológico-metafísica del auto-conocimiento como depresión por falta de fe. Desde esta perspectiva el capitalismo convierte la auto-ayuda en posibilidad de consumo, transformando y enguyendo de nuevo cualquier transformación leve (no radical) de su entorno fenoménico. El capitalismo no necesita vender los libros de Adam Smith; puede conformarse con llenarse los bolsillos a base de merchandising del Ché Guevara: el capitalismo sólo tiene escrúpulos para dudar de sus prácticas, no para desarrollarlas ampliamente hasta la llegada del Dios-Poder-Dinero como Salvación del Reino en nombre del "Progreso", haciéndonos eco del anti-mesianismo de la metafísica como imposibilidad de ungimiento social (*mesías:

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el que está ungido, sublimado).

Precisamente el capitalismo provoca una herrancia moribunda de la praxis pues siendo una filosofía económica es radicalmente una ética anti-económica, un mal ajuste constante entre acción humana y realidades de la Naturaleza. La economía lineal de materiales que sostiene la locura colectiva actual muestra continuamente su imposibilidad de verdad respecto de la Naturaleza, y menos aún respecto de la naturaleza vital. Este sistema es insostenible, usando el raciocinio o dejándolo en casa; o nos percatamos o nos vamos, no hay posibilidad de juicio final y vuelta a empezar por medio de la condonación cristiana de los pecados. La metafísica también la identificamos actualmente con el populacho que dice "la crisis pasará", y se echan a dormir esperando el milagro. No sólo no existen milagros, sino que además una posible revolución cotidiana de la conciencia es lo más normal que pudiera pasar en estos tiempos, pues no me parece milagroso que la lógica en su potencialidad simbólica pudiera ir recortando diferencias a la ignorancia ideológico-violenta de la razón pura. Eso sí, la responsabilidad nos aterroriza, y la libertad como vacío aún más. Pero junto a Sartre afirmamos que estamos condenados a ser libres, entendiendo libertad ahora como circularidad y autogestión natural, economía de recursos inmateriales frente a la materialidad finita del planeta, posibilitando a corto y medio plazo una filosofía decrecentista en referencia a los materiales y una filosofía doblemente dialéctica entorno a los recursos inmateriales (necesidad-posibilidad de lo inmaterial-material). No se trataría de conquistar la ideología mental (cambiar una ideología por otra) sino tratar de destruirla como herramienta opresora de la consciencia (de la ideología de la razón pura a la axiología dialéctica del cuerpo-mente en su unidad).

"La esclerosis última de la política se constata entonces, sobre todo, en el ideal de felicidad que esta ideología propone a los ciudadanos como igualdad de todos, simple suma cuantitativa de egos perfectametne asegurados, protegidos, subvencionados, equiparados, moralizados, castrados, gregarizados bajo la providencia de un Estado nodriza".(La experiencia dionisiaca del mundo, Sánchez Meca).

La metafísica ontiza la conciencia, primero separándola del todo y más tarde del mismísimo cuerpo. La idea de Dios nos conforma en la comprensión de que toda realidad es cuantificable por principios matemáticos, o quién sabe si (incluso) viceversa. Libertad y muerte son conceptos no abarcables por la ideología metafísica, por lo que deben negarse hasta su posible extinción por medio de la opresión moral e incluso la represión física. La metafísica ha logrado actualmente controlar la libertad, cercenándola hasta que disminuya su potencialidad transformadora, pero la muerte no sólo no la puede frenar sino que la potencia en lo más íntimo de sí: ante la supuesta no inquietud sobre la muerte de nuestras superficiales sociedades se esconde el miedo más atroz, el que nos paraliza y nos causa muerte por innación inmaterial. La razón pura incorpora en su seno la existencia vital como soledad y negación de sí, acumulación material y caos inmaterial, sin-sentido, sin-razón cotidiana. La depresión generalizada del siglo XXI nos muestra la posibilidad de una doble vía revolucionaria: por una lado la deconstrucción paulatina de las falacias lógicas del pensamiento; por otro lado la emancipación sensorial por medio de la praxis libertaria: aquí relacionamos ambas vías como única vía (dialéctica) posible ante la magnitud verdadera de la crisis axiológica que asola la humanidad "civilizada". Es hora de transformar el camino de la felicidad en el camino del conocimiento (posibilidad de felicidad temporal), más duro pero más reconfortante en el aquí-ahora como base de un bienestar colectivo generalizado.

Dios ha muerto, lo hemos asesinado. Tan enorme vacío lo llena de nihilismo la postmodernidad, pero también es digno reconocer que apunta a lo ya no metafísico, a la muerte definitiva del absoluto teísta y sus meta-relatos míticos de salvación (frente a la posibilidad sapiencial del mito, los griegos por ejemplo). Pero no nos asustemos y seamos valientes, el caldo de cultivo depresivo y aparentemente nihilista encierra y maquilla el clima pre-bélico que amenaza todo lo establecido, regenerando mediante la lucha social de los movimientos antagónicos el deseo continuo de liberación emancipatoria, apuntando cada vez más a la violencia elegante que paulatinamente se cierne contra las máquinas, funcionen con electricidad o requieran de 3 comidas al día y varias pagas extraordinarias. Es cuestión de tiempo que se libere la violencia contra la metafísica y lo anti-vida que llevamos dentro. No temamos, la voluntad de

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poder-ser-aquí-ahora vencerá si con coraje e inteligencia luchamos. Poco a poco va cayendo el crédito político de los supuestos representantes políticos, la indignación se globaliza, va cayendo los mitos dicotómicos de la derecha y la izquierda, el pueblo ya no cree en su rey ni en las promesas de los terratenientes; es hora de integrar en una las dos partes del cerebro que nos auto-gobierna (lógica y sensorialidad). Todo ello sin olvidar que la metafísica también crece, que el fascismo aumenta en la clase media frente a la posible-necesaria pérdida de su "bienestar". Necesitamos combatir a pie de calle y también en nuestro interior, contradiciendo la globalización de la depresión, ya sea social o particular, expulsando de nuestra vida el miedo, la apatía, la resignación y la ansiedad que nos provoca llevar una vida anti-vital.

5.4. Regulación cósmica.

Las catástrofes naturales que aparecen como cambio climático se postulan como regeneración natural de la Naturaleza, basada íntegramente en la regeneración cíclica y eterna del ser como auto-fundamentación y también como nada ontológica, como caos fenoménico, mostrando transversalmente las limitaciones trascendentales de la realidad fenoménica en la que se dan los diferentes planos de existencia. El expolio violento de la Naturaleza y la opresión que sufre la naturaleza humana provocan una continua destrucción civil, cada vez más en forma de dictaduras autócratas, teleócraticas (teocráticas) o tecnócratas, que no reparan en acribillar al débil mesianismo que nos trae la guerra social como resistencia de la organización colectiva. La naturaleza muestra su aquí-ahora por medio de la fuerza de la Naturaleza, ahora sí legitimada en su derecho natural a ser-aquí-ahora como re-actualización cósmica, no sólo afectando mediante leyes físicas sino potenciando los cortocircuitos de la psique humana.

La naturaleza representa el 5º elemento (eter-conciencia) como dialéctica de los 4 anteriores (Naturaleza). "Misticismos metafísicos" aparte, consideramos desde nuestro mayor respeto y orgullo cultural hacia la cultura maya-méxica que mucho argumento racional tiene el cálculo temporal de los ciclos universales, pudiendo idenficar sin esfuerzo fenómenos físicos en sus determinaciones químicas terrenales, obviando la inherente posibilidad de una generación natural violenta que sacuda y potencie el proceso revolucionario de la conciencia y su Cultura establecida. Nuestro bálsamo es pensar que el mundo siempre será mundo, con o sin humanoides. Esperemos que a dicha revolución de conciencia ayude por un lado la consumación nihilista de la sociedad como depresión generalizada, y por el otro la famosa alineación planetaria que desde hace tiempo se cierne sobre el sistema solar.

El género humano viene recibiendo ánimo para una revolución particularmente concreta de la propia conciencia y de sus creencias ideológico-mentales, posibilitando una violenta y dolorosa (aunque necesaria) deconstrucción de la conciencia, la cual se auto-encauza con armonía en su propio proceso una vez comenzado (lo violento como apriori de los dulces despertares). Es entonces cuando estamos dispuestos y capacitados a incorporar una costrucción afirmativo-ontológica en el proceso de deconstrucción metafísica, injertando una válvula de escape que nos oriente hacia la luz revolucionaria. Libertad y cultura son basamentos capitales de una construcción afirmativa de la conciencia, postulados apriori de las transformaciones necesarias y las auto-transformaciones posibles, viajando desde el más allá metafísico hacia el más acá ontológico, hacia la física de la metafísica en boca de Michel Onfray. Transformaciones producidas por la alineación planetaria como afección energética de la conciencia, como cortocircuito material y también energético-espiritual, como colapso cuántico de la conciencia, como espiritualidad del ser-aquí-ahora-contradicción.

La regeneración que se cierne como necesaria también incluye la reorientación tecnológica, en pos de aminorar los agravios naturales que venimos sufriendo. Y también es prioritario detener las atroces destrucciones civiles y ambientales que se siguen produciendo. La social-democracia como pantomima parasitaria ya no está capacitada (si alguna vez lo estuvo) más que para seguir manteniendo el orden del Poder mediante la suprema Idea. Sólo una

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democracia radicalmente participativa que parta de postulados libertarios es capaz de detener la masacre existencial en la que vivimos. No podemos esperar más "ese político honesto" que siempre nos ha prometido la ortodoxia comunista. Se requiere de una profunda revolución en el pensamiento en aras de un ejercicio responsable de la libertad irreverente necesaria para deconstruir a fondo el ideario metafísico y su falsa conciencia cancerígena. Es por ello que la resistencia ya no se torna mundial (crisis de la globalización) sino mediante la revuelta biopolítica transversal a la guerra social como guerra civil "democrática", teniendo lugar dicha guerra también en nuestro interior. En la imposición violenta de los límites naturales primero se nos muestra la limitación fenoménica como dependencia absoluta respecto de la Naturaleza; a continuación puede palparse la limitación trascendental como dependencia absoluta de la conciencia respecto de la naturaleza ontológico-vital: lo primero provoca catástrofes naturales, lo segundo destrucción civil. Si estos fenómenos son de rabiosa actualidad significa que la regulación cósmica ya se está produciendo.

Estamos en un momento clave en la historia de las culturas, pues es momento de decidir que vía seguir ante el caos, o morir para siempre o luchar para siempre, teniendo en cuenta que los resultados objetivos no están predestinados, y que elegir la segunda opción ya es de alguna manera vencer y triunfar, pues como venimos diciendo ahora el riesgo no es la esclavitud general del mercantilismo metafísico sino la robotización social de la razón pura por medio del bio-Poder metafísico. Momento de crisis, momento de cambio: o a mejor o a peor, no hay otra; el caso es que el ir a pero chocará violentamente con nuestros límites naturales, lo que de seguro representará un baño de sangre aún mayor del que hoy en día vivimos. La explosión de la burbuja capitalista y su parasitaria anti-economía claman por la llegada de la sangre al río; esperemos que la sangre del Poder sea la que llegue al río y no la nuestra, la de los millones de pobrecitxs que vivimos alienados por la mercantilización constante de la vida cotidiana. La indignación o la primavera de los pueblos no será suficiente para arrivar a una óptima y necesaria soberanía alimentaria como autogestión colectiva; necesitas rebelarnos de verdad y ser netamente afirmativos (contradictorios para el sistema) si queremos realmente visualizar algún atisbo de cambio, ya no digo de situación sino al menos de rumbo, haciéndonos eco de que lo prioritario ahora no es crear afirmaciones nuevas sino al menos detener el ficticio tren del progreso que supone la ceguera metafísica.

Regulación cósmica como postmetafísica, como aletheia, como época decrecentista, como era cuántica, como purificación natural, como nuevo mundo construido sobre las cenizas resultantes de la incineración de la supuesta civilización occidental. Se requiere de un reciclaje integral de las religiones teístas mediante la promovida exégesis escatológica de su más profunda simbología y de sus supuestos dogmas absolutos, reorientación que nos oriente a buen puerto, desembarcando armoniosamente en la era de la abundancia (era de Piscis, Zeitgeist). Dicen algunos que no estamos peor que nunca, pero yo tengo mis dudas desde la comprensión de la metafísica como linealidad histórica del desastre jamás contado, si es que vamos a poder contarlo alguna vez. Comprendo que antes hubo esclavitud física y que ahora es más de tipo psíquico, pero es precisamente dicha robotización la expresión anacrónica de los niveles de intelectualidad que se dan generalmente en la población; es decir, en la antiguedad y desde pensamientos más míticos y arcaicos quizás fuera una posibilidad "natural" la dominación del hombre por el hombre, pero llegar en un futuro posterior a la dominación del hombre por la idea de Razón Pura me parece algo aún más grave y anacrónico, pues al menos antes había conciencia de esclavitud, pero ahora lxs esclavxs piensan erigirse como príncipes o princesas de un supuesto paraíso terrenal. Más que ganas de reir me dan ganas de llorar. Esperemos no necesitar de la ultra-violencia para revertir esta dramática situación, pues en el fondo nadie desea la muerte de inocentes.

Por último y junto al profesor que me responde diciendo que hubo tiempos peores y que la humanidad ha avanzado le sumamos el comentario de otro profesor que apuesta por un supuesto 3º liberalismo, afirmando que es de borregos relacionar el liberalismo económico con el fascismo, apologizando que lxs liberales no son fachas. Sigo en mis trece afirmándome como contradicción, pues criticamos la postmodernidad como moral de la inmovilidad (de hecho el último profesor critica mucho el movimiento popular 15M), inmovilidad de carácter académico-aristocrático,

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afirmando frente a la bazofia académica que hoy en día representa la Universidad que "el silencio político es el suicidio moral de todos los discursos filosóficos" (*De la muerte de Dios o el silencio de la filosofía, Iván Silén). Celebraremos la muerte de la esclavitud robótica y del monopensamiento burgués; celebraremos los saberes dionisiacos frente al insípido conocimiento que nos ofrece la univocidad bibliotecaria; no creemos las mentiras de los profetas metafísicos; la risa, el juego y la burla serán nuestra venganza; saciaremos nuestra sed y nuestro hambre, y florecerán las libertades sobre la sangre derramada.

6. LA REGENERACIÓN HUMANA.

Otro mundo ha sido posible durante la historia "universal"; ahora no es posible otro mundo, sino que es absolutamente necesario, con sacrificio y esfuerzo al comienzo, con naturalidad una vez que el proceso revolucionario se establezca. Otro mundo era posible cuando el "no-ser" se debatía entre su desaparición y su absolutización. Puesto que la absolutización se ha producido, ya no queda otra vía que la de una revolución radical de la conciencia, de la Cultura y también de la organización de la sociedad. Resulta prioritario salir de esta asfixia vital que supone la metafísica y conectarnos fuertemente a los mandamientos naturales de la ontología. La ontología es contraria a la metafísica, la metafísica es contraria a la vida; no existe compatibilidad, se es más o se es menos, pero no se es identidad en el espacio-tiempo: ontología (ser-aquí-ahora) y metafísica ("no-ser") son inversamente proporcionales. Es por ello que la ontología no se presenta como alternativa a la metafísica sino como puro antagonismo, o una u otra, dinámicas que ceden o avanzan pero que nunca se mezclan. La ontología representa la sabiduría práctica sobre la vida frente a la dicotómica filosofía especulativa de la razón pura como metafísica. Ambas se dan en la sociedad y ambas se dan también en nuestro interior. El ser no lucha contra el "no-ser", pues el ser es auto-oposición; el ser-aquí-ahora como posibilidad necesaria si lucha contra el "no-ser" como posibilidad accidental. El "no-ser" como arbitrio de la mente humana es mitigado y custodiado por la ontología del ser-aquí-ahora, posibilitando una armónica modalidad unitaria que relacione ente y naturaleza por medio del acontecimiento. Concluimos que ontológicamente hablando otro mundo no es posible sino prioritariamente necesario.

Tendemos a la armoniosa vía espiritual del medio, de la mesura libre y responsable posibilitada por medio de la dialéctica del ser como contradicción, que representa la reacción ontológica (transformación) de la Naturaleza frente a su naturaleza. La contradicción representa un impulso vital ontológico frente a la muerte metafísica que propicia el supuesto absolutismo de la síntesis espiritual. No existe ni punto medio ni armonía entre ontología metafísica; esto no refiere a la izquierda y la derecha, ambas metafísicas, sino que proclama la existencia del ser-aquí-ahora como posibilidad necesaria natural en su propia auto-fundamentación, al igual que el fascismo, que es auto-fundamentación como posibilidad accidental posibilitada por un ejercicio irresponsable de la libertad. Esto no conlleva el intento espiritual de síntesis, pues repetimos que no es posible una relación simbiótica entre ambas: el "no-ser" no accede al nivel de las posibilidades necesarias por más que se empeñe. Lo único que puede existir con armonía sería la síntesis temporal entre lógica y sensorialidad, la cual tiene su apotheosis en el ser-aquí-ahora. Todas las categorías espirituales son como una, no es posible que haya 2 naturalezas, menos aún que sólo exista la ilusoria naturaleza metafísica (innatismo de la Razón Pura) como negación de las evidencias naturales. Mediante la libertad de conciencia comprendemos el límite trágico griego como contemplación de la omnipotencia del ser frente a la comprensión mísera, mezquina y ruín del "no-ser" como posibilidad accidental.

La vida es unidad y no dicotomía. El ser humano es corazón-mente en su modalidad unitaria, no izquierda o derecha, no lógica o instinto, sino que es auto-oposición: sin un opuesto muere y sin el otro no vive (ratios kantianos). La izquierda y la derecha conviven mediante la socialdemocracia pues precisamente las dos parten de interpretaciones metafísicas. La naturaleza del ser-aquí-ahora no permite la existencia del "no-ser" entre sus posibilidades necesarias, sino que lo contempla como posibilidad accidental de la libertad cultural (derecho a equivocarse basado en la presunción de inocencia). Sólo desde la (anti o auto) fundamentación ontológica de lo real y sus posibles realidades es

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verdaderamente posible otro mundo, sin dicotomías, sino siendo más o menos humano, más o menos vital. Desde la ontología se comprende el desarrollo lineal metafísico como optimización del caldo de cultivo para el "no-ser", para la Salvación por medio del Reino de Dios, comprendiendo la evolución como potencialidad ontológica que disminuye las posibilidades accidentales del teísmo como fenomenología del "no-ser". La reificación vitalista constante del género humano mediante sus revoluciones evolutivas permiten a los sujetos adaptarse cada vez mejor a las complejidades del entorno, abandonando el simplismo del desarrollo lineal proclamado por la razón pura. Abandonando la historia lineal y absoluta de la metafísica descubrimos la diversidad natural de la cultura, apoyada en la racionalidad de la diferencia, alteridad empática que potencia la libertad y la cultura de las comunidades humanas y sus componentes étnicos. La minoría tiene que seguir venciendo el miedo y la ignorancia hasta ontologizar el último rincón de los territorios metafísicos. Sólo así es posible construir un mundo en el que caben muchos mundos. Necesitamos vivir simplemente para que otrxs puedan simplemente vivir. Tenemos todxs que dar un poco para que unxs pocxs no tengan que darlo todo.

6.1. Ecosistema y sostenibilidad.

Otro mundo es necesario, dicho verso se repite en la eternidad de la consciencia como ontología poética. La naturaleza cultural del ser humano forma parte del ecosistema vital como forma apriorística, lo que supone la no necesidad de suprimir el ecosistema, sino auto-fundamentar nuestra propia existencia en dichas formas a priori, transformando nuestro estar en el mundo como reinserción natural en el kosmos. El límite trágico como caos y abismo del vacío que heredamos de la cultura antigua de lxs griegxs colabora de forma clave en la comprensión de nuestras posibilidades fenoménicas, comprensión exclusiva mediante el raciocinio humano como auto-conocimiento, posibilitando una trascendencia naturalmente holística e integral como contradicción anímica de la temporalidad sintética espiritual.

El estatuto científico de la ontología permite comprender la economía de la Naturaleza como autogestión, como temporalidad simbiótica de las variables interdependientes. La economía humana es indivisible de la economía vital, pues no estamos al margen sino que interactuamos particularmente en un todo sistemático (mecanicismo estoico prolongado por Leibniz o Spinoza). De ahí la necesidad de adaptarse a la armonía de la Naturaleza como posibilidad del ser-aquí-ahora-humano como supervivencia lógico-racional. La metafísica y su ilusoria independencia de la Naturaleza suponen una mítico-mística negación de la naturaleza, herrancia ignorante al través del universo y la energía oscura como kosmos. La ontología basa su sostenibilidad en la naturalidad de su autogestión, en su auto-fundamentación necesaria y en su posibilidad infinita de ser siempre más verdadera y perfecta gracias a las contradicciones anímicas del espíritu: sostenibilidad del ecosistema ontológico para el cuerpo, la mente, el mundo y el universo. Representa la auto-conciencia como la consciencia del todo que resulta del ser-aquí-ahora-praxis, reconociendo nuestra radicalidad fenómenica (Naturaleza) y trascendental (naturaleza).

Así nos relacionamos filosóficamente con la dicotomía entre revolución y barbarie, aterrizando en el ecologismo social que trata de socializar la economía fomentando el trueque y el intercambio libre, apostando por el decrecimiento y por la integralidad cooperativa de las próximas organizaciones sociales. Llegamos a las cotas del carbón y el petróleo, por lo que pronto se desenmascarará la pantomima de la democracia supuestamente representativa por medio del eco-fascismo, el cual se da descaradamente en países donde las libertades individuales son carentes. Tendemos naturalemente a la permacultura como teosofía, acordándonos ahora de los Kibutz como tradición de las comunas israelíes procedentes del sionismo socialista, teniendo la agricultura como base productiva.

Imprescindible comprender la falacia metafísica mediante Hegel, pues aunque éste aporta grandísimos argumentos al pensamiento filosófico occidental representa históricamente la absolutización de la razón pura. La síntesis hegeliana del absoluto no tiene relación radical alguna con la contradicción, siendo mera idea la relación "a priori" que la

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síntesis mantiene con la nueva contradicción; carece de fundamento lógico. ¿Si la síntesis absoluta existe como posibilidad cómo es que existe siquiera la contradicción? Ni pies ni cabeza. El espíritu no puede ser la antítesis sino la síntesis, la cual es destruída (eternamente) por la contradicción (diferencia ontológica) y no al revés. No hay posibilidad evolutiva del espíritu en Hegel, sólo mediante falacias eidéticas del arbitrio absoluto. Al igual que no pueden coexistir paz y metafísica, pues la metafísica es precisamente la negación de la paz como Guerra de los Entes (en mayúscula en referencia al enaltecimiento identitario de nuestros días), convirtiendo la existencia en un continuo y pavoroso intento de escape cuando la oscuridad aparece, produciendo un llanto angustioso que clama alborotado...

El estado de excepción permanente que nos impone el Poder como tecnocracia anti-económica sólo tiene solución como negación de la deuda soberana y por ende resistencia ante los bien-temidos "rescates" financieros. No es lo mismo mendigar por necesidad, en relación a la pobreza extrema, que mendigar por cultura, como intento continuo de fomentar la solidaridad entre la población (*jainismo, por ejemplo). Son momentos de lucha y también de solidaridad, resistiendo junto a lxs más castigadxs y desfavorecidxs, tratando de atajar las causas y colaborando con el desarrollo de una cultura solidaria entre la población. Pero debemos vigilar muy de cerca la radicalidad de nuestras creencias. También en nuestra Cultura aparecen los roms, mal llamados rumanos, pues realmente son gitanos, grupos étnicos que no se reconocen por medio de los Estados nación, menos aún con uno exclusivamente. ¿Por qué mendigan los gitanos? ¿Por probeza o por cultura? No tengo nada en contra de mendigar por cultura, pero en este caso prefiero ayudarme a mí mismo, no por egoísmo sino para poder liberarme yo también de las determinaciones metafísicas del consumo y el empleo. Eso no quita la posibilidad de participar económicamente por medio de la donación con proyectos de autogestión al margen del capitalismo, ya sean gitanos (conservación cultural de la etnia por medio de la solidaridad), asociaciones sin ánimo de lucro, centros sociales ocupados u hogares okupas. Muchas cosas requieren ser debatidas y recicladas; es una pena que la gente prefiera enchufarse a la evasión romántico-nihilista (frente a romántico-revolucionaria) que inunda nuestra epocalidad postmoderna.

6.2. Paz entre Culturas.

La modalidad unitaria como carácter ontológico de la existencia vital posibilita la diversidad fenoménica del ser-aquí-ahora. No diversidad en la unidad (metafísica) sino unidad en la diversidad (ontología), no diversidad en la naturaleza humana sino en la Naturaleza vital, y por ende humana. La modalidad unitaria se representa por medio de la cultura como fenómeno teleonómico que en sí incorpora la teleología. Si la cultura es auto-transformación que transforma, las múltiples realidades que conviven representan la diversidad también en el pensamiento y en la propia Cultura (ciencia, filosofía, arte y religión). Nos particulariza el espíritu, no la cultura y la libertad, es muy importante tenerlo en cuenta. Es la cultura que desarrolla la consecuente posibilidad de una libertad responsable la que nos encuadra dentro de una modalidad unitaria que abarca la totalidad de la existencia, incluido a los seres humanos. Por otro lado si nos particulariza la cultura como materialidad fenoménica, teniendo a la Cultura como representación colectiva de las propias culturas particulares; y por ende entendiendo geolinguísticamente la posibilidad de un amplio y maravilloso espectro de Culturas, unitarias por su carácter ontológico y su enfatización del alma sobre el espíritu. La unificación fenoménica y su permanencia violenta no son más que el resultado que deriva del pensamiento y la praxis de la razón pura.

La autonomía simbiótica es el concepto que recoge la praxis cultural de carácter ontológico. No sólo autonomía simbiótica entre fenómenos culturales sino también entre Culturas ontológicas, entre humanos, entre seres vitales. Autonomía simbiótica como expresión y ejercicio de la modalidad unitaria y su diferencia fenoménico-cultural. La hermenéutica antropológica y su estatuto científico posibilitan una cultura de la unidad trascendental frente a las culturas metafísicas como individualismo espiritual. Sólo nos queda la elección particular entre fe ideológica (metafísica) o conquista del pan (cultura y libertad, recordando a Kropotkin); la ontología de aletheia como cultura del acontecer ontológico apuesta por la segunda opción. La praxis (in)moral que desarrolla el pensamiento

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antagónico en su movimiento cotidiano puede ayudarnos a encarrilar la Cultura occidental por un lado, permitiendo por el otro profundizar con éxito en las interacciones fenoménicas con otras Culturas. Más profundamente posibilita encarrilar la conducta humana dentro de los parámetros vitales que nos ofrece la Naturaleza.

Sólo existirá paz entre Culturas cuando las Culturas vivan en paz. Primero barramos nuestra casa, y luego propongamos ayudar a lxs vecinxs, rechazando la supuesta ayuda que se presenta sin ser propuesta, tan en boga en forma de "intervenciones humanitarias". Rechazamos la belicosidad de Dios y su derivado fascismo. Primero auto-transformémonos nosotrxs y luego transformemos la sociedad metafísica. No puede superarse la metafísica desde la metafísica, sólo refinarse (socialismo reformista como virus que fortalece el capitalismo perfeccionándolo). Sólo existirá paz gracias a la modalidad unitaria de las Culturas ontológicas, las cuales no necesitan de lxs demás para su propia existencia, al contrario de la metafísica como Cultura parasitario-imperialista. La comunicación "vía satélite" (vía auto-anti fundamentación dialéctica del ser y la nada) posibilita una comunicación más real y verdadera que la razón pura, apoyándose en la libertad de cultura como libertad de conciencia (postulado básico de la Cultura ontológica). La vía de la fundamentación como dialogía comunicativa posibilita la comprensión del carácter hermenéutico del lenguaje como posibilidad auto-conocimiento, consciencia de la conciencia, posibilidad trascendental de ser causa y efecto sincrónicamente. Aletheia se presenta entonces como fraternidad cultural, como unión en la diferencia (ontológica), multiplicidad de la Cultura y por ende de las historias. La diferencia ontológica es el satélite que nos conforma como unidad hermenéutica frente a la metafísica como pre-historia: etapa que comprende la dominación sangrienta entre seres humanos y la explotación violenta de la Naturaleza como medio para el fin eidético de la razón pura. Preferimos ser-aquí-ahora-política como abolición de la dicotomía entre amxs y esclavxs.

Muchos son las referencias que tenemos acerca de la pacífica convivencia entre culturas, al margen de la interpretación metafísica del "Choque de Civilizaciones", el cual traducimos como choque entre poderes metafísicos (Guerra de los Entes). Por supuesto nos acordamos de Andalucía y su mestiza cultura, a la cual agracedemos gran parte de lo que disfrutamos hoy día. Pero también nos acordamos de muchxs otrxs. Anteriormente referenciamos a "los hermanos de la pureza", organización que reunía diferentes creencias e incluso ateísmos. Ahora recordamos a las multitudes de "herejes" que han ardido en las hogueras teístas del catolicismo. Precisamente en mi barrio se encuentra el "callejón de la inquisición" (pueden imaginar dicho callejón con tan siniestro nombre. Por último recordamos en forma de homenaje y reconocimiento a Ramón Llul, que era un franciscano open-mind del que merece la pena cosechar información, y del que debemos tomar mucho frente a la exégesis escatológica del teísmo que se avecina como necesidad, pues cultivava respeto y admiración por los árabes, y mostraba un cariño no-coercitivo frente a los infieles. Y reconocemos también la luminosidad que nos aportan personajes como Raimon Pannikar, que ha realizado un gran trabajo interreligioso entre dos bellas filosofías de radicalidad pagana (cristianismo e hinduismo).

6.3. No-violencia como no-cooperación.

Identificando a la metafísica con la fuerza de la violencia relacionamos la ontología con la voluntad de la no-violencia. Violencia como fuerza de la ideología, como fe, instinto al servicio de la razón pura, represión física y opresión psíquica. Violencia psíquica como capitalismo, materialización "trascendental" de la falacia metafísica, opresión de conciencia, determinación teórica de la razón pura sobre la realidad fenoménica como reglamento del juego metafísico. Violencia física como imperialismo, materialidad fenoménica del capitalismo, represión del cuerpo y la mente, determinaciones prácticas de la moralidad ideológica de la mente hipostasiada (razón "pura").

La ontología comprende que la violencia psíquica determina la violencia física, aunque puede resultar extraño, ilógico e incluso falaz no considerar la violencia psíquica como origen de la violencia física. El pensamiento metafísico es violencia, y por ende no puede más que generar violencia teórica (capitalismo como ontización de lo

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vital) y violencia práctica (imperialismo como unificación fenoménica). El concepto de no-violencia refiere al no-fundamento de la falacia metafísica como violencia, lo que supone la eliminación radical de las determinaciones ideológicas de la moral, convirtiendo la ilusoria atemporalidad trascendental de la fe en temporalidad sintética de carácter cognoscitivo. El pensamiento ontológico representa un ejercicio trascendental de la conciencia en el auto-conocimiento. La moralidad ontológica deviene no-violenta porque su construcción dialéctica fundamental abandera la no-violencia como apriori cognitivo y no simplemente cognoscitivo (referente a la simple posibilidad racional). Las determinaciones naturales del todo-uno interpretan la violencia como lo contrario al auto-conocimiento, derivando en un concepto de no-violencia como no-cooperación con la violencia del "no-ser", no-cooperación con las negaciones falaces del todo-uno, o más generalmente como no-cooperación con la metafísica como fe ideológica de la Razón Pura. Esto no impide una "temporal y concreta" violencia material, enmarcada dentro de la no-violencia como principio teórico, en la cual vamos a profundizar en el próximo apartado, apostando firmemente por una violencia siempre emancipatoria y no arbitraria principalmente orientada a la destrucción de los mecanismos que perpetuan este injusto sistema; precisamente lo contrario de la violencia metafísica, referente al deseo de dominación del Uno sobre el Todo-Partes.

La posición de la ontología ante la violencia se rige por el estatuto ontológico de los seres vitales, el cual se muestra como contradicción natural del ser-aquí-ahora ante el "no-ser" de la irracionalidad pura. La ontología es dinamismo frente a la violencia estática de la metafísica como auto-asfixia, dinamismo ante la metafísica como "no-ser", naturalidad contradictoria ante la razón pura como posibilidad necesaria determinada por la libertad de conciencia. El antagonismo práctico de la ontología se basa en la no-violencia como no-cooperación, como huelga humana, como acción ontológico-cualitativa frente a la burda praxis arbitraria de la violencia metafísica como racionalidad cuantitativo-tecnológica (metrética). La ontología como no-participación con el "no-ser" representa la no-acción: materialidad trascendental en lucha con el fenomenismo que deduce la falacia metafísica como idea absoluta. El vitalismo ontológico es atacado por la idea metafísica de violencia mediante la permanencia fenoménica como opresión psíquica y represión física, tratando de "naturalizar" ilusoriamente al "no-ser" como necesidad absoluta (ni siquiera hipotética).

El carácter teleonómico de la existencia imposibilita la sumisión ante la idea de violencia. La ontología parte de la libertad como cultura entiendiendo la no-violencia como no-cooperación con el "no-ser", lo que supone la insumisión constitutiva de la no-violencia ante la violencia. Ello deriva en una dialéctica comprensión de la violencia: la no-violencia trascendental genera no-violencia trascendental y la violencia fenoménica genera violencia fenoménica. Entendiendo que la no-violencia tiene carácter trascendental y reconociendo la materialidad fenoménica de la violencia, no podemos más que entender la no-violencia trascendental como resistencia fenoménico-ontológica, derivando la comprensión de que ante posibles agresiones la naturaleza del sujeto impide poner la otra mejilla (al estilo teísta), hechos que implicarían una clara colaboración con el "no-ser" como violencia metafísica, perpetuando su permanencia. Estamos dejando una puerta abierta para que exista una única posibilidad legítima de violencia, representada por la trascendentalidad temporal de la no-violencia como resistencia fenoménico-ontológica, lo que pudiera incluir desde la violencia libertaria (resistencia) al terrorismo poético (acción directa contra el "no-ser") como bloqueo del Tren del Progreso. En dicha violencia revolucionaria nos sumergiremos a continuación, a la que dedicamos el próximo epígrafe. Concluir sólo apelando, por un lado al a priori de la libertad y la cultura, y por el otro a la libertad de conciencia como naturaleza humana orientada a la consecuente lucha por la supervivencia biológica, identificado al ser humano como animalidad racional y no como dicotomía (Yo-Parte-Diferencia), implicando no una lucha por la supervivencia, sino una lucha por la supervivencia racional del género humano.

Por supuesto requerimos de una amplia y constructiva crítica de la violencia, de la que afortunadamente se comienza a hablar, especialmente después de que estafadxs por las preferentes irrumpieran en el parlamento gallego clamando que la sangre va a llegar al río. Y dicha crítica de la violencia no puede olvidar el contexto hermenéutico en que se da,

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alumbrando junto a Althusser la lucha teórica de clases entre los aparatos ideológicos. Necesitamos llevar la no-cooperación a la sublimación de su estatuto trascendental, desechando todas las formas organizativas que como virus tratan de reforzar el organismo capitalista. Ni reformismo político ni unionismo sindical, ni violencia metafísica ni cooperación con el "no-ser"; sólo resistencia activa desobediente al más puro estilo Gandhi. Son momentos dionisiacos, son momentos de huelga humana, momentos de prevenir la tortura aboliendo los sistemas penitenciarios, momento de erradicar todas las formas de la violencia, incluida la especista. Nos acordamos de Tolstoi y su anarco-pacifismo. Y también una vez más de la teosofía cuando nos dice metafóricamente "mata el amor a la vida (irracionalidad temporal, animalidad a secas); pero si lo matas, procura que no sea por el ansia de vida eterna (deseo metafísico), sino para sustituir algo pasajero por lo perdurable (ontología del aquí-ahora)".

6.4. Lucha por la supervivencia racional en la caída del Sistema.

El sistema actual se comprende como consumación metafísica, reflejado por la tecnificación del mundo y la mercantilización de lo vital. Dicha aberración parte en el olvido del ser y la nada para llegar a la idea "pura y universal" de Dios, planteando la posibilidad de la muerte prematura de la racionalidad humana: no la muerte de la especie como género humano sino como género racional (hermenéutica antropológica), interpretación que nos desahucia como elemento dinámico terrenal y nos convierte en simple sensorialidad animal aplicada a las determinaciones de la razón puramente eidética (algo así como Un mundo feliz o 1984, de Huxley y Orwell). La ideología metafísica estructura cuantitativamente las realidades vitales (filosofía metrética), independizando las entidades de sus relaciones naturales, produciendo una ausencia total de sentido mediante el fundamento lógico, condenando la vitalidad racional a escalafones subordinados, obscuros. Esta aberración representa la pérdida del control y el naufragio a la deriva de la propia existencia, desnaturalizando la autonomía de las personas y convirtiendo la cotidianeidad en sumisión pavorosa a la "vida" metafísica, que representa la muerte como justamente lo contrario a la vitalidad, debido a la inversión jerárquica de dicha forma de "razonar".

La praxis libertaria como acción reorganizativa de carácter ontológico frente a la crisis metafísica y su economía capitalista se avecina violenta, psíquica y físicamente, pues la razón "pura", como postulado de ilusoria independencia de la Naturaleza, se encuentra determinada por una estructura ideológica que no comprende ni la diferencia ni sus transformaciones naturales, lo que le conlleva a ejercer una represión brutal sobre todo lo que ponga en riesgo la Salvación del Reino estático de Dios, de su Poder y también de su Dinero. Debido a esta supuesta separación natural entre el ente Yo-Conciencia y el todo ontológico nadie se hace responsable de la Naturaleza (Tren del Progreso sin hilo conductor), convirtiendo la Guerra de los Entes en una auténtica jungla. Vamos a ver que contenido tiene la resistencia ontológica frente a esta masacre genocida contra el todo-uno (lo real, la vida misma), proponiendo conceptos alternativos a la interpretación clásica de la violencia revolucionaria, recordando y respondiendo a la cita de Marx: "a la violencia material se responde con violencia material".

Hemos concluido que denominamos no-violencia a la lucha psíquica del pensamiento ontológico que se presenta como resistencia ante la metafísica como enfermedad de la mente estática. Desde la ontología comprendemos la violencia física en su complejidad, tratando de estudiar sus causas y sus consecuencias, separando por un lado la violencia física y mental como agresión del "no-ser" contra la Naturaleza, y por el otro la violencia como materialización fenoménica de la resistencia ontológica del ser-aquí-ahora ante el "no-ser". Es clave comprender dichos matices, los cuales posibilitan una primera diferencia general entre violencia metafísica (dominación) y violencia ontológica (libertaria, emancipatoria). El imperialismo como consumación metafísica basa su continua perpetuación en la fuerza de la violencia física, dejando sólo una vía de respuesta: la resistencia material-violenta contra la tecnificación metafísica.

Lo que diferencia la violencia ontológica de la violencia metafísica es que la primera tiene a la muerte como enemigo,

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mientras que la segunda se ceba contra la vida en sus múltiples expresiones. La ontología es resistencia: no-violencia psíquica y acción directa como respuesta material (no-cooperación con el "no-ser"). La violencia metafísica es cinética, pues nace en el pensamiento falaz provocando su prolongación imperialista; por el contrario la violencia emancipadora es dinámica, pues responde únicamente a la violencia metafísica, intentando destruir las calamitosas consecuencias que dicha sin-razón provoca, identificando temporalmente violencia ontológica con autodefensa, como violencia del oprimido sobre el opresor hasta la subsanación de dicho desequilibrio. Siempre una minoría oprimida se encuentra legitimada para el uso de la violencia ante un supuesto caso de peligro de extinción racional relacionado con la diversidad étnica o cultural, pues la dialogía es prácticamente imposible en determinados niveles de enfermedad. Existe antagonismo entre autoritarismo y anti-autoritarismo, posiciones que no son compatibles en absoluto. La racionalidad y el diálogo son el camino, pero la autodefensa existe como posibilidad necesario, como reacción natural frente a la causa metafísica. Hemos desarrollado el continente de la violencia ontológica como vehículo, emancipadora, libertaria, revolucionaria o como quiera llamarse. Ahora profundicemos en su cauteloso y delicado contenido.

"Es muy diferente asistir a una guerrilla que sea tipo Robin Hood, que robe a los ricos para dárselo a los pobres pero que en definitiva no transforme la realidad, a asistir a un movimiento revolucionario que pretende transformar la realidad, no solamente para darle a los pobres, sino para que no existan pobres. Y eso hay sólo un camino de lograrlo y es mediante la violencia popular".(Ecos revolucionarios, Yessi Macchi).

Esta violencia libertaria posibilita la resistencia del género que practica una racionalidad hermenéutica lógico-estética, apoyado en el auto-fundamento del ser (y la nada) como dialéctica, desestimando racionalidades enfermas como la tecnológica-utilitaria (en su trato de lo vital). Partiendo de que no todos los seres humanos representamos dignamente el género racional, comprendemos la existencia organizada del Poder-Dinero ("no-ser") como enemigo prioritario al que combatir. La primera fase de la violencia revolucionaria trata de destruir las herramientas que posibilitan el deterioro ontológico vital, la maquinaria de la metafísica como sistema, luchas que pueden encuadrarse en resistencias de múltiples tipos, tales como la huelga, la ocupación, el boicot, el sabotage, el bloqueo, etc., incluyendo acciones directas contra las representaciones materiales del Dios plutocrático que oprime la vitalidad del pueblo llano, especialmente contra los "templos" económico-religiosos en donde se concentra el Poder-Dinero por medio del bio-Poder de la Razón Pura. Esta violencia de vuelta (emancipatoria, libertaria) como resistencia activa tiene su segunda fase en el ataque directo a los símbolos metafísicos, ya sean materiales o "humanamente objetivados", incluyendo toda la escoria que basa su existencia en la protección del Dios-Poder-Dinero. En nuestra Cultura occidental el vulgo entiende esto como terrorismo, aunque racional y lógicamente yo no lo veo así. Terrorismo es cuando la violencia tiene por objetivo la vida, sin embargo afirmo dignamente que no es terrorismo la resistencia que persigue la supervivencia racional, la cual puede tener temporalmente a su enemigo en una encarnación humana (cargos de responsabilidad en estructuras autoritarias, por ejemplo). No aplicamos fuerza en la razón para poseerla, sino que luchamos con la fuerza que nos da la racionalidad en un determinado espacio-tiempo (situacionismo). Ello permite comprender las falacias de la propaganda anti-terrorista del Estado plutocrático, las cuales llegan al populacho vía "los Media", otras sanguijuelas de cuidado. ¡Sabemos que estais mintiendo! ¡Sabemos que no sois gestores incapaces, sino negligentes! ¡Sabemos que sois terroristas violentos! Lo sabemos, y es por ello que actuaremos siguiendo a nuestra intrínseca posibilidad de ser-aquí-ahora-liberación-emancipatoria, gracias a la verdadera legitimidad que nos aporta el carácter ontológico de los acontecimientos.

Esto nos pone en una encrucijada entre metafísicos y ontológicxs. Unxs dicen que los grupos anarquistas son terroristas, otrxs dicen que los terroristas son los Estados capitalistas y el Poder financiero. El Poder predica la no-violencia precisamente porque dispone de los medios necesarios para ejercer una violencia unívoca, siempre en la misma dirección, posibilitando sólo la liberación precisamente por medio de lo que continuamente debe criticarse: la rebelión armada del pueblo llano. Sin que se me caigan los anillos reconozco que por simpatía y por racionalidad creo que los oprimidos tienen más necesidad de usar la violencia como resistencia que los Estados-Nación, pues su

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fragilidad es enorme en comparación con los grandes poderes fácticos que controlan la situación establecida (Mercado, Iglesia, etc.), que oprimen y reprimen moral y psíquicamente. No es lógico ni racional atentar contra la integridad de una persona que no es realmente un símbolo determinante dentro de una estructura jerárquica autoritaria, pues el Poder cada vez se concentra en menos manos y es por ello que se requiere de cierto conocimiento teórico sobre política y economía para poder alcanzar objetivos reales.

Pero partiendo de la necesidad de supervivencia racional como derecho legítimo puede considerarse ética la resistencia activa (y violenta) ante los símbolos carnales del Poder. Es muy posible que un Ente-Conciencia llegue a objetivarse lo suficiente como para que carezca "temporalmente" de racionalidad vital; lo veo a diario: el Humano-Poder es consumación metafísica tecnológica. Mi postura es racionalmente teológica: nos encuentramos plenamente legitimadxs para responder a las agresiones psíquicas y materiales que recibe el vitalismo racional humano por parte de policías-robocop, militares, políticos corruptos, banqueros negligentes, tecnócratas o rancios curas; más si cabe interpretando la violencia terrorista que estos grupos están practicando a diario contra la población, expoliando los recursos sociales a punta de metralleta. No nos engañan: no vemos la tele, no escuchamos vuestras radios y no leemos vuestros periódicos. Además, llevando a cabo nuestra particular "huelga humana" intentamos "emplearnos" lo menos posible, trabajando sólo y exclusivamente por la perpetuación del género racional, posibilitando posibilidades espacio-temporales para el libre-pensamiento y la praxis eco-enredada.

Ustedes, señores del Dios-Poder-Dinero, pueden considerarnos terroristas violentos o etiquetarnos vulgar y falazmente de cualquier otra manera (siempre para poner al pueblo en contra de las legítimas rebeliones), pero aseguro que carecen de legitimidad para ello, incluso carecen de legitimidad para encasillarnos como culpables o inocentes: Vous etês la galere! Fuck off Nazis. La sangre está llegando al río, nuestra sangre, como en otras muchas ocasiones: espero que algún día llegue la vuestra, la sangre de lxs cooperantes del "no-ser", la del autoritarismo histórico que nos oprime (también como bio-Poder), la del dogmatismo religioso, para así regar los campos de verdadera esperanza y provocar así la germinación de la libertad como posibilidad real de ser-aquí-ahora. Quien amenace nuestra diferencia natural es enemigo de la vida y por ende nuestro enemigo, y en el derecho propio a la resistencia consciente adaptamos los medios de los que disponemos a los fines que perseguimos, intentando una disfunción mínima entre medios y fines, proyectando la existencia actual como una resistencia permanente en esta cruel pero necesaria guerra civil globalizada.

Resumiendo: el objetivo principal es detener el Tren del Progreso, destruir la maquinaria capitalista para así inhabilitar el Poder-Dinero del monoteísmo. Todxs lxs que tratan de defender activamente (no de forma pasiva como borregxs sumisxs) el estatuto autocrático de dicho sistema metafísico forman parte de la objetivización fenoménica del Reino de la Salvación, por lo que conforman dicha maquinaria, precisamente la que requiere ser destruida. Violencia como autodefensa ante los ataques del "no-ser". Pero no se nos sube la sangre a la cabeza: eliminando la Máquina imposibilitamos la injusticia, y luchamos contra la injusticia, no contra las personas temporalmente enfermas (maldad como afección mental). Nos posicionamos junto a Camus en su Crítica libertaria de la violencia, y no nos posicionamos junto a Sartre (Violencia de los oprimidos) cuando apoya la matanza de los palestinos sobre los deportistas israelíes. Creo que el presidente de Israel tiene más culpa que los pobres deportistas. Lo mismo puede aplicarse a los nacionalismos regionales: no es lo mismo matar a Carrero Blanco que a víctimas inocentes en un Centro Comercial. La libertad de conciencia es sagrada, por lo que el derrame de sangre inocente debe ser duramente condenado. Al igual que la muerte de la maquinaria teocrática tiene que ser arduamente celebrada. Cuanto menos sangre mejor, cuanto menos nos manchemos nuestras manos de sangre mejor dormiremos y más dignamente sonreiremos. Nos acompaña Gandhi, pero también nos acompaña el FLZN o el dolor de saharauis, palestinxs, kurdxs o chechenxs. Muerte a la tecnología metafísica, ya sea un aparato electrónico de control o un ente uniformado y objetivizado por la Razón Pura. A mayor inacción social, más trágica será la sangría, pues más locuras harán unxs pocxs. No olvidemos: nuestro objetivo es eliminar la opresión psíquica del Estado y así inhabilitar la represión física

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de los aparatos que le aseguran al Estado su estatuto de Poder. Resalto un texto de Fatah (OLP) encontrado en Wikipedia, el cual me parece que alimenta constructivamente la discusión en la que ahora nos centramos.

A pesar del origen de sus fundadores, Fatah puso siempre el acento en la lucha de masas, además de la acción armada: “Si abordáramos solamente la lucha armada, estaríamos condenados al fracaso, porque en términos militares partimos de una situación de inferioridad. Pero si abordáramos solamente la lucha política, también estaríamos perdidos, porque tarde o temprano nos chocaríamos con la realidad de que el enemigo nos domina por la fuerza. La lucha armada es indisoluble de la lucha política, y el descuido de una o de otra equivale a convertir la guerra revolucionaria en una aventura. (Wikipedia).

¿Contra qué dirigimos la fuerza armada? Ahí la delicada cuestión. Luís García Montero escribía que puede entender la violencia desde el oprimido pero nunca desde la persona que la recibe. Yo tampoco quisiera que potencialidades divinas terminaran desangrándose en el suelo, pero ante la inexistencia de la justicia debemos responder fervorosamente, e incluso heróicamente si se precisa. Necesitamos alimentar este debate, nuestro objetivo es destruir los tabúes que benefician la legitimación del Poder como Violencia metafísica establecida. Si no me pegas seré tu mejor amigo, si me pegas seré tu pero enemigo. Walter Benjamin tiene su Crítica de la violencia, también Enma Goldmann nos habla en Violencia y anarquismo. Hakim Bey nos ofrece su terrorismo poético, la violencia inmaterial que contiene la acción estética bajo la modalidad anti-Power.

Claro y obvio se presenta la violencia que ejerce el fascismo imperialista de la razón pura por medio de las Naciones actuales, alimentadas actualmente por el rebrote del nacional-socialismo populista e institucional. Sin memoria lxs borregxs están perdidxs. Comprendemos la praxis del Estado como terrorismo, pues controlan, regulan y perpetuan la miseria de las personas. Negamos el estado de excepción permanente en el que vivimos actualmente. El eco-fascismo debe sucumbir junto a la tecnocracia, junto al encierro y la tortura que nos dedican los Cuerpos de Inseguridad del Estado, junto a la bazofia cultural sostenida por los Medios de Incomunicación de Masas. Se requiere una cualitativa resistencia anti-autoritaria que frene el terrorífico fanatismo religioso y la violencia monárquico-financiera del Estado plutocrático. La no-violencia absoluta es insípida, a-radical, favorece la violencia del opresor cotidiano, del Poder-Dinero establecido. Viva la comuna de París! Abajo los versalleses! Ya hemos visto durante la historia que el Poder nunca permite ser relevado pacíficamente, a no ser de que la reacción social sea mayoritaria. Recordamos los excelentes documentales de Pino Solanas sobre la historia de Argentina. Precisamente uno de los tabúes principales circula alrededor de que la revolución tiene que ser mayoritaria para que no sea violenta, pues "no mola" la violencia. Pregunto, ¿entonces las libertades individuales deben ser fundamentadas por una mayoría? Vamos de culo. Por ello hablamos de supervivencia racional y no de supervivencia formalmente humana.

Me gusta que el movimiento 15M se cuestione la violencia, pues era lógico que el hippismo flower power de los comienzos sólo podía cosechar porrazos y más porrazos. Al menos parece que las escasas huelgas generales que se han producido el último año permiten la fluencia de aire fresco tras la apertura de ventanas, posibilitando una atomización de la resistencia difícil de controlar por el Poder (también el sindical-unionista), rompiendo así la monotonía de las unívocas manifestaciones. ¿Es legítimo el uso de la violencia popular ante la que nos está cayendo? Ya me diréis, intuyamos la respuesta. Como decimos se presenta prioritaria la articulación de contenidos para una crítica hermenéutica de la violencia un poco más completa que las presentadas hasta ahora, reactualizando los contenidos y especializándonos en el contexto actual. Hasta el Tao Te Ching nos habla de la violencia! Por qué privarnos de tan rico debate? Debate del que por supuesto no se salva ETA, y menos aún los GAL o incluso la navarra Alianza Apostólica Anti-comunista (AAA), temática tratada de buenas maneras en el excelente libro de Jtxo Estebaranz Guerra al Estado, escrito que narra las resistencias libertarias vascas en la década de los 80.

Debates abiertos existen, como también sigue abierta la interpretación de Nietzsche o Heidegger en sus posibilidades fascistas. Parece que en Nietzsche parasitan los nazis por medio de la hermana, la cual coqueteó y fomentó una interpretación nazi de Nietzsche por medio de la apropiación indebida de su contexto afectivo. Por contra creo que el

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tema de Heidegger tiene mucha guasa, pues aunque ha sido un filósofo excelentes sus teorías parten de presupuestos discutibles, como discutible es la ontoteología en general. No sólo ha colaborado ampliamente con el régimen nazi sino que incluso delató a Husserl, su mentor judío. Muy fuerte. Incluso ha llegado a afirmar que sólo puede pensarse en alemán, etnocentrismo imperdonable por mi parte. Así interpretamos cierto tufo a humanismo rancio en su afirmación de que el lenguaje es la morada del ser, logocentrismo que nos parece un poquito metafísico, apoyándonos en la crítica de Zubiri al alemán.

7. QUÉ HACER CON LO QUE HICIERON DE NOSOTRXS.

Una vez consumado el proyecto metafísico sólo queda una vía libre para el ser humano: la regeneración radical del espíritu metafísico, abarcando desde la revolución de la conciencia particular hasta la transformación social de las condiciones materiales de existencia. Se necesitan nuevas comprensiones sobre el ánima y el ego, comprensiones dialécticas desde una perspectiva ontológica, produciendo una consecuente regeneración de la percepción de nuestro cuerpo, nuestra mente y fambién de nuestro entorno natural. Se trataría de aumentar el protagonismo de la potencialidad anímica, denostada en la época teísta por su relación de unidad con el todo y por su representación fenoménica mediante el cuerpo y su sensorialidad trascendental. El espíritu más bien tendría que rebajar su orgullo metafísico, integrarse en el todo mediante el reconocimiento del alma y disfrutar las particularidades sensoriales que le aporta su vitalismo anímico (y no metafísicamente al revés). Necesitamos realizar una transmutación de los valores representados por el nihilismo; la experiencia dionisiaca está en marcha, la transvaloración sigue adelante.

La clave regenerativa se encuentra en la comprensión de la dialéctica entre sensación de realidad como todo-uno y realidad de la sensación como uno-todo, entendiendo la metafísica como inversión de dicha jerarquía de determinación trascendental representada como olvido del ser y la nada, de lo que derivan sus consecuentes atrocidades. Es vital nunca mejor dicho reconocer la determinación trascendental que ejerce la sensorialidad de los sentidos frente a la racionalidad espiritual de la conciencia; la primera es a priori, la segunda es posibilidad, nunca al revés (metafísica). Nuestra capacidad de raciocinio nos ofrece la posibilidad de integrarnos en el todo-uno sin distorsiones, por medio de la potenciación de los enlaces ontológicos naturales. Nos permite comprender el fenómeno de la cultura y la consecuente libertad cognoscitiva de conciencia, pilares constitutivos para la posibilidad necesaria del ser-aquí-ahora. Todo lo que huela a "no-ser" apesta como non-grato, por lo que nos posicionamos junto a la filosofía anti-todo(metafísico) como anti-Power, entendiendo Power (Poder) como fuerza ideológica del "no-ser". Auto-transformando nuestras posibilidades ético-linguísticas transformamos nuestros principios morales. En este punto comienza la vida como alternancia entre la nada de la consciencia y el ser de los fenómenos.

Encontramos dos factores que postular en la necesaria deconstrucción metafísica: por un lado la comunicación intersubjetiva por medio del diálogo; por otro lado la reorientación tecnológica de la ciencia hacia una economía de recursos que priorice la soberanía alimentaria de los Pueblos (de las Culturas ontológicas). Existe dialéctica entre la deconstrucción metafísica y la construcción ontológica, proceso basado en la creación de sentido existencial mediante la creatividad lógico-linguística, posibilitando una praxis libre como interacción entre sensorialidad y consciencia, buscando la emancipación libertaria de la mente eidético-estática. La lucha más violenta entre metafísica y ontología se da en el lenguaje, en la antagónica forma en la que ambas conciben la existencia del mundo y sus posibilidades. Desde las ansias de libertad comprendemos la categoría linguística como postulado comprensivo-constructivo hacia el derecho natural a vivir dignamente, en armonía con la Naturaleza y con nuestra naturaleza, trascendiendo nuestras posibilidades en la diversidad que nos une, arrivando a un humanismo ontológico como vitalismo racional.

Dice Sartre que un hombre es lo que hace con el hombre que hicieron de él; y astucia racional no le falta. No queremos malinterpretar la moral de los señores de Nietzsche ni tampoco su super-hombre. Entendemos desde pleno siglo XXI que la rebelión es humana, y que el próximo "genero" será el super-ser-humano como naturalización

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cotidiana del ser-aquí-ahora. Entendemos junto a Marcusse que la revolución corre o correrá a cargo de una minoría no asimilada. Para ello encontramos una cualitativa ayuda en los documentales Zeitgeist y también en De la servidumbre moderna, por ejemplo cuando aparece un acertado aforismo que constata que cuando la sociedad ha abolido toda clase de aventura la única aventura que resta es abolir la sociedad. Y todo ello sin dejar a un lado la memoria como tributo a los vencidos, pese al silencio de Dios o al fin de la Filosofía (como Metafísica), pese a la muerte de Dios o el silencio de la filosofía (ontológica). Ni olvidamos ni perdonamos.

7.1. Radicalidad humana.

"El paso atrás va de lo impensado (la diferencia) a lo que está por pensar, y que es el olvido de la diferencia. ¿Qué es la diferencia? Aquello a partir de lo cual el uno, difiriendo de sí mismo, hace que difieran ser y ente. Esto es lo que ha quedado impensado en toda la historia de la metafísica".(La experiencia dionisiaca del mundo, Sánchez Meca).

Comprendemos por radicalidad humana el esclarecimiento del fundamento (auto o anti) en el que se basa la existencia vital como naturaleza teológica. Hemos afirmado que la existencia vital es una síntesis temporal entre física y química por medio del cuerpo y la conciencia como materialidad fenoménica. Este ente evolucionado que somos tiene su radicalidad en el conocimiento sensorial primario, y también en los fenómenos de conciencia que posibilita una mente liberada (clear, en referencia al libro Dianética). La radicalidad humana se basa en la necesidad gnoseológica del conocimiento, en la necesidad posible de la cognición humana como posibilidad del conocimiento y en la posibilidad necesaria de la cognoscitividad humana como posibilidad del conocimiento verdadero, lo que lógicamente deriva en una comprensión práctica del conocimiento (filosofía como sabiduría). Gnoseología como mecanicismo primario, cognición como teleología a priori y cognoscitividad como posibilidad lógico-racional. Dialéctica entre sensación de realidad (cuerpo y mente) y realidad de la sensación (consciencia). Dicho proceso tiene su radicalidad en la intencionalidad primaria de la conciencia como proyección cinética hacia el todo-uno, lo que deviene en una comprensión del ser primario como nada, como formal condición de posibilidad, como vehículo ontológico. La realidad de la sensación representa la posibilidad de los fenómenos verdaderos de conciencia como consciencia del ser-aquí-ahora, como liberación emancipatoria de los filtros mentales.

La radicalidad humana reconoce el carácter teleológico del ánima y el carácter teleonómico del espíritu. El raciocinio y la cultura fundamentan la libertad como posibilidad de ser-aquí-ahora. La clave para la deconstrucción metafísica se encuentra en la comprensión de la cultura como transformación que auto-transforma y viceversa, representando el logos entre ser (como nada) y ente, entre física y química, entre libertad y responsabilidad como autonomía simbiótica. La ausencia racional de fundamento característica del pensamiento metafísico conlleva una desastrosa práctica mediante la horripilante falacia que propugna una supuesta independencia respecto de la sensorialidad del todo original. Por el contrario la ontología posibilita mediante la racionalidad simbólica una apertura cognoscitiva a la sensorialidad del amor al todo como principio regidor del universo vital, como satélite que guía la hermenéutica antropológica, el modus operandi theológico.

(Sobre la metafísica) "La representación es esencialmente reactiva, la determina el resentimiento en cuanto sentimiento de la reactividad de una fuerza que, en lugar de expresar su potencia de manera activa, se interioriza, se vuelve contra sí y da forma a su sentimiento de culpa y de responsabilidad, incompatible con la afirmación de la inocencia de la vida característica de lo trágico".(La experiencia dionisiaca del mundo, Sánchez Meca).

Entendemos la radicalidad humana ante todo como radicalidad fenoménica del cuerpo, como sensación de realidad (naturaleza), como radicalidad trascendental de la conciencia y también como realidad de la sensación (Naturaleza). La radicalidad apriorística del fenómeno humano se basa en nuestra autonomía respecto del todo, pero también en

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nuestro cinetismo primario (alma) como modalidad unitaria; somos animales evolucionados, somos todo, somos nada. En esta radicalidad se cruzan las comprensiones metafísicas y ontológicas: las primeras van en descenso y las segundas crecen desde aquí: punto de encuentro entre la deconstrucción metafísica y la construcción ontológica. Radicalidad humana como naturaleza anti-metafísica, como contradicción ontológica, como vitalidad. Poco más que añadir.

En el próximo apartado profundizaremos algo más sobre la deconstrucción metafísica, comprendiendo que la contradicción principal del fundamento metafísico se encuentra en la consideración de la conciencia como origen del conocimiento: innatismo y por ende posibilidad germinal de la falaz Razón Pura como idea universal de Dios. Sólo puede comprenderse la metafísica desde su perspectiva contraria, la de la sensorialidad de los sentidos como principio del conocimiento (instinto como intuición, uno como logos). Así podemos comprobar las barbaridades que sostienen las Culturas teístas mediante las falacias del Yo-Conciencia. Interpretamos entonces la radicalidad como lo real frente a las posibles realidades particulares, todas diferentes, todas divinas, pero nada comparable con lo real como lo sagrado, como lo siempre salvaguardado en su pureza y su esplendor gracias a la diferencia ontológica. La ley de la causa y el efecto representa los principios que rigen dichas realidades posibles, pues éstas no son más que una burda derivación de lo real como fuente ontológica de las posibilidades (precisamente cuánticas). Negamos lógica-racionalmente la metafísica por su fobia a las transformaciones naturales; por supuesto también sentimos el asco que nos da. Dios no existe; sólo nos ampara la ley de la causa y el efecto como posibilidad consciente de ser ser-aquí-ahora. Por lo que interpretamos la postmodernidad (2º modernidad según Giacomo Marramao) como transición entre la modernidad (consumación metafísica) y lo que es y será la anti-modernidad (postmetafísica) como rebelión cultural de la diversidad ontológica.

7.2. Deconstrucción metafísica.

Hemos concluido que la clave para la deconstrucción metafísica se encuentra en el reconocimiento de la intencionalidad primaria de la conciencia y en el reconocimiento del carácter apriorístico de los fenómenos culturales como transformación natural. Falso es el innatismo, falso es la idea de la razón pura. La comprensión de la ley de la causa y el efecto como ley del cambio es el punto de partida filosófico desde donde podemos construir conocimiento ontológico de lo real y sus posibles realidades, al cual accedemos desde la formalidad propedéutica de la ciencia como punto de partida epistemológico. La deconstrucción metafísica supone por ende estudiar al ser al margen del ente, pero no al margen estilo Heidegger, sino a través del ente como corporalidad sensorial. Si la mente es el enlace entre consciencia y sentidos, comprendemos necesariamente que la conciencia se analice como mente no desde fuera de sí sino a través de sí misma como consciencia (superación sensorial de la mente), eliminando las determinaciones ideológicas que nos propone la razón pura. El pensamiento metafísico analiza su conciencia desde su propia mente bajo criterios matemáticos (filosofía metrética), produciendo una malinterpretación de lo real como realidad estática, "entendimiento" puramente desastroso y extremadamente perjudicial, ignorando las determinaciones linguísticas de su propia falacia lógica y el materialismo intelectual de su consecuente ideología.

"Para Nietzsche, la importancia esencial del instante de la decisión (la afirmación del eterno retorno) radica en que nos descubre la necesidad del vínculo entre individuo y totalidad. Esto es importante por dos razones. La primera, porque supone ver en el instante, sobre todo, el momento de la coincidencia de lo subjetivo y lo objetivo que tiene lugar como amor fati. La segunda razón es que la necesidad del retorno, afirmada en el amor fati, no es la tradicional Notwendigkeit de las leyes de la naturaleza tal como las entiende la ciencia positiva, ni la de una teleología universal, ni la de la pura autodeterminación de la libertad. Al ser una necesidad amada no se impone como coacción, sino que hace girar (Wende der Not, giro de la coacción) la coacción hacia una libertad que adquiere de este modo un nuevo sentido".(La experiencia dionisiaca del mundo, Sánchez Meca).

La comprensión del límite tiene carácter trágico, pues trágico es el vacío cuando uno viene del "paraíso teísta", lo que

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supone un desfondamiento espiritual que afecta al anima, proceso natural pero angustioso, potenciado en su dolor por el carácter teológico de nuestra naturaleza como cinetismo evolutivo. Lo que en la Cultura metafísica se entiende por depresión desde la ontología se comprende como desfondamiento natural del espíritu ante la opresión psíquica que practica el "no-ser" allá por donde va, sucumbimiento que perjudica anímicamente a las comprensiones espirituales. Dicho desfondamiento se relaciona con la comprensión del falso innatismo del Yo-Conciencia, con su no-infinitud arbitraria y también con la imposibilidad de alcanzar a Dios como Astro-Rey de los Yo-Conciencia. Entonces se descubre trágicamente al ser como nada, lo que produce auténtico pavor, clamando por la responsabilidad ética que nos aturde, poniéndonos ante la necesidad de fundamentar nuestra moral acorde a las leyes que rigen la Naturaleza. Nos invade el temor a la libertad cuando simplemente cuestionamos nuestras propias creencias y nuestra sumisión ante la idea de Poder-Dinero. Pero no se agobien, para eso trabajamos en los fundamentos temporales de una vida digna, consiguiéndolo con más éxito que la tradicional teología metafísica, la cual ni convence ni gusta, pero ante la que nos vemos incapacitados por el desarrollo financiero-armamentístico de sus tentáculos.

"Por eso, la superación del nihilismo planteada por Nietzsche, que no sería otra cosa que la reconversión de las fuerzas reactivas en activas, comporta la recuperación, no sólo del análisis genealógico de la voluntad de poder en el plano de la teoría, sino también el elemento práctico de la afirmación de lo múltiple, del devenir y de la diferencia. Para Deleuze esta transvaloración, ese salto no podría consistir nunca en una inversión dialéctica, pues en el horizonte teórico de ésta no caben la afirmación dionisíaca ni la figura del superhombre, pero, sobre todo, porque la transvaloración nietzscheana hace de lo negativo (la destrucción de los valores del nihilismo) un momento de la afirmación".(La experiencia dionisiaca del mundo, Sánchez Meca).

La radicalidad trascendental del ser humano se encuentra en la modalidad unitaria de los fenómenos culturales, lo que hemos entendido como carácter hermenéutico de la existencia, haciendo referencia a que la unidad está en el modo en el que se aparecen las entidades y desestimando por contra la legislación matemática de las entidades, lo que no permite comprender las diferencias en la Naturaleza. La diversidad no se necesita comprender al comienzo del camino; sólo es necesario contemplar que existe por ley, infinita e imparable, incorruptible, postulado básico sobre el que construir la paz perpetua, la cual no necesita "controlar" a la metafísica sino que simplemente requiere imposibilitar permanentemente las posibilidades de "no-ser" mediante el conocimiento científico de los fenómenos vitales, basándose principalmente en la lucha contra el miedo y la ignorancia constitutiva de la animalidad humana.

Desde el todo-uno accedemos sin esfuerzo al uno-todo, dejándonos llevar por los procesos dialécticos, pero no forzando una comprensión falaz que invierta la jerarquía natural. Primero sensación de realidad como contradicción cinética primaria, segundo tenemos a la mente como síntesis dinámica apriorística, tercero tenemos a la realidad de la sensación como vuelta posible a la sensación de realidad como contradicción, identificando en este punto a la mente con los contenidos cognoscitivos de los fenómenos complejos de conciencia. Dialéctica primaria y apriorística entre sentidos, mente y consciencia como sensación de realidad; dialéctica posible (auto-conocimiento) entre consciencia, mente y sentidos como realidad de la sensación. El kosmos representa la dialéctica de ida (teleología de minerales, plantas y animales) y el ser-aquí-ahora representa la dialéctica de vuelta (teleonomía, posibilidad racional, diferenciando entre humanos racionales y humanos irracionales). Hemos comprendido bien que debemos relacionar fascismo al estadio sensitivo humano (estadio pre-racional, irracionalidad animal, minoría de edad). Irracionalidad racional (animal teológico) como racionalidad hermenéutica, comprensiva, dialógica, estética, contemplativa.

"La serpiente negra es el sombrío siempre igual del nihilismo, su fundamental carencia de meta y de sentido. El nihilismo se ha aferrado mordiendo al joven pastor durante el sueño (...) Cuando Zaratustra lo ve yacer así hace lo primero que se suele hacer en estos casos, tira de la serpiente, trata de arrancarla violentamente, pero en vano (...) El nihilismo amenaza al hombre con incorporársele totalmente y tiene que ser superado por el mismo que se ve afectado y puesto en peligro. Todos los tirones y maquinaciones hechos desde fuera son en vano si el hombre mismo no hunde sus dientes en el peligro (...) El pensamiento del

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eterno retorno es el mordisco que tiene que superar de raíz el nihilismo. Esto lo subraya Heidegger añadiendo que, a la serpiente negra, sólo se la mata cuando se le muerde la cabez, o sea, cuando se extirpan del nihilismo precisamente sus valores más altos y sus ideales en virtud de una adecuada acción crítica. Sólo cuando el pastor la muerde y la escupe se levanta transfigurado y ríe. Es el superhombre".(La experiencia dionisiaca del mundo, Sánchez Meca).

Recuerdo el cuento africano que hablaba sobre una serpiente que habita en el fondo del mar castigando a lxs que tratan de saciar su deseo de conquista, actitud que trata de sobrepasar los límites naturales. Y es por ello que se requiere de una exhaustiva deconstrucción, proceso en el que también nos acompaña Derrida interpretando la hermenéutica como proceso metodológico, posibilitando el debate con la perspectiva hermenéutica de la deconstrucción. Nos acompañan los pasados posibles de Agamben. Nos acompaña la praxis apriorística y la posibilidad teórica. Nos conmueve la vida atómica de la praxis frente a la unificación fenoménica de la teoría. No requerimos del esfuerzo pues fluimos en la intuición sensorial del uno. No queremos presxs políticxs (presxs de conciencia), abajo los muros. Nos conmovemos, y cabe reconocerlo, con la espiritualidad zen que parcialmente proclama la postmodernidad. Como decía el cuento popular, no encontraremos lo divino ni en la cara oculta de la Luna ni en el fondo del mar; está más cerca de lo que pensamos, aunque bien agazapado esperando que le permitan acontecer.

7.3. Reinvención del lenguaje.

La teoría nace en la praxis espiritual como cultura, por lo que la Cultura deriva del carácter teleonómico del lenguaje. Es la categoría linguística donde tiene su comienzo la libertad que posibilita una cultura consciente, racionalidad indispensable que determina el campo de la eticidad. La comprensión del sentido aparece en la categoría linguística como logos entre praxis y teoría teleológica. La lógica como lenguaje de la ciencia (precisamente propedéutica) es la herramienta sobre la que podemos construir la teoría teleológica en la que fundar nuestra moral como praxis teleonómica: primero lenguaje y cultura, segundo teoría, tercero reflexión ética sobre la materialidad moral. Es por ende en el lenguaje donde la falacia metafísica comienza a tomar forma: forma antropocéntrica, endocéntrica y etnocéntrica; por lo que es precisamente ahí donde debemos combatirla escuchando el consejo de Nietzsche.

"Lo propio del eterno retorno como método del pensamiento trágico es, pues, oponer, por un lado, la genealogía a la trascendentalidad, y, por otro, el pensamiento a la razón, imponiendo una concepción nueva del irracionalismo. Esto no significa rechazar la racionalidad, sino promover un nuevo pensamiento crítico a partir del reconocimiento de los aspectos perversos contenidos en la visión dogmático-racional del pensamiento".(La experiencia dionisiaca del mundo, Sánchez Meca).

La reinvención del lenguaje como acción revolucionaria supone la construcción de comprensiones ontológicas acerca del ser y sus realidades derivadas como posibilidad. La metafísica, en su confusión entre esencia y sustancia, ha maniatado el carácter libertario del lenguaje hasta convertirlo en estéril, en superficialidad encadenada, determinando una imperancia absoluta de los conceptos supuestamente universales como dominación de la razón pura y la consecuente idea de Dios. La metafísica como ilusoria independencia significa la ausencia de relaciones vitales, construyendo un falso lenguaje que trata de saltar de concepto en concepto olvidando el sentido del ser como nada. Por el contrario la perspectiva ontológica refiere a una reinvención del lenguaje como deconstrucción metafísica, representando la lucha entre libertad (ser-aquí-ahora) y "no-ser" ("Razón Pura") por medio de la cultura (inmanencia trascendental) como escenario de combate y desenlace.

Ahí la gran batalla de nuestro tiempo, la lucha por llamar (poéticamente) a las cosas por su nombre, reconociendo la complejidad de la diversidad fenoménica gracias a la modalidad trascendental unitaria que nos constituye. Comprendiendo la posibilidad del auto-conocimiento mediante nuestro corpus sensorial adquirimos el conocimiento

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necesario para practicar una transformación social del entorno que nos rodea. El lenguaje metafísico representa la comprensión de lo real como razón pura (Realidad) y advenimiento del absoluto (Reino de Dios). La ontología representa el carácter hermenéutico del lenguaje, de su inherente dialéctica entre la síntesis (concepto) y la siempre emergente contradicción (sentido metafórico-sensorial), a caballo entre la sintaxis y lo semático de las proposiciones. La ontología como lenguaje muestra la articulación dialéctica de las relaciones simbióticas que conforman la Naturaleza. El lenguaje no es advenimiento sino desvelamiento aquí-ahora. El único advenimiento que actualmente existe es el de la desobediencia radical ante el Stablishment del "no-ser".

Una vez que relacionemos nuestras comprensiones ontológicas pudiéramos relacionar nuestras lenguas e idiomas (Esperanto, por ejemplo), pero no antes; pues así cercenaríamos la geo-culturalidad de cada lenguaje. Lo evidente de agradecer es ese ímpetu de fraternidad universal, esas ganas de emanciparse por medio del lenguaje. Y la emancipación ahora pasa por desobedecer el lenguaje metafísico, toca destruir las televisiones y quemar los periódicos para no ver ni leer nunca más los desastrosos mensajes de Dios ofrecidos en prime time. Cerremos los libros y abramos el corazón, la desobediencia y su inmoralidad nos guían hasta el alba de Venus...

7.4. Desobediencia.

La desobediencia como ejercicio cultural de la libertad de conciencia supone contrariedad antagónica frente al "no-ser" de la metafísica, y tiene su nacimiento en la categoría linguística como ámbito teleonómico que jerarquiza la praxis espiritual. Se articula trascendentalmente bajo las determinaciones psicológicas y antropológicas, y determina las posibilidades ético-políticas de la praxis estética. Llamamos concretamente desobediencia al fenómeno libertario que se da en la conciencia como contradicción frente a las supuestas síntesis absolutas, provocando la temporalidad fenoménica de dicha síntesis. No representa la negación de la síntesis sino la validación temporal de dicha síntesis, pues no se trata de desobecer a la naturaleza del ser sino a la supuesta absolutización óntico-fenoménica del "no-ser" como estaticidad mental (opresión de la conciencia como afección metafísica). Desobediencia como desobediencia a lo fenoménico establecido de la Naturaleza como estaticidad y no a los patrones axiológicos trascendentales, los cuales posibilitan el dinamismo natural de la dialéctica, y por ende de la Naturaleza.

La reinvención del lenguaje supone una desobediencia radical frente al pensamiento dominante de la metafísica, representando la lucha entre las propias creencias y sus contradicciones naturales, provocando la reflexión sobre los filtros mentales que canalizan la sensorialidad de la propia conciencia. La reinvención del lenguaje significa un cuestionamiento lógico-racional de las formas metafísicas como lo místico establecido, proceso basado en el raciocinio como posibilidad de conocimiento verdadero. El ser es inteligible mediante el lenguaje lógico de la ciencia como teleología, posibilitando la cognoscibilidad parcial-temporal de la physis dialéctica por medio del ser-aquí-ahora como praxis, presentándose así la teleonomía como sensorialidad del ser.

Es prioritario desobedecer a la ideología metafísica de la razón "pura"; ello debe combatirse desde la reinvención ontológica del lenguaje, provocando una ontologización radical del lenguaje como auto-fundamentación comprensiva y dialógica. En nuestra mayoría de edad (la del ser humano) nos tocaría reconocer, por un lado que Dios no vendrá a salvarnos, y por el otro que la maldad del "no-ser" representa la posibilidad natural pero accidental de la temporalidad estática de la mente, responsabilizándonos ante ello en sus concreciones más complejas. Ello nos permite comprender la falsa democracia metafísica como dominación sostenible. Todo es natural, pues en la Naturaleza se mezclan lo necesario y lo posible, y en lo posible se mezclan lo posible-necesario y lo posible-accidental. El suicidio es una posibilidad natural comprendida bajo el posible (supuesto e ilusorio) libre arbitrio que nos propone la metafísica, lo que no implica que sea una posibilidad necesaria, concluyendo lógicamente que se trata de una posibilidad accidental, posibilidad indeseada entre posibilidades posibles (deseadas); en resumen, un fallo o limitación humana que se muestra en las ilógicas comprensiones linguísticas como posibilidad.). Todo ello y más nos

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permite concebir a la metafísica simple y llanamente como un accidente, dentro del ramillete de posibilidades que ofrece la determinación teleológica del ser sobre la teleonomía de la realidad. La metafísica necesita ayuda, no castigo; pero nosotrxs debemos protegernos de ella desde la ontología, llevando a una radicalidad extrema las interpretaciones hermenéuticas que vamos reconstruyendo. La ontología necesita protección resistente, violenta si se precisa, atropelle a quien atropelle por medio de la modalidad vital. Llegados a este punto de alienación social elevada que se muestra en nuestros días descubrimos que la metafísica está convirtiendo a los libros de auto-ayuda psicológica en los best sellers del siglo XXI, ya que en el siglo XX fueron destacados como género literario "revelación", gracias a la depresión generalizada en la que vivimos actualmente. Si no lo creen consulten las estadísticas sobre la venta de ansiolíticos. Estamos en el hoyo; ¿consigueremos salir? Sin desobedecer ante la moral dominante y su institucionalización legislatoria creo que no.

Dios ha muerto, llega el nihilismo como miedo al vacío. Vattimo comprende la posibilidad de un nihilismo positivo; yo, al igual que Alejandro Escudero pienso que ello es lo mismo que un círculo cuadrado, pues según Nietzsche el nihilismo representa el lenguaje metafísico como comprensión falaz relativa al ser (y la nada, y por ende también del ente y el acontecimiento). Nihilismo es consumación metafísica, tecnologización del mundo y su vitalidad, "no-ser" como estadio ínfimo de la conciencia (ser precario y errante). Nihilismo es afección mental, enfermedad metafísica. En cambio desde una perspectiva hermenéutica lo ontológico, lo natural y lo dialéctico son una y la misma cosa, pues lo hermenéutico se da como modalidad unitaria de la existencia.

Concluimos que ante la inmensa barbarie que supone la "vida" metafísica que cotidianamente sufrimos la desobediencia se convierte en uno de los pilares constitutivos de la deseada y ansiada revolución integral de la conciencia. La huelga humana está en marcha, teniendo como objetivo destruir literalmente el teísta Tren del Progreso, el cual tiene su parada final en el terrorífico Reino Salvador. Sueño con la vendetta de lxs anonymus, sueño con el Sidharta de Hermann Hesse, sueño con la filosofía de lxs cinicxs perrxs, sueño con Giordano Bruno y Pico Della Mirandola, sueño con Quico Sabaté, sueño con Al Hallaj, que poseído temporalmente por la contradicción del acontecer ontológico clamaba "yo soy la verdad!". Sueño despierto, desobedezco.

8. ANARQUISMO ONTOLÓGICO.

CAOS NUNCA MURIO. Bloque primordial sin esculpir, único excelentísimo monstruo, inerte y espontáneo, más ultravioleta que ninguna ideología (como las sombras antes de Babilonia), la homogénea unidad original del ser todavía irradia serena como los negros pendones de los Asesinos, perpetua y azarosamente ebria.(Los pasquines del anarquismo ontológico, Hakim Bey).

Esta unión fraternal entre fenómeno libertario y trascendencia ontológica surgió en mi cabeza naturalmente, pero gracias a Nietzsche, Hakim Bey, Deleuze, Heidegger, Shurmann o Sloterdijk he podido conformar el trabazón linguístico en que se basa dicha conceptualización. Reconozco que teniendo en mi cabeza un posible anarco-budismo encontré por primera vez una referencia a dicho entendimiento de la mano de un texto de Hakim Bey donde aparece el concepto de anarco-taoísmo, algo extremadamente cercano por no decir lo mismo. Pero al margen de personalismos o supuestas privatizaciones del conocimiento nos orientamos al contenido abierto y no-dogmático de la cuestión aquí propuesta, y que desarrollamos ampliamente a lo largo de los siguientes apartados.

La voluntad de poder, la potencia de la repetición y la diferencia, la zona temporalmente autónoma, el terrorismo poético o el principio de anarquía son sugestiones cualitativas para el pensamiento político y ontológico en general. Como digo confieso que originariamente mi perspectiva era la del anarco-budismo, idea que se confirmó cuando leí referencias de Hakim Bey sobre anarco-taoísmo. Los Paskines del anarquismo ontológico confirmaron lo que estaba buscando. Sin interpretar rígidamente los contenidos que puedan ofrecer dichos autores, por anarquismo ontológico considero el reconocimiento de la radicalidad trascendental de la praxis libertaria, recogiendo el carácter unitario

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mediante la diversidad natural, posibilitando un desarrollo evolutivo interno del ser humano desde al armonía contextual. Por historia y potencialidad epocal del pensamiento antagónico considero a Nietzsche como el simbólico padre del anarquismo ontológico, pues representa el logos entre el anarquismo ontológico pagano y racional (sabidurías antiguas) y el hippysmo-punk contemporáneo, representado por la vanguardia hermenéutica del pensamiento revolucionario postmetafísico. No hay mayor deseo que relacionar mi praxis con la radicalidad trascendental del anarquismo antiguo. Es un placer, un orgullo y sobre todo una enorme responsabilidad, identificación temporal que puede llevarse a cabo únicamente desde la libertad de conciencia y el deseo de emancipación libertaria. En todo ello ha influido mi gran amor a la sabiduría budista y a la integralidad holística que nos propone. Y es precisamente dicha parcialidad budista la que en mí ha fraguado junto al pensamiento libertario, dando como consecuencia (en la práctica) lo que aquí trato de desarrollar (posibilidad teórica consecuente).

El anarquismo es la teoría fundada por la praxis libertaria. Esto supone que la praxis libertaria es la fuente donde bebe la teoría del anarquismo. La dialéctica fundamenta la praxis libertaria concreta, su estatuto teórico llega en la síntesis espiritual, que vuelve a morir en la anarquía como contradicción colectiva. Adjetivar el anarquismo de ontológico supone la radicalización del anarquismo en la naturaleza como unidad trascendental. Esto postula un concepto muy diferente de caos al que maneja el Poder-Dinero o la sociedad nihilista (derivaciones burdas del Poder-Dinero; la ambición del carnicero y el panadero de la que nos hablan Adam Smith y Thomas Hobbes; bio-Poder en Foucault). Interpretamos el caos como una constante no-permanencia fenoménica, un no-frenar o permitir que la naturaleza se muestre como ley del cambio fenoménico. El caos aquí propuesto se relaciona fraternalmente con el caos antiguo griego como experiencia del abismo (vacío de la nada ontológica), defendido en nuestro tiempo por Castoriadis entre otrxs, éste por medio de la sentencia de Anaximadro, por ejemplo. La Naturaleza como cambio constante, como caos fenoménico, como radicalidad sensorial en el todo, promueve una moralidad pasional de carácter anarco-estético.

Nunca he visto personas tan naturalmente morales como lo son lxs anarquistxs; bravo por el abanderamiento ético de las contradicciones frente a la razón pura, honestidad humilde sin esfuerzo. Que la vida sea gradualidad nos permite comprender que se pueda tener una cualidad en mayor o menor grado, eliminando fanatismos ontoteológicos. Concluyo que la ética anarquista (trascendental) deriva en una moral ontológica (inmoralidad fenoménica basada en la ley del cambio frente a la amoralidad que nos propone la metafísica); el anarquismo es una filosofía "anti-todo" lo que huela a metafísica (recordando al rock radical de Skorbuto), posicionándose contra la permanencia ideológico-moral como "anti-no-ser", pues comprende la ausencia lógica de ideología que supone la naturalidad hermenéutica de la Naturaleza, auto-considerándose una filosofía práctica (sabiduría) que representa el brotar incesante de la vida como libertad frente a la posibilidad inherente de muerte cultural ("no-ser" como estaticidad mental), lo que proyecta al ser-aquí-ahora en sus posibilidades trascendentales (inmanentes). De ahí la simbología anarquista: por un lado lo roji-negro como lucha de la vida contra el desgraciadamente constitutivo "no-ser"; por el otro el "nada que celebrar" como "anti-todo" de lo completamente negro.

La metafísica impide el fundamento de la moral por medio de la reflexión ética, la cual niega, imposibilitando la relación natural entre teoría y práctica. El anarquismo como ontología se basa en la comprensión de la realidad como dialéctica, relacionando el fenómeno de la praxis con sus posibilidades teóricas, fundamentando una elección libre por medio de la moral autogestionada y responsable. La anarquía como praxis colectiva supone el caos ontológico (cinetismo de la nada en su acontecer) y no el caos metafísico (Guerra de los Entes como darwinismo social actual). El caos ontológico representa el dinamismo fenoménico frente a la permanencia fenoménica de la razón pura, la cual provoca caos trascendental frente a la unidad natural del ser. El ser (y la nada) es unidad cinética, el fenómeno es diversidad dinámica: la falta de ley refiere a falta de ley extrínseca respecto del fenómeno, pues ya tiene la unidad trascendental como ley interna. Podemos comprobarlo mediante la ciencia física gracias a las transformaciones propuestas por Gauge (*Wikipedia). El ser es ley (realidad trascendental) del cambio (realidad fenoménica); Dios es

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ley (realidad fenoménica) del cambio (realidad trascendental); ahí dos tipos diferentes de caos que luchan, uno por sublimarse como auto-creación, otro por consumarse como auto-destrucción. El anarquismo comprende la jerarquía entre la causa y el efecto como diferencia ontológica, potenciando la modalidad unitaria de los fenómenos en detrimento de su unificación fenoménica, la cual imposibilita la fluencia natural del ser. La praxis anarquista tiene su animalidad contradictoria como reacción natural ante la permanencia fenoménica de la metafísica como representación del "no-ser"; es una reacción natural que posibilita la consciencia como acontecer, como alteridad, como mismísima contradicción trascendental (sensorialidad consciente como animalidad racional). Partimos en la realidad fenoménica como principio dinámico de regulación, nos orientamos teológicamente hacia la voluntad de poder ser-aquí-ahora como principio cinético de perfección.

Identificamos praxis libertaria con naturaleza, e identificamos síntesis teórica con Naturaleza; lo primero se mantiene, lo segundo es efímero. La praxis como atemporalidad refiere a la cultura como libertad, como ser-aquí-ahora-posibilidad-real, trascendentalidad de los límites fenoménicos. Dicho estadio elevado puede considerarse la plena realización temporal de la conciencia, verdad ontológica que conlleva grados elevados de perfección lógica, orden trascendental en armonía con el caos fenoménico de los elementos naturales. No hay conceptualización ontológica del caos fenoménico anarquista sin libertad linguística del pensamiento, y por ende, sin conocimiento de la autonomía simbiótica que caracteriza las entidades y constituye sus relaciones. Por eso entendemos que la trascendentalidad libertaria refiere a la autogestión emancipatoria (autonomía simbiótica) como ansiada superación de la minoría de edad (dependencia de Dios).

Concluimos que la anarquía colectiva representa la realización de la conciencia particular como desarrollo de su estatuto ontológico, radicalidad de la conciencia en el todo-uno. Esta comprensión sostiene la cultura libre del espíritu en su natural contradicción frente al objetivado "no-ser". Nuestro enemigo es la ignorancia, por lo que el conocimiento representa nuestra resistencia. Así podemos relacionar lógica y ontológicamente la concepción del anarquismo ontológico que aquí presentamos con las comprensiones de las sabidurías ontológicas antiguas, las cuales abarcan la totalidad del mapa, desde la meseta del tibet a las américas, desde los celtas al animismo africano pasando por la grecia pre-metafísica o las multiplicidades étnicas que perduran atomizadas por el territorio. Por ello afirmamos que anarquismo y politeísmo racional-pagano son uno y lo mismo, pues ambos celebran la Naturaleza por y para su naturaleza.

El caos nunca murió; gracias Peter-Hakim por corroborar nuestras intuiciones. Gracias por los maravillosos textos editados por la (libre) asociación de la anarquía ontológica. Nietzsche tampoco murió, pese a sus limitaciones o malinterpretaciones, también pese al énfasis que muestra el fascismo por "apoderarse" de su pensamiento bajo interpretaciones metafísico-heideggerianas. No idealizamos a Nietzsche mediante la aceptación de posibles desvíos, pues aquí no comprendemos la identidad como objeto sino como relación entre Apolo y Dioniso. Nos vale con recoger las aportaciones fundamentales del filósofo más postmetafísico que hasta el momento ha acontecido "sociohistóricamente", y es por ello que lo nombramos simbólico padre del anarquismo ontológico debido al carácter trascendental e inmanente del conjunto de su pensamiento y su obra.

"La anarquía y la unidad son una y la misma cosa, pero no la unidad de lo uno sino una más extraña unidad que sólo se reclama de lo múltiple". (Gilles Deleuze).

Recomiendo el artículo en el que Shurmann propone su Principle of anarchy, y también el comentario que éste dirige a Heidegger respecto a las mismas cuestiones en el artículo ¿Qué hacer en el fin de la metafísica? (*Heideggeriana.com). Comprendemos aquí que es posible la inmoralidad como moralidad anarquista, proponiendo una dignísima solución ante las históricas aporías del movimiento libertario respecto al caos y a la moralidad como ley autónoma, pues una cosa es la ley y otra muy diferente su contenido, sublimando así una vez más nuestra

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conciencia por medio del acontecer de la diferencia ontológica como ser de la nada.

8.1. El carácter trascendental de la praxis libertaria.

"Si yo baso mi causa en Mí, el Único, ella reposa sobre su creador efímero y perecedero que se devora él mismo, y Yo puedo decir: Yo he basado mi causa en Nada". (El único y su propiedad, Max Stirner).

En este apartado profundizamos sobre el carácter ontológico de la praxis libertaria, enfatizando la jerarquía de la praxis particular sobre la teoría (anarquismo) y también sobre la praxis colectiva (anarquía) como posible fenomismo temporalmente establecido (a-cracia). Nos apoyamos en una desobediencia radical de las comprensiones metafísicas, reinventando los lenguajes que nos acercan y aclaran las diferentes conceptualizaciones relativas a la praxis libertaria y su carácter ontológico.

La anarquía es la realización colectiva de la praxis libertaria particular. El anarquismo es la teoría colectiva que deriva de la praxis anarquista particular, ejerciendo de logos entre praxis particular y praxis colectiva. No hay anarquía ni anarquismo sin praxis anarquista, la cual ejerce de logos entre lo uno y lo múltiple. Idealismo y materialismo son oposición dialéctica, pero todas las entidades nacen y mueren en la temporalidad de su síntesis. No hay anarquía sin anarquismo y no hay anarquismo sin anarquistas. Por ende, no hay revolución sin revueltas, y no hay revueltas sin una biopolítica libertaria. Esto los socialistas (marxistas ortodoxos) no lo entienden; Marx si lo entendía desde su propia/posible heterodoxia, pues le dijo a Engels metafóricamente antes de morir que él no era marxista. La metafísica del proletariado sólamente es atribuible al marxismo ortodoxo, el cual abandera una recaída metafísica de los planteamientos ontológicos de Marx y Engels. Lo mismo sucede con el materialismo histórico, que precisamente supone la negación metafísica del proletariado incluyendo así la propia salvación de Marx, el cual proclamó que la finalidad revolucionaria de la vida en sociedad era la abolición del Estado y el monetarismo. Gracias Carlitos por iniciarme en la filosofía mediante la praxis; eternamente agradecido.

El carácter ontológico de la praxis libertaria refiere a que es en la praxis donde se producen las transformaciones materiales como fin y nuevo principio de la auto-transformación. La teoría representa el enlace dinámico que posibilita producir fenómenos complejos que nos proyecten en el tiempo y el espacio, ejerciendo interacciones culturales conscientes de su propia trascendentalidad. La síntesis apriorística que representa el espíritu como teoría es sobrepasada una y otra vez por medio de la praxis como contradicción dialéctica primaria (intencionalidad gnoseológica) y como posibilidad de ser-aquí-ahora (cognoscitividad mental de la consciencia sensorial). La metafísica interpreta al espíritu como contradicción y al absoluto como síntesis, pero desde una perspectiva ontológica no invertimos la jerarquía natural que constitutivamente se da entre la nada y el ser: el espíritu representa la síntesis de su naturaleza contradictoria, viniendo de ella (intencionalidad) y deveniendo en ella como conciencia su intrínseca posiblidad de ser por medio del acontecimiento (trascendentalidad del espíritu, sensorialidad consciente). El espíritu se genera en el alter-ego y se sublima en el anima; la metafísica, en su estaticidad absoluta, representa la soledad del espíritu por medio del Yo-Conciencia, condenado al ostracismo por la imposibilidad de alcanzar el alter-ego y además tener prohibido descender al corpus sensorial como anima. La metafísica es morirse, o de asfixia o de aburrimiento. Por todo ello hemos concluido y ponemos la importancia necesaria en la comprensión de la temporalidad dinámica de la razón ontológica, la cual deriva en lo que conocemos como racionalidad hermenéutica, la cual a su vez potencia y enfatiza el modo racional en que se da el existir plenamente humano, elevándo el saber práctico sobre la temporalidad óntica de la razón como teoría. La metafísica está condenada a ser mera anécdota histórica desde la consumación cuántica de la sociedad.

Apuesto que la mayoría de las antinomias aún sin resolver sobre la teoría anarquista provienen de una comprensión metafísica del anarquismo, la cual posibilita confusiones importantes que ayudan a deteriorar aún más la

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comunicación socio-cultural entre iguales solidarios (recordando la concepción de la sociedad en Spinoza). Interpretamos entonces la metafísica como hipóstasis de los tópicos míticos que imposibilitan la dialogía del conocimiento trascendental. La comprensión del caos original como caos trascendental (ley de la jungla) es el tópico que más daño hace en la actualidad. Dicho tópico continuamente alimentado por el Poder fomenta en última instancia la bárbara dependencia del Leviathan que la sociedad nihilista muestra en su consumación. Nos han idiotizado hasta volvernos imbéciles, simples niñxs que gritan pavorosamente en la oscuridad de la noche. Si ustedes visitan un centro social ocupado y autogestionado de carácter anarquista podrán observar que no hay alguna necesidad básica sin organizar; aunque todo parezca desordenado, siempre prevalece la ley trascendental sobre el caos fenoménico. Digo por supuesto en un caso ideal, pues precisamente los centros sociales son entidades dinámicas permeables, que al relacionarse con la sociedad metafísica conlleva inherentemente la posibilidad de corrupción externa, sin que ello suponga una verdadera corrupción interna. Si aún es resistente a salir del sistema y visitar estos lugares, confórmese con observar la organización metafórica de los campamentos del 15M, los cuales considerándose social-reformistas de pensamiento llevan a cabo una organización más o menos asamblearia y horizontal, la cual recae en última instancia sobre lo inmaterial construido entre todxs. El anarquismo es filosofía, la anarquía es poesía, enfatiza lo diverso de lo común, sabiduría práctica (trascendental) ante lo fenoménico. Es por ello que los pilares fundamentales de la praxis anarquista son la voluntad de poder ser-aquí-ahora como eterno retorno (Nietzsche) y la repetición de la diferencia (interpretaciones nietzscheanas de Deleuze). Entendemos la trascendentalidad de la praxis como base de las interacciones con el todo-uno mediante la fluencia sensorial de las mentalidades liberadas, emancipación del ser-aquí-ahora, sublimación del instinto vital en la realidad consciente.

"Afirmación de la vida, no como vida humana para hacer del hombre el punto de referencia último de los valores y la medida de todas las cosas, sino afirmación de una vitalidad impersonal, cósmica y más originaria que la que aflora en la conciencia (potencia reactiva que niega la vida en vez de acrecentarla)".(La experiencia dionisiaca del mundo, Sánchez Meca).

El anarquismo y las sabidurías antiguas no son una, sino que son como una, son auto-oposición dialéctica. La primera enfatiza la diversidad de la unidad, las segundas enfatizan la unidad de la diversidad; cuestión de preferencias, pero ambas parten de la radicalidad sensorial del todo-uno y llegan a la consciencia de ser-kosmos. Podemos interpretar dichos cinetismos dinámicos como las mismas expresiones pero partiendo de una geo-culturalidad distinta, comprendiendo el anarquismo como sabiduría antigua expresada frente a la supuesta civilización que nos propone la modernidad metafísica del "primer" mundo. Ninguno de los elementos que conforman este matrimonio enfatiza la teoría sobre la práctica, pero ambas dan una importancia capital al armazón teórico como enlace con las posibilidades colectivas (fusión teórico-práctica de horizontes). La dialéctica que sostiene la variedad de pensamiento (naturaleza) da sentido y aporta cohesión a la existencia en libertad, posibilitando interacciones culturales armoniosas con la Naturaleza. Ambas luchan naturalmente (la acción política y la espiritualidad meditabunda) por "ocupar" el ser, forzando su desvelamiento como ausencia temporal posible del "no-ser". El cáracter ontológico de estas filosofías permite comprender la posibilidad accidental pero natural de "no-ser" gracias a la cultura y la libertad en su posible malinterpretación cognoscitiva (supuesta absolutización óntica); dicho límite proyecta la vitalidad ontológica como ocupación del ser como cultura y libertad, entendiendo la relación dialéctica de los ratios kantianos entre materialidad y conciencia. De nuevo aparecen las banderas roji-negras, de las cuales se va eliminando el rojo haciendo referencia a la consumación metafísica como tecnificación del mundo.

Los cinco colores cegarán la vista del hombre.Los cinco sonidos apagarán el oído del hombre.Los cinco sabores arruinarán el paladar del hombre.La caza y la montería tornarán salvaje al hombre.Las cosas difíciles de obtener dañarán la conducta del hombre.Por consiguiente haz provisión para el estómago pero no para los ojos.

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(El camino del zen, Alan Watts).

Queda poco más que recomendar la lectura del Tao Te Ching, posibilitando así la interpretación simbólica del Yin-Yan desde la perspectiva de una posible ontología hermenéutica unificada cimentada en la trascendentalidad de la praxis libertaria.

Muy feliz era el ciempiés,hasta que un sapo una vez,le preguntó: ¿Qué orden al andar siguen tus remos?Lo cual forzó su mente a tal extremoque a una zanja, distraído, fue a caermientras pensaba como hacer para correr.(El camino del zen, Alan Watts).

8.2. Sabidurías antiguas.

Identificamos por sabidurías antiguas a las filosofías de carácter práctico que se asientan en la comprensión ontológica de la realidad, sociohistóricamente relacionadas con el politeísmo pagano como teología racional. Las sabidurías antiguas se asientan en el materialismo, incorporando el idealismo por medio de la dialéctica natural. Dichas Culturas tienen una modalidad trascendental unitaria que fusiona los horizontes de la diversidad cultural. Representan el conocimiento práctico de la vida como lo divino, viviendo para vivir religiosamente bien.

"Así mientras occidente considera y enseña que el hombre debe dominar la naturaleza, explotarla y comercializarla, que debe dominar y explotar al hombre y a su costa enriquecerse, nuestros pueblos en camibo consideran que el hombre al ser producto de la naturaleza, al ser esencia de ésta y por ende sus hijos, éste le debe respeto a su madre y debe cuidarla y no convertirla en objeto de enriquecimiento y de comercialización, ésta debe ser de beneficio colectivo y no individual. La tierra como el hombre y todos los seres vivos del planeta son considerados sagrados y no debe abusarse de ellos porque caso contrario se atenta contra un elemento fundamental que permite mantener la armonía, ya sea en el ecosistema de la ecología o en el desenvolvimiento mismo de la sociedad".(Cosmovisión andina, Ekintza Zuzena, nº 39).

Desde mis limitaciones cognoscitivas entiendo que las principales Culturas que se identifican como sabidurías antiguas refieren principalmente a la grecia antigua, a la meseta del Tibet como taoísmo y budismo, al animismo africano, y al indigenismo americano (maya-méxica), además de sabidurías como las de Irán (Zaratustra) o los Celtas, entre otras muchas Culturas ontológicas esparcidas por el globo. Lógicamente se comprende la coexistencia múltiple de sabidurías ontológicas de las que podemos tomar buenas referencias. Por contra, y partiéndo de éstas, nacieron las religiones teísticas como una desviación del pensamiento humano (desviación posible que siempre ha existido como basculación entre mito sapiencial y mito de salvación, miedo a la ignorancia del ser que provoca un sobrevaloración de la mente respecto de la trascendencia del mundo sensorial. Judaísmo, Cristianismo, Islam o el Hinduísmo popular-establecido nacen como consolidación cultural del "no-ser" mediante su supuesta razón "pura". Cuando decimos junto al idealismo alemán que la historia de la filosofía representa la filosofía de la historia nos refierimos a ese permanente intento del "no-ser" por dominar el mundo, objetivo integrado en la socio-realidad actual como consumación tecnológica del mundo. Es triste comprender que el "no-ser" (posibilidad del mal) existió, existe y existirá; ello puede provocar angustia, pero nada que ver con la vitalidad que explota en la posibilidad trascendental de contemplar al ser en su desvelamiento-aquí-ahora, arrivando a la dialéctica deseada entre sabidurías antiguas y anarquismo como representación de la posibilidad de ser-aquí-ahora.

Sin entrar en precisiones culturales de las que carezco, trato de tomar estas sabidurías en su conjunto por la modalidad unitaria de sus prácticas trascendentales, las cuales fomentan una proyección dinámica del pensamiento

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como conciencia, suponiendo un punto de amarre cultural respecto a la reactualización constante de la historia. La metafísica trabaja para destruir la memoria como conocimiento tratando de negarla; desde una perspectiva ontológica el presente necesita del pasado para proyectarse hacia el futuro, lo que supone una afirmación radical de la cultura y una historicidad del siempre-aquí-ahora, reconociendo la jerarquía heideggeriana del presente como determinación del pasado y por ende del futuro. Relacionamos la estructura del proyecto Aletheia con la genealogía cognoscitiva de las sabidurías antiguas: de la filosofía de la Naturaleza (epistemología) a la filosofía de la naturaleza (ontología), posibilitando un conocimiento práctico de la realidad fenoménica (teología).

Tomamos como referencia al budismo por su completa teorización ontológica que suponen las comprensiones del Kharma o el Nirvana, o la teorización teológica que suponen las comprensiones del Dharma o el Noble óctuple sendero. Hemos dicho antes que estas sabidurías representan el énfasis en la unidad sobre la diversidad fenoménica; en oposición natural a esto tenemos al anarquismo y otras filosofías materialistas que predican el caos fenoménico, las cuales enfatizan más la diversidad cultural como telos que la unidad fenoménica de la Cultura (como posible Civilización) propia de la metafísica. Pero ambas se nutren y complementan por medio de la modalidad trascendental del uno, la cual posibilita una contemplación cuasi orgásmica de la diversidad fenoménica. Todas estas filosofías conciben la praxis como contradicción, superando las limitaciones en las que encalla la metafísica. Necesitamos construir un puente sólido entre el pensamiento post-metafísico y el pensamiento pre-metafísico, tomando a la metafísica como paradigma antagónico respecto de lo divino-vital. Desde la auto-fundamentación dialéctica del ser posibilitamos armonizar filosofías tan superficialmente dispares como son el anarquismo y el budismo; pero cuando Hakim Bey hace referencia al anarco-taoísmo da forma a todas mis sospechas.

Algunos apuntes simbólicos sobre las similitudes y diferencias existentes entre ambas filosofías prácticas (sabiduría anarquista en relación a las sabidurías antiguas):Entiendo el Budismo como sabiduría ontológica de carácter trascendental, la cual enfatiza la unidad teleológica (por eso van todxs iguales por fuera). Por contra entiendo el Anarquismo como sabiduría ontológica de carácter fenoménico (anti-metafísica) que enfatiza la diversidad teleonómica (enfatizan la unidad desde la diversidad que propicia el caos como acontecer constante de la nada ontológica). Las dos filosofías parten de la realidad material, o mejor dicho de la materialidad real, reconociendo la evidencia del movimiento cinético y su armonía dialéctica. Reconocen la ley de la causa y el efecto como trascendentalidad (budismo), y por ende la ley del cambio (anarquismo). Reconocen el carácter ontológico de la existencia como diferencia entre ser y ente, posibilitando la auto-fundamentación dialéctica del ser (respecto de la nada como anti-fundamento) y por ende la trascendentalidad de los fenómenos culturales libres por medio de la sensorialidad consciente. El budismo "niega" metafóricamente el espíritu, pues representa el germen que posibilita el Yo-Conciencia metafísico; el anarquismo no lo niega, pero de alguna forma trata de reducirlo mediante la jerarquía del todo-uno, luchando constantemente contra la rigidez posible de las identidades (pretensión absolutista). Si el budismo no reconociera el espíritu no tendría sentido la conceptualización budista de la praxis ascética; entonces me quedo con la coherencia simbólica de sus argumentos, la cual fortalece la comprensión anarquista del ascetismo como autogestión natural. Llegados a este punto hippys y punkys pueden considerarse hermanxs de sangre, aunque cada unx afronte la vida a su particular manera, unxs haciendo más énfasis en la unidad, otrxs enfatizando más la diversidad, reconociendo ambas filosofías el punto material de partida (intencionalidad primaria de la conciencia). Lo más importante es que ambas sabidurías reconocen la libertad por medio del determinismo teleonómico (exaltación sublime de la cultura), posibilitando una determinación anti-dogmática de la propia moral, base de la deseada inmoralidad colectiva (anarquía). La asamblea popular puede relacionarse en cierto modo con la shanga budista, salvando las prácticas metafísicas particulares que puedan desarrollarse en ambas: el peligro de la institucionalización (ontización metafísica como "no-ser") siempre perseguirá la praxis ontológica, especialmente en la desigualdad actual entre Poder y contra-Poder. Las dos reconocen o posibilitan lógica y racionalmente el estudio de las categorías del espíritu, a las que hemos denominado Ciencias Vitales. La actitud pedagógica de ambos movimientos es innegable, concretizándose en las acciones estéticas de la

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poesía fenomenológica del ser (poesía ontológica). Por último reconozco en ambas la no-violencia como principio, comprendiendo la praxis como resistencia activa, ya sea mediante la resistencia que propicia la propia cultura anti-metafísica o mediante la resistencia física que posibilita nuestra corporalidad emocional. La peregrinación de Gandhi junto a otros hindúes por la sal es resistencia activa, al igual que defenderse "violentamente" frente a la militarización de la vida en sociedad; la resistencia tiene formas amplias como amplias son sus herramientas, lo que no es en absoluto incompatible con la no-violencia como principio, como exaltación siempre de la libertad de conciencia de los individuos. Ofrezco un párrafo de Alan Watts que me hizo pensar sobre las comunas anarco-hippies:

"Ma-tsu tuvo otro notable discípulo en Po-chang (720-814), que se dice había organizado la primera comunidad de monjes puramente zen, y establecido sus reglas basándose en el principio de que un día sin trabajo, un día sin comida. Desde entonces las comunidades zen se caracterizan por la importancia que conceden al trabajo manual y a cierto grado de autarquía económica. Conviene observar que no se trata exactamente de monasterios en el sentido occidental. Son más bien escuelas de entrenamiento, que uno puede abandonar en cualquier momento sin ser criticado. Algunos miembros siguen siendo monjes toda la vida, otros se hacen sacerdotes seglares a cargo de pequeños templos; otros aún pueden volver a la vida laica. A Po-chang se le atribuye la famosa definición del Zen: cuando tengas hambre, come; cuando tengas sueño, duerme".(El camino del zen, Alan Watts).

Amplias y variadas son las aportaciones posibles a la temática que ahora tratamos de abarcar sintéticamente en pocas líneas. La teosofía niega la posibilidad de un Dios personal, extracósmico o antropomórfico, negando así lo mismo que niega el anarquismo o las sabidurías antiguas de las que aquí estamos hablando. Recordamos el ilustre cinismo de Diogenes de Sinope, recordando en nuestros días por Peter Sloterdijk o Cioran. Del budismo ya incluso me da verguenza hablar después de la atomización sapiencial que desde hace tiempo viene inundando los territorios occidentales con espiritualidad importada de la meseta del Tibet. El anarquismo, el budismo y en general las sabidurías orientales antiguas representan las alegrías del "agua de mayo" contra la metafísica que corrompe la supuesta civilización del primer mundo. Aztecas, Mayas e Incas tampoco dejan lugar a dudas frente a la supuesta existencia de monoteísmo antropomórfico, sacralizando lo inmaterial como lo no-sensible, negando filosóficamente la existencia de un ente jerárquico. Más dudas quizás podemos encontrar en Zaratustra y el mazdeismo o en el mismísimo hinduismo, filosofías que requieren de una cautelosa exégesis escatológica de marcado carácter hermenéutico, operación que puede apoyarse en el pedagógico libro de Teresa Román titulado Sabidurías orientales de la antiguedad.

Sigue tu naturaleza y acuerdo con el Tao;continúa vagando y deja de preocuparte.Si tus pensamientos están ligados arruinas lo genuino...No te opongas al mundo de los sentidos,pues cuando no te opones a él,resulta ser igual al completo Despertar.La persona sabia no se esfuerza (wu-wei);el ignorante se sujeta a sí mismo...Si obras con tu mente sobre tu mente,¿cómo podrás evitar una inmensa confusión?(El camino del zen, Alan Watts).

Es importante comprender las diferencias comprensivo-linguísticas entre las sabidurías orientales y el occidente metafísico, pues el oriente ontológico trata de enfatizar mediante el lenguaje los procesos y no las entidades, comprendiendo por ejemplo que un puño no es un sustantivo sino un verbo-acción, pues, ¿qué pasa con un puño cuando se abre? Para ello podemos apoyarnos en el excelente libro de Alan Watts titulado El camino del zen, en el que realiza un itinerario entre las diferentes sabidurías que conviven en oriente y confluyen en el zen. Gracias a textos como éste conocemos que el budismo nos habla del hinduismo como conocimiento mítico-sapiencial de Dios, nos

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habla de Maya como lo fenoménico y de Moksha como lo trascendental e inmanente, conformando entre ambos principios lo que se entiende por Brahman. También sabemos que el budismo se hace eco del carácter relativo de la verdad, de que la materia y la forma son lo mismo, del monismo gnoseológico, de que la meditación es contemplación y no comprensión, de que en cierta manera tener experiencias es fabular, o de que el trasfondo de la existencia es el vacío. Por último nos llama la atención que la cultura zen practica la no-violencia (no-interferencia) como una especie de judo psicológico, enmarcando dicho proceso dentro del no-esfuerzo como no-acción. Así al menos podemos imaginarnos vagamente por donde van los tiros.

Todo ello sin requerir de las bastas aportaciones que también podríamos haber recogido y desarrollado acerca del hermetismo, del rosacrucismo y en general de los movimientos gnósticos, junto a la cabalística y su libro sagrado (zohar), o apoyándonos en la cábala cristiana por medio de su pleroma. Todas estas sabidurías antiguas coinciden en las comprensiones capitales, especialmente respecto de la unidad constitutiva original y de la percepción del conocimiento como medio y no como fin, posibilitando así la trascendentalidad inmanente de las contradicciones ontológicas como movimiento que se mueve a sí mismo.

8.3. Comunismo libertario y Anarquía.

Siempre despreciado, maldecido, nunca comprendidoEres el terror espantoso de nuestra era."Naufragio de todo orden", grita la multitud,"Eres tú y la guerra y el infinito coraje del asesinato."Oh, deja que lloren. Para esos que nunca han buscadoLa Verdad que yace detrás de la palabra,A ellos la definición correcta de la palabra no les fue dada.continuarán ciegos entre los ciegos.Pero tu, Oh palabra, tan clara, tan fuerte, tan pura,Vos dices todo lo que yo, por meta he tomado.Te entrego al futuro! Tú eres segura.Cuando uno, por lo menos despertará por sí mismo.¿Viene en la solana del atardecer? ¿En la emoción de la tempestad?!No puedo decirlo--pero ella la tierra podrá ver!!Soy un anarquista! Por lo que no reinaré, y tampoco reinado seré!(Anarquía, John Henry MacKay; Anarquismo. Lo que significa realmente, Emma Goldman).

Desde la ontología espiritual que nos atraviesa reconocemos la praxis libertaria como principio cinético dialéctico. Hemos reconocido al anarquismo como logos teórico entre praxis individual (anarquista) y praxis colectiva (anarquía). Reconocemos la anarquía como naturalidad dinámica de la Cultura, postulada sobre la praxis libertaria particular (no hay anarquía sin anarquistas). En este punto (ontología político-estética) identificamos la anarquía con el comunismo libertario, pero vamos a matizar una pequeña diferencia entre ambas que nos ayuda a cambiar la identificación por una relación dialéctica. Lo importante de amarrar ahora es que la praxis anarquista es linguística, que el anarquismo es ética y que la anarquía representa la moral colectiva, basada en la generalización de la inmoralidad: que no haya jerarquía fenoménica absoluta se erige como el eidos temporal que jerarquiza la práctica.

La anarquía refiere a la realización colectiva de la praxis particular, por lo que implica una categorización estética de la propia anarquía. La anarquía como acción estética colectiva va más allá de lo libertariamente instituido. Lo libertariamente instituido como temporalidad sintética del caos fenoménico refiere a una categorización política de la anarquía como organización formal del caos; a esto lo llamamos Comunismo libertario, pues refiere a la filosofía política frente a la siempre emergente estética anarquista, también desobediente ante la institucionalización de lo libertario, que es precisamente el comunismo libertario como organicidad política. Dicho comunismo

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"institucionalizado" junto a la anarquía representa la dialéctica teleonómica del caos (fenoménico) que posibilita la nada teleológica. Comunismo libertario como política, anarquía como estética, por lo que relacionamos al comunismo libertario con la filosofía y a la anarquía con la poesía del arte.

"El Anarquismo, la gran fermentación del pensamiento, está hoy imbricado en cada una de las fases del empeño humano. La Ciencia, el Arte, la Literatura, el Drama, el esfuerzo para un mejoramiento económico, de hecho toda oposición individual y social al desorden existente de las cosas, es iluminado por la luz espiritual del Anarquismo. Es la filosofía de la soberanía del individuo. Es la teoría de la armonía social. Es el gran resurgimiento de la verdad viva que está reconstruyendo el mundo y nos anunciará el Amanecer".(Anarquismo. Lo que significa realmente, Emma Goldman).

El comunismo libertario abarca la inmaterialidad científico-trascendental de la filosofía anarquista. La anarquía abarca la materialidad estético-fenoménica de la praxis libertaria. El objetivo de dicha oposición natural es la posibilidad del libre ejercicio del ser-aquí-ahora como libertad de conciencia, potenciando la jerarquía cognitiva de los sentidos sobre la capacidad cognoscitiva del intelecto, posibilitando la armoniosa relación entre la vida y el pensamiento, entre el ser y el estar. Comunismo libertario y anarquía se asientan en la modalidad unitaria del ser y la nada en sus relaciones dialécticas, y así se presentan como representación de la expresión política y estética del ser-aquí-ahora. De hecho la adjetivación de libertario se relaciona directamente a la anarquía y no al comunismo, diferenciándolo así del comunismo ortodoxo-metafísico como socialismo utópico (unionismo). De ahí deriva mi interpretación anarquista de Nietzsche debido a su teoría ontológica de la voluntad de poder: potencia de la diferencia como voluntad de poder ser-aquí-ahora; éste es el principio jerárquico de la realidad fenoménica, de ahí el énfasis anti-metafísico por permitir que todo se realice en el uno, lo que indudablemente adjetiva de libertaria la existencialidad de la conciencia.

El comunismo libertario desarrolla nuestras posibilidades como Naturaleza. La anarquía posibilita la evolución de nuestra naturaleza por medio del acontecer. Recordemos que la libertad es la madre del orden y no al revés. La moral es indivisible de la ética; no procede el pensamiento que postula ideas jerárquicas sobre lo fenoménico. La estética tampoco es indivisible de la política, no hay colectivo sin particularidades. Esto nos ayuda a comprender al comunismo libertario y la anarquía como dos caras de la misma moneda, oposición dialéctica entre estética y política, entre diversidad y unidad, entre lo individual y lo colectivo, entre la praxis y la teoría, entre el ser y el estar, entre el ser más o el ser menos, entre el ser y la nada. Esta dinámica dialéctica muestra la jerarquía teleonómica de la estética sobre la política, lo que supone una lucha práctica contra el "no-ser" político desde la poesía del ser-aquí-ahora, implicando la acción directa como constitucionalidad política humana; lo que no implica que, debido a la jerarquía teleológica de la política sobre la estética, se minimicen los fenómenos culturales del "no-ser" desde la filosofía del ser-aquí-ahora. Enterremos el "no-ser"; somos más o menos, pero somos.

Formalmente nos apoyamos en el texto sobre Anarquismo básico editado por la Fundación Anselmo Lorenzo, el cual se divide en 3 apartados de carácter pedagógico: Poder establecido, teoría del anarquismo y praxis histórica. Por supuesto también nos apoyamos en Marx frente a la posibilidad de un manifiesto libertario que supere la metafísica del proletariado, y que apologice sin complejos una radical abolición del Estado y el monetarismo. Por último y como conclusión reconocemos que nos conmovemos gustasamente con la teoría que practica la huelga humana, apoyándonos en comprensiones relativas al principio de anarquía (Shurmann, Heidegger) que venimos proponiendo. Al fin y al cabo entendemos el caos del orden (fenoménico) como el orden (trascendental-inmanente) del caos.

8.4. Decrecimiento y Era cuántica.

Debido al elevado desarrollo fascista del mundo como tecnificación vital podemos observar como el pesimismo de la violencia metafísica ha convertido al comunismo libertario y la anarquía en conceptos estáticos, insípidos e incluso

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utópicos, con una marcada ausencia de contenido y carentes de referencias a la vida. Evidentemente no todo lo que se puede pensar (falazmente) existe, por lo que dichas prácticas no desaparecerán por culpa del arbitrio de la razón pura, si ello alguna vez fuese realmente posible, de lo que dudo científicamente. Pero entendiendo el pensamiento post-metafísico como reinvención desobediente del lenguaje, lo que nos permite construir conceptualizaciones nuevas que recojan más complejamente la relación que mantiene el ser-aquí-ahora como logos entre la realidad fenoménica y la realidad trascendental.

Requerimos actualmente de flexibles comprensiones que sinteticen temporalmente las posiblidades libertarias (trascendentales) del fenómeno, no mediante un nuevo fundamento falazmente metafísico sino por un auto-fundamento dialéctico del ser como diferencia ontológica (ser como condición de posibilidad del ente), determinando un límite entre lo fenoménico y lo trascendente, un límite que separe y una al mismo tiempo (en palabras de Eugenio Trías). Necesitamos filosofías que apliquen un tratamiento holístico e integral del ser humano como dialéctica entre biología y cultura (según John Dewey). Por un lado proclamaríamos una filosofía fenoménica radicada en el anarquismo, y por el otro proclamaríamos una filosofía trascendental radicada en las sabidurías antiguas y su conocimiento del universo (hilozoismo, kosmos como organismo vivo). La filosofía fenoménica que actualmente recoge la praxis anarquista desde un punto de vista trascendental la conocemos como Decrecimiento, relacionándose con una visión integral del ser humano y su vida comunitaria. La filosofía trascendental que actualmente recoge el conocimiento antiguo del kosmos desde un punto de vista fenoménico la conocemos como Era Cuántica. Dialéctica de oposición entre cultura decrecentista (política) y praxis atómico-cuántica (estética). Decrecimiento como actualización linguística del comunismo libertario, era cuántica como actualización linguística de la anarquía.

El decrecimiento se basa en el estudio científico de las limitaciones naturales, de las que se deriva una crítica de la economía metafísica de materiales en detrimento de una economía ontológica basada en la sostenibilidad energética, basada en los recursos naturales renovables, eliminando por supuesto la explotación sostenible de los seres humanos (capitalismo verde). Dicho estudio revela la catastrófica relación entre capitalismo y Naturaleza, comprensión que se apoya en las investigaciones termodinámicas sobre las cotas aproximadas del petróleo o el carbón, o sobre la malignidad sistemática de la energía nuclear. Partiendo de la praxis apriorística que determina la cultura, el decrecimiento es el tronco común desde donde se ramifican las diferentes prácticas libertarias, las cuales son fortalecidas por el carácter científico de la mecánica cuántica, aumentando las posibilidades de la conciencia como ser-aquí-ahora. Para llevar a cabo dicha praxis revolucionaria se requiere de la ansiada revolución de conciencia que preconiza Krishnamurti, entablando relaciones simbióticas entre filosofía budista, necesaria deconstrucción metafísica y conceptualización decrecentista del carácter humano como simplicidad voluntaria.

Son múltiples las referencias que podemos encontrar en la actualidad en relación a las prácticas decrecentistas y a su filosofía general, por ejemplo por medio de Serge Latouche y su libro La apuesta por el decrecimiento, o gracias a los textos decrecentistas del Carlos Taibo, apoyándonos también en la socialización de la economía propuestas por Arcadi Oliveres, por los economistas de Attac o por las cooperativas de crédito Coop 57 o Fiare, teniendo a la banca ética como puente entre la banca asesina y las cooperativas autogestionadas de crédito. También recomiendo el ilustrativo libro de Miguel Moro sobre Crisis y deuda externa, las políticas del FMI. Por último centramos nuestra atención en la praxis decrecentista que está teniendo lugar en la península ibérica, especialmente a cargo del Colectivo Crisi o mediante diferentes publicaciones (Podemos vivir sin capitalismo o Rebelaos), y sobre todo gracias a las cooperativas integrales (eco-redes), promoviendo al unísono la transición económica como éxodo emigrante de la gran ciudad. A todo esto podemos unir las bastas aportaciones que la historia nos dedica, recordando los movimientos anti-máquina de la revolución industrial o los numerosos libros que han aparecido en el siglo XX en relación a dicha temática, por ejemplo, El mito de la máquina de Lewis Mumford, en el que se relaciona la Razón Pura con la megamáquina física y psicológica que atraviesa la historia de la metafísica como dominación militarizada e institucional.

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La era cuántica representa la emergente revolución integral de la conciencia provocada por el desfondamiento metafísico del fundamento teísta de la razón "pura", que actualmente se malentiende como crisis económica en vez de axiológica, embelesándonos una vez más con el dedo que apunta a la luna. Entendemos la Era cuántica como axiologización de las ideologías, afianzando la temporalidad de éstas mediante la tolerancia y el altruismo de la razón dinámica. Tenemos que conceptualizar mejor al abstracto termino de new age, evitando su posible relación con el Reino de Dios, el cual puede ser perfectamente interpretable como Un mundo feliz de Huxley o 1984 de Orwell. De hecho la interpretación de Orwell puede constatarse en la sociedad, teniendo concretizaciones materiales en los módulos carcelarios de "respeto", donde una vez más el hombre es el lobo del hombre, recordando a Hobbes. A dicha posibilidad metafísica de new age oponemos la adjetivación cuántica de dicha era, haciendo referencia al carácter científico y ontológico de la mecánica cuántica como campo unificado (unificación trascendental de las 4 fuerzas fundamentales por medio del campo de Higgs y la energía oscura). Dicha filosofía científica se apoya: 1) en el mecanicismo teleonómico del kosmos (hilozoismo); 2) en el reconocimiento panteista del todo-uno; 3) en el reconocimiento de la conciencia como logos: conciencia como colapso, como contradicción, representando el estatuto relativo de la verdad lógica. Interpretamos entonces era cuántica como vuelta a la Naturaleza y fin de la pre-historia, anunciando su comienzo con el fin del teísmo como derrumbe metafísico y posibilidad de construcción de una Cultura ontológica en el mundo occidental (comprensión maya de la alineación planetaria). Era cuántica como etapa para el desarrollo de las energías renovables, desde las placas solares a los molinos eólicos, de la recepción de las mareas o de la fuerza geotérmica (Islandia, por ejemplo). Decrecimiento (realidad fenoménica) y era cuántica (realidad trascendental) como una y lo mismo, dialéctica natural libertaria del siglo XXI, frente común para la destrucción del Tren metafísico del Progreso (homenajeando así a nuestro amado y mesiánico Benjamin).

Nos referimos más desde nuestra perspectiva integral a la mecánica cuántica como comprensión sistemática que a la física cuántica como física de partículas. Por ello referenciamos aquí el pedagógico documental que desarrolla la filosofía cuántica titulado Whats you know?, encontrable en Youtube como ¿Y tú que sabes? En el fondo de la madriguera. Entendemos la integralidad filosófica de la era cuántica como una vuelta al holismo primitivo, apoyándonos en el acontecimiento por excelencia de este 2012 (bosón de Higgs), partícula divina que muestra intelectivamente como el kosmos se autogestiona al margen de un supuesto Dios. Ya tenemos cuasi disponible una teoría integral sobre la existencia vital y cósmica en general, por lo que se requiere una vuelta a la ontología como vuelta a la praxis, centrando nuestros esfuerzos en acercarnos paulatinamente a los principios de la permacultura, conquistando la autogestión necesaria que requiere una armoniosa vida en comunidad, dejando por fin a un lado a Dios y su militarización policial.

Claro que la postmodernidad aporta buenas cosas, como la muerte de Prometeo o el acercamiento a la espiritualidad zen. Por contra denostamos la atomización relativista del valor o el renacimiento de Narciso y su consecuente narcisismo. De hecho, ante la duda, enfatizamos que es momento de darle descanso a Apolo y agitar un poco más la actividad de Dioniso, el acontecer de lo dionisiaco como lo divino-trágico que rebrota sin cesar. Para ello tenemos que acompañarnos no sólo de la razón sino también de la compasión, mediante el enlace gnoseológico como intencionalidad primaria y no sobre la especulación eidética de la supuesta razón "pura", para lo que nos apoyamos en las neuronas espejo trabajadas por Jesús Mosterín, que muestra la insuficiencia de la apolínea razón como fundamento de derecho frente al estatuto ontológico de la compasión dionisiaca que nos conmueve. ¿Se me entiende? No devenir del ser sino ser del devenir, siguiendo la senda aristotélica y nietzscheana.

9. SER DEL DEVENIR.

Como bien hemos remarcado a lo largo de nuestro trabajo, Aristóteles contrapone el ser del devenir (ontología) al devenir del ser (metafísica). El estagirita comienza a construir el conocimiento ontológico del ser mediante una teoría del ente, derivando un proceso dialéctico y natural en la vida de las entidades como potencia, forma y acto. Aristóteles,

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siguiendo la tradición científica de los presocráticos, pone base firme para la (auto-anti) fundamentación dialéctica de la physis. Es por ello que consideramos al estagirita pieza clave para una existosa deconstrucción metafísica.

A estas alturas ya hemos desarrollado suficientemente la que comprendemos con devenir del ser, haciendo referencias claras a la Salvación arbitraria del Reino de Dios, la cual lógicamente nunca llega, e incluso proclamando más bien una especie de infierno terrenal insostenible materializado por la destrucción natural y civil del planeta. No habrá Juicio Final; sólo puede haber juicio aquí-ahora a los múltiples culpables que pudieran sentarse en el banquillo "por el momento". Lógicamente interpretamos a Jesucristo como la metáfora que identifica lo humano con lo divino, y no al revés. Como bien dice nuestro amigo Pascal Jesús no era Dios. De todas formas ya no necesitamos ni a Dios ni a su razón pura; tenemos que centrarnos en la vida y en las posibilidades del ser-aquí-ahora.

"Nietzsche tratará de romper con la dicotomía ser-devenir al ser como devenir, lo que nos muestra el alcance ontológico de la doctrina del eterno retorno. Pero la paradoja de concebir al ser como devenir nos lleva hasta un camino intransitable. Parménides hablaba de dos caminos, el del ser y el del no ser, y un error fundamental de la filosofía occidental consistió en creer que el camino del no ser y del devenir eran el mismo. Porque es en la propia vía del ser en la que reside también el devenir, que es un algo y no más bien la Nada".(Del Materialismo Histórico a la Ontología Hermenéutica: anomalías de la dialéctica ser-devenir, Simón Royo).

Ser del devenir como cinetismo y armonía; ser como causa, devenir como efecto. Ser del devenir como naturaleza de la dialéctica de la Naturaleza. El ser se presenta como acción frente al devenir sintético de las posibilidades. Ser como modalidad unitaria que determina la diversidad de devenires y su temporalidad. Ser como naturaleza, devenir como Naturaleza. Si alguien no contempla la interdependencia existente en la Naturaleza como movimiento armónico es que tiene un problema de recepción mental llamado metafísica. El ser del devenir supone una comprensión sintética abierta que posibilita la contemplación trascendental de los fenómenos. No esperamos el devenir de las macro-opulentas de las entidades, no hay fin del camino, el telos es la cultura en el aquí-ahora, continuo devenir que se realiza sincrónicamente en el propio movimiento. Donde la metafísica ve innatismo yo veo movimiento (átomos), demasiado movimiento (fotones).

La actualidad está marcada por la guerra social que se libra entre ontológicxs y metafísicos, entre la libertad y la dominación, partiendo de la opresión de la razón pura y también de la represión ideológica político-estética de la moral dominante. En este panorama el ser del devenir se presenta como devenir antagónico, haciéndose eco, por un lado de su naturaleza teológica como posibilidad necesaria de ser-aquí-ahora, y por otro lado del paulatino deterioro del ser humano como absolutización temporal del "no-ser", consumándose en la actualidad como grave trastorno axiológico. Ser del devenir aquí-ahora como praxis libertaria que persigue la emancipación cósmica de la conciencia. Ahora el sistema no es fuerte, precisamente porque necesita de policías y militares para mantener el orden social. Ahora el sistema es débil, pues la suma de particularidades que lo sostiene está más debilitada que nunca, fácilmente comprobable en el aumento de desfondamientos espirituales que se producen en la síntesis mental por culpa de las contradicciones de la conciencia, cada vez más fuertes e innegables. El bio-Poder se desvanece, aunque dicho desvanecimiento es oscuro y está oculto, tomando actualmente la faz superficial de la sociedad como apogeo del racismo clasista. El nihilismo es un arma de doble filo, pues la revolución de la conciencia tiene ahí su caldo de cultivo idóneo ante posibles despertares espirituales, sin negar que dicho caldo de cultivo también alimenta el fascismo; ahí entonces la lucha contemporánea. Por contra obviamente no se requiere tocar fondo para despegar, sino simplemente llegar a la posibilidad de deconstruir las propias creencias; dicho proceso es relativo a la capacidad intelectual de cada individuo.

La revolución integral de la conciencia se está produciendo lentamente, materializada especialmente en la sucesión de revueltas existentes alrededor del mundo: es evidente que el sistema se tambalea cuando se mueven las conciencias, forzando por contra la cara más amarga de la opresión metafísica. La praxis social de la comunicación se ha

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convertido en nuestra principal herramienta, tanto por el derribo de barreras endocéntricas como por el desarrollo de las redes sociales virtuales. La revolución de la Cultura se está produciendo en gran parte por las aportaciones de internet y sus mecanismos emancipatorios, los cuales requieren de una ontologización continua para evitar que no caigan bajo el dominio del "no-ser" en forma de bio-Poder virtual, el cual también prolifera satisfactoriamente en nuestros días debido a la homogeneización cultural que intrínsecamente conllevan las redes sociales.

Devenir dionisiaco, devenir antagónico frente a la absolutización de Apolo, de Prometeo o de Narciso, devenir anti-autoritario, anti-imperialista, anti-globalización de la moral metafísica, anti-capitalista, anti-patriarcado, anti-racista, anti-especista, anti-carcelario, anti-propiedad-privada (ya sea material o intelectual), anti-fascista en líneas generales. Estos son los devenires antagónicos basados en la naturalidad de la Naturaleza, en la voluntad racional como sensorialidad consciente, en la axiología ontológica como libertad de cultura y de conciencia. Nos acompaña la praxis decrecentista de nuestra época, o las aportaciones que salvamos del Club de Roma, de Georgesun Roegen o de David Thoreau (movimiento anti-industria del XIX). Sugestiones haberlas hailas. También encontramos particularmente la nuestra en Deleuze y en su pensamiento nietzscheano de la diferencia y la repetición.

"Ma-tsu fue el primer maestro zen célebre por sus extrañas palabras y extraordinaria conducta, y se lo presenta como alguien que caminaba como un toro y miraba como un tigre. Cuando un monje le preguntó: ¿Cómo entra en armonía con el Tao?, Ma-tsu le replicó: Ya estoy en armonía con el Tao".(El camino del zen, Alan Watts).

Ser del devenir como naturaleza teológica del ser-aquí-ahora, teniendo a la gnoseología del anima como potencia de la diferencia, a la cognición del ego como dialéctica del caos, y a la cognoscitividad del alter-ego como Antagonia, "la tierra (no-prometida) de las contradicciones"...

9.1. Potencia de la diferencia.

Desde el antagonismo anti-metafísico como ser del devenir entendemos potencia de la diferencia como la relación natural de fuerzas que se da en el ámbito gnoseológico, determinando trascendentalmente (condición de posibilidad) las posibilidades fenoménicas de la Naturaleza. La potencia de la diferencia sería la legislación primaria que determina la vida como vitalidad, como afirmación dionisiaca, como inocencia de la vida frente a la especulación eidética de la razón pura. Se basa en conceptualizaciones de Nietzsche sobre el eterno retorno y su potencia repetidora, la que Deleuze interpreta como potencia de la diferencia, brote incesante de la vida como afirmación hermenéutica que se contrapone a la muerte como síntesis mental jerárquica (miedo). Todas estas ideas conforman lo que entendemos por voluntad de poder, reconociendo la primacía del instinto sobre la mente y la conciencia como supuesta absolutización "pura" de la razón.

Potencia de la diferencia como modalidad sublimada del ser vital, representando así lo primario de la hermenéutica antropológica (naturaleza teológica). Potencia trascendental como unidad, diferencia como diversidad fenoménica. Potencia de la diferencia como dialéctica entre naturaleza y Naturaleza, superando las comprensiones metafísicas y ejerciendo como determinación positiva ante el pensamiento post-metafísico de finales de siglo, marcando el comienzo de una nueva era dialógica pro-vitalidad digna que lucha por la supervivencia racional de la especie humana. Este concepto recoge la relación entre cinetismo del ser y dinamismo de la realidad. Potencia de la diferencia como dialéctica primaria del todo-uno con el uno-todo, lo que conlleva una ontologización de la dialéctica apriorística entre la categoría gnoseológica (intencionalidad primaria) y la categoría cognitiva (autonomía simbiótica entre mente y sentidos).

No se trata, desde la dialéctica, de oponer una fuerza alternativa dentro de las posibilidades metafísicas (ser como posibilidad del "no-ser") sino de oponer una fuerza contraria al sistema metafísico de pensamiento, antagónico

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respecto de la supuesta razón pura como posibilidad del libre arbitrio como ilusión ("no-ser" como posibilidad del ser). La dialéctica que representa la potencia de la diferencia consuma la negación del pensamiento metafísico y su supuesta razón pura, proclamando una dialéctica originaria que potencia la vitalidad sí o sí, al margen de las posibilidades posteriores de la mente como supuesto "no-ser". Primero la nada como potencia de la diferencia, después el ser como diferencia ontológica, y más tarde las posibilidades mentales que conlleva la cultura y la libertad. No se trata de una racionalidad instintiva sino de un instinto racional como pulsión que orienta la racionalidad humana hacia la diferencia natural de lo otro (alteridad como intencionalidad original). Potencia de la diferencia como agua que brota de la montaña: por mucho que la tapes o trates de negarla termina encontrando otra salida, determinando las posibilidades de un río (u otro) como fenomenismo posterior (mente-conciencia). Esta conceptualización nos ayuda a comprender la atomización apriorística de lo fenoménico-material y la cultura de libertad que conlleva comprender las particularidades como derecho colectivo. Potencia de la diferencia como radicalidad sincrónico-anímica del ser-aquí-ahora, como cinetismo primigenio y dinamización trascendental del ser al margen del ente.

Hemos dicho que nos ilustra bastamente para la confección de estos apartados el pensamiento de Nietzsche y Deleuze, del eterno retorno, de la diferencia y la repetición, de la repetición y la potencia, de la potencia y la diferencia, descubriendo muchas relaciones desconocidas hasta ahora. Queremos alterar el tiempo (como decía W. Benjamin), queremos subvertir el espíritu metafísico mediante la huelga humana, destruyendo el tren del progreso y su tiempo maquinal. Queremos, entonces podemos conseguirlo gracias a nuestra intrínseca radicalidad ontológica.

9.2. Dialéctica del caos.

El estatuto científico de las ciencias vitales determina la realidad del espíritu como dialéctica del caos, proceso de oposición en el que se dinamizan armónicamente la biopolítica del sujeto con la revuelta permanente de lo colectivo, ateniéndose siempre a su propia consecuencia cultural. Es la revolución la que aparece aquí como síntesis temporal de lo cognoscitivo, como política, como comunismo libertario instituido. La biopolítica y la revuelta permanente representan la anarquía como categoría estética, potenciación de las particularidades mediante la superación ontológica de las temporalidades sintéticas de la Cultura. La dialéctica del caos como biopolítica instintiva y revuelta mental se presenta como a priori, sin olvidar que es la revolución la que aparece como posibilidad sociocultural que guía la praxis. En este punto se presenta el "no-ser" como posibilidad accidental provocada por la supresión de la biopolítica, debido a la pretensión absolutista de la razón "pura", haciendo un mal uso de la apriorística libertad de cultura, culminando en la imposibilidad emancipatoria de la conciencia. Así comprendemos que la metafísica es realmente libertad, pero enfermada de infinitud e irresponsabilidad ante la Naturaleza y sus dignísimos límites.

Desde las afirmaciones biopolíticas de la praxis libertaria se ejerce una determinación primaria sobre los a priori colectivos, los cuales son transversales a la revuelta como deconstrucción metafísica de la Cultura, la cual ejercida en su plenitud es llamada revolución. Primero la biopolítica como interacción apriorística de lo gnoseológico con lo cognitivo; segundo la revuelta como posibilidad interactiva entre lo cognitivo y lo cognoscitivio; por último la revolución se presenta como la posibilidad de reorientación biopolítica de la Cultura, cerrando una dialéctica social de carácter político. Pero la dialéctica del caos hace hincapié en lo anecdótico de la revolución como posibilidad cognoscitiva, ya que centra todo su potencial en las afirmaciones vitales que refieren a las categorías del sujeto y su subjetividad frente a las posibilidades cognoscitivas del "no-ser". Lo que se trata es de centrarnos en la biopolítica y en la revuelta como exclusión política de las posibilidades de "no-ser", las cuales se asientan en el ámbito cognoscitivo como razón "pura". Como hemos dicho antes no buscamos "controlar" la revolución sino que deseamos imposibilitar el "no-ser" en su estatuto cognoscitivo. El "no-ser" jerarquiza desde el ámbito cognoscitivo poniendo a sus pies las ineficaces revueltas biopolíticas desarrolladas por la errancia humana. La libertad y la cultura posibilitan un desarrollo evolutivo ilimitado, por lo que se apuesta naturalmente por ello como infinitud del conocimiento, determinación-límite que deteriora las posibilidades lógicas del pensamiento metafísico. Buscamos una atomización

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del Poder como aumento de las posibilidades del ser-aquí-ahora. Todo es como uno, pero lo fenoménico puede engañarnos, lo trascendental no.

Encontramos desde esta interpretación la posibilidad de suprimir el carácter teleológico de la política, representado actualmente en forma de gobiernos metafísicos teleocráticos, los cuales acribillan la Naturaleza en nombre del "progreso" que determina la razón pura. Desde la dialéctica del caos reconocemos que no existe predestinación alguna al respeto de los derechos vitales, subrayando la violencia que sustenta en sí al Derecho civil o penal. El ser humano nace libre, y mediante la cultura también disfruta la posibilidad de corromperse. Fenoménicamente la revolución representa un criterio ético desde el cual podemos cultivar en plenitud la biopolítica estética y la revuelta política. Pero desde el carácter trascendental de dichos elementos, la biopolítica representa el enlace entre lo linguístico y lo ético, suponiendo que es realmente la biopolítica la que determina las posibilidades reales de una revolución, evitando caer en inversiones metafísicas que jerarquicen lo gnoseológico y lo cognitivo desde lo eidético-cognoscitivo. La revolución es el paradigma ético intersubjetivo; el sujeto estético y la subjetividad política conforman la intersubjetividad y no al revés. La revolución universal no es una utopía: la metafísica como infinitud de la Naturaleza si es una verdadera utopía, la cual ya actualmente no se sostiene por sí misma necesitando de un amplio apoyo militar que lo sustente cuasi religiosamente, ya que las contradicciones son más innegables que nunca, pese a la epidemia consumista que sigue asolando las conciencias. Puedo comprender simbólicamente la revolución ética como la utopía de Benedetti, que se representa por medio del horizonte, que siempre se aleja cuando intentamos acercarnos, causa efectiva que nos permite caminar reorientando continuamente nuestro camino pero sin llegar a ninguna meta concreta. Esto confirma la prioritaria necesidad de trabajar lo concreto: biopolítica libertaria como revuelta permanente frente a las posibilidades culturales del "no-ser".

Mediante la praxis biopolítica libertaria y su impacto como revuelta permanente no posibilitamos un Poder instituyente que traiga un nuevo orden instituido (revolución como comunismo libertario), sino que tendemos a la corrupción degenerativa de los fenomenismos establecidos con pretensión de permanencia, ya sean sistematizaciones absolutistas mediante el libre-mercado o el comunismo. La no-violencia como principio ético convierte la moral en inmoralidad, siendo inmoral también consigo mismo, interpretando el carácter antagónico del ser-aquí-ahora respecto del "no-ser" como permanencia fenoménica de la síntesis. Es la dialéctica del caos la que puede mantener con éxito un proyecto universal de emancipación autónoma de las particularidades espirituales y consagrar así el proyecto humano como supervivencia racional, voluntad orientada al reconocimiento radical de la trascendencia vital.

Concluimos en la revuelta permanente, parafraseando a Trotsky, destituyendo atemporalmente lo temporalmente instituido (junto a Castoriadis), negando la pretensión absolutista del estado de excepción de Smith, ampliamente desarrollado por la socialdemocracia actual y sus pactos de supuesta austeridad (la austeridad es sólo para los pobres y los idiotas: estos últimos son los que teniendo recursos para rebelarse no se rebelan y prefieren robarle al pobre mediante la sociedad "del bienestar"). Para superar dicha institucionalización del fascismo nos apoyamos una vez más en Benjamin, negando lo instituyente que instituye continuamente mediante la suspensión temporal del tiempo-ahora, eliminando así la posibilidad teleocrática de los sistemas políticos. Sería como concluir en que el Poder no debe ser conquistado sino destruido, recomendando de camino el audiovisual De la servidumbre moderna, o cualquier documental referido al mayo francés del 68 (yo he visto uno chulo llamado El espíritu de mayo del 68), incluyendo el 68 americano o las luchas antiglobalización de Seattle en los 90, o sobre las revueltas en Grecia en 2008 debido a la muerte de Alexis, fenómenos ilustrados desde el propio movimiento en el excelente documental titulado La potencialidad de asaltar el cielo.

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9.3. Antagonia.

Hemos (auto-anti) fundamentado ontológicamente lo real, y por ende hemos fundado el estatuto científico de la ontología y las ciencias vitales como teología. Desde la ontología se proyecta la teología como posibilidad del conocimiento verdadero, representando el estudio de la cultura y la libertad de conciencia. Todo ello forma parte de lo que hemos denominado como deconstrucción metafísica, desarrollo que desglosa la falacia del Yo-Conciencia como razón supuestamente pura o innata. Hemos tratado de mostrar las antinomías aporéticas en donde nos acorrala el "no-ser", sacando a la luz paradojas evidentes de nuestra cultura las cuales mantenemos bajo silencio religioso. Desde la fundamentación dialéctica de la physis hemos comprendido la vida como unidad trascendental y también como multiplicidad fenoménica.

Existen varias interpretaciones sobre el presente-futuro de la población como humanidad colectiva. Orwell y Huxley tienen la suya, la Utopía de Tomás Moro es otra alternativa, Zeitgeist también propone su proyecto Venus, interpretaciones acompañadas por las experiencias minoritarias que han sobrevivido a la absolutización histórica de Dios. Desde una perspectiva ontológica se comprende la Cultura como libertad de cultura y por ende de conciencia, orientada hacia el conocimiento científico de la Naturaleza como ser (naturaleza teológica). Se le aplica una racionalidad utilitaria a la tecnología, amarrando así la sostenibilidad científica a las necesidades vitales. La interdependencia y la dialogía se convierten en pilares axiológicos de la Cultura posibilitando así la amplitud pacífica de posibilidades de ser-aquí-ahora como teleonomía desobediente, como solidaridad intercultural, como altruísmo estético, como recurso comunitario, etc.

Yo tengo mi ensoñación particular mediante Antagonia, la tierra (no-prometida sino conquistada) de las contradicciones. La metafísica es la utopía, insostenible ni lógica ni sensorialmente. Antagonia no es una utopía; que la revolución nos guíe como principio ético no significa que los principios éticos no sean también aquí-ahora. Antagonia no sería ni una utopía ni la abstracta idea de revolución, sino que para mí Antagonia representa la más elevada concepción de las posibilidades comunitarias del ser-aquí-ahora, suponiendo la anarquía como realización colectiva en lo trascendental-unitario. Anarquía y Antagonia son una y la misma, pero como dialéctica natural del uno la anarquía representa lo fenoménico y Antagonia representa lo trascendental (tierra del anarquismo ontológico), haciendo gala de los devenires antagónicos del siglo XXI (devenir teológico en general). Antagonia refiere más a la poesía de lo anárquico, acercándose así a la anarquía como anti-reino de lxs anarquistxs, a esa estética antagónica (anaideia) que nos constituye frente al "no-ser", elección continua entre lo bueno (síntesis) y lo mejor (contradicción). Antagonia representa la vida como autogestión naturalmente hedonista, como intersubjetividad dialógica, como temporalidad de la conciencia, como libertad cultural, como autonomía simbiótica, como responsabilidad sugestiva, como paideia, como moralidad inmoral, como derecho potencial y justicia aquí-ahora. Antagonia como acontecer real del ser-aquí-ahora-común.

Antagonia es todo y es uno, por naturaleza. Antagonia tiene su radicalidad en la posibilidad de realización colectiva por medio del ser-aquí-ahora que se da en los individuos. Colectivización de la praxis anarquista, potenciación de las particularidades contradictorias como lucha continua ante la posibilidad de hipertrofia ("no-ser"). Si la biopolítica representa la potencia de la diferencia como gnoseología, y la revuelta permanente representa la dialogía apriorística de la cognición humana en su emancipación libertaria, Antagonia representa las posibilidades cognoscitivas del ser-aquí-ahora (anarquía), las cuales mueren en la continua pulsión vivencial de su radicalidad trascendental. Antagonia como realización práctica del proyecto deconstructor post-metafísico, como realización decrecentista, como existencia cuántica, como pragmatismo del conocimiento que supera la ignorancia natural y el miedo sensitivo. Antagonia como representación de las implicaciones científicas vitales, estructurando los fenómenos culturales de la sociedad desde las particularidades de las personas, atendiendo al cosmopolitismo y la radicalidad democrática de las interacciones humanas, por medio de la responsabilidad comunitaria sostenida por la cultura de la libertad y el

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conocimiento. La dialéctica centrifuga más intempestivamente que nunca en Antagonia, comprendiendo ésta como la tierra de las contradicciones (anarquía trascendental, cuasi orgásmica).

"El Zen de Bankei, carente de método y de procedimientos, no ofrece bases a una escuela o institución, pues los monjes igualmente pueden dedicarse a la agricultura o a la pesca. Como resultado de ello no queda ningún signo externo del Zen; ya no hay ningún dedo que apunte a la luna de la Verdad, lo cual es necesario para que el Bodhisattva pueda cumplir su tarea de liberar a todos los seres, aunque corra el riesgo de que se confunda el dedo con la luna".(El camino del zen, Alan Watts).

Así aportamos un sentido cohesionado a nuestra praxis mediante la huelga humana, mediante las TAZ (zonas temporalmente autónomas del pirata Hakim Bey), o mediante el anonimato general que deviene actualmente. También recordamos ahora la publicación filosófica llamada Tiqqun, haciéndonos eco de tan linda concepción linguísitica. Dicho proyecto nos sugiere posibles próximos fancines acerca de Antagonia en general, publicación que pudiéramos llamar CuantoCaos. Centramos nuestra atención en las sugestiones que nos provoca la espontaneidad que nos propone la cultura zen, enfatizando ese seguir adelante sin titubear, esa falta de finalidad o esa carencia de afectación. Para ello requeriremos de rencontrarnos con el arte que llevamos dentro y hacerlo renacer en nuestro espíritu, pues lo artístico en el alma nunca murió.

En este momento nada nace y nada muere. Entonces no hay "nacer y morir" a que poner fin. Por tanto la absoluta tranquilidad (del nirvana) es el momento presente. Aunque es en este momento, este momento no tiene límites, y en él hay deleite eterno.(El camino del zen, Alan Watts).

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EPÍLOGO

1. MEDITACIÓN Y ENTENDIMIENTO.

Dos de las herramientas principales que han participado activamente en la elaboración del texto son precisamente dos de los elementos capitales que niega la Cultura metafísica, herramientas que denosta en favor de las ontizaciones culturales y las creaciones "puras" e "innatas". Desde una perspectiva ontológica se nos presenta la oportunidad de ofrecer un merecido tributo a la meditación y el entendimiento ("física" de la comprensión), dándole gracias a nuestras determinaciones trascendentales mediante nuestra inherente posibilidad de ser-aquí-ahora, las cuales son imprescindibles para poder alcanzar el conocimiento verdadero (o al menos más verdadero que el que nos propone la metafísica de la presencia).

Si ella (la Verdad) ya se ha manifestado, ¿para qué sirve la meditación?Y si está oculta, estamos midiendo las tinieblas.Mantras y tantras, meditación y concentración,son todas causa de autoengaño.No mancilles en la contemplación el pensamiento que es puro por su propia naturaleza,sino quédate en la gloria de ti mismo y deja de atormentarte.Todo lo que ves es ello,delante, detrás y en las diez direcciones.Aún hoy deja que tu maestro ponga fin a la ilusión.La naturaleza del cielo originalmente es clara,pero a fuerza de mirarlo la vista se oscurece.(El camino del zen, Alan Watts).

Reconduciendo el radicalismo zen y adaptando la interpretación a nuestra cultura europea entiendo que la meditación refiere al proceso contemplativo que la conciencia ejerce sobre los fenómenos mentales. Mediante la libre práctica contemplativa posibilitamos la comprensión de la intencionalidad original de lo real, de la cual participa nuestra realidad particular como posibilidad realizada, alcanzando mediante la hermenéutica y su carácter ontológicamente dialéctico (frente a la posible dialéctica metafísica) unas comprensiones posteriores más veraces que las anteriores, sublimándose así como transformación superadora del paradigma temporalmente establecido. El objeto de la meditación es el vacío de la mente como apertura eidética, como epojé ante lo nuevo, caracterizando la contemplación como suspensión temporal de los significados mentales, como simple observación sensorial de la modalidad en que acontecen los fenómenos. La meditación lucha contra la hipóstasis mental que provoca la razón "pura" como enfermedad metafísica, acercándose a la Naturaleza desde la naturaleza, por y para su divinidad constitutiva.

"La meditación en posición de sentado no es, como se supone a menudo, un ejercicio espiritual perseguido con una finalidad ulterior. Desde el punto de vista budista es sencillamente la manera adecuada de sentarse y parece perfectamente natural permanecer sentado mientras no haya otra cosa que hacer y mientras uno no esté consumido por la agitación nerviosa".(El camino del zen, Alan Watts).

Podemos encontrar afortunadamente muchísima información acerca de la meditación. A mí me han influido especialmente los cuentos de Jorge Bucay, sugestiones continuas para el pensamiento y la meditación. Más técnicamente me acerco a las escuelas budistas del Camino del diamante, representando la meditación como sublimación trascendental. Disponemos del canon pali como pequeño vehículo, de carácter práctico frente a la teoría sistemática del hinduismo, y disponemos también del budismo mahayana como gran vehículo, realizando una práctica más clara y sencilla. Además el canon pali se consagra en el nirvana, mientras que el mahayana va más allá

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de éste, haciéndose eco de la constitutiva solidaridad con sus iguales. También nos afirmamos por medio del silencio hermético, especialmente cuando comprende que "guardando silencio, comprendes; hablando, hablas; el pensamiento concibe la palabra en silencio, y sólo la palabra del silencio y del pensamiento es salvación".

Entendimiento como cinetismo comprensivo de la conciencia en su naturaleza teológica, el cual es regulado por las limitaciones del conocimiento frente a las pulsiones trascendentales de la contradicción. No es que el conocimiento sea infinito, sino que es limitado en su carácter científico y conceptual, siendo un esclavo sensorial en su carácter estético-temporal, poniéndose siempre a los pies de la nueva reactualización que provocan las contradicciones de lo real sobre las realidades temporalmente sintetizadas. No se trata de abarcar la totalidad del conocimiento, sino de ser prácticamente conocimiento aquí-ahora, como inteligencia respecto de la adaptación humana a su dinámico entorno natural. Entendimiento como base de la auto-transformación de la conciencia, como carácter teleológico de la cultura. Si la contemplación representa la no-acción, el entendimiento representa la acción sublime que deriva de la no-acción, precisamente la acción de permitir la fluencia natural del entendimiento, interpretando el pensamiento como interacción trascendental e inmanente con la naturaleza de la Naturaleza.

"Hui-neng enseñaba que en lugar de tratar de purificar o vaciar la mente simplemente tenemos que soltarla, porque la mente no es algo que pueda agarrarse. Soltar la mente equivale también a soltar la serie de pensamientos e impresiones que entran y salen (por así decir) de la mente, sin sujetarlos, capturarlos ni meterse con ellos".(El camino del zen, Alan Watts).

También encontramos multitud de recursos para trabajar el entendimiento. Reconocemos que la verdad existe, pues se apodera de nosotrxs en nuestra cotidianeidad espontánea, por lo que elogiamos el silencio como amigo de incalculable valor. El silencio es entender, y "entender es transformar lo que es", como dice Krishnamurti. Como conclusión nos acordamos del haskenazi Maimónides, que en su Guía de los perplejos se refiere al entendimiento como verdadero fondo de nuestro ser. Contemplación y entendimiento, herramientas fundamentales para la construcción de una ontología hermenéutica unificada.

2. LA VENGANZA DE LO POÉTICO.

"Lo que permanece lo fundan los poetas", Holderlin.

Todo es un fin en sí mismo...

Comienza a lunear la nocheun mono juega con una balanzala intempestiva plenitud del ordense acerca.(Epílogo, Poeta en Amsterdam, Francisco Javier).

Todo es un continuo volver a empezar...

El Tao llamado Taono es el Tao eterno.El nombre que puede ser nombradono es el verdadero nombre.El principio del cielo y de la tierrano tiene nombre.Con nombre es la madrede los diez mil seres.

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Por eso, aquel que se libera de deseoscontempla la secreta perfección.Aquel que se llena de deseoscontempla solamente sus fronteras.Los dos nacieron juntos,pero llevan distintos nombres.Juntos, se llaman el misterio.Misterio más profundo del misterioy son la puerta de toda maravilla.(El principio, Tao Te Ching, Lao Tzu).

Todo vive su enterno renacimiento bajo las garras del abismo...

Cielos que respiranespíritus que truenancreo que estoy enloqueciendo.(Haiku, Poeta en Amsterdam, Francisco Javier).

Todo es un medio sin-fin, vacío girando en el sí mismo...

El Tao es el íntimo refugio de los diez mil seresEs un tesoro para los buenos.Un protector para los extraviados.Las palabras hermosaspueden ser vendidas en el mercado.Las buenas accionespueden ofrecerse como obsequio.Si un hombre se ha apartado del camino¿Qué razón hay para echarlo?Para ello hay un emperador puesto en el trono.Para ello él escoge a los tres grandes ministros.Mejor que llevar la gran tableta de jadey avanzar precedido por un cortejo de carruajes,es sentarse inmóvil siguiendo al Tao.¿Por qué los antiguos honraron este Tao?No porque lo encontrasen buscándolodetrás del velo en que se oculta;sino porque por virtud del Tao, desapareceríanlos efectos de sus maldades.Por eso es un tesoro inapreciable para el mundo.(Practicar el Tao, Tao Te Ching, Lao Tzu).

3. AGRADECIMIENTOS.

Ante todo agradezco el interés mostrado por las personas interesadas en participar elaborando este lindo y ambicioso proyecto.Agradecer desde lo más profundo de mi corazón el vitalismo trascendental heredado de mis padres, Victoria y José, reconociendo el duro papel que les ha tocado jugar en la búsqueda del conocimiento y la felicidad, homenajeando sentidamente las verdades que me han ofrecido y de las que disfruto cotidianamente.A lxs que fueron, son y serán mi familia.A lxs compañerxs de camino que he encontrado por los territorios cruzados, celebrando el intempestivo devenir

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flamenco del valle del Guadalquivir, pese a la asfixia fascista de católicos, militares y españolistas. Gracias Andalucía, Sevilla y Triana por mostrarme los límites trágicos de mi propia existencia. Gracias Amsterdam, gracias París.Gracias a lo real por ser una estructura sin fisuras, convirtiendo la vida en un gozoso juego de la Naturaleza con su propia naturaleza, juego de encadenar conceptos que posibilitan sentirte muy dentro de mi corazón.Gracias a las influencias teóricas, políticas y amistosas de las que he disfrutado durante mi larga juventud y aún hoy sigo disfrutando, desde la militancia en Amnistía Internacional o en el movimiento humanista hasta la colaboración con el movimiento okupa sevillano, pasando por el partido comunista, la escuela de filsofía gnóstica Nueva Acrópolis, mi añito universitario de la Uned o mi leve experiencia junto al movimiento indignado.Gracias a la señorita Prevost, por su apoyo incondicional, por su amor fraternal y por su colaboración logística.Los agradecimientos son infinitos, tan infinitos como el uno que atraviesa el todo.

Cuando de tu calor me acuerdome compro una barra de hielo

la abrazo como si fueras túpero tú te haces agua

y te vas corriendoy te vas corriendo...

(Tu hielo, Mártires del compás)

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NOTAS Y RECURSOS

A) NOTAS

1. ACLARACIONES.

Las notas que aparecerán en este apartado referirán a posibles aclaraciones sobre conceptualizaciones que se manejan o trabajan a lo largo del proyecto. Por medio de estas notas se busca una matización linguística de conceptos tradicionales y también algunos más modernos, los cuales tienden a su perspectiva naturalmente ontológica en detrimento de las interpretaciones metafísicas características de nuestra supuesta civilización occidental. La epojé necesaria para comprender el lenguaje usado en el proyecto Aletheia va tomando forma a lo largo del escrito, el cual pudiera verse complementado en este apartado por un breve glosario de conceptos indispensables que colaboren a simplificar nuestros prejuicios iniciales, posibilitando una lectura más armoniosa del texto.

- Posible glosario: Les mots de la philosophie, Bibliotheque Centre Pompidou, colección DVD's.

En este apartado se encuadran las notas técnicas, en relación a una comprensión científica del proyecto (gramática, sintaxis, neologismos), y también las notas semánticas, en relación a la contemplación lógica del proyecto (aclaraciones conceptuales). Debido a que la notación efectuada durante el escrito no es excesivamente elevada elegiremos una numeración sencilla: del 1 en adelante y diferenciándose de las referencias (R) mediante la letra A (de aclaraciones). También se contempla la posibilidad de colocar todas las notas (aclaraciones y referencias) a pie de página, facilitando así la lectura, lo que suplantaría este capítulo de notación por un amplio glosario.

2. REFERENCIAS.

A diferencia de las aclaraciones las referencias enfatizan la relación del texto con la variedad de autorxs y libros en los que nos hemos apoyado en su contrucción, los cuales se recomiendan para proseguir nuestros estudios con profundidad y óptima capacidad crítica. Las referencias tienen un carácter meramente informativo o historiográfico, pues desde el proyecto Aletheia no se reconoce la propiedad intelectual de las ideas, aunque se respetan las ediciones particulares de textos y se trata de reconocer la valía provechosa de las aportaciones personales que ofrece cada individuo mediante los textos trabajados. También se respeta la particularidad de las aportaciones de las personas que han participado o vayan a participar en la elaboración definitiva del texto, siempre y cuando quede protegida la libertad creativa del proyecto y su apertura social, la cual se protegerá mediante licencia Creative Commons (CC). Al igual que las aclaraciones se busca una numeración sencilla desde el 1 en adelante, diferenciándose de dichas aclaraciones (A) mediante la letra R (de referencias), pudiendo llegar a ser colocadas a pie de página por motivos de comodidad y cohesión temática, como anteriormente hemos sugerido.

B) RECURSOS

3. BIBLIOGRAFÍA.

En este apartado enumeramos los textos que refieren a la construcción original del proyecto, los cuales han sido generalmente trabajados (otros de forma más leve o de manera especializada, o para consultas concretas) con la finalidad de forjar los pilares en los que se asienta Aletheia, ontología hermenéutica unificada, sirviendo también de honorífico reconocimiento por mi parte.

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- Tao Te Ching de Lao Tzu, traducido por Onorio Ferrero, editado por Ignacio Prado Pastor.- Teoría del conocimiento, Diego Sánchez Meca, Dykinson.- Historia de la filosofía antigua. Grecia y el helenismo, Salvador Mas, Uned. - El nacimiento de la filosofía en Grecia. Viaje al inicio de Occidente, Teresa Oñate y Zubía, Dykinson.- Antropología filosófica, Javier San Martín, Uned.- La aventura de la moralidad (paradigmas, fronteras y problemas de la ética), Carlos Gómez y Javier Muguerza, Alianza.- 12 textos fundamentales de la Ética en el siglo XX, Carlos Gómez, Alianza.- Sabidurías orientales de la antiguedad, Teresa Román, Alianza.- Nietzsche, la experiencia dionisíaca del mundo, Diego Sánchez Meca, Tecnos.- Historia de la lógica, Arthur Prior, Tecnos. - El arte de la lógica, Louis Couturat. - Introducción a la filosofía de la ciencia, K. Lambert y G. Brittan, Punto Omega.- Teorías de la verdad en el siglo XX, María Frápolui y Juan Antonio Nicolás.- Vida y obra de Hegel, Alberto Vanasco, Planeta.- Ontología, Cardenal Mercier. - Doctrinas y enseñanzas teosóficas, Madamme Blavatsky.- Hartmann y el problema del conocimiento, Benavente Barreda.- La naturaleza humana, Jesús Mosterín. - Existencia y hermenéutica, Paul Ricour.- Filosofía y diferencia ontológica, Alejandro Escudero (PDF).- Filosofía y poesía, María Zambrano, Fondo de Cultura de México.- La apuesta por el decrecimiento, Serge Latouche, Icaria Antrazyt. - Crisis y deuda externa. Las políticas del FMI, Miguel Moro, Cambalache Formación.- Anarquismo básico, Fundación Anselmo Lorenzo.- El camino del Zen, Alan Watts, RBA.- Guerra al Estado. Luchas autónomas y experiencias alternativas en el pais vasco (1982-1992) , Jtxo Estebaranz, Libertalia (Guerre á l'Etat).

Se han trabajado numerosos artículos disponibles en internet bajo formato PDF, los cuales serán compartidos mediante la web www.aletheia.comoj.com. Muchos artículos interesantes pueden encontrarse en páginas temáticas sobre Heidegger (heideggeriana.com) y Nietzsche (nietzscheana.com), incorporando artículos. Recomiendo también los diferentes textos de Alejandro Escudero sobre ontología que pueden encontrarse en internet, al igual que los textos elaborados por Victor Alarcón sobre filosofía y ciencia. Por último referenciar un interesante blog donde disponemos de numerosos textos relativos a la espiritualidad científica, budacuantico.blogspot.com. Algunos PDF disponibles en internet que han servido para la reorientación continua del proyecto son los siguientes:

- Las filosofías en interacción y la posibilidad de una ontología unificada, Ramakant Sinari.- La ontología de Nicolai Hartmann en la encrucijada del pensamiento biológico contemporáneo, José Luís Fliguer.- Una confrontación incesante: ontología y metafísica, Alejandro Escudero, A parte rei.- Entre fenomenología y hermenéutica, ensayo de ontología, Alejandro Escudero, A parte rei.- Lógica dialéctica del ser y la nada, Francisco Umpiérez.- El Nietzsche de Heidegger, Alberto Carrillo.- Antropología cultural y creación matemática, Victor Alarcón, A parte rei.- Ontología y diferencia, la filosofía de Gilles Deleuze, Fco. José Martínez.- Ontología y gnoseología, una mirada fenomenológica, Pelayo Pérez.- Sentido y estatuto de la ontología hermenéutica, Juan Manuel Navarro.

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- El giro hermenéutico contemporáneo, lectura de tendencias, George Reyes.- Ontología del declinar, diálogos con la hermenéutica nihilista de Gianni Vattimo.- Todas las calles atraviesan al Oeste, Toni Negri.- Postmodernidad y temporalidad social, Enrique Carretero, A parte rei.- El fin de la historia y la subjetividad postmoderna, Natalia Taccetta.- Las antinomias de la libertad en Nicolai Hartmann, Aurelio Fernández.- Fundamento ontológico de la comprensión, José Antonio Romero.- Fundamento ontológico de la razón práctica, Ángeles López.- ¿Qué es la postmodernidad? Marco Antonio de la Rosa.- El mapa de la postmodernidad y la ontología estética del espacio-tiempo, Teresa Oñate.- La ontoteología kantiana en el argumento de los posibles, Irene Borges.- Ser y tiempo, una obra interrumpida, Alejandro Escudero.- Doce tesis acerca de la verdad en Heidegger, Jorge Acebedo, La lámpara de Diogenes.- Acerca de la palabra aletheia, María Crespín, Bajo los hielos.- De la muerte de Dios o el silencio de la filosofía, Iván Silén.- Heidegger y la pregunta por el arte, Alejandro Escudero.- Espacio y tiempo en la filosofía del límite, Alejandro Escudero, A parte rei.- Heidegger: el arte del ser, Alejandro Escudero.- La estructura antinómica en la ética de Hartmann, Dianoia.- Decrecimiento y cooperación internacional, Giorgio Mosangini.

Ni que decir tiene que no suscribo 100% los contenidos aquí referidos, los que considero de vital interés para una complejización óptima de los problemáticos temas aquí expuestos, generando un sano debate que nos transforme a nosotrxs y también a la sociedad en que vivimos. Por este motivo me complace compartir la bibliografía que estoy seleccionando para mi próximo trabajo, el cual espero concluir en 2013. Caja de herramientas referirá a textos fragmentarios, atómicos, cohesionados por medio de su diversidad constitutiva, apologizando sobre el conocimiento como medio (praxis) y no como fin (teoría), llevando la poesía y la filosofía a su punto de sublimación simbiótica por medio de una comunicación madura con pensadores que colaboran en el desarrollo de las relaciones entre unidad ontológica y praxis libertaria. Estos textos son levemente reflejados en Aletheia, y serán ampliamente trabajados respecto a la futura Caja de herramientas. Muchos de éstos textos pueden encontrase en internet bajo formato PDF.

- Anarquismo, lo que significa realmente, Emma Goldman.- Caos, los pasquines del anarquismo ontológico, Hakim Bey.- Textos de la Asociación de la anarquía ontológica.- El único y su propiedad, Max Stirner.- La sociedad del espectáculo, Guy Debord.- La sociedad desescolarizada, Iván Ilich.- El principio de anarquía, Shurmann.- Los mitos griegos, Robert Graves.- Agujeros negros y tiempo curvo, Kip S. Thorne.- El ser y el acontecimiento, Alain Badiou.- Manifiesto por la filosofía, Alain Badiou.- Lógica del sentido, Gilles Deleuze.- La teoría de las categorías en una ontología hermenéutica, Alejandro Escudero.- El gay saber, Nietzsche.- Así habló Zaratustra, Nietzsche.- Ecce Homo, Nietzsche.

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- El antimanual de filosofía, Michel Onfray.- Tratado de ateología, Michel Onfray.- Acontecimiento y verdad, Maurizio Lazzarato.- Firma, acontecimiento y contexto, Jaques Derrida.- ¿Ontología hermenéutica del crepúsculo o ética de la liberación? De la postmodernidad a la transmodernidad.- Del materialismo histórico a la ontología hermenéutica, Simón Royo, A parte rei.- La hermenéutica como ontología de las ciencias sociales, Diego Larrique.- Hermenéutica de la facticidad, Heidegger.- El concepto de hermenéutica en Paul Ricour.- Hermenéutica y diferencia ontológica, Gadamer.

4. OTROS MATERIALES.

En este apartado aparecen otros materiales que han colaborado en la conformación práctico-eidética del proyecto, haciendo especial hincapié en los documentos audiovisuales consultados, los cuales se recomiendan para iniciarse en la filosofía y la eticidad política de lo estético, optimizando por ende las posibilidades de comprensión sobre las complejidades que presenta el texto. Además agradezco ahora las dignas aportaciones rescatadas de Wikipedia o Youtube, medios que propician un óptimo y eficaz iniciamiento en cualquier ámbito del saber. Algunas referencias de interés sobre los pedagógicos audivisuales consultados pudieran ser:

- Voces del pensamiento, teleUned.- Seminario sobre El nacimiento de la filosofía en Grecia, Teresa Oñate, Uned.- La aventura del pensamiento, Fernando Savater, Youtube.- Filosofía aquí-ahora, Pablo Feinmann, Youtube.- Pienso luego existo, emisiones televisivas monográficas sobre filosofxs españolxs, TVE2.- Programas A parte rei, Youtube.- El abecedario de Deleuze, Youtube.

A continuación referenciamos para lxs posibles interesadxs una serie de documentales que pueden bien acompañar la lectura de los textos propuestos, la mayoría disponibles en internet.

- Zeitgeist, the movie.- Zeitgeist, addendum.- Cosmos, Carl Sagan.- Whats you know? (¿Y tú que sabes? En la madriguera).- De la servidumbre moderna.- La terapia del shock.- Inside Job.- Videocracy.- Debtocracy.- Too big to fail.- La hora de los hornos, Pino Solanas.- Memoria del saqueo, Pino Solanas.- We feed the world.- Home.- Solución a la teoría del todo (el problema de la gravedad), Youtube.- Flamenco, Carlos Saura.

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APÉNDICE I. ESENCIA Y SUSTANCIA EN EL VALLE DEL GUADALQUIVIR

A lo largo del proyecto Aletheia hemos intentado mostrar las diferencias contradictorias que existen entre el pensamiento metafísico y el pensamiento ontológico, comprendiendo dicha "guerra" como base de lo que llamamos "conflicto de las racionalidades". No negamos la existencia plural de las racionalidades, sino que comprendemos la metafísica como lo anti-racional y a la ontología como lo inter-racional, no entendiendo la metafísica como una racionalidad más sino como la "racionalidad" contraria a todas las racionalidades existentes, que lógicamente se encuadran dentro del marco ontológico de pensamiento (metafísica como irracionalidad).

También hemos realizado una identificación de la metafísica como jerarquía arbitraria de la sustancia sobre la esencia, y de la ontología como jerarquía hermenéutica (dialéctica simbiótica como condición de posibilidad) de la esencia para/con la sustancia (como posibilidad realizada). Hemos reconocido la veracidad y acierto de la proposición heideggeriana que afirma que la ontología no estudia "la esencia de la verdad" (sustancia metafísica) sino "la verdad de la esencia" (gradualidad del acontecer). Por último hemos reconocido la estructura onto-teológica de la metafísica y la arbitrariedad de Dios como fundamento exclusivamente lógico (absolutización matemática).

Estos comentarios aparecidos en el apéndice tratan de mostrar cómo esta lucha teórico-práctica aparentemente abstracta se aparece en la vida cotidiana del mundo, centrándonos ahora en la región que a mí más me toca por cercanía y por afectividad, o la que mejor "conozco"; es por ello que hablamos de esencia y sustancia en Andalucía, en el maravilloso valle que nos ofrece el Guadalquivir, donde han confluido numerosas culturas, sedimentando la cultura y el conocimiento de tartessos, de fenicios, de romanos, de musulmanes, de judíos o también de los cristianos, dando como resultado un elegante mestizaje de carácter cosmopolita.

Identificamos el sur de Europa con el norte de África mediante la cultura mediterránea del goce, del buen clima, disfrute del agua y el sol, del aprovechamiento culinario de la agricultura, de la riqueza de su geografía, de la densidad de su tiempo, y de las múltiples tradiciones ontológicas heredadas generación tras generación (incluyendo el cáracter "trágico" del toreo libre, desechando la pantomima clasista, sanguinaria y vergonzosa que vemos en la actualidad). También realzamos la resistencia política que históricamente se muestra en nuestra tierra, por medio de la auto-organización de obreros y campesinos, recordando los momentos de lucha que nos han brindado nuestrxs hermanxs, llegando hoy en día a las luchas de los obreros del campo y la industria, de los centros sociales ocupados, del movimiento 15M o de las cooperativas integrales que se están formando en dichos territorios.

Por encima de cosas puntuales quisiera resaltar el carácter ontológico de nuestra radicalidad cultural, características bañadas de mestizaje y llena de caricias sentidas, recordando siempre a la mente que es el corazón el que manda en nuestra tierra. Es por medio del flamenco y los carnavales que mejor he llegado a conocer y amar fuertemente la radicalidad pagana de nuestra Cultura. Doy las gracias a las generaciones flamencas por mostrarme los límites trágicos mediante la soleá, la rabia y el deseo por medio de las bulerías, los despertares anímicos de las alegrías, o la sacra devoción de los cantes saeteros. Flamenco como flama, como puro fuego, como espiritualización dionisiaca de las Cultura luciferina. Y también agradezco mucho a mis hermanxs gaditanxs por contagiar nuestra tierra con vuestra gracia y vuestra sal, permitiendo que todxs nos apropiemos del sentimiento carnavalero: de lo cómico y lo chistoso, del duende y su guasa, de lo irónico e incluso cínico. ¡Gracias! Os llevo en el corazón por siempre recordando las letras de Juan Carlos Aragón en la chirigota de Los Yesterday...

Pero dejando de lado el positivismo que se cuece en los bares andaluces, gusta también de alertar sobre la sustancia supuestamente andaluza que parasita en nuestra intrahistoria, esa parcialidad del fascismo global que se aparece por nuestros barrios, ese nacionalismo extremo de los españolistas que empaña nuestras pupilas llenándolas de miedo y confusión, recordándonos hoy en día que todavía tenemos señoritos a caballo que custodian la obediencia colectiva.

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Aquí en Andalucía hemos visto fuertemente la opulencia dogmática de los sistemas autoritarios, fuente de caciques y pequeños autócratas, rancia herencia religiosa de la incultura y su pobre bazofia. No sólo existe fascismo físico sino también psíquico, domeñando los espíritus sureños y obligándolos a renunciar a los placeres hedonistas que su hermosa tierra les ofrece con naturalidad. Odiamos a las personas que nos han hecho daño y a las que siguen haciéndolo. Ni olvidamos ni perdonamos. Conocemos a vuestros sequaces en todas sus ramificaciones, y no nos detendremos hasta practicar justicia. ¡Andaluces levantaos! que la siesta llega a la noche (olvido del ser como "siesta" ontológica)...

Al igual que en el resto de este penoso Estado-Nación llamado España, la política institucional se ha convertido en un yugo que esclaviza los cuerpos y las conciencias por medio del hambre y la ignorancia. El empobrecimiento inmaterial generalizado y la creación continua de pobreza promueven el brote autoritario de lo más profundo de nuestra tolerante tradición, dando cada vez más poder fáctico al fascismo católico, militar y españolista, resultando anecdótico que organizaciones como Falange tengan estatuto legal, o que un juez que investiga crímenes franquistas sea víctima de acoso fáctico e institucional. Por medio del estado policial en que se convierte la vida cotidiana podemos comprobar como la cárcel es el destino lógico de las conciencias éticas. Siempre son ellos los que pasean por nuestras calles, son ellos los que han modificado nuestras ciudades y nuestros pueblos, y los que tratan de transformar nuestra manera de comprender el mundo. Ya no sé si vivo en Sevilla o en la consumación prometeica del American Dream, viendo tanto desorden psicológico y obediencia sumisa como veo a diario. El terrorismo espiritual y anímico de los cuerpos de inseguridad del Estado, de los medios de incomunicación de masas, de militares y paramilitares, de banqueros, de curas y políticuchos de mierda se materializa como cultura del miedo, como ignorancia, como vanidad, como orgullo extremo, como infinitud irracional del deseo maleducado y caprichoso. Simplemente paseando por Sevilla puedes comprobar que el capitalismo sólo nos ha traido pereza, drogadicción, alcoholismo, aburrimiento, cruces y más cruces, muertes crueles como espectáculos mezquinos, incluso una comunidad homosexual clasista que olvida lo duro que ha sido la lucha hasta conseguir nuestras mínimas libertades.

No puedo más que seguir echando de menos a personas como Federico García Lorca, sufriendo la verguenza de la ausencia moral de memoria histórica, y encolerándome cada vez más observando el triste espectáculo basado en el linchamiento continuo al que nos somete la Plutocracia, denostando repetidamente el sentir democrático y su praxis libertaria. Al menos sabemos quienes sois, conocemos vuestras caras, sabemos dónde cruzaros, sabemos dónde escondeis los recursos de los nadie, y tenemos la rabia encolerada suficiente para preparar la más cruel venganza que jamás hayamos podido imaginar. Además queda poco que perder en esta lucha y muchísimo que ganar.

Tengo una puerta en mi almaque no necesita llave,

yo la tengo siempre abiertay no me la cierra nadie...

(Bulerías de Jerez, Flamenco, Carlos Saura).

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APÉNDICE II. LA EMERGENCIA EMERGENTE

En este apéndice/manifiesto/poema trataremos de contextualizar la guerra social emancipatoria dentro de los parámetros globales de comunicación, reconceptualizando la nueva "guerra mundial en curso" como globalización general de las guerras civiles proclamadas en nombre de la nación, llevando a cabo una especie de federación autoritaria metafísica regida por la guerra fría entre Poderes metafísicos. Recordamos que el proyecto Aletheia sigue abierto a la participación social, al igual que estos dos artículos, los cuales desearía compartir con vosotrxs amantes del pensamiento emancipatorio y la praxis libertaria. Hemos dividido el apéndice II en tres partes, tratando por un lado la globalización del fascismo (qué), por otro lado la revolución integral en curso (cómo) y por otro lado la huelga humana (por qué).

PARTE I. UN ESPECTRO RECORRE EL PLANETA: LA GLOBALIZACIÓN DEL FASCISMO.

Stop fascismo, stop nazismo, stop totalitarismo de derechas, stop totalitarismo "de izquierdas",Stop revoluciones nacionales y caudillismo popular, abajo el fascismo institucional,No a la política del desastre, no a la anti-economía, no a la Catastroika,No a la deuda, no a la tecnocracia, no a los recortes sociales, si a los recortes de corbatas,A veces missing Lenin, a veces missing Robespierre, a veces el Comite de Salud Pública me manque,El Poder está dispuesto a machacar a la población para perpetuar su falsa amnistía e ilegítima impunidad,Trata de perpetuarse por el bio-Poder fascista, en el que nos cagamos,Nadie tiene la osadía de decirnos cómo se juega a la Vida,No tiréis más gases lacrimógenos, nosotrxs lloramos a nuestra manera,Abajo el régimen, gritaremos follando,Abajo el American dream, gritaremos quemando,Abajo el miedo y la ignorancia, el triste espectáculo y la apatía que conlleva,Ni líderes ni oprimidos, ni racismo ni clasismo,Ni inseguridad institucional ni incomunicación de masas,Ni consumismo ni maneda, ni generalización del aburrimiento,Ni inhibición religiosa del mundo sensorial,Ni ataques a la vida ni transgénicos, ni ansiedad ni globalización depresiva,No queremos ver llorar a Mama Natura, o sus Elementos descargarán su ira con fervor,Abajo la fe, viva el conocimiento, abajo su "felicidad", arriva la de todxs.Contra la carestía y la precariedad,Contra la crisis de valores,El Tren del Progreso avanza ciego,¿Alguna razón más para dar un golpe en la mesa?Venganza y destrucción, uno y lo mismo.

PARTE II. UN ESPECTRO RECORRE NUESTRAS CABEZAS: LA REVOLUCIÓN INTEGRAL.

Ellos pretenden representar al ser, a nosotrxs nos posee la nada,La ley divina palpita en nuestro interior,Revolución social, Revolución integral, revuelta biopolítica,Primavera, llega la primavera con indignación, nace el mundo en nuestro interior,Lo glo-cal reclama su plaza en el tablero de juego, el altermundismo necesitamos,15 de mayo llama a nuestra puerta, nos calzamos nuestra mejor y más ruidosa sonrisa,La insufiencia reina, la esperanza boicotea,

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Ni Gobierno ni Instituciones de movimiento, la situación tiene que dispararse,Stop morralla metafísica, stop desahucios de conciencia,Por la okupación biopolítica de la conciencia, por la recuperación del recurso básico,La contra-cultura conmueve los Centros Sociales Ocupados y Autogestionados,Más política, más cultura libre, más reir, más llorar, más reir,Ni negociación ni eco-capitalismo, abajo la dominación sostenible.La lucha se da en la Metrópolis, junto a lxs invisibles,En el mismo lugar donde se da la Guerra al Estado.Hacia la insumisión y la dignidad de lo rebelde.

PARTE III. UN ESPECTRO RECORRE NUESTROS CORAZONES: LA HUELGA HUMANA.

Sabotaje a la producción física, a la producción psiquica, a la producción cultural,Paremos la máquina de matar!Son momentos de huelga humana. Ni dar ni recibir órdenes. Momento de Tiqqum.Lo personal es política, la vida es biopolítica,Pereza de falsa conciencia, no me satisface, consumo eco, no me satisface.En una mano el terrorismo poético, en otra la kala borroka,Punk is not dead, ni lxs gatxs negrxs, ni la afinidad del guetto, ni el black block,Salvajismo anti-sistema? Pocxs pero valientes. El caos es el momento emancipatorio.De Grecia a Francia, de Alemania a España, de Inglaterra a Italia, tiñamos de negro Europa,Revuelta y anonimato, abajo el control de las redes,Contra el encarcelamiento y la tortura, por la internalización de las luchas,Por el derecho de las minorías a ser minoría,Somos armas de ocupación masiva, no a la globalización de la soledad y el individualismo,El egoismo a muerto, Dios también, ha muerto asesinado por la huelga humana,Rompemos aquí-ahora la precariedad vital,Proclamamos la integralidad de lo básico y lo cotidiano,Sociedades biosféricas se acercan por el horizonte,Templando el giro copernicano de lo antagónico: de la creación destructiva a la destrucción creativa,Afirmando lo dionisiaco del poder-ser por medio de un vitalismo racional íntegro,Cooperando, eco-enredándose, decreciendo, desescolarizándonos.¡Anti-capitalismo contra el expolio!¿Terrorismo financiero? ¡Expropiación bancaria! El mundo es nuestro.Paz, no te espero, te busco, trato de darte cerco y conquistarte,Pero tú sola te impones en la alegría y en la serenidad que se te permite.

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www.aletheia.comoj.com CuantoCaos

21 de Diciembre de 2012

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